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Soy quien soy, tengo lo que tengo A las 5 de la tarde. Eran las 5 en punto de la tarde. (F. García Lorca) Nací un día jueves 29 de agosto a las 5 de la tarde en la Clínica Santa María. Mi papá (que amaba la poesía) tenía casi 50 años y mi mamá tenía casi 35 (a modo de referencia a esa edad yo tenía a Vicente de 8, Aníbal de 6 e Ignacia de 3 años). Ambos eran padres primerizos. Se volvieron locos de alegría y amor con mi llegada. Mi papá, lo único que quería en la vida era tener hijos, sin embargo ya se había hecho la idea de que no iba a poder tenerlos. Su primera mujer (la Tuca Mardones) era estéril, por lo que todo su amor paternal lo abocó a sus sobrinos, mis primos mayores (actualmente 60 años). Mi mamá, después de un embarazo bastante malo, no cabía en su dicha. Ambos me adoraban, pero la relación entre ellos no era buena, quizás por lo intenso de ambos, quizás porque mi papá no supo separar los roles de marido y padre, quizás porque el amor ya estaba desgastado… no lo sé. Si sé que al poco andar a mi mama se le hizo imprescindible traerme un hermanito. Según ella poco faltaba para que mi papá me levantara un altar y prendiera velitas. Me iba a convertir en un monstro y quería tener la parejita. Cuando lo hicieron estaban separados. Mi mamá no tiene dudas de la fecha que lo sedujo ese 28 diciembre del ’69. Aníbal llego cuando yo tenía 2 años recién cumplidos. Por lo que dicen, yo lo cuidaba y protegía mucho. Siempre escuché de mi mamá que yo era la hermana buena, la hija dulce, que no molestaba, que no lloraba ni daba ningún tipo de problemas. Al parecer Aníbal era muy al contrario, no lloraba, gritaba… para mí era incomodo vivir esas comparaciones, me daban una sensación de injusticia “ser yo tan buena” y “el de tan difícil de carácter”. Crecimos juntos con amores, desamores, gritos, peleas, combos y reconciliaciones.

Soy Quien Soy

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Page 1: Soy Quien Soy

Soy quien soy, tengo lo que tengo

A las 5 de la tarde.

Eran las 5 en punto de la tarde. (F. García Lorca)

Nací un día jueves 29 de agosto a las 5 de la tarde en la Clínica Santa María.

Mi papá (que amaba la poesía) tenía casi 50 años y mi mamá tenía casi 35 (a modo de

referencia a esa edad yo tenía a Vicente de 8, Aníbal de 6 e Ignacia de 3 años).

Ambos eran padres primerizos. Se volvieron locos de alegría y amor con mi llegada.

Mi papá, lo único que quería en la vida era tener hijos, sin embargo ya se había hecho

la idea de que no iba a poder tenerlos. Su primera mujer (la Tuca Mardones) era estéril,

por lo que todo su amor paternal lo abocó a sus sobrinos, mis primos mayores

(actualmente 60 años).

Mi mamá, después de un embarazo bastante malo, no cabía en su dicha. Ambos me

adoraban, pero la relación entre ellos no era buena, quizás por lo intenso de ambos,

quizás porque mi papá no supo separar los roles de marido y padre, quizás porque el

amor ya estaba desgastado… no lo sé. Si sé que al poco andar a mi mama se le hizo

imprescindible traerme un hermanito. Según ella poco faltaba para que mi papá me

levantara un altar y prendiera velitas. Me iba a convertir en un monstro y quería tener

la parejita. Cuando lo hicieron estaban separados. Mi mamá no tiene dudas de la fecha

que lo sedujo ese 28 diciembre del ’69. Aníbal llego cuando yo tenía 2 años recién

cumplidos.

Por lo que dicen, yo lo cuidaba y protegía mucho. Siempre escuché de mi mamá que yo

era la hermana buena, la hija dulce, que no molestaba, que no lloraba ni daba ningún

tipo de problemas. Al parecer Aníbal era muy al contrario, no lloraba, gritaba… para mí

era incomodo vivir esas comparaciones, me daban una sensación de injusticia “ser yo

tan buena” y “el de tan difícil de carácter”. Crecimos juntos con amores, desamores,

gritos, peleas, combos y reconciliaciones.

Page 2: Soy Quien Soy

Vivimos en Juan Agustín Alcalde hasta mis 6 años. No tengo mayores recuerdos de esa

infancia. Tampoco de mis papas viviendo juntos como vida matrimonial. Tengo

recuerdos de la casa, otros vagos de mi papá que dormía en la pieza del lado, de un

árbol que tenía muchas cuncunas verdes gordas, y otros recuerdos salpicados sin

mayor relevancia.

A los 6 años, en enero del ‘75 nos cambiamos a Carlos Casanueva 0334. El cambio de

casa marcó el término definitivo de su matrimonio. Al parecer, antes iban y venían,

entre negociaciones y tira y afloja…

A esa edad y por mucho tiempo, recuerdo fuertes discusiones de mis papás, a gritos

en el pasillo por temas de plata, por el pago del gas, colegio, por sus

irresponsabilidades, etc. Recuerdo palabras fuertes de mi mamá a mi papá,

obviamente dichas en momentos de impotencia y rabia. También recuerdo momentos

alegres compartiendo los 4 juntos, cuando eventualmente mi mamá invitaba a mi papá

a comer, jugábamos canasta, póker o dominó y riendo. Mi mamá se reía mucho con mi

papá, y no dejaba pasar la oportunidad de lucir su humor negro, quien a veces se lo

celebraba a carcajadas y otras… al igual que a mí, me dice que no tengo ningún

sentido del humor.

Recuerdo que en esa época yo quería era ser hombre. Me hacía llamar Cristián. Usaba

el pelo corto y quería tener pirula (razón por la cual mi mamá dejó de bañarnos juntos

de tina con mi hermano).

Me encantaba jugar a los policías con Anibal. Mi monopatín rojo era mi moto de

carabinero y el triciclo azul de Anibal su patrulla. Cuando mis amigas iban a la casa

jugábamos a los ladrones y policías, amarrábamos “a los malos” con unas tiritas de

género del tiempo que mi mamá hacia costura. Trataban de escaparse y eran

verdaderas persecuciones que duraban toda la tarde. De chica me cargaban las

muñecas, especialmente las barbies. Cuando íbamos donde la Neny, todas las amigas

quedaban fascinadas y boquiabiertas con la cantidad de barbies, Kent, la casa de 2

pisos y los autos… yo lo encontraba lo más fome del mundo y pensaba que la próxima

junta iba a ser en mi casa y las iba a amarrar a todas.

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Mi niñez estuvo caracterizada por los domingos en la casa de mi papá. Sagradamente

íbamos con mi mamá a Misa del colegio y después nos llevaba a su casa.

Frecuentemente comprábamos empanadas y dulces chilenos donde Matías y nos

compraban bebida (que era un lujo). A veces nos aburríamos como ostra, a veces

veíamos magnetoscopio musical, el jappening, estudiábamos y otras me dedicaba a

intrusiar las cosas de los hijos de la tia Marta. Me encantaba hacerlo, y sentir esa

sensación que no me vayan a pillar. Sus hijos eran pesados con nosotros en esa época.

Las pocas veces que estábamos juntos, sin mi papá cerca, hablaban muy rápido en

jerigoncio, eran secos para eso, nos miraban y se reian. Pero lo peor era cuando

íbamos a la casa de las hermanas o mamá de la tía Marta, que siúticas y las hijas tan

pesadas y ajenas a nosotros.

Otras veces lo pasábamos excelente, increíblemente bien. Mi papá nos llevaba con

frecuencia al Fartwest. Era espectacular. Nos encantaba ver el show de los indios,

vaqueros, disparos, caballos, algunos cayendo del techo. Otras veces almorzábamos en

La Estancia o íbamos a jugar bowling. Indudablemente cuando mejor lo pasábamos era

cuando estábamos solos con él. No tengo noción de la proporción pasarlo bien vs

fome. Lo que si me gustaba hacer era cambiarme la falda escocesa con el beatle y

calcetines combinados con los que mi mamá me vestía para ir a Misa y posteriormente

llevarnos a la casa de mi papá. En la mochila yo metía los jeans más viejos y me ponía

un suéter de mi papá. Obviamente me quedaba gigante y parecía mamarracho, pero

me encantaba y me imagino que mi papa feliz de que usara su suéter (como pololos).

El resto del tiempo, era colegio o paseos que hacíamos con mi mamá. Ella era muy

jugada por nosotros. En invierno nos llevaba a esquiar. En el camino comprábamos

marraquetas frescas, llevaba consomé en termo y cuando bajamos a almorzar nos

tenía unos ricos sándwiches con jamón-queso y sopa caliente. Generalmente subíamos

con los Espinosa e íbamos cantando la obra musical Evita, la sabíamos de memoria…

Evita Perón, lo tiene todo en contra, muy duro debe luchar, sin casa ni hogar, sin

padres sin historia, con 15 años de edad no tenía un lugar…. Un cantante la descubrió,

el rey del tango… Agustín Magaldi. Duraba casi 2 horas el espectáculo.

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En verano íbamos al campo a Paredones, donde una amiga de mi mama, lugar donde a

los 15 anos aprendí a fumar, fue la primera curahuilla de Aníbal, aprendimos a andar a

caballos, en fin… También fuimos un par de veces Tongoy y varias otras a Algarrobo,

de chicos con mi papa, de adolescente invitada generalmente por los Espinosa.

Mi adolescencia estuvo marcaba por mi pololeo con el Ruli, Pancho Ruiz. Yo estaba en

primero medio, con 14 años. Me sentía grande y un chico de 4M me empezó a jotear!

Parece que me echo el ojo en la Misa de los domingos del colegio. Por largo tiempo se

trataba de acercar en el colegio, y yo cual pendeja me arrancaba y escondía en el baño.

Me daba una vergüenza y unos monos terribles… No se cuanto tiempo paso en esto

pero un buen día me hizo frente, me llamo por teléfono y me dijo que quería conversar

conmigo. No tenía escapatoria. Fuimos un sábado de otoño a caminar al Cerro y me

pidió pololeo. Yo, yéndome por la tangente le dije que entre el entrenamiento de ski,

los estudios, no podía descuidar eso. Bueno, paso lo que tenía que pasar… Se dio

vuelta la tortilla y ahora él era el indiferente y yo me derretía de amor por él. Paso el

otoño, el invierno, la primavera y el 3 de diciembre del ’83 me pidió pololeo, ya

finalizada la temporada de ski y terminado los estudios. Hasta ahí todo bien. Mi primer

beso fue muy rico, aunque muy impactante. La verdad es que en un minuto me sentí

atragantada, pero después quería más. Definitivamente me quedo gustando. Nos

vimos ya que estábamos de vacaciones y el acababa de dar la PAA. Pasaron unas 3

semanas y de repente se lo trago la tierra. No supe más de él. Nunca más me llamo y

era evidente que ya no quería estar conmigo. Nunca supe que paso. Aunque trataba de

disimularlo la tristeza me carcomía por dentro. Esa sensación de abandono, de quedar

con la intriga y el circulo sin cerrar me marcó, hirió e insegurizó bastante.

Mi casa siempre estaba llena de amigos. Era como punto de encuentro. Era una casa

entretenida donde mi mamá tenía las puertas abiertas a todos y todos se sentían en su

casa y acogidos. Eso era rico y entretenido. Yo me sentía (y me siento hasta día de hoy)

muy querida por mis amigos, pero a la vez me sentía sola y vacía en relación a

pololear. No conocía las discoteques ni por fuera mientras que para mis amigas ya

incursionaban en ese mundo entretenido y desconocido para mí.

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En esa época engordé mucho. No lo pase bien en el colegio. Una noche como en 2o

medio, en una fiesta en el colegio estaba bailando con un tipo de un nivel de arriba

que me pego un atracón y me hizo sentir pésimo. Me dio un pato y un lengüetazo que

me hizo sentir casi violada. Después, siempre lo veía instalado en el pasillo al lado del

casino y cuando yo pasaba él y su grupo de amigos se reían o secreteaban o él me

miraba con suspicacia, lo que me hacía sentir pésimo, entre que me atraía y lo odiaba.

En un momento debe haber sido tanto mi angustia que me dio un ataque de picazón,

incontrolable. Me rascaba en las paredes, mi picaba por delante, por detrás, todo el

cuerpo al mismo tiempo. La Silvia tuvo que llamar a mis papas para que me fueran a

buscar, me llevaron a la Clínica Alemana y me pusieron una inyección para calmar la

incontrolable picazón. En fin, pese a no haberlo pasado del todo bien y sentirme en lo

profundo de la intimidad bastante sola, me encanta el colegio y tengo buenos muy

recuerdos de él también. Hoy en día me siento orgullosa y muy feliz de tener a mis

hijos en el Saint George. Por mi parte hice amigas maravillosas y el sello del espíritu

georgiano me encanta y enorgullece.

La U fue una broma, era como continuar el colegio. Estábamos la M. Paz, el Andrea y

yo y conocí amigas muy valiosas.

En marzo del ‘88, a los 19 años sufrí una fuerte depresión.

La tristeza se apodero de mi alma. No sé con exactitud que la gatillo, me imagino que

un conjunto de cosas que se dieron en la época. Mi papa se separaba por tercera vez,

Aníbal después de que en una pelea casi me pego a mí y posteriormente a mi mama

cuando se metió a ver qué pasaba, le dijo que se fuera a vivir con el papa, yo me sentía

responsable, por otra parte no se sentía segura de mi amor como polola de José, sino

que más bien estaba cubriendo mis carencias mientras que el se mostraba

profundamente enamorado de mi, en fin pasaban muchas cosas. Cuando detono, fue

un periodo corto pero muy intenso. Recuerdo haber estado como vegetal, no quería

nada, andaba como zombi, lo único que quería era morirme. No tenía la valentía como

para suicidarme, pero deseaba que me cayera un piano en la cabeza o que hubieran

empujado a las líneas del metro. No comía. No dormía, se me caía el pelo a mechones,

no hablaba, sentía que quería secarme y morirme. Sentía un profundo abismo negro y

que no podría salir de ahí. Me sentía desesperanzada. Evidentemente me llevaron al

siquiatra, me hicieron ECG (18/3) y me dieron medicamentos. En esa época llevaba un

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par de meses pololeando con José. El me acompaño incondicionalmente pese a que las

pocas veces que hablaba le decía que no quería verlo, y mi mamá dentro de su

angustia pienso que le daba indicaciones contradictorias respecto a sus visitas a mí

(que viniera, que se fuera). En esa época sentía que mis amigas que iban a verme (M.

Paz, Tai) era porque mi mamá se los pedía, sentía que nada era verdadero, que estaban

por un deber pero que en realidad querían estar en sus cosas o con sus pololos. Mis

sentimientos de tristeza eran demasiado profundos que aunque estuviera acompañada

me sentía sola en un abismo sin salida. Recuerdo un día, a la entrada de la casa, a mi

papa con los ojos llenos de lágrimas, me tomo la mano y me dijo “por favor

perdóname” y yo balbucee unas palabras como “no tienes nada que ver”. Se le

iluminaron los ojos de felicidad porque atine a murmurar algo, solo eso… Recuerdo un

tiempo después estábamos almorzando en la terraza con mi mama y Aníbal y por algo

que dijeron sonreí. Mi mama me miro y me dijo, por Dios Elisa, hacía tanto tiempo que

no te veía reír. Hace tanto tiempo que no te veía llorar ni reír… Por mucho tiempo

estuve plana, hasta que me perdí.

Con esa risa, empezó el tiempo de mejoría. La gran lección fue haber conocido ese

abismo profundo, para darme cuenta que nunca más quiero estar así, y por otra parte

a separar las cosas del corazón. El siquiatra me derivo con una orientadora, Ester

Honorato quien me ayudo y enseno mucho. Una de las cosas que me quedaron

grabadas fue entender que el corazón de mi papa se dividía en varias partes y yo debía

velar y exigirle a él solo como padre. No me correspondía meterme ni juzgarlo como

hijo, como marido, o ex marido, como amigo, como hermano, como amante. Solo

como padre. Como padre no tenía nada que reprocharle sino que agradecerle su

desbordante y desproporcionada generosidad, amor, apoyo, orgullo hacia nosotros e

incondicionalidad, sus contagiosas y sonoras risas, alegría y por sobretodo el amor a la

vida. Recuerdo que siempre decía, estoy bien, puedo estar fregado pero bien. Tengo

salud, hijos sanos, que más quiero? De mi papa aprendí las más importantes lecciones

de vida. No necesitaba mucho para ser feliz, gozaba caminando, viendo los arboles

moverse con el viento, estando con nosotros, comiéndose un durazno en conserva y

choreándose entero, cuando nos enfermábamos llegaba con galletas, bebida, jamón y

galletas soda, que las hacíamos rechupete.

Page 7: Soy Quien Soy

Respecto de mi mama, también su amor e incondicionalidad eran infinitos. Ella era la

aperada para sacar a sus hijos adelante. Es tremendamente cariñosa, generosa,

preocupada, esmerada y muy noble. La amo profundamente, pero siento que ella es

Marta en la parábola, se esmera mucho por los demás pero le falta disfrutar un poco

más. Aquí quiero detenerme para leerles una carta que, tiempo después supe la

escribió mi mama cuando murió mi papa. Un sobrino la leyó en la Misa del funeral.

Describe perfectamente como era él, y muestra toda la nobleza, el amor y ternura de

mi madre…

“Como docente y medico de indudable vocación, ojala pudiéramos saber a cuantas

personas ayudo Aníbal durante su vida.

A algunos dio consuelo, tranquilidad o paz, u otras sabiduría, comprensión, alegría o

entereza.

Enseno una forma muy particular y positiva de encarar la vida, para el nada era

tremendo, espantoso o terrible, simplemente eran problemas con solución.

La vida era demasiado hermosa y la amaba con intensidad, había que gozarla cada día.

Para ser feliz necesitaba muy poco, no tenia apego por nada material, excepto por sus

libros. A él nunca le importo el dinero, no escatimo su tiempo ni su sabiduría,

simplemente daba y se daba sin condición, sin cálculo.

Orgulloso y admirador de sus hermanos, querendón de sus sobrinos, fue un hijo

preocupadísimo de su madre y un padre preocupadísimo de sus hijos.

Amo mucho y fue muy amado, pero el amor por sus hijos fue sin límite.

Solía decir que había tres cosas en el mundo que amaba por sobretodo: Su hija Elisa,

su hijo Aníbal y sus dos hijos. De pequeños les enseno a estudiar, de grandes a vivir.

Ellos le quisieron intensa e incondicionalmente.

Se sentía Aníbal una mezcla de gitano, poeta y torero.

Tal vez de gitano porque nunca echo raíces, poeta porque vivió tan intensamente la

poesía. Dialogar con él era un privilegio. Con la fineza de su espíritu nos enseno los

términos exactos para definir sentimientos, sensaciones y emociones para distinguir

los infinitos matices de grises que existen entre el negro y el blanco; por su forma tan

especial de vivir sus afectos.

Torero, posiblemente por cierta forma desafiante y sin convencionalismos de vivir su

vida.

Page 8: Soy Quien Soy

Ingenioso en su dialogo y celebrador del ingenio del otro, siempre recordaremos su

sonora carcajada para celebrar dichos ajenos.

Aníbal fue, sin duda, un personaje muy especial. Así lo quisimos y así siempre lo

recordaremos”.

Mi relación con José mejoro bastante después 1 a 2 años después de la depresión. Su

incondicionalidad y amor a me cautivaron. Aprendí que aceptar y amar a José tal como

él era, sin pretender cambiar las cosas que me molestaban como su falta de

sociabilidad. Paso el tiempo y nos casamos muy felices.

Para mí, aparte de ser el padre de mis hijos, es el hombre que me amó, me cuidó y

acompañó cuando tuve la depresión, me mostró su amor incondicional cuando

pololeando, en una escapa amorosa no me enfermé, me salte un mes completo. Yo

estaba aterraba pensando que estaba embarazada. El embarazo de la Pía me tenía

espirituada. Cuando le conté me dio todo su apoyo, me tranquilizó y me dijo: Elisa, un

hijo es el regalo más maravilloso que uno puede tener. Yo feliz me caso contigo y feliz

tengo un hijo contigo…

Cuando nació Vicente, después de un largo y doloroso trabajo de parto, José estaba

tan contento y emocionado, iba a ver a Vicente donde lo examinaban, y me iba a ver a

mi a la camilla donde me hacían puntos y lloraba de dolor, volvía donde Vicente, y

donde mi, y así como cachorro que se quería dividir para estar con los dos al mismo

tiempo. Nunca me dejó sola…

Cuando me daba cuenta que mi papá no estaba en el departamento, me acompañaba

por horas en las calles, carabineros, por todos lugares buscándolo...

Cuando fui al doctor porque tenía sangramiento, y vio en la ecografía que Felipito no

se movía, se le llenaron los ojos de lágrimas, y su ternura hacia mí se traspasaba en su

mirada...

Todos esos recuerdos y muchos más pesan y no son en vano para mí. Fui

tremendamente amada por José. Me hizo sentir mujer, deseada, valorada, preciosa, y

tuve su apoyo incondicional por anos. Viajamos, lo pasamos muy bien y me dio 3 hijos

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maravillosos, buenos, alegres, sanos, querendones, preocupados, solidarios, sensibles,

inteligentes, hermosos de corazón a los cuales amo profundamente.

Solo pido a Dios la sabiduría para ensenarles los valores de la vida, que amen la vida y

que sean profundamente felices con las cosas sencillas de la vida.

He aprendido a tener el corazón sereno, a dimensionar los problemas en su real

magnitud, a ver la vida con una actitud positiva, siento que los problemas no me

abaten. Siento que no se debe pensar en el dolor, se debe pensar en la vida.

Confío mucho en Dios, aunque no soy de ir a Misa o rezar a diario, siempre ronda mi

mente y está presente.

No necesito grandes cosas para ser feliz.

Soy de muy buenas amigas y amigos, pero de pocos hombres en mi vida.

Nací, soy y seré volada, siempre distraída, entera pava (tierra llamando a Elisa).

Disfruto de cosas muy sencillas como cabra chica. Soy tremendamente entusiasta.

Dicen que el amor esta a la vuelta de una esquina. Creo que vivo en una rotonda.