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Sr. D. J. Man nei Gallego Aurioles - Biblioteca UMAcuyas copas tocaban en las nubes cuan do ya corbado sobre su báculo me los ha cia admirar! Arroyos cristalinos que re gáis las

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Sr. D. J. Man nei Gal lego Aurioles

Casarabonela

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XOIA

S E G U N D O R E Y DE K O M A .

P O E M A

PUESTO EN CASTELLANO POR EI, TBAMJC.TOR 1)E LAS VELADAS DK I.A QUINTA. •

NUEVA EDICIÓN

Aumentada con la vida de Florian.

3$ {trotten».

Imprenta de M . SAURÍ y Compañía.

1829. BIBLIOTECA UNIVERSIDAD DE MALAGA

6104417498

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Las ediciones del poema de Nu-ma Pompilio que hasta ahora se han dado al público, todas han salido imperfectas, pues les ha fal­tado la elegancia y la comodidad: el editor de la presente edición convencido de esta verdad no ha perdonado medio alguno para dar­la al público con equidad, y que al mismo tiempo reuniese lo que. encontraba faltar á aquellas: asi es que recorriendo las obras de F lorian ha encontrado ocasión para llenar el objeto que se ha­bía propuesto, añadiendo á esta edición, la vida del cantor de la Estela Y de la Ga la tea , j enrique-

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ciendola con un trozo suprimido en todas las ediciones que se han ••¡udo á luz hasta el día, titulado l''An\s!\iiN cuyo pasaje nada de/a que desear acerca de la hermo­sura del poema á los lectores-, aña­diéndose á esto la comodidad de hallarse reunido en un solo tomo, cuando tas otras ediciones coriS" tan de dos y aun de tres.

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YIDA D E

PLOMAN. « = ® ® < s = —

i AW indigno es de existir p o r m u c h o t iempo el h o m b r e i n g r a t o é indiferente á los dones y beneficios con que le d is t in­g u i ó la naturaleza , como el que mas cul­p a b l e todavía deshonra la patria con sus •vicios en vez de i lustrarla c o n v i r tudes d ignas d e imitación y de aprec io . C u a n ­d o la muerte les alcanza egerce sobre ellos u n acto de justicia r e c l a m a d o por el bien, d e la sociedad , y s iguiéndoles hasta el sepulcro la a b o m i n a c i ó n d e sus c o s t u m ­bres i n m o r a l e s , p r i v a d o s de verdaderos amigos que pudieran lamentar su p é r d i d a , lejos en fin de la dulce satisfacción que esperimenta el h o m b r e v ir tuoso cuando es­cita con sus buenas acciones el reconoc i ­m i e n t o de las almas sensibles , descienden a l sepulcro sin que nadie tr ibute á su m e ­m o r i a n i aun lágrimas estériles de d o l o r y g r a t i t u d : pero el h o m b r e c u y o c o r a z ó n es el asilo de la s e n s i b i l i d a d ; cuyos ojos

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X VIDA se b a ñ a n en lágrimas d e reconocimiento al contemplar las obras del C r i a d o r ; aquel cuyas dulces virtudes recuerdan las del s i ­g l o de o r o , y cuyos cantos tan puros c o ­m o el zefiro de la mañana j a m á s h i c i e ­r o n sonrojar á la i n o c e n c i a , n o debiera m o r i r nunca . Para él es fecunda la t ierra y para él se ameniza. Si sufre le ley c o m ú n , si u n a muerte prematura la arrebata de la patria que tanto h o n r a b a , todos los corazones sensibles esperimentan un d o l o r p r o f u n d o ; el a m o r y la amistad c o n c u r ­ren á a b r a z a r su t u m b a solitaria , á r o ­dearla de ciprés , á cubrir la de m i r t o , y m u c h o t iempo después que y a n o existe, su fama vive todavía con h o n o r entre los h o m b r e s .

H e bosquejado pues á F l o r i a n , y y a es c o n o c i d o de todos sin haber le aun n o m ­b r a d o . A q u e l poeta amable , c u y a s o b r a s respiran la mas tierna sensibil idad , c u y o c o r a z ó n dir ig ió siempre al entendimiento; que consagró sus dulces cantos en ce lebrar la naturaleza campestre , las c o s t u m b r e s puras de la edad d o r a d a , y los amores de las sencillas pastoras ; á F lor ian q u e apenas habia cumpl ido ocho lustros c u a n ­d o fué arrebatado casi repent inamente á las letras y á la a m i s t a d .

M i o b g e t o es el de trazar a q u í a l g u ­n o s rasgos acerca del carácter de tan a m a ­ble a u t o r , y sobre sus escritos que le a d ­quir ieron desde el t iempo en que v iv ia

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DE H.OHIA1C. S I

una reputación c u y o bri l lo aumentarán los a ñ o s , lejos de l legar á oscurecerlo. P e r o seame permit ido d e t e n e r m e , aunque m u y p o c o , en una época de su v ida que i n ­fluyó poderosamente sobre el género m i s ­m o de sus o b r a s : v o y á hablar de su infancia.

Cuantos han escrito sobre la v ida de los hombres célebres , han prescindido siem­p r e de remontar á su pr imera edad , s ien­d o asi que observándolos en aquella i n t e ­resante é p o c a , hubiera sido fácil calcular la influencia de los obgetos esteriores so­b r e el g iro de su g e n i o , y de adiv inar p o r consecuencia su dest ino. E s t o y tan c o n v e n c i d o de lo que influye la pr imera e d a d d e l h o m b r e en el resto de su v i d a , y tan persuadido también de que las p r o ­ducc iones de un escritor n o son otra cosa que el desarrol lo de las semillas de ideas que depositaron en su e n t e n d i m i e n ­t o los pr imeros obgetos que se ofrecieron á su vista , que n o me seria imposible escribir de improviso la historia toda de l a v ida de un a u t o r , y sobre t o d o la de s u j u v e n t u d , después de la lectura de sus diversas o b r a s . Pudieran citarse egemplos en p r u e b a de esta v e r d a d , pero c o m o quiera que esto me distraería demasiado d e l o b g e t o , v u e l v o á tratar otra v e z de los pr imeros años del autor c u y a v ida es­c r i b o .

Juan P e d r o Claris de F l o r i a u , nació

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X I I T I D A

en 1 7 7 5 , en la Quinta de F lor ian en ios bajos Cevennes, a l g o distante de A n d u e z a y de san Hipól i to . C u a n d o estos detalles nos fuesen d e s c o n o c i d o s , hubiera sido fácil suplirlos , pues leemos en efecto al frente de la pastoral de la Estela : Quiero celebrar mi patria , y pintar el apacible clima donde la verde oliva , la negra mora , y los dorados racimos crecen juntos bajo un cielo siempre despejada ; donde sobre agradables colinas sembradas de olorosas violetas y gamones, travesean ganados numerosos , y donde en fin un pueblo in­genioso , sensible y regocijado , se sustrae á las necesidades por medio del trabajo y de la alegría. Y dos párrafos después: A las orillas del Gardon , al pie de las altas montañas de Cevennes entre la ciudad de Anduce y la aldea de Masana , kay un valle donde la naturaleza parece ha­ber reunido todos s-us tesoros. Allí en di­latadas praderas por donde serpentean las aguas del rio , se forman paseos cubiertos a la sombra de endrinos y de higueras; MI lirio, la florida retama y el narciso es­maltan la tierramil plantas olorosas exa­lan suavísimos perfumes por los aires}

un circulo de colinas pobladas de árboles frondosos cierran por todas partes el va­lle , y los altos peñascos cubiertos de nie­ve forman á lo lejos el término del ho­rizonte.

L a Quinta d o n d e nació F lor ian fué ed i -

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B S Í L O H U I f . Xlir

fícada p o r su abuelo Consejero en la C á - . mará d e los Condes de M o n t p e l l e r , que se a r r u i n ó p o r construir una habitación suntuosa en una corta posesión de ter­reno , y que al mor ir dejó dos hijos y a lgunas deudas : del segundo de ellos r e ­cibió F l o r i a n el ser. Parece que su a b u e ­lo le amaba con predi lección, c o m p l a c i é n ­dose de tenerlo á su lado ; y el j o v e n F l o ­r ian a g r a d e c i d o á tanto c a r i ñ o , y p e n e ­trado de a m o r y de r e s p e t o , le a c o m p a ­ñ a b a con gusto en sus paseos campestres , a d m i r a n d o sus plantíos y p r o c u r a n d o d e este m o d o al anciano u n regoci jo que le l i songeaba e n estremo. D e aqui trae su or igen la veneración con que F lor ian m i ­r ó s iempre á la v e j e z , y aquella dulce melancolía á que se h a b i t u ó , aunque e r a naturalmente alegre. U n niño que pasa la infaniia en compañía de su a b u e l o , es s ingularmente inspirado de sus c o n v e r s a ­ciones ; y si el anciano siendo amable y generoso sabe g a n a r p o r sus sanos p r o c e ­deres el corazón del nieto , este n o pierde una palabra de sus lecciones y consejos , y la mora l melancólica y patr iarcal queda i m ­presa en su corazón para mientras v i v a . A s i es que Flor ian se acordó siempre d é los dulces paseos que siendo j o v e n c í t o d a ­b a con su abuelo , y he aquí el m o d o con que en u n o de sus escritos quiso p e r ­petuar la memoria de aquel t iempo : De­liciosos valles , afortunadas riberas donde

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yo todavía muy joven iba á coger floresl Hermosos árboles que plantó mi abuelo y cuyas copas tocaban en las nubes cuan­do ya corbado sobre su báculo me los ha­cia admirar! Arroyos cristalinos que re­gáis las praderas de Florian , y que yo

pasaba con tanta dificultad como placer en mi infancia , ya no volveré á veros. Envejeceré tristemente lejos del lugar donde reposan las cenizas de mis pa­dres , y si llego, á una edad avanzada, el hermoso: sol ele mi país no reanimara ya mis débiles miembros. Ahí Por cuan

feliz me tendría si pudiese al menos li-songearme de que mi despojo mortal fue­se trasladado al valle donde he vbto tris­car nuestros corderos !:: Si yo estuviese cier­to de que descansaría bajo el grande aliso donde ¿as pastoras de ta aldea se reuntn para danzar l Quisiera que sus manos piadosas viniesen á regar el césped que cubriese la losa de mi sepulcro ; que lo t niños después de sus juegos desojasen alli sus ramilletes;, y quisiera en fin que los pastores de aquellas cercanías fuesen al­guna vez enternecidos al leer la inscrip­ción siguiente.

En esta quieta mansión , Yace nuestro amigo fiel ; Si en la ciudad vivió él , Siempre aquí su corazón.

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B K F L O R I A N . X*

U n a de las causas q u e p u d i e r o n c o n ­t r i b u i r é e n g e n d r a r en el corazón de F l o -r i a n aquel la a g r a d a b l e melancolía que for­m a los encanios de sus escritos , fué la d e tener que l lorar desde su niñez la p é r ­d i d a de u n a m a d r e tierna á quien n o tuvo l a dicha de c o n o c e r , y que merecía c ier­t a m e n t e los sentimientos que le esci laban s u m e m o r i a . L a idea de h a b e r p o d i d o g o z a r desde sus pr imeros años de la p r e ­sencia , las caricias y la conversación de aquel la que le dio á luz , fué siempre p a ­r a F l o r i a n tan triste y penosa que se r e ­n o v a b a sin cesar ; y cuanto mas a c e p t a ­c ión tuvieron después sus obras l i terarias, t a n t o mas sentía que su m a d r e n o h u ­biese l legado á entrever siquiera la espe­r a n z a de aquel la satisfacción , persuadido d e que nadie habr ía esperimentado m a ­y o r complacencia . E n efecto su p a d r e , a u n ­que b o n d a d o s o y h o n r a d o , se aplicó m a s á cul t ivar sus tierras que el entendimien­t o ; y su m a d r e , al contrar io , n a t u r a l m e n ­te esperta a m ó siempre los placeres que p r o p o r c i o n a n las letras . D e ella pues creia F l o r i a n h a b e r a d q u i r i d o sus t a l e n t o s , y p o r lo mismo sin dejar de a m a r á su p a d r e , la amaba con p r e d i l e c c i ó n , e n tanto g r a d o que según las señas é i n d i ­cios que p u d o adquir ir de personas q u e la h a b í a n c o n o c i d o , m a n d ó hacer su r e ­t r a t o acia e l cual tenia s u m o afecto. A s i es que l a t ierna m e m o r i a que conservaba

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1VI VIDA

d e su madre sin haberla c o n o c i d o , infln-»" y ó posit ivamente sobre su destino , p u -diendo decirse que toda la gloria que so adquir ió después p o r sus escritos fué u n efecto de aquella misma ternura tan n a ­tural como laudable . V e r d a d e r a m e n t e , si F lor ian fué toda su v ida incl inado á tra­ducir en i d i o m a francés las bellezas e s ­parcidas en las obras de escritores espa­ñoles , que los franceses n o conocían has­ta entonces ; si bebió en las fuentes d a autores clásicos el género mismo que c u l ­t ivó después con tanto a c i e r t o , cual es e l de la pastoral en prosa mezclada de r o ­m a n c e s ; si tradujo y perfecciono la G a -latea de Cervantes ; si el poeta de Ir iarte le suministró sus mas ingeniosos a p ó l o g o s ; si hizo una traducción nueva de D o n Q u i ­j o t e ; y si se proponía publ icar al fin d e sus dias la historia de España de Iá cua l se carecia en Francia , y que se hal laba en estado de e s c r i b i r , c o m o puede j u z g a r ­se p o r el escelente fracmento de ella q u e precede al G o n z a l o de Gordova , bajo el t ítulo de Resumen histórico sobre ¿os Mo­ros , es p o r q u e desde su niñez c o n c i b i ó u n part icular aprecio acia los españoles , fundado en que su madre era or iunda d e E s p a ñ a . L e fué siempre grato hablar u n id ioma que poseía su m a d r e , y asi es qua la preferencia que mostró siempre p o r l a l i teratura española y que const i tuye el e l o ­g i o de su c o r a z ó n , l e a b r i ó sin que l o

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B E F I . O E I A N . --XVII

imaginase una carrera nueva que l legó á ser la base de su c r é d i t o .

E l j o v e n F l o r i a n , después de la m u e r ­te de su a b u e l o , fué enviado á un colegio part icular en san Hipól i to , d o n d e a p r e n ­dió pocas cosas ; pero su talento natura l y su a g u d e z a , le hicieron distinguirse lue­g o de tal s u e r t e , que los informes satisfac­torios que recibieron sus padres acerca de su buena disposición , , les empeñaron en procurar le una educación capaz de secun­darla , y se la dieron en efecto en F e r n e y .

F lor ian pasó después de F e r n e y á Pa-ris donde tuvo maestros para cult ivar sus talentos nacientes , y permaneció en a q u e ­lla capital d u r a n l e a lgunos años. Dest i ­n a d o desde aquel t iempo al servicio m i ­l i tar , c r e y ó p r o p i o de su deber el a d ­quir ir espíritu g u e r r e r o , y todos sus . j u e ­gos eran combates . L a lectura de a l ­gunos romances de caballería acaloró su celebro , y las proezas caballerescas l lega­r o n á ser tan de su gusto , que habien­do leido p o r pr imera vez la historia de D o n Q u i j o t e , que después t r a d u j o , l e ­j o s de hal lar chistosa y crítica esta o b r a original , se declaró casi contra ella , t r a ­t a n d o á M i g u e l de Cervantes de i m p e r t i ­nente , p o r haberse a trev ido á atacar con las armas del r idiculo á unos héroes que eran los o b g e t o s de su a d m i r a c i ó n .

C o m o su familia n o era r i c a , entró en 1 7 6 S en casa del D u q u e de Pent iebre en

2

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i V I I I VIDA

ca l idad de p a g e , c r e y e n d o que p o r este medio p o d r i a a c a b a r su educación y o b ­tener inmediatamente un empleo h o n r o s o ; la ocupación de los pages n o era la me­j o r , y p o r consecuencia n u n c a le h u b i e ­se d a d o á c o n o c e r , sin los recursos que hal ló en si m i s m o .

El Príncipe que cuidaba m u c h o de su familia y que sabia discernir , n o t a r d ó en dist inguir á Florian entre sus c o m p a ñ e r o s . S u f r a n q u e z a , sus chistes siempre d e c e n ­tes , y sus espresiones alegres y a g u d a s , distraían a lgunas veces aquel v ir tuoso per-sonage , que á pesar de su fortuna y de su carácter b e n é f i c o , era el h o m b r e mas displicente de la Franc ia . D u r a n t e el t iem­p o que el j o v e n F lbr ian fué p a g e , te ­niendo entonces apenas quince años , c o m ­puso los pr imeros renglones que p r o d u ­j o su pluma para salir á luz . L a ocasión que dio lugar á ellos , y el o b g e t o que t ra tó con preferencia , contr ibuyen i g u a l ­mente á dar una idea de su carácter , que era c o m o queda dicho un conjunto de tristeza y de j o v i a l i d a d .

S e h a b l a b a de sermones un día en casa del Príncipe , t ra tando con g r a v e d a d d e este asunto : de repente viene F l o r i a n á introducirse en la conversación , s o s ­teniendo que u n sermón n o es difícil de hacer , y añade que seria capaz de c o m ­p o n e r l o en caso necesario : el Pr inc ipe le t o m a la p a l a b r a , y apuesta cincuenta l u i -

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I)F. FÍ .ORIAK. Xl-C

ses á que n o l lenaba la i d e a : el Cura de S a n Eustaquio que estaba presente debia ser el j u e z del c o m p r o m i s o . F l o r í a n yá i n ­mediatamente á pr incipiar la obra , y p r e ­senta al cabo de a lgunos dias el fruto de su trabajo. ¡ C u a n grande fué la a d m i ­ración del Pr incipe y del C u r a , o y e n d o á un j o v e n recitar un sermón sobre la m u e r t e , el cual hubiera p o d i d o en caso necesario sostener la gran luz de la i m ­prenta ! E l pr imero c o n v i n o en que h a ­bía perdido la apuesta , añadiendo que te­nia sumo gusto de p e r d e r , y p a g ó luego el prec io c o n v e n i d o : el segundo se a p o ­deró del s e r m ó n , y le hizo predicar en su p a r r o q u i a . He creído complacer i n ­sertando a q u i dos pasages de aquel ensa­y o de F l o r i a n , los cuales son c o p i a d o s l i teralmente de un egemplar manuscr i to del sermón hal lado entre sus papeles . S o n preciosos si se at iende á la edad que te­nia entonces el composi tor y al e m p l e o que o c u p a b a .

i . ° «La muerte se hal la en todas p a r -«tes : está en los títulos á que aspira el « a m b i c i o s o , en las r iquezas que el a v a -«ro amontona , y en los placeres que el «voluptuoso cree disfrutar. L a muerte es «la base y el fin de t o d o . S e g u i d m e en «el m u n d o ; c o n t e m p l a d c o n m i g o t o d o lo «que el m u n d o a p r e c i a , y veréis p o r to­l d a s partes la m u e r t e . "

« A q u e l G r a n d e de la t ierra que o r g u -

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SíX VIDA

«lioso p o r su e levado nacimiento y por «sus dignidades se cree formado de u n «l>arro mejor que el mío ; aquel á quien «pagamos el precio de lo que han hecho «sus abuelos , y que se atreve á m i r a r «nueslros 'homenages c o m o un t r ibuto que «nos impuso el dia en que nació : aquel «Grande lo debe todo á la muerte ; él «es su hechura , y de ella tiene todo lo «que const i tuye su falsa g lor ia . A t r é v a s e «á producir los títulos que le elevan so-abre sus ¡guales ! cada uno de aquellos «títulos es un beneficio de la muerte . S u «nobleza está a p o y a d a sobre un cúmulo «de c a d á v e r e s , que se aumenta á p r o p o r -«cion que él se hace ilustre.- un m o n t ó n «de p o l v o es el t rono de aquella n o b l e -«za p o r la cual se muestra tan a l tanero , «y él mismo será m u y pronto una g r a -«da de aquel t rono fúnebre. A quien de-abe sus dignidades ? A la muerte que ar-«rebaló aquellos que las habian m e r e c i d o . « L a muerte acabó con el h o i n b r e : el t í-«tulo q u e d ó , y el ambicioso lo ha a d -«quírido de la m u e r t e . "

a.° «Aquel avaro que pasa su v ida «ocupado en disminuir sus neces idades , o l ­v i d a n d o que Dios solo le ha hecho r ico «para al iviar al p o b r e , l legó en fin á s o -«íbaar la v o z de la naturaleza. El h o r r o -«roso hábi to de repeler lejos de si á los « d e s g r a c i a d o s , le ha hecho sordo á sus «querellas. N o escucha el gr i to del infor-

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DE ÍLOIUAÜf. X X I

«tunado que le pide pan p a r a v i v i r s i -«quiera un dia ; n o se digna mirar á los «hambrientos hijos que se dií p a t á n el es-ocaso al imento regado con el sudor de su «padre : rechaza lejos de si á la d o ñ e e -«lia que , perseguida por la miseria y por «el crimen , v iene á pedirle un s o c o r r o «que sostenga su inocencia: : : N a d a le h a -«ce sensación , nada le c o n m u e v e . S u c o -«razon feroz es incapaz de enternecerse. «Lleva á su tesoro la plata que quis ie-uran arrancar le , y en él la deposita fel ici-«tándose de su b a r b a r i e , sin esperimen-«tar el m e n o r remordimiento.. E l c l a m o r «de la humanidad dol iente es música «agradable á sus oidos : en tanto la m u é r ­ete que nunca pierde sus derechos , v á á «esperarle en un lugar secreto d o n d e o c u l -«ta las r iquezas . E l monstruo queda es-«tático c o n t a n d o su o r o , y la sola idea «de que a l g ú n dia le será preciso dejarlo «con h a r t o sentimiento s u y o á ansiosos «herederos , v iene á ac ibarar el p lacer que «esperimenta c u a n d o lo a m o n t o n a . M i r a «suspirando el vi l metal en que funda el «destino de su v ida , y p o r la vez p r i -»mera vierten a lgunas lágr imas sus ojos. «La muerte p u d i e n d o hacer este m i l a g r o ; «la muerte , única que puede hacerse oir «de él , está colocada en medio de sus «tesoros , y desde allí le grita : acuerda­ste que eres p o l v o . "

L u e g o que F lor ian cumplió con las

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funciones de p a g e durante el t iempo pres­cri to , pues se cesaba en ellas en cierta e d a d , estuvo m u c h o t iempo indeciso s o ­bre la elección de su e s t a d o , y sus p a ­dres esperimentaban la misma i r reso luc ión. U n o s le aconsejaban que solicitase una plaza de gent i lhombre cerca del P r í n c i p e , s u p o ­niendo que este empleo le ofrecía una suer­te mas tranquila y s e g u r a : otros s iendo su padre de este n ú m e r o , deseaban que abrazase la carrera m i l i t a r ; c o m o n o h a ­bía p e r d i d o aun sus ideas caballerescas, tenia demasiada incl inación p o r este p a r ­t i d o . E l bri l lo de la carrera de las a r ­m a s , le parecia m u c h o mas seductor que todas las ventajas del puesto sedentario que quer ian hacerle o c u p a r , y decia con b a s ­tante gracia a ludiendo al empleo de g e n ­t i lhombre . «Hace mucho tiempo que soy lacayo , para querer llegar á ser ayuda de cámara."

El ig ió pues la carrera m i l i t a r , entró en el cuerpo que se l lamaba en a q u e l t iempo el R e a l de Art i l ler ía , y fué á B a p a u m e d o n d e estaba la escuela de é l . Se aplicó á las matemáticas con a p r o ­vechamiento , p o r q u e tenia escelente a p ­t i tud para todo ; p e r o c o m o la ciencia del cálculo no era de m o d o a l g u n o a n á ­l o g a al temple de su entendimiento , t a r ­d ó p o c o en esperímentar que tenia p o c o s atract ivos para él. D o t a d o F l o r i a n con u n a imaginación v iva y bri l lante , tenia nece-

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sidad de al imentarla para que tomase v u e ­l o : mas c o m o aquella ciencia solo era p r o p i a para a p a g a r su ingenio , la o lv idó tan pronto como la habia a p r e n d i d o .

L a escuela de B a p a u m e , d o n d e él se hal laba entonces , era compuesta de j ó ­venes casi todos a d o r n a d o s de talento , pe­r o de p o c o j u i c i o . Es de creer que se apl i ­c a b a n con fruto al e s t u d i o , pues h a n s a ­l ido de ella escelentes sugetos ; p e r o se infiere también cual debia ser la v i d a de u n a mult i tud de jóvenes arrebatados p o r el fuego de la edad , y entregados á t o ­das las estravagancias de sus fantasías. N a d a p o d i a contenerles : una querel la s o -l ia ser el germen de o t r a , y aquellas d i ­sensiones frecuentes eran siempre segui­das de combates de los cuales F lor ian s a ­l ió her ido muchas veces. E n fin ; la i n ­disciplina d e aquel los a lumnos l legó á tal estremo , que fue preciso cerrar el es­tablec imiento . Quien hubiera cre ído que de semejante escuela saldría el c a n t o r sen­sible de Galatea y de Estela !

E n aquel la época o b t u v o F l o r i a n el g r a d o de capi tán de cabal lería del r e g i ­miento de Pent iebre , que se ha l laba de guarnic ión en - M a u b e a g e : l u e g o que l le­g ó á aquel la c i u d a d se apasionó ciega­mente de una canonesa tan amable c o m o virtuosa , y estaba tan resuelto á casarse con e l l a , que les fué costoso á sus p a ­dres y amigos el disuadirle de un p r o -

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yecto que n o convenia á su f o r t u n a , n i á su e d a d ; pero es creíble que aquel s e n ­t imiento profundo c o n t r i b u y ó y no p o c o á destruir en él la dureza de su c a r á c ­ter , y la fiereza de c o s t u m b r e s , de que era m u y difícil precaverse en la escuela de B a p a u m e .

Su familia, de quien nada podia e s ­perar , resolvió ponerle entonces bajo la protección de un h o a í b r e poderoso , p r o ­curándole casi á pesar s u y o la p l a z a de gent i lhombre que tanto habia r e u s a d o . P e r o Flor ian quería ser militar , y el P r í n ­cipe n o gustaba tener cerca de sí" gentes adictas á tal s e r v i c i o ; mas interesado s in e m b a r g o en fijar la irresolución de un h o m ­b r e cuya sociedad a m a b a , él mismo se prestó á vencer las dificultades que p u ­dieran oponerse al deseo de F l o r i a n ; c o n ­vinieron en que este obtendría una l icen­cia i l imitada , y que de este m o d o sin necesidad de incorporarse al r e g i m i e n t o , se contase el t iempo de servicio , d e j á n ­dole al mismo t iempo con entera l i b e r ­tad para seguir en su n u e v o empleo . F i ­j ó pues su residencia en París , y a q u e ­lla vida sedentaria, que tanto habia t e m i ­d o , c o n t r i b u y ó m u c h o á empeñarle en la carrera de las letras.

Entonces empezó á escribir para d e s ­terrar el mal h u m o r que le d o m i n a b a a l ­gunas v e c e s , según decia é l mismo. L a afición que siempre tuvo á la lengua cas-

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DE F L O R I A N . XXV

tel lana , se a v i v ó de m o d o que dedicán­dose á aprenderla , formó luego el p r o ­y e c t o de traducir en francés a lguna (jbra que pudiese agradar á su nación : después d e t i tubear entre a lgunos autores , esco­g i ó p o r fin á Cervantes , y hal lando su C a l a t e a interesante á pesar de todas las imperfecciones que cont iene ," resolvió s a ­car fruto de ella. L a s mutaciones d i c h o ­sas que hizo en aquel p o e m a ; las esce­nas enteras que añadió á é l , tales c o m o el trueque de los c a y a d o s , bel lo f ragmen­t o del pr imer l ibro ; la fiesta campestre y la historia de las tortol i l las en el s e ­g u n d o ; la despedida al mastin del g a n a ­d o de Elicio en el t e r c e r o ; el .último c a n ­t o que inventó enteramente para finali­z a r el poema que Cervantes n o c o n c l u ­y ó ; y las estancias sencillas y del icadas que esparció p o r toda la o b r a , y que t u ­v o la habi l idad de conducir s iempre con tanto a c i e r t o , todo concurr ió al buen é x i ­to de la G a l a t e a , y e s t e l e decidió á e n ­tregarse á aquel género de compos ic ión . E s d e c i r ; á r e a n i m a r el r o m a n c e p a s t o ­r a l , ca ido t iempo hacia en absoluto des­c r é d i t o .

Publ icó la Estela , y esta obra le dio u n a gloria m a y o r y esclusiva. E n efecto: Este la es enteramente p a r t o de su i m a ­g i n a c i ó n ; a g r a d a tanto c o m o G a l a t e a , y a u n hay quien la prefiere á e s t a : otros p o r el contrar io , acordándose que h a n

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conoc ido pr imero á G a l a t e a , la conservara u n a tierna incl inación , y n o conceden s u ­p e r i o r i d a d á su r i v a l ; p e r o el m a y o r n ú m e r o mira á entrambas c o m o á d o s hermanas igualmente a m a b l e s , y entre las cuales es difícil de elegir .

E s preciso c o n v e n i r sin e m b a r g o en que t rabajó en la Estela con mas e s m e ­r o que en su p r i m e r poema , pues c o n c i ­b i ó mejor el t o d o del segundo } y d i s ­p u s o todas sus partes con mas i n g e n i ó ­las estancias pastori les y los romances c a u ­san en ella m a y o r e f e c t o , y n o hay n i n ­g u n o de sus versos que n o h a y a sido* * p u e s t o en música y c irculado c o n aplauso-. C o m o era natural que la b u e n a a c o g i d a d e la G a l a t e a y de la Estela condugese á su autor á meditar sobre el g é n e r o p a s ­toral , h izo un ensayo de é l , p a r a p e r ­suadir de que todas las obras c u y o s hér-r o e s son pastores , dan fastidio y causan s u e ñ o c u a n d o están l imitadas á un espa­cio tan r e d u c i d o c o m o el d e una é g l o g a 6 de un id i l io . «Sin interés , decia , n i n ­guna o b r a de entretenimiento p u e d e t e ­n e r éxito d u r a d e r o , pues la ég loga n o es­o t r a cosa que una escena entre dos i n ­terlocutores , que hablan t o d o s de u n s o ­l o a s u n t o , cuyas ideas g i ran y v a g a n s in cesar , y que p o r consecuencia n o es f á ­ci l que interesen ni l lamen la a tenc ión. U n a colección de églogas es p o c o m a s ó-m e n o s c o m o una colección de p r i m e r a s

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escenas de c o m e d i a . " D e a q u i deducía F l o r i a n que val ia mas refundir la é g l o g a en un d r a m a p a s t o r a l , según el estilo de Guarini autor del Pastor fido , y aun m e ­j o r en un r o m a n c e á imitación de Sana-zar y de Durfé, autor el p r i m e r o de la Arcadia , y el s e g u n d o de la Astrea. M u ­c h o ocurr ir ía decir sobre este m o d o de j u z ­g a r la p a s t o r a l , p e r o seria fuera de p r o ­p o s i t o una d i s e r t a c i ó n , y p o r tanto b a s ­tará observar , que si en la época en q u e F l o r i a n e s c r i b i ó , le fué preciso p o n e r la é g l o g a en r o m a n c e p a r a que fuese m e ­n o s fastidiosa , es p o r q u e escribió en u n t iempo en que la mania de los r o m a n c e s acreció en tal e s t r e m o , que para h a c e r ­se leer los moral istas , publicistas , meta-fisicos y ¡ q u i e n lo hubiese cre ido ! los h is tor iadores mismos , se v i e r o n o b l i g a d o s á c o m p o n e r r o m a n c e s .

S i fuese posible escribir la historia de los p e q u e ñ o s sucesos que impulsaron á los autores para c o m p o n e r sus diferentes o b r a s , seria una historia tan curiosa c o m o cr í ­t ica , pues en ella se vería con evidencia que el entendimiento , n o obra nunca p o r si solo ; y que es preciso siempre que u n a p a s i ó n , la necesidad , ó el interés le p o n g a en m o v i m i e n t o y espida de él a q u e ­llas centellas q u e const i tuyen su g l o r i a . L o s que han sido adictos á F l o r i a n , n o i g n o r a b a n lo que decidió á aquel a u t o r á trabajar p a r a el teatro ital iano con p r e -

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ferencía á los demás.- quería a g r a d a r y compuso los dos billetes. A s i es que dio al papel de A r l e q u i n una sensibi l idad e s ­tremada que c o r o n ó la obra ; sensibi l i ­d a d que á cont inuación le fué fácil t r a n s ­mit ir á otras composiciones s u y a s , d o n ­de figurando el mismo persona g e , debia conservar naturalmente sus pr imeras c o s ­tumbres . S iendo el papel de A r l e q u i n el m a s original del drama de los dos bille­tes , se conoce desde luego que F l o r i a n debió interesarse en é l , pues d u r a n t e m u ­c h o t iempo fué su héroe . E l lo ha r e ­presentado bajo t o d o s los estados de l a v ida , es decir : m a n c e b o , casado , p a ­d r e é h i j o ; pero conservándole un p o c o d e simpleza característica de aque l p a p e l , l e hizo m u c h o mas a m a b l e de l o q u e era a n t e r i o r m e n t e , presentándolo mas s e n ­sible y mas m o r a l . N o solamente hac ia amables los A r l e q u i n e s , sino que los r e ­presentaba él mismo en s o c i e d a d , c o n tal gracia y acierto , que hubiera m e r e ­c ido aplausos en el teatro ; esta era su principal divers ión. Cuantos le v i e r o n r e ­presentar en casa d e M r . A r g e n t a l , n o p u d i e r o n olv idar la gracia , finura y s e n ­sibi l idad con que desempeñaba su p a p e l ; p e r o solo podia representar con m a s c a r a , pues era autor mediano á r o s t r o d e s c u ­b i e r t o .

E l género teatral era m u y d e su g u s ­t o , y lo hubiese c u l t i v a d o m a s , á n o

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a d v e n i r que d e s a g r a d a b a á su protector . L o s igu ió a l c a m p o y se a p r o v e c h ó de la so ledad en que se hal laba para c o m p o ­n e r sus seis nove las . Quiso emprender á c o n t i n u a c i ó n una obra mas importante , y e l ig ió á Ntima , complaciéndose de haber h a l l a d o este o b g e t o , y se admiraba d e que nadie se hubiese a p o d e r a d o de él. C u a l ­quiera que sea el m o d o con que se le ha t ratado en Francia , n o se le ha hecho bastante justicia ; los estrangeros le h a n a c o g i d o mas favorablemente , pues ha s i ­d o traducido en casi todas las lenguas d e E u r o p a . E l p e r s o n a g * d e Zoroastes q u e introdujo ha p r o d u c i d o a lgo fuera de p r o ­pósi to , y p o r esta r a z ó n uno de sus a m i ­g o s á quien confiaba n o so lamente t o d o lo que hacia , sino también cuanto pensa­b a h a c e r , le aconsejó que eligiese c o n preferencia á Pi tagoras , quien á pesar del anacronismo chocaría menos con N u m a , pues h a b i t a r o n el mismo pais . C o n v i n o F l o r i a n en q u e tenia razón ; pero añadió que n o conocia bastante á P i tagoras p a r a introducir le en su o b r a , y que prefería á un filósofo en c u y a p intura pudiera su imaginac ión hal lar recursos p a r a t o d o : b ien p r o n t o se arrepint ió de el lo.

Es inútil h a b l a r ele las demás o b r a s suyas c u a n d o circulan p o r todas partes con aceptac ión.

E l hábi to que contra jo de dedicarse á la t a r e a , l legó á ser en él una v e r d a d e -

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r a necesidad , y n o pasaba jamás un día sin escribir, hac iéndolo en muchos de ellos p o r mañana y tarde ; de m o d o que en m e d i o de una o b r a se ocupaba y a de la que haria después.

E n s a y a d el c o m p o n e r f á b u l a s ; le dijo u n dia M r . de Pent iebre . F l o r i a n s iguió este consejo : compuso varias de ellas ; p a ­saron m u c h o s años sin publ icar n i n g u n a , y n o sal ieron á luz hasta tres ó cuatro después de su muerte . A q u e l l a co lecc ión, mas perfecta que cuantas se han p u b l i ­c a d o después de Lafonta ine , es de todas las obras de F l o r i a n la que mas a d m i r a ­r á la p o s t e r i d a d . A la p o r t a d a de ella h i z o g r a b a r su r e t r a t o .

P o c o s autores h a n sido admit idos t a n j ó v e n e s c o m o él en la academia francesa, pues no pasaba de treinta años de e d a d en el dia mismo que fué n o m b r a d o p a ­ra entrar en aquel m i s m o instituto , y sin e m b a r g o n o miró el destino c o m o un p r i ­v i leg io p a r a estar ocioso : el n u e v o t í tu lo r e d o b l ó su a m o r al trabajo lejos de d i s ­m i n u i r l o , y si una muerte p r e m a t u r a n o le hubiese detenido en su c a r r e r a , tenia a u n en la imaginación p r o y e c t o s de e m ­presas l iterarias para muchos años . U n o d e ellos , era el de escribir la v ida de los h o m b r e s ilustres de la historia m o ­d e r n a , y de c o m p a r a r los unos á los o t r o s , ' a l estilo de P l u t a r c o . H a b i a hal lado y a m u c h o s de el los que podían ser puestos

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B E FLORIAN". X X X I

e n parale lo , y decía que esperaba que su imaginac ión se entibiase para e m p r e n ­d e r aquellas diversas o b r a s , añadiendo q u e seriar, la ocupación de su v e j e z .

E l a m o r que c o n c i b i ó acia los e s p a ­ñoles n o era un a m o r esclusivo. H a b í a o t r o pueblo que part ic ipaba d e su afecto , y que n o seria fácil de a d i v i n a r cua l fue­s e : era el pueblo j u d i o , c u y a historia p o ­seía perfectamente , y la apl icaba con fre­cuencia m u y á p r o p ó s i t o . T u v o s iempre deseo de c o m p o n e r una obra j u d í a y l le­g ó á formarla div idida en c u a t r o l ibros , t i tu lándola ELiazar y Nephtali. T o d a es p a r t o de su i m a g i n a c i ó n , y ofrece el m a ­y o r interés.

L a últ ima o b r a de F l o r i a n es su t r a ­d u c c i ó n d e D o n Q u i j o t e : decia que se o c u p a b a en ella para descansar y d a r p r u e ­b a s á Cervantes , de que habia o l v i d a d o « m e r a m e n t e la aversión que le tenia en s u infancia. Habiéndole a d v e r t i d o un a m i ­g o s u y o que el Q u i j o t e estaba y a le ido p o r todo el m u n d o , añadiendo que el r i ­dículo que atacaba escitaba p o c o interés pues n o era d e m o d a , ni a u n casi l e í ­d o mas que p o r los h o m b r e s de p o c o s e ­so , pues los hay de todas edades q u e se div ierten con aquellas aventuras es trava-gantes sin c o m p r e n d e r el o b g e l o de la o b r a n i lo fino de su sát i ra : respondió q u e era preciso conocer bien á C e r v a n ­tes , pues era el mejor escritor de la E s -

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p a ñ a ; que no le c o n o c í a n n a d a los q u e hablan leído únicamente la traducción de Fi l leau . de Saint M a r t i n , y p o r lo misino esperaba que fuese leida la suya : que en cuanto á lo demás , era una traducción m u y l i b r e : no ha sido bur lada su e s p e ­r a n z a .

L a v ida pr ivada de F l o r i a n , c o m o la de todos los h o m b r e s l i t e r a t o s , n o p r e ­senta sucesos del m a y o r interés : la escri­b i ó él m i s m o , y quizás la hizo i n t e r e ­sante p o r q u e referia las cosas con m u c h a gracia , y sabia dar importancia á los mas leves pormenores : pero aquel escrito n o existe ciertamente , y solo hay not ic ia d e que lo leyó á una persona.

E r a necesario conocerle y tratarle c o n int imidad p a r a formar una idea de la d i ­ferencia que habia entre F lor ian en s o c i e ­d a d y F lor ian con la p luma en la m a n o ; pues cuando se hal laba en compañía de personas que le eran conocidas y entre las cuales podia usar de franqueza , se entregaba á los placeres de la c o n v e r s a ­ción , y n o habia otra mas amena , mas v i v a , ni mas alegre que la s u y a . Si le exc i taban un poco , era capaz de hacer re i r al h o m b r e mas serio y m e l a n c ó l i c o : y a l c o n t r a r i o , c u a n d o no conocia las p e r s o ­nas ó n o tenia satisfacción con ellas c o n ­servaba aquel aspecto serio y g r a v e que formaba siempre un contraste s ingular con su natural a l e g r i a , en el concepto de a q u e -

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líos qu« n o le conocían int imamente . Hizo varios viages á la T r a p a con

M r . de P e n t i e b r e , y la vista de aquel los tristes Cenobitas á quienes jamás se veía r e í r , n o alteró en nada su a m o r j o v i a l : antes bien le hizo cometer u n a l igera i m . prudencia de que se arrepintió en b r e v e . A l concluirse un día el oficio divino , á que asistió , todos los religiosos según su c o s t u m b r e se prosternaron besando el sue­lo , y esperando que el Abad- hiciese la se­ñ a para l e v a n t a r s e ; pareciéndole sin d u d a á F l o r i a n a lgo larga la meditación , g o l -

• peo sobre su asiento : un rel igioso c r e ­y e n d o haber o i d o entonces la seña a c o s ­t u m b r a d a , v o l v i ó la cabeza acia aquel la p a r t e y conociendo d o n d e h a b í a n d a d o el golpe , h izo una l igera sonrisa : sa l ie­r o n de la iglesia y F l o r i a n quedó a d m i ­r a d o estraordinariamente , v i e n d o que v e ­nia aquel desdichado m o n g e á postrarse á sus pies de o r d e n del A b a d , y le l e ­v a n t ó con ojos bañados en lágrimas , e n ­ternecido de v e r á un inocente pedir p e r -don al cu lpable . A t e n d i d o su carácter , cualquiera hubiese creído que l legaria á fastidiarse de aquella soledad ; p e r o lejos d e ser asi trabajaba en aquel sit io, seme­j a n t e á L a m o t t e , que compuso alli su ópera d e Isea ; mas este autor quiso ser m o n ­ge , y F lor ian n o t u v o jamas tal p e n s a ­m i e n t o .

El carácter festivo que manifestaba en 3

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la sociedad , lo deponía luego que toma­ba la pluma : : entonces y a n o era el mis­ino hombre , pues solo seguía el impulso del sentimiento ; mot ivo p o r el cual le de­cía repetidas veces un a m i g o . '(Chanceaos cuanto queráis en la c o n v e r s a c i ó n , pues tenéis la sal que se requiere para ser chis­toso : pero n o uséis de chistes escribien­d o p o r q u e entonces y a n o lo s o i s . " N o quería convenir del l o d o en esto , p e r o sus obras lo acreditan suficientemente.

.Si hubiese querido entregarse á la so­ciedad hubiera tenido celebridad en ella admitiéndole todo el m u n d o con t r a n s ­p o r t e ; pero amaba el trabajo y el re t i ro . «Si traíase de c o r r e s p o n d e r , d e c í a , á to­das las solicitaciones que me hacen , n o tendría siquiera una hora para t r a b a j a r . " P o r esta razón concurría únicamente á tres ó cuatro c a s a s , y aun esto con poca fre­cuencia ; el resto del tiempo l ibre lo pa­saba en su habitación d o n d e se hal laba m e j o r cjue en cualquiera otra parte . H a ­bía dispuesta en la casa de T o l o s a una habitación m u y agradable arreglada á su g u s t o , é inmediato á su l ibrería tenia una pajarera poblada de avecillas , c u y o g o r g e o le distraía de sus tareas a lgunos ratos .

A l l í pasó la mas deliciosa parte de sus dias dedicado á componer sus tiernas obras , y en practicar todas las v irtudes sociales, demostrando en sus acciones la sensibili-

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DE FT.ORIAN. X X X Y

dad que inspiran sus escritos , y asi es que los desgraciados n o imploraron n u n ­ca en v a n o su s o c o r r o . C u a n d o sus f a ­cultades no alcanzaban para e l l o , recur­r ía al p r í n c i p e , y j a m á s empleó su cré­di to cerca de él , con otro objeto que el de hacer b e n e f i c i o s , de m o d o que seria difícil citar las personas que debian e s ­tar le reconocidas . G o z a b a una m e d i a n a f o r t u n a , pues la dotac ión de su empleo constituía la m a y o r parte de ella,- pero en sus o b r a s , y en el m é t o d o que tenia a d o p t a d o para sus gastos , hal laba recur­sos con que entregarse á su carácter ca­r i ta t ivo . C u a n d o su l ibrero le entregaba a lguna cantidad de dinero , nunca dejaba de separar parte de é l , y lo l levaba á su a m i g o el cura de san E u s t a q u i o para d i s ­tr ibuir lo entre los p o b r e s .

Es d igno de citarse un rasgo que a c a ­b a r á de pintar su carácter. C u a n d o murió su p a d r e solo encontró deudas en su c a ­sa : hubiera podido renunciar á la suce­sión a b a n d o n a n d o á los acrehedores lo p o ­co que quedaba , pero se condujo de un m o d o m u y distinto. Se const i tuyó h e ­r e d e r o , hizo vender lo poco que su pa­dre d e j ó , y de su p r o p i o peculio p a g ó todas las deudas ; reservando solo una ca­bana con un reducido campo , lo cual dio en propiedad absoluta á una criada que había servido á su padre cuarenta a ñ o s , y que le vio n a c e r . Aquel la p o -

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X X X V I VIDA

b r e muger n o q u e n a aceptar la d o n a c i ó n , diciendo que tardaría poco en rest i tuírse­la por su fallecimiento. ¡ C u a n lejos e s ­taba de pensar que le sobrevivir ía !

T a l era Flor ian. A q u e l hombre que sien­d o tan a m a b l e , tanto p o r su conducta c o m o p o r sus escritos , no trazaba un v a n o cuadro de la dicha que procura la b e n i -ficencia; que distr ibuyó su t iempo entre el estudio y la amistad ; pronto á hacer b ien y enteramente incapaz de hacer d a ñ o ; a g e -no de toda animosidad ; ret irado en Sceaux desde el principio de la revolución , y n o ocupándose en su soledad en otra c o ­sa que en proyectos l i terar ios , ¿ p o d i a e s ­perar que la envidia llegase á turbar e l reposo de sus dias , arrebatándole de sus sotos y arrastrándole á una prisión ? T a n distante estaba ni aun de i m a g i n a r l o , que su arresto hizo en él la impresión del r a y o . Se turbó cuando le dijeron : «ya no sois l i ­b r e " y desde entonces p r e v e y ó que aquel rasgo de injusticia de los hombres debía conducir le al sepulcro.

L a posteridad creerá difícilmente que el autor de la Estela y de Gala tea v i ­v iendo en el campo en medio de sus l i ­b r o s , p u d o causar bastantes celos para ser conducido á la prisión.

Entre los hechos que pueden citar los historiadores para caracterizar la época del régimen revolucionario , n o debe o l ­v idarse el arresto de Florian ; pues tiene

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ME P L O M A N . X X X V I I

una cosa tan estraña , y sus consecuen­cias han sido p o r otra parte tan funes­tas , que sin duda se apreciará el sa­b e r a lgunos pormenores que se hal laron consignados en un b o r r a d o r de pet ic ión en forma, de carta , que Florian escribió desde su encierro á un D i p u t a d o de la Convención conocido s u y o , y c u y a lec­tura es capaz de hacer verter lágr imas a u n al h o m b r e insensible. Es v e r d a d que algunas personas reprobarán el que F l o ­r ian no mostrase mas firmeza , y que s u ­cumbiese en cierto modo bajo el peso de la injusticia adulando á sus perseguidores ; p e r o si la debi l idad de carácter es u u d e f e c t o , debemos convenir en que no es siempre un crimen , pues nace d é una estrema sensibilidad y p o r tanto merece i n d i l i g e n c i a .

H é aqui el b o r r a d o r ; «Ciudadano representante : tú amas y

«cultivas las l e t r a s , p e r o a u n a p r e c i a s «mas la patr ia , ( i ) Deseas que las artes «de que eres a m i g o desde tu niñez , sean «útiles al pueblo , por el cual quis ieras « m o r i r , y bajo este concepto y o te e s -«criboJ

« M e d i t a n d o t iempo h a c e sobre e s c r i -«bir. de n u e v o la historia a n t i g u a para

( i ) Era preciso el tutear durante el ré­gimen revolucionario en Francia.

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«la educación nacional. , he instruido de «ello p o r medio de una memoria á l a Jún­ala de salud p ú b l i c a ; teniendo cuidado «de hablar de m í , en circunstancias que «el h o m b r e t ímido que tuviera la m e n o r «reconvención que hacerse á si m i s m o , «se ocuparia solo en hacerse o lv idar . T r a n -«quilo bajo este c o n c e p t o , t rabajaba en «la s o l e d a d , y habia! concluido y a m u -«chos fragmentos relativos al Egipto , c u a n -ndo de r e p e n t e , en virtud de una ór-«den de la Junta de .salud publica , fui «arrestado en la cárcel de Port-Libre^ E s -«toy en ella veinte y dos días h a c e , «sin contar las largas noches que solo «se diferencian de los días p o r la falta de «luz sin l ibros , casi sin papel , en me-«dio de seiscientas personas : l lamando «en vano para que me socorra á la i m a ­g i n a c i ó n que y o tenía en otro • t i empo, «y hal lando únicamente en su lugar él d o -«lor y el abat imiento.

«He querido trabajar n o obstante : he «concebido el plan de una o b r a que creo «úti l á la m o r a l públ ica : : ; H e cantado en «mi prisión el héroe- de la independencia «de la Suiza , y te envió m i primer: l í -«bro p idiendo que . lo j u z g u e s . ' . ':" :•

«Si creyeses que el poema n o es e a -«paz de fortificar el a lma de los j ó v e n e s «franceses , el a m o r a la patr ia y e l r e s -«peto á las costumbres p u r a s , no m e «contestes n a d a : : : D é j a m e morir a q u

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D1S PLOMAN. «pues el quebranto de mi salud me h a - g «ce concebir el temor de e l l o : pero sí «tu civismo y tu gusto, exentos de l o d o «interés p o r mi p e r s o n a , te persuaden de «que es útil que mi obra se concluya , «habla de ella á tus colegas los ín iem-«bros de la Junta de salud pública y d í -«selo."

«De qué puede ser culpable el h o m -«bre que ha escrito el poema de fturna, «y que después h u é r f a n o , sin mas fortu-«na que su talento el cual podia l levar «por do quisiere , no ha a b a n d o n a d o por «un m o m e n t o su p a í s , ha d a d o á luz «muchas obras útiles c. instructivas y e n -«tre ellas ha publ icado su colección de «fábulas ? U n fabulista , un pastor , el «cantor de Gala lea y de E s t e l a , puede «cometer crímenes ? '¿ puede siquiera ima-«glnarlos ? La . lira de Fedro , el caramillo «de Gesner h a r t o sordos y débiles sin «duda en medio d e 'las trompas g u e r r e -«ras , pueden j a m á s • ofender ó causar de-esagrado á los que pretenden establecer «la independencia sobre la base de la « m o r a l ? L a silvia que cantaba j u n t o á «los lagos de L e r n a cuando Hercules c o m -«batia la h i d r a , no escitó la cólera d e l « h é r o e , y quizás la o y ó con b e n e v o l e n -«cia después de la v ictor ia .

« A estas p o c a s palabras reduzco y «reduciré mi defensa. Si se me cree culpa-« b l e , j u z g ú e s e m e ; pero si soy inocente,

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3CL V1IIA «que se me vuelva la l ibertad ; r e s t i t t -a y áseme á mis o b r a s , á mis oficiales de «imprenta , á quienes he sustentado d u -«rante quince años , y á quienes mi a r -«resto impide el proseguir una empresa «de consideración ; que se me vuelva en «fin á mi vida pura y al deseo de ser «útil todavía á mi p a i s . "

A s i es c o m o Flor ian p r o c u r a b a p e ­netrar con aquella v o z tan pura y tan d u l c e , el o ido de los tiranos odiosos que entonces envilecían á la Francia , mas n o fué escuchado. ; Y como pudiera serlo en una época en que el genio del cr imen gobernaba al estado con la g u a d a ñ a de la muerte en la mano ? ¿ E n qué el gr i to del inocente niño , el l lanto de la d o n ­c e l l a , y los suspiros del anciano n o es­citaban ya piedad a l g u n a ? En una é p o ­ca en fin , en que el cadalso amenazaba todas las c a b e z a s , y en que la persona d e l v e r d u g o era publ icamente h o n r a d a 1

El 9 T e r m i d o r (27 de Julio de 179/1) aceleró el efecto de las solicitudes de F l o ­rian y de sus amigos . Salió de la p r i ­sión algún t iempo después de aquel m e ­morable día , y se apresuró á dejar á Paris para marchar á v iv i r en el c a m p o , siendo su obgeto el de respirar u n a y r e p u r o haciéndose o lv idar . T e n i a entonces un fondo de tristeza que le hacia a m a r la soledad mas que nunca . Bien fuese que el sentimiento de la injusticia cometida

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D S F l O n i A N . X L I

acia él lo hubiese afectado hasta q u e b r a n ­tar su salud , ó y a que el a y r e i m p u r o , y el ruin y grosero alimento que le d a ­b a n en su encierro le hubiesen dejado el germen de una dolencia mortal , lo cierto es qtie n o tardó en postrarse en cama de d o n d e no vo lv ió á l evantarse .

Prometía F lor ian una carrera mas l a r ­g a . Su moderac ión y su sobr iedad hacian confiar que se conservarla p o r m u c h o mas t iempo en beneficio de las letras y de la amistad. A u n q u e de estatura r e g u ­lar era de complexión robusta : n o era be l lo de rostro , pero la serenidad , la alegría que en él bri l laban , y sus g r a n ­des ojos negros y espresivos que anima­b a n toda su fisonomia , le hacian s u m a ­mente a m a b l e . M u r i ó en Sceaux en una habi tac ión reducida que ocupaba en un invernadero , n o teniendo aun cuarenta a ñ o s .

E n otro tiempo la muerte del cantor de E s t e l a , de Galatea , de Wuma y de G o n z a l o , h u b i e r a s ido el o b g e t o de las conversac iones del d i a : todos los poetas hubieran compuesto clegias alusivas á una muerte tan prematura : todas las s o c i e ­dades l i terarias resonaran con sus églogas p r o r u m p i e n d o en manifestaciones d e d o ­l o r sobre la pérdida que las letras a c a ­b a b a n de e s p e r i m e n t a r ; p e r o en la é p o ­ca en que F l o r i a n m u r i ó , todos los en -tendimientos se ha l laban ocupados en i n -

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í t H VIDA

tereses polít icos,- y todos los corazones estaban a m o r t i g u a d o s aun p o r la p e n a . Cada uno tenia lágrimas personales q u e derramar-, y asi es que la muerte de F l o ­r i a n , apenas mencionada en algunos d ia­rios , fué olv idada desde el siguiente dia c o n los periódicos de la v íspera.

F lor ian era d i g n o de l legar á la v e ­jez ; pero tenia talentos , y fué d e s g r a ­c iado. Bastante v ir tuoso para precaverse de la envidia , - Sucumbió en la flor de sus años. C u a n d o un n u e v o N e r ó n sacr i f i ca­ba impunemente la inocencia con su r a ­bia i n h u m a n a , F l o r i a n g e m i a ; merecía su o d i ó y n o p u d o evitar la pris ión. P e r ­diendo la l ibertad sin perder la constan-cía , fijó en lo venidero u n a esperanza nías consoladora , y sus ojos l l o r a b a n s o ­lo algunas veces la ausencia de los b o s -'ques queridos. Se alza el p u e b l o y espira el t irano R o b e s p i e r r e l a v irtud ve u n término á los males que s u f r í a ; la h u ­m a n i d a d y las leyes recobran su i m p e ­r i o y F lor ian caut ivo ve r o m p e r sus c a ­denas. V u e l v e otra vez á habitar su o b s ­c u r a s o l e d a d ; vue lve á v e r sus p r a d e r a s ; p e r o la cruel pintura de sus males pasa­dos emponzoña sus dias y a b r e su s e p u l ­c r o . Y a n o existe: : : M a s qué he dicho? Á p e s a r de la envidia y de la injuria d e l

"tiempo , su n o m b r e v e n c e r á , y las p r o ­ducciones de su dichoso genio recordarais siempre las v ir tudes de su c o r a z ó n .

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--ШМА

"V L ' L I B R O I .

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O P R I M E R O .

ARGUMENTO. .'

TULIO , sumo sacerdote de Cares, cuida de la educación de Numa y que pasa por su hijo.—Fiesta de Céres.— Tulio des­cubre á Numa que es hijo de Pompi­lio , principe deudo de los reyes Sabi­nos , y le refiere la historia de Pom-

pilia su madre, el rapto de las Sabinas, la muerte de sus padres, la guerra en­tre Romanos y Sabinos , la alianza de los dos pueblos , la educación de Nu­ma en el templo de Céres , y el man­dato de la Diosa que quiere vaya á Roma.—Baja Numa al sepulcro de sus padres : prepara su partida .—-Consejos del pontífice.—Despedida de Tulio y Numa.

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LIBRO I . 3

o Jejos de la c i u d a d de C u r e s , en el pais de los Sabinos , en medio de u n a ant igua selva h a y un suntuoso templo d e ­dicado á Céres : o l m o s , robles y h a y a s tan antiguos c o m o la tierra , dan s o m b r a a l edificio , y el r io Curesio , después de besar sus muros , r iega con sus aguas las huertas de varias caserias s e p a r a d a s , c o n s ­truidas al r e d e d o r del templo. E n estos asilos sagrados , cada sacerdote de la D i o s a , con su m n g e r é hijos , pasa sus dias entre la oración , el trabajo y la práctica de las v i r tudes . P r o t e g i d o s p o r la deidad que a d o r a n , a l imentados p o r la t ierra que c u l t i v a n , amados de la esposa que hacen feliz , bendecidos de sus hijos y siervos , y en paz consigo mismos , dis­frutan dulcemente de la v ida sin temer ni desear la muerte .

E l venerable T u l i o era el sumo p o n ­t í f i c e ; c a r g a d o de ochenta años , desem­peñaba las funciones de su empleo c o n todo el zelo de la ardiente j u v e n t u d , y con la indulgencia de la madura y sabia vejez : a d o r a d o de todos los que v iv ían con él , respetado de ¡os demás , solo era t e ­m i d o de los perversos. F a v o r e c i d o de los Dioses , y a m i g o de los h o m b r e s , rara vez pedia para s í : s iempre se dirigían sus oraciones en favor de la v i u d a , ó del h u é r ­

fano desva l ido . E n el instante en que u n c iudadano de Cures ó un aldeano espe-

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[¡ NUMA. POMPII.IO, r imentaba a lgún i n f o r t u n i o , ó que la dis­c o r d i a entrase en alguna familia , el p a ­d r e , él esposo : ó el • hijo afligido tomaba el camino de la selva s a g r a d a , é iba á verse con . T u l l o : p o r poco que hubiese t a r d a d o , T u l i o habria ido á buscarle. E l compas ivo anciano oia con dulzura y p a ­ciencia sus quejas y razones , los a n i m a ­b a y consolaba , d á n d o l e s , según lo p e ­dia el caso , sus ausilios y consejos. E l quejoso ó infeliz se volvia ó menos tr iste ó remediado ; ' y T u l i o , que j u z g a b a n o h a b e r hecho- cosa a lguna , iba á postrar­se ante el altar de la Diosa á i m p l o r a r ­la en favor de aque l desdichado.

Y a n o tenia T u l i o esposa.- todo su a m o r se reunía en ún solo o b j e t o , su h i ­j o N u m a . Parecía q u e el cielo quería r e ­compensar las v ir tudes del anciano con los dones que habia d e r r a m a d o p r ó d i g a m e n t e sobre este m a n c e b o . Sumiso á su p a d r e , á quien amaba y respetaba casi tanto c o ­m o á C é r e s , estudiaba la moral en las acciones de T u l i o , meditando incesante­mente los preceptos de su rel igión;, q u e ­r ía ademas instruirse en todas las c e r e ­monias del c u l t o . L o s sacrificios y la o r a ­c ión o c u p a b a n los ratos ociosos : su a m o r á Tul io y al estudio era si l : tínica, pas ión; y su alma pura c o m o el f i rmamento , n o p o d í a dist inguir sus gustos de su o b l i ­g a c i ó n .

, Había l legado el día de la fiesta de

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LIBRO I . 5 Ccres . Esta entre los Sabinos n o se ce­lebra c o m o en E l é u s i s : babia T u l i o s u ­p r i m i d o todos los misterios de iniciación t a n reservados c o m o p o c o útiles á la feli­c idad de los h o m b r e s . ¿ C ó m o es posible, d e c í a , que la d e i d a d , que se manifiesta á cada m o m e n t o en las maravil las r e s ­plandecientes de la naturaleza , pueda e x i ­g i r tanto secreto y tantas pruebas para comunicarse á los m o r t a l e s ? ¿ D e b e r á ser m a s difícil darle gracias p o r sus favores q u e rec ib ir los ? N o : Céres que nos ali­menta á todos , nos ama también igual­m e n t e á t o d o s : el c a m p o que cubre de espigas es un templo para el l a b r a d o r , y d e b e adorarse en todo el universo a q u e ­lla cuyos beneficios cubren la t ierra .

Bajo de estos pr inc ipios , T u l i o , con a c u e r d o de su R e y , ordenó la fiesta de este m o d o : cada a ñ o , antes de pr inc i ­p i a r la cosecha , todos los l a b r a d o r e s , a d o r ­nados de sus mejores v e s t i d o s , se j u n t a n en la c iudad de Cures , y unidos se en­caminan al templo . L o s músicos preceden la c o m i t i v a ; siguen después las vírgenes q u e l levan en cestillos adornados con flo­res las ofrendas para la D i o s a . L u e g o v i e ­n e n los hijos de los labradores con t ú ­nicas blancas , adornadas las cabezas con coronas de s i e m p r e v i v a s , conduciendo al v o r a z animal que se al imenta con el fru­t o de la encina ; tropa n u m e r o s a , q u e ufana con la custodia de la v íc t ima, quie-

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6 NlJMA. PoMPILIO, re afectar una gravedad y c o m p o s t u ­ra turbada á cada instante por los r e b a ­tos de su juveni l alegría : sus padres los s iguen con pasos lentos , encargándoles e l s i l e n c i o , y disimulando el n o ser o b e d e ­cidos. Cada labrador l leva una g a v i l l a , primicias de su cosecha. Ni los gefes, g u e r ­reros , ni magistrados tienen en este gran dia puesto ni lugar dist inguido , c e d i e n d o con respeto y razón el pr imero á los que los al imentan.

T u l i o y sus sacerdotes habian salido á recibirlos á la entrada de la selva. El j o ­v e n N u m a camina á su lado mirándole á cada i n s t a n t e , y advierte a lgunas l á ­grimas que el anciano procuraba ocul tar : mas afligido de la pena de su padre que si la hubiese padecido él mismo , n o se a treve , delante de tantos testigos y en medio de una ceremonia tan a u g u s t a , á arrojarse en sus brazos y preguntar le la causa de su llanto ; pero su silencio mis­m o , sus tiernas ó inquietas miradas e s ­presan bastantemente su desasosiego. N u ­m a , hasta entonces tan atento s iempre, tan cuidadoso en el ejercicio de las fun­ciones sacerdotales , no ve mas objeto q u e su p a d r e , solo piensa en él y se o lv ida d e su ministerio : sus ojos , que p r o c u r a n leer en los de T u l i o , se l lenan de un l l a n ­to involuntar io .

L l e g a n al templo , T u l i o se postra a n ­te la Diosa , y presentándole las p r i m i -

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LrBRO I . 7

c i a s , esclama : ¡ O m a d r e de los h o m b r e s ! tú haces crecer estas espigas , y ' tu p a ­dre Júpiter nos hace religiosos y a g r a d e ­cidos ! ¡ O Dioses inmortales , os o frece­mos vuestros propios beneficios , n o d e ­sechéis nuestra o f r e n d a , y conceda vues­tra b o n d a d suprema la abundancia á n u e s ­tros c a m p o s , fuerza y salud á nuestros cuerpos , y la v i r t u d á nuestras a l m a s !

Después de esta o r a c i ó n , T u l i o derra­ma la harina sagrada sobre la cabeza de la victima , la vuelve acia el cielo , la in­mola , y la hace consumir enteramente en la p i r a .

Concluido el sacrificio , los labradores entregan sus gavi l las. Hermanos mios , les dice T u l i o , pues también vosotros , sois sacerdotes de Céres , estos dones p e r t e ­necen á la Diosa , esto e s , á los p o b r e s : los sacerdotes solamente somos sus teso­reros , vosotros empero sois sus b i e n h e ­chores : n o m b r a d , pues , entre vosotros el anciano que deba juntamente c o n m i g o zelar en todo este año el al ivió de los indigentes ; es justo y debido que y o os dé cuenta de los bienes que me e n t r e ­gáis para ellos. L o s labradores , que c o n o ­cían la v i r tud de T u l i o , rehusaban a s o ­ciarle n i n g u n o , pero él lo e x i g i ó , y c o n la elección se dio fin á las sagradas c e ­remonias .

N u m a ardia impaciente de verse solo con su padre : apenas este h u b o salida

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§ NuMA POMPII.IO..

del t e m p l o , cuando su t ierno hijo lo es­trecha en sus brazos . ¡ A m a d o p a d r e , vos tenéis p e s a r e s , y y o los ignoro ! Bien c o ­nozco que mi temprana edad me quita la esperanza de a l i v i a r l o s , pero p u e d o a y u d a r o s á sentirlos. — Hijo m i ó , ( p u e s nunca renunciaré á este dulce n o m b r e ) hartos mot ivos tengo de l lorar : v o y á separarme del que amo mas que á mí m i s m o . . . — ¡ C ó m o , esclama N u m a t e m ­b l a n d o , queréis a b a n d o n a r m e ! — N o h i ­j o m i ó . . . n o , tú e r e s . . . , al c o n t r a r í o . . . . N o puede p r o s e g u i r ; los sollozos le c o r ­taron la v o z . C o g i ó á N u m a de la m a ­n o , y ' l levándole al sitio mas r e t i r a d o de la selva , sentándose sobre unos cés­pedes , prosiguió d i c i e n d o : N u m a N o eres hijo m i ó . . . . A p e n a s el j o v e n o y ó es­tas p a l a b r a s , cuando una palidez m o r t a l se esparció en su rostro , y su m a n o t iembla en las de T u l l o ; este que c o n o ­ce su turbación le abraza d i c i é n d o l e : n o t e m a s , siempre seré tu p a d r e : este d u l ­ce n o m b r e m e es por lo menos tan g r a ­t o como á tí. Escucha ahora el or igen de tu cuna , y conoce el alto destino que te preparan los cielos.

Debes- , hijo m i ó , el ser á P o m p i l i o , principie-.de la sangre de nuestros reyes , v - c u y a s - r a r a s prendas -le hacían a m a d o de los Dioses y de los hombres* L a her­mosa y virtuosa P o m p i l i a , del ant iguo

-linage de los :Heraol¡das , : era su esposa,

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LIBRO I . f) l iabia mas de diez años . N a d a faltaba á la felicidad de estos amantes consortes , mas que la de v e r nacer un fruto de su t ierna u n i ó n . P o m p i l i o lo deseaba con ansia , y la amorosa Pompil ia , que n o formaba deseo a lguno c u y o obgeto no fue­se su e s p o s o , Pornpí l ia , d i g o , venia t o ­dos los dias á este templo á r e g a r con sus lágrimas el ara de la Diosa , pidién­dola incesantemente p o r único favor la felicidad de tener u n l u j o .

U n dia la encontré sola en el templo: tal era el fervor con que oraba (pie n o advir t ió mi l legada. ¡ Céres b i e n h e c h o r a , esclamaba , si tu padre me ha destinado una larga v i d a , ruégale que corte el es­t a m b r e de mis dias en sus principios , pe­r o en cambio que deje á mi esposo un fruto de nuestro casto a m o r .' ¡ O deidad poderosa 1 recoge cuantos beneficios he rec ibido hasta ahora , pr ívame de cuan­tos puedo esperar , y dame en vez de ellos un hijo. O y g a y o su p r i m e r l lanto, estréchele en mis brazos , y después de haberle cubierto de besos y presentado á mi esposo , v e n g a la m u e r t e , espiraré s iendo madre , bastante habré v i v i d o . ¡ O C é r e s , si oyes mis s ú p l i c a s , si me c o n ­cedes un hijo , j u r o sobre este m á r m o l sagrado consagrarle á tu c u l t o , j u r o en­señarle á bendecir tu n o m b r e desde el ins­tante en que su lengua pueda a r t i c u l a r ­le : se criará en tu t e m p l o , te servirá

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i o NTJMA POMPILIO. t o d a su vida , y te dignarás de ser su m a d r e cuando Pompilia ya no exista !

Mis lágrimas corrían en abundancia al oir estas súplicas. A r r e b a t a d o me postré al lado de P o m p i l i a , y j u n t a n d o mis ple­garlas á las suyas , rogué á la deidad las oyese favorablemente . ¡ A h , y á cuanta costa fueron atendidas !

A poco t iempo vino Pompilia á av i ­sarme que se sentía en cinta. ¿ Quién acertará á pintar lo escesivo de su gozo? Casi parecia un delir io. Ocho veces debia la luna renovar su giro antes que llegase el deseado instante que aguardaba , y y a t o d o estaba pronto para adornar al futuro infante. Zelosa y ufana del nombre de m a d r e , hubiera querido que cuanto d e ­b i a servir á su hijo fuese obra de sus propias manos , ni quiso que alguna de sus esclavas partiese con ella la gloria de trabajar para su hijo. L a esperanza de criarle duplicaba el gozo de verle naci­d o , y la sensible Pompilia , e m b r i a g a d a del a m o r m a t e r n o , venia tan a m e n u i o a l templo para dar gracias á la Diosa , c o ­m o antes para lograr el objeto de sus v o t o s .

Y a habia entrado en el noveno mes, t a n deseado tiempo habia , cuando ese R ó m u l o hizo publicar en la Sabinia que para consagrar su ciudad de R o m a , que entonces acababa de es tablecerse , quería celebrar unos juegos en honor del Dios

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LIBRO I . 1 1 Conso. Y a sabes en cuanta veneración le tenemos los Sabinos . N o dejó tu r e l i g i o ­sa madre escapar una ocasión de b o n r a r á los inmortales : quiso ir á los j u e g o s , y el demasiado complaciente Pompi l io la l levó á R o m a .

L a m a y o r parte de los sabinos los a c o m ­pañaron : nuestras mugeres é hijas cor­rieron á R o m a , engalanadas como á una función. ¡ Cuan lejos estaban nuestros v a ­lientes conciudadanos de sospechar la i n ­fame celada que los esperaba ! todos , c o ­m o de p a z , fueron sin armas. E n t r a n sin recelo en el circo en que presidia R ó m u l o sobre un trono magnifico. L o s sabinos , sus mugeres é hijas se sientan en las gradas . Impacientes de ver el sacrifi­c i o , buscan con los ojos las víctimas , sin p o d e r imaginar que ellas mismas debían serlo.

A una seña de su R e y , los r o m a n o s desnudan las espadas y ocupan todas las puertas. Aterradas las sabinas se refugian en los brazos de sus padres , maridos ó d e u d o s ; pero los feroces so ldados de R ó ­mulo v i b r a n d o los aceros , amenazan á los h o m b r e s , a lhagan á las mugeres , y las arrebatan como lobos h a m b r i e n t o s á te­merosas ovejas. E n v a n o las infelices p i ­den la muerte á g r i t o s ; en vano nuestros c iudadanos enfurecidos o l v i d a n d o que es­tán d e s a r m a d o s , se abalanzan á los l a ­d r o n e s , l u c h a n , arrancan algunas espa-

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T'i Tí SIMA POMPII.IO. das y riegan el suelo con sangre r o m a ­na , estos mas numerosos pasan á cuchi­llo á cuantos res isten, ahuyentan á los demás y l levan su presa en salvo á R o ­m a : en tanto que los sabinos desespera- ' dos , cubiertos de sangre y amanci l lados, vuelven á Cures anunciando esta horr ib le noticia , y se preparan á la v e n g a n z a .

Desde el primer instante del tumulto , tu padre P o m p i l i o , c a r g a d o de su espo­sa , había p r o c u r a d o hacerse paso p o r en medio de los raptores . Casi l legaba á una puerta c u a n d o una cohorte r o m a n a advierte su i n t e n t o , le persigue , le cerca y se ve arrancar la esposa de los b r a ­zos . Pompil io , dando un espantoso g r i ­to de rabia y desesperación . arrebata á un romano la espada , y cerrando con cuantos lo r o d e a n , les da la muerte ó pone en fuga ; m a l a , hiere y es h e r i d o , pero alcanza al r o b a d o r de P o m p i l i a , y de un solo golpe queda v e n g a d o ; c a r g a nuevamente con -su cara esposa , la e s t r e ­cha entre sus brazos s a n g r i e n t o s , . la c o n ­suela y t r a n q u i l i z a , y á pesar de los fe­roces R o m a n o s , sin curarse de las picas y dardos que le c e r c a n , h u y e lejos del circo a b r a z a d o de tu madre d e s m a y a d a , y contento, con salvarla á p r e c i o de su v i d a . T a l suele la leona de N u m i d i a cuan­do de lejos v e al i m p r u d e n t e c a z a d o r que le roba sus hijos , r u g i r furiosa y b r o t a n d o p o r los ojos fuego y s a n g r é ,

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LIBRO I . 1 3 abalanzarse a l infeliz que en vano h u y e dejando la presa ; le a l c a n z a , le despe­daza , esparce al v iento sus miembros palpitantes pero cediendo el furor el puesto á la ternura , corre á sus c a c h o r ­ros , los acaricia , y echándose a su lado les ofrece el pecho , cuando todavía e s ­tán sus músculos trémulos, del furor de la venganza que acaba de saciar .

A s i Pompil io , n o obstante sus her i ­das y la falta de la sangre que p o r ellas vierte en abundancia , l lega p o r fin á es­te templo. Deposita su dulce carga al pie del altar de !a Diosa , la suplica se d igne amparar á la que pone bajo su custodia , y acabada su oración , e x h a u s ­to de sangre , o p r i m i d o de fatiga y d o ­lor , cae sobre el mármol y espira .

A l instante hice l levar á tu m a d r e á m i ' casa , en d o n d e r e c o b r ó los s e n t i d o s . Su pr imera palabra fué el n o m b r e de Pompil io ; pregunta p o r su esposo , qu ie­re verle , quiere ir á buscarle . P o r mas que procuro sosegarla , ocultándole la m u e r ­te de tu p a d r e , asegurando que es p r i ­s ionero de los r o m a n o s , m i d o l o r m a l d i s i m u l a d o , mis lágrimas y sus presenti­m i e n t o s , todo le dice que la e n g a ñ o . P r o -r u m p e en dolorosos gemidos , desecha to­d o a l i v i o , y desasiéndose de nuestros b r a ­zos quiere ir á espirar sobre el cuerpo de P o m p i l i o .

L a agitación , el sobresalto y el dolor

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14 NUMA POMPILIO, apresuran el instante en que debías n a ­cer . L a asaltan los dolores del parto ; las crueles I l i thyas la oprimen con todos sus m a l e s : no p u d o res ist ir los , y al instante mismo en que recibiste la v ida fué el de la muerte de tu m a d r e .

A este p u n t o interrumpió N u m a el discurso del anciano , abrazándole y r e ­g a n d o sus canas con el l lanto a m a r g o que la infausta suerte de sus padres le hacia d e r r a m a r . T u l i o después de haber l lora­d o con él , prosiguió su discurso de e s ­ta suerte :

Busqué á toda priesa una nodriza que animase tu ex is tenc ia , p o r q u e naciendo antes de término , tu rostro pál ido y amo-< r a t a d o y tus débiles gemidos manifesta­ban que apenas te quedaba un soplo de v i d a . L a v irtuosa A mieles , m u g e r de un l a b r a d o r , se ofreció g u s t o s a , y sus tier­nos desvelos , aun mas que su leche , te conservaron la luz del d i a .

Entonces m e empleé en las exequias de tu madre y su e s p o s o p r e p a r é la fu­nesta pira ; convoqué á los habitantes de Garres y de las, aldeas i n m e d i a t a s ; que vinieron con nuestro buen r e y T a c i o , ves­tidos de luto . S o l d a d o s , a r t e s a n o s , labra­dores , todos l loraban á tu buen padre y dirigian al cielo los mas ardientes v o t o s p o r su hijo. L a s llamas consumieron el cuerpo de Pompil io al lado del de su es­posa , y y o recogiendo sus cenizas en una

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LIBRO I . i 5 urna ele plata , las deposité en un m a u ­soleo detras del altar d é l a D i o s a . . . . — O padre ! ¿ me será permit ido regar la p r e ­ciosa urna con mis lágrimas ? — Sí , hijo mió , hoy mismo verás lo que queda de t u s padres .

N o quedó- sin venganza la muerte de Pompi l io y su esposa. Nuestros val ientes s a b i n o s , indignados de la traición y u l -trage r e c i b i d o , se encaminan , capi tanea­dos p o r T a c i o , á la c iudad perjura. N o atreviéndose los cobardes ladrones á r e ­cibirlos en campo abierto , se recogen al a m p a r o de sus m u r o s . T a c i o emprende el sitio , y en breve se halla dueño de la ciudadela por medio de un feliz a c a s o . Precisado Rómulo á pelear ó á a b a n d o ­nar la c iudad , v iene á presentar la b a ­talla al pie de aquel c a p i t o l i o , que d i ­cen h a de mandar al universo e n t e r o . T a c i o la a d m i t e , y los sabinos ansiosos de bañarse en la sangre de aquellos pér­fidos , acometen á los romanos con t o ­d o el denuedo que p r o d u c e el v a l o r e x i ­l a d o con el deseo de la v e n g a n z a . D e s ­b a r a t a n las huestes contrarias , pero R ó ­m u l o las vuelve á o r d e n a r , y solo res is­te á los s a b i n o s ; invoca en voces altas á Júpiter Stator ; este n o m b r e s a g r a d o , y su egemplo , detienen á sus guerreros y a puestos en fuga ; vue lven los romanos a l c o m b a t e ; la vergüenza inflama su v a l o r , se cruzan las picas , chocan los escudos

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l 6 NlIMA PoMMLIO.

unos con otros ; crecen p o r instantes el horror y la m o r t a n d a d , y apiñados los combatientes no pueden d a r un paso sin pisar nn pecho e n e m i g o .

L a r g o tiempo estuvo indecisa la v i c ­toria ; pero al fin pareció que se inc l ina­b a al partido de la j u s l i c i a . Nuestro v a ­liente' T a c i o y su intrépido general M e ­ció penetran segunda vez el centro de los r o m a n o s ; la tierra está cubierta de ca­dáveres , los sabinos van á destruir p a ­ra siempre el n o m b r e de R ó m u l o y Pio­rna , c u a n d o el mas imprevisto suceso nos quita la victoria de entre las m a n o s .

L a s s a b i n a s , aquellas mismas m u g e r e s que los romanos h a b i a n r o b a d o en los j u e g o s censuales , d e s g r e ñ a d a s , v e r t i e n d o mares de lágrimas , abiertos los brazos y d a n d o lamentables gemidos se precipi tan en medio de los combat ientes . N o las atemorizan las picas y espadas c h o r r e a n ­d o s a n g r e , ni el e s t r a g o , la m u e r t e , n i la confusión las det iene. Deteneos , g r i ­t a n , d e t e n e o s , dejad una pelea mas i m ­pía que las guerras civi les. Peleáis p o r n o s o t r a s , y cada uno de vuestros go lpes nos d e j a n , ó huérfanas ó v i u d a s . Si n o s amáis ¡ ó vosotros que nos disteis el ser! p e r d o n a d á nuestros esposos , y v o s o t r o s que nos habéis j u r a d o un a m o r e t e r n o , n o ensangrentéis los crueles aceros en los padres de vuestras esposas. C o n s i d e r a d que te neraos en nuestros senos las d u l -

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LIBRO I . 17 ees prendas de vuestra reunión. Romanos , vuestras muyeres son sabinas. ¡ O sabi­nos ! vuestros nietos serán romanos . Ce­sad , pues , de destruiros á porfía , voso­tros que ya no sois dos naciones d is ­tintas , sino una sola familia ; pero si la sed de la sangre os devora 5 empezad r o m ­piendo los vínculos que deben uniros : in­molad vuestras hijas y esposas , y com­pletad sobre sus cuerpos sangrientos vues­t ro total esterminio.

Este espectáculo, las razones , los l lan­tos y quejas de las sabinas apagan el rencor en todos los pechos. Cesa el c o m ­bate , se miran unos á otros , y se a d ­miran conociendo que ya no se a b o r r e ­cen. Queda el brazo levantado sobre el que amenazaba , sin descargar el golpe: la flecha asestada contra el pecho e n e ­migo , cae sin fuerza del arco. Las s a ­binas despojan sin oposición de las a r ­mas á sus padres y esposos; les toman las manos , las cubren de besos y lágr i ­mas , y cada una abrazando á un t iem­po á un romano y á un sabino , acer -

1 can de este modo dos enemigos , y los ' fuerzan á que se abracen ellos mismos.

Desde aquel instante cesa la guerra , y se olvida la venganza. Los reyes se abo­can y determinan q u e , unidos en a d e ­lante ambos pueblos, no formarán mas que uno s o l o , y que Rómulo y Tacio par t i rán entre sí el absoluto poder . Se

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18 NüMA POMPILIO. jura la p a z , se hacen sacrificios á J o -ve , al Sol y á la T i e r r a , y mezclados los egércitos conducidos por las sabinas, entran en Roma entre los aplausos y aclamaciones; manifestando mas gozo de haberse dejado vencer del amor y la te r ­nura , que si hubieran triunfado po r el furor.

Ent re tanto crecías á mi v i s t a , y pa­sabas por hijo mió : yo mismo confir­maba un error que decia tan bien con mi afecto y con los deseos de tu m a d r e . Apenas tenías cuatro años , y ya ibas al templo cubierto de), vestido sacerdo­tal , y llevando en tus t iernas manos la copa del incienso. T u modest ia , dulzura y gracias encantaban á nuestros sace rdo­tes que me envidiaban la dicha de ser tu padre . ¡ Oh , cuantas veces he desea­do que fuese cierta I Quince años h a c e , Numa q u e r i d o , que solo vivo para que­re r te , y po r grande que sea mi amor á la v i r t u d , si me la ves practicar con t a n ­to ardor , es con la esperanza de que los Dioses , en premio , derramarán sobre t í sus bendiciones.

En breve comencé á recoger el fruto de mis trabajos en educar te . Desde tu infancia manifestaste lo que serias un dia.-nunca me vi precisado á inspirarte un pen­samiento virtuoso ; parecia que todos se hallaban en tu co razón : tenias g r a b a ­dos en tu alma los mas sólidos principios

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LIBRO I . i g de la m o r a l , y la razón te ensenaba t o ­d o lo que yo sabia por esperiencia. A v e ­ces , para p r o b a r t e , te proponía una cues­tión que me parecia difícil; tu respuesta era casi siempre mas clara y breve que la que yo habia pensado. ¡ Cuantas veces después de una larga lección de m o r a l , tus reflexiones jus tas y concisas me i lumina­ban , y al acabar la conferencia, tu maes­t ro salía enseñado ! Conociste las ciencias de nuestros filósofos Etruscos , y me d e ­cías : ¡ ó padre m í o ! cuan vanas son t o ­das estas nociones sin la virtud ; solo es­ta es c ier ta , y nuestro corazón es el l i ­b r o que nos i n s t ruye ; consultémosle á ca­da acción de nuestra v i d a , sigamos siem­p re lo que nos dice , y nunca podremos e r ra r .

Transpor tado de gozo te abrazaba , y no me atrevía á alabarte : temía que la vanidad , vicio que siempre destruye el verdadero mérito , entrase en tu cora­zón. Cuida , hijo m i ó , en todo el d is ­curso de tu vida de huir de este esco­llo , y ten presente q u e , de todos los v i c io s , este es el mas funesto á la v i r ­tud , puesto que la impide ser y parecer amable.

Veia yo con suma complacencia que huias de este pe l igro : cada dia eras mer j o r , y cada dia mas modesto. Engañado por la voz pública , y aun mas por mi p rop io deseo , me creia tu padre y p e a -

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•ao NVMA PÓMPILIO. ¿aba abdicar á tu favor el pontificado: todos nuestros sacerdotes , todo el p u e ­blo sabia y aprobaba alborozado mi d e ­signio. Tres dias hace , hijo mió , que un oráculo celeste rae priva de esta es­peranza. Céres, la misma Céres , se me aparece todas las noches y me manda con voz severa que te envié á Roma y de­clare tu nac imiento : en v a n o , pos t rado ante la Diosa , me he atrevido á man i ­festarle mis t e m o r e s , y recordarle el vo­to de tu madre . No admito aquel v o ­to , me ha respondido la hija de J ú p i ­ter : no será Numa sacerdote mió .• los hados le llaman á mas alto empleo : me servirá mejor sobre el t rono que á la sombra del altar : quiero que al ins tan­te vaya á R o m a , y que el cariño que le tienes no sea parte á que te opon­gas á los decretos del cielo.

Esta es , hijo mió , la causa del l lan­to que me has visto derramar durante el sacrificio; es preciso s e p a r a r n o s : Cé­res lo manda ,' debemos obedecer .

El t ierno Numa , sin responder á Tu-l i o , le mira l lorando , alza los ojos al cielo, y parece dudar entre su padre y

r los Dioses ; pero el anciano le exhorta , le anima y Numa se decide á marchar: toma la mano de Tulio y estrechándola entre las suyas , le d ice: me has p r o ­metido , ó padre ! conducirme al sepul­cro"•• de Pompilio , y dejarme besar la u r -

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LIBRO I . a i na que contiene las cenizas de mi ma­d r e . — Sigúeme , ahora mismo quiero sa ­tisfacer tus deseos. Dice y caminan al templo.

Detras del altar de la Diosa habia una puerta de b r o n c e , cuya llave solo Tulio tenia ; abre la puerta , y baja al­gunos escalones : Numa le sigue suspiran­do , llegan á una bóveda sin mas luz que la escasa de una lámpara. Allí sobre un sepulcro de mármol negro , de sencilla es­cultura y sin inscripción , se veía una* u rna de plata cubierta de un velo n e ­gro ; á su lado habia un billete , una es­p a d a y un bucle de cabellos rubios. Al en t ra r en la bóveda , Numa se arrodil ló, y T u l i o , levantando con respeto la urna y presentándola al j o v e n , le d ice : besa , hijo mió , estos restos venerables ; toca esta urna que encierra las cenizas de la mejor de las madres y del mas t ierno de los esposos. En este instante tienen puestos los ojos sobre t í ; desde los Elí­seos te contemplan , y prefieren á todas las delicias inmortales que los cercan , el espectáculo de la piedad de su hijo.

En tanto Numa estrechaba entre sus brazos la urna regada de las lágrimas que vertía ; la arrimaba al pecho y le parecía que aquellas amadas cenizas volvían á a n i ­marse. ¡ Con que pena se las volvió al pontífice ! sus manos seguían la urna cuan­do esta se apar tó d-e él.

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a» NUMA POMPILIO. Vuelve Tulio á cubrirla con el velo,

y tomando la espada , el billete y los ca­bellos ; este es , le dice , el acero que defendió á tu madre y á la patria : e l mismo que nunca se desenvaynó injusta­m e n t e , ni vertió otra sangre que la de los enemigos del estado. Yo te le en t re ­g o , hijo m i ó , para que hagas de él el propio uso .- ¡ Oh , quiera la poderosa Ca­res ( á quien le habia yo consagrado) m u e ­r a n á sus filos todos los que conspiren contra tu vida ! Este billete le escribió tu madre poco antes de morir , está d i ­r igido al rey Tacio , y te será útil p a ­r a ocupar en su corte el pueslo digno de tu nacimiento. . . Me parece escusado de­cirte que estos cabellos son de tu madre ; vino á ofrecerlos á Céres el dia que o b ­tuvo un hijo. O Numa ! llévalos siempre con t igo : los corazones sensibles saben apre­ciar estas prendas de amor y piedad.

Diciendo esto salen de la bóveda, vuelve Numa á la casa del sumo sacer­dote , y dispone lo necesario para su viage. Se despoja de la túnica y manto de lino , viste la t o g a , y este trage le da nueva gracia y magestad. El anciano le mi­r a y suspira; su corazón le anuncia mil peligros cifrados en este t r a g e ; desecha no obstante esta idea y se ocupa en p r o ­curar que nada falte á su hijo. Próvido su cariño , le hace pensar en necesidades que nunca tendrá ; se priva de todo pa -

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LIBRO I . u3 r a enr iquecer le ; y temiendo su r epugnan­cia , á escondidas mete entre los vestidos de Numa el poco dinero que tenia. Sin él , se decía , de nada necesito , y cuan­do esté lejos de m í , todo le será nece­

sar io . Ent re tanto se acerca el instante fatal;

ya está pronto el carro que ha de ser­vir á Numa : sube en él Tulio con su hijo , quiere acompañarle hasta la salida de la selva sagrada , y allí le da su ter­nura los últimos consejos.

Perdóname , hijo m i ó ; perdona que tiemble al verte tan joven abandonar nues­tras pacíficas moradas y el asilo en que ha estado tu inocencia hasta ahora l ibre de todo riesgo , para ir á vivir en una ciudad temible y peligrosa, aun para el hombre mas prudente y esperimentado. Te veo sin esperiencia , sin guia , sin consejo. y sin amigo ; porque á tu edad no es posible tener los , y el creerlo es otro riesgo mas. Te considero puesto en medio de dos pueblos , que unidos por ra ­zones políticas , están no obstante divi­didos por g e n i o , y siempre se miran co­mo dos naciones diferentes. No está apa­gado el odio entre romanos y sabinos, aun lo está menos entre sus soberanos : Tacío, el mejor de los reyes , tu pariente y m o ­narca , Tacio que fué el objeto de nues­tras adoraciones el tiempo que vivió e n ­tre nosotros , afable , sensible y amigo de

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a/» NUMA FOMPILIO. la p a z , posee virtudes roas sólidas que br i l lantes : administra just icia , hace todo el bien que p u e d e ; esta es su vida. Ho­rnillo al c o n t r a r i o , que por adquir i r va­sallos ofreció asilo á todos los foragidos y ma lhechores , Rómulo , d i g o , ha con ­servado las costumbres feroces del primer pueblo que mandó : apasionado de la guer­ra , devorado de ambición y a to rmenta ­do de una insaciable sed de conquistas, declara la guerra y sujeta sucesivamente todas las naciones vecinas de Roma ; so­lo ama y estima á sus soldados , solo sa­be vence r , y n o conoce o t ro género de grandeza.

U n alucinamiento fatal y común á t o ­do el género humano , es causa de que un conquistador es mas admirado que un buen r e y , y la verdadera virtud resplan­dece menos que la falsa g lor ia : espero y me prometo que sabrás dis t inguir las , y que conocerás cuan superior es Tacio á su colega. - no creo que abandones á un rey j u s t o , al pariente , al amigo de tu padre , al vengador de Pompilia , para seguir á un conquistador feroz é inhuma­n o , todavía manchado con la sangre de su h e r m a n o , y cuya abominable traición ocasionó la ruina de tu patria y la muer­te de tus padres.

Pero aun la misma corte de Tacio es para tí una mansión peligrosa. Estarás en Roma , cuyos guerreros habitantes pe r -

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LIBRO I . a 5 donan lodo á la juventud menos la falta de v a l o r ; este mismo valor en los c o m ­bates degenera en ferocidad si no está unido á otras vir tudes. Serás valeroso , no lo dudo : ¿ como podria dejar de serlo el hijo de Pompil io ? Pero tus costumbres, osas costumbres tan puras que te han gran-geado la protección de la casta Diosa, podrás acaso conservarlas ? C r e e , Numa querido , que no tengo interés en p roh i ­birte los placeres sensuales ; no pretendo, usando del austero lenguage de nú edad, pintártelos con falsos y espantosos colo­res : no , hijo mió , los placeres ilícitos tienen delicias reales y mucho atract ivo; la naturaleza nos arrastra acia ellos ; es preciso pelear incesantemente para resis­tirla , y cuanto mas sensible es nuestro corazón, tanto mayor es su debilidad. P e ­ro en el instante mismo que cedas , los remordimientos se apoderarán de tu a l ­ma ; perderás aquella dulce paz , aquella estimación , aquel respeto de tí propio, que son la delicia de la vida : tu corazón humillado y abatido no tendrá ya el mis­mo vigor , el mismo amor al bien ; y desde el punto que el vicio habrá m a n ­chado tu a l m a , sufrirás el atroz suplicio que resulta de conocer la virtud y haber podido abandonar la .

Como nunca he vivido en la corte, no te puedo dar consejos acerca de! m o ­do con que debes manejarte j pero c ó -

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5.6' NUMA POMPILIO. ÍHJZCO las obligaciones de un hombre y en todas partes es preciso serlo. Darás á los empleos eminentes el respeto que se ha convenido en concederles ; y á la v i r ­tud , en cualquiera estado ó sugeto que la encuent res , tr ibutarás el culto que le es debido. Huye de los perversos , pero sin manifestar que los t emes ; sé reser­vado aun con los buenos. No profanes la amistad abusando del nombre de amigo. Pesa tus palabras , y reflexiona antes de obrar . Desconfíate siempre del primer mo­vimiento , esceplo cuando te arrastre á socorrer á cualquier desgraciado. Respe­ta á los viejos y mugeres , ten láslima de los débiles y sé continuamente el e s ­cudo y amparo de los infelices.

Si la Diosa , como lo espero , te col­ma de felicidades, me lo avisarás." estas nuevas me alargarán la v ida ; pero si el cielo quiere probarte con desgracias y con­tratiempos ven á verme.

Hablando así , llegaron al estremo de la selva , en donde debian separarse. Pá­rase el ca r ro , y los ojos del sensible j o ­ven se llenan de lágrimas. ¡ Valor , le d i ­ce el anciano , valor ! Numa , volveremos á vernos ; es corta la distancia desde aquí á Roma , y — Ah padre mió ! esclama Numa deshecho en l l a n t o , sin duda vol­veré á ve r t e , pero no viviré contigo ; no te veré á cada instante como hasta aquí; las mañanas se pasarán sin que mi padre

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LIBRO I . me haya a b r a z a d o ; el día acabará sin que Numa te haya oido. ; De que feli­cidad disfrutaba á tu lado ! No he sabi ­do conocerla , no he dado á los Dioses las gracias deb idas , y ahora . . . Vamos hijo, interrumpió Tulio con voz que procuraba manifestar severa , obedezcamos á Céres , y no murmuremos contra ella. ¿ Pues que, siendo yo el mas viejo, el mas déb i l , de­bía animarte/ ' ¿ Crees que no padezco y siento como tú? Piensas que mi triste corazón ?

El llanto le corta la voz , las fuerzas le fallan , y cae entre los brazos de N u ­ma : pero recobrando en breve su en te ­reza , ad iós , le d ice , hijo m i ó , dentro de poco tiempo volverás á v e r m e , ó iré yo mismo á buscarle á Roma. A d i ó s , no olvides á Tulio. Dicho esto se aparta , y con pasos presurosos se interna en la selva.

Numa desconsolado , penetrado de d o ­lor , queda con los brazos estendidos acia él y le grita tres veces, adiós. Sus ojos le siguieron hasta que le perdió de vista; entonces abandonando las riendas á los jabalíos , toma el camino de Roma.

Fin del libro primero.

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NUMA

L I B R O I I .

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O S E G U N D A .

ARGUMENTO.

NUMA caminando á Roma se: deliené Y queda dormido en un bosque' en -donde tiene un sueño misterioso , y después sigue su viage.-—Descripción de la cam­

piña de Roma'y de esta ciudad de Mar­te.— Acogida que Tacio le hace.—Ca­rácter de este buen rey , de su hija, Y de Rómulo y Hersilia. — Encuentra Numa á Hersilia, y se enamora cie­gamente de ella. — Primeros efectos de su pasión, — Regreso y triunfo de Ró­mulo.

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LIBRÒ I L 3 i

ÜMA se .apartaba á pesar suyo del s i ­tio que le ; habia visto n a c e r ; mil ideas dolorosas le ocupaban. Abandono á mi p a d r e , se decía, en la edad en que mas falta le hago ; renuncio á las obligacio­n e s , á íos'dulces recreos gratos á mi co­razón ; dejo los compañeros , los amigos de mi niñez , y todo para ir á vivir en una ciudad en la cual nadie me amará . A h ! bien conozco que no podré vivir en ella. Padeceré como un árbol t ierno trans- 1

plantado en ter reno que no le conviene: las benignas ; influencias: del sol y de los rocíos le son inú t i l e s ; sus hojas march i ­tas y ajadas cuelgan á lo largo de sus r a m a s ; , sus raices no reciben: alimento , y ha empezado á morir desde el instante que fué arrancado de la tierra que a m a b a .

Aun no había hecho dos m i l l a s , cuan­do acosado ¡del calor y aun mas de sus tristes pensamientos , entró en un bósque-cillo cuya sombra y frescura convidaban al descanso. Atraído del murmullo de un arroyuelo que corría por el , detiene sus caba l los , baja dèi c a r r o , y dejándole al cuidado de dos esclavos , sigue el a r r o ­yó hasta su or igen , que era una fuente consagrada al Dios Pan. Se arrodilla a n ­te la estatua del D i o s , pidiéndole p e r ­miso para apagar la sed en sus aguas , y después de haber refrescado sus sedien­tos labios se t iende sobre la fresca yer-

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3 a NUMÁ PoMPiLio. ba á las márgenes del agua y se duerme .

En tanto que dormia tuvo un sueño; parecióle ver un carro t i rado de dos d r a ­gones que bajaba acia él desde una alta nube . Ocupaba este carro la Diosa Céres, coronada de espigas , teniendo en las manos la hoz y gavillas que la caracte­r i z a n ; paróse sobre la cabeza de N u m a , y mirándole con suma b o n d a d , le d i ­jo así.-

Hijo de Pompilia , quise mucho á t u madre y velo sobre tu . suer te . He resuel­to concederte el primer voto que formes^ sea el que fuere: habla p u e s , dime lo que mas deseas y al punto lo consegui­rás . Siendo así, replicó al instante Numa , haced , ó Diosa i n m o r t a l , que Tulio r e ­juvenezca , que comience nueva vida , y que j amas . . . . Tu petición , in terrumpió la D i o s a , es superior á mi pode r . Júpi ter mismo no puede alargar la vida de nú m o r t a l : no le obedecen las crueles p a r ­c a s ; han cortado el estambre de P e r s e o , de Hércules y otros hijos queridos de l pad re de los Dioses , cuando el dest ino superior á este fia querido que dejasen de v iv i r : forma pues un deseo para t í , y cree firmemente que pidiendo tu felici­dad consigues la de Tul io .

Si así e s , ó Deidad p r o t e c t o r a ; h a -cedme digno de él ; fructifiquen en mi pecho las lecciones de aquel venerabltí v ie jo ; concededme la sab idur í a ; Tul io

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J.1BG0 I I . 3 3 dice que en esta sola consiste la felicidad.

Ya tenia yo prevista tu petición , res­pondió Céres , he pedido á mi he rmana Minerva que te colme d e s ú s d o n e s ; mas no por eso presumas llegar á ser su fa­vorito como lo fué el hijo de Ulises. Nin­gún mortal , Ruma q u e r i d o , puede l i ­sonjearse de acercarse al divino Teléma-co. Esta es la obra maestra de Minerva, n i aun ella misma se atrevería á in ten­tar igualarse con su obra . ¡ P e r o , feliz con todo aquel q u e , aunque de lejos, ca­mine sobre sus huellas , feliz el héroe que merezca alguna mirada de la Diosa, y que ocupará el segundo lugar, aunque tan distante de su modelo ! ( i )

( i ) Nota del t raductor . El gran mé­rito que he creído hallar en toda esta obra, me ha movido á traducirla ; pero de cuan­tas ideas hay en ella ninguna me ha pa­recido mas bella é ingeniosa que el me­dio empleado aquí por el caballero Flo­rión , para tributar al inmortal , al vir­tuoso , al grande Fenelori, un elogio tan debido. En efecto, si hay una obra que reúna la hermosura del estilo, la lo­cución mas pura , un plan exacto y bien seguido , y las máximas mas sublimes de la moral con el deleyle é instruc­ción del lector, es sin disputa el Telé-maco. ¡ Que lástima que su misma bclle-

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3 4 NUMA POMPILIO. Al decir la Diosa estas pa l ab ra s , Nu¿

ma se cree t ransportado al templo de Minerva. Quiere llegar basta la Diosa, p e ­ro una nube de oro le cierra el s an tua ­r i o , y le priva de ver la Divinidad : en

za original nos prive de gran parte de la que pierde en las traducciones que te­nemos .' Se me dirá ¿ que por que hago el mismo sacrificio con el pobre Numa ? Respondo con sinceridad , confesando que. soy uno de los mutiladores que hoy in­

festan la literatura española , que en cier­to modo incurro en los anatemas que la

juiciosa crítica lanza contra nuestro gre-: mió infeliz ; pero viendo publicarse Ca-sandras, Colecciones de Novelas , Diás ale­gres, etc., me ha parecido que por mucho que desfigure mi original, quedará el es­queleto , por lo menos, tan legible y algo mas útil que el de las susodichas produc­ciones. A la verdad, creo que el Nu­ma Pompilio de Florian, las Memorias de la Virtud, y las tres novelas de Ri-charson , Clarisa , Grandison y Pamela, deben no confundirse con -el fárrago de romances y novelas de que está inunda­da toda la Europa , con tanto daño en las costumbres de la juventnd de ambos sexos. Esta , que es nota, mando y quie­ro que sirva al mismo tiempo de prólo­go , prefación , advertencia y dedicatoria* t

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LIBRO I I . 3 5 vano se esfuerza por penetrar la nube; en vano implora el ausilio de Céres , e s ­ta se le niega , y por señas le manda que oyga. Entonces Minerva le habla. Nu-ma se postra en tierra con el rostro pe­gado al suelo. Oye á la sabiduría que le instruye de todas sus obligaciones ; espe-rimenta á un mismo tiempo un santo res­peto y la dulce persuasión. Pero cuando se levanta para dar gracias á la Diosa, esta , la nube y el templo han desapa­recido. Se halla Numa en medio de un bosque , y ve sobre un banco de céspe­des una bellísima Ninfa vestida de b lan­c o , sentada y leyendo con suma atención. En su rostro brillan la paz y el candor; la modestia y la dulzura unidas con la mageslad están en torno á ella; de este modo se nos representa Aslrea meditan­d o en la felicidad de los humanos. Nu­ma , que se siente arras t rado por un en­canto irresistible acia aquel hermoso ob­j e t o , pregunta á Céres como se l lama: la Diosa le nombra Egeria , y al p r o n u n ­ciar este nombre desaparece todo.

La sorpresa y la conmoción que s in­tió Numa le despertaron. Turbado t o d a ­vía con el sueño misterioso , apenas p u e ­de volver en sí. Mira á todas par tes , y solo descubre la fuente de Pan , los á r ­boles y el arroyo , en cuyas márgenes se había dormido . Empero no dudando que el sueño que ha tenido le ha sido e n -

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3 6 NÜMA POMPILIO. viado por Júpiter , dirige sus oraciones al dueño del rayo , y después de ofrecer nn sacrificio á Céres y Mine rva , sale del bosque y vuelve á subir en su carro .

Cont inuando su v i age , atraviesa el pais de los Fidenatos , y en breve llega al terri torio de Roma. Fácilmente le dis­t ingue del de sus comarcanos; los cam­pos están desiertos , las tierras incultas solo producen c izaña , los ganados fla­cos y dispersos hallan apenas un escaso alimento ; no se ven segadores que reco­jan los abundantes dones de Céres , n i espigaderas que sigan cantando la familia del labrador ; no se ve pastor alguno que recostado á la falda del collado , sin te­m o r por sus ovejas, que confía al cuida­do del can zeloso y fiel, cante al son del rústico instrumento la hermosura de Amarilis ó las delicias de la vida pastoral . Todo es tristeza , silencio y dolor. Des­poblados los lugares solo ofrecen á la v is ­ta mugeres y ancianos : esta llora su es­poso , aquella su hermano perdidos en los combates : aquí está un viejo descon­solado quq va á morir sin socorro n i ausilio ; ya no tiene h i jos ; acaban de a r ­rebatar le el úl t imo para servir en las t r o ­pas de Rómulo : este padre desesperado arroja lastimosos gemidos , se mesa Jas canas , y enagenado del d o l o r , maldice la ambición y las armas de su rey. Allí se ve una madre que huye con el solo

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LIBRO I I . 3 ? lujo que le q u e d a ; sabe positivamente q u e vendrán á arrancarle de entre sus b r a ­zos , prefiere abandonar sus Lares , su pa­t r ia y el campo que la mantenía , é i r á mendigar su sustento entre un pueblo c s t r a ñ o , pero que á lo menos le dejará su hijo. La pob reza , la desolación y el temor ofrecen por todas partes su espan­tosa imagen , y los vasallos de Rómulo no conocen el descanso ni la felicidad, desde que su señor conoce la gloria.

¡ O Dioses inmor ta les ! esclama N i m i a , ¿es este aquel pueblo tan orgulloso, tan envidiado de las otras nac iones , y el que por sus victorias se ha hecho tan famoso y temible? Véole infeliz, p o b r e , y mas digno de lástima que todos los que ha vencido . ¡Este es pues el precio de la g l o r i a ! A h í mejor d i ré que es un efec­to de la justicia del c ie lo: los Dioses han quer ido que los conquistadores sufriesen los mismos males que ocasionan , y que comprasen con su propia desventura la que derraman entre los vencidos.

Entonces comparaba Numa la felicidad de que gozaban los Sab inos , la a b u n ­dancia y la alegria que reinaba en sus campiñas , con el espectáculo que tenia á ia vista : se acordaba de lodo cuanto Tulío le había dicho de la guerra , y cla­maba á los inmortales para que hiciesen nacer reyes pacíficos, cuando de impro­viso el aspecto de Roma hirió sus ojos.

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3 8 NUMA POMPILIO. Aquel monte Palatino antiguo asilo de pastores y ganados , y ahora rodeado de fuertes muros , altos torreones y fosos p r o ­fundos que le defienden ; aquel famoso Capitolio que domina toda la ciudad , en cuya cumbre se distingue ya la fábrica del templo de Júpiter ; todo lo ve Numa, todo le infunde respeto y t e m o r : con­templa , admira y se adelanta .

Llega á las puertas y las halla ocu­padas de un número crecido de jóvenes gue r re ros , cubiertos de armas resplande­cientes , apoyados sobre snrrs lanzas , altas las cabezas , y agitando con orgullo el penacho que ondeaba sobre sus yelmos. Su ademan altivo , su feroz continente lle­na de terror aun á los que no amena­zan , y parece leerse en sus semblantes que sujetarán todo el orbe .

Ent ra Numa en la ciudad por todas parles mira la imagen de la guerra , por todas partes escucha el estruendo de las armas : aqni se muda una guardia, allí se enseñan los soldados b isónos; mas allá se obliga al indómito potro á obedecer el agudo sonido de la t r ompe ta : corren derretidos los metales por arroyos en las fraguas ; el escudo , la coraza resuenan s o ­bre la bigornia ; gime el bronce bajo los pesados martillos : parece que todos los fuegos del Etna se han encendido en Ro­m a , y que los Cíclopes trabajan en for­jar cadenas para el universo.

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LIBRO I I . 39 Poco acostumbrado .Numa á este r u i ­

do , esperimenta una sorpresa mezclada de ter ror . Impaciente de ver á Tacio , p re ­gunta por su palacio y se le enseñan ; es­t aba - s i tuado en el bar r io mas apar tado del bullicio. El buen Tacio alejaba de sí el tumulto y los soldados; no queria mas guardia que el amor de sus vasal los; á cualquier hora se le podia h a b l a r , y se hallaba á su puerta mayor número de po­bres que de áulicos.

Admitido á su presencia, Numa se nom­bra y le presenta el billete de la des­graciada Pompilia. Apenas le hubo leido Tac io , cuando prorumpiendo en un gri to de alegría se arroja en los brazos del j o ­ven. ¡ O día venturoso para mí , esclamó, cuan to debo al pontífice que me vuelve el hijo de mi mas tierno a m i g o ! S í , r e ­conozco las facciones del esforzado Poni -p i l í o ; estos son sus mismos ojos ; este aquel mismo ayre dulce y cariñoso. Tu nie amarás como él me amó , sí , lo e s ­pero y lo creo. Tu vista me alivia del peso de los años : me quejaba á los Dio ­ses de no tener mas que una hija , y ellos piadosos me envían un hijo.

Diciendo estas palabras , le abraza de n u e v o , y hace llamar á Tacia su hija. Tacía , menos recomendable por su bel le­za que por su modes t ia , dulzura y es­t remado amor á su padre , llega, y T a ­cio presentándola á N u m a : este es tu her-

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/ | 0 NUMA POMPILIO. mano , le d ice , este es el que debes amar como el consuelo y apoyo de mi vejez, este es en fin el hijo de Pompil io , de quien tantas veces te he hablado. ¡O dias de mi felicidad , con que rapidez habéis pasado ! ¡ Numa , tu me lo recuerdas aquel t iem­po feliz en que tranquilo en la Sabinia, rey querido de mi pueblo adorado , padre , esposo y amigo feliz , pasaba mi vida entre la madre de T a c i á , Pompilio y; el sabio Tul io . " , U,,, . . . . .

Mkfamil ia ( a s i llamaba yo á mis va­sal los) no era tan numerosa que me inir pidiese cuidar á cada uno de mis hijos en p a r t i c u l a r : todos; los conocía , iba á; me­nudo á visitarlos cuando con Pompi­lio había recorrido mi ¡,pequeño estado, daba gracias á Júpiter por haber limi--tado mi reyno ,, no dándome mas vasa­llos que aquellos que podia hacer felices. Hoy día que mudanza ! Desterrado, :1er jos de mi p a t r i a , preso mas que sobe­r a n o sobre un trono, estrangero , lloro todos los dias . . . pero te veo , ,y no de­b o ya quejarme. Estarás en mi compa­ñía , Numa ; tú me compensarás de todo lo que he p e r d i d o , y quizás un ,dulce la­zo , asegurándole mi corona , asegurará al mismo tiempo mi felicidad. Pero ya habrá tiempo de esplic.irte mis designios; por ahora solo quiero pensar en disfru­tar del gusto de verte.

Así habla el buen r e y , y su gozo ha-

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. .LIBRO I I . i,x ce aun mas vivo el placer que na tura l ­mente tenia en desahogar su alma noble y sensible con largos razonamientos .

Su hija que ha penetrado sus últ imas razones , baja los ojos , pero en breve los dirige á Numa. Admirada de su b e ­lleza y noble continente , observa con in ­decible complacencia la dulzura de su fi­sonomía , su ayre t ímido y espresivo , y aquella gracia tan atractiva hija del can­dor y la inocencia. Esta era la pr imera vez que Tacia miraba á un joven ; lo co­noce , se avergüenza y vuelve la vista á su pad re . . • :.

Numa ocupado con el r e y , besaba sus manos y le prometia una ciega obedien­cia. No hables de obedecer , le responde T a c i o : ha muchos años que soy rey , y con todo , nunca he gustado de manda r . Presto conocí que era preciso renunciar a l placer de ser amado si quería ser te­mido , y he preferido los amigos á los es ­clavos. Rómulo ha favorecido mis ideas; hemos dividido el poder absoluto : Ró­mulo se ha quedado con el mando del egército , la disposición y arreglo de los tr ibutos , y el castigo de los delitos ; y yo mas feliz, tengo á mi cargo la a d ­ministración de la justicia , la disminución de los impuestos , la recompensa de las buenas acciones , y finalmente todas las funciones que hacen los reyes mas pare­cidos á los inmortales. Siempre estoy .te-

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4 a NUMA POMFILIO. miendo que mi colega abra los ojos so ­b re la desigualdad de nuestra suer te , y que conozca al fin que todo lo bueno me toca á m í , y á él todo lo malo. Pe­ro hasta ahora , gracias al cielo , no lo ha echado de v e r , y en su ceguedad ma­nifiesta estar tan contento con su suerte como yo con la mia.

Te presentaré á este príncipe luego que vuelva de una espedicion que ha emprendido contra los Antemnatos. Los vencerá , no lo d u d o , porque-has ta aho­ra ningún guerrero ha poseido en el gra­do de Rómulo , el valor de un soldado y los talentos de un general. Su esta­tura grande y magestuosa , su gesto a u ­daz y amenazador , sus fuerzas sobrena­turales y el indomable valor; que le hace salir bien de los mas arriesgados lances, son nada comparados con su prodigiosa actividad. Se ofrece una m a r c h a u n si­tio , una batalla , en todas partes se ha ­lla , todo lo ve dispone , manda , ataca y defiende á un mismo tiempo. Su ca­beza y su brazo no conocen lo que es un instante de inacción, y este ejecu­ta siempre lo que aquella ha determina­d o .

Hersilia , su hija tínica , le acompaña en todas sus espediciones. 3No hay belle­za que pueda compararse á la snya. T o ­dos los reyes del Lacio arden en las lla­mas de sus ojos ; todos han venido á po*

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LÍBKO I I . íi'i ner las diademas á sus p i e s ; pero esta altiva princesa los ha despreciado. Acos­tumbrada á las armas desde su infancia, digna hija de Rómulo , se ha dedicado enteramente á los egereicios de Palas. Cu­bierta la cabeza de un pesado yelmo y con la lanza en la mano , sigue á cam­paña y defiende á su padre en los com­bates. Su hermosa y delicada mano sabe gobernar el poderoso é indócil bruto que tascando el espumoso freno, obedece c o ­mo á pesar suyo á un d u e ñ o , cuyo pe­so le parece tan liviano. Desarmada y en trage de su sexo , es aun mas temible: Sípiellas manos que saben usar tan bien de la espada, usan con igual perfección de la lira , y mezclando las acordes melo­días con los encantadores ecos de su voz, viene á cantar las hazañas y triunfos de su padre , después de haber part ic ipado de sus riesgos.

Tales son Rómulo y su hija ; no he disminuido en nada sus brillantes prendas . ¡Ojalá pudiese añadir un largo elogio de sus virtudes ! Pero los conquistadores las desprecian , y Rómulo nada sabe est imar fuera del valor y talentos militares. Su hija , criada por él entre el tumulto de los rea les , no ha podido menos de con­traer cierta aspereza. Tan hermosa como Juno , tiene el orgullo de esta D iosa , y adquiriendo la fuerza y valor de nuestro s e x o , parece que ha perdido mucho d»

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4/4 NUMA POMPILIO. la dulzura y b o n d a d , que son el mas p r e ­cioso adorno del suyo .

Ahora que ya conoces á Rómulo y H e r -silia , eres dueño de establecerte con ellos ó con nosotros : puedes l ibremente esco­ger entre sus reales ó mi palacio. Quiero ser tu a m i g o , tu p a d r e , si me permites tan dulce n o m b r e ; pero siempre serás dueño de tí mismo , y con tal que m e ames y seas feliz , Tacio estará contento .

Numa renovó al buen rey las p r o ­testaciones de su inmutable t e rnura . Su elección está hecha : jamas dejará al a m i ­go de su padre , á su rey y al que Tul io le ha propuesto por modelo. Le repite* una y muchas veces que nada habrá que le haga mudar de resolución , y que verá con ojo indiferente, así la belleza y gran­deza de Hersilia , como la gloria de R ó ­mulo : lo jura por todos los Dioses y l a sensible Tacia oye con alborozo este j u ­ramento .

Pasados algunos dias consagrados al amor de Tac io , N u m a , que no ha o lvi ­dado su sueño , (llega á saber que el t em­plo de Minerva está en medio de una selva sagrada llamada el bosque de E g e -fia. Sorprendido de la conformidad de este nombre con lo que habia visto en el sueño , corre al bosque poco d i s tan­te de R o m a , y le palpita el corazón al caminar por las obscuras bóvedas que formaban las ramas . Un silencio re l ig io-

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LIBRO I I . ¿¡5 so reyna en todo é l ; el zéílro agita ape­nas aquellos poblados olmos y los ant i ­guos álamos , que elevan sus cabezas has­ta las nubes ; solo se oye el blanco r u i ­d o de sus hojas meneadas por el viento.

Numa se acerca acia el templo , á donde va á dirigir sus v o t o s ; su imagi­nación inquieta le recuerda la ninfa n o se atreve á formar esperanzas de hallar­la , y con todo sus ojos la buscan , cuan ­do de improviso descubre , sobre un ban­co de céspedes semejantes al del sue­ñ o , una guerrera recostada y sepulta­da en un sueño profundo. Apoyaba la cabeza desarmada sobre el escudo ; el ye l ­mo estaba á su lado ; sus largos y negros cabellos caian sobre su coraza en bucles multiplicados y hacian mas br i l lante su noble y magestuosa belleza. A su dere­cha tenia dos javalinas y al lado ceñida una rica espada, su manto recogido has­ta la rodilla dejaba ver el coturno de pú rpura sujeto con una presilla de o ro . De este mismo modo iba la hermana de Apolo á descansar sobre la cumbre del Ménalo , después de haber vaciado su al­j aba en los montes de Er imanto : las n in­fas y las dríadas velan en torno de ella; el zéfiro teme agitar las hojas, y el ros ­t r o de la Diosa conserva , aun d u r a n t e el sueño , el gesto severo y belicoso , que lejos de al terar su hermosura parece que la aumenta .

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4 6 NUMA POMPILIO. Tal y aun más bella estaba la d iv ina

a m a z o n a ; cree Numa que es Palas ; se arroja de rodillas , quiere hablar , quie­r e dirigirle sus oraciones y no halla con las palabras : la lengua se ie pega al p a ­l a d a r , su boca queda en t r eab ie r t a , los brazos estendidos y sin acción, y sus ojos deslumhrados y sin movimiento quedan fi­jos en aquel amable objeto.

En este instante despierta la guerrera , ve á Numa y al punto se pone en pie; ya el terrible yelmo cubre su cabeza ; ya agita sus javalinas y con voz t ronante prorumpe en estas pa labras ; cualquiera que s ea s , joven temerario , que venisle á turbar mi descanso , da gracias al des­t ino que te ha ofrecido á mi vista d e ­sarmado : si pudieras defenderte, este b ra ­zo castigaría tu audacia.

¡ O Diosa , le responde Numa , calma tu enojo , iba á tu templo á ofrecer mi corazón y mis votos! . . . te he visto y mis piernas trémulas me han abandonado. L a presencia de una divinidad oprime á t o ­do débil mortal , y si es delito mirar una Diosa , considera que mis ojos des­lumhrados no han podido sufrir el r e s ­plandor de tu presencia.

Estas palabras desvanecieron la cóle­ra de la amazona. Al punto baja la pun­ta de los d a r d o s , y mirando á Numa con }una sonrisa encantadora , le dice : depon el temor , no soy deidad ; el gran Rór-

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LIBRO I I . 4 7 mulo es mi padre y voy á Roma á anun­ciar la victoria que acaba de conseguir . Pros igue , pues , tu camino al templo ; an­da y pide perdón á -Minerva de haber la podido equivocar conmigo.

Dijo , y dando un golpe en el escudo, al ruido acude su comitiva : le presentan un brioso caballo , se arroja sobre é l , apli­ca los acicates y huye mas veloz que el v iento .

Numa queda inmóvi l , a t ó n i t o , l leno de una sorpresa y admiración que jamas habia esperimentado. Sus ojos siguen á Hersilia tanto cuanto alcanzan : la pierde de vista y aun le parece que la está mi­r ando . Mil pensamientos confusos llenan su a lma , todas sus ideas se amontonan y ofuscan sus potencias. Procura salir de su turbación y cuanto mas lo intenta se le aumenta mas. Vuelve sus miradas al si­tio que Hersilia ha ocupado y no puede apartarlas de él. Todavía cree que la ve y la o y e : cada voz que ha pronunciado resuena en sus oidos ; todos los gestos que ha hecho están en su imaginación. Tiene presente aquel ayre grande y raa-ges tuoso , su ta l le 'noble y agraciado , sus negros y hermosos cabellos , aquellas fac­ciones llenas de gracia y al t ivez, y el conjunto de esta imagen está grabado en su corazón y se refleja en cuanto mi ra .

¡ He aqui esplicado (p ro rnmpió al ca­b o de un r a t o ) el sueño misterioso! E s -

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4 8 NUMA POMPILIO. tóy en el bosque de Egeria ; este es e l asiento que v i , y aquella celestial be l le ­za que me arrebató es Hersilia , no hay que dudar lo . ¡ O Hersilia , Hers i l ia , du l ­ce nombre ! En la turbación que me opr i ­me solo hallo descanso y alivio p r o n u n ­ciando el adorable nombre de Hersil ia. ¿ pero quien soy yo para atreverme á amarla ? ¿ P o d r é asp i ra r , ay de m í , á una beldad que los Dioses mismos me d i spu­tarán ? A lo menos podré seguirla á d o n ­de quiera que vaya , podré adorarla en si­lencio y dirigirla mis votos como á una de idad : aun así será mi suerte ha r to ven­turosa. Sí , bellísima Hersilia , voy á se r un soldado de tu p a d r e , guiaré tus ca­ballos , te daré los da rdos , seré tu escu­do en las pe leas , y si acaso alguna sae­ta dirigida contra tu preciosa vida m e atravesase el pecho , antes de espirar me atreveré á decirte : muero feliz mur iendo po r t í .

Así se espresa Numa y aquella alma llueva y ardiente se abre enteramente a l amor . Semejante á las maderas resinosas que una chispa incendia y consume, N u ­ma comienza á amar y ya su pasión l l e ­ga á lo sumo. Ya no piensa en Minerva, vuelve á Roma aceleradamente , s iguien­do por el polvo del.camino las huellas del caballo de Hersilia. Entra en la ciudad en­teramente desa t inado , discurre por todas partes sin hallar lo que busca , y no se

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LIBRÓ 1 1 . 4 9 atreve á preguntar por el palacio de Her­si l ia: tiembla al querer decir á otros un nombre que en su interior repite con t a n ­to deleyte.

Cansado de buscar imí t i lmente , vue l ­ve al palacio de Tacio , y el pr imer o b ­je to que se le ofrece es la misma H e r -silia , dando cuenta al sabio monarca de la victoria de su padre . Admirado Numa y a r reba tado de gozo se de t i ene , t iembla y baja los ojos. Hersilia le conoce y p r e ­gunta á Tacio si aquel joven es de su cor­t e . Es mi hijo , le responde el r e y , á lo menos como á tal le quiero : su pa­dre fue el mas valiente y virtuoso de los sabinos ; es de mi sangre é hijo de mi mayor amigo. Al decir esto corre á Numa y manifiesta inquietud al ver la palidez que cubre su ros t ro . Numa procura con voz balbuciente desvanecer sus temores: Hersilia le mira y la palidez se cambia-en el color mas encendido ; no puede pronunciar palabra a lguna , y sus ojos, que poco á poco se iban levantando has­ta el rostro de la p r incesa , vuelven á fi­jarse al suelo aun antes de haberla visto.

Tacio , demasiado viejo para a c o r d a r ­se bien de los primeros efectos de una pasión amorosa, se sonríe al ver tanta t i ­midez , y procura escusarla con Hersilia, dieiéndole la edad de Numa y la e d u c a ­ción que ha recibido , y aprovechando esta ocasión para hablar de las v i r tudes

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5o NUMA POMPILIO. de Tulio y d é l a s de su amable d i sc ípu­lo , se complace en hacer un grande :eló- • gio del hijo de Pompilio.

Hersilia le escucha con g u s t o ; vuel ­ve los ojos á N u m a , á quien el encen­dido color de sus megitlas prestaba nue ­vo rea lce , y penetra* mejor que Tacio la verdadera causa que le turba y agita: esta es la vez primera que se complace de haber inspirado amor . Se despide de T a ­c io , y en aquel instante sus ojos se e n ­cuentran con los del apasionado N u m a . ; O , como penetró sus almas esta m i r a ­da ! Sacó Numa de ella la esperanza , y H-ersilia el amor .

Desde aquel punto 'mismo se olvida de sí propio el hijo de Pompilio : ocupa­do únicamente de Hersilia , ó la ve ó la busca ; de dia sigue sus pasos y por la noche piensa en ella. Ya no se acuerda del r e y , ya se ha olvidado de Tulio y sus preceptos: la v i r t u d , la gloria que antes inflamaban su alma , han p e r d i d o toda su fuerza : solo á Hersilia ve en t o d o el universo : Hersilia es el único objeto d e sus pensamientos , el único fin de todas sus^aeciones .• todas sus potencias le b a s ­tan apenas para Hersilia, y su corazón n o produce otros afectos que los de amor .

¡ O desgraciado joven , un solo dia , un instante solo ha destruido para siem­p re el fruto de tantos años de lecciones! He aquí el favorito de Céres , el hijo de

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LIBRO I I . 5* Pompilío , 'el alumno del venerable T u -iio , aquel modelo dé virtud y sabidu­ría destinado á tan alta suerte ; véasele entregado a u n a pasión : insensata y es­clavo de la violencia de sus sentidos. De­secha todos los dones que el cielo d e r r a ­maba sobre él , por correr tras de una vana apariencia de felicidad que será el to rmento de su vida. Perdido el valor , alu­cinado su entendimiento , sin virtud , sin razón que le gobierne , va á perecer co­mo uri frenético sin conocer el mal que le acaba.

Ent ré t a n t o , Rómulo , vencedor de los Antemnatos , conducía sus tropas á Roma. Había muerto con Sus propias ma­nos al rey Acron , su enemigo; y los romanos le preparaban un t r iunfo , que debía servir de modelo á los que en ade­lante se concedieron á los destructores del universo.

Tacio , á la cabeza de todos los ciu­dadanos vestidos de blanco , salió á r e ­cibir á su colega. Arde el fuego sobre el a ra de Júpiter Feretr ino ; los pontífices y arúspices aguardan al triunfador con pal­mas en las manos. El camino hasta el Ca­pitolio está cubierto de flores; las pue r ­tas de las casas adornadas con festones y g u i r n a l d a s , y las matronas romanas vestidas de gala , llevando en brazos sus t iernos h i j o s , los estrechan contra el pe­cho , exitan su alegría con tiernas car i -

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5? NUMA: POMPILÍO. c i a s , y les repiten mil veces, que ¡van '..St ver á sus padres vencedores.

Ya á lo lejos se ven brillar las águi­las ,• ya se oyen las t r o m p e t a s , y á sus ecos responde el pueblo con vivas y acla­maciones. Entra el ejército en la c iudad, y se descubre el gran Rómulo .puesto de pie sobre un carro magnífico : cuatro c a ­ballos blancos como el armiño uncidos de frente t iraban de él- Parece al ver su fiereza y animosos relinchos,; que part ic i­pan ufanos de la gloria de su dueño. C u ­bierto de las ropas triunfales , coronada la cabeza de l a u r e l , Rómulo lleva en sus brazos el t roncó de una robusta encina, moldeado á propósito para revestirle de las armas del rey Acron. Este peso enor­me no fatiga al triunfador. Delante del carro camina , la familia del rey vencido, cubierta de luto j cargada de cadenas, bajas las cabezas y anegada en l lanto. U n crecido numero de esclavos , cargados de los despojos, circundan el car ro del ven­cedor ; sus invencibles legiones Je siguen dando gritos de alegría , y los ecos r e ­producen y publican con tardos acentos la gloría de Rómulo .

Sube al Capitolio rodeado de un pue­b lo embriagado de prosperidades. Luego que llega al templo de J ú p i t e r , se arroja del carro sin dejar el trofeo del venci­do . Gime la t ierra bajo sus p l an t a s , y el choque de las armas de Acron resue-

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LIBRO I I . ' 5 3 na á lo lejos. Camina Rónrulo al a l tar , pone la encina ante la estatua del Dios y esclama : ¡ O padre de los Dioses , r e ­cibe los primeros despojos opimos que los romanos te consagran ! ¡Haz que este gran dia sea para siempre famoso en los fas­tos de mi nación , que se renueve a m e -n u d o , y que mis descendientes, imitán­dome , cuelguen á estas bóvedas .sagradas los despojos del mundo e n t e r o !

D i j o , y agarrando un toro furioso, que veinte sacrificadores podían sujetar a p e ­nas , le arras t ra con brazo robusto al a l ­t a r , le derr iba, y arrancando algunos per los de la espaciosa cerviz , le inmola y los sacerdotes acaban el sacrificio.

Luego que el fuego ha consumido la víctima , sale Rómulo del templo y dir i ­giéndose á sus soldados , les d i c e : ¿ Q u e nos importa , romanos , una victoria cuan­do aun quedan enemigos por combat i r? Hemos vencido á los Antemnalos , pero los Volscos , los Hernicos y los esforza­dos Marsos , nación entre las demás so ­lo digna de pelear con vosot ros , no han recibido el yugo. Prevenios pues á m a r ­char contra ellos. Hoy triunfamos , m a ­ñana iremos á merecer nuevo triunfo. Ma­ñana os llevaré contra los M a r s o s , y al socorro de los de Capúa , nuestros al ia­dos . R o m a n o s , os concedo este dia para abrazar vuestras mugeres é hi jos; pero ma­ñana , apenas la bril lante aurora suba en

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5 4 NOMA POMPILIO. su dorado carro , os juntaréis armados en el campo de Marte : vuestro rey estará el primero de todos. De éste modo h a ­remos ver á toda la Italia que nunca los vencedores necesitan de descanso.

Todas las tropas responden con gritos de regocijo : las legiones llevan sus águ i ­las al palacio de Rómulo : una guardia escogida vela sobre esté sagrado depósi­to , en tanto que los soldados restituidos á sus familias , reciben los abrazos de sus madres y esposas , y el amor y la t e r ­nura se dan el parabién de haber p o d i ­do quitar un dia á la gloria.

Fin del libro segundo.

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NUMA

L I B R O I I I .

7

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O T E R C E R O .

ARGUMENTO.

NUMA abrasado del amor de Hersilia , quie­re acompañarla. — Tacio le da armas

y le presenta al egército. — Júbilo de los vete/anos sabinos al ver al hijo de Pompilio. — Quiere Tacio seguirle á campaña, pero el pueblo guiado por Tacia , le hace desistir de su intento . -r-Salida y marcha del egército ; llómulá' se junta con su aliado el rey de Ca-púa. —Descripción del campo de este principe.—Rómulo se separa de él.— Llegada y discurso de los embajadores Marsos.

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LIBRO I I I . 57

J f j j i , triunfo de Rómulo acabó de perder á Numa. Su alma , entregada ya á las violencias del a m o r , se inflama aun mas con aquel magnifico espectáculo que la en­canta . La gloria de las armas se le p re ­senta como el medio mas seguro de me­recer á Hersilia. Apenas ha concebido es­te designio y ya se abrasa en deseos de ser un héroe . Dos pasiones , de las c u a ­les una sola es suficiente para llenar de a r d o r y entusiasmo un pecho noble , se reúnen y llenan de sus activas llamas aquel joven corazón.

Vuelve Tacio á su morada y Numa le sigue suspirando. Quisiera descubrirle sn in te r io r , pero teme las reconvenciones de aquel buen rey , le mira y calla. Al m o ­do que un niño tímido sigue á su m a ­dre con pasos inciertos , la detiene asién­dola de la ropa , la mira con sus ojos llenos de lágrimas, y sin hablar , le pide le lleve en sus b r a z o s , así Numa seguía á Tacío.

Conoce en su rostro el rey parte de su interior desasosiego y le d i c e : Habla, hijo mió ; que puedo hacer por t í? p u e ­des contar que tus deseos se verán sa ­tisfechos siempre que penda de mi a r b i ­trio el hacerlo.

O padre mió ! Los cielos s aben , res­ponde Numa , si mis palabras eran cier­tas cuando protesté dedicar mi vida á ser

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5 8 NBMA POMPILIO. el báculo de vuestra vejez y esforzarme p a r a imitar todas vuestras v i r t u d e s ; pe­ro he visto triunfar á Rómulo y siento en mi alma un afecto hasta ahora descono­cido. El amor de la gloria me inflama; la sed de los combates me devora. Soy sangre vues t r a , hijo de Pompi l io : á mi edad vos y mi padre habiais vencido ba t a ­llas; á mi edad habiais ya ceñido vuestras sienes con el laurel que ansioso deseo ; y yo hijo desconocido del valiente Pompi l io ; yo par iente y amigo del esforzado rey de los sabinos , no he derramado hasta ahora otra sangre que la de las víctimas. • O padre mió , puesto á tus p ies , te pido me p e r ­mitas que te imi te! Concédeme pues que siga á Rómulo y que gane fama inmortal como tií y mi p a d r e !

Dice , y se arroja á los pies del vene­rable a n c i a n o , bajando la cabeza pa ra ocultar su rubor .

Sosiégate , le dice Tacio T yo que fá­cilmente te perdonaría una falta, ¿podré condenar un modo de pensar que ap rue ­b o y estimo ? Solo mi ternura y cariño me hubieran hecho preferir sin duda a l ­guna el verte pasar una vida qui í ta á la sombra de mi trono y en mi seno pa ­ternal ; pero soy sabino como tú y sé cuan grande es el aliciente de la glor ia . ]NTuma , tu valor me agrada , pero lloro no obstante al verte tan joven querer a r ­rost rar los riesgos de la guerra xnas p e -

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LIBRO I I I . 59 ligrosa que hasta ahora ha emprendido R ó m u l o , porque no quiero ocultarte que los enemigos que ha vencido son nada en comparación de los qué va á comba­tir . Los temibles Marsos , hasta ahora in ­vencibles , son de agigantada estatura y de una fuerza y valor prodigiosos ; usan con destreza de la clava á imitación del grande Alcídes , y se dice que mojan sus flechas y dardos en jugos de hier­bas venenosas; la menor herida da la muerte ¡ qué dolor para mí si tú ! . . .

¡ Qué g lor ia , in terrumpió Numa l e ­van tándose , que felicidad para tu hijo la de aprender este noble oficio, peleando con tan dignos contrarios ! Ahora c o n o ­cerás que los Dioses me favorecen, pues me inspiran el mas vivo deseo de seguir á Rómulo en el instante en que vá á esponerse á los mayores riesgos. O p a ­dre ! Lo que me has dicho me determina y el honor y la patr ia te mandan que me dejes volar á las armas .

Un fuego divino resplandece en sus ojos al acabar estas palabras ; su voz t o ­ma una fuerza y actividad incre ib le ; su estatura y todos sus movimientos se l le­nan de nobleza y audacia. Así Aquíles disfrazado entre las hijas de Licómedes, se abalanzó á la espada que le presentó I l l i ses , y descubrió su sexo y valor con esta acción involuntaria.

Al verle y oirle Taeio llora de gozo,

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í>o NUMA POMPILIO. él mismo se siente inflamado de un ar ­do r que no puede contener. S í , hijo mió, le d i ce , i rás á pelear con los Marsos y tu padre te acompañará : s í , yo te guia­ré en las refriegas , y te enseñaré los pr imeros elementos de la ciencia de los héroes. N o pienses que la vejez me ha qui tado las fuerzas, aun puede esta m a ­no arrojar la pica y manejar la espada; este brazo puede sostener el escudo. Nés­t o r , mas viejo que y o , enseñaba á ven­cer á su querido Antíloco : no valgo tan­to como Néstor , pero este no amaba mas á su hijo que yo á Numa.

Numa se arroja en sus b r a z o s : en el primer pronto casi le va á declarar su amor á Hers i l ia , pero el temor de perder algo de su aprecio , confesándole que la gloria no es la única pasión que anima su pecho , le hace diferir para o t ro tiempo una declaración tan penible.

Tacio , ocupado enteramente en su nuevo proyecto , corre á pedir á los sa­cerdotes de Júpi ter sus antiguas armas , que había consagrado en el templo. Las vuelve á ver , las toca con el mismo ar ­dor .que en su juventud. ¡ O Saturno .' es­clamaba , si la sangre de mis numerosas víctimas ha corrido en tus aras , si mi corazón no te ha ofendido , ni aun con el mas leve pensamiento , vuélveme por algunos dias las fuerzas y vigor que t e ­nia cuando el feroz Rliámnes vino á ha-

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LIBRO I I I . S i per guerra, á los sabinos , acaudil lando sus Heroicos : despreció mi juventud , me llamó á singular batalla , y a r ro jándo­me su lanza , creyó enclavar mi cuerpo á la tierra ; mas yo , evitando el t e r r i ­ble golpe , me abalanzo á él y le sepul­to tres veces mi espada en las ent rañas , sacándola caliente y chorreando negra san­gre . O Júpiter ! concédeme todavía un dia de gloria y bajaré contento al se­pulcro .

Estos eran los votos de Tacio. Ape­nas supo Tacia su des ignio , cuando acu­dió desolada á disuadírselo , pero sus rue ­gos y lágrimas fueron vanas. Veia la des­venturada doncella desvanecerse en un instante todas las ideas de felicidad que se había promet ido. Habia penetrado mejor que su padre la pasión de H u m a , y sin quejarse , ni declararse á sí misma la causa de sus pesares , l lorando la ausencia de T a c i o , llora también sus perdidas espe­ranzas .

En tanto Numa solo piensa en Hersi-lia y en los preparativos de su marcha . No tenia mas armas que la espada de Pompil io . Tacio mismo va á la a rmer ía de Ilómulo y escoge una coraza resplan­deciente , claveteada de estrellas de oro , y cuyo temple era á prueba de cualquiera g o l p e ; toma también un yelmo r iquís i ­mo ,• cuya cimera era un esfinge de a d ­mirable trabajo , sombreada de tres he r -

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6 » WUMA POMPILIO . iriosos penachos que ondean en to rno de ella horriblemente ; escoge un escudo com­puesto de siete cueros de t o r o , revestido de cuatro planchas de oro , p l a t a , co­bre y estaño , lodo adornado de clavos brillantes , y en medio la cabeza de la espantosa gorgona : este escudo fué hecho en otros tiempos por el diestro Egeon para el rey Procas , y en su orla habia grabado la historia del piadoso Eneas ; to ­ma también un rico tahalí y unos b o r ­ceguíes de flexible estaño, que se sujeta­ban con hevillas de plata.

Contento con estas a r m a s , vuelve y se las presenta á H u m a : el horrísono es­trépito que despiden al chocarse , y que llena de pavor á los que le oyen , a u ­menta nuevo a rdor al joven héroe : las con templa , las toca y examina , y se complace en hacerlas resonar. Al p u n t o se las v i s t e , y su natural belleza crece con este adorno . Late su corazón bajo el acero que le cubre , y sus ojos des­piden llamas de valor : semejante á un brioso alazán , que padeciendo en los abundantes p r a d o s , oye por la pr imera vez la trompeta , levanla su ar rogante ca­beza , despide fuego por las nar ices , y sacudiendo sus pobladas clines responde con animosos relinchos al son belicoso que hiere sus oidos.

Ya la noche eterna para la impacien­cia de Nmua esparce su denso ve lo , y

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LIBRO I I I . 6.3 el {oven amante no puede conciliar el sueño. Agitado revuelve mil proyectos diferentes , previene lo que ha de decir á Hersilia , anhela por el instante de ve r ­la , y pensando en las ocasiones que se presentarán á su esfuerzo , inventa las h a ­zañas que ha de hacer.

Aun falta mucho para que la aurora ahuyente las tinieblas , y ya está cubier­to de sus armas en el palacio de Tacio . Al ver su impaciencia se sonríe el buen rey , se levanta , cubre sus canas con el yelmo que ya se le hace pesado ; en to r ­n o al pecho pone la coraza no usada en t an to t i empo , y no queriendo aumenta r las penas de su hija con una cruel des­pedida , sale del palacio con s i lencio , y apoyado sobre N u m a , se encamina al cam­p o de Mar t e .

Ya estaban en él Rómtilo y Hersilia con parte de las t ropas. Tacio presenta al joven guerrero á su colega ; Hersilia al verle cubre de rosas sus megillas , y Nu­ma que había estudiado lo que debía decir al general , queda mudo con 1 ' solo mirar á su hija.

Rómulo aplaude el zelo que manifies­ta , y luego que sabe su ilustre nac i ­miento , le conduce á las legiones sab i ­nas que formaban el ala izquierda de su e jérc i to . Aquí os presento , Sabinos , les dice , un nuevo camarada que quiere pe­lear bajo vuestras banderas : este gue r -

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6^ NUMA POMPILIO. re ro es digno de vuestro amor , es de la sangre de vuestros reyes é hijo de Pom-pilio.

Un grito general y penetrante se oye al pronnnciar el nombre de Pompilio : t o ­dos los Sabinos salen de las filas y co r ­ren á Numa ; Meció , Valerio , Volceno y Murrex , guerreros cubiertos de a r r u ­gas y cicatr ices, estrechan en sus bra­zos al hijo de su antiguo general. Todo se lo debo á tu p a d r e , le decia u n o , - á mí me salvó la v i d a , decia o t r o , y to­dos esclamaban : fué nuestro bienhechor! Ven á nuestras filas, hijo del mas justo y valeroso de los hombres , ven á pelear-bajo nuestros escudos, tuyos son nuestros corazones y nuestros brazos. Rey de R o -m a , gritan todos á Rómulo , te le p e ­dirnos por caudi l lo ; seremos invencibles con él , como lo fuimos con su p a d r e . Que nos mande y se llame Pompilio , y nosotros te respondemos de la victoria.

Sí , valientes amigos , les responde Ta­cio que llegaba en aquel i n s t an te , él os m a n d a r á , y yo seré testigo de sus proe­zas , porque vuelvo á pelear otra vez con vosotros, antiguos compañeros de mis t r iun­fos , si es que aun os acordáis de mí. Volveremos á vernos juntos en las lides de honor : vuestro rey quiere hacer su postrer campaña con voso t ro s ; y si mis fuerzas ílaquean me llevaréis en vuestros brazos.

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Liimo I I I . 65 A estas palabras responden los leales

y esforzados Sabinos con gritos y acla­maciones. Todos se apiñan al rededor de su anciano sobe rano , y le besan , cual las manos , y cual sus vestidos. No lo dudes , ó el mejor de los reyes ! no lo d u d e s , g r i t a b a n : t e defenderemos , y nuestros cuerpos serán tu escudo i m p e ­netrable . ¡ Que seria de nuestros hijos y mugeres si tú nos faltases: ven pues á enseñar al hijo de Pompilio á imitar á su digno padre : por nuestra par te e n ­señaremos á todas las naciones como de­ben ser amados los buenos soberanos.

Tacio les responde con sus lágrimas, abraza á todos , les recuerda sus antiguas p roezas , y les pide para Numa el mismo amor que le han tenido. Aun el mismo Rómnlo se siente enternecido , y al pun­to mismo manda á los heraldos que p r o ­clamen á Numa Pompilio comandante de las legiones sabinas. Mil aclamaciones le responden , y la altiva Ilersilia , que siem­pre pelea entre los s ab inos , se complace interiormente de haber escogido este pues ­to .

Ya todas las tropas estaban prontas á m a r c h a r : Rómulo iba á dar la señal, y Tacio encargaba al prudente Mésala la administración del reyno durante su a u ­sencia , cuando he aquí que una mul t i ­tud de mugeres , niños y viejos descon­solados y dando lastimosos gemidos , l e -

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66 NUMA POMPILIO. yantando los brazos al cielo , se precipi­tan á los pies de Tacio ; uno de los mas ancianos le hablaba así :

Con que nos abandonas ! ¡ Tenemos dos reyes que debían ser nuestros pa­d r e s , y ambos nos dejan huérfanos ! En hora buena que Rómulo se aleje de nues ­tros muros ; ya estamos acostumbrados á sus ausencias. Pero tú , padre aun mas que rey , tú que siempre has estado con noso t ros , porque hoy nos abandonas? Quien nos administrará la justicia ? Quien nos consolará en nuestras penas? Quien aliviará nuestros males ? Bien sabes , que cuando nuestras victorias se compran con la sangre de los ciudadanos , los padres, los hijos desgraciados , las tristes viudas, corren á buscarte ; lloran en tu pecho, lloras con ellos y haces el dolor mas to­lerable. ¿ Que será de nosotros cuando, lejos de hallar en tí este consuelo, ten­dremos que temblar por tu v i d a ? ¿Qué vas á buscar en los combates ? Qué le falta á tu gloria ? Te veneramos como á un D i o s ; te amamos como á un pad re : que mas quieres ? ¿ qué bienes mayores sacarás de la victoria ? Por ir á hacer es ­clavos abandonas á tus hijos.

Asi habló el viejo , y Tacio se desha­cía en llanto. Mira á Numa , mira á sus gue r re ros ; ellos y Numa se echan á sus pies y unen sus súplicas á las instancias del pueblo. Vencido Tac io , arroja lejos

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. Lrnuo I I I . 67 de sí el yelmo y la p i ca , y abrazando al anciano que le habia hablado , le d i ­ce : esto es hecho , no hay para mí mas gloria que la de seros ú t i l : no os a b a n ­donaré hasta que baje al sepulcro.

Al oir estas palabras , todo el pue ­blo p ro rumpe en gritos de júb i lo ; todos dan gracias á los Dioses y bendicen á su buen rey. Tacia que hasta entonces habia estado oculta entre la mul t i tud , la amo­rosa Tacia se precipita en los brazos de su padre . Mis lágrimas , le dice , no ha­bían podido vencerte,- pero estaba cierta que no podrías resistir á las de tu pue­blo : yo lo he jun tado y le he avisado de la desgracia que le amenazaba , y es­toy muy lejos de sentir la preferencia que ha logrado.

Tacio 1 estrecha á su. hija contra su p e c h o , abraza l lorando á Numa , y en­carga á sus fieles sabinos la custodia del tesoro que les confía. Tacia con los ojos bajos procura componer la voz para des­pedirse de Numa y le desea la gloria y felicidad que busca.

Ya se da la señal de la marcha , y el buen Tacio suspira al ver desfilar las tropas ; Numa le sigue con la vista , y el pueblo lleno de gozo coge entre sus brazos y conduce á Roma á aquel buen soberano , , cuya presencia es el consuelo y alivio de todos sus males. Sigue la marcha el egército en tres co lumnas : la

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68 NUMA POMPILIO* primera compuesta de las legiones roma­nas no reconoce otro gefe que Rómulo , pero este príncipe no tiene puesto fijo; montado en un caballo de Tracia que ar ­roja fuego por ojos y n a r i c e s , v a , vuel­v e , vuela y se halla en todas partes. Con­fia el gobierno de las legiones al viejo Hos t i l io , cuyo hijo fué con el t iempo rey de Roma. Al lado de este gue r r e ­ro marcha el valiente H o r a c i o , cuyos tres hijos sujetaron , cincuenta años después, la ciudad de Alba con su victoria c o n ­tra los C u r i a d o s ; Másico , Abas , Servio, el joven Miseno , descendiente del famo­so trompeta de Eneas , y el esforzado T h a -lasio le acompañan. Todos estos se han señalado ya en repetidos encuentros , y cada uno viste los despojos de algún fuer­te enemigo. Estos animosos romanos for­man siempre la vanguardia en las mar ­chas , y el ala derecha en los combates.

Las legiones latinas componen la s e ­gunda columna. En ellas están los Lau -rentinos , los Fidenatos , los - de Tallena, de Aricia y de la antigua Polidora. T o ­dos estos pueblos sojuzgados por Rómulo , pelean ahora por él , y se glorían de un yugo que les ha valido el nombre roma­no . Sus valientes gefes son : Azilas , Ori-mantho , Feralt ino , Ladon , hijo de la ninfa Perenna ; el bello Nifeo , nac i ­do en la fértil Canente ; y Ciniro , sacer­dote de Apolo , que lleva sobre el ye l -

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LIBRO I I I . ' 69 mo el laurel sagrado y las vendas de su Dios. Estas huestes , todas de infan­tería , ocupan siempre el centro del egér -cito en las marchas y en los combates.

Los fuertes sabinos forman la tercera columna : esta retaguardia formidable es ' siempre el ala izquierda del egército de Rómulo . El anciano Meció ha cedido el mando á Numa ; este varón respetable vuelve á ser soldado y subalterno al fin de su carrera ; pero sn edad , su f a i n a y cicatrices le grangean aquel respeto in­dependiente de las d ignidades : Meció aun­que confundido entre las filas, manda realmente. Cerca de él se distinguen el prudente Cátilo , el temible C o r a s , T a ­ñáis , Talos , el valiente Galo , nieto del r io A b a r i s , el amable Astúr , criado en las r iberas de la fuente de Blandus ia , y á quien todos tenian por amante de esta n á y a d e , y el feroz L'fencio á quien la espesa barba pintada de varios colores, ocultaba la mitad del rostro ; todos estos guerreros seguían á Numa.

Cubierto de sus armas centellantes, ebrio de amor y g lo r ia , se adelanta N u ­ma á la cabeza de esta división , fatigan­do un hermoso caballo blanco que Ta -eio le lia r e g a l a d o : el impaciente animal hiere con sus manos la tierra y el aire, y tascando el freno que reprime sus fue­gos , se Indigna oyendo relinchar los ca­ballos de la vanguardia .

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ijo NUMA POMPILIO. A su lado se adelanta sobre un so ­

berbio car ro la hermosa y altiva Hers i -lia , a rmada como Palas y bella como la esposa de Vulcano .• su resplandeciente yelmo tiene por cimera el águila romana ; cuat ro penachos blancos- la rodean : lleva al hombro una aljaba de oro , y tiene en la mano el arco de Pándaro , que Eneas trajo á Italia y que heredó su des­cendiente Rómulo. El prudente Bruto t ron­co de una familia de h é r o e s , gobierna el carro , y el amartelado Numa le e n ­vidia este empleo. Camina este al lado de Herailia siempre fijos en ella los ojos. Su bella presencia y hermoso semblante en nada cede al de la amazona ; pero el largo uso de las armas da á esta un aire mas guerrero ; tal suelen Apolo y Diana recorrer armados las montañas de Cin-t h i o ; ambos son igualmente temibles y esforzados; ambos deslumhran la vistas pero la hija de Latona conserva , en su gesto y p o r t e , una fiereza qi:e no se a d ­vierte en la dulce fisonomía de su he r ­m a n o .

Abanza el egército con marchas ace - . leradas acia las riberas del Líris y cam­piñas de Augencio; alli debía unirse con las tropas del rey de Capúa; pero era preciso atravesar el pais de los Heroicos . Rómulo envia los heraldos á pedir el p a ­so á su rey y este se le niega diciendo:

No soy aliado de los Marsos ni d e

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Linno I I I . «y x los romanos. Si el egército de vuestros enemigos marchase contra Roma , no con ­sentiría yo que abreviase su camino , d á n ­dole paso por mis estados ; del mismo modo debo negáros le , y creo que o b ­servo la justicia guardando la neutra l i ­dad .

Esta respuesta llenó de furor á R ó -mulo. Presto conocerás , rey impruden te , esclama , cuan peligroso es no declarar­se entre dos enemigos poderosos , desde hoy lo serás del vencedor.

Obligado , no obstante , á dilatar su venganza y dar un gran rodeo para lle­gar á las fronteras de los Marsos , se encamina á pas'ar por las sierras de los Sinibruinos , cerca de donde nace el Anío .

Esta iarga y penosa marcha fatigó mu­cho el egército , pero fué muy útil á los soldados n u e v o s , con que Rómulo le h a ­bía aumentado . R u m a , sobre t odos , el joven Wuma hizo un duro aprendizage de la honrosa carrera que había emprendi­do . Instruido por tan buenos maestros como eran los sab inos , é inflamado del amor y presencia de Hersilia , adquirió en poco tiempo la práctica; y conocimien­tos de un veterano. Todavía no ha p e ­leado , pero sabe como se ha de pelear , y su ardiente valor , que anhela ansioso por distinguirse á la vista de Hersilia , e s ­pera con ansia la hora de ver á los con­trarios.

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*ji NFIMA POMMT.TO. J.legan finalmente al Liris , r io que"

divide á los Marsos: de los Equos y Hér-nicas. Tres dias antes Labia llegado el rey de Capiía á la cabeza de treinta mil hombres : apenas sus batidores le avisan^ de la llegada de la -vanguard ia romana , hace salir toda su gente de los reales, la ordena en b a t a l l a , y al son de mil instrumentos . espera la llegada de sus aliados.

Rómulo le corresponde con sus t rom­p e t a s , y forma, sus guerreros en frente de los Capuanos. Ambos monarcas se ade­lantan , se abrazan y juran una amistad e te rna ; y el r o m a n o , que estaba impa­ciente de examinar las tropas (pie iban á ser unas con las suyas, .- pasa á - r e c o r ­re r las filas.

Apenas da por ellas algunos pasos, cuando hiere sus oidos el murmullo que oye y>or todas partes ; los Capuanos osan sonreírse en su presencia , y afectan una disciplina que exita su cólera. Los mira con sever idad , escucha con lástima un número crecido de generales que hacen Ostentación de su v a n o saber y ni se dig­na contestarles : párase arqueando las ce­jas al ver soldados veteranos mandados por gefes sin pelo de b a r b a , y advier­te con desprecio que el oro y la pia­la brillan en todas las armas. Toma un escudo , cuyo peso parecia que fatigaba á un joven guerrero ; el rey lo levanta

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LIBRO I I I . « 3 con la punta de dos dedos y lee a b o ­chornado de vergüenza en el un mote amoroso: arranca tres ó cuatro lanzas de algunos soldados , las rompe apre tándo­las con las manos , y pregunta con i r ó ­nica sonrisa , cual puede ser la util idad de semejantes armas .

Entra en los reales y los examina. ¡ Cuál: es su indignación al mirar tiendas magníficas llenas de pebetes que exalan los aromas mas preciosos , de mesas a b u n ­dantes , de baños cal ientes , y en fin de cuanto el lujo y la molicie ofrecen en las cortes mas corrompidas ! En unas partes ve juegos públicos , eñ los cuales los gefes capuanos pasan las noches p e r ­diendo sus caudales y haciendas , el de s ­canso y á veces el honor . Ve por todas partes una multi tud de rameras , en n ú ­mero casi superior á los h o m b r e s , que seducen á la incauta y fogosa juven tud , debilitan sus almas , arruinan su salud y la entregan al enemigo sin valor y sin fuerzas. Por todas partes v e , finalmente, la indigna molicie, la perniciosa ociosi­dad y la lujuria mas desenfrenada.

Sale el rey de Roma de aquel cam­po con precipitación ; toma de la mano al rey de Capúa , y sin decirle nada , le lleva á las filas de los romanos : un s i ­lencio profundo reyna en ellas ; se ven impresos en todos los rostros la atención y el respeto. Cada soldado , inmóvil en

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74 ÍÍUMA POMPÍLIO. su puesto , mira continuamente á su eo^ mandante , quisiera para obedecer mas p r e s t o , ad iv ina r la orden que ha de da r ­le. El hierro y el acero brillan por to--das par les ' : si hay algunas a rmas a d o r ­nadas con plata A o r o , son la de los principes y genera les , distinción concedi­da al mérito y á la nobleza. En pos de estas tropas no se ven mugeres ni r i ­quezas y si solo caballos para reempla­zar los que mueran , armas para suplir á las que se rompan , y socorros para los heridos y enfermos. Cada soldado lleva sobre sí su tienda , sus víveres y sus ar­mas , y ninguno manifiesta cansancio del peso ó del largo camino.

El valiente rey se pasea con lentos pasos por en medio de su invencible egér­c i t o , y observa en silencio al monarca de Capúa. Toma la pica del último de sus soldados y la pone en sus- m a n o s : era es­te peso demasiado para aquel soberano, y tuvo qué dejarla caer al suelo lleno de vergüenza. Entonces Rómulo le habló así;

T ú mismo debes, ó rey de Capúa, juzgar ahora si tus tropas y las mías pueden pelear juntas ; no acostumbran los bravos leones vivir en compañía d e los tímidos corderos. Tu egército me de­bilitaría , y mis romanos cuya costumbre es asaltar al enemigo los primeros , p e r ­derían la mitad de sus fuerzas en la de­fensa de sus . aliados. Temo ademas un

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LIBUO I I I . 75 riesgo m a y o r : el aire infecto que reyna en tus reales penetraría en los mios y ener­varía mis soldados; entonces por mas v i c ­torias que lográsemos , yo sería el vencido. Aprecio tu alianza , pero la gloria de mi pueblo es antes que todo . Si quieres que seamos aliados , separémonos ; aparta lejos de nosotros ese campo peligroso ; y si no puedes obligar á tus vasallos á que sean hombres , á lo menos impide que corrom­pan á los que lo son.

Así habló Rómulo , y el joven Capis, hijo del Capuano , príncipe digno de ser romano , bajaba la vista lleno de dolor y de vergüenza. Su p a d r e , a te r rado por aquel dominio que siempre tiene un h é ­roe sobre un rey débil é ignorante , p i ­de á Rómulo le diga lo que ha de ha ­cer , y le promete seguir sus consejos.

Estoy informado , le respondió R ó ­mulo , que los Samnitas están en camino para venir al socorro de sus aliados los M a r s o s ; pero hallarán en su t ráns i to la ciudad de Aujencio ; id pues á ence r r a ­ros con la tercera parte de vuestras t ro ­pas en sus muros , para defenderlos en ca ­so de insulto ; enviad lo restante del egército á recibir á los Samnitas bajo la conducta del mejor de vuestros genera ­les , y encargadle part icularmente que por ningún caso llegue á las manos con tan temibles enemigos , á los cuales no pue­den* resistir vuestros soldados , y que se

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•j6 NUÍIA. POMPÍLIO. contente con inquietarlos en sus marchas^ re tardando todo lo posible su reunión con los Marsos. Ent re tanto yo voy á atacar á estos , y no d u d o , con el ausilio de mi padre y el valor de mis tropas , a l ­canzar la victorfa. Entonces vuestro ge­neral dejará el paso franco á los Samnir t a s , que vendrán á sitiar á Aujencio, y se hallarán encerrados entre la ciudad, vuestro egército y el mió. Su inevitable derrota dará fin á la guerra en un solo dia.

D i j o , y el joven Capis se arroja á sus pies : ¡ ó rey , que admiro y respeto c o ­mo á hijo de M a r t e , permite que el h i ­j o del rey de Capúa pelee bajo tus b a n ­deras! Deseo aprender el du ro oficio de los héroes. ¿ Qué mejor maestro puedo escoger ? Considera , hijo de un D i o s , que instruido por tí podré hacerlo después con los vasallos de mi p a d r e , y la g lo ­ria de hacerlos romanos será tuya sola­mente.

Movido y satisfecho el rey de Roma de estas razones , levanta á Capis , le abraza y al punto le da el mando de una cohorte. Mas ufano Capis con ser oficial de Rómulo , que príncipe de Capúa , be­sa la mano á su general , se despide de su padre y corre á ocupar su puesto. I n ­mediatamente marcha el capuano á ocu­par la ciudad de Aujencio con diez mil so ldados , los demás los envia al mando

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LIKUO I I I . 177 de un griego que le servia , al encuen­tro de los sainnitas ; y Róraulo , impa­ciente por comenzar la guerra , determi­na antes q>je llegue la noche sentar su campo de la otra parte del Líris .

Halla un vado seguro y se prepara á pasar , cuando he aquí que se presen­tan tres embajadores de los Marsos . Su aspecto era venerable ; tenian la barba lar­ga hasta el pecho ; sus cabezas apenas conservaban algunas canas , y el principal tenia en una mano una copa de madera y en la otra una flecha acerada : llegaron á la presencia de Rómulo con grave y seve­ro continente.

Rey de Roma , le dice el mas viejo, que tienes que ver con nosotros ? ¿ hemos asolado tus campos ó bien insultado tu c i u d a d ? quien eres? qué quieres? qué pides ? El rey de Capúa nos declara la guerra alegando un derecho imaginario sobre nuestros estados ; él lo pagará . Mas tú , ni aun este vano pretesto te sirve. No te conocemos ; nunca has oido hablar de nosotros , y nada poseemos de lo que podría excitar tu ambición y codicia. ¿Sa ­bes á que se reducen los dones que los Dioses dispensan á los Marsos ? Se l imi­tan á unos bueyes , un a r a d o , clavas, flechas y esta copa. He aquí de lo que nos servimos con nuestros amigos y con nuestros enemigos. Damos á los primeros los frutos que nuestros bueyes y arado

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7 8 IYUMA POMPÍLIO. nos p roducen , y esta copa nos sirve pa­r a celebrar con ellos los banquetes de la hospi ta l idad: arrojamos las saetas á nues­tros enemigos cuando están lejos , y nues­tras clavas los destrozan si tienen la t e ­meridad de acercarse. Escoge pues esta fle­cha ó la copa. Dicen que eres hijo de un Dios : si es c ie r to , haz bien á los h o m b r e s ; y si no eres mas que un h o m ­bre , tiembla de insultar á hombres que no te ceden en va lor , y te aventajan en vir tud y razón.

Nunca he t emblado , le responde Ró­mulo , llenos los ojos de fu ro r ; vengo á defender á mi aliado , sin meterme á ave­r iguar la razón que le asiste : soy hijo de Marte y no de Themis. Vuelve , a n ­ciano , vuelve á tu pueb lo ; anuncíale Ja guerra y el yugo , y déjame esta flecha como el regalo mas precioso , pues me hace esperar que hallaré enemigos dignos de mi valor.

Dice , y arrebata la flecha de las m a ­nos del v ie jo: este le mira en silencio algún tiempo ; alza después los ojos al cielo , como poniéndole por testigo de la justicia de su causa , y se retira sin ha­blar palabra .

Inmediatamente pasa Rómulo el Líris y sienta sus reales en el terri torio de los Marsos.

Fin del libro tercero.

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LIBRO IV.

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NUMA

SEGUMDO REY DE ROMA.

L I B R O C U A R T O .

ARGUMENTO •

JUNTANSE los Manos para nombrar un general. — Discordia que se mueve en­tre ellos. —Se determina que aquel de los aspirantes que rompa un álamo será elegido. — Sale vencedor Leonte, y este joven cede el mando á un an­ciano. — Marcha el egércilo y avista a los romanos. — Disposiciones de Ró­mulo. — Compasiva y generosa piedad de Numa. — Ofrece un sacrificio á Ce-res y da libertad á sus cautivos. — La Diosa le envia desde el ciclo el escu­do Áncilo. — Leonte sorprende de no­che el campo romano, le incendia, le inunda de sangre y derriba á Rómulo,

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L I B K O I V . 8 t

E y tanto los marsos juntos en la selva sagrada de Marrubia , esperaban todavía la paz pero se prevenían para la guer­r a . El senado de los anc ianos , que go­bierna á acpiel pueblo libre , ha enviado ya á pedir socorro á sus aliados : ya es ­tá la juventud del pais en a r m a s ; veinte mil esforzados guerreros con el arco ó la clava en la mano , esperan con impacien­cia la vuelta de los embajadores.

Bien presto se los ve llegar , bajas las cabezas y los semblantes melancólicos: se adelantan hasta ponerse en medio de la asamblea , y d i c e n : preparad vuestras clavas , Rómulo ha elegido la flecha y se atreve á hablarnos del yugo. Estas pala­bras exitan un grito general de ind ig ­nación. Furiosas las t r o p a s , piden se las deje marchar al instante mismo. Los an­cianos reprimen aquel a rd imien to ; qu ie ­ren dar lugar á que lleguen los socorros de sus aliados , y nombrar un general digno de hacer frente al rey de Roma.

Varios guerreros se presentan aspiran­do á este honroso cargo. En t re ellos se distinguía Aulon , descendiente de Caco, el c u a l , en vez de espada ó lanza , m a ­nejaba una hacha enorme que ningún mar-so podía levantar. Pentheo , tan diestro de una mano como de otra , que conta­ba entre sus abuelos al desgraciado M a r -5Ías, padre del pueblo Marso. Liger , cu-

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8a NUMA POMPILIO. ya velocidad exedía á los ciervos en la ca r re ra ; este no usaba otras armas que unos diseos ó bolas de bronee armadas de hojas cortantes y ace r adas , tan cer­tero en arrojarlas que sus golpes eran siempre mortales. El dltimo pre tendien­te era el amable A s t o r , cuyo inmenso escudo se fijaba en el suelo con tres pun ­tas de que estaba armado , y desde este antemural de hierro el diestro Astor d i s ­paraba sus f lechas, arte que le habia en­señado el Dios de Délos. Estos orgullosos pretendientes se levantan y piden el man­do . Los soldados que los estiman y aman igualmente , dan grandes voces , unos en favor de Liger y otros por Pentheo. La caballería quiere á Aulon y los arqueros se declaran por Astor .

Los cuatro héroes se miran de través; ya se ofenden con palabras ; ya la cóle­ra les brota por los ojos. Cada uno ala­ba su nacimiento y proezas , y desprecia las de los otros. La injuria y la discor­dia se apoderan de sus pechos ; ya se amenazan , ya se retan. Astor ase una sae­ta , Pentheo blandea su dardo , Liger voltea su disco y el feroz Aulon alza su hacha formidable.

Al instante se arroja entre ellos el prudente Sofanor , que era el mas viejo del senado. Que vais á hacer? Queréis, ya lo veo , dar la victoria á los Roma­nos , pr ivando á los marsos de sus roejo*

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LIBUO I V . 63 ra defensores. ¡ Pues q u e , el vano d e ­seo de mandar apaga en vuestros cora­zones el sagrado amor de la pa t r i a ! ¡ Q u e será de esta patria desgraciada si sus mas dignos hijos vuelven ••las armas contra ellos, mismos '. No creáis que ningún, interés particular me mueva : no me quejo de ve­ros aspirar á un puesto que quizas mis servicios han merecido , y estaria bien con mis canas. No consiste la gloria en man­dar á sus iguales : consiste , sí , en ven­cer á los enemigos. Cada gota de sangre vertida por causas privadas , es un g r a ­ve hurto hecho á la patr ia . Ah ! si la sed de la sangre os devora , en tanto que llegan los Romanos , volved contra mí vuestras armas. Har to he vivido , pues veo mis conciudadanos prontos á degollar­se unos á otros. Matadme p u e s , pero an­tes oid mis consejos. Vuestro valor es igual , vuestro nacimiento f hazañas r e s ­pectivas os ilustran también igualmente;: estos dones del cielo son hoy la , causa de vuestra discordia. Os falta un gefe; ca-; da uno de vosotros merece serlo. Decida pues , la fuerza del cuerpo lo que nun--ca se lograría por la igualdad del va­lor . Atesé una cadena de hierro en lo mas alio de aquel á l amo-an t iguo ; el que agar rando la cadena rompa el árbol ó le haga doblarse hasta la t ier ra , será nues ­tro general.

. D i j o , y el pueblo y las tropas apro-

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8 4 NUMA POMPII.IO. barón este arbi t r io . Los pretendientes de­jan sus ai-mas y juran entre las manos de Spfanor que obedecerán al vencedor : al punto suben cuatro marsos á lo alto del árbol ; atan fuertemente la cadena , y esta cae desde lo alto hasta tocar en el suelo.

Los ancianos se sientan para juzgar , y ya los clarines van á dar la seña l , cuan­do se oye una voz y se ve acercarse un gallardo mancebo , de alta y magesluosa es ta tura , y de rostro noble y afable. Vie­ne cubierto con una magnífica-piel de león, cuyas uñas de oro le cruzan el pecho ; la cabeza del animal , con lodos sus dien­tes y colmillos ibas blancos que el mar ­fil , le sirve de yelmo. Unos borceguíes cubren sus piernas , y su robus to brazo mane ja , cual si fuera liviano j u n c o , una pesada clava llena de nudos y puntas de h ie r ro . Joven y hermoso como Apolo , a l ­tivo y grande como el Dios de las bata­llas , camina con pasos ligeros hasta p o ­nerse en medio del concurso. Allí se de­tiene , se apoya sób re l a c lava, y miran­do con respeto á los ancianos les. d i r i ­ge estas razones.

En tanto que he creído , prudentes se­nadores , que la ciencia y la práctica d e ­bían ser las cualidades esenciales de un general , no me atreví á pretender un honor , del cual mis años me hacen poco digno. Hoy determináis que la fuerza so­lo alcance este supremo lugar , y me pre-

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LIBRO I V . 85 sentó para disputarle. No puedo como mis nobles rivales envanecerme de mi nac i ­miento ; M a r s o s , ignoro quienes fueron mis abuelos ; pero esta piel que ve i s , s i r ­vió al grande Alcídes y esta clava de s ­trozó á la hidra lérnea : estos son mis títulos de nobleza ; mi valor y mis fuer­zas los derechos con que rne presento a esta prueba . Los Romanos juzgarán de aquel y vosotros de estas.

Así habló el magnánimo L e o n t e , y todos le respondieron con gritos de ale­gría. Echan suertes para el orden con que han de hacer la prueba , y sale el pr i ­mero Penlheo , luego As to r , Liger , A u -lon y el último Leonte .

Dase la señal : el valeroso Penlheo ase de la cadena y la lira fuertemente , pero no cede el tronco y apenas se agita la copa del á rbol . Indignado 'Penlheo hace los últimos esfuerzos pero en vano ; cu ­bierto de sudor y lleno de r a b i a , suella la cadena y va á ocultarse entre sus t r o ­pas .

A s t o r , el amable Astor se adelanta; el ardiente deseo de mandar le hace no acordarse de invocar á su maestro Apo­lo. Enojado el Dios , abandona al i n ­grato discipulo, y el bello Astor pierde al pi;-:to la mitad de sus fuerzas. En va­no se dobla t irando de la cadena , apenas se menean las ramas del robusto álamo.

Lleno de confianza y alegría se arroja

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86 DOMA POMPIUO. Liger al á r b o l : toma con utia mano la cadena y con la otra se afianza también de ella encima de su cabeza , y con t o ­do su vigor da una sacudida espantosa: todas las ramas se chocan como azota-r das de un recio v ien to ; pero Liger r eben-tado del gran esfuerzo no puede repetir­lo . La copa y ramas del árbol vuelven á quedar tranquilas , y Liger se retira mas despacio que había venido.

Aulon se levanta y todos los ojos se fijan en él. Deja el escudo ¡ se despoja de la coraza y se complace en enseñar sus fornidos hombros y nerviosos brazos, que levanta sobre su cabeza estirándolos. Da dos vueltas al rededor del árbol con una sonrisa feroz s y después se arroja á él cogiendo la cadena con las dos m a ­nos lo mas alto que puede y se deja caer con todo su peso y vigor. Ced'e el á la ­mo y dobla su copa ; ya las gentes aplau­den , pero el árbol se endereza con mas fuerza, y deja al terrible Aulon suspen­dido á la cadena , bamboleando á una y otra par te . Obligado á abandonar la empresa se tira al suelo arrojando e spu­marajos de rabia ; coge las armas con precipitación y va á ponérselas detras de su car ro .

Solo falta Leonte « se adelanta y en voz baja dirige sus votos á Hercules ; ¡ O h hijo de Júpiter t le d i c e , acuérdate d é l a hospitalidad que te dio el abuelo de mí

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LIBUQ I V . 87 amada Camila ; mírame desde el al to Olimpo , tu ausilio me llenará de fuerzas^} vencedor ó vencido te ofrezco un sacrificio.

Apenas acaba su oración siente en t o ­dos sus miembros un vigor es t raordina-r io . Mete el pie derecho en el ul t imo esalbon de la cadena , la toma con las dos manos á la altura de su frente, y r eun iendo así todas sus fuerzas , d ó b l a l a copa del árbol con mas lenti tud , pe ro mucho mas cerca de tierra que Au lon . Luego que conoce esta ventaja , invoca do nuevo á Hércules y emplea todas sus fuer­zas ; rechina el á r b o l , se r o m p e , cae c t ierra con la cadena , y la inmensa copa le deja sepultado entre sus ramas .

Prorumpe el pueblo en voces de ala­banzas , y el senado declara á Leonte vencedor. Este se levanta , se desembara­za con un ligero salto de aquel montón de ramos y ho ja s , y dice á los soldados; compañeros , ya soy vuestro general. H a ­béis j u r a d o obedecer á la fuerza , pero esta debe sujetarse á la sabiduría ; os mandaré , pero será mi gefe Sofanor: este ha hecho mas campañas que todos n o s o ­tros hemos visto comba te s ; su esperien-cia debe guiar nuestro juvenil a rdor . D i ­ciendo estas palabras se arrodil la delante de Sofanor y le j u r a obediencia.

Atónitos los marsos creen estar oyendo á un Dios. Sofanor le abraza l lorando da admiración. No , hijo mió , le dice,

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' 8 8 NIIMA POMPII.IO. tú soló mereces ser nuestro caudillo. ¡Qué no harán los marsos guiados por un se ­gundo Alcídes! O hijo mió ! tú no has despreciado mi vejez, has honrado mis c a n a s ; los Dioses te recompensarán con triunfos r epe t idos ; desde ahora te los anuncio , y doy gracias á los inmortales que me han dejado todavía alguna s a n ­gre para verterla á tu lado y vez pa ra publicar tus vir tudes.

Padre mió , le responde el h é r o e , por tí solo me he presentado á la pruéba­los Dioses me han concedido la victoria para que triunfes. Sé pues nuestro caudi­l l o , le lo pido y r u e g o : mas si mis"sú­plicas no b a s t a n , acuérdate que has ju - ' , r ado obedecerme. Te mando que me g o ­biernes.

Estas razones vencen la obstinación del"anciano ; admite el m a n d o , pero exi­ge sea su compañero León te. Las t r o ­pas los aclaman juntamente . Sofanor se presenta en breve cubierto de sus an t i ­guas a r m a s ; su e d a d , su rost ro venera­ble cubierto de una larga y blanca b a r ­ba , inspiran el respeto , y su joven co­lega infunde terror . Los dos de acuerdo disponen la m a r c h a , y ya solo se espe­r a la llegada de sus aliados.

Aparecen estos en breve. Los Pelinios, los Amilernos , los pueblos de Frentania y Carazena bajan de los Apeninos y se unen á los marsos. Sofanor para dar la

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LIBUO I V . 89 señal de la marcha , levanta en el ay re el d r a g ó n , insignia que guia á los marsos en los combates.

A este tiempo un por ten to espantoso detiene y cubre de ter ror todo el ejérci­to . Aparece en los ayres una águila que tiene entre sus crueles garras un horr ible d r a g ó n , el cual sangriento y respirando a p e n a s , se enrosca , forceja y procura he ­r i r con su ponzoñosa lengua al ave del tonan te . Todos los soldados esperan i n ­móviles el fin de aquella r iña ; pero en b reve el águila victoriosa rompe con su acerado pico las verdes escamas de su ene­migo , le arranca las entrañas y le d e ­j a caer sin vida en medio de los ba ta ­llones marsos.

¡ Qué presagio para aquellos gue r re ­ros ! Leonte que los ve cubiertos de u n frió yelo , toma el pr imer arco que e n ­cuentra ,- fija la vista en el águila vence­dora , y siguiéndola hasta las nubes le dispara una flecha y cae muerta á sus pies. De este modo , esclama , abatiré las águilas r o m a n a s ; así vengaré los pueblos que pretenden avasallar. No temáis , mar -sos , el mejor agüero es la justicia de nuestra causa. Peleáis por la p a t r i a , R ó -ntulo por la ambición ; id seguros de la asistencia de los Dioses.

Estas razones y aun mas su acción, ahuyentan el temor de todos los corazo­nes . Recobrados los marsos pueblan los

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9o NUMA POMPU.JO. ayres con alegres g r i t o s ; todos se creen invencibles con L e o n t e , y las tropas con­tentas y llenas de esperanza , se adelantan á marchas redobladas .

Encuentran á los Romanos en la v e ­ga de Lucencia , que acaba por la par lé del norte y oriente en unos cerros , y por la del occidente y mediodía en unos mon­tes. Rómnlo había puesto su campo á la falda de estos. Sofanor y Leonte se for­tifican á la falda de los cerros , dejando entre ellos y los enemigos el rio Fucíno.

Inmediatamente se adelanta Rómulo á la orilla de este á reconocer la situación de los enemigos: examina el espacio que ocupan , le compara con el s u y o ; mide con la vista la llanura , nota hasta la mata mas pequeña ; hace sondear el r io , se asegura de que es vadeable ; y cierto de todas estas observaciones vuelve á su t ienda , jun ta los cabos del ejército y de­clara que al amanecer del dia siguiente intentará el paso del r io . Manifiestan to­dos gran sorpresa ; pero Rómulo les es-plica en breves razonas el orden del a ta­que , el puesto que cada uno debe ocu ­par , el sitio á que se ha de procurar lla­mar al con t r a r io ; lo que se ha de hacer si vence , y los recursos que se han d i s ­puesto si los rechazan. F ina lmente , les demuestra que todo lo ha p r e v i s t o , ora venzan , ora sean vencidos.

Sus generales le admiran. Numa, t rans-

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LIBRO I V . or porta l o de gozo no cabe en sí. En fin, se decía, ya ha llegado el día tan deseado! ¡Día feliz en que mostraré que soy d ig ­n o de amar á Hersil ía! El impacienté amante vuela al cuartel de los sabinos, recorre las t iendas, llama por su n o m b r e á los gefes y soldados; les anuncia la ba­talla , los abraza y acaricia ; cuenta sus­pi rando las horas que se han de pasar hasta el combate , y su ciego a rdor le hace murmurar contra Rómulo , porque no ha intentado el paso del r io aquella misma tarde .

En tanto que Numa se entrega en te ­ramente al afecto que le domina , ve en­t r a r en el campamento una par t ida que habia ido á sorprender un lugar : esta cruel comisión había sido fielmente eje­cutada. Los romanos traian consigo una mul t i tud de mugeres , niños y viejos afli­g idos ; traian estos desventurados las m a ­nos atadas á la espalda , y caminaban con la cabeza baja y vert iendo amargo l lan to . La madre , el hijo , el esposo levantan uno sobre otro su tímida v i s t a ; no se atreven á hablar y hacen vanos esfuerzos para juntarse y mezclar sus lágrimas. Los desapiadados soldados les vedan aun este triste alivio, apresuran el paso de los mas tardíos con amenazas , con el cuento de sus lanzas y á veces con el hierro que ensangrientan en sus carnes. Los inhuma­nos eran mas compasivos con las reses y

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ga NUMA POMPILIO. ganados que traian con e l los ; mal t ra taban á lo3 viejos y mugeres , y cuidaban con esmero de los bueyes y ovejas que les ha ­bían qu i t ado .

No pudo Numa ver con indiferencia aquel triste espectáculo; todo lo abando­na y olvida para volar al socorro de aque­llos infelices. Ya estaban delante de la t ienda real , en donde mezclados con sus rebaños , esperaban la decisión de su t r is­te suerte. Numa se arroja á los pies de HornilloV ó mi r e y , le d i c e , m i ra , m i ­ra las atrocidades que se cometen á la sombra de tu n o m b r e , mira esos desd i ­chados arrancados de sus hogares , carga­dos de cadenas y de ultrages ! Qué han hecho ? cual es su delito ? Postremos en hora buena á los que nos resisten ; corra la sangre en las peleas , la crueldad es alli inevitable : pero asaltar á unos desventu­rados que no se defienden; vencer mu­geres y caducos , é insultarlos cuando es­tán vencidos , es una villanía , una cruel­dad atroz que los Dioses deben castigar. Hijo de un Dios , á tí te toca hacer jus ­ticia : vuelve la l ibertad á estos cautivos, haz que se rest i tuyan á sus casas y que les vuelvan. . . .

Compadezco tu ignoranc ia , responde Rómulo , interrumpiéndole. Esos esclavos, esos ganados no son m í o s , son de mis sol­dados , este es el premio de su va lo r , de su sangre y fatigas. Antes de ser h u m a -

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LIBRO I V . 93 no con mis enemigos , es debido ser j u s ­to con los compañeros de mis glorias. De­b o distribuir esa presa entre los cabos de inis t r opas ; á ellos loca después dis­poner de su s u e r t e ; y p a r a que n inguno pueda quejarse , la suerte arreglará sus porciones respectivas.

Siendo así , responde Wuma levantán­dose , yo como comandante de las legiones sabinas debo en t r a r á la par te .

Se conviene Róraulo. Manda t raer la u rna de las suertes , y se ven adelantar ­se todos los cabos para tener par te en el bo t in , semejantes á una trailla de va le ­rosos perros , que en torno del ciervo que -lian r e n d i d o , no se atreven á cebar sus dientes en é l , contenidos por la p r e ­sencia de su a m o , pero esperan la señal de ha r t a r se , con el ojo ardiente y jadean­do de fatiga y gozo.

Céres que no perdia de vista á Numa, y que desde el Olimpo aplaudia á su hu­manidad , dirigió las s u e r t e s , é hizo le tocase la mayor pa r t e .

Se apodera Nurna de sus cautivos y r e b a ñ o s , y camina con ellos hasta la sel­va que estaba inmediata al campo. Allí forma un altar con piedras y céspedes, le cubre de leña p a r a consumir la vic­t ima. Después escoge una blanca becerra, de r rama leche pura entre sus cuernos, la inmola y entera la coloca en la pira; antes de a r r imar el fuego dirige esta ora-

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g4 NUMA POMPILIO. cion á Céres. Hija de Júpi ter , yo te ofrez¿ co esta v íc t ima; mas ¡ ó desgraciado Ñ a ­ma , si pensara que la sangre de una ter­nera me habia de grangear tu a m p a r o ! No se logra tener á los Dioses favorables con solo el humo de los sacrificios. Mas gra to les es un desdichado socorrido que un hecatombe. Recibe p u e s , b Céres! una ofrenda mas digna de tí . Entonces se vuelve á sus caut ivos : a m i g o s , les dice, os concedo la l ibe r tad , os han despoja­do de vuestros bienes , tomad á lo m e ­nos los que poseo ; estos rebaños son vues­t r o s : repartidlos entre vosotros , volved á vuestras casas y bendecid el nombre de Céres pues á ella debéis la l iber tad.

Dice, y aquellos infelices dudan si lo que oyen es un s u e ñ o : quedan inmóvi­les , juntas las manos y abierta la boca. Aun hablaba N u m a , cuando una llama celestial baja sobre su cabeza , le rodea tres veces y después prende fuego á la le­ña del al tar . Al punto arde la víctima , la llama activa y resplandeciente sube hasta el cielo ; se desprende de las nubes un rayo , y cae á los pies de Numa un escu­do de oro . Al mismo tiempo se oye una voz fuerte como la de un ejército entero, que d ice : El dueño de ese escudo será siempre invencible. Numa , los Dioses te protegen : no es posible agradarles y ser semejante á ellos , sino egerciendo la hu­manidad. Cesa la voz y la víctima no es

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LIBRO I V . g5 ya mas que un montón de cenizas. El olor divino que se siente en tornó del al tar , dice claramente que una deidad acaba de hablar á Numa.

Este joven , pos t rado en el sue lo , se levanta con el corazón lleno de aquella pura alegria que siempre resulta de una buena ancion. Toma en sus manos y exa­mina el celestial escudo : era todo de oro pu ro y hecho á la usanza de los Tracios . En él estaban representados con admi ra ­ble artificio todos los sucesos del reynado de Astrea , época feliz y mas apar tada que otra alguna de la memoria de Jos hombres , tan propensos á olvidarse del bien. En un lado se veía un pueblo afli­gido de la h a m b r e , recibiendo de otro pueblo la mitad de sus f rutos : en o t ro , varios hermanos privándose cada cual de una porción de la paterna herencia , p a ­ra dar un campo al huérfano que han aco­g i d o : mas allá se mira un padre de fa­milia que está segando sus panes , y con disimulo deja caer muchas espigas , para aumentar la corta ganancia de las espi ­gaderas . Por todas partes el escudo d i ­vino representa acciones de virtud y b e ­neficencia. Sin duda su inmortal artífice pensó que nunca necesitan mas los hom­bres tener presente estas virtudes , que cuando se hallan entre los horrores de la guerra .

En tanto que Numa admiraba gus to-

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96 NUMA. POMPILIO. so aquel divino artefacto , los prisioneros-que habia l ibertado formaban á sus pies un cuadro digno de colocarse en el celes­tial escudo. Postrados á sus p ies , es ten­didos los brazos acia él , manifiestan con lágrimas y voces interrumpidas su g r a ­t i tud y alegría. Las madres levantaban en alio á sus niños para que viesen á su l i­ber tador : unos le besaban los vestidos, otros le anunciaban las mayores felicida­des. El mas anciano de todos se ade lan­ta apoyado en un rústico cayado y le d i ­ce :

Los Dioses te premien , ó joven vir­tuoso , por todo el bien que nos haces. Jamas fuimos enemigos de tu pueblo : so­mos unos pobres pastores , que viviendo en medio de ásperos riscos entre los mar -sos y Heroicos, hemos conservado n u e s ­tra independencia á favor de la aspereza y pobreza de nuestras sierras. Así lo de ­claramos á los soldados de Rómulo , p e ­ro nos han t ra tado como á enemigos , a u n ­que sabían que no lo eramos ; ¡ y t ú , cre­yéndonos tales , nos tratas como á herma­nos ! Vive seguro de que los Dioses te protegerán : puede que esperimenten tu v i r tud con reveses , pero no te dejarán oprimido al peso de la desgracia. A Dios, y acuérdate de los Rheatos ( q u e este es nuestro n o m b r e ) : si algún día vinieres á nuestras m o n t a ñ a s , oirás á nuestros nie­tos bendecir el nombre de Numa.

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LlEEO I V . 97 Después que habló a s í , el viejo fué

á presidir al repart imiento que los Rhea-tos hicieron entre sí de los ganados y r e -ses , y Numa se retira huyendo de su agradecimiento, llevando consigo el escu­do de oro , 'y vuelve á los reales pensa­tivo y tu rbado .

Sus pensamientos tenian por nor te á Hersilia ; su corazón lleno de esperanzas y alegría se entregaba á todas la ilusio­nes del amor.. A pesar suyo dirige los pa­sos á la tienda de la princesa. Luego que ha llegado á la puerta , no se atreve á e n t r a r : se de t iene , suspira y teme. Aquel guerrero que lleva en su brazo un escu­do que le hace invencible; aquel gue r ­rero que pene t rada fácilmente en los r e a ­les enemigos , no tiene ánimo para le-r van ta r la cortina de púrpura que cierra la t ienda de su amada .

Ya finalmente cobra valor y la levan­ta , no está Hersilia en la t ienda. Con su ausenc ia , mas animoso N u m a , entra y registra todo aquel asilo. Todo lo que mira le ofrece la imagen de Hersi l ia : ve sus a r m a s , sus dardos , sus flechas , su lira , sus vestidos y la guedexuda piel de león que le sirve de cama. Se queda in ­móvil , no se atreve á tocar nada de lo que ve y no puede separar la vista de aquellos dulces objetos. Una languidez ge ­neral embarga sus sentidos , le faltan las fuerzas, se sienta en el mismo sitio en

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9 8 NUMA POMPILIO. que Hersilia ha estado sentada ; respira" ei mismo ayre que e!Ia ha respirado : e s ­tas ideas le- arrebatan , su razón se ofus­ca , respira con dificultad y ua llanto a r ­diente inunda sus meglllas.

De repente oye mil gritos por todo el campo : las trompetas tocan al a rma y se oye un ruido espantoso por la p a r ­te del cuartel de Hámulo. Hersilia , la misma Herj i l ia , turbada y sueltos los ca­bellos llega gri tando : A las armas ! á las armas , sabinos ! Toma con precipitación el yelmo y los d a r d o s , y así desarmada, sin coraza ni escudo , quiere volver al com­b a t e : ah princesa ! le dice Numa de te ­niéndola , yo cuidaré de que los sabinos se armen , pero haz tú lo propio y toma este escudo , don precioso de una deidad: defendiéndote guardará mi propia v ida . Dice y sin aguarda r respuesta , le deja el divino escudo y corre á j un ta r sus va­lerosas huestes.

Leonte ocasionaba esta alarma. Luego que se vio tan cerca de los romanos , for­mó el proyecto de asaltarlos el p r imero . No dudes , sabio Sofanor , habia dicho á su colega , que Rómulo nos atacará m a ñ a ­na : nuestra gloria pide que le ganemos po r la mano . Luego que el lucero de la noche salga sobre el horizonte , tomaré tres mil hombres escogidos , pasaré el r io á nado y penetraré con el fuego y el yerro hasta la tienda de Rómulo , y si

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LIBKO IV . 90 un éxito feliz corona mi empresa , tengo pensada otra mas impor tante .

Sofanor le abraza y aprueba su desig­n io . Va con él á escoger los tres mil guerreros ; los arman con espadas cortas, yelmos sin penachos , y les mandan dar de negro á todos los escudos y corazas : So­fanor les pondera el honor de acompa­ña r á su general en función tan impor ­tante . Luego que las tinieblas de la n o ­che cubren la tierra , Leonte sale con e l los , sube una media legua contra la corriente del rio , le vadea , vuelve á po­ner en orden sus so ldados , los anima, los exita é inflama sus pechos con el n o ­ble a rdor y audacia del suyo. Apiñados estos guer re ros , guardan el mayor silen­c i o : ciertos de vencer con tal caudillo, se adelantan l igeramente acia el campo de Róinulo.

Llegan á las guardias avanzadas y las pasan á cuchillo antes que puedan defen­derse : los demás puestos cpie encuentran tienen la misma suerte. De este modo l le­gan sin encontrar obstáculo hasta cerca de la tienda del rey de Roma : enton­ces prorumpen en horribles gritos , y des­t rozando cuanto encuentran se acercan precedidos del estrago y la muerte ha s ­ta la tienda real .

En aquel ins tan te , Rómulo estaba so ­lo en ella , meditando el ataque del dia siguiente. A- las primeras voces se le -

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l o o NUMA POMPIT.TO. * levanta , escucha y brama de cólera al conocer las voces de los vencedores. F u ­rioso al verse sorprendido por unos bár ­b a r o s , se pone el yelmo , embraza su es­cudo , y tomando dos p icas , sale volan­do á echarse en medio de la refriega. V u e l a , hiere y l lama: su voz semejante al t rueno se oyó desde los dos estreñios del campo. Sus guerreros acuden á ella: Horacio , Miseno , Bruto , Abas y otros hallan á su valiente rey resistiendo él so- ' lo á los enemigos. Ya su brazo fulmi­nan te habia hecho morder el polvo con las bascas mortales al esforzado Ofeltes, al valiente Aulastor , á Sofaris y á Cor i -n e o . El desgraciado Penlheo compró con su vida el honor de haber herido á R ó ­mulo . Su pica ha penetrado la coraza del rey y la de este le part ió el corazón. A t u r ­didos los marsos sienten que su ánimo decae , se contentan con defenderse , y r e ­chazados por todas partes buscan y l ia - : man á Leonte .

Este que se habia internado en las t ien­das de Rómulo , vuelve á salir á este t iempo. En la una mano tiene su clava y en la otra varios haces de sarmientos encendidos: á su vista se detienen los r o ­manos y los suyos dan gritos de alegría. El fiero Leonte se pone á su Cabeza y a r ­roja los sarmientos. por todas la t iendas r o m a n a s : comunicase el fuego con r a p i ­dez ; arden las fuertes lonas y estallan las

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LIBRO I V . 101 snaderas. Leonte que juzga muy lento el i n c e n d i o , le aumenta con los golpes de su clava. Pasa y vuelve á pasar por e n ­t re las llamas ; mata á Másico, Abas , T ¡ -b u r y Talasio ; Miseno le detiene un ins­tan te , pero con un golpe deja su cuerpo desfigurado y sin alma. A cualquiera pa r ­te que se vue lva , lleva el incendio y la muer t e . Así baja la ardiente lava desde las cumbres del Etna , corre en arroyos de fuego por los campos , a r r a n c a , con ­sume y destruye las peñas , árboles y fru­tos que encuentra , cubriendo de estragos y ruinas cuanto llega á tocar.

Al ver Rómulo tantas muertes de los suyos , empuña su fuerte p ica , echa a las espaldas su inmenso escudo y corre p o r entre los muertos y heridos á oponerse á Leonte . Se le acerca y quiere hablar le , pero el furor le deja sin voz : le mira con ojos centellantes , escoge el parage en que ha de herirle , y vibrando su pesada p i ­ca la despide con todas sus fuerzas c o n ­tra Leonte . Es muy creíble que no le hubiera preservado la piel del León Ñ e ­meo de este golpe formidable, que hubie­ra dado fin en aquel instante á las h a ­zañas del h é r o e ; pero encontró la pica de Rómulo con la pesada clava funesta á tantos romanos , y penetrando por entre los ñudos y puntas de que estaba guar­necida , se metió medio palmo en la made ­ra y la arrancó de las manos de su dueño.

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l o a NUMA POMPILIO. Desarmado L e o n t e , mira al r ededor

de s í , y ve una pesadísima p i e d r a , que no habían podido sacar del campo y ser­via de límites, á los labradores . Ase de e l l a , la arranca y levantándola encima de su cabeza, la despide contra su ene­migo.

Cae Rómulo herido bajo de la piedra.-sus guerreros acuden á socorrerle y le sa l ­van la vida ; pero no puede sostenerse en pié .• molido y quebrantado del gol­pe atroz , vomitando sangre , caída la ca­b e z a , los brazos desa rmados , sin conoci­miento y casi sin v i d a , le llevan á su tienda en el instante que Hersilia y N u ­ma vienen á socorrerle con sus sabinos.

Fin del libro cuarto.

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NUMÄ

IO

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O Q U I N T O .

ARGUMENTO.

HERSJIJA y Numa rechazan á los marsos. — Retirada de Leonte. — Rórnulo for­tifica su campo. — Nuevas proezas de Leonle. — Reunión de los marsos y sam-nltas.—Junta Rómulo el consejo.— Va Numa á apoderarse de los desfiladeros de los montes Trebianos. — Halla en aquellas sierras un pueblo que le ama. — Derrota de los marsos y samnitas en los desfiladeros. — Desafio de Numa y Leonte.—Magnánima modestia de Numa. — Sabe que Tulio está espiran­do y lo abandona todo para ir á ver­le.

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LIBRO V . m 5

la manera que un peñasco de for­midable t a m a ñ o , desprendido de la cima de una montaña , rueda con estrépito acia la l l a n u r a , y rodando aumenta su v i o ­lencia , r o m p e , troncha , arrastra cuanto encuen t ra ; las n in fa s , los pastores a s u s ­tados huyen con espanto ; los ganados asombrados se precipitan en el va l l e , y el labrador sobrecogido ; del ter ror no se atreve á huir ; pero en lo mas furioso de su curso halla el peñasco dos fuertes r o ­bles , los cuales nacidos uno jun to á o t ro , ha cien años que entretejen sus ramas y r a i ce s ; allí se detiene ; los árboles resis­ten el choque y salvan á los pastores y rebaños ; de este modo mismo se detiene Leonte al encontrarse con Hersilia y Numa.

La altiva Amazona fué la que empe­zó el asa l to : b á r b a r o ! le g r i t a , el g ran Jdpiter te pone hoy en mis manos j lu postrer hora ha llegado. Anda á vana­gloriarte al Averno de haber herido al gran Rómulo. Dice , y arroja con toda su fuerza un nudoso dardo que su furor no le permitió dirigir con acierto. Vuela el h i e r r o , pasa al lado de L e o n t e , y a t ra­viesa las entrañas del valiente Telón , que á la sazón despojaba de sus armas el ca­dáver de Arunco . L e o n t e , sin alterarse, arranca el dardo del cuerpo de Telón , y y mirando á Hers i l ia , le dice con a m a r ­ga sonrisa ; te vuelvo tu a r m a ^ aprende

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106 NüMA POMPILIO. á usar mejor de ella , y se le l i ra . Nii~ raa se arroja al encuentro del d a r d o : ol­vida que su amante está defendida del celestial escudo ; le parece que su cuer ­p o la cubrirá mejor. Da el da rdo en me­dio de su pecho ; su punta cruel rompe el oro y el bronce de la coraza y aun penetra un poco en las carnes del gene­roso aman te , t iñendo sus armas de un be ­llo color de púrpura . Ve Numa correr su sangre y solo piensa en Hersilia : cuanto mas terrible ha sido el go lpe , tanto mas tr ibuta gracias á los Dioses por haber li­b rado de él á su querida p renda ; pero en breve este afecto cede el puesto al de­seo de la venganza : se abalanza á Leon­te ; pero un tropel de combatientes los apar ta y no pueden volverse á jun ta r .

Entonces , Numa se arroja contra los marsos que caen bajo su acero como las espigas á impulso de la hoz. Siempre al lado de Hersilia , hiere y mata con una mano y con la otra aparta todos los gol­pes que amenazan á la Amazona. Esta suelta las riendas á su furor y deja sin vida á Ocreo , Opiter , Soractor y el j o ­ven Almeron : Almeron, único hijo d é l a

.desventurada Carí t ida: esta madre amo­rosa habia previsto su temprana muerte .

Cuando los marsos hicieron gente pa­ra ir contra los romanos , Almeron de edad solamente de quince años , habia hui­do de la casa maternal para juntarse con

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Lnmo V. 107 las t ropas. Llega desolada esta triste ma­dre al tiempo que iban á marchar y pre­gunta á todos por su hi jo . Este que la ve venir procura esconderse entre las últimas filas. ¡ Mas quien podrá ocultarse a l ojo penetrante de una m a d r e ! Caríti-da le descubre , vuela á é l , le estrecha en sus brazos , le inunda con su llanto , y en tanto que Almeron no se atreve á le­vantar los ojos , temiendo sus reconven­ciones , ella ahogada entre sollozos le di­ce : Hijo mió! único bien mió ! huyes de mí ! abandonas á tu madre ! ¿ Qué podrás hacer en los combates ? ¡ Apenas puede tu débil brazo sostener la pica las fle­chas que despides pueden apenas malar un cervatillo y quieres ir á oponerte á los famosos guerreros de Roma ! O hijo querido ! Espera á lo menos para a b a n ­donarme que no necesites d e v tu madre ; espera para darme la muerte á que pue­das vivir sin mi. L l o r a s , me abrazas y no me prometes renunciar á tu cruel d e ­signio ? Y vosot ros , marsos , lo consenti­réis ? Habéis tenido madre? . . . . Pero pues no hay remedio , dénseme armas , iré á todas partes al lado de mi hijo ; pa r t i ­ciparé de sus r iesgos , le cubriré con mi cuerpo , y daré uu ejemplo del valor que inspira el amor materno.

Desde aquel dia no se separó jamas de su hijo. Leonte que amaba á la ma­dre y al hijo les h a b í a - m a n d a d o 110 se

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i o 8 NUMA POMPILIO. apartasen de él un solo i n s t an t e , y así, luego que el joven Almeron habia dispa­rado su flecha , volvia á ponerse á c u ­bierto entre su madre y su general ; pe­ro en aquella noche funesta se habian separado de Leonte y encontrándolos la temible Hersilia , á pesar de los gri tos y defensa de Carítida , sepultó su espada en el pecho del tierno n iño . Cae A l m e 1

ron como una hermosa flor arrancada al suelo nativo en su pr imera aurora : sus ojos antes de cerrarse buscan los de su madre ; esta le ve y muere sin recibir otra herida.

Numa , no tan c r u e l , aunque igual ­mente formidable , solo ensangrienta sus armas en los que resisten. H i s p o n , Mar -sena y Priverno han espirado á impu l ­sos de su lanza: Nasamon y Serapino han mordido la tierra con las bascas de la muer te . Liger el animoso , se atreve con todo á hacerle frente y de cerca le a r ­roja su disco. Hubiera muer to Numa á no bajar la cabeza .• el cortante diseo se lleva la esfinge que brillaba en su yelmo y hace volar por el ayre los penachos de púrpura . Numa entonces arremete á Liger y rompe la pica en su cuerpo . Des­nudando después la terrible espada de Pompi l io , hiende la cabeza á Or imantho ; corta el brazo derecho á T a r c h o n , deja á sus pies sin -vida á Querseno , y persi­guiendo á los marsos ya puestos en fuga,

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LIBRO V . 109 consigne arrojarlos de los reales. Leonte solo se quedó en ellos.

Abandonado de todos los suyos , L e o n ­te no piensa en que está s o l o : lia r eco ­brado su ferrada clava , no necesita t r o ­pas que le defiendan. .Pero los sabinos le cercan y el feroz Ufencio se adelanta y le grita con voz t e r r ib l e : no es esta la asamblea de los marsos en donde basta el doblar un árbol para ser e le­gido gene ra l ; es preciso m o r i r , no pue­des huir . Leonte le mira , se sonr ie , evi­ta el dardo que le arroja , y abalanzán­dose á él como un rayo , le abraza y le hace vomitar el alma y las ent rañas por la boca : le arroja en el suelo , y pues ­to un pie sobre el cadáver .palpi tante, le­vanta con fiereza la cabeza y pasea sus ojos con ánimo sereno por todo aquel cír­culo de lanzas y espadas que le rodean . Inaccesible al t e m o r , escoge el para ge po r donde ha de arrojarse : resuelto fi­nalmente á la r e t i r a d a , cierra con los que le impiden el paso ; los ahuyenta ó despachurra con su elava y alejándose len­tamente y de malgrado , como un lobo que todavía hambr iento huye del redil á su pesar , tres veces vuelve á embestir y tres veces ahuyenta las t ropas que le persiguen. En breve se jun ta con los su­yos : su voz terrible los detiene. Vuelve a ponerlos en orden , y caminando en el espacio que hay entre ellos y los Roma-

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I I O NU5IA POMPILIO. nos , cubre la retirada de los marsos, r e ­chazando y conteniendo á aquellos.

Numa irr i tado de las proezas que le ha visto h a c e r , quiere ir á pelear con é l ; pero el ruido que oye á la orilla del r io llama su atención. El anciano Sofanor venia al frente de sus tropas á favorecer la ret i rada de su colega. Los marsos apa­rentan que van á pasar el Fucino , y N u ­ma por defender la orilla se ve precisado á abandonar á Leonte. Este guerrero ilus­tre se aparta con el resto de los suyos de aquel campo que ha llenado de san­gre y muertes .

El prudente Sofanor , muy práctico en el ar te de la guerra , mantuvo sus t ro­pas á la orilla del rio hasta que sa l ió 'e l sol. Numa y sus sabinos, aunque tan can­sados con las fatigas de aquella noche cruel, tampoco abandonaron la orilla opuesta. Cuando Sofanor juzgó que su colega p o ­día haber ejecutado su proyecto , ret iró las tropas y Numa ejecutó lo propio con las suyas.

Desde aquel instante se ocupa en te ra­mente en el cuidado de los her idos. T o ­dos los que halia en estado de ser cura­dos , sean marsos ó romanos , tienen igual par te en sus desvelos y logran un p r o n ­to alivio. Busca en todos los sitios en que se ha peleado los que viven todavía , con si mismo zelo y a rdor que buscó duran­te Ja refriega los que mas se. resistían. Ya

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LIBRO V . no piensa en la g lor ia , solo se acuerda de ser humano , y reputa como hermanos los enemigos ya vencidos.

Después de haber cumplido estas sa­gradas obligaciones , y después de a se ­gurarse por sí propio que sus valientes sabinos pueden entregarse sin recelo a l descanso , corre S u m a á la tienda de R ó -mulo sin querer que antes le curen su he ­rida ; la necesidad de ver á Hersilia era para él la mayor de todas. Entra y ve al rey tendido sobre unas pieles de l eo­pardos , cubierto de vendajes sangrientos y rodeado de su hija y de los geí'es del egército. Menos ocupado de sus males que de la positura de. sus t r o p a s , guardaba un triste silencio, que in ter rumpió al llegar lVuma. Te estaba a g u a r d a n d o , esclainó; ya sé , joven esforzado , tus valerosos he­chos ; tú solo has salvado hoy al egér­cito ; acércate , ven á ab raza rme ; tu glo­ria es el mayor alivio de mis males. N t i ­ma se pone de rodillas y besa las m a ­nos de su rey. L e v á n t a t e , le dice este, y piensa en ejecutar lo que voy á encar­gar te .

Los bárbaros nos han so rp rend ido , y el estado en que me veo me obliga á di­latar mi venganza: . pocos dias hastarán a mi restablecimiento ; pero duran te es­te tiempo , es preciso resguardar nuestro campo de otro nuevo insulto. V e pues, valiente JVfuma , lleva diez cohortes á la

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n a NUMA POMPILIO. selva inmediata y les harás cortar cincuen-ta mil estacas fuertes , de la altura de un hombre y bien aguzadas por las pun ­tas. T ú , Meció , entre tanto , harás ha­cer un foso ancho y profundo , que for­mando un cuadro perfecto , rodeará y cer­r a r á todo el campo , y solo dejarás en medio de cada lado una entrada ; e m ­plearás en este trabajo las legiones lati^ ñ a s , que son las que menos han pade­cido esta noche pasada. Id pues y p r o ­curad que todo se haga breve y puntual ­m e n t e ; á la noche volveréis á tomar nue­vas órdenes.

Meció y Numa obedecen pron tamente . El prudente Rómulo hace clavar las es­tacas en el borde interior del foso á po­ca distancia unas de otras , y cubr ién­dolas después de tierra , habiéndolas an­tes a tado unas á o t r a s , aguzadas las p u n ­tas que sobrepujan el espaldón de t ierra, consigue verse rodeado de un bosque de dardos . En tres dias concluyen Meció y Numa esta grande o b r a ; en las cuatro puertas levantan ocho reductos llenos de soldados , y los Romanos , seguros y t ran­quilos en su campo , como si estuvieran en su c i u d a d , admiran como el genio de uno solo puede salvar ó perder á mu­chos millares de hombres .

Sofanor , t ranquilo al ot ro lado del r io , habia visto los trabajos de Rómulo sin inquietarle. Sospechoso Rómulo acer -

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LIBRO V . n ' i ca de esta inacción , no podia penetrar el motivo que impedia á los marsos de obra r . ¿ Que hace p u e s , esclamaba , ese temible Leonte? Sin duda se contenta con haber herido á Rórnulo ; mas no por eso juzgue que me ha vencido , apenas p r in ­cipia ahora la campaña. ¿ Por qué ese caudi l lo , tan propio para los asaltos n o c ­t u r n o s , no intenta quemar segunda vez nuestros reales? ¡ O Júp i t e r , ó M a r t e , p a ­d re mió ! aliviadme los dolores que p a ­dezco , volved la fuerza á mi brazo en­fe rmo, y no me ocultaré entonces en mis reparos .

Así hablaba Rómulo cuando ve llegar á su presencia un soldado de Capúa cu­bierto de sangre y polvo ; jadeando y me­dio muerto venia de la ciudad de A u -sencio á donde su rey se habia r e t i r a ­do . Qué noticias me traes ? le p regun­ta Rómulo. ¿ H a n forzado el paso los sam-nitas ? Han sitiado á mi aliado ? Tu a l ia ­do , responde el s o l d a d o , está en poder de los enemigos. Leonte , el formidable Leonte se ha aparecido bajo los muros de Auxencio cuando le creíamos estar p e ­leando contigo. Se ha hecho dueño de la c i u d a d , del r e y , de sus tesoros , d e s ú s t ropas y almacenes; y no contento con esta hazaña , ha volado á sorprender el egército que esperaba á los samnitas á la bajada del Apen ino , le ha der ro tado y se ha jun tado con estos terribles enemigos.

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i i 4 NUMA POMPILIO. Al oírle Rómulo deja caer la cabeza

sobre el p e c h o , calla y se queda inmó­vil ; pero en breve recuerda al estrépito-de clarines y trompetas que se oye d e la par te opuesta del r io . La causa de este marcial estruendo era el m a g n á n i ­m o L e o n t e , que conducía al campo d e Sofanor al rey cautivo , cuatro mil p r i ­sioneros , un botín inmenso y las inven­cibles escuadras de los samnitas. Los r o ­manos ven distintamente al rey , resplan­deciente de o r o , montado sobre un her­moso caballo. Leonte cubierto de la piel de l eón , camina á pie á su l a d o ; sus v a ­lientes marsos le rodean , y veinte mil samnitas , cubiertos de bruñido / tcero, cierran su marcha triunfante.

Ponen sus tiendas estas nuevas tropas al lado de las de Sofanor , y apenas cier­ra la noche , cuando mil fuegos encen­didos en toda la ribera del Fuclno a l a r ­man á los romanos y les hacen temer se-, gundo insulto.

Estos valientes romanos que hasta entonces prorumpían siempre en gritos festivos al ver el enemigo , ahora gua r ­dan triste y profundo silencio á la vista de aquel campo formidable. Los soldados se íniran unos á otros c o n ' espanto ,• los cabos no se atreven á comunicarse sus temores , todos vuelven los ojos á Rómu­lo. Se doblan las guardias y batidores , se prepara todo para el combate , y á p e -

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LIBRO V . n 5 sar de la fuerza y solidez de las nuevas obras , del número y valor de las t r o ­pas , la inquietud y el recelo ocupan to ­dos los ánimos.

Rómulo mismo eslá receloso y turba­do , pero muestra en público un rost ro sereno. Apoyado sobre una lanza y ca ­minando con dificultad á causa de su he­rida , visita todos los cuar te les , anima á los so ldados , y aunque su corazón está oprimido de tristeza, da en alta voz gra­cias á los Dioses que le entregan juntos á sus enemigos.

No obstante una orden secreta j un t a el consejo. Meció , Valerio , el sabio Ca­lilo , el prudente Eruto y otros capitanes de acreditada esperiencia , acuden á la t ienda del soberano ; su nacimiento lla­ma á esta junta á la bella Hers i l ia , y á Numa sus hazañas. Los Helores guardan la entrada de la tienda real y apartan a los curiosos. Entonces 1 Rómulo , dejando la serenidad aparente que ha manifestado á las tropas , mira con inquietud á todos los concurrentes , y les dice de este modo :

Vuestros consejos , compañeros mios, me han sido siempre muy ú t i les , pero boy me son del todo necesarios. Los ene­migos , vencedores de mis cobardes alia­dos , tienen triplicadas fuerzas que n o s o ­tros . Es cierto que á favor de nuestras trincheras les podemos resistir fácilmente; pero si pasan el rio y nos bloquean en

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1 1 6 NUMA POMPILIO. nuestro campo (cosa muy creible) antes de ocho días nos faltan los v íveres , y pereceremos sin pelear ; ¿Que haremos , amigos m í o s , en situación tan crítica? ¿ Pelearemos contra los dos egércitos r e u ­nidos y evitaremos muriendo una cap i ­tulación vergonzosa , ó bien intentaremos una re t i rada que siempre ha de ser con mucho riesgo y pérdida ?

Calló Rómulo , y Meció propuso se enviase á R o m a , pidiendo socorro á Ta» ció , y que entre tanto se esperase al res­guardo de los reparos que llegase el c o ­lega de Rómulo ; Bruto al con t ra r io , fué de opinión que se presentase la batalla al enemigo , pues no había otro medio menos incierto ; pero Hersilia se le o p u ­so diciendo : en tanto que mi padre no pueda pe lear , no debemos tener funda­das esperanzas de vencer.; de su brazo pende la victoria , y ahora no puede ser­virnos ; sigamos el consejo de Meció , es­témonos quietos en el campo y envíese al pun to á pedir refuerzo á la c iudad; pero convendría para repr imir el orgullo de los enemigos é impedirles que nada emprendan en algunos dias , que Numa y y o , saliendo á la media noche , pene ­trásemos en el campo de los samnitas y en tanto q u e , alucinados con su victoria y fatigados de la marcha , se entregan al descanso, nosotros llenaríamos sus tien­das de muertes y estrago. Este es mi dic-

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LIBRO V . 1 1 7 lamen ; si mi padre le aprueba . vamos al punto á ejecutarle.

Numa la escucha arrebatado de gozo. -

sus ojos siguen todos los movimientos de Hersilia : su corazón palpita viéndose pre­ferido de el la , y esta noche en que d e ­ben pelear juntos le parece la época mas feliz de su vida. Pero Rómulo desvanece sus esperanzas, oponiéndose al intento de su hija : los demás gefes proponen a r ­bitrios ó imposibles ó mas peligaosos que el mismo mal . Todos proponen , d i spu­tan y repiten lo dicho. Se alarga la se ­sión y nada se ha logrado mas que es ­poner claramente todos los males , sin encontrarles remedio suficiente.

De improviso el joven Numa se sien­te inspirado de Minerva : pide permiso para h a b l a r , y Rómulo se le concede m i ­rándole con complacencia. Gran rey , le dice el Héroe , creo que hay un medio , n o digo para salvar al egército solamen­te , pero aun para asegurarte la v ic to­r ia . A nuestras espaldas tenemos los mon­tes Trebanios : estas asperísimas sierras tienen gargantas y desfiladeros , en los cuales cien mil hombres pueden ser d e r ­ro tados por un corto numero de tropas dueñas de las al turas. Si esta noche me permites- marchar con la mitad de mis sa­binos , mañana antes que el sol llegue al ocaso ocuparé los desfiladeros. Tú , señor, huirás de los enemigos, por la primeras

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u 8 P Í T I M A P o M r m o . •vez: ni te asuste esta voz huir, pues así aseguras una victoria completa. Los m a r -sos y samnitas te persegui rán , y luego que se internen en las gargantas , los es­perarás y pelearás con ellos, en tanto que yo con mis sabinos desde lo alto , los combatiremos con las armas arrojadizas y con las piedras que caerán sobre ellos.

Así dice Numa , y Rómulo le abraza t iernamente. Valiente joven , le responde, mas que» la vida te deberé , pues salva­rás mi gloria. Corre á ejecutar tu p r o ­yecto ; llévate todos los sabinos , escepto la caballería que te seria inútil y á mí me hará muy al caso para cubrir la r e ­t i rada . Una noche de ventaja te será su­ficiente ,• marcha pues al instante y si lo­gras tu empresa , mira cual será tu r e ­compensa. Diciendo esto le enseña á H e r -silia.

Numa se queda inmóvil. La sorpresa, el g o z o , todos los afectos que le agitan le embargan la v o z , sus ojos miran á un t iempo á Rómulo y Hersilia. Finalmente, se precipita á los pies del rey : hijo de un Dios , le dice , ahora acabas de h a ­cerme invencible. Vengan los marsos , los samnitas ; únase contra mí la Italia en­tera , no la temo , el n o m b r e , solo el nombre de Hersilia me hace casi igual á tí , y el honor de ser tu yerno me ele­va al grado de los Semidioses.

Al pronunciar es to , brillan sus ojos

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LIBRO V . i r 9 ídel fuego de amor y valor , los dirige á Hersilia y lee en los suyos que ratifica gustosa la promesa de su padre ; a rd ien­do en deseos de ponerse en m a r c h a , vue­la á mandar que se ' a rmen sus leales sa ­b inos .

Inmediatamente salen del campo las le­giones latinas y van por mandado d e Ilómulo , á formarse en batalla á la o r i ­lla del rio , con el fin de ocultar á los enemigos la salida de Numa. Los mar -sos , que juzgan van á ser a tacados , acu­den á la parte opuesta : unos y otros se arrojan flechas , dardos y p iedras , y los romanos ocupando á los contrarios , les quitan toda sospecha de la marcha de Numa .

Atraviesa las selvas de S o r a , evita con un rodeo las peligrosas lagunas de A r a t r i a , y enderezando su marcha acia As i lo , llega al rayar el alba al pie de las sierras Trebaniaa. Antes de empren­der la subida , el prudente Numa hace que algunas part idas de tropas ligeras va­yan á descubrir t e r reno , y deja otras p a ­r a que sirvan de guias á Rómulo . C o ­mienza después á subir por aquellas b r e ­ñas . Sus soldados fatigados con la m a r ­cha forzada que acaban de hacer t repan con t r aba jo ; pero Numa los anima : siem­pre delante de todos , unas veces se a g a r ­ra á las ramas de los arbustos para ayu­darse , y otras clavando las puntas de

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I 2 0 NüMA POMÍILIO. sus dardos en las grietas de las peñas , sube á favor de este apoyo. Anima con el gesto y la voz á sus compañeros ; si se ofrece saltar un bar ranco , pasa él pr imero y ya del o t ro lado excita con el egemplo á que le imiten ; salva todos los malos pasos y llegando á la cumbre , l lama á los suyos. La imagen de Hers i -lia que v» delante de s í , le facilita t o ­das las dificultades , y sus t r o p a s , a n i ­madas al ve r le , superan finalmente todos los obstáculos.

Luego que ha llegado á lo a l t o , se admira , al ver tierras cultivadas y p rados llenos de ganados. Sus soldados le t raen algunos pastores. Numa los tranquiliza con sus razones : no v e n g o , les dice , contra voso t ros ; nada tenéis que temer : solo quie­r o que me guiéis á vuestra principal p o ­blación : nos daréis los víveres necesarios, que se os pagarán puntualmente . Nues ­t r o intento es solo el de apoderarnos po r tres dias de estos desfiladeros. Libres ya de todo recelo , los pastores le conducen al lugar inmediato.

¡ Cual fué la admiración de Numa al conocer entre sus m o r a d o r e s , aquellos mismos rheatos á quienes habia concedi­do la l ibertad ! El viejo que le habló el dia del sacrificio se adelanta y recono­ciéndole: ¡ O dia feliz! esc lama, amigos, hijos m i o s , este es nuestro l ibertador; este es el héroe generoso que rompió núes-

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LIBRO V . 1 2 1 t r as c a d e n a s ; este es N u m a ! Apenas ha pronunciado este n o m b r e , cuando todos los rheatos rodean á Numa y se p o s ­t ran á sus pies. Unos le dan gracias po r la l ibertad de sus padres ; otros por h a ­berles vuelto sus hijos y mugeres , y t o ­dos repi ten: O hijo de los Dioses! ( p u e s debe serlo quien como tú los i m i t a ; ) ¡ Que gracias no te debemos p o r h a b e r ­nos concedido tantos b i enes , y el mayor de todos que es el de poder besar tu m a ­n o l ibertadora y contemplar un guerrera que sabe perdonar ! Dispon á tu gusto de noso t ro s , de nuestras vidas y haciendas: t odo es tuyo ; eres nuestro rey , nuestro p a d r e ; y a u n m a s , pues fuiste nuest ro l iber tador .

N o puede Numa oir estas tiernas es ­presiones sin l lorar. Sus valientes sabinos se enternecen con él: ya les une la dulce amistad con aquel pueblo vir tuoso. Hab i ­tantes y soldados se mezc lan , se a b r a ­zan ; reciben y dan todo cuanto la hos ­pitalidad y la amistad les inspira. Las cho­zas se llenan de los guerreros de Numa; h o m b r e s , niños y mugeres los sirven con zelo y andan solícitos en suministrarles aun mas de lo que necesitan. Tanto los sabinos como los rheatos no componen ya mas que un pueblo solo y una sola familia. Todos aman y respetan igua l ­mente á Numa : esta conformidad en los afectos los ha hecho hermanos.

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3 2 2 . NUSIA POMMLIO. Después de haber dado algún tiempo

al descanso , Ñama da la señal para j u n ­t a r sus t r o p a s , y todos los habitantes ecuden con ellos á la voz del c lar in , a r ­mado cada cual con lo que ha podido encontrar .• este viene con una espada m e ­dio carcomida del o r i n , aquel con un es­cudo ro to : el o t ro ha tomado una reja d e arado y los mas se han provisto de armas , cor tando gruesas y ñudosas ramas de las encinas y robles. Queremos pelear p o r tí , dicen al héroe : seremos parte de tus t ropas , y cree que si el corazón bas­ta para hacer un soldado , nunca tendrás « t ros ma» valientes y arrestados.

Hablando así , se forman esforzándose á imitar á los sabinos ; se alinean unos á otros formando filas mal compuestas, y piden con instancia se les conceda el puesto mas peligroso. En vano intenta el sensible Numa reprimir el zelo de su a r ­diente g r a t i t ud ; en vano se resiste á e s ­poner á los riesgos del combate á unos nombres que no tienen mas causa para p e ­lear que el amor que le profesan í este amor es mas fuerte que su a u t o r i d a d , y á pesar de sus órdenes y í u e g o s , el hijo de Pompilio se ve precisado á doblar el número de sus t ropas . Entonces les espli-ca su intento , diciéndoles que quiere ocu­par las alturas para destruir al enemigo.

Inmediatamente guian los rheatos á los sabinos á todos los sitios y gargan-

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LIBRO V . * a 3 t a s de paso indispensable ; les señalan los puestos que deben o c u p a r , se apostan con ellos , co r tan gruesos troncos , p r e ­paran montones de piedras para escachar á los m a r s o s ; y resuellos á participar de los riesgos de los soldados de su b i e n ­hechor , aguardan con impaciencia al egér-cito romano .

En breve se descubre este. Rómulo - había salido de su campo y emprendido una diestra re t i rada con la cual engaña­dos los marsos y samnitas le seguían , a u n ­que siempre reprimidos por las sabias ma­niobras del contrar io . Cuanto mas se acer­caban á las montañas tanto mas p r o c u ­raba el astuto general aparentar gran des-sórden en su marcha : la re taguardia se desordenó por su m a n d a t o , y la en t ra ­da de los romanos en los desfiladeros, parecia una total der ro ta . Sofanor , Leon-te y aun mas el general de los samnitas, dieron ciegamente en el l a z o , y todo aquel egército de aliados , compuesto de guerreros mas valientes que astutos, 1 !se in ­te rnaron en lo mas áspero de la» g a r ­gantas , creyendo perseguir á unas t r o ­pas desmandadas y puestas en fuga.

Rómulo instruido por los guias que Numa le hab i a enviado , condujo de es­te modo á los enemigos hasta el sitio mas difícil y peligroso de los desfiladeros. Luego que vio logrado su fin , cesó de huir , y pasando por medio de la re tó^

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í a 4 NUMA POMPIXIO. guardia con una columna de gente esco­g ida , se presenta á los m a r s o s , los l l a ­m a al c o m b a t e , y da el t iempo necesa­r io á la retaguardia para rehacerse. El esforzado Leonte cierra antes que todos los r o m a n o s , y á su egemplo los marsos y samnitas se disputan la gloria de a c a ­b a r con los cont ra r ios ; cuando de i m ­proviso se ven cubiertos de una nube de piedras , troncos y peñascos que r o d a n d o con furia desde lo alto , escachan , r o m ­pen y destrozan sus batallones. Pasmados los gefes y so ldados , levantan los ojos y ven las al turas cubiertas de lanzas ; el espanto los deja inmóviles ; no se a t re ­ven á dar un paso contra R ó m u l o , n i tampoco pueden volver atrás . Numa les Labia cortado ya la re t i rada. Encerrados p o r todas partes en un campo de ba ta ­lla tan estrecho , impedidos po r su mis­ma mult i tud y sepultados bajo los enor­mes peñascos que los sabinos y rheatos desprenden sobre ellos de con t inuo , se hallan vencidos sin pelear , arrojan las a r ­mas y p iden capitulación.

¿ Quien será capaz de espresar el fu­r o r y la rabia de Leonte ? Semejante á iina tigre de H í r c a n i a , que cayendo en la t rampa que le ha puesto el cazador cerca de su cueva , y viendo que este le a r rebata sus cachorros sin que pueda d e ­fenderlos , r u g e , forceja , despedaza con los dientes las piedras que alcanza , las

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LIBRO V . 125 desmenuza con furor y devora con los ojos centellantes al enemigo que no pue­de ofender; así Leonte siente aumentar su desesperación y rabia oyendo los lamen­tos y quejas de su destrozado egérci to. N o esperéis , les d i ce , que en tanto que Leonte es m a n d e , consienta una villanía; antes de pedir de rodillas la vida al ene­migo , tened siquiera valor para verme morir . Dice y se abalanza á la c u m b r e ; y á pesar de las piedras y maderos , e m ­prende solo el temerario arrojo de subir á lo al to.

Luego que los rlieatos y sabinos co­nocen su intento acuden al sitio cjue p r o ­curaba alcanzar y hacen un montón de gruesos peñascos para arrojarlos sobre él : pero Numa corre á detenerlos y les m a n ­da cesar el diluvio de piedras y da rdos , que al fin hubieran sepultado á Leon te . Amigos , les d i ce , repetad su noble d e ­sesperación. Hemos opuesto la ventaja de l sitio á la ventaja del número ; pero al valor de un hombre solo no he de opo­ner mas que mi valor. A g u á r d a m e , Leon­te , quiero ahor ra r te la mitad del c a m i n o .

D i c e , y baja con t ranqui lo pa so , m a n ­dando re t i rar á los sabinos que querian acompaña r l e , y llega á juntarse con su terrible contrario , que le aguardaba s o ­bre un peñasco llano rodeado de prec ip i ­cios que apenas les franqueaba el espacio preciso para reñir . Cesa la pelea entre

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1 2 6 NTJMA P O M P I M O .

los dos egércitos fija la vista en los dos héroes ; cada soldado se olvida de sí pro» pió y solo piensa en el los: la casualidad que los pone en aquel sitio e levado, p a ­rece que los ofrece á la vista y admi ra ­ción de las naciones de cuya suerte ellos van á decidir.

Cerca ya uno de o t r o , se miran sin h a b l a r , y parece aquel silencio hijo de una recíproca admiración. Leonte fué el primei'o que habló . A p r e c i o , ó valiente joven , dijo á Numa , ese valor que m a ­nifiestas y te confieso que entro con r e ­pugnancia en combate contigo ; vuélvete, t e ruego á tus batallones y deja que sa­cie mi furor en la sangre de otros guer­reros menos esforzados.

No hay ninguno , le responde Numa , en todo el egército ; el Ultimo soldado de Rómulo me iguala en valor , y en breve conocerás si soy digno objeto de tu com­pasión. D ice , y no pudiendo arrojar el da rdo á causa del corto espacio , lo d i ­r ige con las dos manos lleno de¡furor al pecho de Leonte . Fué terrible el golpe, pero dio en donde las uñas del león cru­zadas sobre el pecho , formaban una t r i ­ple coraza , en ella se embotó el hierro de Numa , y la violencia del golpe h i ­zo pedazos el da rdo . Casi estuvo Leon­te para c a e r ; su furor a u m e n t a , alza la formidable clava y dándola dos vueltas en alto , descarga un golpe espantoso sobre

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LIBRO Y . 1 2 7 el escudo del cont rar io . Cae el escudo hecho mil p e d a z o s , y el mismo Numa toca el suelo con una rodilla ; pero al pun to se l evan tay saca la espada de Pom-pilio que es ya su única defensa. Quiere Leonte herirle segunda vez , pero el l ige­ro Numa evita el golpe. Ambos , fijos los ojos en el con t ra r io , atentos á todos sus movimientos y dando vueltas en un e s ­pacio r e d u c i d o , se d o b l a n , se tuercen, dan mil golpes vanos y evitan otras t a n -tas ; mortales her idas .

Indignado Leonte de tan larga resis­tencia , toma su clava á dos manos , se arroja á su contrar io 1 , y levanta sobre su cabeza la clava y la muerte á un t iem­p o . No puede Numa ev i t a r lo , se cubre con su espada', débil defensa que no le hubiera valido sin la protección de Céres. Esta Diosa miraba desde el Olimpo el cruel c o m b a t e ; ve la ferrada que a m e ­naza la cabeza de N u m a ) s e estremece, vuela y llega antes que descargue el g o l ­pe . Su brazo invisible y poderoso desvia el go lpe , y Leonte arras t rado de su mis ­ma fuerza y del peso de la c lava, cae en tierra como un pino de cien años a r ­rancado por un violento huracán. Numa se arroja sobre él .- con una mano le c o -je del cuello y con la otra le pone la punta de su acero sobre el corazón : due­ño soy de tu v i d a , le d ice , pero no pue­do dar la muerte á un guerrero como tú .

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i a 8 NUMA POMPILIO. Ven á ju ra r l a - p a z ; mas quiero ser t u amigo que tu vencedor.

Dice , se levanta y envayna su espa­da . Leonte apenas puesto en pie , abraza á su generoso enemigo , y los dos asidos de la mano bajan acia los batallones mar-sos que ya se ocupaban en nombra r los ancianos que habián de ir á t ra tar con R ó ­mulo .

Numa acompañado de Leonte los con­duce á la presencia del rey de R o m a . Numa intercede á favor de los marsos , y Rómuló les concede la paz. Pondréis en l ibertad , les d i j o , al rey de C a p u a , y le volveréis sus prisioneros y tesoros. E n cuánto á las t ierras de los Auruneos , que este monarca os pedia , como siempre se­r ian en vuestro poder ó el suyo un p e r ­petuo motivo de discordias , me las cede­réis á mí : en cambio , mi aliado os da ­r á la ciudad dé Auxencio y en rehenes á su hijo Capis , en tanto que se cumple enteramente lo pac tado.

Los marsos se convinieron gustosos con estas condiciones que les eran mas favorables que al rey de Capúa ; y R ó ­mulo que adquiría una nueva provincia , miraba con indiferencia los intereses de un aliado que despreciaba. Pero desean­do recompensar á Numa , se vuelve á él y d i c e : t ú , valiente joven , triunfarás en mi l u g a r , sobre mi carro ent rarás en R o m a , Leonte adornará tu t r i un fo , y ms

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LIBRO V. 1 2 9

hija te dará la mano ante el ara de J ú ­pi ter .

A t í ' s o l o gran rey , responde N u m a , es debido el triunfo , á mí me basta la mano de Hersilia , esta es la mayor glo­r ia á que nunca puedo aspirar. En cuan­to al valeroso Leonte , no soy yo quien le ha venc ido ; n o , r o m a n o s , no he s i ­do su vencedo r : Céres ha bajado desde el Olimpo para darme la victoria. Vuelve, ó L e o n t e , vuélvete á tu pa t r i a : l ibre es^ tas y eres invenc ib le ; pues solo has ce­dido á los inmortales. Di jo , y t o d o s , así marsos como r o m a n o s , creen oir á u n Dios. Leonte se precipita en sus brazos y le estrecha con ellos l lorando de admi­ración. Se esfuerza en negar lo que h a dicho y pretende haber sido venc ido . Mas Numa refiere en alta voz el modo con q u e Céres le ha socorrido ; le da gracias de que le ha salvado la vida , y se cubre de una inmortal gloria rehusando la que no merecía.

Ent re tanto se ratifica y jura la paz: vuelve á estar libre el rey de Capúa ; R ó -mulo entrega Capis á los marsos , y e n -via uno de sus generales á tomar pose­sión del país de los Auruncos . Antes de separarse , Numa y Leonte se ju ran una eterna amistad y se hacen mutuamente un regalo. Numa obliga á su nuevo amigo a que admita el hermoso caballo de Thra -cia que -Taeio le había dado ; y Leonte

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i j o NUMA POMPILIO. le tía un yelmo fabricado por el mismo Vulcano , don que le habia hecho el ge ­neral de los s amni t a s : consérvale siempre, le dijo , y sobre todo consérvame tu amis­tad ; te doy palabra de consagrarte mi vida desde el instante que pueda disponer de mí mismo. Esta fué la despedida d e los dos héroes.

Rómulo , p ronto ya á volver á Roma, quiere que Hersilia y su amante juntos en el mismo carro , vayan á la cabeza del cgército. Que felicidad para Numa ! A p e ­nas puede reprimir su gozo. Está al lado de la que ama , seguro de poseerla , y esta idea tan dulce le llena de t imidez. Numa cubierto de g lor ia , favorecido de Rómulo y l ibertador de todo el egército, tiembla al lado de Hersilia la mira y n o se atreve á hablarle ; en vano la ha o b ­tenido y ella ha manifestado que paga su a m o r , no puede acabar de creer que haya podido merecerla.

Ya las tropas habian vuelto á pasar el L i r i s , cuando un correo cubierto de polvo pregunta á voces por Numa , y se presenta á él cubierto el rostro de l á ­grimas. Numa sobresaltado le pregunta po r Tacio , temiendo alguna funesta n o ­ticia. No vengo de Roma , le responde el mensage ro , vengo de la selva y del tem­plo de Céres. N o ha podido el venera­ble Tulio tolerar tu ausencia y aun me­nos tu cruel olvido. Está en los últimos

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LIBRO V . 131 instantes de su vida y pide po r últ ima gracia que pueda verte antes de mor i r .

Numa da un grito pene t r an t e , se a r ­roja del carro y sin pensar en despedir­se de Hersilia ni pedir licencia á Rómu-l o , monta sobre un caballo , y vuela acia la Sabinia.

Fin del libro quinto.

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NUMA

L I B R O V I .

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O S E X T O .

ARGUMENTO.

Gozo de Tulla al volver á ver á Numa. — Esmero y cuidado de este en su asis­tencia. — Prudentes consejos del pontí­fice : muere en los brazos de Numa. — Dolor y arrepentimiento de este.— Vuelve á buscar á Hersilla. — Pasa

por un país asolado y destruido por esta princesa y llega á Roma lleno de horror. — -Arenga de Rórnulo á su

pueblo y respuesta de Tacio. — Prepa­rativos del himeneo de Hersllla y Nu­ma. —Sangrienta muerte de Tacio : Nu­ma le socorre y jura dar la mano á su hija.

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LIBRO V I . i35

J^íuMi. fatigaba los hijares de su caba ­llo y seguia llorando la corriente del A n i o ; huía de una amante idolatrada en el instante que iba á asegurarle su pose­sión , y renunciaba á la gloria de triunfar en Roma. Blas con todo no era esta la verdadera causa de su llanto , y sí el pe­ligro en que estaba Tulio y el a r r epen ­timiento de haberle podido olvidar , no pensando mas que en su ciega pasión. Temia las quejas del venerable v ie jo , p e ­ro aun recelaba mas hallarle sin vida. Si yo no le hubiera abandonado , se decia, quizas no habr ía llegado tan pronto el fin de sus días , ó á lo menos mi p r e ­sencia hubiera suavizado sus penas. Mi pr imera obligación y la. mas sagrada d e ­bía ser volverle en su vejez los cuida­dos que empleó en mi infancia. He sido ingrato á su a m o r , esta idea llenará] mi vida de amargura . No podrá la gloria consolarme. ,¡ Que impor tan las alabanzas del mundo e n t e r o , cuando nuestra con­ciencia nos acusa interiormente ?

Así habla Numa atravesando po r los campos de Carséoles; sin detenerse un instante , deja atrás la amable T íbur , la caida del Anio , el monte Ereto y co­mienza á descubrir la selva sagrada y los tejados del templo. ¡ Oh que complacen­cia siente su alma al considerar y vol ­ver á ver el sitio de su nacimiento ! Que

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» 3 6 NUMA POMPII.IO. aféelos tan dulces y tristes á un t iem­po mismo escita en su corazón ! Pero un interés mas vivo le a r r a s t r a , llega á la casa del pontífice, p r e g u n t a , le busca y le halla tendido en su lecho rodeado de sacerdotes y de pobres .

Al verle prorumpe en ayes lastimosos, se arroja de rodillas al lado de la cama, y tomando una de sus manos la cubre de besos y de lágrimas. El anciano, c u ­yos débiles ojos estaban cerrados , los abre y conoce á Numa : al punto aparece en su rost ro un rayo de nueva vida y r e ­cobra el aliento que iba á dejarle pa ra siempre. O hijo m i ó ! esclamaba, es p o ­sible que vuelvo á verte ! Los Dioses han oido mis plegarias. Ven , no tardes á echarte en mis brazos ; temo que el go­zo me acabe antes de haber te abrazado. Diciendo a s i , se incorpora con trabajo y estiende sus débiles brazos acia Numa ,• le recibe en ellos , le estrecha contra su p e c h o , y no puede ni hab la r l e , ni se ­pararse de él. El joven baña con su llan­to el rostro del venerable anciano y no le habla mas que con sollozos, elocuente lenguage de las almas sensibles.

La conmpcion que Tulio ha padeci­do acaba de debilitar sus fuerzas: cae en el lecho sin movimiento y casi sin v i ­da , pero siempre asido de la mano de Píuma. Se le administran los mas efica­ces remedios , pero sola la voz de su h i -

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LIBRO V I . 1З7 j o puede volverle á la luz. Apenas reco­

brado , pide que le dejen solo con él. Entonces vuelve á abrazarle dic iendo: y a pueden los Dioses cortar el hilo de m i v i d a ; he vuelto á verte y muero conten­

t o . Si tuviera mas tiempo para disfru­

tar de tu v i s t a , te ha r í a ' a lgunas r econ­

venciones , pero apenas bastarán á mi t e r ­

nura las pocas horas que me quedan. Cuén­

tame p u e s , hijo m i ó , lo que has hecho,­

n o dudo que la fortuna te ha favoreci­

d o , puesto que no has necesitado de mis consejos ni consuelos. Refiéreme lo que te ha sucedido : tus palabras detendrán mi alma fugitiva , ó á lo menos me harán mas dulce la m u e r t e , si los últimos acen­

tos que llegan á mi oido , me aseguran d e que te dejo feliz y vir tuoso. Ah padre a m a d o ! responde R u m a , ya no hay feli­

cidad paia mí si los Dioses no te a l a r ­

gan la v i d a , si no se apiadan de mis lágrimas y desconsuelo. Continuamente me despedaza el remordimiento de mi proce ­

der y olvido ingra to . No hables de m í , le dice el anc iano ,

cuando te pido que me refieras tus s u ­

cesos ; esto es lo único que puede i n t e ­

resarme. No me has olvidado , puesto que me amas t odav ía : me doy por contento y solo quiero que me hables de mi hijo: este único deseo es el que has de satis­

facer. Si has incurrido en alguna culpa, no temas confesármela ; ya debes conocer

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» 3 8 NüMA PoMPllIO. á tu fpadre , y ciertamente no »e arma r i

r á de una severidad impropia cuando va á separarse de tí para siempre.

Hablando a s í , alarga una mano á Nu-ma , y á pesar de los dolores que le a to r ­mentan , le mira con dulce sonrisa. Esta suma bondad disipa los temores y d u ­das de Numa , y le presta valor para r e ­ferirle su llegada á Roma , la acogida que halló en Tacio , el amor que le con­sume y todo lo que esta pasión le ha he­cho ejecutar. La pura verdad reyna en todas sus palabras : se confiesa culpado en no haber seguido los consejos de Tulio y en el abandono con que ha pagado el amor de Tac io , y lejos de disminuir sus faltas , apenas se detiene en contar sus proezas.

Tulio le escucha y no siente sus m a ­les : su ternura suspende los dolores. Pe­ro al oir que Hersilia es el objeto del amor de su hijo , levanta los ojos al cielo, j Cruel a m o r , esclama, estos son tus gol­pes ! Llenas el virtuoso corazón de este incauto joven de un violento amor por la bija de aquel rey impío que nos obligó con una injuria cruel á ser sus aliados ; de aquel ma lvado , que sirviéndose del nombre de los Dioses nos hizo caer en sus lazos , y llenó toda la Sabínia de llanto y deso­lación. O hijo mío ! me-'horrorizo vien­do los peligros que té cercan. Crees h a ­ber llegado al colmo de la dicha , p o r -

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LIBRO V I . i3o, que Rómulo te ha prometido su hi ja , y yo lloro las espantosas resultas de ese fa­tal himeneo. No bien serás yerno de R ó ­mulo , cuando perderás el amor de los sabinos : serás sospechoso á su rey T a -cio , y en breve te verás forzado á ser su enemigo. No te lisongees de ver d u ­ra r mucho tiempo la armonía que subsis­te entre los dos reyes ; el odio está co­mo fuego pCulto en el centro de sus co­razones ; la menor chispa producirá un incendio , y entonces te verás en la du ra precisión de declararte contra el padre de tu esposa , ó contra el amigo de tus p a ­dres . Dudarás , puesto entre tu rey legí­t imo, hombre justo y vir tuoso , y un rey de foragidos, que nunca ha conocido o t ro derecho que la fuerza, ni otra vir tud que-el va lor ; cuya primera hazaña fué la muer­te de su hermano , y que selló su alian­za con los sabinos con tu misma sangre, la sangre de Pompil io . . . . Te es t remeces! pues á este vas á dar el nombre de pa­d r e . ¡ Dioses , haced vanos mis funestos presagios , ó arrancad de ese inocente pe­cho la emponzoñada saeta que le hace ol­vidarse de la v i r t u d , de la piedad y del sagrado amor de la patr ia !

Así hablaba el v ie jo , y Numa le oía con los ojos bajos , y sin atreverse á r e s ­p o n d e r : el nombre de Pompilio le había confundido. Tulio se compadece de su cruel situación ; teme afligirle mas con se-

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i 4 o NÜMA POMPILIO. veras reflexiones, y rompiendo aquel p e ­noso discurso, deja para otra ocasión los útiles consejos que quiere darle antes d e mor i r . De este modo divide en varias do­sis el diestro discípulo de Esculapio , la saludable pero violenta medicina que ha d e curar al enfermo debil i tado.

Desde aquel ins tan te , Numa se encar ­ga solo del cuidado y asistencia del p a ­ciente. A su lado dia y noche , vaci lan­d o entre la esperanza y el t e m o r , vela incesantemente y participa de todos sus dolores. La t ierna madre que cuida de su hijo peligrosamente enfermo no tiene mas z e l o , mas c u i d a d o , atención y pa ­ciencia que Numa. Si Tulio toma alguna b e b i d a , la mano de su hijo se la ofrece-si Tulio dice una palabra , la respuesta viene siempre de la boca de su hijo. L e compadece , le a n i m a ; disimula su dolor , p o r no afligirle , y aparenta una sereni ­dad y esperanza que no tiene. Desempe­ña á un mismo tiempo todas las obl iga­ciones de hi jo , amigo y esclavo ; y el ven­cedor de Leonte no ha sacado de su vic­toria un gozo tan p u r o , un placer tan gra to á su alma , como el que esperimen-ta sirviendo á su bienhechor.

Pero el mal crece cada dia : la última hora de Tulio se acerca y esta idea no le causa temor alguno : el virtuoso p o n t í ­fice ha vivido siempre para mori r . En ca­da instante de su vida ha estado p ron to

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LIBRO V I . i / 4 r á comparecer delante del t remendo juez, todos sus dias han sido semejantes , y el instante que va á acabar su vida empie­za su recompensa.

El bien de Numa es el pensamiento que le ocupa. Pide que le dejen solo con é l , y tomándole de la mano que estrecha entre las suyas , le dice : voy á mor i r , hijo mió ; tu asistencia y desvelos han pa­gado aun mas de lo que me debes. Tulio es ahora el obligado , y este es un nuevo consuelo que le acompaña al sepulcro. Dent ro de breves instantes no necesitaré de Numa y temo que bien presto Numa me echará menos. ¡ O y que dolorosa me es esta i dea ! Tu amor á Hersilia l lena mis últimos momentos de amargura y t e r ­r o r . T u corazón excitado de la necesidad de amar , se ha entregado ciegamente al pr imer objeto que le ha seduc ido , y de u n instante de ilusión han nacido todos tus errores . Hay dos amores nacidos p a ­r a la felicidad ó desgracia de los m o r t a ­les. El uno , que es el mas común y el mas a r d i e n t e , es el que te consume. Es­t e funda su imperio sobre los sentidos, nace y vive por ellos : discurre por n u e s ­tras venas , pero no está en el corazón; lejos de elevar las almas las oprime : ni necesita estimar el objeto - de su a rdor , pues solo aspira á la posesión. Nada t ie ­n e que ver este despreciable amor con nuestras almas : juzga pues si podrá h a -

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14a NUMA POMPILIO. cernos felices. No Lijo ni io , y si los D i o ­ses le han dado algun poder sobre el h o m b r e , ha sido para humillar nuestro orgul lo.

El otro a m o r , don precioso del cie­lo , nace del aprecio y estimación y se alimenta y vive por ellos. Mas bien que pasión se le podia l lamar v i r t u d : no padece los ciegos furores del otro , y solo conoce afectos t iernos y moderados . Su asiento está en el a l m a : la calienta sin consumirla y la alumbra sin quemarla. Su­ministra ademas el alimento propio del e sp í r i tu , que es el deseo de llegar á la perfeecion. Sus placeres son siempre pu ­r o s , y aun sus penas tienen algo de a g r a ­dable : en medio de los mayores males, hace disfrutar de una dulce paz inter ior , y sola esta es la fuente de la felicidad. T ú mismo lo esperim en t a r a s ; algun día conocerás , hijo mió , que las r iquezas, los deleytes y aun la misma g l o r i a , son de poco valor para suplir la pérdida de la paz que da la inocencia ; tal es que la vejez que todo lo destruye , parece que le da nuevas dulzuras.

Dime ahora á cual de estos amores se semeja el que reyna en tu corazón. ¡ O N u m a , cree á un padre que te a m a , y que solo echa de menos la vida para ve­lar en tu felicidad! Nunca conseguirás e s t a , mientras no seas dueño de tí mis­mo , y que no adquieras sobre tus p a -

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LIBRO V I . ifó siones un imperio soberano. Sobre t o d o , no incurras en el error de creer que es­te dominio es superior á nuestras fuerzas. En t ra en tu i n t e r io r , y hallarás una v i r ­t u d pronta siempre á oponerse al v i ­cio que quiere sojuzgarte. Si la belleza arrebata- tus sentidos , la sabiduría está dispuesta á defender te : si las tareas e s -ccsivas te cansan , el valor y la constan­cia te sos t endrán : si el poder injusto t e exaspera , el amor del orden te hará ser sumiso : si las desgracias te op r imen , la paciencia te dará ausilios. Así que en to ­das las situaciones de tu alma , el cielo te ha provisto de consuelo y apoyo . A p r o ­vecha de los beneficios del cr iador , y de­ja de juzgarte débil por hallar escusa á tu ca lda .

Pero conozco que la muerte se acerca y que me va faltando la voz. O hijo mío ! te ruego encarecidamente que ahogues ese funesto amor que te hará infeliz para siem­pre . Tú mismo confiesas que fué p o d e ­roso á que olvidases á Tulio? Quien te asegura que no podrá hacerte olvidar la v i r tud? He visto que me amabas tanto c o ­m o á ella. \

Estas fueron las últimas palabras de Tul io . De allí á poco espiró en los b r a ­zos de N u m a , hablándole de su cariño y dirigiéndole hasta su últ imo suspiro.

Por mas prevista que tuviese esta muer­t e , faltó poco para que costase la vida

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i 4 4 NUMA POMPILIO. al hijo de Pompilio. Fué preciso a r r a n ­carle del cadáver del pontífice, y r e p r i ­mir los desesperados impulsos de su d o ­lor . Rendido de la falta de sueño , de la pena , falto de alimento y desecho en un mar de lágr imas, quiso con todo Numa llevar él mismo á la hoguera el cuerpo de su bienhechor. Se le vio precedido de los sacerdotes y sabinos, pálido , traso­jado y l loroso, ir cargado del precioso peso. Le coloca en la pira , le mira lar­go tiempo sin pes tañear , lo abraza mil veces y no puede resolverse á separarse de él.

¡ O padre mió , esclama ; ya no vo l ­veré á verte ! ¡ Ha enmudecido esa boca que me aseguraba de tu amor ! ¡ Se han cerrado para siempre los ojos que me m i ­raban con tanta espresion y ternura ! Dio­s e s , que ya me habiais quitado mis pa ­dres ¿ por que volvéis de nuevo á o p r i ­mirme con esta cruel desgracia ? Sí , hoy pierdo nuevamente á Pompilio , á mi pa ­dre , á mi maestro y bienhechor. Todos los bienes que los cielos conceden al hom­b re para su consuelo , todos los he pe r ­dido con T u l i o ; ya la tierra es para mí un desierto. ¡ V e n i d , ó vosotros pobres , desconsolados y afligidos ! ¡ Quedáis huér ­fanos como y o ; nuestra común desgracia nos hace hermanos! Venid y besad por la última vez los despojos venerables del buen padre que hemos perd ido !

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I.IBBO V I . i ¿ 5 Todos los pobres se adelantan y r o ­

dean, la pira : los sabinos solemnizan con amargo llanto la pérdida i r reparab le que han hecho. No se distinguen voces a r t i ­culadas ; solo se oye el triste ru ido de profundos y mal formados gemidos. C re ­ce el dolor común al ver las llamas ce ­barse en la hoguera. Numa se arroja , po r un movimiento involuntar io á q u e ­re r sacar el c u e r p o ; pero le detienen y en breve consume el fuego la par te mor ­tal del mas justo de los hombres . E n t o n ­ces sucede un profundo silencio á los l lan­tos y gemidos. Los sab inos , los sacer­dotes y el mismo Numa , miran penetra­dos aquel montón de cenizas , único res­to del que l l o r a n : todos ven y miran con- dolor el polvo mudo del h o m b r e de bien.

Riegan después las cenizas con vino, las recogen y encierran en una urna que Numa mismo lleva á la bóveda en que descansan las cenizas de sus p a d r e s : u n i ­dos estaréis , dice , despojos que a d o r o , así como lo estuvisteis cuando vivíais: ¡ Ojalá puedan vuestras almas puras é i no ­centes alegrarse en los Elíseos, ya que no de las virtudes de vuestro hijo , á lo menos de su amor y piedad ! Entonces cor tando su rubia cabellera , la consagra a los manes de Tulio : sacrifica diez ove­jas negras á l 'luton , y con esto dio fin á tan lastimosas exequias.

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146 NUMA POMPILIO. Después de haber cumplido con estos

tristes deberes , part ió Numa para volver­se á unir con las t ropas , medi tando los consejos de Tulio. Pero en vano conoce la verdad de sus avisos, los riesgos que le rodean y el dolor que va á causar á Tacio y su pueb lo ; en vano también es -perimenta un oculto hor ro r , consideran­do que va á ser el yerno del que ha cau ­sado la muerte de sus padres : la ima­gen de Hez'sília , el temor de verla en los brazos de un rival ; en fin , todos los fuegos del amor y los tormentos de los zelos , se reúnen para vencer su pie­dad y su razón. Gime al conocer que nct. sigue los consejos del pontíf ice, habla con sus manes y los suplica perdonen su debilidad. Desde la muerte de Tulio c r e ­yó siempre que la sombra de este le se­guía sus acciones y pensamientos: á este saludable temor debió todas sus vir tudes .

Creía Numa hallar el egército en las fronteras de los Hérn icos , pero supo en Trebia que Rórnulo , con la mitad de su gente , había ido á sorprender á P renes-ta , y que en tanto Hersilia iba contra el rey de los Hérnicos. El haber aquel p r ín ­cipe negado el paso á los r o m a n o s , cuan­do iban contra los marsos , le pareció al implacable Rómulo un ul trage. Mandó a su hija que tomase sangrienta vengan­za , y esta cruel princesa le había obe ­decido puntualmente . Numa que recela a l -

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LIBRO V I . 1^7 gnn riesgo para Hersilia en esta éspedi -cion , se apresura por hallarse á su lado y camina dia y noche. ¡ Quien podrá pin­t a r su sorpresa y dolor, cuando llegando á los términos de los Hérnicos , ve los pasos de Hersilia señalados con la ru ina y desolación del pais ! Sus débiles enemi­gos huian , y ella los perseguía con el hierro y el fuego. Las mieses destruidas po r los pies de los caballos , los árboles cortados , las ramas esparcidas lejos de los troncos y que , en alguna fruta que con­servan , manifiestan su anterior fertilidad. Vé los pueblos todavía encendidos ó r e ­ducidos á montones de ceniza: el c ruen­to acero se ha cebado en cuantos no han podido h u i r ; el cadáver del labrador y a ­ce al lado de su arado y bueyes hechos p e d a z o s : yace la madre desnuda y m u ­tilada con el hijo muer to en sus brazos . La esposa y el esposo , traspasados de h e r i d a s , yacen nadando en su negra san­gre , asidos todavía de sus yertos y san­grientos brazos. Por todas partes mira las cenizas regadas de arroyos de sangre : los abantos y hambrientos buytres son los únicos habi tantes de aquella región d e ­vastada , y se disputan con ansia y t r i s ­tes gritos los crueles dones de Hersilia.

O Dioses inmortales ! esclama Nnraa . ¡Será mi esposa la au tora de tantos hor­rores ! Es esta la pompa de mi himeneo! ¿ Es posible , Hers i l ia , que hayas come-

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1 4 8 NUMA POMPIHO. t ido semejantes atrocidades? Si Rómuio las lia mandado , ¿ porqué te has encar­gado de tan horrible egecucion ? Por g r a n ­de que sea el respeto que se debe á un padre y á un soberano , es mayor el que se debe cualquiera á sí mismo y á la h u m a n i d a d , y si un rey manda un de l i ­to , se muere áñtes que obedecerle. Y yo , insensato , que venia á socorrerla, yo que pedia al viento sus alas , á cada pa ­so tropiezo en una víctima de su furor. I Derecho execrable de la guerra , son es­tas las acciones que permi tes ! ¡ He aquí el fruto que han producido mis hazañas ; estas son las consecuencias de aquella glo­r ia por la cual ciego he abandonado t o ­do ! Sí , he olvidado á Tulio , he desam­parado á Tacio y todo para ser el com­pañero de los tigres que han der ramado tanta sangre , y cuyo furor y sed de estragos he igualado en los combates . ¡ T be podido creerme un hé roe ! O T u ­lio , perdona mi ciego error ! Para siem­pre le desecho de mi alma. El verdade­ro héroe es el que defiende su patr ia en el pe l igro ; pero el rey , el guerrero que der rama una sola gota de sangre sin n e ­cesidad , es una fiera que los hombres aplauden porque no pueden encadenarla.

Al punto huye Numa lejos de aquella escena de ho r ro re s ; renuncia á seguir los pasos de Hersilia , temiendo ser especta­dor de sus c rue ldades ; vuelve atrás , sale

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LIBRO V I . ii¡a de las tierras de los Hérnicos , y con el corazón amancillado y lleno de vergüen­za de ser gue r re ro , toma tristemente el camino de Roma.

Ya todo el egército habia llegado , y á la sazón Rómulo estaba dando gracias a los Dioses por todo el mal que habia hecho á los hombres . Modo impío de ennoblecer sus crueldades , procurando aso­ciar á ellas á los inmortales.

Numa fué al capitolio en donde esta­ban también Tacio , su hija y los sabi­nos. Apenas el buen rey le descubre, corre á él con toda la velocidad que sus muchos años le permiten , y estrecha e n ­tre sus brazos al hijo de Pompilio. L l o ­r a el anciano de gozo al volverle á ver, pero en breve llora de pena al saber la muerte; de Tulio. ¡ O desgracia de la ve­jez , esclama , todo lo que se ama nos va dejando. ! Ya no me queda mas que t ú y mi hija ; en vosotros voy á reu­ni r todos los afectos de mi alma , y me queda el dulce consuelo de espirar en vuestros brazos. Así d i c e , y uniendo la mano de su hija con la de Numa , las estrecha ambas contra su corazón. T a -cia se inmuta , su mano tiembla al tocar la de Numa : baja los ojos y no se a t re ­ve á mirar le .

Pero el héroe buscaba á Hersilia. La ve al lado de R ó m u l o : esta vista vuel ­ve á dar á su pasión toda su violencia,

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i 5 o NUMA POMPILIO. y borra en un instante todos los conse­jos de Tulio. Procura corresponder p ron ­tamente á las caricias de Tacio , y salu­dando á su hija con frialdad , corre á presentarse á Piómulo : este le recibe con los brazos , y presentándole al pueblo , pide que le oygan.

R o m a n o s , les d ice , hoy me habéis visto t r iunfar ; pero Numa es el que ha merecido el triunfo. A Numa debo la vic­toria , y en justa recompensa quiero da r ­le la que tantos reyes han pre tendido en v a n o , la que ha despreciado tantos héroes : mi hija Hersilia.

Dice , y los romanos aplauden con a c l a m a c i o n e s p e r o los sabinos guardan profundo silencio. Tacio queda inmóvil, como un hombre que ha visto caer u n r ayo á sus pies ; Tac i a , perdido el color, se arr ima á su padre . Hersilia que a d ­vierte su turbación , la mira con ojos descontentos. Numa avergonzado y p o ­seído de una interior zozobra , mira con inquietud á Tacia , Hersilia , Tacio y los sabinos.

Rómulo , sin darse por en tend ido , p r o ­sigue. Mañana se efectuará este augusto himeneo sobre este mismo a l t a r , tantas veces cubierto con los despojos de la I ta ­l i a , y le haré celebrar con juegos solem­nes que durarán diez dias.

Todos los sab inos , á la voz de juegos manifiestan su alteración j callan y arquean

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LIBRO V I , i S f las cejas : Tacío levanta los ojos al cielo, y Nimia fija los suyos en la t ierra.

Rómulo continua : después de haber satisfecho á la deuda del agradecimiento, me ocuparé con nuevo ardor en vuestros aumentos. Acabo de conquistar el pais de los auruncos ; pero esta aumentación de terr i torio os sera de poca ut i l idad, en tanto que los volscos os separen de él . Un medio hay de hacerle útil ; esta es la conquista de los volscos: dentro de diez dias voy contra ellos. Romanos , ha­béis nacido para la guerra ; no podéis e n ­grandeceros ni aun subsistir sino por ella. La paz seria para vosotros el azote mas c r u e l ; entorpecería vuestro valor y enervaría vuestros brazos. Juzgad de las ventajas que tendréis siempre sobre las demás naciones , cuando sin dejar las ar­mas de !a mano , y perfeccionándoos in­cesantemente en el ar te difícil de los hé­r o e s , atacaréis un pueblo-debelado por una larga p a z : aun cuando su valor igua­lase al vuestro (cosa por cierto imposi­ble ) , no podrá igualaros nunca en fuer­zas ni en esperiencia. Antes que esos débiles contrarios se adiestren peleando con vosotros , antes que hayan aprendido el ar te terrible , con el cual seréis sus dueños , se hallarán vencidos y sujetos. Así q u e , atacando una después de otra las naciones de I ta l ia , desuniéndolas pa­ra mejor vencerlas, aliándose con las mas

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i 5 2 NUMA. POMPILIO. débiles y oprimiéndolas después que nos hayan se rv ido , conseguiréis, no hay que duda r lo , romanos , en breve tiempo la conquista del mundo prometida á Pio­rna por Júpiter . Cualquier camino es lí­cito para cumplir la voluntad de los Dio­se s , y la victoria justifica los medios que la han conseguido.

Romanos , pensad solo en la guerra : sea esta vuestra ciencia , vuestra ilnica ocupación. Dejad á otros pueblos que cultiven con ímprobo y humilde afán la t ierra que riegan con su sudor ; dejad­los que se ocupen en acumular riquezas, p o r el comercio y la industria , viles in ­venciones de la cobardía : vosotros r eco ­geréis los granos que siembran , y disi­paréis los tesoros que guardan. Como hi ­jos de la tierra , deben cult ivarla: pero vosotros , compañeros del hijo de Mar te , n o debéis conocer otro arte que el de ven­cer. Sí , romanos ,• gue r ra , guerra eterna contra todos los que reusen admitir el yugo. Eí uuiverso es nuestra herencia : todos los que le ocupan son usurpadores injustos de nuestros bienes. Jamas interrumpáis la no­ble tarea de recuperar lo que es vuestro.

Así habló Rómulo,- las tropas le aplau­den y el pueblo murmura . Por todas pa r ­tes se oye un ruido parecido al zumbi­do de las abejas cuando salen en tropel contra el enemigo , que quiere despo­jarlas del fruto de sus afanes.

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LEBRO V I . i 5 3 Tacio , que hasta entonces habla esta­

do pensativo , mira con ternura al p u e ­blo ; se levanta de su t rono que estaba en frente del de Rómulo : estiende su cetro de oro y pide silencio. Su aspecto venerable , sus canas , la bondad y du l ­zura retratadas en su r o s t r o , inspiran á todos un santo respeto. R ó m u l o , sorpren­dido y receloso , le mira con enojo : sus cejas formidables se juntan , y su frente indica la cólera del interior . Tal debia, en la asamblea de los Dioses , el te r r i ­ble Júpiter mirar a Saturno que se o p o -nia á sus decretos.

Rey y compañero mió , le dice el p r u ­dente T a c l o , ningún romano hay que admire mas que yo tu valor , tu pe r i ­cia militar y tu amor á la g lor ia : dis­fruto aun mas que tú propio de tus t r iun­fos , y confieso con placer que en el largo discurso de mi vida no he conocido un héroe que te se pueda comparar . Pero por grande que sea este título no basta á un rey , y debe añadirle otro mas du l ­ce y mas glorioso : el de padre . Mira esa porción de tus vasallos cubiertos de acero y con las picas en las manos : s o n , no hay duda , hijos tuyos y como á tales los tratas : pero mira también esta otra p o r c i ó n , diez veces mas numerosa , cu ­biertos de andrajos , porque en vez de vestirse han tenido que pagar esas cora ­zas resplandecientes; son también vasa-

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lS4 TÍÜMA POMHLW,.

líos tuyos y los na tas como á enemigos. Les quitas el sustento , les arrebatas sus esposos é hijos : tus laureles están r ega ­dos con sus lagrimas , y cada una de tus victorias se compra con su sangre. Ya es tiempo Rómulo que los dejes respirar y que permitas vivir á aquellos, cuyos p a ­dres lian muerto por tí. Cesa pues de esterminar tus subditos , 'y sobre todo nunca digas que ejecutas asi los decretos de los Dioses. Solo desean estos la feli­cidad de los humanos : el primer don suyo fué la edad de oro , y cuando el Olimpo jun to declaró á Minerva victorio­sa , fué por haber producido el fructífero olivo. El único de estos inmortales que reynó en Italia fue Saturno : acuérdate co­mo reynó , y no calumnies mas á los dioses diciendo que mandan la efusión de sangre.

Pretendes que los romanos solo pue ­den subsistir por la guerra : enséñame un pueblo solo qué se mantenga con tan h o r ­rendo a p o y o , y dime la causa de la r u i ­na de los pueblos que han desaparecido de la faz de la tierra. ¿Conservó su g r a n ­deza la desgraciada Tebas por la gue r ra? Venció , no obstante , á los siete reyes de la Argólida; y sus victorias ocasiona­ron su perdición. Tus ascendientes los tróvanos ¿mantuvieron su poder en el Asia por ella ? La guerra es la enferme­dad de los estados : aquel que con mas frecuencia la padece se arruina mas p res -

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LIBKO V I . t.-55 to . Rey y compañero m í o : yo le p ido, en nombre de este pueblo que ha d e r ­ramado tanta sangre por t í , q u e d e s tiem­po á que sus venas exhaustas recuperen la pérdida. Nadie nos declara la guerra ; tus conquistas son harto di la tadas; ocu­pémonos , pues , del cuidado de hacer ven­turosos los pueblos que tu brazo ha s u ­je tado. A pesar de mi vigilancia, no bas­to á reprimir las injusticias , ni á socor­rer á los infelices : ayúdame en tan n o ­ble empleo. Visitemos juntos nuestros d o ­minios tan vastos , gracias á tu va lo r ; y cuando habremos enjugado todas las l á ­grimas , cuando habremos sacado de la miseria á los indigentes , finalmente cuando no hayamos dejado un desventurado en nuestro reyno, entonces convendré gustoso en que salgas á añadirle nuevas provincias.

Dijo , y Rómulo ciego de eno jo , iba á responder : en su rostro se conocia que n o pensaba en conceder la paz. Pero de improviso el pueblo le rodea y no le de­j an h a b l a r : mugeres , viejos y n iños , to ­dos de rodillas y levantados los brazos, c l aman: la p a z ! la paz ! Hijo de un Dios, concédenos la paz ! T o m a cuanto posee­mos , si quieres , pero danos la paz.

O hijos mios , les dice Tacio cnage-nado y bañado en llanto , os la p rome­to . Se la he pedido á Rómulo á título de amistad : ahora la exijo como su c ó -^ c S a é igual en poder y dignidad. Si me

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i 5 6 NUMA POMPILIO. la n i e g a , iré con vosotros á esperarle á las puertas de la ciudad , nos echare­mos en la t ierra y veremos si sus fero­ces soldados se atreven á hollar con los pies á su rey , á sus madres é hijos.

Al oirle todas las tropas eselaman di­ciendo : j a m a s , jamas ! Cada soldado a r ­roja las a r m a s , se mezcla con el pueblo y abrazando á los suyos , todos repiten á voces : la paz , la paz !

Precisado el terrible Rómulo á ceder po r la primera vez de su v i d a , disimula su despecho , concede una tregua con to ­n o áspero , y se retira prontamente á su palacio ; sus guard ias , llamados Céleres, le acompañan. Era este un cuerpo de gente escogida, que habia creado para la seguridad de su persona.

Apenas estuvo en su palacio , cuando exhalando la rabia que oprimía su cora ­zón , se desahoga con mil imprecaciones contra T a e i o , y en aquellos instantes de furor , dijo estas razones imprudentes : ¡ Hasta cuando pondrá obstáculos á mi gloria ese caduco i m p o r t u n o ! ¿Es p o ­sible que no tenga yo un amigo que me libre de él? Por desgrac ia , algunos d e los Céleres oyeron estas últimas pa labras .

Habia Hersilia acompañado á su p a ­dre , y Numa no se habia atrevido á se­guirla. Apoyado contra una columna , b a ­jos los ojos , pensat ivo, y comparando dentro de sí las virtudes de Tacio con

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LIBRO VI-. i Si­los furores del que iba á ser su padre , estaba sepultado entre mil dudas. Tacio, se le acerca y le dice alargándole una mano : ¿ Tú también . yerno de Hornil­lo , me declaras la guerra ?

Numa penetrado de confusión y dolor, se arroja á sus p ies : O padre m i ó ! le dice : no me atrevo á m i r a r o s : p e r d o ­nadme si..i.

Todo lo perdono , le responde el an­ciano , con tal que me ames siempre. Has dispuesto de tu alvedrio sin decí r ­melo ,• has'. contraído un 'enlace que será poco grato á los sab inos ; dudo mucho que el venerable Tullo te le haya acon­sejado; pero en f i n , si te hace feliz, t o ­dos debemos aprobarle . O Numa ! Quise ser tu padre y Rómulo va á lograr esa dicha .• no puedo menos de decirte que se la envidio. En caso que no cumpla con las obligaciones que impone tan d u l ­ce nombre , y si su corazón no conoce el precio de él , siempre hallarás el mió p ron to á participar de tus penas. Tacio te será deudor de mayor agradecimiento si le escoges por amigo y consuelo.

Al acabar estas palabras , se aparta de Numa y le deja cortado , lleno de t u r ­bación , de remordimientos y de amor .

En tan cruel e s t a d o , piensa Numa hallar la apetecida calma al lado de Her-silia : vuela al palacio de R.ómulo y ve los preparativos de sus bodas : al verlos

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i5<5 NUMA POMMLIO. s e l l e n a d e g o z o , p e r o n o e r a p u r o a q u e l

- g o z o : u n p r e s e n t i m i e n t o d e t e m o r l e a c i ­b a r a . H a b l a a l o b j e t o d e s u a m o r , o y e d e s u b o c a l a d e c l a r a c i o n d e s u c o r r e s ­p o n d e n c i a , y e l d u l c e é x t a s i s q u e l e o c a ­s i o n a t a n f e l i z s e g u r i d a d n o e s p o d e r o ­s o á d e s t e r r a r d e s u p e c h o u n t e r r o r s e ­c r e t o q u e l e o p r i m e . M i r a á H e r s i l i á , l e e e n s u s o j o s e l a m o r , p e r o n o e n c u e n t r a l a p a z . A t o r m e n t a d o , l l e n o d e z o z o b r a , r e p i t e q u e e l d i a s i g u i e n t e s e r á e l d í a d e s u f e l i c i d a d : u n a v o z i n t e r n a l e g r i t a d e s ­d e l o í n t i m o d e l a l m a q u e l a f e l i c i d a d e s t á m u y d i s t a n t e d e é l : l a m i s m a v o a l e j h a c e t s e v e r a s r e c o n v e n c i o n e s , y p o r m a s q u e N u m a p r o c u r a c r e e r q u e n o s o n m e ­r e c i d a s , s u c o n c i e n c i a d e s v a n e c e l o s s o ­fismas' d e l a p a s i ó n .

N o p n d i e n d o y a c o n t a n t a s i n q u i e t u ­d e s , t e m e r o s o y a b r a z a d o d e a m o r , d i r i ­g e s u s p a s o s a l b o s q u e d e E g e r i a , e n d o n d e j v i o l a v e z p r i m e r a á l a q u e h a d e s e r s u e s p o s a . Q u i e r e v o l v e r á v e r a q u e l s i t i o d u l c e á s u a l m a ; s e a c u e r d a d e l s u e ­ñ o m i s t e r i o s o q u e e n é l t u v o , y e s p e r a q u e " d i r i g i e n d o s u s v o t o s á M i n e r v a , e s ­t a D e i d a d l e v o l v e r á l a t r a n q u i l i d a d d e q u e t a n t o n e c e s i t a .

Y a e l j ú l t i m o c r e p ú s c u l o a n u n c i a b a l a s t i n i e b l a s c u a n d o l l e g ó al b o s q u e . N o b i e n l i a e n t r a d o • e n é l , c u a n d o o y e u n o s q u e ­j i d o s l a s t i m o s o s : d e s n u d a e l a c e r o y c o r ­r e acia a q u e l l o s a y e s d o l o r o s o s q u e q u i e -

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LIBRO V I . i 5 g te c o n o c e r . M a s q u e e s c e n a s e l e p r e s e n ­t a ! T a c i o e s p i r a n d o á m a n o s d e c u a t r o a s e s i n o s ! N u m a d a u n g r i t o , m a t a d o s d e a q u e l l o s m a l v a d o s , y l o s r e s t a n t e s h u ­y e n v e l o c e s ; p e r o T a c i o e r a m o r t a l r a e n -t e h e r i d o , s u s a n g r e c o r r e p o r v a r i a s b o ­c a s : a p e n a s l e q u e d a n a l d e s v e n t u r a d o a n c i a n o a l g u n o s i n s t a n t e s ' d e v i d a . N u m a l e a b r a z a , d a n d o l a s t i m o s o s g e m i d o s : r e ­c o n o c e s u s h e r i d a s , r a s g a s u s v e s t i d o s , r e s ­t a ñ a la s a n g r e , y c o g i e n d o a l r e y e n s u s b r a z o s i n t e n t a l l e v a r l e á R o m a .

D e t e n t e , h i j o m i ó , d e t e n t e , l e d i c e T a c i o : t u s f a t i g a s s o n e n v a n o ,• c o n o z c o q u e v o y [á e s p i r a r , y d o y n . í l g r a c i a s á l o s d i o s e s p o r h a b e r m e d a d o e l c o n s u e l o d e e x h a l a r e n t u s b r a z o s m i ú l t i m o s u s ­p i r o . N u m a , y o m u e r o á m a n o s d e P i ó -m u l o ; h e c o n o c i d o á l o s a s e s i n o s , s o n C é l e r e s , y a l h e r i r m e m e h a n d i c h o q u e e s t a s e r a n l a s p r i m i c i a s d e l a p a z q u e h a b í a d a d o á l o s r o m a n o s . E l a m o r q u e p r o f e s a s á H e r s i l i a y t u n u e v o p a r e n t e s ­c o c o n m i a s e s i n o , t e p r o h i b e n v e n g a r m i m u e r t e ; p e r o e s p e r o q u e m e c o n c e d a s o t r a g r a c i a m a s p r e c i o s a : d e j o u n a h i j a i n f e l i z a q u i e n n o q u e d a m a s a m p a r o n i d e f e n s a q u e l a t u y a : s u n o b l e c u n a y s u s d e r e c h o s a l t r o n o d e l o s s a b i n o s l a h a ­r á n a b o r r e c i b l e y d e l i n c u e n t e á l o s o j o s d e R ó m u l o : p e r e c e r á s i l e f a l t a t u p a ­t r o c i n i o . J ú r a m e p u e s , h i j o m í o , q u e v e ­l a r á s e n s u d e f e n s a y q u e l o s e r v i r á s d e

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i 6 o NUMA POMPIXIO. p r o t e c t o r , d e p a d r e y d e h e r m a n o . A l ­g ú n d i a c r e í q u e t e p o d r í a d a r u n n o m ­b r e m a s t i e r n o . D e s d e e l ' p u n t o q u e t e v i , f o r m é e l p r o y e c t o d e d á r t e l a p o r e s ­p o s a , r e n u n c i a r e n t í m í c o r o n a y v i v i r c o n v o s o t r o s , s i n m a s d i g n i d a d q u e e l t í t u l o d e t u p a d r e . ¡ D u l c e i l u s i ó n , c u a n p r e s t o t e p e r d í ! C u a n t o m e n o s d u r a m e s e r i a l a m u e r t e s i d u r a s e t o d a v í a ! , A l o m e n o s n o d e s e c h e s m i s r u e g o s ; t e n p i e ­d a d d e u n v i e j o m o r i b u n d o q u e f u é t u p a r i e n t e , t u a m i g o y e l a m i g o d e T u l l o y d e P o m p i l í o . A s i d o á t u s p i e s , t e s u ­p l i c o d e f i e n d a s l a v i d a d e T a c i a . ¡ S é e l d e f e n s o r d e e s t a h u é r f a n a a b a n d o n a d a ! . . . .

O s j u r o , l e r e s p o n d e N u m a , d e s e c h o e n u n m a r d e l á g r i m a s , y p o n g o p o r t e s ­t i g o s d e m i s o l e m n e j u r a m e n t o l a s a l m a s d e m i s p a d r e s y l a d e T u l i o : o s j u r o , v u e l v o á d e c i r , q u e c u m p l i r é v u e s t r a p r i ­m e r a v o l u n t a d ; q u e s e r é e l e s p o s o d e T a c i a ; q u e v i v i r é y m o r i r é p o r e l l a , d e ­f e n d i é n d o l a d e s u s c o n t r a r i o s ; y finalmen­t e , o s j u r o q u e a b o r r e c e r é m i e n t r a s v i ­v a l a f a m i l i a d e v u e s t r o i n h u m a n o a s e s i n o .

N o e s p e r a b a y o m e n o s d e t í , e s c l a m a T a c í o l l e n o d e g o z o ; a b r á z a m e , j o v e n a d o r a b l e . C u e n t o c o n t u s p r o m e s a s , y m u e r o c o n t e n t o .

D i c e , e s t r e c h a á ' N u m a e n t r e s u s b r a ­z o s y e s p i r a . N u m a s e q u e d ó d e s m a y a d o s o b r e e l c a d á v e r .

Fin del libro sexto.

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NUMA

LIBRO V I I .

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O S É P T I M O . ,

ARGUMENTO.

NUMA vuelve á Roma con el cadáver de Tacio : desesperación de su hija.—Nu­ma se prepara á cumplir el juramen­to que ha hecho á su rey : Rómulo se le prohibe. — Hersilia va á ver á Nu­ma, y este resiste á sus ruegos y lá. grimas. — Exequias de Tacio, y muer­te de su \hija. — Rebelión de los sa­binos ; inhumana precaución de Rómu­lo. — Numa se sacrifica por su pueblo, sale desterrado de Roma y encuentra á Leonte.

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L i m o T U . 1 6 3

" ^ Ü ^ A c u b r í a n l a t i e r r a l a s t i n i e b l a s d e l a n o c h e , c u a n d o N u m a v o l v i ó d e s u d e s ­m a y o . L a v i s t a d e l s a n g r i e n t o c a d á v e r d a T a c i o l e l l e n a n u e v a m e n t e d e h o r r o r , y l e r e c u e r d a e l j u r a m e n t o q u e l i a h e c h o . S i n a r r e p e n t i r s e n i q u e j a r s e , s o l o p i e n s a e n l o q u e d e b e a l d i f u n t o m o n a r c a , y t e ­m i e n d o q u e s u c u e r p o q u e d e e s p u e s t o á n u e v o s i n s u l t o s s i l o a b a n d o n a u n s o l o i n s t a n t e , l e p o n e s o b r e s u s h o m b r o s , y c o n l e n t o s p a s o s s e e n c a m i n a á R o m a . L u e g o q u e l l e g a á l a s p r i m e r a s g u a r d i a s , l l a m a á l o s s o l d a d o s s a b i n o s , l e s e n t r e g a e l c a d á v e r , l e s p r e v i e n e le l l e v e n c o n r e s ­p e t o h a s t a e l p a l a c i o d e T a c i a , y é l s e a d e l a n t a p r e s u r o s o c o n e l fin d e p r e p a ­r a r á la d e s g r a c i a d a p r i n c e s a á t a n c r u e l e s p e c t á c u l o .

I n q u i e t a a q u e l l a h i j a a m a n t e c o n l a l a r g a a u s e n c i a d e s u p a d r e , p a r e c i a p r e ­v e r s u d e s g r a c i a . S o l a e n s u a p o s e n t o , s e o c u p a b a e n h i l a r u n a t ú n i c a d e p ú r p u r a p a r a s u r e y y p a d r e q u e r i d o : m i l v e c e s i n t e r r u m p í a s u l a b o r , y c o n t a b a s u s p i r a n d o l a s h o r a s p a s a d a s , d e s d e q u e n o v e í a T a ­c i o . L o s p r e s a g i o s m a s f u n e s t o s la a s u s ­t a n ; u n t e r r o r o c u l t o l l e n a s u a l m a ; s u s m a n o s a b a n d o n a n el h u s o , y q u e d a i n ­m ó v i l c o n i o s o j o s c l a v a d o s e n la t i e r r a .

D e i m p r o v i s o s e l e p r e s e n t a N u m a . l i t d o l o r q u e m a n i f i e s t a , s u l l a n t o m a l r e p r i ­m i d o y s u s v e s t i d o s m a n c h a d o s d e s a n g r e

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» 6 4 NUMA POMPIHO. l l e n a n d e h o r r o r á T a c i a : s e l e v a n t a t e m ­b l a n d o , y n o s e a t r e v e á p r e g u n t a r l e . ¡ O h i j a d e T a c i o , l e d i c e e l h é r o e c o n v o z t r é m u l a , h o y m a s q u e n u n c a n e c e s i t a s d e a q u e l l a c o n s t a n c i a y p a c i e n c i a i n a l t e r a b l e d e t u c o r a z ó n I V e n g o á d a r t e e l g o l p e m a s c r u e l ; p e r o s í r v a t e d e c o n s u e l o l a v i r t u d y l a a m i s t a d m a s p u r a , d o n e s q u e l o s i n m o r t a l e s n o s f r a n q u e a n c o m o a l i v i o á l o s m a l e s d e e s t a v i d a .

A p e n a s h a d i c h o e s t a s r a z o n e s c u a n d o l l e g a n l o s s a b i n o s c o n e l c u e r p o d e s u r e y . T a c i a , d a n d o u n g r i t o e s p a n t o s o , s e p r e c i p i t a s o b r e s u p a d r e , l e e s t r e c h a e n t r e s u s b r a z o s , y q u e d a p r i v a d a d e s e n t i d o . V u e l v e e n s í á p o d e r d e l o s r e ­m e d i o s q u e l e a d m i n i s t r a n , f ija l o s o j o s e n e l c a d á v e r , y c o n s i d e r a l a s h e r i d a s s i n d e r r a m a r u n a l á g r i m a ; s u l e n g u a p e ­g a d a a l p a l a d a r n o p u e d e a r t i c u l a r u n a q u e j a : u n p e s o e n o r m e l e o p r i m e e l c o ­r a z ó n . Q u e d a i n m ó v i l s i n p o d e r l l o r a r , n i a u n r e s p i r a r .

T e m i e n d o N u m a l o s e f e c t o s d e a q u e l d o l o r m u d o , m a n d a q u e a p a r t e n e l c u e r ­p o d e l r e y , y T a c i a p r o r u m p e e n t o n c e s e n g r i t o s p e n e t r a n t e s y a b u n d a n t e s l á g r i ­m a s : e s t o e r a l o q u e N u m a d e s e a b a . A s e g u ­r a d o d e q u e a q u e l l l a n t o l a a l i v i a r á , d e j a á l a p r i n c e s a a l c u i d a d o d e s u s c r i a d a s , y v a á d a r l a s d i s p o s i c i o n e s n e c e s a r i a s p a ­r a q u e e l c a d á v e r , d e s p u é s d e l a v a d o y e m b a l s a m a d o , s e c o l o q u e e n u n a c a m a

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LIBRO V I I . i 6 5 de púrpura . El mismo distribuye guardias en to rno del palacio de Tacia : después de cumplir estos tristes debe res , se d is ­pone al mas penoso de todos , que es el de anunciar á Rómulo que no puede ser su yerno.

¡ Que crueles ideas le ocupan en tan­to que se encamina al palacio del r ey ! va á perder para siempre la que a d o r a ; de ­be renunciar su posesión, decírselo á ella misma , y parecerle un pérf ido, tolerando toda la pena de tan cruel sacrificio, y la vergüenza de pasar por inconstante. Es­ta espantosa idea hace t i tubear su vir tud; pero en breve recobra el imperio sobre su pasión. Las sombras de Tulio y de Tacio caminan á su lado , le sostienen y animan , le repiten continuamente que aquel doloroso sacrificio es necesario , y que el oprobio y la desesperación serian el único fruto que sacaría de un en­lace con el asesino de su rey y el ene­migo de su familia , y de un himeneo fundado sobre un perjurio , y celebrado con tan funestos agüeros.

Llega al palacio de Rómulo y halla á este monarca sentado á la mesa , rodea­do de sus cortesanos. En su rostro se leian la inqu ie tud , el pesar y los recelos: jus­to y primer castigo de su delito. Ya sa­bia la muerte de Tacio : temía se le a t r i ­buyese este a t en tado , y a tormentado mas por este temor que por sus remordímicn-

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166 NUMA POMPIHO. t o s , g u a r d a b a un a d u s t o s i l e n c i o q u e sus á u l i c o s i m i t a b a n . H e r s i l i a , s e n t a d a á su l a d o , p r o c u r a b a d i s i p a r c o n s u l i r a l a s p e n a s q u e l e o p r i m í a n , y l e c a n t a b a l a v i c t o r i a d e l p a d r e d e l o s D i o s e s s o b r e l o s g i g a n t e s .

N u m a s e p r e s e n t a á R ó m u l o , y s e e s ­t r e m e c e al c o n s i d e r a r l e : e l a s p e c t o d e l m a ­t a d o r d e T a c i o l e l l e n a d e u n h o r r o r q u e e n v a n o p r o c u r a o c u l t a r N o o b s t a n t e , h a ­c e u n e s f u e r z o , b a j a l o s o j o s , c o r n o s i e l h u b i e s e s i d o e l c u l p a d o , y a c o r d á n d o s e d e l r e s p e t o q u e l o s v a s a l l o s d e b e n a l s o ­b e r a n o , a u n c u a n d o e s t e s e h a l l e m a n ­c h a d o d e l o s m a y o r e s d e l i t o s , l e d i c e d e e s t e m o d o :

R ó m u l o , u n a s m a n o s s a c r i l e g a s h a n h e c h o p e r e c e r t u c o m p a ñ e r o . M i s o j o s h a n v i s t o á T a c i o e s p i r a r b a j o e l p u ñ a l d e c u a t r o a s e s i n o s . H e m u e r t o d o s d e e s t o s m a l v a d o s ; l o s o t r o s d o s h a n h u i d o , y a c a s o q u e d a r á n i m p u n e s , h a s t a q u e l o s D i o s e s t o m e n á s u c a r g o la v e n g a n z a . S a ­b e s l o s v í n c u l o s q u e m e u n í a n a l r e y d e l o s s a b i n o s ; p e r o n o c r e o q u e p u e d a s c o n o c e r b a s t a n t e m e n t e e l a m o r y v e n e ­r a c i ó n q u e p r o f e s a b a á s u s v i r t u d e s . E s ­t o s m o t i v o s r e u n i d o s m e i m p o n e n g r a n ­d e s y p e n o s a s o b l i g a c i o n e s , q u e s i n e m ­b a r g o p i e n s o c u m p l i r . R e y d e R o m a , a d o ­r o á H e r s i l i a , y s i n e l l a a b o r r e z c o l a v i d a ; p e r o h e p r o m e t i d o y j u r a d o á T a ­c i o e s p i r a n t e , q u e s u h i j a s e r i a m i e s -

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LIBRO V I L i 6 5 posa. Cumpliré mi ju ramento . Vengo, pues , á deshacer el t ra tado himeneo , r e n u n ­ciando el bien que adoro , y á pedir t u consentimiento para ser eternamente d e s ­dichado.

Sorprendido R ó m u l o , se queda un ins­tante sin dar respues ta : Hers i l i a , a t ó n i ­ta y t u r b a d a , deja caer J a l i r a , y los cortesanos^ inmóviles esperan para ' a l e ­grarse ó entr is tecerse, que Rómulo mani ­fieste sus ideas.

El terrible rey se levanta , y arrojan­do á Numa una mirada llena de furor, le dice : ya sabia yo la muerte de T a ­cio , y he dado mis órdenes para a r res ­t a r y castigar los delincuentes. Por g r a n ­de que fuese tu amor á Tacio , puedes fiar á un rey el cuidado de vengar el asesinato de otro rey. Mas , al pasp que sé castigar los de l i t o s , sé también r e p r i ­mir los ambiciosos: N u m a , Rómulo te prohibe des la mano á la hija de Tacio; sus derechos al t rono de su p a d r e , u n i ­dos á los t u y o s , podrian un dia serme nocivos : le tengo preparado otro enlace. En cuanto á la afrenta de rehusar mi hi­ja podria ofender á otro que no fuese h i ­jo de Marte ; tengo pues á bien compa­decer tu poca edad , y considerando la inmensa distancia que nos separa , acor ­darme también de que fuiste de a lguna Utilidad á mis t ropas.

Dicho esto en tono que procuraba ma-1.4

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i 6 6 NUMA POMPILIO. n i f e s t a r t r a n q u i l o , R ó m u l o v u e l v e l a e s ­p a l d a á N u m a s i n a g u a r d a r r e s p u e s t a . E l d e s g r a c i a d o a m a n t e q u e r í a h a b l a r á I l e r -s i l í a , p e r o l a a l t i v a a m a z o n a l e m i r a c o n d e s d e n , p a s a á s u l a d o s i n r e s p o n d e r l e , y s i g u e á s u p a d r e c o n t o d o s l o s c o r t e s a n o s .

L a a l t i v e z y d e s p r e c i o d e I i e r s i l i a p e ­n e t r a r o n e l c o r a z ó n d e N u m a , p e r o l e h i c i e r o n n í a s f á c i l s u d o l o r o s o s a c r i f i c i o . I n d i g n a d o c o n t r a R ó m u l o , o f e n d i d o d e I i e r s i l i a , y r e s u c i t o á a v e n t u r a r s u p r o ­p i a v i d a p o r m a n t e n e r s e fiel á s u r e y , N u m a m a s firme y s o s e g a d o , v u e l v e p r o n ­t a m e n t e a l p a l a c i o d e T a c i a .

P e r d ó n a m e , l e d i c e ' . l e g o q u e l a v e , s i e n m e d i o d e t u l u t o y l á g r i m a s v e n ­g o á h a b l a r t e d e h i m e n e o . T u p a d r e an­t e s d e e s p i r a r t e c o n f i ó á m i z e l o ; s u a l ­m a g r a n d e y n o b l e d e j ó e l , m o r t a l d e s ­p o j o s a t i s f e c h a d e l j u r a m e n t o q u e l e h i c e d e s e r t u e s p o s o : R ó m u l o s e o p o n e á e l l o , p e r o e n v a n o : t ú y y o s o m o s s a ­b i n o s , y c o m o t a l e s d e p e n d í a m o s d e l r e y s a b i n o : e n t a n t o q u e v i v i ó d e b i m o s o b e ­d e c e r l e , y s u s ú l t i m a s d i s p o s i c i o n e s s o n p a r a n o s o t r o s u n a o b l i g a c i ó n t o d a v í a m a s s a g r a d a . N o q u i e r o o c u l t a r t e q u e a d o ­r a b a á I i e r s i l i a ; p e r o d e s d e l a m u e r t e d e T a c i o , p r e f i e r o e l d e s t i e r r o , e l c a d a l ­s o c o n t i g o , a l t r o n o c o n l a h i j a d e s u a s e s i n o . S i e n c a m b i o d e u n a m o r q u e n o p u e d o o f r e c e r t e , t e c o n t e n t a s c o n l a m a s v i v a a m i s t a d , p r e v e n t e á d e s p r e c i a r l a s

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LIBRO V I L 167 amenazas de Rómulo mañana , la llama de la pira de tu padre servirá de teas á nuestro himeneo.

D i c e , y Tacia le escucha con dulce ad­miración. Tacia , que t an to t iempo habia ocultado en su pecho su desgraciada p a ­sión , llena de ' virginal rubor le r e spon­de , que él es el arbi t ro de su suer te . Numa le da su p a l a b r a , y mas dueño de sí mismo por las amenazas de Rómulo , que por cuantos esfuerzos habia hecho po r su p a r t e , se dedica á disponer los fune­rales de su rey .

Apenas amaneció el día s iguiente , cuan­do Numa se dispone á marchar con un cuerpo de sabinos , para ir á cor tar la le­ña necesaria á la fúnebre hoguera : estos piadosos cuidados que á nadie quiere fiar alivian en par te su dolor. Pero en el i n s ­tante en que van á marchar , Hersilia se le presenta : Hersilia le p ide una audien­cia secreta.

Ya no es aquella altiva amazona , cu­yas miradas t ranqui las y desdeñosas c o n ­fundían al atrevido que osaba poner en ella los o jos : ya no es aquella heroina, cuyo invencible brazo se ha teñido en la sangre de tantos contrarios. Ahora viene como amante desconsolada : sus rnegillas están ajadas por la abundancia de lágr i ­m a s , sus ojos amortecidos y cansados de l l o ra r , brillan no obstante á pesar del triste velo que los cubre : sus cabellos y vesti-

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]&& NUMA POMPILIO. d o s d e s o r d e n a d o s y t u b e l l e z a , a u n q u s d e s l u c i d a , l e p r e s t a n e n e s t e m i s m o d e ­s a l i ñ o u n n u e v o y p e l i g r o s o a t r a c t i v o .

Y a v e s , ó N u m a , l e d i c e , á q u e e s ­t a d o m e h a r e d u c i d o A m o r ! H e r s i l i a v i e ­n e á b u s c a r t e ; H e r s i l i a s u p l i c a n t e v i e n e q u i z a s á r e c i b i r u n a r e p u l s a . J u z g a l o q u e t e a m o , t ú q u e c o n o c e s m i a l t i v e z ; e s t e p a s o t e d i r á P e r o d e m a s i a d o l o s a b e s i n g r a t o ! p o r t a n t o e s c u s a r é la v e r g ü e n z a d e r e p e t i r l o , q u i z a s e n v a n o , y o l v i d á n ­d o m e d e m í p r o p i a , t e h a b l a r é s o l o d e t u i n t e r é s p a r t i c u l a r .

T e c o n o z c o b a s t a n t e , ó N u m a , p a r a c r e e r q u e l a p r o h i b i c i ó n d e m i p a d r e t e i a r á a p r e s u r a r t u u n i ó n c o n T a c i a ; p e r o c o n o c e s m a l á m i p a d r e s i i m a g i n a s q u e t e h a d e p e r d o n a r e s t a a c c i ó n . C r e e f i r ­m e m e n t e q u e e l m i s m o i n s t a n t e e n q u e d e s p r e c i e s s u s ó r d e n e s , v e r á s c a e r t u c a ­b e z a d i v i d i d a p o r l a s e g u r d e l o s L i c t o -r e s : b i e n c o n o z c o q u e e s t e t e m o r n o s e r á p o d e r o s o á d e t e n e r t e ; p e r o n o p e r e c e r á s s o l o : l a s a n g r e d e T a c i a c o r r e r á j u n t a ­m e n t e c o n la t u y a . ¿ C r e e s q u e e l m i s m o T a c i o , c u y a m e m o r i a t a n t o v e n e r a s , n o t e p e d i r i a , s i v i v i e s e , q u e s a l v a s e s la v i ­d a d e s u h i j a ? C u a n d o t e h i z o p r o m e t e r q u e s e r i a s s u e s p o s o , c r e y ó l i b r a r l a a s í d e t o d o s l o s r i e s g o s q u e l e a m e n a z a b a n ; p e r o s i e n d o e s t e h i m e n e o p a r a T a c i a l a s e n t e n c i a d e m u e r t e , y s i t u f i d e l i d a d o c a ­s i o n a s u r u i n a , e r e s e l p r i m e r o q u e f a l -

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LIBRO V I I . i 6 9 t a á l a * i n t e n c i o n e s d e s u p a d r e , y c o ­m e t e s u n d e l i t o c o n t r a T a c i o m i s m o .

N o t e h a b l o d e m í ; d e m í , i n g r a t o , q u e c r e í s e r a m a d a : d e m í , p o r q u i e n h a s d e s p r e c i a d o la v i d a , y v e r t i d o t u s a n g r e , Y o h e s i d o m e n o s f e l i z , e n n a d a h e s e r ­v i d o á N u m a ; p e r o t i e n e e s t e t a n t o d e ­r e c h o á m i g r a t i t u d , q u e m i r o s u s p r o ­p i o s b e n e f i c i o s c o m o p r e n d a s q u e l e d e ­b e n u n i r á m í p a r a s i e m p r e . S í , N u m a ; p o r H e r s i l i a e n t r a s t e e n la c a r r e r a d e l o s h é r o e s : á H e r s i l i a d i s t e e l e s c u d o c e l e s ­t i a l q u e la h a h e c h o i n v e n c i b l e : á e s t a m i s m a h a s l i b r a d o d e l a m u e r t e , r e c i b i e n ­d o e l g o l p e d e L e o n t e : t e d e b o la v i d a , t e d e b o m i g l o r i a : ,1 y p o d r á s a b a n d o n a r ­m e d e s p u é s d e h a b e r m e i m p u e s t o la o b l i ­g a c i ó n d e a d o r a r t e ? ¡ P a r a q u e m e h a s l i ­b r a d o d e la m u e r t e ! ¡ P a r a q u e h a s l o ­g r a d o , s o l o p o r m í , s e r e l m a y o r y e l m a s a m a b l e d e l o s h é r o e s ! D i m e : e n q u e h e p o d i d o d i s g u s t a r t e ? ¿ C u a l d e m i s a c ­c i o n e s t e h a o f e n d i d o ? A c a s o n o t e h e m a n i f e s t a d o b a s t a n t e m e n t e m i a m o r ? P e r ­d o n a á l a h i j a d e R ó m u l o , q u e n u n c a s e d i g n ó b a j a r l o s o j o s á l o s r e y e s q u e l a a d o r a b a n , p e r d ó n a l e l a flaqueza d e q u e ­r e r d i s i m u l a r la p r i m e r a l l a m a q u e s u p e ­c h o h a s e n t i d o . C r e e q u e h e p a d e c i d o m a s q u e t ú : l a v i o l e n c i a q u e h a c i a á m i c o ­r a z ó n c a s t i g a b a c r u e l m e n t e m i o r g u l l o . Y a v e s e n l o q u e h a p a r a d o e s t e o r g u l l o : m í ­r a m e p u e s t a á t u s p i e s , y r e g á n d o l o s c o n .

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I 7 P NUMA POMPIOO. mi l lanto. ¡ Oh Numa : vuelve la vista á Hersil ia, mírala y qué ja te , si te a t r e ­ves , de su altivez !

Numa, respirando apenasT, temia mirar a Hersilia ; su voz sola le saca fuera de sí. Veia á sus píes á la que amaba mas que á su propia v ida ; la oía repetir que le a d o r a b a : al paso que h a b l a b a , todas las resoluciones del héroe se desvanecían, como se derri ten las nieves en los cam­pos á medida que el sol se levanta acia el meridiano. Ya el prudente Numa con­venia en la solidez de las razones de Her ­silia, y su corazón abrasado de a m o r , en­ternecido y penet rado con las últimas pa­labras de la princesa , acaso iba á ceder; cuando Meció , el general sabino, in te r ­rumpió tan peligrosa conversación.

Hijo de Pompil io: nuestros sabinos , cu­biertos de l u t o , desean verte. Este p u e ­blo que ha perdido su padre clama po r el heredero de sus virtudes. Ven pues á consolar su justo do lo r , prometiéndoles amarlos como Tacio los amó , y j u r á n d o ­les que defenderás la hija del mejor de los reyes.

AI mismo tiempo se oyen á las puer ­tas del palacio las voces y gemidos de t o ­do el pueblo : á cada instante se oia r e ­petido entre las quejas y sollozos el n o m ­b r e de Numa. Ven , decían , virtuoso Nu­ma ! Ven , único resto de nuestros p r í n ­cipes y sola esperanza de un pueblo afli-

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LIBRO V I L i ^ r g i d o ! D l n o s c u a l e s h a n s i d o l a s ú l t i m a s v o l u n t a d e s d e n u e s t r o b u e n r e y , y a v e n ­t u r a r e m o s l a s v i d a s p a r a o b e d e c e r l e .

E s t a s v o c e s y q u e j a s d e l p u e b l o , l a p r e s e n c i a d e M e c i ó t r i s t e y l l o r o s o , y l a s a n g r e d e T a c i o a u n f r e s c a e n la t ú n i c a d e N u m a , q u e p a r e c í a p e d i r v e n g a n z a , h i c i e r o n q u e e l h é r o e v e n c i e s e a l a m a n t e : O H e r s i l i a ! e s c l a i n ó : t e a d o r o y t e a m o reas q u e á m i p r o p i a v i d a ; p e r o a m o t o d a v í a m a s l a v i r t u d . L o s d i o s e s q u e m e v e n , e s t e p u e b l o á q u i e n d e b o d a r e g e m p l o , y m i p r o p i o c o r a z ó n q u e n o p u e d o e n g a ñ a r , m e i m p o n e n e l c r u e l p r e ­c e p t o d e c u m p l i r m í j u r a m e n t o : p u s e p o r g a r a n t e s d e é l á l a s a l m a s d e m i s p a d r e s ; y a s í , p o r d o l o r o s o q u e s e a , c o m p l e t a ­r é e l s a c r i f i c i o . B i e n c o n o z o c p i e e l d o ­l o r m e q u i t a r á l a v i d a , p e r o —

N o , i n h u m a n o , n o m o r i r á s , l e d i c e H e r s i l i a , i n t e r r u m p i é n d o l e c o n f u r o r : y o a p a r t a r é d e t u c a b e z a l a v e n g a n z a d e m i p a d r e : y o l e s e ñ a l a r é la v í c t i m a q u e d e ­b e s a c r i f i c a r á m i s a g r a v i o s . V i v i r á s s u ­f r i e n d o u n l a r g o y d o l o r o s o c a s t i g o d e t u c r i m e n ; v i v i r á s p a r a d a r m e e l t i e m p o y l o s m e d i o s d e s a c i a r m i j u s t a v e n g a n z a . P é r f i d o ! ¡ N o t e a t r e v e s á q u e b r a n t a r u n j u r a m e n t o q u e T a c i o t e a r r a n c ó c o n v i o l e n ­c i a , y c u e n t a s p o r n a d a t a n t o s c o m o m e h a s h e c h o ! ¿ T e p e d í y o q u e l o s h i c i e r a s ? T u q u e b a j o e s a m e n t i d a • a p a r i e n c i a d e v i r t u d o c u l t a s e l a m b i c i o s o p r o y e c t o d e

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*7* NUMA POMPILIO. h a c e r t e R e y d e l o s s a b i n o s , t i e m b l a i n g r a ­t o ! T i e m b l a d e la s u e r t e q u e t e a m e n a z a ^ y n o t e l i s o n g e C s d e e v i t a r l a . E r r a n t e , p e r ­s e g u i d o , d e s t e r r a d o , a r r a s t r a r á s t u d e s ­v e n t u r a é h i p o c r e s i a p o r t o d o s l o s p u e b l o s d e l a I t a l i a , s i n q u e a l g u n o d e e l l o s t e q u i e r a d a r a s i l o . E n t r e g a d o á l o s r e m o r ­d i m i e n t o s d e v o r a d o r e s d e h a b e r c a n s a d o l a m u e r t e d e t u e s p o s a , y p o r e l a b a n d o n o d e t u a m a n t e , l l o r a r á s m i e n t r a s v i v a s e l d e l i t o d e t u i n c o n s t a n c i a . T e a c o r d a r á s d e H e r s i l i a , v o l v e r á s á e l l a t u s m a n o s s u ­p l i c a n t e s , y H e r s i l i a s e r á c a d a v e z m a s i m p l a c a b l e . E n t a n t o q u e m e q u e d e u n s o p l o d e v i d a , t e p e r s e g u i r é p o r c u a n t o s m e d i o s m e i n s p i r e m i o r g u l l o y m i a m o r d e s p r e c i a d o ; y si t u a b a n d o n o m e d a l a m u e r t e , m i a l m a i r à á u n i r s e c o n l a s c r u e l e s f u r i a s p a r a a ñ a d i r , s i e s p o s i b l e , n u e v o s h o r r o r e s á t u s u p l i c i o !

D i c e j y c i e g a d e e n o j o y d o l o r h u y e d e N u m a . A v e r g o n z a d o e s t e d e t a l e s e s ­t r e ñ i o s , s i n a t r e v e r s e á m i r a r á M e c i ó , v a á c o n s o l a r á l o s s a b i n o s . R e c e l o s o n o o b s ­t a n t e p o r l a s a m e n a z a s d e H e r s i l i a , y t e ­m i e n d o s e g u n d o a t e n t a d o d e p a r t e d e P i ó -m u l o , e n c a r g a á M e c i ó d o b l e l a s g u a r ­d i a s e n e l p a l a c i o d e T a c i a , y a t i e n d a c o n e l m a y o r c u i d a d o á s u s e g u r i d a d . S a l e d e s ­p u é s c o n u n d e s t a c a m e n t o , y s e e n c a m i n a a l m o n t e p a r a d e s p o j a r l e d e l o s p i n o s c o n ­s a g r a d o s à C i b e l e s , d e l o s o l m o s y f r e s - , n o s , q u e t r a n s f o r m a d o s p o r l a c r u e l i n -

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LIBRO V I I t 7 3 á u s t t ' i a d e l h o m b r e e n p i c a s y d a r d o s d e r ­r a m a n a r r o y o s d e s a n g r e h u m a n a .

Y a r e s u e n a n p o r t o d a s p a r t e s l o s g o l ­p e s d e la s e g u r : e l m e l a n c ó l i c o c i p r é s s e ­p a r a d o d e s u s r a i c e s r u e d a h a s t a e l v a ­l l e ; l o s a l i s o s g r a t o s á N e p t u n o , l a s h a y a s a m i g a s d e l o s p a s t o r e s , c a e n c o n e s t r é p i ­t o , a b a n d o n a n d o l a s c u m b r e s y l a d e r a s q u e a d o r n a b a n c o n s u s a n t i g u o s t r o n c o s . D e s p u é s ¡ o s d e s p o j a n d e t o d a s s u s r a m a s , y c o n d u c e n á la o r i l l a d e l T i b e r , no lejos d e R o m a , e n d o n d e s e d e b í a f o r m a r l a p i r a p a r a l a s e x e q u i a s d e T a c i o .

E l s i g u i e n t e ¡ d í a l o s p r i n c i p a l e s s a b i n o s c o n d u c e n e l c a d á v e r c u b i e r t o d e l a p ú r p u ­r a é i n s i g n i a s r e a l e s . M i l g u e r r e r o s p r e c e ­d e n e l f é r e t r o : s e a d e l a n t a n c o n l a s a r ­m a s v u e l t a s , b a j a s l a s c a b e z a s , y m a r ­c h a n d o a l r o n c o y l a m e n t a b l e e s t r u e n d o d e l a s s o r d i n a s . L a i n c o n s o l a b l e T a c i a s i ­g u e e l c u e r p o c u b i e r t a d e u n v e l o f ú n e ­b r e , a r r o j a n d o flores s o b r e e l c a d á v e r . N u m a , v e s l i d o t a m b i é n d e l u t o . s o s t i e n e s u s d é b i l e s p a s o s , la c o n s u e l a l l o r a n d o con e l l a , y a t i e n d e á m o d e r a r s u d e s e s ­p e r a c i ó n ; t o d o e l p u e b l o s a b i n o , q u e l o s c e r c a , h a c e r e s o n a r l o s c o n t o r n o s c o n s u s g r i t o s y l a m e n t o s .

M e c i ó s o b r e t o d o s , e l a n c i a n o M e c i ó q u e p o r e s p a c i o d e s e s e n t a a ñ o s h a s i d o e l c o m p a ñ e r o y e l a m i g o d e s u R e y , M e ­ció s e h i e r e e l p e c h o , m e s e s u s c a n a s y e s c l a m a : ó m i R e y ! e l m e j o r d e l o s M o -

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1<]f\ NüMA PoMPILIO. xiDrcas ! L a P a r c a c r u e l h a d e j a d o c o r r e r e l e s t a m b r e d e m i v i d a , s i n d u d a p a r a h a c e r m e p e r d e r á u n t i e m p o m i s m o á m i p a d r e , á m i a m i g o y á m i R e y ! ó T a c i o ! t ú á q u i e n e n m i j u v e n t u d h e v i s t o a r r o s ­t r a r t a n t a s v e c e s e l r i e s g o e n l o s c o m b a ­t e s , y r o d e a d o d e e n e m i g o s h a l l a r s i e m ­p r e l a g l o r i a y n u n c a l a m u e r t e : a h o r a p e r e c e s , e n m e d i o d e t u s h i j o s , a l g o l ­p e d e m a n o s p a r r i c i d a s ! E s e c o r a z ó n s i e m ­p r e a b i e r t o á l a s m i s e r i a s d e t u s s u b d i t o s , h a s i d o t r a s p a s a d o p o r u n o s i n g r a t o s ! C o ­m o n o t e h a n l i b r a d o l o s D i e r e s ? C o m o h a n d e j a d o p e r e c e r a l q u e e r a e n l a t i e r ­r a l a i m a g e n d e s u b e n e f i c e n c i a ? O T a ­c i o , s o y n o o b s t a n t e e l m e n o s d i g n o d e l á s t i m a d e c u a n t o s t e l l o r a n , p u e s t e n g o l a e s p e r a n z a d e s o b r e v i v i r t e p o c o t i e m p o .

A s í s e l a m e n t a b a M e c i ó , y t o d o e l p u e ­b l o q u e s e d e t e n i a a l o i r l e , l e r e s p o n d í a c o n s o l l o z o s y p r o f u n d o s a y e s .

Y a d e s c a n s a e l c u e r p o s o b r e l a p i r a , y y a s e i n m o l a n l a s v í c t i m a s 2 N u m a d e r ­r a m a s o b r e l a t i e r r a d o s c o p a s d e v i n o , d o s d e l e c h e y d o s d e s a n g r e , l i b a c i ó n a g r a d a b l e á l o s m a n e s . L l a m a d e s p u é s á v o c e s e l a l m a d e T a c i o , y v o l v i e n d o l a c a r a , a r r i m a e l h a c h a e n c e n d i d a á l a p i ­r a . A l p u n t o p r e n d e l a l l a m a y s u b e p o r l o s r e s i n o s o s t r o n c o s d e ¡ o s p i n o s : c r e ­c e n l o s l a m e n t o s d e l P u e b l o ; l a s t r o p a s l e v a n t a n l o s e s c u d o s , p e r o N u m a m a n d a q u e c a l l e n y m i r a n d o c o n r e l i g i o s o r e s p e -

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LIBRO V I . i 7 5 t o e l p á l i d o s e m b l a n t e d e T a c i o , a l c u a l t o d a v i a n o l l e g a b a n l a s l l a m a s , d i c e ;

O m i R e y ! e n t u s ú l t i m o s i n s t a n t e s p r o m e t í s e r e l e s p o s o d e t u h i j a ; j u r é v i ­v i r p a r a a m a r l a , p a r a d e f e n d e r l a y v e n g o á c u m p l i r m i j u r a m e n t o . E s t a h o g u e r a s e ­r á e l a r a , y e n e l l a , e n p r e s e n c i a d e t u s m a n e s , d e l a n t e d e l p u e b l o q u e t e l l o r a y d e l a s d e i d a d e s v e n g a d o r a s d e l p e r j u r i o , o f r e z c o m i m a n o y m i f é á T a c i a . S í , s a ­b i n o s , l o s D i o s e s , v o s o t r o s m i s m o s , t o ­d o s l o s a m i g o s d e T a c i o m e c a s t i g u e n , s i m i e n t r a s v i > a n o m e o c u p o e n h a c e r f e ­l i z la d i g n a e s p o s a q u e T a c i o m e h a d a ­d o .• c a y g a s o b r e m i c a b e z a la s a n g r e d e l m a s j u s t o d e l o s R e y e s , s i n o e m p l e o t o ­d o m i c o n a t o e n d e s e m p e ñ a r c o n l a a u ­g u s t a h i j a t o d o l o q u e d e b o a l p a d r e .

A l p r o n u n c i a r e s t a s p a l a b r a s , u n e s u m a n o á la d e T a c i a , y j u n t a s q u i e r e e s ­t e n d e r l a s acia l a h n g u e r a . P e r o T a c i a n o p u e d e s o s t e n e r s e ; t i t u b e a , s u s m i e m b r o s s e e n t o r p e c e n , y c a e e n l o s b r a z o s d e Ñ a ­m a . U n s u d o r f r i ó c u b r e s u f r e n t e , s u l e n ­g u a t r a b a d a n o p u e d e a r t i c u l a r v o z a l g u ­n a : t o d o s u r o s t r o c á r d e n o s e d e s e n c a ­j a ; c a e e n e l s u e l o y s e r e v u e l c a c o n e s ­p a n t o s a s c o n v u l s i o n e s , y á p e s a r d e l o s s o c o r r o s d e N n m a y l o s s a b i n o s , e s p i ­r a d a n d o e s p a n t o s o s g e m i d o s .

T o d o e l p u e b l o q u e d a h o r r o r i z a d o d e s e m e j a n t e s u c e s o . N o s e p u e d e n d e s c o n o ­c e r l o s e f e c t o s d e u n v e n e n o , p a t e n t e s e n

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t ' j d NUMA PoMSIt lO. e l r o s t r o y e n t o d o e l c u e r p o . Y a e s t a vcss s e d i f u n d e e n t o d o e l c o n c u r s o , y s e oye n n r u i d o s e m e j a n t e a l d e l o s v i e n t o s c u a n ­d o c o m i e n z a n á e m b r a v e c e r la m a r . L o s s o l d a d o s , l o s c i u d a d a n o s s e m i r a n u n o s á o t r o s : e n s u s r o s t r o s s e l e e l a i n d i g n a ­c i ó n , y l a c ó l e r a i n f l a m a s u s c o r a z o n e s : t o ­d o s p r o n u n c i a n l o s n o m b r e s d e R ó m u l o y d e H e r s i l i a y l o s l l e n a n d e m a l d i c i o n e s . E n b r e v e s e o y e u n g r i t o g e n e r a l ; t o d o s s e a p i ñ a n a l r e d e d o r d e N u m a . V é n g a n o s , e s c l a m a n : v e n g a á T a c i o y s u h i j a , v í c ­t i m a s d e l i n h u m a n o R ó m u l o ! C o n d ú c e n o s c o n t r a e s e m o n s t r u o : l a n a t u r a l e z a y l a r e l i g i ó n t e l o o r d e n a n : v a m o s a l i n s t a n t e á R o m a ; d e s t r u y a m o s e s a c i u d a d i m p í a , s i e m p r e f u n e s t a á l o s s a b i n o s .

E l v i r t u o s o N u m a , r o d e a d o y m o v i ­d o p o r a q u e l p u e b l o f u r i o s o , e x i t a d o p o r e l h o r r e n d o e s p e c t á c u l o d e l a m u e r t e d e T a c i a , y a r r e b a t a d o d e l j u s t o h o r r o r q u e c a u s a á u n a a l m a p u r a u n g r a n d e l i t o , N u m a s e o l v i d a d e q u e s o l o á l o s D i o s e s e s d a d o e l c a s t i g a r á l o s r e y e s .• c i e g o e n e l p r i m e r p r o n t o , d e l c u a l n o e s d u e ñ o , m a r c h a á R o m a á l a c a b e z a d e l o s f u r i o ­s o s s a b i n o s .

P e r o e l a s t u t o y p r u d e n t e R ó m u l o h a ­b í a p r e v i s t o l a b o r r a s c a , s a b e d o r d e q u e N u m a , n o o b s t a n t e s u o p o s i c i ó n , ( p i e r i a c u m p l i r s u j u r a m e n t o , e x i t a d o p o r l a c r u e l H e r s i l i a , y d e s e o s o a l m i s m o t i e m p o d e v e n g a r s u h i j a y s u a u t o r i d a d d e s p r e c i a d a s ,

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LIBRO V I L 17« Labia hecho poner un tósigo violento en el poco alimento que habia tomado Tacia aquella mañana . De este modo nacen m u ­chos delitos de uno solo : siempre un a t e n ­tado conduce á otro mayor . Rómulo t e ­meroso de una rebelión , no quiso asistir á los funerales por cuidar de la seguridad de Roma : ya las puertas están cerradas y las murallas coronadas de t ropas . El b á r ­ba ro Rómulo imagina un antemural t o d a -via mas seguro para detener á los rebe l ­des : hace traer desde sus casas las m u -geres , los niños y los ancianos sabinos, que no han podido acompañar el cuerpo de su R e y ; los coloca sobre los muros , cubre con sus cuerpos á los soldados y es­pera á los sediciosos.

Llegan estos guiados por el furor , g r i ­tando venganza y blandiendo sus dardos,-pero al reconocer aquellos ancianos , a q u e ­llas madres y aquellos niños , se detienen pasmados y atónitos : consideran que para herir los soldados de Rómulo han de t r a s ­pasar sus armas aquellos pechos queridos. Un silencio profundo sucede á sus giitos y amenazas : se miran unos á otros , que ­dan inmóviles y las armas se les caen de las manos.

Aquel instante solo bastó para que N u -ma volviese en si. Entonces ve claramen­te la estencion de los males que su em­presa va á ocasionar: se horroriza contem­plando el riesgo á que ha espuesto al pue -

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I78 NUMA POMPILIO. b l o s a b i n o , y c o i ' r i e n d o p o r t o d a s l a s fi­l a s , e s c l a m a .- n o ¡ ñ a s v e n g a n z a , a m i g o s m i o s ; a u n c u a n d o e s t a f u e s e j u s t a , l a c o m ­p r a r í a i s á p r e c i o m u y e s c e s i v o . S a l v a d á v u e s t r o s p a d r e s é l i í j o s : e s t a o b l i g a c i ó n e s m a s s a g r a d a . q u e la d e v e n g a r á v u e s t r o R e y . ¿ Q u e r é i s a c a s o s e r p a r r i c i d a s p a r a a g r a d a r á T a c i o ? S o n e s t a s l a s v í c t i m a s e m e l e e m b i a r é i s a l A v e r n o ? S i l e c o n o c í a i s , j u z g a d c u a n t o s u a l m a p i a d o s a d e s a p r o b a ­r í a t a n a t r o z e s c e s o ! O s a b i n o s ! e n c u a l ­q u i e r a o t r a o c a s i ó n s e r i a g l o r i a e l v e n c e r ; p e r o e n e s t a l o e s e l s e r v e n c i d o s . T o m a , ó M e c i ó , e s t a r a m a d e o l i v o , v e á h a b l a r á R ó m u l o ; d i l e q u e v a s á a s e g u r a r l e d e l a s u m i s i ó n y o b e d i e n c i a d e l o s S a b i n o s ; d i ­l e q u e e s t á n p r o n t o s á d a r l e r e h e n e s , y á r e c o n o c e r l e p o r s u ú n i c o S o b e r a n o , c o n t a l q u e j u r e p e r d o n a r l o s . S i e x i g e u n a v i c ­t i m a , d i l e q u e e s t á p r o n t a : y o m e o f r e z ­c o á s e r l o s u y a . Y o s o l o m e h a g o c u l p a d o d e l d e l i t o d e t o d o s , y s o l o m e e s c e p l ú o d e l p e r d ó n . C o r r e , v u e l a , n o p i e r d a s u n i n s t a n t e ; firma l a p a z , y o f r e c e m i c a b e ­z a , s i e s m e n e s t e r . M e s e r á d u l c e e l m o ­r i r p o r e l b i e n d e m i p u e b l o .

A s í h a b l ó N u m a : M e c i ó q u i e r e r e s ­p o n d e r , p e r o e l h é r o e n o l e o y e , y l e o b l i g a á e n t r a r e n R o m a . E n b r e v e v u e l v e a n u n c i a n d o l a p a z y e l p e r d ó n , c o n t a l q u e N u m a s a l g a a l p u n t o d e l o s e s t a d o s d e R ó m u l o .

A p e n a s o y e n l o s s a b i n o s e s t a c o n d i c i ó n ,

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LIBRO V I L 170.

cuando dando voces vuelven á tomar las armas .• pero Numa los aplaca , les ruega que obedezcan , les hace ver los males i n ­mensos de que él solo seria causa , y en fin jura , si no admiten la paz , a t ravesar­se el pecho con su propia espada. Después se apar ta i o n Mec ió , y dándole un estre­cho a b r f z . le dice:

Enjuga el l lanto , querido amigo : es-» te destierro que es tan útil á mi nación, es al mismo tiempo necesario á mi t ranqui ­l idad. ¿ Podia yo volver á ver á Rómulo? ¿ Hubiera podido tolerar la vísta de esa inhumana Hersi l ia , cuyo furor\ ( es sin duda cómplice del último delito cometido po r su padre ? O Meció ! mi coraz,ón está cu­rado de la fatal pasión que le1 a to rmenta ­ba : pero cuanto tiempo será todavía me­nester para que la llaga no duela ! Cree amigo mió , que el mayor y mas sensible de todos los males es el de tenerse que avergonzar de un afecto que ha sido gra­to á nuestra alma. Perdóname las lágrimas que vierto : son las últimas que der rama­ré por mi funesto amor ; en adelante llo­ra ré arrepent ido. Te e n c a r g o , venerable Meció , que recojas las cenizas de nuestro R e y , y de su desgraciada hija : deben descansar juntas con las de mis padres y las de Tulio. Prométeme que tú mismo las llevarás al Templo sin fiar de otro este cuidado que Numa te envidia. A. Dios, respetable amigo , o h ! quieran los inmor -

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i 8 o NUMA POMPIIIO. t a l e s a l a r g a r l o s c l ias d e t u v e j e z ! p i e n s a q u e e r e s e l u b i c o a m p a r o d e l o s S a b i n o s . : s u R e y h a m u e r t o , T a c i a a c a b a d e e s p i ­r a r , N u m a v a á v i v i r l e j o s d e e l l o s ; M e ­c i ó e s q u i e n d e b e c o n s o l a r l o s e n t o d a s s u s p é r d i d a s : y o t e l o p i d o , .y t o d a v í a e s p e r o p o d e r t e d a r a l g ú n d í a l a s g r a c i a s p o r t o d o e l b i e n q u e l e s h a g a s .

D i c e ; y e n v a n o M e c i ó q u i e r e s e g u i í v l e y a c o m p a ñ a r l e e n s u d e s t i e r r o . C u i d a d e e s t e p u e b l o , l e r e s p o n d e N u m a , p i e n ­s a e n e s t o s i n f e l i c e s t a n o l v i d a d o s c a s i s i e m ­p r e . E n t o n c e s s e a p a r t a p r o n t a m e n t e d e R o m a y t o m a e l c a m i n o d e l p a i s d e l o s M a r s o s .

E s t e e r a e l m i s m o c a m i n o p o r e l c u a l p o c o t i e m p o a n t e s h a b i a p a s a d o c u b i e r t o d e a r m a s r e s p l a n d e c i e n t e s , á la c a b e z a d e l a s l e g i o n e s s a b i n a s , l l e n o d e a m o r , y a n ­s i o s o d e a d q u i r i r g l o r i a , n o d u d a n d o q u e e s t a l e a l c a n z a r í a la f e l i c i d a d . H a l l ó la g l o ­r i a , y h o y v u e l v e á p a s a r s o l o , s i n s é q u i ­t o , d e s t e r r a d o , o p r i m i d o d e d o l o r , h u y e n ­d o d e l R e y q u e t a m b i é n h a s e r v i d o , a v e r ­g o n z á n d o s e d e l a q u e t a n t o a m ó , y o b l i g a ­d o á b u s c a r u n a s i l o e n t r e a q u e l l o s ' m i s m o s p u e b l o s q u e h a v e n c i d o .

C a m i n a c o n e s t a s t r i s t e s i d e a s ; e n b r e ­v e s a l e d e l a s t i e r r a s d e R o m a y s e s i e n t e a l i v i a d o d e u n a c r u e l o p r e s i ó n . L l e g a á l a s c e r c a n í a s d e "Vite l ía , y e n t r a e n u n v a l l e p o r e l c u a l c o r r í a u n c r i s t a l i n o a r r o y o , c u ­y a s m á r g e n e s p o b l a b a n h e r m o s o s á l a m o s

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LIBRO V I L 181 y sauces. Sigue Numa el curso del ar royo y al pie de un cerro descubre una espacio­sa gruía de donde nacia el agua.

Atraido por la amenidad del sitio,, qu ie­re descansar un rato sobre la verde alfom­bra que adornaba la cueva ; entra en ella, y queda admirado al ver un joven guer­rero , cubierto de una piel de León , dor ­m i d o , y á su lado una clava ferrada. Huma se acerca , le mira 7 conoee que es el valiente L e o n t e , el mismo que iba. á buscar entre los Marsos , aquel de cuyo va­lor ya tenia pruebas , y el que no ne las dará menores de su verdadera amistad.

Despierta L e o n t e , conoce á Nimia y se precipita en sus brazos. Los dos héroes se abrazan t iernamente. O amigo mió ! iba á busca r t e , dicen los dos á un tiempo. Como, dice Numa , tú venias á Roma ? Si, le res ­ponde Leonte con franqueza y alegría, es­toy des ter rado; carezco de todo asi lo, é iba á pedírselo á mi vencedor.

No hablemos mas de vencer , esclama Numa , pensemos tolo en amarnos. Parece que la suerte quiere estrechar todavía mas los vínculos de nuestra amis tad , hacién­donos padecer los mismos reveses. E s ­toy des te r rado , é i b a , como t ú , á pe­dirte un asilo. Bien te acordarás de lo que hice por el cruel Rómulo í yo so­lo salvé á él y á su ejercito. En pago de mis servicios ha hecho asesinar á mi Rey y Pariente ; la hija de Tacio ha

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'18a 'NÜMA P o i a p i t i o . m u e r t o e n v e n e n a d a ; y s i y o m e a t r e v i e s e á p r e s e n t a r m e e n R o m a , s e r i a p r e c i s o i n u n ­d a r l a d e s a n g r e , ó d a r m i c a b e z a á l o s l i c t o r e s . H e a q n i , a m i g o q u e r i d o , l a j u s ­t i c i a d e l o s h o m b r e s : d e e s t e m o d o s a b e n p a g a r l e s s e r v i c i o s .

N u m a , l e r e s p o n d e L e o n t e , y o h e s e r ­v i d o h o m b r e s q u e r e a l m e n t e s o n m e n o s c o r ­r o m p i d o s , m a s v i r t u o s o s y j u s t o s , t u m e h a s v i s t o p e l e a r p o r e l l o s : q u i z a s n o h a s o l v i d a d o t o d a v i a e l i n c e n d i o d e t u c a m p o , m i r e t i r a d a y la t o m a d e A u x e n e i o . P u e s c o n t o d o l o s M a r s o s s e h a n a c o r d a d o s o ­l a m e n t e d e l d i a d e l o s m o n t e s T r e b a n i o s . D e s p u é s d e f i r m a d a la p a z , y r e s t i t u i d o e l e j é r c i t o á M a r r u b i a , e l s e v e r o S e n a d o , q u e m e h a b i a c o n f i a d o e l m a n d o , m e m a n ­d ó c o m p a r e c e r á d a r c u e n t a d e m i c o n ­d u c t a , l í a n d e p u e s t o c o n i g n o m i n i a a l a n ­c i a n o S o f a n o r ; rae h a n a r r o j a d o d e s u s e s t a d o s , p o r h a b e r m e d e j a d o e n g a ñ a r d e l o s a r d i d e s d e R ó n i n l o , y p o r q u e d e j é c a e r e l e j é r c i t o e n la c e l a d a q u e t ú m e a r m a s t e . M i r a p u e s s í l o s r e p u b l i c a n o s s o n m a s j u s t o s . C r e e f i r m e m e n t e q u e t o d o s l o s h o m b r e s s o n i n g r a t o s é i n d i g n o s d e s e r a m a d o s ; p e r o d e b e m o s n o o b s t a n t e s e r \ i r ­l o s , p o r c o m p l a c e r á i o s D i o s e s y s a t i s f a ­c e r n u e s t r o p r o p i o c o r a z ó n . Y a h e m o s c u m p l i d o c o n a m b a s o b l i g a c i o n e s , r e s p o n ­d e N u m a . H e m o s d e r r a m a d o n u e s t r a s a n ­g r e p o r l a p a t r i a ; e s t a n o s d e s e c h a , y a s i n o s v u e l v e e l d e r e c h o de . v i v i r p a r a n o -

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LIBBO V I I . 1 8 3 s o t r o s m i s m o s . V e n L e o n t e , v e n c o n m i g o á u n d e s i e r t o d e l A p e n i n o : n u e s t r a s m a ­n o s l e r o m p e r á n ; c u l t i v a r e m o s la t i e r r a , q u e m e n o s i n g r a t a q u e s u s m o r a d o r e s , n o s a l i m e n t a r á y v i v i r e m o s l e j o s d e l o s L o m b r e s , d i s f r u t a n d o d e l o s p l a c e r e s d e l a a m i s t a d , d i g n o s s o l o d e l a s a l m a s g r a n ­d e s .

L e o n t e t r a n s p o r t a d o d e g o z o l e a b r a ­z a y a p r u e b a , au d e s i g n i o : s i , l e d i c e , j u n t o s i r e m o s y v i v i r e m o s ; l a m u e r t e s o ­l o p o d r á s e p a r a r n o s : t e c o n s a g r o m i c o ­r a z ó n y m i v i d a . ¡ H a r t o t i e m p o la h a l l e n a d o d e a m a r g u r a u n a p a s i ó n d e s v e n ­t u r a d a ! Y a e s t i e m p o d e v i v i r s o l a m e n t e p a r a la a m i s t a d .

C o m o ! d i c e N n m a , t d h a b l a s d e a m o r ! A c a s o c o n o c e s s u s p e n a s y , t o r m e n t o s ? S e ­r á c i e r t o q u e n i n g ú n m o r t a l d e j e d e g e ­m i r b a j o e l c r u e l y u g o d e e s t a t e r r i b l e d e i d a d ? E s c u c h a l o s m a l e s q u e m e h a c a u ­s a d o , y d e s p u é s e s p e r o , q u e e n j u s t a c o r ­r e s p o n d e n c i a , m e c o n f i a r á s l o s s u c e s o s d e t u v i d a , l o s q u e d e s e o s a b e r , c o m o p r o p i o s d e u n a m i g o , s i n e l c u a l c o n o z ­c o q u e m e s e r i a la v i d a i n s o p o r t a b l e .

L e o n t e l e e s c u c h a a t e n t a m e n t e , y N u -m a l e r e f i e r e s u v i d a d e s d e s u n a c i m i e n t o b a s t a a q u e l m i s m o d i a .

E s t a n a r r a c i ó n h e c h a c o n e l m a y o r c a n ­d o r y m o d e s t i a ; e n c a n t ó á L e o n t e , y l e h i z o a m a r t o d a v í a m a s a l a m i g o q u e s u c o r a z ó n h a b í a e l e g i d o . L l o r a l a m u e r t e d e l

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I&4 NüJftA P o i f L P I M O .

• v i r t u o s o T u l i o , l l o r a la i l e T a c i o y s u h i j a , y d e t e s t a n d o al f e r o z P i ó m u l o , d a e l p a r a -b i e n á N u r n a d e h a b e r p o d i d o v e n c e r e l a m o r q u e t e n i a á l a c u l p a b l e H e r s i l i a .

A m i g o , l e d i c e , e l s a c r i f i c i o h a s i d o s i n d u d a d o l o r o s o : h a s t e n i d o q u e e l e g i r e n t r e e l a m o r y l a v i r t u d . P r e f e r i s t e la v i r ­t u d , y t e v e s d e s t e r r a d o d e R o m a , f u g i ­t i v o , s i n a s i l o y l l e v a n d o t o d a v i a e n e l c o r a z ó n la h e r i d a q u e l e l a s t i m a . M a s c o n l o d o , q u i e r o p r e g u n t a r t e : s i o l v i d a n d o t u s j u r a m e n t o s y d e s p r e c i a n d o l a s c e n i z a s d e T a c i o , h u b i e s e s s i d o e s p o s o d e H e r s i l i a ; s i t e v i e s e s d u e ñ o d e u n t r o n o y d e l o b ­j e t o d e t u « m o r , ¡ c o m o d e s t r o z a r í a n t u c o r a z ó n l o s r e m o r d i m i e n t o s ! E l y e r n o d e R ó m u l o , e l h e r e d e r o d e s u p o d e r , el p o ­s e e d o r d e u n a a m a n t e i d o l a t r a d a , s e r i a m i l v e c e s m a s i n f e l i z y e s t a r í a m a s l l e n o d e p e ­s a r e s q u e I X u m a v i r t u o s o y d e s t e r r a d o . O Wunia ! Y o l o s é p o r m i m i s m o : p o r q u e e l C i e l o q u e n o s c r i ó p a r a a m a r n o s , h a q u e r i d o , a l p a r e c e r , p o n e r e n n u e s t r o s s u c e s o s la m i s m a c o n f o r m i d a d q u e s e h a ­l la e n n u e s t r a s a h r i a s . T a m b i é n y o h e s a ­c r i f i c a d o t o d a m i f e l i c i d a d á l a v i r t u d . H e p e r d i d o g r a n d e s b i e n e s , e s c i e r t o ; p e r o t o d o s j u n t o s n o e q u i v a l e n k l a t r a n q u i l i ­d a d y s a t i s f a c c i ó n i n t e r i o r q u e r e y n a e n m i c o r a z ó n . M i a l m a e s t á p u r a c o m o e l a g u a c r i s t a l i n a d e e s a f u e n t e : e s t e e s e l p r i m e r m e d i o d e s e r f e l i z ; c!, s e g u n d o e s t i d e t e n e r u n a m i g o : h o y m e r e g a l a n

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LIBRO V I L 1 S 5 los Dioses este tesoro. Oye pues la re la­ción de mis sucesos , y ojalá te cause un interés igual al que yo he sentido al escucharle

Numa le abraza de nuevo , y el H é ­roe Marso comienza su historia en estos términos.

Fin del libro séptimo.

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NUMA.

LIBRO V i l i .

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SEGUNDO REY DE ROMA.

L I B R O O C T A V O .

ARGUMENTO.

jEONTE cuenta á Numa ta historia de sus primeros años, su ternura y cariño pa­ra con su madre My ítala, y sus atrio-

res con Camila : el sacrificio que h/.zo de su pasión , y lo que Myríala le re-retó d la hora de morir. —Numa quie­re acompañar á Leonte á s u au ligua cabana, y buscándola se pierden en los montes Apeninos. — Numa encuentra á un anciano y su hija , y les ve ado­rar el fuego.

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LIBRO V i l i .

JOLE n a c i r l o e n e l p a i s d e l o s M a r s o s . e n t r e l a s s i e r r a s d e l o s m o n t e s A p e n i n o s . M i m a d r e p o b r e y e n f e r m i z a n o t e n i a m a s b i e n e s q u e u n c o r t o r e b a ñ o , u n a p a g i z a c a ­bana y u n h n c r t e c i l l o . S e l l a m a b a M y r t a l a : h a b í a ' p e r d i d o s u e s p o s o p o c o s m e s e s a n ­t e s q u e y o n a c i e s e , y m e a m a b a c o m o u n a m a d r e q u e s o l a m e n t e s a b e a m a r .

D e s d e l o s p r i m e r o s a ñ o s d e m i i n f a n ­c i a , c u b i e r t o d e u n a p i e l d e l o b o q u e M y r ­t a l a h a b í a a r r e g l a d o á m i e s t a t u r a , y a r ­m a d o c o n u n p e q u e ñ o d a r d o q u e y a s a b i a a r r o j a r , i b a á g u a r d a r e l r e b a ñ o d e m i m a d r e , s i e m p r e a c o m p a ñ a d o d e d o s t e r r i ­b l e s m a s t i n e s , p r o n t o s á d e f e n d e r e l r e b a ñ o y e l p a s t o r . N o t e m í a y o á l a s fieras, a n ­t e s a l c o n t r a r i o d e s e a b a c o n a n s i a p o d e r e j e r c e r m i s n a c i e n t e s b r i o s c o n t r a e l l a s . A v e c e s t r e p a b a p o r l a s b r e ñ a s y d e s p e ñ a d e ­r o s m a s p e l i g r o s o s , ó p a s a b a á n a d o l o s a r r o y o s y b a l s a s p a r a p i l l a r a l g u n a s g a m u ­z a s j ó v e n e s , ó a l c a n z a r d e l o s p i n o s m a s a l t o s l o s p i c h o n e s t o r c a c e s . L a i d e a d e q u e . s i c o n s e g u í a m i i n t e n t o p o d r í a h a c e r u n r e g a l o á m i m a d r e , m e h a c i a s u p e r a r l a s m a y o r e s d i f i c u l t a d e s , y p e n s a n d o q u e a q u e l l o s a l i m e n t o s t i e r n o s y s a b r o s o s l e a l a r g a r í a n l a v i d a , m e h a l l a b a y o m a s f e ­l i z y c o n t e n t o q u e u n R e y d e s p u é s d e a ñ a ­d i r u n a o p u l e n t a p r o v i n c i a á s u s e s t a d o s .

A l caeV d e la ¡ a r d e c o n d u c t a m í r e ­b a ñ o á c a s a . P a l p i t á n d o m e el c o r a z ó n d e

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10o NUMA POMPILIO. gozo , enseñaba desde que mí madre me podía ver ó el cervatillo ó los- pichones que llevaba en triunfo. Myrtala me recon­venía dulcemente , tne amenazaba , a b r a ­zándome , de no dejarme salir mas , y á veces rehusaba mis dones ó no los a d ­mitía sin hacerme prometer cíen veces, que no volvería á esponerme á semejantes riesgos.

¡ Cuanto s ien to , hijo m í o , solia d e ­cirme , no poderte acompañar al monte! entonces no temerla yo loa r iesgos , que serian comunes á los dos ; pero débil y achacosa como ostoy, y llena de dolores que no me permiten dar un paso fuera de nuestra cabana, que tan grande me parece cuando tu estás ausen t e , mis pensamien­tos te acompañan , y continuamente me representan mi Leonte en un peligro e s ­pantoso. Unas veces te veo subido en la cima de un altísimo pino , y el árbol e n ­tero me parece insuficiente para sostener el peso de tu c u e r p o : o t r a s , te veo sal­tar un t o r r e n t e ; sientas el pié sobre una piedra resvalizada , caes , estiendes acia mí los brazos , y el agua te sepulta e n ­tre su espuma. O hijo mío ! Conténtate con guardar tu rebaño : la leche de nues­tras ovejas y las legumbres del huer to son mas que suficientes para mi a l imento. No prives á las ciervas, gamuzas y aves de sus hijos quer idos: no sea que los osos ó jabalíes me priven dt l mío . Prométeme á

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LIBRO V I H . i f y i l o m o n o s q n e n u n c a e n t r a r á s e n l a s c u e ­v a s y g u a r i d a s d o n d e e s o s c r u e l e s a n i m a l e s o c u l t a n s u s c a c h o r r o s . J u r a h a c e r l o f a s i ,

' L e o n t e a m a d o , y s i n o p o r t i , h a z l o s i ­q u i e r a p o r t u p o b r e m a d r e . T e n p o r c i e i t o q u e e l d í a q u e - s e a t r a s e d e u n a h o r a t u v u e l t a , m e h a l l a r á s ó m u e r t a ó e s p i r a n d o d e i n q u i e t u d y d e d o l o r .

D e e s t e m o d o s o l í a h a b l a r m e M y r l a l a . Y o la t r a n q u i l i z a b a y a c a r i c i á n d o l a l e p r o ­m e t í a n o v o l v e r á e s p o n e r m e á l o s r i e s g o s q u e t a n t o t e m í a . E n t o n c e s , l l e n a d e ' g o ­z o , m e e s t r e c h a b a e n t r e s u s b r a z o s , m e p r e g u n t a b a l o q u e h a b í a h e c h o a q u e l d i a , y e n p a g o d e m i r e l a c i ó n , m e r e f e r í a , e n t a n t o q u e d i s p o n í a , la c e n a , l a s c o s a s d e s u s p r i m e r o s a ñ o s . L a s n o c h e s s e n o s p a ­s a b a n b r e v e m e n t e c o n e s t a s d u l c e s c o n v e r ­s a c i o n e s . M i t i e r n a m a d r e , a n t e s d e e n t r e ­g a r s e a l s u e ñ o , m e d e j a b a p r e p a r a d o c a ­d a n o c h e l o q u e h a b í a d e l l e v a r a l c a m p o a l d i a s i g u i e n t e : m e v o l v í a á e n c a r g a r d e n u e v o la p r u d e n c i a , m e a b r a z a b a m i l v e ­c e s y a c a r i c i a b a m i s f i e l e s m a s t i n e s , c o m o r e c o m e n d á n d o l e s q u e v e l a s e n s o b r e m i c o n ­s e r v a c i ó n .

L a v i d a a g r e s t e q u e y o h a c i a a u m e n t ó m i s f u e r z a s e n b r e v e y e n g r a d o i n c r e i b l e : a la e d a d e n q u e c o m u n m e n t e a p e n a s s e h a s a l i d o d e la n i ñ e z , y a e r a ycf á g i l y r o b u s t o . A q u i n c e a ñ o s y a n o t e m í a n i l o s o s o s n i l o s j a b a l í e s ; m i s d a r d o s s e h a b í a n t e n i d o e n l a s a n g r e d e e s t a s f i e r a s j ; p e r o

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I < ) 2 NtTOIA P O M P I L I O .

nada sabia Myrtaja. Mis p e r r o s , zelosos defensores de mi infancia, habian perdido las fuerzas con los a ñ o s , y yo los defen­día pagándoles lo que les debia. T r a n ­quilo y feliz guardando mi rebaño , me divertía tocando la zampona ó persiguien­do los moradores de las selvas. Piada de­seaba ni quería fuera de mi madre : la única pena que sentía é r a l a de ver que los años debilitaban cada día mas su exis­tencia , agravando sus achaques.

Un dia que estaba sentado en la pun­ta de una p e ñ a , de la cual se precipita­ba un arroyo desde una altura de cien p ies , formando un ruido espan toso , de improviso veo un ciervo , que herido de un flechazo y der ramando sangre, se arroja en la balsa que formaba el impetuoso tor­rente . De allí á poco aparece una jcSyen Amazona , cubierta de una piel de L e ó n , con la aljaba al hombro y el arco en la m a n o , fatigando los hijares de un brioso caballo que animoso vuela tras del ciervo. Diana solamente podrá ser mas hermosa. Sus negros y hermosos cabellos ondeaban sueltos por su espalda, en sus ojos bril la­ba el ardimiento y el va lo r , y no o b s ­tante todo su rostro manifestaba una dul­zura encantadora. En tanto que a r reba ta ­do de admiración la contemplo , sin a t r e ­verme casi á r e sp i ra r , veo que el fogoso caballo se arroja en el torrente cuya fuer­za lo arrastra . En vano la intrépida ca-

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LIBRO V I I I . "10,3 z a d o r a i n t e n t a v o l v e r l e á l a o r i l l a ; e l f u ­r o r d e l a s a g u a s s e o p o n e a t o d o s s u s e s f u e r z o s : e n B r e v e a b a n d o n a e l c a b a l l o , c a e y d e s a p a r e c e a r r e b a t a d a d e la r a p i ­d e z d e la c o r r i e n t e .

Y a e s t a b a y o e n m e d i o d e l a g u a ; l a r ­g o r a t o n a d é s i n p o d e r h a l l a r l a ; í n i a l -u i e n l e m i m a n o t r o p e z ó c o n s u s c a b e l l o s y la c o n d u j e a la o r i l l a , p r i v a d a d e s e n ­t i d o . D e s e s p e r a n d o q u e v o l v i e s e e n s í , la c o n d u j e á n u e s t r a c a b a n a , e n d o n d e , g r a c i a s á m i m a d r e , r e c o b r ó e l s e n t i d o . A y d e m i ! A p e n a s s e a b r i é f o n s u s b e l l o s o j o s , c u a n d o e n c e n d i e r o n e n m i p e c h o u n f u e g o q u e n u n c a s e a p a g a r á . O s é c o n ­t e m p l a r a q u e l l a c e l e s t i a l b e l l e z a , á la c u a l la p a l i d e z d e l r o s t r o d a b a n u e v a g r a c i a , y s e n t í u n a a g i t a c i ó n - , u n s o b r e s a l t o q u e j a ­m a s h a b í a e x p e r i m e n t a d o . A p e s a r d e m i t u r b a c i ó n , n o p e d i a h a r t a r m e d e m i r a r l a , n i m e n o s a p a r t a r m e d e e l l a , y c u a n d o a b r i e n d o l a b o c a m e dio l a s g r a c i a s , m e t u r b é y n o s u p e q u e d e c i r l e : m e p r e g u n ­t ó m i n o m b r e y m i m a d r e t u v o q u e r e s ­p o n d e r l e p o r m í .

P e r o d e s p u é s d e a l g u n a s h o r a s d e d e s ­c a n s o , l a A m a z o n a s e d e t e r m i n a á a b a n ­d o n a r n u e s t r a p a g i z a h a b i t a c i ó n s i n d e c i r -

' í i o s q u i e n e r a . O f r e c i ó á m i m a d r e a l g ú n o r o ; s u o f e r t a n o s l l e i i ó d e s e n t i m i e n t o : l o c o n o c i ó , g u a r d ó e l o r o y q u i t á n d o s e u n p r e c i o s o c o l l a r ( p i e t e n i a al c u e l l o l o p u s o e n e l d e J U v r i a l a . D e s p u é s m i r a n d o -

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I 9 Í N t l M A POMPII.TO. me c o n t i e r n a g r a l i t u d , s e d e s p o j a de la piel d e L e ó n q u e Iraia s o b r e s u v e s t i d o de p ú r p u r a y m e l a p r e s e n t a d i c i e n d o ; e s t a f u é p r e n d a d e l g r a n d e A l c i d e s , q u e la r e g a l ó á m i a b u e l o e n p a g o d e la h o s ­p i t a l i d a d q u e l e dio. H o y h a g o de e l l a e l m i s m o u s o q u e H é r c u l e s , d á n d o s e l a a l q u e me h a d a d o la v i d a , y "si h e dé creer m i s p e n s a m i e n t o s , n o d e j o e n m a n o s i n ­d i g n a s e s t a p r e c i o s a a l h a j a d e l h i j o d e J ú ­p i t e r .

D i c h o e s t o , a b r a z a á mi m a d r e , m e A a r r o j a u n a t í m i d a y d u l c e m i r a d a , me

m a n d a q u e n o la s i g a y s e a p a r t a de n o ­s o t r o s a c e l e r a d a m e n t e .

M y r t a l a y y o n o s m i r á b a m o s : á no ser p o r e l e s t a d o e n q u e l a v i m o s , no h u b i é r a m o s p o d i d o c r e e r q u e f u e s e c o s a m o r t a l . I n m ó v i l y s o r p r e n d i d o , m i r a b a y o a q u e l l a p i e l d e l e ó n , t o d a v í a m o j a d a en e l a g u a d e l t o r r e n t e : l a i d e a d e q u e h a ­b í a s i d o a d o r n o d e u n S e m i d i ó s l a h a c í a m e n o s p r e c i o s a á m i s o j o s , q u e e l h a b e r l a v i s t o c u b r i r l o s d e l i c a d o s h o m b r o s d e l a A m a z o n a . T e n i a g r a b a d o s e n m i m e m o r i a s u s g e s t o s , s u s f a c c i o n e s , y t o d o s s u s m o ­v i m i e n t o s .' t o d a v í a m e p a r e c í a e s t a r o y e n ­do s u v o z . A q u e l l a f u é la p r i m e r a v e z , que d i s t r a í d o y p e n s a t i v o , e n t a n t o q u e mí m a d r e h a b l a b a , l e o c u l t é e l a r d o r q a e ya i n f l a m a b a m i c o r a z ó n .

A p e n a s a m a n e c i ó e l d í a s i g u i e n t e , c u a n ­do ya e s t a b a yo con mi r e b a ñ o s o b r e l a

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LIBRO V I I I . 1 9 5

p p f i a d e l a c a s r a d a . M e h a b i a p u e s s o l á r i c a p i e l d e l e ó n , y a p e n a s la t u v e c e ñ i ­d a c u a n d o m e s e n l í n u e v a s f u e r z a s , i n ­d o m a b l e v a l o r y s o b r e t o d o u n f u e g o d e ­v o r a n t e . E s t e s e a u m e n t ó l u e g o q u e l l e ­g u é a l s i t i o e n d o n d e h a b i a v i s t o á l a A m a z o n a . B a j o á l a o r i l l a d e l t o r r e n t e , b u s c o e l p a r a g é e n q u e la h a b i a l i b r a d o , y m e , a s i e n t o c o n d e l c y t e s o b r e l a y e r b a e n q u e la p u s e d e s m a y a d a . S u s p i r o ; a g i ­t a d o , v u e l v o la v i s t a á t o d a s p a r t e s : a q u e ­l l a s m o n t a ñ a s , l o s p r e c i p i c i o s y la c a s c a ­d a , t o d o a q u e l e s p e c t á c u l o g r a n d i o s o q u e m e a r r e b a t a b a e l d i a a n t e s , y a n o f i ja m i a t e n c i ó n . A q u e l d e s i e r t o m e p a r e c e h o r r i b l e , s u s b e l l e z a s n a t u r a l e s m e f a s t i ­d i a n ; y a n o c u i d o d e m i r e b a ñ o , o l v i d o m i z a m p o n a y m i s d a r d o s , y c o n l o d o n o p u e d o r e s o l v e r m e á a b a n d o n a r a q u e l s i t i o t a n g r a l o á m i t r i s t e z a .

V u e l v o á la n o c h e á c a s a , y n o s i e n ­t o a q u e l l a d u l c e s a t i s f a c c i ó n q u e a n t e s a l v o l v e r á v e r m i m a d r e : l a s h o r a s q u e p a -S o e n s u c o m p a ñ í a s e m e h a c e n e t e r n a s ; r e s p o n d o c o n t r a b a j o á s u s p r e g u n t a s ; b u s ­c o m i l r o d e o s p a r a h a c e r c o n d i s i m u l o q u e h a b l e d e la i n c ó g n i t a , n o q u e r i e n d o y o n o m b r a r l a . E l c o l l a r q u e M y r t a l a t i e n e p u e s t o fija c o n t i n u a m e n t e m i s o j o s , y a b r a ­z o á m i m a d r e m a s á m e n u d o p o r p o d e r ­l e b e s a r .

A s í p a s é t r e s d i a s : c a d a m a ñ a n a a l r a y a r e l a l b a i b a á la c a s c a d a , y a l l í e s -

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19(5 Niíiha POMPIHO. p e r a b a q u e e l s o l s e p u s i e s e , c o n l a v i s ­ta fija a l s i l i o p o r d o n d e v i v e n i r la p r i ­m e r a v e z á l a A m a z o n a . E l c u a r t o d i a e s t a n d o d e l m i s m o m o d o , d e i m p r o v i s o l a v e o a p a r e c e r . V e n i a a r m a d a d e l m i s ­m o m o d o : t r a i a o t r o c a b a l l o n o m e n o s b r i o s o , y s u r o s t r o s e c u b r i ó d e r o s a s a l v e r m e s e n t a d o s o b r e l a p e ñ a . •>

K n u n i n s t a n t e e s t o v e á s u l a d o : s e a p e a d e l c a b a l l o , l e a t a á u n á r b o l , y s e n t á n d o s e s o b r e u n a p e ñ a m e c o n v i d a á h a c e r l o p r o p i o y m e d i c e : c a s i n o d u ­d a b a , vain-nie p a s t o r , h a l l a r t e e n e s t e s i ­t i o . H e v e n i d o s o l o p o r v e r t e . T e d e b o la v i d a y q u i e r o h a c e r t e v e n t u r o s o : e s t e e s e l m o t i v o d e mi . v e n i d a . H a b í a m e c o n f r a n q u e z a : ¿ Q u e t e f a l l a p a r a s e r f e l i z , y q u e l o s e a t a m b i é n t u m a d r e ? P i e n s a q u e m i g r a t i t u d e s e s t r e m a y q u e m i p o d e r c a ­s i la i g u a l a .

E n t o n c e s , b a j a n d o l o s o j o s , l e r e s ­p o n d í : ó t ú q u e n o s é c o m o l l a m a r ! T ú , q u e m e i n s p i r a s u n r e s p e t o , q u e h a s t a a h o r a s o l o h e t e n i d o á l o s D i o s e s , t e d i g n a s a c o r d a r t e d e u n p a s t o r y t e b a ­j a s b a s t a e l p u n t o d e v e n i r l e á v e r ! E s t a s o l a b o n d a d e s p a g a d e l s e r v i c i o q u e h e p o d i d o h a c e r t e : d e s d e h o y m i s m o y o t e d e b o m a s d e l o ( p i e p o d r é p a g a r j a m a s . M e p r e g u n t a s , q u e m e f a l t a p a r a s e r f e ­l i z ? A n t e s d e h a b e r t e v i s t o , n á d a m e f a l ­t a b a . M i m a d r e - y . y o s o m o s r i c o s : t e n e ­m o s u n a c a b a n a q u e n o s c u b r e y d e -

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LIBRO V I I I i g ^ f i e n d e d e l a s i n t e m p e r i e s , u n h u e r t o y u n r e b a ñ o q u e n o s a l i m e n t a n y n o s v i s t e n , y a u n a c o s t u m b r o i r á l o s l u g a r e s d e l c o n t o r n o á v e n d e r e l s o b r a n t e d e n u e s t r a l e c h e y l o s r e c e n t a l e s q u e h a r í a n d e m a ­s i a d o n u m e r o s o e l r e b a ñ o . D e e s t o s a c o a l g u n a s m o n e d a s d e p l a t a q u e t r a i g o á m i m a d r e , i n ú t i l e s p a r a n o s o t r o s , p e r o q u e n o s s i r v e n c u a n d o l l e g a a l g ú n p o b r e a n ­c i a n o ó e n f e r m o á p e d i r n o s la h o s p i t a l i ­d a d , p o r q u e a l i r s e d e n u e s t r a c a b a n a , l e d a m o s c o n g u s t o e s t e d i n e r o . S o l o t e q u e d a u n m e d i o d e h a c e r m e m a s d i c h o ­s o , y e s e l q u e h a s e m p l e a d o h o y : p u e s s i n d u d a e s t e e s e l d i a m a s h e r m o s o d e t o d a m i v i d a .

E n t a n t o q u e y o h a b l a b a , e l l a m e e s ­c u c h a b a s o n r i é n d o s e . P u e s y a q u e s o l o m i p r e s e n c i a t e h a c e f a l t a , m e r e s p o n d i ó , t e p r o m e t o v e n i r á v e r t e d e c u a n d o e n c u a n d o ; e l a g r a d e c i m i e n t o m e o b l i g a á e s t o . P e r o n o t e d i r é q u i e n s o y : c o n t é n ­t a t e c o n s a b e r c p i e m e l l a m o C a m i l a , y c r e e , q u e , s e a e l q u e f u e r e e l m i s t e r i o d e m i n a c i m i e n t o , e s d u l c e á C a m i l a e l d e ­b e r la v i d a á L e o n t e .

T o q u e d é a r r e b a t a d o d e g o z o . E l t i e r ­n o i n t e r é s q u e m e h a b i a m a n i f e s t a d o , l a m i r a d a q u e m e a r r o j ó a l d e s p e d i r s e y s u p r o m e s a d e v o l v e r , t o d o i n f l a m a b a m i c o ­r a z ó n . R e p e t í a e l n o m b r e d e C a m i l a , m e p r o p o n í a e n s e ñ á r s e l o á l o d o s l o s e c o s d e a q u e l l a s m o n t a ñ a s , l e g r a v é e n ¡ a s c ó r l e ­

l o '

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icjR NÜMA POMPIIIO. zas de los árboles. Camila sola llenaba mi alma ; en toda la naturaleza no veía yo otra cosa que Camila.

Desde aquel instante huyeron de mí la tristeza y el tedio .• aquellos desiertos me parecían los elíseos ; los árboles , las pe ­ñ a s , el torrente me parecian mas bellos; todo lo hermoseaba mi amor . Me pare­cía que la naturaleza había reunido todas sus gracias y dones en aquella apacible soledad : temía que otro me la disputase, y hubiera querido vedarla á lodos los hom­bres . Mi pobre cabana me pareció á mi vuelta mas alegre y cómoda : vi á mi ma­dre con mayor placer que hasta entonces; nuestros abrazos fueron mas dulces y nues­tra conversación mas agradable y alegre.

Cumplió Camila lo que había ofrecido volviendo á los dos dias. Oh ! que breves se me hicieron las horas que pasó conmigo! Cíen veces estuve por declararla mi amor, y otras tantas espiraron las palabras en mis labios. Cuando yo miraba á Camila creia poderle hab la r ; pero luego que ella me miraba , el respeto me cerraba la b o ­ca.

En breve venia Camila todos los dias al torrente . Sin haberle dicho que la ama­ba , sin haber oido de su boca que era cor respondido , nuestros coloquios eran los de dos amantes . Todos los d ías , antes de sepa ra rnos , nos conveníamos en la hora en que volveríamos á vernos al siguiente;

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Iir.r.o V I I I . I q g ambos acudíamos á la cita mucho antes. Con que .gozo nos saludábamos 1 Con q u e deleyte nos referíamos quanto habíamos hecho y pensado ! Camila no me hablaba de otra cosa que de m í : yo no le h a ­blaba sino de Camila. Estas dulces con­versaciones eran siempre las mismas y siem­p re nos parecían nuevas y mas gratas.

Sola una cosa me ocultaba Camila: el secreto de su nacimiento. ¿ Que te im­por ta , me dec ía , mi clase y ca l idad , si conoces tan bien mí corazón ? ¿ Si sabes que este corazón no tiene un solo afec­to que no sea para tí ?

La amable Camila se ocupaba ademas en i lustrar mi en tendimiento : era ins­truida y me comunicaba sus conocimien­tos. Me referia el reynado de .laño, la es-pedícion de los Argonautas , los sitios d e Tabas y de Troya : me hacia aprender los versos de Hesiodo y de Homero . ¡ Discurre tú , querido a m i g o , como aprendería sus lecciones ! Todo lo que salia de su boca se grababa en mi co­razón ; no me era posible olvidar nada de lo que Camila me había dicho una vez. ¡Que encanto esperimentaba al oír la! I Cómo me inflamaba cuando le ola can­ta r las proezas de Aquiles ! Y cuando Homero pintaba á Venus todavía me p a ­recía mas bella Camila.

De este modo se pasaba nuestra vidaí Los días los consagraba al amor y las

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200, N l J M A P o M P I I . T O .

noches á la p iedad filial , porque lejos d e que mi amor á Camila debil itase mi afecto á M y r t a l a , parecia al contrar io darle nueva fuerza. R o se dividia m i corazón entre mi madre y mi a m a n t e : cada una le poseia enteramente. • Sin d u ­da es un beneficio de los D i o s e s , que el a m o r el mas v i o l e n t o , c u a n d o es v i r t u o ­so , presta nuevas fuerzas á todas las v i r ­tudes de nuestras almas.

M i felicidad duró p o c o . Pasóse u n dia entero sin v e r á Camila . A l s iguien­te , fui á esperarla medio muerto de d o ­lor é inquietud. V i n o , pero pálida y afl igida. A m i g o mió , me dijo luego que l legó á m i , nuestra dicha dio fin; l l o r a ­remos eternamente los cortos - instantes que ha d u r a d o . Hasta ahora te he ocul» l a d o mi s e r , temiendo que el saberlo t e apartase de a m a r m e , y también p o r q u e m e era g r a t o ser amada p o r mí misma. Y a es t iempo que lo s e p a s : sabe pues que tengo la desgracia de ser hija d e un R e y .

U n sudor frío corr ió p o r t o d o m i cuerpo al oír e s t o : mis rodil las t r é m u ­las se d o b l a r o n , y mi lengua n o p u d o articular v o z a l g u n a . Camila me a g a r r ó de la m a n o , me hizo sentar á su lado y después de haber p r o c u r a d o disipar el terror que m e o p r i m í a , prosiguió de es­te m o d o .

M i padre es rey de los Vest ínos . L a

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Lii ino V I H . 201 d i s t a n c i a e s p o c a d e s d e a q u í á O i n g i l i a sti c a p i t a l , y m i a f i c i ó n á l a c a z a m e s i r v e d e p r e t e s t o p a r a v e r t e t o d o s l o s d í a s . E s p e r a b a y o d i s f r u t a r m u c h o t i e m ­p o d e e s t a f e l i c i d a d , p e r o s o y h i j a ú n i ­c a ; l a c o r o n a d e m i p a d r e d e b e ser m i d o t e ; y t o d o s l o s s o b e r a n o s d e I t a l i a a s p i r a n á m i m a n o . D o s d e e s t o s r e y e s n o s a m e n a z a n c o n la g u e r r a , s i n o h a g o p r o n t a m e n t e e l e c c i ó n ' d e e s p o s o . E l u n o d e e l l o s e s r e y d e l o s M a r u c i o s , sus e s t a d o s conf inan c o u l o s n u e s t r o s ; y c a s i s i e m p r e e s t á n e u g u e r r a . M i h i m e n e o c o n su h i j o a c a b a r í a e s t a s d i s c o r d i a s y formar ía un r e y n o f l o r e c i e n t e . L a p o l í ­t i c a , l a r a z ó n y la h u m a n i d a d h a b l a n e n f a v o r d e l p r í n c i p e d e l o s M a n i c i o s , e l c u a l a u s e n t e d e s d e sus p r i m e r o s a ñ o s , v i a j a p o r l a G r e c i a , s i n m a s c o m p a ñ í a q u e u n a y o , c o n e l fin d e i n s t r u i r s e , y a p r e n d e r e l d i f í c i l a r t e d e r e y n a r . A c t u a l ­m e n t e e s t á e n c a m i n o p a r a v o l v e r á C i n g i l i a .

E l m a s t e m i b l e d e sus r i v a l e s e s T e ­l e m a n t o , R . e y d e S a l e n t o . S u p o d e r , sus r i q u e z a s y e l l u s t r e d e s u o r i g e n ( p u e s y a t e h e d i c h o o t r a s v e c e s q u e d e s c i e n d e d e T e l é m a c o y A n t í o p e ) l e d a n g r a n d e s v e n t a j a s s o b r e e l P r í n c i p e , p e r o t e m e ­m o s p o c o á l o s S a l e n t l n o s m u y d i s t a n t e s d e n o s o t r o s y s e r á d i f í c i l q u e sus E m b a ­j a d o r e s l o g r e n l a p r e f e r e n c i a s o b r e e l I l e y d e l o s M a r u c i o s q u e h a v e n i d o e n p e r s o -

. « a á p e d i r m e p a r a s u h i j o .

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2 0 3 NuMA I'OMPILIO. P o r a m b a s p a r t e s e s i g u a l p a r a m i l a

d e s g r a c i a , p u e s q u e d e b o d e t o d o s m o ­d o s r e n u n c i a r m i l i b e r t a d , y c o n e l l a l a e s p e r a n z a q u e t e n i a d e a m a r t e s i e m p r e . P e r o b i e n s a b e s , L e o n t e , l o q u e u n h i ­j o d e b e á s u p a d r e : e l m i ó e s v i e j o y s i n f u e r z a s s u f i c i e n t e s p a r a d e f e n d e r s e . M e i n s t a á q u e e l i j a e s p o s o ; m e r u e g a p o r s u a m o r y s u s c a n a s n o l e o c a s i o n e u n a g u e r r a q u e n o p u e d e s o s t e n e r , q n e o c a ­s i o n a r í a s u r u i n a y l a d e t o d o s s u s v a s a ­l l o s . Q u e d e b o h a c e r ? T e p i d o q u e m e a c o n s e j e s .

C a m i l a , l e r e s p o n d í , ( p o r q u e n i t u g r a ­d o , n i e l r e s p l a n d o r d e l t r o n o m e c a u s a ­r á n n u n c a m a s r e s p e t o q u e e l n o m b r e s o ­l o d e C a m i l a ) u n c o r a z ó n q u e s a b e a m a r l o s a c r i f i c a t o d o á s u a m o r : p e r o u n c o r a ­z ó n v i r t u o s o s a b e i n m o l a r e l a m o r á s u o b l i g a c i ó n . M i v a l o r m e a s e g u r a q u e d e ­f e n d e r í a t u s E s t a d o s ; q u e a r m a d o d e e s ­t a c l a v a , y c u b i e r t o d e la p i e l d e L e ó n Ñ e m e o , r e c h a z a r í a l e j o s d e t u s m u r o s á l o s M a n i c i o s , S a l e n t í n o s y a u n á t o d a l a I t a l i a . P e r o a u n c u a n d o f u e s e e l m a y o r d e l o s h é r o e s , a u n c u a n d o m i s h a z a ñ a s s e i g u a l a s e n c o n l a s d e l g r a n d e A l c í d e s ? p o d r í a s e r n u n c a t u e s p o s o ? N o , e s c l a m é d e s e c h o e n l l a n t o , j a m a s s e r á s m í a . E r e s h i j a d e r e y e s , y y o s o l o u n p o b r e p a s ­t o r ! . . . O C a m i l a \ C a m i l a ! ¡ C u a n c a r o v o y á p a g a r m i c i e g o e r r o r !

¿ D i s c u r r e s q u e s o y m e n o s d i g n a d e

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LIBRO V I I I . a o 3 l á s t Lina q u e t ú ? I n t e r r u m p i ó C a m i l a . ¿ P i e n s a s q u e m i ' . t r i s t e c o r a z ó n n o p a d e c e t a n t o c o m o e l t u y o ? P e r o t o d a v í a c o n ­s e r v o a l g u n a e s p e r a n z a ,• c o n o z c o a l r e y d e l o s M a r u c i o s : é l d e s e a p a r a s u h i j o m i s e s t a d o s , y e s t i m a p o c o , m i p e r s o n a . Q u i e r o d e c l a r a r l e m i s i t u a c i ó n ; j u r a r é r e ­n u n c i a r m i r e y n o a f a v o r d e s u h i j o , l u e ­g o q u e m i p a d r e m u e r a , c o n t a l q u e n o m e o b l i g u e á c a s a r m e , y q u e n o s d e f i e n ­d a d e T o l e m a n t o . L a e s p e r a n z a d e r e y -n a r s o b r e d o s p u e b l o s l i s o n g e a r á s u c o r a ­z ó n a m b i c i o s o , y y o s e r é f e l i z s i p u e d o a d q u i r i r , á p r e c i o d e u n a c o r o n a , e l d e ­r e c h o d e a m a r s i e m p r e á L e o n t e .

Q u i s e o p o n e r m e á s u r e s o l u c i ó n , p e r o f u é e n v a n o : C a m i l a m e d e j ó , r e s u e l t a á t e n t a r e s t e a r b i t r i o . D o s d i a s p a s é e s ­p e r a n d o , c o n d o l o r o s a i m p a c i e n c i a , l a v u e l t a d e m i q u e r i d a C a m i l a .

V o l v i ó p a s a d o s e s t o s : s u r o s t r o b r i l l a ­b a d e a l e g r í a . S e r e m o s f e l i c e s , m e d i j o l u e g o q u e m e v i o . H e d e c l a r a d o t o d o a l r e y y l e h e d i c h o q u e m i c o r a z ó n e r a t u ­y o s e h a m o s t r a d o s e n s i b l e á m i c o n f i a n ­z a ; la o f e r t a d e m i c o r o n a l e h a d e t e r m i ­n a d o á s e r v i r n o s ; o y e l o q u e n o s p r o p o ­n e . S u h i j o q u e v o K i a d e G r e c i a , s i n m a s s é q u i t o q u e s u a y o , h a m u e r t o e n C r e t a : c o m o v i a j a b a i n c ó g n i t o t o d o s i g n o r a n s u f a l l e c i m i e n t o . E l a y o d e l P r i n c i p e , h a c o m u n i c a d o a l t r i s t e p a d r e c s l a n o t i c i a c o a t o d o s e c r e t o , y n o a i r c \ l e u d ó s e á

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latt NUMA POMPILIO. presentarse á él , se ha detenido en Corcira. Llora el rey la muerte de s u hijo, pero también v e con dolor desecho un enlace que aseguraba la paz, de sus pueblos y doblaba su poder . Su pena ha­llaría grande alivio si pudiese contentar su ambición , y para no ver mi cetro en manos de Te lemanto , solo • le queda u n arbi t r io . Su hijo no era conocido en su Corte que abandonó en sus tiernos años; todos le juzgan vivo y le aguardan de dia en dia: El Rey te adopta en su lu­gar .

One vaya , me ha d i c h o , á encontrar en Corcira al ayo de mi difunto hijo.-dale este sello mío y estas tablillas en que va escrita mi voluntad. Después ven­drá con él yo le recibiré como si fuese verdaderamente mi h i jo : mis pueblos en ­gañados le reconocerán. Será tu esposo, viviréis felices , y la paz de las dos na ­ciones, vuestra dicha y mi descanso , se­rán los frutos de un e n g a ñ o , digno de a labarse , pues que sin hacer perjuicio á n a d i e , labra la felicidad de tantos.

Esta e s , Leonte , la nueva feliz que te t r aygo : serás mi esposo, reynarás s o ­bre los dos pueb los , viviremos juntos hasta mor i r , y la fortuna y el amor nos harán pasar una vida feliz.... Pero no advierto en tí señal alguna de alegría. No te postras á dar gracias á los Dioses. Cotí que triste indiferencia oyes la n u e -

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L I I I R O V I I I . ao5 va de nuestra u n i ó n ! Que nuevo pesar te tu rba . ¿ En que piensas?

En mi m a d r e , le respondí. He de pe r ­derte ó he de hacer morir de dolor á la que me dio la vida. Tú misma quiero que seas juez : te he visto pronta á sa­crificar nuestro amor al descanso de tu p a d r e ¿ Te parece que debo abandonar a Myr t a l a , quitándole el único amparo y consuelo que tiene? La llenaremos de bienes y conveniencias, in terrumpió Ca ­mi la : pero le quitarás su h i jo , le respon­dí,- obligas á ese hijo á que la renuncie por m a d r e ; la idea solamente me h o r r o ­riza. No Camila , no hay r e y n o , no hay bien en este mundo que pueda equ iva ­ler la falta del amor y grat i tud filia!, pr imer beneficio de la naturaleza , p r imer deleyte que prueban nuestras almas. No solo no puedo desterrarle de mi a lma , pero ni aun fingirlo.

Mas^no seria este el único delito que cometeria usurpando el nombre del Pr ín­c i p e : considera que yo seria obedecido de los pueblos por medio de una im­p o s t u r a , y que debería el cetro á una infame mentira . Si los Soberanos legít i­mos tienen tan grandes obligaciones que cumpl i r ; si son responsables á los I n m o r ­tales de todo el bien que no han hecho, y de todo el mal que dejan i iacer, ¡ cuan terrible seria la cuenta que teridria yo que d a r , puesto en el t rono sin ser l i a -

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2c»6 NUMA. POMPILIO. mado por los Dioses! Como ladrón de mi propia d ign idad , cada acto de respeto que recibiera de mis vasal los, seria una reconvención de mi inpos tura .

Tú eres mi mayor b i e n , adorada Ca­mila : el Cielo y mi corazón son testigos de que daria gustoso mi vida entera p a r a ser un solo dia tu esposo; pero esta fe­licidad tan g r a n d e , esta dicha , que en idea solamente arrebata mi a l m a , no lo ser ia , si la disfrutase sin t ranqui l idad d e conciencia. ¡ Tan cierto es que de n ingún placer podemos disfrutar con g u s t o , sin aquella dulce paz inter ior que la v i r tud p r o d u c e ! Sentado á tu lado sobre el t r o ­n o , mis remordimientos m e har ian de s ­graciado : voy á s e r l o , pero la v i r tud me podrá consolar. Déjame en este d e ­s i e r to : en él veré á cada instante tu i m a ­gen y toleraré mi v ida : en él te l loraré cont inuamente ; pero solo l loraré tu pér ­dida , quedando mi corazón pu ro . Adiós Camila , vuelve al palacio de tu p a d r e ; olvida á mi infeliz: deseo que el gusto que hallan las almas grandes en cumplir sus deberes , te haga menos dolorosa la compasión que mi desgracia te inspira.

Diciendo estas razones , bajé la cabe­za , y procuré ocultarle mis lacr imas. Ca­mi la , fijos en mi los ojos, m u oyó a ten­tamente y tardó un gran ra to en respon­derme. En fin , agar rando mi mano y estrechándola entre las suyas icne dijo así;

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LIBRO V I I I . IO-J t e a d o r o , ó L e o n t e , y t u - v i r t u d a l i m e n ­t a m a s y m a s e l a m o r e t e r n o q u e m e h a s i n s p i r a d o . A p r u e b o t u s m á x i m a s y d e s d e a h o r a r e n u n c i o á t í . S í , t e a b a n ­d o n o , p e r o a s e g u r á n d o t e q u e l l e v a r é h a s t a e l s e p u l c r o e l a f e c t o q u e n o s u n e ; q u e t u i m a g e n v i v i r á e n m i t i e r n o c o r a z ó n h a s t a e l ú l t i m o s u s p i r o , y q u e s i m i d o l o r a b r e v i a m i s d i a s , c o m o s e l o p i d o a l o s D i o s e s , l a ú l t i m a p a l a b r a q u e m i b o c a p r o n u n c i e s e r á t u n o m b r e a m a d o .

A l d e c i r e s t o , s e a p a r t a d e m í , s u b e á c a b a l l o , m e d i c e á D i o s c o n v o z a h o ­g a d a , m e e s t i e n d e l o s b r a z o s y s e a l e j a p r e s u r o s a . T r e s v e c e s v o l v i ó s u s o j o s l l e ­n o s d e l á g r i m a s á c í a a q u e l p e ñ a s c o s o b r e e l c u a l h a b í a m o s p a s a d o t a n d e l i c i o s o s r a t o s e n a m o r o s o s c o l o q u i o s : p a r e c í a , q u e c u a l s i f u e s e n s e n s i b l e s á n u e s t r a p e ­n a , q u e r í a d e s p e d i r s e d e e l l o s ; e n f i n a r r o j á n d o m e la ú l t i m a m i r a d a d e a m o r y t e r n u r a , d e s a p a r e c e á m i v i s t a ! . . . . D e s d e a q u e l f u n e s t o i n s t a n t e n o h e v u e l t o á v e r á C a m i l a !

A q u í s e d e t u v o L e o n t e : d o s a r r o y o s d e l á g r i m a s c o r r e n d e s u s o j o s , u n p e s o t e r r i b l e l e o p r i m e e l p e c h o . N u m a l e a b r a z a t i e r n a m e n t e , y l o s d o s q u e d a n e n s i l e n c i o l a r g o r a t o : f i n a l m e n t e L e o n t e h a ­c e u n e s f u e r z o , r e p r i m e s u s s u s p i r o s y s o l l o z o s y p r o s i g u e s u n a r r a c i ó n .

Q u i s e o c u l t a r á m i m a d r e e l s a c r i f i ­c i o q u e h a b í a h e c h o : n o h u b i e r a p o d i d o

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208 NíIMA PoiIPlLIO. a u m e n t a r s u a m o r , y s o l o h a b r í a s e r v i ­d o d e a c r e c e n t a r s u s m a l e s . C o n e s t a i d e a h i c e l o s m a y o r e s e s f u e r z o s p a r a d i s i m u l a r m i d o l o r : p a s a b a l o s d i a s e n t e r o s l l o r a n ­d o s o b r e e l p e ñ a s c o , e n e l c u a l h a b í a v i s t o á C a m i l a , y c u a n d o v o l v í a p o r la n o c h e á c a s a , e s t u d i a b a e n c o m p o ­n e r e l s e m b l a n t e y a p a r e n t a r u n a t r a n ­q u i l i d a d m e n l í d a . C u a n d o n o p o d i a o c u l ­t a r m i t r i s t e z a á l o s o j o s p e n e t r a n t e s d e m i m a d r e , i n v e n t a b a u n m o t i v o q u e n o l a a f l i g i e s e d e m a s i a d o , i m a g i n a b a u a p e ­s a r d e l c u a l e l l a p u d i e s e c o n s o l a r m e .

A s i s e p a s a r o n d o s m e s e s s i n s a b e r d e C a m i l a , y s i n q u e m i s p e n a s f u e s e n m e n o s d o l o r o s a s q u e e l p r i m e r d i a . E n b r e v e m e a s a l t a r o n o t r a s n u e v a s : c a y ó m i m a d r e g r a v e m e n t e e n f e r m a ; u s é p a r a c u ­r a r l a d e t o d o s l o s s i m p l e s d e n u e s t r a s m o n t a ñ a s . P e r o s u ú l t i m a h o r a h a b i a l l e ­g a d o , y c o n o c i e n d o q u e i b a á e s p i r a r , m e l l a m ó y m e d i j o e s t a s p a l a b r a s q u e t o d a v í a m e p a r e c e e s t a r o y e n d o : H a s t a a h o r a h a s v i v i d o e n g a ñ a d o ; y o n o s o y t u m a d r e : p e r d ó n a m e , ó L e o n t e , a n t e s q u e m u e r a , u n a m e n t i r a q u e h a s i d o l a f e l i ­c i d a d d e m i v i d a . P r e c i s a d a á a b a n d o n a r m i a l d e a p a r a h u i r d e l o s c r u e l e s P e l i g -n i o s , q u e e s t a b a n e n l ó n c e s e n g u e r r a c o n l o s M a r s o s , l l e g u é h u y e n d o a l l u g a r d e A v i a e n l a s r i b e r a s d e l A t e r n o , c u a n d o l o s e n e m i g o s a c a b a b a n d e s a q u e a r l e . E n ­t r e l o s e s p a n t o s o s r e s t o s d e l i n c e n d i o y

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LIBRO V I I I . iog m o r t a n d a d , y rodeado de cadáveres , te vi en tu cuna cubierto de sangre , pálido y pasado el tierno pecho con un puña l . Tu hermosura llamó mi atención; puse la mano sobre tu corazón y percibí sus dé­biles latidos. Cargué con tu cuna , curé lu herida y cuidé con esmero tu débil exis­tencia : me llamaste madre y nunca tuve ánimo para renunciar á este dulce nom -bre . Me a b a n d o n a r á , decía y o , si sabe que no es mi hijo. Ignoro quienes son sus p a d r e s , pero no le amarían mas que yo . Dejo pues subsistir un error que no le perjudica y que hace la felicidad de mi vida. Esta e s , hijo m i ó , la causa de haber te ocultado la ve rdad , perdona mi flaqueza. Tú mismo , querido Leonte, h a ­cías imposible la revelación de este ar­cano , por el estremo cariño que me p ro ­fesabas.

Entonces la abrazo tiernamente y b a ­ñé su rostro con mis lágrimas. Hijo ama­do., pros iguió , es preciso separa rnos : le ruego que enjugues tu l l an to , que solo sirve para hacer mas dolorosa esta sepa­ración. Considera para tu consuelo, que tú solo me has hecho feliz, piensa que solo para tí han alargado los Dioses la carrera de mi vida. ¡ O si yo supiese que la tuya gozará de la misma tranquil idad! En tanto que he vivido, siempre he te­mido . que tu verdadera madre viniese á a r rancar te de mis b razos ; ahora que voy

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a i o NUMA POMPIT.IO . á m o r i r , quisiera poder volverle su Lijo. Toma esta piedra preciosa en que están grabados unos caracteres que no conozco: la tenias al cuello el dia en que te di la vida. Hasta ahora te la he ocul tado: ojalá te sirva para encontrar la madre feliz que te^ llevó en sus en t r añas ! Si algún dia la ' v e s , dile cuanto he envidiado su d i cha ; dile que mi ternura me hacia qu i ­zas digna de e l l a , y pe rdonadme ambos el haber usurpado el nombre de tu m a ­d r e . A D i o s , hijo m i ó , á Dios. P e r m í ­teme que use hasta mor i r de este dulce n o m b r e ; acé rca te , v e n ; tus manos cer ra­rán mis ojos , muero contenta si te oygo pronunciar una vez siquiera el dulce n o m b r e de madre .

O madre mía , esclamé: madre a d o r a ­da ! Siempre soy tu hijo y lo seré mien­tras v iva , a u n c u a n d o . . . . E s p i r a , y la desapiadada muerte me deja con su cuer­po yerto entre los brazos .

No te pintaré mi d o l o r : nuestros co­razones se parecen : Numa , debes tener presente lo que padeciste en la muer te de Tulio. Formé con mis manos la h u ­milde hoguera en la cual reduje á c e ­nizas el cadáver de Myr t a l a : recogí sus restos en una tosca u rna de ba r ro que encerré en medio de un rustico monumen­to fabricado con p iedras , tierra y céspe­d e s , á poca distancia de mi cabana : so­bre una piedra grabé esta sencilla iris-

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LIBBO V I I I . a n cr ipcion: Aquí descansa Myrtala: Cami­nante si amaste á tu Madré^, acuérdate de ella, y llora su memoria.x Cerré des­pués mi cabana , la dejé al cuidado de las Oreadas , y abandonando igualmente mi r e b a ñ o , salí de aquellas montañas , dirigiendo mis pasos , como á pesar mío, acia la capital de los Vestinos.

Luego que llegué á Cingiiia , supe que 3a bella Camila, después de haber res is ­t ido largo tiempo á su p a d r e , se habia finalmente determinado á tomaí por es ­poso al Rey de Salento , y pocos dias antes se habia embarcado con los Emba­jadores de aquel Soberano. Tan sorp ren­dido y a ter rado con esta noticia como si me pudiera esperar otra cosa , salí de­sesperado de la ciudad y volví á in te r ­narme en los montes Apeninos. E r r an ­te y sin objeto fijo en mi viage, llego al ejército de los Marsos á tiempo que iban á elegir un General. L a vista de las t ropas me inspiró un ardiente deseo de gloria : determiné morir ó alcanzar fama inmortal . Me presenté para disputar el m a n d o , y un feliz acaso me le dio. Y a sabes lo que hice: estás viendo el premio que me han dado .

Aquí dio fin Leonte á su historia. En tanto que habia h a b l a d o , N u i n a , in­móvil y fija en él la v is ta , le Labia es­cuchado atentamente. Todos los afectos que el héroe Marso espresaba, pasaban

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a i 4 NUMA POMPII.TO. en el alma del Sab ino ; cuando Leonte hablaba de sus primeros años y de su amor á Myrtala , una dulce sonrisa ador ­naba el rostro de N u m a ; y cuando h a ­blaba de Camila , y de su a m o r , Numa sentia correr de sus ojos un llanto invo­luntar io .

T a el Sol iba á ocultarse en el océa­n o y los dos amigos determinaron p a ­sar la noche en la gruta . Fueron á reco­ger algunas frutas silvestres y volvieron á esperar el sueño. Hemos acabado nuestro viage, dijo Numa , pues cjue nos hemos encon t rado : mañana determinare­mos hacia donde hemos de ir: yo tenia deseos de viajar algún tiempo por la G r e c i a , para instruirme de los usos y costumbres de sus pueblos y conseguir con este estudio mas virtud y sabiduría .

Amigo , le respondió L e o n t e , si los hombres amasen la v i r t ud , no hay duda que ganaríamos mucho en conocerlos y te d i r í a : vamos á ver el mundo y s e ­remos mejores á nuestra vuelta. ¿Pe ro que hallaremos en la Grecia? ¿Que h a ­llaremos en las demás naciones? Reyríos compuestos de esclavos infelices: R e p ú ­blicas desunidas, cuyos c iudadanos , p a ­ra p roba r que son l ib res , se degüellan mutuamente . Algunos hombres esclareci­dos y doctos perseguidos y desterrados, l lorando menos la ausencia de su patria que la pérdida de los puestos y honores

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LIBHO V H I . 213 que han dejado. Filósofos que se llaman sabios , y que pasan su vida entre las turbaciones y molestias de vanas disputas y en argumentos inciertos é infundados: por todas p a r t e s , en fin veremos los p u e ­blos opr imidos; la ambición y vanidad reynando despóticamente en los hombres mas admirados . ¿Juzgas que sacaremos algún fruto de nuestros viajes? Pienso al contrar io que contraeríamos vicios que ahora desconocemos. O Numa ! no h a querido el Criador del Universo , que el hombre para ser sab io , tuviese que e m ­prender largas peregrinaciones ; consu­miendo lo mas florido de su v ida , afanán­dose por adquir i r virtudes, para una v e ­jez incierta. A cada uño nos ha dado al nacer un libro y un j u e z : nuestra conciencia. Vivamos en paz con ella y sabremos bastante .

Sea as í , le dice N u m a ; no salgamos de Italia , volvamos á tus montañas y h a ­bitemos tu cabana cuidando de tu r e b a ­ño . Cultivaré tu h u e r t o , guardaré tus ovejas, lloraré contigo sobre la tumba de Myr ta la , y te hablaré cada dia de Camila en aquella cascada a y peñascos que y a conozco sin haberlos visto. Si la ma t e r ­nal te rnura te hizo pasar una vida feliz en aquel asilo , espero que los consuelos de la amistad dulcificarán tus pesares.

Di jo ; Leonte le a b r a z a , y al pun to emprenden su viage. Atraviesan por las

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a i 4 NUMA POMPII¡IO. t ierras de los E q u o s , pasan el rápido y eaudaloso Tolonio y los montes Albencos, y llegan finalmente á las faldas del Ape-n ino .

Los dos hé roes , que se mantenían de su caza , se perdieron un d i a , persiguien­do á los habitantes de las selvas. D e s ­pués de t repar por la aspereza de las breñas , y habiendo penet rado las ma le ­zas mas incul tas , descubrieron un valle del ic ioso, rodeado de montañas inaccesi­b l e s , de las cuales bajaban varios a r r o ­yos que regaban el ameno valle» Sus margenes , pobladas de t i i los , alisos y h a y a s , ofrecían una sombra deliciosa, y todo aquel sitio presentaba á la vista, por unas partes los olmos coronados de los pámpanos de la vid y mil árboles frutales cargados de sus ricas produccio­n e s , por oíros bellísimos prados esmalta­dos de mil flores olorosas. Todo en aquel sitio respiraba la paz y la abundanc ia ; el ayre era puro y el agua de los a r r o ­yos cr is tal ina: no se oía otro ruido que el que formaban las naturales corrientes, y el cántico de las aves , que sal tando de rama en rama , parecian celebrar á porfía la felicidad de que gozaban en aquel j a rd ín de - l a hermosa naturaleza.

Encantados con tan apacible vista, los dos amigos bajan al valle presurosos. Llegan y a d m i r a n , disfrutando del p l a ­cer mas puro que los Dioses han con-

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LIBRO V I H . 2 1 5 cedido á los mor ta les , que es el espec­táculo de las maravillas que han sem­brado en toda la t ierra . Siguen el curso del ar royo principal sin descubrir vest i ­gio de persona a lguna , llegan á un sitio en el cual el a r royo se dividía en dos , y después de prometerse que volverán á juntarse en aquel si t io, se separan y ca ­da cual sigue uno de los brazos del a r royuelo .

Leonte anduvo largo tiempo sin de s ­cubrir mas que árboles , frutas y ñores .

Numa , mas feliz, descubrió un reba­ño que pacia sin perros ni pastor cerca de un bosquecillo de laureles. Penetra en este con lentos pasos , m i r a , examina y de improviso adv ie r te , bajo una e n ­ramada de jazmines silvestres, una d o n ­cella vestida de b lanco , sentada en un banco de céspedes. Manifestaba leer con suma atención un libro que tenia en las manos . El zéfiro que levantaba sus rubios cabellos sueltos sobre su frente y al r e ­dedor de su cuello , dejaba ver su r o s ­tro de divina hermosura. Pero su belleza natural sacaba nuevos brillos del candor é ingenuidad que todas sus facciones m a ­nifestaban. Aquel rost ro dulce y mages-tuoso respiraba el sosiego de la dicha y la paz de la v i r tud : tenia ademas un no sé que de celestial, que apar taba toda idea licenciosa, y llenaba el alma de un afecto mas puro y delicioso: su vista no

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2 1 6 NüMA POMPII.IO . inspiraba deseos ; producía un sanio respe­t o , una inclinación mas tierna y viva que los deseos mismos.

Numa la ve y se detiene. No esperi-menta turbación ni sobrecogimiento: no le palpita el corazón ; solo prueba un dulce placer que no turba su razón . Al mirarla no se acuerda del amor : no cree que sea una Diosa ; libres y claras sus potencias no exageran lo que ve. Discur­r e , con v e r d a d , que está mirando á la mas hermosa de las mugeres , y sin duda piensa que su v i r tud iguale á su belleza.

Insensiblemente y con cuidado , p e ­netra el bosquecillo y se acerca á ella para ver, sí es pos ib le , que libro la ocu­pa l a n t o ; pero este encierra caracteres desconocidos. Vuelve Numa á ret i rarse con precaución: oculto entre las ramas , ve adelantarse un venerable anciano a p o ­yado sobre un nudoso bácu lo ; las canas cubrían su frente; su luenga barba le lle­gaba hasia la c in tu ra , y su rost ro c u ­bierto de arrugas conservaba Un ayre de magestad y grandeza , que los pesares y la vejez no habían podido bor ra r del t odo . Hija m í a , dice á la pas to ra , ya llega el Sol al ocaso ; cumplamos con el r i to de nuestra religión divina. Al oirle se levanta ella y deja ver á Numa su talle agraciado y magestuoso. Sus bellos ojos miran al padre con dulce sonrisa y

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LiliKO V I I I . 2 17 le alarga la m a n o ; el anciano apoyado en su brazo vuelve con tardos pasos á una cabana edificada en lo interior del bosquecillo.

No atreviéndose Numa á seguirlos, observa , siempre ocu l to , todos sus m o ­vimientos. Los ve lavarse en el a r r o ­yo , entrar en su cabana y volver á sa­l i r ; pero ya el viejo ha mudado de ves­t imenta . En vez de la ropa talar que t e n i a , viste una túnica co r t a , sujeta á la cintura con un cordón que la rodea , y un velo le oculta el ros t ro . Trae en las manos una copa ó braserillo de b ron ­ce , lleno de fuego a rd i en te , y le coloca con respeto sobre una piedra cuadrada . Su hija le sigue con varios aromas y un hacecillo de ramas secas. Ambos d e rodillas echan sus ofrendas en el fuego, le atizan con instrumentos de o r o , y dicen una oración en lengua desconocida.

En breve se levanta el anciano y su hija , y se lleva el brasero con el mismo respeto. La hermosa pastora va á j un ta r su rebaño disperso en el p r a ­do , le encierra en un corral de tablas y vuelve al lado de su p a d r e , en tanto que Numa lleno de admiración y alegría, se da priesa á juntarse con Leonte .

Fin del libro octavo.

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NUMA

L I B R O I X .

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L I B R O N O N O .

ARGUMENTO.

!NUMA y Leonte hallan grata acogida en la cabana del anciano. — Admiran á su hija Anais y se separan de ellos con sentimiento.— Vuelve Leonte con su amigo á su antiguo domicilio: ha­lla á Camila : excesivo- gozo de los dos Amantes. — Refiere Camila sus aventuras y se desposa con Leonte.— Marchan en compañía de Nnma á buscar al anciano. — Núma defiende á Anais y á su padre contra unos fo-ragidos : queda herido. — Historia de Zoroástrcs. — Leonte halla á su padre.

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L I B R O I X . 2a i

UMA s e j u n t a c o n L e o n t e y l e c u e n ­t a l o q u e h a v i s t o . J u n t o s s e e n c a m i ­n a n ac ia l a m o r a d a d e l a n c i a n o ; l l e ­g a n y ¡ l a m a n á l a p u e r t a . L a p a s t o r a s a l e á a b r i r , y a l v e r l o s a r m a d o s l o s m i ­r a c o n i n q u i e t u d . N o t e a s u s t e s , h e r ­m o s a p a s t o r a , l e d i c e L e o n t e ; a u n q u e s o m o s g u e r r e r o s , a m a m o s la p a z , y v e ­n i m o s á p e d i r t e l a h o s p i t a l i d a d p o r e s ­t a n o c h e n o m a s . M a ñ a n a , a p e n a s l a A u r o r a a b r a l a s d o r a d a s p u e r t a s d e l o r i e n t e , s e g u i r e m o s n u e s t r o v i a j e , d a n d o a n t e s g r a c i a s á l o s D i o s e s p o r t u s b e n e ­f i c i o s .

S u s r a z o n e s t r a n q u i l i z a n á la d o n c e l l a q u e l o s h a c e e n t r a r y c o r r e á a v i s a r á •su p a d r e . E s t a b a e l a n c i a n o s e n t a d o e n e l f o n d o d e la c a b a n a s o b r e u n a t a r i m a , y t e n i a t o d a v í a e n l a s m a n o s l a r u e c a y e l u s o q u e s u h i j a h a b l a d e j a d o . A l ­g u n o s t o s c o s b a n q u i l l o s , u n a m e s a d e i g u a l a l i ñ o y v a r i a s v a s i j a s c o l g a d a s a l l a d o d e u n a l i r a d e é b a n o , e r a n t o d a s l a s r i q u e z a s , m u e b l e s y a d o r n o a d e a q u e ­l l a h u m i l d e h a b i t a c i ó n .

A p e n a s l o s v e e l a n c i a n o , s e l e v a n t a v s a l e á r e c i b i r l o s c o n v i d á n d o l o s á d e s ­c a n s a r . A n a i s , d i c e á s u h i j a , p o n l u e ­g o a g u a á c a l e n t a r , y p r e p a r a p a r a a g a ­s a j a r n u e s t r o s h u e s p e d e s l o m e j o r q u e h a y e n c a s a . A l p u n t o l e o b e d e c e la m o d e s t a A n a i s : a v i v a e l f u e g o d e l h o g a r , d e s -

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2 2 2 jVüMA POMPÍLIO. c u e l g a u n a v a s i j a d e b r o n c e , l a l l e n a d e a g u a , y e n t a n l o q u e e s l a s e c a l i e n t a , c o r r e a l h u e r t o i n m e d i a t o á l a c a s a .

A p o c o s i n s t a n t e s v u e l v e c o n u v a s , a c c y l u n a s y o t r a s f r u t a s , v a r i a s f l o r e s y u n p a n a l d e b l a n c a m i e l . C o l o c a l a s f r u t a s y f l o r e s s o b r e l a m e s a , t o m a a l ­g u n a s c o p a s d e h a y a y l l e n a o t r a m a ­y o r d e v i n o n u e v o : e c h a d e s p u é s e n u n a g a m e l l a e l a g u a y a c a l i e n t e y l a p r e s e n ­t a á s u p a d r e , e l c u a l , s i n a t e n d e r á l a s s ú p l i c a s y r e s i s t e n c i a d e l o s h u é s p e ­d e s , l e s l a v a é l m i s m o l o s p i e s , y d e s ­p u é s s e s i e n t a c o n e l l o s á l a m e s a .

L a c o n m o c i ó n q u e s e n t í a n e n s u i n ­t e r i o r l o s h é r o e s , l e s p e r m i t í a a p e n a s m a n i f e s t a r s u g r a t i t u d a l a n c i a n o . N u m a s i e m p r e fijos l o s o j o s e n A n a i s , a d m i r a s u b e l l e z a , s u s g r a c i a s i n g e n u a s y s u a g a s a j a d o r a f r a n q u e z a ; p e r o s o b r e t o d o l e e n c a n t a b a l a p i e d a d f i l i a l y e l c a n ­d o r a d o r a b l e , q u e s i n o s t e n t a c i ó n y c o ­

m o á s u p e s a r s e m a n i f e s t a b a e n t o d a s s u s a c c i o n e s . ¡ O c u a n f e l i z , d e c i a cti

s u i n t e r i o r , s e r i a y o s i f u e s e s u h e r m a ­n o ! E l r e s p e t o q u e l e c a u s a b a A n a i s , n o l e p e r m i t í a f o r m a r o t r o d e s e o .

L e o n t e e s t a l l a m a s o c u p a d o e n c o n ­s i d e r a r a l a n c i a n o q u e á s u h i j a . S e s e n t í a c o m o a r r a s t r a d o ac ia é l p o r u n i n c a u t o o c u l t o , c u y a c a u s a no p o d i a c o m p r e e n d e r : s u s c a n a s , s u a s p e c t o v e n e r a b l e e n e l c u a l s e v e í a n p i n t a d a s á

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LIBRO I X . 2?.'5 u n l i c m p o m i s m o l a s d e s g r a c i a s y la v i r t u d , s u n o b l e e n t e r e z a s i n v i s o s d e s e v e r i d a d , c a u s a b a n e n L e o n t e u n a f é e l o m e z c l a d o d e r e s p e t o y c a r i ñ o . P o r s u p a r t e e l a n c i a n o f i j a b a e n é l s u c a n ­s a d a v i s t a : m i r a b a a t e n t a m e n t e s u r o s ­t r o , m i r a b a d e s p u é s e l d e A n a i s y c o ­m o q u e q u e r í a c o m p a r a r s u s f a c c i o n e s . E n m e d i o d e s u e x a m e n , s u s p i r a b a : e l m a n j a r s e l e c a i a d e l a m a n o y s u s o j o s s e a r r a s a b a n d e l á g r i m a s , q u e e l a f l i g i d o a n c i a n o e n j u g a b a p r e s u r o s o p a r a m i r a r d e n u e v o a l h é r o e M a r s o .

A n a i s q u e n o q u i t a b a l o s o j o s d e s u p a d r e s in s o l o i n s t a n t e , a d v i r t i ó l a t u r b a c i ó n q u e l e a q u e j a b a : la a t r i b u ­y ó a l r e c u e r d o d e s u s p a s a d a s d e s g r a ­c i a s y t o m ó s u l i r a p a r a d i s t r a e r l e . S u s d e l i c a d a s m a n o s l a t e m p l a n , s u e l t a s u d u l c e y a r r e g l a d a v o z , y N u m a , L e o n ­t e y a u n s u m i s m o p a d r e l a o y e n a r r e ­b a t a d o s .

L a b e l l a A n a i s c a n t a e l m u n d o , c r i a d o p o r l a p a l a b r a d e O r ó m a z o ; e l S o l e n c e n d i d o p o r s u s o p l o , p a r a f e c u n ­d a r la t i e r r a , p r o d u c i r l a s m i e s e s , l o s á r b o l e s y t o d o s l o s v e g e t a l e s s a l u d a b l e s . C a n t a d e s p u é s e l h o m b r e c r i a d o p u r o é i n m o r t a l , d e c a i d o d e s p u é s d e a q u e l f e l i z e s t a d o y c o r r o m p i d o p o r A r i r n a n i o , a u ­t o r d e t o d o e l m a l q u e e x i s t e e n e l U n i ­v e r s o ; e n e m i g o m o r t a l d e l g é n e r o h u m a ­n o , t a n a n t i g u o c o m o O r ó m a z o , e m p o n -

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224 NuiUA PoMPILIO. z o n a la f u e n t e d e l a v e r d a d e r a f e l i c i d a d y m e z c l a m a l e s i n m e n s o s á l o s b e n e f i ­c i o s d e l S e r S u p r e m o . C a n t a finalmente e l l e g i s l a d o r , e n v i a d o d e l c i e l o p a r a c o m b a t i r y v e n c e r á A r i m a n i o y s o s t e n e r a l h o m b r e a b a t i d o , e n s e ñ á n d o l e e l v e r ­d a d e r o c u l t o , y h a c e r r e n a c e r e n s u c o r a z ó n l a s e m i l l a d e l a s v i r t u d e s , c a s i e n t e r a m e n t e a h o g a d a p o r l o s v i c i o s q u e l e t i r a n i z a n . .

A e s t e t i e m p o , e l a n c i a n o a r r o j a u n a m i r a d a á A n a i s , y e s t a c a l l a e l n o m b r e d e l l e g i s l a d o r .

Ñ a m a y L e o n t e s e m i r a n a d m i r a d o s d e l a s m a r a v i l l a s q u e h a n o i d o , y r e ­c o n o c e n a l g u n o s p r i n c i p i o s c o m u n e s á s u r e l i g i ó n . P e r o s o b r e t o d o a d m i r a n l a e n c a n t a d o r a s e n c i l l e z y l a m o r a l s u b l i m e q u e A n a i s h a c a n t a d o . S u v o z d i v i n a , e l r e s p e t o y c o m p o s t u r a c o n q u e h a c a n t a ­d o d o b l a n l a e f i c a c i a d e l a s p a l a b r a s . N u m a s e j u z g a t r a n s p o r t a d o a l O l i m p o : l e p a r e c e q u e e s t á o y e n d o á M i n e r v a d a n d o n u e v a s l e y e s á l o s m o r t a l e s .

E n t r e t a n t o l l e g a l a h o r a d e e n t r e ­g a r s e a l d e s c a n s o d e l s u e ñ o . A l d i a s i ­g u i e n t e , l u e g o q u e s a l e e l s o l , l o s v i a -g e r o s d e t e r m i n a n p r o s e g u i r s u c a m i n o . U n a f e c t o , u n a o c u l t a s i m p a t í a l o s h a c e a p a r t a r s e c o n s e n t i m i e n t o d e a q u e l s i t i o : a m b o s q u i s i e r o n a c a b a r e n é l s u s d í a s . L o m i s m o s i e n t e n A n a i s y s u p a d r e . L a d o n c e l l a v a á d e s p o j a r s u h u e r t o

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LIBRO I X . a a g p a r a r e g a l a r f r u t a á N u r n a , y e l a n c i a ­n o o b l i g a á L e o n t e á l l e v a r s e u.n z a q u e l l e n o d e ' v i n o : l e s d i c e n e l c a m i n o q u e h a n d e s e g u i r , y s o b r e t o d o l e s e n c a r ­g a n q u e v u e l v a n a l v a l l e . N u m a y L e o n ­t e s e l o p r o m e t e n y s e d e s p i d e n c o n e l c o r a z ó n l l e n o d e t r i s t e z a y d e d o l o r .

C a m i n a n l o s d o s s i n h a b l a r , y á c a ­d a p a s o v u e l v e n l a c a b e z a p a r a m i r a r l a a m a b l e c a b a n a q u e a b a n d o n a n . C a d a u n o r e c a p a c i t a e n s i l e n c i o l o q u e h a v i s t o ú o i d o . A q u e l l a r e l i g i ó n d e s c o n o ­c i d a c u y o s m i s t e r i o s c a n t ó A n a i s : a q u e ­l l a o r a c i ó n d e l a n t e d e l f u e g o , d i c h a e n i d i o m a e s t r a ñ o , c o n f u n d e n s u s i d e a s y d e s t r u y e n s u s c o n j e t u r a s . E s t r a ñ a L e o n ­t e e l i r r e s i s t i b l e a f e c t o q u e l e h a i n s p i ­r a d o a q u e l i n c ó g n i t o , n a c i d o a l p a r e c e r l e j o s d e I t a l i a : N u m a s i e n t e s u p e c h o l l e n o d e u n a a m i s t a d á A n a i s , m a s t i e r ­n a q u e e l m i s m o a m o r .

N u m a r o m p i ó e l s i l e n c i o y p r o p u s o a s u a m i g o v o l v e r a t r á s , y e s t a b l e c e r s e c o n A n a i s y s u p a d r e . T a n t o c o m o é l l o d e s e a b a L e o n t e ; p e r o q u i e r e v o l v e r á v e r s u a n t i g u a c a b a n a , y l l o r a r p o r l a ú l t i m a v e z s o b r e l a s e p u l t u r a d e M y r t a l a . N u m a c o n d e s c i e n d e g u s t o s o á t a n p i a d o s o i n t e n t o . E s t o l e s r e n u e v a á l o s d o s t r i s t e s m e m o r i a s : . L e o n t e h a b l a d e C a m i l a ; N u m a c o m p a r a á H e r s i l i a c o n l a m o d e s t a A n a i s . U n a t i e r n a m e ­l a n c o l í a s e . a p o d e r a d e s u s a l m a s ; l l o r a n

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220" NlJMA PoMPILIO. j u n t o s y s e c o n s u e l a n m u t u a m e n t e . O p o ­d e r o s o e n c a n t o d e l a a m i s t a d ! T ú s u a ­v i z a s l o s m a l e s q u e s e c o m u n i c a n , y h a -c e s n a c e r d e l a s a f l i c c i o n e s m i s m a s u n p l a c e r p u r o y v e r d a d e r o .

F i n a l m e n t e , d e s p u é s d e t r e s d i a s d e c a m i n o , d e s c u b r e L e o n t e s u h a b i t a c i ó n p r i m e r a . A l v e r l a s e p a r a y l a s f u e r z a s l e a b a n d o n a n . P e r o e n b r e v e a p o y a d o s o b r e N u r n a s e a d e l a n t a ; c a d a á r b o l , c a d a s i t i o , c a d a o b j e t o d e l o s q u e m i r a l e r e c u e r d a s u s p a s a d a s f e l i c i d a d e s . A l l í j u g a b a e n s u s t i e r n o s a ñ o s c o n M y r t a l a ; a q u í o í a s u s p r e c e p t o s . D e t r a s d e a q u e l l a m a t a , p l a n t ó o c u l t a m e n t e u n a s f l o r e s , p a r a s o r p r e n d e r á s u m a d r e c o n e l d o n i n e s p e r a d o . T o d o e n f i n l e r e p r e s e n t a é p o c a s d e c a r i ñ o y d e a m o r . S u s o j o s h u m e d e c i d o s d e t i e r n o l l a n t o n o p u e d e n h a r t a r s e d e m i r a r l o q u e t a n t a s v e c e s v i e r o n : e l a y r e q u e r e s p i r a l e o p r i m e : l a s s e n s a c i o n e s q u e e s p e r i m e n t a l e a b a ­t e n ; s u c o r a z ó n e s t á a n g u s t i a d o y n o o b s t a n t e s e h a l l a b i e n c o n s u d o l o r y t r i s t e z a .

L u e g o q u e l l e g a á l a p u e r t a , s e a r r o d i l l a , b e s a l a t i e r r a , y l e v a n t a n d o s u s m a n o s , d i r i g e e s t a s p a l a b r a s á l a s d e i d a d e s c a m p e s t r e s : Y o o s s a l u d o , N i n f a s O r e a d a s , q u e p r o t e g i s t e i s m i i n ­f a n c i a y q u e a h o r a v u e l v o á v e r c o n t a n t o g o z o . D i g n a o s d e c o n t e n t a r o s , p o r a h o r a , c o n m i a f e c t u o s a s a l u t a c i ó n ; e n

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Liimo I X . 3 3 7 breve participaréis de las libaciones que ba r é sobre la tumba de mi madre .

Dicho es to , se levanta y entra en su choza. ¡ Cual fué su admiración al ver que todo estaba del mismo modo que lo habla de jado! Ve sus dardos an t iguos , sus instrumentos de l a b o r , y la zampona con que tantas veces cantó sus amores á Camila : besa con a r d o r su rústico in s t rumen to ; pero todo lo deja por ir al sepulcro de Myrtala. L l e ­ga y le ve adornado de frescas flores; otras que advierte marchitas y dispersas por el sue lo , manifiestan que una mano piadosa las renueva cada dia . Leonte besa y riega con sus lágrimas la verde yerba que ha crecido sobre el sencillo mausoleo: bendice la mano desconocida que tiene cuidado de adornar le . Nuraa participa callando de las sensaciones de su amigo.

Después de un r a t o , Leonte le toma de la mano y repit iendo el nombre de Camila, le conduce acia la cascada tan grata á su memoria. Camina presu­r o s o , llega.. . . El pr imer objeto que se le p resen ta , es Camila sentada sobre la peña . . . .

Al ve r l a , da un g r i t o , y se preci­pita acia el la : vuelve Camila la cabeza; ambos antes de juntarse pierden los sen­t idos .

Numa les da los ausilios posibles y

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aá8 NUMA POMPILTO. vuelven en su a c u e r d o : apenas recobra ­dos se buscan con los ojos y se miran con ahinco. ¿Eres t u , bien mió , decia L e o n t e : t ú , por quien tanto he suspira­do ? Dioses p iadosos! Si este es sueño, matadme antes que despierte.

La tierna Camila le estrecha entre sus b razos , y le asegura de su ,común felicidad. S í , le d ice , yo soy tu fiel amante que nada ha podido separar de su adorado Leonte. Estoy contigo pa ra s iempre, estoy con el dueño de mi co­r a z ó n , con el que me dio la v i d a , y con aquel para quien solamente la h e conservado.

Diciendo estas pa l ab ras , le abraza de nuevo y le rep i te : yo s o y . Le dice que no l lo re , se sonrie con t e r n u r a , y son-r iéndose , llora ella t ambién : .su hermoso rost ro bañado de l l an to , resplandece n o obstante de gozo y satisfacción: seme­jan te á las doradas nubes , que en la primavera dejan caer la menuda lluvia sobre las flores , en tanto que el sol cu­bierto apenas por ellas las atraviesa con sus rayos luminosos, y resplandece á través de las líquidas perlas que d e r r a ­man.

Pasados los primeros instantes dados al amor y á la alegría , Leonte conduce á su dulce Camila al mismo sitio en q u e solían hablar de sus amores , y le dice: aquí quiero oir la relación de tus suce-

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LIBRO I X . t2g sos ; habia sin empacho delante de este a m i g o ; es sabedor de todos nuestros se­cretos, lee en mi corazón como yo mis­m o , y tú le abrirás el t u y o , luego que conozcas todas sus vir tudes.

Entonces Camila vuelve dulcemente la vista á Nt iraa; se sienta entre los dos, y satisface su curiosidad en estos términos.

Los Dioses me han sido propicíese­me han l ibrado de un himeneo mas a b o r ­recible que la misma muerte . Obedecí no obstante á mi buen p a d r e , y le evi­té una guerra que le hubiera a r ru inado . El R.ey de los Marucios se habia r e t i ­rado á, sus es tados , yo part í con los embajadores de Te lemanto , sobre un navio Salentino que aquel Soberano me habia enviado. No te d i r é , Leonte a m a ­do , las ideas que me ocupaban : n u e s ­tros corazones se conocen har to bien para necesitar de referirse lo cjue han padecido.

Viento en p o p a , navegábamos acia las playas de Sa len to , cuando á la al tu­ra de Mcsina , nos acometió una b o r ­rasca desecha. Todos los hijos de Eolo desencadenados amontonan las olas for­mando montañas de azotadas espumas: una densa noche cubre todo el mar ; los relámpagos surcan las negras nu ­b e s : los r a y o s , los vientos y las olas embravecidas nos amenazan con una muerte inevitable.

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2 3 o NOMA POMPIXIO. En aquel conflicto, tú solo ocupa­

bas mi imaginación: bendecía á los i n ­mortales , daba gracias á la tormenta, me congratulaba de l ibrarme así del aborrecido lecho de Te l eman to , y so­lo aguardaba el feliz instante en que el mar sepultase la nave en su profundo seno. Llegó en breve este deseado m o ­m e n t o : gefes, soldados y mar ine ros , to ­dos hallaron sepulcro entre las olas. Yo también hubiera perecido , pero con ­servé fuerzas y . á n i m o ; pude asirme de un t ab lón , y me atreví desde luego á formar la lisongera esperanza de con­servar esta vida que era tuya. Asida á la combatida t ab la , triste juguete del furor de los elementos y espuesta á p e ­recer á cada ins tan te , me decia á mí p r o p i a : nada t emas , Camila , ya estas cierta de morir ó vivir solo para tu fiel Leonte .

Sin duda el Amor velaba á favor m i ó : el mar comenzó á ceder de su fu­ria ; las olas atrepellándose unas á otras arrojaban la tabla acia la cos ta : toqué finalmente la t i e r r a , y al p u n t o , p o s ­t rada de rodillas di gracias á los Dio­ses , no tanto por haberme librado del naufragio , como del poder de Te leman­t o . Miré á todas partes y solo vi unas altas montañas . Un labrador me dijo qne estaba en la Apulia al pie del fa­moso monte Gárgano. El mismo labrador

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LIBRO I X . 23 r me llevó á su casa ; tres días de des ­canso me hicieron recobrar mis perdidas fuerzas. Algunas monedas que tenia me facilitaron este trage y este arco y fle­chas , y sirvieron de recompensa al la­b rador .

Sola y sin mas recurso ni socorro que mi a r c o , resolví llegar al Apenino y encontrar tu cabana. El camino debía ser largo y yo nó le sab ia ; pero tú eras el objeto de mi viaje , y así nada fué bastante á detenerme. Emprendí mi m a r ­cha sin guia ni compañero , caminé dia y noche para llegar mas p r o n t o ; a t r a ­vesé r í o s , subí ásperos montes , y no te­mí despertar las ñeras mas temibles; al contrar io buscaba los montes mas espesos y los desiertos mas espantosos, por el temor de ser conocida ó hallada de al­gunos Salent inos, que como yo podían haberse l ibrado del naufragio.

IVo salieron vanos mis recelos. Me hallaba en las fronteras de los Samnitas en el pais de los Fren tan ios : cuando , una mañana que al r ayar el alba iba á salir de una gruta en donde habia p a ­sado par te de la n o c h e , oí voces de hombres y percibí el nombre de Camila. Temblando y medio muerta de susto, volví á ocu l ta rme, y presté la mayor atención á lo que decían : brevemente conocí que eran soldados y marineros de mi n a v e , que hablaban de mi muerte

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a3a NTJMA POMPII.JO, y q u e , viéndose sin gefe ni modo de vi­vir en un pais e s t r año , pensaban en ejercer el oficio de salteadores.

Apenas me atrevia á respirar en tanto que ellos- hab l aban : estaba como el tí­mido cervatillo q u e , oculto entre unas espesas matas en la orilla de un r io , ve pasar no lejos la enemiga trailla de hambrientos perros . Luego que se ale­jaron , salí de Ja cueva y post rándome en t ie r ra , esclamé ¡ O V e n u s , diosa de los corazones amantes 1 tú me salvaste del furor del mar proceloso; pero tu beneficio viene á serme inú t i l , en tanto que estoy lejos del que es dueño de mi amor . O t ú , la mas bella entre las inmorta les , acuérdate de las lágrimas que el amor le hizo derramar,• tu p e ­cho debe ser sensible á una pena que lia padec ido ; guia pues mis pasos á mi a m a n t e ; dígnate indicarme el camino que he de seguir. Reyna de los Dioses y hombres , si oyes mis votos le ofrez­co y ju ro levantarte un altar en el sitio mismo en que halle á Leonle y sacrifi­carte el mas hermoso de sus corderos.

JNo bien habia acabado esta súplica, cuando vi que dos blancas palomas ve­nían por el ayre y se pararon delante de mí. Admití este feliz presagio ; o b ­servo el vuelo de las aves de Venus y las sigo con entera confianza. Las pa lo ­mas van delante de m í , unas veces vo-

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LIBRO I X . 2 3 3 l a n d o c o n r a p i d e z . , o t r a ? b a j á n d o s e a l s u e l o p a r a b u s c a r l a c o m i d a , p e r o s i e m ­p r e d e m o d o q u e n o l a s p e r d i a d e v i s ­t a . D e s p u é s d e n u e v e d í a s d e c a m i n o , d e s c u b r í á l o l e j o s t u c a b a n a y v e o l a s p a l o m o s i r s e á s e n t a r e n e l t e j a d o d e e l l a . A l l í p a r e c e q u e s e q u e j a n y a r ­r a l l a n t r i s t e m e n t e , p e r o e n b r e v e t o m a n v u e l o y d e s a p a r e c e n á m i v i s t a .

C o n s i d e r a , a m a d o L e o n t e , c u a l s e r i a m i a l e g r í a : d i g r a c i a s á V e n u s , d i g r a ­c i a s á l o s D i o s e s y a u n á l a s m i s m a s p a l o m a s . P e r o t r i s t e d e m í ! L l e g o á t u c a b a n a y l a e n c u e n t r o d e s i e r t a : m i s o j o s t e b u s c a n , m i v o z t e l l a m a e u v a n o . R e ­g i s t r o l a s c e r c a n í a s y p o r t o d a s p a r t e s v e o u n a s o l e d a d e s p a n t o s a . A p o c o r a t o d e s c u b r o e l s e n c i l l o m o n u m e n t o d e t u m a d r e y la i n s c r i p c i ó n m e d i c e q u e M y r t a l a h a m u e r t o . F u é e s t e g o l p e t a n c r u e l p a r a m í , q u e e s t u v e e n t é r m i n o s d e p e r d e r l a v i d a . E s t o e s h e c h o ! e s -c l a m é d e s e c h a e n l l a n t o : s i n d u d a h a i d o á b u s c a r m e á S a l e n t o ; o i r á l a n o t i ­c i a d e m i n a u f r a g i o , c r e e r á m i . m u e r t e c i e r t a y s u d o l o r l e q u i t a r á la v i d a !

A s í l o c r e í , a s í l o r e p e t í a á c a d a i n s t a n t e , y c o n t o d o n o c e s a b a d e r e g i s ­t r a r t o d o s l o s d í a s e s t o s c o n t o r n o s c o n l a e s p e r a n z a d e h a l l a r t e . S i n o h a m u e r ­t o , d e c í a y o , v o l v e r á s i n d u d a a l g u n a a l s e p u l c r o d e s u m a d r e , a l p r i m e r a s i ­l o d e n u e s t r o a m o r . O r a l a f o r t u n a l e

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234 N ü M A P o M P I L I O .

baya deparado u n t r o n o , ora sea escla­v o , l u e g o q u e p u e d a , no hay duda que dirigirá s u s pr imeros pasos á estas mon­tañas. Conozco bien á Leonte y así l e debo aguardar en estos sitios gratos á s u corazón piadoso.

Con estas esperanzas , tomé posesión de t u c abana , recogí tu rebaño a b a n ­donado y cuidé de todo lo que había sido tuyo. ¡ O que consuelo hallaba mi aflicción en estos dulces cuidados! Que complacencia sentía al verme sin mas bie­nes que los tuyos ! Como me deleytaba la idea de ofrecerte, á tu r eg re so , tu h a ­cienda administrada por m i ! Cada dia llevaba á pacer t u r e b a ñ o , cada dia ado r ­naba con flores el túmulo de tu madre , invocaba su alma y le pedia que te vol­viese á mi amor . Ahora veo cumpl i ­dos todos mis deseos, vuelvo á ver te , amado Leonte , y reputo gloria todos los trabajos y penas que he sufrido.

Calló Camila , y Leonte la estrecha de nuevo entre sus b razos : Numa entre t an ­t o forma un al tar con piedras y céspe­d e s , y después va á escoger el co rde ­r o que Camila habia ofrecido á Venus : le conduce al altar y los tres de r o ­dillas acaban el sacrificio. Vuelven des­pués á. la c abana , y al dia siguiente los dos amantes , coronados de flores, se encaminan al sepulcro de Myrtala y ÜXuina los guia. Numa instruido desde

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LIBRO I X . 235 su infancia en todas las funciones sa­cerdotales, sacrifica dos negras ovejas á los manes y cuatro corderos á su p r o ­tectora Céres: la invoca y pide que ben­diga desde el Olimpo el himineo de Leon­te y Camila ; une sus manos y los de s ­posa en nombre de Céres y Myrtala . Luego que el fuego ha consumido las víctimas, se vuelve con los nuevos espo­sos cantando el himno de himeneo. ¡ O dulce y grata ceremonia poco parecida á las estrepitosas bodas de los p r n c i p e s ! Dulce un ión , sin mas testigos que los Dioses, mas aras que la v i r t u d , ni mas pontífice que la amis t ad !

La felicidad que Numa veia disfrutar á los dos esposos le traía á la memoria el hermoso va l le : continuamente hablaba de Anais : solo en ella pensaba , y se entregaba sin inquietud ni recelo á un afecto que no creia fuese a m o r : tan d i ­versa era la impresión que la pastora le causaba , de aquel ciego a rdor que H e r -silia le habia inspirado. Numa , infeliz en tan to que reynó en su pecho aquella fu­nesta pas ión , temblaba con solo oír el nombre de a m o r , y afectaba dar siem­pre el nombre de amistad al irresistible encanto que le arras t raba acia Anais .

Pasados algunos d í a s , dados al a rdor de los desposados, Numa propuso el viaje prometido al valle. Leonte al oirle se sonr íe , y Numa avergonzado le r e -

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s36 NUMA POMMLIO. cuerda que él mismo dio palabra al an­ciano de volver, Leonte se conviene gus­toso y Camila quiere acompañarlos. Los t r e s , en compañía , armados y an t eco ­giendo su rebaño que no quieren d e ­j a r de nuevo abandonado ; emprenden su viaje , divirtiendo las fatigas del ca ­mino con sazonadas conversaciones.

El impaciente Numa camina siempre delante de los esposos, cuanto mas se acerca, mas priesa se da á l legar, y l ue ­go que descubre el bosquecillo apresu­ra el paso.

Algún Dios le i n sp i r a , porque a p e ­nas l lega, cuando oye gritos.- acude á ellos y ve al anc iano , cercado de unos malvados que le arras t ran y amenazan su vida con los bárbaros aceros. Mas lejos, ve á Anais que otra tropa de fora-gidos se lleva con violencia á pesar de sus lamentos y resistencia. Que hará N u ­m a ? Anais y su padre están en igual r iesgo, á quien acudirá pr imero? Al mas débil . Se abalanza como un León á los que rodean al anc iano ; mata á tres de ellos, acomete á los demás , los rechaza y da voces para que acudan los que se llevan á Anais .

En efecto, los salteadores sueltan á la doncella y se unen para acabar con N u m a ; este respira al ver que el r ies­go es ya solo ¡jara é l , y cobra nuevos alientos. Anais está con su p a d r e , Numa

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LIBRO I X . 237 l o s c u b r e c o n s u c u e r p o , y s o l o r e s i s ­t e á l o s c o n t r a r i o s ; r i e g a e l s u e l o c o n s a n g r e e n e m i g a , p e r o la s u y a t i ñ e t a m ­b i é n s u c o r a z a . C i n c o d e l o s m a l v a d o s h a n m u e r t o , p e r o l o s q u e q u e d a n v a n á a c a b a r c o n e l h é r o e . E l v a l i e n t e N u m a c o n o c e q u e l e f a l t a n l a s f u e r z a s y y a v a a p e r e c e r , c u a n d o l a f o r m i d a b l e c l a v a d e L e o n t e c a e , c o m o u n r a y o d e s t r u c t o r , s o b r e l o s s a l t e a d o r e s . C a m i l a q u e c o n o c e s e r l o s S a l e n t i n o s n á u f r a g o s , t r a s p a s a c o n s u s flechas á l o s q u e b u s c a n s u s a l u d e n l a f u g a . E l p a d r e d e A n a i s s e l e ­v a n t a t a m b i é n , y t o m a n d o u n a e s p a d a d e l o s c o n t r a r i o s , d e f i e n d e , s e g ú n s u s a ñ o s l e p e r m i t e n , l a v i d a d e s u s l i b e r t a ­d o r e s . T o c i o s l o s S a l e n t i n o s m u r i e r o n finalmente. A n a i s a b r a z a á s u p a d r e : N u m a y L e o n t e l l o r a n , e l u n o d o a l e ­g r í a y e l o t r o d e a g r a d e c i m i e n t o .

P e r o N u m a e s t á h e r i d o e n t r e s p a r ­t e s : l a f a t i g a d e u n l a r g o c o m b a t e , l a f a l t a d e s a n g r e y l o s c o n t r a r i o s a f e c t o s , c a u s a d o s p o r e l t e m o r d e p e r d e r á A n a i s y d e s p u é s p o r e l g o z o d e v e r l a e n s a l v o , l e p r i v a n d e l s e n t i d o . L a s e n s i b l e A n a i s s e a c e r c a á N u m a , l e a p r i e t a l a m a n o y l e d i c e : m e h a s d a d o la v i d a y a n t e s h a b í a s l i b r a d o á m i p a d r e , p o r l o c u a l m e c o n f i e s o d o b l e m e n t e o b l i g a d a . F u e r o n e s t a s p a l a b r a s ( u n b á l s a m o c e l e s t i a l p a r a e l h e r i d o : s u d e b i l i d a d n o l e p e r m i t e r e s p o n d e r , p e r o v u e l v e á l a b e l l a A n a i s ,

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238 NUMA POMPILIO. sus ojos llenos de conten to , y estos e s -plican lo que su lengua no dice.

Grandes eran las heridas de Numa, pero no peligrosas, y solo necesitaba del tiempo y quietud para curarse. Anais y su pad re , Camila y su esposo no se apar taban en todo el dia del lado del enfermo. Cada dia tomaba mas fuerza la tierna amistad entre el anciano y el héroe Marso , y este deseaba con im­paciencia saber quien podia ser el que tal cariño habia hecho nacer en su p e ­cho : también Numa suspiraba por saber la historia del padre de Anais. U n dia que todos estaban al rededor de la c a ­ma de N u m a , los dos amigos unieron sus instancias y ruegos al anc iano , p i ­diéndole les contase los sucesos de su v ida , muy interesantes y variados á lo que podian comprender . Después de le ­vantar los ojos al c ie lo , el viejo acce­dió á sus ruegos de esta manera .

Nací en Bactría.- la sangre que cir­cula en mis venas es rama ilustre del antiguo linage de los reyes de Persía, y mi nombre , famoso en toda la Asia, quizas no habrá llegado á vuestros o í ­d o s : me llamo Zoroastres.

Al oir tan gran n o m b r e , Numa , Leonte y Camila se miran llenos de ad­miración y vuelven los ojos con venera­ción al anciano. La virtuosa Anais , que lee en sus almas el respeto que les cau-

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LIBRO I X . a S o , s a e l e s c l a r e c i d o n a c i m i e n t o y l a s v i r t u d e s d e s u p a d r e , l e s m a n i f i e s t a s u s a t i s f a c c i ó n y a g r a d e c i m i e n t o c o n u n a d u l c e s o n r i s a .

P r o s i g u e Z o r o a s t r e s : m i p a d r e , d e s ­t r o n a d o p o r e l r e y d e A s i r í a , a n d u v o f u g i t i v o y s u p l i c a n t e p o r t o d a s l a s c o r t e s d e l A s i a , y á s u m u e r t e m e d e j ó p o r t o d a h e r e n c i a l a i n s t r u c c i ó n q u e p r o d u ­c e n l a s d e s g r a c i a s , y s u s d e r e c h o s a l t r o n o d e P e r s i a . Q u i s e i n t e n t a r h a c e r l o s v a l e r ; j u n t é a l g u n a s t r o p a s y c o n e l l a s v o l v í a l r e y n o q u e h a b í a n p o s e í d o m i s a b u e l o s . H a l l é á l a P e r s i a f e l i z , b a j o e l i m p e r i o d e l s a b i o P h u l , r e y d e I S í n i v e : a q u e l g r a n d e h o m b r e r e y n a b a p o r l a j u s t i c i a . C o n o c í q u e n a d a g a n a r í a n s u s v a s a l l o s m u d a n d o d e s o b e r a n o : d e s d e a q u e l m i s m o i n s t a n t e r e n u n c i é á m i s p r o y e c t o s , y r e p u t é d e l i t o e n o r m e t u r ­b a r la f e l i c i d a d d e u n p u e b l o e n t e r o , s i n m a s r a z ó n q u e u n d e r e c h o v a n o e n q u e y o s o l o e s t a b a i n t e r e s a d o . N o p u d e r e s o l v e r m e á d e r r a m a r la s a n g r e d e m u ­c h o s m i l l a r e s d e h o m b r e s , p a r a s u c e d e r á u n m o n a r c a c u y a s g r a n d e s v i r t u d e s n o p o d r í a i g u a l a r . L i c e n c i é m i s t r o p a s , o c u l t é c o n e l m a y o r c u i d a d o m i n a c i ­m i e n t o : r e p r i m í l o s i m p u l s o s d e m i o r ­g u l l o y a m b i c i ó n , v i c i o s q u e a u n e n l a s a l m a s m a s p u r a s s a b e n h a l l a r e n t r a d a ; y d e d i c á n d o m e a l e s t u d i o d e la n a t u ­r a l e z a , q u i s e m a s b i e n s e r s a b i o q u e r e y .

C o r r í p o r m u c h o s a ñ o s t o d a s ¡ a s n a -

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i/¡o NUMA POMPILIO. c i o u e s A s i á t i c a s : b u s q u é e n i o s E x a m i ­n e s , e n l o s s e r e s y e n t r e l o s filósofos g r i e g o s , l a s a b i d u r í a q u e m i c o r a z ó n b u s c a b a c o n a n s i a : e n t o d a s p a r t e s , d e s ­p u é s d e m i l f a t i g a s y t r a b a j o s , h a l l é e l e r r o r a m a d o d e l o s h o m b r e s y l a v e r ­d a d d e s c o n o c i d a . L a v e r d a d , c u y o p r i n ­c i p a l e n c a n t o c o n s i s t e e n s u m i s m a s e n c i ­l l e z , n o b r i l l a n i a d r a d a t a n t o á l o s o j o s d e l h u m a n o e n t e n d i m i e n t o c o m o l a m e n t i ­r a r e v e s t i d a d e l a s a p a r e n t e s y p o m p o s a s g a l a s q u e l e p r e s t a n l a s p a s i o n e s . P e r d i ­d a finalmente la e s p e r a n z a d e h a l l a r l a v e r d a d e n l a t i e r r a , d e s e a b a l a m u e r t e .

E l g r a n d e O r ó m a z o s e d i g n ó , d e s d e s u e s c e l s o t r o n o , m i r a r m e c o n p i e d a d y c o m p a s i ó n . E n v í o á raí p e c h o u n r a y o p u r o d e s u l u z . R e t i r a d o e n u n d e s i e r t o p o r e s p a c i o d e v e i n t e a ñ o s m e o c u p é e n m e d i t a r ; m i r a z ó n m e h i z o v e r q u e n o p o d í a h a b e r m a s q u e u n s o l o D i o s : q u e e s t e D i o s m e h a b i a d a d o u n a a l m a , q u e s o b r e v i v i r í a s e g u r a m e n t e á m i c u e r p o , p a r a r e c i b i r c a s t i g o ó r e c o m p e n s a . M i c o ­r a z ó n m e d i j o q u e e s t e D i o s e r a s o b e r a ­n a m e n t e b u e n o , y q u e e l m a l q u e v e i a e n t o d o e l m u n d o n o p o d í a , d e n i n g ú n m o d o , s e r o b r a s u y a , y q u e e r a p r o d u ­c i d o p o r u n e n t e m a l é f i c o , e n e m i g o d e D i o s y d e l o s h o m b r e s . A b o m i n é d e . e s ­t e e n e m i g o c o m ú n . A d o r é á m i C r i a ­d o r y l e a d o r é e n l a m a s b e l l a d e s u s o b r a s , e l S o l , e n í b l e m a b r i l l a n t e d e s u

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LlETVO I X . 2.',I poder , de su resplandor y aun mas de su beneficencia. Vi que este Sol hacia nacer y maduraba las micses para el Esc i ta , para el Persa , para el Sirio y para todos los pueblos de la t i e r ra , aunque divididos en el modo de conocer­l e : de aquí inferí que este Dios, infini­tamente b u e n o , ama á todos los hom­bre s , tolera sus defectos, hijos de su gran debilidad y de las sugestiones del común con t ra r ío , y solo castiga con r i ­gor las culpas que tienen su origen en la depravación del corazón.

Cierto de estas verdades , juzgué que eran un bien demasiado grande para que yo solo disfrutase de él ; me creí obligado á divulgarle; salí de mi desierto y dije á los pueblos : amad á Dios y amaos unos á o t r o s : adorad al Criador en el So l , antorcha del Un ive r so , y en el fuego, alma de todo lo que existe. Sed puros en vuestros pensamientos , obras y pa lab ras ; haced bien á todos los h o m ­b r e s , aunque profesen otro cu l to ; vivid y morid fieles á vuestro soberano;_ p a ­gad los tr ibutos con pront i tud y sumi­sión ; cultivad la tierra , pues cult iván­dola servis á D ios ; y cuando estéis en d u d a , de si una acción es buena ó ma­la , absteneos de ella.

Esta era mi doctrina ( i ) : la estendí

( i ) En todas las falsas religiones que

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a / |S NUMA POMPII.IO. desde el Eufrates al Indo . Los pueblos me oían y me c re ían ; cada día se a u ­mentaba el número de mis discípulos , y si hubiese querido a rmar los , me habr ia sido fácil conquistar toda el Asía. Pero el amor de la humanidad tenia mas fuerza en mi corazón que el deseo de estender mi religión : hubiera renuncia­do á la esperanza de verla reynar en todo el m u n d o , si para conseguirlo me dijeran que se debía der ramar la sangre de un solo hombre . Yo mismo dispersé á mis discípulos, obligándolos á que se separasen de mí , dicíéndoles: amad la

hubo en el mundo, desde la mas remota antigüedad, se ludían , aunque á veces desfigurados con mil fábulas, los dog­mas principales de la religión de Moy-ses. Tales son : la idea de un solo Dios criador y omnipotente, la inmortalidad del alma, la caida del hombre, y las penas ó recompensas de esta vida. No puede creerse, que los hombres, débiles Y ciegos sin la luz de la revelación, pu­diesen hallar en si mismos todos estos principios, cuando por otra parte se en­cuentran sus dogmas y moral llenos de absurdos y contradicciones. Otro debe ser el origen de estas ráfagas de luz en me­dio de tan densas tinieblas. Desde Adán, todos los patriarías conservaron y trtins-

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LIBRO I X . 243 paz y quedaos en vuestras casas y fami­lias : el Dios que os anuncio aborrece toda violencia, y se indignaría si os es­pusieseis por mí.

Ent re estos discípulos se bailaba una joven doncella, la cual nunca quiso se ­pararse de mí por mas instancias que le hice para conseguirlo : ? llamaba Oxa-n a . Siento correr mis lágrimas al p r o ­nunciar este nombre que r ido ! Oxana amaba á Zoroastres aun mas que al Pro­feta ; me seguía por todas pa r tes ; .si j o hablaba me escuchaba enagenada de go­z o , sus ojos manifestaban la pura alegría

miliéron á sus hijos los verdaderos prin­cipios que el primer hombre obtuvo por la revelación. La confusión de lenguas que obligó á sus descendientes á sepa­rarse , dejó solamente en toda su pure­za estos dogmas á la familia de Scm, en la que se mantuvo por Abraham has­ta el tiempo de Moyses, época en que el pueblo de Israel tuvo la Ley escrita. Los otros descendientes de Noé debieron conservar por largo tiempo la tradición, recibida de sus mayores, cuyos principios mezclaron en las religiones que se for­maron á su antojo, y de aquí nace la conformidad que se halla, en algunas cosas, entre ellas y la moral del anti­guo testamento.

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a44 NUMA POMPILIO . de su a lma , y su rostro denotaba la complacencia con que me oía. Pero si yo callaba, ó q u e , por algún mot ivo, mi semblante no le demostraba la s e ­renidad acos tumbrada , en aquel instante Oxana se entristecía aun mas que yo: no se alrevia á preguntarme la causa de mi aflicción, -JM¿-O sus miradas tiernas y dolorosas me decian su pena. Cada dia le pedia yo que no rne siguiese. O pa­dre y maestro mió ! me decía : quisiera sacrificar mi vida por tu ley; permí te­me á lo menos que viva para Zoroastres. Cuanto mas te o y g o , cuanto mas te v e o , tanto mas inflamada me siento del amor á tu Dios. Temo que algún dia te verás perseguido; este recelo me a r ­rastra acia tí y nunca podré apa r t a r ­me de tu lado. No esperes que Oxana te deje hasta que hayas encontrado la esposa que te destina Orómazo : quiero conocer y servir como una humilde es ­clava , á la venturosa m u g e r , que con su amor y virtudes y con la felicidad que te liará disfrutar , debe pagarte de todos los beneficios que el mundo ha recibido de tí.

Este amor tan g r a n d e , esta constan­cia tan admirable hicieron nacer en mi pecho un afecto que siempre hubiera de­bido ignorar . Me casé con Oxana,- O r ó -mazo bendijo desde su t rono nuestra u n i ó n , y dándome una muger hermosa,

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LIBRO I X . 2 / ( 5 virtuosa y a m a n t e , me recompensó la r ­gamente de cuanto habia hecho po r é l .

¡ O dias de mi felicidad , cuan poco duras te is! Oxana y yo vivíamos en la P e r s i a ; m i s discípulos, que habían tomado el nombre de Magos, dispersos en sus asi los , adoraban el fuego, cultivaban la tierra y practicaban la v i r tud.

El sabio Phu l , rey de Ninive , t o l e ­ró desde el principio mi nueva secta , y no creyó peligrosa una doctrina cuyas máximas , lejos de escitar á sus vasallos á la rebel ión, les hacía un precepto de la obediencia mas ciega á sus sobera­n o s , y les mandaba la pureza d e co s ­tumbres . Pero aquel g r a n . r e y , cargado de años y v i r tudes , pagó el indispensa­ble t r ibuto de los mor ta l e s : murió de­jando el t rono á Sardanápalo su hijo.

Este príncipe desgraciado se vio r ey C u a n d o apenas tenia quince a ñ o s : rodea­do y pervert ido por viles adu ladores , les abandonó las riendas del gobierno, y olvidando las lecciones de su padre , su pueblo y sus obl igaciones, se entregó desenfrenadamente á los vicios mas ver­gonzosos. Los escesos de su corte se derramaron en Ninive , y de la capital pasaron , c o m o un c o n t a g i o , á t o d o el imperio. A los dos años de su r e y n a d o era igual l a corrupción en la c o r t e , en Níníve y en las provincias. El r e y , ciego y gobernado p o r s u s indignos ministros

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2 4 6 NUMA POMPILIO. ó esclavo de sus eunucos , no se acorda­ba de que lo era , sino para firmar edic­tos crueles y mandar la imposición de nuevos derechos, á fin de pagar con la sangre mas pura de sus vasallos, sus i n ­fames placeres, y enriquecer sus viles li­sonjeros.

Todo se vendía en Nínive; los h o n o ­r e s , los empleos y la justicia se daban al que mas ofrecía. Algunas rameras di­solutas gobernaban el imper io , m a n d a ­b a n , como por j u e g o , la ruina de una provincia y se vanagloriaban de gastar en un solo bancjuete la subsistencia de cien familias. Los Sát rapas , aduladores sin vergüenza de los privados del sobe­r a n o , y t iranos desapiadados del pueblo abandonado á su vil codicia, hacían, p ú ­blico tráfico de la jus t ic ia , vendian sin r u b o r el patr imonio del huérfano y la li­be r t ad del inocente oprimido. Los solda­dos y sus gefes hacían vanidad de su amor al lujo y á los deleytes: no se avergonzaban los magistrados de sus i n ­justicias. En todas las clases del estado, solamente la rapiña lograba alguna con ­sideración , y el pueblo arruinado por los escesivos impuestos, víctima de los gran­d e s , de los jueces y aun de los escla­vos del re- , el pueblo miserable y opr i ­mido levantaba al Cielo los b r azos , pi­diéndole el remedio de tantos males.

Casi siempre se une la crueldad con

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LIBRO I X . 2/17 ia ignorancia y debilidad. Sardanápalo dec re tó , desde el centro de sus infames placeres, una persecución contra los Ma­gos. Habia emprendido una guerra sin examen ni acertadas disposiciones, y sus resultas fueron funestas. En vez de a t r i ­buirlas á su verdadera causa, creyó que sus Dioses estaban i r r i t ados , y juzgó mas fácil vengar su causa con la sangre de los Magos que aplacarlos mudando de vida. En consecuencia mandó es te r ­minar hasta el último de mis discípulos: ofreció dos talentos de oro (1) al que me entregase v ivo, y antes de tenerme en su poder me condenó á los suplicios mas inauditos.

Publicado el sangriento decreto , a l instante se ven los Magos asaltados á sangre y fuego en sus mismas casas. Po r todas partes corre su sangre , y el fuego consume sus habitaciones y bienes. Los inhumanos soldados de Sa rdanápa lo , t a n cobardes poco antes peleando contra los enemigos, ahora manifiestan sumo a rdo r en perseguir á sus conciudadanos i n d e ­fensos. Siguen con el cruento acero á los pocos Magos que habían podido hu i r ; despedazan sus esposas é hijas después de haberlas v io l ado , y creen permit idos

(1) El talento de oro valia cerca de 15o, 000 reales de vellón.

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248 NUMA POMPILIO. s e m e j a n t e s h o r r o r e s , p o r q u e l o s c o m e t e n c u n o m b r e d e l o s D i o s e s .

A v i s a d o c o n t i e m p o , p u d e h u i r c o n m i e s p o s a . M i l v e c e s e s t u v e r e s u e l t o á i r m e á p r e s e n t a r a l t i r a n o p a r a q u e c e ­s a s e e l e s t r a g o y d e s t r u c c i ó n d e m i s d e s ­v e n t u r a d o s d i s c í p u l o s ; p e r o m e d e t u v e c o n s i d e r a n d o q u e e l c r u e l S a r d a n á p a l o h a b i a p r o s c r i t o á t o d o s , y q u e m i m u e r ­t e n o l o s s a l v a r í a ; a d e m a s d e e s t a r e ­flexión , e l n o m b r e d e p a d r e m e h a c i a a m a r l a v i d a ; O x a n a l l e v a b a e n s u s e ­n o e l f r u t o d e n u e s t r o c a s t o a m o r . M i e s p o s a m e c o n s o l a b a ; s u v a l o r y c o n s ­t a n c i a m e d a b a n u e v a s f u e r z a s ; e r r a n t e s y f u g i t i v o s p o r l o s d e s i e r t o s , s i n a m i g o s , s i n s o c o r r o , y f a l t á n d o n o s á m e n u d o e l p r e c i s o a l i m e n t o , p a s a m o s l a P e r s i a , l a S o g d i a n a y la B a c t r i a , s i e m p r e e s p u e s t o s á d a r e n m a n o s d e l o s s a t é l i t e s d e n u e s ­t r o o p r e s o r , y s i e m p r e m a l r e c i b i d o s ó d e n u n c i a d o s p o r a q u e l l o s á q u i e n e s p e -d i a m o s u n a s i l o . P e r o e n m e d i o d e t a n ­t o s r i e s g o s , y á p e s a r d e l o s m a l e s q u e n o s o p r i m i a n , n o s e r a d e g r a n c o n ­s u e l o l a i d e a d e e m e p a d e c í a m o s s i n m a s c u l p a q u e e l d e s e o d e s e g u i r l a v e r d a d . E n c a d a n u e v o p e s a r q u e n o s a s a l t a b a , v e í a m o s u n a r e c o m p e n s a f u t u r a ; l a e s ­p e r a n z a n o s d a b a f u e r z a s , y n u e s t r o m u ­t u o a m o r e l c o n s u e l o t a n n e c e s a r i o e n l o s q u e b r a n t o s q u e p a d e c í a m o s .

L l e g a m o s finalmente á l o s d e s i e r t o s

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LIBRO I X . a ,1o, de la Arabia . Buscando un asi lo, entra­mos en una profunda cueva en cuyo centro habia un sepulcro. La pesada l o ­sa que le cubría estaba quitada y lo in­terior de él vacío: al examinarle noté una lámina de o r o : la tomo y á la es­casa luz que entraba en la cueva leo estas palabras escritas en sagrados carac­t e r e s ; Zoroastres, deja aquí el libro de tu ley, escrita por inspiración de Oró-mazo. Ño ha llegado el día en que de­be publicarse; será tu secta por muchos arios el horror y abominación de las gentes; pero á su tiempo otro legislador, de tu mismo nombre , vendrá á esta cue­va , sacará tu libro y le dará á cono­cer al mundo. Por tu parte, has da­do fin á tus trabajos: torna el camino acia la Fenicia; arrostra los furores del mar enbravecido , y ve á buscar al Oc­cidente una patria pacifica , en donde tu. nombre no conocido te hará vivir sin contrarios. Así lo quiere Orómazo; obe­dece y no repliques.

Dos veces leí estas palabras y no d u ­dé obedecer lo que mandaban . Puse con respeto la lámina donde es taba , deposi ­té mi libro en el sepulcro , le cerré con la pesada losa , y postrado en el suelo me humillé en la presencia de Dios.

Después de haber adorado su nom­b r e , salí de la cueva y dirigí mis pasos acia la opulenta é industriosa T i ro . Allí,

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2 5 o NUMA POMPILIO. acompañado de mi amada O x a n a , me embarqué en una nave para i r á buscar un asilo entre los pueblos hospitalarios de la Grecia ó de la Iberia . Nuest ro n a ­v i o , combatido de una fuerte bo r ra sca en el mar Adr iá t i co , vino á zozobrar en las costas de Frentania . Orómazo , á quien imploré en aquel conflicto, salvó á mi esposa. En mis brazos la conduje basta un pueblo inmediato de los M a r -sos, cuyos humanos habi tantes me concedie­r o n la hospitalidad. Apenas recobrada del susto y todavía débil y abatida de los t r a ­bajos del m a r , la asaltaron los dolores del p a r t o , y me hizo padre de un niño y de una niña á un t iempo. D e t e r m i n a ­mos establecernos entre los M a r s o s : a l ­gunas piedras preciosas , único resto de mis pasadas grandezas , me hicieron due­ño de una pobre casa , un pedazo d e tierra y un r e b a ñ o .

íbamos á ser felices y á disfrutar de una vida sosegada é i n o c e n t e , t an to t i empo 'deseada en v a n o , adorando n u e s ­t ro Dios y cuidando de nuestros hijos, cuando una noche los crueles Pelignios, que entonces estaban en guerra con los Marsos , sorprenden nuestro p u e b l o , le incendian y penetran en mi pagizo a l ­be rgue , en tanto que yo dormía al la­do de Oxana y de mis hijos. Padre y esposo desventurado! Vi á aquellos inhu­manos derramar furiosos la sangre de

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LIBRO I X . 2 5 1 mi esposa é hijo? Mis lagr imas , mis e s ­fuerzos fueron vanos ; solo pude salvar á mi hi ja; la cubrí con mi cuerpo , r e ­cibí las heridas que aquellos tigres le destinaban. Huyendo con ella por en t r e el incendio y la m u e r t e , y señalando mis pasos con mi sangre , llegué á este valle, en el cual mis manos han fabri­cado esta cabana , y en ella he criado á mi amada A n a i s , única y última conso­lación de ochenta años de desgracias. Ved -la aqu í : esta es mi dulce hija por quien solamente he vivido hasta h o r a ; esta es, y sus facciones, su voz y sus vir tudes , me recuerdan cada instante á su madre Oxana .

Diciendo estas palabras se arroja -en los brazos de su hija.

Pero L e o n t e , que desde antes que Zo-roastres acabase , estaba todo inmutado, Leonte le toma de la m a n o , le mira con ojos llenos de lágrimas y alegría , y le d i c e : podré saber el nombre del lugar en que perdiste á tu esposa é hijo? Si , le responde el anc iano ; el lugar se llamó Av ía , estuvo situado en las riberas del Aterjjo. Y ese hijo que lloras perd ido (pros igue Leon te , cada vez mas enterne­c i d o ) , no tenia al cuello una esmeralda g rabada? Sí , responde admirado Zoroas-t r e s ; su madre se la puso luego que n a ­ció; en ella estaba escrito el nombre de Orómazo en caracteres persíanos. . . .

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252 NtJMA PoMPILIO. A b r a z a d , ó p a d r e , á v u e s t r o h i j o ! Y o

s o y ; n o h a y d u d a , l o s D i o s e s m e c o n ­c e d e n e l i n e s t i m a b l e b i e n d e c o n o c e r á m i b u e n p a d r e . E s t a e s l a e s m e r a l d a g r a ­b a d a ; m e s a c a r o n d e A v i a c a s i e s p i r a n d o , y t o d a v í a c o n s e r v o l a c i c a t r i z d e l a h e ­r i d a q u e l o s c r u e l e s P e l i g n i o s m e d i e r o n . D e s d e e l p r i m e r i n s t a n t e e n q u e o s v i , s e n t í e n m í c o r a z ó n u n a p a l p i t a c i ó n i n d e ­c i b l e , u n g o z o i n t e r i o r , y u n a i n c l i n a c i ó n i r r e s i s t i b l e m e a v i s a n q u e o s d e b i a e l s e r .

D i c e , y e l a n c i a n o a b s o r t o n o p u e d e r e s p o n d e r l e . R e c o n o c e l a p i e d r a , l e e e n e l l a e l n o m b r e d e s u D i o s ; a b r a z a t i e r ­n a m e n t e á L e o n t e , y p o c o f a l t a p a r a q u e e l g o z o i n e s p e r a d o d e h a l l a r u n h i j o q u e j u z g a b a m u e r t o l e q u i t e l a v i d a .

Fin chi libro nona.

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NUMA

LIBRO X .

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NOLI

SEGUNDO REY DE ]!OMA.

L I B R O D É C I M O .

ARGUMENTO.

ALBOROTOS en Roma.—Felicidad que dis­fruta Ñama.—Leontc pide para él la mano de. Anais á su padre. — El An­ciano se la niega. — Razonamiento de Numa, logra por esposa á Anais.— 1'reparativos de sus bodas: ¿legada de los Embajadores Romano1!.—Refieren las desgracias de Roma, la peste que ha padecido, la muerte de Rómulo y la elección de Numa.—Reusa este la Co­rona.— Discurso de Anais para hacér­sela admitir: Numa se mantiene inflexi­ble.

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LIBRO X . 255

J j j x tanto que esto sucedía, Roma e s t a ­ba en la mayor consternación y desorden. Los Sabinos desesperados de la perdida de Tacio y del destierro de N u m a , solo po r fuerza y con hor ror obedecían á R ó -mulo. La desastrada muerte de Tacia que a t r ibuían á Hersilia , y no sin causa , La­bia hecho á esta princesa el objeto de su execración. Mas opuestos que nunca á los R o m a n o s , desconfiando los unos de los o t r o s , y no ocultándose su odio r ec íp ro ­c o , á cada instante estaban prontos á em­prender una guerra civil. Las sospechas y enemistades reynaban en todas las fami ­lias , y á no ser por los consejos y au to­r idad del prudente Meció , Roma se hubie­ra anegado en la sangre de sus c iudadanos. Rómulo , entregado al tétrico furor que en los grandes delincuentes suele ser su verdugo en vez de los remordimientos cjue no conocen, Rómulo para contener su pueblo , le cargaba de nuevos impues­t o s , hacia correr la sangre de los p a t r i ­cios, y reynaba por el ter ror que sus crueldades causaban á todos.

Hersi l ia , hija digna de tal p a d r e , so­lo se alimentaba con los tósigos de los zelos y de su rabiosa desesperación. No dudando que alguna competidora le q u i ­tase el coi'azon de Numa , enviaba á ca­da instante espías á todos los pueblos y ciudades de la I ta l ia , por ver si po-

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256 NUMA. POMPILTO. ( l i a d e s c u b r i r á e s t a r i v a l y t a m b i é n p a ­r a s a b e r d e s u a m a n t e : h i z o q u e s u p a ­d r e e s c r i b i e s e á t o d o s l o s p r í n c i p e s , a m e ­n a z á n d o l o s c o n t o d o e l p o d e r d e s u s a r ­m a s s i d a b a n a s i l o á u n o ú á o t r o , y o f r e c i e n d o g r a n d e s p r e m i o s a l q u e p r e ­s e n t a s e s u s c a b e z a s .

E n t r e t a n t o , e l p a c í f i c o N u m a , o c u l ­t o e n e l A p e n i n o , r o d e a d o d e s u s a m i ­g o s , l l o r a b a d e a l e g r í a e n e l r e c o n o c i ­m i e n t o d e Z o r o a s t r e s y L e o n t e ; p a r t i c i p a b a d e s u g o z o y v e i a a l f e l i z a n c i a n o e s t r e ­c h a r c o n t r a s u p e c h o a l h i j o . A q u e l p a ­d r e a m o r o s o n o p o d i a h a r t a r s e d e m i r a r , o i r y a b r a z a r á L e o n t e . O h i j o m i ó , l e d e c i a , e s p o s i b l e q u e t e h a l l o d e s p u é s d e h a b e r t e l l o r a d o t a n t o s a ñ o s , ó s e r á m i f e l i c i d a d u n a v a n a i m a g e n d e l s u e ñ o ! E l p r i m e r d i a c p i e t e v i , s e n t í c jue m i c o ­r a z ó n s e d i l a t a b a l l e n o d e u n a f e c t o i r r e ­s i s t i b l e . - l a v o z d e l a s a n g r e y e l g r i t o d e l a n a t u r a l e z a m e a n u n c i a b a n l a d i c h a q u e a h o r a d i s f r u t o . C o n q u e g u s t o t e c o n t e m p l o ! q u e r o b u s t o , q u e g a l á n e s t á s ! V u e l v e , v u e l v e d e n u e v o á m i s b r a z o s ; r e p i t e u n a y m i l v e c e s e l n o m b r e d e p a d r e , y m i r a q u e m e d e b e s t o d a s l a s c a r i c i a s q u e m e h u b i e r a s h e c h o d e s d e t u s p r i m e ­r o s a ñ o s .

L e o n t e l e r e s p o n d i a c o n d u l c e s l á g r i ­m a s , y C a m i l a e s c u c h a b a e n s i l e n c i o . L e o n t e la t o m a d e la m a n o y la p r e s e n t a á Z o r o a s t r e s : e s t a e s , ó p a d r e , m i e s p o -

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LIBRO X . a$7 s a , la que reyna con poder absoluto en mi corazón. Largo tiempo nos hemos vis­to separados; mas al fin el dulce lazo d e himeneo nos ha unido . P e r o , por grande y violento que fuese nuestro ca r iño ; si hubiera podido preveer que habia de vol ­ver á ver á mi p a d r e , c ree , s eñor , q u e hubiéramos aguardado hasta que tu m a ­no nos uniese. Dignate pues de p e r d o ­narnos nuestra felicidad, y aumentar la con tu aprobación.

Dice, y Camila se arrodilla delante del anc iano ; su corazón palpi ta , baja los ojos é inclina la cabeza sobre el pecho, llena de rubo r y t imidez: apenas se a t r e ­ve á levantar la vista á Zoroastres. Aguar­da llena de inquie tud , que la llame h i ­j a : jamas ha deseado tanto parecer h e r ­mosa,- con su mismo silencio par ce que dice al anc iano; nú belleza es poca; pero mi corazón es digno del tuyo .

Hija querida , le responde Zoroastres levantándola , mi felicidad es mayor que mis desgracias; solo un hijo habia p e r ­d ido , y en este dia le hallo duplicado. Diciendo asi , abraza t iernamente á la hermosa Camila. El resto de aquel dia se empleó en oir la relación de los s u ­cesos de L e o n t e , que sirvieron para a u ­mentar rras y mas en Zoroastres y su h i ­ja los dulces afectos de la naturaleza.

Numa participa de la común alegría, desde que Anais es hermana de Leonte.

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258 NUMA POMPILIO. Anais le parece mas bel la ; cada dia des­cubre en ella nuevas v i r tudes , y cont i ­nuamente habla de ella á su a m i g o : este nombre que le era tan g r a t o , ya no le parece bastante t ierno.

Después de algunos dias , Numa con­valeciente va á respirar el ayre puro de la m o n t a ñ a , y siempre elige los sitios adonde Anais lleva su r e b a ñ o ; para h a ­cerle compañia se hace pas to r , y en tan­to que Camila y su esposo van á caza p a r a poder regalar á Zoroastres, Numa cuenta á su hija la historia de su vida. 151 joven Sabino oye con deleyte sus r e ­flexiones y consejos, se admira al ver tan­ta sabiduría en tan poca e d a d , y cada dia adquiere á su lado mas prudencia y mas vir tudes. A veces tañendo la rústica zampona , acompaña la dulce voz de la pas to ra , y otras repite con ella los h i m ­nos y canciones que le ha enseñado. N o piensa ni se acuerda de a m o r ; solo es -perimenta un afecto mas puro y delicio­so. Al rayar del alba va á juntarse con Anais . No le causa su vista aquella t u r ­bación violenta, hija de una pasión fogo­sa ; pero necesita ve r la : no le turba su presencia; pero solo es feliz disfrutándo­la. Ausente de A n a i s , su alma queda como dormida y sin acción. Así la aman­te Clicie queda marchita y ajada en la ausencia del Dios de la l u z ; pero luego que Febo vuelve á nuestro hor izon te , Cli-

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LIBRO X . 2 5 9 cié alza su cabeza, la dirige acia el a s ­t ro del d i a , le sigue en toda su carrera , y no cesa de mirarle hasta que desapare­ce sepultándose en el seno de Tétis.

La modesta Anais que no advierte en su corazón ni en el de Numa cosa de que pueda rece la r , se entrega al afecto que la incl ina; ama á su l ibertador que lo es también de su p a d r e ; el agradecimiento le impone esta l e y , y las prendas de Nu­ma se le hacen gustosas. Anais gusta de conversar con el discípulo de Tulio acer­ca de las maravillas de la na tura leza , so­b re el curso de los a s t ros , pueblos d i ­ve rsos , gobiernos y cultos diferentes; p e ­ro en todas partes los mismos principios de moral . Cada uno adicto á su religión la esplíca ó la def iende; divididos en las opiniones , convienen en las mismas obliga­ciones ; sus almas están de acuerdo , aun­que su razón d ispula ; y N u m a , que no cesa de admirar la profunda sabiduría d e A n a i s , siente aumentar cada vez mas su respeto y te rnura .

Leonte conoció en breve su mutua inclinación; deseaba con ansia cpie su amigo fuese su hermano. Dime : amas á mi hermana ? le preguntó un dia. Numa bajó avergonzado la vista y se tu rbó . Porqué le avergüenzas? prosiguió Leonte, los Dioses nos han dado el amor para consolarnos en nuestras penas y premiar nuestras vir tudes. Sí tu corazón está l i -

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260 NUMA POMPII/ÍO . bre del todo de la vergonzosa cadena de Hersi l ia ; si amas á A n a i s , tanto como Leonte te a m a , espero que mi padre te la dará á mis ruegos. H a b l a , dime sola­m e n t e : liaré feliz á tu h e r m a n a , y cree­r é estas palabras como un oráculo de los Dioses.

Amigo , le respondió N u m a , todavía me estremezco y tiemblo al oir el n o m ­bre de Hersi l ia; pero el de Anais me tranquiliza. En nada se parece el afecto que Anais me ha insp i rado , á aquel que tan desdichado me hizo. Veo á Anais t o ­dos los d í a s , apenas me separo de ella un solo i n s t an t e , y con todo nunca he tenido la menor idea d e hablarle d e amor y de himeneo. Pero bien conozco, ó amigo m i ó , que si la felicidad puede hallarse en la tierra , está reservada al esposo de tu hermana.

Dijo: Leonte le a b r a z a , le toma d e la mano y le conduce á Zoroast res . N o dudando de su consent imiento, le pide á Anais para su a m i g o , para el l iber tador del padre y de la hija y para el mor ta l que mas quiere y estima.

¡ Cual fué su sorpresa y pesar , cuan ­do Zoroastres , después de oirle con sem­blante severo , le respondió estas tristes razones !

Hijo m í o , no dudes que amo á N u ­ma ; le debo la vida y contaría por el dia mas feliz de mi vida aquel en que

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L I B R O X . 26 í

pudiese pagarle lo mucho que le debo . Pero mi hija es Maga ; soy el gefe de su rel igión, y la ley que enseño nos prohib e toda alianza con los idólatras. Bien sabes que he sacrificado á esta ley santa h o n o ­r e s , riquezas y descanso. ¿Pretendes que al fin de mis trabajos la perdiese, por quebrantar los preceptos que yo mismo enseñé á los hombres?

Les habéis pues enseñado la ingrat i tud! interrumpió Leonte con bastante alteración.

N o , hijo mió , responde el anciano, pero he prescrito la prudencia. No he q u e ­rido que una Maga arriesgase su c reen­cia , tomando esposo de otra re l ig ión; h e previsto el imperio poderoso del amor , y la natural propensión de un corazón amante á pensar como el objeto amado . Mi hija amaría á N u m a , adoptaría su creencia, abandonando mi religión, y yo seria responsable de esta culpa á los ojos del grande Orómazo. Bastante doloroso me es que mi hijo, el hijo de Zoroaslres, criado entre idólatras , siga otra religión que la mía ; quiero á lo menos conservar mi hija al Dios por quien tanto he p a ­decido ; quiero preservarla del riesgo de abandonarle . Cuanto mas estimable es Nu­m a , tanto mayor el riesgo , porque no son los suplicios y tormentos los medios d e al terar la creencia; mucho mas p o d e r o ­sos son para esto los ejemplos y algunas virtudes en una secta diferente.

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2б2 NUMA. POMPILIO. Ademas , mi religión es lioy dia un o b ­

jeto de horror á todas las naciones; la Italia entera aborrecería á Numa , si se casase con una Maga , y al cabo recaer ía en mí hija el sentimiento que de esto ten­

dría tu amigo. . . . Perdona , ó N u m a , te ofendo y te aflijo, sin duda me tienes por un hombre fanático é i ng ra to ; pero creo en mi rel igión, amo á mi hija, y no puedo esponerla á ser infiel ó á l le­

varte en dote el odio de tu nación. Calló Zoroastres , y Leonte se quedó

inmóvil con los ojos clavados en t ierra; se aflige por no poder rebat ir las razones del anciano con otras mas poderosas. N u ­

ma , que le había oído a ten tamente , le mira con serenidad y le responde de es­

te modo. Zoroast res , desde que vine al m u n d o ,

los Dioses que adoro han manifestado su poder en favor mió; los, amo y los t e m o ; antes moriré mil veces que pensar en abandonar los ; mas no pienses que por eso intentaré nunca que nadie abandone su secta por seguir la mia. No es dado al débil esfuerzo del hombre mudar el c o ­

razón de otro hombre á su an to jo : y en punto á abandonar la religión que se h a mamado con la leche por otra estraña, solo la mano de los Inmortales es c a ­

paz de obrar tan singular mudanza. Este es mi modo de pensar ; juzga

ahora si la fe de tu hija correría riesgo

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LIBRO X . 1 6 3 e n m i c o m p a ñ i a . Y o r e s p e t a r í a s u s d o g ­m a s , c o m o e l l a r e s p e t a r í a l o s m i o s ; a d o ­r a r í a á © r ó m a z o , y y o a d o r a r í a á J ú p i ­t e r . U n o y o t r o n o s m a n d a n l o m i s m o ; a m a r t e , h o n r a r t u s c a n a s , a m a r n o s y s o ­c o r r e r á l o s d e s v a l i d o s , e s t o m a n d a t u D i o s , l o p r o p i o m a n d a n l o s m i o s . O b e ­d e c i e n d o s u s p r e c e p t o s , n u e s t r o s c o r a z o n e s s e u n i r í a n t o d a v í a m a s , y s e m e z c l a r í a n c o m o d o s a r r o y u e l o s i g u a l m e n t e p u r o s c u ­y o o r i g e n e s d i v e r s o , p e r o q u e s e u n e n m e z c l a n d o s u s a g u a s c r i s t a l i n a s .

D i c e s q u e m i h i m e n e o c o n u n a M a g a m e o c a s i o n a r í a e l o d i o d e m i n a c i ó n . N o t i e n e y a N u m a n a c i ó n n i p a t r i a ; h e p e r ­d i d o á T u l i o , h e p e r d i d o á T a c i o ; l a c a ­bana d e Z o r o a s t r e s e s p a r a m í e l m u n d o e n t e r o ; m i c o r a z ó n m e d i c e q u e n o s e r é a b o r r e c i d o e n e l l a . O p a d r e m i ó ! á b r e m e t u p e c h o ; a d m í t e m e p o r h i j o ; v u é l v e m e e n u n s o l o i n s t a n t e t o d o a q u e l l o d e q u e l o s D i o s e s m e h a n p r i v a d o e n t a n t o s a ñ o s ; d a m e l a m a n o d e A n a i s , n u e s t r a o c u p a ­c i ó n p r i n c i p a l s e r á la d e a l a r g a r t u s d í a s . E n e s t e v a l l e v i v i r e m o s e n p a z , y a q u í l o s h i j o s d e t u h i j o y l o s m i o s f o r m a r á n u n a c o l o n i a q u e b e n d e c i r á e l n o m b r e d e . Z o ­r o a s t r e s e n l a s v e n i d e r a s e d a d e s . A c a b a r á s f e l i z m e n t e t u s d i a s e n m e d i o d e t u s n i e ­t o s , y s e r á s e l o b j e t o d e s u a m o r y l a c a u s a d e s u f e l i c i d a d . L a h i j a p r i m e ­r a q u e l o s D i o s e s m e c o n c e d a n s e l l a m a ­r a O x a n a : e s t e n o m b r e t e h a r á m a s d u l -

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264 T f ü M Á POMMLIO. e e s s u s ¡ n o c e n t e s c a r i c i a s . P a d r e s , h i j o s , e s p o s o s y e s p o s a s , t o d o s e s t a r e m o s á t u s p i e s , y c a d a m a ñ a n a v e n d r e m o s á la p u e r ­t a d e t u c a b a n a á e s p e r a r q u e t e d e s p i e r ­t e s , c o n e l m i s m o z e l o y r e s p e t o c o n q u e t u s d i s c í p u l o s a g u a r d a n l a s a l i d a d e l a s ­t r o d e l d i a .

H a b l a n d o a s í , N u m a s e a r r o j a á s u s p i e s : e n t e r n e c i d o Z o r o a s t r e s p e r s i s t e n o o b s t a n t e e n n e g a r s u a s e n s o ; p e r o L e o n ­t e s e u n e á N u m a y e s c l a m a ; t e d i o l a •vida , l i b r ó la d e A n a i s y s a l v o s u h o n o r á p r e c i o d e s u s a n g r e ! . . . P u e s b i e n , d i c e e l v i r t u o s o a n c i a n o y a v e n c i d o : s e a la m i s ­m a A n a i s s u r e c o m p e n s a y s e a N u m a m i s e g u n d o h i j o .

A l o í r l e N u m a , d a n d o u n g r i t o , s e a r r o j a á s u s b r a z o s ; n o p u e d e r e p r i m i r e l e s c e s o d e s u g o z o , n i e s p l i c a r s u a g r a ­d e c i m i e n t o . Q u i e r e a b r a z a r á L e o n t e , p e ­r o e s t e h a b í a y a s a l i d o a l b o r o z a d o y p r e ­s u r o s o á b u s c a r á s u h e r m a n a ; . u e n b r e ­v e v u e l v e c o n e l l a . E s t e e s t u e s p o s o , l e d i c e e l a n c i a n o ; n a d i e m e r e c e m e j o r e s t e n o m b r e q u e e l q u e h a b i a s i d o tu l i b e r ­t a d o r y e l m í o . D e n t r o d e o c h o d i a s s e e f e c t u a r á v u e s t r a u n i ó n : r u e g o a l g r a n d e O r ó m a z o q u e s i n o a p r u e b a e s t e h i m e n e o , s o l o c o n t r a m í d e s c a r g u e e l a z o t e v e n g a ­d o r ! D i j o , y e s t r e c h a c o n t r a s u c o r a z ó n l a s m a n o s d e A n a i s y d e N u m a y a u n i d a s .

L l e n a d e v i r g i n a l r u b o r , b a j a la d o n ­c e l l a s u s h e r m o s o s o j o s ; p e r o e n b r e v e

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L u m o X . 265

c o n f i r m a c o n u n a d u l c e s o n r i s a e l d o n q u e s u p a d r e a c a b a d e h a c e r d e s u f e . D e s d a a q u e l i n s t a n t e e l v e n t u r o s o N u m a , s u n o ­b l e a m i g o y la g a l l a r d a C a m i l a s e o c u p a n e n t e r a m e n t e e n l o s p r e p a r a t i v o s d e l a b o ­d a .

Y a L e o n t e y C a m i l a h a n i d o al m o n t e , á c o r t a r y t r a e r la m a d e r a n e c e s a r i a p a ­r a q u e . N u m a s e c o n s t r u y a é l m i s m o s u c a b a n a c o n t i g u a á la d e l a n c i a n o . N u m a d i r i g e la p u e r t a a l O r i e n t e p a r a q u e s u r e ­l i g i o s a c o n s o r t e p u e d a , t o d o s l o s d í a s , a p e ­n a s d e s p i e r t e , d i r i g i r s u s v o t o s a l p a d r e d e la l u z . L a c u b r e c o n c a ñ a s , p i e l e s y j u n c i a , y la d e j a i m p e n e t r a b l e a l s o l , á l a l l u v i a y a l f r i ó . E n e l i n t e r i o r a r r e g l a y d i s p o n e t o d o l o q u e j u z g a m a s c ó m o d o y a g r a d a b l e á A n a i s , y la a d o r n a c o n a q u e l g u s t o y d e s t r e z a q u e s o l o e l a m o r s a b e i n s j i i r a r : f o r m a u n h u e r t e c i l l p a l l a d o d e l a c a b a n a , y l o d i s p o n e d e m a n e r a q u e e l b a n c o d e c é s p e d e s y e l j a z m i n , á c u ­y a s o m b r a vio l a v e z p r i m e r a á s u A n a i s , q u e d e n e n e l c e n t r o d e l h u e r t o . H a c e u n a s a n g r í a a l a r r o y o , y f o r m a u n n u e v o b r a ­z o q u e r i e g a y f e r t i l i z a s u r e c i n t o ; l o s á r ­b o l e s f r u t a l e s q u e l a n a t u r a l e z a p r o d u c e l i b r e m e n t e y l a s h o r t a l i z a s p l a n u d a s h a c e n ú t i l y d e l e y t o s o e l v e r g e l . F i n a l m e n t e l e c e r c a c o n u n v a l l a d o d e a r b u s t o s c r e c e ­d e r o s p a r a r e s g u a r d a r l e d e l a v o r a c i d a d d e l a s r e s e s d e l m o n t e .

A n a i s p r e s i d e á s u s t a r e a s , y s u p r e -

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266 N t f M A P o M P I l I O .

s e n c i a a u m e n t a l a s f u e r z a s d e N u m a : q u i ­s i e r a c o n c l u i r é l s o l o t o d a l a o b r a , p e r o C a m i l a y L e o n t e l e a y u d a n á s u p e s a r . I m p a c i e n t e s y d e s e o s o s l l e g a n á l a v í s p e r a d e l o s o c h o d i a s fijados p o r Z o r o a s t r e s . Y a e s t á t o d o c o n c l u i d o y p e r f e c c i o n a d o ; y a C a m i l a h a d e s p o j a d o l o s p r a d o s v e c i ­n o s d e s u s f l o r e s ; l a s c o r o n a s d e l o s n o ­v i o s e s t á n h e c h a s , l a c a b a n a a d o r n a d a d e g u i r n a l d a s y f e s t o n e s ; e l s o l s e h a o c u l ­t a d o e n e l O c é a n o y s u v u e l t a d e b e a l u m ­b r a r e l d í a d e l a f e l i c i d a d d e a m b o s a m a n ­t e s , c u a n d o a l t i e m p o q u e r e u n i d o s y e n ­c e r r a d o s e n l a c a b a n a d e Z o r o a s t r e s i b a n á s e n t a r s e á l a m e s a p a r a c e n a r f r u g a l ­m e n t e , o y e n l l a m a r á l a p u e r t a : u n o c u l ­t o p r e s e n t i m i e n t o h i z o q u e N u m a s e e s ­t r e m e c i e s e .

R e c e l o s o y s o r p r e n d i d o , L e o n t e s e l e ­v a n t a , y a r m a d o d e s u c l a v a , c o r r e á l a p u e r t a ; l a p r e c a u c i ó n f u é i n ú t i l ; n o e r a n e n e m i g o s ¡ o s q u e l l a m a b a n . A b r e y v e u n v e n e r a b l e a n c i a n o a c o m p a ñ a d o d e d o s g u e r r e r o s : l e p i d e n h o s p i t a l i d a d ; L e o n t e l o s a d m i t e y a c o m p a ñ a .

M a s n o b i e n l a l u z d e l a l á m p a r a q u e a l u m b r a b a l a c a b a n a d i o e n s u s r o s t r o s , c u a n d o N u m a d a n d o u n a v o z d e s o r p r e s a y a d m i r a c i ó n c o r r e á a b r a z a r a l a n c i a n o : ¿ E s p o s i b l e , ó M e c i ó , q u e t e v e o a q u í ? ¡ T ú e l a m i g o d e T a c i o y d e m i p a d r e ! ¡ T ú e l ú n i c o a m p a r ó y e s p e r a n z a d e l o s S a b i n o s !

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LIBRO X . 267 M e c i ó r e c o n o c e c o n i g u a l a d m i r a c i ó n

á N u m a : t o d a v í a r e c e l a q u e s u c a n s a d a v i s t a y s u s o í d o s e n t o r p e c i d o s n o l e e n ­g a ñ e n . ¡ E s p o s i b l e q u e o s h a l l o , d u e ñ o y a m i g o m i ó , d e s p u é s d e h a b e r o s b u s c a ­d o t a n t o t i e m p o e n v a n o p o r t o d a l a I t a ­l i a ! P e r m i t i d m e q u e , a n t e s d e r e n d i r o s l a o b e d i e n c i a y r e s p e t o s d e b i d o s , m i s t r é ­m u l o s b r a z o s o s e s t r e c h e n n u e v a m e n t e , y q u e m i fiel c o r a z ó n a p r o v e c h e d e l o s ú l ­t i m o s i n s t a n t e s e n q u e l e e s p e r m i t i d o l l a ­m a r o s a m i g o . H a b l a n d o a s í , e l l e a l M e ­c i ó d a m i l a b r a z o s á N u m a , y d e s p u é s v o l v i é n d o s e á l o s d o s q u e l e a c o m p a ñ a n , l e s d i c e : P r ó c u l o , V o l e s i o , n u e s t r a p e r e ­g r i n a c i ó n d i o fin ; y a h e m o s h a l l a d o á n u e s t r o R e y . E n t o n c e s l o s d o s R o m a n o s y e l m i s m o M e c i ó , d o b l a n l a r o d i l l a d e ­l a n t e d e N u m a , y l e d i c e n c o n r e s p e t o : s a l v e , R e y d e R o m a , s a l v e .

Q u e d e c i s , q u e h a c é i s ! l e s d i c e N u m a , p u g n a n d o p o r q u e s e l e v a n t a s e n . Y o n o s o y v u e s t r o R e y ; n o m e r e z c o n i d e s e o u n h o n o r t a n g r a n d e . L o e r e s , r e p l i c a M e ­c i ó , n o l o d u d e s , S e ñ o r ; y l o e r e s p o r e l d e r e c h o m a s g l o r i o s o y l e g í t i m o : e l P u e ­b l o R o m a n o t e h a e l e g i d o c o n v o z u n á ­n i m e . Y a i b a n l o s S a b i n o s y R o m a n o s á e m b e s t i r s e c o n l o s s a n g r i e n t o s a c e r o s p o r c a u s a d e n o m b r a r e l s u c e s o r d e R ó m u l o , c u a n d o t u n o m b r e , é l s o l o g r a t o á l a s d o s n a c i o n e s , b a s t ó á c a l m a r l o s á n i m o s i r r i t a d o s é h i z o r e n a c e r la c o n c o r d i a . R e y

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a 6 8 NUMA POMPII.IO. e r e s , ó N u m a , y t u s v a s a l l o s c u e n t a n s u s ­p i r a n d o l a s h o r a s d e t u a u s e n c i a !

N u m a , i g u a l m e n t e a d m i r a d o y p e s a ­r o s o , h a c e s e n t a r l o s E m b a j a d o r e s á l a m e s a d e Z o r o a s t r e s , y p i d e á M e c i ó l e i n s t r u y a d e l o s g r a n d e s s u c e s o s q u e h a h a ­b i d o e n R o m a ; e l a n t i g u o G e n e r a l s a ­t i s f i z o s u s d e s e o s a l i n s t a n l e d e e s t e m o ­d o .

C o n la m u e r t e d e T a c i o y t u d e s t i e r ­r o l l e g a r o n n u e s t r o s m a l e s á l o s u m o . R ó m u l o , o b j e t o d e l a e x e c r a c i ó n d e l o s S a b i n o s y a b o r r e c i d o a u n d e s u m i s m o p u e b l o , g o b e r n a b a e n R o m a c o n c e t r o d e h i e r r o . Y a n o e r a a q u é l c o n q u i s t a d o r s i e m ­p r e a c o m p a ñ a d o d e la v i c t o r i a , y q u e s o ­l o d e r r a m a b a l a s a n g r e d e l o s e n e m i g o s : s u s v a s a l l o s l e v i e r o n m u d a d o e n t i r a n o s a n g r i e n t o , c u y a i n h u m a n a p o l í t i c a l o s o p r i ­m í a p o r c o n t e n e r l o s , y q u e á l a m e n o r s o s p e c h a ó c o n e l m a s l e v e p r e t e s t o h a ­c i a c o r r e r la s a n g r e d e l o s N o b l e s . E s t a s s o n s i e m p r e l a s r e s u l t a s d e u n p r i m e r d e ­l i t o ; l u e g o q u e e s t e e n t r a e n u n a a l m a , t o ­d a s l a s v i r t u d e s la a b a n d o n a n , y s e a p o ­d e r a n d e e l l a l o s v i c i o s .

E n b r e v e , i r r i t a d o s l o s D i o s e s , a n u n ­c i a r o n s u v e n g a d o r a j u s t i c i a c o n la p l a g a m a s t r e m e n d a : la p e s t e i n f e s t ó á R o m a , -r-1 c o n t a g i o s e m a n i f e s t ó c o n l o s s í n t o m a s m a s e s p a n t o s o s ; u n f u e g o v o r a z c o n s u m e l a s e n t r a ñ a s d e l o s p a c i e n t e s ; s u s o j o s i n ­f l a m a d o s y s a n g r i e n t o s s e m u e v e n c o n d i -

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L I B R O X . 2 6 a

í i c u l t a d e n l a ó r b i t a ; l a b o c a l l e n a d e ú l ­c e r a s e x á l a u n a l i e n t o p e s t í f e r o ; t o r p e l a l e n g u a , y c u b i e r t a d e e s p e s a b a b a , q u e ­d a p e g a d a a l p a l a d a r é i m p i d e l a r e s p i r a ­c i ó n . L o s n e r v i o s s e e n t o r p e c e n , e l c u e r ­p o t i e m b l a a g i t a d o d e c o n v u l s i o n e s , y e l f r i ó d e la m u e r t e , q u e s e a p o d e r a i n s e n ­s i b l e m e n t e d e t o d o s l o s m i e m b r o s , n o b a s ­t a á m o d e r a r e l a r d o r q u e c o n s u m e b a s ­t a l o s h u e s o s d e l i n f e l i z a p e s t a d o .

Y a n o c a b e n e n l a s ca.-,as l a s v í c t i m a s d e l m a l , l a s c a l l e s , l o s c a m i n o s y l o s t e m ­p l o s e s t á n l l e n o s d e c a d á v e r e s y m o r i b u n ­d o s . P o r t o d a s p a r t e s s e v e n l o s i n f e l i c e s q u e a r r a s t r á n d o s e h u y e n d e s u s l e c h o s y a b a n d o n a n s u s P e n a t e s , b u s c a n d o y p i ­d i e n d o a g u a ; c o n s u m i d o s d e la s e d a r d i e n ­t e , v a n á e c h a r s e e n e l T í b e r , y l o s q u e , m a s d é b i l e s , n o p u e d e n l l e g a r , s e m e t e n e n l a s f u e n t e s ó s e r e v u e l c a n e n l a t i e r r a m o j a d a ; b e b e n s i n a t e n d e r á s u d a ñ o , n o l o g r a n m i t i g a r l a s e d y e s p i r a n e n m e d i o d e l a g u a . N i n g u n o s e a c u e r d a d e l o s d u l ­c e s v í n c u l o s d e la a m i s t a d ; n a d i e e s c u c h a d ­l a v o z d e la c o m p a s i ó n y d e la s a n g r e : e l h i j o , e n a g e n a d o p o r e l d o l o r , r e h u s a a b r a ­z a r á s u P a d r e ; e l h e r m a n o h u y e d e l h e r ­m a n o , y t e m e e l c o n t a g i o d e l m a l . L a M a d r e m o r i b u n d a l e j o s d e s u e s p o s o , y l u c h a n d o c o n l a s a g o n í a s d e la m u e r t e , a p a r t a l e j o s d e s í c o n s u s y e r t o s b r a z o s a l d é b i l n i ñ o q u e l e e s t i e n d e s u s m a n o s , y l l o r a n d o q u i e r e v o l v e r á a p l i c a r l o s h a m -

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2 ^ 0 N T J M A P o M P I X I O .

b r i e n t o s l a b i o s a l p e c h o m a t e r n o y a e x ­h a u s t o . E l d o l o r y l a d e s e s p e r a c i ó n s o n l o s ú n i c o s a f e c t o s q u e r e y n a n e n t o d o s l o s c o r a z o n e s ; p o r t o d a s p a r t e s s e v e p a ­d e c e r ; á c u a l q u i e r l a d o q u e s e v u e l v a l a v i s t a s e h a l l a l a m u e r t e b a j o m i l a s p e c ­t o s á c u a l m a s e s p a n t o s o s ; l a s f u n e s t a s p i r a s a r d e n s i n c e s a r , y s u n ú m e r o n o e s s u f i c i e n t e a l d e l o s q u e m u e r e n .

R ó m u l o , q u e t í n i c a m e n t e s e n t í a p e r ­d e r s u s t r o p a s , s e ñ a l ó p a r a a p l a c a r á l o s D i o s e s u n s o l e m n e s a c r i f i c i o e n l a s l a g u ­n a s d e l a C a b r a . T o d o e l P u e b l o , m e j o r d i r i a l a s r e l i q u i a s d e l P u e b l o , s e j u n t ó e n a q u e l s i t i o . L o s S a c e r d o t e s , l o s P o n t í f i c e s y l o s C i u d a d a n o s p á l i d o s y e s t e n u a d o s s e a d e l a n t a n c o n t a r d o s p a s o s a c i a e l a l t a r . E l S o l d a d o s i n c o r a z a , s e a c e r c a l e n t a m e n ­t e a p o y a d o s o b r e s u p i c a , y p u e d e a p e ­n a s l e v a n t a r l a c a b e z a p a r a m i r a r e l á g u i l a d e s u L e g i ó n . L a s m u g e r e s y a n ­c i a n o s a c u d e n a y u d á n d o s e d e l a p o y o d e b á c u l o s c o n s u s h i j o s a g a r r a d o s d e l a m a ­n o ; c a e e l n i ñ o y a r r a s t r a t r a s d e s i l a M a d r e d e b i l i t a d a . A n c i a n o s , m o z o s e n f e r ­m o s y c o n v a l e c i e n t e s t o d o s j u n t o s l l e g a n a r r a s t r a n d o ; n i n g u n o t i e n e f u e r z a s p a r a l e ­v a n t a r l a v o z , y a q u e l P u e b l o R o m a n o t a n p o d e r o s o , a q u e l p u e b l o e l t e r r o r d e l a I t a l i a , p a r a c u y a a m b i c i ó n y e s f u e r z o e r a c o r t a e m p r e s a p o c o a n t e s l a c o n q u i s t a d e l M u n d o , a h o r a p a r e c e u n a t r o p a d e e s p e c t r o s q u e h a n s a l i d o d e l I n f i e r n o p o r

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LIBRO X . 2 7 1 l o s c o n j u r o s d e u n a e n c a n t a d o r a d e T h e s a l i a .

H e c h a s l a s a c o s t u m b r a d a s l i b a c i o n e s , s a ­c r i f i c a d a s l a s v í c t i m a s , e l G r a n S a c e r d o ­t e c o n s u l t a s u s e n t r a ñ a s y s e e s t r e m e c e a l e x a m i n a r l a s . S u b e á la s a g r a d a t r í p o ­d e ; e l e s p í r i t u p r o f é t i c o s e a p o d e r a d e s u a l m a ; u n s a n t o f u r o r l e a g i t a ; a r r o j a f u e ­g o p o r l o s o j o s , y e s p u m a r a j o s p o r l a b o c a ; e s t i e n d e l o s b r a z o s , i n c l i n a la c a ­b e z a y s u s c a b e l l o s e r i z a d o s l e v a n t a n l a c o r o n a d e l a u r e l q u e l a c i ñ e . P e r o e n v a n o l u c h a c o n t r a u n D i o s ; e l d i v i n o p o ­d e r l e v e n c e y l e h a c e c e d e r á s u i m p u l ­s o . P r o r u m p e finalmente c o n e s t a s p a l a ­b r a s : P u e b l o R o m a n o , u n d e l i t o e s p a n t o ­s o , q u e h a q u e d a d o i m p u n e , e s la c a u s a q u e h a t r a i d o s o b r e t u c a b e z a la v e n g a n -« a i n d i g n a d a d é l o s D i o s e s . E n t a n t o q u e n o e x p í e s e l a t e n t a d o , e n t a n t o q u e l o s d e l i n c u e n t e s v e r á n l a l u z d e l d i a , e n v a ­n o e s p e r a s v e r á l o s i n m o r t a l e s a p l a c a d o s . L a p e s t e a s o l a r á n u e s t r o s m u r o s h a s t a t a n ­t o q u e l a s a n g r e d e

I b a á p r o s e g u i r , p e r o R ó m u l o l e a r r o j a u n a t e r r i b l e m i r a d a ; e l m i e d o l e d e j ó m u ­d o . E n a q u e l m i s m o i n s t a n t e s e o b s c u r e c e e l C i e l o , e l S o l p i e r d e s u l u z y u n a s e s ­p a n t o s a s t i n i e b l a s c u b r e n la t i e r r a . D e s e n ­c a d e n a d o s l o s v i e n t o s b r a m a n e m b r a v e c i ­d o s , s e o y e n m i l t r u e n o s e s p a n t o s o s , y l o s r a y o s a b r a s a d o r e s s e c r u z a n a u m e n t a n d o e l a s o m b r o d e l a f l i g i d o P u e b l o . P a r e c e q u e t o d o s l o s e l e m e n t o s c o n f u n d i d o s s e h a c e n

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NlJMA PoMPILIO. / s a n g r i e n t a g u e r r a , y q u e l a n a t u r a l e z a v u e l v e á s e p u l t a r s e e n e l c a o s .

T o d o s a t e r r a d o s y t e m b l a n d o , n o s p o s ­t r a m o s e n la t i e r r a r o g a n d o á l o s D i o s e s y e s p e r a n d o la m u e r t e . P e r o á p o r o r a t o s e a p l a c a n l o s v i e n t o s , l a o b s c u r i d a d se d i s i p a y e l S o l b r i l l a c o n n u e v o e s p l e n ­d o r . R e y n a la c a l m a e n e l a y r e , y e n b r e ­v e r e n a c e e n t o d o s l o s c o r a z o n e s . T o d o s l o s R o m a n o s s e m i r a n y v u e l v e n á v e r s e ; s o l o R ó m u l o h a d e s a p a r e c i d o ; s u s g u a r ­d i a s y c o r t e s a n o s l e b u s c a n p o r t o d a s p a r ­t e s , p e r o e n v a n o . L o s C é l e r e s , q u e a m a ­b a n a l d u e ñ o q u e l e s a s e g u r a b a s i e m p r e l a i m p u n i d a d d e s u s a t e n t a d o s , a m e n a z a ­b a n á l o s P a t r i c i o s q u e a c u s a b a n d e h a ­b e r d a d o la m u e r t e a l R e y . E l p u e b l o se p r e p a r a á d e f e n d e r l o s n o b l e s , y y a l o s d o s p a r t i d o s d e s n u d a b a n l o s a c e r o s , c u a n ­d o P r ó c u l o , q u e v e i s a q u í , S e n a d o r e l m a s r e s p e t a b l e p o r s u v i r t u d y a v a n z a d a e d a d , se a d e l a n t a e n m e d i o d e l c o n c u r s o ^ , y á f a v o r d e u n a a s t u t a ficción c o n s i g u e a p a ­g a r e l i n c e n d i o c p i e a p u n t a b a . C e s a d y a , R o m a n o s " , l e s d i c e , c e s a d y a d e b u s c a r á R ó m u l o . Y o h e v i s t o c o n e s t o s o j o s á s u P a d r e M a r t e q u e b a j a n d o á la t i e r r a l e h a a r r e b a t a d o e n s u s a n g r i e n t o c a r r o . P r ó c u l o , m e d i j o n u e s t r o R e y , m i g l o r i a h a l l e g a ­d o á s u c o l m o : h e v e n c i d o y h e t r i u n f a ­d o ; h e f u n d a d o u n a C i u d a d q u e s e r á d u e ­ñ a d e l m u n d o e n t e r o , h e a c a b a d o m i s t a -r e a s , y e l D i o s d e l a s b a t a l l a s q u i e r e a s o -

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L l B B O X . 2 - 3

c i a r m e á s u s i n m o r t a l e s h o n o r e s . V e á a n u n ­c i a r l o a s í á l o s R o m a n o s , d i l e s q u e M a r ­t e y R ó m u l o g u i a r á n s i e m p r e s u s h u e s ­t e s v e n c e d o r a s , y q u e d e h o y m a s m e i n ­v o q u e n c o n e l n o m b r e d e Q u i r i n o .

A s í h a b l ó P r ó c u l o , y s e a p a c i g u ó e l t u ­m u l t o . P í o s e a t r e v i e r o n l o s C é l e r e s á d u ­d a r d e u n h e c h o q u e h a c i a D i o s a l R e y q u e a m a b a n , y e l P u e b l o c o n t e n t o p o r v e r s e l i b r e d e l T i r a n o , q u i e r e m a s v e r l e c o l o c a d o e n e l C i e l o q u e o c u p a r s e e n b u s ­c a r y c a s t i g a r á l o s q u e h a n l i b r a d o la t i e r ­r a d e t a n p e s a d o y u g o .

E r a p r e c i s o n o o b s t a n t e e l e g i r u n s u ­c e s o r á R ó m u l o : H e r s i l i a p r e t e n d i ó e n v a ­n o la c o r o n a . I r r i t a d o s c o n t r a e l l a l o s S a ­b i n o s , j u r a r o n q u é v o l v e r í a n á C u r e s s i l a H i j a d e l l ó m u l o o c u p a b a e l t r o n o ; a u n l o s m i s m o s R o m a n o s m i r a b a n c o m o a f r e n ­t a e l s e r g o b e r n a d o s p o r u n a rouger. D e ­s e c h a d a d e l a s - d o s N a c i o n e s s a l i ó H e r s i ­l i a d e R o m a , p r o r u m p í e n d o e n í i c r o s y a m e n a z a s , d e q u e e n b r e v e v o l v e r í a c o n l a s a r m a s d s t o d a la I t a l i a , y e l P u e b l o s e j u n t ó n u e v a m e n t e p a r a n o m b r a r s e u n S o b e r a n o .

N u e v a m e n t e e s t u v o a q u e l d e s g r a c i a d o P u e b l o á p u n t o d e e n s a n g r e n t a r l a s a r m a s e n s í m i s m o . L o s R o m a n o s q u e r i a n u n R o m a n o ; l o s S a b i n o s p e d í a n u n . S a b i n o . D e s p u é s d e la m u e r t e d e T a c i o , d e c í a n e s t o s , h e m o s d e j a d o r e y n a r p a c i f i c a m e n t e á v u e s t r o R ó m u l o : y a é s t i e m p o y r a z ó n

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a ^ 4 NÜMA POMPILIO. q i r e u n o d e l o s n u e s t r o s o s g o b i e r n e . T í o s o m o s u n P u e b l o v e n c i d o y c o n q u i s t a d o : s o m o s v u e s t r o s a m i g o s , h e r m a n o s y c o n ­c i u d a d a n o s , - n u n c a f u i m o s e s c l a v o s v u e s ­t r o s . N u e s t r a n a c i ó n e s , c u a n d o m e n o s ; i g u a l á la v u e s t r a e n n o b l e z a , v a l o r y v i r ­t u d . D e s d e a h o r a n o s o p o n e m o s á t o d o l o q u e p u e d a o f e n d e r ó d i s m i n u i r l o s d e ­r e c h o s d e : e s t a i g u a l d a d .

A s í h a b l a b a n l o s S a b i n o s , y y a c o r ­r í a n á l a s a r m a s : e n a q u e l i n s t a n t e m e s e n t í c o m o i n s p i r a d o d e l o s D i o s e s : e s ­c u c h a d , g r i t é , e s c u c h a d m i c o n s e j o , ó P u e b l o s ! A m b o s p r e t e n d é i s n o m b r a r e l M o n a r c a y q u e e s t e s e a d é v u e s t r a n a c i ó n ; c o n v i e n e q u e c a d a u n o c e d a a l o t r o l á m i t a d d e l o s d e r e c h o s q u e r e c l a m a , y q u e l a n a c i ó n á> q u i e n t o q u e n o m b r a r R e y l e h a y a d e e l e g i r e n t r e l o s i n d i v i d u o s d e l a o t r a . E a , R o m a n o s , e l e g i o s D u e ñ o , p e r o q u e e s t e s e a S a b i n o , ó s i n o , l o s S a b i n o s l e n o m b r a r á n , s a c á n d o l e d e e n t r e v o s o t r o s .

T o d o s a p r o b a r o n m í d i c t a m e n . - r e n a c e l a p a z y c o n c o r d i a . D e s p u é s d e u n a b r e v e c o n f e r e n c i a , q u e d a á l o s R o m a n o s e l c a r ­g o d e n o m b r a r u n M o n a r c a S a b i n o , y t o d o s c o n v o z u n á n i m e e l i g e n a l j u s t o N u r n a .

N o b i e n s e h u b o o i d o e s t e n o m b r e , c u a n d o l a s d o s N a c i o n e s o l v i d a n d o s u o d i o s e m e z c l a n y s e a b r a z a n , d á n d o s e m u t u a ­m e n t e e l p a r a b i é n , t o d o s e s c l a m a n : ó f e ­l i c i d a d ! B a j o e l g o b i e r n o d e N u m a v e r e ­m o s r e n a c e r e l s i g l o d e o r o y e l r e y n a d o

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LIBRO I X . a 7 5 d e A s t r e a ! Ñ a m a s e a n u e s t r o - R e y y P a ­d r e !

T o d o s l o s t e m p l o s s e l l e n a n d e g e n t e s q u e o f r e c e n v í c t i m a s á l o s D i o s e s ; e n a c ­c i ó n d e g r a c i a s p o r t o d o s l o s b i e n e s q u e s e e s p e r a n e n l o s u c e s i v o . Y a l o s I n m o r ­t a l e s s e m a n i f i e s t a n a p l a c a d o s ; c e s a la p e s ­t e ; u n v i e n t o s a l u d a b l e v u e l v e l a s a l u d t a n d e s e a d a ; l a s l l u v i a s y a b u n d a n t e s r o c í o s o f r e c e n a l l a b r a d o r la e s p e r a n z a d e u n a a b u n d a n t e c o s e c h a . D i o s e s : , h o m b r e s y a u n l a m i s m a t i e r r a p a r e c e q u e s e r e g o c i j a n a l v e r n a c e r e l r e y n a d o d e l a v i r t u d .

A l p u n t o s e d i s p u s o e n v i a r t e E m b a ­j a d o r e s : p e d í y l o g r é s e r u n o d e e l l o s . N u e s t r o s p r i m e r o s p a s o s s e d i r i g i e r o n á C u r e s e n d o n d e e s p e r á b a m o s , e n c o n t r a r t e ; t o d o s n o s d i j e r o n q u e d e s d e l a m u e r t e d e T u l i o n i n g u n o s a b i a d e t í e n l a S a b i n i a . V o l v i m o s a t r á s a c i a e l p a i s d e l o s M a r -s o s á d o n d e j u z g u é t e l l e v a r í a la a m i s t a d d e L e o n t e ; n o t u v o e s t e v i a j e é x i t o m a s fe l iz - q u e e l p r i m e r o . í b a m o s a h o r a f i n a l ­m e n t e á b u s c a r t e á l a s s i e r r a s d e l o s R h e a -t o s , s i t i o s f a m o s o s p o r t u v a l o r y h u m a ­n i d a d ; y l o s D i o s e s s i n d u d a n o s h a n g u i a d o á t í . V e n p u e s , ó R e y d e R o m a ! d o s n a c i o n e s t e e s p e r a n ; e r e s s u t í n i c a e s p e r a n z a , y c a d a i n s t a n t e q u e t a r d a s e n i r á e n c o n t r a r l a s e s u n h u r t o h e c h o á n u e s t r o a m o r y á la p ú b l i c a f e l i c i d a d .

C a l l ó M e c i ó , y N u m a m i r á n d o l e c o n d u l z u r a y t r a n q u i l i d a d l e d i c e : a m i g o , p a -

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2 7 6 NUMA POMPILIO. s ó p a r a m í a q u e l t i e m p o d e e r r o r e s , t i e m - ' p o e n q u e la g l o r í a v a n a , l a a m b i c i ó n y e l c i e g o a m o r t u r b a b a n t o d o s l o s i n s t a n ­t e s d e m i v i d a . H u b i e r a p o d i d o d e s l u m ­h r a r m e e l t r o n o , c u a n d o c i e g o a m a n t e d e H e r s i l í a , c o r r í a c o n e l a c e r o e n la m a n o á~ m e r e c e r l a e n l o s c o m b a t e s ; c u a n d o o b ­c e c a d o d e m i p a s i ó n , e m p l e a b a t o d o m i c o n a t o e n a d q u i r i r la h o r r i b l e c i e n c i a d e e s t e r m i n a r e l g é n e r o h u m a n o , y c u a n d o a d m i r a b a á R ó m u l o e n p r o p o r c i ó n d e l m a l q u e l e v e í a c o m e t e r . C a y ó l a b e n d a q u e o c u l t a b a á m i s o j o s la v e r d a d , y g r a c i a s á l o s D i o s e s q u e n o m e h a n a b a n d o n a d o , y á l a s d e s g r a c i a s q u e m e h a n i n s t r u i d o , g r a ­c i a s á la d u l c e a m i s t a d y a l p u r o a m o r q u e m e a n i m a n , m i c o r a z ó n y m i a l m a n o e s t i m a n y a s i n o l o q u e e s r e a l m e n ­t e e s t i m a b l e , y s o l o a m a n l o q u e m e ­r e c e s e r a m a d o : la v i r t u d y e l d e s c a n s o .

M a l p o d r i a y o l l e n a r e l h u e c o d e R ó ­m u l o . S u P u e b l o , o r g u l l o s o y g u e r r e r o , p o d i a a p e n a s s u f r i r e l d o m i n i o d e u n R e y , h i j o d e l o s D i o s e s y e l m a y o r G e n e r a l q u e h a n c o n o c i d o l o s h o m b r e s : y o s o l o s o y h i j o d e u n h o m b r e , y a b o r r e z c o l o s c o m b a t e s . D e t e s t o l a v i l y e n g a ñ o s a c i e n ­c i a d e d e s u n i r l a s n a c i o n e s v e c i n a s p a r a v e n c e r l a s d e s p u é s , y d e a r m a r a l d é b i l c o n ­t r a e l f u e r t e p a r a o p r i m i r l o s m a s f á c i l m e n ­t e ; n u n c a m i r a r é c o m o m í o a q u e l l o d e q u e p u e d o a p o d e r a r m e . N o , M e c i ó , n o p u e d o s e r o s ú t i l : R o m a h a m e n e s t e r u n

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LIBRO X . 3 7 7 c o n q u i s t a d o r ; e n v a n o c o n s a g r a r í a m i v i ­d a á la f e l i c i d a d d e l o s R o m a n o s ; e s t o s d e s p r e c i a r í a n u n R e y p a c í f i c o q u e s o l o s a o c u p a r í a d e l o s D i o s e s , d e l a s l e y e s y d e l a a g r i c u l t u r a .

M e c i ó , m i r e s o l u c i ó n e s i n v a r i a b l e . H e c u m p l i d o c u a l b u e n c i u d a d a n o c o n , m i p a t r i a ; p o r e l l a h e d e r r a m a d o m i s a n g r e ; y c o n m i d e s t i e r r o l i b r é d e l a g u e r r a c i ­v i l á S a b i n o s y R o m a n o s . A c a b é m i t a ­r e a ; n o d e s e o o t r o p r e m i o d e e l l a q u e l a c o n t i n u a c i ó n d e m i d e s t i e r r o . N o v o l v e r é e n m i v i d a á R o m a ; q u i e r o v i v i r e n e s ­t e v a l l e , m a s b e l l o á m i s o j o s q u e e l s u n ­t u o s o C a p i t o l i o , a l l a d o d e m i p a d r e , m i a m i g o , m i h e r m a n a y m i d i g n a e s p o s a . A q u í s e r é f e l i z y v i v i r é m a s s e g u r o q u e R ó m u l o e n m e d i o d e s u s C é l e r e s . H a b i t a ­r é l a c a b a n a q u e m i s m a n o s h a n c o n s ­t r u i d o , m a s a l e g r e y c ó m o d a q u e l o s p a ­l a c i o s d e v u e s t r o s R e y e s . E n e l l a p a s a r é m i s d í a s p u r o s y t r a n q u i l o s , c o n t r i b u y e n ­d o á l a f e l i c i d a d d e m i p a d r e , e s p o s a y a m i g o s , y l o g r a n d o p o r e l l o s l a m i a p r o ­p i a . Y c u a n d o l a i n e v i t a b l e P a r c a c o r t e e l h i l o d e m i v i d a , n o t e n d r é q u e r e s p o n ­d e r e n l a p r e s e n c i a d e l o s D i o s e s d e l a f e l i c i d a d d e m u c h o s m i l l a r e s d e h o m b r e s .

- T e e n g a ñ a s , N u m a , i n t e r u m p i ó A n a í s c o n v o z s e v e r a . T e n d r á s q u e d a r c u e n t a d e e s o m i s m o , s i e l a m o r q u e m e t i e n e s y t u i n c l i n a c i ó n a l d e s c a n s o t e h a c e n s a ­c r i f i c a r e l i n t e r é s d e d o s P u e b l o s . ¿ P i e n -

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2 ^ 8 NÜMA POMPILIO. s a s a c a s o q u e e l C i e l o t e l i a d a d o t a n t a s v i r t u d e s p a r a t i s o l o ? ¿ I m a g i n a s a g r a d a r á D i o s v i v i e n d o s o l o p a r a t i ? E l S e r S u ­p r e m o e s t i m a e n n a d a l a s v a n a s m e d i t a ­c i o n e s ; q u i e r e q u e l a v i r t u d s e a a c t i v a . E l h o m b r e v i r t u o s o l e t e n d r á q u e d a r c u e n t a e s t r e c h a d e c a d a d i a p a s a d o s i n h a c e r b i e n . E l C r i a d o r d e l m u n d o s o l o p u e d e a m a r á l o s ( p i e s e e m p l e a n e n b e ­n e f i c i a r s u s c r i a t u r a s .

D i c e s q u e u n H é r o e g u e r r e r o e s m a s n e c e s a r i o á l o s R o m a n o s , q u e u n R e y p a c í f i c o . A l c o n t r a r i o , c u a n t o m a s b e l i c o ­s o s t e p a r e z c a n , t a n t o m a s h a n m e n e s ­t e r u n S o b e r a n o p r u d e n t e y p a c i f i c o , q u e m o d e r e y r e p r i m a s u a r d o r , y q u e s u a v i c e c o n la j u s t i c i a e s e g e n i o g u e r r e r o q u e l l e ­g a r l a á s e r f e r o c i d a d , T ú s o l o , N u m a , d e b e s s e r e s t e P r i n c i p e ; t u r e s p e t o á l o s D i o s e s y t u a m o r á la p a z t e i m p o n e n l a o b l i g a c i ó n d e g o b e r n a r u n p u e b l o q u e c a r e c e , m a s q u e o t r o a l g u n o , d e e s t a s v i r t u d e s .

C r e e s q u e n a d a d e b e s y a á t u p a t r i a p o r q u e h a s p e l e a d o p o r e l l a . P e r o e n e s ­t o , ¿ q u e h a s h e c h o m a s d e l o q u e h a h e ­c h o e l ú l t i m o d e s u s s o l d a d o s ? A d e m a s q u e t ú m i s m o c o n o c e s b i e n q u e H e r s i l i a t u v o m a s p a r t e q u e la p a t r i a e n t u s p r o e z a s . A u n c u a n d o h u b i e s e s d e r r a m a d o t u s a n ­g r e s o l o p o r t u p u e b l o , e n t a n t o q u e q u e d a e n t u s v e n a s u n a s o l a g o t a , e s a g o t a e s s u y a ; n u n c a d e j a m o s d e s e r d e u -

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LIBRO X . 270, d o r e s d e e l l a á l a p a t r i a ; s i e m p r e t i e n e e s ­t a c u m p l i d o c o n n o s o t r o s .

S o l o a ñ a d i r é á l o d i c h o , q u e s i e l d e ­s e o d e p a s a r u n a v i d a o b s c u r a y o c i o ­s a e n m i c o m p a ñ í a , y m i r e l i g i ó n i n ­j u s t a m e n t e p e r s e g u i d a s o n l a c a u s a d e t u r e s i s t e n c i a , d e s d e a h o r a r e n u n c i o á t í . T o ­d a m i v i d a H o r a r i a e l h a b e r s i d o e s t o r v o á l a f e l i c i d a d d e d o s p u e b l o s , p r i v á n d o ­l o s d e l m a s p r e c i o s o r e g a l o d e D i o s , q u e e s u n b u e n R e y : e s t a i d e a e n p o n z o ñ a r i a t o d o s m i s d i a s y q u i z a s b a s t a r i a á a l t e ­r a r e l t i e r n o a m o r q u e m e h a s i n s p i r a d o . H a r t o t e h e d i c h o , N u m a , c o n o z c o m i s d e b e r e s y l o s t u y o s ; s i r e h u s a s s e r ú t i l á l o s h o m b r e s , y o m e c a s t i g a r é c o m o c a u ­s a d e t u e r r o r .

E s t a s f u e r o n l a s r a z o n e s d e A n a i s : Z o r o a s t r e s y L e o n t e s e u n i e r o n c o n e l l a , y s o l o C a m i l a s e m a n t u v o d e p a r t e d e N u m a . M e c i ó y l o s d o s R o m a n o s s e a r ­r o j a r o n á s u s p i e s , a l e g a n d o y r e p i t i e n d o t o d o l o q u e j u z g a b a n q u e p o d r í a p e r s u a ­d i r s u e n t e n d i m i e n t o ó c o n m o v e r s u c o ­r a z ó n s e n s i b l e : t o d o f u é e n v a n o .

C o m o u n a p e ñ a q u e p u e s t a á l a o r i ­l l a d e l m a r r e s i s t e s i n d a ñ o e l f u r o r d e l a s o l a s , a s í N u m a s e m a n t i e n e i m p e r t u r ­b a b l e . O p o n e c o n d u l z u r a s u c o n s t a n t e r e s o l u c i ó n á t o d a s l a s r a z o n e s c o n q u e l e q u i e r e n v e n c e r , y finalmente a b r a z a n d o e s t r e c h a m e n t e á M e c i ó l e d i c e ; ó p a d r e m i ó ! n o m e h a b l e s m a s , s i e s c i e r t o q u e

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s8o NUMA POMPILIO. rae a m a s , d e u n t r o n o q u e t e m o m a s q u e e l s e p u l c r o . E n e s t e v a l l e q u i e r o a c a ­b a r m i v i d a ; e n e s t a c a b a n a v i v i r é . N a ­c í l i b r e , y c o n e l d e r e c h o n a t u r a l y c o ­m ú n á t o d o s l o s h o m b r e s d e e s c o g e r u n a s i l o , e n q u e p a s a r l a v i d a c o n d u l z u r a y t r a n q u i l i d a d . N o c r e o q u e m i r e s o l u c i ó n o f e n d a á l o s I n m o r t a l e s ; m a s c u a n d o a s í f u e s e , s i e m p r e p r e f i r i e r a e m p l e a r l o r e s ­t a n t e d e rnis d i a s e n a l c a n z a r m i p e r d ó n , á l a d e s g r a c i a d e c e ñ i r m e u n a d i a d e m a q u e t e m o y a b o r r e z c o . J u z g a a h o r a , v e ­n e r a b l e M e c i ó , s i t u s i n s t a n c i a s p o d r á n r e n d i r m e ; m e a f l i g e n , y a s í t e r u e g o q u e c e s e s e n e l l a s . V e n á d e s c a n s a r e n m i c a ­b a n a , n o a l l a d o d e t u R e y , s i n o d e t u A m i g o , y m a ñ a n a v o l v e r á s á d e c i r á l o s R o m a n o s , q u e s i a m a n á N u m a t o d a v í a , l o h a g a n v e r d e j á n d o l e e n l a p a c i f i c a o b s ­c u r i d a d q u e p o s e e .

D i c i e n d o e s t a s p a l a b r a s , s a l e d e l a c a ­b a n a d e Z o r o a s t r e s ; A n a i s l e l l a m ó p e r o e n v a n o ; e s t a f u é la p r i m e r a v e z q u e N u ­m a n o r e s p o n d i ó á s u v o z ; l o s E m b a j a ­d o r e s a f l i g i d o s y d e s c o n s o l a d o s l e a c o m ­p a ñ a r o n e n s u n u e v a c a b a n a ; C a m i l a , d e s ­p u é s d e h a b e r d e f e n d i d o p o r m u c h o r a t o l a r e s o l u c i ó n d e N u m a , q u e A n a i s c o n d e ­n a b a , f u é c o n s u q u e r i d o L e o n t e á e n t r e ­g a r s e a l s u e ñ o . Z o r o a s t r e s y s u h i j a q u e ­d a r o n s o l o s y p e n s a r o n e n l a e j e c u c i ó n d e u n i m p o r t a n t e p r o y e c t o .

Fin del libro décimo.

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NUMA

L I B R O X I .

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SEGUNDO REY DE КОМА,

L I B R O U N D É C I M O .

ARGUMENTO.

LA sombra de Tacio se aparece á Nu­

ma Fuga de Anais y su Padre.— Desesperación de Numa. — Obedece fi­

nalmente los decretos celestiales y se resuelve á reynar. — Leonte determina buscar á su Padre y Hermana. — Lle­

ga Numa á Roma; júbilo y alegría de su Pueblo : primera acción de Numa. — Va al bosque de Egeria; conversacio­

nes con esta Ninfa sobre la elección de Ministros y Consejeros, la guerra, ta política, el orden social, las leyes, y la religión.— Gobierno de Numa.

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LIBRO X I . a83

ETIRADO Numa á su cabana , procuró en vano conciliar el sueño; todo cuanto Anais le habia dicho se agolpaba en su imaginación: me ha amenazado, se de ­c í a , con abandonarme , si por ella olvido lo que debo á mi Pa t r ia , y me resisto á cumplir la voluntad de los Dioses. ¿Quien mas desgraciado que y o , pues al mismo t iempo falto á los inmortales y á mi Anais? Mas si admito el c e t r o , ¿como p o ­dré en los primeros dias de mi rey na do efectuar mi casamiento con una Maga? ¿Cuando mi proyecto es el de reynar por la religión, comenzaré á fomentar su cul­to colocando sobre el t rono y á mi lado una enemiga de los Dioses? Todo el p u e ­blo la miraría con h o r r o r , y á pesar de sus v i r tudes , sería Anais el blanco del odio público. No debo esponerla al riesgo de semejantes males , y mucho menos puedo sacrificar mi puro amor á la vana esperanza de gobernar bien á los Roma­nos. Hasta ahora he vivido pronto á sa­crificarme por el bien de los otros ,• ya es tiempo de vivir para mí propio.

En medio de estas reflexiones, de im­proviso le asaltaban el pesar de afligirá su pueblo y el temor de irr i tar á los Dioses, y destruían todas sus resoluciones. Comba­tido de afectos encontrados, su amor le arrastra á un part ido cuando su piedad compasiva le llama á otro opues to , dejan-

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a84 NUMA POMPILIO. dolé indeciso sobre lo que debe resolver. Asi el árbol ya cortado en torno de sus raices por la segur y pronto á ceder al mas leve esfuerzo, se bambolea á todas partes y amenaza igualmente con su caí­da todos los puntos de su circunferencia.

Ya comenzaba la aurora á abrir las puertas del Or iente , cuando N u m a , fati­gado de aquella interior bata l la , se en­trega al sueño. Mas no bien este se apo­deró de sus entorpecidos pá rpados , cuan­do se le aparece la sombra de un a n ­ciano cubierto de sangrientas y rasgadas vestiduras. Sobrecogido de t e r ro r , siente Numa erizársele los cabellos ,• pero luego que reconoce ser Tacio , se desvanece su espanto. O mi padre y mi Rey ! le dice: ¿que causa te mueve á abandonar los El í ­seos Campos? Por que traes estas ropas sangrientas que me recuerdan con dolor el delito de Rómulo? que me mandas? Hab la , sombra temible y a m a d a , Numa jura obedecerte.

Camina pues á Roma , le responde el e s ­pectro con voz severa ; los Dioses te man­dan r e y n a r , hé dejado mi lóbrega man­sión para anunciar te sus decretos. T o d a ­vía no habita mi alma en los Campos Elíseos: M i n o s , antes de recompensarme del poco bien que h ice , me castiga del mal que dejé hacer. Permaneceré entre las tartáreas sombras , hasta el ins­tante en que el pueblo Fiomano sea el

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LIBRO X I . а85 mas feliz de todos los del Orbe. Tú solo, ó Numa , puedes ser mi l ibertador.

Dice y desaparece. 'Numa estiende los brazos para detenerle, pero solo abraza una vana imagen, cjue a! punto se ^des­

vanece entre las tinieblas de la noche. Despierta Numa cubierto de un sudor

frió; se arrodi l la , adora á los Dioses, y les hace libaciones de vino. Apenas sa­

le el Sol , corre apresurado á buscar á Anais para disipar con su vista el sobre­

salto que le acongoja. Pero en vano la busca y la llama re ­

petidas veces; Anais no responde. Cui­

dadoso y asustado de acpiel es l raordina­

rio silencio, entra en el ret iro de Zoroas­

tres y halla su lecho y el de Anais va­

cíos : sobre la rústica mesa advierte unas tabli l las; las t oma , y lee estas palabras.

A N A I S A N U M A .

Me voy ; no volverás á verme. En tanto que hubiera estado á tu lado , ti habrías rehusado el trono que Dios te destina para la felicidad de dos Pueblos, sacrificio que yo no debo admitir, ó su­

biendo al trono hubieras querido partirle, conmigo y entonces seria Anais un. objeto de horror para tus vasallos. Huyo lejos de ti, por tu interés r gloria ; huyo de Numa en el. día mismo mis lágrimas bañan estos caracteres. A Dios Numa.; ve

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285 NUMA POMPILIO. á reynar; sé feliz , si te es posible, pero no olvides á Anais. Piensa que en mi asilo ignorado , continuamente me ocuparé, en tus memorias; espero oir bendecir tu nombre, y entonces me aplaudiré de ha­ber sabido comprar , á costa de mi des­ventura , la gloria que disfrutarás , la feli­cidad de tu Pueblo, y la certidumbre de vivir siempre en tu corazón.

Dos veces leyó Numa esle escrito sin poder der ramar una l ágr ima: la sorpresa y el dolor le oprimen. Ni l lo ra , n i se queja,: considera aquellas tablillas con ojos enjutos y turbados . Así el ave que al volver t rayendo á sus hijuelos el cebo, halla su nido robado , queda inmóvil s o ­b re la r a m a , deja caer el alimento que tiene en el p i c o , y mira con ahinco el sitio en que estaba su dulce compañia .

Dos fuentes de lágrimas alivian final­mente la opresión de Numa -• los sol lo­zos y las quejas salen de su pecho en amargo tropel. Anais , Anais 1 esclama con voz lamentable : Anais me a b a n d o n a ! ¿ Piensas que podré sobrevivir á este gol­pe ? Discurres que no seguiré tus pasos , registrando hasta el ángulo mas remoto de la tierra para encontrar á mi Anais? ¡ Y has podido abandonarme en el dia de nuestro himeneo ! ¡ Has pasado jun to á la cabana adornada y pronta á recibirte, y no has detenido las p lan tas ; has podi -

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LIBRO X I . » 8 7 d o ! . . . . ó desesperación! Cruel abandono! Renuncio para siempre la sabidur ía , la glo­ria y la v i r t u d , pues que no las estima Anais . Aborrezco mi v ida , pues que no puedo vivir por ella : ¡ voy á ser un i n ­sensato , pues Anais se lleva mi razón!

D i c e , y arrojándose en t ierra se r e ­vuelca entre el polvo. A sus gritos y lamentos acuden Camila y Leonte . Uno y otro estaban muy ágenos de la fuga de Zoroastres y de su hija. Huyó de n o ­sotros para s iempre, les grita Numa lue­go que los v e : no volveremos á verla. Quiere Camila preguntar le , pero él r e ­pite : Huyó para siempre. Leonte recoge las tablillas , lee la despedida, y al ot ro lado conoce otra de Zoroastres para él y Camila. « N o hubieras a c e r t a d o , le decía, « á resolverte entre tu Padre y tu Amigo; « mi ternura ha querido escusarte tan « doloroso combate. He debido apa r -« tarrne de t í , hijo a m a d o ; pero nunca « hubiera tenido valor de hacer lo , á no « estar cierto de qué volveré á verte « antes de mucho tiempo. «

N u m a , que oye estas últimas pa la ­bras , coge precipitadamente las tablillas, lee y vuelve á leerlas, y su sentido cal­ma la desesperación d e su pecho. Leon­te llora con é l , Camila los consuela, y el anciano Meció, que llegó á la sa­zón , estrecha contra su pecho á los dos Héroes , ofreciéndoles abandonar todo o t ro

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388 NÜMA PoMPILrO. cuidado para ir en seguimiento de Zoroes-tres.

Al instante mismo quiere Numa mar ­char. Ya no se acuerda del Imperio , so ­lo piensa en volver á ver á Ana i s , y a l ­canzarla antes que se alargue de ellos. Mas apenas dio los primeros pasos, cuan­do cae á sus pies un rayo espantoso , y al mismo tiempo se oye una voz, seme­jante á un trueno , que d i ce : Numa, acuér­date de Tacio.

Numa se detiene con e s p a n t o ; se aver­güenza de haber cjuerido posponer su obligación y el bien de su Nación al amor que le domina ; se postra en el suelo y se mantiene un ra to de este m o d o , p i ­diendo perdón á los Dioses y á Tacio. Después se levanta , y con semblante mas tranquilo dice á los Embajadores : Vues ­t ro Rey s o y , conducidme á rni Pueblo .

No se a t r e v e n , al oirle Meció y sus dos compañeros , á manifestar su alegría; conocen muy bien lo que le cuesta el sacrificio de un afecto que le es mil veces mas grato que la vida. Ocultando su g o ­zo y satisfacción, se praparan á llevar á Roma al que se espera en ella como á un Dios . Protector .

Leonte aprobando la resolución de su a m i g o , siente no poderle acompañar ; h a determinado seguir los pasos de su P a ­dre y hallar á Ana is ; Camila se dispone á acompañarle. Leonte se despide de su

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LIBRO X I . ago, amigo con mil ab razos , y le jura volver á Roma para no apartarse nunca de su lado , luego que haya empleado tres m e ­ses en buscar á Zoroastres. Numa que en un mismo dia se ve abandonado de su amigo y pierde á su a m a n t e , se enca­mina tristemente á R o m a , para ocupar un trono que no le consolará de lo que ha perdido.

Ya pasa los Apeninos en compañía de Meció y los Embajadores , halla un carro que le tenían prevenido en las fron­te ras ; atraviesa con rapidez el terri torio de Roma y descubre sus fuertes m u r a ­l las : estaban coronadas del Pueblo todo , que cada dia venia á esperar la llegada de su Rey.

Apenas divisan el carro , cuando pue ­blan el ayre con mil gritos penetrantes: Mirad le , decian, m i r a d l e ; ya viene nues­tro H é r o e , nuestro P a d r e , el favorecido de los Dioses y la salud de R o m a ! M u -geres , n iños , ancianos y soldados todos se precipitan con alborozo á las puer tas , salen al campo, y corren al encuentro de Numa. Unos llevan en las manos ramos de flores , otros ramos de o l ivo ; se las presentan desde lejos, y cubren con ellas el camino por donde ha de p a s a r ; todos se apiñan en torno del carro y detienen su curso. El júbilo es igual en los Romanos y Sabinos, su impaciencia es la misma, y las dos naciones tienen un solo corazón.

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2 g o NUMA POMPIÍIO. Bajó Numa de su carro para mez­

clarse entre ellos. Entonces si que todas las bocas le llenan de bendiciones. ¡ F e ­liz el que puede estampar los labios en sus manos ó vestidos! Llora N u m a , y estiende ac ia ellos sus brazos ; no halla voces para responder á sus vo tos ; pero su silencio , su semblante y lágrimas p r o ­meten á su Pueblo todo lo que le pide. Continuamente detenido por el gozo y nuevas aclamaciones, se adelanta Numa lentamente : de este modo , rodeado y confundido entre sus vasallos entra el virtuoso Rey en su Capital , con gloria mas verdadera que la de un vencedor cir-cundado de esclavos y sobre el soberbio carro triunfal , desde el cual insulta á la compasión y humanidad .

• Llega á la plaza y le visten las insig­nias rea les ; después se dirige al Capi to­lio en donde quiere rendir gracias á los Dioses. T a las nubes de incienso embal­saman el a y r e , ya corre en arroyos la sangre de ¡as víctimas, y sus entrañas anuncian á los Augurios los mas felices presagios.

Numa pone su cetro y corona sobre el altar de Júp i t e r , y puesto de rodillas le dirige en alta voz estas pa labras : O Saturnio 1 Si entre esta mult i tud de Ro­manos y Sabinos , que jun tamente com-migo te ofrecen sus vo tos , hay alguno mas inflamado que yo del deseo de h a -

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LIBRO X I . 20,1 cer feliz la gente R o m a n a , dámele á co­nocer y al instante ciño su frente con es­ta sagrada diadema. M a s , si es tu vo­luntad que yo sea su poseedor , oye la súplica que te h a g o : el primer dia que violare la just icia, que no escuchare las quejas del pobre ó que desprecie al des­valido , te pido que un rayo despedido de tu poderosa diestra me precipite del t rono cjue voy á o c u p a r ; solo con esta condición lo admito : O Padre de los Dio­ses y h o m b r e s ; mas eslimaré esta g r a ­cia que una victoria sobre mis enemigos.

D i c e , y el pueblo le responde con nuevos vivas y aclamaciones; se da fin al sacrificio entre los arrebatos del público contento . Sale Numa del Templo , y d o ­ce buytres volando á su derecha le acom­pañan hasta el Palacio.

El nuevo Rey hace abr i r el tesoro de R ó m u l o ; la mitad reparte al Pueblo y reserva la otra mitad para los habitan­tes del campo. Reforma y destruye para siempre el temido cuerpo de los Céleres: no quiero ni he menester mas guardias que el respeto y amor que mis vasallos me t e n d r á n : mi dignidad me asegura aquel y mis virtudes deben grangearme este. Los Céleres me son inútiles ; vuel­van á ser Ciudadanos. Dos de ellos han asesinado á Tacio á vosotros los en t re ­go , Sabinos. ¡Ojalá sea esta la única sangre culpada que la espada de la justicia

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ac)S« NUMA POMPILIO . derrame durante el tiempo de mi r e y n a -d o ! Ojalá que sean todos mis vasallos tan vir tuosos, que me eseusen el ejercicio de la mas penosa de mis obligaciones!

Después de haber cumplido así en los primeros instantes de su reynado con las dos grandes obligaciones de los Sobera­n o s , aliviar al pobre y castigar al culpa­do , Numa se encerró por algunos dias se­guidos en su Palacio, para hacerse en te ­rar y dar cuenta exacta de sus fuerzas, r iquezas , y sobre todo de los tr ibutos que se podrían suprimir. Medita largo tiempo sobre las mudanzas que juzga ne­cesarias; pero a n t e s de emprender cosa a lguna , resuelve ir al bosque de Egeria á implorar e! auxilio de Minerva , y á l lorar á su querida Anais sin testigos y con entera l ibertad.

Sale de Roma , deja su comitiva , y solo se interna en la selva sagrada . En breve llega al banco de céspedes sobre el cual vio por la primera vez á la H i ­ja de Rómulo dormida. Apenas reconoce el sitio que ocupó la Amazona , cuando le acomete un temblor universal,- el c o ­razón se le quiere salir del pecho con violentos la t idos , y siente que le van á faltar las fuerzas. Dase priesa á huir de aquel si t io, y no obstante se aparta de él con sentimiento. Tan cierto es que el pr imer amor deja en el corazón un frie­g o incstinguible.

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LIBRO X I . 2o3 Ya lejos del asiento fatal , se sienta

al pie de un árbol para recobrarse de la alteración que ha padecido. Allí reco­gido en sí mismo, y entregado á aquella dulce melancolía que hace llorar sin pa­decer , t rae á la memoria sus primeros años ; recuerdo , á veces doloroso , pero siempre grato á un corazón sensible. N u ­ma repasa en su imaginación su pr imer viaje á R o m a , el sueño que tuvo en la fuente de P a n ; la Ninfa Egeria que le enseñó las máximas de la sabiduría ; su amor á Hersi l ia , primera causa de sus p e n a s , y el que le inspiró A n a i s , cuyo nombre basta á tranquil izarle. Anais que ha p e r d i d o , pero cuya imagen le acom­paña á todas p a r t e s , defiende su corazón contra los riesgos que de nuevo le p o ­dr ían amenaza r , y deja en su alma una dulce memoria mezclada de alguna incier­ta esperanza , que sirviéndole de alivio en sus p e n a s , le anima y escita á pract icar la v i r tud .

Mas tranquilo N u m a , se levanta y quiere tomar la senda que va al templo de Minerva ; pero pierde el c a m i n o , y metiéndose en lo mas espeso del bosque, llega á una fuente de agua cristalina que salia al pie de un montecíllo rodeado de altos y frondosos álamos. Estaba aquel sitio tan oculto y apa r t ado , que parecia no haber sido pisado nunca de humanas p l a n t a s , ni sus yerbas y tiernas r a m a s

22

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»e/t NUMA POMPII.IO. pastadas por la boca de los hambrientos ganados. Todo el monlecillo estaba r o ­deado de árboles apiñados unos contra otros que le harían impenetrable ; una multi tud de rosales y otros arbustos for­maban en torno de los árboles un valla­do natural y vistoso. Aquel asilo silen­cioso y tranquilo parecía propia morada de alguna deidad. Tal debía ser el sitio del monte de Gargaphia , en donde el teme­rar io Acteon sorprendió á la hija de L a t o n a : ó mas b i e n , tal seria el asilo adonde T'hcbe bajaba desde el Cielo á visitar á su d o r m i d o - y bello Endimíon.

Numá admira aquel hermoso sitio y se promete volver á él muy á menudo . Llega á la fuente , y se boja para coger agua con la m a n o ; pero en el mismo instante en que la lleva á la b o c a , oye una voz que le. dice indignada : Como te a t reves , mortal o s a d o , á tomar agua de esta fuente sagrada ! Quien te dio licencia para tan to? N u m a , turbado y lleno de r e spe to , deja caer el a g u a , y responde con t imidez: O Ninfa ! Perdona mi igno­rancia ; no sabia que esta fuente te es­tuviese consagrada ; verdad es que debí pensarlo al ver la cristalina belleza de sus aguas.

Puedes ya beber en ella, cuanto quie­r a s , le responde la voz con dulzura. Nu­ma , ha mucho tiempo que te amo y que te espero cu este s i t io ; acuérdate de la

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LIBRO X I . 2^5 Ninfa Egeria cuyos consejos te prometió Ceres; este es mi asilo sagrado. Aquí me oirás pero sin v e r m e ; guárda te de inten­tar romper el velo que oponen á tu c u ­riosidad estos naturales vallados. Esta es la voluntad de Ceres. Vendrás á esta fuen­te siempre que necesites de hablar c o n ­migo ; ven á comunicarme tus leyes an­tes de establecerlas ; también me comuni ­carás tus p royec tos , tus temores y esperan­zas ; yo te daré, mis consejos sin que p r e ­tenda que tú los sigas. Contenta con aconse­j a r t e , nunca te mandaré . T ú me consul­tarás como á Diosa ; yo te hablaré romo Amiga. A Dios Numa ; dentro de tres dias te agua rdo .

Calló la v o z , y Numa inmóvil escu­cha todavía. Penetrado de grat i tud y ale­gr ía , se arrodilla dando gracias á Egeria, y adora la benéfica Ceres su protectora; da á la Ninfa las mas afectuosas gracias, y ya se atreve á p regun ta r l a , pero la voz no responde. En vano presta a tento el oido N u m a , solo oye en el bosque el manso ruido de las ojas agitadas por el Zéfiro ; mira y observa al rededor de sí, y solo advierte árboles y ma tas . Dema­siado religioso para pensar en penetrar el prohibido recinto , se ret ira á su pesar de la fuente. Seguro de que los Dioses le ayudarán en el gobierno de su Imper io , vuelve á Roma lleno de esperanzas y for­taleza.

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i<)6 NUMA POMPIMO. Desde aquel instante junta los pr inci­

pales puntos de la legislación que quiere sujetar al examen y censura de la Ninfa, lista larga y penosa tarea le distrae de los pesares que le ocasiona el amor . Al ­gunas veces se entrega á la dulce espe­ranza de que ¡os inmortales le volverán á su idolatrada Anais en pago de sus afanes; y esta idea le ¡lena de un nuevo a rdor para dedicarse enteramente á la fe­licidad de sus .vasallos.

Llegó el tercer dia señalado po r la Ninfa , y Numa acude presuroso á la fuen­te ; invoca á Egeria , y oye su voz que le d i c e : ¿Estás contento de ti mismo, Numa ? Has hecho ya muchos dichosos? O Ninfa ! replica el R e y , á todos parece esto muy fácil, pero luego que me he visto sobre el t r o n o , he hallado que so­lo es fácil el e r r a r , y hacer los mayores males á pesar de la mejor voluntad. He hallado la cuenta que me han dado de la administración del Imperio muy diversa de lo que yo creia. Cuando he hablado de corregir varios abusos , me han dicho que eran necesarios, y que de su supre­sión resultarían males mucho mayores. Por otra p a r t e , aquellos mismos que podr ían ayudarme á hacer el b ien , tienen interés en que el mal subsista. La verdad huye lejos de m í ; estoy rodeado de engañosos l isonjeros; la justa desconfianza que me han insp i rado , me obliga á hacerlo todo

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LIBRO X I . 3g-por mí mismo , y hará muy tardía y pe-, nosa la ej eeucion de los mejores proyec­tos. Quizas también el peso será dema­siado grande para mi flaqueza , y as í , la única ventaja que vendré á tener sobre un mal Rey , será la de sentir y l lorar los males que no podré remediar .

O N u m a , responde la Ninfa; cuantos errores en esas pocas razones que acabas de decir! Veo en tí un re t ra to de a q u e ­llos hombres inclinados al bien y ansio­sos por ejecutarle , pero q u e , á los p r ime­ros obstáculos que encuentran , se desa­niman y abandonan la empresa. ¿En don­de estaría la gloría de los grandes R e ­yes si fuese tan fácil gobernar b ien? No hay duda que .querrán e n g a ñ a r t e , que por todas partes te a rmarán lazos y ase­chanzas. La adulación , la vanagloria , la vil astucia y la torpe sensualidad habi tan al rededor del t r o n o ; ocultas bajo una máscara engañosa y con los ojos incesan­temente fijos sobre el corazón del Rey, aguardan , para apoderarse de é l , el pr i ­m e r momento de debilidad. El ínteres las hace estar continuamente despiertas , y el Rey es vencido si duerme un solo instante. Pero estos peligrosos' enemigos dejan de ser temibles luego que son conocidos; sea pues tu primer es tud io , tu principal ocupación el ar te de reconocerlos. Aquellos que cont inua­mente te seguirán , aquellos que todo lo ha­llarán fácil, que lisungeaián tus gustos y que

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2{)8 NUMA POMPILIO. siempre serán de tu mismo d ic tamen , es­tos, Numa , estos son tus mortales enemigos. Arró ja los , no de tu Corte , pues queda­rías so lo ; pero sí de tu corazón y de tu consejo: desprecíalos y no temas dárselo á conocer ; quizas de. este modo consegui­rás espantar la generación siempre r e n a ­ciente de los que quisieran imitarlos.

Mas te encargo que por ningún caso estiendas este desprecio á todos los hom­b r e s ; esta desconfianza , esta mala op i ­nión de la humanidad en t o t a l , seria igualmente injusta y dañosa , porque p r o ­duciría en tí una peligrosa indiferencia s o ­b re la elección de los que destinases á ocupar los empleos: de esto nacerian in­mensos males. Aunque R e y , no eres mas que un h o m b r e , y el amor de las virtudes, que inflama tu pecho , puede también a b r i ­garse en los pechos de otros semejantes tuyos. Estima pues á los hombres ; estima también á algunos áulicos , porque los hay que practican la virtud y aman el estado y su Señor con sincero afecto. Estos n u n ­ca lo d icen , ni de ello se a l a b a n ; pero la voz pública lo dice por ellos. No for­man intrigas para obtener los puestos y h o n o r e s , pero la Nación se los dá. No temas ser del mismo dictamen que tu pue­blo , ni te avergüenzes de ir á buscar á los que no te se presentan ; en hacerlo , nada perderás del decoro de tu d ign idad ; los ensalzas sin aba t i r te , y por medio de una

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LIBRO X I . apq sola palabra ó de una muestra de afecto, que nada cuesta á un corazón sensible, aumentarás sus talentos y vir tudes , y aun mas el amor que te profesen. ¡ O y cuan gran mérito es en un Monarca olvidar el orgullo de su escelsa dignidad con aque ­llos que son su mas firme apoyo ! Sea en­horabuena terrible con los malvados y se­vero con los adu ladores , pero que los buenos hallen en él un amigo , ,y parezca que con su afabilidad les d ice : gusto de t ra tar como á mis iguales á todos aque ­llos cuyo corazón es parecido al mió. Mi mayor complacencia , respondió Numa , se­rá siempre honrar tales h o m b r e s , y mi pr imer cuydado será buscarlos. ¿ Pero aun ayudado de ellos podré hacer el bien has­ta pasado mijcho tiempo ? Mi pueblo es­tá acostumbrado á buscar su subsistencia con los robos y desórdenes que la guerra ocasiona y pe rmi t e ; hoy dia se contem­pla desgraciado con la ociosidad en que se hal la , y esta le hace cabiloso, turbu­lento y feroz. Este mismo pueblo se com­pone de dos naciones rivales entre sí y á menudo opues tas , y solo podria r e u n i r -las por medio de leyes sabias y a d a p t a ­das á su verdadero interés. Esta grande obra pide largas meditaciones : la paz y el descanso me son necesarios , y por t o ­das partes veo que la guerra me amenaza. La altiva Hersilia junta contra mí la I ta­lia en te ra , y no tardará en venir á p o -

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Зоо NUMA POMPILIO. пег el sitio á Roma. Los pueblos recién conquistados t ra tan de sacudir el yugo ; la peste ha dejado el Reyno sin población, y mis vasallos vejados en tiempo de R ó ­

mulo no pueden hoy dia pagar los t r ibu­

tos. La guerra acabará de a r ru ina rme , y para evitar esta guerra y desunir á mis enemigos , se necesita de un ar te que no conozco. Este a r t e , que l laman política, es superior á mis luces y repugna á mi corazón. Que debo hacer? ¿Como podré remediar los males presentes y evitar los futuros ?

N u m a , le responde Eger ia , es una ver­

dad constante y c ier ta , que, nunca deben los Pveyes sobre todo perder de vista que la virtud , el valor y el juicio superan los mayores obstáculos. Tú. posees estas tres p r e n d a s , solo necesitas ponerlas en uso. Pensemos ahora al riesgo mas inme­

dia to . Antes de t odo necesitas de la paz ; p a ­

ra conseguirla , prepárate prontamente pa­

ra la g u e r r a ; este es un precepto tan an­

tiguo como el Mundo . Rómulo debe h a ­

ber te dejado un ejército aguerr ido y e s ­

celentes Generales ; manifiéstales la mayor consideración, y prodiga entre ellos los honores merecidos al pr imer estado de la sociedad, que es el defensor de la n a ­

ción. Cuanto mas aborrezcas la guerra, t an ­

to mas debes amar á los soldados; glo­

ríate del nombre de compañero suyo y

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LIBRO X I . 3o i repárteles á menudo títulos y distinciones, p e r o nunca d ine ro : los honores los ha ­rán mas valientes , pero las riquezas los enervar ían . Acuérdate de aquel ejército de Capúa que Leonte destruyó con tanta fa­cil idad; el lujo solo fué causa de su per ­dición. Si quieres que esta peste no e n ­tre en tus hues tes , has de empezar por desterrarla de tu palacio. El ejemplo del Rey fué siempre mas poderoso que las le­yes y órdenes mas te rminantes ; y el me­jor modo de enseñar es obrando lo mis ­mo que se m a n d a ; sé frugal en tus c o ­midas y decente en tus vest idos: despre­cia publicamente la molicie y la vida afe­minada , y verás que toda la juventud Ro­mana afectará dentro de poco las v i r t u ­des de su Rey .

Mas no bastarían estas sin una exacta disciplina : cuida con zelo y rigor que el Cen tur ión , por noble ó rico que sea , obe­dezca al t r ibuno como el último soldado, y el t r ibuno deberá estar igualmente su­miso á su General : procura también e n ­señar á tus Legiones , que todo hombre que ciñe espada debe respetar al que no la t i ene ; que el guerrero debe ser u n León para los enemigos y un cordero p a ­r a los c iudadanos ; porque este y aquel son dos h e r m a n o s , d é l o s cuales, el uno a t iende á la custodia y defensa de la ca­sa paterna , en tanto que el o t ro se em­plea en los cuidados domést icos , y p i e -

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3 o a Nuil A POMPILIO. para su alimento jun tamente con el de su defensor.

Sobre este pie debes poner tu ejérci­t o ; entonces si le confías á un General de acreditada esperiencia, si tus murallas están en buen estado y tus arsenales bien provis tos , obtendrás la paz siempre que ia quieras. Podrás ademas de esto conser­varla sin tener que recurr i r á la política, vergonzoso recurso del débil , ó infame pretesto de los perversos. No siempre es cierto engañar á los hombres con pa l a ­b r a s , pero las obras detienen aun á los mas osados. Si un Rey es j u s t o , lea l , i n ­capaz de insultar y siempre pronto á r e ­chazar los insultos, no debe temer las asechanzas de sus vecinos por mas pérf i ­dos que sean.

S é , p u e s , justo siempre para con tus aliados y confinantes; siempre pronto á repr imir sus injusticias, y lejos de tu r ­ba r tu sosiego buscarán ansiosos tu al ian­za. Roma será temida y respetada ; e n t o n ­ces aprovechando del ocio de una paz g lo ­riosa , podrás dedicarte con ánimo t r a n ­quilo á dar leyes á tu pueb lo . Antes de establecerlas, conviene que te formes un cuadro del orden social ; verás con c u a n ­ta facilidad se ofrecen á tu idea las m e ­jores leyes, y tus vasallos que verán en ellas su propio interés unido ínt imamente al t u y o , las admitirán y cumplirán gus ­tosos.

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L I I I R O X I . 3o3

Ten presente que los hombres se un ie ­ron en sociedad para lograr los ausílios precisos á su seguridad, y proveer á las necesidades y consuelos de la vida. De este principio debes deducir todos los puntos de tu legislación.

La subsistencia fácil y segura de cada individuo debe ser el primer efecto de tus leyes: este bien l e d a la agricultura. Pa­ra lograr le , mirarás la clase de los ¡abra-dores como la mas ú t i l , los h o n r a r á s , y asegurando sus propiedades fomentarás sus casamientos,- de este modo volverás á la profesión que alimenta á los hombres t o ­da la dignidad y decoro que debe tener.

No puede la agricultura florecer sin las otras a r t e s ; esta las hace nacer y las pre­m i a ; protégelas y procura llamarlas á tu Imperio ; verás que las artes facilitarán las tareas del c ampo , ocupando y m a n ­teniendo mayor número de ciudadanos.

Cuando los campos produzcan lo que pueden ofrecer en premio de la cultura, hab rá individuos ricos de una parte su ­perfina de producciones que faltarán á otra t ierra . De aquí nacerá el comercio que tu debes favorecer concediéndole la mayor libertad ; pero ten presente que el comer­cio que hace florecer las artes , no puede aumenta r sino en proporción de ios p ro ­gresos de la Agricultura.

Luego que estén establecidas estas tres bases de la prosperidad de los estados,

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3o4 NUMA POMPILIO. la Agr icu l tu ra , las Artes y el Comercio , te ocuparás en las demás l eyes , á las cuales deben estar igualmente sujetas t o ­das las-clases de Ciudadanos. Deben ser poeas y c laras , para que todos tus vasa ­llos puedan compreender las , y las forma­rás con arreglo al amor de la human idad , que es la pr imera y mas sagrada ley.

Guiado por esta regla infalible, pon­drás el débil á cubierto de la violencia del hombre poderoso ; le darás amparo mientras v i v a , y vengadores después de su muerte . Arreglarás los derechos r e s ­pectivos de los Esposos , les mandarás la u n i ó n , la fidelidad y mutua condes­cendenc ia , y solo en casos muy r a r o s y precisos permitirás el divorcio. Darás un poder sin límites á los Padres sobre sus hijos : no temas que abusen de él. M u ­chos son los hijos ingratos y pocos ó n in ­gunos los Padres malos. Concederás á los Patricios la gloriosa prerogativa de p r o ­t e g e r , defender y enriquecer á los P l ebe ­yos. Castiga con r igor la mentira y la ingra t i tud , atemoriza á los vicios y a n i ­ma á la v i r tud. Finalmente debes a s e g u ­r a r á todo ciudadano el honor y la quie­tud ; al rico sus bienes , al pobre los r e ­cursos necesarios y al huérfano la defensa que le es debida .

O Ninfa! interrumpió N u m a : nada me dices de la Religión á quien debo t an to . Ceres se ha dignado proteger mi niñez,

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LIBRO X I . 3o5 Ceres me promet ió las lecciones de Ege-r i a , juzga si podré nunca honrar la d e ­bidamente . A d e m a s , solo con la religión podré suavizar las costumbres feroces de mi pueblo . La piedad enternece las a l ­mas , y para enseñar á los hombres á que se amen m u t u a m e n t e , es preciso ense­ñarles antes á amar á los Dioses. Quisiera crear nuevos Pontífices y dar mas solem­nidad á los sacrificios : quisiera establecer fiestas, cuya pompa augusta llamarla los hombres á la religión , los uniria mas en­tre sí , y baria en los templos hermanos, á los mismos que fuera de ellos solo son conciudadanos.

He formado también un proyec to , mas temo declarár te lo; pero puesto que lees en mi a l m a , espero que perdonarás la causa tan pura que me anima , y el t ier­no y doloroso afecto que me inspira es­te designio.

Egeria ; estoy penetrado de un santo respeto á los dioses; mas quisiera mor i r que abandonar su culto ú ofenderlos un solo instante. Pero he conocido una mu-ger la mas perfecta, la mas amable y vir­tuosa de las mor ta les , y no adora mis Dioses. Esta que he perd ido , que lloro día y n o c h e , y en cuya ausencia no me es posible disfrutar ni quietud ni bien al­g u n o , esta se llama Ana i s ; A n a i s , dulce nombre que al pronunciarle me hace der­ramar lágrimas de ternura y de dolor,

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3oG NUMA POMPILIO. Anais es de la religión de los Magos; adora un solo Dios y venera como su emblema al sol y al fuego. Apolo y Vu l -cano son también Deidades nues t ras , am­bas participan del culto que t r ibuto á los Inmor ta les ; pienso pues levantar un tem­plo á cada uno. Quiero t amb ién , y este será un t r ibuto de respeto y amor que ofreceré á mi Ana i s , crear cuatro sacer­dotisas cuyas funciones serán mantener el fuego sagrado sobre un altar consagrado á Vesta. Este fuego siempre renaciente, pu ­ro é inmortal será para mi pueblo el emble­ma de la Na tu ra l eza ; para m í , lo será de mi amor . Las cuatro Vestales serán vírgenes; para ser admitidas habrán de p roba r q u e su vida y costumbres son puras é in tac ­tas como lo eran las de Anais. A imita­ción de Anais t r ibu tarán una especie de culto al fuego , del cual serán guardias vigi lantes , y en memoria de aquella Anais que representarán á mis ojos , haré llegar á lo sumo el respeto y veneración que t o ­dos las t e n d r á n , y gozarán de los h o n o ­res regios. Espe ro , ó Ninfa , que me per­mitirás t r ibutar esta amorosa fineza á la que a d o r o ; á aquella á quien soy d e u ­dor de las pocas vir tudes que poseo , y en fin, á aquella que nunca volveré á ver , pero cuya dulce memoria jamas se a p a r ­tará de mi corazón.

U n ra to estuvo la Ninfa sin respon­d e r ; su silencio inquietaba á N u m a ; pe-

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LIKHO X I . So^ ro en breve salió de cuidado. Rey de Ptonia, le dijo la v o z , estimo tu cons­tancia y espero que será recompensada. N 0 me opongo á que honres á Anais , pero temo que hagas demasiado por ella, y que el nimio cuidado en las ce remo­nias del culto te distrayga del que te han de merecer los asuntos propios de un So» berano . Fuiste criado en un templo ; guár­date de mezclar las funciones de Sacer­dote con las de R e y ; para aquellas t i e ­nes Pontífices que serán responsables. Cuanto mas eleva la piedad al hombre que sabe contenerla en sus justos límites, tanto mas abate al que se escede y deja llevar de vanas pequeneces. Ten presente que un Rey sabio y religioso será un grande h o m b r e , pero un Rey supersticioso nunca podrá serlo.

Estoy muy distante de aconsejarte que procedas ingrato con los Dioses y menos que los olvides. Hónra los , H u m a , pues así debes hacerlo', pero hónralos sirvien­do á los hombres . Deja á una piedad ignorante las vanas esterioridades que de poco sirven sin las ob ra s , y observa tu religión en los grandes preceptos que te enseña.

¿ Deseas manifestar principalmente á Ceres tu grat i tud? Ve á recorrer los cam­pos y a ldeas , encubierto bajo el tosco vestido de l ab r ado r ; mézclale entre sus habitantes que te juzgaran un hermano

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3o8 NUMA POMPILIO. s u y o ; habíales de las leyes de Numa; infórmate de los abusos ó perjuicios que pueden ocasionar; critícalos tu mismo para animar á los o t r o s ; y conserva mejor en la memoria el poco mal que oygas. decir que los muchos elogios que harán de ellas.

Visita después la cabana del pob re , juzga por tus mismos ojos de sus nece ­sidades ; acaricia al niño medió desnudo que llora al lado de su madre enferma; consuela al afligido p a d r e , y hazles es ­perar los socorros del Cielo ó de su Rey: de vuelta á tu Palacio , envíales pan, r o ­pas y trigo para sembrar sus campos.

He aquí el modo de honra r á Ceres; esto la lisongeará mucho mas que la san­gre de mil becerras. No tardarás en ver la recompensa de tu compasiva p i edad ; las doradas mieses cubrirán la t i e r ra , volve­rán á poblarse los lugares devastados y des ier tos , y la abundancia reynará en las humildes chozas del virtuoso labrador . Los numerosos rebaños cubrirán los prados , y los valles resonarán con sus confusos b a ­lidos y el sencillo cántico de los pas to ­res . Estos y los l ab radores , libres del azote de la guerra y de la miseria , gra­cias á tus cuydados , no se entregarán nunca al descanso del s u e ñ o , sin ped i r antes á los Dioses , con fervoroso afecto, po r la conservación de su buen Rey.

Así habló la Ninfa , y Numa a r r eba ­tado de gozo esclama : O Deidad tutelar!

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LIBRÓ X I . 309 O tú á quien deberé mi felicidad y la de toilo mi p u e b l o ! ¿Será posible que el cruel decreto que me priva de tu p r e ­sencia , haya de ser irrevocable ? ¿ Tú que me llenas de beneficios y me man i ­fiestas un interés tan tierno , podrás pr i ­varme siempre del bien de conocer á mí bienechora ?

Numa , responde la v o z , no intentes levantar el velo que me ocu l ta ; si lo hi­cieras no volverás á verme. Pero sigue mis consejos; dedícate enteramente á la felicidad de tu P u e b l o , y yo te p r o m e ­to y ju ro por el Supremo S e r , que el día en que serás el mayor de los Reyes verás y conocerás á Egeria.

Después de haber dicho estas razones calló la v o z , y no contestó á las p r e ­guntas y agradecimientos de Numa .

Impaciente el Rey de Piorna de a p r o ­vechar los consejos de la Ninfa , vuelve á su Palacio y los medita. Al siguiente dia se ocupa en formar el consejo , con quien ha de consultar los puntos mas delicados de la administración. Elige los Patricios mas instruidos y vi r tuosos , y les agrega un número igual de plebeyos. Al manifes­tarle la clase de la nobleza la estrañeza que le causa verse mezclada con la plebe, responde el sabio Numa : Senadores , esta unión con el,' pueblo que os sirve tanto en los combates , es para mí de suma utilidad en el consejo. En é l , cuento ociir

23

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3 t o NUMA POMPILIO. parine del pueblo mucho mas que de la Nobleza , y así necesito de la asistencia de los principales de a q u e l , para que pue­dan informarme de sus urgencias y defen­der sus derechos. Necesito que estos p ru ­dentes Consejeros, criados lejos de la corte , me hablen con la franqueza y aun diré con la aspereza que no hallaría en boca de un Senador cortesano. Quiero en fin , si mi amor propio ó los aduladores me engañan acerca de la suerte de mi P u e b l o , que estos honrados plebeyos me d igan : no los creas , ó Rey de Roma; nosotros conocemos una multitud de in ­felices.

Ayudado de este consejo en que p r e ­sidia el anciano Meció , Numa se emplea, an te todas cosas , en buscar los medios de apagar el odio que advierte entre Ro­manos y Sabinos , capaz de destruir po r sí solo la pública felicidad. Para conse­guir esto y confundir las dos naciones en una so la , divide en tr ibus los hab i ­tantes de Roma. En el momento cada clase de es tas , compuesta igualmente de Romanos y Sabinos , abandona el espíri­tu de par t ido , y solo conoce el amor de la pat r ia . N u m a , oponiendo de este m o ­do el interés común al orgullo nacional, consiguió en breve desterrar las faceiones y b a n d o s , formando un pueblo unido en­tre s í , de dos que hasta entonces se h a ­blan reputado como enemigos.

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LIBRO X I . 3 i r Inmediatamente levanta un templo á la

Concordia , ot ro á la Buena f e , á la Cle­mencia y á la Justicia. Ofrece cultos al Dios Término , como á símbolo de la p r o ­piedad , y dedica un altar á la Benevo­lencia universal , la principal de las v i r ­tudes y fuente de todas las demás.

Abrasado del amor de su pueblo , cada día se levantaba con el alba pa ra descu­br i r las causas del mal , ó meditar sobre algún úti l establecimiento; trabajaba solo hasta la hora del Consejo; en él sujetaba á las luces de sus amigos las ideas que su imaginac ión , y aun mas su c o r a z ó n , la habían suministrado , y las defendía ó apo­yaba como un mero Senador . Pero cuan­do las razones que le oponían n ó le pa­recían suficientes y fundadas , pasaba á decidir como Monarca . -

Sin preciarse de poseer el talento p o ­co común de b u e n admin i s t r ado r , tenia una máxima que pocas veces le engaña ­ba : era esta , ponerse en la situación de aquellos de quienes se ocupaba. Si hacia una ley relativa á los labradores , se ima­ginaba labrador y decia : ¿Qué pediría yo al Soberano ? L e pediría que me asegura­se la propiedad , protegiese mis tareas , y me defendiese del hombre rico y ambicioso.

Para lograr estas venta jas , es justo que yo dé una parte de los frutos adquir idos con mi sudor 5 pero debe quedarme lo suficiente para al imentarme con mis h i -

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3 i a NUMA POMPILIO. jos y ! esposa ,• y pa ra sembrar de nuevo mis t ierras. Cuando Numa habia pensado a s í , formaba su l e y , la pub l i caba , y los agricultores la recibían gustosos.

Si el Consejo le proponía la guerra , se hacia dar una cuenta exacta de los gastos quejj ocasionaría y los comparaba con las ventajas que podria p roduc i r ; calculaba después lo que se podria hacer con la mis ­ma suma , abr iendo canales , desaguando pantanos ó rompiendo los heríales incul ­tos ; comparaba á estos bienes seguros con una victoria siempre dudosa , y con sola esta comparación hacia desistir avergonza­dos á los que deseaban la guerra . Sin echarles en cara su e r r o r , solo anadia; no quiero hablaros de la sangre humana ; su precio es muy superior á los mayores tesoros .

Después del Consejo "daba audiencia pública y cuidaba de hacer adminis t rar ausilios á los desvalidos que recurrian á é l ; acabada su tarea , comia frugalmente en compañía de algunos de sus Consejeros. El corto resto del dia lo empleaba en un ra to de paseo ó en recreo de la conver­sación d e s ú s amigos ; y al anochecer , ha­biendo ya cumplido con su pueblo y con­sigo mismo , iba á dar cuenta á Egeria de todo lo que habia h e c h o , y sacaba de sus lecciones y preceptos nuevas luces pa ra el dia siguiente.

Fin del libro undécimo.

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NUMA

W B R Q X I I .

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SEGUNDO REY D E l iOMA.

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L I B R O D U O D É C I M O .

ARGUMENTO.

HERSILIA acompañada de varios reyes vie­ne á poner sitio á Roma. — Llegan Ca­mila y Leonte á la ciudad con un pri­sionero.— Espedicion nocturna de Leon­te. — Los Marsos vienen al socorro de los Romanos, — Disposiciones para una batalla decisiva. — Discurso de Numa; desarma d sus contrarios. —Muerte de Hersilia. — Paz general y clausura del templo de Jano. —• Numa vuelve á en­contrar á, Anais y obtiene su mano.

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LIBRO X I I . J i 5

1 \ N T O S cuidados y tareas para hacer felices á los Romanos , en nada aliviaban las penas de su rey . S u m a ausente de la cjue amaba , era el mas infeliz entre to­dos sus vasallos. Habia enviado á todos los pueblos de Italia á informarse de Zo-roastres y Anais , y de ninguna parte h a ­bia logrado la menor noticia. El esforza­do Leonte no volvia , el tiempo se pasa­ba y el afligido Numa , solo , en medio de un pueblo que le adoraba , lloraba su a m a n t e , echaba de menos á su fiel ami ­go , y temia la venganza de Hersilia.

No tardó mucho la implacable Amazo­na en manifestar su furor. De improviso se ve por la parte del Lacio levantarse una densa nube de polvo ; esta se disi­pa y deja ver un bosque de picas y l a n ­zas. Ya se oye un ru ido sordo de gritos de h o m b r e s , relinchos de cabal los , y del estrépito de las armas que se chocan , que va creciendo por instantes , á la manera que los vientos impe tuosos , cuando rotas las cadenas que los detienen y precedidos de la tormenta y del estrago , llegan ar­rancando los árboles y los peñascos.

Y a , desde las altas murallas de Roma, se distinguen millares de combatientes. Los primeros son los Rútulos , cubiertos en ­teramente de hierro y armados de largas picas , cuyas aceradas puntas forman ui:a erizada bar re ra delante de la primera ñ-

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3 i 6 NUMA POMPILÍO. la : pegados unos á otros , y tocando los escudos con los escudos y los yelmos con los ye lmos , sus penadlos se parecen a l a s espigas de un campo. El magnánimo T u r ­no los acaudilla: Tu rno , digno nieto del héroe rival de E n e a s , marcha ufano á pelear con los descendientes de los T r o -yanos. Enamorado de Hersilia se ha obli­gado con ju ramento á entregarle á Numa prisionero.

Después de estos vienen los Capuanos, débiles , pero numerosos enemigos , guia­dos por el mismo rey que Leonte tomó en Aujencio. Los Volscos lo siguen sin mas armas que sus arcos y aljabas ,• el v a ­leroso Arisbeo es su caudillo , y su des­treza es tanta , que atadas dos palomas por los pies con una cinta, las deja volar , y Con su acerada flecha corta la cinta que las mantenía presas.

Los Hi rp inos , armados de pesadas cla­vas y cubiertos de pieles de fieras , se adelantan en confuso tropel ágenos de t o ­do orden militar. Vencidos en otro tiem­po por R ó m u l o , solo obtuvieron la paz; permit iendo levantar en medio de su pais un castillo inexpugnable , en donde hay guarnición romana . Ardiendo en deseos de vengar su ultrage, han intentado en va­no tomar la fortaleza , y ahora vienen á vengarse en Roma.. Este pueblo feroz tie­ne un Cabo todavía mas feroz ; el t e r r i ­ble Aulon descendiente de Caco marcha

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LIBRO X I I . 3 í 7 á su frente. Este adora á Hersi l ia , y en­vidioso de la gloria de Leoute , que cree liallar en Roma al lado de Numa , ha p r o ­hibido á sus guerreros que ofendan á es­tos dos contrarios que reserva para t r i u n ­fo de su brazo.

Los Vec inos forman la re taguardia . Estos , cubiertos de blancos paveses , so­lo pelean desde lejos con sus h o n d a s ; sus negras corazas y erizadas barbas ' inspi­ran ter ror . El anciano Mésapo padre de Camila es todavía su rey. Desde que ha perd ido su h i j a , entregado enteramente á los Hirpinos sus aliados , está depen­diente de ellos, y sin interesarse á favor de Hersilia, ta sirve en una guerra que ella sola ha suscitado.

En medio detes tas huestes se descubre la hija de Rüinulo como un palmero e n ­t re humildes arbustos : cubierta la cabeza de un yelmo resplandeciente y ceñido con la sacra Diadema , blandea en la mano derecha dos agudos dardos , y en"' la iz­quierda tiene aquel escudo , don de Ce-res y prenda segura de la victoria , que Numa le habia entregado. Sentada sobre un carro magnífico tirado de cuatro caba­llos negros , la soberbia Amazona discur­r e por todas las filas , alaba y escita á los mas valientes , reprende y anima á los remisos , y enseñando á todos con la ma­no las murallas de Roma les d i ce ; Ved, amigos mios , ved mi herencia y mi So-

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3 i 8 NUMA POMPILIO. lío que me ha sido qui tado injustamente: volvédmelo , y os resti tuiré todas las con­quistas de mi padre . Eu cuanto á mi c o ­razón y mi m a n o , ya he dicho y vuelvo a j u r a r , que será el precio de la cabe ­za de N u m a .

Dice , y el feroz Aulon se queja d e que tan fácil empresa tenga un premio tan al to . Tu rno se sonr íe burlándose ddl orgullo del b á r b a r o , le mira con despre­cio , y arroja á la princesa una amorosa m i r a d a , en tanto que el Volsco Arisbeo que ve con indiferencia la belleza de H e r -silia, se aplaude de s e r , ent re tantos el único que solo pelea po r la gloria.

Este numeroso egército se estiende en la llanura , se acerca á Roma , y sienta su campo no lejos de los muros . T o l a la ciudad está cons ternada ; por todas pa r ­tes se ven llegar en confuso tropel los ha­bitantes de las aldeas que vienen con sus familias á l ibrarse del furor enemigo ; los templos se llenan de mugeres , los inocen­tes niños levantan las manos al cielo d a n ­do lamentables gemidos. Busca el c iuda­dano presuroso armas para su defensa y el soldado teme no le basten las que t i e ­ne . Atemorizado todo el pueblo á vista de tantos contrarios solo en su rey confia.

Numa, que todo lo habia previs to , se manifiesta mas tranquilo á medida que el riesgo se acerca : tiene víveres , a r m a s , va­lientes y numerosas t ropas . Cuidadoso y

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LÍISRO X I I . "5 19 p r ó v i d o , no quiere cansarlas con iniít¡les guardias ,• repar te él t r a b a j o , las mant ie ­ne con todas sus fuerzas, y disipa él t e r ­r o r que sobrecoge á' todos . Satisfecho de las providencias que ha tomado , solo se queja de la ausencia de L e o n t e , y de que los enemigos le cierran el paso del bosque de Egeria.

Precisado á buscar recursos y consejos en sí mismo, pensaba una noche de que medios jiodria servirse para sembrar la discordia entre sus numerosos contrar ios , ' cuando le avisaron que tres guerreros se habían presentado á ¡as puertas de Roma y quieren hablarle . Al punto manda que lleguen y no bien los ha visto , cuando conociendo á Leonte ' sé arroja en sus b r a ­z o s , dando ün grito de alegría. ¡ Oh h e r ­mano querido , esclama , en fin vuelvo á verte ! Dime , la encontraste ? Será pos i ­ble que mi llanto haya de dura r toda mi vida ?

Vanas han sido mis pesquisas , le r e s ­pondió Leon te , dándole un estrecho a b r a ­zo ; he recorrido toda la par te meridional de la I t a l i a , nadie sabe de Anais y Zo-roastres . Pero he sabido el riesgo que te amenazaba ; he visto juntarse los pueblos para sitiarte en Roma , y he volado á tu defensa. La esperanza de grangearte unos poderosos aliados , me ha dado a t r ev i ­miento para presentarme entré los Marsos y los he convocado.

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3ao NUMA POMPILIO. Ciudadanos , les he , dicho , vosotros rae

habéis desterrado ; pero el deseo de ser Útil..me hace atropellar el riesgo de p r e ­sentarme aquí contra vuestra v o l u n t a d . O sois amigos ó enemigos de los r o m a ­nos ; esta es la ocasión de destruirlos ó de. hacerlos para siempre vuestros finos aliados. La hija de Rómulo , de aquel i n ­justo agresor, que. vino á insul tarnos i en nuestros mismos hogares , convoca y j u n ­ta toda la, Italia contra Roma y contra aquel justo N u m a , que fué e l ; p r imero que solicitó por vosotros una paz- út i l y h o n ­rosa . Uniéndoos á la hija de Rómulo ,. q u e ­brantáis un. t ra tado solemne , faltáis á la grat i tud y al h o n o r , pero quizas haréis una guerra ventajosa. Quizas os seria mas Úfü el manteneros generosos y .socorrer á Numa. Este monarca , salvo por vosotros, os volverá el"país de los Auruncos , os d a ­rá el derecho de ciudadanos r o m a n o s , y en todo os mirará como hermanos . Aquel que visteis justo y piadoso , cuando erais sus enemigos , ¿ que no hará por sus l i ­bertadores ? Mar sos , en esta ocasión mas que n u n c a , el par t ido mas honrado es el mas útil . Elegid no o b s t a n t e ; unios á una multi tud de bárbaros conducidos por la hija de vuestro cruel enemigo , ya m a n ­chada con los mayores delitos , y que aho­ra desenvayna el sacrilego acero contra su misma patria ; ó bien volad á socorrer a l mas justo y mejor de los r e y e s , á un h é -

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LIBRO X I I . 3 a i roe que fué mi vencedor , y que defendió1

vuestros derechos en el t ra tado que toda­vía subsiste.

No bien hube a c a b a d o , cuando un grito universal esclamó : marchemos á s o ­correr á S u m a , y sea Leonte nuestro cau­dillo.

Eso no , les respondí , pueblo sensi­ble , pei'o incons tan te , que me amas y me desterraste , no puedo ser vuestro gene­ra l . Este cargo pertenece á un M a r s o ; des­de que Numa es rey de Roma , Leonte es también Romano . Pero cuando la p r o ­tección de los Dioses me hizo romper el á l a m o , prueba á la cual señalasteis el mando , tuve cuatro concurrentes que siu duda alguna me escedían cu valor ó en prudencia. Dos de es tos , Liger y Pentheo perecieron en los combates , Aulon man­da á los Hirpinos , el anciano Sofanor ya no ex i s te ; pero os queda todavía el va­liente As to r , el amable discípulo de A p o ­lo". Astor se ha distinguido desde su i n ­fancia con mil acciones gloriosas,- veo que sus pocos años os hacen d u d a r , pero si sus prendas son superiores á ellos , la j u ­ventud es un nuevo mér i to . Oh Marsos! nombrad por vuestro caudillo á Astor , Apolo su maestro guiará él mismo vues­tras huestes. Por lo que á mí toca , mi impaciencia no me permite esperar la sa­lida de': vuestras t r o p a s ; marcho á Roma para anunciar á Numa , que los Marsos

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32» NtJMA POMPILIO. son todavía el mas generoso de los pue ­blos.

Mil voces de júbilo y aplauso me res­pondieron ; el joven Astor se arrojó en mis b razos ; yo le presenté á los Marsos y levanté el pavés sobre el cual fué p r o ­clamado. Seguro de que el nuevo gene­ra l vendrá volando á socorrer te , he a p r e ­surado mi marcha para llegar antes que é l , y para disputar aun á los mismos S a ­binos el placer de esponer mi vida en tu defensa.

Dijo Leonte , y Ifuma vuelve á a b r a ­zarle ; no puede desprenderse de sus b r a ­zos ; pero entonces la hermosa Camila se quita el yelmo , y acercándose al rey se queja de no ser conocida. Kuma esclama de gozo , la toma de la mano , llora de placer , y sus ojos rebosando alegría an ­dan errantes entre Camila y L e o n t e ; en­tonces su amigo hace adelantar y le p re ­senta un joven guerrero venido con ellos; este se arrodilla á los pies de Nuraa y le presenta su espada.

Sorprendido el rey , le mira a t en t a ­mente , bien conoce aquel rostro , pero no se acuerda donde le ha visto. ¿ T e has o l v i d a d o , le dice entonces L e o n t e , del joven Cap i s , hijo del rey de Capúa , que dejó el mando del ejército de su padre para ser Centurión en el de R ó m u l o , y que después fué dado en rehenes á los Marsos ? Su padre no ha cumplido lo pac-

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LIBRO X I I . 3*3 tarlo ; los Marsos te lo envian como pr i ­sionero.

T yo, respondió N u m a , abrazando al principe , le recibo como un amigo que aprecio , aunque su padre se ha unido con los otros reyes que han venido á s i ­t iarme en mi capital.

Entonces Leonte se hace informar del número y gente de los aliados , y ya i n s ­t r u i d o , aguarda con impaciencia el dia si­guiente para hacer algún hecho de los s u ­yos. Pero Numa baja la cabeza y suspira, recordándole que Hersilia es dueña del c e ­lestial escudo , que asegura la victoria á su poseedo r : en tanto que el escudo esté en sus manos , no quiere N u i n a arriesgarse al trance de una batal la . Leonte aprueba su prudencia y corta un razonamiento que llena de rubor á su amigo. El rey con­dujo á Camila y su esposo á la mejor estancia de. su palacio , encargó el cuida­do de Capis á sus oficiales , y lleno de gozo y consuelo fué á entregarse al des­canso del sueño.

En aquel mismo ins tan te , la amistad inspiraba á Leonte el proyecto mas a t re ­v i d o , pero se le oculta á Camila , temien­do que esta quiera acompañarle en el ries­go. Luego que la ve dormida , se levan­ta ; vuelve á cubrirse de la piel guede­juda ; ase de su clava , sale con el ma­yor s i lencio, y vuela h a c i a la puerta de la ciudad que estaba inmedia ta ; se noin^

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3«4 NtTJVIA P O M P I I I O .

b r a , y las guardias llenas de respeto le abren. Ya solo en el campo , mira á t o ­das p a r t e s , y descubre los reales del ene ­migo y Jos fuegos casi apagados de las guardias avanzadas ; examina por que par ­te podrá acercarse sin ser descubierto, pe­ro la luna que brilla en su plenitud es­parce una claridad nociva ; Leonte se a r ­rodilla delante del astro de la n o c h e , y esclama :

Oh Phebe ! oye mis ruegos , y dígna­te moderar tu resplandor ! No favorece­rás un culpable des ignio ; no te lo ruega un amante temerario que quiere sorpren­der el objeto de su pasión , ni tampoco un guerrero conducido del amor á la glo­r ia . N o , casta Diosa , un afecto mas pu­ro me anima ; la santa y pura amistad guia mis pasos. Quiero recobrar el bien de un amigo.- voy á reparar el yerro que el amor le hizo cometer . Tu. haces " g l o ­ria de ser enemiga de esta deidad cruel ; mi causa es la tuya : ¡ ó Diosa , p r é s t a ­me tu amparo !

Apenas acabó su oración , cuando la luna envolviéndose entre unas pardas nu - , bes ocultó su plateado disco. Animado con este presagio , camina el héroe con i n t r e ­pidez h a c í a el campo. Llega á las p r i ­meras guard ias , que al ver su estatura, su piel y clava le juzgan Hirpino ; Leon­te sabe el idioma de es tos , y pasa l ibre­mente. Penetra hasta el centro de los r e a -

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LIBRO X I I . 3a5 l e s , en donde los soldados , rendidos al sueño y vino , dormian tendidos confusa­mente entre sus armas y carros : fácil era dar muerte á muchos ; pero no se defen­dían , y tal acción era imposible en el magnánimo Leonte .

Tranquilo el héroe no esperimenta ni furor ni miedo. Conoce á Aulon tendido en tierra y apoyada la cabeza sobre su escudo ; á su lado tenia la segur formi­dable . Un sueño funesto le ag i t a , su len­gua pronunciaba mal formados los n o m ­bres de Leonte y Numa , acompañados de dicterios y maldiciones. Un impulso in­voluntario hace que el héroe levante la c l ava ; pero bajándola al instante, se con­tenta con llevarse el hacha del feroz Aulon.

Descubre finalmente la tienda de H e r -silia , tan mal guardada por sus defenso­res , y entra en ella con intrépido sosie­go. La hija de Rómulo estaba entregada á un sueño profundo. Mas ocupado del es­cudo que en contemplar la belleza de Her-silia , Leonte le busca por todas par tes , pero la oscuridad se le ocul ta . De repen­te sale la luna de entre las n u b e s , y sus trémulos rayos se reflejan en el oro bruñ ido del escudo. Al pun to se apodera Leonte de el. Dueño ya de tan preciosa alhaja y car­gado de la segur de Aulon , vuelve por don­de ha ven ido , atraviesa segunda vez el campo , y sale l ibre de las últimas gua r ­dias, sin hallar obstáculo que se le oponga .

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32(5 NUMA POMPILIO. Ya estaba seguro y distante del ene ­

migo , y daba gracias á D i a n a , á la N o -che-jiy á todos los inmorta les , cuando oye detras de sí voces confusas y ruido de armas . Ya comenzaba á r ayar el crepús­culo de la mañana . Vuelve Leonte la c a ­beza al ruido y ve una muger a rmada de un a r c o , huyendo de una par t ida d e Rútulos que le pers iguen, y de los cua­les se defiende encarándoles sus flechas.

El corazón de Leonte adivina que es Camila aun antes que sus ojos la hayan conocido. La llama , corre y ¡a alcanza; le entrega el escudo , y se abalanza con­tra los Rútulos , esgrimiendo con la de­recha la clava , y con la izquierda la segur de Aulon. Puestos en fuga vuelve á su d u l ­ce esposa , la tranquiliza y conforta , con­duciéndola acia las murallas de R o m a , y revuelve contra los que le persiguen : así el sangriento y cerdoso j aba l í , perseguido de la trabilla de animosos perros , huye ; p e ­ro huyendo, vuelve á castigar al temera­r io que de mas cerca le persigne.

Los Rútulos escarmentados , llaman á sus c o m p a ñ e r o s ; se despierta el campo; todos se a rman y salen por todas par tes . U n grueso de Hirpinos va á cercar á Leon­t e , en tanto que un destacamento de Vols -cos intenta cortarle el camino de Roma . Leonte se detiene ; siempre al lado de su Camila , que á su pesar le cubre con el celestial escudo , y rechazando á un t iem-

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LIBRO X I I . 537 p o . á los Rútulos é H i r p i n o s , de impro­viso muda de camino y se acoje á la ori­lla del Tiber . L ° s contrarios que ya le cuentan p r e s o , p ro rumpen en gritos d e a l eg r í a ; forman un medio círculo y le estrechan entre el r io y sus l a n z a s ; se acercan poco á poco . . . . pero á este t iem­po Leonte desde la orilla misma arroja con brazo robusto su clava y la segur á la opuesta r ibera , toma en brazos á Ca­mila , y ar ro jando una mirada de desp re ­cio á sus contrarios a tón i tos , se arroja al agua, y á pesar de la corriente y de los dardos de los Volscos , llega ileso con su dulce carga á la orilla opuesta , recoge sus armas y continua seguro su camino acia Roma .

Apenas se ve fuera del r i e sgo , cuan­do aquel héroe t an osado se transforma en el amante mas t ierno. Pe rdóname , a d o ­rada Cami la , le dice , perdóname el h a ­ber podido ocultarte mi designio; bien castigado me deja tu amor . Yo espuse sin tu consentimiento mi vida que es tuya , y tu me has hecho temblar por la t u y a ; mi ­r a si he pagado bastantemente mi culpa! Ingra to ! le responde ella , ¿ como has p o ­dido pensar que yo esperarla tu regreso? Creías que me contentaría con der ramar lágrimas ? Unos soldados , menos crueles que t ú , me indicaron el camino que h a -bias seguido, y íne abrieron la misma puer ­ta por donde s a l i s t e ; sola y cerca del

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328 NUMA POMPII.IO. campo enemigo, no he tenido mas temor que el de no hallarte.

Estas eran las quejas que se daban mu­tuamente los fieles consortes ; el peligro en (pie acababan de verse aumenta , si es pos ib l e , el afecto que los une. La con­quista del celestial escudo añade nuevo mérito á su felicidad : ya iba el sol á des­cubrirse sobre el orizonte cuando en t r a ­r o n en Roma , y juntos van á esperar que el rey despierte para presentarle el precio­so don de Ceres.

Que grande fué el gozo de N u m a ! Abraza mil veces á Leonte , y se arroja á los pies de Camila , diciéndoles: como os podré pagar lo que os debo ! ; Me con­serváis la corona y me volvéis el honor! Mi trono es vuestro, así como ya lo era mi corazón ; reynad en Roma como r e y -nais en Numa.

Al punto hace jun ta r el pueblo para enseñarle el escudo de Ceres , referirle la gloriosa acción de Leonte , y declararle General de las legiones romanas . En el instante en que las aclamaciones del puer-blo confirman tan digna elección, las cen­tinelas del muro anuncian la llegada de los Marsos.

El joven Astor , engañando la vigilan­cia del enemigo , ha subido por la co r ­riente del Tiber , Je ha pasado cerca de su origen , y ,con t i n a marcha bien c o m ­binada , llega bajo las murallas de Roma

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LIBRO X I I . З а д p o r l a p a r t e d e . E t r u r i a y l a ú n i c a d e cpje l o s s i t i a d o r e s n o s o n d u e ñ o s .

H u m a h a c e a b r i r l a s p u e r t a s y s a l e a l e n c u e n t r o d e s u s a l i a d o s . A s t o r a l f r e n t e d e d i e z m i l g u e r r e r o s e n t r a e n l a c i u d a d , y l u e g o q u e v e a l r e y s e a d e l a n t a y l e j u r a o b e d i e n c i a y a m i s t a d ; H u m a l e e s ­

t r e c h a e n s u s b r a z o s , e l p u e b l o d a g r i ­

t o s d e j ú b i l o , y e n t a n t o q u e s u r e y c o n ­

d u c e á A s t o r á s u p a l a c i o , c a d a c i u d a ­

d a n o t o m a d e l a m a n o á u n M a r s o , y l o l l e v a á s u c a s a , d e s e o s o d e a g a s a j a r l e c o m o á s u h e r m a n o y d e f e n s o r .

E n t r e t a n t o H e r s i l i a y A u l o n , d e s e s ­

p e r a d o s a l v e r á l o s M a r s o s d e l a o t r a p a r ­

t e d e l T i b e r e n t r a r e n R o m a s i n o p o s i ­

c i ó n , y a v e r g o n z a d o s d e q u e u n o s o l o h a ­

y a p o d i d o q u i t a r l e s á la u n a e l e s c u d o , y a l o t r o la s e g u r , r e s u e l v e n p o r ú l t i m o r e c u r s o d a r e l a s a l t o , y c o r r e n p o r t o d o e l c a m p o g r i t a n d o .

­ á l a s a r m a s , á l a s a r ­

m a s ! V o l s c o s C a m p a n i o s , I i i r p i n o s , R ú ­

t u l o s y V e s l i n o s , t o d o s o b e d e c e n , y s e p r e p a r a n al a t a q u e . S a l e n l a s t r o p a s d e l c a m p o , s e f o r m a n , y l l e v a n d o e s c a l e r a s d e m a n o , s e a d e l a n t a n a c i a l o s m u r o s p r e c e d i d o s d e l a s m á q u i n a s d e g u e r r a .

N u m a , a u n q u e i n s t r u i d o d e e s t a n o ­

v e d a d , n o s e a s u s t a a l v e r el r i e s g o i n ­

m e d i a t o . C o n la m i s m a s e r e n i d a d e n e l i n s t a n t e d e u n c o m b a t e , c o m o c u a n d o o f r e ­

c e u n s a c r i f i c i o , m a n d a á L e o n t e . y a i g e n e r a l M a r s o q u e s a l g a n c o n s u s t r o p a s

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33o N t J M A P o M P I l I O .

fuera de la ciudad. Ordena que e l prínci­pe de Cápúa esté e n medio d e los ba ta­llones aliados , y que l a herniosa Camila se oculte en e l centro de las legiones; en­carga á los dos gefes que n o permitan a r ­rojar ni una sola flecha; y él adornado de la púrpura y demás insignias reales, toma en las manos el cetro y un ramo de o l i vo ; y precedido de sus Actores s e adelanta al encuentro d é S u s contrar ios .

Sorprendidos estos con tan nuevo es­pectáculo j se paran formados en batalla» y esperan que lleguen los R o m a n o s ; e s ­tos se detienen á t i ro de d a r d o , y forman un frente casi igual al de sus adversar ios . Ya de una y otra par te están los arcos tendidos y desnudos los aceros. Tisífone agita sus serpientes en el espacio que d e ­jan , y aguarda la señal del combate con impaciencia. Pero el rey de Roma se a d e ­lanta levantando el r amo de olivo ; sus heraldos piden que se oyga á N u m a ; m i l bocas repiten estas palabras , y á pesar d e los esfuerzos de Hersilia y A u l o n , el rey de los Veslihos , el de Capúa y los gefes de los Volscos y Rútulos se acercan a l monarca romano . Aulon se ve en la p r e ­cisión de acompañarlos , y la misma Her­silia s e adelanta .llena de enojo y despe­cho á O i r lo que Numa quiere proponer .

Entonces tomando el rey l a palabra , les dice con modesta entereza lo siguien­t e : príncipes y héroes q u e me escucháis

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LIBRO X I I . 33t porque me declaráis la guerra ? Acaso he talado vuestros campos? He cautivado vues­tras mugeres ó hijas ? He faltado á los t r a t ados? Qué queré is , que me pedís?

Que bajes de un t rono u s u r p a d o , le dice Aulon , que restituyas á la hija de H o ­rnillo la herencia paterna ; por ella hen>os tomado las armas ; .venimos á restablecer­la y á vengarla. A u l o n , respondió Numa, esta diadema que quieres a r rancar de mis sienes , no fué ni pedida ni deseada por mí par te ; har to siento haberla admit ido; pero hablaron los Dioses y tuve que o b e ­decer : este pueblo me nombró por su rey,- no era otro el derecho que Rómulo tenia. En Roma , el t rono es de aquel que el pueblo elige ; es hereditario entre lo» Sabinos que hoy dia forman la mitad del pueblo romano . Por varios delitos y aten­tados que escuso recordaros , me hallo el úl t imo y único de los principes Sab i ­nos ; por tanto , la voluntad de los Dio­ses , los votos de la nación , mi sangre y las leyes me llaman al t rono . Pero v o ­sotros , sin a tender á mi r a z ó n , venis á sitiarme sin haberme siquiera declarado la guerra : lejos de quejarme os doy gracia* por e l lo ; habéis puesto de mi par te la justicia y me aseguráis la protección de los Dioses.

O reyes de Italia ! Yo "os es t imo; pen­de de vosotros que os a m e ; pero nunca os temeré. Mirad este ejército de inven-

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33a NUMA POMMLIO. c i b l e s Romanos t a n n u m e r o s o como i o ­

d o s l o s v u e s t r o s j u n t o s ; v e d l o s e s f o r z a ­

d o s Marsos q u e a c u d i e n d o á m i s o c o r r o ,

l i a n e n g a ñ a d o v u e s t r a v i g i l a n c i a , y c o ­

n o c e r é i s q u e p u e d o o p o n e r l a f u e r z a á l a

f u e r z a . Puedo p e r d e r v a r i a s b a t a l l a s y d e ­

t e n e r o s n o o b s t a n t e d e l a n t e d e m i s m u ­

r a l l a s : s i v o s o t r o s s o i s v e n c i d o s U n a s o l a

v e z , ya n o o s q u e d a n i n g ú n r e c u r s o . N i

p e n s é i s q u e l o s Marsos s o n l o s ú n i c o s q u e

m e a u s i l i e n , e n b r e v e v e r é i s l l e g a r los

Elruscos , l o s Apulios y l o s Ligures . I n ­v a d i d o s a l m i s m o t i e m p o p o r t a n t o s c o n ­

t r a r i o s n o p o d r é i s r e s i s t i r y p e r e c e r é i s t o ­

d o s . Solo s e d a r á c u a r t e l á l o s Veslinos; e n t o d o s t i e m p o s , l o s Marsos y l o s Ves -t i n o s f u e r o n hermanos ; yo l o s m i r o c o ­

m o a l i a d o s , y j u r o d e l a n t e d e t o d o s q u e

n u n c a l o s t r a t a r é c o m o á e n e m i g o s .

Al o i r e s t a s ú l t i m a s r a z o n e s , Aulon, Tu rno y Arisbeo m i r a n a l a n c i a n o r e y

d e l o s Vestinos ; e n s u s r o s t r o s s e a d v i e r - s . t e l a d e s c o n f i a n z a q u e o c u p a s u s á n i m o s .

Numa q u e h a c o n s e g u i d o i n t r o d u c i r e n t r e

e l l o s l a d i v i s i ó n , p r o s i g u e :

Mas c o n t o d o , yo s e r i a e l p r i m e r o q u e

l l o r a s e u n a v i c t o r i a q u e o c a s i o n a r í a l a m i ­

n a d e t a n t a s n a c i o n e s ; m i s l á g r i m a s r e ­

g a r í a n l o s f u n e s t o s l a u r e l e s t e ñ i d o s c o n

v u e s t r a s a n g r e . Reyes y c o m p a ñ e r o s m i o s ,

s o l o d e s e o la p a z , y s i n h a b e r s i d o v e n ­

c i d o , a l c o n t r a r i o , c a s i c o n l a s e g u r i d a d

d e V e n c e r o s , o s l a p r o p o n g o , y v e n t a j o -

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LÍBBÓ X I I . 333 sa. Á. voso t ros , H i rp inos , os entrego la fortaleza que Rómulo levantó en medio de vuestro país,- fué una injusticia, y me glorio de. reparar la . A vosotros , Rótulos y Volscos , os ofrezco mi alianza y el d e ­recho de ciudadanos Romanos. A t í , rey de Capúa , que tan breve has olvidado tu til tima' guerra con los Mareos , quiero entregarte tu hijo que han puesto en mi poder tus adversarios : finalmente , quiero también volver al rey de los Vestinos su querida hija Camila , que tanto tiempo ha juzgado sepultada en el mar. Camila, Ca ­pis ; llegad y abrazad á vuestros padres .

Ambos al oir estas palabras se arrojan én los brazos de sus padres. Apenas pue­den los dos ancianos creer lo que sus ojos m i r a n ; lloran de alegr ía , y no se har tan de estrechar en sus brazos las dulces pren­das tanto tiempo lloradas por perdidas , que no esperaban volver á ver.

Pelead ahora contra mí , les dice N u -ma ; mi causa era j u s t a , he querido que lo fuese mas. Antes , solo erais agresores, ahora os obligo á ser ingratos. A que aguardáis ? pelead contra mí , si podéis.

Los dos reyes , por respuesta , se a r ­rojan á sus pies y abrazan sus rodil las . El valiente Turno y el p rudente Arisbeo le alargan las manos gri tando : la paz ! T o ­das las tropas repiten : la paz , la [paz !

Solamente Aulon quiere hablar y opo­nerse ; pero Leonte se precipita ac i a él,

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3 3 4 NÜJIA POJIPILIO. $ le dice : si la sed de sangre t e d e v o ­r a ,: aquí roe t i enes ; toma tu h a c h a que t e quité en tanto que dormias . A t e r r a d o y sobrecogido Aulon de esta acción y del ascendiente del magnánimo L e o n t e , le mi ­ra y caifa. Resuélvete , le dice el hé roe ; mí corazón se estremece con solo la idea de tener que manchar mis manos con la sangre de un Marso ! O renuncia tu pa t r i a , á admite mi amistad. Ya he resuel to , r e s ­ponde Aulon arrojándose entre sus b r a z o s .

Desde aquel ins tante cesa t o d o o b s ­táculo á la paz ; por todas par tes se oyen gritos de alegría., las tropas de una y o t r a pa r t e se mezclan y dan la e n h o r a b u e n a ; cuando la orgullosa Hersilia , que hasta entonces confiaba en Aulon , enagenada de la rabia y del f u r o r , a r ro jando vivo fuego por los ojos y cubierta de una m o r ­tal pa l idez , esclaina r c o b a r d e s , i n g r a t o s y/ pérfidos a m i g o s , que cediendo á v a n a s razones vendéis vilmente la causa de los reyes , n o esperéis , n o , que Hersilia sea cómplice en vues t ra infamia. Y t ú , R a m a , tú á quien aborrezco tan to como te a m é en o t r o t iempo ( n o puedo encarecer lo mas) recibe mi funesta despedida; ¡ Oh quie­r a el amor hacerte padecer todos los t o r ­mentos que me has causado? Ojalá l lo res sobre el t rono el pesar de n o poder co­locar en él al indigno objeto que has p r e ­ferido á mil Permitan los justos Dioses , que ese pueblo romano que te ha hecho

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LIBRO X I L 335 rey , sea el enemigo mas terrible del n o m ­b re de r e y , que los persiga por toda la t ierra, después de haber desterrado de sus muros con ignominia á tí y á tus i n d i g ­nos sucesores ! y permitan finalmente que las feroces é impías Eumenidas te persigan, sin cesa r , presentándote por todas par tes el cadáver de Tacia espirante á impulsos de mis tósigos , y sobre todo el de Her ­silia mor ibunda del golpe que tu brazo inhumano conduce! Diciendo a s í , se a r ­roja sobre su espada , y cae a t ravesa­do el co razón , y revolcándose en su s a n ­gre . Corren á socor re r la , pero había es­pi rado , y con todo se advierten en su ye r ­to semblante las señales del furor con que dio fin á sus días.

Numa la compadece ; da orden p a r a que se le hagan las exequias y honores propios de su c lase , y en tanto que se prepara la pira , el rey de Roma sacrifica víc t imas, j u r a la paz bajo las condiciones que ofreció, y vuelve á la ciudad rodeado de los reyes . y caudillos que ha vencido po r su justicia.

Ante todas cosas Numa los conduce al Capi tol io , y todos ofrecen un sacrificio a Jove. Allí les propone el establecimien­to de una liga que asegure para siempre la paz y la l ibertad de la Italia ; todos se convienen, y respetando la vir tud de N u ­ma , quieren que él solo sea el a rb i t ro de las condiciones. El entonces examina los

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336 NUMA POMPILIO. derechos de cada uüo , compensa los p e r ­juicios j cede de su derecho mas que o t r o alguno , y de este modo forma un t r a t a ­do de paz que todos firman con gus to . Los nuevos aliados del rey de Roma se disponen á marchar cargados de p resen­tes , seguros de su fe , y penetrados de la mas tierna veneración á sus v i r tudes .

El monarca de Capiía vuelve á sus es­tados con su h i jo , el cual habia adqui r i ­do entre los Marsos las virtudes de los héroes. No puede el rey de los Vestinos obligar á su hija á que le siga á Gingi-lia : Camila ha renunciado al t rono y quie­r e quedar en Roma con su esposo y con N u m a ; aprueba el rey su e lecc ión , y la felicidad de que goza hace también la del anciano. Los Volscos , los I l i rpinos y R ú ­tu los , satisfechos de las injusticias que R ó ­mulo les habia h e c h o , vuelven á sus h o ­gares bendiciendo el nombre y las v i r tu ­des de Numa. Los Marsos , cargados de dones y reintegrados en la posesión del pais de los Auruncos ; vue lvená Mar rub ia ; Astor se apar ta con sentimiento' de su vir­tuoso aliado , y finalmente el pueblo r o ­mano que ve concluida la guerra sin que cueste una gota de sangre á un c iuda­dano , bendice y adora á su rey .

El sabio Numa que acaba de asegurar la paz de la I t a l i a , se apresura en cer­ra r solemnemente el templo de Jano . Siem­pre estuvo abierto en ' el reynado de R ó -

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LIBRO X I I . 337 m u l o : gimen las puertas de bronce sobre los goznes enmohecidos, pero ningún es­fuerzo basta para que se cierren del lodo .

Huma se arrodil la ante la de idad: ó J a n o , eselama , tu, que reynaste en la I t a ­lia por la justicia y la paz , favorece mis designios pacíficos, cierra este templo ter­r ible ; nuestros corazones serán el asilo en que te adoraremos de hoy en adelante . También te ofreceré un nuevo culto : h a s ­ta ahora nuestro año ha principiado por el mes consagrado á Mar te . Desde ahora reformo este año mal medido por varias causas; le añado dos meses y el pr imero de todos será el mes de Jano ; justo es que el Dios de la guerra ceda la preferen­cia al de la paz.

Apenas hubo d i cho , cuando las puer­tas del templo, rodando por sí mismas so­bre sus goznes^ se cierran con un ru ido espantoso.

Numa consagra después el escudo de oro que asegura para siempre á los r o ­manos la victoria contra los demás p u e ­blos , y establece para su custodia unos sacerdotes llamados salientes.

Después de estos piadosos cuidados , se dispone á volver al bosque de Eger ia , y lleva consigo á Camila y Leonte . Pero el temor de disgustar á la ninfa , le obliga á dejar sus dulces amigos á alguna d i s ­tancia de la fuente.

Apenas llega cuando invoca á Egeria;

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338 NUMA POMPILIO. se queja riel largo tiempo que ha pasada sin haberla podido o i r , y le da cuenta de todo lo que ha hecho. Estás contenta? añadió al fin con modestia y timidez. Si, le responde la voz , lo estoy; desde aho­r a le reputo por el mayor de los reyes. Has cumplido mis esperanzas , ahora me toca á mí desempeñar mi p romesa ; ya es t iempo que conozcas á Egeria.

Diciendo a s í , sale del bosque , y N u ­ma conoce á Anais. La sorpresa y admi ­ración le dejan inmóvi l ; fija la v i s t a , y con la boca abierta queda con los b r a ­zos estendidos. De repente prorumpiendo en sollozos se arroja á los pies de Anais , hace vanos esfuerzos pora h a b l a r , y solo puede esplicarse con el llanto que der rama.

Levanta , le dice Ana i s , no soy la nin­fa Egeria , soy m o r t a l , y los honores de­bidos á una Deidad me serian menos gra­tos que el título de tu amiga : me habías contado el sueño que tuviste en la fuen­te de p a n , y la esperanza que conserva­bas de recibir algún dia las lecciones de Egeria ; mi padre resolvió realizar tus e s ­peranzas. Precisados á separarnos de t í , para cjue consintieses en ser el bienhechor de tu pueb lo , venimos á ocultarnos en esta selva con la firme esperanza de que no tardarías en visitarla. Todos nuestros proyectos han sucedido bien. He hablado con el nombre de Egeria ; te he dado los consejos que me dictaba la sabía es-

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LIBRO X I I . 33o, periencia de mi ' p a d r e . Este e r ro r útil á tu gloria ha sido dulce á mi corazón. Y o te veía por en t re las ramas en tanto que tu creías hablar con E g e r i a , y mas feliz que t ú , me hallaba á tu lado al t i em­po mismo qua tú suspirabas por Ana i s .

Numa la escuchaba enagenado de go­zo. A este t iempo ve llegar á Zoroastres y se arroja en sus brazos , le estrecha mil veces en los suyos ; pero al punto se a p a r ­ta y cor re á buscar á Leonte y Camila. Aquí e s t á , les dice luego que los v e , aquí está; c o r r e d , vuestro padre y Anais os esperan.

L e o n t e , aunque apenas creía sus r a ­zones , se apresura á l legar. Zoroastres le recibe en sus b r a z o s , diciendo : ya vol ­vemos á j u n t a r n o s , hijo a m a d o , y solo Ja muer te nos separará. Leonte le responde con sus lágr imas: la amable Camila a b r a ­za á Anais ; el gozo , el amor y la amis­tad reynan en el corazón del t ierno pa­dre y de los cuatro amantes .

Después de un ra to concedido á los p r i ­meros a r r eba tos , Zoroastres les dice : aquí hemos vivido ocultos y aquí acabaremos nuestros días. N u m a , te doy por esposa á Anais ; pero conviene que nunca sepan los romanos el vínculo que os une , jamas ent rará Anais en Roma. Cada d ¡a , con pretesto de consultar á tu ninfa , vendrás á ver á tu esposa , y la recompensa de tus buenas obras será el gusto de con-

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3 4 « NUMA POMPILIO. tá raos las . De este modo mi hija sé man­tendrá fiel á su re l ig ión, el misterio aña­di rá nuevas dulzuras á vuestra unión, y Z o ­roastres feliz por vuestro con ten to , p a ­sará en paz entre vosotros los pocos dias que le permita vivir el grande Orómazo . •Apruebas mi designio ?

La respuesta de Numa fué arrojarse á los pies del anciano.

Al dia siguiente se celebró en la c a ­bana el himeneo de Numa y A n a i s , sin pompa ni mas testigos que Zoroastres , Ca­mila y Leonte . El venturoso Numa vino cada dia á la cabana. La virtuosa Anais y su padre le inspiraron cada vez mas el deseo y los medios de ser el mas j u s ­to y mejor de los reyes .

Zoroastres llegó en su compañía á una edad muy avanzada. Leonte , general de los romanos , se estableció en Roma con su esposa , y tomó de ella el sobrenom­bre de Camilo. Este fué el t ronco de aque­lla familia de hé roes , de los cuales el mas famoso libró á Roma de los Galos. N u ­ma siempre amante de Anais é igualmen­te adorado de su esposa, reynó cuaren­ta y cinco años. En todo este largo t iem­po , nunca se vieron en el terri torio de Roma huestes enemigas , nunca se abrió el templo de J a n o , y en todos los estados de Numa no hubo un solo hombre infe­liz por la opresión ó por culpa de las leyes.

Fin del libro duodécimo y último.

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at&$mn, EPISODIO QTJE ESTABA SUPRIMIDQ

EN EL POEMA DE

L I B R O U N I C O ,

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Lq. traducción de la vida de Florian que se halla ál-frente* de esta edición , y el episodio de Farasmin , son propiedad de los editores y perseguirán al que lo reim­prima sin su consentimiento.

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EONTE deseaba con impaciencia cono­cer á un sugeto , á quien quería t a n t o ; y Nnma al mismo tiempo ardia en deseos de saber la historia del padre de Anais . U n dia que estaban reunidos todos al re ­dedor del enfermo, jun ta ron ambos ami­gos sus r u e g o s , para conseguir que les hiciese su relación : y después de haber levantado el anciano sus ojos al cielo, la empezó en estos términps.

Nací en la capital de la Asiría y me llamo Metrobátes . Criado desde la infan­cia en la carrera de las armas, pasé suce­sivamente por todos los grados militares, y llegué á ser u n o de los primeros gene-rales de Sardanápalo. Bióme este el man­do del egército , que enviaba contra los árabes ; pero las delicias de Nínive , y la corrupción de costumbres de la corte ha-bian debilitado todos los ánimos, corrom­pido todos los corazones y apagado todo sentimiento noble ; de modo que el amor de la patr ia era una cosa ignorada por mis soldados.

Como un egército de esta naturaleza

Véase el libra IX pág. 238 .

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344 FARASMIN. no podía vencer ¡ perdí dos batallas y cien leguas de terreno. Estendíóse la conster­nación por el imperio , dispertando á Sar-danápalo de su profundo le targo; y como este era tan cobarde como cruel, hizo una paz vergonzosa con los árabes y dispuso una persecución contra l.os m a g o s , que eran discípulos de Zoroaslro , ignícolas que habi taban la Caldea, viviendo en paz , cul­t ivando la t i e r r a , y pagando las imposi­ciones sin murmura r . Su único crimen era que adoraban el Sol. Recibí pues la o r ­den de destruirlos, acabando hasta con el úl t imo de ellos ; medio que empleaba Sar-danápalo para apaciguar á los dioses.

Mis bárbaros soldados, que habian com­bat ido tan cobardemente contra sus e n e ­migos , estaban llenos de celo para perse­guir ciudadanos : y á pesar de mis esfuer­zos y cuidados; todas las habitaciones d e los magos fueron devastadas , ellos degolla­d o s , y su sangre derramada á pesar mió .

Mil veces estuve por abandonar el egér-c í t o ; pero me detenia el placer de poder salvar cada dia á algún desgraciado. Unas veces interpretaba la l ey , otras encontra­b a algún subterfugio ; las tropas m u r m u ­raban de mi clemencia, pero yo conse­guía el que no se derramase tanta sangre humana .

U n dia mis soldados condugéron á mi presencia á un anciano y á una j oven , que habían sido sorprendidos^ adorando el Sol.

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FAHASMIN. 345 Mil testigos comprobaban el crimen ; y en vano quise buscar r o d e o s , para absolver á los acusados ; pues ellos mismos pedian la muer te . «Hiéreme, decia el anciano ; si, «yo soy criminal j pues no creo mas que • en un solo Dios y le adoro en su mas "brillante imagen , en el sol que él creó «para dispensarnos sus beneficios. Mi c r í -amen consiste en pensar que ese dios me «ha dado una alma i nmor t a l , que esta «alma será cast igada, si obro mal, y r e -«compensada, si obro b ien; en creer que «este Dios todo poderoso ama á los hom-«bres que creó , haciendo brillar el dia, «nacer y crecer las cosechas para el Esci-« ta , el Persa , el Sirio y todos sus de ­amas hijos repart idos por toda la faz de «la tierra : estos son mis dogmas , mi «creencia , mi religión. Heridme pues , pe -aro, perdonad á mi hija : yo soy el r íni-«co que la eduqué en estos principios: «castigad pues en mí sus e r r o r e s , y pe r -«donadla. — No , no , esclamaba la joven, «yo soy quien debe m o r i r , yo soy quien «debe espirar en lugar suyo. ¿ No eslaís «viendo que mi padre no tiene mas que «algunos pocos días de existencia ? Yo soy «joven , yo os ofendería mucho t iempo: «volved contra mi vuestras cuchillas , ba -«ñadlas todos en mi s a n g r e ; pero pe rdo -«nad á un débil anciano , que sin que «le quitéis la vida, la acabará muy pron-«to 5 dejad de cometer un crimen inútil

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3 4 6 FARASMIÑ. «y reunid sobre mí sola todos los to rmen-«tos , que nos preparabais á e n t r a m b o s . "

Estas palabras , este generoso comba­t e , la edad del a n c i a n o , la hermosura y la juventud de su hija hicieron en mí una impresión profunda : absuelvo á esos culpables, esclamé: sean desterrados de la As i r ía ; pero infeliz del que der ramare su s a n g r e . " — « El rey lo manda , esclamá-ron entonces mis soldados amotinados. E l rey condena á la pena de muer te á todo mago que no abjurare sus detestables e r ­rores . Entregadnos esos criminales ó s e ­réis rebelde al r e y . "

Al instante se aumenta la sedición ; ge -fes, soldados, todo se insurrecciona; un te­merario se atreve á poner la mano sobre la joven maga , pero yo íe atravieso con mil heridas y mirando con fiereza ese egér-cito revolucionado: retiraos á vuestras t ien­das (esclamé con una voz te r r ib le ) id á aguardar el castigo que debo dar á vues­tra insolencia." Dios me rodeaba sin duda en aquel momento; pues todos esos solda­dos con sus gefes quedaron a terrados al oír mis palabras . Un profundo silencio re i ­na en todo el egército, y lodos se ret i ran asombrados. Hago conducir á mi pavellon al anciano y á su hija, y mi alma no p ien­sa mas que en ios medios de salvarles.

Su valor , su ternura m u t u a , el agra ­do y la belleza de la joven Oxana , ( n o m ­bre de aquella virtuosa muchacha , ) me

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FARASMIS. »47 habían inspirado un ínteres mas vivo y mas tierno que la p iedad . No dejé u n i ó ­lo instante á Oxana, n i á Hidáspes su pa ­d r e : y estaba resuelto á salvarles, ó á p e ­recer . Quise que descansasen en mi tien­da , durante la noche,- y coloqué guardias que creí me serian leales, para que vigi­lasen sobre sus vidas y la mia; pero á m e ­dia noche oigo un ru ido espantoso : to ­d o es atropellar, todo es armarse , dirigién­dose á mi pavel lon: eran mis soldados, que escitados todos por sus gefes, y des­contentos de mí mucho t iempo hacia, ap ro ­vechaban la ocasión de vengarse de mi sever idad.

1 El anciano Hidáspes, bañado en l ág r i ­mas se arroja á mis pies.- « ¡ oh p r o t e c ­tor nuestro , esc lamó, vuestros dias están amenazados ; la sedición ha vuelto á t o ­m a r p i é , y no tenéis mas que un ins t an ­te para l ibraros de esos furiosos. Salvad, salvad vuestros dias; ó de lo cont rar io , mi hija y yo vamos á entregarnos á esos t i ­gres sedientos de nuestra sangre. Pero va ­le mas que huyáis con nosotros. Venid á nuestra cabana, á donde os conduciremos po r un camino secreto. Venid , ó corremos á poner nuestras cabezas bajo la cuchilla de los amotinados. Al decir estas palabras abrazaba mis rodil las, y Os ana me a r r e ­bata fuera de mi t ienda. El temor de causar su muerte , queriendo p roba r una resistencia inútil , el imperio que la hermo-

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3 4 8 FARASMIIÍ. sa ínaga habla tomado ya sdbre mí 4 todo» iodo me hizo reder á sus esfuerzos. A b a l ­doné pues ese horr ible campó; y siguiendo á Hidáspes y á Oxana, atravesando un es­peso bosque llegué á una cabana aislada¿ que á causa de lo opaco del bosque, sé ocultaba á la vista de todos¿

El hijo dé Hidáspes , el hermano de Oxana, el joven y tierno Farasmiñ iba e r ­ran te por las inmediaciones de la cabana anegado en lágrimas. Buscaba á su padre y hermana , y apenas los v i , cuando se arroja á sus b r azos , prorumpiendó en ma* yores sollozos. P ron to queda instruido del riesgo que acaban de correr , y de lo qué yo hize para salvarles: échase á mis plan­tas enternecido, y las baña con sus lágri^-mas : yo lé levanto , le abrazo y desde aquel momento , resuelto á vivir jun to a Oxana , entre Hidáspes y Farasmiñ , e m ­piezo á instruirme eri esa religión tan aborrecida de los otros pueblos , sin sef Conocida de sus perseguidores. El áncia-*-no sé encarga de esplicármela.

No es difícil comprenderla , me dijo: no tiene misterios , y sus leyes eslán en el corazón. Veis ese Sol , antorcha del mundo , padre de la naturaleza , bienhe­chor de la t i e r ra , la cual seria infecunda sin é l : ese Sol que jamas cesa- de vivificar y producir : él es el emblema de Dios , la imagen de su poder , y sobre todo de Su bondad . Nosotros adoramos j nó esa

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FABÁSMITÍ. 34 C) imagen) sitio á su criador en ella. Este es nuestro primer dogma : amar á ese c r ia­dor , temer su justicia , esperar en su b o n ­dad , cultivar la tierra , hacer bien á los hombres de cualquiera pais y religión que sean , he aquí nuestros deberes ; y en el caso de estar en duda sobre si una acción es buena Ó m a l a , abstenerse de e l l a ; tal es nuestra regla.

Quedé penetrado de admiración, al e s ­cuchar á aquel anciano , y me hice mago¿ Desdé aquel momento me entregué sin reserva , ii nri amor que ocupaba ya t o ­do mi corazón ; adoraba á Oxana y me atreví á pedirla á su p a d r e ; pero este al oirme quedó abismado en un profundo si­lencio , y su cabeza cayó sobre su pecho. Oxana sé puso pá l ida ; y Farasmin pre ­cipitándose en los brazos de Hidáspes : «vos debéis dársela , esclamó ; él la ha l ibrado; él ha salvado vuestra vida ; dadle á mi h e r m a n a , yo lo suplico y lo exijo. T o ­dos seríamos unos ingra tos , si llegásemos á negársela. Hidáspes y Oxana quieren ha­blar ; pero Farasmin les corta la pa la ­b r a : «amigo m i ó , me d ice , mi bienhe-n c h o r , ella es t u y a : recíbela de las ma­gnos de su he rmano . " Al decir estas pa­labras ) toma la mano de Oxana y la j u n ­ta con la mía ; dirige á su hermana una mirada enternecida , y aun creo que p u ­de distinguir que reprimía un torrente de íágrimas amargas. Oxana é Hidáspes ha -

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35o FARASBIIS. cian también por sa pa r t e los mayores esfuerzos para ocultar su l lanto. Pregúnte ­les la c a u s a ; pero se esforzaron en ocu l ­tármela . Yo lo a t r ibuí al recuerdo de a l ­gún amante que tal vez Oxana habia p e r ­dido ; y no atreviéndome , por del icade­za y por amor á llevar mas adelante mis preguntas , alejé de mi espíritu todas las nubes que podr ían tu rbar mi felicidad.

Al dia siguiente me casé con Oxana . La bendición de su padre fué lo suficien­te para un nudo tan santo . Farasmiñ, q u e la habia coronado po r sus propias m a ­nos , salió de la cabana , luego que ella hubo pronunciado el ju ramento de g u a r ­da rme su fe. Eu vano le a g u a r d a m o s ; pues n o volvió mas , y el pesar de su pérd ida convirtió en luto el dia de mi boda .

Corrí lodo el b o s q u e , sin poder d e s ­cubrir las huellas de Farasmiñ. Su p a d r e y hermana le lloraban , y yo no ponia duda en que alguna par t ida de Aurios se lo hubiese l l evado; po r lo que queria v o l ­ver á su acampamento para morir ó l i ­ber ta r á mi h e r m a n o ; pero Hidáspes y m i esposa me detuvieron , l legando hasta á imponerme la ley de que no hablase mas de Farasmiñ. - ' - « Esto seria renovar un «mal sin r e m e d i o , me d i j e ron ; no p í o -anuncies mas un n o m b r e tan precioso , que «no necesita de ser repet ido para que «nuestros corazones se acuerden siempre «de é l . "

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FARASMIN. 3 5 I Yo vivia feliz y t ranquilo con la es ­

posa que a d o r a b a ; el egército de los Asi­rlos se habia alejado , los Magos respi ra­ban un poco , y yo no tenia otro senti­miento que el de ver que Oxana , iba consumiéndose de resultas de una langui­d e z , que marchitaba toda su juventud. En vano le preguntaba cual era el pesar qué secretamente la devoraba , pues ella for­maba empeño en ocultarme la causa, y yo redoblaba mis esmeros y mi ternura-, para que á lo ménós pudiese aliviar sus quebrantos .

Un dia , un negt-o medio desnudo se presentó á la puerta de la cabana y nos pidió hospitalidad. « Soy mago , dijo aun­que nacido en Etiopia : sé la lengua se­creta de nuestro divino legislador: he si­do siempre esclavo , pero he perdido á mi amo , y vengo á entregarme á vosotros. A d m i t i d m e , y os serviré aun con mas ze-lo que si me hubieseis comprado .

Estas palabras nos conmovieron ; y di­mos acogida á aquel desgraciado. Jamas esclavo , ni amigo alguno manifestó tan­to zelo, interés y amistad como aquel n e ­g ro . Siempre jun to á mí y á mi esposa, no se juzgaba feliz, sino cuando podia h a ­cernos algún servicio. Cuando no estaba ocupado con nosotros , se in ternaba por el bosque y muchas veces yo le sorpren­día bañado en sus lágrimas. Su salud , que su dolor y su poco dormir debil i taban

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35¡» FARASMIÑ. cont inuamente , se iban quebrantando mas y mas cada d i a ; y la de Oxana seguía los mismos pasos corriendo mayor riesgo, á causa de que traia ya en su seno una prenda de nuestro casto amor .

Ese fiel esclavo daba siempre mayores muestras de zelo para con ella ; pero al cabo de pocos meses , -cayó enfermo de cu idado, y llegó pronto á su última h o ­r a . Yo estaba siempre cuidándole con los esmeros de un padre ; pero no pude l i ­b ra r le de la mue r t e . Cuando estuvo bien cierto de que le quedaban pocos in s t an ­tes de v ida , hizo llamar á Hidáspes y á Oxana ; y cuando los tuvo cerca : «Me-trobáfes , ( m e digo con una voz t i e r ­na y déb i l ) yo soy el desgraciado Faras­m i ñ . " A eslas palabras:, Hidáspes y mi es ­posa se precipitan .-en sus brazos b a ñ á n ­dolos con sus lágrimas. — «Suspended «vuestro llanto , les dijo , pues me que-«dan muy pocos instantes para veros; oid-nme Metrobátes , yo adoraba á mi ner ­oniana ; nuestra ley nos permite y aun «nos prescribe esos matrimonios , en los «cuales los sentimientos del amor se jum­atán y sé confunden con los de la na tu-«raleza , y el corazón reúne sobre un mis­a r i o objeto todas las fuerzas de su ca r i -«ño. Yo debia ser el esposo de Oxana , «cuando tú la pediste á Hidáspes. Yo no «titubeé en cederla al que habia salvado «su vida y la de mi padre ; pero el e s -

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FABASMIN. 353 «pectáculo de tu felicidad me era muy «fa ta l ; y por lo tanto me decidí á huir «de la casa pa te rna . ¡ Ay de m í ! ¡ qué «poco me conocía ! Yo no pude vivir sin «Oxana. Quise volverla á ver ; pero sin «ser conocida de ella , sin esponer su v i r -«tud , ni redoblar su desgracia presentan-«do de nuevo á su vista la persona que «habia amado tan to . Habia descubierto una «raiz, cuyo jugo esprimido sobre el culis, «le da el mismo color que el de los e t ío-«pes , y por medio de este engaño pude «conseguir la dicha de ser esclavo de aque-«11a que mi corazón adoraba . Mientras «he v iv ido , nadie ha sido partícipe de mi «secreto, pues habia resuelto llevármelo con-«migo hasta el sepulcro ; pero viéndome ya «tan cerca de él, sería demasiado doloroso «descender k su so ledad , sin que Hidáspes «abrazase á Farasmiñ , y sin que mi q u e -«rida Oxana estrechase otra vez entre sus «brazos á su tierno hermano. Adiós Met ro -«bates, adiós padre mió; adiós, ó lií á quien «he amado t a n t o , tú á quien adoro desde «los primeros dias de mi vida, tú para quien «no he podido v iv i r , y á quien dirijo mi «último suspiro ! " Al pronunciar estas pa­labras , espiró. Hidáspes se puso á dar gri­tos lamentables y Oxana perdió el sentido.

Socorrí á mi esposa , y traté de con­solar á su desgraciado padre,- pero el gol­pe estaba dado. Hidáspes , agobiado de do­lor., n o sobrevivió mucho tiempo á Faras-

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354 FARASMIN. m i n , y la triste Oxana parecía na con­servar su vida mas que para dar á luz la criatura que traia en su seno. Llegó en efecto este momento , y mi esposa me hizo á un t iempo padre de una niña y de un niño , y tuve la desgracia de perder á la madre de estás dos preciosas criaturas. Al llegar su última h o r a , nos abrazó á todos t res , y mur ió , pronunciando el nombre de Farasmin. Con esto quedé so lo , sin e spo ­sa , sin a m i g o , y sin consuelo en esta cho­za aislada, en donde yo habia creido en­contrar la felicidad. Mis dos hijos r e d o ­b laban mis penas con sus tiernos quejidos; tma cabra les daba su leche, pero yo n o jiodia sufrir la vista de aquella cabana, que me parecia siempre habitada por los manes lastimeros de Hidáspes , de Faras­min y de mi querida Oxana , que no h a ­bían sido desgraciados sino por causa mia .

Abandoné pues aquel desierto , y a t ra ­vesé la Arab i a , seguido de mi cabra, y l levando en los brazos á mis dos hijos. Mi proyecto era el de abandonar el Asia, en donde mi cabeza estaba dotada p o r Sardanápalo . Confiaba encontrar un asilo en los pueblos hospitalarios de la Grecia, ó de la Bética. Embarquéme con esa es­peranza en un buque Fenicio , que salia de T i ro , para ir á las columnas de Alcí-d e s ; pero como la desgracia me perseguia siempre , el bajel combatido por la t em­pestad , y arrojado por el viento al mar

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FABASMIW. 355 Adriát ico , se estrelló en las costas de los Frentanianos. Apenas pude salvarme con mis dos h i j o s ; y pude llegar á los m o n ­tes de los Marsos, donde pedí asilo en el p r imer pueblo; pero ¡ ay de m i ! apenas se me habia concedido este asilo , cuan ­do los crueles Pe l iñanos , que entonces se hal laban en guerra con el pueblo Marso, sorprenden aquel p u e b l o , lo reducen á cenizas , y penet ran en la casa en donde y o dormía con mis dos niños . ¡ Bárba ­r o s ! yo vi como asesinaban á mi h i jo , en su misma cuna ; n i mi llanto, ni mis g r i ­tos pudieron defenderle. Solo logré salvar á mi hija , cubriéndola con mi cuerpo; recibí las heridas que esos tigres le des­t inaban , y huyendo con ella por entre las llamas y los cadáveres , señalando mi ca­mino con mi sangre y con las lágrimas que vertía po r la muer te de mi h i jo , lle­gué á ese v a l l e , en el que mis manos edificaron esta c a b a n a , en donde eduqué á mi A n a i s , á mi que r ida , solo y ú l t i ­m o consuelo de ochenta años de dolores. Ella es el o b j e t o , po r quien únicamente me interesa la v i d a , cuya fisonomía y vi r ­tudes me recuerdan todos los dias á Oxana.

Al decir estas palabras , el anciano se echa en los brazos de Anais y le baña el ros t ro con sus lágrimas.

Pero L e o n t e , Leonte que no habia res­p i r ado , durante toda la relación de Met ro-b á t e s , coge su m a n o , la aprieta , y miran-

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356 FAIUSMOT. dolé con ojos animados y llenos de lágr i ­m a s : ¡ ah ! por Dios , le d ice : ¿ No p e r ­disteis junfo con el hijo que l loráis , el re t ra to de su tierna madre. ? ¿ No estaba este en su cuna ? S i , responde el ancia-i n o , asombrado: era una esmeralda g raba^ da . Abrazad á vuestro h i jo , esclama L e o n t e , arrojándose á sus brazos. "Yo soy el que tiene esta dicha. He aquí la es-r meralda , que be llevado siempre conmigo, He aquí el re t ra to de esa O x a n a , que habéis amado tanto , y que tiene toda 1$ fisonomía de Anais . Traigo en mi pecho las cicatrices de la p u ñ a l a d a , con que Jos Periñanos me hir ieron ,v y desde el p r imer dia que os v i , sentí la t i rme el corazón : un movimiento , un amor invo--luntar io me anunciaron que y o os debia la vida.

Dije, y el anciano no puede responder,, examina el r e t r a t o , halla que es el d e Oxana , le reconoce , le estrecha en su co­razón , quiere hablar y queda i nmóv i l : l u e ­go sus ojos se cierran , las fuerzas le a b a n d o n a n , y cae desmayado en los bra-s ?os de Anais y de Leonte .

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