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STREEP-TEASE EN EL BOSQUE Una nítida claridad ilumina el frondoso bosque. La suave brisa que viene del fondo del barranco mueve las ramas de los árboles. Un camino de tierra se pierde entre vericuetos siguiendo el curso de un pequeño arroyuelo que viene de las apretadas montañas del fondo. Por una curva del camino cubierta de hojas secas, aparece una chica bailando y tarareando. Sus movimientos son alegres y desenfadados. Corre, ríe, salta y canta, todo al mismo tiempo. Viste de rojo con la cintura al descubierto. Coge una margarita y se la pone en el pelo. Se moja las manos en el agua y se lava la cara. Arranca una fruta silvestre y se la lleva a la boca… Un rayo de sol le ilumina la rubia cabellera que resplandece como si fuera de oro. El paisaje se vuelve idílico con la presencia de la joven. Desde su observatorio particular, Rafa, un adolescente de catorce años, la contempla fascinado. Es guapísima la criatura. Y parece que está sola. -¿Qué hace una chica paseando sola en medio del bosque? Debe estar un poco pirada. Le calculo unos dieciocho años. ¡Qué tipito tiene la niña! ¡Y cómo se mueve! Le da la espalda y, coquetona, se agacha, con las piernas juntas, enseñándole las braguitas rosadas, bordeadas de encajes. Luego sonríe con unos sensuales labios color fresa, mostrando una blanquísima dentadura.

Streep tease en el bosque

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STREEP-TEASE EN EL BOSQUE

Una nítida claridad ilumina el frondoso bosque. La suave brisa que viene del

fondo del barranco mueve las ramas de los árboles. Un camino de tierra se pierde

entre vericuetos siguiendo el curso de un pequeño arroyuelo que viene de las

apretadas montañas del fondo.

Por una curva del camino cubierta de hojas secas, aparece una chica bailando y

tarareando. Sus movimientos son alegres y desenfadados. Corre, ríe, salta y canta,

todo al mismo tiempo. Viste de rojo con la cintura al descubierto. Coge una margarita y

se la pone en el pelo. Se moja las manos en el agua y se lava la cara. Arranca una fruta

silvestre y se la lleva a la boca… Un rayo de sol le ilumina la rubia cabellera que

resplandece como si fuera de oro. El paisaje se vuelve idílico con la presencia de la

joven.

Desde su observatorio particular, Rafa, un adolescente de catorce años, la

contempla fascinado. Es guapísima la criatura. Y parece que está sola.

-¿Qué hace una chica paseando sola en medio del bosque? Debe estar un poco

pirada. Le calculo unos dieciocho años. ¡Qué tipito tiene la niña! ¡Y cómo se mueve!

Le da la espalda y, coquetona, se agacha, con las piernas juntas, enseñándole

las braguitas rosadas, bordeadas de encajes. Luego sonríe con unos sensuales labios

color fresa, mostrando una blanquísima dentadura. Sus grandes y expresivos ojos son

verde-azulados, mezcla de cielo y bosque.

-Vendrá acompañada de algún amigo con el que se va a dar el lote... El sitio es

ideal, desde luego. Pues yo no pienso moverse de aquí. Esperaré a ver qué están

tramando. Seguro que el saludo va dirigido a su novio que debe estar escondido entre

los árboles.

Rafa permanece inmóvil, expectante. Siente una especie de vergüenza al

contemplarla a sus anchas sin que ella se entere. Eso es jugar sucio. Pero aún

reconociéndolo, no puede dejar de vigilarla desde su oculto lugar. Está atrapado,

hipnotizado con su presencia. Siente que la sangre le fluye por las venas como las

aguas del torrente. Se le agudizan los cinco sentidos. Es capaz de percibir el grato

aroma de la vegetación y hasta las minúsculas partículas que flotan con la luz

alrededor de la encantadora chica. Capta el croar de las ranas. Y hasta el rumor del

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agua deslizándose por entre los troncos y las piedras. La boca se le llena del sabor de

la fresa de sus labios.

Ella lanza un beso dirigido hacia donde él se encuentra, colocando la palma de

la mano delante de los labios para que sirva de trampolín.

-Jo-o-o… Ya me estoy poniendo mosca. ¿Es para mí, tía? ¡Loco, que no me lo

creo, loco…! ¡Cuando se lo cuente a la peña…! Toño, no te lo vas a creer, tío… ¡Estoy

flipando…!

Su voz es un susurro imperceptible. No quiere hacer el menor ruido que pueda

delatarle. Habla solo.

-No, el beso no es para mí, ¿verdad? Tu ligue debe estar por ahí oculto con

una cámara haciéndote fotos. Tú no puedes verme desde esa distancia. Pero yo a tí, sí.

La sonoridad del paisaje se hace canción. Una bandada de pajarillos se persigue

en el cielo azul. La joven desaparece un instante y reaparece tras un árbol. Comienza a

quitarse, muy despacito, la ropa, como si quisiera hacer un streep-tease para él solito.

Con estudiados gestos seductores, se desabrocha, uno a uno, los diminutos botones

de la blusa. Se la quita y la deja colgada de una rama. Su torso queda al desnudo,

excepto por los dos triangulitos rojos que esconden sus pechos.

-¡Ay, qué bomboncito! ¡Se va a desnudar…! ¡Qué guay, tío…! ¡Loco, que no me

lo creo, loco! ¡Te lo juro, tío! ¡Créeme Toño, está buenísima…! ¡Tiene unos pechitos…!

Los chorros de luz que atraviesan las ramas, se deshacen en reflejos de oro e

invaden el claro del bosque donde ella se ha detenido. Es una exquisita figura

femenina. Un deleite. Es la más maravillosa criatura que sus ojos hayan visto jamás.

Mueve la dorada cabellera con disimulada coquetería. Las gotitas de agua que penden

de las ramas, caen sobre sus hombros y resbalan por el canal que forman sus senos.

-¡Se va a desnudar! ¡La madre que la parió! ¡Loco, que no me lo creo, loco!

¡Mira qué tetitas tiene…! ¡Guay-y-y…! ¡Guau-u-u…! ¡Qué fuerte, tío…!

La falda tiene un solo botón y está abierta por un lado. Ella estira la pierna,

seductora, y con la punta del dedo la recorre toda, desde el tobillo hasta lo alto del

muslo. Se desabrocha la faldita y se la vuelve a abrochar. Abre y cierra; abre y cierra;

abre y cierra, hasta tres veces seguidas. Toda ella es un hechizo, una fascinación, una

visión maravillosa.

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A Rafa se le corta la respiración. La observa pasmado, embobado por sus

encantos, sin perderse el más mínimo detalle… Su cuerpo de adolescente se estira y

arde a la llamada de la carne. Empieza a sudar. Sigue hablando entre dientes para sí

mismo, e imaginándose que se lo está contando a Toño, su mejor amigo.

-¡Jolín…! ¡Mira Toño, qué culito! ¡Guau-u-u…! ¡Qué buena estás, tía! ¡Qué

cuerpazo más chulo! ¡Te juro que no me lo creo, loco! ¡Es verdad, tío! ¡Ahora me está

mirando…!

La joven no deja de sonreírle e invitarle con sus ojazos del color del cielo. Se

quita la falda y la deja sobre una piedra tras la que se esconde. Como por arte de

magia reaparece encima de la roca como una estatua mágica, tentadora. Está casi

desnuda. Sólo lleva puesto un minúsculo sujetador rojo y unas braguitas casi

transparentes del mismo color. Adopta poses seductoras, posando para el invisible

fotógrafo que Rafa no consigue descubrir por más que mira entre las ramas.

-¿Por qué no te dejas ver ya, tío? ¿A qué esperas, gilipollas? ¡Voy a saltar yo en

tu lugar y te juro que me la voy a tirar delante de tus narices…! ¡Ay, madre, qué buena

está…! ¡Qué hembra…! Cuando se lo cuente a la peña, no se lo van a creer…

Todo huele a tierra fresca, a vida. El suave arroyo que se desliza pendiente

abajo, acaba en un pequeño lago adormecido donde todos los árboles se reflejan. Con

las curvas más bellas, la naturaleza dio forma a la mujer. No puede apartar la vista de

sus eróticas curvas. El suave deslizamiento de la espalda. La redondez perfecta de sus

nalgas. La mágica sensualidad de sus hermosas piernas. Rafa está cada vez más

atrapado entre el mágico laberinto del deseo.

-¡Se está quitando el sujetador! ¡Ay, madre, qué tetitas! ¡Guau-u-u! ¡Jolín!

¡Qué flipada…! ¡Qué fuerte, tío…! ¡Loco, que no me aguanto, loco! ¡Te lo juro, tío!

¡Toño, que es verdad, tío! ¡Es una hembra que te cagas…!

Con toda la inocencia reflejada en su mirada, ella se baja el sujetador por un

lado y deja al descubierto una teta. La mantiene en la palma de la mano, como si le

ofreciera una exquisita fruta madura, y, con la máxima delicadeza, con dos deditos, se

estira el pezón ya enhiesto. La punta de la lengua recorre sus labios de fresas

paladeando el sabroso manjar, al tiempo que entorna los ojos expresando un gratísimo

placer. Se desabrocha la cinta del sujetador y lo sostiene un instante con los brazos en

alto, haciéndolo girar como una onda por encima de su cabeza. Finalmente lo lanza al

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aire, y queda colgado de lo alto de una rama. El sol incide en sus senos iluminando los

contornos. Toda la sensualidad y erotismo de la vida quedan al descubierto en

aquellos redondos pechitos con las aureolas floridas.

La sedosa piel le recordó a la Paqui, cuando se las dejó acariciar en el baño del

instituto. Eran suaves y duras como manzanas, como melocotones, o tal vez como

limones calentitos. La parte del cuerpo que se desnudó, vibró entre sus manos como

algo mágico. Era la primera vez que tocaba a una chica. Sin poderse contener le echó

manos a las nalgas y la atrajo hacia sí besándola, pero ella lo empujó hacia atrás

diciéndole que no se pasara… La imagen le vino de sopetón y deseó ardientemente

revivir la experiencia. Una oleada de calor le recorrió el cuerpo y le llenó la cabeza.

Tragó salivas.

La joven se gira, se mueve, se agacha y se yergue, provocadora. Es una visión

maravillosa, fascinante… Parece que se va a dar un baño. Toca el agua con la punta del

dedo gordo del pie, y lo retira, salpicando los pétalos de las margaritas que están al

borde del camino. Le dirige una mirada de complicidad, encogiendo los labios como si

se dispusiera a darle un beso. Ahora empieza a hacer unos suaves movimientos

ondulantes con todo el cuerpo, cimbreando los cabellos, el cuello, los hombros, los

brazos, los senos, la cintura, el ombligo, las caderas, las nalgas, los muslos, las piernas y

los tobillos, en ondulantes movimientos, como si fuera una ola, mientras se va

bajando, lentamente, la braguita, hasta dejarla en el suelo. Permanece mostrándole el

hermoso trasero unos instantes. Luego, muy despacio se pone en pie completamente

desnuda.

-¡Guau-u-u…! ¡Ay, qué curvas, qué chochito, qué culo! ¡Loco, que no me

aguanto, loco! ¡Qué buena-a-a…! ¡Te voy a comer, tía! ¡Qué guay-y-y…!

Es toda su desnudez un encantamiento. Es el núcleo de la belleza, de la vida, de

la naturaleza, de la existencia. El cuerpo desnudo de la mujer es lo más bello que existe

en el universo. Es el culmen de la creación.

Los ojos de Rafa quedan prendidos debajo del ombliguito, allí donde los

muslos están unidos. Un rayo de sol ilumina el triangulito cóncavo con la delicada

ranura vertical, para que él pueda admirar la suavísima y aterciopelada piel, decorada

con ensortijados vellos que dejan penetrar la luz. Siente un cosquilleo que le hace

estremecer. El cuerpo desnudo de la joven se refleja en el espejo de las aguas. Ella lo

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mira con la sonrisita de fresa y la verde mirada, y lo invita, llamándolo con el dedo

índice, a entrar en el agua. Ahora no tiene ninguna duda de que está dirigiendo a él.

-Aquí no hay nadie más yo… ¿Me estás llamando a mí, verdad? ¿Tú y yo, solos,

en pelotas? ¡Guau-u-u! ¡Te voy a comer enterita, tía buena! ¡Qué flipada…! ¡Loco, que

no me lo creo, loco! ¡Me lanzo al agua ahora mismo…! ¡Allá voy…!

Sin poderse contener por más tiempo, se pone en pie. Ya tiene el pantalón por

las rodillas. De un tirón se saca la camisa por la cabeza…

Y en ese preciso instante, entra en el cuarto su madre, gritándole:

-¡Cierra ya el ordenador! ¡Es la tercera vez que te llamo para que vengas a

cenar! ¿Qué estás haciendo, Rafa…?

La seductora imagen de la chica desnuda en medio del bosque desapareció. La

pantalla se volvió azul y mostró el mensaje: Reproducir de nuevo. Ir a la biblioteca.

Reproducir lista anterior.

Descorazonado, Rafa volvió a la realidad. Con una palabrota entre los labios,

pulsó la X de cerrar.