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Llegando al final de su enseañanza, Jacques Lacan nos advierte sobre el error en que caeriamos al considerar la trascendecia un registro respecto de otro. Sin embargo, la transmisión de su enseñanza no parece escapar, aun teniendo presente dicha advertencia, a la tentacion de olvidarla y abrazarse al simbolico, al real, o al imaginario. Nos vemos asi llevados a mencioanr una primera aclaracion: la imagen, como elemento mas representativo del imaginario, no puede ser pensada independientemente del resto de los registros, y cualquier especificidad que se pretenda delimitar respecto de esta ultima merece ser acompañada de ciertas puntualizaciones en relacion a aquellos.La supremacia de la imagen en la realidad moderna, nos exige entonces aclarar el estatuto de la imagen a la que nos referimos, mas que las condiciones a las que debe su supremacia. * Según un dicho popular, no habriamos de impresionarnos al comer desechos, ya que millones de moscas no pueden equivocarse. En efecto, si caminamos por la ciudad y nos encontramos con un aglomerado de gente, nuestra curiosidad no tardara en despertarse. Sea lo que sea, algo para ver debe habitar el centro de dicha aglomeración y pocos querran perderse, comandados por la inherente tendencia escoptofilica que habita al humano, dicho espectáculo.

Supremacia de La Imagen

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Page 1: Supremacia de La Imagen

Llegando al final de su enseañanza, Jacques Lacan nos advierte sobre el error

en que caeriamos al considerar la trascendecia un registro respecto de otro.

Sin embargo, la transmisión de su enseñanza no parece escapar, aun teniendo

presente dicha advertencia, a la tentacion de olvidarla y abrazarse al simbolico,

al real, o al imaginario.

Nos vemos asi llevados a mencioanr una primera aclaracion: la imagen, como

elemento mas representativo del imaginario, no puede ser pensada

independientemente del resto de los registros, y cualquier especificidad que se

pretenda delimitar respecto de esta ultima merece ser acompañada de ciertas

puntualizaciones en relacion a aquellos.La supremacia de la imagen en la

realidad moderna, nos exige entonces aclarar el estatuto de la imagen a la que

nos referimos, mas que las condiciones a las que debe su supremacia.

*

Según un dicho popular, no habriamos de impresionarnos al comer desechos,

ya que millones de moscas no pueden equivocarse. En efecto, si caminamos

por la ciudad y nos encontramos con un aglomerado de gente, nuestra

curiosidad no tardara en despertarse. Sea lo que sea, algo para ver debe

habitar el centro de dicha aglomeración y pocos querran perderse,

comandados por la inherente tendencia escoptofilica que habita al humano,

dicho espectáculo.

Si entre la gente logramos hacernos un lugar, asomarnos al objeto que atrae la

atención de tantos yoes juntos, y encontrarnos con un cadáver, diversas son

las reacciones a la que estariamos expuestos. En efecto, ante dicho objeto,

alguien puede ser impresionado y salir de la aglomeración con la imagen fijada,

e invadido por una angustia irrefrenable. Seguramente encontraremos otros

con celulares en mano, fotografiando el morboso espectáculo que el cadáver

ofrece, mientras otros vomitan y otros, porque no, se erectan..

¿Con que percibimos? Nos preguntamos. Desde Freud, que percepción y

conciencia no copinciden, y que entre ambas, habitan todas las constelaciones

respresentativas que la realidad psiquica entraña.

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La realidad psiquica, entonces, determina todas las reacciones a las que ante

diversas impresiones el sujeto esta sometido, y una imagen jamas despertara

en uno lo que despierta en otro. Es decir, por mas que formemos parte de las

millones de moscan que comen del mismo desecho, la mosca humana no

comparte la misma satisfacción que su compañera de cena.

Ahora bien, mas alla de las diferencias que dividen las reacciones ante una

misma imagen, se constatan en la sociedad moderna dos perversiones opticas,

para utilizar la expresión de Roman Gubern, que abren el juego que nos

habilitara cierta reflexion sobre la especificidad de dichas imagenes.

Tomaremos como puntos de apoyo para transitar el recorrido del presente

trabajo, al porno y al gore. La imagen pornografica y la violencia audiovisual.

En otros terminos, la imagen que gime, y la imagen que grita.

*

La develacion nunca es de algo. Lacan, en el seminario 4 hace del velo el ídolo

de la ausencia. Como si con Leibnitz conversase, la necesariedad de que halla

algo y no mas bien nada, sin dejar de ser esa nada la que permite el brillo de lo

que en el velo se proyecta, articula el deseo a la imagen, operación

fundamental del cuarto tomo del seminario.

¿No es clara la necesariedad de que la stripper sostenga su ultima prenda, por

todos los medios, para sostener al erotismo? ¿No respeta a esta logica el

suspenso, que sostiene la tension para no caer en el vértigo que el gore

introduce en una abismal identificación cuya violencia aplasta al percipiens

como un gigante a una insecto?.

En 1968, a partr de la sustitucion del codigo Hays, regulador de la censura en

la industria cinematografica, se habilita la permisividad de incluir imagenes de

exrtema violencia en la pantalla grande. La violencia audiovisual y la

pornografia Hardcore comenzaron a llenar las salas de cine acompañadas de

un éxito inmediato. Entonces, por un lado, analizar la especificidad de dichas

imagenes es objeto del presente trabajo, pero dejar de lado las razones del

éxito y la proliferacion de dicha imagen, no amerita ningun descuido.

*

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Llegado a este punto, vale preguntarse: ¿Hay alguna diferencia radical entre la

imagen Snuff y la pornografica?.

Sigamos a Gubern:

“...la agonia y la muerte violenta filmada es asimilada al orgasmo, tanto por la

convulsion agonica de la victima ensartada como por el placer paroxistico de su

vision.”.

Freud tempranamente observa la concepcion sadica del coito entre los padres.

El acto sexual es bajo esa concepcion, una mujer violentada por un agente

anonimo, y efectivamente, la imagen pornografica requiere de este anonimato.

Las revistas pornograficas muestran bien como no hace falta la presencia

masculina en la escena, y que solo un gesto, una mirada de la modelo en

cuesiton, alcanzan al voyeur para suponer en ese lugar al goce de la mujer,

con el que aquel se identifica mirandose mirar.