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Susón. Doctrina en Beato Enrique Susón. Autobiografía espiritual (Vita) San Esteban, Salamanca, p.42-45 Introducción de Salvador Sandoval. La contemplación del sufrimiento de Cristo y su seguimiento camino de la cruz se convierten en el eje fundamental de la espiritualidad susoniana, más centrada en la búsqueda de Dios a través de la humanidad de Cristo que a través de la objetividad del intelecto. Con ello se alinea en la tradición cristiana de la mística del sufrimiento representada para Susón en las figuras de san Pablo y de san Bernardo (a quien llama doctor venerande), desmarcándose así de la mística especulativa de santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno y Eckhart. No significa esto que Susón no se planteara cuestiones profundas y difíciles sobre Dios, la Trinidad, la Nada, etc... Lo hizo en El pequeño libro de la verdad, para demostrar que las tesis condenadas del Maestro eran perfectamente ortodoxas. Pero era su primera obra, realizada en su época de estudiante en Colonia, cuando todavía no había descubierto los temas propios de su espiritualidad, madurados posteriormente por medio de su experiencia personal. Es cierto que, varios años después, retoma varios puntos de la doctrina eckhartiana en los últimos capítulos de la Vita, pero lo hace para situarla en el terreno de la vida espiritual. Para la comprensión de la doctrina espiritual de Susón, es de capital importancia el ejemplo de san Pablo en II Cor 12,4, el cual, aunque fue elevado en un rapto por encima del tiempo, y se le permitió contemplar el insondable abismo de la luz divina y escuchar palabras que no pueden ser oídas por el hombre, sin embargo, asumió como única tarea el anuncio de Cristo crucificado: “no quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado ” (I Cor 2,2). Tal es el lema de esta philosophia spiritualis, pues las altas cuestiones sobre Dios no ayudan al progreso de la vida espiritual. La Eterna Sabiduría enseño a Susón que el camino más seguro para llegar a Dios es la humanidad crucificada del Hijo, y que a la adquisición de la actitud sufriente de Cristo se llegaba por medio, no de una contemplación fría y reflexiva, sino existencialmente comprometida. Estaba convencido de que el 1

Susón Doctrina

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Un estudio detallado del pensamiento de un místico renano del s. XIII

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Susón. Doctrinaen Beato Enrique Susón. Autobiografía espiritual (Vita) San Esteban, Salamanca, p.42-45Introducción de Salvador Sandoval.

La contemplación del sufrimiento de Cristo y su seguimiento camino de la cruz se convierten en el eje fundamental de la espiritualidad susoniana, más centrada en la búsqueda de Dios a través de la humanidad de Cristo que a través de la objetividad del intelecto. Con ello se alinea en la tradición cristiana de la mística del sufrimiento representada para Susón en las figuras de san Pablo y de san Bernardo (a quien llama doctor venerande), desmarcándose así de la mística especulativa de santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno y Eckhart. No significa esto que Susón no se planteara cuestiones profundas y difíciles sobre Dios, la Trinidad, la Nada, etc... Lo hizo en El pequeño libro de la verdad, para demostrar que las tesis condenadas del Maestro eran perfectamente ortodoxas. Pero era su primera obra, realizada en su época de estudiante en Colonia, cuando todavía no había descubierto los temas propios de su espiritualidad, madurados posteriormente por medio de su experiencia personal. Es cierto que, varios años después, retoma varios puntos de la doctrina eckhartiana en los últimos capítulos de la Vita, pero lo hace para situarla en el terreno de la vida espiritual.Para la comprensión de la doctrina espiritual de Susón, es de capital importancia el ejemplo de san Pablo en II Cor 12,4, el cual, aunque fue elevado en un rapto por encima del tiempo, y se le permitió contemplar el insondable abismo de la luz divina y escuchar palabras que no pueden ser oídas por el hombre, sin embargo, asumió como única tarea el anuncio de Cristo crucificado: “no quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado” (I Cor 2,2).Tal es el lema de esta philosophia spiritualis, pues las altas cuestiones sobre Dios no ayudan al progreso de la vida espiritual. La Eterna Sabiduría enseño a Susón que el camino más seguro para llegar a Dios es la humanidad crucificada del Hijo, y que a la adquisición de la actitud sufriente de Cristo se llegaba por medio, no de una contemplación fría y reflexiva, sino existencialmente comprometida. Estaba convencido de que el sufrimiento pacientemente aceptado, es gracia que libera al hombre, lo transforma y lo une a Dios. Por eso ve en la Pasión de Cristo el camino más seguro y recto de unión con Dios.Toda exposición de la doctrina espiritual de Susón podría resumirse en esta formula compendiosa viae spiritualis: un hombre desprendido debe ser de-formado de todas las criaturas (etapa principiante), con-formado a Cristo (etapa del proficiente) y trans-formado en Dios (etapa del perfecto).Para recorrer con éxito esas tres etapas, el propio Susón expone en el Horologium aeternae Sapientiae los cuatro principios fundamentales de esa sublimior philosophiae:Primer principio: el retiro y la soledad como condición de perfección espiritual:“Así, pues, si deseas alcanzar la perfección de la vida espiritual, deseable para todos, debes apartarte por completo de compañías y tratos perjudiciales, y de todos los hombres que impidan tu propósito” (Horologium 541, 9 - 542,1).Segundo principio: la purificación del corazón y la paz del espíritu:“Y tú, si deseas llegar a la meta por el camino recto, debes anhelar con todas tus fuerzas la perpetua pureza del corazón y la paz del espíritu” (Horo. 543,13-16).Tercer principio: el desapego de la voluntad de todas las ataduras:“Libera radicalmente de preocupaciones terrenales la inclinación de tu voluntad, adhiriéndote siempre con amor ferviente al sumo Bien” (Horo. 544,22-ss).

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Cuarto principio: la continua contemplación de Dios y la unión del espíritu con El:“Sobre todo, esfuérzate siempre por mantener tu espíritu elevado en la contemplación de lo divino, para que tu mente esté siempre atenta a las cosas divinas y a Dios” (Horo. 543,3-6).Este verdadero programa de vida espiritual conduce al hombre, liberándolo de sí mismo, del estado de desemejanza, caracterizado por la tristeza, el dolor y la separación de Dios, al de semejanza, en donde impera la alegría y el gozo de la vida en Dios.El hombre así deificado vive solo atento a Dios, en un estado de indiferencia interior, que es quizás la expresión que más se aproxima al concepto susoniano de gelazenheit (muy cercano al de abegescheidenheit de Eckhart), prácticamente intraducible a otros idiomas. Esta gelazenheit, traducida también como abandono, expresa tanto la actitud del hombre radicalmente desprendido de todas las criaturas y de sí mismo para entregarse totalmente a Dios, como el estado que resulta de tal desprendimiento. Es un aceptar todas las situaciones de la vida como expresión de la voluntad de Dios, un dejarse guiar confiado en la plena seguridad de que todo colabora al bien de los que aman a Dios. Es, en definitiva, la imitación de Cristo.Como consecuencia de todo lo anterior, el hombre abandonado está preparado, incluso lo desea, para el momento supremo: la llegada de la muerte. La preparación para la muerte es un tema recurrente en todos los místicos y, por tanto de una enorme trascendencia. Esta preparación no consiste en ser consciente de la propia mortalidad, sentimiento que todos, en mayor o menor medida, poseemos. El místico, consciente de que la verdadera muerte es la del alma, está ya muerto cuando llega ésta. Por eso la espera como quien aguarda la llegada deseada de su amado (Horo. 527,18). Para Susón, Arsenio, uno de los Padres del desierto, a quien califica como summus philosophus, es el ejemplo a seguir en este sentido, pues siempre tuvo ante los ojos esta hora. La muerte así entendida y vivida se convierte en la entrada a la patria eterna:“Se purificará y preparará para la visión de la gloria de Dios, será custodiado por los santos ángeles, conducido por los ciudadanos de lo alto y recibido por la curia celestial. Su muerte será feliz entrada a la patria eterna” (Horo. 536,2-5).

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