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Sverre Fehn Ha vita una bambola

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el discurso de la sombrade la proyección al proyecto

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¿Está viva la muñeca?. [Ha vita una bambola?]Conversación entre Sverre Fehn y Per Olaf Fjeld, 1984.En Sverre Fehn. Opera completa. Christian Norberg-Schulz y Gennaro Postiglione. Introducción de Francesco Dal Co.Editorial Electa. Milano, 1997. (original en italiano, traducción MR)

¿(…) cuál es el rol del hombre en relación a la masa, y cuál la posición de la arquitectura respecto al material?

El espacio infinito es masa. Nosotros no vivimos en una articulación de lo interno y lo externo. Estamos siempre alrededor de la masa, atrapados en una suerte de Espacio total, que podemos organizar mediante la contemplación.

Es el pensamiento el que presenta los materiales, cada uno con su masa particular. Y, una vez que esta masa adquiere una composición, se le otorga al mundo una forma, una “Gestalt” y al hombre su construcción. Sólo entonces la masa es activada: cuando se le da un orden. Cuando el pensamiento penetra la masa, nace un espacio.

¿Es posible definir la masa?

Arquímedes asignó a la masa su número. Este hecho ocurrido en la “tina”1 dio inicio a la tragedia. La definición del objeto es arrancada a su “alma”. El volumen como escala separó el objeto de su propia forma. El objeto recibió una definición de su verdadera sustancia.

La sombra pertenece a la tierra. Un mundo sin sombra es un lugar privado de materiales. En la muerte, la sombra es un sueño de aquello que no existe. Aquí la máscara es absoluta, su abrazo no tiene límites. El espíritu está dominado por una luz que no arroja ninguna sombra.

A cada calle pertenece una historia en proceso que narra su dinámica. Si nos encontramos en el ecuador, al mediodía la sombra está pegada a la planta de

1 Referido a la anécdota de cómo Arquímides ideó (mientras tomaba un baño) su método de hidrostática al sumergir la corona dorada para comprobar, por su densidad, si era realmente de oro. Ante este descubrimiento, exclamó su conocido “Eureka”. Ver VITRUVIO, De Architectura, Libro IX, Cap. III, Pgs.212-213 (Versión en español de la Imprenta Real de Madrid, año 1787)

nuestros pies, y en un instante la perdemos. Aquí, donde estamos hablando, nuestra sombra es una reproducción de nosotros mismos una vez al año, pero si probamos de andar un poco más al Norte ella se avecina a una dimensión ilusoria, cuando se extiende en el silencio de la nieve.

A este punto puedo eliminar la masa donde la sombra protege la construcción. E aquí un lugar donde el tiempo se detiene.

Por lo tanto, ¿todo pertenece a la tierra?

El diseño sobre la tierra es el resultado de una convergencia de masas. Una cavidad se llena de agua que diseña su línea sobre la superficie de la tierra. Si sustituimos el agua con el pensamiento, la línea se transforma en una construcción que el hombre ofrece a la tierra. Es una tarea de la arquitectura explorar este pensamiento-construcción.

El habitante de la caverna no pudo liberarse de la masa, pero vive en la propia sombra como en un signo del lugar. Sustituye la masa de la tierra con el material provisto por la oscuridad y el espacio indefinido. La caverna se suma al volumen del paraíso sin renunciar a su sombra y su apertura es la única interrupción en la masa.

En el exterior, el árbol rompe el horizonte. El tiempo lo dejará crecer y formar parte de su espacio. El árbol moviliza la luz y captura la sombra sobre la tierra, dando origen a un lugar.Entonces, el hombre se convierte en parte de la sombra de alguien más, el árbol, y ya no está solo. Es aquí que nace la historia como narración.

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(...) Las primeras expresiones del hombre fueron movimientos impresos en la masa. Disponer de un determinado modo una piedra sobre la tierra significaba comunicar. El hombre podía moverse entre las masas que posicionaba, porque entonces el diálogo pertenecía al instante. La piedra y su lugar eran un punto sobre la tierra, en donde albergaba una masa habitada de espíritu.

La historia sucesiva, revisitada y olvidada, fue la conversación con la noche y sus estrellas.Víctor Hugo (...) escribió que con la llegada de la imprenta el arte de construir se había perdido. El signo escrito separó la historia de su lugar; la interpretación se independizaba del contexto. Un libro que todos pueden leer quita importancia a la piedra ordenada por el hombre. Entonces, el diálogo entre el hombre y la naturaleza se agota. El libro, es verdad, transmitió el pensamiento de la piedra pero privado de la masa. El concepto del tiempo está en el desorden. El libro, que viene reimpreso, protegido, transportado y almacenado, es eterno. Y la historia desprendida de la masa se libera del tiempo. Al día siguiente, la piedra aún proyecta su sombra, pero el libro ya ha sido interpretado.

El tiempo y el lugar están íntimamente conectados. El tiempo mismo es un material.

Entonces, ¿el tiempo es masa en movimiento?

El hombre siempre ha animado, movido a la masa. El dique contiene al río. Este muro puesto con un gesto fuerte en el paisaje, imprime energía, y cuando la batalla se termina, el cielo tiene un nuevo espejo.

La vela, colectora del viento, hace mover el buque y perfora esa masa luminosa. La barca define la masa y confiere al movimiento su significado espacial. Un lugar en movimiento es el espacio en movimiento. Los objetos que se mueven en la masa le confieren intimidad. Nosotros somos parte de los materiales. El sueño humano del espacio infinito está expresado de manera particularmente maravillosa en la fábula de Aladino transportado en vuelo sobre la tierra gracias al genio de la lámpara mágica.

¿Y el mar?

El mar es una inmensa masa horizontal que expresa la naturaleza de la tierra. La barca se separa de la sombra de la tierra firme a la búsqueda de la única línea recta, el horizonte.

Recuerdo que una vez en Marruecos me senté a la orilla de un río esperando que el agua retrocediese en bajamar para poder atravesarlo. Mientras estaba allí, algunos jóvenes me robaron la brújula. Se habían llevado mi línea recta. Habían robado el puente antes de ser construido.

¿Y el cielo?

Si el hombre junto con el viento hubiese conquistado el cielo antes que el mar, este último hubiese quedado inexplorado, La inmensidad del mar hubiese amenazado a nuestra cultura como la bóveda celeste intimidó al medioevo. Como hubiese hecho el hombre para trazar su impronta sobre la tierra y sobre el cielo?

¿Y la comprensión de la masa como material?

Cada material tiene una identidad y una escala propias. El primero en establecer un límite fue el tronco, cuyas dimensiones están ligadas a la especie y a la edad del árbol. En virtud de tal límite, el hombre podía plasmar tranquilamente la masa y alzar su construcción en el paisaje; existía una competencia. La masa de la tierra era, por lo tanto, sin fin. Y, construyendo sobre una superficie inconmensurable, el hombre creaba puntos en la eternidad.

Con la llegada de la tecnología ha cambiado esta relación con los materiales. El laminado de madera no tiene límites. Bosques enteros pueden ser encolados juntos para crear una masa. El material no tiene mas una identidad ligada a su origen y el universo está compuesto de esferas medibles. El sol y la luna non son más un misterio, porque vivimos en un mundo

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en una sola escala: la relación entre pequeño y grande.

La tierra como parte del universo está ahora definida por medio de un nuevo concepto de masa. Nuestro mundo está hecho de cálculos. En aquellos tiempos debió ser muy emocionante… el instante en que la construcción encontró la tierra e hizo nacer su dimensión. (...) Hasta que la tierra era vista como infinita, la masa con la cual se podía construir era ilimitada. Cuando la tierra fue definida como volumen -es decir, en relación con otros objetos- el hombre fue capaz de construir, por medio de los materiales, una masa infinita. Porque la tecnología no puede generar una restricción natural, la masa se controla a si misma. Toma ventaja. La credibilidad de la sombra del árbol se pierde, ahora que se esconde en el pegamento de un laminado.

¿Cuál es entonces su relación con la masa?

En un tiempo, la columna ocupaba un silencio suficientemente grande como para esconderse. Recuerdo que el arquitecto finlandés Reima Pietilä me dijo: “si fuese ciego, haría cualquier arquitectura partiendo del peso de los materiales. Buscaría el equilibrio entre ellos. ¿Qué nos diría una construcción de este tipo?”.

¿Los materiales tienen su propio lenguaje específico?

Cada material tiene su sombra. La sombra de la piedra no se asemeja a la de una frágil hoja otoñal. La sombra penetra en el material e irradia el mensaje. Conversamos con el material a través de los poros de nuestra piel, los oídos, los ojos. El diálogo no se limita a la superficie, puesto que incluso el olor satura el aire. Tocando el material se cambia la temperatura corpórea y el material responde inmediatamente. Prueba a hablarle a una piedra y sentirás una mística resonancia. Habla a una sierra, resonará como un espejo. Escucha una foresta cubierta de nieve, y oirás el silencio. Quien sabe usar la madera como maestro es el constructor de instrumentos musicales. Su oído da a cada pieza la dimensión que le es propia.

¿Y la libertad de jugar con el lenguaje de los materiales?

Los materiales pueden ser cualquier cosa que no son. Oscar Niemeyer, al realizar su construcción en hormigón armado, pensó en el vuelo de los pájaros. La Ópera de Sydney de Jorn Utzon tiene un peso enorme, pero su expresión está asociada con el sonido de la tela blanca al viento. La masa se coloca dentro de un orden que está fuera de su alcance. Y esto es más de cuanto puedan revelar los materiales mismos.

¿Y el encuentro con la tierra?

Debemos reencontrar el diálogo con la tierra. La división de la masa de la tierra, como del agua y del aire, da cuerpo a las grandes construcciones. El terraplén es el último intercambio con la tierra. La tierra que lo forma y la zanja a sus espaldas se convierte en nuestra defensa. El miedo de la muerte es nuestro constructor. Este miedo ha desarrollado una sensibilidad sobre el terreno, que ha dado vida a la gran arquitectura de las fortalezas. El miedo al proyectil ha hecho que se buscase protección en el interior de la masa de la tierra. La construcción que encarna el miedo en el paisaje humano actual es el borde de la acera. En la ciudad esta terraza de quince centímetros de altura es nuestra salvación.

Buscando dominar los materiales mediante la tecnología hemos hecho imperceptible el diálogo del hombre con la masa de la tierra. La rotura definitiva operada en los años veinte por Le Corbusier con el muro portante y la columna, únicos lazos entre la tierra y el habitar humano, fue subestimada, como si se tratase de un fragmento. Él nos ofreció esta oportunidad: “se vuelva a dar la tierra a la tierra. Entre los muros de sus casas que los hombres sean, aún, dueños del horizonte. Que los jardines colgantes sean grandes espacios para las relaciones sociales y para el diálogo visual con los elementos del cielo”.

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Pero esta expansión al infinito intimidó al hombre sobre la terraza. La nueva interacción con la naturaleza fue destruida por la fuerza “del todo visible”.

Cuando el funcionalismo se transformó en ausencia de símbolo, el mundo construido colapsó. Hoy nos debemos preguntar si la arquitectura puede encontrar de nuevo la tierra, si está en disposición de encontrar una llave para descifrar la masa ya inevitablemente reducida, en nuestra sociedad, apenas a un conjunto de números.

La máscara está viva, ¿tiene vida una muñeca?

Los proyectiles han abollado la superficie de la tierra, y el tamaño del hueco corresponde al del proyectil.El proyectil de hoy ha alcanzado el misterio de lo invisible: puede destruir cada forma de vida sin dejar rastro sobre la superficie de la tierra. El espíritu es auto-destructivo. La materia ha obtenido una victoria total.

En la conversación con la muñeca, la máscara fue apartada.