Tauro-Traumatologia

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TAUROTRAUMATOLOGÍAFRANCISCO DE P. SERRA JUAN. 3ª Edición 2009. Medical & Marketing Communications

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TAUROTRAUMATOLOGAPRECEDIDA DE UN DISEO HISTRICO SOBRE LA FIESTA DE LOS TOROSPOR

FRANCISCO DE P. SERRA JUANMdico Jefe del Equipo Quirrgico de la Plaza de Toros de Valencia

2 Edicin 1945 3 Edicin 2009

Editada por Medical & Marketing Communications Fernndez de los Ros 108, 1 izq - 28015 MadridReservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin previa autorizacin por escrito de los laboratorios Faes Farma, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento. Depsito legal:

Impreso en Espaa

PRLOGOEl valenciano Dr. Francisco de P. Sierra Juan, cirujano jefe de la plaza de toros de Valencia, nos dej en 1945 esta maravillosa obra, segn palabras del autor, para entretenimiento y difusin mdica de la ciruga taurina, pero se convirti en el catecismo, durante mucho tiempo, de los cirujanos taurinos. Otros autores haban abordado con anterioridad las heridas por arma de toro en algunos tratados de ciruga, como recoge el propio autor en su obra; lo hicieron con rigor acadmico, pero sin la profundidad y vivencia clnica como lo hizo el Dr. Serra. l se considera introductor del trmino Taurotraumatologa y no conozco, hasta ahora, publicacin que diga lo contrario. Este libro no solo recoge magistralmente los tipos de lesin por asta de toro, su diagnstico y su tratamiento, sino todas las lesiones que pueden producirse en el curso de una corrida de toros, sea por asta de toro o por otros agentes traumticos. Como bien recoge, el toro no da las cornadas con los cuernos, sino con los cuartos traseros. Sus profundos conocimientos de los toros, del toreo y de los distintos lances, le permiti adquirir una gran experiencia en la valoracin de la verdadera gravedad de los traumatismos que atenda, analizando el mecanismo de produccin, algo tan importante para un diagnstico de presuncin, y sobre todo para una actividad teraputica que, en estos casos, es vital que sea precisa y rpida. Fue una obra que escribi el autor cuando tena 61 aos, cuando ya haba acumulado una gran experiencia en la ciruga taurina. Algunos pueden pensar que con los medios diagnsticos y teraputicos que hoy tenemos y nuestra red sanitaria todos los conocimientos que aporta esta obra estn obsoletos, pero si consideramos las condiciones, hasta cierto punto lgicas, de las enfermeras de las plazas de toros, y, sobre todo, de la inmediata resolucin que requieren estos traumatismos, gran parte de la obra tiene total vigencia. Yo descubr este libro en mis primeros meses de ejercicio profesional y siempre le he tenido un especial cario. Por una parte, por lo que aport a mi formacin, sobre cmo actuar en las heridas complejas, sean o no taurinas, cmo valorar su gravedad y sus repercusiones generales, porque las descripciones que hace sobre el shock traumtico y la infeccin son realmente formativas. Por otra parte, le tengo especial cario porque, en mi actividad docente, las heridas por asta de toro fue uno de los primeros temas que me asignaron para explicar a los alumnos de licenciatura; lgicamente su contenido me permiti construir una brillante leccin, pero lo que ms apreci desde el principio fue su forma de transmitir los conocimientos, siendo para m una verdadera leccin de docencia. La forma en la que aborda la descripcin de las lesiones en algunas cogidas taurinas puede interpretarlas el profano de la medicina como simples ancdotas, pero en realidad son el relato de verdaderos casos clnicos, con clara intencin docente de quien conoce que es la vivencia de la enfermedad, lo que forma y cmo se adquiere el conocido ojo clnico.

No recuerdo las circunstancias pero hace algo ms de dos aos, al poco de morir mi padre el Profesor Francisco Gomar Guarner, le una vez ms este excelente libro, y nuevamente qued impresionado por su amenidad y por las enseanzas que en l se recogen. Con nostalgia le todos los captulos de Taurotraumatologa, que me recordaron mis primeros aos de formacin y colaboracin en la docencia dentro del ambiente universitario pero, al llegar al captulo de Entre toreros, en los que el autor recoge todos los detalles de algunas importantes traumatismos taurinos de toreros de renombre que l haba atendido (en las pginas 108 y 110), en el relato de la gravsima cogida con resultado final fatal del diestro Manolo Corts, le nuevamente las referencias que hace a las consultas que realiz al Profesor Gomar Guarner y me invadi una tormenta de sentimientos. A la nostalgia de mis primeros aos en la profesin se uni el recuerdo de mi padre, mi vocacin docente y el recuerdo de la suya. Se me ocurri entonces que la reedicin de esta obra sera importantsima para nuestra generacin, para que recuperase ese amor a la medicina por encima del desarrollo tecnolgico, y que podra hacerse un homenaje al Profesor Francisco Gomar Guarner, no por su aficin taurina, que la tena, sino por su vida dedicada a la docencia y al desarrollo de la Traumatologa. Ciertas similitudes pueden encontrase en la vida del Dr. Serra y del Dr. Gomar Guarner. Ambos eran Franciscos de Paula, y a ambos se le conoca como D. Paco. En el libro de Juan Alfonso Gil Albors, clebre periodista radiofnico valenciano, titulado Parece que fue ayer. Valencia 1936-1957 dice el doctor Francisco de Paula Serra Juan, conocido por los aficionados taurinos como Don Paco... Con este familiar apelativo todo el mundo saba que estaba haciendo referencia al Dr. Serra. La idea de su reedicin tena un problema importante que salvar, la propiedad intelectual de la obra. Esta obra solo fue posible en 1945 gracias a los laboratorios Faes (cuyo 75 aniversario se celebra este ao). Yo dispongo de la segunda edicin, e ignoro si se hicieron ms con posterioridad, porque el xito de la obra fue excepcional. Como dice su autor en la introduccin en su dedicatoria A la fbrica espaola de productos qumicos y farmacuticos Faes, Al dedicar a la industria espaola que tanto ha contribudo a nuestro pas en el progreso de la qumica farmacutica sta mi primera y espero que nica salida al ruedo del las letras, no pretendo solamente pagarle una deuda de gratitud por su ofrecimiento de editar este libro y entregarlo a cuantos mdicos lo soliciten cedi pues sus derechos a laboratorios Faes, a quienes he dirigido mi peticin y la han aceptado con el mismo cario que cuando el autor lo pidi. Dos objetivos se marc el autor en su obra, el ldico y el docente: si ellas sirven, adems de entretenimiento algunos ratos y otros de orientacin a aquellos compaeros que, poco familiarizados con las prcticas quirrgicas, se hallen circunstancialmente en la necesidad de acometer la ciruga taurina, se habr colmado con creces los deseos de Faes y los del autor. Casi 65 aos despus estos objetivos siguen cumplindose y espero que el lector los disfrute. Francisco Gomar Sancho Catedrtico de Traumatologa y Ciruga Ortopdica

A la FBRICA ESPAOLA DE PRODUCTOS QUMICOS Y FARMACUTICOS FAES

L DEDICAR a la industria espaola que tanto ha contribuido en nuestro pas al progreso de la qumica farmacutica esta mi primera y espero que nica salida al ruedo de las letras, no pretendo solamente pagarle una deuda de gratitud por su ofrecimiento de editar este libro y entregarlo a cuantos mdicos la soliciten, sino tambin por la simpata que aquella contribucin suscita en mi nimo, nacida del reconocimiento de una obra, conocida de todos los mdicos espaoles, cuya importancia, dentro del marco en que se desarrolla, no es necesario encomiar. Quiero, asimismo, por este medio, corresponder, de modo especial, al Departamento Cientfico de FAES, a cuya iniciativa y persuasiva insis-

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tencia se debe mi determinacin de redactar las pginas que ahora, al amparo de la benevolencia del lector, ven la luz. Si ellas sirven, adems, de entretenimiento algunos ratos y otros de orientacin a aquellos compaeros que, poco familiarizados con las prcticas quirrgicas, se hallen circunstancialmente en la necesidad de acometer la ciruga taurina, se habrn colmado con creces los deseos de Faes y los del autor. FRANCISCO DE P. SIERRA Valencia, enero de 1945

El autor y los editores muestran su gratitud, por su desinters y complacencia, a don Fernando Prez Melndez, a quien se deben los apuntes a pluma que ilustran esta obra.

NDICEPRIMERA PARTE DISEO HISTRICO SOBRE LA FIESTA DE LOS TOROSIEspaa, cuna del toreo.Julio Csar, el primer picador conocido, realiz su aprendizaje en Espaa.El toreo caballeresco.Alanceamiento, segn una descripcin del siglo XVI.Las funciones reales.La fiesta de toros en la historia de la Iglesia.Prohibiciones de San Po V y moderaciones de Gregorio XII.Una carta de Fray Luis de Len.Breve Suscepti muneris de Clemente VIII.Los Jesuitas y los toros........................ 11Pginas

IILas cspides taurinas fundamentales en el arte de torear.Francisco y Pedro Romero.La escuela de Trauromaquia de Sevilla.Costillares, el inventor del volapi.Pincelada trgica: cogida del Espartero.Presentimientos infaustos.Parte facultativo de su muerte...................... 27

SEGUNDA PARTE TAUROTRAUMATOLOGA (HERIDAS POR ASTA DE TORO)IInfluencia de la disposicin de los cuernos en las lesiones que sufren los lidiadores.Otros factores ms decisivos.Los toros dan las cornadas con los cuartos traseros.Varetazo, varetazo con sangre, puntazo y corrido. La cornada.Zonas ms castigadas o regiones anatmicas ms vulnerables de los toreros.Las cicatrices en el tringulo de Scarpa, signos que acreditan el valor.Caractersticas generales de las lesiones.Lesiones en la piel, tejido celular subcutneo y msculos.Idem de los vasos, huesos y articulaciones.Idem en los rganos viscerales.Heridas sobre sano....

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IIHeridas con despiste.Algunos casos entre muchos que puedieran citarse.Una herida en la nariz con sintomatologa ms explcita que una herida penetrante de vientre.La cogida de Chaves.El caso de Manuel Martnez. Otros de mayor actualidad: el de Mart Vzquez y Vaqueret, ocurridos en esta temporada........................................................

Pginas

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IIICuerpos extraos e las heridas de asta de toro.Algunos casos ejemplares. Un cuerpo extrao extraordinario, por su naturaleza.Comentarios a la muerte de Julio Aparici (Fabrilo)....... IV Principales complicaciones de las heridas por asta de toro: la infeccin y el shock.La flora bacteriana del cuerno y de las heridas de los toreros, segn Aznar y Hombra.Diagnstico de las lesiones por asta de toro. Exploracin digital y desbridamiento.El pronstico: Cundo estar en condiciones para volver a torear?Los enterados y el emboscamiento de los toreros en la Enfermera.El pronstico desde el punto de vista quirrgico............................................ V Tratamiento de las heridas por asta de toro.La hemostasia en ciruga taurina.Las heridas en el torero, potencialmente infectadas, no pueden ocluirse totalmente mediante sutura.Medidas para combatir las prdidas sanguneas.El pelado a lo Friedrich.Drenaje de las heridas.Tratamiento preventivo de las infecciones locales.....................................

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APNDICE ENTRE TOREROS IExcepciones de un tpico. No siempre el torero es joven y sano.El caso de Manolo Corts. Un accidente emblico pone fin a su vida.Vicente Segura, el millonario que se hizo torero.El torero, quin es?El milagro!El cadver de un monstruo descubierto entre las ropas de un torero.Una tarde de toros. La muerte de Ocejito.Anestesia alcohlica... 103

IILa Enfermera clsica.Disposiciones vigentes relativas a la Enfermera... 121

PRIMERA PARTEDISEO HISTRICO SOBRE LA FIESTA DE LOS TOROS

I

ESPAA, CUNA DEL TOREO.JULIO CSAR, EL PRIMER PICADOR CONOCIDO, REALIZ SU APRENDIZAJE EN ESPAA.EL TOREO CABALLERESCO. ALANCEAMIENTO, SEGN UNA DESCRIPCIN DEL SIGLO XVI.LAS FUNCIONES REALES.LA FIESTA DE TOROS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA. PROHIBICIONES DE SAN PO V Y MODERACIONES DE GREGORIO XII. UNA CARTA DE FRAY LUIS DE LEN.BREVE SUSCEPTI MUNERIS DE CLEMENTE VIII.LOS JESUITAS Y LOS TOROS

unque en rigor la captura de reses vacunas en estado salvaje no se concibe sin poner en juego cierta habilidad principio, por lo tanto, de un arte, el toreo, en su aspecto ms primitivo, se nos aparece, antes de ser codificado con arreglo a ninguna suerte de normas para su ejecucin, como una operacin de caza o venatoria en la que el hombre lucha con el toro bravo sin ms recursos que la estratagema. La mitologa registra como uno de los doce trabajos que encomend Euristeo a Hrcules, la captura de un grandsimo toro que haca estragos en Creta, y Taurfono fue sobrenombre de Hrcules, que mat y se comi al toro de Hylo. Baco, dios y caudillo de los ebrios, recibi el sobrenombre de Taurfago, porque se le sacrificaban toros; y en la taurobolia han visto ciertos autores alguna razn en qu apoyarse para sugerir que la tauromaquia (del gr. , toro, y , luchar) tendra su origen en ceremonias y ritos antiguos, dndole as a la lidia de toros bravos una ascendencia sagrada. La caza del toro, objeto de la taurocatapsia, tiene ya carcter de fiesta en la antigua Grecia, practicndose por la alta sociedad en las llanuras de Tesalia. En estas fiestas intervenan hombres a caballo persiguiendo a varios toros, rindindolos y derribndolos por tierra despus de asirlos por los cuernos. Parece deducirse de esto ltimo que la fiesta de toros no tuvo su origen en Espaa. Es sta una cuestin muy debatida. Segn un historiador fran-

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cs, los juegos taurinos llegaron a Espaa importados por los romanos en la poca de la dominacin de stos. Es decir, que de Tesalia pasaron a Roma y luego a Espaa. Estas afirmaciones que suscitaron viva rplica del autorizado escritor taurino J. Snchez Neira (Gran Diccionario Taurmaco. Madrid, 1896) no parecen bien fundadas, pues entre las costumbres de los primeros pobladores de Espaa figuran las fiestas de toros, probndolo as algunas medallas celtberas, representando a hombres lidiando a un toro. Plinio, el naturalista, asegura que el primero que autoriz las fiestas de toros en Roma fue Julio Csar. Histricamente considerado, desde este punto de vista, es Julio Csar el primer picador de toros de que se tienen noticias; pero se admite con verosimilitud que vio e inclusive aprendi a torear en Espaa. La parte de la piedra encontrada en los cimientos de la antigua muralla de Clunia fue una prueba fehaciente de que algunos siglos antes de la Era Cristiana se lidiaban toros en Espaa. Lstima que este testimonio histrico fuese destruido por la ignorancia! En relieve apareca un hombre con un escudo celtbero, redondo, en una mano, y en la otra, una espada o estoque, enfrente de un toro, en actitud de acometer. Por estas y por otras razones no parece ofrecer dudas que fuese Espaa la cuna de estas fiestas. Los tesalianos imitaron a los espaoles y, en nuestro pas, ya se celebraban estas diversiones con anterioridad a la venida de los romanos. Pero aunque no fuese as, la existencia de diversiones en una poca remota, entre griegos y romanos, anlogas a nuestras primitivas fiestas de toros, no constituye argumento probatorio de que las nuestras tengan este origen, aparte de que muy escaso parecido ofrecen aquellos juegos con la lidia de toros bravos, tal como sta se ha venido realizando en Espaa con sus diversas modificaciones a travs de los tiempos. Es lgico, por lo dems, que siendo en Espaa donde los toros son ms bravos, fuese en nuestro pas donde tambin mayor habilidad se necesitase para cazarlos en evitacin de un peligro que en otras partes no exista. El toro bravo espaol, producto de una cuidada seleccin, rene condiciones para la lidia. Posee una bravura ingenua, que le hace acometer de frente siempre, ciegamente. Por diversas influencias (de raza, clima, etc.) el toro bravo halla en nuestro suelo las condiciones adecuadas para su reproduccin.

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N o ha sido fijado con exactitud el momento histrico en que tuvo su punto de partida el toreo caballeresco, si bien, probablemente con error, se dice que fue realizado por vez primera por don Rodrigo Daz de Vivar, el Cid Campeador. Exponente de las virtudes castellanas, nada tiene de particular que, a quien hubo de realizar tantas hazaas, se le atribuyera tambin sta; pero en realidad solamente autorizan as a admitirlo algunas referencias legendarias perpetuadas por el pincel de Goya, y las bellas quintillas de don Nicols Fernndez Moratn, que llevan por ttulo Fiesta antigua de toros en Madrid.

EL CID Alanceando un toro en la plaza de Valencia(Reproducida de la conocida obra clsica Historia del Toreo, original de F.G. de Bedoya, Madrid, 1850.)

El modo de alancear toros fue descrito minuciosamente por Gonzalo Argote de Molina, en un libro impreso en Sevilla en el ao 1582: Gran gentileza espaola es salir un caballero al coso contra un toro y derribarlo muerto de una lanzada, con tanta desenvoltura y aire como lo usaron en Andaluca don Pero Ponce de Len, hijo del marqus de Zahara, y en Castilla don Diego Ramrez, caballero principal de Madrid, y como

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lo usan hoy muchos caballeros, que, por la confusin que causa el tratar de los presentes, lo reservo para otro lugar donde ninguno se ofenda. Dos diferencias ponen en esta destreza: una llamada rostro a rostro, y otra dicen al estribo. Rostro a rostro es cuando la postura del caballero hace la herida en el toro en el lado izquierdo, por la disposicin de la postura, que en tal caso sale el toro huyendo por la parte contraria de donde lo lastiman, haciendo fuerza el caballero en el toro, desviando los pechos de la puntera que el toro trae. Y a esta causa se echa el toro por delante de su caballo, que es la suerte ms peligrosa de todas las que se pueden ofrecer, y por esto la ms estimada. La que se aguarda al estribo es slo un movimiento de la postura del caballo y del caballero, que la venida que hace es sacar la cara del caballo de la del toro; de suerte que la fuerza que el caballero pone en la lanza, y la que el toro trae con su furia, hacen salir al toro por el lado derecho, y el caballero por el izquierdo, desvindose el uno al otro, y a esta causa es la menos peligrosa. La forma que el caballero ha de tener para dar la lanzada, ha de ser salir en caballo crecido, fuerte de lomos, levantado por delante, flegmtico, que no acuda apriesa a los pies; hale de traer cubiertos los odos con algodn, y puesto por los ojos un tafetn, cubierto con unos anteojos, porque no vea ni oiga. Considerar la postura de los toros y los armamientos si son altos o bajos, si hiere con el cuerno derecho o con el izquierdo, si se desarma temprano o tarde; todo lo cual se conocer en dando el toro una vuelta al coso, porque al tomar un hombre o recibir una capa, ver si se desarma alto o bajo, y con qu cuerno hiere, lo cual servir para que conforme el toro hiriere y la postura que trajere el caballero, aguarde, y entonces el caballero lo aguardar conforme a la postura que el toro trae. Si el toro es levantado y se desarma bajo, pondr la puntera de la lanza medio por medio del gatillo, en la postura donde se cie el cintero de la foga. Si se desarma alto, pondr la puntera tres o cuatro dedos por encima de la frente del toro, porque conforme a estas consideraciones no se puede errar la puntera. La lanza ser de ordinario de diez y ocho palmos, de fresno balad, seco y enjuto, y que sea tostada la mitad de ella, desde el puo a la punta, en un horno, dos das antes del da de la lanzada, porque est tiesa y no blandee hasta que el toro est bien herido y rompa ms fcil, porque, doblarse la lanza, podr el toro hacer suerte en el caballo. Y el fierro de ella sea de navajas, de cuatro dedos de ancho, porque siendo de navajas, entra y sale cortando, lo que no har siendo de ojo redondo.

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El primer antecedente del toreo a pie parece encontrarseindependientemente de la caza del toro bravo que caracteriza la poca primitiva en que el hombre lucha con la res en el llamado empeo a pie, ejercido, en caso de compromiso, por los nobles. El caballo toreador estaba obligado a dar muerte al toro a pie, slo y con la espada, cuando por recobrar su sombrero o la capa, cados en la arena, se vea en la necesidad de apearse o cuando era derribado del caballo. La suerte de matar, sin embargo, no se realizaba tal como se practica en la actualidad. La espadadistinta de la que ordinariamente cea el caballeroera ms bien una especie de machete muy afilado con un solo corte, pesado, con mucha punta y unas dimensiones aproximadas de un metro de largo por tres pulgadas de ancho. Se estableca una lucha terrible, en la que el caballero trataba de terminar con el toro a cuchilladas despus de arrojar la capa sobre la cabeza del animal para privarle as de la visin. No siempre lograba el caballero por s solo su empeo de dar muerte al toro, sino que ste, muchas veces mal herido, era preciso desjarretarle. El empeo de a pie, muy peligroso, fue prohibido por Felipe V. La ltima parte de la suerte, la operacin de desjarretar al toro, era en verdad una operacin repugnante. Consista en seccionar los tendones de las patas del toro mediante el empleo de la desjarretadera o medialuna, instrumento formado por una medialuna de acero colocada en el extremo de una vara del grueso y longitud de la garrocha. La medialuna fue usada no slo en los empeos de a pie de la nobleza, sino, posteriormente, en las corridas celebradas con toreros de oficio. Despus, el instrumento cay en desuso; pero an as, durante cierto tiempo, se mostraba a la puerta de los toriles como seal para que saliesen los cabestros cuando el espada no poda dar muerte al toro y era ste retirado al corral.

En el empeo a pie, si haba que efectuar el desjarrete, participaban en esta operacin los lacayos del caballero, esto es, el pueblo, la plebe o, para servirnos de un trmino usado en la poca del rey sabio, la gente enfamada. De la nobleza a la gente llana haba de pasar, sin embargo, la lidia de toros bravos, y en ello influy no poco el rey Felipe V, quien jams rescat su contrariedad por la celebracin de las corridas de toros.

La nobleza, que en otra poca, hubiera de ver cmo el mismo Emperador Carlos V mataba un toro en la Plaza de Valladolid para festejar el nacimiento de su hijo, que ms tarde haba de ser Felipe II, no quiso disgustar al pri-

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mero de los Borbones y comenz a apartarse cada vez en mayor grado de las corridas de toros, en las que poco a poco dejaron de tomar parte como caballeros toreadores, con lo que fueron perdiendo estas fiestas el carcter caballeresco que hasta entonces las particularizaba. Es posible tambinsegn hace notar Pascual Milln que contribuyese a este apartamiento el hecho de que cada da se haca menos necesario entre los nobles realizar demostraciones de valor para merecer el favor de las damas. A muchas de las fiestas taurinas, celebradas en la poca del toreo caballeresco, asistan las personas reales. La ltima corrida real tuvo lugar con motivo de la coronacin de Alfonso XIII; pero el carcter de funcin real no lo daba solamente a la fiesta la presencia del monarca, sino que era necesario que sta fuese as anunciada con toda solemnidad, ajustndose a determinadas normas. En las funciones reales merece destacarse la participacin de un grupo de guardias. Segn leemos en el tratado tcnico-histrico Los Toros, de Jos Mara Cosso obra que constituye una puesta al da de cuantas cuestiones taurinas pueda apete-

EN EL CENTRO VESE LA DESJARRETADERAO MEDIALUNA

(Fotografa obtenida de una vitrina, en el Museo Taurino de Valencia. En lo sucesivo, todas las fotografas que tengan esta procedencia, se indicarn abreviadamente con las iniciales M.T.V.)

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cer el aficionado ms exigente, aquella tropa, ya con anterioridad a la constitucin del Real Cuerpo de Alabarderos tena por misinilusoriaproteger al Rey. Es decir, este retn de guardias tena encomendado, dentro de la Plaza, como asimismo fuera de ella, el papel de custodiar a las personas reales, aunque stas por la situacin del palco que ocupaban, no corran ningn peligro. No as los propios alabarderos que, no obstante la defensa constituida por la fila de alabardas, se vean a veces en serios apuros. El Real Cuerpo de Alabarderos, organizado en 1504 por Gonzalo de Ayora, se constituy para proteger, con mayor eficacia que hasta entonces, el rey don Fernando el Catlico, poco despus de haber sido victima de un atentado en Barcelona, llevado a cabo por el demente Juan de Canyams. A partir de su fundacin corri a cargo del Real Cuerpo de Alabarderos este figurado papel defensivo de las personas reales que asistan a las fiestas de toros. Todava en el pasado siglo en la corrida real celebrada con motivo de las bodas de Alfonso XII con doa Mercedes de Orlens (26-I-1878) formaron los alabarderos bajo el palco regio. El grupo, constituido por tres filashaciendo las veces de barrera en el lugar en que sta haba sido desmontada, sufri la acometida del toro Milagroso, de don Manuel Garca Puentes Lpez (antes Aleas), de Colmenar Viejo. El matador Felipe Garca, coleando el cornpeto, evit una desgracia, logrando apartar al toro de los alabarderos, que ya en confusin haban retrocedido desordenadamente, sufriendo algunos de stos revolcones y desgarros en la ropa. Datos histricos sobre las funciones reales aparecen en el siglo XII celebrndose corridas en Varea (Logroo) en 1135, para agasajar la coronacin de Alfonso VII; y, en 1144, en Len, el da de San Juan, con motivo del casamiento de doa Urraca la Asturiana con Garca VI de Navarra. En el siglo XIII hay noticias de que se celebraron en Badajoz grandes festejos y corridas de toros, como demostraciones de jbilo por la concordia entre el rey don Dioniso de Portugal y su hermano don Alfonso. Raro es el fausto suceso relativo a las personas reales que no se celebra con corrida de toros en su honor. En 1494 se celebra en Arvalo una corrida real en presencia de doa Isabel I la Catlica. En esta fiesta aconteci la muerte de dos hombres, lo que dio lugar a que la augusta soberana prohibiese la lidia de toros a cuerno descubierto.

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En aquella poca, y todava durante bastante tiempo, las corridas encerraban grandes peligros, tanto por lidiarse dos o tres toros al mismo tiempo como por las escasas nociones del toreo que posean los lidiadores.

CARTEL ANUNCIADOR DE LAS CORRIDAS DE TOROS CELEBRADAS EN LA CIUDAD DE MXICO CON MOTIVO DEL ADVENIMIENTO AL TRONO DE FERNANDO VII (M.T.V.)

Este peligro fue, sin duda, apreciado por la corte romana, motivando las prohibiciones tan conocidas y de las cuales, por su inters, haremos un recuerdo. Durante el reinado de Felipe II, las Cortes, en la sesin del 20 de febrero de 1566, acordaron a propuesta del cura Sosa, que se prohibiese las corridas de toros. Este acuerdo tuvo en su contra el veto real: En cuanto al correr de los dichos toros, sta es una muy antigua y general costumbre de estos nuestros reinos, y para quitarla ser menester mirar ms en ello, y as, por ahora, no conviene se haga novedad.

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La materia de si es lcito correr toros y si los pueden ver los religiosos ha sido tratada, en el artculo correspondiente al homicidio, por el P. Fr. Henrique de Villalobos, en la segunda parte de la Summa de la teologa moral y cannica, editada en Salamanca, ao de 1623. Su santidad San Po V, en su famosa constitucin De Salute (1. de noviembre de 1567), prohibi totalmente correr toros y mand a todos los prncipes cristianos, eclesisticos o seglares, aunque fuesen reyes o emperadores, que no permitiesen tales fiestas so pena de excomunin; asimismo negaba sepultura eclesistica a los lidiadores que muriesen en dichas fiestas, lo cual mando porque muchas veces de ah salen muertes de hombres, mutilaciones de miembros y peligros de las almas. Despus (ao 1575), Gregorio XIII, a instancia del rey de Espaa, dio licencia para que corriesen y quit las penas de los seculares y de los caballeros de las rdenes militares, salvo si fuesen ordenados de Orden Sacro; en cuanto a todos los ordenados de Orden Sacro y a los religiosos, dej la constitucin de San Po V en su fuerza, y que no se corriesen los toros en fiestas, as como que las personas a quienes competa procedan de manera, en cuanto sea posible, que de estas fiestas no se siga la muerte de nadie. Posteriormente, Sixto V, en el ao 1585, fue informado de que los maestros de teologa y cnones no solamente vean toros, sino que enseaban que los ordenados de Orden Sacro los podan ver, y dio un breve a don Jernimo Manrique, Obispo de Salamanca, para que, como legado apostlico, mandase a dichos preceptores que no enseasen ni afirmasen lo anteriormente dicho. Esta bula la hizo publicar don Jernimo Manrique el mismo ao a 17 de junio. La carta dirigida en relacin con este asunto por la Universidad de Salamanca a Mateo Vzquez, que se conserva en la Biblioteca Nacional escrita de puo y letra de Fray Luis de Len, dice as: El Obispo deste lugar a publicado un vreve de su santidad en que le hace juez delegado de los doctores y personas desta Universidad que vieron los toros siendo eclesisticos e confesaren que se pueden ver. Haciendo siniestra relacin de lo que a pasado como el I. Doctor Sols dar cuenta a V. m., a la cual suplicamos sea servido hacernos la merced que siempre a hecho a esta Universidad que confiados en ella esperamos todo buen suceso en todo y en esto que es tan en perjuicio del

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Patronazgo Real y de la quietud y buen govierno deste estudio. N. S. la muy Il. ps. de V. m. guarde y prospere en su s. servicio por largos aos.En Salamanca 12 das, 8 julio 1586. M. I. S. besamos las manos a V. m.: DOCTOR SANCHO DVILA, RECTOR. EL DOCTOR DIEGO ENRQUEZ. DOCTOR DE GALLEGOS. FRAY LUIS DE LEN.

El 13 de enero de 1596, en el breve Suscepti muneris de Clemente VIII, se mitigaron estas prohibiciones. Y como el mismo rey Felipe, as por carta como por medio de nuestro amado hijo, el noble varn Antonio, duque de Sessa, embajador suyo cerca de Nos, expuso recientemente, y la experiencia lo atestigua, que las penas graves y terribles, expresadas en las letras de nuestro predecesor Po, no han evitado (como era de desear) las dichas corridas y espectculos en los reinos de Espaa, ya por la antigua costumbre de las gentes, en cuyo ejercicio los soldados, as de caballera como de infantera, se hacen ms fuertes para la guerra, ya por la propensin en los espaoles casi natural de asistir a estos torneos y espectculos, tan arraigada en los hombres de estas Regiones, que slo poda apartarlos una fuerza mxima. Y como haca notar en su exposicin, muchos en los reinos de Espaa han incurrido en las predichas censuras y penas, y otros incurren a diario, y por lo mismo cometen ms graves pecados que antes, movidos por el enemigo del gnero humano, en tal forma que lo que haba sido mandado para salud y medicina se ha trocado en ms grave y mortal enfermedad. Por esto el rey Felipe nos hizo suplicar que nos dignramos proveer a estos males con benignidad apostlica. Considerando Nos que todas las penas, y especialmente la de excomunin y anatema, deben ser saludables, pues se imponen con el fin de evitar, atemorizando, las cosas que estn prohibidas; y advirtiendo que las referidas censuras y penas en los dichos reinos de Espaa de poco han servido hasta ahora, y que en los tiempos actuales no slo no benefician a las almas, sino ms bien las daan y hasta a algunos dan materia de escndalo; deseando, como

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es deber de nuestro cargo de Padre, remediar con la ayuda de Dios, cuanto podamos estos males y peligros, por el tenor de las presentes quitamos y removemos con autoridad apostlica las excomuniones y anatemas y dems penas contenidas en las dichas letras a todos los expresados en ellas en los reinos de Espaa, exceptuando nicamente a los monjes y frailes mendicantes, y a otros de cualquiera Orden o Instituto regular, y reducimos y restitumos para siempre las letras de nuestro predecesor Po a los lmites del derecho comn, el cual no intentamos derogar por las presentes, y reducidas y restitudas, las juzgamos y declaramos, no obstando las anteriores ni otras constituciones o mandatos apostlicos de cualquiera, aun los contrarios. Queremos, sin embargo, que estas corridas de toros de los reinos de Espaa no se hagan en das festivos, y se provea cuanto se pueda por aquellos a quienes toca, para que no muera ninguno en ellas. Por las presentas amonestamos y exhortamos a los clrigos seglares que tengan beneficios eclesisticos, o estn ordenados in sacris, o constitudos en dignidad en la Iglesia y se encuentren en los reinos de Espaa, que no abusen de esta benignidad nuestra y de la Sede Apostlica, sino que, acordndose de su cargo y vocacin, nada hagan que pueda ser estimado como ajenos de su dignidad o de la salvacin de su alma o de la fe de los dems, y nunca puedan ser argidos de haberlo hecho en lugar alguno. Dado en Roma cerca de San Pedro, bajo el anillo del Pescador, da 13 de enero de 1596. Ao IV de nuestro Pontificado.M. V. BARBIANO. Son muy curiosas las causas que da Villalobos, antes citado, como responsables de las muertes y heridas que suelen suceder en las corridas de toros. La primera, porque el toro sale de repente y no tienen los hombres dnde guarecerse; y si esto sucede, sin duda sera pecado mortal. As, para evitar esto, se han de hacer las guardias y pregonar antes que salga el toro. La segunda, puede venir el dao acaso, y esto no hace el juego ilcito, que en cualquier cosa puede suceder acaso dao. La tercera, pueden hacer demasiado atrevimiento o temeridad de los que andan en el coso y torean, y esto a ellos se les debe de imputar que tienen la culpa, y no hace el juego ilcito; porque no se sigue este dao de la naturaleza del juego, sino de per accidens, que estos peligros suceden tambin a los que nadan. Las fiestas de toros, salvo las prohibiciones de San Po V, fundadas en que, en aquella poca, constituan peligro grave, sin causa que justificase la exposicin al mismo, se han celebrado, por lo comn, sin oposicin de la Iglesia y, a veces, para agasajar algn acontecimiento religioso. Todava

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en este ao (agosto 1944), puede leerse en un cartel mural, pintado por Roberto Domingo, en el que se anuncian las corridas de Vitoria: Toros en Vitoria. Grandes fiestas en honor de la Virgen Blanca. Se describe en esta obra las razones que tuvieron los jesuitas para apechugar, por fin, con la organizacin de la corrida, dando orden de que a costa del Colegio se comprasen doce bravsimos novillos, todos de cuatro aos o cerca. Inventaron y resolvieron la especie los estudiantes navarros por s solos; y antes de dar noticia a los Padres Jesuitas del Colegio Real ya tenan pedida la Plaza mayor, con la formalidad de enviar diputados que la pidieron a la Ciudad en nombre de la Nacin; y ya la nueva idea se haba esparcido por el pueblo, consentidos todos en tener un gran da, y esperndole con ansiosa impaciencia. Los jesuitas luego que entendieron todo ello, dudaron si deban embarazar la ejecucin. Advertan, por una parte, que la ufana juvenil no siempre se mueve con beneplcito de la cordura, y que suele tener su solucin con la temeridad, haciendo la vista gorda a los peligros, cuanto delgada para las invenciones de bizarrear. Por otra parte, se ofreca no poca dureza en desandar lo andado, dejando como desairado o deslucido el empeo obsequioso de tan nobles y bizarros jvenes, y al mismo tiempo sensiblemente dolorida y lastimada la expectacin de toda la Ciudad. Para resolverle en esta duda, se informaron con prolija exaccin de lo que poda fiarse a la destreza de los actores en este festn Tauri-cmico: y hallaron, que realmente se poda fiar no menos que a los ms diestros de la profesin; siendo fiadoras muchas experiencias, en que la felicidad de las suertes se haba reconocido deudora, no a la ciega casualidad de la Suerte, sino visiblemente al Arte y al Valor. Supieron de cierto, que entre los estudiantes navarros se hallaba a la sazn en Salamanca competente nmero de sujetos, que en varias ocasiones, as en Castilla como en Navarra, haban sabido juguetear con la fiereza de lunados brutos, no slo sin mengua del lucimiento, sino con singular dominio; y lo que pareca ms inmediato y decisivo, que haban acreditado ya su destreza en otras funciones semejantes en todo a la que ahora se ideaba. Con esto quedaba el peligro en trminos de remoto, a que tambin conduca la circunstancia de ser de novillos la fiesta, o de toros que no hubiesen todava olvidado la bravura ingenua y fiereza lisa de novillos, sin haberse metido a marrajos, ni haber aprendido aquella maligna madurez, que tiene ms torcidas las intenciones que las astas. Por estos motivos pareci, que sin queja de la prudencia se poda condescender con la bizarra de tan generosos jvenes, y con el apetito y ansia del vulgo, y no vulgo; no siendo impropios estos medios de regocijar al pueblo, para el intento de dejarle ms impresa la

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memoria grata de las fiestas, y con ella la de los nuevos Santos. Mas lo que no pareci justo fue el permitir a los estudiantes que buscasen a expensas propias los novillos, como lo tena resuelto su bizarra. En esto no tuvieron que deliberar los jesuitas, ni para agradecer ni para no acertar, pues en tal asunto bastaba a los autores el ademn o amago tan resuelto; y por la otra parte, tena tambin derecho el Colegio Real a salir con aire de este empeo, y a que sus novillos no quedasen en esta ocasin mucho ms corridos por no salir a la Plaza, ni probar suerte alguna. As dio providencia el Colegio para que, a su costa, se aprontasen doce bravsimos novillos, todos de cuatro aos o cerca, y todos condenados a muerte; por ser punto de honra en la Plaza de Salamanca no admitir inferior nmero de estas fieras, ni consentir que alguna de ellas pise su arena sin castigar con sentencia de muerte su soberbia y orgullo.

IILAS CSPIDES TAURINAS FUNDAMENTALES EN EL ARTE DE TOREAR. FRANCISCO Y PEDRO ROMERO.LA ESCUELA DE TRAUROMAQUIA DE SEVILLA.COSTILLARES, EL INVENTOR DEL VOLAPI.PINCELADA TRGICA: COGIDA DEL ESPARTERO.PRESENTIMIENTOS INFAUSTOS. PARTE FACULTATIVO DE SU MUERTE

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ientras tanto comenzaba a descollar el toreo profesional. Ni aun recorriendo a grandes zancadas las pginas de la historia del toreo, podramosdentro del acotado espacio de que disponemosmencionar los nombres de cuantos han emulado las glorias de Francisco Montes, de Cchares, de Lagartijo, de Guerrita, de Joselito, del divino Calvo o de Manolete, tan estibados se hallan los anales de la tauromaquia de figuras sobresalientes. Muchos son, en efecto, los lidiadores que han despuntado durante todo el extenso perodo que tiene su momento de arranque en los principios del siglo XVIII, cuando se inicia la transformacin de la fiesta de toros bravos. En las obras generales puede encontrar el lector, a quien el tema le interese, una galera biogrfica completa de todos los que han aportado progresos sustanciales al desarrollo de esta fiesta. Cuando se espiga en la vida de estos hombres, si nos detenemos en el pormenor, se recoge una rica cosecha de vulgaridades; de todas esas vulgaridades de que est sembrada la trayectoria humana, sea sta la de un torero clebre, la de un genio o la de un caudillo. Pero, juntamente, se encuentra tambin, en aquellos actores taurinos, el empuje en pro de la madurez de la fiesta que, en lo personal, se condensa en un cmulo de esfuerzos y vicisitudes para lograr el premio de la fama y de la historia. Entre los forjadores de esta ltima, pocos con tantos mritos para ocupar su proscenio como Francisco y Pedro Romero; el primero, por ser quien dio nueva fisonoma a la fiesta, efectuando la operacin suprema con arreglo a los principios de un arte, al introducir en la lidia la suerte de matar frente al toro con espada y muleta; el segundo, Pedro Romero, por haber perfeccionado esta suerte en tal medida que puede decirse fue quien

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consum, antes que nadie, el acto de despachar a los toros recibindolos de modo que, despus en tantos aos, muy rara vez ha sido igualado. La participacin que tuvo Pedro Romero en la enseanza de Paquiro y Cchares, como maestro de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, le hace tambin acreedor a un recuerdo en estas pginas. Como otra cspide taurina puede ser considerado asimismo, Costillares, el inventor del volapi, el precursor de la vernica y el que, por vez primera, traste a los toros con la muleta preparndolos para la muerte. Fueron, pues, segn nuestra opinin, estos diestros las figuras fundamentales, es decir, las que depositaron la semilla que fructific despus permitiendo originariamente el estado de sazn en que hoy se halla la fiesta de toros bravos. De ellas, por tanto, vamos a ocuparnos nicamente, antes de entrar en la parte taurotraumatolgica. Terminaremos este diseo histrico con un relato trgico, pincelada de sangre sobre la arena, una entre tantas como pusieron el sello de la muerte en las vidas jvenes de los toreros, clebres unos, modestos otros. Para este relato hemos elegido aqul que la leyenda rode de funestos presagios y del ms hondo sentimiento popular: la muerte del Espartero.

Francisco Romero, el de Ronda, abri las puertas de la fama a la dinasta de los de su igual apellido. Es considerado por algunos tratadistas como el fundador del toreo moderno; se discute mucho si fue el primero que ejecut la suerte de matar situndose enfrente del toro con estoque y muleta. Sea ello cierto o solamente una presuncin convertida en aseveracin rutinaria por interpretacin ligera de un texto de Nicols Fernndez de Moratn, segn parece deducirse de las recientes razones aducidas por Cosso, lo que no puede negarse es que Francisco Romero influy decisivamente en la evolucin del toreo, en la poca en que ste pas de las manos del maestrante a las del menestral. Indudablemente demostr habilidad excepcional en la suerte de matar, cuando todava la estocada de la ley, si exista, se hallaba en sus balbuceos. Usaba indumentaria ad hoc que le protega de las cornadas del toro. Consista esta indumentaria en calzn y coleto de ante, cinturn de cuero y mangas acolchadas. De esta guisa vestido se le representa en las obras clsicas.

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FRANCISCO ROMERO

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La hebra taurina familiar no hubo de quebrarse en Paco Romero, sino que pas a su hijo Juan y despus al segundo de los varones de este ltimo, a Pedro Romero. Juan y Pedro llenan tambin sendas pginas de la historia del toreo. Juan, a quien se le atribuyen especiales dotes de mando, segn la tradicin, y acaso sea ello cierto, organiz la primera cuadrilla de picadores y banderilleros. Por muchos aos hubo de disfrutar del halago de los pblicos. En 1776 torean juntos padre e hijo en Madrid y a partir de esta fecha cabe decir que corresponde al hijo la pesada tarea de sostener el prestigio del apellido. Pedro Romero, nacido en Ronda el 19 de noviembre de 1754, fue desde la adolescencia un hombre corpulento. A los diecisis aos ya se

ESTE CARTEL ANUNCIA UNA CORRIDA CELEBRADA EL 10 DE NOVIEMBRE DEL AO 1777(En el mismo dice: en conveniencia de los que ocupen los asientos de sol, permite el gobierno que durante aquel asiento, pueda tenerse cada un ala del sombrero. A fin de conseguir con su sombra el alivio de aquella incomodidad, pero no en los dems parages sombros (M.T.V.)

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defenda perfectamente de los toros, actuando entonces de banderillero. Poco despus, al lado de su padre, como segundo espada hubo de demostrar en diversas corridas sus excepcionales condiciones de estoqueador. Practicando su suerte favoritala de matar recibiendodio siempre muestras de sus extraordinarios recursos. Coincidi en su poca con otros dos toreros clebres: Costillares y Pepe Hillo, a los cuales nunca consider enemistosamente como rivales, pues la nobleza de su carcter y la fe en su propia personalidad le privaban de toda inclinacin al recelo o al encono. Sus advertencias al compaero, a veces desodas; sus providenciales quites y su seguridad con la espada le granjearon el favor de las clases populares. En tanto Costillares lo disfrutaba en igual medida de la gente encopetada. Esta divisin de opiniones se acentu por un incidente recogido en las obras taurinas, que lo refieren poco ms o menos en estos trminos: Costillares y Pepe Hillo negronse a matar toros castellanos en la corrida que haba de celebrarse con motivo de la jura de Carlos IV. Pedro Romero, respetando el parecer de sus compaeros, acept; no obstante, matar l aquellos que hubieran de corresponderle. Por error o mala fe del encargado de soltar las reses tuvo que enfrentarse Pepe Hillo con un toro castellano. A la hora de la muerte se peg el toro a las tablas, escarbando en la arena y demostrando con su actitud dainas intenciones. Pretendi Pedro Romero sacar de all a la res, antes de que Pepe Hillode cuyo valor no puede dudarsedesplegase la muleta. Pero Pepe Hillo, haciendo caso omiso de los consejos del rondeo, lo impidi en un momento de mal entendido pundonor, surgiendo en el acto la cogida de Hillo, al colocarse en la suerte para pasar al bruto. La intervencin de Romero libr al espada de la muerte; despus tomndole en sus brazos, llevle al palco de su protectora, la duquesa de Osuna, y, en seguida, a la Enfermera, donde fue asistido de una grave herida. El toro fue muerto por Romero con su habitual facilidad, tras breve faena, de una formidable estocada, recibiendo por todo lo alto de los rubios. Retirado a los cuarenta y cinco aos de edad, tiene su vida taurina un apndice: su actividad como Director de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla. Esta entidad ha sido estudiada por Pascual Milln en una monografa publicada en 1898, as como ms recientemente fue objeto de un completo trabajo por don Natalio Rivas. En estas obras podr encontrar el lector muchos de los datos que aqu omitimos. Como de iniciativa real se considera la fundacin de esta Escuela, aunque parece ms probable que el autor de la idea fuese el conde de la

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Estrella, a cuyo cargo corri la redaccin de una Memoria que S. M. don Fernando VII se dign or leer, con mayor complacencia. El proyecto se convirti en realidad. Para Director de la Escuela fue nombrado Jernimo Jos Cndido. Esta designacin tuvo lugar el 2 de junio de 1830. Cuatro das ms tarde, Pedro Romero, cuado de Cndido, dirigi a Fernando VII la siguiente splica: Seor: Pedro Romero, a L. R. P. de V. M. con el debido respeto expone: Que teniendo noticia de que va a establecerse una Escuela de Tauromaquia en Sevilla, recurre a la Soberana bondad, haciendo presente que todava puede ser de alguna utilidad en la enseanza de un arte, en que siendo nicos los espaoles, debe ser tan conveniente dho. establecimiento. El que ha tenido el honor de que le mostrasen tan distinguida benevolencia el Augusto de V. M., y V. M. mismo que con tanta consideracin le ha mirado siempre, debe confiar en que en su vejez no se desatender su Splica de ser nombrado Maestro de ella. Reducido a una escasa pensin de nueve r.s diarios, por q.e las vicisitudes de los tiempos le han pribado del fruto de decentes ahorros, necesita, Seor, mayores auxilios. Sin ajar la modestia que siempre lo ha distinguido, puede creer que la memoria de lo que ha trabajado en su exercisio, la aceptacin que mereci constantemente y la opinin que supo granjearse, no permitirn se estrae su nombramiento, si V. M. se digna honrarlo con l. Son tantos los favores, tan distinguida la proteccin que ha debido a S. M., que confa en que recivir esta prueba ms de la Real bondad, y en los pocos das que le resten, podr vivir sin afanes y apuros que ahora tiene. De cualquier modo su brazo no est an tan debilitado q.e no pueda brindar un toro a la salud de V. M. y de la Reyna su Seora al llegar el feliz acontecimiento que con tanto afn se aguarda. Todava espera Pedro Romero tener el gusto de postrarse a L. P: de V. M. antes que acaben sus das, tener uno feliz presentndose a sus Soberanos y contemplando su Real semblante. Por lo tanto y creyendo la Escuela de Tauromaquia no recivir desonor estando l a su frente.

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JOS DELGADO (HILLO)

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Suplica a V. M. se digne honrarle Maestro de ella: gracia que espera recibir de la Real bondad. El cielo g.ue la vida de V. M. m.s a.s Ronda, 6 de junio de 1830. Seor: A L. R. P. de V. M. Pedro Romero, pobre y viejo, preterido en un principio, fue atendido en su splica. A continuacin transcribimos una parte de la Real Orden en la que se le dio plena satisfaccin: Al Intendente Asistente de Sevilla.Madrid, 24 de junio 1830. ..Por tanto y penetrado S. M. de que el no haber tenido V. E. presente a don Pedro Romero habr procedido de olvido involuntario, e igualmente de que el mismo don Jernimo Jos Cndido se har a s mismo un honor en reconocer esta debida preeminencia de Romero, ha tenido a bien nombrar para Maestro con el sueldo anual de 12.000 reales a dicho don Pedro Romero, y para ayudante con opcin a la plaza de Maestro, sin necesidad de nuevo nombramiento por fallecimiento de ste, con el sueldo de 8.000 reales, a don Jernimo Jos Cndido. Las reglas de torear, que constituyeron los preceptos que Romero ense en la Escuela, fueron stas: I. El cobarde no es hombre, y para el toreo se necesitan hombres. II. Ms cogidas da el miedo que los toros. III. La honra del matador est en no huir ni correr jams delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos. IV. El espada no debe nunca saltar la barrera despus de presentarse el toro, porque esto es ya caso vergonzoso. V. Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada, que el toro ciega al embestir y con un nada se evita el derrote. VI. El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos y en la cara de los toros debe matar o morir antes que volver la espalda o achicarse.

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VII. Parar los pies y dejarse coger; ste es el modo de que los toros se consientan y se descubran bien para matarlos. VIII. Ms se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que al revs. Los discpulos de la Escuela que alcanzaron ms celebridad fueron Francisco Montes y Curro Cchares. Como antes hemos dicho, otra figura fundamental de la historia del toreo es Joaqun Rodrguez (Costillares). Sevillano de origen, nacido en el barrio de San Bernardo, fue el inventor del volapi, de una suerte de capa parecida a la vernica y del trasteo con la muleta, poniendo la res a punto para la muerte. He aqu cmo Pepe Hillo define esta suerte en su Tauromaquia: En la suerte de muerte debe el diestro situarse a la derecha del toro, casi enfrente, con la muleta baja y recogida a medida que fuese necesario, y el estoque en la mano derecha, pero lo tendr como reservado hasta el preciso momento en que, embistiendo este ltimo a la muleta, le d la estocada en el acto de querer verificar la cabezada, haciendo un quiebro de muleta para su mayor seguridad y direccin. Era evidente, sin embargo, que esta suerte no llenaba todas las necesidades y, frecuentemente, cuando la res se hallaba aplomada, su ejecucin era punto menos que imposible, habiendo entonces necesidad de recurrir a la media luna para enviar al toro al otro barrio, lo que desluca notablemente la fiesta. Como estocada de recurso, para estos casos, invent Costillares el vuelapi.Yo no he inventado na, deca. Los toros me pedan esa muerte y se la he dao. El vuelapi lo han inventado los toros. En tanto la suerte de recibir tiene su fundamento en el arranque del toro al torero, el volapi se ejecuta proyectndose el torero sobre el toro. Cuando el toro tiene los cuatro pies situados entre s paralelamente, se halla totalmente aplomado y para arrancarse tendra que perder cierto tiempo, que es el que aprovecha el matador para ejecutar la suerte con menos riesgo. De las figuras citadas, una sola, Pepe Hillo fue el nico que muri vctima de los toros. Su nombre se recuerda con respeto en las descoloridas pginas de los tratados clsicos. Su vida profesional, en muchos aspectos, se parece a la de otro desgraciado diestro, el Espartero. Desde el punto de vista mdico se nos presenta Manuel Garca y Cuesta, el Espartero, cosido a cornadas, ms de treinta a lo largo de su

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relativamente corta vida taurina, en el polo opuesto de Curro Cchares, torero que en veintiocho aos de profesin no sufri ningn percance grave. El Espartero, autor de la conocida frase ms cornadas da el hambre, fue un torero fuerte y sereno en las desgracias. De sus mltiples contratiempos taurinos nunca sali amilanado, sino con el nimo mejor templado. Tuvo lugar su fin en la Plaza de Toros de Madrid, el 27 de mayo de 1894, a las cinco horas y cinco minutos de la tarde, al estoquear el primer toro de la novena de abono. Precedi a su muerte, segn se coment entonces, un presentimiento aciago del desgraciado accidente. La vspera de su muerte trat de rescindir su contrato, para no torear en Madrid. Se afirma tambin que, en el acto de tomar el tren en direccin a la Corte, pronunci estas palabras: no s qu tengo; no quisiera ir para arriba, sino a mi casa; torear como pueda lo que me queda por ah y retirarme del toreo. Es posible que sintiera anticipada nostalgia del hogar que pensaba formar; pues, como se sabe, para aquel mismo ao haba fijado la fecha de su matrimonio. Aquella tarde camino de la Plaza, segn cont un cronista en El Liberal, tuvo lugar la siguiente escena:

ESPALDA DE LA CHAQUETA QUE US EL ESPARTERO EN LA CORRIDA EN QUE HALL LA MUERTE (M.T.V.)

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Poco antes de las cuatro tom asiento el Espartero con su cuadrilla en un carruaje, y cuando ste sala de la calle de la Gorguera para entrar en la de Sevilla, vieron pasar un entierro. Como los toreros son, por lo general, supersticiosos y se fijan hasta en los ms insignificantes detalles, al ver el fnebre cortejo, exclam Antoln: Mala pata! Ca, hombre!repuso Julin. Esto es seal de buena suerte. All veremos.

Maoliyo se fij, como los dems, en la fnebre comitiva, oy el dilogo de sus compaeros, movi ligeramente la cabeza como haciendo un signo de asentimiento a las palabras de Antoln, y call.Los carteles haban anunciado: la corrida comenzar a las cuatro y media en punto. Manuel Garca figuraba como primer espada; los restan-

PERDIGN (M.T.V.)

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tes matadores eran Carlos Borrego (Zocato), que sustitua a Reverte, por hallarse ste enfermo, y Antonio Fuentes. Pis el ruedo el primer toro, llamado Perdign, de la ganadera de don Eduardo Miura, colorado, listn, ojo de perdizde ah su nombre, corto de cuerna y de astas delgadas y finas; tom cinco varas de Cantares, Agujetas y Trigo, oyendo el Espartero palmas en algunos quites. La suerte de banderillas estuvo a cargo de Jos Roger (Valencia) y Manuel Antoln, que encontraron al toro a la defensiva y muy dificultoso. Brind el espada y dio comienzo la faena. Valiente y torero, aunque un poco movido, y siempre en terreno muy prximo al toro, dio doce pases de muleta: seis con la derecha, tres ayudados, dos altos y uno cambiado. Se arranc al volapi desde largo, dando un pinchazo en hueso y resultando volteado. Haciendo caso omiso de los requerimientos de sus compaeros, para que se retirara a la Enfermera, traste de nuevo, preparando al toro para la muerte con cinco pases ms. Entr a

TALEGUILLA QUE VESTA GALLITO LA TARDE EN QUE FUE VCTIMA DEL TORO BAILADOR (M.T.V.)

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TORERO MUERTO, por Vzquez Daz. (Premiado en la Nationale de Beaux Arts, de Pars. 1912)

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matar, por derecho, y ms en corto que la vez anterior; pero, nuevamente, fue cogido, y recogido del suelo despus por el cornpeto, que le infiri las lesiones que se describen en el siguiente parte facultativo: Plaza de Toros de Madrid.Enfermera.Funcin del 27 de mayo de 1894. El profesor de Medicina y Ciruga suscribe, encargado del servicio facultativo de la Plaza en el da de hoy, da parte al seor Presidente que, durante la lidia del primer toro, ha sido conducido a esta Enfermera el diestro Manuel Garca (Espartero) en un estado de profundo colapso. Reconocido detenidamente, result presentar una herida penetrante en la regin hipogstrica con hernia visceral, una contusin en la regin esternal y clavicular izquierda. Prestados los auxilios de la ciencia para el caso ms alarmante, que era el de colapso, y reconocidos al cabo como ineficaces, se le administraron los ltimos Sacramentos, falleciendo el herido a las cinco y cinco minutos de la tarde, y a los veinte minutos de su ingreso en la Enfermera. Todo lo cual tengo el sentimiento de participar a V. S.El Jefe de Servicio, MARCELINO FUERTES.

TALEGUILLA QUE US MANUEL GRANERO ENLA CORRIDA EN QUE FUE VCTIMA DEL TORO DE VERAGUA POCA-PENA (M.T.V.)

SEGUNDA PARTETAUROTRAUMATOLOGA (HERIDAS POR ASTA DE TORO)

INFLUENCIA DE LA DISPOSICIN DE LOS CUERNOS EN LAS LESIONES QUE SUFREN LOS LIDIADORES.OTROS FACTORES MS DECISIVOS.LOS TOROS DAN LAS CORNADAS CON LOS CUARTOS TRASEROS.VARETAZO, VARETAZO CON SANGRE, PUNTAZO Y CORRIDO. LA CORNADA.ZONAS MS CASTIGADAS O REGIONES ANATMICAS MS VULNERABLES DE LOS TOREROS.LAS CICATRICES EN EL TRINGULO DE SCARPA, SIGNOS QUE ACREDITAN EL VALOR.CARACTERSTICAS GENERALES DE LAS LESIONES.LESIONES EN LA PIEL, TEJIDO CELULAR SUBCUTNEO Y MSCULOS.IDEM DE LOS VASOS, HUESOS Y ARTICULACIONES.IDEM EN LOS RGANOS VISCERALES.HERIDAS SOBRE SANO

I

niciamos estos comentarios sobre las lesiones producidas por el asta de toro las cornadas como son, por antonomasia, conocidas en Espaa esta clase de heridas-tomndonos la licencia de emplear un nuevo vocablo que, en nuestro concepto, puede servir para definir cuanto encierra el amplio captulo de la traumatologa taurina. Este trmino es el de taurotraumatologa, y con el mismo deseamos referirnos al estudio de las lesiones que tienen su causa en la accin vulnerante de los cuernos del toro actuando sobre el cuerpo humano. No son muchos los autores que se han ocupado de este asunto. De entre stos recordamos las lecciones de Luis Roa, publicadas en extractos por Jimeno Cabaas (1873); el artculo de Creus, en la Enciclopedia Internacional de Ciruga, y los trabajos de Gmez Pamo, Ribera y San Martn. Tambin merece citarse el captulo dedicado a este tema por Bgouin en su obra de Patologa Quirrgica, as como el del doctor De la Villa en la de Lozano (de Zaragoza). Ms recientemente hemos ledo algunos artculos sobre esta materia, publicados en la prensa por los doctores Segovia (de Madrid) y Luis Valls (de Valencia), este ltimo perteneciente a nuestro equipo quirrgico de la Enfermera de la Plaza de Toros de esta capital. Dadas las condiciones del asta del toro, las lesiones que produce este agente vulnerante pueden incluirse para su estudio en el cuadro de las contusiones y heridas contusas en general. Atendiendo, sin embargo, a las caractersticas peculiares que ofrecen algunas de estas lesiones pueden ser consideradas separadamente, desglosndolas en un captulo especial del resto de la traumatologa. De este captulo es del que vamos a ocuparnos monogrficamente, y al cual hemos denominado taurotarumatologa.

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El asta de toro- produccin crnea, de forma cnica, con la base implantada en el frontal y la punta libre-puede seguir, a partir del punto de insercin, diferentes direcciones: hacia arriba (veletos), hacia fuera (abiertos), hacia delante (delanteros) y hacia abajo (gachos). Si uno de los cuernos est dirigido ms hacia arriba que el otro, se dice que es bizco de ese pitn; si los cuernos estn despuntados naturalmente o por accidente en el campo durante su crianza, se les llaman mogones; si tienen este defecto a causa de enfermedad, se les denomina hormign. Cuando los cuernos estn muy cercanos por su punta, reciben el nombre de corniapretados, y finalmente- sin que esto quiera decir que hayamos agotado todas las denominaciones segn la disposicin de los cuernos-, cuando la ltima modalidad es muy acentuada, dcese del toro que as presenta los cuernos, que es cubeto. Tiene cierta importancia la conformacin y disposicin de los cuernos cuando acometen y vulneran el cuerpo humano, aunque ni estos factores ni las dimensiones de las astas influyen tan decisivamente en las cogidas de los lidiadores como el sentido del bruto al herir y su fuerza en el impulso de embestida. Esta nocin la expresan los profesionales con una frase grfica: Los toros dan las cornadas con los cuartos traseros. En realidad, en ellos se afianzan los toros para que la embestida sea ms fuerte. No todos los toros saben embestir ni lo hacen con la misma intensidad de impulso. Hay toros que tropiezan con el bulto, lo derriban y siguen adelante; hay otros que se ceban con el obstculo, se encelan en l y, hasta que no advierten por la inmovilidad de ste que no ofrece resistencia la embestida, no cesan de cornearle. Un toro de pequeas defensas crneas o mal encornado, si es de casta, puede inferir lesiones ms graves, en la cogida, que un toro bien armado, en el caso de que este ltimo sea de menos casta, bravura y sentido. Influye tambin en su peligrosidad la edad del toro y, asimismo, el toro toro produce, por lo comn, al cornear, las lesiones de mayor gravedad. Ahora bien, considerando la disposicin de los cuernos, parece que los toros de cuerna abierta tienen mayor zona de accin; sin embargo, las lesiones no suelen ser muy profundas. Los de asta hacia adelante o delanteros determinan generalmente lesiones ms graves y profundas; algo menos los veletos. Los gachos, habitualmente, slo producen contusiones. Vara tambin el efecto producido segn la forma del extremo libre del cuerno. Cuando ste termina agudamente, da origen a heridas profundas y

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limpias. As ocurre, por lo general, en esta circunstancia. Si la punta del cuerno es roma, comnmente slo produce contusiones, pues no encarnan fcilmente los toros que presentan estos cuernos. Si por excepcin lo hacen, las heridas que producen son ms importantes; as sucede tambin con los embolados que, por las bolas de caucho que se les coloc sobre la punta de los cuernos, suelen determinar lesiones de mejor pronstico. Los toros con cuernos astillados, por choques contra superficies duras, producen heridas ms irregulares; y, en algunos casos, abandonan astillas en la profundidad de las heridas, contingencia que ha de tener presente el cirujano.

Para comprender los destrozos producidos por estas defensas naturales de los toros, es necesario tener en cuenta la fuerza considerable que las anima, ya que la potencia contrctil de los msculos de la nuca en estos animales nicamente se comprende, en toda su magnitud, cuando se observan los daos producidos en cuerpos muy resistentes, o viendo los pesos enormes que pueden levantar: un toro a otro en pelea, al caballo y al picador, inclusive arrojando a ambos a distancia, en el callejn, etc. Esto ha hecho que Creus compare el efecto de las astas emboladas al de una bala de can prxima al final de su trayectoria. Hay que tener presente la enorme velocidad inicial que acompaa al cuerno en el momento del derrote; la conjuncin de ambos factores, terrible fuerza y enorme velocidad, explican los efectos de la embestida del toro.

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Si el cuerno alcanza el cuerpo del hombre tangencialmente, es decir, si le pega con la pala, le produce una contusin, de primero o segundo grado, que se llama varetazo; y cuando ste va acompaado de una erosin sobre su superficie, sin llegar a determinar una solucin de continuidad en los tejidos suficientemente profunda para poderla considerar como herida contusa, se le denomina varetazo con sangre. Si la lesin es producida oblicua o perpendicularmente por la punta del asta, existiendo solucin de continuidad poco profunda, se le llama puntazo, y a ste corrido, si tiene forma alargada. Cuando llega en profundidad hasta el plano aponeurtico, ya se le denomina cornada. No hay regin del cuerpo en que no se hayan observado esta clase de lesiones; pero, entre los profesionales del toreo, los lidiadores de a pie las presentan con frecuencia en el muslo, abdomen y pelvis, sobre todo en el muslo derecho, con preferencia al izquierdo; y en la cara antero-interna, casi siempre en el tringulo de Scarpa. La explicacin reside en que es sta la regin anatmica que se ofrece a la embestida del toro en la mayora de las suertes del toreo a pie, particularmente en la de banderillas y en la de matar al volapi. Las heridas en esta regin son signo de valenta en el toreo, pues demuestran que fueron recibidas consumando la suerte y dando cara al peligro. Raro es el profesional que no ostenta su cicatriz en la cara anterior del muslo, condecoracin impuesta al valor o al pundonor, aunque recuerde indeleblemente una tarde de desgracia. En la regin inguinal, pared inferior del abdomen y pelvis, las heridas son menos frecuentes; asimismo acreditan el valor del torero, no tanto las que sufren en otras regiones, que si no por cobarda pudieron ser recibidas acaso por excesiva prudencia. Los picadores sufren por lo general contusiones, conmociones cerebrales o viscerales y fracturas, a consecuencia de las cadas del caballo; aunque no estn exentos de ser prendidos por las astas del toro y recibir heridas de todas clases, pero esto acontece ms raramente que en los toreros de a pie. Las contusiones determinadas por el asta o la cabeza del toro, sin que lleguen a perforar la piel, pueden ser muy graves si recaen en las cavidades esplcnicas. En otras partes del cuerpo no ofrecen particularidades dignas de ser mencionadas. Las heridas de asta de toro, las cornadas, son eminentemente contusas y pueden parangonarse, por su importancia, por las producidas por proyectiles de arma de fuego, presentando algunas de ellas estrecha semejanza con las deter-

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minadas por los cascos de metralla. Otras cornadas, aun ofreciendo un pequeo orificio de entrada y poca profundidad y no habiendo adems ocasionado grandes destrozos en los tejidos subyacentes a la piel, presentan los bordes de la herida como quemados, presentando tambin este aspecto en heridas de muslo, los bordes del agujero de la taleguilla (pantaln) y calzoncillo, guardando ello analoga con las heridas producidas por los proyectiles de arma de fuego de mano, cuando stas se disparan a bocajarro. Los toreros observan con frecuencia en los capotes, que cuando stos han experimentado un desgarro por un derrote del toro, los bordes del mismo aparecen como quemados. Las heridas presentan caractersticas muy variables, ya que desde la simple rozadura que no alcanza a lesionar todo el espesor de la piel, hasta la perforacin intestinal, pasando por la fractura de los huesos de la cara y crneo, con destruccin de la masa enceflica, la rotura de gruesos vasos, con hemorragias en ocasiones mortales, se encuentran otras muchas que no hay posibilidad de sistematizar. Cuando la herida alcanza alguna profundidad, en general ofrece la forma cnica, pero con la particularidad de que el vrtice del cono puede encontrarse en el fondo de la herida, si sta es poco profunda; o al contrario, la parte ms estrecha de la lesin, el vrtice del cono, puede estar representado por el orificio cutneo. Para comprender esta ltima forma es necesario considerar que, cuando el cuerno del animal ha penetrado en el seno de los tejidos, el toro trata de arrojar lejos de s el cuerpo del herido, verificando una serie de movimientos con la cabeza que resultan ampliados en el extremo del cuerno, describiendo este extremo una circunferencia y desgarrando y destruyendo cuanto encuentra a su paso. En los casos en que la herida tiene dos aberturas, casi siempre la de salida es de menos extensin que la de entrada, contrariamente de lo que suele ocurrir en las heridas producidas por proyectil de arma de fuego. En la piel las heridas ofrecen direccin y forma variable, siendo en general soluciones de continuidad de bordes irregulares, ensanchadas por la retraccin de los tejidos, aunque hemos visto casos en que la herida presentaba sus bordes limpios, perfectamente coaptados, como si se tratase de una herida incisa practicada con un instrumento de hoja muy cortante. Recordamos que una lesin de esta clase la presentaba un picadorsi no nos traiciona la memoria, de la cuadrilla de Ricardo Torres (Bombita)al que asistimos en esta Enfermera de una lesin en la planta del pie dere-

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cho y causada por un derrote del toro estando el picador a caballo. El cuerno perfor el estribo y la bota e hiri al picador en el pie. La herida, poco profunda, presentaba las caractersticas que en la piel y tejidos subyacentes ofrecen las heridas incisas. No es infrecuente observar heridas a colgajo y con avulsin o arrancamiento. El tejido celular subcutneo puede estar desprendido en una gran extensin, originndose lesiones cavitarias muy a propsito para la supuracin. Tales desprendimientos pueden determinar esfacelo de la piel por falta de nutricin. Los msculos aparecen seccionados de una manera irregular y en la zona ms traumatizada como triturados, formando una especie de papilla los restos de fibras musculares, tejido celular, segmentos aponeurticos y sangre; masa informe fcilmente separable del fondo de la herida por un raspado digital. En otros casos se presentan los msculos como desgarrados o arrancados de sus inserciones anlogamente sucede con los tendones.CAPILLA DE LA PLAZA DE TOROS DE VALENCA, DONDE SE VENERA LA IMAGEN DE NUESTRA SEORA DE LA ESPERANZALa donacin de esta imagen fue hecha por Don Antonio Domingo Fandos, amigo ntimo de Joselito. Das antes de su muerte hizo Joselito la promesa de donar esta imagen. Como no pudo cumplirla, lo hizo el citado seor Domingo.

Los vasos voluminosos pueden ser perforados y seccionados por completo. En el primer caso, por lesin del cuerno en la pared vascular al penetrar en el seno de los tejidos; la perforacin de las

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arterias sucede ms fcilmente que las de las venas. La rotura vascular es ms frecuente que la perforacin y es originada en la mayora de los casos por arrancamiento al sacar el asta de toro. Los vasos en replecin, turgentes, ofrecen una resistencia elstica al golpe del cuerno y se deslizan hacia los lados, siendo ms fcil que sufran una perforacin en su pared; pero a la salida brusca y rpida del pitn, el vaso sufre, casi con seguridad, su rotura a guisa de lo que acontece en una cuerda de instrumento musical, que no puede vibrar al recibir el impulso de los dedos cuando actan de detrs adelante. En ambos casos, perforacin de pared o rotura completa del vaso, se provoca una hemorragia intensa, siempre gravsima, que puede acarrear la muerte del herido en brevsimo tiempo. Los vasos que ofrecen mayor facilidad para sufrir esta contingencia son los del cuello, ingle, femorales y axilares. Los vasos pequeos pueden ser estirados y entonces, por este mecanismo, se consigue la hemostasia espontnea, por cuya razn la hemorragia no es muy copiosa cando se han interesado nicamente los vasos de este calibre. De todos modos, los casos de hemorragia secundaria no son infrecuentes, despus de estos traumatismos; as es que la cesacin de la EL DIESTRO VICENTE BARRERA hemorragia no siempre es definitiva y conviene tenerlo Orando momentos antes de la corrida en la capipresente para el tratamiento. lla de la plaza de toros de Valencia.

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Los nervios son destruidos en el sitio de la herida, y con ms frecuencia arrancados, algunas veces a gran distancia. Cita Bgouin un caso por l presenciado de herida extensa de la cara posterior del muslo, en que el nervio citico apareca arrancado por debajo de la mitad de la pierna, colgando de la herida en forma de cordn. Son frecuentsimos los casos en que el herido sufre neuralgias dolorossimas, bien por la lesin del nervio o por compresin del mismo por causas accidentales, tal la formacin de un hematoma circundante a consecuencia de una hemostasia incompleta, por efecto del roce de un tubo de drenaje, por la compresin excesiva de un taponamiento exagerado de la herida, por una ligadura del tronco vsculo-nervioso, etc. Recordamos el caso de una citica traumtica en un lesionado en la cara posterior del muslo izquierdo, rebeldsima al tratamiento, y que quit de los toros como se dice en el argot taurinoal paciente; y otros en que la lesin nerviosa ha originado parlisis, contracturas o prdida de fuerza del miembro superior, del inferior o de uno o varios dedos de la mano. Los huesos son fracturados, ya directamente por la accin del cuernono frecuente, ya por la cada, al choque contra el suelo, al ser despedidos violentamente por el toro en la cogida, o ya indirectamente por sacudimiento brusco del herido estando enganchado.

JUANITO BELMONTEEn la capilla de la plaza de toros de Valencia. Momentos antes de comenzar la corrida celebrada el 21 de julio de 1944

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Los picadores por sus tremendas cadas del caballo, bien aisladamente o con ste, al ser derribados por el empuje de la embestida del toro, sufren con ms frecuencia estas lesiones del hueso que los toreros de a pie. Las articulaciones tambin dan un gran contingente de lesiones, desde la simple distensin de ligamentos, pasando por el derrame sinovial, fractura de menisco, hasta la rotura de la cpsula articular, etc. De las lesiones en rganos viscerales, bien sean stos contundidos o sufran heridas propiamente dichas, son los intestinos los ms castigados. Unas veces se trata de simples evisceraciones, que tienen lugar a travs de la herida del abdomen, con o sin contusin intestinal; en otras se trata de verdaderas perforaciones con la particularidad que, en el intestino delgado, suelen ser mltiples y regulares y con los bordes contundidos, algunas de ellas no interesando todo el espesor de la pared intestinal. Las perforaciones del recto se han observado algunas veces a consecuencia

COMPOSICIN FOTOGRFICA TOMADA DE LA LIDIAArriba: El matador de toros Ricardo Torres (Bombita), fundador del Montepo de Toreros. En el centro: Cogida de Moreno de Alcal en la Plaza de Sevilla. Abajo: Paco en Madrid, herido de gravedad en el pecho, en la corrida que se despidi del pblico valenciano el diestro Ricardo Torres.

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de cornadas en el perin. Las heridas del estmago han ocasionado ms de una muerte en la Plaza. Los restantes rganos abdominales, hgado, bazo, riones, vejiga, aparecen interesados con mucha menor frecuencia.

QUIRFANO DE LA ENFERMERA DE LA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

Las vsceras torcicas ofrecen escaso nmero de heridas en pulmones y corazn; pero todas ellas de gravedad extremada. Son ms frecuentes los procesos pleurticos, motivados por lesin pleural directa ocasionada por el asta del toro, o por pleuritis provocada secundariamente por fracturas de costilla, en ocasiones ya consolidadas, aconteciendo a veces que el lesionado presenta sntomas pleurales, despertndose un proceso especfico, que el traumatismo revel, actuando de botafuego. En el caso de Pacomio Peribez, citado por J. de la Villa, el neumotrax y la hemorragia pleural, inmovilizando el pulmn, contribuyeron a cohibir la hemorragia pulmonar, juntamente con la intervencin del sncope salvador. Son frecuentes las lesiones en las bolsas testiculares, contusiones en los testculos, con orquitis traumtica consecutiva, orquiepididimitis, epididimitis, hidrocele, hematocele, etc., y la herida contusa que se reduce con

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frecuencia a una lesin de la piel. Pero no es raro que perfore y desgarre todas las tnicas escrotales hasta la vaginal, provocando una hernia testicular y, en algunos casos, arrancamiento del testculo con sus elementos de suspensin, vasos y nervios correspondientes.

OTRO ASPECTO DEL MISMO QUIRFANO

Las heridas del cuello son excepcionales, afortunadamente. Comprndese su pronstico infausto cuando afectan al paquete vsculonervioso, o a la porcin cervical de la columna vertebral, si determinan adems lesiones medulares. Existe una variedad en los traumatismos ocasionados por asta de toro conocida por los profesionales con el nombre de heridas sobre sano, que no puede clasificarse ni entre las contusiones ni entre las heridas contusas propiamente dichas. Se refieren a ciertos casos en que, existiendo solucin de continuidad en los tejidos blandos, no se aprecia en la superficie de la piel, que aparece intacta; y en ocasiones sin acusar, por la aparicin de equimosis o hematoma, la alteracin de los tejidos; nicamente el sntoma dolor y una relativa impotencia funcional denuncia la anormalidad.

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SALA DE ESTERILIZACIN

Este cuadro sintomtico se debe a la lesin que sufre el individuo por la accin de una prominencia o arista sea que contunde o hiere los tejidos blandos de dentro afuera, sin interesar la piel. Suele producirse al chocar el cuerpo contra una superficie dura, en regiones anatmicas que ofrecen la particularidad sea que sealamos: regin deltoidea, por la cabeza del hmero; en el muslo, cara externa, por el gran trocnter; en la cadera, por el borde de la espina ilaca anterior y superior; borde anterior de la pierna, por la espina de la tibia; etc. Estos casos, aunque posibles, no son frecuentes.

IIHERIDAS CON DESPISTE.ALGUNOS CASOS ENTRE MUCHOS QUE PUEDIERAN CITARSE.UNA HERIDA EN LA NARIZ CON SINTOMATOLOGA MS EXPLCITA QUE UNA HERIDA PENETRANTE DE VIENTRE.LA COGIDA DE CHAVES.EL CASO DE MANUEL MARTNEZ.OTROS DE MAYOR ACTUALIDAD: EL DE MART VZQUEZ Y VAQUERET, OCURRIDOS EN ESTA TEMPORADA

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enominamos lesiones con despiste aquellas producidas por asta de toro, cuyo orificio de entrada, si se trata de herida, bien en los vestidos o en los tegumentos, se presenta distante del foco traumtico ms importante; y, por extensin, a aquellas otras que, habiendo sido causadas simultneamente, si son dos o ms, una de ellas, por determinar dolor ms intenso o sintomatologa ms explcita, es la nica que revela el lesionado, no acusando las dems hasta que es sometido a un detenido reconocimiento. Cuando coexisten dos o ms causas de dolor, el ms acerbo anula o aminora los restantes. En algunos casos tambin puede presentar el lesionado heridas que no se denuncian por el estado de los vestidos, en regiones cubiertas por los mismos, ya que stos se ofrecen sin desperfecto alguno. Nuestras observaciones, basadas en diferentes casos en los que concurrieron circunstancias de esta ndole, nos han sugerido el presente captulo. A continuacin citaremos algunos de estos casos, entre otros muchos que pudiramos presentar. El da 26 de mayo de 1924, un toro de Cobaleda cogi en nuestra Plaza al matador Juan Luis de la Rosa. El toro tuvo prendido de los cuernos durante largo tiempo al lidiador, lo zarande y volte, arrojndolo a la arena del ruedo con la camisa destrozada y la cara cubierta de sangre. Conducido por la asistencia (los mozos de servicio del redondel) a la Enfermera, dijo el herido que se hallaba de pie, que no tena ms lesin que la de la nariz y una pequea molestia en la parte inferior del vientre, atribuyendo sta, con frase grfica empleada en el argot taurino, a un palotazo sin importancia, pues casi no le provocaba dolor. Le fue apreciada inmediatamente una pequea herida contusa en el dorso de la nariz y epis-

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taxis traumtica. Se negaba enrgicamente a despojarse de la ropa para ser debidamente reconocido, y suplicaba se le atendiera con la mayor rapidez para salir a continuar la lidia. Los que le haban conducido a la Enfermera abandonaron sta, y con ese afn informativo que parece indicar que en todo espectador de los toros existe un periodista en potencia, propalaron entre el pblico, impresionado por la cogida e impaciente por saber sus consecuencias, la escena

que acababan de presenciar, anunciando adems, la inmediata salida del torero al ruedo, puesto que la herida era en el dorso de la nariz, la hemorragia nasal haba sido cohibida y el diestro estaba en condiciones de reanudar su tarea. En la Enfermera ocurra, entretanto, una escena bien distinta a la que haba sido comunicada al pblico. Hubo necesidad de imponer nuestra

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autoridad y obligar a Juan Luis de la Rosa a desnudarse para ser debidamente reconocido. Cumpliendo esta orden, procedi a despojarse de la chaquetilla y de los restos de la camisa y chaleco, y al quitarse por s mismo la faja y desabrocharse la pretina del pantaln, permaneciendo para ello con la cabeza inclinada y vuelto de espalda a nosotros, le vimos doblar aqulla, y, abriendo los brazos, hubiera cado de bruces, por efecto de un desvanecimiento, si no lo hubiera evitado el auxilio de nuestros ayudantes. La Rosa presentaba un herida penetrante de vientre, con hernia epiploica e intestinal, y al contemplar el herido la franja amarillenta del epipln y la cpula azulenca del asa intestinal que haba hecho prominencia al exterior, sufri el sncope. El chaleco, la faja y la pretina del pantaln haban hecho las veces de vendaje compresivo. La lesin fu causada, introduciendo el toro su asta por debajo de dichas prendas de vestir, sin destruirlas ms que en parte de ellas y con ocasin de tener suspendido

EL MAYORAL DE LA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA, VITO II, POSEE CONDICIONESEXCEPCIONALES PARA AMANSAR A LOS TOROS BRAVOS

(En esta foto acaricia al todo Camarito, nm. 61 de la Ganadera de la viuda de Galache. Este toro fue estoqueado por el diestro Manolete en la Plaza de Toros de Valencia el 21 de julio de 1943, cortando las dos orejas.)

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al lidiador con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo, esto es, con el cuerpo invertido en posicin vertical. He aqu, pues, una herida con despiste, la del dorso de la nariz distante de la lesin principal y con sintomatologa ms explcita que la de vientre. Este caso se presta a otro comentario. Cul no sera la sorpresa del pblico, convencido de la poca importancia de la lesinsegn haban referido los testigos presenciales del primer reconocimiento, cuando se emiti el parte facultativo? Qu concepto habra formado de la idoneidad profesional de un cirujano que hubiese permitido la salida al ruedo de un torero, desconociendo que sufra una herida gravsima en el vientre? El 29 de julio de 1926, un toro de Miura infiere al matador Francisco Tamarit (Chaves), dos heridas graves: una en el hemitrax derecho en la lnea axilar anterior, al nivel del segundo espacio intercostal, que interesa todos los tejidos blandos y la pleura parietal. Otra en el antebrazo derecho a nivel de la flexura del codo, con destrozos musculares de las dos capas superficiales, seccin de los vasos venosos superficiales y rotura de la arteria radial, con intensa hemorragia consecutiva.

EL DIESTRO FRANCISCO TAMARIT (CHAVES)Conducido a la enfermera con motivo de la cogida a que se alude en el texto.

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El herido slo acusa el dolor que le causa la herida en el pecho; de la otra, nicamente advierte la impotencia funcional del miembro y que por el brazo y mano se desliza la sangre en abundancia, atribuyendo esta hemorragia a la primera herida; la segunda parece ignorarla, dndose, adems, la circunstancia de que la manga derecha de la chaquetilla no ofrece desperfecto alguno. Herida despistante: la del pecho, que es la que acusa el herido por su notable dolor, y la otra, distante, tambin grave, ignorada por el herido; y cuyo orificio de entrada en la ropa es el mismo para las dos heridas, dejando intacta la manga de la chaquetilla.

COGIDA EN EL VIENTRE DE MANOLO MARTNEZ (10-X-1927. Barcelona)

El matador de toros valenciano Manuel Martnez sufri, toreando en Barcelona una corrida de la ganadera del Duque de Veragua el 10 de octubre de 1927, una herida en el abdomen, al parecer no penetrante. La herida estaba situada a nivel del vaco izquierdo. Como toda herida subcutnea era de pronstico leve; pero por la regin donde se hallaba situada fue calificada como de pronstico reservado. Despus de curado el diestro en la Enfermera fue trasladado al hotel en que se hospedaba.

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Dada la relativa poca importancia de la lesin, no se crey necesario suspender los preparativos de su prximo viaje a Amrica, adonde deba marchar para cumplir compromisos profesionales. Mas, en las primeras horas de la noche comenz a agravarse. Fuimos requeridos por indicacin del herido y a instancias de su familia, trasladndonos a dicha ciudad para celebrar una consulta con el cirujano que le haba asistido en la Enfermera de la Plaza. Celebrada esta consulta acordamos someterle, previo traslado a una Clnica, a nuevo reconocimiento e intervenir en caso necesario.

MOMENTO EN QUE VA A PROCEDERSE A LA ANESTESIA DEL DIESTRO MANUEL MARTN VZQUEZHerido por un toro de Prez de la Concha en la corrida de feria en la plaza de toros de Valencia el 25 de julio de 1944.

El orificio de entrada de la herida estaba a nivel del vaco izquierdo; pero a distancia de unos cuatro traveses de dedo, y en su parte superior, a la altura del hipocondrio, exista un punto en extremo doloroso a la presin digital. Ante esta contingencia, acordamos operarle inmediatamente, desbridando ampliamente el trayecto subcutneo. Puesta a descubierto la zona dolorosa, que no denunciaba a la vista ninguna anormalidad, encontramos un orificio en pared abdominal, penetrante en la cavidad, que dio salida en un momento de inspiracin forzada del herido, a una asa intestinal. No exista ninguna perforacin del intestino.

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El asta del toro produjo la herida con orificio de entrada en la parte baja de la pared abdominal y un trayecto subcutneo hasta el punto ms alto, que, acaso por vencerse el torero hacia adelante, cuando estaba prendido en el cuerno, le produjo el otro orificio penetrante en la cavidad. El orificio inferior de la pared abdominal puede ser considerado como ejemplo de herida despistante. Durante las corridas de toros celebradas en Valencia con motivo de la Feria en el mes de julio del presente ao (1944), registramos dos casos de lesiones de despiste a causa del dolor ocasionado por las mismas.

MARTN VZQUEZ DURANTE UNA CURA EN EL SANATORIO

Uno de ellos corresponde al matador Manuel Martn Vzquez. Ingres este diestro en la Enfermera aquejando intensos dolores en el brazo izquierdo, en el que se le apreci una fuerte contusin. Pero presentaba, adems, una herida muy grave en la cara externa del muslo derecho a la que no haba concedido importancia el herido por ser casi indolora. El orificio era pequeo y la hemorragia poco abundante.

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El segundo caso corresponde al banderillero Enrique Lacrcel (Vaqueret): Ofreca un varetazo en la ingle derecha, cuya lesin segn manifiesta, le ocasiona fuerte dolor. Reconocido detenidamente, se le aprecia fractura de la extremidad externa de la clavcula izquierda que apenas si le determina dolor ni impotencia funcional del brazo correspondiente.

IIICUERPOS EXTRAOS E LAS HERIDAS DE ASTA DE TORO.ALGUNOS CASOS EJEMPLARES. UN CUERPO EXTRAO EXTRAORDINARIO, POR SU NATURALEZA.COMENTARIOS A LA MUERTE DE JULIO APARICI (FABRILO)

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urante la exploracin meticulosa y detenida a que debe ser sometida toda herida producida por asta de toro, no es raro que se encuentre sorprendido el cirujano por la presencia en la profundidad de la misma, en lo ms recndito de un fondo de saco, en una de sus trayectorias, acaso junto a una superficie sea, de un cuerpo extrao que, de no ser descubierto y extrado oportunamente, puede originar complicaciones en ocasiones gravsimas, inclusive a veces la muerte del herido. Es, pues, muy obvio que ha de concedrsele toda la importancia que merece a la eventual presencia de cuerpos extraos en las heridas por asta de toro.

A este respecto nuestra casustica es muy abundante. Creemos que la exposicin de algunos de estos casos tendr mayor inters que cualesquiera otras consideraciones tericas. Al banderillero Jos Ortuo le fueron extradas, durante la primera cura de una herida en la cara posterior del muslo izquierdo, veintiuna lentejuelas encontradas en una de las trayectorias de esta herida. Al picador Caldera se le hall en una herida penetrante de vientre, en el hipocondrio izquierdo, sobre el plano aponeurtico, un pequeo trozo de gamuza que el cuerno del toro arranc del calzn e introdujo debajo de la pared abdominal. A Marcial Lalanda le encontramos unas astillas del pitn del toro en una herida muy grave que sufri en la cara antero-interna del muslo derecho. Estas astillas se descubrieron por debajo y adentro del paquete vsculo-nervioso femoral. A Rafael Ponce (Rafaelillo), en una herida gravsima del muslo derecho, situada en la cara antero-interna, a nivel de la base del tringulo de Scarpa,

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con grandes destrozos del recto interno, aductores y sartorio, y seccin de las safenas y vena femoral, hubimos de extraerle dos pequeos trozos de tela (uno de seda de la taleguilla y otro del calzoncillo) que, a pesar de la enorme hemorragia, no haban sido expulsados. Muchos ms casos podran ser citados. D