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TEJEDORAS DE VIDA 2015

TEJEDORAS DE VIDA · ISBN: 3-970-XXX-XXX EN TRAMITE ... empleada, y son quienes ahora facilitan el curso. A través de ... siglos, el sexo femenino ha luchado por sus derechos, por

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  • TEJEDORAS

    DE VIDA

    2015

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    TEJEDORAS DE VIDA

    2015

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    Diseño de Portada: DG Angélica McHarrell Basado en una pintura de Michelle Páez Cuidado Editorial: Luis Eduardo García Primera edición, Septiembre de 2015 © Tejedoras de Cambios San Pedro Garza García, N.L. ISBN: 3-970-XXX-XXX EN TRAMITE Este libro no puede ser fotocopiado o reproducido total o parcialmente por ningún otro medio o método sin la autorización por escrito de las autoras. Derechos Reservados

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    Índice

    PRÓLOGO I ..................................................................... 7 PRÓLOGO II ................................................................. 16 A mis cuarenta – La Peque ........................................... 25

    Ahora sé quién soy - Contraluz ...................................... 34 Asperezas de mi vida - Victoria ..................................... 52

    Como las olas… - Artemisa ........................................... 61 Corriendo sola – Liebre .................................................. 70 Decisión correcta – Enamorada ..................................... 80

    En pleno vuelo – Mariposa ............................................. 93 En proceso – Atardecer ............................................... 104

    Esto no se acaba, hasta que se acaba - La Loba ........... 122

    Familia nómada – Allerim ............................................ 129

    Ganando las batallas de la vida - Guerrera hasta el

    último aliento ................................................................ 136

    Imago - Brisa de tormenta ............................................ 151 La que estoy siendo, gracias a la que fui – Fresca

    Calidez .......................................................................... 161 Lo que era y lo que soy - Itzayana............................... 181 La Vida Vale – La Pájara ............................................. 187 Mi infancia, mi tesoro – La Titana de Oro ................... 196

    Mis enredos - Madre Teresa ......................................... 205 Mis secretos – Currumina............................................. 209

    Mujer inquebrantable – Sol y Mar ............................... 226 Tejiendo mi vida – MOG ............................................. 247

    Transformando mi vida – Tornado .............................. 253 Una mujer en desarrollo – Gota de Lluvia ................... 265 Una vida de trabajo - Águila guerrera .......................... 285

    Yo soy - Inti .................................................................. 297

    SEMBLANZAS ........................................................... 311

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  • 7

    PRÓLOGO I Estamos de festejo en Tejedoras de Cambios A.C., porque

    hoy presentamos -¡por fin!- el primer libro de historias escritas

    por varios grupos de mujeres que cursaron el Diplomado

    Tejedoras de Vida, el cual ha sido impartido desde poco

    después de que fundamos legalmente nuestra organización.

    Antecesores de este volumen son los dos tomos publicados

    con el nombre “Tejedoras de Historias”, por el Instituto Estatal

    de las Mujeres de Nuevo León (en 2006 y 2008

    respectivamente). Las novedades a celebrar de entonces a esta

    fecha, han sido precisamente la creación de nuestra A.C.

    (2009), la multiplicación de las redes de mujeres y el desarrollo

    de nuestra labor social transformadora, a través de cursos,

    conferencias, lotería educativa, terapias de salud integral, y

    otras actividades.

    La metodología empleada tanto en nuestro curso sello como

    en todo el Diplomado es la misma que investigué en mi tesis

    de Maestría en Desarrollo Humano en la Universidad

    Iberoamericana (“Identidad narrativa femenina: Un camino de

    crecimiento personal”, 2002), y conlleva un enfoque de género

    dentro de esa corriente humanista. Y es que al trabajar con las

    historias de vidas de las mujeres, obviamente estamos

    manejando el género autobiográfico, y al preguntarle a

    cualquier persona quién es, la respuesta vendrá acompañada,

    casi invariablemente, con la narración de una historia personal.

    De ahí que estemos hablando de una identidad narrativa.

    Hace no muchos años, en psicología se consideraba que la

    identidad del ser humano era si no inmutable, sí algo fijo y

    bastante arraigado, difícil de cambiar. A partir de lo que se

    conoce como el “giro narrativo”, el “self” o sí mismo ya no se

    considera una entidad única, fija, continua, verificable y

    perfectamente lógica, sino que se abren nuevas perspectivas

    muy interesantes en el enfoque y el tratamiento a través de la

    identidad, al volverla flexible, interpretable, maleable, gracias

    a los procesos de recuperación, reelaboración y re-

    significación de la propia historia de vida.

    No voy a explicar aquí la compleja teoría que soporta este

    concepto, ni los postulados de Ricoeur y compañía. Remito a

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    quienes tengan interés en el tema tanto a mi tesis como a mi

    prólogo explicativo en los citados volúmenes de Tejedoras de

    Historias. Aquí sólo repetiré brevemente -para los posibles

    nuevos lectores, o personas con interés académico- en qué

    consiste dicha metodología.

    Este “giro narrativo” (ya sea en la Medicina, la

    Antropología, la Teoría Cultural, el Derecho, la Psicoterapia o

    el Desarrollo Organizacional) ha trasladado el interés sobre la

    identidad a la historia, lo cual permite posibilidades nuevas y

    renovadoras según como ésta sea contada. Está aquí presente la

    postura constructivista que implica co-construir con otros las

    historias o relatos alternativos, de modo tal que permitan mirar

    desde varias perspectivas o puntos de vista, las mismas

    acciones y personajes.

    La narrativa convierte así la temática en cuestión (un

    episodio histórico, una historia clínica o legal, y en este caso el

    pasado de una persona) en un proceso interesante, dinámico y

    flexible, en lugar de algo rígido, inamovible e incuestionable

    que sólo admite una versión absolutista. De ahí lo sanador que

    resulta escribir la propia historia.

    Ciertamente, en esa escritura, lectura y reescritura no es

    posible cambiar el pasado, pero siempre cabe mirarlo de otro

    modo, porque –como decía Ricouer- “ser es ser interpretado”,

    de ahí que nuestra vida se convierte en una “historia contada”,

    y por tanto interpretada. Y precisamente ahí, al comenzar a

    narrar nuestra historia, al plasmarla en palabras escritas para

    nosotras mismas o para los demás, resulta posible encontrar

    que la identidad narrativa confiere una cierta continuidad y

    permanencia en el tiempo al sujeto de la misma, pero a la vez

    descubre un dinamismo que le permite el cambio y la

    transformación.

    ¿Cómo se logra esto? Cuando alguien escribe su historia, se

    establece una distancia, una diferencia que se introduce al

    momento de escribir y, posteriormente, de leer lo escrito. Al

    leer ya no está presente ese yo escritor, sino el lector, en una

    especie de desdoblamiento. Ahí es donde cabe introducir

    precisamente la interpretación, la posibilidad de resignificar, de

    reescribir una nueva historia. Y en este tejer y destejer, pueden

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    ir intercalándose otros nuevos tejidos que flexibilicen, adapten

    y enriquezcan al anterior.

    Al respecto, Duccio Demetrio sostiene que el trabajo

    autobiográfico tal vez sea el viaje de formación, auto-

    conocimiento y auto-aceptación más importante que podemos

    emprender en nuestra existencia, y coincido con esta opinión,

    por eso elegí esta poderosa metodología como eje central de mi

    trabajo con mujeres. Porque supone, por un lado, internarse en

    el caos y los rumores confusos del pasado, para buscar una

    forma de organizar los recuerdos, y por otro, para evaluar el

    presente y proyectar el futuro. Y es que la escritura abre

    nuevos registros del inconsciente y posee otros efectos, más

    duraderos, porque fija el fluir del tiempo y permite regresar a

    él, revisarlo, interpretarlo, cambiarlo.

    En nuestro Diplomado no damos clases de redacción, no se

    trata de aprender técnicas de escritura literaria. De hecho, las

    correcciones realizadas a los textos de las participantes son

    mínimas, (sólo las faltas de ortografía, puntuación, repeticiones

    y sintaxis básica), aunque muy laboriosas de realizar

    precisamente porque cuidamos de respetar el estilo personal de

    cada mujer que nos narra su historia; con todo, siempre

    aparecen algunos talentos natos para la escritura. Aquí el

    trabajo importante es otro, el del auto-conocimiento y la auto-

    transformación.

    Por ello, las preguntas que subyacen en un relato

    autobiográfico serían: ¿Quién soy yo realmente?, ¿para qué he

    vivido?, ¿qué sentido ha tenido mi existencia?

    Respondería con esta cita Natalie Goldberg: “Escribir es un

    gran viaje. Es un camino que tiene la posibilidad de hacernos

    libres.” (Goldberg, 2001). No obstante, en este viaje vital por

    el que nos lleva la narrativa autobiográfica, habrá de todo:

    algunas experiencias positivas y otras negativas, risas y

    lágrimas, éxitos y fracasos. Además, es casi seguro que a todos

    nos han sucedido cosas inesperadas, vergonzosas, difíciles de

    aceptar, dolorosas, inexplicables y hasta trágicas. Así que

    encontrar un significado puede resultar la gran diferencia en la

    actitud que asumamos ante lo que vamos viviendo. De hecho,

    sin decir que es la panacea, cabe afirmar que la escritura

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    autobiográfica es una herramienta muy poderosa (incluso para

    abrir la dimensión espiritual), ya que da acceso a nuestras más

    íntimas profundidades y ayuda en el proceso inacabable de

    avanzar hacia la propia integración, la reconciliación y la

    coherencia.

    Basada en esta metodología, diseñé el Diplomado inicial, y

    posteriormente a partir de esta enriquecedora experiencia con

    tres grupos y en colaboración con varias de las graduadas,

    adaptamos ese material para emplearlo en su versión breve de

    tres meses como curso sello de nuestra asociación (El Guión de

    mi Vida), y como capacitación para convertirse en Tejedora, en

    su versión más profunda y con una extensión de año y medio

    (Diplomado Tejedoras de Vida). Este nuevo Diplomado ya no

    lo impartí yo, sino que pasé toda la estructura, metodología,

    dinámicas y bibliografía a Dariela Dávila, Tejedora graduada

    en la primera generación y psicóloga de profesión, a quien fui

    asesorando en su primera edición, y por supuesto ella fue

    imprimiéndole su propio sello y estilo personal, así como su

    preparación de terapeuta y su misma calidad humana.

    Así hemos ido entretejiendo nuestras redes, abarcando

    nuevos espacios, practicando la metodología, afinando los

    materiales y probando este enfoque en diversos ámbitos. Así

    inauguramos una subsede en Juárez, coordinada por nuestra

    compañera Martha Patricia González, y estamos empezando un

    grupo en Cadereyta, N.L.

    Iniciamos y sostenemos, desde hace ya varios años, tres

    proyectos sociales, para llevar este curso a las internas del

    Penal del Topo Chico; a las Colonias populares La Barranca y

    Lomas de Tampiquito, en San Pedro; y recientemente

    empezamos a trabajar también en la Col. Alfonso Reyes (más

    conocida como La Risca).

    En dichos proyectos, participan entusiastamente Tejedoras

    ya graduadas del Diplomado y capacitadas en la metodología

    empleada, y son quienes ahora facilitan el curso. A través de

    estas experiencias, nos hemos dado cuenta de que con ajustes a

    niveles de baja escolaridad, nuestros talleres también

    funcionan muy bien con mujeres en situación de alta

  • 11

    vulnerabilidad, de modo que confiamos en poder publicar sus

    historias en un futuro próximo.

    ¿Para qué recoger estas historias y darlas a conocer más allá

    del pequeño grupo en la que se forjaron y compartieron? Para

    hacer eco a estas voces y ampliar su alcance, de modo que

    inviten a más mujeres a emprender un camino similar. Durante

    siglos, el sexo femenino ha luchado por sus derechos, por

    hacerse oír, por salir de un rol estereotipado de ser únicamente

    esposa, ama de casa y madre reproductora, rol que debido a

    una estructura patriarcal y machista la ha colocado en una

    posición de opresión e inferioridad, y la ha condenado a sufrir

    todo tipo de injusticias, a asumirse como mera testigo y en

    muchos casos –tal como puede apreciarse, por desgracia, en

    muchas de las historias que aquí presentamos- como víctima

    sumisa de situaciones estructuralmente violentas.

    Durante miles de años, en todos los tonos, elogiosos o

    insultantes, científicos o poéticos, se han dicho infinidad de

    cosas sobre las mujeres. Sin embargo, durante todo ese tiempo

    hemos sido consideradas como seres para ser vistos y no para

    ser escuchados. Sobre nosotras, sobre nuestro ser, quehacer y

    devenir han corrido ríos de tinta a través del tiempo, pero esas

    palabras, esas visiones, esas historias eran narradas, en su

    mayoría, por hombres.

    Bien dice Rosa Montero, esa gran novelista y feminista

    española contemporánea: “Porque hay una historia que no está

    en la historia y que sólo se puede rescatar aguzando el oído y

    escuchando los susurros de las mujeres.” (Historias de

    Mujeres, 1996).

    Es a esos “susurros” a lo que he intentado prestar un oído

    atento, para amplificar su sonido mediante su presentación y

    publicación. Representan una especie de micro historias,

    porque los acontecimientos, personajes o hallazgos que aportan

    pasan inadvertidos en la “historia oficial”, en los estudios que

    consignan la macro historia o las teorías feministas.

    Aquí nos llaman la atención tanto por las especificidades

    como por la cotidianidad que cada una de estas narraciones

    ofrece -ya sea en su dimensión psicológica o en la sociológica-

    como por las posibilidades interpretativas que abren

  • 12

    individualmente y en su conjunto. Desafortunadamente, resulta

    un lamentable hecho que no existe un interés real por escuchar

    de modo directo las cuestiones de las mujeres –nuestras

    historias personales, nuestros deseos, nuestros dolores y

    frustraciones, nuestra opresión, nuestros anhelos y sueños- .

    Todos ellos han pasado casi completamente desapercibidos a

    través de las diversas etapas históricas. Y peor aún, cuando el

    foco de atención lo trasladamos a la madurez, ¿qué podemos

    decir del desinterés casi absoluto que despierta la mujer

    madura?

    Si ya el sexo masculino no le puede cantar a su belleza

    física, si ya quedó atrás la etapa reproductora y no cabe ser

    ensalzada en el mito de la maternidad, ¿qué sucede? Una triste

    e injusta realidad: que la marginación y el desinterés se

    vuelven extremos. Pues es precisamente a ese rango de edad

    femenina, la edad de la madurez, a la que decidí prestar

    especial atención desde que inicié los estudios de mi tesis y

    luego al fundar la asociación civil.

    En parte por ser la que yo misma he ido viviendo, y sobre

    todo porque la autobiografía es un género de esta etapa de la

    vida. Si se indaga en ella de la manera adecuada, surgen los

    planteamientos por el propósito y el sentido, justo cuando ya

    hay una experiencia y cierta sabiduría vital en las mujeres que

    alcanzan dicha etapa, además de un mayor tiempo disponible

    para sus propios proyectos. La paradoja está en que es

    precisamente entonces cuando más desapercibidas y

    desatendidas pasan, con la consiguiente y muy lamentable

    pérdida de esa valiosa energía femenina, que podría emplearse

    para la propia transformación y también para apoyar cambios

    comunitarios y sociales.

    A pesar de que la equidad de género y el empoderamiento

    de las mujeres está en el tercer lugar de los ocho Objetivos del

    Milenio de la ONU, a pesar de que se ha dicho que este Siglo

    XXI será del sexo femenino, lo cierto, la realidad cotidiana e

    inmediata en nuestro país y en la mayor parte del mundo es

    que falta muchísimo por lograr en cuanto a igualdad de

    oportunidades y derechos para las mujeres en casi todos los

    ámbitos: social, político, económico, educativo, de salud,

    religioso, artístico, científico, etc., pues esta causa del

  • 13

    feminismo no es en los hechos algo prioritario para los

    gobiernos.

    Y es que lograr la equidad de género resulta complejo,

    porque no basta legislar al respecto, hay que cambiar las

    estructuras socioeconómicas y políticas, trabajar en reeducar a

    las personas, cambiar las creencias culturales misóginas,

    violentas y discriminatorias e ir transformando la cultura

    machista y patriarcal en una incluyente, justa y pacífica.

    A esa labor educativa de las mujeres es a lo que nos

    dedicamos en Tejedoras de Cambios, con el objetivo -en

    última instancia- de incidir positivamente en el entorno

    familiar y comunitario. No resulta rápido ni sencillo, sino al

    contrario, es como picar piedra.

    No ha resultado fácil tampoco impulsar dicho objetivo

    desde una ONG como Tejedoras, porque no es una causa que

    se considere urgente ni que despierte muchas simpatías entre

    las fundaciones filantrópicas, sobre todo cuando no es

    asistencialista, como sucede en nuestro caso. Con todo, los

    avances son innegables y aunque tarde en extenderse y lograrse

    plenamente, creo que esta transformación ya no se detendrá.

    Necesitamos gradualmente que más y más mujeres, jóvenes

    y maduras, vayan logrando lo que en nuestros talleres

    llamamos la “triple A”, y de la cual quienes escribieron los

    presentes textos son testimonio: convertirse en la Autora, la

    Actriz principal o protagonista y la Agente de cambio de sus

    propias historias de vida. Por ello, como suelo repetirles a las

    mujeres que culminan este Diplomado, con la escritura y

    publicación de su historia pueden decir con gran satisfacción:

    “Nada ha cambiado, salvo yo misma, por ello ahora todo es

    distinto”.

    Va mi más calurosa felicitación a las 24 mujeres que nos

    comparten su historia de vida, narrándola como cada quien

    quiso y supo hacerlo, por haberse comprometido con ustedes

    mismas, con su grupo y con su facilitadora primero para tejer,

    destejer y entretejer sus propias tramas vitales; y luego para dar

    un paso más allá, todavía más aventurado y de mayor impacto:

    publicarlas, con el deseo de encontrar un eco y dejar una huella

    en sus familias, sus amistades y posiblemente, en otras muchas

  • 14

    mujeres a quienes podrían inspirar para embarcarse en una

    travesía similar a la suya.

    En este curso demostraron por un lado, la paciencia de

    Penélope, para ser perseverantes al ir tejiendo y destejiendo

    dentro de un ámbito privado y protegido, una especie de hogar

    en el tiempo-espacio que formaron durante las sesiones del

    Diplomado, y por otro dieron prueba de la valentía e ingenio

    de Odiseo para lanzarse al viaje en el ámbito público. Así,

    aunaron “ánima” y “animus”, su esencia femenina y su

    impulso masculino, en una integración sanadora que las

    empodera, dejando constancia escrita y abierta de este proceso,

    que tuvo un inicio pero ya no tendrá final, porque despertaron

    a la conciencia y a la responsabilidad personal.

    Quiero decir por último que la edición y publicación de este

    libro fue prolongada y difícil, complejidad y dificultad que son

    representativas de los escollos enfrentados por las

    organizaciones de la sociedad civil: falta de fondos, de

    recursos económicos y humanos, de tiempo, de apoyos. Por

    ello, quiero dar las gracias sinceramente a Fomento Moral y

    Educativo ABP, por el donativo que nos otorgó para la

    elaboración de esta obra. Asimismo, va mi agradecimiento y el

    de nuestra Asociación por su paciencia, ingenio y colaboración

    a nuestro editor independiente, el Ing. Luis Eduardo García;

    por la creatividad del diseño gráfico de la portada a la Lic.

    Angélica McHarrell; por su sensibilidad artística y solidaria, a

    la artista Michelle Páez, quien pintó el cuadro que ilustra la

    portada; a nuestro colaborador voluntario de redacción Lic.

    Damián Monsiváis, por su generosa revisión de textos; a toda

    la Mesa Directiva (Cristina Girodengo, Elizabeth Chávez y

    Blanca Alicia Tello ), que hace posible, respalda e impulsa la

    labor de nuestra A.C., y de modo muy especial a la Mtra.

    Dariela Dávila, y a su co-facilitadora en uno de los grupos la

    Mtra. Estrella Romero, ambas integrantes también de la Mesa

    Directiva, por haber tomado la estafeta que les pasé, y por

    haber guiado a buen puerto a estos tres grupos; valoramos su

    capacidad, su entrega cariñosa, y su incansable entusiasmo.

    En Tejedoras de Cambios conocemos el enorme poder

    transformador de las palabras, y con base en ellas realizamos

    esta labor que hoy plasma su fruto. De hecho, como preguntan

  • 15

    George Duby y Michelle Perrot, editores de la enciclopedia

    Historias de Mujeres: “¿Y ellas, qué dicen ellas? La historia de

    las mujeres es, en cierto modo, la de su acceso a la palabra.”

    Quedan aquí los testimonios con fragmentos de muchas

    vidas, con sus luces y sus sombras, sus logros, sus carencias,

    sus anhelos. En este libro, 24 mujeres valientes y muy valiosas

    tienen la palabra. Te invito, lectora o lector, a escucharlas…

    Pero antes, se la cedo a Dariela Dávila, facilitadora del

    Diplomado, ella también tiene cosas muy importantes que

    decir sobre el profundo proceso vivido durante la escritura de

    estas historias.

    Patricia Basave

  • 16

    PRÓLOGO II Mi experiencia como facilitadora en el Diplomado

    “Tejedoras de Vida” es muy satisfactoria y enriquecedora.

    Afortunadamente tengo la oportunidad de usar esta

    herramienta tan valiosa, producto del trabajo creativo de mi

    querida Maestra Patricia Basave. Para mí es muy interesante la

    manera en que su triple marco teórico -antropológico,

    psicológico y lingüístico- es enlazado y conectado con un

    formato excepcional que es estrictamente vivencial.

    El proceso es constituido bajo contrato de común acuerdo.

    Esto delimita el contexto de relación requerido y permite a las

    participantes resignificar su historia personal y construir la

    propia identidad a partir de la narrativa. Así el proceso

    potencia la toma de conciencia que genera una íntima

    responsabilidad y admite asumir simultáneamente una postura

    de autora, actriz y agente de cambio. Mi experiencia del grupo

    de participantes durante el diplomado significó un aprendizaje

    reafirmado en lo personal y un reto profesional.

    Durante el proceso del diplomado, entablamos una

    conversación que inició con la presentación de las

    participantes, es decir, el grupo pasó de un momento de

    aceptación del contrato a su integración; del ensayo al ejercicio

    de la escucha respetuosa y la empatía, de la práctica del

    discurso en primera persona a la construcción y comprensión

    de una dimensión grupal saludable y sanadora; de la

    modulación y contención del grupo por el grupo a la apertura

    confiada y el apoyo mutuo; de la reflexión acompañada a la

    conciencia personal y grupal.

    Aunque el diplomado incluyó una etapa culminante del

    proceso cuando cada participante compartió su autobiografía,

    la realidad es que la conversación iniciada continúa

    estrechando lazos de sororidad, dentro del mismo grupo y más

    allá, incluyendo e influyendo en nuestras relaciones familiares

    y sociales. Pero también y especialmente nuestra relación con

    nosotras mismas.

    Cuando yo participé en la primera edición del Diplomado

    de Tejedoras, me encontré que estaba buscando conocer y

    participar en actividades con perspectiva de género, y me topé

  • 17

    -en lo personal- con mi grupo de referencia, con mi género,

    con mi ser mujer. Entre todas las relaciones que han sido

    tocadas en mi vida por esta experiencia, mi relación conmigo

    misma es prioridad. Abrazar esta conciencia de mí y el

    bienestar obtenido a través de ello generó un deseo que

    permanece, crece y me mueve a trabajar para compartirlo. Este

    deseo compartido por las Tejedoras nos acompaña cada vez

    que un grupo de mujeres replica la experiencia y cursa nuestro

    Diplomado. Así fue que nos constituimos en asociación civil

    para invitar, alentar y acompañar a otras mujeres en su

    desarrollo personal.

    En mis antecedentes como psicóloga partí desde una

    preparación clínica con orientación analítica, que es elitista por

    su propio marco conceptual y terapéutico, hacia la búsqueda de

    formatos más incluyentes. Después de conocer, prepararme,

    practicar y apropiarme de una visión sistémica, participé como

    beneficiaria en este proceso de Desarrollo Humano y

    experimenté las bondades de la narrativa, en cuanto a su acceso

    técnico y metodológico, que beneficia sin distinción. De tal

    forma que las exclusiones, me atrevo a decir, no existen. Este

    es uno de los motivos que me hacen admirar, apreciar y

    disfrutar el proyecto de Tejedoras de Cambios, A.C.: su

    orientación educativa y su visón incluyente.

    La experiencia de nuestra organización, en cuanto a los

    rangos de edad de nuestras beneficiarias es muy variada.

    Hemos trabajado con mujeres de la tercera edad, en donde

    contamos con testimonios muy valiosos y enriquecedores, en

    primer lugar para ellas mismas, para su grupo y para quienes

    facilitamos, esto como efecto inmediato; pero también

    encontramos impacto en los grupos de referencia y

    convivencia de las participantes, como son sus familiares, y sus

    compañeros en la estancia en donde les atendimos.

    De manera prioritaria este curso se planeó para beneficiar a

    mujeres adultas maduras (entre 45 y 65 años), y ellas han sido

    mayoría en nuestros cursos: mujeres con diferentes grados y

    tipos de preparación académica, diferentes procedencias, todo

    tipo de estados civiles y formatos de parejas y familias,

    diferentes estilos y experiencias de vida, así como diferentes

    estratos sociales, locales y económicos. Además, hemos tenido

  • 18

    grupos mixtos de mujeres adultas maduras y jóvenes, y grupos

    sólo de mujeres adultas jóvenes. Ciertamente cada grupo tiene

    una dinámica única, y en ese sentido el proceso y el diplomado

    mismo, aunque el formato se mantenga y respete, es distinto

    también en cada caso.

    El grupo de escritoras autobiográficas que colaboran en este

    libro, procede y suma la experiencia de tres grupos con

    características diferentes y por demás interesantes. El primero

    que inició se llevó a cabo en Monterrey, NL, y fue mi primera

    experiencia facilitando el Diplomado Tejedoras de Vida,

    incluía a mujeres procedentes de diferentes municipios del área

    metropolitana de monterrey. Esto generó una relación especial

    entre las participantes en tanto se conocían e integraban.

    Resultó ser un grupo muy productivo para nuestra AC, pues

    cada una de ellas ha colaborado y/o colaboran en diferentes

    momentos y formas en las actividades que desarrollamos.

    El segundo se llevó a cabo en Juárez, NL, ahí las

    características del lugar, tales como una clara y mayor

    cohesión y participación social que en los municipios de mayor

    densidad de población, supuso una ventaja y a la vez una

    desventaja, y dado el tema de la confidencialidad, fue obvia la

    manera como el grupo vivió y superó el hecho de que la

    mayoría de ellas se conocían previamente, de alguna u otra

    manera. Por supuesto esto influyó en la dinámica durante el

    proceso y los resultados del mismo. Más adelante detallaré

    acerca de esto. Quiero decir que en este grupo implementamos

    la modalidad de co-facilitadora, la cual es regular en nuestros

    otros talleres y cursos como forma de capacitación. En este

    caso, conté con el apoyo de mi querida amiga y compañera

    Tejedora Estrella Romero, que además fungió como relatora de

    este grupo y facilitó para mí la tarea técnica y administrativa.

    Su presencia fue útil, productiva y sensible. Aprendimos que es

    necesario el apoyo y decidimos que incluiremos este rol en los

    siguientes diplomados de Tejedoras.

    El tercer grupo se ubicó en San Nicolás de los Garza, y se

    caracterizó por ser mixto en cuanto a la edad, pues la mitad

    eran adultas maduras y la otra mitad jóvenes. Evidentemente,

    la diferencia transgeneracional se obvió en un primer momento

    como importante en la integración del grupo. Sin embargo, es

  • 19

    un tema que cada vez está más presente y es prioritario en cada

    uno de nuestros círculos de mujeres, no obstante que las edades

    de las participantes no difieran tanto. Claro, influyó en la

    dinámica grupal y al final la experimentamos como algo muy

    positivo para el proceso.

    Como se hizo en los dos libros previos „Tejedoras de

    historias‟, realizados con esta misma metodología, para

    elaborar éste planteé ante las participantes y se decidió por

    mayoría el tema de la autoría y el anonimato. Optaron, como

    antes se hizo, por la solución intermedia: aparecer con su

    nombre en la obra, „dando la cara‟ como mujeres reales y bien

    plantadas que son, al presentar su semblanza y foto, pero con

    seudónimos en sus historias. Cada uno de los grupos eligió

    diferentes tipos de seudónimos, con absoluta libertad (a

    diferencia de los tomos antecedentes en donde se unificó el

    criterio en torno a una figura acordada). Esto con la finalidad

    de cuidar en cierta forma la privacidad de cada una de ellas y

    sus familias: Sabemos que sus familiares las reconocerán, pero

    no así el público en general.

    Para nuestra A.C. el trabajo de revisión, edición e impresión

    es de alto costo, no solo en lo económico, sino en todas las

    formas imaginables y lo realizamos sin contar dentro del

    equipo con personas especialistas dedicadas a esto, si bien

    previo al trabajo del editor, obtuvimos la colaboración de un

    corrector voluntario que alcanzó a revisar 14 historias. Por

    supuesto el esfuerzo para revisar las versiones iniciales

    (algunas escritas a mano, otras entregadas en papel y no en

    archivo electrónico) supuso para nosotras mucho tiempo,

    trabajo y dedicación, pues las noveles escritoras en general,

    salvo algunos casos excepcionales, no tenemos práctica ni

    preparación en cuanto a redacción. Aun así, consideramos y

    respetamos el estilo personal de cada autora, dado que lo

    importante es el contenido y el trabajo personal que se realiza

    al organizar la narrativa. Afortunadamente, contamos con la

    asesoría de Patricia Basave, quien también realizó trabajos de

    corrección y dio el último visto bueno. Su preparación

    profesional y su aplicación en esta tarea garantizan un trabajo

    digno.

  • 20

    Una parte muy importante del proceso es la fórmula

    terapéutica en el proceso de escribir en cada grupo, cada paso

    implica aceptación, auto-conocimiento auto-respeto, denuncia,

    valor, auto-estima, conciencia, y responsabilidad. Es por eso

    que cada una define su proceso según lo resuelve. Los

    cuestionamientos acerca de la escritura se transpolan al propio

    sentido, para quién, y para qué escribo. En esta ocasión algunas

    de ellas compartieron en grupo vivencias y temas que

    incluyeron o no en su biografía, algunas dieron cabida en su

    historia a tópicos y experiencias que no habían compartido

    antes, y otras decidieron no escribir cosas que ya habían

    abierto.

    De cualquier forma, cada vez que el diplomado se imparte,

    la participante trabaja reflexionando, resignificando la propia

    historia, reconstruyendo a partir de la lectura y la publicación

    ante el grupo y ante el público lector. Esto nos muestra cómo,

    de alguna forma, la relación de la autora con su propia historia

    cambia una vez que se asume protagonista, y después cuando

    escribe, toma distancia y vuelve a cambiar su relación consigo

    misma, haciendo posible corregirse, ser agente de cambio de su

    propia vida.

    Quiero destacar que en esta ocasión, desafortunadamente,

    publicamos una historia póstuma. No imaginábamos siquiera

    su ausencia cuando nuestra preciosa „Pájara‟ entregó su escrito

    con un estilo sencillo, grato y directo como ella; yo encuentro

    en el contenido de su texto: honor para sus antepasados,

    agradecimiento a sus mayores, un sí a su vida, alabanza a su fe,

    amor a su familia. Ahora que culminó su vida, la historia

    misma cobra otro sentido, sigue editándose, nos sigue

    impactando, ahora siento y experimento su escrito como una

    franca, sentida y agradable despedida, en donde nos incluye a

    todas las personas involucradas. Gracias amiga querida, sigues

    enseñándonos y continúas presente en nuestra historia.

    Igual siento con la historia de “Mariposa”, quien procesa su

    duelo por la pérdida de su mamá ocurrida después de iniciado

    el diplomado, además en su escrito ella atiende y elabora

    también acerca de la muerte de su papá y la pérdida del

    embarazo de la pequeña Carolina; celebra sus vidas y las

    honra. Toma la vida, con lo lindo y no tan lindo, y así la da. Y

  • 21

    es tan congruente y vivida la forma en que se compromete a

    ser y hacer la diferencia. La narrativa ofrece su historia a la

    vida. Al final del diplomado su suegra fallece después de una

    larga enfermedad. La vida vuelve a cambiar, las pérdidas

    siguen, y para ella da otro vuelco inesperado: recientemente,

    también culminó la vida de su esposo, su compañero de vida.

    Querida Mariposa, estamos contigo para seguir viéndote ser la

    diferencia.

    En cuanto al diplomado como una forma de intervención

    social, los indicadores del cambio cumplen con nuestros

    objetivos en una forma positiva y eficaz. Dichos indicadores de

    resultados son entre otras cosas, el número de autobiografías

    escritas y entregadas en relación al número inicial de

    participantes, y la correlación de resultados en el test y re-test

    del POI (Personal Orientation Inventory), que se aplica al

    inicio y final del diplomado. Me interesa compartirles que,

    incluyendo los antecedentes publicados con la facilitación y

    coordinación de Patricia Basave, el número de participantes

    que terminan el curso y publican es el 75% del inicial.

    El indicador de progreso probado por los cambios del perfil

    del re-test POI, muestra un incremento significativo, del grupo,

    en las escalas de Auto-dirección, Auto-soporte, Auto-concepto,

    Auto-aceptación y Espontaneidad. Estos resultados en el perfil

    de auto-actualización (C. Rogers, 61), o auto-realización

    (Maslow, 67) coinciden con los resultados del estudio de

    referencia de la población que incluye trabajadores sociales,

    enfermeros y voluntarios de OSC, es decir, grupos que dan

    servicio a la comunidad.

    Los indicadores del efecto de la intervención, señalan

    cambios de actitud e incrementos en la activación de la energía

    femenina. Es una prueba muy importante, que muestra los

    cambios evidenciados en las autobiografías, manifestados por

    las propias participantes beneficiarias directas del proyecto.

    Adicionalmente, otra prueba es que el 50% del grupo

    egresado del diplomado incluyen: mujeres en edad de retiro,

    jubiladas o desocupadas que inician nuevos negocios, cambian

    de rubro o se activan socialmente; mujeres jóvenes o maduras

    dedicadas al hogar y/o económicamente dependientes y/o

  • 22

    independientes que inician o reinician sus estudios, se emplean

    o auto-emplean o se activan socialmente; y el 100% de las

    beneficiarias que son Tejedoras activas se mantienen en

    capacitación continua y/o han iniciado y/o continuado sus

    carreras.

    Los indicadores de impacto de esta intervención social, son

    propios de los proyectos de desarrollo comunitario, las

    beneficiarias son participantes activas en el propio proyecto de

    nuestra AC, y de esta manera cambian su relación, se asumen

    como agente de cambio e incrementan el impacto social, más

    allá de su familia y entorno social directo.

    Mi experiencia en Tejedoras de Cambios, A.C. es intensa

    de una manera ante todo personal, cada actividad en la que me

    involucro implica cercanía, sensibilidad y cuidado. Cada

    mujer, cada hombre, cada ser humano me muestra y me enseña

    a bien-ser y bien-conocer. Mi conciencia personal se ha ido

    convirtiendo en conciencia social. Me atrevo y sé que puedo

    hablar por mis compañeras en ese mismo sentido: Nuestra

    conciencia personal se ha ido convirtiendo en conciencia

    social.

    Yo como tú, tú como yo. Es el espejo sin fin que usamos y

    al mirarnos encontramos a todas las otras mujeres, y al mirarlas

    a ellas encontramos a todos los otros seres humanos, a todos, a

    todas, a cada ser humano. Cada vez que me asomo a ese

    espejo, veo diferente y amplío mi visión. Es inevitable, todo,

    todos, todas ahora me importan más, porque siento más, amo

    más, trabajo más, me entrego más, disfruto más…

    Por ello doy gracias a todas las involucradas. A Patricia

    Basave por su obra creativa y su confianza en mi trabajo. A

    mis compañeras: Cristy, Ely, Estrella, Alice, y Paty Gzz. por

    los apoyos que facilitaron la consecución de este proyecto. A

    las familias que nos prestaron espacios para llevar a cabo el

    diplomado durante año y medio, por su paciencia y

    generosidad.

    A cada uno de los implicados en la impresión de este libro,

    principalmente a Paty y Luis, por su trabajo profesional y su

    paciencia para conmigo.

  • 23

    Me siento muy honrada y les agradezco entrañablemente, a

    cada una de ustedes, por haberme permitido acompañarlas en

    este proceso dentro de los tres grupos tan especiales de mujeres

    en desarrollo que, entre otras cosas, validamos la vida.

    Dariela Dávila

  • 24

  • 25

    A mis cuarenta – La Peque Pues lo primero que aprendí fue a hablar en primera

    persona, así es que comenzamos.

    Yo, Ángela, la más pequeña del grupo y la más mal portada

    porque nunca llevaba la tarea, ¡jaja!, les quiero contar un poco

    de mi vida.

    Soy la tercera de cuatro hermanas: Lourdes, Sonia, yo

    (Ángela) y Norma. Mi mamá nos contó que cuando conoció a

    mi papá, él traía un pesero y mi mamá se subía. Él recogía

    pasaje en la colonia Tacubaya, en Guadalupe, lugar donde mi

    mamá vivía con sus hermanos porque habían quedado

    huérfanos de madre ya que su papá tenía tres familias: su

    esposa H… Sánchez, H… Palomares y la familia de mi mamá,

    H… Lumbreras. Era cabrón el viejo.

    Mi abuelo, de nombre Paulo, trabajaba en La Fundidora y

    ganaba muy buen dinero. Me contó mi mamá que les daba muy

    poco; en aquellos años vivían en la colonia Independencia, en

    Monterrey. Mi mamá nos contaba que vivían cerca de su casa

    las dos familias y nunca les dijo que era casado ni que tenía

    más hijos; ya después les dijo que tenía otras dos familias

    cuando mi abuelo enferma.

    Es así cuando empieza a visitar y ver a todos sus hijos y

    dijo que tenía dos familias más y que era casado, y quería

    juntarlos a todos para que se conocieran y decirles que lo

    perdonaran. Al poco tiempo antes de fallecer dijo su última

    voluntad: juntar a todos sus hijos para él morir tranquilo.

    Fallece y a todos sus hijos los dejó reunidos; y nos

    seguimos frecuentando. No hubo ningún reclamo de nada.

    Recuerdo a mi abuelo muy alto, moreno y delgado cuando él

    visitaba a mi mamá, ella ya estaba casada y vivía en Juárez. Él

    venía a pizcar chile piquín.

    Cuando mis papás se conocieron se enamoraron pero mi

    mamá tenía miedo porque le habían contado que él había

    dejado plantada a otra novia vestida en el altar, y él se fue muy

    a gusto al río, por eso ella tenía miedo que le pasara lo mismo,

    pero no fue así. Se la llevó para su casa y ahí se la dejó a mi

    abuelito Pancho, y como al mes hicieron los preparativos para

  • 26

    casarse, y así fue que se casaron por la iglesia y su fiesta y todo

    normal, ya que está la prueba de sus fotos de novios, muy

    guapos mis papis. Así fuimos naciendo cada una de las cuatro

    mujeres.

    Recuerdo que tenía como seis años cuando vivíamos en

    Villa Juárez, Nuevo León: nosotros, mi tío Pancho con su

    familia y mi abuelito con su segunda esposa. Era una vecindad

    y ahí convivíamos todos, además que mi abuelito tenía una

    molienda donde hacían aguamiel (agua de caña, piloncillo y

    conserva) riquísima.

    Mi abuelito me paraba entre sus piernas y me tejía trenzas

    y me las amarraba con hojas de elote, todavía lo tengo muy

    presente, cómo olvidarlo, mi infancia fue muy bonita. Nos la

    pasábamos muy bien mis hermanas y yo en el patio grande que

    teníamos, nos divertíamos tanto.

    Mi mamá decía que cuando ella se embarazaba, mi papá se

    hacía ilusiones de que iba a ser un varón, pero nomás salimos

    puras verijonas, así nos decía mi papá: puro producto para

    caballero. No le hizo falta el hombre ya que nos quería tanto y

    nos llevaba a todos lados.

    No teníamos mucho dinero pero lo poco que teníamos lo

    disfrutábamos e íbamos a los ríos; antes había muchísimos y

    hermosos. Se iba él y ya regresaba con cajas de madera de

    frutas y verduras y mandado. Nada nos faltaba, ya que él nos lo

    tenía todo y no había necesidad de pedirle nada.

    Ah, pero cuando empezamos a ser señoritas no nos quería

    dar dinero, decía que para qué queríamos dinero si ahí había

    todo. A nosotras nos daba mucha pena decirle que lo

    queríamos para comprar toallas sanitarias, y ya le teníamos que

    decir y se enojaba porque se ponía colorado, ¡le daba pena

    cuando supo el para qué! Así fuimos siendo señoritas y

    cumpliendo cada una sus quince años.

    Mi papá tomaba mucho y fumaba y tenía novias. Se daba

    una vida muy descarada, pero teniendo puras hijas no le daba

    vergüenza. Al menos yo sí me di cuenta. Cuando iba con él en

    la camioneta las veía y les hacía señas a las mujeres, yo no

    decía nada pero sí me daba cuenta. Siguió su vida muy

    acelerada: seguía tomando y fumando. Se fumaba dos cajetillas

  • 27

    de cigarros diarias. A los 43 años enfermó y lo internaron; para

    nosotras era difícil cuidarlo ya que éramos mujeres y a él le

    daba vergüenza que lo viéramos desnudo o con la bata del

    hospital, pues duró como seis meses internado y le dijeron a mi

    mamá que ya no tenía remedio y que lo iban a dar de alta para

    que pasara sus últimos días en la casa con sus familiares y así

    fue.

    Estuvo quince días y lo volvimos a internar para ya no salir

    con vida de ahí, dejándonos huérfanas y a mi mamá, viuda,

    muy joven, de 42 años; él era el sustento de la casa.

    Empezamos a batallar estando todas nosotras seguidas de

    edad: 18, 17, 16 y 14 años. Mi mamá tuvo que sacarnos

    adelante ya que mis dos tíos, hermanos de mi papá, nunca nos

    apoyaron. Mi mamá empezó a hacer tamales para vender y

    ayudarnos, pues había que comer; mi hermana mayor buscó

    trabajo en una fábrica de ropa ahí en Juárez, Sonia y yo nos

    tuvimos que salir de la prepa y mi hermana la más chica dejar

    la secundaria, ya que no había dinero pues mi papá no nos

    había dejado nada guardado.

    Así salimos adelante con la venta de tamales y ya

    trabajando nosotras nos fue mejor. Vivíamos al día, y como ya

    teníamos más de quince años ya podíamos ir a los bailes cada

    fin de semana. Mi mamá nos dejaba ir, pero que nos

    regresáramos a las doce y así lo hicimos. Ahí, en uno de esos

    bailes, me presentan a un muchacho de nombre Julio, de ahí

    mismo de Juárez, hijo de una familia de dinero.

    Julio era un “junior”. Para esto, ya mi papá nos había

    advertido que tuviéramos cuidado con esos muchachos porque

    eran muy mañosos y aun sabiéndolo, me hice novia de él, y así

    fui saliendo.

    Y sí, era mañoso, pues salí embarazada y no dije nada, ni a

    él. A los siete meses de embarazo yo trabajaba en la fábrica

    que tenía su papá, me corté y me tenían que poner la vacuna

    del tétano y aunque les dije que no, me la pusieron. En ese

    entonces yo no sabía nada y ya tuve que decir que estaba

    embarazada, ¡y que explota la bomba!: a arreglar la boda.

    Se hicieron los trámites para todo eso y nos casamos, y en

    dos meses ya me estaba aliviando de Julio, mi primer hijo, que

  • 28

    pesó tres kilos y medio. De ahí fue muy difícil nuestro

    matrimonio porque nos empezó a ir mal económicamente.

    La fábrica estaba en la quiebra, y cuando mi hijo tenía ocho

    meses fallece mi suegra. Todo iba de mal en peor: la fábrica

    cerró y nuestra situación económica era mala. La abuelita de

    mi esposo vendía quesos de leche pura de vaca, y empezamos

    a vender quesos en las tiendas de aquí de Juárez. A veces salía

    para comer y cuando no, teníamos que ir con su abuelita y ahí

    comíamos.

    Después salí embarazada de mi segundo hijo y así me iba a

    repartir quesos, mientras mi esposo se iba a vender boletos del

    Sorteo del Tec a un módulo en el centro de Monterrey; y así la

    pasábamos, pero nos sirvió mucho ya que el dinero que

    ganábamos lo valorábamos mucho, pues nadie te ayudaba en

    aquél tiempo.

    Fue una etapa muy difícil, no teníamos casa, vivíamos con

    mi suegro ya que los hermanos de Julio ya se habían casado y

    nosotros nos quedamos ahí con él. Seguí repartiendo quesos.

    Me alivié de mi segundo hijo y aumenté mucho de peso, pero

    no pensé que naciera tan grande: fue niña de cuatro kilos y

    medio, estaba grandísima, la ropita que le había comprado le

    quedaba a la medida y tenía el peso de un bebé de cuatro

    meses.

    Le pusimos Andrea. Ese nombre me gustaba mucho. Fue

    creciendo la niña y le traspasan a mi esposo una carnicería

    junto con mi suegro. El poquito dinero que se tenía guardado

    se invirtió ahí en la carne y aparatos para poder trabajar, ya que

    estaba ubicada en una colonia INFONAVIT de ahí mismo en

    Juárez. Ahora sí comíamos mejor.

    Transcurrieron como tres años y un amigo de mi esposo lo

    invita a participar en una campaña política donde era el

    candidato, que lo apoyara en todo lo que se hace en una

    campaña y mi esposo le dijo que sí. Mi esposo iba a la

    carnicería por las mañanas, y en las tardes se iban a visitar a la

    gente de las colonias a platicar con ellas del candidato.

    El amigo de mi esposo gana y lo invita a formar parte de su

    equipo de trabajo, así nuestra situación económica cambió

    porque le dieron una dirección de servicios públicos. Ahí

  • 29

    trabajaba con mucha gente ya que de ahí salían lo que era

    servicios primarios, alumbrado, bacheo… y como él tenía que

    andar revisando que los trabajadores lo hicieran bien, acudía a

    cada colonia y ahí fue ganándose mucha gente que ya lo

    buscaba en su oficina y se encariñaron con él.

    Estuvo dos años en la administración y tenía mucho trato

    con la gente de las colonias. Al ver la aceptación que él tenía

    con las personas, le propusieron participar en la próxima

    campaña política siendo uno de los gallos. Renunció a su

    puesto que tenía en la administración para seguir con los

    preparativos de la próxima campaña donde él participaría,

    aunque nunca se había postulado una persona tan joven como

    mi esposo, de 29 años.

    Toda la gente estaba muy asombrada y yo nunca imaginé

    que él tuviera tanta aceptación. Tenía algo que a donde él fuera

    lo aceptaban y de ahí empezó su carrera política, que le gustó

    muchísimo, aunque la verdad por mi cabeza no pasaba que él

    ganaría.

    Después de todo el trabajo que se hizo en cada una de las

    colonias (yo no me imaginaba que hubiera tantas; nosotros

    vivíamos en el centro y desde mi infancia viví ahí), nunca

    imaginé toda la responsabilidad que se nos venía a mi esposo y

    a mí. Se llegó el día de las primeras votaciones (que llaman

    internas) y mi esposo había quedado de candidato de su partido

    (PRI). Se hizo una fiesta para celebrar que él había ganado

    pero eso no era todo, seguía lo más pesado: la campaña final.

    Tomamos un receso para descansar y programar lo que era más

    difícil para mi esposo.

    Se programó un viaje a varias ciudades y viajamos por

    carretera, ya que nos gustaba mucho disfrutar de los paisajes de

    cada ciudad. Llegamos a Zacatecas y ahí anduvimos

    conociendo y luego nos fuimos a Guanajuato, una ciudad

    hermosísima. Disfrutamos mucho ese viaje ya que andábamos

    muy agotados, y eso era un relax después de tanto trabajo. Al

    final fuimos a Acapulco.

    Nunca me imaginé lo que nos pasaría allá. Si el hubiera

    existiera, nunca hubiera ido, nada más de recordar me pongo

  • 30

    triste y a llorar, ya que en ese viaje murió mi hija, mi muñeca

    Andrea de cuatro años y medio de edad.

    Fue algo tan rápido, ni yo me di cuenta cómo pasó todo. Se

    acabó para mí. Ella corrió a la avenida donde transitaban

    muchos carros. Acabábamos de salir de un restaurante donde

    habíamos cenado. Mi esposo la traía de la mano y en un

    segundo corrió, e inmediatamente la aventó un carro. Su

    cuerpecito voló como muñeco de trapo. Grité muy fuerte y me

    desvanecí, lo peor fue cuando trajeron el cuerpo.

    Mi cuñado la recogió y me la trajo. La niña ya estaba suelta

    y su mirada perdida. La agarré y lloré mucho y gritaba; me la

    quitaron y se la llevaron a un hospital, no supe a cuál. No

    dejábamos de llorar. Una familia se ofreció a llevarnos a varios

    hospitales para buscar a mi hija, y no la encontrábamos.

    Fuimos a varios hasta que los encontramos y cuando llegamos

    salió mi cuñado y nomás dijo con la cabeza que no. Eso para

    mí fue como agua helada. Lo peor fue que me dijeran que

    había muerto.

    Para mí se acabó todo. Entré donde la tenían tapada con una

    sábana blanca y yo la cargué, la arrullé y la besaba. Su

    cuerpecito ya estaba frío. Yo la abrazaba, la quería calentar con

    mi cuerpo y no quería que nadie me la quitara. Dios dejaba de

    existir para mí porque me había quitado a mi niña. Me volví

    loca ese día. Fue muy duro para nosotros, ya que del hospital la

    tenían que trasladar al SEMEFO. No quise soltar su cuerpo y

    me la llevé cargada porque había que trasladarla e ir al

    ministerio público a decir lo que había sucedido. Ella, Andrea,

    había corrido como si alguien la hubiera llamado y la

    atropellaron. Eso fue todo. Fue tan horrible que ya no supe

    nada.

    Mi cuñado se encargó de los trámites funerales, mientras yo

    no dejaba de gritar y llorar. Nos fuimos al hotel pues el cuerpo

    ya se había quedado para esos trámites; no supe a qué hora

    dejé de llorar. Cuando desperté quería que todo fuera un sueño

    pero no fue así; era verdad: mi niña se me había ido. Fuimos a

    la funeraria y ahí nos dieron el féretro.

    No parecía ella, ya que teniendo cuatro años parecía una

    niña de ocho, estaba muy grande, su ataúd era de color blanco

  • 31

    como el de un ángel; ella era una angelita que se nos había

    adelantado. La velamos como dos horas y ya tenían todo

    arreglado para regresarnos en avión desde Acapulco a Juárez.

    Llegamos al aeropuerto de Monterrey y ya nos esperaban

    nuestros familiares y amigos de mi esposo de la política. Mi

    cara ya había cambiado. Era un rostro de enojo, no quería que

    nadie me diera el pésame, así nos subimos a una camioneta

    donde nos traerían a Juárez y ahí velaríamos a la niña en casa

    de la abuelita de Julio.

    Era tanta la gente que las calles estaban cerradas y no se

    podía pasar. Me acuerdo que nomás se veían volar los globos

    blancos, símbolo de que había fallecido un angelito. Se veló el

    cuerpo y al siguiente día se dio sepultura; yo ya no tenía

    lágrimas que derramar, sólo gritos de dolor en el panteón; ya

    no supe más y me desmayé. Ahí se había acabado todo para

    mí.

    Ya en mi casa me la pasaba dormida, no quería comer, no

    hablaba, de pronto me dije: tengo a mi hijo mayor… y me

    levanté de la cama. Nunca se trató el tema de cómo había

    sucedido el accidente, nadie de la familia nunca preguntó más

    nada. Al día siguiente, mi esposo se fue a seguir con su

    campaña y no tuvimos duelo para mi hija, había que seguir

    adelante visitando gente, colonias, eventos masivos...

    Mi esposo fue un joven de 29 años que ganó las elecciones

    (2003-2006) para alcalde. A mí no me daba gusto porque había

    perdido a mi hija. El tiempo pasó, y ya cada uno de nosotros

    estábamos en su oficina al cargo de lo que se fuera: ofreciendo

    ayudas, apoyos para la gente de varias comunidades.

    En el año 2004 fallece la abuelita de mi esposo. Ella decía:

    “yo me voy a ir con la niña”, y así fue: murió. Fue una

    administración muy pesada ya que Dios estaba mandando

    muchas pruebas. Ahora mi suegro enferma y le detectan cáncer

    de garganta y de colon: tenía invadido todo su cuerpo. Se hizo

    todo lo posible por salvarle su vida y en el 2005 fallece y

    seguimos sufriendo. Y todavía había que sonreírle a la gente.

    La administración de mi esposo fue muy difícil: hubo

    inundaciones en Juárez, y como esposa del alcalde tenía que

    estar al frente siempre sonriente y dejar aparte el sufrimiento.

  • 32

    Para los primeros de agosto del 2006, en mi cumpleaños, yo

    ya tenía dos meses de embarazo y Dios me mandaba ese

    regalo: otro hijo, Ivancito. Un enorme bebé que nació pesando

    cuatro kilos 230 gramos. Feliz por esa llegada así transcurrió

    mi vida.

    En mayo del 2009 me hacen la invitación a un retiro

    espiritual de la parroquia de aquí de Juárez. Yo estaba indecisa

    en ir porque era de la iglesia y tenía miedo qué iba a pasar ahí,

    pues yo había renegado de Dios, pero él me hizo la invitación y

    asistí a ese retiro. Estuvo hermoso y ahí entendí y reconocí que

    Dios nos manda pruebas muy grandes. Ahí le pedí perdón y

    salí enamorada de él. Ahora yo voy a esos retiros a servir. Son

    muy bonitos, me llenan de Paz.

    Ahí supe que no es bueno guardar rencor o coraje hacia

    ninguna persona, aunque te hayan hecho daño. Al tiempo me

    invitan a participar a un curso que se llamaba “El guión de mi

    vida”, y yo misma me decía: “pues si soy muy seria, casi no

    me gusta hablar…”, pero me encantó, me quedé con mis

    compañeras, todas ellas de Juárez. Algunas nos conocíamos de

    vista y pues ahí ya nos conocimos muy bien.

    Se hizo el grupo y me gustó, aprendí mucho ya que nos

    daban temas muy interesantes. Duró tres meses. Cuando

    terminó, le decíamos a nuestra maestra Sandra que nos diera

    más temas y nos dijo que eso era lo que nos tenía que dar, que

    si queríamos aprender más teníamos que pedir otro curso, y así

    fue. Seguía otro de un año y medio llamado “Tejiendo mi

    vida”, pero teníamos que ir hasta Monterrey. Nos quedaba muy

    lejos pero no nos importó.

    Éramos siete compañeras y rentamos un pesero y nos

    íbamos cada jueves a nuestro curso; ya nomás somos cinco

    amigas. Las mismas que terminamos este hermosísimo curso.

    Algunas veces faltaba una o dos compañeras pero siempre iba

    alguien. A veces me aburría, nomás de saber que tenía que ir

    hasta Monterrey me daba flojera, pero de quedarme en mi casa

    haciendo el aseo, mejor me iba al curso. Se acabó y lo disfruté

    mucho y me sirvió también de mucho.

    En particular quiero agradecerle a mi maestra Dariela, que

    me tuvo mucho paciencia, porque fui la más pequeña del grupo

  • 33

    y la más mal portada que no llevaba las tareas, ¡jaja! Gracias,

    Dariela y a cada una de las compañeras que fueron muy

    amables.

    Gracias porque a veces reímos y lloramos juntas. Gracias

    compañeras, las voy a extrañar mucho, y también quiero

    agradecer a Paty por estos cursos. Espero que nos sigan dando

    más y más a todas las mujeres.

  • 34

    Ahora sé quién soy - Contraluz Inicio diciendo “Yo soy”, porque realmente ahora sí sé

    quién soy.

    Ahora sé que soy Contraluz, sé que tengo 42 años de vida.

    Hace cuatro años mi vida dio un vuelco más (y digo otro más

    porque ya había dado varios y muy fuertes). Empecé con otra

    etapa de mi vida, nueva para mí en la que el mundo se me vino

    encima, un cambio muy, pero muy fuerte (junto con revuelto)

    porque empecé con muchos trastornos, no solamente en mi

    salud, en mi físico, en mis sentimientos, en mis actuaciones y

    para rematar, lo económico.

    De pronto me daba cuenta de que a estas alturas de mi vida

    realmente no sabía o no entendía qué o quién era yo (qué

    fuerte, pero es la realidad). Todas las preguntas y

    cuestionamientos habidos y por haber me aparecían, me daban

    vueltas en mi mente: ¿Quién soy en realidad? ¿Qué hago aquí?

    ¿Qué quiero? ¿Qué no quiero? ¿Qué voy a hacer? ¿Qué he

    dejado de hacer? ¿Estoy bien? ¿Estoy mal?.. Guau, de verdad

    no saben qué tanto pasaba por mi mente, que imagínense, ni yo

    me entendía, de verdad ni yo me entendía (¡qué difícil!).

    Sentía como si algo me quemara por dentro y no entendía si

    era lo que sentía o lo que pensaba, pero algo me quemaba,

    ahora sí que hasta el alma. Empecé yendo al médico, quien me

    recomendó con el ginecólogo (claro que quería ir pero con el

    psicólogo, sin embargo llegué con el ginecólogo), me hizo

    unos exámenes, un chequeo y me empezó a explicar que los

    síntomas que traía no eran más que provocados por un cambio

    hormonal que en esta etapa de mi vida era el “Climaterio” o

    Pre-menopausia (¡uf!, ¡salvada no estaba!).

    A pesar de tanta información que había leído, que les había

    llevado a mis hermanas, cuando te llega, ¡te llega! y no importa

    la edad. Me dio medicamentos naturales, me empecé a

    controlar (un poco) y aun así, sentía que algo más pasaba

    dentro de mí.

    Por ese mismo tiempo unas amigas me invitaron a un curso

    que ellas ya habían tomado. Un curso de Desarrollo Humano

    (Desarrollo Personal), que iba a ser impartido por una

  • 35

    Asociación de Mujeres denominado “Tejedoras de Cambios”.

    Y como me gusta aprender y emprender cosas nuevas, pues

    que acepto. El curso llevaba por nombre: “El Guión de mi

    Vida” hermoso nombre dije, no pudo llegar en mejor tiempo

    para mí; aparte de que en la vida no hay coincidencias sino

    Dioscidencias, y que como dicen, el que busca encuentra… y

    pues no sé si me encontró o lo encontré.

    Dio inicio el curso en donde encontré amigas maravillosas,

    formamos un hermoso grupo donde compartimos, departimos

    y donde aprendí mucho de nuestras similitudes y diferencias.

    Fueron doce sesiones en las que nuestra guía y maestra Sandra

    (a quien no me canso de agradecer su tiempo, paciencia y

    ahora su amistad), quien a pesar de su juventud, nos guió

    excelentemente bien, ya que lo importante de este curso es

    precisamente lo que yo estaba buscando: “Encontrarme y

    conocerme a mí misma”. Encontré respuestas a muchas de mis

    preguntas (¡de verdad no estaba tan loca! ¡Soy normal! Bueno,

    ¿qué es normal?).

    Cuando terminamos este curso, nos invitaron a seguir en la

    misma sintonía y perseverar en la búsqueda, ahora con un

    Diplomado de la misma Asociación, pero ahora el nombre era:

    (fíjense nada más, insisto, hasta el nombre) “Tejiendo mi

    Vida” (guau).

    El lema es “Asume tu vida, transforma tu entorno”. Éste a

    cargo de la licenciada Dariela Dávila, quien es psicóloga y

    terapeuta y que con nosotros ha sido aún más que eso, una

    excelente guía (a quien agradezco ser eso, mi guía, pero sobre

    todo en los momentos que más necesitaba, ella estaba ahí para

    ayudarme a comprender que traía dentro de mí, su paciencia

    con mis hallazgos, que no fue nada fácil y ayudarme a

    encontrarlos, pero sobre todo superarlos. Gracias, Dariela). No

    ha sido nada fácil, ya que el Diplomado todavía ha sido más

    fuerte e impactante.

    El grupo que ya habíamos formado en el curso nos unimos

    a otros seres humanos maravillosos y formamos un grupo más

    extenso, con la misma similitud que el anterior, con sus

    diferencias, pero igual o más unidas, hemos, bueno he pasado

    un año y siete meses maravillosamente al lado de mis

  • 36

    compañeras, a quienes agradezco me hayan permitido ser

    abierta, que hayan sido pacientes, que sean unas testigos

    respetuosas, pero sobre todo que me hayan tenido la paciencia

    de entenderme, no juzgarme y a la vez apapacharme.

    Agradezco a cada una de ellas porque de cada una me llevo

    una enseñanza diferente. Ser amigas fieles, fuertes, amorosas,

    carismáticas, espirituales, sencillas, tiernas, generosas,

    traviesas, luchonas, maestras, hermosas por dentro y por fuera,

    escritoras, poetas, valientes y muchísimas cualidades más.

    Excelentes todas ustedes, gracias, amigas.

    El proceso

    Durante estos dos años todo ha sido un torbellino

    avasallador en mi vida, he tenido mis emociones a flor de piel.

    Reviviendo muchas de mis experiencias con sentimientos

    encontrados, pero al final me he dado cuenta de lo que soy

    ahora es el resultado de todas y cada una de mis experiencias,

    etapas o crisis vividas. Ahora con mis hallazgos me doy cuenta

    que valió la pena, todas y cada una de ellas. Para empezar me

    pongo en claro quién soy y de dónde vengo; ahora entiendo

    que para avanzar en la vida tienes que cerrar círculos.

    Según Peck:

    No nos convertimos en adultos mientras no revisemos,

    corregimos y sanamos el mapa dado por nuestros padres en la

    infancia (a veces es necesario romperlo y rehacerlo

    completamente).

    Para finalizar este Diplomado nos piden que escribamos, no

    hay un guión para seguir ya que cada una ya lo hemos hecho y

    estamos escribiendo al vivirlo y que por eso es: El guión de

    “mi” vida y sólo yo tengo las bases para escribirme. Ahora sé

    qué hace un tiempo si me lo hubiesen pedido, lo hubiera

    escrito desde otra visión de mí misma, ahora lo que escribo es

    sanador, ya no me lastima más. Encuentro razones por las

    cuales, cosas muy insignificantes me lastimaron o lastimaban

    tanto. Por todo esto es que hoy dirijo mi vista hacia atrás y me

    observo completamente diferente, mi visión sobre mí ha

    cambiado radicalmente.

  • 37

    Hoy, después de todos estos años vividos, agradezco a Dios

    me haya permitido llegar o incluirme en la vida de dos seres

    humanos maravillosos, mis padres, quienes ya habían

    empezado a formar una familia, siendo ellos los pilares. Mi

    padre, Sr. J. Leónides y mi madre (piedra angular de esta

    familia), Sra. Elodia (doña Licha), y digo incluirme porque ya

    integraban esta familia mis hermanos mayores Guadalupe,

    Alicia, Juany, Toño y Héctor.

    Y que a mí ya no me hacían en el mundo, pero ¡oh,

    sorpresa! que después de ocho años llego yo y cuatro años

    después, todavía llega mi hermano menor (el Jr.), Francisco.

    Para muchos una familia normal y común, para mí la mejor de

    las familias. Mis padres eran muy amorosos, y nos inculcaron

    muchos valores.

    A mis padres, hoy agradezco su infinito amor, sus

    atenciones, su cariño, sus exigencias, su formación y sus

    valores. También mis herman@s y sobre todo por coincidir.

    Gracias, mamá. Gracias, papá. Herman@s, gracias.

    Para cuando nací (6 de enero de 1969) mi hermano

    Guadalupe tenía ya dieciséis años, Alicia, catorce, Juany, doce,

    Toño, nueve y Héctor, ocho, (a quien admiro y a quien le

    aprendí de su tenacidad y lucha por salir adelante).

    Cuenta mi papá que cuando nací les cambió la vida para

    bien, que traía torta o rosca bajo el brazo, que mejoraron

    mucho las cosas. Mi infancia estuvo rodeada de mucho amor y

    felicidad. Convivíamos mucho ya que donde nací y crecí era

    un lugar con mucho espacio (era un aeropuerto particular),

    mucho lugar en dónde jugar y divertirnos. Y de lo que

    recuerdo es que cuando tenía cinco años, mi mamá tuvo a mi

    hermano menor (que era muy travieso) y seis meses después

    nació mi primer sobrino (Guadalupe), de mi hermano

    Guadalupe; de ahí en adelante un año después de mi hermana

    Alicia nace César, otra vez de Guadalupe nace Ana, de Alicia,

    Óscar y de Juany, Mario; y así empiezan las nuevas

    generaciones de la familia.

    Así que convivimos viéndonos como hermanos, no como

    sobrinos y tía: ¡Qué buena época! jugábamos a que yo era la

    maestra y ellos los alumnos, a las comiditas, al béisbol, fútbol,

  • 38

    bebeleche, encantados, escondidas, lotería, alberca, luego nos

    daba la noche y nos gustaba que nos contaran historias de

    miedo. No teníamos luz en casa, así que nos alumbrábamos

    con lámparas de gas y al querer mandarnos a dormir, ¡qué

    batallar!, pues sentíamos miedo y dábamos rienda suelta a

    nuestra imaginación con el temor de cada historia contada.

    Por esa época recuerdo algo que me lastimó por muchísimo

    tiempo; algo que me regalaron y lo acepté y me lo creí. Estaba

    creciendo y como era gordita (dije “era”) me sentía menos. Los

    domingos en mi casa se reunía la familia, nos sentábamos en la

    mesa para comer y uno de mis hermanos le decía a mi mamá,

    “¿le va a dar de comer?, ¿no ve lo gorda que está?” Y ahora sé

    que yo aceptaba ese regalo y me lo creía; pues me levantaba de

    la mesa y ya no comía. Mamá me insistía que comiera, que no

    hiciera caso, que estaba jugando mi hermano, después me

    decía que sólo era por molestarme que no les diera gusto, pero

    yo no comía hasta que se fueran. Y así eran para mí los

    domingos, me escondía y lloraba sola.

    Llegó la época de la secundaria. Una etapa diferente, muy

    feliz y contenta. Me encantó conocer y convivir con nuevas

    amigas, aprender con cada clase, me gustaba sobre todo la de

    inglés, matemáticas, español, bueno me gustaba tener buenas

    calificaciones y en ese entonces si tenías buenas calificaciones

    te dejaban exenta en los exámenes y te dejaban encargada del

    grupo. Ya desde antes me gustaba ser muy amiguera, así que

    también conocí muchos amigos.

    Así empecé la etapa de los “novios”, así se llamaba porque

    en ese entonces novio era con el chico que platicabas, pero qué

    esperanza que me tomaran de la mano; mucho menos (ni Dios

    lo quiera) permitieras que te diera un beso, (¿qué te pasa, qué

    tal si quedaba embarazada?), ¡qué tonta!, ¿verdad? Antes no se

    sabía nada.

    Durante esta etapa se hizo muy famoso un grupo llamado

    Menudo, ¡guau!, que emociones tan hermosas, sobre todo

    porque me aprendía los pasos, las canciones y junto con otras

    cinco amigas formamos un grupo y en cada asamblea o festival

    ahí estábamos participando.

  • 39

    Pero muchísima más emoción cuando mi papá y mi mamá

    nos llevaron a mí y mis amigas al concierto en el estadio

    Universitario, nosotros entramos al concierto, aunque

    empezaba a las siete de la noche nosotros llegamos a las siete

    de la mañana para alcanzar buenos lugares (eran generales), así

    que ahí estuvimos todo el día. Empezó el concierto a las ocho y

    se terminó a las diez. Salí afónica pero muy contenta.

    Cuando iba a salir de la secundaria me preguntaron mis

    papás que qué quería estudiar, mi papá decía que él sería feliz

    de tener una hija que fuera enfermera y pues a mí no me

    gustaba eso, a mí me gustaba maestra. Pero como la situación

    no estaba ni fácil ni difícil sino todo lo contrario y la carrera

    era cara, pues que empiezan las opiniones externas.

    Tenía una tía política a quien quise mucho, mi tía Angélica,

    “La Profe”, que era profesora de secundaria y ella habló con

    mis papás para ayudarme a convencerlos, pero como no puede

    faltar el pero... mi hermano mayor les dice a mis papás que

    para qué van a tirar un dinero que no sobra, que van a

    desperdiciarlo ya que yo ya tenía novio y qué tal si me “iba”

    con él antes de terminar mi carrera, o que apenas la terminara y

    me casaba, qué desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo.

    Pero a Dios gracias, a mi tía Angélica, a mi mamá y a mi

    insistencia y promesa de que no los defraudaría, confiaran en

    mí; muchas lágrimas después, pudimos convencer a mi papá de

    que me apoyara en mi ilusión. Así que mi mamá se dio a la

    tarea de buscar una beca para mí y el Club de Leones de

    Guadalupe me apoyó con una parte y la otra mis papás. Así fue

    como mi sueño se hizo realidad y me gradué de Maestra de

    Educación Preescolar; apenas tenía 16 años y no me casé...

    Pero como siempre, un pero… como era la bebé de la casa

    y sólo tenía 16 años, me ofrecían la plaza para una ranchería

    donde me tenía que quedar toda la semana, así que mi papá no

    estaba de acuerdo, dijo que si me iba, también se iba mi mamá

    y mi hermano conmigo, ¿cómo me iba a ir sola? Ni soñando,

    pues así fue, ni soñando me fui y dejé pasar esa oportunidad ya

    que el gran apoyo de mi tía Angélica, ya no pudo ser, pues en

    el transcurso de mi carrera ella falleció.

  • 40

    Fue mi primera pérdida, así es que fue una experiencia muy

    dolorosa ese desprendimiento de la persona a la que quieres

    mucho y sabes que ya no la vas a tener a tu lado. No podía

    soportarlo, casi me desmayo, no podía respirar, qué dolor tan

    fuerte sentía.

    Mi inquietud de ser alguien me hacía que buscara algo qué

    hacer, así que trabajé con una señora cuidando sus tres niños:

    uno de tercer año, una niña de diez y un bebé de tres o cuatro

    meses, pero solo duré una semana y media, salí corriendo de

    ese trabajo porque me daba miedo qué pensaban los vecinos

    cuando el bebé lloraba y lloraba.

    Luego me fui con una señora que vendía en el mercado

    sobre ruedas, ahí duré un poquito más. Un buen día, cuando

    acababa de cumplir 18 años, una amiga me llevó a una

    empresa porque estaban ocupando personal para la planta, y

    como ya estaba desesperada por ganar algo por mí misma (no

    me faltaba nada pero quería ser útil), me fui con ella.

    Cuando llegamos a la empresa (llegamos a las 5:30 am)

    tenía que esperar al ingeniero a cargo y ahí me dejó en la

    oficina junto con el vigilante. Un poco después llegó a la

    oficina un chico muy sonriente, muy saludador y platicador.

    Pero como yo era niña seria, apenas respondí (tenía mucho

    miedo). El chico se retiró no sin antes platicar algo con el

    vigilante; luego el vigilante me dijo que el chico quería que nos

    presentaran para conocerme, que cómo me llamaba, que si iba

    a trabajar ahí, que si de algo me servía su recomendación que

    le dijera (¿qué le pasa? dije, ¡qué pesado!, me cayó muy mal),

    y volvió a subir, nos presentó y me reiteró su apoyo.

    Enseguida llegó el ingeniero y me hizo la entrevista, me

    mostró la planta y me dijo que si sabía el trabajo que ahí se

    realizaba porque con mis estudios, pues él no creía que yo

    pudiera hacerlo, (otro reto), yo le dije que claro que podía.

    ¿Qué tan difícil podía ser?

    Pero lo que el ingeniero me explicó después es que estaban

    ocupando una recepcionista, que mejor si quería y podía

    tomara esa oportunidad. ¡Claro que sí!, le dije, si solo me

    enseña cómo manejar el conmutador (en mi vida había

  • 41

    manejado siquiera un teléfono, sólo el público de vez en

    cuando).

    El ingeniero me dio instrucciones del conmutador y de la

    máquina de escribir (con esa no tuve problemas, era como las

    de la secundaria y yo había tomado el taller de

    taquimecanografía), así que no tuve dificultad alguna. Esperé

    al licenciado (dueño de la empresa) para la entrevista y llegó

    hasta las 10:30 am, me entrevistó y como ya había hablado con

    el ingeniero y él lo había puesto al tanto, no tuvo problema

    para contratarme.

    Lo que yo no sabía y luego me dijeron es que las

    recepcionistas no aguantaban mucho, que a ver cómo me iba y

    así empecé un cuatro de abril de 1987 una nueva etapa en mi

    vida.

    ¡Ah! y regresando al pesado que me habían presentado, en

    la madrugada se hizo presente y muy solícito, si tenía alguna

    necesidad para lo que fuera, comida o alguna dificultad que se

    me presentara, que él le sabía al teléfono y a la máquina, que lo

    que se me ofreciera él con mucho gusto me ayudaba. El chico

    aquél era el encargado del almacén y producto terminado, su

    nombre Antonio, muy pero muy coqueto me parecía a mí, y

    como yo tenía novio, pues ¿qué le pasa?

    Hablando de novio, como mi novio que tenía desde hacía...

    ya, no saquen cuentas, ni le digan a mi hija (¿eh?). Bueno

    como ya tenía permiso en mi casa, pues que no le cayó nada

    bien que empezara a trabajar en una oficina, así que trató de

    convencerme de que dejara ese trabajo, que si yo había

    estudiado para Educadora que mejor me esperara hasta

    encontrar una plaza; y pues así empezaron nuestras

    desavenencias, hasta que la gota final fue que le dijo a mi

    mamá que si era muy necesario el dinero que yo me ganaba, él

    se lo daba para que no tuviera que ir yo a trabajar, y a mí me

    dio opción: el trabajo o él, y ¿qué creen?, pues que hasta ahí

    llego mi noviazgo de varios años.

    Todo mundo pensaba (incluyéndome) que nos íbamos a

    casar, pero no fue así. Y pues por algo pasan las cosas, fue

    difícil, pero ¡prueba superada!, tardamos en recuperarnos pero

    yo sí lo logré.

  • 42

    Como les contaba, el chico del almacén no perdía

    oportunidades, pero a mí me caía muy gordo, se dio cuenta de

    que ya no tenía novio, pues que empieza más fuertes sus

    atenciones y a los demás les decía que era lo mejor que me

    había pasado, me decía que yo merecía algo mejor y así pasó el

    tiempo… y el que me caía gordo pasó a otro nivel.

    Ahora sé que como yo tenía mi autoestima en el suelo, pues

    pensaba que ese chico guapo, sonriente y amable era

    demasiado para mí, (decía que era como un príncipe, y azul) y

    de verdad eso pensaba (y no es que no lo fuera, de lo que me

    doy cuenta es de mi poca autoestima). Así que transcurrió el

    tiempo y que se me declara y empezamos a salir y así muy

    enamorada, tres años después me propuso matrimonio y

    acepté, hicimos todos los trámites y con el consentimiento y la

    alegría de nuestras familias, me pidió el 6 de junio

    (cumpleaños de mi hermanito) y nos casamos el cinco de enero

    de 1991.

    Como estábamos construyendo (arriba, en casa de mis

    papás) y con los gastos de la boda, no tuvimos viaje de luna de

    miel. Pero no había problema, eso no empañaría nuestra

    felicidad.

    A los dos meses nos llevamos la sorpresa de que estábamos

    embarazados. No sabía qué era lo que me llenaba la emoción,

    la felicidad, el miedo, no sabía qué. El médico me confirma el

    embarazo y pues que el 26 de octubre de ese mismo año llegó

    la cigüeña a nuestro hogar con el pequeño príncipe azul, Jesús

    Antonio. ¿Qué podría ensombrecer nuestra felicidad?

    Antonio estaba fuera de la ciudad porque los médicos nos

    habían dado una fecha y era casi un mes antes, y como ya se

    había tardado en salir de viaje, pues se tuvo que ir, así que para

    el día sábado que nació mi hijo no estaba, pero no pasaba nada,

    hasta el lunes que me van a dar de alta, me informan que mi

    bebé no va a salir porque está muy delicado.

    El sábado desde antes de amanecer ya tenía los dolores de

    parto y me llevaron a checar, me regresaron y seguían los

    dolores, así que en la noche regresé pero para cuando me

    atendieron mi bebé se había enredado en su cordón umbilical y

    ya no se le escuchaba el corazón, rápido me pasaron al

  • 43

    quirófano para operarme, pero no, mi bebé nació normal ahí en

    el quirófano, normal aunque con complicaciones, defecó

    dentro de mí, tomó líquidos y se le perforó un pulmoncito.

    Así que no lo podían dar de alta y hasta entonces me

    informaron de la situación. Yo me quería morir en ese

    momento, de verdad, sólo la que sabe de dolores de los hijos,

    entiende. No me quería retirar del área de incubadoras pero me

    hicieron que me retirara, que sólo iban a recibir al papá a verlo

    e informarle, así que con el dolor en el corazón o sin corazón

    porque se quedaba ahí, me llevaron a mi casa, localizaron a

    Antonio y llegó muy rápido.

    Antes de retirarme, me dieron a firmar unos papeles por si

    era necesario intervenirlo no perder tiempo en localizarnos. Mi

    bebé duró diez días en la incubadora y nosotros vuelta y vuelta,

    hasta que por fin un feliz día me dice la enfermera: pase a darle

    su leche y si la tolera, tal vez mañana se lo pueda llevar. Y así

    fue, al siguiente día ya venía con lo más precioso de mi vida

    (Gracias, Dios, por tus bondades).

    Pasaron los meses y me regresé a trabajar, mi mamá se hizo

    cargo de mi bebé, todo era felicidad. Al cabo de los años, mi

    mamá empezó a enfermar, no le encontraban nada malo, los

    médicos le decían que era gastritis, colitis, infección, etcétera.

    Y empezó a bajar de peso, a comer menos. Me recomendaron

    un médico y la llevamos mi papá, mi bebé y yo.

    La ausculta el médico y sin más examen viene y me dice

    que mi mamá tiene cáncer y que no hay nada qué hacer. No lo

    podía creer, por varios meses mi mamá se había estado

    haciendo análisis, radiografías, estudios y nada; y este médico

    sin ningún examen me dice que no hay duda que es cáncer, que

    su estómago está hecho una piedra.

    Me quise morir, no era posible, todo el mundo se me vino

    encima, no lo podía creer, era una pesadilla, yo sola con el

    médico recibiendo esta espantosa noticia, qué iba a hacer,

    cómo le iba a decir a mi papá que estaba afuera con mi bebé,

    cómo le iba a dar la noticia a mis hermanos, ¿cómo?

    ¿Cómo sobrevivir a eso, y con mi mamá, qué voy a hacer?

    Le pido al médico que no le informe nada a ella, que de ser

    posible hasta que los demás llegaran para tomar todos una

  • 44

    determinación. Que si no tenía ni la menor duda, algún

    examen, algo que nos diera una esperanza… se me hizo eterno

    ese momento.

    Me dice que no hay duda, que necesita hacerle una biopsia

    solo para saber el grado en el que está, y que lo más

    recomendable para él era darle calidad de vida, lo que le

    restaba y que solo serían por máximo tres meses. Muerta en

    vida salgo y le informo a mi papá y él dice que nos vayamos de

    ahí que el doctor no sabe, que está equivocado, que nunca

    debimos de haber ido a ese consultorio, que nos la llevemos;

    estaba también deshecho, lo vi envejecer en ese momento, y

    más era mi dolor de no poder hacer más por ellos.

    Llegaron mis hermanos, uno a uno fue recibiendo la noticia,

    no había consuelo para ninguno, no lo podían creer tampoco,

    hablamos muchas más veces con el doctor y nos explicaba una

    y otra vez la situación, que no había nada qué hacer, sólo

    esperar y sobre todo darle calidad de vida en sus últimos

    meses. Le conectaron una sonda por donde la alimentábamos y

    ella con la esperanza de que cuando se le desinflamara el

    estómago, el doctor lo iba a conectar otra vez y todo volvería a

    la normalidad, así estábamos muertos en vida, delante de ella

    hacíamos como si no pasara nada, pero no era cierto.

    Renegué tanto de Dios y le decía: “¿Cómo, Señor, habiendo

    tantas personas malas en el mundo, te llevas a mi madre, si ella

    es el ser más bondadoso que hay en la tierra, cómo me vas a

    dejar sola?”. Yo le pedía siempre que antes que cualquiera de

    los dos me fuera yo, que no me diera ese dolor porque no

    sabría cómo superarlo (ahora comprendo lo egoísta que era).

    ¿Cómo quería que mis padres sufrieran la pérdida de una

    hija?, si así es inexplicable el dolor de perderla, ¿cómo sería

    para ella este dolor? Decimos ahora, que tal vez ella fue más

    inteligente que nosotros y que por no vernos sufrir ella siguió

    siendo tan sonriente, tan fuerte y tan dedicada como siempre

    porque nunca nos mostró si ella sufría o si realmente no le

    dolía, y así llegó el negro día.

    Desde la noche ella se empezó a sentir mal, me dijo que la

    cambiara para que me fuera a dormir, que le dolía un poco su

    estómago, que tal vez algo le había caído mal, que sentía como

  • 45

    si trajera diarrea, pero que sólo la cambiara y me fuera a

    dormir, pues yo en la mañana me tenía que ir a trabajar y que

    no quería que faltara, que ya el licenciado me había tenido

    demasiadas consideraciones al dejarme salir cada vez que ella

    se sentía mal o tenía que ir a su consulta.

    Pero cuando la cambié no era diarrea, era sangre, algo

    dentro de ella se reventó, el médico ya nos había dado

    indicaciones de lo que podía pasar. Pero aun así ella era fuerte

    e insistía: “Vete a dormir, mi'jita, no me va a pasar nada”.

    No me fui a dormir, me quedé a un lado de ella (a

    regañadientes pero me quedé); por la mañana se sentía aún con

    más dolor, ¡pero cómo es el amor de madre y de abuela! Ese

    mismo día estaban operando a mi sobrino César, así que mi

    hermana Alicia iba a ir más tarde y mi hermana Juany por la

    mañana; cuando Juany llegó le platiqué lo que había pasado en

    la noche y ella me pidió que no la dejara sola, “¿cómo se te

    ocurre?, voy a ir por la doctora para ver qué nos dice”, la

    doctora ya estaba enterada del proceso de mamá así que

    cuando la checa dice que no sabe cómo es que mi mamá

    todavía está tan lúcida si su corazón muy apenas palpita, que

    palpita y se detiene, palpita y se detiene, que no sabe cuánto

    tiempo p