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TEJEDORAS
DE VIDA
2015
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TEJEDORAS DE VIDA
2015
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Diseño de Portada: DG Angélica McHarrell Basado en una pintura de Michelle Páez Cuidado Editorial: Luis Eduardo García Primera edición, Septiembre de 2015 © Tejedoras de Cambios San Pedro Garza García, N.L. ISBN: 3-970-XXX-XXX EN TRAMITE Este libro no puede ser fotocopiado o reproducido total o parcialmente por ningún otro medio o método sin la autorización por escrito de las autoras. Derechos Reservados
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Índice
PRÓLOGO I ..................................................................... 7 PRÓLOGO II ................................................................. 16 A mis cuarenta – La Peque ........................................... 25
Ahora sé quién soy - Contraluz ...................................... 34 Asperezas de mi vida - Victoria ..................................... 52
Como las olas… - Artemisa ........................................... 61 Corriendo sola – Liebre .................................................. 70 Decisión correcta – Enamorada ..................................... 80
En pleno vuelo – Mariposa ............................................. 93 En proceso – Atardecer ............................................... 104
Esto no se acaba, hasta que se acaba - La Loba ........... 122
Familia nómada – Allerim ............................................ 129
Ganando las batallas de la vida - Guerrera hasta el
último aliento ................................................................ 136
Imago - Brisa de tormenta ............................................ 151 La que estoy siendo, gracias a la que fui – Fresca
Calidez .......................................................................... 161 Lo que era y lo que soy - Itzayana............................... 181 La Vida Vale – La Pájara ............................................. 187 Mi infancia, mi tesoro – La Titana de Oro ................... 196
Mis enredos - Madre Teresa ......................................... 205 Mis secretos – Currumina............................................. 209
Mujer inquebrantable – Sol y Mar ............................... 226 Tejiendo mi vida – MOG ............................................. 247
Transformando mi vida – Tornado .............................. 253 Una mujer en desarrollo – Gota de Lluvia ................... 265 Una vida de trabajo - Águila guerrera .......................... 285
Yo soy - Inti .................................................................. 297
SEMBLANZAS ........................................................... 311
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7
PRÓLOGO I Estamos de festejo en Tejedoras de Cambios A.C., porque
hoy presentamos -¡por fin!- el primer libro de historias escritas
por varios grupos de mujeres que cursaron el Diplomado
Tejedoras de Vida, el cual ha sido impartido desde poco
después de que fundamos legalmente nuestra organización.
Antecesores de este volumen son los dos tomos publicados
con el nombre “Tejedoras de Historias”, por el Instituto Estatal
de las Mujeres de Nuevo León (en 2006 y 2008
respectivamente). Las novedades a celebrar de entonces a esta
fecha, han sido precisamente la creación de nuestra A.C.
(2009), la multiplicación de las redes de mujeres y el desarrollo
de nuestra labor social transformadora, a través de cursos,
conferencias, lotería educativa, terapias de salud integral, y
otras actividades.
La metodología empleada tanto en nuestro curso sello como
en todo el Diplomado es la misma que investigué en mi tesis
de Maestría en Desarrollo Humano en la Universidad
Iberoamericana (“Identidad narrativa femenina: Un camino de
crecimiento personal”, 2002), y conlleva un enfoque de género
dentro de esa corriente humanista. Y es que al trabajar con las
historias de vidas de las mujeres, obviamente estamos
manejando el género autobiográfico, y al preguntarle a
cualquier persona quién es, la respuesta vendrá acompañada,
casi invariablemente, con la narración de una historia personal.
De ahí que estemos hablando de una identidad narrativa.
Hace no muchos años, en psicología se consideraba que la
identidad del ser humano era si no inmutable, sí algo fijo y
bastante arraigado, difícil de cambiar. A partir de lo que se
conoce como el “giro narrativo”, el “self” o sí mismo ya no se
considera una entidad única, fija, continua, verificable y
perfectamente lógica, sino que se abren nuevas perspectivas
muy interesantes en el enfoque y el tratamiento a través de la
identidad, al volverla flexible, interpretable, maleable, gracias
a los procesos de recuperación, reelaboración y re-
significación de la propia historia de vida.
No voy a explicar aquí la compleja teoría que soporta este
concepto, ni los postulados de Ricoeur y compañía. Remito a
8
quienes tengan interés en el tema tanto a mi tesis como a mi
prólogo explicativo en los citados volúmenes de Tejedoras de
Historias. Aquí sólo repetiré brevemente -para los posibles
nuevos lectores, o personas con interés académico- en qué
consiste dicha metodología.
Este “giro narrativo” (ya sea en la Medicina, la
Antropología, la Teoría Cultural, el Derecho, la Psicoterapia o
el Desarrollo Organizacional) ha trasladado el interés sobre la
identidad a la historia, lo cual permite posibilidades nuevas y
renovadoras según como ésta sea contada. Está aquí presente la
postura constructivista que implica co-construir con otros las
historias o relatos alternativos, de modo tal que permitan mirar
desde varias perspectivas o puntos de vista, las mismas
acciones y personajes.
La narrativa convierte así la temática en cuestión (un
episodio histórico, una historia clínica o legal, y en este caso el
pasado de una persona) en un proceso interesante, dinámico y
flexible, en lugar de algo rígido, inamovible e incuestionable
que sólo admite una versión absolutista. De ahí lo sanador que
resulta escribir la propia historia.
Ciertamente, en esa escritura, lectura y reescritura no es
posible cambiar el pasado, pero siempre cabe mirarlo de otro
modo, porque –como decía Ricouer- “ser es ser interpretado”,
de ahí que nuestra vida se convierte en una “historia contada”,
y por tanto interpretada. Y precisamente ahí, al comenzar a
narrar nuestra historia, al plasmarla en palabras escritas para
nosotras mismas o para los demás, resulta posible encontrar
que la identidad narrativa confiere una cierta continuidad y
permanencia en el tiempo al sujeto de la misma, pero a la vez
descubre un dinamismo que le permite el cambio y la
transformación.
¿Cómo se logra esto? Cuando alguien escribe su historia, se
establece una distancia, una diferencia que se introduce al
momento de escribir y, posteriormente, de leer lo escrito. Al
leer ya no está presente ese yo escritor, sino el lector, en una
especie de desdoblamiento. Ahí es donde cabe introducir
precisamente la interpretación, la posibilidad de resignificar, de
reescribir una nueva historia. Y en este tejer y destejer, pueden
9
ir intercalándose otros nuevos tejidos que flexibilicen, adapten
y enriquezcan al anterior.
Al respecto, Duccio Demetrio sostiene que el trabajo
autobiográfico tal vez sea el viaje de formación, auto-
conocimiento y auto-aceptación más importante que podemos
emprender en nuestra existencia, y coincido con esta opinión,
por eso elegí esta poderosa metodología como eje central de mi
trabajo con mujeres. Porque supone, por un lado, internarse en
el caos y los rumores confusos del pasado, para buscar una
forma de organizar los recuerdos, y por otro, para evaluar el
presente y proyectar el futuro. Y es que la escritura abre
nuevos registros del inconsciente y posee otros efectos, más
duraderos, porque fija el fluir del tiempo y permite regresar a
él, revisarlo, interpretarlo, cambiarlo.
En nuestro Diplomado no damos clases de redacción, no se
trata de aprender técnicas de escritura literaria. De hecho, las
correcciones realizadas a los textos de las participantes son
mínimas, (sólo las faltas de ortografía, puntuación, repeticiones
y sintaxis básica), aunque muy laboriosas de realizar
precisamente porque cuidamos de respetar el estilo personal de
cada mujer que nos narra su historia; con todo, siempre
aparecen algunos talentos natos para la escritura. Aquí el
trabajo importante es otro, el del auto-conocimiento y la auto-
transformación.
Por ello, las preguntas que subyacen en un relato
autobiográfico serían: ¿Quién soy yo realmente?, ¿para qué he
vivido?, ¿qué sentido ha tenido mi existencia?
Respondería con esta cita Natalie Goldberg: “Escribir es un
gran viaje. Es un camino que tiene la posibilidad de hacernos
libres.” (Goldberg, 2001). No obstante, en este viaje vital por
el que nos lleva la narrativa autobiográfica, habrá de todo:
algunas experiencias positivas y otras negativas, risas y
lágrimas, éxitos y fracasos. Además, es casi seguro que a todos
nos han sucedido cosas inesperadas, vergonzosas, difíciles de
aceptar, dolorosas, inexplicables y hasta trágicas. Así que
encontrar un significado puede resultar la gran diferencia en la
actitud que asumamos ante lo que vamos viviendo. De hecho,
sin decir que es la panacea, cabe afirmar que la escritura
10
autobiográfica es una herramienta muy poderosa (incluso para
abrir la dimensión espiritual), ya que da acceso a nuestras más
íntimas profundidades y ayuda en el proceso inacabable de
avanzar hacia la propia integración, la reconciliación y la
coherencia.
Basada en esta metodología, diseñé el Diplomado inicial, y
posteriormente a partir de esta enriquecedora experiencia con
tres grupos y en colaboración con varias de las graduadas,
adaptamos ese material para emplearlo en su versión breve de
tres meses como curso sello de nuestra asociación (El Guión de
mi Vida), y como capacitación para convertirse en Tejedora, en
su versión más profunda y con una extensión de año y medio
(Diplomado Tejedoras de Vida). Este nuevo Diplomado ya no
lo impartí yo, sino que pasé toda la estructura, metodología,
dinámicas y bibliografía a Dariela Dávila, Tejedora graduada
en la primera generación y psicóloga de profesión, a quien fui
asesorando en su primera edición, y por supuesto ella fue
imprimiéndole su propio sello y estilo personal, así como su
preparación de terapeuta y su misma calidad humana.
Así hemos ido entretejiendo nuestras redes, abarcando
nuevos espacios, practicando la metodología, afinando los
materiales y probando este enfoque en diversos ámbitos. Así
inauguramos una subsede en Juárez, coordinada por nuestra
compañera Martha Patricia González, y estamos empezando un
grupo en Cadereyta, N.L.
Iniciamos y sostenemos, desde hace ya varios años, tres
proyectos sociales, para llevar este curso a las internas del
Penal del Topo Chico; a las Colonias populares La Barranca y
Lomas de Tampiquito, en San Pedro; y recientemente
empezamos a trabajar también en la Col. Alfonso Reyes (más
conocida como La Risca).
En dichos proyectos, participan entusiastamente Tejedoras
ya graduadas del Diplomado y capacitadas en la metodología
empleada, y son quienes ahora facilitan el curso. A través de
estas experiencias, nos hemos dado cuenta de que con ajustes a
niveles de baja escolaridad, nuestros talleres también
funcionan muy bien con mujeres en situación de alta
11
vulnerabilidad, de modo que confiamos en poder publicar sus
historias en un futuro próximo.
¿Para qué recoger estas historias y darlas a conocer más allá
del pequeño grupo en la que se forjaron y compartieron? Para
hacer eco a estas voces y ampliar su alcance, de modo que
inviten a más mujeres a emprender un camino similar. Durante
siglos, el sexo femenino ha luchado por sus derechos, por
hacerse oír, por salir de un rol estereotipado de ser únicamente
esposa, ama de casa y madre reproductora, rol que debido a
una estructura patriarcal y machista la ha colocado en una
posición de opresión e inferioridad, y la ha condenado a sufrir
todo tipo de injusticias, a asumirse como mera testigo y en
muchos casos –tal como puede apreciarse, por desgracia, en
muchas de las historias que aquí presentamos- como víctima
sumisa de situaciones estructuralmente violentas.
Durante miles de años, en todos los tonos, elogiosos o
insultantes, científicos o poéticos, se han dicho infinidad de
cosas sobre las mujeres. Sin embargo, durante todo ese tiempo
hemos sido consideradas como seres para ser vistos y no para
ser escuchados. Sobre nosotras, sobre nuestro ser, quehacer y
devenir han corrido ríos de tinta a través del tiempo, pero esas
palabras, esas visiones, esas historias eran narradas, en su
mayoría, por hombres.
Bien dice Rosa Montero, esa gran novelista y feminista
española contemporánea: “Porque hay una historia que no está
en la historia y que sólo se puede rescatar aguzando el oído y
escuchando los susurros de las mujeres.” (Historias de
Mujeres, 1996).
Es a esos “susurros” a lo que he intentado prestar un oído
atento, para amplificar su sonido mediante su presentación y
publicación. Representan una especie de micro historias,
porque los acontecimientos, personajes o hallazgos que aportan
pasan inadvertidos en la “historia oficial”, en los estudios que
consignan la macro historia o las teorías feministas.
Aquí nos llaman la atención tanto por las especificidades
como por la cotidianidad que cada una de estas narraciones
ofrece -ya sea en su dimensión psicológica o en la sociológica-
como por las posibilidades interpretativas que abren
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individualmente y en su conjunto. Desafortunadamente, resulta
un lamentable hecho que no existe un interés real por escuchar
de modo directo las cuestiones de las mujeres –nuestras
historias personales, nuestros deseos, nuestros dolores y
frustraciones, nuestra opresión, nuestros anhelos y sueños- .
Todos ellos han pasado casi completamente desapercibidos a
través de las diversas etapas históricas. Y peor aún, cuando el
foco de atención lo trasladamos a la madurez, ¿qué podemos
decir del desinterés casi absoluto que despierta la mujer
madura?
Si ya el sexo masculino no le puede cantar a su belleza
física, si ya quedó atrás la etapa reproductora y no cabe ser
ensalzada en el mito de la maternidad, ¿qué sucede? Una triste
e injusta realidad: que la marginación y el desinterés se
vuelven extremos. Pues es precisamente a ese rango de edad
femenina, la edad de la madurez, a la que decidí prestar
especial atención desde que inicié los estudios de mi tesis y
luego al fundar la asociación civil.
En parte por ser la que yo misma he ido viviendo, y sobre
todo porque la autobiografía es un género de esta etapa de la
vida. Si se indaga en ella de la manera adecuada, surgen los
planteamientos por el propósito y el sentido, justo cuando ya
hay una experiencia y cierta sabiduría vital en las mujeres que
alcanzan dicha etapa, además de un mayor tiempo disponible
para sus propios proyectos. La paradoja está en que es
precisamente entonces cuando más desapercibidas y
desatendidas pasan, con la consiguiente y muy lamentable
pérdida de esa valiosa energía femenina, que podría emplearse
para la propia transformación y también para apoyar cambios
comunitarios y sociales.
A pesar de que la equidad de género y el empoderamiento
de las mujeres está en el tercer lugar de los ocho Objetivos del
Milenio de la ONU, a pesar de que se ha dicho que este Siglo
XXI será del sexo femenino, lo cierto, la realidad cotidiana e
inmediata en nuestro país y en la mayor parte del mundo es
que falta muchísimo por lograr en cuanto a igualdad de
oportunidades y derechos para las mujeres en casi todos los
ámbitos: social, político, económico, educativo, de salud,
religioso, artístico, científico, etc., pues esta causa del
13
feminismo no es en los hechos algo prioritario para los
gobiernos.
Y es que lograr la equidad de género resulta complejo,
porque no basta legislar al respecto, hay que cambiar las
estructuras socioeconómicas y políticas, trabajar en reeducar a
las personas, cambiar las creencias culturales misóginas,
violentas y discriminatorias e ir transformando la cultura
machista y patriarcal en una incluyente, justa y pacífica.
A esa labor educativa de las mujeres es a lo que nos
dedicamos en Tejedoras de Cambios, con el objetivo -en
última instancia- de incidir positivamente en el entorno
familiar y comunitario. No resulta rápido ni sencillo, sino al
contrario, es como picar piedra.
No ha resultado fácil tampoco impulsar dicho objetivo
desde una ONG como Tejedoras, porque no es una causa que
se considere urgente ni que despierte muchas simpatías entre
las fundaciones filantrópicas, sobre todo cuando no es
asistencialista, como sucede en nuestro caso. Con todo, los
avances son innegables y aunque tarde en extenderse y lograrse
plenamente, creo que esta transformación ya no se detendrá.
Necesitamos gradualmente que más y más mujeres, jóvenes
y maduras, vayan logrando lo que en nuestros talleres
llamamos la “triple A”, y de la cual quienes escribieron los
presentes textos son testimonio: convertirse en la Autora, la
Actriz principal o protagonista y la Agente de cambio de sus
propias historias de vida. Por ello, como suelo repetirles a las
mujeres que culminan este Diplomado, con la escritura y
publicación de su historia pueden decir con gran satisfacción:
“Nada ha cambiado, salvo yo misma, por ello ahora todo es
distinto”.
Va mi más calurosa felicitación a las 24 mujeres que nos
comparten su historia de vida, narrándola como cada quien
quiso y supo hacerlo, por haberse comprometido con ustedes
mismas, con su grupo y con su facilitadora primero para tejer,
destejer y entretejer sus propias tramas vitales; y luego para dar
un paso más allá, todavía más aventurado y de mayor impacto:
publicarlas, con el deseo de encontrar un eco y dejar una huella
en sus familias, sus amistades y posiblemente, en otras muchas
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mujeres a quienes podrían inspirar para embarcarse en una
travesía similar a la suya.
En este curso demostraron por un lado, la paciencia de
Penélope, para ser perseverantes al ir tejiendo y destejiendo
dentro de un ámbito privado y protegido, una especie de hogar
en el tiempo-espacio que formaron durante las sesiones del
Diplomado, y por otro dieron prueba de la valentía e ingenio
de Odiseo para lanzarse al viaje en el ámbito público. Así,
aunaron “ánima” y “animus”, su esencia femenina y su
impulso masculino, en una integración sanadora que las
empodera, dejando constancia escrita y abierta de este proceso,
que tuvo un inicio pero ya no tendrá final, porque despertaron
a la conciencia y a la responsabilidad personal.
Quiero decir por último que la edición y publicación de este
libro fue prolongada y difícil, complejidad y dificultad que son
representativas de los escollos enfrentados por las
organizaciones de la sociedad civil: falta de fondos, de
recursos económicos y humanos, de tiempo, de apoyos. Por
ello, quiero dar las gracias sinceramente a Fomento Moral y
Educativo ABP, por el donativo que nos otorgó para la
elaboración de esta obra. Asimismo, va mi agradecimiento y el
de nuestra Asociación por su paciencia, ingenio y colaboración
a nuestro editor independiente, el Ing. Luis Eduardo García;
por la creatividad del diseño gráfico de la portada a la Lic.
Angélica McHarrell; por su sensibilidad artística y solidaria, a
la artista Michelle Páez, quien pintó el cuadro que ilustra la
portada; a nuestro colaborador voluntario de redacción Lic.
Damián Monsiváis, por su generosa revisión de textos; a toda
la Mesa Directiva (Cristina Girodengo, Elizabeth Chávez y
Blanca Alicia Tello ), que hace posible, respalda e impulsa la
labor de nuestra A.C., y de modo muy especial a la Mtra.
Dariela Dávila, y a su co-facilitadora en uno de los grupos la
Mtra. Estrella Romero, ambas integrantes también de la Mesa
Directiva, por haber tomado la estafeta que les pasé, y por
haber guiado a buen puerto a estos tres grupos; valoramos su
capacidad, su entrega cariñosa, y su incansable entusiasmo.
En Tejedoras de Cambios conocemos el enorme poder
transformador de las palabras, y con base en ellas realizamos
esta labor que hoy plasma su fruto. De hecho, como preguntan
15
George Duby y Michelle Perrot, editores de la enciclopedia
Historias de Mujeres: “¿Y ellas, qué dicen ellas? La historia de
las mujeres es, en cierto modo, la de su acceso a la palabra.”
Quedan aquí los testimonios con fragmentos de muchas
vidas, con sus luces y sus sombras, sus logros, sus carencias,
sus anhelos. En este libro, 24 mujeres valientes y muy valiosas
tienen la palabra. Te invito, lectora o lector, a escucharlas…
Pero antes, se la cedo a Dariela Dávila, facilitadora del
Diplomado, ella también tiene cosas muy importantes que
decir sobre el profundo proceso vivido durante la escritura de
estas historias.
Patricia Basave
16
PRÓLOGO II Mi experiencia como facilitadora en el Diplomado
“Tejedoras de Vida” es muy satisfactoria y enriquecedora.
Afortunadamente tengo la oportunidad de usar esta
herramienta tan valiosa, producto del trabajo creativo de mi
querida Maestra Patricia Basave. Para mí es muy interesante la
manera en que su triple marco teórico -antropológico,
psicológico y lingüístico- es enlazado y conectado con un
formato excepcional que es estrictamente vivencial.
El proceso es constituido bajo contrato de común acuerdo.
Esto delimita el contexto de relación requerido y permite a las
participantes resignificar su historia personal y construir la
propia identidad a partir de la narrativa. Así el proceso
potencia la toma de conciencia que genera una íntima
responsabilidad y admite asumir simultáneamente una postura
de autora, actriz y agente de cambio. Mi experiencia del grupo
de participantes durante el diplomado significó un aprendizaje
reafirmado en lo personal y un reto profesional.
Durante el proceso del diplomado, entablamos una
conversación que inició con la presentación de las
participantes, es decir, el grupo pasó de un momento de
aceptación del contrato a su integración; del ensayo al ejercicio
de la escucha respetuosa y la empatía, de la práctica del
discurso en primera persona a la construcción y comprensión
de una dimensión grupal saludable y sanadora; de la
modulación y contención del grupo por el grupo a la apertura
confiada y el apoyo mutuo; de la reflexión acompañada a la
conciencia personal y grupal.
Aunque el diplomado incluyó una etapa culminante del
proceso cuando cada participante compartió su autobiografía,
la realidad es que la conversación iniciada continúa
estrechando lazos de sororidad, dentro del mismo grupo y más
allá, incluyendo e influyendo en nuestras relaciones familiares
y sociales. Pero también y especialmente nuestra relación con
nosotras mismas.
Cuando yo participé en la primera edición del Diplomado
de Tejedoras, me encontré que estaba buscando conocer y
participar en actividades con perspectiva de género, y me topé
17
-en lo personal- con mi grupo de referencia, con mi género,
con mi ser mujer. Entre todas las relaciones que han sido
tocadas en mi vida por esta experiencia, mi relación conmigo
misma es prioridad. Abrazar esta conciencia de mí y el
bienestar obtenido a través de ello generó un deseo que
permanece, crece y me mueve a trabajar para compartirlo. Este
deseo compartido por las Tejedoras nos acompaña cada vez
que un grupo de mujeres replica la experiencia y cursa nuestro
Diplomado. Así fue que nos constituimos en asociación civil
para invitar, alentar y acompañar a otras mujeres en su
desarrollo personal.
En mis antecedentes como psicóloga partí desde una
preparación clínica con orientación analítica, que es elitista por
su propio marco conceptual y terapéutico, hacia la búsqueda de
formatos más incluyentes. Después de conocer, prepararme,
practicar y apropiarme de una visión sistémica, participé como
beneficiaria en este proceso de Desarrollo Humano y
experimenté las bondades de la narrativa, en cuanto a su acceso
técnico y metodológico, que beneficia sin distinción. De tal
forma que las exclusiones, me atrevo a decir, no existen. Este
es uno de los motivos que me hacen admirar, apreciar y
disfrutar el proyecto de Tejedoras de Cambios, A.C.: su
orientación educativa y su visón incluyente.
La experiencia de nuestra organización, en cuanto a los
rangos de edad de nuestras beneficiarias es muy variada.
Hemos trabajado con mujeres de la tercera edad, en donde
contamos con testimonios muy valiosos y enriquecedores, en
primer lugar para ellas mismas, para su grupo y para quienes
facilitamos, esto como efecto inmediato; pero también
encontramos impacto en los grupos de referencia y
convivencia de las participantes, como son sus familiares, y sus
compañeros en la estancia en donde les atendimos.
De manera prioritaria este curso se planeó para beneficiar a
mujeres adultas maduras (entre 45 y 65 años), y ellas han sido
mayoría en nuestros cursos: mujeres con diferentes grados y
tipos de preparación académica, diferentes procedencias, todo
tipo de estados civiles y formatos de parejas y familias,
diferentes estilos y experiencias de vida, así como diferentes
estratos sociales, locales y económicos. Además, hemos tenido
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grupos mixtos de mujeres adultas maduras y jóvenes, y grupos
sólo de mujeres adultas jóvenes. Ciertamente cada grupo tiene
una dinámica única, y en ese sentido el proceso y el diplomado
mismo, aunque el formato se mantenga y respete, es distinto
también en cada caso.
El grupo de escritoras autobiográficas que colaboran en este
libro, procede y suma la experiencia de tres grupos con
características diferentes y por demás interesantes. El primero
que inició se llevó a cabo en Monterrey, NL, y fue mi primera
experiencia facilitando el Diplomado Tejedoras de Vida,
incluía a mujeres procedentes de diferentes municipios del área
metropolitana de monterrey. Esto generó una relación especial
entre las participantes en tanto se conocían e integraban.
Resultó ser un grupo muy productivo para nuestra AC, pues
cada una de ellas ha colaborado y/o colaboran en diferentes
momentos y formas en las actividades que desarrollamos.
El segundo se llevó a cabo en Juárez, NL, ahí las
características del lugar, tales como una clara y mayor
cohesión y participación social que en los municipios de mayor
densidad de población, supuso una ventaja y a la vez una
desventaja, y dado el tema de la confidencialidad, fue obvia la
manera como el grupo vivió y superó el hecho de que la
mayoría de ellas se conocían previamente, de alguna u otra
manera. Por supuesto esto influyó en la dinámica durante el
proceso y los resultados del mismo. Más adelante detallaré
acerca de esto. Quiero decir que en este grupo implementamos
la modalidad de co-facilitadora, la cual es regular en nuestros
otros talleres y cursos como forma de capacitación. En este
caso, conté con el apoyo de mi querida amiga y compañera
Tejedora Estrella Romero, que además fungió como relatora de
este grupo y facilitó para mí la tarea técnica y administrativa.
Su presencia fue útil, productiva y sensible. Aprendimos que es
necesario el apoyo y decidimos que incluiremos este rol en los
siguientes diplomados de Tejedoras.
El tercer grupo se ubicó en San Nicolás de los Garza, y se
caracterizó por ser mixto en cuanto a la edad, pues la mitad
eran adultas maduras y la otra mitad jóvenes. Evidentemente,
la diferencia transgeneracional se obvió en un primer momento
como importante en la integración del grupo. Sin embargo, es
19
un tema que cada vez está más presente y es prioritario en cada
uno de nuestros círculos de mujeres, no obstante que las edades
de las participantes no difieran tanto. Claro, influyó en la
dinámica grupal y al final la experimentamos como algo muy
positivo para el proceso.
Como se hizo en los dos libros previos „Tejedoras de
historias‟, realizados con esta misma metodología, para
elaborar éste planteé ante las participantes y se decidió por
mayoría el tema de la autoría y el anonimato. Optaron, como
antes se hizo, por la solución intermedia: aparecer con su
nombre en la obra, „dando la cara‟ como mujeres reales y bien
plantadas que son, al presentar su semblanza y foto, pero con
seudónimos en sus historias. Cada uno de los grupos eligió
diferentes tipos de seudónimos, con absoluta libertad (a
diferencia de los tomos antecedentes en donde se unificó el
criterio en torno a una figura acordada). Esto con la finalidad
de cuidar en cierta forma la privacidad de cada una de ellas y
sus familias: Sabemos que sus familiares las reconocerán, pero
no así el público en general.
Para nuestra A.C. el trabajo de revisión, edición e impresión
es de alto costo, no solo en lo económico, sino en todas las
formas imaginables y lo realizamos sin contar dentro del
equipo con personas especialistas dedicadas a esto, si bien
previo al trabajo del editor, obtuvimos la colaboración de un
corrector voluntario que alcanzó a revisar 14 historias. Por
supuesto el esfuerzo para revisar las versiones iniciales
(algunas escritas a mano, otras entregadas en papel y no en
archivo electrónico) supuso para nosotras mucho tiempo,
trabajo y dedicación, pues las noveles escritoras en general,
salvo algunos casos excepcionales, no tenemos práctica ni
preparación en cuanto a redacción. Aun así, consideramos y
respetamos el estilo personal de cada autora, dado que lo
importante es el contenido y el trabajo personal que se realiza
al organizar la narrativa. Afortunadamente, contamos con la
asesoría de Patricia Basave, quien también realizó trabajos de
corrección y dio el último visto bueno. Su preparación
profesional y su aplicación en esta tarea garantizan un trabajo
digno.
20
Una parte muy importante del proceso es la fórmula
terapéutica en el proceso de escribir en cada grupo, cada paso
implica aceptación, auto-conocimiento auto-respeto, denuncia,
valor, auto-estima, conciencia, y responsabilidad. Es por eso
que cada una define su proceso según lo resuelve. Los
cuestionamientos acerca de la escritura se transpolan al propio
sentido, para quién, y para qué escribo. En esta ocasión algunas
de ellas compartieron en grupo vivencias y temas que
incluyeron o no en su biografía, algunas dieron cabida en su
historia a tópicos y experiencias que no habían compartido
antes, y otras decidieron no escribir cosas que ya habían
abierto.
De cualquier forma, cada vez que el diplomado se imparte,
la participante trabaja reflexionando, resignificando la propia
historia, reconstruyendo a partir de la lectura y la publicación
ante el grupo y ante el público lector. Esto nos muestra cómo,
de alguna forma, la relación de la autora con su propia historia
cambia una vez que se asume protagonista, y después cuando
escribe, toma distancia y vuelve a cambiar su relación consigo
misma, haciendo posible corregirse, ser agente de cambio de su
propia vida.
Quiero destacar que en esta ocasión, desafortunadamente,
publicamos una historia póstuma. No imaginábamos siquiera
su ausencia cuando nuestra preciosa „Pájara‟ entregó su escrito
con un estilo sencillo, grato y directo como ella; yo encuentro
en el contenido de su texto: honor para sus antepasados,
agradecimiento a sus mayores, un sí a su vida, alabanza a su fe,
amor a su familia. Ahora que culminó su vida, la historia
misma cobra otro sentido, sigue editándose, nos sigue
impactando, ahora siento y experimento su escrito como una
franca, sentida y agradable despedida, en donde nos incluye a
todas las personas involucradas. Gracias amiga querida, sigues
enseñándonos y continúas presente en nuestra historia.
Igual siento con la historia de “Mariposa”, quien procesa su
duelo por la pérdida de su mamá ocurrida después de iniciado
el diplomado, además en su escrito ella atiende y elabora
también acerca de la muerte de su papá y la pérdida del
embarazo de la pequeña Carolina; celebra sus vidas y las
honra. Toma la vida, con lo lindo y no tan lindo, y así la da. Y
21
es tan congruente y vivida la forma en que se compromete a
ser y hacer la diferencia. La narrativa ofrece su historia a la
vida. Al final del diplomado su suegra fallece después de una
larga enfermedad. La vida vuelve a cambiar, las pérdidas
siguen, y para ella da otro vuelco inesperado: recientemente,
también culminó la vida de su esposo, su compañero de vida.
Querida Mariposa, estamos contigo para seguir viéndote ser la
diferencia.
En cuanto al diplomado como una forma de intervención
social, los indicadores del cambio cumplen con nuestros
objetivos en una forma positiva y eficaz. Dichos indicadores de
resultados son entre otras cosas, el número de autobiografías
escritas y entregadas en relación al número inicial de
participantes, y la correlación de resultados en el test y re-test
del POI (Personal Orientation Inventory), que se aplica al
inicio y final del diplomado. Me interesa compartirles que,
incluyendo los antecedentes publicados con la facilitación y
coordinación de Patricia Basave, el número de participantes
que terminan el curso y publican es el 75% del inicial.
El indicador de progreso probado por los cambios del perfil
del re-test POI, muestra un incremento significativo, del grupo,
en las escalas de Auto-dirección, Auto-soporte, Auto-concepto,
Auto-aceptación y Espontaneidad. Estos resultados en el perfil
de auto-actualización (C. Rogers, 61), o auto-realización
(Maslow, 67) coinciden con los resultados del estudio de
referencia de la población que incluye trabajadores sociales,
enfermeros y voluntarios de OSC, es decir, grupos que dan
servicio a la comunidad.
Los indicadores del efecto de la intervención, señalan
cambios de actitud e incrementos en la activación de la energía
femenina. Es una prueba muy importante, que muestra los
cambios evidenciados en las autobiografías, manifestados por
las propias participantes beneficiarias directas del proyecto.
Adicionalmente, otra prueba es que el 50% del grupo
egresado del diplomado incluyen: mujeres en edad de retiro,
jubiladas o desocupadas que inician nuevos negocios, cambian
de rubro o se activan socialmente; mujeres jóvenes o maduras
dedicadas al hogar y/o económicamente dependientes y/o
22
independientes que inician o reinician sus estudios, se emplean
o auto-emplean o se activan socialmente; y el 100% de las
beneficiarias que son Tejedoras activas se mantienen en
capacitación continua y/o han iniciado y/o continuado sus
carreras.
Los indicadores de impacto de esta intervención social, son
propios de los proyectos de desarrollo comunitario, las
beneficiarias son participantes activas en el propio proyecto de
nuestra AC, y de esta manera cambian su relación, se asumen
como agente de cambio e incrementan el impacto social, más
allá de su familia y entorno social directo.
Mi experiencia en Tejedoras de Cambios, A.C. es intensa
de una manera ante todo personal, cada actividad en la que me
involucro implica cercanía, sensibilidad y cuidado. Cada
mujer, cada hombre, cada ser humano me muestra y me enseña
a bien-ser y bien-conocer. Mi conciencia personal se ha ido
convirtiendo en conciencia social. Me atrevo y sé que puedo
hablar por mis compañeras en ese mismo sentido: Nuestra
conciencia personal se ha ido convirtiendo en conciencia
social.
Yo como tú, tú como yo. Es el espejo sin fin que usamos y
al mirarnos encontramos a todas las otras mujeres, y al mirarlas
a ellas encontramos a todos los otros seres humanos, a todos, a
todas, a cada ser humano. Cada vez que me asomo a ese
espejo, veo diferente y amplío mi visión. Es inevitable, todo,
todos, todas ahora me importan más, porque siento más, amo
más, trabajo más, me entrego más, disfruto más…
Por ello doy gracias a todas las involucradas. A Patricia
Basave por su obra creativa y su confianza en mi trabajo. A
mis compañeras: Cristy, Ely, Estrella, Alice, y Paty Gzz. por
los apoyos que facilitaron la consecución de este proyecto. A
las familias que nos prestaron espacios para llevar a cabo el
diplomado durante año y medio, por su paciencia y
generosidad.
A cada uno de los implicados en la impresión de este libro,
principalmente a Paty y Luis, por su trabajo profesional y su
paciencia para conmigo.
23
Me siento muy honrada y les agradezco entrañablemente, a
cada una de ustedes, por haberme permitido acompañarlas en
este proceso dentro de los tres grupos tan especiales de mujeres
en desarrollo que, entre otras cosas, validamos la vida.
Dariela Dávila
24
25
A mis cuarenta – La Peque Pues lo primero que aprendí fue a hablar en primera
persona, así es que comenzamos.
Yo, Ángela, la más pequeña del grupo y la más mal portada
porque nunca llevaba la tarea, ¡jaja!, les quiero contar un poco
de mi vida.
Soy la tercera de cuatro hermanas: Lourdes, Sonia, yo
(Ángela) y Norma. Mi mamá nos contó que cuando conoció a
mi papá, él traía un pesero y mi mamá se subía. Él recogía
pasaje en la colonia Tacubaya, en Guadalupe, lugar donde mi
mamá vivía con sus hermanos porque habían quedado
huérfanos de madre ya que su papá tenía tres familias: su
esposa H… Sánchez, H… Palomares y la familia de mi mamá,
H… Lumbreras. Era cabrón el viejo.
Mi abuelo, de nombre Paulo, trabajaba en La Fundidora y
ganaba muy buen dinero. Me contó mi mamá que les daba muy
poco; en aquellos años vivían en la colonia Independencia, en
Monterrey. Mi mamá nos contaba que vivían cerca de su casa
las dos familias y nunca les dijo que era casado ni que tenía
más hijos; ya después les dijo que tenía otras dos familias
cuando mi abuelo enferma.
Es así cuando empieza a visitar y ver a todos sus hijos y
dijo que tenía dos familias más y que era casado, y quería
juntarlos a todos para que se conocieran y decirles que lo
perdonaran. Al poco tiempo antes de fallecer dijo su última
voluntad: juntar a todos sus hijos para él morir tranquilo.
Fallece y a todos sus hijos los dejó reunidos; y nos
seguimos frecuentando. No hubo ningún reclamo de nada.
Recuerdo a mi abuelo muy alto, moreno y delgado cuando él
visitaba a mi mamá, ella ya estaba casada y vivía en Juárez. Él
venía a pizcar chile piquín.
Cuando mis papás se conocieron se enamoraron pero mi
mamá tenía miedo porque le habían contado que él había
dejado plantada a otra novia vestida en el altar, y él se fue muy
a gusto al río, por eso ella tenía miedo que le pasara lo mismo,
pero no fue así. Se la llevó para su casa y ahí se la dejó a mi
abuelito Pancho, y como al mes hicieron los preparativos para
26
casarse, y así fue que se casaron por la iglesia y su fiesta y todo
normal, ya que está la prueba de sus fotos de novios, muy
guapos mis papis. Así fuimos naciendo cada una de las cuatro
mujeres.
Recuerdo que tenía como seis años cuando vivíamos en
Villa Juárez, Nuevo León: nosotros, mi tío Pancho con su
familia y mi abuelito con su segunda esposa. Era una vecindad
y ahí convivíamos todos, además que mi abuelito tenía una
molienda donde hacían aguamiel (agua de caña, piloncillo y
conserva) riquísima.
Mi abuelito me paraba entre sus piernas y me tejía trenzas
y me las amarraba con hojas de elote, todavía lo tengo muy
presente, cómo olvidarlo, mi infancia fue muy bonita. Nos la
pasábamos muy bien mis hermanas y yo en el patio grande que
teníamos, nos divertíamos tanto.
Mi mamá decía que cuando ella se embarazaba, mi papá se
hacía ilusiones de que iba a ser un varón, pero nomás salimos
puras verijonas, así nos decía mi papá: puro producto para
caballero. No le hizo falta el hombre ya que nos quería tanto y
nos llevaba a todos lados.
No teníamos mucho dinero pero lo poco que teníamos lo
disfrutábamos e íbamos a los ríos; antes había muchísimos y
hermosos. Se iba él y ya regresaba con cajas de madera de
frutas y verduras y mandado. Nada nos faltaba, ya que él nos lo
tenía todo y no había necesidad de pedirle nada.
Ah, pero cuando empezamos a ser señoritas no nos quería
dar dinero, decía que para qué queríamos dinero si ahí había
todo. A nosotras nos daba mucha pena decirle que lo
queríamos para comprar toallas sanitarias, y ya le teníamos que
decir y se enojaba porque se ponía colorado, ¡le daba pena
cuando supo el para qué! Así fuimos siendo señoritas y
cumpliendo cada una sus quince años.
Mi papá tomaba mucho y fumaba y tenía novias. Se daba
una vida muy descarada, pero teniendo puras hijas no le daba
vergüenza. Al menos yo sí me di cuenta. Cuando iba con él en
la camioneta las veía y les hacía señas a las mujeres, yo no
decía nada pero sí me daba cuenta. Siguió su vida muy
acelerada: seguía tomando y fumando. Se fumaba dos cajetillas
27
de cigarros diarias. A los 43 años enfermó y lo internaron; para
nosotras era difícil cuidarlo ya que éramos mujeres y a él le
daba vergüenza que lo viéramos desnudo o con la bata del
hospital, pues duró como seis meses internado y le dijeron a mi
mamá que ya no tenía remedio y que lo iban a dar de alta para
que pasara sus últimos días en la casa con sus familiares y así
fue.
Estuvo quince días y lo volvimos a internar para ya no salir
con vida de ahí, dejándonos huérfanas y a mi mamá, viuda,
muy joven, de 42 años; él era el sustento de la casa.
Empezamos a batallar estando todas nosotras seguidas de
edad: 18, 17, 16 y 14 años. Mi mamá tuvo que sacarnos
adelante ya que mis dos tíos, hermanos de mi papá, nunca nos
apoyaron. Mi mamá empezó a hacer tamales para vender y
ayudarnos, pues había que comer; mi hermana mayor buscó
trabajo en una fábrica de ropa ahí en Juárez, Sonia y yo nos
tuvimos que salir de la prepa y mi hermana la más chica dejar
la secundaria, ya que no había dinero pues mi papá no nos
había dejado nada guardado.
Así salimos adelante con la venta de tamales y ya
trabajando nosotras nos fue mejor. Vivíamos al día, y como ya
teníamos más de quince años ya podíamos ir a los bailes cada
fin de semana. Mi mamá nos dejaba ir, pero que nos
regresáramos a las doce y así lo hicimos. Ahí, en uno de esos
bailes, me presentan a un muchacho de nombre Julio, de ahí
mismo de Juárez, hijo de una familia de dinero.
Julio era un “junior”. Para esto, ya mi papá nos había
advertido que tuviéramos cuidado con esos muchachos porque
eran muy mañosos y aun sabiéndolo, me hice novia de él, y así
fui saliendo.
Y sí, era mañoso, pues salí embarazada y no dije nada, ni a
él. A los siete meses de embarazo yo trabajaba en la fábrica
que tenía su papá, me corté y me tenían que poner la vacuna
del tétano y aunque les dije que no, me la pusieron. En ese
entonces yo no sabía nada y ya tuve que decir que estaba
embarazada, ¡y que explota la bomba!: a arreglar la boda.
Se hicieron los trámites para todo eso y nos casamos, y en
dos meses ya me estaba aliviando de Julio, mi primer hijo, que
28
pesó tres kilos y medio. De ahí fue muy difícil nuestro
matrimonio porque nos empezó a ir mal económicamente.
La fábrica estaba en la quiebra, y cuando mi hijo tenía ocho
meses fallece mi suegra. Todo iba de mal en peor: la fábrica
cerró y nuestra situación económica era mala. La abuelita de
mi esposo vendía quesos de leche pura de vaca, y empezamos
a vender quesos en las tiendas de aquí de Juárez. A veces salía
para comer y cuando no, teníamos que ir con su abuelita y ahí
comíamos.
Después salí embarazada de mi segundo hijo y así me iba a
repartir quesos, mientras mi esposo se iba a vender boletos del
Sorteo del Tec a un módulo en el centro de Monterrey; y así la
pasábamos, pero nos sirvió mucho ya que el dinero que
ganábamos lo valorábamos mucho, pues nadie te ayudaba en
aquél tiempo.
Fue una etapa muy difícil, no teníamos casa, vivíamos con
mi suegro ya que los hermanos de Julio ya se habían casado y
nosotros nos quedamos ahí con él. Seguí repartiendo quesos.
Me alivié de mi segundo hijo y aumenté mucho de peso, pero
no pensé que naciera tan grande: fue niña de cuatro kilos y
medio, estaba grandísima, la ropita que le había comprado le
quedaba a la medida y tenía el peso de un bebé de cuatro
meses.
Le pusimos Andrea. Ese nombre me gustaba mucho. Fue
creciendo la niña y le traspasan a mi esposo una carnicería
junto con mi suegro. El poquito dinero que se tenía guardado
se invirtió ahí en la carne y aparatos para poder trabajar, ya que
estaba ubicada en una colonia INFONAVIT de ahí mismo en
Juárez. Ahora sí comíamos mejor.
Transcurrieron como tres años y un amigo de mi esposo lo
invita a participar en una campaña política donde era el
candidato, que lo apoyara en todo lo que se hace en una
campaña y mi esposo le dijo que sí. Mi esposo iba a la
carnicería por las mañanas, y en las tardes se iban a visitar a la
gente de las colonias a platicar con ellas del candidato.
El amigo de mi esposo gana y lo invita a formar parte de su
equipo de trabajo, así nuestra situación económica cambió
porque le dieron una dirección de servicios públicos. Ahí
29
trabajaba con mucha gente ya que de ahí salían lo que era
servicios primarios, alumbrado, bacheo… y como él tenía que
andar revisando que los trabajadores lo hicieran bien, acudía a
cada colonia y ahí fue ganándose mucha gente que ya lo
buscaba en su oficina y se encariñaron con él.
Estuvo dos años en la administración y tenía mucho trato
con la gente de las colonias. Al ver la aceptación que él tenía
con las personas, le propusieron participar en la próxima
campaña política siendo uno de los gallos. Renunció a su
puesto que tenía en la administración para seguir con los
preparativos de la próxima campaña donde él participaría,
aunque nunca se había postulado una persona tan joven como
mi esposo, de 29 años.
Toda la gente estaba muy asombrada y yo nunca imaginé
que él tuviera tanta aceptación. Tenía algo que a donde él fuera
lo aceptaban y de ahí empezó su carrera política, que le gustó
muchísimo, aunque la verdad por mi cabeza no pasaba que él
ganaría.
Después de todo el trabajo que se hizo en cada una de las
colonias (yo no me imaginaba que hubiera tantas; nosotros
vivíamos en el centro y desde mi infancia viví ahí), nunca
imaginé toda la responsabilidad que se nos venía a mi esposo y
a mí. Se llegó el día de las primeras votaciones (que llaman
internas) y mi esposo había quedado de candidato de su partido
(PRI). Se hizo una fiesta para celebrar que él había ganado
pero eso no era todo, seguía lo más pesado: la campaña final.
Tomamos un receso para descansar y programar lo que era más
difícil para mi esposo.
Se programó un viaje a varias ciudades y viajamos por
carretera, ya que nos gustaba mucho disfrutar de los paisajes de
cada ciudad. Llegamos a Zacatecas y ahí anduvimos
conociendo y luego nos fuimos a Guanajuato, una ciudad
hermosísima. Disfrutamos mucho ese viaje ya que andábamos
muy agotados, y eso era un relax después de tanto trabajo. Al
final fuimos a Acapulco.
Nunca me imaginé lo que nos pasaría allá. Si el hubiera
existiera, nunca hubiera ido, nada más de recordar me pongo
30
triste y a llorar, ya que en ese viaje murió mi hija, mi muñeca
Andrea de cuatro años y medio de edad.
Fue algo tan rápido, ni yo me di cuenta cómo pasó todo. Se
acabó para mí. Ella corrió a la avenida donde transitaban
muchos carros. Acabábamos de salir de un restaurante donde
habíamos cenado. Mi esposo la traía de la mano y en un
segundo corrió, e inmediatamente la aventó un carro. Su
cuerpecito voló como muñeco de trapo. Grité muy fuerte y me
desvanecí, lo peor fue cuando trajeron el cuerpo.
Mi cuñado la recogió y me la trajo. La niña ya estaba suelta
y su mirada perdida. La agarré y lloré mucho y gritaba; me la
quitaron y se la llevaron a un hospital, no supe a cuál. No
dejábamos de llorar. Una familia se ofreció a llevarnos a varios
hospitales para buscar a mi hija, y no la encontrábamos.
Fuimos a varios hasta que los encontramos y cuando llegamos
salió mi cuñado y nomás dijo con la cabeza que no. Eso para
mí fue como agua helada. Lo peor fue que me dijeran que
había muerto.
Para mí se acabó todo. Entré donde la tenían tapada con una
sábana blanca y yo la cargué, la arrullé y la besaba. Su
cuerpecito ya estaba frío. Yo la abrazaba, la quería calentar con
mi cuerpo y no quería que nadie me la quitara. Dios dejaba de
existir para mí porque me había quitado a mi niña. Me volví
loca ese día. Fue muy duro para nosotros, ya que del hospital la
tenían que trasladar al SEMEFO. No quise soltar su cuerpo y
me la llevé cargada porque había que trasladarla e ir al
ministerio público a decir lo que había sucedido. Ella, Andrea,
había corrido como si alguien la hubiera llamado y la
atropellaron. Eso fue todo. Fue tan horrible que ya no supe
nada.
Mi cuñado se encargó de los trámites funerales, mientras yo
no dejaba de gritar y llorar. Nos fuimos al hotel pues el cuerpo
ya se había quedado para esos trámites; no supe a qué hora
dejé de llorar. Cuando desperté quería que todo fuera un sueño
pero no fue así; era verdad: mi niña se me había ido. Fuimos a
la funeraria y ahí nos dieron el féretro.
No parecía ella, ya que teniendo cuatro años parecía una
niña de ocho, estaba muy grande, su ataúd era de color blanco
31
como el de un ángel; ella era una angelita que se nos había
adelantado. La velamos como dos horas y ya tenían todo
arreglado para regresarnos en avión desde Acapulco a Juárez.
Llegamos al aeropuerto de Monterrey y ya nos esperaban
nuestros familiares y amigos de mi esposo de la política. Mi
cara ya había cambiado. Era un rostro de enojo, no quería que
nadie me diera el pésame, así nos subimos a una camioneta
donde nos traerían a Juárez y ahí velaríamos a la niña en casa
de la abuelita de Julio.
Era tanta la gente que las calles estaban cerradas y no se
podía pasar. Me acuerdo que nomás se veían volar los globos
blancos, símbolo de que había fallecido un angelito. Se veló el
cuerpo y al siguiente día se dio sepultura; yo ya no tenía
lágrimas que derramar, sólo gritos de dolor en el panteón; ya
no supe más y me desmayé. Ahí se había acabado todo para
mí.
Ya en mi casa me la pasaba dormida, no quería comer, no
hablaba, de pronto me dije: tengo a mi hijo mayor… y me
levanté de la cama. Nunca se trató el tema de cómo había
sucedido el accidente, nadie de la familia nunca preguntó más
nada. Al día siguiente, mi esposo se fue a seguir con su
campaña y no tuvimos duelo para mi hija, había que seguir
adelante visitando gente, colonias, eventos masivos...
Mi esposo fue un joven de 29 años que ganó las elecciones
(2003-2006) para alcalde. A mí no me daba gusto porque había
perdido a mi hija. El tiempo pasó, y ya cada uno de nosotros
estábamos en su oficina al cargo de lo que se fuera: ofreciendo
ayudas, apoyos para la gente de varias comunidades.
En el año 2004 fallece la abuelita de mi esposo. Ella decía:
“yo me voy a ir con la niña”, y así fue: murió. Fue una
administración muy pesada ya que Dios estaba mandando
muchas pruebas. Ahora mi suegro enferma y le detectan cáncer
de garganta y de colon: tenía invadido todo su cuerpo. Se hizo
todo lo posible por salvarle su vida y en el 2005 fallece y
seguimos sufriendo. Y todavía había que sonreírle a la gente.
La administración de mi esposo fue muy difícil: hubo
inundaciones en Juárez, y como esposa del alcalde tenía que
estar al frente siempre sonriente y dejar aparte el sufrimiento.
32
Para los primeros de agosto del 2006, en mi cumpleaños, yo
ya tenía dos meses de embarazo y Dios me mandaba ese
regalo: otro hijo, Ivancito. Un enorme bebé que nació pesando
cuatro kilos 230 gramos. Feliz por esa llegada así transcurrió
mi vida.
En mayo del 2009 me hacen la invitación a un retiro
espiritual de la parroquia de aquí de Juárez. Yo estaba indecisa
en ir porque era de la iglesia y tenía miedo qué iba a pasar ahí,
pues yo había renegado de Dios, pero él me hizo la invitación y
asistí a ese retiro. Estuvo hermoso y ahí entendí y reconocí que
Dios nos manda pruebas muy grandes. Ahí le pedí perdón y
salí enamorada de él. Ahora yo voy a esos retiros a servir. Son
muy bonitos, me llenan de Paz.
Ahí supe que no es bueno guardar rencor o coraje hacia
ninguna persona, aunque te hayan hecho daño. Al tiempo me
invitan a participar a un curso que se llamaba “El guión de mi
vida”, y yo misma me decía: “pues si soy muy seria, casi no
me gusta hablar…”, pero me encantó, me quedé con mis
compañeras, todas ellas de Juárez. Algunas nos conocíamos de
vista y pues ahí ya nos conocimos muy bien.
Se hizo el grupo y me gustó, aprendí mucho ya que nos
daban temas muy interesantes. Duró tres meses. Cuando
terminó, le decíamos a nuestra maestra Sandra que nos diera
más temas y nos dijo que eso era lo que nos tenía que dar, que
si queríamos aprender más teníamos que pedir otro curso, y así
fue. Seguía otro de un año y medio llamado “Tejiendo mi
vida”, pero teníamos que ir hasta Monterrey. Nos quedaba muy
lejos pero no nos importó.
Éramos siete compañeras y rentamos un pesero y nos
íbamos cada jueves a nuestro curso; ya nomás somos cinco
amigas. Las mismas que terminamos este hermosísimo curso.
Algunas veces faltaba una o dos compañeras pero siempre iba
alguien. A veces me aburría, nomás de saber que tenía que ir
hasta Monterrey me daba flojera, pero de quedarme en mi casa
haciendo el aseo, mejor me iba al curso. Se acabó y lo disfruté
mucho y me sirvió también de mucho.
En particular quiero agradecerle a mi maestra Dariela, que
me tuvo mucho paciencia, porque fui la más pequeña del grupo
33
y la más mal portada que no llevaba las tareas, ¡jaja! Gracias,
Dariela y a cada una de las compañeras que fueron muy
amables.
Gracias porque a veces reímos y lloramos juntas. Gracias
compañeras, las voy a extrañar mucho, y también quiero
agradecer a Paty por estos cursos. Espero que nos sigan dando
más y más a todas las mujeres.
34
Ahora sé quién soy - Contraluz Inicio diciendo “Yo soy”, porque realmente ahora sí sé
quién soy.
Ahora sé que soy Contraluz, sé que tengo 42 años de vida.
Hace cuatro años mi vida dio un vuelco más (y digo otro más
porque ya había dado varios y muy fuertes). Empecé con otra
etapa de mi vida, nueva para mí en la que el mundo se me vino
encima, un cambio muy, pero muy fuerte (junto con revuelto)
porque empecé con muchos trastornos, no solamente en mi
salud, en mi físico, en mis sentimientos, en mis actuaciones y
para rematar, lo económico.
De pronto me daba cuenta de que a estas alturas de mi vida
realmente no sabía o no entendía qué o quién era yo (qué
fuerte, pero es la realidad). Todas las preguntas y
cuestionamientos habidos y por haber me aparecían, me daban
vueltas en mi mente: ¿Quién soy en realidad? ¿Qué hago aquí?
¿Qué quiero? ¿Qué no quiero? ¿Qué voy a hacer? ¿Qué he
dejado de hacer? ¿Estoy bien? ¿Estoy mal?.. Guau, de verdad
no saben qué tanto pasaba por mi mente, que imagínense, ni yo
me entendía, de verdad ni yo me entendía (¡qué difícil!).
Sentía como si algo me quemara por dentro y no entendía si
era lo que sentía o lo que pensaba, pero algo me quemaba,
ahora sí que hasta el alma. Empecé yendo al médico, quien me
recomendó con el ginecólogo (claro que quería ir pero con el
psicólogo, sin embargo llegué con el ginecólogo), me hizo
unos exámenes, un chequeo y me empezó a explicar que los
síntomas que traía no eran más que provocados por un cambio
hormonal que en esta etapa de mi vida era el “Climaterio” o
Pre-menopausia (¡uf!, ¡salvada no estaba!).
A pesar de tanta información que había leído, que les había
llevado a mis hermanas, cuando te llega, ¡te llega! y no importa
la edad. Me dio medicamentos naturales, me empecé a
controlar (un poco) y aun así, sentía que algo más pasaba
dentro de mí.
Por ese mismo tiempo unas amigas me invitaron a un curso
que ellas ya habían tomado. Un curso de Desarrollo Humano
(Desarrollo Personal), que iba a ser impartido por una
35
Asociación de Mujeres denominado “Tejedoras de Cambios”.
Y como me gusta aprender y emprender cosas nuevas, pues
que acepto. El curso llevaba por nombre: “El Guión de mi
Vida” hermoso nombre dije, no pudo llegar en mejor tiempo
para mí; aparte de que en la vida no hay coincidencias sino
Dioscidencias, y que como dicen, el que busca encuentra… y
pues no sé si me encontró o lo encontré.
Dio inicio el curso en donde encontré amigas maravillosas,
formamos un hermoso grupo donde compartimos, departimos
y donde aprendí mucho de nuestras similitudes y diferencias.
Fueron doce sesiones en las que nuestra guía y maestra Sandra
(a quien no me canso de agradecer su tiempo, paciencia y
ahora su amistad), quien a pesar de su juventud, nos guió
excelentemente bien, ya que lo importante de este curso es
precisamente lo que yo estaba buscando: “Encontrarme y
conocerme a mí misma”. Encontré respuestas a muchas de mis
preguntas (¡de verdad no estaba tan loca! ¡Soy normal! Bueno,
¿qué es normal?).
Cuando terminamos este curso, nos invitaron a seguir en la
misma sintonía y perseverar en la búsqueda, ahora con un
Diplomado de la misma Asociación, pero ahora el nombre era:
(fíjense nada más, insisto, hasta el nombre) “Tejiendo mi
Vida” (guau).
El lema es “Asume tu vida, transforma tu entorno”. Éste a
cargo de la licenciada Dariela Dávila, quien es psicóloga y
terapeuta y que con nosotros ha sido aún más que eso, una
excelente guía (a quien agradezco ser eso, mi guía, pero sobre
todo en los momentos que más necesitaba, ella estaba ahí para
ayudarme a comprender que traía dentro de mí, su paciencia
con mis hallazgos, que no fue nada fácil y ayudarme a
encontrarlos, pero sobre todo superarlos. Gracias, Dariela). No
ha sido nada fácil, ya que el Diplomado todavía ha sido más
fuerte e impactante.
El grupo que ya habíamos formado en el curso nos unimos
a otros seres humanos maravillosos y formamos un grupo más
extenso, con la misma similitud que el anterior, con sus
diferencias, pero igual o más unidas, hemos, bueno he pasado
un año y siete meses maravillosamente al lado de mis
36
compañeras, a quienes agradezco me hayan permitido ser
abierta, que hayan sido pacientes, que sean unas testigos
respetuosas, pero sobre todo que me hayan tenido la paciencia
de entenderme, no juzgarme y a la vez apapacharme.
Agradezco a cada una de ellas porque de cada una me llevo
una enseñanza diferente. Ser amigas fieles, fuertes, amorosas,
carismáticas, espirituales, sencillas, tiernas, generosas,
traviesas, luchonas, maestras, hermosas por dentro y por fuera,
escritoras, poetas, valientes y muchísimas cualidades más.
Excelentes todas ustedes, gracias, amigas.
El proceso
Durante estos dos años todo ha sido un torbellino
avasallador en mi vida, he tenido mis emociones a flor de piel.
Reviviendo muchas de mis experiencias con sentimientos
encontrados, pero al final me he dado cuenta de lo que soy
ahora es el resultado de todas y cada una de mis experiencias,
etapas o crisis vividas. Ahora con mis hallazgos me doy cuenta
que valió la pena, todas y cada una de ellas. Para empezar me
pongo en claro quién soy y de dónde vengo; ahora entiendo
que para avanzar en la vida tienes que cerrar círculos.
Según Peck:
No nos convertimos en adultos mientras no revisemos,
corregimos y sanamos el mapa dado por nuestros padres en la
infancia (a veces es necesario romperlo y rehacerlo
completamente).
Para finalizar este Diplomado nos piden que escribamos, no
hay un guión para seguir ya que cada una ya lo hemos hecho y
estamos escribiendo al vivirlo y que por eso es: El guión de
“mi” vida y sólo yo tengo las bases para escribirme. Ahora sé
qué hace un tiempo si me lo hubiesen pedido, lo hubiera
escrito desde otra visión de mí misma, ahora lo que escribo es
sanador, ya no me lastima más. Encuentro razones por las
cuales, cosas muy insignificantes me lastimaron o lastimaban
tanto. Por todo esto es que hoy dirijo mi vista hacia atrás y me
observo completamente diferente, mi visión sobre mí ha
cambiado radicalmente.
37
Hoy, después de todos estos años vividos, agradezco a Dios
me haya permitido llegar o incluirme en la vida de dos seres
humanos maravillosos, mis padres, quienes ya habían
empezado a formar una familia, siendo ellos los pilares. Mi
padre, Sr. J. Leónides y mi madre (piedra angular de esta
familia), Sra. Elodia (doña Licha), y digo incluirme porque ya
integraban esta familia mis hermanos mayores Guadalupe,
Alicia, Juany, Toño y Héctor.
Y que a mí ya no me hacían en el mundo, pero ¡oh,
sorpresa! que después de ocho años llego yo y cuatro años
después, todavía llega mi hermano menor (el Jr.), Francisco.
Para muchos una familia normal y común, para mí la mejor de
las familias. Mis padres eran muy amorosos, y nos inculcaron
muchos valores.
A mis padres, hoy agradezco su infinito amor, sus
atenciones, su cariño, sus exigencias, su formación y sus
valores. También mis herman@s y sobre todo por coincidir.
Gracias, mamá. Gracias, papá. Herman@s, gracias.
Para cuando nací (6 de enero de 1969) mi hermano
Guadalupe tenía ya dieciséis años, Alicia, catorce, Juany, doce,
Toño, nueve y Héctor, ocho, (a quien admiro y a quien le
aprendí de su tenacidad y lucha por salir adelante).
Cuenta mi papá que cuando nací les cambió la vida para
bien, que traía torta o rosca bajo el brazo, que mejoraron
mucho las cosas. Mi infancia estuvo rodeada de mucho amor y
felicidad. Convivíamos mucho ya que donde nací y crecí era
un lugar con mucho espacio (era un aeropuerto particular),
mucho lugar en dónde jugar y divertirnos. Y de lo que
recuerdo es que cuando tenía cinco años, mi mamá tuvo a mi
hermano menor (que era muy travieso) y seis meses después
nació mi primer sobrino (Guadalupe), de mi hermano
Guadalupe; de ahí en adelante un año después de mi hermana
Alicia nace César, otra vez de Guadalupe nace Ana, de Alicia,
Óscar y de Juany, Mario; y así empiezan las nuevas
generaciones de la familia.
Así que convivimos viéndonos como hermanos, no como
sobrinos y tía: ¡Qué buena época! jugábamos a que yo era la
maestra y ellos los alumnos, a las comiditas, al béisbol, fútbol,
38
bebeleche, encantados, escondidas, lotería, alberca, luego nos
daba la noche y nos gustaba que nos contaran historias de
miedo. No teníamos luz en casa, así que nos alumbrábamos
con lámparas de gas y al querer mandarnos a dormir, ¡qué
batallar!, pues sentíamos miedo y dábamos rienda suelta a
nuestra imaginación con el temor de cada historia contada.
Por esa época recuerdo algo que me lastimó por muchísimo
tiempo; algo que me regalaron y lo acepté y me lo creí. Estaba
creciendo y como era gordita (dije “era”) me sentía menos. Los
domingos en mi casa se reunía la familia, nos sentábamos en la
mesa para comer y uno de mis hermanos le decía a mi mamá,
“¿le va a dar de comer?, ¿no ve lo gorda que está?” Y ahora sé
que yo aceptaba ese regalo y me lo creía; pues me levantaba de
la mesa y ya no comía. Mamá me insistía que comiera, que no
hiciera caso, que estaba jugando mi hermano, después me
decía que sólo era por molestarme que no les diera gusto, pero
yo no comía hasta que se fueran. Y así eran para mí los
domingos, me escondía y lloraba sola.
Llegó la época de la secundaria. Una etapa diferente, muy
feliz y contenta. Me encantó conocer y convivir con nuevas
amigas, aprender con cada clase, me gustaba sobre todo la de
inglés, matemáticas, español, bueno me gustaba tener buenas
calificaciones y en ese entonces si tenías buenas calificaciones
te dejaban exenta en los exámenes y te dejaban encargada del
grupo. Ya desde antes me gustaba ser muy amiguera, así que
también conocí muchos amigos.
Así empecé la etapa de los “novios”, así se llamaba porque
en ese entonces novio era con el chico que platicabas, pero qué
esperanza que me tomaran de la mano; mucho menos (ni Dios
lo quiera) permitieras que te diera un beso, (¿qué te pasa, qué
tal si quedaba embarazada?), ¡qué tonta!, ¿verdad? Antes no se
sabía nada.
Durante esta etapa se hizo muy famoso un grupo llamado
Menudo, ¡guau!, que emociones tan hermosas, sobre todo
porque me aprendía los pasos, las canciones y junto con otras
cinco amigas formamos un grupo y en cada asamblea o festival
ahí estábamos participando.
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Pero muchísima más emoción cuando mi papá y mi mamá
nos llevaron a mí y mis amigas al concierto en el estadio
Universitario, nosotros entramos al concierto, aunque
empezaba a las siete de la noche nosotros llegamos a las siete
de la mañana para alcanzar buenos lugares (eran generales), así
que ahí estuvimos todo el día. Empezó el concierto a las ocho y
se terminó a las diez. Salí afónica pero muy contenta.
Cuando iba a salir de la secundaria me preguntaron mis
papás que qué quería estudiar, mi papá decía que él sería feliz
de tener una hija que fuera enfermera y pues a mí no me
gustaba eso, a mí me gustaba maestra. Pero como la situación
no estaba ni fácil ni difícil sino todo lo contrario y la carrera
era cara, pues que empiezan las opiniones externas.
Tenía una tía política a quien quise mucho, mi tía Angélica,
“La Profe”, que era profesora de secundaria y ella habló con
mis papás para ayudarme a convencerlos, pero como no puede
faltar el pero... mi hermano mayor les dice a mis papás que
para qué van a tirar un dinero que no sobra, que van a
desperdiciarlo ya que yo ya tenía novio y qué tal si me “iba”
con él antes de terminar mi carrera, o que apenas la terminara y
me casaba, qué desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo.
Pero a Dios gracias, a mi tía Angélica, a mi mamá y a mi
insistencia y promesa de que no los defraudaría, confiaran en
mí; muchas lágrimas después, pudimos convencer a mi papá de
que me apoyara en mi ilusión. Así que mi mamá se dio a la
tarea de buscar una beca para mí y el Club de Leones de
Guadalupe me apoyó con una parte y la otra mis papás. Así fue
como mi sueño se hizo realidad y me gradué de Maestra de
Educación Preescolar; apenas tenía 16 años y no me casé...
Pero como siempre, un pero… como era la bebé de la casa
y sólo tenía 16 años, me ofrecían la plaza para una ranchería
donde me tenía que quedar toda la semana, así que mi papá no
estaba de acuerdo, dijo que si me iba, también se iba mi mamá
y mi hermano conmigo, ¿cómo me iba a ir sola? Ni soñando,
pues así fue, ni soñando me fui y dejé pasar esa oportunidad ya
que el gran apoyo de mi tía Angélica, ya no pudo ser, pues en
el transcurso de mi carrera ella falleció.
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Fue mi primera pérdida, así es que fue una experiencia muy
dolorosa ese desprendimiento de la persona a la que quieres
mucho y sabes que ya no la vas a tener a tu lado. No podía
soportarlo, casi me desmayo, no podía respirar, qué dolor tan
fuerte sentía.
Mi inquietud de ser alguien me hacía que buscara algo qué
hacer, así que trabajé con una señora cuidando sus tres niños:
uno de tercer año, una niña de diez y un bebé de tres o cuatro
meses, pero solo duré una semana y media, salí corriendo de
ese trabajo porque me daba miedo qué pensaban los vecinos
cuando el bebé lloraba y lloraba.
Luego me fui con una señora que vendía en el mercado
sobre ruedas, ahí duré un poquito más. Un buen día, cuando
acababa de cumplir 18 años, una amiga me llevó a una
empresa porque estaban ocupando personal para la planta, y
como ya estaba desesperada por ganar algo por mí misma (no
me faltaba nada pero quería ser útil), me fui con ella.
Cuando llegamos a la empresa (llegamos a las 5:30 am)
tenía que esperar al ingeniero a cargo y ahí me dejó en la
oficina junto con el vigilante. Un poco después llegó a la
oficina un chico muy sonriente, muy saludador y platicador.
Pero como yo era niña seria, apenas respondí (tenía mucho
miedo). El chico se retiró no sin antes platicar algo con el
vigilante; luego el vigilante me dijo que el chico quería que nos
presentaran para conocerme, que cómo me llamaba, que si iba
a trabajar ahí, que si de algo me servía su recomendación que
le dijera (¿qué le pasa? dije, ¡qué pesado!, me cayó muy mal),
y volvió a subir, nos presentó y me reiteró su apoyo.
Enseguida llegó el ingeniero y me hizo la entrevista, me
mostró la planta y me dijo que si sabía el trabajo que ahí se
realizaba porque con mis estudios, pues él no creía que yo
pudiera hacerlo, (otro reto), yo le dije que claro que podía.
¿Qué tan difícil podía ser?
Pero lo que el ingeniero me explicó después es que estaban
ocupando una recepcionista, que mejor si quería y podía
tomara esa oportunidad. ¡Claro que sí!, le dije, si solo me
enseña cómo manejar el conmutador (en mi vida había
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manejado siquiera un teléfono, sólo el público de vez en
cuando).
El ingeniero me dio instrucciones del conmutador y de la
máquina de escribir (con esa no tuve problemas, era como las
de la secundaria y yo había tomado el taller de
taquimecanografía), así que no tuve dificultad alguna. Esperé
al licenciado (dueño de la empresa) para la entrevista y llegó
hasta las 10:30 am, me entrevistó y como ya había hablado con
el ingeniero y él lo había puesto al tanto, no tuvo problema
para contratarme.
Lo que yo no sabía y luego me dijeron es que las
recepcionistas no aguantaban mucho, que a ver cómo me iba y
así empecé un cuatro de abril de 1987 una nueva etapa en mi
vida.
¡Ah! y regresando al pesado que me habían presentado, en
la madrugada se hizo presente y muy solícito, si tenía alguna
necesidad para lo que fuera, comida o alguna dificultad que se
me presentara, que él le sabía al teléfono y a la máquina, que lo
que se me ofreciera él con mucho gusto me ayudaba. El chico
aquél era el encargado del almacén y producto terminado, su
nombre Antonio, muy pero muy coqueto me parecía a mí, y
como yo tenía novio, pues ¿qué le pasa?
Hablando de novio, como mi novio que tenía desde hacía...
ya, no saquen cuentas, ni le digan a mi hija (¿eh?). Bueno
como ya tenía permiso en mi casa, pues que no le cayó nada
bien que empezara a trabajar en una oficina, así que trató de
convencerme de que dejara ese trabajo, que si yo había
estudiado para Educadora que mejor me esperara hasta
encontrar una plaza; y pues así empezaron nuestras
desavenencias, hasta que la gota final fue que le dijo a mi
mamá que si era muy necesario el dinero que yo me ganaba, él
se lo daba para que no tuviera que ir yo a trabajar, y a mí me
dio opción: el trabajo o él, y ¿qué creen?, pues que hasta ahí
llego mi noviazgo de varios años.
Todo mundo pensaba (incluyéndome) que nos íbamos a
casar, pero no fue así. Y pues por algo pasan las cosas, fue
difícil, pero ¡prueba superada!, tardamos en recuperarnos pero
yo sí lo logré.
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Como les contaba, el chico del almacén no perdía
oportunidades, pero a mí me caía muy gordo, se dio cuenta de
que ya no tenía novio, pues que empieza más fuertes sus
atenciones y a los demás les decía que era lo mejor que me
había pasado, me decía que yo merecía algo mejor y así pasó el
tiempo… y el que me caía gordo pasó a otro nivel.
Ahora sé que como yo tenía mi autoestima en el suelo, pues
pensaba que ese chico guapo, sonriente y amable era
demasiado para mí, (decía que era como un príncipe, y azul) y
de verdad eso pensaba (y no es que no lo fuera, de lo que me
doy cuenta es de mi poca autoestima). Así que transcurrió el
tiempo y que se me declara y empezamos a salir y así muy
enamorada, tres años después me propuso matrimonio y
acepté, hicimos todos los trámites y con el consentimiento y la
alegría de nuestras familias, me pidió el 6 de junio
(cumpleaños de mi hermanito) y nos casamos el cinco de enero
de 1991.
Como estábamos construyendo (arriba, en casa de mis
papás) y con los gastos de la boda, no tuvimos viaje de luna de
miel. Pero no había problema, eso no empañaría nuestra
felicidad.
A los dos meses nos llevamos la sorpresa de que estábamos
embarazados. No sabía qué era lo que me llenaba la emoción,
la felicidad, el miedo, no sabía qué. El médico me confirma el
embarazo y pues que el 26 de octubre de ese mismo año llegó
la cigüeña a nuestro hogar con el pequeño príncipe azul, Jesús
Antonio. ¿Qué podría ensombrecer nuestra felicidad?
Antonio estaba fuera de la ciudad porque los médicos nos
habían dado una fecha y era casi un mes antes, y como ya se
había tardado en salir de viaje, pues se tuvo que ir, así que para
el día sábado que nació mi hijo no estaba, pero no pasaba nada,
hasta el lunes que me van a dar de alta, me informan que mi
bebé no va a salir porque está muy delicado.
El sábado desde antes de amanecer ya tenía los dolores de
parto y me llevaron a checar, me regresaron y seguían los
dolores, así que en la noche regresé pero para cuando me
atendieron mi bebé se había enredado en su cordón umbilical y
ya no se le escuchaba el corazón, rápido me pasaron al
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quirófano para operarme, pero no, mi bebé nació normal ahí en
el quirófano, normal aunque con complicaciones, defecó
dentro de mí, tomó líquidos y se le perforó un pulmoncito.
Así que no lo podían dar de alta y hasta entonces me
informaron de la situación. Yo me quería morir en ese
momento, de verdad, sólo la que sabe de dolores de los hijos,
entiende. No me quería retirar del área de incubadoras pero me
hicieron que me retirara, que sólo iban a recibir al papá a verlo
e informarle, así que con el dolor en el corazón o sin corazón
porque se quedaba ahí, me llevaron a mi casa, localizaron a
Antonio y llegó muy rápido.
Antes de retirarme, me dieron a firmar unos papeles por si
era necesario intervenirlo no perder tiempo en localizarnos. Mi
bebé duró diez días en la incubadora y nosotros vuelta y vuelta,
hasta que por fin un feliz día me dice la enfermera: pase a darle
su leche y si la tolera, tal vez mañana se lo pueda llevar. Y así
fue, al siguiente día ya venía con lo más precioso de mi vida
(Gracias, Dios, por tus bondades).
Pasaron los meses y me regresé a trabajar, mi mamá se hizo
cargo de mi bebé, todo era felicidad. Al cabo de los años, mi
mamá empezó a enfermar, no le encontraban nada malo, los
médicos le decían que era gastritis, colitis, infección, etcétera.
Y empezó a bajar de peso, a comer menos. Me recomendaron
un médico y la llevamos mi papá, mi bebé y yo.
La ausculta el médico y sin más examen viene y me dice
que mi mamá tiene cáncer y que no hay nada qué hacer. No lo
podía creer, por varios meses mi mamá se había estado
haciendo análisis, radiografías, estudios y nada; y este médico
sin ningún examen me dice que no hay duda que es cáncer, que
su estómago está hecho una piedra.
Me quise morir, no era posible, todo el mundo se me vino
encima, no lo podía creer, era una pesadilla, yo sola con el
médico recibiendo esta espantosa noticia, qué iba a hacer,
cómo le iba a decir a mi papá que estaba afuera con mi bebé,
cómo le iba a dar la noticia a mis hermanos, ¿cómo?
¿Cómo sobrevivir a eso, y con mi mamá, qué voy a hacer?
Le pido al médico que no le informe nada a ella, que de ser
posible hasta que los demás llegaran para tomar todos una
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determinación. Que si no tenía ni la menor duda, algún
examen, algo que nos diera una esperanza… se me hizo eterno
ese momento.
Me dice que no hay duda, que necesita hacerle una biopsia
solo para saber el grado en el que está, y que lo más
recomendable para él era darle calidad de vida, lo que le
restaba y que solo serían por máximo tres meses. Muerta en
vida salgo y le informo a mi papá y él dice que nos vayamos de
ahí que el doctor no sabe, que está equivocado, que nunca
debimos de haber ido a ese consultorio, que nos la llevemos;
estaba también deshecho, lo vi envejecer en ese momento, y
más era mi dolor de no poder hacer más por ellos.
Llegaron mis hermanos, uno a uno fue recibiendo la noticia,
no había consuelo para ninguno, no lo podían creer tampoco,
hablamos muchas más veces con el doctor y nos explicaba una
y otra vez la situación, que no había nada qué hacer, sólo
esperar y sobre todo darle calidad de vida en sus últimos
meses. Le conectaron una sonda por donde la alimentábamos y
ella con la esperanza de que cuando se le desinflamara el
estómago, el doctor lo iba a conectar otra vez y todo volvería a
la normalidad, así estábamos muertos en vida, delante de ella
hacíamos como si no pasara nada, pero no era cierto.
Renegué tanto de Dios y le decía: “¿Cómo, Señor, habiendo
tantas personas malas en el mundo, te llevas a mi madre, si ella
es el ser más bondadoso que hay en la tierra, cómo me vas a
dejar sola?”. Yo le pedía siempre que antes que cualquiera de
los dos me fuera yo, que no me diera ese dolor porque no
sabría cómo superarlo (ahora comprendo lo egoísta que era).
¿Cómo quería que mis padres sufrieran la pérdida de una
hija?, si así es inexplicable el dolor de perderla, ¿cómo sería
para ella este dolor? Decimos ahora, que tal vez ella fue más
inteligente que nosotros y que por no vernos sufrir ella siguió
siendo tan sonriente, tan fuerte y tan dedicada como siempre
porque nunca nos mostró si ella sufría o si realmente no le
dolía, y así llegó el negro día.
Desde la noche ella se empezó a sentir mal, me dijo que la
cambiara para que me fuera a dormir, que le dolía un poco su
estómago, que tal vez algo le había caído mal, que sentía como
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si trajera diarrea, pero que sólo la cambiara y me fuera a
dormir, pues yo en la mañana me tenía que ir a trabajar y que
no quería que faltara, que ya el licenciado me había tenido
demasiadas consideraciones al dejarme salir cada vez que ella
se sentía mal o tenía que ir a su consulta.
Pero cuando la cambié no era diarrea, era sangre, algo
dentro de ella se reventó, el médico ya nos había dado
indicaciones de lo que podía pasar. Pero aun así ella era fuerte
e insistía: “Vete a dormir, mi'jita, no me va a pasar nada”.
No me fui a dormir, me quedé a un lado de ella (a
regañadientes pero me quedé); por la mañana se sentía aún con
más dolor, ¡pero cómo es el amor de madre y de abuela! Ese
mismo día estaban operando a mi sobrino César, así que mi
hermana Alicia iba a ir más tarde y mi hermana Juany por la
mañana; cuando Juany llegó le platiqué lo que había pasado en
la noche y ella me pidió que no la dejara sola, “¿cómo se te
ocurre?, voy a ir por la doctora para ver qué nos dice”, la
doctora ya estaba enterada del proceso de mamá así que
cuando la checa dice que no sabe cómo es que mi mamá
todavía está tan lúcida si su corazón muy apenas palpita, que
palpita y se detiene, palpita y se detiene, que no sabe cuánto
tiempo p