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TEMA 2. LA EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA: LOS PRESOCRÁTICOS 3 1. NATURALEZA Y MATEMÁTICAS. LA ESCUELA PITAGÓRICA 4 2. NATURALEZA Y LOGOS. HERÁCLITO Y PARMÉNIDES 5 2.1. Heráclito 5 2.2. Parménides 5 3. NATURALEZA Y MECANICISMO. DE ANAXÁGORAS A DEMÓCRITO 6 3.1. Anaxágoras 7 3.2. Demócrito 7 REFERENCIAS 8

TEMA 2. LA EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA: LOS …tema 2. la explicaciÓn de la naturaleza: los presocrÁticos 3 1. naturaleza y matemÁticas. la escuela pitagÓrica 4 2. naturaleza

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TEMA 2. LA EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA: LOS PRESOCRÁTICOS 3

1. NATURALEZA Y MATEMÁTICAS. LA ESCUELA PITAGÓRICA 4 2. NATURALEZA Y LOGOS. HERÁCLITO Y PARMÉNIDES 5 2.1. Heráclito 5 2.2. Parménides 5 3. NATURALEZA Y MECANICISMO. DE ANAXÁGORAS A DEMÓCRITO 6 3.1. Anaxágoras 7 3.2. Demócrito 7 REFERENCIAS 8

Autor: Miguel Herreros IES Alhaken II, Córdoba

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Autor: Miguel Herreros IES Alhaken II, Córdoba

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TEMA 2. LA EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA: LOSPRESOCRÁTICOS

Puesto que la idea de naturaleza (physis) remite al principio (arché) y éste abarca las ideas de origen, sustrato y causa, no puede por menos de plantearse un serio interrogante: ¿Es posible que una única realidad o sustancia sea capaz de ejercer ella sola todas estas funciones? Los filósofos de Mileto —al igual que todas las filosofías monistas y panteístas de todos los tiempos— consideraron que sí es posible y establecieron un único principio o naturaleza. Tales de Mileto sostuvo que el principio es el agua; Anaximandro supuso que el principio no puede ser ninguna sustancia concreta de las que pueblan el universo ya que todas ellas proceden de aquél, y de ahí que denominara al principio ápeiron (lo indeterminado o indefinido); Anaxímenes, en fin, recurrió, al igual que Tales, a una sustancia determinada y afirmó que el principio es el aire, del cual todos los seres derivan a través de procesos de rarefacción y condensación. Un comentarista de Aristóteles, Simplicio (siglo VI d. de C.), nos ha transmitido las siguientes y preciosas líneas de Anaximandro: «La generación de los seres existentes tiene lugar a partir de aquello a que conduce su destrucción, como es justo y necesario. Y es que se indemnizan y pagan su castigo unos a los otros por su ofensa (o injusticia, adikía) de acuerdo con el orden del tiempo.» En estas líneas aparece poéticamente expresada la idea de que el universo constituye un proceso en que la destrucción de unos seres da lugar al surgimiento de otros seres opuestos y viceversa, así como la afirmación de que este proceso es necesario, ajeno a toda arbitrariedad, y regular, «según el orden del tiempo».

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1.NATURALEZAYMATEMÁTICAS.LAESCUELA PITAGÓRICA Los pitagóricos fueron, ante todo, matemáticos («los primeros que hicieron progresar las matemáticas», dice Aristóteles) y su dedicación a las matemáticas influyó decisivamente en su explicación acerca de la naturaleza (origen, sustrato y causa) de lo real. Observaron, en efecto, que múltiples propiedades y comportamientos de los seres reales pueden ser formulados matemáticamente y supusieron que todos los seres del universo —lo que son y su forma de comportarse— son formulables matemáticamente. Desde entonces la ciencia se ha beneficiado incesantemente de esta suposición, confirmándola una y otra vez.

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Desde entonces también esta dócil sumisión del universo a las matemáticas ha constituido un motivo de reflexión. ¿Por qué los seres del universo se acomodan a las matemáticas? Los pitagóricos consideraron como única explicación posible que los principios de las matemáticas son también los principios de los seres reales, y como los principios de las matemáticas son los números, afirmaron que los números constituyen la naturaleza del universo. A partir de esta afirmación se dedicaron a una doble tarea: de una parte, a asignar (por procedimientos en gran medida arbítranos) un numero a cada cosa; de otra parte, y puesto que los números son muchos, se preguntaron de qué están constituidos y de dónde proceden los números mismos (lo que equivalía a preguntar, según hemos visto, de dónde proceden en último término los seres reales). Los números—contestaban— proceden de dos elementos, lo par y lo impar. Los pitagóricos adoptaron de este modo una explicación no monista sino dualista de la naturaleza y llegaron a establecer una serie de oposiciones entre dos términos (par-impar, limitado-ilimitado, bueno-malo, luz-oscuridad, etc.), los cuales no son sino aspectos o concreciones de los dos principios originales propuestos. Tal vez —no lo sabemos— los pitagóricos antiguos se preguntaran si era posible reducir estos opuestos a un único principio original del que ambos procederían.

2.NATURALEZAYLOGOS.HERÁCLITOYPARMÉNIDES2.1.Heráclito Heráclito es tradicionalmente considerado como el filósofo que afirmo radicalmente que todo cambia y nada permanece, que el universo no es sino un continuo devenir en el que la ley de identidad —la identidad de cada cosa consigo misma— carece de vigencia, al estar todas las cosas sometidas a incesante transformación. De ser esto simplemente así, Heráclito habría negado los supuestos mismos de la explicación de Io real (lo permanente frente a lo cambiante, la unidad frente a la pluralidad, lo que es frente a lo que parece ser), estableciendo la absoluta irracionalidad de lo real. Esta interpretación de la filosofía de Heráclito no es falsa pero es, sin duda, unilateral. _Todo cambia, en efecto, pero el devenir no es irracional, caótico, ya que se realiza de acuerdo con ciertas leyes y proporciones. La Iey o logos interno del devenir universal constituye el verdadero principio explicativo del universo. El universo es fuego («este cosmos, el mismo de todos, no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno que se enciende conforme a medida y conforme a medida se extingue», fg. 30), la ley que rige el universo es la lucha de contrarios («la guerra es padre de todas las cosas y rey de todas las cosas, a unos lo hizo dioses y otros los hizo hombres», fg. 53), los contrarios constituyen, en último término, una unidad profunda («Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartazgo-hambre», fg. 67), la armonía que caracteriza al universo («armonía oculta», fg. 54) no es, en fin, una armonía estática sino el equilibrio dinámico de las tensiones entre los contrarios, una armonía tensa «como ocurre con el arco y con la lira» fg. 51. Al buscar el orden e inteligibilidad de lo real no en sus aspectos estáticos sino en su dinamismo, no en la identidad sino en la contradicción, en la lucha de contrarios, Heráclito vino a alumbrar por primera vez la dialéctica.

2.2.Parménides Parménides marca un hito decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. Su doctrina —por lo que al tema de la naturaleza se refiere— puede seguramente sintetizarse en las dos siguientes afirmaciones.

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a) A partir de una única realidad es imposible que surja la pluralidad, contra lo que afirmaban los milesios (y tal vez discutían los pitagóricos de su época, como hemos insinuado). En efecto, supongamos que originalmente existía solamente agua: ¿por qué no sigue habiendo sólo agua? Si solamente había agua, ésta no pudo generarse a partir de otra sustancia (que, por hipótesis, no había) ni puede tampoco transformarse en otra cosa o desaparecer (¿qué podría hacerla desaparecer o transformarse si nada hay aparte de ella?). Lo que no hay, ni había desde siempre, no puede, pues, originarse; lo que hay desde siempre no puede tampoco ser destruido. Lo que hay, es lo que es, el ente es, según Parménides, inengendrado, indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo, indivisible y esférico.

b) Junto a estas propiedades o características Parménides deduce también que lo que hay, lo que existe, ha de ser único, es decir, una única realidad.

Las consecuencias de estas dos afirmaciones son tajantes e ineludibles: si, por una parte, de una única realidad no puede surgir la pluralidad y si, por otra parte, la razón nos obliga a aceptar la existencia de una única realidad, no habrá mas remedio que declarar irracionales e ininteligibles el movimiento y la pluralidad. Parménides —dentro de las coordenadas de la explicación racional expuestas en el apartado anterior— elimina lo cambiante al afirmar lo permanente, elimina lo que las cosas parecen ser (múltiples y mutables) al afirmar lo que son (una única realidad), elimina la pluralidad al establecer la unidad, elimina, en fin, el conocimiento sensible sacrificándolo en aras de la razón. Esta visión monista de la realidad es, a juicio de Parménides, una exigencia necesaria de la razón, del logos. El razonamiento de Parménides recae sobre la noción abstracta de lo que existe, el ente, y se desarrolla en dos momentos sucesivos. En primer lugar, la razón se enfrenta con la disyunción: «¿existe o no existe (lo que existe)?» fg.VIII,15-16: ante esta disyunción ha de afirmarse necesariamente que lo que existe, existe, que el ente es. En segundo lugar, la razón se enfrenta con una nueva disyunción; «lo que existe, el ente, ¿existe, o bien existió o existirá pero no existe?»/ fg. VIII/ 20; la razón vuelve a afirmar necesariamente lo primero y excluye de este modo toda existencia pasada o futura pero no actual. De esta manera, se llega a las características de la realidad que anteriormente hemos señalado. En el razonamiento de Parménides, el logos recae sobre una noción formal y abstracta de ente, de realidad: formal, porque se atiende exclusivamente al juego lógico de esta noción; abstracta, porque en ella se prescinde de todos los aspectos diferenciadores de los entes reales.

La absoluta identidad de lo real consigo mismo llevó a Parménides a afirmar que la realidad es única, compacta, de forma esférica e inmóvil en majestuosa quietud. Por el contrario, Heráclito concibió lo real como resultado de un equilibrio dinámico, de lucha de contrarios, de tensiones opuestas «como un arco tenso» (fragmento 51).

3.NATURALEZAYMECANICISMO.DEANAXÁGORAS ADEMÓCRITO Después de Parménides no fue posible ya retornar a una explicación monista de la naturaleza, ya que aceptar como origen, sustrato y causa a una única realidad era condenarse a no poder explicar ni la pluralidad ni el movimiento. Surgieron, pues, las filosofías pluralistas de Empédocles, Anaxágoras y Demócrito.

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3.1.Anaxágoras Anaxágoras —al igual que todos los pluralistas— acepta como evidente el razonamiento parmenídeo según el cual ninguna realidad nueva puede originarse. Aceptado este principio, no le queda otro recurso que afirmar que todo existe desde siempre. Partículas diminutas de todas las sustancias existían y existen por siempre (en los hombres predominan las partículas de hombre, pero en realidad en el hambre —al igual que en el resto de los seres— hay partículas u homeomerías de todas las sustancias del universo: «todo participa de todo», dice Anaxágoras). Estas innumerables partículas se encontraban originalmente mezcladas en una masa compacta y maciza, sin intersticios ni separación alguna. Queda así explicado el origen de la pluralidad, pero ¿cómo se explica el movimiento? ¿Cómo empezó a moverse esta masa compacta originaria, de modo que las partículas fueran separándose y uniéndose para dar lugar a los distintos seres? Anaxágoras recurre a una causa exterior, el entendimiento, el nous, que imprimió a esta masa inerte un movimiento de remolino. El recurso por parte de Anaxágoras al Entendimiento abre perspectivas nuevas que más tarde serán recogidas por Platón y Aristóteles. En Anaxágoras aparece por vez primera de modo explícito la idea de Dios como principio rector del universo. Esto parecía llevar a una concepción del orden del universo como resultado de una inteligencia que actúa conforme a fines, de modo tal que el resultado de los procesos naturales sea siempre la consecución de lo mejor, de la máxima perfección y belleza. El entusiasmo con que Sócrates acogió la lectura de la obra de Anaxágoras nos es narrado en un diálogo de Platón, el Fedón, en que Sócrates recuerda: «Pues bien, en cierta ocasión oí la lectura de un libro de Anaxágoras en que se decía que es el entendimiento el ordenador y causa de todo. Una cosa tal me llenó de alegría y me pareció muy bien que el entedimiento sea la causa de todo. Y pensé que, de ser así, el entendimiento ordenador ordenaría todas las cosas y a cada una la dispondría de forma que alcanzase el estado más perfecto» (Fedón, 97b). Sin embargo, Anaxágoras apenas desarrolla este aspecto implícito en su cosmología, concediendo de hecho el papel fundamental en la construcción del universo al remolino y, por tanto, a fuerzas de carácter mecánico. En el mismo diálogo platónico expresa más adelante Sócrates la desilusión que Anaxágoras le produjo: «Pero, amigo, hube de abandonar mi maravillosa esperanza cuando, avanzando en su lectura, observé que este hombre (Anaxágoras) no echaba mano para nada del entendimiento, sino que recurría como causas al aire, al éter y a otras muchas cosas extrañas» (Fedón, 98b). La filosofía de Anaxágoras se halla, pues, entre el finalismo y el mecanicismo.

3.2.Demócrito Demócrito —con su maestro, Leucipo— ofreció una respuesta más audaz y más radical a Parménides. Acepta también como indiscutible la afirmación de Parménides, según la cual de una única realidad no puede originarse la pluralidad. Más aún, acepta que lo real ha de poseer las características establecidas por el razonamiento de Parménides: inengendrado, indestructible, inmutable, finito, compacto, homogéneo e indivisible. De la realidad parmenídea acepta, pues, todas las características menos dos: la esfericidad (hay átomos esféricos, pero los hay también de otras formas y figuras) y la unicidad. Según Parménides, no puede haber más que una única realidad. ¿Por qué? Supongamos que existen dos o más realidades, dos o más entes: por fuerza ha de haber alguna separación real entre ellos, ya que en caso contrario no serían dos sino una única realidad continua. Ahora bien, argumentaba Parménides, si entre ellos hay realmente separación, ¿qué es lo que se interpone entre ellos? No cabe contestar que se interpone algo real, pues volveríamos a la situación anteriormente descrita: no dos sino una única realidad

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continua. ¿Se interpondrá entre ellos algo no real? Pero algo que no es real, ¿cómo va a interponerse? Algo no real es algo que no es y, por tanto, no puede ni dividir ni interponerse. Es frente a este dilema donde se muestra la audacia intelectual de los atomistas. Entre la multitud de realidades (átomos) cuya existencia pretenden establecer se interpone ciertamente algo, el vacío. Los atomistas conceden gustosamente a Parménides que el vacío que separa los átomos no es real si por real se entiende la materia existente: únicamente los átomos son reales en este sentido y el vacío puede muy bien ser caracterizado como no-ente por Parménides. Pero, sin embargo, el, vacío es algo real si por real se entiende que efectivamente lo hay. Juntamente con los átomos, el vacío viene a formar parte de la naturaleza del universo. El papel desempeñado por el vacío es decisivo. No solamente hace posible la pluralidad, sino también el movimiento. Anaxágoras, como veíamos, había admitido una pluralidad de partículas originalmente mezcladas en una masa compacta. Al no admitir el vacío, estas partículas quedaban «aprisionadas» en la masa originaria compacta e inerte. Admitido el vacío/ por el contrario, los átomos pueden moverse libremente en él. La pregunta: ¿por qué y cómo se inició el movimiento?, tiene sentido en el caso de Anaxágoras (lo inició el Nous o Entendimiento), pero no tiene sentido ninguno en el atomismo: el movimiento no se inició en ningún momento, los átomos se mueven eternamente en el vacío. El atomismo de Leucipo y Demócrito alumbró definitivamente una concepción, un modelo mecanicista de la naturaleza llevado hasta sus últimas consecuencias: el universo no está presidido por plan alguno trazado por una inteligencia transcendente, ni existe tampoco finalidad inmanente que preste inteligibilidad a los procesos naturales. El universo es el resultado de una necesidad ciega y opaca que para el hombre viene a confundirse con el azar. El modelo mecanicista quedará como un modelo siempre disponible que, tras un largo período de oscurecimiento, volverá a resurgir con fuerza a partir de la Edad Moderna.

ReferenciasNavarro Cordón, J.M; Calvo Martínez. (1988). “El problema de la naturaleza en el

pensamiento griego: Modelos griegos de explicación de la naturaleza”. Historia de la filosofía. Madrid: Ediciones Anaya, pp. 22-28.