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TEMA 6 – METAFÍSICA
Etimológicamente, la palabra metafísica, que proviene del griego, significa
“más allá de la física” (como sabemos, la física es el estudio de la
naturaleza). Tradicionalmente, se acepta la historia de que fue Andrónico de
Rodas, seguidor de Aristóteles, en el siglo I a.C. quien acuñó este término.
Cuenta la leyenda que Andrónico, al ordenador los libros de Aristóteles, se
encontró con una serie de obras inclasificables, ya que no trataban cuestiones
ni de física, ni de lógica, ni de ética, ni de estética. Decidió colocar estos libros
a continuación de los libros de física. Esta decisión, aunque podría ser casual,
coincide con la temática de estos textos, ya que la metafísica estudia el ser
en tanto que es, es decir, en el sentido más amplio y abstracto posible. No
se dedica, por tanto, como las ciencias, a estudiar las particularidades de las
cosas concretas, sino la máxima generalidad que todas comparten: el ser.
Veamos qué dice sobre esto el propio Aristóteles leyendo un fragmento del
libro IV de la Metafísica:
«Hay una ciencia que estudia "al ser en tanto que ser" y lo que le
corresponde de suyo. Esta ciencia no se confunde con ninguna de las
llamadas ciencias particulares, pues ninguna de ellas considera en
general el ser en tanto que ser, sino únicamente una parte del mismo.
(...) En cambio esta ciencia investiga los primeros principios y las primeras
causas”. (...). Merece por ello ser llamada “filosofía primera”.»
Kant, en el S. XVIII señaló que la metafísica
se ocupa principalmente de 3 tipos de seres
y las cuestiones que implican su existencia:
el Mundo, Dios, y el Alma. Vamos a
introducirnos en la Metafísica a través de
estos tres problemas:
1. El problema del Mundo para los presocráticos
La primera pregunta que podríamos plantearnos en torno al Mundo es
simplemente la siguiente: ¿Por qué existe?, ¿por qué no más bien existe solo
la nada? A esta pregunta los distintos filósofos han dado diversas respuestas.
La primera pregunta que se plantearon los primeros filósofos
(presocráticos), fue cuál es la esencia de la realidad, es decir, qué es aquello
de lo que todo está hecho, o simplemente: ¿de qué está hecho el mundo?.
Otro problema que obsesionó a los primeros filósofos es ¿la realidad, en
esencia, está en movimiento, o es estática?
1.1 ¿De qué está hecho el mundo? El problema del arjé
La filosofía comenzó con la creencia de que detrás del caos aparente de
fenómenos que existen, subyace una permanencia oculta y una unidad,
discernibles por la mente, si no por los sentidos. Como ha señalados K. Popper
sobre el método filosófico:
"Parece haer hondamente enraizada en la mente humana una
tendencia a buscar algo que persista a través del cambio. En
consecuencia, el deseo de una explicación sólo parece satisfacerse al
descubrir que lo que parece nuevo y diferente existió siempre.
El objeto de estudio de los primeros filósofos podría definirse bajo la siguiente
fórmula: buscar algo permanente, estable, en medio del caos del cambio
constante y la multiplicidad de fenómenos; y creían que lo encontrarían
preguntándose: ¿De qué está hecho el
mundo?
Les pareció a los tres pensadores de
Mileto, Jonia, (Tales, Anaxímenes y
Anaximandro) que esa estabilidad hay que
buscarla en la substancia de la que está
hecha el mundo. Pero no es esta la única
respuesta posible. También puede suponerse que los componentes materiales
del mundo están en un constante flujo de decadencia y renovación, que son
diversos e incomprensibles, pero que el elemento permanente y comprensible
consiste en su estructura o forma; esto último fue lo que propuso Pitágoras.
En la misma Grecia, tuvieron su vez los defensores de la forma contra la
materia.
•El arjé como materia
¿De qué está hecho el mundo? Tales de Mileto dijo que era agua, o
humedad, respuesta que puede apuntar a toda clase de posibilidades
interesantes, si no fuera porque apenas si conocemos algo más de sus ideas y
sólo podemos hacer conjeturas sobre qué le llevó a esta conclusión. La
explicación más obvia parece sugerir que el agua se presenta a los sentidos
en las tres formas de sólida, líquida y gaseosa, como hielo, agua y vapor.
Aristóteles, sin embargo, sugiere algo muy diferente, y es la idea de vincular
el agua a la idea de la vida.
El pensamiento de Anaximandro presenta ya cierta sutileza. Consideraba
este mundo como una concurrencia
de cualidades opuestas que
mantienen entre sí constante guerra.
Cuatro de esas cualidad- caliente y
frío, seco y húmedo- son primarias. El
proceso del mundo es cíclico. El calor
del sol seca el agua, y el agua apaga
el fuego. Ahora bien, puesto que lo
esencial de esas cualidades es su
mutua oposición, se sigue de ahí que la substancia primaria del universo no
puede ser caracterizada por ninguna de ellas. Por consiguiente, si todo fuese
originariamente agua, o "humedad", no podría haber ni calor ni fuego, puesto
que el agua no engendra fuego, sino que lo destruye. Por eso Anaximandro
imaginaba el primer estado de la materia como una masa indiferenciada de
enorme extensión, en la que los elementos antagónicos aún no estaban
diferenciados, aunque los contenían en sí de una forma latente o potencial, en
completo fusión. Le llama el ápeiron, palabra que significa “sin límites”.
Aquella masa originaria estaba en incesante movimiento, y, como
consecuencia de éste, en algún momento y y lugar, dichas substancias
opuestas empezaron a separarse, de donde se originó la simiente o germen
del mundo. De allí, la formación del sol, la luna, las estrellas, y la tierra.
De Anaxímenes, tercera figura de la
escuela milesa, tenemos una nueva
substancia considerara como
substancia primaria. Es el aire (en
griego aer). En su estado natural es
la atmósfera invisible; pero puede
condensarse en niebla y agua, y aun
en substancias sólidas, como la tierra
y las piedras. Cuando se enrarece, se
calienta y se convierte en fuego. También sostenía que el aire es el principio
de la vida. “Nuestra alma es aire, más caliente que el aire que nos rodea,
pero más frío que el del sol”.
Otro filósofo que identificó el arjé de la
physis con un elemento material fue
Demócrito, creador de la teoría
atomista. Éste no pertenecía a Jonia
(como los filósofos anterioroes), sino a
Abdera . Formuló la brillante conjetura
de que el fundamento de la realidad
natural eran diminutos cuerpos sólidos, demasiado pequeños para ser
percibidos por los sentidos, que chocan entre sí y se rechazan en un
movimiento incesante a través del espacio ilimitado. Estos elementos
indivisibles (atomoi) substancialmente eran iguales, pero diferían en tamaño,
forma y posición. Estas propiedades por sí solas, junto con los movimientos y
distancias que guardan entre sí, bastan para explicar todas las diferencias que
nuestros sentidos nos revelan del mundo.
De esta suerte, toda substancia se reduce a substancia material, incluso
las almas, compuestas por átomos más sutiles y perfectamente esféricos,
volátiles y movibles. Los átomos se mueven en el espacio vacío de forma
azarosa, produciendo colisiones, las cuales son las causas de las mezcolanzas
y combinaciones que conforman los objetos que podemos percibir por los
sentidos. Solo hay átomos y vacío.
•El arjé como forma
El mundo para Pitágoras es divino, bueno y un todo único, y esto se debe a
que es limitado, y obedece a un orden en las relaciones de sus diversas
partes. La regularidad de los fenómenos naturales, creyó Pitágoras, apoyaba
esta teoría. Los días suceden a las noches y las estaciones a las estaciones en
orden debido e invariable. Las giratorias estrellas, además, también ofrecen
un movimiento circular eterno y perfecto. En suma, el mundo puede ser
llamada kosmos, palabra griega que combina las ideas de orden,
correspondencia y belleza.
Su descubrimiento más
importante lo realizó en el
campo de las matemáticas al
descubrir que los intervalos de
la escala musical podían
expresarse aritméticamente
como las razones entre los
números 1,2,3 y 4. Estos número sumados dan 10, número perfecto para los
pitagóricos, que combinada su visión matemática y mística. Esto se ilustra
gráficamente en la figura tetraktys. Este hallazgo fue extrapolado al conjunto
del universo, concibiéndolo como sometido a un principio rector numérico,
capaz de crear orden y armonía. En esto difiere esencialmente de la filosofía
de los anteriores pensadores, y nos da derecho a llamarla una filosofía de la
forma, por oposición a la de la materia. Según esta visión, cada cosa
particular es lo que es no por sus elementos naturales, sino por la proporción
en que estos elementos se combinan; así queda la estructura, la forma o
proporción, como lo esencial que hay que descubrir para comprender qué es
realmente la naturaleza. “Las cosas son números” decía Pitágoras.
1.2 ¿Se mueve la realidad o es estática? El problema del movimiento
•El mundo es devenir
Heráclito, quien ya en la Antigüedad mereció los sobrenombres de “El
Oscuro”, y “El Adivinador”, fue un hombre de pensamiento enigmático,
críptico, quien gustaba de frases oraculares, más que expresar su
pensamiento en una argumentación paciente y continuada.
Rechazaba el ideal pitagórico de un mundo
pacífico, armonioso y ordenado, diciéndo que
“la guerra es la madre de todas las cosas” y que
“la lucha es justicia”. Hasta entonces los
filósofos habían buscado la permanencia y la
estabilidad, pero no hay, decía Heráclito, un
mundo estancado y quieto. Todo lo que vive, vive por la destrucción de otras
cosas. La base del equilibrio es la lucha que es buena en sí misma, puesto que
es la fuente de la vida. “El mundo es un fuego eterno, que se enciende y se
apaga conforme a medida”. Este fuego proporciona un símbolo perfecto de la
naturaleza: lucha y transformación. La realidad así concebida es un constante
devenir, donde nada esta quieto, ni tiene una identidad fija e inmutable:
“Todo fluye, nada permanece”
•El mundo es estático e inmutable
Concepción diametralmente opuesta a
la de Heráclito la encontramos en
Parménides, después del cual toda la
filosofía griega no podrá ya ser lo que
había sido, porque todos, incluso
Platón y Aristóteles, advertían que
había que tenerle en cuenta, y digamos, apaciguar su sombra o espíritu. Para
Parménides, el movimiento era imposible, y el todo consistía en una
substancia simple, inmóvil e inmutable. Parménides llegaba a esta conclusión
extraordinaria mediante un proceso mental no menos extraordinario. Veamos
cómo procede su argumentación:
Los filósofos jonios habían dicho que el mundo era una cosa, pero que se
convertía en muchas. Mas, preguntaba Parménides, tiene algún significado
real la expresión “convertirse en”. ¿Cómo puede decirse que una cosa
cambie, como vosotros decís, por ejemplo, que el aire se convierte en agua o
en fuego? Cambiar significa convertirse en lo que no es, pero decir de lo que
es que no es, es mentir sencillamente. Lo que es no puede no ser algo,
porque no ser significa desaparecer de la existencia. Entonces ya no sería lo
que es. De aquí se siguieron extrañas consecuencias, como que todo cambio
y todo movimiento eran irreales. Las famosas paradojas de Zenón (su
discípulo ) se diseñaron en este sentido.
Todo lo que los hombres creen conocer acerca del universo, todo lo que
piensan, oyen y sienten, es pura ilusión. Solo la mente, a través del
razonamiento, puede alcanzar la verdad, y los sentidos, al mostrarnos un
mundo de cambios y movimiento, nos engañan.
2. El problema de Dios
2.1 Posturas principales:
– Sí existe, y dentro de este grupo hay tres posturas: Teísmo, Deísmo,
Panteísmo
– No saber si existe o no existe; esta postura se llama agnosticismo
– No existe; esta postura se llama ateísmo
2.1.1 Dios sí existe
TEÍSMO: se entiende generalmente como la
creencia en deidades, o la creencia en un Creador
del universo que está comprometido con su
mantenimiento y gobierno. Este dios (o dioses)
procura el universo, pero lo trasciende, quiere decir,
está más allá de él, fuera de él. Dios no es el universo.
Esta teoría, por lo tanto, afirma que hay un Dios y que este presenta unas
características o cualidades esenciales. La principal es que es personal.
Además, este Dios o dioses adoptan un rol ético o moral (es decir, aplican las
categorías de Bien y Mal). Dios juzga a los seres humanos en función de su
comportamiento y premia o castiga según corresponda, normalmente
después de la muerte del cuerpo.
DEÍSMO: afirma que hay un Dios, pero este Dios no
presenta las características introducidas por el
teísmo. Este Dios no es personal, sino impersonal,
por lo que está desprovisto de moral y su creación
del mundo o universo no atiende a una razón.
Acepta el conocimiento de la existencia y la
naturaleza de un Dios (o más dioses), a través de la razón y la experiencia
personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes de las
religiones teístas como la revelación directa, la fe o la tradición. En general,
un deísta es aquel que se inclina a aseverar la existencia de un Dios supremo,
pero no necesariamente practica una religión, y niega la intervención divina
en el mundo.
Se trataría de un Dios entendido como causa
mecánica del todo. A este Dios no se le reza,
porque no escucha. No porque no quiera escuchar,
sino porque no tiene esa característica al no ser
personal. Por eso, desde aquí tampoco tiene
sentido preguntarse si es un Dios bueno o malo.
Simplemente es el que es: la causa del universo.
Utilizan la analogía de las divinidades como reloj, o la idea de un Dios
cósmico. El Universo sería el gran reloj cuyo funcionamiento se ajusta a unas
leyes establecidas, donde determinados acontecimientos se desarrollan en
función a su propia naturaleza, pero no pueden ser alterados por sus
creadores.
PANTEÍSMO: afirma que todo cuanto hay es Dios; es una concepción del
mundo y una doctrina filosófica según la cual el universo, la naturaleza y la
deidad que llaman Dios son equivalentes. El panteísmo no estipula a un ente
como dios, sino que la ley natural, la existencia y el universo (la suma de todo
lo que fue, es y será) se representa por medio del concepto teológico de lo
que las religiones llaman «Dios».
En el teísmo se enfrentan dos términos: «dios» y
«mundo», esto quiere decir, que no son lo mismo,
que Dios no es el Mundo. El panteísmo procede a
identificarlos, (esto quiere decir que establece
que son idénticos, que entre ellos hay identidad).
Dios no está fuera del Mundo, ni dentro de él, Dios es el Mundo.
2.1.2: No puedo saberlo o no existe
AGNOSTICISMO es la postura que considera
que los valores de verdad de ciertas
afirmaciones — especialmente las referidas a la
existencia o inexistencia de Dios, además de
otras afirmaciones religiosas y metafísicas—
son desconocidas o inherentemente
incognoscibles, es decir, imposibles de conocer.
Se diferencia del ateísmo en que este es el la
no creencia en dioses, mientras que el agnosticismo es la mera suspensión de
la creencia.
El agnosticismo es la postura filosófica que afirma
que la humanidad carece de los fundamentos
racionales necesarios para justificar cualquier
creencia: «Dios existe» o «Dios no existe».
ATEÍSMO es el rechazo a la creencia en la
existencia de una o más deidades. El término ateo
proviene etimológicamente del griego, significa ‘sin
dios(es)’. Las primeras personas en identificarse a
sí mismas con la palabra «ateo» vivieron en la Ilustración durante el siglo XVIII
(aunque ya en la antigua Grecia hubo concepciones ateístas, como la de
Demócrito). La Revolución francesa, notable por su "ateísmo sin precedentes",
presenció el primer gran movimiento político de la historia en abogar por la
supremacía de la razón humana. El desarrollo de las ciencias en el
Renacimiento también contribuyeron a su desarrollo.
2.2 Argumentos principales
Tanto unas posturas como otras han sido defendidas racionalmente por
muchísimos filósofos a lo largo de la historia, que han considerado que la
existencia de Dios no es una mera cuestión de fe, sino también de razón, es
decir, que nuestro conocimiento de la realidad puede ayudar a decidir si Dios
es un ser realmente existente o por el contrario no lo es.
2.2.1: A favor
El Argumento Ontológico
El argumento ontológico
es un argumento filosófico
a favor de la existencia de
Dios propuesto por
Anselmo de Canterbury en
1078 en su obra
Proslogion. Anselmo definió a Dios como «aquel del que nada más grande
[que él] puede ser pensado», y argumentó que este ser debe existir en la
mente, incluso en la mente de la persona que niega la existencia de Dios.
Sugirió que, si el mayor ser posible existe en la mente, también debe existir
en la realidad. Si solo existe en la mente, entonces un ser aún mayor debe ser
posible: uno que existe tanto en la mente como en la realidad. Por lo tanto,
este ser más grande posible debe existir en la realidad.
Argumento cosmológico
Fue defendido por Tomás de Aquino (1220-1274) y en una
versión relativamente parecida, 1500 años antes, por
Aristóteles. Sostiene que todo lo que existe tiene una causa
que, a su vez, tiene otra causa, y así sucesivamente
remontándose hasta llegar a la conclusión de que debe
haber una causa primera que explica toda la realidad, y que
es Dios.
Una variación del argumento creado después de la teoría del Big Bang, dice
como sigue:
1.Todo lo que comenzó a existir tiene una causa.
2.El universo comenzó a existir, es decir, tiene un origen.
3.Por lo tanto el universo tiene una causa (Y la causa incausada es Dios).
El consenso de los científicos contemporáneos sobre la edad del Universo es
de unos 13 798 ± 37 millones de años. Bertrand Russell critica esta prueba de
la existencia de Dios atendiendo al concepto de causa: “Si todo tiene que
tener una causa, entonces Dios tiene que tener una causa. Si puede haber
algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios”.
Argumento teleológico ( del diseño)
El argumento del diseño (también conocido como argumento teleológico),
considera que la complejidad las leyes del universo, las características de los
seres vivos y su adaptación al medio en el que viven es una prueba de la
existencia de Dios. Los órganos de los seres vivos, por ejemplo, cumplen una
finalidad, por lo que parece lógico considerar que han sido diseñados por un
ser inteligente. Igual que si encontrásemos un reloj en una playa desierta
deduciríamos que tendría que haber un relojero que lo haya creado, ante la
complejidad de la naturaleza y de los órganos tan sofisticados como (por
ejemplo) un ojo, tiene que concluirse que existe un ser superior que ha creado
todo lo que existe.
Dentro de las distintas variaciones el argumento básico es como sigue:
1.X es demasiado complejo como para haber ocurrido al azar
2.Por lo tanto X debe de haber sido creado por un ser inteligente.
3.Dios es el único ser inteligente que ha podido crear X.
4.Por lo tanto Dios existe.
Este razonamiento, al menos para el mundo
biológico, hoy en día está desacreditado ya que
la teoría de la selección natural de Darwin es
capaz de explicar la estructura y las
complejidades de los seres vivos sin tener que
recurrir a un diseñador inteligente.
Sin embargo, tenemos el caso de Anthony Flew, un ateo radical, que al final
de su vida admitió que Dios tiene que existir porque la cantidad de
racionalidad del universo es imposible que surja por azar, es increíblemente
improbable. En el universo hay una serie de constantes físicas (carga del
electrón, constante de gravitación universal...) que están perfectamente
ajustadas de manera que pueda existir la vida y cualquier ligerísima variación
en cualquiera de las constantes del universo haría que fuese imposible, ya no
solo la vida, sino incluso la materia. No resulta probable que una disposición
tan cuidada de las leyes del universo haya surgido casualmente.
Normalmente, este argumento se suele rebatir también con el argumento del
mal diseño o argumento disteleológico
Se basa en el siguiente razonamiento:
- P1: un dios creador omnipotente, omnisciente y omnibenevolente crearía
organismos con un diseño perfecto.
- P2: los organismos tienen características que hacen que no sean perfectos.
- C: o bien dios no creó esos organismos o bien no es omnipotente,
omnisciente y omnibenevolente.
Ejemplos de este diseño imperfecto serían, por ejemplo, en el ser humano la
existencia de fallos en el diseño corporal, como la posibilidad de los
embarazos ectopicos (en las trompas de falopio), la estrechez de las caderas
comparadas con el bebé (que causa dolor o, si no hay cesárea, incluso la
muerte de la madre), la existencia del apéndice (que se inflama y puede ser
mortal), que la faringe se use para comer y respirar a la vez (con el
consguiente riesgo de atragantamiento y asfixia), la existencia de muelas del
juicio, el punto ciego del ojo humano, etc. En otros animales hay similares
problemas de diseño. En definitiva, si la existencia de un mundo de acuerdo a
un diseño prueba la existencia de un diseñador, entonces la existencia de
fallos en este diseño prueban la existencia de fallos en el diseñador.
David Hume critica este argumento diciendo :
Si el universo requiere ser diseñado, entonces la mente que lo diseñó
tiene que poseer al menos el mismo nivel de diseño y por lo tanto
requerir de un diseñador que también haya sido diseñado y así
sucesivamente ad infinitum. De manera alternativa, si Dios el diseñador
puede ser autónomo, ¿por qué no entonces también el universo?
2.2.2. En contra
Dios y el problema del mal
Uno de los principales argumentos que se suele utilizar para cuestionar la
existencia de Dios es el problema del mal. Si Dios es como dice el teísmo,
entonces por qué existe el mal. ¿Por qué Dios no lo previene? O no quiere o
no puede. Si no quiere no es un Dios benévolo, si no puede no es
omnipotente. La existencia del mal demuestra que sus atributos son
incompatibles.
Podríamos resumir el argumento así:
1.Si una deidad omnipotente,
omnisciente y omnibenevolente
existe, entonces el mal no
existe.
2.Hay maldad en el mundo.
3.Por lo tanto una deidad
omnipotente, omnisciente y
omnibenevolente no existe.
Es decir, si Dios existe y es justo, ¿por qué el mundo está tan lleno de
injusticia? ¿Por qué ocurren cosas malas a la gente que no las merece? La
respuesta parece evidente: Dios no existe, o si existe entonces o no es justo,
o no le importamos o no puede evitarlo. En cualquiera de los casos, no es el
Dios teísta.
Para entender el problema del mal, antes tenemos que ver qué entendemos
como mal. En principio, hay dos tipos diferentes de mal en el mundo:
– El mal moral: es el mal causado por las decisiones libres de personas.
Violar a alguien, matar a alguien, arruinar a alguien, humillar a alguien.
– El mal natural, por otra parte, se refiere al dolor y sufrimiento causado
por los acontecimientos de la naturaleza, no por seres humanos. Un
naufragio en el mar, un accidente aéreo, una plaga como la peste, un
terremoto, etc.
Muchos teólogos y filósofos han intentado explicar la existencia del mal
haciéndolo compatible con la existencia de Dios. Uno de ellos, Agustín de
Hipona (San Agustín), argumenta dos razones por las que Dios no es
responsable del mal.
–Primero, que el mal no existe. Simplemente es privación de bien. Igual
que la oscuridad no es nada en sí, sino la ausencia de luz. Podemos
hacer una linterna que de luz, porque la luz es algo, pero no podemos
hacer una linterna que cree oscuridad, porque la oscuridad no es nada
en sí mismo. Pues bien, el mal no es nada en sí mismo, llamamos mal a
la ausencia de bien. Así, Dios no es responsable de haber creado el mal,
porque el mal no es algo que pueda ser creado en absoluto.
–Segundo, el mal que percibimos se debe a las acciones llevadas a cabo
por nuestro libre albedrío, nuestra capacidad para elegir nuestros actos
de acuerdo con nuestra voluntad. Dios nos otorgó esta cualidad y lo que
hagamos con ella es responsabilidad nuestra.
En cualquiera de los casos, estos dos argumentos se refieren al mal moral.
¿Qué pasa con el otro? El mal natural no se puede explicar de la misma
manera que los asesinatos o las violaciones. Ningún libre albedrío podría
evitar que ocurriese un tsunami que termina matando a cientos de miles de
personas.
Algunos filósofos, como Leibniz, han argumentado que vivimos en el mejor
de los mundos posibles. Que Dios no
podría haber creado un mundo mejor que
el que existe. Que el mal natural es
simplemente una parte necesaria de este
mundo, el mejor de los posibles. Por
ejemplo, los terremotos son causados por
los movimientos de las placas tectónicas.
Pero esos movimientos son esenciales para
el funcionamiento del llamado ciclo del carbono, sin ellos, las formas de vida
basadas en el carbono (como nosotros) no podrían existir en este planeta.
Simplemente, dice Leibniz, vivimos en la mejor combinación de ventajas y
desventajas.
Todos estos argumentos, en principio, no afectan a las concepciones deístas o
panteístas. Solo a aquellas que creen e dioses personales, omnipotentes,
omniscientes y buenos.
Crítica a los argumentos ad ignorantiam
Critican la idea de la creencia en algo desconocido e indemostrable, en que
utilizar la falta de evidencia refutatoria como prueba de la existencia de una
deidad es absurdo, es decir, que no se pueda demostrar que no existe Dios no
prueba que exista. Tratan de desmontar la idea de que es al escéptico/ateo a
quien corresponde demostrar la inexistencia de Dios.
Un resumen de esta postura sería un argumento conocido como la Navaja de
Hitchens que dice:
Es decir, no es necesario probar la no-
existencia de cosas de las que no se aportan
pruebas. La carga de la prueba en un debate
recae en quien realiza la afirmación y si este
no la sustenta, entonces el oponente no tiene
necesidad de refutar una afirmación sin
respaldo.
Críticas al Dios de los vacíos
El Dios de los vacíos (también conocido como Dios de los huecos o Dios tapa-
agujeros) es un tipo de crítica que se le hace a las perspectivas teológicas en
las que los huecos o lagunas en el conocimiento científico son esgrimidos
como evidencia o prueba de la existencia de Dios.
El "dios de los vacíos" a menudo se usa para describir el declive de las
explicaciones religiosas de fenómenos físicos, a la luz de las cada vez más
exhaustivas explicaciones científicas. Podemos citar como ejemplos las
descripciones primitivas de los fenómenos y objetos físicos (el sol, la luna, las
estrellas, los truenos y los relámpagos) que eran dioses u obra de dioses. A
medida que la ciencia ha encontrado explicaciones a través de la astronomía,
la meteorología, la geología, la cosmología y la biología, la "necesidad" de un
dios para explicar dichos fenómenos se ha reducido progresivamente porque
le quedan vacíos en el conocimiento cada vez más pequeños. En principio, si
la ciencia avanza lo suficiente, todos aquellos vacíos que explica Dios irán
siendo sustituidos por ella.
En definitiva, con la expresión “dios
de los vacíos” se critica la tendencia
de los creyentes a situar a Dios en
aquellos lugares que la ciencia no ha
explicado aún, de tal modo que el
espacio de Dios es más pequeño cuanto más crece la capacidad de explicar el
universo por parte de la ciencia. Como la ciencia ya ha probado incontables
veces que cosas que se atribuían a Dios eran en realidad procesos naturales
que se podían explicar por medio de la ciencia, podemos esperar que al final
todos los problemas que hoy utilizan a Dios como explicación sean finalmente
resueltos por la ciencia, como ha ocurrido con tantos hasta ahora.
3. El problema del alma: LO FÍSICO Y LO MENTAL
3.1 ¿Qué es lo que hay?
Una de las preguntas fundamentales de la
filosofía es, ¿qué es lo que hay? ¿Qué tipo de
entidades componen la realidad? En general, se
suele considerar que en el mundo existen las
cosas físicas, materiales, pero también otras
muy diferentes que se llaman mentales.
Propiedades de lo físico y lo mental
Lo físico es:
Espacial:
Extenso: sus partes ocupan espacios
diferentes.
Localizado: tiene sentido decir está ahí y
no allí.
Relaciones espaciales: lo físico puede
estar junto a, a la derecha de, etc.
Se conoce a través de los sentidos
externos: Órganos: al menos se
experimentan como tales – ojos, nariz, piel
Falibles: puedo equivocarme en “este
papel es naranja”.
Se presenta como siendo algo más que
lo estrictamente presente. Por ejemplo,
una mesa tiene partes que no puedo ver.
Puede ser al margen de que nadie lo
perciba.
Intersubjetivo: Es accesible para otros igual
que lo es para mi.
Determinado, sigue las leyes de la física.
Lo mental es:
Inespacial:
Inextenso: sus partes no ocupan lugar.
No localizado: no tiene sentido decir ahí y allí
de ello.
No mantiene relaciones espaciales.
Se conoce con los sentidos internos:
¿No-órganos?: No se perciben como tales.
Infalibles: no puedo equivocarme en “veo
este papel naranja”.
Se presenta como la totalidad de lo que
es. Un pensamiento no parece tener partes a
las que no puedo acceder.
Debe ser vivido/percibido por alguien
Subjetivo: mis vivencias son accesibles sólo
para mi. Nadie puede sentir mi dolor.
Libre, puede decidir.
Como vemos, tenemos en principio dos realidades completamente distintas,
que se diferencian prácticamente en todas sus propiedades. ¿De qué está
hecha la realidad entonces? ¿De qué está hecho el
ser humano? En general, se han dado dos tipos de
respuestas:
– Los dualismos: que sostienen que la realidad y
el ser humano están hechos de ambas
realidades, que tenemos una parte física y otra
mental. Por ejemplo, todas aquellas
concepciones que consideran que somos
cuerpo y alma, o que además de tener un
cerebro tenemos una mente o consciencia que
no es estrictamente física.
–Los monismos: que sostienen que la realidad se compone de una sola
entidad, y que la otra es aparente, una ilusión, un equívoco. Los
materialismos por ejemplo, afirman que no existe tal cosa como lo
mental o, desde luego, el alma. Todo lo que hay es materia y relaciones
entre la materia, nada más. También estaría aquí el espiritualismo de
Berkeley.
3.2 Dualismo
Los dualismos sostienen que los seres humanos somos unos seres
compuestos de dos partes esencialmente diferentes, irreductibles entre sí y
totalmente independientes. La propuesta dualista explica que el ser humano
es un ser que existe en dos realidades diferentes a la vez porque está
compuesto de partes de esas dos realidades.
Por ejemplo Descartes afirmaba que el hombre era el conjunto de una res
cogitans (una sustancia que piensa) y una res extensa (una sustancia
material, que ocupa un lugar). La tradición cristiana habla de cuerpo/carne y
alma/espíritu. Hoy en día, toda la ciencia que estudia lo mental y lo diferencia
de los procesos cerebrales sostiene un dualismo.
3.2.1El problema del dualismo: la interacción
Los dualismos se enfrentan sin embargo, a un
problema de suma importancia para la
metafísica, el llamado problema de la
interacción: ¿interactúan esas dos realidades? Y
de ser así, ¿cómo? Parece evidente que, de algún
modo, ambas realidades interaccionan o, al menos, guardan una correlación
muy precisa. Cuando deseo levantar un brazo, me basta con un acto de mi
voluntad para moverlo en la dirección que deseo y, a la vez, si algo toca mi
brazo tendré una sensación de ello.
Parece que, en general lo físico puede provocar efectos en lo físico, como
unas bolas de billar pueden hacer mover a otras en una partida. No parece
que haga falta explicar filosóficamente por qué lo físico puede causar efectos
en lo físico, de eso ya se ocupan las ciencias. Tampoco parece necesario
pensar cómo lo mental puede provocar cambios en lo mental, por ejemplo,
cómo unas ideas pueden provocar que aparezcan otras. Sin embargo, la
explicación dualista, considera al ser humano compuesto por ambas
realidades (recordemos: independientes, irreductibles y con características
opuestas y radicalmente diferentes). ¿Cómo interaccionan, pues? ¿Cómo es
posible que realidades absolutamente diferentes provoquen cambios la una
en la otra? Esto se conoce como el problema de la interacción, y es, de largo,
uno de los que propició los respuestas más curiosas (y graciosas) de la
historia de la filosofía.
3.2.2: Propuestas de solución al problema de la interacción
•Descartes y el Interaccionismo:
Los estados mentales interaccionan
causalmente con los estados físicos. Esta
es la versión que más satisface al sentido
común, ya que puede explicar cualquier
evento de la vida diaria, por ejemplo:
Huelo (mundo físico) una cierta comida
que me gusta mucho, eso despierta
hambre en mí y las ganas de comer el
alimento (mundo mental) y hace que me pare y entre (mundo físico) en la
tienda de la que sale el olor. Pienso (mundo mental) en levantar mi brazo
(mundo físico) para rascarme y en efecto lo consigo. El problema de esta
versión es: ¿cómo interactúan? ¿Cuál es el punto de
conexión entre lo físico y lo mental? ¿Cómo se
puede producir ese salto? Descartes trató de
explicar que esto se produce en la glándula pinneal,
en el cerebro (en aquella época no se conocía la
función que tenía). La glándula pinneal sería como
una especie de antena para el alma, permitiendo
que esta afecte al cuerpo y que a su vez el cuerpo
le afecte a ella. Localizar el centro de la interacción en un punto en el cerebro,
sea el acertado o no, no soluciona la cuestión, ya que lo único que hace es
conferir a un punto físico concreto cualidades mentales sin explicar cómo se
produce esto.
•Leibniz y el Paralelismo:
Visión sostenida por Leibniz, que creía que la interacción entre las substancias
era un absurdo pero que ambas realidades diferentes existían pese a todo. Su
solución consiste en decir que Dios ha creado el mundo como un mecanismo
perfecto en el que hay una armonía pre-establecida de tal modo que sólo
parece como si hubiera interacción causa-efecto, cuando en realidad lo que
hay es una concordancia en dos planos de realidad paralelos. Si trato de
levantar el brazo, no se produce efecto alguno, y resulta que mi brazo se
levanta en ese momento sólo porque Dios así lo ha establecido cuando creó el
universo .
Esta teoría no presenta problemas de interacción porque no existe, pero
requiere creer en la existencia de Dios y de uno especialmente implicado en
el diseño de devenir eterno.
•Malebranche y el Ocasionalismo:
Teoría sostenida por Malebranche, que
compartía con Leibniz la crítica al
interaccionismo. No tiene sentido que lo
físico cause efectos en lo mental ni
viceversa (al tratarse de dos sustancias
radicalmente distintas), pero es verdad
que tenemos la experiencia de que lo
mental puede causar en lo físico y
viceversa. Así pues, la solución de Malebranche es que esta causación (sea en
la dirección que sea) la produce un acto divino en cada ocasión particular.
Cuando ejerces tu voluntad, en realidad no produces efecto alguno en tu
cuerpo; en cambio, todos los efectos vienen causados directamente por Dios.
Por lo que cada vez que intentas hacer algo , Dios ahí que va y lo hace. Así, si
intentas levantar un brazo, no ocurre nada, pero llega entonces Dios y lo
levanta. Y si algo físico afecta a tu cuerpo, y eso genera en ti una sensación o
un pensamiento, Dios ha empleado esa ocasión para crear en ti esa sensación
o idea.
Esta teoría salva los problemas del interaccionismo permitiendo la interacción,
pero requiere de un Dios, y además de uno particularmente atento y
dispuesto a intervenir en él a cada instante en innumerables sitios
simultáneamente.
•Epifenomenalismo:
Esta es la visión de todos aquellos dualistas que creen en una explicación
puramente física del funcionamiento del cerebro, pero consideran que la
conciencia tiene características irreductibles a lo físico. Todos los estados
mentales están causados por eventos físicos pero, por su parte, los estados
mentales no tienen consecuencias físicas. Los estados mentales son como
callejones sin salida.
La conciencia que tenemos de nuestras acciones o decisiones no es la causa
de las acciones o decisiones, la causa de esas cosas está en la actividad
cerebral subyacente, que produce esos fenómenos mentales. La mente
simplemente es un efecto secundario que surge del características como la
complejidad neuronal de nuestro cerebro. Lo mental sería así como un
espectador en un cine, que ve cosas sobre las que no tiene poder alguno de
acción. Lo físico ocurre según sus leyes y parte de ello genera sub-productos
mentales que son irrelevantes para el devenir del mundo físico.
Esta teoría se encuentra con dos problemas: el primero, la interacción ahora
no es bidireccional, pero sigue habiéndola y debe ser explicada igual que en el
caso del interaccionismo; el segundo, que parece desafiar el sentido común el
hecho de que aquellos estados mentales intencionales que parecen causar
cambios físicos (pensar en levantar un brazo y hacerlo), no sean más que los
ecos de la acción cerebral. Entonces ¿para qué estados mentales? ¿No sería
todo exactamente igual si no existieran?
3.2.4 Resumen: Ejemplos con levantar una mano
– Interaccionismo: decides levantar la mano, esto provoca que la mano
se levante de alguna manera.
– Paralelismo: decides levantar la mano, pero esto no produce ningún
efecto, aunque resulta que mi brazo se levanta en ese momento exacto,
porque Dios lo había establecido así cuando creó el universo.
– Ocasionalismo: decides levantar la mano, pero no ocurre nada, sin
embargo, llega Dios y lo levanta.
– Epifenomenalismo: hay procesos físicos en tu cerebro que provocan
que la mano se levante y que generan una experiencia mental en la que
experimentas que quieres levantar la mano.
3.3 El monismo
Existen tres concepciones monistas cuya popularidad en la filosofía hace que
importante mencionarlos:
3.3.1 Monismo materialista
La totalidad de lo existente se reduce al mundo
material gobernado por las leyes de la física. Por lo
tanto, el ser humano no es más que su cuerpo, un
ejemplo de materia altamente organizada, un
sofisticado producto de la evolución capaz de tareas
tan increíbles que son casi impensables, pero no es
diferente en su esencia de una planta, una roca, una mota de polvo. La mente
es una parte física más del ser humano que se identifica con el cerebro y los
procesos mentales no son más que el trabajo de las diversas redes neuronales
que lo componen. Esta visión tiene un largo recorrido histórico, pero se podría
considerar que es en la ciencia actual donde ha gozado de mayor hegemonía,
tal vez porque el método de la ciencia es relativamente incapaz de llevar a
cabo el estudio de lo mental en términos de lo mental, pero sin embargo se
adecua enteramente al estudio de lo físico. Los principales problemas que
plantean estos monismos están relacionados con su incapacidad de dar
cuenta de la realidad mental en términos físicos de un modo adecuado.
3.3.2 Monismo idealista
Existe el monismo de la tendencia contraria, una
posición tan contra-intuitiva como potente y casi
insalvable una vez se entienden sus fundamentos.
Esta postura viene a sostener que la realidad
fundamental que existe es la mental, comenzando por la experiencia
individual de cada uno. Las vivencias básicas que tenemos, todo lo que
conocemos del mundo nos viene en forma de experiencias mentales. ¿Cómo
sostener que existe el mundo físico? ¿Cómo probar que existe la cosa que
estoy tocando más allá de mi tocar?
“Esse est percipii” decía Berkeley,
principal exponente de esta teoría,
traducido viene a decir que ser es ser percibido. Todo lo que puede conocerse
de un objeto es su percepción del mismo, y resulta gratuito suponer la
existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos.
Esto le lleva incluso a afirmar que es imposible demostrar que las cosas
existen cuando no hay nadie mirándolas. ¿Qué significan los atributos de lo
material entonces? Las cosas sólo son extensas en nuestra percepción, todas
las cualidades de la materia no dejan de ser cualidades de nuestras
percepciones. Somos nosotros los que creemos en la existencia de la materia
cuando lo único que experimentamos es lo mental. Esta teoría salva casi
todos los problemas del debate entre lo material y lo físico pero, a cambio,
queda abocada a transitar por el borde del precipicio solipsista (la postura
que defiende que sólo existe uno mismo: solus ipse = solo yo existo), lo cual
presenta una variedad
casi infinita de
dilemas.
3.3.3. Monismo intermedio:
Esta postura encuentra su principal exponente en
Spinoza. Spinoza entiende que lo mental y lo material
son realidades distintas, pero no comparte el dualismo
cartesiano de las dos sustancias. Su propuesta es
diferente, el universo entero, y por lo tanto nosotros
también, está compuesto de una sola sustancia, que
es Dios (también llamada Naturaleza, pues para este
filósofo se trata de sinónimos) y este tiene infinitos
atributos. De esos infinitos atributos nosotros sólo
conocemos dos, extensión y pensamiento. Estos dos
atributos son diferentes pero tienen su origen en la misma realidad-sustancia,
por lo tanto cuerpo/cerebro y alma/mente son la misma realidad percibida en
dos de sus diferentes expresiones. Siendo la misma sustancia no es realmente
un problema explicar su interacción. Esta teoría, presenta la dificultad de ser
bastante mística y requerir de algún modo la existencia de una realidad
suprema de la que emanen diferentes atributos, que percibimos como si
fueran diferentes siendo en realidad el mismo. Dar cuenta de este paso puede
ser casi tan problemático como los problemas de la interacción dualista.