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Marta Caro Serrano Mª Reyes Trujillo Fernández Estefania Pulido Mariblanca Raquel Leal Durango Pilar Heredero Peño Elisa Cabañas Gómez 1 TEMA 6: LOS VALORES 1. Definición de valores Según Kluckhohn un valor no es solamente una preferencia, sino una preferencia que se cree o se considera justificada, ya sea moralmente, como fruto de un razonamiento o como consecuencia de un juicio estético, aunque por lo general se compone de dos o tres de estos criterios o de la combinación de todos ellos. Según Machotka define el valor como un conjunto interiorizado de principios derivados de experiencias pasadas que han sido analizadas en función de su moralidad. Estos principios permiten al individuo actuar durante un periodo de tiempo por él determinado, con prontitud, de manera previsible y metódica, con plena conciencia de las consecuencias de sus actos y con una sensación interior de corrección. Hasta cierto punto, el individuo intenta imponer sus valores y reta por que los demás los observen. 2. ¿Quién educa los valores? Escuela El maestro desempeña un triple papel en el proceso de clarificación de valores. En primer lugar debe aportar la fase que se desarrollara las actividades de clarificación de valores: suministrar materiales, organizar y distribuir el tiempo, dar instrucciones y facilitar la interacción. En segundo lugar, sus acciones y palabras han de congruentes. No creemos que los profesores deban enseñar sus valores a sus alumnos. Esto no significa que el enseñante deba carecer de valores o mantener una postura de neutralidad: todos tenemos valores y lo lógico es compartirlo con nuestros alumnos. Sin embargo, es conveniente que estos vean los valores del profesor como posibles alternativas, no como los únicos validos. Demostrando a los niños que los valores constituyen una parte esencial de su existencia, el maestro puede validar todo el proceso de formación de los valores. Por último, el educador debe tomar parte activa en el proceso de clarificación y manifestar públicamente sus propios valores. En ocasiones, esto exigirá su participación en las actividades, compartiendo respuestas como miembro del grupo. Hay que explicar a los alumnos que estas actividades han de permitirles comprender sus valores. La forma de enfocárselo dependerá de la edad de los niños. A los más pequeños se le puede decir: “es muy importante que os conozcáis a vosotros mismo. Vamos a estudiar las cosas más importantes de vuestras vidas y ver como tomáis las decisiones y

Tema 6: Los valores en Educación Infantil

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los valores que se deben desarrollar y llevar a cabo en las aulas de Educación Infantil

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TEMA 6: LOS VALORES

1. Definición de valores

Según Kluckhohn un valor no es solamente una preferencia, sino una preferencia que se

cree o se considera justificada, ya sea moralmente, como fruto de un razonamiento o

como consecuencia de un juicio estético, aunque por lo general se compone de dos o

tres de estos criterios o de la combinación de todos ellos.

Según Machotka define el valor como un conjunto interiorizado de principios derivados

de experiencias pasadas que han sido analizadas en función de su moralidad. Estos

principios permiten al individuo actuar durante un periodo de tiempo por él

determinado, con prontitud, de manera previsible y metódica, con plena conciencia de

las consecuencias de sus actos y con una sensación interior de corrección. Hasta cierto

punto, el individuo intenta imponer sus valores y reta por que los demás los observen.

2. ¿Quién educa los valores?

Escuela

El maestro desempeña un triple papel en el proceso de clarificación de valores. En

primer lugar debe aportar la fase que se desarrollara las actividades de clarificación de

valores: suministrar materiales, organizar y distribuir el tiempo, dar instrucciones y

facilitar la interacción. En segundo lugar, sus acciones y palabras han de congruentes.

No creemos que los profesores deban enseñar sus valores a sus alumnos. Esto no

significa que el enseñante deba carecer de valores o mantener una postura de

neutralidad: todos tenemos valores y lo lógico es compartirlo con nuestros alumnos. Sin

embargo, es conveniente que estos vean los valores del profesor como posibles

alternativas, no como los únicos validos. Demostrando a los niños que los valores

constituyen una parte esencial de su existencia, el maestro puede validar todo el proceso

de formación de los valores. Por último, el educador debe tomar parte activa en el

proceso de clarificación y manifestar públicamente sus propios valores. En ocasiones,

esto exigirá su participación en las actividades, compartiendo respuestas como miembro

del grupo.

Hay que explicar a los alumnos que estas actividades han de permitirles comprender sus

valores. La forma de enfocárselo dependerá de la edad de los niños. A los más pequeños

se le puede decir: “es muy importante que os conozcáis a vosotros mismo. Vamos a

estudiar las cosas más importantes de vuestras vidas y ver como tomáis las decisiones y

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también lo que sentís y pensáis en ese momento”. Los niños mayores serán cada vez

más capaces de hacer uso de la palabra valor adecuadamente, una vez que se haya

analizando con ellos su significado y se les hayan presentado ejemplos.

FAMILIA

La familia juega un papel muy importante en la formación de valores; principalmente,

los padres, ya que en ellos recae la responsabilidad de inculcar los valores posibles a sus

hijos.

La familia es el reflejo de unos mismo,; deber dar un buen ejemplo, acertado de valor,

este es voluntario, sin embargo debemos intentar en lo posible, que como familia

inculquemos valores para que los adquiera y los pongan en práctica día a día, y así

lograr superarse y hacer la vida un poco mas fácil.

La familia en común tiene valores adquiridos, pero si los padres principalmente no dan

un ejemplo adecuado, o no demuestran que ellos ponen en práctica los valores que

quieren que los hijos adquieran, estos, no tendrán interés en tomarlos enserio, ya que no

tiene el ejemplo de los padres. A veces si los padres no tiene los valores, los demás

miembros pueden tomarlos de alguien más, otro familiar principalmente.

Si tenemos los valores personales que cada quien ha querido o no adquirir, debemos

ponerlos en práctica todos los días.

3. Valor y actitud

La única diferencia entre valor y actitud la encontramos en que los valores por sí solos

son una entelequia, una idea insustancial, la definición vaga de un deseo irrealizado. Los

valores para expresarse y hacerse notar necesitan de las conductas y las conductas se

organizan en patrones de comportamiento que resultan más o menos estables a lo largo

del tiempo. Es decir, que las personas actuamos de manera muy parecida bajo

circunstancias parecidas. A esa estabilidad de la conducta la llamamos tendencia y

cuando la tendencia está teñida de moral, estamos hablando de actitud.

Una actitud es la tendencia a actuar siempre de modo parecido, de una forma

determinada bajo circunstancias determinadas. Cuando hacemos lo que consideramos

correcto guiados por un valor adquirido y lo hacemos siempre de la misma forma en las

mismas circunstancias, tenemos una actitud moral y ésta actitud es la parte tangible de

nuestra moralidad, la que da una pista sobre el tipo de personas que somos.

En estas edades, familia y colegio pueden presentar modelos de conducta a los niños y

niñas y promover, a través de la observación e imitación, la adquisición de hábitos que

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con el tiempo llegarán a racionalizarse. También tienen lugar en esta etapa los

momentos óptimos para desarrollar hábitos de orden, austeridad, obediencia y

sinceridad, que más adelante se podrán asumir como valores y virtudes. Lo que interesa

es fomentar los "buenos sentimientos", promover en la infancia, actitudes generosas y

de preocupación por los demás.

4. Trabajar los valores en infantil

Para la preparación del grupo para trabajar la confianza, aceptación propia y de los

demás se destacan tres fases, las cuales son:

Aceptación: es una respuesta no basa en juicios de valor. Al hacer de la

aceptación un criterio de actuación, ni se elogian ni se censuran los

conocimientos, opiniones, conductas o valores de otra persona. Se comprensivo

no significa estar de acuerdo con todo, sino posponer un juicio en espera de

entender mejor una respuesta.

Disposición de asumir riesgos: las personas que obran recíprocamente en un

ambiente de aceptación mutua no tiene miedo de compartir su pensamiento y

sentimientos reales; asumen de buen grado el miedo de exteriorizarse porque

saben que no se les apartara ni forzara a que defiendan sus opiniones.

Sinceridad: definimos la sinceridad como la asunción del riesgo de exteriorizar

pensamientos y sentimientos auténticos. La sinceridad medra en aquellos

ambientes en los que reina la aceptación; si uno es franco con los demás, estos

también lo serán con uno. Ganaremos la confianza si somos tolerantes con los

demás, estamos dispuestos a exteriorizarnos y, por último, si compartimos

abiertamente nuestros pensamientos y sentimientos con los otros.

El mismo esquema básico es válido para aprender a confiar en uno mismo. A

medida que nos aceptemos mejor como somos, seremos capaces de asumir más

riesgos y, en último termino, seremos más sinceros con nosotros mismos en

cuanto a pensamientos y sentimientos. Es posible aprender a confiar en unos

mismo teniendo más confianza en otras personas, así como aprender a confiar en

otras personas aumentando la propia seguridad interna.

Los "Valores en la escuela infantil", responde fundamentalmente a tres preguntas:

- ¿Por qué plantearnos el tema de los valores?

- ¿Por qué plantearnos el tema de los valores en la educación infantil?

- ¿Qué recursos podemos utilizar para trabajar la educación en valores en las primeras

edades?

La primera pregunta es fácil de responder, ya que, si partimos de la idea de que los

valores nos acompañan durante toda nuestra vida y que son propios de la persona,

fácilmente se deduce que no podemos obviarlos; al contrario, debemos ser conscientes

de ello e intentar conocer qué valores tenemos, qué valores son importantes para

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nosotros, qué valores transmitimos con nuestra forma de comportarnos y qué

intenciones axiológicas tenemos en nuestra tarea docente.

A la segunda pregunta aún es más fácil de darle respuesta, ya que las primeras edades

son fundamentales para el desarrollo de las estructuras básicas del pensamiento y para la

iniciación de actitudes de relación interpersonal y con el propio entorno social y

cultural; por lo tanto, debemos ser coherentes con nuestros objetivos y la forma de

perseguirlos. Es importante que se trabaje a partir de actividades sistemáticas y

coherentes, sin olvidar que el educador no es un modelo neutro para los niños y niñas.

En relación a los recursos más adecuados en el ámbito de los valores, opinamos que no

necesariamente es preciso crear situaciones específicas, sino que las propias

circunstancias o rutinas cotidianas pueden ser utilizadas si existe reflexión,

intencionalidad y sistematización.

Hemos afirmado que los valores son factores implícitos en las personas, ya que son

subyacentes y nos condicionan durante la vida. No solamente marcan nuestras

inquietudes y conductas, sino también la interacción con nuestros semejantes y el

entorno. En la propia evolución personal se construyen los valores que nos definen y

también su jerarquización: el orden y la importancia que damos a cada uno de ellos.

Existen muchas conceptualizaciones del término valor, pero nosotros compartimos la

definición de Cortina (1996) en referencia a las características que deben cumplir los

valores morales: dependen de la libertad humana, sólo se pueden atribuir a las personas

y hacen que la sociedad sea más humana.

Habitualmente, la sociedad admite que existe una crisis de valores y que se han perdido

determinados valores que en épocas no demasiado alejadas eran considerados básicos.

No compartimos este principio, puesto que crisis de valores no es sinónimo de falta o

ausencia total de aquéllos. Lo que sí es cierto es que las respuestas ante situaciones

problemáticas defieren de las actuaciones establecidas como norma en otros momentos

o en otras culturas.

Esta realidad nos incita a estimular, ya desde la etapa de educación infantil, a que los

niños y niñas aprendan a convivir con sus iguales respetando la posible diversidad de

conceptos, actuaciones y puntos de vista diferentes. Ello implica, sin embargo, un riesgo

ante el cual debemos estar alerta: la falsa tolerancia. Será una falacia considerar que

otras conductas deben ser comprendidas y toleradas generosamente dentro de las

normas correctas de actuaciones aceptadas por la sociedad actual.

Aunque cada persona tenga sus propios valores, también es cierto que hay unos valores

que son universales y configuran el espacio social y político de una sociedad

democrática: los derechos humanos. Ya centrados en la infancia, no debemos obviar los

derechos de niños y niñas (Jubete, 1997), derechos que deben ser experimentados por

ellos mismos y que están directamente relacionados con las conductas realizadas por los

adultos con los cuales conviven. Estos derechos se dividen en sociales, económicos y

culturales y en civiles y políticos. Se proclama, entre otros, el derecho a la intimidad, el

derecho a la felicidad, el derecho a la protección y el derecho al secreto. Son derechos

que tienen como máximo objetivo asegurar que los niños y niñas tengan cubiertas las

necesidades básicas que les permitan crecer y desarrollarse de forma sana y feliz.

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5. La etapa de educación infantil, sedimento de la educación en

valores

La educación desde las primeras edades debe potenciar el desarrollo de todos los

aspectos y dimensiones que conforman al ser humano. Por tanto, los valores, entendidos

como un elemento básico e indisociable de la persona, forman parte del proceso

educativo. Son diversos los agentes socializadores que de una forma implícita o

explícita y de manera más o menos sistemática, contribuyen a que ese objetivo se haga

realidad: la familia, la escuela, el grupo de iguales, los medios de comunicación, etc.

Centrándonos en la institución escolar, puede decirse que ésta es considerada un

estamento social en el que la educación entendida en un sentido global e integral tiene el

máximo protagonismo, es una pieza fundamental, no única, naturalmente, cuando

hablamos de valores. Los sistemas educativos actuales contemplan este ámbito y nadie

discute, en principio, el hecho de que la institución educativa no sólo ha de transmitir

conocimientos e informaciones, sino que también debe tener presente y hacer realidad

una pedagogía de los valores.

Es preciso, pues, que en la educación infantil se potencien actuaciones abiertas hacia la

comunidad social más inmediata, con la finalidad de sensibilizar a las generaciones del

futuro hacia unas estructuras más solidarias y más abiertas hacia otros sistemas de

valores.

Es necesario, además, que el profesorado tenga unas actitudes personales basadas en la

colaboración, el interés por el trabajo y su mejora, y por la flexibilidad para los cambios.

Debe ser capaz de generar un buen ambiente, ser receptivo a las necesidades, deseos e

inquietudes de los pequeños y pequeñas, tener una actitud positiva en las diferentes

situaciones, ser abierto para aceptar sinceramente la diversidad, y buscar la objetividad

y la imparcialidad con todo el mundo. La sinceridad en la propia opinión, respetando la

de otros, debe ser la base del diálogo para solventar situaciones cotidianas, saber

escuchar y evitar dogmatismos y saber dar negativas razonadas. La reflexión sobre el

trabajo diario, su actitud y su forma de ser, la coherencia entre lo que se dice y lo que se

hace, deben ser el fundamento que sostenga el proceso de construcción de los valores de

nuestros niños y niñas.

Una educación que, ya desde los primeros años, propicie la convivencia en una escuela

democrática, ayuda a las personas a tener criterios de actuación ante situaciones

concretas de conflicto y a poder construir de forma racional y autónoma sus propios

valores.

Una educación moral que, mediante el diálogo, la reflexión, la empatía y la

autorregulación, quiere ser capaz de facilitar la construcción de unos principios que sean

universalmente aceptables, y que permitan no sólo regular la propia conducta, sino

también construir autónomamente las formas de vida concretas que en cada situación se

consideren, además de justas, mejores y más apropiadas (Buxarrais, Martínez, Puig y

Trilla, 1995).

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Existen una serie de aspectos en los cuales, además, deberíamos hacer hincapié los

profesionales de la educación infantil: el equilibrio personal y en situaciones de grupo;

el trabajo colectivo; la valoración de nuestras iniciativas personales y de la creatividad

propia; la práctica de la libertad, la democracia y la tolerancia activa; la potenciación de

valores de cooperación y solidaridad; la práctica del diálogo; la coherencia entre

pensamiento y acción; la aplicación de habilidades sociales básicas; el incremento del

autoconcepto y de la autoestima; la intervención positiva en la transformación y mejora

del entorno; la lucha por la injusticia y la desigualdad; la capacidad de crítica; el saber

escuchar y la reflexión honesta ante una toma de decisiones.

En consecuencia, todo ello conllevará la potenciación, ya desde la educación infantil,

del autoconocimiento, la iniciativa personal y la creatividad, y también la coherencia

personal. Depende, pues, de los adultos el que los niños y las niñas puedan establecer su

propio sistema de valores, sean cada vez más autónomos en la adquisición de los

hábitos básicos, tengan una imagen ajustada de sí mismos, y sepan fomentar la justicia y

la solidaridad entre ellos. Que sean capaces, también, de expresar sus propios

sentimientos, de manifestar cariño, compartir con los otros, escuchar, colaborar,

cooperar, ayudar, etc. Todo ello es necesario para que la persona adquiera las

habilidades sociales requeridas para que en el futuro pueda convivir y comportarse con

verdadero civismo.

6. Valores innatos y valores integrados

Entre estos aspectos que se enseñan y se aprenden hay unos que podrían considerarse

intrínsecos a la persona y, otros, adquiridos. Entre los primeros, destacamos, entre otros,

la autoestima y el autoconocimiento. Es importante que los niños y niñas se conozcan,

que sepan expresar sus gustos y emociones, que conozcan sus posibilidades de

actuación y tengan confianza en sí mismos. Consideramos como aspectos más afectados

por los aprendizajes la adquisición de habilidades sociales y la autonomía. Estos

aspectos pueden ayudar a favorecer relaciones interpersonales tales como el saber jugar

con los compañeros, el aprender a saludar, el saber pedir ayuda o saber dar una

negativa, entre otros muchos ejemplos.

Si a todo esto sumamos un trabajo sistemático de hábitos, elementos educativos

esenciales en las primeras edades, es fácilmente demostrable que la carga de la

educación en valores tenga un gran protagonismo en las tareas diarias. Podemos definir

los hábitos como aquellas conductas que se van integrando con el ejercicio y se

aprenden en el proceso de desarrollo inicial, y cuyo aprendizaje y automatización

facilitan la adquisición de determinadas conductas. Las estrategias y los recursos que se

utilicen pueden ser muy diversos, y cada educador o educadora puede plantear la

situación según sus propuestas docentes y las necesidades y características de cada niño

o niña. Los valores que podemos transmitir en una actividad tan cotidiana como el

lavarse las manos o el respetar el turno de palabras, según canalicemos nuestra

intervención didáctica, puede reportar una reflexión personal y una adquisición

razonada o una mera repetición de un mecanismo higiénico o de una pauta de orden.

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Las metodologías que hay que utilizar pueden ser las que ya se usan normalmente.

Podemos asociar, por ejemplo, una canción al acto de lavarse las manos en lugar de una

orden escueta. Las canciones suelen invitar al niño a que participe en alguna actividad, y

en muchas ocasiones le ayudan a integrarse como miembro del grupo clase. Los títeres

son otro recurso muy válido para crear situaciones ficticias y representar o establecer

diálogos entre iguales. Cualquier elemento lúdico o juego es básico, ya que además de

permitir a los niños y niñas conocer y relacionarse con el mundo que les rodea, también

les implica en aspectos tales como aceptar las reglas del juego, compartir juguetes, no

estropearlos, etc. Mediante el lenguaje plástico, podemos presentar situaciones para

comentar y trabajar, y los pequeños pueden plasmar soluciones determinadas al

problema que les ha planteado una narración o los títeres, y a través de un dibujo

individual o una realización colectiva pueden recrear una nueva situación en la que

tengan que compartir los pinceles y pinturas y el espacio. También los vídeos pueden

ser un recurso que puede tenerse en cuenta, puesto que aportan elementos objeto de

valoración y de crítica en términos de consumismo, otorgación de roles y lenguajes

estéticos, entre otros muchos.

Es importante que todas o casi todas actividades que se lleven a la práctica en el entorno

de la educación en valores sean compartidas por las familias, lo cual garantiza su

implicación más allá de los límites de la simple colaboración. No hay que olvidar que es

en el seno de la familia donde los pequeños establecen sus primeras relaciones afectivas

y, en consecuencia, las influencias son muy destacables. Su estructura y costumbre

inciden en el aprendizaje de los hábitos, de los comportamientos, en la forma de

plantear el tiempo de ocio, etc. Es básica la relación entre la escuela y la familia. Las

aficiones y prioridades, las conductas positivas o negativas, los objetivos y pautas que

se van secuenciando en el proceso educativo, deben ser debidamente comunicadas

desde la institución educativa a los padres, madres y/o tutores, con la finalidad de que

las propuestas compartidas por ambas instituciones nunca sean contradictorias y puedan

así cumplimentar, mediante un proyecto colaborativo, la doble misión de educar desde

una perspectiva integral y válida para la correcta inserción de niños y niñas en una

sociedad más justa y solidaria.

La reunión inicial con los padres al comenzar el curso es el momento idóneo para que el

tutor/a de Educación Infantil manifieste su deseo de trabajar conjuntamente con ellos la

adquisición y puesta en práctica de una serie de valores. Estos valores pueden ser

recogidos y seleccionados en la que los padres adquieran el protagonismo. Se pueden

seleccionar aquellos valores que se crea más conveniente trabajar a lo largo del año,

siempre con el acuerdo de todo el grupo, los valores a trabajar se distribuirán en

principio por trimestres, aunque bien es cierto que una vez comencemos a trabajarlos

nos daremos cuenta que unos valores se solaparán con otros o incluso surgirán otros

nuevos que complementarán a los ya trabajados y que será necesario incluir.

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6.1 Tipos de valores:

• Amistad

• Ayuda

• Colaboración

• Respeto

• Tolerancia

• Compromiso

• Compartir

• Esfuerzo

• Autoestima

Pues bien, estos valores los distribuiremos en nuestro trabajo en el aula en grupos de

tres valores por trimestre. Este información debe ser conocida por las familias para que

así puedan prestar su colaboración de forma explícita cuando el tutor o tutora requiera

su participación en actividades susceptibles de ser llevadas a cabo o de ser reforzadas en

la casa y de forma implícita convirtiéndose el entrenamiento en la adquisición de

valores en algo natural del día a día en la dinámica familiar.

Momentos adecuados para trabajar este tema dentro del aula son todos en realidad, pues

los valores deben estar inmersos en todas y cada una de las actividades que el maestro o

maestra propone a sus alumnos/as. Podemos trabajar los valores en el momento de la

asamblea, el momento previo a la salida, en el patio, en el baño, en el comedor, en las

excursiones, en los rincones, en la biblioteca, etc.

Durante la asamblea el maestro/a puede explicar el valor de la semana: su significado,

que cosas podemos hacer nosotros en relación con ese valor, proponer la ficha del día

alusiva a ese valor y también registrar en un listado de los niños y niñas de la clase las

acciones concretas que cada niño ha llevado a cabo el día anterior con respecto a ese

valor. Al final de la semana se puede premiar al niño o a la niña que mejor hayan

trabajado ese valor. Para casa y previo acuerdo con las familias también se pueden

proponer tareas sencillas.

El momento previo a la salida es un momento de reflexión al final de la jornada. En él,

se pueden recordar todas las tareas llevadas a cabo durante el día y también las acciones

concretas y las actividades que los niños/as han realizado en consonancia con el valor o

valores trabajados.

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7. BIBLIOGRAFÍA

http://ctsvray.blogspot.com.es/2009/10/el-papel-de-la-familia-en-la-formacion.html

http://www.grao.com/revistas/aula/079-valores-en-la-escuela-infantil--musica-y-juegos/educar-

en-valores-en-la-escuela-infantil

Artículo de AULA. De Innovación Educativa. Educar en valores en la escuela infantil.

Autores: Otilia Defis, Ester Casals Grané

http://www.monografias.com/trabajos68/valores-educacion-infantil/valores-educacion-

infantil.shtml

Recursos para fomentar los valores, 2005, Barcelona, ediciones CEAC