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CONFERENCIA ‘FOUCHÉ O EL POLÍTICO CAMALEÓNICO’ TERTULIA ‘EL BÚHO DE ATENEA’ -ATENEO DE MADRID: 14 de marzo de 2012 - José Luis Millán Úbeda - JOSÉ FOUCHÉ : ‘El genio tenebroso (retrato de un político’) - Stefan Zweig - Traducido del alemán por: Máximo Jose Kahn y Miguel Pérez Ferrero. Editorial España/1933. 3ª edición. INTRODUCCIÓN A Napoleón en Santa Elena, a Robespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barrás y Talleyrand, en sus memorias, y a realistas, republicanos o bonapartistas, sus plumas rezuman hiel cuando escriben su nombre. Ni Lamartie, ni Michelet, ni Louis Blanc intentan seriamente estudiar su admirable y persistente falta de carácter. Sólo en la biografía de Louis Madelins. Balzac lo vió en su propia grandeza y dijo de él: “La plus forte tête que je connaisse”, en su novela ‘Une ténébreuse affaire’. Balzac le atribuye el haber tenido más poder sobre los hombres que el mismo Napoleón. Tipo maquiavélico, el más perfecto de la época moderna. Diariamente vemos de nuevo que en el juego inseguro y a veces insolente de la política, a la que las naciones confían aún crédulamente sus hijos y su porvenir, no vencen los hombres de clarividencia moral, de convicciones inquebrantables, sino que siempre son derrotados por esos jugadores profesionales que llamamos diplomáticos, artistas de manos ligeras, de palabras vanas y nervios fríos. José Fouché fue uno de los hombres más poderosos de su época y uno de los más extraordinarios de todos los tiempos. Sin embargo, ni gozó de simpatías entre sus contemporáneos ni se le ha hecho justicia en la posteridad. CARÁCTER:

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CONFERENCIA ‘FOUCHÉ O EL POLÍTICO CAMALEÓNICO’

TERTULIA ‘EL BÚHO DE ATENEA’ -ATENEO DE MADRID: 14 de marzo de 2012 - José Luis Millán Úbeda - JOSÉ FOUCHÉ : ‘El genio tenebroso (retrato de un político’) - Stefan Zweig - Traducido del alemán por: Máximo Jose Kahn y Miguel Pérez Ferrero. Editorial España/1933. 3ª edición.

INTRODUCCIÓN

A Napoleón en Santa Elena, a Robespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barrás y Talleyrand, en sus memorias, y a realistas, republicanos o bonapartistas, sus plumas rezuman hiel cuando escriben su nombre.

Ni Lamartie, ni Michelet, ni Louis Blanc intentan seriamente estudiar su admirable y persistente falta de carácter. Sólo en la biografía de Louis Madelins. Balzac lo vió en su propia grandeza y dijo de él: “La plus forte tête que je connaisse”, en su novela ‘Une ténébreuse affaire’.Balzac le atribuye el haber tenido más poder sobre los hombres que el mismo Napoleón.Tipo maquiavélico, el más perfecto de la época moderna.

Diariamente vemos de nuevo que en el juego inseguro y a veces insolente de la política, a la que las naciones confían aún crédulamente sus hijos y su porvenir, no vencen los hombres de clarividencia moral, de convicciones inquebrantables, sino que siempre son derrotados por esos jugadores profesionales que llamamos diplomáticos, artistas de manos ligeras, de palabras vanas y nervios fríos.

José Fouché fue uno de los hombres más poderosos de su época y uno de los más extraordinarios de todos los tiempos. Sin embargo, ni gozó de simpatías entre sus contemporáneos ni se le ha hecho justicia en la posteridad.

CARÁCTER: En la imperturbable frialdad de su temperamento radica el verdadero genio de Fouché. Ama viciosamente la aventura, el Poder, su pasión es la intriga, con un disfraz de fiel y

honrado burócrata que lleva toda la vida. De figura humilde y subalterna, espera asestar el golpe criminal en el momento,

inesperado e inadvertido. Actúa en la sombra y sobre 3 generaciones. “Su talento sobrepuja al genio; su sangre perdura sobre toda pasión”.

Persistente falta de carácter; cara pálida; educado bajo una disciplina conventual. Sabía mirar entre bastidores, con su fino instinto. Buscaba más que la diferencia entre lo moral y lo inmoral, el valor de la voluntad y la

intensidad de la pasión. En el Directorio supo prever el futuro, juzgando rectamente el pasado. Dio pruebas de su habilidad durante el golpe de estado del 18 Brumario, y se adueñó del

espíritu de Napoleón, dándole consejos e informes muy útiles y valiosos. Era un hombre de Gobierno, que acertaba en todos sus vaticinios con increíble perspicacia.

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Siempre quiso ser un personaje de 2ª fila, que no quiere que le observen cara a cara ni que le descubran el juego. Tipo maquiavélico y camaleónico; ¡y más extraño aún!: ninguno de esos perfiles de Fouché, cogidos al vuelo, coinciden entre sí a primera vista.

Cuesta trabajo imaginarse que quien fue sacerdote (órdenes menores) y profesor en 1790, saquease luego iglesias en 1792, fuese comunista en 1793, multimillonario 5 años después y Duque de Otranto algo más tarde.

José Fouché nace el 31 de mayo de 1759, en el puerto de Nantes, de padres marineros y mercaderes.

“Débil, delgado, alto, anémico, nervioso, feo”. “No queda más que la Iglesia. Esta gran potencia milenaria, que supera infinitamente en sabiduría mundana a las dinastías, piensa más prudente, más democrática, más generosamente. Siempre encuentra sitio para los talentos, y recoge al más humilde en su reino invisible.”

Estudió en el colegio de los oratorianos, cediéndole luego la cátedra de Matemáticas y Física. También enseña latín.No toma las órdenes mayores. A la Iglesia se da temporalmente, y no por entero, lo mismo que más tarde al Consulado, al Imperio o al Reino.Aprende durante sus años conventuales y de profesor, lo que ha de ser más tarde infinitamente útil al diplomático: el arte de callar, la ciencia magistral de ocultarse a sí mismo, la maestría para observar y conocer el corazón humano.

ASCENSO: 1759-1793

De los 20 a los 30 años, semisacerdote silenciosamente:Da clases en Niort, Sammur, Vendôme y París. Silencioso e insignificante, apartado de la vida; aprende a callar, a ocultarse a sí mismo, y observa el corazón humano, dominando hasta el último músculo de su cara, dominándose a sí mismo, autodisciplina férrea, resistencia al lujo y la fastuosidad, y el arte de saber ocultar la vida privada y el sentimiento personal.

En 1778 la tempestad social en Francia inunda también los conventos y en las celdas oratorianas se discute sobre los derechos humanos igual que en los club de los francmasones.

Los religiosos contactan con los círculos intelectuales y en Arras facilita este contacto un círculo llamado de los ‘Rosatis’: ambiente modesto, pequeños burgueses que recitan poesía y pronuncian discursos literarios, mezclándose los militares con los paisanos.Allí acude Fouché, con sus conocimientos sobre nuevos descubrimientos de la Física.Allí conoce al militar Carnot, al abogado Maximilian de Robespierre (aún daba importancia a la nobleza) que escribe graciosos versos y no crueles sentencias de muerte, al médico suizo Marat que no escribe manifiestos comunistas sino dulzonas novelas sentimentales;

Hace buena amistad con el pálido, nervioso, orgulloso Robespierre y se murmura de un noviazgo entre Fouché y la hermana, Carlota Robespierre, relaciones que se rompen y de ahí el odio terrible, histórico, entre estos dos hombres, tan amigos antaño y que después lucharán entre ellos a vida o muerte

Entonces nada saben de jacobinismo ni de rencor; al contrario, al mandar a Robespierre como delegado a la Asamblea de los Estados Generales a Versalles, para trabajar en la nueva

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Constitución de Francia, Fouché le presta las monedas de oro necesarias para el viaje y para un traje nuevo.

Robespierre marcha a París (viaje costeado por Fouché) a la Asamblea de los Estados GeneralesTambién los oratorianos de Arras tienen su pequeña revolución y Fouché otea por donde van los vientos. A propuesta suya, va un diputado a la Asamblea Nacional para demostrar al Tercer Estado las simpatías de los clérigos. Ante esto, sus superiores le corrigen enviándole de nuevo a Nantes, a su puesto anterior. Pero ya no le seduce enseñar Física y Geometría a los muchachos. Presiente que la política domina el mundo, y a ello se lanza.

Fouché deja la sotana y la tonsura y se mete en política en Nantes, haciéndose Presidente del club de Nantes, los ‘Amis de la Constitution’.

Nantes, no es radical y quieren hacer buenos negocios con las colonias. Fouché, observador, redacta un documento patético contra la abolición de la trata de esclavos. Se casa con la hija de un rico mercader para convertirse en un perfecto burgués, en momentos en que presiente que el Tercer Estado (la burguesía) va a tener en sus manos la dirección, el predominio.

Se convocan elecciones para la Convención y se presenta como candidato, prometiendo todo lo que pueda alagar a sus electores: jura proteger el comercio, defender la propiedad, respetar las leyes y truena contra los partidarios del desorden más que contra el viejo régimen.

El 12-9-1792, con 32 años, es elegido diputado en la Convención.

CONVENCIÓN

Ya no hay rey en Francia y solo un señor grueso que jueces y guardianes llaman Luis Capeto, esperando su sentencia en la cárcel del Temple.

En el salón anfiteatral están colocados, abajo, los tranquilos: el ‘marais’ que carecen de pasión, el llano o la Planicie, ‘el Pantano’, los de la ‘Gironda’ (los girondinos).Ahí están Condorcet, Roland, Brissot, Servant, son los moderados, representantes del clero y la clase media, que opinan que con la Constitución y la República, aniquilado el Rey y la Nobleza, es suficiente al traspasarse los derechos al Tercer Estado.

Arriba, en los bancos más altos, es la ‘Montaña’ (los ‘montagnards’) se colocan los turbulentos, impacientes, radicales. Los de la ‘Montaña’ quieren arrastrar todo lo que quede de antaño, todo lo anticuado: con Danton, Marat (l’ami du peuple) y Robespierre (el ‘Incorruptible’) como cabecillas, hasta llegar al comunismo. Quieren la revolución integral.Entre estas dos fuerzas se tambalea, en flujo y reflujo, la Revolución.

Son 750 los miembros de la Convención, entre ellos, el diputado de Nantes: José Fouché, que observa dónde está el Poder en ese momento. ¿Dónde se sienta Fouché?. Cuenta asientos y votos y ve que son los moderados, los girondinos y ahí se sienta, rompiéndose el último lazo de amistad con Robespierre, que el echa una mirada desdeñosa, por oportunista .

Fouché nunca pone los pies sobre la tribuna, excusándose entre sus amigos y electores de su insuficiencia de voz. Parece modesto, pero no es modestia, es ‘cálculo’: estudia las fuerzas, observa antes de dar su opinión, al ver oscilar continuamente la balanza reservando, precavido, su voto

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decisivo cuando vea que se inclina claramente a un lado o a otro. Mientras tanto, mantiene su nave en el puerto

Una revolución –lo sabe muy bien este hombre precozmente sutil- nunca pertenece al primero, al que la inicia, sino al último, al que la culmina, asiéndose a ella como a una presa.

- Los girondinos caen, Fouché queda - Los jacobinos son arrojados y guillotinados, Fouché queda - El Directorio, el Consulado, el Imperio, el Reino, y otra vez el Imperio, zozobran y desaparecen, pero

Fouché queda.

Tenaz, duro para el trabajo, aunque parece siempre cansado, enfermo, convaleciente, sin sangre ardiente, roja, pulsante. Y en lo psíquico pertenece a la raza de los flemáticos, de los temperamentos fríos. ESTA SANGRE FRÍA, IMPERTURBABLE, CONSTITUYE LA VERDADERA FUERZA DE FOUCHÉ. Juega sus fuerzas y acecha despierto las faltas de los demás, para dar entonces el golpe inexorable, engañando al más sagaz. Sonriente y frío obedece sin pestañear y soportará las más recias ofensas, las viles humillaciones, sin amenazar, sin rabia, fríamente.Tanto Robespierre como Napoleón se estrellarán contra esta calma pétrea, como el agua contra las rocas.

Sabe desde Arras, en el convento, cómo el grito popular de ‘Hosanna’ se convierte en el grito de ‘Crucifícale’: todos los destacados en el Estados Generales y en la Asamblea Constituyente eran víctimas del olvido o del odio: Mirabeau, Lafayette (de padre de la Patria, le consideran traidor), Custine, Tetoin, etc.No había que surgir precipitadamente a la luz, ni sujetarse a nadie; que se gasten los demás. Una revolución nunca pertenece al primero, sino al último, al que la culmina, asiéndose a ella como a una presa.

Evita toda visibilidad; prefiere ser elegido en las Comisiones, donde se tiene influencia sin ser observado ni odiado, protegiéndose contra toda evidencia; observa desde su despacho cómo se ensañan los ‘tigres’ de la Montaña y los ‘panteras’ de la Gironda, hiriéndose a muerte los Vergniaud, Condorcet, Desmoulins, Danton, Marat y Robespierre.

Empuja desde atrás a una figura principal y, cuando ésta avance ostensiblemente, traicionarla en el instante decisivo, con veinte disfraces, bajo los republicanos, los reyes o los emperadores, con el mismo virtuosismo.

Pero el 16-1-1793, se vota y hay que dar un ‘sí’ o un ‘no’ público. El Rey Luis XVI aún vive; no ha podido huir como querían los girondinos, ni le han matado en el asalto a palacio, como querían los radicales y el pueblo; se le llama Luis Capeto, pero vivo sigue siendo un peligro para la joven República.Fouché, como girondino, decide el día 15 qué votar y lee a un amigo el discurso que piensa pronunciar para justificar su deseo de clemencia. Los radicales se movilizan, y también el pueblo. Empieza a votar el girondino Vergniaud, otrora bravío, y dice con la cabeza vergonzosamente inclinada y en voz baja: ‘la mort’. 300 (entre 700), se inclinan al perdón. Llaman a Fouché a votar y vota ‘la mort’. Ya es un regicida, un asesino del Rey. Ha traicionado a sus amigos; siempre está con el vencedor, nunca con el vencido: no va con una idea, va con el tiempo

Así, elige el color rojo, archirradical y ultraterrorista, y se coloca en el ala extrema de la izquierda. Pero Robespierre no ama a los renegados, y repele al tránsfuga. Ya se barruntan las luchas trágicas entre los

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jefes de la Revolución: Entre Danton y Robespierre, Hébert y Desmoulins; y Fouché acecha y espera a que se decida la lucha y hace una ‘retirada táctica’, y se aparta de la Convención, y es elegido (junto con otros 200 diputados) como delegado para mantener el orden en provincias y avivar el ritmo de la Revolución como siervo de la Comisión de la Salud Pública: Se aleja, para situarse después, del lado del vencedor en su partido de siempre: la mayoría; y va a Nantes, Nevers, Moulins, donde actúa bárbaramente, sin una gota de sangre, con saqueos de iglesias y destrozos, mandando a París el botín de los saqueos.

El 12-10-1793 se pide la destrucción de Lyon, y le tocará ejecutarlo a Couthon (amigo de Robespierre) Couthon lo ve como un desatino. Se le tacha de flexible, tímido, no apto para esa venganza, y la Convención lo cambia por Collot d’Herbois y Fouché, que, aunque -siendo radical- no tiene Fouché una sola ejecución sobre su conciencia. Es más zorro que tigre.

Fouché se traza un programa radical, socialista y comunista, frente a la ‘moderada y respetuosa’ actitud de Danton y Robespierre sobre las propiedades eclesiásticas. El primer ‘manifiesto comunista es la ‘Instruction de Lyon’, firmado por Collot d’Herbois y por Fouché (redactado por éste último); pronuncia sermones ateístas, en los que niega la inmortalidad y la existencia de Dios; introduce el bautismo civil y suprime las ceremonias de entierros; destruye con un martillo cruces y crucifijos, imágenes de santos, símbolos ‘vergonzosos’ del fanatismo; hace que el cardenal François Laurent arroje los hábitos y se ponga el gorro frigio, junto con otros muchos sacerdotes; saquea las iglesias y sigue enviando su producto a ParísLa Revolución logra conquistar la segunda capital de Francia. De esta victoria y su arrogancia, surge el Terror contra los vencidos. Organizan una especie de misa negra en pleno día, con burlas a la Religión, y presidiendo el busto de Charlier (cura de Lyon, ídolo de los obreros); y preparan la noche de San Bartolomé (el 4 de diciembre se saca a 60 jóvenes de la prisión, se les mata colectivamente y les meten en dos fosas paralelas, además de otras 200 personas a quienes –acribillados- se les arroja al Ródano, siguiendo las ejecuciones y matanzas en Lyon: 1.600 ejecuciones en pocas semanas. Más de 2.000 en total. Luego Fouché hace el doble juego, jugando a apaciguador, aproximándose a Danton. Pero Robespierre no le perdona, porque le conoce, y el 12 de Germinal consigue de la Comisión de Salud Publica un decreto amenazante para Fouché para que en París justifique los acontecimientos de Lyon; pero se le acusa cívicamente de ‘piedad excesiva’.

Le llaman el ‘Mitrailleur (Ametrallador) de Lyon, y así entra Fouché -el que ha de ser más tarde multimillonario y Duque de Otranto-, por primera vez en la Historia.

Lyon pasa de la resistencia a la Revolución a la rebelión contra la Asamblea Nacional.

DUELO CON ROBESPIERRE

Fouché es llamado a París por la Comisión de Salud Pública, y va el 5 de abril, cuando su íntimo Chaumette es encarcelado y Danton fue ayer guillotinado y Condorcet vaga hambriento por las calles de París y al día siguiente se envenena para evadir la justicia.Todos ellos derribados por Robespierre. Más de la mitad de asientos de la Convención están vacíos (los girondinos); muchos han acabado en el patíbulo o desterrados. Incluso también ha diezmado las filas de la ‘montaña’ (radicales): Danton, Desmoulins, Charbot, Hébert, Fabre dÉglantine, Chaumette, Marat, etc. Robespierre es ya el ‘Pontifex Maximus’, dictador y triunfador; los demás se muestran serviles, excepto Fouché, que defiende su actuación en Lyon, pero sin éxito: pero, antes capitular que luchar solo contra el más poderoso, y por la noche va a ver a Robespierre y rogar su perdón; nada sabemos de lo que se dijeron, aunque sale con ira, humillado, rechazado, amenazado y piensa que antes debe rodar la cabeza de Robespierre: Duelo a muerte.

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Robespierre despreciaba a Fouché, pero no le había combatido antes seriamente.El 6 de mayo, con un discurso bellísimo arremete contra el Fouché; éste palidece, recibe una derrota pública en Asamblea. Durante semanas no se oye nada de Fouché y Robespierre cree que le ha anulado; pero está trabajando soterradamente, como un topo: Hace visitas a los Comités, busca diputados amigos y procura atraerse a todo el mundo, sobre todo entre los jacobinos; y el 18 de Prairial, Fouché es elegido Presidente del Club de los Jacobinos. Robespierre se estremece.

El discursode Robespierre, el 23 de Mesidor (11 de junio) contra Fouché por no presentarse a declarar sobre los crímenes de Lyon e intentar retrasar su comparecencia, es el ataque más encarnizado y peligroso con que Robespierre atacó y fustigó jamás a un adversario: quiere liquidarle. Y así consigue expulsarle del club de los jacobinos, y Fouché predestinado a la guillotina; ya no duerme en su casa, por miedo, y es vigilado, cercado, acorralado.

Pero Fouché intriga febrilmente preparando una conspiración con unos y otros diciéndoles que ‘está en la lista de Robespierre’, para atizar el miedo de ellos.Robespierre llama a su amigo Saint-Just y preparan el día del ataque definitivo, con un nuevo discurso, el 8 de Thermidor y otro de Saint-Just para el 9,para pedir las cabezas de sus enemigos. La conspiración peligra con deshacerse. Pero el día 6 fallece la hija enferma y dice, sin temor, en frase pronunciada el 7 Thermidor: “Mañana hay que dar el golpe”.El día 8, en la Convención, en los rincones, se juntan los diputados y murmuran. Robespiere, ataviado solemnemente, hace uso de la palabra, pero no ve a Fouché; habla de conspiraciones y conjuras, de indignos y de criminales, de traidores y maquinaciones, pero no pronuncia ningún nombre, durante 3 horas y, acto seguido, se lanza uno de los conspiradores (Bourdon de l’Oise) y protesta contra la impresión del discurso; esto ‘desentumece’ a los demás. Cambia la escena en 15 minutos; Y ésta es la última noche de Robespierre. Ningún diputado se acuesta esa noche 8/9 Thermidor). Saint-Just lucha en la Comisión contra Collot, Carnot y demás conjurados, mientras en los pasillos de la Convención se teje la red para apresar a Robespierre, cerrando el pacto que Fouché ha preparado.

El día 9, empieza Saint-Just, pero le interrumpen y cuando Robespierre quiere defenderse, gritan, chillan y patalean, ahogando su voz, conduciendo a Robespierre a la cárcel; a las 2 de la madrugada está tendido con la mandíbula destrozada y ensangrentado sobre dos sillones de la antesala de la Convención. A la tarde siguiente le lleva un carro camino del suplicio. Fouché está salvado. El Terror ha terminado y pasó la era heroica y llega la de la herencia, los aventureros, los ambiciosos, de los ansiosos de botín, de los equívocos, de los generales y comerciantes.

El pueblo aclama a Tallien y Barras (conspiradores), como verdugos del tirano y vencedores del Terror. Pero Fouché no se sienta, como la mayoría, en los bancos de la derecha, sino en la ‘montaña’, silencioso. Por primera vez no va con la mayoría. Sabe que hay flujo y reflujo y esto, como antes la Revolución, irá hasta el extremo, hasta la violencia, y se romperá el pacto anudado a toda prisa.Fouché tiene razón, y empieza un proceso ‘reaccionario’: Vuelven los 73 miembros expulsados de la Gironde. La sombra de la reacción se cierne sobre Fouché, y los engaña acusando a Collot d’Herbois de lo de Lyon, y ser perseguido por Robespierre. El permanece mientras mandan a Collot a la ‘guillotina seca’ (islas con fiebres).Y, para salvar la Revolución, propugna de nuevo el Terror, auxiliándose de un audaz y proscrito republicano –Francisco Baboeuf (Graco)-, proletario, ocultándose Fouché detrás de él, se oculta Fouché. El Gobierno ‘reconoce’ la mano de Fouché y le acusan de ‘sostener’ a Baboeuf, Fouché lo niega y arremete contra sus exageracioes y detienen a Baboeuf y le fusilan.

Ell 22 Thermidor de 1795 (1 año y 12 días de la caída de Robespierre), se formula acusación de actos terroristas contra Fouche, por los crímenes de Lyon, Nevers y Clamecy, y el 23 deciden su detención. Consigue ‘camuflarse’, encerrarse en el silencio, y así salva la vida, aunque no vuelven a elegirle en la nueva Asamblea, olvidado, despreciado, sin rango ni fortuna.

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MINISTRO DEL DIRECTORIO Y DEL CONSULADO (1799-1802)

Los más altos mensajes de la Humanidad han venido del destierro; los creadores de las grandes religiones: Moisés, Cristo, Mahoma, Buda, todos tuvieron que entrar en el silencio del desierto; la ceguera de Milton,la sordera de Beethoven, la cárcel de Dostoiewski, la prisión de Cervantes, el encierro de Lutero en la Warttburg, el destierro de Dante y la expatriación voluntaria de Nietzsche.“Pero también en el terreno bajo y más firme de la Política, una ausencia temporal da al hombre de Estado nueva lozanía en la mirada y mayor intensidad para pensar y calcular el juego de las fuerzas políticas; pues el que ve el mundo desde arriba, desde la altura de la torre de marfil del Poder, no conoce otra cosa que la sonrisa de los subordinados y su peligrosa complacencia.”“En el fracaso es donde conoce el artista su verdadera relación con la obra; en la derrota, el general sus faltas; y en la pérdida del favor, el hombre de Estado, la verdadera perspectiva política”.

El destierro político de Fouché , dura más de 3 años, y su isla, la pobreza: habita una miserable buhardilla, con total penuria económica; nadie se atreve a dar trabajo al ‘mitrailleur de Lyon’. Sus amigos le han abandonado y evitan su encuentro; parece que se dedicó a cebar cerdos.

Barras (nuevo hombre fuerte que aún le recibe, pero no en el Ministerio), que le da algún trabajillo, y le emplea como soplón y detective particular porque quiere llevar a cabo su proyecto de golpe de Estado contra el Directorio; aquí desarrolla Fouché su talento futuro como maestro de la Policía.

El poder del dinero se instala en Francia: se hacen buenos negocios y vuelve el lujo, los salones de baile. Además, hay una fuente magnífica de ganar dinero: la guerra. Para todos esos negocios sucios, es Fouché el hombre ideal; se le puede comprar barato al medio muerto de hambre, y tiene las mejores relaciones (‘espía’) con Barras Presidente del Directorio; y se hace íntimo de los nuevos banqueros republicanos; y se dirigen a Fouché quien tiene buenas relaciones ‘arriba’ para que le ‘arreglen’ negocios enojosos.

Fouché descubre en 1797 que el dinero huele mejor que la sangre de 1793 y funda una Compañía de aprovisionamiento para el ejército de Scherer, que vende al ejército malos calzados y abrigos; así serán batidos en Italia; quizá el mismo Barras obtenga una sustanciosa ganancia. El nuevo lema de Fouché es ‘ser rico’. Su amigo Barras no hace solo transacciones financieras oscuras, sino también negocios políticos sucios y, con cautelas, quiere vender la República por un título de duque y un montón de dinero, a Luis XVIII. Con el golpe de Estado que dio Barras el 18 de Fructidor, al que le ayudó Fouché, éste y le pide su ‘premio’para poder llenarse los bolsillos. Y Barras le manda como representante del Gobierno en Italia, al ejército, y luego a la República Bátava, en Holanda para llevar negociaciones secretas. Así, en 1798 Fouché es nombrado embajador de Francia. Cuando la nave del Gobierno se tambalea y el Directorio toma una decisión inesperada el 3 de Thermidor de 1799, José Fouché, en misión secreta en Holanda, es nombrado súbitamente ministro de Policía de la República francesa. Los burgueses creen que vuelven los tiempos del Terror, y los jacobinos aplauden al más audaz, el más radical, el más inflexible.Pero ahora Fouché rebosa bálsamo, reconciliación, orden, calma, seguridad; combatir el anarquismo es su principal divisa. Los burgueses respiran: ¡Qué ‘Paulus’ ha salido de este ‘Saulus’!. Cierra el club de los jacobinos. Sabe que la idea republicana está aniquilada, sus caudillos y hombres de acción bajo tierra, y los clubs se han convertido en casinos de charlatanes; Fouché ya se ha guardado en el bolsillo la llave que cierra, efectivamente, la Revolución francesa.

Pone su por completo al servicio del Directorio; pero ‘vigila’, hacia ‘abajo’y hacia ‘arriba’: Vigila a los demás ministros, al Directorio, a los generales y a toda la política, ensanchando todos sus poderes.

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Al cabo de pocos meses, ha llenado el pais de espías y agentes secretos, encontrándose entre ellos marqueses y duquesas con los nombres más ilustres de Francia, incluso a Josefina Bonaparte, futura Emperatriz. La información lo es todo: Quién soborna a quién y por cuánto; sobre conspiraciones, sobornando a todos y esa maquinaria solo se parará cuando a él le convenga; la utiliza para sus intereses personales. Sabe más que nadie de todo: Lo que a él le interesa guardar, lo guarda para poderlo utilizar después, cuando le parece ventajoso descubrirlos. Refrena, acelera, provoca conspiraciones, etc.; siempre hace doble, tripe, cuádruple juego.

Públicamente truena contra realistas y anarquistas, y en secreto, bajo manga, los avisa o soborna: Evita procesos ruidosos, sentencias de muerte crueles, aunque es el hombre más despreciado por todos. Sabe todo lo que ocurre en el país. Así, advierte que el Directorio está perdido: sus 5 miembros están en desacuerdo, obrando unos a espaldas de otros. Fouché husmea que pronto cambiará el viento, y le informan que Barras ya negocia secretamente con Luis XVIII para vender por una corona ducal la República a la dinastía de los Borbones.

Piensa que solo un hombre puede salvar la situación y teniéndole por ambicioso, popular y dominante, en una cabeza y un sable; y ese es Napoleón, al que mandará lejos, a Egipto, pero Fouché intuye que desembarcará en breve en Francia.

Fouché sabe todo lo que se ‘cuece’, por la propia mujer de Napoleón (Josefina Beauharnais) criolla frívola y corrompida, a quien Fouché le consigna cientos de miles de los fondos del Estado; adúltera, incluso con su antiguo amante, Barras.El 11 de octubre de 1799, el Directorio ‘informa’ a Fouchéque Napoleón ha regresado y desembarcado en Fréjus, se finge sorprendido y les pide aguardar (aún no ha decidido con quién estará él ). Pero el pueblo (Avignon, Lyon, París), ya recibe a Napoleón como triunfador y, ya en París, hasta Talleyrand ofrece al hombre del sable sus respetos, y también Fouché, a quien Napoleón hace esperar una hora en la antecámara del general. Hasta que advierten a Napoleón que no le ofenda así, que con un solo movimiento de su mano, puede hacer volar como una bomba todo el complot. Le recibe, se disculpa, y hablará dos horas con él, sin testigos.

Fouché se confía a Napoleón, pero no se entrega en sus manos. No toma parte públicamente en la conspiración (porque aún no sabe de parte de quién caerá la victoria); no envía al Directorio ni una línea del complot (aunque finge ignorarlo), ni tampoco a Napoleón; con silencio, traiciona al Directorio y, con silencio, se empeña con Napoleón, que hace caer al Directorio y convierte a Napoleón en Cónsul.

Organiza una soirée íntima), invita a Napoleón, realistas y demás conspiradores y éstos, una vez en su casa, temen que estén los gendarmes a la puerta para apresarlos. Entra el Presidente del Gobierno (Barras), contra el que va la conspiración; acaba la soirée, y cae en el letargo, hasta la hora de dar el golpe, habiendo sobornado ya y teniendo a la mitad del Senado y al ejército ganado para el golpe.

Y el 18 Brumario (día del golpe), Fouché, gran madrugador, se duerme y le despiertan dos mensajeros del Directorio informándole de la situación del Senado y de movimientos de tropas y el ya público golpe de Estado (la noche anterior había conferenciado con Napoleón). Llega al Directorio y el Gobierno le increpa y grita. Fouché se traga las groserías y pide órdenes, respondiéndole: “Si el Directorio tiene que dar órdenes, se las transmitirá a quienes sean dignos de su confianza”. Las próximas 24 horas decidirán sobre el Directorio o Napoleón. El primer día es propicio a Napoleón, y el Senado le hace jefe de las tropas y traslada la sesión de la Cámara de los Comunes, del Consejo de los Quinientos, a Saint-Cloud, un bello parque que se puede cerrar con dos compañías de granaderos.Napoleón va a Saint_cloud, con los grandes conjurados, Talleyrand, Sièyes y algunos más; se cierran de pronto, por orden del ministro de Policía, las barreras en la periferia de París. Solo se entrará o saldrá por orden de Fouché, para que nadie sepa si el golpe tendrá éxito o fracasará: Si vence Bonaparte Fouché, será su ministro y fiel servidor; si fracasa, permanecerá fiel servidor del Directorio, y detendrá al ‘rebelde’.

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A las siete de la tarde, todo está decidido: Bonaparte en Cónsul y Fouché informa a París del final efectivo de la República y del comienzo del Consulado napoleónico.Una vez más ha desplegado Fouché la vela a favor del viento; y en todos los círculos se empieza a conocer a Fouché.

Napoleón es el héroe del día, Fouché el colaborador secreto, el tránsfuga; la víctima, Barras, que recibe ese día una lección, ya histórica, sobre la ingratitud. Barras apoyó antes a Napoleón y le prendió en su casaca militar los galones de general, nombrándole comandante de París, le concedió su propia amante, le enriqueció, etc. Y a Fouché le sacó de la pobreza, salvó de la guillotina; los dos –que le deben la vida- se unen, dos años más tarde, y le echan en el mismo fango de donde él los sacó. Fouché es el amoral perfecto y Napoleón el genio que solo obedece a la Historia. A los 15 días, Fouché manda a Barras la orden de expatriación; a él, que le salvó de la ‘guillotina seca’ y del destierro.

Se instaura el nuevo régimen, aunque formalmente se mantienen la Revolución y la República: el Código Napoleónico da forma al Derecho y a las costumbres, y apacigua Europa; son años creadores, con gran actividad y fidelidad. Fouché es un gran servidor suyo, restablece la tranquilidad en Francia, limpia de terroristas y realistas, las calles de asaltos, y se subordina a los grandes proyectos de Napoleón.

El momento en que se inicia la desconfianza de Napoleón hacia Fouché es en la campaña italiana entre Austria y Francia, donde Napoleón es derrotado en la batalla de Marengo; se preparó una subversión contra Napo y los hermanos de Napoleón se dieron cuenta. Fouché mudo. Al día siguiente las noticias son de una victoria de Napoleón en Marengo y Napoleón regresa reforzado, se entera de la ‘tramoya’ montada; Carnot pierde el Ministerio de Interior y Fouché, ‘siempre fiel en el éxito, infiel en el fracaso’, aunque desde ese momento pierde la confianza de Napoleón.Napoleón llegó a Francia con toda su ambiciosa familia (madre, hermanos), deseosos de poder y dinero, y le empujan a una monarquía hereditaria, con dinastía familiar, y le piden que se proclame Rey o Emperador, y que se divorcie de Josefina (lujuriosa y avariciosa), apartándole de la República y de la libertad.Le empujan a la reacción y al despotismo.

Casi todos los consejeros están en contra de Josefina, que ve el peligro, , excepto Fouché que lucha en secreto al lado de Josefina al ver que en Napoleón surgía amenazante el Emperador tras el general y Fouché está interesado en un Estado republicano; el clan no le perdonará se lo hacen pagar cuando el 24-12-1800 se produce, yendo a la Ópera, un atentado a Napoleó;, aunque mueren 40 víctimas; Napo sale ileso y asiste a la ópera. Su ira se desencadena contra Fouché, Éste le contradice y ello enfurece más a Napoleón y le echa en cara todos los crímenes y asesinatos de los jacobinos, París, Nantes, Versalles, Loire, Lyon, etc. Grita Napoleón y Fouché calla, y los cortesanos dan ya por caído a Fouché. Mientras, Fouché reúne en su despacho pruebas de que el atentado lo preparó Chouans, del partido realista. Fouché deja que se sigan riendo de él, porque quiere él también un ‘Marengo’, un triunfo completo y arrollador.

Quince días después Fouché ‘da el golpe’ y demuestra que Cadoudad, y realistas conjurados, han perpetrado el atentado; Fouché aparece reforzado y gana la consideración de pero no en afecto

Napoleón gana una serie de victorias, entre ellas la paz definitiva con Inglaterra y el Concordato con la Iglesia. Con el pais tranquilizado, ordena la economía, suaviza oposiciones, florecen la industria y las artes. Fouché ‘detecta’ que Napoleón quiere una posesión vitalicia para él y su familia del pais por él salvado. Fouché está contra los hermanos y el clan de Napoleón y al lado de Josefina contra la intención ‘monárquica’ de Napoleón. Una Comisión (manejada por Fouché), le ofrece la prolongación por 10 años del puesto de primer Cónsul. Napoleón se enfada y pide el Consulado de por vida (y subrepticiamente) la corona de Emperador; por mayoría de millones, el pueblo le elige soberano para toda la vida: La República ha terminado y comienza la Monarquía.

Conociendo las maquinaciones de Fouché, el ‘clan Napoleón’ le dicen que ya no necesita a ese hombre. Napoleón comparte esa opinión, pero no quiere provocar su franca enemistad:Suprime el Ministerio de Policía, y así, a Fouché, a quien indemnizan con un asiento en el Senado y con la mitad (un millón doscientos mil francos) de la liquidación presentada del Mº de Policía (2.400.000 francos),

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más la posesión de Aix, pequeño principado que se extiende desde Marsella a Tolón, calculado en 10 millones de francos. Es difícil encontrar en el transcurso de la Historia el caso de un ministro a quien se haya despedido con más honores y, sobre todo, con más precauciones, que a José Fouché quien en 1802 se retira a la vida privada, ya rico, no como en 1794. Compra casa aristocrática en París, una finca de verano, y su principado, en la Provenza, la senaduría de Aix le envía buenas rentas; participa y negocia en la Bolsa, aumenta sus posesiones y se convierte en el 2º capitalista de Francia y primer terrateniente del país.

MINISTRO DEL EMPERADOR : 1804-1811

Fouché no puede dejar la política. Manda semanalmente, y por su cuenta, informaciones secretas al primer Cónsul, y éste se lo agradece, le protege, le invita en ocasiones al Consejo de Ministros, y le deja enriquecerse.

Napoleón necesita en 1804 una corona imperial y Fouché empieza a trabajar en el Senado, por su cuenta, la corona para Napoleón, y éste le nombra de nuevo ministro, ya como Su Majestad el Emperador Napoleón.Fouché jura por 5ª vez, con 45 años. Pero durante un decenio, Napoleón no quiere a Fouché, ni Fouché a Napoleón: solo se sirven el uno del otro. Napoleón ya es Sire), no quiere tuteos, ni consejos de sus ministros, y Fouché es recibido ahora en especie de audiencia por el Emperador. Sigue siendo útil y, en sus informes a Napoleón, introduce con un ‘se cuenta’ o ‘un embajador ha dicho’, asuntos sucios sobre los hermanos de Napoleón. Aunque Napoleón le vapulea de vez en cuando públicamente, y en momentos de ira le llama regicida y traidor. Pero no puede prescindir de él, hasta el final: sabe mucho, tiene mucho poder, conoce secretos imperiales.... Napoleón también le pone espías a él, pero Fouché los utiliza para reenviar al remitente relatos falsos y absurdos, en un juego de espionaje/contraespionaje.

En 1804 el Emperador solo piensa en Europa y quiere la guerra. Los cautos como Talleyrand y Fouché empiezan a estremecerse: Piensan en el presente y Napoleón en la posteridad, en la Leyenda, en la Historia. Talleyrand y Fouché se unen, aunque no se quieren.... porque se parecen demasiado de sangre fría, sin escrúpulos. Talleyrand es de origen aristocrático y Fouché un ‘parvenu’: Talleyrand busca dinero y poder para despilfarrarlo en placeres; Fouché lo acumula escrupulosamente; Talleyrand, vago pero penetrante y agudo –visionario-; Fouché, trabajador y concienzudo –analítico-.

Entre ellos se lanzan dardos envenenados y se hieren: los dos son muy útiles a Napoleón, porque se complementan: París se deleita durante años con la enemistad entre estos dos rivales, y Napoleón, encantado, porque se contrarrestan, y le beneficia. Pero el escenario cambia y se alían en 1808 como consecuencia de la guerra más inútil de Napoleón, la campaña contra España.

En 1805 Napoleón venció a Austria y Rusia; en 1807 aniquiló a Prusia y sometió los Estados alemanes e italianos; y la emprende con España, Fouché y Talleyrand desaprueban esta guerra, en que se desangra Francia durante 7 años: El Emperador no les escucha. En diciembre de 1808, mientras Napoleón está en Valladolid, y se alían ostentosamente en un golpe de teatro: en un París, con bellas mujeres. La música se interrumpen y aparece Fouché a quien Talleyrand desprecia, y que nunca puso los pies en su casa; el ministro de Negocios Extranjeros sale cojeando al encuentro del ministro de Policía, le toma del brazo y, charlan en un gabinete contiguo. A la mañana siguiente lo sabe todo y comprenden su sentido: Contra Napoleón y su familia. Metternich manda un correo especial a Viena y los hermanos de Napoleón al Emperador; Napoleón vuelve como un rayo a París. El 17-12-1808 Napoleón parte de Valladolid, y el 22 llega a las Tullerías; el 23 irrumpe, también teatralmente. El día anterior ha fustigado a solas a Fouché,; pero Talleyrand es otra cosa; es más fuerte, más poderoso y debe pagar la cuenta en público.El Emperador expresa su descontento con frases generales y luego, irritado, se dirige bruscamente a Tallleyrand; la ironía y burla pasa a ser un torrente de ira, con las injurias más bajas contra Talleyrand (ladrón, perjuro, renegado, mercenario, ....). Pero Talleyrand, piel de elefante, no se ofende ni se inmuta y sale silencioso, dejando esta frase: “Qué lástima que un hombre tan grande esté tan mal educado”.

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Esa misma noche es destituido como gentilhombre de cámara. Fouché, en cambio, se queda; como hizo en Lyon con Collot, se ampara en el más fuerte; y con Baboeuf, y con Barras. Y ahora cae el que va delante, Talleyrand. Así desaparece el peor de sus enemigos.

Así Napoleón vuelve a desaparecer de París en una nueva guerra con Austria, Fouché encantado; los enemigos conjurados de Napoleón, los ingleses, que se dirigen a París al estar el pais indefenso. Pero Fouché está en su puesto. En sus proclamas recalca con provocativa audacia que Napoleón no es imprescindible y que su presencia no es necesaria en Francia para rechazar al enemigo.Pide, la incorporación a filas de los guardias nacionales que, desde la Revolución, son herreros, sastres, ... Los demás ministros se asustan al no tener el permiso del Emperador; se molesta el ministro de Guerra y se opone. Pero Fouché obra por su cuenta; nombra jefe del ejército del Norte al general Bernadotte, el más odiado por Napoleón, aun siendo cuñado de su hermano y sacándolo del destierro y detienen a los ingleses en Amberes. Napoleón es informado de la arrogancia y osadía de Fouché, pero el Emperador da la razón a su energía decidida y agresiva. Se pone de su parte, contra todos; y así se encuentra Fouché en el primer puesto de Francia, y la población empieza a atribuir a Fouché proyectos equívocos: una rebelión y proclamar la antigua República;y le llegan cartas a Napoleón y éste acaba pensando que Fouché ha sacado los pies del tiesto, le llama al orden. Fouché tiene que renunciar a su peligrosos juego y dimitir del Mº de Interior y volver a ministro de Policía.Aunque Napoleón le reconoce su defensa de Francia y le nombra, el 15-8.1809, Duque de Otranto (Italia).

LA LUCHA CONTRA EL EMPERADOR : 1810

Napoleón ha vuelto de Viena y lo ha conseguido TODO; solo falta coronarlo con la paz con Inglaterra.

Los ingleses son el enemigo mortal de Napoleón; desde hace 20 años sueñan con aniquilarse el uno al otro: los bancos se declaran en quiebra en Francia desde que los ingleses les imposibilitan las transacciones; con mercancías sin vender, bajan las rentas de ambos países y todos en Francia piden un acuerdo; se inician conversaciones (a través de Holanda). Fouché intervino en estas conversaciones previas, a través de Holanda. Negociar, regatear, prometer y engañar: su pasión preferida; pero el Emperador ordena bruscamente interrumpir las negociaciones y eso le conviene a Fouché; decide negociar por su cuenta, aparentando que lo hace en nombre del Emperador y siempre en secreto.

Fue su hazaña más peligrosa y osada, utilizando al banquero Ouvrand, a quien Napoleón detesta por sus pésimos antecedentes y... con subterfugios, Inglaterra cree negociar oficialmente con Napoleón, a quien Fouché no informa de nada. Pero al ir Napoleón a ver a su hermano el Rey Luis de Holanda, éste se interesa ante Napoleón por las negociaciones de paz. Napo pide a su hermano Luis la correspondencia del banquero holandés (Labouchere, el contacto con los ingleses). Luis se la da y, entre el viaje de Holanda a París, la lee y ve que no tenía ni idea; ve con ira que es Fouché el artífice y Napoleón actúa astutamente, mandando detener al banquero Ouvrard. Luego llama a Fouché y le pregunta sobre los viajes de Ouvrard. Fouché, como siempre, se escurre dejándola banquero con el culo al aire. Napoleón le increpa como deslealtad intolerable. Fouché se intranquiliza pensando que el banquero ‘contará’ todo , y quiere que Napoleón no detenga al banquero (ya detenido).

Napoleón invita excepto a Fouché: Y les pregunta qué piensan de un ministro que trata con potencia extranjera a espaldas del Soberano, pidiéndoles qué castigo señalan los códigos para esta deslealtad. Todos Callan (en el fondo dan la razón a Fouché); Talleyrand (invitado sin ser ya ministro) sonríe interiormente y se alegra de esta ‘trastada’ de Fouché al Emperador autócrata. Napoleón grita, quiere castigo severo, ejemplar; les narra lo sucedido y les pide el nombre del sucesor de Fouché. Lo demoran por miedo a Fouché. Napo se irrita y dice que él ya ha decidido su sucesor, que será Savary, el Duque de Rovigo a quien esa misma noche le da el cargo y presta juramento. Todo el mundo se pone de parte de Fouché, e incluso le defiende la esposa, Mª Luisa (como lo hizo antes Josefina).

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Napoleón le dora la píldora (como en 1802) y da a Fouché el título honorífico de consejero de Estado y le nombra embajador del Imperio en Roma.Después de 10 años de ministro de Policía, en el momento del traspaso a Savary, decide hacerle una bromita a Savary (tonto confiado). Fouché se viste de gala y muy amable para recibir a su sucesor en la visita oficial, colmando a Savary de amabilidades, confundiéndole. Le dice que le ayudará en todo mientras efectuase la mudanza. Savary se confía, y le da las gracias. Al marcharse y cerrar la puerta, le llama imbécil, dispuesto a no entregarle los más recónditos secretos de 10 años por él preparados.

Fouché, con un amigo cierran el gabinete y sacan rápidamente todos los papeles secretos de sus carpetas, que en su día le volverán a servir como armas: los comprometidos y ‘usables’ se los lleva a casa; los demás, son quemados sin miramientos. Y toma como espías (su servicio secreto) a los empleados más importantes para que le sigan informando secretamente. Durante 4 días y noches emprende la tarea diabólica de la quema, sin que nadie se dé cuenta.

Fouché retrasa su salida a la embajada a Roma se dirige a su casa de Ferrières (donde ha almacenado los documentos más valiosos del Ministerio), pero no engaña a Napo que no tolera que se burlen de él. Napo descubre otros casos de las ‘negociaciones secretas’ y le pide cuentas a Fouché, mientras Savary ha descubierto el saqueo en el Ministerio, comunicándoselo al Emperador, quien le envía dos y tres notas a Fouché exigiéndole que restituya los papeles escamoteados: Comienza la lucha.Le dice a Napoleón que los ha quemado todos; pero la irreflexión de Fouché se convierte en terquedad; ésta, en osadía y finalmente en provocación a Napoleón, a quien le recuerda lo mucho que sabe de todos (especialmente de su familia) y no se deja tratar como un lacayo. Napoleón, irritado, le envia una 2ª amonestación. A todas contesta Fouché que es lástima que por exceso de discreción quemó los papeles.

Es la primera vez en Francia que un hombre le hace franca oposición al Emperador: Él, ante quien tiemblan todos los reyes de Europa, le va a intimidar este ‘mequetrefe’, este intrigante espectral. No, no se burla alguien así del Emperador: “Que no espere hacer conmigo lo que hizo con su Dios, con la Convención, con el Directorio, a quienes miserablemente traicionó y vendió”. Pide a Dubois (jefe de la policía particular de Napoleón) que consiga que le entregue los papeles o que le conduzca a la cárcel.

Le sellan toda la correspondencia personal y escribe carta tras carta al Emperador y a los ministros quejándose de la desconfianza hacia él. Toma un coche y va a París a dar explicaciones, o excusas al Emperador para salvarse –como siempre- de la quema. Ya es tarde para tanta broma. Napoleón le envía una carta donde ya no le habla del nombramiento de embajador: despido brutal y desnudo y, además, destierro.

Fouché se desploma esta vez bajo el latigazo de Napo. El 3-6-1810 es el Waterloo de Fouché. Vuela hasta Italia, yendo de sitio en sitio (Parma, Florencia, Pisa, Livorno...). Le sacude el pánico; quiere estar fuera del alcance de Napoleón, de su mano tremenda. Flota un barco para irse a América, pero el mareo y el miedo a los barcos le hace desistir: Va de puerto en puerto; aparece, desaparece..., como un loco enajenado de miedo. Mientras él huye, su esposa en París capitula por él y entrega los papeles por él retenidos; pero no apareció ninguna hoja íntima con que amenazaba Fouché a Napoleón.Por fin, la gran tormenta se ha disipado: el rayo le sacudió los nervios, pero no le hirió. El 25-9-1810 llega a su finca de Aix, cansado y perturbado. Otra vez le arrastra la ola al fondo. Tres años permanece Fouché sin honores y sin cargo: comienza su tercer destierro.

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‘INTERMEZZO INVOLUNTARIO’ : 1810-1815

Focuché tiene 52 años; ha sufrido el flujo y el reflujo de las ondas del destino. Vive en su palacio de Aix. Ha conocido el favor de los poderosos y la desesperación de la soledad; ha sido pobre hasta sentir la angustia de la falta del pan cotidiano, y es inmensamente rico; ha sido estimado y odiado, celebrado y despreciado.

Y ... sigue secretamente recibiendo informes desde París.Napoleón se ha hecho fuerte, incluso con Inglaterra. Ni siquiera le odia ya. Pero, con ocasión de preparar la guerra con Rusia Napo desea conocer la opinión de Fouché), al estar todos en contra. Fouché también está en contra y Napo le devuelve a su destierro.

Pierde ahora a su esposa (después de 20 años de casados). Por primera vez trasciende de sus cartas un tono cálido, sincero y humano; no quiere poder ni cargos; se aparta de todo.

Pero Napoleón regresa vencido de Rusia, Europa se levanta contra él, y llama a Fouché. Napoleón piensa en cada peligro interior, y se acuerda de quien podría ser peligroso y aún no olvidado: José Fouché; decide alejarle de París y de Francia atándole a un cargo: Administrador de los territorios ocupados de Prusia, pero... solo puede empezar a ejercerse cuando Napo haya conquistado Prusia. Va para Dresde. Luego se le busca otro puesto, Gobernador de Iliria (Trieste), a unos cientos de kilómetros de París.No atiende su misión y, mientras de día da bailes, reuniones, desfiles de tropas, etc., de noche saca secretamente las cajas y los documentos del Gobierno y quiere regresar a París Después de la derrota de Leipzig, Napoleón dice “Fouché es un hombre que de ninguna manera debe estar ahora en París”. Eso lo dice desde Dresde y después de la derrota de Leipzig. Le manda primero a Nápoles a que recuerde a Murat -Rey de Nápoles y cuñado de Napoleón- su deber para que vaya en ayuda del Emperador. Va de Nápoles a Florencia, Lucca, Génova: El objetivo es mantenerle alejado de París mientras austríacos, prusianos y alemanes marchan sobre París.

Se pierde Italia y así, Fouché regresa a Francia. En Lyon se entera de que marchan sobre París las tropas de los 3 Emperadores y llega a París el 8 de abril y parece que ha llegado demasiado tarde: no puede pescar en río revuelto. París ha capitulado y Napo destronado, siendo erigido Rey Luis XVIII, y el Gobierno ha sido formado, íntegro, por Talleyrand, y el Zar de Rusia vive en la casa de Talleyrand.No se ha reservado ningún cargo para Fouché: ¡un hombre liquidado¡

Posteriormente se ofrece abiertamente a Talleyrand, al hermano del Rey, al embajador inglés, etc. pero nadie le escucha. Escribe cartas a Napoleón (aconsejándole que emigre a América), de cuya misiva envía copia a Luis XVIII, sin contestación. Ha cometido la falta más imperdonable en política: HA LLEGADO TARDE. Hace las maletas y vuelve a su castillo de Ferrières. Luis XVIII comete falta sobre falta (le llaman el ‘Rey-pepino’). En el ejército se prepara una conspiración; Fouché es informado y escucha, pero se está quieto, no se mueve, se esconde.

El 5-3-1815 llega a las Tullerías la noticia de la evasión de Napoleón de la isla de Elba y haber desembarcado con 600 hombres. El mariscal Ney, recibe la orden de reducirlo y capturarlo; pero viendo que Napo no encuentra resistencia en ninguna parte y cada regimiento, en lugar de combatirlo, se le une; hasta el mismo Ney se le une.Entra en Grenoble, Lyon, y una semana más tarde el águila imperial se posa sobre las Torres de Nôtre Dame. Se apodera el pánico. ¿Qué hacer?. Reconocen tarde el divorcio del Rey y sus aristocráticos y principescos consejeros con el pueblo, olvidando que entre 1792 y 1810 hubo una Revolución.

Hay que atraerse de nuevo al pueblo, pero ¿cómo?. Concediendo a un radical un ministerio que ponga en bandeja de la flor de lis una alegoría roja.

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Se acuerdan de Fouché; así, los mismos aristócratas ahora se dirigen a él y le ofrecen un ministerio. Pero Fouché conoce bien la verdadera situación política como para comprometerse a última hora con los Borbones. Le llaman como médico a un proceso agónico. Y rehúsa cortésmente. Se le ruega y amonesta para que acepte y hasta el mismo hermano de Luis XVIII le invita a una conferencia secreta; se resiste; y, secretamente, se ofrece al Emperador. La policía detiene a Fouché (3 días antes de la partida del Rey) como sospechoso, enviándole fuera de París. El 16-3-1815, a las 11:00 horas, en pleno Boulevard, cercando el coche de Fouché y le declaran detenido; Fouché les espeta: “No se detiene a un antiguo senador en plena calle”. Grita al cochero y la carroza vuela a su palacio, dejándoles con dos palmos de narices.Cercan la casa y vigilan el portal mientras suben a aprisionar al fugitivo; y les gasta una broma magistral: Recibe cortésmente a los agentes, diciéndoles que enseguida les seguirá; entra en la habitación contigua y tarda. La espera ya les parece sospechosa y descubren que se les ha escapado. A sus 56 años ha tendido una escala al jardín y gatea descendiendo al vecino por donde se pone a salvo. Todo París ríe el chasco tan bien planteado.

Con esta orden de detención logra dar Fouché testimonio público de una lealtad al Emperador, que nunca existió y en la que Napo no creerá. Napo se ríe de la jugarreta y dice con admiración brusca: “Il est décidement plus malin qu’eux tous” (‘decididamente es más astuto que todos ellos juntos’).

LA LUCHA FINAL CONTRA NAPOLEÓN : 1815-Los CIEN DÍAS

El 19-3-1815 entra en coche en el Palacio de las Tullerías un hombre obeso, jadeante de asma: Luis XVIII. El día 20 los curiosos se acercan para olfatear si huyó ya, espantada, la real pieza ante el Emperador. A las 10:00 llega la masa, gritando “Vive l’Empereur¡¡. Abas le Roi¡¡”. Y los oficiales de Napoleón ocupan las Tullerías, se iza la bandera tricolor en el Palacio Real, sin que hubiese sonado un tiro.Se prepara el recibimiento del nuevo señor y, en la seda de los sillones, fulge de nuevo la abeja napoleónica, en lugar de la lis real.Entra Napoleón con vítores y algarabía, volviendo así a escalar el trono imperial de Francia después de abandonar Elba 20 días antes. Es el último triunfo de Napoleón.Ve muchos cortesanos, muchos uniformes y pocas cabezas; la mayoría son ya sus enemigos. Están ausentes Talleyrand, los hermanos y hermanas, su mujer y su hijo. Ve hombres dignos. De pronto llega y entra el Duque de Otranto (Fouché), llega poderoso, grave, majestuoso. Napoleón no le hace esperar, le llama, al más fiel de sus enemigos. Sale Fouché al cabo de una hora de entrevista y sale Ministro de Policía, por tercera vez. Fouché esperaba más y sale desengañado. Napo también se arrepiente secretamente.

Mientras, Talleyrand está en Viena, reuniendo las bayonetas de toda Europa contra el Emperador., y Fouché quería ser el ministro del Exterior.Napo, no fiándose de Fouché, le coloca de espía, a un adversario, Savary, jefe de la Gendarmería.

Napo y Fouché, los dos se engañan mutuamente. La causa para Fouché no significan nada: el juego lo es todo para él.Pero Napo le necesita, no le puede tener como enemigo. “solo los traidores me hicieron saber la verdad”, dijo Napo después en su destierro de la isla de Santa Elena, recordando a Fouché.

Otra vez Emperador, hace promesas de paz que no llegan a sus destinatarios. Solo una llega a Viena y Metternich la arroja –sin abrir- sobre la mesa de conferencias. La Emperatriz no vuelve, flirteando con Ciscibeo Neipperg; su hijo en Viena jugando a los soldaditos de plomo. Cuando les da el derecho electoral a los campesinos. éstos eligen a los revolucionarios de 1792, a quienes él persiguió durante 15 años: Lafayette y Lanjuinais. Pero Fouché está en aquellos años en la plenitud de su fuerza: más intrigante, flexible, audaz, hábil en esos 100 días entre la restauración y el derrumbamiento del Imperio. Los partidos, todos, tienen más esperanza en él que en el Emperador; el único con el que se puede negociar: prudencia fría y calculada. Fouché envía mensajes secretos que son recibidos por Wellington, Metternich, Talleyrand, Orleáns, el Zar y los reyes. La Vendée se subleva, y él los calma diciéndoles que esperen; todos pactan con

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él; paraliza el brazo poderoso de Napo con un Parlamento de ideas republicanas. Napo quiere librarse de él, pero ahora Fouché es más poderoso que él. Dice Lamartine: “....todo esto le colocaría al lado de los grandes estadistas del siglo si existieran verdaderos hombres de Estado sin virtud y sin dignidad de carácter”.

No es el simple traidor: es múltiple, universal, es el traidor nato. Napo dijo de él en Santa Elena: “¡Solo un traidor verdadero, perfecto, he conocido: Fouché¡”.

Napoleón nota que Fouché no le dice todo lo que sabe y recibe de potencias extranjeras, y que recibe a realistas sospechosos.Un día, la policía secreta (puesta por el Emperador para espiar a Fouché) descubre que llega a París un supuesto empleado de una casa de Banca de Viena y que va a ver a Fouché. Le detienen y le llevan ante Napo. Allí confiesa que lleva una carta de Metternich que anuncia la preparación de una conferencia en Basilea. Napo centellea y lo considera delito de alta traición; quiere detener a Fouché pero sus confidentes le aconsejan que no, hasta tener una prueba definitiva; con disimulo, le pregunta si no sería posible entrar en relaciones con Austria. Fouché no sabe que han detenido al mensajero quien lo contó todo, pero Fouché no habla de Metternich aunque Napo sabe hasta la contraseña para la entrevista. Napo envía a Metternich un agente (supuestamente confidente enviado por Fouché), pero Fouché tiene agentes sobornados y descubre el pastel porque le han contado el ‘argumento’ de la comedia. El sorprende al Emperador, y en su reporting le dice al Sire que se le había olvidado decirle que ha recibido una carta de Metternich escrita con tinta simpática. El Emperador le grita que es un traidor y que debía mandarle al patíbulo, contestando Fouché “no soy de esa opinión”.

A Napo se le ha escurrido otra vez. Llega el espía de Basilea y lcuenta a Napo que las potencias aceptan todas las formas de Gobierno de Francia excepto el Imperio con Napoleón: “Es evidente que me traiciona”, No obstante, Fouché empieza a perder los nervios. La desconfianza de Napo se ha convertido ya en ira; su sufrimiento, en odio. Ya es una guerra a muerte entre ambos, aunque no le destituye.

El 18 de junio los cañones ingleses destruyen en Waterloo las columnas de la Infantería y de la guardia, y la caballería prusiana hace huir al ejército francés.

El 20 de junio llegan estas noticias a París y todos callan, excepto uno: Fouché, que actúa. Esta derrota considera ya a Napo un cadáver que tiene que desaparecer, y cava su fosa.

Escribe al duque de Wellington para contactar con el vencedor. Gana al Parlamento y al Consejo de Ministros contra Napo, quien vuelve a París de noche para salvar su Poder, dirigiéndose secretamente al Elíseo; reúne su Consejo que escucha sus palabras furiosos cuando éste les pide sacar 100.000 hombres para volver a atacar a los aliados. Los ministros, con ellos Fouché, permanecen cabizbajos; exige (como previó Fouché) la dictadura, todo el poder, político, y militar en sus manos. Son cautelosos ante el delirante y Fouché calla, porque ya ha tomado antes las medidas contra ésto.

Fouché no se presenta el día 21 ante la Asamblea (como ya hizo el 9 Thermidor), ya ha elegido al hombre que contraataque a Napo: Lafayette, paladín de la Independencia Americana, portaestandarte de la Revolución y a quien Napo le había arrebatado en 2 años toda la gloria y el sitio.

Lafayette se había recluido, ofendido, en su finca, olvidado desde hace 20 años, pero elegido en 1815 como representante por el pueblo; y empujado por Fouché, y se vuelve a oir su voz en la tribuna, pronunciando de nuevo la palabra LIBERTAD e impide repetir un golpe de Estado y que Napo intente disolver la Cámara. A Napo, iracundo, envía (como el 18 Brumario) a la Asamblea a su hermano Luciano para que se gane a los diputados. Éste sube a la tribuna y acusa de ingratitud al pueblo francés. Esto enciende a Lafayette y ataca (a Luciano y a Napo) de forma furibunda y tronante. Le recuerda que en toda Europa han perecido en 10 años tres millones de franceses por un solo hombre. El aplauso es atronador.

Napoleón no quiere abdicar; habrá que echarle si no quiere irse voluntariamente. Al día siguiente la Cámara pide la abdicación, y Lafayette dice: “Si vacila en abdicar, propondré el destronamiento”.

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Napo dice que por la fuerza no abdicará, animándole sus ministros en su propósito, y Fouché.... calla. Napo se aparta a su gabinete y dicta a su hermano Luciano la abdicación. Y ¡oh ironía!, se la entrega a Fouché, sin una palabra por parte de ambos, y haciendo Fouché la última reverencia a Napo.Lleva el documento a la Cámara. Por 2ª vez vencía al hombre más fuerte de Francia este 22 de junio; y Fouché propone la elección inmediata de un Gobierno provisional, de un Directorio de 5 hombres, seguro de ser elegido. Fouché traiciona de nuevo al hombre que ha elegido –Lafayette-, pero a la 1ª elección Carnot obtiene 324 votos y Fouché 293. Así, la Presidencia será para Carnot.Cuando se reúne el Consejo de los Cinco y Carnot va a ocupar la Presidencia, dice Fouché que “ha llegado el momento de constituirse”: Elegir Secretario y Presidente, y dice que dará su voto a Carnot. Ganados ya por Fouché 2 votos secretamente, en la votación salen 3 votos Fouché y 2 Carnot y Fouché se sienta a presidir.

Del 3 al 18 de junio cae el poder de Napo. Del 17 al 22 se apodera del poder ¡por fin! Fouché. Será ahora dueño absoluto de Francia. Napo se traslada a Malmaison y no cede aunque Fouché le pide que ponga tierra de por medio. Al fin lo consigue. Todos se subordinan al nuevo Presidente. Es amigo de todos para engañarlos a todos; pero secretamente ofrece el timón al antiguo Rey Luis XVIII y negocia con los Borbones el traspaso del Gobierno a él confiado. Pero quiere un puesto de ministro y libera a un realista, el Barón de Vitrolles, apresado por Napoleón. Dialoga con él y, entre ironías y astucias, Vitolles descubre que Fouché quiere un Napoleón II, aunque no tiene preferencia en la solución.

Luis XVIII, ante la propuesta de nombrar ministro a Fouché, grita: “¡Jamás!. A quien firmó la sentencia de muerte de mi hermano y servidor de Napoleón”. Pero asediado por todos, Luis XVIII empieza a ceder. Solo Fouché le puede abrir las puertas de París. Fouché vuelve a vender a su pueblo y se reúne secretamente en Neuilly con el Rey, solo en presencia del ex_obispo Talletrand quien propone al Rey a Fouché como ministro y éste se va con el decreto ministerial firmado.Al día siguiente entran en París las tropas de los aliados y esto propicia que Fouché proponga a sus colegas de la Asamblea dimitir en protesta contra las bayonetas. Caen en la trampa de Fouché. Vuelve el Rey al día siguiente, y es aclamado por todos. Se dan cuenta de la traición, especialmente Carnot, cuando ya es tarde. Comienza la época de la burguesía.

CAÍDA Y MUERTE : 1815-1820

El 28 de julio de 1815 (después de los Cien Días) vuelve el Rey, se apoya en Fouché, pero de la amnistía prometida nada de nada, asediado por los realistas. Manda a Focuché hacer una lista de los proscritos y prepara una lista de cerca de 1.000 nombres, en lugar de los 30/40 que le pidieron, y pide que se castigue a todos o a ninguno.Talleyrand, que preside el Ministerio de Presidencia, no se traga la píldora y manda borrar nombres de la lista, dejando solo cuatro decenas, endosando a Fouché que firme con su nombre estas sentencias de muerte y destierro. La lista contiene los nombres más famosos de Francia: Carnot, Ney, sus antiguos camaradas. Fouché vuelve a casarse (5 años después de viudo) con una aristócrata, el 1º de agosto de 1815, firmando el Rey como su primer testig, con indignación de la aristocracia, recordándole a su hermano guillotinado. Muchos nobles ya no saludan a Fouché (quien ha traído de nuevo la Monarquía) y van contra él. Él se resiste y visita, buscando apoyos, al Emperador de Rusia, a Wellington, a diplomáticos. Pero no puede luchar con espectros (la antigua familia real, la hija de Luis XVI y de Mª Antonieta, Duquesa de Angulema, que se salvó en su día de la matanza, y que ha jurado no dar jamás la mano al ministro de su tío, que también instigó, con los sansculottes, todos aquellos acontecimientos). Los miembros de la familia real exigen que le aparte de las Tullerías. Talleyrand es el encargado de explicárselo a Fouché: su presencia no es deseable. Se lo dice suave, irónica, diplomáticamente, ofreciéndole el cargo de embajador en los Estados Unidos. Fouché vuelve a casa y escribe su dimisión, y se le nombra embajador en la Corte de Dresde.

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En París se han olvidado que él trajo al Rey y ya solo se habla del ‘regicida José Fouché’ (‘la mort’) y de sus matanzas en Lyon, etc. Por 334 votos contra 32, se le excluye de la amnistía y se decreta de por vida su destierro de Francia y tampoco debe estar en Dresde. De ningún pais europeo le invitan a instalarse entre ellos. Ya está caído, no tiene poder, nadie le quiere. Al final va a Praga: espían sus relaciones, abren sus cartas. Ahora es despreciado por todos, desde que no le temen.

En 1817, su esposa, casada con él a los 26 años, solo por ambición , se enamora del hijo de un republicano, también desterrado. Se ríen de ‘el cornudo’ en toda Praga, y Metternich le permite ir a Linz, donde se retira cansado, humillado, en una ciudad provinciana, donde vive recluido, aunque aún sueña con ‘recuperarse’. En 1819 Metternich le permite trasladarse a Trieste, sabiendo que es ya casi un moribundo.. Allí va a misa. Los hermanos de Napoleón, también humillados, van a visitarlo. En sus últimas horas recibe los Santos Sacramentos y quema miles de cartas, así como sus Memorias; todo lo que comprometiese a otros.

El 26 de diciembre de 1820 fallece en Trieste y su muerte no despierta, de momento, curiosidad. Pero 4 años más tarde hay inquietud, pensando que van a aparecer sus Memorias. Pero las publicadas en París en 1824 son más que dudosas.