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En este breve ensayo desarrollo mi hipótesis de que hacia fines del siglo XX y en los primeros años del XXI, emergen construcciones identitarias que rediscuten la identidad estereotípica asignada a sujetos y territorio "patagónico" en el proceso de narración de la nación moderna argentina.
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TENSIÓN E HIBRIDEZ: NUEVOS PROCESOS IDENTITARIOS
EN LA LITERATURA ESCRITA EN PATAGONIA
Carolina Borquez Ciolfi
(U.N.P.S.J.B.)
David Viñas y Noé Jitrik leen los textos literarios del período de la historia nacional
que corresponde al momento de construcción del proyecto del nuevo estado liberal argentino
vinculando literatura y política. Proyecto delineado programáticamente por los escritores
románticos en su etapa de marginalidad y de oposición al régimen rosista; luego impulsado y
realizado por la generación del ’80. Ambos coinciden en considerar al Facundo de Sarmiento,
por sus propuestas en lo político y cultural, como uno de los textos fundamentales por la
importancia que se le concede en la etapa posterior de realización del proyecto. La lectura que
realizan de este texto vincula a tal punto literatura y política que, siguiendo a Josefina
Ludmer, es posible afirmar que “la literatura está casi fundida con la política porque todas las
voces o representaciones verbales están politizadas y toda diferencia cultural es diferencia
política”1. Por ello, al comentar el inicio de la conquista del desierto patagónico, Viñas puede
afirmar que “la civilización liberal-burguesa, condensada programáticamente en el Facundo
de Sarmiento treinta y cinco años antes, avanzaba de manera arrolladora sobre los ‘espacios
vacíos’”2. Es en el marco del proyecto político liberal en el que fue escrito, donde el Sur es
construido y la identidad del territorio y de sus sujetos es fijada en el estereotipo.
En el Facundo, la representación de la nación moderna argentina asume una forma
específica de narrar el territorio: un esquema espacial binario (litoral/ interior, Buenos Aires/
resto del país, Capital/ provincias). Dicho esquema además de establecer una jerarquía entre
provincias que coloca en el primer lugar a Buenos Aires y en el último a Jujuy, instala como
convención una perspectiva situada en el centro político y económico del país desde la cual se
construye la mirada sobre el territorio. Las imágenes que produjo Sarmiento significan un
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verdadero proceso de interpretación del espacio geográfico nacional no sólo por la jerarquía
interna que estructuran sino porque fijan las identidades culturales de ambas partes del
esquema espacial: asociando el litoral a la civilización y el interior a la barbarie. Desde
Sarmiento y hasta la actualidad, el término subordinado de las dicotomías ciudad / desierto,
civilizados / bárbaros ha configurado el imaginario cultural, político y social más difundido y
ampliamente aceptado de lo patagónico. El proceso de construcción de este imaginario fija las
identidades (sujetos bárbaros e incivilizados, espacio vacío) y, también, la posición marginal
de territorio y sujetos en el proceso histórico de narración de la nación moderna argentina
durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.
Ya en el capítulo que inaugura el texto encontramos los elementos fundamentales que
participan de la construcción del estereotipo. En primer lugar, la identificación del territorio.
La vasta extensión que se reconoce como Sur se asimila indistintamente a la pampa y se la
describe como extensión despoblada, vacía. El desierto refiere precisamente a la doble
condición señalada por la adjetivación elegida por Sarmiento: a la ausencia del hombre blanco
(despoblada) y a la inexistencia de elementos que marquen su presencia e intervención en el
territorio (vacía, aguardando que se le mande producir). En segundo lugar encontramos la
identificación de los sujetos que lo habitan. La construcción estereotípica del salvaje se fija,
casi al pasar, en la utilización del verbo acechar en la predicación: los salvajes acechan a los
hombres en el campo. Su conducta diferencia a estos sujetos de los hombres blancos
civilizados y los identifica con los animales.
El Facundo de Sarmiento es un texto paradigmático en el proceso de construcción de
nuestra visión de mundo occidental porque está en la base de nuestras representaciones
nacionales y de la inclusión de la nación en el mundo occidental. Este texto forma parte de
nuestro entramado cultural, histórico y político. Nos educamos en él, habitamos las ideas
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sarmientinas plasmadas en la oposiciones maniqueas civilización/ barbarie, ciudad/ desierto,
centro/ interior (Sur).
Que los estereotipos que fijó continúen, aún hoy, funcionando como punto de
referencia e identificación pone en evidencia que territorio y sujetos patagónicos no sólo
fueron construidos como Otros, como diferentes, sino también que fueron sometidos a ese
conocimiento como efecto “de un ejercicio crítico de poder cultural y de normalización”3.
Si bien creemos que sería posible afirmar que, históricamente, la narrativa escrita en
Patagonia se ha hecho cargo de este imaginario y lo ha legitimado; en la última década del
anterior y en los primeros años de este siglo, se escriben y se publican textos que interpelan el
lugar desde donde se construye ese imaginario y que constituyen sus identidades más allá de
los dualismos originarios. De este proceso emergen nuevas construcciones identitarias, a las
que hemos conceptualizado como identidades en-tensión e identidades híbridas.
Las identidades en-tensión son identidades producto de un proceso de re-construcción
de las representaciones identitarias en la literatura escrita en Patagonia hacia fines del siglo
XX. Aunque pretenden posicionarse más allá de la identidad originaria y esencialista, las
identidades en-tensión establecen su discurso desde la otredad del estereotipo construido y
fijado por Sarmiento. Las identidades en-tensión suponen un territorio y un sujeto patagónico
que continúa siendo determinado desde afuera.
Creemos reconocer dos formas posibles de identidades en-tensión. La primera de ellas
emerge de regímenes de representación que en la consciencia del texto manifiestan el deseo y
asumen el rol de pensarse más allá de la identidad estereotípica asignada a sujetos y territorio,
pero cuya lógica, sin embargo, reproduce la visión de mundo occidental que pretende
desactivar. Pongamos por caso el análisis de Música desconocida para viajes del escritor
Cristian Aliaga. La lógica que gobierna la construcción del texto de Aliaga borra la decisión
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consciente, puesta de manifiesto en el texto-prólogo, de sostener la inversión, políticamente
correcta, de la dicotomía sarmientina: barbarie o civilización. En el texto-prólogo al que
aludimos, Aliaga ensaya una lectura crítica del conjunto de relatos de viaje que componen el
texto y se propone resignificar los dos elementos constitutivos del estereotipo patagónico: el
territorio y los sujetos que lo habitan. De acuerdo a nuestra lectura, la representación
identitaria de sujetos y territorio propuesta en este texto-prólogo se contradice con el sistema
de representación identitaria que construyen los relatos. Esta contradicción, que la categoría
propone leer como en-tensión, es la que desplaza los sentidos y produce la ambivalencia en la
representación identitaria que construye el texto. Ésta es una identidad no resuelta, una
identidad que no logra conmover los sistemas de representación identitaria heredados. Las
identidades en-tensión que construye este texto son producto de una política de identidad que
emerge en relación con una coyuntura política, histórica, cultural y social de reconfiguración
de las identidades patagónicas.
La segunda forma de identidades en-tensión que analizamos emerge de la
problematización tanto de las representaciones identitarias estereotípicas como de la posición
marginal a la que sujetos y territorio han sido relegados en el proceso de narración de la
nación moderna argentina. Como efecto de esta problematización, las identidades culturales
(individuales, nacionales, territoriales, entre otras) se narrativizan, se exhiben como
construcciones y, en consecuencia, se desnaturalizan. Este proceso evidencia que esta segunda
forma de identidades en-tensión se construye, como el sentido de un texto, en el juego de los
significantes, en el desplazamiento de los límites en la representación de las identidades
culturales más allá de toda referencia originaria. Sin embargo, más allá de lo dicho, estos
textos (es decir aquellos que problematizan las representaciones identitarias estereotípicas)
cancelan, en última instancia, el juego de las identidades al introducir en el sistema de
representación identitaria en construcción elementos del sistema hegemónico responsable de
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la construcción del estereotipo patagónico. Sistema hegemónico que se caracteriza,
fundamentalmente, por su fijeza. Por ello, construyen identidades en-tensión, lo que supone
que, en definitiva, este replanteo no conmueve el sistema hegemónico de representación
identitaria que los escritores traen introyectado. Los textos construyen y sostienen la tensión
entre ambos sistemas de representación de las identidades.
Esta construcción identitaria nos permite pensar, por ejemplo, el trabajo que dos textos
narrativos escritos en Patagonia hacia fines del siglo XX realizan en pos de des-sedimentar las
jerarquías en los pares dicotómicos civilización/ barbarie, ciudad/ desierto, norte/ sur.
Jerarquías que son los sedimentos sobre los que se han construido las representaciones
identitarias del territorio y de los sujetos patagónicos. Oposiciones en las que lo patagónico ha
sido relegado a una posición marginal. Los textos a los que nos referimos son El desertor y
¡Nítida esa euforia! del escritor Marcelo Eckhardt. En estos textos, la condición de
posibilidad de este juego, de este desplazamiento de los límites en la representación son las
estrategias literarias a partir de las cuales los textos problematizan las identidades culturales:
el olvido del nombre propio, la construcción de sentidos de pertenencia provisionales
(identitarios, territoriales, nacionales) y los permanentes desplazamientos territoriales de los
sujetos. Pero, en ellos, este juego se cancela por la introducción de elementos que pretenden
fijar los desplazamientos en los sistemas de representación identitaria: el uso del “Yo” en la
construcción nominal que remplaza al nombre propio (Yo perro garcía) y la posición
legitimadora de los desplazamientos narrados. Elementos que no son resignificados por los
textos y que en consecuencia reproducen al interior del nuevo sistema que se construye los
sentidos totalizantes y naturalizadores del sistema hegemónico de representación identitaria.
Como lo señalábamos al introducir las categorías trabajadas, las identidades híbridas
son también producto del proceso de reconfiguración de las representaciones identitarias en la
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literatura escrita en Patagonia hacia fines del siglo pasado. Las identidades híbridas no son
concebidas como una identidad originaria, esencial, estática, garantía de unicidad ni tampoco
como una identidad en-tensión con aquella. Por el contrario, las identidades híbridas se
plantean como espacios histórico-literarios de negociación de las diferencias culturales. Este
espacio de negociación es un espacio entre-medio. Esta categoría define la posicionalidad de
los sujetos (estar ‘entre-medio’) con respecto a los dos términos de toda dicotomía
reduccionista de la diferencia cultural. La segunda forma de las identidades en-tensión y las
identidades híbridas, pero fundamentalmente estas últimas, nos muestran que toda
construcción identitaria no jerárquica posible es textual. Es decir que se construye en el juego
de las diferencias que describe el movimiento del lenguaje, como un encadenamiento que
hace que cualquier significante se construya a partir de la huella que dejaron en él otros
elementos-significantes del mismo sistema. Elementos-significantes que nunca están
plenamente presentes ni remiten más que a sí mismos.
Esta categoría nos permite pensar, por ejemplo, la construcción de identidades
nacionales en El desertor y de subjetividades e identidades territoriales en Trelew de
Eckhardt. En El desertor, la deserción abre una tercera instancia que escapa a la dicotomía
argentino/ inglés. La deserción instaura un espacio de negociación de las diferencias
nacionales en el que no se es ni uno ni otro. El texto deriva el valor de ser desertor de esta
tercera posición que construye. Posición cuya función principal es construir espacios de
encuentro y de intercambio que privilegien el diálogo y que posibiliten la negociación de las
diferencias nacionales. Las identidades híbridas se configuran como identidades plurales
porque posibilitan la coexistencia de los diferentes relatos puestos en juego.
Las identidades híbridas reclaman y asumen en Trelew una nueva posicionalidad con
respecto a los discursos de la civilización y de la barbarie. Se construyen entre-medio de
ambos: “Hacer historia a través del desierto o el desierto de la historia que des hace sujetos
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son dos posibilidades de una visión occidental (del centro). Vivir, narrar, morir en el desierto,
es algo muy pero muy diferente. Situarse desérticamente es la idea.”4. Este posicionamiento
resignifica al territorio patagónico y a los sujetos que lo habitan. ‘Situarse desérticamente’ no
supone que debamos posicionarnos ante un territorio caracterizado estereotípicamente como
vacío, signado por la ausencia de sujetos, inmutable a lo largo de la historia y la cultura de
Patagonia. Posicionarse en el límite de los discursos de la civilización y la barbarie, permite al
texto definirse identitariamente escapando de la disyunción dicotómica esencialista de Ser
civilizado o Ser bárbaro. Le permite fluctuar, moverse, desplazarse y escapar de la fijeza de
las representaciones identitarias estereotípicas: “Las preguntas que nos hacemos por las
identidades, por nuestras identidades, no resisten demasiado tiempo más el confinamiento si
pretendemos construir estrategias de representación dispuestas a los desplazamientos.
Desplazamientos de nuestras representaciones y de nuestros cuerpos que hagan de ellos
territorios de lo confuso. Que hagan de ellos el territorio de lo impropio, de lo inoportuno. De
lo impropio para que resistan al canon. […] De lo inoportuno, para que amenacen todo el
tiempo el lugar asignado a la representación de la identidad: estable y unireferencial.”5.
BIBLIOGRAFÍA
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1 Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Libros Perfil S. A., 1999, p. 90.
2 Viñas, David. Indios, ejército y frontera. Buenos Aires: Santiago Arcos Editor, 2003, p. 20.
3 Hall, Stuart. “Identidad cultural y diáspora” en Castro-Gómez, Santiago; Guardiola-Rivera, Oscar; Millán de Benavides, Carmen (Editores). Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana – PENSAR, 1999: 131-145.
4 Eckhardt, Marcelo. Trelew. 1° Edición. Buenos Aires: Paradiso, 1997, p. 43.
5 De Oto, Alejandro J. Representaciones inestables. Buenos Aires: Dunken, 1997, p. 14.