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MATERIA: TEORIA DE LA EDUCACIÓN
MAESTRIA EN DOCENCIA
CATEDRÁTICO: MTRO. VICTOR MANUEL SAUCEDA
ALUMNA: MARIA NELLY GONZALEZ LOPEZ
ALUMNO: JOAQUIN GONZALEZ DE LA FUENTE
MONTEMORELOS, NUEVO LEÓN 9 DE MAYO DE 2012
INTRODUCCION
Desde la formación como docentes constantemente nos encontramos dentro del juego
dialéctico entre la teoría y la práctica. El objetivo del presente trabajo es describir dicha
relación y llegar a conclusiones concretas en lo que respecta a lo que sucede en la
mencionada interacción.
En muchas ocasiones los resultados no son los óptimos y eso se debe a que las
personas encargadas de dirigir el proceso enseñanza – aprendizaje no tienen la
suficiente preparación teórica para poder aterrizarlo a la práctica que al fin de todo es
en donde culmina esa relación.
Para poder comprender la esencia del tema es preciso enfocarnos en la terminología
básica que interviene en la ya mencionada interacción; es precisamente lo que se
describe en el presente ensayo.
DESARROLLO
Como se mencionó en el apartado anterior en primera instancia se presenta la
terminología que integra la nomenclatura del tema objeto de estudio. Reconocemos
como teoría a un sistema de ideas, de conceptos acerca de los fenómenos o de una
esfera de la realidad.
Lo fundamental es reflexionar en razón del distanciamiento manifiesto de la teoría,
asociada a la práctica pedagógica, con base en los modelos de formación docente, los
cuales fortalecen una realidad educativa compleja que se aparta de una efectiva
formación docente, y más aun del reto de desarrollar teoría pedagógica bajo una
concepción contextual y crítica del proceso formativo, que en prospectiva posibilite la
consolidación de prácticas educativas que se deriven del plano teórico, y potencien
verdaderas oportunidades de aprender y comprender la labor educativa. De allí, la
urgente necesidad de asumir desde la reflexión de la formación docente, una fusión
pedagógica que asocie la teoría pedagógica y la práctica, a fin de comprender el
proceso social, humano y dinámico de la formación, y poder redimensionar el actuar
educativo, desde un saber pedagógico que emerge de la interesante fusión entre la
teoría y la práctica pedagógica , que desde lo cognitivo es internalizado por los
docente, y aplicado en la realidad educativa, con evidentes posibilidades de encarar la
labor de formación, con indicadores de excelencia, que por añadidura fortalecerán la
formación del sujeto que aprende.
Existen razones que refuerzan la idea que el distanciamiento de la teoría pedagógica
en la formación del docente, dificulta la práctica pedagógica, y mayor aun, debilita el
desarrollo de la pedagogía como disciplina, en consecuencia, es más fácil entender
como en la educación semejante divorcio estructural entre la teoría y la práctica es
probablemente un síntoma de la ausencia de teoría pedagógica en el proceso real de la
enseñanza, además , mientras este proceso no esté presidido por la teoría pedagógica
no podrá regresar, pues lo que se confronta racionalmente son enunciados con
enunciados, una práctica no puede descalificar a otra, ni contradecirla, ni superarla sin
teoría.
En este sentido, es necesario ahondar en cada uno de los constructos teóricos, a fin de
tener un panorama amplio de cómo se sucede la teoría y la práctica en el plano
pedagógico, y poder aportar en razón de una pedagogía efectiva, y de la formación
docente, por consiguiente, la concepción de la teoría para Carr (1999) “es una
perspectiva unilateral que resalta la fuerza de las ideas para orientar, e incluso, dirigir la
acción, más que el modo en que se realiza, y como las circunstancias de la acción,
configuran también nuestras ideas”, esto puede preformar y limitar la comprensión de
las circunstancias concretas en que se encuentran las ideas, sobre lo que es posible.
En este sentido, la manera de ver e interpretar, explicar y describir al mundo dentro de
un marco teórico, es sumamente particular, así pues, desde la pedagogía, el docente
tiene la oportunidad de aportar al conocimiento desde el contraste con la práctica, y
mayor aun, poder definir y orientar la acción pedagógica desde la reflexión que realiza
el docente, luego de asumir un piso teórico que le ayude a entender la realidad
educativa a la cual se enfrenta.
GIMENO SACRISTÁN adopta una posición crítica con respecto al panorama pedagógico-
científico predominante que considera a las ciencias de la educación como teorías
dispersas y fragmentadas a raíz de que fueron creciendo con el amparo de otras
ciencias auxiliares pero no han integrado estos aportes en un esquema teórico propio,
la complejidad del objeto educación, y la falta de fusión de los conocimientos obtenidos
por medio de distintos métodos.
Plantea una doble funcionalidad de la educación como práctica: es reproductora e
innovadora.
Es reproductora ya que busca la transmisión y la trascendencia de estados culturales
conseguidos pero, a la vez es innovadora puesto que busca la expansión de esa
realidad cultural y del hombre mismo. En consecuencia, al ser innovadora, las ciencias
de la educación son inconclusas en su carácter de ciencias (puesto que toda ciencia
persigue el conocimiento paulatino de un objeto) pero también por su objeto: la propia
práctica de la educación va creando el objeto educación.
GIMENO SACRISTÁN plantea la existencia de tres componentes esenciales del esqueleto
de las ciencias de la educación: la explicación, la normatividad y la utopía.
Con explicación se refiere a que persiguen explicar la totalidad o partes del objeto
educación ya configurado, buscan configurar una normatividad (en el sentido de
estrategia, tecnología) para llevar a cabo su objeto, y utopía debido a su carácter
innovador.
Dicha explicación y normatividad no deben basarse en el objeto educación como algo
acabado. Si así fuese, se correría el riesgo de convertir la educación en meramente
reproductora, perdiendo su componente innovador.
La norma no puede ser la mera proyección práctica del conocimiento extraído de una
circunstancia, la aplicación de una teoría validada de una situación precisa como en las
ciencias naturales. Las ciencias de la educación toman el modelo de cientificidad propio
de las ciencias humanas en general, pero con la particularidad de que ellas mismas
crean su objeto de estudio.
En conjunto, se parte de una explicación de la parte del objeto educación ya
configurado para conformar una normativa a partir de la utopía. En las ciencias de la
educación, hay un acercamiento entre teoría y práctica puesto que es la propia práctica
pedagógica la que crea el espacio científico a estudiar. Aparte de comprender el objeto
educación, tienen la originalidad de pretender conseguir la realización de su propio
contenido. En consecuencia, dicha normatividad va variando en forma constante en
persecución de la eficiencia pero por esta utopía misma nunca podrá ser calificada
como “acertada científicamente”.
A continuación se analizan algunos aspectos de los aportes del tema a tratar del
reconocido pedagogo español Gimeno Sacristán (1978).
El objeto abierto de la Educación según José Gimeno Sacristán
Pensarlo de este modo es reconocer en él al menos dos aristas. La primera de ella
pretende dar cuenta del hecho empírico, por el cual todas las sociedades intentan de
una u otra forma transmitir su cultura a las distintas generaciones, aún las venideras. A
esta particularidad, propia de todo acontecer educativo, se la ha reconocido, dentro de
algunos círculos académicos, como educación reproductora. Un segundo aspecto y
que se encuentra en estrecha relación con el anterior, a tal punto, que según Gimeno
Sacristán forma parte de la misma realidad objetal, lo encontramos en su vertiente 2
innovadora, por la cual la realidad educativa y aún el hombre mismo son
necesariamente inconclusos. (Gimeno Sacristán, 1978).
De lo dicho anteriormente se desprende que el objeto del que se ocupa una disciplina,
en el cuadro de las Ciencias de la educación, por ejemplo la Didáctica, no permanece
inalterado a través del tiempo, sino que sufre cambios de variable significancia a partir
de inscribirse dentro de un contexto socio- histórico específico, que determina o
prescribe el modo o la manera de entender una respuesta a un problema particular.
(Camilloni, 2007) A tal punto, según esta línea de pensamiento que venimos
esbozando, la perennidad de algunos principios, necesariamente se verán caducados,
o al menos pasados por el tamiz del historicismo, que por otra parte es el corolario
lógico de lo antes expresado.
Este objeto que es pero puede no ser, entraña en su interior bipartito y sumamente
contingente tres componentes que lo caracterizan y delimitan, configurando así el
marco epistemológico de las Ciencias de las Educación. El primero de ellos que recibe
el nombre de “normativo”, según Sacristán (1978), “(…) se ocupa de configurar una
tecnología normativa tendente a conseguir su objeto propio (…)” (Gimeno Sacristán,
1978.p.160). De esta manera, se encuentra inclinado a rectificar la acción práctica.
(Camilloni, 2007). El segundo de los componentes, llamado “explicativo” se entiende en
la medida que “las ciencias de la educación contienen explicaciones sobre la totalidad o
partes del objeto educación (…)” (Gimeno Sacristán, 1978.p.160). En el caso concreto
de la Didáctica, cuando esta explica, intenta ocuparse de la situación de enseñanza, de
la naturaleza y de las distintas variables que interactúan en el espacio pedagógico.
(Camilloni, 2007). Por último cabría hacer mención a un tercer elemento, no menos
importante que los anteriores. Nos referimos en particular a la presencia de la utopía
como componente propositivo, capaz de sintetizar las aspiraciones de los miembros de
la comunidad educativa y actuar como motor o brújula orientadora del cambio. (Davini,
1996). En otras palabras, señala 3 Sacristán, “El componente valorativo, propio del
apartado utópico, necesario en toda pedagogía, es el encargado de seleccionar los
aspectos válidos de los no válidos, en la traslación que se haga del componente
explicativo al normativo” (Gimeno Sacristán, 1978.p.164).
De esta forma, quedan entonces definidos los tres constitutivos que caracterizan,
según Gimeno, a las Ciencias de la Educación.
Algunas consecuencias de considerar al objeto como abierto.
Creemos necesario para poder cumplir con los objetivos de nuestra comunicación, aún
a riesgo de prolongar la cita, transcribir aquellas líneas que el filósofo francés Etienne
Gilson dejara plasmada en una prolífica obra que llevara por título “La unidad de la
experiencia filosófica”. En aquella ocasión Gilson escribía: “En primer lugar los filósofos
son libres para establecer sus propias series de principios, pero, una vez establecidos
éstos, no pueden pensar ya como deseen; han de pensar como puedan. En segundo
lugar, parece resultar de los hechos que todo intento por parte de un filósofo para rehuir
las consecuencias de su propia posición está condenado al fracaso. Lo que él niega a
expresar lo expresan sus discípulos (…) y cualquiera que retroceda a los mismos
principios, aunque sea muchos siglos más tarde, habrá de enfrentarse con las mismas
conclusiones.” (Etienne Gilson, 2004.p. 259).
Con lo mencionado anteriormente, intentamos poner de manifiesto la “implicancia” que
suelen tener nuestros enunciados y la necesidad de concientizar sobre ello.
Comunicada entonces nuestra intención, pretenderemos enunciar – aunque de somero
modo-, algunos puntos que se desprenden de considerar al objeto de las Ciencias de la
Educación como abierto y que por cierto pueden ayudarnos a lograr “intelegir” que se
entiende con el calificativo “abierto”. Dicha consideración nos pone en contacto con los
siguientes apartados, que se encuentran presentes en mayor o menor medida en esta
tesis:
A la pregunta ¿Qué es esto? que ha sido característica en la identificación de la
esencia de algo, en este caso del objeto de la Educación, la respuesta que se ha dado
admite en su seno la pacífica contradicción según la cual el ser es y no es en un mismo
momento y bajo un mismo aspecto. Acaso si entendemos que según el autor tratado:
“Las ciencias de la educación muestran de ese modo su esencia inconclusa,
persiguiendo las sombras que ellas mismas van creando” (Gimeno Sacristán,
1978.p.165). De este modo el principio de contradicción antes enunciado (Garrigou
Lagrange, 1946) queda gravemente vulnerado. Con lo dicho no negamos la dificultad y
el legítimo enriquecimiento que una ciencia en su “andar” va adquiriendo, lo que aquí
se está tratando de poner de manifiesto es otra cosa, a saber: “(…) que nuestra
inteligencia tiene por objeto formal el ser. Por otra parte lo que hemos llamado esencia
no es otra cosa que lo primeramente inteligible en una cosa”. (Maritain,1999.p.175).
Como se observa lo que la esencia de una cosa debiera designar en primer lugar es
cierta “positividad”, en tanto me permite saber tal como su definición lo sugiere:
“Aquello por lo que una cosa es y se distingue de las demás cosas” (Jolivet, 1989.p.68).
Asimismo acudir al apelativo de “contingencia” para caracterizar y definir a la realidad,
como queda expresado en la siguiente cita de Sacristán: “No puede olvidarse que esa
realidad que detectamos es una realidad causada por unas determinadas fuerzas que
han contribuido a su configuración. Esa realidad es contingente” (Gimeno Sacristán,
1978.p. 161), es olvidar que si bien la contingencia, el cambio y el devenir son notas
que bien podrían describir en parte nuestra realidad, así también hay otras realidades
que permanecen y perduran. De más está decir que el viejo Aristóteles ya lo había
advertido.
Sin embargo esta “devoción” por el “cambio creador” anida en su mismo seno dos
peligros dignos de considerados. En primer lugar la “contingencia más absoluta” pone
en peligro el status científico de la Educación, ya que como marca Sanguineti: “El
cambio puro supone el relativismo absoluto, la negación del ser que trae consigo la
negación de la ciencia”.(Sanguineti, 1977.p.52). Entendiendo que la ciencia puede serlo
de lo universal y necesario. Pues los entes contingentes se pueden estudiar
científicamente en cuanto en ellos existe o se halla alguna necesidad que deba ser
atendida. (Sanguineti,1977).
Un segundo aspecto además del antes enunciado lo encontramos en la imposibilidad
de poder esgrimir cualquier grado de certezas y por lo tanto verse impedido el
cumplimiento de una de las características que Sacristán (1978) reconoce como
intrínsecas al acto educativo, tal cuál es la “reproducción de estados culturales
conseguidos”. Pues si la contingencia fuera el denominador común y el devenir la única
realidad inobjetable ¿Qué sentido tendría nuestro esfuerzo, para las demás
generaciones?¿Acaso los mismos postulados de Gimeno Sacristán no intentan
describir o dar cuenta de un hecho contingente, como lo es, según el autor, la
configuración de la realidad por la determinación de fuerzas históricas y sociales; a
través de categorías que reclaman necesariedad y permanencia?
De ser negarse estos peligros, el inmenso esfuerzo intelectual de los educadores sería
en vano, incluido claro está el de Sacristán. La misma posibilidad de educar se vería
impedida en sus mismos fundamentos. (Lasa, 2007).
Por último los dos puntos anteriores nos aproxima, de manera aún imperfecta si se
quiere, a comenzar a entender, como ante el escenario educativo, nos asalta la misma
sensación del reconocido pedagogo español: “(…) la de estar ante algo heterogéneo, a
veces disperso, sin una unidad que de coherencia a todo el 6 conjunto”. (Gimeno
Sacristán, 1978. p. 158.) Dificultad esta última, que se ha hecho demasiado común
entre algunas ciencias.
En resumen, hemos intentado poner de manifiesto con lo mencionado hasta aquí,
algunas secuelas que creemos que se desprenden, luego de considerar al objeto de las
Ciencias de la Educación como abierto.
CONCLUSIONES
Es fundamental que los encargados del proceso enseñanza aprendizaje
conozcan lo suficiente sobre teorías y prácticas del aprendizaje para que al
momento de estar frente a una problemática que se dé en el grupo tenga los
conocimientos para poder resolverlo o encauzarlo de una manera correcta.
En las ciencias de la educación, hay un acercamiento entre teoría y práctica
puesto que es la propia práctica pedagógica la que crea el espacio científico a
estudiar. Aparte de comprender el objeto educación, tienen la originalidad de
pretender conseguir la realización de su propio contenido. La práctica
pedagógica es fundamental ya que esta fortalece y enriquece la realidad
educativa, pero la teoría ayuda a orientar y dirigir la acción.
Bibliografía
Camilloni, A. (2007). Didáctica General y Didácticas Específicas. En Camilloni y otros. El Saber Didáctico. (23-38). Buenos Aires: Paidós Davini, M. (1996). Conflictos en la evolución de la didáctica. La demarcación de la didáctica general y las didácticas especiales. En Camilloni y otros. Corrientes Didácticas Contemporáneas. (41-74). Buenos Aires: Paidós Garrigou- Lagrange, R. (1946). La Síntesis Tomista. Buenos Aires: Desclée de Brouwer Gilson, E. (2004). La unidad de la experiencia filosófica. (5 edición). Madrid: Rialp Gimeno Sacristán, J. (1978). Explicación, norma y utopía en las ciencias de la educación. En Escolano, A y otros. Epistemología y educación. (158-166). Salamanca: Sígueme.
Jolivet, R. (1989). Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Club de Lectores. Lasa, C. (2007). Por una educación que eduque. Algunas reflexiones en torno al problema educativo actual. En Lasa, C (Ed) y otros. Educación y excelencia humana. Vigencia de la educación humanista. (11-127). Villa María: Ediciones del IAPCH Sanguineti, J. (1977). La filosofía de la ciencia según Santo Tomás. España: Eunsa Maritain, J. (1999). Introducción a la Filosofía. Buenos Aires: Club de Lectores.