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Terror e identidad en los Andes El caso del noroeste argentino 1 Alejandro Isla Julie Taylor "Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo "tal y como verdaderamen- te ha sido". Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mi smo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer". W. Benjamín , Tesis de Filosofía de la Historia. Este artículo reelaborado fue presentado inicialmente como ponencia al VI Coloquio internacional "Identidad en los Andes" celebrado en octubre de 1994 en San Salvador de Jujuy/Argentina; orga- nizado por el Centro Bartolomé de las Casas, la Universidad Nacional de Jujuy y CLACSO. Agra- decemos todos los comentarios y sugerencias que promovió. Asimismo, queremos expresar nuestro reconocimiento a la National Endowment Far Humanities por el apoyo brindado a esta investigación. 2, diciembre 1995 311

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Terror e identidad en los Andes El caso del noroeste argentino1

Alejandro Isla Julie Taylor

"Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo "tal y como verdaderamen­te ha sido". Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer".

W. Benjamín , Tesis de Filosofía de la Historia.

Este artículo reelaborado fue presentado inicialmente como ponencia al VI Coloquio internacional "Identidad en los Andes" celebrado en octubre de 1994 en San Salvador de Jujuy/Argentina; orga­nizado por el Centro Bartolomé de las Casas, la Universidad Nacional de Jujuy y CLACSO. Agra­decemos todos los comentarios y sugerencias que promovió. Asimismo, queremos expresar nuestro reconocimiento a la National Endowment Far Humanities por el apoyo brindado a esta investigación.

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l. Introducción La reaparición de Bussi

Este trabajo pretende resaltar que el "bussismo" - la tendencia política encabezada por el general Antonio Domingo Bussi,2 representada en un partido poi ítico - gobernador de la provincia de Tucumán (Argentina), durante la última dictadum militar (1976-1983), célebre por su papel como represor, no es lo que a primera vista parece: una contradicción anómala dentro de la democracia restaurada.

Entre los cargos principales, al General Bussi se le acusa de torturas reiteradas, ho­micidio calificado, privaciones ilegítimas de la libertad en aproximadamente 4(X) casos. Y también encama la herencia del terror de la dictadura militar en una etapa de libertad y respeto por los derechos civiles. Para nosotros la cultura de violencia y terror3 de aquella dictadura, ha sido también recreada y potenciada en la etapa democrática. Esta recreación se basa a la vez en una cultura del terror que no se debe sólo a la represión más reciente (1976-1983) sino que tiene sus raíces históricas y simbólicas entre los sectores populares del Noroeste argentino, dentro del marco de culturas locales y de la cultura más amplia argentino­occidental. Una cultura de terror ha permitido licuar, destruir, o aplastar identidades étn icas en las culturas subalternas de la región ligadas históricamente a las culturas de los Andes centrales.

Los mecanismos por los cuales se ha impuesto el terror en Tucumán ilumina el trato de lo "diferente" en la Argentina, una tradición de exclusión violenta. Si bien estos mecanis­mos no han sido dirigidos específicamente sobre la población andina argentina, las culturas subaltemizadas de esta región han sufrido parte del trnto habitual que el Estado nacional

2 En 1995, el general Bussi fue elegido, por fin, gobernador de la Provincia de Tucumán. 3 El tema del "terror, los derechos humanos, el terrorismo de Estado ... " tienen una vigencia absoluta

en la consternada sociedad argentina, al momento de reescribir este artículo, debido a los testimonios de un oficial de la marina de guerra que participó en uno de los principales centros de detención clandestina de desaparición de personas, durante la última dictadura militar. El episodio del testimo­nio amplificó y desenterró el inconcluso tema de "los desaparecidos" y los compromisos de instituciones y diferentes sectores sociales del país con la represión (Verbitsky 1995; series de artículos en Página 12 de marzo y abril de 1995, programas periodísticos de TV, etc.). Una sombra ominosa pesa sobre la conciencia de los argentinos, como un trauma no resuelto, que inexorablemente resurge periódi­camente, como un torrente de lava, en las discusiones familiares, cotidianas y de los medios. En el terreno académico los antropólogos están prestando cada vez más atención a las relaciones entre el "terror", el Estado y la cultura Un excelente artículo de comentario y recopilación bibliográfica sobre estos temas es el de Nagengast (1994); Taussig en su estilo realiza una profunda y sintética reíle!lión acerca de la "violencia como cotidianeidad" y del "fetichismo estatal" (1992); Feldman realizó una reflexión sugestiva en tomo de la utilización de la "anestesia cultural" (de Adorno) para "proteger" a los ciudadadnos (especialmente de EE.UU) de las imágenes de violencia y terror producidas en todo el mundo. Sobre los problemas de representación de "terror y violencia" en la cultura urbana y en los medios , también Pence (1994 : 525-547). Sobre derechos humanos, sus organizaciones actuales y la reciente historia argentina, véase el excelente trabajo de Brysk (1994). Sobre la cultura de los campos de concentración nazis y las prácticas de la vida cotidiana en el campo, el excelente trabajo de Pollak, del equipo de Bourdieu. Sobre el diablo y los pactos, Edelman (1994) rediscutc la bibliografía teórica a la luz de casos en Nicaragua y Costa Rica; también Taussig está revisitando el tema con un por ahora borrador experimental.

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ejerció sobre minorías y etnías diferentes. Además es relevante el hecho de que rasgos de estas culturas andinas argentinas", como todas las culturas, reflejan elementos de la cultura dominante o del contexto cultural. Este caso, como la mayoría de las culturas andinas, se encuentra contextualizado por una cultura de violencia y terror, substrato del capitalismo hasta hoy en día, en su expresión neolibcral.

El punto focal de este estudio es lo que se percibe como un cambio de la identidad tucumana por el terror. La provincia de Tucumán nos presenta una paradoja: un Tucumán contestatario y en proceso de profundizar la democracia obrera y sindical en amplios mo­vimientos de base se transforma en un Tucumán "bussista", percibido, por lo tanto, como pasivo, dócil y autoritario. Más aún, un Tucumán altamente luchador, con ampliación de las bases de participación y representación obrera, habría convivido históricamente con una cultura del terror ligada a la plantación de caña de azúcar. A través de la historia, Tucumán se nos presenta con cuadros de distintos grados de terror. Deseamos explorar cómo se vivió este terror, cómo se extendió dentro de distintas poblaciones, por todo el Noroeste argentino y cómo se simbolizó y transformó en ficciones.

La provincia de Tucumán, trJdicionalmente concebida como la más peronista de la Argentina5 ha mutado notoriamente las identidades políticas y sociales6 y contrasta fuerte­mente con la de los años 1970 por lo menos en dos aspectos: la protesta social y la respuesta política. En efecto, si uno analiza los resultados electorales a partir de 1983 se advierte un incremento explosivo de los partidarios de Bussi7 , en la misma provincia que castigó bajo

4 Utilizamos un criterio operativo-histórico, ya que no contamos con buenas etnograffas históricas sobre las mismas como para rastrear "rasgos" de culturas de los Andes Centrales. Hablamos de tales por las que han estado o aun persisten mutiladas y fragmentadas, en los cordones montañosos con su ceja de vegetación tropical hacia el este, altiplanicies y valles de altura de las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán. También habria que mencionar a Santiago del Estero que conserva un bolsón de población quichua-parlante, a diferencia del resto, donde se ha perdido la lengua. O sea constituyen un territorio que fue dominado por los Incas en su expansión hacia el sur. Pero las culturas compren­didas en el "Noroeste argentino" presentaban diversidades muy fuertes entre sí; cultivadores, pastores, cazadores-cultivadores, que además respondían a diferentes tradiciones lingüísticas.

5 En las elecciones durante la primera época de Perón del 46 al 55 siempre ese movimiento sacó más del 70%. En 1973, en las dos elecciones presidenciales que se celebraron, el Frente Justicialista obtuvo en la primera el 53% y en la segunda más del 60% de los votos.

6 El 'peronista' en su inicio no fue un partido más; incorpora a la vida política del país a una clase trabajadora joven que simultáneamente logra su sindicalización, así como otras conquistas sociales. Liga permanentemente el discurso político y la práctica social. De esta forma amplía la noción y las prácticas de ciudadanía, relacionando los alcances de la "democracia" en términos de sociedad po­lítica, al logro de la "justicia social". Estas relaciones fueron materia de muchas elaboraciones de la militancia y el activismo de la Resistencia (55-73) desperdigadas en revistas, discursos, artículos, etc. Dicho por James: "El atractivo político fundamental del peronismo reside en su capacidad para redefinir la noción de ciudadanía dentro de un contexto más amplio, esencialmente social" (1990: 27) quien se refiere obviamente a sus inicios. Esto construyó una identidad política-social como "clase trabajadora" mucho más profunda y perdurable que la simple lealtad partidaria

7 El general Bussi fue el continuador del Operativo Independencia en Tucumán. El primero fue el genernl Vilas. También Bussi fue gobernador en la única provincia argentina en la cual la dictadura superpuso en la misma persona los roles de gobernador y jefe del comando en operaciones. En las demás provincias argentinas el gobernador era un militar retirado, quien no tenía mando militar. Esta

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su gobierno militar. En aquel año el general no se presentó con ninguna lista y el partido Bandera Blanca, un partido provincial de cuño conservador, sacó escasos 415 votos. El triunfo -aunque no abrumador como sugerían las tendencias históricas- fue para el pcronismo que obtuvo un 51,9 % de los votos, seguido del radicalismo8 con un 37,4 %. En la siguiente elección de renovación de diputados en 1985, el radicalismo superó por primera vez en la historia al peronismo, y ésta debería haber sido una luz de aviso que demostraba que las antiguas identidades-lealtades partidarias, y en particular la pcronista, podían disolverse. Se estaba premiando con el voto radical los dos primeros años de Alfonsín y castigando el pésimo gobierno peronista provincial.

Bandera Blanca vuelve a reaparecer, después de la derrota de 1983, recién en 1987 de la mano de Bussi y entonces sacan 98.453 votos que significó un 18,2 % del total, obteniendo el cuarto puesto9 • Luego de ese año, Bussi decide separarse de Bandera Blanca y fundar Fuerza Republicana. Poco después, en 1989, en las elecciones presidenciales y de legisladores nacionales y provinciales desplaza del segundo lugar al radicalismo con un 26,5% de los votos. Se preparaba -frente al estupor del resto de la nación que observaba atentamente el fenómeno- para ganar la gobernación que se disputaría en 1991, en la que alcanzó un 43, 1 % de los votos, derrotado por un margen estrecho por el justicialismo10 • De esta elección quedó un sabor amargo de fraude entre los bussistas, especialmente en la población de la capital de la provincia, donde se impuso un candidato de Fuerza Republicana como Intendente, quien gobierna la ciudad capital hasta el presente.

En 1993, para la elección de diputados, Bussi obtiene un 32,9%, quedando su partido estabilizado como tendencia y próximo del primero, el partido de Palito, que alcanza un 39,9% de los sufragios. Por fin, en abril de 1994, el general Bussi triunfó rotundamente -en elecciones de constituyentes para la reforma de la constitución nacional- por más de 30.000 votos sobre el partido justicialista. Pero lo que más exige de nuestra atención, es que su partido triunfó en los departamentos donde la represión durante la dictadura fue proba­blemente la más violenta de la Argentina11

; y que además "el bussismo" es preponderante entre los sectores obreros, desocupados y capas medias bajas de la ciudad capital provincial12

condensación de funciones fue explicada por el hecho de que en Tucumán se libraba una "guerra de guerrillas rurales", en donde se hablaba prácticamente de "frente de batalla". Bussi fue gobernador durante un año y medio; luego siguió a cargo del Operativo Independencia, manteniendo su presencia activa en la provincia hasta 1983, fin del período dictatorial 'Proceso de Reorganización Nacional'.

8 El sistema político radical. 9 El peronismo, por la crisis provincial, había ido dividido y tuvieron que llegar a un trabajoso y

cuestionado acuerdo en el colegio electoral para quedarse con la gobernación. Por primera vez Bussi se sentaba a negociar con sus electores, con los demás partidos de la democracia

10 Encabezado por "Palito" Ortega, un otrora cantante popular y nativo de la provincia, devenido empresario en Miami, e "invento Fujimori" de Menem como alternativa de gobierno frente al pro­fundo desprestigio de los políticos en el país y en la provincia en particular. El partido Justicialista en Tucumán, como frente electoral, llevó el nombre de Frente de la Esperanza, en la campaña de 1991 cuando triunfa "Palito" Ortega

11 Con la excepción de Lules, triunfa en Famaillá, Monteros, Río Chico, Chacligasta y Tafí Viejo, departamentos del pie de monte del Aconquija. De Lules es oriundo Ortega, y el pueblo guarda un gran orgullo por haber legado al país y a la provincia su cantante-gobernador.

12 San Miguel de Tucumán, que tiene 690.000 habitantes, expresa su adhesión a Bussi desde las elec­ciones del 91. Una muestra al azar de 200 hogares de diferentes sec tores sociales fueron entrevistados

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¿Cuáles fueron las razones que indujeron a los más golpeados por la represión a votar por representantes que habían ejercido sobre ellos tanta violencia y tanto horror? Una res­puesta a esta pregunta la podemos buscar en fuentes que a primera vista parecerán extrañas: el diabólico Perro Familiar y el Lobisón.

11. Dos símbolos del terror: el Perro y el Lobisón

En ese paisaje político de los sectores populares andan dos monstruos míticos, que surgen más de la cultura del terror, pero que actúan también sobre las prácticas culturales democráticas. Estos seres nos hablan de relaciones, en una zona amplia, entre el trabajo y el trabajador, el lucro y la industria, el obrero y su patrón, y el hombre con sus gobiernos y sus gremios. Son el Perro Familiar y el Lobisón13 •

"La leyenda más difundida en el Norte es la del llamado perro familiar .. . . Según esta, es un perro gigantesco que arrastra grandes cadenas mientras despide fuego por sus ojos y su boca. Este engendro demoníaco era el guardián de la fortuna de los dueños de ingenios azucareros .... La gente contaba que ese perro se alimentaba de carne humana, de la de los peones. Peón que tenía problemas con el patrón, peón que desaparecía "comido por el Familiar". Según algunos, un solo hombre le peleó al Familiar y le ganó. Lo hizo armado de un puñal de plata en su mano izquierda y una cruz, del mismo metal, en su mano derecha. Pelearon desde la medianoche hasta que cantó el gallo. En esos instantes el Familiar, derrotado, reventó y desapareció envuelto en una nube de azufre" ... "Estos cuentos y leyendas ... servían para darnos a todo el grupo [de chicos], un cagazo padre ... " (Perrone 1976:38-39).

"El del familiar [del Ingenio "La Esperanza"] era muy sonau hace muchos años, cuando recién hi caído por aquí. Resulta que los patrones del Ingenio para hacerse más ricos, habían teníu un contrato con el familiar, que es el diablo, de darle cada año un pión pa que lo coma. Y dicen que lo cumplían y taban cada día más ricos. Todos los años dice que desaparecía un pión y nunca se sabía ánde se había ido ni qué si había hecho. Ahí, en la fábrica, dice que los gringos tenían un cuarto oculto con herramientas ande vivía el familiar. Entonces mandaban a ese cuarto a un pión para que saque herramientas. Y siempre tenía que ser uno nuevo, que recién haiga veníu a estos trabajos. Dicen que el hombre dentraba y no salía más. ¿Quí había síu? Que el familiar se lo comía." (Vidal de Battini 1980: 803-804).

en marzo de 1993, para comprender las relaciones entre neoliberalismo, prácticas cotidianas, y opi­nión política local (Selby-Isla, entrevistas NSF-CONICET).

13 La presencia del Lobisón en las leyendas parecería de menor importancia que la del Familiar, y tal vez esté extinguiéndose. Sin embargo una de las versiones -la citada en tercer lugar- unió ricamente los dos engendros demoníacos. Al presente estamos trabajando en el análisis de diferentes versiones contextuadas históricamente.

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Existen versiones de estos mitos que juntan a los dos (Familiar y Lobisón), y al hacerlo comentan sobre la parndoja de un pueblo contestatario y participativo, a la vez que pasivo y autoritario:

" ... El asunto del 'perro familiar' es así; dice que ellos anda en todo el mundo. Ya a ver que nosotros los trabajadores no los conocimos a los dirigentes ni de Bolivia ni del Parnguay; pero ellos sí, los patrones se conocen los de Rusia, de Norteamerica, del Japón de todos lados. Ellos tenían acuerdo con los zares de Rusia, la familia de Romanov de Rusia; ellos traen perros grandes, galgo ruso, negro o si no lo teñían de negro, los largaban de noche con una larga cadena. Como eran perros muy grandes, otros perritos aullaban. En las noches de plenilunio, los perros siempre le aúllan a la luna, y más cuando ven a un animal enorme como estos, semejante, que parecía un toro. Los perros, un griterío bárbaro. Los perritos iban a enfrentar y estos los mataban, o los matones que iban por detrás los mataban a los perros y después decían que los perros habían muerto. La cosa es que era así; y bueno la cosa era así.

Ellos, por ejemplo, en todos los fondos que tenían ellos de caña en noche de pleni­lunio salía un perro a recorrer la estancia y siempre había una víctima; desaparecía un hombre o lo mataba a un hombre. Resulta que habían hombres muy valientes que se deciden a descubrir eso y lo esperan al perro en noche de plenilunio, al Perro Familiar y lo enfrentan.

Por lo visto son testigos de que no desaparecen los obreros porque el perro los come, sino porque el perro era cuidado por una banda de delincuentes que andaban para atrás del perro que eran pagados por los patrones, para meter miedo a la gente. Si alguien le hacía al perro algo, el grupo ese lo levantaba a ese que lo enfrentaba y lo levantaba al perro muerto, le pegaba balazos con escopeta o a otro lo han apuñaleao. Pero después no han aparecido ninguno de los dos.

Bueno pero después los anarquistas cuentan de que no era tan así, de que no había ningún misterio, ni era el diablo sino que era una cosa creada por los hombres estos14

Seres humanos.

Cuando había un caso de esos que desaparecía un hombre los patrones y los capataces de los ingenios instigaban a la gente de que había que meterle fuego al viejo tal porque tenía siete hijos, el séptimo hijo ese era Lobisón.

No era lo mismo que el Perro, nada más que como aparecía el Perro Familiar, ellos dicen que se transformaba en Perro Familiar el séptimo hijo varón. Por más cobarde que seas vos, vos sos valiente, porque tenés siete hijos parn tirarle la bronca a cual­quiera, te van a defender. El que no tiene ningún hijo varón no tiene cómo darle al dueño porque está solo, entendés. O sea que la mayoría de los hombres que tenían

14 " ... Alfredo Guzmán, Clodomirn 1-lileret y el otro Martín Vero ... " dueños históricos de ingenios.

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sieLe hijos15 no se dejaban avasallar sus derechos en el ingenio; que les paguen lo que se les baje la gana" (Isla: entrevistas, diciembre 1993).

Pero los cañaverales del Noroesle argentino no son el único lugar del mundo donde semejanLes seres amedrentan obreros. Los Lrabajadores de la industria azucarera de Colombia hablan de pacLos con el diablo para incrementar riqueza. Semejanzas enLre los pacLos argen­tinos y colombianos de un lado y las creencias de los mineros bolivianos han sido destacadas por el anLropólogo Michael Taussig, basándose en su propio u-abajo de campo y el de June Nash (Taussig 1980; Nash 1979).

"En dos distanles vaslas áreas rumies de Sudamérica, cuando campesinos cultivadores se transforman en trabajadores asalariados sin tierra, invocan al demonio como parte consliLutiva del proceso de manLener o incrementar la producción ... El Demonio y el Mal condimentan la metafísica del modo de producción capilalisla en estas dos regiones.

EnLre los desplazados campesinos negros, quienes son empleados como trabajadores asalariados por la rápida expansión de las plantaciones de caña de azúcar en el Valle de Cauca en Colombia, son sólo algunos quienes entran en los paclos secrelos con el demonio parn lograr incrementar su producción y entonces su salario. Cada paclo es mencionado como Leniendo funestas consecuencias para el capilal y para la vida humana, la tierra se volverá esLéril, y los animales no prosperarán y morirán. Así mismo, la caña de azúcar se tomará infecunda; Lambién es mencionado que el indi­viduo que hace el pacto morirá premalurnmenle y con sufrimienlos.

Similarmenle, los indios desplazados como campesinos, quienes trabajan como asalariados en las minas de estaño [de Bolivia] han creado grupos que profesan riluales al demonio lo mismo que en las plantaciones colombianas de azúcar, el demonio es el mayor soslén de la producción o del incremenlo de la misma; pero esla producción es considernda a la larga desLrUctiva de la vida; la mililancia política y la conciencia radicali1ada de izquierda son muy altas en ambas áreas de eslas industrias" (Taussig 1980: 13-14; v. Lambién, 144).

15 " ... Bueno la cosa es que en el año 1900, 1890, se hace pesao el crimen en Tucumán, porque había masacre de gente; no víctima del perro El Familiar, sino porque le decían -a la gente- que lo mataran al 'perro Familiar' . Porque instigaban a la gente a que el que tenía vario hijo, el séptimo hijo varón era el diablo, era el Lobisón decían. De noche de plenilunio venía y se transforma en diablo. Y ese comía gente, hacía desaparecer. [Pero no era así; sino lo que cuentan los anarquistas; la cosa es que Sáenz Peña, siendo diputado de la Nación y el padre del Presidente, Luis Sáenz Peña, . . . presenta un proyecto a la cámara de diputados, y nadie le da pelota, pero cuando es presidente él hace la ley Sáenz Peña del voto universal y secreto, y al mismo tiempo hace la ley de padrinazgo presidencial porque él veía que en Tucumán era muy grande la creencia de que el diablo existía y que el 7mo. hijo varón es el hijo diablo; y hace la ley para que el 7mo hijo varón sea bautizado, en un bautizo público y que el padrino de ese chico sea el presidente de la Nación ... " ... y entonces no sea irreme­diablemente asesinado. ¿Se podría interpretar que con la ley Saénz Peña ya no era necesaria tanta solidaridad y respaldo físico de los siete hijos varones, para enfrentar a la patronal?

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Si bien impactan las semejanzas de los lazos entre el diablo y la riqueza16 generada por la industria en dos países distantes, constatamos también diferencias igualmente fuertes. Entre los trabajadores azucareros con los que habló Taussig, el peligro de los pactos con el diablo se daba solan1ente entre los grupos de obreros, mientras que los dueños quedaban inmunes (Taussig 1980: 110). En la industria azucarera argentina, los pactos no son iniciados por los trabajadores sino por los propietarios de ingenio, cuyas fortunas pueden gozar de incrementos o esfumarse vertiginosamente, de la misma manera que sufren los peones co­lombianos del azúcar. La obra muy conocida de Taussig sugiere una relación entre las imágenes del Mal de los campesinos que se integran en el proletariado de la industria en expansión, y la enajenación que perciben como extraña y peligrosa en su nuevo trdbajo asalariado. Tales elementos parecen estar presentes en las versiones argentinas t.mnbién. Pero cx ist.e en los rumores corrientes de los ingenios argentinos otro peligro má<;: la clara explo­tación y represión de la fucr1.a de trabajo. En la figura del Perro éstas se meten en el seno mismo de la familia del dueño de la industria. Amenaza no sólo a peones individuales, sino la solidaridad obrera total, porque ataca preferentemente a los obreros díscolos, según nume­rosas versiones. Las otras versiones, recogidas en el campo y en las fuentes secundarias, mencionan que las víctimas son los "parias"; "esa gent.e que no t.enía familia"; con ellos se alimentaba el Familiar. "Por eso se movía el trapiche", o sea, por la desaparición de los "díscolos" y de los "parias". El que se enfrenta al Familiar y lo vence, es un obrero "mítico", un héroe; pero que no deja rastros. Se fue de la localidad, de la región; nunca más volvió. ¿Que logró sacarle una fortuna al patrón? Este le pagó para que "desapareciera". Ambas alternativas aluden, de manera diferente, al peligro que amenaza al activismo obrero, tanto como a los trabajadores de base del azúcar: la represión o el soborno.

En posible contraste con las recientes plantaciones ele caña de azúcar ele Colombia (la industria más temprana de la República), el imaginario popular relaciona, en el caso de las zonas argentinas del azúcar, a los dueños de la industria con formas de represión que incluyen muertes horribles y 'desapariciones' ominosas augurando un uso futuro de la 'desaparición' como instrumento político dentro de una tradición de represión. Como se verá más adelante, también según el imaginario popular, las etapas de la historia de la represión en la Argentina son relacionadas entre sí y han configurado una tradición de terror que señaliza hitos en la memoria colectiva de gran parte de la población del Noroeste argentino.

111. Conciencia obrera y sumisión

Un aullido agudo y largo Rompe la noche por miedo Las casas trdflcan sus puertas

16 Las diferentes versiones del Familiar tratan de explicar 'la riqueza' y 'la desaparición' de vidas de obreros con la misma insistencia. La riqueza del patrón abruptamente concebida en el imaginario popular se debe al pacto demoníaco; la desaparición de persona, , al alimento del Familiar, y por lo tanto del pacto. En este aspecto el mito opera como una gran metáforn de la succión de vidas obreras para engordar los 'tesoros' patronales.

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Y se munnuran los rezos Los rezagados se apuran El Familiar anda suelto Se dice que el Familiar Es el demonio hecho perro Y que tiene sociedad con el dueño del Ingenio Por eso anda persiguiendo a los borrachos y el juego Ninguno vio al Familiar Porque el que lo vio está muerto Pero dicen de su boca Que va despidiendo fuego Por esos sus muertos tienen quemaduras en el pecho Algunos no aparecían Ni los rastros de sus cuerpos Los ponían en el engranaje Que iba moviendo el Ingenio Porque así, según decían Aumentaba el rendimiento Van pasando muchos años Años que forman los tiempos y se seguirá contando como real o como cuento la historia del Familiar que quedará como un sueño Y aquellos trasnochadores Después del alcohol y el juego Creerán sentir por las noches tambaleando en los senderos Un aullido agudo y largo Como un eco del Infierno

Juán Eduardo Piatelli11

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En el interior de las versiones que citamos aquí del Perro y el Lobisón, encontrarnos las dos tradiciones mencionadas al comienzo de este estudio que son centrales a la historia tucumana y parecerían contradecirse: la de sumisión y docilidad frente a represiones feroces y la lucha obstinada por emerger con autonomía y reconocimiento en sus expresiones organizativas. Un bosquejo de las últimas décadas de esta historia nos muestra sus contra-

17 Poeta popular tucumano, murió entre 1965/70. Poema inédito cedido gentilmente por el historiador Ramón Leoni Pinto.

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dicciones internas, además de contrastes enlre la historia y los estereotipos ligados a esta provincia del Norte argentino tan importante en todos los planos.

A partir del cierre de once ingenios azucareros a mediados de los años 1960, comienza a propagarse la protesta social en todos los sectores populares de la provincia. Tucumán, ligada al azúcar pero con un sindicalismo "combativo" fuerte, expresará su protesta por medio de huelgas, tomas de ingenios y rutas y movilizaciones ma<;ivas18 • La cúpula sindical de la FOTIA19 (Federación Obrern de Trabajadores de la Industria del Azúcar, que también representaba a los obreros transitorios, cortadores de caña) lideró esas luchas desde los primeros años de lo que se conoce por "Resistencia peronista"20

, poco después de 1955. O sea que para 1966 había tenido bastante tiempo parn forjarse en la práctica contestaria y en las formas de organización social con mayor representatividad de la que exhibían numerosas organizaciones obreras. Sus dirigentes21 , de amplia representatividad, bregaron por una ética sindical de democracia de base; por ligar el dirigente del secretariado general a los reclamos más pequeños, a la solicitud de cuerpos de delegados y obreros, que se estaban formando en la experiencia de representación y protesta para renovar los cuadros intermedios y superiores.

18 La producción azucarera con su parte industrial : el ingenio y su parte más agraria: la plantación tiene una antigüedad de implantación en Tucumán de más de un siglo. Reconoció una dificultad inicial en relación al disciplinamiento del modelo c lásico de convertir campesinos en obreros: unos, los de ingenio debían ser "permanentes", estables; mientras que se debía asegurar una gran masa de tran­sitorios, durante seis meses, como cortadores y peladores de caña Al ingenio no le convenía una "proletarización" compl eta de los últimos (véase Rutledge, 1987). Para asegurarse entonces el fluj o anual de trabajadores migratorios la patronal debió utilizar di versos procedimientos; en general, todos coerci tivos : racias, alquiler de latifundios con arrendatarios, peonaje por deudas, etc. Se impidió, mediante sangrientas represiones, todo tipo de agremiación hasta mediados del siglo que corre; los procesos laborales estaban caracteri zados por una represión violenta y cotidiana; obviamente acom­pañados de estructuras rígidamente jerarquizadas entre patrones, técnicos, capataces, diferentes ca­tegorías laborales de obreros. El tipo de producción caracterizada por una parcial prolctari zacion con sus dos ciclos: de campo e Ingenio, exigieron de la patronal formas represivas constantes; el "disciplinamiento", más que una etapa inicial, debió acompañar siempre los ciclos anuales de cosecha-molienda.

19 Fue creada en 1944 después de largas y masivas luchas en donde lideraron anarquistas y socialistas (Rosenzvaig 1988); por último, peronistas con una gran autonomía de las conducciones corporativas como la CGT, así como del Partido Justicialista Fue el primer sindicato argentino que reali zó una huelga masiva contra Perón en su primer peíodo presidencial , por mejoras salariales y condiciones de trabajo (entre otros, Little 1979).

20 Duró 18 años, de 1955 hasta 1973: "el retomo de Perón". Es un período muy rico para el análisis de las "identidades-lealtades poüticas". Dentro de la Resistencia, existen negociaciones, claudicacio­nes, colaboración, complicidad, heroísmo, resistencia en el movimiento peronista como conjunto frente al Otro (enemigos): "los gorilas", como en muchas biografías de sus conspicuos represen­tantes, líderes y mártires.

21 Atilio Santillán, Benito Romano, Leandro Fote, como muchos otros, fueron dirigentes obreros ejem­plares que mezclaron su capacidad de negociación, con la misma de lucha, para defender los derechos de sus representados. Estos como la mayoría de las cúpulas de los sindicatos independientes que componían la FOTIA, más sus cuerpos de delegados fueron asesinados o "desaparecidos". Los denunciados y reconocidos por los familiares alcanzan aproximadamente a los 295. Otros quedaron en el olvido pues sus familias o amigos paralizados por el terror no realizaron denuncia alguna

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Se hablaba frecuentemente de 'democracia sindical' y 'democracia obrera', como términos intercambiables. También de 'pluralismo' político22

Gran parte de los sindicatos de la provincia, de otras ramas de la producción, apoya­ban o acompañaban de diferente manera estos procesos liderados por FOTIA, muchas veces desobedeciendo sus conducciones nacionales. Los estudiantes universitarios, en su mayoría capas medias, fueron sensibles a las movilizaciones sectoriales de esa etapa y produjeron lo que se denominaron tres ' tucumanazos' 23 durante los cuales, y principalmente en los dos primeros, la ciudad capital fue litentlmente tomada

Las protestas de los sectores obreros y medios, si bien no estaban separadas de lo que ocurría en el conjunto del país parn aquellos años, en Tucumán tuvieron expresión propia. En erecto, durante las negociaciones febriles de principios de 1973 -cuando otra dictadura estaba fenec iendo2A - entre Perón y diferentes sectores peronistas para imponer gobernador y vice gobernador en cada provincia, la conducción de la FOTIA, amplios sectores populares y algunas tendencias del peronismo (aquellas más ligadas a las organizaciones de base) propusieron como candidato a gobernador al Dr. Rodríguez Anido, quien fuera uno de los históricos abogados de FOTIA y de otros sindicatos tucumanos. Perón no aceptó esta propuesta y mandó a votar por Amado Juri , que expresaba políticamente más al peronismo histórico, conservador25 • Si bien " la orden" constituía una sentencia incontrovertible y sagrada dentro de la tradición peronista, los dirigentes y bases de aquella corriente decidieron desobedecerla y constituir el Frente Unico del Pueblo (FUP) que fue solo a las e lecciones, enfrentando al candidato de Perón26 • En 1973, fecha de las últimas elecc iones antes del inicio formal de la dictadura (24 de marzo de 1976), el pcronismo sacaba más del 60% de los votos provinciales, confirmando lo que siempre se dijo dentro y fuera del pcronismo: ''Tucumán es una provincia netamente peronista" , a lo que agregaríamos, con fuertes luchas obreras y base de varios experimentos de guerrilla rural27 •

¿Qué fue lo que sucedió para que cambiaran radicalmente las identidades políticas, pasando de un peronismo combativo al bussismo, para que su movimiento social se haya convertido en dócil y disciplinado, para que el eje de las luchas se desplace de los obreros de fábrica y surco, a los trabajadores estatales, a los jubilados?

El contexto histórico es especialmente importante para develar una de la5 metas centrales del presente trabajo: la exploración de los mecanismos del terror para ver cómo modela identidades, pero no desde la proposición de un modelo mecánico atempontl, sino dentro de un complejo de contingencias históricas. En la "zona caliente"28 de Tucumán,

22 Tenían voz y voto las más variadas tendencias políticas: radicales, peronistas, socialistas, trostki stas, comunistas, demócrata cri stianos, etc, tanto en la asamblea de ingenio como en la de federación.

23 No hay ttabajos buenos sobre el período; véase el anónimo "Argentina, Tiempo de violencia" y Cren zel 1991.

24 La sucesión de gobierno militares: Onganía-Levingston y Lanusse. 25 Contando con el apoyo de Montoneros y ottos gremios a partir de la "Orden de Perón". 26 Por izquierda sacó el 4,8% en marzo de 1973 en contra de la "Orden de Perón". 27 Los 'ºUturunkos" en 1959; Taco Ralo que fue uno de los orígenes de las "Fuerzas Armadas Peronistas"

(FAP) en 1968 y la última la "Compañía de Monte Ramón Rosa Giménez" del "Ejército Revolucio­nario del Pueblo" (ERP). Las dos primeras fueron peronistas, y la última tuvo un origen trotskista.

28 Donde se desarrolló el Operativo Independencia, especialmente en los departamentos del pie de monte este del Aconquija: Famaillá, ver nota anterior.

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observamos mutaciones de identidades: una zona trndicionalmente peronista y caracterizada por una alta y radicalizada conciencia obrera (Munnis-Waisman 1969; y Sigal 1970) se transforma en la región que dio el triunfo electoral más espectacular al autor del notorio terror que ahí se vivía bajo la represion militar.

¿Qué había pasado en la "zona caliente" entre su logro de concientización y activismo y su voto a favor de quien los había mantenido por años en una sumisión casi completa?

IV. La "escuelita de Famaillá" y la tortura

"La industria azucarera, en el mundo todo, fue cimentada a fuerm de sangre .. " (Tobías Rossemberg, 1936).

" ... primero mataremos a los subversivos, luego a sus colaboradores, luego a sus sim­patizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos" (General Iberico Saint Jean 1976).

Algunos testimonios:

"La escuelita" queda en el centro del pueblo y es una construcción bastante precaria por lo que, según los habitantes del pueblo, los movimientos de autos y vehículos militares constantemente saliendo y entrando eran percibibles día y noche".

"Lo peor, cuenta la misma gente, eran los gritos constantes de los torturados y la música a todo lo que da, día y noche. Algunos lo sienten todavía, pues "la escuelita" volvió a su rol original: escuela primaria, parn enseñar a los niños los principios de la argentinidad ... Otros sienten el olor rancio de la carne quemada y descompuesta por la electricidad, o los olores nauseabundos de los cuerpos podridos arrojados en los dos pozos ciegos. Pues allí también 'desaparecían' ... " (Isla, entrevistas y notas de campo, 1993!)4).

Un ejemplo de lo que había transcurrido en la "zona caliente" podría ser la experiencia de la pequeña localidad de Famaillá, ubicación de uno de los más conocidos de los nume­rosos campos de concentración y exterminio que se establecieron en la región: "la escuclita''29

de Famaillá, lugar donde torturnban desde el inicio del Operativo Independencia.

29 La Escuelita institucionalmente fue el primer campo en el país de los llamados Centros Clandestinos de Detención; funcionó de febrero de 1975 a abril de 1976, a cargo del general Yilas, quien fuera trasladado al sur (V Cuerpo de Ejército) donde inauguró otra "escuelita" (Partnoy 1986). Luego fue trasladado a las instalaciones del viejo ingenio Nueva Bavicra (en frente del acceso a Famaillá) bajo responsabilidad directa de Bussi. En esa zona funcionaban tres más simultáneamente (CONADEP 1984: 213 a 217).

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Los militares lograron, al menos en algunas ciudades y caseríos (se puede presumir la mayoría) de la Ruta 3830 , extender la tortura y sus efectos al conjunto de la población. Todos fueron considerados inicialmente sospechosos y colaboradores de la guerrilla, y desfiló por 'la escuelita' virtualmente toda la población. La 'cámara de tortura', con sus caracterís­ticas tradicionales, secreta, obscura, húmeda y sin escape, fue extendida al conjunto del poblado: fue pública, diurna, masiva. El efecto de la extensión de la cámara de tortura se relaciona con la implantación y génesis de una cultura del terror con su propio espacio de muerte31 (Taussig 1987) que retomaremos más adelante en las conclusiones de este estudio.

El preanuncio de ello se dio a fines de 1974

" ... cuando se levantaron a todos los fumigadores; eran un montón de chicos con sus mochilas repartidos por los campos y entre los cultivos, entre Santa Lucía y el cerro en las antiguas colonias; entre Santa Lucía y Acheral hacia la 38; entre Santa Lucía y Famaillá, y quizá por otros lados que no me enteré; eran camiones y camiones de pibes que se los Llevaron del mismo campo antes que volvieran a sus casas; seguro para que los padres no alboroten. En los camiones los ataron como bultos y los llevaron al Central (Departamento de Policía de San Miguel, la capital) y allí los tortwaron a todos; que no tendrían más de 18 ó 20 años; ¿qué les preguntaban?, si conocían extremistas, si eran amigos de los sindicalisas y delegados de los ingenios; de estos tenían una lista completa; y ellos cómo no los iban a conocer si de allí mismo eran. Y a los que decían que no conocían ni a su mamá, igual los picanearon; los tuvieron dos o tres días y después los largaron. Se decía que los que torturaban eran de Buenos Aires y de otras provincias ... " (Isla: entrevistas noviembre de 1993).

De esta manera irrumpen los procedimientos de la llamada "Triple A"32 • Cuando en febrero de 1975 se lanza el Operativo Independencia mediante un decreto de la presidencia de la Nación, ya se habían producido varios secuestros de activistas obreros o de simpatizan­tes de partidos de izquierda de los pueblos de la Ruta 38. La característica común de estos procedimientos era la aparición al poco tiempo de los cadáveres prácticamente descuartizados por los tiros y las torturas recibidas. La eficacia del efecto aleccionador de la muerte eran los descuartizamientos y su exhibición pública: sobre la ruta, en el acceso a los pueblos y ciudades de la región. ¿Cuántos fueron? Es imposible precisarlo porque muchos ni siquiera se denunciaron y el periodismo no actuaba por su cuenta. Pero queda en la memoria de los

30 La Ruta Provincial 38 corre paralela a la cadena montañosa del Aconquija, en cuyas faldas se encontraban numerosas plantaciones de caña de azúcar y los respectivos ingenios, que dieron origen a una cadena de pequeños poblados y ciudades. En la zona del Aconquija se instaló la guerrilla rural del ERP.

31 " ... el espacio de muerte es importante en la creación de significados y conciencia, mucho más en aquellas sociedades donde la tortura es endémica y donde la cultura del terror florece" (faussig 1987 :4) siempre asociado a un verdadero 'episteme de las tinieblas' (lbídem,133) donde se transforman víctima y victimarios.

32 Alianza Anticomunista Argentina, organismo paramilitar y parapolicial que dirigía el Ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabel Perón, José López Rega.

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entrevistados, como hechos frecuentes, ominosos, que se anunciaban confidencialmente entre amigos en los bares. Las noticias eran diarias y se transmitían entre familiares, en reuniones hogareñas. En la zona venía operando la guerrilla rural, 33 y ya a esa altura ningún lugareño podía distinguir a quién correspondían los hechos violentos. La confusión fue un primer objetivo: los golpes debían esperarse de cualquier lado, a cualquier hora34 •

" ... Y bueno, casualmente, los 'perros' 35 , yo le he leído ese la Estrella Roja36 , ellos decían" la Triple A es el perro Familiar de los 70". Los 'perros' decían así que los encapuchados eran los perros familiares de los 70" (Isla, entrevistas, diciembre de 1993).

El Operativo Independencia tuvo inicialmente el Comando de la Zona de Operaciones instalado en la comisaría de Famaillá, a pocas cuadras de la famosa "Escuclita", por la cual "pasó" gran parte de la población de esa ciudad como de su entorno rural. Durante el año 1975 los operativos se extendieron a toda la provincia y mantuvieron su masividad e indiscriminación. Para los primeros meses de 1976 diversos testimonios de militantes y otras fuentes coinciden en afirmar que la guerrilla rural estaba completamente aniquilada37 . El activismo obrero, también duramente golpeado, fue de la misma manera aniquilado: "desapa­recieron" cuerpos enteros de delegados y comisiones de sindicatos, mientras toda la pobla­ción era torturada, supuestamente "sospechosa". Los hechos en los testimonios fragmentarios de los pobladores han dejado efectos que perduran hasta nuestros días:

" ... en Vialidad -un puesto de Vialidad que queda hacia el cerro, en Las Mesadas ... pasando Santa Lucía- torturaban y mataban a la gente ... trabajaba el hermano, que sentía los gritos y un día miró por un agujerito y lo que vio, no quiso mirar más ... No sólo a los guerrilleros extremistas, chicos lindos blancos, sino a toda la gente tortu­raban ... Eran como fieras desatadas ... "

" ... en Santa Lucía a las mujeres se las llevaban y se las pasaban todos, después las tiraban. Las abandonaban en un camino, en una zanja, desnudas, ensangrentadas, todos sabían lo que había ocurrido, incluyendo los maridos, los padres, los hijos, pero nadie podía hablar (protestar) porque lo mataban. Ellas mismas no alborotaban, pues podía succderles de nuevo; a la mujer de Pancho [un dirigente sindical] cuando él estaba en la cárcel, la levantaron varias veces; él cuenta, hasta el punto que le pegaban, la maltrataban, nunca que la violaron; esto es lo peor yo creo para los valores machis-

33 Ejército Revolucionario del Pueblo, aparato armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), guerrilla que desde una raíz trotskista había derivado a una inspiración 'vietnarnila'.

34 En la época " .. .la confusión y el terror eran dos caras de una misma moneda" (Comisión Bicameral de Tucumán 1991: 92)

35 "Perros" se le decía entre la militancia de los 70, a los miembros del PRT.

36 Periódico del PRT.

37 Un informe del ejército daba cifras exactas: en el momento de auge la guerrilla rural contó con 266 hombres, mientras que en el año y medio que funcionó la Escuelita -uno de los centros para el secuestro en la zona- pasaron 1507 personas (Andersen 1993: 162).

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las: que le hayan violado la mujer o la hija a uno; 'pobrecila' decía "le pegaron Lanto que al fin cuando salió de la caree! estaba destruida y murió al poco tiempo ... "

" ... Eran una madre e hija que vivían en el camino a Montero desde siempre. Era una casa de campo. Y vaya a saber por qué la eligieron. Llega una partida de militares, todos encapuchados; las alan, las violan a las dos, y roban todo. Cargan las cositas en el ca­mión mismo del ejército. Llegaban encapuchados para hacer estos procedimientos a plena luz del día. Esa misma noche -fíjese don Alejandro- llegó el capitán a tomarse una cerveza y conversar conmigo. El capitán que había tenido a su cargo el procedimiento: era un gordo de ojos saltones; y entonces les manda decir que les devolvía todo porque le había gustado; fíjese cómo era. Le había gustado la chica, y tuvimos que ir a decir, a llevar el mensaje. Y la sorpresa más grande fue que a ella Lambién, fíjese, a ella Lambién le había gustado; fue su hembra durante mucho tiempo ... "

" ... En Sanla Lucía, por ejemplo alaban a los maridos y violaban a las esposas e hijas delante de ellos. ¡ Las hijas vírgenes delante de sus madres! Luego tuvieron sus hijos". Lo que fue reconfirmado con otros testimonios y notas; saben que allí hay más de 50 hijos de estas situaciones en un pueblo que el 75 tendría unos 2500 habilantes38 • "El Corregidor39 miraba las mujeres y chinilas en la calle, en el colegio, y mandaba a llamar al padre o a la madre; prefería el padre y allí le pedía su esposa o su hija; debía traérsela, si no lo mataba e igual se la pasaba ... "

" ... la gente en Acheral, en todos esos pueblos no querían salir, no querían abrir las ventanas, los pueblos parecían cementerios. Se iba a tn1bajar y se volvía y encerraba, no se veía al vecino ... ; a la noche, si se escuchaban gritos y ruidos próximos, nadie abría; nadie se enteraba ... Atendían al vecino por una mirilla; vecinos de años se preguntaban qué quería, nadie hacía entrar al de al lado, porque quizás eslaba sospe­chado de algo y traía la sospecha a la casa ... luego llegaban y preguntaban ¿así que vos recibiste a Fulano?, ¿así que andas haciendo reuniones? ¿de qué hablaban? ¿qué están reuniéndose? .. " (Isla, Notas de campo, 1993/1994)

La sensación al estar en esos pueblos es que ' .. .los ojos de los verdugos entraban en la propia casa, se dormía con ellos, se moría con ellos, no existía el espacio público y el privado; además que casi todos habían sido torturados. Los ruidos corrientes de la noche -los insectos, los pájaros nocturnos, los batracios- se habían transformado en gritos, alaridos, maderas quebradas, estallidos de puertas, de vidrios, quejidos sordos, ir y venir de motores; de repente frenadas, órdenes, risoladas, en el más lúgubre silencio ... " (Isla, Notas de campo, 1993/1994).

38 En 1991 (Censo nacional) tenía en la "zona amanzanada" 3997 personas y en el total de la Comu­na 4888.

39 Diversos testimonios lo señalan como un cargo y el nombre puesto por él mismo; como un alcalde militar del pueblo, durdllte todo el período que ocupó la dictadura en el pueblo de Santa Lucía. Otros lo sindican como el apellido de un militar de quien nunca se supo el nombre.

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La tortura, como parte del "espacio de muerte" tiene sensaciones físicas asociadas; las imágenes y sensaciones de los gritos de un torturndo en frente, que "grita como perro 'chiquito' probablemente no se puedan borrar más"<W. La instalación del "espacio de muerte" quiebra los hilos de sociabilidad. Pero, además, aniquilados los cuerpos de los delegados y los dirigentes más importantes de los sindicatos de ingenio, quiebrn también la representatividad; la posibilidad no sólo de protesta o reclamo, sino de comunicar el espacio laboral y local con el resto de la sociedad:

"Pero esa presencia obligada, sin rejas, en donde uno estaba preso de 'otro' fue instalada en el conjunto del país. En cambio en esta zona, la densidad fue mayor porque de repente descubre que 'uno está preso de sí mismo'. ¿Qué puede tener en la cabeza un tipo que le violaron la esposa o la hija adelante, y al otro día sale a su trabajo y ve a los violadores en la esquina de la plaza, en la esquina de la Comuna, yendo a comprar la vianda, mirándolo con soma? ¿Cómo se aguantan situaciones de humillación y degradación tan brutales? ¿que si la mujer o la hija le 'gustaron' vuelven a ser violadas, o piden tener relaciones sexuales con sus violadores? Cuando el envilecimento y la degradación son enonnes, ¿qué es lo que se intercambia? ¿la vida? ¿se supera alguna vez la visión de la tortura, la escena de la tortllf'd, cuando ha sido cimentada a diario, cotidianamente, casi como normal por las relaciones socia­les?"41 (Isla, Notas de campo, 1993/1994 ).

Quebrada la confianza que era base de la sociabilidad, la atomización y el aislamiento (Taylor 1993) fueron completos. Los pobladores y bases obrera<; de los ingenios fueron tomados por "colaboradores" o "cómplices" de la guerrilla y de esa fonna cosificados como enemigos en una guerra que no era la suya y que ni siquiera imaginaron. Una de la<; ca­racterísticas del "espacio de muerte" que más afectó a las poblaciones -además de la represión misma- es la convivencia cotidiana entre torturados y torturadores. Los habitantes quedaron sin poder escapar -en una virtual libertad- por falta de recursos económicos, de horizontes, y por no saber dónde ir (en la creencia de muchos que en el mundo pasaba lo mismo). La represión sobre inocentes produce una fuerte confusión de identidades: acusados de "colabo­ración" debían probar su inocencia a través de envilecimiento que certificara su "colabora­ción" con los jefes locales de la represión; como la entrega (en todo sentido) de familiares, amigos ... ". Para los campesinos de Tucumán, la aparición de Yilas y el Ejército en el Operativo Independencia no era diferente del regreso de "El Familiar" (Andersen 1993: 164).

40 Testimonio en el Juicio a las Juntas de un zafrero de Santa Lucía (Diario del Juicio, N 8). 41 Creemos que toda esta experiencia es asimilable a la vida en los campos de concentración o en los

ghettos producidos por los nazis (Botz-Pollak 1982; Bauman, 1994; para citar dos trabajos donde se baja a los infiernos de la experiencia personal). Para los campos de Argentina la novela de Bonasso Recuerdo de la Muerte constituye un relato pormenorizado de dos de los principales.

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V. La destrucción de las identidades locales

"Garrotear lobos, cazar patos, matar indios: en la conciencia de Brun se trata de operaciones simétricas. Los indios mueren "como animales". Y este es un punto clave en la representación de la violencia oligárquica: antes de ser aniquilados, el enemigo debe ser despojado de sus cualidades humanas" (Piglia 1993: 22).

En la trndición argenúna de construcción de la Nación, tratar la diferencia por exclu­siones violentas comenzó con el genocidio de los "indios" en nombre de la "civilización". Si bien no llegan a ser todos genocidios de culturns enterns, los tratos con grupos o individuos han involucrado históricamente exclusiones absolutas o violentas, tomando la fonna de amenazas de muerte o la muerte misma. Esta fonna de construcción violenta y excluyente de una "identidad nacional" ha sido tratada por muchos autores desde diferentes disciplinas (Escudé 1990; Viñas 1985, 1983; Shumway 1993; Piglia 1993; Juliano 1992; Isla 1992).

La "zona caliente" fue blanco de procesos de imposición del terror, en nombre de reconstruir la Nación, intensificando aquellas dinámicas que se aplicaban en el conjunto del país -aunque menos intensivamente en el resto de Tucumán- y menos aún en el resto de la nación. Estas extensiones del terror y sus metodologías se habían operado con intermitencias, pero con mucha anterioridad a esta última dictadura, con el auge de la industria azucarera. La importancia del azúcar y su necesidad de mano de obra trdilsitoria extendieron los efectos del terror y sus mitos por toda la zona. De allí que versiones del Familiar, acompañando similares de la vida en los ingenios, las hemos recogido en la puna jujeña, como en Sanúago del Estero, en las zonas de la caña como en el Ramal de Jujuy, hasta en Amaicha del Valle y poblaciones de Catamarca, vale decir en el conjunto de las seis provincias que componen el Noroeste argentino. En ese sentido, el Perro Familiar, con todas sus versiones, constituye una amplia metáfora en la cual resuenan los procedimientos de castigo y "disciplinamiento". En el imaginario de los sectores populares queda un eco de las represiones feroces que nos recuerda la historia del azúcar.

La extensión de la cámara de tortura a toda la población de la región -aprovechando aquellas resonancias- produjo como resultado la virtual deshumanización o la cosificación del conjunto de la sociedad. Trituraron psicológicamente a la población al crear el "espacio de muerte", generando mutaciones políticas impredecibles en los años 1976/1977, tanto en las víctimas como en los victimarios.

Contribuyó a la cosificación y consiguiente destrucción psicológica y corporal el hecho de que los tucumanos vivieron la época como "guerra" en contraste con el resto del país. En otras partes de la Argentina se habla de "terror" o "represión"; los recuerdos no son de una guerra, por más que se use el ténnino "la guerra sucia." Los tucumanos vivieron una década de violencia, como distintas formas de guerra, y se regían por el esquema de "buenos" versus "malos", el "nosotros" versus los "otros", que cosificaba a los participantes y los sospechados de participar. La identificación de la situación como guerra tuvo también efectos semejantes a los de la masificación de la tortura. Se veía a veces como una guerra cruenta de guerrillas, donde todos eran observados como posibles cómplices o culpables. La década también se pudo mirnr, especialmente desde San Miguel de Tucumán, a través de la óptica de una guerra convencional de aparatos que ejercían una represión sobre la población entera,

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que a veces hasta justificaba la torturn42 • Cuenta el Mayor Jorge Mittelbach que sus protestas al descubrir la torturn de prisioneros en Tucumán recibieron la respuesta: "Pero si estamos en la guerrn" (Taylor 1993). En la Zona Caliente, los efectos de la guerrn y la cámara de tortura se superponían. La total cosificación que se podría sufrir bajo la<; condiciones de guerra fue expresada recientemente por Bussi mismo en la ocasión de ser cuestionado por no haber querido entregar el cadáver de un guerrillero, de notorio apellido, a sus padres, también militares43 • "Pero, por favor," respondió el general , "si ese señor era un delincuente sub­versivo, autor de infinidad de delitos. Andaba por la provincia con la mochila al hombro como el Che Guevara" (Wormat 1994).

Toda esta vivencia brutal destruyó una identidad social y política que se había forjado a través de varias décadas, causando su ruptura, pero una ruptura posibilitada, de un lado, por ciertas continuidades, como los repetidos episodios de represión y terror más los valores que los engarzaron y, de otro, por ciertas contingencias históricas, como fueron el fracaso del peronismo partidario después de la vuelta de la democracia en 1983, la reaparición en el gobierno provincial de funcionarios identificados con la dictadura anterior, y la colabornción de éste y de numerosas figuras políticas, ambas peronistas y rndicales con el proyecto del General Bussi.

Lamentablemente, la etapa democrática mostró tantas complicidades con la anterior que generó un caos post-1983 desde la visión de la población. Lo que pareció inicialmente un corte y el inicio de lo que los politólogos llaman "la transición", en vez de profundizarse en términos de derechos y un mayor ejercicio de la democracia, en Tucumán, se fue con­taminando inexorablemente por personajes, valores, prácticas del período anterior. Para la población fue extremadamente confuso que políticos que habían sufrido en carne propia la represión militar -y que durante los primeros años del arranque de la democracia testimonia­ron sobre la desaparición de personas, de familiares- terminarnn haciendo acuerdos con Bussi.

42 Se construyó en el espacio de muerte una lógica de las simetrías y las representaciones perversas. Por ejemplo, el tipo de discurso del ERP (los partes de guerra, las jerarquías internas, el sistema de órdenes y disposiciones) terminó siendo idéntico a los de los aparatos de represión, que decían combatir. En una operación asesinaron a una niña de 6 años, hija de un capitán del Ejército, quien también fue muerto en la misma operación en San Miguel de Tucumán; dijeron: "fue una equivoca­ción trágica, pero en la guerra suceden estas cosas". Esto -como muchos otros hechos- fue ampli­ficado por el Estado en todos los medios, especialmente en Tucumán, mostrando 'la crueldad de los terroristas ' . Y hasta hoy los personeros de la represión repiten, en relación a los ' desaparecidos', "son cosas de la guerra"; "en toda guerra se cometen atrocidades", etc. Los aparatos guerrilleros principales no aceptaban la puntualización teórica-ideológica de que era "su guerra", sino que hablaban en nombre del "proletariado", de la "clase obrera y el pueblo", cte. Incluyeron en la represión, por su accionar y concepción ideológica, a enormes sectores de la población, que desaprobaban los métodos de la guerrilla (y sin embargo mantenían un firme compromiso militante con las agrupaciones sin­dicales, barriales, etc.), eran neutros o, a principios de los 70, miraron con simpatía algunas acciones, sin comprometerse directamente en los aparatos armados. Para analizar la continuación de ese discurso "de guerra" y la "construcción social de sus imágenes" en el país con la democracia, la construcción de nuevos enemigos ("la delincuencia" a secas, que generalmente incluye a los jóvenes; antes fue "la delincuencia subversiva") y los efectos sobre vidas humanas de sectores de barriadas y villas de emergencia, véase Olivera-Tiscomia 1990 y también Gingold 1991.

43 Alzogaray, hijo del general que reprimió el segundo intento de guerrilla rural en Argentina (el Ejército Guerillero Popular -EGP de raíz guevarista- en la provincia de Salta). Egresado como sociólogo de la Sorbona, se incorporó en Montoneros a su regreso al país.

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En un principio de la "etapa democrática" las expectativas de "juicio y castigo a los culpables" movilizaron a significativos sectores de la población, tal como se manifiesta al compardí la concurrencia a las manifestaciones iniciales, con la misma de mitad de la etapa. Contamos con testimonios que hablan de más de 5000 personas en una manifestación de Famaillá sobre derechos humanos, pidiendo justicia en uno de los monumentos de la repre­sión de la dictadura: "la Escuelita". Más allá de que los números puedan ser exagerados, lo importante es que para los actores, las movilizaciones de 1983/1984 fueron significativas y pobladas. Pero al poco tiempo se produjo un descenso repentino de la cuestión "derechos humanos" y desde el gobierno provincial se comenzó a mencionar la posible presencia de Sendero Luminoso en campos de entrenamiento en las zonas rurales tucumanas. Varios de los más encumbrados funcionarios del gobierno de Riera (primer gobernador peronista a partir de 1983) habían participado activamente durante la dictadura. Por otra parte, sucedía lo mismo con funcionarios menores de comunas rurales e intendencias del interior tucumano. Era un torniquete sobre los espacios democráticos abiertos en 1983, y también sobre la conciencia y memoria del conjunto de la población, sobre las que había operado la cultura del terror de desigual manera.

De las entrevistas reali7.adas se puede concluir que muy pocos observan la "democra­cia" como un cambio beneficioso, y quienes lo hacen tienen muy poca claridad en tomo de "qué ganaron respecto a la dictadura". Estos últimos, en general, parecían repetir alguna lección escolar sobre Instrucción Cívica. Para decirlo con las palabms elocuentes de uno de los informantes, " .. . pero si esto es una dictadura atorranta, es una dictadura disfrazada; a mí el solo hecho de poner esto no me gusta, hago un decreto, ya es una dictadllf'd disfrazada; es disfrazada la dictadura; la democracia ya le digo, nunca la he visto, no la conozco"44

En realidad, es verdaderamente complicado poner límites puros, claros, temporales­¡x)líticos-culturales, a los cambios producidos entre las etapas: ¿cuándo comienza la dictadu­ra, o el terrorismo de Estado? ¿el 24 de mano de 1976, o después de la muerte de Perón con el asalto al poder de López Rega y la Triple A? Pard los tucumanos, ¿cuándo se inicia la represión masiva? ¿en el momento del lanzamiento del Operativo Independencia? ¿al comienzo de 1975? ¿o antes, cuando en los meses prev ios en la zona del piedemonte del Aconquija se implementaron varias medidas de represión masiva? ¿Es verdad que durante la época de la corta presidencia de Perón los grupos paramilitares de ultraderecha no existieron o estaban controlados, o no tenían el aval de Perón? 45

Si los límites no están claros para los especialistas, es imposible que sean percibidos por la sociedad, tanto en el inicio de la dictadura, como en su agonía. Si, luego de la breve primavera de fines de 1983/1984, la provincia de Tucumán comenzó a repoblarse en su escena pública con personajes y discursos pre-1983, el terror como elemento cultural comenzó a operar nuevamente y la tendencia política de Bussi se fue incrementando de manera alucinante.

Con respecto a la memoria, deberíamos decir que la mayoría que votó por Bussi, sabe de sus violaciones a los derechos humanos, pero gran parte las aprueban o justifican por el

44 Entrevistas Selby-lsla, marzo de 1993. 45 Pero, y entonces, ¿q ué decir de los sucesos que posibilitaron la sangrienta intervención a la provincia

dc Córdoba, a principios de 1974, cuando Perón gobernaba?

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"efecto de guerra" que logró instalar; pero la otra gran parte no logra hacer visible una diferencia entre quienes participaron y colaboraron con la dictadura, con aquellos que vinie­ron después. Los dos gobiernos peronistas provinciales que siguieron a 1983 fueron osten­tosamente caóticos y corruptos. Por meses, los sueldos de los empleados estatales no se pagaron; o se pagaban con bonos locales, que al cambiarlos por mercadería en los comercios se les reconocía menor valor que el nominal; los negociados se hacían a la luz del día y la impunidad fue la norma.

Las fronteras entre democracia y dictadura son borrosas hasta la actualidad, empezan­do por la figura misma del Gobernador Ortega46

, quien apoyó a la dictadurn desde Miami, y colaboró directamente en el Operativo Independencia. Muchos gestos de la juventud son interpretados como "liberLinaje"47 , propio de la democracia, que implica caos, exceso, des­orden, corrupción. La memoria entonces resalta una época de "orden", "respeto", "trabajo", "eficiencia", "cuidado de la familia". Los efectos de la cultura del terror no permiten pensar totalidades, ni visualizar matices, vinculados al todo.

Pero aquí no queremos argüir que los efectos de semejante cosificación y represión imposibilitan la existencia de ciertos lazos o formas políticas que podrían haber pasado a operar en la clandestinidad. Por el contrario, queremos señalar que la represión dejó profun­damente desorientada y sin identidad política a una población entera que quedó sin formas políticas a las cuales podían recurrir, sea abierta o clandestinamente. Como resultado de esta ruptura, a su vez debida a culturas de coerción/terror, los sectores populares y de clase obrera se encontraron con su propia identidad despedazada y sin la capacidad de ubicarse en un lado o el otro. En estas condiciones la idea de identidad social de clase o política, tanto como una abstrncción de "poder", vienen a ser difíciles o imposibles; esto da lugar a una perspectiva que por supuesto tiene antecedentes históricos en diferentes formas de la relación peón­patrón, frecuentemente estereotipada en la literatura de las ciencias sociales.

En el cuadro tucumano de los años setenta se ven resurgir distintos niveles de con­ciencia de abusos de parte de los dueños de los ingenios, con el resultado de que algunos se distinguen de otros como "más buenos" -hasta "filántropos" 48 - en contraste con otros "más malos". Estos matices y discriminaciones vinculados a caracterizaciones globales (pese a todo "son patrones") que seguro existieron siempre, se agudizan con las depredaciones de las distintas etapas de represión fuerte, hasta fragmentarse. Tales distinciones pueden potenciar protestas, tanto como recaídas en un conformismo con encamaciones concretas de poder, desde el cual se puede conformar a uno, y contestar a otro. Pero no existe una subjetividad coherente personal y política, sino que necesariamente se produce una fragmentación o indeterminación de identidad, sostenida por los efectos demoledores de la cultura del terror.

Es decir que, desde una posición muy mutable y confusa, dentro de ese "episteme de las tinieblas", es muy complejo, pard los actores subordinados, elaborar una percepción globalizadora del Otro dominador. Existe una extrema dificultad de fijar la percepción del Nosotros y el Otro en una abstmcción totalizadora. De la misma manera, como secuela de

46 Ortega detuvo la corrupción. Es el tercero de los "justicialistas". 47 Entrevistas Selby-lsla, marzo de 1993. 48 Por ejemplo, C.Hileret funda la Casa Cuna y le da su apellido a "muchos niños sin padre" (Isla, 1993).

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la época de terror en la "zona caliente" de Tucumán, los tucumanos describen sus experien­cias con las FuerLas Annadas en ténninos muy contradictorios, muchas veces demostrando una falta semejante de capacidad totalizadora, al no poder identificar en conjunto "los mili­tares," las fuerzas conjuntas, o la dictadura.

" ... Yilas era un caballero, cómo trataba, cómo se comportaba con las mujeres; a una la hacía sentir una dama". -"En cambio otra cosa era Bussi, le decían el Perro, porque no se iba con vueltas "se tiraba a la garganta, a quien no quería colaborar".

Según otros, "Bussi fue mucho mejor que Yilas, porque este se la agarraba con los 'zurdos'; y para él estos er,m todos los no peronistas". A su vez, se decía que los "federales sí que eran jodidos, prepotentes; en cambio los militares, unos caballeros"; otros dirían que " los porteños" eran los peores, pero al mismo tiempo los más codiciados para sus hijas por "blancos". Estos militares represores "y abusivos" a veces eran identificados como "los sargentos correntinos", o se los asociaba con la tropa de "collas jujeños", que a su vez no es la tropa tucumana, ni "un oficial pibe porteño blanco". Se exotiza a un victimario, para establecer o mantener relaciones humanas con otros victimarios.

Al mismo tiempo, no creen los cuentos de masacres en Tucumán que han llegado, muchas veces, desde Buenos Aires; si algún familiar o conocido "desapareció" es interpretado como un caso individual, aislado (Taylor/lsla, notas de campo 1992/93).

Para subrayar el rol del efecto tritunidor del terror sobre identidades que, a su vez, se derivan de solidaridades y posiciones sociales y por lo tanto son en sí Otr'dS abstr"dcciones, es notable la opinión de algunos tucumanos sobre los enfrentamientos del "Perro Familiar" con momentos de solidificación de una identidad obrera, especialmente con el apoyo de un movimiento obrero. Ya vimos que metafóricamente el Familiar y su dueño podían sentirse amenazados por una fuerza solidaria obrera, como sería una mera familia de padre y siete hijos varones. Los anarquistas de la zona, en el curso de organizar a los obreros del azúcar, hicieron un esfuerzo especial de mostrar el Perro como invento de los patrones: no era que no existía "el Perro"; las desapariciones se debían a los patrones o al poder que movilizaban. A su vez, en su momento, bajo el primer peronismo que había auspiciado las organizaciones obreras del azúcar, emergió una fuerte confianza en el activismo y la democracia que el movimiento proporcionó; algunas versiones sostienen que el mito del Perro se esfumó49

• Sin embargo, hemos visto que el Familiar reapareció con las 'desapariciones' que se comenza­ban a notar cuando entró en acción la notoria Triple A a partir de 1974. Y más tarde, con la profundización del terror durante la siguiente década, la identidad obrera nuevamente se despedazó.

49 Varias versiones-interpretaciones coinciden en que con el surgimiento de la FOTJA, en el 45, des­apareció el Familiar. Especialmente José Moreno, autor de la "zamba del Familiar" citado por Jabif (1983) y el mismo Moreno (1989) donde en una carta a los lectores del diario La Gaceta habla de que los "Perros Vampiros", mencionados en varias versiones de ese año en el campo tucumano, eran en realidad los comerciantes que subían los precios. Se debe recordar que en 1989 se desató la hiperinílación en el país. Otros como Alvarez (1952) sostienen que las leyes sociales y la ampliación de la escuela en el primer gobierno peronista diluyeron la presencia del Familiar.

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V l. La cultura del terror en los Andes

La conversión de la localidad tucumana de Famaillá en lo que fue virtualmente una cámara de tortura, no es, horrorosamente, un acontecimiento anómalo en la historia. Escri­biendo de otra punta del continente, Colombia, donde se cosechaba con enonne lucro el caucho a comienzos del siglo, Michael Taussig describe el valle amazónico del río Putumayo como una cárcel, construida sin escape, donde aplicaban sistemáticamente el tonnento. En este caso, las víctimas erdl1 los indios de la zona que suplían la mano de obra a las empresas caucheras; y los victimarios, los dueños de las empresas. Estos últimos tenían todo para ganar al conservar su fuerza de trabajo, y, sin embargo, imponían a los trabajadores indecibles torturas y, frecuentemente, la muerte.

Taussig caracteriza al Putumayo durante el boom del caucho por una cultura de terror. La tortura fue a veces ligada a prácticas de castigo. Pero no existe ninguna evidencia de que los indios no sabían o no querían trnbajar, lo cual -aunque por supuesto no justificaría la violencia- podría haber dado pie a una idea de disciplina necesaria. Esto ilumina el caso de la tortura en el Noroeste argentino, bajo la "guerra sucia," donde también se torturaba y se hablaba de castigar a una población obrera. En Tucumán se hablaba de dar una lección a los tucumanos, identificándoles con un enemigo que ya había sido eliminado. Era, por lo tanto, un enemigo que no existía y una disciplina brutal pam una población dócil y por demás intimidada. La tortura y el terror en ambos casos exhiben características de prácticas que exceden el mciocinio presentado para ellas. Pero también ambos casos muestrdl1 estas prácticas impuestas sobre una población obrem extendida en su totalidad -hombres, mujeres y criaturas. Llama la atención lo extendido, lo arbitrario, y el grado de irracionalidad del tonnento aplicado tanto a los vecinos y las víctimas de la "Escuelita" de Famaillá (Isla, entrevistas 1993/1994), como los ejemplos de indios quemados vivos en Amazonas.

¿Con qué fin tanta agonía? Ahí, dice Taussig, el terror mismo constituye un modo de producción de identidades. Estos dos casos tomados juntos se iluminan mutuamente para iluminar a su vez las identidades producidas. La tortura fue central en la cosificación de las víctimas y en la asunción de parte de sus amos del poder sobre ellos, necesario para una relación entre jefes y trabajadores suficientemente carente de humanidad parn producir las relaciones de trabajo indispensables para el capitalismo salvaje50.

En Famaillá, donde sabemos más que lo que se puede saber de los indios huitotos, sobre la historia anterior y el destino posterior de las víctimas, podemos observar los efectos que ha tenido una cultura de terror sobre una población que ya fue proletarizada e integrnda en una cultura industrial. El caso aporta elementos importantes en cuanto a la producción de identidades. Lo que vemos es desorientación y una ruptum dramática con lo que fue una identidad anterior de considerable integración y combatividad. De una fuerza laboral activa y contestataria, identificada con organizaciones y actividades democráticas de sindicatos combativos, salió una población dócil y poco solidaria, sin la fuerLa ni la organización para hacer reclamos en contra de sus victimarios, ni en contra de los que siguieron a éstos en los estratos de poder local.

50 El medio más importante para esto fue el sistema de peonaje por deuda, una ficción elaborada sobre un lazo de deuda de parte de los indios para con los dueños de las empresas.

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En la Argentina, las relaciones entre el terror heredado de la dictadura y sus conse­cuencias sociales y políticas sobre el conjunto de la población, están muy ligadas a la posibilidad de aplicación salvaje de recetas neoliberales. Si bien la racionalidad macabra de la planificación de las políticas de "disciplinamiento" y exterminio de principios de la dic­tadura se acompañaron con una aparente irracionalidad de las prácticas y los procedimientos ("los excesos"), estas políticas por fin quedaron contextuadas por las profundas transforma­ciones que impuso el "plan de Martínez de Hoz"51 , al iniciar las políticas neoliberales. Estas se aplican para crear un país donde un tercio de los ciudadanos participan de la economía y el resto, casi 20 millones, quedan excluidos. Se sostiene que una clase media que a mediados del siglo conformaba el 40% de la población está rápidamente desapareciendo (véase Minujín 1992; Minujín-Kessler 1995).

Vil. Concluswn: Cuüura de terror e identidad

" ... (la) tortura y el terror son formas ritualizadas de arte y .. .lejos de ser espontáneos, sui generis, y un abandono de lo que comúnmente se llaman los valores de la civi­lización, cada rito de terror presenta una profunda historia derivando su poder y significación de aquellos valores" (Taussig: 1987: 133).

Por último, pondremos énfasis en una perspectiva que nos permite hablar de tal fragmentación o indeterminación sin implicar una falta de identidad o de subjetividad. Te­nemos que tomar en cuenta no sólo las perspectivas más recientes que ven el concepto occidental de "individuo monolítico" como una ideología o bien, como otro mito más.

Se puede comenzar a entender la relación entre la cultum de terror y una identidad siempre internamente fragmentada, y hasta contradictoria, si problematizamos lo que se supone que se está destruyendo teóricamente: la identidad en términos de mito/ideología del individualismo occidental que exige una visión del sujeto con agencia absoluta y monolítica52

Este sujeto visto por ojos occidentales es idealmente dueño de una coherencia absoluta. O, en los casos menos ideales, sufre de contradicciones internas, que son vistas como rasgos "incomprensibles" o patológicos de una persona[lidad]. Se presupone, según la "metafísica de la sustancia" que informa el pensamiento occidental y especialmente su concepto de identidad,

51 Primer minislro de economía de la dictadura; ideólogo e inaugurador de las políticas neoliberales a principios de 1976. Sobre esta función de 'represión y terror' al plan neoliberal en el país, hay mucho escrito. Desde la perspectiva del padecimiento y las respuestas de hogares de sectores populares en dos capitales del noroeste argentino (San Salvador de Jujuy y San Miguel de Tucumán) al presente se está preparando un texto, como conclusión de varias investigaciones. De todas maneras no se puede exlrapolar los efectos de la dictadura con la coyuntura actual, sin tomar en cuenta numerosos hechos en varios planos (derechos humanos, levantamientos militares, transformaciones de la justicia, miem­bros conspicuos del gobierno de la dictadura con cargos de ministros en la democracia, etc.), pero especial men te los efectos de la hiperinflación del 89.

52 Y aquí compartimos las advertencias de Touraine (que transmite Nicole Gagnon) sobre el peligro que conlleva la noción de identidad por su amenaza de "encierro en lo que es": un giro para volver sobre el "sí mi smo", como sujeto sin ambigüedades.

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que lo que caracteriza a cada individuo es una esencia única. Esta esencia es vista como una substancia horrwgénea que se encuentra en algún lugar de la persona, en su personalidad, en su corazón,en su alma(Butler 1981 y 1993; Kondo 1990; Weedon 1987; etc.). Pero, un cuarto de siglo de críticas y estudios del "sujeto dominante53 " (L yotard 1979; de Lauretis 1984; Williams 1979; Steedman 1992; etc.) han dejado a la vista que la creación de un sujeto coherente, que actúa sin problema alguno sobre su medio ambiente natural y humano, no es un producto natural de maduración y socializacion por el cual esta esencia tenga su plena realización. Muy por el contrario, ahora se examina la identidad dotada de coherencia y plena agencia, " ... menos una presuposición de la experiencia, como una prerrogativa y privilegio de ciertas posiciones sociales dentro de un universo social" (Butler 1981: 21).

El modo de ser del sujeto occidental se representa, también, reflejando pautas típicas del pensamiento occidental, en términos de binomios, o sea, es "activo" o "pasivo," "resiste" o "colabora," es "demócrata" o "totalitario." Estos binomios representan oposiciones muy violentas, las cuales aun sin una situación de oposición violenta como una "guerra sucia", hacen extremadamente difícil la percepción de posiciones intermedias. Central y muy rele­vante a lo que estamos examinando en este estudio, es la oposición entre "uno mismo" y el "otro", muchas veces identificada a su vez con la oposición entre "orden" y "caos", lo "comprensible" y lo "incomprensible", lo "indivisible" y lo "fragmentado", lo "coherente" y lo "contrndictorio".

La coexistencia de los dos términos de un binomio o una transición entre los dos se podría llegar a entender mejor con términos -o identidades- intemedios, que podrían ser muchos entre los dos del binomio. En una cultura del terror, exisúría esta gama de posiciones del sujeto en relaciones de gran inestabilidad. Por el trauma de la tortura, las víctimas quedan con la idea de su propia agencia confundida que les lleva a preguntar si no será cieno que "algo habrán he­cho", "algo habré hecho", "algo habremos hecho" (nociones instaladas en el "yo" o en el "nosotros") para ser "sospechados" y recibir semejante castigo de instituciones con legitimidad y alto prestigio entre los sectores populares tucumanos, como los "militares" ("ellos").

Es más, la confusión discursiva de víctima-victimario para desplazar responsabilida-des y culpas, es un tema explicitado en el proceso de la tonura:

"En esencia, el interrogador dice: "yo no lo estoy torturando a usted; usted se está torturando a sí misrrw. Puedo, sin embargo, intervenir en su nombre y liberarlo de esta infonunada condición. Pero nuestro éxito depende de su cooperación"54 • Este pro­cedimiento fue modelado en la práctica psicológica y médica. Su caracter terapéu­tico perdura y presenta enormes dificultades en los posteriores tratamientos psicofísicos a los sobrevivientes de la tortura" (Rejali 1994: 75).

Además de problematizar la agencia social de la víctima (y probablemente del victimario) en términos de responsabilidad, intenta imposibilitar la identificación del victimario, como globalización en algún "ellos" ("los militares", "los terroristas", "la policía", etc.).

53 Master subject. 54 Los subrayados son nuestros.

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Trágicamente en este contexto, el castigo del prójimo puede ser visto desde la misma óptica, produciendo así una traducción de la idea "algo habré hecho" a la noción instalada en el YO, de que el vecino o el familiar que desaparece, debería también ser culpable: "algo habrá hecho". Esta perspectiva nos da una nueva interpretación del síndrome tan notorio en toda la Argentina de "en-algo-habrá-estado-metido". En una cotidianeidad marcada por evi­dencia<; de la más cruenta violencia, no sólo en la "zona caliente" de Tucumán sino en todas partes de la Argentina, una población aterrada por un bombardeo de actos violentos y sus rastros -los cadáveres en las calles, los cuerpos descuartizados y expuestos en las calles centrales, los tiroteos, las desapariciones repentinas- reproduce estos juicios con su concomi­tante substrato de culpa "sobre sí mismos" y "sobre otros". La posible culpabilidad incide en la confusión de su identidad como grupo, como persona ("Grupo de mujeres en la cárcel", diversos testimonios no publicados).

La culpa instalada (sentirse 'sospechado' y en examen permanente parn demostrar la inocencia) en el conjunto de una población, no depende sólo de la represión masiva y extendida sobre un conjunto de víctimas inocentes. Se convierte en un sentimiento de sumi­sión, psíquica y física, que impregna los cuerpos. Al mismo tiempo puede ser un mecanismo de defensa psíquico frente a la locura: encontrar un refugio lógico de lo inexplicable: el castigo que se soporta y entonces la posibilidad del pasaje al plural "algo habremos hecho".

Pero la posibilidad de una culpabilidad instalada en la población reprimida depende también de un conjunto de valores de la cultura más amplia que comparten las víctimas con sus victimarios. La culpa, contextualizada así, no es una sensación prirrwrdial, sino una sensación enmarcada por valores específicos y encuentra su expresión por ellos. Estos valores son tan centrales en la culrura occidental que tan sólo recientemente se han tomado como tema de estudio y crítica cultural. Aquí nos podemos detener parn indicar su impor­tancia para la efectiva transm isión de la culpa: un marco de prácticas e ideologías, vinculadas con valores que definen el "orden", relacionado a su vez con creencias de "poder jerarquizado y disciplinario" -"obediencia y respeto"- y del Individuo como repositorio del poder (orden civil: orden militar, libertad: libertinaje; sobre los "pilares": " la familia", "la patria").

Destacamos un grupo de valores conservadores tr.:1dicionales que hemos recogido en todos los sectores sociales de la capital de Tucumán, acentuándose en los estratos más bajos y en los más altos55

• Las diferentes subjetividades de los más variados sectores sociales en Tucumán fueron construidas a partir de una cultura que ensalzaba el orden y el respeto: respeto por la autoridad; por el hombre como patriarca frente a la esposa y los hijos; respeto que se debe a 'los mayores' de parte de los jóvenes. Estos valores conservadores unieron los victimarios con sus víctimas, en una misma trama.

Habría que remarcar que estos mismos valores están estrechamente relacionados a la cultura de Occidente. Históricamente en la Argentina estos valores han caracterizado comportamientos tanto en la izquierda como en la derecha, así es que en el contexto de este estudio se encuentran tanto entre activistas, militantes de organizaciones populares como entre los que los han reprimido.

55 Entrevistas en San Miguel de Tucumán, equipo Selby-Isla, NSF-CONICET.

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Este cuadro con sus múltiples facetas lleva a un problema etnográfico y, luego, a preguntas más amplias. ¿Cómo hablar de identidad no sólo bajo el terror, sino también bajo su secuela? En la Argentina, el terror dejó una cultura dividida e insegura de la definición de sus propias acciones, efectos que pesan sobre dos generaciones de argenúnos. Lo desgarrador de las divisiones e incerúdumbres se vislumbra por el silencio marcado que vela el pasado reciente. Para el analista queda un problema que es central a la antropología en este momen­to: las condiciones dramáticas de las últimas dos décadas argentinas resaltan una insuficiencia de vocabulario para la descripción de agencia humana. No es ésta tan sólo una laguna académica sino que se extiende al idioma común, como ya mencionamos, con sus empobrecidas disúnciones entre lo "activo" y lo "pasivo", relacionadas a otrdS distincciones como "resistencia" y "colaboración" (Haraway 1989; Taylor forthcoming; Tyler ms.).

Nos encontramos con la conciencia de que no hay lenguaje para esta situación entre los que la viven, pero que a la vez no hay un metalenguaje de análisis que nos permita describir ni la situación, ni el desfase entre ella y el idioma de la población analizada. Se deja así hasta la agencia individual en duda, con preguntas que quedan dolorosamente abiertas. Si bien entre muchos analistas culturales se ha reconocido que estas distinciones, tomadas como absolutas en la cotidianeidad, no reflejan una realidad, tampoco se ha resuelto el problema de cómo describir acciones humanas en términos de otras distinciones. Más difícil aún, entonces, es el problema de la descripción de una sociedad entera que, explícitamente, problematiza sus dudas sobre su identidad: sus modos de acción, los gmdos de su interven­ción en lo que ha vivido, y el silencio en que ha caído virtualmente toda esta vivcncia56 •

¿Hemos llegado a "la causa" que devela el voto por Bussi? Creemos que no. Hemos expuesto y descrito varios contextos y textos que según los momentos históricos, sectores sociales y agentes que enfoquemos, se superponen, se refuerzan, se debilitan, se yuxtaponen; resplandecen en la memoria u opacan la conciencia.

Alejandro Isla Casilla 249

4600-Jujuy-Argentina [email protected]

Julie Taylor Antropología

Rice University, Houston, Texas

EE.UU.

56 Si bien las instancias de la juslicia están formalmente cerradas, por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín y de Indulto de Menem, las impactantes declaraciones como testigo directo de un oficial de la Marina de Guerra sobre las formas específicas de eliminación de personas que se usaron, pone sobre la mesa la cuestión de 'la verdad' de lo sucedido.

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COMENTARIOS Beatriz Heredia

Departamento de Antropología Social Museo de Antropología

Rio de Janeiro Brasil

El trabajo de Isla y Taylor representa una im­portante contribución a diferentes niveles. Por un lado con este trabajo la Antropología Social en Argentina asume una dimensión innovadora, y no me refiero aquí al tema en sí que es también nue­vo, sino fundamentalmente a la forma de abordaje: y esto será retomado posteriormente.

El traba jo se integra en la línea de trabajos que analizan las fomrns de violencia simbólica. Aun cuando la realidad histórica que constituye la base para el análisis se expresó en formas de violencia directa frente a la población. Los autores centran su perspectiva en la elaboración simbólica de esa violencia tal como es elaborada por agentes socia­les, y como tal este estudio dialoga profundamente con los autores que en regiones tan diversas como Asia o diferentes áreas de América Latina trabaja­ron con estas formas de violencia simbólica.

El trabajo de Taylor e bla es una importante con­tribución metodológica y lo es por varias razones:

Los autores toman como punto de partida para la reflexión una aparente contradicción/ruptura entre el pasado y el presente de los trabajadores del área cañera de Tucumán, N.O. argentino . Es im­portante señalar que si, para un observador de fue­ra, una contradicción puede ser descartada fácil­mente porque su falta de coherencia hace que no se encuadre a priori en el modelo explicativo a veces pre-establecido, ello al contrario, se constituye, para los autores, en el punto de partida del trabajo.

Lo anterior significa llevar hasta las últimas consecuencias una premisa antropológica básica cual es la de que las contradicciones son apenas aparentes pues existe coherencia a nivel de las re­presentaciones de los actores sociales, para quie­nes esas contradicciones tienen significados, que precisan ser explicados y no apenas "clasificados" a partir de construcciones externas a los mismos.

Otra importante contribución del trabajo es la combinación entre historia y antropología. La his­toria no está presente sólo para localizar temporal­mente (cronológicamente) "el momento inicial en que los hechos ocurren" sino que está incorporada

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en el análisis y lo está tanto desde el momento en que el problema es formulado como también en la búsqueda de explicaciones tal como están pro­puestas en la conclusión. Es precisamente el análisis de elementos simbólicos el que da sentido y per­mite la explicación del proceso histórico.

Teniendo como objeto un mismo grupo social, el trabajo analiza dos mitos que imperan en dos momentos históricos diferentes. Se trata de que trabajadores que fueron actores sociales importan­tes en un proceso de participación política hasta el año 1976 ven imponerse sobre sí una intervención militar que tiene como objetivo apagar ese pasado anterior e imponer -vía un sistema político de re­presión violenta-, una ruptura con la situación anterior, intentando destruirlos no sólo físicamen­te sino socialmente, intentando apagar su memoria social.

En el presente trabajo -imperio del milo del "lobisomen"- el "terror" se constituye en el ele­mento disciplinario fundamenta, podríamos decir es el elemento "socializador" en las nuevas formas de dominación . Esta forma es nueva y por lo tanto desconocida para los trabajadores de la región. No obstante este milo es visto y leído por estos traba­jadores a partir de su experiencia histórica y el papel que los mitos tenían en el pasado, y específicamente el papel que tuvo "El Familiar", en el esquema de socialización en el sistema de denominación tra­dicional en que estaban envueltos.

En este sentido el trabajo pone en evidencia que las situaciones nuevas no se im¡xmen, apagando las relaciones anteriormente existentes (experien­cia histórica, memoria social), es decir, sobre va­cíos sociales, sino que se imponen en realidades sociales preexistentes. Por eso, fenómenos aparen­tes semejantes pueden tener y tienen significados sociales totalmente diferentes.

Dicho en otros términos, la nueva forma de dominación puede ser una única, pero cuando con­frontada a procesos social -históricos diferentes, tendrá y asumirá resullados completamente dis­tintos. Tengo en mente aquí el caso del milo del lobisomen. El es conocido en varias otras regio ­nes, no obstante el significado social que asume en el caso analizado es muy diferente. En este senti­do, es que se hace evidente la especificidad del caso estudiado .

La riqueza del análisis realizado por Isla y Taylor abre nuevos caminos para nuevas líneas de trabajo, que aunque exceden a los objetivos que

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explícitamente se fijan, están contenidos en el ar­tículo, por eso, en vez de intentar hacer un resu­men, quería destacar apenas algunos aspectos que consideramos interesantes y que se refieren a la relación mitos y estructura social. Nuestra inten­ción al hacerlo es intentar continuar un diálogo es­tablecido por el propio artículo. Haremos un ejer­cicio teniendo en cuenta otras situaciones históri­cas, algunas bien conocidas por nosotros.

Sin pretender establecer comparaciones basa­das en similitudes aparentes que puedan tener sig­nificados sociales diferentes, cuando se analizan sistemas de planlation en casos aparentemente tan diferentes como es el caso de la plantation mejica­na (Warman, 1976). América Central (Wolf y Minl7~ 1975) en el caso brasilero (Palmeira, 1976, Heredia, 1989) o aun al leer los datos provistos para el caso de la plantación del NO argentino, aunque el autor los interprete de manera diferente­(Routledge, 1987) es imposible dejar de estable­cer algunos paralelos.

En el pasado -momento en que dominaba "el perro familiar"- la masa de trabajadores estaba ligada a un sistema de dominación específico, el sistema de planlation.

En ese sistema, en los casos de sistemas de plantation ya mencionados, la socialización de los trabajadores se realiza en el interior de las grandes propiedades: ingenios (parte agócola e industrial) que constituyen las unidades sociales base del sistema.

Aun cuando este sistema suponga la existen­cia de reglas comunes al conjunto de unidades so­ciales, cada trabajador que se incorpora a un nuevo ingenio, independiente de su experiencia anterior, precisa ser socializado según las normas de cada propietario en particular, esto es así porque la base de este sistema es la de las relaciones "personali­za-das". Es este carácter de relaciones "personaliza­das" (independientemente de si es o no una rela­ción cara a cara) el que permitiría que los traba­jadores clasificasen a sus patrones -según fuesen vistos como más cumplidores de las reglas o menos- en "buenos y malos" como señalan Isla y Taylor.

Si tratamos de establecer una relación más directa entre el mito "el familiar" con la estructura social, tal como es destacado por los autores del trabajo, se observa que "el familiar" no amenazaba al conjunto de la sociedad sino apenas a los peones de la plantación canera. Y aun cuando la amenaza pesase sobre el conjunto de los trabajadores, "el familiar" atacaba (y por eso amenazaba) específicamente a los trabajadores clasificados

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como "díscolos, parias", "esa gente que no tenía familia", "peones nuevos".

Si analizamos el significado de cada uno de los términos utilizados y continuamos con la re­flexión sobre olras situaciones históricas nos parece importante destacar el paralelo de cada uno de estos términos.

Mencionamos que en un sistema como éste el trabajador "nuevo" es decir, recién llegado al inge­nio debe ser "socializado", o sea, entrenado en las normas impuestas por cada propietario. Así cabe preguntarnos si el trabajador "díscolo" no lo es también porque aun no está entrenado, es decir no disciplinado en las normas impuestas por cada propietario en particular. Además, tal como ocurre en los otros casos, los trabajadores "nuevos" "so­los" ocupan un lugar (espacial y social) especial dentro de las propiedades.

La existencia de jerarquías y diferenciación entre los trabajadores, que son establecidas por los propietarios en el sistema de plantation, se expresa inclusive en la distribución espacial de los locales de residencia de los trabajadores dentro de estas unidades (ingenios) se observa que los trabajado­res nuevos, y solos, tienen su residencia en lugares más visibles "bajo los ojos del propietario", en el Espacio próximo a la casa del propietario, y esto es una constante de ese sistema social. Además no tiene derecho a casa sino a cuartos compartidos, no tiene acceso a cultivo de una parcela de usu­fructo individual donde realizar cultivos de subsis­tencia entre otras cosas. Es decir, su relación es vista y vivida como transitoria no teniendo una relación más permanente dentro de la propiedad.

Los trabajadores ya socializados en cambio, porque ya demostraron que están socializados, tie­nen una relación más estable y residen dispersos en el interior de la propiedad, tienen acceso a una casa y a área para cultivos de subsistencia.

Pero hay aun otro aspecto que seóa interesante retomar respecto del significado de ser los "hom­bres solos" los más sometidos a los posibles ata­ques del familiar. Los hombres solos, en el caso que estudiamos (Heredia, op. cit.), son vistos como sinónimos de "sin familia". En la plantation brasilera, un dicho popular relatado por algunos informantes que describían su ida a los ingenios para buscar trabajo, revela la importancia de la familia en este sistema: "El documento del pobre es la familia".

Familia en este contexto quiere decir tener hi­jos. Tenerlos supone ser responsables por su sus­tento, y por lo tanto más garantías para el propieta­rio. Por un lado son los trabajadores que tienen hi-

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Estudios y Debates

jos para sustentar los que tienen más posibilidades de adaptarse, disciplinarse. Es responsabilidad del tra­bajador en cuando jefe de familia no sólo sustentar a su familia, sino también supone que tienen la res­ponsabilidad de entrenar a sus hijos en el modelo de dominación, haciendo posible que sean en el futuro nuevos trabajadores. De este modo esos trabajadores al garantizar la reproducción biológica y social de su familia ( como mano de obra entrenada en las reglas) garantizan simultáneamente la reproducción del propio ingenio y del sistema social.

Si el ejercicio es correcto, "el familiar" sería realmente un mecanismo central en la socializa­ción de este sistema.

Cuando se compara el mito "el perro familiar" vigente en el pasado con el del "lobisomen" en el presente aparecen claramente algunas diferencias entre los dos momentos.

Siguiendo con el ejercicio e intentando rela­cionarlo con el trabajo de Taylor e Isla, "el fami­liar" tenía un lugar importante como elemento disciplinador para los trabajadores de los ingenios. Pero esa "socialización", seguía reglas, es decir, no era hecha en forma indiscriminada y aleatoria lo que significaba que los trabajadores sabían cla­ramente lo que no debían hacer para evitar ser objeto de amenaza y represión. Era precisamente la existencia de reglas que tornaba a éste en un sistema legítimo a los ojos de los trabajadores. Si cumplían con los requisitos y tuviesen una buena relación con el patrón y, se mostrasen responsa­bles ellos tendrían posibilidades de usufructuar de ventajas dentro del ingenio y a una relación dura­dera dentro del mismo, (derecho a casa, a tierras para cultivo, sus hijos podrían ser trabajadores de la propiedad etc.).

En la época del "terror", época de vigencia del "lobisomen", las reglas del pasado fueron viola­das y rotas y en su lugar se imponen nuevas reglas. El terror es, en el presente, generalizado e indiscriminado, la amenaza paira sobre todos los trabajadores y por esto, sin que ellos tengan meca­nismos para protegerse. No sólo la amenaza sino también el ataque alcanza al conjunto de trabaja­dores, alcanza toda la familia es decir a todos sus miembros: afectando y quebrando las relaciones sociales de parentesco, amistad, vecindad etc.

Esto es, la reproducción del sistema tiene lu­gar a través de reglas desconocidas para aquellos sobre quienes es ejercida. La violación de los prin­cipios, que eran la base sobre la cual la sociedad estaba organizada, los somete a una deses­tructuración total. La violencia física es una forma de violencia, brutal, pero apenas una forma, la

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violencia simbólica que es introducida en la situa­ción de terror significa minar las bases fundamen­tales de identidad de esos trabajadores lo que, di­cho en otros términos, representa la amenaza de destrucción en cuanto miembros de una sociedad, con todo lo que significa en términos de valores y visión del mundo. Es en este contexto, en el que se minan las bases de identidad social, que el fenó­meno de la "culpa" aparece contaminando a todos los trabajadores. La culpa no sería nada más y nada menos que la expresión de ese terror generalizado y desestructurador.

Finalmente quería destacar otro a~pecto de este trabajo que considero importante mencionar, cual es el de la relación sujeto-objeto. Esta que ha sido una cuestión ya muy debatida por la antropología mantiene no obstante, vigencia. Quería señalar que en ningún momento del trabajo esta relación se confunde, y si esto es condición necesaria para la antropología en términos de forma de conocimien­to, repitiendo un dicho popular diría: esto es fácil de decir y difícil de aplicar. A veces puede resultar extremadamente difícil y en este caso lo es espe­cialmente no sólo por la "violencia" del tema, sino también y sobre todo por la violencia implicada para el caso del antropólogo, cuando él mismo ha sido no sólo un "observador participante", sino una víctima de esa situación histórica. Dicho en otros términos, cuando él es "objeto" de su propio tra­bajo. Pero, lo que es especialmente digno de mención, es que no obstante todas estas dificulta­des, y sin miedos de ser clasificado como "academicista", el antropólogo mantiene la distan­cia necesaria en el análisis de los datos, porque como antropólogo sabe que esta distancia es la que le permite comprender y explicar situaciones his­tóricas tan "terroríficas" como la descrita y lo que le permite evitar correr el riesgo de clasificar a "su objeto de estudio" por sus decisiones políticas y/o electorales. En este sentido, también este trabajo es una contribución fundamental.

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Ramón A. Leoni Pinto Facultad de Filosofía y Letras

Universidad Nacional de Tucumán (República Argentina)

Para señalar la importancia de este ensayo, con precisión y con justicia, lo analizaré desde dos perspectivas. Una de ellas centrada en el análisis del tema tratado. La otra ubicándolo ene! contexto de la historiografía regional y nacional.

En orden a este último punto destaco que no existen, en la historia de la historiografía local, estudios que tengan las características del que trato, entre ellas destaco:

a) Se sustituye el registro fáctico por la bús­queda de las razones profundas que motivan la accion social.

b) El esquema teórico metodológico que es­tructura las hipótesis formuladas. El esquema está fundado, básica y lúcidamente, en la integración de distintas disciplinas; entre ellas, la historia, psicología, filosofía, antropología, semiótica, sociología de la cultura. El úrúco antecedente que podría recordar, para negar esta afirmación, sería el trabajo del doctor Emilio Catalán, sobre el delincuente libertario Bazán Frías1

Catalán, Emilio, Bazán Frías. Un delincuente con­vertido en santo milagroso por la superstición popular, Tucumán, 1936.

Nº 2, diciembre 1995

lsla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

Los autores consideran, con razón, como "una contradicción anómala, dentro de la democracia restaurada" el triunfo del general Antonio Domin­go Bussi en la elección del gobernador de Tucumán, realizada en octubre de 1995. Estiman, para com­prender esta involución al autoritarismo, que la "cultura de violencia y terror de aquella dictadura, ha sido también recreada y potenciada en la etapa democrática". Tesis que extienden con acierto a la política de violencia y exclusión del "otro", que signó y signa nuestra historia, "y que ha permitido licuar, destruir o aplastar identidades étnicas en las culturas subalternas de la región".

Esta hipótesis, válida para el país, fue adaptada para comprender la historia regional. El terror -sostienen- cambió la identidad local: "Un Tucumán contestatario y en proceso de profundi­zar la democracia obrera y sindical en amplios movimientos de base, se transforma en un Tucumán bussista percibido, por lo tanto, como pasivo, dócil y autoritario. Más aún un Tucumán altamen­te luchador, con ampliación en las bases de parti­cipación y representación obrera, habría convivido históricamente con una cultura de terror ligada a la plantación de la caña de azúcar".

Se describe y analiza esta última idea, es importante destacarlo, en base a un enfoque de historia comparada, en este caso con la industria azucarera colombiana; sus diferencias indican cómo se impuso el sistema capitalista en cada uno de los lugares y se señalan las contradicciones interclases que motivan que en Tucumán, por ejemplo, fueran los patrones los que pactaron con el "demonio"; en colombia fueron los obreros.

El perorúsmo, sostienen los autores, "constru­yó en Tucumán una identidad política social como clase trabajadora, mucho más profunda y perdu­rable que la simple lealtad partidaria". Fue, a la vez, el espacio donde se expresó por primera vez y en gran escala la violencia irracional, tanto sea de parte de los guerrilleros como de las instituciones civiles y castrenses.

Afirmados en esta tesis buscan: "explorar cómo se vivió este terror, cómo se extendió dentro de las distintas poblaciones, por todo el Noroeste argentino y cómo se simbolizó y transformó en ficciones", conservadas en este caso, en las leyen­das del "Perro Familiar" y del "Lobizón"; y en la memoria de la cultura popular.

Las versiones de estas leyendas, como su interpretación, es otro de los aportes del ensayo: con las existentes en la bibliografía y las recogidas en entrevistas formulan hipótesis que, así como

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abren múltiples interrogantes, también permiten comprender aspectos de esa sociedad. Como ejemplo cito: el ideal anarquista; la aclimatación del mito en Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero; el tipo de víctima; la función cumplida para incor­porar mano de obra; la explotación y represión de la fuerza de trabajo.

Aquellas versiones, como metáfora de la coacción ex traeconómica, traman y denuncian no sólo las amenazas a peones individuales y la solidaridad obrera total; también registran el caso del "obrero mítico" que luego de vencer al demonio se va de la localidad: el patrón le paga para que desaparezca. Son las dos alternativas que debe sortear el movimiento obrero para imponer sus metas: represión o so bomo; violencia y conupción.

El períodoclaveenesteestudio se abre en 1955, con el peronismo de la resistencia. Expresado por la combatividad obrera tucumana y porque su territorio fue basedelaguerrillarural: ésta se inició con los U turunkus y concluyó con la Compañía de Monte Ramón Rosa Giménez, del ERP.

De acuerdo a los autores: la reacción militarse centró en Famaillá, en donde superó, rápidamente, a las fuerzas guerrilleras de la zona. Aplicó para ello la tortura y la muerte. "La represión dejó profundamente desorientada y sin identidad po­lítica a una población entera que quedó sin formas políticas a las cuales podían recurrir". La cultura del terror influyó en esa zona y se extendió a toda la provincia, para lograr quebrar la identi­dad tucumana anterior.

Esta que fue "una fuerza laboral activa y contestataria, identificada con organizaciones y actividades democráticas de sindicatos combativos, se trastocó en una población dócil y poco solidaria, sin la fuerza ni la organización para hacer reclamos en contra de sus victimarios, ni en contra de los que siguieron a éstos en los estratos del poder local". El dominio de esta geografía cubrió luego, también, a los espíritus, "las diferentes subjetividades de los más variados sectores sociales en Tucumán fueron construidos a partir de una cultura que ensalzaba el orden y el respeto por la autoridad; por el hombre como el patriarca frente a la esposa e hijos ; respeto que se debe a los mayores de parte de los jóvenes. Estos valores conservadores unieron a los victimarios con sus víctimas en una misma trama".

Tesis que se comprueba a posteriori, con da­tos de una última encuesta y con la constatación del hecho de que en Tucumán se apoyan las decisiones "efectistas" (cumplir horarios, izar la bandera para ingresar al trabajo, limpiar las facha-

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das de edificios, etc .) del ahora gobernador "de­mocrático", porque los tucumanos sólo funcionan con el miedo a Bussi2

La historia de una doble irracionalidad cubrió al país y a la provincia. La acción y el efecto de éstas dos locuras superó a toda lógica que intentara comprenderlas y, también, a las teorías del más lúcido analista: es por ello que el período de la mal llamada "guerra sucia" fue descrito y comprendi­do por la novela antes que por la sociología y la historia.

Isla y Taylor señalan esta: "insuficiencia de vocabulario" para comprender lo que se vivió. Estiman que: "Nos encontramos con la conciencia deque no hay lenguaje para esta situación entre los que la viven, pero que a la vez no hay un metalenguaje de análisis que nos permita describir ni la situación, ni el desfase entre ella y el idioma de la población analizada. Se deja así hasta la agencia individual en duda, con preguntas que quedan dolorosamente abiertas".

Cabe anotar que los autores tocan con acierto variados temas, sólo me detendré por razones de espacio en aquellos que a mi ver son las más importantes : l. La relación que pudo haber entre Lobizón y Mario Roberto Santucho, que fue sép­timo hijo varón; 2) cuál fue, en verdad, la signi­ficación del peronismo en la estructura del FOTIA, en la conformación de la "resistencia peronista" y en la industria azucarera; 3) qué papel jugó en este proceso la Iglesia católica, pues es sabido que existió una relación sincrónica entre los curas obreros tucumanos (decanato de la FOTIA) y el liderado por el monseñor Helder Cámara. El cura Raúl Sánchez, por ejemplo, pidió en 1967 que se apliquen las ideas de la "Carta de los Obispos del Tercer Mundo". Afirmó su solidaridad con Cristo y denunció los sistemas económicos dominantes: la Iglesia, afirmaba, debe denunciarlos y combatir las injusticias que éstos creaban.

Finalmente estimo importante vincular la in­terpretación de lsla-Taylor sobre la historia tucumana fundada en "símbolos y ficciones" con la dada por los economistas, en especial lo que se refiere a la obtención de mano de obra: la coacción extraeconómica ¿qué misión cumplió?, ¿superar la escasez de fuerza laboral o maximizar el exce­dente económico? La bibliografía diferenció, en

2 Los datos de una encuesta revelan que el 60% cree que esas medidas de Bussi son necesarias: "los tucumanos son hijos del rigor". También se opinó que: "la gente necesita tener miedo para poder hacer las cosas" (La Gaceta, 12-Xl-1995).

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este punto, entre la situación del litoral y la de Tucumán "donde durante décadas rigió la ley de conchavo y estaba generalizado el sistema de vale y la proveduría patronal, pero se trataba de regio­nes marginadas de los centros productivos funda­mentales del país"3

Con prudencia y respeto a la compleja natu­raleza del problema, los autores no afirman tesis apodícticas: dejaron abierto el futuro a otras in­terpretaciones. A nuestro modo de ver se trata de un ensayo esclarecedor, de útil y provechosa lectura para el especialista y para el ciudadano común.

3 Laclau, Ernesto, "Modos de producción, sistemas económicos y población excedente: aproximación histórica a los casos argentino y chileno", Revista Latinoamericana de Sociología, Vol. V, Nº 2,julio 1969, pp. 276-315.

Delia Patricia Mathews Universidad de Yale,

EE.UU.

El trabajo de Isla y Taylor constituye un ori­ginal y sugerente aporte en el estudio de la cultura de terror en una zona periférica de los Andes y también de la nación argentina. En este trabajo y utilizando principalmente la obra de Taussig, se intenta ilustrar los efectos de la violencia y tortura en la fragmentación de las identidades sociales y políticas durante las últimas décadas.

Los autores sitúan el trabajo en la provincia de Tucumán luego de la dictadura militar de 1976-1982, e intentan hacer un estudio retrospectivo de la conciencia política obrera ligada al trabajo en los ingenios azucareros. Para los menos conoce­dores de la zona sería útil situar al lector presen­tando un mapa del noroeste argentino y algún material complementario que ilustre algún aspec­to de la vida en los ingenios azucareros, del mo­vimiento sindical o de algunas de las campañas políticas descritas.

Isla y Taylor contraponen una cultura política activa y contestataria al silenciamiento ocurrido durante el Proceso, que la muestra como una cul­tura pasiva y sumisa y cuyos efectos se mantienen incluso después de la dictadura. A continuación, se describe la campaña de Bussi, el general res­ponsable de la cruel represión de dicha época. Al relatar los mecanismos utilizados para combatir la

N2 2, diciembre 1995

Isla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

guerrilla, se describe también el contexto de terror en el que vivieron las poblaciones obreras. Dentro de este marco se trata de entender las razones que permitieron el incremento de su popularidad, que lo convirtiera en uno de los candidatos más popu­lares de la campaña electoral del 91 en la provin­cia, superado por Ramón Palito Ortega hasta las últimas elecciones del año pasado, en las que logró vencerlo convirtiéndose en gobernador de Tucumán.

Isla y Taylor utilizan las figuras míticas del "perro familiar" y el "lobizón", dos figuras maléficas que aparecen en el contexto laboral de los ingenios azucareros tucumanos. Más que des­cribir detalladamente a estos personajes, los auto­res presentan versiones recogidas a través de en­trevistas y de fuentes escritas. El paralelo con los pactos del diablo estudiados por Michael Taussig en su libro The Devi/ and Comnwdity F etichism in South America para los cañeros en el valle del Cauca de Colombia y por June Nash en su We Eat the Mines and the Mines Eat Us con respecto a los mineros bolivianos es bastante provocativo, aunque hace falta profundizar esta comparación a través de un análisis más riguroso de los mitos, así como de una mejor contextualización histórica y tem­poral. Con este propósito, sería oportuno situar mejor la realidad social de los ingenios azucareros tucumanos desde sus orígenes, así como las rela­ciones sociales, de clase, que se producen en este momento, para que este paralelo sea más produc­tivo y podamos hacer una asociación más signifi­cativa entre ambos casos. Cuando Jo hacen -por ejemplo al determinar por qué el perro familiar está presente al interior de la familia del dueño y ataca a los más despojados, a los obreros sin familia- no se profundiza ese análisis ni se complementa con material que permita relacionar estos temas. Igualmente sucede con las versiones del obrero héroe que vence al Familiar, para tratar de com­prender la temática del vencedor que desaparece porque es sobornado por el patrón, Jo cual es una ambivalencia sobre quién constituiría el verdadero vencedor.

La "desaparición" de obreros en esta temprana época republicana (auge del trabajo en los inge­nios del norte) constituye, según los autores, un augurio de las desapariciones que ocurrirán duran­te la dictadura militar, y que marcarán el imagina­rio popular de la zona. Pero entre un período de represión y otro hay también movimientos sindi­cales muy activos y protestas sociales emergentes. En este punto, bajo la sección de conciencia histó­rica y sumisión se hace un recorrido muy general

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Estudios y Debates

de la lústoria y política tucumana desde los años 50 a nivel de descripción de los discursos utiliza­dos por sectores tales como los sindicatos obreros, federaciones universitarias, etc. Aquí sería nece­sario también articular los procesos que se lleva­ron a cabo dentro de la provincia, con aquellos que se daban en otras provincias del país. El contexto nacional e internacional es bastante relevante y podría ser mencionado al menos en notas de pie de página. Por ejemplo, los sucesos que provocaron el cordobazo y otros procesos de la década de los 60 se ven reílejados también en el caso tucumano. A pesar de ser una sección informativa, el material es bastante general y un tanto abstracto, deja de lado una visión más individualizada y humana de los procesos a través de las voces obreras, univer­sitarias, oficiales y de otros "sectores" que son presentados colectivamente, asumiéndose su homogeneidad.

La sección siguiente titulada "La Escuelita de Famaillá y la Tortura" constituye un cambio de enfoque útil y, a nuestro parecer, más efectivo que las secciones anteriores. Se intenta mostrar la ar­ticulación entre cultura de terror y los efectos de ruptura que provocan silencio y bloqueo de la memoria colectiva y conciencia social. Basándose en las entrevistas realizadas por Isla en 1993, los relatos son bastante gráficos y muestran el "espa­cio de muerte" como contexto en donde se desen­vuelve la vida de los trabajadores. En este caso, los autores combinan los testimonios de la gente con las acciones emprendidas por la represión y la forma cómo se presentaban en las noticias diarias, moldeando de esta manera la memoria y la iden­tidad popular tucumana. Todo esto conforma la visión de las sierras tucumanas en el imaginario nacional de los años setenta Durante la guerra sucia la tortura se explicó como un intento de imponer disciplina, de castigar al enemigo; se llega a dis­minuir a las víctimas a un plano infrahumamo que justifica las prácticas explotadoras del sistema y la anulación de culturas colectivas clasistas.

Algunas de las entrevistas aluden al "perro familiar" y es interesante ver que esta figura había sido capturada por la militancia de izquierda en Tucumán. Esta sección sugiere varios temas de interés, algunos de los cuales podrán ser materia de trabajos futuros. El tema de etnicidad y raza, por ejemplo, no aparece mencionado en este artículo aunque a través de las entrevistas pueden observarse referencias que aluden a estos factores con respecto a obreros lugareños, guerrilleros y militares. Creemos que este es un punto esencial para entender la composición social y étnica de la

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región y en particular de la sociedad tucumana, en relación con el contexto capitalino y nacional.

Otro tema ausente es el del género. Con ex­cepción de las versiones sobre abusos de los mili­tares en los pueblos adonde llegaban, el presente artículo no hace referencia a casos de mujeres que participaban en la cultura política obrera o militar. Sería interesante indagar el rol de las mujeres obreras antes, durante y después de la represión. El tema de la apropiación del cuerpo como forma de tortura, escarmiento y abuso sin embargo, es bas­tante ilustrativo de las estrategias militares represoras de la época y la forma de escarmentar a una población.

Isla alude en esta oportunidad a otro libro de Taussig, Shanu:mism, Colonialism and The Wild Man (1987), en donde éste discute el tema de la cultura de terror y el espacio de muerte para enten­der cómo se produce luego una disrupción y aisla­miento de la sociedad al sembrar sospecha y des­confianza entre todos. La forma cómo se deshumaniza a las víctimas para justificar el genocidio está presente a lo largo de la lústoria de la construcción del Estado nación argentino, ca­racterizado por la exclusión de grupos indígenas. En esta sección los autores articulan las versiones del perro familiar en los ingenios norteños en general durante la época republicana y cómo estas repre­siones reaparecen durante la última dictadura pro­vocando traumas imborrables, ruptura de identida­des sociales colectivas que se reíle jan en la cultura política posterior a la dictadura en donde el miedo a las ideas "radicales de izquierda" o "foráneas" (e.g. alusión a Sendero Luminoso) no sólo perdu­ran sino que previenen a la población de participar en algún acto definido como "subversivo".

El tema de fronteras se menciona, pero prome­te un análisis más cuidadoso. Hay muchas fronte­ras que estudiar: Isla y Taylor se refieren a los lí­mites entre democracia y dictadura en la narrativa popular. También se debe hacer alusión a nocio­nes que van ligadas a eso, como las nociones de orden y trabajo y la de corrupción que provocan una crítica dura a los gobiernos y sistemas latinoa­mericanos y mundiales a lo largo de los años 80. La frontera entre lo definido como "bueno" o "malo" es también un tema central y ligado a cam­bios en los contextos sociales e históricos especí­ficos . Las identidades políticas aparecen a veces como sólidos entes monolíticos y estáticos que no muestran el proceso configurador de aquélla . Es necesario, '-Tecmos, complementar la visión colec­tiva y concretizarla presentando casos individua­les y elementos vivos reminiscentes de la concicn-

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cia política anterior que está siempre en proceso de contestación y reformulación. Esto presentaría un cuadro más dinámico de las etapas histórico­políticas descritas, sin dejar de lado la complejidad que supera las simples separaciones entre yo y el otro; puede, asimismo, ayudar a esclarecer la intrigante pregunta de por qué las víctimas votan por sus victimarios, presentando una visión más complejizada de los discursos de clase y las ten­siones con las prácticas cotidianas, colectivas e in­dividuales, luego de su fragmentación y ruptura durante la feroz represión. En este punto tal vez hubiera sido útil tomar los conceptos de "mimesis" y "alteridad" para seguir prestando de los estudios de Taussig. Sin embargo, habría que superar la drástica oposición entre identidad colectiva e indi­vidual y ver la formación de identidades colecti­vas de clase siempre en proceso de consolidación a través de una multiplicidad de voces individua­les, para que así, sin dejar de lado las perspectivas de los individuos, se pueda tomar en cuenta el marco de desigualdad y dominación en el cual se producen.

De esta manera, la presentación de las identi­dades se complejiza y también dinamiza, los silen­cios se insertan dentro de estos procesos que con­fluyen en una conciencia sobre los límites de los textual o que puede ser expresado con palabras. Este es el mismo dilema que enfrenta Taussig en sus obras posteriores en donde todo se cuestiona. Pero queda por explorar qué puede hacerse luego para superar estos lúnites o si es que lo que se anuncia es el final del proyecto etnográfico o bien su continuación bajo otras circunstancias, en don­de se consideran sus limitaciones, pero sin parali­zar dicha empresa.

En términos generales, el artículo de Isla y Taylor constituye un bienvenido aporte para los estudios etnográficos y de la historia reciente del noroeste argentino. Los autores hacen también una importante contribución a los esfuerlOs por articu­lar los procesos históricos y sociales de los Andes con los de esta región. En términos teóricos las reflexiones presentadas en este trabajo constituyen un avance con respecto a temas de memoria, silen­cio y terror a través de distintos períodos de la historia andina y latinoamericana en general. Pen­samos que varios temas pueden ser explorados a partir de las preguntas aquí planteadas y los silen­cios del propio texto. Finalmente consideramos que, con la experiencia de ambos autores se podría avanzar mucho en las teorías de Taussig como para hacer una lectura más crítica y diferenciada de lo que se dio o no en el caso específico argentino. Si,

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Isla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

como Benjamín mencionara, el estado de emer­gencia es más la regla que la excepción, este tra­ba jo logra situarse en los momentos más determi­nantes de la historia de los movimientos obreros argentino y latinoamericano en general y com­prender la memoria y los silencios de sus actores como fuentes reveladoras de las crueles herra­mientas de dominación y acallamiento en nombre del orden y progreso de \llla nación.

Alberto Quevedo Dpto. de Ciencias Políticas

Facultad de Ciencias Sociaks Universidad de Buenos Aires

Argentina

El texto que acaban de presentar Alejandro Isla y Julie Taylor se refiere a la formación y transfor­mación de las identidades políticas en el noroeste argentino, y por la naturaleza misma del tema, po­dríamos decir que se trata de un tipo de análisis construido desde los bordes de la política. Y ese es, a mi entender llllO de los valores sobresalientes del texto: Su desafío a pensar la política desde su base cultural. Sobre todo porque no se trata de una visión institucionalista de la acción política, sino que más bien se aleja de manera explícita de aque­llas perspectivas que agotan la temática del poder en las redes institucionales que lo sostienen. Diría más bien que Isla y Taylor recurren a la compleja e intrincada formación de la cultura política para dar cuenta de un fenómeno "irracional" de lapo­lítica: la asociación entre orden social y terror, o dicho de una forma más política, entre consenso y terror.

El iluminismo del siglo XVIll nos dejó lllla herencia que podríamos resumir así: hasta nues­tros días los regímenes políticos encontraron su fundamento en Dios, en las mitologías y creencias, en el Miedo -según la formula de T. Hobbes- o en la fuerza de la Espada; pues bien, de ahora en más será el resultado del consenso de los hombres que hacen libre uso de su razón. Es decir, la moderni­dad política nació con \llla promesa de aujklarung en el espacio público y de una política con domi­nio racional en lo referido al problema de la legi­timidad del orden político. De este modo, deja­ríamos atrás el oscurantismo de la política pre­modema, y daríamos la bienvenida al reino de la diosa Razón.

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Claro que muchos teóricos vieron en el uso indebido de la razón y de las nuevas creencias de la modernidad, la posibilidad de otras tiranías.

Alexis de Tocqueville señalaba la posibilidad de un nuevo despotismo que llevaba en el vientre la misma democracia: los hombres modernos po­drían elegir perder la libertad si alguien -un nuevo amo- les garantizaba la igualdad. En palabras de La Boetie, Tocqueville nos alertaba de esta incli­nación humana por una servidumbre voluntaria, siempre y cuando se democraticen los beneficios de la revolución democrática. Pero fueron los in­tegrantes de la escuela de Frankfurt, ya en el siglo XX, los que plantearon con mayor énfasis los estragos de la razón en el espacio público. Pensaban que el desarrollo del espíritu científico-técnico de la modernidad podía llevar, no a la prometida ilustración, sino al terror. La experiencia de los totalitaristas europeos en la primera mitad de este siglo los hizo pensar en una nueva y desoladora asociación: la razón y el terror. Cuando el mundo había logrado un poderío industrial hasta ese momento desconocido, y cuando el hombre estaba más cerca de su verdadera emancipación, nacen los regímenes políticos más atroces que ponen la razón al servicio del miedo: otra vez se hacía presente el espíritu del viejo Hobbes.

Pero el trabajo de Isla y Taylor concibe una pareja conceptual que no ha sido tratada de mane­ra exhaustiva en el pensamiento político: la unión del consenso y el terror. La hipótesis es simple y contundente: el terror tritura identidades políticas y sociales, al tiempo que construye otras. Claro que esto no sería una gran novedad si no fuera acompañada por una idea positiva de esa cons­trucción. Es decir, en este texto el tratamiento del tema de las identidades está mucho más ligado a los resultados positivos de la acción del "terror" que a los tradicionales resultados de acallamiento de la escena pública que suele producir, o simple­mente de la represión política, social y cultural. Porque el tema central que plantean los autores está en la asociación positiva de una gestión de gobierno que se caracterizó por el uso sistemático del terror, y el logro del consenso para continuar ese tipo de gestión. Pero no en base a la clausura del pasado, sino sobre los restos de un pasado re­ciente que aun está vivo. Quiero decir, el enigma del General Bussi en Tucumán no se constituye -según los autores- por el fenómeno de "ocultamiento" de las características represivas de su gestión, como por la lectura positiva de la mis­ma. Es en esa eterna lucha por el sentido del pa­sado donde parece haber ganado el ex Gobernador

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procesista Antonio Bussi, más que en los intentos de silenciar la memoria política tucumana.

¿Cómo logró esto? En este punto, el trabajo de Isla y Taylor ingresa en un territorio que si bien reconoce muchos antecedentes, no suele ser dema­siado transitado por el análisis político más clásico: me refiero al componente cultural y mítico que supone la esfera política En un mundo secularizado y donde las creencias parecían haber abandonado definitivamente la fundamentación política -como señalamos antes- el agotamiento de la racionalidad clásica para explicar los fenómenos no institucionales de lo público nos devuelve a este terreno rico y todavía fructífero para el análisis. En el texto se menciona diversas mitologías populares -sobre todo la del Perro Familiar- ligadas a la pro­ducción social del sentido. Lo interesante del mito elegido por Isla y Taylor reside justamente en el lugar privilegiado que ocupa en el imaginario norteño y en su capacidad -como todo mito- de asumir diferentes valores en el tiempo y en los distintos ámbitos de aparición. Pero el caso del Perro Familiar tiene una fuerza especial para in­gresar en los momentos críticos de la última dicta­dura militar: desde sus orígenes, y aun en sus dife­rentes versiones, el relato del Familiar está asocia­do con la justificación de la desaparición de per­sonas, en especial de obreros solitarios, foráneos y rebeldes. En este sentido, el mito se presenta como un terreno muy rico para encontrar los rastros de una serie de tradiciones y creencias, como las que ex is­ten en el norte argentino, que concurren a explicar ciertas conductas políticas de nuestro tiempo.

El caso de la provincia de Tucumán, que se encuentra en el centro del análisis de Isla y Taylor, es en este sentido doblemente atractivo y desafiante para el análisis político. Por un lado, por los temas ya mencionados, pero, por otro, porque visto en perspectiva requiere un tipo de reflexión que no es fácilmente equiparable a otras realidades de la Argentina: en Tucumán hay que explicar un cam­bio radical de aquella provincia contestataria y re­volucionaria de los años 60 y 70 a este territorio político e ideológico ganado por una de las expre­siones más reaccionarias del actual panorama po­lítico: el bussismo. Pero si bien son claras las hi­pótesis del trabajo en Jo que se refiere a la etapa de la dictadura y aun del actual período democrático, nos queda por dilucidar la otra interrogante, a sa­ber, ¿cómo funcionó -si es que lo hizo- este vín­culo entre política y mitologías populares en los momentos del auge de las luchas sociales? ¿Qué residuos quedan de ese relato que dice que hay so­lamente un obrero poderoso que puede vencer al

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Familiar? O dicho de otra forma, ¿hay rastros de creencias donde el perro Familiar no haya servido a los patrones y sí a los obreros? .

Finalmente, quisiera destacar un señalamiento que tiene el texto y que me parece sumamente in­teresante en lo que se refiere a la comprensión de la última etapa política en la Argentina. En el tra­bajo se insinúa -pero no se desarrolla- un tema central para el actual período que se refiere a la valoración de los valores y procedimientos de la democracia política, en contraposición con_ la dictadura. Es decir que Isla y Taylor no deJan planteada una interrogante central que se refiere. a la percepción de la poblaci~n _de Tucui:n.án sobre la disconJinuidad entre el regunen pohllco auto­ritario y el actual proceso democrático. Y esto es interesante, no solamente porque la pregunta vuelve a referirse al terreno de la cultura política, sino porque está asociada al lugar que ocupa actual­mente el tema de los derechos humanos en la Ar­gentina y en esa provincia en particular. Diría más, de esto depende la suerte que corra -en el sentido cultural- la valoración de la violencia ejercida por el Estado durante la dictadura y que puede ser leída como "guerra justa" o como violaciones a los derechos elementales de las personas. Como todos sabemos, el tema de los Derechos Humanos fue central en los primeros años de la transición po­lítica, y actuaron como horizonte ético de la vida institucional que se abría, al tiempo que fueron un elemento de legitimidad del naciente gobierno. Pero todo esto no asegura una continuidad en su lugar simbólico y político en los años posteriores a la transición, y mucho menos su integración a los valores mmimos aceptados por una sociedad. En todo caso, en el nordeste argentino las víctimas y los victimarios de la última dictadura militar pa­recen compartir una cultura más amplia que los envuelve y que no se vio afectada de manera sustancial por el tema de lo derechos humanos.

En el caso de Tucumán, Isla y Taylor insinúan que el tema de los derechos humanos tuvo alguna presencia en los años 82-83, pero que muy pronto comenzó su retroceso. Es más, nos atrevemos a decir que del texto mismo surge una pregunta más radical: ¿el Lema de los derechos humanos retroce­dió en los últimos años o simplemente nunca se asentó en la cultura política tucumana? Si la res­puesta es que nunca logró ganar un terreno impor­tante en esta zona, podríamos encontrar allí un camino de explicaciones de este triunfo de cierta cultura política autoritaria. Este triunfo podría ex­plicarse por un perverso juego de pinz_as: por ~ lado, encuentra a~idero en las trad1c10nes mas

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/sla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

ancestrales del norte argentino y por otro lado, en el fracaso de imponer en esa sociedad un tipo de cultura política alternativa que dif:rencia clara­mente entre dictadura y democracia. Y en este sentido tal vez los derechos humanos, de raíz libe­ral, europea y racionalista, no sean !_os 1:1ás . ade­cuados para competir en este complejo e mtnnca­do territorio cultural.

Guillermo Rochabrún S. Pontificia Universidad Católica del Perú

Lima, Perú

El laberinto de la Identidad: una contribución a su crítica1

¿Puede la política ser explicada desde la c~l­tura y la identidad? Responder tal pregunta reqme­re precisar de qué aspecto(s) de la política habla­mos, y con qué comprensión se cuenta d: cultura e identidad. En este caso en cuanto a lo prunero se trata de las opciones electoral:s, y en _el se~undo de sedimentos creados a partir del eJerc1c10 del poder y la violencia, tanto en lo que reproducen como en cuanto cuestionan dicho poder y dicha violencia. ¿Es viable tal diseño? Sopesar sus posi­bilidades implica reconstruir la distinta configura­ción que cada uno de estos fenómenos presenta y luego examinar la mdole de sus nexos.

Pues bien, las opciones electorales están en la esfera de lo público; también lo está la identi,dad gremial y de clase: todos ellos son -unos mas y otros menos- espacios racionalistas, ilustrados, o cuando menos parecen serlo. A juzgar por el texto comentado, en parte esta identidad se constituyó en disputa con aquella otra más bien privada, oscurantista, del temor a lo sobrenatural, reproductora de la dominación. ¿Pero qué tanto ~vo que luchar contra ella, y derrotarla?, ¿se constitu­yó, propiamente hablando, en esa lucha, de modo

Luego de un inicial escepticismo frente al texto de Isla y Taylor me fui dejando convencer por algunos aspectos, para finahnente distanciarme en base ~ lo que he sentido como una mezcla de opciones teon­cas fonadas, vacíos y ambigüedades. Pero en muy pocas ocasiones este ejercicio me ha obli¡¡ado tanto a precisar, ordenar, e incluso crear mis propios pensamientos. De todo ello les quedo muy ª!\rade­cido; por lo mismo deseo que al procesar mis co­mentarios obtengan algún provecho.

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Estudios y Debates

de llevar consigo las huellas de la contienda y del contendor? Pareciera más bien que esta esfera, a la cual llamaremos ciudadana, se forma en un nuevo espacio, el cual dio un nuevo contenido a la vida pública, y que en mayor o menor medida va a informar también la vida privada.

De esta manera sugerimos la existencia de, al menos, una doble dimensión de la identidad. No estamos ante una entidad monolítica, pero sí ante un espacio claramente estructurado según esta dis­tinción constituyente. La dualidad fundamental público/privado, el develarniento concreto de su constitución, la diferenciación interna de cada tér­mino en varios ámbitos, así como el carácter de los nexos entre todos ellos, puede formar un mar­co más preciso que el simple rechazo a la llamada imagen "occidental"(?) de un sujeto único y ho­mogéneo2. Y es que si nos limitamos a esa recusación simple y total, ¿con qué nos quedamos?, ¿en nombre de qué podemos hacer juicios sobre la realidad, si la alternativa sería un sujeto infinita­mente multiforme, carente de todo centro y en consecuencia asimilable a cualesquier situación exterior? (A fin de cuentas, si a esas mujeres vio­ladas les gustó la violación, ¿en nombre de qué afirmar que en ello habría algo "anómalo"?).

Pero si una identidad pública ciudadana se ha constituido, ¿qué consecuencias tiene para el suje­to su destrucción, o su-represión sistemática?; ¿puede ella desaparecer sin dejar rastros? Los autores la presentan como sumamente débil, pero ello puede ser el resultado de una simple opera­ción intelectual: hacer muy fuerte a la identidad del terror. En cuanto a este último, hay que exami­nar qué terror es el que confronta a la identidad ciudadana3 : ¿el antiguo terror, o un nuevo terror? Por ejemplo, el aislamiento, la desconfianza y el individualismo que éste impulsó, no eran compo­nentes centrales del antiguo. Si durante la dictadu-

2 Por "occidental" los autores parecen referirse a una imagen depuradamente iluminista del ser humano. Eso es efectivamente occidental, pero más exacta­mente es moderno -lo cual no es lo mismo. Occi­dentales son también los románticos, Nietzsche, Freud, c¡uienes difícilmente harían suya la tesis del monolittsmo de la identidad. (¿Yen el pensamiento de Isla y Taylor, qué existe fuera de lo "occidental"?: ¿lo "oriental"?, ¿lo "andino"?).

3 Respecto a la relación entre "ambas" identidades el trabajo es sumamente ambiguo. Los autores hablan, alternativamente, de "cambio", "ruptura", "confu­sión", etc., en el "paso" de la una a la otra. En todo ello -como cuando al inicio hablan de "paradojas" -

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ra militar afloraron componentes de éste, ¿qué centralidad tuvieron?

Determinar esto es básico para movemos de manera ordenada en medio de una estructura de identidades que no es tan enredada como el caos al cual conduciría el simple y brutal abandono de la imagen monolítica de la identidad. Estaríamos entonces en condiciones de poder establecer qué incidencia podrían tener las distintas -pero no in­finitas- caras de ésta en lo político. Quisiera ahora analizar este aspecto del tema.

La presencia de Bussi en la escena política electoral, desde sus inicios hasta su victoria en 1994, es un proceso que dura nada menos que once años. Ello no puede sino levantar algunas interrogantes en confrontación con las tesis de los autores: si Bussi habría logrado triurtfar en base a una cultura de(l) terror' que estaría plenamente vigente al ter­minar la dictadura militar, ¿por qué no triunfó in­mediatamente en 1983, o en todo caso por qué en ese momento tan sólo obtuvo 415 votos5 ? ¿Quiénes fueron paulaJinamenJe ganados por él y en qué circunstancias?, ¿lo fueron en forma esta­ble, o intermitente y errática? Es decir, ¿qué ha venido significando Bussi en la conciencia ciuda­dana a lo largo de todos estos años, ¿qué tienen en mente sus electores cuando votan por él?: ¿espe­ran acaso que se comporte como lo hizo durante la dictadura? Debemos suponer que no -aun quien dice no conocer la democracia no la está rechazando, sino a sus formas falseadas-, pero en tal caso ¿qué

parecen plegarse al modelo "occidental", monolítico, de identidad, para luego cuestionarlo, pero sin tener entre manos una alternativa teórica. Explorar esto último es una de las metas de mis comentarios.

4 No es lo mismo hablar de una cultura del terror que de una cultura de terror. En el primer caso éste es un elemento entre otros en una cultura dada; en el se­gundo es el componente central que organiza y ar­ticula toda la cultura y -obviamente- la vida social misma. Pero tanto en uno como en otro caso, ¿orga­niza a la cultura, o tan sólo al comportamiento? Si se trata de lo segundo, éste variará en forma muy maleable según las circunstancias (sea a favor o en contra de ellas); en el caso de lo primero el compor­tamiento será mucho más estable. El texto es muy impreciso al respecto.

5 Hay otro término de la "ecuación" que pennanece intocado en el análisis: ¿quién es este Bussi, que se siente en condiciones de participar en una contienda electoral a poco de haber sido verdugo de un orden anti-democrático?, ¿qué tipo de auto-legitimación le permitió participar? ¿Qué lo llevó a persistir luego de obtener nada en el primer ensayo?

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lugar tendría una cultura de(I) terror en la explica­ción de la trayectoria electoral de los votantes?

Los autores no parecen haber investigado es­tos temas, y descansan exclusivamente en una supuesta afinidad entre lo que Bussi representaría y la cultura de(I) terror subyacente. Ahora bien, ello sólo puede pensarse de esta manera si obviamos los componentes estrictamente políticos. Al respecto Isla y Taylor mencionan de paso el pobre desempeño del peronismo, de lo cual se desprendería que si sus representantes hubieran satisfecho las expectativas ciudadanas Bussi hoy sólo sería un -mal- recuerdo. ¿Qué lugar darían en ese caso a una cultura del terror en el campo de la política de hoy?

Para intentar una apreciación sintética sobre el diseño de esta investigación, creo que no es posi­ble explicar el comportamiento electoral en condi­ciones de democracia formal a partir de arquetipos culturales como los aquí mostrados; a la falta de nexos claros entre ambos espacios cabe agregar que se mueven en tiempos totalmente distintos: coyuntural el primero, en "largas duraciones" el segundo. Pero para manejar los materiales que los autores proponen -cuya calidad, pertinencia e in­terés están más allá de toda duda- propongo estructurar la identidad a partir de diversos espa­cios, tanto públicos como privados, a descubrir y reconstruir partiendo de la historia concreta.

RESPUESTA Alejandro Isla

Casilla 249 4600-Jujuy Argentina [email protected]

Por fine! domingo 29de octubre de 1995 Bussi asumió la gobernación de la provincia de Tucumán, con una votación del 46% de los tucumanos. Una semana después los periódicos nacionales daban cuenta de la confirmación de los augurios más ominosos que expresamos con Taylor en el artícu­lo y en algunas notas periodísticas posteriores. Discursos y prácticas se encuadran claramente en modelos autoritarios de gobierno y por ahora la democracia cruje, pero no da señales claras de alarma. El primer lunes de su gestión ordenó tirar abajo un monumento que había mandado construir el presidente Menem "Por la paz y por la vida"

Nº 2, diciembre 1995

/sla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

En este caso la dictadura militar intentó destruir el espacio público ciudadano, ya constituido, y convertirlo en un espacio privado, íntimo y repre­sivo en base a un terror nuevo que no requería ni se apoyaba centralmente en el viejo terror. Pero ello no podía ocurrir tan fácilmente. A diferencia de lo que se desprende del texto, el espacio político ciudadano no era -ni es- tan endeble: para empezar, no des­apareció, y pudo reconstituirse clausurando por completo la presencia de figuras como Bussi (los 415 votos de 1983). Es el fracaso del peronismo y del radicalismo el que da opción a este personaje, quien si bien ejerció el terror, empieza a tener una presencia electoral sigrtificativa al ser juzgado en los términos del espacio público ciudadarw.

No sería la primera vez que un personaje que­de resignificado de manera más o menos drástica a la vuelta de pocos años. En América Latina un caso notable sería el Gral. Banzer: dictador im­placable en un tiempo, y hoy una de las columnas de la democracia boliviana (prefiero ahorrarme las comillas en ambos términos). Pero ello es posible solamente porque un espacio público ciudadano se ha mantenido, y porque estos personajes son juz­gados -acertada o equivocadamente- en él.

Aun si persistiera la identidad de una cultura de terror que alberga a perros familiares y lobizones, es poco convincente que las opciones electorales se definan en base a ella.

frente a la casa de gobierno provincial, con el ar­gumento de que "estéticamente" no se correspon­día con la arquitectura local; el tercer día hizo un recorrido a las 6 y 30 de la mañana por reparticio­nes hospitalarias dejando cesantes a dos directores por no estar temprano en su centro de trabajo. En su discurso de asunción, frente a la crisis presu­puestaria que asola a la mayoría de las provincias argentinas dijo que "había que gobernar con los dientes apretados"; que se debe relacionar directa­mente a los órdenes cerrados militares y a la asunción de que la tarea de gobierno, es tarea de combate. Pero, ¿combate contra quién?

La más grave de todas la medidas tomadas (entre las que se cuentan la baja de sueldos en ei sector público, reducción de personal y diferimiento de un mes de sueldos completo para pagar en cuo­tas durante 1996) sin embargo, fue el nombramiento como jefe de policía provincial de Luis Rodríguez Quiroga, quien ocupara un cargo similar durante

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Estudios y Debates

la gestión de Bussi en la dictadura. Ya en la pri­mera semana celebraron la muerte de un delin­cuente alias "Genio!" en un "enfrentamiento" anunciando que era "el primero de una larga lis­ta".

Sirva esta breve y periodística puesta al día del mismo artículo, como introducción a la res­puesta de los comentaristas, a quienes agradezco su paciencia y esfuerzo intelectual puesto en la crítica del texto. También agrego, que del conte­nido de esta nota, queda relevada de responsabi­lidades Julie Taylor con quien hubiera sido im­posible coordinar una respuesta conjunta a distancia y recibiendo comentarios sobre la hora.

El respectivo de Quevedo destaca de nuestro artículo una relación conceptualmente fructífera: aquella de consenso y terror. Cómo el terror logra modelar posiciones heterogéneas, diferentes, múl­tiples, que deberían enriquecer la democracia, en la pasividad de coTL~ensos homogéneos, rígidos; que a su vez promueven identidades políticas unívocas. Y esto desearía relacionarlo con su aparente opuesto: el terror a los disernos que fuimos constatando en la experiencia tuctunana. El pro­fundo malestar que produce el que un hijo tenga opinión diferente de los padres; no sólo en el te­rreno político, sino en las elecciones sociales, morales y estéticas de usos cotidianos, como por ejemplo el pelo largo, el aro en la oreja, los jeans rotos. Esta misma sernación de vacío, de desorden, frente a los disensos se capta en las discusiones de propuesta~ en los clubes, asociaciones barriales, asambleas de lugareños: cuando se produce el disenso y no se lo puede integrar en un conserno general y rígido, se termina en la división de facciones o en la expulsión de los disidentes. Después de desgastantes y prolongadas reuniones cuyo fin es corneguir que la minoría ecepte "en acuerdo" total la propuesta mayoritaria.

Esto que podemos recoger en el cam¡xi de hoy, no es un invento del 76, podemos postular que estaba bastante expandido en el conjunto de la sociedad de las provincias del noroeste. Lo que puedo defender sin romantizar, es que las prácti­cas sindicales de la FOTIA predictadura, habían comenzado a basarse en lo que se denominaba "democracia obrera y sindical" y por lo tanto se toleraban todas las opiniones políticas; y además éstas tenían representación en los cuerpos direc­tivos. Pero estas formas incipientes de democracia directa ¿tenían que ver con los derechos hlllllanos?, como termina interrogando el comentario de Quevedo. Mi respuesta es que en gran parte no; que aquellas luchas y su expresión orgánica esta-

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ban encaminadas al logro de otros derechos ele­mentales como el de ciudadanía, en un país en el cual durante 18 años las mayoría, populares fueron proscritas, reprimidos sus activistas, seducida y sobornada gran parte de su dirigencia; en medio de discursos que alababan a la democracia. Entre los sectores populares se desconfiaba profundamente de los políticos, de la justicia y de la policía, ob­viamente. Por otra parte las organizaciones "revo­lucionarias" atrapadas en estrategias de "guerra" o insurrección leninistas, maoístas, etc. no erar. el mejor soporte para extender y profundizar los derechos humanos. Las violaciones estatales re­feridas a éstos en el período de la predictadura eran explicados como una "cornecuencia natural del régimen burgués o dictatorial", que había que contestar violentamente.

Pero, para nosotros, la explicación del bussismo es más compleja que el perverso "juego de pinza," entre el peso de la tradición y el "fracaso de imponer un tipo de cultura política alternativa que diferencie entre dictadura y democracia" . Salvo que la ültima proposición implique tanto, como lo que a primera vista queda afuera de los brazos de la pinza. Por ejemplo, los efectos de la hiperinílación a nivel nacional sobre la degradación y devaluación del discurso político democrático. Por ejemplo, los efectos de la corrupción feroz sobre la golpeada y aturdida conciencia ciudadana tucumana, de los dos primeros gobiernos provinciales justicialistas que devastaron las arca, püblicas.

Un artículo como este no pretende explicar com¡xinamientos electorales, como lo entiende Rochabrún, compitiendo con los eficaces encuestólogos de opinión política. Pretendemos resaltar las relaciones estrechas entre "democracia", "dictadura", y cultura política; transformaciones de identidades políticas bajo el terror y no cambios electorales coyunturales. El "terror" aunque aso­ciado directamente con lo físico, con los cuerpos, también tiene ramificaciones en los campos de disposiciones y valores; se siente terror frente al caos, frente a las incenidlllllbres de perder un trabajo y no poder obtener otro; el terror a la en­fermedad y la carencia de servicios estatales de protección, de amanecer y que la plata que se ganó el día anterior no alcance ni para el pan y entonces tener que "saquear" o pedir limosna para alimentar a la familia. Hay diferentes especies de terror que se activan y hay causas o contextos de explicación del bussismo fuera del terror que están marcadas en el artículo. Agradezco a Leoni Pinto los corroborativos datos de las encuestas realizadas recientemente en Tucumán, que cita.

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Como antropólogo me resulta imposible en­tender esa dualidad que propone Rochabrún entre público/democracia y privado/dictadura. Creo que la dictadura en Argentina, pero podría tomar ejemplos de otras, tuvo sus grandes escenarios públicos de legitimación como el Mundial de Fútbol del 78, los desfiles militares, las fiestas patrias y ceremonias religiosas, las reuniones pa­tronales y exposiciones nacionales (como la Ex­posición Anual de la Sociedad Rural) tratando de conservar como maquillaje ciertos rituales de la democracia. Por ejemplo, los miembros de la Jun­ta que gobernaba se reunían en el edificio del Par­lamento: de allí emanaban estatutos y leyes. La estructura del Poder Judicial se mantuvo intacta. Es en la otra punta, creo, que está suficientemente demostrado que en el espacio privado hogareño juegan contradictoriamente intereses estatales, personales, familiares. Son los valores que se ejer­cen en las prácticas de la vida cotidiana (pública y privada), más que los que se promulgan en los discursos, los que nos permiten entender movi­mientos o etapas políticas desde procesos cultura­les.

Rochabrún debería haber leído sin tanto "es­cepticismo" el principio del artículo. Bussi no parte con 415 votos en su inicio, sino con el 18.2% del electorado (n=98453 ). Aquella cifra corresponde al partido provincial Bandera Blanca sin Bussi. Pero, igualmente siguiendo su línea argumental uno podría preguntarse: ¿y por qué no sacó más, por qué no ganó? Bueno, lo que tratamos de decir es que en el fenómeno del autoritarismo confluyen varios contextos explicativos. ¿Es tan importante el mito del Familiar en un obrero del surco de la zona de ingenios, que en un profesional de la capital?; obviamente que no, aunque los dos lo conozcan. ¿ Vivieron "la guerra", o la "hiperin­flación" todos los tucumanos por igual?; consi­deramos que no. ¿A todos por igual golpearon las políticas estatales de bonos, diferimiento de pagos y corrupción generalizada?; creemos que no. Al­gunos se enriquecieron.

De allí que nuestro análisis y enfoque teórico se aparte de la búsqueda de la "causa". Al respecto Rubén Rodó coincidiendo con gran parte de los encuestólogos, en el análisis de los comicios -en La Gaceta ( diario centenario de la provincia) del 3/07 / 95 con el título "Todo el poder para el general"­atribuye el triunfo simplemente al "voto castigo" por el "cansancio de 12 años de gobiernos peronistas". Pero no se pregunta por qué los tucumanos se castigan con Bussi, o a quién quieren castigar con esa elección. El 46% de los tucumanos

Nº 2, diciembre 1995

lsla-Taylor: Terror e identidad en los Andes

que votaron por Bussi no son "desmemoriados" como dijo el escritor Ernesto Sábato, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre la Desaparición de Personas, durante el primer go­bierno democrático; por el contrario en su gran mayoría supieron perfectamente por quién votaron y por qué. Entrevistas recientes en la capital tucumana a sectores asalariados amenazados con la desocupación y el hambre, recordaron que en aquellas épocas se trabajaba "con la bayoneta en la nuca ... " y las sirenas de los patrulleros las 24 horas, "pero había trabajo". Otro de los contextos: la desocupación, que promovida por el neolibe­ralismo, alcanza el 25% de la PEA (contando subocupación estaría por encima del 50%).

La cuestión de si gustó o no la violación, no es lo central de lo que se quiere destacar. Por más que sabemos que "el gustó" es una construcción tam­bién social, cultural e histórica. Queremos destacar las complicidades pre-existentes, y las dificultades y confusiones del actor para posicionarse en ese campo de concentración sin muros. Sin embargo, releyendo el texto coincido con Rochabrún sobre la objeción al "sujeto infinitamente multiforme carente de todo centro" que imposibilita juicios sobre la realidad. El centro no puede estar nada más que en el autor, o en la biografía del autor, pues de esta forma llegamos a la ficción pura. El texto deja ambigüedades o no las resuelve. Pero tratamos de demostrar la existencia de una cultura e identidad política pregolpe con bastante auto­nomía de los aparatos estatales, que por efectos de la represión y de su soporte en las formas culturales de la vida cotidiana, logran disolverla y fragmentarla. En esto caben también las observa­ciones de Mathews sobre la falta de especificacio­nes sobre la vida obrera y sindical en los ingenios azucareros de las últimas décadas.

Otro contexto histórico apenas rozado en el artículo es el de la plantación y los elementos de disciplinamiento en su génesis y que le servirán de acompañamiento. Esto es reclamado en los co­mentarios de Heredia, como de Mathews y Leoni Pinto: en esto considero quedamos en deuda. Es­tudiando fuentes secundarias del siglo XIX veo un interesante campo de investigación por las heterogeneidades que presentan las diversas pro­vincias del noroeste argentino con sus legislacio­nes particulares; pero además los diferentes mo­delos de captación y captura de mano de obra, que convivieron y compitieron entre sí.

Esta, con todas las demás carencias que señala Mathews (el mapa de ubicación del caso, la des­cripción de las campañas políticas, el tratamiento

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de raza, etnicidad, género, clase social, contexto nacional e internacional de las luchas predictadura) daría por lo menos para escribir un voluminoso ejemplar. Esperemos que en el futuro lo consiga­mos. Pero donde creo más pertinente las observa­ciones realizadas por Mathews es en la morosidad en el tratamiento de fronteras como "democracia­dictadura", " libertad-libertinaje", y la confusión en la cultura política tucumana que atraviesa clases y credos: la diferenciación entre "orden civil y or­den militar".

La relación que hace Heredia, desde su ex­periencia en las plantaciones azucareras brasile­ñas, entre el "lobisón" y la familia es muy suge­rente. "El documento del pobre es la familia" da como para repensar la relación entre "familia", "solidaridad", "lo social" y construcción de géne­ro, ya que en la única versión que obtuvimos y que liga Lobisón con Familiar, la patronal incita a destruir aquellas familias extensas cuyo padre engendró siete hijos varones. La unión de estos varones con su padre atemoriza a la patronal; es un grupo que reclama, que pelea; y no el obrero solo, paria que termina devorado, o héroe que derrota al Familiar, pero que se va y no engendra nada, como sugiere Mathews. Esta temática segu­ramente merecerá más atención en el futuro.

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Creo que Taussig, más allá de los aportes teó­ricos en sus obras; de sus desafíos, de sus adver­tencias, de su audacia para tratar estos complejos temas, abre un camino retórico de construcción de una nueva etnografía, donde las disconti-nuidades, rupturas, empatías que sentimos, percibimos e intentamos inteligir durante el trabajo etnográfico, pueden representarse en su texto. Que por ello debe ser arduo, por partes laberíntico; poblado de vo­ces, silencios, emociones, clivajes.

Por fin Leoni Pinto en su entusiasta comenta­rio propone otros terrenos que deberíamos tener presentes para profundizar la cuestión. El rol de la Iglesia "tercermundista" y también las resonancias místicas populares de algunos líderes de la guerri­lla de los 70 como Santucho y el mismo Ramón Rosa Giménez, de quien tenemos narraciones de obreros sobre su vida cotidiana y sobre los episo­dios que rodearon su muerte que lo enarbolan como un héroe popular, ubicándolo en una frontera entre el bandolerismo justiciero y la política. Por otra, parte la historia y la cultura de la militancia y de las formaciones guerrilleras de los 70 es otra tarea importante desde la perspectiva que, éstas como actores, contribuyeron a la generación de aquello que en Tucumán se vivió por el conjunto como "una guerra".

Revista Andina, Año 13