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Testamento de Un Cura Ateo - Meslier, Jean

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Testamento de un cura ateo

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TESTAMENTODE UN CURA ATEO

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Jean Meslier

TESTAMENTODE UN CURA ATEO

SEGUIDO DE

ENSAYO DE HISTORIA NATURALSOBRE ALGUNAS ESPECIES DE MONJES

por Jean de Antimoine

Traducción de José Codina

Prólogo deDavid F. Strauss

el libertino erudito

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el cuenco de plata / el libertino erudito

Director editorial: Edgardo Russo

Diseño y producción: Pablo Hernández

© 2011, El cuenco de plataAv. Rivadavia 1559 3º “A” (1033) Buenos Aires, Argentina

www.elcuencodeplata.com.ar

Hecho el depósito que indica la ley 11.723.Impreso en febrero de 2011.

Prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin la autorización previa del editor.

Meslier, JeanTestamento de un cura ateo / Jean Meslier; con prólogo deDavid F. Strauss; 1ª ed.; Buenos Aires; El cuenco de plata, 2011.144 pgs.; 21x12 cm.; (el libertino erudito)

Traducido por: José CodinaISBN 978-987-1772-06-3

1. Filosofía. I. Strauss, David F., prolog. II. Codina, José, trad.III. Título

CDD 190

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Colección fundada por Diego Tatián

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Fragmentes des instructions pour le princeroyal de ***** (1752),Avertissement pour le poème sur la Loinaturelle et sur le Désastre de Lisbonne (1756),Poème sur le désastre de Lisbonne ou examende cet axiome: tout est bien (1756),Idées republicaines (1762),Les droits des hommes et les usurpations despapes (1768),Il faut prendre un parti, ou le principe d'action.Diatribe (1772).

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Prólogo

EL CURA MESLIER Y SU TESTAMENTOPor David F. Strauss

(1870)

Jean Meslier nació, según la conjetura más probable(tomamos esta información de la obra de Boulliot, BiographieArdennaise, París, 1830, art. Meslier), en el año 1664, en unaaldea de la Champaña llamada Mazerny. Su padre fuetejedor o artesano pañero. Un párroco de la comarca sehizo cargo de la educación del inteligente niño y fue tam-bién, probablemente, quien sugirió a los padres la idea deconsagrarlo a la carrera eclesiástica, a lo que el muchachono puso ninguna objeción.

El futuro sacerdote hizo sus estudios en el seminario deChálons-sur-Marne, donde, además de cursar las obliga-das disciplinas de la carrera, se aplicó con especial empe-ño y profundidad a la filosofía cartesiana. En 1692 fue de-signado para hacerse cargo de la parroquia de Etrépigny,en lo que hoy es departamento de las Ardenas, donde trashaber ejercido durante años su ministerio, murió hacia 1729,según unos, y en opinión de otros alrededor de 1733.

Se distinguió en el cumplimiento de sus funcionessacerdotales por dos rasgos: su severidad y el retraimientode su vida, por una parte, y por otra el desinterés y la cari-dad. Al margen del trato con dos o tres curas de los alrede-dores, se pasaba las horas encerrado en su pequeña biblio-teca, en la que se destacaban las obras de algunos padresde la Iglesia, un Moreri, los Ensayos de Montaigne, Telémacoy otro ensayo de Fenelón sobre la existencia de Dios y ellibro de Malebranche sobre la investigación de la verdad.

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De no haber sido por sus desavenencias con el señordel lugar, es seguro que el nombre del cura de Etrépignyapenas habría trascendido, en vida, los límites de su pa-rroquia. Pero como el señor de Clairy había maltratado aalgunos de sus campesinos, se sublevó en el cura el senti-miento de la justicia, y un domingo expulsó de la iglesia,por indigno de compartir el culto, al inhumano marqués.Éste recurrió en queja al arzobispo de Reims, quien amo-nestó al cura por haberse excedido en sus atribuciones.Obligado a recibirlo de nuevo en la iglesia, el párroco deEtrépigny pidió en voz alta a Dios por el alma del noble,para que se dulcificara su conducta y no volviera a caeren el pecado de robar a los huérfanos y maltratar a losdesvalidos.

La disputa con el señor feudal y con el arzobispo de laarquidiócesis duró, al parecer, mucho tiempo y amargó lavida del cura rural. Por la comarca corrió más tarde la le-yenda de que el marqués ordenaba a sus lacayos que toca-sen el cuerno en las tierras de su propiedad colindantescon la iglesia cuando el cura estaba oficiando; y añadía laleyenda que el arzobispo lo había llamado al orden,amenazándolo con excomulgarlo, a consecuencia de lo cualel orgulloso noble se dejó morir de hambre.

Sea como fuere –pues nada de esto ha podido compro-barse–, lo cierto es que el cura de Etrépigny dejó al morir unmanuscrito en el que proclamaba sus convicciones másíntimas, que chocaban tan abiertamente no ya con su mi-nisterio, sino incluso con el estado general del mundo quelo rodeaba, que en comparación aquellos conflictos exter-nos quedaban reducidos a incidentes menores. Legó a laposteridad este manuscrito, en tres copias de 366 páginasescritas de su puño y letra, con trazos claros y casi floridos–una de las cuales se cuidó de depositar en la cancillería deljuzgado de Saint-Menehould–, bajo el título de Mi testa-mento, una obra en que exponía sus auténticas convicciones

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a los feligreses a los que durante toda su vida enseñara la fecatólica y la obediencia a sus superiores.

En la cubierta de la copia destinada a su parroquiase lee:

He visto y conocido los errores, los abusos, lasvanidades, las necedades y las maldades de los hom-bres; los he odiado y aborrecido; no me he atrevido adecirlo en voz alta mientras viví, pero quiero decirloal menos en la muerte y después de ella, por lo queregistro aquí mis pensamientos, para que puedanservir de testimonio de la verdad a los ojos de cuan-tos vean estas páginas y tengan a bien leerlas.

Estas palabras ya indican que no se trata simplementede una protesta contra los errores de la religión, sino tam-bién contra los males y los abusos imperantes en la vida yen la sociedad de los hombres: “el Testamento del curaMeslier” no es solamente una abjuración filosófico-teológica, sino también, y en no menor proporción, un ma-nifiesto político.

Se distingue así sustancialmente de un documento ale-mán, el Mensaje en defensa de los adoradores racionales de Dios,de Hermann Samuel Reimarus. En ambos casos, se trata deuna voz de ultratumba proclamando un secreto que tortu-rara en vida a quien lo guardaba. Pero mientras que una deestas almas sólo se muestra abrumada bajo el peso de lareligión imperante, la otra clama también contra la situa-ción político-social. Y algo esencial: una se apoya, frente ala teología revelada, en una filosofía en la que aún palpitala fe en Dios, mientras que la otra desarrolla su pensamien-to filosófico hasta el ateísmo.

Por tanto, el campo de acción de la duda es mucho másamplio en Meslier que en Reimarus, pues los argumentoscontra la verdad del cristianismo y la Biblia a la que está

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consagrada toda la obra del segundo, sólo son una parteen la del primero. En esta parte, debemos reconocer que elalemán es superior al francés, el protestante al católico, laprofunda sabiduría y la disciplina filosófica del profesor alas amargas cavilaciones del sacerdote. Cierto es que tam-bién éste sabe muchas cosas, pero casi todas ellas de se-gunda mano. Casi puede asegurarse que jamás leyó la Bi-blia, al menos el Antiguo Testamento en su versión funda-mental. Y su fuente para las noticias de carácter históricoson casi exclusivamente los Ensayos de Montaigne.

Pero aun cuando como erudito, lógico y estilista, quedeel francés muy por debajo del alemán, nada tiene que envi-diarle como pensador. Su posición dentro de la escuelacartesiana es tan original e independiente como la deReimarus dentro de la escuela leibniziano-wolfiana. Noexageraríamos si dijésemos que Meslier es el más profun-do o, por lo menos, el más audaz de los dos; lo que ocurre esque paga este mérito con cierta falta de claridad y mesuraque no se observa en Reimarus. Pero penetra a fondo enmás de un punto ante el que éste se detiene.

Decíamos que la protesta y el ataque de Meslier, a dife-rencia de Reimarus, no están dirigidos sólo contra la reli-gión cristiana y contra la Iglesia, sino también contra elEstado. Y aun podríamos añadir que se dirigen en primertérmino contra el Estado y sólo de rebote contra la religióny la Iglesia. Aunque tal vez sería más exacto formularlo a lainversa y decir que el verdadero blanco de sus ataques, através de la Iglesia, es el Estado vigente en su tiempo.

“Una religión –dice Meslier– que tolera e incluso aprue-ba abusos contrarios a la justicia natural y atentatorioscontra el buen gobierno y contra el bien común, una reli-gión que da por buena la tiranía de los reyes y los príncipese impone su pesado yugo a los pueblos, no puede ser laverdadera.” Haciendo alarde de ingenio, podríamos in-cluso decir que Meslier, para disputar a los reyes el derecho

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a llamarse tales “por la gracia de Dios”, no encontró recur-so más eficaz que negar la existencia de Dios.

Y el rey que le había hecho sentir y odiar la usurpaciónde este título fue nada menos que aquel gran Luis de Fran-cia, según él, grande tan sólo en el despojo y el derrama-miento de sangre, en el perjurio y la infidelidad conyugal.Es curioso observar los juicios tan contradictorios que me-rece este monarca y su gobierno por parte de Meslier y deVoltaire. Mientras que éste se deja llevar por el hechizo delbrillante período de Luis XIV, aquél se subleva ante loshorrores que hicieron posible ese esplendor.

Meslier ve por todas partes el reverso de la bella pinturaque Voltaire traza del siglo de Luis XIV. La explicación estáen que la contempla desde otro punto de vista y, desdeluego, que la siente con otro corazón. Voltaire la ve con losojos de las clases altas de la sociedad de aquella época ysobre todo con los ojos de los escritores y poetas, tan favore-cidos por ése su rey ejemplar. Meslier asume el punto devista del pueblo, principalmente de los campesinos entrequienes ejercía su ministerio de cura rural y a quienes veíaagobiados y hundidos en la miseria bajo las cargas de aquelfastuoso gobierno.

La omnipotente monarquía había aplastado, induda-blemente, la resistencia de la nobleza y del clero, pero sinaliviar la carga que estas dos clases, unidas ahora a larealeza, cargaban sobre los hombros del pueblo.

¿Os sorprendeis, ¡oh pobres gentes! –exclamaMeslier–, de que la vida no sea para vosotros másque un fardo de sufrimientos y fatigas? Ello se debea que todo el esfuerzo y los sudores del día pesansolamente sobre vosotros, como a los trabajadoresdel Evangelio le pesan las cargas del Estado. Sobrevosotros gravitan no sólo vuestros reyes y prínci-pes, que son vuestros tiranos, sino toda la nobleza,

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toda la clerecía, toda la frailería, unidas a la catervade picapleitos y los vampiros de las finanzas y losimpuestos y toda la gente ociosa e inútil que haysobre la tierra. Todos ellos y sus criados y servidoresviven de los frutos de vuestro amargo trabajo; soisvosotros, y solamente vosotros, quienes les sumi-nistráis todo lo que necesitan o pueden apetecer noya para su sustento, sino también para sus placeres.

Nos parece estar escuchando una voz del tiempo delas guerras de los campesinos. Pero Meslier es, en mu-chos aspectos, un precursor lejano de la Revolución Fran-cesa, en el que encontramos pasajes tan arriesgados comoel siguiente:

Os hablan, mis queridos amigos, del diablo, que-riendo asustaros con su solo nombre y haciéndooscreer que los diablos no sólo son los más grandesenemigos de vuestra dicha, sino también lo más ho-rrible y abominable que se pueda concebir. Pero lospintores se equivocan cuando en sus cuadros pin-tan a los diablos como monstruos repelentes y es-pantosos; se engañan y os engañan, lo mismo quevuestros predicadores, cuando unos en sus cuadrosy otros en sus sermones, os presentan a los diabloscomo feas, repugnantes y monstruosas bestias. Noes así como debéis representároslos, sino como esosbellos galanes y esas lindas damas y damiselas dela nobleza que veis tan bien ataviados, peinados yempolvados, tan perfumados y tan resplandecien-tes de oro, plata y pedrería. Los diablos que vuestroscuras y vuestros pintores os describen con tan feas yhorribles figuras son diablos imaginarios, que sóloinfunden miedo a los niños y a los ignorantes y sólopueden causar males imaginarios a quienes creen

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en su existencia. En cambio, aquellos otros diablosy diablesas, esos caballeros y esas damas de que oshablo, no son seres imaginarios, sino figuras palpa-bles de carne y hueso, tan reales y verdaderos comolos males que causan a los pobres pueblos, que son,desgraciadamente, harto reales y sensibles.

Esta realidad de la sociedad en que le había tocadovivir representaba, para Meslier, una criminal inversióndel verdadero orden de las cosas:

Todos los hombres son iguales por naturaleza–dice nuestro cura–; todos ellos tienen derecho avivir y a desplazarse sobre la tierra, a disfrutar de sulibertad natural y a participar de los bienes del mun-do, procurándose por medio de su trabajo las cosasútiles y necesarias para la vida. Ahora bien, puestoque viven en sociedad y la sociedad no puede sub-sistir sin cierta dependencia y sumisión, por fuerzatiene ésta que existir, en mayor o menor medida,entre los hombres. Pero esta sumisión debe ser justay bien proporcionada, es decir, no debe exaltar de-masiado a unos y humillar demasiado a otros, re-servar para unos todos los goces y todos los bienes ypara otros todos los sacrificios y toda la miseria.

Cabría pensar lógicamente, dice Meslier, que la religióncoopera a este resultado, que condena con la dulzura y laequidad que le son propias la dureza y las injusticias de unrégimen tiránico. Como también cabría esperar, por otrolado, que una sabia política pusiese un dique a lasfantasmagorías y a los abusos de una falsa religión.

Así debería ser, pero no lo es. Ambas, la religión y lapolítica, se entienden y trabajan mano a mano, como dosrateros combinados. Los curas predican la obediencia y la

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autoridad ante los príncipes, a quienes presentan comoinstituidos por Dios; los príncipes, por su parte, mantienenen pie la dignidad de los curas y los rodean de prebendasy de rentas. De modo que ambos males deben ser combati-dos simultáneamente; pero como la Iglesia y la religión sonlas que encadenan preferentemente las almas de la multi-tud y atan las manos de los pueblos en su resistencia con-tra los gobiernos tiránicos, Meslier considera que lo prime-ro es demostrar la carencia de fundamentos de la religión.

Dos cosas contribuyen a abrir los ojos a nuestro párro-co: una es la mentalidad escéptico-secular que va afirmán-dose en la lectura de su libro favorito, los Essais de Montaigne;otra, el espíritu de duda y el rigor de pensamiento y deconcepto que adquiere en la escuela de Descartes.

También parte Meslier en su análisis de la religión–como se desprende naturalmente de la actitud de la dudaincipiente– del hecho de la pluralidad de religiones sobrela tierra. Cada una de ellas pretende ser la verdadera y lainstituida por Dios; pero es imposible que todas sean ver-daderas y de origen divino, puesto que se contradicen enmuchos puntos y hasta se repelen y condenan unas a otras.Podría serlo, a lo sumo, una; pero en realidad ninguna loes, ni la católico-cristiana ni ninguna otra.

Todas las religiones son obra de los hombres, y comotodas se hacen pasar por invenciones divinas, todas des-cansan sobre el engaño; fruto de las cavilaciones de astu-tos políticos, son difundidas y desarrolladas luego por far-santes y falsos profetas, aceptadas por los pueblos igno-rantes y sancionadas por los poderosos y los grandes de latierra como freno para la multitud. Si un Dios infinitamen-te poderoso, infinitamente sabio y bueno, hubiese creídonecesario revelar una religión, la habría dotado por mediode su infinita bondad y sabiduría de rasgos absolutamenteimborrables donde quedara impresa su divinidad, paraimpedir que los hombres pudieran verse inducidos a error

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con respecto a ella. ¿Para qué, si no, instituir una religión?Pues bien, ninguna de las muchas religiones existentesostenta estos signos, pues de otro modo sería incomprensi-ble que los hombres siguieran discutiendo todavía hoy parasaber cuál es la verdadera.

Por consiguiente, ninguna puede ser considerada comoobra de la revelación divina. Ninguna tampoco es verda-dera. Todas ellas, y son muchas, se asientan sobre la fe, esdecir, sobre la creencia en lo que no se ve, sin pruebas yhasta castigándose el intento de indagarlas como un cri-men laesea majestatis. Ahora bien, semejante fe, lejos de serprincipio de verdad, sólo es principio de error, de fraude yde quimeras, por una parte, y por otra de litigios y divisio-nes. Es cierto que, bajo cuerda o a posteriori, todas las reli-giones, y principalmente la cristiana, alegan ciertas prue-bas en apoyo de su verdad: ¿quién ignora, en efecto, laspretendidas pruebas que suelen derivarse de los milagros,de las profecías, de las excelencias de la doctrina, del celo yla firmeza de sus primeros adeptos y mártires? Ningunade estas pruebas resiste el examen, según Meslier; ni las dela religión cristiana ni las de ninguna otra.

Y como los milagros y profecías aducidos como prue-bas por el cristianismo están incluidos en los libros sagra-dos de los judíos y los cristianos –escritos que pasan tam-bién por ser obra de la inspiración divina–, conviene antetodo proceder a su examen. Todos ellos, tanto los del Nue-vo Testamento como los del Antiguo, son, según el párrocode Etrépigny, de tal naturaleza, que excluyen toda idea deinspiración divina, y hasta como simples libros humanosvalen muy poco.

Estos libros, que por lo que se refiere al contenido noson otra cosa que compilaciones de fábulas, errores y con-tradicciones, presentan también defectos enormes en cuan-to a la forma. El Antiguo Testamento comienza con el cuentodel paraíso y de la serpiente que habla, para recoger luego

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un montón de leyes sobre el culto divino, tan supersticio-sas como pueda serlo cualquier pueblo de idólatras; vie-nen enseguida una serie de historias poco edificantes dereyes, y a continuación los profetas, gente fanática y entre-gada a la fantasía. Realmente, para componer estos librosno hacía falta inspiración divina, e incluso habría sidonecesaria muy poca cultura humana para haberlos redac-tado un poco mejor.

En cuanto al Nuevo Testamento, Meslier va descubrien-do con gran sagacidad las variantes y contradicciones en-tre los distintos Evangelios, y podemos decir que saca a laluz casi todos los puntos que siguen siendo la manzana dela discordia entre críticos y apologéticos. Por lo demás, re-procha a los Evangelios su tosquedad y pobreza de estilo,así como la falta de orden y continuidad en el relato. Y delos escritores que intervinieron en la redacción del NuevoTestamento, siente especial aversión, por el embrollo y laconfusión de las ideas –y en esto coincide con Reimarus–por el apóstol Pablo.

La Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento,no puede compararse ni de lejos, ni en conjunto ni en susdetalles, por lo que se refiere a su valor y a su contenido,con las obras en prosa de Jenofonte o Platón, de Cicerón oVirgilio. Las fábulas de Esopo, dice Meslier, encierran unsentido y una enseñanza incomparablemente mayores quetodas aquellas vulgares y toscas parábolas de los llama-dos Evangelios.

En cuanto a los milagros y a todas las historias plaga-das de milagros y profecías que recogen estos libros, ¿quécrédito nos pueden merecer, si las fuentes que los transmi-ten son lo que acabamos de ver? Nadie sabe por quién nicuándo fueron redactados estos escritos. Lo que sí puedeasegurarse, pues se lo descubre en ellos a primera vista,es que fueron redactados por gente inculta e ignorante,incapaz incluso de analizar debidamente lo escuchado a

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muy poca distancia en el tiempo de los hechos, y ni siquie-ra lo que vieron sus propios ojos.

Añádase a esto que tales supuestos milagros son tanpoco dignos de Dios como las pretendidas revelaciones, yque las profecías no pueden darse por cumplidas a menosque para ello se recurra a una llamada interpretación espi-ritual de los hechos, cuya forzada violencia no demuestrasino una cosa: lo malparado que sale el intento al enfren-tarse con la realidad. Así, por ejemplo, los milagros delAntiguo Testamento presuponen una incomprensible par-cialidad de la Providencia divina en torno a un pueblopequeño y altamente indigno. En cuanto a los del NuevoTestamento, resulta difícil, por no decir imposible, com-prender cómo Dios pudo limitarse a curar unas cuantasenfermedades del cuerpo, dejando intactos los profundosdaños morales que padece la humanidad y cuya curaciónera, según asegura el mismo Nuevo Testamento, la finali-dad de la misión con que Jesús bajó a la tierra.

Para Meslier, la doctrina cristiana del carácter divinode Jesús es, sencillamente, una de tantas mitificaciones queencontramos en la historia del mundo antiguo. El pretextode las revelaciones divinas no fue nunca, según él, másque un ardid político, como el de Numa cuando impresio-naba a sus gentes hablándoles de sus conversaciones conla ninfa Egeria o el de Moisés cuando se escudaba detrásde sus entrevistas con el Dios del Sinaí. Sin embargo, aña-de Meslier, estos gobernantes antiguos tenían todavía, almenos, un resto de pudor, pues no se hacían pasar ellosmismos por dioses, como otros de épocas posteriores, aun-que se apoyasen en ellos.

El supuesto Dios que hablaba con Adán, se paseaba conél por los jardines del paraíso terrenal, etc., era sencilla-mente, según se desprende de lo dicho, un mortal igual queél, y Adán un necio engañado por sus artes de simulación.Y otro tanto acontecía, evidentemente, con el Dios de

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Moisés, como lo demuestra su negativa a mostrársele defrente, para no exponerse al peligro de ser identificadopor él como una persona demasiado conocida. A menos–añade nuestro demoledor crítico, llevando hasta el finaluna audaz conjetura– que las palabras del supuesto Diosfuesen las del propio Moisés, que recurriera a este ardidpara darles mayor autoridad al ponerlas en boca de unDios.

Punto de vista cuestionado de la crítica histórica, al quetampoco Reimarus acierta a sobreponerse de un modo sus-tancial. “Los antiguos tenían –dice Meslier– la costumbrede elevar al rango de dioses a los emperadores y a los gran-des personajes. El orgullo de los grandes, la adulación deunos y la ignorancia de otros dieron vida y alimento a estacostumbre.” Y del mismo modo puede explicarse el naci-miento de las más antiguas ideas sobre la divinidad.Saturno, Júpiter, Juno, etc., tampoco fueron –según nuestrocura–, otra cosa que “hombres y mujeres de alta alcurnia,príncipes y princesas y otros personajes prestigiosos quese arrogaron el nombre de dioses y de diosas o a quieneslos demás se lo atribuyeron por ignorancia, complacenciay adulación”.

Sin embargo, hay que reconocerlo, el párroco declaraque al menos algunos de ellos fueron gente importante ymeritoria. ¿Pero quién fue el hombre al que los cristianosescogieron como Dios? Si nos detenemos a averiguar laopinión que otros tenían de él, veremos que sus contem-poráneos y sus conciudadanos no sólo lo consideraban,en general, un hombre como cualquier otro, sino ademásun fanático y un necio. Detengámonos en sus discursos yencontraremos que se forjaba las ideas más extravagan-tes acerca de su persona: anunciaba que restauraría elreino de David, que retornaría en las nubes del cielo eincluso que era el hijo del todopoderoso Dios.

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Y lo mismo ocurre con sus actos, con sus peregrinacio-nes predicando el advenimiento del reino celestial, con susvisiones, en las que aparecía conducido por el demonio auna montaña y a las almenas del templo, con susjactanciosas milagrerías: son los actos de un fanático que,como se advierte en el episodio de la expulsión de los mer-caderes del templo, no retrocede siquiera ante el empleo dela violencia. El propio Voltaire se creyó en la obligación dedefender la personalidad de Jesús contra los virulentos ata-ques de Meslier, atribuyéndolos a la rabia largamente con-tenida de un hombre que durante años y años se habíavisto obligado a predicar y adorar como Dios, en el púlpitoy en el altar, a quien sólo consideraba como un hombre.

Su crítica demoledora contra el Dios de los cristianos yel Hombre-Dios, sobre el concepto del Dios de los filósofos,prosigue y no considera haber logrado su meta hasta nojuzgar que ha logrado que se desvanezca como una quime-ra y una fantasmagoría toda posible idea de Dios, viniesede donde viniese. Los modernos adoradores de Dios, dice,creen haber hecho una gran cosa al apartarse de la religiónpoliteísta de los paganos para concentrarse en el culto deun solo Dios. Con ello no han hecho más que poner aúnmás de relieve las contradicciones inherentes a la mitolo-gía. “Ni la Quimera de los antiguos –dice Meslier–, ni laEsfinge, ni Tifón, ni todas las ficciones de los poetas, llega-ron a ser nunca tan disparatadas como el concepto de Diosde sus modernos adoradores.”

Entre estas contradicciones se cuentan, para él, no sólola que media entre la unidad y la trinidad del misterio cris-tiano, que somete a una crítica demoledora, sino las queinvalidan también por completo el concepto puramenteteísta de la divinidad. Un ente que sin ocupar lugar algunoen el espacio llena el espacio todo, que sin tener él mismomovimiento hace mover el mundo, que sin experimentarcambio alguno es un principio de vida y de acción, es algo

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totalmente inconcebible para él. A su juicio, los modernosadoradores de Dios operan con simples palabras, a las queno atribuyen ninguna representación mental.

Esto no es obstáculo para que se ofrezcan a aportar másde una prueba de que semejante ente existe y tiene necesa-riamente que existir. Recordemos la firmeza y la certezacon que el propio Voltaire edificaba, principalmente, sobreel argumento físico-teológico de la existencia de Dios.Meslier somete este argumento a una crítica tajante.

Ninguna premisa habría refutado con tanta fuerza ensu crítica como la que pretende presentar a la naturalezacomo arte. Las obras de arte, dice Meslier, nacen de mate-rias que de por sí no tienen movimiento, y que por lo tantojamás podrían llegar por sí solas a constituir una obra; porel contrario, las obras de la naturaleza nacen de materiasque imprimen su propia forma gracias al movimiento queles es propio y natural.

Se objeta que este movimiento no reside en la propianaturaleza, sino que necesariamente le sería transmitidodesde fuera, por una causa creadora. Pero, ¿qué ganamoscon dar por supuesta la existencia de esta causa? Contem-plo la naturaleza y veo en ella ciertos movimientos y for-mas que me llenan de admiración; ¿acaso podré explicár-melas más fácilmente inventando un ente misterioso en-cargado de transmitirle esos movimientos? No cabe dudade que es mucho más sencillo atribuir a algo revelado porla experiencia –la naturaleza o la materia– ciertas cualida-des que observamos como propias, que presuponer –paraadjudicarle estas cualidades– un ente que ninguna expe-riencia nos revela.

De donde todo queda reducido al problema de saber siel movimiento puede ser realmente considerado como atri-buto esencial de la materia. En este punto, llevado de laerrónea concepción de que existen también cuerpos inmó-viles, incurre Meslier en la capciosa distinción de que si

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bien el movimiento no forma parte de la esencia misma dela materia, es, sin embargo, una cualidad de su naturaleza;no sabemos, dice, qué sea el principio del movimiento, perosí que no encierra ninguna contradicción el derivar el mo-vimiento de la materia misma.

A nuestro sagaz cura le faltaba fundamentalmente,para salir triunfante en su empeño, indagación sobre estepunto, conocer el principio newtoniano de la gravitación,muy poco difundido todavía en la Francia de su tiempo; seaferra aún a la teoría de los remolinos de su Descartes y,situado en este punto de vista exterioriza, como es natural,una serie de ideas extraordinariamente peregrinas sobre elmovimiento originario del mundo físico.

Mucho más fuertes son sus argumentos en lacontraprueba. Si el movimiento de la materia, nos dice, pro-viene de afuera, sólo podría originarse, naturalmente, deun ente inmaterial, pues de otro modo provendría de símisma. Ahora bien, un ente inmaterial no puede mover lamateria, por la sencilla razón de que él mismo carece demovimiento, ya que el movimiento presupone espacio,corporeidad, y el impulso motor firmeza e impenetrabili-dad, cualidades todas ellas exclusivas de la materia.

Y no es menos certero el contraargumento que Meslierdesarrolla basándose en el concepto de la creación. Sialgo fuese obra de la creación, tendrían que empezar porserlo el tiempo, el espacio y la materia. Sin embargo, eltiempo no puede haber sido creado, pues para ello ten-dría que haber existido antes su creador, y este antes seríaya el tiempo mismo. Y lo mismo acontece con el espacio;antes de existir, ¿dónde habría estado su creador y cómopodía haberlo creado sin movimiento y, por tanto, sinespacio?

En lo que se refiere a la materia, la prueba de que nopudo ser creada coincide con el argumento anterior de quesu movimiento no puede provenir de afuera.

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Otra refutación del argumento físico-teológico es la queMeslier desarrolla desde el punto de vista de la teodicea.Todas las perfecciones del mundo, dice, no hablarían enpro de la existencia de un creador perfecto con la fuerzacon que habla en contra de ella el más pequeño de los ma-les. “Admiro –declara– las obras de la naturaleza, su belle-za y su orden, tanto como pueden admirarlas quienes ado-ran a Dios; pero las admiro como obras de la naturaleza, yaque como obras de Dios me sería imposible admirarlas.”

Para ello tendrían que ser, en efecto, obras perfectas ysin mácula, cosa que no son. Meslier se da perfecta cuentade que el mal es una necesidad para el universo, tal y comoéste es actualmente; el proceso incesante de nacimientosobre el que descansa presupone una constante caduci-dad, la caducidad o la muerte presupone la desintegraciónde los cuerpos, que en los seres sensibles lleva aparejadonecesariamente dolor; los hombres y los animales mori-rían asfixiados los unos por los otros si no prefiriesendevorarse entre sí.

Todo esto es cierto. Pero ¿cómo podría un mundo así (yaquí Meslier habla casi como Schopenhauer) haber sidocreado por un ente perfecto? Lejos de ello, la existencia desemejante universo prueba la inexistencia del Dios crea-dor. En lo que se refiere al mal moral, Meslier refuta la ideade que esté admitido por Dios; niega que esa idea puedaaplicarse a un ser omnipotente, y demuestra con bastantesagacidad cómo jamás se encontrará en la realidad de lascosas ese pretendido bien mayor que se dice fruto de laadmisión divina del mal.

Como es sabido, la verdadera prueba cartesiana de laexistencia de Dios era la llamada prueba ontológica. Tam-poco esta argumentación, a pesar de proceder de su escuelafilosófica, es respetada por Meslier. A esta prueba basada enla idea de Dios y que se presenta como concluyente en cuan-to a su existencia, opone la afirmación, indudablemente

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simplista pero a primera vista irrefutable, de que la ideaque nos formamos de una cosa no quiere decir, ni muchomenos, que la cosa sea tal como nos la representamos. Y sise pretende que ocurra esto con las ideas claras y diáfanas,es decir, que sea verdad todo lo que nos representamos conclaridad y nitidez, no olvidemos que Meslier, según acaba-mos de ver, considera la idea de Dios como la negación dela nitidez y la claridad.

¿O acaso se pretende que la idea de Dios existente ennosotros pruebe la existencia de Dios en el sentido de quesólo puede habernos sido comunicada por Dios mismo?En este caso, Meslier demuestra lo contrario, a saber: que laidea de lo infinito es algo tan natural a nuestro espíritucomo la idea de lo finito, razón por la cual no necesitamosque ningún ente infinito nos la infunda. El algo inexistenteque hay que concebir no es el ser infinitamente perfecto,sino el ser o el ente en general (l’être en général et infini, nol’être infiniment parfait).

Ahora bien, este ser o ente general no es otra cosa que lamateria. Enfocada de este modo, la prueba ontológica coin-cide con la prueba cosmológica bien entendida. Es ciertoque, por el mero hecho de que exista algo, tiene que haberexistido algo desde toda una eternidad; pero este algo esprecisamente el ente o ser material que tenemos ante noso-tros, y no un algo inmaterial que simplemente nos imagi-namos. Ese algo eterno tiene que ser algo de que estén he-chas todas las cosas, que resida en todas ellas y al quetodas retornen: pues bien, este algo sólo es, sólo puede ser,la materia.

De esta materia nace, por medio de su movimientonatural y como resultado de diversas combinaciones ymodificaciones de sus partes, toda la gama de los seresnaturales hasta llegar al animal y al hombre, sin que paraello sea necesario ni pueda ayudar tampoco en lo más mí-nimo la idea de un creador situado fuera de la naturaleza.

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Al presentar el ser general como el fundamento y principiode todas las cosas y éstas –excluyendo toda idea de crea-ción–, simplemente como otras tantas modificaciones delser, Meslier se acerca considerablemente a Spinoza y a susustancia. Lo que ocurre es que no contrapone el pensa-miento a la extensión como otro atributo de la sustanciaigual en rango, sino que lo considera simplemente comoun modus de la extensión o, para decirlo mejor, de lo exten-so, de la materia.

Mientras que en el primer punto, el de la eliminacióndel divino artífice, Meslier se halla en abierta oposicióncon el punto de vista de Voltaire y del teísmo en general, enel otro punto, el que se refiere al concepto del pensamientocomo una modificación de la materia, observamos unaanalogía entre ambas concepciones. Sin embargo, mien-tras Voltaire echa mano aquí al pobre recurso de conside-rar el pensamiento como una función transferida a la ma-teria por obra de una voluntad todopoderosa, Meslier seesfuerza en desvirtuar las pruebas de la inmaterialidaddel pensamiento y del alma.

Los pensamientos y las sensaciones, dicen loscartesianos, carecen de forma y de extensión, no puedendividirse ni cortarse; no son, por consiguiente, materiales.Tampoco de un sonido, de un aroma, replica Meslier, pue-de decirse que sean redondos ni cuadrados; ni la salud y laenfermedad, la fealdad o la belleza pueden medirse conuna vara, y, sin embargo, son cosas bien materiales. Lo queocurre es que podemos encontrarnos con modificacionesde la materia que, aun siéndolo, no reúnen todas las cuali-dades de ésta.

¿O acaso se cree que por no considerar el pensamientoy las sensaciones como funciones de la materia, es decir,del cuerpo humano formado por ésta, y por atribuir estasactividades a un alma inmaterial, resulta más fácil expli-car la comunidad de esta alma con el cuerpo material del

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hombre? En lo más mínimo. Si el cuerpo no es capaz desentir, ¿cómo va a transmitir al alma las percepciones delos sentidos? Y si el alma es un ente sencillamente inmate-rial, ¿cómo puede ser capaz de placer y de dolor?

Quien conciba el pensamiento y las sensaciones comofunciones de un alma inmaterial, negando ésta a los ani-males, deberá, consecuentemente, negar a los animales todasensación, considerarlos como simples máquinas, que eraen efecto lo que hacía la escuela cartesiana. Contra estamanera de ver se rebela en Meslier no sólo el saludablesentido común, sino también el sentimiento humano. Cali-fica esta teoría de abominable porque contribuye a ahogaren el corazón del hombre, ya de por sí bastante duro, todacompasión por aquellos pobres seres, dignos de ser trata-dos humanamente, como compañeros que son de nuestravida y de nuestros trabajos.

“Si existiese –dice– un tribunal para administrar justi-cia a los pobres animales, denunciaría ante él a una doctri-na tan nefasta e infame como ésta con la que tanto se losperjudica, e insistiría en que fuese condenada hasta conse-guir que se la desterrase por completo del espíritu y lascreencias de los hombres, obligando a abjurar públicamentede ella a los cartesianos que la sostienen.”

Esta compasión por el mundo animal respondía enMeslier a un sentimiento tan profundo que, aun compren-diendo, como hemos visto, la necesidad de que se diesemuerte a los animales, no acaba de congraciarse con laalimentación carnívora. No dice que sea vegetariano, peroconfiesa que le produce mucha pena ver retorcer el cuello auna gallina o a una paloma o sacrificar a un cerdo y quesiente verdadera repugnancia por los mataderos. “Si mesintiese atraído por la superstición –dice–, abrazaría segu-ramente la religión de los que no comen carne.”

Partiendo de la inmaterialidad y la unidad simple delalma, la escuela cartesiana llegaba a la conclusión de que

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ésta era inmortal. El pensamiento y lo pensante carecen deextensión; donde no hay extensión, no hay partes que pue-dan separarse unas de otras; lo que no tiene partes no pue-de desintegrarse, no puede morir.

Sin embargo, dice Meslier, ¿cómo pretenden loscartesianos afirmar la unidad simple y la inmaterialidaddel alma, si reconocen que se halla sujeta a cambio eincluso a enfermedad? Lo que cambia tiene necesaria-mente partes; y si el alma, como demuestra la experien-cia, se fortalece y debilita con el cuerpo, no puede seruna sustancia separada de él, pues para ello tendría quegozar de independencia, de sustantividad. Meslier, porsu parte, considera el alma como lo más fino y lo mássutil que hay en nosotros de materia, a diferencia de lamateria burda de que están hechos nuestros miembros ylas partes visibles de nuestro cuerpo. Claro está que lospensamientos y las sensaciones carecen de forma con-creta mensurable y son, simplemente, movimientos y mo-dificaciones interiores de la materia de que se conformael cuerpo vivo.

La vida del hombre, como la de los animales, no es sinouna especie de fermentación constante de su sustancia, esdecir, de la materia de que uno y otros están hechos, y lassensaciones y los pensamientos son, simplemente, moda-lidades especiales y transitorias de este proceso continuode modificación o fermentación que constituye su vida.Esta fermentación cesa al sobrevenir la muerte, y lo quellamamos el alma se extingue como la llama de una velacuando le falta el alimento.

Con la vida después de la muerte se desvanece tambiénla llamada justicia divina; miles y miles de hombres justos,dice Meslier, se quedan sin premio, y miles y miles de hom-bres malvados sin castigo. De donde nuevamente se sigueque no existe un Dios infinitamente justo, como no existeun Dios infinitamente perfecto.

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Al llegar aquí, al parecer nuestro filósofo debería tomarconciencia de este desvanecimiento de la justicia externapara replegarse dentro de sí y ahondar en sus ideas acercade la dicha y la desventura, de la vida y el destino delhombre; pero no hace tal cosa, sino que emprende un cami-no muy distinto. Puesto que no existe vida futura, lo prime-ro –dice–, es no seguir dejándose engañar por los curas,“quienes –grita Meslier a sus antiguos feligreses– con elpretexto de conduciros al cielo y de aseguraros allí la bien-aventuranza eterna, os impiden disfrutar de la verdaderadicha sobre la tierra; quienes, con el pretexto desalvaguardaros en otro mundo de los castigos imaginariosde un infierno inexistente, os hacen sufrir los verdaderostormentos del infierno en esta vida, la única que os serádado disfrutar”.

Pero esta resistencia puramente pasiva, que consiste enno dar crédito a las fabulaciones de los curas, no basta.Hay que sacudir el yugo que los tiranos, los príncipes y lanobleza han impuesto al pueblo con ayuda de la Iglesia.Los pueblos deberían ponerse de acuerdo, olvidar sus que-rellas y sus litigios y darse la mano para esta obra, másnecesaria que cualquier otra.

Y el curita de una aldea de las Ardenas querría que suvoz resonase de un extremo a otro del reino para arrancara todos los hombres del sueño de sus ilusiones y ponerlosen pie y a la obra para romper sus oprobiosas cadenas.Desearía ser Hércules para abatir todos los monstruos quetan cruelmente oprimen a los pueblos.

Y al llegar a este punto, aquel hombre tranquilo, inca-paz de ver matar a una gallina, nos reserva una tremendasorpresa.

Dice un autor antiguo –escribe– que es muy rarover a un tirano cargado de años; eso sucedía enton-ces, cuando los hombres no tenían aún la debilidad

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y la cobardía de dejar vivir y gobernar mucho tiem-po a sus tiranos. Aquellas gentes tenían la inteligen-cia y el valor necesarios para desembarazarse deellos tan pronto como empezaban a abusar del po-der. Hoy, desgraciadamente, ya no tiene nada deraro ver que los tiranos viven y gobiernan largosaños (como Luis XIV, piensa Meslier, aunque no lodiga expresamente).

Y apenas damos crédito a nuestros ojos cuando leemosen el Testamento del amable cura párroco de Etrépigny elsiguiente desahogo:

¿Dónde están aquellos nobles tiranicidas deltiempo pasado? ¿Dónde están los Bruto y los Casio,dónde los valientes matadores de un Calígula y detantos otros? ¿Y qué se ha hecho, por otra parte, delos Trajano y los Antonino, de aquellos príncipesbondadosos y de aquellos dignos emperadores? Envano buscaremos a sus émulos en el trono. Pero, afalta de ellos, ¿dónde están los Jacques Clément ylos Ravaillac de nuestra Francia? ¿Por qué ya novivís, ¡oh nobles asesinos de los tiranos!, para abatira todos estos malditos monstruos y enemigos delgénero humano y liberar a los pueblos, con su muer-te, de la esclavitud en que hoy gimen?

No, nuestros ojos no nos engañan. El buen cura clamareal y verdaderamente –si dejamos a un lado aquellas tra-dicionales figuras retóricas que son los nombres de Bruto oCasio– por la vuelta de un Ravaillac, de un Jacques Clément.El derecho al tiranicidio es para Meslier algo tan indiscuti-ble, que no perdona al concilio de Constanza que lo hubie-se condenado (por lo demás, en términos bastante condi-cionales) e incluso deriva de ello otro reproche contra el

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cristianismo. En el Testamento del pastor de almas deEtrépigny nos encontramos ya con aquella célebre frase aque más tarde daría tajante forma epigramática Diderot:“No estaba tan errado –dice Meslier– el hombre que expre-só su deseo de ver a todos los grandes y nobles de la tierracolgados de las tripas de los curas”.

Pensamos, al leer esto, en Voltaire y en su afirmación,innumerables veces repetida, de que sólo en el fanatismoreligioso, jamás en la filosofía o en la ilustración, había quebuscar la causa de los regicidios perpetrados durante losúltimos siglos. Y he aquí que un filósofo, y además un filó-sofo tan afín a él por sus ideas, se atrevía a predicar eltiranicidio. Claro está que este filósofo era, además, un fa-nático, y su invocación de Ravaillac procedía más del se-gundo que del primero. Sin embargo, ¿quién podía estable-cer diferencias tan sutiles, y quién era capaz de prever lasfunestas consecuencias que de aquí podían derivarse parala filosofía y para el partido de los filósofos? No se tratabasolamente de colocar esta antorcha en el candelero, sino deprender fuego con ella, al igual que con la del ateísmo, a lasmieses de la sociedad.

Ahora bien, una vez desembarazado el mundo de sustiranos eclesiásticos y seculares, ¿qué régimen preconizanuestro caritativo regicida para sustituir al derrocado?

Sabemos que reconoce la necesidad de una subordina-ción, de una relación de dependencia, para que el ordensocial pueda existir. Pero los dirigentes de la sociedad nodeberán ser soberbios nobles ni violentos y poderosos prín-cipes, sino siempre los hombres más sabios y más dignos,los hombres maduros y llenos de experiencia. Y éstos sólogobernarán la sociedad como lo aconseja el bien común,pues así lo garantiza la desaparición en ella del lucroprivado.

Como se ve, nuestro revolucionario párroco profesa ideascomunistas. Considera como un abuso, desgraciadamente

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muy extendido, “que los hombres hayan convertido enpropiedad los bienes y las riquezas de la tierra, en vez deposeerlos en común y de disfrutarlos también en común ypor igual”. Entiende que todos los habitantes de una ciu-dad, de una aldea o de una parroquia deben formar unagran familia, vivir entre sí como hermanos y hermanas,como padres e hijos y, por tanto, comer, vestirse y albergar-se en común con los mismos alimentos, con el mismo vesti-do y bajo el mismo techo, como fruto de su trabajo tambiéncomún, aunque repartido según el talento y la destreza, laestación del año y la necesidad.

Cada comunidad establecería convenios con otras dela misma comarca o el mismo país, obligándose a compor-tarse fraternalmente unas con otras y a prestarse la necesa-ria ayuda mutua. De este modo, no sólo se acabaría con ladesigualdad en la distribución de los bienes y con todosesos medios reprobables de que hoy se vale el individuopara acaparar la mayor cantidad posible, sino que se pon-dría fin a todos los descontentos, a todos los litigios, losodios, las revueltas y las guerras. Eran también éstas lasideas que no podían encontrar eco en Voltaire; tal vez sí, encambio, en Rousseau.

Enseguida se nos ocurre preguntarnos qué sucederíacon el matrimonio en un régimen así, donde todos los hom-bres se considerarían como hermanos y hermanas. Y nodebemos considerar, por este solo hecho, como un acto defanatismo el que este experimentado sacerdote declare tam-bién la indisolubilidad católica del matrimonio como unode los abusos con los que conviene acabar.

Si los hombres –dice–, sobre todo los que ado-ran a Cristo, no considerasen indisoluble entreellos el vínculo del matrimonio; si, por el contrario,dejasen a hombres y mujeres en plena libertad deunirse maritalmente los unos con los otros según

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sus inclinaciones y de volverse a separar a tono consu voluntad o cuando su inclinación los moviera aestablecer otra unión, podemos estar seguros de queno se verían tantos malos matrimonios ni tantas dis-cordias conyugales como hoy se ven.

Es, como se ve, una legislación matrimonial muy am-plia la que se predica aquí. ¿Y los hijos? También ellos,opina nuestro platónico sacerdote, saldrían ganando coneste régimen. Mientras que ahora son muchos los que pa-decen las discordias entre sus padres o son víctimas de suignorancia o su pobreza, por el contrario todos recibiríanla misma educación, la misma alimentación e idénticoscuidados, a los que proveería la comunidad de su fondocolectivo.

Ese hombre ve al mundo que lo rodea engañado por loscuras, humillado por los tiranos; todas las religiones sebasan fundamentalmente para él en el engaño, y todos losestados en la injusticia y el despojo; no ve en el cielo nin-gún Dios que vele sobre este desconcierto ni una vida des-pués de la muerte que remedie las contradicciones y losmales de la actual. De un estado como éste, tan atroz ydesesperado, no se puede salir más que por medio de uncataclismo espantoso, allanando el suelo y erigiendo sobreél un edificio levantado sobre cimientos completamentenuevos.

Algo había que no funcionaba del todo bien en el espí-ritu y las facultades de este filósofo rural. Pero la culpa hayque atribuírsela a su tiempo. Le tocó vivir en una épocacuyas realidades eran demasiado duras para su corazón yen que las ciencias, las sociales, las filosóficas y las de lanaturaleza, no habían salido aún de su fase rudimentariay podían proporcionar escasa ayuda a su ágil pero desam-parado pensamiento. El ideal es para él una imagen delporvenir, un proyecto, una utopía que reclama una violenta

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realización, en vez de saturar como un hálito ideal y deimpulsar como un resorte orgánico su visión del presente.

El manuscrito que dejó al morir el cura Meslier circulódurante bastante tiempo en copias manuscritas, las cua-les, según afirma Voltaire, se cotizaban a un precio elevadoen París, como mercancía prohibida. De una de estas co-pias, que sin duda alguna llegó a sus manos por Thieriot,hizo Voltaire el extracto publicado por él en 1762 y difun-dido gratuitamente con el título de Sentiments du curé Meslier.

Diez años después, el barón de Holbach dio a la im-prenta un escrito titulado Le bon sens (que sólo en posterio-res ediciones, según parece, se completó con las palabrasdu curé Meslier), en el que el autor del Systéme de la naturedesarrollaba los principios del materialismo y del ateísmocoincidiendo de manera general con Meslier, pero por lodemás ajustándose a su propio criterio. El Catéchisme ducuré Meslier, publicado en 1789, era, al parecer, una simplerepetición de la obra anterior.

Si tenemos en cuenta el modo en que los librepensadoresde una época posterior tratan los pensamientos de Meslier,debemos rechazar como poco verosímil la conjetura deleditor de la Biographie ardennaise, inspirada evidentementeen la simpatía hacia el autor, de que ya los ejemplares ma-nuscritos de su Testamento habían sido interpolados porgentes de esa ideología.

Durante la época del terror, en noviembre de 1793,Anacarsis Cloots propuso a la Convención que fuese ele-vado un monumento a Meslier, por haber sido el primersacerdote que había tenido el valor y la honradez de abju-rar de sus errores religiosos; la propuesta, enviada al Co-mité de Instrucción Pública, cayó en el vacío. Por aquelentonces, la Convención tenía bastante que hacer con in-tentar llevar a la práctica las doctrinas del Testamento sobre

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el tiranicidio. Por otra parte, menos de medio año despuésRobespierre decretaba la existencia del Ser Supremo.

Ya bajo el antiguo régimen, hacia 1775, fueron conde-nadas a ser destruidas todas las copias y reediciones delTestamento que circulaban en Francia, condena que en dis-tintas ocasiones volvió a decretarse bajo la Restauración yaún estando en el poder la monarquía de julio. Hasta quefinalmente, en 1864, un admirador de la obra se hizo acree-dor a la gratitud de todos los amigos de la Historia median-te la publicación en Holanda del texto completo en trestomos: Le testament de Jean Meslier, curé d’Étrepigny et de Buten Campagne, décédé en 1733. Ouvrage inédit, précédé d’unepréface, d’une étude biographique, etc., por Rudolf Charles.Amsterdam, à la librairie étrangère, R. C. Meijer, 1864.

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CORRESPONDENCIA A PROPÓSITODE LA OBRA DEL CURA MESLIER

VOLTAIRE A D’ALEMBERT

Ferney, Febrero de 1762.

Se ha impreso en Holanda el Testamento de JeanMeslier.

Al leerlo he temblado de horror. El testimonio deun cura que, al morir, pide perdón a sus feligresespor haberles enseñado el cristianismo, puede inclinarla balanza a favor de nosotros los libertinos.

Os enviaré un ejemplar de este Testamento delAnticristo, puesto que queréis refutarle. No tenéis másque indicarme por qué conducto lo queréis recibir.Está escrito con una sencillez burda que, por desgra-cia, se asemeja mucho al candor.

DEL MISMO AL MISMO

Ferney, 29 de Febrero de 1762.

...Meslier es también curioso. La buena semilla es-taba ahogada por la cizaña de su in-folio. Un buen sui-zo ha hecho un extracto muy fiel, y este extracto pue-de hacer mucho bien. ¡Qué respuesta a los insolentesfanáticos que motejan a los sabios de libertinos! ¡Qué

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respuesta, miserables, mejor que el testamento de unsacerdote que pide perdón por haber sido cristiano!

RESPUESTA DE D’ALEMBERT

París, 31 de Marzo de 1762.

Una desinteligencia ha sido la causa, mi queridofilósofo, de que recién haya recibido hace pocos díasla obra de Jean Meslier que me habíais enviado hacecerca de un mes. Aguardaba recibirla para escribiros.Me parece que se podría poner sobre la tumba deeste cura: Aquí yace un sacerdote muy honrado, cura dealdea en Champaña, que al morir pidió perdón por haber sidocatólico, y que ha demostrado de este modo que noventa ynueve corderos y un pastor no suman cien bestias.

Supongo que el extracto de su obra es de un suizoque entiende perfectamente el francés. Esto es eviden-te, y bendigo al autor del Extracto, quienquiera que sea.

Esto es trabajar la viña del Señor.Después de todo, mi querido filósofo, aguarde-

mos un poco, y no sé si todos estos libros serán nece-sarios y si el género humano no tendrá talento sufi-ciente para comprender por sí mismo que tres no sonuno y que el pan no es Dios.

Los enemigos de la razón hacen en este momentouna ridícula figura, y creo que pudiera decirse comoen la canción:

Para destruir a esas gentes,no hay más que dejarlas obrar.

No sé a dónde irá a parar la religión de Jesús; perosu Compañía anda de capa caída. Lo que Pascal y Nicole

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Arnaud no pudieron hacer, parece que tres o cuatrofanáticos absurdos y desconocidos lo llevarán a cabo.

La nación dará una muestra de vigor en el interiorcuando se ocupe poco de las cosas exteriores, y figura-rá en los anales cronológicos futuros el 1762: Este año,Francia perdió todas sus colonias y expulsó a los jesuitas.

No conozco nada como la pólvora de artillería que,con tan poca fuerza aparente, produce tan grandesefectos.

VOLTAIRE A D’ALEMBERT

Las Delicias, 12 de Julio de 1762.

...Me parece que la obra de Jean Meslier produceun gran efecto. Todos cuantos la leen quedan con-vencidos; este hombre discute y prueba. Habla en elinstante de la muerte, en el momento en que los em-busteros dicen la verdad. He aquí el más fuerte detodos los argumentos.

Jean Meslier debe convertir la Tierra. ¿Por qué suEvangelio anda en tan pocas manos? Sois muy tibiosen París; dejáis la luz bajo el celemín.

RESPUESTA DE D’ALEMBERT

París, 31 de Julio de 1762.

Nos acusáis de tibieza, mas ya creo habéroslo di-cho: enfría mucho el miedo que infunden los cuentos.

Querríais que hiciésemos imprimir la obra de JeanMeslier, y que distribuyésemos cuatro o cinco milejemplares. El fanatismo infame poco o nada perde-ría con esto, y nos juzgarían locos aun los mismos

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que hubiéramos convertido. La Humanidad está hoymás ilustrada, porque se ha tenido la precaución o ladicha de ilustrarla poco a poco.

Si el sol apareciese de repente en una cueva, sus habi-tantes no percibirían sino el daño que les haría en sus ojos.El exceso de luz, únicamente serviría para cegarlos.

D’ALEMBERT A VOLTAIRE

París, 9 de Julio de 1764.

...A propósito, me han prestado esa obra atribui-da a Saint-Évremont, y que dice ser de Dumarsais, dela cual me habéis hablado hace mucho tiempo: es bue-na; pero el Testamento de Meslier es mejor.

VOLTAIRE A D’ALEMBERT

Ferney, 16 de Julio de 1764.

El Testamento de Meslier debería estar en el bolsillode toda la gente honrada. Un buen sacerdote, llenode candor, que pide perdón a sus feligreses por ha-berse equivocado, debe iluminar a los que se equivo-can.

VOLTAIRE AL CONDE D’ARGENTAL

Las Delicias, 6 de Febrero de 1762.

...Pero los ángeles no me han dicho nada del libroinfernal de este cura Meslier, obra muy necesaria a

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los ángeles de las tinieblas, excelente catecismo deBelcebú. Es un libro muy raro; es un tesoro.

VOLTAIRE AL MISMO

Las Delicias, 31 de Mayo de 1762.

Es justo que os envíe un ejemplar de la segundaedición de Meslier. Se había omitido en la primera suprólogo, que es muy curioso.

Vos tenéis amigos cuerdos que no se asustarán deleer este libro. Todo él es muy propio para formar lajuventud. El infolio, que se vendía en manuscrito aocho luises de oro, es ilegible; este pequeño extractoes muy edificante; ¡pero la obra completa es lo quehay que ver!

VOLTAIRE A DAMILAVILLE

En Las Delicias.

Mi hermano tendrá un Meslier desde que recibiómi orden. Parece que mi hermano no está al tanto delasunto. Hace quince o veinte años se vendía el ma-nuscrito de esta obra a ocho luises de oro. Era unvolumen muy grueso. En París hay más de cien ejem-plares. No se sabe quién ha hecho el extracto, perotodo él, palabra por palabra, está sacado del original.Existen aún muchas personas que han conocido al curaMeslier. Sería muy útil que se hiciese en París una nuevaedición de esta obrita. Se puede hacer fácilmente entres o cuatro días.

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VOLTAIRE AL MISMO

...Mas yo creo que nunca habrá nada que haga másimpresión que el libro de Meslier. Calculad de cuántopeso es el testimonio de un moribundo, y de un sa-cerdote honrado.

DEL MISMO AL MISMO

Ferney, 6 de Julio de 1764.

Trescientos Meslier distribuidos en una provinciahan conseguido muchas conversiones. ¡Ah! si me se-cundaran, no solamente hubiera publicado el TESTA-MENTO o el Extracto del buen sentido (Dios ante el senti-do común), sino toda la obra completa, la cual debeformar tres volúmenes, comprendiendo en ellos elmaravilloso estudio sobre Los curas y la religión natu-ral, que es una obra maestra.

DEL MISMO AL MISMO

Ferney, 29 de Septiembre de 1764.

Hay aquí poco Meslier y mucho tunante.

DEL MISMO AL MISMO

El nombre perjudica a la causa, porque despiertala preocupación. Únicamente el nombre de JeanMeslier puede ser útil, porque el arrepentimiento deun buen sacerdote en el trance de la muerte debe cau-sar profunda impresión.

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Este Meslier debería andar en manos de todo elmundo.

VOLTAIRE A MADAME DE FLORIAN

Las Delicias, 20 de Mayo de 1762.

Querida sobrina: Es muy triste estar ausente devos. Leed y releed a Jean Meslier; es un buen cura.Leedle completo, sobre todo, puesto que tenéis la di-cha de poseer las tres obras completas.

VOLTAIRE AL MARQUÉS D’ARGENS

Ferney, 2 de Marzo de 1763.

He encontrado un Testamento de Jean Meslier, que osenvío. La sencillez de este hombre, la pureza de suscostumbres, el perdón que pide a sus feligreses y laautenticidad de su libro, deben producir un gran efec-to. Os enviaré todos los ejemplares que deseéis delTestamento de este buen cura.

VOLTAIRE A HELVETIUS

Las Delicias, 1° de Mayo de 1763.

¿Y qué testimonio mejor que el de un sacerdoteque, al morir, pide perdón por haber enseñado cosasabsurdas y horribles? ¡Qué respuesta a los lugarescomunes de los fanáticos, que tienen la audacia deafirmar que la filosofía no es más que el fruto dellibertinaje!

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EXTRACTO

del

TESTAMENTO*

DE J. MESLIER,

POR VOLTAIRE,

o

SENTIMIENTOS DEL CURA DE ÉTRÉPIGNY Y BUT,DIRIGIDO A SUS FELIGRESES

* La presente versión es una síntesis de la obra de JeanMeslier hecha por Voltaire y publicada en 1762. Mémoiredes pensées et des sentiments de Jean Meslier se publicó porprimera vez en español con el título Memoria contra lareligión, Ed. Laetoli, Pamplona, 2010.

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CAPÍTULO IDE LAS RELIGIONES

No existe secta particular de religión que no presu-ma de estar fundada en la autoridad de Dios y porcompleto exenta de los errores e imposturas que en lasdemás se encuentran. A los que pretenden establecerla verdad de su secta toca demostrar que ésta es deinstitución divina, por medio de pruebas y testimoniosclaros y convincentes, sin lo cual es preciso admitir comocierto que no es sino invención humana, llena de erro-res y engaños; pues no es creíble que un Dios Todopo-deroso e infinitamente bueno haya querido dar órde-nes y leyes a los hombres, y que éstas no lleven unsello más auténtico y verdadero que las de cualquierimpostor de los que tanto abundan. No hay, sin em-bargo, ningún cristiano, de cualquier secta que sea,que pueda patentizar con pruebas claras que su reli-gión es de institución divina y lo demuestra el hechode que al cabo de tantos siglos de discusión sobre elasunto, hasta recurriendo al hierro y al fuego comoargumentos en pro de sus diferentes opiniones, nohay todavía entre ellos partido alguno que haya po-dido convencer y persuadir a los demás con testimo-nios de la verdad; lo que no sucedería si hubiese enuna u otra parte pruebas seguras y claras de una ins-titución divina. Como ninguna persona ilustrada y debuena fe, perteneciente a una secta religiosa, preten-de sostener y propagar el error y la mentira, y por el

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contrario cada cual por su parte intenta sostener laverdad, el modo cierto de deshacer todos los erroresy unir a los hombres en paz en una misma forma,sería exhibir esas pruebas y testimonios de la verdad,y por este medio demostrar palmariamente que talreligión es de institución ciertamente divina, y no loes ninguna de las otras. Todos entonces se rendiríana la verdad, y nadie osaría combatir tales testimoniossin resultar de inmediato rebatido por las pruebas;pero como éstas faltan en todas las religiones, haceque los impostores puedan inventar a sus anchas ysostener toda suerte de mentiras.

Veamos, además, otras razones que demuestran másclaramente la falsedad de las religiones humanas, ysobre todo de la nuestra.

Toda religión que establece por fundamento de sumoral y doctrina un principio de errores, y es ella mis-ma manantial funesto de divisiones y trastornos cons-tantes entre los hombres, tiene que ser forzosamenteuna mala religión. Y como las religiones humanas, yprincipalmente la católica, basan el fundamento de sudoctrina y su moral en el principio del error, sáquese laconsecuencia lógica.

No comprendo que pueda negarse la primera par-te de este argumento, pues es bien clara y evidentepara que pueda ser puesta en duda.

Paso a la prueba de la segunda proposición, a saber:que la religión cristiana toma por regla de su doctrinay su moral lo que llaman fe, es decir, la creencia ciega,pero, sin embargo, firme y asegurada por algunas le-yes o revelaciones divinas, o por una divinidad. Nece-sariamente debe así suponerse, pues esta creencia en laDivinidad y en sus revelaciones, es la que le da el cré-dito y la autoridad que en el mundo tiene, sin los cua-les no se haría caso alguno a sus prescripciones.

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Razón por la cual no hay una religión que norecomiende expresamente a sus seguidores* la firme-za en la fe; de allí que todo cristiano tenga por máxi-ma que la fe es el principio de la salud, la raíz de lajusticia y de toda santidad, como lo marca el Conciliode Trento, sesión 6, cap. VIII.

Es pues evidente que una creencia ciega respecto acuanto se enseña en nombre de Dios, es un principiode errores y de mentiras. Prueba clara es que no hayimpostor en materia de religión que no pretenda cu-brirse con el nombre y la autoridad de Dios, y nodiga que es su enviado especial o inspirado por Él.Esta fe y creencia ciegas que ponen como base de sudoctrina no son solamente un principio de error, sinotambién un manantial funesto de divisiones y luchasentre los hombres por el mantenimiento de su reli-gión, pues no hay maldad que bajo este especioso pre-texto no cometan los unos contra los otros.

Luego, no es creíble que un Dios Todopoderoso,infinitamente bueno y sabio, hubiera querido servir-se de medio tal ni de tan engañoso procedimientopara dar a conocer su voluntad a los hombres, puesesto equivaldría a querer manifiestamente inducirlosal error y tenderles trampas para hacerlos abrazar lacausa de la mentira; siendo igualmente increíble queun Dios que amase la unión y la paz, el bien y la saludde los hombres, hubiera establecido nunca por fun-damento de su religión un manantial tan abundantede divisiones eternas entre ellos: claro es, por lo tan-to, que semejantes religiones no pueden ser verdade-ras ni haber sido establecidas por Dios.

Bien conozco, no obstante, que nuestros cristianosno dejarán de recurrir a sus pretendidos motivos para

* Estote fortes in fide.

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creer, y que dirán que, aun cuando sus creencias seanen cierto sentido ciegas, no dejan sin embargo de es-tar apoyadas por testimonios tan claros y convincen-tes de la verdad, que sería no sólo imprudencia, sinotemeridad y hasta locura, no querer convencerse.Generalmente reducen sus argumentos a tres o cua-tro, que son los capitales.

Sacan el primero de la supuesta santidad de su re-ligión, que condena el vicio y recomienda la prácticade la virtud. Su doctrina, según ellos, es tan pura, tansencilla, que se ve claramente que no puede sino pro-venir de la pureza y santidad de un Dios infinitamen-te bueno y sabio.

El segundo motivo de su credibilidad, lo fundanen la inocencia y santidad de la vida de los que conamor la han abrazado y defendido, hasta el punto desufrir la muerte y los más crueles tormentos antes queabandonarla; pero no es verosímil que personajes detal valía se hayan dejado sorprender respecto a suscreencias, ni renunciado a los beneficios de la vida, niexpuesto a sufrir crueles persecuciones por sostenernada más que errores e imposturas.

El tercer motivo de credibilidad lo extraen de losoráculos y las profecías que largo tiempo han estadoa su favor, y que presumen se han cumplido de unmodo imposible de negar.

El cuarto motivo, finalmente, que sería el principalde todos, consiste en la grandeza y cantidad de mila-gros que en todos los tiempos y lugares han sido he-chos en pro de su religión.

Pero es fácil refutar todos estos razonamientos va-nos y hacer ver la falsedad de todas sus aseveraciones.En primer lugar porque los argumentos que nuestroscristianos sacan de sus supuestos motivos de credibili-dad, sirven igualmente para establecer y confirmar

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tanto la mentira como la verdad; porque vemos, enefecto, que por falsa que pueda ser, no hay religiónque no intente apoyarse en idénticos motivos de credi-bilidad, ni existe una sola que no pretenda poseer unasana y verdadera doctrina, y que por lo menos a sumanera, no condene todos los vicios y no recomiendetodas las virtudes; ni la hay que no haya contado condoctos y celosos defensores que sufrieran en su defen-sa crueles persecuciones, ni que no pretenda que en sufavor se han hecho prodigios y milagros.

Los mahometanos, los hindúes, los paganos, losinvocan en pro de sus religiones, al igual que los cris-tianos. Si nuestros cristianos hacen gala de sus mila-gros y sus profecías, por cierto que en las religionespaganas no se hallan menos que en la suya; así es quela ventaja que pudieran obtener de todos estos pre-tendidos motivos de credibilidad, es la misma que seencuentra en toda clase de religiones.

Siendo esto así (como la historia y la práctica detodas las religiones lo demuestran), resulta claro quelos motivos de credibilidad de los que quieren apro-vecharse nuestros cristianos, se encuentran igualmenteen todas las religiones, y no pueden, por tanto, servirde pruebas y testimonios que aseguren la verdad dela suya por sobre cualquier otra. La conclusión es evi-dente.

Segundo: para dar una idea de la semejanza de losmilagros del paganismo con los del cristianismo, ¿nopodría, verbigracia, decirse que habría más razón paracreer a Filostrato en lo que se refiere a la vida deApolonio, que en creer lo que todos los evangelistasjuntos dicen respecto a los milagros de Cristo, puestoque se sabe que Filostrato era un hombre de talento,discreto y elocuente, secretario de la emperatriz Ju-lia, mujer del emperador Severo, y que fue a petición

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de esta señora que escribió la vida y hechos maravi-llosos de Apolonio? Señal segura de que éste habríallegado a ser famoso por sus hechos extraordinarios,puesto que una emperatriz estaba deseosa de que seescribiese el relato de su vida. Lo que no puede decir-se de Jesús ni de los que escribieron su vida, puessólo eran unos ignorantes, gentes de baja estofa, po-bres mercenarios, pescadores, que ni siquiera teníanel talento de narrar ordenadamente y sin digresioneslos hechos a los que se referían, y que hasta se contra-decían groseramente y con bastante frecuencia.

Respecto a Aquél cuya vida y hechos describen, sihubiera verdaderamente realizado los milagros quele atribuyen, se hubiese hecho realmente notable porsus buenas obras; todos lo habrían admirado, y se lehabrían erigido estatuas, como se ha hecho con losdioses; pero, en vez de esto, se lo ha visto como a unhombre salido de la nada, como a un impostor, etc.

El historiador Josefo, después de hablar de losgrandes milagros hechos en pro de su nación, mini-miza a renglón seguido la creencia y la vuelve sospe-chosa, diciendo que cada cual es libre de creer lo quequiera: muestra clara de que no le prestaba demasia-da fe. Esto precisamente da pie a los más sensatos aconsiderar como narraciones fabulosas las historiasde las que estas cosas se ocupan*.

Puede decirse que todo lo que respecta a esteasunto, nos hace ver claramente que los pretendidosmilagros lo mismo pueden imaginarse a favor de lajusticia y de la verdad, como de la injusticia y lamentira.

* Ver Montaigne y también G. Naudé, autor de la Apologie pourtous les grands personnages qui ont esté faussement soupçonnezde magie. Ver también Relation des missionnaires de l’ile deSantorini: hay tres capítulos sobre este hermoso tema.

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Puedo probarlo con el testimonio de lo que nues-tros cristianos llaman la palabra de Dios, y con elde Aquél a quien adoran; ya que sus libros, quedicen encerrar la palabra de Dios, y del mismo Cris-to a quien adoran como Dios hecho hombre, afir-man expresamente que no sólo hay falsos profetas,es decir impostores que dicen ser enviados de Diosy hablar en su nombre, sino que además manifiestanclaramente que hacen y harán tan grandes y prodi-giosos milagros, que a poco estarán de seducir a losjustos*.

Además, los pretendidos milagreros, queriendoque se preste fe a los suyos y no a los del partidocontrario, se destruyen unos a otros.

Uno de estos pretendidos profetas, llamadoSedecías, al ver en cierta ocasión que otro profetadenominado Michée lo contradecía, le dio una bofe-tada y, burlándose, le dijo: “¿Por qué camino el espí-ritu de Dios ha salido de mí para ir a ti?”**.

Mas ¿cómo pueden estos supuestos milagros sertestimonio de la verdad, si resulta claro que no hansido hechos? Porque sería preciso saber: Primero: si losque pasan por ser los primeros autores de tales relatos,lo son efectivamente. Segundo: si eran gente proba,digna de fe, sabia e ilustrada y exenta de todo prejui-cio en aquello que tan favorablemente juzgaban. Ter-cero: si han examinado todas las circunstancias de loshechos a que se refieren, si los han conocido bien y silos relatan fielmente. Cuarto: si los libros y antiguashistorias que refieren esos grandes milagros no han

* Ver San Mateo, XXIV, v. 4, 5, 11, 23, 24 y 26.** Nova Vulgata, II Paralipomenon, XVIII, v. 23: Accessit autem

Sedecias filius Chanaana et percussit Michaeae maxillam et ait:“Per quam viam transivit spiritus Domini a me, ut loquereturtibi?”.

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sido falsificados y transformados con el transcursodel tiempo, como ha ocurrido en otros muchos casos.

Consúltese a Tácito y otros célebres historiadores,y se verá, respecto a Moisés y su pueblo, que eran consi-derados como una turba de ladrones y bandidos. Lamagia y la astrología eran las únicas ciencias existentespor esa época; y como, según se dice, Moisés era versa-do en la sabiduría de los egipcios, le resultó fácil inspi-rar veneración y adhesión hacia su persona por partede los hijos de Jacob, rústicos e ignorantes, y, dada sumiseria, hacerles aceptar la disciplina que se le antojódarles. Lo cual por cierto se diferencia bastante de loque los judíos y nuestros cristianos pretenden que secrea. ¿Qué regla cierta nos hará reconocer que debeprestarse fe a unos más que a otros? No existe ningu-na razón atendible.

Tan poca certeza y hasta verosimilitud hay respec-to de los milagros tanto del Nuevo como del ViejoTestamento, como para que puedan llenar las prece-dentes condiciones.

De nada serviría decir que las historias que se re-lacionan con los hechos contenidos en los Evangelioshan sido consideradas como sagradas, y que las ver-dades que contienen se han conservado fielmente ysin alteración alguna; pues precisamente por eso de-ben ser más sospechosas, y estar tanto más corrompi-das por los que intentan sacar de ellas provecho, obien temen no les sean completamente favorables; sien-do lo común en los autores que transcriben esta clasede historias añadir, cambiar o mutilar cuanto les pa-rece bien, conforme a sus deseos.

Lo que no podrán negar nuestros propios cristia-nos; ya que, aun sin mencionar a otros importantespersonajes que han reconocido estas adiciones, cortesy falsificaciones llevados a cabo en diferentes épocas

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respecto a sus Santas Escrituras, San Jerónimo, su fa-moso doctor, dice formalmente en diferentes sitiosde sus Prólogos que aquéllas han sido corrompidas yfalsificadas, hallándose en su tiempo en manos de todaclase de personas, que añadían o quitaban cuanto lesparecía, de tal suerte, añade, que había tantos ejem-plares distintos como copias diferentes*.

En lo que toca particularmente a los libros delAntiguo Testamento, Esdras, sacerdote de la Ley,testifica haber él mismo corregido y vuelto a comple-tar los pretendidos libros sagrados, que en parte sehabían perdido y en parte corrompido. Los distribu-yó en XXII libros, siguiendo el número de las letrashebraicas, y compuso otros, cuya doctrina sólo debíacomunicarse a los sabios. Si de tales libros una parte seha perdido y otra ha sido corrompida, como el mis-mo Esdras y el doctor San Jerónimo en tantas partesafirman, ninguna certeza cabe respecto a lo que con-tenían; y respecto a lo que dice Esdras de haberloscorregido y vuelto a completar por inspiración delmismo Dios, tampoco hay seguridad alguna, y no existeun impostor que no pueda decir lo mismo.

En tiempos de Antíoco, fueron quemados cuantoslibros de la ley de Moisés y los profetas pudieron en-contrarse. El Talmud, libro tenido como sagrado y santopor los judíos, y que contiene todas las leyes divinas,con las sentencias y dichos notables de los rabinos, suexposición tanto sobre las leyes divinas como huma-nas, y una gran cantidad de otros secretos y misteriosde la lengua hebrea, es considerado por los cristianoscomo un libro repleto de delirios, fábulas, imposturasy herejías. En el año 1559 se quemaron en Roma, por

* Ver de San Jerónimo su Epístola a los Gálatas, y sus prólogosy prefacios.

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mandato de los inquisidores de la fe, doscientosTalmud hallados en una biblioteca de la ciudad deCremona.

Los fariseos, que constituían una secta famosa entrelos judíos, no admitían más que los cinco libros deMoisés, y rechazaban a los Profetas. Marción y sus se-guidores entre los cristianos, rechazaban los libros deMoisés y los Profetas, e introdujeron otras Escriturasde moda. Carpócrates y su secta hicieron lo mismo,rechazando el Antiguo Testamento y sosteniendo queJesucristo no fue más que un hombre como los demás.Marcionitas y soberanos reprobaban también el Anti-guo Testamento como dañino, y no admitían la mayorparte de los Evangelios ni las Epístolas de San Pablo.Los ebionitas sólo admitían el Evangelio de San Mateo,rechazando los otros tres y las Epístolas de San Pablo.Los marcionitas publicaron un Evangelio bajo el nom-bre de San Lucas, para confirmar su doctrina. Los apos-tólicos introdujeron otras doctrinas para mantener suserrores, y al efecto valíanse de algunos actos que atri-buían a San Andrés y Santo Tomás.

Los maniqueos escribieron un Evangelio a su ma-nera, y rechazaron los escritos de los Profetas y losApóstoles. Los etzaitas propagaban cierto libro quedecían venido del Cielo, y truncaban a su antojo lasotras Escrituras. El mismo Orígenes, a pesar de sugran talento, no dejó de corromper las Escrituras, for-jando a cada paso alegorías fuera de lugar, apartán-dose, por lo tanto, del sentido de Profetas y Apósto-les, y corrompiendo incluso algunos de los puntoscapitales de la doctrina. Al presente, sus libros se ha-llan mutilados y falsificados, y no son más que unconjunto de trozos zurcidos y arreglados por otrosque han venido posteriormente; así resulta que en ellosse encuentran manifiestos errores y supresiones.

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Los alogos atribuyen al hereje Corinto el Evange-lio y el Apocalipsis de San Juan, por cuya razón losrechazan. Los heréticos de nuestros últimos siglos noadmiten, por considerarlos apócrifos, muchos librosque los católicos romanos consideran sagrados y san-tos, como los libros de Tobías, de Judith, de Esther,de Baruch, el Canto de los Tres Niños en el Horno, lahistoria de Susana y el ídolo de Bel, la sabiduría deSalomón, el Eclesiástico, el primero y segundo librode los Macabeos; a los cuales, inciertos y dudosos, sepodrían añadir todavía muchos que se atribuyen aotros apóstoles, por ejemplo: Las Actas de Santo To-más, sus Circuitos, su Evangelio y su Apocalipsis; elEvangelio de San Bartolomé, el de San Matías, el deSantiago, el de San Pedro y los de otros apóstoles;como asimismo el de las Gestas de San Pedro, su librode la Predicación y el de su Apocalipsis, el del Juicio,el de la Infancia del Salvador y muchos otros de lamisma ralea, que se ven rechazados como apócrifospor católicos romanos, hasta por el Papa Gelasio ypor los Santos Padres de la comunión romana.

Lo que sobre todo confirma que no existe funda-mento ni certeza respecto de la pretendida entidadde tales libros, es que los que sostienen la Divinidadse ven forzados a confesar que, si su fe no se lo asegu-rase y no los obligara imperiosamente a creerlo así,no tendrían certidumbre alguna en qué fijar aquélla.Por lo tanto, siendo la fe sólo un principio de error yde impostura, ¿cómo la fe, es decir, la creencia ciega,puede hacer verdaderos los libros que son precisa-mente el fundamento de esa misma creencia ciega?

Pero veamos si tales libros llevan en sí mismos al-gún particular carácter de verdad, como, por ejem-plo, erudición, sabiduría, santidad o cualquier otrotipo de perfecciones que sólo de un Dios pudieran

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provenir, y si los milagros que en ellos se citan con-cuerdan con la idea que debe formarse de la grande-za, de la bondad, de la justicia y de la infinita sabidu-ría de un Dios Todopoderoso.

En primer lugar se verá que no hay en ellos eru-dición, pensamientos sublimes ni perfección algunaque esté por encima de las fuerzas ordinarias delespíritu humano. Se encontrará en ellos, por el con-trario, por una parte fabulosas narraciones, talescomo las de la formación de la mujer, sacada de lacostilla del hombre del supuesto paraíso terrenal; lade una serpiente que habla y razona y que es másastuta que el hombre; la de una burra que tambiénhablaba y que reprendía a su dueño porque la mal-trataba sin motivo; la de un diluvio universal y unarca, donde estaban encerrados animales de todaslas especies; la de la confusión de las lenguas y ladivisión de las naciones: un gran número de falsosrelatos, de asuntos bajos o frívolos que autores se-rios desdeñarían tratar. El mismo aspecto fabulosotienen todas estas narraciones que las contadas acer-ca de la industria de Prometeo, sobre la caja dePandora, o sobre la guerra de los gigantes contra losdioses, y otras por el estilo, inventadas por los poetaspara divertir a la gente de su tiempo.

No se verá por otra parte en ellas más que unamezcla de leyes, de ordenanzas o de prácticas supers-ticiosas respecto de los sacrificios y la necia divisiónde los animales, de los que se supone que unos sonpuros e impuros otros. Tales leyes no son más respe-tables que las de las naciones idólatras.

Sólo se encontrarán, además de lo dicho, simpleshistorias de muchos reyes, verdaderos o falsos, y lasde algunos príncipes o particulares, que vivieron bieno mal e hicieron buenas o malas obras.

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Para todo esto, claro es que no hacía falta ser ungenio ni tener revelaciones divinas: no se hace granhonor a Dios de ese modo.

En fin, no se ve en estos libros más que los discur-sos, las creencias y la conducta de esos renombradosprofetas que aseguraban estar particularmente inspi-rados por Dios. Se seguirá su manera de decir, degobernar; sus ilusiones, sus sueños, sus fantasías; yserá fácil juzgar del grandísimo parecido que tienencon los visionarios y fanáticos, y ninguno con los sa-bios e ilustrados.

Hay, sin embargo, en alguno de estos libros, bas-tantes enseñanzas buenas y bellas máximas morales,como ocurre con los proverbios atribuidos a Salomónen el libro de la Sabiduría y en el Eclesiástico; pero elmismo Salomón, no obstante, siendo el más profun-do de sus escritores, es a la vez el más incrédulo. Dudahasta de la inmortalidad del alma, y termina sus obrasdiciendo que no hay nada mejor que gozar en paz elfruto de su trabajo y vivir con lo que se ama.

¡A cuánta mayor altura están los escritos de losautores llamados profanos, Jenofonte, Platón, Cicerón,el emperador Antonino, el emperador Juliano,Virgilio, etc., que estos libros que se dice están inspi-rados por Dios! Creo poder afirmar que, aun cuandosólo existiesen las Fábulas de Esopo, resultarían éstasmucho más ingeniosas y más instructivas que todoese cúmulo de parábolas bajas y groseras contenidasen los Evangelios.

Pero lo que mejor patentiza aún que tal clase delibros no procede de la inspiración divina, es el queademás de la grosería y vulgaridad de su estilo, de lafalta de método en la narración de los hechos particu-lares que se hallan mal contextuados, nunca se obser-va que los autores se pongan de acuerdo, sino que se

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contradicen en muchas cosas; carecen hasta de las lu-ces y el talento suficientes para encauzar debidamen-te una historia.

He aquí algunos ejemplos de las contradiccionesque en ellos se encuentran. El evangelista Mateo hacedescender a Jesucristo del rey David por su hijoSalomón, hasta José, padre, putativo al menos, de Je-sús; y Lucas lo hace descender del mismo David porsu hijo Nathan, hasta José.

Dice Mateo, hablando de Jesús, que habiéndosedifundido en Jerusalén el rumor de que un nuevo reyde los judíos había nacido, y que los magos habíanvenido en su busca con el fin de adorarlo, el reyHerodes, temiendo que el nuevo supuesto rey le qui-tase algún día la corona, mandó degollar a todos losniños nacidos de dos años hasta entonces en los alre-dedores de Belén, donde le dijeron que habría denacer; y que, advertidos por un ángel, en sueños, deeste peligroso intento, la madre de Jesús y José huye-ron enseguida a Egipto, donde permanecieron hastala muerte de Herodes, que ocurrió bastantes años des-pués.

Lucas, por el contrario, afirma que José y la ma-dre de Jesús permanecieron tranquilamente duran-te seis semanas en el mismo sitio donde Jesús na-ció, y que fue circuncidado, siguiendo la ley judía,ocho días después de su nacimiento, y que, trans-currido el tiempo prescripto por dicha ley para lapurificación de su madre, ésta y José, lo llevaron aJerusalén para presentarlo a Dios en su templo yofrecerle al propio tiempo el sacrificio ordenado porla ley del Señor; hecho lo cual volvieron a Galilea ya su pueblo de Nazaret, donde Jesús crecía de díaen día en gracia y talento, y que su padre y su ma-dre iban todos los años a Jerusalén en los días so-

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lemnes de Pascua. De modo que Lucas no hace si-quiera mención de la huida a Egipto, ni de la cruel-dad de Herodes con los niños de la provincia deBelén.

Respecto de la crueldad de Herodes, comoquieraque los historiadores de su tiempo nada dicen, ni tam-poco Josefo, que escribió su vida, ni los otros evange-listas la mencionan, es evidente que el viaje de esosmagos, guiados por una estrella, esa matanza de ni-ños y esa huida a Egipto son sencillamente una men-tira absurda. Pues no es creíble que Josefo, que censu-raba duramente los vicios de los reyes, callara tannegra y detestable acción como la que ese evangelistadice haberse efectuado.

Según lo que los evangelistas cuentan acerca de loque duró la vida pública de Jesucristo, no debierontranscurrir más de tres meses desde su bautismo has-ta su muerte, suponiendo que tenía treinta años cuan-do fue bautizado por Juan, como dice Lucas, y quenació el 25 de diciembre. Porque después del bautis-mo, que fue en el año 15 de Tiberio César cuandoArias y Caifás eran importantes sacerdotes, hasta lassiguientes Pascuas, que eran en el mes de marzo, nomedian más de tres meses aproximadamente. Segúnlos tres primeros evangelistas, fue crucificado la vís-pera del primer día de la Pascua que siguió a su bau-tismo, y la primera vez que fue a Jerusalén con susdiscípulos; porque cuanto dicen de su bautismo, desus viajes, de sus milagros, de su pasión y de su muerte,debe necesariamente referirse al año mismo en quefue bautizado, dado que sus evangelistas no hablande ningún otro año siguiente; y que hasta se despren-de de la narración que hacen de sus hechos, que losllevó a cabo consecutivamente unos tras otros des-pués de su bautismo y en poquísimo tiempo, durante

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el cual no se halla más que un intervalo de seis díasantes de su transfiguración, en los que no se ve quehiciera cosa alguna.

Se desprende de esto que habiendo vivido tresmeses aproximadamente después del bautismo, delos cuales hay que restar las seis semanas de cuaren-ta días y cuarenta noches que pasó en el desiertoluego de ser bautizado, el tiempo de su vida pública,desde sus primeras predicaciones hasta su muerte,sólo fue de seis semanas; y, conforme a lo que diceJuan, fue por lo menos de tres años y tres meses,pues parece, según su Evangelio, que habría estado,durante el transcurso de su vida pública, tres o cua-tro veces en Jerusalén por la fiesta de la Pascua, quesólo se celebra una vez al año.

Luego, si verdaderamente estuvo allí tres o cuatroveces después de su bautismo, como Juan asegura, esfalso que no viviera más que tres meses después debautizado, y que hubiera sido crucificado la primeravez que fue a Jerusalén.

Si se me dice que los tres primeros evangelistas nohablan realmente más que de un año solo, pero que noseñalan distintamente los otros que transcurrieron des-pués de su bautismo; o que Juan no oyó hablar másque de una Pascua, por más que parece que se refiere amuchas, y que únicamente como anticipación repitemuchas veces que la Pascua estaba próxima y que Jesúsfue a Jerusalén, y que, por consiguiente, no hay másque una contradicción aparente entre los citados evan-gelistas, lo admito de buen grado; mas conste que estaaparente contradicción no puede provenir sino de queaquellos no explican todas las circunstancias que de-bieron tener en cuenta para semejante relato.

Otra contradicción se da con lo primero que Jesu-cristo hizo después del bautismo, pues los tres prime-

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ros evangelistas cuentan que fue inmediatamentetransportado al desierto por el espíritu, donde ayunócuarenta días y cuarenta noches, siendo tentado dife-rentes veces por el Diablo; y, conforme a lo que diceJuan, a los dos días de ser bautizado partió paraGalilea, donde hizo el primer milagro convirtiendo elagua en vino en las bodas de Caná, tres días despuésde su llegada, a más de treinta kilómetros de dondese encontraba.

Acerca del lugar adonde se retiró después de salirdel desierto, Mateo dice que fue a Galilea, y que, sinpasar por Nazaret, pasó a vivir a Cafarnaúm, ciudadmarítima*; y Lucas cuenta que estuvo primero enNazaret, y que enseguida se fue a Cafarnaúm**.

Se contradicen en cuanto a la época en que los após-toles comenzaron a seguirlo, ya que los tres primerosdicen que al pasar Jesús por la ribera del mar de Galileavio a Simón y a Andrés, su hermano, y que un pocomás lejos vio a Santiago y Juan, su hermano, con supadre el Zebedeo; y Juan, por el contrario, dice queAndrés, hermano de Simón-Pedro, fue el primero quese reunió con Jesús y otro discípulo de Juan Bautista,al verlos pasar junto a ellos cuando estaban con sumaestro en la orilla del Jordán.

Respecto de la cena, hacen notar los tres primerosque Jesucristo instituyó el sacramento de su cuerpo ysu sangre, como creen los cristianos romanos; y Juanno hace mención alguna de este sacramento misterio-so. Juan cuenta que después de la cena Jesús lavó lospies a sus discípulos***, y les ordenó que unos conotros practicasen la misma operación, y refiere un lar-

* Ver San Mateo IV, v. 13.** Ver San Lucas IV, v. 16.*** Ver San Juan XIII, v. 5.

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go discurso que les dirigió al mismo tiempo. Mas losotros evangelistas no mencionan ni una palabra de tallavatorio de pies, ni del largo discurso que pronun-ciara con tal motivo. Lejos de eso, afirman que inme-diatamente después de la cena partió con los apósto-les al monte de los Olivos, donde abandonó su alma ala tristeza, y que al fin cayó en la agonía, mientras unpoco más allá dormían sus apóstoles.

Se contradicen respecto al día en que se celebró lacena, ya que por una parte marcan la noche de la víspe-ra de Pascua, es decir, la noche del primer día de Azimeso del uso del pan sin levadura, como está marcado enel Éxodo*, el Levítico** y los Números***; y por otradicen que Jesús fue crucificado en la mañana siguienteal día en que se verificó la cena, hacia la hora del me-diodía, tras el proceso que los judíos le siguieron du-rante la noche y la mañana. Luego, según sus dichos, lamañana siguiente a la cena no sería la víspera de Pas-cua. Pues si murió la víspera de Pascua, al mediodía,no era la noche de la víspera de esta fiesta cuando severificó la cena. Hay aquí, pues, un error manifiesto.

También se contradicen en lo que concierne a lasmujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, pueslos tres primeros evangelistas dicen que estas mujeresy todos sus enviados, entre las que se encontrabanMaría Magdalena y María, madre de Santiago y deJosé, y la madre de los hijos del Zebedeo, miraban delejos lo que sucedía cuando estaba sujeto y pendientede la cruz. Juan, por el contrario, dice que la madre deJesús y la hermana de su madre, y María Magdalena,estaban de pie cerca de la cruz, en compañía de Juan,

* Ver Éxodo XII, v. 18.** Ver Levítico XXIII, v. 5.*** Ver Números XXVIII, v. 16.

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su apóstol*. La contradicción resulta manifiesta, puessi estas mujeres y este discípulo estaban cerca de él, noestaban alejados, como dicen los otros.

Respecto de las supuestas apariciones que relatande Jesús después de su pretendida resurrección, tam-bién se contradicen, pues Mateo no habla más que dedos apariciones**: una cuando se apareció a María Mag-dalena y a otra mujer llamada también María, y otracuando se apareció a sus once discípulos que habíanido a Galilea y llegado de la montaña que les habíaseñalado para verlo. Marcos habla de tres apariciones:la primera, cuando se apareció a María Magdalena; lasegunda, cuando se apareció a dos de sus discípulosque iban a Emaús; y la tercera, cuando se apareció asus once discípulos y les reprochó su incredulidad. Lucassólo habla de dos apariciones, al igual que Mateo; yJuan, evangelista, habla de cuatro apariciones, y añadea las tres de Marcos la que presenciaron siete u ochodiscípulos que pescaban en el lago de Tiberíades.

Se contradicen hasta en el lugar en que tales apari-ciones se verificaron, porque Mateo dice que fue so-bre una montaña de Galilea; Marcos, que mientrasestaban en la mesa Lucas, que los sacó de Jerusalénhasta Bethania, donde los dejó, elevándose al Cielo; yJuan, que fue en la ciudad de Jerusalén y en una casacuyas puertas habían cerrado, y otra vez sobre el marde Tiberíades.

Véase, pues, cuánta contradicción hay en estas su-puestas apariciones. Se contradicen con motivo de lapretendida ascensión al Cielo; pues mientras Lucas yMarcos dicen categóricamente que subió al Cielo antela presencia de sus once discípulos, ni Mateo ni Juan

* Ver San Juan XIX, v. 25.** Ver San Mateo XXVIII, v. 9 y 17.

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hablan una palabra de tal ascensión; y por el contrario,Mateo claramente afirma que no subió al cielo, puesexpresa que Jesucristo aseguró a sus discípulos que es-taría y permanecería siempre con ellos hasta el fin delos siglos. “Id”, les dijo en aquella supuesta aparición,“enseñad a todas las naciones, y vivid seguros de queestaré siempre con vosotros hasta el fin de los siglos.”

Lucas, en este punto, entra en contradicción consi-go mismo, pues en su Evangelio dice que el hechoocurrió en Bethania, en presencia de sus apóstoles, yen sus Hechos de los Apóstoles (suponiendo que sea elautor) cuenta que se verificó en el monte de los Oli-vos*. Se contradice también en otra circunstancia deesta ascensión; ya que en su Evangelio afirma que elprimer día de la resurrección o la primera noche si-guiente fue cuando subió al Cielo, y sus Hechos de losApóstoles dicen que fue cuarenta días después, lo quede manera alguna concuerda.

Si todos los apóstoles hubieran visto verdaderamen-te a su Maestro subir al Cielo, ¿cómo es que Mateo yJuan, que lo habrían visto al igual que los otros, hubie-sen pasado por alto un misterio tan glorioso y tan fa-vorable a su Maestro, cuando hacen notar infinidad decircunstancias de su vida y de sus actos que son muchomenos importantes? ¿Cómo no hace Mateo menciónexpresa de dicha ascensión, y no explica claramente dequé manera permanecería siempre con ellos, aunquevisiblemente los abandonaba para subir al Cielo?

Paso en silencio otras muchas contradicciones; bas-te lo que acabo de decir para que se vea que taleslibros no provienen de inspiración divina, ni tan si-quiera de la sabiduría humana, y por consiguiente nomerecen que se les dé crédito.

* Ver San Lucas XXIV, v. 5.

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CAPÍTULO IIDE LOS MILAGROS

¿Por qué privilegio estos cuatro Evangelios y al-gunos libros parecidos pasan por divinos y santos,diferenciándose de otros muchos que han sido publi-cados bajo el nombre de otros apóstoles? Si se nosdice que estos Evangelios relegados son atribuidosfalsamente a los apóstoles, otro tanto puede decirsede los primeros; si se suponen corrompidos y falsifi-cados los unos, lo mismo puede suponerse de los otros.No hay, por lo tanto, prueba segura para discernirlo,a despecho de la Iglesia, que pretende decidir sobreel asunto.

Por lo que se relata en el Antiguo Testamento so-bre los supuestos milagros, éstos habrían sido hechospara demostrar la adopción por parte de Dios de pue-blos y personas, y para colmar con deliberado propó-sito de males a los unos y favorecer especialmente alos otros. La elección hecha por Dios de los patriarcasAbraham, Isaac y Jacob para hacerse con su posteri-dad un pueblo que santificara y bendijera sobre to-dos los de la Tierra, es una prueba de ello.

Pero Dios, se me dirá, es el dueño absoluto de mer-cedes y beneficios; puede concederlos a quien le plaz-ca, sin que exista el derecho de quejarse ni de tacharlode injusto. Vano argumento; porque Dios, el autor dela Naturaleza, el Padre de todos los hombres, debeamarlos a todos por igual, y ser en consecuencia su

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protector y bienhechor; porque quien da el ser, debedarle lo necesario para su bienestar; salvo que nues-tros cristianos pretendan decir que su Dios desea ex-presamente formar criaturas para hacerlas miserables,lo cual sería indigno de un Ser infinitamente bueno.

Hay más; si todos los supuestos milagros, tanto delNuevo como del Viejo Testamento, fuesen ciertos, sepodría decir que Dios se habría cuidado más de pro-veer al hombre de pequeños bienes que de lo más gran-de y esencial; que habría querido castigar severamenteen determinadas personas ligeras faltas y dejar impu-nes en otras grandes crímenes; y, en fin, que no habríaquerido mostrarse bienhechor en las grandes necesi-dades al igual que en las pequeñas. Lo que es fácil dever, tanto por los milagros que se pretende que ha he-cho como por los que ha dejado de hacer, y que debe-ría haber hecho si fuese verdad que los hacía; por ejem-plo, decir que Dios habría tenido la complacencia deenviar un ángel a consolar y socorrer a una simple sir-vienta, mientras dejaba y deja aún languidecer y morirdía a día a infinidad de inocentes en la miseria; quehabría conservado milagrosamente por espacio de cua-renta años los vestidos y el calzado de su pueblo, altiempo que dejaba de velar por la conservación de tan-tos bienes indispensables para la subsistencia de pue-blos que, por cierto, se han perdido y se pierden cadadía por diferentes desgracias? ¡Cómo! ¿Habría envia-do a los primeros individuos del género humano, Adány Eva, un demonio, un diablo, o sencillamente unaserpiente, para seducirlos y causar por este medio laperdición de todos los hombres? ¡Cómo! ¿Habría que-rido impedir, por gracia especial de su Providencia,que el rey pagano Géraris cayera en ligera falta conuna mujer extranjera, falta que por otra parte no ha-bría tenido consecuencias, y no habría querido evitar

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que Adán y Eva lo ofendieran y cayeran en el pecadode desobediencia, pecado que, según nuestros cris-tianos, debía ser fatal y causar la perdición de todo elgénero humano? Esto no es creíble.

Yendo a los milagros del Nuevo Testamento, sebasan, según se pretende, en que Jesucristo y sus após-toles curaban por medio divino toda clase de padeci-mientos y enfermedades; en que daban cuando que-rían vista a los ciegos, oído a los sordos, habla a losmudos; en que hacían andar a los paralíticos, que sa-caban los demonios del cuerpo a los poseídos y resu-citaban a los muertos.

En los Evangelios aparecen muchos de estos mila-gros, pero se encuentran todavía más en los libros quenuestros cristianos han escrito sobre las admirables vi-das de sus santos; ya que en todas partes se lee queestos supuestos bienaventurados curaban males y pa-decimientos, ahuyentaban los demonios al primer en-cuentro, y que sólo con pronunciar el nombre de éstos,o con hacer la señal de la cruz, dominaban a los ele-mentos; que Dios los favorecía al punto de conservar-les hasta después de la muerte su divino poder, y queeste poder divino se comunicaba hasta a la más peque-ña prenda de sus vestidos, hasta en la sombra mismade sus cuerpos, y hasta a los afrentosos instrumentosde su muerte. Se ha dicho que los calcetines de SanHonorato resucitaron un muerto el 6 de enero; que losbáculos de San Pedro, Santiago y San Bernardo hacíanmilagros. Lo mismo se dice del cordón de San Francis-co, del báculo de San Juan de Dios y del cinturón deSanta Melania. Se cuenta de San Graciliano que, ins-truido por la gracia divina acerca de lo que debía creery enseñar, y con el solo poder de sus oraciones, hizoretroceder una montaña que le estorbaba para edificaruna iglesia; que del sepulcro de San Andrés manaba

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sin cesar una especie de licor que curaba toda clase demales; que el alma de San Benito se vio subir al Cielo,vestida con un precioso manto y rodeada de ardienteslámparas; que Santo Domingo decía que Dios no lenegaba nunca las cosas que le pedía; que San Franciscogobernaba sobre las golondrinas, los cisnes y otras aves,que éstas le obedecían, y que frecuentemente los cone-jos y las liebres venían a acurrucarse entre sus manos;que habiéndoles cortado la cabeza a San Pablo y SanPantaleón, salió leche en vez de sangre; que el bien-aventurado Pedro de Luxemburgo hizo dos mil cua-trocientos milagros durante los dos primeros años pos-teriores a su muerte, entre los que figuran cuarenta ydos muertos resucitados, sin contar los más de tres milmilagros que hizo posteriormente y los que sigue ha-ciendo todavía; que de los cincuenta filósofos conver-tidos por Santa Catalina que fueron arrojados a la ho-guera, se hallaron los cuerpos completos y no se leschamuscó ni un cabello; que el cuerpo de la Santa fuearrebatado por los ángeles después de su muerte yenterrado por ellos en el monte Sinaí; que el día de lacanonización de San Antonio de Padua todas las cam-panas de la ciudad de Lisboa tocaron solas; que dichoSanto, estando un día en la ribera del mar, llamó a lospeces para predicarles, y éstos acudieron en masa y,sacando las cabezas fuera del agua, lo escucharon conatención extrema. Si se hubieran de referir todas estaspatrañas no se acabaría nunca; no hay motivo, por vano,frívolo y hasta ridículo que sea, sobre el cual los autoresde vidas de santos no hayan forjado milagros y másmilagros; tan hábiles son en inventar grandes mentiras*.

* Ver también los sentimientos de G. Naudé sobre este mártir,en su Apologie pour tous les grands personnages qui ont estéfaussement soupçonnez de magie, cap. I, p. 13.

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En efecto, no sin razón se miran estas cosas comovanas mentiras, ya que es fácil observar que todos lossupuestos milagros se han inventado imitando las fá-bulas paganas; lo que aparece perfectamente claro, porla conformidad que existe entre unos y otros.

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CAPÍTULO IIICONFORMIDAD DE LOS ANTIGUOS

MILAGROS Y LOS NUEVOS

Si nuestros cristianos dicen que Dios dio cierta-mente a los santos el poder de hacer los milagros quese refieren en sus vidas, del mismo modo los paganosdecían que los hijos de Ando, grandes sacerdotes deApolo, habían recibido del dios Baco el poder de tro-car en trigo, vino, aceite, etc., todo lo que querían;que Júpiter dio a las ninfas que cuidaron de su educa-ción un cuerno de la cabra que las amamantó en suinfancia, con la propiedad de suministrarles ademáscon abundancia cuanto deseaban.

Si nuestros cristianos dicen que sus santos poseíanel poder de resucitar a los muertos y que tenían divi-nas revelaciones, los paganos habían dicho antes queAthalido, hijo de Mercurio, había recibido de su padreel don de poder vivir, morir y resucitar cuando quisie-se, y que tenía también el de conocer todo lo que pasa-ba en el mundo y en la otra vida; que Esculapio, hijo deApolo, había resucitado a los muertos, entre otros aHipócrito, hijo de Teseo, ante ruegos de Diana; y queHércules resucitó también a Alcestes, mujer de Admeto,rey de Tesalía, para devolvérsela a su marido.

Si nuestros cristianos dicen que su Cristo naciómilagrosamente de una virgen, sin haber conocidovarón, los paganos habían dicho ya antes que ellosque Rómulo y Remo, fundadores de Roma, habíannacido milagrosamente de una virgen vestal, llamada

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Ilia o Silvia, o Rhea Silvia; y antes aún, que Marte,Vulcano y otros habían sido concebidos por la divinaJuno sin conocimiento de varón; y aún antes habíandicho también que Minerva, diosa de las Ciencias, fueengendrada en el cerebro de Júpiter, del que saliócompletamente armada a impulso de un puñetazo queel dios se descargó en la cabeza.

Si nuestros cristianos dicen que sus santos hacíanbrotar fuentes de las rocas, los paganos decían otrotanto de Minerva, que hizo brotar una fuente de acei-te en recompensa por haberle erigido un templo.

Si nuestros cristianos se precian de haber recibidomilagrosamente imágenes del Cielo, como por ejem-plo las de Nuestra Señora de Loreto y del Pilar, yotros varios presentes de la divinidad, como la su-puesta santa redoma de Reims, la casulla blanca queSan Idelfonso recibió de la Virgen María, y otras co-sas por el estilo, los paganos se jactaban antes queellos de haber recibido un broquel sagrado en señalde que conservarían Roma, y antes aún los troyanoscelebraban haber obtenido milagrosamente su paladiumo imagen de Palas, que vino por sí misma, según ellos,a ocupar su sitio en el templo edificado en su honor.

Si nuestros cristianos dicen que a su Jesucristo losapóstoles lo vieron remontarse gloriosamente al Cie-lo, y que muchas almas de sus santos se vieron lleva-das al Cielo por los ángeles, los paganos romanoshabían dicho ya antes que ellos que Rómulo, su fun-dador, fue visto después de su muerte circundado degloria; que Ganimedes, hijo de Trois, rey de Troya,fue transportado por Júpiter al Cielo para que le sir-viese de escanciador; que habiendo sido consagradaal templo de Venus la cabellera de Berenice, se la viodespués transportada al Cielo; lo mismo decían deCasiopea, Andrómeda y hasta del asno de Sileno.

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Si nuestros cristianos dicen que muchos cuerposde santos se han visto milagrosamente preservadosde la corrupción después de la muerte, y que han sidohallados, merced a divinas revelaciones, luego dehaber estado largo tiempo perdidos sin conocerse suparadero, los paganos referían del cuerpo de Orestesexactamente lo mismo, y pretendían haberlo encon-trado gracias a la advertencia del oráculo, etc.

Si nuestros cristianos dicen que los siete hermanosdurmientes permanecieron milagrosamente dormidosdurante los ciento setenta y siete años que estuvieronencerrados en una caverna, los paganos decían queEpiménides, el filósofo, durmió por espacio de cin-cuenta y siete años en una cueva donde lo sorprendióel sueño.

Si nuestros cristianos dicen que muchos de sus san-tos hablaban milagrosamente después de serles cor-tada la cabeza o la lengua, los paganos asegurabanque la cabeza de Gabieno cantó un poema después deser separada del cuerpo.

Si nuestros cristianos se precian de que sus tem-plos se hallan adornados de cuadros y ricos presentesque demuestran las curas milagrosas debidas a la in-tercesión de sus santos, se ven asimismo, o por lomenos en otro tiempo se veían, en el templo deEsculapio, en Epídoro, multitud de cuadros represen-tando las curas milagrosas que había hecho.

Si nuestros cristianos dicen que muchos santos hansido milagrosamente respetados por las llamas sinexperimentar en medio de ellas lesión ni trastornoalguno en sus personas ni en sus ropas, los paganosaseguraban que las religiosas del templo de Dianacaminaban con los pies desnudos sobre carbones en-cendidos, sin herirse ni quemarse, y que los sacerdo-tes de la diosa Feronia y de Hírpico marchaban sobre

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las ascuas en los fuegos celebratorios que se dedica-ban a Apolo.

Si los ángeles construyeron a San Clemente unacapilla en el fondo del mar, la pobre vivienda deFilemón y Baucis fue milagrosamente convertida ensoberbio templo como recompensa a su piedad.

Si muchos santos, como Santiago, San Mauricio,etc., han aparecido varias veces con sus ejércitos, ar-mados y montados a la antigua y combatiendo a sufavor, Castor y Pollux aparecieron frecuentemente enlas batallas y combatieron a favor de los romanos con-tra sus enemigos.

Si se presentó milagrosamente un cordero para sersacrificado en vez de Isaac cuando su padre Abrahamquiso ofrecerlo a Dios en sacrificio, la diosa Vasta en-vió una becerra para que se la sacrificase en lugar deMetella, hija de Metello: la diosa Diana mandó tam-bién una corza que sustituyese a Ifigenia cuando éstase hallaba ya en la hoguera para ser inmolada, salván-dose por esta artimaña.

Si San José fue a Egipto por advertencia del ángel,Simónides el poeta esquivó mortales peligros merceda milagrosas advertencias.

Si Moisés hizo brotar de una roca, golpeándola consu bastón, un caudal de agua cristalina, el caballoPegaso hizo lo mismo hiriendo la roca con su casco.

Si San Vicente Ferrer resucitó a un muerto hechopedazos cuyo cuerpo estaba mitad cocido y mitadasado; Pélopos, hijo de Tántalo, rey de Frigia, habien-do sido trozado por su padre para hacerlo devorarpor los dioses, éstos recogieron todos los miembros,los juntaron y le devolvieron la vida.

Si muchos crucifijos y otras imágenes han habladoy respondido milagrosamente a las preguntas que seles dirigían, los paganos afirmaban que sus oráculos

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hablaban y respondían a los que los consultaban, y quelas cabezas de Orfeo y de Polícrates emitían oráculosdespués de la muerte.

Si Dios dio a conocer, por medio de una voz delcielo, que Jesucristo era su hijo, como relatan los evan-gelistas, Vulcano hizo ver, gracias a la aparición deuna llama milagrosa, que Cœculus era el suyo.

Si Dios ha alimentado milagrosamente a sus san-tos, los poetas paganos cuentan que Triptolemo lo fuepor Ceres con una leche divina; que le dio luego sucarro, tirado por dos dragones; y que Phenné, hijo deMarte, aunque salió del vientre de su madre muerta,ésta no obstante lo alimentó con su leche.

Si varios santos amansaron milagrosamente a lasfieras más crueles, también se ha dicho que Orfeo,con la dulzura de su canto y la armonía de sus instru-mentos, reducía la ferocidad de los leones, los osos ylos tigres; que atraía hacia sí las rocas y los árboles, yque los ríos detenían su curso para escuchar su canto.

En fin, para abreviar (pues podrían citarse otrosmuchos), si nuestros cristianos dicen que las murallasde Jericó cayeron al son de las trompetas, los paganosdecían que los muros de Tebas fueron construidospor el de los instrumentos musicales de Anfión; laspiedras, según los poetas, se colocaron por sí mismas,movidas por su dulce armonía. Lo cual es realmentemás admirable que ver caer a tierra las murallas.

He aquí claramente gran conformidad de milagrosen ambas partes; y si es una necedad insigne prestar fea los pretendidos milagros del paganismo, es claro queno lo es menos concederla a los del cristianismo, dima-nando ambos de un mismo principio de error. Por esolos maniqueos y los arrianos de principios del cristia-nismo se burlaban de los supuestos milagros hechospor la invocación de los santos, y censuraban a los

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que los invocaban después de su muerte y honrabansus reliquias.

Observemos ahora el fin principal que Dios se ha-bría propuesto al enviar al mundo a su Hijo hecho hom-bre; habría sido, según se dice, para lavar los pecadosy destruir por completo las obras del supuesto Demo-nio, etc. Esto que nuestros cristianos sostienen, comotambién que Jesucristo quiso morir por amor a ellos,de acuerdo a la intención de su Padre, está claramenteseñalado en todos los pretendidos libros santos.

¡Cómo! ¡Un Dios Todopoderoso que ha querido,por amor a ellos, hacerse hombre mortal y verter, parasalvarlos, hasta la última gota de su sangre, preferiólimitar su poder para curar solamente algunos malesy enfermedades del cuerpo a unos cuantos dolientesque se le presentaron! ¡Y no empleó su bondad divinaen curar todas las enfermedades de las almas, es de-cir, en curar a todos los hombres de sus vicios y susexcesos, que son mil veces peores que los males delcuerpo!

Esto no es creíble. ¡Cómo! ¡Un Dios tan bondado-so prefirió preservar de la corrupción y de la podre-dumbre a nuestros cuerpos, y no quiso de igual modopreservar del contagio y la corrupción del vicio y delpecado las almas de infinidad de personas que debíasantificar con su gracia! ¡Qué lamentable contradic-ción!

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CAPÍTULO IVDE LA FALSEDAD

DE LA RELIGIÓN CRISTIANA

Empecemos por las supuestas visiones y revela-ciones divinas, sobre las que nuestros cristianos fun-dan y establecen la verdad y certeza de su religión.

Para dar justa idea de ellas, creo que no hay mejorcosa que decir que son tales, en general, que si al-guien pretendiera vanagloriarse de tenerlas hoy día,sería indudablemente considerado como un fanáticoo un loco.

He aquí cuáles fueron esas supuestas visiones yrevelaciones divinas:

Dios, dicen sus pretendidos libros santos, habién-dose por primera vez aparecido a Abraham, le dijo:“Sal de tu país (estaba entonces en Caldea), deja lacasa de tus padres y ve al país que te mostraré”. Ha-biendo ido allí Abraham, dice la Historia Santa queDios se le apareció por segunda vez y le dijo: “Yodaré a tu posteridad todo este país en el que te en-cuentras”*. En agradecimiento a esta generosa pro-mesa, Abraham le levantó un altar.

Después de la muerte de Isaac, yendo Jacob aMesopotamia para buscar una mujer que le conviniera,quiso reposar hacia la tarde, fatigado del camino; acos-tado en tierra, apoyada sobre unas piedras la cabeza,se quedó dormido, y vio en sueños una escala dirigida

* Ver Génesis XII, v. 7.

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desde la tierra a la extremidad del cielo, y creyó mirara los ángeles subir y bajar por ella, y que Dios mismose apoyaba en su extremo y le decía: “Yo soy el Señor,el Dios de Abraham y el Dios de Isaac, tu padre. Yo tedaré a ti y a tu descendencia todo el país en que duer-mes. Ésta será tan numerosa como el polvo de la tie-rra; se extenderá desde Oriente a Occidente y desde elMediodía al Septentrión; yo seré vuestro protector pordondequiera que vayas; yo te sacaré sano y salvo deesta tierra y no te abandonaré hasta que no cumplacuanto te he prometido”. Habiéndose despertadoJacob, se sintió lleno de temor, y dijo: “¡Qué! ¿Dios estáverdaderamente aquí y yo nada sabía? ¡Ah; qué terri-ble es este lugar, pues no es otra cosa que la casa deDios y la puerta del Cielo!”. Levantándose luego, alzóuna piedra sobre la que derramó aceite en memoria delo que acababa de ocurrirle, y al mismo tiempo hizovotos a Dios de que si volvía sano y salvo le ofreceríael diezmo de cuanto poseyera.

Otra visión aún. Guardando los rebaños de su sue-gro Labán, que le había prometido que cuantos cor-deros de varios colores produjeran serían su recom-pensa, soñó una noche que veía a los machos saltarsobre las hembras y que éstas parieron de varios co-lores todos los corderos. En tan delicioso sueño, se leapareció Dios y le dijo: “Repara en cómo los machosmontan a las hembras, y cómo los corderos son devarios colores, porque he visto la falsedad y la injusti-cia que tu suegro Labán comete contigo; levántate,pues, sal de este país y vuelve al tuyo”*. Cuando re-gresaba a él con su familia y con lo que en casa de susuegro había ganado, dice la historia que encontrópor la noche a un hombre desconocido, con quien tuvo

* Ver Génesis XXXI, v. 12 y 13.

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que combatir hasta la salida del sol, y que no habien-do podido aquel hombre vencerlo, le preguntó quiénera. Jacob le dijo su nombre. “Ya no te llamaré Jacob,sino Israel; porque si has sido fuerte en el combatecontra Dios, con más razón lo serás en el combatecontra los hombres*”.

Éstas son en parte las primeras de tales supuestasvisiones y revelaciones divinas. Lo mismo que a éstaspuede juzgarse a las demás. Ahora bien, ¿qué apa-riencia siquiera de la Divinidad hay en sueños tan gro-tescos y en ilusiones tan vanas? Si alguna persona vi-niese durante el día a contarnos semejantes dispara-tes deseándolos dar como verdaderas revelacionesdivinas, por ejemplo si algunos extranjeros, algunosalemanes que hubiesen venido a Francia y visto lasprincipales provincias de la nación dijesen que Diosse les había aparecido y les había dicho que viniesen aFrancia, y que les daría todas las provincias y seño-ríos y hermosas tierras que se extienden desde losríos Rhin y Ródano hasta el océano; que había hechocon ellos una alianza eterna; que multiplicaría su razay haría su posteridad tan numerosa como las estrellasdel cielo y las arenas de la mar, etc., ¿quién no sereiría de tales necedades y no tomaría a esos extran-jeros por locos? Seguramente no hay quien así no losconsiderara y no se burlase de esas bellas visiones yesas revelaciones divinas.

No se puede, por tanto, juzgar de diferente mane-ra todo cuanto se pone en boca de esos así llamadosSantos Patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, sobre lasrevelaciones divinas que dicen haber tenido.

Por lo que respecta a la institución de los sacrifi-cios sangrientos, los libros santos se la atribuyen ma-

* Ver Génesis XXXI, v. 12 y 13.

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nifiestamente a Dios. Como sería fastidioso contar lospormenores repugnantes de esa clase de sacrificios,remito a mis lectores al Éxodo*.

¡Dígaseme si no eran locos y ciegos los hombresque creían honrar a Dios destrozando, matando yquemando sus propias criaturas, so pretexto de ofre-cerle sacrificios!

Y ahora mismo, ¿cómo los cristianos son tan ne-cios que creen causar placer a Dios Padre con ofrecer-le eternamente su hijo divino en sacrificio, en memo-ria de haber sido vergonzosa y miserablemente cla-vado en la cruz donde murió? Esto sólo puede prove-nir de una tenaz ceguera de espíritu.

En lo tocante a los pormenores del sacrificio de ani-males, todo se reduce a ropas de colores, a sangre,asaduras, hígados, buches, riñones, uñas, pieles, estiér-col, algunas medidas de aceite o vino, todo ofrecido einfectado por ceremonias sucias tan despreciablescomo las más extravagantes operaciones de magia.

Lo que hay aún de más horrible, es que la ley deldetestable pueblo judío mandaba también que sacri-ficasen hombres. Los bárbaros (eso eran) que habíanredactado esta espantosa ley, ordenaban que se ma-tara sin misericordia a todo hombre que hubiera sidoofrecido al Dios de los judíos, que ellos llamabanAdonaï**. Conforme a este execrable precepto, Jeftéinmoló a su hija y Saúl quiso inmolar a su hijo.

Pero hay una prueba más de la falsedad de esasrevelaciones de las que hablamos: la falta de cumpli-miento de las grandes y magníficas promesas de queiban acompañadas, pues consta que tales promesasjamás se cumplieron.

* Ver Éxodo XXVII v. 1 y 21; XXVIII v. 43.** Ver Levítico XXVII.

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La prueba de lo expuesto consiste en tres cosasprincipales. Primera: hacer su posteridad más nume-rosa que todas las de los otros pueblos de la Tierra,etc. Segunda: hacer al pueblo que formara su raza elmás dichoso, el más santo y el más triunfante de to-dos los pueblos de la Tierra, etc. Tercera: y tambiénhacer eterna su alianza y que poseerían para siempreel país que les diera. De modo que se puede ver quesus promesas no se cumplieron nunca.

En primer lugar, es cosa cierta que el pueblo judíoo el pueblo de Israel es el único al que puede conside-rarse descendiente de los patriarcas Abraham, Isaacy Jacob, y el único también en el que deberían cum-plirse las promesas: jamás ha sido tan numeroso comootros pueblos de la Tierra, y mucho menos, por consi-guiente, que los granos de arena, etc.; porque se veque hasta en el tiempo mismo en que fue más nume-roso y floreciente, nunca ocupó más que las provin-cias pequeñas y estériles de la Palestina y sus contor-nos, que son casi nada comparadas con la vasta exten-sión de multitud de reinos florecientes asentados enlas diferentes partes de la Tierra.

En segundo lugar, jamás se cumplieron en lo to-cante a las grandes bendiciones con que debió hallar-se favorecido; pues aunque obtuvo pequeñas victo-rias sobre naciones pequeñas que saqueó, esto no im-pidió que fuese vencido frecuentemente y reducido ala esclavitud; que viera destruido su reino, lo mismoque su erario, por los ejércitos romanos, y que toda-vía los restos de esta desgraciada nación sean miradoscomo el más vil y despreciable de los pueblos entretodos los de la Tierra, no teniendo en parte algunasuperioridad ni dominio.

En fin, en tercer lugar, esas promesas no resultancumplidas respecto a la alianza eterna que Dios debió

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hacer con ellos, porque ni se ve ahora, ni nunca se havisto señal ninguna de ella; y por el contrario, estánhace mucho privados de la posesión exclusiva del pe-queño país que pretenden haberles sido prometidopor Dios para disfrutarlo eternamente. Por tanto, elno haberse realizado todas estas supuestas promesases la prueba evidente de su falsedad, lo que palmaria-mente demuestra aún más que los llamados librossantos donde se hallan contenidas, no han sido he-chos por inspiración divina. En vano, pues, nuestroscristianos pretenden servirse de ello como infalibletestimonio para lo verdadero de la religión que pro-fesan.

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CAPÍTULO VDE LAS SANTAS ESCRITURAS

I. Del antiguo testamento

Colocan aún nuestros cristianos en el rango de cau-sas de creencia y de seguras pruebas de la verdad desus aseveraciones, las profecías, que son según ellostestimonios ciertos de la verdad de las revelaciones oinspiraciones de Dios, por no existir nadie más queDios que pueda predecir con certeza las cosas futurascon tanta anterioridad a su realización como laspreanunciadas por los profetas.

Veamos, pues, lo que tales profetas son, y si debeotorgárseles la credulidad que nuestros cristianos pre-tenden.

Estos hombres sólo eran visionarios fanáticos queobraban y hablaban siguiendo los impulsos o trans-portes de sus propias y dominantes pasiones, e ima-ginándose que el espíritu de Dios era la causa que loshacía moverse y hablar como lo hacían, u otra clasede visionarios que parodiaban a los profetas y que,para engañar más fácilmente a los ignorantes, se jac-taban de obrar y hablar en nombre de Dios y sermovidos por su espíritu.

Quisiera yo saber cómo se juzgaría a un Ezequiel,a quien, según dice*, Dios le había hecho comer por

* Ver Ezequiel III y IV.

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almuerzo una libra de pergamino, le había ordenadohacerse atar como un loco, le había prescrito acostar-se cuatrocientos noventa días sobre el lado derecho ycuarenta sobre el izquierdo, le había mandado comersobre el pan el excremento, y luego, como compensa-ción, estiércol de buey. Y yo pregunto: ¿cómo extra-vagancia semejante sería oída hoy por el más igno-rante de nuestras tierras?

¿Qué mayor prueba además de lo falso de las su-puestas predicaciones, que los violentos reproches queesos profetas se dirigían respecto a que hablaban fal-samente en nombre de Dios; reproches que, segúnellos, dimanaban de Dios mismo*?

Todos decían: “Guardaos de los falsos profetas”,como los vendedores de antídotos dicen: “Descon-fiad de las píldoras falsificadas”.

¡Desgraciados, que hacen hablar a Dios como nose permitiría expresarse a un charlatán! Dios dice, enEzequiel, que la joven Ahola amó a rufianes con miem-bro de burro y esperma de caballo**. ¿Cómo, pues,insensatos así, habrían podido conocer el porvenir?Ni una sola de las predicciones en favor de su naciónjudía se ha realizado.

El número de profecias que predijeron la felicidady grandeza de Jerusalén es indecible; pues es naturalque un pueblo vencido y esclavo se consuele de malesefectivos con esperanzas imaginarias.

Pero si las promesas hechas a los judíos se hubie-sen cumplido verdaderamente, haría mucho tiempoque la nación judía habría sido y lo sería aún hoy lamás numerosa, la más potente, la más feliz y la mástriunfante.

* Ver Ezequiel XIII, v. 3; Sofonías III, v. 4; Jeremías II, v. 8.** Ver Ezequiel XXIII, v. 20.

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II. Del nuevo testamento

Preciso es ahora examinar las supuestas profecíascontenidas en los Evangelios.

En primer lugar, habiéndose aparecido en sueñosun ángel a alguien llamado José, padre, putativo almenos, de Jesús, hijo de María, le dijo: “José, hijo deDavid, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa,porque lo que hay en ella es obra del Espíritu Santo*.Ella te dará un hijo a quien llamarás Jesús, porque éllibertará a su pueblo de sus pecados**”. El mismo án-gel dijo también a María: “No temas cosa alguna, por-que has hallado la gracia delante del Señor. Yo te de-claro que concebirás en tu seno y parirás un hijo, alque pondrás por nombre Jesús. Será grande y llama-do hijo del Muy Alto. Dios le dará el trono de Davidsu padre, reinará por siempre en la casa de Jacob, y sureino no tendrá fin”.

Jesús comienza a predicar y a decir: “Haced peni-tencia, porque el reino de los Cielos se aproxima***.No abriguéis cuidado, ni digáis qué comeremos, o québeberemos, o de qué nos vestiremos, porque vuestroPadre celestial sabe que todas esas cosas os son nece-sarias. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia,que todo lo demás se les dará por añadidura****”.

Ahora bien: que toda persona que no haya perdi-do el sentido común piense un poco, y vea si Jesús fuealguna vez rey, y si sus discípulos tuvieron abundan-cia de todo.

* Cuántas historias similares de cuernos, dice Montaigne,de dioses contra los pobres humanos, etc.

** Ver San Mateo I, v. 20; y San Lucas I, v. 30.*** Ver San Mateo IV, v. 17.****Ver San Mateo VI, v. 31-33.

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El mismo Jesús prometió a menudo que liberaríaal mundo del pecado. ¿Hay profecía más falsa? ¿Noes nuestro siglo una prueba elocuentísima?

Se dice que Jesús vino para salvar a su pueblo. ¡Quémodo de salvarlo! La parte mayor es siempre la que danombre a una cosa: una docena de españoles o de fran-ceses, por ejemplo, no son el pueblo francés o el espa-ñol; y si un ejército de ciento veinte mil hombres fuerahecho prisionero de guerra por otro ejército más fuer-te, y el jefe del primero rescatara solamente a algunoshombres, diez o doce oficiales o soldados, por ejem-plo, no se diría por eso que ha rescatado a su ejército.¿Qué es, pues, un Dios que viene a que lo crucifiquen y amorir para salvar al mundo entero, y deja tantas na-ciones condenadas? ¡Qué lástima y qué horror!

Dice Jesús que no hay más que pedir para obtener,que buscar para hallar. Asegura que todo cuanto sepida a Dios en su nombre será alcanzado, y que contener solamente una cantidad de fe del tamaño de ungrano de mostaza se conseguirá, por la sola virtud dela palabra, trasladar de un punto a otro las montañas.Si tal promesa fuese cierta, nada sería imposible paranuestros cristianos que tienen fe en él; sucede, no obs-tante, lo contrario.

Si hubiera hecho Mahoma a su secta promesas pa-recidas a las de Jesús sin resultado alguno, ¿qué nose diría? Se exclamaría a viva voz: ¡Ah, qué superche-ría! ¡Qué impostura! ¡Qué locos los que creen en él!He ahí a los cristianos en la misma situación; hacemucho tiempo que no abandonan su ceguera; son, porel contrario, tan ingeniosos para engañarse a sí mis-mos que pretenden que se han cumplido las prome-sas desde los comienzos del cristianismo, siendo portanto necesario, según ellos, que haya habido mila-gros a fin de convencer a los incrédulos de la verdad

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de la religión; pero que, ya sólidamente establecida,han dejado de ser necesarios. ¿Dónde está, pues, laexactitud de tal proposición?

Por otra parte, quien hizo esas promesas no laslimitó solamente a tal o cual época, ni a este o al otrolugar, ni a determinadas personas en particular, sinoque las hizo de manera general y a todo el mundo.“A la fe de los que creen seguirán estos milagros: ex-pulsarán a los demonios en mi nombre, hablarán di-versas lenguas, tocarán a las serpientes”, etc.

Respecto a trasladar las montañas, dice explícita-mente que cualquiera que diga a una montaña: “Quí-tate de ahí y arrójate al mar”, con tal que no vacile ysu corazón crea, será obedecido en lo que mandara.¿No eran estas promesas completamente generales,sin restricción de tiempo, lugar ni personas?

Se ha dicho que todas las sectas contaminadas deerrores e imposturas tendrán vergonzoso fin. Mas side Jesucristo se dice que ha fundado y establecido unasociedad de sectarios que jamás caerían en el vicio y elerror, se dice algo completamente falso, pues en elcristianismo no hay secta, sociedad ni iglesia algunaque no esté plagada de errores y de vicios, principal-mente la secta o sociedad de la Iglesia romana, aun-que se considere la más pura y santa de todas. Hacetiempo que ha caído en el error; ha nacido en él, omejor dicho en él ha sido engendrada; y hoy mismosostiene errores contrarios a la intención, los senti-mientos y la doctrina de su fundador, puesto que con-tra sus designios abolió las leyes de los judíos queaquél aprobara, y que, según él, había venido a hacerque se cumplieran y no a destruirlas. Y que ha caídoen los errores de la idolatría, lo demuestra con clari-dad el culto idolátrico que rinde a su Dios convertidoen pasta, y a sus santas imágenes y reliquias.

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Bien sé que nuestros cristianos consideran unagrosería del espíritu pretender tomar al pie de laletra, y tal como se hallan expresadas, las profecías ypromesas, y que abandonan el sentido exacto y na-tural de las palabras para otorgarles otro que llamanmístico y espiritual, alegórico y metafórico. Dicen,por ejemplo, que por el pueblo de Israel y Judá, aquien esas promesas se hicieron, debe entenderseno a los israelitas por la carne, sino a los israelitaspor el espíritu: es decir, los cristianos que son el Is-rael de Dios, el pueblo verdaderamente elegido.Dicen que en la promesa hecha a ese pueblo esclavode librarlo del cautiverio, es preciso entender no lalibertad corporal de un solo pueblo cautivo, sino laredención espiritual de todos los hombres de la es-clavitud del Demonio que debe llevar a cabo su Di-vino Salvador. Que la abundancia de riquezas y to-dos los bienes temporales prometidos a ese pueblodebe entenderse como abundancia de gracias espiri-tuales. Que por la ciudad de Jerusalén, en fin, debeentenderse no la Jerusalén terrena sino la espiritual,que es la Iglesia cristiana.

Pero se ve claramente que ese sentido espiritual yalegórico es tan sólo un sentido extraño e imaginario,una especulación de los intérpretes, y que de maneraalguna sirve para probar la verdad o la mentira o unapromesa cualquiera.

Es ridículo inventar sentidos alegóricos, pues sóloen relación a lo natural y verdadero pueden juzgarsela verdad y la mentira. Una proposición, una prome-sa, por ejemplo, que se revela como verdadera en elsentido propio y natural de los términos en que estáconcebida, ¿resultaría falsa porque se le pretendieradar un sentido extraño que no tuviese? Pues las que seadvierte que son falsas en su sentido propio y natural,

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no resultarán verdaderas porque quiera dárseles unoextraño que no tengan.

Puede decirse que aplicar al Nuevo Testamentolas profecías del Antiguo es algo tan absurdo comopueril. Por ejemplo: Abraham tenía dos mujeres, delas cuales la una, que sólo era sierva, representaba lasinagoga, y la otra, que era esposa, representaba laiglesia cristiana; y además con el pretexto de queAbraham tuvo dos hijos: el que era de la sierva repre-sentaba el Viejo Testamento, y el de la esposa el Nuevo.¿Quién no se rie de una doctrina ridícula?

¿No es más risible aún que un jirón de tela rojaexhibido por una ramera para servir de seña a losespías en el Viejo Testamento sea la figura de la san-gre de Jesucristo derramada en el Nuevo?

Si a consecuencia de interpretar alegóricamentecuanto se ha dicho, hecho y practicado en la antiguareligión de los judíos, quisieran interpretarsealegóricamente todos los discursos, todas las accio-nes y todas las aventuras del famoso Don Quijote dela Mancha, se encontrarían, con seguridad, otros tan-tos misterios y figuras.

Y, sin embargo, sobre tan ridículo fundamento sebasa toda la religión cristiana. Razón por la cual ape-nas hay en el Antiguo Testamento cosa alguna quelos cristianos no traten de explicar místicamente.

La profecía más falsa, la más ridícula que se hahecho, es aquella de Jesús, según Lucas: “Predichoestá que habrá señales en el sol y la luna, y que el Hijodel Hombre descenderá en una nube a juzgar a loshombres”*; y predijo esto para la generación actual.¿Se ha cumplido? El Hijo del Hombre ¿ha descendidoen una nube?

* Ver Lucas XXI.

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CAPÍTULO VIERRORES DE LA DOCTRINA

Y DE LA MORAL

La religión cristiana, apostólica y romana enseña yobliga a creer en un solo dios, y al mismo tiempo enque existen tres personas, cada una de las cuales esDios. Lo cual es en verdad absurdo. Porque si haytres que formen un dios, en realidad son tres dioses.Es una falsedad decir que no hay más que un solodios; o, si se lo afirma con seguridad, falsamente seestá diciendo que hay tres que sean un solo dios, puestoque de uno y tres no puede decirse con certeza queson la misma cosa al mismo tiempo.

Se dice además que la primera de estas supuestaspersonas a quien se llama el Padre, ha engendrado ala segunda, llamada el Hijo, y que las dos primeraspersonas juntas han producido la tercera, a la quellaman el Espíritu Santo, y sin embargo estas tres per-sonas divinas no dependen una de otra, ni son unamás antigua que otra. Esto es aún más manifiesta-mente absurdo ya que una cosa no puede recibir elser de otra sin cierta dependencia de ésta, y porquees forzosamente necesario que una cosa sea para quepueda dar el ser a otra. Si la segunda y tercera per-sonas divinas han recibido el ser de la primera, esabsolutamente necesario que dependan en su ser deesta primera persona que se lo había dado y las ha-bía engendrado; y es a la vez forzoso que esta pri-mera que había dado el ser a las otras dos, hubiese

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sido antes, porque lo que no es no puede dar el ser anada. Es por otra parte absurdo y repugna decir queuna cosa que ha sido engendrada o producida no hayatenido principio. Luego, según nuestros cristianos, lasegunda y la tercera han sido engendradas o produ-cidas; han tenido, pues, principio; y si han tenido unprincipio y la primera persona no, por no haber sidoni engendrada ni producida por ninguna otra, con-cluimos forzosamente que una de aquéllas ha sido conanterioridad a la otra.

Nuestros cristianos, que conocen tales absurdos,se contentan con decir como único argumento que sedeben cerrar piadosamente los ojos de la razón hu-mana y adorar humildemente tan altos misterios sinpretender comprenderlos. Pero esto que llaman fe estádecididamente refutado, pues cuando nos dicen quees preciso someterse, es como si dijeran que es forzo-so creer ciegamente en aquello que no se cree.

Nuestros cristianos condenan abiertamente la ce-guera de los antiguos paganos que adoraban muchosdioses; se burlan de la genealogía de estos dioses, desu nacimiento, de sus matrimonios y de la generaciónde sus hijos, y no reparan en que ellos dicen cosasmucho más ridículas y absurdas.

Si los paganos creyeron que había diosas al igualque dioses, y que éstos y aquéllas se casaban y engen-draban hijos, al pensar así no pensaban más que lonatural, pues no imaginaban aún que los dioses notuvieran cuerpo ni sentimientos; creían, por el contra-rio, que los tenían como los hombres. ¿Por qué notendría que haber entre ellos machos y hembras? Nose ve de manera alguna que exista mayor razón paranegar o para reconocer lo de uno más que lo de otro.Y suponiendo la existencia de dioses y diosas, ¿porqué no habían de engendrar por el medio ordinario?

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Nada habría, seguramente, de ridículo y absurdo ensemejante doctrina, a ser cierta la existencia de losdioses.

Algo hay en la doctrina de nuestros cristianosmucho más absurdo y mucho más ridículo; porque,dejando de un lado eso que dicen de un dios que hacetres, y de tres que hacen uno, aseguran que ese diostriple y único: no tiene cuerpo, ni forma, ni figura;que la primera persona de ese dios triple y único quellaman el Padre, ha engendrado por sí solo una segun-da persona que llaman el Hijo, todo semejante a suPadre, no teniendo, como éste, cuerpo, forma ni figu-ra. Si esto es así, ¿qué es lo que hace que la primerapersona se llame el padre más bien que la madre, y lasegunda el hijo más bien que la hija? Porque si la pri-mera es padre en vez de madre, y la segunda hijo envez de hija, preciso es que haya en ambas personasalgo que haga que una sea padre y no madre, y la otrahijo y no hija. Y luego, ¿qué importancia tiene esto,fuera de que los dos sean machos y no hembras? Pero¿cómo han de ser machos más bien que hembras si notienen cuerpo, ni forma, ni figura? Esto no es siquieraimaginable y se invalida por sí mismo. No importa,continúan diciendo, que estas dos personas sin cuer-po, forma, ni figura, y por consiguiente sin diferen-ciación de sexo, sean, no obstante, padre e hijo; y quepor su mutuo amor hayan producido una tercera per-sona que llaman Espíritu Santo, la cual, al igual que lasotras dos, tampoco tiene cuerpo, ni forma ni figura.¡Qué despreciable galimatías!

Puesto que nuestros cristianos limitan el poder deDios al punto de no poder engendrar más que un hijo,¿por qué admiten que esta segunda persona, al igualque la tercera, tenga el poder de engendrar sin quesea a ellas semejante? Si tal poder de engendrar un

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hijo es una perfección en la primera persona, es, porlo tanto, una perfección y una potencia de la que care-cen la segunda y la tercera. Así, pues, hallándose es-tas dos personas desprovistas de una perfección y unpoder que se encuentran en la primera, no serán se-guramente iguales entre sí todas. Y si por el contrariodicen que este poder de engendrar un hijo no es unaperfección, no deberían atribuírselo a la primera per-sona con mayor razón que a las otras dos, pues a unser soberanamente perfecto sólo pueden atribuírseleperfecciones.

No se atreverán, por otra parte, a decir que el po-der de engendrar una persona divina no sea una per-fección; y si objetan que la primera persona hubierapodido engendrar muchos hijos e hijas, pero que nohabría querido engendrar más que un solo hijo, y quelos otros dos, a su vez, no habrían querido engendrarotros, se podría preguntarles:

1º Si saben que es así, porque en sus supuestas Sa-gradas Escrituras no se ve absolutamente que ningu-na de esas personas divinas se haya positivamentemanifestado aquí abajo, ¿cómo, pues, nuestros cris-tianos podrán saber lo que hay en esto? Hablan portanto de ello, guiados únicamente por sus ideas y fan-tasías vanas.

2º ¿No podría decirse que si tales supuestas perso-nas divinas tuvieran poder de engendrar varios hijos,y no quisieran sin embargo hacer ninguno, podríadeducirse que aquel poder divino existía en ellos sinefecto? Existiría absolutamente sin efecto en la terce-ra persona, que no engendraría ni produciría ningu-na, y casi sin él en las otras dos, puesto que habríanquerido limitarlo a tan poca cosa. De esta suerte, elpoder que tendrían de engendrar y producir multi-tud de hijos existiría como inactivo e inútil, lo cual no

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se diría o no debería decirse tratándose de personasdivinas.

Vituperan y censuran nuestros cristianos el que lospaganos atribuyeran la Divinidad a hombres morta-les y que los adorasen como dioses después de sumuerte. Razón tienen en ello; pero aquellos paganosno hacían más que lo que ahora hacen los cristianosque atribuyen a su Cristo la Divinidad. De modo quedeberían vituperarse también a sí mismos, puesto quepadecen idéntico error que los paganos: adoran a unhombre que era mortal, y tan mortal, que expiró so-bre una cruz infamante.

De nada les serviría decir que existía gran diferen-cia entre Jesucristo y los dioses paganos, so pretextode que su Cristo fuese, como dicen, verdadero Dios yhombre juntos, puesto que la Divinidad había por ciertoencarnado en él, por cuyo medio la naturaleza divina,hallándose junta y unida hipostáticamente (como ellosdicen) con la naturaleza humana, ambas en Jesucristohubieran hecho un verdadero Dios y un verdaderohombre; lo que, según pretenden, jamás se efectuó enlos dioses de los paganos.

Pero es bien sencillo hacer notar la debilidad desemejante respuesta; porque, de un lado, ¿no habríasido tan fácil para los paganos como para los cristia-nos decir que la Divinidad había encarnado en losque adoraban como dioses? Y por otra parte, si la Di-vinidad hubiese querido encarnar y unirsehipostáticamente a la humana naturaleza en su Cris-to, ¿qué saben si esa misma Divinidad no habría que-rido también encarnar y unirse hipostáticamente a lanaturaleza humana en esos grandes hombres y esasmujeres admirables que por su virtud, por sus bellascualidades o por sus admirables acciones han sobre-salido sobre el común nivel de las gentes y se han

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hecho semejantes a dioses y diosas? Y si no quierencreer que la Divinidad haya encarnado nunca en esosgrandes personajes, ¿por qué pretenden persuadir-nos que ha encarnado en su Jesús? ¿Dónde está la prue-ba? En la fe y la creencia que existía entre los paganos,como en ellos; lo que demuestra que están en el errortanto unos como otros.

Pero, respecto a todo esto, lo que es aún más ri-dículo en el cristianismo que en el paganismo, es quelos paganos no han atribuido generalmente la Divini-dad sino a grandes hombres, autores de ciencias yartes, y que brillaron por virtudes útiles a su patria.En cambio ¿a quién atribuyen la Divinidad nuestroscristianos? A un hombre salido de la nada, vil y des-preciable, que no tenía talento, ni ciencia, ni habili-dad; hijo de padres pobres, y que luego de pretenderfigurar en el mundo y que se hablara de él, sólo hapasado por un insensato, un seductor que fue objetode burla, despreciado, perseguido, azotado, y final-mente ejecutado como la mayoría de los que han que-rido representar el mismo papel, cuando no han teni-do valor ni habilidad.

En su misma época hubo además otros muchos im-postores parecidos, que decían ser el verdadero Mesíasprometido por la ley, entre otros un tal Judas Galileo,un Teodoro, un Barcón y otros más, que con pretextosvanos engañaban a los pueblos y trataban de sublevar-los para atraerlos, por lo cual perecieron todos.

Pasemos a sus discursos y examinemos algunos desus actos, que son de lo más extraño y singular en suclase: “Haced penitencia”, decía a los pueblos, “puesel Reino de los Cielos está próximo; creed en la buenanueva”. Y recorría la Galilea toda, predicando así lasupuesta próxima venida del Reino de los Cielos. Comonadie ha notado señal alguna de la llegada de seme-

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jante Reino, queda palmariamente demostrado queera sólo imaginario.

Veamos, sin embargo, en sus otras prédicas, el elo-gio y la descripción de ese hermoso Reino. He aquícómo hablaba a los pueblos:

“El Reino de los Cielos es semejante al hombre queha sembrado grano en su campo; pero que, mientraslos dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entreel grano. “Es semejante a un tesoro escondido en uncampo; al haberlo encontrado un hombre, vuelve aocultarto, y tanta alegría tiene de haberlo encontra-do, que vende todos sus bienes y compra el campo.“Es semejante a un mercader que busca hermosas per-las, y que, habiendo encontrado una de gran valor,vende todo lo que tiene para comprar aquella perla.“Es semejante a una red echada al mar que encierratoda clase de peces; cuando estaba llena, los pescado-res la han sacado y juntado los peces buenos en lasbarcas y tirado los malos. “Es semejante a un granode mostaza que un hombre ha sembrado en su cam-po; no hay grano tan pequeño como él; no obstan-te, cuando crece, es la más grande de todas las hor-talizas, y se hace árbol y vienen las aves del cielo yhacen nidos en sus ramas”. ¿Son estos discursos dig-nos de un Dios?

Se formará además el mismo juicio sobre él si seexaminan de cerca sus actos. Primero: recorrer unaprovincia entera predicando la proximidad de un su-puesto reino. Segundo: haber sido trasladado por elDiablo a la cumbre de una montaña, desde dondehabía creído ver todos los reinos del mundo; tal cosano puede caber más que en un visionario, pues es pro-bado que no hay montaña en la Tierra desde la cualpueda verse ni siquiera un reino entero: sólo en suimaginación, por lo tanto, vio todos esos reinos y fue

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transportado a la tal montaña, al igual que sobre elpináculo del templo. Tercero: cuando curó el sordo-mudo de que habla San Marcos, se dice que le metiólos dedos en los oídos y que, habiendo escupido, letiró de la lengua; después, fijando los ojos en el Cielo,dio un gran suspiro y le dijo: Epheta. En fin, léase cuantode él se cuenta, y júzguese si hay algo más ridículo enel mundo.

Habiendo mostrado alguna de las muchas miseriasatribuidas a Dios por los cristianos, continuaremos di-ciendo algunas palabras acerca de sus misterios. Ado-ran a un Dios en tres personas, o tres personas en unDios, y se atribuyen el poder de hacer dioses de pastay harina tanto como les convenga. Pues, según susprincipios, no tienen más que decir cuatro palabrassobre tal cantidad de vasos de vino o de esos peque-ños moldes de masa, para hacer otros tantos dioses,de modo que hubiese millones de ellos. ¡Qué locura!¡Con todo el supuesto poder de su Cristo no podríanhacer una miserable mosca, y creen poder hacer dio-ses por millares! Es preciso padecer una extraordina-ria ceguera para sostener cosas tan risibles, y esto fun-dándose tan sólo en las equívocas palabras de un fa-nático.

¿No comprenden esos ciegos doctores que es abriruna ancha puerta a toda clase de idolatrías el preten-der que se adore de ese modo a imágenes de masa,bajo el pretexto de que los sacerdotes tengan el poderde consagrarlas y convertirlas en dioses?

¿No ven, además, que las mismas razones que de-muestran la vanidad de los dioses o de los ídolos demadera, de piedra, etc., que los paganos adoraban,patentiza igualmente la vanidad de esos dioses de masay de harina que los cristianos adoran? ¿Con qué dere-cho se burlan de los falsos dioses de los paganos? ¿No

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es porque no son sino obra de la mano del hombre,imágenes mudas e insensibles? ¿Y qué son nuestrosdioses, que por miedo a los ratones guardamos ence-rrados en cajas?

¿Qué vanos recursos les quedan, pues, a los cris-tianos? ¿Su moral? Es en el fondo la misma que la detodas las religiones; pero han nacido de ella dogmascrueles que han enseñado las persecuciones y la ma-tanza. ¿Sus milagros? Pero ¿qué pueblo no tiene lossuyos, y qué hombre sensato no se ríe de semejantesfábulas? ¿Sus profecías? ¿No está demostrada ya sufalsedad? ¿Sus costumbres? ¿No son con frecuenciainfames? ¿El haber establecido su religión? Pero ¿noha sido el fanatismo visiblemente el sostén de eseedificio? ¿La doctrina? Pero ¿no es ésta el colmo de loabsurdo?

Creo, mis queridos amigos, haberos dado adver-tencias suficiente contra tamañas locuras. Vuestra ra-zón influirá más que mis discursos, y sería deseableque no tuviésemos que quejarnos sino de haber esta-do engañados. Pero la sangre corre desde los tiemposde Constantino por establecer imposturas tales. La Igle-sia romana, la protestante, la griega, tanta vana dis-puta y tanta ambición hipócrita, han trastornado laEuropa, el África y el Asia. Pensad, amigos míos, enlos hombres que esas querellas han hecho perecer; enesa multitud de monjes y de monjas convertidos porsu estado en seres estériles. Ved cuántas criaturas per-didas, y observaréis que la religión cristiana ha hechoque perezca la mitad del género humano.

Concluyo haciendo votos porque los pueblos lle-guen lo antes posible a la práctica de la religión natu-ral, de la que el cristianismo es declarado enemigo.Es esa religión santa, única que existe desde la cunaen el corazón de todos los hombres, la que nos ense-

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ña a no hacer a otro lo que no queremos que con no-sotros mismos se haga. A dicha Religión Natural la heexplicado en otro libro, escrito para vosotros, y queos lego, mis queridos hermanos. El día que aquéllafuese honrada por doquier, el Universo estaría com-puesto por buenos ciudadanos, padres justos, hijossumisos, amigos entrañables. Es la religión que resi-de en nosotros desde que tenemos uso de razón, peroque el fanatismo ha pervertido hasta el presente. ¡Ojalápueda triunfar sobre los curas! ¡Ojalá haga desapare-cer a esos fabricantes de mentiras! Pero ¡ay! voy amorir más lleno de deseos que de esperanza.

JEAN MESLIEREtrépigny, 15 de Marzo de 1732.

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ENSAYO DE HISTORIA NATURALSOBRE ALGUNAS ESPECIES DE MONJES

escrito a la manera de Linneo

PorJUAN DE ANTIMOINE

“Las jaulas eran grandes, ricas, suntuosas yconstruidas por maravillosa arquitectura. Lospájaros grandes, bellos y afables con los visi-tantes, parecidos a los hombres de mi patria.Comían y bebían como los hombres; engorda-ban como hombres; dormían como hombres;en suma, a primera vista, se hubiera dicho queeran hombres. No lo eran, sin embargo, ni piz-ca, según la instrucción del señor Editué; perohaciendo constar que no eran seglares. Su plu-maje, blanco en unos, negro en otros, gris enalgunos, mitad blanco y negro en éste, en aquéltodo rojo, en muchos blanco y azul, era cosa dever. No trabajaban ni cultivaban la tierra. Todasu ocupación consistía en gozar, murmurar ycantar.”

F. RABELAIS, PANTAGRUEL, LIB. V., CAPS. II, III Y VI

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Jean de Antimoine es un seudónimo. Por tratarse de unaobra clandestina este ensayo fue atribuido a distintospersonalidades del mundo científico. Pero el hombre detrásde este ingenioso texto fue Ignaz von Born (1742-1791),masón y minerólogo húngaro, colaborador de Federico II,cuya sátira titulada Monachologia figuró en el Index de librosprohibidos. También fue considerado como autor a PierreMarie Auguste Broussonet (1761-1807) médico apasionadopor la historia natural que fundó la Sociedad Linneana deParís; pero es probable que éste se haya inspirado en eltexto de Von Born. En una carta a Damilaville del 6 de juliode 1764 Voltaire manifiesta que no publicaría el Testamentode Meslier sin agregar “el maravilloso estudio sobre losCuras y la Religión Natural, que es una obra maestra”. De allínuestra decisión de incluirlo en el presente volumen juntocon el extracto que Voltaire hizo de la obra de Meslier.Recientemente fueron publicadas la Histoire Naturelle DesMoines: Ecrite D’Apres La Methode De M. De Buffon, OrneeD’Une Figure (1790) por Pierre Marie Auguste Broussonet yla Monochologia or Handbook of Natural History of Monks (1852)por Ignaz Born (ambas obras en Kessinger Publishing, 2009).

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Advertencia del traductor del latín

La obra que ofrezco al público no es una traduc-ción puramente literal del latín. Me he permitido ha-cer algunas ligeras variaciones y adiciones al texto, yhe añadido gran parte del Prefacio.

Este trabajo ha sido publicado primero en Viena,reimpreso en Augsburgo, después en Londres, en ale-mán y en inglés.

No se nombra al autor. Razones particulares que nosabré determinar, lo han decidido a conservar el ano-nimato, y yo me guardaré bien de publicar su nombre,como algunos periodistas han hecho. Varios periódi-cos han dado cuenta de esta obra, y la han juzgadoconforme a los sentimientos que animaban a sus auto-res. El de esta traducción se ha atenido estrictamenteal estilo de Linneo, del cual raras veces se separa.

Sentimos que nuestra lengua no ofrezca suficientenúmero de términos técnicos para conservar por com-pleto en esta traducción la noble sencillez del latín.Pero es de esperar que una vez cultivada esta ramade la Historia Natural, se introduzcan muchas vocestécnicas de las que hoy carecemos. No dudo que losnaturalistas llegarán dentro de poco a describir ungran número de especies y de variedades que en laactualidad son desconocidas.

Cuando lea las siguientes descripciones, rogamosal lector tenga en cuenta que se refieren a especies

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que se encuentran en Alemania y en otros países delNorte, y que ofrecen ligeras diferencias con las fran-cesas y españolas. Por ejemplo, el color de lostegumentos exteriores de la gran mayoría, se vuelvemás claro a medida que uno se acerca a los trópicos.En España y en Italia, los franciscanos usan vestidogris hierro; y en Francia, las vestiduras de estas mis-mas especies son ya más claras que en Alemania; tangrande es la influencia del sol sobre la Naturalezaentera.

Por lo demás, este ensayo sólo debe considerarsecomo una muestra de la historia general de las espe-cies, a la cual se llegará sin duda escribiendo las decada país.

Por tanto, no recomendaré lo suficiente a los natu-ralistas que nos faciliten faunas particulares; una his-pánica sería, sobre todo, sumamente útil.

Del gabinete del Gran LamaA 21 de Agosto de 1784.

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PREFACIO

Desde el renacimiento de las letras, despojadas yade todas las preocupaciones que las habían ensom-brecido durante muchos siglos, las ciencias han co-menzado a florecer en Europa. La Historia Natural es-pecialmente ha hecho los más rápidos progresos.

A los trabajos de muchos hombres célebres debe-mos el estado de perfección que en nuestros días haalcanzado esa ciencia. Ellos han llevado sus investiga-ciones a todas partes, hasta los confines del globo.

Repetidos viajes emprendidos para adquirir nue-vas riquezas en ese sentido; la tierra removida entodos lados para extraer los minerales; las plantasconservadas en jardines inmensos; los animales man-tenidos a gran costo en soberbias casas de fieras,han dado a los sabios los medios de poder escribirobras que a cada uno ha asegurado la reputación in-mortal. Prolongado sería pagar a cada autor que ental empresa se ha distinguido el tributo de elogioque se le debe.

El campo es vasto; pero en el actual estado de losconocimientos, es casi imposible hacer grandes des-cubrimientos en Europa, donde debe uno contentar-se con compilar. Preciso es emprender largos viajespara descubrir nuevos objetos.

Me ha gustado la Historia Natural desde mi mástierna infancia, y a ella me he dedicado con ardor;

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pero carezco absolutamente de medios para viajar, y,no pudiendo conquistar más que un nombre discreto,he vuelto mis ojos hacia el hombre y he hecho un es-tudio ininterrumpido de nuestra especie. Me he con-sagrado a determinar las diferentes variedades de laraza humana.

En primer lugar, he estudiado con cuidado sumolas diversas especies de animales que más se aproxi-man al hombre por su forma, y he establecido susdiferencias.

Después de haber pasado revista a los monos tití,macacos; a los sátiros, faunos, tritones, etc., por ca-sualidad he descubierto algunas especies de un géne-ro variado en extremo. Quiero hablar de los monjes,que me han dado el eslabón que sirve para unir alhombre con el mono. Las especies de este género tie-nen figura humana; no obstante, se diferenciansubstancialmente del hombre; algunos se acercan másal género de los monos, mientras un pequeño núme-ro tiene más características comunes con el hombre.

Me guardaré muy bien de imputar un crimen a losnaturalistas que me han precedido: el no haber habla-do de este género, el monje, aunque lo hayan tenidoal alcance de la mano; pero las especies tienen hastatal punto aspecto humano, que al principio era difícilimaginar que pudieran constituir un género distinto.

Confieso que debo únicamente a la casualidad se-mejante descubrimiento, que considero uno de los másimportantes de este siglo.

El camino abierto por mí es largo y podránrecorrerlo muchos naturalistas.

Me es imposible describir en este breve ensayotodas las especies, pues su número es considerable;por otra parte, muchas son exóticas y apenas puedenresistir nuestro clima. No he tenido, por consiguiente,

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medios para poder apreciarlas. Es de esperar que enel futuro, los poderosos, impulsados a favorecer lasciencias, harán construir zoológicos a fin de conser-var las diferentes especies de monjes de los paísesexóticos. Creo, sin embargo, que será muy difícil es-tudiar a fondo su economía animal, porque no se da-ría nunca la posibilidad de conservar suficiente canti-dad de individuos de la misma especie para poderobservar sus actos en sociedad.

Estas casas de fieras serían, con todo, sumamenteprovechosas, ya que reunirían en un mismo sitio atodas las especies de un género tan singular.

Los príncipes, verdaderos mecenas que las man-darían construir, estoy seguro que no experimenta-rían al visitarlas menos placer que las que actualmen-te encierran leones, tigres, cebras, rinocerontes y otrasdiversas fieras.

En tales habitaciones veríamos las especies de Ita-lia, de España, de Portugal, de América, de las In-dias; los derviches, los santones, los brahmanes, losmorabitos, etc.; puede ser que, cruzando las razas,llegáramos a obtener algún producto monstruoso queno pudiera ciertamente propagarse, pues sería comola mula, pero resultaría notable por su forma.

Séame permitido para las primeras experienciascruzar al capuchino con el monje del Japón, al cartujocon el derviche, al carmelita con el trapense, al padrede la Merced con el santón, al recoleto con el marmi-tón del Gran Lama, al dominico con el morabito, altrinitario con el imán de Argelia, etc.

El talento y el celo de las personas admitidas paraestos experimentos, estoy seguro que variarán las cru-zas hasta el infinito. Entre las especies más raras ycuya adquisición será más difícil, cuento con un GranLama, un mufthi, un patriarca armenio, y algunos otros.

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O bien tendremos que contentarnos con algunapequeña parte, como por ejemplo con estiércol, conpolvo del Gran Lama, etc., o se procurará adquirir alindividuo relleno de paja, o mejor aún, conservadoen espíritu de vino, recomendando a los naturalistasque quieran emplear en sus viajes este último proce-dimiento, que sumerjan las especies aún vivas en el es-píritu de vino para que conserven mejor sus colores.

Bueno será también tener brazos anquilosados debrahmanes, colgantes orejas de pegú, prepuciosinfibulados con anillos de dos libras de santones, rue-das de los indios, disciplinas de cuero, de pergamino,de plomo, de latón; con puntas, sin ellas; con nudos,sin ellos; cilicios, de ganchos, de espinas, dobles,triples, movibles, provistos de pimienta, de vinagre,de calaveras; reclinatorios, sacos de crin, mordazas,cadenas de hierro, de cobre, cenizas, bulla, trabajosde los cartujos, crucifijos en botellas de cuello estre-cho, etc., etc. Se podrían añadir a esta colección lossacos de los penitentes españoles o italianos; blancos,azules, azules y blancos, rojos, amarillos, grises, etc.

Como hubo en los tiempos remotos muchas espe-cies que fueron destruidas, bueno sería poseer algunosde sus restos. Los naturalistas, filólogos y anticuariospodrán también ilustrarnos acerca de algunas cuestio-nes interesantes, como por ejemplo la de saber el pro-cedimiento empleado para mutilar a los sacerdotes deCibeles, si por él estaban condenados al cáncer si notenían barbas; si las Vestales bebían siempre agua en laque hacían una infusión de flores de sauce. No ofrece-ría menos interés inquirir la causa del epíteto de indig-no que los capuchinos adoptan constantemente; habríaasimismo algunas preguntas que hacer relativas a lajurisprudencia monacal, verbigracia; si un jacobino, no-ble Guzmán, debe ceder el paso a un mínimo labrador

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calabrés, o si éste a un capuchino italiano. Si el diocesanotiene el derecho de castigar a los vagabundos, si loslibertinos a los ignorantes, a los postulantes, a los hipó-critas; si el solemne voto de pobreza impide el uso,manejo y empleo del dinero o no; por qué no hay nin-gún individuo de estas especies lisiado; si se podríadarles armas para combatir; si un capuchino que estan-do de centinela fue muerto en el sitio de Barcelonadebe figurar en la Leyenda martyrum ordinis Capucinorum.

Yo creo que sin duda muchas especies podrían su-ministrar excelentes soldados. La Historia de la Liga,la de San Bernardo, la del Terror de los Albigenses,la de la Inquisición en España y Portugal, la de losCapuchinos en Córcega, son datos suficientes parapersuadir a cualquiera.

Por otra parte, así como los indios emplean a loselefantes como parte activa en los combates, los afri-canos los toros salvajes, etc., nosotros podríamosemplear especies diferentes de la nuestra.

Se podría también hacer uso de ellas para llevar acabo las ejecuciones, imitando a esos pueblos tan sen-sibles de la India que no matan jamás a sus semejan-tes, pero que los echan a los elefantes; al igual que losantiguos, que condenaban a los criminales a ser devo-rados por las fieras.

La conducta de los calificadores de la Inquisición,de los jesuitas en el Paraguay, etc., son otras tantaspruebas que nos confirman que las especies de estegénero podrían ser sumamente útiles desde este pun-to de vista.

Si la afición por los espectáculos sangrientos nohubiera decaído del todo, se podría además hacercombatir, en lugar de gladiadores o toros, diversasespecies unas contra otras, y no dudo que podría sa-carse gran provecho.

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Los climas cálidos favorecen particularmente a lasespecies de esta clase, y son más favorables para sumultiplicación. No nos atrevemos a asegurar positi-vamente el modo en que se han reproducido, pueslos naturalistas no dejarían de alzarse contra nuestraafirmación.

Estamos persuadidos de que todos los seres sonproducidos por sus semejantes, y que el azar, disfra-zado por los antiguos bajo las denominaciones de es-píritu de vida, naturaleza plástica, fuerza generatriz,etc., nada produce y únicamente sirve de velo a laignorancia.

Después de los descubrimientos de Harvey deLeuwenhock acerca de la generación, no deberíamosdudar de que los gérmenes no sean preexistentes acada individuo; pero, asimismo, nos parece probadoque la mayoría de las especies de este género debe suorigen a la podredumbre.

No me permitiré, sin embargo, reflexionar sobreeste punto, y básteme decir que podría citar en miapoyo un gran número de valiosas autoridades.

Muchas especies de animales que existieron en otrotiempo hoy no existen; se encuentran solamente susrestos fósiles, que sirven para indicarnos que existíanen los tiempos más remotos. No buscaríamos en vanoen la Naturaleza multitud de formas si tuviéramos lasobras de naturalistas de los tiempos en que el rinoce-ronte se paseaba por los bosques de Fontainebleau olos Moncouk, se cavaban en Siberia cavernas subte-rráneas, o el anónimo no estaba aún relegado al fon-do de Virginia, o los cuernos de Romion figuraban enlas mesas de la gente de paladar delicado.

Si tales obras, repito, existieran, y contuviesen aca-badas descripciones de todos esos seres, y tan bienhechas como las historias de los tiempos antidiluvianos,

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no tendríamos ahora el disgusto de no poder estable-cer mejores sistemas, y las especies no serían de mane-ra alguna destruidas por la Naturaleza, porque los ani-males, mientras no son descritos, no existen realmen-te. He juzgado el apuro en que se encontrarán nues-tros descendientes partiendo del que nosotros experi-mentamos, y estarán aún más expuestos a equivocarse,porque a nosotros al menos nos quedan los fósiles, ylas especies del género el monje no suministrarán fósilesdistintos a los del mono; los tegumentos externos quelos distinguen no podrán petrificarse al igual de losmoluscos, orugas de mar, lombrices, etc., de los cualesno se conoce ningún fósil. Quedarán aún algunas imá-genes en platos y vasos que no hayan sido transforma-dos en moneda; pero desde que los pintores y esculto-res han desarrollado su talento, por extraña casualidadya no representan frailes, o han cambiado en monedaslos modelos de los que se pintaban o modelaban antes;y si alguno ha quedado, nuestros descendientes no po-drán jamás formarse idea cabal de esos seres extraordi-narios, atendiendo a tan defectuosa representación.

Los príncipes, ocupados antiguamente en aniquilaren sus reinos las bestias dañinas, como lobos, zorros,gorriones, gavilanes, etc., parece que han dirigido aotra parte la mirada, y para seguir haciendo el bien algénero humano, exterminan poco a poco las especiesde monjes. No queda, pues, otro medio de transmitir ala posteridad el conocimiento de tan singulares espe-cies que no sea describirlas con sumo cuidado.

Si se hiciese un sistema general de los monjes, selos podría dividir en diferentes clases, y, a su vez,cada una de estas clases en varios órdenes; por ejem-plo: en barbudos e imberbes; en blancos, negros, píos,empenachados, etc.; los que se alimentan de carne, depescado, de vegetales.

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Se deben considerar los características específicasde la cabeza, de los pies, de la parte posterior, delcapuchón, de los tegumentos.

La cabeza es velluda, cubierta de pelos, rapada. Varíapor la corona hemisférica; la corola velluda, estriada;la cara imberbe, barbuda.

Los pies, calzados, medio calzados, desnudos.La capucha es mudable, fija, móvil, floja, puntiagu-

da, en forma de embudo, de corazón.La parte posterior, cubierta, semicubierta, desnuda.Los tegumentos: El hábito: es preciso fijarse en la ca-

lidad de la tela, el color, si es ancho o estrecho. Elescapulario: si es ancho, estrecho, colgante en forma delengua, obtuso, corto o largo por detrás. El capuchón:se debe distinguir en pectoral y dorsal. El alzacuello: siestá cosido al hábito, si es ancho, tieso, o si no existe.Las mangas: del largo de los brazos, angostas, anchas,en forma de saco. El manto: largo, corto, plegado, dela longitud del cuerpo.

Los tegumentos internos: La camisa: de lienzo, de lana.El cinturón: largo, cilíndrico, de cuero, de lana, de cá-ñamo, nudoso, etc.

Preciso es, sobre todo, observar los gritos o lostonos; si son melodiosos, desagradables; como quiencanta, como quien reza; de garganta, de nariz; que-josos, alegres, gemidores, ladradores, aulladores,gruñidores, etc. La marcha: lenta, presurosa, perezo-sa, ruda. El aire: severo o lascivo, rústico, abotaga-do, pesado, ligero, modesto, hipócrita, etc. Las cos-tumbres: las horas en que grita, el silencio, las ocupa-ciones, el alimento, la bebida, el olor, el lugar de suvivienda, las metamorfosis, las especies bastardas,la historia de la especie, su origen, su destrucciónactual o futura; en fin, las diferencias entre la hem-bra y el macho.

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EL MONJE

DEFINICIÓN

Animal con figura humana, encapuchado, que aú-lla durante la noche, atormentado por la sed.

DESCRIPCIÓN

Cuerpo erguido, bípedo, torso encorvado, la ca-beza inclinada hacia adelante, siempre adornado conun capuchón; el cuerpo cubierto por todas partes,excepto en algunas especies en que los pies, la parteposterior, las manos y la cabeza están desnudos; porlo demás, un animal avaro, sucio, que exhala un olorfétido, inactivo, que prefiere carecer de todo a tra-bajar. Al salir y al ponerse el sol, y también por lanoche, los monjes se reúnen y gritan todos juntosapenas uno de ellos da el ejemplo; acuden presuro-sos al son de la campana, marchan siempre en pare-jas, van vestidos de lana, viven de la rapiña y la li-mosna; dicen que el mundo ha sido creado única-mente para ellos, se multiplican furtivamente, ata-can y combaten a los de su propia especie, en susasambleas se deshonran por alcanzar los puestos lu-crativos y superiores, y preparan emboscadas a susenemigos. La disciplina y el calabozo se reservanúnicamente para los individuos que piensan y ha-blan de modo distinto al jefe.

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La hembra sólo se diferencia del macho en quelleva velada la cabeza; es más limpia, no sale casi nun-ca de su habitación, que cuida de tener muy aseada.De joven le gusta jugar, toma todo lo que encuentra,mira en torno suyo y saluda sonriendo a los hom-bres. Las adultas y las viejas son maliciosas; muerdeny enseñan los dientes cuando están enojadas.

DIFERENCIAS

El hombre habla, razona y quiere; el monje, gene-ralmente callado, ni razona ni tiene voluntad y estásometido absolutamente a su superior. El hombre lle-va la cabeza alta; el monje inclinada y con los ojos fijosen la tierra. El hombre gana el pan con el sudor de sufrente; el monje engorda en la ociosidad. El hombrehabita en compañía de sus semejantes; el monje buscala soledad, se oculta, huye de la luz del día. De lo quese deduce que el género monje es muy distinto delgénero hombre, e intermedio entre éste y el del mono,al cual se aproxima hasta el punto de no diferir de élmás que por la voz y por la calidad de los alimentos.

USO

Un peso inútil sobre la Tierra, nacido para comery beber.

METAMORFOSIS

Planta. Granos, con cotiledones en flor, en grano.Insectos. Huevo, oruga, crisálida, insecto perfecto.

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Cuadrúpedo, feto, niño, joven, adulto.Sapos. Huevo, renacuajo, sapillo y sapo.Monjes. Aspirante, novicio, hermano, lego, reve-

rendo padre.

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EL BENEDICTINO

DESCRIPCIÓN

Sin barba, la cabeza afeitada, con corola lineal: lospies calzados, la parte posterior cubierta con un cal-zón; el hábito negro, de lana, envolviendo completa-mente el cuerpo y las extremidades inferiores; el ca-puchón suelto, casi redondo, ancho; el escapulario col-gante, liso, de la longitud del abdomen; cuello tieso,bordado de blanco; el cinturón de lana o de seda,ancho; el manto negro, descendiendo hasta los talo-nes; los tegumentos interiores, negros por lo común;las mangas estrechas, plegadas con el puño y un pocolevantadas.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire lánguido, la marcha lenta, la cabeza alta.Cuatro veces durante el día y a medianoche deja oírsus gritos, y algunas veces también al primer cantodel gallo, sonidos sordos, lentos y graves; es enton-ces cuando se viste con un gran hábito plegado conmangas muy anchas, y ostenta en la cabeza un bonetecuadrado.

Come de todo, rara vez ayuna, bebe a las cuatro dela tarde, y está siempre atormentado por la sed de ri-quezas; recoge cuidadosamente las monedas para guar-darlas en su caja. Algunos se contentan con vegetar;

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otros muestran alguna afición al estudio; pero éstosconstituyen el menor número.

Cuando sale de su habitación, se quita la capuchay se ciñe el escapulario por medio del cinturón, y de-fiende la cabeza de las injurias de la atmósfera mer-ced a un sombrero ancho.

La hembra oculta su frente y sus mejillas bajo unvelo blanco por debajo y negro por arriba.

Los dos sexos ofrecen gran número de varieda-des, y ruego a los naturalistas que estén en condicio-nes de examinarlos en sus propias guaridas, que nosproporcionen los caracteres esenciales de cada uno.

Se encuentra generalmente esta especie en los paí-ses montañosos, por los que muestran decidida pre-dilección, y rara vez puede estudiarse en las ciudadesy sitios frecuentados.

Sigue la regla de San Benito, padre de los monjesde Occidente.

Clemens Reynerius, Apostolatus benedictine, fol. Duaci, 1626.Antonio de Yepes, Chronicon generale ordinis S. Benedicti,fol. Colonix, 1648.P. Paolo Morigia, Istoria di tutte le Religioni che sono state alMondo, in Venezia, presso Gio Batt. Bonfadio, 1586, in-12.º.

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EL DOMINICO

DESCRIPCIÓN

Sin barba, corola velluda continua, pies calzados,la parte posterior cubierta, hábito de lana blanco, cin-turón de correa de unos tres dedos de ancho, capu-chón móvil levantado en forma de joroba hacia la ca-beza, de bordes sinuosos, con un apéndice o escudosobre el pecho, puntiagudo sobre el dorso, con unasutura longitudinal dividiéndolo en dos partes; man-gas de la longitud del brazo, anchas y plegadas; cue-llo blanco apenas visible por estar cubierto general-mente por una gran papada y un robusto morrillorepleto de grasa; cuando sale se cubre con un granmanto negro de lana que oculta el hábito blanco; lostegumentos interiores generalmente blancos; las man-gas de la camisa estrechas y sobresaliendo de las an-chas del hábito.

Los hermanos legos no usan manto y no se quitannunca la capucha ni el escapulario negro.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire hipócrita, el andar lascivo, la fisonomía pér-fida; ladra hacia medianoche y es su voz desagrada-ble y ronca.

Tiene gran olfato y husmea a gran distancia el vinoy la herejía; come de todo. El hambre es una de las

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pruebas a la que se somete a los novicios; los vetera-nos prescinden de toda ocupación y todo cuidado;hacen un dios de su vientre, se alimentan con sucu-lentos manjares, se acuestan en mullidos lechos, repo-san tranquilamente, duermen mucho y siguen el mis-mo género de vida que ciertos animales inmundos afin de que todo lo que comen se convierta en grasa.

La mayoría exhibe vientres colosales; los viejos, porser los más tripones, son también los más estimados.Combaten el dogma de la Inmaculada Concepción; talvez por eso se inclinan por las mujeres públicas.

Esta especie es el mayor enemigo del género hu-mano y de la sana razón. Es poco numerosa, porquela sabia previsión del Creador así lo ha dispuesto.

Acecha su presa desde lejos, cayendo sobre ella almenor descuido, y asiéndola por la astucia o por lafuerza, acaba por arrastrarla a la hoguera; entoncesse ve alrededor de ella la turba de monjes, que sólorespira sangre, insultar los sufrimientos de la víctimacuyos despojos se reparte, y aplaudirse a sí mismacon aullidos y horribles ladridos.

El Gran Inquisidor es el más terrible de todos: da,como el basilisco, la muerte solamente con la mirada.

Son sumamente peligrosos en España, Portugal yla América Meridional: los de Francia no están com-pletamente limpios de veneno; pero, como viven enun clima templado, son algo más tratables; esto noquita que se vuelvan terribles si se los transporta a unpaís más cálido.

Cambian constantemente de color, y parecen píos:la Naturaleza los ha criado así, con el fin de que sevuelvan sospechosos e inspiren desconfianza a quie-nes los vean.

El Creador tuvo la bondad de inspirar a los prínci-pes la idea de exterminar a esta perniciosa especie.

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La hembra no se diferencia del macho más que porun velo negro y por sus costumbres menos feroces.

Sigue las leyes de un español llamado Domingo,que fue el primero que condenó hombres al fuego,mediante la sanción del Santo Padre, quien para quenunca faltara una raza exterminadora, estableció enel siglo XIII tal especie de monjes, que pretende incul-car su doctrina a hierro y fuego.

Un perro rabioso llevando en la boca una antorchaencendida, que parece anunciar el suplicio y la tortu-ra, es el símbolo que esta especie cruel ha elegido paradiferenciarse de las otras.

Antonius Senensis, Chronicon Fratrum ordinis Prædicatorum,in 8.°, París, Nivelles, 1585.Baronius Vincentius, Libri quinque apologelici pro... moribusOrdinis Prædicatorum, in 8.°, 2 vol., París, Piget, 1666.P. Paolo Servita, Istoria della sacra Inquisizione; opera pía,dotta e curiosa del R., in 4.°, Serravalle, dalla Stamperia diAlbicocco, 1838.José Francisco de Isla, Historia del famoso predicador FrayGerundio de Campazas, alias Zotes, predicador general delColegio Santo Tomás de Madrid, in 4.°, 1787.

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EL CAMALDULENSE

DESCRIPCIÓN

Barbudo, la barba larga hasta el pecho, la cabezaafeitada, pelo corto formando una corola lineal; la parteposterior cubierta por un calzón, los pies calzados consandalias de madera; hábito de tela rústica, blanco,descendiendo hasta los pies; capuchón redondeado ysuelto; las mangas de la longitud del brazo; escapula-rio tan largo como el hábito, sujeto al cuerpo por uncinturón de tela blanca; el cuello estrecho, cosido alhábito; el manto blanco, amplio, envolviendo todo elcuerpo y cayendo hasta los pies; una túnica de lana envez de camisa; algunas veces un cilicio lleno de espi-nas dirigidas hacia fuera.

ECONOMÍA ANIMAL

Aire severo, andar pesado. Canta en comunidadsiete veces al día y también a la medianoche; lanza unson gutural, sepulcral y lánguido; permanece en si-lencio en su habitación, donde, según dice, está enmeditación constante; vegeta en la ociosidad y raravez se aleja de su morada.

Come pescado, huevos y vegetales; en tiempo devigilia desnaturaliza las legumbres y la harina, satu-rándolas con aceite; apaga la sed con vino.

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Cuando por casualidad se aparta de su habitación,se desprende de las sandalias y usa zapatos.

Los hermanos legos se ciñen el hábito con una co-rrea.

La hembra no se diferencia del macho más quepor un sayo con que se cubre la cabeza. Se los encuen-tra en las montañas, bosques y sitios escarpados.

Siguen la regla de Benito por orden de un ciertoRomualdo, que habiendo visto en sueños subir al Cie-lo por una escalinata a unos monjes blancos, por eseaviso sobrenatural cambió por el blanco el hábito ne-gro de los Benedictinos.

Esta especie es bastante rara y ya no se encuentraen los países sometidos a la casa de Austria.

En 1782 se llevó a cabo en esos países una caceríageneral que destruyó los últimos individuos.

P. Guido Grandis, Dissertationes de antiquit. ord.Camaldulenses, Lucæ, 1708.

Carl Pfeiffersberg, Columnae militantis ecclesiæ sivesancti, et illustres viri, in fol., fig. Norimb., 1725.

Pierre Helyot, Histoire des ordres monastiques religieuxet militaires, tome V, chap. XXI, in-4.°, París, 1714.

La Opere de Giovanni Cassiano, delle Costituzioni edell’origine de’ monaci, tradotte da Benedetto Rufi, eremitacamaldolese, in Venezia per Michel Tramezzino, in-4.º,1563.

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EL FRANCISCANO

DESCRIPCIÓN

Sin barba; la cabeza afeitada; la corola velluda ycompleta; los pies a medias calzados; cubierta la parteposterior; sayo de paño buriel; capuchón movible casien forma de corazón; la capilla pectoral redondeada;la dorsal triangular, bajando hasta el cordón blancocon tres nudos que ciñe con dos vueltas el abdomen;las mangas del largo de los brazos y bastante anchaspara poder ocultar en ellas las manos; no llevan esca-pulario; el manto buriel truncado, descendiendo has-ta un poco más abajo del trasero, sujeto por un peda-zo de hueso sobre la parte anterior del tórax; lostegumentos internos de paño, para producir cosqui-llas en la piel; el delantal, también de paño, alrededorde las nalgas y adherido a la túnica, largo hasta lasrodillas aproximadamente.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire rústico, el andar acompasado, la ropa com-pletamente cubierta de pequeños sacos en forma deembudo, donde guarda sus comestibles; los de deba-jo del sobaco le sirven para que el tabaco fermente,los del pecho encierran la caja de rapé, los de las man-gas el pañuelo; exhala un fuerte olor a macho cabrío,y se lo ve alguna vez rumiar cuando se entrega al

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reposo; desprecia el oro y la plata y sólo piensa enatrapar pan, carne o pescado, que componen ordina-riamente su alimentación; mendiga, y, quitándose elcapuchón, ofrece en prueba de reconocimiento taba-co a quienes lo socorren; posee un arte singular paraconvertir en un instante los amuletos, rosarios, reli-quias, Agnus-Dei, escapularios, imágenes y otros mu-chos talismanes, en vino y comestibles; se bate con losindividuos de su especie, y se deshace algunas vecesen secreto de sus enemigos; canta frecuentemente du-rante el día, y desde la medianoche hasta rayar elalba; su voz suena áspera y muy alta; los novicios pa-decen un año de prueba.

La hembra es completamente parecida al macho,sólo que se cubre la cabeza con un pedazo de telanegra: se las encuentra en las aldeas y ciudades. Elnúmero de variedades de esta especie es casi infinito;difieren únicamente por su economía, género de viday aire especial, y no merecen ser consideradas comoespecies distintas.

La híbrida, que sale de tanto en tanto de Irlanda,cultiva algunas veces sus cualidades intelectuales. Esel verdadero y eterno hijo de Francisco, que, por di-vina inspiración, predijo que el fin del género huma-no sería anterior al de su especie; puede ser que por-que la economía de la naturaleza no se altere, puessabido es que cada especie animal no es más que uneslabón de la gran cadena que une a todos los seres, yésta se rompería si una pulga o piojo solamente fue-sen destruidos. Hállase en los anales de esta especieque su creador, Francisco, tuvo a un cochino por pri-mer compañero de sus trabajos. Muy preocupado es-taba respecto de que Inocencio III aprobase su mane-ra de vivir, cuando vio un cerdo revolcarse en un char-co; incitado por tan bello ejemplo, hizo él lo mismo, y

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se presentó a Su Santidad completamente cubiertode lodo, e impresionado aquél por acto tan piadoso,bendijo, en los comienzos del siglo XIII, la orden delFranciscano.

Henricus Sedulius, Historia seraphica vitæ B. P. FrancisciAssisiatis, in-fol., fig. Antuerp. Nutius, 1613.

Bartholomaeus de Pisis, Liber conformitatum, in fol.,G. Ponticus, 1510.

Jacobus de Voragine, Legenda aurea, in-4.°, Lugduni,1514.

Erasmus Alberus, L’Alcoran des Cordeliers, 2 vol.,in-4.°, fig. Amsterdam, 1734.

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EL CAPUCHINO

DESCRIPCIÓN

La barba, las mejillas y el borde superior de la bocacubiertos por largos pelos; la cabeza afeitada, la coro-la velluda, interrumpida hacia el sincipucio; los piescalzados a medias; el cuello y la parte posterior des-nudos; el sayo de paño, compuesto de jirones a me-dio usar, cosidos entre sí, pardo, formando sobre elabdomen dos pliegues longitudinales; el capuchónmovible, alargado y puntiagudo; las mangas largas,anchas, sirviendo de envoltura a los velludos brazos;no usan escapulario; el cordón blanco, con tres nu-dos; el manto cortado sobre las nalgas, cubriendo loshombros, el abdomen y las extremidades superiores;carece de tegumentos interiores.

ECONOMÍA ANIMAL

Aire miserable; marcha perezosa; fisonomía si-niestra, muy parecida a la del orangután. Exhala unolor fuerte; esconde todo lo que le dan en el capu-chón y en las bolsas que lleva bajo los sobacos; lebasta con levantar un poco sus ropas para hacer li-bremente sus menesteres, y se limpia con el extremode una cuerda. Tiene sumamente flexible la espinadorsal, y toca el suelo con la frente al menor gestode su superior; no busca el oro ni la plata, pero está

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continuamente a la caza de piojos que lo molestan, alos que, sin embargo, no mata nunca. Se bate con losindividuos de su propia especie, pero su cólera seapacigua fácilmente pasándole con dulzura la manopor la barba, a la que cuida con esmero; ladra a cier-tas horas del día y de la noche en tono nasal y desagra-dable; devora y bebe de todo indistintamente; losmás barbudos tienen el privilegio de llevar, cuandovan de camino, frascos llenos de aguardiente, quecolocan en el fondo de la capucha, para confortarse;el silencio es su estado natural. Apenas si tienen al-guno que otro pensamiento; la necesidad los obligaa alejarse de su morada para mendigar el alimento;recogen y extienden paja, sobre la cual se entreganal sueño.

La hembra usa el velo superior negro y el inferiorblanco, y uno y otro en forma de corazón, sobre lafrente; lleva el cuello desnudo, y blanca la envolturadel seno.

Prueban a los novicios durante un año, haciéndo-les fregar la vajilla, ir por leña, limpiar la porquería,etc.

Los hermanos laicos tienen la cabeza cubierta delargo pelo; son semejantes a las larvas o a las crisáli-das que no han adquirido todavía los caracteres pro-pios de la especie: les falta el capuchón.

Se los encuentra en las aldeas y ciudades peque-ñas.

Esta especie fue creada por Francisco y reglamen-tada por Mateo Baschi, quien, no pudiendo resignar-se a obedecer después de haber mandado, salió de suconvento y, con la aprobación de Clemente VIII, des-garró la capucha puntiaguda que había recibido delCielo.

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Zacharias Boverius, Anuales capucinorum, in-fol.Lugd., 1632.

Guillaume Cacherat, Le Capucin défendu contre lescalomnies de Me Pierre Du Moulin, in-8.°, Paris, 1642.

S. Rouillard, Les Gymnopédes, in-4.°, Paris, 1624.La guerre séraphique, ou histoire des périls qu’a couru la

barbe des capucins, etc., in-12.°, Amster., 1734.

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EL AGUSTINO

DESCRIPCIÓN

Sin barba; rasurada la cabeza; corola cubierta depelo, no interrumpida; solideo negro, redondo, com-puesto de cinco piezas; semicubierta la parte posterior;desnudo el cuello; los pies calzados a medias; el sayode paño negro, bastante ancho; una correa negraciñendo la cintura y colgando sobre la región umbilicalhasta debajo de la rodilla; el capuchón movible, corto,casi en forma de corazón; la capilla pectoral redondea-da; levantada la dorsal y terminada en ángulo agudo;las mangas de la longitud del brazo, plegadas en elpuño; el manteo negro descendiendo hasta la rodilla.

ECONOMÍA ANIMAL

Aire de idiota; crapulosa la fisonomía; andar debobo; canta algunas veces durante el día y a media-noche; lanza sonidos melancólicos y sumamente agu-dos; en ocasiones, a pesar de la crápula y la ociosi-dad, enflaquece mucho; en varias ciudades, y sobretodo en Viena, sirve para guardar los intestinos delos príncipes rellenos de aromas.

Es carnívoro, y está siempre atormentado por unased inextinguible; se lo tomaría por un animal hi-drófobo, pues jamás prueba el agua. Sin embargo,no muerde ni presenta otra señal de rabia; canta más

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alegremente cuando la vid promete abundante co-secha.

El vino, que consume en abundancia, apaga en élel fuego del apetito carnal; por tanto, se cuida muypoco de su hembra, de la cual se encuentran pocosconventos, sobre todo en las comarcas vinícolas, don-de no hay ninguno.

Se lo encuentra en las ciudades y aldeas, especial-mente en las cercanías de los bosques. Sigue las re-glas de Agustín, que un portugués, Tomás de Jesús,reformó en el siglo XVI, dejando a la noble casa deAndrade el famoso título de padre de una numero-sa descendencia.

Nicolaus Crusenius, Monasticon Augustinianum, in-fol.,fig. Monachismi, 1622.

Elssius, Encomiasticon Augustinianuln, in-fol.,Bruxelles, 1654.

Martin Luther, Ejusd. ord. de votis monasticis iudicium,in-8.°, Witemb., 1521.

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EL TRINITARIO

DESCRIPCIÓN

Sin barba; la cabeza afeitada; un mechón de cabe-llos hemisférico; calzado a medias; semicubierta la par-te posterior; la túnica blanca, de lana, sujeta con uncinturón negro, un tanto levantado sobre los bordesdel escapulario; el capuchón flojo, blanco; las capillaspectoral y dorsal, corta y redondeada la primera, lasegunda más larga y puntiaguda; el escapulario estre-cho, más corto que la túnica y adornado con una cruz;las mangas plegadas y de la longitud del brazo: el man-teo negro, ancho, con una capucha del mismo color,encerrando completamente la capucha blanca de la tú-nica; una cruz roja y azul sobre el escapulario y el ladoizquierdo del manto; los tegumentos interiores de lana.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire grave, preocupado; la fisonomía exótica; dejaoír a medianoche sonidos disonantes y desagrada-bles: es ictiófago en su morada, pero se acomoda atodo fuera de ella; prefiere, sin embargo, las entrañasde los animales a cualquier otro alimento; es ávido decarne humana, sin que pueda, no obstante, decirseque es antropófago; se lo ve en todos los mercadosdonde son vendidos los hombres; despoja a los euro-peos, y lleva enseguida su presa a los piratas africanos,

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para recibir de ellos esclavos; se deja la barba cuandova a esa repugnante feria.

Esta especie es sumamente variada en España yPortugal; se ven allí individuos bien calzados y mejorvestidos, apandar piadosamente los cuartos; los natu-ralistas de estos países han descubierto la antipatíamortal de esta especie hacia el famoso y valiente ma-rino Barceló, que llevó a cabo la redención de cauti-vos sin el escapulario y sin la cruz roja.

Semejante este monje a los que están constante-mente de viaje o a los mercaderes ambulantes, no tie-ne hembra, excepto, acaso, en las más cálidas provin-cias de España; pero se acomoda gustoso con las hem-bras de las otras especies. Los que visiten con susmujeres las viviendas de esta especie, deben repararatentamente en el ciervo de grandes cuernos queacompaña a Juan de la Mata y al bienaventurado Valois,que por instigación de dicho ciervo, separaron a susdiscípulos de los otros monjes y los convirtieron enuna especie particular, en el siglo XII.

Cuando este monje termina sus migraciones, esta-blece en las ciudades sus cuarteles de invierno.

El Padre de la Merced es una variedad de estaespecie.

Annales Ord. SS. Trinit., in-fol., Romæ, 1683.Jean-Baptiste de La Faye, Relation du voyage pour la

redemption des captif aux royaumes de Maroc et d’Alger, in-12.º, Paris, 1726.

Théophile Raynaud (pseud. René de La Vallée),Hipparque du religieux marchand, 1645.

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EL CARMELITA CALZADO

DESCRIPCIÓN

Sin barba; la cabeza afeitada; corola peluda, no in-terrumpida; los pies calzados; cubierta la parte poste-rior con un calzón; el sayo de paño pardo; el capu-chón flojo, ancho; la capilla pectoral corta, redonda; ladorsal triangular, llegando hasta el trasero; cuello depaño pardo o negro; las mangas largas, anchas; el cin-turón negro, pasando por la región umbilical, sin su-jetar el escapulario; el manto tan largo como el sayo,de lana blanca y adornado de una capucha muy flojay de dos capillas, una dorsal y otra pectoral, que cons-tituyen una envoltura completa del sayo; la camisa delienzo.

ECONOMÍA ANIMAL

Aspecto robusto; semblante enrojecido; fisonomíaimpúdica; espaldas anchas; paso firme.

Se engorda con carne; deja oír día y noche un ás-pero sonido.

Es reñidor, disoluto; busca camorra y le gusta ba-tirse con los individuos de su misma especie; es máspeligroso encontrarse a su paso, cuando está poseídopor la ira, que tropezar con un toro; tiene especialafición a las riñas y las citas nocturnas; sus órganossexuales alcanzan en algunos países un desarrollo

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monstruoso; no contento con su hembra, suele algu-nas veces violar mujeres como el orangután.

La hembra de esta especie es común también a lasiguiente. Se la encuentra en las ciudades, y general-mente en sus barrios extremos.

Engendrado por Elías y Eliseo, ha degeneradoextraordinariamente; apareció por vez primera sobreel Monte Carmelo.

Acta Sanctorum ad diem XX Julii, in-fol., Antuerp.Cartagena, De antiquitate ordinis Montis Carmel, in-8.°,

Ant., 1620.Mirœus, Ordinis Cannelitani origo, in-8.°, Antuerp.

1610.Joan Balleus, Ejusd. Ord., Bibliot. Mundi, in-fol. Lon.,

15...

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EL CARMELITA DESCALZO

DESCRIPCIÓN

Sin barba, la cabeza afeitada; la corola provista depelos, no interrumpida; los pies medio descalzos; laparte posterior medio cubierta; el sayo de paño par-do, ceñido al cuerpo por un cinturón ancho y negro;el escapulario anterior estrecho, obtuso, más corto queel sayo; el capuchón flojo, amplio, arrugado, unido ala capilla pectoral, casi redonda y a dorsal, puntiagu-da; las mangas de la longitud de los brazos recogi-das; el manto de paño blanco baja hasta las rodillas ytiene un capuchón flojo, suelto, que puede echarsehacia atrás; una capilla pectoral casi redonda, y ladorsal triangular; los tegumentos internos son de lana.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire bastante modesto; anda con lentitud y a pa-sos contados; come indistintamente pescados, huevos,lácteos y farináceos; no prueba la carne; prefiere la cer-veza a cualquier otra bebida; sin embargo, está obliga-do a beber algún vino todos los días; cuando se hallarepleto, duerme, según la regla; en medio de la nochedeja oír una voz monótona y bronca. Esta especie esmuy amiga de la limpieza; rechaza a las jóvenes quetienen piojos o ladillas; hace pedazos la ropa vieja delos individuos, y los conserva cuidadosamente en si-

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tios excusados; los novicios están encargados de lavarestos trapos después que han servido; admirable eco-nomía de la Naturaleza que ha dado a cada especie uninstinto particular para aprovecharlo todo: así como elave hace comer a los pequeñuelos sus secreciones; asícomo el Gran Lama... ¡Oh profundidad!

La hembra vive con un poco más de austeridadque el macho; cubre su cabeza con un velo y no sereúne jamás en comunidad sin envolverse en un man-to, mucho más largo que el de los machos.

Se los ve en rebaños por las ciudades; algunos vivenaislados en ermitas; éstos, como las serpientes de casca-bel, llevan una campanilla cerca de la cola y la meneancada vez que sienten el aguijón de la carne y quierenanunciar su buena fortuna a todos los de su especie; en-tonces, cada uno de ellos revela su placer con gritos sor-dos y aplaude el feliz presagio, modo ingenioso de dara conocer en un instante a todo el bosque el ardor con-cupiscente que uno solo experimenta. Estos anacoretasno se afeitan la barba al volver a sus habitaciones.

Alberto, patriarca de Jerusalén, en 1205 redujo auna sola especie varias familias en otro tiempo dis-persas por el Asia. Una doncella española, Teresa, larestableció en el siglo XVI; por su orden se pusieronel calzón remangado y se descalzaron.

Acta Sanctorum, mensis april. ad diem VIII.P. Helyot, Histoire Des Ordres Monastiques Religieux

Et Militaires, tom. 1 , c. 46 y 47, 1714.François de Sainte Marie, Histoire générale des Carmes

déchaussés et des Carmélites, in-fol, 1655.Histoire du desert des Carmes Dechaussés, dit Las

Batuecas, sous le titre “Les cinq mots de Saint Paul”, in-4.°,fig. Matriti, 17...

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EL SERVITA

DESCRIPCIÓN

Sin barba en los climas templados, barbudo en lospaíses del Norte; la barba larga, partida, generalmen-te roja; la corola filiforme, provista de pelos, interrum-pida en el sincipucio; desnudo el cuello; calzados lospies; la parte posterior cubierta con calzones; el sayode paño negro; el capuchón movible, casi en forma decorazón, unido a las capillas, de las que la pectoral escorta, redonda, y la dorsal triangular; el escapularioancho, obtuso, libre; las mangas de la longitud de losbrazos, recogidas; el cinturón de cuero negro, colgantesobre la extremidad inferior izquierda; el manto depaño negro, truncado alrededor del fémur; el capu-chón amplio, redondo, sombreando los hombros y lacabeza.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire, judaico; perezoso el andar; come y bebe detodo; turba el sueño de sus vecinos durante la nochehaciendo oír sonidos temblorosos, que saca del fon-do de su gaznate.

Inclinado a la avaricia y a la lujuria; usurero, norepara en los medios de recoger monedas, que con-serva cuidadosamente; sin embargo, tiene, como to-dos los avaros, el aire pobre; se disciplina los miércoles

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y los viernes, y sus pobres e inocentes nalgas expíanlos pecados de la avaricia y de la carne.

En Italia no tiene barba, pero la ha recobrado enAlemania a fin de atraerse al capuchino Baschi, favo-rito de María Julia, viuda del archiduque. Esta prin-cesa es quien ha trasplantado a Alemania dicha espe-cie; se la puede considerar como un producto híbridodel capuchino y el servita italiano.

Puede decirse que es bígamo, porque tiene dos cla-ses de hembras: una recogida, la otra vagabunda; laprimera no se diferencia del macho más que en el velo;la segunda tiene una estrella azulada en la frente, yuna mancha roja en el seno izquierdo. Algunos frai-les, bajo el nombre de Mamilares, han creído que sepodía tentar el pecho de una religiosa sin pecar.

Giano, Annales Ord. TT. Servor. B. Mariæ, in-fol.Florentiæ, 1618, apud. Juntas.

Mich. Florentini, Chronicon Ord. Serv. B. Mariæ, in-4.°, Florent., 1667.

Histoire des Ordres Monastiques, contenant tout se qu’ily a de plus curieux dans chaque Ord., in-12.°, Berlin, 1751.

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EL TRAPENSE

DESCRIPCIÓN

Sin barba; la cabeza, provista de pelos, con un sur-co lineal circunscrito; y en los pies calzado de made-ra; la parte posterior cubierta con calzones; el capu-chón negro, movible, puntiagudo, corto; el sayo depaño blanco; el escapulario negro, estrecho, sujeto conun cinturón de lana negra; las mangas estrechas; elcuello tieso, blanco; los tegumentos internos de lana;lleva zapatos y se envuelve en un sayo muy amplio,blanco, de mangas grandes, y superpuesto un capu-chón lingüiforme cuando se presenta en comunidad.

ECONOMÍA ANIMAL

El aire siniestro; lento, lúgubre el andar; la medi-tación está pintada en su rostro.

Es misántropo; huye de los hombres, y hasta delos individuos de su propia especie; tiene los ojos cons-tantemente fijos en tierra.

Es mudo, pero lanza de vez en cuando, sobre todode noche, algunos sonidos lastimeros, y entonces tie-ne el cuerpo encogido.

Se alimenta de vegetales, bayas, manzanas, peras,rábanos, coles, etc.; bebe los jugos exprimidos de losfrutos carnosos.

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Este rebaño de monjes está compuesto por aque-llos a quienes un amor desgraciado o una ruina com-pleta han inducido a asociarse de tal modo. Nada losasusta; la misma muerte es un bien para los que noabrigan ninguna esperanza lisonjera; siempre estánentre suciedad, suspiros y llantos; duermen en un fé-retro; no se les da ningún remedio a los enfermos,porque Hipócrates dice que no se debe dar remedioalguno a las gentes desesperadas; a la hora de la muertese los acuesta sobre cenizas, y expiran rodeados detodos los de su especie y envidiados por ellos.

Como tienen más empeño en la destrucción queen la multiplicación de su especie, carecen de hembra.

Son los únicos frailes que labran la tierra, pero nogustan los frutos de su trabajo; éstos corresponden alos jefes de la especie.

Nietos de Benito, hijos de Bernardo, huyeron alos desiertos como un rebaño de hidrófobos; sus ha-bitaciones podrían pasar por casuchas o por guaridasde desesperados.

Armand-Jean de Rancé, Les réglements de l’Abbaye deNotre-Dame de la Trappe en forme de constitutions, in-12.°,Paris, 1698.

Jean Bouhier, Bernard de Montfaucon, Lettres pouret contre sur la fameuse question “Si les solitaires, appelleztherapeutes, dont a parle philon le juif, etoient chretiens”, in-12.°, Paris, 1712.

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EL MINIMO

DESCRIPCIÓN

Sin barba; la cabeza cubierta de pelo, con una man-cha redonda en medio; los pies calzados; la parte poste-rior cubierta por calzones; el sayo de lana, ancho, negro;el capuchón triangular, movible, acentuado, casi esca-moso, tieso, formado por dos paños cosidos de modoque, cuando inclina la cabeza, tiene el aire de un animalcalafracto; collar negro con filetes blancos; mangas an-chas, plegadas en la muñeca, formando los codos unsaco que llega hasta las rodillas; el escapulario ancho,redondo por la extremidad, llegando por delante hastalas rodillas y por detrás más abajo, formando ancha cola;está dividido en toda su longitud por una sutura que loatraviesa en medio, y por otras dos suturas transversa-les triangulares, cuya parte anterior tiene un ángulo di-rigido hacia el pecho, y la posterior hacia las nalgas; elcordón de lana, cilíndrico, al que se añade otro con dosregiones de nudos, cinco en cada una, cae sobre la extre-midad inferior derecha. Los tegumentos internos, delos que no se despoja nunca, ni aun de noche, tienen unolor a aceite muy pronunciado.

ECONOMÍA ANIMAL

Aire avispado, andar imbécil, inseguro; el olor aaceite rancio que exhala produce náusea; no hay vientos

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más fétidos que los que suelta; no tiene piojos ni pul-gas, y en general ningún insecto se acomoda sobre él,pues ya se sabe que huyen todos del aceite.

En medio de la noche deja oír una voz chillona; pasael día sin hacer nada. Rechaza la carne, los lácteos y loshuevos; devora los pescados y los vegetales, que cuidamucho de aderezar bien con aceite; del mismo modoadereza las aves acuáticas, metamorfoseadas por él,contra todas las leyes de la Naturaleza, en pescados;su detestable cocina se extiende a las ranas, las tortu-gas, las culebras, etc.; continuamente se ve atormenta-do por la sed y por el aguijón de la carne.

Probablemente es andrógino, como los caracoles;al menos, los naturalistas no han descubierto aún ni aun solo individuo hembra entre los miles que han te-nido ocasión de examinar.

El escapulario, más largo adelante que atrás, indi-ca el carácter esencial de los hermanos laicos.

Se lo encuentra en las barriadas y en los pueblos,sobre todo donde abunda el pescado.

Esta especie tiene su origen en la Calabria, país delaceite; tuvo por padre a Francisco de Paula, y fue con-cebida por Alejandro VI, papa en el siglo XV. Este Fran-cisco, cuando estuvo bastante saturado en aceite, flota-ba sobre el agua sin hundirse, como un trozo de cor-cho. Refiérese esta historia como un milagro, cuandonadie ignora que el aceite es más liviano que el agua.

Franciscus Lanovius, Chronicon generale ordinisMinimorum, in-fol., Sumptibus Sebastiani Cramoisy,1635.

Camus, evêque de Belley, de l’ouvrage “Des moines”,in-8.º, Rouen, 1633.

Mathurin Picard, Le fouet des Paillards, par le curé duMesnil Jourdain, in-12.º, Rouen, 1623.

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ÍNDICE

Prólogo por David F. Strauss, 9

Correspondencia a propósito de la obradel cura Meslier, 37

El Testamento de J. Meslierpor Voltaire, 45

I. De las religiones, 47; II. De los milagros, 67;III. Conformidad de los antiguos milagros y los

nuevos, 72; IV. De la falsedad de la religión cristiana, 78;V. De las santas escrituras, 84; VI. Errores de la

doctrina y la moral, 91

Ensayo de historia naturalsobre algunas especies de monjes, 101

Advertencia del traductor del latín, 103Prefacio, 105

El monje, 113; El benedictino, 116; El dominico, 118;El camaldulense, 121; El franciscano, 123;

El capuchino, 126; El agustino, 129; El trinitario, 131;El carmelita calzado, 133; El carmelita descalzo, 135;

El servita, 137; El trapense, 139;El mínimo, 141

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