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ÉTICA / MORAL DOCENTE: Fernando Zegarra Aguilar Arequipa, 2015

Texto unico de Moral

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Etica, moral , derecho

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ÉTICA / MORAL

DOCENTE: Fernando Zegarra Aguilar

Arequipa, 2015

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UCSP DOCENTE: Mag. Fernando Zegarra Aguilar CURSO: Ética / Moral

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PRESENTACIÓN

Desarrollar un curso de moral o ética en una carrera de una universidad católica de derecho, constituye un reto tanto para las autoridades universitarias como para los docentes de la materia en mención, ya que nos encontramos no pocas veces ante una actitud prejuiciosa o laxa por parte de algunos alumnos, que ven el curso de moral (y en fin, los cursos de humanidades) como “relleno curricular” o como un pretexto, por parte de la institución, para ser vistos por el mundo exterior como una universidad con orientación confesional o humanista. En mis pasados semestres como docente universitario del curso de moral, he oído comentarios o “quejas” de algunos alumnos de que en la UCSP se dictan demasiados cursos de humanidades, y éstos les quitan tiempo para poder avocarse mejor a sus cursos más específicos de carrera. Lo cual refleja aún que no se ha podido convencer a los alumnos de la llamada «integración del saber», de la necesidad del «ser» unido estrechamente al «deber ser» con miras al logro de un auténtico desarrollo humano integral. Derrotar prejuicios haciendo cada vez más evidente la necesidad de la mencionada integración, es uno de los objetivos de este curso. En efecto, dándonos cuenta que “la moral comienza cuando se trata de elegir un sentido susceptible de realizar al ser humano en su línea propia, un sentido capaz de desarrollar en plenitud sus posibilidades” (Aubert, Jean-Marie: Compendio de la Moral Católica, la Fe y la Vida, EDICEP, Valencia, España, 1991, p. 18). Posibilidades que han de ser bien discernidas (distinguidas) y elegidas para cumplir el cometido fundamental de dar sentido a la vida, a nuestras vidas. En efecto, “el ser humano no es solamente un simple animal; está dotado de un pensamiento reflexivo (nosotros diríamos espiritual) y de libertad” (Aubert, Jean-Marie: 1991, p. 17). Libertad que debe estar encaminada a la «auto-posesión» de la persona, es decir, una bien entendida autonomía que permita al ser humano elegir la vía de la virtud como estilo de vida. Nuestro curso constará de cuatro unidades de estudio. La primera: “La Ética Filosófica y la Moral Cristiana”, donde presentaremos una primera noción de ética y moral junto a los problemas que buscan resolver. Segunda: “La Acción Moral y su finalidad”, aquí realizaremos un análisis del acto humano, presentando sus condiciones y especificando su moralidad. Tercera: “La Vida Virtuosa”, en este punto buscaremos comprender la aspiración última de toda persona, mediante la práctica habitual del bien. Y la cuarta: “Lo Éticamente Correcto y su Conocimiento”, en donde estudiaremos la recta razón, la conciencia moral y el conocimiento de la ley natural. En consecuencia, estimados alumnos, les resta asumir el compromiso de abrirse a la necesidad fundamental de articular sus estudios de carrera con la aplicación e interpelación habitual del «comportamiento correcto», desde una conciencia moral dispuesta a su perfeccionamiento, en beneficio de cada uno de ustedes y de aquellos en quienes impacten sus decisiones y actividades diversas. Es, en efecto, un reto a comportarse de modo responsable según las exigencias morales en la cotidianeidad.

Fernando Zegarra Aguilar

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PRIMERA UNIDAD: LA ÉTICA FILOSÓFICA Y LA MORAL CRISTIANA I. LO ÉTICO Y LO MORAL: El hombre es un ser dotado de diversas facultades o potencias tanto internas como externas, que le permiten ser capaz, entre otras cosas, de poseer una idea de sí mismo y del entorno que lo rodea y en el cual vive y se desarrolla. Gracias a esta misma conciencia o acto de la inteligencia que ejerce, empieza a cuestionarse sobre un sinnúmero de problemas referentes al sentido de su existencia; dentro de tales interrogantes se da cuenta que desde su ser y proceder típicamente humanos, va en búsqueda del bien, lo adecuado, lo éticamente correcto y el rechazo del mal, lo indebido, lo prohibido, lo dañino. Descubre y cree firmemente, pues lo deduce de sus propias tendencias ordenadas y de la experiencia, que su realización auténtica va por el lado de desplegarse en el bien para poder responder enteramente a esos cuestionamientos y exigencias internos, que brotan de su modo humano de ser y hacer en la cotidianeidad de su vida. Realización auténtica como persona que, descubre, y debe siempre tender a «lo correcto» y perfeccionarse en ello. En este sentido, se constata una INTERPELACIÓN ÉTICA EN EL SER HUMANO que la propia conducta adecuada le exige, y tiene su razón de ser en esa sana ambición propiamente humana de aspirar al bien y desarrollarse en él. De esta manera el ser humano se encuentra en una constante búsqueda de esa verdad moral, exigida por la interpelación ética, para responder esas interrogantes existenciales más profundas, vinculadas al sentido de su vida. En este trayecto, la persona humana no está exenta de errores ni de aberraciones. Por ejemplo: “el advenimiento de la sociedad moderna que repudió el orden social y moral anterior, el de la sociedad tradicional de los siglos cristianos”1. Por lo cual, el hombre moderno tiene muchos prejuicios (inclusive infundados) sobre las reglas de la ética-moral universal (natural), inclusive algunos las niegan. El varón y la mujer contemporáneos se ven a sí mismos, mas bien como aquellos que poseen una autonomía de tal modo, que puedan crear su propio futuro y arrogarse el derecho de definir qué es lo bueno y qué es lo malo, según su conveniencia utilitarista; es decir, se constata un cierto rechazo a cumplir normas ya establecidas, “la moda” exige sé tú mismo el paradigma (imperativo categórico de Kant), no tienes porqué obedecer otras reglas que no provengan de ti mismo. Pero todos sabemos que el mundo y la sociedad son ya demasiado “retro”, en el sentido que las diversas ideologías actuales no son un invento exclusivo de nuestro tiempo, sino que vienen de épocas anteriores, solamente se les ha puesto otras etiquetas. En tal sentido, recordemos esta frase del escéptico Pirrón de Elis (365-275): “Nadie está por encima de mí, ni Dios ni la patria. El amor y la verdad son una mentira”. Una frase de esta categoría no nos escandaliza ya tanto en nuestros días, porque sabemos y constatamos en la cotidianeidad, que la moda del pensamiento moral actual se relaciona mucho con el subjetivismo o relativismo ético, escepticismo, individualismo, indiferentismo… Así pues,

1 Aubert, Jean-Marie (1991): Compendio de la Moral Católica, la Fe y la Vida, EDICEP, Valencia, España, p. 18

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cada uno tiene “su verdad”, su “mundito” y nadie puede atreverse a interpelarlo, ya que eso –según la moda presente- atentaría contra la paz individual y social. En efecto, el pensamiento de nuestra sociedad hodierna (actual) no se muestra ya fundado en un sentir religioso o moral, sino en una morbosa exaltación de la persona (individualismo). Recordemos esta frase de Sartre: “Ya no hay cielo ni bien ni mal ni nadie que me dé órdenes, porque yo soy hombre, Júpiter, y cada hombre debe inventar su camino […] Mi libertad no es una cualidad sobreañadida a una propiedad de mi naturaleza […] es exactamente el material del que está hecho mi ser” (J. P. Sartre: Las moscas, 1943). Tal individualismo es, pues, una tentación como estilo de vida que debe ser enfrentado desde la propia verdad del ser humano, que no puede contentarse con modos de vida que pongan en riesgo su ser relacional y dinámico. Es así como se muestra dicha tentación, OPONIENDO LEY Y LIBERTAD, mejor dicho mal entendiendo el sentido propio y moral de la facultad inherente de la libertad humana. En consecuencia, corresponde al ser humano dar un auténtico sentido a su vida que, obviamente, va más allá del aspecto biológico. Ha de partir de la AUTOCONCIENCIA y de su RELACIÓN CON LOS DEMÁS. En tal ámbito de opciones diversas, es el hombre quien elige el camino a seguir (auto-posesión2). Por consiguiente, la persona no puede desarrollarse más que por sí misma, sus decisiones por las que opta siempre han de estar motivadas por «lo auténticamente correcto». Ya el mundo griego trató de encontrar respuestas a esas interrogantes sobre el sentido de la vida humana, por medio de la reflexión ética. De este modo, la ÉTICA SE CONVIERTE EN FILOSOFÍA, en la reflexión (racional) para encontrar el mejor modo de existir, la vivencia habitual del bien:

“La filosofía griega –en un primer impulso por obra de Sócrates y de modo ya consolidado con Aristóteles- vio la necesidad de adquirir y desarrollar un saber acerca de la vida ética o moral. La diversidad de opiniones sobre los modos de vida que entonces circulaban, tanto en boca de los sofistas como por noticia del descubrimiento de nuevas y distintas culturas, impulsaron a los auténticos filósofos a buscar el mejor modo de vida en absoluto, por referencia al cual pudieran juzgarse los demás. Justo en ese momento nació la ética filosófica o filosofía moral”3.

Entonces notamos un carácter “incondicionalmente fuerte o debido”4 de la ética, que salvaguarda los conceptos de bien y de mal de todo subjetivismo utilitarista. Así tenemos que:

“La ética aspira a ser, desde entonces, un saber objetivo, es decir, que no dependa de las opiniones de cada sujeto particular; universal, que sirva de vara para medir los ideales de vida buena de cualquier cultura; ordenado, de forma que pueda argumentarse racionalmente, puesto que es pensada por seres racionales y está dirigida a ellos; y sobre la base del conocimiento de sus causas o fundamentos, de lo contrario no pasaría de

2 Véase: Aubert, Jean-Marie (1991): Op. Cit., p. 17 3 Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ética Filosófica, un Curso Introductorio, EUNSA, Pamplona (España), p. 24 4 Véase: Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., p. 21

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ser una argumentación sofista. Todo esto puede resumirse en una densa y ambiciosa palabra: pretende ser una ciencia”5.

En consecuencia, nos encontramos ante una ciencia, rama de la filosofía, que se encarga de estudiar el obrar moral de la persona humana que se dirige siempre hacia algún fin: “Independientemente de lo que el sujeto quiera o experimente, hay un bien y un mal objetivos que están ante su conciencia para aceptarlo o rechazarlo”6. Por lo que juega un rol fundamental la capacidad de elección del hombre, y tal decisión ha de ser conforme al dictado de su conciencia. Veamos a continuación qué es ética y qué es moral: 1.1. Ética y moral como realización de la conducta humana en el bien:

ÉTICA

MORAL

Objeto material:

El comportamiento humano

responsable en cuanto calificable como bueno o malo.

Objeto material:

El comportamiento humano

responsable en cuanto calificable como bueno o malo.

Objeto formal:

El comportamiento humano ha de

ser juzgado como bueno o malo teniendo en cuenta sólo la reflexión

racional.

Objeto formal:

El comportamiento humano ha de ser

juzgado como bueno o malo teniendo en cuenta no sólo la reflexión

racional, sino también los contenidos de la revelación y de la fe.

Fuente: Flecha Andrés, José-Román (1994): “Teología Moral Fundamental: serie de manuales de teología Sapientia Fidei”, BAC, Madrid, pág. 5 (Diseño propio).

A tenor de estos conceptos se puede afirmar, sin lugar a dudas, que tanto «ética» como «moral», están referidas al carácter conductual de la persona humana orientado a la realización habitual del bien y el rechazo constante del mal, concretamente dirigido hacia la búsqueda y vivencia de lo verdadero en contraposición a la falsedad del fraude y el engaño, siempre abominables. Entonces notamos que la diferencia se sitúa en el objeto formal, aunque dicha diferencia, en nuestros días, está orientada con fines pedagógicos; ya que también se puede hablar de ética cristiana y de moral laica o civil. En tal sentido también se utilizan como sinónimos. Por lo que prefiero escribir «ética-moral» (ciertamente, orientada desde una perspectiva católica). De esta manera, “la revelación cristiana implica, sin duda alguna, las exigencias de la ley natural7 expresadas en el decálogo [los diez mandamientos de la ley de Dios], pero transformadas en la ley

5 Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., p. 24 6 Rey de Castro E., José (2013): Cuaderno de Trabajo de Introducción a la Filosofía, UCSP, Arequipa (Perú), p. 90 7 «Ley natural» es el sentido moral original del hombre que le permite discernir desde la razón entre el bien y el mal, en: CEC ( Catecismo de la Iglesia Católica) N°1954-1960

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nueva. La ética goza de una autonomía cognoscitiva, en cuanto que trata de encontrar en la razón la capacidad de obrar el bien y el mal humanos”8. El contenido de las ciencias que versan sobre el obrar humano está referido a buscar el sentido de la vida, ya que tratan de encaminar la acción del hombre a un fin que responda a su sed de felicidad. En este sentido, “solo la moral cristiana responde, efectivamente, a esa búsqueda de felicidad que, como explica santo Tomás, es una búsqueda de infinito, dado que el hombre no encuentra en las realizaciones humanas que consigue, el descanso definitivo para su sed de bien y de verdad (Sth., I-II, q. 1, a. 8)”9. Realizaciones humanas que si rechazan a Dios terminan, en el fondo, revelándose contra el propio hombre, agravando aún más esa sed de felicidad. “Se trata, por tanto, de la perspectiva sobrenatural que tiene a Dios como fin último efectivo que se realiza ya aquí por la gracia de Cristo”10. Gracia o asistencia sobrenatural que proviene de Dios, que eleva al ser humano de su condición limitada y herida por el pecado, a la relación filial Dios-Hombre, Padre-Hijo. 1.2. Etimología y naturaleza de la ética y la moral: La palabra ética es, ciertamente, muy antigua y se encuentra en el título de los tres tratados morales de Aristóteles: Ética a Nicómaco, Ética a Eudemio y Gran Ética. Veamos seguidamente un cuadro sobre la etimología de “ética” y “moral”:

La primacía del significado de ética la tiene el “ethos” como carácter, forma de ser. Por lo que, “ético” se encuentra más relacionado con la forma de ser que con la costumbre. Así, “carácter” implica el EJERCICIO DE LA VOLUNTAD y “costumbre”, el condicionamiento de la libertad como imposición. En la lengua latina hubo cierta equivocidad al traducir el ethos griego por “mos” o costumbre, haciendo énfasis en un modo mecánico de hacer las cosas y no en un “modo de ser adquirido” voluntariamente. En consecuencia, tanto ética como moral buscan procurar el bien básico del ser humano y son ciencias de los actos humanos. Así, estudian la moralidad del obrar humano; en otras palabras, consideran los actos humanos en cuanto son buenos o malos. Aristóteles señala que la ética es un tratado:

“No teórico como los otros (de la filosofía), pues no investigamos para saber qué es la virtud [solamente], sino para ser buenos, ya en todo caso sería totalmente inútil, y por eso tenemos que considerar lo relativo a las

8 Sayés, José Antonio (2003): Teología Moral Fundamental, EDICEP, Valencia (España), p. 20 9 Id. 10 Id.

θος (Ethos con épsilon: costumbre, hábito)

- ἦθος (Ethos con eta: carácter, forma de ser)

- Mos, moris: Moral (costumbres, hábito)

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acciones (praxis) y al modo de realizarlas, son ellas, en efecto, las que determinan la calidad de los hábitos”11.

Siguiendo esta línea, santo Tomás de Aquino afirmará:

“[…] la ética es una ciencia práctica, porque no se detiene en la contemplación de la verdad, sino que aplica ese saber a las acciones humanas”12.

Por tanto, la ética se realiza en la aplicación constante del bien en la acción cotidiana de las personas. Por otro lado, la teología moral tiene su fundamento inmediato en la Revelación de Dios. “La teología moral hará, por tanto, un estudio directo de la Escritura y la Tradición, ya que ambas están estrechamente unidas” (DV 9). Es decir, que la teología se hace como reflexión humana a la luz de la Biblia, la Tradición eclesial, bajo la guía del Magisterio de la Iglesia, que le “corresponde iluminar la vida humana no solo en el aspecto de la fe sino de las costumbres (de fide et moribus)”13. “El objeto de la Ética-Moral no es únicamente comprender cómo el hombre dirige su propia conducta, sino también ayudarle a proyectar y realizar una conducta buena”14. En consecuencia, la ética-moral es un saber que dirige el comportamiento libre del hombre hacia su realización plena en la vivencia y perfeccionamiento estables del bien. 1.3. Originalidad de la Ética-Moral en relación con otras ciencias15: Entre las ciencias positivas, humanas ante la ética-moral, existe una diferencia que se sitúa en la perspectiva con la cual el ser humano es tratado. De este modo las ciencias positivas (observación, experimentación) estudian lo que es el hombre en la realidad, absteniéndose de emitir todo juicio sobre lo que constatan. Establecen relaciones entre hechos (por ej.: los datos de una encuesta) para sacar de ellos leyes más o menos generales y dar una explicación global de los hechos. Toda ciencia positiva o no trata de lo que existe, de los datos de la experiencia (del ser). Al contrario, la moral, estudia al hombre como ser en crecimiento y en proyecto, capaz de desarrollarse y de dar un sentido a su vida, intenta precisar cuál debe ser la orientación para el mejor futuro del hombre (dicta normas). Se pregunta ¿HAY SENTIDOS PROHIBIDOS POR SER CONTRADICTORIOS EN UN REAL PROGRESO HUMANO? En consecuencia, el sentido dado a la vida puede, o bien, degradar o, contrariamente, desarrollar plenamente.

11 Aristóteles: Ética a Nicómaco (trad. De J. Marías y M. Araujo, ed.), Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002, 1103b 27-29 12 Tomás de Aquino: De virtutibus in communi, q.1, a. 6, ad I. 13 Sayés, José Antonio (2003): Ob. Cit., p. 22 14 Cfr. Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ética General, EUNSA, Pamplona (España), p. 27 15 Basado en: Aubert, Jean-Marie (1991): Op. Cit., pp. 18-19

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Mientras que cada una de las ciencias humanas versa sobre un sector particular de lo humano (su psiquismo, su vida en sociedad, su vinculación con el medio, su pasado), LA MORAL TIENE UN CAMPO ABSOLUTAMENTE UNIVERSAL:

ESTUDIA AL HOMBRE EN SU TOTALIDAD Lo estudia en la conducción de su vida y en el sentido que le da. En síntesis, las ciencias positivas del hombre versan sobre el ser (el hecho), la moral sobre el deber-ser (la norma). 1.4. El hecho, la norma y la misión de la Ética-Moral: El hecho se establece mediante una constatación positiva de lo que está siendo en realidad; la norma se establece para regular por adelantado una decisión futura o juzgar un acto humano después de realizado16. Veamos un ejemplo, también tomado de Aubert, para un estadista la palabra “normal” significa lo que es conforme con una medida establecida por las estadísticas; así se dirá que es normal esperar tantos muertos como consecuencia de accidentes de carreteras en un país determinado. Por lo que “normal”, en estos casos, designa un simple hecho o constatación de la realidad (lo que es). Al contrario, el moralista no encontrará normal lo que el sociólogo o el economista da como tal desde su punto de vista. Por tanto, es importante tener en cuenta el campo de acción de cada ciencia para que ninguna se arrogue el derecho de inmiscuirse en el papel que no le corresponde. Lo cual no quiere decir que no exista una relación necesaria entre todas las ciencias, sino que cada ciencia cumpla en estudiar su materia sin pretender sustituir a otra. En consecuencia, la moral debe recabar información de las demás ciencias para servir mejor al hombre con su “deber-ser”, y las demás ciencias deben dejarse guiar por las orientaciones conductuales que aporta la moral, a fin de no volverse contradictorias al individuo y la sociedad. En tal sentido, “la misión de la Ética-Moral es ayudarnos a distinguir el bien verdadero del bien aparente, para que la voluntad pueda dirigirse al primero y evitar el segundo, que en realidad es un mal”17. Entonces, podemos percatarnos que la ética-moral va en la dirección de salvaguardar la totalidad del hombre ante el engaño o aquello que aparezca beneficioso, pero en el fondo es destructivo: sacar buenas notas plagiando, participar en clase exclusivamente por la nota, fingir prestar atención en clase pero estar pensando en asuntos ajenos al momento… 1.5. La necesidad de la metafísica para el conocimiento del bien moral y su fundamentación

ontológica:

16 Cfr. Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., p. 22 17 Ibíd. P. 23

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Recordemos que la sana curiosidad humana se interroga por el origen del hombre y de todo lo existente: ¿Qué es todo esto? ¿Quién es el hombre? Posteriormente, ya más consciente de sí y de su entorno, descubre una ciencia que estudia al ser no por sus accidentes, sino en cuanto tal y buscará las causas de éste. Es la llamada metafísica o filosofía primera (Aristóteles), que ayudará al ser humano a reflexionar sobre los primeros principios de la realidad; aquello más general o común de las cosas existentes:

“Hay una ciencia que estudia el ser en tanto que ser y los accidentes propios del ser. Esta ciencia es diferente de todas las ciencias particulares, porque ninguna de ellas estudia en general el ser en tanto que ser”18.

En todas nuestras actividades buscamos alcanzar algún bien: escogemos una universidad y no otra porque creemos que la seleccionada es la mejor, optamos por algún tipo de entretenimiento que vemos es sano… Descubrimos una tendencia común a lo bueno, a lo que consideramos necesario, a aquello que nos apetece. Pero, ¿QUÉ ES EL BIEN? “El bien (o lo bueno) es el «fin que todas las cosas apetecen» comienza diciendo Aristóteles como definición tradicional (Ética Nic. I, 1-1094 a 3)19, y los escolásticos recogieron su tesis (p. e., Tomás de Aquino Sth. Ia, q. 5 a. 1). Como dato primigenio, el bien es tan indefinible como el apetecer. Solamente se le puede describir y clasificar experimentándolo, es decir, a base de la propia experiencia del apetecer”20. En este sentido, reflexiona santo Tomás, “algo es bueno o tiene bien si es perfecto (0 sea, no le falta nada) y, por ello, surge como apetecible”21. LA METAFÍSICA ESTUDIA LA NATURALEZA DEL BIEN A PARTIR DE LA NOCIÓN MÁS PRIMARIA: EL «SER». Por tanto, el bien es el ser en cuanto apetecible. Cuando hablamos sobre la bondad de las cosas (bien ontológico), nos referimos a un aspecto de su ser. El ser en cuanto INDIVISO es UNO, en cuanto COGNOSCIBLE es VERDADERO, y en cuanto APETECIBLE es BUENO (estos son los llamados TRASCENDENTALES DEL SER). El bien es lo que todos desean como PERFECCIÓN DEL SER de lo buscado o apetecido; de lo contrario, nuestro querer sería la causa de la bondad ontológica de las cosas: Las cosas serían buenas porque nuestro gusto así las convirtió. 1.5.1. El ser, raíz de la bondad (El bien ontológico):

“Hay cosas que son más perfectas que otras, porque su fin es más elevado, pero, en cuanto algo es, ya es bueno, porque ha alcanzado un fin”22.

18 Aristóteles: Metafísica, Libro IV, I, traducción de Patricio de Azcárate, Espasa Calpe, Madrid (España), p. 115 19 En la traducción de “Moral a Nicómaco” de Patricio de Azcárate: “el bien, […], es el objeto de todas nuestras aspiraciones”, disponible en: http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01003.htm (18,VII,2014). 20 Splett, Jórg: Bien, s/a, disponible en: http://www.mercaba.org/Mundi/1/bien.htm (18,VII,2014). 21 Tomás de Aquino: Suma Teológica, Ia, a.5, q.5, ad 5 22 De Torre, José María (1990): Filosofía Cristiana, Palabra, Madrid (España), p. 330

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La metafísica considera la existencia, el acto de existir como la perfección del ser. Es obvio que las cosas son apetecibles en cuanto son perfectas, pero ALGO ES PERFERCTO EN TANTO QUE EXISTE (está en acto). Por ende, UNA COSA ES BUENA EN CUANTO EXISTE. Pero no sólo la existencia es causa de perfección del ser, sino también que éste ser que existe, EXISTA CON TODA LA PERFECCIÓN PROPIA DE SU SER. Una cosa cuanto más perfecta es más buena y, por ello, más apreciada. 1.6. Finalidad y bien:

“[…] Pero el fin es principio del obrar humano, como señala el Filósofo en II Phys. Luego es propio del hombre el obrar siempre por un fin”23.

El fin es aquello por cuya consecución el agente se mueve a obrar, la meta, el objetivo hacia el que se orienta cualquier esfuerzo. La noción de fin está íntimamente unida a la de bien, porque se busca lo bueno (que surge apetecible). Se diferencian en cuanto el bien, lo es en sí mismo, pero la finalidad ha de ser elegida por el sujeto. Si este bien se refiere a lo más específico de la naturaleza humana, es decir, al actuar libre y responsable de la persona, estamos hablando del BIEN MORAL.

“[…] Sobre la bondad o maldad en las acciones debe hablarse tal como respecto del bien y del mal de las cosas [...] Toda cosa tanto tiene de bien cuanto de ser; y en cuanto le falta algo en su plenitud de ser, en esa misma medida le falta bondad y se le llama mala. Así también toda acción tanto tiene de bondad cuanto tiene de ser; y en cuanto le falta algo de la plenitud de ser que es propia de la acción humana, en esa misma medida le falta bondad y es considerada mala”24.

Por tanto, la bondad o maldad de los actos humanos depende tanto de la perfección o falta de ella. Más adelante veremos que dicha perfección en el obrar humano consiste en la práctica habitual y creciente del bien, es decir, la virtud. A continuación veamos lo que es la “experiencia de la moralidad”, habrá que tener en claro la diferencia entre el valor moral «en sí» y el valor moral «para mí»: 1.7. La experiencia de la moralidad25:

a) Una experiencia universal Es un hecho que en todas las culturas y sociedades de todas las épocas de la humanidad, son frecuentes expresiones lingüísticas y comportamientos que se refieren a juicios de valor, de mérito o de demérito, de premio o castigo, etc. en función del modo de actuar de los individuos o

23 S. Th., I-IIae, q.1, a.1 24 S. Th., I-II. q. 18, a.1 25 Miranda, Gonzalo: La Moral… una Respuesta de Amor, en: http://www.es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=28&capitulo=169 (21,VII,2014), s/a. El compilador se ha tomado la libertad de poner letras en negrita, cursiva y mayúsculas.

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los grupos. Se habla de “bien o mal”, “noble o innoble”, “digno o indigno”, “apreciable o despreciable”, etc. Pero lo más importante es ver que cada uno de nosotros, aun con ideas y creencias diversas, con diversa educación y visión de la vida, etc. experimentamos personalmente la realidad de un “algo” que se presenta en nuestra vida como importante y determinante para guiar nuestros actos. Más aún, como veremos enseguida, experimentamos ese “algo” como aquello que define el valor mismo de nuestros actos libres y de nosotros mismos en cuanto personas libres.

b) El valor como motivación Partamos del hecho de que siempre que actuamos voluntariamente (lo cual supone también que actuamos conscientemente), lo hacemos movidos por algún motivo. Hay algo que “nos mueve” a hacer o dejar de hacer esto o aquello. También el chico que dice: “a mí me da la gana de actuar sin ningún motivo...”. En realidad, ése es el motivo que le mueve: el deseo de actuar sin motivo, por puro capricho. Ahora bien, si algo nos “mueve” a actuar, es porque [descubrimos la bondad que contiene en sí ese objeto motivador] para nosotros ese algo “vale”; a veces decimos de ese algo que “vale la pena”. Es decir, comprendemos que hay una pena que pagar, un costo; pero que el valor de esa realidad justifica la pena. Puede tratarse de un objeto que deseamos comprar pero nos parece caro; dudo, y un amigo me dice: “vamos, vale la pena”. Puede tratarse del esfuerzo por estudiar moral, o de renunciar a mis planes previos, para entrar en el seminario... Cuando algo me cuesta, pero decido de todas formas hacerlo, comprarlo, buscarlo.... significa que en mi interior he captado un valor superior a lo que he de sacrificar.

c) El concepto de valor En el fondo, pues, lo que nos motiva a actuar o dejar de actuar, es un valor. Y ¿qué es un valor? ¡Buena pregunta! Pero no vamos ahora a enredarnos en todo un análisis de ese complejo concepto. Naturalmente no me refiero aquí a los valores manejados en las Casas de bolsa (de “bolsa de valores”), ni exclusivamente a eso que a veces se entiende cuando se dice, por ejemplo, que “los jóvenes de hoy ya no tienen valores”. Ahí se refiere uno a una categoría exclusiva de valores, los que tienen un carácter espiritual, de cierta nobleza reconocida por la sociedad, etc. La categoría de valor a la que me refiero aquí, es más general y radical; y está efectivamente siempre presente en nuestras decisiones voluntarias. Valor significa aquí simplemente aquello que me atrae a mí, sujeto, por parte de un determinado objeto. Todo “objeto”, en sentido metafísico, puede ser visto en un momento dado como bien por parte de algún sujeto. Será un filete humeante a las dos de la tarde, será un buen libro, o la amistad de un compañero, o el sacramento de la Eucaristía... Pero no basta que sea potencialmente un bien; yo, sujeto, he de descubrirlo en cuanto tal, he de captar algo en ese objeto que me atrae y me lo presenta como bueno. Ese “algo” que descubro en el objeto y me atrae, eso es el valor. Por tanto, EL VALOR NO ES MÁS QUE EL BIEN EN CUANTO QUE ATRAE A UN SUJETO. Y desde el momento en que el sujeto descubre el valor del objeto bueno, se lo puede proponer como fin de su actuar voluntario; es decir, puede verse motivado a actuar o dejar de actuar de un determinado modo.

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Se notará que he dicho que el sujeto “descubre” el valor en el objeto. Este es un matiz importante. El valor, efectivamente, tiene a la vez una dimensión subjetiva y otra objetiva. Por un lado, tiene que ser descubierto por el sujeto. Por otro, el sujeto lo “descubre” no lo crea. Es decir, cuando yo aprecio un buen filete, cuando veo que “vale”, no soy yo quien hace que el filete valga. Más bien, descubro, aprecio algo en ese objeto que corresponde a una tendencia mía. No vale porque yo lo aprecio, sino lo aprecio porque vale [en sí mismo], porque contiene ese algo que hace de ello un bien para mí26. Es evidente que no todos apreciamos igualmente los diversos valores de los diversos bienes. Para un vegetariano, el filete no representará ningún valor; él aprecia mucho más las zanahorias, que en cambio a mí no me gustan. Esto significa solamente que cada sujeto puede o no descubrir y apreciar los valores de modo diverso, a partir de sus inclinaciones, educación, decisiones anteriores, estilo de vida, etc. Yo descubro, no creo, el valor del filete; mi amigo vegetariano descubre, no crea, el valor de la zanahoria. ¿Para qué toda esta disquisición sobre el motivo y sobre el valor que nos motiva? Para poder entender bien lo que es la “experiencia moral”. Porque, en el fondo, como veremos enseguida, esa experiencia no es otra cosa que la experiencia de un valor. De un valor muy particular, que podemos llamar desde ahora, valor moral.

d) El valor moral como valor de la persona Hagamos un análisis introspectivo de cómo solemos juzgar espontáneamente los actos voluntarios de las demás personas y de nosotros mismos, en cuanto personas. Veremos que, en el fondo, nosotros (y me refiero a todos los seres humanos) juzgamos los actos voluntarios como buenos o malos en función de ese valor particular que llamamos valor moral. Consideremos un caso como éste. El periódico dio la noticia de un señor joven que se tiró al mar para salvar a sus dos hijitos que estaban ahogándose, arrastrados por las olas. No sabía nadar muy bien, pero nadó duro hasta que logró sacar a la orilla a su niñita. Estaba ya exhausto, pero volvió a tirarse, a pesar de los gritos de su esposa que le decía que era muy peligroso y no podría ya sacar al niño. Él tenía que intentarlo. Unas horas después, el helicóptero de la policía encontró al niño vivo, agarrado al cadáver flotante de su papá. La gente se conmovió ante el gesto de ese padre. Imaginemos que alguien dijera que esa acción no tuvo mucho valor, porque el señor demostró que no nadaba muy bien, que no era fuerte, quizás que no fue prudente... Evidentemente, todo eso son valores. Pero creo que cualquiera pensaría que quien dice semejante cosa, “no ha entendido nada”. Una acción de ese tipo, puede, es cierto, estar privada de muchos valores propios del ser humano, pero entendemos que vista en su realidad más profunda, en cuanto acto voluntario de una persona humana, es una acción buena, una buena acción. Otro día, el periódico refiere el caso de un secuestro. Un grupo de encapuchados secuestró a un niño de ocho años para pedir un rescate millonario a sus padres. Dado que éstos no se doblegaron fácilmente, al cabo de unos días les enviaron en un sobre una oreja del muchacho, para que

26 “El valor señala el «para mí», el significado que tiene para mí una acción o un objeto determinados, mientras que el concepto de «bien» es más amplio, se refiere a lo que, objetivamente, en sí, perfecciona la naturaleza del hombre, independiente de que ello me guste o no”. En: Sayés, José Antonio (2003): Ob. Cit., p. 144

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entendieran que iban en serio. Poco después, viéndose acorralados por la policía, le pegaron un tiro en la nuca y lo dejaron abandonado en un bosque. Aquí, naturalmente, alguien podría decir que la actuación de los secuestradores estaba llena de valores, de valores muy importantes para todo individuo humano. Hubo sagacidad, audacia, determinación, firmeza... y quién sabe cuántos otros valores. Y sin embargo, creo, todos sentimos repugnancia ante semejante hecho. Por más valores que hayan puesto los secuestradores-asesinos, ese acto es malo, una mala acción. Todo esto significa que, en nuestra experiencia espontánea y cotidiana, el valor de una acción humana, en cuanto acción humana, depende de un valor que no se reduce a ninguno de los otros, ni es tampoco la suma de todos ellos. Y lo mismo tenemos que decir de nuestra apreciación sobre la persona que actúa. De uno que se dedica a secuestrar, matar, robar, ofender a los demás, buscar solamente su propio provecho aprovechándose de los demás, etc., solemos decir que “es una mala persona”. No importa si es listo, guapo, fuerte, rico, etc. Podré decir que es una persona inteligente, fuerte... pero, de todas formas, es una “mala persona”. Es decir, mala en cuanto persona, en aquello que define a la persona, que es el uso de su libertad. Viceversa, de una persona que vive para hacer el bien a los demás, que perdona, ayuda, es honesta y sincera, etc. solemos decir que es “una buena persona”. Aunque quizás no posea otros muchos valores propios del hombre. Aunque no sea muy inteligente, o robusta, o bella... es una buena persona, es decir buena en cuanto persona. Este análisis nos lleva, pues, a una conclusión muy interesante e importante: LOS SERES HUMANOS EXPERIMENTAMOS UN VALOR QUE ES DIVERSO DE LOS DEMÁS VALORES, Y SEGÚN EL CUAL JUZGAMOS LAS ACCIONES HUMANAS COMO BUENAS O MALAS EN CUANTO TALES, Y A LAS PERSONAS COMO BUENAS O MALAS EN CUANTO TALES. A ese valor especial lo llamamos VALOR MORAL. Pero podemos hacer un análisis introspectivo más personal y más interesante todavía. El análisis de nuestra experiencia interior ante ciertas decisiones que tenemos que tomar o que hemos tomado en el pasado. Supongamos que el obispo de mi diócesis ha pedido que uno de los dos seminaristas que ya hemos sido ordenados de diácono, le acompañe en su próximo viaje a Roma y Tierra Santa. Naturalmente, tanto a mi compañero como a mí nos encantaría hacer esa experiencia. He oído voces de que el Rector está pensando en mandarle a él. Me pongo inquieto, y de pronto se me ocurre una brillante idea. Dentro de unos días tendremos un examen escrito y está prohibido llevar los apuntes al aula. Yo podría meter sus apuntes en su escritorio sin que se dé cuenta. Cuando pase el profesor revisando, como hace siempre, le vería los apuntes y... no creo que concedan el viaje ¡a uno que copia en los exámenes! De pronto, algo me detiene en mi plan. Algo, dentro de mí, me dice que “no puedo” hacerlo. Naturalmente, puedo hacerlo. Es fácil, es bastante seguro... Pero “¡no puedo!”. ¿Qué me está pasando? Está claro que esa acción comportaría la realización de varios valores muy interesantes: sagacidad, discreción, etc. Y luego, todos los valores que tendría el viaje en sí mismo, justo antes de mi ordenación sacerdotal: Roma, Jerusalén... Pero sigo sintiendo algo raro dentro de mí. Siento

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que si cometo semejante acción me rebajo a mí mismo en mi valor de persona, a pesar de todos los otros valores. Supongamos que, a pesar de ese sentimiento negativo fuerte, actúo según mi plan, todo sale “bien”, y al final voy yo a ese magnífico viaje. Y supongamos que el Rector le pide a mi compañero que nos lleve al aeropuerto al obispo y a mí. Al despedirnos, me dice, visiblemente triste, que él se había hecho la ilusión de hacer el viaje, pero que está contento de que lo pueda disfrutar yo, que me va a encomendar en su oración para que todo vaya bien y me sirva mucho en mi preparación inmediata para el sacerdocio. Subo al avión, recuerdo sus palabras, y siento un tremendo nudo en el estómago. No logro quitar de mi cabeza esa frase. Pero, ¿qué me pasa? ¿No está claro que todo salió “bien”? ¿No te das cuenta -me digo- de que hay toda una serie de valores en ese hecho? Pero, quizás, no logro engañarme. El nudo sigue ahí, apretando desde mi conciencia. Sé que hice mal, que me he rebajado como persona... Antes o después de una acción podemos experimentar que es buena o mala, independientemente de los otros valores que están en juego. Es ese otro valor, el valor moral, muchas veces vagamente percibido, pero realmente presente en nuestra experiencia cotidiana, lo que da valor a nuestros actos en cuanto actos humanos y a nuestra persona en cuanto persona humana. Lo más interesante es que cada uno reflexione sobre su experiencia personal para descubrir esa realidad: la experiencia de la moralidad como experiencia de un valor diferente de los demás valores que nos motivan en nuestra vida, y según el cual juzgamos nuestros actos y a nosotros mismos como buenos o malos, así sin más, en cuanto personas. Esa constatación nos lleva a la conclusión de que EL VALOR MORAL ES EL VALOR DE LA PERSONA EN CUANTO TAL. Y esto es así porque, como veremos, es el valor que tiene que ver con aquello que es más propio y definitivo en la persona en cuanto sujeto personal: su propia libertad. [En consecuencia, «experiencia de la moralidad» es la vivencia del dictado o interpelación moral

de la recta conciencia en el obrar humano] 1.8. El problema del relativismo moral y su solución: Veamos brevemente, en primer lugar, algunas cuestiones previas al relativismo:

Como sabemos la filosofía griega tiene un origen muy concreto, comienza en las costas jónicas de las ciudades helénicas del Asia Menor; así, en el s. VII a. C. el heleno se encuentra en un mundo que existe desde siempre. Lo interpreta como NATURALEZA, como PRINCIPIO: “aquello de donde emerge toda realidad concreta […]”27.

Dicha «eclosión» o surgimiento de la realidad total impacta a los sentidos

del hombre griego, se asombra (), su mundo es INTELIGIBLE porque se puede comprender contemplándolo. De este modo, el mundo aparece como algo que tiene una lógica interna, está ordenado, sometido a ley: “La razón se inserta en ese orden legal del mundo, que se puede gobernar y

27 Marías, Julián (1974): Historia de la Filosofía, 26° Edición, Revista de Occidente, Madrid (España), p. 10

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dirigir, y la forma concreta de esa legalidad en lo humano es la convivencia política de los hombres en la ciudad”28. En efecto, desde la racionalidad queda superada toda concepción o interpretación mágica de la realidad del mundo; ahora el griego comprende el mundo ya que puede ver lo existente y decir lo que es mediante: “teoría, logos y ser”29, que son los términos básicos del heleno para explicar el mundo. Por lo tanto, la filosofía se ha esforzado en investigar la realidad desde una ASPIRACIÓN UNIVERSAL: conocer la verdad totalizante de lo existente.

A fines del s. VII a. C. aparecen los PRESOCRÁTICOS, que tratan de explicar la realidad de lo existente desde la contemplación de la naturaleza “fisis”, sus elementos constitutivos. Comienza y define este período filosófico la pregunta ¿QUÉ ES TODO ESTO? Lo cual no admite a los mitos como explicación de la realidad: se pasa del mito al logos (lo terreno).

En el s. V a. C. al verse superada la preocupación por el mundo, la naturaleza: el interés se dirige ahora hacia el mismo hombre. Este nuevo período, la SOFÍSTICA, se pregunta ¿QUIÉN ES EL HOMBRE? En efecto, se produce una reflexión del hombre sobre sí mismo, pero en cuanto hombre que: debe hablar bien, ser un buen ciudadano, perfeccionarse en un correcto ejercicio del ser político.

Se pasa de la “fisis” (lo físico, el mundo) a la “Eudamonía” (felicidad). La preocupación está centrada en el desarrollo de la esencia de la persona. Así, los filósofos sofistas eran profesores ambulantes que enseñaba retórica y cobraban (algo no tan bien visto en la época); en otras palabras, se trata de decir las cosas de modo que convenzan (decir, hablar bien). NO IMPORTA LA VERDAD, sino que sea un DISCURSO CONVINCENTE. Por lo cual, Aristóteles los señalaba como los que aparentan ser filósofos.

Hasta aquí debemos percatarnos que la actitud del ser humano al descubrir la verdad del mundo en el que vive, evidenciaba una ASPIRACIÓN UNIVERSAL, TOTALIZANTE:

“Ya desde los inicios de la filosofía, los primeros pensadores entendieron, esta ciencia como UN SABER UNIVERSAL que perseguía descubrir el elemento primario de la realidad. Sin embargo, individuaban ese elemento en alguna sustancia material (fuego, aire, etc.). Sólo Parménides advierte por vez primera que el aspecto fundamental de la realidad es el ser: «el ser es y el no-ser no es, es el camino de la persuasión (pues sigue a la verdad)» (Fr. II, v. 3), Los filósofos posteriores, sin olvidar totalmente el ser parmenídeo, orientaron su especulación hacia otros temas. Fue Aristóteles quien devolvió al ser la primacía, considerando [la filosofía primera] como la ciencia del ente en cuanto ente”30.

28 Marías, Julián (1974): Historia de la Filosofía, 26° Edición, Revista de Occidente, Madrid (España), p. 10 29 Véase: Marías, Julián (1974): Ob. Cit., p. 10 30 Alvira, T.; Clavell, L.; Melendo, T. (1982): Metafísica, EDICEP, Pamplona (España), pp. 19-20

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Como veremos, con relativo detalle, en las explicaciones en clase, se ha producido un largo proceso en la historia de la reflexión filosófica para devenir en la crisis actual, que trata de dar por superada la visión metafísica, objetiva de la realidad a fin de dar paso a la “deconstrucción” del ser (Post-modernidad); es decir, que ya no importa la verdad en sí misma, sino la interpretación subjetiva y utilitarista de la realidad, con el pretexto de asegurar la convivencia pacífica entre los pueblos31. 1.8.1. Relativismo: Para poder hablar de este atentado contra la verdad «en sí» en el conocimiento, en las ciencias, en la realidad del pensamiento, en el obrar humano; es preciso identificarla primero como “relativismo epistemológico”, el cual señala que el conocimiento humano es incapaz de establecer verdades universalmente válidas. No existen verdades con valor universal. La verdad o validez de un juicio depende de las condiciones en que ha sido formulado. Toda afirmación depende de condiciones o contextos de la persona o el grupo. Dicha incapacidad es debida a: lenguaje, cultura, paradigma, época, creencias, sexos, raza, historia de cada persona… En este sentido, Popper afirmaba: "Por relativismo [...] entiendo aquí, dicho de manera concisa, la teoría de que la elección entre teorías rivales es arbitraria, puesto que o no existe tal cosa como la verdad objetiva o, en caso de que exista, no hay una teoría que sea verdadera o, en todo caso, -aunque quizás no sea verdadera - que esté más próxima a la verdad que otra teoría, o si hay dos o más teorías no hay modo de decidir si una de ellas es mejor que otra.32" En consecuencia, las diversas opiniones que tiene la gente respecto de algo son verdaderas, si a las personas que las defienden les parecen verdaderas. El relativismo mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas, al menos, tantas como personas creen tener un conocimiento de ellas:

“El RELATIVISMO EPISTEMOLÓGICO es la concepción de que toda verdad es relativa a un individuo, grupo social o período histórico. Dicho de otro modo, no existirían verdades objetivas (“absolutas”) y universales (interculturales). La mera existencia de publicaciones y encuentros científicos y tecnológicos internacionales, con sus subyacentes estándares internacionales de pruebas de verdad, es una refutación táctica del relativismo. El relativismo epistemológico es un componente del RELATIVISMO ANTROPOLÓGICO, según el cual todas las culturas son equivalentes, hasta el punto que no existe desarrollo social y, consecuentemente ninguna justificación objetiva

31 Para Gianni Vattimo, representante actual más importante del Post-estructuralismo o Post-modernismo, “la filosofía debe hacer ahora un trabajo de deconstrucción de su pretendida universalidad en favor de la multiplicidad”. Véase entrevista a G. Vattimo en: http://www.youtube.com/watch?v=cOZZ_bebJ2k (15,IV,2014). 32 Popper: Facts, standars and Truth: A Further Criticism of Relativism. Incluido como apéndice del segundo volumen de la edición de 1962 de Popper [1945], pp. 369-396, citado en: Fernández Moreno, Luis: Popper, la Noción Absoluta de Verdad y el Relativismo, Departamento de Fía. Y Cs. de la Educación de la Universidad de León, p. 1, disponible en: http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:Endoxa-199553F9EF6E-D097-162B-3D61-325C07F6B2DD&dsID=popper_nocion.pdf (23,VII,2014).

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de la reforma social. Irónicamente el relativismo se ofrece como intersubjetiva y universalmente verdadero”33.

ARGUMENTOS EN CONTRA:

o Los hechos históricos no avalan el paso de la diversidad de juicios morales en

distintas culturas a una postura relativista. Al contrario, esa diversidad motivó a los griegos a buscar un criterio objetivo que permitiera el discernimiento moral y la correcta comparación de las costumbres.

o Esas normas morales diversas son la CONCLUSIÓN DE UN SILOGISMO PRÁCTICO, cuya primera premisa es un principio moral general y, luego, un juicio descriptivo de las circunstancias fácticas.

o Ante esas diversas descripciones de las normas generales, se ve que, más bien, las coincidencias propiamente morales son más abundantes y fundamentales que las discrepancias.

Esta disolución de lo objetivo y verdadero en la situación, conveniencia y la opinión se encuentra extendida en lo referido al comportamiento moral (RELATIVISMO MORAL), en el sentido de afirmar “la no existencia de una ética-moral de valor o alcance universal”. De modo que los fundamentos éticos objetivos, lo totalizante debe permanecer en el fuero interno, a fin de no atentar contra la individualidad del otro. Si se permite opinar sobre la existencia de Dios, éste ha de carecer de toda “violencia tribal”, es decir, un Dios sin rigor Omnipotente que permita y favorezca la vida sin “perturbaciones” que interpelen sobre la moralidad objetiva del obrar humano34. Por tanto, se evidencia un vulgar prejuicio y una encarnizada intolerancia en contra de la religión como parámetro moral de la vida del hombre, así: “la noción misma de verdad se disuelve, o, lo que es lo mismo, Dios muere (…). Y puesto que la noción de verdad ya no subsiste y el fundamento ya no obra, pues no hay ningún fundamento para creer en el hecho de que el pensamiento deba «fundar» […]35”. De ahí que se critique a la religión como totémica, estática, moralista, y se prefiera hablar de una “reinterpretación” de la Encarnación del Hijo Dios como una humildad (mal entendida), que exige aceptar todas las opiniones (aunque estén erradas) a fin de no perturbar al prójimo. En efecto, una de las nefastas consecuencias y formas que ha adoptado el relativismo moral en nuestra sociedad actual es el llamado “secularismo” con su “mentalidad laicista”:

“Así, el laicismo va configurando una sociedad que, en sus elementos sociales y públicos, se enfrenta con los valores más fundamentales de nuestra cultura, deja sin raíces a instituciones tan fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos de la vida moral, de la

33 Bunge, Mario (2005): Diccionario de Filosofía, Siglo Veintiuno Editores, México-Argentina, p. 185 (23,I,2015). 34 G. Vattimo es uno de los autores postmodernos que más encarnizadamente han declarado la guerra al pensamiento fundamentador. Desde Nietzsche y su crítica del conocimiento, advierte de las consecuencias de la “muerte de Dios”, en: Mardones, José Ma (1989): Postmodernidad y Cristianismo, Editorial Sal Terrae, Santander (España), p. 50 35 Vattimo, G. (1986): El fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona (España), p. 147-148

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justicia y de la solidaridad y sitúa a los cristianos en un mundo culturalmente extraño y hostil […] todo lo que sea introducir ideas y costumbres contrarias a la ley natural, fundada en la recta razón y en el patrimonio espiritual y moral históricamente acumulado por las sociedades, debilita los fundamentos de la justicia y deteriora la vida de las personas y de la sociedad entera”36.

Se ha convertido, en efecto, la ideología del relativismo moral en una forma de vida muy atractiva sobre todo para la juventud, ya que se presenta como una moda que acentúa la libertad de la persona en cuanto a sus gustos y expresiones, que no tienen derecho a ser interpeladas por nadie. A continuación veamos, a grandes rasgos, algunas características de este relativismo:

Exige considerar que todas las opiniones morales gozan del mismo nivel de validez, sin importar que algunas de ellas sean contradictorias entre sí.

El relativista confunde el deber de respetar a la persona que opina y su derecho a opinar, con el deber de tolerar toda opinión.

El individualismo o subjetivismo pone énfasis en el sujeto que opina y no en la realidad objetiva de la cual se está opinando.

Lo que importa es la sinceridad subjetiva de la persona y no tanto su conducta37.

En el fondo el relativismo contiene una intrínseca contradicción: “todo es relativo”, afirmación que ya expresa totalidad. Esta ideología está siendo impulsada e impuesta por grupos de presión en todo el mundo, se camuflan en agrupaciones que dicen abogar por lo natural, por “nuevos” derechos humanos… Al fin y al cabo este modo de vida que denuncia “lo totalizante” se vuelve dictatorial, al constituirse como el parámetro conductual actual a seguir y quien no lo vive es considerado “intolerante” y, por ende, marginado, etiquetado, despreciado. 1.8.2. Algunos tipos de relativismo: Con el término de relativismo moral se puede designar ante todo la posición de los que niegan la existencia de cualquier tipo de normas morales. Es ésta la forma más radical de relativismo moral, pero a su lado existen algunas otras formas. En primer lugar, el relativismo ético-descriptivo, que se refiere a la multiplicidad de las normas morales, a menudo divergentes, que se pueden encontrar dentro de una misma cultura o comparando entre sí las diversas culturas y sociedades. Está luego el relativismo ético-normativo, que niega que puedan universalizarse las normas morales para el comportamiento. Esta posición debe distinguirse de la de quienes niegan la posibilidad de fundar normas para la actitud, posición que puede identificarse en el relativismo meta-ético38. Veamos enseguida otras formas de relativismo ético-moral:

36 LXXXVIII Asamblea Plenaria de la CEE: Orientaciones morales ante la situación actual de España, N° 17, en: http://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/OrientacionesSituacionActual.htm 37 Véase: http://www.es.catholic.net/sexualidadybioetica/371/942/articulo.php?id=15260 38 http://www.mercaba.org/VocTEO/R/relativismo_moral.htm (23,VII,2014).

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Relativismo ético-cultural: señala que la multiplicidad de culturas y costumbres, rechaza un solo criterio moral objetivo. La moralidad depende del criterio subjetivo de cada cultura inmersa en una época concreta. Así, el deber-ser se encuentra sometido a la diversidad de culturas, mas no a la naturaleza humana.

Relativismo ético-individual: defiende que las decisiones morales dependen del criterio de cada persona y pertenecen al ámbito privado. Cada persona está obligada a actuar sólo por lo que conoce. Entonces, lo conocido es parámetro de actuación coincida o no con lo intrínsecamente bueno.

Relativismo ético-antropológico: afirma que es propio del ser humano considerar que lo bueno se identifica con lo que se tiene por útil, y la verdad surge a partir del consenso. Por lo que se pretende generalizar la argumentación relativista cultural a todo el género humano: así lo bueno o lo malo, lo prohibido o debido… lo es no en virtud de ello, ni de cada cultura específica, sino según nuestra constitución humana que define lo bueno y lo malo, lo verdadero o lo falso… según la conveniencia subjetiva y el consenso39. [Se considera al hombre como productor o creador de la verdad y no como descubridor de

ella (idealismo). Señala que la especie humana goza de unas determinadas estructuras

mentales por la que capta la realidad de un modo exclusivo]

Relativismo sociológico: señala que el factor condicionante de verdad sería el grupo social (E. Durkheim). Se trata de la coacción o presión social, el consenso sobre la verdad intrínseca.

Relativismo racista: afirma que la raza es el factor condicionante de la verdad del juicio (Ej.: el Nazismo, cuyo teórico fue Alfred Rosemberg).

MALENTEDIDOS DEL RELATIVISMO MORAL:

El relativista niega la validez universal y objetiva de cualquier juicio moral que alguna vez, o en alguna parte, no haya sido aceptado. Lo que supone que tener validez equivale a ser aprobado.

El relativismo arguye con frecuencia que, si las cualidades morales fueran objetivas, no habría la señalada divergencia. Por tanto, se supone que ser objetivo equivale a ser inmediatamente accesible al conocimiento por todo sujeto. De ser verdad esto, todos seríamos sabios instantáneamente y sin ningún esfuerzo.

No toma en cuenta que: “LA DIVERSIDAD DE OPINIONES MORALES DEPENDE DE LA DISTINTA MADUREZ DE CONOCIMIENTO MORAL DE LAS PERSONAS” (Sánchez-Migallón, pp. 187-188).

39 Véase: Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., pp. 33-44

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ALGUNOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RELATIVISMO40 1) RENÉE DESCARTES (1596-1650):

Empieza a dudar de todo (método de su fía.): se dispone a pensar que todo es falso, pero se encuentra con una cosa que no puede serlo: su existencia: “Cogito ergo sum”, PIENSO LUEGO SOY (Primer principio de su filosofía).

La obra principal de Descartes “El discurso del método”, obra cuyo punto de partida es el rechazo de todo conocimiento recibido desde la fe, del pasado o de los sentidos: Esto me deja a mí solo con mi pensamiento: Yo estoy pensando (cogito). Así el “cogito” se convierte en el punto de partida de la filosofía.

Tras haber puesto en duda la fe, el pasado y los sentidos, el cogito se convierte en la certeza primera. Pero la duda y la certeza son dos estados subjetivos de la mente. Por ello, la filosofía se convierte en un PENSAR SUBJETIVO, CENTRADO EN EL HOMBRE Y NO YA EN LA REALIDAD.

Pone en duda todo conocimiento sensorial. Sólo se puede estar seguro del propio pensamiento en cuanto que se sabe lo que se piensa.

Se encuentra en una profunda inseguridad, nada le parece merecer confianza: los sentidos nos engañan, el pensamiento cae en el error…

No se pueden admitir verdades de las que se pueda dudar: la única forma de llegar a la verdad es a través del pensamiento científico.

La verdad ya no es lo que importa, sólo importa la certeza: convierte a la filosofía en un pensar subjetivo (duda y certeza) centrado en el hombre y no en la realidad.

No se ocupa de la teología por ser demasiado respetable y elevada (inalcanzable), Dios está demasiado alto.

Soy una cosa que piensa: los pensamientos constituyen la realidad. La primera verdad parte de un criterio de certeza.

o SUBJETIVISMO. o TODO DEPENDE DEL HOMBRE. o EL PENSAMIENTO ES BASE DE LA EXISTENCIA: LA IDEA PRUEBA LA EXISTENCIA.

2) INMANUEL KANT (1724-1804):

Intentó sintetizar el RACIONALISMO (conciencia racional: las ideas vienen de la mente humana) y el EMPIRISMO (conciencia sensible: las ideas vienen de la experiencia sensorial).

Quiere descubrir el FUNDAMENTO DEL CONOCIMIENTO UNIVERSAL Y NECESARIO (científico). Este conocimiento no puede provenir de los sentidos, de la experiencia sensible, es decir, fuera de la mente, deben proceder de dentro de ésta: es la contribución que hace la mente a nuestro conocimiento.

40 Los siguientes antecedentes históricos del pensamiento relativista han sido compilados y/o adaptados de los siguientes textos: De Torre, José María (1990): Filosofía Cristiana, Palabra, Madrid (España); Marías, Julián (1974): Historia de la Filosofía, 26° Edición, Revista de Occidente, Madrid (España); Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ética Filosófica, un Curso Introductorio, EUNSA, Pamplona (España); Sayés, José Antonio (2003): Teología Moral Fundamental, EDICEP, Valencia (España); Sayés, José Antonio (2007): Teología y Relativismo, Análisis de una crisis de fe, BAC, Madrid (España).

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Nuestro conocimiento es síntesis de: 1. Datos externos a la mente. 2. Formas o moldes mentales que no proviene de la experiencia (a priori).

La RAZÓN PURA se mueve sobre los principios a priori (condiciones generales racionales, es heterónoma porque recibe la ley).

La RAZÓN PRÁCTICA es el hacer, el deber (es autónoma porque dicta la ley). Lo que viene de la experiencia (a posteriori), proporciona el contenido de nuestro

conocimiento, que será sintetizado por las formas “a priori” para hacerse universal y necesario.

LA MENTE ADAPTA LA REALIDAD A ELLA MISMA: la objetiva en FENÓMENOS, es decir, las cosas como aparecen en la mente; mientras el NÓUMENO, es decir, la cosa en sí, permanece desconocida: Nuestros conceptos no los formamos a partir del “en sí” de las cosas, sino aplicando las categorías a priori a la información caótica que recibimos por los sentidos.

Por tanto, NO PODEMOS CONOCER LO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE NUESTRA EXPERIENCIA SENSIBLE (mundo, alma, Dios).

Así, la CONCIENCIA humana se enclaustra en sí misma, excluyendo cualquier conocimiento de la cosa en sí.

En consecuencia, la MORALIDAD no tiene su raíz en la metafísica sino en la ESTRUCTURA MISMA DE LA MENTE que conoce el fenómeno: EPISTEMOLOGÍA.

o EL CONCEPTO DE VERDAD CAMBIA: SON LAS COSAS LAS QUE SE CONFORMAN A

LA MENTE (GIRO COPERNICANO). o NIEGA TODA ABSTRACCIÓN (SENTIDO COMÚN): mi conocimiento no puede

reglarse por la naturaleza de los objetos, sino por las categorías a priori. o NO ES LA ACCIÓN (RAZÓN PRÁCTICA) LA QUE SIGUE AL CONOCIMIENTO (RAZÓN

PURA), SINO EL CONOCIMIENTO ES EL QUE SIGUE A LA ACCIÓN: LA MENTE ESTRUCTURA LA REALIDAD (SUBJETIVISMO).

o PRETENDE HACER FILOSOFÍA SIN CONTAR CON EL NÓUMENO (EN SÍ), de modo que la metafísica la convierte en epistemología: “De las cosas sólo conocemos los fenómenos, dejándonos sin conocer a la cosa en sí, por más que para sí misma sea real” (Crítica de la Razón Pura, I).

3) GEORGE WILHELM FRIEDERICH HEGEL (1770-1831):

Toda la realidad se reduce a la IDEA (idealismo absoluto): la fuerza filosófica no está en la realidad, sino en las ideas.

La realidad es expresión de las ideas: aquél hombre es expresión de la idea de hombre… Afirma que la idea es esencialmente DIALÉCTICA: se afirma a sí misma (TESIS), se niegan

después (ANTÍTESIS) y toma lo mejor de ambas en un nivel superior (SÍNTESIS): las ideas se niegan progresivamente las unas a las otras, se van alternando y acaban sintetizándose en ideas más elevadas: pasa del conflicto al cambio.

Para Hegel, LA REALIDAD ES UN ABSOLUTO, que existe en una evolución dialéctica de carácter lógico, racional. Según su famosa afirmación “todo lo real es racional y todo lo racional es real”: todo lo que existe es un momento de ese absoluto, un estadio de esa evolución dialéctica, que culmina en la filosofía, donde el espíritu absoluto se posee a sí mismo en el saber.

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3.1) En Francia, se produce la revolución y se celebra a la “diosa razón”, la cual –se señala- es la solución a todos los problemas. Se llega hasta la ridiculez de hacerle una efigie y entronizarla tanto en la Catedral de Notre Dame (París) y en la Catedral de Estrasburgo. Era una derivación sincrética de distintas influencias presentes en los intelectuales franceses del Siglo de las Luces (philosophes y enciclopedistas, especialmente Voltaire y Rousseau), en las logias masónicas y en los clubes políticos; junto con la iconografía proporcionada por las modas estéticas del neoclasicismo y el Antiguo Egipto. El 20 de brumario (10 de noviembre) de 1793, la Convención, a sugerencia de Chaumette, proclamó a la Diosa de la Razón. Identificada con la iconografía grecorromana de Sophia ("sabiduría"), se eligió para personificarla a una mujer de nombre "Sofía": Sophie Momoro, esposa del impresor Antoine-François Momoro. Para rendirle culto (culto de la Razón) se le consagró el hasta entonces altar mayor de la catedral de Notre Dame (París). 4) KARL MARX (1818-1883): Se señala como intérprete de Hegel, cuya filosofía estaba de cabeza y debía ordenarla. Tomó de Hegel tanto la dialéctica como la inclinación revolucionaria, pero las trasladó al

terreno materialista, de la economía y la política, a través de un ateísmo y materialismo histórico y dialéctico radicales: la materia es la única realidad (el hombre no tiene nada que trascienda su integración material).

En sus obras “El manifiesto comunista” (escrita con F. Engels) y “El capital”, propone el socialismo científico: la historia del mundo con sus estancias Tesis, Antítesis y Síntesis, es decir: “explotadores” y “explotados” luchan los unos con os otros, en sucesivos estados dialécticos, hasta que se consiga la sociedad perfecta sin clases y sin propiedad privada (que es causa de alienación económica de aquellos explotados).

Para Marx, la religión es el opio del pueblo, la alienación religiosa es la cumbre de la degradación humana.

El fin de la acción revolucionaria es la abolición de la propiedad privada, logrará finalmente, la liberación total del hombre de todas las alienaciones y la definitiva abolición de la religión.

La ceguera del ser humano puede ser nefasta, pero ante la verdad de la realidad, ante Dios no es tarde para dejar de lado el error y acoger el amor:

El que fuera Jefe de Gobierno y del Estado de Polonia, Wojciech Jaruzelsk, falleció a los 91 años, el 25 de mayo de 2014, recibiendo los últimos sacramentos. Ateo muchos años y declarado adversario de la Iglesia, él fue el responsable de la ley marcial en 1981 contra el Sindicato Solidarnosc, no pudo detener la caída del régimen comunista que en su patria contaba además con un catalizador de enorme potencia: el Papa polaco. (FUENTE:http://www.gaceta.es/cigona/fallece-general-jaruzelski-seno-iglesia-27052014-1003#sthash.nx51jVU1.dpuf) El P. Jan Dohnalik, Canciller de la Curia del Ordinariato del ejército polaco ha confirmado la adopción por Wojciech Jaruzelski de los santos sacramentos. “Quisiera hacer hincapié en que el general Jaruzelski, informado por el capellán militar, aceptó, y total y voluntariamente recibió los sacramentos de la confesión, la comunión y el sacramento de la unción de los enfermos”, explicó a la prensa Don Dohnalik41.

41 http://forosdelavirgen.org/80074/un-ejemplo-de-que-la-redencion-es-posible-aun-en-los-casos-mas-tragicos-14-07-11/ (23,I,2015).

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4.1) LA FRUSTRACIÓN ANTE LAS “PROMESAS” DE LA DIOSA RAZÓN, LLEVAN A UNA ESPECIE DE DESENCANTO POR LA RAZÓN, desembocando el interés intelectual por la existencia, lo que acontece aquí y ahora. Así surge el EXISTENCIALISMO: que centra su pensamiento en el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida. Las cosas y el pensamiento se nos dan en la “existencia”. No se trata de una escuela filosófica homogénea ni sistematizada, y sus seguidores se caracterizan principalmente por sus reacciones contra la filosofía tradicional. Hay tres tipos de escuelas existencialistas: el existencialismo cristiano, el existencialismo agnóstico, y el existencialismo ateo. En términos de la existencia e importancia de Dios, hay tres escuelas de pensamiento existencialista: el existencialismo ateo (representado por Sartre), el existencialismo cristiano (Kierkegaard, Dostoievski, Unamuno o Gabriel Marcel) y el agnóstico (Camus, Heidegger). Esta última propone que la existencia o la inexistencia de Dios es una cuestión irrelevante para la existencia humana: Dios puede o no existir. Y el problema, tan sólo por tener una idea firme, no soluciona los problemas metafísicos del hombre. Heidegger se distancia expresamente de Sartre en su Carta sobre el humanismo. Buytendijk, psicólogo cercano a Heidegger, admite ser existencialista. Merleau-Ponty es gran representante de la corriente, aunque manteniendo más nexos con la fenomenología de Husserl. Martin Buber, por su parte, representa a una corriente de existencialismo judío muy influida por el hasidismo. Mientras que Gabriel Marcel y Jacques Maritain son encuadrables dentro de un "existencialismo cristiano" no tanto de línea kierkegaardiana sino más bien jasperiana/mounierista (filosofía de la existencia y personalismo). 5) FRIEDERICH NIETZSCHE (1884-1900): Parte de la pérdida de fe en Dios y en la inmortalidad del alma, por lo que niega la posibilidad

de la metafísica. Señala que la vida exige ETERNIDAD EN EL PODERÍO, que volvería una y otra vez. Por tanto, la

vida es un ETERNO RETORNO de las cosas (todo se repite en ciclos). Todo volverá eternamente, con ello todo lo malo, lo miserable, lo vil. Pero el hombre puede ir

transformando el mundo y a sí mismo, mediante una TRANSMUTACIÓN de todos los valores y encaminarse al SUPERHOMBRE o a lo SUPERIOR AL HOMBRE (Übermensch).

Nietzsche se opone a las corrientes humanitarias, igualitarias, democráticas; lo relevante es la INDIVIDUALIDAD PODEROSA.

En tal sentido, el bien máximo es la vida que culmina en la VOUNTAD DE PODER: “El hombre debe superarse, estar por encima de sí, como lo está por encima del mono”.

En cuanto a la MORAL, valora la vida sana, fuerte, dominante; lo débil lo ve como un fracaso: “La compasión es el sumo mal”.

Señala dos tipos de moral: MORAL DE LOS SEÑORES: individualidades poderosas, moral de la exigencia de los

impulsos vitales. MORAL DE LOS ESCLAVOS: pertenece a los débiles y miserables, a los resentidos que

se oponen a lo superior (ve como su prototipo al cristianismo). Así, la GUERRA le parece la ocasión de que se produzcan una serie de valores: “El hombre no

tiene deberes para con los inferiores; puede obrar con ellos según le parezca; siempre más allá del bien o del mal”.

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Su frase: “Dios ha muerto” (La Gaya Ciencia, Sección 25), se refiere a que la creencia en Dios ha terminado, que Dios no crea al hombre sino que el hombre crea a Dios. La creencia en Dios es consecuencia de un mundo decadente, es un refugio para los que no pueden aceptar la vida.

Por lo que con dicha muerte podemos vivir sin lo absoluto, en la “inocencia del devenir”. La Iglesia ha transvalorado (puesto al revés) a la persona de Cristo. 6) MARTIN HEIDEGGER (1889-1976): Afirma que debemos comprender que el hombre vive en una situación trágica: el hombre es

un “DASEIN” (un existir allí, está arrojado en medio del mundo). Muestra cierto pesimismo sobre la existencia: El hombre es un ser para la muerte. “La muerte es la posibilidad más auténtica de la existencia”. “Hay una libertad para la muerte”. 7) JEAN PAUL SARTRE (1905-1980):

Recoge el pesimismo de Heidegger y propone en su obra “La náusea”: “La vida es una náusea” (es carente de sentido, está vacía).

Fue el décimo escritor francés seleccionado como Premio Nobel de Literatura, en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones.

Señala que “el infierno son los otros”: la relación entre los hombres es catastrófica, desagradable, se debe vivir a cierta distancia de los demás.

Rechaza todo “determinismo”: o Los seres humanos, no son el resultado de un diseño inteligente, y no tenemos

dentro nuestro algo que nos haga «malos por naturaleza» o «tendientes al bien» —como diversas corrientes filosóficas y políticas han creído—, y continua: «Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», éstos nos son ineludibles: no actuar es un acto en sí mismo puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como "proyecto".

El hombre es el “no-ya-hecho”, el que se hace a sí mismo. Sartre afirma que los valores dependen enteramente del hombre y son creación suya. El hombre es un ser para la libertad, depende de su subjetivismo.

Este pesimismo, fracaso de la razón, dará inicio a lo que algunos han denominado POST-MODERNISMO: 8) JACKES DERRIDA (1930-2004):

Filósofo francés, lo más novedoso de su pensamiento es la denominada deconstrucción. Sostenía que la deconstrucción, es un tipo de pensamiento que critica, analiza y revisa

fuertemente las palabras y sus conceptos. El discurso deconstructivista pone en evidencia la incapacidad de la filosofía de establecer un piso estable, sin dejar de reivindicar su poder analítico.

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Se trata de “deconstruir” proposiciones buenas del pasado para comprender su verdadero sentido.

En el pensamiento humano no hay capacidad para conocer una verdad, ya que tiene interpretaciones diversas.

Desafía la idea de que un texto tiene un significado incambiable y unificado. Las palabras, pues, “están” pero “no son”, dado que cambian aquello que son

constantemente por acción del observador. 9) MICHELE FOUCAULT (1926-1984):

Uno de los primeros famosos intelectuales que muriera por una enfermedad relacionada con el sida.

Homosexual militante. Proponía que la razón no es capaz de llegar a ningún argumento que pueda explicar la

verdad, ni mucho menos conocerla. Toda propuesta de pensamiento que uno plantea, es en realidad UN DESEO DE PODER, DE

TRATAR DE CONVENCER AL OTRO, DE APLASTARLO FILOSÓFICAMENTE. 10) GIANNI VATTIMO (1936):

Para Vattimo, hemos entrado en la postmodernidad, una especie de ‘babel informativa’, donde la comunicación y los medios adquieren un carácter central. La postmodernidad marca la superación de la modernidad dirigida por las concepciones unívocas de los modelos cerrados, de las grandes verdades, de fundamentos consistentes, de la historia como huella unitaria del acontecer.

La postmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la diversidad. ES EL PASO DEL PENSAMIENTO FUERTE, METAFÍSICO, DE LAS COSMOVISIONES FILOSÓFICAS BIEN PERFILADAS, DE LAS CREENCIAS VERDADERAS, AL PENSAMIENTO DÉBIL, A UNA MODALIDAD DE NIHILISMO DÉBIL, A UN PASAR DESPREOCUPADO Y, POR CONSIGUIENTE, ALEJADO DE LA ACRITUD EXISTENCIAL.

Para Vattimo, las ideas de la postmodernidad y del pensamiento débil están estrechamente relacionadas con el desarrollo del escenario multimedia, con la toma de posición mediática en el nuevo esquema de valores y relaciones.

En su libro “Credere di credere”, habla sobre el “PENSIERO DEBOLE”: el pensamiento al estar influenciado por deseos de poder, la incapacidad de conocer la verdad, es relativo, cada uno tiene derecho a expresar su propia idea; siempre y cuando este pensamiento SEA PROPUESTO DE MANERA DÉBIL, BLANDA, SUAVE, SIN INCOMODAR A LOS DEMÁS.

Se deduce que “no hay hechos, sino interpretaciones”. Por Ejemplo: Si se opina que el aborto es contrario a la moralidad, al hombre, está bien

pero hay que añadir que es “lo que yo pienso”, una verdad sólo para mí. Es el “PASO DEL PENSAMIENTO FUERTE, DE FUNDAMENTOS CONSISTENTES A UN

PENSAR DESPREOCUPADO Y, POR TANTO, ALEJADO DE LA DUREZA EXISTENCIAL”. El secreto de la convivencia social es que “COINCIDAMOS EN QUE NO COINCIDIMOS EN

NADA”, todos tienen su opinión válida. No se puede negar que es verdad que en la realidad se encuentran diversas culturas con sus respectivas formas de concebir la existencia, la moralidad… (RELATIVISMO DESCRIPTIVO), lo

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repudiable es el RELATIVISMO PRESCRIPTIVO, que realiza una absolutización de las diferencias entre las culturas y modos de vida como si fueran mayores a los elementos esenciales que nos unen. En tal sentido, para el relativismo cultural, todas las culturas, sus creencias son equivalentes en cuanto a su nivel de veracidad o falsedad. Por lo que no se puede afirmar que una es más veráz que la otra. RÉPLICA:

El propio relativista no puede formular su propio argumento relativista SIN PRESUPONER LOS PRINCIPIOS QUE ESTÁ NEGANDO.

Aristóteles concluía en su obra Metafísica: “EL QUE QUIERE NEGAR LOS PRINCIPIOS SE CONVERTIRÁ EN UN VEGETAL, NI SIQUIERA PODRÍA HABLAR LENGUAJE ALGUNO”.

Aristóteles, en su Metafísica, presenta la siguiente formulación del PRINCIPIO DE NO CONTRADICCIÓN: "Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido."

Según Aristóteles, como el principio de no contradicción es justamente un principio, no puede ser deducido a partir de principios más básicos. En cambio, se lo puede defender mostrando las consecuencias intolerables de negarlo, o que todo aquel que lo niegue de alguna manera lo está suponiendo. Por ejemplo, Aristóteles argumenta que al negar el principio de no contradicción, implícitamente se lo está suponiendo, porque el mero acto de hacer una afirmación implica que se afirma una cosa y no lo contrario.

Por último, recordemos que:

INTOLERANCIA no es expresar desacuerdo, se refiere a no permitir a la contraparte expresar sus puntos de vista.

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SEGUNDA UNIDAD: LA ACCIÓN MORAL Y SU FINALIDAD

I. Caracterización del actuar humano: Pertenece a lo típicamente humano la cualidad por la que la persona tiene la potestad de cumplir o no con sus acciones según el fin último; esto es, MORALIDAD: “De entre las acciones que el hombre realiza, sólo pueden considerarse propiamente humanas aquellas que son propias del hombre en cuanto que es hombre. El hombre se diferencia de las criaturas irracionales en que es dueño de sus actos. Por eso, sólo aquellas acciones de las que el hombre es dueño pueden llamarse propiamente humanas”42. En efecto, cuando hablamos de OBRAR MORAL o ACTO HUMANO nos estamos refiriendo, básicamente, a un acto realizado libremente; en otras palabras, la persona actúa por voluntad propia según el bien que la motiva racionalmente. En consecuencia, el acto humano se caracteriza fundamentalmente por ser libre y la LIBERTAD supone el conocimiento intelectual del bien, de tal manera que se ejerza el dominio sobre los actos. Al hablar de libertad no nos estamos refiriendo a la elección entre el bien y el mal, sino a la AUTODETREMINACIÓN AL BIEN, porque la libertad es una facultad intrínsecamente moral: “El hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad; así, se define el libre albedrío como facultad de la voluntad y de la razón. Llamamos, por tanto, acciones propiamente humanas a las que proceden de una voluntad deliberada”43. La libertad moral va más allá de descubrir que poseemos la facultad de “libres” y la necesidad de usarla; esto es, libertad psicológica. Dicha libertad moral se dirige a usar la libertad por el camino del bien, de la realización en la vida virtuosa. Por otro lado, todas las demás acciones que tienen que ver con el hombre, pero no son libres, conscientes sino instintivas o mecánicas como: bostezar, pestañear, la circulación de la sangre, los movimientos peristálticos del estómago… se denominan ACTOS DEL HOMBRE: “Las demás acciones que se atribuyen al hombre pueden llamarse del hombre, pero no propiamente humanas, pues no pertenecen al hombre en cuanto que es hombre”44. Los únicos actos que pueden ser tomados en cuenta son aquellos de los que el ser humano es dueño, que provienen de su voluntad libre. Los actos humanos son “Actos que nacen o se derivan de la libertad, por lo que son conscientes y voluntarios. A ellos alcanza la “calificación moral”. De tal manera que la persona es responsable por la acción cometida, a esto se llama IMPUTABILIDAD: 1.1. Imputabilidad de los actos morales:

42 S. Th., I-II, q.1, a.1 43 Id. 44 Id.

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Es la PROPIEDAD DE LOS ACTOS MORALES por la que éstos pueden atribuirse al varón o a la mujer como sus autores, por ende, responsabilidad moral por las acciones libre y voluntariamente cometidas (Cfr. Sayés, Ob. Cit. 2003, p. 299).

Al situarnos en la pretensión de la moral por dirigir al ser humano hacia su realización plena, “la personalidad del hombre será más perfecta cuanto mayor dominio y conciencia tenga de sus actos” (Sayés, Ob. Cit. 2003, p. 300).

o En tal sentido imputable de mérito o de sanción moral. “Donde no hay conocimiento, no hay libertad, ni, por tanto, responsabilidad” (B. Häring:

Libertad y fidelidad en Cristo, Barcelona, 1984, p. 169).

Al obtener la conciencia datos claros respecto a la bondad o maldad de una determinada acción, podrá realizar su juicio como acto de la inteligencia direccionando la decisión y la acción de la persona a lo discernido como correcto.

Se es libre y sujeto de atribución de responsabilidad en la medida que se conozca el bien que se debe realizar y el mal que se debe rechazar.

Si por ignorancia el hombre no conociera el bien y la verdad de su acción, no podría hacerla suya libremente (Ej.: no fui informado que hoy en la mañana había sido convocada una reunión de suma urgencia por la dirección de facultad, por ende no acudí ni tampoco se me puede atribuir ser irresponsable).

El hombre sólo puede ser responsable de su acción en la medida que posee PERFECTO CONOCIMIENTO de lo que decide y efectúa (Ej.: Soy consciente que si no leo atentamente la lectura asignada, no podré obtener los conocimientos necesarios para rendir satisfactoriamente mi control respectivo. Pero resulta que mis amigos me invitan a jugar fútbol y luego a libar, transcurrió el día y no pude efectuar la mencionada lectura con la dedicación necesaria… por lo que se me puede asignar la responsabilidad moral de haber obtenido una mala calificación, soy culpable de ello).

II. Acto humano: “De entre las acciones que el hombre realiza, sólo pueden considerarse propiamente humanas aquellas que son propias del hombre en cuanto que es hombre. El hombre se diferencia de las criaturas irracionales en que es dueño de sus actos. Por eso, sólo aquellas acciones de las que el hombre es dueño pueden llamarse propiamente humanas. El hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad; así, se define el libre albedrío como facultad de la voluntad y de la razón. Llamamos, por tanto, acciones propiamente humanas a las que proceden de una voluntad deliberada. Las demás acciones que se atribuyen al hombre pueden llamarse del hombre, pero no propiamente humanas, pues no pertenecen al hombre en cuanto que es hombre. Ahora bien, todas las acciones que proceden de una potencia son causadas por ella en razón de su objeto. Pero el objeto de la voluntad es el bien y el fin. Luego es necesario que todas las acciones humanas sean por un fin”

(Tomás de Aquino: S.Th., I-II, q.1, a.1,c). Los actos humanos son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento [advertencia] y libre voluntad (cfr. S.Th., I-II, q.1, a.1,c.). En ellos interviene primero el entendimiento, porque no se puede querer o desear lo que no se conoce: con el entendimiento el hombre advierte el objeto y delibera si puede y debe tender a él,

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o no. Una vez conocido el objeto, la voluntad se inclina hacia él porque lo desea, o se aparta de él, rechazándolo.

(http://encuentra.com/de_la_ley_de_dios/los_actos_humanos__11426/). III. División de los actos humanos por su relación con la moralidad: 1) BUENO O LÍCITO, si está conforme con la ley moral (por ejemplo, el dar limosna). 2) MALO O ILÍCITO, si le es contrario (por ejemplo, mentir). 3) INDIFERENTE, cuando ni le es contrario ni conforme (por ejemplo, el caminar): “Considerados en su especie, hay actos que son indiferentes, que no son buenos ni malos, entendiendo por ellos actos que no incluyen ninguna cosa fuera del orden de la razón, como, por ejemplo, tomar una paja del suelo”

(Tomás de Aquino, Sth. I-IIae, q. 18, a. 8). IV. La libertad, facultad intrínsecamente moral:

“Es la puesta en práctica de la persona, que crece en plenitud y en densidad en la medida que esta libertad es auténtica, es decir, victoria sobre las solicitaciones y determinismos” (J-M Aubert (1989): Compendio de la Moral Católica, EDICEP, pág. 69).

“En el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos” (Sth. Ia, q. 83, a. 1).

“La elección es lo propio del libre albedrío, y por eso se dice que tenemos libre albedrío, porque podemos aceptar algo o rehusarlo, y esto es elegir. De este modo, la naturaleza del libre albedrío debe ser analizada a partir de la elección” (Sth. Ia, q. 83, a. 3).

«Libre es lo que es causa de sí» (Aristóteles: Metafísica, I, c. 2, n. 9, 982b26). Es, por tanto, un medio de perfección en la verdad y en la bondad, aunque frecuentemente se la entiende como la pura licencia para hacer cualquier cosa, sea buena o mala.

“Tendencia natural del hombre que lo conduce a ser feliz” (Aristóteles: La Gran Moral). “Poder, radicado en la razón y más inmediatamente en la voluntad, de hacer o de no

hacer, de hacer esto o aquello. Por ella, cada hombre ejerce el dominio de sus obras, dispone de sí mismo, se autoposee por su voluntad o se autodetermina […]” (Cfr. CEC 1731).

“Es la facultad de obrar el bien; el poder obrar el mal no es de su esencia. Sólo hay libertad cuando hay fuerza para vencer el mal” (B. Häring: Ob. Cit., pp. 144-145).

Un concepto errado de libertad es el que alienta la corriente filosófica nominalista, en cuanto ve a la libertad como INDIFERENTE PARA EL BIEN Y EL MAL, negando la tendencia natural del hombre en la búsqueda del bien y la verdad (libertad de indiferencia): “Para el nominalismo existe sólo libertad individual en el sujeto de la moral. La razón queda desprovista de valor, pues no se corresponde con la realidad objetiva y concreta […] la moral se funda en la mera obligación de la ley […] No hay un orden racional o natural que sustente la moral y la ley […] Para el nominalismo el acto humano es tanto más libre cuanto más libre esté de tendencias” (Sayés. Ob. Cit. 2003, pp. 306-307).

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o Sólo cuando la libertad se orienta al bien, es cuando realiza su objetivo como facultad o potencia moral.

o “No es la libertad la que libera, sino la verdad realizada libremente” (Sayés. Ob. Cit., 2003, pp. 302). Se trata pues de la elección del bien para el perfeccionamiento moral de la persona, de ahí el necesario vínculo verdad-libertad.

¿PODEMOS DECIDIR SOBRE TODAS NUESTRAS TENDENCIAS?

No, no podemos “librarnos” de aquellas facultades o potencias inherentes a nuestro ser persona humana. Aspiramos a algo, deseamos algo, vivimos con nuestras tendencias congénitas comunes, que forman parte de nuestra constitución de seres humanos. Por ejemplo:

El que niega la tendencia humana natural al bien, en el fondo está expresando que lo más conveniente en el hombre es que él cree, arme, diseñe o estructure su propia tendencia al bien, que esto se encuentra más acorde con lo que nos queda realizar como personas “arrojadas al mundo”. Por consiguiente, nos percatamos, que se está hablando de una especie de tendencia o “hacer común” en atención a lo más conveniente para el hombre, que supuestamente no nace con orientaciones naturales. Esto demuestra que siempre se aspira a lo que se considera correcto o se encuentre cerca de ello, aunque se esté equivocado.

“En el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran sin juicio previo alguno. Ejemplo: Una piedra que cae de arriba; todos los seres carentes de razón. Otros obran con un juicio previo, pero no libre. Ejemplo: Los animales; la oveja que ve venir al lobo juzga que debe huir de él, pero lo hace con un juicio natural y no libre, ya que no juzga analíticamente, sino con instinto natural. Así son los juicios de todos los animales. En cambio, el hombre obra con juicio, puesto que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no proviene del instinto natural ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye que obra por un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. Cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo tanto, es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es racional”

(Tomás de Aquino: S.Th., Ia, q.83, a.1). V. Libertad como condición del progreso moral (Basado en: J-M Aubert (1989): Compendio de la

moral católica, p. 70 ss.):

No tiene sentido más que si no es concebida como un absoluto. ESTADIOS DEL DESARROLLO DE LA LIBERTAD:

a) Libertad como proyecto (es teórica, conciencia de que puedo elegir) b) Libertad de decisión (libertad interna al acto humano, verdadera, elección de posibilidades).

PARADOJA: “El ser que es libre está obligado a usar su libertad; y aunque rehúse usarla, a elegir, ese rechazo es ya una decisión”.

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¿Qué es lo que determina la elección? Lo que se adecua al fin que se persigue.

(Cfr. J-M Aubert (1989): Compendio de la moral católica, p. 72).

COMPORTAMIENTOS LIBRES (Basdo en: Sánchez-Migallón: Op. Cit., pág. 54):

El QUERER HACER (voliciones): deseos. El HACER (motrices): acciones voluntarias elícitas y acciones voluntarias imperadas.

Acciones voluntarias elícitas:

Acciones voluntarias realizadas directamente por la voluntad (amor, odio, etc.). La persona como centro espiritual toma posición ante un objeto.

Acciones voluntarias imperadas:

Actos realizados inmediatamente por una facultad diferente de la voluntad (inteligencia, brazos, ojos) bajo la influencia y la moción de la voluntad (leer u libro, golpear la mesa, prestar atención).

En este sentido, los actos elícitos tienen una gran trascendencia moral, puesto que son el principio y el fundamento de los actos imperados. El acto elícito es el que se debe considerar moralmente bueno o malo por esencia, mientras que el acto imperado lo es por su participación en el acto elícito. La descripción moral de las acciones debe captar, en la medida de lo posible, lo que anima al acto imperado. Cuando están presentes los dos tipos de obrar, existe entre ellos una interacción mutua y los dos son necesarios para emitir el juicio moral. VI. Algunos tipos de libertad:

DE COACCIÓN: poder hacer DE EJERCICIO: poder querer (libertad en su sentido más propio). DE ESPECIFICACIÓN: querer esto o aquello. PRÁCTICA O MORAL: Capacidad de modelar nuestro querer (autonomía).

Presupuestos del obrar humano:

Los objetos de las acciones lo son en cuanto se presentan atractivos. Nuestra capacidad de querer está predispuesta hacia lo bueno.

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Como ya hemos señalado líneas arriba existe Otro tipo de libertad:

LIBERTAD EN SENTIDO PRÁCTICO O LIBERTAD MORAL: “Capacidad de modelar nuestro querer (automodelación) […] Evidencia una dignidad peculiar, moral […] No es libertad de hacer lo que

me da la gana (arbitrio), sino de perfección” (Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 56).

VII. Limitaciones de la libertad:

a) FINITUD b) SOMOS FORZOSAMENTE LIBRES c) NUESTRAS ELECCIONES LIBRES NO DEPENDEN TOTALMENTE Y EXCLUSIVAMENTE DE

NOSOTROS VIII. Elementos esenciales del acto u obrar humano:

1. CONOCIMIENTO O ADVERTENCIA: se está advertido sobre la calidad moral del acto.

2. INTENCIÓN [o disposición al valor conocido]: la capacidad de querer como

inclinada a lo atractivo.

3. LIBERTAD: el querer no coaccionado.

IX. Conocimiento y voluntariedad en el actuar humano:

a) EL CONOCIMIENTO EN EL ACTO HUMANO:

Se refiere a la “ADVERTENCIA” [Influjo del conocimiento en el acto humano] Este conocimiento o advertencia puede ser:

a) PLENA: el sujeto se da perfecta cuenta de lo que hace o evita hacer. b) SEMI PLENA: el conocimiento encuentra algún obstáculo (estado de somnolencia,

embriaguez). Alguna circunstancia enturbia la atención de la conciencia. c) ACTUAL: se es consciente del acto y de su moralidad en el momento que el sujeto lo

ejecuta. [Por Ej.: ayudar a los demás con un alto grado de atención de la conciencia al acto que se está realizando] (Cfr. Colom Costa, E.; Rodríguez Luño, A.: Elegidos en Cristo para Ser

Santos, Ed. Palabra, Madrid, 2000, p. 195). d) VIRTUAL: es la que tiene una persona que precedentemente tuvo conocimiento actual

de lo que iba a realizar y que aún influye en el acto, pero no es actual en el momento de realizarlo; por ejemplo, la advertencia [conocimiento] de la meta que muchas veces tiene el que está de viaje. Gran parte de nuestras acciones se realizan sólo con advertencia virtual. [Por lo que este tipo de advertencia basta para ser considerado responsable por la comisión de una determinada acción] (Cfr. Colom Costa, E.; Rodríguez

Luño, A.: Ob. Cit., p. 195).

Cabe recordar que: LA ADVERTENCIA DE LA NATURALEZA DE LA ACCIÓN CONLLEVA EL CONOCIMIENTO DE SU CALIDAD MORAL:

o Significa que el conocimiento de lo que es el acto en sí mismo, se encuentra estrechamente unido a su catalogación moral intrínseca, revelándose como BUENO, MALO o INDIFERENTE (acariciarse la barba, frotarse las manos…).

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b) LA VOLUNTARIEDAD DEL ACTO HUMANO (Basado en: Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 58-63): Se refiere a la “autodeterminación de la persona a favor o en contra de algo con todas sus consecuencias…”. Por tanto, se trata del CONSENTIMIENTO (puede ser, perfecto e imperfecto). Los actos voluntarios pueden ser:

EFECTOS VOLUNTARIOS INDIRECTOS [dos efectos: uno perseguido, otro no] EFECTOS VOLUNTARIOS EN CAUSA [se consciente la causa, no los efectos]

EL ACTO VOLUNTARIO INDIRECTO45: El acto voluntario indirecto se da cuando al realizar una acción, además del efecto que se persigue de modo directo con ella, se sigue otro efecto adicional, que no se pretende sino sólo se tolera por venir unido al primero (por ejemplo, el militar que bombardea una ciudad enemiga, a sabiendas de que morirán muchos inocentes: quiere directamente destruir al enemigo -voluntario directo-, y tolera la muerte de inocentes -voluntario indirecto-). Es un acto, por tanto, del que se sigue un efecto bueno y otro malo, y por eso se le llama también voluntario de doble efecto. Es importante percatarse de que no es un acto hecho con doble fin (por ejemplo, robar al rico para darle al pobre), sino un acto del que se siguen dos efectos: doble efecto, no doble fin. "Robin Hood" realiza acciones con doble fin: el fin inmediato es robar al rico, el fin mediato es darle ese dinero a los pobres. No es una acción de doble efecto, sino una acción con un fin propio y un fin ulterior. Hay casos en que es lícito realizar acciones en que, junto a un efecto bueno se seguirá otro malo. Para que sea lícito realizar una acción de la que se siguen dos efectos, bueno uno (voluntario directo) y malo el otro (voluntario indirecto), es necesario que se reúnan determinadas condiciones o criterios: Criterios de las acciones de doble efecto:

I- El efecto directamente querido y ejecutado sea bueno y no malo. II- El efecto bueno supere con creces, o proporcionalmente, el malo previsto. III- Que no se vislumbre otra acción alternativa mejor para salir del problema.

(Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 56).

ACTO VOLUNTARIO EN SU CAUSA:

Los actos son voluntarios en su causa y no en sus efectos: [si la voluntad consciente una acción que es causa de otras: las acciones que se comenten en estado de embriaguez son voluntarias en su causa, si la embriaguez ha sido consentida]

A propósito de un hecho lamentable: el responsable puede decir “Yo no quería”, pero no ha hecho lo suficiente para evitarlo.

(J-M Aubert (1989): Compendio de la moral católica, p. 72).

45 http://encuentra.com/de_la_ley_de_dios/los_actos_humanos__11426/ (22,I,2015).

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Se debe tener en cuenta que también las OMISIONES son actos humanos, ya que interviene la libertad de la persona para dejar de hacer una determinada acción. X. EL PAPEL DE LA AFECTIVIDAD EN LA MORALIDAD: En nuestra vida cotidiana (decisiones y actividades) no sólo intervienen la razón y la voluntad sino, además, la sensibilidad; es decir, estamos influenciados por nuestros afectos o sentimientos: “[…] Los sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o no obrar de lo que es sentido o imaginado como bueno o como malo” (CEC 1763). La afectividad pone de manifiesto que el hombre no es puramente activo, sino que normalmente es afectado y modificado por el bien o por el mal percibido antes de obrar46. Somos influenciados o modificados “no solo según la inteligencia y la voluntad, sino también según los sentidos y las facultades desiderativas de la sensibilidad […]”47. De ahí deriva la importancia de ordenar los afectos según la edificación de la persona. Según santo Tomás de Aquino (S. Th., I-II, q. 22-48), la sensibilidad tiene dos potencias o facultades apetitivas: la “concupiscible” (tendencia hacia el bien sensible y rechazo de lo nocivo), y la potencia “irascible” (rechazo al mal difícil de superar). En este sentido, no se debe olvidar que las pasiones del hombre están sometidas al gobierno de la razón y la voluntad. Se trata del dominio sobre los sentidos, de tal manera que se busque una buena pasión48 para vivir constantemente motivados a la práctica de lo moralmente bueno. En consecuencia, “la ética centra su atención en el acto libre, y examina las pasiones según su posible relación con él. La Ética considera las pasiones atendiendo a la tarea que plantea a la razón y a la voluntad su integración en la conducta libre y en su recta ordenación moral”49. Por lo cual, dicha integración se encamina a que el “deseo y el miedo” sean convertidos y aprovechados para llevar a cabo decisiones y acciones responsables. Las pasiones en sí mismas no tienen valor moral, son un hecho físico no libre; pero adquieren valor moral en cuanto SON PROVOCADAS O PERMITIDAS POR LA VOLUNTAD LIBRE: “[…] también las mismas pasiones, en cuanto voluntarias, pueden decirse buenas o malas moralmente. Y se dicen voluntarias o porque son imperadas por la voluntad, o porque no son impedidas por ella”50. La TAREA MORAL de cada uno de nosotros no es extinguir las pasiones, sino luchar contra ellas educándolas, moderándolas, direccionándolas al bien, haciendo que intervengan de forma correcta. En la VIDA CRISTIANA, el Espíritu Santo realiza su obra movilizando todo el ser incluidos sus dolores, temores y tristezas, como aparece en la agonía y la pasión del Señor. Cuando se vive en Cristo, los sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación en la caridad y la

46 Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., p. 167 47 Id. 48 En cuanto encaminarla a un fin recto, edificante. Por ejemplo, llevar la desesperación a la longanimidad. 49 Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., p. 170 50 S. Th., I-IIae, q. 24, a. 1

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bienaventuranza divina (CEC 1769). Por tanto, es nuestro deber –como creyentes- ser dóciles a las inspiraciones de Dios que nos llevan al ejercicio estable de la bondad y su perfección. La PERFECCIÓN MORAL consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo [84,3]: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo”. (CEC 1770). En este sentido, acogiendo la Gracia Divina (dada en los sacramentos), de modo que nuestras acciones nos estimulen un gran amor a Dios y a nuestro prójimo. Por otro lado, somos conscientes de nuestra finitud, de nuestros límites y debilidades, que muchas veces podemos ceder ante el impulso de nuestros sentimientos. Es por ende necesario, siempre una actitud de lucha constante; ello implica la recepción asidua de los sacramentos. Nunca cansarnos de pedir perdón, con el arrepentimiento verdadero que conlleva, a Dios cuantas veces seamos conscientes de haber cedido al pecado. Su misericordia no se cansa de nosotros, nosotros sí que nos fatigamos y desesperamos ante nuestra propia miseria: “Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!“51. En efecto, ayudados de la oración debemos arrepentirnos sinceramente y acoger la misericordia del Señor sin complejos. Nos resta, por tanto, una actitud dócil, de agradecimiento y de dependencia constante de Dios misericordioso. En resumen52:

En el hombre no solo intervienen la razón y la voluntad, sino también la sensibilidad: sentimientos, emociones, estados de ánimo, pasiones, afectos…

Desde la afectividad los objetos se nos presentan atractivos o repulsivos. Lo propio de la voluntad es el querer acciones y consentirlas. La afectividad engloba todos los estados y actitudes a favor o en contra de algo. Hay que diferenciar entre SENSASIONES FÍSICAS y SENSASIONES PSÍQUICAS o

AFECTIVAS.

51 Francisco (2013): Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, N° 3, disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html (1,VIII,2014). 52 Basado en: Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 64-72

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Del mismo modo que en el conocimiento intelectual del hombre se relaciona con el conocimiento sensible, también el obrar voluntario y su moralidad está influenciado por los SENTIMIENTOS y AFECTOS humanos.

Las PASIONES se desencadenan a partir del CONOCIMIENTO SENSIBLE: vista, oído…imaginación, memoria…

Las pasiones ESTÁN SOMETIDAS AL GOBIERNO DE LA RAZÓN Y LA VOLUNTAD: dominio sobre los sentidos.

Hablaremos a continuación de aquellos actos o movimientos de las tendencias sensibles que tienen por objeto un bien captado por los sentidos. En pocas palabras, son SENTIMIENTOS DE ATRACCCIÓN O REPULSA frente a un bien o a un mal conocido por los sentidos. Nos referimos a las pasiones. LAS PASIONES53

Lo que el lenguaje ordinario y la psicología llama sentimientos o emociones, la filosofía y sobre todo la Ética lo llama PASIONES.

El concepto filosófico de “pasión” subraya el carácter pasivo de la emoción, es decir, previa (antecedente) a la acción racional.

También se admite la existencia de pasiones consecuentes, o sea, de pasiones libremente suscitadas por la persona.

En el hombre es muy difícil que una pasión sea puramente sensible… Lo que da el carácter de pasión, es el ser anteriores al discernimiento racional y a la

decisión libre. LAS PASIONES NO SON ALGO NECESARIAMENTE NEGATIVO O VIOLENTO.

MODOS DE INFLUENCIA DE LA VOLUNTAD SOBRE LAS PASIONES54:

I. LA VOLUNTAD PUEDE ELEGIR DIRECTAMENTE UNA PASIÓN: requiere un cierto grado de auto-dominio, porque la sensibilidad no siempre responde positivamente al querer de la voluntad.

II. LA VOLUNTAD PUEDE REDUNDAR EN LA SENSIBILIDAD: como cuando el rechazo del pecado provoca la vergüenza sensible.

III. LA VOLUNTAD PUEDE DESENCADENAR UNA PASIÓN A TRAVÉS DEL ENTENDIMIENTO Y LA IMAGINACIÓN: consentir un pensamiento que produce euforia o temor.

IV. LA VOLUNTAD PUEDE DESENCADENAR UNA PASIÓN A TRAVÉS DE LA SENSIBILIDAD: el llanto ante la muerte de un ser querido.

La PASIÓN FUERZA LA INTELIGENCIA a través de la IMAGINACIÓN, y así condiciona de alguna manera el acto de la voluntad, que peca por el influjo de la PASIÓN NO RECHAZADA A TIEMPO.

Las pasiones pueden influir también por REDUNDANCIA [repetición]. Las PASIONES EN SÍ MISMAS, no tienen valor moral: son un hecho físico o natural, y no

una acción libre.

53 Basado en: Rodríguez Luño: Ob. Cit, p. 168-170 54 Basado en: Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 64-72

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Las PASIONES TIENEN VALOR MORAL en cuanto SON PROVOCADAS O PERMITIDAS POR LA VOLUNTAD, ahí si hay libertad.

No es exacto considerar las pasiones exclusivamente como OBSTÁCULO DE LA LIBERTAD: no siempre atenúan o anulan la libertad.

Lo más corriente es que las PASIONES DE ENTIDAD MEDIANA sean una de las motivaciones más frecuentes del obrar libre: la lucha, resistencia constante a las pasiones desviadas genera la virtud.

El PROBLEMA MORAL DE LAS PASIONES se origina porque la naturaleza sensible tiende a sus bienes de modo absoluto.

La MORALIDAD DE LAS PASIONES depende de su objeto: lo necesario es bueno, el exceso es lo contrario.

La TAREA MORAL del hombre no es extinguir las pasiones, sino moderarlas, educarlas. El VIRTUOSO no actúa por pasión, pero actúa de modo proporcionado desde la razón y

su sensibilidad. CLASES DE AFECTOS55:

1) LOS ESTADOS AFECTIVOS SON SITUACIONES ANÍMICAS: se refiere a los estados de ánimo que son subjetivos: buen o mal humor, euforia o depresión, vitalidad o cansancio, sentirse satisfecho…

2) PASIONES O IMPULSOS PASIONALES: movimiento afectivo que tiende a dominar y arrastrar a la persona.

• El sujeto se ve pasivamente conducido en dirección a la pasión. • Puede deberse a un estímulo ocasional (ataque de ira) o a • Un carácter habitualmente inclinado: avaricia, drogadicción (falta libertad

moral). 3) RESPUESTAS AFECTIVAS ESPIRITUALES:

Sentimientos no propiamente corporales, aunque pueden tener efectos sensibles y producen pasiones.

Vivencias afectivas de la persona cuyo sentido no puede explicar la sola fisiología.

Ej.: amor, odio, compasión, agradecimiento, pesar por algo, admiración desprecio, envidia, rencor, entusiasmo, veneración, alegría.

Es una respuesta a una motivación significativa. Tomás de Aquino distingue las siguientes pasiones (Cfr. S. Th., I-II, qq. 22-48): La sensibilidad

(sensualidad) se divide en dos potencias:

1) EN EL APETITO CONCUPISCIBLE [tiene como objeto el bien deleitable, la persona que tiende simplemente hacia el bien sensible o rehúye lo que le es nocivo]:

a) Amor hacia el bien y el odio hacia el mal. b) Deseo del bien y aversión y huida del mal. c) Gozo del bien y tristeza ante el mal.

55 C.f. Von Hildebrand, D.: Ética, Encuentro, Madrid, 1997, y El corazón, Palabra, Madrid, 1996, en: Sánchez-Migallón, ob. Cit., pág. 65-67

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2) EN EL APETITO IRASCIBLE [es el rechazo del mal difícil de superar; es irascible el apetito que afronta las dificultades y peligros]:

a) La esperanza y la desesperación. b) Audacia y temor. c) Ira.

EDUCACIÓN DE LAS PASIONES56:

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES QUE HAN DE REGIR LA EDUCACIÓN DE NUESTRAS PASIONES I- SE GOBIERNAN LOS ACTOS POR MEDIO DE LAS IDEAS: la necesidad de fomentar en sí ideas conformes a las acciones que se quieren realizar y evitar cuidadosamente las que se refieren a acciones que se quieren evitar. II- SE GOBIERNAN LOS SENTIMIENTOS POR MEDIO DE LOS ACTOS: para adquirir el sentimiento que se desea es preciso obrar como si se tuviera ya. III- POR MEDIO DE LOS SENTIMIENTOS SE GOBIERNAN LAS IDEAS Y LOS ACTOS: necesidad de tener una pasión muy bien escogida para llevar al máximo rendimiento nuestra psicología. LA LUCHA CONTRA EL DESORDEN DE LAS PASIONES57:

Los remedios que se han de aplicar dependen de la naturaleza de las pasiones que se han de combatir. Desde el punto de vista psicológico, no cabe que el remedio capital contra las PASIONES DESORDENADAS será siempre una VOLUNTAD FIRME Y DECIDIDA DE VENCER. Presentamos unos PROCEDIMIENTOS TÁCTICOS PARA COMBATIR LAS PASIONES DESORDENADAS FUERTEMENTE ARRAIGADAS:

1. ACTUAR SIN DESCANSO SOBRE LAS CAUSAS DE LA PASIÓN: se impone como norma indispensable, la huida absoluta y radical de todo lo que pueda resultar incentivo para la pasión.

2. IMPEDIR CON ENERGÍAS LAS NUEVAS MANIFESTACIONES DE LA PASIÓN: resistir, no consentir por ningún motivo.

3. CAMBIAR EL OBJETO MALO DE LA PASIÓN: la orientación positiva de las pasiones hacia el bien, de tal manera que se conviertan en virtudes: el amor sensual puede transformarse en sobrenatural; la ambición es virtud cuando se dirige a la extensión del reino de Dios; el temor a los peligros resulta sano cuando se fuga del pecado…

XI. Factores que afectan la voluntariedad58

Tales factores actúan como impedimentos del querer libre:

56 Basado en: Royo Marín, A. (2002): Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid, págs. 368-371 57 Cf. F.T.D., Psicología pedagógica, pág. 379, citado en: Royo Marín, A. (2002): Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid, págs. 369-371 58 Basado en: Centro de Estudios sobre Innovación y Dinámicas Educativas de la Fundación “Aprender a Pensar”, en: http://lorefilosofia.aprenderapensar.net/2011/11/05/impedimentos-que-afectan-a-la-voluntad/

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• LA INCLINACIÓN NATURAL AL PLACER (no ordenada): Afecta la voluntariedad del acto porque va revestido de un mayor ímpetu afectivo. También disminuye la libertad por cuánto la búsqueda del placer ofusca el entendimiento y disminuye la capacidad de juzgar, elemento esencial del acto libre. Si el ímpetu del que hablamos fuese tan vehementemente que ofuscara por completo la inteligencia privándonos del uso de razón, excusaría al sujeto de toda culpa. Pero esto ocurre rarísimas veces. • EL MIEDO: Es la turbación mental ante un mal presente o futuro difícil de evitar. El miedo, por lo general, no suprime el acto voluntario, ya que lo que se hace por miedo o con miedo, se hace, a fin de cuentas, para escapar de un peligro mayor o a pesar de los peligros que amenazan. Lo que se hace con miedo es libre y voluntario e incluso más libre y voluntario. Pensemos en el torero, el soldado o el ladrón. Su voluntad es tan firme que supera el miedo que trata de impedirles realizar la acción que se propone. Lo que se hace por miedo es, a la vez, voluntario e involuntario, pero prevalece lo voluntario. Cuando entregamos nuestra cartera al atracador que nos sale al paso en la oscuridad de la noche, decidimos voluntariamente entregársela para escapar de la muerte y salvaguardar nuestra integridad física, razón por la cual lo hacemos, si cabe, más voluntariamente. El miedo, aunque sea grave, no excusa nunca de una acción intrínsecamente mala, por cuanto jamás son lícitos, aun cuando sea para salvar la vida propia, realizar actos que atenten gravemente contra la dignidad humana. El miedo excusa del cumplimiento de las leyes positivas, salvo en el caso de que estas coincidan, por ser un reconocimiento de ellas, con los preceptos de la ley natural. • LA PASIÓN (no dominada): Es una emoción especialmente intensa (lo pueden ser también los estados de ánimo). Por lo general las pasiones que anteceden al acto voluntario disminuyen la libertad por el ofuscamiento de la razón. Cuando es consentida, la pasión aumenta la voluntariedad sin disminuir la libertad ya que lo que se ha buscado es una mayor excitación de la emoción de que se trate. Los actos de este tipo son totalmente libres y, por tanto, responsables. Sólo en el caso de que la pasión sea repentina y prive totalmente el uso de la razón, la acción es involuntaria e irresponsable, a no ser que, pudiera hacerlo, no se hubiere evitado la ofuscación de la mente. • LOS VICIOS ADQUIRIDOS: Los vicios voluntariamente adquiridos de los que uno no se retracta, aumentan la voluntariedad, aunque disminuye la libertad. Quien ha adquirido un vicio, como el fumar, por ejemplo, tiene mayor dificultad para dejarlo, pues su libertad se ha debilitado, pero es culpable por cuanto lo ha adquirido con actos libres. Los vicios adquiridos, de los que uno se ha retractado, no implica responsabilidad si uno realiza el acto inconscientemente por la fuerza de la costumbre arraigada, pero sí la implican si uno lo realiza conscientemente. • LA VIOLENCIA O COACCIÓN: Es un influjo procedente del exterior, una fuerza física o moral ejercida sobre una persona para obligarla hacer algo contra su voluntad. Nadie puede violentar la voluntad interior a no ser que ésta quiera ceder. La violencia moral nunca suprime la voluntariedad del acto, aunque sí la disminuye. La violencia física a quien resiste todo lo que puede y no consciente interiormente, exime de toda responsabilidad al que ala sufre porque su acto es totalmente involuntario (es el caso de la violación). Si resiste externamente todo lo que puede pero consciente en su fuero interno el acto es responsable. Si no consiente internamente per no resiste exteriormente todo lo que puede es, en parte, responsable del acto, porque podría resistir más. Si consiente interiormente y no resiste todo lo que puede el acto es voluntario y responsable, aunque menos que si no sufriera violencia.

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OBSTACULOS AL ACTO HUMANO59 Se trata ahora de analizar algunos factores que afectan a los actos humanos, ya impidiendo el debido conocimiento de la acción, ya la libre elección de la voluntad; es decir, las causas que de alguna manera pueden modificar el acto humano en cuanto a su voluntariedad o a su advertencia y, por tanto, en relación con su moralidad. Algunas de esas causas afectan al elemento cognoscitivo del acto humano (la advertencia), y otras al elemento volitivo (el consentimiento). Estos obstáculos pueden incluso llegar a hacer que un “acto humano” pase a ser tan sólo “acto del hombre”. OBSTACULO POR PARTE DEL CONOCIMIENTO: LA IGNORANCIA A. Noción de ignorancia: Por ignorancia se entiende falta de conocimiento de una obligación. En Teología Moral suele definirse como la falta de la debida ciencia moral en un sujeto capaz; es decir, la ausencia de un conocimiento moral que se podría y debería tener. De este modo podemos distinguirla de:

La nesciencia, o falta de conocimientos no obligatorios (p. Ej., de la medicina en quienes no son médicos);

La inadvertencia, o falta de atención actual a una cosa que se conoce habitualmente;

El olvido, o privación –actual o habitual- de un conocimiento que se tuvo anteriormente.

El error, o juicio equivocado sobre la verdad de una cosa. B. División de la ignorancia: La ignorancia puede ser vencible o invencible.

a) Ignorancia vencible: es aquella que se podría y debería superar, si se pudiera un esfuerzo razonable (p. Ej., consultando, estudiando, pensando, etc.). Se subdivide en: Simplemente vencible; si se puso algún esfuerzo para vencerla, pero insuficiente e incompleto. Crasa o supina; si no se hizo nada o casi nada por salir de ella y, por tanto, nace de un grave descuido en aprender las principales verdades de la fe y la moral, o los deberes propios del estado y oficio. Afectada; cuando no se quiere hacer nada para superarla con objeto de pecar con mayor libertad; es, pues, una ignorancia plenamente voluntaria. b) Ignorancia invencible; es aquella que no puede ser superada por el sujeto que la padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte (p. Ej., el aborigen que no advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha intentado en vano de salir de ella (preguntando o estudiando).

59 Tomado de: http://www.escuelacima.com/actoshumanos.html (15,I,2015).

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En ocasiones puede equipararse a la ignorancia invencible el olvido o la inadvertencia (p. Ej., el que come carne en el día de vigilia sin saberlo, de manera que no la comería si supiera). La ignorancia invencible se da sobre todo en gente ruda e incivil. En una persona con preparación humana y escolar, la ignorancia en materia de fe y moral es casi siempre vencible.

C. Principios morales sobre la ignorancia

1º. La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ante Dios, ya que es involuntaria y por tanto inculpable ante quien conoce el fondo de nuestros corazones (p. Ej., no peca el niño pequeño que sin saber hace una cosa mala). Es fácil entender este principio moral si se considera el adagio escolástico nihil volitum nisi praecognitum (“nada es deseado si antes no es conocido” Ver Dz. 1292).

2o. La ignorancia vencible es siempre culpable, en mayor o menor grado según la negligencia en averiguar la verdad. Así, es mayor la responsabilidad de una mala acción realizada con ignorancia crasa, que con simplemente vencible. Consecuentemente, puede ser pecado mortal si nace de descuidos graves.

3o. La ignorancia afectada, lejos de disminuir la responsabilidad, la aumenta, por la mayor malicia que supone.

D. Deber de conocer la Ley Moral Como ya quedó señalado, la ignorancia puede a veces eximir de culpa y, en consecuencia, de responsabilidad moral. Sin embargo, es conveniente añadir que existe el deber de conocer la ley moral, para ir adecuando a ella nuestras acciones. Ese conocimiento no debe limitarse a una determinada‚ poca de la vida la niñez o la juventud, sino que ha de desarrollarse a lo largo de toda la existencia humana, haciendo una especial referencia al trabajo que cada uno desarrolla en la sociedad. De aquí se deriva el concepto de moral profesional, como una aplicación de los principios morales generales a las circunstancias concretas de un ambiente determinado. Por lo tanto, el deber de salir de la ignorancia adquiere especial obligatoriedad en todo lo que se refiere al campo profesional y a los deberes de estado de cada persona. OBSTACULOS POR PARTE DE LA VOLUNTAD: Los obstáculos que dificultan la libre elección de la voluntad son: el miedo, las pasiones, la violencia y los hábitos. A. EL MIEDO. Es una vacilación del ánimo ante un mal presente o futuro que nos amenaza, y que influye en la voluntad del que actúa. En general, el miedo -aunque sea grande- no destruye el acto voluntario, a menos que su intensidad haga perder el uso de razón.

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El miedo no es razón suficiente para cometer un acto malo, aunque el motivo sea considerable: salvar la propia vida, o la fama, etc. Sería ilícito, por ejemplo, renegar de la fe por miedo al castigo o a la muerte, o emplear medios anticonceptivos por temor a consecuencias graves en la salud ante un nuevo embarazo, etc. Por el contrario, si a pesar del miedo el sujeto realiza la acción buena, es mayor el valor moral de esa acción. A lo largo de la historia de la Iglesia se han dado incontables casos de personas con un natural m s bien tímido y poco audaz que han superado el miedo para cumplir la voluntad de Dios. Es el caso, por ejemplo, de José de Arimatea que, siendo discípulo oculto de Cristo “por temor a los judíos” (Jn. 19, 38), sabe vencerse y dar la cara cuando otros huyen: reclama “audacter”, audazmente (Mc. 15, 43) de Pilato el cuerpo muerto del Señor. A veces, sin embargo, el miedo puede excusar del cumplimiento de leyes positivas (es decir, de leyes puramente eclesiásticas) que mandan practicar un acto bueno, si causan gran incomodidad, porque en estos casos se sobreentiende que el legislador no tiene intención de obligar. Sería el caso, p. ej., de la esposa que para evitar un grave conflicto familiar deja de ayunar o de ir a Misa. Es una aplicación del principio que dice que las leyes positivas no obligan con grave incomodidad. Nótese que se trata sólo de leyes positivas o meramente eclesiásticas. El cumplimiento de la ley divina -p.ej., amar a Dios sobre todas las cosas- obliga siempre, aun a costa de la propia vida (p. ej., los santos martirizados por negarse a incensar a los ídolos). B. LAS PASIONES. Designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o no obrar. Son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar de paso entre la vida sensible y la vida del espíritu. Ejemplos de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira. Las pasiones son en sí mismas indiferentes, pero se convierten en buenas o malas según el objeto al que tiendan. Por eso, deben ser dirigidas por la razón y regidas por la voluntad, para que no conduzcan al mal. P. ej., la ira es santa si lleva a defender los bienes de Dios (es la ira de Jesucristo cuando expulsa a los vendedores del templo: cfr. Mc. 11, 15-19); el odio agrada a Dios si es odio al pecado; el placer es bueno si está regido por la recta razón. Si los objetos a que tienden las pasiones son malos, nos apartan del fin último: odio al prójimo, ira por motivos egoístas, placer desordenado, etc. Si las pasiones se producen antes de que se realice la acción e influyen en ella, disminuyen la libertad por el ofuscamiento que suponen para la razón; incluso en arrebatos muy violentos, pueden llegar a destruir esa libertad (p. ej., el padre que llevado por la ira golpea mortalmente a su hijo pequeño). Si se producen como consecuencia de la acción y son directamente provocadas, aumentan la voluntariedad (p. ej., el que recuerda las ofensas recibidas para aumentar la ira y el deseo de venganza).

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Cuando surge un movimiento pasional que nos inclina al mal, la voluntad puede actuar de dos formas:

Negativamente, no aceptándolo ni rechazándolo.

Positivamente, aceptándolo o rechazándolo con un acto formal. Para luchar eficazmente contra las pasiones desordenadas no basta una resistencia negativa, puesto que supone quedar expuesto al peligro de consentir en ellas. Es necesario rechazarlas formalmente llevando el ánimo a otra cosa: es el medio más fácil y seguro, sobre todo para combatir los movimientos de sensualidad y de ira. El naturalismo es la falsa doctrina que invita a no poner ninguna traba a las pasiones humanas, bajo pretextos pseudo-psicológicos (dar origen a traumas, p. ej.). Cae en el error base de olvidar que el hombre tiene, como consecuencia del pecado original, las pasiones desordenadas y proclives al pecado. La recta razón, como potencia superior, iluminada y fortalecida por la gracia, ha de someter y regir esos movimientos en el hombre. C. LA VIOLENCIA. Es el impulso de un factor exterior que nos lleva a actuar en contra de nuestra voluntad. Ese factor exterior puede ser físico (golpes, etc.) o moral (promesas, halagos, ruegos insistentes e inoportunos, etc.), que da lugar a la violencia física o moral. La violencia física absoluta -que se da cuando la persona violentada ha opuesto toda la resistencia posible, sin poder vencerla- destruye la voluntariedad, con tal de que se resista interiormente para no consentir el mal. La violencia moral nunca destruye la voluntariedad pues bajo ella el hombre permanece en todo momento dueño de su libertad. La violencia física relativa disminuye la voluntariedad, en proporción a la resistencia que se opuso. D. LOS HÁBITOS. Muy relacionados con el consentimiento están los hábitos o costumbres contraídas por la repetición de actos, y que se definen como firme y constante tendencia a actuar de una determinada forma. Esos hábitos pueden ser buenos y en ese caso los llamamos virtudes o malos: estos últimos constituyen los vicios. El hábito de pecar -un vicio arraigado- disminuye la responsabilidad si hay esfuerzo por combatirlo, pero no de otra manera, ya que quien no lucha por desarraigar un hábito malo contraído voluntariamente se hace responsable no sólo de los actos que comete con advertencia, sino también de los inadvertidos: cuando no se combate la causa, al querer la causa se quiere el efecto. Por el contrario, quien lucha contra sus vicios es responsable de los pecados que comete con advertencia, pero no de los que comete inadvertidamente, porque ya no hay voluntario en causa. XII. La felicidad como fin último del hombre:

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Solamente la persona humana es el ser que actúa consciente y libremente por un fin que motiva a su racionalidad. Pero ¿qué es el fin? Aristóteles ya advirtió que fin es el bien que deseamos conseguir, el objeto de nuestras aspiraciones:

“Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho, que es el objeto de todas nuestras aspiraciones”60.

En este sentido, “FIN ÚLTIMO es el que se quiere de modo absoluto y en razón del cual se quieren las demás cosas”. Por lo que se presenta como la motivación fundamental de todo lo que hacemos, el motivo conductor de nuestra existencia. En síntesis, fin último es la CAUSA PRIMERA DE TODO EL OBRAR HUMANO.

Pues esta motivación es moralmente buena en cuanto libremente aceptada y voluntariamente buscada, y constituye la oportunidad auténtica de la plena realización humana. De ahí la importancia de conocerlo:

“[…] si, […], en nuestras determinaciones no podemos remontarnos sin cesar a un nuevo motivo, lo cual equivaldría a perderse en el infinito y hacer todos nuestros deseos perfectamente estériles y vanos, es claro, que el fin común de todas nuestras aspiraciones será el bien, el bien supremo. ¿No debemos creer que, con relación a la que ha de ser regla de la vida humana, el conocimiento de este fin último tiene que ser de la mayor importancia, y que, a la manera de los arqueros que apuntan a un blanco bien señalado, estaremos entonces en mejor situación para cumplir nuestro deber?”61.

Es, por ello, una obligación moral preocuparnos en descubrir y vivir según ese fin fundamental. El fin último de la naturaleza humana puede ser conocido por la razón, pero sabemos por la fe, que el hombre ha sido elevado a un orden superior, al que corresponde su naturaleza, pero sin suprimirla ni menospreciarla. Sólo Dios es el fin último del hombre, ya que de él procede y en él se encuentra el origen de su identidad y subsistencia. En tal sentido, santo Tomás de Aquino explica:

“Por consiguiente, si la última felicidad del hombre no consiste en los bienes exteriores que suelen atribuirse a la suerte, ni en los del cuerpo, ni en los del alma en cuanto a la parte sensitiva, ni en los que se refieren a la parte intelectual respecto a los actos de las virtudes morales, ni en la parte intelectual práctica del hombre, como el arte y la prudencia, sólo queda que consista en la contemplación de la verdad.

1. Sólo esta operación del hombre le es propia, y de ningún modo participa de ella con los demás animales. 2. Tampoco se ordena dicha operación a otra cosa como a su fin, ya que la contemplación busca la verdad por sí misma.

60 Aristóteles: Moral a Nicómaco, Libro I, I, traducción de Patricio de Azcárate, en: http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01003.htm (30,VII,2014). 61 Id.

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3. Esta operación une al hombre a las sustancias superiores mediante la semejanza, ya que tal operación es propia y exclusiva del hombre y de las sustancias separadas. 4. Por dicha operación se une a los seres superiores, conociéndolos de alguna manera. 5. Es la operación para la que el hombre tiene mayor capacidad, ya que poco auxilio necesita del exterior para realizarla. 6. Parece que a ésta se ordenan todas las demás operaciones del hombre como a su fin. Pues para la contemplación perfecta se requieren la integridad corporal, a la cual están ordenadas todas las cosas artificiales necesarias para la vida. También el descanso de las perturbaciones de las pasiones, al que se llega mediante el ejercicio de las virtudes morales y de la prudencia. Y el descanso de las pasiones exteriores, al que se ordena todo el recto gobierno de la vida civil. De manera que, si consideramos las cosas rectamente, todos los oficios humanos parecen servir a la contemplación de la verdad.

Mas no es posible que la última felicidad del hombre consista en la contemplación de los primeros principios, que es imperfectísima; porque se refiere principalmente a los universales, está en potencia de "conocer las cosas, es principio y no fin del estudio humano, proviene de nuestra naturaleza y no del estudio de la verdad. Tampoco en el conocimiento de las ciencias, pues estas se refieren a las cosas ínfimas, ya que la felicidad debe ser la operación de la inteligencia que tenga por objeto los inteligibles más nobles. Luego sólo nos queda que la última felicidad del hombre consista en la contemplación de la sabiduría, en cuanto considera lo divino.

De esta manera resulta evidente, por vía de inducción, lo que anteriormente hemos probado por razonamientos que la última felicidad del hombre no consiste sino en la contemplación de Dios”62.

Y en la Suma Teológica, el aquinate, nos dirá que la felicidad humana consiste en que el entendimiento alcance la esencia misma de la causa primera:

“La bienaventuranza última y perfecta sólo puede estar en la visión de la esencia divina. Para comprenderlo claramente, hay que considerar dos cosas. La primera, que el hombre no es perfectamente bienaventurado mientras le quede algo que desear y buscar. La segunda, que la perfección de cualquier potencia se aprecia según la razón de su objeto. Pero el objeto del entendimiento es lo que es, es decir, la esencia de la cosa, como se dice en III De anima. Por eso, la perfección del entendimiento progresa en la medida que conoce la esencia de una cosa. Pero si el entendimiento conoce la esencia de un efecto y, por ella, no puede conocer la esencia de la causa hasta el punto de saber acerca de ésta qué es, no se dice que el entendimiento llegue a la esencia de la causa realmente; aunque, mediante el efecto, pueda conocer acerca de ella si existe. Y así, cuando el hombre conoce un efecto y sabe que tiene una causa, naturalmente queda en él el deseo de saber también qué es la causa. Y éste es un deseo de admiración, que causa investigación, como se dice en el principio de Metaphys. Por ejemplo, si quien conoce el eclipse de sol piensa que está producido por una causa, se admira de ella, porque no sabe qué es, y porque se admira, investiga; y esta investigación no cesa hasta que llegue a conocer la esencia de la causa. Si, pues, el entendimiento humano, conocedor de la esencia de algún efecto creado, sólo llega a conocer acerca de Dios si existe, su perfección aún no llega

62 Tomás de Aquino: Suma contra Gentiles, La felicidad última del hombre consiste en la contemplación de Dios, Cap. XXXVII, Ed. Porrúa, México 1991, traducción Carlos Ignacio González, S.I, pp. 322-329, en: http://esenciadelcristianismo.com/2edadmedia/aquino.html (30,VII,2014).

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realmente a la causa primera, sino que le queda todavía un deseo natural de buscar la causa. Por eso todavía no puede ser perfectamente bienaventurado. Así, pues, se requiere, para una bienaventuranza perfecta, que el entendimiento alcance la esencia misma de la causa primera. Y así tendrá su perfección mediante una unión con Dios como con su objeto, en lo único en que consiste la bienaventuranza del hombre, como ya se dijo”63.

En consecuencia, la felicidad humana consiste en la contemplación de Dios, que es la verdad suma y altísima, a la que sigue un amor y gozo perfectísimo de Dios, como Sumo y Supremo Bien. Fin último y felicidad coinciden. Nuestro fin es Dios. Hacia él tiende nuestro afecto de una doble manera: en cuanto queremos la gloria de Dios y en cuanto aspiramos a gozar de ella. El primer aspecto pertenece al amor con que amamos a Dios en sí mismo, el segundo al amor con que nos queremos a nosotros mismos en Dios. Por otro lado, nunca han de confundirse felicidad y placer: “Aristóteles distinguía perfectamente entre felicidad y placer. El placer es una satisfacción pasajera, originada por la posesión de un bien particular. La felicidad es la obtención estable y perpetua del bien totalmente perfecto amable por sí mismo, que sacia todas las exigencias de la naturaleza humana y colma todos sus deseos”64:

“La mayoría y la gente burda ponen la felicidad en el placer; por eso dan a entender su amor a una vida llena de goces […] La muchedumbre que, evidentemente, no se distingue en nada de los esclavos, escoge un existencia animal en su totalidad y halla una justificación a ello en el ejemplo de hombres poderosos que llevan una vida a lo Sardanápalo [antiguo rey asirio con una vida dada a los placeres]”65.

“[…] Nuestra demostración está concorde con los que pretenden que la felicidad coincide con la virtud general o con alguna virtud particular; pues la felicidad es, según nuestra manera de pensar, la actividad del alma dirigida por la virtud […] la mayoría de la gente no se entiende sobre lo que son los placeres, puesto que algunos de ellos no son naturalmente placeres, mientras que los que aman la honestidad hallan o encuentran que el placer que deriva de ella es un verdadero placer […] La vida de las gentes virtuosas no necesita el placer como accesorio, el placer lo halla ella en sí misma […]”66.

Por tanto, la felicidad se identifica con la obtención del fin último, ya que sin éste no resta nada por aspirar ni lograr.

63 S. Th., I-IIae, q. 3, a. 8 64 http://josecarlosisique.wordpress.com/2013/06/04/naturaleza-y-objeto-de-la-etica/ (30,VII,2014). 65 Aristóteles: Ética Nicomaquea, Libro I, Cap. V, citado en: Rey de Castro E., José (2013): Ob. Cit., p. 100 66 Ibíd.: Libro I, Cap. VIII, citado en: Rey de Castro E., José (2013): Ob. Cit., p. 104-105

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TERCERA UNIDAD: LA VIDA VIRTUOSA

Antes de abordar estrictamente el tema de la virtud, veamos las teorías sobre la felicidad en el mundo griego, ciertamente, erradas en su objeto: Hedonismo: Ciertamente, poner la felicidad donde no se encuentra trae graves consecuencias, frustraciones y deformación de la vida: “El hedonista […] manipula y deforma sus propias relaciones con las personas y las cosas en función del mantenimiento del placer, empresa que en un mundo vacío de bienes resulta cada vez más difícil”67; tal es el caso del hedonismo, dicha doctrina filosófica está basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor y de las angustias, como objetivo o razón de ser de la vida. En este sentido, Lersch afirma: “El problema central del hedonista, de crear y renovar los excitantes, se explica porque los estados desencadenados por éstos se agotan siempre rápidamente”68. Dentro de esta doctrina revisaremos las tres grandes teorías de la felicidad del helenismo (epicuerismo, estoicismo y escepticismo)69:

1. EPICÚREO (341-270 a. C.):

Niega cualquier tipo de existencia después de la muerte. “El placer es el principio y el fin de la vida feliz” (Diogenis Laertii Vitae Philosophorum). El placer es la motivación y la norma última de vida del sabio. Distingue entre el PLACER CINÉTICO o EN MOVIMIENTO (acción de gozar) y el PLACER

ESTÁTICO O CATASTEMÁTICO (ausencia de dolor o aponía y ausencia de turbación o ataraxia).

La AUSENCIA DE IMPEDIMENTOS propia de una vida natural es para él un verdadero placer.

Sostiene que el verdadero placer que da la felicidad es sólo el PLACER CATASTEMÁTICO: la felicidad no se obtiene por medio de goces exquisitos ni de placeres groseros.

“La ataraxia o imperturbabilidad es la verdadera felicidad, porque es el bien completo y autosuficiente buscado por sí mismo: por ella se hace todo lo que se hace […]”.

El PLACER EPICÚREO es la AUSENCIA DE TURBACIÓN, y el SUMO BIEN es la TRANQUILIDAD DEL ALMA, LA PAZ DE LOS HOMBRES.

El FIN ÚLTIMO EPICÚREO no es una actividad o género de vida que posea o realice un bien, sino un estado de la subjetividad. En ese estado, la voluntad se repliega, el corazón se vacía, la creatividad se adormece, se evita el riesgo y el esfuerzo de la elevación espiritual, se niega de modo individualista la vida social.

Es una sabiduría pesimista y perezosa, renuncia al amor y a la entrega para evitar el dolor.

1.1. HEDONISMO MODERNO:

67 Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., pp. 129 68 Lersch, Ph. (1963): La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona, pp. 113-114 69 Basado en: Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., pp. 123-137

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Se diferencia de Epicuro en que no se presentan como una sabiduría filosófica sobre el bien de la vida humana, sino como teorías científicas de la motivación.

Tiene tres grados: a) TODA ACTIVIDAD QUE SE HACE, SE HACE POR SENTIR PLACER: los placeres se

distinguen entre sí según su conexión con actividades diversas. b) EL PLACER ES UN BIEN ÚNICO E INDIFERENCIADO: admite sólo variaciones

cuantitativas: las actividades que se realizan son medios que dan placer en mayor o menor medida.

c) PLACER COMO MANÍA: “un rasgo importante del hedonista es que continuamente le amenaza el peligro del aburrimiento, del vacío interior, lo cual hace que la cuestión de CREAR NUEVOS EXCITANTES constituya un problema fundamental de su vida”.

2. ESTOICISMO:

Fundado por Zenón de Citio en el 301 a. C., adquirió gran difusión por todo el mundo

grecorromano. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales del siglo II d. C.

La felicidad consiste en VIVIR SEGÚN LA NATURALEZA, que es o mismo que vivir según la razón y las virtudes éticas: “[…] Es bienaventurado aquel hombre para quien no existe otro bien ni mal que un alma buena o mala, contento con la sola virtud, ejercitado en la práctica de lo honesto, a quien ni engríen ni quebrantan las veleidades de la fortuna […] cuyo auténtico placer es menospreciar el placer” (Séneca).

El virtuoso es feliz incluso en medio de la más completa privación de bienes. Es una ÉTICA DEL AUTODOMINIO (Apatheia), es decir, un intento desesperado de

NEUTRALIZAR EL PADECIMIENTO HUMANO: el bien humano se hace consistir en la IMPERTURBABILIDAD DEL SABIO, por lo que la virtud se concibe no tanto como plenitud humana, sino como DEFENSA DEL HOMBRE y de su TRANQUILIDAD DE ÁNIMO frente al destino.

Su PROBLEMA es conseguir fortalecerse en la INDIFERENCIA, de manera que pase lo que pase, logre constituir un núcleo de sí mismo inatacable.

EN VEZ DE BUSCAR EL SUMO BIEN, SE TRATA DE EVITAR EL SUMO MAL, incluso renunciando a la vida desde el suicidio.

3. ESCEPTICISMO (Sexto Empírico 160-210 d. C.)

Reflexión filosófica que lleva a advertir que LAS COSAS SON INCOMPRENSIBLES, porque

c/u de ellas se puede AFIRMAR una propiedad y su CONTRARIA: “Escepticismo es la capacidad de establecer antítesis en los fenómenos y en las consideraciones teóricas, según cualquiera de los tropos; gracias a la cual nos encaminamos –en virtud de la equivalencia entre las cosas y proposiciones contrapuestas- primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia” (Sexto Empírico: Esbozos pirrónicos, I, 8, trad. De A. Gallego Cao y T. Muñoz , Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1993, en: Rodríguez Luño. Ob. Cit., pág. 134).

La única actitud natural es la SUSPENSIÓN DEL JUICIO (ἐποχή: Estado de reposo mental por el cual ni afirmamos ni negamos) y, en el terreno práctico, la INDIFERENCIA hacia todas ellas.

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Quiere demoler toda pretensión dogmática (reaccionando contra el estoicismo): “Quien supone que algo es por naturaleza bueno o malo o, en general, obligatorio o prohibido, ése se angustia de muy diversas maneras” (Esbozos Pirrónicos, III, 237). Si se eliminan las ideas de bueno y malo, desaparece la tensión y la ansiedad.

Su finalidad: SERENIDAD DEL ESPÍRITU en las cosas que dependen de la opinión de uno y el CONTROL DEL SUFRIMIENTO en las que se padecen por necesidad (E.P., I,25).

CRÍTICA: es contradictorio ya que se ve obligado a afirmar y a negar lo mismo, aceptando de modo práctico lo que teóricamente destruye: “Utiliza el dogmatismo para refutar el dogmatismo”.

El escepticismo contemporáneo se diferencia del antiguo principalmente por presentarse de una manera mucho más cuidadosa. En vez de afirmar que las verdades acerca del bien y del mal causan turbación e infelicidad, el escéptico actual dice, por el contrario, que esas verdades dan seguridad y serenidad, pero el escéptico actual RENUNCIA valientemente a la ventaja de sentirse seguro en nombre de la libertad, de la neutralidad y del pluralismo […] En realidad. El escepticismo contemporáneo presupone una concepción de vida “fuerte” y perfectamente definida, pero tiene particular cuidado en ocultarla para no caer, de modo claro, en la contradicción intrínseca propia de toda actitud escéptica, es decir la de afirmar y negar lo mismo, en cuanto ataca a toda verdad menos la propia; es más, ataca la verdad en nombre de la propia verdad70.

LA VIDA VIRTUOSA, INTRODUCCIÓN: En clases pasadas habíamos señalado que la esencia de la libertad no consiste en la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, ni mucho menos orientarse a la elección del mal, ya que la libertad es una facultad intrínsecamente moral. Por tanto, dicha esencia consiste en la AUTODETRMINACIÓN AL BIEN; en este sentido, optar por el mal es un acto defectuoso moralmente porque atenta contra la propia libertad, al someter la tendencia fundamental del hombre que es el bien, lo bueno a una situación o realidad que lo desdibuja o imperfecciona. En consecuencia, una expresión correcta del ejercicio de la libertad (facultad moral) consistirá en buscar la autodeterminación en la práctica estable y creciente del bien y, obviamente, en el rechazo estable y creciente del mal. También habíamos visto que la tarea del ser humano no es eliminar las pasiones, sino someterlas al dominio de la recta razón, la voluntad y, por tanto, educarlas, orientarlas hacia objetivos moralmente buenos, a fin de contribuir a la vida moralmente lograda. La resistencia, el enfrentarse libre y repetidamente a una pasión desordenada, por medio de diversas acciones, propiciará a la persona un comportamiento cada vez más fortalecido ante los embates del desorden sensible. A este acto de perfección moral, la ética griega o clásica lo ha designado

“” (areté o virtud). La aretḗ ('excelencia') política ('ciudadana') de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes específicas: andreia ('valentía' o fortaleza), sofrosine ('sensatez, moderación o templanza') y dicaiosine ('justicia'): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. En La República, Platón añadió una cuarta, la Prudencia, y describió las cuatro virtudes cardinales como:

70 Rodríguez Luño, Ángel (2006): Ob. Cit., pp. 138

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Justicia (virtud fundante/preservante) - conócete a sí mismo. Prudencia (calculativo) - véase el todo. Fortaleza (enérgico) - presérvese el todo. Templanza (apetitivo) - sírvase el todo71. I. LA VIRTUD, UNA APROXIMACIÓN: El concepto de virtud fue empleado genéricamente por los griegos para referirse a la EXCELENCIA MORAL DEL HOMBRE. Pero antes de ello, tenía un significado más amplio: “excelencia de las cosas, de los animales e incluso de las divinidades griegas”72. Por tanto, podemos inferir que “virtud” es la cualidad de la excelencia de las personas, cosas; pero en el campo que nos compete –el ético-moral-, “la virtud moral es un criterio racional de regulación de bienes, y de deseos, sentimientos y acciones que a esos bienes se refieren, poseído no sólo bajo la forma de convicción racional, sino también como disposición estable de la afectividad y de la voluntad”73. Entonces, atañe tanto a una dimensión racional como afectiva, que deben ser ordenadas y reguladas según la excelencia del actuar humano.

Para SÓCRATES el centro de la ética es el concepto de (virtud): “Es virtud en un sentido distinto del usual, y que se aproxima más al que tiene la palabra al hablar de las virtudes de las plantas o de un virtuoso del violín, la virtud es la DISPOSICIÓN ÚLTIMA Y RADICAL DEL HOMBRE, aquello para lo cual ha nacido propiamente. Y esta virtud es CIENCIA. El hombre malo lo es por ignorancia; el que no sigue el bien es porque no lo conoce, por esto la virtud SE PUEDE ENSEÑAR (ética intelectualista), y lo necesario es que cada cual conozca su areté. Este es el SENTIDO DEL IMPERATIVO SOCRÁTICO: CONÓCETE A TI MISMO. Por eso es un imperativo moral, para que el hombre tome posesión de sí mismo, sea dueño de sí, por el SABER”74. En cuanto a PLATÓN, nos habla de cuatro virtudes fundamentales: “La moral platónica muestra un paralelismo estricto con su teoría del alma. Las partes de la psique humana tienen una correspondencia ética rigurosa. Cada una de ellas tiene que estar regida de un cierto modo, tiene que poseer UNA VIRTUD PARTICULAR, una calidad en que consiste su funcionamiento perfecto. La parte sensual requiere la moderación, lo que se llama tradicionalmente TEMPLANZA (sophrosyne). A la parte afectiva le corresponde la FORTALEZA o andría. La parte racional tiene que estar dotada de la sabiduría o PRUDENCIA, de la phrónesis. Pero hay aún una cuarta virtud; las partes del alma son elementos de una unidad, y están, por tanto, en una relación entre sí; esta buena relación constituye lo más importante del alma y, por consiguiente, la VIRTUD SUPREMA, la JUSTICIA o dikaiosyne. Estas son las cuatro virtudes que han pasado como virtudes cardinales, incuso al cristianismo”75. Para ARISTÓTELES la virtud es la perfección habitual y estable (héxis) de las facultades operativas humanas, tanto de las facultades intelectuales (virtudes dianoéticas) cuanto de las apetitivas (virtudes éticas). También la tradición estoica concedió una gran atención a las virtudes,

71 Cardinal Virtues: The Four-fold System, Catholic Encyclopedia (2009), disponible en: http://www.newadvent.org/cathen/03343a.htm (5, V, 2014). 72 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., pág. 210 73 Ibíd., pág. 211 74 Marías, Julián (1974): Ob. Cit., pág. 39 75 Ibíd., pág. 53

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subrayando la coincidencia entre la vida según la virtud y la vida según la naturaleza [sabemos ya de sus desviaciones]. La teoría de las virtudes continuó ocupando un lugar importante en el primer pensamiento cristiano y en la filosofía medieval, y de un modo u otro ha estado siempre presente en la tradición ética occidental. Sin embargo, como ya sabemos, a partir del siglo XIV la ética de las virtudes deja de ser la figura de la Ética dominante, con lo que la virtud cambia de significado y pasa a ser un concepto residual del que se acabará por prescindir76. En este sentido, MacIntyre en su obra “Tras la virtud” alerta el peligro de vivir con una moral cambiante, ecléctica, utilitarista; que resulta siempre aparente: “Poseemos, en efecto, simulacros de moral, continuamos usando muchas de las expresiones-clave. Pero hemos perdido —en gran parte, si no enteramente— nuestra comprensión, tanto teórica como práctica, de la moral”77. II. NATURALEZA DE LA VIRTUD: La noción de virtud se ha ido perfilando en un largo proceso histórico, que tiene ya un hito importante en la misma filosofía griega, sobre todo con Aristóteles. En un sentido muy general se ha solido llamar virtud al principio del movimiento o de la acción. Es lo mismo que energía, potencia activa o capacidad de obrar o de hacer algo. Pero en un sentido más restringido, la virtud ha venido a ser entendida como la perfección de la misma potencia activa, tanto si es una perfección que la potencia tiene por sí misma, como si se trata de una perfección sobreañadida, a modo de hábito operativo78. Recordemos que “hábito” es la DISPOSICIÓN ESTABLE PARA REALIZAR CIERTOS ACTOS79. Se encuentra entre la potencia y el acto, es decir, la facultad de la voluntad puede estar predispuesta a volcarse hacia determinado hábito, pero necesita ser expresada en acciones racionales constantes (hábitos operativos buenos, si son virtudes). Mas aún, si son acciones moralmente buenas (virtudes), la voluntad y la inteligencia requieren ser informadas, educadas perfeccionadas.

76 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., pág. 211 77 MacIntyre, Alasdair (1984): “Tras la virtud”, Biblioteca de Bolsillo, edición del 2004, pág. 11, en: http://142.4.211.67/~coebioet/biblioteca/libros/ceboax-0653.pdf (5, V, 2014). En el prefacio de la edición española de 2001, Victoria Camps señala: “Nuestra modernidad —o postmodernidad— se encuentra en un estado

caracterizable como más allá o después de la virtud. Lo cual significa que hoy ya no es posible un discurso como el de Aristóteles sobre las virtudes de la persona, porque, entre otras cosas, carecemos de lo fundamental: un concepto unitario de persona. De hecho, hace siglos que perdimos esa unanimidad sobre el telos [fin] humano que compartieron los griegos o los cristianos medievales. Tampoco es posible demostrar, legitimar o fundamentar la universalidad de nuestros principios morales. La supuesta universalidad de los derechos humanos o la vigencia de la moral utilitarista —dos creencias morales de nuestro tiempo— se sustentan en una ficción. En realidad, nuestro mundo es caótico y desordenado en lo que a creencias morales se refiere, una mezcolanza de doctrinas, ideas y teorías que provienen de épocas y culturas lejanas y distintas. La única respuesta aceptable ante ese conjunto de retazos éticos es la filosofía del emotivista, que se adhiere a la moral más afín con sus emociones y no entiende otras razones que las del sentimiento que nos mueve a rechazar unas acciones y aprobar otras. Es decir, que vivimos en una época postvirtuosa, «después» de la virtud. Aunque, simultáneamente, echamos de menos la moral, andamos en pos de la virtud. Ahí está el acierto del título: encontrándonos tras la virtud, vamos, sin embargo, en su busca. MacIntyre expresa maravillosamente ese déficit de moral que constatamos y nos sentimos incapaces de subsanar con el bagaje intelectual que tenemos. Tal incapacidad

deriva, a su juicio, del error cometido por la filosofía moderna al situarse en la perspectiva del individualismo liberal”. 78 García López, J.: Virtud, s/a, en: http://www.mercaba.org/DicPC/V/virtud.htm (5, V, 2014). 79 De Torre, J. (1990): Ob. Cit., pág. 374

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Dicha perfección enriquece la capacidad operativa más propia del hombre, mas no modifica su naturaleza. En otras palabras, la virtud perfecciona las facultades (morales) del ser humano, capacidades que pueden estar muy desarrolladas en la persona sin capacitación o capacidades que se pueden desplegar mejor con capacitación. Tal perfeccionamiento, sin lugar a dudas, otorga a la persona cualidades estables que lo enaltecen (o perfeccionan). En tal sentido, «para realizar acciones buenas en diferentes circunstancias, la voluntad necesita perfeccionarse mediante CIERTAS CUALIDADES ESTABLES que se llaman virtudes. Así, la virtud CAPACITA A LA VOLUNTAD para actuar de modo efectivo. Es un tipo particular de CUALIDAD (accidente que perfecciona a un ente ya en sí mismo ya en su actividad) que inclina a la voluntad a las buenas obras. Las virtudes se dirigen al campo de la acción, la operación: pertenecen propiamente a la VOLUNTAD, ya que ella es el poder de la actividad, es la “reina” de todas las facultades del hombre. VIRTUDES NATURALES son aquellas que el hombre puede adquirir por su propia acción: SON ADQUIRIDAS (no innatas) por la INSISTENCIA en los actos correspondientes hasta que se convierten en hábitos. Y de la misma forma que son adquiridos, PUEDEN SER DISMINUIDOS O INCLUSO PERDIDOS AL NO INSISTIRSE EN LOS ACTOS ADECUADOS. La característica de estas “virtudes naturales”, como observó Aristóteles, es que consisten en un “MEDIO ENTRE DOS EXTREMOS”, que son tanto el EXCESO como el DEFECTO en la medida que éstos se desvían del buen fin. En relación con EL FIN MISMO, sin embargo, no existe algo intermedio como tampoco puede haber exceso: no podemos amar a Dios por exceso, aunque podemos quedarnos cortos con ese amor. TODAS LAS VIRTUDES SE RELACIONANENTRE SÍ PORQUE TODAS ESTÁN ARRAIGADAS EN LA VOLUNTAD, como hemos visto: la voluntad tiene un FIN ÚLTIMO al cual todos los demás fines deben estar dirigidos. Esto significa que EXISTE ORDEN EN LAS VIRTUDES: están subordinadas, conectadas y coordinadas. ¿Cuál es, pues, el orden de la perfección? ¿Cuáles son las virtudes más altas? LAS VIRTUDES SON TANTO MÁS ALTAS CUANTO MÁS SE RELACIONAN O SE ACERCAN AL FIN ÚLTIMO. Por ello, la más alta de todas las virtudes es el amor a Dios […]»80. Por ende, las virtudes son UN TIPO DE CUALIDADES ESTABLES, por esto son HÁBITOS y no meras disposiciones o cualidades inconstantes o volubles: “Las virtudes son hábitos humanos racionales, no instintos animales mecánicos; son actitudes hacia géneros amplios de acciones, no dispositivos de reacciones unívocas […] Por eso la virtud es continuo crecimiento, poder más y con mayor amplitud”81. Es verdad que nuestras acciones nacen de un querer que selecciona, califica, aprueba o desaprueba. Dicho querer –recordemos- surge motivado por el querer genérico natural de todo ser humano y porque el objeto elegido se muestra atractivo a los sentidos. Ahora queremos subrayar lo siguiente: “Se trata de que ese querer genérico fundamental, aquel conjunto de tendencias radicadas en nosotros, PUEDE SER MOLDEADO hasta cierto punto […] La ética filosófica llama «hábitos» a las formas que adquiere y damos a ese querer fundamental, y «carácter» a la forma en conjunto

80 De Torre, J. (1990): Ob. Cit., págs. 374-375 81 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág. 106

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resultante. Y esa forma global o las formas más particulares pueden conformar dicho querer de modo correcto o incorrecto […], es decir, actos moralmente buenos o malos”82. III. DISTINCIÓN DE LAS VIRTUDES: Como señalamos anteriormente, el concepto de virtud está referido con “la excelencia” y esta, a su vez, se extiende además de lo concerniente con la conducta humana correcta o buena (moral), a lo intelectivo (intelectual). Antes de abordar con detalle lo señalado, debemos tener en cuenta que “la racionalidad como criterio de acción y de vida es buena, pero si es una racionalidad instrumental que sirve a fines malos es evidente que se convierte en malo. La racionalidad sólo es buena cuando abarca también la corrección de las acciones que regula”83. Por tanto, ha de estar guiada, regulada, capacitada para poder ejercer el bien de modo estable. En este sentido, san Agustín ha propuesto una clasificación de bienes según su necesidad84:

a) «MINIMA BONA»: bienes sin los cuales se puede ser bueno (la salud…). b) «MEDIA BONA»: bienes sin los cuales no se puede ser bueno, pero que pueden usarse

para el mal (inteligencia o libertad…). c) «MAXIMA BONA»: bienes sin los cuales no se puede ser bueno y que no pueden usarse

para el mal, y éstos son las VIRTUDES. La bondad moral es –además de intrínseca- ABSOLUTA e INCONDICIONADA […]. De acuerdo con esto, la tradición filosófica ha distinguido entre las VIRTUDES MORALES y las VIRTUDES INTELECTUALES […]. Las virtudes morales miran a dirigir racionalmente el deseo y el querer (incluso los afectos); las intelectuales, a la consideración de lo verdadero en sí mismo85 [aquí notamos la vulgar contradicción del relativismo moral]. Se llaman intelectuales a las virtudes que PERFECCIONAN A LA RAZÓN especulativa o práctica […]. Las virtudes morales, en cambio, PERFECCIONAN A LA VOLUNTAD y a los APETITOS SENSIBLES86. Aristóteles ya distinguía las virtudes en dianoéticas (intelectuales) y éticas: “Así la SABIDURÍA, INTELIGENCIA y PRUDENCIA son dianoéticas. Las éticas: LIBERALIDAD y TEMPLANZA87. Las virtudes intelectuales se dirigen a objetos particularmente valiosos: al conocimiento de la verdad de las cosas y de nosotros mismos. De esas verdades poseídas no tiene sentido decir que son absolutamente dignas, pero su posesión es condición de la vida plena y moral. Estas virtudes intelectuales pueden orientarse a sus objetos desde una consideración teórica o con un interés práctico. Y según esta doble vertiente, el pensamiento clásico distingue TRES VIRTUDES DE LA INTELIGENCIA TEÓRICA y DOS DE LA INTELIGENCIA PRÁCTICA88:

82 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág. 102 83 Ibíd., pág. 108 84 Véase: Agustín de Hipona: Del libre arbitrio, lib. II, XIX. 85 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., págs. 108-109 86 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., pág. 212 87 Véase: Aristóteles: Ética a Nicómaco, 1102b 27-1103a 6. 88 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág.109

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I. VIRTUDES DE LA INTELIGENCIA TEÓRICA:

1.1.1. Intelecto (conocimiento de los primeros principios teóricos) y Sindéresis (conocimiento de los primeros principios prácticos).

1.1.2. Sabiduría (lleva a considerar las cosas desde la causa última de toda la realidad).

1.1.3. Ciencia: mueve a estudiar las causas últimas de cada género de cosas y luego sacando conclusiones de ellas.

II. VIRTUDES DE LA INTELIGENCIA PRÁCTICA: 2.1.1. Prudencia: acertar a dictar lo que se debe hacer para obrar bien. 2.1.2. Técnica: saber qué hay que hacer para obrar bien.

Señalamos a continuación ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VIRTUD89:

En consecuencia, la virtud consiste en una ACTITUD CONQUISTADA Y CONSENTIDA LIBREMENTE, ya que es una toma de postura correcta frente a la realidad.

Además, si se considera la NATURALEZA HUMANA como buena y ordenada a lo bueno, podrá decirse que en esta tendencia natural se habrá de buscar la determinación de las virtudes morales.

En esta misma naturaleza se basa el adquirir virtudes y erradicar vicios, a fin de proteger la dignidad personal.

En la virtud moral el motivo del querer es del todo esencial, ya que anima la práctica del bien de modo estable.

En la virtud ejercitamos y ganamos aquella forma de libertad que es la LIBERTAD PRÁCTICA o MORAL, ya que vamos modelando nuestras inclinaciones y eligiendo los atractivos buenos que nos motivan.

IV. DEFINICIÓN DE VIRTUD MORAL: Sabemos muy bien lo que teóricamente se refiere a vivir moralmente bien, pero también nos damos cuenta de la dificultad de llevar a cabo lo moralmente bueno de manera perseverante, en cada situación de nuestra vida y ante una gran diversidad de personas y posturas. Es cierto, además, que el logro de una vida virtuosa no depende de un conjunto de reglas que se deben seguir y otras que se deben evitar: “La realización de un tipo de vida requiere que la persona adquiera la capacidad de DELIBERAR y JUZGAR CON ACIERTO las circunstancias, las personas, las cosas, los sentimientos, etc., de modo que en cada caso pueda darse cuenta de lo que conviene hacer y consiga hacerlo”90. Por consiguiente, se exige en la persona una capacidad de discernimiento (del bien y del mal) que le permita, desde su especificidad personal, optar correctamente por la alternativa que le permita edificar su ser. En consecuencia, “no bastan unas cuantas reglas generales, sino que es necesario conseguir una PERFECCIÓN ESTABLE de la capacidad de elegir. Este perfeccionamiento de la capacidad de

89 Cfr. Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., págs. 110-111 90 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., pág. 214

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elegir (de la libertad de elección) es precisamente la VIRTUD MORAL”91. Así, la elección de lo correcto debe convertirse en hábito, justamente es lo que pretende la virtud de la PRUDENCIA: “un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, y que está regulado por la recta razón en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente prudente”92. En tal sentido, el ser humano verdaderamente prudente rechazará el exceso y edificará su vida sobre “lo conveniente”, no en un sentido subjetivo y/o utilitarista, sino desde el poder de regulación de las cosas, situaciones, propio del raciocinio. V. LA VIRTUD MORAL COMO HÁBITO DE LA BUENA ELECCIÓN93: Entendiendo “buena elección” como el “acto de la voluntad con el que se decide lo que se va hacer aquí y ahora en vista de un determinado fin bueno”94. HÁBITO ELECTIVO significa, por tanto, disposición estable de elegir: la virtud es el hábito de elegir bien; el vicio es el hábito de tomar malas decisiones. Según esto se desprenden tres consecuencias:

1) LA VIRTUD MORAL NO ES UN AUTOMATISMO: la virtud perfecciona la elección. 2) EL ACTO PROPIO Y PRINCIPAL DE LA VIRTUD ES LA ELECCIÓN MORALMENTE RECTA. 3) LA ELECCIÓN VIRTUOSA ADEMÁS DE ESTAR CONFORME CON LA NORMA ÉTICA,

REQUIERE: 3.1- Saber lo que se hace. 3.2- Elegir libremente la obra buena en cuanto tal. 3.3- Obrar con firmeza y constancia: optar siempre por el bien.

VI. LA VIRTUD COMO ELECCIÓN DEL JUSTO MEDIO SEGÚN LA RECTA RAZÓN95: Las virtudes morales consisten en un TÉRMINO MEDIO, ya que se pretende evitar la deformación del exceso en el acto humano. En este sentido, se observa:

1) En la FORTALEZA y TEMPLANZA, se habla de término medio ya que se busca que los apetitos sensibles tiendan a su objeto con un impulso ni mayor ni menor del señalado por la razón.

2) En la JUSTICIA, se habla de término medio en cuanto regula la posesión de una cosa, evitando el exceso y el defecto: justo es el que da a cada uno lo suyo, ni más ni menos.

3) En la PRUDENCIA, el término medio está señalado por ella: lo que se ha de querer (voluntad) o desear (apetitos sensibles).

Las VIRTUDES MORALES son principio de acciones buenas y excelentes no sólo en cuanto

garantizan la realización de acciones acertadas, sino ANTES TODAVÍA en cuanto permiten darse cuenta de lo que “aquí y ahora” conviene hacer.

91 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., pág. 214 92 Aristóteles: Ética a Nicómaco, II, 6 93 Basado en: Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., págs. 214-215 94 Cfr. Aristóteles: Ob. Cit., V, II, 1 95 Basado en: Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., págs. 216-217

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En consecuencia, las virtudes morales tienen una importante DIMENSIÓN COGNOSCITIVA: sólo las virtudes morales garantizan que el conocimiento (del bien y del mal) sea una convicción personal, firme y práctica, a la cual se adecue siempre el propio comportamiento.

La AUSENCIA DE VIRTUD condiciona una percepción equivocada de lo que la coherencia moral señala al bien global de la vida.

VII. ¿QUÉ COMPRENDE LA RECTA ELECCIÓN?

1. La intención de un fin recto y la corrección de obstáculos (por ej., del egoísmo). 2. Tener una idea clara de las acciones necesarias para realizar el fin virtuoso y neutralizar

las dificultades. 3. Actuar bajo la guía de la recta razón, a fin de realizar una elección recta.

VIII. LAS VIRTUDES CARDINALES: Ya hemos visto cómo las virtudes nos encaminan a la elección estable de lo moralmente correcto, es decir, evitando el exceso y el defecto. Por ello, el pensamiento clásico griego forjó una clasificación de cuatro virtudes principales (que perdura hasta hoy), queriendo expresar con ello el eje alrededor del cual giran los demás hábitos de optar por lo bueno. Además cabe recordar que este elenco de virtudes pretendía (y pretende) dar solución a problemas prácticos de carácter universal: “nuestra relación con los demás, el control de impulsos como la ira o el deseo sexual, la medida del afán de poder y dominio sobre otros, o el deseo de riquezas…”96. Posteriormente este listado de virtudes ha recibido el nombre de “cardinales”, “humanas”, “fundamentales”, “morales”. En el sentido de resaltar su relevancia en la conducta humana hacia el logro de la perfección moral. Son cardinales (del latín “cardo, cardinis”, que significa apoyo, punto principal), debido a la importancia rectora de las decisiones y actividades humanas. Veamos a continuación cada una de estas virtudes:

a) PRUDENCIA: es una virtud intelectual y también moral, ya que “facilita ver lo bueno en cada circunstancia y realizarlo con decisión”97, es decir, que permite, primero, discernir intelectivamente lo conveniente para, posteriormente, llevarlo a la práctica. No se trata de una actitud calculadora y convenenciera de tipo egoísta, sino mas bien de elegir lo acertado y lo adecuado para ejecutarlo. Por tanto, “toda virtud que obre el bien en la consideración de la [recta] razón”98.

b) JUSTICIA: se trata de apuntar al completo ideal de moral, concretamente en “nuestra

relación con otras personas en la medida que hemos de darles lo debido”99. Es “toda virtud que obra el bien debido y recto”100 “Santo Tomás distingue dos especies de justicia: la justicia distributiva y la justicia conmutativa:

96 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág. 128 97 Id. 98 S. Th., I-IIae, q.61, a.3 99 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág. 129 100 S. Th., I-IIae, q.61, a.3

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“[…] la justicia conmutativa, que consiste en los cambios que mutuamente tienen lugar entre dos personas. […] la justicia distributiva, que es la que distribuye proporcionalmente los bienes comunes.”101.

Justicia conmutativa: gobierna las relaciones entre las personas. Depende de la

igualdad básica de las partes de un acuerdo. “Regula los intercambios entre las personas”: Ej.: si alguien vende una casa, no sería justo que se le pagase con un par de sandalias, los contratos justos, salvaguarda de los derechos de propiedad, pago de deudas… (Cfr. CEC 2411).

Justicia distributiva: implica una obligación de distribuir los bienes proporcionalmente de acuerdo a la contribución de casa persona.

c) FORTALEZA: “toda virtud que fortalece el alma contra cualquier pasión”102. Es “la

capacidad habitual de realizar lo mejor y debido pese al esfuerzo que suponga”103. Es la virtud de la sana ambición, porque lleva a realizar acciones buenas que requieren sumo esfuerzo, para llevarlas a término resistiendo las contrariedades.

d) TEMPLANZA: significa “moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio

en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad” (Cfr. CEC 1809). Es “lo que pone freno al deseo de lo que atrae al hombre con más fuerza”104.

Tiene la importancia de evitar que el hombre se sumerja por completo en lo material, haciendo posible que el alma quede libre para conocer y amar a Dios, ocuparse de los demás, desarrollar una labor intelectual o profesional, etc. De este modo, la templanza es “toda virtud que cohíbe y reprime las pasiones “105, pero según la recta razón.

IX. LAS VIRTUDES TEOLOGALES: Hemos mencionado anteriormente que virtud es sinónimo de PERFECCIÓN, y tal acción de edificación moral del ser humano ha de lograrse por su constante esfuerzo, al cual apuntan la voluntad y la inteligencia. No obstante ello, el hombre es consiente y experimenta el hecho de su propia contingencia o finitud. Ante esta realidad humana limitada por su propia naturaleza, se requiere en consecución a la verdadera perfección a la cual el hombre está llamado, de la asistencia divina para poder responder a la vocación sobrenatural. En efecto, la acción de Dios “capacita al hombre para obrar al modo divino. Esta nueva capacidad de obrar a lo divino es lo que llamamos virtudes teologales […] son virtudes sobrenaturales infusas […], vivifican y transforman desde dentro las virtudes naturales. Son garantía de la presencia y de la acción del espíritu Santo en las facultades humanas”106.

101 S. Th., II-IIae, q.61, a.1 102 S. Th., I-IIae, q.61, a.3 103 Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pág. 130 104 S. Th., II-IIae, q.141, a.2 105 S. Th., I-IIae, q.61, a.3 106 Sayés, José Antonio (2003): Ob. Cit., pág. 278

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Tal asistencia divina se llama GRACIA, que “es el favor de Dios, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina” (Cfr. CEC 1996). “La gracia es la participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria […]” (CEC 1997). Recordemos que “en el Bautismo, Dios infunde en el alma sin ningún mérito nuestro las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes para hacer el bien. Las virtudes infusas son teologales y morales. Las teologales tienen como objeto a Dios, las morales tienen como objeto los actos humanos buenos. La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende al bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas”107. Lo que quiere decir que cuando somos bautizados, Dios nos regala un auxilio especial para poder tender a la perfección, no sólo con nuestro propio esfuerzo humano sino, además colaborando con su gracia divina, que nos ayuda a vivir tanto las virtudes humanas como las teologales. Veamos a continuación estas últimas:

a) FE: “Virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque él es la verdad misma. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (CEC 1814).

Por el don de esta fe sobrenatural, aceptamos el mensaje externo de la Revelación apoyados en la autoridad misma de Dios que se revela e iniciamos una relación directa e íntima con Dios. Para san Pablo, creer es aceptar como real la Resurrección de Cristo y su significado salvífico (Rm 10, 9-10; 1Co 1, 1-19). “La fe significa, por tanto, confesar a Cristo y el misterio de su salvación, así como su palabra y su predicación”108.

b) ESPERANZA: “Virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna

como finalidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CEC 1817). “La virtud de la esperanza se ejercita particularmente por las bienaventuranzas, dado que éstas exaltan de tal modo la felicidad en Dios que nos permiten superar la idolatría del mundo y caminar hacia la meta definitiva”109. Es decir, que estas promesas de felicidad auténtica nos libran de configurarnos a lo mundano y caduco: “[…] Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida […]” (CEC 1820). Pero ¿esperanza en qué? La propia fe nos señala la segunda venida de Cristo, la resurrección de toda carne (1Co 15) y los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap 21, 22). Por tanto, la esperanza se funda en la fe: “La fe cristiana […] tiene como centro el mensaje de

107 http://www.eleutheria.ufm.edu/articulos/050921_01_lajusticia.htm#_ftnref4 (21,V,2014). 108 Sayés, José Antonio (2003): Ob. Cit., pág. 281 109 Ibíd., pág. 286

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la promesa de Cristo y su resurrección. Pero ambos no son reales y completos sin el retorno de Jesús […]”110. La virtud de la esperanza se ejercita particularmente por las BIENVENTURANZAS, dado que éstas exaltan de tal modo la felicidad en Dios que nos permiten superar la idolatría del mundo y caminar hacia la meta definitiva111. Ponen en evidencia la fragilidad y apariencia de establecer en este mundo nuestra morada permanente, ya que estamos llamados a trascender la vida presente.

c) CARIDAD o AMOR: “Virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios” (CEC 1822).

Nace también de la fe, convirtiéndola en una entrega total a Dios que involucra la conversión de todo pecado. La caridad es “la respuesta al amor de Dios, que nos ama primero (1Jn 4, 10-19) […] Este amor sobrenatural es uno, es el amor que el hombre recibe de Dios, pero que el hombre debe dirigir, por su parte, tanto a Dios como al prójimo”112. La caridad es la virtud principal, ya que PERFECCIONA NUESTRA CAPACIDAD DE AMAR, y nos permite amar con el amor de Dios: “La caridad es la forma que articula todas las virtudes y las ordena entre sí. PURIFICA NUESTRA FACULTAD HUMANA DE AMAR y nos concede la libertada espiritual de los Hijos de Dios, en cuanto que, anclados en él y en el prójimo por el amor, quedamos arrancados de la esclavitud del pecado para realizar el bien y la verdad”113. El amor sobrenatural es la más perfecta de las virtudes porque nos permite pensar y actuar, como aquél que nos ha redimido justamente por amor.

X. LOS VICIOS114:

DISPOSICIÓN HABITUAL INDEBIDA, ALGO INADECUADO A NUESTRO NATURAL QUERER SER FELICES.

Por ellos tendemos a tratar lo bueno de manera incorrecta. AMOR DESORDENADO: apetencias ocasionales, conductas dominantes, expectativas

ajenas. Lo INDEBIDO y lo INADECUADO presentan una doble raíz explicativa: CONCUPISCENCIA y

ORGULLO. Dañan la capacidad no sólo de obrar y tender al bien, sino también de captarlo

(INSENSIBILIDAD MORAL). Tomás de Aquino señalará que son lo opuesto a la virtud y aquello que no favorece al hombre:

110 Sayés, José Antonio (2003): Ob. Cit., pág. 285 111 Ibíd., pág. 286 112 Ibíd., pág. 287 113 Ibíd., pág. 289 114 Basado en: Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., pp. 134 ss.

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“[…] Mas en cuanto a aquello que directamente es de la esencia de la virtud, a la virtud se le opone el vicio: ya que vicio de cada cosa parece ser no estar dispuesta según lo que conviene a su naturaleza. Por lo que Agustín dice, en el libro III De lib. arb.: Llama vicio a lo que ves falta a la perfección de la naturaleza”

(Sth. I-IIae, q.71, a.1).

A. CONCUPISCENCIA:

Nos mueve a querer una bondad aparente, a gustar de modo desordenado los bienes materiales (se opone a la templanza).

VICIOS DE LA CONCUPISCENCIA: a) GULA: excesivo apetito en comida y bebida. b) LUJURIA: dejarse arrastrar por el instinto sexual. c) AVARICIA: poseer desordenadamente bienes materiales (va contra la justicia). d) PEREZA: apego a la comodidad, rehuyendo todo esfuerzo (debilita la fortaleza).

B. ORGULLO:

Nos inclina a ver en nosotros mismos el parámetro de conducta (se opone a la

templanza). Actitud moralmente peor que la concupiscencia, ya que supone una postura más

decididamente libre en contra del bien. Ya no es un dejarse llevar, sino un querer imponer el propio criterio. Al orgulloso le irrita otra legalidad que no sea la suya, pretende situarse más allá del bien

y del mal. VICIOS DEL ORGULLO:

a) SOBERBIA: actitud de vanagloria incompatible con la humildad. b) IRA: frecuentes arrebatos de ánimo para imponer la propia voluntad, imposibilita

la benevolencia. c) ENVIDIA: tristeza por el bien ajeno, impide el agradecimiento.

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CUARTA UNIDAD: LO ÉTICAMENTE CORRECTO Y SU CONOCIMIENTO

Introducción Nos hemos percatado ya con Aristóteles que una vida moral y feliz es aquella llevada racionalmente, ya que la razón expresa y define lo particularmente humano: “[…] La función propia del hombre es una actividad del alma según la razón o no desprovista de razón”115. Esta actividad racional permite la contemplación de lo bueno y ésta, a su vez, propicia la felicidad: “Los demás animales no participan de la felicidad […] porque no participan de modo alguno en la contemplación […] y los que tienen la facultad de contemplar mas son también los más felices, no por accidente, sino en razón de la contemplación […]”116. En este sentido, “la vida racional es la vida moralmente buena y debida”117. Se trata de la recta razón que mueve a la conciencia hacia la realización de la vida en la práctica de la virtud. Así, de la vida moralmente buena se deduce lo siguiente:

a. Se yergue el concepto de “bueno en sí”, superando el “bueno para mí”. b. Se refiere a la naturaleza humana, que se expresa en la inclinación típicamente humana

al bien y del rechazo al mal. c. Dicha tendencia al bien es la expresión de la dignidad moral de la persona. d. La vinculación entre “lo debido o correcto” y “lo bueno”, se encuentra en que presentan

una fuerza incondicionada o absoluta. e. Los actos moralmente buenos, lo son según su objeto y porque proceden del querer

bueno de una persona118.

En consecuencia, lo ÉTICAMENTE CORRECTO es “el cumplimiento cabal de los actos y proyectos más esenciales de nuestra vida; siendo lo éticamente incorrecto el resultado contrario”119. Es decir, la conformidad racional o inconformidad al fin fundamental. Así, pues, lo éticamente correcto representa el modo más propiamente humano de poner en continuidad la vida, de realización plena. En cuanto al CONOCIMIENTO DE LO ÉTICAMENTE CORRECTO, debemos ser conscientes que estamos necesariamente llamados a darnos cuenta de lo que es lo-correcto-de-manera-incondicional; de tal modo que, podamos discernir y elegir «lo debido» según nuestro fin fundamental. En lo referente a la LEY MORAL, debemos tener presente que el ser humano al poder descubrir su fin propio y querer vivir según ese fin, podemos decir que está orientando su vida según parámetros coherentes, morales: “Cuando un ente actúa de acuerdo con su naturaleza tendiendo hacia su fin propio, está cumpliendo una ley”120.

115 Aristóteles: Ética a Nicómaco, I, 7, citado en: Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., p. 75 116 Id. 117 Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., p. 88 118 Véase: Sánchez-Migallón, Sergio (2010): Ob. Cit., pp. 88-92 119 Ibíd., p. 139 120 De Torre, José Ma (1990): Ob. Cit., p. 356

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Este conjunto de parámetros de conducta con rasgos esenciales y típicos o propiamente humanos, es lo que se denomina «Ley natural». Y santo Tomás de Aquino la define como la participación de la ley eterna en la criatura racional:

“[…] la criatura racional se encuentra sometida a la divina providencia de una manera muy superior a las demás, porque participa de la providencia como tal, y es providente para sí misma y para las demás cosas. Por lo mismo, hay también en ella una participación de la razón eterna en virtud de la cual se encuentra naturalmente inclinada a los actos y fines debidos. Y esta PARTICIPACIÓN DE LA LEY ETERNA EN LA CRIATURA RACIONAL ES LO QUE SE LLAMA LEY NATURAL” 121.

Esto significa que siendo Dios causa y fin de todo ente, ha establecido todas las leyes por las cuales el universo es y funciona como tal; leyes que han brotado de su intelecto divino. Por lo cual, la «Ley Eterna» es el “designio de la divina sabiduría por la cual cada ente tiene un fin y tiende hacia el”122. Si podemos hablar de bien común es porque existen un conjunto de elementos propiamente humanos, que al ser respetados benefician a la gran familia humana, sea de la cultura y tiempo que fuere. En esta línea, el aquinate señalaba respecto a la definición de «Ley»:

“Una ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad.123”

Propiamente humano es la facultad de la racionalidad, y la ley no puede estar desvinculada de ella:

“La ley es una regla y medida de nuestros actos según la cual uno es inducido a obrar o dejar de obrar; pues ley deriva de ligar; porque obliga en orden a la acción. Ahora bien, la regla y medida de nuestros actos es la razón […] constituye el primer principio de los actos humanos, puesto que propio de la razón es ordenar al fin, y el fin es, según enseña el Filósofo, el primer principio en el orden operativo. Pero lo que es principio en un determinado género es regla y medida de ese género, como pasa con la unidad en el género de los números y con el movimiento primero en el género de los movimientos. Síguese, pues, que la ley es algo que pertenece a la razón”

(Sth. I-IIae, q.90, a.1). La realidad de la pluralidad de culturas, ciertamente, no anula la realidad más profunda, aunque puede hacer que sea difícilmente percibida:

121 S. Th., I-IIae, q.91, a.2 (letras en mayúsculas y negritas puestas por el compilador). 122 De Torre, José Ma (1990): Ob. Cit., p. 356 123 S. Th., I-IIae, q.90, a.4

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“La aplicación de la ley natural varía mucho; puede exigir una reflexión adaptada a la multiplicidad de las condiciones de vida según los lugares, las épocas y las circunstancias. Sin embargo, en la diversidad de culturas, la ley natural permanece como una norma que une entre sí a los hombres y les impone, por encima de las diferencias inevitables, PRINCIPIOS COMUNES” (CEC 1957).

Esta ley permanece incambiable en todo tiempo, debido a ese carácter unificador de la humanidad, en cuanto lo típicamente humano siempre en relación al fin último: «El robo está ciertamente sancionado por tu ley, Señor, y por la ley que está escrita en el corazón del hombre, y que la misma iniquidad no puede borrar»124. Por lo señalado, la ley natural ayuda a la ley civil en cuanto le da las bases para proteger la dignidad humana, imagen de Dios, ante cualquier amenaza reduccionista y utilitarista de la persona humana:

“[…] Establece también la base moral indispensable para la edificación de la comunidad de los hombres. Finalmente proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica” (CEC 1959).

Nos ayuda a entender un poco más sobre la ley natural, la diferenciación hecha por Aristóteles entre “JUSTICIA POR NATURALEZA” y “JUSTICIA LEGAL”: “Es natural lo que en todas partes tiene la misma fuerza y no depende de las resoluciones que los hombres puedan tomar en un sentido o en otro. Lo puramente legal es todo lo que, en un principio, puede ser indiferentemente de tal modo o del modo contrario, pero que cesa de ser indiferente desde que la ley lo ha resuelto”125. Ser NATURALMENTE JUSTO significa: “ser conocido como tal por la razón humana, facultad específica de nuestra naturaleza, en virtud de su misma constitución intrínseca y, por tanto, con independencia de cualquier ley o mandato de la autoridad política, religiosa, familiar, etc.”126. También significa: “la relación a la regla […] «primera o suprema» […], el concepto de ley moral natural implica que se trata de una ley divina, es decir, de un conjunto de exigencias que tienen en Dios su fuente y su fundamento último”127. Lo JUSTO LEGAL son aquellas normas absolutamente variables en el tiempo ya que su fundamento es la convención entre los hombres, son aquellas establecidas por la voluntad del legislador. Antes de establecerse una regla de justicia legal no es nada, su contenido es indiferente128.

124 San Agustín, Confessiones, 2, 4, 9, citado en: CEC 1958 125 Aristóteles: Moral a Nicómaco, V, 7, traducción de P. de Azcárate, en: http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01137.htm (6,VIII,2014). 126 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., p. 241 127 Ibíd., p. 242 128 http://filosofiadelderecho.wikispaces.com/Arist%C3%B3teles+(por+Andrea+D%C3%ADaz) (6,VIII,2014).

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En cuanto a la CONCIENCIA MORAL, ésta nos ayuda a discernir el bien del mal a través de nuestro juicio personal. Por tanto, hay una urgente obligación de educar nuestra conciencia, a fin de no obrar de modo deformado. En efecto, conciencia moral es: “El juicio acerca de la bondad o malicia moral de una acción singular que nos proponemos realizar o que hemos realizado ya, considerada con todas sus circunstancias concretas”129. No es cuestión de sentimentalismos ni de intuiciones, estamos hablando de:

“Un juicio realizado por la inteligencia, a la luz de los principios y preceptos de la ley moral, sobre un acto humano individual. Se trata de un descenso de la mente desde la ley universal al caso particular”130.

La CONCIENCIA no es, por tanto, autónoma, NO LEGISLA SOBRE SÍ MISMA, porque la ley es precisamente la regla objetiva o el modelo por el cual es guiada la conciencia: LA ESENCIA GENUINA DE LA CONCIENCIA ES EL ESTAR SOMETIDA A LA LEY. Sin la ley como punto de referencia, la conciencia es ciega, y lo único que queda es el sentimiento o la emoción. Todo hombre, entonces, tiene una conciencia en cuanto tiene conocimiento de la ley natural131. Por ende, la conciencia NO ES CREADORA DEL BIEN NI DEL MAL, DE LAS VIRTUDES NI DE LOS VALORES; su papel es realizar un juicio, como acto de la inteligencia, que constituye el ámbito de la reflexión humana que discierne la calidad moral de un acto, busca reflejar la verdad que expresa la ley. Tengamos en cuenta que “si bien la Ley (natural o positiva) es la regla objetiva o extrínseca de la moralidad, el juicio de la razón individual, que se refiere a los actos a realizar, constituye la regla subjetiva e intrínseca de la moralidad. Esta razón individual, en el desempeño de este papel regulador, se llama CONCIENCIA MORAL e interioriza la ley en virtud de adherirse a ella libremente”132. Existen varios tipos de conciencia, uno de ellos es la conciencia errónea que juzga en desacuerdo con la ley moral, debido a la ignorancia (véase sobre la ignorancia en las pp. 30-32 de la presente compilación, lo demás tipos se encuentran en las diapositivas respectivas). Por otro lado, cuando se habla de VERDAD PRÁCTICA se hace referencia a la que depende de la idea que tiene la persona de aquello que desea plasmar en la realidad. Es una verdad no ontológica, sino de las obras contingentes. En cambio, la VERDAD ESPECULATIVA (teórica) es aquella que depende de las cosas en sí mismas; se trata de la conformidad del entendimiento con la cosa conocida. Es verdad ontológica133. En consecuencia, la definición de verdad involucra tanto el plano teórico (especulativo) como aquel que busca plasmarse en el obrar humano (práctico). No basta conocer teóricamente la verdad para llegar a ser virtuoso, se requiere de la vivencia habitual del bien en el día a día. Tampoco basta centrarse en la praxis, ya que se estaría excluyendo el patrón moral universal de

129 Rodríguez Luño (2006): Ob. Cit., p. 275 130 De Torre, José Ma (1990): Ob. Cit., p. 364 131 Ibíd., p. 365 132 Aubert, Jean-Marie (1991): Ob. Cit., p. 111 133 Véase: Llano, Alejandro (1983): Gnoseología, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, pp. 31-32

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conducta (ley natural). Lo correcto es equilibrar la especulación con la praxis, a fin que la especulación ilumine la praxis y ésta se plasme con libertad moral en el obrar. I. La ley moral134: Como ya se ha señalado la ley moral natural, “no es ley impuesta positivamente por nadie, pero es sin duda ley vigente de modo incontestable; no es ley que la naturaleza nos imponga o dicte inexorablemente como un código genético, pero SE FUNDAN EN LO QUE SOMOS EN TODA SU AMPLITUD”. La ley moral natural surge de la propia verdad de lo que el hombre propiamente es, tal ley “es la expresión de un orden conductual que no imponemos, sino que se nos impone, que descubrimos; la explicación de un orden intrínseco a lo peculiarmente humano”. Por tanto, la LEY MORAL NATURAL es la regla racional incondicionada del obrar que lleva al hombre a su fin último. 1.1. ¿Qué caracteriza a las leyes éticas o morales respecto de las demás? Lo éticamente correcto es aquello que es adecuado o debido de un modo INCONDICIONADO. Las leyes de lo éticamente correcto, las leyes éticas o morales, presentan una fuerza y vigencia INCONDICIONADA, ABSOLUTA. 1.2. LEYES POSITIVAS: son arbitrarias, su establecimiento es creado por una voluntad que

dictamina por su sola autoridad o criterio. 1.3. LEYES OBJETIVAS O NATURALES: vienen de las cosas a nosotros, es lo regulado lo que por su

modo de ser índole o naturaleza, exige ser tratado de un modo y no de otro (lógica y ética). Como ya lo hicimos notar, no son leyes que la naturaleza nos imponga como un

código genético, pero SE FUNDAN EN LO QUE SOMOS EN TODA SU AMPLITUD.

II. Conocimiento de lo éticamente correcto135: Las dimensiones más generales y propias del vivir humano son: EL CONOCER, EL QUERER y EL SENTIR AFECTIVO. En el conocer, la ley u orden moral –lo que significa, no se olvide, la expresión del obrar moralmente correcto- aparece en forma de luz que discierne, de directriz que se extrae de la experiencia, de indicación para situaciones futuras similares. Un conocimiento que se presenta muy vago algunas veces y bien concreto otras. Y un conocimiento que descubre una originaria aptitud para captar lo bueno que puede afinarse precisamente con su ejercicio correcto y con la familiaridad con lo bueno. Cabe aclarar que el conocimiento de lo moral NO ES PURAMENTE INTELECTUAL. La comprensión del orden y cumplimiento morales requiere la DISPOSICIÓN DE LA VOLUNTAD y la PARTICIPACIÓN AFECTIVA.

134 Basado en: Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., págs. 139-149 135 Ibíd., pp. 144-150

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No se trata, por ejemplo, de asesinar a alguien para advertir que esa acción es en sí misma mala, basta con hacernos una idea de tal acción para juzgarla como incorrecta. Pero sí son necesarias ciertas experiencias básicas como el haber amado y haber sido amado, el haber sufrido… para darnos cuenta en qué medida la persona dirige las pasiones y las somete a la razón.

III. Autonomía de la ley moral en cada persona: En cuanto el hombre libre decide voluntariamente descubrir, acoger y perfeccionarse en la vivencia de las virtudes; mas no en cuanto señalar subjetivamente lo moralmente correcto. «La justa autonomía de la razón práctica significa que el hombre posee en sí mismo la propia ley, recibida del Creador. Sin embargo, la autonomía de la razón no puede significar la creación, por parte de la misma razón, de los valores y de las normas morales [Discurso a un grupo de Obispos de Estados Unidos de América en visita "ad limina" (15-X-1988), n. 6: Insegnamenti, XI 3 (1988) 1228]. Si esta autonomía implicase una negación de la participación de la razón práctica en la sabiduría del Creador y Legislador divino, o bien se sugiriera una libertad creadora de las normas morales, según las contingencias históricas o las diversas sociedades y culturas, tal pretendida autonomía contradiría la enseñanza de la Iglesia sobre la verdad del hombre (cfr GS, 47). Sería la muerte de la verdadera libertad: "Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio" (Gen 2,17)»136

IV. La recta razón137: “Mas la regla de la voluntad humana es doble: una próxima y homogénea, esto es, la misma razón

humana; y otra, la regla primera, esto es, la ley eterna, que es como la razón de Dios” (Sth. I-II, q.71, a.6).

RECTA RAZÓN “Es el DICTAMEN obtenido cuando la razón procede correctamente (sin error de razonamiento) según las leyes, los principios y los fines que son propios de la razón moral en cuanto tal, sin interferencias ni presiones de ningún tipo”. No se trata de un parecer personal, sino de la calidad objetiva de lo razonable en el obrar humano: “El juicio de la recta razón expresa no una opinión individual, sino el carácter objetivamente razonable o no razonable de un comportamiento”. 4.1. ¿Por qué la recta razón es regla o norma moral?

Debido a que es criterio objetivo o punto de referencia del discernimiento de lo intrínsecamente bueno y lo intrínsecamente malo, de virtud y de vicio.

Una acción conforme a la recta razón es una acción verdaderamente virtuosa. Se comprende a partir de cuanto sabemos acerca del fin último del hombre.

En este sentido, Tomás de Aquino afirma: “EL FIN ÚLTIMO ES EL BIEN PROPIO Y

ESPECÍFICO DE LA RAZÓN”138. En otras palabras, un comportamiento es congruente con

136 Juan Pablo II (1993): Carta Encíclica “Veritatis Splendor”, N°40 137 Basado en: Sánchez-Migallón (2010): Ob. Cit., págs. 233 ss. 138 Cfr. Sth. III, d.33, q.2, a.3

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nuestro fin último porque es bueno, razonable o conforme a la recta razón (esto es el PUNTO DE VISTA DE LA REGLA MORAL).

4.2. Relación entre recta razón y fin último:

Radica en que al ser la recta razón, principio y criterio ordenador de la conducta, ésta ha de encaminarse a la REALIZACIÓN DE LA PERSONA HUMANA, en cuanto a la PROXIMIDAD al verdadero fin último: LA FELICIDAD AUTÉNTICA realizada en la VISIÓN BEATÍFICA.

4.3. Niveles de actividad de la recta razón: 1- NIVEL INTELECTUAL DE LOS PRINCIPIOS:

La actividad de la recta razón tiene su raíz en los primeros principios prácticos que ella posee naturalmente, que son naturalmente captados por el hábito intelectual de la sindéresis (razón natural o ley moral natural).

2- NIVEL DEL SABER O DE LA CIENCIA MORAL: La recta razón descubre normas morales de carácter universal.

3- NIVEL PRÁCTICO DE LA PRUDENCIA: Nivel más práctico y concreto, determina y gobierna la acción particular. Para que la acción sea recta no bastan los primeros principios ni la ciencia moral,

el hombre no queda lo necesariamente dispuesto al bien moral por el conocimiento y el deseo de virtud.

Es necesario una facultad directiva y para cada caso.

V. La verdad práctica y la verdad teórica (especulativa): PRÁCTICA:

Conformidad del intelecto con el ‘apetito recto’ (Sth. I-IIae, q.57, a.5, ad3). [intelecto efectuante de la acción moral]

El artífice hace su obra de acuerdo con la idea ejemplar que de ella tiene en su mente (Llano, Alejandro (1983): Gnoseología, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, pág. 31).

La verdad del artefacto depende de su adecuación con ese paradigma (id.). “Cuando la praxis humana se absolutiza, el valor de la verdad se disuelve” (Llano, A.

(1983): Ob. Cit., pág. 32). ESPECULATIVA O TEÓRICA:

Conformidad del entendimiento con la cosa conocida (Sth. I-IIae, q.57, a.5, ad3). [la realidad]

La inteligencia contempla las cosas como son y, por tanto, ellas son la medida y la regla de la verdad de la inteligencia teórica humana (Llano, Alejandro (1983): Gnoseología, Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, pág. 31).

VI. La conciencia moral139:

139 Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), N°1776-1802

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1776 “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal [...]. El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón [...]. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). I. El dictamen de la conciencia 1777 Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla. 1778 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina: La conciencia «es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza [...] La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo» (Juan Enrique Newman, Carta al duque de Norfolk, 5). 1779 Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización: «Retorna a tu conciencia, interrógala. [...] Retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios» (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus 8, 9). 1780 La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad («sindéresis»), su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o juicio. 1781 La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. Si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir, el bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la gracia de Dios:

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«Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo» (1 Jn 3, 19-20). 1782 El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar personalmente las decisiones morales. “No debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa” (DH 3) II. La formación de la conciencia 1783 Hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas. 1784 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. 1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14). III. Decidir en conciencia 1786 Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario un juicio erróneo que se aleja de ellas. 1787 El hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil. Pero debe buscar siempre lo que es justo y bueno y discernir la voluntad de Dios expresada en la ley divina. 1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los signos de los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus dones. 1789 En todos los casos son aplicables algunas reglas: — Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien. — La “regla de oro”: “Todo [...] cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros” (Mt 7,12; cf Lc 6, 31; Tb 4, 15). — La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y hacia su conciencia: “Pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia..., pecáis contra Cristo” (1 Co 8,12). “Lo

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bueno es [...] no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída, tropiezo o debilidad” (Rm 14, 21). IV. El juicio erróneo 1790 La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si obrase deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos. 1791 Esta ignorancia puede con frecuencia ser imputada a la responsabilidad personal. Así sucede “cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega” (GS 16). En estos casos, la persona es culpable del mal que comete. 1792 El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral. 1793 Si por el contrario, la ignorancia es invencible, o el juicio erróneo sin responsabilidad del sujeto moral, el mal cometido por la persona no puede serle imputado. Pero no deja de ser un mal, una privación, un desorden. Por tanto, es preciso trabajar por corregir la conciencia moral de sus errores. 1794 La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la caridad procede al mismo tiempo “de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera” (1 Tm 1,5; 3, 9; 2 Tm 1, 3; 1 P 3, 21; Hch 24, 16). «Cuanto mayor es el predominio de la conciencia recta, tanto más las personas y los grupos se apartan del arbitrio ciego y se esfuerzan por adaptarse a las normas objetivas de moralidad» (GS 16). Resumen 1795 “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). 1796 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto. 1797 Para el hombre que ha cometido el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garantía de conversión y de esperanza. 1798 Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. Cada cual debe poner los medios para formar su conciencia.

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1799 Ante una decisión moral, la conciencia puede formar un juicio recto de acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio erróneo que se aleja de ellas. 1800 El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. 1801 La conciencia moral puede permanecer en la ignorancia o formar juicios erróneos. Estas ignorancias y estos errores no están siempre exentos de culpabilidad. 1802 La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral.

VII. La ley moral140: 1950. La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme en sus preceptos y amable en sus promesas. 1951 La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. “Esta ordenación de la razón es lo que se llama la ley” (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum; citando a santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 90, a. 1): «El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de Dios una ley: animal dotado de razón, capaz de comprender y de discernir, regular su conducta disponiendo de su libertad y de su razón, en la sumisión al que le ha sometido todo» (Tertuliano, Adversus Marcionem, 2, 4, 5). 1952 Las expresiones de la ley moral son diversas, y todas están coordinadas entre sí: la ley eterna, fuente en Dios de todas las leyes; la ley natural; la ley revelada, que comprende la Ley antigua y la Ley nueva o evangélica; finalmente, las leyes civiles y eclesiásticas. 1953 La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad. Jesucristo es en persona el camino de la perfección. Es el fin de la Ley, porque sólo Él enseña y da la justicia de Dios: “Porque el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente” (Rm 10, 4). I. La ley moral natural 1954. El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:

140 Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), N°1949-1960

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«La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos» (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum). 1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana: «¿Dónde, pues, están inscritas [estas normas] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo» (San Agustín, De Trinitate, 14, 15, 21). La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación. (Santo Tomás de Aquino, In duo pracepta caritatis et in decem Legis praecepta expositio, c. 1). 1956 La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales: «Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. [...] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (Marco Tulio Cicerón, De republica, 3, 22, 33). 1957 La aplicación de la ley natural varía mucho; puede exigir una reflexión adaptada a la multiplicidad de las condiciones de vida según los lugares, las épocas y las circunstancias. Sin embargo, en la diversidad de culturas, la ley natural permanece como una norma que une entre sí a los hombres y les impone, por encima de las diferencias inevitables, principios comunes. 1958 La ley natural es inmutable (cf GS 10) y permanente a través de las variaciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas. Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades: «El robo está ciertamente sancionado por tu ley, Señor, y por la ley que está escrita en el corazón del hombre, y que la misma iniquidad no puede borrar» (San Agustín, Confessiones, 2, 4, 9). 1959 La ley natural, obra maravillosa del Creador, proporciona los fundamentos sólidos sobre los que el hombre puede construir el edificio de las normas morales que guían sus decisiones.

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Establece también la base moral indispensable para la edificación de la comunidad de los hombres. Finalmente proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica. 1960 Los preceptos de la ley natural no son percibidos por todos, sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla alguna de error. En la situación actual, la gracia y la revelación son necesarias al hombre pecador para que las verdades religiosas y morales puedan ser conocidas “de todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error” (Concilio Vaticano I: DS 3005; Pío XII, enc. Humani generis: DS 3876). La ley natural proporciona a la Ley revelada y a la gracia un cimiento preparado por Dios y armonizado con la obra del Espíritu.

A.M.G.D.

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ÍNDICE

Pág. Presentación……………………………………………………………………………………………………………………… 1

PRIMERA UNIDAD: La Ética Filosófica y la Moral Cristiana…………….…………………………………. 2

Lo ético y lo moral……………………………………………………………………………………………………….. 2

o Ética y moral como realización de la conducta humana en el bien…………………… 4 o Etimología y naturaleza de la ética y la moral…………………………………………………. 5 o Originalidad de la Ética-Moral en relación con otras ciencias………………………….. 6 o El hecho, la norma y la misión de la ética………………………………………………………… 7 o La necesidad de la metafísica para el conocimiento del bien moral y su

fundamentación ontológica…………………………………………………………………………….. 7

o El ser, raíz de la bondad (el bien ontológico)……………………………………………………. 8 o Finalidad y bien……………………………………………………………………………………………….. 9 o La experiencia de la moralidad………………………………………………………………………… 9 o El problema del relativismo y su solución…………………………………………………………. 13 o Relativismo……………………………………………………………………………………………………… 15 o Algunos tipos de relativismo……………………………………………………………………………. o Malentendidos del relativismo moral………………………………………………………………. o Algunos antecedentes históricos del relativismo (de R. Descartes a G. Vattimo)

17 18 19

SEGUNDA UNIDAD: La Acción moral y su Finalidad……………..…………………………………………… 26

Caracterización del actuar humano……………………………………………………………………………… o Imputabilidad de los actos morales………………………………………………………………….

26 26

Acto humano……………………..…………………………………………………………………………………………

División de los actos humanos por su relación con la moralidad…………………………………..

La libertad, facultad intrínsecamente moral…………………………………………………………………

Libertad como condición del progreso moral……………………………………………………………….

Algunos tipos de libertad………………………………………………………………………………………………

Limitaciones de la libertad……………………………………………………………………………………………

Elementos esenciales del acto humano………………………………………………………………………..

Conocimiento y voluntariedad en el acto humano……………………………………………………….

El papel de la afectividad en la moralidad…………………………………………………………………….

27 28 28 29 30 31

31

31 33

Factores que afectan la voluntariedad………………………………………………………………………… 37

o Obstáculos al acto humano……………………………………………………………………………… 39

La felicidad como fin último del hombre……………………………………………………………………… 42

TERCERA UNIDAD: La Vida Virtuosa………………………………………………………………………..………… 46

Hedonismo………………………………………………………………………………………………………………….. o Epicúreo………………………………………………………………………………………………………….. o Hedonismo moderno………………………………………………………………………………………. o Estoicismo………………………………………………………………………………………………………. o Escepticismo…………………………………………………………………………………………………….

46 46 46 47 47

La vida virtuosa: Introducción……………………………………………………………………………………… 48

La virtud, una aproximación………………………………………………………………………………………… 49

Naturaleza de la virtud………………………………………………………………………………………………… 50

Distinción de las virtudes………………………………………………………………………………………………

Definición de virtud moral……………………………………………………………………………………………

52 53

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74

La virtud moral como hábito de la buena elección……………………………………………………… 54

La virtud como elección del justo medio según la recta razón………………..…………………… 54

¿Qué comprende la recta elección?................................................................................. 55

Las virtudes cardinales………………………………………………………………………………………………… 55

Las virtudes teologales………………………………………………………………………………………………… 56

Los Vicios……………..……………………………………………………………………………………………………… 58

CUARTA UNIDAD: Lo Éticamente Correcto y su Conocimiento……….………………………………… 60

Introducción………………………………………………………………………………………………………........... 60

La ley moral……………………………………….…………………………………………………………………………

Conocimiento de lo éticamente correcto……………………………………………………………………..

Autonomía de la ley moral en cada persona…………………………………………………………………

La recta razón……………………………………………………………………………………………………………….

La verdad práctica y la verdad teórica (especulativa)……………………………………………………

La conciencia moral en el Catecismo de la Iglesia Católica…………………………………………… o El dictamen de la conciencia……………………………………………………………………………. o La formación de la conciencia…………………………………………………………………………. o Decidir en conciencia………………………………………………………………………………………. o El juicio erróneo……………………………………………………………………………………………….

La ley moral en el Catecismo de la Iglesia Católica……………………………………………………….. o La ley moral natural…………………………………………………………………………………………

64 64 65 65 66 66 67 68 68 69

70 70

ÍNDICE…………………………………………………………………………………………………………………………. 73