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La rebelin de Constantino y la invasin del 409
Enva [el usurpador Constantino III] gobernadores de provincia a las Espaas; y
aunque las provincias los recibieron con obediencia, dos jvenes hermanos, nobles y
ricos, Didymo y Veriniano, tramaron no usurpar el mando en contra del usurpador, sino
defenderse a s mismos y su patria contra el usurpador y contra los brbaros en favor de
un emperador justo. Esto qued claro por la propia sucesin de los hechos.
Efectivamente, nadie [hace] una usurpacin si no es que, tras madurarla rpidamente, la
inicia en secreto y la arma en pblico; cuyo factor principal es ser visto con la prpura y
la diadema ya tomadas antes de ser conocido. stos, sin embargo, reuniendo durante
mucho tiempo slo a jvenes esclavos de sus propias fincas y alimentndolos con
dineros de sus casas, se dirigen a los desfiladeros del Pirineo sin ocultar su propsito y
sin inquietud para nadie. Contra ellos Constantino envi a las Espaas a su hijo
Constante, convertido -(oh dolor!- de monje en Csar, en compaa de algunos brbaros
que, aceptados en alianza en otro tiempo y reclutados [luego] como soldados regulares,
se les llamaba honoriacos. De aqu [se deriva] el primer azote del mal para las Espaas.
Pues, muertos aquellos dos hermanos que pretendan defender con sus fuerzas privadas
la cordillera del Pirineo, estos brbaros recibieron en primer lugar, como precio de su
victoria, permiso para saquear los campos palentinos, y, en segundo lugar, fueron
encargados de la vigilancia del citado monte y de sus desfiladeros, echando de all a la
fiel y til guarnicin compuesta de campesinos. As pues, los honoriacos, empapados ya
de botn y seducidos por la abundancia, para que su crimen fuera ms impune y tener
ms libertad para ese mismo crimen, dejando traidoramente la defensa del Pirineo y
abriendo los desfiladeros dejaron entrar en las provincias de las Espaas a todos los
pueblos que deambulaban por las Galias, y se unieron ellos mismos a stos. Donde,
hechas de vez en cuando grandes y cruentas correras, tras graves devastaciones sobre
los bienes y las personas -de lo que ellos mismos en alguna manera se lamentan-,
permanecen todava como dueos, tras habrsela distribuido a suertes.
Orosio, Historiarum adversus paganos libri VII, 7, 40, 5-10; publ. Textos y documentos
de Historia antigua, media y moderna hasta el s.XVII, "Historia de Espaa",
t.XI, Barcelona: Labor, 1984, pp.167-168
El reparto de tierras entre los visigodos e hispanorromanos
Ley Antigua. De la divisin de las tierras hecha entre el godo y el romano. La
divisin hecha entre el godo y el romano de una parte de la tierra o de los bosques no se
altere por ninguna razn, si se probase que se celebr la divisin, y de las dos partes del
godo el romano no pretenda o reclame nada para s, sino acaso lo que por nuestra
largueza les fue donado. Pero lo que por los padres o los vecinos se ha dividido, los
venideros no traten de cambiarlo.
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Ley Antigua. De los bosques dejados indivisos entre el godo y el romano. De los
bosques que por acaso quedaren sin dividir, si el godo o el romano los tomare para s e
hiciere cultivos, establecemos, que si aun queda bosque donde se deba compensar con
una parte de tierra de igual calidad, aquel al que se deba no rechace aceptar el bosque.
Pero si no fuere el bosque de igual calidad que la que se compensan, lo que sac para
cultivo se divida.
Ley Antigua. Que si los godos tomaren algo de la tercia de los romanos, a
instancia del juez lo devuelvan ntegramente a los romanos. Los jueces de cada ciudad,
los vlicos y prepsitos, quiten las tercias de los romanos a los que las tienen ocupadas y
restituyan a los romanos sin ninguna dilacin lo que se les quit, para que nada se pierda
por el fisco; a no ser que los exceptuase el cmputo de cincuenta aos.
GARCA GALLO, Alfonso, Manual de Historia del Derecho Espaol, II, Madrid,
1967, pp.362-365.
La invasin de Hispania por los musulmanes
Dirigise Musa contra las ciudades de la costa del mar, en que haba
gobernadores del rey de Espaa que se haban hecho dueos de ellas y de los territorios
circunvecinos. La capital de estas ciudades era la llamada Ceuta, y en ella y en las
comarcas mandaba un infiel, de nombre Julin. Muri en esto el rey de Espaa, Gaitixa,
dejando algunos hijos, entre ellos Oppas y Sisberto, que el pueblo no quiso aceptar y,
alterado el pas, tuvieron a bien elegir y confiar el mando a un infiel llamado Rodrigo,
hombre resuelto y animoso, que no era de estirpe real sino caudillo y caballero.
Acostumbran los grandes seores de Espaa a mandar sus hijos, varones y
hembras, al palacio real de Toledo, a la sazn fortaleza principal de Espaa y capital del
reino, a fin de que estuviesen a las rdenes del monarca a quien solo ellos servan. All
se educaban hasta que, llegados a la edad nbil, el rey los casaba proveyndoles para
ello de todo lo necesario.
Cuando Rodrigo fue declarado rey prendse de la hija de Julin y la forz.
Escribironle al padre lo ocurrido y el infiel guard su rencor y exclam: "Por la religin
del Mesas, que he de transtornar su reino y he de abrir una fosa bajo sus pies". Mand
en seguida su sumisin a Musa, conferenci con l, le entreg las ciudades puestas bajo
su mando en virtud de un pacto que concert con ventajosas y seguras condiciones para
s y sus compaeros y habindole hecho una descripcin de Espaa le estimul a que
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procurase su conquista.
Mua escribi a al-Walid la nueva de estas conquistas y del proyecto presentado
por Julin, a lo que contest (el califa) diciendo: "Manda a ese pas algunos
destacamentos que le exploren y tomen informes exactos, y no expongas a los muslimes
a los azares de un mar de revueltas olas". Mua le contest que no era un mar, sino un
estrecho, que permita al espectador descubrir desde una parte la forma de lo que al
opuesto lado pareca; pero al-Walid le replic: "Aunque as sea, infrmate por medio de
exploradores". Envi, pues, a uno de sus libertos, llamado Tarif, y de cognombre Abo
Zora, con 400 hombres, entre ellos 100 de caballera, el cual pas en cuatro barcos y
arrib a una isla llamada Isla de Andalus, que era arsenal de los cristianos y punto desde
el cual zarpaban sus embarcaciones. Por haber desembarcado all, tom el nombre de
isla de Tarif (Tarifa). Esper a que se le agregasen todos sus compaeros y despus se
dirigi en algara contra Algeciras; hizo muchos cautivos, como ni Mua ni sus
compaeros los haban visto semejantes, recogi mucho botn, y regres sano y salvo.
Esto fue en Ramadhan del ao 91.
Cuando vieron esto (los musulmanes) desearon pasar prontamente all, y Mua
nombr a un liberto suyo, jefe de la vanguardia, llamado Trik ben Ziyed, persa de
Hamadan, aunque otros dicen que no era liberto suyo, sino de la tribu de Sadif, para que
fuese a Espaa con 7.000 muslimes, en su mayor parte berberiscos y libertos, pues haba
poqusimos rabes, y pas en el ao 92, en los cuatro barcos mencionados, nicos que
tenan, los cuales fueron y vinieron con infantera y caballera, que se iba reuniendo en
un monte muy fuerte, situado a la orilla del mar, hasta que estuvo completo todo su
ejrcito.
Al saber el rey de Espaa la nueva de la correra de Tarif, consider el asunto
como cosa grave. Estaba ausente de la corte, combatiendo a Pamplona, y desde all se
dirigi hacia el medioda, cuando ya Trik haba entrado,habiendo reunido contra ste
un ejrcito de cien mil hombres o cosa semejante, segn se cuenta. Apenas lleg esto a
noticia de Trik, escribi a Mua, pidindole ms tropas y dndole parte de que se haba
hecho dueo de Algeciras y del lago, pero que el rey de Espaa vena contra l con un
ejrcito que no poda contrarrestar. Mua, que desde la partida de Trik haba mandado
construir barcos y tena ya muchos, le mand con ellos 5.000 hombres, de suerte que el
ejrcito acaudillado por Trik lleg a 12.000. Haba ya cautivado muchos e importantes
personajes, y con ellos estaba Julin, acompaado de bastante gente del pas, la cual les
indicaba los puntos indefensos y serva para el espionaje.
Acercse Rodrigo con la flor de la nobleza espaola y los hijos de sus reyes,
quienes, al ver el nmero y disposicin de los muslimes, tuvieron una conferencia y
dijronse los unos a los otros: "Este hijo de la mala mujer se ha hecho dueo de nuestro
reino sin ser de estirpe real, antes bien, uno de nuestros inferiores: aquella gente no
pretende establecerse en nuestro pas; lo nico que desea es ganar botn: conseguido esto
se marcharn y nos dejarn. Emprendamos la fuga en el momento de la pelea, y el hijo
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de la mala mujer ser derrotado". En esto quedaron convenidos. Haba dado Rodrigo el mando del ala derecha de su ejrcito a Sisberto, y el de la izquierda a Obba, hijos ambos
de su antecesor Gaitixa, y cabezas de la conspiracin indicada. Aproximse, pues con un
ejrcito de cerca de 100.000 combatientes, y tena este nmero (y no otro mayor) porque
haba habido en Espaa un hambre, que principi en el 88, y continu todo este ao y los
de 89 y 90, y una peste durante la cual murieron la mitad o ms de los habitantes. Vino
despus el ao 91, que fue en Espaa ao que por su abundancia recompens los males
pasados y en el cual se efectu la invasin de Tarif.
Encontrronse Rodrigo y Trik, que haba permanecido en Algeciras, en un lugar
llamado el Lago, y pelearon encarnizadamente; mas las alas derecha e izquierda, al
mando de Sisberto y Obba, hijos de Gaitixa, dieron a huir, y aunque el centro resisti
algn tanto, al cabo Rodrigo fue tambin derrotado y los muslimes hicieron una gran
matanza en los enemigos. Rodrigo desapareci, sin que se supiese lo que haba
acontecido, pues los musulmanes encontraron solamente su caballo blanco, con su silla
de oro, guarnecida de rubes y esmeraldas, y un manto tejido de oro y bordado de perlas
y rubes. El caballo haba cado en un lodazal y el cristiano que haba cado con l al
sacar el pie se haba dejado un botn en el lodo. Slo Dios sabe lo que pas, pues no se
tuvo noticia de l, ni se le
encontr vivo ni muerto.
March en seguida Trik a la angostura de Algeciras, y despus a la ciudad de
cija: sus habitantes, acompaados de los fugitivos del ejrcito grande, salironle al
encuentro, y se trab un tenaz combate, en que los musulmanes tuvieron muchos
muertos y heridos. Dios les concedi al fin su ayuda, y los politestas fueron derrotados,
sin que los musulmanes volviesen a encontrar tan fuerte ressitencia. Trik baj a situarse
junto a una fuente que se halla a cuatro millas de cija, a orillas de su ro, y que tom el
nombre de fuente de Trik.
Infundi Dios el terror en los corazones de los cristianos cuando vieron que
Trik se internaba en el pas, habiendo credo que hara lo mismo que Tarif; y huyendo
hacia Toledo, se encerraron en las ciudades de Espaa. Entonces Julin se acerc a Trik
y le dijo: "Ya has concluido con Espaa: divide ahora tu ejrcito, al cual servirn de
guas estos compaeros mos, y marcha t hacia Toledo". Dividi, en efecto, su ejrcito
desde cija, y envi a Moguits ar-Rom, liberto de al-Walid ben Abdo-l-Melic, a
Crdoba, que era entonces una de sus mayores ciudades, y es actualmente fortaleza de
los muslimes, su principal residencia y capital del reino, con 700 caballeros, sin ningn
pen, pues no haba quedado musulmn sin caballo. Mand otro destacamento a Rayya,
otro a Granada, capital de Elvira, y se dirigi l hacia Toledo con el grueso de las tropas.
Moguits camin hasta llegar a Crdoba y acamp en la alquera de Xecunda, en
un bosque de alerces que haba entre las alqueras de Xecunda y Tarail. Desde aqu
mand algunos de sus adalides, quienes cogieron y llevaron a su presencia a un pastor
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que andaba apacentando su ganado en el bosque. Pidile Moguits noticias de Crdoba y dijo que la gente principal haba marchado a Toledo, dejando en la ciudad al gobernador
con 400 defensores y la gente de poca importancia. Despus le pregunt por la fortaleza
de sus murallas, a lo que contest que eran bastante fuertes, pero que sobre la puerta de
la Estatua, que es la del puente, haba una hendidura que les describi. LLegada la
noche, se acerc Moguits, y favoreciendo Dios su empresa con un fuerte aguacero,
mezclado con granizo, pudo con la oscuridad aproximarse al ro, cuando los centinelas
haban descuidado la guardia por temor al fro y a la lluvia, y slo se escuchaban algunas
voces de alerta, dadas dbilmente y a largos intervalos. Pas la gente el ro, que slo
distaba del muro 30 codos, o menos, y se esforzaron por subir a la muralla, mas como no
encontrasen punto de apoyo, volvieron a buscar al pastor, y habindole trado, les indic
la hendidura, que si bien no estaba a la haz de la tierra, tena debajo una higuera.
Entonces se esforzaron por subir a ella y despus de algunas tentativas un musulmn
logr llegar a lo alto. Moguits le arroj la punta de su turbante y por este medio treparon
muchos al muro. Mont Moguits a caballo y se coloc delante de la puerta de la Estatua,
por la parte de afuera, despus de haber dado orden a los que haban entrado de que
sorprendiesen la guardia de esta puerta, que es hoy la del puente: en aquel tiempo estaba
destruido y no exista puente ninguno en Crdoba. Los muslimes sorprendieron, en
efecto, a los que guardaban la puerta de la Estatua, llamada entonces de Algeciras,
mataron a unos y ahuyentaron a otros, y rompiendo los cerrojos dieron entrada a
Moguits con todos sus compaeros, espas y adalides. Moguits se dirigi al palacio del
rey; mas ste, al saber la entrada de los musulmanes, haba salido por la puerta
occidental de la ciudad, llamada puerta de Sevilla, con sus 400 o 500 soldados y algunos
otros, y se haba guarecido en una iglesia dedicada a San Acisclo, que estaba situada en
esta parte occidental, y era firme, slida y fuerte. Ocup Moguits el palacio de Crdoba,
y al siguiente da sali y cerc al cristiano en la iglesia, escribiendo a Tarik la nueva de
la conquista [...]
El destacamento que fue hacia Rayya la conquist, y sus habitantes huyeron a lo
ms elevado de los montes; march en seguida a unirse con el que haba ido a Elvira,
sitiaron y tomaron su capital, y encontraron en ella muchos judos. Cuando tal les
aconteca en una comarca reunan todos los judos de la capital, y dejaban con ellos un
destacamento de musulmanes continuando su marcha el grueso de las tropas. As lo
hicieron en Granada, capital de Elvira, y no en Mlaga, capital de Rayya, porque en sta
no encontraron judos ni habitantes, aunque en los primeros momentos del peligro all se
haban refugiado.
Fueron despus a Todmir, cuyo verdadero nombre era Orihuela, y se llamaba
Todmir del nombre de su seor (Teodomiro), el cual sali al encuentro de los
musulmanes con un ejrcito numeroso, que combati flojamente, siendo derrotado en un
campo raso, donde los musulmanes hicieron una matanza tal que casi los exterminaron.
Los pocos que pudieron escapar huyeron a Orihuela, donde no tenan gente de armas ni
medio de defensa; mas su jefe Todmir, que era hombre experto y de mucho ingenio, al
ver que no era posible la resistencia con las pocas tropas que tena, orden que las
mujeres dejasen sueltos sus cabellos, les di caas, y las coloc sobre la muralla de tal
forma que pareciesen un ejrcito, hasta que l ajustase las paces. Sali en seguida a guisa
de parlamentario, pidiendo la paz, que le fue otorgada; y no ces de insinuarse en el
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nimo del jefe del ejrcito musulmn hasta conseguir una capitulacin para s y sus sbditos, en virtud de la cual se entreg pacficamente todo el territorio de Todmir, sin
que hubiese que conquistar poco ni mucho, y se les dej el dominio de sus bienes.
Conseguido esto, descubri su nombre, e hizo entrar en la ciudad a los musulmanes, que
no encontraron gente de armas ninguna, por lo cual les pes lo hecho; pero cumplieron
lo ya estipulado, y despus de haber puesto en noticia de Trik las conquistas
alcanzadas, y de haber dejado all algunas tropas con los habitantes, march el grueso
del destacamento hacia Toledo para reunirse con Trik.
Moguits permaneci tres meses sitiando a los cristianos en la iglesia, hasta que
una maana vinieron a decirle que el cristiano principal haba salido huyendo a rienda
suelta en direccin a la sierra de Crdoba a fin de reunirse con sus compaeros en
Toledo, y que haba dejado en la iglesia a sus soldados. Moguits sali en persecucin
solo, y le vi que hua en su caballo alazn en direccin a la aldea de Catalavera.
Volvise el cristiano y as que vi a Moguits, que aguijaba su caballo para alcanzarle,
turbse, y abandonando el camino, lleg a un barranco donde su caballo cay y se
desnuc. Cuando lleg Moguits estaba sentado sobre su escudo y se entreg prisionero,
siendo el nico de los reyes cristianos que fue aprehendido, pues los restantes, o se
entregaron por capitulacin o huyeron a Galicia. Despus volvi Moguits a la iglesia,
hizo salir a todos los cristianos y mand se les cortase la cabeza, tomando entonces esta
iglesia el nombre de iglesia de los prisioneros. El cristiano principal permaneci preso
para ser conducido ante el emir de los creyentes. Reuni [Moguits] en Crdoba a los
judos a quienes encomend la guarda de la ciudad, distribuy en ella a sus soldados y se
aposent l en el palacio.
Trik lleg a Toledo, y dejando all algunas tropas, continu su marcha hasta
Guadalajara, despus se dirigi a la montaa, pasndola por el desfiladero que tom su
nombre, y lleg a una ciudad que hay a la otra parte del monte, llamada Almeida (la
Mesa), nombre debido a la circunstancia de haberse encontrado en ella la mesa de
Salomn, hijo de David, cuyos bordes y pies, en numero de 365, eran de esmeralda
verde. Lleg despus a la ciudad de Amaya, donde encontr alhajas y riquezas y...
volviendo a Toledo en el ao 93.
Sabedor Mua ben Nosair de las hazaas de Trik, y envidioso de l, vino a
Espaa en Ramadhan del ao 93 con buen golpe de gente, pues traa, segn se cuenta,
18.000 hombres. Cuando desembarc en Algeciras, le indicaron que siguiese el mismo
camino de Trik y l dijo: "no estoy en nimos de eso". Entonces los cristianos que le
servan de guas le dijeron: "Nosotros te conduciremos por un camino mejor que el suyo,
en el que hay ciudades de ms importancia que las que l ha conqusitado, y de las
cuales, Dios mediante, podrs hacerte dueo". Esta nueva le llen de alegra, porque le
pesaba lo que haba hecho Trik. Condujronle, pues, a Medina Sidonia, que conquist
por fuerza de armas, y despus a Carmona. Esta era una de las ciudades ms fuertes de
Espaa, y cuya conquista poda esperarse menos por asalto ni por asedio, por lo cual,
cuando se dirigi a ella, dijronle que nicamente valindose de alguna estratagema
podra ser entrada. Entonces mand algunos cristianos de los que haban pedido y
obtenido de l carta de seguridad, como Julin, de quien acaso eran camaradas, y se
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presentaron armados, como si fuesen fugitivos, siendo recibidos en la ciudad; mas por la noche abrieron la puerta llamada de Crdoba a la caballera que Mua mand al intento,
y sorprendiendo a la guardia se apoderaron los musulmanes de Carmona.
Despus march Mua a Sevilla, que era la mayor y ms importante de las
ciudades de Espaa, notabilsima por sus edificios y monumentos. Antes de la invasin
de los godos haba sido capital del reino, hasta que, vencedores stos, trasladaron la sede
a Toledo, quedando, sin embargo, en Sevilla, la nobleza romana y los jurisconsultos y
sabios en letras sagradas y profanas. Despus de algunos meses de sitio fue conquistada
por Mua ben Nosair, con la ayuda de Dios, huyendo los cristianos a Beja. Confi Mua
la guarda de la ciudad a los judos, y se dirigi a la ciudad de Mrida, donde residan
algunos grandes seores de Espaa y que tambin tena monumentos, un puente,
alczares e iglesias que exceden a toda ponderacin. Cerc la ciudad y la guarnicin
sali contra l, trabndose un fuerte combate a una milla de distancia de las murallas. En
tanto descubri Mua una cantera de piedra, en la cual ocult por la noche infantera y
caballera, y al da siguiente, al amanecer, cuando fue contra ellos, y salieron a
rechazarle, como el anterior, atacronles los musulmanes que estaban emboscados e
hicieron en ellos una gran matanza, refugindose los que escaparon en la ciudad, que era
muy fuerte, y tena unas murallas como no han hecho otras los hombres. Por espacio de
algunos meses continu el cerco hasta que fabricaron los muslimes una mquina para
acercarse al muro, y cubiertos con ella, llegaron a una de las torres, de la cual arrancaron
un sillar; mas encontraron en el hueco un macizo, que en lengua espaola se llama
laxamaxa, que resista a sus barras y picos y mientras se hallaban ocupados en este
trabajo cargaron sobre ellos los cristianos, y perecieron los musulmanes bajo la mquina,
por lo cual la torre se llam de los mrtires, nombre que an hoy en da conserva,
aunque son pocos los que saben esta ancdota. Al cabo fue conquistada la ciudad en
Ramadhan del ao 94, el da de la fiesta del Fitr del modo siguiente: cuando sucedi lo
de los mrtires dijeron los cristianos: "Ya hemos quebrantado las fuerzas del enemigo; si
hemos de concertar la paz, ningn da ms favorable que ste". Salieron con tal intento,
y encontraron a Mua con la barba blanca; empezaron a insinursele, exigindole
condiciones en que l no convena, y se volvieron. Tornaron a salir la vspera de la fiesta
del Fitr, y como se hubiese alheado la barba y la tuviese roja, dijo uno de ellos: "creo
que debe ser de los que comen carne humana, o no es s el que vimos ayer". Por ltimo,
vinieron a verle el da mismo de la fiesta, cuando ya tena la barba negra, y de regreso a
la ciudad dijeron a sus moradores: "(Insensatos! estais combatiendo contra profetas, que
se transforman a su albedro y se rejuvenecen. Su rey, que era anciano, se ha vuelto
joven. Id y concededle cuanto pida". Ajustaron, en efecto, la paz, a condicin de que los
bienes de los que haban muerto el da de la emboscada, y los de aquellos que haban
huido a Galicia, fuesen para los muslimes, y los bienes y alhajas de las iglesias para
Mua; con lo cual, el da de la fiesta del Fitr del ao 94 le abrieron las puertas de la
ciudad.
Los cristianos de Sevilla tramaron en tanto una conjuracin contra los
musulmanes que haba en la ciudad, y habiendo acudido desde la ciudad llamada Niebla
y la que tiene por nombre Beja, mataron ochenta hombres. Los restantes huyeron a
Mrida, donde se hallaba Mua ben Nosair, el cual, dueo ya de esta ciudad, mand a su
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hijo Abdo-l-Aziz a Sevilla con tropas y ste la reconquist, regresando en seguida.
A fines de Xawel sali Mua de Mrida para Toledo, y apenas supo Trik su
prxima llegada sali a recibirle para ofrecerle sus respetos, y le encontr en el distrito
de Talavera, en un lugar llamado [...]. Al divisarle, apese de su caballo y Mua le di
con su ltigo un golpe en la cabeza, reprendile griamente por lo que haba hecho
contra su parecer, y llegado a Toledo le dijo: "Presntame todo el botn que hayas
recogido y la mesa". Presentla, en efecto, falta de un pie, que le haba arrancado, y
como le preguntase Mua que dnde estaba respondi: "Nada s, la encontr de esa
manera". Mua mand que se le hiciese un pie de oro y una caja de hojas de palma,
dentro de la cual fue colocada. Despus march a conquistar a Zaragoza y dems
ciudades situadas en esta parte.
En el ao 95 vino un legado del califa al-Walid, que destituy a Mua, y le hizo
salir de Espaa con Trik y Moguits, dejando en su lugar, como gobernador de los
territorios y ciudades a su hijo Abdo-l-Aziz, a quien estableci en Sevilla, ciudad situada
a la orilla de un gran ro, que no puede pasarse a nado, y que quera hacer estacin naval
de los musulmanes y puerta de Espaa. All qued, en efecto, Abdo-l-Aziz, partiendo su
padre con Trik y Moguits [...]
Ajbar Machma, trad. E. Lafuente, Madrid, 1867, pp.19-31; ed. facsmil, 1984.
La revuelta berber del 740
Los berberiscos espaoles, al saber el triunfo que los de Africa haban alcanzado
contra los rabes y dems sbditos del Califa, se sublevaron en las comarcas de Espaa
y mataron o ahuyentaron a los rabes de Galicia, Astorga y dems ciudades situadas
allende las gargantas de la sierra [de Guadarrama], sin que Ibn Qatan tuviese la menor
sospecha de lo que suceda hasta que se le presentaron los fugitivos. Todos los rabes de
los extremos del norte de la pennsula fueron impelidos hacia el centro, a excepcin de
los que habitaban en Zaragoza y sus distritos, porque eran all ms numerosos que los
berberiscos, y no podan stos acometerles.
Ajbar Maymua, trad. E. Lafuente, Madrid, 1867, ed. facsmil, 1984, p.48.
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La visin cristiana de la irrupcin musulmana
Quin podr pues narrar tan grandes peligros? Quin podr en numerar desastres
tan lamentables?. Pues aunque todos los miembros se convirtiesen en lengua, no
podra de ninguna manera, la naturaleza humana referir la ruina de Espaa ni tantos y
tan grandes males como sta soport. Pero para contar al lector todo en breves
pginas, dejandode lado los innumerables desastres que desde Adn hasta hoy caus,
cruel, por innumerables regiones y ciudades, este mundo inmundo, todo cuanto segn
la historia soport la conquistada Troya, lo que aguant Jerusalen, segn vaticinio de
los profetas, lo que padeci Babilonia, segn el testimonio de las Escrituras, y, en fn,
todo cuanto Roma enriquecida por la dignidad de los Apstoles, alcanz por sus
mrtires, todo esto y ms lo sinti Espaa, tanto en su honra, como tambin de su
deshonra, pues antes era atrayente, y ahora est hecha una desdicha.
"Crnica mozrabe de 754", cap. 6. Ed. J.E. LOPEZ PEREIRA
El pacto de Tudmir
En el nombre de Allah, el misericordioso, el compasivo: ste es el escrito de Abd-al-
Aziz ibn Musa para Tudmir ibn Gandaris; ya que se ha sometido a la paz, que tenga el
pacto de Allah y su confirmacin, y no se le retrasen sus noticias y sus enviados, y
que tiene la proteccin de Allah y de su Profeta, de que no se le impondr a nadie
sobre l ni se rebajar a nadie de sus compaeros para mal, que no sern cautivados, y
que no se separar entre ellos y sus mujeres y sus hijos; que no se quemarn sus
iglesias, y que no se les forzar en su religin, y que su paz es sobre siete ciudades:
Auriola, Mula, Lorca, Balantala, Locant, lyih y Elche, y que no deje de cumplir lo
pactado, y que no deshaga lo acordado, y que cumpla lo que le hemos impuesto y le
hemos obligado a cumplir; que no nos oculte noticia que sepa, y que l y sus
compaeros tienen el impuesto de las parias, que son: para el hombre libre un dinar,
cuatro almudes de trigo, cuatro de cebada, cuatro medidas de vinagre, una medida de
miel y una de aceite; y para todos los esclavos, la mitad de esto.
Atestiguaron esto: Utman ibn Ubayda al-Qurasi, Habib ibn Abi Ubayda al-Quras,
Sadun ibn Abd Allah al-Rabii, Sulayman ibn Qays al-Tuyibi, Yahya ibn Yamar al-
Sahm, Bisr ibn Qays al-Lajmi, Yiguis ibn abd Allah al-Azdi y Abu Asim al-Hadli. Se
escribi en rayab del ao 94.
10
Ambrosio HUICI MIRANDA, Historia musulmana de Valencia. Novedades y
rectificaciones. Valencia, 1969. 3 vols. En vol. 1, pgs. 86-87. Publicado por J. A.
Garca de Cortzar Nueva Historia de Espaa en sus Textos. Edad Media, Pico Sacro,
Santiago de Compostela, 1975, p. 138.
Los inicios de la "reconquista": la batalla de Covadonga
Por aquellos tiempos era prefecto de Asturias, con residencia en Gijn, Munuza,
compaero de Tariq. Durante su gobierno, cierto espatario de los reyes Vitiza y Rodrigo,
llamado Pelayo, oprimido por el seoro de los ismaelitas, entr en Asturias con su
hermana. El prefecto Munuza envi a Pelayo a Crdoba con el pretexto de una legacin,
pero en verdad, con ocasin de su inters por su hermana. Antes de que regresara el
antiguo espatario, Munuza, mediante cierto artificio, se uni en matrimonio con la
hermana de Pelayo; mas cuando volvi ste, en modo alguno quiso consentir tal enlace,
sino que se apresur a hacer con gran osada lo que ya meditaba acerca de la salvacin
de la Iglesia. Entonces, el nefando Tariq envi soldados a Munuza para que apresaran a
Pelayo y lo llevasen a Crdoba encadenado. Llegados a Asturias quisieron cogerle por
engao y en una aldea llamada Brece supo Pelayo por cierto amigo la decisin de los
caldeos. Mas como los sarracenos eran muchos, viendo que no poda ofrecerles
resistencia, se apart de ellos despacio, comenz de repente a correr y lleg a orillas del
Piloa, que encontr desbordado, pero mediante un adminculo natatorio gan la otra
orilla sobre el caballo en que cabalgaba y subi a un cerro con lo que los sarracenos
cesaron de perseguirle. Dirigindose hacia la tierra montaosa, arrastr consigo a
cuantos encontr camino de una asamblea y con ellos subi a un gran monte llamado
Aseuva y se refugi en la ladera de dicha montaa, en una cueva que saba era segura y
de la que mana un gran ro por nombre Deva. Desde ella envi mensajeros a todos los
astures, que se congregaron en una junta y le eligieron prncipe.
Enterados de lo ocurrido, los soldados que haban venido para prender a Pelayo
regresaron a Crdoba y manifestaron a su rey que se haba sublevado el denunciado por
Munuza. Cuando el rey oy tal noticia, conmovido por furiosa ira, mand salir contra el
rebelde una hueste innumerable, reclutada en toda Espaa; puso al frente del ejrcito a
Alqama, su socio, y orden que fuese con ste y sus tropas, Oppas, obispo de Toledo,
hijo de Vitiza, por cuya traicin haban perecido los godos. Alqama recibi orden de su
compaero de que si Pelayo no quera aceptar la propuesta del obispo, le apresase por la
fuerza de las armas y le llevase a Crdoba, y entr en Asturias con un ejrcito de
187.000 soldados.
Pelayo estaba con sus compaeros en el monte Aseuva, y el ejrcito de Alqama
lleg hasta l y alz innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho
obispo subi a un montculo situado ante la cueva de la Seora y habl as a Pelayo:
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"Pelayo, Pelayo, )dnde ests?" El interpelado se asom a la ventana y respondi:
"Aqu estoy". El obispo dijo entonces: "Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cmo
hace poco se hallaba Espaa unida bajo el gobierno de los godos y brillaba ms que los
otros pases por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejrcito de los
godos, no pudo sostener el mpetu de los ismaelitas, )podrs t defenderte en la cima de
este monte? Me parece difcil. Escucha mi consejo: vuelve de tu acuerdo, gozars de
muchos bienes y disfrutars de la amistad de los caldeos". Pelayo respondi entonces:
)"No leste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Seor llegar a ser como el
grano de mostaza y que de nuevo crecer bajo la misericordia de Dios?" El obispo
contest: "Verdaderamente as est escrito". Pelayo dijo: "Cristo es nuestra esperanza;
que por este pequeo montculo que ves sea Espaa salvada y reparado el ejrcito de los
godos. Confo en que se cumplir en nosotros la promesa del Seor porque David ha
dicho: Castigar con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, (pero no les
faltar mi misericordia! As pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio
esa multitud y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca
del Padre a nuestro Seor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos". El obispo,
vuelto entonces al ejrcito, dijo: "Acercaos y pelead. Ya habis odo como me ha
respondido; a lo que adivino de su intencin, no tendris paz con l, sino por la venganza
de la espada".
Alqama mand entonces comenzar el combate y los soldados tomaron las armas.
Se levantaron los fundbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se
encresparon las lanzas e incesantemente lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las
maginificencias del Seor: las piedras que salan de los fundbulos y llegaron a la casa de
la Virgen Santa Mara, que estaba dentro de la cueva, se volvan contra los que las
disparaban y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la
palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron stos la fuga, se dividi en dos su hueste, y all mismo fue, al
punto, muerto Alqama y apresado el obispo Oppas. En el mismo lugar murieron 124.000
caldeos, y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Asueva y por el lugar
llamado Amuesa descendieron a la Libana. Pero ni stos escaparon a la venganza del
Seor; cuando atravesaban por la cima del monte, que est a orillas del ro llamado Deva
junto al predio de Cosgaya, se cumpli el juicio del Seor: el monte, desgajndose de
sus cimientos, arroj al ro los 63.000 caldeos y los aplast todos. Hasta hoy, cuando el
ro traspasa los lmites de su cauce muestra muchas seales de aqullos.
A. UBIETO ARTETA (ed.), Crnica de Alfonso III, "Textos Medievales", 3, Valencia,
1961, pp.24-34; Textos comentados de poca medieval (s. V al XII), Barcelona,
1975, pp.448-453; Textos y documentos de historia antigua, media y moderna
hasta el s.XVII, Barcelona: Labor, tomo XI, 1993, pp.213-215
12
Campaas de Alfonso I
Muerto ste, fue elegido rey por todo el pueblo Alfonso, quien, con la gracia de Dios,
tom el cetro del reino y consigui dominar siempre la fuerza de los enemigos. Con
su hermano Fruela dirigiendo el ejrcito tom muchas ciudades. Estas son: Lugo, Tuy
Oporto, Anegiam, Braga, Viseo, Chaves, Ledesma, Salamanca, Numancia, que ahora
llaman Zamora, Avila, Astorga, Len, Simancas, Saldaa, Amaya, Segovia, Osma,
Seplveda, Arganza, Clunia, Mave, Oca, Miranda, Revenga, Carbonera, Abalos,
Cenicero y Alesanco, con sus castillos, villas y aldeas. Matando a todos los rabes
llev consigo a los cristianos a la patria. En ese tiempo se poblaron Asturias,
Primorias, Libana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, Bardulias, que ahora llaman
Castilla, y la parte martima. Y Galicia, Alava, Vizcaya, Alaon (Ayala?) y Ordua
siempre haban sido posedas por sus habitantes, as como Pamplona, Deyo y
Berrueza (...)
GOMEZ MORENO, M. "Las primeras Crnicas de la Reconquista: el ciclo de
Alfonso III", B.R.A.H., T.C., 1952, pp. 615-616.
Al-Andalus: la revuelta del arrabal
En 198 (31 de agosto de 813) tuvo lugar en Crdoba la revuelta llamada del arrabal.
Los hechos pasaron de la manera siguiente: el prncipe omeya reinante Al-Hakam ben
Hixam casi no se ocupaba ms que en jugar, cazar, beber y otros placeres semejantes
y, por otra parte, la ejecucin de muchos de los principales habitantes de la ciudad le
hicieron odioso a la poblacin, que era injuriada y maltratada por los mercenarios del
emir.
El desorden lleg a tal punto que, cuando se convocaba a la plegaria, el populacho
gritaba :"Ven a rezar, borracho, ven a rezar!", y cuando alguno lanzaba esta injuria,
los otros aplaudan. Entonces, Al-Hakam comenz a rodear Crdoba con un recinto
fortificado, guarnecido de zanjas: acuartel la caballera en la puerta de su palacio,
donde haba siempre una tropa armada, y aument el nmero de sus mamelucos.
Todas estas precauciones no hicieron ms que que acrecentar el odio de la poblacin,
que estaba persuadida de que quera vengarse de todas sus afrentas. Enseguida
estableci el impuesto del diezmo sobre las mercaderas, impuesto que habra de
cobrarse cada ao sin remisin, lo que fue mal visto por el pueblo. Al-Hakam se
apoder de diez de los prncipales exaltados y les hizo ejecutar y crucificar, con lo
que dio ocasin de clera a las gentes del arrabal. Adase a todo esto que un
mameluco del prncipe llev su espada a casa de un bruidor para hacerla limpiar, y
como ste la remitiera a su dueo ms tarde de lo convenido, el mameluco tom la
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espada y golpe con ella al obrero hasta dejarle muerto. Ocurri esto en Ramadan (abril-mayo del 814) del ao referido.
Las gentes del arrabal meridional empuaron los primeros las armas, y todos los
otros arrabales les siguieron. El "chund", los omeyas y los esclavos negros se
concentraron en el palacio y Al-Hakam procedi a la reparticin de los caballos y de
las armas, as como a la reunin de sus compaeros.
Se entabl la lucha y fue favorable a las gentes del arrabal, que cercaron el palacio.
Entonces Al-Hakam descendi de la terraza donde se encontraba y fue, a caballo y
armado, a reanimar el valor de los suyos, que se batieron a su vista con
encarnizamiento (...)
Al-Hakam consult con Abd al-Qarim ben Abd al-Wahid ben Abd al-Mugayth, su
ltimo confidente, quien le aconsej clemencia. Tal fue el partido que tom el
prncipe, a pesar del dictamen contrario emitido por otro, y perdon a los rebeldes,
pero con amenaza de muerte y crucifixin para todos los habitantes del arrabal que no
hubiesen partido del arrabal en el plazo de tres das. Los sobrevivientes salieron a
escondidas, expuestos a toda clase de penas y humillaciones, llevando lejos de
Crdoba a sus mujeres, sus hijos, sus riquezas de ms fcil transporte. Los soldados y
malhechores estaban en acecho para saquearles y mataban a quienes osaban resistir.
Terminado el plazo de tres das, Al-Hakam di orden de respetar a las mujeres, a las
que reuni en el mismo lugar, e hizo destruir el arrabal meridional (de Secunda) (...)
BEN AL-ATHIR, "Kamil fi-l-Tarif", segn versin francesa de Fagnan, pp. 165-177.
Recoge J.L. MARTIN, "Historia de Espaa. Alta Edad Media", Historia 16, Madrid,
1980, p. 50.
La fundacin de Oviedo por Alfonso II
Por lo dems, el rey Alfonso, como fuese de mucha castidad de alma y de cuerpo,
mereci obtener del seor un arca conteniendo diversas reliquias de santos. La cual
arca, amenazando, por ventura, el terror de los gentiles, en lo antiguo fue transportada
en un navo desde Jersalem, permaneci por espacio de algn tiempo en Sevilla, y
luego, durante cien aos, en Toledo. Como otra vez oprimiesen los moros cuando ya
nadie se les resista, los cristianos arrebataron secretamente el arca de Dios y por
sitios excusados llegaron hasta el mar, y puesta all en una nave, guindolos Dios
abordaron el puerto de Asturias, cuyo nombre es Subsalas, por aquello de tener cerca
y encima la regia ciudad de Gijn.
Ms el rey Alfonso, luego que se vi divinamente enriquecido con gran dvida, en
lugar de la prdida Toledo, decret fabricar una sede para la venerable arca. Para
realizar este plan, dejadas las otras atenciones y ansindolo ms y ms cada da, desde
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entonces por espacio de treinta aos fabric una iglesia en Oviedo de admirable obra, en honor de San Salvador, y en ella, a los lados derecho e izquierdo del altar mayor,
construy dos grupos de a seis altares dedicados a los doce Apstoles. No menos
llev a efecto un santuario de la bienaventurada madre de Dios y virgen Mara, con
pareja estructura y tres cabeceras. Hizo tambin una baslica de Santa Leocadia,
cubierta con obra de bveda, sobre la que se hiciese una cmara, donde en el lugar
ms excelso fuese adornada por los fieles el arca santa. Y adems fund con bella
obra una iglesia del bienaventurado mrtir de Cristo, Tirso, en el mismo recinto.
Edific, a distancia de un estadio de la iglesia de San Salvador, un templo de los
santos Julin y Basilisa, adjuntndole a uno y otro lado capillas dispuestas en
admirable composicin.
Por cierto que si llegase a ennumerar uno por uno los ornamentos de dicha cmara,
disertacin tan prolija me llevara desviado harto lejos de lo que empec. Ms por la
magnitud del milagro, la anglica cruz sea sacada a plaza. Pues como cierto da el
susodicho Alfonso, rey casto y piadoso, tuviese por acaso en la mano cantidad de
esplenddisimo oro y algunas piedras preciosas, comenz a pensar como poda ser
hecha una cruz con ello para servicio del altar del Seor. As, estando en este santo
propsito, despus de la participacin del cuerpo y sangre de Cristo, segn costumbre,
ya enderezaba sus pasos hacia el palacio real por causa de la comida, llevando el oro
en la mano, cuando he aqu que se le aparecieron dos ngeles en figura de peregrinos,
fingiendo ser artfices, el cual, al momento, les entreg el oro y las piedras,
sealndoles mansin donde sin impedimento de hombres pudiesen trabajar. Lo
dems parece cosa maravillosa e inusitada, despus de los Apstoles hasta nuestros
tiempos; porque vuelto sobre s el rey en la misma corta espera de la comida, inquiere
a qu personas diera el oro, y al punto comenz a enviar un agente tras otro para que
observasen qu hacan los desconocidos artfices. Ya los servidores se acercaban a la
casa del taller, cuando de improvisto tanta luz hizo resplandecer el interior de toda la
casa, que, por decirlo as, no fbrica humana, sino la salida del sol pareca por la
extremada claridad. Pero mirando hacia dentro por una ventana los que haban sido
enviados, (vieron que) idos los anglicos maestros, la cruz sola, llevada a cabo y
puesta en medio, irradiaba como un sol en aquella casa; por donde abiertamente
consta entenderse que ella fue hecha por divina y no humana aplicacin. Lo que
oyendo el devotsimo rey, dejado el servicio de mesa, corri con incansable paso, y
dando gracias a Dios con loores e himnos por tan gran beneficio, segn cumpla, puso
reverentemente dicha venerable cruz sobre el altar de San Salvador.
Ed. M. GOMEZ MORENO, "Introduccin a la Historia Silense con versin
castellana de la misma y de la crnica de Sampiro", Madrid, 1921, pp.82-84.
Concesiones de Fernn Gonzlez, conde de Castilla
Yo, Fernn Gonzalez, por la gracia de Dios conde de toda Castilla, junto con mi
mujer la condesa Sancha, para remisin de nuestros pecados y remedio de nuestras
almas (...) en honor de San Millan (...) y de ti, padre espiritual abad Fortunio, y de
todos los clrigos sujetos a ti, que da y noche sirven all a Cristo. Por tanto,
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ofrecemos, damos y confirmamos en la villa de Salinas la cuarta parte, integra y libre, con salidas y entradas, con comunidad de pasto, con los habitantes de aquella villa,
pero libre e ingenua de todo servicio real o de potestad y de entrada de sayn. Y no
tengan homicidio ni fonsado segn costumbre, y nadie sea sometido por ningn
crimen a la potestad de aquella villa. Y os concedemos las fuentes de sal al tercer da,
y de la albara que deben al conde de la tierra, os concedemos que tengas libres III de
ellas por semana y que tanto el monasterio como las decanas lleven sal cuando
quieran. Y las eras de sal de San Milln sean libres de autoridad del conde. Asimismo,
os concedemos tal facultad, que todo lo que adems de esto podis obtener por
donacin o por compras los poseis libre y firmemente por todos los siglos, amn.
Esta donacin, juntamente con nosotros, la prueban y confirman las villas de :
Villanueva, Fuentes, Olisares, Villacn y tambin terrazas y Villambrosa (...)
Hecha la carta en la era de DCCCC. LXXX. III, V calendas de febrero.
Yo, pues, Fernando, conde, con mi compaera Sancha, que quisimos hacer este
testamento, pusimos nuestras seales y presentamos testigos (...)
UBIETO ARTETA, A., "Cartulario de San Milln de la Cogolla (759-1076)",
Valencia, 1976, n 36, pp. 49-50.
.
Abd al-Rahman III se nombra califa (316 H/929)
En este ao orden al-Nasir li-din Allah que se le llamase en las cartas a l dirigidas y
se le invocase en los plpitos con el ttulo de "Prncipe de los Creyentes", por cuanto
era digno de esta denominacin, que en realidad era slo suya, y en cualquier otro
plagiada y postiza. Vistise, pues, dicho ttulo en este momento como tnica
adecuada a su dignidad y como herencia .... a l .... [borrado]
En este sentido, el sbado da 2 de du-l-hiyya de este ao [= 17 enero 929], fueron
despachadas cartas suyas dirigidas a los ummal de sus diferentes provincias,
conforme a una redaccin nica. He aqu la copia de una de estas cartas:
En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.
Bendiga Dios a nuestro honrado profeta Mahoma.
Los ms dignos de reivindicar enteramente su derecho y los ms merecedores de
completar su fortuna y de revestirse de las mercedes con que Dios Altsimo los ha
revestido, somos nosotros, por cuanto Dios Altsimo nos ha favorecido con ello, ha
mostrado su preferencia por nosotros, ha elevado nuestra autoridad hasta ese punto,
nos ha permitido obtenerlo por nuestro esfuerao, nos ha facilitado lograrlo con
nuestro gobierno, ha extendido nuestra fama por el mundo, ha ensalzado nuestra
autoridad por las tierras, ha hecho que la esperanza de los mundos estuviera pen-
diente de nosotros, ha distuesto que los extraviados a nosotros volvieran y que
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nuestros sbditos se regocijaran por verse a la sombra de nuestro gobierno (todo ello por la voluntad de Dios; loado sea Dios, otorgador de los beneficios, por el que nos ha
otorgado, pues merece la mxima loa por la gracia que nos ha concedido). En
consecuencia, hemos decidido que se nos llame con el ttulo de Prncipe de los
Creyentes, y que en las cartas, tanto las que expidamos como las que recibamos, se
nos d dicho titulo, puesto que todo el que lo usa, fuera de nosotros, se lo apropia
indebidamente, es un intruso en l, y se arroga una denominacin que no merece.
Ademas, hemos comprendido que seguir sin usar ese ttulo, que se nos debe, es hacer
decaer un derecho que tenemos y dejarse perder una designacion firme. Ordena, por
tanto, al predicador de tu jurisdiccin que emplee dicho ttulo, y salo tu de ahora en
adelante cuando nos escribas. Si Dios quiere.
En consecuencia, y conforme a estas ordenes, el predicador de Crdoba comenz a
hacer la invocacion en favor de al-Nasir li-din Allah, dndole el ttulo de los
Creyentes, el dia 1 de du-l-hiyya de este ao [= 16 enero 929]. Fu ste el primer
sermon en que se le dio ese titulo, que empez a llevar con mejor derecho que los
dems que se lo arrogaban, y que luego siguieron usando los Califas descendientes
suyos. Dios concede su gracia a quien quiere
E Levi Provenal y E.Garca Gmez, Una crnica annima de Abd al-Rahman III al-
Nasir, editada por primera vez y traducida, Madrid, 1950. En Textos y documentos
de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVIII, Historia de Espaa,M.
Tun De Lara,, dir. tomo XI, Barcelona, 1984
Opiniones de Averroes sobre las mujeres andaluses
Nuestro estado social no deja ver lo que de s pueden dar las mujeres. Parecen
destinadas exclusivamente a dar a luz y amamantar a los hijos, y este estado de
servidumbre ha destruido en ellas la facultad de las grandes cosas. He aqu por qu no
se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales: su vida transcurre como
la de las plantas, al cuidado de sus propios maridos. De aqu proviene la miseria que
devora nuestras ciudades porque el nmero de mujeres es doble que el de hombres y
no pueden procurarse lo necesario para vivir por medio del trabajo.
Trad. Ribera: "Disertaciones y opsculos", Tomo I, p. 348. Recoge J.L. MARTIN,
"Historia de Espaa," 3, Alta Eadad Media, Madrid, 1980, p. 78.
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Historia de los jueces de Crdoba
Yo presenci cierto da una audiencia de Amr ibn Abd Allah, en la mezquita que
estaba cerca de su domicilio, y le vi sentado haciendo justicia en medio de la gente;
llevaba un vestido "mashrikab". Hallbase sentado en un ngulo de la mezquita,
rodeado de los que iban a pedirle audiencia (...) En el ngulo opuesto de la mezquita
se encontraba Mu'min ibn Sa'id, el cual tena alrededor suyo un corro de jvenes
estudiantes que iban a recitar versos y a aprender literatura. Los jvenes que asistan a
la clase de Mu'min tuvieron un altercado por no s qu motivo; uno de ellos lanz un
zapato contra su compaero y, despus de pegarle a ste, vino a caer el zapato en
medio del crculo donde el juez daba audiencia. Los presentes creyeron que el juez, al
ver el desacato, se pondra seguramente furioso; sin embargo, no hizo otra cosa que
decir: "Estos chicos nos molestan".
(...)
Jalid ibn Sa'd dice que Abd Allah ibn Qasim le refiri que su padre le haba contado
lo siguiente: Me encontr en cierta ocasin con el juez Muhammad ibn Sulma y me
pidi que le comprara un alquicel barragn. Y aade Abd Allah: mi padre me mand
que bajara a la calle de los Paeros, a buscar el alquicel. Baj y le compr un alquicel
por veinticuatro donares y medio; y se lo llev a mi padre, el cual se lo trajo
personalmente al juez. A ste le agrad y dijo: "Cunto te ha costado?". "A ti te
cuesta contestle diez dinares". El juez, creyendo que ese era el precio que haba costado, le entreg los diez dinares. Pero unos momentos depus vino a ver a mi
padre Abu Yahya, el inspector de los habices, y le dijo :"El juez te saluda y te ruega
que tomes el alquicel y que le devuelvas los diez dinares, porque necesita ahora ese
dinero para otros gastos y no necesita el alquicel". "Yo le dar el dinero que ahora
necesita respondi mi padre no queriendo tomar el alquicel y que lo utilice hasta que le sea fcil devolvrmelo". Pero el inspector de habices se neg a aceptar, porque
el juez haba dicho: "Yo no puedo aceptar eso": Y al preguntarle mi padre qu es lo
que le haba obligado a devolver el alquicel, el juez, que ya haba sabido cul era su
verdadero precio, no quiso aceptar y dijo: "Yo crea que el precio del alquicel era de
diez dinares, que es la cantidad que yo d; pero cuando he sabido que el alquicel vale
ms, ya no lo quiero. Me sabe mal, muy mal, que otros carguen con el gasto que slo
a mi corresponde".
AL-JUSHANI, "Kitab al-qudat bi-Qurtuba", adaptacin de la trad. castellana de J.
RIBERA, "Historia de los jueces de Crdoba por Aljoxan", Madrid, 1914, pp. 148-
149 y pp. 203-204.
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Al-Andalus: mercado de esclavos
Un hombre de mundo me hizo venir cierto da a su casa para que le redactara el acta
de compra de una sierva muy bonita que haba adquirido. Le ped su "istibra" y ni la
tena, ni el vendedor saba de qu se trataba. Le dije :"la sierva tendr que permanecer
en casa de una mujer digna de toda confianza, sobre la que os pongis de acuerdo, o
de un hombre de bien, religioso y creyente, que viva con su esposa, hasta que pueda
certificar el efectivo cumplimiento del retiro legal".
(...)
Fraudes y engaos de estos mercaderes son el vender esclavos de determinada
categora como si fuesen de otra y los de una raza por otra.
Se ha hablado mucho de las razas, estampas y naturaleza de los esclavos, de lo que
conviene a cada clase, haciendo toda suerte de discursos sobre el particular. Dicen
que la sierva berber (es la ideal para proporcionar) voluptuosidad, la rumiyya, para el
ciudado del dinero y de la alacena,la turca para engendar hijos valerosos, la etope
para amamantar, la mequ para el canto, la medinesa por su elegancia y la iraqu por
lo incitante y coqueta.
En cuanto a los varones, el hind y el nubio (son apreciados) como guardianes de las
personas y bienes, el etope y el armenio para el trabajo y el servicio, produciendo
beneficios (a su dueo), el turco y el eslavo para la guerra y cuanto requiere valor.
Las bereberes son de natural obediente, las ms diligentes (se destinan) al trabajo, las
ms sanas para la procreacin y el placer y las ms bonitas para engendrar; les siguen
las yemenes a quienes se parecen las rabes. Los nubios suelen ser de natural
obedientes a sus amos, como si hubieran sido creados para la esclavitud, pero son
ladrones y poco de fiar. Las hindes no soportan la humillacin, cometen los mayores
crmenes y se mueren con facilidad. Las etopes tienen la naturaleza ms dura que
Allah haya creado y son las ms sufridas para las fatigas, pero les hieden las axilas, lo
cual generalmente impide que se las tome. Las armenias son bellas, avaras y poco
dciles al hombre.
(...)
Uno de los fraudes ms famosos y tretas conocidas (de los vendedores de esclavas)
estriba en que tienen unas mujeres arteras, de belleza sin par y admirable hermosura
que dominan la lengua romance y parecen rumes. Cuando comparece alguien que no
es del lugar y les pide una hermosa esclava recin importada de los paises cristianos,
(el comerciante) se compromete a encontrrsela pronto (...) Mientras tanto, el
comerciante se ha preparado un cmplice (que responda) de la identidad de la esclava,
asegurando que es su dueo, quien tiene que recibir su importe y demuestra con
documentos que la ha comprado en la Marca Superior. El cliente paga a gusto un
elevadsimo precio porque es recin importada y quiere llevarsela (inmediatamente).
En cuanto se ha cerrado el trato ambos (cmplices) se reparten el importe con la
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esclava.
AL-SAQATI, "Kitab fi adab al-hisba", Adaptacin de la trad. castellana de P.
CHALMETA en "Al-Andalus", 1968, XXXIII, fasc. 2, pp. 370-371, 374-375 y 383-
384.
Los orgenes del reino de Pamplona
En la era 943 surgi en Pamplona un rey de nombre Sancho Garcs. Muy unido a la
fe de Cristo fue hombre devoto, piadoso entre todos los fieles y misericordioso entre
los catlicos. Que ms? En todas las circunstancias consigui ser el mejor. Luchando
contra los islamitas, caus muchos estragos entre los sarracenos. Tambin tom bajo
su tutela todos los castillos sitos entre Cantabria y la ciudad de Njera. Ciertamente
posey la tierra de Deyo, con todas sus fortalezas. Adems puso bajo su autoridad la
"Arba" pamplonesa. Tambin tom toda la tierra aragonesa con sus castillos.
Finalmente expulsados todos los malvados, en el ao XX de su reinado abandon el
mundo. En la era 963 fue sepultado en el prtico de San Esteban. Reina con Cristo en
el cielo.
Tambin su hijo, el rey Garca, rein treinta y cinco aos. Fue benigno, caus
muchas carniceras entre los sarracenos y as muri en la era 1008. Fue enterrado en
el castillo de San Esteban.
Tambin su hijo el rey Sancho, reino sesenta y cinco aos. Fue benigno con todos,
beligerante con los sarracenos y protector y amigo de los monjes. Falleci en la era
1073. Fue sepultado en el monasterio de Oa.
Tambin su hijo, el rey Garca, rein veintin aos. En la era 1092 fue muerto en
Atapuerca. Fue sepultado en Njera.
"Genealogas de Roda". Ed. J.M. LACARRA, "Textos navarros del Cdice de Roda".
Recoge, M.RIU, "Textos comentados de poca medieval (siglos V al XII)", Barcelona,
1975, pp.501-503.
La reforma militar de Almanzor (siglo XI)
Abrigaba al-Mansur el temor de que sus tropas regulares, las cuales formaban al
principio un grupo homogneo, se pusieran de acuerdo para tratar de arruinar su
podero, o se coaligaran para resistirle, cuando les ordenaba algo que habran de
cumplir de buena o mala gana. Tras de examinar este hecho con ojos bien despiertos,
lleg a la conclusin de que sus tropas deberan estar compuestas de gentes de
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diferentes tribus y de elementos heterogneos, para que, si uno de los grupos intentaba rebelarse, pudiera reducirlo apoyado en los dems. Por otro lado, senta la
necesidad de reformar su ejrcito y acrecentarlo con el mayor nmero posible de
soldados, para poder penetrar en territorio enemigo y sembrar en l la
20mpez20n20 cuando quisiese.
Movido por estas razones, hizo venir a al-Andalus aquellos seores, guerreros y
soldados berberes de cuyo espritu militar y valor tenia noticia. Al mismo tiempo,
difundida entre las gentes la noticia de la guerra santa, acudieron a reunirse con l
desde la Berberia oriental caballeros cuyas hazaas, virtudes y valenta son harto
notorias, y con los cuales pudo al-Mansur organizar contra los cristianos campaas en
las que ellos formaban el ncleo ms slido del ejrcito; ncleo en el que, llegado el
momento del combate y del encarnizamiento de la lid, 20mpez depositar mayor
confianza. Entre estos jefes berberes, de los que tenan una inteligencia ms sutil y
unas miras mas elevadas eran nuestro to abuelo Zawi ibn Ziri, y, tras l, su sobrino
Habus ibn Maksan ( Dios est satisfecho de entrambos ). Ellos daban siempre su
opinin, cuando se les consultaba en los asuntos, y, adems, tenan jurisdiccin sobre
los dems elementos del ejrcito, que les estaban subordinados.
Fue de esta suerte como Ibn Abi Amir llev a cabo su reforma militar, realz el
prestigio del Califato, subyug a los politestas y exhort a todos los musulmanes a
participar en sus campaas. Los sbditos de las tierras de al-Andalus se declararon,
sin embargo, incapaces de participar en ellas, haciendo valer ante Ibn Abi Amir que
no se hallaban preparados para combatir y, por otra parte, que su participacin en las
campaas les impedira cultivar la tierra. No eran, en efecto, gente de guerra, y, en
vista de ello, Ibn Abi Amir los dej emplearse en la 20mpez20n20 del suelo, a
cambio de que todos los aos, previo acuerdo y a 20mpez20n20n de todos ellos, le
entregasen de sus bienes los subsidios necesarios para equipar tropas mercenarias que
los sustituyesen. Les fij, pues, tributos, ingres en las cajas del Tesoro aquellas
sumas que le entregaban las gentes, y les sac [todo el dinero que 20mpez darle],
con lo cual equip su ejrcito. Dichos tributos continuaron pesando sobre los
andaluces [laguna] e Ibn Abi Amir pudo as lograr el fin que se 20mpez propuesto, como ya hemos explicado.
Hasta entonces la poblacin haba podido vivir tranquilamente, sin mas que pagar el
azaque sobre sus bienes, ya consistiesen en numerario, o en cereales o en ganado;
azaque que era distribuido entre los menesterosos de cada localidad, sin que los
gobernantes tomasen nada de l, a no ser para el sostenimiento de los ejrcitos y la
organizacin del gobierno, sin los cuales nada subsistira en el mundo, porque si los
soberanos no protegiesen y defendiesen a sus sbditos, ni fortificasen sus Estados,
entonces los sbditos no encontraran gusto a la vida ni les sera agradable vivir fijos
sobre un determinado territorio. Todo iba, pues, perfectamente en el pas, donde
reinaban el orden y el bienestar. Al-Andalus, tanto en lo antiguo como en lo moderno,
ha sido siempre un pas de sabios, 20mpez20n y gentes de religin, que eran a
quienes estaban confiados todos los negocios, salvo lo concerniente al squito,
esclavos y mili-cias del soberano. Poda ste sacar dinero a los unos y drselo a los
otros, con objeto de constituir un ejrcito y elegirlo entre lo mejor para ofrecer a los
musulmanes la conveniente defensa, tanto mas cuanto que tales sumas que le
entregaban no pesaban sobre los bienes races ni sobre las ganancias de sus sbditos,
y estaban destinadas nicamente a velar por el inters de los musulmanes. Las
21
injusticias de que stos 21mpez ser victimas, asi como las diferencias que 21mpez surgir, y en general todos los litigios, se 21mpez21n conforme a la Zuna y eran de
la competencia del cadi del lugar.
Cuando concluy la dinasta 21mpez y la poblacin se quedo sin imam, cada caid se
alzo con su ciudad o se hizo fuerte en su castillo, luego de prever sus posibilidades,
formarse un ejrcito y constituirse depsitos de vveres. No tardaron estos caides en
rivalizar entre si por la 21mpez21n de riquezas, y cada uno 21mpez a codiciar los
bienes del otro. Ahora bien: si es difcil de resolver un asunto entre dos personas,
cunto ms no haba de serlo entre mltiples soberanos y pasiones contradictorias?...
[laguna de tres lneas ilegibles por la humedad] en virtud de un decreto previo establecido por la voluntad de nuestro Seor, que carece de asociado.
Abd Allah, El siglo XI en 1 persona, Madrid, 1980, 81-84. En Textos y documentos
de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVIII, Historia de Espaa, M.
Tun De Lara, dir., tomo XI, Barcelona, 1984
El reparto de los dominios de Sancho III de Navarra
l.- Tambin el rey Sancho III mereci disfrutar largo tiempo y con felicidad de la
compaa de sus hijos, a los que en vida, con gran benignidad, reparti entre ellos sus
reinos. A su primognito Garca lo puso al frente de los pamploneses; a Fernando, el
preferido de su padre le encarg el gobierno de la blica Castilla; a Ramiro, que haba
nacido de concubina, le di Aragn, que era el reino ms alejado de todos sus
territorios, sin duda para que ante los ojos de los otros hermanos, el ser desigual en el
linaje materno, no fuera igual en la herencia de sus estados.
2.- Entonces, unos asesinos, parientes suyos, mataron al infante Garca, pues ste era
merecedor de tal venganza. Seguidamente, Sancho III se llev consigo a la infanta
Sancha, a la cual devuelve a Castilla, intenta casarla con su hijo primognito Ramiro,
el que haba nacido de una noble seora de Ayvar, pero los castellanos se oponen con
toda razn. La infanta Sancha, tres aos ms tarde, y con el beneplcito de su
hermano Vermudo, cuando ya tena 18 aos, cas con el infante Fernando, hijo menor
de Sancho III, nacido de su matrimonio con Urraca. Vermudo entreg a Fernando el
condado de Castilla.
(...)
El rey Sancho III tuvo una larga vejez, y cuando su hijo, el rey Garca hubo
regresado de la ciudad de Roma, muri a consecuencia de una enfermedad en el ao
1073. Su hijo Fernando lo enterr, con todos los honores que le eran debidos, en el
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monasterio de Oa.
"Crnica Najerense". Estudio preliminar, edicin crtica e ndices por A., UBIETO
ARTETA. Textos medievales, 16, Valencia 1966, p. 91.
Arancel de los portazgos de Jaca y Pamplona otorgado por Sancho Ramrez
(segunda mitad del s.XI)
Esta es la carta que yo Sancho rey, hijo de Ramiro, ordeno hacer sobre aquellos
portazgos de Jaca y de Pamplona segn acostumbraron mis antecesores.
Que los aduaneros [portagerii] tomen:
- De trapo de lana, de treinta codos, uno.
- De quince capas, una.
- De tela de Brujas y de escarlata y de galabrun et de camsil un sueldo y medio.
- De tela de constantinopla, sueldo y medio.
- De amato, de prpura, de tiraces, ocho dineros.
- De pigmento, y metales, y colores, de treinta libras, una.
- De treinta espadas, una. De loriga y moro cautivo, doce dineros.
- De lino para hilar, y de hierros y cuchillos y lanzas, diez dineros.
- De treinta mancusos de oro de Scilla, doce dineros.
- De tela de lino, de diez codos, uno.
- De asno y yegua y buey, dos dineros.
- De carne de cerdo, tres miajas.
- De caballo de castilla, doce dineros.
Y esto es del mercado.
Al peregrino [romero] no le cobren nada. Y de tres capas de romero no cobren nada.
Y si fueren tres compaeros que llevan un fardo para su vitico o siete compaeros,
los aduaneros no cobren nada. Y si fueran romeros mercaderes que llevan fardos,
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psese a la ida y a la vuelta y de esto no reciban nada. No obstante del resto, que los aduaneros reciban lo que fuere justo.
De manto y pellizn vario y pardo y azingab, un sueldo y medio.
De las minucias que los mezquinos romeros llevan para su viaje, que los aduaneros no
reciban nada.
Condes y obispos y abades y buenos hombres no paguen
Publica LACARRA Jos M. : "Un arancel de aduanas del siglo XI", Pirineos
(Zaragoza, 1952), pgs. 21-36, apndice documental. Traduce Juan F. UTRILLA.
Batalla y victoria de Sagrajas
Permanecimos algunos das en Badajoz hasta saber de cierto que Alfonso vena a
nuestro encuentro con su ejrcito y con el pensamiento de que derrotara a nuestras
fuerzas, por no tener cabal noticia de su importancia. El destino le impuls a penetrar en
territorio musulmn y a alejarse de sus dominios. Nosotros lo aguardbamos delante de
la ciudad, porque, si quedbamos victoriosos, todo ira bien, y, si no, tenamos detrs la
ciudad como asilo y fortaleza a que acogernos. Todo esto haba sido perfectamente
dispuesto por el Emir de los musulmanes, por preferir que el encuentro fuese en aquella
comarca, sin necesidad de internarse en tierras cristianas; tanto ms cuanto que los
almorvides, acabados de llegar a al-Andalus, ni siquiera distinguan a sus aliados de sus
adversarios. Esperaba, adems, el Emir que el rey cristiano, al no encontrar oposicin en
el camino, siguiera su avance, y que Dios evitara a los creyentes el combate hasta que
"las cosas le mostrasen su verdadera faz". El rumor que corra era que el Emir se estaba
quieto por una dolencia que le haba acometido, pues de no ser por eso -se deca- ya
estara por tierras enemigas, sometindolas. El rey cristiano, entre tanto, avanzaba, lleno
de fatuidad, sin pararse a pensar que poda ser vencido y que, en caso de serlo, se vera
lejos de sus tierras, expuesto a ser aniquilado por la espada, y que, en todo caso, siempre
tendra el inconveniente del mucho camino y de la larga distancia.
No tard Alfonso, por mediacin de Ibn al-Aftas, en enviar al Emir de los
musulmanes el siguiente mensaje: "Aqu me tienes, que he venido para encontrarme
contigo, y t, en cambio, te ests quedo y te escondes en las cercanas de la ciudad". No
qued, pues, ms remedio que avanzar un tanto, para que nuestras tropas estuvieran ms
cerca de l. Los dos soberanos convinieron en fijar el encuentro para un da determinado.
Entre uno y otro campament no haba ms que unas tres millas.
Confiados los musulmanes en la fijacin de la fecha, estaban descuidados. Fue lo
mejor que pudo ocurrir, porque si los dos bandos hubieran avanzado uno contra el otro,
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se hubieran separado con la prdida de la mayor parte del ejrcito musulmn, como suele ocurrir siempre que se conviene de antemano la fecha del combae.
Afortunadamente, el ejrcito cristiano avanz por sorpresa, cuando los musulmanes no
estaban preparados. Este ataque imprevisto les permiti imponerse en el primer
momento y echar su veneno en nuestro campo, en el que perecieron algunos
musulmanes que no pudieron defenderse; pero apenas cundi la alarma por el ejrcito
muslim y los musulmanes montaron a caballo para hacer frente a los cristianos, cuando
stos se sintieron cansados, por el peso de las armas y por la larga distancia recorrida.
Los musulmanes los persiguieron a filo de espada y murieron muchos de sus soldados,
que quedaron sembrados en el camino. Entre los muertos en combate o de muerte
natural, lo haba que haban cado abrumados por el peso de las armas. Si la batalla
hubiese sido como estaba prevista, es decir, ponindose ambos bandos frente a frente y
acometindose en un encuentro regular, los dos ejrcitos hubieran perdido la mayor
parte de sus soldados, como es fuerza que ocurra; pero Dios se mostr benvolo con sus
siervos, y fueron muy pocos los musulmanes que perecieron. El Emir de los
musulmanes tom la vuelta de Sevilla, sano, salvo y victorioso.
El siglo XI en primera persona. Las "memorias" de Abd Allah, ltimo rey zir de
Granada, destronado por los almorvides (1090), trad. E. LVI-PROVENAL,
E. GARCA GMEZ, Madrid: Alianza ed., 1982, pp.202-203
Fuero de Seplveda (1076)
En el nombre de la Santsima Trinidad, en el nombre del padre, del Hijo y del
Espritu Santo. Amn. Yo el rey Alfonso y mi esposa Ins. Plgonos a Nos y as lo
convenimos, siguiendo nuestra propia voluntad y libres de toda coaccin u obligacin,
confirmar a Seplveda el fuero que tuvo en la poca de mi abuelo y en tiempos de los
condes Fernn Gonzlez y Garca Fernndez, relativo a sus trminos, a sus
procedimientos judiciales, plazos y prendas, a sus pobladores y, en general, a todos los
derechos forales que tuvieron en poca de mi abuelo y de los susodichos condes.
Yo, el rey Alfonso y mi esposa Ins, confirmamos el texto foral que aqu hemos
odo en la integridad de su letra.
1. Estos son los trminos: desde Pirn hasta Soto de Salcedn y desde
Requejo de la Moina hasta Castro de Frades y desde Fuente Tejuela en lnea con
Serrezuela hasta El Linar del Conde y, luego, ro Aza arriba en direccin a la sierra hasta
Aylln.
2. Bien sean estos cualesquiera quienes les demanden en juicio o bien sean
los propios sepulvedanos quienes hagan la demanda, en Ribilla Consejera debern tener
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medianedo, como es tradicin.
3. Yo, rey Alfonso, concedo y otorgo a los hombres de Seplveda este
trmino: desde Lozoya hasta aqu cuanto perteneca a Buitrago todo se lo entrego,
rubrico y confirmo para siempre. Testigos: Alvar Hernndez, Ferrando Garca, Alvar
Daz de Cspedes.
4. Si alguien tuviere pleito con persona alguna de Seplveda, el de
Seplveda podr declarar contra infanzones o villanos, excepto en el caso de que fuere
vasallo del rey.
5. Y quienes quisieren tomar prenda en Arequa o en otro lugar antes de
acudir ante el juez, debern pagar LX sueldos en multa y duplicarn las prendas.
6. Que nadie se atreva a tomar prenda en sus propias aldeas y si tomare
prenda bien contra derecho o con derecho deber duplicar la fianza y pagar LX sueldos.
7. Y presten cuatro veces alkazavias, kinneiras, retrovatida y vigilancias, y
de sus uintas y de todas sus penas pecuaniarias la sptima parte.
8. Y no paguen portazgo en ningn mercado.
9. Y si alguna persona quisiere ir a Seplveda, nadie ose tocar su casa
durante unmes.
10. Y si alguna persona de Seplveda diere muerte a otra de algn lugar de
Castilla pague la octava parte.
11. Y si alguna persona de algn otro lugar de Castilla diere muerte a algn
hombre de Seplveda pague segn su propio fuero.
12. Quien diere muerte a merino el concejo no deber pagar otra cosa ms
que sendas pieles de conejos.
13. Si alguna persona de Seplveda diere muerte a alguno de Castilla y
huyere hasta el ro Duero, que nadie lo persiga.
14. La pena por hurto deber ser satisfecha en su totalidad.
15. Quien quisiere hacer registro por hurto vaya ante el juez y solicite al
alguacil y haga el registro; y si all no hallare o si no le permitiera el registro, indemnice
lo robado y pague la novena al Palacio; y si all no hallare nada los de la casa no sufran
ms juicios.
16. Si alguna mujer dejare a su marido pague CCC sueldos; y si el marido
dejare a la esposa pague un peso de plata.
17. Si alguien se trajese de otra tierra mujer ajena o hija ajena o cualquier
otra cosa obtenida delictivamente y llegare a introducirse en Seplveda que nadie lo
toque.
18. Si alguna persona, como aqu sealamos, quisiere perseguir al homicida y
antes del Duero le diere muerte, pague CCC sueldos y sea homicida.
19. Todo infanzn que deshonre a alguna persona en Seplveda, fuera del
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rey o del seor, repare su dao y no convirtase en su enemigo.
20. Quien hallare dinero bajo tierra no d nada del mismo ni al rey ni al
seor.
21. Si el seor forzare a alguien contra derecho y el concejo no le ayudare
que reciba satisfaccin y el concejo la pague.
22. Si el seor demandare a algn hombre del concejo que ste no responda a
ningn otro que no sea el juez o el excusado del seor.
23. Que ningn seor testimonie a favor de ninguno de Seplveda ni le d
querellante.
24. Que el alcalde, el merino y el arcipreste sean de la villa; y que el juez sea
de la villa, por un ao y elegido por parroquias y de cada homicidio reciba V sueldos.
25. Y cuando el seor est en la villa coma el juez en su palacio y no pague;
y mientras fuere juez su excusado no pague.
26. Todas las villas que se hallan en el trmino de Seplveda, tanto las de
realengo como las de infantazgo, sean pobladas segn el uso de Seplveda y vayan en
sus expediciones o en su defensa; y la villa que no fuere pague LX sueldos; y si tuvieren
que tomar prenda por los LX sueldos coman la asadura de dos vacas o de 12 corderos y
paguen en el tributo del rey.
27. Si alguien quisiere tomar prenda al seor que mandare en Seplveda,
estando ste en la villa, duplique las prendas y pague LX sueldos.
28. Que ningn hombre que viva en Seplveda est sujeto a la maera y si
no tuviere descendencia para heredarlo que lo hereden el concejo y con ello hagan
limosnas por su alma.
29. Y no paguen la fonsadera si no es por voluntad propia.
30. Y a la expedicin real no vayan a no ser los caballeros, siempre que no se
trate de auxiliar al rey ante un asedio o de una batalla campal; a esto vayan los caballeros
y los vecinos peones.
31. Y los caballeros sean eximidos con dos acmilas; y quien diere a
caballero yelmo y loriga sea eximido; y cuatro peones queden exentos con un asno.
32. Y todos los alcaldes que juzgaren en la villa, mientras sean alcaldes,
queden exentos de todo servicio de armas.
33. Si viniere alguna potestad a gobernar la ciudad, d antes su yantar.
34. Y cuando el rey viniere a la ciudad no sean forzados a dar posada en sus
casas a no ser por su propia voluntad.
35. Todo guerrero que quisiere hallar seor haga segn su fuero y vaya con
su casa y herencia al seor que quisiere que no sea nuestro guerrero.
27
Yo Alfonso y mi esposa Ins ordenamos copiar esta carta y una vez oda su lectura la concedemos. Si algn rey o conde o alguna persona de nuestro linaje y otra
extraa quisiere derogar este texto caiga sobre l la maldicin de Dios omnipotente y sea
expulsado del seno de la Iglesia, quede anatematizado y caiga en lo ms profundo del
infierno junto con Judas el traidor de Cristo. Yo Alfonso y mi espos Ins presentamos
como testigos para firmar: [...]
E. SEZ y otros, Los fueros de Seplveda, Segovia: Diputacin Provincial, 1953, pp.45-
51; Textos y documentos de historia antigua, media y moderna hasta el s.XVII,
Barcelona: Labor, tomo XI, 1993, pp.262-264.
Fueros de Villaespesa y Ro de Cepos concedidos por el abad de San Pedro de
Arlanza (25/6/1089)
Bajo el divino imperio de la santa y singular Trinidad... Esta es la carta de libertad
que hago yo, Vincencio, abad, conjuntamente con el colegio de los monjes de San
Pedro, a vosotros, el concejo de Villa Espesa y Ro de Cepos, de los fueros qu
tuvisteis antiguos en tiempos pasados. Es decir, que no tengis sobre vosotros el
tributo que acostumbrbais a dar: ni la maera que solais dar, ni la paja de los lechos
que debais dar, ni las sernas que tenais que labrar en cualquier poca. Por el
contrario, que cada ao nos entreguis, segn los usos, la anubda, igual que hacen en
la ciudad de Lara. Y si entre vosotros tuviera lugar un homicidio, que lo paguis
segn la costumbre de Lara. Que el montazgo lo dis segn la costumbre. Y todos,
todos los aos, tengis por obligacin trabajar seis das en nuestras sernas o all donde
tuvieramos necesidad, adems de aquello que nos hacis libremente. Y desde el ms
pequeo el mayor, que ninguno se excuse de este trabajo, sino que todos
conjuntamente la hagis. Que cade ao nos deis una vez pan y vino donde queramos;
y que perpetuamente nos traigis una vez el ao la sal de Aana a medias.
Que todo esto sobreescrito tenga estabilidad y vigor. Y si algn hombre, abad o fraile
de nuestra congregacin quisiera cambiar algo, que sea maldito y excomulgado de la
fe catlica, e incurra en el pecado de prevaricacin.
Fue hecha esta carta de libertad el da de la sexta feria, sptimo de las calendas de
julio, que corra la era McXXVII; reinando Alfonso, rey, en el reino de Espaa, es
decir, en Toledo y en Len. Yo, el citado abad Vincencio, con todo el colegio de
monjes, esta carta que mandamos hacer y escuchamos leer, con nuestras manos
aadimos el signo y solicitamos testigos para corroborarla.
Gundesalvo Nunnez, confirma, Oveco Petrez, confirma, Pedro Aprez, confirma,
Velasco Galindo, confirma, Velasco Flagino, confirma, Munnio Galindo, confirma,
28
Ovecho Julianez, confirma, Martin Johannes, confirma. Domingo la escribi.
Publicado por J. A. GARCA DE CORTZAR, Nueva Historia de Espaa en sus
Textos. Edad Media, Pico Sacro, Santiago de Compostela, 1975, pp. 399-400.
La "presura"
En el ao de la era 1102. En el nombre de Dios y con su misericordia. En este ao el
rey don Fernando, que tenga un descanso eterno, conquist esta ciudad de Coimbra y
la reconquist al pueblo musulmn por medio de su espada, con la ayuda del Seor
rey de los Cielos. La reconstruy y di en custodia, oh Dios, a un prncipe fiel
suyo, el seor Sisnado, bendecido por Dios. En aquellos dias Sisnando la habit junto
con sus barones, sus vasallos y sus fieles. Permiti que cada uno de ellos tomara en
presura poblaciones para habitarlas y edificarlas, pudieran heredarlas sus hijos o
sobrinos y sus sucesores, con la ayuda de Dios as lo hicieron. En este tiempo, tom
en presura este duque, el seor Sisnando, la villa que se llama Horta. Entonces el
Seor Dios envi al corazn y al alma de Sisnando temor por todos sus pecados y
miedo por el da del Juicio Final, haciendo donacin de esta villa de Horta a favor del
cementerio y baslica de San Vicente, situada en la villa, que se llama Vicariza. Esto
lo hizo a favor del abad don Alvito que estaba all establecido con sus monjes y
hermanos, bajo la orden de la santa regla y confesin.
"Portugaliae Monumenta Historica. Diplomata et Chartae", vol. I, doc. 656, pp. 391-
392. M.Riu , "Textos comentados de poca medieval, siglos V al XII), Barcelona,
1975, pp. 658-660.
El tratado de Tudilln
En el nombre de la Santa e Indivisible Trinidad. Esta es la verdadera paz, firme
armona y perpetua concordia, que por consejo de la suma deidad y para honor de
Dios y de toda la cristiandad, se ha hecho y firmado entre el ilustre Alfonso,
emperador de Espaa, y su hijo, el rey Sancho, con el venerable Ramn, conde de
Barcelona, la cual se acuerda en los siguientes trminos:
En primer lugar todos los agravios, insultos y ofensas existentes entre ellos hasta el
da de hoy, cualesquiera que sean, quedan olvidados y perdonados, siempre que
fueran hechos de buena fe y estn carentes de mala intencin. Ciertamente stos son
los acuerdos y deciden dividir todo el reino y todas las tierras, sean ciudades,
castillos, villas, montaas y llanuras, desiertos y poblados, tena o posea el rey Garca
en el da de su muerte. As es el acuerdo y la concordia sobre las fronteras: el
emperador tena jurisdiccin sobre la tierra llamada Maragno y todo el territorio que
el rey Alfonso, su abuelo, tena el da de su muerte, situado ms all del ro Ebro hasta
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el reino de Pamplona. El conde de Barcelona ocupara todo el resto que haba sido del rey Garca y que haba pertenecido con anterioridad al reino de Aragn. Pero toda
aquella tierra del reino de Pamplona, por la cual rey Sancho y el rey Pedro haban
hecho homenaje a Alfonso, rey de Len, el dicho emperador y el citado conde tienen
que dividirla equitativamente en dos mitades y por aquella mitad que el citado conde
tuviese, l hara el antedicho emperador Alfonso el mismo homenaje, el cual hicieron
el rey Sancho y el rey Pedro al rey Alfonso, abuelo del emperador Alfonso. La ciudad
de Estella estar en la parte que le corresponde al emperador y la ciudad de Irua
estar en la que le corresponde al conde. Es evidente que lo que est acordado sobre
Estella e Irua ser respetado al realizarse la divisin. Igualmente ser dividida por la
mitad y de manera justa la ciudad de Tudela con todas sus pertenencias y los castillos
con todas sus jurisdicciones que haban sido del rey Garca y que estaban al sur del ro
Ebro hacia el monte Gaudio, con excepcin de aquellos castillos que ya fueron del
conde. Adems el emperador Alfonso VII y el conde Ramn Berenguer IV acuerdan
y dan su beneplcito y aprobacin que de la tierra de Espaa, que ahora tienen los
sarracenos, el conde tenga la ciudad de Valencia con todos sus territorios que se
extienden desde el ro Jcar hasta los lmites del reino de Tortosa, la ciudad y reino de
Denia con los mismos lmites que tuvo en tiempos de los musulmanes. Se acuerda
que el conde tenga estas poblaciones en nombre del emperador con igual homenaje,
que el rey Sancho y el rey Pedro hicieron con Pamplona al rey Alfonso, abuelo del
emperador. Asimismo el emperador Alfonso dona al conde y le concede igualmente
la ciudad de Murcia y todo su reino, menos los castillos de Lorca y de Bera con todas
sus jurisdicciones, con estas condiciones: que el emperador ayudar al conde de
Buena fe y sin fraude a adquirir y conquistar esta ciudad de Murcia con todo su reino.
Una vez conquistado y sometido, el conde lo tenga y lo posea en nombre del
emperador, del mismo modo que tiene en su nombre la ciudad de Zaragoza y todo su
reino. Pero si el emperador, a causa de enfermedad o por justa y conocida causa, sin
que existiera ningn engao, no puede ayudar al conde y no le ocasiona ningn
perjuicio y el conde la puede conquistar cuando le sea a l posible, todo esto lo tenga
por el emperador del mismo modo que tendr la ciudad y reino de Zaragoza. Pero si
el emperador no ayuda al conde a conquistar y adquirir, aunque no exista engao, la
ciudad y reino de Murcia o no quiera ayudarle y el mismo conde pudiera adquirirlas,
sea cualquiera el modo en que lo pudiera hacer y una vez conquistado, lo tenga por el
emperador del mismo modo que tiene el reino y ciudad de Valencia.
(...)
Yo, Ramn, conde, de igual modo acuerdo con vosotros, el emperador y su hijo, con
fe confirmamos y firmamos en el lugar, que se dice Tudilln, junto a Aguas Caldas, a
seis kalendas de febrero del ao de la Encarnacin del Seor 1150, en presencia de los
nobles abajo firmantes, los cuales lo confirmaron con su juramento. Yo, el conde
Pon, juro a ti Ramn, conde de Barcelona, que, los dichos acuerdos y convenios
hechos y concordados con el emperador Alfonso y su hijo, el rey Sancho, los cuales
han sido escritos y ordenados en este documento, as pues el emperador y su hijo
Sancho han hecho y concordado con el conde todas estas cosas. Lo juro por Dios y
los cuatro Santos Evangelios. De igual modo, yo Gontrriz Fernando lo juro y lo
firmo. De igual modo yo, Pon Menerba lo juro y confirmo (...)
"Liber Feudorum Maior", ed. F.MIQUEL ROSELL, vol. I, doc. n 29, pp.39-42.
30
La revuelta de los campesinos contra el seoro del abad del monasterio de
Sahagn
En este tiempo todos los rrusticos e labradores o menuda gente se ayuntaron faciendo
conjuracin contra sus sennores que ninguno de ellos diese a sus sennores servicio
devido a esta conjuracin llamaban hermandad, e por los mercados e villas andauan
los pregoneros pregonando a grandes voces: sepan todos que en tal y en tal lugar, tal
da sealado se ayuntara la hermandad, e quien falleciere que non bieniere sepa que
su casa se derrocara. Levantaronse entonces a manera de bestias fieras, faciendo
grandes asonadas contra sus seores e mayores, e contra sus bicarios mayordomos e
facedores, por los valles e collados perseyendolos o afoyentandolos, rrompiendo e
quebrantando los palacios de los rreyes, las casas de los nobles, las iglesias de los
obispos e las granxas e obediencias de los abbades, e otrosi gastando el pan e vino e
todas las cosas necesarias al mantenimiento, matando los judos que fallauan; e
negavan los portalgos e tributos e labrancas a sus sennores, e si algunos por abentura
se lo mandaua, luego lo matauan, e s alguno(s) de los noble(s) diese fauor e ayuda, a
tal como aqueste deseavan que fuesse su rrei e seor e si algunas begadas los parecia
facer gran exceso ' ordenavan que diesen a sus sennores las labrancas tan solamente
negando e tirandoles todas las otras cosas. Acaescio un da quel abbad fuese a un
llano de la villa llamada Grajal adonde estaua ayuntada la dicha hermandad, e como a
ellos muchos. se quexase de los moradores de la villa de Sant Andres, los quales le
negauan la labranca a el deuida, (e) aquellos rrusticos alli ayuntados, con gran ynpetu
e rroido quisieron lo matar, lo qual corno lo sintiese el abbad, apartose de su
ayuntamiento, el qual como viniese e fuyese e ya llegase a las puertas de la villa, los
burgueses cerraronle las puertas, e seguiendole los dichos rrusticos por le prender,
fuyo e acogiose a la ciudad de Leon. e luego de alli se fue al monesterio de Nogal, e
asi por tres meses andubo fuyendo
Crnica annima de Sahagn primera, cap. 19. Edicin: