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Nota de la Comisión Diocesana para el Doctorado de san Juan de Ávila y de la Delegación de Liturgia Con motivo de la proclamación de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia, se envían estos textos sobre la Fe, la Esperanza y la Caridad a poder escuchar en las Eucaristías de este viernes, sábado y domingo, previos a dicha proclamación, en los momentos que siguen a la Comunión de los fieles y antes de la Oración con la que ésta concluye. Creemos que es un momento adecuado para que los fieles puedan escuchar en estos días algo significativo del santo Doctor, al que otros fieles de nuestra tierra tuvieron el privilegio de escuchar, en vivo y en directo, en los días de sus andaduras predicando la vivencia de la fe y llamando a la conversión. TEXTOS DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD (a escuchar tras la Comunión de los fieles, antes de la oración después de la misma) VIERNES, 5 DE OCTUBRE: CONSIDERACIONES DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA FE «La fe es fundamento de todos los bienes, y la primera reverencia que el hombre hace al Señor cuando le toma por Dios; y es fundamento tan firme de todo el edificio de Dios que no le pueden derribar vientos de persecuciones, ni ríos de deleites carnales, ni lluvias de espirituales tentaciones, mas entre todos los peligros tiene el ánima mucha firmeza como el ancla tiene a la nave en las mudanzas del mar. Y es tanta su firmeza que las puertas de los infiernos, que son errores y pecados, y hombres malos y demonios, no prevalecerán contra ella; porque no la enseñó carne ni sangre, mas el Padre que está en los cielos, a cuyas obras y poder no hay quien resista. Ésta hace a los creyentes hijos de Dios, como dice San Pablo… Ésta incorpora al hombre en el cuerpo de Jesucristo, y le hace ser hermano y compañero de Él, y ser participante en la justicia y merecimientos y bienes de Cristo, a lo cual no hay igual bien.» (Audi filia 43) «Cuando hablamos de fe, no entendáis de fe muerta, mas de la viva, la cual dice San Pablo que es fe que obra mediante el amor. Y esta fe no es de nuestras fuerzas ni se hereda de nuestros pasados, mas obra de divina inspiración… La verdadera fe cristiana no está arrimada a decir: “nací de cristianos”, o “veo a otros ser cristianos, y por eso soy cristiano”, y “oigo decir a otros que la fe es verdadera y por eso la creo”, porque a hombre principalmente cree, no mirando a Dios. Mas esta otra es atraimiento divino que hace el Eterno Padre, haciendo creer con gran firmeza y certidumbre que Jesucristo es su único Hijo, con todo lo demás que de él cree su esposa la Iglesia, en la cual está el verdadero conocimiento y culto de Dios, y fuera de ella no hay sino error, muerte y condenación.» (Audi filia 43). «Esta fe debemos pedir con mucha insistencia al Señor, si no la tenemos con la certidumbre ya dicha; o, si la tenemos, pedir que la conserve y acreciente, como la pedían los apóstoles diciendo: Acreciéntanos, Señor, la fe. Y si algún rato se entibiare, debemos convertir los ojos del entendimiento a la cierta y suma verdad de Dios, que es el sol donde ella nace, para que sus rayos calienten y alumbren y esfuercen nuestra flaqueza y tinieblas, y nos confirmen más y más en esta verdad, con condición que, teniendo esta fe, seamos fieles al dador de ella.» (Audi filia 43).

Textos de San Juan de Ávila para el fin de semana de proclamación de doctor

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Nota de la Comisión Diocesana para el Doctorado de san Juan de Ávila y de la Delegación de Liturgia

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Nota de la Comisión Diocesana para el Doctorado de san Juan de Ávila y de la Delegación de Liturgia

Con motivo de la proclamación de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia, se envían estos textos sobre la Fe, la Esperanza y la Caridad a poder escuchar en las Eucaristías de este viernes, sábado y domingo, previos a dicha proclamación, en los momentos que siguen a la Comunión de los fieles y antes de la Oración con la que ésta concluye. Creemos que es un momento adecuado para que los fieles puedan escuchar en estos días algo significativo del santo Doctor, al que otros fieles de nuestra tierra tuvieron el privilegio de escuchar, en vivo y en directo, en los días de sus andaduras predicando la vivencia de la fe y llamando a la conversión.

TEXTOS DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD

(a escuchar tras la Comunión de los fieles, antes de la oración después de la misma)

VIERNES, 5 DE OCTUBRE: CONSIDERACIONES DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA FE

«La fe es fundamento de todos los bienes, y la primera reverencia que el hombre hace al Señor cuando le toma por Dios; y es fundamento tan firme de todo el edificio de Dios que no le pueden derribar vientos de persecuciones, ni ríos de deleites carnales, ni lluvias de espirituales tentaciones, mas entre todos los peligros tiene el ánima mucha firmeza como el ancla tiene a la nave en las mudanzas del mar. Y es tanta su firmeza que las puertas de los infiernos, que son errores y pecados, y hombres malos y demonios, no prevalecerán contra ella; porque no la enseñó carne ni sangre, mas el Padre que está en los cielos, a cuyas obras y poder no hay quien resista. Ésta hace a los creyentes hijos de Dios, como dice San Pablo… Ésta incorpora al hombre en el cuerpo de Jesucristo, y le hace ser hermano y compañero de Él, y ser participante en la justicia y merecimientos y bienes de Cristo, a lo cual no hay igual bien.» (Audi filia 43)

«Cuando hablamos de fe, no entendáis de fe muerta, mas de la viva, la cual dice San Pablo que es fe que obra mediante el amor. Y esta fe no es de nuestras fuerzas ni se hereda de nuestros pasados, mas obra de divina inspiración… La verdadera fe cristiana no está arrimada a decir: “nací de cristianos”, o “veo a otros ser cristianos, y por eso soy cristiano”, y “oigo decir a otros que la fe es verdadera y por eso la creo”, porque a hombre principalmente cree, no mirando a Dios. Mas esta otra es atraimiento divino que hace el Eterno Padre, haciendo creer con gran firmeza y certidumbre que Jesucristo es su único Hijo, con todo lo demás que de él cree su esposa la Iglesia, en la cual está el verdadero conocimiento y culto de Dios, y fuera de ella no hay sino error, muerte y condenación.» (Audi filia 43).

«Esta fe debemos pedir con mucha insistencia al Señor, si no la tenemos con la certidumbre ya dicha; o, si la tenemos, pedir que la conserve y acreciente, como la pedían los apóstoles diciendo: Acreciéntanos, Señor, la fe. Y si algún rato se entibiare, debemos convertir los ojos del entendimiento a la cierta y suma verdad de Dios, que es el sol donde ella nace, para que sus rayos calienten y alumbren y esfuercen nuestra flaqueza y tinieblas, y nos confirmen más y más en esta verdad, con condición que, teniendo esta fe, seamos fieles al dador de ella.» (Audi filia 43).

SÁBADO, 6 DE OCTUBRE: CONSIDERACIONES DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA ESPERANZA

«¡Bendito sea Dios -¡razón tenéis de bendecirlo!- Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque

según su gran misericordia nos engendró otra vez! Ya estábamos una vez engrendrados de padre y madre pecadores, según la cual generación éramos hijos de ira, mas tornónos a engendrar otra vez de agua y de Espíritu Santo para que fuésemos herederos de Dios, y dionos esperanza, que hace alegrar el corazón y sufrir con paciencia la tribulación: la esperanza que alegra el corazón, hace sufrir con paciencia los trabajos y las tribulaciones; dionos esperanza viva, porque Jesucristo

resucitó de entre los muertos, para esperar una heredad incorruptible, limpia, fresca, que no se

marchita, que está guardada en los cielos para vosotros, que estáis conservados en este mundo de

fe y caridad.» (Sermón 18, 23, Jueves de la Ascensión: Obras completas III, 239).

«Parécele al humano corazón cosa desproporcionada que un hombrecillo concebido en pecado, lleno de muchas miserias, suba a las alturas del cielo con nombre de hijo de Dios a gozar de Dios como de propia herencia, limpia, incorruptible, que nunca se marchita, como dice San Pedro (1Pe 1,4). Mar si consideramos que para que el hombre tan bajo subiese a Dios descendió Dios de los cielos, haciéndose hijo de una mujer, viviendo vida humilde y muriendo en cruz, lugar más bajo que todos los hombres, esforzárase nuestro corazón con toda confianza.

Y en esto estriba nuestra esperanza de que hemos de vivir siempre con Dios en el cielo, en la divina largueza, por los merecimientos y muerte de Jesucristo, hace esta merced a los hombres, de darles la gloria del cielo. » (Sermón 43,44, en la infraoctava del Corpus; Obras completas III, 583).

«Y particularmente dice San Pablo (Hebr 6,19) que la virtud de la esperanza es como ancla

firme y segura del alma. Porque aunque tenemos por enemigo al demonio, que con estas peleas nos quiere amedrentar y desconfiar, también tenemos un Amigo más fuerte que él y más sabio. Y si él nos aborrece, mucho más nos ama Cristo, sin comparación. Y si él no duerme, buscando cómo nos dañe, los ojos benditos de Dios velan sobre nosotros, para ayudarnos a salvar, como sobre ovejas, por quien su sangre preciosa. Pues si tenemos con nosotros el brazo del Omnipotente, ¿qué temeremos al demonio, cuyo poder es flaqueza en comparación del divino?»

DOMINGO , 7 DE OCTUBRE: CONSIDERACIONES DE SAN JUAN DE ÁVILA SOBRE LA CARIDAD

«El que ama a su prójimo cumple la ley, dice San Pablo; la plenitud de la ley es el amor (cf. Rom 13,8.10); y en la carta que escribió a los Efesios dice que plugo a la voluntad de Dios instaurar todas las cosas en Jesucristo (Ef 1,10) (“instaurar” sumar y unir quiere decir), dando a entender que la salvación consiste en amor, de manera que la unión y que el cumplimiento de la ley, en que está nuestra salvación, consiste en amar. No os maravilléis que hable San Pablo del amor del prójimo solamente, porque para ser este amor bueno ha de descender del amor de Dios, porque amándose el prójimo como se debe amar, ámase Dios en el prójimo. ¿A qué propósito pensáis que la palabra de la caridad no se le caía a San Juan de la boca? Pluguiese a Dios que tanto os predicase la caridad, que de fastidiados os acordaseis de la palabra de la caridad siquiera.» (Sermón 25,1; domingo 21 después de Pentecostés; Obras completas III, 298).

«Éstas son señales de la verdadera caridad: compadecerse de todos y querer remediar a todos. Los que andan mirando, para haber de dar cuatro maravedís de limosnas, muchas cualidades, y sin ellas no la quieren dar, poca caridad deben tener. Como lo hacen los que no quieren socorrer sino al natural, al que es bueno, al que tiene demasía de necesidades y que está ya muriéndose. Si a solos los naturales se hubiera de dar limosna o hacer el bien, mal hiciera el Apóstol en exhortar a los Romanos, a los de Acaya, a los de Macedonia y de Corinto, a que diesen limosna a los pobres que estaban en Jerusalén; y si a solos los buenos la hubiésemos de hacer, mal haría Dios que hace bien a buenos y malos; y si solos los necesitados hubiesen de ser socorridos, y tan limitadamente como nosotros queremos socorrer solamente a los pobres, bien podríamos olvidar cómo nos socorre Dios. Hácelo al revés, que con tan largas misericordias socorre a todos: a malos y a buenos, pobres y no pobres; para significarnos esta facilidad que habemos de tener en socorrer a nuestros prójimos, en no mirar en unas nonadas que miramos para dejar de hacerles bien.» (Lecciones sobre la epístola a

los Gálatas 2,18; Obras completas II, 44).

«Uno de los efectos que hace el Espíritu Santo en el corazón del hombre es hacerle aficionado al bien de su prójimo; a procurar su bien, su salud, su honra, su utilidad; a perder, si fuere menester, de su interés temporal y aun espiritual, por el bien y por el interés de su prójimo… Todo el Apóstol y toda la Escritura está llena de estas exhortaciones y de estos avisos. En toda ella se nos dice que el oficio del cristiano es no sola su utilidad, no sólo su provecho, no solo sus intereses, sino los intereses y la utilidad y el provecho de los otros.» (Lecciones sobre la epístola a los Gálatas 5,55; Obras completas II, 100-101).

«Un hombre que tiene caridad está bien con Dios. Quien la tiene, no le falta nada. Con ella ama a Dios, ama a los prójimos; con ésa da limosna, sufre injurias. La caridad es cosa perfecta. Si lo tomáis en respecto, hay grande y mayor y más mayor; digo en crecimiento accidental: que hay principiante y aprovechante y perfecta -¿Está aquí alguno con caridad?- La más chiquita basta para salvar a cualquier cristiano. La caridad es potentísima. Un hombre que tiene una espada en la mano no se deja vencer de sus enemigos, porque juega de una parte y otra, y no deja que sus enemigos lleguen a matarle. Tenga un hombre caridad y no tenga miedo que sus enemigos le maten.» (Lecciones sobre 1 Juan 7; Obras completas II, 162-163).