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DOBLE GRADO EN FILOSOFÍA Y DERECHO ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL Curso 2015-16 Prof. Juan José García Norro Tema 1.1. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Página 1 de 5 Tema 1. La naturaleza de la filosofía 1.11. Un estilo de aprendizaje «SÓCRATES.- Pues bien, oí decir que vivió en Egipto en los alrededores de Naucratis uno de los antiguos dioses del país, aquel a quien le está consagrado el pájaro que llaman Ibis. Su nombre es Theuth y fue el primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los dados, y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus que vivía en esa gran ciudad del alto país a la que los griegos llaman la Tebas egipcia, así como a Thamus le llaman Ammón. Theuth fue a verle y, mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus cuáles eran las ventajas que tenía cada una y, según se las iba exponiendo aquel, reprobaba o alababa lo que en la exposición le parecía que estaba mal o bien. Muchas fueron las observaciones que en uno u otro sentido, según se cuenta hizo Thamus a Theuth a propósito de cada arte, y sería muy largo el referirlas. Pero una vez que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: "Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y aumentará su memoria. Pues se ha inventado como un remedio de la sabiduría y la memoria". Y aquél replicó: "Oh, Theuth, excelso inventor de artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte, y otros de discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los hombres, por culpa de su confianza en la escritura, serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que, no es un remedio para la memoria, sino para suscitar el recuerdo lo que es tu invento. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdadera procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar, al haberse convertido, en vez de sabios, en hombres con presunción de serlo. FEDRO.- Sócrates, se te da con facilidad el componer historias de Egipto o de cualquier otro país que te venga en gana. S.- Los sacerdotes del templo de Zeus de Dodona, amigo mío, dijeron que las primeras palabras proféticas habían procedido de una encina. A los hombres de entonces, pues, como no eran sabios como vosotros los jóvenes, les bastaba en su simplicidad con oír a una encina o a una piedra, con tal de que dijesen la verdad. Pero a ti tal vez te importa quién es y de dónde es el que habla. Pues no atiendes únicamente a si las cosas son tal como dice o de otra manera. F.- Con razón me reprendiste, y me parece que con respecto a la escritura ocurre lo que dice el Tebano. S.- Así, pues, tanto el que deja escrito un manual, como el que lo recibe, en la idea de que de las letras derivará algo cierto y permanente, está probablemente lleno de gran ingenuidad y desconoce la profecía de Ammón, al creer que las palabras escritas son capaces de algo más que de hacer recordar a quien conoce el tema sobre el que versa lo escrito.

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DOBLE GRADO EN FILOSOFÍA Y DERECHO

ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL

Curso 2015-16

Prof. Juan José García Norro

Tema 1.1.

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Tema 1. La naturaleza de la filosofía

1.11. Un estilo de aprendizaje

«SÓCRATES.- Pues bien, oí decir que vivió en Egipto en los alrededores de Naucratis uno de los antiguos

dioses del país, aquel a quien le está consagrado el pájaro que llaman Ibis. Su nombre es Theuth y fue el

primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los

dados, y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus que vivía en esa gran ciudad del alto país

a la que los griegos llaman la Tebas egipcia, así como a Thamus le llaman Ammón. Theuth fue a verle y,

mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus

cuáles eran las ventajas que tenía cada una y, según se las iba exponiendo aquel, reprobaba o alababa lo que

en la exposición le parecía que estaba mal o bien. Muchas fueron las observaciones que en uno u otro sentido,

según se cuenta hizo Thamus a Theuth a propósito de cada arte, y sería muy largo el referirlas. Pero una vez

que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: "Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y

aumentará su memoria. Pues se ha inventado como un remedio de la sabiduría y la memoria". Y aquél replicó:

"Oh, Theuth, excelso inventor de artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte, y otros de

discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como

padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará

origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los

hombres, por culpa de su confianza en la escritura, serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres

ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que, no es un remedio para la memoria, sino para

suscitar el recuerdo lo que es tu invento. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdadera procuras a tus

discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas

cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar, al haberse

convertido, en vez de sabios, en hombres con presunción de serlo.

FEDRO.- Sócrates, se te da con facilidad el componer historias de Egipto o de cualquier otro país que te

venga en gana.

S.- Los sacerdotes del templo de Zeus de Dodona, amigo mío, dijeron que las primeras palabras

proféticas habían procedido de una encina. A los hombres de entonces, pues, como no eran sabios como

vosotros los jóvenes, les bastaba en su simplicidad con oír a una encina o a una piedra, con tal de que dijesen la

verdad. Pero a ti tal vez te importa quién es y de dónde es el que habla. Pues no atiendes únicamente a si las

cosas son tal como dice o de otra manera.

F.- Con razón me reprendiste, y me parece que con respecto a la escritura ocurre lo que dice el Tebano.

S.- Así, pues, tanto el que deja escrito un manual, como el que lo recibe, en la idea de que de las letras

derivará algo cierto y permanente, está probablemente lleno de gran ingenuidad y desconoce la profecía de

Ammón, al creer que las palabras escritas son capaces de algo más que de hacer recordar a quien conoce el

tema sobre el que versa lo escrito.

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Curso 2015-16

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Tema 1.1.

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F.- Muy exacto.

S.- Pues eso es, Fedro, lo terrible que tiene la escritura y que es en verdad igual a lo que ocurre con la

pintura. En efecto, los productos de ésta se yerguen como si estuvieran vivos, pero si se les pregunta algo, se

callan con gran solemnidad. Lo mismo les pasa a las palabras escritas. Se creería que hablan como si pensaran,

pero si se les pregunta con el afán de informarse sobre algo de lo dicho, expresan tan sólo una cosa que siempre

es la misma. Por otra parte, basta con que algo se haya escrito una sola vez, para que el escrito circule por todas

partes lo mismo entre los entendidos que entre aquellos a los que no les concierne en absoluto, sin que sepa

decir a quiénes les debe interesar y a quiénes no. Y cuando es maltratado, o reprobado injustamente,

constantemente necesita de la ayuda de su padre, pues por sí solo no es capaz de defenderse ni de socorrerse a

sí mismo.

F.- También esto que has dicho es muy exacto.

S.- Entonces ¿qué? ¿Hemos de ver otro discurso hermano legítimo de éste, de qué modo nace y cuánto

mejor y más capacitado crece?

F.- ¿Qué discurso es ese y de qué manera dices que nace?

S.- Es aquel que unido al conocimiento se escribe en el alma del que aprende; aquel que por un lado

sabe defenderse a sí mismo, y por otro hablar o callar ante quienes conviene.

F.- Te refieres al discurso que posee el hombre que sabe, a ese discurso vivo y animado, cuya imagen

podría decir con razón que es el escrito.

S.- Precisamente. Pero ahora respóndeme a esto. El agricultor sensato ¿sembraría acaso en serio

durante el verano y en un jardín de Adonis aquellas semillas por las que se preocupara y deseara que produjeran

fruto, y se alegraría al ver que en ocho días se ponían hermosas? ¿O bien haría esto por juego o por mor de una

fiesta, cuando lo hiciera, y en el caso de las simientes que le interesaran de verdad recurriría al arte de la

agricultura, sembrándolas en el lugar conveniente y contentándose con que llegaran a término cuantas había

sembrado una vez transcurridos siete meses?

F.- Así haría Sócrates, lo que hiciera con seriedad, y lo que no, de la manera opuesta, según dices.

S.- Y el que tiene el conocimiento de las cosas justas, bellas y buenas ¿hemos de decir que tiene

menos seso con respecto a sus simientes que el agricultor?

F.- En absoluto.

S.- Luego lo que no hará seriamente será el "escribirlas en agua", o lo que es igual, en tinta,

sembrándolas por medio del cálamo con palabras que tan incapaces son de ayudarse a sí mismas de viva voz

como de enseñar la verdad en forma satisfactoria.

F.- No es, desde luego, probable» (Platón, Fedro, 274 b ss. Trad. Luis Gil).

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Tema 1.1.

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1.12. La invención del nombre

«Un oyente de Platón, Heráclides de Ponto, varón sobremanera docto, escribe que habiendo ido Pitágoras a

Fleunta, habló sabia y copiosamente con León, príncipe de los Fliasios; y que éste, admirado de tanto ingenio y

elocuencia, le preguntó cuál era el arte que profesaba. A lo cual respondió Pitágoras que él no sabía ningún arte,

sino que era filósofo. Extrañando León la novedad del nombre, preguntó qué eran los filósofos y en qué se

diferenciaban de los demás hombres. Y Pitágoras respondió que él veía una semejanza entre la vida de los

hombres y la magna junta que se reúne con gran aparato para celebrar los juegos públicos de toda Grecia; pues

allí unos acudían para ganar la gloria y la notabilidad con la destreza corporal; otros iban llevados por la ganancia

y el lucro de sus compras y ventas, pero que también había un linaje de hombres, que era por cierto el más libre

y eminente, que no buscaba aplauso ni ganancia, sino que venía para ver y contemplar atentamente lo que se

ejecuta y la manera de llevarlo a cabo; y que así nosotros venimos de otra vida y naturaleza a esta vida como se

sale de una ciudad para ir a la celebración de una feria; unos hombres andan en pos de la gloria, otros, del

dinero, y son pocos los que se dedican al estudio de la naturaleza de las cosas pensando que lo demás es nada.

Estos se llaman a sí mismos "aficionados a la sabiduría", pues esto quiere decir filósofos. En la celebración de

los juegos lo más noble e independiente era contemplar, y no adquirir nada para sí. Del mismo modo, en la vida,

la contemplación y el conocimiento de las cosas saca ventaja a todas las aficiones» (Cicerón, Disputaciones

Tusculanas, lib. V, 3, 8-9. Trad. Leopoldo-Eulogio Palacios).

1.13. La exégesis del término filosofía

«Más largo es de explicar, pero, sin embargo, te lo diré. Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un

banquete y entre ellos estaba también el hijo de Metis (la Prudencia), Poro (el Recurso). Una vez que terminaron

de comer, se presentó a mendigar, como era natural al celebrarse un festín Penía (la Pobreza). Poro, entretanto,

como estaba embriagado de néctar -aún no existía el vino- penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la

embriaguez se puso a dormir. Penía entonces, tramando, movida por su escasez de recursos, hacerse un hijo de

Poro, del Recurso, se acostó a su lado y concibió al Amor. Por esta razón, el amor es acólito y escudero de

Afrodita, por haber sido engendrado en su natalicio, y a su vez enamorado por naturaleza de lo bello, por ser

Afrodita también bella. Pero como hijo que es de Poro y de Penía, el Amor quedó en la situación siguiente: en

primer lugar es siempre pobre y está muy lejos de ser delicado y bello, como lo supone el vulgo, por el contrario,

es rudo y escuálido, anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo y sin lecho, acostándose al

sereno en las puertas y en los caminos, pues por tener la condición de su madre, es siempre compañero

inseparable de la pobreza. Mas, por otro parte, según la condición de su padre acecha a los bellos y a los

buenos, es valeroso, intrépido y diligente; cazador temible que siempre urde alguna trama; es apasionado por la

sabiduría y fértil en recursos: filosofa a lo largo de su vida y es charlatán terrible, un embelesador y un sofista.

Por su naturaleza no es inmortal ni mortal, sino que en un mismo día a ratos florece y vive, si tiene abundancia

de recursos, a ratos muere y de nuevo vuelve a revivir gracias a la naturaleza de su padre. Pero lo que procura,

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siempre se desliza de sus manos, de manera que no es pobre jamás el Amor, ni tampoco rico. Se encuentra en

el término medio entre la sabiduría y la ignorancia. Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni

desea hacerse sabio, porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero a su vez los ignorantes ni

filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser ni noble ni bueno ni

sabio, y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así el que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo

que no cree necesitar.

Entonces, ¿quiénes son los que filosofan -le dije yo- si no son los sabios ni los ignorantes?

Claro es ya incluso para un niño -respondió- que son los intermedios entre los unos y los otros, entre los

cuales estará también el Amor. Pues es la sabiduría una de las cosas más bellas y el Amor es amor respecto de

lo bello, de suerte que es necesario que el Amor sea filósofo y, por ser filósofo, algo intermedio entre el sabio y el

ignorante.» (Platón, El Banquete, 203 a- 204 b. Trad. Luis Gil)

1.14. La exégesis del término filosofía (Aristóteles)

«Se puede estimar con razón que la posesión de la sabiduría es algo más que humano. En

efecto, la naturaleza humana está esclavizada en tantos aspectos, que, según Simónides, sólo

Dios puede gozar de este privilegio.» (Aristóteles, Metafísica, I, 2)

1.15. El origen de la filosofía

«Sócrates.- Parece, querido, que Teodoro no ha juzgado mal de tu condición: Pues es muy

propio del filósofo el estado de tu alma: la admiración; en verdad, no tiene otro principio la

misma filosofía y el que llamó a Iris hija de Tauma no trazó mal su genealogía» (Platón,

Teeteto, 155 d).

1.16. La finalidad de la filosofía

«Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya para los que primero filosofaron.

Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al

principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego avanzando poco

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a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y

a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema y se admira

reconoce su ignorancia. De suerte que si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que

buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo

ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas

necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no las

buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre al que es para

sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues esta sola es

para sí misma» (Aristóteles, Metafísica, A, 2, 982 11-27).

«Mirando los astros, cayó un día en un pozo y una doncella tracia que lo vio se burlaba de él

porque dirigiendo su mirada escrutadora a todos los seres del universo no reparaba en los

objetos que tenía a sus pies... El vulgo se burla del filósofo a quien en cierto concepto

suponen lleno de orgullo, ignorante por otra parte e las cosas más comunes y además inútil

para todo.» (Platón, Teeteto, 174)

«Saber y poder son lo mismo; el sentido de todo saber es dotar a la vida humana de nuevos

inventos y recursos» (Bacon, Novum Organum, I, 3).

«...en lugar de la filosofía especulativa enseñada en las escuelas, es posible encontrar una

práctica, por medio de la cual...hacernos como dueños y poseedores de la naturaleza»

(Descartes, Discurso del Método, VI).

«Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras; de lo que se trata

es de transformarlo» (Marx, Tesis sobre Feuerbach, 11).