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FORO’ Libros Del Cielo
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FORO’ Libros Del Cielo
3
Staff
Moderadora: Annabelle
Traductoras:
Annabelle Andreani
Mery Pixie
Panchys ♥...Luisa...♥
AnnaissJ purpleliem
Vero LizC
Mary Ann♥ rominita2503
munieca
Correctoras: Melii
Maia8
Phedre
Mery
Mali..♥
LuciiTamy
Deydra Ann ★MoNt$3★
Vericity
Lectura Final Mery St. Clair
SofiaGodiva
Diseño: HannaMarl
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Sinopsis
lla es casi invisible en la Escuela Willing, y eso le parece bien.
Tiene a sus amigos —El fabuloso Frankie y su dulce cohorte,
Sadie. Tiene su arte —y su ídolo, el no apreciado pintor del
siglo diecinueve, Edward Willing. Sin embargo, es difícil ser
nadie y tener un enamoramiento con el chico más popular de la
escuela: Alex Bainbridge. Especialmente, cuando él es tu tutor de
francés y las lecciones han comenzado ha convertirse en, bien,
ciertamente algo más interesante de lo que el francés jamás ha sido
antes. ¿Pero la chica invisible realmente puede terminar teniendo un y
vivieron felices para siempre con el chico dorado, cuando nadie ni
siquiera sabe que están saliendo? ¿Y será Ella esa chica?
E
FORO’ Libros Del Cielo
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Una mirada
Traducido por Annabelle
Corregido por Melii
ira, Alex. Es bastante simple. No quiero hacer esto; tú
definitivamente no quieres hacerlo. Así que…
No había notado que lentamente doblaba sus rodillas hasta
que su barbilla apareció en mi línea de visión, seguida del
resto de su cara. Ya no reía. Parecía bastante serio.
—Ella. Sí quiero hacer esto, en serio. Ayudarte, si me lo permites. —
Suspiró de nuevo. Me encontraba completamente obsesionada con sus ojos.
Son de una combinación, muy guay, entre verde y bronce—. No sé lo que
sucede, peor es extraño, y no debería serlo. Soy un chico decente.
—Por supuesto que lo eres. —Suspiré. Y cedí. Aparentemente, mis
defensas Fillites no tenían ningún valor cuando se trataba de este espécimen
en particular, no importaba que él no pareciese decidirse en si yo valía la
pena o no.
Verdad: Sí, soy así de ingenua.
M
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El Comienzo
Traducido por Annabelle
Corregido por Melii
erdad (según Edward Willing): Las personas que confían en la
primera vista son, o tontos o ilusos.
Verdad (según Ella Marino): Me enamoré de Edward Willing la
primera vez que lo vi.
Fue en el tercer día, en primer año, me encontraba un poco perdida
en la biblioteca de la escuela, buscando un baño que no estuviese lleno de
chicas revisando su labial.
Tercer Día. Ya era claro que estaría utilizando baños secundarios al
menos por lo próximos tres años, hasta ser una estudiante de último año y
tener confianza. Hasta ahora no conocía a nadie, y era demasiado tímida
par hablar con alguien. Así que basto esa primera mirada a Edward, con su
pálido cabello que lucía como si acabase de pasar una mano por él, su
camisa blanca manchada de pintura, una media sonrisa que era
ligeramente perversa, y estuve enganchada.
Dado que el, “Hola, soy Ella. Pareces alguien con quien me gustaría
pasar el resto de mi vida,” sería totalmente loco, opté por sentarme en
silencio a mirarlo. Hasta que la campana sonó y tuve que correr a la clase de
Francés, olvidando completamente mis ganas de hacer pis.
Edward Willing. Una vez que supe su nombre, lo demás fue fácil.
Después de todo, vivimos en la época de la información. Wikipedia, Iphones,
redes 4G, investigaciones que puedes hacer a miles de millas. El resultado fue
que en cada momento posible durante los siguientes dos años, podía
sentarme en la biblioteca a solo seis metros de distancia, sin decir una
palabra, y conocer mucho de él. De todos modos, fue lo suficiente para
convencerme completamente de que El Amor a Primera Vista no era un
fraude.
Es bastante simple. Edward coincidía con cuatro partes y media de mi
lista de Si Mi Príncipe, De Hecho, Apareciera Algún Día, Sería Genial si
Pudiese Reunir Estos Cinco Criterios:
V
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1. Que se interese por el arte. Para mí es el carboncillo. Para Edward,
pintura al óleo y bronce. Eso es casi lo mismo. Labios bonitos + artista =
príncipe de Ella.
2. Que no le tema al amor. Él escribió, “El Amor es uno de las dos cosas
por las que vale la pena morir. Todavía no he decidido la segunda.”
3. Que diga la verdad. “¿Cómo puedo creer en lo que las demás
personas dicen cuando yo les miento?”
4. Sexy. ¿Por qué no? Puedo soñar.
5. Arriesgado. Que escale montañas, salte de acantilados, desafíe a los
padres. Él, no yo. Le tengo pavor a una serie de cosas, incluyendo las alturas,
los convertibles, polillas, y a esos comediantes que todos adoran, que se
paran en el escenario y le gritan insultos a la audiencia.
5a. Arriesgado lo suficiente para darme una oportunidad.
Por supuesto, ese Nro. 5 era importante. Y el problema. No importa
cuanto lo adorase, no importa cuán linda pareja quizás hubiésemos sido,
nunca, nunca iba a ocurrir. Para ser justa con Edward, no es como si le
hubieran dado la oportunidad de conocerme. No soy estúpida. Sé que hay
algunas verdades básicas cuando se trata de los chicos y yo.
Verdad: Debes hablar con un chico—hablar de verdad, si quieres que
él vea más allá del hecho de que no eres hermosa.
Verdad: No soy hermosa. Ni muy conversadora.
Verdad: Tampoco estoy segura que toda la cosa detrás del “no ser
hermosa” sea muy atractiva.
Y una verdad dolorosa, escrita en las piedras sobre este chico.
Verdad: Edward Willing murió en 1916.
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El Libro
Traducido por Annabelle
Corregido por Melii
ensarías que el almuerzo en Willing sería diferente al de otras
secundarias. Que todos serían bienvenidos en cualquier mesa.
Unidos por el conocimiento de que nosotros, en Willing, somos la
Élite, Los Escogidos, los mejores en todos los ámbitos.
Umm. No. Por supuesto que no. El instituto es el instituto, a pesar de
cuánto cueste o cuantos chicos pertenezcan a la clase alta. Y en ningún
otro lado las clases sociales son tan evidentes como el comedor (los de
primer y segundo año al medio día; los más avanzados a la una). Ya que, por
supuesto, Willing no tiene una cafetería, o si quiera un salón de almuerzo. Era
un comedor, completo con mesas de roble y paredes con ventanales, que
se encuentran cubiertas con placas desde 1869, el año en que Edith Willing
Castor (la tía de Edward) fundó la escuela para “preparar a las jovencitas
más finas de Filadelfia para el matrimonio, el liderazgo, y para servir al
mundo.” De verdad. Hasta los sesenta, el eslogan de la escuela era “Ella es
una chica Willing1.”
Casi 150 años, tres primeras damas, y un abogado general —sin
mencionar la llegada de los chicos— después, los miembros femeninos del
cuerpo de estudiantes todavía son llamadas Chicas Willing. Pensarías que
alguien de los setenta se opondría a esto y lo cambiaría. Pero Willing
sobrevivió los setenta de dos siglos distintos. Probablemente, todavía nos
seguirán llamando Chicas Willing en el 2075. Es una escuela que cree en
tradiciones, a pesar de cuán ridículas sean esas tradiciones muchas veces.
Como mi almuerzo debajo de la placa que me dice que por tres años
seguidos, 1948-1950, Gertrude Wharton fue la Chica Willing del Año. Y la que
rememora 1919, cuando a ocho chicas se les fue otorgado el premio de
Servicio Willing a los Soldados de la Guerra Mundial. De verdad.
Aparentemente, hay una placa en la pared de la ventana para la
Contribución Willing a la Naturaleza. Honestamente, no sé si eso es una
contribución orgánica o monetaria, con todas esas familias ricas de Filadelfia 1 La traducción de Willing sería capaz o dispuesta.
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repartiendo su dinero como fertilizante sobre los terrenos verdes. Frankie dice
que el primer nombre en la placa es Edna Moore Willing. No estoy segura de
creerle.
No muy lejos hay una por la Contribución Willing hacia las Artes. En la
placa definitivamente se lee Willing, Moore; Frankie dice que muy bien le
vendría un Marino para darle sabor a las cosas.
Mayormente, desconozco lo que está escrito en las placas en medio
de las ventanas. Nunca he caminado por esas mesas, sin si quiera mencionar
comer allí. Así es como funciona.
De la mesa 1 hasta la 4, cerca de los grandes ventanales con vista
hacia el jardín: Los Fillites.
El termino surgió hace unos años en una revista, usado por un
periodista y alumno de Willing en un artículo titulado “La Corte Suprema: La
Realeza Joven de Filadelfia.” De verdad. Los Fillites (Fil-Elites) son millonarios,
arreglados y brillantes, y se mantienen juntos. Como el caviar. Son el
producto de genes impecables, ortodoncia perfecta, y sushi semanal. La
mayoría de los Fillites son deportistas; algunos cerebritos. Dos o tres tienen
beca. Todos son un poco deslumbrantes.
De la mesa 5 hasta la 8, a una hilera de las ventanas, a mitad del
salón: Las abejas.
Menos adinerados y hermosos que los Fillites, pero todavía queridos por
la escuela debido a su alegre utilidad. Los editores del periódico y el anuario,
los líderes en la obra de Shakespeare, los organizadores de los tours de
estudiantes y los encargados de recoger fondos. Una vez un Chico Abeja,
siempre un Chico Abeja, pero las chicas ocasionalmente se superan por
tener buenas citas. La Srta. Edith probablemente lo aprobaría.
De la mesa 9 hasta la 11, esquina al oeste: Las estrellas.
Extra inteligentes, extra talentosos, completamente despreocupados
por la moda, la cultura popular, o la movilidad social. Atletas de las
matemáticas, del salón de música, equipo de debate. Absorben a las
personas del último nivel, probando que el compromiso a la actividad es
sincero y completo. Ama a los atletas matemáticos o vete. No hay
intermedio.
De la mesa 12 hasta la 13, llegando a las puertas de la cocina: Los
invisibles.
Willing no puede tener rechazados. Eso se vería muy mal en una
escuela orgullosa de sí misma por su excelencia social y académica.
Cualquiera que necesite estar solo —O tiene un visible problema de drogas,
o pircings— desaparecen silenciosamente entre semestres. Aquellos que van
a rehabilitación a veces regresan.
Los otros no. Dejando el último nivel para aquellos chicos que escriben
obsesivamente fan fiction de El Señor de los Anillos, los que no tiene
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suficiente dinero para tratar acné crónico en la piel, aquellos que no brillan ni
encaja en ningún otro lugar.
Así que como siempre, Sadie, Frankie y yo nos encontrábamos en la
mesa 12, debajo de Gertrude. Por haber llegado tarde, me tocó el asiento
muerto, aquel que es golpeado cada vez que un miembro del personal de
la cocina sale por las puertas batientes. Escurrí mi silla por tercera vez desde
que me senté, quedando con el borde de la mesa enterrado firmemente
debajo de mis costillas. Es lo suficientemente difícil respirar en esta silla, sin
mencionar el comer.
—Entonces, ¿Qué vas a hacer con él? —susurró Sadie.
El libro de historia Europea se encontraba sobre la mesa, frente a mí,
con Winston Churchill ceñudo mirando hacia el techo. Él no era lindo. Alex
Bainbridge, sí. El libro era suyo, con su nombre escrito en letras nítidas y
acentuadas en la segunda portada. No como en el Sagrado Corazón,
donde cada año esperas que te hereden un libro si rastros de queso de pizza
en medio de las páginas, los estudiantes de Willing compran sus propios
libros. Luego, escriben dentro de ellos.
Yo no puedo hacer eso. Las monjas del Sagrado Corazón todavía me
asustan, a dos años y dos kilómetros de distancia. El nombre escrito en tinta
negra dentro de mi libro de historia es Erin Costantini. Nunca conocí a Erin
Constantini. Se graduó en Willing antes de yo llegara, dejando sus libros
usados, algunos de los cuales obtuve como parte de mi beca, y una placa
cerca de la mesa 5. Había ganado dos años seguidos el premio de
Deportividad Willing.
El libro de Alex era nuevo, por supuesto, y lleno de marcas que no
tenían nada que ver con la historia Europea. Había una nube de texto al
lado de Napoleón. Stalin se preguntaba si le dieron por error un laxante.
Había un número de teléfono encima del pecho de María Antonieta. Sin
nombre.
Me preguntaba si Amanda Alstead sabía del número de teléfono.
Amanda, la reina de los Fillites para el rey Alex. Me preguntaba si era el
número de Amanda Alstead.
—¿Ella? —Sadie me dio un codazo. Había un botón gigante en el
codo de su suéter gris. No abrochaba nada. A su mamá le gustaba
desarmar alta costura japonesa. Decía que veía el modelo en “Vogue”. En
Sadie, costuras rústicas y bolsillos al revés decían “Esquizofrenia” —. ¿El libro?
—Se lo entregará. —Frankie inspeccionó su hamburguesa e hizo una
mueca. Era del mismo color que el suéter de Sadie—. Es simple.
Solo que no lo era, y Sadie lo sabía.
—Tal vez, simplemente, deberías dejarlo frente a su casillero. O en la
oficina —sugirió—. Ellos se lo harán llegar.
Ya había terminado su almuerzo empacado (apio y ciruelas fuera de
temporada provenientes de Australia) hace diez minutos, y ahora mordía las
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puntas de su cabello, haciendo que un mechón se alisara y oscureciera.
Cuando dejó de hacerlo, el rulo volvió de nuevo a su masa de rizos castaños
ligeramente enredados. Cada cuatro semanas, su madre la lleva con
Alphonse (cuyo talento extremo en productos para el cuidado del cabello le
brinda un innecesario segundo nombre) para tratamientos termales de
acondicionamiento. Sadie regresa luciendo como si hubiese sido engrasada.
Ni Frankie ni yo decimos nada, y a los pocos días después vuelve a la
normalidad.
Sadie pertenece a los niños ricos. Lo que significa que debería ser
capaz de caminar hasta Alex Bainbridge, tenderle su libro y hacer un
comentario sobre lo que es ser americano en Paris. Ella ha ido muchas veces.
También conoce a Alex de básicamente toda la vida.
Una vez creyó haberlo golpeado con un palito de pan cuando
estaban en la guardería de Society Hill. No está segura, ambos dejaron la
guardería para empezar el jardín de infancia en Madison, así que el
incidente del pan debió haber sido hace al menos unos doce años. No cree
que se hayan dirigido la palabra desde entonces.
—Oh, por amor a Dios. —Frankie rodó los ojos debajo de su sombrero
verde de copa baja. El color combinaba perfectamente con la marca
VINCE pegada al bolsillo de su camisa de bolos. Para Frankie todo debe ser
elegante y clásico—. Dame el libro. Se lo lanzaré.
Frankie es de temer. También conversa sobre el arte postmoderno y
regularmente me dice que me ama. También miente descaradamente, pero
solo a las personas que no le importan, como al profesor de educación física.
—¿Bádminton? —Jadeó una vez al comienzo de nuestra amistad, cuando yo
asumí que había encontrado un compañero de educación física—. ¿Y
arriesgar esta nariz?
Es una buena nariz. Y un muy, muy buen rostro. La mamá de Frankie es
coreana; su papá es un viejo modelo de Bryn Mawr. La teoría de él es que su
papá también es gay. —¿Cuatro años con una chica asiática corriente que,
sin ofenderla, luce como un lindo chico asiático? Luego, puff, ¿se marcha
para criar cabras en California? Por favor.
Extendió la mano para tomar el libro. Lo aparté. Puede que hasta lo
haya abrazado un poco.
Frankie gruñó. —No. No, no, no, no, no. ¡No tu también! ¿Hay alguna
chica en esta escuela que no sienta algo por Alex Bainbridge?
Miró hacia Sadie, quien se encogió de hombros y ofreció: —Es lindo.
—Es un Neanderthal.
Frankie había entrado un poco antes al sistema solar de los Fillites.
Había hecho séptimo y octavo grado en Madison, entrando justo en el
momento en que los chicos comenzaban a flexionar sus músculos y a notar
qué zapatos era comprados en rebajas.
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Él me lo había explicado en primer año, cuando milagrosamente
había conseguido unos pantalones de algodón D&G (ayuda tener una
cintura de setenta y tres centímetros) y comentó que esa prenda hace
mucho dejó de tener sus mejores días. —¿Gaysiático? ¿Pobre? ¿Un metro y
nada? Podría también tener “sumérjanme-en-el-retrete” tatuado en la
frente.
Lo sumergieron.
—Sé justo. —Todo en Sadie es ser justa y de mente abierta. Ella insiste
que se debe a que es Libra. Yo lo acredito a los diez años de servir como el
bate que sus padres usan para golpearse mutuamente—. En realidad, Alex
nunca te metió en un retrete. Fueron sus amigos.
—Oh, excelente defensa, abogada. Caso cerrado.
—El enojo no te sienta bien. —Le informó.
—Tampoco lo hace el pis —discutió.
Entendía completamente que algo como eso sería difícil de superar,
incluso luego de un par de años. Las cosas malas no se olvidan, incluso
cuando terminan. O al menos se vuelve menos obvias. Podría ser el hecho
que Frankie haya crecido dieciocho centímetros en dos años el motivo por el
cual las burlas terminaron.
O que los chicos Fillites hayan madurado un poco. Lo más probable
era debido a los rumores de que el hermano de Frankie, Daniel, se había
unido a una pandilla asiática. Como sea —Él no lo había olvidado.
—Ah, el grupo de fans de Bainbridge. Pensaba mejor de ti, Fiorella. —
Frankie no se guardaba ningún comentario para si mismo. Normalmente,
admiraba eso desesperadamente. Esta vez me molestaba—. De verdad, lo
hacía.
¿Por qué? Soy una simple humana. E invisible. En parte porque todavía
no he superado mucho ese metro y nada. Alex era treinta centímetros más
alto que yo, con cabello bronce que se elevaba al frente y una boca que se
curva en las esquinas, incluso cuando no se encontrara sonriendo.
—Es mejor que su obsesión con un hombre muerto —dijo Sadie
gentilmente.
—No mucho —Fue la respuesta quejosa de Frankie.
Probablemente tenga razón. Puedo sentarme felizmente debajo del
retrato de Edward en la biblioteca, puedo escudriñar la web buscando
subastas que contengan sus pinturas, puedo leer y releer sus cartas y las
pocas biografías sobre él, y nadie lo notaría. Este año incluso rendirá frutos:
busco información para mis honores en el proyecto de historia del arte.
Además, Edward era real. Todo lo que escribió y dijo era real, verdadero. No
como Fitzwilliam Darcy, que por muy digno de babas que pueda ser, en
realidad solamente era Jane Austen en pantalones. Y mira como muchas
mujeres sueñan con casarse con él. De hecho, sé de dos chicas de la mesa
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13 que hacen contribuciones regulares a una página en línea de fans de
Darcy. En el almuerzo suelen leer en voz alta de allí. No está mal.
En cuanto a Alex… bueno, él está vivo. Podría estirar la mano y tocarlo
casi todos los días desde Septiembre hasta Mayo. En realidad, podría invitarlo
al cine o por pizza, o a Marino’s, donde mi nonna le haría el calamari y mi
hermano tendría que servírnoslo en una mesa de enfrente. Pero no lo haría.
Más bien, no podría. El motivo era su asiento cerca de la ventana. El motivo
era Amanda Alstead, y el lacrosse, y el hecho de que probablemente no
coma calamares. Sé que lo más cerca que estaré de Edward Willing será un
retrato y una tesis con honores. Por supuesto que sé eso. En cuanto a
acariciar a Alex con mi pie debajo de una mesa con manteles rojos…
Verdad: Para mí, es más fácil aceptar lo imposible que lamentar lo
improbable.
Probablemente, debí dejar el libro donde lo encontré, medio
escondido debajo de la estatua de Samuel Windsor Willing, el abuelo de
Edith (el uniforme revolucionario de guerra es erróneo; un pequeño cálculo
nos dice que solo tenía nueve en 1776, pero los Willing nunca habían estado
cortos en ego). Yo venía saliendo del baño de chicas del corredor Este, lo
que hace que me pregunte si los baños escolares tendrán algún significado
importante en mi vida. Deseo que no sea muy probable. Definitivamente, no
paso mucho tiempo en ellos. Incluso en Willing, huelen a agua sucia y a ese
jabón industrial rosa que no sale de los dispensadores, sin importar cuantas
veces le des al botón. Además, no soy una chica de espejos. Tengo a Frankie
y a Sadie para que me digan si tengo lechuga en mis dientes. No uso brillo
labial que deba retocarme. Ni tengo nada que necesite Visine2.
De igual manera, algunas veces salgo del cubículo o subo la mirada
cuando lavo mis manos y capto mi reflejo: una pequeña, y sobresaltada
persona detrás de una cortina de cabello oscuro que retira rápidamente la
mirada, como avergonzada de haber sido sorprendida mirando fijamente.
Esta vez, pude haber usado el baño que se encontraba cerca de la
clase de matemáticas. Es decir, no tengo que hacer pis tan
desesperadamente. Pero Amanda y su grupo normalmente van al baño
cerca del salón de matemáticas, justo antes de mi clase. Ya que la única
palabra que me ha dirigido desde primer año fue: —¡Ewwwwww! —Tiene
sentido evitarla.
Más allá de eso, es la Semana de Declamación (antes conocida como
“Oratoria”) de chicas en Willing, lo cual significa que debemos memorizar
aterradores poemas largos y recitarlos en frente de nuestra clase. La
declamación tiene una pretenciosa y bizarra importancia en Willing. Como si
todos nuestros éxitos futuros dependiesen de ser capaces de recordar que el
amor es como un roja, roja rosa. El objetivo de la semana era Robert Frost3. Lo
que significa que en los últimos días la escuela ha estado invadida de chicas
2 Marca de gotas refrescantes para los ojos producida por Johnson & Johnson. 3 Poeta estadounidense. (1874-1963)
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nerviosas recitando: “El Camino No Elegido”. Es el poema que las Fillites y
Chicas Abejas eligen. Se han estado entrenando mutuamente toda la
semana, llenando los pasillos y baños con ritmos que dudo que fueran lo que
Frost pretendía.
Durante las semanas de Declamación, en Willing vivimos una vida
como mezclando hip-hop cristiano y un musical de Broadway. Todos
caminan por allí, recitando palabras desconocidas y pasadas de moda. Los
pasillos se llenan de impresiones de poemas doblados en las esquinas.
Brincamos un poco al caminar, como ponis corriendo: bah-dum, bah-dum,
bah-dum, bah-dum. E interminables coletas rebotan por los pasillos.
—Dos caminos divergieron en un bosque y yo,
Yo tome el que menos se utilizaba…
Bah-dum, bah-dum, bah-dum, bah-dum…
Así que quise usar un baño tranquilo. Al salir, mi mirada se dirigió hacia
mis zapatos, y allí vi el libro. Se encontraba cerca de los pies de Cornelius,
con algunas hojas salidas de las páginas dobladas. Me incliné y lo recogí. Y
eso, como diría Robert Frost, marcó toda la diferencia.
Desde la mesa 12, tenía una gran vista de la mesa 2. Alex siempre se
sienta allí (La mesa 1 solamente es para los Fillites de último año)
normalmente en el mismo asiento, con la espalda hacia el salón, viendo por
la ventana. Es el asiento de un chico guay. Dice:
Sé que no lanzaras cosas a mi cabeza porque no te atreverías.
Al igual que hacer muecas y gestos groseros con las manos.
No me preocupa perderme nada que pueda estar ocurriendo en la
habitación.
No me importa si notaste lo que llevo puesto, o que mi cabello está
perfecto hoy.
Adentro nada es más interesante de lo que se encuentra afuera, lejos
de la escuela.
Excepto, obviamente, Amanda Alstead, pero ella siempre se sienta
con medio cuerpo al lado de Alex y la otra mitad encima de él, para que él
pueda verla muy bien.
Hoy, estaba sentada de lado en su silla, como siempre. Podía ver parte
de la habitación (esa parte era la mesa 1, en realidad), casi todo el salón
podía ver su atuendo, su perfil, y el hecho de que sus piernas colgaban de su
regazo. Lo que yo podía ver de él era el perfecto triángulo de su espalda en
un Lacoste verde y el pálido borde de las entradas de su cabello, la línea
que dividía lo último de su bronceado veraniego y su corte de octubre.
—Hola, Alex. —Compuse las palabras en mi cabeza—. Tengo tu libro…
Estaría yo allí de pie, sosteniendo su libro.
—Pensé que quizás querrías esto de vuelta.
FORO’ Libros Del Cielo
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Nop. Sonaba como si lo hubiese robado, lo que sería bizarro, o que él
me lo hubiese dado, lo cual sería ridículo.
—Oye, esto estaba en el piso del pasillo de arriba, y me imaginé que
quizás no supieras donde lo dejaste.
La verdad siempre es buena.
Él estaría perplejo por un segundo (probablemente no tendría idea
que se le había caído; historia Europea era en el primer período), luego
sonreiría agradecido, con sus ojos avellana brillando en las esquinas, y esa
boca curvándose en esa manera tan increíblemente linda.
—Guau. ¡Gracias, Ella! Ni siquiera sabía que se me había caído.
¿Ven?
Y yo se lo entregaría —y si nuestros dedos se rozaban, no me quejaría—
y diría—: Vi las cosas adentro. De verdad son…
—Ella. —Sadie me codeó de nuevo con su botón—. ¿Vienes?
—¿Umm?
—¿Dónde te encontrabas? Oh, sí… —Siguió mi mirada un poco
desenfocada y asintió. Del otro lado, Frankie resopló. Ella le dio un codazo.
No había botón en su otra manga—. ¿Quieres practicar antes de clases?
Digo, sé que no debes hacerlo; está impreso en tu cerebro. Pero hay una
línea al final que simplemente no me sale. ¿Ella?
Mientras miraba, Amanda deslizó sus piernas del regazo de Alex y se
levantó. Mis propias piernas se sintieron un poco débiles mientras hacía lo
mismo. —Te veo en clase —dije rápidamente, dejando a Sadie recordando
que en “La Pared Enmendada” la línea era: Mantenemos la pared entre
nosotros al irnos. Es mi poema favorito de Frost. Sin ritmos de poni, ni rimas. Se
trata sobre las paredes.
Caminé entre las mesas, arreglándome el cabello sobre mis hombros
mientras iba. Alex se encontraba todavía sentado cuando lo alcancé.
—Hola. Esto estaba en el pasillo del piso de arriba…
Me quede de pie detrás de su silla. Completamente helada.
Pude haberme quedado allí por un largo rato si él no se hubiese
apartado de la mesa para levantarse. La silla me golpeó primero en el
estómago, luego en las rodillas. Creo que hice un sonido. Solté el libro.
—Oh. Oh, demonios. ¡Lo siento mucho! —Alex apartó la silla del
camino y se inclinó un poco. Tenía que hacerlo para poder ver mi rostro—.
¿Te encuentras bien?
Logré asentir.
—De verdad. Debí haberte dado muy fuerte. ¿Estás segura que te
encuentras bien?
—Sí, bien —susurré.
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Chase Vere se rió al otro lado de la mesa. —Hermano, ella estaba justo
detrás de ti.
Alex lo ignoró. Me miró fijamente por un largo segundo, luego se
agachó para recoger el libro. Solo que, por supuesto…
—Éste es mi libro.
Asentí nuevamente. —Um, sí. Lo encontré. Arriba.
—Oh, de acuerdo. Iba corriendo a trigonometría. Debió haberse caído
de mi mochila. Gracias. —Ya se estaba girando, olvidando rápidamente el
momento—. Es Freddy, ¿cierto?
Se sintió como si la silla estuviese de nuevo en mi estómago.
Normalmente, el nombre no me molesta. Cuando estoy preparada, de todas
maneras. Pero esta vez no lo estaba. Dejé que más de mi cabello cayera
hacia delante. —Um, no—dije suavemente—. Ella. Es Ella.
Me miró otra vez, luciendo confundido por un segundo. Luego se
encogió de hombros. —Uh. De acuerdo. Ella. Bueno, gracias.
Escuché una risita ahogada. O quizás no era ahogada, simplemente
rápida y en voz baja. No quería girarme. Preferiría mejor gatear debajo de la
mesa, solo que no soy tan lamentable.
Me giré.
Amanda no se había ido en verdad. Fue por una botella de agua.
Otra cosa de Willing: podemos tomar todas las botellas de Poland Spring que
queramos, e introducirlos en contendedores reciclables para ser ecológicos.
Se encontraba de pie a pocos metros, rodeada de su grupo, Hannah y
Anna. Las Hannandas, como las llamamos. No es que se parezcan. Amanda
es lo que los chicos se imaginan cuando escuchan las palabras Masaje
Sueco. Anna es morena, como yo. Hannah tiene cabello castaño dorado y
una apariencia como de chica de granja en Kansas. Pero son parecidas.
Rasgos perfectos, zapatos pulcros, brillo labial luminiscente, y el instinto de
barracudas.
Amanda mostró sus dientes. No era en realidad una sonrisa.
—Vámonos —Le dijo a Alex.
Él fue.
Podía haber contado. A la de tres. Una… dos… Los murmullos
comenzaron, seguidos del relincho. No soy lo suficientemente noble para
llamarlo risa. No cuando se trata de las Hannandas. Con sus faldas y colas de
caballo dando saltos detrás de ellas mientras caminaban. Bah-dum, bah-
dum, bah-dum, bah-dum.
—…Freddy… No lo recuerdas… intenta ocultarlo…
Mientras salíamos del salón, las seguí. Manteniendo una gran distancia
entre nosotras mientras caminábamos.
FORO’ Libros Del Cielo
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La Declamacion
Traducido por Andreani
Corregido por Melii
ebo estar diciendo esto con un suspiro
Que en alguna parte envejece y hace envejecer,
Dos caminos divergieron en un bosque y yo,
Yo tome el que menos se utilizaba…
Y eso ha hecho toda la diferencia.
—Gracias, Hannah. Fue muy agradable. Ahora... ah... Fiorella Marino.
Al frente, por favor, Fiorella. Muy bien. Cuando estés lista...
—Ella.
—¿Perdón? No escuche bien.
—Sólo Ella, Sr. Stone.
—Oh, ¿Es algo nuevo y reciente que estas intentando?
—No realmente.
—Lo siento, no escuche eso tampoco. Silencio, gente, por favor. La
Señorita Marino está hablando.
—Siempre ha sido Ella, Sr. Stone. Desde antes que viniera aquí.
—Oh. Ja. Bien. Está bien, entonces. Continua. Ella. Todos los demás,
silencio. ¡Ahora!
—“Reparación del muro”, por Robert Frost.
Algo hay que no siente amor por un muro,
Que envía... um... que envía...
—Está bien. Ella. Puedes intentarlo nuevamente la próxima semana.
Toma asiento. Ahora. Vamos a ver. ¿Quién quiere seguir? Amanda Alstead.
Bien, genial. Continúa Amanda...
D
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La Cicatriz
Traducido por Annabelle & Vero
Corregido por Melii
ara darle crédito, Alex obviamente no recordaba por qué la
gente me llamaba Freddy.
Era en honor a Freddy Krueger.
No doy miedo. No soy en nada parecida al monstruo de las películas.
Objetivamente, sé que ni siquiera soy fea. Es gracias a la cicatriz.
La mayoría del tiempo no puedes verla. Si uso mangas, incluso las
cortas, y el cuello de mi blusa no es tan bajo, todo lo que puedes ver es mi
cuello.
Los cuellos de tortuga la escondía casi completamente, pero la
mayoría del año Filadelfia es demasiado caluroso para usar cuello de
tortuga. Así que todo el tiempo dejo mi cabello suelto, e intento mantenerlo
frente a mis hombros.
Era conocida como una cicatriz hipertrofia e hiperpigmentada. Lo que
significa que se había elevado y es más oscura que mi piel natural. En mi
caso, es roja y parece un poco como una red, sobre todo mi hombro
derecho, como diez centímetros hacia mi pecho derecho, y como a doce
centímetros por mi cuello. Fue una quemada con agua caliente. Tenía siete
años. Irónicamente, no sucedió en la cocina de Marino’s, o en nuestra
cocina —la de los Marino— donde usualmente hay una olla de sopa o pasta
hirviendo en la estufa. Nop. Esto era producto de una tetera eléctrica en el
sótano de la iglesia. En el Sagrado Corazón hacen juegos de bingo cada
cierto viernes. Los jugadores de bingo toman mucho café y té. La señora
Agnelli se había tropezado con la mesa plegable, la cual se dobló. Luego el
agua se volcó. Papá intentó apartarme del camino, pero no fue lo
suficientemente rápido. Se quemó también, en la mano y muñeca, pero solo
fue de primer grado.
—No es nada —dice tristemente cada vez que habla del tema—.
Nada que no me suceda cada semana frente a la estufa.
Fue feo—la ambulancia y el hospital, y todo lo que vino después. Dio
miedo. También todos los gritos. Algunas veces mamá y papá (¿Por qué no
P
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19
se te moviste más rápido, por el amor de Dios?), algunas veces papá contra
la compañía de seguros (¿A qué se referían con que no cubren tratamiento
cosmético extensivo, por el amor de Dios?), algunas veces yo (dolía).
Al final dejó de doler, aunque aún es sensible al tacto. Nonna había
dejado de rezar sobre eso, y mamá y papá habían dejado de discutir sobre
el asunto. No había ningún tratamiento cosmético extensivo. Extensivo
significaba costoso, y son diez mil dólares que nadie posee. Creo que papá
tuvo una reunión con algunas de las personas más importantes del Sagrado
Corazón. Luego nunca habló sobre ello.
Todos estos años después, puedo imaginar por qué había ido y lo que
había sido dicho.
—Entendemos que la lesión de tu hija debe ser frustrante, Ronnie. —Lo
habrían llamado Ronnie, no Sr. Marino—. Pero ya que ni la mesa, ni la tetera
eran propiedad de la iglesia… ¿Demanda? Bueno, eres consciente de que
poseemos diecisiete abogados…
El Padre Sánchez y la Sra. Agnelli vienen muy seguido, siempre con
galletas. La Sra. Agnelli ofreció vender su Cadillac de 1986 para darnos el
dinero. El Padre Sánchez aún busca alguien que haga tratamientos a láser
gratis. Creo que es por eso que papá aún acude a misa. Pero sólo en las
festividades. Yo no voy muy seguido tampoco, pero eso tiene que ver más
con las cosas que la Iglesia no quiere que haga que con la quemadura en sí.
Nonna aún va todos los días, y mi hermana, Sienna, en diciembre tendrá su
boda allí.
La vida continúa. Incluso para una niña tímida que se volvió aún más
tímida luego de quemarse. En otra historia, la valerosa heroína llenaría su
guardarropa con blusas de cuellos bajos y colecciones organizadas de ropa
suelta para la sala de quemaduras del Hospital de Niños. Pongo franelas
sobre mi bañador cuando vamos a la costa. Dejé de usar vestidos de
verano. Intentaba ser compasiva con lo de Freddy. Después de todo, la
cicatriz era bastante horrenda y grande para ese entonces. Yo he crecido,
ella no. Creí que el asunto de Freddy sería olvidado cuando conseguí mi
beca en Willing y salí del Sagrado Corazón.
Por supuesto que ocurrió.
Tengo mis teorías sobre cómo el nombre me había seguido. La más
agradable era que la ciudad en realidad no era tan grande. Es un pueblo
para esos de nosotros que vivimos casi en el centro.
No lo escucho tan seguido desde el primer año, cuando todos en
Willing debían probarlo.
No es algo que espere. Y en serio, de verdad que no me gustan las
sorpresas.
Lo cual me hizo ir a casa al final de un inesperadamente catastrófico
día. No hay sorpresa que encontrar allí.
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20
Me detengo primero en el restaurante. Marino’s ocupa los dos primeros
pisos del edificio; hay tres apartamentos arriba de él. Mi papá y el tío Ricky
crecieron en uno. Cuando se casaron, cada uno se mudó a uno de los otros
dos. Mi abuela se quedó, aún luego de que Poppa muriera, al igual que la
loca señora de al lado, y mamá se cercioró de quedarse con las acciones
para que así ella y papá pudiesen comprar la casa. Finalmente, hace cuatro
años Nonna se mudó con nosotros. Mi hermano, Leo, se mudó a su
apartamento. Ricky y su esposa se mudaron más abajo en la calle, y mi
hermana tomó su apartamento. El tío Ricky se queda en el ático del tamaño
de un clóset cuando Tina lo echa de su casa.
Mi familia no cree en nada a larga distancia. O en silencio, tampoco.
El sonido me golpeó antes de incluso abrir completamente la puerta
trasera de la cocina.
—Así que me encuentro sentado allí, tratando de silenciosamente
comer un bol de cereal —El tío Ricky le gritaba a nadie en particular por
encima del sonido del lavaplatos industrial—. Y ella comienza a discutir
conmigo sobre unos benditos calcetines…
—…seis cajas de tomates ciruela, y un kilo de orégano seco… —Papá
le grita al teléfono. Él y Ricky se parecían bastante —bajos, fuertes y con
serias narices Romanas— pero Ricky todavía tiene todo su cabello. El estrés,
dice papá—,…de acuerdo, de acuerdo, hecha uno de esos también, pero
asegúrate de que esté bueno…
Leo entró por las puertas de servicio, con las cejas fruncidas en la
manera que su última novia le había dicho que lo hacía parecerse a Johnny
Depp. —El Sr. Donato quiere más pepperoncini en su antipasto. —Leo odia
servir las mesas, especialmente cuando Sienna era la anfitriona. Planea
encargarse del restaurante cuando papá se retire. Ella ha estado planeando
su boda por un año y no le molesta mostrarles buques y muestras de ligas a
los clientes para obtener su opinión—. Y hay un idiota de Society Hill que dice
que no tiene mozzarella.
—¡Taci4, Leonardo! ¡Cuida tu lenguaje! —Lo regañó Nonna con una
cuchara de madera. Se encontraba de pie sobre una caja de leche frente a
la gran estufa, como hace cada vez que prepara salsa. Leo sonrió y se movió
solo lo necesario para que la cuchara lo esquivase y lo golpeara en el brazo.
Si hubiese fallado completamente, Nonna subiría la caja y lo intentaría de
nuevo, y por muy animada, de verdad no debería estar subiendo y bajando
de cajas—. Lléva su pepperoncini a Salvatore y al otro caballero una insalata
mista cortesía de la casa. —Golpeó de nuevo su trasero y volvió su atención
a la salsa.
Técnicamente, papá es el dueño de Marino’s. Nonna sabe eso; ella
misma se lo vendió. Solo le encanta ignorar ese hecho. No creo que a él le
importe, está más feliz cuando los clientes están felices. Ricky no tiene ningún
4 Calla en Italiano.
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21
interés en encargarse de un restaurante familiar de quince mesas en Filly del
sur. Siempre ha tenido grandes planes, el más reciente incluye a Top Chef —
Hace audiciones para cada temporada— y mudarse a Nueva York. A
Nonna le gusta pararse en la cocina y decirle a todos qué hacer. El sistema
funciona.
—¡Eh, Rinaldo, debes poner más anchoas en esa puttanesca!
¡Ancora5! —Como énfasis, Nonna golpeó su cucharón contra uno de los
grandes coladores guindados en la estación de trabajo, haciendo que se
tambalearan un poco.
—Seguro, Ma. —Con el teléfono entre su oreja y hombro, papá lanzó
un puñado de fettuccines frescos a una olla hirviente, detuvo el movimiento
del colador y armó un plato con un trozo de bacalao. Fred Astaire en un
delantal manchado—. ¡Leo! —Mientras Nonna no miraba, deslizó el
contenedor de las anchoas unos cuantos centímetros más cerca de la
estufa. Considérenlas añadidas—. ¡Leo!
—…así que le dije, cuando llegue a Nueva York, Padma Lakshmi no me
reprochará mi jodida ropa interior…
—¡Un poco de servicio por aquí! —Grita papá—. No, no es contigo,
cariño. Mi hijo pone a todo el mundo a esperar por su camarero. Ahora,
¿prometes que esos huevos estarán frescos? Me mantiene despierto por las
noches pensando en la E. coli…
Pensé en retroceder silenciosamente. Pero eso desviaría el propósito,
que era ser vista. De otra manera, alguien iría hasta la casa a buscarme, y
probablemente querría platicar. Necesitaba hacer una aparición para luego
poderme ir a casa para, a regañadientes e impotentemente, revivir en paz
todo el día una y otra vez. Me di valor y caminé sobre la alfombra color miel
del suelo.
Me vieron.
—¡Hola, Ell-a! —El tío Ricky se acercó con una cuchara. Probé ajo y
fresa.
—Mmm —Logré decir.
—¡Eso no está bien! —Regañó papá—. No, no tú, cariño. El camarón
que tengo por hija. Piensa que puede alimentarse con puro pan. ¡Las chicas
de Harvard comen su cena!
Vi como se estiraba para alcanzar un sartén. Sabiendo que me
alimentaría con algo costoso y sin atractivo, y probablemente de pescado,
me le adelanté llenado un tazón de la olla con zuppa di giorno. Luego hice
las rondas, besándolo a él, al tío Ricky, y a Nonna, quien me pinchó las
mejillas, fuertemente, como siempre, luego comencé mi escape. Por entre
las ventanas de la puerta entre la cocina y el comedor, pude ver a Sienna
balanceándose hacia nosotros. Quería irme antes de que...
5 Más.
FORO’ Libros Del Cielo
22
—¡Usted encuentre la salida, muchas gracias! —Entró por las puertas
como una fuerza de la naturaleza, con masas de cabello rizado y pestañas,
y su trasero como el de J. Lo metido de una muy ajustada falda negra. Ella es
la anfitriona los jueves y domingos, y en noches como estas, cuando el tío
Ricky y la tía Tina están peleados y ella se rehusaba a venir a trabajar—.
¡Todos nos estamos volviendo grises ahí afuera! —Alguien en el comedor
debió haber dicho algo gracioso porque hubo una ola de risas—. Usted es el
cachorro, Sr. Donato —dijo Sienna sobre su hombro, y luego entró para
comprobar su labial y ropa. Me dio una rápida mirada y rodó los ojos—. ¿Te
mataría ponerte un poco de rímel? Podrías ser una mamacita si solo lo
intentaras… Está bien, está bien —Murmura cuando papá, Ricky y Nonna le
echan una mirada que pretendo no ver—. Sólo digo.
Todos tienen sus propios métodos de querer arreglarme. El de papá
normalmente involucra a la comida. El de mamá son blusas adornadas con
brillos falsos que curarían mi invisibilidad en Willing de formas decisivas e
infortunadas. Los de Sienna involucraban vagas amenazas de cambios de
imagen.
—Oye, no te me escapes —Demandó cuando caminé un poco hacia
la puerta trasera—. Tengo fotos de zapatos que combinan con los vestidos
de las damas de honor. Solo dime cuál te gusta más.
Por fortuna, cuando hay opciones, Sienna hace un círculo en
marcador rosa alrededor de su preferencia. Hace mucho más simple mi
participación.
Leo volvió con el plato de ensalada “sin” mozzarella. —Mira eso. El
imbé… —Nonna siseó—. El idiota se comió casi todo, y luego la devolvió.
Odio a estos tipos. Oye, demente, hay personas esperando ser sentadas.
—Esperarán. —Sienna llevó un tazón de menestrón a la oficina de
atrás. Pude ver a nuestra madre, con su traje color magenta y sin sus tacones
del mismo color, frunciendo hacia una pila de papeles en el escritorio frente
a ella. Normalmente, está en el trabajo desde las ocho hasta tarde,
mostrándole a las personas casas que, la mayoría de las veces, no compran.
Últimamente ha estado por aquí más, estudiando las cuentas e intentado
convencer a papá que camarones y filetes para ciento cincuenta invitados
en una boda no era excesivo. Miré como Sienna cambiaba la sopa por un
brillante catálogo. Lo que sea que haya dicho, probablemente algo sobre
unos zapatos, le brindó una gran sonrisa. Se parecen mucho, mamá y Sienna,
pero no somos exactamente una familia increíblemente exótica.
Yo soy como la fase al final de una oración, lo último de la línea. Todos
tenemos el cabello y ojos oscuro de los Marino, incluso mamá, que nació
siendo una Palladinetti y tiene aspiraciones de ser pelirroja. Todos somos
bajos, aunque Leo jura que mide 1, 78, y que tiene músculos. Incluso Leo y
papá. Eructamos cuando comemos apio, cantamos decentemente, y
nunca hemos tenido nuestros nombres en una placa ni una sola vez. Hay
millones de familias como la nuestra entre al menos veinte cuadras.
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—Ella —Llama mamá desde la oficina—. ¿Usaste de nuevo esos
vaqueros andrajosos para ir a la escuela? No es de extrañar que todavía no
hayas tenido… Oh, de acuerdo, Sienna. Ya lo entendí. ¿Ella? Ven. Debes ver
estos zapatos. ¡Son para morirse!
Justo ahora, no creía poder soportar fotos de tacones llenos de
diamantes. Con mi tazón en mano, salí.
—¡Quédate, quédate! —Llamó papá—. Salmón. ¡Es comida para el
cerebro!
—¡Anchoa! —gritó de nuevo Nonna. Cerré la puerta tras de mí.
Caminé por el estacionamiento de cuatro autos del restaurante hacia
nuestro patio, rodeando la cama de rocas y estanque vacío de peces koi
que mamá había insistido en poner en su período Zen. Personalmente,
extraño el césped sin cortar y el patio de cemento. Era bueno para mojarse
debajo de los rociadores en el verano. Desde el frente, la casa es
básicamente igual a todas las de la cuadra: estrecha, de tres pisos, de
ladrillos abajo y vinilo blanco arriba. Papá no le había hecho caso a la
abuela cuando sugirió la idea de cambiar las columnas del porche por
pilares griegos. Pero siguiendo aún con el tema, había puesto en el frente un
gordo trío de materos de piedra pulida completo con ninfas contorneadas.
Nunca recuerda regar las flores que planta, así que normalmente siempre
hay un grupo de hierbas malas frente al romero que Nonna había cultivado.
Adentro todo era beige y rosa, con los cojines de toile que habían causado
mucho cólera hace tres años, y la ocasional estatua azul de Madonna que,
sí, Nonna ponía.
Mi habitación era rosa, de ese rosa irritante, rosa típico de las princesas,
hasta que comencé en Willing y tuve mi primera clase de arte con la Srta.
Evers. Le dio una mirada a la acuarela que había hecho de la rosa que nos
había asignado y rió. En una muy buena manera. Luego me dio un bloc del
papel más blanco y grueso que había visto, una caja de lápices de carbón,
y me envió a pasear por los pasillos.
—Sé valiente al pensar. —dijo.
Ahora mi habitación está en blanco y negro. —¡Sfortuna!6 —Murmura
Nonna cada vez que mira por la puerta—. No hay buena fortuna en esta
habitación.
Pero le gustan mis dibujos, que remplazaron el rosa del papel tapiz de
flores, y ella misma es parcial al negro. No ha usado ningún otro color desde
que llegó de Calabria hace quince años (Oh, esta ciudad. ¡Tan sucia!).
Nonna está obsesionada con la suciedad, American Idol, y la mala
suerte. Ya que mi cumpleaños en el 17 de Marzo, está convencida de que
nací con la mala suerte guindando de mi cuna. De acuerdo con ella, el
hecho de que a penas mido 1, 53 es gracias al Malvado Numero 17. Mamá
dice que debía nacer el veinte —de abril— y esa era la causa de ser tan
6 Desgracia en Italiano.
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24
pequeña como un camarón. Papá dice que considerando el hecho de que
solo pesaba 1 kilo y 360 gramos en ese entonces y ahora peso 47, debería
considerarme una campeona del crecimiento. A mamá también le gusta
mencionar que Nonna no llega a los 1, 65 ni en los tacones negros que usa
para ir a la iglesia.
De acuerdo a mamá, yo era un perfectamente hermoso y pequeño
renacuajo. De acuerdo con todos, Nonna se enfurecía cada vez que alguien
me llamaba bebé hermosa.
—¡Malocchio, malocchio7! —le gritaba a los doctores, enfermeras, y
amigos que visitaban, apresurándose a contrarrestar sus bien intencionados
cumplidos (y aparentemente, mal de ojo), agitando los cuernos protectores
—Era su meñique y anular hacia arriba, con los otros dedos doblados— sobre
mi pequeña cabeza.
—Como un arrugado Ozzie Osbourne con vestido —murmura mamá.
Mamá y Nonna no congenian demasiado. Bueno, ambas están
completamente convencidas que cuando se trata de papá, ellas van
primero. Y me aman con el mismo combo de altas expectativas e intensa,
pero equivocada, utilidad, apoyándose en mí como estantes de libros
disparejos. Por un lado está mamá: —¡Es un diamante en bruto! Todos
pueden verlo. Huesos hermosos. Tan inteligente como ninguna otra cosa, con
potencial absolutamente interminable, solo necesita un poco de esfuerzo…
Habla en su voz de agente de bienes raíces. No creo que pueda
evitarlo.
Por otro lado está Nonna: —¡Bellissima! Bella, bella Fiorella. ¡No, no, no
morada! Siempre verde como la primavera…
Pasa bastante tiempo diciéndome lo bella que soy. Aparentemente,
ahora que el daño estaba hecho no había problema. Pone todo su extraño
cuerpo de cuarenta y un kilos detrás de la palabra, así que siempre suena
como si estuviese escupiendo, maldiciendo. Esa es Nonna.
Creo que piensa que si lo dice con suficiente fuerza, se convertirá en
realidad. O yo me lo creeré, como la ropa del emperador.
A Nonna no le importan las cosas falsas. Su bolsa favorita es una que le
compró a un hombre en la calle, que también vendía inciensos y píldoras
dietéticas.
Es recto y negro, lo suficientemente grande para tragarse a personas
pequeñas, y ella pretende no notar que la placa metálica al frente dice
Frada. De acuerdo con Nonna, si ella lo cree y a Dios no le molesta, todo
está bien. Tiene fotos de Jesús, el Papa, y de Robert De Niro sobre su cama.
Yo tengo mis bocetos, mayormente de arquitectura —Como cornisas,
pedimentos y ventanales sobresalientes, aunque últimamente he estado en
una fase de aldabas ornamentales, y la parte de arriba tiene bastantes ojos
7 Mal de ojo en Italiano.
FORO’ Libros Del Cielo
25
y bocas abiertas que cubren dos paredes. Sobre mi escritorio tengo un poco
de Edward.
Hay muchas impresiones de su trabajo, pero solo hizo dos autorretratos
(una está en la librería de Willing), y solo una ha sido reproducida, en un
cartel de exhibición en un museo. Es mi pieza favorita, un retrato pintado en
bronce.
Aquí está la cosa. El autorretrato de Edward en la escuela fue como
una primera cita. Durante ella dijo todo lo que quería que yo pensara sobre sí
mismo: que era guapo, sexy, confiado. Todas verdades, pero esas son solo
las cosas obvias. No todo el panorama. Cuando encontré el bronce, ya
había leído la colección de sus cartas que la nieta de Edith había publicado
luego de su muerte. Eso fue después en nuestra relación. Lo conocía.
El bronce era un Edward completamente distinto, era un Edward con
verrugas y todo. Estaba mayor, como diez años mayor. Con la misma frente
amplia y cabello grueso, mostrándose de nuevo. Los mismos ojos un poco
entornados; la pintura hacía que me preguntara si Edward no iba por la vida
luciendo un poco adormecido, y eso probablemente hacía que muchas
mujeres se sintieran muy bien despiertas. Pero hay líneas poco profundas
junto a sus ojos bronce, y unas más profundas delineando su boca, la cual es
más delgada que la de la pintura, y muy triste.
Lo cual tiene sentido cuando ves que en el medio de la pieza, la parte
más importante, era áspera, con un hueco en el medio de su pecho, donde
su corazón estaría. Es llamada El Hombre Devastado, con la fecha de 1899,
que fue el año en que su esposa murió. Diana. Nunca pudo superarla. Me
gusta el bronce. Es verdadero. Ahí, él es verdadero.
—¿Todas las vidas apestan? —Le pregunté al sentarme en la silla de mi
escritorio. Noté que la pintura blanca de mi cuarto comenzaba a
desconcharse. El rosado volvía—. ¿O sólo al tuya?
—La vida apesta —Estuvo de acuerdo. Habla con un pequeño acento
inglés, incluso aunque él no… bueno, no lo era—, Aunque creo que si yo
pude sobrevivir diecisiete años luego que mi corazón fuera arrancado del
pecho, tú puedes sobrevivir otros nueve meses hasta la graduación.
—Lo crees, ¿verdad? Yo no estoy tan segura.
—Lo de Frost no salió muy bien, es cierto.
—Ni siquiera vayas allí —Le advertí—. No puedo ni pensar en eso
todavía.
—De acuerdo. ¿Cómo está el clima?
—Es decir, sabía que lo vería en clases —Dejé caer mi cabeza contra
el escritorio, con un muy merecido golpe seco—. Lo veo en cada clase de
inglés. Pero hoy, luego de…
—¿Luego del inoportuno momento Freddy?
—No vayas allí. No quiero hablar de eso.
FORO’ Libros Del Cielo
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—De acuerdo. —Edward se encogió de hombros. En verdad, sí tenía
hombros.
—Es tan lindo. Y, ya sabes, presiento que es agradable, incluso aunque
esté saliendo con Cruella De Vil... Y los dibujos... Lo siento —Ofrecí—.
Probablemente no debería estar hablando de otro chico.
—Entiendo completamente —Edward es muy comprensivo—. Además,
estoy devastado. No tengo corazón que darte. Y el caballero Bainbridge es
muy talentoso. La sirena fue bastante impresionante.
—Sí, lo fue. —Habían dos páginas sueltas en el libro de Alex. Estaban
cubiertas de figuras increíbles e irreales: animales seductores vestidos como
celebridades de los cuarenta, personas fantasmas que parecían que
viniesen de impresiones xilográficas japonesas, y una sirena sin terminar, con
increíble cabello alborotado y docenas de escamas en forma de lágrimas, la
mitad de ellas estaban llenas de figuras más pequeñas: peces, cámaras,
aviones—. Quería decirle cuán increíble eran sus dibujos, pero me congelé
completamente.
—Eso no es sorpresa.
—Gracias. ¿Por qué me molesto en hablar contigo?
—Porque puedes hacerlo, supongo —Fue su respuesta—. Yo no te
asusto.
—Deberías. Tienes un hoyo gigante en tu pecho.
—Eso es lo que te gusta de mí, cariño.
—Tal vez —Concedí. Edward no había necesitado palabras para
decirle al mundo lo que sentía por Diana—. Entonces, ¿Qué hago con
respecto a Alex?
—Habla con él.
—Sí, de nuevo, gracias. ¿Cómo comienzo?
—¿Con un “Hola”?
—Majestuoso. ¿Y luego?
Edward suspiró. —Por amor a Dios, Ella, eres una chica inteligente.
Piensa en algo. ¿Qué fue lo que Evers dijo? Sé valiente. Dile a Alex que sus
dibujos te recuerdan a Suzuki Harunobu, Hieronymus Bosch, y a Hilary Knight
en uno solo.
—Oh, eso me haría sonar guay y normal —Mis dedos trazaron el borde
de la cicatriz que subía debajo de mi oreja—. Es inútil. Soy inútil.
—Por supuesto. Ríndete ahora.
—No estás ayudando —dije—. ¿Por qué no puedes ser adorable y
darme apoyo, y decir todas las cosas correctas?
Edward se encogió de hombros nuevamente. —Tú prefieres la verdad.
Además, soy una cabeza de metal. ¿Qué esperas?
FORO’ Libros Del Cielo
27
Era justo, aunque pensarías que las conversaciones imaginarias con
objetos deseosos serían mucho más agradables.
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El Juego
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Melii
stá bien. Cantar primero, ¿Acaso prefieres Verdad o Reto?
Cantar, ¿verdad? —Frankie había escaneado la multitud en
Chloe. Aparentemente, vio algo que le gusto, porque sabía que
su canto —su entusiasmado y plano canto— Podría llamar la
atención de todo el mundo en la habitación. No reconoce que él no es
Sinatra. “Creemos en la importancia de bailar bien” me informó una vez,
hablando por los millones de homosexuales quienes podrían o no estar de
acuerdo. “Cantar bien no es obligatorio. Todo es cuestión de presencia”.
Yo casi nunca canto en público, por las razones esperadas (Cobardía,
cobardía, cobardía, y más cobardía), y porque, entre el buen canto de
Sadie y todo lo de Frankie, sólo deseo desaparecer otra vez. Cuando estoy
entre Sadie y Frankie es cuando soy casi visible. ¿Por qué me lío con esto?
Para mí, Chloe tiene más que ver con venir a comer y pasar el rato con mis
amigos. Para Frankie, esto es mucho más.
—Verdad o Reto —dije antes de tomar mi primera cucharada de sopa.
—Por favor —murmuró. No sé si esto es porque yo acostumbre elegir
VoR y casi nunca escojo Reto, o porque el tipo delgado y con barba de
chivo en el micrófono está riendo y cantando: “¡Ups!... I Did It Again”.
Nos giramos a Sadie para romper el empate. —Verdad o Reto —dijo
ella, sorprendiéndome un poco. Normalmente y comprensiblemente está
del lado de Frankie en este tipo de cosas, dado que es una pacificadora y es
más probable que él se ponga de mal humor que yo. Luego disculpándose,
agrega—: Me muerto de hambre. Si no como comenzaré a llorar.
Frankie puso mala cara, pero sólo durante unos segundos. Cuando se
trata de Sadie y comida, él es un príncipe. Sobre todo cuando su dieta no va
bien, lo cual es siempre. —Ensalada griega —dijo, deslizando el plato frente a
ella—, tiene tan pocas calorías que las quemas al digerir. En serio.
Asentí estando de acuerdo. Sadie sonrió (No es tonta, pero tiene una
gran habilidad en creer en las hadas y magia cuando es importante) y tomó
una gran porción de ensalada en su plato.
E
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Chloe es un restaurante griego, con karaoke, y es nuestro lugar favorito
para pasar el rato por tres muy buenas razones.
1. La comida es barata y decente.
2. Las canciones para karaoke son muchas.
3. Nadie de Willing viene aquí.
Nos habíamos arreglado para estar en nuestra mesa favorita —una
lejos del escenario, tanto como fuera posible. El escenario es una gran tabla
de madera levantada sobre un montón de bloques de cemento, lo
suficientemente espacioso para poner un micrófono y un cantante (O poeta,
un comediante, o un maestro de ceremonias, dependiendo la noche)
cómodamente. No es raro que una canción pegajosa inspire a otros clientes
a subir al escenario, pero tampoco es raro que haga que no deseen hacerlo,
especialmente si el cantante actual canta la canción “¡Stop! In the Name of
Love” y los clientes no están para nada entusiastas.
—Dios, dispárenle —murmuró Frankie, tomando un trozo de pan y
señalando al escenario—. O dispárenme.
Sadie, claramente sintiéndose más alegre con un poco de comida en
el estómago, fingió dispararle con el dedo índice—. Verdad o Reto.
—Verdad. Estoy comiendo.
—De acuerdo —Ella chupó una aceituna pensativamente, luego
agregó—: Si pudieras cometer un grave delito, quiero decir un crimen que
podría darte varios años en la cárcel, y pudieras seguir adelante después de
haberlo cometido, ¿Qué sería?
—Oh —Frankie entrecerró sus ojos contemplando posibilidades—. Me
gusta la pregunta. Una excursión al departamento de hombres en una
tienda exclusiva, ¿Quizás? ¿Una lenta y dolorosa muerte a ciertos
funcionarios políticos? ¿Pagar con un cheque falsificado? No sé que elegir.
Ah. Lo tengo. Robaría el collar con el Diamante de la Esperanza.
—Está maldito —Le dije—. Todo el mundo quien ha sido su propietario
ha tenido una muerte terrible.
—No me importa. Lo quiero.
—¿Por qué? —Sadie estaba genuinamente curiosa—. No es
exactamente algo que podría usar un hombre.
—Absolutamente cierto. Quizás lo mantenga guardado en una caja
de zapatos. O enviarlo como donativo a Haití. Nadie podría saber donde
estuvo, o quien fue la brillante mente criminal que fue capaz de hurtarlo. Eso
podría ser el eterno “¿Quién?”.
Tengo que darle algo de crédito a Frankie; sus respuestas nunca son
aburridas.
VoR, siempre que lo jugamos, tiene dos reglas: no mentir nunca, y no
hacer retos que podrían causarte una humillación siguiéndote hasta tu vida
adulta. Puesto que sólo somos tres, somos bastante buenos en no salirnos de
FORO’ Libros Del Cielo
30
los límites. Después de dos años, hemos conseguido ser bastante creativos.
Uno pensaría que con conocernos todo este tiempo ya sabríamos todo el
uno del otro, haciendo que el juego fuera poco entretenido. Sabemos casi
todo el uno del otro. Pero al mismo tiempo, cada uno esconde algo de los
demás, eso mantiene el juego VoR más refrescante.
Como:
Frankie exagera. Todo. Así que VoR nos ayudó de buena manera a
Sadie y a mí para saber si realmente se topo con Marc Jacobs, como dijo,
después de ir a un viaje a Nueva York (No, pero lo vi saliendo de un
restaurante), o si se besó con el chico lindo que trabajaba en la tienda de
tatuajes (Sí, pero el chico lindo tenía un novio). También es la única manera
en que nosotras sepamos algo sobre su vida en casa. Él nunca lo dice
voluntariamente. Cuando responde nuestras preguntas, incluso pareciera
que las palabras arden en su boca, y parece más forzado cuando se trata
del lado oscuro de su hermano. Y Sadie esta desesperadamente curiosa
sobre Daniel.
Por supuesto, Frankie casi siempre elige Reto. Y la única vez que Sadie
trató de retarlo a que nos dijera lo peor que Daniel había hecho en su
presencia, gruñó: —Esto no es guay. Ni un poco —Y se levanto y salió de
Chloe. Nos esperaba en la escuela a la mañana siguiente, y no nos dijo
nada, por lo cual no nos hemos atrevido a decir o preguntarle sobre su
gemelo desde entonces.
Cuando Frankie hace un reto, es útil saber que en el fondo él es tan
tímido e inseguro como cualquier otra persona. Sí, su pasatiempo favorito es
bailar frente los espejos con ropa que no puede permitirse salir. Es verdad
que canta con frecuencia y entusiasmo en Chloe. También caminó
directamente hacia un grandioso chico en una heladería la semana pasada
y pidió su helado favorito. Resultó que el chico era un chico, (No estaba en el
closet, como Frankie dice comúnmente), pero se aventuró a acercársele,
eso requiere valor. Y después de todo, había sido un reto. Probablemente no
lo hubiera hecho a no ser porque lo retamos. El precio de ser rechazado es
demasiado alto.
Mientras que Sadie, en VoR, nos ayuda a saber que le gusta y saber sus
planes para el futuro. Ella no es, naturalmente, locuaz, y nadie afuera de
nuestro círculo se acerca a ella. Solía a ir con un terapeuta (Uno de
Filadelfia, por supuesto), pero su madre puso un alto cuando Sadie se negó a
decirle lo que ocurría en las sesiones. La Sra. Winslow es bastante narcisista.
Sadie probablemente no necesite ni la mitad de terapia que su madre —O
la mayoría de las personas que conocemos. Es bastante centrada. Pero aún
así, le gusta que le preguntemos sus planes. Nunca le retamos a hablar con
chicos extraños. La única cosa que le asusta más que ese concepto es estar
desnuda frente a alguien.
¿Y yo? Cuando se trata de un reto, en las raras ocasiones que he
tenido que hacerlo, cualquier cosa es posible. Confío en que mis amigos no
me humillen; Se divierten haciéndome hacer cosas que involucran escalar.
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—La vida es corta —A Frankie le gusta anunciar con gran solemnidad,
mientras yo examinó las paredes, árboles, y estatuas patrióticas cuando las
escalo—, ¡Y tu también lo eres!
Las verdades son a menudo un lobo vestido con piel de oveja, con
tanta lana mullida que oculta el peligro. Cosas como, “Si un genio te
concede tres deseos, pero todos implican sexo…” o “Si tuvieras que
confesarle tus más grandes miedos a Amanda Alstead, ¿Cuáles serían?” VoR
y Edward son mi terapia. Lo cual significa que Frankie y Sadie pueden
preguntar cosas terriblemente brutales. Pero interesantes.
Algunas veces VoR es divertido; algunas veces es indiscreto. Algunas
veces es nuestra manera de saludarnos, “¿Cómo estás?” no está en nuestros
diálogos comunes. Bueno, de acuerdo, quizás en Sadie, pero ella es
demasiado centrada, y algunas veces cuando dice alguna palabra extraña
y no sabemos lo que eso significa, ella se molesta.
—¿Por qué crees que terminamos aquí, juntos? —preguntó Frankie una
vez cuando nos sentamos en el almuerzo de la mesa 12. Incluso los invisibles
tienen su mesa, y para sentarte en el 13 debes de tener una admisión de…
bueno, algo. Cuando comencé a señalar mi cicatriz, él apartó mi mano—.
No. No, no, no. Es porque tenemos vidas internas interesantes. Ellos—señaló
hacia los Fillites—, no la tienen.
No estoy segura de si eso es totalmente cierto. Es decir, todos debemos
tener una vida interesante. El pensar que ellos no la tuvieran era demasiado
escalofriante. Pero sé lo que él quiso decir. Se la pasan en las redes sociales,
enviando mensajes en las clases y hablando en secreto de todo el mundo, y
cosas de poco interés. Con los Fillites, todo es apariencias.
Frankie esperó hasta que el siguiente cantante comenzara su
interpretación de “You Oughta Know” antes de girarse hacia mí.
—¿Verdad o Reto? —Siempre pregunta, sólo para recordarnos a todos
—Con amor, por supuesto— que soy una completa cobarde.
—Verdad.
Suspiró, pero es evidente que ya lo esperaba. —Cinco cosas que
encuentres digno de adoración en Alex Bainbridge, y si mencionas sus ojos,
voy a vomitar.
—Difícilmente adoraría…
—Cinco. No cuentan sus ojos. Ahora.
—Bien —Pensé por un segundo—. Uno: Parece ser realmente un chico
medio decente.
Frankie resopló. —¿Medio decente? Que halagador.
—Oh, détente. Muy bien, entonces. Parece realmente agradable —A
pesar de la novia Cruella De Vil—. Dos: Parece un Dios cuando juega
lacrosse. ¡Ah! No pongas tus ojos en blanco. Nosotras, como chicas, estamos
genéticamente programadas para babear ante la combinación de gracia y
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poder. ¿Correcto? —Miré a Sandie por apoyo. Ella asintió con suficiente
entusiasmo como para que su cabello se balanceara salvajemente.
Me volví de nuevo a Frankie, quien, podía decir, estaba ya en modo
sarcástico. —Antes de que me lance ese falso sermón, Sr. Hobbes, le
recordaré que usted ha admitido sentirse atraído por David Beckham, Roger
Federer, y Gene Kelly —Quien está tan muerto como Edward Willing.
—Como sea. ¿Tercero?
—Tercero. Has visto sus dibujos. ¿Necesito explicarlo?
—No —admitió de mala gana Frankie—. Estoy de acuerdo.
—Gracias. Ahora, cuatro…
Cuatro... No era algo para dejarme perpleja, pero estaba renuente a
decirlo. No quería compartir el hecho de que observar a Alex en acción, o
siquiera verlo en los pequeños pupitres de la escuela, no hechos para
personas altas, me hacían quedarme un poco sin respiración —y un poco
furiosa (Sobre todo conmigo misma) ya que Alex Bainbridge no estaba
dentro de mi liga.
No quería mirarlo durante la escuela. En parte, porque mirarlo era
también mirar a Amanda, quien me regresaba la mirada con una
combinación entre diversión y desprecio, como si yo fuera un estorbo.
Freddy… Freddy… Freddy. Pero tenía que mirarlo, impotente, después lo
había visto darle un puñetazo juguetón a Chase en el brazo.
Alex Bainbridge podría ser un poco maravilloso.
—¿No puedes hacerlo? —Frankie me sacó de mis pensamientos—.
Retiro mi pregunta. Él no es un espécimen digno de adoración.
Podría haber estado de acuerdo. Sin duda hubiera sido la cosa más
fácil para mí. Normalmente soy una gran fan de darme por vencida. Pero no
esta vez.
—Me es difícil elegir entre todas las opciones —Me eché hacia atrás—.
¿Cuál es tu problema con él? Incluso admitiste que nunca ha sido
desagradable contigo. Entonces, ¿Qué es?
Frankie hizo esa mueca de molestia, sus labios presionados juntos y sus
ojos entrecerrados. —Soy yo quien hace las preguntas, mi dama. La próxima
vez que yo elija Verdad, usted podrá hacer su pregunta, no malgaste mi
tiempo en sandeces. Finalice la lista. Si puede.
—Bien. Bien. Su impresionante sonrisa. Y su dinero. Si yo tuviera ese
dinero, podría hacer cualquier cosa… cualquier cosa que quisiera.
Acababa de quebrantar las reglas, si no es algo peor. He mentido. No
es todo el dinero que los Bainbridge tienen lo que me abriría el mundo para
mí, pero eso me importaba. Pude ver a Sadie y Frankie mirándome fijamente,
tratando de decidir si me creían o no. Pero lo dejaron pasar. Sadie es rica y,
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no es su culpa, no podría realmente entenderlo. Frankie, viniendo de una
familia incluso con menos dinero que la mía, si lo hace.
—Verdad o Reto —Frankie le ofreció a Sadie. Decidí no mencionar que
era mi turno de preguntar.
—Reto —Sadie no temía a los retos cuando comía.
—Canta. Algo viejo. Decente. Y quiero decir decente.
Ella asintió, y siguió comiendo. —Estoy pensando en “Every Rose Has Its
Thorn.”
—Oh, Dios —Se quejó Frankie—. Demasiado sensible. No creo que
pueda manejar tanta sensiblería por esta noche. Además, es una canción
terrible.
—A ti simplemente no te gusta nada grabado después de los setenta
—dijo ásperamente Sadie.
—Incorrecto. Muy incorrecto. No me gustan las cosas terribles
grabadas después de 1970. A ti solamente te gustan canciones malas —Hizo
una rápida mueca de disgusto—, baladas tristes, deprimentes. Canciones
como: “I Never Love a Man the Way I Love You” o “Try a Little Tenderness”…
—Esas son de los sesenta.
—Estoy seguro de que Christina Aguilera ya las destrozo en concierto.
—¿Qué hay de “I Want to Know What Love Is”?
—Voy a vomitar, Sadie. Realmente lo haré. Todo es tan deprimente.
Nop.
—Tú no eres quien cantará —Señaló Sadie razonablemente.
Frankie parpadeó. —¿Y tu punto es?
—Bien. ¿“You Don’t Have to Say You Love Me”?
—Excelente elección.
La madre de Sadie la había vestido de nuevo. Era un vestido que
parecía un saco sin forma con un dobladillo artísticamente decorado.
—Parece una vieja solterona rodeada de gatos —dijo tristemente
Frankie mientras Sadie subía los escalones del escenario.
Era cierto.
Consiguió un puñado de aplausos. Otros clientes asiduos. Todo el
mundo iba con sus listas de reproducción listas. La mesa detrás de nosotros
estaba llena de chicos hablando en voz alta. “Pobres niños novatos” Había
mencionado Frankie después de ver sus identificaciones falsas y sus
camisetas enormes. Como siempre, nadie era demasiado lindo para él. Así
que cada vez era más y más fuerte las risas y voces de ellos.
La música comenzó. Los universitarios se quejaron al escuchar la
melodía. Los ignoramos. Ellos eran mayores y borrachos, y nosotros éramos
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pequeños (yo), cobardes ante la confrontación (yo, otra vez), y racionales
(Frankie). Sabíamos lo que estaba por venir.
—When I said I needed you —comenzó Sadie. La tranquilizad llegó tan
de repente que no hubo ningún ruido. En el momento en que cantó—, You
said you would always stay —El único sonido era el leve zumbido de los
chicos detrás de nosotros hablando en voz baja.
Aquí está la cosa. Cuando Frankie sugiere Aretha o Dusty Springfield o
incluso Adele a Sadie, eso es lo que quiere decir. Porque cuando Sadie
canta, todo el mundo escucha. Su voz es profunda y aterciopelada, y me
hace pensar en bares llenos de humo en la década de 1940 como en
Casablanca, donde todo el mundo vestía de blanco y bebía champaña. Por
supuesto, no tengo ni la menor idea de si los bares de 1940 eran así como en
Casablanca, pero si da una idea de cuan impresionante es Sadie cuando
canta. Te atrapa.
Ella parece bonita, también. Hace esa cosa donde inclina su cabeza y
medio cierra sus ojos y tiene el micrófono muy cerca de su boca. Cuando
canta, los chicos la observan y ocasionalmente sus ojos parecen vidriosos. He
visto casos donde a mitad de la canción se levantan a aplaudirle mientras
canta media nota. Luego, ella regresa a nuestra mesa, y el momento se fue
totalmente. Sadie no ha tenido una cita desde… bueno, desde que nació,
desafortunadamente.
No lo entiendo. Es fabulosa. Ciertamente no es fea. Tiene una piel
perfecta, las mejores cejas que he visto, y no importa cuánto ella y su madre
insistan en lo contrario, tiene un cuerpo completamente decente. Robusta,
absolutamente, pero sólo en los lugares correctos. Pero viste esos vestidos
que parecen sacos, y cuando no está cantando, supongo que eso es lo que
los chicos ven. La única vez que le sugerí tener una cita, lo único que hizo fue
darle a mi cuello una larga mirada. No creí que se tratara de la misma cosa,
pero tenía su punto.
—You don’t have to say you love me…
Sadie podría superar en una competencia musical a todos los
estudiantes de Willing, haría que todos se levantaran de sus asientos en el
auditorio y le aplaudieran. Pero no lo haría. No en una competencia en
Willing. Ella pone su corazón en los tres minutos de la canción sobre el
escenario de Chloe y luego lo deja allí.
—Sabes —sugerí en voz baja a Frankie durante una larga pausa en la
lirica—. Quizás esta canción no es tan buena como tú crees. Quiero decir,
ella esta diciéndole a algún tipo que no tiene que decir que la ame mientras
regrese a casa. ¿Ese es el mensaje que nosotros queremos enviar?
Frankie tomó un trozo de pan. —¿Quién es “nosotros”? ¿Y quién eres tú,
la Hada de la Censura? Esta es una gran canción. Solo escucha.
Lo hice. Todo el mundo lo hizo. Algunos chicos en la habitación
parecían haber sido drogados. Por supuesto, alguno probablemente lo
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estaban; este no es un lugar de renombre, después de todo, pero un par de
ellos se relajan con la voz de Sadie.
—Por Dios, Marino, ¿No quieres sentir eso? —Frankie golpeó el tenedor
contra su plato—. ¿Amar tanto que ni siquiera te importe si él te
corresponde? ¿Amar tanto a alguien que el orgullo sale por la ventana? —
Cuando conseguí interesarme en el hueso de mi aceituna, suspiró—. Y no
cuenta tú triste, triste cosa con Edward Willing.
—Él no se iría —argumenté, tratando de defenderme.
—No vendría, tampoco.
—Bien.
—La virginidad no es una gran virtud en nuestro mundo, mi amiga
monja.
Quizás no, pero nadie había expresado mucho interés en la mía
recientemente. Hubo un chico, Dieter, un estudiante alemán de intercambio
el primer año, quien paso nueve sorprendentes semanas detrás de mi,
pidiéndome una cita antes de ignorarme por otra chica. Y también estuvo
Bryan, a quien conocí durante mi último verano en la Costa. Tenía su cabello
como zanahoria y llevaba camisas de cuello alto y manga larga porque era
propenso a quemarse la piel. Salí con él un par de veces. Me envió un correo
electrónico desde su casa en Jersey, diez palabras con al menos seis errores
ortográficos. No le respondí. Lo tomé como nuestro rompimiento.
No hablé mucho hasta que Sadie se dejó caer en su asiento.
—Sublime —Le dijo Frankie, y ella brillaba un poco, porque si bien él
podría exagerar, tampoco mentía. Luego dijo—: Mi turno.
Se levantó de su lugar, hizo su cabello expertamente hacia atrás para
llamar la atención de todos a su perfecto rostro, y escuché un silbido detrás
de nosotros. Miré sobre mi hombro hacia la mesa llena de chicos guapos.
Ninguno me era familiar, pero parecían ser del gusto de Frankie: Dioses
Nórdicos, todos rubios y ojos azules.
—Esto va para ti, Marino —dijo Frankie, y mi atención regreso al
escenario.
Sí, lo hizo. Las primeras notas de “Like a Virgen” llegaron, y segundos
después, Frankie imitaba a Madonna. Se salvo de parecer sobre actuado
por el hecho de que él no cantaba mal. A nadie le importaba, y después de
las primeras miradas curiosas, nadie miró mi rostro sonrojado. Porque, por
supuesto, Frankie no cantaba para mí. Cada palabra, cada guiño, cada
sonrisa y movimiento de cadera era para uno de los chicos que estaba
detrás de nosotras. En el segundo verso, casi la mayoría de la audiencia
cantaba con él.
Él terminó con gritos de agradecimiento y apreciación. Se despidió
mientras caminaba de regreso a nosotras, sus ojos deslizándose una y otra
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vez hacia los chicos lindos. Una vez sentado, cruzó sus manos
cuidadosamente en la mesa y nos miró con expectativa.
No había duda de lo que quería. Estaba silencioso y elocuente para
que lo retáramos.
Somos buenas amigas. —¿Verdad o Reto? —preguntó Sadie.
Fingió pensarlo. —Ah… reto.
Sadie fingió pensarlo también. —Te reto a que le pidas su número de
teléfono —dijo con entusiasmo serio. Señaló discretamente—, a ese lindo
rubio.
—Él me parece conocido —dije.
—¿Lo conoces?
—Por supuesto que no.
—Muy graciosa —Se inclinó hacia mí, hasta que sus labios estuvieron a
centímetros de los míos—. ¿Bien?
—Un poco de ajo.
—Una pastilla —murmuró—. ¿Doctor?
Sadie ya estaba en ello. De su enorme bolso (Balenciaga, uno que su
madre odia), sacó un paquete de dulces de menta. También podías ver una
caja de pañuelos, banditas, agua embotellada, y bocadillos nutritivos.
Frankie tomó su píldora, nos enseñó sus dientes para que revisáramos si tenía
espinacas, y luego estuvo en acción. Se movía como un gato. En menos de
treinta segundos, se encontraba sentado al lado del objeto de su deseo.
—Observo —dijo Sadie con asombro—. Observo y tomo notas, y aún
no lo puedo aprender.
—Yo tampoco. —admití alegremente.
—Tiene algo que ver con el hecho de que es hermoso. Tiene que
haberlo. De lo contrario, tendré que darme por vencida.
Apreté su mano. —Por supuesto que hay más. Frankie… es… bueno, él
es…
—Frankie —dijimos al mismo tiempo. Reímos, ambas teníamos mala
suerte, y comimos el resto de nuestros platillos.
Frankie es hermoso. También era peligroso, como vidrios rotos, pero
feroz y carismático, y lejos de los confines de Willing, él brillaba.
Especialmente cuando conoce un nuevo Sr. Quizás. Frankie adora tener
citas. —¿Comprarías un par de zapatos sin probártelos y sin saber son de tu
talla? —Exigió. A él le gustan los zapatos, también. Pero la verdad era que
Frankie estaba realmente buscando un buen par.
¿No lo hacemos todas?
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—Va a suceder —anunció Sadie, como lectora de mente y la eterna
optimista que es.
Las palabras apenas salieron de su boca, mi respuesta apenas se
formaba cuando Frankie se deslizó en su asiento, unos diez minutos antes de
tiempo. Parecía destrozado.
—Oh, cariño —Sadie puso un brazo alrededor de él—. Claramente, es
poca cosa para ti.
—Ni siquiera era demasiado guapo —Fue mi contribución.
—Él es comida chatarra mientras tú eres comida gourmet —Sadie es
muy buena con las analogías de comida. ¿Quién podía culparla?
Frankie nos miró con concentración. —¿Qué? —preguntó vagamente.
—Eres mucho para él —dijo Sadie, apartándose el cabello de su
frente—. Obviamente está loco.
—No me rechazo. Apenas nos presentábamos antes de que me
marchara.
—¿Por qué? —Sadie yo exigimos al unisonó—. ¡Parece un Dios Nórdico!
—agregué.
—Lo sé. Lo sé… Es solo que su nombre es Biff —gimió—. ¡No puedo salir
con alguien llamado Biff!
Le di una palmadita a su espalda. En el escenario, uno de los chicos
universitarios acababa de hacer sonar “U Cant Touch This”.
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La Puerta
Traducido por Andreani
Corregido por Melii
rase una vez, antes de que Willing fuera una escuela, una casa.
No la casa de Willing; ellos siempre vivieron en Society Hill, hasta
que las distintas y diversas sucursales se trasladaron a la línea
principal y la vasta superficie cultivada. La casa-que-se-convirtió-
en-una-escuela fue construida por un hombre de South Philly llamado Vittore
Palladinetti, quien hizo una fortuna en ferrocarriles de construcción.
Literalmente, los construyó. Comenzó como un obrero y terminó por poseer
una gran parte del Ferrocarril Reading (Monopoly, ¿Alguien?). Compró el
equivalente de toda una cuadra de la ciudad y construyó su mansión de
cuatro pisos, sesenta y dos habitaciones, completándola con un acre de
jardines italianos, un aviario para su hija, y un teatro de cien asientos, para su
esposa amante de la ópera.
Poco más de un año después de mudarse, Vittore enfermo de gripe —
probablemente por una de las queridas aves su hija—, y murió. Su esposa y su
hija se mudaron, se casaron, cambiaron de apellidos, y así, mientras que yo
pude haber sido una estudiante en la escuela de Palladinetti, lo cual habría
sido fríamente irónico, ya que mi mamá es descendiente del mucho menos
exitoso hermano de Vittore, Beppo, ¿Verdad?
Edith Willing la limpió, desinfecto, y esta mañana de miércoles en
octubre, yo estaba sentada en el piso, fuera de lo que alguna vez habían
sido el dormitorio de la hija de Palladinetti, y ahora era el salón de Lengua
Romance de Regina Pugh Willing, dibujando la puerta. Es una copia de una
puerta de bronce de la abadía en Roma, llena de ángeles y demonios que
parecen que están teniendo una gran fiesta.
Abajo, sonó la campana del período. Es realmente un gong antiguo
que vive en el salón de atrás. La secretaria de la escuela tiene que dejar su
oficina cada hora para golpearlo con un palo enorme y acolchonado. Se
pone orejeras de construcción para hacerlo. Es fuerte. Un par de veces al
año, estudiantes sin sentido del humor, lo roban hasta que está claro que a
nadie realmente le importa. Ellos siempre lo devuelven. Hasta entonces, la
Sra. Maus alegremente utiliza un cuerno de chivo.
Creo que le gusta ver a las personas cerca de ella saltar.
E
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No me molesté en moverme cuando sonó el gong. Tenía doble AP8 —
Lo que significa que tengo que dibujar, para tener créditos, durante dos
períodos consecutivos. La Sra. Evers muchas veces me permite hacer dibujos
propios en los días cuando considera que no podría beneficiarme lo que
está haciendo el resto de la clase. Cada cierto tiempo, intenta hacerme
dibujar personas.
—Sabemos que puedes hacer puertas, Ella. ¿Por qué no pruebas con
las caras? Hay cosas fascinantes detrás de ellas, también. Apuesta a que
cualquiera al que le preguntes estaría encantado de sentarse para que tú…
Creo que le gusta emparejar a las personas, o al menos intenta
ayudarme a ampliar mis horizontes sociales. Es una ex debutante de Carolina
del Norte que se parece a Jessica Simpson. La odiaría, salvo que es una
pintora increíble y un ser humano decente. Así que asiento y sonrió y salgo
para encontrar una ventana interesante para dibujar.
Supongo que los ángeles tienen caras, incluso si estás son demasiado
pequeñas para dibujarlas, por lo que estuve medio honrada por su
sugerencia. Estaba medio empezando un ala, cuando la puerta se abrió de
golpe, vomitando una multitud mixta de estudiantes de segundo y los de
último año hacia el pasillo. Algunos todavía hablaban en francés. Muchos
revisaron instantáneamente en sus iPhones, comunicándose con sus mejores
amigos de salones del piso inferior o al final del pasillo. Se supone que no
debemos sacar cosas electrónicas durante la jornada escolar. Sí, claro.
Quisiera decir con confianza que 250 de 311 de los alumnos de Willing
pueden mandar mensajes de texto sin mirar el teclado.
Me encogí lo más que pude, doblando mis piernas y empujándome
contra la pared. Aún así, fui aventada y pisada un par de veces por los
inconscientes que mandaban mensajes de texto. Uno de ellos se detuvo por
un segundo. —Oh, bueno, lo siento. No te vi —Ofreció. El resto sólo siguió
caminando.
Mi humilde clase 2A de francés se reúne en el sótano. Traté de tomar
italiano, sin éxito, cuando estaba en primero. —Parece estar más bien... er...
bueno, no exactamente... bien —dijo cuidadosamente el Sr. Donaldson, mi
Asesor de primero, cuando vio mi lista de solicitud del curso—. El objetivo es
aprender un nuevo idioma. ¿No?
Bueno, tal vez, pero ellos no obligaban a todos los Fillites, que había
pasado su verano en Provence desde su infancia, a tomar francés. Y mi
italiano es casi inexistente. De acuerdo con mi papá, eso es lo que pasa con
los nietos de inmigrantes italianos. Él y todos sus hermanos entienden el
italiano, al escuchar a los que hablan alrededor de ellos, pero ninguno de
ellos lo habla. Siena habla Gucci; Leo tiene un arsenal bastante decente de
insultos Sicilianos. Llegué a Willing sabiendo un montón de nombres de
8 Advance Placement, clases inmartidas a estudiantes de último año, normalmente son
clases avanzadas de materias que pueden ayudar en los exámenes de admisión a
universidades. También cuentan como créditos extras.
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comida y un par de maldiciones. Pero el Sr. Donaldson anuló la solicitud de
italiano. Supongo que simplemente asumió que ya estaba influenciada.
Supongo que es porque mi apellido es Marino. Llamaron a Frankie a la
Oficina una vez en primer año para pedirle que le informara a un repartidor
de mantelería que había agujeros en varios de los manteles.
—Era vietnamita —Frankie murmuró al regresar—. Ni siquiera hablo
suficiente coreano como para tener una conversación acerca de
mantelería. Les dije que me llamaran si alguna vez necesitan alguien para
traducir Sánscrito. Eso hará pensar sus cabezas un rato.
Por supuesto, Frankie no habla Sánscrito, tampoco. Toma Español. Su
apellido es Hobbes. Debió a ver sido por sus ojos.
El último de la clase de francés se coló por el pasillo. —Oye, tengo uno
para ti. —Anunció un delgado Chico Abeja, vestía una falda a cuatros y
unos zapatos Timberlands—. ¿Cómo los tacaños terminan con sus notas
suicidas?
—¿Cómo?—preguntó alguien cumplidamente.
—¡J'ai le cafard!9
Hubo tantos gemidos como risas. Una chica, que ya llevaba su equipo
de fútbol, empujo al bromista con su hombro.
Cuando se dirigían hacía la esquina, al final del pasillo, me medio
levante del suelo. Necesitaba cerrar la puerta para poder empezar a dibujar
de nuevo.
De repente, ahí estaba Alex Bainbridge, enmarcado por el jugueteo
de los ángeles. Me congelé.
Ni siquiera miro hacia donde yo estaba agazapada. —Merci, Madame
Grey10 —dijo sobre su hombro—. Salut11
—Ejem. Monsieur Bainbridge. ¿Salut...?
Alex rodó sus ojos, sabiendo que la Sra. Grey no podía verlo en la
puerta, ponderado por el código de fuego, comenzando a cerrarse detrás
de él. —Pardonnezmoi, madame. Au revoir12.
—Très bien. Au revoir13.
Alex sonrió y arrojó su mochila sobre su hombro. Bostezando
abiertamente. No es de extrañar que pierda libros. Entonces, se volvió hacia
mí, y de repente sentí que un foco se había encendido. Tragué. Y me puse
nerviosa. Él parpadeó.
9 Es una expresión en francés que se utiliza para decir que una persona tiene depresión. 10 “Gracias, Señorita Grey.” 11 Es una manera muy informal de saludar y despedirse en francés. 12 “Perdóneme, señorita. Hasta luego.” 13 “Bien. Hasta luego.”
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—Rayos... uh... —Pude ver las ruedas girando. Había pasado, después
de todo, casi una semana—, Ella. No te había visto. Quiero decir, lo hice, me
imagino, pero pensé que eras... —Señala vagamente al final del pasillo. Hay
bustos y estatuas de pie por todas partes en Willing.
Los Willings, por supuesto, eran patrocinadores de las Artes. Algunas de
las esculturas son realmente hermosas: dioses y diosas y ocasionalmente
miembros de la familia. Otras son bastante escalofriantes. Hay un agrietado
Vulcano14 en el pasillo fuera del laboratorio de biología que hace que la
gente camine un poco más rápido. Por un segundo, me pregunté qué tipo
de estatua pensó Alex que yo era.
—¿Vas a pasar? —Me preguntó justo antes de que el silencio se
volviera ensordecedor. Se dio la vuelta para alcanzar uno de los pomos. Se
supone que los chicos en Willing deben ser amables. La mayoría de ellos no
lo son.
—Oh, no —Conseguí decir finalmente—. Yo estoy... um... sentada...—
Señalé el piso bajo mi trasero, como una completa idiota, y lentamente me
volví a sentar—. Bueno, dibujando. La puerta —Hundí rápidamente mi
hombro derecho y bajé mi barbilla, movimiento que he perfeccionado
desde hace mucho tiempo para asegurarme de que mi cabello cubre mi
cara y mis ojos. Alex llevaba puesto unos Adidas de gamuza que parecían
retro. Uno de ellos estaba desatado.
—Dibujando la puerta. Claro. ¿Dibujas un montón de puertas?
Verdad: Sí.
—Um... bueno, sí. Puertas, ventanas. Barandillas —Me oí decir a mí
misma, pero era demasiado tarde, por supuesto. Ella Marino. Fenómeno. Ella
dibuja ventanas.
Levanté la mirada y esperé para que se marchara. O rodara sus ojos, o
lo que sea. Él los entrecerró. Luego, se giró para mirar la puerta. Tocó un
demonio bailando. —Wow. Genial. No puedo creer que nunca lo noté antes.
¿Es igual por dentro?
Me encogí de hombros. —No sé. Estoy en la clase de francés del
sótano. Debería saberlo. Chica italiana.
—¿Sí? ¡Sonno davvero allergico ai palle15! —Volvió a girarse para
verme y me sonrió, claramente encantado con sí mismo. Hay tantas partes
de Alex Bainbridge para mirar. Pero esa boca, la forma en que se curva en
las esquinas...
Casi me mató a decirle: —Lo siento. No tengo idea lo que acabas de
decir.
14 En la mitología romana, dios del fuego y los metales, hijo de Júpiter y Juno y esposo de
Venus. 15 Él trata de decir “Soy alérgico a las nueces”, pero en la pronunciación es algo como “Soy
alérgico a los cojones”
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—¿Sí? Mierda. Es todo recuerdo de nuestro viaje a la Toscana hace
unos años. Mi madre me hizo decirlo, como, mil veces hasta que lo tuve
dominado. Significa, “Soy alérgico a las nueces”.
—Oh. ¿Lo eres?
—Sí. No del tipo de alergia en el que entro en un shock anafiláctico y
muero, pero me pongo muy enfermo. Así que, ¿Es mi acento? Quiero decir,
por lo que no pudiste entender.
—En realidad, no entendí otra cosa que “Sonno”—admito—. Y
alérgico, pero eso fue porque suena como en ingles.
—Espera. Pensé que dijiste que eras italiana.
Y aquí vamos. —Una abuela llegó aquí. Todo el mundo es de la vieja
escuela South Philly. Decimos sólo el menú en italiano —Lo que me dio una
idea bastante buena por la cual Alex le decía a la gente a que era alérgico,
no era por la que él pensaba que era.
No sé que esperaba, pero no era otra sonrisa asesina. —He oído eso.
Mi madre es de Ucrania. Puedo nombrar trece tipos de vodka, pero no
mucho más.
—¿No hay palabras para almendras homicidas? —¿Quién es esta
chica? Casi preguntó en voz alta. Charlando con Alex Bainbridge como si no
fuera la gran cosa. Tuve la sensación de que no la reconocería en un espejo.
—Ni una. La única vez que estuve allí, comimos carne y patatas. Todo
el tiempo. Pero, hombre, la comida en Italia... Impresionante, ¿Verdad?
—Nunca he ido.
—Pero...—Pareció pensar mejor de lo que iba a decir—, irás.
—Lo haré —E hice otra cosa tan completamente diferente a mí que
me mareé un poco. Compartí algo que sólo, tal vez, tres personas sabían
acerca de mí—. Está en la cima de mi lista de cosas que hacer antes de
morir: Ir a Florencia. Por el arte.
—Genial. ¿Y qué más?
—¿En Florencia? Bueno, supongo que me gustaría ver…
—No. En la lista. ¿Qué otra cosa está en ella?
Es una lista larga y en ocasiones noble, pero, por supuesto, todo lo que
surgió en mente fue el mencionable y aburrido: Cortar mi cabello corto
alguna vez, y el humillante: Perder mi virginidad.
—Oh... uh... París —Conseguí decir, que está en algún lugar en el
numero veinte—. Me gustaría ir a París.
—Por el arte —Su boca se curvó.
Bueno, no. Por las luces, cafés y chicos con suave cabello oscuro y
sensuales acentos, pero no iba a decir eso en voz alta. Tan sólo asentí.
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Luego, porque parecía algo que podía hacer bien entonces,
pregunté: —¿Qué significa “J'ai le cafard”?
Alex me miró fijamente. —¿En serio?
—Francés en el sótano —Le recordé. No mencione que yo estaba,
mejor, arreglándomelas bien en francés del sótano, y sólo porque Sadie, de
Francés 3, insistía en revisar mis deberes—. ¿Y?
—Significa que tienes la tristesse16 —Cuando no consiguió más que un
atisbo de mí, repitió—: ¿En serio? —No pretendía ser grosero, solo un poco
burlón—. Melancolía. The blues17.
—Ah —Me pregunté si el Chico Abeja generalmente no tenían sentido
del humor, o solo intentaba llamar la atención—. Está bien.
—Por supuesto que literalmente también significa que tienes una
cucaracha.
—Ah —dije una vez más—, Está bien.
Alex recargo un brazo en la pared, por encima de mi cabeza y se
inclinó hacia adelante, encerrándome entre sus piernas y la pared. Había un
pequeño desgarre en forma de L, en la rodilla izquierda de sus jeans. A través
de él, sólo pude ver un parche de piel sombreada. Él olía como a suavizante
y hierba fresca.
—¿Lo haces?—preguntó.
—¿Qué hago...?
—Avoir le cafard.18
Me reí. No pude evitarlo. —No.
—Eso es bueno —dijo—. Eso es bueno.
Si todo pensamiento racional no hubiera huido de mi cerebro, habría
descubierto que él le estaba echando un vistazo a mi dibujo.
Probablemente, lo habría cubierto.
Así que, simplemente tragué mientras él se inclinó aun poco más y
señaló uno de los demonios que había esbozado.
—Especialmente ese. Parece que va a saltar sobre ese Ángel —Ambos
saltamos cuando su mochila se resbaló de su hombro. La atrapó justo antes
de que me golpeara en la frente. Vi la esquina de un libro tambalearse
precariamente en la solapa abierta—. Tengo que irme —dijo, retirándose de
la pared, lejos de mí.
—He visto los tuyos —Salió antes de que pudiera pensar.
16 Tristeza en francés. 17 Se refiere a una expresión en francés que en ingles se dice “Having the blues”
(Nuevamente haciendo referencia a estar deprimido). 18 Estás deprimida.
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—¿Mis qué? —Sonaba un poco alarmado, y me imaginé lo que él
estaba pensando. Que yo había estado espiando en el vestuario o algo.
—Tus dibujos. Los que están en tu libro de historia.
—¿Qué?
—Son buenos —dije—. No, increíbles. Como Suzuki Harunobu. O
Utagawa Kuniyoshi, quizás. La sirena, especialmente, con todos los detalles.
Pero moderna. Con todas las pequeñas imágenes. Realmente, me gustó el
cohete...
De pronto, me estaba mirando como si fuera una cafard19. Me callé,
rápido, pero era demasiado tarde.
—Son privadas.
—Correcto —Comencé, ese sonido corriendo tranquilo por mis oídos.
Uno que se convertiría en un rugido, las Cataratas del Niágara de la
humillación—, no lo hice…
—¿Qué demonios? ¿Revisaste mis cosas?
No importaba que yo no lo hubiera hecho, que los papeles hubieran
caído del libro y que hubiera sido casi imposible no verlos. No puedo soportar
cuando la gente se enoja así, cerrándose como ostras o puertas de un
congelador. Me dan ganas de doblarme y desaparecer.
—Lo siento —susurré—. No fue mi intención…
—Claro. Como sea. Tengo que irme.
Lo siento, lo siento, lo siento, lo...
Fue el peor momento imaginable. Hasta que se volvió incluso peor.
—Oye, Romeo. Te he estado llamando, como cinco minutos. ¿Perdiste
tu teléfono otra vez?
Amanda Alsted desfilaba por el pasillo, con sus caderas y su cabello
oscilando. Un medio paso detrás de ella estaban, como siempre, Anna y
Hannah. Todas ellas se deslizaron hasta hacer una impresionante parada
junto a Alex. Podría decir que en el instante que Amanda me vio, su sonrisa
vaciló por un nanosegundo, luego se hizo más marcada.
—Oh. Tú. ¿Te caíste?—preguntó, tan dulce.
—Estoy sentada.
Alguien, Anna o Hannah, como si importara, sofocó una risita.
—Sentada. Estaaaa bien —Hannah, angelical en un suéter blanco, me
apunto con su nariz—. Las cosas están un poco... ¿Difícil para ti estos días?
Los pies de Alex todavía estaban tan cerca que podía haber chocado
sus dedos con los míos. Él no dijo nada. Cuando me atreví a levantar la
19 Cucaracha.
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mirada, vi que él ni siquiera me miraba. Estaba mirando a la pared. Luciendo
aburrido.
Amanda arrojó su cabello hacia atrás, mostrando una columna de
perfecta piel pálida. —Sabes, si necesitas hablar sobre... problemas, he
trabajado en la línea de crisis en la escuela desde el primer año.
Casi pude ver a la burbuja gráfica sobre la cabeza de la diosa del mal:
el conocimiento es poder, y lo sé todo. No podía pensar en una sola persona
en la que podría confiar menos. Con las Hannandas en el mundo, no era de
extrañar que hablara con Edward.
—Todo es completamente confidencial —Otro lanzamiento de
cabello, más piel perfecta.
—Estoy bien —conseguí decir, las dos palabras salen dolorosamente a
través de mi apretada garganta.
—Porque errores como drogas y alcohol —Comenzó a decir, como si
yo no hubiese hablado—, ... lo que sea... puede tener consecuencias
perjudiciales aún más que la simple pérdida de funciones de memoria y
motrices. Es decir, puedes echar a perder toda la vida con algunas malas
elecciones.
Como hablar con mi novio.
Entendí eso.
—Estoy bien —repetí.
—Como sea. Sólo intento ayudar —Intercambió miradas con su dúo de
asistentes. ¿Qué esperaba, que intentara ser amable con un perdedor? —.
Vámonos. Odio este pasillo. Es como sacado de una mala película de terror.
Se fueron, Alex y el Hannandas.
Anna no había dicho una sola palabra. No fue de sorprender. Anna no
me ha hablado en más de dos años, desde nuestro primer día en Willing. Lo
cual no sería sorprendente para nadie en la escuela, tampoco, a menos que
se enteraran que Annamaria Flavia Lombardi y yo nos habíamos conocido
desde la infancia y habíamos, a través de nuestros años de secundaría en el
Sagrado Corazón, incluso sido muy buenas amigas, parte de un grupo de
una media docena niñas que se movían como una feliz manada lanuda.
Incluso cuando el negocio de construcción de su papá comenzó una
proliferación y su mamá llegó un día le recogerla de la escuela en una
brillante Escalade enorme, seguimos siendo a amigas. Hicimos las pruebas
para entrar a Willing juntas, bromeamos acerca de quemar nuestros
uniformes del Sagrado Corazón en el bote de basura del patio.
Entonces, el julio antes del primer año, Annamaria desapareció. Resultó
que ella estaba en Loveladies, en la costa de Jersey, en su nueva casa de
una cuadra con cinco habitaciones en la playa, a dos calles de la casa
frente a la playa de los Alsteads, con ocho dormitorios. En septiembre, fue
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Anna Lombardi quien llegó a Willing, bronceada y delgadísima, pagando el
total de la matrícula y ocupándose de chismes.
Sospecho que fue Anna que trajo "Freddy" a Willing. Por supuesto, no
puedo probarlo y nunca le preguntaré, pero es la única explicación que
tiene sentido. En una escuela donde casi todo el mundo tiene un montón de
dinero, los chismes son la moneda asesina. Anna dejó a tras a South Philly y a
su pasado tan fácilmente como su falda a cuadros del Sagrado Corazón. Y
lo quemó todo, como pasar por encima de un puente, sin voltear ni una sola
vez hacia atrás.
Ella no miró hacia atrás, —ninguno de ellos lo hizo— mientras se
alejaban, Amanda se enroscó alrededor de Alex y sus compinches
siguiéndolos detrás. ¿Por qué mirarían? No había nada que ver.
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La Historia
Traducido por Pixie
Corregido por Melii
l Incompleto: Vida y Arte de Edward Willing.
Por: Ash Anderson.
Prensa de la Universidad de Pennsylvania, 1983:
7 de Septiembre
Hotel Ritz
Paris
Queridísima Primavera12,
¿Qué plagas bíblicas caerán sobre mí si escribo una carta maldiciendo
a mis padres? ¿Tendríamos cucarachas en nuestro sótano? ¿Huracanes
arrancando las tejas de nuestro techo en agosto? ¿Agua saliendo de
nuestras cañerías? Pero, espera, ¡Ya tenemos todas esas cosas! Lo deberías
saber bien, habiendo dibujado casi todo con tus pinceles. La tía Edie, por
supuesto, levantó sus cejas y no dijo nada13. Oh Filadelfia, qué adversidades
domesticas se encuentran debajo de tus majestuosos edificios.
Así que, al demonio con ellos, mi amor.
Soy enteramente serio. ¿Por qué debería importarte que mis padres
piensen que tú estás por debajo de mí14? Lo sabemos mejor, tú y yo.
Sabemos que eres para mí lo que el champagne es a la cerveza —superior
en todas sus formas. Si, sé que a tú corazón blando le gustaría que todo sea
flores y gatitos juguetones, pero mi naturaleza es tal que pensaré en avispas y
pulgas. Que dúo perfecto somos, Amada Tren, totalmente incompatibles de
formas tan complementarias.
¿Y qué importa si mi padre odia tu falta de fortuna? Que afortunado es
que generaciones de matrimonios infelices le hayan dado a mi familia más
dinero de lo que posiblemente pueda ser bueno. Hay ironía, también, en mi
madre, menospreciando tu falta de habilidades domésticas cuando no ha
E
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hecho más que arreglar una flor en veinte años. Hay una ama de llaves, una
criada y una pariente pobre o dos, para hacer todo por ella, incluyendo, me
imagino, enfrascarse en un diccionario de sinónimos para encontrar las
palabras adecuadas para expresar su desaprobación. No hay palabras
suficientes en el cielo y la tierra para expresar mi devoción.
¿Debería probar con unas pocas, querida Post16? ¿Inmensurable,
mítica, vertiginosa? ¿Desmesurada, feroz, naranja? ¿Apasionada?
¿Ocasionalmente un poco doloroso?
Me despierto cada mañana, deseando que estuvieras a mi lado.
Luego paso la mejor parte de la mañana, deseando que tú desearas estar a
mi lado cuando despierte. Si, si, lo sé, y te ruego que me perdones si me sentí
algo menos impaciente. Diciembre está muy lejos.
Mi amor, mi amor, es eternamente tuyo.
Edward
(Del archivo privado Willing, cortesía del Museo de Arte Moderno
Sheridan-Brown, Filadelfia. Reproducido con permiso.)
Notas
Capítulo 11 (cont.)
12En sus primeras cartas a Diana, Edward se dirige a ella con una
variedad de nombres, incluyendo “Primavera”, “Penélope” y “Taxi”. No hay
documentación o clave, y la mayoría de las sugerencias, incluida esa en la
cual los nombres eran derivados de historias del día de periódicos (Hearst
1946), han sido desacreditadas. En las cartas de ella, de antes y durante su
matrimonio, Diana a menudo se dirigía a Edward como “Querido Patán”.
13 14 Diana Drummond era descendiente de una respetable familia
escocesa. Hacia mediados del siglo diecinueve, sin embargo, la fortuna de
la familia había sido tan empobrecida que su padre, James, un tercer hijo,
eligió emigrar. Aterrizo en Filadelfia en 1864 y, en sociedad con Scot Gordon
Gibson, se convirtió en almacenero. Para 1912, Drummond y Gibson’s, bajo el
mando de los hijos de los fundadores, era la tercer tienda de comestibles
más grandes en la Costa Este (ahora, como D&G, tiene más de mil
doscientas tiendas, en ocho países), pero en 1887 aún era un pequeño, si
exitoso, negocio local. Diana Drummond, de dieciocho años en ese
entonces, tomo un puesto como maestra de arte en la escuela fundada por
la tía de Edward, Edith Willing Castor. Se asume que ella y Edward se
conocieron ese año durante una de sus visitas a su casa en Filadelfia del
extranjero. Para enero de 1889, su compromiso era oficial, para el inocultable
malestar de sus padres. En una carta a su hermana, Maude Pugh Willing, se
referían al padre de Diana como “ese vendedor de pescados”.
15 Ver12
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16 Ver12
***
(Del articulo “Diamonds on the Muse” en la Revista Jouel, Número 137,
Septiembre de 1999)
“…En la primavera y verano de 1889, Willing estaba en Francia.
Mientras la mayoría de las once semanas las pasó en Aix-en-Provence,
estudiando con Cézanne, se quedó por un período en el Hotel Ritz en Paris.
Fue durante ese tiempo, adquirió un brazalete de platino con diamantes de
veinte quilates de Cartier.
Mientras las grabaciones de Willing muestran que Edward compro
varias piezas finas para su esposa durante el transcurso de su matrimonio,
mayormente de proveedores tales como Tiffany en New York y J.E. Caldwell
en Filadelfia, el brazalete era claramente su pieza favorita. Aparece
prominentemente en seis retratos de Diana Willing (incluyendo, quizás el más
notable, el escandaloso Troie), pintados por su esposo, así como también en
numerosas fotografías.
A la muerte de su esposa en 1899, Edward le dio el brazalete a su
sobrina Julia Drummond Jones, quien subsecuentemente se mudo a
California.
En 1954, fue adquirido en una venta privada por la leyenda del beisbol
Joe DiMaggio como regalo para su esposa, la actriz Marilyn Monroe.
Aparece en muchas fotografías de la pareja durante su breve matrimonio, y
ocasionalmente en Marilyn después de eso, y permaneció en su posesión
hasta su muerte en 1962. Como parte de su patrimonio, fue legado a su
amigo Lee Strasberg, y es parte de la colección que será vendida en una
subasta de Christie’s, en New York, el próximo mes. Se espera que la puja
comience en setenta mil dólares.
“Marilyn estaría horrorizada”, una amiga cercana de la actriz que
desea permanecer sin nombrar, insistió por teléfono desde su casa en Beverly
Hills. “Ella nunca tuvo la intención de que sus cosas fueran vendidas,
¡Especialmente no para beneficiar a la esposa de Lee! Marilyn
específicamente pidió que sus pertenencias fueran distribuidas entre sus
amigos. Me prometió un anillo de Cartier, de la colección de diamante…”
—En serio, ¿Todo se trata del dinero? —Le pregunté a Edward más
tarde esa noche, mientras trataba, otra vez, de pensar en algo de escribir
sobre Paris para mi asignación, algo que no mostrara cuan mediocre era mi
Francés y no hiciera obvio, una vez más, que yo era una de oh, quizás,
cuatro estudiantes en Willing que nunca había estado allí.
Dio una corta risa. —Ya lo creo. Y la pasión, ocasionalmente. Todos los
grandes actores de la historia, y todos los viles, aparentan haber sido
motivados por uno u otro.
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—Oh, vamos. ¿Todo?
—Es estudiante de historia, Srta. Marino —señaló con su barbilla la
desordenada pila de papeles que había empujado a un lado de mi
escritorio a favor de Paris—. ¿Qué dice eso?
—Soy estudiante de historia del arte —Lo corregí—. Y este es mi
proyecto final, el cual, me siento obligada a recordarte, es todo sobre ti.
—Tu elección —respondió de inmediato—.Con toda esa gloriosa obra
que es le maître Cézanne… C’est dommage20 —Fingió hacerme creer que
yo podría haber hecho mejor uso de mi tiempo y mis opciones. Pero no hay
nada modesto sobre Edward. Estoy convencida de que le hace gracia que
esté escribiendo sobre él, incluso si su expresión no lo demuestre—. Trata de
todas maneras. La tía Edie siempre encontraba historias de innecesaria gran
importancia, especialmente si había algún Willing involucrado de alguna
forma. Estoy seguro de que te lo suministrarán en esa escuela.
—Bien. ¿Qué hay de 1066? La Batalla de Hastings.
—Muy fácil, Ella. Francia quería Inglaterra, y toda la riqueza que traería.
—¿La Proclamación de Emancipación?
—Noble como lo era Lincoln, todo se reducía al hecho de que el Sur
no podría sobrevivir sin la mano de obra esclava. La Proclamación solo
liberaba a los esclavos del Sur, después de todo.
Pensé por un segundo. —El aterrizaje lunar. Te pillé.
—¿Qué? ¿Crees que fue una exploración por el bien de la humanidad
o fue algo más que trata del dinero?
—No recaudamos dólares lunares estos días —dije secamente.
—Ah, pero la NASA y la Casa Blanca no tenía forma de saber eso hace
cuarenta años. Supongo que ellos tenían visiones de centros turísticos
vacacionales con suites privadas propiedad de Aristóteles Onassis y Bill
Gates.
—Bill Gates tenía, como, mi edad en ese entonces. Era una incógnita.
—¿Tu punto? —Bostezó Edward.
—¿Qué sabes sobre 1969, de todos modos? Fue después de tu época.
—Yo lo sé todo —Me dio esa sonrisa suya de ojos dormilones —. Amor
o dinero, me temo.
—Genial —suspiré, incapaz de no pensar en Alex y viajes a Europa y las
Hannandas con sus carteras de Prada—. Las dos cosas que no muestran
indicio alguno de llegar nunca a mi camino. Dispárame ahora.
—No puedo, querida muchacha. Sin armas. Además, aún si tuviera la
habilidad, jamás haría tal cosa. Sería vil. Y…
20 Es una lastima.
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—¿Y?
—Ah, Ella. Apreciándote como lo hago yo, no hay pasión en mis
sentimientos.
—Amor o dinero —zumbé.
—Amor o dinero —Concordó Edward.
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El Menu
Traducido por Pixie
Corregido por Phedre
i hermana me enseño el mejor truco. Cuando el vendedor no
está mirando, haces marcas con el plumón en la parte
delantera de todos los demás, así nadie más los comprará.
Quiero decir ¡Qué embarazoso sería que alguien más llegara
al baile usando el mismo vestido! De esta forma, sé que seré la única.
—Dios, yo no tendría las agallas. ¿Qué pasa si te atrapan?
La Fillite, con el marcador en la mano, se estremeció.
—Tendría que pagarlos todos con la tarjeta de mi papá, pero
entonces no podría comprarme los Manolos…
Ella y sus impresionadas amigas se dirigieron hacia el pasillo. Frankie
golpeo su casillero cerrado con una fuerza innecesaria
—Alucinante —musitó—, Todo ese dinero, y no pueden comprar una
idea.
A nuestro alrededor, había un murmullo de excitación casi tangible. El
tema para el Baile de Otoño había sido anunciado en la asamblea. Directo
desde la mente de las intrépidas Abejas que conforman el comité del baile,
este año en Halloween, estaremos todos oficialmente en El armario de Davy
Jones21.
Durante las siguientes dos semanas no habría descanso para los
cansados. Más de una Abeja (chicas y chicos), por no mencionar un par de
estrellas e incluso un puñado de Fillites, iban a trabajar como hormigas para
preparar la escuela. En lo que a Sadie, Frankie y a mí nos concernía, la mejor
parte de todo era que, durante la semana previa al baile, no habría clases
de gimnasia. Aparentemente, al Comité de Decoración le iba a llevar todo
ese tiempo convertir el gimnasio en un paraíso subacuático.
—Corríjanme si me equivoco —nos dijo Frankie, seguro de que nunca
lo hacía—, pero… ¿no es El armario de Davy Jones la antítesis de un paraíso
subacuático, con todos esos marineros ahogados y demonios marinos?
21 Antigua leyenda pirata donde Davy Jones es un demonio que se adueña de los marineros
caídos al mar y los encierra es su “armario” que representa el fondo del mar.
M
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53
De hecho, no era un mal tema para un baile de Halloween. Era
infinitamente mejor que el del año pasado, Sleepy Hollow22, también elegido
por la brigada de fans de Johnny Deep, y que resultó ser un desastre táctico,
con muchos estudiantes de primer año sin cabeza golpeándose unos a otros.
Esto nos trajo a la mente piratas fantasmas, esqueletos y pez sapos. Pero
hasta ahora, todas las conversaciones eran sobre el contrabando de ron en
la escuela (los chicos Fillite del último año) o los disfraces de sirenas (no
menos de treinta chicas a lo largo del espectro social). Lo que significaba,
claro, que estas chicas aparecerían en los minúsculos vestidos brillantes que
parecían estar últimamente en cada escaparate o, más probablemente,
con diminutos tops de biquinis adornados y diminutas faldas brillantes. Me
pregunté qué afortunada boutique tendría el record de marcas con plumón, algo así como la alternativa de Willing a cubrir árboles con papel higiénico
en Halloween.
—¡Oh Dios! —gimió Sadie—. ¡Trajes de baño!
Este iba a ser el tercer año que ella intentaría, sin mucha suerte,
mantener a su madre desinformada de que habría un Baile de Otoño. Pero
no había duda de que la Sra. Winslow obtendría la información de alguna
manera, probablemente dentro de las seis horas siguientes al anuncio. No
importaba que ella estuviera en el Caribe. Estaba conectada. Por la
mañana, estaría al teléfono con alguien en Nueva York o Paris o Milán,
buscando el disfraz perfecto para su hija.
El último, fue una replica histórica exacta de un vestido del siglo XVIII,
adecuado para la gentileza del Estado de Nueva York, nada menos. Poseía
una peluca, corsé y un trasero acolchado. Sadie, con picores e incapaz de
respirar, por no mencionar comer, beber o sacudir su extendido trasero,
había pasado las cuatro horas del baile sentada en un oscuro rincón. Yo,
llevando un vestido blanco, de cuello alto, andrajoso y salpicado con sangre
y un velo (la novia del Jinete sin Cabeza), me senté con ella. Frankie había
tenido una cita, un guapísimo chico rubio que había conocido en Festival
del Orgullo, y que vino vestido como Cupido, con poco más que unos bóxers
blancos. (—¿Qué? —lo defendió Frankie—, ¡Ponían querubines a todo en
1790!)
—Me conseguirá una cola hecha de auténticas escamas de pescado
—predijo ahora Sadie, solo bromeando a medias—, y con su propio
estanque flotante. O un genuino traje japonés de pescadora de perlas de
Okinawa. Por una vez, ¿no podría el tema ser solamente Halloween? Podría
hacer de bruja. Ser bruja es fácil.
—Bruja no es lo suficientemente sexy —dije, mirando como Amanda
sostenía dos recortes de papel con forma de concha delante de sus senos,
22 (1999) Película dirigida por Tim Burton y protagonizada por Johnny Deep ambientada en
el año 1799. El cobarde agente Ichabod Crane es enviado por sus superiores a la aldea
Sleepy Hollow, un lugar donde un asesino en serie decapita a sus víctimas. Al llegar allí, los
aldeanos le cuentan la leyenda de un caballero sin cabeza que deambula por los
alrededores y que es el culpable de los asesinatos.
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haciendo que cada chico en un radio de seis metros comenzara a jadear, y
reclamando tempranamente su dominio de sirena. —Se una sirena.
Frankie empujó su gorra de tela vaquera hacia atrás y de hecho, dio
un silbido —Marino, eres brillante. Eso es exactamente lo que Sadie debería
ser. Una Sirena.
—¿Y qué aspecto tienen las sirenas? —demandó Sadie, algo suspicaz.
—Sirenas —dijimos Frankie y yo al mismo tiempo
—¡No, no! Sin fruncir el ceño —La regaño él—. Lo importante es lo que
hacen. Teléfono, por favor —Él le tendió la mano. Sadie dio una mirada
furtiva alrededor del pasillo. Los tres cuidadores interinos estaban ocupados
acosando a las Abejas por contrabando de celulares. Nosotros, como era
habitual, éramos invisibles—, Oh, por favor. Son las tres y treinta y tres.
¡Teléfono! —Sadie le pasó su iPhone. Segundos después, Frankie lo agitaba
en nuestras caras con un ademán —.Voilà. Sirenas.
Él lo había buscado en Wikipedia. Algunas eran bellas mujeres con los
senos de Amanda Alstead y colas de sirenas. Algunas eran bellas mujeres
con alas plumosas y sin nada de colas. Algunas, aparentemente, eran
manatíes.
—Genial. Seré un manatí. Puedo usar mi propia ropa —Sadie estaba
llevando el suéter gris otra vez. Yo no estaba segura de si realmente
bromeaba sobre el disfraz—, Al menos seré capaz de respirar.
—Cállate —Frankie agitó la mano hacia a ella para que guardara
silencio y leyó en voz alta —. El único propósito de las sirenas era encantar. Al
escuchar sus voces, los hombres irremediablemente se arrojaban al mar, y
solo les importaba el sonido de la última nota mientras se ahogaban. Tú,
señora, debes ser una sirena.
—Sin cola —dijo firmemente Sadie—. Sin canto.
—¿Y qué clase de sirena poco convincente es esa? —demandó
Frankie.
Ella le ofreció una sonrisa sin rastro de humor. —Preguntado y
respondido, consejero.
Frankie rodó sus ojos. —Alucinante. ¡Eh tú, Marino! —Me dijo—, ¿Vas a
seguir la ruta del cobarde? ¿O, por un segundo, considerarás mostrar ese
pequeño cuerpo ardiente? Trabajarás esa cola.
—No —La idea de desnudar cualquier parte de mí era casi cómica.
Pensé en un vestido de cuello alto, salpicado con sangre y un velo—. ¿La
Novia de Davy Jones?
—¿Para que me molesto? —protestó Frankie.
El torpe impulso de Frankie por salir de allí, fue frustrado sin esfuerzo por
un trío de chicas populares del último año que pasaban caminando. Como
todo el mundo, hablaban sobre el baile. —Mientras mantengamos la música
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fuera de las manos de Adam… ¡Eh! ¡Tal vez podamos tener a la Marmota de
Genghis Khan para tocar!
—O los Razor Apples. ¡Qué enfermo sería eso!
—¡Edith enloquecería!
Conocía a la chica del medio, alta y bonita, con mechas de un
dorado metálico en su cabello y broches de bandas sobre toda su cartera
de Union Jack. No reconocí ninguno de los nombres de las bandas. Ella, sin
embargo, sí me reconoció a mí. Se detuvo.
—Hola, Ella.
—Hola, Cat.
—¿Cómo va la vida con Edward?
—Complicada —respondí—. ¿Y qué tal tú con JMW?
—Incompleto. Gracias por preguntar —Rió y se despidió con la mano
mientras seguían.
Cat Vernon y yo teníamos juntas Historia del Arte avanzada. Ella está
haciendo su proyecto final sobre los retratos de J.M.W Turner. —Él no hizo
suficientes —me dijo alegremente cuando una vez sugerí que quizás podía
estar confundiendo un pintor llamado Turner con otro. Cat es la clase de
persona que es amable, incluso con la gente que dice cosas increíblemente
estúpidas sobre ella. También es la clase de persona que no encontraría
necesario mencionar que la familia de su novio es dueña de varias pinturas
de Turner, incluyendo dos retratos. Yo solo lo sabía porque la escuche
explicándole a la Srta. Evers de dónde provenían las imágenes.
No creo que ella tenga conversaciones con Turner. No parece de ese
tipo. Y tiene a su novio inglés.
—…estoy pensando que quizás debemos ir como The Monkees23 —Le
estaba anunciando a sus amigas —. Ya saben, Davy Jones, Mickey Dolens…
Oh, what can it mean, to a daydream believer and a homecoming
queen...—cantó mientras doblaban en la esquina. Ella podía cantar. Lo que
claramente no la perturbaba en lo mas mínimo.
Envidiaba a Cat. Quería ser Cat. El último año, ella y sus amigas
vistieron pijamas de seda para el baile de Sleepy Hollow. Se veían un poquito
dormilonas y totalmente glamourosas, como las estrellas de cine de los años
treinta.
No se lo habría admitido a ninguno de mis amigos, pero había
disfrutado los dos últimos Bailes de Otoño en los que había estado. Era un
poco como mirar el show antes de los Oscar: la realeza de Hollywood
caminando por la alfombra roja en los mejores vestidos y esmóquines. Solo
23 Banda de rock creada en 1965 cuyo cantante principal David Thomas Jones usaba el
nombre artístico de Davy Jones.
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que yo estaba mirando una extraña combinación hipnotizantes de disfraces
para niños y la noche de apertura en el Met24.
Ahora el pasillo estaba lleno con una mezcla de TGIF25 y ganas locas
de fiesta. Mientras caminábamos hacia las puertas delanteras, escuché
fragmentos de conversaciones de la gente, sobre los planes para el fin de
semana.
—…fiesta en la casa de Harrison…padres están en Múnich…
—…mirar Teigh Bowen en You Tube. ¡Oh Dios mío, es tan lindo!
—¡The Razor Apples están tocando en La Rotunda!
—Tengo que conseguir algunos condones.
—…bañador de Rag&Bone en oferta…
Sadie, Frankie y yo haríamos lo que veníamos haciendo casi cada
semana: ir a Java Company por café y bagels. Tal vez a Chloe’s y a Head
House Books. Desmenuzar la última cita de Frankie con él, cuando tenía una.
Domingo en el museo de arte si podía arrastrar a uno o a ambos conmigo.
De lo contrario, solo nos tiraríamos en frente de una de las numerosas
pantallas de plasma de los Winslow.
—¿Siquiera han escuchado sobre lo The Razor Apples? —pregunté.
Nada. —Rag & Bone, sin embargo… —Frankie suspiró—, Ah, que daño
fabuloso podría hacer con la tarjeta de platino del papá de Rica y Sin Ideas.
Tiendo a no pensar mucho sobre eso, la música que nunca hemos
escuchado o la ropa que no podemos permitirnos. A Frankie le gusta el
extraño lado sarcástico, pero sé que va más allá de eso. Sé que su castillo de
ensueño incluye un enorme vestidor con una estantería con suéteres de
suelo a techo. Sadie mantiene su boca cerrada. Tampoco está muy
preocupada por eso, pero sabe que es mejor no decir nada. Hay poco en la
vida más repugnante que escuchar “¡Dios, no me puede importar menos lo
que me pongo!” de una chica llevando zapatos de cuatrocientos dólares y
un reloj Cartier.
—¿Alguien quiere ir a Calle Sur? —preguntó Sadie mientras salíamos al
exterior—. Mataría por una porción de Lorenzo’s.
La madre de Sadie estaba en St. Bart’s por otros diez días. Sadie
estaba quedándose con su papá, que, entre el trabajo y una cadena sin fin
de novias mucho más jóvenes, raramente llegaba a casa antes de las once.
Su habitual método de alimentar a su hija durante estas visitas era dejar
billetes de veinte dólares y menús para llevar dispersos en el mostrador, sin
uso, de la cocina. Su madre, después de cada viaje, se embarca en una
diatriba de una semana sobre cómo cada vez que Sadie se queda con su
padre, gana dos kilos y medio. Esta vez, el Sr. Winslow persuadió a cualquier
insecto con el que estaba saliendo en aquél momento para llenar la nevera.
24 Museo Metropolitano de Arte. 25 Thank God It´s Friday (Gracias a Dios es Viernes).
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—Fue solo medio kilo la última vez —se quejó Sadie —. Y lo perdí en tres
días. He estado subsistiendo a base de pollo grillado de Lean Cuisine durante
dos semanas. Necesito pizza.
Habría ido, pero estaba en quiebra. Y por más que Sadie siempre
estaba feliz de pagar, realmente, realmente odiaba dejarla hacerlo.
Frankie respondió antes que yo dijera nada.
—No puedo. Es noche de cena familiar. Mamá está haciendo chap
chae, y se pondrá como un basilisco si no estoy allí.
La madre de Frankie es conocida por sus cenas familiares incluso si solo
puede conseguir tener a sus dos hijos en un mismo sitio una o dos veces a la
semana. No es que Frankie y Daniel no se quieran; lo hacen. Es solo que sus
vidas son completamente diferentes. Frankie tiene a Willing, a mí, a Sadie y su
lista de chicos lindos. Daniel va a la escuela pública, sale a zonas de la
ciudad en las que jamás he estado, y tiene…bueno, nunca estaré segura de
qué tiene debajo de los tatuajes y además también algunos amigos poco
fiables.
Sadie lo miró esperanzada, pero todos sabíamos que no iba a haber
invitación. La mamá de Frankie es una persona muy reservada; son una
familia reservada. He estado en su apartamento solo una vez. Es realmente
pequeño, aterradoramente limpio, y el cuarto que Frankie y Daniel
compartían olía como un taxi. —Desagradable, lo sé —murmuró Frankie,
frunciendo su nariz. Yo no había dicho nada—. Dan fuma; Mamá grita.
Luego rocía todo con ambientador.
Nos fuimos poco después a Chloe’s.
Las cenas familiares para nosotros suceden exactamente dos veces al
año: Acción de Gracias y Navidad. El resto de los días, Marino’s está abierto,
y la mayor parte de la familia está ahí, junta, sirviendo la cena a las familias
de otras personas. Los dos días de vacaciones dónde nos juntamos,
inevitablemente involucran muchos Marinos y varios Palladinettis, comiendo
demasiado y por lo menos, tres buenas competiciones de gritos, que no son
necesariamente de enojo. Con Acción de Gracias acercándose, esperaba
pacientemente que este fuera finalmente el año en el que no tuviera que
volverme a sentar en la mesa de los niños.
Sadie pasó la última Navidad en un spa ayurvédico26 con su madre,
que le regaló una inscripción en un gimnasio y un pendiente de diamante
Om.
—Tuvimos lentejas para dos —fue todo lo que Sadie necesito decir
sobre el tema.
Sentí pena por ella. —Ven conmigo. Estoy segura de que papá te hará
una pizza.
26 “La ciencia de la vida larga y feliz” Tipo de medicina/creencia del tipo new age.
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No es que yo tuviera alguna prisa por llegar a casa. Los planes de la
boda habían ido a toda marcha la semana pasada, junto con el drama. Eso
me había llevado a salir corriendo por la puerta trasera del restaurante antes
de huir a casa por un sándwich de mantequilla de cacahuete con
mermelada y el silencio. Nos quedamos en la escuela el tiempo suficiente
para que conjugara, terriblemente despacio, muchos verbos irregulares en
Francés y algunos regulares (Elle a le cafard . . .), para que Sadie hiciera su
tarea de matemáticas, y para que Frankie y yo copiáramos la mayor parte
de ella. En el momento en el que Sadie y yo llegamos a mi calle, el aire era
frío y la pizza, muy atractiva.
Para variar, todo en Marino’s parecía remarcadamente pacífico.
Como siempre, la cocina recibió a Sadie con entusiasmo. —¡Serafina! —gritó
papá, el mote que había inventado para ella y que la hacía reír. Él estaba
picando una enorme pila de ajos con una velocidad imprudente que
siempre hacía que mis dedos se tensasen. Pude ver una hilera de bolas de
masa descansando en el mostrador detrás de él, y una ya aplastada dentro
de un molde.
—Estás de suerte —le dije a ella. Y luego, dirigiéndome a mi padre
confesé—. Sadie necesita pizza. La están matando de hambre en su casa.
—Criminales —dijo él, haciendo una mueca y poniéndose a picar más
fuerte—. Tengo que alimentar al cerebro joven. Así que, ¿qué desean,
damas? ¿Salchichas y hongos? ¿Albóndigas? ¿Pimientos?
Soy una chica de ajo-y-espinaca, con un ocasional y no divulgado
antojo de anchoas. Sin embargo, los ojos de Sadie se habían abierto como
platos ante la mención de albóndigas, por lo que me encogí de hombros.
—Lo que tú quieras —dije.
Vagó por la estación de ingredientes y le echó un vistazo como si
estuviera salpicada por diamantes de Tiffany.
—Albóndigas —dijo felizmente—. Y cebollas y aceitunas y extra queso.
—Hecho —En menos de un minuto, papá tenía la pizza en el horno.
—¡Eh! ¿Eso era para mi mesa? —Leo vino desde atrás, cargando una
polvorienta botella de vino blanco que limpió rápidamente con una toalla—,
Ellos querían pepperoni.
Papá estaba radiante. —Tienes a alguien para comprar el Grizzo ¡Buen
chico! —Tomó la botella de Leo y le dio una limpieza más exhaustiva—. Esta
pizza es para las chicas. Están hambrientas. Tu mesa no sabrá la diferencia
entre cinco minutos y diez.
Leo se encogió de hombros. Aún era lo suficientemente temprano
como para que todo el mundo estuviera tranquilo y animado, y Sienna no
estaba en la cocina.
—Hola, Sadie—saludó Leo.
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59
Sadie apresuradamente tragó una pequeña bola de mozzarella que
papá le había pasado. —Hola, Leo —Tosió y se sonrojo. Leo es un chico
bastante lindo.
—Say-dee —El tío Ricky se abalanzó, agitando un cargado y
chorreante tenedor frente a ella—. Mi nuevo ravioli. ¡Prueba! —Ella lo hizo, y
masticó lenta y reflexivamente.
—Mmm —dijo—. Es verdaderamente una combinación única. Um.
Carne de res, romero y… ¿Queso azul? —adivinó. Ricky sonrió—. Y algo
más… solo que no puedo…
—¡Calabaza! —Alardeó él—. En una salsa de higo y hongos silvestres.
Son raviolis para el otoño. ¡Voy a quitarte el puesto Rocco DiSpirito27!
Sadie adoraba venir al restaurante. Desde su punto de vista, podía
entender el porqué. Todo el mundo estaba contento de verla, y nadie
actuaba como si el que ella se llevase comida a la boca no fuera nada más
que algo muy, muy bueno.
Discretamente, sacó una ramita de romero de su boca.
Papá chasqueo la lengua. —Raviolis de calabaza —suspiró—. ¿Quién
ordenará eso aquí?
Aún así, estaba arriba de todo en el tablero de los especiales del día.
Es un problema que tienen papá y Ricky. Raro está bien, mientras tenga
buen sabor. Si nadie lo ordena, o alguien se queja, se irá para siempre. O
hasta que llame Top Chef. Hasta ahora, el sistema ha funcionado. La pizza
de salmón ahumado con queso crema y alcaparras se convirtió en parte del
menú y una de las favoritas del vecindario. La Manicotti rellena con almejas,
espárragos, y peras asadas nunca será vista de nuevo.
—¡Mira las ramitas de romero en la mezcla! —Papá llamo a Ricky, que
frunció el ceño y lo apartó, entonces inmediatamente comenzó a mezclar
las hierbas para la próxima preparación.
—Bella Sarah —Era el turno de Nonna. Apretó las mejillas de Sadie, no
muy fuerte, luego le dio una mirada de arriba abajo y suspiró—. Tu mamá es
una hermosa mujer —dijo con tristeza—, pero no tiene idea de cómo ayudar
a su hermosa hija. Comida de verdad y nada de esta tonta… —Aleteó sus
manos, incapaz de encontrar una palabra para el desastre de chaqueta de
lona marrón que usaba Sadie. Parecía como un cruce entre a una camisa
de fuerza y una tienda del ejército.
—Sí, signora —Sadie ha pasado tiempo suficiente con su abuela para
conocer la respuesta más rápida y útil.
—Y tú —Nonna giró sus afilados ojos hacia mi—, en esos vaqueros. Se
ven como si le pertenecieran a Leonardo.
—Es la moda, Nonna. Se los llama jeans Novio —expliqué.
27 Chef italo-americano afincado en Nueva York y famoso por su cocina de fusión.
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—Novio. ¡Magari! Debemos de ser muy afortunadas —Apretó mis
mejillas, fuerte, su manera de suavizar las palabras—. ¡Demasiada sal! —dijo
regañando a Ricky, y volvió a su lugar a eviscerar pollos.
Sadie y yo nos quedamos fuera del camino durante los siguientes
cinco minutos, robando mozzarella y mirando la acción, tal como era. Sienna
se acercó una vez por un plato de antipasto y una revisión de su brillante
pintalabios. Evidentemente, estaba molesta por algo, pero no parecía querer
hablar del tema, y yo no iba a estropear la relativa tranquilidad
preguntando. Ella salió y Leo regresó, encantado de anunciar que su mesa
estaba acabando, con gusto, la última botella de Grizzo, una de las menos
exitosas compras de vino de Ricky.
—¡Adiós, orina de caballo! —cantó papá mientras levantaba un
puñado de cáscaras de camarones a modo de saludo.
—¡Eh! —objetó Ricky, pero era, como mucho, una protesta con poco
entusiasmo.
Papá sacó nuestra pizza del horno, crujiente y burbujeante. Sadie
parecía a punto de desmayarse. Hasta mi boca se estaba haciendo agua.
Esperamos solo lo suficiente para que la deslizara en un plato y nos metimos
en la oficina para comer en paz. Mamá era la anfitriona de una casa abierta
en un edificio de una antigua escuela que había sido convertida en
condominios.
—¡Simplemente ya no los construyen así! —La escuche comenzar su
rollo hacia un potencial cliente en el teléfono—. Un clásico en piedra y
acero, actualizado pero no renovado hasta que sea irreconocible para el
habitante moderno de la ciudad.
Lo que significaba que era un enorme, feo y viejo fuerte que, sin
importar cuanta madera de color claro o cobre le pusieran, sería helado en
invierno, sofocante en verano, e incluso el más sombrío de los burócratas no
habría querido quedárselo. Las unidades no se venderían durante seis meses,
cuando el constructor bajara el precio y saqueara la compañía de bienes
raíces.
Ya había acabado media pizza cuando el teléfono de Sadie chilló,
diciéndole que tenía un mensaje de texto. Suspiró y deliberadamente miró a
lo lejos buscando su cartera. Si un mensaje de texto llega a una chica normal
de dieciséis años, rebuscaría en su bolso como loca lanzando por los aires
cualquier pintalabios que se cruzara en su camino. Pero ni Frankie ni yo
tenemos mensajes de textos ilimitados en nuestros teléfonos (—Era vivir sin
timbres y politonos o conseguir un empleo —explico él—. Pan comido. Sin
politonos), así que cuando oímos ese sonido, Sadie supo que era uno de su
padres.
Dejó su porción de comida a la mitad (un poco triste, un poco
culpable) se limpió las manos, y sacó su teléfono.
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—¡Oh, fabuloso! —suspiró otra vez —Me reclaman. Papá tiene una
cena con Russell Tarrant en Le Bec Fin más tarde y me quiere allí.
Nuevamente, una adolescente típica, invitada al restaurante más
famoso de la ciudad y con un actor dos veces ganador del Oscar… haría
volteretas hacia atrás. O al menos le entraría una prisa vertiginosa para
probarse seis diferentes opciones de vestuario y el último maquillaje
milagroso. En cambio, Sadie se veía como si acabara de descubrir que las
duchas del gimnasio no tenían cortinas.
—Sadie, ¿Cómo es que tu padre conoce a Russel Tarrant? —pregunte.
Su papá conoce a un montón de gente con nombres que aparecen en las
noticias, pero habitualmente no son celebridades internacionales a los que la
reina ha nombrado caballero recientemente.
—Oh, eran compañeros de habitación en Cambridge el año que
papá pasó en Inglaterra —Miraba los restos de pizza con ansias y yo pensé
en cenar con una estrella de cine con un poquito de anhelo.
Nos sobresaltamos un poco mientras la voz de Sienna, conocida por
cortar acero sólido, tronaba a través de la puerta cerrada.—¡Joder! ¡No me
puedo creer esto!
Había estado ignorando deliberadamente el ligero levantamiento de
voces que venía de la cocina. No es infrecuente que una competición de
gritos comience cualquier noche. Y cuando Tina está como anfitriona y
Sienna tiene que atender mesas, está casi garantizada.
Tina estaba siendo anfitriona. Ella es una versión de treinta y cinco años
de Sienna, solo que rubia. El mismo pintalabios cegador, el mismo gusto en la
ropa, el mismo completo desinterés por la opinión ajena sobre cualquier
cosa.
Se odian.
—¡Me odias! —se lamentó Sienna.
No era la voz de Tina la que respondió, sino la de papá.
—Oh, no. No estoy jugando a ese juego contigo. ¿Tienes idea de
cuánto me costarán cincuenta kilos de filetes? ¿Y ahora quieres langosta?
—¡Pero es mi boda! Papi…
—¡No me llames Papi, princesa! ¡Ya tengo cinco mil dólares en el
agujero por el maldito hotel, sin mencionar los dos mil por el vestido, y cada
vez que me doy la vuelta, tú y tu madre han añadido un nuevo invitado,
dama de honor o crustáceo!
Antes que nada, papá estaba gritando. Casi. Segundo, estaba
diciendo palabrotas. Incluso maldecir es un tema de pelea para él. Dejé mi
pizza y debatí la mejor ruta para un escape clandestino.
He visto el vestido. Bonito, de una forma princesa Disney, dieciocho
metros de tul, pechos con forma de misiles... Sienna se veía delirantemente
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feliz en él. Estaba hermosa. Cuanto menos se diga sobre los vestidos de las
damas de honor, mucho mejor, decidí al ver el satén púrpura.
—¡Sin langostas! —grito él.
Hubo un dramático alarido, seguido por el golpe de la puerta trasera.
Cuando me asomé, era como una foto. Todo estaba congelado. Papá
estaba de pie, asomado a una gigantesca olla de pasta, con la cara roja y
frunciendo el ceño, la cuchara de madera blandida como una espada. Leo
y Ricky se habían retirado a la puerta de entrada del refrigerador. Nonna
miraba al cielo, y Tina caminaba a través del comedor, sonriendo un
poquito.
Nadie parecía en lo más mínimo preocupado o avergonzado por el
hecho de que el exabrupto de Sienna podría, posiblemente, haberse
escuchado desde la acera. Nuestros dramas tienden a desarrollarse en la
cocina, ocasionalmente para el entretenimiento de los clientes, la mayoría
de los cuales ya han escuchado todo antes. No hay tal cosa como la
privacidad cuando eres un Marino. No tanto en nuestro pequeño rincón de
Filadelfia, pero nada en absoluto en nuestra familia. Cuando tuve mi primer
periodo, cuando entré a Willing, cuando Dieter me dejo por la chica yo-soy-
mucho-mejor, es allí donde se conocieron las noticias, porque es donde
estaba todo el mundo.
Todo quedó quieto por un instante, entonces papá suspiro y bajó la
cuchara. Tina volvió al comedor, dejando la puerta balanceándose con un
golpe ahogado detrás de ella. Ricky regresó a sus hierbas, y la vida continuó.
—Ella, agarra una camiseta y un delantal —ordenó papá—, y toma la
última mesa de tu hermana. Aún están esperando para ordenar y Leo ya no
puede encargarse de más.
—Papá, no…
—Ella, por favor.
No era verdaderamente una petición. Cuando Marino’s nos
necesitaba, todos contribuíamos. Solo que yo odiaba cuando contribuir
involucraba atender mesas. Tenía que anotar las órdenes para no olvidarlas,
era terroríficamente torpe con platos calientes, y para más humillación, tenía
que pedirle a alguien que trajera el vino o la cerveza cuando los clientes lo
pedían, porque aún no tenía dieciocho, y es ilegal para los menores servir
alcohol.
—¿Puedo ayudar? —pregunto tranquilamente Sadie. Lo decía en serio.
—¡Dios, no! —Le alcancé su cartera y le di un suave empujón hacia la
puerta trasera—. Sálvate. Ve a comer caracoles con Russel Tarrant.
—No, en serio…
—Ve. Hablaremos mañana.
Se fue. Me arrastre a través de la oficina y tome uno de los uniformes
de repuesto de Leo de su cubículo. Él no es un tipo grande, pero era lo
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suficientemente grande como para que termine dejando los botones sin
abrochar, envolviéndolo a mi alrededor y atándolo en la espalda. Eficiente,
pero problemático. Aunque pudiera abrochármelo todo, el cuello no podría
esconder todas las marcas. Peor que eso, para atender mesas había que
llevar cola de caballo. Sin argumento. Ya lo había intentado antes.
—¡Lo sé, lo sé! —Papá finalmente me ha gritado—. ¡Pero el
departamento de salud no entiende de vanidades!
Recogí mi cabello, estilo gitano, sobre mi hombro derecho, y esperé
que los clientes no fueran mirones. Normalmente no lo son. De hecho, diez
minutos después de ordenar, estoy segura de que la mayoría de los
comensales no podrían reconocer a su camarero en una fila. Somos
invisibles. Estoy acostumbrada a eso.
—Mesa tres —dijo animadamente Leo mientras pasábamos por la
puerta de entrada de la cocina—. Mejor tú que yo. Apestan a cuero de
Mercedes.
No es nada raro que en Marino’s haya gente de Society Hill o
Rittenhouse Square. De hecho, muchos se han convertido en habituales.
Hemos estado en Lo Mejor de Filly dos veces en los últimos tres años (Mejor
Berenjena al Parmesano hace dos años, Mejor Lugar Para Comer Mientras Se
Sintoniza Tony Soprano el año pasado.) Lo lógico sería pensar que la
animadversión de Leo por atender a ricos Filadelfianos habría sido templada
por años de buenas propinas. Pero lo cierto es que los únicos que dejaban
propinas abundantes eran los que trataban de probar lo igualitarios y
generosos que eran y que parecían querer decir:
—Por debajo de la calle South, Por encima de la calle South… ¿Cuál es
la diferencia?
Muchas diferencias, de hecho, y son inevitablemente los que te lo
ponen más difícil, solo para demostrar lo importantes que son sus gustos: sin
manteca, manteca fresca, Bolognesa vegetariana… —Oh ¿no tienes
Château du Cochon del 63…?
Por supuesto, los habitantes de Sout’ Philly son igual de malos poniendo
dificultades, pero dejan mejores propinas. La última vez que vino con sus
hermanos, el papá de Anna Lombardi le dejó a Sienna cincuenta dólares por
una cuenta de ciento veinte. Pero también hace que Nonna haga su lingüini
fresco, casi directamente en la mesa, para asegurarse de que ella no intente
darle pasta de la tanda de la tarde.
Las dos personas que pude ver claramente mientras me acercaba a la
mesa no parecían haber venido a South Philly muy a menudo, ciertamente
no por comida. Ella parecía que no comía. Y también me resultaba
vagamente familiar. Su esposo, tenía dientes de un blanco cegador y ella, un
brillante cabello rubio blanquecino. Ambos llevaban relojes de pulsera
combinados que, estaba segura, costaban más que nuestros dos autos. El
comensal número tres estaba oculto tras el alto menú. Todo lo que pude ver
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era un par de grandes manos. Coloqué una canasta de pan fresco a su
alcance.
—Hola, bienvenidos a Marino’s —dije en mi mejor ¿No Es Esto
Encantador? voz —. ¿Puedo traerles algo de beber?
El comensal número tres emergió tras el menú.
—¿Ella?
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La Disculpa
Traducido por Pixie
Corregido por Phedre
o estaba usando maquillaje y llevaba la camisa de mi
hermano.
—Alex. Hola —Solo salió ligeramente chillón.
El hermoso rostro de la mujer se rompió en una sonrisa, y de repente, supe
exactamente quien era: Karina Romanova, co-presentadora del noticiero
vespertino de Canal Cuatro. Vista sonriendo en miles de televisores y
anuncios de quioscos de autobuses. Esposa de Paul Bainbridge: actual
representante de Estados Unidos y candidato al Senado. Madre de Alex.
—¡Se conocen! —dijo alegremente, con suficiente acento ucraniano
en su voz fuera de pantalla para hacerla sonar sexy y un poco exótica—. Y
nosotros que pensábamos que estábamos eligiendo de “Lo Mejor de Filly”.
—Yo…eh…no lo sabía —Los ojos de Alex se movieron de sus manos a
mi cicatriz escondida, bueno, mayormente escondida. Hice que mi hombro
se inclinara, muy automáticamente, preguntándome si él podía ver mi piel, y
si sus padres podían ver mi incomodidad. Después de todo, mi último
contacto con Alex había sido… tenso.
Me pregunté qué adjetivos estaban deslizándose a través de su mente
mientras sus padres lo miraban expectantemente. Esta es Ella. Ella es,
um…bueno, rara, una inadaptada social, intrusiva en el mejor de lo casos, y
una potencial acosadora-psicótica.
Pero se supone que los chicos de Willing deben ser muy corteses. Y
Alex, después de todo, era el chico del póster para la escuela.
—Mamá, papá, esta es Ella… —Miró el menú, y vi la pequeña bombilla
imaginaria parpadear—, Marino. Ella va a Willing también.
Su padre, que, me di cuenta en ese momento, tenía los ojos y
mandíbula de Alex, tendió una mano grande.
—Paul —dijo, esperando pacientemente que yo dejara mi anotador y
bolígrafo para poder estrechársela—. Es un gran placer conocer a una
Marino.
N
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Como si supiera algo sobre nosotros. Como si fuéramos importantes.
Por un segundo, me sentí importante, y entendí exactamente porque él iba a
ganar ese asiento en el Senado en dos años.
—Gracias. Encantada de conocerlo, también.
—Karina —Ella quiso estrechar mi mano también. Tenía un agarre
decente, pero sus huesos se sintieron como una clavija delgada contra los
míos.
—Así que ¿te gusta Willing? —Villink. Sonaba mejor así. Soy una Chica
Villink.
—Me encanta —respondí por hábito—, quiero decir, es Willing.
—Mmm —No estaba segura de si me creyó, pero entonces, estaba
bastante segura de que no le importaba de una forma u otra.
—Bien. Bien —Paul me sonrió—. Gran escuela. Solo genial. Aunque,
cerca de la época de exámenes, pensarías que estamos enviando a nuestro
hijo a un reformatorio por la forma en que se queja y gime.
Me las arreglé con la risa esperada y dirigí una mirada a Alex. No se
veía particularmente avergonzado por la jovialidad estudiada de su papá.
Supongo que cuando dicen papá es jovial en una escala nacional, no lo
estarías. Alex aún no había mirado directamente a mi rostro.
—¿Vives cerca de aquí? —preguntó Karina.
—Al lado.
—Ah, por lo que Willing es la escuela del barrio. Que conveniente.
Bueno, sí. Excepto que no muchos chicos del barrio pueden tomar
ventaja de esa conveniencia. Quizás no sepan eso, los Bainbridge mayores.
Quizás genuinamente creían que había espacio, dinero e interés suficiente
para llevar un montón de niños de South Filly dentro del enrarecido mundo
de Willing. Eso, o ellos asumieron que éramos simplemente una gran familia
feliz (Soprano, Corleone, Scarfo…) por aquí, con un montón de dinero sucio
flotando alrededor. O quizás eran simplemente educados.
Noté que ninguno preguntó si Alex y yo éramos amigos. La mayoría de
los padres lo haría. Pero no una reportera y un político. Ellos conocen cada
peligrosa y cargada pregunta en el libro. Más allá de eso, no podía imaginar
que fuera más obvio que, no, Alex y yo no éramos amigos.
Sonreí. Cortésmente.
—Así que, ¿alguna bebida para empezar?
Karina pidió agua con gas; Paul quiso una cerveza alemana que
combinara con su comida italiana. Me pregunté si podía conseguir que Leo
la sirviera sin sonreír satisfecho. Me giré hacia Alex. —Una Coca Cola. Por
favor —añadió, mirando más allá de la punta de mi nariz.
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—Creo que probablemente deberíamos ordenar —Karina dio un
discreto vistazo a su reloj. Preparé mi anotador—- ¿Cómo es el ravioli
especial?
—Delicioso —mentí automáticamente. Bueno, no mentí, precisamente.
A Sadie pareció gustarle.
—Mmm. Bueno. Creo que ordenaré una insalata mista. Aderezo a un
lado, por favor —Tenía la gracia de verse arrepentida y ligeramente
compungida.
Me giré al papá de Alex. —Tendré un ravioli especial —anunció,
dejando su menú con un ademán—, con la sopa del día.
La sopa del día era zanahoria al curry. No exactamente un esperado
de Tony Soprano.
Así que aquí hay algo que todos deberían saber acerca de los
comensales y los restaurantes de familia italiana. Pedir lo obvio. En las raras
ocasiones en que Sadie, Frankie y yo nos abstuvimos de Chloe’s por el
restaurante Calle Sur, Sadie inevitablemente pedía algo que simplemente no
debía estar en un menú de un restaurante. Osso bucco, lenguado de
almondine, mollejas. Siempre se decepcionaba. ¿Yo? Sándwich de queso
grillado y tomate al trigo acompañado con papas fritas, cada vez.
—¿Cómo sabes que no te gustará, si ni siquiera lo pruebas? —Me
regañó Sadie.
—Si, Francés. Ten algo de pan y mermelada —Es el útil refrán de
Frankie.
Verdad: He visto mollejas en su estado natural. Dame pan y queso
cualquier día.
En común entre restaurante y restaurante italiano: Los asiduos tienen
sus favoritos; los comensales inteligentes van por lo clásico. Las personas
complacientes ordenan los especiales.
Me giré hacia Alex.
—Minestrón. Por favor. Y spaghetti carbonara.
Chico listo. Chico listo que aún no me ha mirado a la cara. Crecer en
South Filly no es gran cosa, dar y recibir órdenes de gente que tú conoces.
Podría haber cualquiera de los niños Giordano detrás del mostrador en la
panadería; la mejor amiga de mamá desde siempre corta su cabello. Los
Ryan, bajando la calle, manejan todo nuestro seguro, y yo compro
demasiadas cosas innecesarias para camuflar los tampones cuando Sam
Nguyen está en la caja registradora de la farmacia de sus padres.
Sé que hay una división al norte de Calle Sur. Tus amigos no son nunca
jamás tus servidores. Pero entonces, Alex no era realmente mi amigo.
—En camino —dije alegremente. Y me fui hacia atrás, de regreso a mi
familia.
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Mantenemos los muros entre nosotros.
Le di la orden de comida a papá. Había debatido no decir nada, pero
no pude. —Persona de interés —le dije.
Es un código. Hablar como policía para los sospechosos; Marino para
los asiduos, sospechosos de ser críticos de restaurantes, y cualquiera que
pudiera estar en una posición de ayudar a herir la reputación del
restaurante. Todos reciben buena comida en Marino’s, las personas de
interés reciben lo mejor.
Me irritó un poco, darle la designación a la familia de Alex. Pero soy
pragmática. Una buena palabra de Paul y Karina podría traer negocios
adicionales. Y mientras más negocios adicionales obtengamos, por menos
dinero tendré que rogar, pedir prestado, o robar para la universidad.
—¿Quién? —preguntó papá mientras escaneaba la orden.
—Karina Romanova de Canal Cuatro y el Congresista Bainbridge. Con
su hijo.
Dejó salir un silbido. —Bien. Bueno para nosotros —Luego—. ¿Olvidaste
algo aquí, cariño? Hay solo dos entradas.
—Ella es flaca —expliqué, entonces, antes de que papá pueda dar
una opinión familiar sobre mujeres que comen ensaladas sin aderezos para
cenar, le conté al tío Ricky—. El Congresista pidió el ravioli.
—¡Demonios! —río, de hecho frotó sus manos, y volvió a la acción. La
harina voló.
—Que el Cielo nos ayude —murmuró papá bajo su aliento—. Ahora,
llévales un plato de antipasto, a cargo de la casa…
—¡Papá, no!
—¿Qué? No podemos dejar que Comosellameanova se siente allí solo
con una pila de lechuga. Confía en mí, tomará un pimiento, mordisqueará
algún prosciutto, y todo estará bien en el mundo.
No exactamente. Karina no tocaría el plato, con su carne, queso y
aceitados pimientos; sabía eso. Y allí estaría, sentado en la mesa delante de
La Familia Más Bella de Filadelfia, como un regalo de un campesino al rey.
Siempre es un cerdo en los cuentos de hadas, transportado desde el patio
del agradecido sujeto y trotando a la colina para convertirse en un
prosciutto real.
—Papá…
Cerré mi boca. No podía decirlo. Mi papá no es un campesino, y no es
un chupamedias. Es un tipo decente que piensa que un estómago vacío
lleva a una cabeza vacía. Miré mientras hábilmente arreglaba los pimientos,
las anchoas, la mozzarella, creando un bonito mosaico en el plato.
Mientras añadía el salame, agarré una cerveza fría y un vaso y se los
agité a Leo, quien estaba de regreso al comedor.
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—No puedo —contestó—. Sobrecargado como ves —Lo
suficientemente cierto. Tenía platos llenos hasta la mitad de sus brazos, y dos
órdenes más saliendo—. Jesús. Sienna y su m…
—¡Leo!
—Scusi, Nonna —Pero aún así se las arreglo para dejar salir una buena
y tranquila maldición, o dos, mientras regresaba cautelosamente a través de
las puertas tambaleantes.
—Aquí. Lo tengo —Tina tomó la cerveza y el vaso de mi—. ¿Los
conoces?
Asentí.
—Ella luce como si la mantequilla no se derritiera. Pero su niño…—Ella
frunció los labios de un color rosa brillante—. ¿Todo eso y una bolsa de
bastones de tofu frito?
Tuve que sonreír un poco ante la imagen.
—No. Él no es…él no actúa como… —No estaba completamente
segura de porque lo estaba defendiendo. No había sido exactamente el
Príncipe Encantado de las Órdenes para Cenar. Pensándolo, no podía
completamente responder por Alex siendo el Príncipe Encantado de Nada.
Excepto mi propia pequeña fantasía Villink—. Tal vez.
—Lindo, sin embargo.
—Si.
—¿Si? —No tengo idea de que vio Tina en mi rostro. Algo—. Aww,
dulzura —suspiró—, ¿Quieres que sacuda un poco la cerveza de Papi?
—No —respondí—,pero gracias por la oferta.
Tomé una bandeja de bebidas y agregué el Pellegrino de Karina. El
dispensador de Coca-Cola escupió un pálido líquido marrón hacia mí. Luego
siseó.
—Y típico. El jarabe está bajo. ¿Les dirías que la Coca-Cola está en
camino?
—Seguro —Tina hábilmente levanto la bandeja a la punta de sus
dedos. Era una mesera de tragos en Delilah’s antes de casarse. Como era
obvio, conoció a Ricky allí. No hablaría mucho del trabajo en absoluto, pero
le diría a cualquiera que escuchara que Ricky se veía tan incomodo cuando
vino de una despedida de soltero, que ella sabía que él tenía que estar bien.
No sé si el club la había contratado por su agilidad, o si ella lo había
aprendido ahí, pero podía, probablemente, esquivar un bombardeo de
balas mientras sostenía dos bandejas cargadas sobre su cabeza. A mí se me
caen los paños de cocina. Es por eso que raramente me dan algo pesado,
caliente, o de valor para cargar.
Normalmente, papá hubiese cargado la máquina de soda. Debo
subirme en una caja y el jarabe es pesado. Pero él estaba en el depósito,
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obteniendo la panceta especial Solo Para la Realeza, de cualquier grieta en
la que la esconde. Mientras yo luchaba con la máquina, tratando de que la
bolsa de jarabe encajara en su lugar, la puerta golpeó otra vez.
—Um… ¿Perdón?
Casi derramo un galón de jarabe de Coca-Cola sobre el piso. Me caí
de mi caja, pero al menos aterricé en mis pies. Alex estaba parado en la
puerta, mitad adentro, mitad afuera de la cocina. No me veía. Me enderecé
en mi posición.
—¿Puedo ayudarte? —Ricky estaba más cerca. Tenía tanta harina
encima que su cabello era gris.
—Yo…eh, quería hablar con Ella.
—Ve a la parte trasera. Enviaré…
Tina, que aparentemente no se había ido a ningún lado aún,
rápidamente golpeó a Ricky en la nuca con su mano libre.
—¿Qué? —Él no tenía ni idea.
Tina sí. Probablemente podía escuchar mi corazón tronando del otro
lado de la cocina.
—Allí está ella —le dijo a Alex, apuntando. Luego, me miró y sacudió su
barbilla hacia la puerta trasera—. Ve. Tomaré la mesa —Recogió el antipasto
y empujó la puerta con su trasero haciendo un rápido cha-cha, con los
brazos levantados y caderas pivotando, con Leo para evitar la colisión.
Tina puede ser una pe…, y es de alta manutención en cada forma
posible. También es propensa a hacer preguntas como si los vegetarianos
pueden comer galletas de animales. De hecho, una vez le preguntó a
Frankie qué tiraban los asiáticos en las bodas, dado que los americanos
tiraban arroz. Él dijo que exámenes de matemática triturados. Pienso que ella
le creyó. Pero es sorprendentemente inteligente en lo que se refiere a las
vidas amorosas y complicadas de las personas (en los últimos seis meses,
predijo correctamente dos matrimonios y tres divorcios entre los asiduos de
Marino’s), y normalmente es bastante amable conmigo.
Tomé la insinuación. Encajé la válvula en el jarabe, presioné el botón, y
un minuto después, tenía dos vasos de Coca Cola en la mano.
—Vamos —le dije a Alex, cruzando la cocina y empujando la puerta
de malla abierta—. Se está más fresco aquí.
Me siguió hasta el pórtico. Alguien había barrido; el pequeño
estacionamiento estaba libre de hojas y los usuales menús para llevar del
restaurante Thai de la misma calle. Había una camioneta Porsche apretada
al lado de la Buick de Luccheses. Asumí que pertenecía a los padres de Alex.
Me senté a la derecha, por lo que él no tuvo otra elección más que
sentarse a mi izquierda. Lo hizo. Llevaba el mismo Lacoste que el día de la
desastrosa proclamación. Podía ver una hilera de migas de pan bajando en
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el frente. Nonna se toma su pane seriamente. Lo hornea en una piedra en el
horno de pizza y lo vaporiza mientras se está cocinando, como si fuera una
especie de extraño helecho tropical. El resultado es bastante sorprendente.
La corteza se rompe como cristal, pero el centro es tan suave que casi no
tienes que masticarlo.
Alex se agachó y descansó sus brazos cruzados en sus rodillas. El
pórtico no es muy alto. Con sus piernas flexionadas, sus rodillas estaban casi
al nivel de sus hombros. Se veía como un paraguas humano realmente
hermoso.
—¿No vas a meterte en problemas por esto, verdad? —preguntó.
—No —Le alcancé su Coca Cola y recé silenciosamente para que no
esté si gas—. Estaré bien por un par de minutos.
No tenía idea de que más decir. Así que bebí. Un poco dulce, pero
plenamente efervescente. Como pensé que probablemente debería ser.
Energética. Alegre. Cívicamente cuidada y amante de los pasteles.
—Realmente no sabía que este lugar era de tu familia —dijo luego de
un minuto—. Fue la revista Filly. Mis padres buscaban autentica comida
italiana. Son conocidos por la autenticidad.
—¿El mejor lugar para comer sintonizando a Tony Soprano?
Hizo una mueca.
—Lo haces sonar tan…cursi.
—Si, bueno, ¿qué podemos hacer? La gente como… —me detuve. La
gente como tú piensa que estamos todos ligados a la Mafia—...la idea del
viejo South Filly. Los manteles a cuadros y las uvas de plástico. Hombres con
sombreros. Tenemos fotos de esas de cuando mis abuelos abrieron el
restaurante.
—¿Alguna vez tuvieron un robo aquí?
¿Ves?
Suspiré silenciosamente. —No en toda mi vida —Entonces, dado que
me estaba sintiendo no muy elocuente, y ¿Qué quieres, Alex? era un poco
demasiado Frankie y para nada Ella, pregunté—: ¿No debería tu mamá estar
en el estudio o algo?
—La están enviando a D.C. para entrevistar al presidente de Rusia, así
que está esta noche no. Si ella está en casa y papá está en casa y no tienen
ningún evento, salimos a cenar.
—¿Sucede a menudo?
—Lo suficientemente a menudo. Una vez al mes o algo así. Les gusta
jugar a la familia feliz.
Oh, me estaba muriendo por preguntar, ¿No son una familia feliz? Lo
sé, por supuesto que sé que el dinero no es suficiente, pero tiene que ayudar.
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No puedo imaginarme ni remotamente cómo es posible ser infeliz pudiendo
hacer viajes a Florencia.
—¿Solo eres tú?—pregunté—. ¿Sin hermanos?
—Solo yo. Las figuras públicas deben tener al menos uno. Los hace ver
confiables —Dio una veloz mirada a mi rostro y rió—. Estoy bromeando.
Confía en mí, no puedes creer la mayor parte de lo que digo.
No tenía absolutamente ni idea de que decir a eso.
Verdad: Quiero gente que diga la verdad.
Verdad: Si, soy así de inocente.
—Los hermanos son…complicados —dije—. Conociste a mi hermana.
—No realmente. Escuché a tu hermana. Quiero decir, no fue mi
intención escuchar, pero era un poco difícil no hacerlo…
Y allí estaba, de repente, el elefante en la habitación. Nos quedamos
completamente quietos. Alex miró su muñeca, como si estuviera controlando
el tiempo. Solo que no llevaba un reloj. Finalmente, suspiró.
—Mira, yo… uh… cuando me contaste que habías mirado mis cosas.
No…no debí…
¿Qué pasa con esas dos palabras -Lo siento- que convierten a chicos
articulados en idiotas balbuceantes? Es decir, Te amo, lo entiendo. Esa es
una difícil, exponiéndote a ti mismo completamente desnudo ahí afuera. Ni
siquiera le he dicho eso a un chico. Otro chico que no sea Frankie o mi papá,
de todas formas. ¿Pero lo siento? Lo digo veinte veces al día. A Nonna,
cuando no puedo enfrentar un desayuno de tres platos a las siete de la
mañana, a la media docena de personas con las que me tropiezo en mi
frenética carrera esas ocho cuadras a la escuela. A Sadie, por tener que
copiar su tarea de algebra por, como, milésima vez porque no llegué a
hacer la mía.
Todavía estoy esperando que Leo se disculpe por destrozar mi bicicleta
hace tres años. Lo perdoné eventualmente. Montar en bicicleta por el medio
de la ciudad es un poco como jugar a la Ruleta Rusa con un autobús. Aún
así, hubiese sido lindo haber tenido un lo siento en lugar de una letanía de
excusas. Me di cuenta que esperaría por siempre.
Dicho eso, yo estaba lista para dejar a Alex descolocado en, oh, cerca
de un segundo.
—Sí —dije. Luego—. Siento haber mirado. O visto, supongo. No espié tu
libro. Las páginas se cayeron.
—Sí. Más o menos me di cuenta de que eso podía haber sido lo que
sucedió —Raspó un talón contra el cemento—- El libro se cayó de mi bolso
de nuevo…y, bien…
Y, bueno, ahí estaba él, perdonado.
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—Cierres —dije—. Uno de los mejores inventos. Tu mochila tiene uno; lo
he visto.
—Ves mucho, Saltamontes.
Parpadee hacia él.
—Vamos. ¿Kung Fu? —Soltó sus rodillas y deslizó ambas manos a través
del aire en un espiral—. ¿El monje Shaolin luchando contra la injusticia
mientras busca a su hermano perdido hace mucho en el Viejo Oeste?
Sacudí mi cabeza. —Nop. Lo siento.
—Triste. Apuesto a que tampoco reconocerías Larga vida y
prosperidad.
—Nop.
—¿Cómo lo sé? Mi papá me metió en las series de TV de los setenta. Es
terriblemente brillante. O brillantemente terrible, quizás —Se había relajado y
se veía monumentalmente complacido con la televisión de los setenta, con
él mismo o con algo.
Eres terriblemente hermoso, Alex Bainbridge.
Me las arreglé para mantener eso para mí misma pero…
—Eres realmente bueno —Esa se me escapó—. Tu dibujo, quiero decir.
Se encogió de hombros.
—No realmente. Además, ¿Qué diferencia hace? No es como si fuera
a hacer algo con ello. ¿Cuál es el punto…? —Hizo una mueca—. Cielos, lo
siento. Probablemente estás encabezando para el MoMA28 a través de la
Sorbona y Bennington.
—UNY, sí soy muy, muy afortunada —Sonreí, dejándolo descolocado.
Todavía no podía hacerme a la idea de que estaba bromeando con Alex
Bainbridge—. Después de eso, ni idea. ¿Tú?
—Yale, después Ley Powell29 —No Con suerte o Espero o siquiera, Si
todo sale como es decretado.
—Guau. Debe de ser muy lindo estar tan seguro con tu camino —No
quise sonar sarcástica. Realmente no—. Sin hambre por lo artístico en tu
futuro, eso es seguro.
Dejando de lado los ocasionales comentarios estúpidos sobre la Mafia,
Alex no es tonto.
—Debe de ser lindo estar tan segura en tus convicciones. Sin caminos
bajos de la moral para ti, eso es seguro.
Me sentí sonrojar, sentí ese Incremento de Sangre de Humillación
comenzar. Pero entonces me di cuenta que tonta era toda la cosa. Suspiré.
28 Museum of Modern Art (Museo de Arte Moderno). 29 Rama del derecho basada en el Memorándum de Lewis Powell Jr.
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—Supongo que me tomo el arte muy seriamente.
No dijo nada por un largo momento. Luego asintió.
—Eso está bien —dijo—. Yo…no puedo.
Hubo una suave tos detrás de nosotros. Me giré para ver a Tina
enmarcada en la mitad superior de la puerta
—Salió tu comida —le dijo a Alex.
—Oh. Si. Bien. Supongo que debo entrar.
—Si —No podía pensar en ningún posible universo donde envolverme
alrededor de sus rodillas para mantenerlo en su lugar sería interpretado
como otra cosa más que psicótica.
—Muy bien —Se desdobló del pórtico, un metro ochenta de esplendor,
y de hecho, extendió su mano.
Por un segundo pensé que quería estrechármela. Me levanté hasta la
mitad antes de darme cuenta que se estaba ofreciendo a ayudarme a
hacerlo. Qué caballeroso. Qué raro. Me puse en cuclillas allí, impotente, me
senté de nuevo un poco, entonces me di cuenta cuan increíblemente
estúpido debe verse eso, comencé otra vez. Para el momento en que
finalmente tome su mano, estaba casi de pie, y si no la hubiera soltado
inmediatamente, me hubiese visto incluso más ridícula de lo que me sentí.
—Así que, te veré el lunes, tal vez —anunció—. En el piso o en algún
lugar.
—No es improbable —Me las arreglé para decir—. Puedo ser
encontrada a menudo en los pisos —Lo que sea que eso signifique. Hice una
mueca internamente. Luego agravé la idiotez—. Miré una maratón de Brady
Bunch30 una vez cuando tuve faringitis estreptocócica.
Él se rió. —Buen intento, Saltamontes, pero no los dados —Mantuvo la
puerta de malla abierta para mí y me siguió a la cocina.
—Gracias —le dijo a una Tina flotando. Asintió con la cabeza a mi
padre y a Ricky, y caminó a través de la puerta tambaleante hacia el
comedor.
Me quedé parada en el medio del piso, insegura de que hacer.
Tina me dio un apretón en mi muñeca mientras pasaba.
—Tengo que volver. Veré si necesitan algo.
—Gracias.
Tina me remplazó por un rato, y nadie comentó. Los Bainbridges
pidieron su cuenta temprano. Sin café, sin postre. Observamos a través de la
puerta trasera como Karina deslizaba sus delgadas piernas en el Porsche.
30 Sitcom americana de principios de los ’70 que contaba la historia de una familia
ensamblada.
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—Apuesto a que nunca ha visto nada como el interior de uno de los
cannoli de tu Nonna —dijo papá un poco triste.
—Los cannoli de Betcha nunca vieron el interior de esa —dijo Tina con
un bufido.
Me contó más tarde que Paul Bainbridge dejó una propina de treinta
dólares sobre una comida de ochenta dólares. Me dio cinco dólares de ella.
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La Oportunidad
Traducido por Pixie
Corregido por Mali..♥
o me importan los lunes, más de lo que es absolutamente
necesario, de todas formas. Después de Historia, que
ocasionalmente disfruto, y Francés, que très no, tengo doble
clase de Arte. El estudio de Arte no ha sido cambiado como en
cien años. Los pisos están maltratados, chirriantes y cubiertos con tantas
capas de pintura seca que se ve como Jackson Pollock Estuvo Aquí31, menos
las colillas de cigarrillos.
Aparentemente, las generaciones pasadas de las Chicas de Arte de
Willing habían arrojado sus cigarrillos por la ventana de azulejos en vez de en
el piso. —Eran más distinguidas —Me dijo Cat Vernon una vez, apuntando
hacia la ventana junto a su caballete. Las colillas se fueron, pero hay marcas
de quemaduras, diseminadas como manchas de leopardo, sobre la
superficie de terracota.
Cat no estaba a la vista. De hecho, el estudio de Arte estaba desierto
excepto por mí y una estudiante del último año vestida de Juicy cuyo
espacio estaba siempre lleno con dibujos de vaporosos vestidos coloreados
con lápices. Estaba en su camino a Paris, había escuchado que le dijo a la
Señora Evers, tan pronto como la tinta en su diploma estuviera seca.
Aparentemente, había un lugar esperando por ella en Dior.
Me ignoró, como siempre. Normalmente, no me importaba, pero
estaba discretamente muriendo por preguntarle si mi labial era muy rosa. Ella
lo sabría.
Tengo un bosquejo de mi puerta en frente mío. Un pequeño demonio
estaba volviéndome loca. Seguía saliéndome lindo, en vez de amenazante.
Las esquinas de su boca seguían curvándose de una forma
inequívocamente adorable. Pensé en borrarla otra vez, pero no podía
molestarme en dibujar otra sonrisa despreciable que realmente no lo era. La
verdad sea dicha, solo mataba el tiempo hasta el final del período, cuando
podía salir al pasillo nuevamente.
31 Jackson Pollock fue un pintor americano cuyas obras abstractas se caracterizaban por
estar compuestas por manchas de pinturas.
N
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La puerta del estudio se abrió de un golpe. La Chica Dior ni se
acobardó. Estaba escuchando Europop demasiado fuerte a través de sus
auriculares que se veían como perlas. La Sra. Evers vino dando zancadas a lo
largo del piso, botas con tacones de casi ocho centímetros chasqueando en
el piso. Se veía como Miss Carolina del Norte. Siempre se ve como Miss
Carolina del Norte, pero esta vez era Miss Carolina del Norte después de
saber que Miss Alaska tenía el mal hábito de la heroína y no haría su camino
a Las Vegas este año.
—Yo —anunció con una sonrisa de mil watts—, ocasionalmente me
sorprendo por mi propio ingenio —Sospecho que mucha gente es
sorprendida por su propio ingenio—. Vamos, Ella. Estoy esperando —
Golpeaba su pie en el piso y me miraba expectante.
—¿Cuán ingeniosa eres? —pregunté obedientemente. Esperé por el
bah dum ching.
Medio que esperé que me dijera que ella había finalmente arreglado
con los directores convertir el polvoriento salón de trofeos en una galería de
Arte. Ha estado tratándolo desde que llegó a Willing. Nadie cree que
sucederá alguna vez. El polvoriento pasado triunfa sobre los collages hechos
con envoltorios de condones.
En cambio, escuché: —Soy tan ingeniosa que te conseguí un pase tras
bastidores al Archivo de Willing.
Tuve un escalofrío. Nadie va al Archivo de Willing excepto ocasionales
septuagenarios del Louvre o candidatos a ser doctorados en Yale. El archivo
pertenece al Museo Sheridan-Brown de Arte Moderno. Es completamente,
ferozmente, inasequible al público general. No conozco a nadie que haya
estado allí. Me imaginaba una bóveda con paredes de acero en algún lugar
a nueve metros por debajo del museo, donde archivistas tenían que
someterse a escáneres de retina o axilas para abrir las puertas.
Aparentemente, la voluntad de Edward era un poco vaga en cuanto
a lugares. Asumiría que él no había esperado morir a los cincuenta y tres. Sin
embargo, sucedió, el contenido de su biblioteca personal estaba en el S-B.
Sus libros estaban allí, los libros que había comprado y tenido y quizás leído
mientras se sentaba al lado de Diana al anochecer. Sus papeles estaban allí,
también. Algunas cartas para Diana. Algunas de Cézanne en francés, y unas
series de Edith Wharton que se suponía debían de ser tan vaporosas que una
demanda sin fin las mantenía permanentemente bajo llave.
—¿Y? —La Sra. Evers todavía golpeaba el piso con su pie.
—Pero ellos nunca dejan entrar a estudiantes —No desde que tres
chicas de Willing accidentalmente activaron el sistema de riego
directamente sobre el set de libros antiguos de primera edición. Eso fue hace
treinta años—. ¿Cómo…?
—Mentí —Solo que sonó como “Sho mentee”, acompañado por una
sonrisa que insinuó que Miss California, Texas y Rhode Island quedaban
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afuera, también—. Les dije que estabas haciendo algo de reconstrucción
preliminar para una cooperativa estudiantil sobre la retrospectiva entre UArts,
la escuela Willing, y, deje entrever, la Fundación Maude Pugh Willing. Que, tal
como sucede, están cargadas.
De hecho, casi tenía sentido. El rédito triunfa sobre el polvoriento
pasado cada vez.
Aun así, esta era yo. —¡Pero no sé nada sobre ninguno de esos! —
admití miserablemente.
—Entonces, fíngelo.
La miré boquiabierta.
—Ella, conoces a Edward Willing mejor de lo que su madre lo hizo.
Recita algunos detalles sobre su inspiración y visión. Y nadie será el sabio. Es
todo sobre el dinero en el mundo de los museos, de todas maneras —Aleteó
sus manos hacia mí—. Ve y usa Google. Memoriza un par de nombres de
administradores. Trabaja en una expresión de completa ignorancia para ser
usada cuando seas cuestionada sobre cualquier cosa relacionada con el
dinero. Por el amor de Dios, arréglatelas como puedas. Maxine Rothaus está
esperándote en el archivo el miércoles a las cuatro.
—Este miércoles. No…
—Absolutamente. Puedes comenzar a agradecerme profusamente
ahora.
—Gracias —Iba a ir al Archivo Willing—. ¡Gracias! —Iba a caminar justo
por los sagrados pasillos en mis desgastadas Chucks y jeans, para sentarme
junto a un libro de primera edición —asumiendo que los restauraron.
Caminaría hacia cualquier guardia de seguridad que estuviera en la puerta
y demandara admisión.
No me dejarían en el umbral. —No estoy segura de poder. Es decir,
tengo dieciséis. No soy nadie…
—Ella —La Señora Evers me miró severamente—, Si tú no aprendes a
carpe el diem32, lo serás, más que ciertamente Nadie, algo menos que un
Alguien. Ahora lárgate. Tengo que hablar con Lucinda aquí sobre
gouache33.
Me largué. Tenía que ir a encontrar a Frankie que, al menos, me diría
que vestir. Mi guardarropa haría que cualquier sugerencia sea discutible,
pero sugerir lo haría feliz.
Lo encontré en su usual rincón de pre almuerzo de lunes en la curva de
las escaleras principales. Estaba en un completo esplendor otoñal: cárdigan
camel, polo rayada, pantalones de franela gris con el dobladillo
arremangado sobre mocasines vintage. Ese día me las había arreglado para
esquivarlo hasta ese momento. No había querido explicar el labial. O la
32 Carpe Diem: Locución latina cuyo significado es Aprovecha el día. 33 Gouache: Aguada, es una acuarela opaca.
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máscara de pestañas. O los jeans pitillos que había tomado de la ropa sucia
de Sienna y que lavé bajo el amparo de la oscuridad, combinado con un
jersey de cuello alto negro que, una excursión por la secadora lo había
vuelto, para ser honesta, de una talla demasiado chica. Pero esta noticia
sobre el Archivo Willing triunfó sobre todo eso.
Me dio una cuidadosa mirada. —Bueno.
Me senté a su lado, apuntando a ser casual. Debí haber apuntado mi
trasero. Me senté en su libro de geometría. —¿Bueno, qué?
—Ni siquiera. El día en que te conviertas en una buena mentirosa será
el día que te dejaré por una de las Hannandas.
—Tengo una cita en el Archivo Willing.
Diré esto por Frankie: Él presta atención. —¿El, completamente-fuera-
de-los-limites-lugar-para-enterrar-tu-cara-en-los-viejos-calzones-de-Edward,
Archivo?
—Lindo. Pero si, ese mismo. La Sra. Evers me hizo entrar.
—Era hora de que alguien lo hiciera —Golpeó un hombro contra el
mío—. Realmente odio pinchar tu burbuja, Fiorella, pero Edward está un siglo
atrasado para apreciar la vista de tus ajustados jeans. Así que dime que
sucede.
Me retorcí un poco.
—¿Qué clase de idiota crees que soy? —Suspiró—. Te ves bien, pero
estoy preocupado por la inspiración.
—No es gran cosa. Es algo de maquillaje.
—Cuando quiero que un chico me mire, sé lo que debo hacer. Para ti,
es algo más. Es una gran cosa.
Escarbó en su bolso por un pañuelo real. Usualmente, los encuentra en
tiendas vintage, gritando a través de los pliegues en sus cajas sin abrir. Sadie
y yo le compramos un set nuevo en Brooke Brothers para su cumpleaños el
último año. Costaban quince dólares cada uno. Compré dos; Sadie los otros
diez. Frankie había tenido que usar uno (reverentemente) para secar sus ojos.
Este espécimen era viejo y suave, con un monograma en forma de J en una
esquina. —Lo hace interesante —Me dijo una vez, luego de encontrar una
caja con un monograma en forma de M por cuarenta centavos en una
venta en la acera—. ¿Era Max o Michael? Quizás Marco…
—Aquí —dijo ahora—. Tienes labial hasta la mitad de tu barbilla.
Humillada, fregué mi rostro.
Frankie extendió su mano, con la palma hacia arriba. —Muy bien,
vamos a hacerlo —Saqué el labial de mi bolsillo—. No es realmente mi cosa,
señora, pero desde que he visto lo que sucede cuando no usas el espejo…
—Estoy segura que ayudó que él estuviera agarrando mi rostro, pero se dio
cuenta como un profesional—. Tenías un espejo.
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—Lo tenía. No tengo remedio.
—Tal vez. Abre —Entrecerró los ojos mientras rellenaba mi labio
superior—. No me gusta esto.
—¿El color? Sabía que era muy rosa…
—Quieta. Te mancharás. El color está bien. Mejor para Sienna, estoy
seguro… —Echó una mirada a su obra—. No me gusta que estés haciendo
esto por él.
—No empieces. Te conté lo amable que fue.
—En insoportable detalle.
Me recordé que Frankie había sufrido algunas serias humillaciones de
mano de los chicos Fillite. Y me di cuenta que no importaba que Alex no
había sido uno de los portavoces. Había estado ahí. Y no lo había detenido.
—Fue a buscarme —ofrecí, una pequeña indicación, tal vez, de que
este era un chico Fillite que había crecido haciendo lo correcto.
—Le daré ese punto. Podría haber chupado sus spaghettis e irse —
Frankie cerró la tapa del labial—. Te ves muy bonita…—Giró el labial y leyó—:
Tienes que estar bromeando. ¿Baya Ponzoñosa? Como sea. Estoy seguro de
que Alex Bainbridge estará de acuerdo.
—Gracias.
—Cuando quieras. Solo ten esto en mente, si puedes, por favor. Sé que
te ves bonita todos los días, con o sin lo productos con nombres ridículos.
—San Francis —bromeé, sintiéndome deleitosamente ponzoñosa en el
resplandor de su aprobación—. Demasiado bueno para este mundo.
—Eso es justo lo que Connor dijo —El chico más reciente de Frankie. Se
conocieron en una tienda de libros.
—¿Connor, el del reino de la fantasía de la tienda de libros?
Detrás de nosotros la campana sonó. Frankie comenzó a recoger sus
cosas. —Cuidado. Sus fantasías no involucran Fillites de una dimensión u
hombres muertos.
Lo golpee en la punta de su perfecta nariz. Odia eso. —¿Cómo lo
sabes? Quizás tiene algo por los Fillites muertos de una dimensión.
—Hablando de…
Los primeros alumnos del penúltimo y último año fluyeron por el pasillo
para ir a almorzar. La mayoría eran Estrellas al principio; tenían comida para
atragantarse, reuniones a las que asistir. Sin darme cuenta de que estaba
haciéndolo, me incliné hacia adelante, esperando.
Primero vi a Chase Vere. En parte porque vestía una sudadera de un
color naranja vibrante con la insignia de Princeton salpicada en el frente. No
era secreto hacia donde aspiraba ir. En parte, también, porque sin tener en
cuenta lo que estaba buscando Chase, sus ojos se posaron en mí. A fuerza
FORO’ Libros Del Cielo
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de hábito, me encontré mirando a otro lado, pero no antes de verlo
guiñarme un ojo. Para el momento en que volví a mirar, él estaba
empujando a otro jugador de lacrosse y sin mirarme en absoluto. De
cualquier forma, no era que me importara. Alex estaba un metro detrás de
él, viniendo derecho en mi dirección.
Me levanté. Sería demasiado fácil perderme completamente en la
muchedumbre, especialmente para alguien como yo; podía ver el momento
de reconocimiento en su rostro. Sonreí, levanté mi mano y comencé a
saludar.
Otro miembro de su pequeño equipo lo empujó desde atrás. Alex se
giró y dijo algo que hizo a todos reír. Me recordaron al ruidoso juego que nos
hacían jugar en sexto grado los ineptos maestros de gimnasia —donde todo
aquel que era atrapado tenía que unirse de manos y moverse como una
unidad, tragando hambrientamente a los lentos de pie (o ansiosos por unirse
al aplastamiento) a su paso. Yo estaba crónicamente entre los lentos, pero
los juegos pasaban enteros cuando podía quedarme en los bordes del
gimnasio y no ser consumida. Siempre había alumnos que estaban
aterrorizados de acercarse a mí arrugada piel cuando estaba a punto de ser
tragada, y ello traía burlas consigo.
Tuve una muy buena vista del perfil de Alex mientras pasaba, rodeado
de sus amigos. Estaba lo suficientemente cerca para ver que se había
afeitado recientemente y apresuradamente. Había un corte en la esquina
de su mandíbula, sanando, pero lo suficientemente nuevo para ver que dolía
un poco.
Puede que me haya quedado allí por demasiado tiempo, con la mano
levantada a mitad de camino como una estatua religiosa, si Frankie no me la
hubiera bajado gentilmente y sostenido.
Se paró detrás de mí, vibrando con ira. —Ese no es un hombre
honorable, Fiorella.
Sin pensar, levante mi mano libre hacia mi cuello. Pero estaba usando
un jersey de cuello alto y mi cabello estaba suelto. No había nada para ver, y
todo lo que las puntas de mis dedos encontraron era la rígida punta debajo
de mi mandíbula.
—No hagas eso —siseó Frankie—. No te atrevas. No es la cicatriz y
absolutamente no eres tú.
Dejé caer mi mano. —Sí, claro —Me hundí contra él un poco. Para ser
tan delgado como es, Frankie es verdaderamente sólido—. Nunca soy yo.
Sentí su suspiro contra mis omóplatos. —“Somos jóvenes; nos
encontramos con decepción tras decepción”
—Déjame adivinar —dije—. Viejo proverbio coreano.
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—Sí, claro. Pat Benatar. “El Amor Es un Campo De Batalla”34
Me reí. Tuve la sensación de que podría llorar después, pero no allí y en
ese entonces. —Gracias.
—No lo menciones —Frankie envolvió su brazo libre a mi alrededor por
lo que mi barbilla se apoyó en su frente—. Suficiente, ¿entendido? Eso fue
suficiente de Alex Bainbridge… para todos nosotros. ¿Lo prometes?
—Sí. Lo prometo.
34 En el original Love Is A Battlefield, canción de 1983 interpretada por la cantante Pat
Benatar.
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El Archivo
Traducido por Panchys
Corregido por Mali..♥
o había escáner de retina o un guardia de seguridad. Sólo una
mujer pequeña, redonda, detrás de un escritorio, en la entrada
trasera del museo, que, cansadamente, registró mi nombre en
una lista escrita a mano y me hizo señas por un largo pasillo. —
Ascensor para el tercer piso, habitación 312.
Así que nada de viaje a las entrañas del edificio, tampoco.
Frankie había planeado un imaginario conjunto para mí, con
cuidado. Lamentablemente, no tenía un vestido asimétrico de punto o
botas. Así que, en su lugar, llevaba una falda. De lana gris, aburrida y con
comezón, incluso usaba las medias que siempre guardaba entre la ropa
interior de sólo-cuando-lo-demás-está-sucio, en el fondo de mi cajón. Mis
tacones resonaban fuertemente sobre la madera de color claro del tercer
piso, haciéndome estremecer mientras caminaba. Pasé una serie de puertas,
indistinguibles, salvo por sus números pintados en dorado: 302, 308. 312. El
Archivo Willing. Tomé una respiración profunda y llamé.
Esperé, mi corazón latía con fuerza. Y esperé.
Volví a llamar.
Al otro lado del pasillo, una puerta se abrió. —¡Oh, por Dios! Yo estoy
aquí.
Ella estaba definitivamente allí, una Amazona de 1.80 metros en un
vestido de lana negra con un dobladillo dramáticamente desigual. —¿Eres tú
la exploradora Willing? —En el segundo que me llevó tratar de decidir
exactamente cómo responder a eso, ella agotó su paciencia—. Dios, los
estudiantes y sus brillantes ideas. Odio los presupuestos.
Desapareció en la oficina. Me paré justo donde estaba,
probablemente buscando la idea más completa de como me sentía.
—Bien, entonces. —Estaba de vuelta, acechando hacia mí, en piernas
interminables y botas altas. De cerca, pude ver que era probablemente de
la edad de mi madre, sólo que no tinturaba el cabello gris, y tenía líneas
alrededor de la boca y sus cejas parecían suficientemente profundas como
para soportar un palillo de dientes. Parecía haber sido hermosa una vez,
N
FORO’ Libros Del Cielo
84
antes de que se enojara—. Soy la Dra. Rothaus. Este, desafortunadamente,
es mi dominio.
Giró la llave en la cerradura de la habitación 312, abrió la puerta con
una reverencia.
Se veía como una sala de almacenamiento de Willing. La luz se filtraba
a través de una sola pequeña ventana alta. En una pared, una estantería de
libros desde el piso al techo, se hundía un poco, bajo el peso de cientos de
libros. Un par de antiguos-cajones-de-almacenamiento-de-archivos-y-
documentos se asentó en el centro del piso. En un rincón, un sofá de cuero
competía por el espacio, con un mullido sillón y una mesa lacada en negro.
Se volvió extraño. Lo que se parecía mucho a un atizador de la
chimenea, se apoyaba en un escritorio de caoba, con una esquina rota. Un
reloj de bronce, al parecer pesado, ocupaba una cuarta parte de la
superficie. Estaba hecho de ninfas gordas, de aspecto petulante y
marcando el ritmo con siseo un poco molesto de click-click. Me pregunté si
la Dra. Rothaus venía todos los días para darle cuerda. Me pregunté si
alguien entraba aquí. Todo estaba cubierto por una fina película de polvo.
—Yo… yo… —Estaba sin palabras.
—¿Esperabas algo más, quizás? —dijo la Dra. Rothaus
desdeñosamente. Luego—, Dios, estudiantes. No se trata de Rembrandt35
aquí.
Miré a la pantalla de la chimenea negra y los morillos, el gran taburete
con un gato tallado, la alfombra polvorienta debajo. Era una pequeña
Familia Addams, en realidad. No estaba segura exactamente lo que
esperaba. Fuego, tal vez, por lo menos algo más de él. Estantes y cajas de
cartón con archivos. Libros dispuestos en filas de colores. Fotos enmarcadas
cubriendo las paredes: mapas antiguos de Italia, acuarelas de Cézanne, que
Edward había traído de Francia, sus propios cuadros de Diana. La única cosa
en la pared, además de los estantes, era un gran extintor rojo de fuego.
La Dra. Rothaus debe haber leído la dirección de mi mirada, o
pensamientos. No me habría sorprendido. —El legado era de los contenidos
de la biblioteca de Edward Willing —dijo escuetamente—, y no incluyen las
pinturas. Aquellas fueron… a otros lugares. —Su expresión ya de
desaprobación se hizo aún más apretada con la palabra. Como si a otros
lugares fuera infierno, o extranjero, o Museo de Arte Moderno.
—No puedo ni siquiera empezar a imaginar lo que pensaste que
podrías encontrar aquí. Pero eso es tu problema, no el mío. Tienes acceso a
los cajones. —Se refirió a un conjunto—. No retires nada que esté con una
cubierta protectora. Supongo que puedes mirar los libros, pero asegúrate de
35 Rembrandt Harmenszoon van Rijn fue un pintor y grabador holandés. La historia del arte le
considera uno de los mayores maestros barrocos de la pintura y el grabado, siendo con
seguridad el artista más importante de la historia de Holanda.
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volver a ponerlos donde los encontraste. Son las cuatro con diez. Salgo a las
seis y media. Habrás terminado a las seis. ¿Dónde están tus guantes?
Con la cabeza dándome vueltas, me miré las manos. Se veían más
pequeñas de lo habitual, e incluso en la penumbra pude ver que no había
logrado frotar el carbón desde el lado de mi dedo índice. —No hace frío
fuera…
—Guantes de Archivo. Para la manipulación de objetos. No me
digas… —Dejó escapar un suspiro exasperado—. Voy a buscar algunos. Es tu
responsabilidad remplazarlos.
—Correcto —logré decir—. Gracias. —Vagaba en la habitación y
comencé a poner mi bolso sobre la mesa. Un silbido tranquilo de la Dra.
Rothaus me urgió a ponerlo en el suelo.
—Puedes sentarte allí. —Hizo un gesto a un escritorio mucho más
pequeño con una silla adjunta, la cual parecía pertenecer a una escuela de
caridad de Dickens.
—¿Eso era de Edward? —Le pregunté, tratando de imaginarlo
ahí. Incluso en fotografías formales, siempre se veía relajado, suelto.
—Eso es de una venta en San Ignacio. Lo compré. La gente tiene que
sentarse en algún lugar aquí.
No en el sofá, claramente, o en la silla de cuero de gran
tamaño. Había algo un poco malévolo acerca del antiguo mostrador. Me
imaginé que estaría trabajando en el suelo.
—Regresaré con tus guantes. No toques nada hasta que los tengas
puestos.
Miré a mi alrededor, un poco desesperada. ¿Por dónde empezar? ¿Los
archivos? ¿La fila superior de los libros…?
La Dra. Rothaus volvió demasiado rápido. Pensé en brujas. Me estiró un
par de guantes blancos de algodón y luego preguntó—: ¿Qué es lo que
estás buscando?
Todo lo que había atiborrado retrospectivamente del artista comprimió
por mi mente: los temas perdurables y renacimiento estético, los ingresos por
licencias. Había escrito una línea, Frankie la había perfeccionado. Yo la iba a
decir, si hacía esa pregunta. —Estoy buscando el meollo, la quintaesencia
del arte Americano Post-Impresionista visto a través de los ojos de uno de sus
pintores más prominentes.
En cambio, dije: —Estoy buscando al verdadero Edward Willing.
Se quedó de pie durante un minuto con los brazos cruzados, con el
ceño fruncido hacia mí. Luego se encogió de hombros. —Bien.
Dejó la puerta abierta al salir. Noté que dejó la puerta de su oficina
abierta, también. Así podría mantener un ojo sobre mí, sin duda, en caso de
que decidiera tomar los libros y correr con ellos.
FORO’ Libros Del Cielo
86
Me quedé inmóvil por un minuto, absorbiendo todo. No era lo que yo
esperaba en absoluto. Y Edward no había sido ningún tipo de ayuda. —Dios
mío, ¿Cómo debo saber lo que hay allí?
Lo que sea que quedaba después de mi recopilación sobre una
familia descendiente, asumí…
Lo primero que hice fue sentarme en el sofá. El cuero viejo crujió lo
suficientemente fuerte como para hacerme retroceder. Pero valía la pena
correr el riesgo de que la Dra. Rothaus regresara por sentarme donde
Edward se había sentado alguna vez. Sólo que no me sentía muy
importante. Sólo fría y escurridiza.
Pasé los dedos sobre el brazo. Hay un famoso cuadro de Diana
tendida en un sofá, pero ese era de seda de damasco azul. Podría pensar en
una pintura de otro sofá, la señora John Girard Hamilton, una mujer joven y
bonita, pero no particularmente-de-aspecto-feliz, en un vestido de terciopelo
color rosa. A Edward le gustaba el aire libre. Incluso sus retratos eran
usualmente al aire libre. La verdad, es que yo no podía imaginarlo en esta
sala.
Me puse los guantes de archivos. Eran suaves y olían a diario. Luego
me levanté y me dirigí a los archiveros. Parecía el lugar más probable para
encontrar algo que pudiera usar en mi investigación. Parecía el único lugar
donde era probable encontrar algo útil. De rodillas en frente de la más
grande de las cajas, deslicé el cajón de arriba lentamente. Dentro, pude ver
los archivos, separados por delgados separadores de madera, marcados por
año. Pasé mi dedo sobre la parte superior: 1885, 1886, 1887.
El último archivo en el cajón era de 1890. Fue el año en que Edward
pintó Across the Delaware (adquirida en 1961 por Jacqueline Kennedy y
ahora cuelga en el vestíbulo de la Casa Blanca), el año en que se casó con
Diana (Abril), y el año que casi la convirtió en una viuda en su prolongada
luna de miel (Mayo), cuando sobrestimó la temperatura del agua en los
acantilados de Brontallo, Suiza, y tuvo que ser sacado, casi inconsciente y
con hipotermia, desde el agua, por un par de turistas de paso, de Noruega,
en un bote de remos.
Deslicé una página de en medio de la colección. Estaba escrita en
papel cebolla amarillo, una serie de líneas descoloridas. Con el corazón
golpeteando, lo acerqué a mi cara y comencé a leer.
Estimado Sr. Willing,
Gracias por su carta del 3 de diciembre. Estoy muy contento de
informarle que hemos conseguido localizar a siete de los diez artículos que
usted solicitó. Disponibles como sigue:
6 botellas de Mouton Rothschild, 1877
12 botellas de Margaux, 1893
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7 botellas de Yquem. 1895…
Fue por ello. Era una gran cantidad de vino. Lo que significaba casi
nada para mí. Lo puse en la parte delantera del archivo y elegí otro papel.
Estimado Sr. Willing, Adjunto encontrará una factura para el mes de
Noviembre…
Doce metros de muselina de la India…
Estimado Sr. Willing, escribo con mucha humildad para describirle los
esfuerzos caritativos que prevemos para el año siguiente…
…Estoy a su disposición, señor, todos los días de este mes. Y mientras
estoy pensando sobre el asunto, ciertamente no digo que no debería,
generosamente, ofrecerme patrocinar a miembros de su club…
Por lo que pude ver, la mayor parte del archivo eran listas de compras,
facturas, notas de mercader, de obras de caridad y escuelas locales y
arribistas, todos queriendo algo de Edward, normalmente dinero o
tiempo. Ninguno era particularmente interesante, aunque despertó mi
curiosidad una nota del Zoológico de Filadelfia sugiriendo que el tigre no era
del todo fiable alrededor de los seres humanos, tal vez el Sr. Willing
consideraría un leopardo para su pintura. Había sido un animal doméstico
hasta el fallecimiento (natural) de su dueño y podría, si no está bien
advertido, subir en el regazo de una persona, ronroneando, y cayéndosele la
baba abundantemente.
Saqué una hoja de papel de desecho (las Estrellas pasaban mucho
tiempo enviando correos electrónicos a la escuela sobre el reciclaje) de mi
bolso e hice una nota en la parte en blanco: “¿Leopardo en la Dama del
Nilo?” No era mi favorito, Cleopatra Esperando el Regreso de Marco
Antonio. Era un poco abrumador, cargados de oro e imágenes de serpientes
y, por supuesto, el leopardo. A Diana no le había gustado la pintura, ya sea,
al parecer, fue ella quien le dio el apodo de Dama del Nilo. Me pregunté si el
leopardo había babeado sobre ella.
Ninguno de los documentos eran personales, pero eran de Edward y
algunos eran especiales, si uno sabía sobre su vida. Había un billete del Hotel
Ritz, de París, en abril de 1890, y otro de Cartier, dos meses después de un par
de aretes de perlas de Tahití, que Diana estaba usando en mi fotografía
preferida de ellos: feliz y bronceada de forma visible, incluso en blanco y
negro, sosteniendo langostas en una playa en el estado de Maine. —Insisto
en dejarlos ir. —Diana escribió en una carta a su sobrina—. Edward estaba
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siendo muy malvado. Quería una cena de langosta, pero yo no podía tolerar
comer un modelo semejante.
Añadí “Langostas, pendientes, Playa de Trouville, ¿1898?” a mi hoja.
Había un recibo de medias de seda de Londres (Junio) y otra para
“pantalones de ciclismo” en Nueva York (Julio). Me prometí decirle a Frankie
que Edward había pagado setenta y cinco dólares por tres trajes de lino de
encargo y seis dólares por un par de sombreros de paja. Era justo el tipo de
cosas que él agradecería.
Una hoja con un dibujo en ella me hizo recuperar el aliento, antes de
darme cuenta que no era obra de Edward. Era el diseño de un sastre, un
cuadro de un gran abrigo que parecía un oso en posición vertical. Tenía la
esperanza de que Edward no hubiera comprado uno. Puse el papel en la
parte posterior del archivo.
Estaba decepcionada, pero terriblemente sorprendida, para encontrar
más de lo mismo en mi análisis rápido de la gaveta de abajo. En otra
ocasión, me permitiría leer cuidadosamente, pero incluso si lo hiciera, tenía la
sensación de que estaría más que encantada al informarme. Miré el feo
reloj. Eran cuarto para las seis.
—Muy bien, Edward, ¿Dónde estás? —le pregunté en voz
baja. Particularmente, no quería que la Dra. Rothaus me escuchara
conversando con el aire vacío. Siempre había tenido sentido hablar con
Edward sólo cuando lo miraba a la cara. De lo contrario, me parecía un
poco demasiado loco, incluso para mí.
Me levanté y me dirigí a la estantería. —¿Quieres saber algo? —Era el
estribillo de mi padre mientras crecía—, consigue un libro. —Por supuesto, él
es anterior a Google, pero se me quedó grabado.
Bajé un libro azul encuadernado en piel del tamaño de una
lápida. Recordando las palabras de la Dra. Rothaus, noté el lugar exacto. No
es que probablemente se me olvidara cual era de todos modos, pero no
parecía haber un gran orden en las cosas. Sostenía Geografía del Sureste de
Pensilvania: Un Estudio del Gobierno, que había sido apilado en la parte
superior de Mitología Teutónica, en la parte superior de Investigaciones
Experimentales Sobre la Filosofía de los Colores Permanentes.
Abrí Geografía. Estaba lleno de grandes mapas de secciones
pequeñas del estado. Lo puse de nuevo y escaneé los estantes más
cercanos. —Vamos a hablar sobre tu gusto por la lectura de los materiales
más tarde, Sr. Willing —murmuré.
Era una colección bastante aburrida. La A.B.C. Guía para Hacer
Grabados en Pigmentos Permanentes. El Arte de Utah. Musgos y Plantas, Una
Introducción a Sus Estudios, con Matices en Recolección y Preservación. Ni
siquiera me producía un estremecimiento considerar Una Cuenta de los Usos
y Costumbres de Italia, con Observaciones Sobre los Errores de Algunos
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Viajeros, con Respecto a Dicho País. Pensé que la gente había estado
haciendo chistes incluso en 1768.
Edward había sostenido estos libros, me recordé. Los había abierto,
aprendido de ellos. Tal vez hubiera caído dormido mientras los leía. Tomé Las
Manos: Su Mecanismo y Dotaciones Vitales, entre las mías, pero hacía frío y
tenía las esquinas afiladas.
Entonces, me encontré con un pequeño libro de bolsillo, de poesía y
ficción. Jane Eyre. La isla del tesoro. La casa de la alegría de Edith
Wharton. No he leído ese, pero he leído Verano, sobre el sexo y el anhelo y el
crecimiento. Fue publicado en 1917, el año después de que Edward
murió. En la primera carta de Edith a él, lo había hecho imprimir, ella habla
de ello. Por lo menos, está hablando probablemente de ese libro. Traté de
recordar la carta. —Estoy consumida por esta compulsión intensa para
contar una ficción verdadera. —Había escrito. ¿O era “una ficción
honesta”?
Pasé cuidadosamente a través de La casa de la alegría. No había
cartas escondidas en el interior, pero en la página 89, encontré una nota en
el margen. —Qué cierto —leía. No podía estar segura, pero pensé que
probablemente se refería a la línea de “La alquimia realmente consiste en ser
capaz de convertir el oro de nuevo en otra cosa.”
Mi búsqueda cambió. Ahora, con cuidado, desplegué cientos de
páginas y me encontré con notas. La mayoría eran palabras sueltas: “Listo,”
“Basura,” “¡Ah!,” Pero a veces había más. Descubrí “Leer a Diana, pref. en la
cama,” firmado junto a un poema de Ezra Pound llamado “El pescado y la
sombra.” Había una mención de una mujer y la cama, pero lo importante al
parecer, era en francés: —Qu'ieu sui avinen, Ieu lo sai. —No entendí una
palabra de francés. O el poema, para el caso. La notación era bastante
obvia.
Podía sentir cómo me sonrojaba un poco mientras ponía el libro de
vuelta, pero no antes de que hubiera copiado la línea en mi hoja de
notas. Luego volví y me puse en medio de la habitación. Había algo ahí para
mí. Tenía que haberlo.
—Déjame adivinar. —Hice un trompo para encontrar a la Dra. Rothaus
de pie en la puerta—. Estás teniendo una decepción grande. —Arrastró las
palabras, con un poco de disgusto.
Pensé en mentir, pura y simplemente. Pero como estaba medio
decepcionada, con un lado de la auto-compasión, sólo me encogí de
hombros. —No es lo que yo esperaba, pero eso no quiere decir que no estoy
encontrando cosas interesantes.
Recostó un hombro fuerte contra el marco de la puerta. —¿Qué tan
bien crees que conoces a Willing?
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Supuse que “Puedo charlar con él, en mi habitación, con bastante
regularidad” no era la respuesta correcta. —Bastante bien. Él es mi artista
favorito.
—Mmm. Lindo, ¿No?
—¡Precioso! —Tomé la línea, gancho y plomo.
La Dra. Rothaus rodó sus ojos. —Dios, devoto. —Suspiró—. Déjame
darte algunos consejos para tu futuro, niña Willing. Si idolatras a alguien,
mantente alejado de su lugar de residencia. Nunca vas a ver lo que quieres
ver. Cualquiera que sea el bien que producen, están habitualmente en otro
lugar, y siempre hay una mancha de caca en el inodoro. Ahora vete a
casa. Es hora de cerrar.
Recogí mi mochila. Dio un paso atrás para dejarme salir de la
habitación. Unos pocos metros por el pasillo, me detuve. —Gracias —dije.
—¿Por qué? —preguntó bruscamente—. ¿El consejo?
—Por dejarme entrar —le dije—. Estar aquí fue… un honor.
Resopló y cerró la puerta con un chasquido.
***
—Tenía un punto, ya sabes —comentó Edward unas horas más tarde—.
Innecesariamente crudo, tal vez, pero acertado. Nuestros personajes
públicos con frecuencia no coinciden con nuestros seres privados. Tú, de
todas las personas, debe saber eso.
—Esto no es acerca de mí —dije malhumorada—. Se trata de la
necesidad de encontrar más información acerca de la forma privada. Algo
que no sepamos ya.
—Tengo los pies terriblemente feos.
—No era lo que tenía en mente. Y probablemente falso de todos
modos.
Edward bajó la mirada hacia el espacio vacío debajo de su caja
torácica. —Probablemente. Entonces, ¿qué tienes en mente?
—Una carta, tal vez. De Diana. Algo que conecte tu amor con tu
trabajo.
—Prefiero pensar que lo hice a través de mis pinturas.
—Tú lo hiciste. Quiero decir, eso es lo que me atrajo a ti, en primer
lugar. Bueno, no, fue tu sonrisa, probablemente, pero ayudaron los
cuadros. Es sólo que tengo que saber más acerca de tu musa.
—¡Ah, querida Ella, la musa del artista es el ego! Nada más.
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—No quieres decir eso. Te casaste con Diana, porque ella te hacía
sentir como nadie en el universo hizo o pudo.
Él asintió con la cabeza. —Ella era extraordinaria.
—Pero no todo el mundo lo vio. Su familia se volvió loca. La mitad de
sus amigos dejaron de invitarlos, al menos por un tiempo.
—Su pérdida. Ella era una mujer que se presenta una vez en la vida.
—Y… —Yo estaba en una buena racha—. Tus ventas aumentaron
dramáticamente después de su matrimonio.
—Ah, ahora eso no se pone de pie en una tesis, y tú lo sabes. Mis
ventas se incrementaron después de mi programa de 1902 en la academia,
y más después de mi muerte. No era la historia de amor, tal vez, tanto como
el final de la misma.
Por supuesto, me lo imaginaba, pero odiaba decirlo en voz alta.
No lo hice. —Tú has leído mis cartas, Bella Ella. Según tú, la tienda del
museo pone a la venta la sexta edición de la versión ilustrada que mi sobrina
puso en conjunto. Es una verdad muy simple: la gente como tú es mejor si ha
sufrido un poco. Vincent van Gogh no tendría la mitad de tantos calendarios
y tazas de café si hubiera sido más tranquilo en cuanto a sus demonios.
Me incliné a estar de acuerdo, aunque creo que van Gogh era un
pintor bastante sorprendente. Yo nunca le mencioné eso a Edward,
especialmente desde que el Retrato del Doctor Gachet de van Gogh, se
vendió por ochenta y dos millones de dólares, y el Sheridan-Brown de Edward
por cuarenta y dos mil.
—Se podría pensar que la filosofía podría haber dado al traste con
algunas de las cosas de Freddy Krueger. —Reflexioné, inclinando la
mandíbula hasta que sentí el tirón de la cicatriz.
—Y así podría ser, si alguna vez dejaras entrever que te duele.
Me inclino a estar de acuerdo con eso, también, pero hay un límite. —
Así que debería empezar a ir sin tirantes.
—No seas maleducada. No tienes que mostrar tu dolor
literalmente. Insistes en que eres una artista, Ella. Se una artista. Usa tus
alegrías y tus traumas. Dime ¿A cuánto se vendió el Autorretrato con la Oreja
Vendada de Vincent? —Cuando yo mantuve mi boca cerrada, se encogió
de hombros—. Está bien. Simplemente estoy sugiriendo que podría ser sólo un
poco menos de auto-protectora. Muestra algo de la cicatriz.
—Hablas como Frankie.
—Por supuesto que sí. ¿Por lo tanto…?
—Una cicatriz hipertrófica, hiperpigmentada es fea. Un corazón roto es
irrevocablemente hermoso y poético.
—La ruptura no es agradable. —dijo Edward, un poco bruscamente—.
Yo no la recomiendo.
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—Sí. Lo siento.
Él soltó un gruñido. —¿Qué es lo que quieres, Ella?
—Lo que tenías —le contesté en voz baja—, con Diana. Esa conexión
una-vez-en-la-vida, que lo hace todo bueno.
—Está bien. Pero te das cuenta de que para ser amado así, tienes que
dejar que el caballero tenga la suerte de verte. Quiero decir, de verdad
verte, con las cicatrices y todo.
—Sí, Edward, soy plenamente consciente de ello.
—Pero no quieres que nadie realmente te vea.
Me tenía allí. —Bueno, no.
—Buena suerte con eso, entonces —dijo, y luego bostezó y cerró los
ojos, diciéndome que la conversación había terminado.
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La Critica
Traducido por Panchys
Corregido por Mali..♥
e La Correspondencia Recopilada de Edward Willing, editado,
mejorado y con ilustraciones por Lucrecia Willing
Adamson. Compañía Henry, Filadelfia, 1923:
La Ausencia Hace Crecer el Cariño
23 de octubre
El Hotel Plaza
Mí querida,
Pues bien, es reiterado. El Museo Metropolitano procederá a la compra
de Cleopatra. Puedes enviar tus abundantes gracias al Sr. F. W. Rhinelander
por su inestimable ayuda.
Almorcé con él hoy y presentó a su nieta, Edith Wharton, quien se
encuentra de visita. No es especialmente bonita, pero es bastante intuitiva y
lee demasiado bien. Ella prefiere el diseño de jardines, creo yo, al arte, y
salpica en poesía y prosa. No está del todo bien, ella y su esposo van a
regresar a Europa pronto, espera, por lo que puede tomar algunas citas
médicas en Francia. Nos recomendó varios balnearios desde los cuales te
podrías beneficiar.
¿Vamos a París la próxima primavera? Por supuesto que estarás bien
para entonces. Estoy de acuerdo en que el Dr. Tapper es mucho más
inteligente y sensible que muchos de su profesión. Si él le dice que no estás
bien para pasar a través de Wissahickon en este tiempo, debe desistir todos
los días con su golpetazo.
Tus pulmones son frágiles, mi amor. Yo no me arriesgaría. El amor es una
de las dos cosas por las que vale la pena morir. Todavía tengo que decidir la
segunda. Sin duda, no son los hongos de colores.
Estaré en casa tan pronto como se resuelva este asunto, sin duda no
más de una semana. Mi madre se queja de que no puedes cenar con
ella. Bien por ti. Ten piedad de la nueva esposa de Hamilton y toma el
D
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té. Regaña a la cocinera, por favor. No puedo enfrentar otro plato de
mollejas.
Con todo mi amor siempre,
Edward
***
Desde Incompleta: La Vida y Obra de Edward Willing, por Ash
Anderson. Imprenta de la Universidad de Pennsylvania, 1983:
La exposición de la Academia de Abril 1902, marcó un cambio notable
con respecto al estilo de Willing. En lugar de las pequeñas pinceladas y
colores iluminados por el sol, tan característica de sus obras anteriores, esta
colección fue más audaz y más oscura. Perdidas, también, estaban sus
representaciones familiares de personas solteras. Un crítico local escribió:
Mientras que uno podría esperar o bien la total ausencia o la presencia
abrumadora de la difunta señora Willing en esta colección, se podría, tal vez,
justificar el sentirse sorprendido por la ausencia total de cualquier gente. Es
como si Willing hubiera extirpado todo el contacto humano desde su ámbito,
la búsqueda de su musa en lugar del plano gris del río Schuylkill, o los cantos
rodados del Valle Wissahickon. Si bien no hay duda de que el trabajo de
Willing ha sido, a través de los años, alternativamente tolerable y sin
inspiración, su pérdida lamentable de poco más de dos años podría inspirar
un poco de latitud simpática. Sin embargo, por mi parte, me fui de la
exposición porque me sentía muy desanimado y ligeramente abrumado. (9)
Por los próximos tres años, Willing viajó mucho (véase el capítulo 20), y
completó los ocho paisajes abstractos que únicamente llegaron a ser
conocidos como la serie Elysium. (10) El único retrato conocido de aquella
época era un encargo de un amigo de la familia Willing, el coleccionista de
arte y filántropo John Girard Hamilton, antes de la muerte de Diana. Como
sería de la esposa de Hamilton, las sesiones se aplazaron como es
comprensible, y la pintura no se terminó hasta mediados de 1905. Para el
resto de su vida, Willing pintó muy pocos retratos, aunque reanudó el uso de
modelos para estudios de cifra en algún momento en 1906…
Notas
Capítulo 19 (cont.)
(9)Stuyvesant Gumm, The Filadelfia Inquirer, 17 de abril de 1902. Gumm
no era amable en sus comentarios sobre Willing y, de hecho, una vez lo llamó
públicamente un “gay pervertido de mierda.”
(10)Un término algo irónico, ya que los títulos: Limbo, Lujuria, Gula,
Avaricia, Ira, Herejía, Violencia y Fraude son una reminiscencia de Los
Círculos del Infierno de Dante. Si bien no hay pruebas directas de su
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presencia allí, Traición se supone que se ha perdido en la Galería Jordan
Cooper, incendiada en diciembre de 1905.
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La Magia
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Mali..♥
stá bien, gente. Estoy lanzando toda la precaución al
viento. Tomando un salto de fe. Y suponiendo que terminaron de
leer Los viajes de Gulliver. Pensé en sacudir las cosas un poco,
alterar el status quo, por así decirlo, y probar algo nuevo. Vamos
a relajarnos aquí y a escuchar sus... criticas. Al igual que en el Book Review36
del New York Times. Díganme lo que piensan... ¿Alguien?... ¿Alguien? Sí,
genial, Alexander. Tú critica.
—Fue algo carente de magia, Sr. Stone.
—¿Cómo dices?
—Bueno, esta clase se llama el mundo mágico. Por lo tanto, si tuviera
que componer una critica, creo que tendría que empezar, "Para un libro
destinado a representar un reino mágico, le falta algo de magia."
—Sr. Bainbridge, yo esperaría tal insensibilidad de algunos de tus...
compañeros, ¿verdad? Pero tú sueles ser un caballero de la sensibilidad.
—Gracias, Sr. Stone. Pero estoy siendo totalmente serio. Los viajes de
Gulliver es a lo mejor una historia de aventuras. Tal vez no es exactamente la
más salvaje y audaz... pero, de todos modos. No es mágica. Es sólo una
sátira, más o menos dirigida al gobierno. Nos dice lo estúpida e ineficaces
que las cosas realmente son. Bueno, algunas de las personas a cargo están
hablando en realidad de cosas inexistentes, pero eso no es magia. Eso es
sólo Washington.
—Tranquilos, gente. Sí, sí, muy inteligente. ¿Y tu punto, Alexander?
—Mi punto es este. En lo mágico, es todo acerca de la manera que las
cosas podrían ser. ¿No? Si sólo las miramos un poco diferente. Y sobre esa
sensación de que todo el mundo ha sido, no sé... repintado. O totalmente al
revés.
—Sigo sin captarte. Por lo tanto...
36 Es una crítica literaria en la que un libro es analizado según su contexto, estilo y merito.
E
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—Por lo tanto, tal vez, Sr. Stone, y lo digo con todo respeto, deberíamos
estar leyendo El Señor de los Anillos. O American God37. Harry Potter. Algo
donde la magia este... bueno, presente.
—Ah. Por supuesto. Harry Potter. Créeme, sé cómo todos se sienten
ante algo más viejo que ustedes, pero establecido y clásico no implica
necesariamente difícil y sin valor.
—Créame, Sr. Stone, lo escucho. Pero, ¿no sería razonable pensar que
si sigue la misma lógica, nuevo y diferente no implica automáticamente
inferior y sin valor?
—Alégrate, Sr. Bainbridge. Vamos a leer El Rey Arturo más adelante. Y
nuestro próximo tema es La Tempestad de Shakespeare. Oh, gente.
Vamos. Se trata de playas y monstruos. Cosas geniales. Simplemente
geniales...
37 Es una novela de Neil Gaiman. El libro fue publicado el 19 de junio de 2001 por Headline en
el Reino Unido y por William Morrow en los Estados Unidos.)
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La Pregunta
Traducido por ♥...Luisa...♥ y rominita2503
Corregido por LuciiTamy
hloe’s estaba lleno, incluso para un sábado. Sadie y yo tuvimos
que conformarnos con una mesa cerca de la parte de
atrás. Sabíamos que Frankie se quejaría, pero no había mucho
que pudiéramos hacer al respecto.
—Queso frito —dijo Sadie, sin molestarse siquiera con el menú—.
Moussaka, tiramisú, y algo con montones y montones de aceitunas.
—Así de mal, ¿eh?
—Hoy —me informó—, me he comido una taza de sopa de miso y tres
hojas de algas tostadas. —Su madre estaba de vuelta—. Ella me peso.
—Oh, Sadie.
—Realmente, me hizo pararme en la balanza en su cuarto de
baño. Después de que ella se pesara en él. —La señora Winslow tiene una de
esas básculas que se ven en los consultorios médicos. Te dice hasta los
gramos.
—Oh, Sadie —Le dije de nuevo.
—Adivina.
—No, no quiero…
—No el mío, tarada. El de ella. —No quería hacer eso tampoco.
—Um. ¿Un veinticinco...? —Sadie resopló.
—Como si...
Es raro verla molesta de esta manera. Cuando Sadie grosera y sin
sentido del humor, es grave. Nunca sé muy bien qué decir para hacerla
sentir mejor, por no hablar de todo. Ese es su dominio.
Gracias a Dios, Frankie llegó justo entonces, una bolsa de papel en su
mano. Se dejó caer en su silla con un resoplido.
—¿Ya que eligieron hasta atrás, no podrían haber conseguido una
mesa en el callejón? —No había visto la cara de Sadie. Bendita ignorancia
momentánea. Sacó un par de clásicos zapatos wingtips de la bolsa y
C
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99
examino un talón de cerca—. Es bueno —anunció después de un minuto—.
Esquizofrénico, pero bueno, nuestro buen amigo Stavros.
Stavros estaba, por el momento, en algún lugar en los recovecos del
edificio, cocinando. Cuando estoy en Chloe’s, tiendo a no pensar en esas
manos haciendo mi souvlaki y tsatsiki sosteniendo las suelas de los zapatos
de otras personas. Cuando ninguna de las dos dijo nada, Frankie levantó la
mirada. Y suspiró.
—Correcto. —Con los más suaves movimientos, dejó los zapatos
debajo de la mesa y juntó las manos en la cima—. ¿Quién? —Eché la
cabeza hacia Sadie.
—Adivina cuánto pesa mi madre. —lo desafió. Él no se perdía nada.
—Tu madre es una vaca. Una vaca flaca, para estar seguros, pero sin
embargo una vaca. —Eso le valió el fantasma de una sonrisa.
—Cincuenta y tres kilos —dijo Sadie tristemente—. Toda
mojada. Todavía podía ver sus huellas de cuando salió de la ducha. —
Frankie me miró.
—Control de peso —musité.
—Ah. Bueno, ¿Le enviamos una nota anónima que diga que Marino
aquí pesa siete kilos menos que eso?
—Ella es talla extra chica Mi madre es una chica —Ahí nos tenía—. Me
dijo que parezco una patata.
—Eso —Frankie se quebró—, podría ser imperdonable.
—Es cierto.
—¡No lo es! —Más allá del hecho de que, en su chaqueta de tela sin
forma, Sadie realmente parecía un poco como una patata, los dos
odiábamos a su madre muy fuertemente en ese justo momento. Frankie se
inclinó hacia delante y tomó sus manos entre las suyas.
—¿Verdad o Reto?
—Frankie…
—¿Verdad o Reto? —repitió, una orden que, sabíamos, Sadie sería
incapaz de desobedecer.
—Verdad.
—Está bien. ¿Quién murió e hizo a tu madre el árbitro de todo lo que
tiene que ver con nada?
—¿Qué? —Ella parpadeó—. ¿Qué tipo de verdad es eso?
—Una muy importante. —Tiró de ella hasta que quedaron casi nariz
con nariz—. En serio. Por mucho que me duela decirlo, tu madre tiene un
gusto bastante de mierda... —Soltó las manos de Sadie, haciendo comillas
con sus dedos, justo en frente de su cara—. Regalos, hombres, hombres,
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ropa, música, hombres, comida, y crítica constructiva. Todas las cosas que
importan. ¿Fiorella?
—Eres perfecta. —Le dije a Sadie, y hablaba en serio. Ella volvió a
resoplar. Frankie resopló de nuevo.
—Está bien —dijo—. Puede que nunca tomes nuestra palabra para
eso. Pero vamos a dejar una cosa clara, ¿de acuerdo? Los estudios en curso
de la cita de tu madre, muestran que tiene chuecos los dientes, y falso
bronceado.
—¡No es cierto!
—Lo es. Lo cual nos dice todo lo que necesitamos saber acerca de su
gusto. Por lo tanto... ¿Fiorella?
—Eres perfecta —Le dije. Sadie negó con la cabeza, pero estaba
sonriendo.
—Están locos.
—Lo que sea. —Frankie escaneó de pies a cabeza a la Chloe original,
la hija de Stavros. Ella usa labial negro, odia las tablas de espera, y está
haciendo su doctorado en enfermedades infecciosas. Trato de no pensar en
eso cuando me está entregando mi comida.
—Su orden, Srita. Winslow.
—Moussaka —dijo Sadie casi de inmediato. Entonces, un poco triste—.
No. Espera. Brochetas de pollo. Falafel Y una ensalada griega. —Hizo una
pausa, abría y cerraba la boca, y luego añadió—: Extra feta.
—¡Adelante, chica! —Chloe señaló su aprobación con el puño
levantado, y pisando rápidamente hacia la cocina. Sadie suspiró y apoyó la
barbilla en la mano. Su pelo se deslizó hacia adelante sobre su rostro.
—Entonces, ¿por qué todo tiene que ver con la comida?—Me exigió—.
Tu familia está constantemente tratando de alimentarte. La mía de matarme
de hambre. Tu madre —le dijo a Frankie—, le da a cada cena familiar la
importancia de Acción de Gracias. Todo es sobre comida, comida, comida.
—Pero no es así. —No estaba de acuerdo, tratando de no lamentar la
pérdida de la musaka—. La comida es sólo una herramienta conveniente.
—Herramienta conveniente. —Frankie me estaba mirando con la
diversión apenas contenida—. Dilo.
—Mira. Lo que pasa con la comida es que no podemos vivir sin ella,
¿No? Quiero decir, salvo una vida con intravenosa, tenemos que comer.
—Ojalá no lo hiciéramos. —Sadie suspiró—. Cada día, desearía decir
no. Admitir que soy débil, abstenerme, y ser delgada un día a la vez. —Estiré
la mano para apretar la suya.
—¡Oh, Sandie! Creo que dices no con más frecuencia de lo que de
todas formas deberías. Debido a que tus padres te lo dicen. Debido a que
las revistas te lo dicen. Porque es todo sobre el amor o el dinero.
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101
—Está bien, Fiorella. ¿Has estado bebiendo? —exigió Frankie.
—El amor o el dinero —insistí—. Todo es sobre el amor o el
dinero. ¿Revistas? Todo sobre el gasto de dinero. Champú. Coches. Vestidos
talla dos. Y Sadie dijo: mi familia, la tuya... Quiero decir, Marino no esta
realmente interesado en la comida, se trata de dinero. ¿No? Y la mamá de
Frankie trata de hacer que sus hijos se queden quietos para que ella pueda
amarlos.
—Estoy intrigado. —Frankie se cruzó de brazos—. No puedo esperar
hasta que le expliques a Sadie cómo su madre a lo Joan Crawford38 se
ajusta a la teoría.
—Si la comida es amor, estoy jodida. —Estuvo de acuerdo Sadie.
—Demasiado rica o demasiado delgada. —Suspiré—. Alguien famoso
dijo eso. Nunca puedes ser demasiado rica, ni demasiado delgada.
—La duquesa de Windsor. —Frankie inclinó su cabeza, pensativo—.
Puedes estar en algo. El rey Inglés renunció al trono para estar con ella. Perra
flacucha. Muy parecido a tu madre allí, Sadie.
—¿Así que estás diciendo que mi madre piensa que nadie me va a
querer si no estoy flaca?
—No. —Él puso su mano sobre la mía, y sobre la de ella—. En realidad
no. Ella no puede imaginar cómo alguien podría amarla si no lo fuera. —
Sadie nos dio miradas cariñosas, y un tanto exasperadas.
—Estás loco. El amor o el dinero. Nada es tan simple. —Claro que lo es.
—Por lo tanto, Fiorella la Sabia. Hora de la Verdad. —Esta es la
variación de Frankie en Verdad o Reto, donde llega a preguntar y responder.
Ni Sadie ni yo hemos estado tan enamoradas de un Inicio de Verdades
como él—. ¿Lista?
—Está bien. —dije de mala gana. Es mejor simplemente acabar de una
vez.
—Así que, si todo es el amor o el dinero, ¿qué es Alex Bainbridge? —
Parpadeé.
—¿Qué?
—Es un pedazo de mierda, Ella. Mira a través de ti como si fueras un
fantasma, pero tú todavía tienes una cosa por él.
—Yo no…
—Ni te atrevas. Has pasado toda la semana esperándolo. Entonces,
¿qué es? Realmente me gustaría saber. ¿Amor o dinero?
—¡No he estado esperando por él! —Repliqué. Ah, pero lo hacía, en
cada pasillo, en el almuerzo, cuando me sentaba en el borde de la clase de
38 Fue una actriz estadounidense. Fue una de las pocas superestrellas de la época muda en
adaptarse al cine sonoro en Hollywood.
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Inglés—. Y si lo hago, es sólo para poder mirar hacia otro lado en primer
lugar. —Frankie puso los ojos en blanco.
—¿Te consigo un cubo de agua?
—¿Por qué?
—Tus pantalones están en llamas. —De hecho, miré mi regazo.
—¡Oh, muy divertido! —Le disparé a Sadie una mirada cuando ella se
río.
—Escucha, Mentirosa-Mentirosa, lo prometiste. Basta con Alex
Bainbridge.
El juego de la verdad no es para estar cómodo, lo sé. Frankie también
lo sabe, y por un segundo pequeño, pequeñito, yo lo odiaba sólo un poquito
por saber dónde meter el alfiler. Lo fulminé con la mirada.
—¿Cómo pasó esto de ser sobre la mamá de Sadie a un asalto a mi
honestidad, eh? —Se encogió de hombros.
—Te amo, Fiorella. No tenemos nada de dinero, cariño. Pero tenemos
amor. —Nunca he sido capaz de odiar a Frankie por más de un segundo.
—Cristo. ¿Quién murió? —Todos nos sobresaltamos un poco. Daniel
Hobbes estaba allí, junto a la mesa, cerniéndose sobre nosotros, y nadie lo
había visto llegar. Sadie rápidamente se fue con sus ojos abiertos y
siguió. Frankie sonrió.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Con la misma gracia felina que me
sobrecoge de Frankie, Daniel enganchó una silla y se deslizó en ella, todo sin
mirar, como si no hubiera movido un músculo.
—Ax fue arrestado y, sin nuestro guitarrista, no hay ninguna
sesión. Estaba en mi camino a casa y pensé que estarías aquí. Parecía un
buen lugar para comer como cualquier otro, aunque la compañía podría
dejar mucho que desear. Son un trio bastante aburrido.
—¿Quién te preguntó? —Frankie disparó de nuevo—. Puedes tomar tú
no invitación y tu lamentable cara de culo y esas cosas y meterlo en otros
lugares—Puede ser vertiginoso el afecto que Frankie y Daniel se aventuraban
el uno al otro. Las pocas veces que he estado en presencia de Daniel, le he
oído decir tal vez dos cosas buenas a su hermano. Pero nunca se me ocurrió
por un segundo que fueran fieras, inquebrantables, y completamente
correspondidas.
La gente asume que son gemelos idénticos. —Son los ojos. —decía
Frankie, tirando dardos afilados. Bien, así que más allá del hecho de que él
está convencido de que el mundo no asiático piensa que todos ellos son
iguales, las diferencias son más sutiles. O lo serían, si no fuera por la tinta y
accesorios. Tienen los mismos pómulos asesinos y el pelo negro espeso y
resbaladizo que requiere una cantidad impresionante de gel Hollywood, la
misma boca esculpida. Daniel es más alto, pero a Frankie le gusta el gel, por
lo que agrega unos dos centímetros de pelo. Frankie parece que podría
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romper tu corazón un poco. Daniel parece que podría rasgarlo de tu pecho,
aún latiendo, y morderlo.
—Entonces, ¿Por qué tienes que venir aquí para conseguir una
cerveza? —Las palabras seguían pendiendo sobre su cabeza como una
burbuja de dibujos animados cuando Chloe apareció. Nuestra comida no
estaba a la vista. En realidad, ella bateo sus pestañas hacia él.
—Una cerveza de barril —ordenó. La vi vacilar, dar un paso atrás y
luego hacia delante otra vez. Era un baile que había visto hacer a
camareras con Daniel antes. Identificación o no identificación, ¿valía la
pena arriesgarse a tener su desaprobación? O, en este caso, ¿la licencia de
licor de Stavros? Vi su silenciosa batalla con temor. Daniel esperó,
pacientemente, dándole a Chloe una media sonrisa que no fue una
expresión amable, mostrando los colmillos, que son ligeramente más largos
que los dientes de ambos lados. Lo hace parecer aún más felino que en lo
que realidad parece.
—Oh, adelante. Pídele la identificación —dijo Frankie con cansancio—.
No le importa.
—No, no. Está bien. Estaré de vuelta... —Y se había ido. Daniel enseñó
más dientes.
—Bien, hermano.
—¿Qué? Estás repugnantemente orgulloso de esa ID. —Daniel se echó
a reír.
—Lo estoy —admitió—. Lo estoy totalmente.
Empujó sus mangas, mostrando varias pulseras de cuero fino y la punta
de color rojo y negro de una cola de dragón justo por encima de su codo
derecho. En realidad, nunca he visto la cabeza. Esta en la espalda de
Daniel, Frankie nos dijo una vez, entre los omóplatos.
—Por lo tanto, mis niños, ¿Qué pasa?
—Estamos tratando de averiguar cómo hacerle una extracción de
malos gustos masculinos a la cabeza de Ella. —explicó Frankie.
—Mátalo —dijo Daniel casualmente—, así ya no tendría que pensar en
él, pero no dejes que ella esté cerca, ya que puede atravesarse entre la bala
y su amado y morir también. Eso sería una vergüenza.
Esta es la cosa acerca de Daniel. Siempre me ha asustado un
poco. No me molesto en intentar ocultar la cicatriz, estoy convencida de
que puede verla a través de la ropa. No es que me mire con lascivia. No es
un lascivo. Él tiene dos expresiones faciales: frío y divertido. También tiene un
segundo tatuaje, en el interior de su muñeca izquierda, que se ve
exactamente igual que cómo esperarías que se viera la marca de una
pandilla. Frankie nunca ha dicho una palabra acerca de ese tatuaje. O
mucho acerca de los amigos de su hermano. Quiénes tienen nombres como
Ax y pasan tiempo bajo custodia policial.
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Aquí hay otra cosa acerca de Daniel. Fascina por completo a
Sadie. Ella se inclinaba hacia delante, la boca un poco abierta, observando
cada movimiento que hacía.
Chloe estaba de vuelta con su cerveza en un pestañeo. Él lo aceptó
con una sonrisa lenta, más amplia que la que tenía, buscando un poco
aturdirla, mientras ella acortaba la distancia entre las mesas. Tomó un largo
trago y movió la cabeza. —Hombre, que buen lugar.
En el escenario, una chica flaca cantaba a su manera "Hey There
Delilah".
—Linda puerta, Ella.
Miré de nuevo a Daniel. Hizo un gesto hacia mi regazo.
—Oh. —Dibujo en mis pantalones, cuando no tengo papel. Mi autobús
se había quedado atascado detrás de un camión de basura, justo en frente
de una iglesia antigua—. Gracias. —No estaba segura de cómo me sentía
acerca de Daniel mirando mi muslo, aunque había reconocido el boceto
por lo que era.
—Aquí. —De repente, él tenía una bota en el peldaño de la silla, las
piernas abiertas, una apretada contra la mía—. Dibuja algo.
—Oh, por favor —murmuró Frankie de su otro lado.
Negué con la cabeza. —No tengo un lápiz.
Sadie rápidamente desapareció debajo de la mesa. Podía oír el ruido
metálico de la Marc Jacobs con asas de cadena y tenía un presentimiento
de que en un segundo le preguntaría: —¿Tinta azul o negra?
—No te atrevas, Sadie —dijo Frankie alegremente—. Ella no quiere
escribir en la entrepierna de mi hermano.
Es cierto que no quería. Excepto que ya había tenido la visión más
clara de cómo se vería un pequeño portal italiano endiablado en el
degastado vaquero...
—Muy bien —dijo Daniel, deslizando el pie de mi silla. Pero en realidad
parecía decepcionado. Por un segundo, de todos modos—. ¿Supongo que
hay comida viniendo?
—La hay —respondió Frankie—. Estoy seguro de que llegará un infierno
mucho más rápido si tú haces tu cosa de chico vampiro con Chloe otra vez.
—Tsk, tsk. Los celos.
Se enseñaron los dientes el uno al otro. Fue aterradoramente bonito.
—¿Qué ordenaste? —preguntó Daniel.
Frankie le dijo—: Aún no lo he hecho. Estaba a punto de hacerlo. —
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Su hermano echó un vistazo a la habitación buscando a Chloe. Ella ya
estaba en camino otra vez. —Spanakopita39. —le gritó a ella—. Calabacín
frito. Y un pedazo de ti. —Rió y se dirigió a la cocina, haciendo caso omiso de
una docena de manos que se movían y varios molestos—. Listo.
Frankie rodó los ojos. Daniel se echó a reír y tomo la mitad de su
cerveza. Al otro lado de la mesa, Sadie estaba encorvada en su chaqueta,
viéndose desinflada.
La chica que cantaba terminó con aplausos corteses. Un pálido cliente
habitual, con barba de chivo tomó su lugar y se lanzó con "Buffalo Soldier".
Daniel se levantó y se cernió sobre Sadie. —¿Cantas?
—¿Lo siento?
—¿Quieres. Cantar. Conmigo?
Durante una cuenta de cinco, no pasó nada. Entonces, miles de
alhelíes tristes en un millar de danzas fuertes fueron redimidos en ese
momento. Sadie positivamente se ilumino.
—Sí —dijo, sentada con la espalda recta—, quiero.
—Está bien. —Comenzó a ir hacia el escenario—. Quítate la chaqueta.
Ella hizo una pausa a mitad de camino de su asiento. —¿Qué?
—La chaqueta —dijo sobre su hombro—. Está malditamente fea.
Vi como Sadie se congeló.
—Vamos, Sadie. Estoy envejeciendo aquí.
Sadie se deslizó la chaqueta por los hombros. Se quedó en sus codos
un segundo, luego lo dejó caer en la silla. Debajo, llevaba pantalones
vaqueros y un suéter de cachemira de color rojo. Se veía aterrorizada,
mortificada, y muy bien.
—Excelente —dijo Daniel—. Vamos.
Ella se dobló un poco, pero después se marchó. Frankie agarró la
cerveza de Daniel y tomó un sorbo. Arrugó la nariz y la deslizó de nuevo
donde había estado. Ninguno de nosotros consume alcohol, en realidad,
pero de vez en cuando, Sadie toma una botella de champán de los muchos
envases de su madre. Frankie no rechaza las cosas caras. Toma un sorbo con
gozo reverente, y luego, inevitablemente, tiene un momento Fred Astaire o,
Frank Sinatra. Mi favorita es "The Way You Look Tonight". A Sadie le gusta
"Someone to Watch Over Me".
—Él le sacó su chaqueta. En menos de diez segundos. —Frankie
sacudió la cabeza—. Que Dios la ayude si él intenta sacarle otra cosa.
—Oh, no. Él no lo haría... Tú no se lo permitirías...
39 Spanakopita es un pastel salado griego relleno de espinaca troceada, queso feta (a
veces mezclado con ricota, que es más barato), cebolla o cebolleta, huevo y condimentos
varios.
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—Para que conste, yo estaba bromeando. Pero trata de darles solo un
poco de crédito, si quisieras, por favor.
Mientras él y Sadie esperaban su turno, unas veinte miradas femeninas
se pegaron a Daniel. Yo sospechaba que los chicos lo miraban, también, no
importa lo bien que me parecía que Sadie se veía.
—Sin embargo, contesta la pregunta... —continuó Frankie, llegando a
tocar mi muñeca—, La verdad: ¿Qué pasa con los chicos que son malos
para ti? ¿Eh? Y no me refiero sólo a ti. Me refiero a todas las chicas de otro
modo inteligentes, que han deseado a un hombre que sólo las usa y después
las tira, o incluso que no llama cuando dice que lo hará. Es alucinante.
—De acuerdo. San Francisco —le respondí a esto—. Quien tiene un
excelente historial con...
—¡Ah! Cuidado —Frankie me advirtió, entrecerró los ojos, dándome la
mano—. Es posible que desees pensar antes de terminar la frase. Yo podré
no haber encontrado al hombre perfecto, pero nunca, jamás, iría por el Sr.
Que-hay-en-tu-pensamiento.
—Ay. ¡Caliente, caliente, caliente! —Un humeante plato fuerte
remplazó a la cara de Frankie en mi línea de visión. Chloe golpeó la
calabaza frita sobre la mesa, siguiendo con la spanakopita. Luego se
examinó las manos vacías y rosadas con gravedad—. ¿Algo más?
—¿Los kebabs40 de pollo? —dijo Frankie—. Ensalada. Falafel41.
—Oh. Sí. —Chloe miró la silla vacía de Daniel. Suspiró—. Correcto. —Le
dio a Frankie una palmadita distraída en el hombro y se alejó.
—¿Y bien? —exigió.
Cogí una servilleta de papel arrugada y la agite en señal de
rendición. —Tengo hambre.
Me dirigió una larga mirada, y luego cogió un trozo de calabacín. —
Ay... Caliente. —Conozco a Frankie, yo sabía que era un alivio
temporal. Hubo un chillido desde el micrófono—. Si ellos cantan “Endless
Love” o “No Air”, estoy renegando de los dos.
No lo hicieron. Cantaron "I Got You, Babe" y fue increíble. Daniel
mantuvo sus ojos en Sadie casi todo el tiempo, como si le estuviera cantando
sólo a ella. Y, a diferencia de Frankie, Daniel puede cantar. Para las primeras
líneas, Sadie mantenía la boca abajo, oculta por su cabello extrañamente
elegante y pesado. Entonces, el corazón fabuloso de Sadie, entró en acción
y se enfrentó a él, barbilla arriba, y le correspondió nota por nota.
El aplauso fue atronador. Y pasaron unos buenos minutos antes que
nadie se atreviera a subir al escenario.
40 Kebab o döner kebab significa "carne a la parrilla" en persa. 41 Faláfel o falafel es una croqueta de garbanzos o habas cuyo origen se remonta a los
tiempos de la Biblia y se originó en algún lugar del subcontinente indio.
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107
Los aplausos los siguieron, de vuelta a nuestra mesa, en el culo del
mundo. En lugar de caminar delante de ella en esta ocasión, Daniel dejo ir a
Sadie primero. Uno de sus brazos en su hombre, pero sin tocarle la espalda,
protegiéndola de sus ávidos fans. Él se las arregló para verse bien y un poco
divertido, como era su costumbre. En el momento que Sadie llegó a la mesa,
se había replegado un poco. Pero estaba sonriendo, y dejó su chaqueta
fuera y mantuvo algo del brillo, incluso cuando una modelo con cara de
palote se movió hasta la mesa y le susurró a Daniel, hasta que él se fue con
ella. Ellos cantaron "No Air".
Frankie se quedó fuera del escenario por una vez, aún cuando Daniel
lo abandonó por la comida. —Sé cuándo quedarme sentado —dijo Frankie,
agitando un tenedor cargado de pollo, por primera vez en la dirección de su
hermano y luego hacia la habitación—. Esta noche voy a dejarlos que vean
y anhelen.
Mantuve mi cabeza abajo y mi boca llena. No quería los agudos ojos
de Frankie y su lengua centradas en mí más de lo necesario. Era mucho más
fácil con Daniel ocupando la mitad de los alimentos y la mayor parte del
aire.
—¿Que hay con Ella? —Se preguntó, cuando todo se había ido,
excepto la guarnición de perejil—. ¿Cuándo vamos a tener el placer de sus
estilos vocales?
—Yo no canto.
—Quieres decir que no quieres cantar —corrigió Sadie. Traté de ser
caritativa con su traición, se pone descerebrada alrededor de Daniel—. Ella
canta muy bien.
—Estoy seguro de que lo hace. —Daniel apuntó con el vaso de
cerveza en mi dirección—. De hecho, apuesto a que podría matar
totalmente "Don´t Stop Believin". —Una canción que es en realidad uno de
mis placeres culpables. Creo que probablemente lo sabía. Luego, me
susurró—: Cobarde.
En otra historia, la pequeña heroína valiente habría golpeado la mesa
con ambas manos, haciéndola tambalearse un poco. A continuación,
habría levantado las dos manos, arrancado la bufanda larga de su cuello, la
barbilla alta y la cicatriz, en el centro de atención, se encaminaría hacia el
estrado, daría un salto, y asesinaría a la audiencia con su versión perfecta de
"Respect". O tal vez " Single Ladies ", por pura satisfacción.
En esta versión, le di a Daniel lo que yo esperaba fuera una mirada
asesina y me puse a doblar mi servilleta.
Él fue, como es lógico, imperturbable. —¿Puedo hacerte una
pregunta?
Suspiré. —¿Mi respuesta a esa pregunta haría alguna diferencia?
—Nada en absoluto.
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—Está bien —me quejé—. Pregunta. —No tenía que responder. No era
mi Verdad.
—¿Por qué hay carreteras interestatales en Hawai?
Lo miré boquiabierta. —¿Esa es tu pregunta?
—No. —Se inclinó hacia atrás en su silla, apoyando un pie en la otra
rodilla—. Esa es una pregunta. Mi pregunta es la siguiente: ¿Cuál es la única
cosa que deberías preguntarte, antes de involucrarte con alguien?
—¿En serio?
—¿Me veo serio?
Tal vez no serio, pero vagamente mortal. Sin embargo, era una
pregunta muy interesante, sobre todo viniendo de Daniel Hobbes. Pensé por
un segundo. —¿Va a hacerme feliz?
—¿Tú crees? —preguntó Daniel, luego se estiró y se puso de pie—. Me
voy de aquí. ¿Quién viene?
Nos llevó a casa en su jeep destartalado. Olía a humo y a canela,
incluso con el agujero, del tamaño de un plato, en la parte posterior, que
permitía pasar ráfagas constantes de aire frío. Daniel y Frankie van
escuchando Be Cruel, la banda de ska que toca covers de Elvis, que Frankie
ama y Daniel tolera. Tenía la esperanza de que fueran capaces de
convencer a Sadie de que vaya con ellos. Yo no tenia ganas. Había tenido
suficientes covers mediocres para una noche, y más que suficiente de Daniel
y sus feromonas embrutecedoras.
Condujo con una mano en la parte inferior del volante y la otra
buscando a través de una pila de CD etiquetados a mano. A mi lado, en la
parte trasera, Frankie tenía su sombrero de Panamá sobre la frente,
deliberadamente sin mirar. En frente, Sadie estaba teniendo un gran
momento de antaño. Daniel encontró algo que le gustaba y lo metió en el
reproductor, que enseguida lo escupió hacia afuera. —Pon tu mano aquí —
le dijo, guiándola—. Sostenlo hasta que arranque. —Ella lo hizo, lo hizo, y una
guitarra llorando empezó a competir con el viento y el motor.
—Marmot de Genghis Khan —gritó a Daniel sobre el ruido—. Estarán
tocando en la Granja el próximo sábado. Deberías venir. Sería, y lo digo con
todo respeto, bueno para ti.
Ninguno de nosotros ha mencionado que el siguiente fin de semana,
estaríamos ocupados. Todos lo sabíamos. Y de, todos modos, Daniel
probablemente también lo sabía por Frankie.
Mi reloj marcaba las 1:10 cuando encendí la luz en mi
habitación. Estaba tranquila por llegar a casa tarde, pero no demasiado
tranquila. Sabía que mi padre estaría medio despierto,
escuchándome. Estaba siempre cansado después de un sábado por la
noche en el restaurante, pero, en realidad, no iba a dormir hasta que
estuviese seguro de que estaba en casa.
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Mi ropa olía a pollo asado y cera de zapatos. Los puse en mi cesto,
saqué una camiseta de chef de primera, regalo del tío Ricky, para dormir y
saqué mi disfraz de confianza de la parte trasera de mi armario. Lo haría. La
sangre pintada parecía lo suficientemente fresca como para la novia de
Davy Jones. A decir verdad, parecía mucho mejor para mí que cuando
había llegado, prístino, dos años antes. —Destrózalo. Píntalo. ¡Llévalo a su
funeral! —Mi prima Alyssa replicó cuando tiró el vestido, brillante y
perfectamente conservado en su bolsa de transporte, en el suelo, al lado de
mi cama—. Solo no dejes que un hombre te prometa una maldita cosa
cuando lo lleves puesto. ¿Lo juras?
Le juré. Entonces lo rayé, lo pinté y lo usé en el Baile de Otoño.
Había decidido no ir a éste en un primer momento. Pensé que no
podía soportarlo, las sirenas ondulantes y sus socios de piratas
borrachos. Pensé que no sería capaz de sentarme con Sadie y Frankie y mirar
a Alex bailando con Amanda, sus conchas aplastadas contra su pecho, sus
manos sobre su cola de lentejuelas.
Había cambiado de opinión, en algún momento, en el medio del lugar
de Chloe. Triste, podía admitirlo, incluso asustada. No estaba dispuesta a
sucumbir a la cobardía.
El vestido de novia rallado era pesado en mis manos. Pensé que podría
añadir un anclaje de papel y una cadena este año, tal vez unas pocas
estrellas de mar marchitas. Las perlas negras habrían sido un buen detalle,
pero las perlas en la casa sólo estaban en la gargantilla de boda de
mamá. Ha habido más perlas, falsas, en el spray de encaje vertical que
había sobre su velo. Más aún, cosidas en sus guantes de encaje, sin
dedos. No es culpa de ella, pensé que cada vez que pasaba la fotografía
de su boda en la sala de estar. Eran los años ochenta.
—¡Oh, ese vestido!
Mi abuela estaba en mi puerta, en la óptica de un peludo traje de
leopardo. No era su estilo, pero un vistazo en la vidriera de Victoria's Secret y
ella se había enamorado. Fue, según ella, exactamente el traje que Robert
De Niro se había puesto en el ring de boxeo en Raging Bull.
—Hola, Nonna. ¿Te desperté?
—Oh, no. Estaba viendo a Steven Tyler en el Saturday Night Live. —Se
dirigió a mi habitación, dando al vestido el mal de ojo—. Mala suerte, eso.
—Sólo para Alyssa.
—Hmph. ¿Tú tienes otra fiesta?
—El Baile de Otoño —le dije—. Nuestro baile de Halloween.
—Ah. ¿Tienes un muchacho con quien ir?
—Por supuesto. Frankie.
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Suspiró y se sentó en el borde de mi cama. Sus pies colgaban unos
quince centímetros del suelo. —Me gusta tu Frankie, pero no va a hacer
lindos bambini42 con usted.
—Nonna…
—Bueno, ¿es verdad? No. —Se inclinó hacia adelante—. Ahora, ese
chico con voz agradable y la madre huesuda. Él podría hacerlo.
Suspiré. —Podría hacer un montón de cosas, Nonna. —No soy uno de
ellos—. Bailar conmigo, no es uno de ellas.
—A él le gustaba mi pane43.
—Así es. A él le gusto.
—Y tú. Le gustas.
—Nop. Eso no es así.
—Hmph. Tienes todas las respuestas acerca de los muchachos.
Eso me hizo sonreír. —Al parecer, ni siquiera sé las preguntas correctas.
—¿Quién lo hace? Incluso los reyes no saben las preguntas
correctas. Eh, ¿sabías que hay una historia de amor entre un rey y una reina
en tu historia? Aquí. —Ella dio unas palmaditas en la cama. —Sube,
cucciola44. Yo te la contaré.
42 Niño en italiano. 43 Pan en italiano. 44 Cachorra en italiano.
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El Cuento
Traducido por Annaiss
Corregido por LuciiTamy
sto, bellissima —comenzó Nonna—, es una historia de amor
verdadero…
—Los Costas, nosotros hemos nacido del mar y muy orgullosos,
muy orgullosos. De padre a hijo, construyeron sus barcos y
siguieron a los peces. Mi bisnonno45, el padre de mi nonno46, es el más
orgulloso de todos. Él es el único hijo de una madre viuda del rey del mar.
Pero él es… ppfftt… —Nonna dejó escapar un suspiro y agitó sus dedos sobre
su cabeza—. Basso47. Piccolo48. Cuando era joven, sus tíos y primos tenían
miedo de llevarlo a bordo. Pensaban que la más pequeña de las olas o los
más grandes tono… tono… ¿Qué es?
—Atún.
—Si. Palabra tonta. Un atún lo volcaría del bote. Pero nadie lo hace
menos. Ah, te ríes, ríete. Vamos, ríete. No son mucho más grandes que él. Él
es tan pequeño, pero está orgulloso, porque sus velas del barco son más
altas que las olas y pronto traerá la mayoría de los peces. Como el oro, que
lo hace rico. Y cuando un hombre se hace rico, tiene que pensar en el
matrimonio, o las mamás del pueblo pensaron en ello por él. ¿Capisci49?
Sonreí. —Sí, lo entiendo. “Es una verdad universalmente reconocida
que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna debe estar en
busca de esposa”.
—¡Ah, si! —Nonna asintió con la cabeza, encantada—. Austen. Tan
inteligente.
—¿Usted conoce Orgullo y prejuicio? —Pregunté. Me jaló la oreja—.
¡Ay!
—¿Crees que eres la única que tienes cerebro en esta familia? ¿Eh?
Ah, Darcy. Mi bisnonno es tan hombre… Bien, ríete de nuevo. No es tan
guapo, yo pienso, sino simplemente orgulloso. Se pavonea por la plaza con
sus zapatos nuevos. Se compra un carruaje. Pero él también les da a los
45 Bisabuelo 46 Abuelo 47 Bajo 48 Pequeño 49 ¿Entiendes?
E
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112
pobres, a la iglesia, también. Él es amable con sus hermanas; es un amigo
para muchos. Él es raffinato50, un caballero. ¿Y la chica que él elije? ¿Hmm?
¿Hmm?
—No sé, Nonna. ¿Elizabeth Benedetto?
—¡Ah! —Nonna dio una palmada contra su rodilla. Rebotó
silenciosamente sobre su felpa de leopardo—. Elisabetta. Elisabetta, hija de
un hombre que trabaja en otro barco. Elisabetta quien tiene muchas
hermanas y quien está destinada a la iglesia si no se casa. No recuerdo el
apellido de su familia, si es que alguna vez lo supe. Tal vez Benedetto. ¿Por
qué no? Bueno, no importa. Lo que importa es que nadie entiende por qué
Miguel Ángel Costa elige a esta chica. Nadie puede… oh, la palabra… para
hablar de alguien: descrivere.
—¿Describir?
—Si. Describir. Nadie puede describirla. Pequeña, ellos piensan. Café,
tal vez. Tal vez no tan bonita, pero no fea. Sólo una chica. Se sienta en el
dique remendando redes que su familia no posee. Ella es rara, también, sus
vecinos piensan. Piensan que es ella quien deja algunas conchas y piedras
lisas cuando ha terminado con las redes, ¿Por qué a ella? ¿Por qué esta rara,
una don nadie en un vestido feo y con pies sucios?
«Miguel Ángel le envía regalos con sus primas. Un camafeo, pañuelos
de seda, un buen par de guantes. Otra vez, la risa. En ese entonces, no te
reirías por el regalo de los guantes, piccola. Oh, ustedes, chicas ahora. ¿Qué
quieren? ¿Correos electrónicos y ePods?
—Es iPod, Nonna.
—Como sea. Ves, esa es una palabra que conozco. Ahora, Elisabetta
devuelve los pequeños regalos. Así que mi bisnonno envía regalos más
grandes: perlas, metros de tela de seda, un caballo. Esos, también, ella no
aceptará. Y la gente comienza a mirar y preguntar: ¿Quién es ella, esta don
nadie, para negarse? Sin dinero, sin belleza, ni un apellido de familia. Eres
una tonta, le dicen. Acepta. ¡Acepta!
«Y mi orgulloso bisnonno no entiende. Él puede tener a cualquier chica
de la ciudad. Así que otra vez, recoge los regalos y se los queda, y la buscan
en el caballo. Pero Elisabetta no puede ser encontrada. No está en la casa
de su padre o en la plaza o en el malecón. Miguel Ángel teme que se haya
ido al convento. Pero no. Mientras se para en el malecón, un ave marina,
una gaviota, se posa en su hombre y le dice…
—Nonna…
—¡Shh! El pájaro le dice que siga al delfino… ¿dolfin? ¡Delfín! Así que él
mira, y allí, un delfín con su cabeza sobre el agua le dice: “¡Sígueme!”
«Así que lo sigue, el saco de regalos pare Elisabetta en su espalda,
como un vendedor ambulante, el caballo detrás de él. El delfín lo lleva
50 Refinado
FORO’ Libros Del Cielo
113
alrededor de la bahía hasta una playa, y ahí está Elisabetta, su viejo vestido
cubierto de arena, sus pies descalzos, sólo dibujando círculos en la arena. Ella
comienza a correr, pero Miguel Ángel le llama. “¿Por qué?” Le pregunta.
“¿Por qué se esconde? ¿Por qué no acepta mis regalos?” ¿Y ella dice…?
Había estado luchando para retener un bostezo durante un tiempo. —
No tengo idea. “¿Estoy enamorada de otra persona?”
Nonna resopló lo suficientemente como para sacudir el colchón. —
¿Con quién? No hay nadie como Miguel Ángel. ¡Él es el rey del mar!
¿Enamorada de alguien más? Bah.
—Está bien. Muy bien. Díme lo que ella dijo.
Nonna se inclinó hacia mí, sus ojos brillantes. —Ella le dice: “Usted no
me ve.” Y mi bisnonno, dice: “¡Por supuesto que la veo! Cada día la veo por
el dique. La veo en mi mente, también, en las perlas y pieles y sedas. Así que,
aquí, aquí le ofrezco éstas cosas.” ¿Y ella dice…?
—“¿Gracias?”
—¡Per carita51!
—“No, ¿gracias?”
—Ah, Fiorella. ¡Creo que usted no es la hija de mi hijo! Rifletti52. Use su
cerebro bien.
—Nonna…
—Ella dice: “¡Usted no me ve!” Y ella lo aleja.
No estaba segura de sí entendía su punto. Una chica normal con ropa
andrajosa que va a acabar de monja si no se casa. A lo largo viene un tipo
decente con dinero, prometiéndole que la llevará lejos de todo… ¿Qué no
era ahí cuando terminaba con un Y Vivieron Felices Para Siempre?
—Así que… —Nonna metió cada una de sus manos en las mangas de
su bata de leopardo—, Miguel Ángel, se va. Por días y noches se mantiene
alejado de Elisabetta. Las otras chicas, las chicas más lindas, tienen
esperanza de nuevo. Y luego, ahí va una vez más, llevando sólo su nonno de
cristal viejo —su telescopio— y una bolsa de higos. Estos los pone a sus pies.
“La veo,” le dice. “Cada día, durante meses, la veo. La veo. Donde usted se
sienta, el mar está en calma y los delfines nadan cerca de usted. Veo que su
red remendada parece un encaje de una dama. La veo bailar bajo la lluvia
antes de correr a casa. Veo el mosaico que deja disperso para rehacerlo
una y otra vez, piu bella que el oro y perlas. Usted es piu bella que cualquier
otra reina del mar.
«“Usted no necesita de seda o perlas. Ya lo veo. Pero son de usted si
así lo desea. Soy suyo si así lo quiere. Si le gusta lo que ve.” Él le da el cristal.
Ella lo toma. Luego pregunta: “¿Qué pasa con los higos?” Mi bisnonno se ríe.
51 Por caridad 52 Reflexiona
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“Puede que tome tiempo para que usted se dé cuenta si le gusto. Traje el
almuerzo.”
Nonna se golpeó la rodilla de nuevo, claramente encantada con el
humor de Miguel Ángel.
Me tragué otro bostezo. —Si, Nonna. Es una buena historia. —No me
pude resistir—. Pero… ¿una gaviota hablando? ¿Un delfín de guía? Eso como
que se pasa de la verdad, ¿no le parece?
Nonna se encogió de hombros. —Toda la verdad, no toda la verdad,
¿realmente importa? Mi nonno, Guillermo, vino a Miguel Ángel y Elisabetta, y
después a mi papá Euplio a él, luego a mí, a tu padre, a ti. —Ella puso sus
pies en el suelo. Después me pellizcó la mejilla. Duro—. Buona notte53,
bellissima.
—Está bien, Nonna. —Bostecé y tiré de la manta hacia arriba. Dibujé
patrones abstractos de remolino por todas partes cuando redecoré mi
habitación. Eran un poco ópticos cuando estaba cansada—. Buona notte.
Mientras me quedaba dormida, la oí rebuscar entre mi armario de
ropa al lado de mi puerta. Reorganizando de nuevo, pensé. Ella hace eso
cuando mamá no puede verla. Ambas doblan las cosas completamente
diferentes.
53 Buenas noches
FORO’ Libros Del Cielo
115
El Foso
Traducido por Annaiss
Corregido por Deydra Ann
o hay muchos salones de clase en el sótano de la escuela. La
mayor parte de éste es para el almacenamiento y las
utilidades. En cuanto a uso de los estudiantes, el cuarto oscuro
está allá abajo, junto con el anuario y periódico escolar.
Lugares que no requieren de mucha luz o son utilizados por los estudiantes,
que son tan felices de estar allí, que nos les importa. La única iluminación
proviene de las luces fluorescentes y lo que se filtra desde el pasillo, a través
las puertas. Por lo general, me lleva casi diez minutos en Francés perder mi
concentración por completo.
Esta vez, me tomó menos. Estábamos aprendiendo el tiempo pasado
imperfecto, el cual, además de ser completamente incomprensible, en
teoría describe una acción la cual fue incompleta, insatisfactoria, o se repite
una y otra vez.
Era yo, Sadie, y Frankie, en versión europea.
—Ah, si j’étais riche! —Mademoiselle Winslow (prima lejana de Sadie,
descendiente directo de Abigail y John Adams, que se parece a un Bulldog
francés) recitó—.: ¡Si tan sólo fuera rica!
—Nous croyions aux contes de fées. —Creíamos en los cuentos de
hadas.
—Vous cherchiez… —Usted está buscando…
Para cuando ella tiene a todos en el proceso de arrivaient en alguna
parte, yo estaba en otro lugar por completo. Algún elfo malévolo de la
oficina había arreglado mi horario para este trimestre. En realidad,
probablemente era sólo el subalterno de oficinas, que no escuchaba
campanas, silbatos o el estruendo de una caja registradora ante el nombre
de Marino. Para darme Inglés, con todos los Fillites, después de que acababa
de almorzar en la Mesa 12 —y Francés antes del almuerzo, cuando me
estaba muriendo de hambre, era un poco malvado, por lo que a mí
respecta. Ante el creíamos en los cuentos de hadas, había pensando
rápidamente en su bolsa de higos.
N
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116
—¿Mademoiselle Marino?
No registré que las palabras se referían a mí, hasta que el Chico Abeja,
detrás de mí, resopló y pateó la parte detrás de mi silla.
—¡Ella!
—Oui, mademoiselle?54
—Dormez vous?55
—Ah… oui?56
Hubo una oleada de risas en el aula. Mademoiselle Winslow cruzó los
brazos sobre su pecho. Tenía un barco de vela en la parte delantera de su
suéter. —D’accord. D’accord. Avez-vous de bons rêves?57
Me tomó un segundo. Después sentí la sangre atacando mi cara. —No.
Non. Digo. No estaba soñando… revoluciones.
Algunas personas ni siquiera se molestaban en amortiguar su risa para
ese entonces. La boca de Mademoiselle Winslow se adelgazó, dándole un
aspecto más de rana que de perro. —Vous me parlerez après la classe —
espetó—. Compris?58
Lo entendí. Apenas. Me iba a quedar después de clase.
Le tomó un tiempo llegar a mí. Esperé miserablemente en mi asiento
mientras que la corriente de estudiantes de primer año, todos los cuales eran
más competentes que yo en el idioma, decían sus au revoirs 59y aceptaban
sus bien faits60. No creo que haya recibido un “bien hecho” por un profesor
de francés. Arte, absolutamente. Matemáticas y ciencia, a veces. Inglés, por
supuesto, antes del Sr. Stone.
—Así que, Ella —Mademoiselle Winslow se dejó caer pesadamente en
la mesa junto a mí—. Así, así. —La historia es que ella vivió en París un año
entre Vassar y viniendo a trabajar a Willing. Aparentemente, cogió el hábito
francés de repetir las palabras de allí, y se ha aferrado a él con fuerza desde
entonces—. ¿Qué vamos a hacer contigo?
Sentí sonrojarme nuevamente. —Lo siento mucho, Mademoiselle.
Tengo cosas en mi mente y no estaba prestando atención. No volverá a
suceder.
Casi parecía comprensiva cuando respondió—: Sucede todo el
tiempo, Ella.
54 Sí, ¿señorita? 55 ¿Estás durmiéndote? 56 Ah… ¿sí? 57 De acuerdo. De acuerdo. ¿Tienes lindos sueños? 58 Hablarás conmigo después de la clase. ¿Entendido? 59 Adiós 60 Bien hecho.
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Eso no era justo, pero tenía una leve sensación de que tal vez si
mantenía la boca cerrada sólo obtendría un regaño antes de que me dejara
ir.
—¿Éstas cosas son algo que podrías compartir conmigo? —preguntó.
Probablemente no. Negué con la cabeza.
—Está bien. Está bien. —Tocó con su fina punta del dedo el escritorio—.
¿Has pensado en hablar con el consejero?
Con Amanda Alstead, ¿la de esmalte de Chanel Rouge-Noir y corazón
negro? Me estremecí. Estaba a punto de confesar y admitir que era sólo
hambre y cansancio, cuando añadió—: Mira, Ella, no puedo obligarte a
hablar con nadie, pero no puedo mentir. Estás tambaleándote al borde de
una C-menos, y mientras que eso sea aceptable para ti, no lo es para mí. Así
que vamos a llegar a un acuerdo. Ya estamos casi en noviembre. Esperaré
para darte una calificación a mitad del trimestre; y tú harás el trabajo.
D’accord?
Estaba dispuesta a jurar por Frankie y mi primer hijo para salir de este
foso en particular. Mataría a mi padre, y posiblemente mi beca, si obtenía
una D en cualquier clase. —D’accord.
—Excelente. Tengo unos alumnos de segundo año que ayudan a
alumnos de mis estudiantes de 1A. Creo que tan sólo una hora a la semana
podría hacer una diferencia, proporcionándole que tú hagas el esfuerzo.
—Bien. —Podía hacerlo. Podía soportar una hora a la semana con una
Estrella, quien me cuestionaría sobre conjugaciones y probablemente trataría
de recluirme al Club de Francés. Hacen un cabaret cada año, el cual
consiste en un montón de camisetas de rayas, mimos y unos como Liza
Minnelli cantando en un micrófono. Suspiré—. Voy a hacer el esfuerzo. Lo
prometo. —Mademoiselle Winslow parecía satisfecha—. ¿Puedo ir a comer
ahora? S’il vous plaît?61
—Reunte primero con el tutor. Hay uno aquí, esperando para usar el
aula. —Señaló hacia la puerta.
Tan pronto como me volví, mi estómago se contrajo. Incluso a través
del cristal manchado, no había duda de quién estaba allí, incluso desde
atrás. Por supuesto. Tendría que ser…
—Oh, no. No —susurré. Entonces, antes de que pudiera detenerme,
dije—: ¿No puede encontrar a alguien más?
Mademoiselle Winslow parpadeó, sorprendida. —¿Por qué?
Oh, no estaba a punto de responder esa pregunta. —Tiene que haber
algo más que pueda hacer. Leeré Dumas. Escucharé a Celine Dion. Me uniré
al Club de Fans de Johnny Depp. Él vive en Francia…
61 ¿Por favor?
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—Ella. Estás actuando tontamente. —El paciente bonhomía62 (Frankie
ama usar esa palabra para Dean Martin; no tuvo nada que ver con ninguna
aptitud francés oculta de mi parte) había desaparecido, siendo remplazado
por una especie de esnobismo con una pizca dulce de impaciencia—. Es
sólo un chico que puede hablar bien el francés. No debes dejar que tu
procedencia te haga sentir… —No creo fue su intención mirar mi cuello—, en
desventaja.
De hecho, sentía el dolor de las lágrimas en la parte trasera de mi
garganta y tragué con rabia. Ella no había tenido la preocupación de que
yo pudiera tener la más pequeña de las razones para no querer aprender
francés de Alex Bainbridge. Todo era sobre el dinero.
Entonces lo hizo mucho peor. —Tienes una ventaja —dijo
alegremente—. Es mucho más fácil desarrollar la facilidad en una lengua
románica si ya sabes otra. Capisce?63
Me sonrió alegremente. Sólo llámeme Scar Fascia, pensé.
—Entonces. —Posó sus dedos sin esmalte en las rodillas—. Por lo tanto,
Ella, teniendo en cuenta que podría ser la diferencia entre el fracaso y tu
futuro, ¿qué será?
Mi estómago gruñó. —Higos y atún, aparentemente —contesté.
Los ojos de Mademoiselle Winslow se abrieron más de lo normal. Antes
de que pudiera explicar que sólo se me había escapado, que no estaba
siendo una listilla y no es que hubiera importado, probablemente, ella gritó—:
¡Alex! Entrez!64
Él pasó por el umbral, pareciendo demasiando lindo y alegre de estar
en un sótano. —…tu me fais chier, il me fait cheir…65—Estaba diciendo poco
a poco a un chico de primer año detrás de él.
—¡Alex! —Mademoiselle Winslow logró parecer indignada y encantada
al mismo tiempo—. ¡En serio!
Él sonrió y se encogió de hombros. Entonces me vio y continuó
sonriendo. —Hola.
—Sebastián, puedes esperar con Ella en el pasillo mientras hablo con
Alex durante un minuto. —Mademoiselle Winslow ahuyentó al chico. Me
levanté a seguirlo—. Ni se te ocurra desaparecer —ordenó severamente—. Y
cierra la puerta detrás de ti.
Colgué mi bolso sobre el hombro y seguí a Sebastián. Él era aún más
bajo que yo, se recargó contra la pared en un estilo desafiando-la-
gravedad, lo que lo hacía parecer aún más pequeño. —¿Está Alex
ayudándote también? —preguntó después de unos minutos en silencio.
62 Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. 63 ¿Entendido? 64 ¡Entra! 65 Tú me molestas… él me molesta…
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—No. —No era una mentira si lo decía en serio—. ¿Es un buen tutor? —
No pude dejar de preguntar.
La cara del chico se iluminó. —¡Increíble! Me está enseñando todas las
palabras guays. Voy a patear traseros. No. Je démonterai —se corrigió, y
luego se río.
—¿En Francés 1A? —pregunté. No pretendí ser crítica; sólo sonó como
una victoria vacía.
—Chamonix66. —Fue su respuesta—. Vamos para las vacaciones de
invierno y mis padres quieren que converse.
Afortunadamente, la puerta se abrió de nuevo y Mademoiselle
Winslow y Alex salieron. Ella me dio una palmadita en el hombro y se dirigió
por el pasillo en sus zuecos de color azul marino. Alex retiró a Sebastián de la
pared, jalándolo de su camisa. —Adelántate. Estaré allí en un segundo. —
Cuando Sebastián, claramente encantado con ser tratado como uno de los
chicos, no se movió, Alex le mostró sus dientes—. Dépêche-toi!67
Sebastián se fue. Alex se volvió hacia mí, con la enorme sonrisa del
gato de Cheshire.
—No —dije.
—¿No, qué?
—No, no me vas a enseñar todas las palabras guays para que vaya a
Chamonix y participe en conversaciones.
—Bien. —Se inclinó hasta el punto de poder ver las débiles pecas en su
nariz y oler su chicle de menta—. Chamonix es tan 1990. Todos van a
Courchevel68 hoy en día.
Giré sobre mis talones y comencé a alejarme.
—Por Dios, Ella. —Corrió detrás de mí—. ¿Cuál es tu problema?
Conversacional, mi trasero. Hablar contigo es como bailar alrededor de una
fogata con zapatos de papel.
Me detuve. —¿Qué se supone que significa eso?
—Es una expresión que a mi Ucraniana babushka69 le gusta. Te lo
explicaré en nuestra primera sesión de tutoría.
Fruncí el ceño ante su camisa. Ésta tenía lo que parecía un hombre
cabalgando sobre un delfín, en lugar de un cocodrilo o el jugador de polo.
—No habrá ninguna sesión de tutoría.
—Winslow parece pensar lo contrario.
66 Chamonix es una población y comuna francesa, en la región de Ródano-Alpes,
departamento de Alta Saboya, en el distrito de Bonneville. 67 ¡Apúrate! 68 Courchevel es una estación de esquí situada en los Alpes franceses, en Valle Tarentaise,
Saboya, región de Rhône-Alpes. 69 Literalmente, significa “abuela” en ruso.
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—No sería la primera cosa que malinterpreta —murmuré.
Soltó un suspiro. El delfín se tambaleó, pero el pequeño hombre se
sostuvo fuerte. —No quieres reprobar francés, ¿verdad? Eso sería una seria
admisión de debilidad de una chica italiana.
Casi sonreí. En su lugar, dije—: Olvídate de eso. Voy a comprar el
“Aprende francés en diez fáciles lecciones” en línea. Problema resuelto y
Winslow nunca volverá a ser la sabia.
—Sí. Buena suerte con eso. Entonces, ¿Qué te parece este viernes? No
tengo práctica. —Cuando negué con la cabeza, preguntó—: ¿Qué es? Soy
un buen tutor. Pregúntale a Sebastián. Estaba enseñándole como decirles a
los chicos odiosos franceses que apestan.
Eso me hizo reír un poco. —Mira, Alex. Es bastante simple. No quiero hacer
esto; tú definitivamente no quieres hacerlo. Así que…
No había notado que lentamente doblaba sus rodillas hasta que su
barbilla apareció en mi línea de visión, seguida del resto de su cara. Ya no
reía. Parecía bastante serio.
—Ella. Sí quiero hacer esto, en serio. Ayudarte, si me lo permites. —
Suspiró de nuevo. Me encontraba completamente obsesionada con sus ojos.
Son de una combinación, muy guay, entre verde y bronce—. No sé lo que
sucede, peor es extraño, y no debería serlo. Soy un chico decente.
—Por supuesto que lo eres. —Suspiré. Y cedí. Aparentemente, mis
defensas Fillites no tenían ningún valor cuando se trataba de este espécimen
en particular, no importaba que él no pareciese decidirse en si yo valía la
pena o no.
Verdad: Sí, soy así de ingenua.
—Bien. Así será. Viernes, después de clases. Nos podemos encontrar
aquí.
Podía imaginar la cara de Amanda cuando nos pillara en las
profundidades oscuras de la escuela. —No.
—De acuerdo. En tu casa.
—¡Dios, no!
—¿Siempre haces todo tan complicado? —preguntó—. No, no me
respondas eso. ¿Quieres venir a mi casa?
Eso sonaba factible. Si estuviéramos en su casa, podría irme cuando
quisiera. —Está bien.
Mientras observaba, se dejó caer graciosamente de espaldas en el
suelo. —¡Por fin!
Pasé por encima de él y me dirigí a las escaleras.
***
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121
—Hay un rumor de que el Club Barsky de Química, esta cultivando
algunas bacterias feroces en el laboratorio. —Frankie me informó unos
minutos más tarde, después que le contara el ultimátum de Mademoiselle
Winslow y mis prontas-tutorías con Alex—. Apuesto a que podríamos entrar y
conseguir una buena dosis de algo. Así podrás negarte a la tutoría. Podría ser
un poco de conjuntivitis, podría ser lepra… —Tomó un gran bocado de su
taco.
—¡Frankie! —Sadie lo regañó—. Eso es terrible. —Ella ya había
terminado su manzana. Se volvió a mí—: Si se trata de esto o reprobar
Francés, bien, no lo sabes; Alex podría ser justo lo que necesitas.
—Oh, sí, él es un príncipe —murmuró Frankie—. Abso-jodido-lutamente
garantizado para ser un hombre y hacer lo correcto.
Con eso, él se acercó y me robó papas fritas. Ya se había comido la
bolsita de almendras que Sadie había decidido tenían demasiada grasa.
Aparentemente, ella y yo estábamos obsesionadas con nuestra
apariencia. Me pregunté si estaba a punto de estar a merced del chico que
miraba a través de mí o el chico que me miraba como si nunca hubiera
sufrido en absoluto.
***
—Honestamente, ustedes dos. —Fue la respuesta de Edward. Le quité
las migajas de galletas a mi carpeta de tareas; necesitaba una merienda
después de haber dado la mayor parte de mi almuerzo—. Niños tontos. ¿No
saben que la forma en que se ven no tiene nada que ver con la forma en
que realmente se ven? La belleza está al alcance de la mano. Pregúntele a
Holbein70. O Bobby Brown71.
—Pensé que la Belleza estaba en el Interior —dije con cansancio. Tenía
un dolor de cabeza y tres páginas de francés para traducir.
—Ese es Keats72. No soy demasiado aficionado de Keats. Si no hubiera
muerto tan poéticamente temprano, la gente se hubiera dado cuenta que
no era exactamente lo que pensaban que era.
—Lo mismo se podría decir de ti —le respondí. Estaba un poco molesta
por el comentario de “niños tontos.”
—Oh, tan inteligente. ¿Cuál es el peor escenario posible?, ¿debes
darle al chico Bainbridge una oportunidad?
70 Hans Holbein fue un pintor alemán que nació en Augsburgo (Baviera) en 1465 y murió en
Issenheim (Alsacia) en 1524. 71 Bobby Brown fue una de las mayores estrellas del R&B a finales de los 80 y principios de los
90, popularizando el estilo musical New Jack swing, estilo que acercó al gran público con su
álbum Don't be cruel y convirtió en la tendencia dominante en el R&B de principios de los 90. 72 John Keats fue uno de los principales poetas británicos del Romanticismo.
FORO’ Libros Del Cielo
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—Bien, Dios mío. Déjame ver. —Enumeré algunas de las posibilidades
con los dedos—. Humillación, humillación, mortificación y humillación.
Edward resopló. —Qui craint de souffrir, il souffre déjà de ce qu’il
craint73.
—¿Y qué significa eso? —Lo reconocí de la segunda página de mi
tarea.
—Bueno, Dios, querida Ella. Tendrás que preguntarle a tu nuevo tutor,
¿no? —dijo con voz sedosa. Justo antes de que se volviera a emular a un
trozo de metal.
73 Quién teme a sufrir, sufre de lo que teme.
FORO’ Libros Del Cielo
123
La Lista
Traducido por purpleliem
Corregido por Melii
e compré unos guantes de algodón, al día siguiente, en Blick.
En realidad no me quedan bien; la única talla disponible era
grande. Me sentía como el Espantapájaros en los libros de Oz,
torpe y vestido con lo que nadie mas quería. Había dejado de
lado las faldas. Estaba de vuelta en pantalones vaqueros. La Dra. Rothaus los
ignoró, pero le dio a los guantes una inclinación de cabeza casi aprobatoria
cuando me dejó en el archivo.
—No pensé que fueras a volver.
Hice una pausa, el segundo guante a mitad de camino. —¿Por qué?
—La mayoría de las personas no lo hacen. Pasan unas horas siendo
abrumados por esto —Aleteó una mano por los estantes caídos y la variada
colección de muebles—, y deciden que no van a encontrar nada de valor.
Me estremecí. Me había decidido por lo mismo, más o menos. Me dio
una leve sonrisa. —¿Tu también?
—Estoy aquí. —Unas pocas horas entre las posesiones de Edward era
una cosa buena en sí misma. Más allá de eso, la idea de tener que llamar y
explicar a Maxine Rothaus que no venía era infinitamente más terrorífico que
un poco de decepción provocada por libros aburridos. Ella estaba usando
un suéter texturizado en color gris que parecía una cota de malla y un collar
de perlas de vidrio opacas que eran fuertes reminiscencias de dientes
humanos—. He vuelto.
—Lo hiciste. —Se apoyó en el escritorio, sus brazos de cota de malla
cruzados sobre el pecho—. ¿Por qué?
—¿Por qué? ¿Para ser honesta?
—Absolutamente. Se honesta.
—Estoy un poco obsesionada con Edward Willing y un poco
desesperada por encontrar material para mi proyecto de honores.
—Bueno, creo las dos.
Verdad: A pesar de la impresionante cantidad de mentiras que digo
en mi vida, día a día, no soy particularmente buena en ello. Tratar con mi
maestra de francés es una cosa, ella viste pantalones con pequeñas
ballenas. Pero estaba convencida de que la Dra. Rothaus podía oler una
M
FORO’ Libros Del Cielo
124
mentira desde diez palabras de distancia. Me encontré a mí misma sintiendo
lástima por los hijos que pudiera tener. Me los imaginaba como figuras en la
sombra con una excelente postura y la habilidad para declamar.
Inclinó su larga nariz y me miró. —Llamé a la Fundación Willing.
—Oh. —Mi estómago se hundió.
—Es curioso. No tenían idea de quién eras.
—No —dije tristemente—. Ellos no lo sabrían. Lo siento.
Agité una punta suelta del dedo nerviosamente y esperé. Me imaginé
que merecía lo que sea que viniera. Por supuesto, habría sido
suficientemente humillante para el guardia de la recepción haber rehusado
mi entrada. Suficientemente humillante para mí, de todos modos. No estaba
segura acerca de la Dra. Rothaus. Miré al collar nuevamente y decidí que
quizás pensaba torturarme.
Me miró con los ojos entornados.
—Bien. Probablemente debería irme ahora —dije, empezando a
quitarme los guantes. No saldría con mis manos de espantapájaros.
—Probablemente —Fue su respuesta suave—, a pesar de que
eliminarías completamente la posibilidad de encontrar algo útil aquí.
Me detuve con los dedos enredados. —¿No me va a echar fuera?
—No. No aún, de todos modos. Y para que conste, no delaté tu
pequeña farsa a la gente de Willing.
—¿Por qué? —No podía dejar de preguntar.
—No me agradan —dijo secamente—. Creen que su dinero los hace
importantes. Y un chimpancé conoce más acerca de arte. Por otro lado,
reorganizaste completamente 1899.
Hice una mueca. —Lo siento.
—¿Lo haces? ¿Por qué? Todos los periódicos fueron puestos de nuevo
boca arriba, lado derecho hacia fuera y escalonados, por lo que no
estuvieron todos hacinados. Estuvieron incluso en orden cronológico. O eres
compulsivamente ordenada. —Le dio un rápido vistazo a mis pantalones
vaqueros llenos de tinta y a mi descolorido cuello de tortuga con cejas
levantadas—. O eres reverente.
De algún modo, veneración no se parecía mucho a un crimen.
—Además —la Dra. Rothaus agregó—: dejaste tus notas —Se acercó
detrás de ella y levantó una hoja de papel azul en el mostrador. Cuando lo
levantó, pude ver el mal dibujado local de submarinos del volante de Fall Ball
de cara hacia mí. Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un par de
gafas de lectura de marco de bronce. Las abrió al estilo en que se abre una
navaja, con un chasquido de su muñeca y las empujó hacia su nariz—.
Langostas —leyó—. Pendientes. ¿Playa de Trouville? —Entonces—, ¿Rosas y
FORO’ Libros Del Cielo
125
verano Wharton? —Me estudió por un largo momento—. En realidad pareces
conocer a tu Willing.
De todas las cosas que escondo, esa no es una de ellas. —Lo hago.
Ahora sus cejas se alzaron. —Eso sonó a orgullo. ¿Pintura favorita…?
—¿Pintura? Odalisque —dije.
—En serio. Su no-desnudez desnudo. Interesante.
Lo era, para mí. La pintura más famosa de Diana de Edward es Troie,
donde la pintó como Helena de Troya: desnuda excepto por el brazalete de
diamantes y el zarcillo ocasional de pelo castaño rojizo. Ha causado un gran
revuelo en su exposición. Al parecer, Millicent Carnegie Biddle se desmayó al
verlo. No era exactamente a lo que estaba acostumbrada a ver cuando se
sentaba frente a la señora de Edward Willing cada pocas semanas,
bebiendo té de tazas de porcelana china.
Odalisque fue más audaz en su camino, e infinitamente más
interesante para mí. La mayoría de los pintores post-impresionistas hicieron
una odalisque, o una chica harén, reclinada en un sofá o la alfombra,
prometiendo con sus ojos que lo que fuera que les hicieron a los hombres, lo
hacían bien. Una odalisque era material casi obligatorio. Pero a diferencia
de cualquiera de ellos, Edward había pintado su tema —Diana— cubierta
desde el cuello hasta los tobillos, en una gasa con brillo. Cubierta, pero aun
así, el máximo objeto de deseo.
—¿Por qué esa? —preguntó la Dra. Rothaus.
—No lo sé.
—Oh, por favor. No vayas con eso de la adolescente tonta. Sabes
exactamente por qué te gusta la pintura. Ilumíname y articúlalo.
Me sentí a mi misma comenzar el ubicuo encogimiento de hombros. —
Está bien. Todo el mundo está ocultando algo. Creo que hay una pregunta
interesante ahí.
—¿Qué están ocultando?
Negué con la cabeza. —¿Hace alguna diferencia?
—Ah. —Una esquina de su boca se levantó. Me atrevería a llamarla
una sonrisa—. Eso es interesante. Pero tu pieza Willing favorita no es una
pintura.
—Cómo…
—Titubeaste cuando te pregunté. Permíteme adivinar… ¿El hombre
devastado?
—Cómo…
—Eres una mujer joven. Y —La Dra. Rothaus se apalancó fuera de la
mesa—, pasaste por el archivo 1899. Conozco el archivo.
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—Pero pensé que no le gustaba estar a cargo de él —Su vaga
aprobación me estaba haciendo audaz.
—¿Quién dice que lo hago? —Volteó una esquina arrugada en la
alfombra en su lugar con la punta del pie de un zapato—. Soy la experta
mundial sobre la influencia de Cézanne en los pintores americanos de los
primeros años del siglo XX. Edward Willing fue solo uno de muchos. Quería
este trabajo, venia con él. Por supuesto, los bibliotecarios obtienen los
papeles interesantes. Junto con todos mis deberes curatoriales, obtengo el
kitsch.
Tuve que preguntar. —¿Están sus cartas a Diana escaleras abajo?
Ella suspiró. —¿Qué pasa con las chicas y las cartas? Mi marido me
deja mensajes en el espejo del baño escritos con jabón. Totalmente no
permanente. Realmente maravilloso… —Se interrumpió y frunció el ceño.
Hubiera pensado que parecía un poco avergonzada, pero no pensé que la
vergüenza estuviera en su repertorio—. De todos modos. La mayor parte de
la correspondencia entre los Willing se encuentra en colecciones privadas. Él
tenía sus cartas con él, en París, cuando murió. En un acto noble, pero
equivocado, en última instancia, su abogado las envió a su sobrina. Quien
las puso en un horrible libro que ella ilustró. Su hijo las vendió para financiar la
publicación de seis libros de poesía aun más horribles. Confío en que hay un
círculo del infierno para los poetas terribles, que profanan el arte.
—He visto los libros de poesía en la biblioteca —le dije—, los que tienen
pinturas de Edward en las portadas. No me atreví a leerlos.
—Chica lista. Supongo que cosas peores se han hecho, pero no
muchas. Por supuesto, hubo ese espantoso espectáculo de televisión para
niños que hacia moverse uno de sus paisajes. Pusieron canguros en él.
Canguros. En el este de Pennsylvania.
—He visto ese, también —admití. Lo odiaba—. Lo odié. No tanto como
la naturaleza muerta, donde Tastykakes sustituyó una naranja con una
magdalena, o el retrato de Diana vestida con un sujetador de deportes
Playtex, pero casi.
—Oh Dios. Trato de olvidar lo del sostén. —La Dra. Rothaus se
estremeció—. Bueno, supongo que lo hacen mucho peor que los pintores
muy famosos. Pobre Van Gogh. Todos esos anuncios de ayuda auditiva.
—Sí. —Compartimos un momento de silencio, por respeto a la oreja de
van Gogh. Entonces, después de haber esperado tanto tiempo como pude,
le pregunté—: ¿Alguna sugerencia...?
Se encogió de hombros. —Willing no mantuvo mucho después de
1899. Lo que tenemos son fragmentos, en su mayoría, basura que sus
familiares encontraron, porque estaban en la otra cara de las facturas o en
correspondencia comercial. Pero... —Acechó uno de los armarios. El cajón
del archivador inferior rallado resonó mientras lo sacó—. He encontrado este
en el archivo de 1902, pegado a un recibo de raquetas de nieve. Había
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escrito la dirección de un crítico por el otro lado. Hay un rumor, dicen que el
crítico una vez encontró un montón de estiércol en su escalón de enfrente,
pero nunca lo he visto verificado. De todos modos. —Me dio una sola hoja
de papel amarillenta, provista de una mangua de archivo claro—. Esto
tendría que hablar contigo... ¡No así! ¡Sujeta los bordes!
Me sonrojé y sostuve los bordes. La escritura era familiar: en negrita y
de punta, la tinta se desvaneció un poco a índigo. Stuyvesant Gumm, se leía.
1966 calle Spruce. Todo alrededor de la escritura eran pequeñas líneas en
relieve. La l de “calle” se topó con un desgarro que había llegado a través
del otro lado del papel. Le di la vuelta. Edward había escrito:
1) Ella roncaba como un oso.
2) Dejó sus zapatos en el centro de la pista y justo delante de la puerta.
3) Pensó que era divertido poner espárragos y frijoles en el menú para
entretener a mis padres.
4) Insistió en que la col rizada era buena para mi digestión.
5) Insistió, más firmemente, que los solitarios paseos bajo la lluvia eran buenos
para mi temperamento.
6) Escondió el chocolate.
7) Tiene pies como de ganso.
8) Llenó mis bolsillos del abrigo, con-
La lista se detenía ahí, la ultima palabra terminando en una barra y
con una mancha.
—Wow —dije.
La Dra. Rothaus estaba claramente menos conmovida. Estaba
recogiendo pelusa invisible de su suéter. —Nunca he sido capaz de decidir si
es increíblemente romántica o si es solamente muy lamentable.
Para mi no había comparación. Todo lo que podía pensar era que
Edward estaba tan devastado, que estaba siendo confortado al recordar las
cosas buenas, las cosas acerca de Diana que él amaba. Eso,
probablemente, era la única forma en que podía pasar ese día en particular
enfocándose en las cosas que no tenía.
Así se lo dije. La Dra. Rothaus resopló—: ¿Cómo iba a saber que te ibas
a poner toda rapsódica acerca de esa lista? Dios, la juventud. ¿Estas
enamorada o solo eres una molesta romántica en general?
—Ninguna —dije—, solo pienso que esto es asombroso.
Sosteniendo la lista rompecorazones de Edward, sentí ganas de llorar.
Bien, el tiempo del mes no ayudó, pero sentía mucha lastima por mi misma.
Nonna diría que se trataba de una maldición, me imaginé que debí haber
sido una bailarina de tres tiempos llamada Ginger, en una vida pasada, para
merecer donde estaba en esta época. Adorar a un tipo sin latido cardiaco,
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todo a menos de dos kilómetros de uno vivo, que no tenía absolutamente
ningún interés en hacer que mi corazón lata un poco más rápido.
—¿Por qué es asombroso? —La voz aguda de la Dra. Rothaus me sacó
de mi partido de compasión—. Para tomar prestada una página de tu libro,
¿hace alguna diferencia quién era Edward Willing como artista? ¿O podrían
posiblemente ser sólo tonterías sentimentales?
Pensé que tal vez habría podido ser una buena maestra. Si no hubiera
ahuyentado diferentes opiniones, o solo de cualquiera, quien tuviera una de
Willing. O, tal vez, yo solo estaba lamentablemente agradecida de ser capaz
de tener una conversación real con alguien acerca de Edward.
—Pienso que él pintó del modo que lo hizo —respondí—, porque tenía
algo perfecto con Diana.
Me preparé para su siguiente visión mordaz y casi me caigo cuando se
acercó a acariciar mi mano. Su anillo de boda era una pesada banda de
oro martillada que probablemente podía clavar uñas.
—Nada más que el café ocasional es perfecto —dijo, no sin
amabilidad—. Permíteme compartir algo de sabiduría, chica Willing. Las
relaciones son como el guacamole. Aplastas una molesta deformidad e
inmediatamente otra aparece.
Me pareció bien intencionado, sin embargo, así que pensé que podría
ser un buen momento para informarla. —Um, mi nombre es Ella. Marino.
—Oh, sé quien eres, señorita Marino —replicó—. ¿Voy a mencionar de
nuevo que la Fundación Willing no lo hace?
—No, Dra. Rothaus —dije tímidamente—. No hay necesidad.
—Excelente —La Dra. Rothaus se encabezó a la puerta—. Puedes
llamarme Maxine. Buena suerte encontrando algo que no tengo. Y no llores
sobre los materiales.
***
Tres horas más tarde, lancé la mochila en mi silla de escritorio en casa.
—No digas nada —le dije a Edward—. Hoy me metí a través de otro
archivo de minucias mortales. No quiero saber que tú probablemente olías a
vino tinto y queso azul. ¡Ah! —Levanté una mano—. Ni una palabra.
Estaba cansada, hambrienta y comenzaba a entender por qué todos
los curadores que alguna vez conocí eran todos gruñones. Me quité la
chaqueta y caminé hacia el armario. Estaba colgada al frente al centro, un
flujo largo de satén de algodón azul pálido. Reconocí las sábanas de la
redecoración pre toile de mis padres, así como tomé en cuenta que no era
ropa de cama. Era claramente un vestido. Me acerqué para tocar la parte
superior drapeada y el plisado intrincado.
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—Bonito, ¿eh?
Salté unos centímetros —¡Nonna!
Estaba parada en mi puerta de entrada, sonriendo como un gnomo
demente. —Para tu baile bajo el agua.
—Se ve como… una toga.
—Toga, —Olfateó mientras atravesaba la habitación para sacar el
vestido del gancho—, es para los chicos en las fiestas tontas. Esto es para
una diosa. —Lo sostuvo enfrente de mí—. Serás Salacia, diosa romana del
agua.
Seguía viéndose como una toga, y no una muy grande, aunque casi
alcanzaba el piso. Mis piernas estarían cubiertas lo que seria algo bueno,
excepto que, aparte de que pasara un poco de demasiado tiempo sin
depilarme, no tenía mucho problema con mis piernas. No sabía que esto no
fuera a funcionar. Solo no tenia idea en el momento, de cómo iba a hacer
para que no sucediera.
—Esto es terriblemente... increíble por tu parte, Nonna.
Ella rodó sus ojos. —Ai, dieciséis años, con la boca inteligente y esa
seguridad. ¿Crees que acabo de leer la Biblia? Una diosa, ella se divierte más
que una santo.
—¡Nonna!
—¡Ah! —Me dio un codazo en el centro del pecho con el dedo
medio—. Muy divertido, sí, pero un mal final si piensas que es para mantener
el corazón de un niño que quiere sólo jugar. Salacia, ella dejó a Neptuno
perseguirla y perseguirla para probar que su corazón era verdadero.
No discutí. Mi comprensión de la mitología greco-romana es inestable,
a lo sumo, y se deriva principalmente de los libros de Percy Jackson. Tenía mis
dudas acerca del corazón de Neptuno, pero me imaginé que no seria
inteligente mencionarle eso a mi abuela.
Pasé una mano por el plisado perfecto. —Es increíble, Nonna. Yo
simplemente no creo que…
—No pienses. Pruébatelo. Por mí. Si no te gusta, no lo uses para el baile.
Una vez más, me mordí la lengua. ¿Cual era el punto en tratar de
explicar que gustarte algo y usarlo en público tenia casi nada que ver una
cosa con la otra?
—Está bien. Me lo probaré.
Ella estaba ya de camino fuera de la puerta. —Volveré.
Mientras me quitaba mis pantalones vaqueros y mi suéter, pensé
rápidamente. Me imaginé que podía hacerla feliz y aun así estar cómoda en
mi vestido de novia rallado. Lo guardaría en mi casillero; podía dejar la casa
como la novia de Neptuno y llegar al gimnasio como la novia de Devy. Sadie
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ayudaría. Probablemente Frankie no, pensé mientras me desabrochaba el
sujetador. Él estaría del lado de Nonna todo el camino.
Abrí la puerta de mi armario y levante la bata de baño del gancho
para poder ver por el espejo. Usualmente no hago eso cuando estoy
desvestida. Pero estaba distraída.
Hay un momento que todo el mundo conoce, cuando bajas la mirada
a tu camisa blanca y te das cuenta de que has derramado refresco o yema
de huevo o salsa de espagueti en ella. Esta ese flash de negación, seguido
de la constatación de que la camisa esta probablemente en ruinas y que
ciertamente nunca será la misma. Entonces, para algunas personas es:
“Bueno, así es la vida. Sigue adelante”.
Sigo sin haber alcanzado ese punto con la cicatriz.
Recta, puede verse como una especie de huella de mano cerrada,
como algo infernal que estaba detrás de mí, me agarró del hombro con un
puño enorme, y me estruja. No la enfrento completa, usualmente, sobre todo
no desnuda de la cintura para arriba. Una vez, en luna azul, me pararé de
perfil, de lado izquierdo hacia el espejo. Si pongo mi cabello detrás de mi
hombro y obtengo el ángulo correcto, todo lo que puedo ver, es lo que
pudo haber sido: una piel suave, cuello alargado, senos de los que de hecho
hubiera estado orgullosa.
Como dije, no me molesto a menudo. No dejo a nadie mirar o bien, si
me es posible evitarlo. Porque casi tanto como la propia cicatriz, odio las
mentiras:
—¡Oh, se ve mucho mejor que antes!
—Cariño, no es tan mala como piensas que es.
—Créeme, nadie está mirando.
—¡La cicatriz no tiene nada que ver con lo que eres!
Si, seguro. La gente que pasa el día entero con huevo en la camisa, al
llegar a casa hace la prenda una pequeña bola y la tira a la basura, incluso
sabiendo que hay un bote grande de blanqueador por encima de la
lavadora.
Me volví de espaldas al espejo y deslicé el vestido de Nonna sobre mi
cabeza. Le debía mucho, especialmente teniendo en cuenta el esfuerzo
que había hecho. Había cosido una especie de media manga en el lado
derecho, pero estaba diseñada para cubrir la parte superior de mi brazo. La
tela llegaba a mi hombro, un nudo intrincado que se detenía justo debajo de
mi oreja y luego envuelto abajo a través de mi pecho, dejando a mi brazo
izquierdo desnudo. Había unido unos de los cordones de oro de los días de
pre decoración toile sobre la espalda. Cuando lo até tirando arriba algunos
de los materiales, la falda cayó al piso en una elegante columna.
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—Oh. Oh, Fiorella. Molto carina74 —Nonna había regresado. Se detuvo
en la puerta, sus dos manos sobre su corazón—. Eres hermosa.
Me volví a regañadientes para hacer frente a mi reflejo de nuevo. Lo
poco de maquillaje que me había puesta eso mañana se había ido y
probablemente debí lavarme el cabello esa mañana y, las puntas de mis
calcetines rayados, se estaban asomando por debajo de la orla azul. Pero
me veía bien. Tal vez incluso un poco mejor que eso. El vestido ciertamente
escondía la cicatriz. Seguía sin poder usarlo en el baile pero…
—Grazie75, Nonna. Es hermoso.
Entró a la habitación arrastrando los pies, agarró mi mano y la apretó
hasta que se abrió plana, la palma hacia arriba. —Tu nonno me dio esto el
mes antes de que muriera. Ahora te lo doy a ti.
El calor provenía de su agarre. Lo sentí y supe lo que era antes de
mirar. —Nonna, no puedo. Es tu collar Tiffany…
—Es tuyo ahora, mi niña del mar.
Dobló los dedos cerrados, me pellizcó duro la mejilla y volvió a salir de
la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Abrí mi mano y la cadena se
deslizó entre mis dedos. El colgante de plata de estrella de mar brillaba
suavemente. Se veía completamente diferente contra el beige cálido de mi
piel de lo que siempre lo hizo frente a los rígidos vestidos negros de Nonna.
Había parecido demasiado caprichoso en las ocasiones en que había
llevado puesto, un peculiar y poco práctico regalo de un marido que no
había vivido para verla usarlo. Nunca pensé acerca del hecho de que,
como Estella Marino, ella era literalmente estrella de mar. Que mi abuelo
tuvo.
—Supongo que no tengo muchas opciones ahora —dije en voz alta.
—Lo admirable, querida Ella —Vino la respuesta de Edward—, es que
alguna vez pensaste que la tenías.
74 Muy lindo 75 Gracias
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La Isla
Traducido por purpleliem
Corregido por LuciiTamy
or lo tanto, ¿lo importante es el comienzo de La Tempestad?
¿Alguien? Sí, Chase.
—Bueno, es una isla. Usted sabe. Al igual que en Lost76, con un
montón de gente que estuvo allí primero y luego el grupo que
naufragó, luchando.
—Cierto, ¿Y…?
—¿Y… qué?
—De acuerdo. Tal vez debería ser mas especifica. Vamos a hablar de
por qué el lugar fue importante para la historia de amor de Miranda-
Ferdinand. ¿Nadie? ¿Que hay acerca de ti, Ella?
—¿Honestamente? Es todo. Quiero decir, ella ha estado en la isla casi
toda su vida. Es su mundo. No conoce nada más. Entonces de pronto, es
rodeada de todas estas personas que son como alienígenas…
—Shh, tranquilos. Dejemos a Elena llevar esto. Continua, Ella.
—Así que, bueno, ella ve a Ferdinand y es amor a primera vista. Pero,
¿qué si ellos hubieran sido del mismo mundo o qué si ella hubiera conocido
más hombres además de él? Prácticamente tenían que enamorarse, ¿no?
De lo contrario, toda la historia se cae a pedazos. ¿Pero y qué si hubieran
tenido más información acerca uno del otro? ¿O qué si hubieran estado en
Nápoles cuando su padre era el duque?
—Una buena pregunta. Has estado en Nápoles. Imagínala quinientos
años atrás. ¿Ha hecho una diferencia?
—Nunca he estado en Nápoles Sr. Stone. Pero sí, en cualquier parte
habría sido totalmente diferente. No es acerca de Italia, es acerca del
aislamiento y libertad y querer más de lo que tienes.
—Cierto, cierto. Pero… estaba tan seguro. ¿No hablaste acerca de
Vesubio cuando leímos Los Últimos Días de Pompeya?
—Creo que tal vez me está confundiendo con alguien más.
—No, no. Estoy casi seguro que eras tú, ¿no eras?
76 Fue una serie de televisión estadounidense que emitió American Broadcasting Company
(ABC) entre 2004 y 2010, hasta completar un total de seis temporadas. La serie narra las
vivencias de un grupo de personas en una isla tras sobrevivir a un accidente aéreo.
P
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—No, no era.
—Oh, ahora, Ella. Recuerdo claramente algo acerca de los aspectos
purificantes del fuego… oh.
—Aspectos equivocados, Sr. Stone.
—Cierto, cierto. Por supuesto, mi error. Muy bien, no ha pasado nada.
Por lo tanto, sobre las islas…
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El Bano
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Melii
l señor Stone es un imbécil. —Ese fue el saludo de Alex cuando
me encontró en el salón la tarde del viernes.
—Probablemente. —Concordé, haciéndome palanca fuera de
la esquina donde había estado esperando, en nerviosa
Hannanda alerta, hasta que él apareciera—. Pero no creo que él pueda
ayudar.
—Generoso de tu parte. —Alex osciló la mochila del hombro izquierdo
hacia el derecho, entonces, como si fuera la cosa más natural del mundo,
tiró de la mía fuera de mi mano. Estuve demasiado sorprendida para
detenerlo.
Giraron unas cuantas cabezas a medida que avanzábamos. Me
hubiera encantado reunirme con él a una cuadra de la escuela, pero había
precedido a mi cobardía, deslizando una nota en mi casillero en la mañana.
“Vestíbulo, 3:15”. No hice caso de las miradas cuando Alex abrió la gran
puerta delantera para mí, mi bolsa fuertemente sujetada colgando de su
muñeca. Pensé que cualquier especulación sólo duraría el tiempo que
tomáramos para poder salir a la calle en frente de la escuela. Para entonces,
por lo menos un: —Espera. Espera. ¿Alex Bainbridge se fue con Freddy
Krueger? —Se habría encontrado con un—: Sí. Está en su tutoría de francés.
Winslow lo está obligando.
Porque él le hubiera dicho a Amanda, y Amanda le hubiera dicho a
quien fuera que le importara. Esa es la cosa acerca de Willing: Siempre hay
alguien feliz de hacerte saber exactamente cuál es tu lugar.
Empecé a girar hacia la parada de autobús más cercana. Alex se
volvió hacia el otro lado.
—Suivez-moi77 —ordenó. Así que lo seguí—. Bon. Je pensais que nous
irions78.
—Alex. —Se detuvo.
—Ella.
—No hagas eso, lo de la inmersión.
—Mais, c'est très important79. 77 Sígueme. 78 Bien. Pensé que lo harías.
E
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—Alex.
—Ella.
—Por favor. Sé que haces esto con otros perdedores lingüísticos, pero
me hace sentir como si debiera tener una gran P de “Perdedor” pintada con
labial en mi frente con alguna caligrafía francesa cursiva.
—¿A menudo te contemplas decorándote de esa manera? —Me
echó un vistazo hacia abajo. Yo llevaba el cuello alto de Siena de nuevo,
pero mis propios jeans. Con un gran caballo de mar azul de la fuente del
museo de arte que iba desde la rodilla hasta el pliegue de mi muslo.
—Sí —admití—. Lo hago.
—¡Quelle horreur!80 —declaró, sus ojos redondos en señal de falsa
angustia.
—Casse-toi81. —Soltó una carcajada que sonó como un sello.
—Très bien, Mademoiselle Marino82. ¿Tienes más?
—Un par. Frankie me dio una copia de cómo ofender a los franceses
cuando me las arreglé para conseguir una B en el 1B el año pasado.
—Bueno, yo nunca intercambio insultos en una primera cita. No soy esa
clase de hombre. Pero después de dos o tres... —Me gustó que él hubiera
dicho "cita", en lugar de "sesión de tutoría." Incluso si no fuera una por
completo y él no lo dijera en serio. No podía evitarlo.
Él tintineaba sus llaves en la mano mientras caminaba.
—Ya sabes, te he buscado por todos los pisos. No has estado
dibujando en nuestra puerta. —Por supuesto, no había una cosa nuestra. A
menos, por supuesto, que se refiriera a nuestra como en "Nosotros visitamos
Francia con regularidad suficiente como para estar en francés 5.”
—Pensé que debería rendirme —dije brevemente.
—¿Por qué? —Debido a que miraste a través de mí. Porque podría ser
lamentable, pero no soy estúpida. Porque se lo prometí al muchacho aquel
que nunca me decepciona.
—No había manera de que se convirtiera en la forma en la que quería.
—Es una lástima.
—Sí. —Habíamos llegado a una playa de estacionamiento. Alex se
detuvo.
—¿Conduces a la escuela? —exigí. Me hizo un gesto delante de él a
través de la ruptura de la cerca.
79 Pero es muy importante. 80 ¡Que horror! 81 Vete a bañar 82 Muy bien, señorita Marino.
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—No todos vivimos a cinco cuadras de distancia —disparó él.
—Son ocho, en realidad.
—Está bien, ocho. Y a veces camino.
Me imaginé el tramo comprendido entre Willing y Society Hill, donde
sabía que vivía, en algún lugar cerca de Sadie. Era una gran distancia, y no
una particularmente escénica, sobre todo a las siete y media de la mañana.
—¿Sí? ¿Cuándo fue la última vez? —No respondió de inmediato, a la
cabeza ahora entre los coches aparcados. Pasó junto a un jeep grande que
todavía tenía sus placas de distribuidor, un Lexus de baja altura y de dos
puertas, y un rápido BMW negro, todos parecían justo el tipo de coches que
él poseería.
—Abril del año pasado —admitió finalmente—. Pero ha estado
lloviendo mucho, así que eso tiene que contar algo —Se detuvo junto a la
puerta del copiloto abollada de un viejo Mustang de color verde—. Su
coche, mi señora.
—¿En serio? ¿Este es tu coche? —La puerta hizo un sonido terrorífico
cuando la abrió.
—Está limpio —espetó, y me di cuenta que había perdido por
completo mi punto de vista.
—Es increíble.
Y así era. Conozco un montón de nada sobre los coches, pero sí sé que
el día más triste de la vida de mi padre fue el día en que vendió su Mustang
1972 a su sobrino, Paulie. Lo había comprado de su propio tío, el propietario
original, y pasó diez años de sábados por la mañana aspirando el piso y
puliéndolo.
Había fotos de él, la cabeza llena de cabello y una sonrisa enorme,
apoyado en el capó del auto de carreras rayado o sacando la cabeza por
la ventana del lado del conductor. Había una foto de la parte trasera,
"Recién Casados”, escrita con jabón en la ventana, latas de cintas pegadas
atrás mientras llevaban a mis padres para su luna de miel en Atlantic City.
El de Alex era aún mayor de lo que el de mi padre había sido, y en
forma visible más áspero. Pero, como él dijo, estaba limpio y era muy, muy
guay. Se lo dije. Él sonrió. Luego ordenó—: ¡El cinturón de seguridad! —
Mientras guardaba las mochilas en el asiento trasero. Yo estaba intentando
obedecer. Ya había explorado el auto buscando la cinta de seguridad. El
clip donde yo esperaba que estuviera, al lado de mi cadera izquierda en el
asiento.
—Oh, sí. Me olvidé de mencionar que esto un cinturón de seguridad. —
Metió la mano por encima de mí, con su brazo rozando mi pecho, su pelo
apenas rozando mi pómulo mientras ponía el cinturón en la grieta entre el
asiento y la puerta. Me quedé sin aliento. Y me sobresalte un poco cuando él
empujó las piezas con un fuerte chasquido.
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—Piezas antiguas —Se disculpó. Partes temblorosas, pensé, mientras mis
entrañas se calmaron. Un poco.
—Lo encontré —Me dijo, acariciando el volante con afecto. Era de
plástico duro, con abolladuras—. Es un Coupe GT 68, sólo dos dueños antes
que yo. Lo voy a restaurar durante el verano.
—¿Tu solo?
—Me gustaría. No, hay un tipo en el oeste de Filadelfia que se
especializa en Fords. Pero quiero hacer algo por mí mismo. Cualquier cosa
que él me enseñe. —Pensé en hablarle de mi padre y su '72. No lo hice.
—Mira. —Tocó el odómetro—. Sólo ochenta y cinco mil millas. Y —
añadió con evidente orgullo—, es una radio AM. Sólo AM. —Empujó uno de
los botones saltados. Escuchamos estática antes de girar el dial. Una difusa
canción de Real Thing llegó a través de los altavoces. Es uno de los favoritos
de Frankie.
Me senté de nuevo, preguntándome lo qué Frankie diría sobre el
coche. Había sido inhabitualmente reservado, distante, cuando mencioné
que las sesiones de tutoría, de hecho, serían en la casa de Alex, nada menos.
—Mientras el equipo entero de Lacrosse no piense que pueden
conseguir una cita contigo después... —Fue más o menos todo lo que dijo
sobre el asunto. Sadie entró, después de una pausa larga y pesada—: Creo
que su casa es un IM Pei83 —Le había prometido mandarle un e-mail si
sucedía algo interesante. Le dije a Frankie—: Me aseguraré de que estés
CC84 con el equipo.
Había unos pequeños par de palos de Lacrosse cruzados colgando del
espejo retrovisor de Alex. Los toqué y giré en un círculo tambaleante.
—¿Cómo está yendo la temporada? —pregunté. Parecía una
conversación segura: su deporte.
—Está bien. Estamos tres y dos hasta el momento. Pero Chase podría
estar fuera durante unas pocas semanas. Tiene tendinosis.
—Eso es muy malo —murmuré. En lo que a mí respecta, la ausencia de
Chase Vere sólo podía ser una buena cosa. Alex me lanzó una mirada
rápida, pero no respondió.
Condujo en la manera en que parecía hacer de todo: sin problemas,
con confianza, con un pequeño esfuerzo visible. Navegamos hasta la calle
Broad, el asfalto rugoso, vibrando a través de mi asiento, las paredes de
piedra blanca del palacio municipal que se avecina. Hay algo bastante
impresionante sobre la entrada en Center City desde el sur de Filadelfia, algo
impresionante y alentador y hermoso aún.
83 Es un arquitecto estadounidense de origen chino. Nació en Cantón, en China. 84 Significa "copia de carbón". Cualquier persona incluida en el campo CC: del mensaje
recibirá una copia del mismo cuando lo envíes.
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Hay una estatua de William Penn, fundador del estado, en la parte
superior del Ayuntamiento. Durante cien años, no había nada en la ciudad
que se pudiera construir que fuera más alto que el sombrero de Billy.
Entonces, uno a la vez, grandes edificios se elevaron. De cristal azul, acero
negro, arcos y capiteles. Pero de alguna manera, Billy siguió siendo visible
desde una docena de diferentes ángulos, de todo el camino en mi barrio.
Esperé mientras Alex giró justo al lado de la calle Broad. Cada vez que
Leo y su unidad cerca del círculo de amigos del Ayuntamiento, gritan,
"Boner" Tiene que ver con una de las manos de Billy y cómo se ve la estatua
desde determinados puntos de vista. Incluso Frankie ha sido conocido por
saludar de mano. Me emocioné cuando Alex no dijo nada.
Nos dirigíamos al Este ahora. Los grandes edificios comerciales pasaron
para dar paso a los más pequeños, a continuación, a las casas solamente, y
luego a casas grandes. Alex dirigió el coche por una calle estrecha, y luego
otra, esta vez llena de altos muros de ladrillo y grandes puertas de garaje de
madera. Jugueteó con la caja de plástico unido a la visera, y una de las
puertas rodó lentamente, abriéndose para revelar el Porsche que había visto
en el restaurante y suficiente espacio para estacionar el Mustang a su lado.
—Papá estará en DC durante toda la semana —dijo mientras
subíamos—. Así que puedo utilizar el garaje. Aparcar es un infierno por aquí.
—No sabía si poner los ojos en blanco o simpatizar.
—¿Esta tu mamá en casa? —Realmente no sabía lo que sentiría al ver
a Karina Romanova en su propia casa.
La Verdad: me preocupaba cómo se sentiría ella acerca de verme en
ella.
—¿Por qué te preocupa que pueda estar aquí?
—¿Por qué lo haría? —Alex me dio una mirada extraña mientras
empujaba una pequeña puerta a un patio de ladrillos.
—No, ella está en el estudio hasta la medianoche. Somos tú, yo, y el
equipo de lacrosse. —Me veía con una claridad increíble en la enorme
pared de vidrio que era toda la parte trasera de la casa. Yo era pequeña,
oscura y helada.
—Estás bromeando, ¿verdad? —Junto a mí, el reflejo de Alex me
miraba dos veces más grande y justo igual que siempre.
—Bromeas, ¿No? —Asentí con la cabeza. Es evidente que no con
bastante énfasis.
—Cristo, Ella. ¿Quién crees que soy? —Suspiré. Honestamente, no lo
sabía.
—Creo que es probable que un tipo estupendo, Alex. Pero vamos a
decir la verdad aquí. En realidad no nos conocemos.
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—Oh, vamos. Hemos ido juntos a la escuela por dos años y medio. He
estado en Marino... —Se detuvo. Suspiró—. Está bien. Muy bien. Así que
vamos a cambiar de tema. Ahora. —Y abrió la puerta de su casa.
Era enorme, incluso para el barrio. Era sorprendentemente moderna,
sobre todo para el barrio, todos los techos de catedral y grandes extensiones
de suelo de piedra. Todo era de acero y granito y vidrio. Noté una obra de
Calder —una docena de hojas como placas de metal negro unidas por
alambre de plata— sobre la mesa del comedor blanco brillante. Las sillas
eran de plástico negro Eames. Cuando miré más allá del comedor en el
salón palaciego, vi un sofá de cuero y acero, que probablemente tenía un
gemelo en el MoMA85. Este lugar era el sueño de una chica moderna y rica.
No me gusta.
—Bonita casa —Le dije cortésmente.
—Gracias —dijo Alex de plano, y abrió el camino a la negra y
cromada cocina—. Personalmente, creo que es como vivir con demasiada
comodidad.
—Oh, no. No lo es... —Lo observé, y apretó un botón en la parte frontal
de la deslumbrante y brillante nevera. Un panel se deslizó hacia arriba,
mostrando cuatro grifos. Alex arqueó una ceja—. Oh.
—Sí. Nunca se sabe lo que está al acecho. Por lo tanto, puede que te
interese el agua normal, agua con gas, el té verde helado, o ¿Coca-Cola
Light? O... —Abrió la puerta con un gesto, mostrando un espacio que
parecía casi tan grande como el congelador en el restaurante. Estaba
sorprendentemente vacío, a excepción de...—, Coca-Cola regular, leche,
leche de soya, jugo de uva, limón, soda italiana, y tres tipos de champán,
que, por mucho que me gustaría ofrecerte, no son para las primeras citas,
tampoco.
Me sentía más en mi zona de confort aquí de lo que él podría haber
imaginado. Se parecía mucho al frigorífico de la madre de Sadie, desde la
botella de yogur sola y sin grasa hasta las aceitunas verdes, y sin abrir,
envueltas en papel aluminio, la caja de trufas de chocolate belga que
alguien, algún invitado desubicado, había traído como un regalo.
Señalé la soda de limón.
—Chica inteligente —dijo Alex. Me entregó la botella, y luego metió la
mano en un armario cercano para dos vasos. Mi corazón tartamudeó dos
veces, primero, cuando estuve a punto de dejar caer uno, que era muy
pesado, luego otra vez cuando me di cuenta de que el vaso costaba
mucho más que mi mesada.
Por el momento, todo lo había agarrado con fuerza, Alex había
descubierto una bolsa de patatas fritas de soja gourmet en la parte de atrás
85 Museo de Arte Moderno.
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140
de lo más alto del armario. —Mi madre resiste la tentación —dijo
secamente—. Lo siento. Me comí todos los Doritos.
—No es un problema. —En mi casa, tengo que estar parada en la
plataforma superior de la escalera para llegar a los Doritos, Milanos, y
mantequilla de maní. Mi madre resiste la tentación, también.
—Adelante y hacia arriba. —Con mochilas y chips de soya en la mano,
Alex se dirigió hacia la parte delantera de la casa. Se encontraba en silencio,
ninguno de los sonidos de la calle a los que usualmente estás acostumbrado
cuando vives en una ciudad. Podía oír cada leve gemido de mis Chucks en
el suelo de mármol. Estaba sólo unos pocos grados demasiado frío,
demasiado. Al igual que un museo.
Me hubiera gustado haber deambulado un poco, como en un museo.
Había esculturas esparcidas por el piso de abajo, incluyendo la burbuja
reclinable de tamaño natural que estaba vertiginosamente segura que tenía
que ser un desnudo de Moore. Había cuadros, también, que estoy segura
eran originales y no tenían precio, probablemente, y probablemente de
artistas contemporáneos famosos. No es mi fuerte.
Subimos un enorme escalón de las escaleras, y otro. Y otro. Alex abrió
una puerta a la luz brillante, cálida bienvenida, y un olor muy débil de
calcetines. Se trataba claramente de su habitación.
Aquí, todo era de colores y un poco de desorden: la cama grande,
baja, hecha, pero, evidentemente, a toda prisa, un único zapato deportivo
en el centro de la pista, documentos no identificados y novelas gráficas
dispersas en el mostrador/escritorio que corría toda la longitud de una pared.
Había una enorme televisión incorporada, y un pequeño cubo que sostenía
un iPod Bose, aún más pequeño. Era la habitación de un niño rico. A mí me
gustó. Alex se encogió de hombros de su chaqueta y la echó sobre la cama.
Cuando llegó a la mía, traté de recordar si había tomado el tampón del
bolsillo. Lo imaginaba volando por la habitación. Pero Alex colgó la
chaqueta con cuidado sobre la parte de atrás de su silla de escritorio.
—Está bien. Primero lo primero. Tres cosas que no quieres que yo sepa
de ti.
—¿Qué? —Lo miré boquiabierta.
—Tú eres la que dice que no nos conocemos. Así que vamos a ir al
grano.
Ah, pero esto era muy fácil:
1. Estoy usando mi más vieja y más fea ropa interior.
2. Creo que tu novia es mala y debe ser destruida.
3. Soy una criatura mentirosa, ladrona que habla con los muertos y
piensa que debe ser tu novia, una vez que la mencionada se
encuentre fuera de la imagen.
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141
Me imaginé que era casi todo.
—No creo…
—No tiene que ser embarazoso o mayor —Alex me interrumpió—, pero
tiene que ser algo que te cueste un poco compartir. —Cuando abrí la boca
para oponerme otra vez, me apuntó con un dedo largo en el centro de mi
pecho—. Se abrió la caja de Pandora. Así que siéntate.
Había una silla de terciopelo, con forma divertida, cerca de mis
rodillas. Me senté. La silla rápidamente se amoldo a mi trasero. Supuse que
eso significaba que era cara, y no peligrosa. Alex se dejó caer sobre la
cama, colocando a su lado su codo doblado y la cabeza apoyada en su
mano.
—¿No puedes ir primero? —pregunté.
—Se abrió la caja...
—Vale, vale. Que estoy pensando. —Me dio unos treinta segundos.
Entonces:
—Tiempo. —Tomé un respiro.
—Tengo una beca completa en Willing. —Una cosa que Verdad o
Reto me ha enseñado que no se puede ser demasiado orgulloso y aun así
esperar obtener nada valioso de este proceso.
—Siguiente.
—Estoy aterrorizada de un montón de cosas, como los relámpagos,
conducir con cambio de marchas, y nadar en el océano. —Su expresión no
cambió en absoluto. Él acaba de tomar mis respuestas.
—La última.
—No te voy a hablar de mi ropa interior —murmuré. Se echó a reír.
—Lamento escuchar eso. ¿Ni siquiera el color? —Quería fruncir el ceño.
No pude.
—No. Pero te diré que me gustan las anchoas en la pizza.
—¿Eso se supone que es consuelo por ocultar la información sobre
ropa interior?
—No es mi preocupación. Pero tú dime algo, ¿es algo que confesarías
por todo el comedor?
—Probablemente no —Concordó.
—No lo creo. —Me acomodé más profundamente en mi silla. No
escapó a mi atención que, una vez más, me sentía muy relajada en torno a
este chico. Una vez más, no me hizo especialmente feliz—. Tu turno.
Pensé en mi promesa de Frankie. Esperaba en silencio que Alex me
dijera algo para que me gustara aunque sea un poco menos. Estaba lista.
FORO’ Libros Del Cielo
142
—Lloré mucho durante mi primera vez en el campamento, mis padres
tuvieron que venir a buscarme cuatro días antes. —Yo nunca fui a un
campamento. Siempre me pareció un poco idílico para mí.
—¿Cuántos años tenías?
—Seis. ¿Por qué?
—¿Por qué? —Me imaginé a un muy pequeño Alex en una camisa de
Spider-Man, abrazando el conejo raído, ahora sentado en la plataforma por
encima de su equipo. Suspiré—. Oh, ninguna razón. Siguiente.
—Odio Titanic, The Notebook, y Twilight.
—¿Qué piensas de Ten things I hate about you?
—Oye —me espetó—. Yo no hice preguntas durante tu turno.
—No, no las hiciste. —Estuve de acuerdo gratamente—. Contesta, por
favor.
—Está bien. Me gustó Ten Things. ¿Satisfecha? —No, en realidad.
—Alex —dije tristemente—, ya sea que no tengas totalmente ni idea
acerca de lo que quiero saber de ti, o tu próxima revelación sea que tienes
una reacción desagradable a la kriptonita. —Me miraba como si le hubiera
hablado swahili.
—¿De qué estás hablando? —Sólo llámenme Lois. Negué con la
cabeza.
—No importa. Continúa.
—He sido conocido por bailar delante del espejo —Se encogió un
poco—, Thriller.
Y ahí estaba. Alex ya sabía que yo era una cobarde, sin un centavo,
con una predilección por el pescado apestoso. Yo sabía que él era
oficialmente adorable.
Se levantó de su codo e hizo girar sus piernas alrededor hasta que
estaba sentado en el borde de la cama.
—Y en esa nota humillante, ahora te haré traducir las palabras en
francés del cuarto de baño. —Cogió un fajo de papeles del suelo—. Tengo
estas hojas de trabajo. Son excelentes para los verbos irregulares...
—Hoy no. —Me lanzó una mirada y mantuvo los documentos
arrastrando los pies.
—Está bien —dije—. D’accord. Pas de papiers aujourd’hui. S’il vous
plaît, Alex. Je... je fais les choses la dernière fois86.
—Prochaine87.
86 Muy bien. Sin necesidad de papeles actualmente. Por favor, Alex. Yo... Hago las cosas la
última vez.
87 Próximo.
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—¿Qué?
—La prochaine fois —corrigió—. La próxima vez. Dernière fois es "la
última vez”. Ni siquiera voy a empezar en el uso de tu verbo.
—De acuerdo. La dernière... lo siento... prochaine fois. ¿Cómo se dice
“te estoy pidiendo”?
—Je t'en supplie —respondió. Entonces—: Eres consciente de que para
hablar mejor francés, en realidad tienes que hablar francés.
—Oui, monsieur. Sin embargo, la Torre Eiffel seguirá en pie la semana
que viene, y las papas fritas francesas seguirán siendo americanas.
—Belgas. —Suspiró Alex—. Las papas a la francesa se iniciaron en
Bélgica. Mira, yo no voy a obligarte a trabajar. Es tu elección, y no es mi
trabajo.
—La próxima semana —le prometí—. Te lo prometo.
—Correcto. —Se frotó la nuca, empujando su cabello en una cola de
pato poco gracioso—. Bueno, está bien. ¿Qué tal una película? —
Funcionaba para mí.
—Claro. —Se levantó, cruzó la habitación y abrió un cajón debajo de
la televisión. Dentro había quizá un centenar de películas. Me quedé
impresionada. Hasta que un gruñido—: No —Y abrió el cajón al lado de él,
mostrando otras cien. Por aquel entonces ya estaba simplemente resignada,
y retorciéndome más en mí asiento, esperando. Encontró lo que buscaba.
Me dio una breve visión de la cubierta de cartón mientras cargaba el disco.
Era inconfundible.
—¿Parque Jurásico? ¿Vamos a ver Parque Jurásico?
—Así es... en francés. —Un rato después, mientras que el abogado
horrible salía corriendo del T-rex en el Porta-Potty88, apodado "Aidez-moi!
Aidez-moi!89“, detrás de él, Alex pulió la última sabrosa tofu y suspiró feliz.
—¡Me encanta esta película! —Tuve que admitir que también a mí.
En el momento en que todo había terminado, que había aprendido
todas las palabras correctas para todos los dinosaurios (más o menos igual
como lo fueron en Inglés), y las variaciones múltiples de "¡Ayuda, por el amor
de Dios!", lo que podría venir siendo muy útil para alguna vez en alguna de
las actividades que me asustaban más. También pasaban las cinco. Tiempo
de irme. Me desprendí de la silla, dejando una huella claramente de la forma
de Ella, y recuperé mi chaqueta.
Recorrí las varias puertas cerradas en la periferia de la habitación.
—Um... ¿Cuarto de baño? —Alex señaló hacia las escaleras.
88 Portable toilets - Baños portátiles 89 ¡Ayúdame! ¡Ayúdame!
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—Piso de abajo, la primera habitación de invitados a la derecha. —Me
dio una sonrisa brillante—. Mi baño está estrictamente restringido para las
chicas.
Me pregunté si mentía, si Amanda llegó a usarlo.
Bajé las escaleras hacia un baño de revista perfecto. Orine. Me lavé las
manos y olí la vela Diptyque. Dos veces. Sadie me había comprado una vez,
un perfume de lavanda, después de que ella me sorprendió yendo de vuelta
a su cuarto de baño tres veces para oler la de ella. Estaba en mi camino
hacia la puerta cuando vi el dibujo.
Era tal vez de ocho centímetros cuadrados, en un marco de oro
labrado. Había visto unos como esos antes, en libros y museos, estudios
rápidos para el placer, o para grandes obras. El Museo de Arte de Filadelfia
cuenta con alrededor de una docena en la pantalla. Este era un desnudo
femenino, visto desde atrás, sentado en lo que podría haber sido un tocador.
Ella se cepillaba el pelo largo. Era claramente el trabajo de Edward, un
modelo distinto al de Diana. Diana era larga y angular. Esta mujer parecía
más pequeña, y sólo los dedos de los pies tocaban el suelo debajo de la
banqueta acolchada. Era más suave, también, más redondeada.
Había algo escrito a lápiz en la esquina inferior, manchada y
descolorida. Me incliné hasta que mi nariz estaba pulsada casi contra el
cristal. Narnia, parecía. Debo haber mirado fijamente durante mucho más
tiempo de lo que parecía. Un toque en la puerta me hizo saltar.
—¿Ella? —Un segundo más tarde—. Um... ¿Ella? ¿Estás bien ahí dentro?
—Alex lucia la cara roja y sobresaltada cuando tiré la puerta abierta. Más
aún cuando le agarré la muñeca con ambas manos y tire de él al cuarto de
baño. En otro tiempo, podría haber tenido la cara igualmente roja. Sin duda
habría sido incómodo, aunque no fue de mala manera. Pero por el
momento, estaba demasiado ocupada en una parte diferente de mi
cabeza. Lo solté y señalé el boceto.
—Esa es una Willing.
—¿En serio? —No se mostró particularmente impresionado. Más
aliviado de que no me había caído y golpeado la cabeza o tenido algún
percance similar.
—Edward Willing. Tienes que saber quién es Edward Willing. —Miró más
allá de mí.
—Un pintor de Filadelfia. De principios del siglo XX, ¿no? Estuve en la
clase de historia del arte el año pasado, ya sabes. —No lo sabía. En realidad
no.
—¿En serio?
—Me senté en la parte trasera. Tú te sentaste en frente. Nunca vi tu
cara durante la clase, pero recuerdo que discutías con Evers sobre Dalí.
Recuerdo. No te gusta Dalí.
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145
—No mucho.
—¿Si te gusta este tipo?
—Sí. —Tomé un respiro—. Sí. Así es. Y tienes uno de sus bocetos. En tu
cuarto de baño de invitados. —Lucía atrapado. Por lo menos tanto como yo
hubiera esperado que lo hiciera.
—Ella, mis padres compran lo que les dice su decorador que compren,
y lo mostrarán en la sala que les diga que aparezca. —Miró de nuevo—. Este
de hecho pudo haber salido de la casa de mi abuela, la mayoría de cosas
viejas salieron de allí.
—¿Hay más de Edw… de las piezas de Willing? —Me sentía mareada
ahora.
Alex me lanzó una mirada de disculpa.
—No. Estoy bastante seguro de que no las hay. Pero hay un Picasso en
la sala de estar. Y un muy, muy pequeño Matisse en el estudio. —Alargó
ambas manos, como si me estuviera ofreciendo... todo, tal vez—. Mira, voy a
mover este ahora. Voy a ponerlo en algún lugar más visible... —Busco por el
marco. Pero yo se lo impedí.
—No. No puedes. Sin embargo, gracias.
—Claro. —Me di cuenta, entonces, mientras bajaba la mirada con el
ceño levemente fruncido. Estaba de pie casi pecho a pecho con Alex
Bainbridge, en un espacio muy pequeño. Retrocedí un paso y choqué con el
inodoro.
—Me debería ir —dije, un poco temblorosa—, debo llegar a casa.
—Correcto. —Siempre educado, me dejó salir en primer lugar—. La
semana que viene... La próxima semana, podemos tener nuestra sesión de
tutoría aquí. Hablaremos de arte. O accesorios de baño. Te puedes sentar
ahí arriba —Señaló el mostrador—, al lado del Willing. —Ahora, fuera del
baño, y a unos metros de distancia de él, yo podía reír.
—Está bien. Antes de que empieces a pensar que soy obsesiva y loca,
tiene que haber algo, o la señal de algo, que te haga a ti lucir ridículo. —Él
no perdió nada.
—La señorita Winslow con un tutú. No... —Parecía un poco ridículo
cuando dijo—: El Hombre Araña contra el Doctor Octopus. Julio de 1963.
—Eso es un cómic, ¿verdad? —Suspiró.
—Oh, Ella. —Entonces—. Vamos. Te llevaré a casa.
—No tienes que…
—Sí, lo sé.
El sol se ponía cuando se detuvo en frente de mi casa. No había luces
encendidas, pero podía ver en el restaurante. Ya estaba ocupado, Sienna y
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Leo estaban en dos mesas. Salí del coche y cerré la puerta. Luego me eché
hacia atrás a través de la ventana.
—Gracias por traerme. Fue muy amable de tu parte.
—No te preocupes. Dado que estoy aquí, tal vez iré por Geno para un
queso y carne. —Negó con la cabeza—. Viste lo que había en mi
refrigerador.
—Lo hice. Alex... —Podría invitarlo. Sería tan fácil. Una pizza, algunos de
los tallarines de Nonna...—, pasé un rato agradable —dije. Cobarde, me
regañaba—. No lo esperaba.
—Sí, bueno, no puedes vencer a un buen ataque rapaz. La próxima
vez, antes de empezar, te voy a mostrar mi colección francesa de cómics...
—Movió las cejas hacia mí de una manera pervertida—. Entonces vamos a
trabajar.
—Está bien —Estuve de acuerdo—. Me parece bien. —Empecé a
caminar por la acera. En lugar de ir a casa, me decidí ir a Marino. Ofrecer
algo de ayuda. Papá lo agradecería.
—Oye, Ella. —Me volví.
—¿Sí?
—Te veré mañana. —Debí tener la mirada perdida—. En el baile —
agregó.
—Oh. Sí. Nos vemos mañana. —Me volví hacia el restaurante.
—Oye, Ella.
—¿Sí?
—J’ai passé un très bon moment, aussi90. —Cuando me lo quedé
mirando otra vez, soltó un bufido—. Trabájalo.
Lo hice, pero no antes de que se hubiera alejado. Había tenido un muy
buen tiempo, también.
90 También pase un gran momento.
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El Baile
Traducido por ♥...Luisa...♥ & Munieca
Corregido por Vericity & Deydra Ann
l suelo estaba lleno de algas, serpentinas de crepé y piratas en
descomposición. O al menos eso parecía. La mitad de la
población masculina de Willings se pavoneaba en camisas con
volantes, pañuelos en la cabeza y maquillaje horrible. Aunque,
para ser justos, algunos de los rostros contorsionados tenían más que ver con
el esfuerzo, que con el pegote de vestuario de la tienda. Algunos chicos
necesitan concentrarse muy duro si querían mover sus extremidades para
trabajar con la música. Se veía como "Thriller" encontrándose con Titanic.
Por supuesto, la otra mitad era cegadora. Como se predijo, reinaron las
lentejuelas. Además, como se predijo, el traje de la elección fue una especie
de falda (cuanto mas corta sea, mejor) combinada con un top de bikini (lo
mismo). Vi, desde mi asiento en el borde del gimnasio, al tímido profesor de
física vestido con un traje de espuma de caballito de mar teniendo una
discusión, y meneando los argumentos en sus dedos, con una sirena sobre el
tamaño de sus conchas. No pude oír lo que decían, pero los gestos de la
mano, decían un montón.
El maestro ganó; la Chica Concha se marchó en una rabieta. Se
detuvo a mitad de camino del suelo para hacer un enojado movimiento
Hokey-Pokey91 de la pierna para separar un trozo de papel de algas
alrededor de su tobillo. Un grupo de mate-atletas la observaron con
curiosidad. Uno, que llevaba lo que parecía un verdadero traje de buzo
antiguo, incluso trató un movimiento experimental de su propia pierna antes
de que otro le diera un codazo en silencio.
—¿Teddy Roosevelt? —sugerí. Sadie y yo habíamos estado tratando de
averiguar el traje del segundo mate-atleta durante unos minutos. Llevaba un
traje de estilo 1930, con el pelo cuidadosamente peinado hacia abajo, y
luciendo un bigote falso.
—No hay gafas. Y no puedo ni siquiera empezar a imaginar la relación
entre la bodega de Davy Jones92 y Teddy Roosevelt. —Sadie se arrancó un
pelo de oro y suspiró.
91 Hokey Pokey, también conocido como el Cokey okey , TOKEY hokey , o Cokey Cokey , es
una danza de la participación con una melodía distintiva de acompañamiento y letra
estructura. Es bien conocido en los países de habla Inglés. 92 Legendario pirata de historias marinas.
E
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148
Tal vez su madre no había rematado su triunfo del Jinete sin Cabeza,
pero no fue por falta de determinación. Lo que la señora Winslow no había
logrado en la creatividad (que había ido por el camino de sirena), lo había
hecho en los detalles. La falda de cola era de cuentas intrincadas y
bordadas en una docena de tonos de azul y verde. Era bastante
sorprendente. El problema era el corpiño: no es un bikini, pero no mucho
mejor en cuanto a Sadie se trata. Era verde, muy bajo y con bordes de
aspecto de vieiras93 que causan picazón. Se las arreglaba para estar
cubierta por la peluca, pero eso era un problema en sí mismo. Era enorme,
compuesta por cientos de tirabuzones en un rubio metálico. Para colmo, el
traje incluía una brillante corona de tres puntas y un tridente de seis pies, con
piedras y algas terminadas en seda.
—Sadie —Había preguntado en voz baja, cuando ella apareció en mi
casa, temblando y enredada en su peluca—. ¿Por qué no... —Sólo dile ¿en
donde puede meterse su tridente? Pero eso habría sido malo. Sadie cede y
lleva los trajes, porque es infinitamente más fácil que luchar—, vienes al lado
y vamos a ver si Sienna tiene un chal que puedas pedir prestado? —Sienna
ha sido dama de honor en once ocasiones. Tiene un chal de imitación para
cada ocasión.
Partimos para el baile con Sadie envuelta en brillante plata, Nonna
saludando desde el pórtico. A Nonna le gusta Halloween, pero traza la línea
en un disfraz, a pesar de que ha sido conocida por asustar a los niños
pequeños mientras se cierne sobre ellos en su marcado negro, gritándoles
que se acerquen por M&M’s.
Dentro de la hora, Sadie y yo estábamos sentadas en los bordes del
Willings paraíso/infierno bajo el agua, viendo el espectáculo y teniendo un
tiempo no-malo. Lo hacía bien con mi traje de diosa del agua y Sadie lidiaba
con ello. A diferencia de años anteriores, parecía más resignada que
molesta. Para mí, el tridente a un lado, se veía bastante bien.
Al ver mi disfraz, ella había realmente aplaudido y gritado.
—¡Oh, Ella, eres hermosa!
Cuando nos reunimos con Frankie en el jardín de rosas de la escuela,
había dejó escapar un silbido.
—Muy bien, Marino.
Les hice señas a los dos fuera, murmurando—: Es sólo un vestido. —Un
vestido hecho sólo para mí por una amorosa, engañada, abuela madrina y
el cabello y el maquillaje a una hora de dolor en las manos de una hermana
determinada.
—¡Siéntate y deja de lloriquear ya! —gruñó Sienna, mientras me
retorcía el pelo en espirales largos, sueltos y transfería el contenido de una
93 Los pectínidos, conocidos popularmente como vieiras, son una familia de moluscos
bivalvos, emparentados de cerca con las almejas y las ostras.
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docena de botellas y tubos en mi cara—. ¿Ves? —Me había exigido al final,
arrastrándome por delante de su gran espejo—. ¿Ves?
Era sólo yo. Sólo que, aunque tenía que admitir, no del todo. Me veía
más suave, brillante, un poco luminosa. Ahora, a la luz de cientos de faroles
de barco falsos, todavía podía ver el resplandor de la crema fragante o lo
que sea que Siena había frotado en mis brazos.
A veinte metros de distancia, Frankie se retorcía con elegancia con la
música, sus pantalones de campana balanceándose con él. Su cita, vestido
con un traje de marinero de época coincidente, no era tan gracioso, pero
era igual de bonito.
—Exceso de Naval —Frankie había explicado los uniformes a la
llegada—. Estamos “no preguntes”…
—“No digas” —terminó Connor. Él se veía bien. No decía mucho: “no
digas” lo personificaba. Pero claramente le gustaba bailar, al igual que a
Frankie, y le hizo un cumplido a Sadie por sus zapatos, los cuales eran
sandalias de peces-con-escamas-de-lentejuelas Jimmy Choo (Frankie los
identifico en un latido), y muy geniales.
—¿Tal vez un joven Jacques Cousteau… ? —Sadie seguía trabajando
en el chico del traje—. Pero eso seria simplemente tonto. Quiero decir, ¿un
traje…? Oh. No.
Aparentemente, nuestro escrutinio no le había pasado desapercibido.
Teddy-Jacques-Quien-quiera-que-sea, venía hacia nosotras, con una amplia
sonrisa bajo el bigote que, noté, se estaba soltando de una esquina.
—¡Buenas tardes, señoritas! —Era un estudiante de último año, pensé.
Nosotras no habíamos tenido ninguna clase juntos; era AP de todo, pero
pensé que recordaba haberlo visto durante la Actuación Nocturna en
primavera, parte de un grupo a cappella. Hicieron una canción de los Black
Eyed Peas, muy bien, de hecho. Era lindo también, en una pálida y
larguirucha manera—. Walter Elias Disney —dijo con una reverencia—. A su
servicio.
—¿Walt Disney? —Sadie estaba obviamente muy intrigada para ser
tímida—. ¿Um…?
Él sonrió y agitó el brazo por el espectáculo detrás de él con una
reverencia. —Los múltiples talentos de Johnny Depp a un lado, es discutible si
nada de esto habría tenido lugar sin mí. Me pareció que lo más apropiado
sería hacer acto de presencia.
Asentí con la cabeza. —Voy a comprar eso.
Se inclinó de nuevo, pero sus ojos se quedaron en Sadie. —¿Quieres
bailar?
—Oh. Yo... Oh. —Varias emociones inundaron su cara en un instante: el
terror, el placer, la incertidumbre, y por qué-infiernos-no. Me lanzó una
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mirada. Le hice un gesto rápido, contundente. Yo estaría bien. Ella
absolutamente debería bailar—. Claro —dijo.
Y se fueron.
Los vi durante unos minutos. Sadie lo hizo bien, a pesar de la pesada
falda. Ella observa Dancing with the Stars religiosamente. Walt no era malo, o
bien, no se agitaba demasiado. Dijo algo que la hizo reír. Parecía increíble.
Cerca de allí, Frankie y Connor hacían una versión decente del “Swim” de los
años sesenta.
Recorrí el mar de piernas ondulantes y las caras felices por, bueno,
nada interesante.
No pasó mucho tiempo. Los Fillites se encontraban en el centro de la
pista de baile, un grupo feliz de pelo brillante, dientes centelleantes y piel
expuesta. Las chicas estaban en bikinis y faldas adornadas con brillo. Los
chicos vestían camisas blancas sueltas, abiertas a un punto que hubiera sido
ridículo en cualquier otro momento, pero que ahora parecía
apropiadamente pícaro.
Vi a Ana y Hannah, de púrpura y aguamarina, entonces a Chase, que
llevaba un parche en el ojo y un arete de oro resplandeciente. No fue difícil
encontrar a Alex, era el más alto del grupo. Tuve un vistazo de su camisa
blanca y su mandíbula cuadrada, pero se enfrentaba a la multitud, lejos de
mí. No pude ver a Amanda en absoluto.
Me levanté. Un par de piratas flacos me miraban especulativamente.
Un alhelí que, especialmente sin una pared, era un blanco fácil94. Tratando
de mirar como si tuviera un destino, bordeé el suelo. Pensé que podría hacer
un circuito lento, para luego volver y bailar durante unos minutos con Frankie
y Connor. Sabía que Frankie estaría encantado, a él le gusta verme bailar en
la misma forma que disfruta enviarme a subir árboles.
Había hecho una cuarta ronda, cuando me encontré frente a un
grupo de chicos Abejas. Traté de rodearles, pero me encontré enredada en
un traje de pulpo. —Um. ¿Perdón? —No precisó ninguna respuesta. No pasó
mucho tiempo para averiguar por qué. Amanda Alstead estaba en su línea
de visión directa.
Estaba haciendo la danza universal de las chicas seguras: los brazos
sobre la cabeza, los ojos cerrados, las caderas ondulantes al que era el ritmo
del momento. Sus brazos en alto, sus conchas haciendo su propia danza.
Era, sin duda, fascinante. Observé durante un minuto, preguntándome
si alguna vez tendría las agallas para moverse así en frente de una persona,
por no hablar de varios cientos. Me preguntaba si yo aún tenía la
capacidad. Parecía una cinta de seda sobre cojinetes de bolas.
Cuando mi ego no podía soportarlo más, miré por encima de ella. Ahí,
por supuesto, estaba Alex. Él no miraba a Amanda. Estaba mirando por
94 Hace un juego de palabras, en ingles wallflower. Wall se traduce como pared
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encima de su cabeza, recorriendo su aburrida mirada por la habitación.
Antes de que pudiera alejarse, se encontró con la mía. No sonrió,
ciertamente no hizo ademan. Pero no miró hacia otro lado. Y yo no tenía
absolutamente ninguna idea de qué hacer.
—¡Oye, Ella!
Alguien me empujaba desde atrás. Me volví para encontrarme a mí
misma, cara a cara, con la mascota de Willing. La camiseta de la pista lucía
una familiar abeja estilizada. Somos los Willings Hornets, pero la imagen no
cambió cuando lo hizo el nombre (hasta la llegada de los chicos, los equipos
de voluntarias eran, lo creas o no, los Zumbidos); fue grabado en
demasiadas superficies. Éste había sido provisto de un casco de tinta de
buceo y aletas. El resto del conjunto incluía una máscara de buceo, un par
de medias brillantes para correr, y la pièce de résistance95: un suspensorio
con lentejuelas en la cintura. Dentro de todo, era el gato de Vernon.
Me eché a reír. No pude evitarlo.
—Muy inteligente, ¿eh? —Ella sonrió—. El contenido de la bodega de
Davy Jones. —Detrás de ella, un par de sus amigos estaban vestidos de
manera similar. Todos parecían alegres y relajados—. ¿Qué estás haciendo,
errante? Ven. Vamos a bailar.
Se bajó la máscara hasta los ojos y entrelazó su brazo con el mío.
Entonces, suavemente, pero con firmeza, dejando a un lado a los chicos
todavía jadeando, me hizo entrar al centro de la pista con un grupo de
estudiantes gritones de último año. Había una chica pirata y un chico vestido
como Neptuno, pero ninguna sirena entre ellos.
Bailé. Le di la espalda a Amanda e hice mi propio medio movimiento
de brazos. Incluso oscilé por un minuto con un lindo estudiante de último año
vestido como una langosta. La multitud de Cat estaba ruidosa y animada, y
nadie me miró como si no perteneciera justamente donde estaba.
En el momento en que el tercer baile había terminado, estaba
mareada y sudando un poco. Todos los demás en el grupo saltaron, justo en
la siguiente canción; Neptuno fue haciendo pogo96 por todo lo que le valía
la pena. Le dijo adiós a Cat y me escapé de la pista de baile.
Mientras me dirigía hacia la puerta lateral, vi a Frankie y Connor, ahora
haciendo un sincronizado baile marino de moviendo-ala, rozando-pies.
Tenían un público agradecido. Más allá de ellos, Sadie estaba todavía con
Walt. Parecía absolutamente el mejor momento para desaparecer por un
rato. Estaba sintiendo el impulso.
Sabía que la mayoría de las aulas estaban cerradas, ya sea por los
profesores sospechosos o desde el interior por una pareja con una sola cosa
en mente.
95 El plato fuerte. 96 Baile que consiste en saltar y chocarse en grupo unos contra otros al ritmo de la música en
un concierto.
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No había manera de que la Sra. Evers tuviera la sala de arte abierta.
Pintura disponible era demasiada tentación para el mal, incluso en una
noche que no incluía bromas de Halloween. Por esa razón, cuando ella no
estaba allí, la habitación era cerrada herméticamente y con llave. Por esa
razón, le dijo a un selecto grupo de estudiantes, donde se encontraba
escondida la llave. Yo era uno de los pocos.
Cinco minutos más tarde, armada con un cuaderno de dibujo fresco y
un puñado de lápices de carbón, estaba en mi camino hacia una puerta
lateral, al patio de ladrillos que se extendía a lo largo del sur del edificio.
Pasaba de largo los jardines. En el claro de luna, las ensombrecidas
barandillas y las urnas ornamentales, adquirían formas nuevas e interesantes.
Me instalé en un escalón de piedra y comencé a dibujar.
Conforme pasaban los minutos, las imágenes extrañas tomaban una
forma satisfactoria: la curva de una aleta en el aire vacío, los mensajes que
parecían dientes…
—Me preguntaba dónde estaba la verdadera fiesta. —Di un salto,
enviando mi lápiz en una línea clara a través de la página. Alex estaba a dos
metros de distancia, a un molesto escalón de mí, las manos metidas en los
bolsillos de unos pantalones que parecían demasiado Emos: negros y
apretados—. Lo siento —dijo—. No tenía intención de asustarte.
—No me asustaste —jadeé, la mano izquierda pegada a mi pecho—.
Sacaste toda la mierda de mí con el susto. ¿Con quien te criaste? ¿Lobos?
En realidad sonrió.
—Has conocido a mis padres. ¿Qué piensas? —No iba a tocar eso.
Sólo me encogí de hombros.
—¿Por qué no estás dentro? —Me preguntó después de unos
segundos.
—Hacía demasiado calor —mentí, cerrando mi cuaderno de dibujo
con toda la indiferencia que pude—. Opresivo. ¿Por qué no estás tú?
—Era demasiado... Dios, no lo sé. Angustioso es una buena palabra. Un
poco de aire fresco parecía una buena idea —Miré más allá de él, aliviada
de no ver a nadie más allí.
—¿Todo por ti mismo? Eso es... valiente. —Sus cejas se levantaron. Por
un segundo, pensé que iba a dar la vuelta y marcharse. En su lugar, sacó las
manos fuera de los bolsillos y señaló un escalón.
—Grandes palabras para una persona pequeña. ¿Puedo sentarme?
Tragué saliva.
—Claro.
Lo hizo, para terminar con sus codos apoyados en los muslos y la rodilla
derecha no del todo en contacto con la mía.
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153
El silencio duró el tiempo suficiente para que fuera incómodo. Pero no
le iba a ayudar con su charla. No soy muy buena en eso, en el mejor de los
casos. Sentada, casi muslo con muslo, con un tipo que me convirtió
mentalmente en un pretzel, era ni de lejos una buena circunstancia.
—Así que... Toda una escena esta noche. —Él sacudió la barbilla hacia
la puerta abierta del patio. La música era lo suficientemente fuerte como
para que yo pudiera oír al cantante destrozando las palabras de "Beyond
the Sea". El original es uno de los favoritos de Frankie. Supuse que
probablemente estaba entrelazado extasiado con Connor en este
momento, en un baile lento. Lo que era bueno por varias razones, entre ellas
el comentario sarcástico que me lanzaría si me sorprendía charlando con
Alex Bainbridge.
—Sí —Estuve de acuerdo.
—Típico en Willing.
—Lo es.
—Bueno —y preguntó—: ¿Qué esperas?
Era tan obvio que era una pregunta retorica que, obviamente
respondí. El impulso de la verdad que sentía parecía más fuerte cerca de
este chico, mi instinto controló todo.
—Esperaría que estuvieras bailando. —Su expresión era inescrutable a
la débil luz.
—¿Es eso una invitación?
—No. Una observación. —Se encogió de hombros.
—Está bien. Necesitaba un descanso. Fue bueno mantener un ojo
sobre Chase mientras vomitaba una quinta parte de ron barato en los chicos
del cuarto de baño o seguía a las chicas al cuarto de baño. —Casi le sonrío y
le digo acerca de los baños de Willing y yo. En su lugar, un impulso
verdaderamente horrible e irresistible me tuvo anunciando:
—Amanda se ve muy guapa esta noche.
—Tu también. —Curiosamente, sentí que mi aliento se entrecortaba en
mi pecho, y por un segundo largo, horrible, pensé que podría llorar. Agarré
bien la parte superior de mi libreta, concentrándome en la cuadernación de
metal en espiral donde se clavó en la piel.
—Es un disfraz genial —dijo—. ¿Una ninfa de agua?
—Diosa del mar —le contesté en voz baja—. Romano.
—Hmm. —Alex miraba hacia fuera, al jardín ahora, luciendo tan a
gusto que salí del nudo del pretzel. ¿Podría realmente ser tan fácil para él?
¿Decir cosas como esas sin pensar? ¿Sin querer nada en absoluto?
—Demasiadas sirenas esta noche. No es que tenga nada en contra de
las sirenas. Las sirenas son ardientes. Quiero decir, tú has visto mi dibujo.
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Asentí con la cabeza.
—Tu sabes —continuó—, ese día en la sala, cuando comparaste mis
cosas con las de los artistas japoneses…
Asentí con la cabeza de nuevo, a pesar de que él ahora estaba
mirando hacia los jardines oscuros y no a mí.
—Suzuki Harunobu y Kuniyoshi Utagawa. Eran en el siglo XVIII y en el
siglo XIX maestros del grabado de madera…
—Ella —me interrumpió él—. Sé quiénes son.
—Oh.
—De hecho, tengo un par de impresiones originales de Kuniyoshi.
—Oh. Guau. Guau. —Se encogió de hombros.
—No son tan raros. Lo que realmente estoy esperando conseguir es
una de la serie “Princesa Tamatori”. ¿Lo conoces? —Cuando negué con la
cabeza, explicó—: Sabes que él hizo todas estas ilustraciones para libros y
cuentos populares. ¿Verdad? Como algunos dibujos animados o novelas
gráficas. La princesa Tamatori se pone en marcha para recuperar una perla
de agua del Rey Dragón. Ella tiene que luchar contra él, y todas estas
criaturas locas en su camino de regreso. Así que tuve esta idea para una
novela gráfica sobre... —Su voz se apagó.
—Una sirena —terminé por él.
—Sí.
Ninguno de los dos dijo nada durante un minuto. Luego:
―Tus dibujos son realmente, muy buenos —dije en voz baja—. Deberías
hacer ese libro.
Gruñó.
—¿Alguna vez has oído hablar de un novelista gráfico rico?
—¿Alguna vez has oído hablar de un abogado feliz? —Le respondí,
menos sorprendida que divertida por lo mucho que Frankie y Sadie me
habían contagiado en dos años. No dije: Tú ya eres rico, que habría sido
demasiado Frankie y no Sadie sin ningún motivo.
—¿Quién sabe? —Alex suspiró, y dejó la pregunta retórica. Desde el
interior, pude escuchar las primeras notas de Come Sail Away—, ¿Por qué es
—preguntó después de unos cuantos compases—, que siempre tocan estas
canciones en los bailes de esquizo? Empieza poco a poco, por lo que todos
estamos emocionados, luego, alcanzan rápidamente la mitad, así que
terminas sintiéndote como un idiota total, tratando de decidir qué hacer.
Una persona siempre elige seguir haciendo la cosa lenta...
—Y el otro retrocede y comienza a bailar.
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—¡Exactamente! Has estado allí —dijo, sonriendo. No mencionaría que
para mí allí siempre había sido el asiento de alhelí—. A mi papá le encanta
esta canción.
Era mi turno de sonreír.
—Lo mismo sucede con el mio.
—Así que…
—¿Así qué?
Golpeó mi rodilla con la suya.
—¿Quieres bailar?
―Estás bromeando, ¿verdad?
Incluso a la luz limitada, parecía ofendido. —No lo estoy.
En un segundo, se había levantado.
—Vamos. Vamos a bailar rápido al principio y más lento cuando la
música se acelere.
—Lento... —Estaba totalmente distraída por la imagen de los dos en el
suelo.
No, aparentemente, por las mismas razones que él.
—Voy a hacer un Quasimodo —dijo él, flexionándose y torciéndose a
la del jorobado de Notre Dame por lo que estaba más cerca de mi altura—.
Vamos, Ella. Es sólo un baile.
—Está bien. —Esta vez, lo tengo bien. Con mi trasero firmemente
plantado aún en el escalón, extendí la mano y tomé su mano. No la aparté
una vez que estuve de pie. De hecho, me aferré a él por lo que
probablemente fue un tiempo demasiado largo; él fue quien se apartó.
No estoy segura de por qué pensé que en realidad podría suceder.
Fue probablemente todo la cosa novedosa de la madera/gráfica japonesa.
Él me tenía con Kuniyoshi.
Sólo llegamos hasta el pasillo interior de la puerta.
—¡Hey, hombre! —Los dos nos volteamos. Chase Vere caminaba hacia
nosotros, tambaleándose un poco y sonriendo.
—¿Dónde estabas? Acabo de hacer una serio Technicolor vomitando.
—Bien por ti —respondió Alex. Metió un brazo protector frente a mí
cuando Chase se detuvo dando bandazos a un metro de distancia. Sentí un
leve olorcillo de alcohol y algo aún menos agradable.
—Oh. Oye —Chase entornó los ojos hacia mí—, tu.
—Ella —dijo Alex con fuerza—. Su nombre es Ella.
—Está bien, seguro. Ella. —Chase asintió. Esta vez, su mirada fuera de
foco hizo un lento deambular desde mi cabeza a los pies. Se volvió a
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descansar sobre mis pechos, que, descubrí, no era de ninguna manera
preferible a mi cicatriz—. Ella se ve sexy.
—Jesús, Vere…
Cualquier otra cosa que Alex iba a decir, se perdió mientras Chase hizo
un giro un poco tambaleante, y gritó por el pasillo. —¡Lo encontré! Con la
chica rara. Sólo que esta noche ella está sexy.
—Vere, tú idiota. —Alex se volvió hacia mí—. Lo siento mucho. Está
perdido.
—Está bien. Tan solo me iré. Ahora. —Las había visto, Alex, no porque
estaba frente a mí. Las Hannandas habían doblado la esquina y caminaban
hacia nosotros, un trío feroz usando bonitas lentejuelas y feas expresiones.
—¿Qué está pasando? —Exigió Amanda, con los ojos brillando de Alex
hacia mí y de regreso.
—Nada —le contesté de forma automática, incluso sabiendo cuando
las palabras salieron de mi boca, que probablemente no debería haber
dicho nada en absoluto.
Por todas las veces que había jugado y reproducido la escena del
salón del almuerzo en mi cabeza, por todas las veces que me había
imaginado cómo podría haber sido si Alex no me hubiera ignorado, si se
hubiera detenido y dicho hola, o incluso acabara de reconocer mi
existencia, me estremecí cuando anunció—: Ella y yo estábamos caminando
de vuelta al baile.
Ni siquiera tuvo que decir que en realidad planeábamos bailar. Las
cejas de Amanda se dispararon, sus fosas nasales se dilataron. Por un
instante, parecía un caballito de mar muy enojado.
—¿Quién hubiera pensado que tenía un cuerpito tan dulce? Cubre la
parte mala, yo así lo haría —murmuró Chase. Entonces, casi en el mismo
aliento—: ¡Oh, hombre, voy a vomitar de nuevo!
—Espero que te duela —murmuró Alex, aún cuando se estaba
moviendo, empujando a Chase de forma rápida y eficiente hacia la puerta
del jardín.
—No aquí, imbécil. —Ellos desaparecieron en las sombras. Un momento
después, los inconfundibles sonidos de arcadas se filtraron a través de la
música.
Empecé a arrastrarme lejos. No tuve la oportunidad. Amanda fue
hacia mí, los ojos entrecerrados, efectivamente fijándome a la pared. Anna y
Hannah marcharon detrás de ella. Pensé en chacales, mirando la muerte.
Amanda se detuvo a pocos centímetros de mí. Era lo suficientemente alta
como para intimidad.
—Mira, Freddy Krueger, si yo pensará que existiera una posibilidad
entre tropecientos que incluso Alex te habría elegido en una pesadilla, no
podría decir esto tan amablemente. Pero lo siento por ti, así que voy a darte
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un tip —La p era fuerte, dura. Se acercó, tan cerca que pude ver el
pintalabios pálido con brillo apelmazado en las comisuras de su boca—. Esta
cosa que tienes por él solo te hace ver como la perdedora más triste del
mundo. ¿De verdad crees que tuviste la más mínima oportunidad con él?
¿Lo hiciste?
No le respondí. Tal vez un “no” la hubiera satisfecho. Tal vez no.
—Eres asquerosa y un monstruo —me espetó, los sonidos duros, haciéndome
estremecer—. No perteneces a este lugar. Vuelve a tu vecindario. ¡Verte me
da asco!
Cualquier chica que siempre ha estado cara a cara con otra chica
enojada, especialmente una infinitamente con más maldad y posición
social, sabe correr. Es innato, desde los conejos a los babuinos. No se metan
con la hembra alfa. Ella abrirá tu garganta. Así que salí corriendo, pero sin
antes recibir un vistazo a la cara de Anna.
El segundo antes que ella se girara, parecía como si alguien la hubiera
abofeteado. Es curioso comprobar que no me hizo sentir mejor.
Llegué a la pista de baile justo cuando el tiempo de la canción
cambió. A mi alrededor, las parejas se tambaleaban, claramente atrapados
en el dilema lento/rápido. Encontré a Frankie y Connor fácilmente. Eran una
columna blanca, sólida, en el centro de la pista, envuelta una alrededor de
la otra y moviéndose apenas. Le di unos golpecitos en el hombro a Frankie.
—Me voy —le dije.
—¿Qué? ¿Por qué?
Pero yo ya estaba caminando. ―Asegúrate de que Sadie llegue a
casa —le dije sobre mi hombro.
Me alcanzó rápidamente. —Oye. ¿Qué pasó? —exigió, con los dedos
tratando de encontrar los míos y tirando de mí para que me detuviese.
—Nada. —Cuando él entrecerró los ojos hacia mí, yo suspiré.
―Hannandas. Nada importante. Sólo quiero irme.
—Vamos a irnos, también —declaró—. Vamos a caminar a casa, luego
volvemos por Sadie. —Hizo un gesto con la barbilla hacia un lado.
Ella estaba sentada con Walt y sus amigos. Se reían. —No puedes
caminar a casa sola.
Bufé. —Es Halloween en el sur de Filadelfia. Las calles están llenas de
pequeños demonios y sus padres.
Me acordé de cuando tenía tal vez ocho, en un traje de hada de
nylon, caminando junto a Anna María Lombardi en su vestido de princesa
también inflamable, nuestras madres detrás, a unos tres metros, charlando
como si se hubieran conocido de toda la vida, porque ellas lo hacían.
—Si me atacan, será por un grupo de duendes pequeños buscando un
dulce a cambio.
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Por un segundo, pensé que Frankie iba a discutir. Luego se encogió de
hombros.
—Está bien. Llámame cuando llegues a casa.
Me fui antes de que pudiera cambiar de opinión. Detrás de mí, me
pareció oír que alguien me llamaba. No me detuve. Una vez en la calle,
recogí mis faldas y corrí, apenas deteniéndome en las intersecciones para
ver los coches. Incluso a esa hora, había trato-o-dulce, todavía afuera.
Esquivé unos cuantos fantasmas, esquivé madres charlando, y estuve en
casa en cuestión de minutos. La casa estaba a oscuras, la luz del pórtico
apagada. Pensé que Nonna había dejado su entrada para ir al restaurante.
Era un sábado, la necesitarían en la cocina.
No encendí ninguna luz en la casa. La ventana de mi habitación es
visible desde la cocina y la oficina del restaurante. Pensé que mis padres
estaban allí, y no quería que supieran que ya estaba en casa. Su decepción
sería tangible.
Me quité los zapatos y busqué el lazo en la cintura. Pero no desaté el
nudo. En su lugar, me senté en mi escritorio, todavía vestida completamente.
Mi celular estaba allí. Tenía un mensaje de voz.
Era Sadie, gritando en contra de la música.
—¿A dónde fuiste? Ví... pensé que había visto... —Todo lo que dijo a
continuación se había perdido—. Quieres que me vaya, está bien. Jared
quiere... afuera. ¡Llámame!
No lo hice. No llamé a Frankie, tampoco. Le envié un mensaje de texto.
No pensaba que fuera a quejarse de la carga.
Llegué a casa bien, escribí. Dile a Sadie. XO.
XOOXOOXOOX, envió de vuelta.
Apagué mi teléfono. Por encima de mí, Edward me miraba, su
expresión indescifrable en la oscuridad.
—Un joven excelente, tu Frankie —dijo.
—Así es. Lo es. —Agotada de repente, crucé los brazos sobre la mesa y
dejé caer mi cabeza sobre ellos.
—Oh, Ella. Me gustaría que hubieses tenido un mejor momento en el
baile.
—Olvídalo —murmuré. Asquerosa. Freddy. Monstruo—. No es como si
ella y yo fuéramos a ser mejores amigas.
—No me refiero solamente a Amanda.
Por supuesto que no lo hacía.
—Voy a intentar —gemí en el hueco de mi codo—. ¡Oh, Señor, voy a
tratar de seguir adelante!
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—Eso suena más bien dramático, incluso para ti.
—Es Styx97 —le dije—. Después de tu tiempo, antes que el mío. No sé
todas las palabras, pero estas valen por el momento. Y para que conste,
estoy siendo irónica, no dramática.
—Si tú lo dices.
Lo ignoré. —He tenido mi última queja sobre Alex Bainbridge. Lo digo
en serio. Frankie tenía razón. ¿Cuántas señales necesito de que nunca, jamás
vamos a tener... nada... antes de que lo entienda? Obviamente, no importa
que nos relacionemos con las mismas canciones esquizo setenta. O que
podemos hablar de antiguos grabados en madera japoneses. O que
cuando se sienta a mi lado, me quita el aliento. Podrías pensar que cuenta
mucho, ¿no?
Edward entiende el concepto de las preguntas retóricas, por lo que
continué.
—Ni siquiera quiero aventurar una conjetura sobre lo que hace que el
pulso de Amanda aumente, pero me apuesto lo que sea que no es Alex. Y él
sigue con ella. No va con ella, pero al parecer siente que le pertenece.
Explica eso, por favor.
―Oh, Ella. Nosotros los hombres no siempre somos los mejores en mirar
más allá de... er...
―Tetas, Edward. Puedes decirlo. Amanda Alstead es toda tetas y
cabello rubio. Más allá de eso, no puedo ver una sola cosa de ella que sea
especial.
—Porque no hay una sola cosa. Más allá de lo... em, evidente. Tú, en
cambio, eres una criatura con una infinidad de encantos. ¿Debo enumerar
por orden alfabético o de arriba hacia abajo?
Fruncí el ceño hacia él. —Ya sabes, estás empezando a sonar un poco
demasiado como Frankie y Sadie, mi iluso coro griego.
—Sí, bueno, más bien pensaba que eso es para lo que los amigos son.
—No se supone que eres mi amigo —murmuré—. Se supone que debes
ser mi príncipe azul.
—Ejem. —Los labios esculpidos de Edward se comprimieron en una
línea sombría—. ¿Me has mirado últimamente? Se supone que debo ser
sorprendente e incluso un poco atemorizante.
—Nop. Tampoco. —Descansé mi barbilla en mi antebrazo—. Para mí,
eres perfecto. Eres leal y fiable y completamente carente de sorpresas.
—¿Eso es algo bueno?
97 Styx es una banda de rock progresivo estadounidense y AOR, formada en Chicago, Illinois,
en 1961 como “The Tradewinds”.
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—Absolutamente. —Le dije—. Es una cosa excelente. No quiero más
sorpresas, nunca.
—Difícilmente un objetivo admirable.
—Tal vez no. —Concordé—. Pero agradable. Entre toda la rara noche,
he encontrado algo nuevo a que temer. Novias malignas.
—Ahora, Ella. No puedes ir por ahí teniendo miedo por siempre.
—Oh, sí, sí puedo. En cuanto a Amanda Alstead se refiere, puedo.
Edward inclinó la cabeza y me miró por un momento. Pareció molesto.
—¿Por qué insistes en tener estas conversaciones conmigo cuando
ignoras todo lo que tengo que decir?
Fue una muy buena pregunta.
—Está bien. —Me senté con la espalda recta y doblé mis manos en mi
regazo. Hora de la verdad—. Adelante. En esta noche en que celebramos
los misterios de la vida y la muerte... Di algo profundo, algo sorprendente.
Hubo un largo silencio. Entonces:
—Boo —dijo Edward.
—Gracias, Sr. Willing.
—No hay de qué, señorita Marino. Estoy a tus órdenes.
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La Mujer
Traducido por Vero
Corregido por ★MoNt$3★
ecidí que el lunes después de Halloween sería un buen día para
faltar a clases. No a todas ellas. Eso habría provocado una
llamada a casa, y no me encontraba con ánimos de explicar a
mis padres por qué prefería no ir a la clase de Inglés del Sr.
Stone, con Chase y las Hannandas, otra vez. Así que fui a Historia, donde
presté poca atención, Francés, donde no presté nada de atención y luego
Arte.
Convencí a la Sra. Evers de que: A) Me beneficiaría del tiempo al aire
libre, y que; B) Debería ser excusada del resto de las clases, porque me
atrasé con el archivo y tenía que estar allí lo antes posible. No tengo ni idea
de si me creyó. Me escribió un justificante de todos modos.
Por lo tanto, mucho antes de que sonara la campana del almuerzo y
de cualquier posible encuentro con Alex o Amanda, iba de camino a
Sheridan-Brown98. Podría haber ido de compras, podría haber ido a casa.
Podría haber ido a cualquier parte. Pero sin Sadie o Frankie, todo era
igualmente aburrido. Además, pasamos juntos todo el domingo, bebiendo
demasiado café, en la Compañía Java y comiendo Cinnabons99 de
contrabando en la habitación de Sadie.
Mi repentina salida del baile había llevado, sorprendentemente, poca
explicación. Una historia tergiversada de un encuentro con Alex en el pasillo,
un breve resumen del atemorizante momento de perra-psicópata de
Amanda, la sugerencia de que Chase Vere es infrahumano, y luego me
dejaron sola. Probablemente, no lo habrían hecho, pero aceptaron mí no-
quiero-hablar-de-eso. Posiblemente, porque no había más asuntos que
tratar. Frankie necesitaba analizar el final de su cita.
—Sí, él me besó, sólo una vez, ¿Eso significa que está viendo a alguien
más? ¿Es "Cena con la abuela" un código para algo? ¿Crees que sus dientes
son demasiado brillantes? —Sadie pensó que posiblemente podría hacerlo,
pero no, realmente, no había tenido un rato muy agradable con Jared Walt,
98
Sheridan-Brown: Es una galería de arte. 99
Cinnabons: Es una cadena americana de kioscos de repostería. Su especialidad principal
es el rollo de canela. También es conocida por vender cafés de diferentes sabores con
crema y licuados.
D
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162
y no me importa si llamaba, pero no podría llamarlo, de ninguna manera.
Todo esto mantuvo, efectivamente, la atención lejos de mí.
Todavía seguía sufriendo ligeramente por ese cuarto Cinnabon,
mientras tomaba el ascensor hasta el piso de archivo. Podría haber ido a
casa por una botella de ginger ale100 y una tarde de programas de televisión.
Inevitablemente, al menos una habría sido sobre chicas que aman a chicos
muertos o chicos vivos a los que sus novias quisieran ver muertos. Siempre era
así. Pero, a pesar de todos mis defectos, no soy perezosa. Mi proyecto a
largo plazo sobre Edward era apenas una mancha en el papel, y diciembre
llegaría más rápido de lo que debería. Quería tener realizado un muy
completo esquema antes de las vacaciones de invierno. Hasta ahora, tenía
la mitad de un título:
El hombre devastado por: Edward Willing (algo, algo, Diana, algo).
Pensé que tendría mucho tiempo para trabajar en esa parte.
Escuché la música cuando me encontraba a mitad del pasillo del
tercer piso. Era débil, pero no tan débil, para que no pudiera distinguir un
salvaje redoble y una serie de gritos. Unos, pensé, eran las guitarras, los otros,
humanos. Traté de caminar en silencio, para poder escuchar. No pensaba
que estuviera recibiendo la letra correctamente.
“Under armadillo, we are green. . . Under armadillo, we scream.”
Haciendo a un lado las palabras, no era mala. Podía imaginarme a
Cat Vernon y sus amigas bailando en un club. Un poco de Red Bull, una
ferviente, pero mediocre, banda de apertura, y esto podía incluso parecer
bastante bueno. El sonido se hacía más alto, cuanto más lejos iba por el
pasillo. Continué, sin poder creer la evidencia, pero, sabía, que no era
realmente una alternativa.
Vi la puerta de la oficina de Maxine entreabierta. A través de ella,
podía escuchar la música.
“Kick me in a hairy pot”
Y la vi sentada detrás de su escritorio. Hoy llevaba un par de lentes
gruesos de montura negra, con dramáticos bordes afilados. Me quedé en el
umbral, indecisa sobre si debería golpear. Esperé. La letra me dejó
demasiado curiosa.
“. . . under armadillo, feed me the rubber boots. Whenever you kick me,
I know we’re green roots . . .”
Me di por vencida y llamé a la puerta desde el marco. Ella se
sobresaltó visiblemente, luego dio un golpe a un botón de su teclado. La
música se cortó a la mitad de armadillo.
—Oh —dijo al verme—. Ella.
100
Ginger Ale: (o Refresco de Jengibre) es una bebida refrescante, sin alcohol, de origen
inglés fabricada con jengibre, limón, agua y azúcar.
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—Hola. —Respondí, luego esperé, mi rostro ligeramente inclinado hacia
su computadora.
No pasó mucho tiempo.
—La banda de mi hijo —dijo Maxine rígidamente—. Son llamados La
Marmota de Genghis Khan.
—Oh. —De hecho, los había escuchado nombrar, lo que ya quería
decir algo—. He oído hablar de ellos —dije—. Y soy bastante despistada en lo
que respecta a la música local. La gente que conozco en Willing piensa que
son geniales.
—¿En serio? —Por un momento, su rostro se iluminó con placer y pensé
que era orgullo—. Han recibido algo de interés por parte de un par de sellos
independientes. Por supuesto, es un negocio duro la industria discográfica.
Me imaginé que cualquier cosa que Maxine Rothaus llamara duro lo
era, de hecho, vicioso e ilegal y con tendencia a comer su propia juventud.
—Van a conseguir un contrato. —Le dije.
—Es justo el tipo de cosas que mi generación quiere escuchar. —Como
si supiera algo de eso. Pero me pareció, precisamente, el tipo de garantía
que su generación se tragaría.
Golpeó otra tecla con un ademán.
—Dame tu dirección de correo electrónico. Te voy a enviar su demo.
Lo hice. Incluso tarareó un poco mientras escribía. Cuando terminó,
cruzó las manos sobre la mesa y me miró casi agradablemente encima de
sus gafas.
—Así que, ¿Qué esperan encontrar hoy en día?, y ¿Hay alguna
manera de que pueda ayudar en los próximos tres minutos? Tengo una
conferencia telefónica con Berlín. Tienen una fotografía de Man Ray101
original, que podrían considerar vendérnosla.
Pensé en los ojos incorpóreos y de mirada filosa.
—No parece ser...
—¿Demasiado bueno para ser verdad?
En realidad, parecía exactamente lo suyo.
—Yo iba a decir de buena posición.
Se encogió de hombros.
—Man Ray era de Filadelfia. Además, habló más alemán que el
curador Dadá. Entonces, ¿Cuáles son tus planes?
101
Man Ray: Nacido Emmanuel Rudzitsky, (Filadelfia, Estados Unidos; 27 de agosto de 1890 -
París; 18 de noviembre de 1976) fue un artista estadounidense impulsor de los movimientos
dadá y surrealista en Estados Unidos.
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En realidad, no tenía ninguno. No creía que debía hablar de ello.
Pensé que, probablemente, Maxine tenía planificadas de antemano visitas al
baño en coreografiadas eficientes.
—Voy a revisar los archivos una vez más, por si hay algo que se me
haya pasado por alto. A menos que haya más... —dije esperanzada.
Sonrió ligeramente, pero sacudió la cabeza.
—Incluso, si tuviera el tiempo y el deseo de llevarte a la planta baja,
nada que yo pudiera mostrarte sería de mucha utilidad. Su sobrina puso la
mayor parte de lo que tenemos en ese libro horrible, y, créeme cuando te
digo, que hay una razón para que el resto nunca fuera publicado. Es
mortalmente aburrido. —Estuvo a punto de disculparse cuando dijo—: No
puedo permitir que manejes las cartas de Cézanne102. Además, están en
francés, el cual me has dicho que no hablas. La mayoría de las cartas de
Wharton103 están en francés, también, aunque no te las mostraría incluso si
pudiera.
—¿Demasiado subido de tono?
Soltó un bufido.
—Demasiado estúpido. —Para ser una mujer brillante en los demás
aspectos, al parecer, se desconcertaba por completo con el sexo—.
Cuando escribió sobre él, fue mojigata y completamente, con perdón de la
expresión, chiflada. Entre nosotras, las cartas a Willing son descuidadas y
aburridas. Las partes subidas de tono se leen como los viejos cosmopolitans
ahora. El resto son sólo sonrisas tontas y regaños por no haber escrito de ese
modo.
—Por supuesto que él no lo hizo. Amaba a Diana
Maxine barrió un pedazo de papel de su escritorio con un revés rápido.
—Oh, por amor de Dios. —Resopló—. El corazón de los adolescentes.
—Metió la mano en el cajón de su escritorio y sacó una llave de madera
unida a una banda del tamaño de una regla, con un anillo.
Escrito a mano a lo largo de la madera decía: RETORCERÉ SU
PESCUEZO COMO A UN GANSO. La Maldición de la Tumba, 6º Dinastía de
Egipto.
—Tráelo de vuelta, cuando estés lista para salir. —Pensé que podría
haber visto el destello de una sonrisa, mientras añadía—: ¡No lo pierdas! —
Luego se volvió hacia la pantalla de su ordenador, dejando clara la
despedida tanto como podía.
102
Paul Cézanne: Fue un pintor francés postimpresionista, considerado el padre de la pintura
moderna, cuyas obras establecieron las bases de la transición entre la concepción artística
decimonónica hacia el mundo artístico del siglo XX, nuevo y radicalmente diferente. 103
Edith Wharton: Fue una escritora y diseñadora estadounidense. Nació en una familia rica
que le proporcionó una sólida educación privada. Combinó su privilegiada posición con un
natural ingenio para escribir novelas y relatos, que destacaron por su humor, carácter
incisivo y escasez de acción narrativa.
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165
No tiré de su puerta al cerrarla detrás de mí. Me quedé en la sala
durante un minuto, a la espera. La música no regresó otra vez.
Me metí en la sala de archivos y equilibré cuidadosamente la llave
sobre la manija de la puerta. Luego sopesé mis opciones. Había invertido
bastante en los archivadores. No es que no disfrutara de la cuenta de la
sastrería, pero no me decía nada que no supiera ya.
Una hora más tarde, con las razones absolutamente comprobadas,
deslicé el último cajón cerrado, me senté en el suelo polvoriento y tuve un
buen momento de Lo-siento-por-mí-¿Y ahora qué?
Mis ojos se posaron en las estanterías. No era optimista, pero no tenía
tiempo de sobra y, especialmente, ningún otro lugar donde quisiera estar.
Decidí ser valiente, animarme, cruzar la línea. Me gustaría empezar
desde abajo en este mismo momento. La mayoría de los libros allí, descubrí
rápidamente, eran como los que había en la parte superior izquierda: viejos,
oscuros y aburridos. El calor y la luz: Un libro de texto elemental, teórico y
práctico. La Teoría de los Colores de Goethe. Caminatas instructivas a lo
largo de Londres y los pueblos colindantes, preparados para entretener la
mente y mejorar la comprensión de la juventud.
De vez en cuando, me convenzo de que la porción de mi cerebro,
sobre el que tengo control, podría caber en una cáscara de pistacho.
Teniendo en cuenta de no enviar ningún mensaje, llevo mis ojos justo al
descolorido lomo de cuero verde del libro La Flora de Santa Cruz y las Islas
Vírgenes de Heinrich-Franzfrigging-Alexander. A continuación, el amor, de los
franceses, seguido por las novelas de Alejandro Dumas.
Está bien, me empecé a sentir de mal humor y un poco triste, pero
pensé que, al menos, podría tener un giro suave a través de esto. ¿A quién
no le gusta un buen mosquetero o tres? El libro fue intercalado con firmeza
entre Las Claves Analíticas, El género y especie de Los musgos del Norte de
América, y el completo diccionario Inglés-Ruso de A. Alexandrow, que me
hacía especular sobre los terribles crímenes que pudo haber cometido en
contra del amor y la paz, en una vida anterior, para haberme ganado por
mí misma ésta.
Llegué a los de Dumas. Cuando comencé a sacarlos, mi reloj quedó
atrapado en la unión deshilachada del diccionario Alexandrow. Antes de
que pudiera atraparlo, se había inclinado de la plataforma, aterrizando a mis
pies, con un estrépito, que sonaba como si hubiera sido hecha por un cañón.
Mi corazón dio un vuelco, la columna se había agrietado. Había roto uno de
los libros de Edward. Empecé a agacharme y, a continuación, me quedé
paralizada, segura de que había oído el chasquido de tacones en el pasillo.
Él me perdonaría; Maxine, seguramente, no lo haría. Pero fue sólo el reloj de
la ninfa, que sonaba anormalmente fuerte en el aire inmóvil.
La escena era inquietantemente familiar: un libro pesado tendido en el
suelo, algunos papeles sueltos debajo. Uno pequeño había caído boca
abajo a treinta centímetros de distancia. Sus bordes deshilachados, en bruto,
FORO’ Libros Del Cielo
166
como una vieja novela. Recogí el primer libro, con las hojas sueltas debajo
de él. Cuando volví por el papel más pequeño, me di cuenta de que era
una fotografía. Le di la vuelta y sentí el chisporroteo de mi pulso.
Era Edward. No era joven, pero todavía hermoso, su pelo grueso y
ondulado, su mandíbula firme. Se encontraba sentado en el suelo, sobre un
paño, en una especie de parque o jardín, podía ver lo que parecía una
hilera de arbustos de peonías detrás de él. Usaba una camisa con mangas,
un brazo apoyado sobre la rodilla flexionada, la otra pierna estirada hacia
fuera delante de él. Sonreía. Pero no a la cámara. Seguí su mirada hacia la
figura a su lado.
Era una mujer, vestida con una blusa y una falda plisada que flotaba,
muy de la primera década del siglo XX. Incluso sentada, me di cuenta que
tenía una bonita forma redondeada, con curvas como un violín. Al igual que
una foto de Man Ray. El rostro de la mujer quedaba completamente oculto
por la ancha ala y plumas de aerosol de su sombrero. Pude ver parte de un
nudo de pálido cabello. Era imposible saber a ciencia cierta, entre el blanco
y el negro, pero supuse que era rubia, en vez de cabellos canosos. El cabello
rubio de Edward tenía el aspecto brillante de siempre.
Entonces lo enfrentó. Incluso en el perfil, podía leer las expresiones. Era
felicidad, adoración. Lo conocía. Había visto docenas y docenas de
fotografías, ocupando su vida. Había visto la alegría casi ridícula en su foto
de compromiso.
El orgullo, arrogante y adolescente, en la forma de portarretratos de la
boda. Sabía cómo se veía junto a Diana sobre la pasarela de un barco con
destino al Caribe. ¿Cómo la miraba en el jardín de la casa de Aix-en-
Provence, Cézanne? Esta foto no era de ese jardín.
Esta foto no era de Diana, o bien, este cabello había sido de brillante
color caoba oscuro, de las hojas de otoño húmedo.
Pude haberme detenido allí durante mucho tiempo, la imagen de la
otra mujer que Edward claramente había amado, se apoderó de mis dedos.
Sin embargo, el diccionario se hizo muy veloz en mi otra mano. Sabía lo que
debía hacer. Sin lugar a dudas, lo correcto era meter todo de nuevo en el
interior del libro y entregárselo a Maxine con una disculpa y un: ¿No es
increíble?
Me senté en el suelo otra vez. Había tres hojas de papel dobladas que
recogí junto con el libro. No abrí ninguna de ellas al principio. En su lugar,
revisé cuidadosamente para encontrar cualquier otra cosa que pueda estar
escondida en el interior, toda una hazaña, teniendo en cuenta que el
diccionario tenía varios cientos de páginas.
Finalmente, con el corazón todavía a un ritmo un poco demasiado
rápido, desdoblé la primera hoja.
Había cinco palabras allí, en una letra familiar:
Mi Amada, debo expresarme.
FORO’ Libros Del Cielo
167
Llegó un poco más lejos en la segunda hoja:
Mi adorada, cuán confuso encuentro estar sin palabras. La
importancia del secreto.
La última sólo decía:
Lo sueño, Dorogaya104.
Miré hacia la puerta que había cerrado detrás de mí, la llave aún en
equilibrio. Me pregunté si Maxine estaba en su oficina. Poco a poco, me
puse de pie. Luego metí el dorso del diccionario justo en el estante, donde
había estado.
Puse la fotografía y las cartas interrumpidas en mi bolso.
El corazón me martilleaba tan fuerte ahora, que pensé que
seguramente era audible, caminé fuera del archivo. Me permití un suspiro de
alivio cuando, temblorosa, vi el cristal esmerilado de la puerta de Maxine a
oscuras, sin luz brillando detrás de él. Llamé de todos modos. Cuando no
obtuve respuesta, empujé la llave debajo de la puerta. La encontraría
cuando terminara con Man Ray.
Luego caminé, rígida, pero no demasiado rápido, por el final del
pasillo, en el ascensor, y más allá de la mesa de seguridad, donde el guardia
apenas levantó la vista.
Cuando regresé, encontré la casa vacía. Aun así, cerré la puerta de la
habitación detrás de mí. Luego, me dirigí tambaleante a mi escritorio. La
almohadilla, que había tomado de la sala de arte, el sábado por la noche,
estaba allí. Al abrirla, elegí el boceto más completo: la base de la urna que,
en la oscuridad, había tomado la forma de una criatura del mar, mitad pez,;
las mitades bestias mitológicas, habían sido tan populares en el siglo XVI, en
los mapas del mundo. Los cartógrafos habían marcado las aguas donde se
encontraban con las palabras: Aquí Los Monstruos. Arranqué el dibujo y lo
pegué en la pared, por encima de Edward, cubriendo su imagen. No podía
enfrentarlo todavía.
Ignoré por completo la débil protesta. Ahora, Ella. No sabes la historia
completa… Diana se había ido… El corazón seguía latiendo.
La callé dentro de mi cabeza. Odiaba esa canción.
Bajé mi bolso, con su contenido incriminatorio, al suelo y a mí sobre mi
silla. En automático, encendí mi laptop, abrí la carpeta de correos. Había tres
nuevos e-mails. Uno de ellos me informó que tenía dos millones de dólares
esperando por mí en un banco búlgaro. Todo lo que tenía que hacer para
reclamarlo era enviar mi nombre completo y dirección, junto con mi cuenta
de ahorros y números de Seguro Social, dentro de las próximas veinticuatro
horas.
104 Dorogaya: Mi querida, mi amada en ruso.
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168
El siguiente era de Frankie, para mí, para Sadie, y una dirección
desconocida que, me temía, podía ser de Connor.
Para: [email protected]
Fecha: 2 de Noviembre
Asunto: Las diez razones (Principales) de por qué los chicos apestan.
1. Ellos (no yo) huelen a queso parmesano, tienen sabor a atún y tienen
pelos en todos los lugares incorrectos.
2. La cima de la lista de "Por favor, Dios, dame…" son: Músculos.
Seguido por grandes objetos metálicos, pequeños aparatos electrónicos, y
miembros del elenco de Baywatch 2015.
3. Están todos convencidos de tener un gran sentido del humor y buen
gusto.
4. Los únicos con buen gusto musical, tienen un gusto horrible en la
forma de vestir. Los únicos con buen gusto en la ropa comen Stilton. Los
únicos que saben que significa Korean BBQ, nunca han escuchado de Dusty
Springfield.
5. Están obsesionados con el gel y el cabello brillante.
6. Si hay algo que odian de ellos mismos, se vuelven completamente
fóbicos de ello en otras personas.
7. Guardan los mensajes de texto de otras fiestas, y luego se enojan
contigo por husmear cuando le preguntas sobre eso.
8. Te persiguen como si fueras tequila sobre ruedas, luego cuando te
consiguen, te dejan como una lata vacía de Colt.
9. Sólo quieren lo que no pueden tener.
10. Mienten.
No había hablado ni con Frankie ni con Sadie en veinticuatro horas.
Algo debió haber ocurrido entre, haberlos dejado en estado de híper
glucemia, alrededor de las cinco, y... —revisé la hora en que había recibido
el correo— cuatro de la mañana, algo no iba bien. Debía haber recibido el
primer correo electrónico de la mañana. Sin embargo, nuestro router
inalámbrico está en el apartamento de Leo. Lo apaga por accidente, al
menos doce veces a la semana. Inevitablemente, me he olvidado de cargar
la batería de mi teléfono.
FORO’ Libros Del Cielo
169
Pensé en llamar a Frankie en ese mismo momento, pero me di cuenta
que todavía estaría en química, probablemente provocando pequeñas
explosiones por todo el lugar.
El último e-mail era de Maxine Rothaus. Sin saludo, sin mensaje, sólo un
archivo MP3, con la etiqueta "LOCM". Hago doble clic en él. Unos segundos
más tarde, el grito familiar llegó a través de los altavoces. Miré donde se
había instalado en iTunes.
Suficiente de los armadillos. El título de la canción era: Our Mad Cold
Love105.
105 Nuestro Loco y Frío Amor.
FORO’ Libros Del Cielo
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El Consejo
Traducido por Vero
Corregido por Vericity
e La correspondencia recopilada de Edward Willing, editado,
mejorado y con ilustraciones de Lucrecia Willing Adamson. Henry
Altemus Company, Filadelfia, 1923.
Consejo de un artista para un hombre joven:
31 de Marzo, 1916
Chestnut Hill, Belvoir
Mi Querido Mellon,
Lo mejor sobre el consejo, es que se puede escuchar o tener en
cuenta a voluntad. El porqué de que tu madre me haya elegido para
impartir mi dudosa sabiduría sobre cómo podrías vivir mejor tu vida, todavía
está por verse, pero sospecho que tiene algo que ver con el hecho de que
estoy, en la actualidad, en Filadelfia, con una exposición en la Academia,
mientras tú estás en México —jugueteando como un salvaje—, como ella lo
expresó. Cualquiera que sea la razón, voy a hacer lo mejor posible.
En primer lugar, mi joven amigo, voy a decir esto: cambia tus
calcetines y calzoncillos diariamente. Por si no tienes, he encontrado un poco
de café molido en uno de los bolsillos de una bolsa de malla, es una cosa
maravillosa. Ah, pero la temible Sra. Mellon no quiere que te aburra con esas
pequeñeces. No, quiere que te diga cómo ser un gran hombre y artista.
Preferiblemente, mucho más cerca de casa.
Por lo tanto, voy a aconsejar, de la forma más concisa y útil, como
pueda hacerlo, en este momento de privilegio. Yo digo, ve a Europa siempre
que sea posible, y nunca solo. Yo mismo estaré partiendo a París la próxima
semana. Bebe todo lo que quieras, pero evita fumar en el estudio. No va
bien con la esencia de trementina. Sé paciente y amable con tus modelos,
mantenlos no más de un año, y despídelos con firmeza. Compra cosas
D
FORO’ Libros Del Cielo
171
francesas. Todo. Excepto, tal vez los automóviles. Estoy más bien enamorado
de mi Packard Twin Six106.
Nunca concedas entrevistas, e, inmediatamente, desecha toda la
correspondencia de cualquiera con quien no quieras ser visto en público
(¡Confío en que quemarás esto tan pronto como hayas leído la última línea!).
No socialices con las personas que desean hablar de su trabajo. Tu vida no
es tu arte, incluso si tu arte es tu vida pero entiende que ningún patrón,
curador o crítico lo aceptará nunca.
Entiende que nada es para siempre. Nuestras pasiones, nuestras
palabras, nuestras pinceladas sobre lienzo, bien pueden acabar sus días
pudriéndose en un ático abandonado.
Usa buenas sábanas. Come higos.
Por Dios Santo, no regreses antes del verano.
Tu amigo,
Edward Willing
“La belleza es verdad, verdadera belleza y,”—eso es todo lo que
conoces sobre la tierra, y todo lo que necesitas conocer. —Keats.
106 Packard Twin Six era un automóvil de lujo y parte de la marca creada por el fabricante
estadounidense Packard Motor Car Company de Detroit, Michigan, y luego por la
Studebaker-Packard Corporation de South Bend, Indiana.
FORO’ Libros Del Cielo
172
El Comienzo
Traducido por Andreani
Corregido por Deydra Ann y Vericity
rankie giró de un lado a otro varias veces frente al espejo de tres
caras. —No tengo absolutamente nada de trasero.
A unos pocos metros de distancia, una mujer, cuyo
aterciopelado vestido de diseñador le quedaba como un
envoltorio de salchicha, dio un divertido resoplido. —Cariño —dijo,
asomándose por encima de un exhibidor de playeras de doscientos
dólares—. Llevo esperando cuarenta años para decir esas palabras.
Frankie caminó lentamente hacia ella, en sus calcetines y pantalones
de Alexander McQueen. Metió las manos en los bolsillos, estirando más la
tela y sacando su trasero. —Honestamente. ¿Esto es lo que quiere?
Ella tardó unos cinco segundos en sonreír, y suspirar al mismo tiempo. —
No, supongo que no.
Él se dio la vuelta, se recargo y le comunicó, de manera conspiradora:
—No hay una camiseta en la tierra que valga la pena.
Ella bajó su mirada hacia el algodón azul claro en sus manos. —Tienes
razón. —La volvió a colocar—. Y con esa cara, amorcito, podrías tener el
culo de un rinoceronte y nadie se daría cuenta. Sólo para que lo sepas.
—¿Qué sabe ella? —Murmuró cuando ella había salido—. ¿Qué cosa
buena ha hecho este rostro por mí?
Aparentemente, Connor no había estado lo bastante disponible como
él quería. Al parecer, aparte del baile, el malabarismo era uno de sus
talentos.
—No puedes saber eso —dijo suavemente Sadie.
—Oh, sí, puedo. Quiero decir, es un chico, ¿Verdad?
No hay mucho que se le pueda decir a un chico cuando hace una
declaración así. Por lo que sólo caminamos, rápidamente, hasta que
estábamos frente a los hombros delgados de Frankie, animándolo.
—Voy a terminar solo —Gimió.
F
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173
—¡No en algún universo concebible! —Una de las mejores cualidades
de Sadie, es la capacidad de decir "¿Estás loco?" con dulce convicción y
palabras más agradables.
—Voy a terminar solo en un apartamento de una sola habitación sobre
una tintorería.
—¿Una tintorería?
—Él podría haber dicho un bar. —Ofrecí.
—Cierto. —Admitió.
Frankie continuó. —Voy a terminar solo, en un apartamento de una
sola habitación, sobre una tintorería, con un gato. Que me morderá.
—Oh, Frankie…
—Voy a terminar solo, en un apartamento de una habitación, sobre
una tintorería, con un gato que morderá y se meará en mi closet lleno de
suéteres con polillas.
—Bueno, tal vez —dijo Sadie, abrazándonos a los dos—. Pero los
suéteres serán Dolce & Gabbana. —Una de sus otras fabulosas cualidades es
que, debajo de la dulce convicción, tiene sentido del humor.
Frankie rió. Luego dio un suspiro que pude sentir a través de mí. Sabía
que también lo había sentido Sadie.
—Él me gusta —dijo, muy tranquilamente—. Realmente me gusta. Y
pensé que sentía lo mismo. Malinterpreté, torcí y distorsioné todo lo que
sucedió entre nosotros, para que encajara en mi pequeña fotografía. Dios,
me creí mi propia publicidad. Qué estúpido, ¿Cuán increíblemente estúpido
fue eso?
—No fue estúpido. —Presionó Sadie—. Esperanzador. Y si no somos eso,
¿Cuál es el punto? Ella, ayúdame a salir de aquí.
Yo quería. Realmente lo hacía. Pero todo lo que podía pensar, era el
hecho de que en casa, exactamente donde lo puse en mi bolso, tenía la
evidencia de que Edward me había decepcionado. Me guardaba eso para
mí, al menos por el momento. Torciéndolo, para que se ajustara a mi
pequeña fotografía. Creo que no podría soportar la total falta de sorpresa
por parte de Frankie de que un chico, incluso uno muerto, me había
decepcionado, o la simpatía de Sadie. No sobre mi propia ira.
Porque, simple y sencillamente, no vale la pena mirar a otra mujer
como esa, no cuando se ha conocido al amor de tu vida y le das una seña
obscena a la gente que te rodea para que pudieras estar con ella. No está
bien, incluso si estaba muerta, porque yo, Ella, realmente quiero creer que a
veces el amor lo vence todo, y, a veces, algunas cosas, son para siempre.
Verdad: Sí, realmente soy ingenua.
—Eres perfecto. —Le dije a Frankie. Y lo dije en serio.
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174
Sadie y yo lo esperamos para que se quitara los pantalones. Una vez
fuera del vestidor, cubierto de la ropa que no le gustó, insistió en regresarla
prolijamente a sus perchas, envolvió un brazo firmemente alrededor de los
hombros de Sadie y la guió hacia la escalera mecánica.
—Es tiempo, cariño.
—Oh, Frankie, no…
—Elegiste reto —Le recordó.
—Lo hice. —Aceptó, tristemente, subiendo a la escalera—. Tienes
razón.
No había sido completamente justo, por parte de él, comenzar el
juego en el medio de Neiman Marcus. El rey de Prussia Mall, un millón de
kilómetros de venta al por menor, es la idea de muchas personas como la
terapia perfecta. ¿Yo? Si me dieran a elegir, optaría por nadar con tiburones
en lugar de eso. Pero hoy se trata de Frankie.
—Así que —dijo—, elegiré tres conjuntos, de pies a cabeza. Tú te los
probarás.
—Bien. —Sadie apretó su chaqueta alrededor de ella. Esta era de un
fangoso púrpura y tenía una tercera manga cosida en la espalda—. Pero si
eliges algo parecido a eso —apuntó hacia un diminuto vestido de tartán, al
cual parecía faltarle toda la espalda—, lloraré.
—Ten fe. —Respondió, con una sonrisa ligeramente torcida, y la
arrastró hacia la ropa deportiva femenina—. ¿Cuál es nuestro deporte? —
dijo, debido a un pequeño letrero en la pared—. No tengo ni idea.
Diez minutos más tarde, Sadie se dirigía al vestidor con los brazos llenos
de colores otoñales y la mirada como si estuviera dirigiéndose a un
precipicio.
Frankie y yo nos hundimos en una de las dos sillas que había repartidas
por todo el almacén.
—Muy bien —dijo en el minuto que me senté—. Verdad o reto.
—No es justo. Tú ya tuviste tu turno.
—Corrígeme si me equivoco, pero esta pequeña excursión fue para
hacerme feliz.
Suspiré, sabiendo que ya había perdido. —Tienes razón.
—¿Te perece que estoy feliz? —Se desinfló, visiblemente, en su asiento
y bajó las esquinas de su boca. Parecía un espantapájaros muy bonito—.
¿Bien?
—No, Sr. Hobbes, no te ves feliz.
—Así que...
FORO’ Libros Del Cielo
175
Pasé mis ojos por los estantes que nos rodeaban. Parecía haber mucho
de selva y naranja. —Si digo “reto”, vas a hacerme poner algo que tenga
impresión de leopardo, ¿Verdad?
—Podría hacerlo.
—Si digo “verdad”, ¿Prometes no hacer ninguna pregunta más sobre
Alex?
—No lo haré.
Después de toda la insistencia de Frankie, de que él nunca quería
volver a escuchar nombrar a Alex Bainbridge, había sido un poco
implacable tratando de obtener detalles acerca de la tutoría y sobre el
encuentro en el baile. Era como si intentara atraparme en algo. Que aún no
hubiese mencionado el hecho de que, en exactamente veinticuatro horas
más, estaré conjugando nuevamente. Había dado el mínimo de
información, especialmente después de, tan hipócrita que es, Frankie hizo
tales dramáticas mociones mordaces por mi descripción al Mustang, que un
comprador que pasaba preguntó si ella debía llamar al 911.
Así que me abracé. —Reto.
Las cejas de Frankie se levantaron. —Bien. De acuerdo, entonces. —
Analizó el piso—. Te reto a que te pares junto a ese maniquí de allá y listes las
cinco mejores canciones de amor no correspondido de todos los tiempos.
El maniquí, por supuesto, se encontraba en un pedestal. Miré
nerviosamente alrededor, pero no había una vendedora a la vista. Estaban
todas en la sección principal de diseñadores, siguiendo a las personas que, a
diferencia de nosotros, probablemente robarían o comprarían. Me subí.
Entonces pensé por un minuto.
—Uno —dije—, “Wicked Game”, Chris Isaak... Dos: “Someone Like You”
por Adele... Um... —¿Qué tan difícil podría ser? Tres canciones más sobre el
amor no correspondido. Es la columna vertebral de la música country, friki
alternativa y los blues—. Ah. Tres: “You Don’t Have to Say You Love Me”,
Dusty Springfield.
—Excelente. —Aprobó Frankie.
Eché un buen vistazo al maniquí. Tenía una peluca de platino de niño
holandés y llevaba un suéter naranja recortado, una falda corta y botines
rojos muy altos. Supongo que ella se veía elegante, pero no entiendo
completamente su look. ¿Jane de la selva urbana? ¿Preppy con una racha
traviesa? ¿Desesperada, pero nada serio?—. Kanye West, “Love Lockdown”.
—Este soy yo vomitando aquí, señora.
—Bien. "You Oughta Know”, Alanis Morissette.
—Mejor. Ligeramente.
Pensé en Edward y Alex. Pensé en Chloe, en todas las chicas etéreas
con ojos prominentes y dientes salidos, que se levantaban y cantaban lo que
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176
ninguno de nosotros jamás quiso decir en voz alta: que a veces no importa
cuántas pestañas o dientes de león soples, no importa cuánto tu corazón se
despedace y bofeteé tu rostro, simplemente no va a suceder.
—“I Can’t Make You Love Me”, Bonnie Raitt.
—Oh, Fiorella.
Lo fulminé con la mirada mientras me bajaba. —¿Fue esa una
encantadora lista para tu beneficio o el mío?
Frankie agarró mi mano y, cuando no la aparte lo suficientemente
rápido, me jaló a su regazo, donde él envolvió sus brazos tan estrechamente
alrededor de mí, que yo no pude escapar. A veces su fuerza todavía me
sorprende. Me hizo cosquillas en la mejilla con su nariz.
—No me odies sólo porque soy odioso.
—Nunca lo hago.
Así está la cosa. Frankie ha recibido muchos golpes en su vida. Nunca
se queda abajo por mucho tiempo.
—¡Discúlpenme! —La gemela malvada del maniquí nos lanzaba una
mirada asesina desde sus altos botines de tacón. Su insignia NM nos dijo que
su nombre era Victoria—. ¡Ustedes no pueden hacer eso aquí! —dijo.
—¿Hacer qué? —Contestó Frankie, jugando con su acento.
Abrió y cerró su boca, entonces chilló: —¡Besuqueándose!
Sentí a Frankie preparándose para burlarse. —Estábamos
besuqueándonos, ¿Gatita? —Preguntó—. Pensé que estábamos a punto de
copular como conejos
No pude evitarlo; Me reía a carcajadas. La boca de Victoria se
comprimió en una línea pálida. Todo esto podría haber terminado con
nosotros siendo escoltados fuera de las puertas de la tienda por los guardias.
Sadie, como tantas veces, lo consiguió, momentáneamente, nos salvó de
nosotros mismos.
Ella salió del vestidor y se plantó delante de nosotros. Ignorando
completamente a la vendedora enojada, murmuró: —¡Parezco una
calabaza tallada!
Frankie tomó la chaqueta, falda y la camisa. —No lo pareces, pero
podría estar teniendo un momento de exceso de Michael Kors. Esto no
bastaría para una cita. Quítatelo. —Me dio un codazo y luego agregó—:
Listo. Hasta la última puntada de ella.
Tan pronto como Sadie estuvo de vuelta en su propia ropa y abrigo, lo
que obtuvo un reacio ceño de respeto por parte de Victoria; al parecer ni
siquiera en Neiman Marcus llevan esa línea, nos fuimos. Sadie lo hizo mejor en
la segunda elección de Frankie, un vestido de suéter, con labios impresos de
Betsey Johnson, pero no lo compró.
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177
—¡Sólo vamos a ver una película! —Protestó—. Además, Jared no es...
no… —Señala sus caderas—. Es práctico, sensato y tranquilo.
—¡Oh, Dios mío! —Frankie estampa ambas palmas al lado de su cara y
se vuelve hacia mí—. ¡Sadie tiene una cita con un Prius!
Tenía que invocar a la santidad de Verdad o Reto antes incluso de
poder meterla en Urban Outfitters.
—A veces te quiero menos que otras. —Murmuro, mientras él llenaba
sus brazos con sus últimas opciones.
—No, no lo haces —dijo alegremente y la mandó a cambiar.
Frankie me guió, a través de la tienda, a la sección de suéter. Sostuvo
un henley blanco que parecía demasiado pequeño, incluso para mí.
—No. —dije.
El siguiente fue un pequeño cárdigan negro con adornos de los
cincuenta.
—Absolutamente no.
Él bufó, pero continuó. Un segundo más tarde, saltó al ataque,
sonriente, con uno apretado de cuello de tortuga con rayas azules y
blancas. —Marino...
—No.
—¿Por qué? —Demandó, sorprendido—. Es exactamente lo que cada
chica en París está usando ahora, si no lleva uno exactamente igual. —
Señaló en mi pecho—. En negro. Esta absolutamente hecho para ti.
Nuevamente pregunto, ¿por qué?
—Porque... —Es exactamente lo que cada chica en París está usando
ahora, y no necesitas recordarme que no soy ese tipo de chica—. Estoy en
bancarrota, y esto, esta…
—Con cuarenta por ciento de descuento. Vamos Ella, es una señal.
—Sí. Detente. —Tomé el suéter de sus manos y lo doblé prolijamente en
tres partes—. ¿Verdad o verdad?
Recargó su cadera en el borde de la mesa. —Dispara.
—¿Para quién me estas vistiendo? Me refiero, ¿En serio? Los tres
hombres que no están relacionados conmigo y juegan alguna parte en mi
vida, ahora mismo, son, y utilizaré tus términos aquí, engendro de la Sociedad
del Infierno, muerto como la rencilla y marica como un murciélago de fútbol.
—Muy poético.
—Muérdeme.
—Hombre equivocado —dijo Frankie, cansadamente—. Eso sería la
inclinación del engendro del infierno.
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178
Mostré mis dientes. —Así que, ¿Frankie? ¿Para quién es esto? —Agité el
suéter—. Simplemente no entiendo.
—Lo sé, saltamontes —dijo tristemente—. Lo sé.
Parpadeé varias veces. —Donde… —Eso fue la más lejos que llegué.
Sadie había salido del vestidor. Llevaba vaqueros estrechos, una ligera
blusa sin magas, metálica, y un suéter del estilo de un chico. Todavía parecía
Sadie, solamente que en la versión de revista.
—¡Oh, Sades! —Casi dislocó mis pulgares, fui muy entusiasta al
levantarlos—. Te ves increíble.
—Oye —Graznó cuando Frankie alcanzó la espalda del suéter—. ¡Oye!
—Él había arrancado la pequeña etiqueta de la cadena de plástico—. No lo
voy a comprar…
—Sí, lo harás. O lo haré yo. Todo.
—No tienes nada de dinero. —Le recordó Sadie, súbitamente,
pareciéndose mucho más a la vieja Sadie: preocupada y un poco culpable.
—Muy poco —Aceptó—. Ahora ve a buscar tu bolsa y tu ropa al
vestidor. Usará las nuevas. —dijo al hombre detrás del mostrador. Luego, se
dirigió a Sadie nuevamente—. ¿Quieres arrancarle tú las otras etiquetas, o lo
hago yo?
Sadie desapareció, nuevamente. El dependiente me sonrió,
expectante. —¿Eso será efectivo o crédito? —Preguntó.
Bajé la mirada hacia mis manos. Aun seguía sosteniendo el suéter de
rayas. —Efectivo, supongo. —A mi lado, Frankie dio un gruñido poco
presumido—. Podemos vivir sin ti, yo sé. —dije.
—Por supuesto que pueden. Pero, ¿Por qué? Yo estoy aquí para youse,
Marino, forevah y evah.
Una hora y media, y un par de botas de Frye después, Sadie miraba las
opciones de alimentos. —Creo que elegiré sushi.
Frankie y yo habíamos decidido dividir un hoagie de albóndigas. No
era de mi papá, pero era seguro. Había algo acerca de la combinación
entre centro comercial/pescado crudo que simplemente parecía mal.
—Sadie. —Comencé, pero no tenía el corazón.
Frankie sí. —Un hoagie. —Cuando ella protestó, él le dio su ojo de
reptil—. ¿Nunca has oído de la salmonella? Y no me refiero al plato del tío de
Ella que nombró en su honor.
Pensamos que eso podría haber sido lo que mató las posibilidades de
Top Chef de Ricky el año pasado. Muy malo. Nombre desastroso aparte,
realmente ha sido bastante bueno. Frankie nos compró una orden extra de
papas fritas.
• • •
FORO’ Libros Del Cielo
179
—Muy bien, tres cosas y una de ellas tiene que ser en francés.
Estaba de vuelta en la silla rara; y Alex tumbado en la cama. Esta vez,
junto con el refresco de limón, había dos bolsas de Doritos, en el piso, entre
nosotros. Él había tenido una esperando. Yo había traído otra.
—No creo que esto sea lo que Mademoiselle Winslow tenía en mente.
—Le digo.
Verdad: A pesar de mis buenas intenciones por mantener feliz a Frankie
y mis esperanzas viniéndose abajo, había estado esperando por esto toda la
semana, esperaba que Alex no lo olvidara. Había pensado y repensado
cosas inteligentes que habría podido decir.
Otra verdad: no quería sonar como si lo hubiera estado deseando toda
la semana y pensando en replantearme lo que decir.
Verdad final: sí, soy así de lamentable.
—Winslow quiere que aprendas esto —Agitó unas hojas engrapadas—,
y eso.
Señaló el libro en mi regazo. Cincuenta conversaciones en francés. Era
uno de nuestros libros de texto. Me había quedado en la decimoséptima:
Mon hamster a mangé trop de fromage. Il a mal au ventre maintenant.107
—El resto es el método de Bainbridge.
—¿Tienes un método?
—Patentado y probado.
Agité el libro.
—¿Incluye hamsters codiciosos de queso, con dolor de estómago?
Él asintió. —Absolutamente. La conversación en francés no es nada sin
roedores y queso. ¿Hay algo vergonzoso en tu pasado que tenga que ver?
—No puedo pensar en nada.
—Tant pis.
—¿Y eso significa que...?
—Fuhgeddaboudit. —Tradujo, sonriente.
Suspiré.
—¿Las personas hacen chistes rusos en tu presencia?
—¿Cómo haces que cinco rusos acepten cualquier cosa?
—¿Cómo? —Le pregunté.
—Disparándole a cuatro de ellos.
Pensé por un segundo. —No estoy segura de que sea divertido. 107
Mi hámster comió demasiado queso. Ahora tiene un dolor de estómago.
FORO’ Libros Del Cielo
180
—No hacen muchos chistes rusos en mi presencia.
—Debo iniciar mi lista de tres cosas, ¿eh?
—Sí. Sería bueno.
Hice algunas traducciones rápidamente en mi cabeza.
—Je n ' ai jamais lu Huckleberry Finn, Beloved, ou Moby Dick.
—Ella, nadie ha leído Moby Dick. El francés fue aceptable, pero en
cuanto a las revelaciones, eso apestó.
—Ah, pero hay una parte deux. Tres de esos libros estuvieron el año
pasado en mi clase avanzada de lectura estadounidense obligatoria.
—Bromeas, ¿verdad?
—¿Ves? —Refinadamente, quité las migajas de Dorito de mis dedos—.
Cambia tu percepción de mí, ¿no es cierto?
—No, quise decir: "¿Que es una revelación?” Puedes hacerlo mejor.
—Tal vez. —Estuve de acuerdo—, pero es aún temprano en el juego.
Su habitación tenía dos ventanas abuhardilladas y una claraboya.
Debo haber estado de frente al oeste, porque él se veía rodeado por una
aureola del sol, del final de la tarde. Esto hacía que su pelo brillase como
bronce real y sombreaba sus facciones. Esto hizo todo más fácil de alguna
manera.
—Dos: Anna Lombardi y yo solíamos ser muy buenas amigas antes de
que fuéramos a Willing y de repente ya no lo éramos.
Lo dije rápidamente, uniformemente. No era un alegato de simpatía,
sólo una explicación, una verdad.
—Nous avons été amies108 —añadí—. Listo, esas son dos en francés y
utilizando pretérito perfecto, no menos.
No pude ver su expresión claramente. Sentí que fue mucho tiempo
antes de que dijera algo. —Ella...—Luego, se detuvo—. ¿Qué pasó? ¿Entre tú
y Anna?
—¿Excepto el hecho de que soy una chica pobre. Con problemas de
moda. ¿Que dibuja pomos? No tengo idea.
Alex se inclinó hacia adelante. Ahora podía ver su rostro. Se veía
molesto.
—¿Por qué haces eso? ¿Rebajarte a ti misma?
—Yo no...
—Tonterías.
Pude sentir mis mejillas flameando, y mis hombros curvarse hacia
adentro.
108
Hemos sido amigas.
FORO’ Libros Del Cielo
181
—No.
—Cierto. No. Simplemente no, conmigo, de todas formas. Me gustas
más vivaz.
No pude evitarlo; eso me hizo sonreír. —¿Realmente acabas de decir
“vivaz”?
—Lo hice. Es una buena palabra.
—Es una antigua palabra, utilizada por abuelos y piratas.
—Uff. —Alex suspiró.
—Afróntalo. Simplemente eres un chico anticuado.
—Lo que sea. ¿Tres...?
—Tres —dije y cambié de idea durante un pensamiento—. No he
podido decidir si Willing es lo segundo mejor que me ha ocurrido jamás, o lo
segundo peor.
—¿Qué son los primeros?
—Nop. Uh-uh. No es para que lo preguntes, Alexander Bainbridge, si no
para que lo reveles.
Había vaciado su vaso y lo rodaba entre sus manos. —Tuve todas estas
graciosas admisiones planeadas, pero has cagado mis planes. Oye. No
pongas esos grandes ojos heridos conmigo. Es lindo, esa cosa de Bambi que
haces, pero está más allá del punto. Ahora tengo que repensarlo.
—Tú no...
—Tranquila. Uno: mi nombre no es Alexander —Se sentó derecho y se
dio un golpe en el pecho.
—Menya Zavut Alexei Pavlovich Dillwyn Bainbridge. No Alexander. No
creo que nadie fuera de mi familia lo sepa.
—¿Ni siquiera Amanda? —Salió antes de que pudiera detenerlo.
—Ni siquiera Amanda —Se estiró por un refresco—. Dos —murmuró
mientras lo vertió—, ojala más gente supiera que Amanda y yo no somos una
pareja y menos gente sabe que ella me botó temporalmente durante el
verano por un salvavidas en Loveladies llamado Biff. —Mientras yo
procesaba eso, terminó—: Tres. Fracasé totalmente en los PSATs.
—Oh. Bueno, ¿No es el punto de las pruebas preliminares ayudarte a
aprender a hacerlo bien en las siguientes?
—Dile eso a mi papá. Ha decidido que ahora estoy a punto de
reprobar el intentituto.
—Vamos. Estoy segura de que él sabe que es sólo una prueba de
preparación.
—Lo que sabe —Alex me corrigió—, es que el camino Yale, seguido por
la carrera de Leyes y la empresa familiar, esta en la cuerda floja.
FORO’ Libros Del Cielo
182
No tenía ni idea qué decir. En mi familia, lo que queramos hacer,
siempre y cuando consiga sacarnos de la cama cada mañana y satisfacer a
nuestras almas, es considerado simplemente espléndido. Y eso procede de
varias generaciones que han luchado para pagar la hipoteca. No podía
imaginar ser capaz de darle a mis hijos: todo y luego exigirles que sigan el
mismo camino que yo hice.
—Así que, dos veces por semana tengo mi propio tutor —dijo
resumidamente—. Quien, confía en mí, hace que mi padre parezca como
un malvavisco. Y en esa nota... —Recogió el fajo de lecciones de francés de
nuevo—, vamos a empezar con el imperfecto, utilizado para expresar
acciones que son…
—Incompletas, incumplidas o repetidas una y otra vez. —Me desplomé
en la silla rara—. Que yo sepa.
Al final de la muy imperfecta sesión, Alex me dio un total de diez
minutos en el baño de abajo antes de aparecer. Todo lo que había
averiguado era que la chica sin rostro de Edward tenía pies anchos, y la
decoración de los Bainbridge tenía una preferencia por el verde que podría
merecer una intervención.
—Probablemente podría darte la estúpida cosa —Alex señala la
imagen cuando llega—. Y mis padres nunca se darían cuenta.
Respingué interiormente.
—No puedo abogar por ti debido a robo —Le dije—. No importa que
tan noble sea la intención.
Sabía que tenía que averiguar qué hacer con la fotografía y las cartas.
Más allá del hecho de que no creía que quisiera tener nada que ver con
ellas, robarlas, probablemente, hubiera sido lo peor que jamás había hecho.
¿Algo que no quiero que nadie sepa, Alex? Soy una romántica irremediable,
ex desilusionada con tendencias de culpabilidad por robo. Pero si fui un éxito
en la parte verbal de las PSATs.
Por la forma en que lo vi, tenía tres opciones:
1. Podía darle las cosas a Maxine. —Oye, mira lo que encontré—.
Confesar robo era opcional y, probablemente, no muy inteligente.
2. Podría regresarlas al libro y fingir que nunca existieron.
3. Podría destruirlas.
La opción dos sonaba simplemente maravillosa.
—Por lo tanto, tengo curiosidad —Alex me arrastró desde mi agradable
contemplación de cobardía, de vuelta al cuarto de baño. Se apoyó contra
la pared, con los brazos cruzados, sus pies casi tocando los míos—. ¿Qué es
eso de que te gusta tanto este chico? Busqué cosas de él. Es bueno, pero
nada fuera de lo común.
FORO’ Libros Del Cielo
183
Lo que una semana tan diferente hace a los ideales. Sentí que mi
defensa de Edward se quedaba un poco atrapada en mi garganta.
—Me gustan sus retratos. Realmente veía a las personas. Era su gran
fuerza, esa intensidad.
Alex inclinó su barbilla hacia la imagen.
—No parece crudo, pero ella podría ser cualquier chica con un buen
culo. —Cuando lo fulminé con la mirada, descruzó sus brazos rápidamente y
levantó sus manos en rendición—. Oye, todo lo que quiero decir, es que si
tuviera todo eso de, realmente ver a alguien, no es ese el ángulo que
elegiría.
No importaba cómo lo vieras, probablemente tenía razón.
—Probablemente estas en lo cierto —dije.
Se inclinó. El pequeño espacio, repentinamente se hizo mucho más
pequeño.
—Quédate conmigo, Grasshopper. Yo nunca te llevaré por el camino
equivocado.
• • •
A medianoche, estaba todavía en mi escritorio. El dibujo aún detenido
sobre la cara de Edward. No había escuchado más de sus débiles protestas,
recientemente.
Tenía mi maltratada copia de La Colección de Trabajo de Edward
Willing abierta delante de mí. Por supuesto, no cada una de las piezas que
hizo aparecía allí, pero es una colección bastante completa. El libro en sí no
ha sido impreso desde hace veinte años. Durante la mayor parte del tiempo
en primer año, lo leí en la biblioteca de la escuela, bajo el retrato de Edward.
Amazon y todo el dinero de mi decimoquinto cumpleaños, finalmente hizo
mía una de las copias. Lo he leído tantas veces, que el lomo está a punto de
ceder.
Esta vez, mi búsqueda fue muy específica. Edward utiliza decenas de
modelos para sus pinturas: mujeres, hombres, viejos, jóvenes, amigos,
estudiantes. Buscando una rubia en particular.
La encontré primero en la página 279. Mujer #6, 1906. Era una
acuarela, sólo una figura sentada, anónima y amorfa. Hubo otra acuarela en
la página 298: Verano, 1907. Ella tenía su rostro enterrado entre brazos llenos
de flores. Ese mismo año, fue la figura central, sobre una bicicleta, en un gran
óleo llamado Boathouse Row. La encontré como una envuelta Eurydice,
1908, en una serie llamada Wissahickon, 1910, donde ella se sentaba en el
borde de un montón de rocas diferentes y, una vez más, Marina, Marseilles,
1914. En ese, se encontraba sentada en la playa, mirando hacia el puerto
lleno de barcos de pesca y más allá. No era el mejor trabajo de Edward. Los
paisajes del mar nunca lo fueron.
FORO’ Libros Del Cielo
184
La había pintado por lo menos ocho años. Ella había estado viajando
con él a Francia. Sólo Diana había aparecido en tantas pinturas, en múltiples
ubicaciones.
Arranqué el dibujo de la pared.
—Mentiroso.
Edward parecía más devastado de lo habitual.
—Es una palabra terrible, viniendo de ti.
—Sí.
—Y no enteramente razonable.
—Tú tuviste un romance con esta... Mujer número 6... ¿Hubo otras
cinco? ¿Siete, ocho y más?
Cuando no respondió, agité la (ciertamente pequeña) recopilación
de Edward esparcida sobre mi escritorio.
—Ella no es mencionada en ninguna parte. ¿Porque lo hiciste? ¿La
mantuviste en secreto para tu entretenimiento privado?
—Tsk, Ella.
—Oh, no, no vengas con todo eso de lo correcto y la desaprobación
conmigo. ¿Fue que ella no era lo suficientemente elegante para tu círculo
social? ¿O que sólo sabías que traicionaba Diana… con ella? ¿Cuál es su
nombre, de todos modos?
No respondió, sólo me miró con su expresión de angustia.
—Busqué dorogaya. No es un nombre. Es un cariño ruso. No hay
ninguna mención que pueda encontrar en cualquier lugar que tenga algo
que ver contigo y una rusa. Así que, ¿Quién era ella? ¿Una modelo? ¿Era sólo
una de esos clichés?
No respondió a eso tampoco.
—Creía en ti —le dije—. Tengo este proyecto estúpido, todo planeado
en tú musa, cómo Diana te hizo el pintor que eras. Cómo fue todo sobre el
amor.
—¿No decidimos que todo es sobre amor o dinero? Todo.
—Oh, cállate, Edward —Exclamé—. Ahora no sé qué pensar de ti.
Él suspiró. —Estoy un poco confundido aquí. ¿Qué es lo que te molesta
tanto? ¿Que podría haber tenido una relación clandestina deliberadamente
con esta persona que estaba socialmente por debajo de mí? ¿O que no
dediqué los últimos diecisiete años de mi vida solo en un duelo desesperado
por mi esposa?
—Yo... Yo... —Descubrí que no tenía una respuesta rápida. No tenía
ninguna respuesta.
FORO’ Libros Del Cielo
185
—Necesitas averiguarlo, querida niña. Estuviste contando con este
apasionado, ampliamente investigado, impecablemente escrito papel para
que fuera tú entrada a la NYU.
Lo había hecho. Lo hice.
—Y —la voz siguió—, realmente necesitas regresar la foto y las cartas al
Museo.
—Oh, genial. Gracias. ¡Dime algo que no sepa ya!
Edward me miró, tristemente, desde su cuadro. —Pero no puedo hacer
eso, Ella. Eso es lo único que nunca he podido hacer.
Y ese pequeño bocadillo fue el glaseado. Porque lo había sabido
desde el principio. Edward no podía decirme nada que yo no supiera ya. El
Edward Willing real había muerto. Mi Edward era un producto de mi
imaginación. Y mientras que tenga una imaginación muy buena, no puedo
conjurar la verdad. Tampoco si es verdad o no.
—Puedes contar con que yo siempre estaré aquí —dijo la cabeza de
metal en la postal—. Más allá de eso... No voy a ofrecerte mucho.
—Sí —dije tristemente—. Eso también lo sé.
FORO’ Libros Del Cielo
186
La Comunicacion
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por ★MoNt$3★
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 17, 9:57 p.m.
Tema: Lo siento.
No puedo hacer francés mañana.
—Alex.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 18, 7:12 a.m.
Tema: Bien.
De acuerdo.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 21, 4:41 p.m.
Tema: Re: Bien.
Ella:
No me siento muy bien, en realidad. Bueno, mejor ahora, pero pasé un
par de días seriamente feos… vamos a decirles "malos." Mi madre está
convencida de que fue el sándwich de atún que tenía para cenar el jueves.
Personalmente, creo que fue algo que comí en la escuela, pero no voy
a decirle eso. La culpa por ser un padre ausente la tendría en el teléfono con
Svichkar.
FORO’ Libros Del Cielo
187
Ahora estoy recibiendo una comida diferente de tres platos de Ucrania
entregada todas las noches. El Pollo Kiev no es lo que la cocina de la escuela
cree que es.
De todos modos, realmente siento mucho lo del viernes. Creo que voy
a verte después de Acción de Gracias. Nos vamos mañana por toda la
semana. Iré al viñedo de Martha con la otra familia política.
Un montón de charla sobre pavo.
—Alex.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 21, 8:25 p.m.
Tema: Ahora, lo siento.
Alex:
Me siento mal.
Es probable que te sientas peor.
Mi abuela piensa que las conservas de atún son un desastre esperando
a suceder. Solía pararse en la puerta de la nevera y hacía símbolos de
protección con una mano en los restos de atún sobre la cazuela de mi
mamá. Nosotros ya nunca más guardamos Starkist109 en casa.
Que tengas un gran AG110.
—Ella.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 12:05 a.m.
Tema: Aquí va uno para ti.
Toc, toc.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 10:34 a.m.
Tema: Um. . .
109
Es un importante productor, distribuidor y comercializador de pescados y mariscos de
alacena y congelados en los Estados Unidos. 110
Acción de Gracias.
FORO’ Libros Del Cielo
188
¿Quién es?
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 10:56 a.m.
Tema: Re: Um. . .
Atún.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 11:34 a.m.
Tema: Re: Re: Um. . .
¿Atún quién?
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 9:02 p.m.
Tema: Re: Re: Re: Um. . .
Atún calla esa radio. ¡Estoy tratando de dormir aquí!111
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 22, 11:32 p.m.
Asunto: Suspiro.
Muy bien. Ya que estamos en el tema. . .
P. ¿Cuál es el pescado favorito del zar de Rusia?
R. Sardinas, por supuesto.
P. ¿Qué hacen el hijo de una presentadora de noticias de Ucrania y un
congresista de EE.UU. para comer en la cena de Acción de Gracias en una
isla frente a la costa de Massachusetts?
R. ¿?
—Ella.
111
En ingles: Tuna down ya radio. I’m’ a tryin’ to sleep here! Hace un juego de palabras
intraducible al español con la palabra, Atún —Tuna— y la palabra bajar —Turn down—.
FORO’ Libros Del Cielo
189
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 23, 9:59 a.m.
Asunto: AG.
R. Republicanos.
Nah. Estoy seguro de que vamos a tener toda la comida tradicional:
pavo relleno y puré de papas. Espero que pastel de manzana. Nuestros
anfitriones tienen un cocinero que se encarga de tus demandas, pero la isla
es un poco limitada en cuanto a ir de compras. Siete de nosotros
probablemente pasaremos la mañana en un barco, y luego tendremos una
comida civilizada. Mi predicción es Pictionary112. Ganaré.
¿Y tú?
—Alex.
Para: [email protected]
Fecha: Noviembre 23, 1:11p.m.
Asunto: Re: AG.
Alex:
Voy a tener mi pavo —será uno, pero de alguna forma estará perdido
entre el fettuccini de calabaza, las alcachofas rellenas de chorizo, el ajo con
judías verdes, y al menos cuatro tipos de lasaña, por no mencionar la batata
y el pastel de chocolate cannoli ricota —con al menos cuarenta miembros
de mi familia más cercana, la mayoría pasarán toda la comida gritándose el
uno al otro. Algunos estarán realmente peleando, probablemente acerca de
fútbol.
Tengo la esperanza de estar sentada con los adultos. No es una cosa
segura.
¿Cómo es el viñedo de Martha? He oído que es magnífico. He oído
que es preferida por tipos presidenciales, pasados y presentes.
—Ella.
112
Pictionary es un célebre juego de mesa creado por Rob Angel, que consiste en adivinar
una palabra o frase a través de un dibujo hecho sobre papel. Gana el jugador o el equipo
que más palabras o frases adivine.
FORO’ Libros Del Cielo
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Para: [email protected]
Fecha: 23 de noviembre, 5:28 p.m.
Asunto: ¿Puedo tener AG contigo?
¿Por favor?? Hay un vuelo a las 6 a.m. fuera de la isla. Puedo estar de
regreso en Filadelfia para el mediodía. Nunca he tenido Acción de Gracias
con más de cuatro o cinco personas. Sólo un niño con otros dos chicos. Mi
abuela recibe generalmente la cena en el Club de Caza. No le gusta el
pavo. El año pasado tuvimos el salmón escocés. Me gusta el salmón, pero…
El viñedo es bastante grande. La casa en la que nos vamos a quedar
se encuentra en Chilmark, que si no fueras tan lamentablemente ignorante
sobre el tema de la televisión extinta, sabrías que es la cuna de Fox Mulder
Fox113. Puedo ver la flota pesquera de Menemsha por la ventana. ¿Has oído
hablar de Blues Menemsha? Debo llevarte una camiseta. Todo el mundo
tiene perros negros, prefiero llevar un buen pescado en el pecho.
P. ¿Cómo se llama un pez sin ojos?
R. Fsh114.
Fuimos en barco esta tarde y de hecho vi una ballena jorobada. Ve las
fotos abajo. Esa protuberancia de color grisáceo en el agua lleno de baches
es una aleta. Un fotógrafo no soy.
Al parecer, ellas se han ido por la época y partieron al Caribe. Es
demasiado frío para nadar aquí, pero increíble en el verano. Te juro que fui
empujado por una tortuga de mar aquí el pasado 04 de julio, pero nadie me
cree.
¿Hay alguna posibilidad de guardarme un cannoli?
—A.
Para: [email protected]
Fecha: 23 de noviembre, 8:43 p.m.
Asunto: Algunos barcos.
Alex:
Sé quién es Fox Mulder. Mi madre veía Los expedientes X. Dice que era
porque le gustaban los argumentos de la historia espeluznante. Creo que le
113
William Mulder es un personaje ficticio interpretado por el actor David Duchovny en la
serie de televisión Expediente X. 114
Es un juego de palabras intraducible, donde Alex le pregunta: —What do you call a fish
with no eyes? —La palabra eyes, se pronuncia similar a la letra i, y ya que le falta un ojo, él le
quita la i a su respuesta.
FORO’ Libros Del Cielo
191
gustó David Duchovny. Trató con Californication115, pero no creo que su
corazón estuviera en él. Creo que se lo está pegando a la abuela, quien ha
decidido que es el trabajo del diablo. Ella dice que la música más actual,
también lo es, pero Dios ayude a cualquiera que se interponga entre ella y
American Idol.
La ballena borrosa era muy linda, aunque sí es un poco difícil de
identificar. El perfil del hombre entre la ballena y tú en la tercera foto era muy
familiar, también un poco borrosa. No voy a preguntar. No, no. Tengo que
preguntar.
No quiero preguntar.
Mi madre ama los trajes de su esposa.
Busqué en Google. Hay tiburones en la costa de la Viña. Grandes
tiburones blancos. Te creo acerca de la tortuga. ¿He mencionado que hay
tiburones, no? Voy a Surf City por una semana todos los veranos con mis
primos. Puedo comer mucho helado. Juego golf en miniatura… no muy bien.
No me quejo sobre la arena en mis panes para hot dogs o en mis sabanas.
Incluso paso bastante tiempo en la playa, para conseguir arena en más
lugares incómodos. No nado. Quiero decir, yo podría, si quisiera, pero me
imagino que si estuviéramos destinados a compartir el agua con los
tiburones, también tendríamos unas cuantas filas adicionales de dientes.
Te voy a guardar un poco de cannoli.
—Ella.
Para: [email protected]
Fecha: 24 de noviembre de 12:44 a.m.
Asunto: Shh.
Fiorella…
Sí, Fiorella. Lo busqué. Esto significa flor. Lo cual, si se combina con
Marino, significa Flor del Mar. ¿Qué tiburón se atrevería a tocarte?
No voy a hacer mención de la incómoda arena, por difícil que sea de resistir.
Tampoco pienso en ti en un bikini —Nota mental: No pienses en Ella en bikini
bajo ninguna circunstancia. Nota de mí mismo: ¿Estás j…damente
bromeando?— Muy bien.
Dos piezas de información para ti.
Uno: Nuestro anfitrión tiene una excelente bodega y mi madre es
Europea. Queriendo decir que no me fastidia el vino ocasional.
115
Californication, era una Serie de televisión Estadounidense de que inició su emisión en el
2007. Está protagonizada por David Duchovny y Natascha McElhone .
FORO’ Libros Del Cielo
192
Dos: Nuestra anfitriona dice que le des las gracias a tu madre. La
mayoría de la gente dice cosas desagradables sobre sus trajes.
Tres: Tenemos una casa un poco cerca de Surf City. Tal vez voy a estar
ahí cuando estés allí. Lo mejor será que quemes esto después de leerlo.
—Alexei
Para: [email protected]
Fecha: 24 de noviembre, 8:09 p.m.
Asunto: Feliz Día de Gracias.
Alexei:
Considérala quemada. No te preocupes. No estoy mostrando tus
mensajes de correo electrónico a nadie. Asunto de seguridad nacional, por
supuesto.
Bueno, me tuve que sentar en la mesa para adultos. En medio de mi
tataratatara tía Jo, que tiene noventa y tres años y es sorda, y su hija, JoJo,
que repetía conversaciones de todo el mundo para mí. De manera
escandalosa.
La comida era genial, a pesar de la lasaña de arándano de mi tío
Ricky. De hecho, habría sido un perfecto AG, si las Águilas no hubieran
estado jugando con los Jets. Mi primo Joey —del otro lado de la familia—
vive en Hoboken. Su hermana se casó con un chico de Filadelfia. Comenzó
como un animado debate a través de la mesa: Jets contra Águilas. Terminó
con Joey lanzándose encima de la mesa hacia su cuñado y mi abuela
diciendo oraciones en voz alta a Santa Brígida. Por lo menos, creo que era
Santa Brígida. Es difícil de decir, ya que hablaba italiano.
Me sorprendió tratando de congelar media docena de cannolis. Me
gritó. Al parecer, las cáscaras se ponen realmente empapadas cuando se
descongelan. Supongo que podrás tener uno fresco cuando regreses.
—F / E
Para: [email protected]
Fecha: 26 de noviembre
Asunto: Hola. <Sin enviar>
Sólo pensé comprobar y asegurarme de que no fueras abatido por
una bacteria de pavo sin escrúpulos.
FORO’ Libros Del Cielo
193
Para: [email protected]
Fecha: 27 de noviembre
Asunto: <Sin enviar>
A:
Realmente espero que no lo fueras.
Para: [email protected]
Fecha: 27 de noviembre
Asunto: <Sin enviar>
Alex…
FORO’ Libros Del Cielo
194
El Mensaje
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Maia8
1.
“Ejem. Sé que odias los lunes, madame, pero elegiste el absolutamente
día equivocado para hacer novillos. O estar enferma. Sí, supongo que es
vagamente posible que estés realmente enferma. De todos modos, aquí
estamos en el almuerzo, Sadie y yo, siendo testigos de un total desorden
social. Tu amigo Alexander Bainbridge está sentado en la mesa de
costumbre, pero de cara a la habitación. Amanda Alstead está sentada en
una mesa. O, mejor dicho, sentada más o menos sobre un muchacho mayor
Fillite, cuyo nombre no es importante. Una joven muy agradable en la mesa
de al lado, ya sabes, la que escribe sobre el señor Darcy, acaba de
informarnos que Amanda dejó a Alex durante las vacasiones. En el Día de
Acción de Gracias, no menos. Por e-mail. Es imposible saber cuánta verdad
tiene el rumor, pero yo diría que bastante. Tenemos una bolsa grande con
siete dólares de palomitas de película aquí. Pensé que te gustaría saber.
Llámame.”
2.
—¿Ella? —Mi padre apareció en mi puerta, sosteniendo una bandeja con
una servilleta cubriendo la parte superior de la misma—. ¿Cómo estás,
cariño? —Cubrí mi teléfono con un pañuelo de papel. No es que importara.
Contra todos los dibujos negros sobre la colcha, se mezclaba más o menos.
—Bien.
—Todavía no te ves muy bien. —Dejó la bandeja sobre el escritorio—.
Bonita, pero no demasiado bien. Te he traído sopa.
Era minestrone, y olía muy, muy bien. Él y mi madre no habían sospechado
nada cuando les dije que estaba enferma.
(“Apenas cruzó el umbral el fin de semana”, se lamentó mamá. “No es de
extrañar que parezca una cáscara vacía.”) Ella fue a trabajar, tras las vagas
amenazas de Macy. Papá había tratado de darme de comer. Tenía hambre,
pero pensé que podría descubrirme si comía más de la mitad de un trozo de
pan tostado. Mi estómago se quejaba ahora. Definitivamente me sentía
FORO’ Libros Del Cielo
195
como una cáscara vacía. Sólo la parte de ella que tenía que ver con la
comida.
—¿Quieres hablar al respecto, cariño? —Papá sujetaba un tazón y una
cuchara, y me miraba, como solía hacer cuando corría hacia la cocina del
restaurante, llorando, porque me había estrellado en los escalones de
entrada del Greco con la bicicleta. Una vez más.
—No lo creo —Le contesté, tomando la sopa—. No es gran cosa.
—Y yo tengo un puente para venderte. —Suspiró—. ¿Qué tal si te hago
preguntas, y tú respondes las que quieras?
—Está bien. —No podía decirle que no, no cuando su rostro y el olor de los
tomates calientes me recordaban que nunca había llorado por más de un
minuto una vez que entraba en la cocina con él.
—Bien. —Giro la silla del escritorio hacia la cama y se sentó, con las manos
sobre las rodillas. Había dos largas manchas, de color verde en la parte
delantera de su delantal, una a cada lado donde se había frotado los
residuos de albahaca de las manos. Podía oler, detrás, el minestrone—. ¿La
escuela?
—No.
—¿Un chico?
—Sí, en parte.
—¿Un novio? —Sus cejas se juntaron volviéndose una. Rápidamente le
aseguré:
—No.
—Ah. Pero tú quieres que lo sea.
—Un poco.
—Y él ciego, estúpido, y, probablemente, loco como una ardilla, no siente
lo mismo. —Sonreí un poco ante la indignación paterna.
—No. Tal vez. No sé. Ese es el problema. Yo. . . no puedo confiar más que
en lo que creo que sé. —Mi padre no dijo nada durante unos segundos, sólo
se sacudió un poco en su asiento.
—¿Te acuerdas de cuando solías querer que te llevará al museo cada
domingo? —Me sonrió de nuevo—. Siempre querías mirar las pinturas
holandesas de bodegones116.
—¿Qué puedo decir? Me gusta un buen plato de comida. Yo odiaba los
que tenían los conejos muertos.
116 Naturalezas muertas: es una obra de arte que representa objetos inanimados,
generalmente extraídos de la vida cotidiana, que pueden ser naturales (animales, frutas,
flores, comida, plantas, rocas o conchas) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de
mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas, etc.)
FORO’ Libros Del Cielo
196
—Tampoco eran mis favoritos, cariño. Pero realmente amabas esa
habitación, con todas sus cosas excéntricas. La rueda de la bicicleta
atascada en un taburete, el mingitorio.
—La sala de Marcel Duchamp. Guau. No he estado allí en años. —Tomé
un sorbo de sopa de minestrone. Era perfecta.
—Sí, y esa pintura muy famosa. Ya sabes, esa en la que solías pararte en
frente durante más tiempo.
—“Desnudo bajando una escalera”.
—Esa misma. Yo nunca la vi, el desnudo. O la escalera, tampoco. Vi un
montón de formas de color marrón en una fila. Pero tú... tú miraste y miraste.
Cada vez que estábamos allí, me hacías leer el título en voz alta. Entonces,
un día, me agarraste la mano. No sé, tenías tal vez seis. Eras como así… —
Puso la palma de su mano en el aire a la altura de su cintura—. Pequeña,
pero hombre, que tenías un buen apretón. “¡Lo veo, papi! ¡Veo al desnudo
bajando las escaleras!” —Sonrió—. Tardaste unos meses más en aprender
que desnudo no significaba cada persona en una pintura. Sorprendiste a
algunos. Dios, eras una pequeña cosa fantástica. —Casi había terminado la
sopa. Todavía me sentía hueca, pero mucho más viva—. De todos modos,
aquí está el punto... —Llegó y tiró de una oreja. Sus dedos eran de color
púrpura. Pesto y la remolacha en el menú, supuse—. Tenía un punto... Ah,
cierto. Tú, mi pequeño camarón fantástico, sabías lo que había en frente de
ti. Tal vez no era obvio, pero estuviste allí hasta que todo se aclaró en tu
mente y frente a tus ojos. —Dio una palmada en las rodillas y se levantó—.
Ese fue mi punto de vista. Pero, ¿Qué sé yo de eso? Me gustan las fotos de
melocotones que parecen duraznos. —Él tomó la taza y la cuchara que yo
tenía—. ¿Bien?
—Um…
—No me refiero a la sopa, cariño.
—Lo sé.
—Así que… —tomó la bandeja y se dirigió hacia la puerta—, digiérelo.
—No te refieres a la sopa.
—¿Ves? Sabes lo que crees que sabes. —Me dejó galletas de chocolate
como postre. Oí el pitido de la máquina contestando en la cocina. Nonna
siempre bajaba el volumen (“¡Al igual que las voces de los muertos, esa caja
horrible!”). Teniendo en cuenta el hecho de que ella es la única persona que
pasa tiempo real en la cocina de la casa, los mensajes pueden esperar
mucho tiempo para ser contestados.
—Ella —Me llama papá—. Un chico llamado Alex dejó un mensaje.
¿Quieres que lo borre…? —Mi teléfono dio un vuelco al piso cuando me
enredé en la manta tratando de salir de la cama.
3.
FORO’ Libros Del Cielo
197
—Ella, um, es Alex. Espero que éste sea el número correcto. Tuve que
conseguirlo de una guía telefónica muy vieja. Habría conseguido tu número
de celular de Sadie Winslow, pero. . . bien, cada vez que me acercaba a ella
hoy, Frankie Hobbes mostraba los dientes. Da un poco de miedo, aunque
sea tan flaco… como sea. No estuviste en inglés hoy. No estuviste en ningún
lugar en el que pudiera verte. Um. . . llámame. Estaba pensando que podría
ir...
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198
El Beso
Traducido por Munieca y ♥...Luisa...♥ Corregido por Maia8
i armario no cerraba. Empujé. Me incliné sobre él. Finalmente,
noté que la manga de mi bata de baño bloqueaba el
pestillo. Cuando abrí la puerta para hacer frente al problema,
la mayoría de la ropa que me había probado y
rechazado cayó sobre mis pies. Recogí mis jeans, dos de los suéteres
de Siena, y una de sus faldas devueltas. A ella le daría un ataque si lo viera,
pero pensé que tendría más de un ataque si metía sus cosas debajo de la
cama.
Alex llegaba tarde. Lo agradecí. También me sentía increíblemente
nerviosa, y había puesto rímel en mis ojos. Parpadeé un montón mientras
hacía una última comprobación. En realidad, todo se veía muy normal,
incluyéndome a mí. Me limpié la mayor parte de la máscara y todo el lápiz
labial. Llevaba puesto el nuevo cuello alto azul y blanco que Frankie me
había hecho comprar. Pensé que me veía muy poco francesa.
Entré en la sala y miré por la ventana del frente por vigésima vez y me
dije a mi misma “relájate” por quincuagésima vez. No puede ser saludable,
este sin aliento, tonto, y palpitante estado en el que había estado sumida
desde que lo había llamado y dejado un mensaje y él me había llamado de
vuelta, y estoy convencida de que podía escuchar los latidos de mi corazón
a través del teléfono. Todo para que yo pudiera correr hasta mi habitación
como un hámster con crack, tropezando con los pantalones vaqueros sucios
y tratando de averiguar dónde había caído el sostén de ayer.
—Oh, por el amor de Dios —Me regañé a mí misma, citando
a Frankie—. Es sólo una sesión de francés. Es sólo una sesión de francés, con
un chico lindo. Es sólo una sesión de francés, con un chico lindo que ya
no tiene una novia, que, borracho, me envió un correo electrónico acerca
de mi nombre, y que me hace sentir como si me hubiera tragado una
oruga. —Pensé que tal debería sentarme.
El capó del coche de Alex apareció a la vista a las 5:09. Me
lancé fuera de mi habitación, bajé las escaleras, y luego tuve que apoyarme
en el sofá por un segundo para calmarme. Entonces, me puse justo detrás
de la puerta, contando lentamente hasta diez antes de abrirle, justo después
M
FORO’ Libros Del Cielo
199
de que él hubiese tocado. No debería parecer demasiado ansiosa, ahora,
¿verdad?
—Hola —dijo.
—Hola. —¿Qué otra cosa podía decir?
El clima se había vuelto realmente frío durante las vacaciones. Llevaba
puesto un gran chaquetón negro con símbolos rusos en los botones. Traté de
recordar si alguna vez había conocido el mundo de Rusia por un “hola”. No
lo creía. Él esperó pacientemente durante un minuto, y luego preguntó—:
¿Está bien, si entro?
Me sonrojé y retrocedí. No tenemos un vestíbulo de entrada. Alex
caminó unos pasos en nuestra sala de estar. Me imaginaba lo que veía: el
juego de sofás de tres piezas (color beige, ligeramente sucio, con algunos
cojines floreados), la escena de la playa en colores pastel (gaviotas en una
cerca rota de las dunas) en la pared, la estatua de la Madonna de Nonna
(azul brillante). Por un segundo fugaz, me dio vergüenza. Entonces, de
repente, no importaba. Era lo que era y no iba a cambiar hasta que mi
madre tuviese otra abeja en su cerebro y decidiera ir al Sudoeste Elegante
con madera en bruto y cráneos de vaca.
—Puedo... ¿guardarte eso? —Le pregunté, señalando a la bolsa de
papel en la mano.
Alex miró hacia el otro lado de la repisa de la chimenea. Las columnas
eran copias de los pilares del Coliseo en Roma. Son grandes.
—Oh, sí. Es pierogi117.De Svichkar. Probablemente frío. Parece... Oh,
mierda. Fue algo realmente estúpido de traer, ¿No? Mi mamá tiene esta
cosa de no llegar con las manos vacías.
Tiré la bolsa de sus manos.
—Es perfecto. Merci beaucoup, monsieur Bainbridge.
—Je t'en prie, Mademoiselle Marino118.
Bueno, así que es sólo la manera semiformal de decir “de nada” en
francés, pero cualquiera que diga que el italiano es el idioma del
romance, es probablemente italiano. Me llevé la bolsa a la cocina y la
puse sobre el mostrador, entre la frescura-garantizada-por Handi-Vac
(“ponga la comida en la bolsa, aspire el aire...”) que mamá compró en
el Home Shopping Network y la jarra de galletas pintada a mano de Nonna
(“¿Qué, crees que permanecerán allí el tiempo suficiente para echarse a
perder?”), que llevaba con ella desde Calabria. Está decorada con hojas de
higuera y, por alguna razón, con pescado. Nunca miré demasiado de cerca
117 Pierogi: plato típico de la cocina polaca, parecidos a los ravioles. 118 Je t’en prie, Mademoiselle Merino: Por favor, señorita Marino.
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cuando hice incursiones; los peces que componen el mango siempre parece
que me dan la grave malocchio119.
Abrí la nevera para conseguir el refresco de limón en espera. Miré de
nuevo a la bolsa de papel y sonreí. Había esperado Doritos. Esto fue mucho
mejor, aunque un poco menos apetecible.
—¿Quieres un pierogi? —Le dije.
—Realmente no —dijo Alex en respuesta. Luego, agregó—: Quiero
decir, son buenos, y si quieres uno...
—¿Galletas?
—Excelente.
Conseguí un plato para galletas. Para evitar el ojo de pez, di la
vuelta a la tapa otra vez en mi mano. Había un librito pintado en el
interior. Nunca había pensado en eso antes. Ahora me miraba de
cerca. Y volví a mirar. Esta vez, en lugar de un diseño bonito, vi a una M,
entrelazada con una E, rodeado por un C. Michelangelo Costa, pensé
en un bisabuelo de Darcy de Nonna. Y Elisabetta. Por otra parte, sólo podrían
haber sido los padres de Nonna: Magda y Euplio.
Puse algunas galletas en el plato, equilibré un par de vasos de plástico
altos sobre el cuello de la botella, y volví a la sala de estar. Alex se puso justo
en frente de la repisa de la chimenea, inclinado hacia adelante, su nariz a
pocos centímetros de una imagen mía.
—Oh, Dios. ¡No mires eso!
Fue en el recital de fin de año de mi único año de clases de ballet. Yo
tenía seis años: piernas flacuchas, una enorme brecha donde mis dos dientes
delanteros habían estado recientemente, y un traje de abejorro. Nonna
había hecho todo lo posible, pero no era mucho lo que se podía hacer con
un spandex amarillo y negro y un trasero de abeja. Papá había
encontrado una de esas bandas elásticas para la cabeza con
antenas unidas. Me encantaban las antenas. Mientras más entusiastas mis
jetés120, más rebotaban. Por supuesto, también había rebotado mi pequeño
pecho plano fuera de mi traje tantas veces durante el recital en sí, que
apenas me había movido en absoluto, víctima de la modestia abrumadora
de los seis años de edad. Ahora, mirando a la niña que había sido, deseaba
que alguien le hubiera dicho que no se preocupara tanto, que dentro de un
año, ese suave, delgado, hombro desnudo se convertiría en la pesadilla de
su existencia. Que ella era absolutamente perfecta.
—Bonitas rayas —dijo Alex casualmente, enderezándose.
119 Malocchio: mal de ojo, es una creencia popular supersticiosa según la cual una persona
tiene la capacidad de producir mal a otra persona sólo con mirarla. De esta persona
afectada se dice que "está ojeada, o que le echaron mal de ojo, o el ojo encima". 120 Jeté: paso de ballet. Rebotan sobre un pie y luego sobre el otro.
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201
Eso dolió. No debería haberlo hecho —era sólo una foto—, pero lo
hizo. No sé qué esperaba que me dijera sobre la imagen. No era eso. Pero
entonces, no esperaba la amplia sonrisa que se extendió por su cara cuando
consiguió una buena mirada en mí, tampoco.
—Aquellas —Anunció, señalando una foto de mi papá con su peinado
mullet121 apoyado contra el capó de su Mustang—, son rayas bonitas. Eso —
señaló a la abeja—, es seriamente lindo.
—Estás loco. —Murmuré, increíblemente satisfecha.
—Sí, bueno, dime algo que no sepa. —Tomó la botella y el plato de
mí—. Me gusta saber que tienes un poco de vanidad en alguna parte. —Se
puso de pie, las manos llenas, mirando expectante y completamente
hermoso.
La realidad de la situación no había sido verdaderamente tan real
antes. Ahora, cuando comencé a subir las escaleras a mi habitación, con
Alex Bainbridge detrás de mí, me di cuenta. Llevaba a un chico, a este
chico, a mi espacio muy personal.
Entonces, él comenzó a cantar.
—Eres tan vanidoso, apuesto a que piensas que esta canción es sobre
ti. Tú eres taaan vanidoso... —Tenía una voz bastante buena. Era una
canción de radio AM verdaderamente excelente.
Y así como eso, estaba oficialmente En lo Profundo:
1. Interesado en el arte. (Yo, el carbón vegetal; Él, tinta de color)
2. No tiene miedo del amor. Había estado con Cruella de Vil por un
largo tiempo.
3. O diciendo la verdad. “Tres cosas que te cueste confesar.”
4. Caliente. Al igual que, hermoso.
5. Atrevido. Tiburones. Océano. Nada donde Aquí hay Monstruos.
Inciso 5a. Lo suficientemente atrevido como para tener una
oportunidad conmigo.
¡Oh!, ese, siempre el problema en Si Mi Príncipe, De Hecho, Apareciera
Algún Día, Sería Genial si Pudiese Reunir Estos Cinco Criterios. Pero tenía una
cosa cuando se trataba de Alex, que nunca había tenido con Edward.
Esperanza. Bueno, eso y un e-mail borracho.
Así que, subimos las escaleras. En su casa había cuadros subiendo las
escaleras. La mía tiene... Sí, las imágenes de la escuela. Sienna, Leo, Ella.
Sienna, Leo, Ella. Algunas escuelas diferentes, de más de una docena de
años. Sienna luciendo bella e insatisfecha, incluso a los seis. Leo en segundo
grado con los últimos vestigios de un ojo negro de una pelea que había
tenido con tres estudiantes de cuarto grado. Yo con un incisivo menos y el
121 Mullet: es un peinado que se caracteriza por ser corto en la parte superior del cráneo y
largo en la zona de la nuca. Fue un peinado popular en hombres y mujeres en la década de
1980.
FORO’ Libros Del Cielo
202
pelo en dos trenzas. Sienna hermosa y aburrida, con enormes pendientes
que había comprado con el dinero de su duodécimo cumpleaños, y que mi
padre continuaba amenazándola con fundir. Leo con el pelo gelificado. Yo
con mi pelo sobre la mitad de mi cara y cubriendo completamente el cuello.
Sienna con tetas y pálida sombra de ojos rosa. Leo con un pendiente que
papá fingía no ver. Yo con mi pelo sobre la mitad de mi cara y cubriendo la
mayor parte de mi pecho.
Esta vez, Alex no dijo nada. Sin embargo, hizo una pausa en
la impresión a tamaño real, enmarcado, que ocupaba la mayor parte del
descanso.
—Guau.
Esa fue una manera de decirlo.
—A mi madre le gusta Klimt —Le expliqué. Tenía este, “El beso”, en
posavasos, un bolso de mano, y un juego de té que se había comprado por
su vigésimo aniversario de bodas.
No era que el pintor Klimt le gustara, tanto como, la combinación de
lotes y lotes de pintura metalizada y una mujer de pelo rojo en los brazos de
un hombre de pelo oscuro. “Soy yo y tu papá”, solía decir ella para nuestra
angustia colectiva. Los niños pequeños no quieren ver a sus padres
besuqueándose. Los niños mayores realmente no quieren verlo.
—Oye, si sigues rodando tus ojos, Sienna Donatella —chasquearía—, se
quedarán así. ¡Y a ver si encuentras a un tipo que te bese! —El Tommy de
Sienna es un buen tipo. Esta de acuerdo con el hecho de que ella quiere
tanto oro metálico en su futuro hogar como sea posible.
—Edward Willing lo llamó “La monstruosidad más bella de la historia del
arte” —Le dije a Alex—. Lo vio en Viena, un año después de que fuera
pintado. Nunca he sido capaz de decidir si le gustó.
—A todo el mundo le gusta “El Beso” —Fue la respuesta de Alex.
Yo no estoy tan segura. Pero sé que mi madre estaría de acuerdo por
completo. Tenía una media docena de versiones, mucho más pequeñas,
enmarcadas. Las pone en las casas que organiza para la venta, convencida
de que nadie puede resistirse a un poco de oro y besos.
Ahora, de pie bajo nuestra hermosa monstruosidad, no pude dejar de
pensar que si Alex fuera a darme un beso, se vería así: yo pequeña y dichosa
y apegada, él mucho más alto, envolviéndome completamente.
Aparté mi cara roja mientras me dirigía por el pasillo.
Mi habitación es un cuarto del tamaño del suyo. Se sentía aún más
pequeña con él en la misma.
—Siéntete como en tu...
FORO’ Libros Del Cielo
203
Había dejado caer pesadamente la merienda en mi escritorio,
depositado su mano en mi silla, y ya recorría la habitación, mirando a las
paredes.
—Guau —dijo de nuevo, mirando a un cuarteto de aldabas victorianas
hechas para parecerse a manos—. Genial. Eres seriamente buena. —Se
quedó mirando, durante mucho tiempo, en el único estudio que había
puesto arriba de “La puerta de la Sala de Lenguas Romances Willing: el
diablo burlón”—. Yo pondría eso en mi pared —dijo.
No había dicho nada mientras hojeaba, tragando todas las
negaciones automáticas de mis habilidades.
Él se volvió y me sonrió, viéndose exactamente igual que un pequeño
demonio. No es de extrañar, ya que era esencialmente su rostro en
miniatura.
—Esta es la parte donde remueves la tachuela y me das la imagen.
Para siempre.
—¿Hablas en serio? —No estaba segura.
—Sí, Ella. Lo digo en serio. —Así que quité la tachuela y le entregué la
imagen. La enrolló con mucha suavidad y la metió en el bolsillo de su
chaqueta. Entonces, se acercó a mirar por mi ventana.
—Ese es el restaurante, ¿verdad?
—Sí.
—¿Ese es tu papá?
Fui a pararme a su lado. Irradiaba calor. Fue una distracción.
—Um... Sí. Y mi mamá. —Ella blandía un pedazo de papel. Papá se
había retirado los bolsillos del pantalón por lo que destacaban a ambos
lados de su delantal, como orejas de ratón—. Mi hermana y mi
mamá quieren platillos de mar y tierra122 en la boda. Mi papá no quiere
pagar por ello. Ha sido una larga batalla, y estamos a último momento. La
boda es en tres semanas.
Mamá alzó las manos en el aire y se alejó. Papá cogió un cuchillo de
chef muy grande y se puso a trabajar en cortar una berenjena. Alex le dio la
espalda a la ventana y se apoyó en el alféizar.
—Sólo por curiosidad, ¿Saben que estoy aquí?
—Sí. —Mi madre sabía, de todos modos. La mención de un profesor de
francés fue la excusa para no ir de compras.
—Puedo entender que confían en que no harás nada inapropiado.
No podría decir si hablaba en serio. Supongo que no.
122 Platillo de Mar y Tierra: plato de comida que consta de carne de res y mariscos o
pescado.
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204
—Por supuesto. De hecho, mi madre probablemente te pagaría
para hacer algo que haga que ellos confíen en mí un poco menos. —Eché
un vistazo a la cara. Parecía un poco aturdido.
—Oh, no. No quise decir...
O tal vez sí. Pero Alex empezó a alejarse de mí, las manos levantadas.
—Está bien.
—J'étais stupide123.
Se sentó en el borde de mi mesa de trabajo, pasando muy cerca del
biscotti.
—Yo no diría eso. Sin embargo, el uso del imperfecto está mejorando.
—Justo lo que siempre he querido —dije con tristeza—, mejorar la
imperfección.
—Mira, Ella... —Bajo la mirada a sus manos, abriendo y cerrando los
puños. Esperé.
Creo que hay un malentendido aquí...
Eres una chica agradable y todo, pero...
Me gustas mucho, pero realmente no me gustas...
Las inconfundibles notas de No Stop Believin, en versión electrónica, de
repente llenaban la habitación, seguidas por el tratamiento visual y sonoro
de mi teléfono, vibrando su camino a través de mi escritorio, hacia la cadera
de Alex. Me lancé sobre él. En un momento de claridad de cabeza, tendría
tan sólo que apagarlo. Tal como iba la cosa, me las arreglé con un “lo
siento” para Alex antes de abrirlo de un tirón.
—¿Estás muerta? —Exigió Frankie desde el otro extremo.
—No. —Me alejé de Alex, que muy cortésmente fingía estar interesado
en los biscotti.
—¿Estás todavía enferma?
—No —Admití.
—Por supuesto que no. Bueno, iré a verte.
—¡No! —Me encogí cuando Alex se sobresaltó un poco. Tomé un
respiro—. Dios, no. No lo hagas. El centro de la boda es aquí. Sienna te hará
atar alpiste en pequeñas bolsas de color púrpura.
Hubo una larga pausa.
—¿Estás bien, Marino?
—Sí —Me las arreglé.
—Hora de la verdad. ¿Dónde estabas hoy?
123 J'étais stupide: Fui una estúpida.
FORO’ Libros Del Cielo
205
¿Puedo hacerlo? ¿Podría realmente utilizar la palabra calambres con
Alex Bainbridge de pie a tres metros de distancia? Sólo podía imaginar cómo
sonaría la verdad. Aquí, en la cama, escondida porque pensé que fui la
reina de todos los tontos enviándole correos a Alex Bainbridge durante las
vacaciones, y ni siquiera puedo decir sobre esto porque lo he prometido...
Pero está bien, o quizá no, porque él está aquí ahora, en mi dormitorio. A
punto de decirme que fui la reina de todos los tontos. Claro. Adelante.
Ustedes dos pueden unirse por encima de mi idiotez.
—El archivo. —Le dije, dando un paso más, como si unos pocos metros
fueran a hacer alguna diferencia—. Mira, tengo que irme. Te llamaré más
tarde.
—¿Me lo prometes?
—Por supuesto. Te quiero.
—Te quiero, también. —Apagué mi teléfono antes de meterlo en el
bolsillo—. Frankie —Le dije. Como si a Alex le importara.
—¿Sabe que estoy aquí?
—No salió el tema. —Alex se encogió de hombros. Dejando claro que
no le importaba.
—No es el tipo más amigable.
Podría serlo. Después de aquella mala broma que le hicieron años
atrás. Tal vez yo no hubiera estado allí, pero creía cada palabra de las
historias de Frankie. Y sabía que le había costado algo revivirlas. Así que no lo
hice.
—Sólo tienes que conocerlo. —Le dije en su lugar.
—Correcto. —Alex asintió con la cabeza. Claramente, a él no le
importaba—. De todos modos, quiero decir... Sé que has oído hablar sobre
Amanda y yo. Quiero decir, todo el mundo ha oído hablar de que nos
separamos —Esperé, de pie, la estatua todavía en el centro exacto de mi
habitación—. Es sólo que la historia que circula no es toda la verdad. Pensé
que merecías eso. —Su mirada se encontró con la mía, pero sólo por un
segundo antes alejarse.
—Ah, ¿Quieres sentarte? —Se iba poniendo aún peor. No servía de
mucho haber sido precedido por las variaciones de "Toma asiento." Pensé en
las oficinas de los directores y sillas eléctricas. Me pregunté qué podía decirle
para sacarlo de eso. Alex me estudió por un segundo.
—Te ves asustada. No va a doler mucho. Te lo prometo. —Tengo miedo
de muchas cosas, incluso del miedo, ahora ex novias, tiburones, pitbulls, y las
probabilidades de ser alcanzada por un rayo. La posibilidad de que Alex
pudiera hacerme daño, incluso involuntariamente, una vez más era
petrificante.
—Está bien. —Logré decirle.
FORO’ Libros Del Cielo
206
—Está bien. Por lo tanto, aquí está la cosa. Amanda y yo acabamos de
separarnos desde hace unos pocos días. Todo el mundo piensa que es
temporal... —Tal vez si él no hubiera hecho una pausa para tomar una
respiración, no la hubiéramos oído. Pero como así fue, el crujido del suelo
fuera de mi puerta entreabierta llegó en voz alta y clara. Alex se disparó
como si lo hubieran pinchado con un palillo agudo. Crucé la habitación en
un sólo aliento y abrí la puerta.
Nonna, a medio camino por delante de mi habitación y claramente
en dirección a las escaleras, parecía algo salido de una historieta. Tenía los
hombros encorvados, había levantado un pie del suelo, y se encogía.
—Oh, Fiorella. ¡Lo siento!
En un universo alternativo, otra Ella intentaba desesperadamente
tranquilizar a su abuela gritando que no había pasado nada, que no había
puesto en peligro su alma inmortal, y sería una cosa muy buena, por favor, si
el revólver de papá estuviera de nuevo en su caja polvorienta.
En éste, Nonna tenía un dedo como arma en su propia sien. Se metió
el dedo pulgar y puso los ojos en blanco. No sabiendo qué más hacer, me
hice a un lado.
—Um... Nonna, este es Alex Bainbridge. Alex, esta es mi abuela... —
Entró en la habitación con la mano extendida.
—Buongiorno, señora Marino. Piacere di conosceria. —Ella respondió
con una risa encantadora y un torrente de italiano. Cogí "bienvenida" y
"salchichas". Por supuesto, podría haber sido un error de ambos. Alex
escuchó atentamente y luego le dirigió una sonrisa torcida.
—Scusi, señora. Yo no hablo italiano. Bueno, no mucho, de todos
modos. Acabo de practicar un par de frases para... um... la práctica.
—Ah —Nonna pellizcó la mejilla de Alex, no demasiado duro—, no
importa. Me tienes en buongiorno. Ahora, ven, ven.
Fuimos, Nonna liderando el camino, a través de la casa, a través del
patio, y la cocina del restaurante. El auto de mamá no se encontraba en el
lote. Me imaginé que había dejado de estar de mal humor por las langostas
o los zapatos. El lunes es siempre una noche tranquila. Leo limpiaba la
máquina de café expreso y maldecía en voz baja. Es la única cosa que odia
más que servir mesas con Sienna. Ni siquiera levantó la vista cuando
entramos.
En su estación, Ricky tenía hasta en los codos carne de salchicha
picada. Lanzó a Alex un amistoso. —¡Oye, chico! —Y volvió al trabajo.
—Este es Alex —Le dije a todo el que quisiera—, de Willing. —Papá
seguía con el cuchillo grande. Le dio a Alex una larga mirada. Entonces, dejó
el cuchillo, se limpió las manos en el delantal, y le extendió una.
—Ronnie Marino. —Alex casi saltó hacia adelante para tomarla.
FORO’ Libros Del Cielo
207
—Alex Bainbridge. —Él hizo una pequeña mueca de dolor, y pensé que
mi padre le había apretado.
—Sí. El chico congresista. Lo recuerdo. —No pensé que se hubieran
cruzado esa noche. Pero papá no se olvida mucho de lo que sucede en su
restaurante.
—Tuvimos una cena increíble —Le dijo Alex. Mientras que empezaba a
preocuparme de que pudiera lanzarse a la clase de adulación que no
funciona en mi padre, su rostro tenía un aspecto un poco torpe y anunció—:
He soñado con un plato de antipasto. —Y eso fue todo.
—¿Tienes hambre? —Preguntó mi padre.
—Estoy muerto de hambre. —Respondió Alex
—Bien. —Papá cogió el cuchillo de nuevo—. Ella, descubre lo que al
joven caballero le gustaría comer, y todo estará bien en el mundo.
—¡Siéntate! —Ordenó Nonna, empujando a Alex por detrás. Todo lo
que se veía de ella era un destello de falda negro detrás de las rodillas.
—Raviolis de remolacha púrpura. —Anunció el tío Ricky a la sala—,
relleno con chorizo, albaricoques secos y queso Asiago.
—Prueba. —Ordenó Nonna, con una mano en el medio del pecho de
Alex ahora para hacer que se sentara en uno de los taburetes de acero
inoxidable, y en la otra lleva un crostini. Ella los hace todas las tardes con el
pan ciabatta de ayer, y varía según la cobertura. Esto se parecía
sospechosamente a una pasta de anchoas, el puré de frijoles y el ajo.
Delicioso, pero no lo primero que le entregaría a un invitado.
Él lo tomó.
—¿Así que un hombre de ravioles? —Preguntó Ricky.
—Um, sí, claro. —Respondió Alex, con la boca llena de pan muy
crujiente y la mano que había levantado para evitar que la miga se
pulverizara—. Suena como algo muy suyo... bueno.
—No es bueno, mi amigo. Es para morirse. Un clásico en ciernes. Por lo
tanto, ¿Alguna vez has visto Top Chef...? —Tina asomó la cabeza por la
puerta del comedor.
—Yo, Leo, ¡Tienes una mesa! Pon tu trasero en marcha. —Ella espió a
Alex—. Hola. Qué quieres saber. —Sus ojos se fijaron en mí por un segundo—.
¿Bolsa de papas fritas? —me preguntó.
Me encogí de hombros. —Lo que sea. ¡Leo! —Corrió por el suelo,
moviendo los granos de café de sus manos.
—¡Oye! —Espetó papá—. Acabo de secar. —Leo agarró un trapo de
cocina y miró más allá de la torre de rizos de Tina.
—Son los Nguyen —Le susurró a ella—. Han estado aquí todos los
malditos lunes por diez años, como de la familia. ¿Simplemente no podías
FORO’ Libros Del Cielo
208
preguntarle lo que quieren comer? —Tina se encogió de hombros y se
examinó una uña escarlata.
—No es mi trabajo, dulzura.
Leo se marchó para conseguir un delantal fresco. Tina volvió a entrar
en el comedor. Diez segundos más tarde, se podía oír su risa con los Nguyen,
que invariablemente ordenaban ensaladas César y linguini alle vongole. Se
oyó un ruido fuerte mientras papá picaba un puñado de almejas en una
sartén. Fue seguido por un ruido y un silbido. Giré hacia Nonna.
—¡Aiee! San Lorenzo—Saltaba en su lugar, con una mano en el hueco
de la otra—. Tan estúpida. —Papá ya se encontraba a mitad de camino a
través de la cocina.
—Mamá, ¿Estás bien?
Ella le indicó que retrocediera con su codo. —Sí, sí. Cogí una olla
caliente. Tú regresa a tu vongole. Tú... —Me llamó—, ve a buscarme un poco
de hielo en una toalla y miel. ¡Presto! Ah, tan estúpido...
Me quedé helada. Nunca había visto a Nonna tanto como para poner
un dedo del pie en la cocina, y mucho menos a sí misma quemándose. De
repente, me acordaba de la urna y los gritos y el dolor punzante, gritando...
—Fiorella. —La voz de Nonna cortó a través de mi memoria. Tenía la
mano izquierda, sujeta a mi hombro. Ella agitaba las dos manos hacia mí—.
Estoy bien, piccola. Mira. —Una de las palmas de su mano quedo un poco
rosa. Eso fue todo lo que pude ver. Dejé escapar el aliento en un silbido
débil—. El hielo, ahora. Y la miel.
Le lancé una mirada a Alex. Él estaba congelado, medio masticando,
y observando la escena, los ojos muy abiertos. Le dediqué una sonrisa que
era probablemente más una mueca y me dirigí a la despensa. A pesar de mi
calma, me tomó demasiado tiempo encontrar la miel. Alguien la había
puesto en el estante más alto, detrás de un frasco de un galón de aceitunas.
Terminé yendo a la escalera dos veces por separado.
Cuando volví a la cocina, mi corazón casi se detuvo. Papá se
encontraba inclinado sobre la mesa de trabajo de acero inoxidable, sobre
un montón de camarones, casi enfrente de la cara de Alex. Llevaba un
cuchillo nuevo, este era pequeño y muy afilado.
—¿Lo entiendes chico, o debo decirlo de nuevo? —Exigía. Alex
parecía más nervioso de lo que jamás lo había visto. Pero sólo por un
segundo. Entonces, su rostro se endureció, y golpeó con las palmas sobre la
mesa.
—Ya lo tengo —dijo. Se puso manos a la obra y tomó el cuchillo.
Momentos más tarde, evisceraba camarones con mucho entusiasmo y un
poco de habilidad. Papá se volvió y me sorprendió con la boca abierta. Él
inclinó la cabeza en señal de advertencia obvia. Crudo, repulsivo, resbaloso:
Esta fue la tarea que le había dado al chico que llevé a su cocina, y yo no
iba a interferir.
FORO’ Libros Del Cielo
209
Pobre Alex. Lo probaban para un cargo que él ni siquiera quería.
Le di a Nonna el hielo y dejé la miel delante de ella. Ya había recogido
un par de paños de cocina limpios y un cuchillo de mantequilla.
—¿Quieres que te acompañe a la casa? —Pregunté.
—No, no. Pongo esto en mi mano, y todo estará bien. —Ella en
realidad untaba miel sobre su palma, luego puso el hielo con una toalla
envuelta sobre él—. Tu muchacho va a hacer el camarón. Tú ve a la ropa.
Los muchachos harán el resto. —Los muchachos, cuarenta y tres y cuarenta
y ocho, respectivamente, se movían un poco más rápido que de costumbre,
pero todo volvió a la calma y alegría. Alex levantó la vista del camarón.
—Mi mamá solía hacer eso, ponerme miel cuando tenía pequeños
rasguños. Decía que previene la infección.
—¿Funciona? —Pregunté. Alex sonrió.
—Quién sabe. Por lo general, iniciaba con Neosporin.
—Leo —gritó papá—. ¡Estas ensaladas no se van a servir solas! Ah, hola,
Huong. —Era la señora Nguyen a mitad de camino a la cocina—. ¡Ah! No es
una casualidad. Siéntese señora, y espere al camarero. ¡Leo!
La Sra. Nguyen saludó y se fue, Leo entró, recogió las ensaladas, y la
siguió. Diez segundos más tarde, se podía oír a todos riendo. Otra familia hizo
otro pedido. Luego otra, y otra, y la noche se puso en marcha. Estaba
ocupado, sobre todo para un lunes. Tina se dignó a servir las órdenes y tomar
las propinas que venían después. Doblé las servilletas y los manteles y
verifiqué a Alex cuando podía. Ricky y papá hicieron lo que hicieron. Nonna
supervisaba desde un taburete alto. Alex pasó de eviscerado de camarón a
limpiar hongos.
Pobre chico. Ellos realmente le dieron el trabajo sucio.
No se quejó, por supuesto. Más que eso, era un poco increíble con mi
familia. Era una víctima muy buena cuando su relato alegre y orgulloso
obtuvo carcajadas y no simpatía. Al parecer, había estado diciéndole a la
gente que era alérgico a la clase de frutos secos que no tienen nada que
ver con la comida. Al parecer, su madre no había leído la traducción inglés-
italiano muy cuidadosamente lo suficiente. Nonna, decidida a rectificar la
situación, le dio la palabra italiana para todo en la cocina entera. Las repitió
con alegría. Discutió con Ricky respecto a la mala temporada de los Filis y
estuvo de acuerdo con papá de que las Águilas se veían bien para el Súper
Bowl.
Se comió todo lo que alguien ponía delante de él. Incluyendo el, sí,
bagna cauda, cuyos ingredientes principales son las anchoas, el ajo, y las
sardinas, y algunos ravioles morados. Papá golpeó a Leo en la cabeza
cuando él se echó a reír. Leo dio a Alex media hogaza del pan de Nonna
directamente salido del horno.
FORO’ Libros Del Cielo
210
Sentada junto a él, tenía mi segundo plato de sopa del día, y, sí, bagna
cauda en la bandeja, no quería que la noche terminara. Tan simple como
eso. Porque, si uno ignora el hecho de que estábamos en medio de una
cocina fuerte, rodeados de mi familia, que los dos estábamos llevando
delantales manchados y olía como el camarón, casi podría ser una cita.
Por lo menos, con su cara llena y apestosa y rellena con pan caliente,
Alex no podría dejarme. O lo que un hombre hace con una chica con la que
no está saliendo. Dejémosla bajar fácil, supongo, si es un buen tipo.
A las 10:15, los últimos clientes se fueron. Papá, siempre un paso por
delante, tenía siete budines con un poco de chocolate, en el horno. Nos los
comimos con el caramelo de fresa que la Sra. Nguyen había dejado para
nosotros. Papá no dejó que Alex ayudara con la limpieza. Alex trató de
rechazar el dinero que papá le ofreció.
—¡No me insultes! —Replicó papá—. Esta es una empresa familiar. —
Alex perdió la sonrisa, tratando de meter los billetes doblados en el bolsillo—.
Ahora, te vas a casa con tu familia antes de que crean que has escapado
para unirte a un circo. Tú —señalándome—, a la cama. Estás enferma. ¿Te
acuerdas?
Por supuesto que me había olvidado. Di una pequeña tos. Puso los ojos
y me hizo señas fuera.
Me moví mucho más lentamente mientras Alex salía de la rutina que
tenía cuando él entro en ella. Pensé que tenía algo que decir que yo no
quería oír, y traté de pensar en alguna forma de que pudiera preguntarle
simplemente sin hablar, por favor, sin sonar sombría o ligeramente demente.
Lo acompañé a su coche. El Sr. Greco había subido a una escalera y
aflojaba la bombilla en la farola de nuevo. Se quejaba de que brillaba justo
en su habitación. De modo que desactivaba la luz, pero enviaba un equipo
para arreglarlo, y todo comenzaba de nuevo. Ha estado sucediendo
durante años. Los Greco son buena gente, especialmente la señora
Greco. Si ella está en casa cuando los electricistas llegan, les lleva café y
donas.
Alex abrió la puerta del coche.
—Bueno, buenas noches —dijo alegremente—. Gracias por la cena.
—Oh. Cierto —Di medio paso atrás hacia la casa—. No hay de qué.
—Ella.
—¿Sí?
—Tienes que estar bromeando.
Estaba bastante oscuro donde estábamos parados. No sé cómo sus
manos se encontraron con las mías tan rápido, pero un segundo yo me
encontré pensando en lo mucho que no quería darle las buenas noches, y al
siguiente en contra de su pecho, de pie sobre los dedos del pie con los pies
entre los suyos.
FORO’ Libros Del Cielo
211
—¿Estás bien? —Preguntó él, su aliento a chocolate caliente contra mi
frente.
—Sí —contesté, mi propia respiración viniendo en pequeños saltos
rápidos—. Sí.
—Bueno. Tengo algo que decirte. —Esperé.
—No me gusta la pintura de Klimt —dijo—. Realmente la odio.
Entonces, me arropó en su abrigo, con su rostro justo encima del mío y
sólo hubo un beso que importara.
FORO’ Libros Del Cielo
212
La Mentira
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Mery St. Clair
o quería jugar. Frankie se encontraba de humor por alguna
razón, y cuando Frankie se encuentra de humor, puede ser un
poco malo. Sadie, por el contrario, brillaba un poco, y ni
siquiera había subido aún al escenario de Chloe. Tuvo una segunda cita con
Jared la noche anterior. Le fue bien.
Eché un vistazo rápido a mi teléfono. No hay ningún mensaje, pero no
esperaba uno. Mis planes ya habían sido hechos. Lo que realmente
necesitaba era ver la hora: 08:37.
—¿Por qué no te vas ya? —dijo Frankie mordazmente—. No queremos
detenerte.
—Tengo un montón de tiempo. —Les dije que tenía que estar en casa,
que los planes de boda comenzaban a ir a toda marcha.
Ambas declaraciones eran ciertas, hasta cierto punto. Todo trataba de
la boda en estos días. Pero la verdad era que me mantenía al margen tanto
como me fuera posible. Mi resplandeciente vestido morado de dama de
honor y zapatos estaban listos, y realmente no me importaba lo que estaría
en última instancia en el menú.
Pero tenía que ir a casa. Alex me recogería allí.
Durante dos semanas, nos hemos reunido cuando podemos. Lo cual,
por desgracia, han sido cuatro cortas veces: tres en su casa, una vez en la
mía, hablando un poco del francés para después pasar a un largo rato de
besos. Tuvimos un pequeño interludio furtivo en una sala de música vacía en
la escuela, pero estuve demasiado nerviosa para realmente disfrutarlo. En
casa, nuestros dedos y labios se entrelazaban. En la escuela, apenas y
hablábamos. Todavía era demasiado nuevo, demasiado extraño, tal vez,
hacerlo público. Seguía convencida de que despertaría para descubrir que
había imaginado todo el asunto.
—Sades —Le dije, señalando el pepperoncini que probablemente no
comería—. Verdad o reto.
—Verdad. Estoy comiendo —Ella y Frankie comían, yo no. Alex había
dicho algo sobre ir a comer, por lo que esquivaba la ensalada en mi plato.
N
FORO’ Libros Del Cielo
213
—Está bien —Tenía que ser una buena, algo que ella realmente
deseará compartir con sus dos mejores amigos. Tenía que hacer una buena
acción para compensar el hecho de que les ocultaba grandes secretos a
mis amigos en las últimas dos semanas—. Cinco años a partir de hoy.
¿Dónde, exactamente, quieres estar?
Sus ojos se iluminaron. A Sadie le encanta este tipo de preguntas.
—Oh. Guau. Déjame pensar. De diciembre, acercándose a la
Navidad. Voy a tener veintiuno...
—Desmayada en el árbol con una botella de Jack, la mitad de un
pollo asado del 7-Eleven, y un gato que se caga en tus zapatos —Frankie
pareció inmune a nuestras mortales miradas—. Oh, espera. Ese soy yo. Lo
siento.
Opté por ignorarlo. —Cinco años a partir de este día, Sadie.
Echó un vistazo rápido entre Frankie y yo. —¿Puedo pedir tiempo
extra?
—No —dije—. Continúa.
—Está bien. Cinco años. Voy a estar en Nueva York visitándolos a
ustedes, porque, a pesar de que la Universidad de Nueva York es fabulosa,
estaré la mitad de mi último año en la facultad de Clásicos en Cambridge,
tratando de decidir si quiero ser un psicólogo o un chef de repostería. Tú —
dijo con severidad a Frankie—, te la pasarás bebiendo champán con tu
novio, un rubio de Helsinki124 que diseñará para Tory Burch. ¡Ah! No digas
nada. Es mi futuro. Puedes elegir a un diseñador diferente cuando se trate
del tuyo. Quiero que me haga regalos de Tory —Se volvió hacia mí—. Vamos
a estar bebiendo champán, hablando en medio de la Galería Gagosian,
porque es la noche de la inauguración de tu primera exposición individual. Y
todas tus obras se van a vender. —Interrumpió la oración para comerse una
aceituna negra.
—Te amo —Le dije. Luego agregué—: Pero no dices nada de ti.
—Oh, pero claro que sí —Difirió, regresó su atención a la ensalada—. Es
exactamente donde quiero estar. Aunque… —sonrió sobre un tomate—,
podría tener al siguiente David Beckham esperándome en casa.
—El próximo David Beckham es un galés de casi dos metros llamado
Madog Cadwalader. Tiene dientes torcidos y piernas chuecas.
—¿En serio? —Preguntó Sadie. Frankie soltó un bufido.
—No. En realidad no.
—¿Qué pasa con ustedes esta noche? —Exigí antes de que pudiera
detenerme. Ellos se dieron la vuelta, muy lentamente, hacia mí.
—No es nada, solo bromeamos. ¿Por qué no nos dices qué pasa
contigo? ¿Hmm?
124 Ciudad de Finlandia.
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214
—No hablábamos de mí.
—¿No? —Frankie puso los dedos sobre la mesa—. Bueno, algo no está
del todo bien en estos días, Marino. Y no soy sólo yo quien se ha dado
cuenta. ¿Sadie?
—Oh. Bueno, yo no lo sé... sí... tal vez…
—Así que, ¿qué es? —Exigió Frankie—. No estas comiendo, te has
saltado más clases en el mes pasado que en los últimos dos años, y no has
mencionado a Edward Willing en tres semanas.
—Odias cuando hablo de…
—Más de tres semanas, señora. Y eso es sólo el tiempo que he llevado
la cuenta. Es raro, y estamos preocupados. ¿Sadie? —Sadie se retorcía y
miraba su suéter. Era azul, estrecho, y de su nuevo guardarropa. Era obvio
que tampoco era una de las elecciones de su madre.
—Umm... sí. Tal vez un poco.
—¿Ves? —Frankie señaló hacia Sadie con ambas manos—. Ella está
completamente distraída y lo notó.
—Frankie —Quería extender mi mano través de la mesa y tocarlo, pero
no lo hice. No creo que pudiera aceptar mi apretón, se apartaría—, no hay
absolutamente nada malo conmigo. ¿Sí?
—Sí —Se echó hacia atrás y cruzó los brazos sobre su pecho. Por un
segundo, fue exactamente igual que Daniel, cínico, aburrido, y capaz de
morderte—. Bueno, es divertido —dijo arrastrando las palabras—. Creo que
mientes con todos tus dientes.
Se formó un nudo en mi estómago.
—¿Por qué?
—Porque —dijo con calma—, en todo el tiempo que te conozco,
nunca dijiste una vez esas palabras.
—¿Qué palabras?
—No hay nada malo conmigo.
—Oh, no…
—Nunca. Eres una letanía andante de defectos imaginarios. Así que…
—Frankie descruzó sus brazos y apoyó sus codos sobre la mesa. Sé lo que
vendrá. Lo que hará. Me estudió juntando sus manos—. ¿Verdad o Reto?
—Es el turno de Sadie de preguntar.
—Ella pasa. —Me espetó.
—Oye —Protesté.
—Hola. —Sadie agitó una mano entre nosotros—. Tal vez podamos
hablar de esto mañana.
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215
—Podemos —dijo Frankie, concordando sospechosamente—, pero yo
quiero hacerlo ahora. Por lo tanto, aquí está la pregunta, Marino. ¿Qué…?
—Reto.
—¿Disculpa? —dijo.
—Reto. Voy a tomar un reto.
—¿En serio? —Exigió.
—Mientras que no tome diez minutos o más. Me tengo que ir —Todo lo
que quería, en realidad, era marcharme. Frankie no dijo nada o hizo algún
movimiento durante un tiempo. Sólo me miró. Entonces, finalmente,
parpadeó, bajó las manos y se encogió de hombros.
—Canta.
—Oh, vamos…
—Canta —Repitió—. Ya sabes cómo. O date por vencida. —Eso,
pensé, sería tan fácil. También se rompería algo precioso. En todo nuestro
Verdad o Reto, ninguno de nosotros se rindió en un desafío.
—Sadie. ¿Cantas conmigo? —Ella asintió con la cabeza, pero Frankie
la señaló acusadoramente.
—No lo harás. Marino, es su reto. —Casi pisoteé mi camino hacia el
escenario. Nic Stavros, hijo, se encontraba a cargo de la máquina de
karaoke. Sus cejas se arquearon cuando me vio.
—La primera vez.
No lo era, en realidad. Frankie me había forzado a hacer un dúo en el
cumpleaños de Sadie. Cantamos —sorpresa, sorpresa— "Feliz Cumpleaños"
de los Beatles. Podríamos haber sido abucheados, pero resultó que un
jugador de equipo de los Flyers celebraba su cumpleaños ese día, también,
así que terminamos compartiendo el escenario con cuatro jugadores
borrachos de hockey, dos fanáticas, y un admirador de Ringo. A la multitud
le encantó.
—Tengo que hacer esto —Murmuré—. Puedo hacer esto. —No me di
cuenta que temblaba hasta que Nic me tocó la mano.
—¿Quieres un consejo?
—Claro.
—Elige una de estas —Pasó a una página maltratada—. Y aprieta
fuerte los botones.
No sabía si hablaba en serio acerca de los botones —sospechaba que
probablemente lo hacía— pero me había dado una página llena de
canciones populares, que a todos les suelen gustar. Pensé en "Good
Riddance", "Forget You" y "Here’s a Quarter, Call Someone Who Cares." Sólo
que no sabía ninguna, y no eran realmente a las que se adhería Frankie.
Bueno, tal vez sólo un poco.
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216
—Puedo hacer esto. —Me dije.
—Acaba con ellos. —Fue el comentario de Nic mientras yo subía al
escenario.
Le eché una mirada a la cara enfurruñada de Frankie, antes de
colocar la mirada en el fondo de la sala. Podría hacer esto, porque cuando
terminara, me podría ir. La música empezó. Me golpeó la señal. —You
walked into the party like you were walking onto a yacht125...
No iba mal. Un poco vacilante en algunas partes, pero mi voz era
confiada. —I bet you think this song is about you, don’t you?126
Cuando terminé, un grupo de chicas y su multitud aplaudió con fuerza
en la parte de atrás. Sadie silbaba, con sus dos dedos en la boca, el truco
que siempre he querido ser capaz de hacer. Lo usa para detener taxis y para
Chloe. En las raras ocasiones en que me encuentro en un taxi, Sadie está ahí,
también, así que me imagino que voy a vivir sin esa habilidad en particular.
Fue muy agradable, sin embargo, escucharla aplaudiendo cortés.
Frankie, noté mientras dejaba el micrófono en su posición normal, me
miraba con los ojos entrecerrados, aplaudiendo tan despacio que podía
medir el silencio entre los latidos.
Me sentía varios centímetros más alta cuando me bajé del escenario.
•••
—. . . y cayó como una roca. Bam.
—Oh, hombre. ¿Qué hiciste?
—¿Qué podía hacer? —Me encogí de hombros—. Me quedé allí, hice
una reverencia, y salí corriendo. Iba tarde para encontrarme contigo.
Alex frotaba suavemente mi rodilla desnuda. Arremangué los
pantalones sobre mi pierna para mostrarle el hematoma ya floreciendo allí.
—Yo te hubiera atrapado —dijo, deslizando los dedos en mi pierna y
haciendo a mi interior sentirse como gelatina.
—No es probable, galán. El escenario no es muy alto.
—Tengo que ver ese lugar alguna vez.
—Claro.
Sabía que lo diría, de alguna manera. Yo no lo llevaría allí. No podía,
por muchas razones. No es que pudiera incluso imaginarlo sentado allí
mientras la gente canta malos covers en un escenario de madera
contrachapada, con la comida olorosa.
125
Entraste en la fiesta como si estuvieras caminando en un yate... 126
Apuesto a que piensas que esta canción es sobre ti, ¿no?
FORO’ Libros Del Cielo
217
Estábamos sentados en el sofá grande, de cuero y agradable olor en
su habitación, con mis piernas entrelazadas con las suyas, un plato
equilibrado en mi regazo. Nos detuvimos en Hikaru, en el camino de mi casa
a la suya. He caminado por allí muchas veces para dirigirme a Head House
Books o Hepburn, la tienda de ropa vintage en la calle. Pero el sushi no es
una parte importante de mi vida, Frankie y yo, votamos inevitablemente en
contra de Sadie a favor de ir a cenar en Calle Sur. Ella siempre se ofrece a
pagar. Siempre le digo que no es el punto. Incluso si medio lo es.
—¿Qué hay bueno? —Preguntó Alex mientras escaneaba el menú.
Entonces dijo—: Sólo pez globo. —Y después de un momento—, Me lo voy a
comprar.
No había oído hablar de la mayor parte de las opciones: congrio,
pargo. Y vi el jurel, abulón y pulpo sin una pinta atractiva.
—Um. ¿Tempura? —Sugerí, pensando que no podía ir muy mal, muy
mal con algo crudo y frito. Él negó con la cabeza.
—¿Lo pide una chica a la que le gustan las anchoas? —Compartió
una sonrisa de simpatía con la camarera, y luego procedió a ordenar pulpo,
jurel, y diferentes tipos de atún. Crudo.
—No comeré eso —le dije en la habitación mientras él tendía sus
palillos, tomando una rodaja de pulpo que tenía tentáculos visibles. Había
estado muy bien con el atún (Soy la tátara-tatara-nieta del rey del Atún del
Mar, después de todo), pero tenía que trazar un límite.
—Confía en mí. Vamos. Se una chica valiente. Abre.
Duh. No soy una chica muy valiente. Pero abrí la boca y deje que me
alimentara.
—Mmm.
—¿Ves? Es comida excelente. —En realidad, era como comer un
borrador de lápiz. Con un vago sabor a pescado.
—Delicioso. —Logré decir después de masticar mucho.
—Está bien. Muy bien. Me doy por vencido. —Alex comió el resto del
pulpo y la mayor parte del jengibre encurtido en salsa. Luego quitó la
bandeja de mis muslos. Enganché la última pieza de jengibre antes de que
se fuera de mi alcance. Eso me gustó.
—Así que, ¿Qué haremos ahora?
Oh, las posibilidades. Moví las cejas. Se echó a reír.
—Sí, absolutamente —Estuvo de acuerdo—. Pero primero... tres cosas...
—Cada vez que estábamos juntos, intercambiábamos revelaciones y
hacíamos un poco de francés. No era por lo general lo primero, pero con el
tiempo llegamos a hacerlo—. Eres un enigma envuelto en un misterio —Se
burló de mí una vez más—. Y estás reprobando francés. —De todas las cosas
FORO’ Libros Del Cielo
218
que soy, no creo que enigmática sea una de ellas. Pero me gustó que usara
la palabra. Así que me apoye en el brazo del sofá y pensé.
—No sé qué quieres saber.
—Bueno, eso es fácil. Todo.
—No. No es cierto. Nadie quiere saber todo acerca de... —Me
encontré buscando la palabra adecuada. ¿Su novia? ¿Su alumna con
beneficios? No estábamos en la etapa de sustantivos. No estoy segura de
reconocer el nuestro tipo de relación—, otra persona. El misterio es bueno.
Tamborileó con los dedos en mi muslo.
—Tal vez sí. Tal vez no. Pero voy a dejarlo pasar. Qué tal esto: Si abriera
el cajón superior de tu armario, ¿Qué encontraría?
—¿Hablaremos de mi ropa interior otra vez?
—Sólo en detalle gráfico —Tiró de mi rodilla dolorida, pero no en el
hematoma—. Tengo cambio suelto e historietas muy antiguas en el mío.
Algunas personas tienen revistas o fotografías o premios. . .
—Está bien, está bien —Suspiré—. Ropa interior —Le dije—. Dos trajes
de baño, viejos, y un archivo de revistas.
—¿Por...?
—Las imágenes las saco de revistas.
—Sí, gracias. Me he dado cuenta. ¿Qué hay en ellas? —Me retorcí un
poco y contemplé la mentira. Viajes, zapatos, consejos maquillaje…
—En su mayoría imágenes de modelos con el pelo corto —confieso
finalmente—. Es una especie de meta.
Alex enredó un mechón de cabello alrededor de su dedo.
—Me gusta tu pelo —dijo en voz baja—, pero creo que te ves muy bien
con todo lo que hicieron con él.
Aquí está la cosa. Parecía que hablaba en serio, y como si hubiese sido
la cosa más natural del mundo decirlo. Parpadeé.
—Está bien —dije—. ¿Quieres saber algo sobre mí que yo realmente no
quiero decirte? ¿Qué tal esto? No lo entiendo. Esto. Detesto no hacerlo. Me
gustaría ser el tipo de chica que sale con chicos como tú, como si fueran mi
derecho soberano de vida. Pero no lo hago.
—Sí, también creí eso —Soltó mi cabello y puso su mano en mi cintura,
por lo que el pulgar estuvo en contra de mi piel. Me estremecí—. Esta es mi
primera revelación de la noche. Un día, no hace mucho tiempo, sólo estaba
sentado en el comedor, digiriendo, pensando en mis propias cosas,
literalmente. Tratando de decidir si la segunda hamburguesa había sido una
buena idea y si debía romper con mi novia de un año y medio. Entonces,
traté de ponerme de pie, y, de repente, apareció una chica muy bonita en
el suelo y mirando mí libro como si hubiera sido cubierto con basura…
FORO’ Libros Del Cielo
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—No lo hacía.
—Sí. Lo hacías. Así que allí te vi, con esa cara increíble y tu cabello que
olía a flores, y los dibujos en tus pantalones. Me gustó mucho eso.
—Te gustaron mis jeans.
—Entre otras cosas. Pero, cielos, Ella. Después de eso, si no me hacías
sentir como si tuviera el coeficiente intelectual de una piedra, tus amigos me
miraban como si me arrastraran de debajo de una. Ni siquiera voy a entrar
en lo que, obviamente, piensas de mis amigos.
—Chase Vere es un idiota.
—Chase Vere ha sido mi amigo desde que teníamos nueve. Oye —dijo
cuando yo hice una mueca—, lo que pasa con nuestros amigos es asunto de
ellos y no nos preocupemos demasiado sobre lo que piensan los demás,
¿No?
Entendí el punto señalado, pero no puedo evitar preguntar—: ¿Tienes
amigos que no sean Fillites?
Me miró ceñudo.
—No me gusta esa palabra. Realmente la odio.
—¿Por qué? —Le pregunté, realmente confundida. Señalé la
habitación, con sus muebles de cuero y aparatos electrónicos—. Encaja.
—También los Speedos127, pero no quiero usar esos, tampoco —Se me
quedó mirando con los ojos entrecerrados—. Vamos a probar esto: dime
algo que realmente te gusta de mí.
Me acurruqué en su regazo.
—Me gusta todo de ti.
—Menos mis amigos y el estatus socioeconómico.
Levanté la vista hacia él. —¿Estás loco?
—No, Ella, no estoy loco. —No sabía si creerle. Parecía un poco triste.
Sentí un tirón de preocupación.
—Me gusta tu boca. —Susurré, trazando sus labios con mi dedo,
deteniéndome en una de las esquinas—. Entre muchas cosas, muchas otras.
La boca era un buen comienzo. Me gusta especialmente lo que hacía
con ella. Tanto es así que no me di cuenta de lo que sus manos hacían hasta
que sentí el aire frío.
—Alex…
—Vamos, Ella. Déjame. Por favor. —Me deslicé lejos de él, empujando
sus manos. Mi suéter cayó de nuevo a mi cintura.
—No. Solo… no.
127 Traje de baño para hombres extremadamente ceñido. Lo utilizan los nadadores.
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—Vamos a ver si lo entiendo. Puedo tocar. Aquí. —Su palma estaba
caliente, incluso a través del algodón tejido—. ¿Pero no puedo mirar? ¿Está
un poco arruinado, no es cierto?
—Tal vez, pero esa soy yo.
Suspiró.
—Vas a tener que dejarme ver en algún momento. —No era tan
seguro, pero guardé eso para mí misma.
—No esta noche. —O mañana o después de mañana o después-
después de mañana.
—Está bien. —Envolvió ambas manos alrededor de mi cintura y tiro de
mi hasta que estuve rodeada por él de nuevo—. Pero todavía tienes que
decirme una tercera cosa. Sólo has dicho dos esta noche.
Traté de pensar algo ligero e inocuo. No fue fácil, con sus manos sobre
mí y mi dolor en la rodilla de nuevo. Todo lo que podía pensar era en el
hecho de que, como el piano o el francés, la mentira era más fácil cuanto
más se practica.
—Voy a cambiar… —dije.
—No hagas eso —dijo Alex en mi pelo. Después me abrazó y me
colocó suavemente debajo de él, sus rodillas enredándose con las mías, sus
brazos curvados alrededor de mi cabeza—. No cambies.
Verdad: Cuando me besó de nuevo, no me importó ser una buena
persona. Me sentí increíble.
FORO’ Libros Del Cielo
221
La Esquina
Traducido por LizC
Corregido por Melii
adie me sorprendió en la escalera cuando salí de Francés. —¿Y
bien?
—Ochenta y siete. —Balanceé el examen frente a ella.
—¡Yuju! —En realidad, rebotó de arriba hacia abajo por un segundo.
Por un examen de Francés—. ¡Yuju, tú! ¡Yuju, Alex!
—Sí, bueno —Dediqué toda mi atención a doblar el papel
perfectamente a la mitad—. Es un comienzo.
—Es una B+. Vamos, vamos a celebrar. Tengo unas reales y verdaderas
galletas Famous de Calle Sur, en mi almuerzo. Las iba a compartir con Jared,
pero ¿Cuántas veces un mejor amigo saca buena calificación Francés?
—Merci, madeimoselle. Sin embargo, deberías compartirlas con el
chico lindo. Tengo que ir a una clase de carbón en el estudio de arte.
—¿Necesitas ayuda?
—Sades, estás vestida de blanco —Era en serio—. Te ves muy bien.
Jared tiende a correr dentro y fuera del comedor; tenía mundos Willing
a conquistar todos los días. Pero se aseguró de detenerse en la puerta al salir
y darle un enorme abrazo a Sadie, una floreciente reverencia de saludo. Ello
detuvo el tráfico.
Me giré para mirar al otro lado. —No querrás perderte el almuerzo —le
dije, y le di un empujón muy útil.
—Pero, Ella, de verdad. No es gran cosa. Amigos...
Me fui para el otro lado.
—Esto no es exactamente lo que tenía en mente cuando estuve de
acuerdo en perderme el almuerzo —dijo Alex, malhumorado, cuarenta
minutos más tarde. Se movió incómodo y trató de ver lo que hacía.
Le devolví la mirada en sumisión. —Espera.
S
FORO’ Libros Del Cielo
222
La sala de arte está por lo general vacía los jueves por la tarde,
excepto por mí. La Sra. Evers se va temprano y cierra con llave. Por supuesto,
soy uno de los pocos a los que les confió la Ubicación Secreta de la Llave.
A pocos metros de donde me encontraba sentada en un taburete,
Alex se plantó en la antigua silla que utilizamos para dibujar figuras. Es una
reliquia, probablemente a partir de los años Palladinetti: de caoba astillada y
polvoriento terciopelo, lo poco que queda de relleno, sobresaliendo de un
millón de agujeros. Probablemente fue lujoso alguna vez. Ahora es como
sentarse en una tabla ligeramente maloliente. Pero quería esbozar a Alex,
como tantas veces lo vi, recostado, con la cabeza apoyada en una mano,
escuchando o hablando, o persuadiéndome a que ponga el vaso abajo, ya,
Ella, y ven aquí.
—No me gusta esto —Se quejó. Se había estado quejando desde que
me deslicé de la mesa diez minutos antes, dejándolo en ella.
—Sólo un poco más. Sé que no es tu sofá, pero no es tan malo.
Hizo una mueca. —Huele a perro mojado. Pero lo que quería decir es
que no creo que me guste posar. ¿Cómo sé que no me vas a dar una panza
de cerveza o un tercer ojo?
—Siempre he pensado que un tercer ojo sería muy útil. —Me imaginé a
la miniatura de arte India del Cat Vernon que me introdujo a un imaginario
Alex azul, con múltiples brazos. Era, probablemente, justo lo que esperaba—.
¿Y en qué universo sería para mí, ni de lejos, una razón convincente para
darte cualquier tipo de entraña que sea? Vas a tener que confiar en mí, Sushi
Boy.
No acostumbro a hacer bosquejos de personas. Demasiados ángulos.
Pero este era Alex, viniendo a través de mi lápiz: las pequeñas elevaciones
en las esquinas de su boca, el bulto casi invisible en su nariz donde una
pelota de lacrosse errante tomó un rebote divertido (“Estaba en las líneas
laterales; me tomó un año entero convencer a mi madre que no tenía la
necesidad de usar un casco las 24/7…”), los delgados músculos en su brazo
doblado. Tenía bastante claro el hecho de que no siempre tendría al
original, por eso aseguraba una copia.
—Baja el lápiz, ya, Ella. Ven aquí.
—Cinco minutos.
—Sólo tenemos diez antes de que finalice el período.
—Por lo que tendremos cinco cada uno. —Pero dejé de dibujar y
reposé el cuaderno de bocetos en mis rodillas—. Voy a ir al museo de arte
mañana. ¿Quieres venir conmigo? Tienen algunas buenas impresiones
japonesas en madera.
Quería hacer una visita a la colección Willing. Había pasado mucho
tiempo. Nada de lo del Sheridan-Brown había sido útil. Pensé que intentaría
la Casa Grande. Pero lo que realmente pensaba era la habitación silenciosa,
escondida en las profundidades del museo, con la casa de té japonesa real.
FORO’ Libros Del Cielo
223
Era uno de mis lugares favoritos para ir en el museo, con su suelo de piedra
guayl y agua corriendo. Se sentía privado, aunque no lo era. Quería estar allí
con Alex.
—Ojala pudiera, pero tengo algo que hacer. —Se sentó derecho y
rodó sus hombros.
—¿Así que no te veré mañana?
—No después de la escuela. Pero vamos a hacer algo el sábado, ¿No?
¿Tal vez en mi casa?
—¿Nada de padres otra vez?
Se encogió de hombros. —Últimos días de la sesión del Congreso para
mi papá. Mamá está haciendo un trabajo sobre las compras navideñas.
¿Estamos?
—Por supuesto. Pero nada de sushi.
—Lo que tú quieras —dijo—. ¿Por favor podrías venir aquí ahora?
Deslicé un trozo de tejido protector sobre mi dibujo y di la vuelta al libro
cerrado. Un trozo de papel rayado azul se deslizó hacia fuera, la línea que
había copiado del libro de poesía de Edward. —Oye. Traduce esto para mí,
Monsieur Bainbridge.
Puse el cuaderno de bocetos en mi taburete y me uní a él en la silla. Él
me tiró en su regazo y leyó sobre mi cabeza. —“Qu'ieu sui avinen, leu lo sai.”
“Que soy guapo, lo sé.”
—Muy gracioso.
—Muy cierto —Sonrió—. La traducción. Eso es lo que dice. A la antigua.
Pensé en la anotación de Edward en la página, el recordatorio de leer
el poema a Diana en la cama, y puse mis ojos en blanco. Eres tan vanidoso.
Apuesto a que piensas que esta canción es sobre ti...
—Los chicos y sus egos.
Alex tomó mi cara entre sus manos. —Que tu est belle, tu le sais.
—Oh, no soy…
—Shh. —Me hizo callar, y se inclinó.
La primera campana llegó demasiado pronto. De mala gana aflojé mis
manos en su camisa y pasé las manos por mi cabello. De inmediato metió
ambas manos en él y lo desordenó de nuevo. —Para. —lo regañé, pero sin
mucho esfuerzo.
—Tengo física. —Me dijo—. Estamos estudiando la interacción débil.
Intercalé su mano abierta entre las mías. —No sabes absolutamente
nada acerca de eso.
—No te apresures en aceptar lo obvio. —Me regañó burlonamente—.
La interacción débil, en realidad, puede cambiar el gusto de los quarks.
FORO’ Libros Del Cielo
224
El gusto de las peculiaridades, pensé, y recordé vagamente algo
acerca de ser encantada. Me había sentado a través de un período de
introducción a la física, antes de pasar a biología básica. Me había olvidado
de la mayor parte de eso, tan pronto como aprobé la materia.
—Me tengo que ir. —Alex me empujó a mis pies y siguió—. La última
persona en llegar a clase siempre se sale con la primera pregunta, y no leí
nada.
—Ve —le dije—. Tengo historia. Por definición, llegamos tarde a historia.
—Ja, ja. Te hablaré más tarde. —Me besó de nuevo, luego se fue,
cerrando la puerta silenciosamente detrás de él.
Me colgué la mochila encima de mi hombro y tomé mi cuaderno de
bocetos. En el momento en que había cerrado la habitación y re-escondido
la llave en la antigua lámpara de pared, él se había ido hacia rato. Podía
escuchar el golpeteo de pies y voces en otra parte del piso, pero el pasillo se
hallaba vacío a mí alrededor. No hay mucho en el pasillo a excepción de las
salas de arte y un baño de chicas, que por lo general está vacío, excepto
por la ocasional Fillite de ultimo año o dos utilizando un teléfono prohibido (al
parecer, la recepción era excelente y el único maestro en torno era al que
probablemente menos le importaba). Me dirigí a ello.
Llegué justo cuando las Hannandas y Chase Vere daban vuelta a la
esquina. Hubo un momento de dispersión cuando Anna trató de cubrir su
iPad con un libro de texto y yo traté de decidir si debería dar la vuelta y
correr en sentido contrario. Luego Chase levantó la vista.
—Hola. Freddy. —Me saludó con afabilidad.
En el segundo que le tomó a las Hannandas darse cuenta de quién era
yo, y que no era exactamente una amenaza para el nuevo juguete, hice
todo de un paso hacia atrás.
—Fenómeno. —Amanda arrugó su nariz ante la imaginaria fetidez en
su imaginación.
Tomé una decisión rápida y comencé a caminar delante de ellas. En
un mundo de lucha o huida, era la que tenía plumas.
Ella entró en mi camino. —Pensé que te dije que te mantuvieras
alejada de mí, zorra. —Su repertorio era sin duda a la vez limitado y
predecible, pero esa comprensión no la hacía menos aterradora—. ¿Me
estás acosando? No hay ninguna razón para que estés en este corredor.
Me miró expectante. No había planeado decir nada, pero me pareció
necesario. —Estaba en la sala de arte. —Le ofrecí. Con él, no lo dije.
No sé si fue que inconscientemente, levanté mi barbilla, o si había algo
en mi voz que su modo de ataque detectó. Cualquiera sea la razón, los ojos
de Amanda se entrecerraron, y su sonrisa se convirtió en serio malvada.
Antes de que pudiera pensar en protegerme a mí misma, su brazo salió
como una flecha, rápido como una serpiente, y agarró mi cuaderno de
FORO’ Libros Del Cielo
225
bocetos. Fui tras él, pero Chase, maestro de defensas como es, me bloqueó
con una mano.
Amanda ya volteaba bruscamente a través de las páginas,
doblándolas mientras se alejaba. Era como si supiera lo que buscaba. Y
entonces lo encontró.
—Oh. Por. Dios. Eres un bicho raro. —Se rió, como un relinche y
ruidosamente—. ¡Eres peor que un acosador!
Ella levantó la imagen de Alex. Sentí que la sangre se desvanecía de
mi cara, mis manos vacías apretándose en puños.
—Por supuesto que voy a copiarlo y publicar esto. Cuando Alex lo
vea…
—Devuélveselo.
Fue una cara o cruz de quien quedo más sorprendida, Amanda o yo.
Las dos terminamos viendo con la boca abierta a Anna. Sostenía en alto el
iPad, su rostro completamente en blanco.
En otra historia, la heroína intrépida hubiera rociado la mente
controlada de Annamaria Lombardi con recuerdos de su pasado, sin tregua,
insistiendo en que era buena en su interior. Que todo lo que tenía que hacer
era recordar. Luego, por supuesto, el rojo brillante se desvanecería de los ojos
de Annamaria con su mente controlada. Se transformaría, literal y
figurativamente, y aplastaría a la Malvada Amanda antes de derrumbarse a
la tierra, irrevocablemente debilitada por el veneno con el que había sido
alimentada durante tanto tiempo. Sus últimas palabras sería una petición de
perdón y: “Siempre tuvimos la fresa…”
—Siempre fue una perdedora. No puede evitarlo. —Anna empujó el
iPad hacia Amanda, quien automáticamente lo tomó. En ese instante, Anna
sacó mi libro de la otra mano de Amanda y me lo pasó a mí. No me miró en
absoluto—. Vamos. La invitación a la fiesta de Harrison está en YouTube. Él
esconde alguna estúpida cosa de contraseña en un video, y tenemos que
encontrarlo. Adam dijo que va a poner a un portero fuera, y es la última
fiesta antes de las vacaciones.
Amanda no se movió de inmediato. Pero entonces tiró su cola de
caballo, hizo la cosa de las fosas nasales una vez más (me pregunté por qué
nunca me había dado cuenta exactamente de lo mucho que se parecía a
un caballo), e inclinó el iPad en mi dirección.
—En caso de que lo dudes, podría arruinar tu vida tan fácilmente. —
Tocó la pantalla con una brillante uña en bronce—. Unas pocas líneas en
Facebook que te acompañarán para siempre. —Entonces, como si hubiera
estado hablando del tiempo, se encogió de hombros y me dio la espalda—.
La señal apesta aquí. Entremos. Tú. —le dijo a Chase—, puedes esperar.
Entraron en el cuarto de baño, Anna y Hannah en sus lugares. La
puerta se abrió con un pesado golpe. Y seguí sin pasmarme.
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Desafortunadamente, Chase rondó por delante. Entró en mi camino,
obligándome a detenerme, de espaldas a la pared.
—Hombre, pensé que ustedes se pelearían como gatos. —Anunció
con una sonrisa—. Ella no te quiere, Freddy. Si supiera que pasas el tiempo
con Bainbridge, te habría despedazado. Te apareces donde Harrison con él
mañana por la noche, y me quedaré de pie atrás para observar.
Inclinó la cabeza y me miró con los ojos inyectados un poco en sangre.
—Sabes lo que estás haciendo, ¿No?
No le respondí.
—Bueno, él te está ocultando un pequeño y sucio secreto. Es ese
pequeño cuerpo ardiente, ¿Verdad? Quiero decir, ¿Qué otra cosa podría
ser?
Con eso, se me acercó, en realidad lanzó las dos manos hacia fuera
como un monstruo de dibujos animados. No sé si realmente me hubiera
agarrado. Quizás no, pero no importaba. Le pegué con el cuaderno de
bocetos, golpeando su codo izquierdo lo suficiente para mandarlo
tropezando a su derecha. Soy pequeña, pero tenía la ventaja de la sorpresa.
A medida que pasé junto a él, lo golpeé de nuevo, esta vez en la cadera. No
esperé a ver lo rápido que recuperaba el equilibrio. Corrí, por los pocos
metros de pasillo y rodeando la esquina.
Casi directo a Frankie. Se encontraba de pie en medio del pasillo,
clásicamente peligroso, desde el sombrero de fieltro al abrigo negro y el
arma que tenía apoderada en las dos manos.
—¿Estás bien? —Preguntó, incluso mientras él daba un paso por
delante de mí, para ver dónde acababa de estar. Oí el ruido de una puerta
cerrarse bruscamente. Chase, pensé, yendo al baño de las chicas con las
Hannandas.
—Sí —dije, después de un segundo inestable—. Gracias.
Frankie no me miró mientras regresaba el extintor de incendios a su
sujetador en la pared.
—Nunca pensé que te vería armado. —Intenté aligerar el momento.
Funcionó como un globo de plomo. Frankie sólo frunció el ceño y metió la
mano en un bolsillo interior por uno de sus usuales pañuelos. Solía utilizarlos
para limpiar algo, el polvo tal vez, de sus manos.
—¿Crees que me iba a enfrentar a tres malévolas chicas con las
manos vacías? Pensé que una buena explosión de esta cosa cerca de sus
Uggs conseguiría moverlas rápido hacia el otro lado. Después pensé que
simplemente podría arrojárselo a la cabeza de Vere.
—Mi héroe. —Le dije. Lo decía en serio.
Se encogió de hombros. —Resulta que no me necesitas. Pero
entonces, decidiste eso hace un tiempo, ¿Verdad?
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227
—Por supuesto que te necesito. Eres mi mejor amigo.
—Es una clase de declaración interesante teniendo en cuenta las
circunstancias, ¿No te parece?
Podría haberme hecho la tonta. Pero con Frankie, sólo habría
empeorado las cosas. —¿Cuánto escuchaste?
—¿Cuánto preferirías que no lo hubiera hecho? —Disparó él—. Lo he
oído todo. No… —Guardó el pañuelo—, he visto y oído todo, empezando
con Alex Bainbridge silbando todo su camino por el pasillo, cerrando la
cremallera de sus pantalones mientras lo hacía.
—¡Él nunca se abrió la cremallera! —Protesté, antes de darme cuenta
de que Frankie sólo había sido sarcástico. Y que estaba muy, muy enojado—.
Lo siento.
—No me importa realmente.
—Frankie…
—¡Ah! —Me dio la Mano—. Vine a buscarte para ver si querías caminar
hasta historia, me quedé para salvar tu trasero, y ahora me estoy yendo. —
Hizo un giro en marcha sobre sus talones y echó a andar.
Lo alcancé y agarré su muñeca con ambas manos. Él me dejó
detenerlo, pero no se dio vuelta. —No pensé que lo entenderías. Lo odias.
Además, me hiciste la promesa…
Él hizo un gesto con su mano libre y soltó: —De ninguna manera, Ella.
De ninguna manera te voy a dejar que le des la vuelta a esto y lo pongas en
mí contra. Tú me conoces. Me conoces. Él no decirlo ha hecho un daño
infinitamente mayor que romper una promesa medio estúpida. O incluso una
completamente estúpida. Como prometer llamarme de vuelta, oh, un par
de docenas de veces más o menos, y simplemente no hacerlo.
He visto un montón de veces a Frankie enojado. Incluso una vez o dos
conmigo, cuando había tenido un buen momento de autocompasión o
derramado algo en su viejo casimir. Pero nunca lo había visto así.
—Puedo imaginar cómo se ve... —Comencé.
—¿Cómo se ve? —Sacudió la cabeza con incredulidad—.
Conociéndote, no tienes ni idea. Así que déjame decirte cómo se ve. Parece
que optaste por mentirme, y a Sadie, por abandonar por completo la
amistad y el honor por... ¿Qué? ¿El privilegio de estar disponible para las
llamadas calientes de Alex Bainbridge?
—No quieres decir eso.
—¿No quiero? ¿Qué es lo que crees que vas a obtener de él, Ella? ¿Un
asiento en la mesa del almuerzo de los Fillite? ¿Una cita para la fiesta de
graduación? ¿Pequeños niños con buenos dientes y narices pequeñas? —
Torció la boca—. Tal vez quieras reconsiderar esas expectativas, porque
desde donde estoy parado, no lo veo acompañándote entre los salones, y
FORO’ Libros Del Cielo
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mucho menos a casa de tus padres. Afróntalo —dijo con frialdad—. Vere
decía la verdad. Eres un pequeño sucio secreto.
FORO’ Libros Del Cielo
229
El Frio
Traducido por Mary Ann♥
Corregido por Melii
i a Frankie caminar lejos de mí, su cuerpo tan rígido que sabía
que si me lanzaba en su espalda, podría rebotar antes de que
pudiera poner mis brazos alrededor de él para sostenerlo. En
una larga lista de buenas salidas, esa era una de sus mejores.
Me salté historia. Y Educación Física. Y algebra. Y de verdad no fui a
clase, ellos no lo notaron esta vez. Los profesores de Willing son famosos por
perdonar la semana antes del invierno o del descanso de verano. Los
exámenes eran terminados, la mitad de los estudiantes estaban ya listos para
su viaje de esquí en los Alpes o listos para irse. Pero entonces, también era
muy probable que mis padres recibieran una llamada telefónica de la
oficina del director. Yo era una chica Willing dispuesta a tomar el riesgo.
Fui hacia el museo, un día antes de lo planeado, y todo por mí misma.
Por el último par de años, siempre empezaba por el mismo lugar. Era
una habitación pequeña, más parecido a un pequeño pasillo, frente a una
de las galerías impresionistas. Eso siempre me ha molestado. Quiero decir,
incluso en mis momentos —centrados en Edward—, sabía que él merecía
una gran habitación.
La ventaja en la habitación Willing, es que suele estar vacía. Hay
dieciocho imágenes en ella: siete lienzos y once dibujos a lápiz. Hay dos
bronces, también, un par de bustos sobre los pilares. Tomé un asiento entre
ellos, en el banco más limpio del lugar. El guardia del museo, de pie en la
entrada entre esta sala y la siguiente, probablemente esperaba un
descanso. Sabía que nadie iba a atraparme por salir de la escuela,
especialmente, no en un museo. (“¡Oye, tú! ¡Que crees que estás pensando,
pasando el rato en una institución cultural! ¡Espera a que tus padres se
enteren de esto!”) Pero todavía me sentía un poco nerviosa.
Más que eso, me sentía triste y bastante miedosa.
Verdad: Ya había hecho un daño real a mi relación con Frankie, y no
tenía idea de cómo iba a solucionarlo.
Esconderse en el museo parecía como un perfecto comienzo.
Tenía obras de Edward cerca de mi regazo. Habían gastado más o
menos su utilidad. Todas las pinturas del museo, excepto una, en la que
había: una escena de la salida del sol —sobre el agua— que ni siquiera yo,
V
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230
una devota, pensó rayar en OTT. Sin título, la pancarta que acompañaba el
cartel de lectura, 1901, REGALO DE UN DONANTE ANONIMO, 1942.
Alguien que no quería la pintura en la pared, tal vez, y no quería su
nombre en el museo. Yo nunca había prestado mucha atención de dónde
vino la colección antes. Esta vez, lo hice. Las pinturas eran variadas, tres
compradas por el museo, incluyendo una de los ciclistas en Boathouse Row,
que la tenían en primer plano. Dos retratos de la belleza de Willings, fueron
regalos de la familia. Muy arrogante, siempre pensé, donar una pintura de ti
mismo al mayor museo de América. Otra retrato, la bella, infeliz de la señora
John Girard Hamilton en su color rosa, era parte de una gran colección que
había llegado al museo.
Y, por supuesto, era una de las donaciones anónimas.
Todos los once dibujos eran del mismo origen; eran, con triste sofá
Lady, de la finca de Vera H. Erasmus, quien, por las fechas de adquisición,
había muerto en 1997. Yo tendría que saber de ella, esta mujer quien fue una
fan de Edward.
Los bronces, titulados simplemente como Madre y Niño, habían sido
suyas también. Mi libro sugería que eran Mary and Murray, la hermana y el
sobrino de Edward. Él había sido amable. Había visto fotografías de Mary
and Murray Girvan. Ellos no eran tan bonitos. Por supuesto, Edward no había
sabido que algunos años después ellos harían cosas terribles con sus
documentos personales.
En cuanto a los propios bocetos, que eran un montón variados y
abarcaron los últimos quince años de su vida. Dos de ellos eran de los perros,
tres de lo que parecía un jardín (siempre me había gustado la del banco de
piedra), y seis eran de Ella. Por primera vez, me di cuenta que era la misma
mujer en todas ellas. Nunca había pensado mucho en eso en las visitas
anteriores, sólo supuse que eran diferentes modelos, algunas con ropa,
algunas con vestidos, algunas visiblemente más viejas y más delicadas.
Ahora podía ver las similitudes en la curva de su cuello, la línea de su brazo,
la cadera y el perfil. Ninguna de ellas era de una cara. Ninguna tenía
nombres. Ninguna fecha. Sólo la palabra estudio. Se lee como un comando,
aunque sabía que sólo se refirió al hecho que ellos eran rápidos bocetos de
lo que sería un largo trabajo. Pero ahora, por primera vez, me di cuenta que
ninguno de los bocetos eran de Edward. Sabía de las pinturas de Edward —
las que habían sido catalogadas, de todos modos. Estos no se trataban de
estudios para otros trabajos. Eran como instantáneas, pequeñas piezas de su
vida después de Diana. O de lo que fuese su vida con ella.
Verdad: Edward había pintado a esta mujer con amor.
Verdad: Él nunca mostró la cara de ella.
Probabilidad: Ella era su sucio secreto.
Revisé las notas que había hecho. No eran muchas. Unas cuantas
fechas, una rápida descripción de los bocetos, adquisición de información.
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231
No tenía idea de cómo iba a ayudar. Parecía que Edward no había dejado,
deliberadamente, cualquier pista sobre su identidad, que no sea el arte
mismo.
—Una conexión impopular era suficiente para él, ¿Crees? —Le
pregunté al bronce de Mary encima de mí—. Si los Fillites te asustan ahora,
sólo imagínate como fueron hace mil años atrás.
Sin sorpresa, ella no contestó. El guardia, sin embargo, me dio una
mirada de arriba abajo.
Una pareja entró a través del pasadizo. Eran más viejos que yo, cerca
de los veinte tantos, ambos rubios, ambos llevaban antiparras nerdy negras y
botas y ropa de lienzo que me recordaban al armario de Sadie —sólo que
más adecuado para los que lo llevaban. Sostenían un mapa del museo entre
ellos, hablando en voz baja en un lenguaje desconocido. No entendí mucho,
sólo interrogativo. “¿Villink?” y me pregunté si ellos eran rusos.
No lo creía. El lenguaje me sonaba más a Germánico, tal vez holandés.
Ellos claramente nunca habían oído de Edward Willing. Vinieron a mirar. Yo
los observé. La mayoría de las personas van a través del museo como lo
hacen en Macy’s: ojos amplios, deteniéndose sólo si hay algo que realmente
llama su atención. Estos dos miraban todo. Claramente, a ellos les gustaba la
pintura de la bicicleta.
Sip, holandés, decidí. Él estaba a unos pasos por delante cuando llegó
a mi pintura favorita de allí. Diana y La Luna. Fue sorpresa –sorpresa- de
Diana, enmarcada por una gran ventana, la luna dominando el cielo
exterior. Ella sentada en el alféizar de la ventana, vestida con un abrigo de
gasa que podría haber sido ropa de dormir o un asentimiento hacia su
homónima diosa. Ella se veía hermosa, por supuesto, y feliz, pero, si tú la
mirases más de un segundo, podrías ver que su sonrisa tenía una curva de
burla y una de sus manos, en realidad, envuelta en el marco exterior. Pensé
que parecía que podía mover las piernas sobre el umbral y saltar, convertirse
en una palomilla o un búho o un solo de viento, incluso antes de que ella
estuviera completamente fuera de la sala. Pensé que miraba, también,
como si estuviera retando al espectador a venir. Y al menos intentarlo.
El chico holandés no dijo nada. Sólo alzó su mano. Su novia intervino.
Se quedaron así, frente a la pintura, por un largo minuto. Luego, él
estornudó.
Ella buscó en su bolsillo y sacó un pañuelo de papel. Él lo tomó y, sin
soltarse, hizo una sorprendente gracia con una sola mano. A continuación,
se desplomó el tejido y buscó alrededor por un bote de basura. No había
uno a la vista. Ella tendió su mano libre; él pasó el tejido y ella lo metió otra
vez en su bolsillo. Yo quería vomitar. En cambio, tuve el sorprendente
pensamiento de que realmente quería que alguien hiciera eso: poner mi
Kleenex usado en su bolsillo. Parecía como una declaración de algo muy
grande.
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Finalmente, ellos terminaron su exanimación de Diana y siguieron su
camino. No había mucho más, sólo los arrogantes Willings y la salida del sol
exagerada.
Se acercó a examinar los bronces.
Ella vio mi libro: —Disculpa. ¿Conoces a este artista?
Íntimamente no parecía como una verdad más. —Bastante bien —
contesté.
—¿Era él famoso aquí?
—No mucho.
—Me gusta —dijo ella, pensativamente—. Tiene…oh…la palabra…
¿Personalismo?
—¿Personalidad? —Le ofrecí.
—¡Sí! —dijo ella, encantada—. Personalidad. —Él llegó detrás de ella sin
mirar. Su novio inmediatamente entrelazó sus dedos con los de ella. Se
fueron, desplegando el mapa de nuevo, ella charlaba animadamente. Creo
que le contaba que él tenía personalidad. Puede que ellos podrían bien
haber tenido la exhibición de la información sobre sus espaldas. “PAREJA.”
HOLANDESES COMTEMPORANEOS. CORTESIA DEL ESTADO DEL AMOR, PARA
EL PLACER DE VISUALIZAR (O NO) DE TODOS Y CADA UNO.
Verdad: Cuando Alex y yo nos reunimos —en su casa, mi casa, las
aulas vacías de la escuela, no había nadie alrededor.
Verdad: Él estaba feliz de estar conmigo.
Probabilidad: Él simplemente no quería que nadie supiera eso.
Me pregunté qué haría la noche siguiente y por qué no me contó.
Harrison Kinuye, del video de YouTube y el portero eran parte del
círculo de los Fillites. Él era del equipo de lacrosse. Él y Alex eran amigos. Me
preguntaba si Alex iría a la fiesta. Sacarme de la ecuación, habría sido casi
una certeza.
Recogí mis cosas y me moví. Las Galerías Impresionistas, parecía estar
lleno de parejas turistas: jóvenes y modernos y claramente de lugares lejanos
que yo nunca podría ver.
Sólo había dos personas en mi sala de Duchmap, un par de mujeres de
edad avanzada, con suéteres de lana a juego, de pie, hombro a hombro,
frente a “Desnudo descendiendo por una escalera”.
—Vamos a París —dijo una, soñadoramente.
La otra, rápidamente, sacó un Droid y tamborileó con los dedos. —
Marzo.
—Perfecto.
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233
Yo podría haberles dicho que Duchmap se había convertido en un
americano, un neoyorquino. Pero eso podría haber traído envidia. Yo quería
recoger mis cosas e ir a París, también.
Subí los escalones hacia el jardín de té reconstruido, donde expulsé
cualquier posibilidad de Zen por un grupo de escolares, cada uno
emparejado con otro, así ellos no podían perderse. Porque eso es, quien está
en un museo de arte a mediodía en un frío viernes, justo antes de Navidad:
ancianas de lana, aburridos chicos escolares, y amantes en día festivo. Me di
por vencida.
Así que ni siquiera tenía 3 años cuando me metieron a empujones en
mi abrigo y me pusieron en marcha. Todo el mundo conocía las escaleras. La
película de Rocky los hizo famosos. Aquí siempre hay unos cuantos
corredores o turistas jugando, solo para decir que ellos podían.
Durante un día frío, las escaleras parecían atestadas. No parecían
estar por cualquier deportista o turista, sino por personas cerca de mi edad.
En la mayor parte, ellos iban abrigados, capas de ropa de camisetas
térmicas o sudaderas, todo en grandes gorros tejidos. Ellos se dirigían hacia
las escaleras, dando vueltas, en el nivel superior, en grupos de cinco o seis
años, encorvados en las balaustradas. Podía sentir algo en el aire —no una
amenaza, pero una excitación palpable. Me moví silenciosamente a un
lado, donde tenía una vista tanto de la plaza, como de las escaleras, y
esperé.
No pasó mucho. A lo lejos, un reloj dio la hora. Frente a mí, la plaza
estalló. Cincuenta personas mayormente hombres, de repente tenían
monopatines en sus manos.
Ir en monopatines está sumamente prohibido en el museo. No me
había dado cuenta de los bolsos de deporte y otras bolsas, que eran ahora
rápidamente plegadas en sí mismas. Con una serie de gritos y estrépitos, los
internos estaban apagados.
Algunos fueron por abajo de las rampas de piedra que flaqueaban las
escaleras, yendo a una velocidad vertiginosa, brincando entre los niveles.
Increíblemente, un puñado de personas intentaron los mismos pasos,
volando cada aterrizaje y a continuación otro salto. La mayoría hizo el
descenso en una combinación de tablas y corriendo en grandes saltos.
Algunos cayeron en saltos; unos más se desviaron y cayeron, tratando de
evitar golpear entre sí y otros en las escaladoras. Algunos de los caídos me
miraron mal. Pero, en un parpadeo, estaban persiguiendo tablas o
finalizando sus descensos.
Vi a una, una chica con docenas de trenzas volando debajo de su
casco, tomando la rampa final.
Ella parecía casi fluida cuando despegó, una mano en la tabla al salir
disparada. Luego, chocó el pavimento en la parte inferior, con un golpe
audible, se desvió bruscamente hacia la derecha, y desapareció de mi vista.
La parte de atrás de su sudadera con capucha decía "¡SÍ!" A través de
FORO’ Libros Del Cielo
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enormes letras y apliques amarillas. Una gran Sí a. . . lo que sea. Todo, tal vez.
Estúpido, sí, probablemente, todo el esfuerzo había sido estúpido. Peligroso,
por supuesto. Pero en cuanto la valentía y la alegría se fueron, fue bastante
sorprendente.
En ese momento, la seguridad salió a la plaza, el show se acabó. Sabía
que había una pareja de internos en los arbustos debajo, curándose lo que
yo esperaba no fueran malas heridas. Nadie los delató. ¿Quién incluso
podría pensar en eso?
Todavía era muy temprano para ir a casa. Terminé en Pat’s King of
Steaks, un usual feliz lugar, donde me compré una Coca cola y un sándwich
de queso. Mi vaso tenía imágenes de bastones de caramelo por toda ella.
La Navidad había llegado a Filadelfia más o menos el día después de
Halloween. Aún quedan tres semanas para el final, y la carta de Santa y los
renos de Santa pegados a las ventanas parecían a punto de llamar a un año
nuevo. A pesar del frío, me senté en una de las mesas en la acera. Se sentía
como un bloque de hielo debajo de mi trasero. Me estremecí, pero me
quedé afuera.
—¡Oye, Chica Loca!
Grité. —Oye, Precioso —o— Einstein —Y no se movió. Pero esta vez me
tenía en el "Loca". Vaya usted a saber. Miré al otro lado de la acera para ver
la cara de Daniel, tanto como la de Frankie, enmarcado en la ventana de su
Jeep. Sentí un triste pequeño tirón en mi pecho.
—Estás consciente de que sólo está a diez grados por ahí fuera ¿No?—
Preguntó. Me encogí de hombros—. ¿Vas a reunirte con alguien?
—No. —Admití.
—Entonces, entra. Tus manos parecen de cera. Enserio, es
espeluznante.
Bajé la mirada, a la mano agarrando el deslumbrante alegre vaso.
Tenía razón.
También salió a abrir la puerta del lado del pasajero para mí. Me puse
un poco encantada, hasta que señaló a mi queso y carne a medio comer,
en su envoltura de papel marchito. —No llevarás esa cosa en mi coche. Es
una abominación.
Miré el cigarrillo que él había dejado en la cuneta. Hizo la cosa de sus
dientes. Arrojé mi comida fría en la basura, sabiendo que no la hubiera
comido de todos modos. El interior del Jeep no era mucho más caliente que
afuera.
—Aquí. —Daniel tomó su chaqueta de cuero negro y me la tendió. Era
pesada y olía un poco como a galleta quemada. Se encendió por encima
de mi propio abrigo; las mangas fueron hasta mis dedos—. Pareces como
congelada…
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235
—No digas eso. —dije mientras me acomodaba en el asiento
estropeado.
—No tienes idea de lo que iba a decir. —Disparó de regreso,
sonriendo—. ¿Algo huele a podrido en el estado de Marino?
—¿Y preguntas eso por…?
—¿En serio? Son las cuatro de la tarde, y en vez de estar con Sadie y mi
hermano o en casa, comiendo algo colorido, estás sentada sola aquí. No es
exactamente muy difícil de deducir. ¿Algo que compartir?
—¿Tengo que hacerlo? —Había un hueco reconfortante en el asiento.
Me acurruqué en él, con abrigo y todo.
—No. —Había un par de guantes de lana gruesa en el tablero. Daniel
me los pasó, luego se apartó de la acera—. Te llevaré a casa. Estoy en
camino a dejar unas cosas en Fishtown.
Miré alrededor; el asiento del Jeep estaba lleno con cajas de cartón
selladas. Parecía que habían sido cargadas en un apuro. También había un
folleto de música. Y una envoltura vacía de un condón. Tal vez era porque
yo llevaba sus cosas, o sólo porque él se encontraba allí y se veía solo
suficiente como mejor amigo. —Háblame de tu novia —dije.
La música, sorprendentemente irlandesa y tradicional, sonaba tan alta
que tuve que gritar un poco.
—No tengo novia.
—Cierto.
Daniel me miró suficientemente tiempo para hacerme retorcer, y
apenas evitó atropellar a una abuela que cruzaba frente a la luz con su
carrito de compras. —¿Disculpa?
Suspiré. —Déjame adivinar. Ella es tan alta como tú y se ve como si
pasara su tiempo libre en un sostén de encaje y alas de ángel.
—Jesús, Ella, ¿Qué había en ese vaso?
—¿Qué? Los chicos como tú siempre tienes novias como esas.
Extendió la mano y apuntó al tablero. Le llevo dos intentos, pero la
música paró. —Suena bien para mí, pero no hay novia…
Lo capté, un poco tarde. Aparentemente soy lenta en esa forma. —
Ah. Capté ahora. —Me di una palmada en mi frente. Fue
insatisfactoriamente en silencio, su guante era grueso—. Despacio. De
acuerdo.
—Te ves como una chica normal, pero la verdad es….
Le di la mano. Parecía tonta con su guante. —Verdad: Soy
completamente una chica normal. Hay un montón de nosotras alrededor.
Siempre lo he sido.
FORO’ Libros Del Cielo
236
Aquí está la cosa sobre el sur de Filadelfia. Mi parte de él es pequeña.
Daniel ya giraba en mi calle. Había un equipo eléctrico arreglando la luz
frente a los Grecos. Ellos tomaban donas.
Faltaba la mitad de camino antes de que Daniel se detuviera. Me
quité su abrigo y los guantes. —Gracias. —Le dije.
—Oye. —Rápido como una serpiente, se inclinó en el asiento del
pasajero y metió su mano, deteniendo el cierre de la puerta—. ¡Oye! Tengo
algo que decirte.
—Por supuesto. Dispara.
—De nada. —dijo.
—¿Eso era?
—No. Eso es algo. Esto es… —Me inmovilizó con esos ojos casi-negros y
no tuve absolutamente duda en cuanto a por qué su chica invisible subió,
felizmente, a la parte trasera del Jeep con él—. ¿Estás escuchando?
—Claro. —Un poco hipnotizados, tal vez, pero sin funcionar.
—No hay una sola cosa normal en ti, Chica Loca. —Cerró la puerta
con un chasquido y se fue.
—Él está en lo correcto, sabes. —Edward decía casi antes de que
entrara a mi habitación—. Tuve que deslizarme a través de la casa sin
necesidad. No había nadie en casa.
—Sus afirmaciones han perdido un poco de valor estos días, Sr. Willing.
—Tú sabes. —Repitió.
Tiré mi abrigo sobre la cama. El decorado blanco y negro de mi colcha
estaba interrumpido por una mancha púrpura ahora, el resultado de un
interludio de paz con jugo de uva, convirtiéndose en un combate de lucha
libre suave. La mancha era del tamaño de la palma de mi mano y la forma,
pensé, un caimán. Alex insistió en que era un mapa de Italia. Más tarde,
nosotros habíamos goteado el resto del jugo en las páginas gruesas de mi
cuaderno de dibujo, la búsqueda de imágenes en las manchas, como las
manchas de tinta de Rorschach utilizados en psicología.
—Bien. —Había dicho en respuesta a mi pagoda, oso hormiguero y
Vikingo—, el veredicto está. Tú estás loca.
Las imágenes fueron añadidas a mi pared, manchas de color. Había
escrito en ella nuestras elecciones. Vikingo (E), piña (A). Linterna (E), queso
(A). Corona (E), tarta de cumpleaños (A) estaban encima de mi escritorio,
encima de Edward.
Me volví hacia mi computadora. Me había embriagado alegría. Tengo
un correo electrónico.
FORO’ Libros Del Cielo
237
Para: [email protected]
Fecha: Diciembre, 15, 3:50 p.m.
Asunto: Deberías aceptar…
Martes. Te recogeré a las 10:00 a.m. No preguntes. No le digas a nadie.
—Alex
—Ah, el subterfugio. —Vino de encima del escritorio.
—Cállate, Edward —dije.
Por mucho que odiara la sensación de guardar secretos, odio ser uno
más.
FORO’ Libros Del Cielo
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La Fiesta
Traducido por LizC
Corregido por Melii
o había portero fuera de la casa de Harrison Kinuye, sólo un
Fillite de ultimo año apoyándose en una urna de piedra
enorme. Se levantó cuando llegué a la puerta.
—Hola. —Me saludó, enviando nubes de aliento condensado y gases
de cerveza—. Pensé que iba a vomitar.
—Está bien —dije. Al parecer, eso le complació, porque abrió la puerta
para mí con una torpe reverencia.
Estaba dentro. Así de simple. Me había pasado todo el camino
preocupada pensando que no iba a conseguir pasar más allá de la puerta.
Había visto el video de YouTube de Harrison (hábilmente publicado bajo el
complicado nombre “Fiesta de Harrison Kinuye”) tres veces, para estar
segura de la contraseña. Todo el vídeo consistió en Harrison sosteniendo un
pedazo de papel con la dirección, la fecha y la hora de la fiesta. Por
supuesto, leído hacia atrás, pero eso no era un gran reto, y sospechaba que
no fue deliberado de su parte. En la marca del segundo dieciocho, abrió la
boca y dejó escapar un eructo masivo, haciéndose eco. Todo se desvaneció
negro. Había tenido miedo de que esa fuera la contraseña y que tendría
que eructar para entrar.
La música era ensordecedora. No podía creer que no la había oído
desde el exterior. Pero me imaginé que esa es la forma en que iba con estas
casas. Harrison, en realidad, no vive del todo lejos de mí… tal vez siete
cuadras, pero sólo había cuatro casas en la suya, todas con puertas y
jardines delanteros. Ninguno de ellos tocaba al de sus vecinos. Podemos
ajustar nuestros relojes para el tema del Canal 6 de las Noticias de las Once
en Punto que traspasa las paredes de los Grecos todas las noches.
La sala se abría en un salón enorme. Había muchas caras conocidas:
en su mayoría Fillite de primer año y ultimo, pero vi a unos pocos estudiantes
de segundo año, también, e incluso un puñado de Abejas. Una de ellas
revoloteaba alrededor de Chase Vere. Me alejé de inmediato. Él parecía
bastante involucrado y bastante intenso.
Escaneé la habitación. Todo el mundo parecía estar teniendo un gran
momento. El chico que me dejó entrar hablaba ahora intensamente a un
grupo de mis compañeros de clase, agitando una botella a medio llenar de
N
FORO’ Libros Del Cielo
239
algo claro. Se la ofreció a una de las chicas. Cuando ella se la llevó para dar
un trago, me di cuenta que era Hannah. Me estremecí y me metí detrás de
un conveniente chico de segundo. Donde sea que Hannah se encontraba,
Amanda y Anna no estarían lejos. Había un grupo bailando, con la música
absurdamente escandalosa en una esquina. Estaba bastante segura de que
Amanda se encontraba en el centro del mismo.
No vi a Alex. Es cierto que había muchas cosas que probablemente
me perdí, siendo baja y estando medio oculta, pero también empezaba a
pensar que tal vez esta había sido una persecución salvaje y una idea
realmente estúpida. Él no estaba allí. Me sentía increíblemente incómoda y
ya no muy valiente.
Vagando por el piso de abajo, al parecer sin fin, me asomé a una
guarida, un armario, y lo que parecía un completo gimnasio. Había dos
puertas cerradas, pero pensé que lo que sea que haya detrás de ellas no era
de mucho interés para mí. Él no estaba allí.
Ya era hora de irse a casa. Nada de Alex, nadie a quien conociera lo
suficiente como para charlar, y todavía usaba mi abrigo de todos modos. Por
desgracia, estaba completamente perdida. Me encontré en la cocina.
Tenía dos veces el tamaño de la del restaurante, con muchos aparatos, más
brillante. Había seis kilómetros de mostrador. Algunas pocas personas
sentadas en él, pero no había un tostador o una cafetera o un tarro lleno de
cucharas de madera, que coincidieran con algún indicio de que algo de
cocinar o comer, en realidad se llevara a cabo allí. El barril abollado en el
centro de la habitación parecía fuera de lugar, como yo me sentía.
Harrison tenía a cargo la llave. —Hola, Ella. —Me saludó, viéndose para
nada sorprendido de verme allí—. ¿Cerveza?
—Um... no —dije, sorprendida de que él supiera mi nombre—. Gracias.
Se encogió de hombros y le entregó un vaso de plástico a una chica
de último año que andaba revoloteando. —Hay otras cosas allí. —Él hizo un
gesto con la barbilla hacia el fregadero. Vi unas cuantas latas de Coca-Cola
solitarias y un manojo de apio en una cama de hielo.
En realidad no pensaba quedarme. —Gracias —dije de nuevo, y me
dirigí a otra puerta.
Esta condujo a una sala comedor con una mesa que fácilmente podía
albergar a veinte. Seis Abejas estaban agrupadas en una esquina, jugando
Quarters sobre la superficie brillante. Más allá de ellos, pude ver el pasillo y el
agraciado barrido de una escalera. Mientras observaba el desfile de pies
subiendo y bajando, un par familiar de Adidas de gamuza gris aparecieron a
la vista. Sintiendo frío de repente, fui a su encuentro.
Amanda acababa de golpear el último escalón con Alex detrás de
ella.
Ella me vio primero. Sus ojos se entrecerraron peligrosamente.
Probablemente habría dado un paso atrás, pero un grupo de chicas me
FORO’ Libros Del Cielo
240
empujó por detrás, dirigidas al juego Quarters. Tenía una opción:
mantenerme firme, o ir dando tumbos hacia adelante, probablemente
terminando a los pies de Amanda. Me mantuve firme.
—¿Estás jodiéndome? —Ella se cernía sobre mí—. ¿No entiendes las
leyes básicas de la naturaleza? No eres nada. Tú no existes.
Pensé en la chica de la patineta, quien había dado a conocer su
existencia de manera audaz e impresionante. Entonces, pensé en la amante
de Edward, quien nunca llegó a mostrar su cara.
—¿Es tu naturaleza ser desagradable? —Me oí preguntar—. ¿O
conseguiste que te la implantaran?
No era mi línea; sino la de Frankie. A todos nos gustaba muchísimo
antes, y salió tan bien ahora. No miraba el pecho de Amanda
deliberadamente. Pero mi valentía simplemente fue hasta ello, y todavía
seguía un escalón arriba.
—¡Perra! —Espetó ella, y, levantando una mano con garras, se lanzó
fuera del escalón.
Chase estuvo allí antes de que tocara el suelo, con un brazo
deslizándose alrededor de su cintura. —Vamos, princesa —dijo alegremente,
cargándola fuera—. Vamos a bailar.
Ella le propinó algunas patadas y silbidos, pero él era más grande y,
pensé, estaba borracho. No vi a dónde fueron. No me importaba.
Alex bajó el último par de escalones. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Buscándote. —Era esa cosa de la honestidad que sacaba de mí.
—¿Por qué?
Esa era más difícil, no para responder, sino para decir en voz alta. —
¿Podemos hablar de esto en alguna parte que no sea aquí mismo?
Se encogió de hombros. —¿Quieres una cerveza?
—No.
—Bien. Yo tampoco. Vamos.
—¿Vamos a dónde? —Pregunté. Él tenía su mano en mi espalda y me
impulsaba por el pasillo.
—A otra parte. —Sacó su abrigo negro, ruso, de una pila en el
vestíbulo—. ¿A menos que te quieras quedar...?
—No.
—Bien. Por lo tanto…
Un minuto más tarde estábamos en la acera. Se puso un gorro de lana
y se abrochó la chaqueta. Esperaba que él alcanzara mi mano, pero no lo
hizo.
Sólo empujó sus manos de vuelta en los bolsillos.
FORO’ Libros Del Cielo
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—Buena fiesta —dije, aplazando lo inevitable.
—En realidad no. Lo hace cada vez que sus padres están fuera del
país.
Dado el sonido de ello, eso era a menudo. —¿Quién limpia?
—Los Kinuyes tienen mucho personal. Están acostumbrados a ello.
—Típico. —Murmuré.
Alex me lanzó una mirada. —Oye. No te enojes conmigo. No hago
fiestas en mi casa.
Empezó a caminar hacia la Calle Sur. Me apresuré a alcanzarlo. —¿A
dónde vamos?
—Eso depende. Responde a la pregunta original. ¿Por qué has venido
a buscarme?
Dejando la verdad a un lado, no parece tener mucho sentido mentir.
Había venido a buscarlo. Fue encontrado, y plenamente consciente de ello.
—Quería saber si estabas allí, si eso era lo que hacías que no me querías
decir.
—¿Por qué simplemente no preguntaste?
—¿Me habrías invitado a venir? —Antes de que pudiera contestar,
espeté—: No lo habrías hecho. Tú no quieres que nadie sepa de nosotros. Yo
sólo... necesitaba verlo por mí misma.
Se detuvo en seco. Pude ver su aliento en el frío aire… cortas
bocanadas agudas.
—Sabes, Ella, si hubieras dicho cualquier otra cosa… que me
extrañabas y que querías verme, o incluso que estabas celosa de... no sé de
qué podrías estar celosa… sería una cosa completamente diferente. Me
daría mucho gusto. Pero esto... esto es una mierda.
En ese momento, sentí que algo se escapaba. Un muy distintivo e
inconfundible sentimiento. —Sin embargo, no te ves exactamente muy
contento de verme, al estar ahí.
Él soltó un gruñido. —No hagas eso. No trates de cambiar esto. Te
encontré en la parte inferior de las escaleras, mirándome como si te hubiera
meado por encima del pasamano. Conozco esa mirada, Ella. Es muy
familiar.
—Estabas con Amanda.
—No estaba con Amanda. Usaba un cuarto de baño arriba. Ella me
esperaba cuando salí. No… —Negó con la cabeza cuando abrí mi boca—.
No voy a decirte lo que dijo. No es asunto tuyo. Pero te diré que toda la
conversación se llevó a cabo en medio de un pasillo y duró unos tres
minutos.
—¿Le has dicho acerca de nosotros?
FORO’ Libros Del Cielo
242
—No.
Mi corazón dio una bala de cañón bastante decente. —Así que tenía
razón.
Empezó a caminar de nuevo, rápido. Tuve que correr para alcanzarlo.
—Realmente no quieres que nadie sepa. —Insistí.
Se detuvo de nuevo. No podía mirarlo a la cara, así que miré hacia
abajo, a nuestros pies. Entre nosotros, tallado en la vereda, se encontraban
las palabras Calle Bainbridge. Estaba segura de que era una señal; sólo que
no sabía de qué.
—Lo que no quiero —dijo firmemente—, es restregarle en la cara a
Amanda el hecho de que en menos de una semana después de
separarnos, ya me había involucrado con otra persona. Puede que no te
agrade… podría no culparte; pero ella solía gustarme mucho. ¿Qué clase de
imbécil sería yo si fuera a transmitir el hecho de que la dejé por otra persona,
eh?
—Especialmente alguien como yo. —Respondí. Leí en alguna parte
que las mujeres tardan más que los hombres en poner fin a una discusión.
Que estamos casi garantizadas a decir algo que podríamos lamentar, sólo
porque estamos decididas a hacer nuestro punto. Estaba decidida a hacer
mi punto—. Alguien por debajo de la esfera de los exclusivos Fillite.
Alex sólo me miró durante lo que pareció un tiempo muy largo.
Después suspiró. —Realmente no lo entiendes, ¿Verdad? Yo siendo un snob,
lo cual no soy, no es la cuestión. Es el hecho de que en realidad crees que
podría tener algo acerca de ser snob.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Esto significa, Fiorella Marino, que sólo la persona que piensa mierdas
de ti, eres tú. Eso es muy triste.
Entonces me tocó, me tiró en un abrazo. Justo cuando empecé a
envolver mis brazos alrededor de su cintura, se apartó. Un taxi esperaba en la
acera junto a nosotros. No lo había visto hacerle señas.
Alex abrió la puerta. Subí y me deslicé a un lado, esperando a que se
deslizara junto a mí. No lo hizo. Le entregó al conductor diez dólares y le dio
mi dirección. —Nos vemos más tarde —dijo, y me dejó dentro.
A medida que el taxi se alejaba, me di cuenta que ninguno de los dos
había mencionado el martes. No tenía idea de siquiera iba a aparecer. No
tenía idea de si acababa de botarme en la esquina de la calle que
comparte su nombre.
FORO’ Libros Del Cielo
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La Solucion Traducido por Mary Ann♥
Corregido por Melii
De: Quién es Quién, Señoras de Pennsylvania, ed. Lee Addison Elkins.
Imprenta Elkins, 1958:
Erasmus, Vera Hamilton (Señora Harold N. Erasmus)
Fecha de Nacimiento: Filadelfia, Noviembre 6, 1912. Hija del señor John
Girard y Marina (Kulikovsky) Hamilton. Estudió en la escuela Agnes Irwin y en
la Universidad de Pennsylvania. Casada con Harold Norton Erasmus, en
Marzo 11, 1935; hijos: Thomas, Lillian, Edward, Alice. Afiliaciones: Club de
Bellotas, Cosmopolitan Club, Las Hijas de la Revolución Americana, la
Sociedad Nacional de las Damas Coloniales de América. Patrona de la
escuela Willing, Filadelfia, y el Instituto Barbara Ryan para la Mujer, Bryn Mawr.
Miembro del Consejo de Administración de numerosas organizaciones,
incluyendo el Ateneo de Filadelfia, la Biblioteca Pública de Filadelfia, la
Sociedad Histórica de Pensilvania, y el Museo de Arte de Filadelfia. Dirección
actual: c/o la Embajada de Estados Unidos, de Moscú. Dirección
permanente: Sélavy, Bryn Mawr.
Apagué el ordenador y volvía a mis libros.
De incompleta: La Vida y Arte de Edward Willing, por Ash Anderson.
Imprenta de la Universidad de Pennsylvania, 1983:
Encargados del funeral de Edward Willing, Cementerio Père Lachaise,
Enero 20, 1916. Fotografiado: Edith Wharton (primer plano), Gaston Leroux,
Phillip J. Addison, Sin identificar. La Mujer (en velo), Pablo Picasso…
—Muchas personas vinieron —dije, levantando la vista del libro.
—Era enero en París —replicó Edward—. ¿Qué otra cosa tenían que
hacer?
Estudié la imagen lo mejor que pude. Era borrosa, negra y blanca, y el
libro no era de un impreso costoso. —Esperaba que Edith Wharton fuera más
bonita.
—Bueno, yo esperaba a Picasso con tres narices, por lo cual nunca se
sabe —Giró el hombro, como si estuviera aliviando en una torcedura—.
Tengo que decir, Ella, es agradable tenerte voluntariamente hablándome
otra vez.
FORO’ Libros Del Cielo
244
—Es probablemente temporal.
—Como debería ser. ¿Has aprendido lo que querías aprender?
—Tal vez —toqué la foto en el libro—. Creo que esta es Marina
Hamilton, ¿no? —Edward no contestó—. Por supuesto —suspiré—. No me vas
a dar respuestas. ¿Qué hay de esto, entonces? Voy a hablar. Tú escuchas.
Asiente con la cabeza si algo suena bien.
Le dio una pequeña sacudida de su barbilla.
Tomé aire y comencé. —Después de que Diana murió, pintaste un
retrato de la nueva esposa de un amigo. Era joven e infeliz —Miré, pero
Edward no se movió—. Te enamoraste —Todavía nada—. Creo que ella era
rusa. Tú la llamaste “Dorogaya” —Pensé que lo vi retroceder ante eso, pero
podría haber sido sólo la bombilla fundida parpadeando de la lámpara de
escritorio—. Es lo que llamas la persona que tiene tu corazón. Es por eso que
fue amor y no sólo una aventura. Eso y la foto que encontré de los dos. Creo
que los bronces en el museo son de Marina y su hija, Vera, no de tu hermana
y tu sobrino. Creo que tal vez el de Vera era suyo. Dudo que alguna vez
pueda probarlo, pero me imagino que si yo lo encontré, puedo encontrar
fotos de ella, tal vez incluso conocer a sus hijos. Llamó a uno Edward.
¿Coincidencia? Tal vez.
Hay un Edward Erasmus que viven en Radnor. Apuesto a que es él.
—De todos modos, creo que Marina viajó contigo a Europa. Ella podría
o no podría haber dejado a su marido. Estoy bastante segura de que estuvo
contigo cuando murió. También estoy bastante segura de que ella te hizo
feliz. En las últimas fotos de ti, se te veía. Espero que el hecho de que no
sabes su nombre o hablas de ella o muestras su rostro, por el amor de Dios,
fuera una cuestión de discreción y no de vergüenza. Y realmente creo que la
hacías feliz.
Él parpadeo ante esto. Estaba segura de que lo vi parpadear. —¿Es
importante?
—Debería serlo. Toda de nosotros, las niñas invisibles, merecen esto por
lo menos.
—Así que, ¿crees que Alexei Bainbridge te va a hacer feliz?
Me encogí de hombros. —No tengo ni idea. Podría haberlo jodido con
él. Te diré esto, sin embargo, Frankie me hace feliz. Lo mismo sucede con
Sadie. No quiero besuquearme con cualquiera de ellos, pero los amo hasta
la muerte.
—¿Tienes que usar esas palabras en mi presencia?
—Lo siento. Pero. Verdad: Estás muerto como la semilla.
Edward suspiró. —Tienes razón. Tienes toda la razón. Así que supongo
que será mejor que vayas a dormir, querida Ella. Es tarde. Y, al igual que
decía la famosa frase, "mañana...'"
FORO’ Libros Del Cielo
245
—¿Es otro día? Gracias, Scarlett O'Hara.
—En realidad —frunció el ceño hacia mí—. Yo iba a decir: “Mañana
viene. Mañana trae, el mañana trae amor, en la forma de las cosas”.
—¿Shakespeare? —pregunté.
—Queen —disparó él—. No tan bueno como 'Bohemian Rhapsody' o
'Fat Bottomed Girls", pero sin duda poética.
—Buenas noches, Edward.
—Buenas noches, niña encantadora.
Apagué la luz y me metí en la cama. —Oh. De todas formas…
—¿Sí?
—Creo que me di cuenta de por qué llamaste a Diana de todos esos
apodos. “Primavera”, “Cabina”, “Poste”...
—¿Sí?
—Son todas las cosas que esperas. Creo que Diana estaba haciéndote
esperar, y te fue volviendo loco. ¿Estoy en lo cierto?
—Oh, Ella. Sabes que yo no puedo decirte eso. Sin embargo, te dejo
con un más hermoso castaño…
—¿Todas las cosas buenas que vale la pena esperar?
—Realmente me gustaría que me dejarás terminar esta noche el
pensamiento. Iba a decir, "No hay nada como la cosa real, nena'".
—Marvin Gaye —le dije.
—El primero y el único.
FORO’ Libros Del Cielo
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La Raya
Traducido por Ro0
Corregido por Melii
legó el martes.
Él se presentó.
Estaba lista, en caso de que él lo hiciera, y esperando en la
ventana a las nueve cuarenta y cinco. Fueron unos largos quince minutos.
Revisé mi teléfono tres veces. Frankie seguía sin devolver mis llamadas. Alex
no había llamado para cancelar. Entonces, su coche apareció, y mi corazón
empezó a dar pequeños latidos felices. No quería hacerlo esperar; estaba
abriendo la puerta principal antes de que él saliera del coche.
Él dio la vuelta para abrir la puerta del pasajero.
—Hola —fue todo lo que dijo.
Me subí.
—Hola.
Ninguno de los dos dijo algo mientras él tomaba la Calle Onceava y
manejaba al norte. Quería desesperadamente hablar con él, decir algo
inteligente y sexy y misterioso todo al mismo tiempo.
—¿Volviste a la fiesta? —pregunté finalmente. Me dio una mirada de
soslayo—. Sólo pregunto.
—Fui a casa.
¿Enojada? ¿Aliviada? ¿No sintiendo nada en absoluto?
—¿Duermes bien?
—Como un muerto —me dijo.
Verdad: Lo que de verdad deseaba desesperadamente era saber que
todo entre nosotros estaba bien.
Pero aquí está la cosa. Si no puedes preguntar directamente, si tienes
que zafarte e insinuar y esperar a que la otra persona lo haga por ti,
realmente no deberías preguntar.
Me callé. Durante cuatro cuadras. Luego: —¿Dónde vamos?
L
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247
Esto trajo una media sonrisa. Un lado de su boca se curvó. —Me
preguntaba cuánto tardarías en preguntar —Miró su reloj—. Tres minutos.
—¿Así que…?
—Así que, vas a tener que esperar un poco más. Aquí —Él hizo su
incomprensible movimiento con las estaciones de radio, y llegó la estática—.
Encuentra algo.
Pasé algunas estaciones que gritaban las palabras “¡Metas!,”
“¡Espíritu!,” y “¡No en mi casa!,” lo que me dijo que era religión, deportes, o
política. La estación internacional tenía a una pareja haciendo una versión
de “Low” en lo que yo creía era japonés. Me quedé con Elvis cantando
sobre mentes desconfiadas y esperé que no hiciera a Alex pensar
demasiado sobre la escena en la casa de Harrison.
De repente, las vigas azul-cielo del puente a Nueva Jersey estaban
frente a nosotros. Alex se dirigió hacia allá. Metió la mano bajo su abrigo, el
cual se hizo bola en el asiento de al medio, y sacó una bolsa de Macy’s. —
Para ti.
Era suave. Mi corazón dio su pequeño salto otra vez. Mire la bosa y me
imaginé cachemir. Me lo imaginé enrollándolo gentilmente alrededor de mi
cuello y usando las puntas para atraerme hacia él…
Un tejido de nylon con estampado de camuflaje se deslizó en mi
regazo.
Lo levanté con la punta de mis dedos. Era un traje de baño:
técnicamente de una pieza pero compuesta por muchas piezas pequeñas,
unos pocos triángulos de varios tamaños, manteniéndose juntos por lo que
parecían ser anillos.
—Es un traje de baño —dije, lo que no era realmente obvio. Los
pañuelos de Frankie tapaban más—y eran más agradables de mirar.
—Sí, lo es.
—Déjame salir.
—Ella…
—¡Hazte a un lado y déjame salir!
—Estamos en la mitad del puente de Ben Franklin. ¿Qué es lo que vas a
hacer, saltar?
Mi giré en mi asiento para mirarlo. Estaba concentrado en la pista a
nuestro lado. Un remolque del tamaño de Florida lanzo una onda al interior,
haciendo que el coche se sacudiera y vibrara.
—¿Ésta es tu venganza por lo de esa noche? —pregunté inestable—.
¿Humillarme de la manera más efectiva posible?
Calle despejada, Alex se desvió a la derecha. Él no se había afeitado
esa mañana. Se veía un poco duro. Hermoso, pero duro. Y cansado.
FORO’ Libros Del Cielo
248
—Mira —dijo—, Sé que no es algo que hubieras elegido ni en mil años,
pero las opciones son muy limitadas en diciembre. Y si decía que la excursión
de hoy requería un traje de baño, ¿habrías venido? —Cuando no respondí,
gruñó—. ¿Lo ves?
Estábamos fuera de la carretera, conduciendo entre las calles vacías
del centro de Camden. Podía ver Filadelfia justo cruzando el río. Quería irme
a casa.
—Ibas a necesitar un traje de baño —continuó—. Éste parecía que te
quedaría —Le eche un vistazo. Era sólo una talla más grande—. No te miraré.
Lo juro. No te veré con eso puesto. Nadie te verá con eso.
Se dirigió hacia un estacionamiento y tomó un lugar. El cartel sobre la
entrada decía ACUARIO AVENTURA. Cuando lo mire de vuelta, estaba
sacándose la camisa con una mano y bajándose la pretina de los jeans con
la otra. Vi cuadros verdes y un cordón amarrado.
—También estoy usando uno.
No podía ni remotamente imaginarme un escenario que me hiciera
sentir nada más que destruida.
—Fuera —se inclinó sobre mí y abrió la puerta del coche. Me llegó una
ráfaga de aire frío—. Te estoy llevando a nadar con tiburones.
***
—¿Hace cuánto tiempo alimentaron a estos tiburones? —preguntó el
tipo a mi lado.
Alex y yo estábamos en una habitación pequeña con un pizarrón, una
animada rubia empleada del acuario, y tres tipos de Rutgers que ganaron el
premio de Navidad de su fraternidad. Cumpliendo la promesa de Alex,
nadie me había visto en mi minúsculo estampado. Otra chica animada me
había pasado un traje de buzo y me había apuntado el vestuario. Así que
mientras escuchaba lo básico de la etiqueta del tanque de tiburones,
estaba completamente tapada desde mis tobillos a mi mandíbula en
neopreno azul. Los chicos de la fraternidad seguían echando vistazos
cuando creía que ni yo —ni Alex— estábamos mirando. Me hizo sentir un
poquito mejor. La promesa de Alex de que no me tenía que meter al agua si
no quería también ayudó. Me había sacado del auto hacia el acuario.
—Puedes hacerlo —Me persuadió.
—Sí —respondí pensando un poco en el patinador y más en “fíngelo
hasta que lo logres”—, puedo hacerlo.
—Ayer —respondió la chica alegre a la pregunta sobre la
alimentación—. Créeme. No están hambrientos.
FORO’ Libros Del Cielo
249
Quería saber exactamente cómo sabía eso. ¿Les preguntó a los
tiburones?
—Está bien —dijo alegremente—. Vamos a bucear.
Los cinco de nosotros la seguimos a una piscina poco profunda. Unos
pocos metros más allá estaba el tanque de los tiburones. Se veía mucho más
pequeño de lo que lo hacía desde los puntos de vista privilegiados en los
que había estado en mis visitas al acuario. Y los tiburones se veían mucho
más grandes. De hecho, hicieron que se vieran como un estanque estilo koi.
—Ese es un tiburón toro —pero otro empleado del acuario, esta vez un
tipo optimista, señaló al más pequeño (sí, claro) uno que estaba acechando
cerca de la orilla del tanque.
Me acerqué a Alex. Él sonrío y puso su brazo alrededor de mi cintura.
Eso consiguió meterme a la piscina de práctica. Estaba fría.
—Bien —anunció nuestro guía—, respiren profundo, luego muerdan
fuertemente la boquilla…
Me tomo unos pocos minutos y una buena cantidad de agua poco
atractiva bajando por mi garganta y subiendo por mi nariz. Alex, por
supuesto, lo manejó como si hubiera buceado toda su vida. Lo que, me di
cuenta, era bastante probable—en el Pacífico, el Caribe, el Mediterráneo…
Aun así lo hice más rápido que los chicos de fraternidad, los que parecía
disfrutar de “bombardear,” o soplar fuertemente para disparar el agua del
tubo. Finalmente, todos pasamos la inspección.
—¿Lista? —preguntó Alex cuando estábamos a la orilla del tanque.
El cariñoso y sus amigos estaban al otro lado. No me eso sentir mucho
mejor. Veo Animal Planet. Los tiburones se mueven rápido.
—Dime otra vez por qué estoy haciendo esto —susurré.
—Porque tú querías —me susurró de vuelta Alex—. Enfrenta tus miedos,
Saltamontes, y serás libre. Ahora, adentro.
—Oye —uno de los chicos de fraternidad preguntó mientras yo me
metía al tanque—. ¿Los tiburones siempre comen peces que están ahí
adentro con ellos?
Había docenas de peces más pequeños revoloteando en el tanque
entre los tiburones.
—Claro —llegó la respuesta—. Pero no muy seguido.
La plataforma en la que estábamos tenía una pared baja que nos
separaba de la parte central del tanque, pero también tenía espacios del
tamaño de un tiburón a lo largo. Mientras esperábamos, justo debajo de la
superficie, uno de los tiburones toro empezó a nadar cerca. Me tensé. A mi
lado, Alex estaba inclinado hacia delante, sus brazos asegurados contra la
pared para mantenerlo adentro, pero la cabeza y los hombros lo más lejos
FORO’ Libros Del Cielo
250
posible. Se dio vuelta para enfrentarme. Es difícil sonreír con un gran tubo
atascado en tu boca, pero él se las arregló. La estaba pasando muy bien.
Me moví unos cuantos centimetros. Por incontables minutos, vimos a los
tiburones y a los peces moviéndose en espiral a través del agua del tanque.
Empecé a calmarme, casi, casi convencida de que era realmente el tipo de
chica que puede nadar con tiburones. Y entonces, un trío nadó
directamente hacia nosotros.
Se quedaron ahí, balanceándose un poco para seguir moviéndose,
pero nunca acercándose más que a unos pocos metros. Pensé en las
Hannandas. El tiburón del medio hizo un círculo cerrado, terminando con su
hocico un brazo de distancia con la cara de Alex. Agarré su brazo y él lo
empujo, una sólido barrera entre yo y una muerte segura. El resto del tiempo
en el tanque, me dejo estar ahí, presionada contra su omóplato, su brazo
hacia atrás curvado a mí alrededor. Lo sabía, incluso si era sólo por estos
pocos minutos, él se pondría entre mí y una Hannanda rapaz sin pensarlo dos
veces.
Nearby, uno de los sobrexcitados chicos de fraternidad empezó a
mover sus brazos en círculos. Había perdido el equilibrio y ahora se tropezó
directo sobre la pared. En un segundo, el buzo con nosotros agarró su tobillo
y lo jaló de vuelta. Los tiburones, en vez de estar atraídos por el movimiento,
como lo estaban en cada una de las películas de medio bajo el agua,
miraron de reojo e inmediatamente volvieron la cola, yendo al otro lado del
tanque. Se quedaron ahí y no regresaron.
Los amigos del culpable lo golpearon cuando salieron del agua
—Suave movimiento, idiota —murmuró uno—. Aguafiestas.
—Oye —fue la réplica del de cara rojo—, al menos puedo decir que
espanté a un tiburón.
Se fueron a molestar a otra vida marina. Estaba temblando un poco,
no solamente por frío, y el horror de un traje de baño se había atravesado
firmemente en mi trasero. Estaba lista para vestirme otra vez. Por supuesto,
Alex tenía más planeado.
—Mantarrayas —dije, casi resignada, mientras miraba dentro de la
piscina poco profunda a la que estábamos siendo guiados—. Me vas a
meter en un estanque con —leí el cartel— Mantarrayas de nariz de vaca.
—Mira, sin púas —apuntó Alex. Luego puso una cubeta de peces en
mis manos—. Vamos.
Aparentemente, eran familiares de las rayas. Habían rodeado a Alex
en un segundo, aleteando sus alas en el fondo de la piscina y sobre él, como
si llamaran su atención, casi podía escucharlos gritar “¡Yo, yo, yo!”
Alex se estaba riendo y echando al agua pedazos de pez.
Desaparecieron inmediatamente. Algunas de las rayas hicieron pequeños
contorneos, como cachorros felices.
FORO’ Libros Del Cielo
251
—Vale—admití finalmente—. Son algo tiernos.
—Son increíbles —dijo, mirando como un niño que recién hubiera
encontrada un cachorro debajo del árbol de Navidad, y extendió su mano.
La tome, intestinos de pez y todo, y me metí con él.
Terminamos de alimentar a las rayas bastante rápido. Me sobresalte las
primeras veces y termine botando el pez. Pero entonces me acostumbre al
movimiento suave en mis dedos.
—Besos —dijo el guía. Era el mismo que llamo a los tiburones toro
“cariñosos.” Esta vez no pensé que estaba completamente loco.
Una vez que toda la comida se había ido, Alex y yo nos deslizamos
hasta la orilla de la piscina, donde seríamos capaces de sentarnos y
observar. Una raya grande seguía chocando con mi tobillo. Trate de salirme
de su camino. Me siguió, chocándome otra vez. Cambié de dirección; y
también lo hizo.
—Lo siento, amigo —le dije—. No tengo más.
—Oh, él no quiere comida —me informó el guía—. Ese es Ferdinand.
Baje la mirada a la sorprendente encantadora cabeza, con sus
grandes ojos y hocico curvado.
—Déjame adivinar. A él simplemente le gusta flotar y oler las algas.
—En realidad, le gusta todo el mundo. Es un amante.
Ese fue mi día, rodeada de cariñosos, besadores y amantes. Y Alex.
Nos sentamos con nuestra comida en el agua. El resto de las rayas se dieron
cuenta rápidamente que no había más comida para ellos, y se movieron
graciosamente alrededor de la laguna. Ferdinand, sin embargo, se quedo
cerca de mis pies, aleteando y empujando. Me agaché y acaricié su
espalda tentativamente. Se sintió un poco como sandalias: firme y flexible y
un poco áspero. Ferdinand dio lo que parecía un inconfundible contorneo
de alegría y empujo por más.
—Reconoce una diosa del mar cuando la ve —dijo Alex,
empujándome con su brazo.
—Es una raya —repliqué—. Su cerebro es del porte de un maní —. Pero
secretamente estaba muy, muy complacida. Estaba genuinamente triste al
salir de la piscina. Los tiburones… bueno, era mejor sin los tiburones. Pero
Ferdinand me había encantado.
Hablamos de todas las cosas sin importancia en el camino de vuelta a
la ciudad: sobre los chicos frenéticos de la fraternidad, las rayas que
aleteaban, el olor a pescado que las mediocres duchas no habían podido
quitar de nuestra piel.
El viaje de vuelta a casa fue mucha más rápido que el de ida. Alex se
detuvo al frente de mi casa pero no apago el motor.
—¿Entras? —pregunté.
FORO’ Libros Del Cielo
252
—No creo que…
—Alex. Por favor. Sólo unos minutos.
Él miro el parabrisas por un largo rato, sus manos apretadas en el
volante. Finalmente, él dijo:
—Realmente no me puedo quedar mucho. Papá está en casa, y todos
vamos a ir a ver a mi abuela.
Nos bajamos del coche y nos dirigimos a la casa.
—Entonces, es otra noche de cena familia “Lo mejor de Filly” escoge:
Patsas. Aparentemente es el “lugar para tener algo que ni Zorba podría
pronunciar.”
Mis manos estaban temblando, pero puse la llave en la cerradura y
abrí la puerta. Como siempre, él me dejo pasar primero. Tenía otras cosas
que decir, pero empecé con, —Ordena la moussaka. Hojas de parra,
spanakopita, y uno ensalada con los montones de feta.
—Suenas como una experta en el lugar.
—Nop. Solo una chica que sabe sobre restaurants. Confía en mí. Los
regulares piden sus favoritos; los clientes inteligentes van por lo clásico. La
gente complaciente ordena los especiales.
—Buen consejo. ¿Así que…?
—Así que —me pare un poco más derecha—, ven arriba conmigo.
—Ella, de verdad no puedo.
—Sólo tomara algunos minutos.
Sabía que la casa estaría vacía. Papá y Nonna estarían en el
restaurant. Mamá había salido con Sienna, teniendo el turno final para
torturar a la gente de las flores y a la banda y cualquiera que no fuera lo
suficientemente afortunado para estar involucrado con el día mismo de la
boda.
Camine delante de Alex hacia mi habitación. No pude mirarlo
mientras desenrollaba mi bufanda y desabrochaba mi abrigo. Le seguí
dando la espalda mientras tiraba de mi suéter sobre mi cabeza. Me deje
puestos los jeans, y el sostén pálido de encaje que compré unos días después
de que él me besara y que nunca había usado. Giré mi cabello en un moño
suelto.
Me di vuelta.
—Esta soy yo —le dije—. Esta es quién soy.
Entonces, cerré mis ojos. No podía verlo mientras él me miraba.
No supe cuánto tiempo me quedé ahí, escuchando el golpeteo de mis
latidos en mis orejas y nada más. Un momento. Luego mi piso crujió. Alex
estaba un paso más cerca de mí, pero aun así más cerca de la puerta.
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253
—Así que… —dije temblorosamente.
—Así que…
Tome un respiro.
—¿Estamos bien?
Lo que quería, todo lo que quería, era que el avanzara todos esos
pocos pasas y me metiera en su abrigo como lo había hecho antes. No
estaba pensando mucha más que eso. Quizás porque sabía que no iba a
pasar.
—Ni siquiera sé que significa bien —dijo—. “Bien.” Nunca hemos estado
bien. Hemos estado mezclándolo. Quiero decir… maldición… Gracias. Por
mostrarme. Sé que te costó. Pero Jesús, Ella, realmente no quiero sentir como
que constantemente tengo que reasegurarte cosas que debes saber por ti
misma. Es agotador y toma toda… No lo sé… satisfacción… acabo de decir
lo que siento.
Cuando termino, se paro en la mitad de la habitación, con la mirada
baja y miserable. Ninguno de los dos dijo algo por mucho tiempo.
—Mira, tengo que irme. Yo… te llamaré.
—Está bien —dije, y lo deje ir.
Escuche sus pasos en las escaleras y golpe sordo de la puerta cerrarse
tras él. Recogí mi suéter con dedos entumecidos. Me lo puse, al revés al
principio. Luego me acurruqué en mi cama y lloré.
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El Cannoli Traducido por Cielo Zafiro
Corregido por Melii
ra cara o cruz, que era peor: que yo estaba sentada en la
cafetería de Anthony, famoso por sus postres, con una caja llena
de cannoli de Nonna en mi bolso en el suelo, o que el cannoli en
el plato delante de mí no eran de Nonna. Ella me habría dicho algunas
palabras bien escogidas, a pesar del hecho de que yo no lo había tocado.
Era parte de una ofrenda de paz.
Frankie me hacía trabajar por el perdón. Había tomado varios días, un
millar de mensajes telefónicos y un seriamente sobrevaluado Vogue Hommes
International empujado a través de su buzón para llevarlo incluso a hablar
conmigo. Él estaba sentado en la mesa frente a mí ahora, con los brazos
cruzados sobre el pecho (para ser justos, hizo mucho al usar ese suéter de
cachemira en particular; cubría la reparación del agujero de polilla en el
punto del cuello en V), frunciendo el ceño un poco. Empuje los cannoli otro
milímetro hacia él. Eran con chispas de chocolate, sus favoritos.
—Así que metí la pata dos veces —Terminaba mi historia de culpa y
pena—. Edward no me importa mucho ahora. Éramos demasiado diferentes
para que al final funcionara —Le eche una mirada a la cara enfurruñada de
Frankie para ver si lo encontró divertido. Al parecer, no. Suspiré y me fui por la
honestidad—. Alex… me llegó de repente.
El dedo de Frankie salió como una flecha y agarró un poco del relleno
del cannoli. Resistí el impulso de arrojarme sobre la mesa y abrazarlo hasta
que chilló. —Los tiburones eran buenos —reconoció, y ni siquiera muy a
regañadientes—. Loco pero bueno.
—Si. Y Ferdinand. Te lo voy a presentar en algún momento.
Frankie arrugo su perfecta nariz. —Voy a pintar mi raya como una
cartera de piel de zapa, gracias.
Me reí. No es que me gustara la idea de Ferdinand como un accesorio,
pero estaba tan feliz de tener a mi Frankie de vuelta.
Él leyó mi mente y agitó un dedo, con la punta llena de cannoli, hacia
mí. —Ah. Aun no estás perdonada, madame.
Me hundí en mi silla. —Lo siento —dije en voz baja—. Realmente lo
siento. Si pudiera volver atrás y hacerlo de cualquier otra manera, la primera
cosa que haría es decirte todo lo que pasaba.
E
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255
—Hmph. —Frankie le dio un mordisco a los cannoli, delicadamente se
limpió la boca, tomo un sorbo de café, se limpió la boca. Y examinó el techo
de lata pintada. Luego las filas de estantes de madera. La mayoría tenía
bolsas de café, se podía oler desde la calle. Había un escaparate de listones
y dulces junto a nosotros que era parte de la celebración (rojo y blanco y
rayas verdes) y en su mayoría de Italia (rojo y blanco y rayas verdes). Esperé.
Conocer algún lugar que no sea uno de nuestros lugares de reunión
habituales le había parecido una buena idea. Sadie ya se había ido, en su
trayecto a Londres con su padre. Pasarían la navidad en un castillo.
—Me voy a congelar —dijo mientras me abrazaba fuertemente,
despidiéndose (ella ya había escuchado mi historia abreviada del robo y la
angustia, me abrazó con fuerza y me dijo que devolvería los documentos a
Sheridan-Brown)—, pero al menos voy a comer comida de verdad —La
pegajosa novia insecto se había ido, y hasta que encontrara un remplazo, el
papá de Sadie se comportaría como un niño normal de cincuenta años con
una hija adolescente.
Le había comprado a ella un cinturón para navidad. Tenía un corte de
cuero negro para parecerse a la filigrana. Se lo había puesto en ese
momento. Ella prometió usarlo en Londres.
Ahora, frente de mí, Frankie regresó su atención hacia la calle exterior.
Hacía más calor de lo que había hecho recientemente, suficiente como
para que las personas fueran de compras a pie, pero felices. Quedaban tres
días de compras hasta navidad, alrededor de veintiséis horas hasta la boda.
Ella estaba en un spa con mamá, con la esperanza de perder esos dos kilos
de golpe en el vapor. Yo había tenido que tomar medidas extremas para
evitar ser arrastrada a lo largo. En lo que a mí respecta, reunirme con Frankie
era un millón de veces más importante, aunque resulto ser igual de doloroso.
Nada había tambaleado a Sienna y a mamá hasta que tome las tijeras de
Nonna y amenacé con cortar mi pelo. Incluso había sacado mi artículo de la
revista fuera para demostrárselos.
—No insistan —advertí—. No seré la dama de honor por primera vez
con un cabello picado.
Se fueron sin mí.
Frankie me miraba ahora. Apenas había tocado mi cabello en la
mañana; ni siquiera lo había lavado. Tomé una segunda ducha a media
noche, sin embargo, me preguntaba si aún olía como al tanque de tiburones
del día anterior.
—¿Recuerdas cuando dije que no te necesitaba? —Pregunté. Él
levantó una ceja—. Me equivoque. No encuentro palabras para expresar
que tan equivocada estaba.
—Intenta.
—Espectacularmente mal —dije—. Terriblemente.
—Por favor.
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—Muy bien, estupendamente. Horriblemente. Catastróficamente. —Le
di mí mejor humilde sonrisa—. ¿Me perdonas?
Él rodó los ojos. —Debería haberte comprado un diccionario de
sinónimos para navidad.
Tenía su regalo en mi bolso (una corbata de lazo que podría o no
haber pertenecido a Dean Martin, cortesía de eBay) y tenía una vaga
sospecha de que el gran bulto en el bolsillo de su chaqueta era una bufanda
multicolor que me había hecho babear en Urban Outfitters.
—Sigo pensando que Bainbridge es en asco —añadió—. He estado
ahí, ya sabes. A las afueras del lugar donde vivían, queriendo entrar.
—Lo sé.
—Eres mejor que eso.
—Se eso también. —Un poco, de todos modos. Pensé que Frankie era
increíblemente muy valiente en un centenar de maneras.
Él se inclino hacia delante y luego, tomó mis manos entre las suyas. —
Estoy aquí para ti, cariño. Por siempre y para siempre.
—No importa que tan estúpido me comporte.
—No presiones. Y no me mientas más. Ahora, ¿Qué vas a hacer con las
cosas de Edward?
***
—No quería mostrártelo hasta que hubiera hecho una pequeña
investigación… —Deslicé el diccionario ruso sobre el escritorio de Maxine. Las
cartas y fotos fueron colocadas cuidadosamente en la cubierta, como si
nunca hubieran estado fuera. Yo había ido al archivo para asegurarme de
que todo estuviera en orden, y luego volver a la oficina—. Pero estoy
bastante segura de que hay un artículo que no puedo escribir.
Maxine saco sus gafas de lectura y leyó las tres cartas parciales. Luego
analizó el bosquejo de la estructura para lo que sería mi tesis de honores y,
esperaba, de un artículo de revista de arte. Estudió la fotografía, luego miró
mi bosquejo de nuevo.
—No puedo ni siquiera imaginar por qué alguien se preocuparía de
algo como la vida sexual de Edward Willing, pero… —Ella se encogió de
hombros—. La gente lo hace. Ingeniosa investigación, Ella. Convincente,
aunque intrínsecamente basado en un marco de suposiciones inestables —
Se puso de pie con todos los papeles en la mano—. Espera aquí.
Salió de la habitación. Entre los tacones de sus botas, altas como el
cielo y moño elegante, ella apenas supera el marco de la puerta. Yo le
quería preguntar si había recibido la fotografía de Man Ray. Pensé que
probablemente era una pregunta retórica. Yo no podía imaginar que
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257
alguien no le daría exactamente lo que ella quería, tan pronto como fuese
posible.
Esperé un poco nerviosa. Había una gran posibilidad de que supiera
que no estaba diciendo toda la verdad, pero entonces, de alguna manera,
pensé que no le molestó tanto. Ella parecía un poco del tipo “el fin justifica
los medios”.
Era la primera vez que estaba en su oficina sin ella allí, amenazándome
para que me esté quieta. Aproveché la oportunidad para echar un vistazo
alrededor. No había mucho allí: una estantería alta de madera, el escritorio,
las dos incomodas sillas que los invitados tienen que aguantar.
Me atreví a levantarme de mi asiento para tener una mejor vista de la
fotografía enmarcada en la estantería. Apenas reconocí a Maxine. Llevaba
una camisa blanca y sonriente. Ella estaba afuera, también; parecía que
estaba sobre una tarima de madera en el bosque. A un lado de ella estaba
un hombre alto, flaco, con las cejas locas y los ojos deslumbrantemente
azules. A su otro lado había un hombre más joven, tal vez un par de años
mayor que yo. Tenía las cejas locas de su padre y sus ojos eléctricos. Gran
parte de su cara estaba cubierta por un pelo en punta de color azul y negro.
Tenía un aro atravesando su labio inferior. Los tres tenían sus brazos alrededor
del otro. Todos ellos tenían grandes y tontas sonrisas en sus caras.
—Día del trabajo el año pasado en los Poconos —dijo Maxine detrás
de mí—. Dios, los mosquitos.
—Ustedes parecen… una familia realmente buena —Lo decía en serio.
—Lo somos. Ahora…
Ella desplegó un montón de papeles sobre el escritorio. Vi la foto y las
cartas, cada uno guardado en su propia funda de plástico. El resto eran
fotocopias y mis notas. Maxine separó un juego de copias de cada carta y la
fotografía. Ella escribió algo, luego me pasó las páginas a mí.
Ella había escrito, “Encontrado por Ella Mariano”, junto con el nombre
del diccionario, la fecha actual (lo suficientemente cerca, pensé), y su firma.
—Espera —me dijo—. Voy a poner el original en la caja fuerte del
departamento por el momento, pero si alguna vez alguien intenta
argumentar su procedencia…
—Gracias. —Tenía dos cosas más que hacer, entonces yo estaría fuera
de ahí por las próximas dos semanas. Me senté muy recta—. Um. ¿Me
ayudarías en el artículo? Sé que es probable que tengas demasiadas cosas
que hacer, pero creo que realmente podría marcar la diferencia en mí.
—Oh, Ella, yo no hago ese tipo de cosas…
—Está bien, entiendo totalmente —le dije rápidamente, y salté sobre
mis pies. La última orden del día estaba en la segunda silla. Lo puse sobre la
mesa delante de ella—. Felices fiestas.
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258
Ella se asomó dentro de la caja, y luego me miró. Por un segundo, me
pregunté si había roto alguna regla de negocios o la propiedad cultural. —
¿Hecho en casa? —Exigió.
—Mi abuela.
Se asomó de nuevo y se quejo en voz baja. —No sé si te odio o te
quiero en este momento. —Cerró la caja con firmeza—. Por supuesto que
voy a supervisar tu artículo.
—Los cannoli no pretendían ser un soborno. Yo sólo… pensé que te
gustarían.
-—Estoy segura de que lo haré —dijo secamente—, un buen negocio.
Tanto como no me gustaran las doce horas extras en la caminadora. —
Entonces su rostro se suavizó—. Gracias. Que delicia. Lo que había
empezado a decirte acerca de la mentoría es que no suelo hacerlo.
Aparentemente asusto a los estudiantes. Pero estaría encantada de
ayudarte en la manera que pueda.
Era mi turno de darle las gracias. Añadí. —No me asustas.
—¿En serio? —Me miraba sobre el marco afilado de sus gafas.
—Bueno, tal vez un poco —admití—. A veces.
—Excelente. Ahora sal de aquí. Tengo una cena que preparar. Mi hijo
traerá a su nueva novia a casa. —Por primera vez, vi en su mirada algo
menos que absoluta confianza—. ¿Supongo que no sabes nada acerca de
cocinar con sustitutos de queso vegano?
Nos estremecimos juntas. —¿Recetas de Google? —Sugerí.
—Lo hice.
—¿Y?
—Tal vez vallamos a cenar afuera.
—Buen plan —Concordé y salí corriendo. Yo tenía mi propia cena con
la cual lidiar. Me preguntaba si podría escapar con jeans. Probablemente
no.
Lo primero que hice cuando llegué a casa fue virar mi ejemplar
marcado de la fotografía de Edward sobre mi escritorio. Entonces, tomé la
postal del hombre devastado. —Bueno, todo salió muy bien —dijo Edward
desde mi mano.
—Así es. —Me senté y apoyé la postal en posición vertical contra mis
libros—. Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser real, supongo. —Estoy bastante segura de que este artículo
sobre tu vida me hará entrar a la NYU. Que, cuando se piensa en ello, es un
regalo bastante grande, viniendo de un tipo que nunca he conocido, quien
ha estado muerto por cien años.
FORO’ Libros Del Cielo
259
Edward sonrió. Era agradable de ver. —El placer es mío, querida niña.
Debo decir que me gusta esa chispa de confianza en ti.
—Ya era hora, ¿eh?
—Sí, bueno. ¿Has perdonado al chico Bainbridge?
—¿Por…?
—Por ocultarte.
—Él no lo hacía. Yo era la que se estaba ocultando. —Le di una mirada
a Edward antes de que pudiera regodearse—. Sí, sí. Tú siempre has sido muy
sabio. Pero esto no es acerca de mí perdonando a Alex, ¿verdad?
Tenía gracia que mirara un poco avergonzado. —Supongo que no, ¿Y
qué?
—Así que, creo que fuiste un buen chico, Edward. Creo que
probablemente le hubieras dicho al mundo como te sentías por ella si
hubieras podido. Si ella no se hubiera casado, tal vez, o si hubiera vivido más
tiempo. Creo que tal vez todas las fotos que tomaste de ella eran tu
declaración pública. ¿Qué te parece? ¿Puedo escribir eso? ¿Es esa la
verdad?
—Oh, Ella —Tenía la cara triste de nuevo, tal y como había sido
fundido en bronce. Pero era un poco agridulce ahora, no como de un
corazón roto—. Daría mi brazo derecho para poder responder esa pregunta
para ti. Tú sabes que lo haría.
—Tú no tienes el brazo derecho, Sr. Willing. Y el izquierda tampoco —
Tomé la tarjeta de nuevo—. Olvidado —Le dije—. Tengo esto cubierto.
Metí a mi hombre devastado dentro de mis obras recopiladas. Estaría
allí, si yo quería. Tal vez Edward Willing volverá a estar de moda otra vez, y tal
vez volveré a enamorarme de él otra vez.
Mientras tanto, tenía que hacerle frente a otro chico. Me senté delante
de mi computador. Me tomó treinta segundos escribir el e-mail a Alex. Luego
tardé un par de horas—a veces mirando fijamente, a veces estimulándome,
una cena de ensayo interminable en Ralph’s, y un especial de navidad
producida por Simón Cowell y Nigel Lythgoe con Nonna y palomitas de
maíz— para enviarlo.
FORO’ Libros Del Cielo
260
La Recepcion Traducido por Mery St. Clair y Annabelle
Corregido por Melii
a banda estaba tocando “Pajaritos a Volar”. Al menos setenta y
cinco Marinos, Palladettis, y Farnesses —por no mencionar
algunos Grecos, Nguyens y Ryans— se encontraban en la pista
de baile sacudiendo el cuerpo como si su vida dependiera de ello. En medio
de todos, hermosa y resplandeciente en un vestido blanco, la nueva Sra.
Thomas Farnese aleteaba distraídamente. Yo me encontraba sentada en
esta canción. Planeaba morirme sin alguien me grababa aleteando en esta
canción.
Eran solo las nueve en punto y ya me sentía cansada. Pasé la primera
mitad del día con Bridezilla, que no fue de mucha ayuda, para las dos Nona
se tomaba un Xanax (Quien sabe donde lo consiguió, pero sospecho que
con Sam Nguyen), y para cuando entramos en la limosina a las tres, Sienna
molestaba a Grace Kelly de gran forma.
Todo estuvo bien, si te gusta esa clase de cosas. La sesión de fotos fue
una pesadilla, dado que la niña de las flores y la de los anillos comenzaron a
patearse la una a la otra con sus nuevos, duros zapatos, y el fotógrafo no
tenía paciencia para eso, no, yo no iba a peinar mi cabello para atrás para
que pudiéramos ver mi hermosa cara, así que supéralo. La cena estuvo
bastante bien.
Ahora la fiesta estaba en su máximo esplendor. Después del “Baile del
Pollo” siguió “No es Fácil ser Verde” de la Rana Rene, Kermit y el Sr. Ryan
cantaban en cada oportunidad que tenían, especialmente el día de
Columbus. Algo sobre estar orgullosos de ser irlandés, a pesar de que los
Connellys, Donnellys, y Metinezes (Ella es de Galway128) estaban en
desacuerdo.
Muy cerca, entrelazados y balanceándose al ritmo de la música,
estaban mis padres. Los pillaba bailando de vez en cuando en la oficina del
restaurante con la radio encendida. Mamá había pasado el día alternando
entre sonriendo y sonando su nariz. La tía Gina se la paso yendo al baño
para retocar su maquillaje. Papá parecía orgulloso y aliviado. No había
128
Ciudad de Irlanda.
L
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261
dudas de que él ama a Sienna más que su vida, pero creo que sería buena
idea que checara la presión de su sangre.
—Entonces, Leo será el siguiente —dijo Nonna sentándose a mi lado.
Vestía de negro, como siempre, pero tenía una máscara en el cuello—. Sólo
espero que con esta chica no.
La última novia de Leo era una maestra de prescolar, la cual debería
tener a toda la familia encantada, ¿verdad? Pero no era del tipo de
prescolar donde los niños aprenden a pintar, y los maestros usan tinta
especial. Creo que la Venus de Milo en el brazo de Julie se ve increíble.
Nonna estaba convencida de que la tinta de los tatuajes se mete
demasiado profundo en la piel, así como que el mercurio en la tinta causa
un daño cerebral. Quizás ella no sabe que Leo tiene una boca tatuada en su
nalga derecha. Ahora, quizás Leo no es el mejor argumento contra el daño
cerebral por los tatuajes, pero que el cielo los ayude cuando Nonna sepa su
secreto.
Estaba dándole mal de ojo a la banda llena de tatuajes. En realidad,
son los amigos de Julie; El bajista trabaja con ella, enseñando a niños
pequeños como hacer ruido. Hasta ahora, no le había prestado mucha
atención. Sabían quien era Sinatra y Dino, y con humor decidieron tocar la
versión rock de The Chicken.
Nonna y yo nos quedamos sentadas por unos minutos. Deseé que
Sandie y Frankie estuvieran aquí, pero ella estaba en Londres, y Frankie se
rehúsa a ir a alguna boda.
—Pobres enfermos que no saben que firman su muerte por contrato —
dijo—. No hay dudas en que el porcentaje de divorcios es del 50%.
No me hubiera importado tener a Alex cerca, pero al menos pensaba
en él, lo cual era mejor. Dijo que llamaría. Y aunque fue un cliché, una
mentira conveniente, tenía dos semanas hasta que regresáramos a la
escuela. Quizás podría resolver esto para entonces.
Salté cuando la banda comenzó la siguiente canción. Era rápida, fiera
y bastante pegadiza. No era Sinatra. El cantante brincaba detrás de su
micrófono. Luego, el tipo del teclado tuvo un solo rápido. Presté atención, no
por lo que cantaba, pero fue porque conocía esa voz. Él estaba dándome la
espalda y se encontraba parcialmente oculto por una de las luces que
Sienna insistió que era totalmente requerido para las bodas en estos días.
Pero conocía esa voz.
Dejé a Nonna con mi prima Alyssa y caminé al otro lado del salón. Eso
tomó un tiempo. Muchas personas querían admirar mi vestido o pellizcar mi
mejilla. Para cuando vi claramente el rostro del chico, la canción había
terminado. —Gracias, regresamos en diez minutos —Informó la voz del
cantante a la multitud. Uno de los amigos de Leo se detuvo con el DJ. Pasé
después del tecladista.
Lo encontré afuera, fumando detrás de la limo. —Daniel.
FORO’ Libros Del Cielo
262
Levantó la mirada. —Ella, me pregunté si me pillarías —Me ofreció un
cigarro. Le di una mirada molestan; él sonrió.
—¿Está es tu banda? —pregunté. Analizándolo bien, ninguno de ellos
parecía como si se llamara Ax.
—Nop, pero voy a la escuela con la hermana del cantante. A un
integrante le cayó mal la cena de navidad de ayer. Toqué con ellos
anteriormente.
—¿Bodas? —Esto definitivamente no era lo esperado.
—Normalmente en clubs, pero lo último fue una fiesta judía. Los
músicos tienen que comer, también —agregó, un poco molesto.
—Lo siento —Quería alejarme del humo, pero imaginé que eso lo
insultaría—. Pensé que tocabas la guitarra.
—Guitarra, piano un poco de violín, pero te mataré si se lo cuentas a
alguien.
Ese era un secreto de Daniel. Obviamente —el violín era un punto
importante— no lo conocía del todo bien, pero parecían aguantar la
situación un poco mejor que Frankie. —Tu secreto esta a salvo conmigo.
Se encogió de hombro, diciéndome que no le importaba realmente.
Luego dijo—: Lindo vestido.
—¿Desde cuando comencé a gustarte un poco…?
Él puso su expresión seria. Pude ver porque eso usualmente
funcionaba. —Me gustas, Ella. ¿Quieres hacer algo cuando esto termine?
—Tentador —dije—. No, quise decir eso. Pero no, gracias. No soy
buena compañía estos días.
—Estás bien —dijo en voz baja, dejando salir el humo—. Estarás bien.
—Sí —me estremecí. Era frío afuera—. Debería entrar.
—Deberías —El frío no parecía importarle en lo más mínimo, ni siquiera
usaba una chaqueta sobre su camisa de vestir blanca.
Me di la vuelta para irme. —Oh, creo que ya sé la respuesta, por si
acaso.
—¿La respuesta a qué?
—La pregunta. La pregunta que deberías preguntarte antes de
involucrarte con alguien. No era “¿Podrá él o ella hacerte feliz?” se trata de
“¿Sacaré lo mejor de mí, estando con él?
—Era “Algo en él o ella” —corrigió Daniel, claramente molesto, luego
agregó—: Nop. De ninguna manera. No fui yo quien te preguntó eso, Marino.
Yo nunca sería tan Emo.
—Claro que no. Pero eres un chico listo. —Me despedí con la mano—.
Abraza a Frankie de mi parte.
FORO’ Libros Del Cielo
263
—Lo haré. Oye, ¿Alguna petición para la banda?
—Don’t Stop Believin —grité de regreso. Él rodó sus ojos—. Tengo
curiosidad, en el último coro de la canción, dice en serio las palabras: ¿“I cut
my chest wide open”?129
—Sip. Seguido por, “They come and watch us bleed. Is it art like I was
hoping now?” Avett Brothers. Es demasiado asqueroso para ti.
—No tienes ni idea —Le dije. Ni un poco.
Me perdí cuando cortaron el pastel. Regresé cuando todos tenían sus
platos vacíos y Sienna se frotaba sus cejas. Nunca fue mi parte favorita de la
noche, cuando la novia y el novio se embarran de pastel el uno al otro su
cara. Estoy con Frankie; puede ser un inició extraño.
Me serví un trozo sin la cubierta morada y encontré un asiento en la
orilla de la multitud. La tía Jo estaba dormitando en su silla. La banda no
había regresado todavía. Celine Dion se escuchaba en el fondo. Me senté y
puse toda mi atención en mi pastel.
—¿Quieres bailar conmigo?
Sabía que tenía algo de pastel en mi nariz.
Alex se inclinó y lo limpió con su pulgar. —¿Y bien?
Sólo pude tartamudear. Tenía la boca llena, también. Me levanté,
tragué, y acepté la servilleta que me ofrecía. —Estás aquí.
—Estoy aquí —concordó como si fuera lo más común que decir—. Me
colé a la boda de tu hermana, espero que a ella no le importe.
—No le importa.
Vestía de traje. Uno traje de verdad, con una corbata y saco. —
Supongo que no es rentado.
Sonrió un poco. —No, es mío. Lindo vestido.
Bajé la mirada al ajustado vestido morado que mi hermana escogió. Al
menos tenía el cuello estilo mandarín y mangas.
—Es estilo oriental —había anunciado ella orgullosamente—. Parece un
estilo de Berenjena —fue lo que Frankie dijo. Mi vestido oriental no era
parecido al vestido sin strapless de mi prima Vanesa. Ella si parecía una
berenjena.
—Te ves hermosa —dijo Alex, pero la esquina de su voz estaba
curvada.
—Bueno, tú te ves… como… —suspiré—. De acuerdo, te ves muy, muy
bien. —Luego dije otra vez—: Estás aquí.
—Estoy aquí.
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Slight Figure of Speech - The Avett Brothers, "Corté mi pecho dejandolo abierto, vienen y
nos observan sangrar, ¿Es este el arte que yo esperaba?"
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—¿Por qué?
—Te extrañe —dijo simplemente.
—Sólo han sido cuatro días.
—Cuatro muy, muy largos días. Pero tu correo ayudo —Alargó su brazo
hacia mi mano—. Ahora, ¿Bailaremos o no?
Lo hicimos, y no fue tan complicado como pensé que sería. Estuve
siguiendo el ritmo que él marcaba, y encajamos bastante bien. La canción
terminó muy pronto.
—Entonces… —dijo Alex.
—Entonces.
—Podemos quedarnos si quieres… o hacer lo que tu quieras. Pero
tengo otra sugerencia. Vayamos a ver el amanecer.
Me pareció una buena idea. Excepto… —Son apenas las diez. Y hace
frío afuera.
—Confía en mí. —dijo.
—De acuerdo.
Fui a decírselo a mi papá. Estaba sentado solo en la mesa principal,
recostado en su silla, con algunos botones de su camisa desabrochados y
estoy bastante segura de que su corbata pronto desaparecería. Había una
copa con líquido ámbar en frente de él. Papá bebía whisky únicamente en
bodas y funerales. El resto del tiempo, era estrictamente un hombre de una
cerveza. Parecía feliz y un poco mareado.
—Papá, me voy.
—¿Sí? ¿Tienes otra fiesta?
—Algo así. Llegaré a casa algo tarde, ¿vale? Buscaremos un lugar
para ver el amanecer.
Ni siquiera parpadeó. —¿Tienes tu teléfono?
—Aquí esta —Lo saqué del pequeño bolso morado que Sienna dio a
las damas de honor como regalo. Aparentemente, la hermana de Tommy
conocía a alguien quien salía con alguien de Kate Spade.
—Bueno. Necesitaras dinero —Sacó su billetera. Me ofreció cuarenta
dólares—. Es suficiente.
—Es suficiente, gracias papá.
—Ella —Sostuvo en mi mano, y me jaló para un beso con esencia a
whisky en mi frente—. Diviértete. Sé cuidadosa. No esperaré despierto.
Probablemente no lo haría, por primera vez.
Mientras íbamos caminando al estacionamiento, Alex me tendió su
chaqueta. No era mucho más cálido dentro del auto. —Dale unos minutos,
—dijo, jugando con las ventanillas.
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Nos alejamos del |hotel. —¿Cómo me encontraste? —pregunté.
—Fácil. Busqué en el directorio del colegio y llamé a Frankie Hobbes
esta mañana.
—¿Tú qué?
—Él estuvo bien, solo me llamó “idiota” dos veces.
Hice una mueca. —Lo siento.
—No te preocupes. Lo merecía desde su punto de vista. —Se encogió
de hombros—. Mejorará. Para el verano, solo me llamará una vez de forma
negativa.
Me di cuenta que no nos dirigíamos a la ciudad, sino más dentro en
Nueva Jersey. —¿A dónde vamos?
—Al este. A donde amanece el sol.
—¿En serio?
Aceleró, no muy fuerte, y en realidad comencé a sentir un poco de
aire tibio.
—Has estado en Long Beach Island, ¿cierto? Me lo dijiste en un e-mail.
—Sí, la ciudad del Surf.
—Tenemos una casa en Barnegat Light. Pensé en ir ahí. Tomaremos el
desayuno en algún sitio y regresaremos. ¿Te parece bien eso?
La playa. A finales de diciembre. En la noche. —Estoy completamente
bien con eso.
—Entonces… —dijo.
—Entonces…
—¿Estamos bien?
—Eso creo —respondí—. Espero que estemos mucho mejor que eso.
—Sí, igual yo.
Esto es lo que sucede con el camino hacia la isla. La mayoría de él es
una larga línea recta, por medio de los Pinos Barrens. Alex no tuvo que
cambiar mucho los engranajes. La cosa con los asientos de un solo cojín es
que también hay un cinturón de seguridad en el medio. Me quedé la
mayoría del viaje pegada a su lado, con su brazo rodeando mis hombros.
LBI es un lugar totalmente distinto en el invierno. Casi no hay autos, y
son muy pocas las luces en las ventanas de las casas. Reconocí algunos
lugares al que habíamos ido: el pequeño mercado, el sitio de pizzas y el
campo de golf miniatura, todos cerrados por la temporada. Alex señaló al
Restaurante de Scojo. —Abren temprano. Podemos tomar allí el desayuno.
Seguimos conduciendo. El distrito de la renta más alta, pensé. Las
casas eran más grandes, con solo pocas en las cuadras. Cuando parecía
que casi estábamos fuera de la isla, Alex giró a una pequeña calle. Condujo
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hasta el final y se detuve en la entrada. Se inclinó hacia atrás, tomó lo que
parecía ser su mochila, y luego salió del auto.
Solo una luz alumbraba el porche. Había esperado algo enorme,
moderno con muchísimos ventanales de vidrio y paredes color pálido. En vez
de eso, caminamos por un camino de piedra hacia un techo de tejas
verdes, oxidadas. No era exactamente una casa pequeña; vi un segundo
piso y un desván, pero era rara y genial. Las tablas de madera en la entrada
chillaban cuando caminábamos sobre ellas.
—No me hubiera esperado esto —le dije a Alex. Él se había detenido a
encender el termostato. Pude escuchar el boom del horno encendiéndose.
—Fue construida en 1890 por el capitán de un braco. Mis abuelos la
compraron cuando papá era un niño. Mamá la odia. Sigue suplicándole a
papá que la destruya y construya algo nuevo.
Dirigió el camino hacia una gran sala de estar. Podía oler cedro y
cuero, y solo un ligero olor a humedad. —No lo hará, ¿verdad?
—Nunca. —Encendió una lámpara de vidrio de plomo que parecía tan
vieja como la casa—. No sé tú, pero tengo que quitarme este traje.
Me levanté, en medio del salón con mi vestido morado, zapatos
estúpidos y su chaqueta, y me congelé.
—Vamos —tendió su mano. Esperé un largo rato. Luego la tomé. Éste
era Alex. Confiaba en él.
Conté seis puertas en el segundo piso, todas abiertas hacia
habitaciones oscuras. Alex señaló una. —La mía. —luego me dio un pequeño
empujoncito hacia otra—. Mamá mantiene un montón de cosas en el closet
para los invitados. Elige lo que quieras.
Encendió la luz, iluminando una moderna cama con una vieja manta
con diseños, y algunas piezas de inmueble que no coincidían, pero aun así
eran hermosas. Cuando me giré, él ya se encontraba caminando por el
pasillo, silbando. Así que me dirigí al closet.
Un “montón de cosas” resultaron ser franelas, shorts, sandalias,
sudaderas, e incluso una pequeña pila de suéteres de cachemira. Estudié
uno con atención. No tenía ni un hueco hecho por polillas. Simplemente
era… uno de más. Iba a usarlo, no cabía duda.
—Vuelve abajo cuando estés lista —llamó Alex luego de un minuto.
Miré mi reflejo en el espejo de cuerpo completo. Los suéteres eran una
talla demasiado grande, la camisa (Pez azul de Menemsha, leí contenta la
parte delantera) más que eso. Pero el suéter se sentía como el paraíso, y
estaba cómoda.
Encontré a Alex agachado frente a la chimenea de piedra, jugando
con palos y cerillas.
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Miró alrededor y sonrió. —Excelente. —Por la parte trasera de su suéter,
se podía leer Menemsha Blues—. Ahora hagamos algo de fuego. —Golpeó
su pecho al estilo cavernícola y encendió lo que parecía un soplete
miniatura—. Oye. Harrison va a dar una fiesta de Año Nuevo. ¿Ya tienes
planes?
—Nop —dije, sintiéndome un poco emocionada por la pregunta. Me
preguntaba si Sienna no había dejado nada interesante en su closet.
—Bien.
Caminé hacia la puerta de vidrio que parecía nueva. Afuera todo se
veía oscuro. Alex alcanzó la perilla frente a mí. —Solo por un segundo —dijo.
Caminamos hacia el final del suelo chirriante. Él se quedo de pie con
su pecho pegado a mi espalda, y sus brazos a mí alrededor. Era lo
suficientemente frío para que mi nariz doliese, y mis pies se encontraban
congelados, pero quería quedarme justo aquí donde me encontraba, por un
largo rato, respirando el olor del océano. —Ahí está el faro —señaló. Podía
ver una alta sombra. Luego la luz en la cima brilló—. En el día, puedes ver
hacia el agua.
—Es increíble.
—Regresaremos. Cuando quieras.
Me gustaba como sonaba eso.
De vuelta adentro, su fuego comenzaba a chirriar. —De acuerdo. —
Frotó sus manos—. Acción. —En dos minutos, ya había apilado cojines y un
par de mantas de los sofás, y había hecho como una especie de nido frente
al fuego. Luego tomó su mochila—. Aperitivos.
Casi esperaba ver una botella de vino o algo parecido. En vez de eso,
sacó un termo. Seguido de una bolsa de mashmallows, una caja de galletas
dulces, y, por supuesto, suficientes barras de chocolate para alimentar a un
ejercito pequeño.
—¡S’mores!130—dije felizmente.
—Y cocoa. Siéntate. —Esperó a que estuviera en medio del nido, luego
desapareció por una puerta. Escuché algunos chasquidos y sonajas. Cuando
regresó, traía consigo una bandeja con tazas, servilletas, y pinchos con tres
puntas de verdad.
—Estas bromeando, —me burlé cuando me tendió uno—. ¿En serio
tienes implementos para hacer s’mores?
—Rostízalos, luego te ríes.
Al final no me reí. Tampoco conversamos por un rato. Luego de la
cena en la boda, solo pude comer tres s’mores. Alex comió ocho. También
130
Es un postre hecho en una fogata noctura tradicional de Estados Unidos y Canadá, que
consiste en un malvavisco tostado y una capa de chocolate entre dos trozos de galleta
Graham.
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se tomaba muy en serio sus malvaviscos, girándolos y examinándolos hasta
que estuvieran perfectos, parejamente marrones. Yo solo esperaba que se
encendieran en el fuego y asumía que estaban listos.
Finalmente, llenos y felices por todo el azúcar, colapsé contra las
almohadas. Esperé que Alex se uniera a mí. En lugar de eso, apartó lo que
quedó hacia un lado, limpió cuidadosamente sus manos, y regresó a buscar
en su bolso.
—Tengo algo que mostrarte.
Se lanzó a mi lado y me tendió un bloc de dibujos. Lo abrí.
Y vi la sirena. Estaba dibujada en tinta de colores, detallada
exquisitamente; cada escama tenía un pequeño dibujo en ella: una
pirámide, un cohete, un pavo real, una oveja. Su torso tenía un patrón en
rojo, como un tatuaje o un coral. Tenía una fina hebra de alga alrededor de
su cuello, con una estrella sosteniéndola en el medio y su cabello era un
manojo de sueltos rizos negros. Tenía mi rostro.
Giré la página. Y otra y luego otra. Había una criatura de lucha que
era mitad humana, mitad octópodo. Explorando una cueva y montando un
tiburón. Riéndose y acariciando una manta raya que se encontraba en sus
piernas.
—La llamo Cora Lia por el momento, —me dijo Alex—. Pensé en
Corella, pero sonaba como una vajilla barata.
—Es… increíble.
—Es una fiera. Peleando con el malo Rey Dragón del Mar y sus
subordinados.
Tracé el tatuaje rojo en su pecho. —Esto es hermoso.
Alex entendió el brazo hasta mi suéter, jaló el cuello suelto de la
camisa fuera de mi hombro. No lo detuve. —A mí se me parece a un coral.
Me tocó, luego, la yema de su pulgar trazó las líneas de la cicatriz. Se
sintió extraño, en parte por la diferencia del tejido, pero más porque en los
últimos años, las únicas manos que me habían tocado allí habían sido las
mías.
Aparté el bloc cuidadosamente. —Supongo que no veo lo que ves tú.
—Es una lástima, porque yo te veo perfectamente.
Me acurruqué en él. —Tal vez tú eres exactamente lo que necesito.
—¿No hay ninguna duda? —Escondió su rostro en mi cuello. No lo
detuve—. Entonces…
—¿Entonces?
—Mataremos un par de horas, veremos el amanecer, comeremos
panqueques, y tú conducirás a casa.
—¿Qué?
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Lo sentí sonreír contra mi piel. —Logré que nadaras con tiburones. Lo
que sigue en la Lista para Conquistar tus Miedos es conducir un auto
sincrónico. ¿Cierto?
—Una cosa a la vez —dije. Luego—: Oh. Haz eso otra vez.
En otra historia, la intrépida heroína habría salido corriendo a surfear,
sin importarle la hipotermia. Ella habría conducido el Mustang a casa, habría
hecho una cita para cortarse el cabello, habría contado chistes en un show,
y habría bailado en el observatorio del edificio del Empire State.
Pero ésta era yo, y yo me movía a mi propio ritmo.
Verdad: Mi historia comenzó hace cien años. Todavía hay tiempo.
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Fin
Traducido por Annabelle
Corregido por Melii
Para: [email protected]
Fecha: 19 de Diciembre, 6:54 p.m.
Asunto: Tres Cosas
1. Verdad: Le tengo pavor a un número de cosas embarazosas,
incluyendo las Norias de los parques de diversiones, los clavos oxidados, estar
sola, y estar con alguien.
2. Verdad: Estoy trabajando en ello.
3. Reto: Dame una oportunidad, Alex Bainbridge. Qu’ieu sui precieuse,
Ieu lo sai131.
131 Siempre será precioso, aunque sea una oscura moneda.
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Traducido, Corregido
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