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4 El Peruano Lo Nuestro Lima, miércoles 29 ESPECIAL A unque su vida no va a cambiar para siempre cuando co- nozca cualquiera de los parajes oceánicos citados en esta nota, estamos seguros de que sus días serán únicos y excepcio- nales en las arenas relajantes, en los ríspidos acantilados, en las caletas de pescadores que reseñaremos ahora con infinita nostalgia. Quizás por eso o tal vez porque es imposible no emocionarse al recordar el horizonte encendido en una tarde estival en Pacasmayo (La Libertad) o a la pareja de recién casados que se juraba amor eterno en la ensenada de Tortugas (Áncash), la primera palabra que queremos escribir es volver. Y es que existen luga- res que se deben disfrutar más de una vez en la vida. Pasos en la arena De norte a sur. Viendo el re- torno de los pescadores en Zorritos (Tumbes). No hay muelle, pero hay sol. Mucho sol y muchas lanchas en esa mañana de océano resplan- deciente en la que se vende y se compra entre sonrisas. Es la agitación momentánea que precede al chapuzón obligado en unas aguas que acarician y a la placentera delectación de un platazo de majariscos (mariscos con plátano verdes). Así empieza esta guía personal en la que nos olvi- daremos de Punta Sal y de Máncora, de los disfuerzos GUÍA VIAJERA DE PLAYAS Tiempo de olas cosmopolitas de la Asia limeña y del trote mítico de los caballi- tos de totora de Huanchaco (La Libertad) y Pimentel (Lambaye- que), para acordarnos de Cabo Blanco y de Lobitos (ambos en Talara, Piura), dos bastiones de las nostalgia, dos refugios del pasado, dos anhelados points de los surfistas. Cuentan que en Cabo Blan- co el escritor Ernest Hemin- gway se tomaba sus buenos piscos sour en el Fishing Club. Eran otros tiempos, otro siglo, otro milenio y este pequeño distrito atraía a aficionados de la pesca de altura. Hoy, las cosas son distintas. La memo- ria de ese ayer ostentoso y ya casi legendario no coincide con la atractiva sencillez de esta caleta pesquera. Lo que no ha cambiado Las hay con aguas frías y calientes, concurridas y solitarias, con leyenda y gratamente desconocidas, pero todas ideales para el regocijo, aquel que nos hace volver a tiempos pasados, cuando la felicidad podía encontrarse incluso solo entre sus olas. Lomas. La diversión en grupo es mejor. Hay que ver cómo se divierte esta familia en Arequipa. Aquí no hay espacio para Textos y fotos: Rolly Valdivia

Tiempo de olas

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Guía playera en clave de crónica, publicada en la edición del miércoles 29 de enero de 2014 del suplemento Lo Nuestro del diario oficial El Peruano.

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Page 1: Tiempo de olas

4 El Peruano Lo Nuestro Lima, miércoles 29

ESPECIAL

Aunque su vida no

va a cambiar para

siempre cuando co-

nozca cualquiera de los parajes

oceánicos citados en esta nota,

estamos seguros de que sus

días serán únicos y excepcio-

nales en las arenas relajantes,

en los ríspidos acantilados,

en las caletas de pescadores

que reseñaremos ahora con

infinita nostalgia.

Quizás por eso o tal vez

porque es imposible no

emocionarse al recordar el

horizonte encendido en una

tarde estival en Pacasmayo

(La Libertad) o a la pareja de

recién casados que se juraba

amor eterno en la ensenada de

Tortugas (Áncash), la primera

palabra que queremos escribir

es volver. Y es que existen luga-

res que se deben disfrutar más

de una vez en la vida.

Pasos en la arenaDe norte a sur. Viendo el re-

torno de los pescadores en

Zorritos (Tumbes). No hay

muelle, pero hay sol. Mucho

sol y muchas lanchas en esa

mañana de océano resplan-

deciente en la que se vende y

se compra entre sonrisas. Es

la agitación momentánea que

precede al chapuzón obligado

en unas aguas que acarician

y a la placentera delectación

de un platazo de majariscos

(mariscos con plátano verdes).

Así empieza esta guía

personal en la que nos olvi-

daremos de Punta Sal y de

Máncora, de los disfuerzos

GUÍA VIAJERA DE PLAYAS

Tiempo de olascosmopolitas de la Asia limeña

y del trote mítico de los caballi-

tos de totora de Huanchaco (La

Libertad) y Pimentel (Lambaye-

que), para acordarnos de Cabo

Blanco y de Lobitos (ambos en

Talara, Piura), dos bastiones de

las nostalgia, dos refugios del

pasado, dos anhelados pointsde los surfistas.

Cuentan que en Cabo Blan-

co el escritor Ernest Hemin-

gway se tomaba sus buenos

piscos sour en el Fishing Club.

Eran otros tiempos, otro siglo,

otro milenio y este pequeño

distrito atraía a aficionados

de la pesca de altura. Hoy, las

cosas son distintas. La memo-

ria de ese ayer ostentoso y ya

casi legendario no coincide

con la atractiva sencillez de

esta caleta pesquera.

Lo que no ha cambiado

Las hay con aguas frías y calientes, concurridas y solitarias, con leyenda y gratamente desconocidas, pero todas ideales para el regocijo, aquel que nos hace volver a tiempos pasados, cuando la felicidad podía encontrarse incluso solo entre sus olas.

Lomas. La diversión en grupo es mejor. Hay que ver cómo se divierte esta familia en Arequipa. Aquí no hay espacio para

Textos y fotos: Rolly Valdivia

Page 2: Tiempo de olas

9 de enero de 2014 Lo Nuestro El Peruano 5

ESPECIAL

Distancias

Al norte de Lima: Zorritos

(Contralmirante Villar,

Tumbes): 1,231 km.

Cabo Blanco

(Talara, Piura): 1,136

km.

Lobitos (Talara,

Piura): 1,109 km.

Pacasmayo (Pacasmayo, La

Libertad): 667 km.

Malabrigo o Chicama (Ascope, La

Libertad): 592 km.

Casma (Áncash):

Tortugas, su principal

balneario, se

encuentra a 382 km.

Huarmey

(Áncash): Tuquillo, su

playa más conocida,

se encuentra a 289

km.

Al sur de LimaReserva Nacional

de Paracas (Pisco,

Ica): 281 km.

Marcona (Nasca,

Ica): 509 km.

Lomas (Caravelí,

Arequipa): 550 km.

Puerto Inca

(Caravelí, Arequipa):

610 km.

Camaná

(Arequipa): 851 km

Mollendo (Islay,

Arequipa): 1,063 km.

Mejía (Islay,

Arequipa): 1,079 km.

Tanto la capital como

las provincias costeras de

Lima ofrecen un rosario

de playas cercanas y muy

concurridas durante el

verano.

En las orillas de la

Costa Verde siempre

hay espacio para uno

más y, en el mar, la vida

siempre es más sabrosa,

sin importar que uno esté

rodeado de una multitud.

Al menos esa parece ser

la filosofía de los bañistas

que atiborran la arena y las

aguas de la emblemática

Agua Dulce.

Si no es amante de las

multitudes, súmele unos

cuantos soles más a su

presupuesto y diríjase hacia

las afueras de la metrópoli

o a las provincias de Cañete

(Sur Chico), Huaral, Huaura

y Barranca (Norte Chico),

donde siempre encontrará

un lugar para entregarse al

solaz e intimar con las aguas

del Pacífico.

De nuestro andar

costero le recomendamos

La Ensenada, León

Capital de mar y arenaes su belleza natural; lo mis-

mo ocurre en Lobitos, donde

don Tranquilino, quen no es

escritor ni pesca merlines, les

explica a los foráneos en su

casa de madera convertida

en restaurante que, mucho

antes, cuando estaban los in-

gleses petroleros, el pueblo

era bien bonito y que todas

las viviendas se hacían con

pino Oregon.

Una serie de penosos acon-

tecimientos, que van desde la

desidia hasta el robo descara-

do, terminarían con buena

parte de ese legado arquitectó-

nico. Si no fuera por el Pacífico,

todo estaría abandonado.

Nos vamos de Lobitos. Se-

guimos bajando por el litoral

y descubrimos la luna de Paita

y el sol de Colán, además de

Yacila y Cangrejos, donde los

piuranos se escapan con la

intención de combatir el ca-

lor afiebrado de su tierra. Es

una lucha tenaz pero gozosa,

tanto que dan ganas de seguir

recordando, mas el espacio se

acaba y todavía queda mucho

litoral por conocer.

Aún no les hablamos de

Pacasmayo con su malecón

de estampa evocadora ni de

Malabrigo o Chicama (Asco-

pe), donde revienta la ola iz-

quierda más larga del mundo.

Ambos destinos se encuentran

en la región La Libertad, por lo

que el viaje puede y debe ser

aprovechado para 'turistear'

por Chan Chan o el complejo

arqueológico El Brujo, la últi-

ma morada de la Dama de Cao.

Parajes reveladosY es que no solo del mar vive

el hombre, aunque siempre es

bueno conocerlo un poquito

más. Y como quien busca, en-

cuentra, cierto día llegamos

a las provincias ancashinas

de Casma y Huarmey. Fue

un hallazgo, una reveladora

muestra de que nuestra costa,

esa extraña y perpetua con-

junción entre el Pacífico y el

desierto, siempre es capaz de

sorprender al viajero.

Una sorpresa que se man-

tiene en las reservas naciona-

les de Paracas y de San Fer-

nando en Ica, y en las zonas

costeras de Arequipa, donde

casas de madera de Lomas,

los vestigios arqueológicos

de Puerto Inca, los enjambres

de bañistas de Camaná y Mo-

llendo, la prestancia solariega

de Mejía son una invitación

abierta para continuar con la

distensión y el regocijo.

También, para seguir aven-

turándonos, quedan pendien-

tes las costas de Moquegua y

Tacna... ¿Nos encontramos allá

este verano? a el estrés. Pacasmayo. Desde su emblemático malecón no hay atardecer que deje de sobrecogernos y hacernos pensar en la posibilidad de quedarnos para siempre.

“Desde Colán, con sus leyendas alrededor de Ernest Hemingway, hasta Chicama, con su ola izquierda más larga del mundo, las playas peruanas nos ofrecen en su singularidad la posibilidad de crear historias propias.”

Dormido y Cerro

Azul (Cañete), Santa

Rosa y Ancón (Lima

Metropolitana zona

Norte), San Pedro,

Pucusana, y Punta

Hermosa (Lima

Metropolitana zona Sur),

Los Viños en la Albufera

de Medio Mundo y

Paraíso (Huaura) y La

Isla (Supe, Barranca).

Paracas. En La Mina todos saben cómo disfrutar del mar y sus cálidas aguas.