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Primera edición en REINO DE CORDELIA, marzo de 2018
Edita: Reino de Cordeliawww.reinodecordelia.esN P @reinodecordelia M facebook.com/reinodecordelia
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española© Reino de Cordelia, S.L.Avd. Alberto Alcocer, 46 - 3º B28016 Madrid
© Federico del Barrio, 2018
© Elisa Gálvez, 2018
Prólogo: © Isabel Bono, 2018
IBIC: FXLISBN: 978-84-16968-37-4Depósito legal: M-5258-2018
Diseño y maquetación: Jesús EgidoCorrección de pruebas: Pepa Rebollo
Impresión: Tórculo Comunicación GráficaImpreso en la Unión EuropeaPrinted in E. U.Encuadernación: Felipe Méndez
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
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Tiempo queDura esta Claridad
GUION
Elisa GálvezILUSTRACIONES
Federico del BarrioPrólogo de Isabel Bono
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Índice
Estar al otro lado(o cómo enamorarse a tientas), por ISABEL BONO
Prólogo de ELISA GÁLVEZ
Prólogo de FEDERICO DEL BARRIO
TIEMPO QUE DURA ESTA CLARIDAD
Grises y frío
La orilla
Soy el que siempre quiere irse…
Días de Afrodita
A este lado
Dos manos de mujer
Un halcón entre las rosas I
Un halcón entre las rosas II
Un halcón entre las rosas III
El canto de la cabra
Tiempo que dura esta claridad
Saudade
Tormenta negra
Tormenta blanca
Cámara oscura
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Viñeta deA este lado.
SIEMPRE QUISE fumar y ser moderna, o al menos parecerlo. Ya de niñame paraba en los kioscos y le hacía comprar a mi madre cigarrillos de choco-late. Crecí leyendo tebeos, rezando cada noche a mis santos dibujantes para
que me permitieran vivir en sus viñetas (el milagrode la transubstanciación a las tintas planas). Des-pués, en los ochenta, el summun de la modernidadera vestir de negro, llevar gafas de sol por la nochey hablar poco. Las chicas escuálidas y con hombre-ras de Federico del Barrio cumplían todos los requi-sitos. También el de sostener un cigarrillo condesgana entre los dedos. Chicas que salían de casapara sentarse en un café a (no) mirar por la ventana,a (no) esperar el amor de su vida, porque (no) esperartambién era moderno.
Imagino al niño Federico soñando con mudarse,no a otro barrio, a otros mundos. Lo veo mirando elcine de las sombras que se proyectaba en el techode su cuarto a través de la persiana, dibujando enlos márgenes de los libros y llevándose collejas porírsele el santo al cielo.
La vida, que en mi caso no da muchas vueltassino que dibuja circunferencias cerradas, me trajo aFederico del Barrio en 3D allá por 2011. Hablamos
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Estar al otro lado(o cómo enamorarse a tientas)
«¿Sabes qué sueño a veces? Que vienes a vivir a este lado donde pueda verte».
Winnie, en Los días felicesSAMUEL BECKETT
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de Beckett y lo divino (valga la redundancia). Le confesé que me había ena-morado de La orilla en mayo del 87. Como el amor es ciego no advertí que laguionista era una mujer: Elisa Gálvez.
Sin mala memoria no hay sorpresa. Él no recordaba aquella exposiciónen Málaga y yo no recordaba a Elisa. Los rabillos de pasas han sido sustitui-dos por Google y, de repente, veo a Elisa Gálvez en el papel de Winnie. Lamisma imagen que llevo desde el siglo pasado en la contra de mi «Libretade escritos».
Todo casa, me digo, todo casa. Y sonrío feliz. Gálvez, Del Barrio y Becketthan estado siempre conmigo sin saberlo. Arropándome, acunando mis nochesde insomnio con sus historias para (no) dormir. Sus álbumes son exquisitos ydolorosos estigmas en las manos de quien (no) los posee. El gozoso dolor deestar más allá de lo real, de impedir que la locura de lo real se establezcaentre nosotros, en nosotros. Mientras uno inspira, la otra escribe y el terceroequilibra esta santísima trinidad modelando la tinta como si fuese barro y, sinaliento siquiera, le da vida. Dar vida a la vida, ¿existe mayor prodigio?
Abrid este libro, abrid bien los ojos, los pulmones y pasad sin miedo alotro lado. Y enamoraos.
ISABELBONO
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TUVE LA SUERTE de conocer a Federicohace cuarenta años.
Federico era un chico alto, flaco y guapo quese parecía a Cat Stevens del que me enamoré parasiempre una tarde de domingo en una plaza deMadrid.
Pertenezco a ese grupo de personas que nosaben dibujar. Dicen que dibujo como los niños,pero no es verdad, carezco de ese don. Si mepiden que dibuje, dibujo un punto, eso es todo.Aprendí con él no a dibujar, por supuesto, pero sía ver la vida como un dibujo, un dibujo tras otro,una historia, una historieta.
Entonces nació la revista Madriz. Eran lostiempos de Tierno Galván, el profesor. Éramos jó-venes y el futuro no nos importaba nada, todo erapresente, presente continuo.
Es entonces cuando empecé a confundir elarte con la vida y la vida con el arte, hasta hoy.
Recuerdo la emoción que me producía ver enel papel el texto o las pequeñas ideas que se me
ocurrían. Recuerdo el tablero de dibujo, los botecitos, los pinceles, el olor atinta, la ventana…
Prólogo
Viñeta deCámara oscura.
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A menudo vuelvo a esos tiempos, tiempos de claridad.Federico siempre ha sido un ser generoso. Un día vino a verme con un
gran regalo bajo el brazo.No me lo esperaba. El regalo es este libro.Qué emoción.
ELISAGÁLVEZ
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HE AQUÍ, al fin, este libro. Estuvo apunto de ver la luz, con un contenido parecido,hace casi treinta años, pero un suceso inesperadolo relegó a la oscuridad hasta ahora. Y ahora, elmundo ya no es su mundo. Aun así, aquí está,como un retrato antiguo que nos recuerda quienesfuimos y lo que vivimos.
Consta de dos partes. La primera reúne lamayoría de las historietas que Elisa Gálvez y yohicimos juntos a lo largo de los años. Nuestrascriaturas. La segunda, otra serie de historietas fir-madas solo por mí, pero que participan del espí-ritu elisíaco. Todas, excepto la que da título allibro, que es actual e inédita, datan de los añosochenta y fueron publicadas en las revistas Ma-driz, Medios Revueltos y en el volumen Museovivo. Algunas se recopilaron en el álbum La ori-lla, editado por Sombras en 1985.
El método de trabajo entre nosotros no seguíauna pauta fija. Cada pieza tenía su estilo. Unasveces yo tomaba escritos suyos y los convertía en
viñetas; otras, le pedía que me echara una mano para seguir una historia (re-cuerdo, por ejemplo, el episodio de Doderlin que aquí se recoge); otras eran
Concierto
Viñeta deCámara oscura.
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Viñeta deTiempo que duraesta claridad.
Viñeta deTiempo que duraesta claridad.
Viñeta deTiempo que duraesta claridad.
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argumentos exclusivamente suyos, que yo materializaba… En fin, nada or-todoxo.
Lo único que permanecía era una especie de fidelidad al corazón. Lasapariencias de los personajes cambiaban, pero la voz que los animaba era la
misma. Una voz íntima y crítica que, al cabo de los años, ha prescindido delas máscaras y se ha convertido en poesía.
Si diera la palabra al escritor decimonónico que hay en mí, ensalzaríaesta poesía con palabras profundas y sentidas. Si se la diera al otro, al dibu-jante de tebeos, hablaría de la influencia de las mujeres en la casa del novenoarte. Uno y otro, en este momento, están sub júdice. Lo que significa queexiste un tercero que discrimina y decide. Pero este, sea quien sea, estáausente. Quizá deliberando.
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Viñeta deCámara oscura.
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Mientras tanto, las historietas esperan. Siempre las historietas esperan.Aguardan a un lector. Pero no a cualquier lector. A quien esperan es al en-tusiasmado. Al que tiene un dios dentro. Al que puede ver. Y ama. Muchospueden ver, pero no todos aman. Desde el afecto, que es lo que define al afi-cionado, la visión se amplía. Entonces, ya no hace falta dar explicaciones.Muchas veces hay que dar demasiadas explicaciones para protegerse deldesdén (causado, sin duda, por una extraña patología) con que algunos ob-servan aquello por lo que no sienten ningún aprecio.
Estas historietas esperan a las damas y caballeros que han sido, o puedenser, agraciados con el don de amar los tebeos. Con estas páginas hemos in-tentado, aparte de jugar y ganarnos la vida, ser autores, es decir, ensancharel horizonte que nos encontramos cuando nos pusimos manos a la obra. Nodigo que lo hayamos conseguido, pero el intento creo que es manifiesto.
En efecto, este libro es un regalo. Y hay varias personas a las que megustaría agradecérselo.
A Elisa Gálvez, por supuesto, y a Juan Úbeda, el gran hombre que estáno detrás, sino al lado de la gran mujer; a Isabel Bono, mi amiga del alma; aFelipe Hernández Cava, sin cuyo respaldo, en su época de director de Ma-driz, casi ninguna de estas historietas hubieran sido posibles; y a Jesús Egido,cómo no, que ha tenido la fortuna y la inteligencia de contratarnos para ha-cerse inmensamente rico.
FEDERICODELBARRIO
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