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Tierra de promisión 3a final (2)

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Tierra de promisión

Reflexiones sobre

la inmigración en América

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Nelson Montes-Bradley

Tierra de promisión

Reflexiones sobre

la inmigración en América

2012

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© 2012, by Nelson Montes-Bradley

ISBN-10: 978-1475161540

ISBN-13: 1475161549

MB Ediciones

1165 Owensville Road

Charlottesville, VA 22901

2nd

Edition

Printed in USA

Información estadística del Pew Hispanic Center. Centro de

estudios para la migración. http://www. pewhispanic.org/

Y de The American –Western European Values Gap, Pew

Research Center, Q61.

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En recuerdo de

mi hermano Horacio, que decidió quedarse

en Trapalanda.

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Contenido

1 Introducción 11

2 Problemas de identidad 31

3 Antecedentes 37

-Reforma y contrarreforma 39

4 Antiimperialismo de café 59

-Los cubanos 75

-Los puertorriqueños 78

-Los haitianos 80

5 Webster’s vs. Larousse 81

6 ¿Hispanos? 95

7 Derechos humanos e inmigración 101

Anexos estadísticos 111

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Introducción

Las tradiciones guardan historias y costum-

bres acrisoladas en un pasado –en ocasiones cer-

cano, remoto en otras– que contribuye a modelar y

definir la personalidad y la conducta social que nos

singulariza.

La lengua materna; la narrativa; las anécdo-

tas; la música y el refranero; el vestido, los gestos y

decires; la escuela, las creencias religiosas; las nor-

mas morales y de conducta, y hasta las comidas

con las que nuestras madres nos alimentaron en la

infancia, constituyen parte fundacional de un patri-

monio cultural que nos identifica, más allá de la vo-

luntad. Cuando digo las creencias religiosas me re-

fiero las creencias ancestrales, animistas por lo ge-

neral, y no a las grandes religiones impuestas desde

afuera, con pretendidos dogmas eternos e inmuta-

bles. El hambre endémico, la miseria, el analfabe-

tismo y la ignorancia no son patrimonio cultural de

pueblo alguno.

La tradición no nos hace mejores ni peores,

sólo distintos, y –a veces– a poco que se profundi-

ce el tema, ni tanto. Constituye una herencia con

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frecuencia lineal, simple y directa que suele enri-

quecerse y hacerse más compleja con los aportes

migratorios, que llegan hasta a alterar el patrón ori-

ginal de la comunidad receptora; el arribo de gente

extraña con costumbres diferentes, que modifican y

se modifican, relacionándose dinámicamente con la

sociedad de la tierra de adopción. Cuando esto no

ocurre y los elementos culturales se perpetúan sin

cambio, la comunidad languidece hasta su ex-

tinción, agotada la capacidad de regenerarse, de-

sangrada por la emigración de sus hijos y absorbi-

da por aquellos polos en expansión. Es muy difícil

establecer hasta donde debemos escarbar para en-

contrar atributos de aquel grupo humano –lejano en

el tiempo– que podríamos atrevernos a señalar co-

mo primigenio de nuestra identidad: pudo cambiar

más allá del reconocimiento, haberse refugiado en

el folklore y la literatura costumbrista, o simplemen-

te haber desaparecido, como tantas culturas y civili-

zaciones que nos precedieron. Sin entrar en pre-

cisiones históricas o antropológicas.

Esta reflexión es válida para todas las so-

ciedades humanas del orbe. Todos somos –gene-

ración más, generación menos– hijos de inmigran-

tes. Lo ratifica el mero hecho de estar aquí y ahora.

La especie viene migrando desde sus más remotos

orígenes y seguirá haciéndolo, en búsqueda de me-

jores pastos o territorios de abundante caza, me-

tafóricamente hablando. Con contratiempos –sin

duda– las movilizaciones humanas nunca erraron

el rumbo de sus desplazamientos y nadie tiene au-

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toridad como para establecer que el proceso se a-

gotará en nuestra instancia cronológica.

A partir de esta premisa, el debate acerca de

la inmigración debe circunscribirse a la regulación

inteligente de un fenómeno inherente a la condi-

ción humana. Las migraciones son incontenibles y

responden a una dialéctica propia que trasciende

las fronteras nacionales (que sólo resultan serlo ad-

ministrativamente hablando).

Dicha regulación inteligente opera con a-

cuerdos internacionales, leyes y disposiciones ajus-

tadas a las circunstancias, pero sobre todo con vi-

sión política y sentido común.

En atención a lo dicho, el ingreso de extran-

jeros al país, sin autorización ni documentación le-

gal pertinente constituye una suerte de ―pecado ori-

ginal‖ que no se redime con la buena conducta del

protagonista, ni con su aporte laboral o disposición

a establecer un hogar y tener hijos que concurran a

establecimientos educativos. Las infracciones a las

leyes no se compensan automáticamente, y la Ley

de Migraciones no prescribe. El manoseo –por lo

general intencionado– de la información sobre el te-

ma, sólo aumenta la confusión y lleva a conclusio-

nes erróneas, oscureciendo el panorama.

* * *

Entre mis ancestros en línea directa, arriba-

dos al Río de la Plata a lo largo de doscientos años,

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montados en sucesivas oleadas migratorias, más

duras y erizadas de mayores dificultades que las de

hoy en día, se cuentan: castellanos de Castilla la

Vieja; gallegos de El Ferrol; gaditanos y andaluces

de las serranías de Ronda (mozárabes) y de Carta-

gena de Levante. Pero también italianos de Vero-

na, sospechados de remoto origen sefaradí (de los

expulsados de España en 1492, que fueron a parar

a Génova primero y más tarde a Ferrara, en Italia).

Sin olvidar a los alemanes de Tipitz, llegados a las

playas del Plata después de la batalla de Ituzaingó

–dos de ellos– antes de que Alemania fuera Ale-

mania; y un tercero, armero de profesión, que ha-

bía emigrado a Inglaterra y fuera allí contratado por

Manuel Moreno para tecnificar la fábrica de armas

de Esteban DeLuca. Sin omitir a los norteamerica-

nos de Massachusetts y Maine (cuyos antepasa-

dos habían llegado, a su vez, desde Inglaterra): ma-

rinos, corsarios, comerciantes y labriegos que com-

batieron por la independencia de su país en dos

guerras, para más tarde, con familia y escasos bie-

nes, adoptar el proyecto de Rivadavia, largándose

a ayudar a fundar una república en el lejano Sur.

Estos aportaron el componente romántico de la es-

tirpe, pero bien se dice que ―no hay buena intención

que quede impune‖.

Más tarde, casé a mi vez con la hija de un

honorable comerciante polaco y una rumana, judíos

ambos, llegados a la provincia de Santa Fe, en Ar-

gentina, en el período comprendido entre las dos

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guerras mundiales, insuflando renovados bríos al

viejo tronco familiar. De historias y anécdotas de

parientes, amigos y vecinos –narradas en primera

persona– he aprendido cuanto se puede conocer y

decir sobre el tema: los desplazamientos, violentos

o pacíficos; el drama del desarraigo; la discrimina-

ción; las penurias económicas; el hambre; las arbi-

trariedades y los atropellos; las injusticias y los mie-

dos; las historias del Hotel de Inmigrantes y las cua-

rentenas.

¿Idioma? Había sólo uno: el que hablan to-

dos…el oficial del país. ¿Protección? ¿Servicios so-

ciales? ¿Vivienda? ¿Educación? Todo estaba por

hacerse. Todo debía ser inventado. Trabajaron du-

ramente y salieron adelante, con gobiernos corrup-

tos, sectarios y amiguistas, policía ―brava‖, caudi-

llos políticos, represión, cárceles, muertes y la per-

manente amenaza de deportación.

Claro está que las deportaciones a que me

refiero no respondían a la condición de su ingreso

al país –por ―ilegales‖ o ―indocumentados‖, que no

lo eran– sino obedeciendo a razones de otra índo-

le: Integrantes de la Federación Obrera de la Cons-

trucción, les aplicaron la temida Ley de Residen-

cia, la ―ley Cané‖ de 19021, utilizada hasta por Pe-

rón en el ´55 –cuando se enojó con la Iglesia–; vio-

latoria de derechos elementales consagrados por la

1 “Ley Cané‖, así llamada por haber sido Miguel Cané (perio-

dista, diplomático, Senador de la Nación, escritor, autor de ―Juvenilia‖) su impulsor desde el Senado, a solicitud de la U-nión Industrial Argentina, que buscaba librarse de sindicalistas perturbadores. Y el Estado acudió en su ayuda.

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Constitución Nacional y tardíamente anulada por

Frondizi en 1960. ¡Nada menos que cincuenta y o-

cho años de vigencia de una ley infame!; a veces

activa o, si no, jugando como reserva o amenaza

para emergencias ―sociales‖ por los gobiernos que

se sucedieron2.

Este rigor político-administrativo no se em-

plea ahora sobre los millones de bolivianos, para-

guayos, peruanos y chilenos que pueblan las ―vi-

llas de emergencia‖ en los suburbios de los centros

urbanos de Argentina (y a veces no sólo en los su-

burbios), sobrecargan los servicios públicos asis-

tenciales o viven, lisa y llanamente, dependiendo

de subsidios de Estado, ―enganchados‖ al servicio

eléctrico, viviendo en casillas miserables (levanta-

das en terrenos fiscales o de algún propietario inde-

fenso) tal vez no mejores que las que dejaron en

su país, pero con un grifo de agua potable cerca-

no, un dispensario gratuito y una escuela para sus

hijos. Es mejor una mala vida que una peor muerte.

En su gran mayoría indocumentados, desocupa-

dos o realizando las tareas más duras, peligrosas y

menos remuneradas de la escala laboral. Y aún

delincuentes, vinculados al tráfico de estupefacien-

tes o al contrabando de bienes y personas; busca-

dos en sus respectivos países o no; protegidos por

2 En 1920, durante el gobierno de Yrigoyen, se deportaron

7.029 extranjeros radicados en Argentina. El 30 de octubre de 1937, en el ―Principessa Giovana‖ se deportó a Guido Fio-ravanti, José Pierpuccioni, Emilio y Pedro Fabretti y Mario Pi-ni, anarquistas, enviándolos a la Italia fascista, con destino pre-visible.

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la ineficiencia, la lenidad, cuando no la complicidad

directa de las autoridades, comisarios y jueces de

la Nación, que los utilizan políticamente, olvidando

el compromiso fundacional de brindar seguridad a

los ciudadanos.

Sin embargo, los ―progresistas‖ se rasgan las

vestiduras por el destino de los intrusos en los EE.

UU. Como si corrieran algún riesgo cierto, que no

sea bajo la protección de una legislación y un sis-

tema jurídico del que no gozan en sus países de

origen, asolados por gobiernos demagógicos que

se benefician con sus transferencias de dólares;

incapaces –por otro lado– de proporcionarles tra-

bajo y condiciones elementales, mínimas, de higie-

ne, salud y educación, para llevar una vida digna

en su tierra, tras dos siglos de haberse constituido

como ―naciones‖ independientes.

* * *

Nací, crecí y gradualmente fui ganando con-

ciencia de lo que significaba pertenecer a una fa-

milia, a una sociedad en particular, en Rosario, la

más italiana de las ciudades argentinas. Mis con-

discípulos eran testimonio viviente del cosmopo-

litismo de nuestra comunidad. Los había hijos de

italianos y de españoles, pero también judíos cen-

troeuropeos, armenios, sirios, libaneses, ingleses y

criollos con bastante de indio y negro, y hasta un ja-

ponés. De ahí salieron también mis amigos, para

toda la vida.

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Soy al fin –digamos– un producto hecho y

derecho (sin que ello entrañe mérito propio alguno)

de esta América aluvional cuyos habitantes vinimos

todos de otra parte. Atención: Antes o después, pe-

ro de otra parte: caminando; escapando a fenóme-

nos geológicos; en balsas de totora impulsadas por

los vientos del Pacífico; desertores de las naos de

los conquistadores; contrabandistas u honestos

mercaderes. Más tarde, pasajeros hacinados en la

tercera (o cuarta o quinta) clase de los buques,

buscando mejor futuro para su semilla; y –más re-

cientemente– en la ―clase turista‖ de gigantescas

aeronaves, que han acortado distancias aunque sin

aportar nada nuevo al impulso primario de emigrar,

con ser sólo un recurso más del desarrollo tecno-

lógico global de la humanidad, que apura el trasla-

do, pero no el arraigo, de la gente.

Todos los recién llegados debieron competir

a brazo partido con quienes (carentes de otro dere-

cho que no fuera el de haber sido actores de ante-

riores y similares epopeyas personales) demanda-

ban privilegio, por estar allí desde antes, para ganar

un espacio propio y el derecho de permanencia en

la nueva tierra pacíficamente conquistada, despre-

ciando al recién llegado, discriminando al ―diferen-

te‖. Analizando la historia de las sociedades huma-

nas veremos que, cuanto más primitivo sea el gru-

po en estudio, mayor será la desconfianza y la hos-

tilidad manifiesta de éste hacia los forasteros, lle-

gando a culparlos de los males e infortunios (pla-

gas, pestes o disfavor de los dioses) que pudiera

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soportar circunstancialmente la tribu, llegando has-

ta el sacrificio propiciatorio del distraído visitante y

aún al canibalismo.

Estas acciones, por injustas y crueles que

parezcan, son comprensibles en un contexto cul-

tural dado, y son de carácter individual por multitu-

dinarias que fueran en los hechos. Por el contrario,

la atención cordial y solícita del extranjero, más aún

cuando se encuentra en apuros o en condiciones

de necesidad extrema, señala un elevado nivel in-

telectual y cultural de los protagonistas. El proble-

ma reviste características diferentes cuando la dis-

criminación es administrada y dirigida por las auto-

ridades del Estado, con sentido racial, religioso o

económico. Si la segregación por raza, color de piel

o rasgos fisonómicos naturales es cruel e injusta, la

discriminación por motivos religiosos es estúpida,

porque el pensamiento religioso corresponde al

campo de las ideas (que son materia opinable), y la

discriminación ideológica constituye tal vez la forma

más torpe e irracional del género. Solamente el

miedo acuña diferencias.

La historia de las migraciones compone un

capítulo importante de la más amplia historia de la

humanidad y ésta podría resumirse en aquella. Sin

tener a menos la natural curiosidad de la especie,

que siempre quiso y quiere saber qué hay más allá

del horizonte (y tratar de sobrevivir en la adversi-

dad), las cuestiones económicas más primitivas

constituyen el principal motor de los desplazamien-

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tos humanos. Desde procurarse alimento y abrigo

de las inclemencias naturales, hasta la libertad de

desarrollar una actividad comercial, artesanal o in-

telectual lícita.

Pero no son éstas las únicas causas a con-

siderar: La intolerancia, las persecuciones raciales,

políticas y religiosas; la codicia y la rapiña; compo-

nen otra categoría de inmigrantes, que suele ser

–según se vea– tanto o más importante que las an-

teriores. Corresponden a un carácter que me atrevo

a englobar como ―las tribulaciones del espíritu‖, ori-

gen de demandas tan perentorias y dolorosas co-

mo las del estómago, satisfechas que fueran éstas.

* * *

Precisamente en esta última categoría de los

impulsos sociales centrífugos radica la menos a-

nalizada razón de las diferencias malévolamente

señaladas como ―culturales‖ entre las sociedades

de Europa y Estados Unidos.

Los anti-norteamericanos, que no son todo

lo ―antiimperialistas‖, ―anticapitalistas‖ ni ―antilibera-

les‖ que dicen ser, son sólo y simplemente antinor-

teamericanos, viscerales. Coinciden en ello las co-

rrientes fascistas; la iglesia católica; las ―organiza-

ciones no gubernamentales‖ (ONG) de muy diversa

índole, ignoto origen, y propósitos difusos; y los gru-

púsculos de la izquierda bastarda, punto donde con-

vergen el corporativismo y el ―Estado de Bienestar‖

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bismarckeano, que culminan en una abstracción

ante la imposibilidad de sostener sus tesis sobre la

superioridad de la cultura europea en relación con

la de EE.UU.

Hoy por hoy no se puede ya negar el aporte

de ésta nación a la civilización universal –en el sen-

tido más amplio– en todas las expresiones del Arte,

las Ciencias y las tecnologías aplicadas, su asom-

broso desarrollo científico y su influencia determi-

nante en la vida cotidiana de terceros países, des-

de la pasta dental y el papel higiénico hasta la cu-

riosa sonda marciana, aún de aquellos que se su-

ponen enconados adversarios, política o económi-

camente.

Pero debemos convenir en que sí, existe u-

na diferencia, nada sutil aunque difícil de advertir

por aquello de que ―en la oscuridad todos los gatos

son pardos‖ 3 y más aún de evaluar, sin mediar un

análisis más profundo y detenido que el derivado

de la simple observación de la ventajosa (estadísti-

camente hablando) posición de Norteamérica frente

al Viejo Continente. Los valores en que el pueblo

norteamericano se apoya, difieren sustancialmente

de aquéllos cultivados preferentemente por los eu-

ropeos.

Sin duda, la mayoría de los americanos son

individualistas a porfía y poco inclinados a aceptar

la intervención del Estado como garante o regula-

3 Me refiero en este caso a las tinieblas de la mente.

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dor de actividades privadas, que no sean aquellas

que puntualmente le asigna la Constitución y la De-

claración de Derechos (Bill of Rights) de 1789, con

sus enmiendas posteriores, ratificado en 1791.

Tal vez consecuencia del proceso de globa-

lización en marcha (producto del formidable impac-

to de los medios de comunicación satelitales en la

vida cortidiana; del incremento del turismo interna-

cional y del intercambio científico y cultural) cada

vez son menos los estadounidenses que estiman

el desarrollo de su país –en materia cultural– como

inferior al de los países europeos4. En cuanto a los

beneficios derivados del promocionado estado de

bienestar, éstos cuentan con la aprobación de sólo

un 35% de la población, en tanto el 58% de ella es

partidaria de la libertad de los individuos para al-

canzar sus objetivos vitales como resultado de su

propio esfuerzo y capacidades. En los países de

UE estas cifras oscilan: entre el 55 y el 38% –res-

pectivamente– para Gran Bretaña, y el 67% y 30%

para España, valores –en este último caso– que

tienen su explicación en la ―pedagogía social‖ de

los largos años de la dictadura del nacional-sindi-

calismo franquista.

Con todo, en la cuestión religiosa se plantea

una contradicción: Para el 50% de los norteameri-

canos la religión (cualquiera sea) es muy importan-

4 Actualmente menos del 50% de la población considera que

si bien su sociedad no es perfecta, su cultura supera a las demás (46% disiente)

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te en sus vidas. Se me ocurre que esta firmeza de

convicción ciudadana deriva del espíritu de confron-

tación de la Reforma. Estos valores decrecen ver-

tiginosamente en el Viejo Continente: en España es

22%; en Alemania un 21%; para la Gran Bretaña el

17%, y Francia registra tan sólo un 13%. Cabe se-

ñalar que en Europa los cultos religiosos se con-

centran en dos o tres iglesias mayoritarias, en tanto

en EE.UU. la dispersión es notablemente mayor,

con más de veinte cultos importantes en número

de fieles y proyección sobre la sociedad.

A diferencia de la mayoría de los norteame-

ricanos, que lo aborrecen, los europeos –en térmi-

nos generales– profesan una adoración casi mís-

tica por el Estado. Es algo inherente al origen y la

configuración de las naciones del Viejo Mundo.

Desde tiempos bíblicos y aún antes, durante mile-

nios, jefes, caciques, príncipes, señores feudales,

reyes, monarcas absolutos (y no tan absolutos),

emperadores, sátrapas y tiranos, pero también líde-

res revolucionarios civiles, funcionarios encarama-

dos en la burocracia, dictadores de toda laya (por lo

común entroncados con la clase político-militar) le-

vantando engañosas banderas de justicia social y

prometiendo el paraíso en la Tierra, crearon y sos-

tienen una entelequia denominada ―Nación‖ o ―Es-

tado‖: Paternalista, omnipotente, previsor, protector

de pobres y entenados; representante de sí mismo

y árbitro sabio y justiciero en los enfrentamientos

corporativos de la comunidad organizada. Reserva

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para sus actores –verdaderos sumos sacerdotes

del culto– el goce de honores, pompa y lujos nada

republicanos por cierto. Herencia o resabio de mo-

narquías ultramontanas y del clero: ―Su Excelen-

cia‖, ―Su Señoría‖,‖Eminencia Reverendísima‖, ―Ex-

celentísimo Señor‖, ―Honorable Magistrado‖, etc.

Así como son acreedores a estos títulos

grandilocuentes y escandalosos, los jerarcas lo son

también a reverencias, genuflexiones y veneración

pública indiscutida; y por supuesto, a disponer de

hacienda y bienes públicos como propios. Confor-

ma el estado totalitario por antonomasia. El Estado

es una entelequia, es el ―pueblo‖ en su conjunto

–las masas– y sólo éstas dan sentido a su exis-

tencia. Es la dictadura de la mayoría. Una vez más

el bien y el mal, la aristotélica oposición de los con-

trarios5. La lealtad o la traición.

Los slogans partidarios, voceados por mul-

titudes arreadas a sus fastos rituales en señalados

días feriados o en circunstancias previsibles, reite-

rados hasta el éxtasis colectivo, operan como sal-

modias del culto de los máximos jefes políticos, de

exaltada irracionalidad. Sus líderes, pasan a cons-

tituir la encarnación o imagen viviente de lo más sa-

grado de la sociedad: la ―Patria‖ eterna. Entidad so-

brenatural, etérea y difusa –aunque de precisos e

inviolables límites territoriales y símbolos intangi-

5 ―Si el pueblo es peronista, estar contra Perón es estar con la

anti-Patria, compañeros‖, rezaba uno de los slogans favoritos de Eva Perón.

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bles– que expresa y da sentido al ―ser nacional‖, al

que se adhiere por el mero acto involuntario de na-

cer en su suelo, de ser hijos de nacidos en él (ius

soli), o mediante la aceptación de un reglamento

ad-hoc (si se trata de un extranjero que pretende

sumarse), previas pruebas de honestidad, voca-

ción, y juramento de fidelidad, trámite éste insos-

layable.

Con el apoyo y estímulo entusiasta del verti-

calismo papal, la devoción por el Estado se ha con-

figurado como el pensamiento ―nacional y popular‖

vinculado a las virtudes del altruismo y el servicio

heroico del mismo y sus encarnaciones locales. No

habría mayor honor que el de servir al mandón de

turno, que personifica los principios sagrados de la

nacionalidad: el ―Caudillo‖ o ―Líder‖ carismático.

Es claro que el desarrollo del concepto y la

aceptación de la existencia etérea de un único ―Se-

ñor‖ en los cielos (creación sustantiva de las reli-

giones monoteístas y primerísimo artículo de sus

reglamentos) sería inviable sin haber incorporado y

asumido previamente la noción de un homólogo te-

rrenal, con similares aunque –sin duda– más limi-

tados poderes y atributos, legalizados y refrenda-

dos por el Todopoderoso celestial en el acto de su

coronación a manos de una autoridad religiosa, con

periódicas reafirmaciones, mediante invocaciones y

fórmulas rituales esotéricas de ocasión.

Con el transcurso de los siglos y las adapta-

ciones evolutivas impuestas por circunstancias

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cambiantes, estos atributos de poder han sido cues-

tionados y limados. Pocos creen, hoy por hoy, en la

intervención de la voluntad divina para ungir un rey

(o un ―presidente democrático‖), aunque es eviden-

te en la sustitución de la pomposa ceremonia de

coronación del monarca por una más simple misa

de acción de gracias (Te Deum) del presidente e-

lecto y su estado mayor, celebrada en la Iglesia Ca-

tedral (en la mañana siguiente a su asunción al car-

go y antes que ningún acto de gobierno), con la a-

sistencia de las máximas autoridades y que viene a

ratificar y bendecir la acertada designación de és-

tas y –a su vez– resaltar su sumisión a la iglesia.

Sin embargo el europeo común, de a pie, es

un fiel y honorable siervo de tal orden de ideas. Se

trate de ciudadanos de monarquías constituciona-

les o de gobiernos socialdemócratas, el socialismo

y el progresismo han calado muy hondo. Claro está

que no todos en Europa piensan del mismo modo.

Los que no, son también candidatos a emigrar, más

temprano que tarde, aun si sus necesidades ali-

mentarias estuvieran satisfechas, tropezando ahora

con el impedimento de las ―cuotas‖ de inmigración

del Acta de 1964.

Algo similar sucede con sectores de la riquí-

sima burguesía latifundista (y más recientemente,

en cierto grado, industrial también) centro, sudame-

ricana y caribeña; terrateniente, heredera de los an-

tiguos hidalgos españoles, corrupta hasta el tuéta-

no, prebendaría, rapaz y codiciosa, cuyos intelec-

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tuales, liados con la cultura europea y la curia cató-

lica, recibieron –infiltrado– el culto y la adoración

del Estado omnipotente y su infinita sabiduría, be-

nefactor, que premia y castiga a sus habitantes co-

mo a niños malcriados, disfrutando de su posición a

la derecha del César todopoderoso.

Viene al caso la admonición atribuida al Ge-

neralísimo Francisco Franco, Caudillo de España

―por la Gracia de Dios‖:

—―¡Ay españoles, españolitos…Sois como niños!‖

refiriéndose a la necesitad de aplicarles severos co-

rrectivos que iban desde la mazmorra y la tortura

hasta el garrote vil o el fusilamiento sumario. Ni u-

nos ni otros entienden la importancia del individuo,

ni sus derechos fundamentales. Esteban Echeve-

rría, lúcido, anticipaba:

— ―Hemos logrado la Independencia, pero no la emancipación…‖

* * *

Los pioneros arribados a Massachusetts, co-

lonos, agricultores y artesanos (y no Caballeros de

la Cruz y de la Espada), puritanos, conducidos por

quienes representaban en Europa lo más brillante

de su intelectualidad, influidos por las ideas de Ba-

con y John Locke, habían abandonado el Viejo Con-

tinente para fundar una Inglaterra Nueva; no sólo

impulsados por persecuciones religiosas, como se

machaca insistentemente, sino hasta donde éstas

tenían que ver con cuestiones políticas: estaban

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desconformes con lo que percibían como corrup-

ción de la iglesia de Inglaterra y la tiranía de la Co-

rona.

Sentaron las bases de una sociedad de hom-

bres libres, sin invocaciones al altísimo ni en repre-

sentación de monarca alguno; sociedad que parte

del respeto a la persona y sus derechos y la irres-

tricta igualdad ante la Ley, y se apoya en el recono-

cimiento de las libertades individuales. Fieles a

estos principios, un siglo y medio más tarde los ―Pa-

dres Fundadores‖ instituyeron un orden político ori-

ginal, provisto de los mecanismos jurídicos y admi-

nistrativos para la organización, desarrollo y fun-

cionamiento de los trece Estados Unidos de Norte-

américa primigenios, la primera República moder-

na y única revolución destinada a durar hasta nues-

tros días. Hombres de profunda fe religiosa, levan-

taron –sin embargo– un muro de separación infran-

queable entre la iglesia y el Estado.

Es natural consecuencia entonces que el

europeo, de donde quiera fuera, devoto de la Revo-

lución Francesa y fascinado por las propuestas de

Rousseau, no comprenda la importancia de las i-

deas de la Revolución Americana, una verdadera

epifanía laica. Con táctica curialesca se mezclan y

confunden deliberadamente conceptos básicos:

Como individualismo o materialismo con egoísmo;

o el liberalismo de las ideas con el liberalismo mo-

ral, derivando la cuestión fundamental –política y

filosófica– al campo de la ética (más al gusto de los

Page 29: Tierra de promisión 3a final (2)

29

jesuítas y sus discípulos), aún cuando no hay en el

mundo sociedad solidaria como la norteamericana,

donde la Cultura, el Arte en sus múltiples expresio-

nes, la asistencia y la educación se apoyan en la

generosidad y el mecenazgo de personas comunes

instituciones u organismos privados, y no en la dis-

cutible benevolencia e idoneidad del Estado. Más

allá de las becas personales de estudio, de espe-

cialización o investigación, con contadas excepcio-

nes las universidades; colegios; bibliotecas; mu-

seos; teatros; salas de concierto; orquestas sinfó-

nicas y ballets (sus actuaciones y giras nacionales

e internacionales o la contratación de figuras ex-

tranjeras); como también el sostenimiento de hos-

pitales, clínicas, escuelas de medicina y centros de

investígación científica de todas las disciplinas, son

sostenidas por donaciones de personas, fundacio-

nes establecidas por éstas o empresas comerciales

de la más diversa índole. Desde el aporte de dinero

o propiedades hasta la contribución con horas de

trabajo voluntario de quienes no tienen otra cosa

que ofrecer. Dentro del sistema, claro está, y de la

Ley.

Este, en definitiva, sería el campo de con-

frontación entre la mentalidad del ciudadano nor-

teamericano común y corriente, y la importada por

los inmigrantes iberoamericanos (y algunos euro-

peos también), que se sintetiza en la cuestión po-

lítico-religiosa.

Page 30: Tierra de promisión 3a final (2)

30

Page 31: Tierra de promisión 3a final (2)

31

Problemas de identidad

Otra reflexión me mueve a analizar un he-

cho singular: en los Estados Unidos el vocablo ―la-

tino‖ se reserva con exclusividad para identificar a

los sudamericanos, mexicanos, puertorriqueños y

dominicanos de habla castellana, y no así a un ita-

liano, aun cuando… ¿Habría acaso en el mundo al-

guien más latino que un romano…?

No obstante, no es así. Para los norteame-

ricanos los italianos no son ―latinos‖, es decir, no se

les considera como tales en el habla corriente. Un

maya guatemalteco, o un hijo de argentinos des-

cendiente de alemanes, serán latinos en el lengua-

je popular y en los medios de comunicación audio-

visuales. Y no ya en el vocabulario de gente de ori-

gen o ancestros europeos (residentes o ciudadanos

antiguos ignorantes del tema), como en el de los

propios sudamericanos, mexicanos y caribeños,

que se autodefinen como integrantes del subgrupo.

En lo personal, debo decir que nunca tuve o-

portunidad de conocer a ―latinoamericano‖ alguno,

y sí a miles (por parte baja) de argentinos, chilenos,

Page 32: Tierra de promisión 3a final (2)

32

uruguayos, peruanos, ecuatorianos, mexicanos, co-

lombianos, cubanos, venezolanos, etc., quienes,

cultivan y preservan libremente los atributos nacio-

nales que los identifican: la lengua materna; tradi-

ciones familiares; sus fiestas colectivas; artesanías;

trajes; comidas típicas y las banderas nacionales

de sus respectivos países, que enarbolan y agitan

en cuanta oportunidad se les brinda. Pero ¿lati-

nos…? No. Jamás. Porque ninguno de ellos pro-

viene del Lacio –como he señalado–, ni de ningu-

na otra región de la península itálica.

La denominación no abarca solamente a los

sudamericanos propiamente dichos, sino también a

mexicanos, cubanos y puertorriqueños, que no lo

son; y últimamente a los haitianos. Los mexicanos,

técnicamente, son tan americanos del Norte como

los estadounidenses o los canadienses, a punto de

compartir con ambos países la membrecía del NA-

FTA y de beneficiarse con ello. Sin embargo a na-

die en su sano juicio se le ocurriría llamar a un me-

xicano ―norteamericano‖ en aras de la precisión

geopolítica. Y el disparate culmina con el galimatías

que encierra la categoría de ―judíos latinoamerica-

nos‖, como si algo así fuera posible. Podrán ser

sudamericanos judíos, argentinos judíos o brasile-

ños judíos (en orden de englobarlos de algún mo-

do), pero… ¿católicos? De ningún modo, es un ab-

surdo.

―Americano‖ o ―norteamericano‖, son los a-

pelativos regulares de un ciudadano de los Estados

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33

Unidos, por nacimiento o naturalización. En todo

caso con los usuales prefijos racistas y discrimina-

torios de ―ítalo-americano‖, ―afro-americano‖, ―ger-

mano-americano‖ o lo que corresponda para cada

comunidad. Pero el ―latino-americano‖ es otra cosa:

no es un norteamericano de origen ―latino‖ como

los casos mencionados, por la simple razón de que

no existe tal calidad. Es… ¡vaya usted a saber qué!

* * *

―Latinoamericanos‖; ―lo latino‖; ―somos lati-

nos‖; ―la Raza‖; ―Latinoamérica‖; no son sino mule-

tillas racistas, totalizadoras y auto discriminantes

que nivelan ―por abajo‖ (capite deminutio). Un mé-

dico uruguayo o chileno, hijo de italianos (o de po-

lacos o de sirios), destacado profesional en un hos-

pital de Filadelfia; un ingeniero peruano funcionario

municipal en Chicago o un campesino nicaragüen-

se que cosecha tomates en el Sur de la Florida; un

oficinista de Los Ángeles, de rasgos indígenas, piel

oscura, cabello negro tieso y bigote ralo, o un oficial

de policía de Nueva York hijo de puertorriqueños,

alto, rubio y de ojos claros (como sus ancestros ga-

llegos) de tercera generación en los Estados Uni-

dos, todos son nivelados con el rasero de ―latino‖,

con frecuencia por mera portación de apellido.

Los mismos que utilizan el ―gringo‖, ―tano‖,

―gachupín‖, ―gallego‖, ―bolita‖, ―yanqui‖, ―franchute‖

―turco‖ o ―ruso‖ para caracterizar peyorativamente

a los inmigrantes en sus respectivos países, acep-

Page 34: Tierra de promisión 3a final (2)

34

tan encantados, al punto de hacerlo propio, y uti-

lizan graciosamente el mote de ―latino‖. Se ufanan

de ello y lo promueven de cuanta forma les es po-

sible.

Destacados intelectuales y funcionarios sud

y centro americanos, mexicanos y caribeños, inclu-

yendo a no pocos enrolados en la izquierda clásica

(muchos de ellos ateos o agnósticos que gozan de

becas y residencias universitarias en Estados Uni-

dos y otros que no, pero que quisieran) insisten con

entusiasmo en el uso del vocablo ―Latinoamérica‖ y

sus derivados, para referirse a actividades vincula-

das con diversas ramas de una actividad científica,

cultural o empresaria y sus respectivos actores.

Así, el decir: ―pintura latinoamericana‖ o ―poesía la-

tinoamericana‖, como ―escritor latinoamericano‖, o

―música latinoamericana‖ esconde un prejuicio ra-

cista y discriminatorio, en la innecesaria mención

de un equívoco origen nacional, que sectoriza el a-

nálisis e introduce –por añadidura– un nuevo error,

derivado de la traducción automática del idioma in-

glés: En español castellano (no en ―hispano‖, por

cierto) el sustantivo precede al adjetivo y éste, a su

vez, lo califica (se dirá: ―el mar azul‖ y no ―el azul

mar‖). Del mismo modo, debiera decirse: América

Latina y no ―Latinoamérica‖; como ―americolatinos‖

y no ―latinoamericanos‖ serán sus habitantes.

¿No dicen acaso, los autodenominados his-

panos o latinoamericanos, al referirse a la nomen-

clatura urbana: ―42 Calle‖ por Calle 42 ó ―75 Aveni-

Page 35: Tierra de promisión 3a final (2)

35

da‖ por Avenida 75, traduciendo las denominacio-

nes catastrales de las calles de Miami al castella-

no, sin modificar la sintaxis inglesa? ¿No dicen ―trá-

fico‖ (del inglés ―trafic‖) en lugar del castizo ―transi-

to‖, referido al desplazamiento de personas o ve-

hículos? En español, como en inglés, ―tráfico‖ se re-

serva exclusivamente para el movimiento de mer-

cancías.

Resulta que el castellano lo olvidaron y el

inglés no lo aprendieron nunca.

Page 36: Tierra de promisión 3a final (2)

36

Page 37: Tierra de promisión 3a final (2)

37

Antecedentes

Me pregunto entonces: ¿Cuál es el origen

de la etiqueta, aplicada con entusiasmo radiofónico

y televisivo rayano en el frenesí por ambas partes,

rotuladores y rotulados?¿Qué tienen en común

esas personas para ser así agrupadas y clasifica-

das? Pues, simplemente, el proceder de la porción

católica de América (de ahí la inclusión de México,

Puerto Rico y Cuba en el paquete, pese a su ubi-

cación); de la porción del continente heredera de

España y Portugal con la Iglesia de Roma incluida.

Históricamente, ―latino‖ –refiriéndose a los

habitantes de la América Austral– quiere decir, sim-

ple y llanamente, ―católico apostólico romano‖. La

denominación es de carácter religioso y no geopo-

lítico, lingüístico ni antropológico. No se refiere a la

difusión del idioma español en sus territorios, ni a

ninguna cultura en particular de las muchas que ha-

bitan en el subcontinente, aunque a algunos se les

llene la boca hablando de ―La Raza‖. En la casi to-

talidad de los países del área, la católica es religión

oficial del Estado, y el clero cobra sueldos y sub-

venciones de éste; sus bienes y emprendimientos

están exentos de impuestos, aunque la Iglesia sea

Page 38: Tierra de promisión 3a final (2)

38

un poderoso propietario (sobre todo urbano) y sus

inversiones sean meramente especulativas, hasta

llegar a constituir un formidable poder político en la

administración de los gobiernos con que operan. A

punto que el Vaticano tiene una agencia de Bolsa y

un Banco en sus dependencias. Debemos recor-

dar el escándalo del banco Ambrosiano, del Insti-

tuto de Obras Sociales Religiosas y del obispo Mar-

cinkus, reiterado recientemente en affaires que en-

rolan a personajes de la más alta jerarquía en la ca-

sa de San Pedro, y hasta al mismísimo Benedictus

XVI, quien honra cabalmente la memoria de sus

antecesores.

La difundida calificación de Francia, España,

Portugal e Italia como países ―latinos‖ nada tiene

que ver con la mentada raíz compartida de la len-

gua latina6, ni con los vastos dominios del antiguo

Imperio Romano, sino con la condición oficial de la

Iglesia Católica o su supremacía en los países in-

volucrados en la denominación.

Como toda regla conlleva su excepción, los

filipinos, quienes también fueron súbditos colonia-

les de España desde 1543 hasta el Tratado de Pa-

rís (que puso término a la guerra entre España y

Estados Unidos de 1898), portadores de nombres y

apellidos muy hispánicos (aquí sí corresponde el

uso del vocablo) y cuya lengua todavía se habla fa-

6 Britania y Romania participan de ella también, en mayor o

menor grado, y no se les considera países latinos.

Page 39: Tierra de promisión 3a final (2)

39

miliarmente, pese a un siglo largo de influencia nor-

teamericana, paradójicamente, no son ―latinos‖ en

USA, como sí lo son los puertorriqueños o los cu-

banos, con historias nacionales paralelas. Se dirá

que la población natural del archipiélago filipino ha-

blaba y aún habla mayoritariamente tagalo, pero

también los peruanos y los bolivianos de hoy se ex-

presan regularmente (y en vastos sectores de la

población, con exclusividad) en quechua o aymara.

Los paraguayos se relacionan cotidianamente en

guaraní, y en México casi tres millones de habitan-

tes hablan sólo náhuatl. Pero eso no les permitirá e-

vadir el mote de ―hispanos‖ o ―latinos‖.

Reforma y Contrarreforma

El gran cisma de 1054 dividió a la Iglesia en

dos grandes campos: la Iglesia de Oriente u Orto-

doxa y la Iglesia Católica Apostólica encabezada

por el Obispo de Roma, o iglesia latina. Desde en-

tonces, ―latinos‖ serían aquellos que siguieran dis-

ciplinadamente el dogma y la liturgia de esta última,

que incluía el uso del latín como idioma de culto

hasta hace muy poco tiempo (y todavía algunos

―conservadores‖ reclaman su reimplantación). La

posterior Reforma Luterana (iniciada en 1521) se

verificó en el seno de la Iglesia Católica misma, y

señaló a sus adversarios en el dogma, a los católi-

cos, como a ―aquellos que siguen al anticristo de

Roma, los que rezan en latín‖: en suma, los ―lati-

nos‖, identificándolos peyorativamente con esa eti-

queta.

Page 40: Tierra de promisión 3a final (2)

40

La respuesta del papado a Lutero y sus se-

guidores fue reforzar la intransigencia, con la cola-

boración de los jesuitas, y culminó en 1545 con el

Concilio de Trento, gatillando el movimiento de la

―Contrarreforma‖, sintetizado en una serie de reso-

luciones adoptadas al efecto: La obediencia ciega

al Pontífice y su infalibilidad; el fortalecimiento del

celibato –para terminar con el derecho de herencia

en el clero, que había llegado a niveles de escán-

dalo–; preservar la vigencia de la rentable e inmoral

venta de indulgencias; la organización militar de los

cuadros jesuitas (―el Ejército de Dios‖, ―la Compa-

ñía de Jesús‖) y otras lindezas por el estilo: La má-

gica ―transubstanciación‖ 7; el culto de María y de

los santos; la veneración de sus reliquias e imáge-

nes y la confesión auricular. Se incluyen en el Índex

los evangelios llamados ―apócrifos‖8 (censura lite-

raria); se establece asimismo que la tradición es

fuente de revelación y se fortalece la Inquisición

(que no era ninguna santa) para controlarlo todo.

Se instituyó el Tribunal del Santo Oficio para juzgar

y sentenciar a los acusados de herejía dentro del

dogma (cátaros, albigenses, templarios y apósta-

tas); a los que quedaban con vida –claro está– por-

7 En la Misa, la transformación (por intervención divina) del vi-

no y el pan, en la sangre (que sólo bebe el oficiante) y la carne del celebrado (la ostia), en un acto de canibalismo ritual susti-tutivo. 8 No incluidos entre los evangelios canónicos por los editores del Nuevo Testamento: Entre ellos los testimonios (evange-lios) de Tomás, María Magdalena y Judas.

Page 41: Tierra de promisión 3a final (2)

41

que la Inquisición en Francia venía masacrando

cátaros, albigenses, templarios y otros ―herejes‖

desde comienzos del s.XIII. De los centenares de

miles de sacrificados por Domingo de Guzmán, im-

pulsor de la orden domínica (quién solía presenciar

los ―autos de fe‖), no se acuerda nadie9.

Lo de los judíos vino más tarde, por exten-

sión, porque estos –en realidad– no constituían he-

rejía (no estaban dentro del dogma) sino competen-

cia; pero este último empeño es el que ganó mayor

difusión con la Inquisición Española (1478).

—¿Para qué marchar hasta Jerusalén y afrontar

peligros, miserias y penurias combatiendo herejes,

cuando hay judíos entre nosotros?– Fue la gran o-

currencia de los inquisidores:

—"Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los

campos más difíciles o de primera línea, ha habido

o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías

y en las trincheras sociales, entre las exigencias del

hombre y el mensaje cristiano allí han estado y es-

tán los jesuitas." 10

9 Durante la Cruzada Albigense, a las puertas de Bézieres,en

1209, Simón de Montfort, al comando de las tropas, consulta con Arnaldus Amalricus, (abad de Cîteaux y futuro Obispo de Narbona):–―¿Y a los que no son herejes, debo también matar-los?‖ La respuesta (en latín por cierto), fue: –―Mata a todo ser viviente. Dios después tomará a los suyos‖. Con semejante mandato, no quedó perro ni gato vivo en la ciudad. 10

Pablo VI, 1975. Cambió el nombre de la Inquisición por el de ―Santa Congregación para la Doctrina de la Fe‖.

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42

Volviendo a nuestro tema: En cuanto a las

consecuencias de la aplicación del Index o censura

literaria, Mario Vargas Llosa señaló con precisión

las consecuencias perversas de ésta en la evolu-

ción del pensamiento occidental y –en particular de

la América del Sur:

―La Inquisición lo vio clarísimo: los libros deben ser

examinados y purgados por censores estrictos para

asegurar que sus contenidos se ajusten a la orto-

doxia y no se deslicen en ellos apostasías y des-

viaciones de la doctrina verdadera. Dejarlos pros-

perar sin esa camisa de fuerza de la censura previa

sería poblar el mundo de heterodoxias, teorías sub-

versivas, tentaciones peligrosas y desafíos múltiples

a las verdades canónicas11.

Esta mentalidad llevó a decidir que todo un género

literario –la novela– fuera prohibida durante los tres

siglos que duró la colonia en todas las posesiones

españolas de América. Durante trescientos años no

se pudo editar ni importar ficciones en las colonias

americanas. El contrabando se encargó de que mu-

chas novelas circularan en nuestras tierras, feliz-

mente. Pero una de las perversas –o tal vez felices–

consecuencias de esta prohibición fue que, en

América Latina, como la ficción fue reprimida en el

género que la expresaba mejor –las novelas–, y

como los seres humanos no podemos vivir sin fic-

ciones, éstas se la arreglaron para contaminarlo

11

En entrevista televisiva el cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI expresó que, en su momento, la Inquisición, fue un ―progreso‖. No es de extrañar: Ratzinger fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe antes de ascen-der al papado.

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43

todo, la religión, desde luego, pero también las ins-

tituciones laicas, el derecho, la ciencia, la filosofía y,

por supuesto, la política, con el previsible resultado

de que, todavía en nuestros días, los latinoameri-

canos tengamos grandes dificultades para discernir

entre lo que es ficción y realidad. Eso ha sido muy

beneficioso en los dominios del arte y la literatura,

pero bastante catastrófico en otros, en los que sin

una buena dosis de pragmatismo y de realismo

– saber diferenciar el suelo firme de las nubes– un

país puede estancarse o irse a pique― 12

Los detalles no tienen importancia, aunque

haya habido consecuencias políticas, como que las

tropas de Loyola terminaran expulsadas de las tie-

rras del Rey de España, por socio desleal y por

pretender construir un Estado dentro del Estado,

competencia que al Monarca absoluto no le hacía

muy feliz que digamos, por más católico que fuera

el propósito de los frailes. La medida fue inspirada,

pero ineficaz.

La independencia de las antiguas colonias

dejó a los nuevos países desnudos, expoliados, po-

bres, sin instituciones, sin fronteras seguras, ame-

nazados desde adentro y asediados desde afuera

por los ejércitos reales que no se resignaban a par-

tir y los de otras naciones europeas que, hábilmen-

te, pretendían sustituirlos. En manos de patriotas

inspirados, pero inexpertos en asuntos de la con-

12

Su discurso en la Feria del Libro de Buenos Aires, Argenti-na, abril de 2011, que se le impidió inaugurar.

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44

ducción del Estado y con la quinta columna vis-

tiendo hábitos, enquistada en el seno de la socie-

dad colonial. Anticipándose a los cambios que se

avecinaban, la Iglesia hacía la ―vista gorda‖ con las

filtraciones del pensamiento de Rousseau, pero no

así con las ideas de John Locke o Roger Williams,

Thomas Paine o Benjamin Franklin. Sabían bien

dónde les apretaba el zapato.

Tampoco los líderes revolucionarios indepen-

dentistas más audaces (incluyendo a algunos que

acabaron asesinados o en el exilio), vieron con cla-

ridad que la ruptura política con España debía a-

compañarse con estrictos límites a la influencia de

la Iglesia en la administración del Estado. Camino

éste –por otra parte– arduo de recorrer cuando era

vital la movilización de un pueblo idólatra e igno-

rante, adoctrinado durante siglos por el clero13, al-

guno de cuyos integrantes militaban entre los par-

tidarios de una Junta de Gobierno propia que pro-

tegiera los intereses del felón de Fernando VII en

tiempos tormentosos. España, luchando por su pro-

pia independencia y su Constitución liberal, trai-

cionada desde adentro, no estaba en condiciones

de sostener el dominio político, mercantil y militar

sobre sus colonias; pero la Iglesia no renunciaría,

13

Correspondencia de J. de San Martín y Manuel Belgrano. Biblioteca Mitre, Buenos Aires, Argentina. En los monopólicos establecimientos de primera enseñanza, administrados por el clero, no podían concurrir las mujeres ni los pobres y el anal-fabetismo rondaba el 90% de la población del país.

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45

así como así, a intervenir activamente en esta nue-

va etapa, y asumía posiciones estratégicas.

Ejemplo actualizado de la agilidad política

del Vaticano, se da hoy en la visita del Papa Bene-

dicto XVI a Cuba: Frente al evidente deterioro de la

agonizante ―revolución marxista-leninista‖, presio-

na, obtiene renovadas prebendas, reúne y arenga

a sus tropas, y se prepara para el cambio cercano.

En la España de la Reconquista y de las

Partidas14 al enemigo de la religión católica se le

consideraba, a la vez, enemigo del Estado, y en la

primer Constitución ―liberal‖ de la Provincias Unidas

del Río de la Plata, de 1819 se lee:

―La Religión Católica, Apostólica, Romana es la Re-

ligión del Estado. El Gobierno le debe la más eficaz

y poderosa protección, y los habitantes del territorio

todo respeto, cualesquiera fueran sus opiniones pri-

vadas‖.15

Curándose en salud la Primera Junta de Go-

bierno –electa el 25 de Mayo de 1810– al día si-

guiente de su establecimiento, el 26 de mayo, pro-

clamó que el primer cuidado del nuevo Gobierno

Provisional debía ser el de: ―proveer por todos los

14

Ley 15, título II, Partida IV, se prescribe que ―ningún cristia-no debe casar con judía, mora, ni con hereje, ni con ninguna otra mujer que no tenga la ley de los cristianos, bajo pena de nulidad del matrimonio. Concepto incorporado a la legislación Argentina en 1833, por el gobierno del ―Restaurador de las Le-yes‖. Ya sabemos de qué leyes se trataba. 15

TONDA, AMÉRICO A. La Iglesia Argentina incomunicada con Roma (1810-1858). Editorial Castellvi, Santa Fe, Argentina.

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46

medios posibles la conservación de nuestra Reli-

gión Santa‖. Liberales, pero no mucho, ni todos.

Los gobiernos americanos, nacidos del mo-

vimiento constitucionalista español, no estaban en

condiciones económicas, ni contaban con maes-

tros, educadores, ni siquiera funcionarios suficien-

tes como para llevar adelante un proyecto nacional

laico. Y ni decir que el Papa colaboró, fulminando

con su Santa Ira la insurrección liberal sudamerica-

na como crimen de lesa majestad católica. Aten-

diendo a objetivos inmediatos, los patriotas debie-

ron aceptar la presencia de religiosos en sus cua-

dros, pactar y establecer convenios con las órde-

nes religiosas, que se hicieron cargo (o, mejor di-

cho, continuaron a cargo) de la educación, de los

registros vitales y de los cementerios, en todos los

niveles. Además, la propia educación católica reci-

bida debió pesar gravemente en el espíritu de los

revolucionarios, en el momento de las decisiones,

salvo contadas y destacables excepciones.

El Dr. Manuel Moreno16 se refería a la for-

mación que recibiera su hermano Mariano –el Nu-

men de Mayo– cuando alumno del Real Colegio de

San Carlos, hoy Colegio Nacional Buenos Aires:

―En cuanto a la utilidad que debía esperarse de promover los conocimientos y las ciencias, estando reducidas sus lecciones en el Colegio de San Car-los a formar de los alumnos unos teólogos intole-

16

QUIROGA, MARCIAL I. Manuel Moreno. EUDEBA, Buenos Aires, 1972. Páginas 28 y 29.

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47

rantes que gastan su tiempo en agitar y defender cuestiones abstractas sobre la divinidad, los ánge- les…y consumen su vida en averiguar las opinio-nes de autores antiguos sobre puntos que nadie es capaz de conocer, debemos decir que es absoluta-mente ninguna…‖

[Los estudiantes] ―…son educados para frailes y

clérigos y no para Ciudadanos…‖

Al respecto, ―La Gazeta de Buenos Aires‖

del 21 de junio de 1810, editorializa: 17

―…No se adelantarán las artes, ni los cono-

cimientos útiles, porque no teniendo libertad de

pensamiento se seguirán respetando los absurdos

que han consagrado nuestros padres, y han autori-

zado el tiempo y la costumbre. Seamos una vez

menos partidarios de nuestras envejecidas opinio-

nes; tengamos menos amor propio; dese acceso a

la verdad, y a la introducción de las luces y de la

ilustración; no se reprima la inocente libertad de

pensar en asuntos de interés universal…‖

Finalmente destruido el incipiente movimiento

liberal –como en la metrópoli–, el tirano Rosas, el

―Restaurador de la Leyes‖, acabaría por clausurar

todos los establecimientos de enseñanza que no

fueran católicos, devolviendo su gestión a la Iglesia.

Imitando a Fernando VII, repatrió a la Compañía de

Jesús. La Iglesia Católica ha estado siempre, histó-

ricamente, contra toda corriente de liberación inte-

lectual o política. Desde entonces la educación

17

La nota carece de firma, pero se adivina la pluma de Maria-no Moreno.

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48

pública ha funcionado como una máquina de a-doctrinar, a excepción del breve período funda- cional del Presidente Sarmiento y su lucha es-clarecedora.

Necesaria tal vez (en algunos aspectos) para alcanzar la integración de las diversas na-cionalidades y culturas que componían la hete-rogénea avalancha de inmigrantes arribados a la América del Sur a fines del s.XIX, así como el guardapolvo blanco reglamentario de las es-cuelas públicas uniformaba a los niños en su aspecto exterior, debía lograrse lo mismo con ciertos usos y costumbres, con el lenguaje y con la educación de los recién llegados. Inevi-tablemente esto llevó a controlar el contenido de los programas de estudio, como las mate-rias y los libros de texto, convirtiendo a los edu-candos no en ciudadanos sino en obedientes servidores de un Estado fundado con la bendi-ción papal, clausurando de raíz el pensamiento crítico y todo disenso constructivo.

Las sesenta y una maestras norteameri-canas (y cuatro maestros) introducidas por Sar- miento entre 1868 y 1893 para establecer con ellas las bases del sistema educativo18 nacional,

por su condición de herejes (protestantes) sufrieron

la intolerancia de los fieles más conspicuos y la ce-

rril enemistad del clero, encabezado por el Obispo

de Córdoba. A uno de ellos, George Stearns, fun-

18

CRESPO, JULIO. Las maestras de Sarmiento. Editorial GAC, Buenos Aires. ISBN 9789871121281.

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49

dador de la primera Escuela Normal de Paraná

(Entre Ríos) llegó a impedírsele enterrar en el ce-

menterio local el cuerpo de Julia, su joven esposa

fallecida, por no ser católica, debiendo hacerlo en

campo abierto y proteger la sepultura de los anima-

les salvajes armado de dos pistolas.

Diesieis de aquellas educadoras arribaron al

puerto de Rosario y seis de ellas están sepultadas

en el cementerio local. Sin embargo, avanzado el

siglo, en 1871, el Consejo Municipal de la ciudad

rechazaría una solicitud para establecer en ella un

colegio americano –laico e inspirado en modernos

sistemas educativos– a consecuencia de la enérgi-

ca batalla dada por el Cura y Vicario de la Catedral

en contra de la propuesta. En 1877 una alumna de

la Escuela Municipal fue expulsada porque sus

padres se oponían a que a la niña de administraran

el sacramento de la ―confesión‖, impuesto en la ins-

titución educativa.

* * *

En lo personal, inicié mi educación formal en

una escuela primaria estatal, pública, supuesta-

mente laica y patriótica de la ciudad de Rosario,

administrada por el Consejo Escolar de la Provincia

de Santa Fe. Sin embargo mi maestra de 1° a 6°

grado lucía en su solapa el botón de la Acción Ca-

tólica Argentina. El libro de lectura oficial para el 2°

grado titulado ―Brisas‖ (que aún guardo en mi bi-

blioteca) fue editado por las ―Escuelas Pías de Ar-

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50

gentina‖ y exhibe –en la retiración de contratapa–

una estampilla de control de tiraje con la imagen de

San José de Calasanz, el fundador de dicha insti-

tución.

Faltaban aún dos años para el golpe militar

fascista de 1943 que, entre otros desmanes, reim-

plantaría la enseñanza obligatoria de la religión ca-

tólica en todas las escuelas del país, con la firma

del Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Martí-

nez Zubiría19.

* * * Cursábamos entonces el 3er. grado ele-

mental. Nuestra maestra se hizo cargo de la clase

de ―religión‖, durante cuyo desarrollo aquellos a-

lumnos que –justificadamente– estaban exceptua-

dos de asistir (judíos y algún protestante) debían

retirarse del salón de grado y aguardar en el patio

hasta el siguiente recreo. Eran los diferentes, los

segregados. Es obvio que no hubiera sido tampoco

prudente identificarse como proveniente de un ho-

gar de ateos o librepensadores.

Esta fue mi primera experiencia sobre discri-

minación, que me llevó a tomar conciencia de la di-

19

El Ministro de Justicia y Educación designado por los militares del golpe fascista del ’43, era entonces el escritor Gustavo Adolfo Mar-tínez Zubiría (conocido bajo el seudónimo literario de Hugo Wast), católico conservador, clerical y antisemita simpatizante del fascismo y de Francisco Franco. La Sala de Lectura de la Biblioteca Nacional Argentina, de la que fuera Director, lleva su nombre. Fue reem-plazado en 1944 por el Dr. Alberto Baldrich –fascista también, aun-que no clerical– durante la presidencia del general Edelmiro J. Fa-rrell.

Page 51: Tierra de promisión 3a final (2)

51

visión que introducía la cuestión religiosa en nues-

tras vidas. Continuó en las aulas de la escuela se-

cundaria con una variante tramposa: la incorpora-

ción de clases alternativas a las de religión: ―Mo-

ral‖, con programas y textos de autores católicos

que encerraban una exégesis, más o menos encu-

bierta, de la doctrina cristiana, y la crítica a los filó-

sofos de la Reforma y al racionalismo; pero –ya

adolescentes– nos solazábamos poniendo en apu-

ros, con planteos ―impertinentes‖, a los curitas jóve-

nes y las religiosas ―laicas‖ que dictaban las clases

semanales, derivando nuestra actitud en sanciones

disciplinarias severas.

Tanto ―Religión‖ cuanto ―Moral‖ eran consi-

deradas materias de promoción, es decir, debían

ser aprobadas para la promoción del alumno al cur-

so inmediato superior, como cualquier otra asigna-

tura programática (v.g. matemáticas, física, historia

o geografía). A instancias de funcionarios obse-

cuentes, o siguiendo órdenes del ministerio res-

pectivo, las aulas fueron presididas por crucifijos

adosados a la pared, sobre el pizarrón de clase, en

el dintel del portal de acceso a la escuela y en la

Sala de Dirección; había también una Virgen de

Luján, emplazada en una hornacina ubicada estra-

tégicamente en el patio, junto al mástil con la ban-

dera nacional, en el comedor o en el hall principal,

bien visible, en sitios por donde los alumnos debían

circular. Lo mismo sucedía (y sucede aún) en hos-

pitales, tribunales de justicia y dependencias ad-

ministrativas del Estado, de toda índole. El país, es

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52

católico. Los altos grados militares (y hasta hace

pocos años el mismísimo Presidente de la Nación)

debían profesar la fe católica para acceder a su

rango.

* * * Con esta breve semblanza he procurado i-

lustrar al lector sobre algo que el norteamericano

medio ignora: cuál es la atmósfera en que se des-

arrollaba y desarrolla aún la educación en las es-

cuelas públicas de los países herederos de la tra-

dición hispano-católica. No voy a referirme a las

instituciones abiertamente religiosas, escuelas pri-

marias y secundarias segregadas (varones y muje-

res separados) dirigidas por curas y monjas –y pos-

teriormente, desde 1960– universitarias también,

administradas por el clero, contribuyendo a la for-

mación ―espiritual‖ de los ―ciudadanos‖ y futuros di-

rigentes políticos y empresariales.

¿Qué decir de la situación en el resto de los

países de Centro y Sudamérica: de México, Cuba o

Honduras?, o de aquellos carentes de una impor-

tante corriente de inmigración europea ilustrada (re-

guladora, hasta cierto punto, de los abusos), consti-

tuidos mayoritariamente por masas de campesinos

semianalfabetos y temerosos de dios, manipuladas

a voluntad por obispos, curas, frailes y monjas loca-

les, congelando sus mentes en las relaciones so-

ciales y de producción del s.XV.

Esto es lo que no se dice de la migración de

―latinos‖ indocumentados a los EE.UU., y define

una cuestión meramente política (que nada tiene

Page 53: Tierra de promisión 3a final (2)

53

que ver con la libertad religiosa consagrada por la

Constitución americana para sus ciudadanos) en el

marco de una estrategia tendiente a la conquista

del electorado iberoamericano: los demócratas pa-

ra ganarlos, y los republicanos para no ponérselos

en contra.

Es necesario establecer entonces debida-

mente la importancia electoral de esta comunidad,

aunque constituya en la actualidad la mayor de las

minorías en el país20 con un 14% de la población

total, sólo la mitad de ella (un 8%) fue a las urnas.

Muchos son ilegales y otros son residentes legales,

pero no ciudadanos; y de aquellos que lo son, tam-

poco se registran todos para votar. No obstante, de

los que sí votan –influenciados por su educación y

la Doctrina Social de la Iglesia– las dos terceras

partes lo hacen por el Partido Demócrata. Esta cir-

cunstancia favoreció a Obama en las elecciones

del 2008 y orientó la campaña de captación de este

sector del electorado. Proyectos recientes como el

Dream Act y la suspensión limitada y condicionada

de las deportaciones de ciertos sectores obedece a

tales lineamientos, y nada tienen que ver con la ne-

cesaria elaboración de una ley de inmigraciones de

alcance global que procure resolver el problema so-

bre bases permanentes.

Después de la 2ª Guerra Mundial, hubo en

Estados Unidos sectores religiosos que aprove-

charon la atmósfera favorable creada por la ―guerra

20 Recientemente ha superado a la minoría de color (12%).

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54

fría‖ y el macartismo rampante, so pretexto de la lu-

cha anticomunista, para avanzar posiciones en el

sector –entre otros– de la educación estatal. Val-

gan de ejemplo las peripecias de Ms. McCollum en

relación con la educación de sus hijos: En 1948 u-

na madre de tres hijos demandó al Consejo de E-

ducación del Estado de Illinois, por la introducción

de la enseñanza religiosa (―cristianismo‖) en las es-

cuelas del Estado. Mientras se desarrolló el juicio,

sus sucesivas apelaciones y fallos en las cortes in-

feriores, como resultado de la intolerancia de la co-

munidad –alentada desde arriba– sus hijos fueron

discriminados y agredidos, y su esposo perdió su

empleo; pero Ms.V. McCollum siguió adelante. Fi-

nalmente la Corte Suprema, en un fallo ejemplar,

dió razón a la demandante por 8 votos contra 1, y

se terminó la experiencia.

Una mujer puso el último bloque en el muro

que separa la Iglesia del Estado.

Semejante actitud, en cualquier país de la

América de habla española sería impensable, aún

hoy.

* * * La colonización de América del Norte por

protestantes de diversos cultos: puritanos, lutera-

nos, calvinistas, metodistas, episcopales, baptistas

y cuáqueros extendió el uso de la denominación

de ―latinos‖ –sin entrar en mayor análisis ni razón–

para referirse a los habitantes de la porción Sur del

continente, conquistada por los Reyes Católicos,

sus herederos y servidores, en coyunda con el Pa-

Page 55: Tierra de promisión 3a final (2)

55

pa de Roma, acción ésta coincidente –en tiempo

terrenal– con la puesta en marcha de las inspiradas

estrategias y doctrinas de la Contrarreforma, apli-

cadas sin limitaciones en los reinos, territorios y

pueblos anexados. Por extensión se acuñaría el se-

llo de ―América Latina‖ (una entelequia) para ratifi-

car el territorio Austral como la América de los ―lati-

nos‖, es decir, una vez más, de los fieles a la igle-

sia de Roma21. Con pulcritud se expurgó de esta

categoría a millones de católicos norteamericanos

de cualquier otro origen nacional o procedencia (ir-

landeses, Italianos, franceses, austríacos o alema-

nes). Es decir, que el calificativo de ―latino‖ se apli-

caría, con exclusividad, para identificar a quienes

arribaran de Iberoamérica.

Para el resto de los católicos, se reservó el

mote de ―papistas‖, que no requiere mayor explica-

ción y no tuvo la permanencia del ―latino‖ en el uso

corriente.

* * *

Los planes y proyectos del Vaticano son a-

temporales e inmutables. En el breve espacio ur-

bano del Municipio de Roma que Mussolini otorgó a

Pío XI con el Pacto de Letran (1929), no se mide el

tiempo en años ni siglos, sino en milenios. Desde la

conversión de Constantino hasta Carlomagno y el

Sacro Imperio; la Cruzada Albigense de Inocencio

III, aliado a los Capetos (1209-1927); las cruzadas

21

No es en modo alguno casual que el nombre elegido por el Opus Dei para su universidad y organizaciones vinculadas a la misma sea, precisamente, ―Austral‖.

Page 56: Tierra de promisión 3a final (2)

56

a Tierra Santa (1095-1270); la Cruzada de los Ni-

ños (1212); la masacre de San Bartolomé (1572) y

la masacre del Ulster (o de San Agustín), en 1641;

hasta los concordatos con Hitler y Mussolini, Fran-

co y Salazar, la iglesia de Roma fue coherente con-

sigo misma y ajena a toda razón y conocimiento.

En sus decrépitos mil setecientos años (no

dos mil como se afirma) entronizó, coronó y se aso-

ció con sátrapas, usurpadores, pervertidos, monar-

cas absolutos y emperadores (menos Napoleón,

que se coronó sólo, aunque después echó atrás y

pactó), criminales, y a cuanto dictador o tiranuelo

surgiera en el espectro político del mundo. Durante

siglos sepultó en mazmorras, asesinó, descuartizó,

incineró en la hoguera o asó a fuego lento a quie-

nes plantearan disidencia con el dogma papal. El

culto mariano confinó a la mujer al rol de esposa y

madre, y la sometió a la triple dictadura del cura, el

padre y el marido. Aún hoy las bodas se asemejan

a una transferencia de mandos: el padre hace ―en-

trega‖ de su hija al futuro esposo (en presencia del

sacerdote, pastor o rabino, quién valida el acto),

que pasa a ser ―Jefe del Hogar‖, con todos los atri-

butos que la sociedad y las leyes otorgan al cargo.

En el ejercicio monopólico de la educación,

torcieron la natural y fecunda curiosidad de los ni-

ños, alimentando su imaginación no con las ma-

ravillas del Universo y la Naturaleza, sino aterrori-

zándolos con imágenes espantosas de crueles cas-

tigos, el horror del infierno subterráneo, la conde-

nación y el suplicio eterno a manos de demonios;

Page 57: Tierra de promisión 3a final (2)

57

sometidos a una disciplina cruel y severa, a veces

brutal, que no escatima el castigo corporal y psico-

lógico ni garantiza su intangibilidad ante el abuso

de pederastas protegidos por la jerarquía.

Sostuvo guerras ―de religión‖ que duraron

décadas, con centenares de miles, millones de víc-

timas. Arrasó ciudades, destruyó bibliotecas ente-

ras y sometió a su dominio absoluto, durante si-

glos, a las artes y la Ciencia dentro de los enjutos lí-

mites de cánones obtusos, pautando así el período

más oscuro de la historia de Occidente.

Page 58: Tierra de promisión 3a final (2)

58

Page 59: Tierra de promisión 3a final (2)

59

Antiimperialismo de café

Pienso que estimulado tal vez por actitudes

contradictorias y deplorables –en lo comercial y di-

plomático– de algunos de sus gobiernos (demó-

cratas o republicanos por igual) que se sucedieron

a partir de la Guerra Civil americana, el antinortea-

mericanismo de los argentinos ha sido alimentado

con pasión y constancia desde la escuela ele-

mental, que ha estado y aún está –de un modo u o-

tro– bajo el dominio o influencia de las autoridades

religiosas, sea en la educación privada confesional

o en la estatal y pública, infiltrada por la iglesia y

por el ―revisionismo‖ nacionalista, clerical e hispa-

nista y enemigo de las ideas liberales, en sus múl-

tiples vías de acción22. Mutilando o alterando la his-

toria de las relaciones entre los países, a pesar de

la importante ayuda material y política que Estados

Unidos brindara –desde un primer momento– a los

movimientos independentistas criollos iniciados a

22

Buenos Aires, Diario Clarín, 21-11-2011: ―Medidas odiosas y revisionismo punzó‖. Cuando digo ―ideas liberales‖, me re-fiero a las tradicionales libertades de reunión, de pensamiento, de culto, de imprenta y de desplazamiento.

Page 60: Tierra de promisión 3a final (2)

60

partir de 1810, cuando el país del Norte no era la

potencia económica, militar ni cultural que es hoy y

se debatía en sus propios conflictos con Gran Bre-

taña y las monarquías europeas solidarias con ésta,

que miraban con recelo o franca antipatía al expe-

rimento republicano de la ex colonia británica en

América23, y su eventual metástasis continental,

que –entretanto– debía realizar juegos de malaba-

res para auxiliar a las prometidas repúblicas, sin

enredarse en conflictos con las potencias del Viejo

Mundo.

El papa León XIII, ya en los umbrales del si-

glo XX24, definía a los Estados Unidos como:

—―País de ateos y masones, sin Dios y sin familia‖.

No es posible dejar de lado tampoco la con-

tribución a esta línea de pensamiento, de las ideas

de la Revolución Francesa –el primer movimiento

fascista moderno– en la formación de los intelec-

tuales de Iberoamérica. La gauche bastard france-

sa es esencialmente antinorteamericana25. Opues-

ta en la filosofía y en la acción a la Revolución de

1776, totalitaria, nacionalista, terrorista, conspirativa

y populista, la Revolución Francesa engendró a los

dos primeros dictadores: el paranoide Robespierre

23

La Santa Alianza: Rusia, Austria, Gran Bretaña, Francia y Suecia, en defensa del absolutismo monárquico. 24

―HUMANUM GENUS‖. Papa León XIII, abril de 1884. 25

Thomas Paine eludió la guillotina gracias a la muerte de Ro-bespierre, aunque debió mantenerse oculto por el resto de su permanencia en territorio francés.

Page 61: Tierra de promisión 3a final (2)

61

y el Emperador Napoleón26, cuyos modelos segui-

rían los entusiastas del egalitarismo y del ―bien co-

mún‖. El pensamiento roussoneano derivó, entre

otros males, en el antinorteamericanismo más per-

verso, vestido de un antiimperialismo inverosímil

en tanto nacido de la vanguardia intelectual de la

última potencia colonial de Europa; y si no, pregun-

témosle a Argelia, a Indochina o a las colonias afri-

canas y americanas. Casi trece millones de kiló-

metros cuadrados (cerca del 9% de la superficie te-

rráquea) integraron el Imperio Francés, que sobre-

vivió penosamente hasta el fin de la 2ª Guerra Mun-

dial. Los norteamericanos, en Vietnam, eran impe-

rialistas; claro está que los franceses les habían

llevado, en cambio, las bondades de la Libertad, la

Igualdad y la Fraternidad.

En los años 70, las fuerzas represivas de la

dictadura militar en Argentina fueron asesoradas

por torturadores desocupados del régimen colonial

de Argelia, importados por Perón durante su breve

tercer gobierno y heredados por los militares que lo

sucedieron, alentados –entre bambalinas– y con-

fortados por la jerarquía eclesiástica en su sagrada

misión evangelizadora. Los mismos que habían en-

gendrado e inspirado a la ultraderecha nacionalista

católica e hispanista, de donde surgieron los gru-

pos más conspicuos del terrorismo vernáculo:

26

Llamado en España el ―petit cabrón‖ después de la traición de Bayona.

Page 62: Tierra de promisión 3a final (2)

62

La ―Alianza Libertadora Nacionalista‖; el ―Movimien-

to Nacionalista Tacuara‖ y los ―Montoneros‖.

Habría que analizar también los planes de la

Iglesia ante el rol jugado por Estados Unidos en la

liquidación de su aliado secular, el imperio espa-

ñol, a consecuencia de la guerra de 1898. Si bien el

hundimiento de la flota española puso fecha cierta

al derrumbe de los Borbones, el Vaticano maniobró

para reafirmar su presencia al Sur del Río Grande.

Ya entrado el s.XX, y en la certeza de que bajo su

tutela (en comunión con la España de Franco y el

Portugal de Salazar), se crearía un nuevo polo de

influencia política: unir a todos los católicos roma-

nos (los latinos, la hispanidad). Y se dispuso a ha-

cer frente al nuevo campeón que aparecía en la es-

cena histórica, dando combate casa por casa y

puerta por puerta.

Paradójicamente, el peor imperialismo expo-

liador y genocida que la América de habla castella-

na padeció –ante todo y durante siglos– fue preci-

samente el español, aliado a todo efecto con el Va-

ticano, ¡y los ―progresistas‖ suponen que debemos

estar orgullosos de ello y reivindicarlo! Más recien-

temente (expresado en tiempos históricos) se pa-

deció la hegemonía comercial de los británicos, al-

go menos de los alemanes y hasta de los france-

ses, aunque una fuente insospechable para los

antiimperialistas de café, Vladimir I. Lenin anota

los casos ejemplares de Noruega y Argentina, co-

mo el de países que no eran colonias británicas,

Page 63: Tierra de promisión 3a final (2)

63

sino economías sujetas a relaciones de intercam-

bio asimétricas, de las que habría que pedirles cuen-

ta, antes que a nadie, a sus respectivas burgue-

sías27.

Finalmente, los intereses financieros norte-

americanos venían muy atrás, cobrando nuevos

bríos recién a posteriori y como resultado de la Se-

gunda Guerra Mundial y las crisis nacionales deri-

vadas de ésta en Europa.

Nunca las tropas norteamericanas desfilaron

triunfales por las calles del país de los argentinos,

ni bloquearon sus puertos, ni jamás padeció éste

un gobierno impuesto por ejército alguno de ocupa-

ción extranjera. Hubo sí, quienes parecían serlo:

corruptos hasta la nausea, abusivos, ladrones, cri-

minales, traidores al país y a su historia; pero debe-

mos convenir que éstos brotaron de las entrañas

mismas de la sociedad argentina y –en muchos ca-

sos– fueron votados mayoritariamente (y hasta dos

y tres veces sucesivas) por un electorado confun-

dido por la ignorancia, el populismo embriagador y

la demagogia; si bien lo hizo en ejercicio libérrimo

de su derecho a elegir, ¿o no? En lo personal, creo

que no; en tanto optar y elegir no son sinónimos in-

tercambiables. Las opciones, más o menos claras o

tramposas, caracterizaron siempre a la política ar-

gentina: desde el alarido xenófobo de ―Religión o

27

OBRAS COMPLETAS. T.XXIII. Editorial Cartago, 1969. Buenos Aires. El mismo concepto debería aplicarse para definir la índole de las relaciones con EE.UU.

Page 64: Tierra de promisión 3a final (2)

64

Muerte‖ del fúnebre estandarte de Facundo Quiro-

ga; ―Federación o Muerte‖ de Rosas; actualizado

más tarde en: ―Alpargatas sí, libros no‖, de los ra-

dicales de Mendoza; ―Perón o Braden‖; ―Sobera-

nía o dependencia‖; y ―Libre o laica‖, referida esta

última a la enseñanza universitaria28, que por cierto

acabó siendo libre y religiosa. Derivaciones prácti-

cas de la trampa aristotélica del bien y el mal; ―cielo

o infierno‖; ―premio o castigo‖, ―golosina o azote‖,

instilada gota a gota en las mentes infantiles desde

tierna edad. Pero volvamos al tema que nos ocupa:

Sin duda que Estados Unidos ha sido y es

receptor neto de inmigrantes, en el marco de legis-

laciones establecidas oportunamente. Decía en mi

breve introducción a estas reflexiones, que el hom-

bre, el homo sapiens, no es originario de América

del Norte, ni del Sur. No existe tal cosa como los

―pueblos originarios‖ en toda América. Están los

que vinieron antes, y los que vinieron después. To-

dos, tarde o temprano, todos, insisto, vinimos de o-

tra parte: También los mayas, los aztecas y los in-

cas; los mapuches y ranqueles (estos últimos arau-

canos que arribaron a la Patagonia desde Chile por

los pasos cordilleranos, diezmando a los puelches

y tehuelches, que ya estaban radicados allí). Y los

tobas, los mataco-chorotes y los guaraníes, más

allá de las injusticias y atropellos que la sociedad

―blanca‖ y los gobiernos cometieran –y cometen

aún hoy– con ellos, gustan de posar como dueños

28

Cuando lo opuesto a ―laica‖ no es ―libre‖, sino ―religiosa‖.

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65

de casa, olvidando que alguna vez no hubo nadie

para recibir a los recién llegados.

A un puñado de españoles les facilitó en Mé-

xico la conquista del imperio autóctono que los pre-

cedió (el brutal régimen de Moctezuma), su alianza

táctica con pueblos –muy americanos también–

que por entonces estaban ya ―hasta la gorra‖ y

querían liberarse de los feroces y crueles mexicas,

que no hablaban inglés ni español, sino náhuatl,

pero que despojaban y esclavizaban como a bes-

tias de carga29 a los pueblos vecinos y hasta se los

almorzaban regularmente en ritos sangrientos,

prescindiendo de la magia ritual de la transustan-

ciación.

Más tarde, nuestros ancestros inmigrantes

debieron responder a cuotas de inmigración, discri-

minaciones racistas, pasajes ―de llamada‖, permisos

de radicación adjudicados mañosamente por los

consulados en el exterior, corruptos y coimeros (u-

na vez más con la ayuda del propio Vaticano, en el

caso de miles de nazis alemanes, franceses y croa-

tas después del ´45), a cuarentenas sanitarias en

Ellis Island en Nueva York o en el Hotel de Inmi-

grantes de Buenos Aires.

Pero los recién llegados a Estados Unidos

no eran todavía los desesperados del subcontinen-

te Austral. Los precedieron soldados españoles que

29

Debemos recordar que en América no había caballos, ni bu-rros ni camellos. Y no se conocía la rueda.

Page 66: Tierra de promisión 3a final (2)

66

buscaban la Fuente de la Juventud; hambrientos de

Irlanda; italianos meridionales; pescadores portu-

gueses; labriegos polacos; alemanes, franceses y

suizos calvinistas; sefaraditas de Holanda; protes-

tantes huyendo de las persecuciones de los pa-

pistas o católicos escapando de la inevitable re-

vancha de los protestantes. Guerras interminables;

explotación, epidemias y hambrunas. Todos sufrie-

ron a su tiempo resistencia y segregación por parte

de los que habían anticipado su arribo: pero supie-

ron integrarse en el marco de las leyes; aprender el

idioma común y procurarse un lugar en la nueva

tierra donde los protegerían las instituciones repu-

blicanas y el muro infranqueable que separaba la

religión (cualquiera fuera) del Estado. Así, Chicago

es la segunda ciudad del mundo en número de

residentes polacos, después de Varsovia; en New

York hay más irlandeses que en Dublín y más ita-

lianos que en Roma, grupos nacionales que lle-

garon hasta a la conducción de los asuntos supe-

riores del país de adopción.

¡Notable! En buena parte estos inmigrantes

eran católicos y llegaron a constituirse como la prin-

cipal minoría religiosa (27%) de Estados Unidos, in-

clusive alcanzando, en algún estado, mayoría ple-

na. Y hasta la Presidencia del país. Cabe pregun-

tarnos: ¿Caería sobre ellos también el anatema del

Papa León? El cardenal Spellman debió meter

―violín en bolsa‖.

Se dirá que del mismo modo afluyeron mul-

titudes de judíos europeos u orientales, sefaraditas

Page 67: Tierra de promisión 3a final (2)

67

o asquenazis y es verdad, así fue (volvamos a New

York: hay allí más judíos que en Tel Aviv). Chinos

japoneses y coreanos; budistas, sintoístas, taoístas

y confucionistas; musulmanes árabes, sikhs e in-

dios. Cada uno con sus templos y asociaciones.

Pero sus legiones no son las de Loyola, marchan-

do tras las banderas de la Contrarreforma. No con-

taron ni cuentan con un Estado extranjero –como el

Vaticano– que los represente y respalde; ni con

una organización jerárquica vertical totalitaria con

embajadores ante todos los países del mundo (has-

ta en las Naciones Unidas, aunque no tenga voto).

Ni mucho menos con un jefe de estado reputado de

infalible (al menos en cuestiones atinentes al dog-

ma) heredero no de Jesucristo, sino de Constan-

tino, del Imperio Romano y el Concilio de Nicea. Sin

duda con razón, claman aún por la persecución de

los cristianos en Roma, pero ocultan que, al fin y al

cabo, éstos se quedaron con el Imperio.

* * * A consecuencia de la revolución en las co-

municaciones, aquella que iniciara la televisión en

blanco y negro y multiplicara la radio ―Spica‖ de sie-

te transistores, la gente simple de todas partes tuvo

noticias de la existencia de un mundo diferente, con

mejores perspectivas de vida y abundancia de bie-

nes físicos. Creció la demanda y se alentó la lenta

–pero constante– invasión de multitudes proce-

dentes de los países subdesarrollados del Centro y

Sur del continente americano y de Medio y Extremo

Oriente a Europa y a EE.UU., en procura de opor-

Page 68: Tierra de promisión 3a final (2)

68

tunidades de trabajo y condiciones de vida más hu-

manas, en la tierra del progreso y el desarrollo eco-

nómico, sin detenerse en formalidades legales, ni

formularios consulares.

La vecindad o cercanía de grupos humanos

con desarrollo desigual establece una relación de

―vasos comunicantes‖ entre ambos. Las personas

procuran siempre sacar el mejor partido de las oca-

siones que se les presentan. Esto es axiomático.

Así, la emigración en los países pobres es la inmi-

gración en los ricos, debido a las carencias de u-

nos y la abundancia de otros en materia de trabajo,

alimentos, salud y hasta educación y seguridad.

Centenares de miles, millones, de extranje-

ros arribarían entonces a EE.UU. desde Sud Amé-

rica, África, el Sudeste asiático, Medio y Extremo

Oriente, en persecución del ideal de iniciar la aven-

tura de una nueva vida pero… (y aquí surge el con-

flicto fundamental) los recién llegados –en buena

parte– comienzan por ignorar o burlar una ley bá-

sica del país de elección: su ley de migraciones,

que atañe primordialmente a aquellos en su condi-

ción. La clave de la situación actual radica, preci-

samente, en la Ley de Migraciones de 1965.

Los desplazamientos de multitudes esperan-

zadas hacia los EE.UU. fueron razonablemente flui-

dos, bastando –por lo general– una oferta laboral,

un proyecto colonizador del país huésped, o sim-

ples vínculos familiares que permitieran suponer

que el inmigrante no sería carga pública.

Page 69: Tierra de promisión 3a final (2)

69

Durante un siglo, legiones de fugitivos de las

guerras europeas –primero– y más tarde disiden-

tes de los regímenes comunistas en el Este: ale-

manes, polacos, húngaros, checos, pero también

italianos, armenios, yugoeslavos y griegos, se vol-

caron a las playas de América. Trabajadores de los

oficios más simples y duros, artesanos, campesi-

nos u obreros industriales; sumados a científicos,

profesionales, profesores universitarios y artistas,

pintores, músicos y escritores que enriquecieron –

en sus respectivos rubros de actividad– la cultura y

la economía del país. No obstante, había limitacio-

nes discriminatorias, que era necesario subsanar.

Un nivel de discriminación y segregación es de ca-

rácter social y cultural: la reacción de los grupos es-

tablecidos ante la llegada del extranjero diferente:

diferente en las tradiciones, en el idioma, en el ves-

tir y en la religión. Este problema tiene que ver con

la educación y la tolerancia de la sociedad recep-

tora y suele ser desagradable y en ocasiones hasta

trágico; pero no reviste la gravedad del racismo y

discriminación por parte de las organizaciones gu-

bernamentales: el racismo de Estado, cuyo ejemplo

–por antonomasia– habría sido el nazismo alemán,

pero del que diariamente tenemos noticias en los

medios.

Con frecuencia periodistas y políticos alu-

den, en una interpretación retorcida de la realidad,

a la circunstancia de que ―este país‖ (dicho con un

énfasis particular) fue construido por inmigrantes;

afirmación que es cierta, pero es una verdad a me-

Page 70: Tierra de promisión 3a final (2)

70

dias e intencionada. Y la verdad cuenta cuando es

toda la verdad y nada más que la verdad. Entre

1892 y 1954 por Ellis Island ingresaron unos doce

millones de inmigrantes. El récord corresponde a

1907 con algo más de un millón de inmigrantes30,

cuyos nombres y datos personales pueden consul-

tarse en los registros abiertos al público, o por Inter-

net. Está claro que no fueron indocumentados ni

anónimos, y debieron cumplir con trámites y exá-

menes médicos que, en caso de duda, se comple-

taban con un período de cuarentena previo a su in-

greso al país y las mujeres que llegaban solas de-

bían ser recibidas por alguna persona que se hi-

ciera responsable por ellas (affidavit). Sin duda de-

ben haberse cometido injusticias.

Estas corrientes migratorias no requerían ser

estimuladas. Revestían ciertas características de re-

gularidad y los EE.UU. constituían y constituyen u-

na suerte de destino dorado, la ―Tierra Prometida‖.

Claro está que el arribo por vía marítima o aérea fa-

cilita los controles migratorios y permite, tanto a los

funcionarios actuantes cuanto a los pasajeros, ajus-

tarse a los ordenamientos legales. Caso diferente

es el de aquellos países con extensas fronteras te-

rrestres desprotegidas, sin barreras naturales, don-

de la llegada es poco menos que imparable y re-

quiere métodos de control, por enérgicos, impopu-

lares.

30

Cerca de cien millones de norteamericanos pueden remontar

su ancestría en los registros de Ellis Island.

Page 71: Tierra de promisión 3a final (2)

71

La legislación vigente hasta 1963 respondía

a un conjunto de normas reunidas en el ―Acta de

1924‖, claramente racista y –como ya he señalado–

discriminatoria. Esto favoreció el predominio de in-

migrantes ―blancos‖ europeos, sobre todo del Norte

de Europa occidental, aceptados en función de sus

capacidades o aptitudes de oficio o profesión, y

postergando a los migrantes de Italia, España, Por-

tugal, Grecia y sobre todo a los judíos, sometidos a

cuotas reducidas, originando reclamos de los per-

judicados. Apoyándose en esta situación, círculos

intelectuales inspirados en el egalitarismo francés

llegaron a la conclusión de que la legislación vigen-

te entrañaba una ―injusticia histórica‖ para con los

pueblos de los países americanos de habla hispana

y los orientales, ignorando u olvidando que los des-

plazamientos migratorios no se comportan como

los gobiernos involucrados quieren, sino obede-

ciendo a una dinámica intrínseca y un balance de

factores concurrentes.

La actual legislación refleja los cambios in-

troducidos por el Acta de 1964, propuesta por el

Presidente Kennedy y promulgada en la presiden-

cia de Johnson, con la aprobación mayoritaria de

ambas cámaras en el Congreso. Establece una to-

tal ruptura con la política que regía en la materia

hasta entonces, llevando a profundos cambios de-

mográficos. Las reformas fueron introducidas en a-

tención a coyunturas electoralistas, contra las ad-

vertencias de funcionarios y expertos que alertaron

sobre sus consecuencias.

Page 72: Tierra de promisión 3a final (2)

72

La pretendida solución al conflicto, fue una

redistribución de las ―cuotas‖, para modificar la a-

fluencia de inmigrantes. Esta medida, sin alterar en

esencia el carácter racista del Acta de 1924 y con

lamentables antecedentes desatendidos, redujo el

número de inmigrantes de los países europeos,

que pronto llenaron sus cuotas y agotaron las posi-

bilidades de emigrar legítimamente. Son numero-

sos los extranjeros de esa procedencia que se en-

cuentran en situación irregular (overcuota) espe-

rando su inclusión (esto, cuando no arribaron ya

como ―turistas‖ y se quedaron ilegalmente).

De continuo se debate en el Congreso y en

los medios de comunicación social la cuestión de

los extranjeros indocumentados, con clara inten-

cionalidad política, refiriéndose exclusivamente a la

situación de ilegales de habla española, pero rara

vez se menciona en las discusiones y reportajes a

los otros tres o cuatro millones de personas de ter-

ceros países que permanecen ―en la fila‖, aguar-

dando su oportunidad para radicarse legalmente; y

otro tanto de canadienses, franceses e italianos tan

ilegales como los primeros. Mientras tanto, se intro-

dujo el concepto de la ―reunificación familiar‖ que

permite, a quienes hayan logrado su radicación,

traer a los demás integrantes de su familia (en cier-

to orden determinado por el vínculo), sin límite, con

efecto multiplicador sobre la estadística poblacio-

nal.

Por otro lado, hay países que jamás cubri-

Page 73: Tierra de promisión 3a final (2)

73

rán la ―cuota‖ asignada, por razones culturales, na-

cionales o religiosas que no fueron tenidas debida-

mente en cuenta, como Nigeria o Kenia.

En Argentina, hasta los años ´70, eran con-

tados quienes emigraban, ya no a EE.UU. sino a

cualquier otro país del mundo que fuera, y si bien

hoy (como resultado de sucesivas crisis económi-

cas y políticas, la criminal acción del último gobier-

no peronista y a la sangrienta represión militar que

le siguió) se han incrementado, aún son minorías

entre minorías. En su mayor parte, inmigrantes de

―cuello blanco‖. Hay más argentinos radicados en

España que en Norteamérica31. Claro que esta rea-

lidad tiene un componente cultural determinante,

pero habla de lo arbitrario e inconsistente de la

―cuotificación‖ del problema. A punto tal que –en

cierto momento– los argentinos fueron relevados

del requisito de visa consular para turistas (waiver)

porque (en términos de economía de procedimien-

tos) no se justificaba el trámite, dada la ínfima parte

de viajeros que se quedaban más allá del término

autorizado por el Servicio de Migraciones, en el

momento de su ingreso al país. Poco después se

restableció el requisito de la visa consular previa,

porque los aviones ―llegaban llenos y se volvían

vacíos‖32 obedeciendo a cambios económicos o po-

líticos circunstanciales, fuera del control del volun-

31

En su mayor parte establecidos en el Estado de Florida.

32 El Nuevo Herald, Miami, FL, 12-30-2011, pág. 1A

Page 74: Tierra de promisión 3a final (2)

74

tarismo de los administradores de las ―cuotas‖. Cla-

ro está que los aviones siguen regresando vacíos.

La situación de aquellos extranjeros que in-

gresaron a los Estados Unidos legalmente, pero

cuyo tiempo de permanencia (otorgado por Migra-

ciones en el acto de ingreso) hubiera vencido sin

que abandonaran el país, es aún más delicada,

porque en caso de ser detenidos por las autorida-

des no tendrán derecho a presentar su caso en la

Corte y la deportación sería poco menos que auto-

mática.

Los miles de visas de inmigrante que com-

ponen las cuotas de radicación asignadas por Es-

tados Unidos para postulantes de los países his-

pano parlantes, sólo se cubren parcialmente, tras

prolongados y engorrosos trámites, con aspirantes

que llenan los requisitos mínimos establecidos.

Sin embargo, quienes no alcanzan las cali-

ficaciones establecidas –sumados a muchos más

que ni siquiera se postulan– emigrarán de todos

modos, burlando las exigencias legales: en balsas

precarias desde Cuba, Haití o Dominicana o en lan-

chas veloces directas a las playas de Miami (quie-

nes puedan pagar el viaje); los centroamericanos y

mexicanos, caminando el desierto, en una travesía

impiadosa llena de vicisitudes y padecimientos; o

en vuelos regulares, con visa de turista o ―de ne-

gocios‖, con plazos de permanencia acotados que

se ignoran, descartando el pasaje de regreso.

Page 75: Tierra de promisión 3a final (2)

75

Los cubanos

Un párrafo aparte merece la inmigración pro-

cedente de Cuba, por sus características singula-

res. Si bien es muy antigua, nunca registró cifras

significativas hasta la revolución castrista en 1959.

Hacia 1910, después de la guerra entre EE.

U.U. y España que derivó en la independencia de

Cuba, los cubanos eran unos quince mil, radicados

particularmente en el Sur del país, desde Nueva

Orleans hasta La Florida. Los establecidos en Tam-

pa, a fines del s.XIX, habían contribuido en un gra-

do importante al proceso independentista de su tie-

rra natal. Sin limitaciones inmigratorias y en procura

de una vida mejor, siguieron llegando hasta cons-

tituir, en vísperas de la revolución del 1959 –y se-

gún estadísticas oficiales de La Florida– una comu-

nidad de unas ciento veinticuatro mil personas ra-

dicadas permanentemente.

Hasta 1985 la afluencia de inmigrantes cu-

banos continuó sin mayores alternativas. La crisis

interna derivada del derrumbe del bloque soviético

y el deterioro de la situación interna de la isla pro-

dujo una virtual invasión pacífica, masiva de la Flo-

rida33 que alcanzó cifras no muy precisas pero que

pueden ser estimadas en unas treinta y tres mil

personas. Esto creó una serie de situaciones po-

líticas y administrativas que llevaron a un acuerdo

entre los gobiernos, estableciéndose una ―cuota‖

33 El éxodo de Mariel.

Page 76: Tierra de promisión 3a final (2)

76

de veinte mil inmigrantes por año. Medida burocrá-

tica inútil en la práctica, porque el mero acto de ins-

cribirse (ante las autoridades de la isla) anuncian-

do su voluntad de emigrar, acarrea serios proble-

mas y dificultades a los postulantes; en tanto las

leyes domésticas norteamericanas garantizan los

mismos o similares beneficios si su ingreso al país

es ilegal. Sólo deben denunciarse, al llegar a tierra

firme, como ―exiliados‖, cualquiera fuese el proce-

dimiento empleado o la vía para su traslado. En

consecuencia la ―cuota‖ queda año tras año sin ser

satisfecha o al menos no totalmente.

A diferencia de las personas procedentes

del resto de los países sudamericanos, los cubanos

gozaron y gozan de beneficios y ventajas de privi-

legio, irritativas, derivadas del enfrentamiento políti-

co entre el gobierno de los EE.UU. –presionado por

la poderosa comunidad cubana34 de La Florida– y

el de Cuba, desde que éste se proclamara ―marxis-

ta-leninista‖ y estrechara lazos con el entonces blo-

que soviético.

La llamada ―Ley de Ajuste Cubano‖ de 1966

otorga –exclusivamente a los inmigrantes de Cuba–

la radicación permanente en EE.UU., previa resi-

dencia legal en el país de un año y un día. Una vez

más, esta situación es injusta y discriminatoria. Con

una argumentación retorcida se arrojaron por la

borda las consideraciones igualitaristas tradiciona-

34

Con “peso” electoral.

Page 77: Tierra de promisión 3a final (2)

77

les de la diplomacia norteamericana y se aplicó un

criterio maniqueo, diferenciando a los emigrantes

de países con regímenes ―autoritarios‖ de aquellos

―totalitarios‖; a resultas de lo cual extranjeros pro-

cedentes de terceros países, con dictaduras milita-

res tanto o más criminales que la de Cuba (pero

autoproclamadas como cristiano-occidentales), e-

ran procesados y deportados por el Servicio de Mi-

graciones sin consideración alguna por su condi-

ción; en tanto los originarios de Cuba, el único país

―comunista‖ del hemisferio, entraban (y continúan

entrando hasta hoy) sin dificultad, aun habiendo si-

do destacados funcionarios o colaboradores del go-

bierno ―comunista‖. Esto sólo se entiende a la luz

de la ―Guerra Fría‖ y de intereses estratégicos cir-

cunstanciales.

El procedimiento se complementa con el

extraño ―principio jurídico‖ de ―pies secos/pies mo-

jados‖ que establece que los cubanos en viaje a los

EE.UU., interceptados en el mar por la guardia cos-

tera durante su traslado (pies mojados), se devol-

verán a Cuba; en tanto aquellos que logren alcan-

zar territorio norteamericano (pies secos), serán au-

tomáticamente admitidos como ―exiliados‖ con el só-

lo requisito de expresar de viva voz su condición de

tal.

Recibirán un permiso de residencia ―bajo pa-

labra‖, tarjeta del Seguro Social, y –en algunos ca-

sos– hasta vivienda económica, unos dólares de

bolsillo y vales para compra de alimentos. En pocas

Page 78: Tierra de promisión 3a final (2)

78

semanas el exiliado dispondrá de un ―permiso de

trabajo‖, status que le permitirá alcanzar –al año y

un día– los beneficios de la Ley de Ajuste sin so-

bresaltos; y con ella, vendrá la radicación perma-

nente, el seguro Medicaid y hasta la jubilación –si el

inmigrante fuera mayor de 65 años– beneficio que

a un residente o ciudadano le lleva una vida de tra-

bajo y aportes de su salario, alcanzar.

Lanchas rápidas de tipo off shore proceden-

tes de Cuba depositan a sus pasajeros en alguna

playa floridiana (como lo hemos visto aquí, en Ha-

llandale Beach y en Hollywood), eliminando los

riesgos de alta mar y simplificando la introducción

al país mediante el pago de unos diez mil dólares

por cabeza, que habitualmente pagan los familiares

–radicados ya en el país– a la mafia privada u ofi-

cial que regentea el singular tráfico humano.

Los puertorriqueños

Otro caso singular es el de los puertorrique-

ños. No son exactamente inmigrantes, en tanto ciu-

dadanos norteamericanos por nacimiento y como

tales, todos los nacidos en la Isla del Encanto pue-

den trasladarse sin impedimento al continente. Nue-

va York y Chicago han dejado de ser su destino tra-

dicional, y a partir de los años 80 con la creciente

desocupación en la isla, sumada al proceso de des-

industrialización en el Norte promovió un desplaza-

miento importante, concurrente, de antiguos resi-

Page 79: Tierra de promisión 3a final (2)

79

dentes (a los que se suman nuevos migrantes pro-

cedentes de Puerto Rico), hacia la región central de

La Florida, para radicarse preferentemente en el

área de Orlando (en los condados de Orange, Se-

minole y Osceola) constituyendo una comunidad

estimada en unas 300.000 personas. El traslado en

un sólo sentido, que caracterizó el flujo migratorio

hasta mediados del s.XX, se ha convertido en un

flujo de migración interestatal. También ha habido

cambios en la composición social y política de es-

tos migrantes: Originariamente campesinos de las

áreas rurales de Puerto Rico –mano de obra no ca-

lificada– han sido reemplazados gradualmente por

una nueva generación de clase media con estudios

secundarios y universitarios. Por otra parte, al re-

conocer Puerto Rico dos ―idiomas oficiales‖, inglés

y español, que son utilizados regular e indistinta-

mente, quedaron los isleños al margen del conflic-

to y de las reclamaciones planteadas por el resto

de las naciones hispanoparlantes en torno a la

cuestión idiomática.

Sin embargo, siguen siendo llamados ―lati-

nos‖. Actualmente la población de origen puertorri-

queño radicada en el territorio continental de los

EE.UU., con poco más de 4 millones, supera en nú-

mero al de habitantes de la isla misma y constituye

el segundo grupo más numeroso de habla hispana,

muy lejos por cierto, del primero, los mexicanos,

que exceden los 31 millones.

Page 80: Tierra de promisión 3a final (2)

80

Los haitianos

Aún antes del terremoto del 2010, incremen-

tándose luego de modo espectacular, numerosas

embarcaciones provenientes de Haití –sobrecarga-

das de gente hambrienta y desesperada– han sido

devueltas a su país de origen por los guardacostas,

sin ninguna consideración relativa a su seguridad

en el mar (centenares, miles, perecieron intentando

llegar a La Florida o de regreso al punto de partida

en la isla, en embarcaciones inverosímiles), ni en

cuanto al drama que pretendían dejar atrás en su

tierra. No obstante, EE.UU. ha sido y es quien ma-

yor volumen de ayuda ha prestado y presta a Haití:

en alimentos, agua potable, medicinas, asistencia

médica, materiales de construcción, profesionales,

hospitales de campaña y carpas para alojar cen-

tenares de miles de víctimas del devastador terre-

moto de Port-au-Prince.

Pero las autoridades migratorias insisten en

que los ayudan y ayudarán en Haití, no en La Flo-

rida, porque el éxodo hubiera sido fenomenal.

Page 81: Tierra de promisión 3a final (2)

81

Webster´s vs. Larousse

Es indudable que la mayoría, sino la totali-

dad de la población de los países americanos, ha

sido configurada por verdaderos tsunamis migrato-

rios. Eso está fuera de cuestión. Lo que cabe pre-

guntarse es: el ―cuándo‖ y el ―cómo‖. ¿Deben tener-

se en cuenta las posibilidades y necesidades del

país receptor? ¿O sólo cuenta la urgencia y la de-

sesperación de los migrantes, ante el desmadre en

sus respectivos países?

Para ello hay (o debiera haber) leyes regu-

latorias. No es simple, ni tema para discutir impro-

visadamente. Más allá de los sentimientos carita-

tivos, el respeto, la moral y las normas de convi-

vencia humana, es la Ley y el Derecho lo que es-

tablece la diferencia entre un extranjero ilegal y un

inmigrante. El problema no gira en torno de los in-

migrantes sino de los intrusos. Y no son éstas

cuestiones de forma, sino de fondo. La inmigración

es materia legislada.

Por más que la costumbre lo consagre, el u-

so abusivo de la palabra ―inmigrante‖ seguida del

adjetivo ―ilegal‖ que la califica, lleva a la confusión.

Page 82: Tierra de promisión 3a final (2)

82

Una contradicción en términos, un oxímo-

ron. Decir ―inmigrante‖ presupone legalidad; si no

es así, no será inmigrante sino ―extranjero ingre-

sado ilegalmente‖ o ―intruso‖35 y no hay dialéctica

jesuítica que lo redima. Un extranjero ilegal no será

―inmigrante‖ hasta haber sido aceptado por el país

huésped y disponer de la documentación pertinen-

te, más allá de las tretas, argucias y artimañas que

le permitan prolongar su estado, en constante ago-

nía, hasta ser alcanzado –más tarde o más tem-

prano– por los organismos de ley.

Más aún, los medios de prensa en español,

conjuntamente con organizaciones civiles aplica-

das al tema, llevan adelante campañas políticas a-

cusando a determinados gobiernos estaduales (a

aquellos más afectados por la situación y su con-

dición de fronterizos), de impulsar ―sentimientos an-

tiinmigrantes‖ o reiterando un supuesto ―conflicto

con los inmigrantes‖, etc., llegando a suprimir toda

mención a su condición de ―ilegales‖; lo que no de-

ja de ser un truco más para desplazar la atención

pública lejos del problema fundamental: el ingreso

al país de extranjeros indocumentados y sus con-

secuencias legales y sociales.

El significado de algunas palabras que reco-

nocen su etimología en el latín o el griego, difiere

con frecuencia del castellano al inglés. Porque las

palabras representan ante todo, ideas.

35 Que se introduce sin derecho en alguna parte.

Page 83: Tierra de promisión 3a final (2)

83

Bastará buscar en un buen diccionario cas-

tellano, y simultáneamente en uno equivalente del

idioma inglés36 la palabra democracia, para darse

cuenta de que ambos definen conceptos diferentes,

hablan de ideas distintas; del mismo modo como

crimen, que en castellano se reserva en el uso pa-

ra designar el asesinato o grave violencia física37 y

en inglés equivale a delito o falta. No pagar una

deuda en el término acordado (por ejemplo la fac-

tura telefónica, a su vencimiento), en castellano es

ser moroso (por ―morosidad o falta de puntuali-

dad‖); en inglés suena a algo más serio: se dirá de-

lincuent (por delicuency), una palabra mucho más

dura para nuestros oídos, sin más gravedad que la

necesidad de ponerse al día con los pagos, con al-

gún recargo financiero preestablecido. Todo esto

me sugiere una derivación perversa del mito bíblico

de la Torre de Babel y la confusión de las lenguas,

en este caso con una aplicación estratégica con-

creta.

Así, el ingreso clandestino, ilegal, será un

―crimen‖, en tanto implica la violación de una ley y

sea expresado en correcto inglés, aunque no en

castellano, pues palabra reviste connotaciones es-

tremecedoras. Ignorar deliberadamente estas dife-

rencias es, sin duda, señal de mala fe. No se trata

entonces de que las autoridades hayan ―criminali-

36

No un ―inglés-castellano‖ o viceversa, que sólo sirven para turistas y alumnos de escuelas secundarias. 37 Aunque tiene una acepción más leve.

Page 84: Tierra de promisión 3a final (2)

84

zado‖ a la inmigración, acusación malévola y men-

daz de la prensa gráfica y televisiva en español

(que responde a intereses políticos y económicos

concretos), pulsando la cuerda cordial y devota de

los Derechos Humanos, para agitar la cuestión y

conmover las almas piadosas.

En tanto el status jurídico del indocumenta-

do es el de ―illegal alien‖ o ―extranjero ilegal‖, todo

está suficientemente claro. El ingreso no autoriza-

do de extranjeros a los EE.UU. como a Francia, Ale-

mania o cualquier otro país del planeta38, es sin du-

da un crimen, expresado que sea en inglés. Sin du-

da un ―delito‖ (de menor o mayor cuantía) si califi-

camos la acción en castellano. Y todo país puede y

debe darse las leyes que establezcan los límites

que estime conveniente, en tanto cumpla con los

recaudos y derechos que la Constitución de una

República establece para todas las personas que

se encuentren en su territorio.

* * *

La Iglesia Católica, en los Estados Unidos,

ayuda, apoya y hasta proporciona ―santuario‖ (una

figura que la legislación norteamericana no prevé) a

estos extranjeros ilegales, es decir a aquellos ―cri-

minales‖, que violan las leyes de inmigración del

país, lo que la coloca automáticamente en la cate-

goría de ―cómplice‖ o ―partícipe necesario‖ en una

conspiración. Y éste no es un problema semántico.

38

O a institución privada de cualquier carácter, que requiera aso-ciación o membrecía para el ingreso.

Page 85: Tierra de promisión 3a final (2)

85

El lugar de reunión para iniciar las manifes-

taciones es, por lo general, una iglesia parroquial.

Los noticiarios televisivos y la prensa escrita nos

muestran sacerdotes, frailes y monjas que encabe-

zan mítines y marchas en favor de los derechos de

los inmigrantes (refiriéndose a los extranjeros ile-

gales), portando estandartes con imágenes de las

vírgenes nacionales respectivas (la de la Caridad

de El Cobre, la de Guadalupe, la Inmaculada, la Al-

tagracia o la de Luján), agitando las banderas de

sus países de origen, en abierto desafío a las auto-

ridades locales. Debemos preguntarnos: ¿qué de-

rechos reclaman cuando su presencia en el país es

ilegal? ¿Puede acaso legalizarse el contrabando?

La grey católica in totu compone práctica-

mente el 27% de la población de los EE.UU., frente

a un 61.4% de cristianos no católicos repartidos en

unas veinte iglesias diferentes. En ambos grupos

–en los últimos diez años– se ha experimentado u-

na disminución en el número de fieles que ronda el

8.5%. Las religiones no cristianas, en cambio, han

visto crecer su concurrencia en un 1.7%39. La ma-

yor expansión se observa entre quienes se iden-

tifican como ateos o agnósticos, con un aumento

real del 6.6%, totalizando un virtual 20% en las es-

tadísticas.

La simple radicación permanente, de lograr-

se, implica la inclusión del inmigrante (que dejaría

39 Información provista por el Pew Hispanic Center. Centro de

estudios para la migración. http://www. pewhispanic.org/

Page 86: Tierra de promisión 3a final (2)

86

de ser extranjero indocumentado) en el censo po-

blacional, lo que modifica a su vez el número de e-

lectores por circunscripción, algo fundamental en el

voto indirecto. Pero esto no basta. Aspiran –más

aún– a la nacionalidad, que encierra el derecho al

voto: Ahí está entonces ―la madre del borrego‖.

Los residentes, por permanente y legal que

sea su situación, no votan. Es menester reclamar

entonces la ciudadanía de pleno derecho, y hete

aquí que el voto católico es mayoritariamente pro-

piedad del Partido Demócrata (65%). California, Te-

xas, Nueva México (mexicanos); Illinois (italianos y

polacos); Nueva York (irlandeses, italianos, puerto-

rriqueños y dominicanos); Nueva Jersey (Italianos);

Massachusetts (irlandeses, portugueses, italianos);

Florida (cubanos, mexicanos, dominicanos, nicara-

güenses) definen el mapa electoral. Sólo un 34% de

los católicos vota por los republicanos. La excepción

que confirma la regla es La Florida, porque los cu-

banos del Sur del Estado se llevan mal con el Par-

tido Demócrata desde el nefasto episodio de Bahía

de los Cochinos; pero no faltan mexicanos, nica-

ragüenses, dominicanos, puertorriqueños y hai-

tianos que hacen la elección reñida, de todos mo-

dos.

Hay otro aspecto, malévolamente ausente

del debate: Más allá de los tremendos y atendibles

dramas personales de los protagonistas involucra-

dos, los países del Sur se benefician extraordina-

riamente con las remesas de dinero que estos en-

Page 87: Tierra de promisión 3a final (2)

87

vían a sus hogares, porque desde Estados Unidos

se puede exportar dinero sin cortapisa40.

Sólo para México –en tiempos pre-crisis– sig-

nificó la tercera fuente de ingresos del Tesoro (des-

pués del petróleo y el turismo), una suma cercana a

los que veinticinco mil millones de dólares anuales.

En el caso de El Salvador, alcanza casi al 40% de

la recaudación fiscal.

¿Frenar la emigración? Tendrían que estar

locos. Si fuese necesario –y posible– lanzarían la

gente con catapultas por sobre el Río Grande, con

barrera y todo, sacándose de encima al pobrerío y

recibiendo dinero en retribución. Dos pájaros con

un sólo tiro. Y ésta no es una idea peregrina, pues-

to que la catapulta ya está en uso para la ―exporta-

ción‖ de droga desde México, según las últimas in-

formaciones de los organismos de seguridad. Tam-

bién existe, en la frontera mexicana, una red de tú-

neles ―multiuso‖, a seis metros de profundidad, de-

bidamente apuntalados, con ventilación forzada, luz

eléctrica y hasta rieles para facilitar el desplaza-

miento de vagonetas. A su vez, los chinos traen los

suyos en containers, hasta los puertos del Pacífico,

que van desde San Francisco hasta Canadá. Claro

está que no viajan en los containers; sólo se meten

en ellos al ingresar en aguas de los EE.UU. para

eludir la vigilancia aérea de la Guardia Costera y

―facilitar‖ su desembarco clandestino.

40

Western Union tiene más de treinta agencias activas en Cuba.

Page 88: Tierra de promisión 3a final (2)

88

Los efectos de la crisis norteamericana, con

el consecuente enfriamiento de la actividad econó-

mica y el crecimiento del desempleo, han mermado

las remesas de sus ciudadanos a México, afectan-

do la situación de quienes viven –en el área de

frontera– de los giros en dólares de sus familiares

radicados en los EE.UU., a punto tal que ha origi-

nado reclamos (!) del Presidente de México Felipe

Calderón ante las autoridades de Estados Unidos.

Es decir, que Estados Unidos resulta ser responsa-

ble de los problemas económicos del Norte mexi-

cano, como de la desocupación creciente y el au-

mento de la prostitución y trabajo infantil, e indirec-

tamente del crecimiento de la violencia, en simultá-

neo con la prosperidad de los carteles de la droga,

como forzada alternativa para sus indigentes. Un

delirio, (¿y el ministro de Economía de México que

hace?¿Y del desarrollo de El Salvador o Nicaragua,

quién se ocupa?) El Presidente Barak Obama y el

vice-Presidente Joseph Biden aplaudieron de pie

al mexicano al término de su insolente reprimen-

da, en la mismísima Casa Blanca, y ahora están

pagando el precio, entre otras facturas, en las va-

riadas estadísticas que circulan.

El problema de la migración clandestina es

grave. Afecta al país y a los propios actores, que

por su condición quedan al margen de beneficios

sociales y de protección jurídica, dejándolos a mer-

ced de explotadores (por lo común tan ―latinos‖ co-

mo los explotados). Es habitual que en los peque-

Page 89: Tierra de promisión 3a final (2)

89

ños y medianos comercios y fábricas propiedad de

sudamericanos, a mexicanos y centroamericanos

se paguen salarios inferiores al mínimo legal y se

omitan los seguros de salud, a cambio de hacer ―la

vista gorda‖ en cuanto a la situación migratoria de

éstos, en detrimento de la situación de los traba-

jadores del país, o de los inmigrantes radicados le-

galmente.

El flujo constante de indocumentados favo-

rece el contrabando de toda índole y especie, co-

menzando por el tráfico humano en el sentido más

amplio, que va junto con la introducción de perso-

nas que no son precisamente inocentes o ingenuos

trabajadores. Es un grave problema para los esta-

dos fronterizos, pero también para los estados dis-

tantes que requieren mano de obra no calificada.

En los estados limítrofes y particularmente en Ari-

zona, los vecinos –radicados hasta a varios cen-

tenares de millas del límite con México– se arman y

fortifican sus casas, como en los viejos filmes del

Far West, ante el constante y amenazador deam-

bular nocturno de extraños, ilegales los más, pero

también contrabandistas de drogas y armas, sol-

dados, sicarios y delincuentes comunes huyendo

del Sur, o dispuestos a cometer sus fechorías del

otro lado de la frontera. Y terroristas musulmanes,

vía Cuba o Venezuela.

El problema de fondo nunca fue la inmi-

gración ―golondrina‖, los wetbacks que acuden a le-

vantar las cosechas en California y contribuyeron

Page 90: Tierra de promisión 3a final (2)

90

–hasta cierto punto– a definir el perfil cultural del

Estado y a consolidar su economía; sino que la

complicidad y la corrupción de los organismos que

debían efectuar los debidos controles sobre los mi-

grantes condujo a una situación límite, con el cre-

cimiento de un desplazamiento de personas que

nada tienen que ver con la imagen del bracero de

las novelas y cuentos de Steinbeck. Esto ha creado

serias dificultades en una sociedad principista, que

procura resolver los conflictos en el marco de las

leyes y así –salvo en casos flagrantes que no dejan

margen para la duda– genera infinitos e intermina-

bles juicios y trámites de costosa administración,

que no concluyen con la eventual legalización de

los extranjeros susceptibles de ser incorporados al

sistema, sino con el destino de aquellos que no es-

tán en condiciones de serlo.

La realidad obligó al Estado de Arizona a

crear su propio cuerpo legal ante la indiferencia o

el oportunismo político de Washington, que debería

ocuparse, constitucionalmente, de la seguridad de

las fronteras. El ejemplo ha sido seguido por una

veintena de estados, que secundan a Arizona en su

acción. En cuanto al meneado argumento de la per-

secución racial que desataría la nueva legislación,

sobre una base de caracterización física ―lombro-

siana‖ de los inmigrantes, también es mendaz y ra-

cista, ―al revés‖. Arizona como Texas, Florida o Ca-

lifornia no es Boston ni Minnesota; si se quisiera

detener e investigar a todos los bajitos de piel os-

cura y apellido español que circulan por sus calles

Page 91: Tierra de promisión 3a final (2)

91

no quedaría nadie, incluyendo a quienes tienen

trescientos años de antepasados enterrados en el

lugar, funcionarios, senadores y hasta a la familia

de algún gobernador del Estado. Los rubios de ojos

celestes son muy escasos en estas latitudes. Las

presiones políticas forzaron la intervención de la

Corte Suprema Federal, que se ha pronunciado en

sentido de suspender la aplicación de algunos ar-

tículos de la ley estadual, poniendo en evidencia,

por otra parte, la ineficiencia del gobierno federal,

en la materia.

Mientras tanto, la irrupción de numerosos

convictos de origen centro, sudamericano y mexi-

cano (por delitos cometidos en los EE.UU. o fugi-

tivos, identificados en sus respectivos países de ori-

gen) alteró el equilibrio poblacional de las cárceles,

creando conflictos internos que generalmente de-

rivan en explosiones de violencia, para mayor zo-

zobra de los habitantes de poblaciones aledañas

que reclaman su derecho a vivir en paz.

La administración de un Estado en dos o

más idiomas es onerosa, y la pagan los contribu-

yentes que están al margen del problema o que –al

menos– no se benefician con la consideración ofi-

cial. En los Estados Unidos el inglés no es ―idioma

nacional‖ (aunque sí el más hablado); el país ca-

rece de tal instrumento por un prurito romántico de

los Padres Fundadores, que consideraron no era

correcto invitar a todos los habitantes del mundo a

venir a América a curar sus heridas, para luego

Page 92: Tierra de promisión 3a final (2)

92

maltratarlos forzándolos a hablar inglés. No podían

entonces imaginar cómo derivaría la cuestión.

Así, en la Florida, California o Texas, entre o-

tros, los mensajes públicos, carteles, papelería ofi-

cial, circulares, documentación, etc. se redactan si-

multáneamente en inglés, español, y –eventual-

mente– creole (que es la lengua de los haitianos) y

si se solicita un servicio por teléfono se puede ele-

gir en qué idioma ser atendido o, más aún –si el or-

ganismo o empresa carece de servicio multilingüe–,

puede reclamarse el concurso de un intérprete, sin

cargo alguno para el interesado. Es un derecho.

La dispersión geográfica del sistema telefó-

nico hace que grandes y medianas empresas, re-

particiones del Estado, hospitales, entidades ban-

carias, corporaciones y comercios importantes de-

ban prever la atención bilingüe, aunque en el estado

o área donde se encuentren establecidas no existan

comunidades de habla castellana significativas, en

cuyo caso habilitan centrales de atención en luga-

res donde sí disponen de personal hábil en más de

un idioma, en competencia ruinosa con los pe-

queños emprendimientos locales que no pueden

prestar el oneroso servicio.

Pero el problema no concluye allí. Las co-

lectividades también demandan la educación pri-

maria o elemental en español, laosiano, vietnamita

o cualquiera sea el idioma dominante en la comu-

nidad de que se trate, para garantizar ―los derechos

del alumno a recibir educación en su idioma mater-

Page 93: Tierra de promisión 3a final (2)

93

no‖ (!). No ya en instituciones privadas, fundadas,

dirigidas y administradas por las respectivas co-

munidades (aunque con aportes del Estado), sino

en las escuelas del sistema de educación pública.

Page 94: Tierra de promisión 3a final (2)

94

Page 95: Tierra de promisión 3a final (2)

95

¿Hispanos?

Queda por analizar la introducción de otro

vocablo, mal usado, cuya amplia difusión no le otor-

ga mayor sentido: me refiero al calificativo de ―his-

pano‖ para calificar a los hispanoparlantes, sea su

presencia en el país legal o no.

El origen de esta calificación se remonta a

1964 (Nixon), cuando con el propósito de convocar

a los votantes de habla española, que demostraban

cierta apatía o desinterés en cuanto a la política y al

sistema electoral americano (consecuencia de la ig-

norancia o de penosas experiencias propias o fa-

miliares en los países de origen) y expresada por

muy bajos índices de participación en un acto polí-

tico eminentemente voluntario (la participación en la

votación no es obligatoria), las autoridades del ru-

bro decidieron incorporar al censo poblacional una

categoría que permitiría identificar y enviar –al vo-

tante inscripto– información o elementos promocio-

nales relacionados con las elecciones, en su len-

gua materna. De tal modo, quien se identificara co-

mo ―hispano parlante‖, recibiría el material informa-

Page 96: Tierra de promisión 3a final (2)

96

tivo electoral en español castellano, esperando ven-

cer así su reticencia.

Después del inglés, no hay en Norteamé-

rica idioma tan hablado como el español castella-

no. La clasificación establecida de: ―ciudadanos a-

mericanos que hablan español‖ dio lugar, en la jer-

ga administrativa, a la calificación de ―hispanos‖,

por apócope de ―hispano parlantes‖ (un recurso uti-

lizado frecuentemente en el idioma inglés) aludien-

do con ella a los candidatos a recibir la documenta-

ción electoral en castellano:

Es decir, que para ser calificado como

“hispano” era condición sine-equa-non estar

inscripto para votar, es decir, ser ciudadano a-

mericano.

El cambio se implementó recién en los años

´70 y la medida –en términos generales– no dió el

resultado esperado. La comunidad más numerosa,

los mexicanos, interpretó que su inclusión en el gru-

po era cuando menos capite deminutio, si no algo

peor: una bofetada, una patada en el trasero, un in-

sulto. Su profundo e histórico aborrecimiento de to-

do lo español, los llevó a preferir no recibir la infor-

mación en su idioma, antes que ser identificados

con el afrentoso nombre de ―hispanos‖, los aborre-

cidos gachupines.

Esto me recuerda una anécdota personal:

En el edificio en que vivo actualmente había, y hay

aún, una minoría importante de vecinos hispano-

Page 97: Tierra de promisión 3a final (2)

97

parlantes. Ante la evidente dificultad de comuni-

cación entre la Administración –que obviamente

se conducía en inglés– y los copropietarios e in-

quilinos que no lo hablaban, me ofrecí para tradu-

cir las circulares, boletines, etc., originados en la

Gerencia, y editar una versión ―en español‖ de los

mismos, que facilitara la comunicación en temas

de interés general. Lo pusimos en práctica y el re-

sultado fue un fracaso rotundo, porque los supues-

tos beneficiarios de mi voluntaria contribución insis-

tían mayoritariamente en recibir las comunicacio-

nes en inglés (que debían serles leídas por sus hi-

jos o personas capaces de hacerlo), antes que con-

fesar que sólo hablaban castellano. No me resulta

difícil entender entonces lo sucedido en el orden

nacional electoral.

En un segundo intento se modificó el recur-

so y se estableció la categoría de ―hispano o latino‖

que sí, tuvo relativo éxito en cuanto a la conscrip-

ción de futuros votantes.

Del apelativo ―hispano‖ se apoderaron en-

tonces quienes, siendo de origen sud o centro ame-

ricano, residentes legales o nacidos en el país, vie-

ron el potencial mercado comercial y político que

encerraba la creciente comunidad, y pasaron a i-

dentificar con él a ―La Raza‖ (¿de qué raza me ha-

blan?). Desde el ―National Council of La Raza ― o

el grupo radicalizado ―MEChA‖ cuyo lema ―Por la

Raza todo, fuera de la Raza, nada‖ –grosero exa-

brupto fascista– los hispano-parlantes comenzaron

Page 98: Tierra de promisión 3a final (2)

98

a batir frenéticamente el parche de ―la hispanidad‖,

de ―la familia‖, transformando una calificación ad-

ministrativa electoral en un epíteto racista, auto ad-

judicado, convocante, ampliamente difundido…y

sobre todo lucrativo para un sector empresario que

valora la ―comunidad‖ como a un coto para desa-

rrollar sus actividades comerciales especializadas,

olvidando los límites originales de la apelación y

pretendiendo ampliar los márgenes de un multicul-

turalismo ―a la mode‖. Para el gran Samuel John-

son (1709-1784): ―El patriotismo es el último recur-

so de un canalla‖. A esto habría que agregar las va-

riantes nacionaloides contemporáneas, como las

doctrinas separatistas, las autonómicas y el mani-

do principio de autodeterminación de los pueblos,

que engendran inevitablemente formas racistas y

discriminatorias allanando el camino al fascismo.

Por cierto que el término ―hispano‖ no define

nada. No existe tal cosa como la ciudadanía ―his-

pana‖ sino –en todo caso– la ―española‖, para los

nacidos en España. Llamar genéricamente ―hispa-

nos‖ a los sudamericanos y mexicanos, es una pro-

yección al menos poco feliz, como si la comunidad

idiomática estableciera los parámetros de una etnia

o una cultura unitaria y diferente. Aplicando el mis-

mo criterio, a las personas procedentes de países

de habla inglesa: norteamericanos, canadienses,

australianos o neozelandeses (pero también a ni-

gerianos y zimbabweans) debiera llamárselos ―an-

glos‖ o ―británicos‖. Un disparate. Por otra parte ca-

be preguntarnos: ¿Qué hay de los brasileros, de la

Page 99: Tierra de promisión 3a final (2)

99

gente de Guyana y Belice o de las islas del Ca-

ribe británicas, holandesas y francesas? ¿Qué pa-

sa con los que hablan lenguas aborígenes con ex-

clusividad? ¿Qué hay de los haitianos? Estoy refi-

riéndome a millones de personas que, por cierto,

son etiquetadas impunemente como ―hispanos‖.

Page 100: Tierra de promisión 3a final (2)

100

Page 101: Tierra de promisión 3a final (2)

101

Derechos humanos

e inmigración

¿Cuál es –entre tanto– el destino de los in-

migrantes guatemaltecos que acuden a Chiapas, el

estado fronterizo de México41, para la cosecha del

café?: La violación, el saqueo de sus pobres per-

tenencias y hasta la devolución violenta y compul-

siva a su tierra; o la muerte (en complicidad con

autoridades locales corruptas), para evitar pagar-

les un salario miserable, en beneficio de los pro-

ductores, terratenientes mexicanos, que reclaman la

construcción de una barrera fronteriza entre los dos

países y poder así regular el flujo de trabajadores.

En el primer semestre del 2012 –en curso–

las autoridades de migraciones de México llevan

deportados 45.764 migrantes. De ellos 22.804 co-

rresponden a guatemaltecos (49.82%); 15.637 son

hondureños (34.2%); 7.089 de El Salvador (15.5%);

de Nicaragua aporta sólo 234 personas. De Costa

Rica no se dispone de datos comparables. La cifra

total del período resulta así un 20% mayor que la

del mismo lapso del año anterior (36.666) y casi i-

41

La tierra del ―Comandante 2°‖.

Page 102: Tierra de promisión 3a final (2)

102

gual a las deportaciones llevadas a cabo entre los

meses de enero y noviembre del 2011, en cuyo

transcurso se deportaron desde México 46.716 ile-

gales, que ascienden a 60.242 personas, si am-

pliamos el período al año calendario. Estos parecen

números menores, pero se agigantan cuando los

relacionamos con la población total de los países

respectivos.

Es el mismo México, y son los mismos fun-

cionarios que se rasgan las vestiduras invocando

―derechos humanos‖ por las ―vicisitudes‖ sufridas

por los iberoamericanos ilegales en Estados Uni-

dos.

Sin caer en relativismo y sólo para fijar el

marco del problema: ¿Cuál es el destino de los in-

migrantes africanos en España o Italia, o el de los

turcos en Alemania, de los musulmanes en Francia

(que deben hablar ―fluidamente‖ francés, para as-

pirar a su radicación) o de los trabajadores espa-

ñoles no calificados, sirvientas y peones, en la ultra

democrática Suiza? De eso no se habla, o se habla

poco y lo poco que se habla no tiene difusión.

¿Qué pasa con las aterradoras denuncias

de centroamericanos y cubanos que transitan por

México hacia la frontera con Estados Unidos y son

secuestrados, saqueados, torturados y asesinados,

antes de cumplir su sueño, por milicos de provincia

o sicarios de los carteles de la droga?

Page 103: Tierra de promisión 3a final (2)

103

Recogemos historias de violaciones y abu-

sos brutales. La mayor parte de los emigrantes de

Centroamérica son mujeres, quienes antes de em-

prender su odisea se inyectan anticonceptivos42,

con un efecto preventivo del embarazo de hasta 90

días y de venta libre en las farmacias de Nicaragua,

Guatemala, El Salvador y Honduras. Otro ―pasapor-

te‖, más barato, es una buena provisión de preser-

vativos (entregados gratuitamente por las organiza-

ciones internacionales que promueven campañas

por la planificación familiar y contra el SIDA), por-

que ellas saben adónde van y en qué se meten;

aunque siempre existe el riesgo de que los ―muy

machotes‖ mexicanos se nieguen a ponérselos. La

demanda sexual proviene de los coyotes que orga-

nizan los traslados, pero también de las autorida-

des locales (para permitir el paso), o de un ―protec-

tor‖ alzado por el camino como precaución o mal

menor. El peligro más serio lo encarnan los miem-

bros de los carteles de la droga. Capturados por

―los Zetas‖, los que no tengan quién responda por

ellos son asesinados y sus cuerpos descuartizados

y quemados, sepultados43 o arrojados a las calles,

en lugares públicos, con total impunidad. Se han

encontrado fosas colectivas de hasta un centenar

de cadáveres. En los últimos cuatro años se esti-

42

Progesterona. Depo-Provera de Laboratorios Pfizer. 43

Buenos Aires, Diario La Nación,14-11-2011: ―Maltratos y violaciones en la ruta hacia el ya famoso ―Sueño Americano‖.

Page 104: Tierra de promisión 3a final (2)

104

man las víctimas en cifras superiores a las cincuen-

ta mil, y siguen creciendo.

* * *

Pero no. El problema de los ―derechos hu-

manos‖ resulta circunscribirse ahora a unos once

millones de sudamericanos indocumentados resi-

dentes ilegales en los Estados Unidos, sin mencio-

nar para nada otros cuatro millones de canadien-

ses, alemanes, franceses e italianos ―fuera de cuo-

ta‖, eternos viajeros que vinieron de visita y se que-

daron, en infracción a las leyes, en su mayoría con

años de radicación en el país y familias constitui-

das.

En China se organizan ―excusiones turísti-

cas‖ de embarazadas, para dar a luz en California

o estados del Norte del Pacífico y poder reclamar

después que sus hijos son ―nacidos en los Esta-

dos Unidos‖, pensando allanar así dificultades pa-

ra su posterior radicación y obtención de los bene-

ficios del ―estado de bienestar‖ americano, inclu-

yendo la posterior inmigración de los restantes

miembros del grupo familiar.

Esta ―ley de nacimiento‖ se remonta al pe-

ríodo inmediato posterior a la Guerra Civil y fue

instituida entonces para garantizar los derechos de

aquellos cuya documentación o registros fueran

destruidos o perdidos durante la conflagración; o de

los esclavos libertos que ingresaban a una nueva

categoría social, estableciéndose entonces que

Page 105: Tierra de promisión 3a final (2)

105

bastaba haber nacido en territorio americano para

ser ciudadano del país (ius soli), muy lejos de la in-

terpretación falaz y especulativa que hoy se da a

esta disposición –administrativa de emergencia– de

un siglo y medio atrás, mal aplicada ahora en be-

neficio de la descendencia quienes ingresaron ―por

la ventana‖.

En cualquier momento esta situación, que

le hace ―el caldo gordo‖ a chauvinistas y naciona-

listas de todo pelaje y color deberá resolverse (ya

son catorce los estados que reclaman la adopción

de la ―Ius Sanguinis‖ 44), y entonces los gritos de los

perjudicados rasgarán los cielos en tanto sus hijos,

nacidos en territorio norteamericano no podrán ser

ciudadanos porque ellos no lo son, como sucede

en buena parte de los países europeos. Si hoy se

deporta a un indocumentado, o a un matrimonio de

extranjeros ilegales, con hijos nacidos en Estados

Unidos (nada sencillo por otra parte), después de

costosos juicios, abogados y audiencias y dilacio-

nes, no faltará un periodista del ―progresismo‖ (de

aquellos que reclaman que el gobierno se meta en

todo, lo que los beneficie), para plantear en primera

plana de los diarios, noticieros y programas televi-

sivos que el gobierno ―divide‖ a las familias. Bien:

que entonces el padre o la madre o ambos depor-

tados por intrusos se lleven consigo al hijo nacido

44

―Ius Sanguinis‖ o ―ley de sangre‖. Es decir, que sólo podrían ser ciudadanos los hijos de ciudadanos. Se entiende en susti-tución de la ―Ius Soli‖ actualmente vigente.

Page 106: Tierra de promisión 3a final (2)

106

en Estados Unidos, estando éste aún sometido a la

patria potestad, y la familia permanecerá unida. Si

uno de los cónyuges fuese residente legal, podría

solicitar la radicación del otro y congelar así la si-

tuación; de ser ambos ilegales deberán irse. Cuan-

do el hijo nacido en los Estados Unidos alcance la

mayoría de edad –esté donde estuviera– podrá

presentarse en cualquier consulado del exterior in-

vocando su condición de americano nativo y hacer

valer su derecho, sin trámite alguno, instantánea-

mente: Con sólo el certificado de nacimiento se

solicita el pasaporte, porque la ciudadanía, para los

nativos, no se pide ni se otorga, se ejerce. Pero es

individual, no familiar. Inclusive el flamante ciuda-

dano podría pedir la residencia definitiva para sus

padres, que es expeditiva, sumaria.

Aún así, esos padres optarán mayoritaria-

mente por dejar a la criatura (con frecuencia más

de una) con incierto destino, en manos de abuelas,

tíos, parientes o meros connacionales ―con pape-

les‖, contando con regresar más tarde por la misma

vía de la vez anterior y corriendo una vez más los

riesgos señalados.

Entonces: ¿Quién divide la familia? ¿La Ley

americana o su incumplimiento? Las leyes se insti-

tuyen para protección de las personas, de aquellas

que se amparan en ellas, no las que las ignoran.

Alumnos de escuelas y universidades inter-

nacionales que alcanzan su graduación y deben

regresar a sus respectivos países para aplicar lo a-

Page 107: Tierra de promisión 3a final (2)

107

prendido (de acuerdo con generosos convenios de

intercambio vigentes, subvencionados por el me-

cenazgo de instituciones privadas de los EE.UU. y

favorecidos por la libérrima visa de residencia tem-

poraria de estudiantes) para más tarde, eventual-

mente aplicar para una visa permanente, en el con-

sulado de USA en su país (con evidente ventaja

sobre otros candidatos, por sus antecedentes), de-

ciden en cambio quedarse, promueven disturbios,

agitan a los medios de prensa y reclaman una ―ley

especial‖ que regularice la situación creada (?).

En el campo educativo se plantea la situa-

ción de los menores de 16 años ingresados ilegal-

mente con sus padres (que hubiesen residido en

el país no menos de cinco años), quienes contra

toda adversidad han logrado concluir el High

School (educación secundaria) pero cuya condi-

ción les impide aspirar a los créditos blandos de es-

tudio que les facilitarían proseguir carreras univer-

sitarias en muchos estados de la Unión, así como

obtener legalmente Licencia de Conductor, tarjeta

de Seguridad Social o trabajo.

Una ley especial (Dream Act) impulsada por

los demócratas, les otorgaría un status provisional

(por seis años) permitiéndoles ―ganarse‖ la resi-

dencia permanente y continuar su capacitación. No

todos estarían en condiciones de cursar estudios

superiores y en tal caso, una alternativa planteada

en la Ley es la de servir en las Fuerzas Armadas

por dos años. Transcurrido el tiempo establecido y

Page 108: Tierra de promisión 3a final (2)

108

mediando conducta intachable del interesado, po-

dría éste solicitar su residencia permanente; de lo

contrario quedaría sujeto a deportación. La promo-

ción y apoyo de este proyecto de Ley ha dado lugar

a manifestaciones callejeras y a declaraciones de

políticos y dirigentes de grupos sociales, que contri-

buyen a ―enturbiar el agua‖ en torno al problema de

los extranjeros ilegales.

* * *

Por otro lado, la mera idea de la deportación

masiva de diez millones de personas, propuesta

por quienes lanzan consignas xenófobas es inmo-

ral, aterradora, impensable. El operativo es mate-

rialmente impracticable, demencial. La única fina-

lidad de su meneo es política, de la peor especie.

No saben de qué hablan. O sí. Superaría todo dato

histórico de acciones semejantes. Todavía persigue

a Turquía el anatema universal por la expulsión de

los armenios a comienzos del s.XX.

Una gran mayoría de los involucrados han

establecido lazos con el país de adopción, que de-

ben tenerse en cuenta pese a su condición de in-

documentados45. Habrán de pactar. El problema

está planteado y es menester buscarle solución.

Por lo pronto y ante todo, extremar la protección de

las fronteras, para terminar con el flujo constante de

ilegales. De otro modo cualquier medida que se a-

45 Ver: ANEXOS ESTADÍSTICOS

Page 109: Tierra de promisión 3a final (2)

109

plique sería inútil. Simultáneamente resolver la si-

tuación de los ya establecidos (85%), posiblemen-

te con un estatus especial para su condición (una

letra más para las tarjetas ―verdes‖) que otorgue a

los beneficiarios su radicación permanente, aunque

sin derecho a la ciudadanía. No, al derecho al voto

en la presente generación, para terminar con la es-

peculación política crecida al amparo de la cuestión

fundamental.

Una eventual amnistía deberá atender al a-

nálisis de cada situación particular: la deportación

efectiva e inmediata de quienes registren antece-

dentes penales o conductas delictivas. Tal vez mul-

tas. Pero será menester tener en cuenta la expe-

riencia de la Ley de Ajuste Cubano y su liberalidad

irresponsable.

Y no permitir que un estado extranjero como

el Vaticano se entrometa en la cuestión y pretenda

convertirse en abogado defensor de sus ―fieles‖,

derivando un problema eminentemente civil y ad-

ministrativo hacia un conflicto político Iglesia-Es-

tado

* * *

Mientras tanto, la Contrarreforma seguirá su

curso, impertérrita. Roma jamás admitirá que el

mayor país del mundo occidental, el más poderoso

militar y económicamente de la Tierra, fundado por

masones y librepensadores, permanezca ajeno a

su tutela, y que sus autoridades asuman cargos sin

Page 110: Tierra de promisión 3a final (2)

110

Te Deums ni misas inaugurales. Para eso cuen-

ta con ilimitados recursos humanos en la América

latina, la América católica, subdesarrollada, pobre,

crédula, doliente, con sus arcaicos conflictos irre-

sueltos y sus elevadas tasas de analfabetismo, na-

talidad (y mortalidad).

Y además, con todo el tiempo de la historia

por delante, insisto.

Page 111: Tierra de promisión 3a final (2)

111

Anexos estadísticos

Datos poblacionales de

los Estados Unidos. Año 2009 46

Población total: 304.000.000 habitantes

Total de origen hispánico: 48.348.000

mexicanos: 31.674.000

puertorriqueños: 4.412.000

salvadoreños 1.736.000

cubanos 1.677.000

dominicanos 1.360.000

guatemaltecos 1.077.000

colombianos 917.000

hondureños 625.000

ecuatorianos 611.000

peruanos 557.000

haitianos 419.000

46

La información ha sido desglosada del Pew Hispanic Center. Centro de estudios para la migración. http://www. pewhispanic.org/. Los datos sobre la permanencia de los hispanos en el país responden a la investigación de marzo de 2010.

Page 112: Tierra de promisión 3a final (2)

112

Permanencia de extranjeros no autorizados, adultos, en los Estados Unidos:

más de 15 años 35%

de 10 a 14 años 28%

de 5 a 9 años 22%

menos de 5 años 15%

Aproximadamente dos tercios de los 10.2 mi-

llones de extranjeros con residencia ilegal en los

EE.UU. han vivido en este país por más de 10 a-

ños, y cerca de la mitad del total (4.7 millones) son

padres o madres de niños nacidos en su territorio.

En los últimos años se evidencia un incre-

mento en los nacimientos de hijos de residentes in-

documentados, impulsando el crecimiento de la co-

munidad de origen mexicano más allá del aporte de

nuevos inmigrantes no autorizados, que creció has-

ta 7,2 millones entre el año 2000 y el 2010 y de los

cuales sólo 4,2 corresponden a recién llegados. So-

bre este tema se formulan predicciones, poco pro-

bables, relacionadas con la mayor fertilidad de las

familias de habla hispana, fenómeno íntimamente

vinculado a la cuestión religiosa y a la ignorancia: la

actitud de la iglesia latina en cuanto al uso de pro-

ductos y procedimientos anticonceptivos y a la inte-

rrupción del embarazo, pero los argumentos son

meras especulaciones carentes de base científica.

Casi la mitad de quienes ingresaron ilegal-

mente a EE.UU. no lo hicieron subrepticiamente,

embozados u ocultos en las sombras de la noche

Page 113: Tierra de promisión 3a final (2)

113

del desierto de Arizona; lo hicieron a través de un

puerto de entrada sujeto a controles de los agentes

de Migraciones, con visas de turista o de negocios

que burlan. Expirado el plazo concedido, se quedan

en el país. Este procedimiento se ve favorecido por

la ineficacia de controles comparados eficaces en-

tre ingreso y egreso de viajeros. Así, el gobierno

tiene perfecta cuenta de los pasajeros que arriban

al país, pero no de cómo ni cuándo lo abandonan,

si es que lo hacen, salvo desde algunos puntos de

intercambio críticos.47

A los trabajadores temporarios y a aquellos

que viven y trabajan en la zona de frontera se les o-

torga una tarjeta que permite su desplazamiento

frecuente y regular entre EE.UU. y los dos países li-

mítrofes involucrados (México y Canadá), válidos

en áreas geográficas restringidas (hasta 25 millas

de la frontera) y con limitaciones temporales de per-

manencia, que también son frecuentemente igno-

radas, aunque en menor proporción que los del pá-

rrafo anterior.

El resto de los indocumentados, alrededor

de un 50% del total, entran al país eludiendo los

controles de aduana y migraciones, escondidos en

vehículos de carga; cruzando desiertos; en lanchas

y botes, evitando los guardacostas; saltando la ba-

rrera internacional donde la hubiera (en el caso de

47

Informe del U.S. General Accounting Office. GAO-04-170T

Page 114: Tierra de promisión 3a final (2)

114

México); vadeando (en ciertos lugares, caminando)

el Río Grande, o mediante túneles excavados por

los carteles de la droga. La proporción de los dis-

tintos grupos nacionales de los migrantes se man-

tiene aproximadamente constante desde 1982, con

una ligera disminución para el caso de México y au-

mento entre los centroamericanos.

En síntesis: desde 1970, más de 30.000.000

de inmigrantes de toda clase de han establecido en

los EE.UU., superando en una tercera parte el total

de personas que alguna vez llegaran a sus costas.

El número de extranjeros que permanecen en el

país, después de finalizar la legalización del Acta

de Reforma y Control sobre Migración de octubre

de 1988 era de 2.775.000, mucho más alto que el

de las estimaciones previas de las autoridades. Ca-

da año se suman 420.000 migrantes indocumen-

tados a las cifras anotadas. Teniendo en cuenta las

defunciones, el retorno a sus países de origen y las

legalizaciones, el número se reduce a 275.000 al

año.

No obstante, el cambio en la situación eco-

nómica del país introdujo un correlato sustancial en

el flujo de personas, producto de la caída del mer-

cado laboral en general y en particular a la crisis de

la construcción; el endurecimiento de los controles

fronterizos; el incremento de las deportaciones; los

crecientes peligros relacionados con el cruce ilegal

de la frontera y la reducción de los índices de nata-

lidad en la comunidad, determinantes de que las ci-

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Gráfico demostrativo del cambio introducido en el origen de

los inmigrantes a los EE.UU.

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fras de ingreso y egreso de personas, desde y ha-

cia México, se nivelen y casi lleguen a revertirse li-

geramente. El informe de Pew Hispanic Center, ac-

tualizado a mayo de 2012, señala una pequeña di-

ferencia a favor del número de individuos que re-

gresan a México sobre el de los ingresados en el

año.

Esta coyuntura ha determinado que –por vez primera– el ingreso de asiáticos ha superado al de iberoamericanos, agudizado por una mayor de-manda de trabajadores de alta especialización so-bre aquellos de mano de obra no especializada, fa-voreciendo a una comunidad, la asiática, que com-pone un 6% de la población de EE.UU. Entre los inmigrantes de este origen se cuentan inversores y profesionales altamente calificados. Los estudian- tes asiáticos, tanto aquellos nacidos en el extranje-ro como en los EE.UU. de ascendencia asiática, obtuvieron el 45% de todos los títulos universitarios en Ingeniería; el 38% de los doctorados en Mate-máticas y Ciencias de la computación y el 33% de los doctorados en Física.

Pese a la retórica preelectoral –que incluye

la suspensión de las deportaciones de ilegales– las

cifras oficiales, según reporte de la organización

RMJ (Reforma Migratoria Justa), indican que en el

primer año del gobierno demócrata de Barak Oba-

ma las deportaciones crecieron un 61.8%: Contra

los 240.000 deportados del gobierno republicano

de George W. Bush, las repatriaciones treparon a

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387.790 con Obama. Un récord de casi 1.000 ex-

pulsiones diarias, en promedio.

El 54% de la población de extranjeros no

autorizados corresponde a mexicanos, y un 40%

de éstos viven en el Estado de California. A despe-

cho de las afirmaciones de quienes impulsaron y

apoyaron políticamente el Acta de 1965, las fuentes

de inmigración han cambiado por completo. Las ra-

zones son complejas y concurrentes. Por un lado el

desarrollo económico de Europa de postguerra y el

mejoramiento del nivel de vida de sus habitantes

redujo el número de aquellos que buscaban, en la

emigración, una solución a sus problemas de su-

pervivencia. Por otra parte, la reducción de las cuo-

tas establecidas para los europeos y la eliminación

de limitaciones al ingreso de migrantes proceden-

tes de Asia y de América de habla castellana, su-

mado al énfasis oficial en la política de reunificación

familiar (al asegurar al inmigrante la posibilidad de

traer luego al país al resto de sus parientes cerca-

nos) favoreció el ingreso masivo de gente de estas

regiones, frenando el ingreso de potenciales inmi-

grantes de Europa oriental y otras naciones en vías

de desarrollo.

Entre 1980 y 2000 la población de origen

haitiano en EE.UU. creció de 92.000 a 419.000, al-

canzando el 1.4% de los de los habitantes nacidos

en el extranjero, de los cuales 184.000 (34%) co-

rresponden al Estado de La Florida, más precisa-

mente a los condados del Sur de la península.

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Es interesante señalar el crecimiento de Bo-

livia como receptor de migrantes haitianos indocu-

mentados (en tránsito), y de Brasil como destino fi-

nal de los desplazados, arribados desde el vecino

territorio boliviano.

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