8/9/2019 Todos moriremos, no solo los cobayas
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Todos moriremos, no solo los cobayas
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Mara Tenorio
Ocurri esta maana. O, ms probablemente, en la madrugada. RR me
llam por telfono a las
10 para comunicrmelo. Su natural inexpresividad cedi ante la
ingrata sorpresa de encontrar al
pequeo roedor, blanco y tierno, decapitado en el jardn de mis
padres. "Lo hall cuando iba a
darles de comer a los cobayas", me dijo. "El otro est muy
asustado y se ve triste". Sin duda ha
sido una prdida para el sobreviviente que, nunca sabremos, pudo
haber sido testigo del crimencometido entre las sombras de la
noche.
Desde el otro lado del telfono, sin nunca ver el cdaver de la
pequea mascota, especul sobre
el asesino. Mi imaginario sobre animales domsticos me sugera que
se tratara de un gato. "Lo
extrao es que no haba una gota de sangre", coment RR, el guardin
de la casa de mis padres."Ha tenido que ser un animal grande...
quizs alguna culebra", sentenci desautorizando mi
inclinacin felina. El chupacabras, dijo Miguel horas ms tarde
cuando le revel el cobayicidio.
"Por eso de que no hubo sangre."
Lo cierto es que un ser vivo atac y mat al pequeo animal, blanco
y tierno, en el lugar mismo
donde mis sobrinitos se solazaban jugando con l y su otro
compaero cobaya. Los nios no sehan enterado, estn fuera del pas.
Seguramente cuando vuelvan, mi madre --que tampoco losabe porque
tambin est fuera-- habr adquirido en alguna tienda de mascotas a
otro pequeo,
blanco y tierno cobaya o cuy o conejillo de indias, que
cualquiera de esos nombres recibe la
especie en cuestin. Mi madre, creo yo, lo hara para evitar que
los nios sintieran tristeza por laprdida de su mascota. Querra
sustituir al extinto con otro animalillo de caractersticas
similares:
pequeo, blanco, tierno, con una manchita oscura en su ojo
izquierdo.
Yo pensara que es conveniente enfrentar a los nios con el hecho
ineluctable de la muerte.
Todos moriremos, no solo los cobayas. Por qu no aprovechar esta
oportunidad para hablar
sobre evento tan natural en la vida? Imagino que, si mis
sobrinitos reconocieran al cobaya
impostor, se les dira que su verdadera mascota est en el cielo,
tocando un arpa para cobayas encompaa de ngeles-cobayas,
disfrutando de la paz y la calma eternas que todos los buenos
cobayas merecen. Muchos adultos usan la metfora del "cielo" para
disfrazarles a los pequeos la
realidad de la muerte, edulcorarles el sentimiento de prdida y
ayudarles a sobrellevar el duelo.Pero, bien mirado, el cielo es una
nada sencilla abstraccin que los nios aceptan de manera
condescendiente, para no ver a sus padres en aprietos.
Es preciso, en este momento y con estas imaginaciones, hacer un
mea culpa. "Qu har con el
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cobaya muerto?", le pregunt a RR esta maana, a las 10 pasaditas,
luego de haber recibido la
triste noticia. Me acuso de no haber evitado que su cuerpecito
sin cabeza fuera depositado por
RR en la basura para realizar su viaje fnebre en un tren de aseo
de la comuna capitalina. Nohice nada por dar sepultura al occiso.
Su cadavercito se convirti en desecho slido y orgnico,
como una cscara de guineo o la osamenta del chompipe navideo. El
tierno, blanco y pequeo
conejillo de indias, cuyo nombre no recuerdo, ha terminado en
una vil bolsa de plstico negro, yno hay lugar en esta tierra para
recordarlo con una crucecita y derramar alguna lgrima.
La ciudad es un lugar peligroso. No solo para los humanos.
26 diciembre 2008
Publicado en Talpajocote.blogspot.com
