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Torear y otras maldades El intento de prohibir las corridas de toros en Cataluña ha repercutido en medio mundo y, a mí, me ha tenido polemizando en las últimas semanas en tres países en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusión más encendida tuvo lugar en la noche de Santo Domingo -una de esas noches estrelladas, de suave brisa, que desagravian al viajero de la canícula del día-, en el corazón de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se veía el vecino mar, pero sí se lo oía. La noticia en otros webs Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras Es una seña de identidad que no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica Alguien tocó el tema y la señora que presidía la mesa y que, hasta entonces, parecía un modelo de gentileza, inteligencia y cultura, se transformó. Temblando de indignación, comenzó a despotricar contra quienes gozan en ese indecible espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que enardecían a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes. Cuando yo le aseguré que la delicada langosta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismos momentos y con evidente fruición había sido víctima, antes de llegar a su plato y a sus papilas gustativas, de un tratamiento infinitamente más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de desquitarse clavándole un picotazo al perverso cocinero, creí que la dama me iba a abofetear. Pero la buena crianza prevaleció sobre su ira y me pidió pruebas y explicaciones. Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en particular, y los crustáceos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan. Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus pinzas y devuelto al mar para que la sobrante

Torear y Otras Maldades

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Torear y otras maldadesEl intento de prohibir las corridas de toros en Catalua ha repercutido en medio mundo y, a m, me ha tenido polemizando en las ltimas semanas en tres pases en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusin ms encendida tuo lu!ar en la noche de "anto #omin!o $una de esas noches estrelladas, de suae brisa, que desa!raian al ia%ero de la cancula del da$, en el corazn de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se ea el ecino mar, pero s se lo oa.La noticia en otros websProhibir las corridas, adems de un agravio a la libertad, es tambin jugar a las mentiras Esuna sea de identidad que no puede ser desarraigada de manera prepotente y demaggica&l!uien toc el tema y la seora que presida la mesa y que, hasta entonces, pareca un modelo de !entileza, inteli!encia y cultura, se transform. 'emblando de indi!nacin, comenz a despotricar contra quienes !ozan en ese indecible espectculo de puro sala%ismo, la tortura y a!ona de un pobre animal, superiencia de atrocidades como las que enardecan a las multitudes en los circos romanos y las plazas medieales donde se quemaba a los here%es. Cuando yo le ase!ur( que la delicada lan!osta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismosmomentos y con eidente fruicin haba sido ctima, antes de lle!ar a su plato y a sus papilas !ustatias, de un tratamiento infinitamente ms cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la ms mnima posibilidad de desquitarse clandole un picotazo al pererso cocinero, creque la dama me iba a abofetear. )ero la buena crianza prealeci sobre su ira y me pidi pruebasy e*plicaciones.Escuch, con una sonrisita aniquiladora flotndole por los labios, que las lan!ostas en particular, y los crustceos en !eneral, son zambullidos ios en el a!ua hiriente, donde se an abrasando a fue!o lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se uele ms sabrosa !racias al miedo y el dolor que e*perimentan. +, sin darle tiempo a replicar, aad que probablemente el can!re%o, que otro de los comensales de nuestra mesa de!ustaba feliz, haba sido primero mutilado de una de sus pinzas y deuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantisicamente y de este modo aplacara me%or el apetito de los aficionados a seme%ante man%ar. ,u!ndome la ida $porque los o%os de la dama en cuestin a estas alturas delataban intenciones homicidas$ aad unos cuantos e%emplos ms de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, a(reos, fluiales y martimos para satisfacer las fantasas !olosas, indumentarias o frolas de los seres humanos. + remat( pre!untndole si ella, consecuente con sus principios, estara dispuesta a otar a faor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilizacin del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bre!ar por una humanidad e!etariana, frutariana y cloroflica."u preisible respuesta fue que una cosa era matar animales para com(rselos y as poder sustentarse y iir, un derecho natural y diino, y otra muy distinta matarlos por puro sadismo. -nquir si por casualidad haba isto una corrida de toros en su ida. )or supuesto que no y que tampoco las era %ams aunque le pa!aran una fortuna por hacerlo. Le di%e que le crea y que estaba se!uro que ni yo ni aficionado al!uno a la fiesta de los toros obli!ara %ams ni a ella ni a nadie a ir a una corrida. + que lo nico que nosotros pedamos era una forma de reciprocidad. que nos de%aran a nosotros decidir si queramos ir a los toros o no, en e%ercicio de la misma libertad que ella pona en prctica comi(ndose lan!ostas asadas ias o can!re%os mutilados o istiendo abri!os de chinchilla o zapatos de cocodrilo o collares de alas de mariposa. /ue, para quien !oza con una e*traordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotio tan intenso y enriquecedor como un concierto de 0eethoen, una comedia de "ha1espeare o un poema de 2alle%o. /ue, para saber que esto era cierto, no era indispensable asistir a una corrida. 0astaba con leer los poemas y los te*tos que los toros y los toreros haban inspirado a !randes poetas, como Lorca y &lberti, y er los cuadros en que pintores como 3oya o)icasso haban inmortalizado el arte del toreo, para adertir que para muchas, muchsimas personas, la fiesta de los toros es al!o ms comple%o y sutil que un deporte, un espectculo que tiene al!o de danza y de pintura, de teatro y poesa, en el que la alenta, la destreza, la intuicin,la !racia, la ele!ancia y la cercana de la muerte se combinan para representar la condicin humana.4adie puede ne!ar que la corrida de toros sea una fiesta cruel. )ero no lo es menos que otras infinitas actiidades y acciones humanas para con los animales, y es una !ran hipocresa concentrarse en aquella y olidarse o empearse en no er a estas ltimas. /uienes quieren prohibir la tauromaquia, en muchos casos, y es ahora el de Catalua, suelen hacerlo por razones que tienen que er ms con la ideolo!a y la poltica que con el amor a los animales. "i amaran de eras al toro brao, al toro de lidia, no pretenderan prohibir los toros, pues la prohibicin de la fiesta si!nificara, pura y simplemente, su desaparicin. El toro de lidia e*iste !racias a la fiesta y sin ella se e*tin!uira. El toro brao est constitutiamente formado para embestir y matar y quienes se enfrentan a (l en una plaza no slo lo saben, muchas eces lo e*perimentan en carne propia.)or otra parte, el toro de lidia, probablemente, entre la mirada de animales que pueblan el planeta, es hasta el momento de entrar en la plaza, el animal ms cuidado y me%or tratado de la creacin, como han comprobado todos quienes se han tomado el traba%o de isitar un campo de crianza de toros braos.)ero todas estas razones alen poco, o no alen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la san!re y est presente la muerte. Es su derecho, por supuesto. + lo es, tambi(n, el de hacer todas las campaas habidas y por haber para conencer a la !ente de que desista de asistir a las corridas de modo que (stas, por ausentismo, ayan lan!uideciendo hasta desaparecer. )odra ocurrir. +o creo que sera una !ran p(rdida para el arte, la tradicin y la cultura en la que nac, pero, si ocurre de esta manera $la manera ms democrtica, la de la libre eleccin de los ciudadanos que otan en contra de la fiesta de%ando de ir a las corridas$ habra que aceptarlo.Lo que no es tolerable es la prohibicin, al!o que me parece tan abusio y tan hipcrita como sera prohibir comer lan!ostas o camarones con el ar!umento de que no se debe hacer sufrir a los crustceos 5pero s a los cerdos, a los !ansos y a los paos6. La restriccin de la libertad que ello implica, la imposicin autoritaria en el dominio del !usto y la aficin, es al!o que socaa un fundamento esencial de la ida democrtica. el de la libre eleccin.La fiesta de los toros no es un quehacer e*c(ntrico y e*traa!ante, mar!inal al !rueso de la sociedad, practicado por minoras nfimas. En pases como Espaa, 7(*ico, 2enezuela, Colombia, Ecuador, )er, 0oliia y el sur de 8rancia, es una anti!ua tradicin profundamente arrai!ada en la cultura, una sea de identidad que ha marcado de manera indeleble el arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarrai!ada de manera prepotente y dema!!ica, por razones polticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrtica.)rohibir las corridas, adems de un a!raio a la libertad, es tambi(n %u!ar a las mentiras, ne!arse a er a cara descubierta aquella erdad que es inseparable de la condicin humana. que la muerte ronda a la ida y termina siempre por derrotarla. /ue, en nuestra condicin, ambas estn siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad $lo que los creyentes llaman el pecado o el mal$ forma parte de ella, pero que, aun as, la ida es y puede ser hermosa, creatia, intensa y trascendente. )rohibir los toros no disminuir en lo ms mnimo esta erdad y, adems de destruir una de las ms audaces y istosas manifestaciones de la creatiidad humana, reorientar la iolencia empozada en nuestra condicin hacia formas ms crudas y ul!ares, y acaso nuestro pr%imo. En efecto, 9para qu( encarnizarse contra los toros si es mucho ms e*citante hacerlo con los bpedos de carne y hueso que, adems, chillan cuando sufren y no suelen tener cuernos: