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TRABAJO DE GRADO
AUTORIDAD EN LA ADOLESCENCIA:
¿CRISIS PARA LOS HIJOS O PARA LOS PADRES?
(ARTÍCULO)
DIANA LUCÍA CLAVIJO ROTAVISTA
JHON ANDERZON CLAVIJO ARANGO
PRESENTADO A:
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PEREIRA
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y DE LA EDUCACIÓN
ESPECIALIZACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA
PEREIRA
2015
AUTORIDAD EN LA ADOLESCENCIA:
¿CRISIS PARA LOS HIJOS O PARA LOS PADRES?
Resumen
El presente artículo aborda, desde una mirada reflexiva, el tema de la autoridad en la
adolescencia con el interrogante de si ésta es una crisis para los hijos o para los padres
considerando algunas características del ciclo adolescente en el cual concurren factores bio-psico-
sociales, además de reconocer que muchos autores coinciden en afirmar que se trata de un
período de “anormalidad”, crisis personal y de autoridad hacia los padres, quienes a su vez
experimentan sentimientos imprecisos de cómo continuar presentes en la vida de sus hijos sin
coartarles la libertad y conservando las jerarquías para que el sistema familiar no sufra entropías
o se cierre frente a los cambios que puedan presentarse en las pautas de relación.
Así mismo se reconoce que el enfoque sistémico permite reflexionar acerca de la
importancia de involucrar a los integrantes del sistema familiar en esta dinámica considerando
los intercambios permanentes de información por las renovaciones en las funciones, estructuras y
desarrollo, además de considerar que el estilo democrático en el acompañamiento de esta etapa
sigue siendo el más privilegiado aunque difícil, dado que permite la participación activa,
esperanzada en la utilización de estrategias para un crecimiento flexible ante los ritmos de la
adolescencia.
Palabras clave: Autoridad, adolescencia, padres, crisis de autoridad, sistema familiar, familia
Abstract
Authority during adolescence
¿A crisis for children or their parents?
This current article presents from a reflexive view, the authority issue in adolescence as a
question for children or their parents, having in considerations some characteristics about
adolescence cycle, on which bio-psico-social factors are remarkable. In addition to recognize that
many authors agree with confirming that adolescence is a full of abnormality period of the human
development, a normal personal and authority crisis towards parents, who at the same time are
focusing on imprecise moments on how to be present in their children lives without restrict their
freedom and keeping the hierarchies not to cause any entropies in their family environment or
reject the possible changes that might occur due to some relationship patterns.
Likewise exists a recognized systemic approach permits to reflect on the necessity of involve all
the members of the family system to this dynamic having in consideration the permanent
training changes for the renovation on structures, development, and functions ; besides to
consider that a democratic accompaniment model in this stage is the most privileged but a
difficult one, due to it permits a very active participation hopeful on the usage of a flexible
growth during the adolescence rhythm.
Keywords: Authority, adolescence, parents, authority crisis, familiar system, family
INTRODUCCIÓN
Entender la crisis de autoridad que viven los hijos en su etapa adolescente hacia las
figuras parentales implica hacerse una idea clara de lo que es la adolescencia como parte del ciclo
vital del ser humano, reconociendo que en esa época confluyen una diversidad de cambios físicos
y psicológicos importantes; históricamente considerados turbulentos y difíciles de comprender, e
incluso, de abordar. Estas circunstancias suelen presentar retos significativos para muchos
padres, quienes probablemente confundidos y desconcertados suelen responder a dichos cambios
con estrategias poco asertivas que, de cierto modo, pueden deslegitimar la autoridad que antes
ejercían sobre sus hijos, generando crisis al interior del sistema familiar.
Este trabajo pretende realizar un acercamiento de carácter reflexivo al tema de la
autoridad en la adolescencia cuestionando si se trata de una crisis para los hijos o para los padres;
un interrogante que por sí mismo incita a darle una mirada diferente a esta situación, no
reafirmando en primer momento el estigma cultural de la adolescencia como una época
turbulenta, desenfrenada y “loca” en la que los padres son víctimas, sino trasladando esa crisis
también a la vivencia de los padres y de cómo entran en juego agentes como la adaptación, los
cambios socioculturales y los prejuicios que forman parte de esas estrategias de afrontamiento y
negación ante la posibilidad de cambio y la resistencia a dejar lo convencional y tradicional para
aventurarse a una nueva forma de ver y percibir el mundo, como es sabido que ocurre en la etapa
adolescente.
Por otra parte, se debe reconocer que si bien la adolescencia es una etapa compleja por los
cambios que en ella se dan, el ejercicio de la autoridad supone una crisis que afecta al sistema
familiar y a cada subsistema: a los hijos, porque no quieren que se les “someta” y no gustan de la
disciplina; y a los padres, porque pueden sentir que pierden el poder que les había sido otorgado
por la autoridad de su rol. En este juego de poderes se suelen desencadenar serias dificultades
que no solo deterioran la calidad de la convivencia sino también la vida emocional de cada
miembro de la familia, trascendiendo más allá de la adolescencia como etapa y del hogar como
unidad.
En consideración a lo anterior, se han revisado diferentes posturas teóricas referentes a la
autoridad en la adolescencia, aquí vista como un factor de crisis tanto para los hijos como para
los padres, sin descargar la responsabilidad sobre uno u otro, sino como un fenómeno que si bien
toca y coincide con esta etapa de la vida, no es razón suficiente para satanizarla, así como
tampoco para atribuir toda la responsabilidad a los padres; por lo tanto, es leído como un
fenómeno que transversaliza al individuo en función de sus roles dentro del sistema y en
interacción con el otro.
MARCO TEÓRICO
En concordancia con lo anterior y con base en las fuentes consultadas, podemos decir que
la adolescencia es una etapa o ciclo del ser humano cuya definición no se limita a una única
postura bien sea biológica, psicológica, sexual o social, sino que requiere una visión holística que
permita identificar lo que en ella entra en juego e intentando comprender su asombrosa dinámica.
Esta forma de abordaje nos permite una contextualización que se empieza a plantear desde la
pregunta: ¿quién es adolescente en Colombia? la respuesta se encuentra en la Ley 1098 de 2006
por la cual se expide en nuestro país el Código de la Infancia y la Adolescencia, que en su
artículo 3, cita: “se entiende por […] adolescente las personas entre los 12 y los 18 años de edad”
(p, 2). De este modo queda claro, en términos legales, quiénes son adolescentes en nuestro país,
a partir del documento citado.
En consideración a este rango de edad, además de los cambios físicos y psicológicos de
los que se habla al principio, García & Estremero (2003) afirmaron:
El adolescente sufre una gran crisis de identidad. Su cuerpo sufre cambios y aparecen
los caracteres sexuales secundarios bien definidos. Se pierde el cuerpo de niño para
tener un cuerpo adulto […] una etapa de grandes turbulencias emocionales para el
adolescente que atraviesa el desafío de transformarse en adulto (dejando la imagen
idealizada de los padres de la infancia), definir su identidad sexual y conquistar cierto
grado de autonomía en lo emocional y mental […]. Es importante para el adolescente
sentir que se puede alejar de su casa sin perder a los padres, lo que intenta confirmar
con sus actos de rebeldía. Por momentos el adolescente se torna en un ser de difícil
manejo y comprensión por parte de los padres, la familia y la sociedad en general (p,
3-6).
Por otra parte, Pasqualini D. (2010) citando a Aristóteles y a CAO, M. L. afirma:
El término adolescencia proviene de la palabra latina adolezco, que significa ‘crecer,
desarrollarse, ir en aumento’. Marcelo Cao relata que la condición adolescente es
reformulada por cada nueva generación en función de pautas socioculturales
dominantes. […]. Según Aristóteles, los jóvenes: «tienen fuertes pasiones, el deseo
sexual los arrebata […]. Son mudables y volubles en sus deseos, que mientras duran,
son violentos, pero pasan rápidamente […]. Su alto aprecio por el honor hace que no
soporten ser menospreciados, y que se indignen si imaginan que se los trata
injustamente […], pero si bien aman el honor aman aún más la victoria […] su
predisposición a la esperanza les hace sentirse equiparados con las cosas magnas, y
esto implica tener ideas exaltadas. Preferirían siempre participar en acciones nobles
que en acciones útiles, ya que su vida está gobernada más por el sentido moral que
por el razonamiento […]. Aman demasiado y odian demasiado y así con todo […].
Adoran la diversión y por consiguiente el gracioso ingenio que es la insolencia bien
educada». Para Aristóteles, lo más importante es la adquisición de la
autodeterminación. (Capítulo 2, párr. 1-2).
En cuanto a la turbulencia, la difícil comprensión y abordaje de la adolescencia como
etapa, la historia nos muestra cómo nobles pensadores de antaño ya se planteaban duros
cuestionamientos ante la actitud que se suscita en este ciclo de la vida, como si se tratase de una
conducta heredada, hoy emulada por las nuevas generaciones tras miles de años de historia, luego
que Sócrates (470-399 a.C.) refiriera:
Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no
tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos
tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra, responden a sus
padres y son simplemente malos (Fernández, Sánchez, & Bonilla, 2014, párr. 2)
En esta misma línea de lo histórico; Gómez, López & Hernández (2013) citan a Hesíodo
(720 a.C.) quien afirmó: “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la
juventud de hoy toma mañana el poder. Porque esta juventud es insoportable, desenfrenada y
simplemente horrible” (p, 6). Estas afirmaciones hechas hace miles de años incluso antes de
Cristo, dan cuenta de cómo generación tras generación y sociedad tras sociedad se ha
estigmatizado a la juventud, casi que cuestionando su capacidad para garantizar la “continuidad”
de la especie humana sin sumirla en el caos y la desesperanza; y hoy, después de más de dos
milenios de historia, siguen apareciendo grandes líderes y observamos una sociedad de la que se
dice lo mismo de sus nuevas generaciones, pero que avanza y sigue a flote muy a pesar de lo
“terrible” de la adolescencia.
En un aporte más reciente respecto al tema en cuestión, Mustelier, L. I. (2003) citando a
Papalia (1990) afirma:
Es conocida la posición intermedia que ocupa el adolescente que lo conduce a
situaciones contradictorias. Unas veces es considerado como adulto exigiéndosele
responsabilidad, mientras que en otros se le percibe como incapaz de tomar
decisiones limitándose su independencia. El adolescente transita por una nueva
situación social del desarrollo. Las demandas ya no son las mismas, se le exigirá
mayor autonomía en el trabajo escolar y en la familia mayor responsabilidad. Este
período de cierta ambigüedad, poca definición de lo que se espera en diferentes
situaciones puede estar asociada a dificultades psicológicas. Así la expectativa de los
padres de un adolescente es que sea obediente, en tanto que con sus coetáneos ha de
manifestarse con independencia e iniciativa. Asimismo, el adolescente puede
vivenciar como un conflicto el disfrutar de cierta independencia familiar y al mismo
tiempo, mantenerse "atado" en otras esferas, si los adultos con los que cohabita son
autoritarios sería un factor que no propiciaría la aparición de la necesidad de
independencia y autonomía propio de la edad y en otros reforzaría la rebeldía (p, 43).
Mientras Domínguez, G. L. (2003) citando a Bandura (1964) encontró que:
La calidad de la relación entre el adolescente y los padres como tendencia era buena y
que la denominación de adolescencia "tempestuosa" con frecuencia era una profecía
de autocumplimiento. […]. Los investigadores concuerdan en que el estilo parental
preferido por el adolescente es el democrático. Este tipo de control de los padres
propicia en los hijos un comportamiento caracterizado por la seguridad, la confianza
en sí mismo, al ser estimulado a que regule sus actividades. La vivencia de ser
aceptado por sus padres es un hecho psicológico de valor inestimable para la salud de
las relaciones de los adolescentes con los adultos en general y con los progenitores en
particular (p, 284-288).
Por su parte, Aberastury, A. (2004) afirma:
Hasta hoy el estudio de la adolescencia se centró solamente sobre el adolescente.
Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otra cara del
problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de
crecimiento.
¿Qué motivos tiene la sociedad para no modificar sus rígidas estructuras, para
empeñarse en mantenerlas tal cual aún cuando el individuo cambia? ¿Qué conflictos
conscientes e inconscientes conducen a los padres a ignorar o a no comprender la
evolución del hijo? El problema muestra así otra cara, escondida hasta hoy bajo el
disfraz de la adolescencia difícil: es la de una sociedad difícil, incomprensiva, hostil e
inexorable a veces frente a la ola de crecimiento, lúcida y activa, que le impone la
evidencia de alguien que quiere actuar sobre el mundo y modificarlo bajo la acción de
sus propias transformaciones (p, 4).
Aberastury (1969) afirma lo siguiente:
El adolescente no quiere ser como determinados adultos, pero en cambio, elige a otros
como ideales, se va modificando lentamente y ninguna premura interna o externa favorece
esta labor. […]. Hasta hoy el estudio del adolescente se centra solamente sobre el
adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otra cara del
problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de
crecimiento. […]. El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte,
una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes
infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además la
desidealización de las figuras de los padres lo hunde en el más profundo desamparo.
[…]. El sufrimiento, la contradicción, la confusión, los trastornos son de cierto modo
inevitables; pueden ser transitorios, pueden ser elaborables, pero buscando refugio en la
fantasía debemos plantearnos si gran parte de su dolor no podría ser mitigado cambiando
estructuras familiares y sociales. […]. Su hostilidad frente a los padres y el mundo en
general se expresa en su desconfianza, en la idea de no ser comprendido, en su rechazo de
la realidad, situaciones que pueden ser ratificadas o no por la realidad misma.
Sufre crisis de susceptibilidad y celos, exige y necesita vigilancia y dependencia, pero sin
transición surge en él un rechazo al contacto con los padres y la necesidad de
independencia y de huir de ellos. […]. Con todo este conflicto interno que hemos descrito,
el adolescente se enfrenta en la realidad con el mundo del adulto, que al sentirse atacado,
enjuiciado, molestado y amenazado por esta ola de crecimiento suele reaccionar con una
total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad (p, 2-8).
En 2005, Ríos escribió sobre las crisis y las define como: “acontecimientos repentinos
inesperados que alteran el normal desarrollo y funcionamiento de la vida familiar o de alguno de
sus miembros, impidiendo la evolución hacia la estabilidad, la cohesión, o la posibilidad de
progresos” (p.19), también manifiesta que cuando los hijos llegan a la adolescencia, pueden
verse abocados a las llamadas crisis normativas, donde la actitud de los adultos y en particular la
de los padres, se constituye en un elemento destacado, es decir, que el sistema familiar se abra a
nuevas oportunidades frente a estas mudanzas, buscando de esta forma mantenerse activo,
dinámico a fin de evitar el cierre que también es otra posibilidad que puede enfrentar la familia o
adoptar al experimentar confusión y sensación de atrapamiento.
La orientación y acompañamiento de los padres durante la adolescencia es un
momento trascendente y complicado por la dificultad en saber con exactitud cómo conducirse,
cómo dar libertad e independencia de una forma equilibrada, sin que el hijo adolescente lo
perciba de manera desfavorable.
Las familias que tienen hijos en el proceso evolutivo de la adolescencia, pasan por
momentos diferentes, entre ellos un proceso de transición, cambios en la estructura, en las
funciones, en el desarrollo y ante estos acontecimientos Ríos (2005), manifiesta:
En la adolescencia los hijos aumentan la distancia hacia los padres, reclamando
más libertad y más independencia, con distanciamiento físico y que puede
desencadenar en distanciamiento emocional, que es lo que hay que evitar. La
estructura familiar cambia en algunos aspectos, el más destacado, aunque el hijo siga
viviendo en casa, es derivado de la necesidad por parte de los padres de aceptar las
“salidas” de los hijos con una vida más “ad extra” que “ad intra”, aunque sin
abandonar el hogar (p,102).
Introducir cambios cuyo resultado ideal se concreta en conseguir acuerdos entre
padres e hijos que permita definir: 1. La flexibilidad de los límites que han imperado
hasta la llegada del hijo a la adolescencia. 2. La revisión de los valores predominantes
[...].3. Reestructurar de manera equilibrada el mantenimiento de un mínimo de reglas
que garanticen la morfostasis de la familia [...]. 4. Es necesario distribuir de nuevo los
roles que se han vivido hasta este ciclo vital.[...] los rituales tendrán que sufrir
cambios. 5. Revisar fidelidades imperantes y crear algunas más acordes con las
nuevas circunstancias. [...] 6. La cohesión [...] no se trata de mantener a la familia
“junta” sino “unida” , [...] 7. La rigidez como defensa ante miedos y las amenazas
tiene que evolucionar hacia las formas más suaves de aspectos que quedan más
directamente ligados a los cambios en las funciones. (p, 103-104).
[...] Las funciones necesitadas de un ajustes son: 1. La autoridad [...] los modelos
excesivamente rígidos van a chocar de manera frontal con la necesidad que tiene el
adolescente de libertad, autonomía e independencia. 2. La disciplina hasta conseguir
que, aun teniendo una línea clara que sirva de límites a la anarquía de las tendencias,
se consiga un equilibrio con la flexibilidad [...] Estilo Educativo, ya no será fácil el
estilo reinante durante la infancia [...] introducir en la comunicación tanto en los tipos
(verbal, no verbal, de doble vínculo) como en los niveles (informativo, educativo o
“manipulativo” y emocional-profundo), [...] La adaptación toma aquí una nueva
modalidad puesto que dos objetivos de ella durante la adolescencia se refieren a
conductas que miran, en una dirección al propio adolescente bajo la forma de “saber
crecer”, y a los padres en el sentido de “dejar crecer”. Para saber crecer el adolescente
tiene que responderse a tres cuestiones que constituyen el eje de la estructuración de
la identidad personal: quién soy, qué quiero y de qué soy capaz. (p,104-106)
Rios, (2005), encontró que la familia enfrenta cambio en el desarrollo y se ve abocada a
definir su propia identidad como sistema familiar. La diferencia con el ciclo vital de la infancia es
que aqui hay nuevos ritmos que imponen un crecimiento flexible, un equilibrio entre cambios y
mantenimientos, un negociar reglas y normas, un abrir caminos hacia la transición que va a
conducir al adolescente a la juventud y a la edad adulta (p, 107).
[...] Cuando el adolescente está estructurando su identidad, los padres están revisando
la que adquirieron muchos años atrás; cuando el adolescente vive amenazado por su
inestabilidad interior; los padres resuenan en su interior por sentirse inestables en su
madurez; el despertar fisiológico de hijo resulta casi agresivo, espléndido y
despilfarrante cuando los padres empiezan a ahorrar energías porque se inicia su
decaimiento, lo que les obliga a controlarse y cuidarse [...] los hijos buscan valores
cuando los padres dudan de los adquiridos; unos y otros desean llevar a la práctica
una comunicación profunda al tiempo temen el tener que desnudarse ante los otros
[...] (p, 108).
Discusión
Muy a menudo se escuchan voces como las de Hesíodo (720 a.C.) “Ya no tengo ninguna
esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa
juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible” (Gómez, López & Hernández,
2013. p, 6). Si consideramos que este tipo de apreciaciones tuvieron lugar hace más de dos mil
años, podríamos pensar que en realidad las conductas no han cambiado; lo que es diferente son
las nuevas tecnologías y las formas de leer las problemáticas. Posiblemente la adolescencia sea
la única generación dispuesta, en su momento, en avanzar al ritmo de su cambiante entorno
cultural, social, tecnológico y político, sin haber sido permeados por la influencia de las décadas
anteriores que empañan la visión de lo futuro y nos hace suponer que el problema es de la
adolescencia sin dar lugar a pensar que quienes nos quedamos atrás somos nosotros, con nuestras
percepciones y juicios. La adolescencia no debe ser una etapa eternamente “condenada” a la
injuria y el menoscabo por generaciones que en su época fueron igualmente censuradas y
juzgadas. La adolescencia es una época rebosante de energía extra y con menos dosis de
sabiduría, por el contrario, los adultos, poseen menos energía y algo más de sabiduría, la que
debe ser empleada para orientar, apoyar y canalizar las actuaciones y decisiones de una
generación que mañana estará ocupando nuestro lugar, probablemente menoscabando también a
las generaciones emergentes.
¿La adolescencia está en crisis, o los adultos no aceptamos?
La visión negativa de la adolescencia es la que nos hemos formado al estudiarla no desde
el individuo, sino desde su masificación y las manifestaciones culturales emergentes que nos
parecen fuera de contexto, como salidas de un mundo irreal que amenaza la coexistencia humana,
pero que no dejan de constituir solo un puñado de nuestros adolescentes, porque muchos de ellos,
muchos otros, aún se adhieren a las normas de los adultos y encajan favorablemente en el mundo
que como adultos consideramos “perfecto”.
Esta postura genera serios cuestionamientos no solo frente a la noción “distorsionada” o
“satanizada” en la que se tiene al adolescente, sino que también vincula a los padres como
agentes movilizadores en la vida de sus hijos, trasladando la percepción del joven problema y
llevando la mirada hacia la dinámica relacional de la familia y cómo esta influye sobre la
juventud para que sean leídos como un “problema”. Andolfi & Mascellani (2012) citan:
El adulto de hoy a menudo se encuentra confundido frente a sus hijos adolescentes.
Los conoce, pero no los conoce. No sabe bien si son individuos grandes o individuos
chicos y, sobre todo, no sabe cómo tratarlos. […]. Fue solo hasta a partir de la
década de 1980 que comenzó a considerarse la adolescencia como un período de la
vida en sí mismo (p, 24-25).
Referirnos a crisis de autoridad en la adolescencia interrogando si esta es para los jóvenes
exclusivamente o para los padres de manera concomitante, es una forma que nos permitirá abrir
el panorama para contemplar desde el enfoque familiar sistémico, que:
La adolescencia es vista como la fase más confusa del ciclo vital incluso para los
especialistas. En la psicología sistémico relacional, la que se ocupa de las
problemáticas individuales en relación con los contextos, no ha producido suficiente
bibliografía sobre el niño y adolescente (Andolfi & Mascellani, 2012. p, 24).
Al considerar que es complejo hablar de padres “buenos” y que no existen los padres
“perfectos”, sí es posible especificar algunos de los rasgos más significativos que se buscan en
los adultos, quienes denotan expectativa por sus hijos e interés, sobreponiéndose al miedo sobre
las adversidades que ellos enfrentan con la intención de aplicar adecuadamente las normas para
que el estilo formativo o educativo tenga coherencia entre la afectividad y la disciplina, así como
la participación de los integrantes del sistema familiar. Este tipo de padres pueden ser
considerados democráticos.
El acompañamiento que se da desde un modelo democrático reúne algunas características
sobresalientes entre buscar la confianza, la perseverancia y la coherencia; es decir, creer en el
adolescente a través de la empatía que permita comprender la fase que está viviendo, con todos
los cambios que ello trae implícito para su ciclo vital individual, con interés hacia su manera de
pensar, de analizar el contexto, de sus emociones y sentimientos, evitando la irrupción o
intención de transmutar el carácter que se está instaurando en él, o con una mirada de pretender
forjar una persona que cumpla con la imagen o perspectivas de sus padres.
En cuanto a la perseverancia, los padres han de conservar una actitud de firmeza frente a
las normas, aún en los momentos críticos que mantengan un ambiente de interacción con respeto
y siendo constantes en su implementación y aplicación, ya que esto aportará la creación de
hábitos y algunas tradiciones familiares que contribuyan a cimentar la identidad del adolescente
dentro de una cultura de la que forma parte, llegando a ser transcendental para que realice alguna
contribución a la sociedad; es decir, encontrando el para qué y el cómo de su proyecto de vida.
Otra característica que se destaca en el estilo de padres democráticos que tienen hijos
adolescentes, es la coherencia. Aquí desempeña un papel fundamental un sistema educativo que
sea ético, consistente entre las normas y los aprendizajes significativos previos que se unen a los
nuevos aprendizajes propios del período cuando se ve reflejado un estilo de pensamiento y de
lectura del mundo que se aparta de la etapa infante. Este suele ser un momento crítico, donde el
adolescente llega a manifestar comportamientos rebeldes, como respuesta desafiante ante las
inconsistencias posibles de sus padres, quienes no pueden exigir algo que como adultos tampoco
están dispuestos a hacer; por esta razón, en la familias nucleares los padres tienen la tarea de
llegar a acuerdos de cara a la crianza de sus hijos, así como aquellos que enfrentan el desafío de
estar solos en este proceso también asumen retos al mantener patrones de crianza que igual
requieren ir progresando o sobrellevando alguna modificación acorde al desarrollo y crecimiento
de sus hijos.
En el sistema familiar de padres con hijos adolescentes también participan otros, los
denominados suprasistemas y subsistemas, cuya interacción entre los diferentes elementos en
ocasiones tiene metas comunes y asertivas; en otras, surgen situaciones de riesgo como lo son el
uso de sustancias psicoactivas en todas sus expresiones. En estos casos, es esencial que emane la
autoridad de los padres con la finalidad salvaguardar a sus hijos de daños potenciales para la
integridad en todas sus dimensiones.
En toda familia y contexto existe un intercambio constante de información, por lo tanto no
hay momentos estáticos. Específicamente en la adolescencia, este proceso puede observarse más
destacado por todos los cambios emergentes en la transmutación física, emocional y mental que
ocurre al dejar la infancia para trascender a la adolescencia; etapa que está más cercana a la
autonomía, la independencia y la adultez y tomando, en muchas ocasiones, padres desprovistos
de estrategias de contención, libertad con límites claros y canales de comunicación empáticos,
por lo que el inicio de la adolescencia se torna en un momento de crisis para ellos, no
encontrando caminos adecuados para conducirse y estar presentes sin presiones excesivas hacia
sus hijos, pese a que aparentemente se encuentran en un ciclo evolutivo superior y por lo tanto,
demuestren una actitud de “aquí estoy”.
Los padres representan la norma, el “modelo”, la seguridad y aunque parezca que este rol
está desdibujado es algo que el adolescente necesita y pide, generalmente, de forma ambivalente,
es decir, no es directo ni mucho menos claro, pero más que centrar la atención en ese sentido
crítico y de protesta evidente que acompaña esa necesidad, es aprender a leer entre líneas que hay
más allá de las demandas y quejas visibles del joven, e identificar que detrás de esa coraza de
resistencia, se esconde el deseo de aceptación, reconocimiento y afecto, por ejemplo.
Ahora bien, no existe una receta con soluciones precisas y pasos que permitan a los padres
abordar las crisis personales de tener hijos que están en conflicto con la autoridad; considerando
tanto las particularidades de la familia como de los que la integran, con las correspondientes
relaciones entre sus participantes, así como el hecho de que en lo concerniente al comportamiento
humano, no es posible garantizar un resultado.
El mantener una mirada consciente y expectante de la etapa de la adolescencia, centrando
la atención en aspectos positivos, sin leerlo como una calamidad sino como parte importante del
ciclo vital que se debe transitar conservando la fe en ellos, podría permitir un diálogo más
asertivo entre padres e hijos y una mejor adaptación de ambos; contrario a lo que se obtiene
cuando el adulto pretende “ignorar” o pasar por alto la etapa y trata al adolescente o como un
niño o como un adulto, esto hace que surjan o se incrementen las potenciales crisis en los
sistemas o subsistemas que no podrían tratarse con una estampilla de exclusividad de la
adolescencia, puesto que a nivel familiar se presentan desequilibrios, perplejidades, dilemas,
fluctuaciones e incertidumbres que involucran a todos.
Las crisis de autoridad más agudas y persistentes evidenciadas en los adolescentes
podrían deberse a que desde una temprana edad de los hijos no se establece una relación
dialógica entre ellos y los padres que permita hacer frente a los retos y cambios inherentes a cada
etapa del desarrollo, así como desdibujamiento de los límites y poca claridad sobre las relaciones
entre los subsistemas parental, fraternal, conyugal y el establecimiento de jerarquías para
mantener la estabilidad de los sistemas familiares, entregando a sus hijos herramientas
individuales, familiares y sociales para desenvolverse en estas esferas.
Considerando lo anterior, es fundamental que los padres o cuidadores estén más
conscientes de la realidad que rodea a sus hijos y de este modo, ser más precisos en la entrega de
responsabilidades y libertades, sin que se pierda el equilibrio del sistema, aceptando que la etapa
de la adolescencia lleva implícito un distanciamiento físico hacia los padres, pues encuentra
afuera un mundo lleno de posibilidades, más ello no significa que también se deba asumir un
distanciamiento emocional, es aprender a que la unidad familiar o cohesión no se trata de estar
aglutinados, sino que es necesaria la adaptación y un replanteamiento de la autoridad, la
disciplina, el estilo educativo y la comunicación dentro del sistema familiar.
CONCLUSIONES
Toda adolescencia lleva, además del sello individual, el sello del medio cultural, social e
histórico desde el cual se manifiesta, y el mundo en que vivimos nos exige más que nunca la
búsqueda del ejercicio de la libertad sin recurrir a la violencia para coartarla (Aberastury, 2007).
Así pues, la crisis de autoridad en la adolescencia escapa a la influencia de un par de
variables como son los padres y su sistema de normas o los jóvenes mismos; esta situación está
mediada, además, por una serie de cambios físicos, psicológicos, sociales y culturales que de
algún modo se viven paralelamente en ambas etapas. Por un lado, los padres aún aferrados al
sistema moral, político y cultural que conocieron, junto con los cambios propios de la edad,
la maduración que viene con los años y los cambios de perspectiva. Los jóvenes por su parte
crecen con la influencia, cada vez mayor, de la cultura y los suprasistemas que aportan nuevas
tendencias, muchas veces desconocidas, que hacen parte del aprendizaje. Todo esto debe ser
considerado, pero sobre todo leído e interpretado en la dirección correcta, no como una “ley
natural” de lo que debe ser o de la generalidad vista desde lo “malo”, sino desde cómo el sistema
familiar puede conservar su finalidad adaptándose a los cambios sin perder su entropía.
El contraste generacional, pone en situaciones discordantes al subsistema parental, por
encontrarse en etapas distintas, donde la adolescencia del hijo con sus cambios en la estructura,
en las funciones, en el desarrollo, le activa recuerdos, vivencias, deseos, frustraciones a los
padres y a la vez parece que los padres les cuesta reconocer la necesidad del adolescente de la
búsqueda de individuación, respetar la intimidad, no transgredir los límites o fronteras, es
mediante el reconocimiento de que el adolescente necesita poco a los padres, pero a la vez espera
que esté siendo observado con algún distanciamiento para que no sea percibido como un invasor
de la privacidad.
REFERENCIAS
Aberastury, A. (1969). El adolescente y la libertad. Rev Urug Psicoanálisis, 11(2), 151. Extraído
de: http://www.apuruguay.org/apurevista/1960/168872471969110202.pdf
Andolfi, M. & Mascellani, A. (2012) Historias de la adolescencia. Experiencias de terapia
familiar. p, 24-25.
Bianchi, X. G., & Estremero, J. (2003). Ciclo Vital-Crisis evolutivas. Fundación MF, para el
desarrollo de la Medicina Familiar y la Atención Primaria de la salud, unidad de Medicina
Familiar y Preventiva, Hospital Italiano de Buenos Aires. Extraído de:
http://www.foroaps.org/files/Ciclo%20Vital.pdf
Domínguez, G. L. (2003) Psicología del desarrollo: adolescencia y juventud. Citando a Bandura
(1964). p, 284, 288. Edición digital.
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