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Trabajo final ER Sófocles

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EDIPO REY Y EL DESTINO

De las aproximadamente 123 obras que escribió Sófocles, solamente sobreviven 7 completas y algunos fragmentos, entre los cuales, algunos de estos, se reducen a un solitario verso.

Edipo Tirano, mejor conocida como Edipo Rey, la obra cumbre del prominente trágico griego, quien a sus escasos dieciséis años, fue elegido para cantar la Victoria de Salamina.

Sin embargo, y para hacerse una verdadera idea del talentoso dramaturgo, debemos destacar que no son menos importantes sus otras sobrevivientes tragedias, así, nos referimos a: Ayax, Filoctetes, Electra, Traquinias, Edipo en Colono y Antígona, las cuales son un verdadero muestrario del considerado “Poeta Feliz”, debido a que llevó una vida material y sentimental más bien equilibrada, lo que en el caso de los verdaderos poetas, suele ser todo un suceso, no sólo por la rareza de dicho equilibrio, sino por lo poco común que resulta para un verdadero poeta, el hecho de ser relativamente feliz.

Sófocles, además, fue quien le quitó el invicto de 20 años de triunfos jamas interrumpidos que ostentaba el no menos famoso Eurípides, en los solemnes certámenes literarios de aquélla dorada época.

Pero es Aristófanes, quien nos da en su comedia Las Ranas, y a través de un insigne personaje, el más real y exacto testimonio de la significación y del carácter de nuestro querido Sófocles, la famosa cita va como sigue, Heraclés, dice a Dioniso que va a buscar en el Hades:

¿Pero vas hasta el fondo del Hades? - Sí que voy. Y si es fuerza, más abajo. ¡Por Zeus que sí! - Pero, ¿A qué vas? ¿Qué buscas? - ¡Necesito un poeta digno...! - Los buenos no existen ya, y los que existen son malos. - Pues, ¿que ya murió Yofón? - ¡Bah, es lo bueno que nos queda...! y ¡eso quien sabe! ¡Tengo yo mis duditas acerca del particular! ¿Es él, o es otro? ¿Me entiendes? - Bueno, si tanto te empeñas en sacar a un poeta del Averno, ¿por qué no te llevas a Sófocles, que vale mucho más que Eurípides? - ¡Deja, deja que pruebe yo lo que puede Yofón!, ¡él solito! ¡A ver qué puede hacer sin Sófocles! ¿A Eurípides? ¡No, es muy mañoso! va a echar a andar todas sus tretas y artimañas, y es muy capaz de engatusarme para que yo me lo lleve... ¡Sófocles, no: ese es hombre perfectamente adaptado: ¡si está adaptado aquí, se ha de adaptar allá! A esto de “adaptado”, es a lo que se refirieron quienes le llamaron el Poeta Feliz, pues según los estudiosos para definir a Sófocles basta con la palabra eúkolos: “Barriga llena, corazón contento”. O sea que trascendió a la vida que vivió, sin sueños, ni delirios. Sófocles, sin ideología alguna es un verdadero hombre práctico, lo que más tarde daría en llamarse un “conformista”. Pues bien, Sófocles era sin ánimo de ofender, un “adaptado”.Ángel Ma Garibay K. le llamó el Poeta Político, porque Sófocles siempre ve la contextura de la polis griega, germen de toda democracia. Garibay, nos lo ejemplifica con las palabras de Menelao, dirigidas al rebelde Teucro, en Ayax, verso 1070 y siguientes: “Es un pérfido aquel que, siendo súbdito, no quiere acatar al que tiene poder. Nunca las leyes de una ciudad serían efectivas, si allí no reinara el temor. Ni en un ejército se impone la disciplina, si no hay acatamiento a los jefes. Todo hombre ha de entenderlo: no importa su enorme estatura, no importa su valentía, también él puede sucumbir al más ligero desliz. Temor y respeto de sí mismo juntamente, son los que dan entera seguridad al hombre. Ten sabido que donde se tolera la petulante soberbia y se deja que cada uno haga su antojo, por próspera que sea, aunque soplen vientos propicios, lentamente se habrá de hundir la nave de la ciudad”.

De esta manera, Sófocles nos deja entrever, con su pensamiento, la necesidad de la disciplina consciente y la urgente necesidad de la unión de esfuerzos entre las clases antagónicas: los explotados con los explotadores. Sin embargo, nos sigue ilustrando el maestro, la valía de estos preceptos políticos estriba en que se servían a través de las representaciones teatrales, en las que la fijación mental es más fuerte, por cuanto se logra retener de mejor manera, lo que se ve y lo que se oye, gracias a estas clásicas obras que lanzan su humanista mensaje al común y al ilustre por los siglos de los siglos.

Sófocles enfoca su humanismo en dos vitales aspectos de la humanidad: la suma dignidad de la persona humana y la leve y frágil existencia de los mortales. Sus personajes son entonces altamente

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consistentes, es decir, con sus virtudes y sus flaquezas. Todo acaba ante la fuerza inexorable del destino, o sea, ante lo desconocido. Sófocles contrasta la vanidad y la nobleza de los seres humanos.

Como nos legara el Rey Salomón en su Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, así los coros del Teatro de Sófocles nos dan una semblanza de una insondable profundidad de pensamiento y análisis; de Edipo en Colono, Garibay cita el siguiente discurso de los coreutas: “ Loco es _ yo pienso_ el que, no satisfecho con vida moderada, la vida larga anhela. Los días que crecen y sin cesar crecen en número alargado a nadie dan más que dolor nacido de mil fuentes... ¿No hay alegrías? ¡En vano la mirada las busca cuando el tiempo se prolongó sin la medida justa!”. “A todo bien supera el no haber nacido. Pero si ya ha nacido, el bien más rico es regresar de prisa por la misma senda por donde uno vino”.

Claro que este pensar no es exclusivo de Salomón o de Sófocles, hay diversas muestras de él en la literatura de todos los pueblos. Más adelante, en el mismo tono melancólico, Sófocles continúa: “Pasa la dulce juventud y pasa su locura luminosa, y, al hombre, ¿qué le queda? Pena tras pena, un dolor en pos de otro... ¡Los males que acumula: muertes, contiendas, luchas, combates, envidia...! Y, como don final, la vejez fría, horrible, ya sin bríos, sin poder, sin amigos: mar a que fluyen en concierto infando todos los infortunios!”.

Sin embargo, Teognis, poeta anterior a Sófocles habría expresado: “¡Desdichado por mi juventud y por mi vejez detestable: por ésta, porque ha llegado; por aquélla, porque se ha ido”. Posteriormente, el poeta Miguel Hernández escribiría con la misma fibra de humanidad: “Pena con pena y pena desayuno, pena es mi paz y pena mi batalla, perro que ni me deja, ni se calla, siempre a su dueño fiel, pero importuno...”; para concluir luego su Umbrío por la pena con lo siguiente: “¡Cuánto penar, para morirse uno”.

Pero sin afán de confundir, debemos aceptar que el más profundo, por lo clásico quizá de la tragedia y por lo antiguo, es sin duda alguna nuestro amigo Sófocles. Indudablemente que esta vena de humanidad es la que ha vuelto inmortales los pálpitos literarios de Sófocles, y por qué no decirlo, los de todos aquéllos que se asoman a la tragedia humana de la engañosa vida.

Pero regresemos con Sófocles. Su forma de ser “adaptada”, como ya se mencionó arriba, no lo convierte en un insensible inconsciente, muy por el contrario, es esa adaptabilidad la que le da el toque justo y necesario para insuflar vida y carácter, por no decir personalidad, a cada uno de sus personajes; ya sean estos sacados de la historia misma o del mito, porque el caso de Edipo se menciona ya en el Canto XI de La Odisea, cuando Ulises u Odiseo desciende al Hades y nos cuenta haber visto a Epicasta (Yocasta), la madre y esposa del infortunado Edipo. O sea que además de penetrar en la sensibilidad humana, Sófocles incursiona entonces en lo folklórico del rico pasado griego. Esto no desdice en grado alguno la calidad del dramaturgo, pues su calidad en el manejo de los temas seleccionados y el hálito con que mueve a sus personajes, como ya se dijo antes, sacados del mito o de la historia, es lo que le ha inmortalizado como el clásico por excelencia de los grandes trágicos del siglo de oro de la antigua Grecia.

En el uso del Coro, Sófocles es genial; como bien anota el maestro Garibay, en los temas troyanos, Sófocles utiliza para Ayax y Filoctetes, marinos; y jovencitas para Electra. En las Traquinias, usa jovencitas para el Coro de Heracles; y en los temas tebanos, los dos Edipos y Antígona, el Coro lo conforman los ancianos. El Coro entonces, merced a sus líricas intervenciones debe considerarse como uno más de los personajes.

ALGUNOS DATOS SOBRE LA VIDA DE SÓFOCLES

Nace aproximadamente entre 596 y 494 a. de C. Hijo de Sófilo, rico industrial de Colono, su tierra natal. A los dieciséis años fue seleccionado para cantar a nombre del pueblo la Victoria de Salamina. Lampro, uno de los más célebres de su tiempo fue su maestro de música. En el 468 a. de C., derrota a Esquilo en la poética contienda y es reconocido como Gran Dramaturgo. Sófocles desempeñó cargos

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de administración pública. En 443 a. de C. es helenótamo, o sea uno de los diez escogidos para la gestión del tesoro público; cuyo desempeño duraba un año. En 440 a. de C., forma parte de la expedición de Pericles contra los habitantes de Samos insurrectos. Tuvo el cargo de estratega, o sea el director del cuerpo militar.

En el 415 funge como estratega ante Siracusa, con Nicias. En el 411, está con el cargo público en Colono, pero según el testimonio de Ion de Quíos, es un magistrado sin habilidad ni acción enérgica. En el 406, muere, sobrepasando ya los 90 años. La representación de Edipo en Colono, fue póstuma.

Nicostrata, su mujer le dio un hijo. Yofón fue su nombre, y es al que alude Aristófanes, de quien decía que su padre le escribía las Tragedias, género al que también Yofón se dedicaba.

Sófocles, (dejaría de ser un falible ser humano), tuvo una amante, a la cual amó quizá más que a la propia esposa. Esta era nativa de Sicion, y se llamaba Teoris, la cual le dio un hijo, Aristión. Este le dio un nieto al insigne dramaturgo, en cuyo honor fue nombrado igual que su abuelo, el cual fue conocido como Sófocles el Menor; gracias a este nieto, dedicado también a la Tragedia, cinco años después de fallecido Sófocles, su homónimo y nieto presentó Edipo en Colono, (última y genial obra de su abuelo), al certamen literario y ganó así para su abuelo el premio y el reconocimiento póstumo, el cual había sido puesto en duda por los celos de su hijo Yofón, quien alegaba que su padre padecía ya de inepcia senil para desempeñar cargos públicos.

Se cuenta que Sófocles, para defenderse ante el jurado, leyó buena parte de dicha obra, y convenció así a todos de que su creatividad y agilidad mental estaban todavía intactas. Su nombre, Sófocles, probablemente significa: “Gloria de la sabiduría”.

EDIPO TIRANO O EDIPO REY

Escenario

Tebas. Palacio Real. Altar de Apolo Licio. Sacerdote de Zeus y un grupo de niños con ramas de olivo.

PERSONAJES Edipo, Rey de Tebas (Ciudad en el extremo Este de Beocia. La más importante en la Grecia Central). Es famosa en las epopeyas y tragedias griegas. En 509 a. de C. ya era una potencia. Perdió su importancia por haber ayudado a los persas. Recobró algo de su grandeza en el 378 a. de C. Quedó totalmente anulada en tiempo de Alejandro. No debe confundirse con Tebas, antigua Capital de Egipto. Yocasta (o Epicasta), su esposa y viuda del Rey Layo. Creón, hermano de Yocasta. Tiresias, vidente oficial de la ciudad, anciano y ciego, guiado por un lazarillo. Sacerdote de Zeus. Un mensajero. Un pastor, que fue siervo de Layo. Un paje de palacio. Antígona e Ismene, hijas de Edipo y Yocasta, aún niñas Coro de ancianos. Grupo de suplicantes. Pajes, criados, pueblo.

Los elementos argumentales de esta obra: el niño abandonado, el adivinador de enigmas, el que llega al trono por aventura, el parricida sin saberlo, el incestuoso sin saberlo, el que sin saberlo se sentencia a sí mismo, el cambio inesperado de la fortuna. Todos son temas más bien trillados, de los que se ha escrito hasta hoy en demasía. No obstante que la intrincada trama es parte del folklore griego, el mérito de Sófocles se basa en el tratamiento y en el desenlace de la misma historia dramática puesta ya en escena En orden lógico y cronológico, la obra puede resumirse de la siguiente manera: Respondió el oráculo divino a Layo, Rey de Tebas que no debía tener hijos, aunque tanto los anhelaba. Si llegaba a tenerlos, un hijo sería su propio matador y se uniría en maridaje con la madre. No hicieron caso Layo y su mujer de tal oráculo. Les nació un niño y, para evadir el destino, mandaron que fuera arrojado a la montaña de Citerón, con unos ganchos atravesados en los pies, como se suele hacer con los carneros o las piezas de caza.

La orden fue cumplida. Pero el pastor encargado de hacerlo, tuvo piedad del infante y lo regaló a otro pastor. Era éste de Corinto y regaló la criatura a Pólibo, Rey de su ciudad, el cual, sin hijos hacía tiempo, anhelaba tenerlos. Lo crió como suyo con grande amor y, en recuerdo de su aventura le puso el nombre de Edipo, o sea “pies hinchados”.

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Acaso el nombre mismo movió su propia curiosidad y la ajena. Un día oyó decir que no era hijo de Pólibo, sino un recogido, como solemos decir. No pudo quedar tranquilo hasta no ir a Delfos a consultar el oráculo. Nada le respondió al punto preguntado. En cambio, le anunció que mataría a su padre y se uniría con su propia madre. Para evitar ambas monstruosas ocurrencias huyó de Corinto y vagó a la ventura. Llegaba cerca de Tebas cuando en un camino se encontró con el Rey Layo y por altercado de cesión de paso, hubo una lucha que terminó con la muerte de este Rey.

Siguió su camino el joven y en él topó con la Esfinge (Ser fabuloso, con cabeza de mujer y cuerpo de león), ésta le planteó el siguiente enigma: “¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cuatro patas; en dos al mediodía, y en tres al atardecer?”. Edipo, luego de meditarlo por un instante, respondió: “¡El hombre! Pues de pequeño gatea; ya de adulto anda erguido sobre sus dos piernas y ya de viejo, se apoya en un bordón”.

La Esfinge así vencida, cayó muerta por Edipo, único mortal que pudo resolver su enigma. Librada Tebas de este monstruo, hizo Rey a Edipo, y lo movió a casarse con la Reina viuda Yocasta. Se cumplió así el oráculo en todo.

De la unión incestuosa nacieron dos varones: Eteocles y Polinice, y dos mujeres: Antígona e Ismene. No tardó en correr el rumor de haberse realizado la profecía. Hizo el Rey por saber la verdad. La descubre al fin. El, desesperado, se saca los ojos; su mujer y madre, se cuelga de una viga en su cámara nupcial y muere ahorcada.

Sófocles reduce el papel del coro y crea el tercer personaje, comunica a la tragedia más movimiento dramático. La acción, en sus obras, es muy compleja y sus protagonistas y personajes actúan impulsados por varios sentimientos. En Edipo Rey Sófocles trabaja con la idea de la fatalidad, la fuerza del destino tiene un papel capital en la obra .

En Edipo el hombre participa activamente en los acontecimientos, pero todo está de tal manera dispuesto por el hado y la fatalidad que los pasos que da para alejarse de su ruina, le están acercando a ella. Edipo Rey es el verdadero protagonista es el hombre frente a su destino, se ve claramente la influencia de los dioses. La fuerza de la obra radica en el enfrentamiento de ese destino imprevisible , arrollador y oscuro con la voluntad humana que trata de oponerse a él sin lograr otra cosa que su destrucción.

Sófocles plantea la primera interrogante: ¿Somos realmente libres y dueños de nuestro destino? Aparentemente, por lo visto en la obra, el hombre esta condenado a su vida ya trazada. El hecho de estar condenado a un destino que, no importa lo que hagamos, no podemos cambiar, y que el libre albedrío no existe, sino que somos marionetas de fuerzas más allá de nuestra comprensión, es sin duda una idea que aun provoca discusión.

¿Existe el destino? Si es así, es bueno cuestionarse hasta que punto el hombre es dueño de él y como puede cambiarlo. La otra pregunta es si el hombre es quien realmente se labra el destino con sus manos. Esta interrogante nace con fuerza en la época de los griegos, principalmente por sus creencia politeísta y como estos dioses “jugaban” con las vidas de los mortales y se involucraban activamente con los seres humanos. Aparte nace también por la Filosofía que va madurando durante esta época.

La clave a esta interrogante todavía es difícil de contestar. Algunas cosas parecen que estuvieran destinadas a pasar, pero otras se nos presentan como frutos de nuestra siembra. Podría ser que el mito del destino sea en cierta manera verdadero, pero también esta el hecho que uno es quien decide que destino tener.

Sófocles plantea una segunda interrogante: ¿Asumimos al nacer, genética y existencialmente los dones y pesares de nuestros ancestros? ¿Fue realmente culpable Edipo? ¿Merecía su castigo? Lo paradojal es que sus hijos “heredan” también las consecuencias de sus acciones. ¿Lograrán realmente liberarse de esta rueda existencial?

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El mito de que nuestro destino es heredado de nuestros padres, o que heredamos sus culpas (pecados) no es nuevo. Ya en la antigua Asia se habla del Karma, y como nuestros descendientes deben pagar por nuestras ofensas. El hecho de que Layo fuera condenado a tener un hijo que le daría muerte, viene por su falta cometida a un Rey que le acogió y Layo abusó de su hijo, y el padre de Edipo es maldecido por el monarca ofendido.

Queda preguntarse si nuestras faltas pasan a nuestra descendencia, y si el destino fatídico que tenemos es para pagar las culpas de nuestros padres, y así lograr una cierta armonía, una especie de “Justicia Divina.“

La tercera interrogante planteada por Sófocles en esta tragedia es: ¿Cuál es el origen “edípico” que une misteriosamente a una madre con su hijo?

Ya en el sicoanálisis de Freud se habla de esta relación que tenemos los varones con nuestros progenitores: “odio por el padre y amor por la madre”. También es cierto que las mujeres son aprensivas con los hijos varones, y que tratan a sus parejas como “hijos”.

La más trágica figura de la escena griega, el desgraciado Edipo, fue concebido por Sófocles como un hombre noble y generoso, destinado a pesar de su sabiduría, al error y a la miseria; pero que, por sus espantosos sufrimientos, acabó por ejercer a su alrededor un poder mágico bienhechor, cuya fuerza se deja sentir aun cuando él ya no existe. El hombre noble y generosos no vive en estado de pecado, quiere decirnos aquel profundo poeta. Toda ley, todo orden natural, el mundo moral mismo, pueden estar derrocados por sus actos.¡Edipo asesino de su padre, esposo incestuoso de su madre, Edipo, vencedor de la Esfinge! ¿Qué significa para nosotros esta misteriosa tríada de acciones fatales? En esta horrible tríada de los destinos de Edipo reconozco la marca evidente de esta verdad: aquel mismo que resuelve el enigma de la naturaleza-la híbrida Esfinge- debe también , como asesino de su padre y esposo de su madre, quebrantar las más santas leyes de la Naturaleza. Sí, el mito parece murmurar en nuestro oído que la sabiduría, y justamente la sabiduría dionisíaca, es un abominación contra Naturaleza; que aquel que por su saber precipita a la Naturaleza en el abismo de la nada, debe atenerse también a experimentar por sí mismo los efectos de la disolución de la naturaleza, tales son las terribles palabras que nos grita el mito. Pero como un rayo de sol, el poeta heleno roza la sublime y espantosa columna del mito de Memnòn y repentinamente el mito canta las melodías de Sófocles.

El tema o argumento de Edipo Rey es la predestinación del destino y la locura de los seres humanos por transgredir las leyes divinas. En esta tragedia el narrador quiere dejar bien en claro que nadie puede escapar de su destino, y lo hace en dos momentos. Cuando los padres de Edipo se enteran que su hijo iba a matar a su padre para casarse con su madre, tratan de evitar que esto pase mandando a la criatura lo más lejos posible. Y cuando los oráculos le dicen lo mismo también a Edipo, el trata de escapar de su reino para no matar a su padre ni casarse con su madre. Pero finalmente, y como era lógico en esa época, los oráculos se cumplen, y se comprueban las locuras que realizan los seres humanos para transgredir las leyes divinas.

La existencia del destino en comparación con el razonamiento humano es el tema principal de esta obra. Representa que todo lo que ocurre en el transcurso de la misma está ya predestinado. En el caso de Edipo, esto le crea un gran problema, porque acaba destruyéndole la vida. Acaba por imponerse entonces el destino a la razón humana. Si Edipo hubiese razonado, seguramente no hubiese acabado así. Lo que es curioso es que al final no se explica si el fin del oráculo, es decir, la salvación de Tebas , se cumple o no. No se  explica si todo el sacrificio de Edipo es luego compensado o no. Con esto se ve el interés que tiene el autor en explicar la creencia en oráculos, más que narrar una simple historia. El destino en Edipo rey es por tanto incontrolable a las manos del hombre y tantos más intentos por cambiarlo, más cercano y predecible se hace este. El destino juega con la vida de los hombres. Nada ni nadie puede cambiarlo y es útil saberlo antes de proceder en su contra, pues no son bondadosos los dioses a la hora de castigar a aquel hombre que ose desafiar el destino que le ha sido impuesto.

Nosotros consideramos que Edipo es responsable de los hechos, pero no el culpable.

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Esto nosotros consideramos que se puede relacionar con la doctrina del fatalismo o de la predestinación.

La predestinación es, en la teología cristiana, la enseñanza en la que el eterno destino de una persona viene predeterminado por la inalterable ley de Dios. Sin embargo, la predestinación no implica la irremediable negación del libre albedrío. La mayoría de los exponentes de la doctrina ha mantenido que sólo es el destino final del individuo el que está predeterminado, no las acciones del individuo, que siguen siendo fruto de la libre voluntad.

El fatalismo es la doctrina que afirma que todos los acontecimientos ocurren de acuerdo con un destino fijo e inexorable que no está ni controlado ni influido por la voluntad de los individuos. Para el fatalismo los precedentes no guardan una conexión causal con los sucesos subsiguientes.

El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones.

El griego clásico existe un importante grupo de palabras para cubrir la semántica del destino: si partimos de las tres más importantes-moíra, tyche anánke-, es para advertir que está constatado en usos textuales que donde aparece una no cabe el uso semántica de otra. Las tres aparecen, y varias veces, en el Edipo Rey, en distintas acepciones por supuesto, pero generalmente han sido traducidas por "destino" y sus equivalencias en otras lenguas modernas. Veamos, entonces, las diferencias entre estos tres términos, que no son los únicos: moira se relaciona etimológicamente con su equivalente helenístico heimarméne, pero si bien en ambas está la idea de "parte", la diferencia reside en el hecho de que heimarméne es un participio perfecto pasivo con la idea de algo ya previamente repartido, cuyo resultado es la determinación en que se halla el hombre, idea helenística, anticipo de la oposición con la noción de "libertad". Por el contrario, moira para el hombre clásico -o de épocas anteriores- significa pura y simplemente "parte", digamos "la que te tocó". En términos contemporáneos, es habitual decir "yo no creo en el destino". Pero aunque se trate del ser más racionalista que pisa esta tierra, siempre algo le tocó. Nació en Buenos Aires, en Almagro, y no en Bagdad o en París; es hijo de inmigrantes españoles, y no descendiente de la nobleza rusa o de una fabela de Río de Janeiro, etc. Esto es la moira, las circunstancias peculiares de cada existencia, Estas no se entienden como opuestas a la libertad, sino como un hecho concreto de la existencia que hay que afrontar. "Aguanta la que te tocó", es la sabiduría de la moira, Por eso, Platón en el fin de la República presenta el mito de Er el Panfilio, en el que se Indica que cada uno elige su moira, cosa de que uno no pueda protestar acerca de que la culpa la tiene el otro, y sólo queda hacerle frente a su parte. Veamos, entonces, la significación de anánke, muchas veces con la traducción de "necesidad". Existe la arcaica concepción acerca de que "Contra Anánke ni los dioses luchan", escrita con mayúscula para señalar su carácter de potencia animada, numinosa, Se trata de lo que es de una manera y no puede ser de otra, pero como fundante de todo; de que todo, en cierto sentido, es de una manera y no puede ser de otra. No entendido trivialmente, o "si soy así, qué voy a hacer". Esta palabra da cuenta de todo lo que no está producido por nuestra voluntad, pero a gran escala. como una voluntad del mundo, de la realidad. No se presenta como una totalidad armónica al ser humano, sino con cierta violencia. Se la ha analogizado con "el estado de yecto" heideggeriano, o "el principio de realidad" freudiano. Nuevamente, la concepción de anánke llama a la aceptación, a comprender que ciertos elementos esenciales de la realidad son como son y no pueden ser de otra manera. Pasemos, entonces, a la palabra tyche que es la que se ha tomado como más ejemplar, generalmente, de la idea de destino, pero que es mucho más equivalente a "fortuna". Ahora bien, si se piensa en el sentido de "destino = determinación, opuesto a libertad", el malentendido es enorme, pues tyche significa más bien la total indeterminación, el hecho de que a cada cual le puede pasar cualquier cosa. Se dice "Tyche se complace con los variados cambios". Si volvemos a nuestro hombre moderno, supongamos que es un positivista lógico, que no cree en el destino, no está libre de que se le caiga un andamio en la cabeza, o lo atropelle un colectivo, no está libre de Tyche. Mientras está uno vivo, está sometido a los posibles avatares, lo que se asocia con el final del Edipo Rey, en donde se afirma que de un hombre sólo se puede decir que es feliz después que ha muerto. Justamente, en esa parte final del texto se dice: "He aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue

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hombre poderosísimo, al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino". Y en el texto griego la palabra utilizada es tychas -un plural de acusativo- para dar cuenta de que son envidiables los cambios de fortuna de Edipo, pero ahora horrorosos. Asimismo, en un importante momento de la tragedia, después de enterarse de la muerte de Pólibo, Edipo exclama, pues ya se ha enterado de que no es hijo de quienes creía: "Yo, que me tengo a mí mismo por hijo de la Tyche la que da con generosidad, no seré deshonrado...". Una expresión propia del paradigma del héroe trágico, el que se entrega a la tyche. Bien, dejamos como propuesta la verificación de los distintos términos que forman el grupo de la significación de "destino-fatalidad-fortuna", para profundizar una perspectiva del Edipo Rey.

La repetición en nuestras vidas que se impone como una condena es aquella que actua desde la consciencia, y que querríamos evitar pues a veces actúa en contra de nuestros intereses. ¿Por qué algunos seres humanos se ven abocados a una vida de sucesivos desencuentros? ¿Que fuerzas oscuras son las que desean nuestro mal? ¿Hay un genio maligno que se divierte con nuestros tropiezos? ¿Cómo puede darse una lógica tan inexorable que nos conduzca siempre al mismo error?

Si el fenómeno de la repetición en el comportamiento del ser humano, es una constatación histórica, su causa ha sido siempre un enigma. La figura del destino es un intento de respuesta que los griegos llevaron al máximo de su expresión. Es Edipo Rey quien, sin saberlo, realiza todos los actos que le conducirán al cumplimiento de un destino que había sido escrito por los dioses antes de su nacimiento. ¿Nos vemos entonces condenados a un determinismo absoluto que rige nuestra vida sin concedernos ningún margen de elección o todo obedece a un puro azar?

¿Qué piensa el psicoanálisis del destino y del azar? Hemos de decir que Freud era implacable con la figura del destino, sosteniendo la idea de que el sujeto no es víctima pasiva de una voluntad externa, sino que está implicado en los acontecimientos de su vida. Para defender esta tesis utiliza numerosos ejemplos de la clínica tanto de hombre como de mujeres en los que se demuestra cómo todas las relaciones que establecen con el prójimo terminan de la misma manera.

Ante semejante perseverancia de lo mismo, Freud no acepta la coartada del destino, ni tampoco la del azar, pues encontramos en estas ocasiones actitudes activas del sujeto, rasgos de carácter permanentes que se traducen en la repetición de las mismas experiencias psíquicas.

Si seguimos la lógica del inconsciente, tenemos que admitir que los seres humanos fabricamos nuestro destino porque hablamos, o para ser más precisos, porque somos hablados. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, especialmente nuestros padres con algunos dichos que nos alcanzaron de manera contundente. Somos hablados por estructura, y a causa de esto, tejemos con los azares de la vida, una trama argumental. Es a esta trama a la que llamamos destino.

Compulsión de repetición o neurosis de destino, la cuestión es que el estilo de una vida está hecho con una frase de la que no somos autores y que se repite, diversamente modulada, a lo largo de nuestra existencia.

Notemos que cuando hablamos de repetición el acto está siempre en juego. El acto aparece allí donde no se llega con el pensamiento.

Freud advirtió que por más que se elaborara, interpretase o construyera, el síntoma no desaparecía completamente sino que más bien volvía como un cometa, aunque con un ciclo más corto. Si la histeria le abrió la puerta del inconsciente, el síntoma obsesivo le entregó una clave que no había visto tan claramente, pues comprobó que el fundamento mismo del síntoma era la repetición compulsiva.

¿Por que nos vemos forzados a la repetición?, esta es la pregunta que provocó en la trayectoria de Freud un cambio de rumbo fundamental, siendo la causante de sus teorías más audaces y controvertidas. Siguiendo el rastro de las distintas figuras de la repetición Freud franqueó la frontera

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que traza el principio del placer, para descubrir que la pulsión que anima la vida humana no es otra que la pulsión de muerte.

Seguro que todos los presentes conocen personas cuyas vidas están trazadas de tal manera que siempre conducen al mismo desenlace: El Filántropo, nos dice Freud, al que todos sus protegidos, por diferentes que sean, abandonan irremisiblemente con rabia en lugar de la gratitud que era de esperar. Los hombres para los que toda amistad termina en traición. Los amantes cuyas relaciones con el otro sexo pasan por las mismas fases y finalizan del mismo modo. Nosotros podemos poner otros muchos ejemplos: Los que siempre son engañados por los demás. Los que engañan una y otra vez. Los delincuentes que escapan de la justicia y cuando podrían liberarse vuelven a delinquir una ultima vez, siendo nuevamente apresados. Las mujeres maltratadas por su pareja que después de pasar por el infierno de la separación, vuelven con el maltratador. Por supuesto, las adicciones llevan el sello de la repetición más compulsiva.

Si seguimos el camino abierto por Freud, si somos fieles a lo más radical de su descubrimiento, no podemos concebir el inconsciente sin la idea de una repetición que va más allá del principio del placer.

¿Estamos o no condenados a repetir? ¿Es posible que el sujeto se libre completamente de la compulsión a repetir? Tanto Freud como Lacan responderían claramente que no, porque hay un traumatismo estructural que nos funda como sujetos hablados y que no es susceptible de eliminar. Este nivel del trauma no obedece a ninguna contingencia particular sino que es intrínseco a la condición humana y por ende, incurable.

La repetición, por tanto, es consustancial a la existencia del inconsciente y de la pulsión, que siempre se repiten.

Ahora bien, hay un aspecto de la repetición que el análisis tiene que reducir, sin duda, pues como defensa tiene una contrapartida demasiado cara. La repetición es una carga pesada que el sujeto “hala” de por vida y que lo lastra condenándole al fracaso y a la acción tanatica de la pulsión. El que ha hecho su análisis puede librarse de esa carga que arrastra repetidamente.

CONCLUSIONES

Esta tragedia coincide plenamente con la doctrina de la predestinación ya que se advierte que el destino de Edipo está marcado y escrito, así lo predicen los oráculos y Tiresias, pero no ocurre de este modo con sus acciones, que están servidas a su voluntad, como el haberse dañado la vista.

Sófocles alcanzo a descubrir una parte de la inexplorada alma humana. En una época en que las ciencias como aritmética, geometría, lógica, etc., el ser humano era un estudio en pañales. Las interrogantes sobre “el ser” y sus misterios eran interminables. Presenta conceptos de nobleza, heroísmo, belleza y grandes verdades, utilizan la piedad y la fatalidad que son sentimientos superados por la fatalidad de los finales. Una obra que puede plasmar temas filosóficos como el destino, la relación madre-hijo, etc., es sin duda una pieza admirable de la literatura.

Así la obra de Edipo Rey toca lo más recóndito del ser, mostrándonos lo que se esconde en lo más profundo de la oscuridad de nuestro ser.

El psicoanálisis apuesta por el margen de elección que cada uno tiene a su disposición y con el que puede fabricar respuestas diferentes e insospechadas para el mismo. Respuestas con las que ahora puede reaccionar de otro modo frente a los acontecimientos traumáticos que la vida nos depara inevitablemente, haciendo vana la repetición. Se trataría de resistirse a convertir las contingencias desgraciadas de la vida en una miseria necesaria, saber perder sin quedar identificado a lo perdido como ocurre en la melancolía, apostar por el deseo aunque este sea inalcanzable y no dejarse caer en el goce del mártir, actuar sin garantías pero aceptando la responsabilidad.

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EDIPO REY Y EL DESTINO

Edipo rey es considerada una de las obras de tragedia griega mas importantes por no decir la mas importante, se dice que es la sinopsis de la tragedia y que resume todas las características necesarias para ser resaltada y para que perdure a través de la historia.

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EDIPO REY Y EL DESTINO