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Industrializacion siglo XIX, en Alemania, España y los Paises Escandinavos.
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Catedra: Historia Contemporánea.
Institución: Universidad Nacional de Salta.
Alumno: Gabriel Jansen
Trabajo Práctico nº 5
El desarrollo del proceso de Industrialización en Europa, tiene diferentes rasgos y diferentes
motivos por los cuales dicho desarrollo se da de manera más rápida o más lenta según el área
que comprenda. En este trabajo y teniendo en cuenta los textos propuestos, se analizara el
desarrollo de la Industrialización en las áreas tanto de España, los países Escandinavos y
Alemania.
En el siglo XIX, Prusia impulso un plan político que tenía como finalidad la unificación alemana.
Este además, estaba estrechamente vinculado al proceso de desarrollo económico de dicho
país. Sin embargo, este proyecto de Bismark de la “gran Alemania” no fue llevado a cabo hasta
1871, ya que los Estados confederados e independientes no se unirían. No obstante, estos
Estados evolucionaron hacia la industrialización de manera distinta, refiriéndonos al nivel
económico, a esta política de unificación varios años antes y teniendo en cuenta
precondiciones en el plano de la intervención estatal, entre otros.
Los procesos de industrialización comenzaron en Europa a partir de la segunda mitad del siglo
XVIII con Gran Bretaña como principal precursor. La industrialización alemana en particular,
fue un proceso que se fue desarrollando en las diversas regiones, que coexistían en torno a lo
que más adelante se constituiría como Alemania, la Confederación Germánica.
Contando con maquinaria, mano de obra calificada y por supuesto, el capital, Alemania estaba
dispuesta a convertirse en la potencia industrial que competiría con Gran Bretaña, ya que
contaba con zonas con recursos naturales en cantidad. Hay que considerar la importancia de
este proceso económico, ya que está estrechamente ligado a procesos políticos, como la
unificación de los 39 estados alemanes, que se llevaría a cabo en 1871, impulsado por la
región de Prusia y dado por la creación del Zollverein. Prusia fue el Estado alemán que
desempeñó un papel más importante en la unificación de Alemania. A partir de 1819 se
firmaron una serie de tratados entre los Estados alemanes que culminaron en 1831 con la
creación de la unión aduanera prusiana, el primer mercado común que tenía una significación
económica.
Wolfran Fischer, Afirma que en Alemania del siglo XIX estaban industrialmente
subdesarrolladas las regiones correspondientes al este agrario, noreste y sudeste en
contraposición de Sajonia y Renania – Westfalia, que ya se mantenían en un proceso de
industrialización de la economía.
Fischer explica que se enfoca en explicar las causas de la industrialización en estas dos
regiones, a través de la estructura de población, estructura agraria y el artesanado
preindustrial. Dice que Sajonia era muy densamente poblado y que esta población impulsó el
trabajo doméstico rural en mayor cantidad que el artesanado urbano y a un cultivo intenso.
Por lo que las industrias textiles que surgieron hacia 1800 se encontraron con mucha mano de
obra disponible y con experiencia doméstica en los trabajos de esta categoría.
Se desarrolla además una actividad artesanal paralela que junto con el desarrollo del trabajo
industrial como labor principal de la mayoría de la población, fomenta la intensificación de la
agricultura. Por lo que finaliza afirmando que gracias a la presión demográfica que hace siglos
se venía produciendo trajo como consecuencia muchos antes, la implantación de la
industrialización.
En cambio, Westfalia se encontraba zonas escasamente pobladas con algunas explotaciones
campesinas grandes y medianas junto a zonas productoras de telas.
En Renania podemos encontrar una diversidad prácticamente infinita, una estructura
multifacética carente de una política económica homogénea.
La densidad de población no alcanzaba en conjunto los valores sajones. Concluye que la
industrialización de Sajonia y de Westfalia se trataba evidentemente de <<tipos>> diferentes
situados en <<estadios>> distintos, mientras que la provincia renana se aproximaba más bien
al <<tipo>> sajón pero sin coincidir plenamente con él.
Explica que una de las diferencias esta en los recursos de materias primas. Pero que no solo
hay que conformarse con esa explicación. La industrialización de Westfalia se basaba
básicamente en el carbón y esta zona va adquiriendo importancia cuando la minería se
expande al norte en detrimento de la renana.
La mayoría de Westfalia y algunas partes de Renania mantuvieron las estructuras agrarias
tradicionales hasta aproximadamente mediados del siglo XIX, mientras en Sajonia y algunas
zonas de Renania, la industrialización ya estaba en funcionamiento, lo que se pudo producir ya
que eran ciudades pre industrializadas a las cuales solo les hacía falta algún tipo de impulso y
un poco de tecnología, para poder desarrollarse en plenitud.
Reconoce además que a excepción de Westfalia, las otras dos regiones hubieran podido
realizar un avance tecnología creado por ellos mismos, si Inglaterra no se hubiera adelantado.
La industrialización en Sajonia y algunas zonas activas de Renania no solo las considera como
las originarias de la revolución industrial europea, sino además con la característica de
difusivas.
El autor afirma que en Sajonia la industrialización se realizó automáticamente sin ayuda estatal
considerable, esto puede ser comprobado ya que desde el siglo XVIII Sajonia realizaba muy
poca política de población, inmigración y dejaba actuar con libertad a los empresarios. Todo se
reguló con acuerdos, estadísticas, leyes pero que pudieran estimular la economía. A diferencia
de Sajonia, en Westfalia, se opusieron abiertamente a la mecanización, por ejemplo como pasó
con el lino. Concluye el capítulo haciendo referencia a que es muy dificultoso estudiar la
industrialización en partes, ya que no se podía hablar de un mismo territorio, como una
nación, pero para estudiar la industrialización de Alemania en particular, es absolutamente
necesario diferenciar las distintas regiones que formarían posteriormente Alemania.
A pesar de que a finales del siglo XVIII el producto industrial andaluz no tenía mucho que
envidiar al de las regiones españoles más avanzadas de la época –como Cataluña o Valencia– y
de que incluso en algunas ramas tradicionales la ventaja fuese claramente andaluza, la
profunda crisis que tuvo lugar a principios del siglo XIX puso fin al impulso industrializador
andaluz toda vez que apenas supuso un pequeño contratiempo para la industrialización
catalana, que una vez superada la crisis experimentó un formidable desarrollo y despliegue.
El factor más importante en el éxito industrializador fue la existencia y fortaleza de la
manufactura algodonera. La diferencia entre Cataluña y Andalucía era que mientras que en la
primera la rama del algodón era singularmente importante, en la segunda las experiencias
algodoneras siempre fueron coyunturales y muy localizadas. Otro determinante importante
fue la distribución de la renta entre la población. La expansión de cualquier rama industrial
requiere que sus productos puedan venderse, por lo que es importante disponer de una
amplia demanda apoyada en un reparto moderadamente igualitario de la renta. Algo que
ocurrió en Cataluña y que no podía ocurrir en el territorio andaluz al estar caracterizado por
una agricultura extensiva dominada por la gran propiedad y que pagaba unos salarios exiguos.
Otro elemento importante fue el surgimiento de un gran centro coordinador y polarizador de
las múltiples actividades industriales. Barcelona se convertiría muy pronto en este núcleo en el
caso del Principado, mientras que ni Sevilla, ni Cádiz, ni Málaga –que en aquel periodo eran las
únicas ciudades que por sus características podrían haber emulado el papel de Barcelona–
pudieron hacer lo propio en el territorio andaluz. Esto se debió a que ninguna de las tres
ciudades mencionadas disponía de un potente motor algodonero ni de núcleos artesanales
cercanos que demandaran de forma suficiente ese polo industrial.
El siglo XIX fue el momento en el que muchas economías comenzaron su camino hacia la
modernidad, cierto es que antes de las guerras Napoleónicas, sociedades como la inglesa ya
habían creado un abono sobre el cual fue muy fácil sembrar la semilla de la industrialización,
pero sería a partir de 1830 cuando Europa empezó a producir para vender y no para sobrevivir,
de manera más generalizada
Jordi Nadal aborda la complicada tarea de tratar de dar una explicación al retraso que sufrió el
proceso industrializador en España, para ello analiza varios temas clave: la desamortización del
suelo y subsuelo, los ferrocarriles y las industrias siderúrgica y algodonera. Había una guerra
civil que financiar y ganar, por lo tanto, las tierras que perdió la Iglesia, se vendieron al mejor
postor: la burguesía. De esta manera, el naciente régimen liberal consiguió un grupo social que
le debía sus tierras recién adquiridas, pero se perdió la oportunidad de crear una serie de
propietarios medianos y pequeños que supusiesen un mercado para la incipiente industria
algodonera catalana.
España había comenzado su industrialización relativamente pronto (1831-1840), con países
como: Bélgica pero durante la segunda mitad, y más especialmente durante el último tercio
de la centuria pasada, el país vio frustradas sus esperanza de alienarse entre las potencias de
primera fila. En términos relativos, un verdadero retroceso. Las causas de esto según Nadal
podrían ser las siguientes.