Upload
hoangdung
View
216
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
Menichelli Luciano
73642 [email protected]
Trabajo práctico 2
Teatro I
Mardikian Andrea
Guión de Cine y TV 1A
2 20/09/2012
48638978
Análisis comparativo entre la obra
“Los Tejedores” de Gerhart
Hauptmann y “Casa de Muñecas de
Henrik Ibsen
Biografía Ibsen
Henrik Ibsen nació el 20 de marzo de 1828 en Skien, Noruega. Su origen, sin embargo,
era danés, escocés y alemán.
Cuando tenía 8 años su padre entró en bancarrota y debió vender todos sus bienes, a
excepción de una pequeña casa de campo en las afueras de Skien, adonde debieron
mudarse. Ibsen fue molestado y humillado por este cambio de status de la familia. Era
un niño solitario y poco sociable, incluso con su familia.
En la escuela no fue descripto como un niño especialmente inteligente, aunque llamó la
atención por su talento para el dibujo y la pintura.
Tuvo el deseo de convertirse en artista profesional, pero no fue posible dado que por
aquel entonces cualquier artista en Noruega que quisiera obtener una buena formación
debía viajar fuera del país, a Dinamarca o Alemania.
En 1843, a los 16 años, dejó Skien, pueblo por el cual no sentía ningún afecto, y se
dirigió a la pequeña ciudad de Grimstad, en la costa del sudeste de Noruega. Allí trabajó
como asistente de un farmacéutico. Su pobre situación económica le permitía apenas
acceder a las necesidades mínimas, comida y ropa, y libros.
Tampoco aquí mostró ser una persona sociable o amigable. En sus tiempos libres
escribía poemas y breves descripciones satíricas de las personas que observaba en el
pueblo.
Su despertar intelectual se dio a partir del estallido de la revolución a lo largo de
Europa, la proclamación de la República Francesa, levantamientos en Viena, Milán,
Hungría y otros países europeos.
Por ese entonces, en 1850, escribió su primer obra, una tragedia llamada Catilina. A su
vez, uno de sus poemas había sido publicado en el diario de Christiania, lo que le
permitiría mudarse a dicha ciudad. Allí su obra Kaempehöien (The Warrior's Barrow)
fue representada en el Teatro de Christiania.
En 1850 se mudó a Bergen para trabajar como autor dramático en el Teatro Nacional de
Bergen. En 1857 regresó a Christiania para trabajar como director del Teatro Noruego.
Para 1863, su única obra publicada que le trajo un mínimo rédito económico fue The
Warriors.
Por ese entonces ya era común observar en sus obras críticas a las clases altas, como en
Love’s Comedy (1862), que trata de la actitud de estos noruegos hacia el matrimonio.
En 1864 se mudó a Roma. Dos años más tarde, su obra Brand, obra que presenta una
mezcla de realismo y misticismo, fue publicada con éxito. Esta obra lo colocó como
uno de los más grandes dramaturgos europeos de la época y le trajo mucha fama,
especialmente en los países escandinavos.
En 1879 terminó Casa de Muñecas, una obra que, en sus propias palabras, pretendía ser
un drama familiar que tratara las condiciones de la sociedad de la época, en especial los
problemas que complican el matrimonio. Esta obra gozó de aceptación universal y selló
su carácter de realista. En esta línea se ubicarían sus siguientes obras, The wild duck y
Romersholm, en las que intentó producir en el espectador la impresión de asistir a
acontecimientos que sucedieron realmente.
Hedda Gabler (1890) es otro ejemplo, una obra sobre la que el mismo Ibsen comentó su
intención de retratar seres humanos y emociones humanas, en el marco de las
condiciones sociales del momento.
Luego de la publicación de esta obra regresó a Noruega. En 1901 y 1902 publicó una
colección de sus obras. Por esta época sufrió un accidente cerebrovascular, del cual
nunca se recuperaría.
Ibsen murió el 23 de mayo de 1906, en su casa en Christiania. Su funeral fue
considerado una ceremonia nacional y fue presenciado en persona por el rey de
Noruega.
(Gosse, 2005).
Biografía Hauptmann
Gerhart Hauptmann nació en Obersalzbrunn, Silesia, Alemania, el 15 de noviembre de
1862. Su origen se encuentra en la gente común de su provincia. Su abuelo había vivido
en carne propia el oscuro destino de los tejedores de Silesia.
Luego de asistir a la escuela de Obersalzbrunn, fue enviado en 1874 al Realschule de
Breslau, pero en 1878 debió irse debido a cuestiones económicas. Fue enviado a vivir
con un tío a trabajar como granjero. Por esta época, sin embargo, se despertaron sus
impulsos artísticos y regresó a Breslau para asistir a la Royal College of Art.
En 1882 se enroló en la universidad de Jena, pero la vida académica no le interesaba
demasiado y abandonó al año siguiente. En 1884 viajó a Roma y estableció un estudio
de escultores. Sin embargo, enfermó de fiebre tifoidea y regresó el mismo año a
Alemania para recuperarse. Viajó a Berlin para intentar una carrera como actor, pero su
interés artístico pronto se corrió hacia la literatura y en 1885 publicó su primer obra:
Promethidenlos. Esta es una obra romántica, pero se observan ya algunas de las
características que definirían sus siguientes obras: un sentido de injusticia social y
sufrimiento humano.
Entre sus influencias se encuentran Emile Zola y Arno Holz, el fundador del
naturalismo alemán.
Sus obras se caracterizan por una ausencia de artificios retóricos, la no división de los
actos en escenas, la ausencia de monólogos y la adecuación del diálogo a la forma de
hablar cotidiana. Además, rechaza el tratamiento “artístico” del argumento, considerado
artificial. En cambio, lo concibe como una sucesión de escenas sencillas que retratan
una porción de la vida de los personajes. Se caracterizan, además, por una mirada crítica
de la nobleza, la burocracia y los capitalistas.
En 1889 terminó Before Dawn, obra con la que conquistó la escena nacional, de la que
ha sido, desde entonces, su amo indiscutido.
En 1892 publicó “Los tejedores”, obra que retrata el maltrato y el sufrimiento de los
tejedores de Silesia, basada en la revuelta de los tejedores silesianos de 1844.
Con The Assumption of Hannele (Hanneles Himmelfahrt, 1893) y The Sunken Bell (Die
versunkene Glocke, 1896) se corre ligeramente del naturalismo, introduciendo
elementos poéticos en el discurso, pero manteniendo su característica construcción de
los personajes.
Su obra The rats, de 1911, característicamente naturalista, ilustra el tratamiento objetivo
que Hauptmann hace de sus personajes, que actúan y hablan como las personas lo hacen
en la vida cotidiana, sin trucos discursivos.
Hauptmann murió en junio de 1946. Vivió lo suficiente para ver las consecuencias de la
Segunda Guerra Mundial en su Silesia natal.
(Hauptmann, 2006).
Casa de Muñecas
En primer lugar, en “Casa de muñecas” se observa la característica del realismo de
tratar los asuntos de la burguesía. El hecho de que los protagonistas, Nora y Helmer, son
burgueses, se ve en parte a partir de la descripción de la casa en la didascalia que abre la
obra:
Una estancia amueblada cómodamente y con buen gusto, aunque sin lujo. (…).
Repisa con figuras de porcelana y demás cachivaches. Un estante repleto de libros
muy bien encuadernados. (Ibsen, 2000, p.29).
Además, en otros pasajes se refleja la concepción de la felicidad que tiene la burguesía,
asociada a la estabilidad económica:
NORA. — ¿Verdad que sí? Resulta una situación tan precaria la de un abogado,
¡sobre todo cuando no quiere encargarse más que de causas lícitas y justas! Tal es,
por descontado, el caso de Torvaldo, con el que estoy de completo acuerdo.
Imagínate nuestro contento actual. Para Año Nuevo tomará posesión del cargo y
percibirá unos emolumentos considerables, con numerosos gajes. Entonces
viviremos de una manera muy distinta y más a nuestro gusto. ¡Oh, Cristina, qué feliz
y desahogada me siento! Es una verdadera delicia tener mucho dinero y hallarse libre
de preocupaciones. ¿No lo crees? (Ibsen, 2000, p.37).
También se observa la construcción de los personajes como representantes de tipos
sociales observables en la realidad. En el siguiente pasaje se observa cómo Helmer toma
a Nora como su posesión:
NORA. — Tienes razón, Cristina. Torvaldo siente una gran adoración por mí;
pretende que yo sea suya por completo, como él dice. Al principio, el mero hecho de
oír nombrar a uno de los seres queridos que me rodeaban antaño, le ponía celoso.
Naturalmente, desde entonces me he abstenido de hacerlo; pero con el doctor sí que
hablo mucho de esos seres, y le divierte oírme.
SEÑORA LINDE. — Escúchame bien, Nora. Bajo varios aspectos eres una niña
(…). (Ibsen, 2000, p.68, 69).
Sobre el final, una vez que Helmer ya está enterado del asunto del préstamo, lo que dice
es representativo de la hipocresía de los burgueses, en su deseo de mantener las
apariencias:
HELMER. — (…). Y, por lo que concierne a nuestro hogar, no debe parecer que
haya cambiado nada entre nosotros. Por supuesto que sólo en apariencia.
Continuarás, pues, residiendo aquí, ni que decir tiene. Pero te estará prohibido educar
a los niños…, pues no me determino a confiártelos. (…). (Ibsen, 2000, p. 109).
En esa conversación se expresan también sus parámetros morales y su concepción del
rol de la mujer:
HELMER. — ¡Abandonar tu hogar, a tu marido y a tus hijos! ¿No piensas en lo que
se murmuraría?
NORA. — No puedo detenerme en eso. Sólo sé que mi actitud se me ha hecho
indispensable.
HELMER. — ¡Ah, es odioso! ¿De esa manera vas a traicionar los deberes más
sagrados?
NORA. — ¿Qué consideras tú mis deberes más sagrados?
HELMER. — ¿Tengo para qué decírtelo? Son tus deberes con tu marido y tus hijos.
NORA. — Tengo otros no menos sagrados.
HELMER. — No los tienes. ¿Cuáles son esos deberes?
NORA. — Mis deberes conmigo misma.
HELMER. —Ante todo, eres esposa y madre. (…). (Ibsen, 2000, p. 115).
Por último, se observa otra característica del realismo: la del final con un cierto
optimismo, que deja abierta la posibilidad del cambio:
HELMER. — Nora… ¿no seré nunca ya más que un extraño para ti?
NORA (recogiendo su saco de viaje). — ¡Ah! Torvaldo, para eso tendría que
realizarse el mayor de los milagros.
HELMER. — Dime cuál.
NORA. — Deberíamos transformarnos los dos hasta el punto de que… ¡Ay,
Torvaldo, no creo ya en los milagros!
HELMER. — Pues yo sí quiero creer en ellos. Dí: ¿deberíamos transformarnos los
dos hasta el punto de que…?
NORA. —Hasta el punto de que nuestra unión se convirtiera en un verdadero
matrimonio. Adiós. (Vase por la puerta del vestíbulo.)
HELMER (desplomándose sobre una silla próxima a la puerta y cubriéndose el
rostro con ambas manos). — ¡Nora, Nora! (Mira en torno suyo y se levanta.) Nada.
Ha desaparecido para siempre. (Con esperanza.) ¡El mayor de los milagros! (Se oye
fuera el ruido de la casa al cerrarse.). (Ibsen, 2000, p.120).
Los Tejedores
En relación a las características del naturalismo en “Los Tejedores”, en la dedicatoria ya
es perceptible la intención de retratar la vida de un grupo de gente perteneciente no a la
burguesía, sino a las clases bajas:
Dedico este drama a mi padre Robert Hauptmann. Al atribuirte este drama, querido
padre, lo hago movido por sentimientos que tú conoces y que no necesitan ser
explicados aquí.
Tus narraciones acerca de mi abuelo, que en sus años mozos fue un pobre tejedor,
sentado detrás del telar como aquellos que aquí describo, han sido el germen de mi
poema. Y tenga éste fuerza vital o esté, en cambio, carcomido ya en su esencia,
siempre será lo mejor que pueda dar ‘un pobre hombre como Hamlet’. (Hauptmann,
2006, p.9).
“Los tejedores” no tiene un protagonista individual, sino colectivo. El protagonismo lo
tiene la masa de tejedores. Sin embargo, como es propio del naturalismo, cada uno tiene
su forma particular de hablar:
PFEIFER (al tejedor que está delante de él). — ¡Cuántas os lo habré dicho! ¡Hay
que limpiar con más cuidado! ¿Qué clase de chapucería es ésta? ¡Aquí hay cascarrias
más grandes que un dedo y paja y otras porquerías! (Hauptmann, 2006, p.15).
EL TEJEDOR HEIBER (presenta su tejido. Mientras PFEIFER lo examina, el
tejedor se le acerca y le habla con vehemencia, a media voz). —Usted perdonará,
señor Pfeifer, yo quisiera rogarle muy humildemente, si me hiciera usted la gran
merced…se lo ruego…de no descontarme por esta vez el anticipo. (Hauptmann,
2006, p.16).
FRITZ. — ¿A dónde fue el abuelo?
EMMA. — A lo del fabricante, para entregar una cadena, Fritzecillo. (Hauptmann,
2006, p.30).
ANSORGE. — Es así no más…es así no más. ¡Eso sí que va a ser un bocadito!
Llega un olorcito tan agradable… (Hauptmann, 2006, p.37).
ANSORGE. — Es así no más, se han merecido una maldición. (Hauptmann, 2006,
p.42).
EL LABRIEGO (exaltado). — Pero decidme, carroña muerta de hambre, ¿qué sois,
de qué servís vosotros? ¿Acaso sabéis clavar un arado en la tierra, o trazar un surco o
siquiera cargar en un carro una quincena de gavillas de avena? ¡No servís sino para
holgazanear y estar en las camas con las mujeres! ¡Sois unos cagones!¡De gran cosa
podéis serviros (…). (Hauptmann, 2006, p.53).
KITTELHAUS. — ¡Dinero, dinero! Crees acaso que el dinero miserable y
vil…quédate con tu dinero, yo lo preferiría… ¡Eso es una sandez! ¡Sé probo, sé un
cristiano! Recuerda aquello que juraste ser. Cumple con los mandamientos de Dios,
sé bueno y piadoso. Dinero, dinero…. (Hauptmann, 2006, p.69).
WITTIG. — (…) Y aunque te tuviese que sacar de la cama, de al lado de
tu…hembra, te juro que te arrastro fuera y te rompo la cabeza (…). (Hauptmann,
2006, p.60).
Es característico, también, un gran nivel de detalle en las didascalias:
(…). Los hombres se parecen unos a otros y tienen, en parte, un aspecto de enano, en
parte, el de pequeños maestrescuelas. En su mayoría son seres míseros, de tórax
hundidos, catarrosos, con una sucia palidez en los rostros: criaturas del telar, con
piernas arqueadas a causa de estar sentados siempre. Las mujeres no tienen rasgos
tan típicos, a primera vista: descuidadas, enervadas y agotadas, en tanto que los
hombres ostentan una lastimosa gravedad; harapientas, en tanto que los hombres
llevan la ropa remendada. Las muchachas jóvenes, a veces, no carecen de cierto
encanto: en tales casos las distingue una palidez de cera, formas delicadas, ojos
grandes, salientes y melancólicos. (Hauptmann, 2006, p.14).
Otra característica es la de dar lugar a situaciones cuya intención es la de retratar la vida
de los trabajadores como grupo, pero que no necesariamente forman parte de una
cadena causal que conduce al clímax. En el siguiente pasaje se ve un personaje (“La
Heinrich”) que no vuelve a aparecer en la obra:
LA HEINRICH. — Pues, entonces, yo no sé… (Se pone de pie y permanece un rato
así, meditabunda.) De veras que ya no sé qué hacer. No sé cómo componérmelas.
(Grita furibunda y llena de terror.) ¡Pero, si yo me contentaría con cualquier cosa,
con cualquier cosa, aunque no fuese más que comida para los cerdos! ¡Pero no puedo
ir a casa con las manos vacías! ¡Eso no puede ser, no puede ser! Que Dios me
perdone, pero no veo manera… (Sale rápidamente apoyando sólo el calcañar y
cojeando.)
LA VIEJA BAUMERT (le grita en son de advertencia). — ¡Heinrich, Heinrich! ¡No
vayas a hacer alguna locura!
BERTHA. — Esa no se mata. No te preocupes. (Hauptmann, 2006, p. 32).
El final, a diferencia de las obras realistas, es pesimista y no deja lugar para el cambio.
No deja esperanza. Termina con una muerte:
EL VIEJO HILSE. — ¡Yo no me voy! ¡Aunque os volváis locos todos! (Se dirige a
la vieja, con éxtasis creciente.) Aquí me ha colocado mi Padre Celestial. ¿No es así,
vieja? ¡Y aquí nos quedamos y cumplimos con nuestro deber, aunque le prendan
fuego a la misma nieve! (Comienza a tejer. Suena una descarga. Herido de muerte,
el viejo HILSE se incorpora para caer en seguida, pesadamente, sobre el telar. Al
mismo tiempo se oye un ‘¡hurra!’ formidable. La gente que hasta ahora había
permanecido en el corredor, sale corriendo a su vez, gritando también: ‘¡hurra!’).
LA VIEJA HILSE (pregunta varias veces). — Pero viejo, viejo, ¿qué pasa? (Los
continuos gritos de hurra se alejan más y más. De pronto entra corriendo MILITA.)
MILITA. — Abuelito, están echando del pueblo a los soldados. Han asaltado la casa
de Dietrich. Hacen lo mismo que allá en lo de Dreissiger. ¡¿Abuelito?! (La criatura
se sobresalta, se da cuenta, mete un dedo en la boca y se acerca con cautela al
muerto.) ¡¿Abuelito?!
LA VIEJA HILSE. — ¡Di algo, hombre, que acabarás por darnos miedo!
(Hauptmann, 2006, p.98).
BIBLIOGRAFÍA
• Gosse, E. (2005). Henrik Ibsen. Recuperado de
http://www.gutenberg.org/files/8152/8152-h/8152-h.htm
• Hauptmann, G. (2006). The dramatic Works of Gerhart Hauptmann. Volume
One: Social dramas. Recuperado de
http://www.gutenberg.org/cache/epub/9971/pg9971.html
• Hauptmann, G. (1958). Los tejedores. Buenos Aires: Editorial Losada.
• Ibsen, H. (2000). Casa de muñecas. Madrid: Biblioteca Edaf.