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Teatro de la Edad Media y del Renacimiento. Programa de doctorado: La literatura española en relación con las europeas Autor: Jose Manuel Corrales Castilla Universidad Nacional de Educación a Distancia Tradición y creación en las églogas navideñas de Juan del Encina El teatro de Juan del Encina está considerado como el puente que marca la transición entre los usos dramáticos medievales y el nuevo teatro renacentista. Partiendo de esta opinión, el objetivo del presente trabajo será dilucidar qué peculiaridades temáticas y estilísticas podrían servir para presentar al autor salmantino como un renovador o como un continuador de la tradición dramática anterior. En primer lugar, se debe considerar que casi todas las obras dramáticas escritas por Encina se datan antes de su primer viaje a Italia, en 1509. Son pues, obras de juventud, impregnadas al principio de las lecturas que ocuparon al autor durante sus primeros años. De hecho, fue en Salamanca, su ciudad natal, donde Encina adquirió su gusto por Virgilio –al que tradujo profusamente- y la antigüedad clásica; así como por el tradicionalismo de la 1

Trabajo-Tradición y creación en la Églogas navideñas de Juan del Encina

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Teatro de la Edad Media y del Renacimiento. Programa de doctorado: La literatura española en relación con las europeasAutor: Jose Manuel Corrales Castilla Universidad Nacional de Educación a Distancia

Tradición y creación en las églogas navideñas de Juan del Encina

El teatro de Juan del Encina está considerado como el puente que marca la

transición entre los usos dramáticos medievales y el nuevo teatro renacentista.

Partiendo de esta opinión, el objetivo del presente trabajo será dilucidar qué

peculiaridades temáticas y estilísticas podrían servir para presentar al autor

salmantino como un renovador o como un continuador de la tradición dramática

anterior.

En primer lugar, se debe considerar que casi todas las obras dramáticas

escritas por Encina se datan antes de su primer viaje a Italia, en 1509. Son pues,

obras de juventud, impregnadas al principio de las lecturas que ocuparon al autor

durante sus primeros años. De hecho, fue en Salamanca, su ciudad natal, donde

Encina adquirió su gusto por Virgilio –al que tradujo profusamente- y la antigüedad

clásica; así como por el tradicionalismo de la poesía pastoril y el aprecio por el

lenguaje “pintoresco y dialectal”, que muestran los pastores de sus representaciones

de Navidad.

Estas representaciones, aunque solían llevarse a cabo en salones aristocráticos

y otras dependencias palaciegas, no por ello habían perdido el carácter ritual propio

de siglos anteriores, ya que seguían supeditadas al calendario, es decir, se

representaban en determinadas festividades, como la Semana Santa o la Navidad,

tema sobre el que versan las obras que ocuparán la parte principal de este trabajo.

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Centrándose en el tema navideño, algunos autores han indagado en busca de

una tradición dramática que, en cuanto a temas y formas, pudiese haber servido de

modelo a Encina. En este sentido, a J. L. Alborg1 se le antoja ridículo pensar que la

escena de la adoración en el pesebre carezca de un modelo anterior: éste sería el caso

si buscásemos una obra análoga en cuanto a tema, forma y circunstancias de

representación, opción que rechaza Alborg, quizá pensando en el anónimo officium

pastorum como germen de estas creaciones encinianas2, es decir, remitiéndose a un

texto muy diferente del enciniano en cuanto a forma y recursos dramáticos, pero de

temática similar.

Estaríamos, pues, ante una reelaboración de temas e incluso obras anteriores

para adaptarlas a los nuevos gustos estéticos y condiciones de representación. En esta

línea, las novedades más evidentes de las dos primeras églogas, presumiblemente

inscritas en ceremonias navideñas de palacio, se derivan precisamente del nuevo

lugar de representación: salones más reducidos, que obligaban a una potenciación del

diálogo en detrimento de los recursos visuales. Este diálogo es utilizado en

ocasiones como recurso cómico, resaltando la rudeza y simplicidad de los pastores,

lo que producía una hilaridad fácil entre el público aristocrático.

Cirot, por su parte, vio en la segunda égloga de Encina una producción “muy

análoga” al Auto de los Reyes Magos. Como únicas notas discrepantes sólo encontró

que el Auto era más antiguo y que los interlocutores de la égloga fuesen los

evangelistas, presentados como pastores, y no los tres Reyes Mayos. Más adelante

pasa a referirse a diversas similitudes: diálogo, animación, el hecho de ser piezas

“verdaderamente escénicas”, similar estructura (el auto acaba con un villancico) y

1 Alborg, J.L.: Historia de la literatura española I: Edad Media y Renacimiento. 8ª reimp. 1997, Madrid, ed. Gredos. Pág. 498

2 esta opinión la corrobora el mismo Alborg en páginas posteriores (506)

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otros puntos comunes que, según López Morales3, no parecen suficientes para

relacionar directa o remotamente ambas obras. De hecho, este crítico llama la

atención sobre la “intelectualización” a que es sometido el tema por parte de Encina,

mediante la inclusión de los razonamientos de los cuatro evangelistas, que no

aparecen en el Auto.

Por otro lado, se ha querido ver en Encina un influjo de la literatura pastoril-

renacentista, leída por Encina durante su estancia en Italia, especialmente en la

Égloga de Cristino y Febea, pero, como demuestra Cotarelo, tal hipótesis obvia que

esta obra es anterior a su primer viaje a Roma, en 1509, donde Encina tuvo su primer

contacto con esta literatura, por lo que la procedencia de estos caracteres

renacentistas vendría a ser infundada. Efectivamente, el tópico Amor onmia vincit,

que impregna toda la obra, poniendo en cuestión el valor de la vida religiosa, así

como la aparición de personajes mitológicos –Amor y la ninfa Febea- contrastan con

la producción enciniana anterior, evidencian un cambio de mentalidad, lo dudoso es

que ésta se deba al periplo italiano.

Evidentemente, uno de los textos básicos manejados por Encina para elaborar

sus églogas fue el bíblico. Como ejemplo, se pueden citar los siguientes pasajes:

En la égloga IX

¡Pastores no ayays temor, Pero el ángel dijo: no temáis

que os anuncio gran plazer! porque he aquí os doy dos nuevas

sabed que quiso nacer de gran gozo, que será para todo

esta noche el Salvador el pueblo que os ha nacido hoy

[…] un Salvador

vs. 193-196 Lucas 2, 11-12

3 López Morales, H: Tradición y creación en los orígenes del teatro castellano (colección Romana) Madrid, 1968, ediciones Alcalá. Pág. 101

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en los que el salmantino elabora prácticamente una paráfrasis en estilo directo

del texto evangélico.

Por otra parte, en la égloga III, Encina trata el tema de la Visitatio Sepulchris,

objeto de obras anteriores, con la novedosa inclusión del personaje de Verónica,

ausente de las representaciones tradicionales4, a quien posteriormente se le aparecerá

Cristo resucitado en la Égloga IV. Como ocurre con otros pares de Églogas, la

continuidad temática existente entre la III y IV ha sugerido la posibilidad de que

éstas se representasen, efectivamente, de manera consecutiva.

Otros autores, como Meredith, han mirado hacia Gómez Manrique como

posible fuente de inspiración para las églogas encinianas, aduciendo unas similitudes

que, según López Morales, parecen demasiado ligeras. El autor español opina que

Meredith se deja llevar por las relaciones entre las mascaradas inglesas y los momos

e intenta una extrapolación al caso castellano.

De las obras compuestas por Encina durante el primer periodo de su

producción, deben destacarse finalmente la Égloga de antruejo, La Égloga de la

noche de Carnal y la Égloga de las grandes lluvias. En la primera, la novedad más

evidente es la secularización del argumento, según el cual Mingo y Gil, pastor y

escudero respectivamente, pretenden a una misma dama. Por otro lado, la utilización

de personajes procedentes de dos estratos sociales diferentes sirve al autor para

exponer el conflicto corte/aldea, con las ventajas e inconvenientes de uno y otro tipo

de vida. Es una de las primeras églogas donde es posible atisbar un verdadero

conflicto dramático, que encaje en la estructura presentación-trama-desenlace,

paradigmática en épocas y obras posteriores.

4 No obstante, Cirot apunta que Fr. Iñigo de Mendoza ya había puesto en boca de Verónica unas coplas a la pasión de Cristo, mientras Diego de San Pedro la había incluido como personaje en La pasión trobada

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También para la Égloga de Carnal Encina recurre a temas tradicionales, en

este caso la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma, que en un tono más satírico

ya había sido utilizada con anterioridad por Juan Ruiz.

En el caso de la Égloga de las grandes lluvias, se observa que el tema

navideño es tratado sólo tangencialmente, con la anunciación del nacimiento por

parte de un ángel al final de la obra. Lo interesante y novedoso en este caso es la

alusión vedada que hace el autor al concurso por la plaza de cantor de la Catedral de

Salamanca, ganado por Lucas Fernández en 1498, que otorga a la obra plena

actualidad ante sus espectadores, y le sirve de pretexto para enviar una pulla a sus

detractores, a la vez que invita a una mayor participación emocional de los

espectadores en la obra:

Juan: Miafé, no lo sabes bien

muchos ay de mi sañudos:

los unos no sé por qué

y los otros no sé cómo:

ningún percundio los tomo,

que nunca lle lo pequé

vs. 119-124

Dejando a una lado la cuestión de si fue escrita antes o después de su viaje a

Italia, lo cierto es que la Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio, de clara

inspiración italiana5 marca el comienzo de una nueva etapa dentro del teatro

enciniano. En estas obras cabe destacar, como hace M. Cañete6, la elaboración de

una trama más compleja, que se desarrolla en un mundo más refinado donde el amor

5 Tirsi e Daemone, de Antonio Tebaldeo6 Teatro completo de Juan del Encina, ed. De la Real Academia Española con “proemio” de Manuel Cañete, Madrid, 1893. En Alborg ob. Cit.

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pagano acaba triunfando. De esta manera, se ha querido ver en los propios personajes

la personificación del conflicto entre la moderación renacentista, representada por

Fileno y Cardonio, y la rusticidad medieval, de la que Zambardo se convierte en

símbolo.

Como conclusión, parece plausible considerar la obra de Juan del Encina

como un referente en la evolución del teatro tardomedieval hacia el renacentista,

aunque sin dejarnos llevar, especialmente si nos referimos a su primera época, por el

entusiasmo de algunos críticos, que han otorgado excesiva trascendencia a sus

innovaciones. Evidentemente, una obra tan prolija permite observar multitud de

temas, recogidos y adaptados con maestría por el autor, pero aún es patente un afán

de mantener la tradición, de fidelidad a los textos, que disminuye el valor

estrictamente dramáticos de estas Églogas, representaciones cuya funcionalidad,

como se ha apuntado antes, venía dada por las festividades religiosas, lo que

implicaba un carácter ritual, más o menos recurrente, y una intención moral

implícita que en ningún momento pasa inadvertida.

Bibliografía consultada

- Alborg, J.L.: Historia de la literatura española I: Edad Media y Renacimiento. 8ª reimp. 1997, Madrid, ed. Gredos- López Morales, H: Tradición y creación en los orígenes del teatro castellano (colección Romana) Madrid, 1968, ediciones Alcalá

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- Menéndez Peláez, J. et. al.: Historia de la literatura española. Vol. I: Edad Media. 3ª edición, 2003, León, ed. Everest- Pérez Priego, M.A. Teatro medieval 2: Castilla. 1997, Barcelona, ed Crítica- Pérez Priego, M.A.(ed.); Juan del Encina, Teatro completo, Madrid,1991. ed. Cátedra- Ruiz Ramón, F.: Historia del teatro español (desde los orígenes hasta 1900), Madrid, 2000, edics. Cátedra

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