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Traficantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera unaeditorial independiente que contempla la publicación de unacolección variable de textos críticos. Es, por el contrario, unproyecto, en el sentido estricto de «apuesta», que se dirige acartografiar las líneas constituyentes de otra forma de vida. Laconstrucción teórica y práctica de la caja de herramientas que,con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas de laspróximas décadas

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin con-cesiones con el narcisismo literario, sin lealtad alguna a losusurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la libertad deacceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida y abiertala reproducción total o parcial de los textos publicados, encualquier formato imaginable, salvo por explícita voluntad delautor o de la autora y sólo en el caso de las ediciones con ánimode lucro.

Omnia sunt communia!

traficantes de sueños

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Mapas. Cartas para orientarse en la geografía variable de lanueva composición del trabajo, de la movilidad entre fronteras,de las transformaciones urbanas. Mutaciones veloces que exi-gen la introducción de líneas de fuerza a través de las discusio-nes de mayor potencia en el horizonte global.

Mapas recoge y traduce algunos de los ensayos, que con mayorlucidez y mayor fuerza expresiva han sabido reconocer las posi-bilidades políticas contenidas en el relieve sinuoso y contro-

vertido de los nuevos planos de la existencia.

mapas 5

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Condiciones del Copyright

Se permite la copia parcial o total, enpapel o en formato digital, de los con-tenidos de este libro siempre y cuandose respete la autoría de los textos.© 2003, Franco Berardi Bifo. © 2003, Traficantes de Sueños.

Septiembre de 2003

Título:

La fábrica de la infelicidad

Autor:

Franco Berardi Bifo

Traducción:

Patricia Amigot Leatxe

Manuel Aguilar Hendrickson

Maquetación y diseño de cubierta:

Traficantes de Sueños.

Edición:

Traficantes de Sueños

C\Hortaleza 19, 1º drcha.

28004 Madrid. Tlf: 915320928

e-mail:[email protected]

Impresión:

Queimada Gráficas.C\. Salitre, 15 28012, Madrid

tlf: 915305211

ISBN: 84-932982-4-7

Depósito legal:

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La fábrica de la infelicidad.

Nuevas formas de trabajo y movimiento global.

Franco Berardi Bifo

traducción y notas:Manuel Aguilar Hendrickson

y

Patricia Amigot Leatxe

traficantes de sueños

mapas

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Introducción a la edición en castellano 9

Introducción 29

1. La ideología felicista 33

2. El trabajo cognitivo en la red 59

3. New economy & semiokapital . 99

4. Globalismo inhumano, horizonte posthumano 131

5. Rekombinant 157

Conclusiones fuera de tema 185

Bibliografía y sitografía 189

índice

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CUANDO ESTE LIBRO FUE ESCRITO en la primavera de 2000, lanew economy mostraba los primeros signos de una crisis quese agravó hasta desencadenar la recesión en la que el mundoentró en 2001. La crisis se precipitó de forma trágica cuando,el 11 de septiembre, el símbolo del poder económico occi-dental, las torres del World Trade Center, fueron destruidaspor el ataque de un comando suicida.

En el último decenio hemos visto sucederse con vertigi-nosa rapidez tres fases diferentes: el ascenso de una clasesocial ligada a la virtualización, que halló su triunfo en laimpresionante subida de las acciones tecnológicas en laBolsa; la crisis ideológica, psíquica, económica y social delmodelo de la new economy; y por último la precipitación de lacrisis y su revés angustioso en forma de violencia, guerra ymilitarización de la economía.

La fábrica de la infelicidad es un libro dedicado al análisisde la ideología virtual, de sus aporías teóricas y, sobre todo,de su fragilidad cultural.

La ideología virtual es una mezcla de futurismo tecnoló-gico, evolucionismo social y neoliberalismo económico.Floreció a mediados de los años noventa, cuando la revistacaliforniana Wired se convirtió en el Evangelio de una nuevaclase cosmopolita y libertaria,1 optimista y sobreexcitada.

En los últimos años, todos han empezado a darse cuenta deque el neoliberalismo no es el más perfecto de los programas

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Introducción a la edición castellana

1. En el sentido norteamericano de liberal radical partidario de unaabsoluta libertad de los individuos frente al Estado, distinto de su acep-ción europea como sinónimo de anarquista. [N. del E.]

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políticos, de que el mercado no se corrige a sí mismo, y deque la mano invisible de smithiana memoria no es capaz deregular los procesos sociales y financieros hasta produciruna perfecta autorregulación del ciclo económico. Se hahecho evidente que la infoproducción no es ese reino de la feli-cidad y de la autorrealización que la ideología había prome-tido como premio a los que trabajan en la economía de lared, en las condiciones de continuo estrés competitivo de laempresa fractal individualizada. La promesa de felicidad yautorrealización en el trabajo estaba implícita en el edificiodiscursivo e imaginario de la new economy. Esta promesa semarchitó: la crisis financiera de las acciones tecnológicashizo estallar un malestar que hasta ese momento fue oculta-do y calmado con masivas dosis de sustancias —financierasy psicotrópicas. Ese malestar no se ha podido mantener ocul-to al quedar claro que las inversiones disminuían y, con ello,desaparecería el incentivo para aplazar toda reflexión, todorelajamiento y toda profundización.

En el centro de la new economy, entendida como modeloproductivo y como discurso cultural, se halla una promesade felicidad individual, de éxito asegurado, de ampliaciónde los horizontes de experiencia y de conocimiento. Estapromesa es falsa, falsa como todo discurso publicitario.Impulsados por la esperanza de lograr la felicidad y el éxito,millones de jóvenes trabajadores altamente formados hanaceptado trabajar en condiciones de un espantoso estrés, desobreexplotación, incluso con salarios muy bajos, fascinadospor una representación ambigua en la que el trabajador esdescrito como un empresario de sí mismo y la competiciónes elevada a regla universal de la existencia humana.

El hundimiento de la ideología felicista ligada a la econo-mía de red comenzó cuando los títulos tecnológicos empe-zaron a perder puntos en las Bolsas de todo el mundo y seempezó a prever que la llamada «burbuja especulativa»pudiera pincharse. El sentimiento de malestar se acentuócuando a la crisis financiera siguió una auténtica crisis eco-nómica, con rasgos de crisis de sobreproducción semiótica ytecnológica. Finalmente, se abrió un vertiginoso y temibleabismo cuando la clase virtual descubrió que es físicamentevulnerable, cuando la violencia se demostró capaz de entraren el edificio transparente de la virtualidad. El apocalipsis hahecho que la clase virtual descubra que no es inmune a la cri-sis, a la recesión, al sufrimiento y a la guerra.

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En ese momento, las perspectivas cambiaron de modo radi-cal. Cuando las torres de Manhattan fueron destruidas porhombres convertidos en bombas, la clase virtual que des-arrollaba su trabajo atrincherada en esas torres salió de sucondición de espíritu puro, descubrió que tiene un cuerpofísico, carnal, que puede ser golpeado, herido, muerto. Y des-cubrió también que tiene un cuerpo social, que puede empo-brecerse, ser despedido, ser sometido al sufrimiento, a lamarginación, a la miseria; y también un cuerpo erótico, quepuede entrar en una fase de depresión y de pánico. En otraspalabras, la clase virtual ha descubierto que es, además, cog-nitariado, es decir: trabajo cognitivo dotado de un cuerposocial y carnal, que es sometido conscientemente o no al pro-ceso de producción de valor y de mercancía semiótica, quepuede ser sometido a explotación y a estrés, que puede sufrirprivación afectiva, que puede caer en el pánico, que inclusopuede ser violentado y muerto. La clase virtual ha descubier-to un cuerpo y una condición social. Por eso ha dejado desentirse clase virtual y ha empezado a sentirse cognitariado.

El hundimiento y la disolución de la new economy, es decir,del tejado ideológico y de categorías bajo el cual se desarrollóla semioproducción en los años noventa, no supone el hundi-miento de la net economy, es decir, del proceso de producciónconectado en red. La infraestructura de la red ha seguido cre-ciendo y articulándose a pesar de la crisis, y la prioridad hoyreside en crear los contenidos, imaginar los usos, las funcionessociales y comunicativas de la red futura. ¿Qué encadena-mientos sociales se crearán con el desarrollo de la bandaancha, de la fibra óptica, del UMTS,2 es decir, de las infraes-tructuras técnicas producidas durante la onda expansiva delos últimos años noventa y hoy muy infrautilizadas?

Se abre un vasto campo a la imaginación. Se trata deimagi-nar para los próximos años interfaces de uso, modosde encadenamiento, formatos de narración conectiva ynarración en inmersión, de activar una nueva mitopoiesis3

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2. UMTS, tecnologías que permiten el acceso a Internet a través de losteléfonos móviles. [N. del E.]

3. Mitopoiesis podría ser traducido como generación creativa de mitos. Elneologismo, de doble raíz helénica, ha quedado sin embargo incoporadoal léxico político de los movimientos, gracias en buena mediad a la acti-vidad del grupo italiano Wu Ming, y de su predecesor europeo LutherBlissett. Para un desarrollo de la actividad de este grupo léase Wu Ming,Esta revolución no tiene rostro, Madrid, Acuarela, 2002. [N. del E.]

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de la red, caminando al borde del abismo que la guerra y larecesión han abierto.

Se trata de imaginar todo aquello que se volverá produc-tivo durante y después de la apertura del abismo porque, sila humanidad no desaparece, la red sobrevivirá.

Consecuencias ideológicas del dotcom crash4

En los años noventa, gracias a la participación masiva en elciclo de inversión financiera, los productores cognitivospudieron actuar como capa económica autosuficiente.Invirtieron sus competencias, su saber y su creatividad yhallaron en el mercado financiero los medios para crearempresa. Durante unos años la forma de la empresa ha sido elpunto de encuentro entre capital financiero y trabajo cogniti-vo de alta productividad. Una forma de autoempresa queexaltaba a un tiempo la autonomía del trabajo y la dependen-cia del mercado. La ideología libertaria y liberal que dominóla cibercultura de los años noventa idealizaba el mercado alpresentarlo como una dimensión pura. En esta dimensión,natural como la lucha por la supervivencia que hace posible laevolución, el trabajo hallaba los medios para autovalorizarsey hacerse empresa. Abandonado a su dinámica pura, el siste-ma económico reticular debía lograr resultados óptimos paratodos, propietarios y trabajadores. Este modelo, teorizado porautores como Kevin Kelly y transformado por la revista Wireden una especie de visión del mundo digital liberal, altanera ytriunfalista, ha quedado en entredicho en los dos primerosaños del nuevo milenio, junto con la new economy y gran partedel ejército de autoempresarios cognitivos que animaron elmundo de las dotcom.

Ha quedado en entredicho porque el modelo de un merca-do perfectamente libre es falso en la teoría y en la práctica. Loque el neoliberalismo ha favorecido a largo plazo no es el libremercado sino el monopolio. Mientras el liberalismo idealiza el

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4. Hundimiento de las acciones de las empresas dotcom («puntocom»),empresas cuya actividad se realiza sobre todo en, y en relación con,Internet. [N. del E.]

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mercado como lugar libre en el que compiten saberes, com-petencias y creatividad, la realidad ha mostrado que losgrandes grupos de poder actúan de un modo nada libertario,introduciendo automatismos tecnológicos, imponiéndosepor medio de la fuerza de los medios de comunicación o deldinero y, por último, robando sin pudor alguno a la masa deaccionistas y al trabajo cognitivo. La falsedad del libre mer-cado ha quedado completamente a la vista con la presiden-cia Bush. La política del gobierno Bush consiste en favorecerde modo explícito a los monopolios —empezando por elescandaloso indulto a Bill Gates, a cambio de una alianzapolítica y de los correspondientes apoyos financieros electo-rales. La política del gobierno Bush es de tipo proteccionista,que impone la apertura de los mercados a los países débilespero permite a los Estados Unidos de América manteneraranceles del 40 por ciento sobre la importación de acero.Con la victoria de Bush, la ideología liberal y libertaria haquedado derrotada, reducida a la hipócrita repetición delugares comunes sin contenido.

La ideología que acompañó a la dotcommanía consistía enuna representación un tanto fanática de optimismo obligato-rio y economicista. Pero el proceso real que se desarrolló enlos años de las dotcom contiene elementos de innovaciónsocial, además de tecnológica. En la segunda mitad de losaños noventa se desarrolló una auténtica lucha de clases enel seno del circuito productivo de las altas tecnologías. Eldevenir de la red ha estado marcado por esa lucha. El resul-tado de la misma, en este momento, aún es incierto. La ide-ología del mercado libre ha demostrado ser un señuelo. Laidea de que el mercado pudiera funcionar como un espaciopuro de confrontación en igualdad de condiciones entre lasideas, los proyectos, la calidad productiva y la utilidad delos servicios ha sido barrida por la amarga verdad de unaguerra que los monopolios han conducido contra la multi-tud de trabajadores cognitivos autoempleados y la masa untanto patética de microaccionistas. En la lucha por la super-vivencia no ha vencido el más eficaz ni el mejor, sino el queha sacado los cañones. Los cañones de la violencia, de larapiña, del robo sistemático, de la violación de todas lasnormas éticas y legales. La alianza entre Gates y Bush hasancionado la liquidación del mercado, y con ello ha con-cluido una fase de la lucha interna en la virtual class. Una

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parte de ésta se ha incorporado al complejo tecnomilitar,mientras otra ha sido expulsada de la empresa y empujadahasta el borde de la proletarización. En el terreno culturalse están creando las condiciones para la formación de unaconsciencia social del cognitariado. Este podría ser el fenó-meno más importante de los próximos tiempos y la únicaalternativa al desastre.

Las dotcom han sido el laboratorio de formación de unmodelo productivo y de un mercado. El mercado ha sidofinalmente conquistado y ahogado por los monopolios y elejército de autoempresarios y de microcapitalistas de riesgoha sido disuelto y despojado. Se inicia así una nueva fase: losgrupos que prosperaron con el ciclo de la net economy se hanaliado con el grupo dominante de la old economy —el clanBush, representante de la industria petrolera y militar— yello ha marcado un bloqueo del proceso de globalización. Elneoliberalismo ha producido su propia negación, y quienesfueron sus más entusiastas defensores se convierten en vícti-mas y marginados.

En cuanto la red empezó a difundirse y a mostrar siner-gias culturales, técnicas y comunitarias llegaron los comer-ciantes y los publicitarios y toda su cohorte de fanáticos delbeneficio. Su pregunta era muy sencilla: ¿puede Internetconvertirse en una máquina de hacer dinero? Los «expertos»—un puñado variopinto de artistas, hackers y experimenta-dores tecnosociales— respondieron de manera sibilina. Loscalifornianos de Wired respondieron que Internet estaba des-tinada a multiplicar la potencia del capitalismo, a abririnmensos mercados inmateriales y a trastocar las propiasleyes de la economía, que prevén crisis, recesiones, rendi-mientos decrecientes y caídas de la tasa de beneficio. Nadiedesmintió a los vendedores digitales. Artistas de la red ymediactivistas tenían otras cosas que hacer y sus críticas yreservas fueron tomadas por los lamentos del perdedor,incapaz de entrar en el gran juego. Visionarios digitalescyberpunk y artistas de la red dejaron que el globo creciese.Lo que entraba en el circuito de la red era dinero útil paradesarrollar todo tipo de experimentación tecnológica, comu-nicativa y cultural. Alguno lo ha llamado funky business. Eltrabajo creativo encontró el modo de sacarle unos durillos auna marea de capitalistas grandes, grandísimos, pero tam-bién pequeños.

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Pero Internet no es una máquina de hacer dinero. No lo hasido nunca y no puede convertirse en ello. Esto no quieredecir que la red no tenga nada que ver con la economía. Por elcontrario, se ha convertido en una infraestructura indispensa-ble para la producción y la realización del capital. Pero su cul-tura específica no puede ser reducida a la economía. Internetha abierto un capítulo completamente nuevo del proceso deproducción. La inmaterialización del producto, el principio decooperación, la continuidad inseparable entre producción yconsumo han hecho saltar los criterios tradicionales de defini-ción del valor de las mercancías. Quien entra en la red no creeser un cliente sino un colaborador, y por eso no quiere pagar.Ni AOL ni Microsoft ni los demás tiburones pueden cambiareste hecho, que no es sólo un rasgo cultural un tanto anarcoi-de, sino el corazón mismo de la relación de trabajo digital. Nodebemos pensar que Internet es una especie de isla extrava-gante en la que ha entrado en crisis el principio de valoriza-ción que domina el resto de las relaciones humanas. Más bien,la red ha abierto una grieta conceptual que está destinada aagrandarse. El principio de gratuidad no es una excepciónmarginal, sino que puede convertirse en el principio universalde acceso a los bienes materiales e inmateriales

Con el dotcom crash el trabajo cognitivo se ha separadodel capital. Los artesanos digitales, aquellos que en los añosnoventa se sintieron empresarios de su propio trabajo, seirán dando cuenta poco a poco de cómo han sido engañados,desvalijados y expropiados, y ello creará las condiciones deaparición de una nueva consciencia de los trabajadores cog-nitivos. Comprenderán que a pesar de poseer toda la poten-cia productiva, les ha sido expropiado el fruto de su trabajopor una minoría de especuladores ignorantes pero hábilesen el manejo de los aspectos legales y financieros del proce-so productivo. La capa improductiva de la clase virtual, losabogados y los contables, se apropian del plusvalor cogniti-vo producido por los físicos, los informáticos, los químicos,los escritores y los operadores mediáticos. Pero éstos puedensepararse del castillo jurídico y financiero del semiocapita-lismo y construir una relación directa con la sociedad, conlos usuarios. Tal vez entonces se inicie el proceso de autoor-ganización autónoma del trabajo cognitivo. Un proceso que,por lo demás, ya está en marcha, como lo demuestran lasexperiencias del activismo mediático y la creación de redesde solidaridad del trabajo migrante.

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El sistema nervioso digital como centro de un nuevo campo disciplinar

Acabado el período del triunfalismo capitalista y de la hege-monía ideológica neoliberal, ¿debemos volver a las viejas cate-gorías analíticas del marxismo y a las estrategias políticas delmovimiento obrero del siglo XX, a los horizontes del socialis-mo democrático o del comunismo revolucionario? Nada seríamás inútil y equivocado. El capitalismo reticular de masas quese ha afirmado plenamente en los años noventa ha producidoformas sociales irreducibles al análisis marxiano de las clases.No nos bastan las categorías de la crítica de la economía polí-tica, porque los procesos de subjetivación atraviesan camposbastante más complejos. Se empieza a dibujar un campo dis-ciplinar en el punto de encuentro entre los territorios de laeconomía, la semiología y la psicoquímica.

El modelo productivo que se dibuja en el horizonte de lasociedad postmoderna es el Semiocapital. Capital flujo, quese coagula, sin materializarse, en artefactos semióticos. Losconceptos forjados por dos siglos de pensamiento económi-co parecen disueltos, inoperantes, incapaces de comprendergran parte de los fenómenos que han aparecido en la esferade la producción social desde que ésta se ha hecho cognitiva.La actividad cognitiva siempre ha estado en la base de todaproducción humana, hasta de la más mecánica. No hay tra-bajo humano que no requiera un ejercicio de inteligencia.Pero, en la actualidad, la capacidad cognitiva se ha vuelto elprincipal recurso productivo. En el trabajo industrial, lamente era puesta en marcha como automatismo repetitivo,como soporte fisiológico del movimiento muscular. Hoy lamente se encuentra en el trabajo como innovación, como len-guaje y como relación comunicativa. La subsunción de lamente en el proceso de valorización capitalista comportauna auténtica transformación. El organismo consciente ysensible es sometido a una presión competitiva, a una acele-ración de los estímulos, a un estrés de atención constante.Como consecuencia, el ambiente mental, la infosfera en la quela mente se forma y entra en relación con otras mentes, sevuelve un ambiente psicopatógeno. Si queremos compren-der el infinito juego de espejos del Semiocapital, es necesariomirarlo desde tres ángulos:

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·- La crítica de la economía política de la inteligencia conectiva,·- La semiología de los flujos lingüístico-económicos,·- La psicodinámica del ambiente infosférico, los efectospsicopatógenos de la explotación económica de la mentehumana.

El proceso de producción digital está adquiriendo una dimen-sión biológica. Tiende a asemejarse a un organismo. El siste-ma nervioso de una organización tiene analogías con el siste-ma nervioso humano. Toda empresa industrial tiene sistemasautónomos, procesos operativos que tienen que funcionarpara que la sociedad sobreviva. Lo que hasta ahora ha faltadoson los enlaces entre las informaciones, análogos a las interco-nexiones neuronales del cerebro. La empresa digital reticularque hemos construido funciona como un excelente sistemanervioso artificial. En él, la información fluye con la velocidady naturalidad del pensamiento en un ser humano, y podemosusar la tecnología para gobernar y coordinar grupos de per-sonas con la misma rapidez con la que nos concentramos enun problema. Según Bill Gates (en Business @ the Speed ofThought),4 hemos creado las condiciones de un nuevo sistemaeconómico, organizado en torno a lo que podríamos llamar«empresa a la velocidad del pensamiento».

En el mundo conectado, los bucles retroactivos de la teo-ría general de los sistemas se funden con la lógica dinámicade la biogenética en una visión posthumana de la produc-ción digital. La mente y la carne humana podrán integrarsecon el circuito digital gracias a interfaces de aceleración ysimplificación. Nace así un modelo de producción bioinfoque produce artefactos semióticos con las capacidades deautorreplicación de los sistemas vivos según las leyes defuncionamiento económico del capitalismo. Cuando estéplenamente operativo, el sistema nervioso digital podrá ins-talarse con rapidez en cualquier forma de organización. Esoquiere decir que Microsoft sólo en apariencia se ocupa dedesarrollar software, productos y servicios. En realidad lafinalidad oculta de la producción de software es el cableadode la mente humana en un continuo reticular cibernéticodestinado a estructurar los flujos de información digital a

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4. Bill Gates y J. A. Bravo, Los negocios en la era digital, Barcelona, P & J 1999.

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través del sistema nervioso de todas las instituciones clavede la vida contemporánea. Microsoft debe ser entonces con-siderada como una memoria virtual global escalable y listapara ser instalada. Un ciberpanóptico inserto en los circuitosde carne de la subjetividad humana. La cibernética acaba pordevenir vida o, como le gusta decir a Gates, «la informaciónes vuestra linfa vital».

La depresión en el corazón

El sistema nervioso digital se incorpora progresivamente alsistema nervioso orgánico, al circuito de la comunicaciónhumana. Lo recodifica según sus líneas operativas y su velo-cidad. Pero para que este cambio pueda realizarse, el cuer-po-mente tiene que atravesar un cambio infernal, que esta-mos presenciando en la historia del mundo. Para compren-der y para analizar este proceso no nos bastan los instru-mentos conceptuales de la economía política ni del análisisde la tecnología. El proceso de producción se semiotiza y laformación del sistema nervioso digital implica y conecta lamente, el psiquismo social, los deseos y las esperanzas, losmiedos y la imaginación. Por ello tenemos que ocuparnos dela producción semiótica, del cambio lingüístico y cognitivo.Ese cambio pasa por la difusión de patologías.

La cultura neoliberal ha inyectado en el cerebro social unestímulo constante hacia la competencia y el sistema técnicode la red digital ha hecho posible una intensificación de losestímulos informativos enviados por el cerebro social a loscerebros individuales. Esta aceleración de los estímulos esun factor patógeno que alcanza al conjunto de la sociedad.La combinación de competencia económica e intensificacióndigital de los estímulos informativos lleva a un estado deelectrocución permanente que se traduce en una patologíadifusa, que se manifiesta, por ejemplo, en el síndrome depánico y en los trastornos de la atención.

El pánico es un síndrome cada vez más frecuente.Hasta hace unos años los psiquiatras no conocían siquieraeste síntoma, que pertenecía más bien a la imaginaciónliteraria romántica y que podía asemejarse al sentimientode quedar desbordados por la infinita riqueza de formas

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de la naturaleza, por la ilimitada potencia cósmica. Hoy elpánico es sin embargo denunciado, con frecuencia cada vezmayor como síntoma doloroso e inquietante, como la sensa-ción física de no lograr controlar el propio cuerpo, con la ace-leración del ritmo cardíaco, una creciente dificultad para res-pirar, incluso hasta el desvanecimiento y la parálisis.

Aunque, hasta donde sé, no hay investigaciones conclu-yentes sobre esto mismo, se puede apuntar la hipótesis deque la mediatización de la comunicación y la consiguienteescasez de contacto físico pueden producir patologías de laesfera afectiva y emocional. Por primera vez en la historiahumana, hay una generación que ha aprendido más pala-bras y ha oído más historias de la televisión que de sumadre. Los trastornos de la atención se difunden cada vezmás. Millones de niños norteamericanos y europeos son tra-tados de un trastorno que se manifiesta como la incapacidadde mantener la atención concentrada en un objeto por másde unos segundos. La constante excitación de la mente porparte de flujos neuroestimulantes lleva, probablemente, auna saturación patológica. Es necesario profundizar la inves-tigación sociológica y psicológica sobre esta cuestión.Podemos afirmar que si queremos comprender la economíacontemporánea debemos ocuparnos de la psicopatología dela relación. Y que si queremos comprender la psicoquímicacontemporánea, debemos tener en cuenta el hecho de que lamente está afectada por flujos semióticos que siguen unprincipio extrasemiótico, el principio de la competencia eco-nómica, el principio de la máxima explotación.

¿Cómo podría hablarse hoy de economía sin ocuparse depsicopatología? En los años noventa la cultura del Prozac hasido indisoluble de la cultura de la new economy. Cientos demiles de operadores, directivos y gerentes de la economíaoccidental han tomado innumerables decisiones en estadode euforia química y ligereza psicofarmacológica. Pero alargo plazo, el organismo puede ceder, incapaz de soportarhasta el infinito la euforia química que hasta entonces ha sos-tenido el entusiasmo competitivo y el fanatismo producti-vista. La atención colectiva está sobresaturada, y ello provo-ca un colapso social y económico. Desde el año 2000 en ade-lante, tras las cortinas de humo del lenguaje oficial que hablade probable recuperación económica, de leve recesión, o de

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double dip recession, hay algo evidente. Como sucede con unorganismo ciclotímico, como le sucede al paciente que sufretrastorno bipolar, a la euforia le ha seguido la depresión. Setrata precisamente de una depresión clínica, una depresión alargo plazo que golpea desde la raíz la motivación, el impul-so, la autoestima, el deseo y el sex appeal. Cuando llega ladepresión es inútil tratar de convencerse de que pasarápronto. Tiene que seguir su ciclo.

Para comprender la crisis de la new economy es necesariopartir del análisis psicoquímico de la clase virtual. Es nece-sario reflexionar sobre el estado psíquico y emocional demillones de trabajadores cognitivos que han animado laescena de la empresa, la cultura y el imaginario durante losnoventa. La depresión psíquica del trabajador cognitivoindividual no es una consecuencia de la crisis económica,sino su causa. Sería sencillo considerar la depresión comouna consecuencia de un mal ciclo de negocios. Después detrabajar tantos años felices y rentables, el valor de las accio-nes se ha desplomado y nuestro brainworker se ha pilladouna depresión. No es así. La depresión se ha producido por-que su sistema emocional, físico e intelectual no puedesoportar hasta el infinito la hiperactividad provocada por lacompetencia y los psicofármacos. Como consecuencia, lascosas han empezado a ir mal en el mercado. ¿Qué es el mer-cado? El mercado es un lugar semiótico, el lugar en el que seencuentran signos y expectativas de sentido, deseos y pro-yecciones. Si queremos hablar de demanda y oferta debemosrazonar en términos de flujos de deseo, de atractores semió-ticos que han tenido appeal y ahora lo han perdido.

Infosfera y mente social

El mediascape es el sistema mediático en continua evolución, eluniverso de los emisores que envían a nuestro cerebro señalesen los más variados formatos. La infosfera es el interfaz entreel sistema de los medios y la mente que recibe sus señales; esla ecosfera mental, esa esfera inmaterial en la que los flujossemióticos interactúan con las antenas receptoras de las men-tes diseminadas por el planeta. La mente es el universo de losreceptores, que no se limitan, como es natural, a recibir, sino

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que elaboran, crean y a su vez ponen en movimiento nuevosprocesos de emisión y producen la continua evolución delmediascape. La evolución de la infosfera en la época videoelec-trónica, la activación de redes cada vez más complejas de dis-tribución de la información, ha producido un salto en lapotencia, en la velocidad y en el propio formato de la infosfe-ra. Pero a este salto no le corresponde un salto en la potenciay en el formato de la recepción. El universo de los receptores,es decir, los cerebros humanos, las personas de carne y hueso,de órganos frágiles y sensuales, no está formateado según losmismos patrones que el sistema de los emisores digitales.

El paradigma de funcionamiento del universo de los emi-sores no se corresponde con el paradigma de funcionamientodel universo de los receptores. Esto se manifiesta en efectosdiversos: electrocución permanente, pánico, sobreexcitación,hipermotilidad, trastornos de la atención, dislexia, sobrecargainformativa, saturación de los circuitos de recepción.

En la raíz de la saturación está una auténtica deformidad delos formatos. El formato del universo de los emisores ha evolu-cionado multiplicando su potencia, mientras que el formato deluniverso de los receptores no ha podido evolucionar al mismoritmo, por la sencilla razón de que se apoya en un soporte orgá-nico —el cerebro cuerpo humano— que tiene tiempos de evo-lución completamente diferentes de los de las máquinas.

Lo que se ha producido podría llamarse una «cacofonía»paradigmática, un desfase entre los paradigmas que confor-man el universo de los emisores y el de los receptores. En unasituación así, la comunicación se convierte en un proceso asi-métrico y trastornado. Podemos hablar de una discrasia entreciberespacio, en ilimitada y constante expansión, y cibertiem-po. El ciberespacio es una red que comprende componentesmecánicos y orgánicos cuya potencia de elaboración puede seracelerada sin límites. El cibertiempo es, por el contrario, unarealidad vivida, ligada a un soporte orgánico —cuerpo y cere-bro humanos—, cuyos tiempos de elaboración no pueden seracelerados más allá de límites naturales relativamente rígidos.

Paul Virilio sostiene, desde su libro Vitesse et politique de1977,5 que la velocidad es el factor decisivo de la historia

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5. Paul Virilio, Vitese et politique: essai de dromologie, Paris, Galilée 1977.

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moderna. Gracias a la velocidad, dice Virilio, se ganan lasguerras, tanto las militares como las comerciales. En muchosde sus escritos Virilio muestra que la velocidad de los des-plazamientos, de los transportes y de la motorización hanpermitido a los ejércitos ganar las guerras durante el últimosiglo. Desde que los objetos, las mercancías y las personashan podido ser sustituidas por signos, por fantasmas virtua-les transferibles por vía electrónica, las fronteras de la veloci-dad se han derrumbado y se ha desencadenado el proceso deaceleración más impresionante que la historia humana hayaconocido. En cierto sentido podemos decir que el espacio yano existe, puesto que la información lo puede atravesar ins-tantáneamente y los acontecimientos pueden transmitirse entiempo real de un punto a otro del planeta, convirtiéndose asíen acontecimientos virtualmente compartidos. Pero ¿cuálesson las consecuencias de esta aceleración para la mente y elcuerpo humanos? Para entenderlo tenemos que hacer refe-rencia a las capacidades de elaboración consciente, a la capa-cidad de asimilación afectiva de los signos y de los aconteci-mientos por parte del organismo consciente y sensible.

La aceleración de los intercambios informativos ha produ-cido y está produciendo un efecto patológico en la mentehumana individual y, con mayor razón, en la colectiva. Losindividuos no están en condiciones de elaborar consciente-mente la inmensa y creciente masa de información que entraen sus ordenadores, en sus teléfonos portátiles, en sus panta-llas de televisión, en sus agendas electrónicas y en sus cabe-zas. Sin embargo, parece que es indispensable seguir, conocer,valorar, asimilar y elaborar toda esta información si se quiereser eficiente, competitivo, ganador. La práctica del multitas-king,6 la apertura de ventanas de atención hipertextuales o elpaso de un contexto a otro para la valoración global de losprocesos tienden a deformar las modalidades secuenciales dela elaboración mental. Según Christian Marazzi, economista yautor de Capitale e linguaggio,7 la última generación de opera-dores económicos padece una auténtica forma de dislexia,una incapacidad de leer una página desde el principio hasta el

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6. Realización simultánea y en paralelo de más de una tarea. [N. del E.]7. Christian Marazzi, Christian Marazzi, Capitale e linguaggio. Dalla neweconomy all'economia di guerra, Roma, DeriveApprodi 2002., Roma,DeriveApprodi 2002.

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fin siguiendo un proceso secuencial y una incapacidad demantener la atención concentrada en el mismo objeto pormucho tiempo. La dislexia se extiende por los comportamien-tos cognitivos y sociales, hasta hacer casi imposible la prose-cución de estrategias lineales.

Algunos, como Davenport y Beck,8 hablan de economía dela atención. Que una facultad cognitiva pasa a formar partedel discurso económico quiere decir que se ha convertido enun recurso escaso. Falta el tiempo necesario para prestaratención a los flujos de información a los que estamosexpuestos y que debemos valorar para poder tomar decisio-nes. La consecuencia está a la vista: decisiones económicas ypolíticas que no responden a una racionalidad estratégica alargo plazo sino tan sólo al interés inmediato. Por otra parte,estamos cada vez menos dispuestos a prestar nuestra aten-ción gratuitamente. No tenemos ya tiempo para el amor, laternura, la naturaleza, el placer y la compasión. Nuestraatención está cada vez más asediada y por tanto la dedica-mos solamente a la carrera, a la competencia, a la decisióneconómica. Y, en todo caso, nuestro tiempo no puede seguirla loca velocidad de la máquina digital hipercompleja. Losseres humanos tienden a convertirse en despiadados ejecu-tores de decisiones tomadas sin atención.

El universo de los emisores —o ciberespacio— procede yaa velocidad sobrehumana y se vuelve intraducible para el uni-verso de los receptores —o cibertiempo— que no puede irmás rápido de lo que permiten la materia física de la que estáhecho nuestro cerebro, la lentitud de nuestro cuerpo o la nece-sidad de caricias y de afecto. Se abre así un desfase patógenoy se difunde la enfermedad mental, como lo muestran lasestadísticas y, sobre todo, nuestra experiencia cotidiana. Y amedida que se difunden las patologías, se difunden los fár-macos. La floreciente industria de los psicofármacos baterécords cada año. El número de cajas de Ritalin, Prozac, Zolofty otros fármacos psicotrópicos vendidas en las farmaciascrece, al tiempo que crecen la disociación, el sufrimiento, ladesesperación, el terror a ser, a tener que confrontarse cons-tantemente, a desaparecer; crece el deseo de matar y de morir.

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8. Thomas H. Davenport y John C. Beck, La economía de la atención: el nuevovalor de los negocios, Barcelona, Paidós 2002.

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Cuando hacia finales de los setenta se impuso una acelera-ción de los ritmos productivos y comunicativos en las metró-polis occidentales, hizo aparición una gigantesca epidemiade toxicomanía. El mundo estaba saliendo de su épocahumana para entrar en la época de la aceleración maquinalposthumana. Muchos organismos humanos sensibles empe-zaron a usar cocaína, sustancia que permite acelerar el ritmoexistencial hasta transformarse en máquina. Muchos otrosorganismos humanos sensibles empezaron a inyectarse he-roína, sustancia que desactiva la relación con la velocidaddel ambiente circundante. La epidemia de polvos de los añossetenta y ochenta produjo una devastación existencial y cul-tural de la que aún no hemos sacado las cuentas. A continua-ción, las drogas ilegales fueron sustituidas por las sustanciaslegales que la industria farmacéutica pone a disposición desus víctimas, y se inició la época de los antidepresivos de loseuforizantes y de los reguladores del humor.

Hoy la enfermedad mental se muestra cada vez conmayor claridad como una epidemia social o, más precisa-mente, sociocomunicativa. Si quieres sobrevivir debes sercompetitivo, y si quieres ser competitivo tienes que estarconectado, tienes que recibir y elaborar continuamente unainmensa y creciente masa de datos. Esto provoca un estrésde atención constante y una reducción del tiempo disponiblepara la afectividad. Estas dos tendencias inseparables devas-tan el psiquismo individual. Depresión, pánico, angustia,sensación de soledad, miseria existencial. Pero estos sínto-mas individuales no pueden aislarse indefinidamente, comoha hecho hasta ahora la psicopatología y quiere el poder eco-nómico. No se puede decir: estás agotado, cógete unas vaca-ciones en el Club Méditerranée, tómate una pastilla, cúrate,deja de incordiar, recupérate en el hospital psiquiátrico,mátate. No se puede, por la sencilla razón de que no se tratade una pequeña minoría de locos ni de un número marginalde deprimidos. Se trata de una masa creciente de miseriaexistencial que tiende a estallar cada vez más en el centro delsistema social. Además, hay que considerar otro hecho deci-sivo: mientras el capital necesitó extraer energías físicas desus explotados y esclavos, la enfermedad mental podía serrelativamente marginalizada. Poco le importaba al capital tusufrimiento psíquico mientras pudieras apretar tuercas ymanejar un torno. Aunque estuvieras tan triste como unamosca sola en una botella, tu productividad se resentía poco,

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porque tus músculos podían funcionar. Hoy el capital nece-sita energías mentales, energías psíquicas. Y son precisamen-te ésas las que se están destruyendo. Por eso las enfermeda-des mentales están estallando en el centro de la escena social.La crisis económica depende en gran medida de la difusiónde la tristeza, de la depresión, del pánico y de la desmotiva-ción. La crisis de la new economy deriva en buena medida deuna crisis de motivaciones, de una caída de la artificiosa eufo-ria de los años noventa. Ello ha tenido efectos de desinver-sión y, en parte, de contracción del consumo. En general, lainfelicidad funciona como un estimulante del consumo: com-prar es una suspensión de la angustia, un antídoto de la sole-dad, pero sólo hasta cierto punto. Más allá de ese punto, elsufrimiento se vuelve un factor de desmotivación de la com-pra. Para hacer frente a eso se diseñan estrategias. Los patro-nes del mundo no quieren, desde luego, que la humanidadsea feliz, porque una humanidad feliz no se dejaría atraparpor la productividad, por la disciplina del trabajo, ni por loshipermercados. Pero se buscan técnicas que moderen la infe-licidad y la hagan soportable, que aplacen o contengan laexplosión suicida, con el fin de estimular el consumo.

¿Qué estrategias seguirá el organismo colectivo para sus-traerse a esta fábrica de la infelicidad?

¿Es posible, es planteable, una estrategia de desacelera-ción, de reducción de la complejidad? No lo creo. En la socie-dad humana no se pueden eliminar para siempre potenciali-dades, aún cuando éstas se muestren letales para el individuoy, probablemente, también para la especie. Estas potencialida-des pueden ser reguladas, sometidas a control mientras esposible, pero acaban inevitablemente por ser utilizadas, comosucedió —y volverá a suceder— con la bomba atómica.

Es posible una estrategia de upgrading9 del organismohumano, de adecuación maquinal del cuerpo y del cerebrohumano a una infosfera hiperveloz. Es la estrategia que sesuele llamar posthumana.

Por último, es posible una estrategia de sustracción, dealejamiento del torbellino. Pero se trata de una estrategia quesólo podrán seguir pequeñas comunidades, constituyendoesferas de autonomía existencial, económica e informativafrente a la economía mundo.

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9. Puesta al día, incremento artificial de su capacidad. [N. del E.]

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Este libro no se alarga hasta ese punto. No trata de elaboraruna estrategia de sustracción. Este libro se propone señalar ycartografiar un nuevo campo disciplinar que se encuentra enla intersección de la economía, la tecnología comunicativa yla psicoquímica. Una cartografía de este nuevo campo disci-plinar es indispensable si queremos describir y comprenderel proceso de producción del capital y la producción de sub-jetividad social en la época que sigue a la modernidad indus-trial mecánica y, por tanto, si queremos elaborar estrategiasde sustracción.

¿El Imperio del Caos?

A fines de 2002, mientras escribo esta introducción, el mun-do parece colgado sobre el abismo de la guerra. Negri yHardt, en Imperio, sostienen que el dominio global tiene losrasgos de un Imperio, parecido al Imperio Romano. Hayalgo de cierto en esa descripción, pero resulta más ajustadaa los años noventa que a la actualidad. En los años de la pre-sidencia Bush todo parece haber cambiado. Mientras lanueva economía sufre una crisis de mercado y, sobre todo,de confianza, la vieja economía, la del petróleo y las armas,ha recuperado su fuerza y trata de guiar el mundo.

Si el imperio tuvo los rasgos de un dominio cada vez másextenso, construido por medio de la imposición de estánda-res tecnológicos, de la hegemonía de un imaginario mercan-til globalista, lo que aparece en los años de la recesión no separece al imperio soft del que nos hablan los autores de eselibro, escrito a mediados de los noventa. No soy capaz de ver,en la política del grupo dirigente norteamericano, una lógica,un pensamiento racional, una estrategia equilibrada y lineal.Entreveo el efecto de una locura que se va difundiendo portodos los espacios de la vida planetaria. La enfermedad men-tal ha alcanzado la cabeza del imperio, porque el proyecto decontrol total es un proyecto enloquecido, destinado a produ-cir desastres incluso para quienes lo han concebido.

Los Estados Unidos de América son la mayor potencia dela Tierra, como lo fue Roma en los primeros siglos de la eracristiana. Pero como sugiere Marguerite Yourcenar en Lasmemorias de Adriano, los imperios pueden mantener su domi-nio mientras no pretendan someter al Caos por medio de la

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fuerza. El Caos no se derrota por medio de la guerra, pues elCaos se alimenta de cuanto lo combate. Por ello, la guerra ili-mitada que el Imperio ha decidido desencadenar contracualquier desviación del orden establecido por los integris-tas cristiano-liberales está destinada a erosionar el poder glo-bal, hasta hundirlo en la demencia y el caos. Tal vez estemosa punto de entrar en una fase de descomposición aceleradade todo orden y toda racionalidad. Y el Imperio que emer-gerá será el Imperio del Caos.

Diciembre 2002

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Introducción

UNA OLA DE EUFORIA HA RECORRIDO los mercados en los últi-mos años. Desde los mercados se ha extendido a los mediosy desde éstos ha invadido el imaginario social de Occidente.La tercera edad del capital, la que sigue a la época clásica delhierro y el vapor y a la época moderna del fordismo y lacadena de montaje, tiene como territorio de expansión lainfosfera, el lugar donde circulan signos mercancía, flujosvirtuales que atraviesan la mente colectiva.

Una promesa de felicidad recorre la cultura de masas, lapublicidad y la misma ideología económica. En el discursocomún la felicidad no es ya una opción, sino una obligación,un must; es el valor esencial de la mercancía que produci-mos, compramos y consumimos. Ésta es la filosofía de la neweconomy que es vehiculada por el omnipresente discursopublicitario, de modo tanto más eficaz cuanto más oculto.

Sin embargo, si tenemos el valor de ir a ver la realidad dela vida cotidiana, si logramos escuchar las voces de las per-sonas reales con quienes nos encontramos todos los días, nosdaremos cuenta con facilidad de que el semiocapitalismo, elsistema económico que funda su dinámica en la producciónde signos, es una fábrica de infelicidad.

La energía deseante se ha trasladado por completo aljuego competitivo de la economía; no existe ya relación entrehumanos que no sea definible como business —cuyo signifi-cado alude a estar ocupado, a no estar disponible. Ya no esconcebible una relación motivada por el puro placer deconocerse. La soledad y el cinismo han hecho nacer el de-sierto en el alma. La sociedad planetaria está dividida entre

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una clase virtual que produce signos y una underclass queproduce mercancías materiales o, sencillamente, es excluidade la producción. Esta división genera naturalmente deses-peración violenta y miseria para la mayoría de la poblaciónmundial. Pero esto no es todo.

El semiocapitalismo es una fábrica de infelicidad tam-bién para los vencedores, para los participantes en la eco-nomía-red, que corren cada vez más rápido para mantenerel ritmo, obligados a dedicar sus energías a competir contratodos los demás por un premio que no existe. Vencer es elimperativo categórico del juego económico. Y, desde elmomento en que la comunicación se está integrando pro-gresivamente con la economía, vencer se convierte tambiénen el imperativo categórico de la comunicación. Vencer esel imperativo categórico de todo gesto, de todo pensamien-to, de todo sentimiento. Y sin embargo, como dijo WilliamBurroughs, el ganador no gana nada.

Mientras el estereotipo publicitario muestra una socie-dad empapada de felicidad consumista, en la vida real seextienden el pánico y la depresión, enfermedades profesio-nales de un ciclo de trabajo que pone a todos a competir contodos, y culpabiliza a quien no logra fingirse feliz.

Los ciclos innovadores de la producción —la red y la bio-tecnología— no son, como los que dominaron la épocaindustrial, la producción de mercancías por medio del cuer-po y la mente, sino la producción directa de cuerpo y mente.La felicidad no es ya, por tanto, un valor de uso accesorio alas mercancías, sino la quintaesencia de la mercancía.

Algunos sostienen que la new economy está destinada adesinflarse como un globo o a derretirse como la nieve al solporque se funda sobre una ilusión. Pero las ilusiones son elmotor de la economía capitalista, son la fuerza que mueve elmundo. La economía es cada vez más directamente inver-sión de energía deseante. Lo que el historicismo idealista lla-maba alienación era el intercambio de la autenticidad huma-na con el poder abstracto del dinero. Nosotros ya no habla-mos de alienación, porque no creemos que exista ya ningu-na autenticidad de lo humano. Sin embargo, tenemos laexperiencia cotidiana de una infelicidad difusa, porque losseres humanos invierten una parte cada vez mayor de suexistencia inmediata en la promesa siempre aplazada de la

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mercancía virtual. La devastación capitalista del medio na-tural y la mediatización de la comunicación reducen casi a lanada la posibilidad de gozar de la existencia de forma inme-diata. Y la existencia desensualizada se dedica sin resisten-cias a la inversión, que es en esencia inversión emocional,intelectual, psíquica.

Como mostró Freud, la sociedad burguesa fundaba lafuerza productiva de la industria en un empobrecimientofísico y material y en una represión de la libido que produ-cía neurosis. El precio de la seguridad psíquica y económicaera la renuncia a la libertad. En su libro La postmodernidad ysus descontentos,1 Zygmunt Bauman invierte el diagnósticode Freud: los problemas y los malestares más comunes hoyson producto de un intercambio por el cual renunciamos a laseguridad para obtener cada vez más libertad. Pero ¿de quélibertad hablamos, si nuestro tiempo y nuestras energíasestán completamente absorbidas por el business?

El tránsito postmoderno ha estado marcado por un desen-cadenamiento de la libido, por un intercambio en el quehemos renunciado a gran parte de la seguridad burguesa acambio de una libertad que se concreta cada vez más sólo enel plano económico. La llamada revolución sexual de los añossesenta y setenta no fue, o no fue sólo, un aumento de la can-tidad de cuerpos disponibles para el sexo. Fue sobre todo unamutación en la percepción del tiempo vivido. El tiempo de lavida era tiempo del encuentro de las palabras, de los cuerpos,sin otra finalidad que aquella gratuita del conocerse.

No sé si hoy se hace el amor más o menos que en aquellosaños. Me parece que mucho menos, pero no es esa la cues-tión. La cuestión es que la sexualidad no tiene ya relación conel conocerse, con la gratuidad. Es descarga de energía rabio-sa, exhibición de estatus y, sobre todo, consumo. La prostitu-ción no es ya, como en tiempos pasados, una dimensión mar-ginal y viciosa, sino una actividad industrial regulada, laprincipal válvula de desahogo de la agresividad sexual deuna sociedad que no conoce ya la gratuidad. La desregula-ción económica completa una desregulación existencial que

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1. Zygmunt Bauman, La postmodernidad y sus descontentos, Madrid, Akal2001.

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tomó su impulso de las culturas antiautoritarias. Pero paralas culturas antiautoritarias la libertad era ante todo un ejer-cicio antieconómico y anticapitalista. Hoy la libertad ha sidoencerrada en el espacio de la economía capitalista y se redu-ce a la libre competencia en un horizonte obligatorio.

Cuando a la libertad se le sustrae el tiempo para podergozar del propio cuerpo y del cuerpo de otros, cuando laposibilidad de disfrutar del medio natural y urbano es des-truida, cuando los demás seres humanos son competidoresenemigos o aliados poco fiables, la libertad se reduce a ungris desierto de infelicidad. No es ya la neurosis, sino elpánico, la patología dominante de la sociedad postburguesa,en la que el deseo es invertido de forma cada vez más obse-siva en la empresa económica y en la competencia. Y el páni-co se convierte en depresión apenas el objeto del deseo serevela como lo que es, un fantasma carente de sentido y sen-sualidad. El sufrimiento, la miseria existencial, la soledad, elocéano de tristeza de la metrópolis postindustrial, la enfer-medad mental. Éste es el argumento del que se ocupa hoy lacrítica de la economía política del capital.

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Vancouver, febrero de 2000.

Día lluvioso como sucede con frecuencia en aquella costa acci-dentada y boscosa. Mi amigo A. Zen me lleva a ver el estableci-miento en el que trabaja.

El lugar está en la periferia extrema de la ciudad, casi limitacon el bosque. Si te paras a mirar por las ventanas oscuras puedeque veas los osos detrás del aparcamiento en el que se alinean losautomóviles de los seiscientos empleados de Electronic Arts, una delas empresas más importantes de producción de videojuegos.

Hay agitación en el ambiente. Son los días del lanzamientomundial de la nueva PlayStation 2 de Sony.

Newsweek muestra en la cubierta la cara de un chico quepulsa las teclas delante de una pantalla psicodélica. Para producirla PlayStation 2, Sony ha creado una «máquina» llamada EmotionEngine, capaz de generar veinte millones de micropolígonos porsegundo. La PlayStation de primera generación, las que han esta-do en circulación hasta 2000, sólo podían generar trescientos mil.Por «micropolígono» se entiende el punto luminoso que permitepercibir una profundidad tridimensional en la pantalla.

Por consiguiente, el efecto de la nueva plataforma será un rea-lismo de inmersión extremadamente refinado y envolvente.

Las investigaciones sobre realidad virtual, que durante los añosnoventa quedaron en segundo plano, vuelven al centro de la esce-na. La PS2 es la puerta de acceso a la difusión popular de la realidadvirtual. Está, además, concebida para poder conectarse a Internet.Cada vez tendremos más posibilidades de participar en juegos deaventura on line con jugadores lejanos: se formarán bandas deladrones, mercenarios o caballeros a la caza de dragones.

1. La ideología felicista

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A principios del año 2000 la fusión de America On Line y TimeWarner inició la era de la convergencia. Pero en el proceso de con-vergencia mediática los actores no son sólo la televisión y la red. Laconvergencia hacia un hipersistema narrativo se dibuja como unproceso con tres actores. La red engloba la televisión —o más bien,o alternativamente, la televisión invade la red—, pero se apunta elinjerto de un tercer componente, el de la inmersión perceptiva, larealidad virtual.

En 1999 los beneficios derivados de la venta de PlayStation supe-raron ya a los derivados de las salas de cine en todo el mundo. ¿Quésignifica esto en términos psicoperceptivos, antropológicos y, portanto, sociales? ¿Qué significa en términos de tiempo emocional?

Los usuarios de las PlayStation son mayores y pequeños —aprincipios de 2000 se calcula que el 51 por ciento del mercado loformaban personas menores de dieciocho años. Es posible preverque el tiempo emocional de las nuevas generaciones de seres llama-dos humanos estará cada vez más absorbido por tecnologías produ-cidas por la Sony y la Microsoft —la empresa de Bill Gates ha deci-dido entrar en el sector de las tecnologías inmersivas a principiosde 2000, precisamente en medio de la tormenta judicial desencade-nada por las autoridades antimonopolísticas norteamericanas.

El consumo, la emoción, el trabajo, la relación, el lenguaje.Todo esto está en juego cuando hablamos de la convergencia hiper-mediática.

Mi amigo A. Zen me habla de la organización del trabajo en suempresa. El se ocupa de la motion capture, es decir, de las técnicasgracias a las cuales es posible transferir el movimiento del cuerpohumano a la pantalla, y hacer que los movimientos de los autómatasvirtuales sean cada vez más realistas, cada vez más humanos.

En el establecimiento se trabaja en islas relativamente autóno-mas, cada uno organiza el tiempo de trabajo como prefiere, lostiempos son elegidos libremente por los trabajadores, lo importan-te es que el proyecto esté terminado dentro de los límites estableci-dos al principio.

A. Zen me acompaña a la sección de ensayos. En una enormesala con luces cálidas, separados por mamparas de plástico, traba-jan ciento cincuenta chicos. Su trabajo —pagado a unos tres mildólares canadienses al mes, cerca de cuatrocientas mil pesetas—consiste, literalmente, en jugar todo el día. Ensayan los juegos quesaldrán a los diferentes mercados del mundo. Automóviles que sesalen de carreteras rotuladas en alemán, jugadores de baloncesto

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que corren por la pantalla lanzando el balón mientras pasan anun-cios en chino o en turco, un peligroso guerrero de rasgos malayosque se lanza contra un muro mientras grita palabras inconexas encastellano. Y frente a cada pantalla, un chico que controla el fun-cionamiento del juego durante horas.

Charlamos con uno de los jóvenes ensayadores, bebiendo uncafé en la colorida sala de descanso, mientras fuera, más allá de lasparedes de vidrio, el cielo se ha oscurecido.

«¿Vives en casa con tus padres?», pregunta mi amigo A. Zenal joven ensayador que lleva un minúsculo pendiente en la orejaderecha.

«No, me he mudado», contesta el chico, «ahora vivo solo con miPlayStation».

«¿Qué quieres decir? Cuando vuelves a casa ¿sigues jugan-do?», le pregunto pasmado, interrumpiendo a mi amigo.

«¿Qué otra cosa debería hacer?», sonríe el chico de la secciónde ensayos. «¿Sabes? En el último mes sólo he recibido una llama-da telefónica, y era un tipo que se había equivocado de número.»

Ideología felicista y neuromutación

El proceso de producción globalizado tiende a convertirse enproceso de producción de mente por medio de la mente. Suproducto específico y esencial son los estados mentales. Poreso se apoya en una auténtica ideología de la felicidad que,sin embargo, esconde o, más bien, deja de lado efectos deinfelicidad crecientes que se manifiestan fuera del circuitovirtualizado pero también en su interior, en el trabajo, en lavida y en el psiquismo de aquellos que están inmersos en elproceso de producción virtual.

El sufrimiento de la mayoría de la población mundial, deaquellas personas que están excluidas del circuito de la info-producción o que son tan sólo terminales pasivos de éste, semanifiesta como empobrecimiento material y como superex-plotación. El sufrimiento de la clase virtual, de la minoríaque participa en la red, tiene en esencia un carácter mental,psíquico. Por lo que se refiere a los infoproductores, la eco-nomía psíquica absorbe y redefine el territorio mismo de laeconomía material.

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La economía digital construye un sistema tecnocomunicati-vo orientado hacia una nueva condición cognitiva global. Através de un trabajo incesante e invasivo de programación,cableado, creación de interfaces y conexión, el circuito de laproducción digital crea las macro y microestructuras deestos nuevos modelos de sensibilidad y cognición. Lainfraestructura social tiende a hacerse una con el proceso deelaboración cognitiva e interactiva de la mente. Tal procesono se da sin una auténtica mutación antropológica que enprimer lugar afecta al psiquismo social e individual.

La Sony ha decidido llamar Emotion Engine al motor de laPlayStation 2. Es una elección conceptualmente significativa,que nos permite comprender lo que de decisivo se está pro-duciendo en la relación entre el tecnocosmos digitalizado yla mente humana: la máquina digital incorpora un ciertonúmero, un número creciente de automatismos emocionalesque son inoculados en el organismo humano desde la infan-cia, desde las primeras fases formativas.

No entenderemos nada de la sociedad que se está des-plegando si no tenemos en cuenta el hecho de que sus célu-las constitutivas, esos organismos bioconscientes que porconvención acostumbramos a considerar seres humanos,están atravesando una fase de reprogramación neurológica,psíquica, relacional. El hardware de los organismos biocons-cientes está en fase de mutación, de rediseño acelerado. Noes posible pensar que sobre estos nuevos terminales puedacorrer el mismo software que corría sobre los organismosgenerados por la revolución humanista.

Por ejemplo, en el caso de los videojuegos, de las panta-llas tridimensionales y de las tecnologías de inmersión, asis-timos a un proceso que se dirige hacia la creación de interfa-ces de inmersión que hacen posible la estimulación de emo-ciones asistida por ordenador.

La emoción, entendida como estimulación de relacionesfísicas y psíquicas, sólo parcialmente controlables por larazón, es cada vez con más frecuencia despertada y provo-cada por cadenas de automatismos tecnológicos. Esto nopuede suceder sin una mutación del sistema emocionalhumano y, tal vez, incluso sin mutaciones del propio apara-to neuronal, del propio hardware cuerpo y mente.

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En este sentido se observa una convergencia entre tecnologí-as informáticas y tecnologías psicotrópicas de tipo químico—psicofármacos, drogas— y de tipo biotécnico —injertoselectrónicos, inducción calculada de neuromutaciones.

Las características de la semiosfera inmersiva hiperme-diática tienen efectos sobre el sistema emocional. Podemosentrever sus primeros síntomas en el emerger de formaspánicas o depresivas de la psique social y del comporta-miento colectivo.

Advertencia: hay que deshacerse del prejuicio según elcual el homo sapiens representa el punto de llegada último yóptimo de la evolución. Por ello es necesario abandonar elpunto de vista del homo sapiens, que nos predispone a la sos-pecha, al rechazo y a la incomprensión frente a la mutaciónen curso del organismo bioconsciente.

Sin timón ni brújula en el océano fractal

Dos actitudes mentales predominan en el panorama intelec-tual. Una deriva del pensamiento crítico del siglo XX, de lasexperiencias políticas de tipo socialista. La otra florece en lafrondosa jungla de la economía postindustrial.

La primera actitud se funda en el miedo a la innovacióntecnológica y económica como portadora de un mal o, por lomenos, de un peligro. Esta actitud se manifiesta en una cul-tura política conservadora y retrógrada. La flexibilidad deltrabajo es vista tan sólo como un ataque a las condiciones devida y de salario. La globalización económica es vista comouna maquinación del imperialismo norteamericano, la difu-sión de nuevos imaginarios y de la lengua inglesa, como unpérfido instrumento de sometimiento de la cultura mundial.Internet es un instrumento ambiguo que se puede aceptartan sólo porque vehicula mensajes ideológicos de alarmasobre la peligrosidad del propio instrumento, y porqueinforma sobre la cultura pasada como si fuese una extensiónilimitada de la biblioteca.

La segunda actitud consiste, por el contrario, en la exal-tación de la economía capitalista como si a ella se debieraatribuir el enriquecimiento que proviene de los progresosde la ciencia y la tecnología. El mercado competitivo es

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considerado como el único medio en el cual son posiblestales conquistas y la violencia competitiva, la miseria y lamarginación son consideradas su inevitable precio. Del mismomodo en que la evolución natural con su despiadada selecciónelimina a los débiles y permite a los fuertes prosperar, así lasociedad humana no puede progresar si no es gracias a la vio-lencia y la explotación. El trabajo, la productividad, la compe-tencia son considerados los valores-guía a los que todo debeser sacrificado. La violencia, la guerra, la miseria, son residuosmarginales provisionales de un mundo aún no perfecto. Sólola plena homologación económica podrá eliminarlos.

Ambas posiciones son intelectualmente insatisfactorias,moralmente hipócritas y políticamente paralizantes.

El conservadurismo antagonista propone de nuevomodelos de pensamiento y de acción que no tienen ya vitali-dad alguna y sobre todo no son seguidos por las masasexterminadas de los miserables de la tierra. Se ha perdido elhorizonte de la alternativa social, porque el comunismo en elque se encontraba dicho horizonte se ha revelado como unsistema social totalitario y estático, incapaz de competir conel dinamismo tecnológico del capitalismo. Ha perdido todacapacidad de atracción y de orientación de las masas deexplotados, porque éstos se han convertido a los cultos oscu-rantistas del integrismo, del nacionalismo y el tribalismo. Deese modo, el antagonismo socialista, olvidada su antiguavocación internacionalista, ha terminado por identificar suenemigo principal en la globalización y en esta oposición seencuentra codo a codo con el fascismo y las obsesiones iden-titarias exasperadas por la desterritorialización capitalista.

La ideología liberal tiene de su lado la energía de la inno-vación, la potencia de un imaginario internacionalista que elsocialismo ha perdido. Pero no ofrece ninguna esperanza dereducir la masa de miseria y exclusión. Al contrario, cuantomás rica, eficiente, agresiva se hace la clase global que domi-na las nuevas tecnologías y concentra en sus manos el domi-nio de la red mundial, más se expande la masa de los exclui-dos. Hasta el punto de que se hace realista la previsión deuna separación a largo plazo entre una minoría que producey comunica en el circuito de la conexión global obteniendode ello ventajas crecientes en el plano económico y en elplano cultural, y una enorme mayoría de excluidos obligada

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a desarrollar, en condiciones de semiesclavitud, las funcio-nes dependientes de ese circuito global, cuando no condena-da a la guerra, a la miseria y a la enfermedad.

El pensamiento creativo debe estar hoy a la altura de unasituación que no tiene precedentes, a la altura de una socie-dad que no se parece nada —o casi nada— a la sociedad enla que crecieron las organizaciones políticas revolucionarias,y en las que germinaron los regímenes socialistas o las gran-des democracias de Occidente. Ni la revolución socialista—expresión del todo quimérica e inconsistente que hoy sólopuede usar quien pretenda hacer el ridículo— ni la demo-cracia —expresión muy utilizada pero no menos falsa einconsistente— son capaces de ofrecer una perspectiva, decontener y disolver la obsesión identitaria que cuaja en losnazismos reemergentes o en los integrismos enfrentados.

Tal vez haya que desembarazarse de la propia política.Este arte del gobierno no tiene de hecho ningún realismo enuna sociedad infinitamente compleja, en la que la voluntades incapaz de lograr sus objetivos, en la que los objetivos sonespejismos, porque no apoyamos los pies sobre suelo firme,sino que navegamos en un océano absolutamente inestable.

Buscamos un método de cambio que esté libre de las pre-misas —hoy engañosas— de la gobernabilidad, la finalidad,la reductibilidad del mundo a diseños racionales. La políticafue una técnica capaz de producir efectos de conjunto a par-tir del gobierno de un cierto número de procesos decisivos.

Nosotros tenemos que actuar en una situación en la cuallos procesos decisivos son infinitos, ingobernables, y las muta-ciones tienen carácter fractal y recombinante. Es del todoinsensato proponerse el derribo del océano fractal en el quenavegamos. Solo yendo en el sentido del proceso podemosintroducir elementos de modificación del proceso. La modifi-cación sólo puede tener un carácter fractal y en ningún modoun carácter frontal.

La sociedad de la época pasada podía ser descrita comouna realidad de tipo territorial. Se podía dirigir el timón haciauna isla que aparecía en el horizonte y con fuerza de voluntad,alcanzarla y conquistarla. Pero no tiene ningún sentido propo-nerse finalidades, objetivos, cuando uno se mueve en un océa-no en el que todas las islas que vemos en el horizonte son flo-tantes y se desplazan con velocidad diferente e imprevisible.

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Buscaremos aquí un método de cambio que saque partido delos principios de la navegación, de la fractalidad y de larecombinación. No tenemos ni brújula ni timón. Y no sabe-mos a dónde queremos ir.

El límite del cibertiempo

Rosa Luxemburg decía que el capitalismo se ve empujadodesde dentro hacia un proceso de expansión contínua. Elimperialismo era para ella la consecuencia económica, políti-ca y militar de esta necesidad íntima de expansión. Pero, ¿quésucede cuando todo espacio del territorio planetario ha sidosometido al poder de la economía capitalista y todo objeto dela vida cotidiana ha sido transformado en mercancía?

Durante algún tiempo la conquista del espacio exteriorfue considerada la dirección de desarrollo de una nuevaaventura de expansión capitalista. Después, por motivosdifíciles de descifrar, esa dirección de desarrollo fue inte-rrumpida, o al menos perdió impulso, y en la actualidad ladirección de expansión y desarrollo parece orientarse haciala conquista del espacio interior, del mundo interior, el espa-cio de la mente, del alma: el espacio temporal.

La colonización del tiempo ha sido un objetivo funda-mental del desarrollo del capitalismo durante la edadmoderna: la mutación antropológica que el capitalismo haproducido en la mente humana y en la vida cotidiana hasido sobre todo una transformación de la percepción deltiempo. Pero en la actualidad algo nuevo está sucediendo: eltiempo se ha convertido en el principal campo de batalla.Tiempo-mente, cibertiempo.

¿Qué quiere decir cibertiempo? Para responder a estapregunta debemos, en primer lugar, regresar a la definiciónde ciberespacio, término éste cuyo uso se ha extendido en ellenguaje en éstos últimos diez años. El ciberespacio es laesfera de interacción de innumerables fuentes humanas ymecánicas de enunciación, la esfera de conexión entre mentey máquinas: esta esfera experimenta una expansión prácti-camente ilimitada, puede crecer indefinidamente, porque esel punto de intersección del cuerpo orgánico con el cuerpoinorgánico de la máquina electrónica.

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Pero el ciberespacio no es la única dimensión que emerge deldesarrollo de esta conexión. Hay otro aspecto que debemostener en cuenta, el cibertiempo.

El cibertiempo es la cara orgánica del proceso, el tiemponecesario para que el cerebro humano pueda elaborar lamasa de datos informativos y de estímulos emocionales pro-cedentes del ciberespacio.

El cibertiempo no es expansible sin límites, porque suexpansión está limitada por factores orgánicos. Se puedeexpandir la capacidad de elaboración del cerebro mediantelas drogas, el adiestramiento y la atención, gracias a laampliación de las facultades intelectuales, pero el cerebroorgánico tiene límites que tienen relación con la dimensiónemocional y sensible del organismo consciente.

Llamamos ciberespacio al universo global de las relacio-nes posibles en el seno de un espacio rizomático que conec-ta virtualmente cualquier terminal humano con cualquierotro terminal humano, a través de máquinas digitales. Elciberespacio es un rizoma neurotelemático, es decir, una redno jerárquica y no lineal, que enlaza mentes humanas y dis-positivos electrónicos. Éste se caracteriza por una expansibi-lidad ilimitada. El cibertiempo, al contrario, no es ilimitada-mente extensible, porque guarda relación con la intensidadde la experiencia que el organismo consciente dedica a ela-borar informaciones que proceden del ciberespacio.

La esfera objetiva del ciberespacio se expande a la veloci-dad de la replicación digital, pero el núcleo subjetivo delcibertiempo evoluciona a ritmo lento, al ritmo de la corpo-reidad, del goce y del sufrimiento.

Es necesario fijarse con atención en este punto, porque enla relación ciberespacio/cibertiempo se crean las condicio-nes de la mutación pero también las contradicciones delmodelo infoproductivo.

La composición técnica del mundo cambia, pero la apro-piación cognitiva y la reactividad psíquica no siguen demanera lineal esta mutación. Quede claro que no pretendoafirmar que las modalidades de elaboración mental seannaturales, inmutables. Al contrario, considero que se ha pro-ducido una mutación a consecuencia de la exposición de lamente orgánico a la tecnosfera digital, pero la mutación del

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ambiente tecnológico es mucho más rápida que la mutaciónde los hábitos culturales y de los modelos cognitivos.

El estrato de la infosfera se vuelve cada vez más denso, y elestímulo informativo invade cada átomo de la atención huma-na. Pero el tiempo humano no es infinito, ni expansible deforma ilimitada. El núcleo subjetivo del cibertiempo elaboralas señales con el ritmo lento de la materia orgánica. Podemosaumentar el tiempo de exposición del organismo a las infor-maciones, podemos pasar más tiempo delante de la pantalladel ordenador, o acelerar los tiempos de reacción a los estímu-los procedentes del universo hipermediático. Pero la experien-cia no puede ser intensificada más allá de cierto límite.

Más allá de cierto límite la aceleración de la experienciaprovoca una reducción de la consciencia del estímulo, unapérdida de intensidad que concierne a la esfera de la estéti-ca, de la sensibilidad y también a la esfera de la ética.

Se banaliza la experiencia del otro, que es sustancia de ladimensión estética y de la ética. El otro se hace parte de unestímulo ininterrumpido y frenético en el que es cada vezmás difícil separar lo que existe físicamente y lo que es esti-mulado de forma virtual. La singularidad de la experienciase disuelve en favor de una repetición estandarizada.

La intensidad de la emoción no ha disminuido, pero larealidad del objeto emocional queda suspendida. El organis-mo consciente, el cuerpo-mente individual no deja de sentiremociones cuando es reclamado por un ambiente virtual. Alcontrario, los estímulos emotivos se intensifican y determi-nan reacciones cada vez más aceleradas. Pero el objeto emo-cional deja de ser reconocible, distinguible, pierde concre-ción. El objeto emocional no es ya otro ser vivo, sino un estí-mulo como tantos otros. Un estímulo que es elaborado rápi-damente, cada vez más rápidamente.

Encontramos una versión, particularmente pesimista, deeste paso en las obras recientes de Paul Virilio, quien sostie-ne desde hace tiempo que la aceleración produce un empo-brecimiento de la experiencia y la virtualización produceuna disolución de la alteridad. El imperativo moral «ama atu prójimo» desaparece, dice Virilio. Se nos invita a amar allejano (tele). Y el lejano es el otro sin su realidad física, sin elolor del cuerpo, sin el miedo y el dolor de un ser vivo. El leja-no es el otro cuya existencia, cuya verdad intensiva, cuyareciprocidad deseante no podemos verificar.

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Más información y menos significado, dice por su parteArthur Kroker. Para acelerar y hacer fluida la circulación delas informaciones es necesario, de hecho, eliminar de lasautopistas comunicativas toda ambigüedad, y no hay signi-ficado sin ambigüedad. Más información y menos significa-do, más información y menos placer en el comunicar.

Las posiciones expresadas por Arthur Kroker y PaulVirilio tienen un tono conservador porque adoptan una pos-tura negativa frente a la innovación tecnológica, como sifuese posible pararla, o como si fuese posible identificar unaautenticidad de lo humano, definir condiciones humanasnaturales fuera de las cuales lo humano se pervertiría.

No hay duda de que las tesis de Kroker y Virilio contie-nen muchos elementos de verdad. Pero su discurso estádominado por un sentimiento conservador, nostálgico, porla nostalgia de una autenticidad humana que la tecnologíaestaría eliminando.

Pero no existe autenticidad humana alguna independien-te de las condiciones en las que lo humano se determina con-cretamente. Es necesario desplazar el eje del análisis y la crí-tica: no podemos hablar del ser humano concreto a partir deuna autenticidad humana ideal.

¿Cuál puede ser el punto de vista a partir del cual juzgar elmundo presente, las relaciones de producción e intercambio,las tecnologías y las formas sociales que éstas determinan?

Creo que no hay ningún punto de vista útil para un jui-cio sobre lo existente que no sea el de la felicidad del orga-nismo consciente. Sólo el sufrimiento y el placer del organis-mo consciente —individual y colectivo— son útiles para uncriterio ético y político que no contenga supuestos de valorde tipo idealista —como el de la autenticidad humana— ohipóstasis como la de la naturaleza humana.

Una palabra que no se debería usar

La palabra felicidad no se debería usar en los libros. Es unapalabra que no se debería escribir sino, tan sólo, allí dondesea posible, habitar en silencio. Es una palabra tabú, quequizá podamos vivir a duras penas, pero no, desde luego,

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pensar de forma sistemática. Por eso esta palabra ha sidoexpurgada del discurso de las personas acreditadas y notiene carta de ciudadanía en la república del saber científico.

Aristóteles dijo que todos los hombres desean ser felices.Terencio Varrón contaba 289 interpretaciones de la palabrafelicidad. Watzlawick, por su parte, cuenta aquella historiajudía. «Pienso casarme con la señorita Katz» dice el hijo."Pero la señorita Katz no tiene dinero para la dote» respon-de el padre. «Sólo con ella podré ser feliz» replica el hijo.«¿Ser feliz?» concluye el padre «¿y qué ganas con ello?».

Todo el discurso de Watzlawick está dirigido a des-montar la idea de que exista una condición sana, natural,de la existencia y de que debamos hacer real esa condiciónpara poder ser felices. Precisamente la pretensión de queexista una condición feliz es la premisa de la infelicidad,dice Watzlawick.

Y, más aún, Freud en una carta a Fliess habla del carácterinterminable del análisis. Con esta expresión Freud define elfin, el punto de llagada e incluso el sentido último del psico-análisis. Al decir que el punto de llegada del proceso analíti-co es la comprensión del carácter interminable del análisis,quiere decirnos que ninguna ciencia y ninguna técnicapuede proponerse alcanzar la felicidad.

Si la felicidad puede ser definida como una integraciónplena y sin residuos del organismo consciente en su entorno,podemos afirmar que tal integración es irrealizable, porqueel código de la mente y el del mundo son intraducibles, o talvez porque la factura del organismo consciente y del mundoson imperfectas.

En uno de sus libros más conocidos y bellos, El malestaren la cultura,1 Sigmund Freud explica por qué en el discursocientífico sobre la sociedad humana no puede aparecer lapalabra felicidad. El acceso a la cultura supone la elimina-ción, la destrucción, la puesta entre paréntesis de la propiaidea de felicidad. El acceso a la cultura, precisamente porquecomporta una inversión productiva y racional de la libido,implica una sublimación del deseo y de lo que Freud definecomo instintos primarios (Trauben). Esta eliminación es el

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1. Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Madrid, Alianza 1998.

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fundamento del sacrificio sobre el que se funda el progresode la civilización, el aplazamiento del placer, la inversión delas energías de forma socialmente útil, intercambiable, acu-mulable. El desarrollo de la economía capitalista se apoyaparticularmente en este desplazamiento de la relación entreel deseo y lo vivido.

Lo que se acumula en el tiempo, constituyendo la premi-sa y la base del desarrollo económico y del progreso culturales precisamente la separación entre el deseo y lo vivido.Gracias a esta separación el mundo de las cosas ha podidoextenderse, complicarse, absorbiendo tiempo de trabajo einteligencia. Lo que se acumula en la economía capitalista esplacer no vivido, o bien, placer sublimado.

Esta problemática se halla en el centro del libro de críticade la economía capitalista de Bataille, La parte maldita.2

Partiendo de la idea de que el desarrollo económico se fundasobre la acumulación de placer no vivido, Bataille formula lahipótesis de que la parte maldita sea el exceso de deseo,aquel deseo que debe ser sacrificado para dejar espacio aldesarrollo de la economía. La parte maldita es la críticaviviente de la economía y del capitalismo, el deseo que rea-firma su existencia contra la lógica sacrificial del capitalismo.

Los neurofisiólogos están en condiciones de definir losfenómenos psíquicos, emotivos, humorales como manifesta-ciones de procesos químicos que se desarrollan en el cerebro.Pero es dudoso que este tipo de explicaciones sirva paraexplicar el comportamiento humano en su complejidad y enel contexto de las relaciones sociales.

¿Cómo se pone en movimiento, cómo se alimenta todaesta química y esta hidráulica de agentes químicos de la neu-rotransmisión, del humor y de la (in)felicidad? ¿Cuáles son lasarquitecturas sociales de la psicoquímica? ¿Cuáles las arqui-tecturas tecnológicas, cuáles las arquitecturas culturales?

Podemos, desde luego, considerar la felicidad como efec-to de un proceso fisioquímico y por tanto podemos interve-nir sobre ciertos tipos de infelicidad, sobre diversas formasde sufrimiento mental como la ansiedad o la depresiónsuministrando sustancias, como los psicofármacos, capaces

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2. George Bataille, La parte maldita, Barcelona, Icaria 1987.

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de actuar sobre las moléculas del cerebro. Pero el sufrimien-to mental no puede ser reducido a esto. No basta con expli-car los procesos neurofísicos que lo acompañan y lo produ-cen para comprender cómo se determinan la depresión, lostrastornos mentales, la melancolía, la tristeza, el miedo, elpánico. Estos fenómenos de la vida psíquica no son reduci-bles a sus determinantes químicos y neuronales, aunqueéstos sean necesarios.

Neurólogos y fisiólogos fundan sus diagnósticos y susterapias en la condición física del cerebro humano y a partirde ahí analizan la relación entre mente y mundo. Es un pro-cedimiento de gran utilidad y la psicoterapia saca gran pro-vecho del uso de los psicofármacos. Sustancias como elProzac se han mostrado capaces de modificar los modos deinteracción mente-mundo y hay toda una farmacopea deansiolíticos, antidepresivos, tranquilizantes, euforizantes,que desempeñan una función esencial para regular elhumor, reducir el sufrimiento y hacer tolerable la existencia.

El punto de vista de la psicofarmacología es legítimo yeficaz en la práctica. Pero su comprensión del sufrimientomental tiene un carácter mecanicista y reductivo. Se trata deuna perspectiva absolutamente parcial, unilateral, insufi-ciente para explicar los fenómenos del trastorno mental y delmalestar, y de todo punto inadecuada para modificar el pro-ceso psicopatógeno, salvo en sus aspectos clínicos.

Si queremos analizar la relación entre la mente y elmundo, un enfoque de tipo mentalista tiene indudables ven-tajas. Si pensamos que el mundo es una proyección de lamente, podremos llegar a la conclusión de que bastará concorregir, curar y pacificar la condición en que se encuentra elpanorama de la mente para que el mundo se vuelva mejor.

En una perspectiva de este tipo, una vía resolutiva paraenfrentarse con el problema de la felicidad puede hallarse enlos psicofármacos, pero también en las técnicas de medita-ción del yoga. Por útil e interesante que resulte considerar elmundo como una proyección de la actividad mental, esnecesario reconocer que ésta es sólo una parte de la realidad.

La psicología budista considera la relación con el mundoy con los demás seres humanos, e incluso la propia realidadobjetiva, como un efecto de las proyecciones de la mente. Nisiquiera los demonios más terroríficos deben atemorizarnos

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porque no son sino proyecciones de nuestra mente, dice elBardo Thodol, el Libro tibetano de los muertos3 que, aún siendoanterior a la introducción del budismo en el Tibet porPadmasambhava, anticipa los fundamentos de la psicologíabudista. Puesto que el bien y el mal que se manifiestan en elmundo son proyecciones, lo que debe ser curado, modifica-do, perfeccionado no es el mundo sino el estado de la mente.

Por completo diferente es el enfoque de la felicidadimplícito en el pensamiento político moderno. En el vocabu-lario político esta palabra tiene un lugar muy marginal, aun-que la constitución norteamericana afirme que todo indivi-duo tiene el derecho a buscar su propia felicidad. LaIlustración inocula en el espíritu de la modernidad la idea —que se ha mostrado poco fundada en los hechos— según lacual el progreso científico y civil produciría un constanteincremento de la felicidad colectiva. Pero más allá de lasdeclaraciones de principio, todo discurso sobre esta cuestiónaparece como ligeramente incómodo, tal vez por la buenarazón de que cualquier valoración cuantitativa de la felici-dad es imposible y resulta abusiva cualquier objetivación deun concepto tan vago.

Hoy los hombres y las mujeres ¿son más o menos felices?¿Cómo podemos intentar hacer una valoración cuantitativasobre el volumen de felicidad del que gozaban los humanosen épocas pasadas de la historia?

Las agencias demoscópicas pueden hacer sondeos sobre lasexualidad, el placer y la insatisfacción. Pero ¿cómo se hacepara considerar fiables sondeos sobre estas cuestiones?Suponiendo que las personas entrevistadas dijeran la verdady no está claro que sea así ¿no es acaso evidente que cada serhumano percibe de forma diferente su propio cuerpo y regis-tra sus estados mentales con criterios del todo personales?

Alguna vez he oído decir que la felicidad y la infelicidadestán distribuidas de forma equilibrada en el tiempo y en elespacio, con independencia de las condiciones sociales. Esposible, pero parece imposible dejar de considerar laAlemania de la época hitleriana —piénsese en El huevo de laserpiente de Ingmar Bergman— o la Rusia de Stalin —piénsese

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3. El libro tibetano de los muertos (Bardo Thodol), Barcelona, Obelisco 1994.

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en El maestro y Margarita de Bulgakov4— como ambientes par-ticularmente predispuestos a una tristeza difusa y a la angustia.

Así pues, no podemos tener certezas ni es oportuno cons-truir teorías sobre la felicidad. Sin embargo, a pesar de estasdificultades y precauciones, querría apuntar algunos aspec-tos del panorama psíquico de la sociedad contemporáneapartiendo de sus condiciones productivas, comunicativas ytecnológicas.

La felicización del discurso económico

La felicidad no es un objeto científico, sino un objeto ideoló-gico muy importante. De ese modo debe ser estudiado. Enotras palabras, aunque no sea posible tener un discurso cien-tíficamente motivado y coherente sobre la felicidad —y quepor tanto sólo pueda definirse de forma muy vaga—, en eldiscurso público circulan flujos de comunicación construi-dos en torno a una idea de felicidad. Vemos circular frag-mentos y reclamos imaginarios, escasamente motivados ycoherentes, pero no por ello menos eficaces. El discursopúblico se funda sobre la idea de que ser feliz no sólo esposible, sino casi obligatorio y que si se quiere alcanzar eseobjetivo es necesario atenerse a algunas reglas, seguir ciertosmodelos de comportamiento.

La historia del pensamiento ilustrado y del positivismoha introducido en la cultura moderna la convicción o, másbien, la ilusión de que el progreso científico, económico ytecnológico tienen el efecto de extender la felicidad humanay consolidar sus bases hasta generalizarla.

Durante la época clásica de la modernidad, pero tambiénen el siglo XX y en los años siguientes a la Segunda GuerraMundial, este discurso ideológico ha funcionado, permean-do en cierto modo el fondo inconsciente de los comporta-mientos y de las expectativas de la mayoría de la sociedad.

El positivismo identificaba el progreso científico con elprogreso de la felicidad humana, aunque Freud contradije-ra esta fe en su propio terreno, el de la ciencia positiva, pro-

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4. Mijail Bulgakov, El maestro y Margarita, Madrid, Alianza 2002.

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yectada hacia las profundidades de la mente humana. Elsiglo XX ha seguido cultivando la ilusión positivista, almenos en la cultura de masas y en el trasfondo implícito dela cultura política.

El discurso político totalitario y el democrático, en elsiglo XX, han colocado por igual la felicidad como horizontede la acción colectiva. El totalitarismo ha impuesto procedi-mientos de comportamiento obligatorios y ha pretendidoque los ciudadanos los aceptasen con entusiasmo, so pena dela marginación o la persecución como derrotistas.

La democracia no pretende un consenso entusiasta, antesbien, en una visión madura la democracia se entiende comouna búsqueda interminable de un modus vivendi que concedaa cada uno la posibilidad de desarrollar las conductas perso-nales y públicas que le permitan procurarse una relativa feli-cidad. El capitalismo, que a menudo —y sin motivo— es pre-sentado como el compañero inseparable de la democraciamientras sabemos cómo florece a menudo y de buen grado ala sombra de regímenes nada democráticos, no es sin embar-go tan tolerante. Exige una participación entusiasta en la com-petencia universal, en la que no se puede vencer si no se des-pliegan con plena convicción todas las energías propias.

En nombre de una felicidad colectiva y homologada, losregímenes totalitarios, como el nazismo, el fascismo y elsocialismo autoritario de las democracias populares, hannegado la libertad de las personas y han creado las condicio-nes de una tristeza inmensa. Pero también la economía libe-ral, con su culto del beneficio y del éxito, representada deforma caricaturesca pero persuasiva en el discurso publicita-rio, ha acabado por producir una infelicidad mediante lacompetencia, el fracaso y la culpabilización. El discursopúblico de nuestro tiempo —que traduce en el proceso deglobalización el triunfo de la economía liberal— está empa-pado de la ideología de la felicidad. Por ello no podemos elu-dir el problema de la felicidad, a pesar de las cautelas y per-plejidades que hemos presentado en las páginas precedentes.

La ideología de la new economy afirma que el libre juegodel mercado crea el máximo de felicidad para la humanidaden general. Y no podemos sustraernos al juego, no podemosevitar preguntarnos qué entienden los economistas, los políti-cos y los publicitarios cuando hablan de felicidad. Y que no se

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nos diga que el discurso de economistas y políticos es dife-rente del de los publicitarios. Uno de los efectos de la new eco-nomy en el terreno ideológico consiste precisamente en la asi-milación de estos discursos y en la transformación de la publi-cidad en una especie de paradigma de pensamiento económi-co y de acción política. Y así se hace necesaria una comproba-ción: ¿es cierto que la evolución tecnoproductiva y tecnoco-municativa está produciendo un incremento de la felicidad?

Estamos obligados a usar esta palabra que preferiríamosvivir. Y estamos obligados a decir aquello que solamentequerríamos habitar en silencio, porque en torno a esta pala-bra gira la ideología contemporánea y gira también el imagi-nario social que el media system produce de forma incesante.

Es cosa archisabida que el discurso publicitario se fundasobre la creación de modelos imaginarios de felicidad conlos que los consumidores son invitados a conformarse. Lapublicidad es producción sistemática de ilusión y por lotanto también de desilusión, de competencia y, por tanto,también de fracaso, de euforia y, por tanto, también dedepresión. El mecanismo comunicativo de la publicidad sefunda sobre la producción de un sentido de inadecuación ysobre la llamada a un consumo que permitirá volverse ade-cuados y hacer real por fin aquella felicidad que se escapa.

Que ésta sea la sustancia del mecanismo publicitario escosa fácil de entender. Pero es más interesante ver cómo, enlos últimos años, la cuestión de la felicidad ha salido delrecinto de los persuasores publicitarios y ha saltado al cen-tro del discurso económico.

La autorrealización y el rechazo del trabajo

La irrupción de la felicidad en el campo del discurso econó-mico no puede considerarse como un simple efecto superfi-cial, como una contaminación de la austera disciplina econó-mica por parte de la resplandeciente cultura de los comuni-cadores publicitarios. Entendámonos, eso también pasa.Pero es preciso fijarse en algo más profundo para explicar lafelicización del discurso económico. Para ello debemos rec-troceder a los años en los que fue más profunda la crisis delmodo de producción industrial, caracterizado por formas

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repetitivas de trabajo asalariado y por la despersonalizaciónde la cadena de montaje.

En los años sesenta y setenta, precisamente cuando el sis-tema industrial alcanzaba su punto culminante y hacía realla perfección del modelo fordista, repetitivo y mecánico, elsentimiento obrero de rechazo del trabajo industrial y desentirlo como ajeno se fundió con un filón cultural que hacíade la alienación su elemento crítico esencial. En su significa-do filosófico, alienación significa pérdida de la propia auten-ticidad humana e intercambio de cuanto de humano hay enhombres y mujeres con algo materialmente valorable, comoel salario, el dinero, los objetos de consumo. Filosofías de ori-gen idealista y de influencia existencialista se difundieronampliamente en los movimientos de contestación de aque-llos años. Éstas consideraban al capitalismo como la causa deuna alienación que arrebataba a las personas su autenticidadhumana y que les daba a cambio la posibilidad de participaren el circuito de las mercancías. Por ello, estas filosofías seña-laban como objetivo político principal la conquista de unacondición social en la que el trabajo productivo y la realiza-ción de uno mismo fuesen la misma cosa.

En los años setenta los movimientos feministas, juvenilesy homosexuales se reconocieron en la idea de que «lo perso-nal es político». En la lucha social, querían decir, no sólo estáen juego el poder político y el gobierno de la república. Estántambién en juego, en primer lugar, la calidad de la vida coti-diana, el placer y el sufrimiento, la realización de unomismo, el respeto a la diversidad: está en juego el deseo queactúa como motor de la acción colectiva.

Una revista que tuvo cierta influencia en los movimien-tos juveniles de los años setenta, llamada A/traverso, titulóuno de sus número «la felicidad es subversiva cuando sevuelve colectiva». El movimiento del 77, en su versión italia-na, colorista y creativa, y en su versión inglesa punk, góticae inquietante, se fundaba en una intuición: el deseo es lafuerza que pone en movimiento todo proceso de transfor-mación social, todo cambio del imaginario, todo desplaza-miento de la energía colectiva. Sólo a partir del deseo seexplican el rechazo obrero del trabajo asalariado, el rechazoa someter la propia vida a los ritmos de la cadena de monta-je, el absentismo, el sabotaje.

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La aparición, en aquellos mismos años, del valor político dela felicidad y de la autorrealización personal está ligada alrechazo de y a la imposibilidad de soportar el modo de pro-ducción industrial, que ya aparecía como maduro y decrépi-to en su perfección técnica y funcional. En esa situación, laindividualidad rica y consciente, capaz, por fin, de liberacióny autonomía productiva y cultural, se alejaba con rabia de laideología sacrificial y de la ética del trabajo. El trabajo esdenunciado como pura ejecución repetitiva y jerárquica,carente de inteligencia y de creatividad.

Así pues, en ese movimiento, la ideología de la felicidadcumplió un papel poderoso de disgregación; de la fabricataylorista y del ciclo productivo fordista, pero también delconjunto de la organización social y disciplinar que seestructuraba sobre el modelo de la industria.

Tecnología de la infoproducción

En los años siguientes transformaciones decisivas han dadolugar a un vuelco completo del panorama productivo,social y cultural.

En primer lugar, se ha difundido con velocidad impre-sionante una nueva tecnología de producción: la tecnologíadigital, que ha introducido transformaciones de diversanaturaleza en la organización del trabajo productivo y en suconcatenación.

En segundo lugar, la estructura jerárquica sobre la que sefundaba el modelo industrial ha entrado en crisis. La aspira-ción a la autorrealización se ha convertido en el resorte fun-damental de la reconstrucción de un modelo social que fun-cione y se ha integrado perfectamente en las modalidadesproductivas digitales. Resulta estúpida y victimista la posi-ción que lee este tipo de dinámicas en términos de recupera-ción, como si las fuerzas sociales estuviesen empeñadas enuna especie de eterna fuga para alejarse del control y comosi el sistema estuviese empeñado en una especie de perpetuacarrera para adelantarse a los comportamientos subversivos.

Es más interesante ver la historia social como una cons-tante interrelación entre rechazo del trabajo dependiente yreestructuración del sistema productivo, en la que coexisten la

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confrontación y las coincidencias de intereses. Capital y claseobrera en la sociedad industrial tenían intereses opuestos,pero también intereses comunes. La confrontación derivabadel hecho de que el capital procuraba extraer del trabajo vivola mayor cantidad posible de tiempo de trabajo y de valor,mientras los obreros trataban de evitar ser exprimidos comolimones y de guardar para sí energías físicas e intelectuales.

El elemento común residía en el hecho de que tanto losobreros como el capital procuraban reducir el tiempo de tra-bajo necesario, introduciendo automatismos productivos,máquinas, tecnologías. Y es esto lo que ha sucedido. La luchapor el poder obrero ha empujado al capital a sustituir obrerospor máquinas, exactamente como previó Karl Marx en elcapítulos sobre las máquinas de los Grundrisse. La introduc-ción de tecnologías microelectrónicas, la digitalización de lamaquinaria y la informatización de los procesos productivosllevan rápidamente a una transformación de las característi-cas del trabajo y a su intelectualización general. Durante todoel siglo XX se planteó el problema de la relación entre trabajomanual y trabajo intelectual. Max Weber tematiza esta rela-ción, Lenin la convierte en la base de la teoría del partido,Gramsci la repiensa bajo una nueva luz. Pero cuando en latradición teórica del movimiento obrero se habla de trabajointelectual se entiende como una función separada del proce-so productivo de mercancías, como una función de control,de gobierno, de organización ideológica del consenso: ensuma, como una función de tipo dirigente o político.

La función esencialmente productiva queda en esenciadelegada en el trabajo manual, es decir, en la transformacióndirecta de la materia física. El trabajo intelectual adquiereuna fuerza material en tanto que instrumento de potencia-ción, técnica y política, del trabajo industrial y de la claseobrera. Ya en la propia época industrial madura se habíaempezado a difundir la automatización, es decir, la posibili-dad de que las máquinas absorbieran funciones de transfor-mación de la materia, de modo que hacía del trabajo manualuna actividad enormemente más productiva. En los años se-tenta, con la introducción de las máquinas de control numé-rico y de los sistemas de automatización flexible, se intensi-ficó la transferencia de tareas operativas a las máquinas.Pero la transformación decisiva llega en los años ochenta,con la informatización sistemática de los principales sectores

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productivos. Gracias a la digitalización, cualquier aconteci-miento material puede ser no sólo simbolizado sino tambiénsimulado, sustituido por una información. Así se hace posi-ble la reducción de todo el proceso productivo a la elabora-ción e intercambio de informaciones.

¿Qué es, en realidad, la información? La información noes únicamente transferencia de signos que se refieren a unobjeto o a un acontecimiento. La información es creación deforma que es inoculada en el acontecimiento o en el objeto.La información es creación de valor, producción de mercan-cía. Todo objeto, todo acontecimiento, toda mercancía puedeser sustituida por una información, por un algoritmo corres-pondiente capaz de llevar a una existencia intercambiableese objeto, ese acontecimiento.

Por eso el paso de la economía industrial a la infoecono-mía no es, como se empeñan en pensar los economistas orto-doxos, un fenómeno importante pero sectorial destinado asustituir una parte del proceso productivo, pero no a afectara la producción de mercancías materiales.

La infoproducción se extiende a todos los ciclos de pro-ducción de mercancías, de servicios, de objetos materiales ysemióticos porque la digitalización crea un simulacro delmundo, funcionalmente integrado en el mundo físico. Laformación del modelo infoproductivo se ve acompañada poruna evolución cultural, psíquica, que afecta a la fuerza detrabajo, a la percepción misma de la actividad.

En la sociedad industrial clásica el trabajador se sentíaexpropiado de su propia intelectualidad, de su propia indivi-dualidad y de su propia creatividad. Esta despersonalizaciónpuso en marcha una reacción cultural, social y, en último tér-mino, abiertamente política contra la forma del trabajo indus-trial masificado. El modelo infoproductivo emergente de losúltimos decenios parece interpretar y acoger precisamenteesta protesta. En la producción high tech, de hecho, son preci-samente las facultades cognitivas las que son puestas a traba-jar y las peculiaridades personales las que son valorizadas.

Hay una continuidad objetiva, aunque no siempre cons-ciente ni culturalmente explícita, entre rebelión antijerár-quica y desregulación económica, entre voluntad de auto-rrealización personal y florecimiento de la autoempresainfoproductiva. La autonomía de la sociedad respecto al

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Estado es un tema fuertemente arraigado en los movimien-tos antiautoritarios de los años sesenta y setenta y alcanzasu máxima expresión precisamente cuando, en 1977, elmovimiento antiautoritario rompe abiertamente sus lazoscon el movimiento obrero del siglo XX y se distancia de laconcepción estatista del movimiento socialista y comunista.El asunto de la autonomía social se salda objetivamente conla reivindicación liberal de una absoluta libertad de laempresa frente a las regulaciones estatales y frente a cual-quier vínculo solidario y social.

Aparece aquí una contradicción que nunca ha sido asumi-da conscientemente y, por tanto, nunca ha sido criticada ysuperada para quienes, como nosotros, interpretamos teórica-mente aquellos movimientos antiautoritarios y después nosvimos combatiendo el liberalismo que, sin embargo y en cier-ta medida, había recogido nuestra herencia y había sacadopartido de sus efectos culturales y sociales. No es casualidadque tantos de los empresarios innovadores de los ochenta ynoventa se hayan formado en los setenta en los movimientosantiautoritarios, anarquistas, autónomos. Esto no es un indi-cio de traición a los valores revolucionarios y tampoco debeconsiderarse una muestra de la superioridad intelectual dequienes han sabido transferir la vanguardia política al terrenode las profesiones innovadoras. Se trata tan sólo de una con-vergencia de intereses entre autonomía social y de-sarrollo delcapital que la clase obrera revolucionaria ya había conocido yexperimentado en la segunda posguerra mundial.

La intelectualización del trabajo, que es una consecuenciano secundaria de la transformación tecnológica y organizati-va del proceso de producción en los dos últimos deceniosdel siglo abre posibilidades de autorrealización completa-mente nuevas que los movimientos libertarios habían tenidocomo objetivo. Pero también un campo de energías total-mente nuevas para la valorización del capital.

Hacia el fin de los setenta, la desafección obrera por eltrabajo industrial, la crítica difusa de la jerarquía y la repe-titividad habían quitado energía al capital. Todo el deseoestaba fuera del capital y atraía fuerzas que se alejaban desu dominio. Hoy sucede lo contrario: el deseo llama a lasenergías hacia la empresa, hacia la autorrealización en eltrabajo. Y fuera de la empresa económica, fuera del trabajo

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productivo, fuera del business no parece quedar ningúndeseo, ninguna vitalidad.

Precisamente gracias a la absorción de la creatividad, deldeseo, del impulso individualista y libertario hacia la auto-rrealización el capital ha sabido reencontrar su energía psí-quica, ideológica y también económica.

Deseo/economía

Este lazo paradójico entre fuerza liberadora del deseo yreconstitución del vínculo económico ha sido objeto de refle-xión filosófica en el ámbito del pensamiento radical postes-tructuralista. En Paris, hacia fines de los años setenta, estareflexión se manifiesta por medio de una polémica entrealgunos de los filósofos más importantes. Por una parte,Gilles Deleuze, Félix Guattari y Michel Foucault habían ana-lizado el carácter sustancialmente represivo de la formasocial del capital y habían identificado en la corporeidaddeseante la fuerza principal de una revolución libertaria, deuna ruptura de los mecanismos de control y de explotación.Por otro lado, Jean Baudrillard criticaba esta visión, afir-mando que, de hecho, el deseo debía considerarse una ener-gía capaz de recargar el capitalismo, de poner en circulaciónlas fuerzas que aquél había perdido.

En Olvidar a Foucault,5 por ejemplo, Baudrillard ataca lasteorías del deseo con el argumento de que toda liberacióndel deseo está destinada a poner de nuevo en marcha lamáquina energética de la valorización capitalista.

Hay algo cierto, naturalmente, en la observación deBaudrillard. Es cierto que el capital ha sacado partido de formaespasmódica del culto al yo que nace precisamente del recha-zo a la despersonalización industrial. Este rechazo se masificaa fines de los años setenta. Y, en los dos decenios siguientes,el individualismo de masas se convierte, en dos planos, en elresorte del hipercapitalismo hoy desplegado y aparentemen-te insuperable. En el plano productivo, el individualismo seencuentra con las tecnologías individualizadas del ordenador

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5. Jean Baudrillard, Olvidar a Foucault, Valencia, Pre-Textos 2000.

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y hace estallar el fenómeno de la microempresa como signo deautorrealización. En el plano del consumo, produce una pro-liferación de nuevas necesidades, de nuevos productos acomercializar, y una progresiva mercantilización de cualquieraspecto de la relación social, afectiva o cultural. Pero, ¿ennombre de qué principio debemos oponernos a este matrimo-nio del deseo con la economía?

El radicalismo dialéctico respondía con seguridad: ennombre de la abolición del capitalismo. Desde la imposibili-dad de una visión dialéctica resulta difícil creer en las aboli-ciones. Y menos que nunca en la del capitalismo. El capitales una modalidad de semiotización del mundo que ha per-meado irreversiblemente las formas cognitivas, los compor-tamientos, las expectativas, las motivaciones.

El pensamiento radical de origen hegeliano —del queforma parte sin duda el situacionismo— considera cualquierevolución del capital como una recuperación de una energíaoriginal en la que se manifiesta dialécticamente la autenticidadnegada del estado presente de las cosas. La obsesión por larecuperación es una de las fijaciones características del pensa-miento radical, que lo ha llevado sistemáticamente a la impo-tencia o a la desesperación. En ocasiones el discurso de losantirrecuperadores adquiere características sacrificiales yautolesivas. Estarían dispuestos a hacerse daño a sí mismospor fastidiar al capital y temen como el mayor de los peligrosla propia felicidad si ésta corre el riesgo de dar energía al odia-do enemigo. Los tardosituacionistas, nostálgico dialécticos,parecen creer que el capital existe como entidad separada,como voluntad abstracta o como subjetividad maléfica que sealimenta y se nutre de las energías procedentes de la sociedad.

En realidad, el capital es una modalidad específica devalorización económica de las energías sociales e intelectua-les y empapa todo el sistema cognitivo de la sociedad, mode-lando su percepción, su comportamiento. Lo que podemosproponernos no es en realidad abolir el capital —que querríadecir abolir una función cognitiva, una modalidad de semio-tización encarnada en el cerebro de la sociedad— sino des-plazar constantemente su equilibrio, impedir su estabiliza-ción y, por tanto, impedir que se consolide una forma depoder inmóvil, cuando el contenido productivo está en cons-tante mutación.

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