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Tras El Silencio

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Dirección Editorial: Pablo A. Lo [email protected]

Diagramación: Pablo A. Lo PrestiDiseño: Pablo F. Garcia

Todos lo derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada, transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor/autor.

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Presentación

Es lícito afirmar que hoy es necesaria la vuelta del estudio de la historia y la comunicación social extendida de los productos de su investigación, luego de largos años en que los planes escolares han eximido de su lecturas a los alumnos; y en el que un pretendido discurso historiográfico circula bajo la difusa forma de anécdotas para el entretenimiento general. Ya lo dijo el griego Polibio1 antes: “aquel que supone que estudiando historias aisladas puede adquirir una idea bastante justa de la historia como un todo, se parece mucho, en mi opinión, al que después de haber contemplado los miembros dispersos de un animal otrora viviente y bello se figura que es como si hubiera sido testigo ocular de tal criatura con todos sus movimientos y su gracia.”

Las consecuencias de esto no son menores, ya que cuando “la historia” de un grupo humano ocupa el lugar de la memoria colectiva, ésta cumple la función de dotar al individuo con una identidad, que de alguna manera regirá su conducta social. Los historiadores, al trabajar con la memoria colectiva, no se dedican a la tarea arqueológica de recuperar “verdades” del pasado enterradas bajo las arenas del tiempo, sino que crean modelos de intelección con los cuales es posible interpretar los sucesos que se nos presentan a diario. De esta manera nuestra historia personal está teñida por la de nuestra sociedad, que nos marca con su sello. Ya lo decía Marc Bloch:2 “la incapacidad de comprender el presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado,” y es posible que caigamos con estupor ante el futuro por no tener las herramientas con las cuales entenderlo.

Contrariamente a lo aspirable, la historia oficial de nuestro pasado en la forma que adoptó, nos ha dejado aun más indefensos, y se encuentra en la base misma de los argumentos que se esgrimen para justificar las más diversas formas de marginación y opresión. La base de su estrategia fue la consolidación de una escuela historiográfica elitista, que siempre cantó loas a los grandes hombres (y despreció a las masas), fuertemente influenciada por el positivismo decimonónico y su fe en el

1 Historiador griego nacido en Megalópolis en el año 200 a.C., y muerto en el año 118 a.C. 2 Historiador francés nacido el 6 de julio de 1886, asesinado por el régimen nazi el 16 de junio de 1944. Fue uno de los creadores de la Escuela de los Annales.

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progreso lineal irreversible, y la idea de la supremacía del hombre blanco y europeo por sobre la mujer, las minorías sexuales y los pueblos nativos a los que consideró “salvajes”.

La historia y el presente de Patagonia, que nos competen por cercanía y pasión, pueden ser usados como claro ejemplo de esto que decimos. La suya es una larga historia de violencias solapadas, de resistencias olvidadas, de “gestas negadas” y de voces silenciadas bajo el relato amable de innumerables crónicas “dramáticas”, que en su corazón más íntimo transportan la semilla de decenas de marginaciones futuras. Revertir esto creando una conciencia histórica colectiva y democrática es tarea ardua pero no imposible.

Mucho viene haciendo un gran grupo de investigadores desde diferentes ámbitos, académicos e independientes. Pero los espacios locales de edición y difusión son escasos y duros de sostener en el tiempo. La colección Patagonia Histórica intenta venir a enmendar una pequeña porción de esa carencia, no sin temor por la magnitud de la apuesta. En cualquier caso, será con el apoyo de sus eventuales lectores, de tenerlos, que el éxito de esta ambición podrá o no consumarse.

La respuesta a este interrogante está en el futuro, pero nos mueve un sano apetito por buscarla. Como escribió alguna vez Jorge Luis Borges: “Ojalá seas el lector que este libro aguardaba”.

Pablo Lo Presti

TRAS EL SILENCIO LA CONTIENDALa lucha ideológica en Trelew

en la década de 1930

Martín Di Santo

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Presentación y agradecimientos Hacia fines del año 1983 la revista Humor terminaba de lanzar en partes la historieta Los Inmortales, del francés Enki Bilal1, allí leí por primera vez la palabra fascismo, me enteré de la existencia de Benito Mussolini, Francisco Franco y Antonio Primo de Rivera, y del parentesco ideológico que éstos tenían con Adolf Hitler -de quien ya tenía idea de su triste papel histórico-. El propósito de la revista al ofrecer una historieta de ciencia ficción extranjera quedaba claro en el subtítulo del prólogo: “Y todavía quedan fascistas”. El contexto no podía ser mejor para ello: el 10 de diciembre asumía la presidencia de la Argentina Raúl Alfonsín, dando por terminada la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia y que abría -supuestamente- una época de prosperidad y libertad.

Gracias a esa historieta pude vincular lo que la dictadura había hecho en el país, con el nazismo y el fascismo en particular, lo que despertó en mí –yo contaba con doce años recién cumplidos— un particular interés en el tema. Con los años pude articular con el concepto de derecha política a todo fenómeno autoritario que recordara de alguna forma a los regímenes mencionados más arriba. Ya un poco mayor tuve acceso a libros sobre el la Alemania de Hitler, la segunda guerra mundial, el comunismo soviético y otros temas relacionados. La finalización de gobierno radical en 1989, después de múltiples dificultades y amenazas militares constantes renovaron mi interés en el tema de la derecha autoritaria y el totalitarismo.

Pero solo cuando –cursando con Julio Vezub y Mauricio Fernández Píccolo las cátedras de Historia Argentina II y III respectivamente— tuve la posibilidad de introducirme en el tema que me había atraído toda la adolescencia. Solo que ahora contaba con algunas herramientas conceptuales que me permitían comprenderlo mejor, así como entender porqué en determinados momentos de nuestra historia, un fenómeno que había creído erróneamente sepultado en 1945 en el mundo y en 1983 en la Argentina, reaparecía.

El trabajo en las cátedras mencionadas, sumados al ejercicio de proyecto de investigación que realicé para Bruno Sancci en Métodos y Técnicas de Investigación I, me dio la idea de encarar mi tesis de licenciatura hacia esos rumbos. La respuesta afirmativa de Julio Vezub ante mi requerimiento de que él dirija mi tesis, y los lineamientos –que en su momento me parecieron innecesarios— de enfocar el trabajo a

1 Enki Bilal, La Foire aux inmortels, 1980.

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nivel local, por parte del Taller de Seminario de Tesis, concluyeron en un trabajo con el cual recibí mi título de licenciado en historia: Discursos derechistas, nacionalistas y fascistas en la prensa del Valle Inferior del Río Chubut (1928-1940). De allí obtuve el material para escribir este libro.

La finalización de una carrera de grado y de un libro de autoría propia –cosas que uno jamás hubiera imaginado concretar— no es nunca el trabajo de una sola persona. Muchos años de estudio y de trabajo no pueden llegar a concretarse con facilidad sin el aporte de muchísimas personas. Mi caso se enmarca en esa idea de que pese al esfuerzo realizado, los obstáculos encontrados, y muchas veces la soledad a la que nos vemos forzados para llegar a nuestra meta, la contribución de mucha gente es un aporte invaluable. Intentaré recordarlos a todos.

En primer lugar quisiera agradecer a mis directores de tesis, los Doctores Julio Vezub y Fabio Wasserman, con quienes, a pesar de la distancia (Julio vive en Puerto Madryn, Fabio en Buenos Aires) y las dificultades para hacernos un tiempo para cerrar aspectos claves del trabajo de tesis, me aportaron toda su pericia y profesionalismo, e hicieron de un trabajo que muchos tildan de tedioso, un diálogo ameno y fructífero, que no por la frialdad de los mensajes de texto, las llamadas telefónicas y el correo electrónico, fue menos interesante, rico y apasionado. Con Julio tengo además una deuda de otro orden. Como responsable de la cátedra de Historia Argentina II, él fue quien –en uno de los peores momentos de mi carrera– supo encontrar y reforzar el valor que había en mí, lo cual, en una carrera universitaria, es tal vez lo mejor que se puede hacer por un estudiante.

Muchos otros docentes de esta casa de estudios cumplieron un rol similar, apoyándonos a todos los estudiantes con sus consejos, sus exigencias, su excelencia académica. Podrá decirse que ese es precisamente su trabajo, pero la buena disposición hacia nosotros, y la entrega total (con su tiempo, sus libros, y su pasión) no necesariamente es una obligación en un ámbito en el que más que personas que estudian, bien podríamos haber sino poco más que números o nombres en una planilla. Por ello no puedo dejar de manifestar mi agradecimiento a gente como Liliana Pérez, Alejandro De Oto, Nicolás Gallego, Susana Debattista, Ana María Troncoso, Horacio Ibarra, Delia Moreno, Mauricio Fernández Píccolo, María Inés Muelas –quien fue mi profesora también en el colegio secundario— y otros, de quienes aprendí mucho y recibí la mejor predisposición.

No puedo dejar afuera a aquellos compañeros con quienes cursamos a lo largo de muchos años, y disfrutamos un camino plagado de problemas y presiones, pero más aun de satisfacciones, gente con la que

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discutimos, compartimos, nos reímos y nos apoyamos mutuamente. En primer lugar a Pablo Lo Presti, que a pesar de su carácter a veces irritante es uno de los estudiantes más inteligentes y agudos con quien he cursado, y quien, gracias a su inigualable poder de gestión y pasión hizo el esfuerzo de dirigir esta colección que me dio la oportunidad de escribir mi primer libro; a Pablo Blanco y Gustavo Troncoso, con quienes nos divertimos mucho y espero poder trabajar en el futuro; Gustavo Sarmiento, con quien tengo una deuda tal vez impagable y quien demuestra todos los días su pasión por la disciplina enseñando y estudiando; Axel Binder, hermano de uno de mis más íntimos amigos, y excelente persona, estudiante, y alguien que llegará muy lejos en esto.

No puedo dejar de mencionar tampoco a aquellos que me ofrecieron un ambiente laboral impecable que me permitió –directa o indirectamente– terminar con mis estudios, y que siempre valoraron lo que uno podía aportar como docente. Principalmente a la gente de la escuela 761, Ana María Jones, Beatriz Assef, Mirta Sepúlveda y Mariela Owen, equipo de la escuela en la que trabajo desde hace cinco años y donde empecé mi carrera como docente. A Marta Estravis, Luned Roberts y el equipo del Instituto Camwy, que desde el primer momento confiaron en mí y me abrieron las puertas de una institución centenaria. Y finalmente a Diego Punta y el equipo de la escuela 763.

Mi familia también ocupó un rol fundamental todos estos años. Mi papá, Enzo, y mis hermanas, María Pía y María Laura, que a su muy particular manera me enseñaron –y me obligaron a aprender– muchas cosas para poder llegar a cumplir mi deseo. Mi mamá, Silvia, infatigable lectora, quien soportó en parte mi cursado, que siempre me insistió en que escuchara mi corazón a la hora de empezar una carrera, aun cuando yo llegara a cometer errores mayúsculos como estudiar ciencias económicas, y que me inculcó su amor por la lectura. A mis abuelos, Teresa –que nos dejó hace cuatro años a unos impecables ochenta y siete años–, y particularmente a Chuchona y Juan Carlos, quienes me inculcaron el valor del estudio, aun estando tan lejos. A Miguel Herrero, con quien aun sostenemos largas conversaciones (generalmente discusiones) que más de una vez terminaron en un portazo, quien me abrió el mundo de la buena ciencia ficción –la de Philip K. Dick, los hermanos Strugatsky, Orson Scott Card y muchos otros–, cuyos planteos históricos y filosóficos me llevaron irremediablemente hasta aquí.

A mis amigos, en particular a aquellos que estuvieron más cerca mío todos estos años. En primer lugar a Daniel Suárez, Gonzalo Caminoa y Daniel Cortez, compañeros de la escuela secundaria que con su ejemplo

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me ayudaron a tomar este camino. A Pablo González y Federico Binder, con quienes hoy, como hace ya más de veinte años, compartimos largas y apasionadas conversaciones sobre cuestiones sociales, filosóficas e históricas que fueron un pilar indiscutible de mi personalidad. A Rubén Suárez, que a pesar de nuestras diferencias de opinión siempre confió en mí y es –de mis amigos– mi único lector. A Pepe Mayorga, un gran compañero de trabajo y amigo, ahora en España, con el cual fallidamente incursionamos en política pero aprendimos mucho. A los “nuevos”, como Lautaro Mirenski –con quien también compartimos el interés por estos temas—, Javier Billodas y Pablito García, con quienes nos divertimos mucho. A Julio Barrenechea y Oscar Tomaselli (quienes espero que algún día comprendan el valor del estudio), Martín Rodrígues, Mauro Jofe, y muchos otros.

Y finalmente a Vivi, la “Negra”, quien me acompaña y me soporta incondicionalmente hace año y medio, y quien tendrá pronto mi primer hijo. Todos de una u otra manera contribuyeron a que llegara hasta aquí, por lo que les dedico parte de este trabajo.

Pero también se lo dedico a aquellos que comienzan un camino “con corazón” –como dice el personaje de Carlos Castaneda— como es el de la historia, prácticamente solos, contra viento y marea, y a los que les digo: “chicos, se puede”.

Trelew, 7 de marzo de 2010

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Introducción. Derecha, nacionalismo y fascismo en el Valle Inferior del Río Chubut. Discursos y representaciones de la prensa escrita en la década de 1930

Este libro tiene como objeto relatar la historia de un aspecto prácticamente desconocido del pueblo de Trelew: la existencia y circulación de discursos de extrema derecha, nacionalistas y fascistas durante el período que va desde 1928 hasta 1940. Es, en cierto sentido, una historia política y una historia de las ideas, que se sale de los cauces tradicionales de la historiografía del Chubut en los que predominaba la armonía entre los distintos grupos sociales y étnicos, donde apenas algún conflicto menor podía venir a empañar el destino promisorio que los colonos galeses y de otras nacionalidades venían a forjarse con tesón en estas lejanas tierras.

Retomando una línea de investigación planteada no hace muchos años por el historiador Fernando Devoto1 que no por convencional es menos efectiva, este relato proporciona una imagen del Trelew de los años treinta que si bien en crónicas como la de Matthew Henry Jones2 ya se habían mencionado superficialmente, no se corresponde con la de la historiografía tradicional: la existencia de fuertes tensiones ideológicas entre elementos de derecha y ultraderecha (nacionalistas y fascistas) y otras fuerzas políticas como el socialismo, y aun el radicalismo, manifestadas principalmente a través de la prensa escrita en un momento de crisis mundial e incertidumbre respecto al futuro.

La investigación acerca de la existencia de discursos y representaciones de derecha y extrema derecha en Trelew parte del siguiente interrogante: teniendo en cuenta la cantidad de información sobre las organizaciones, actividades, publicaciones e instituciones de derecha y extrema derecha en Patagonia que se registraron entre 1919 y la primera mitad de la década de 1920, ¿por qué el período subsiguiente —desde la segunda mitad de la década del 1920 hasta principios de la década de 1940— parece una época de relativa calma? Si se tiene en cuenta que en gran parte de Argentina los problemas resultantes de la primera guerra mundial, la revolución mexicana, y la revolución rusa afectaron tan profundamente las relaciones entre los diferentes actores sociales; si hechos internacionales como el crisis económica desencadenada en Wall

1 DEVOTO, Fernando (2002), Nacionalismo, Fascismo y Tradicionalismo en la Argenti-na moderna. Una historia.2 JONES, Matthew Henry (1997), Trelew, un desafío patagónico.

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Street, el ascenso del fascismo y el nazismo, la guerra civil española y el comienzo de la segunda guerra mundial potenciaron la circulación de discursos autoritarios y la violencia política, en un período en el cual Argentina se debatía en una crisis económica sin precedentes y un alto grado de conflictividad social, ¿por qué el Valle Inferior del Río Chubut no parece haber sido influenciado por esos acontecimientos? ¿Fue realmente así o es una zona aun no explorada por la historiografía sobre Patagonia? ¿Actuaron en Patagonia, en particular en el norte el territorio del Chubut, grupos, organizaciones, instituciones que profesaran ideologías de derecha y extrema derecha? ¿Qué sujetos encarnaron estos discursos y representaciones y como se manifestaron políticamente? ¿Cuáles eran los rasgos característicos de los discursos y representaciones derechistas y nacionalistas en el Valle Inferior? ¿Qué papel jugaron las elites políticas –en particular el radicalismo— en este contexto histórico? ¿Carecemos de registros o sencillamente las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales del Valle no propiciaron la gestación de un movimiento semejante? ¿Cómo operaron los discursos y representaciones de derecha y ultraderecha de circulación nacional en el Valle durante el período posterior a 1928?

La historiografía sobre Patagonia no ha prestado suficiente atención al tipo de dinámicas políticas que podrían dar cuenta de la existencia de actividades, organizaciones y movimientos derechistas, al menos en la región y en el período que revisamos. En este libro pretendemos dar cuenta de ese aspecto de la historia del Valle Inferior, al mostrar cómo se reflejó en los diferentes medios de comunicación gráficos locales y regionales este conflicto ideológico, a partir de la lectura y análisis de estos discursos en los medios de prensa; se intentará detectar la especificidad de esos discursos y representaciones en relación a los que circulaban a nivel nacional y en otros territorios nacionales del sur argentino; y relacionar esos discursos con las prácticas políticas regionales.

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Capítulo I. Derecha, nacionalismo y fascismo: contexto histórico

El contexto internacional: la crisis del liberalismo y la “revolución cultural”

Para comprender la existencia y circulación de los discursos y representaciones derechistas3 en el Valle Inferior del Río Chubut durante la década de 1930, es necesario situar a esta región de Patagonia en un contexto histórico más amplio, en la medida que aquel fenómeno tiene sus raíces en una crisis económica, política y cultural europea que se remonta a fines del siglo XIX, que pasamos a comentar brevemente.

Hacia comienzos del siglo XX el mundo occidental experimentó una serie de desastres que animaron al historiador Eric Hobsbawn a denominar “la era de las catástrofes” a este período, caracterizado por el derrumbe de la cultura liberal que había predominado en el siglo anterior. El liberalismo había sido durante el siglo XIX la matriz ideológica predominante de “la civilización burguesa”4 en Europa y América, y sus valores morales e instituciones habían dado al occidente una identidad política, económica y social característica. Entre sus rasgos principales, el liberalismo tenía un fuerte sesgo racionalista y economicista, basado en el laissez faire5, la aceptación del sistema capitalista liberal como indiscutible, y al progreso económico como inevitable. En el ámbito político, los valores liberales derivaban de la Ilustración y las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa, y propugnaban un rechazo generalizado a cualquier forma de autoritarismo como el predominante durante el Antiguo Régimen europeo, el respeto por el sistema democrático basado en una constitución y la representación parlamentaria, y el imperio de la ley por sobre la arbitrariedad de los gobernantes. Y en el ámbito social una serie de libertades y derechos ciudadanos, como la libertad de expresión, de opinión y reunión, así como la idea que sería más cuestionada durante la crisis que detallaremos: la igualdad.

3 Por razones de comodidad, utilizaremos el adjetivo “derechista” en sentido general para englobar a un conjunto de discursos que incluye a la extrema derecha o ultradere-cha, al nacionalismo de derecha y al fascismo, con sus diversos matices, los cuales serán aclarados a medida que nos vayamos introduciendo en la temática que tratamos. 4 HOBSBAWN, Eric (1998), Historia del siglo XX, pág. 93.5 El laissez faire (dejar hacer) se corresponde con la idea de libre mercado, en la que precios y salarios están dados por el libre juego de la oferta y la demanda.

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Pero hacia fines del siglo XIX los valores liberales comenzaron a ser objeto de cuestionamientos a medida que una grave crisis ponía en jaque al sistema capitalista. Numerosos autores6 coinciden en puntualizar la transformación prácticamente revolucionaria que se produjo hacia finales del siglo XIX, que desembocó en un cuestionamiento radical a la cultura liberal decimonónica y el planteamiento de una nueva cultura basada en valores diametralmente opuestos. De esta manera, para poder comprender cabalmente el período que nos ocupa en este trabajo –tanto en el contexto internacional como sus consecuencias para Argentina–, es menester conocer mínimamente los alcances de esa crisis.

El período abierto hacia la década de 1870 con una crisis económica mundial de gravísimas consecuencias, sacudiría los cimientos sobre los que se levantaba toda una civilización. Pueden identificarse varias de ellas: en primer lugar, la crisis económica generaría dudas sobre la seguridad que el sistema capitalista brindaba. Los ciclos de sobreproducción y sus fatídicas consecuencias hicieron ver que el futuro no necesariamente traería mejoras, soluciones y beneficios como los teóricos del liberalismo económico habían predicho desde el siglo XVIII. Asimismo, la industrialización y la urbanización masiva, y los cambios cada vez más profundos y más rápidos habían contribuido a generar incertidumbre con respecto al futuro y a exacerbar las tensiones sociales. Al interior de los estados europeos, los conflictos entre los trabajadores y los patrones habían comenzado a agudizarse, a partir de las distintas organizaciones obreras y movimientos ideológicos como el socialismo, el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, que comenzarían –aunque no todos– a plantear posiciones más radicales.

Las altísimas cifras de desempleo entre los trabajadores industriales y el campesinado que convirtieron a millones de personas en población excedente comenzaron a generar uno de los movimientos migratorios más grandes que el mundo había conocido hasta entonces. Los excedentes de población comenzaron un éxodo masivo hacia los grandes centros industriales europeos en busca de mejores condiciones de vida y trabajo, o hacia otros destinos más lejanos como América. Estas migraciones traerían otras consecuencias no menos problemáticas que las que las habían causado, ya que por regla general los migrantes no eran bien recibidos en los países de destino, causando una ola de xenofobia que alimentaría a otro de los productos ideológicos típicos del siglo XIX: el nacionalismo. Como una forma de colectivismo político propia del siglo XIX –una de

6 Eric Hobsbawn, Stanley J. Payne, y Sternhell, Sznajder y Asheri, entre otros.

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las “energías políticas más fuertes”—7, el nacionalismo comenzó a cobrar formas cada vez más violentas y agresivas hacia fines del siglo, en sintonía con las transformaciones políticas y económicas mencionadas.

En el ámbito del la ciencia y la cultura, la matriz liberal, basada en la racionalidad, el materialismo y la objetividad, y cuya síntesis teórica fue el positivismo, comenzaba a ser reemplazado en ciertos ámbitos académicos por teorías como el vitalismo de Henri Bergson, el subjetivismo y el irracionalismo, así como también el nihilismo de Friedrich Nietzsche, corrientes filosóficas que cuestionaban de raíz al pensamiento decimonónico.8 Algunas de estas nuevas visiones del mundo, al contrario de las filosofías humanistas derivadas del pensamiento ilustrado, enfatizaban la identidad del grupo y la pureza cultural, rendían culto a la violencia y a la guerra, y planteaban el autoritarismo como alternativa política a la democracia representativa.

Al interior de los estados, el fortalecimiento de las organizaciones obreras había generado que las clases dominantes tomaran conciencia del peligro que se avecinaba, lo que motivó que comenzaran a tomar sus recaudos. La amenaza que representaba un proletariado industrial organizado, con un discurso socialista, anarquista o sindicalista, había fortalecido también a la derecha, que comenzaba a ver a los sistemas políticos democrático-constitucionales como insuficientemente efectivos para detener una probable revolución proletaria. En general, la derecha podría resumirse como una tendencia política que se manifiesta como una resistencia a todo cambio económico, político y social, que toma la forma del conservadurismo, el mantenimiento de cierto status quo u ordenamiento social que implique desigualdad, y que a partir del siglo XIX ha ido de la mano en occidente de la protección política de los intereses más concentrados de la burguesía capitalista. Puede ser moderada y liberal, como en los regímenes democrático-parlamentarios, basado en

7 PAYNE, Stanley (1995), Historia del Fascismo, pág. 53. 8 Entre otros pensadores de áreas correspondientes a las ciencias sociales, se destacaron en su reacción al positivismo y el racionalismo del siglo XIX Benedetto Croce, con una particular visión de la historia, Gustave Le Bon en la psicología social, Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto en el campo de la sociología, y muchos otros. Nuevas interpretaciones de la historia, como la realizada por Oswald Spengler, marcaban la crisis de la civiliza-ción como de una decadencia irreversible sino se actuaba rápidamente y con deter-minación. También fue muy común por entonces nuevos enfoques pretendidamente científicos, pero vulgarizados y popularizados, que tenían como objeto temas como la raza, el elitismo, el culto a la violencia y a la guerra, etc., por lo cual no es de extrañar que hacia finales del siglo XIX se configurara el tipo de antisemitismo que sería eje fun-damental del nazismo (Cfr. PAYNE, op.cit., y ARENDT, Hanna (1951), Los Orígenes del Totalitarismo, entre otros).

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una serie de instituciones estatales relativamente consensuadas; o bien extrema o radicalizada, cuando ciertas amenazas al orden social –reales o ficticias– obligan al uso de la violencia represiva, tanto por parte de instituciones como la policía o el ejército, o de ciertas fracciones de la sociedad civil. Mientras que la derecha conservadora es típica de la política decimonónica, la derecha radicalizada se alimentaría de la crisis que las instituciones liberales sufrían desde fines de siglo, y sería el rasgo característico de muchos estados centrales en la primera mitad del siglo XX.

Esta situación de crisis política, económica, social y cultural, exacerbada por la competencia imperialista entre las potencias más poderosas, culminaría con la Gran Guerra de 1914 que daría a los valores propios del siglo XIX el golpe de gracia. La primera guerra mundial fue la contienda a mayor escala y más sangrienta que la humanidad había vivido hasta entonces, punto final de un ciclo histórico basado en las ideas liberales, y daría comienzo a uno de los momentos más terribles de la historia contemporánea. El transcurso de la gran guerra no solo les confirmó a sus críticos de la extrema la crisis que el liberalismo padecía, sino que le agregó un nuevo enemigo que radicalizaría aun más el conflicto ideológico: el comunismo. La revolución rusa de 1917 condensó los miedos de las clases dominantes al colocar al bolchevismo en la cima del poder político en el país más extenso del mundo y una de las grandes potencias imperiales.

Hacia el fin de la contienda, aquellas naciones como Alemania e Italia, cuyos esfuerzos en la guerra habían sido infructuosos, se hundieron aun más en una situación desesperada. Los términos a todas luces injustos del Tratado de Versalles en 1919, que condenó a esos países a pagar unas reparaciones de guerra imposibles de cumplir, que desmanteló partes importantes de sus territorios, y que desarmó militarmente a sus poblaciones dejándolos a merced de las potencias vencedoras, hicieron de ellos escenarios en los que, sumidos en un desorden generalizado, se debatían por sobrevivir los sistemas constitucionales democráticos, amenazados por un lado por los movimientos de izquierda revolucionaria encabezados por los partidos comunistas, y nuevas fuerzas sociales que, si bien provenían del socialismo, realizarían en esos años un viraje hacia la derecha más radical. De allí surgirían los movimientos políticos europeos que representaban la ruptura con el liberalismo decimonónico, a la vez que propugnaban un anticomunismo acérrimo: el fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania.

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Como plantean Zeev Sternhell, Mario Sznajder y Maia Asheri9 el fascismo, como movimiento político de ultraderecha típico del siglo XX, no puede comprenderse sin tener en cuenta este fenómeno de ruptura cultural con las ideas de la Ilustración y la revolución francesa. En primer lugar es un fenómeno cultural e intelectual cuyos orígenes estaban en la crisis de fines del siglo XIX como una reacción al liberalismo, exacerbado en segundo lugar por la aparición y el avance arrollador del comunismo. Por ello, si bien el anticomunismo goza dentro del aparato conceptual del fascismo y el nacionalsocialismo un lugar central, para comprender el fenómeno de radicalización de la derecha tanto en Europa como en América, y en particular Argentina, debe tenerse especialmente en cuenta que fue una –entre otras– de las manifestaciones político-ideológicas antiliberales que se cristalizaron con fuerza al finalizar la primera guerra mundial.

Durante la década de 1920 estos movimientos de extrema derecha comenzaron su ascenso utilizando tanto la vía parlamentaria como la violencia. En 1922 el líder fascista italiano Benito Mussolini realizó la “Marcha sobre Roma”, llegando así al poder con la connivencia del rey de Italia y un considerable apoyo político y de masas, aunque pasarían algunos años más para que lograra concretar su ideal de dominación, que de todas formas, nunca llegó a ser total como se manifestaba en la teoría. En Alemania, Adolf Hitler llegó al poder en 1933 por la vía parlamentaria, pero le tomó poco más de un año instalar una dictadura basada en un estado policíaco. En general, podría decirse que ambos movimientos fueron apoyados por la capas media y baja urbanas de sus respectivos países, muchos de ellos ex-combatientes de la primera guerra mundial, que a partir de la situación social crítica en la que se encontraban se sentían particularmente atraídos por el activismo político en especial de la derecha.10 La situación de los estratos medios de muchos de los países europeos, en particular los derrotados en la contienda, da una idea más cabal de surgimiento de la extrema derecha, no necesariamente fascista: atrapados, como estaban, entre el gran capital por un lado, y los movimientos obreros en ascenso por otro, las masas comienzan a volcarse gradualmente hacia los nuevos líderes de la derecha, apoyados desde ya por los sectores dominantes en la economía y la política, que temían la perdida de su posición. Prácticamente existe un acuerdo entre la mayoría de los autores consultados en reconocer que el éxito de la derecha radical después de la primera guerra mundial se debió principalmente al peligro

9 STERNHELL, Zeev, SZNAJDER, Mario y ASHERI, Maia (1994), El nacimiento de la ideología fascista, pág. 1.10 HOBSBAWN, Eric, op.cit., pág. 126 y ss.

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que representaban el fortalecimiento de la clase obrera y la posibilidad de una revolución social, en particular a partir de la victoria bolchevique en Rusia.

A la ya comprometida situación europea que tenía en jaque al liberalismo político con un retroceso de sus valores y un fortalecimiento del autoritarismo, se le sumó a finales de la década de 1920 una crisis económica global que se desencadenó en Nueva York, y que afectó severamente al resto del mundo. La crisis de 1929 complicó aun más la situación y abrió un período caracterizado por la inestabilidad política y económica, que obligó incluso a los Estados Unidos y Gran Bretaña a aplicar políticas económicas intervencionistas de las que –al menos en la teoría— siempre habían renegado.

La década de 1930 fue la época en que se condensaron los conflictos ideológicos que venían desde el siglo anterior, y aquellos que no habían podido resolverse en la Gran Guerra –o habían sido exacerbados por ella–. A las tensiones que habían debilitado las ideas liberales decimonónicas, se agregaban ahora el “peligro rojo” comunista, y los regímenes autoritarios basados (o no) en el fascismo. El preludio de lo que estaba por llegar se desató en España, donde el gobierno republicano (de tendencia socialista) se enfrentó a una rebelión encabezada por el general Francisco Franco, una alianza entre los sectores más conservadores, como la corona, la Iglesia, y ciertos sectores del ejército, así como la organización fascista española: las falanges. Por otro lado, los regímenes autoritarios instalados en Italia y Alemania en Europa, y Japón en Asia, comenzaron una serie de políticas expansionistas a expensas de otros estados, que desestabilizaron el mapa mundial y amenazaban con otra conflagración de enormes proporciones. Finalmente, en septiembre de 1939 comenzó la guerra que enfrentó a las potencias reunidas en torno al Eje, Alemania, Italia y Japón, contra los aliados, en la que se llamó posteriormente la segunda guerra mundial.

El contexto nacional: los orígenes de la extrema derecha argentina

A principios de 1919 se produjeron en la ciudad de Buenos Aires una serie de acontecimientos que posteriormente se conocerían como la Semana Trágica, a raíz de un enfrentamiento entre los trabajadores metalúrgicos de los Talleres Vasena y el gobierno del entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Es un acontecimiento que marca un antes y un después en la historia social argentina. A la huelga protagonizada por los obreros,

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le siguió una violenta represión que derivó en un sangriento pogrom11 contra las comunidades de inmigrantes, en especial ruso-judías de los barrios porteños de Villa Crespo y Once.

Desde la perspectiva de los trabajadores, 1919 fue un año clave para la configuración del movimiento obrero argentino. Los conflictos entre los trabajadores y la patronal, estimulados por la situación económica nacional de la primera posguerra y por una supuesta política obrerista llevada adelante por el gobierno nacional, se intensificaron a partir de entonces. Las respuestas a estos conflictos fueron múltiples, pero desde la perspectiva que encara este libro, el tema que nos interesa no parte desde el punto de vista de los trabajadores, sino de su reverso: la aparición de un movimiento político-ideológico de extrema derecha, cuya continuidad en el tiempo y su creciente intensidad marcarían a fuego la historia política argentina.

Durante la Semana Trágica, hizo su aparición pública una organización que encarnaría esa postura ideológica, aunque no sería la única: la Liga Patriótica Argentina (LPA). La Liga era una organización paramilitar integrada por civiles de clase media y alta, que si bien en un primer momento actuaron al amparo de la policía y demás autoridades gubernamentales, comenzaron a contar a partir de entonces con importantes apoyos humanos y financieros provenientes de los más poderosos sectores terratenientes, políticos conservadores y algunos radicales, empresarios, militares y eclesiásticos, convirtiéndose a partir de entonces en una de las asociaciones civiles más importantes del país.12

Si bien es a partir de un hecho local como la Semana Trágica que surge una organización de extrema derecha, es innegable la contribución que los diferentes hechos internacionales le hicieron a su evolución. La primera guerra mundial, la revolución mexicana, la revolución rusa, el flujo de ideas e ideologías europeas como el socialismo, el anarquismo, el sindicalismo revolucionario y otros, aportaron a la sociedad argentina un

11 Los pogroms eran persecuciones y linchamientos que periódicamente sufrían los judíos a manos de aquellos sectores que los culpaban de determinada situación eco-nómica crítica, particularmente en Rusia, lo que motivó a aquellos a migrar hacia otras tierras donde no fueran perseguidos por sus creencias religiosas, como la Argentina. Es por ello que a los primeros inmigrantes judíos se les denominara simplemente “rusos”, ya que pertenecían a dicho origen étnico. 12 Al respecto, dice el historiador David Rock que “en ese movimiento contrainsu-rreccional tuvo su origen la extrema derecha argentina”, posición compartida por la mayoría de los intelectuales especializados en el tema, tanto nacionales como extran-jeros. (ROCK, David [1993], La Argentina Autoritaria: los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública, pág. 168)

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enorme caudal de conflictividad, y su correspondiente contrapartida por parte de la derecha.

Una reacción como la de 1919 ante acontecimientos inquietantes no era nueva en Argentina. Ya desde fines del siglo XIX preocupaba a las elites la “cuestión social”, las consecuencias no deseadas del “aluvión inmigratorio”, y la participación políticas de sectores antes relegados con el ascenso de Yrigoyen al poder. Progresivamente lo que empezó siendo una moda literaria cultivada desde principios de siglo por “nativistas” y “tradicionalistas” de la talla de Manuel Gálvez, Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas13, se fue convirtiendo desde 1919 en un movimiento político. Los aportes del pensamiento contrarrevolucionario europeo dejaron su impronta en el movimiento, aunque las condiciones políticas y sociales locales tuvieron el peso suficiente para darle una configuración diferente de la europea. Las políticas desarrolladas por el gobierno radical hacían percibir a las clases más poderosas la posibilidad de la aparición de un movimiento izquierdista cercano a la revolución social, por lo que el “obrerismo” que se le achacaba al gobierno de Yrigoyen fue en un primer momento la mayor preocupación de las elites volcadas hacia la derecha. El activismo obrero propio de esos años fue lo que le dio entonces su impulso definitivo. La creación de organizaciones en respuesta a estos movimientos, como la Asociación del Trabajo o los Círculos Católicos de Obreros, dieron la oportunidad a los patrones de tomar parte en el conflicto.

Pero fue durante los años de la década de 1920 cuando, aún habiéndose estabilizado los conflictos obreros sin por ello desaparecer, la extrema derecha argentina cobra un mayor impulso, insuflada por la situación política nacional y europea, los aportes de intelectuales y políticos locales y extranjeros. Esta circulación de ideas e ideologías a nivel nacional obviamente también contribuyó a una serie de cambios internos en el seno del movimiento derechista. Las mutaciones que se produjeron en su interior sobre fines de los años veinte generaron un nuevo movimiento conocido como nacionalismo, que fue reemplazando gradualmente a la derecha encuadrada en la LPA. Devoto reconoce que el término “nacionalismo” tiene numerosos sentidos y se ha aplicado para denominar distintos fenómenos políticos e ideológicos. Un uso extensivo del término por parte de muchos historiadores ha llevado convertirlo en un rótulo utilizado para denominar aquellos proyectos de construcción del estado-nación a partir del siglo XIX, “patrimonio de la tradición liberal decimonónica”. Pero el autor utiliza la noción que denomina “en sentido

13 DEVOTO, op.cit.

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restringido”, que caracteriza los movimientos políticos antiliberales y frecuentemente autoritarios y tradicionalistas. Esta última acepción es la que finalmente estudia Devoto y la que compartimos en este trabajo, y es la que englobaremos bajo la categoría de derechas: “No se trata de indagar ambos [nacionalismos] sino solo de estudiar al nacionalismo en sentido restringido, al nacionalismo de derecha, antiliberal, el nacionalismo de los nacionalistas [...] en el contexto más amplio, en el regazo de aquel otro nacionalismo de rencia decimonónica, genérico, identitario”. 14

La Iglesia católica se sumó a la cruzada antiizquierdista también a partir de 1919 con la realización de la Gran Colecta Nacional, y su posición se fue endureciendo durante la década de 1920 con los Cursos de Cultura Católica, donde se adoctrinaba a las nuevas élites a partir de la discusión de la filosofía de Tomás de Aquino y los trabajos de intelectuales europeos derechistas en la recuperación de los valores del medioevo católico: jerarquía, espiritualidad, heroísmo, disciplina y corporativismo.

La participación de la Iglesia en el movimiento derechista argentino condujo a una radicalización ideológica que denotaba la amplitud de los que eran designados sus enemigos a partir de entonces: al movimiento obrero, el anarquismo, y el socialismo, que habían sido en un principio los objetos de sus ataques, se sumaban ahora completando la síntesis el liberalismo, la democracia parlamentaria y plebeya15 –en su variante yrigoyenista—, todo aquello que pudiera tildarse de izquierdista, los capitales extranjeros –en especial británicos—, y los judíos. Ideologías reaccionarias europeas como la Hispanidad harían su aparición a partir de entonces, configurando todo un movimiento nacionalista autoritario de derecha. Esta melange ideológica explica en parte lo ecléctico del movimiento y las dificultades que encontró para la acción política. Se destacan sobre fines de la década las diversas publicaciones que funcionaron como órganos de difusión de sus programas políticos e ideológicos, y cuya exacerbación corría pareja a las posibilidades de un nuevo gobierno de Yrigoyen, hecho que se concretó finalmente en 1928. El periódico La Nueva República y la revista Crisol se convertirían en los principales voceros de los nacionalistas, a los que se sumaron además las publicaciones Criterio y Número, ambas de cuño católico.

Así, la Iglesia comenzaba a aparecer como un actor privilegiado en la elaboración de la ideología derechista, pretendiendo la unión de los sectores conservadores en torno a su programa político, y alentando la

14 Ibíd., pág. XII. 15 DEVOTO, op.cit., utiliza el concepto de “plebeyismo político” para designar a movi-mientos políticos populares, en este caso al yrigoyenismo.

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intervención del Ejército.

Finalmente, con el golpe de estado de septiembre de 1930 llevó al poder a una derecha que si bien se reunía en torno a la figura del general José Félix Uriburu, continuaba adoleciendo de una fragmentación en pequeños grupos que determinó su destino político, aunque no así el ideológico. Para los nacionalistas, esta contrarrevolución era la única alternativa viable, y la oportunidad de plasmar en la política aquellos ideales que venían esgrimiendo desde la década anterior. A partir de entonces, esta fragmentación dividió al movimiento en dos corrientes: una “vieja derecha”, conservadora y liberal a la vez, que reunía en su seno a gran parte de aquellos militantes de la LPA, reunidos en el Partido Demócrata Nacional, y que englobaba a las ricas familias terratenientes, grandes empresarios y banqueros, y políticos provinciales, identificados con el gobierno de Agustín P. Justo desde 1932. Por el otro lado, una “nueva derecha”, identificada con el nacionalismo, el catolicismo integrista, algunos sectores –por entonces minoritarios– del ejército que gravitaban alrededor de la figura de Uriburu, y alentada por aquellos movimientos ideológicos europeos que venían cosechando éxitos sin precedentes: el fascismo y el nazismo. Esto explica lo radicalizado de la constitución de sus programas políticos, si se la compara con los de la vieja derecha.

Sin embargo, aquellas divisiones internas, la ausencia de referentes políticos válidos, el alejamiento y posterior muerte de Uriburu, mellaron al nacionalismo en el plano político, dejando a los liberales conservadores con el manejo del Estado, dando paso al período conocido como la “Década Infame”. Esta última referencia, si bien habla de la debilidad del movimiento a nivel político, no impidió que los años treinta fueran el período de mayor producción escrita, de la definición de su doctrina, así como también de la creación de otras organizaciones paramilitares que reemplazaron a la LPA, tanto o más radicalizadas que aquella, como la Legión Cívica Argentina (LCA) –de intensa actividad pública—16, la Legión de Mayo, la Alianza de la Juventud Nacionalista y otras, casi todas con entrenamiento militar. A partir de entonces, “surgió una creciente influencia nacionalista en instituciones como el Ejército, la Universidad, la Iglesia católica y los negocios. Tuvieron mayor impacto en Buenos Aires y otras zonas urbanas, a pesar de que los esfuerzos proselitistas se

16 Según Dolkart, la Legión Cívica Argentina llegó a contar con aproximadamente cincuenta mil hombres solo en Buenos Aires, y aunque esta estimación pueda llegar a resultar exagerada, da una idea de grado de organización y popularidad de los ideales derechistas en los años treinta (DOLKART, Donald H. [2001], “La derecha durante la Década Infame, 1930-1943”, en DOLKART y MC. GEE DEUTSCH [2001], La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales, pág. 151 y ss.).

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extendieron a lo largo del país”.17

A partir del triunfo de los conservadores, la derrota de los nacionalistas en el plano político fue inminente, sin embargo ello no implicó que la década de 1930 no estuviera exenta de conflictos político-ideológicos que los tuvieran como protagonistas. Durante el período del presidente Justo la violencia política estuvo a la orden del día. Esta violencia estaba directamente relacionada al constante crecimiento del número de organizaciones derechistas que tomaban como modelos a la LCA, cuyo espectro ideológico iba desde los conservadores moderados al fascismo más militante. A la relativa debilidad del movimiento por sus divisiones internas, se le opuso una serie de intentos por alcanzar un cierto grado de unidad, creando programas como la “Afirmación de una Nueva Argentina” (ADUNA), que perseguía objetivos como el reemplazo de la política parlamentaria por la corporativa —de corte fascista– en el ámbito nacional. Estos intentos dieron el puntapié inicial para que la derecha proclamara sus objetivos y definiera su doctrina, lo que se logró a partir de entonces. Acontecimientos internacionales como la guerra civil española no hicieron más que exacerbar las posiciones y definir aun más sus directivas: “el agravamiento de la situación europea afectó seriamente al país y dividió a la opinión publica. El triunfo de Franco en España y las amenazadoras exigencias de Hitler y Mussolini alentaron las expectativas de la derecha, que propuso estos modelos europeos para una Argentina futura”.18

Resultó sumamente favorable como factor cohesivo para el movimiento la recepción que las ideas derechistas encontraron en el ejército, institución que por definición se encontraba por encima de los partidos políticos: “Muchos militares veían con buenos ojos el nacionalismo, particularmente porque les asignaba un papel preponderante en la creación de un nuevo sistema político”.19 Sus ideas lograron calar muy hondo en el seno de las fuerzas armadas, pero habría que esperar hasta 1943 para que los grupos nacionalistas dentro del ejército dieran el golpe de estado que modificaría radicalmente la situación de desarticulación en la que se encontraban.

17 Ibíd., pág. 154.18 Ibíd., pág. 184. 19 Mc. GEE DEUTSCH, Sandra (2001), “La derecha durante los gobiernos radicales, 1916-1930”, en DOLKART y Mc. GEE DEUTSCH, op.cit., pág. 103.

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El contexto regional y local

¿Qué podemos decir de la circulación de discursos, representaciones y prácticas derechistas y ultraderechistas en Patagonia? En primer lugar el contexto histórico es completamente diferente en sus aspectos sociales, económicos y políticos. La tardía incorporación de Patagonia al Estado nacional es una de las causas, de lo que se deduce una organización espacial y política distinta al centro del país, en particular en la etapa conocida como territoriana. Los territorios nacionales de la región patagónica se encontraban bajo una dependencia política y económica del Estado central que impedía consolidar sectores hegemónicos con suficiente fuerza. A su vez, esta situación permitió que sectores económicos de mucho peso en el ámbito local fueran relativamente independientes del orden nacional, y ejercieran un peso considerable sobre los sectores subalternos. La actuación de los cuerpos de policía y los jueces de paz era lo que permitía la instrumentación de un orden estatal, aunque frecuentemente se confundían las funciones públicas con los intereses personales, al ser muchas veces los funcionarios también comerciantes, terratenientes y empresarios. Esta y otras situaciones, sumadas a la ausencia de un poder estatal fuerte, y la sobreexplotación laboral, actuaron de catalizadores de los reclamos obreros, generando fuertes conflictos con los sectores patronales.

En este marco se desarrollará el conflicto –contemporáneo de la Semana Trágica–, que se conocerá posteriormente como la Patagonia Rebelde (1920-1921). Paralelamente al aumento de la conflictividad obrera entre 1916 y 1917, la crisis económica afectó sensiblemente a los sectores capitalistas patagónicos, muchos de ellos extranjeros, en especial a los relacionados con la ganadería ovina. Hechos como la revolución rusa tampoco pasaron inadvertidos –por los obreros, pero mucho menos por los patrones–, y produjeron un recrudecimiento de la combatividad obrera, sumada a la presencia de ideologías anarquista y socialista en la región. Hacia 1920 con el descenso de los precios de la lana se hizo mayor aun la presión sobre los sectores subalternos, quienes carecían de toda protección frente a las condiciones laborales impuestas por los estancieros. La respuesta a las huelgas organizadas por la Sociedad Obrera de Río Gallegos fue una terrible represión en la que participó la LPA, a través de su filial local. La policía, con el apoyo de las “guardias blancas” –civiles armados que actuaban como fuerza de choque y realizaban tareas de inteligencia— fueron los que se encargaron de esta primera fase de la represión. Ante los reclamos de los latifundistas locales al gobierno nacional, sobre los peligros del “maximalismo bolchevique” y la “falta de

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argentinidad” de los involucrados en las huelgas, se lanzó una segunda fase, ahora a cargo del ejército. Las acusaciones de “subversión armada” hacia los huelguistas motivó la utilización de la ley marcial para castigarlos, por lo que se produjeron los fusilamientos masivos de aquellos obreros que se rendían, así como también algunos estancieros y comerciantes acusados de colaboracionismo.20 Hacia 1921 las fuerzas del orden ya habrían logrado imponerse en la región, dejando un saldo aproximado de mil quinientos obreros muertos y otros tantos encarcelados.

Ese acontecimiento, así como la Semana Trágica en Buenos Aires, marcaría el comienzo de la difusión de la ideología derechista en Patagonia. Es a partir de entonces cuando encontramos los registros de las visitas de los miembros de la LPA, no sólo a la zona en cuestión, sino a casi todas las regiones productoras y centros urbanos, incluido el Valle Inferior.21 La novedad en la difusión de ideologías de derecha y ultraderecha es tanto la intensidad como la radicalidad de éstas, en contrapartida a una también amplia y radicalizada difusión de ideologías que eran consideradas –aún entonces–, como foráneas y disolventes del orden social “deseable”, el socialismo, el anarquismo y el comunismo, intensidad paralela a los conflictos obreros desatados, a los hechos internacionales como la revolución rusa y mexicana, y la “plebeyización de la política” achacada a la política obrerista de Yrigoyen en el gobierno nacional.

Con respecto al Valle Inferior del Río Chubut, podemos decir que, al igual que el resto de la región patagónica, su incorporación plena al estado nacional fue tardía, pero presentaba en cambio particularidades, en comparación con los demás territorios, aportadas por la presencia de los colonos galeses desde 1865, en contacto y conflicto con las familias mapuches, pampas, y tehuelches que perderían el control autónomo del territorio norpatagónico, pocas décadas antes del período que nos ocupa.

Paulatinamente, el proyecto nacional propio que alimentaban los líderes de la colonia galesa fue dejado de lado, pero los rasgos endogámicos perduraron, y la fuerte identidad comunitaria se mantuvo en tensión con la colaboración con las autoridades para expandir la nación, y con ella

20 Cfr. BAYER, Osvaldo (1972), Los vengadores de la Patagonia Trágica, y BANDIERI, Susana (2005), Historia de la Patagonia, pág. 334 y ss. 21 Cfr. LÓPEZ, Susana (1999), “Una mirada de la Liga Patriótica Argentina en Patago-nia” y (2008), “Anunciando Apocalipsis, van de salvadores. La Liga Patriótica Argentina en Patagonia. La mirada de la prensa escrita de Trelew. 1920-1930”; y MAGGIORI, Ernesto (2004), Historias de frontera. Policías, bandidos, baqueanos, arrieros, comer-ciantes, peones y troperos.

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a los colonos, hacia el sur y el oeste. Hasta 1880, los “tehuelches del norte” o “pampas”, con territorialidad entre los ríos Negro y Chubut, permitieron la radicación de los galeses, circunscripta al curso inferior del último río, por la oportunidad comercial que significaba para las partidas que lo frecuentaban estacionalmente. Precisamente, los negocios con los indígenas aportaron los principales ingresos de los colonos, y dinamizaron los circuitos regionales en un equilibrio de fuerzas donde todavía no había irrumpido el Estado. Nos valemos en este punto de los trabajos de Gavirati22 y Vezub23, pero si bien el tratamiento de las relaciones entre los discursos de derecha nacionalistas y los problemas étnicos queda fuera de los objetivos de este libro, es menester precisar que en el caso del primer autor, y los planteamientos etnológicos tradicionales que representa, la tendencia a idealizar los vínculos armónicos entre los colonos galeses y los “tehuelches del norte”, y su pacifismo supuesto, prolongarán sus efectos sobre el opacamiento historiográfico de la conflictividad ideológica en el Valle Inferior, que venimos a alumbrar con esta investigación.

La denominada “Conquista del Desierto”, o mejor dicho las campañas militares de expansión sobre Patagonia que se desarrollaron a partir de 1879 y hasta mediados de la década siguiente, marcaron la reformulación de la “cuestión indígena” en los términos de pérdida de autonomía, subalternización, e invisibilización a través de la incorporación definitiva al Estado nacional.24 Estos procesos se reforzaron mediante la sanción de la Ley Nº 1.532 de Territorios Nacionales en 1884, que inició la etapa territoriana. Estos mecanismos institucionales afianzaron la propiedad privada y el alambrado de tierras destinadas a la producción ovina. Llegarían gran cantidad inmigrantes, galeses interesados en la construcción del ferrocarril, chilenos, españoles, vascos, italianos, sirio-libaneses y argentinos de otras provincias, además de numerosas familias indígenas desterritorializadas, y desplazadas desde la cordillera de los Andes, Neuquén, Río Negro, y las llanuras bonaerenses y la Pampa Central.

22 GAVIRATI, Marcelo (2003), “¿Un negocio liviano? La importancia del comercio de plumas de avestruz para la Colonia Galesa, la Patagonia y Argentina”, en Pueblos y Fronteras de la Patagonia Andina, Nº 4; y (2006), “John Daniel Evans. La vida de un colono galés en la última frontera”, en MANDRINI, Raúl (editor), Vivir entre dos mun-dos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX.23 VEZUB, Julio (2005), “Redes comerciales del País de las Manzanas. A propósito del pensamiento estructural de Guillermo Madrazo”, en Revista Andes Nº 16. 24 Cfr. MASES, Enrique (2002), Estado y cuestión indígena en la Argentina. El desti-no final de los indios sometidos en el sur del territorio (1878-1910); DELRIO, Walter (2005), Memorias de la expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia: 1872-1943; y VEZUB, op.cit.

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La instalación del “Ferrocarril Central Chubut” en 1886 introdujo una novedad importante en la organización regional, al fundarse una estación equidistante entre los poblados galeses de Gaiman y Rawson, la capital del territorio. La instalación de las oficinas, los depósitos y los almacenes en ese paraje intermedio, dieron lugar al asentamiento conocido como Trelew, situado a veinticinco kilómetros de la desembocadura del río Chubut.

El pueblo creció a partir de su ubicación estratégica como centro de transporte, comercio y comunicaciones. Hacia 1903 adquirió estatus municipal, llevándose adelante los primeros trabajos de infraestructura para albergar población, la cual se fue incrementando con los aportes migratorios de diferentes regiones del país y el extranjero. Un año después se constituyó el primer gobierno municipal por medio de elecciones, previa autorización de la gobernación del territorio. El grado de politización de la población debió haber sido bastante alto, por la amplia participación de los vecinos de la planta urbana en los comicios.

Los comicios dirimían la elección de cinco concejales de los cuales salía la máxima autoridad local, el presidente del Honorable Consejo Municipal. Además, también se elegía al juez de paz. Los candidatos surgían entre los vecinos más reconocidos, pero desde mediados de la década de 1910, con la aparición de partidos políticos como la Unión Cívica Radical, las actividades políticas, la organización de las campañas, y los enfrentamientos a través de los medios de difusión locales, se fueron haciendo más comunes e intensos, acompañando la agudización de la situación política que se experimentaba en otras provincias y territorios. El protagonismo de los vecinos de mayor trayectoria –en general galeses o descendientes directos–, fue reemplazado paulatinamente entre 1910 y 1920 por militantes de la U.C.R. de otros orígenes étnicos, cuyos pocos fracasos en las urnas solían deberse más a problemas partidarios internos que a la eficiencia de la oposición.

La continuidad democrática de Trelew se vio afectada –como todo el país– por la revolución que derrocó al gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen. Hubo reemplazo de las autoridades electas, comenzando por los gobernadores, quienes a su vez pasaron a designar a las autoridades locales. Estas autoridades locales fueron generalmente transitorias y, a medida que se normalizaba el clima político hacia 1932, la dinámica democrática local con sus partidos, sus dirigentes y sus simpatizantes, volvería a ocupar el centro de la escena. Para el período que nos ocupa, la ruptura de 1930 no alteró en profundidad el panorama político-institucional local, una vez pasados los efectos inmediatos de las intervenciones y las nuevas

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designaciones. Sin embargo, la coyuntura de 1943 dejó secuelas mucho más profundas para una población que se había incrementado desde los trescientos habitantes en 1906 hasta superar las cinco mil personas en 1939.

El grado de integración a la nación se había completado hacia los primeros años del siglo XX, lo que hace difícil pensar que el Valle Inferior podría ser ajeno a los acontecimientos que conmovían al resto del país y el mundo, o permanecer inmune a la circulación de las ideologías derechistas en boga.

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Capítulo II. Aspectos teórico-metodológicos

Como planteábamos al comienzo, este trabajo es un cruce entre la historia política y la historia de las ideas, cuyo objetivo es historiar la existencia de discursos y representaciones derechistas a partir de su circulación en la prensa del Valle Inferior del Río Chubut entre 1928 y 1940. El corpus documental utilizado como fuente es un conjunto de textos bien claros y definidos, los periódicos El Avisador Comercial y El Pueblo, las dos publicaciones de mayor circulación en el período que nos ocupa, que proporcionaron una valorable cantidad de información acerca de los discursos de las elites socioeconómicas y políticas.

El tipo de análisis realizamos que se encuentra a mitad de camino entre la historia cultural como la plantea Roger Chartier25, el enfoque morfológico de Maurizio Gribaudi26, y los trabajos de Fernando Devoto27, a partir de los cuales hemos seguido el conflicto ideológico desde la perspectiva de los actores involucrados en cada contexto histórico. A partir de estos aportes se pueden apreciar las redes de relaciones que los actores establecieron en un contexto crítico, y las diferentes dinámicas sociales y políticas, que su vez dan cuenta de las diferentes prácticas sociales, sus ambigüedades, tensiones, incertidumbres e inestabilidades, en suma, el movimiento, aquello que mantiene viva a una sociedad, los “hilos que la animan”.28

Discursos y representaciones. Definición de los instrumentos teóricos

El objeto de estudio que tratamos son discursos, representaciones y prácticas que interactúan dinámicamente en un contexto de crisis y amplia circulación de ideologías. Siguiendo el planteo teórico de Bronislaw Baczko, las representaciones consisten en ideas-imágenes a través de las

25 CHARTIER, Roger (1991), El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. 26 GRIBAUDI, Maurizio (2002), “Biography, academic context and models of social analysis”, presentado en el Seminario After Microhistory?, organizado por el Sociology and Social Science History, University of Helsinki, en Septiembre de 2002; y ACHA, Omar y VEZUB, Julio (2004), “Entre la microhistoria y la morfología. Mundo académi-co y recorridos personales”, entrevista a Maurizio Gribaudi, en Revista de Historia, año I, número 1. 27 DEVOTO, op.cit.28 ACHA y VEZUB, op.cit.

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cuales las sociedades y los individuos “se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores para sus ciudadanos”.29 Se construyen tomando elementos del caudal simbólico de las sociedades, y cuentan con una realidad específica que “reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos, en las múltiples funciones que ejercen en la vida social”. Las representaciones articulan ideas, ritos y modos de acción, y no se reducen como se ha intentado hacerlo desde algunos sectores de las ciencias sociales a meros reflejos de una estructura económica material, sino que a través del poder simbólico, de manifiesto siempre en lo político, cobran entidad de “real”. Una representación totalizante de una sociedad se define como un “orden”, de acuerdo al cual cada individuo ocupa un lugar, cumple una función, define su identidad y su razón de ser. Pero específicamente marca un territorio y sus fronteras, define a los “otros”, forma sus imágenes de amigo y enemigo, conserva y modela recuerdos pasados, define y materializa sobre el espacio. Por ello el estudio de las representaciones y discursos proporciona una invalorable cantidad de información, en particular cuando se trata de dinámicas políticas e ideológicas como las que tratamos aquí.

Para comprender el papel que jugaron los medios de difusión masiva como la prensa en la difusión de discursos, es esencial comprender que las representaciones se caracterizan más por su abundancia que por su verificabilidad. No es extraño entonces que la mayor parte de las organizaciones de derecha y nacionalistas hayan echado mano a todo tipo de recurso escrito para la difusión de sus ideas, siendo la prensa el más usual, en especial en el espacio patagónico que es el que nos interesa. Por ello su impacto sobre las mentalidades, las conductas, las acciones dependen ampliamente de la difusión, la circulación y los medios de que se dispone para poder conseguir la dominación simbólica. En este último sentido, la prensa en Argentina tiene larga data como forma de socialización, y no lo fue menos en la región patagónica, donde los grupos poder, tanto estatal como privado, hicieron uso indiscriminado de ellas.

A través del recorrido que realizamos sobre las fuentes, daremos cuenta de aquellas representaciones y discursos con que los actores históricos del período analizado se identificaban a sí mismos, y a partir de aquellas, a sus enemigos. Para ello trabajamos con una serie de categorías –derecha, fascismo y nacionalismo— que nos ayuden a comprender esas dinámicas.

29 BACZKO, Bronislaw (1984), Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas co-lectivas, pág. 8.

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Derecha, fascismo y nacionalismo

Derecha es la categoría central del trabajo. Para su abordaje tomaremos las definiciones de Bobbio30, Dolkart y Mc. Gee Deutsch31, Baczko32, y Mc. Gee Deutsch33. La derecha, como concepto perteneciente a las ciencias políticas, ha tenido desde su surgimiento una connotación negativa a pesar del constante intento de sus cultores por revalorizarla. Como plantea Bobbio y la mayoría de los autores consultados, la derecha aparece como una variedad de respuestas a la izquierda, por lo que resulta imposible definir una si no se define a la otra. Esta díada aparece con la revolución francesa, y designa un contraste entre dos términos antitéticos, dos ideologías que se presentan a su vez como programas políticos, valoraciones e intereses. Lo que comenzará con un hecho fortuito34, se configurará durante el siglo XIX en una oposición que se impondrá progresivamente, conteniendo en su seno las diferentes sensibilidades políticas y sociales, extendiéndose luego a todo el mundo occidental. Las diferencias entre ambas consisten, sistemáticamente, en la valoración que hagan respectivamente de la igualdad como condición humana: la izquierda da mayor importancia a la igualdad de los hombres, en tanto que la derecha considera a las desigualdades como un dato natural y por lo tanto ineliminable, inherente a su condición, por lo que plantear lo contrario, la modificación, es atentar contra un orden natural.35

Al surgir ambas en el mismo contexto histórico, la revolución de 1789, encontramos también en sus orígenes otra díada que es funcional a las mismas, y que les dan una serie de matices que las harán características: revolución y contrarrevolución. La izquierda generalmente se asociará a la idea de revolución, en la medida que la lucha por las condiciones igualitarias entre los hombres implica necesariamente modificar radicalmente el

30 BOBBIO, Norberto (1995), Derecha e izquierda.31 DOLKART y Mc. GEE DEUTSCH, op.cit.32 BACZKO, op.cit. 33 Mc. GEE DEUTSCH, Sandra (2005), Las Derechas. La extrema derecha en la Argen-tina, el Brasil y Chile. 1890-1939.34 Durante el período de la revolución francesa conocido como de la Convención (1792-1794), los distintos sectores políticos se ubicaron espacialmente de la siguiente manera: los girondinos, representantes de la alta burguesía y conservadores a la dere-cha; la montaña, que representaban las tendencias más revolucionarias y radicales a la izquierda; y la llanura, formada por aquellos grupos con ideas acomodaticias que fluctuaban entre uno y otro de los grupos mencionados, en el centro. Esta configuración espacial en la que estaban representadas las distintas sensibilidades ideológicas, sociales y políticas, dio los nombres a las tendencias derecha, izquierda y centro, utilizadas aun hoy en día (cfr. BACZKO, pág. 16). 35 BOBBIO, op.cit.

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orden social. La derecha, por su parte, se ubicará en el extremo contrario del espectro ideológico, como contrarrevolución, en la medida que el conservadurismo inherente a esta tendencia ha intentado por diferentes medios mantener una estructura u orden social eliminando cualquier posibilidad de cambio. Es por ello la derecha aparecerá históricamente como una respuesta a los ideales igualitarios de la izquierda. A la variedad de matices recién aludida, se agregará –siguiendo el pensamiento de Bobbio— otra díada, que define el carácter de ambas ideologías y es más funcional a los fines prácticos. Estamos hablando de extremismo y moderación, matices que encontramos en ambas tendencias y que definen su tipo de acción política. La moderación, tanto de izquierda como de derecha, se asocia al parlamentarismo democrático, por lo que encontraremos movimientos, partidos políticos, tendencias, de centro-derecha o centro-izquierda, en la medida que hace posible el diálogo y el pluralismo. En tanto en la variación extremista encontramos todos aquellos movimientos, partidos, grupos, de tendencia violenta, intolerante, radicalizada, antidemocrática. En este caso nos interesa la extrema derecha, por su tipo de contenido ideológico y su acción política.

Dejando de lado las abstracciones conceptuales, definiremos la derecha en el campo histórico. La derecha ha aparecido como la resistencia a todo cambio político y social, más exactamente como reacción a las tendencias políticas liberadoras e igualitarias, que a juicio de la derecha socavan el orden establecido político, social y económico. Esto explica porqué además del anarquismo, el socialismo y el comunismo, uno de sus principales enemigos haya sido el liberalismo.36 Es una forma de conservadurismo que puede llegar hasta el activismo contrarrevolucionario más duro y militante, en pos de la conservación de una estructura social jerárquica y desigual. Históricamente ha asumido diferentes formas, sin por ello abandonar sus principios básicos antidemocráticos y antiigualitarios.

En Argentina aparecen, como decíamos en un principio, en 1919, surgidas en el seno de conflictos sociales y políticos, dado el estado que en el país estaba tomando la “cuestión social” y los hechos mundiales de la primera posguerra. Encarnados en organizaciones y grupos violentos y autoritarios, sus manifestaciones más resonantes fueron la LPA y la LCA, de las que hemos hecho alusión anteriormente.

Mc. Gee Deutsch hace una aproximación más certera al caso de la derecha en el campo histórico. Para la autora, la derecha se consolida como reacción no solo a la izquierda que pueda tomar tintes violentos y

36 Mc. GEE DEUTSCH, Sandra (2005b), Las Derechas. La extrema derecha en la Ar-gentina, el Brasil y Chile. 1890-1939, pág. 21.

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amenazantes, sino a toda tendencia política igualitaria y liberadora que socaven el orden, “que debiliten el respeto a la autoridad, la propiedad privada, las tradiciones que valora y las particularidades de la familia, el terruño y la nación”.37 Los diferentes matices de la derecha se relacionan precisamente con esa reacción: “Las derechas reaccionaria y moderada emergieron como respuesta al liberalismo clásico; la derecha radical y extrema reaccionó contra el socialismo en los albores de la era política de masas, y la nueva derecha posterior a 1945 se opuso a los estados socialista y de bienestar”. En este trabajo nos centramos en las dos primeras variantes de la derecha, la conservadora o moderada que da el marco histórico en que se cuestiona la cultura política liberal, pero particularmente en la radicalizada o extrema –que denominaremos nacionalismo–, que emerge como reacción no solo a la matriz cultural decimonónica, sino también al socialismo, al comunismo, y cualquier otra forma de organización obrera.

Por otro lado, el fascismo es tal vez uno de los fenómenos políticos del siglo XX más complejos y difíciles de definir, que por el papel que tuvo entre la finalización de la primera y segunda guerras mundiales, ha recibido gran atención por parte de estudiosos de todo el mundo. Stanley J. Payne afirma que el fascismo es una forma de ultranacionalismo revolucionario, basado en una filosofía vitalista, la movilización de masas, el elitismo y el culto al líder carismático, que valora la violencia, y por lo tanto, considera normales la guerra y las virtudes militares. La complejidad del fenómeno obliga a profundizar el concepto.38

Los estudios de Ernst Nolte fueron los que iniciaron el debate sobre el fascismo en los años sesenta, quien postuló seis puntos “mínimos” para conceptualizarlo, aunque como afirman otros autores, su concepción adolecía de una exageración del carácter “anti”.39 El concepto fue enriquecido por los aportes de intelectuales y estudiosos de todo el mundo –naturalmente, muchos de ellos italianos y alemanes– provenientes de distintas disciplinas de las ciencias sociales, como Roger Griffin, Emilio Gentile, Stanley Payne, Renzo De Felice, George L. Mosse, y muchos otros. Payne ha identificado, para arribar a una conceptualización aplicable a todos los movimientos fascistas –pero particularmente a dos tan diferentes, como el italiano y el alemán–, los puntos comunes.

Con respecto a su ideología y objetivos, Payne40 dice que el fascismo adhiere a una filosofía idealista, vitalista y voluntarista, que en

37 Ibid., pág. 21 y ss.38 PAYNE, op.cit., pág. 24.39 STERNHELL, SZNAJDER y ASHERI, op.cit., pág. 2.40 PAYNE, op.cit., pág. 15.

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el plano político plantea la creación de un nuevo estado nacionalista y autoritario que no se basa en los modelos tradicionales, y en el económico la organización de una economía nacional altamente reglamentada, que integre a las diferentes clases sociales, representadas corporativamente en un orden social orgánico. La violencia y la destrucción tienen una gran valoración como energía creadora, lo que implica una valoración positiva de la guerra y frecuentemente la expansión imperial.

Sus negaciones son el rasgo más característico del fascismo, de las que podemos enumerar el antiliberalismo, el anticomunismo, y el anticonservadurismo, como un rechazo excesivamente moderno a lo tradicional.

Con respecto a lo estético y sus formas de organización, el fascismo tiende a la movilización de masas y a la militarización de las relaciones políticas. Da una importancia desmedida a la estética de las reuniones y los actos masivos, los símbolos y la liturgia política, insistiendo en los aspectos místicos y emocionales. Promueve la exaltación de lo masculino por sobre lo femenino, y de la juventud por sobre las demás fases de la vida, generalmente relacionada con la fuerza necesaria para la transformación revolucionaria de la sociedad. En relación a la dirección política, plantea el culto al liderazgo personal, autoritario y carismático (Führerprinzip).

Los orígenes del fascismo dan la pauta de que fue un fenómeno exclusivamente europeo, que para madurar necesitó una serie de condiciones que no podían reproducirse fuera de Europa. Payne menciona entre esas condiciones la intensa competencia nacionalista e imperialista entre las naciones europeas hacia finales del siglo XIX; la presencia de sistemas democráticos liberales aun no consolidados, y fuera del control de las elites conservadoras; la potencia del nacionalismo como movilizador de masas, y no exclusivamente de las elites; y la “revolución cultural” e intelectual surgida entre 1890 y 1914, que cuestionó al liberalismo decimonónico.41

La interpretación de Sternhell, Sznajder y Asheri se aproxima a la última de las características mencionadas, como producto de una revolución cultural en el período de formación del fascismo. A diferencia de lo que regularmente se suele suponer, los orígenes teóricos del fascismo están en Francia y no en Italia o Alemania. La combinación del nacionalismo radical de la violenta agrupación nacionalista Action Française, el antisemitismo generado a raíz del caso Dreyfuss –punto que ya en 1951 había señalado y tratado extensamente Hanna Arendt—, la

41 Ibid., pág. 443.

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contribución del sindicalismo revolucionario de Georges Sorel y su revisión del marxismo, hicieron de Francia “la cuna del fascismo”. El transplante del debate sobre el marxismo, los fracasos del socialismo parlamentario y la ruptura que generó la primera guerra mundial, sumados a la aparición de un líder carismático como Benito Mussolini, consolidaron en Italia a esta ideología que en 1922 logró apoderarse del poder político.

Frecuentemente el fascismo ha sido malinterpretado por las similitudes que tiene con otros fenómenos políticos y sociales del siglo XX que no entran estrictamente en esa categoría, así como por muchos aspectos superficialmente contradictorios e incoherentes, lo que ha llevado a extender la discusión hasta nuestros días. En general, los historiadores han incurrido en el error de catalogar al fascismo en la categoría de derecha o extrema derecha, como muchos otros movimientos políticos. Pero pese a sus semejanzas, no todos los movimientos de derecha autoritaria que surgen en Europa a principios del siglo XX son necesariamente fascistas. Payne distingue “tres rostros del nacionalismo autoritario”: la derecha conservadora, la derecha radical y el fascismo, de las cuales, las dos primeras se basaban más en la religión que en otras formas de misticismo. Otra cuestión importante es la relativa al conservadurismo. En su rechazo a las tradiciones sociales, políticas e ideológicas, el fascismo plantea una ideología fuertemente revolucionaria, y estaba más dispuesto que las demás variantes a adoptar formas nuevas y radicales de autoritarismo para transformar las relaciones sociales. En el campo histórico, sus alianzas con partidos de derecha conservadora o más extrema frecuentemente lo desvió de sus objetivos revolucionarios, lo que no implica que no lo fueran en la teoría –y muchas veces en la práctica–. Su fuerza rupturista le permitió articular un proyecto vanguardista y revolucionario, capaz de competir con el marxismo en el ascendiente que éste tenía tanto sobre los intelectuales como sobre las masas. Sternhell dice que el fascismo, a diferencia de la derecha conservadora y la radical, fue “la manifestación extrema de un fenómeno mucho más comprehensivo y amplio”.

Si bien el fascismo surge en el período de transformación cultural de fines del siglo XIX que cuestiona a la Ilustración, muchos de sus aspectos son un derivado de las ideas de la revolución francesa. Tampoco es, como han planteado algunos autores –entre ellos Nolte— una reacción antimoderna. El fascismo es un fenómeno político netamente moderno, independientemente de su rechazo al racionalismo, la igualdad y el materialismo. Respecto a su tipo de organización, el fascismo supo combinar tanto al principio de liderazgo y la exaltación de las elites, como a las masas. Esto se deriva de que el fascismo hunde sus raíces en el socialismo, cuyas transformaciones doctrinales en Francia e Italia a

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principios del siglo XX, y la revisión “antimaterialista del marxismo” de Georges Sorel42, concibieron los primeros “socialismos nacionales”. Por ello, como afirma Bobbio, la derecha y la izquierda extrema comparten una serie de teóricos y métodos de acción política, así como también se explica que muchos de aquellos intelectuales y militantes de izquierda se hayan desplazado después de la primera posguerra hacia el fascismo, aunque la síntesis intelectual ya estaba madura antes de 1914. A partir de la revisión soreliana se incorporará uno de los elementos centrales: el mito, como sistemas de imágenes con poder movilizador de masas, por lo que la determinación económica propia del marxismo posteriormente será reemplazada por elementos psicológicos.

El nacionalismo, como “religión política”, tiene en su aparato conceptual un lugar central, en particular en sus formas más radicalizadas, como la francesa de fines del siglo XIX, cuyo máximo exponente fue Action Française y su líder Charles Maurras. Este tipo de nacionalismo extremo conduce a otro de los elementos propios del fascismo: la adhesión a doctrinas de superioridad nacional que desemboca, con mayor o menor intensidad, en el racismo y el antisemitismo, a partir de las influencias del darwinismo social y el determinismo biológico, aunque este último fue más predominante en la versión alemana.

Este tipo de nacionalismo “tribal” nacido de la revisión del marxismo, reemplaza al Proletariado por la Nación, y la lucha de clases por la guerra entre colectividades nacionales. Aquí nuevamente encontramos a la violencia como la clave, pero no es solo la violencia derivada de las frustraciones y circunstancias de la primera posguerra, sino que es el tipo de violencia caracterizada por Marx como “la partera de la historia”, una violencia revolucionaria que destruya desde los cimientos el orden burgués, para crear una sociedad nueva y un hombre nuevo.

El socialismo se convertirá en Francia e Italia en el principal enemigo de los fascistas, posición que se profundizará una vez que éste comience a inclinarse a la derecha, hacia 1920, cuando la atención de los fascistas se desplace gradualmente del proletariado a la pequeña burguesía

42 La revisión soreliana del marxismo –rechazando su contenido racionalista y el he-geliano—, consistía sintéticamente en la introducción de elementos irracionales como el mito, en suplantar al Proletariado por la Nación. Asimismo no cuestionaba el sistema capitalista –la economía de mercado debía prevalecer–, sino a una cultura política liberal y unos valores morales que consideraba decadentes. La revisión económica se realiza principalmente en Italia, donde los aportes de Arturo Labriola y Enrico Leone refuerzan el sindicalismo revolucionario de Sorel, de forma de dotar de “virilidad” al por entonces decaído socialismo italiano.

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movilizada por la crisis, los estudiantes, y los jóvenes oficiales que habían combatido en la guerra.

Finalmente, el nacionalismo argentino –retomando la conceptualización de Devoto mencionada anteriormente—, lo entenderemos como un desprendimiento de la derecha tradicional de cuño más liberal (y hasta podríamos decir moderada), para diferenciar entonces al nacionalismo como una “nueva derecha”, más radicalizada o extremista.43 Esta nueva derecha se caracterizaba porque sus miembros no pertenecían necesariamente a las clases altas como sus antecesores, ligados a la economía agroexportadora y cuyos intereses eran el mantenimiento de sus privilegios políticos perdidos durante los gobiernos radicales. La composición social de la “nueva derecha” nacionalista era cualitativamente distinta. Sus miembros pertenecían a variados orígenes sociales, en especial a las clases medias, y sus objetivos iban mas allá del mantenimiento del status quo: “su meta principal era ambiciosa: purificar la Argentina de la corrupción izquierdista y liberal (...)”.44 Se diferenciaban de sus predecesores en muchos aspectos. Por un lado paradójicamente era menor el número de militares, aunque su influencia en el ejército fue mucho mayor sobre fines de la década de 1930. Otro rasgo distintivo era la edad, ya que en promedio, los nacionalistas eran dieciséis años menores que los derechistas de la LPA, que contaban con una media de unos cuarenta y siete años. Este aspecto, si bien puede parecer irrelevante, es una constante en casi todos los movimientos políticos extremistas europeos: tanto el sindicalismo revolucionario, como el fascismo italiano, como el nazismo, apelaron a la energía de la juventud y sus elites en general siempre fueron más jóvenes (al menos diez años) que las elites precedentes, lo que sirve para comprender la mentalidad de estos grupos. También disminuye –y no es extraño teniendo en cuenta el culto a la virilidad masculina y a la violencia que heredarían del fascismo– la participación femenina en sus actividades. “La comparación previa revela que los nacionalistas eran más jóvenes, más homogéneos y más desposeídos que sus precursores; también eran más extremistas”.45

Los nacionalistas han sido el conjunto más visible y extremista de la derecha argentina. Se caracterizan por lo radical de sus consignas, por la violencia ejercida sobre los que consideran enemigos, por su autoritarismo. Se suman a sus principios doctrinales las fuentes fascista, católica, hispanista, y que a pesar de las evidentes contradicciones que encontramos entre ellas, lograron articular una concepción del mundo

43 Cfr. DOLKART, op.cit., Mc. GEE DEUTSCH, op.cit., DEVOTO, op.cit., entre otros.44 DOLKART y Mc. GEE DEUTSCH, op.cit., pág. 16. 45 Mc. GEE DEUTSCH (2001), op.cit., pág. 104.

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xenofóbica, tradicionalista, antimoderna, antiliberal y antisemita. Consideraban que las ideas socialistas y marxistas eran derivaciones corruptas del liberalismo. Esta “nueva derecha” surge aproximadamente sobre mediados de la década de 1920, y fue la predominante a partir del golpe de Uriburu de 1930.

Vale aclarar que si bien el nacionalismo o la “nueva derecha” surge en oposición al socialismo y al comunismo, la tradición tendrá en sus concepciones un peso considerable, evidente en el papel que tuvo el catolicismo. Esto conduce a que no solo compartirá con la derecha conservadora sus cuestionamientos al liberalismo político, sino que los exacerbará, al punto de –en su búsqueda de respuestas a los problemas del momento– extender hacia un pasado más remoto las causas de los males del siglo XX. Así, el liberalismo decimonónico, la masonería, la revolución francesa y la Ilustración, el pensamiento político inglés del siglo XVII, la Reforma Protestante, el judaísmo –desde la misma crucifixión de Jesús–, formaban un compacto frente al que se debía combatir. Asimismo del pasado rescataban el pensamiento y las figuras que formaban sus bases doctrinales: el pensamiento filosófico de Aristóteles y Tomás de Aquino, el cristianismo tal como se había practicado en España por los Reyes Católicos y los Habsburgo –no así la Casa de Borbón–, la Contrarreforma, la contrarrevolución clerical derivada de la encíclica Rerum Novarum de fines del siglo XIX, el nacionalismo reaccionario, y otros aportes como la generación española del 98` y la hispanidad de Ramiro de Maeztu, las influencias francesas como Charles Maurras y Maurice Barrès, el darwinismo social de Spengler y muchos otros. De Argentina, revalorizarían la figura de Juan Manuel de Rosas a partir de la corriente conocida como revisionismo histórico.

A partir de la idea de la extrema derecha como contrarrevolución, el nacionalismo aparece en Argentina como una forma de reacción conservadora frente el ascenso al poder de la clase media a través del radicalismo, situación que se repite con el recrudecimiento del nacionalismo hacia 1928 con la segunda presidencia de Yrigoyen.46 Con respecto a los aportes del fascismo, del hispanismo, del nazismo, y otras fuentes, se podría decir siguiendo a Rock que los conceptos nacionalistas siempre se construyeron de manera muy ecléctica y recurriendo a variadas fuentes, lo que explica también las dificultades para plantear un movimiento político más organizado.47 Rock resume a la derecha argentina como “una síntesis de antirracionalismo, antipositivismo, racismo y nacionalismo”, más

46 NAVARRO GERASSI, Marysa (1968), Los nacionalistas, pág. 17.47 ROCK, David (2001), “Antecedentes de la derecha argentina”, en DOLKART y Mc. GEE DEUTSCH, op.cit., pág. 30.

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cercano a un tradicionalismo que a un movimiento político. La idea del nacionalismo como síntesis de diferentes corrientes de pensamiento es común a la mayoría de los autores que la han tratado: “desde el punto de vista ideológico, el nacionalismo argentino de derecha constituyó un collage más o menos artificial de fascismo, corporativismo, hispanidad, falangismo y –en su aspecto antisemita– nazismo”.48

48 NAVARRO GERASSI, op.cit., pág. 16.

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Capítulo III. El golpe de 1930 y la recepción del ideario nacionalista en la prensa de Trelew(1928-1932)

Como señalamos en la contextualización histórica, el año 1928 marcó el recrudecimiento y la radicalización de la ideología derechista en todo el país, a partir de la posibilidad de la victoria en las elecciones presidenciales de Hipólito Yrigoyen, quien representaba para quienes se identificaban con aquella tendencia política el advenimiento de la revolución social. La reacción a la próxima victoria del personalismo49 no se hizo esperar en Buenos Aires, a pesar del apoyo popular con que la UCR contaba. En general, la circulación de discursos antidemocráticos, en particular en contra de la UCR personalista, comenzó gradualmente a tomar una violencia inusitada como no se veía desde 1919. Intelectuales que se consideraban a sí mismos nacionalistas, algunas facciones del ejército y la Iglesia católica fueron los actores que más profundamente encabezaron esta cruzada en contra de la democracia representativa, junto a los partidos conservadores, incluido el radicalismo antipersonalista. Medios de difusión gráficos como La Nueva República y Criterio, serían a partir de entonces la punta de lanza de estos grupos, a través de la producción y circulación de discursos con una retórica derechista, autoritaria y antidemocrática –ya en ese entonces nacionalista–, aunque no era aun un nacionalismo tan extremista como el que estaba por llegar.

Trelew: política y medios gráficos

En este capítulo nos proponemos mostrar cómo ese recrudecimiento de discursos derechistas –que se configurarían más tarde como nacionalistas– se produjeron en los dos medios gráficos de mayor circulación en el pueblo de Trelew: los diarios El Pueblo y Avisador Comercial. Inicialmente debemos establecer cómo desde 1928 el radicalismo contaba en la zona del Valle –región en la cual venía triunfando desde hacía más de una década— con gran apoyo popular, así como en los medios gráficos de comunicación.

La prensa local se hizo de eco en gran medida de los acontecimientos de orden nacional, en particular entre los años 1928 y 1932, quedando relegados a un segundo plano los acontecimientos mundiales como la

49 El personalismo es la facción yrigoyenista del radicalismo, en oposición a anti-perso-nalistas, agrupados alrededor de la figura de Marcelo T. de Alvear.

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crisis de Wall Street y los conflictos armados en diversas partes del planeta. En este subperíodo se puede apreciar el notorio apoyo que la prensa local le brindaba a la gestión de Yrigoyen y el no menos notable cambio de rumbo que toma a partir de la “Revolución de Septiembre” en 1930.

El panorama político local, desde que se establece para Trelew el status de municipio en 1904 y durante la mayor parte del período analizado, es una sucesión de elecciones por los más altos cargos del pueblo. Los comicios dirimían la elección de cinco concejales, de los cuales (en función de la mayor cantidad de votos) salía la máxima autoridad local, el Presidente del Honorable Consejo Municipal, y se elegía además al juez de paz. Los candidatos a cubrir estos cargos surgían de entre los vecinos más reconocidos de la zona, en general, en los primeros años descendientes directos de galeses. Pero desde mediados de la década de 1910, con la aparición de partidos políticos como la Unión Cívica Radical, el protagonismo de estos tradicionales vecinos fue reemplazado por personalidades de otros orígenes étnicos, como españoles, italianos, etc.50 Las campañas políticas solían ser muy apasionadas e intensas, intensidad que se verá reflejada en los medios locales que muy a menudo participarán en las mismas apoyando a los diferentes bandos en disputa. En estos años la UCR será el partido predominante en la escena política local, aunque no el único. Son comunes también los partidos vecinales formados por los ciudadanos más tradicionales de la localidad –en general galeses–, pero no mantienen una estructura partidaria como podría pasar con partidos organizados como el radicalismo, sino que solo presentaban listas de candidatos en momentos y en función de objetivos políticos determinados. Esta inestabilidad en la estructura partidaria de las distintas facciones en lucha no es ajena a la UCR, en la medida en que la regla, más que la excepción, es la variedad de líneas internas que no responden tanto a las mismas de nivel nacional, sino a disputas políticas locales (muchas veces personales) en el seno del partido. En este sentido, son comunes las coaliciones entre candidatos de partidos vecinales y de líneas internas de la UCR para acceder a cargos como concejales, aunque fuera el núcleo original de este partido –que responde a la conducción

50 Ibarra y Hernández destacan el recambio de las elites políticas y socioeconómicas, en las que predominaba hacia el siglo XIX el componente galés, a raíz de la creciente inmigración de otros grupos nacionales, particularmente italianos y españoles, dando a la sociedad trelewense una fisonomía “cada vez más cosmopolita”. Estos grupos –in-cluidos también a los argentinos nativos provenientes de otras provincias— desplazaron gradualmente a los galeses en un principio en el ámbito económico, y posteriormente en el político y social (Cfr. IBARRA, Horacio y HERNANDEZ, Carlos [2003], Estado, economía y sociedad. Trelew y su hinterland: 1889-1999, trabajo de investigación, Uni-versidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco).

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nacional– el que suele obtener la victoria para Presidente del Consejo. Las elecciones eran anuales, por lo que el panorama político se modificaba año tras año, así como las líneas internas dentro del partido dominante y las distintas coaliciones. Por ello no es extraño en este panorama encontrar en una elección a personalidades en una misma lista de candidatos que se enfrentaban encarnizadamente años anteriores, por lo que los distintos concejales electos podían responder a partidos o coaliciones distintas, incluso a líneas internas dentro de la UCR.

Los medios gráficos se hicieron eco de las luchas políticas locales, sumándose a la intensidad de las mismas, y no escaparán a esta lógica que podríamos denominar relativamente inestable, circunstancial y oportunista propia de la política de Trelew. Los distintos periódicos participarán de las campañas políticas tomando posición por los diferentes bandos en disputa, aunque el apoyo o no a una lista de candidatos o a un partido estaba más condicionado por circunstancias políticas coyunturales que por cuestiones ideológicas.

El diario Avisador Comercial fue creado en el año 1909 por Francisco Díaz Moreno, publicación que continuó apareciendo hasta 1948. El Pueblo aparece en el año 1917 como publicación bisemanal y era propiedad del comerciante Martín Fennen, quien en reiteradas oportunidades había sido también presidente del Consejo Municipal. Durante los primeros años sus directores fueron los señores José Blanco Montoro y más tarde Augusto González Castro, pero en el año 1920 el periódico y la imprenta fueron adquiridas por el señor Ivo Vicenzi, quien será el responsable de la publicación durante el período que estudiaremos, y continuará siéndolo hasta 1953.

En general, las dos publicaciones tienen en común el hecho de considerarse “expresión de la opinión pública” de los territorios, o “voceros” de las poblaciones, en este caso, de Trelew, y de proteger los intereses patagónicos, frente a la “desidia del gobierno central”.51

51 La prensa de los territorios nacionales presenta similitudes respecto de la relación con el gobierno central. Esto se ve claramente en el caso de la Revista Argentina Austral, publicada por la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia “La Anónima”, que circulaba en todo el territorio patagónico. Al ser estos medios gráficos portavoz de los grupos económicos más poderosos, los reclamos al gobierno nacional serán recu-rrentes. Generalmente los nuevos gobiernos nacionales son recibidos por los medios lo-cales con beneplácito en la medida en que representan la posibilidad de modificaciones sustanciales en el status político y económico de los territorios. Este cálido recibimiento contrasta notablemente con el tratamiento que recibe el gobierno saliente y su gestión. Pero la esperanza en el nuevo gobierno solía ser efímera, hasta que se constataba que las tan ansiadas modificaciones no se producían, y se restablecía la lógica del reclamo

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Las noticias predominantes eran de orden local y regional, en general relativas al ámbito político, y las diferentes campañas periodísticas por esas cuestiones llegan a ser muchas veces virulentas y apasionadas, en particular en tiempos electorales. También ambos diarios contaban con secciones de actualidad nacional e internacional, transmitidas por telégrafo desde Buenos Aires por agencias de noticias como Saporitti. Durante el período que estamos analizando, son raras las veces en que los periodistas de uno u otro medio hacen comentarios tendenciosos o que evidencien una línea ideológica clara, situación que –como veremos– se irá revirtiendo gradualmente a medida que avanza la década de 1930.

A nivel local las tomas de posición de estos medios responden a una lógica sumamente compleja que conjuga los intereses partidarios y de las respectivas facciones y líneas internas –en particular del radicalismo local–; intereses políticos del ámbito municipal y del gobierno del territorio; cuestiones puntuales como problemas de distribución de aguas, tendido eléctrico, obras de riego, etc.; y problemas personales –no menos importantes en un pueblo de poco miles de habitantes–. En este panorama los medios no tomaron una posición política explícita a nivel local, y aunque se pueden encontrar publicaciones realizadas con objetivos políticos específicos –como los diarios Orientación, La Tribuna, El Chubuchino, y otros (todos de efímera aparición)—, tanto el Avisador Comercial como El Pueblo tomaron posición a favor o en contra de los distintos candidatos o coaliciones de acuerdo a las circunstancias, y no por formar parte necesariamente de dichas coaliciones. Por ello podemos encontrar en “espacios abiertos” de ambos medios a columnistas ocasionales o solicitadas de las diferentes personalidades políticas locales, comentando o discutiendo sobre problemáticas específicas de la localidad, tanto en un diario como en el otro. Resumiendo: en lo que respecta a lo local no hay posiciones claras o permanentes, y aunque el partido dominante haya sido el radical, y la mayoría de las personalidades del pueblo, así como muchos de los miembros de la prensa pertenecían a este partido, los distintos alineamientos respondían a cuestiones específicas de cada elección y del ámbito local y regional.

En el plano del discurso y las representaciones, la realidad de los medios de difusión es otra. Podría decirse que ambos diarios comparten, al igual que la mayor parte de la prensa patagónica, una serie de tópicos y representaciones nacionalistas que podríamos denominar “típicas” de los territorios nacionales, representaciones que encontramos en

por el abandono de los territorios. Si bien el ejemplo corresponde a la Revista Argentina Austral, tanto el Avisador Comercial como El Pueblo mantienen durante el período estudiado esta lógica en relación al gobierno central.

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publicaciones como la Revista Argentina Austral.52 Se pueden destacar entre ellas el papel de la prensa escrita como baluarte de la defensa de los territorios nacionales; el patriotismo de los pobladores y la necesidad de la argentinización del territorio, a raíz del peligro que encerraba la inmigración masiva de europeos y chilenos53; la idea de Patagonia como territorio hostil y de ardua lucha por la supervivencia, lo que reforzaba el patriotismo de sus habitantes; la superioridad del colono blanco por sobre la población originaria, tanto en términos culturales como raciales; la valoración de lo militar como bastión de la civilización, etc. Ambos diarios compartían la imagen del anarquismo y el comunismo heredada de años anteriores, como ideologías disolventes del orden social, que había que demonizar para evitar que el trabajador cayera en manos de sus siempre temidos oradores. No se debe olvidar el recuerdo que había dejado la represión de las huelgas de Santa Cruz de 1920-21, las que fueron extensamente comentadas por los medios locales.54

Respecto del radicalismo, para ambas publicaciones la figura del caudillo radical electo presidente en 1928 y el valor patriótico y democrático del ideario de la UCR eran indiscutibles antes de 1930. El tipo de nacionalismo de derecha que se venía gestando por entonces en Buenos Aires de la mano de la intelectualidad católica, del ejército, y algunos periodistas y comentaristas, aun no había echado sus raíces en el Valle como lo haría con posterioridad. Ilustra el apoyo de la prensa local al gobierno de Yrigoyen una serie de extractos de los dos diarios mencionados. Por ejemplo, El Pueblo (EP) del 24 de febrero de 1928, publica el poema de “M. de S.” titulado “¡Hipólito Irigoyen!”, del cual transcribimos la primera estrofa:

52 Al respecto puede consultarse SAYAGO Sebastián (2006), “La literatura como ins-trumento ideológico. Un estudio de la Patagonia representada en las narraciones de la Revista Argentina Austral”, resumen de su Tesis de Licenciatura La Patagonia repre-sentada. Un registro de los efectos de sentido de las narraciones literarias de la Revista Argentina Austral.53 Nacionalizar los territorios es una idea rectora prácticamente infaltable en las publi-caciones patagónicas. El peligro que representaba la inmigración masiva chilena y las supuestas intenciones del gobierno trasandino de apoderarse de Patagonia generaban no pocos comentarios. La nota “Triangulo militar” del Avisador Comercial de 14 de di-ciembre de 1929 llama la atención sobre la necesidad de instalar guarniciones militares con vértices en las localidades de Comodoro Rivadavia, Gaiman y Esquel: “Fuera del rol defensivo, desempeñados por estas unidades, se tendría otro más valedero, que sería: El de argentinizar Argentina!” (subrayado en el original).54 Puede consultarse LÓPEZ, Susana (1999) y (2008); y MAGGIORI, Ernesto (2004), op.cit.

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“Viejo noble! gigante tu figuraocupa la argentina toda entera

y es tu nombre aclamado por doquieracon delirante fe, y santo derecho¡Viva Irigoyen! ¡Irigoyen solo!”

La victoria de Yrigoyen en las urnas en 1928 fue festejada por ambas publicaciones. No solo personalidades locales se manifiestan agradecidas al nuevo gobierno, incluso miembros del ejército de suman a los diferentes homenajes que se le brindan al segunda vez presidente de la Nación.

Por otro lado, el Avisador Comercial (AC) tampoco ahorraba elogios a la nueva gestión de gobierno del presidente Yrigoyen. Tanto en la línea editorial del semanario como en aquellas noticias de índole nacional recibidas desde Buenos Aires, el apoyo al líder a la UCR es completo. Lo que resulta notable no es solamente su apoyo incondicional al radicalismo, sino más específicamente al personalismo, encarnado en la figura de Yrigoyen.

Con respecto a la realidad mundial, son escasas las menciones editoriales a hechos internacionales que denoten alguna simpatía o rechazo con los procesos y conflictos que se estaban viviendo en otras partes del mundo. En general, el diario EP en su sección “Por radio”, de no más de una página, publicaba noticias cortas de algunos acontecimientos de orden nacional e internacional, presentadas de manera relativamente objetiva. Ocasionalmente trató estos acontecimientos en las primeras páginas del semanario como una columna de opinión, que de alguna manera reflejaba la línea editorial de los directores y propietarios del medio gráfico, opinión que se hizo menos sutil a medida que la situación nacional e internacional se tornó más conflictiva, como veremos más adelante.

En el orden nacional, EP mantiene una línea editorial un tanto más transparente, que se corresponde con las representaciones nacionalistas que denominamos “típicas” de Patagonia, aunque para el período que estamos analizando las columnas de opinión comienzan a mostrar gradualmente una cierta radicalización en sus discursos. No encontramos entre 1928-1930 una línea ideológica coherente en cuanto a las adhesiones, excepto lo mencionado ya al respecto de la gestión de Yrigoyen; pero sí existe coherencia en cuanto al “peligro rojo” que representa el anarquismo y el comunismo en el país, y la propagación de ideologías foráneas traídas por“elementos subversivos” extranjeros.55

55 Aun teniendo en cuenta que la idea del “peligro rojo” era una representación muy

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Si bien la “amenaza roja” no era algo nuevo para los medios de prensa nacionales y regionales, a medida que el clima político se enrarecía a partir de la crisis política y económica que sacudían al gobierno de Yrigoyen, cada disturbio obrero, estudiantil o huelga era visualizada por algunas voces como la antesala de la revolución social. Por otro lado, como era recurrente en estos casos, la responsabilidad de esta situación se debía a la penetración en el país de “elementos indeseables”, en general de origen ruso que intentaban obtener la ciudadanía argentina. Gradualmente se iba construyendo la idea de la “amenaza roja” o el “peligro rojo” en la prensa local, de la misma manera en que se había construido algunos años antes desde los hechos de Santa Cruz, y se estaba haciendo en Buenos Aires, aunque todavía era visualizada como algo distante y no tan amenazador como lo sería en un futuro.

Para los medios gráficos locales, la única alternativa para evitar este peligro en los territorios, consecuencia del aluvión inmigratorio, era la elaboración de un discurso nacionalista eficaz y coherente, a partir de reforzar el papel militar en los territorios, afianzar los polígonos de tiro para que los ciudadanos pudieran cumplir con su “deber cívico, aprendiendo a defender a la patria”, y la creación de escuelas capaces de producir una población homogénea en materia de valores morales, como se plantea en el artículo de EP “Es necesario construir un sano y seguro Nacionalismo” del 28 de mayo de 1928. El AC, aunque en un tono un tanto más moderado, comparte también la idea del deber de “nacionalizar la escuela”, pero evitando el chauvinismo y la “vulgar cháchara patriotera” (5 de mayo de 1930).

En este contexto, encontramos ya menciones a la acción de la Liga Patriótica Argentina publicitada en la prensa local. La imagen que se tenía de esta organización era completamente positiva, en particular en los territorios nacionales, ya que con sus acciones contribuían a llamar la atención del gobierno nacional sobre distintos problemas sociales, económicos e institucionales, y la acción de las brigadas daban una sensación de protección ante los inmigrantes extranjeros, en especial aquellos portadores de ideologías anarquista o comunista. Ambos diarios a menudo publicaban gacetillas de prensa destacando las acciones de la LPA, tanto en la capital como en el territorio. También mostraban los intentos para lograr los derechos políticos de representación legislativa

común en los medios de difusión patagónicos, tanto el AC (21 de junio de 1928) como EP (20 de julio de 1928) hicieron menciones –despojadas de cualquier tipo de comen-tario ideológico– a la visita a la localidad del ingeniero agrónomo Andrés S. Krasnicoff, representante del gobierno soviético, y encargado de la selección de lanares de la ha-cienda del conocido vecino Félix Arbeletche en península Valdés.

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para los habitantes de los territorios a través de las campañas que llevaban adelante las brigadas (17 de mayo de 1930).56

Como comentábamos anteriormente, la relación entre la prensa local y el gobierno nacional mostraba una lógica acomodaticia u oportunista, propia de los medios gráficos de los territorios. Los diarios nacionales habían tomado hacia 1928 una posición clara respecto de la gestión de Yrigoyen, a la que criticaban duramente. Pero la realidad local y regional era otra, los problemas que más frecuentemente abordaban los periódicos se centraban en los territorios, y recibían con beneplácito a cada nuevo gobierno con la esperanza de que se modificaran las condiciones que consideraban injustas para sus intereses. Esto no era específico de la región del valle. Como remarcáramos en un principio, la prensa local respaldaba la gestión radical tanto a nivel nacional como local, destacaba las bondades de la democracia y los ideales patrióticos de la UCR. Esta situación se modificará al tomar los medios de prensa un rumbo diametralmente opuesto a partir de 1930. EP se hizo eco de la crisis política y económica que afectaba al gobierno de Yrigoyen; el personalismo, y aún el radicalismo, ya no eran indiscutibles; tampoco la democracia liberal y plebeya tal como era practicada por ellos, cuestionada en los centros políticos del país ya desde principios de la década del 1920 por los primeros movimientos e intelectuales de derecha, por la prensa, y la Iglesia.

Hacia los primeros días de septiembre de 1930, el panorama a nivel nacional anunciaba el fin de un período que marcaría a fuego a la historia institucional y política del país. Los medios mencionados reflejaron cada semana las horas de incertidumbre que se vivieron esos días en la cúpula gubernamental, en que se sucedían sin descanso toda suerte de trascendidos y rumores: reuniones de ministros, diputados y senadores, renuncias masivas, protestas callejeras, acuartelamiento y movilización de tropas, y todo tipo de noticias alarmistas. Estas horas de intranquilidad e incertidumbre concluyeron finalmente con el golpe de estado del entonces ministro de Guerra, el general José Félix Uriburu, el 6 de septiembre de 1930.

56 Es menester recordar que después de la represión de las huelgas de Santa Cruz, el anarquismo prácticamente había sido eliminado de la escena en los territorios. Es por ello que la LPA, al perder a su principal enemigo, y dedicarse a tareas de gestión ante el gobierno nacional, conmemoración de actos patrios y otras actividades que no reque-rían la radicalidad de las consignas que habían sabido mantener en alto, virtualmente pierde el ascendiente masivo de antaño. Los años finales de la década de 1920 y prin-cipios de la de 1930 reclamarían algo más radical y violento, como el nacionalismo de derecha que se estaba configurando por entonces.

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El golpe de estado de 1930 y la recepción de la prensa local

¿Qué recepción tuvo en la prensa local el golpe de estado de Uriburu? Ambas publicaciones hicieron del levantamiento militar una “reacción popular”, aunque el componente realmente popular no había formado parte de ni de la insurrección ni de los disturbios posteriores. Para el AC del 13 de septiembre de 1930 el pueblo había exigido la renuncia del presidente “en forma culta pero enérgica”, a lo cual el gobierno había respondido con violencia, ametrallando a la multitud. A partir de esto, “se inició un movimiento popular de tanta magnitud para derrocar al régimen personalista, que en pocas horas avasalló todo, inundando de entusiasmo por su valor y ánimo el alma del pueblo”. A su vez se destacaba constantemente que en el seno de ese movimiento no existían distinción de partidos, argumento que tanto Uriburu como muchos de los que seguirían por su rumbo utilizarían cada vez con más frecuencia. A partir de entonces, el gobierno de Yrigoyen sería visto como “inepto y ciego a los clamores del pueblo”, al ejército como una institución que mantendría “comunión espiritual” con el pueblo, y al 6 de septiembre “como una fecha histórica del país, que recordará el final catastrófico de un gobierno”.

Tanto este medio como EP cubrieron al detalle los acontecimientos del día 6 de septiembre y posteriores, enfatizando la participación popular en el derrocamiento y el apoyo masivo con que contaba el nuevo gobierno. Es destacable también la cobertura que tuvieron los arrestos de los principales miembros del gabinete derrocado –incluso su presidente–, así como muchos diputados adictos al depuesto Yrigoyen, quienes prácticamente fueron criminalizados. La línea editorial de ambas publicaciones, pero muy particularmente la de EP, será coherente a partir de entonces con la “Proclama al Pueblo” del gobierno provisional, texto que este diario transcribe en su totalidad (EP, 12 de septiembre de 1930).

Durante los primeros dos años de la década de 1930, el AC y EP reflejarán esta adhesión de la prensa al gobierno de facto de Uriburu y los principios que éste sostenía, línea que el primero irá moderando gradualmente, en tanto que el segundo profundizará. Sí se encontrará cierta coherencia en el discurso en cuanto al papel que el radicalismo personalista tendrá por aquellos años: corrupto, demagógico, inepto, etc. Este contraste queda expuesto en la cobertura de la recepción que el nuevo gobierno tuvo en el Valle y más específicamente en la localidad. En Trelew, a pesar de que la adhesión al personalismo era mayoritaria al menos en la UCR local, se recibió con beneplácito a las nuevas autoridades nacionales,

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apoyado por la plana mayor de los radicales del pueblo.

Tal como lo manifestara Matthew Henry Jones, sorprendía que a mayor parte de los oradores en la manifestación producida a raíz del golpe fueran conocidos militantes y autoridades partidarias radicales de la localidad, como el Dr. Carlos M. Galina y Jaime González Bonorino, entre otros.57

EP del 12 de septiembre de 1930 relatará lo siguiente:

“Con entusiasmo grandísimo, se llevó a cabo en la noche del lunes pdo., la manifestación Cívica de adhesión a la Junta del Gobierno Provisional, organizada por un grupo de patrióticas personas, como también varios alumnos del Colegio Nacional de esta localidad.”

(...) “Los jóvenes estudiantes encabezaban la manifestación con banderas nacionales, la Banda de Música cedida por el señor Gobernador, y, el pueblo en masa, recorrieron las calles 25 de Mayo hasta la estatua de la Libertad y regresando a la Plaza independencia por la calle San Martín, dando ‘Vivas a la Patria’ y a la Junta de Gobierno.”

Tanto por actos y manifestaciones como la relatada, como por medio de solicitadas y notas de bienvenida al nuevo gobierno, vecinos de reconocida trayectoria en Trelew exteriorizaban sus simpatías hacia la Junta a través de la prensa local, oportunamente contestadas y agradecidas por Uriburu en los dos medios de prensa mencionados. A poco de cumplirse un mes del golpe, las Damas Vicentinas, organización católica local, informaban a través de EP de la realización de un acto religioso en memoria de los cadetes caídos en la jornada del 6 de septiembre, y “en acción de gracia al Todopoderoso por habernos dado un nuevo gobierno” (10 de octubre de 1930). La figura del presidente del gobierno provisional, general Uriburu, comenzaba a ocupar un lugar privilegiado en ambas publicaciones, conforme se desarrollaba un proceso semejante en Buenos Aires por el cual, un personaje respetado en las filas del

57 Al respecto comenta: “Una vez triunfante la revolución, en nuestra localidad se or-ganizó una manifestación cívica de adhesión a la nueva Junta de gobierno. La misma se programó en horas de la tarde del lunes 8 de septiembre, con reparto de volantes y toques de la sirena de la Usina Eléctrica, invitando al pueblo a la procesión y concentra-ción a realizarse a las 21 horas, en la Plaza Independencia. La concurrencia fue nume-rosa y a la hora de los discursos muchas personas no salían de su asombro al distinguir entre los oradores, que se despachaban a gusto contra el Gobierno Constitucional des-tituido, a algunos que hasta pocas horas antes, habían sido radicales de primera fila, y que inclusive, formaban parte de la Mesa Directiva de algún Comité local... Me reservo sus nombres para que el estigma de vergüenza no recaiga sobre sus descendientes.” JONES, Matthew Henry (1997), Trelew, un desafío patagónico, Tomo IV, pág. 144.

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ejército –aunque no necesariamente ilustre ni carismático– cobraba una centralidad insospechada. Tanto el AC como EP difundían comunicados, entrevistas, y todo tipo de informaciones sobre Uriburu, que alimentaban esa imagen.58

A partir de septiembre de 1930, el poder ejecutivo nacional designará a militares para ocupar los cargos de gobernadores de los territorios, siendo el capitán de fragata Domingo Castro asignado a Chubut, y reemplazado pocos meses después por el teniente coronel Abel Miranda, ex jefe del distrito militar Trelew. Para los diarios locales se trata de una “nueva era”, tanto en este como en los demás territorios. Si bien los gobernadores siempre habían sido designados por el ejecutivo nacional, las municipalidades habían gozado de la facultad de elegir por medio del sufragio a sus autoridades. Esta situación obviamente iba a cambiar a partir del golpe de estado, ya que el gobierno provisional decidió intervenir todos los municipios territorianos, tomando como primera medida la caducidad de los mandatos vigentes hasta esa fecha, y designando en su lugar a un interventor o comisionado municipal. En general, esta medida será vista por la prensa como “patriótica” y “benéfica”, y su principal objetivo será investigar supuestas malversaciones de fondos públicos y otros delitos, e imponer progresivamente por medio de sanciones “ejemplificadoras” el orden perdido durante los gobiernos radicales y sus “politiqueros” (AC, 18 de octubre de 1930).

En el pueblo, siguiendo el recambio de autoridades designadas desde el gobierno militar, se pondrá en funciones a la figura del comisionado municipal, máxima autoridad política de la comuna de Trelew. Dicha función recayó entonces sobre Pedro Hernando, reemplazado posteriormente por Martín Cutillo. Pero este recambio de las figuras políticas no modificaban sustancialmente el “elenco estable” de personajes que cumplían funciones públicas, solo que la designación de los mismos no se haría por medios electorales, sino que se decidiría desde el gobierno del territorio, en consonancia con la “Proclama al Pueblo” del gobierno provisional y su notable desprecio por los mecanismos democráticos. Esta apelación al espíritu antidemocrático que animaba al gobierno provisional impregnaba las páginas tanto del AC como de EP.

Si bien las autoridades comunales y partidarias del radicalismo no dudaron en condenar al depuesto gobierno de Yrigoyen a través de los medios de prensa locales, comenzaron a cobrar un mayor protagonismo a partir de entonces las autoridades militares del Distrito Militar Nº 26 de

58 Puede consultarse entre otros, el AC del 27 de septiembre de 1930, donde se repro-duce una entrevista personal a Uriburu.

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Trelew, como legítimos representantes del gobierno y portadores de los nuevos valores morales y cívicos, contrapuestos a los de los gobiernos anteriores. Esta revalorización de lo militar, si bien en Patagonia era usual y formaba parte de las representaciones típicas, se hace más evidente a partir de 1930. Buena muestra de esto lo reflejan los diarios locales con motivo de la asunción del gobernador Abel Miranda a principios de enero de 1931. EP del 9 de enero de 1931, bajo el titulo “El gobernador del Chubut se propone sanear el Territorio”, hace alusión al abandono de los territorios, a las necesidades de fomentar el bienestar de las poblaciones que los habitan, como la construcción de carreteras para acelerar las comunicaciones, etc., pero recalca la tarea de “depuración” y “argentinización” que debe llevar adelante ante una administración “viciada” y la afluencia de hombres de otras nacionalidades y procedencias que no se han incorporado en el respeto a las autoridades. El gobernador manifestaba una “completa absoluta solidaridad con los postulados del gobierno provisional y con los propósitos esenciales de la revolución del 6 de septiembre”. Y agregaba: “No debe olvidarse que soy soldado, y que a nosotros, más que las palabras, nos agradan los hechos”.

La idea de que el golpe del 6 de septiembre había sido una revolución y que por lo tanto representaba un antes y un después en la vida de los argentinos, el comienzo de una nueva era que dejase atrás un pasado político vergonzante, sería un tópico recurrente en los medios locales a partir de entonces. Según el Manifiesto del general Uriburu, publicado por EP el 3 de abril de 1931, El régimen “de los que hasta entonces eran depositarios del mandato popular”, había sido depuesto por el pueblo argentino, deteniendo así la “podredumbre” y la “corrupción de las costumbres cívicas”, y librando a la sociedad argentina de “la bancarrota y el oprobio”.

Esta idea de un antes y un después de los hechos del 6 de septiembre se hace aun más recurrente a partir del primer aniversario del golpe. El gobierno provisional nacional dispuso la realización de festejos recordatorios de la fecha, ya considerada “gloriosa jornada”, “gesta” y “Revolución”. En Trelew, el comisionado municipal Martín Cutillo, decidió la adhesión a tales festejos, a partir de una solicitada en los diarios EP y el AC, en la que invitaba a embanderar e iluminar los frentes de los edificios, así como a invitar al oficio religioso que se llevó a cabo en Rawson, en honor a “las victimas caídas honrosamente, en holocausto del deber y de la libertad, durante los gloriosos días de la revolución” (4 y 5 de septiembre de 1931 respectivamente). El AC, conmemorando esa fecha, publicaba: “El mismo pueblo que años atrás, en un rapto de loco entusiasmo, desatara los caballos de un coche de un presidente, [...]

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quemaba su casa, hace un año. Cuando ese paciente pueblo argentino [...] tuvo conciencia de su deber, sacudió su yugo. [...] Y la clarinada del ejército señaló el punto de partida, del movimiento revolucionario” (5 de septiembre de 1931).

Sin embargo, hacia 1932 y ante la proximidad de los primeros comicios desde la caída del gobierno constitucional, el diario AC ya expresaba su deseo de restitución de la democracia como forma de gobierno, si bien se puntualizaba la tarea de saneamiento cívico y moral que el gobierno provisional había realizado.

En el ámbito político nacional, Uriburu era conciente que su legitimidad debía ser reforzada por medio de un llamado a las urnas, pero el radicalismo aun era fuerte, al menos en la provincia de Buenos Aires, donde su triunfo abrumador en las primeras elecciones provinciales recordaba al período anterior. Esta victoria del radicalismo lógicamente generó un gran revuelo en las esferas oficiales y los grupos conservadores que se beneficiarían del golpe, ante la sola posibilidad de que el radicalismo personalista volviese a ser una fuerza política de nivel nacional. Para Uriburu –decía en una entrevista reproducida por el AC del 23 de mayo de 1931–, el personalismo no podía volver a gobernar, aun cuando fuese la opción política mayoritaria: “Los que han llevado al país a las puertas del abismo no deben ni pueden volver al gobierno”.

Hacia esos días el proyecto político de Uriburu –consistente en realizar reformas constitucionales que modificasen sustancialmente el orden social y político argentino, dejando afuera al radicalismo personalista– se hace más evidente, a pesar de su deteriorado estado de salud: para los festejos patrios de la semana de mayo, hará su aparición la Legión Cívica Argentina (LCA), organización declarada oficial en un primer momento por el gobierno provisorio, y de la que formaban parte numerosos oficiales del ejército.59

Finalmente, el 20 de Febrero de 1932 asume el mando el General Agustín P. Justo como presidente y Julio A. Roca hijo como vicepresidente. Uriburu fallece en París a fines de abril de 1932, dejando vacante el liderazgo del nacionalismo argentino, pero con su muerte nace el mito con el cual el nacionalismo de derecha se embanderará a partir de entonces.60

59 Entre los oficiales que formaban parte de la LCA se encontraba el teniente coronel Emilio Kinkelin, quien había sido uno de los ideólogos del golpe de estado y mano derecha de Uriburu durante su gestión. Al frente de esa organización, Kinkelin visitará Trelew pocos años más tarde, cuando esta organización se consolide de la mano de nacionalistas locales.60 Cfr. FINCHELSTEIN, Federico (1999), “Los nacionalistas: Rituales y prácticas socia-

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En la prensa local, los homenajes al extinto ex presidente provisional, ya sea en forma de solicitadas, colaboraciones, artículos editoriales, o reproducción de noticias de Buenos Aires serán corrientes, comenzando a construir la figura de Uriburu como héroe patriótico, prácticamente un prócer, tal como había sido considerado antes Yrigoyen. EP del 6 de mayo le dedicará en la portada un solemne homenaje con fotografía incluida, destacando la labor del militar en el golpe “revolucionario” de septiembre: “Como todos los luchadores tuvo amigos y enemigos. Hoy, tanto unos como otros, comprenderán que todo cuanto hizo el general Uriburu, fue por el bien de la Patria.”

El 27 del mismo mes publicará una colaboración firmada por “V.A.B.” de la que transcribimos los siguientes párrafos:

“No ha vuelto [Uriburu] al Salón Blanco a empuñar la pluma para firmar esos decretos que alzaron un día a la nación Argentina del caos y el descrédito. Ha vuelto al histórico salón que un memorable día, oyera su voz clara y potente, pedir la renuncia a un hombre de los varios que tomaron posesión de ella para hacer un puesto de mercaderes en donde jugaban con las finanzas, el crédito y la estabilidad de la República.”

“Hoy yace su cuerpo inerte expuesto a la veneración del pueblo.”

(...) “Por intermedio del periódico ‘El Pueblo’, dedico estas líneas, en señal de admiración y adhesión a la obra revolucionaria”

(...) “Paz al héroe.”

Como planteamos anteriormente, la complejidad del panorama político local y la correspondiente cobertura de los medios gráficos, no mostraba alineamientos claros respecto de la política local y nacional, sino más bien al contrario. Las adhesiones y rechazos de ambos diarios se correspondían a coyunturas específicas de cada elección. En este sentido no habrá modificaciones sustanciales en el discurso de la prensa local a partir del golpe de 1930. Como era común para la prensa de los territorios, el nuevo gobierno –a pesar de su inconstitucionalidad– será recibido con complacencia por los diarios locales. Pero en el transcurso de 1931-1932 comenzará a abrirse una brecha ideológica entre uno y otro periódico. Dicho distanciamiento no responderá a alineamientos políticos locales o posiciones ideológicas a priori, ya que en esencia la política local no había sido sustancialmente modificada (excepto por la intervención del municipio, situación que se normalizará en 1932).

les y culturales. El caso del mito del general Uriburu (1932-1936)”.

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A medida que EP iba endureciendo su posición respecto del radicalismo personalista y el sistema democrático, y consideraba como políticamente válidas las proclamas del uriburismo, el AC moderaba el tono de sus afirmaciones. Encontramos en este último una mayor cobertura sobre acontecimientos de orden nacional, a la vez que un mayor análisis, podríamos decir incluso cierta objetividad. Para los comicios nacionales de 1932 mantendrá una línea suficientemente imparcial en relación con su par local, informando sobre todas las alternativas, incluyendo en éstas al radicalismo y al socialismo, pese a que la retórica del gobierno provisional había colocado a estos partidos en una situación desventajosa y moralmente desastrosa. Desde sus páginas, la situación posterior al golpe aparecía como anormal, tanto por el mantenimiento del estado de sitio, la censura que sufría parte de la prensa, así como la falta de actividad de los partidos. Por ello planteaba un retorno a la democracia a partir del llamado a elecciones nacionales, de manera de regularizar una situación que si bien veían –como la mayoría de los órganos de prensa adictos al gobierno– como estable y ordenada, no dejaba de ser irregular. Lo destacable de la moderación en el discurso del AC –entre otros ejemplos— fue la difusión de noticias relacionadas a las torturas que presos políticos habían recibido en Penitenciería Nacional después del golpe de estado (27 de febrero de 1932); el atentado contra una manifestación radical que dejó un saldo de dos muertos y varios heridos (5 de marzo); o la desaparición de prontuarios de la sección Orden Político de la Policía Federal, cuando la misma se hallaba bajo la dirección de Leopoldo Lugones (hijo) (12 de marzo).61

En el aspecto ideológico, resulta interesante el artículo sobre el festejo del día de los trabajadores y su valor simbólico para la clase obrera: “aniversario de la jornada cruenta en que los obreros mártires del peso de la injusticia social, fueron inmolados en aras del interés de una burguesía dominante” (30 de abril). Para el semanario, el 1 de Mayo entraña el día de “la Libertad, la Igualdad y Fraternidad de todo el género humano”, a partir de la toma la Bastilla y la destrucción del Antiguo Régimen. Pero el artículo tampoco olvida a Karl Marx, “el gran filosofo del socialismo”, quien había creado no solo una doctrina política, sino social y económica, que encarnaba el deseo de los trabajadores por la igualdad de los derechos.

Por su parte, EP comenzaba a profundizar el discurso nacionalista de derecha que había dejado como legado Uriburu. En general a partir de 1930 este diario comenzó a dar mayor difusión a acontecimientos

61 No es un dato menor el hecho de que Leopoldo Lugones (hijo), en la sección Orden Político de la Policía Federal fuera quien comenzara a instrumentar la picana eléctrica en interrogatorios de presos políticos.

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internacionales y en menor medida noticias de orden nacional. Sin embargo, comienza a articular un discurso coherente con las ideas nacionalistas de la revolución de septiembre, en un tono gradualmente más radicalizado a medida que distintos hechos nacionales e internacionales polarizaban a la opinión pública.

Pero a diferencia del AC, EP comienza a articular una primera etapa de un discurso nacionalista de derecha, designando principalmente a “los enemigos de la Patria”: obreros extranjeros portadores de ideas “disolventes del orden social”, políticos y militantes radicales personalistas, dirigentes socialistas, opositores. La hora del nacionalismo requería designar al adversario, al contraejemplo. Las “colaboraciones” de pobladores “anónimos” siguen esa línea. EP del 7 de agosto de 1931, publicaba una columna firmada por “D. De la Vega”, donde comienza a mostrar una serie de rasgos nacionalistas de derecha que serían la regla a partir del año siguiente. Estaba particularmente dedicado al “hombre que regresa del extranjero”, trayendo “unas noticias pintorescas, unas anécdotas, unas hermosas corbatas y un fiero desdén por todas las cosas de esta tierra escondidas tras las espaldas de la cordillera”, lo que indicaba un rechazo visceral a una de las figuras que serían blanco de los ataques del nacionalismo de derecha: el cosmopolitismo –una suerte de “versión burguesa” del internacionalismo socialista, y tan detestado como éste–.

A medida que la línea editorial del semanario tomaba esa dirección hacia el nacionalismo, sus periodistas y comentaristas elaboraban artículos de opinión sobre temas nacionales e internacionales que no ocultaban de ninguna manera la tendencia ideológica que profesaban. Los tópicos más frecuentes eran el comunismo en el extranjero y el socialismo en Argentina, en la medida que preocupaba enormemente el avance del primero entre la clase obrera de los países europeos, y el segundo –junto con el radicalismo personalista– representaban la antesala de la revolución social en el país. Es por ello que este periódico seguía atentamente y con prudente temor el desarrollo del comunismo en Rusia, y del socialismo en Alemania, Italia, y España –donde ya estaba instalado en el gobierno de la República–.

En la medida en que el avance del comunismo en el exterior, y el socialismo y el radicalismo yrigoyenista en el país eran percibidos como una creciente amenaza al orden social, los clamores en EP por una reacción violenta aumentan exponencialmente. El nacionalismo aparecía como la única solución a estos males que aquejaban a la sociedad argentina, un nacionalismo viril, católico y tradicionalista como el que había sabido encarnar el ex presidente Uriburu. La nota “Nacionalismo

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Plausible”, de “E. Morgan” ilustra esta situación. Allí los tópicos más comunes del nacionalismo derechista confluyen en un artículo firmado por un “colaborador”: anticomunismo, antiliberalismo, xenofobia, e incluso antisemitismo, conceptos que pronto EP haría propios. Para el autor, ya era hora de que los argentinos “despertáramos de ese letargo de indiferencia en que nos habíamos sumido, para dar la voz de alerta a los componentes de ese partido de la anarquía y la desorganización social [el comunismo]”, quienes ya comenzaban a “mostrar las garras amenazadoras”. Por otro lado, se escandalizaba por la defensa que un diputado había hecho de “unos cuantos burgueses judíos”, el “terrible enemigo de la Nación entera”. La asociación entre comunismo y judaísmo no era nueva, pero pocas veces se había visto reflejada en un medio local de esa manera. Y continuaba: “Si son comunistas ¿por qué no se van a Rusia? ¿Por qué no van a gozar de las delicias del gobierno soviético, en vez de andar sufriendo ‘nuestra esclavitud’?”, emigrando y llevándose “consigo a los socialistas partidarios del divorcio:62 allá son mas libres que los perros” (EP, 26 de agosto de 1932).

A partir de mediados de 1932, EP tendrá una clara línea ideológica, que podríamos catalogar –siguiendo a Mc. Gee Deutsch– de extrema derecha, o simplemente como “reacción nacionalista”63 o reactiva.64 Es reacción en la medida en que no hay aun una doctrina o teoría definida y clara, sino más bien una serie de puntos o tópicos que son de indudable rechazo: en primer lugar el comunismo, el cual, a partir de los acontecimientos más resonantes ocurridos en Unión Soviética en el período de las colectivizaciones forzadas durante el régimen de Stalin, no requerían de demasiada imaginación ni grandes engaños para convertirlo en una amenaza –no solo en este caso para los grandes propietarios, terratenientes y empresarios, sino también para el empleado de cuello blanco, el colono, y el obrero—. El anarquismo generaría un tipo de temor análogo y un tanto

62 EP del 2 de septiembre de 1932 informa de una conferencia sobre el divorcio a realizarse en el Circulo Católico de Obreros de Trelew, a raíz del debate propuesto por el socialismo en el Congreso Nacional. Los oradores fueron José Freixa, Antonio Gastaldo y Doroteo Sánchez Lago (los dos últimos se convertirían en baluartes del fascismo y el falangismo locales, respectivamente). Estos plantearon obviamente las consecuencias “funestas” que tendría la aplicación del divorcio, e intentaban “ilustrar y hacer compren-der a la sociedad en general los errores que se pueden cometer al permanecer indife-rentes en estos momentos”, y cerraban felicitando a los organizadores y rogando “para que estas clases de conferencias, sean repetidas, pues en estos momentos éllo significa un deber ineludible para bien de la patria y del hogar.”63 Mc. GEE DEUTSCH, Las Derechas. La extrema derecha en la Argentina, el Brasil y Chile. 1890-1939, pág. 22.64 STERNHELL, Zeev, SZNAJDER, Mario y ASHERI, Maia, op.cit.

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menos infundado que el comunismo soviético, al ser una “amenaza” más visible y palpable en Patagonia, en particular a partir que el recuerdo que las huelgas y conflictos laborales habían dejado desde principios de la década de 1920. Sin embargo, la fuerza del anarquismo ya no era la misma y su protagonismo en los medios de difusión había menguado notablemente desde principios de la década anterior. El socialismo, por estar teórica e ideológicamente emparentado con el comunismo, generaba también una reacción temerosa y violenta –al menos en ese momento en lo discursivo– por parte de las clases poseedoras y los medios de prensa locales. En general, su ineficacia política en cuanto a las posibilidades electorales –en comparación con el radicalismo personalista–, hacía del socialismo más un objeto de mofa que una amenaza, sin por ello considerárselo “inofensivo”. Precisamente, la reacción derechista autoritaria, tanto en su variante nacional como europea, enfatizaba marcadamente el lugar de los “indecisos” como “cobardes”, “ciegos”, o directamente “enemigos”. Como había ocurrido con el anarquismo décadas antes, el socialismo formaba parte de las ideologías “traídas” por los inmigrantes europeos ya en ese entonces considerados indeseables, “disolventes” del orden social, por lo cual era prudente mantenerlas a raya, evitando que los trabajadores se “contaminaran” y canalizaran sus reclamos a partir de esa vía política, aun cuando ésta se encontrara dentro del sistema de partidos.

El enemigo “ficticio” comunista, el enemigo “ineficiente” socialista, y el enemigo “muerto” que significaba el anarquista, no lograban competir en el grado de amenaza que en aquellos años (desde mediados de la década de 1920 y principios de la siguiente) representaba el radicalismo yrigoyenista, en particular por el masivo apoyo popular que este tenía. Como mencionábamos antes, la demagogia, la ineficiencia, la corrupción, el favoritismo, eran vicios que directamente se le achacaban a la política democrática tal como la UCR personalista la practicaba. A nivel nacional, la exclusión de este radicalismo fue lo que permitió la articulación de una fuerza política formada por el conservadurismo, parte del socialismo, las altas jerarquías eclesiásticas, ciertas facciones del ejército, y las primeras organizaciones nacionalistas, como la LPA y la LCA.

El uriburismo será en este período el primer proyecto político que el nacionalismo argentino pondrá en marcha, si bien no el único, y la base ideológica del naciente nacionalismo de derecha local, punto de convergencia de la reacción anticomunista, antisocialista y antiplebeya. En el Valle Inferior del Río Chubut, el uriburismo será la fuerza ideológica que amalgamará y pondrá el puntapié inicial a la retórica nacionalista autoritaria a partir de la ruptura político-institucional de septiembre de 1930. Su aporte ideológico planteará una ruptura también con los valores

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político-sociales anteriores al golpe: el radicalismo dejará de ser la fuerza política principal para pasar a ser proscripto; la democracia representativa ya no tendrá un valor en sí misma como sistema político indiscutible, los cuestionamientos a la misma comenzarán a ser cada vez más corrientes, en particular en los medios de prensa gráficos locales; los militares comenzarán a tener una imagen cada vez más importante como fuente de valores cívicos, morales y de autoridad política.

Extractos del artículo “El despertar de un pueblo” en EP del 16 de septiembre de 1932, firmado por “un patriota”, dan una clara idea de esta tendencia nacionalista articulada sobre el uriburismo:

“El despertar del pueblo argentino [...], tuvo también su despertar en los tiempos de la anarquía, echando por tierra un gobierno despótico, para volver también a despertar de su tranquilo y confiado sueño, el 6 de Septiembre de 1930, para acabar de una vez por todas con un gobierno demagógico, que había convertido a la nación en un mercado de puestos públicos y retrogradado a la conciencia ciudadana hasta la relajación.”

(…) “Instituciones netamente nacionalistas son las fuerzas con las que cuentan esos hombres, y con los que comenzaron a mantener en el pueblo el espíritu de patriotismo que en ningún momento y menos ahora nos debe faltar.”

“Es hora también que aquí en nuestro pueblo las masas juveniles se agrupen en torno a la enseña que nos diera Belgrano, para defenderla y para impedir que el azul y blanco de sus colores sea pospuesto por un trapo ideológico importado.”

El discurso nacionalista de derecha –patrimonio en este origen de los medios gráficos en general–, pasará a partir de 1932 a ser monopolizado –aunque aun sin una base teórica definida– por el diario El Pueblo. Pero faltará que se desate el mayor conflicto ideológico mundial, con el meteórico ascenso del fascismo y el nazismo a partir de esa fecha, para que los discursos nacionalistas de derecha comiencen a endurecer sus posiciones, lo que ocurrirá entre 1932 y 1933.

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Capítulo IV. La extrema derecha nacionalista en la prensa del Valle Inferior del Río Chubut(1932-1935)

Hacia mediados del año 1932 –y a pesar de la incertidumbre que estaba generando la crisis económica mundial y sus graves consecuencias sociales y políticas para el país–, se comenzó a recuperar gradualmente la normalidad institucional. Esto no implicaba un regreso a la democracia tal como se conocía durante los gobiernos radicales, sino que –por el contrario– se había producido lo que se denomina una restauración conservadora, que volvería a colocar en el poder político a la elite desplazada por el radicalismo que para sostenerse necesitaba del fraude electoral y la proscripción del personalismo yrigoyenista. El radicalismo, sin embargo, a pesar de la persecución de que era objeto y la intensa campaña de prensa en su contra, continuaba siendo –en la variante personalista– el partido con mayor arraigo popular.

En Trelew la situación económica –derivada de la crisis mundial de 1929– llegó a su punto máximo, generando el cierre de comercios e industrias locales y aumentando de manera alarmante el número de desocupados. Si bien no era la primera crisis económica que los territorios del sur sufrían –la de principios de la década de 1920 había sido tal vez peor–, el hecho de tener sus causas en una crisis económica global que afectaba además al país en su conjunto, le daban a esta situación ribetes desconocidos y generaba un futuro incierto. Los diarios locales por entonces publicitaban la iniciativa conocida como el “Empréstito Patriótico”, colecta nacional en dinero o joyas para sobrellevar al difícil momento que se vivía. En el ámbito político, el municipio continuaba intervenido tal como había sido decidido por el gobierno de facto, y continuaría así durante ese año. El radicalismo local había sido desactivado como opción política, situación que se revertiría poco tiempo después.

En este marco, se produciría durante la década de 1930 un violento enfrentamiento ideológico entre aquellos grupos que se sentían identificados con el nacionalismo –que tomaba cuerpo y ganaba adherentes en los centros urbanos más importantes del país– y el fascismo europeo; y aquellos otros que continuaban defendiendo a la democracia representativa y el socialismo parlamentario. Los primeros tendrían su tribuna de opinión en el diario El Pueblo, los segundos, en el Avisador Comercial.

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El diario El Pueblo y su viraje hacia la extrema derecha nacionalista: del antipersonalismo al anticomunismo.

En la ciudad de Buenos Aires, a partir de la muerte de general Uriburu las organizaciones que éste había creado o que se habían inspirado en sus ideas, como la Legión Cívica Argentina, comenzaron a definirse ideológicamente como nacionalistas, y tomarían como estandarte a la figura del extinto general. Las organizaciones autodenominadas nacionalistas como la LPA, LCA y otras surgidas entre 1928 y principios de la década de 1930, habían centrado su discurso en base al posicionamiento ideológico de Uriburu, pero con el correr de los años habían radicalizado sus posturas; en parte porque la muerte de su principal referente le había dado a éste un aura de prócer nacional muy próximo al mito en los círculos nacionalistas; y por otro lado el distanciamiento de Agustín P. Justo de aquellos lineamientos ideológicos –que habían alejado forzosamente a los nacionalistas de la actividad política–, los había impulsado a tomar una postura más extremista con respecto a la democracia representativa y el liberalismo político. También contribuyó al extremismo de las agrupaciones nacionalistas el ascenso meteórico del fascismo en Europa, que desde la década anterior venía cosechando éxitos en Italia y estaba a punto de tomar el poder en Alemania.

Otro factor de peso que radicalizó el discurso antidemocrático y autoritario fue el “peligro rojo”. El comunismo desde la revolución de octubre de 1917 representaba una amenaza para las democracias occidentales, pero a partir de la década de 1930 esa amenaza había comenzado a percibirse como más cercana e inminente. Gradualmente, hacia 1932, el radicalismo yrigoyenista se tornó menos amenazante una vez lograda su proscripción política, y nacionalismo derechista desplazaría su atención y se articularía alrededor de este nuevo enemigo que era el comunismo, en una postura más extremista y violenta.

Esto último se vería claramente en el diario El Pueblo, que no solo reflejaría una postura ideológica claramente de derecha en las noticias que publicaba, sino que además daría espacio a articulistas anónimos, que no dudarían en atacar apasionadamente a la democracia representativa, al liberalismo y al socialismo, a partir de sus ataques al comunismo. El 22 de julio de 1932 se publicó en su primera página el anuncio por el cual se estrenaba una nueva sección denominada “Lo que escribe el pueblo”, en la que se recibía escritos de colaboradores a los que se prometía no revelar su identidad, y a través de la cual los vecinos de Trelew pudieran expresar su opinión sobre diversos temas: política local, nacional e internacional, economía, sociedad, etc. Como advertencia, EP mencionaba que no se

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solidarizaba con las opiniones de aquellos que escribían en esa sección, sino que solo prestaba sus páginas como canal de expresión del “pueblo de Trelew”. A partir de esa fecha comenzarán a publicarse columnas de colaboradores anónimos prácticamente en todos sus números, que más que reflejar las opiniones de los pobladores sobre diversos temas de interés político e ideológico, mostraba una coherente línea editorial de extrema derecha que caracterizaría a este periódico durante toda la década de 1930.

En este contexto, las colaboraciones “espontáneas” que publicaba EP mantendrían durante la década de 1930 una línea ideológica nacionalista de derecha, pro-fascista, anticomunista, antidemocrática, y en más de una ocasión antisemita. Estas colaboraciones se sumaban al contenido común del diario: notas locales, nacionales e internacionales, avisos, deportes, sociales, etc. Sin embargo estas columnas de colaboradores, pasaron de ser solicitadas, avisos, o “sueltos” en algunas páginas, a cobrar mayores dimensiones, a adquirir un mayor peso en la arquitectura del periódico, y muchas veces a ocupar en ellos un lugar central. Desde esas páginas comenzarán a destacarse una serie de columnistas recurrentes que bien podríamos denominar “francotiradores”, y que firmaban bajo seudónimos como “APA”, “Villicus”, “Primo Pérez”, “Tito Livio” y otros. EP se trasformará a partir de principios de la década de 1930 en la tribuna desde donde “el pueblo” atacará a la democracia liberal y el socialismo, se defenderá el fascismo y al nazismo, y se planteará al nacionalismo de derecha como la solución a los problemas económicos, políticos, sociales e ideológicos de la hora.

En el grupo que se reunía alrededor de EP, podemos identificar a su director y propietario, el Señor Ivo Vicenzi, miembro activo de la Sociedad Italiana “Pace e Patria”, vocal del Círculo Católico de Obreros. Antonio Gastaldo, quien compartía con Vicenzi la colectividad italiana y fue miembro de ambas asociaciones, además de haber sido principal referente de la LCA y que formaría parte en un futuro muy cercano de la asociación fascista Opera Nazionale Dopolavoro. Durante su paso por Trelew y EP, Gastaldo utilizaría el seudónimo “Villicus”, dato que el semanario reveló recién cuando aquel partió definitivamente hacia Italia. Juan Moreno Burgos, profesor del Colegio Nacional de Trelew, miembro de la LPA, principal impulsor en la localidad de la LCA, miembro de la Asociación Española, columnista y corresponsal del diario nacionalista porteño Crisol. Durante el período más álgido de la polémica ideológica, Moreno Burgos fue acusado de ser quien se escudaba detrás de los columnistas anónimos “Tito Livio” y “Primo Pérez”, datos que nunca pudieron ser probados, aunque sobran indicios para afirmarlo. Colaboraban además Juan C.

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Bois, también profesor del Colegio Nacional y miembro de la LCA, y el cura párroco Gregorio Salvá, director del diario salesiano de Rawson La Cruz del Sur, entre otros .

Las primeras participaciones de estos colaboradores se produjeron hacia mediados de 1932, a partir de la vuelta a la normalidad institucional en los municipios de los territorios. Por entonces, EP –encuadrado en la oposición política– mantenía una intensa campaña en contra del comisionado municipal, Martín Cutillo, exhortando a la ciudadanía a empadronarse para los futuros comicios, y a votar en su contra. De esta manera, como ya había ocurrido en otros períodos democráticos, los medios de prensa tomaban partido por las diferentes facciones en pugna por el poder político local, en campañas muy intensas en las que no faltaban los agravios personales y algunas veces las agresiones físicas. Pero el regreso democrático de 1932 traía como novedad la creciente impugnación al sistema democrático por parte de EP –a diferencia del AC–, que plegado a los movimientos nacionalistas basados en el uriburismo, comenzaría gradualmente su campaña antidemocrática. Villicus, un asiduo colaborador del periódico, castigaba a las autoridades locales –quienes se defendían desde el AC– y comenzaba gradualmente a señalar las fallas del sistema democrático. En “Hay que saber elegir”, Villicus denuncia la charlatanería y “los espejismos” que confunden al pueblo soberano en el acto democrático, así como la falta de moral y honestidad de aquellos que se proponen como candidatos a las máximas autoridades municipales. Este tono de denuncia moral aplicado a la política será muy común en EP a partir de ese momento, en particular cuando se trataban cuestiones relacionadas a la gestión municipal. La política democrática –tanto en el ámbito local como en el nacional–, comenzaba a identificarse con aquella demagogia y corrupción que había sido propia del yrigoyenismo, por lo cual, regresar a ella implicaba dar un paso hacia atrás en la evolución política del estado argentino. La consigna era detectar los males de la democracia y evitarlos, aun al precio de abandonarla como sistema (EP, 5 de agosto de 1932).

En “Reaccionemos” (EP, 19 de agosto de 1932), Tito Livio realiza un diagnóstico de aquellos males que aquejan a la actividad pública –relacionados también con el abandono de los principios morales–, que hacen a la “descomposición política” de un pueblo: la ausencia de conciencia moral tanto en el pueblo como en los dirigentes hacían de la vida política “una comparsa carnavalesca”. Como era común en la retórica derechista de ciertos medios nacionales, proliferaban apelaciones a una supuesta moral perdida, así como las metáforas médicas que aludían a enfermedades corruptoras del cuerpo social.

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Como es en general característico de la retórica de los movimientos derechistas desde fines del siglo XIX, la democracia como sistema permite que la corrupción se instale en el poder, y solo una profunda regeneración moral puede poner a salvo a la sociedad. Muy gradualmente, desde mediados de 1932, EP va definiendo las líneas directrices de lo que será su discurso ideológico durante la década de 1930. Los espacios que en el periódico van a ocupar Villicus, Tito Livio y APA –a los que se agregará Primo Pérez en 1933– irán adquiriendo mayor volumen, y paralelamente un mayor extremismo. El comunismo será entonces el enemigo que se deberá combatir con saña, y, como se sabía ya desde la década anterior, solo el nacionalismo que se estaba gestando por entonces podría ponerle freno en Argentina. El “suelto” de APA del 9 de septiembre, intitulado “La unión hace la fuerza” es el mejor ejemplo de dichas definiciones ideológicas que se cristalizarán en EP en el futuro inmediato. Allí se acusaba a los “elementos que obedecen las órdenes del dictador ruso de la U.R.S.S.”, extranjeros –“expulsados de sus respectivas patrias”— y quienes, “generosamente pagados por el oro ruso”, trataban de generar la aplicación de su sistema comunista:

“Estos individuos, inician en forma intensa una propaganda permanente entre los elementos obreros, eterna carne manoseada por el primer vivillo, [...] con falsas e hipócritas promesas, y señalándoles el ‘Paraíso Soviético’ infiltran en esas mentes fáciles de explotar, las ideas comunistas.”

“En Buenos Aires, centro de sus actividades, la campaña ha sido intensa, pero la reacción no se hizo esperar; formados en grupos con fines nobles y patrióticos y netamente nacionalistas, creáronse varias agrupaciones, las que con el nombre de Legión Cívica Argentina, Acción Nacionalista Argentina, Acción Anticomunista o Partido Popular, se hallan en dirigir a las masas hacia una dirección de sano nacionalismo.”

“Aquí en nuestro pueblo al igual que en cualquiera de nuestro suelo, la obra comunista está mostrando su acción, es bien del dominio público cuales son sus principales dirigentes, si nos quedamos indiferentes a este fenómeno nada sería de extrañar su eficacia; por eso es menester aquí también una unión fuerte de todos los elementos ya sean argentinos o extranjeros sanos, compenetrados de la situación, que formarán una entidad fuerte para colocarse en el puesto del combate como una inexpugnable muralla a la avalancha comunista que amenaza la destrucción de la patria, de la sociedad, de la tradición y de los principios básicos del hogar.”

Para el naciente nacionalismo local representado en EP, el enemigo comunista se encontraba en cualquier manifestación obrera

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o huelga, o en cualquier opinión contraria o divergente del patriotismo que propugnaban. En particular, los partidos democráticos ya eran mal vistos por el papel que habían desempeñado en la crisis que llevó al 6 de septiembre, pero el radicalismo ya no representaba un peligro como había sido en las jornadas de la revolución de Uriburu. Al cambiar el enemigo, del yrigoyenismo al comunismo, el peligro inmediato lo representaban ahora los socialistas parlamentarios, quienes aun jugaban un rol de importancia a nivel nacional, así como también en la localidad. Hacia los socialistas se orientaron entonces los ataques que EP dirigió con saña como vocero del nacionalismo de derecha de Trelew, y aquellos tomarán como tribuna y vocero de sus opiniones al otro gran medio de prensa local: el Avisador Comercial.

Los “comunistas” del Avisador Comercial

El Avisador Comercial (AC), como decíamos en el capítulo anterior, paralelamente a la radicalización del discurso derechista de EP, fue moderando el tono y los conceptos ideológicos de sus declaraciones. Desde mediados de 1932, la aparentemente progresiva normalización del país fue bien recibida por una parte importante de la prensa local, entre ellos el AC. Si bien no se discutía en este semanario la corrupción, la demagogia e ineficacia que se achacaba al gobierno de Yrigoyen, así como tampoco las virtudes cívico-morales del golpe de Uriburu, no existía en el AC cuestionamientos a la democracia liberal, ni a los partidos políticos, como ya era la regla en EP. Asimismo no hay después de 1930 una glorificación de la figura de Uriburu y de la revolución de septiembre, una vez que está asegurado el regreso de la democracia. El deseo de normalidad institucional tanto a nivel nacional como local se manifestó constantemente, y aunque se había visto al período que se cerraba con la asunción de Agustín P. Justo como “un mal necesario” para terminar con la penosa situación en que había puesto el país el personalismo, no se formulaba desde el AC un cuestionamiento radical a las bases ideológicas del sistema democrático ni del liberalismo político. Estas manifestaciones, sumadas a la orientación política que cada periódico mantenía respecto del gobierno local, fueron las que abrieron la brecha ideológica entre el AC y EP durante la década de 1930.

En general, el funcionamiento del periódico siguió siendo el acostumbrado, en particular en lo relacionado a la política y otras cuestiones de interés local. El retorno de los mecanismos democráticos a partir de 1932 trae nuevamente las intensas campañas políticas por el poder local, de las cuales los medios de prensa se hacían eco. Con

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el radicalismo proscripto a nivel nacional, las pocas voces políticas estructuradas como partidos correspondían al socialismo parlamentario, quienes ofrecían una tibia pero constante oposición al régimen imperante desde 1930. En Trelew, con la UCR desactivada como partido político65, se formaron alianzas y coaliciones tal como se realizaba antes del golpe de estado, como la Unión Vecinal, el Frente Único, y otras agrupaciones creadas con fines electorales. El socialismo pasó a formar una parte muy importante de la política local a partir de la desactivación del radicalismo como partido, y el AC siguiendo los lineamientos ideológicos que venía sosteniendo en relación a la tradición democrática, liberal y republicana, le dio un lugar en sus páginas. De cualquier forma se debe tener en cuenta que el socialismo como partido no salía ni a nivel local ni nacional de la lógica política liberal, y era una opción como cualquier otra, tal como había sido el radicalismo en su momento. El socialismo –y más aun, el que defendía el AC–, no era un movimiento revolucionario ni mucho menos.

Desde el AC escribían el fotógrafo Fortunato Stillitani, miembro de la Sociedad Italiana y ferviente antifascista. También el Inspector Seccional de Escuelas Segundo Fernández. Este último jugará en esos años un rol de importancia, ya que la polémica ideológica que daría comienzo al enfrentamiento entre los dos semanarios comenzaba en el ámbito educativo, más exactamente en el Colegio Nacional. De esa prestigiosa casa de estudios, se sumaron a la discusión el Rector Félix Natt Kemper, y los profesores Orestes Trespailhié, Jaime Nuguer, Marcos Pfefferman, y Jorge Wirth. También encontrarán un lugar en sus páginas algunos dirigentes políticos locales. Uno de los más asiduos colaboradores era el señor Martín Cutillo, ex-dirigente de la UCR, muchas veces elegido concejal, comisionado municipal en varias ocasiones, y miembro dirigente de la Sociedad Italiana, entre muchas otras actividades. De muy fuerte carácter y en más de una ocasión cuestionado por la oposición, Cutillo demostró a través del AC su verborrea, la cual no se ahorraba insultos a sus enemigos políticos y personales. Pero aquellos que se destacaron como protagonistas en el período estudiado fueron los líderes del socialismo local, los dirigentes Jesús López Rivero, Ramón San Sebastián y Gerardo San Emeterio.

Durante la década de 1930, AC tomó una posición nítida en defensa del socialismo parlamentario y el sistema democrático, mientras que su adversario periodístico lo hacía desde la posición contraria. Desde

65 La UCR local no volverá a participar en elecciones por ningún cargo hasta la dé-cada de 1940, cuando se reorganice nuevamente el partido en Trelew de la mano de Galina, quien será electo primer gobernador de la recién creada provincia del Chubut en 1957.

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sus páginas, el mencionado grupo de profesores del Colegio Nacional –acusados de comunistas–, los dirigentes socialistas locales y demás intelectuales identificados con la democracia66, y el oficialismo municipal, se defenderían de los ataques de los nacionalistas. El nacionalismo local, agrupado en la LCA y con EP como voz cantante comenzará sus ataques contra la democracia y el socialismo. Esta situación desatará hacia fines de 1932 una polémica ideológica entre ambas tendencias que se reflejará en los medios de prensa con una dureza, radicalidad y violencia inusitadas.

Pacifismo, laicismo, clericalismo y militarismo: La polémica ideológica entre el Avisador Comercial y El Pueblo.

Entre mediados y fines de 1932, ante los acontecimientos violentos que se estaban produciendo en diversas partes del mundo, el Consejo Nacional de Educación (CNE) comenzó a considerar la implantación del “Día mundial de la Paz” en todas las escuelas, el 11 de noviembre. La conmemoración tenía por objeto la concientización de los niños sobre las condiciones esenciales de la paz, y su lema era “La paz duradera nacerá en la escuela”. Entre sus definiciones se planteaba que “La paz del vencedor, del armisticio, del tratado, de la transacción, no es la paz del mundo. [...] La instrucción primaria, por su carácter originario y universal, es la fuerza creadora de la paz indestructible”. Entre otras cuestiones, se debía enseñar al niño a ver “la guerra como un hecho abominable”, y “despertar sentimientos de simpatía, generosidad, auxilio, cooperación, mutualismo en forma sistemática y de influencia continua” (AC, 8 de octubre de 1932).

AC se hizo eco de dicha proclama y festejó la iniciativa desde un tiempo antes de su implantación oficial. Ya en agosto de ese año, el profesor del Colegio Nacional, Orestes L. Trespailhié, escribió el artículo “Por la paz de América”, en el que planteaba una serie de lineamientos escolares derivados de los del CNE. Allí el docente proponía establecer el “Imperio de la Paz”, borrando la palabra guerra del léxico humano, como ideal que todo pueblo debe seguir. En ese marco, la escuela debía dejar de ser “un vivero de guerreros” y de difundir “ideales medioevales, al relatar mentidas glorias, con la intención de crear un malentendido

66 En el AC encontraremos –aunque breve– uno de los primeros homenaje a Hipóli-to Yrigoyen al momento de su muerte: “Bien se puede afirmar que en ese momento pasó a la inmortalidad. Porque Irigoyen fue, durante un largo período histórico, eje de la opinión nacional”. Para el AC, al extinto ex presidente, si bien podían achacársele “cantidad de errores políticos”, no podían discutirse así sus virtudes democráticas (15 de julio de 1933).

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espíritu nacionalista” (AC, 20 de agosto de 1932). La “Escuela para la Paz” que Trespailhié proponía planteaba el “olvido sistemático de los héroes guerreros” creando el espíritu pacifista.

Pero la iniciativa del director del CNE, Dr. Ramón J. Cárcano, así como de aquellos que la apoyaron, fueron objeto de ataques por parte de la prensa nacionalista, tanto de Buenos Aires como de sus homólogos de Trelew. El pacifismo derivado de la propuesta era visto por la prensa nacionalista como una avanzada del comunismo. En el AC del 22 de octubre de 1932, el inspector Segundo Fernández, habitual redactor, bromeaba al respecto en el artículo “El comunismo en la escuela”: para muchos que se consideraban a sí mismos “nacionalistas”, la medida del CNE tenía un “pronunciado matiz izquierdista”, y continúa diciendo que –para aquellos–: “Prohijar la paz, si no es paz armada, equivale a solidarizarse con la política internacional del comunismo...”, cuestionando de esa forma tanto a un nacionalismo guerrero de matriz decimonónica como al nuevo nacionalismo de derecha, que hacía énfasis en las virtudes masculinas, viriles y sobre todo militares; porque dicho nacionalismo guerrero “nos hace ver el crimen como obra digna de perpetuarse en el bronce.”

Esta situación generó la polémica entre un grupo de profesores del Colegio Nacional de Trelew que fue seguida atentamente por la prensa, quienes tomaron partido inmediatamente, ahondando las diferencias que venían manteniendo desde principios de la década. Si bien la polémica se desplegó alrededor de una cuestión muy puntual relacionada con la educación, representaba el choque de dos posturas ideológicas en pugna, que a su vez contaba con numerosas aristas en conflicto: el papel del ejército y de la Iglesia católica –y aun el de la religión–, la democracia representativa, el sufragio universal y aun la igualdad, el liberalismo, etc. Ya por entonces el nacionalismo derechista estaba suficientemente arraigado entre algunos intelectuales de Trelew, lo cual vaticinaba un agudo conflicto.

Hacia fines de 1932 y durante 1933, se suscitó un enfrentamiento entre el grupo de nacionalistas locales, y aquellos que por cuestionar el extremismo y el discurso antidemocrático eran considerados directamente “comunistas”. Muy pronto para el naciente movimiento nacionalista, cualquier opinión que se desviara de las concepciones tradicionales de patria, religión, familia, ejército, etc., –y de aquellas tradiciones reforzadas por el nacionalismo derechista, más próximas al fascismo– eran sinónimo de simpatías con el comunismo. De la misma manera y como era la regla, durante la década de 1930 ambos periódicos apoyarían a diferentes líneas

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políticas locales, generalmente el primero se identificaría con la oposición y el segundo con el oficialismo.

La campaña anticomunista que el profesor Moreno Burgos había comenzado a través de EP no se circunscribía solamente a Trelew. Como corresponsal de Crisol y con fuertes contactos en otras publicaciones nacionalistas67 –además de contar con el apoyo del cura párroco Gregorio Salvá, director de la publicación católica La Cruz del Sur–, Moreno Burgos atacaba sin piedad a sus colegas del Colegio Nacional, así como a cualquier sospechoso de portar ideas “contrarias a los sagrados valores de la nación”. Los rumores que circulaban, así como las acusaciones cruzadas entre aquellos que hablaban desde EP, y los que se defendían desde el AC, apuntaban a que el conflicto se había generado por el interés de Moreno Burgos de acceder a la rectoría del Colegio Nacional, razón por la cual la mayoría de los ataques que realizaba contra el equipo docente de esa institución tenían relación directa con la penetración del comunismo a partir de la educación, y en el papel de los intelectuales que le servían propagandistas. La realidad era que el comunismo tal como se percibía desde las páginas de EP no existía en Trelew, pero las constantes intervenciones de los columnistas nacionalistas lo denunciaban como una amenaza latente en las escuelas y ciertos círculos intelectuales locales.

A partir de una nota publicada en la revista nacionalista porteña Bandera Argentina, en la que se comentaba la penetración del comunismo en la enseñanza secundaria de Trelew –supuestamente escrita por los profesores Moreno Burgos y Juan C. Bois—, el AC del 15 de octubre de 1932 respondió con el artículo “Falso nacionalismo”, en los que criticaban la posición nacionalista de derecha que los redactores de EP habían tomado. Para Fernández el Colegio Nacional era un “vivero de sano patriotismo” y no una institución que propalara izquierdismo como Moreno Burgos y Bois acusaban. La respuesta de EP fue clara y contundente. La nota “¿Patriotismo?”, firmada por Villicus, mostraba el creciente extremismo de los nacionalistas locales, al aplicar al adversario –directamente— el mote infamante de comunista: “hasta el más entusiasta defensor del idealismo soviético, quiere hoy ser mas patriota que Belgrano”, pero, desde su óptica, “no basta alzar la voz para gritar la palabra ‘Patria’, [...] cobijándose detrás de una institución o un cuerpo colegiado solo porque encierran en sí elementos de sano patriotismo”, sino que “negamos que haga Patria quien se sirve del periodismo o de la cátedra para sembrar la duda sobre sentimientos sagrados de pura tradición Argentina” (28 de

67 Entre los contactos de Moreno Burgos, se cuentan el diario católico El Pueblo, las revistas Crisol y Bandera Argentina todos ellos de Buenos Aires, Albores y La Cruz del Sur de Rawson, Chubut.

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octubre de 1932).

Para Villicus, ya era tiempo de que “alguien tome la defensa del verdadero ideal patriótico”, y aquel que enarbole esa bandera, no debía permitir “que un intelectualismo achatado e hipócrita lo trate de Chauvinista”. Como antes de 1930, la dicotomía maniquea entre aquellos que sostienen el culto a la Patria, y aquellos que ostentando un “snobismo rancio y extranjero” reniegan de ella, era cada vez más evidente. Para el autor, solo una máscara cubría las verdaderas intenciones de sus adversarios ideológicos de fomentar el comunismo, a los que había que sacarles “la careta que los está encubriendo, sin miedo a represalias, yendo a la lucha contentos y con la frente alta; porque es hacer Patria descubrir los enemigos y los traidores”.

Este artículo marca un punto de inflexión en la línea ideológica que EP llevaba adelante desde fines de 1932, ya que de ser una polémica generada al interior del Colegio Nacional y exclusivamente concerniente al ámbito educativo, pasará a convertirse en un enfrentamiento ideológico que tendrá por protagonistas a los dos periódicos más importantes y de mayor circulación de Trelew, y que reproducirá el antagonismo que estaba dividiendo al mundo.

Fernández agregará a su lucha por el pacifismo el laicismo, la abolición del fuero eclesiástico, del diezmo, la secularización de los cementerios, la libertad de cultos, el matrimonio civil, la enseñanza laica, el divorcio y el voto femenino (que el socialismo venía defendiendo desde años atrás en el ámbito parlamentario). Lo que obviamente, generará a su vez una reacción por parte de los nacionalistas.

La respuesta quedó en manos de un nuevo personaje anónimo que se sumó a los ya mencionados columnistas de EP: “Primo Pérez”, quien casi desde el comienzo fue considerado la máscara detrás de la cual se ocultaba Juan Moreno Burgos. El 4 de noviembre de 1932 hará su primera aparición pública con la nota “Botonazo. Al Sr. Segundo Fernández”, que comienza así:

“Al Comunismo y al Fanatismo –antirreligioso– les ha salido un defensor inesperado en la pluma del Sr. S. Fernández. No conozco personalmente al ‘folletinista’ que firma con tal nombre y apellido en las columnas del ‘Avisador Comercial’. Pero conozco muy bien los argumentos y las teorías que esgrime en contra del ‘militarismo’ y del ‘clericalismo’. Porque, so color de defender al eminente Presidente del C. N. de Educación, Doctor Cárcano, es en realidad en contra de estas dos abstracciones que arremete el intrépido plumífero.”

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Los dos puntales del nacionalismo de derecha de la década de 1930 –el ejército y la Iglesia católica– tendrán en Primo Pérez –de quien EP se reserva la identidad, como bien manifestó oportunamente– un defensor. Un cuestionamiento tal como que Fernández le realiza en torno a la problemática generada por el “Día de la Paz”, no puede, en esos días, recibir una acusación menos agraviante que la de “comunista”, a la vez que se acusa también al medio en que esa opinión se difunde. “Botonazo” es la muestra de la tónica con que en ese momento se dirimían las cuestiones ideológicas, y representa la polarización de opiniones y de tendencias ideológicas en un contexto nacional e internacional incierto, que de todas formas, iba en aumento. Para Primo Pérez, Fernández es el “paladín del comunismo y del anticlericalismo”. Se apoya en su fiel “Rocinante” –en todo momento comparará a Fernández con El Quijote–, que tiene cuatro patas: “que son: ‘La Paz’, ‘El Laicismo’, ‘La Ciencia’ y ‘El Progreso’”, con el cual arremete contra sus enemigos, los sacerdotes y los militares. Primo Pérez, en cambio, tomará obviamente la posición contraria. Para aquel la guerra es una “necesidad fatal”, y la profesión militar es noble y cultiva mejor que nadie el amor a la patria. Por ello la intención de su artículo es pinchar “el globito antimilitarista, pintado de rojo vivo” que Fernández, como fiel “apóstol de la nueva religión comunista” representaba.

Al “globito rojo anticlerical” de Segundo Fernández, Primo Pérez lo atacará una semana después, el 11 de noviembre de 1932 en la nota “Banderillas”: “Al toro que lidia le enfurece la roja capa torera; a Ud. le saca de quicio el color obscuro de la sotana”. El diestro y anónimo colaborador de EP desplegará su amplia verborrea y cultura general, haciendo uso, además, de un característico tono burlón que sería desde entonces su marca distintiva. La estrategia de Primo Pérez y EP era bastante evidente. La responsabilidad de los dichos de este personaje anónimo no recaía sobre EP, aunque era obvio que formaba parte del staff. Por otro lado, el tono burlón que utilizaba le quitaba solemnidad y lo hacía atractivo para el público y los lectores de una localidad pequeña. Y por último, contaba con la habilidad para combinar el “sentido del humor” característico, con apelaciones morales y llamamientos a la violencia para nada discretos, que hacían de Primo Pérez un personaje peligroso para todo aquel que no comulgara con el credo nacionalista.

La polémica tendrá en un primer momento como protagonistas a Segundo Fernández, Fortunato Stillitani, y otros, por el AC, y el anónimo Primo Pérez, por EP, quienes mantendrán semana a semana una intensa y a veces violenta discusión, en la que no faltaron los agravios personales. Pero lejos de considerar a Primo Pérez un francotirador solitario que encuentra un espacio para sus dichos en EP, como lo podría hacer

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cualquier vecino de Trelew, se debe tener en cuenta que a partir de la centralidad que dicho personaje fue cobrando –a la vez que la polémica que entabla con el AC en la persona de Segundo Fernández se hace más conocida y atrae a la opinión pública local–, los dichos del primero comenzaron a expresar la línea editorial. Así queda al menos expresado en la “Carta Cerrada” que Primo Pérez le dedica a Ivo Vicenzi, director de EP. En ella le agradece la hospitalidad otorgada para sus columnas de opinión, e intentando defenderse de una posible querella judicial contra él o su director, comenta: “Mis ataques –que después de todo son contra-ataques– no tiene nada que ver con el anonimato. Nada de lo que se publica en un periódico, con seudónimo o sin firma es anónimo; ya que siempre hay un editor responsable, en este caso Ud., Director del periódico”. Se confirma entonces la correspondencia ideológica entre EP y el anónimo Pérez, quien finalmente manifestaba: “Lo único que busqué, fue defender contra ataques injustificados, ideas que, si son mías, son también las de la mayoría de los de aquí” (EP, 25 de noviembre de 1932).

Pero el tono bromista que alcanzó la polémica no fue solo patrimonio de Primo Pérez. La nota denominada “Ni los indios se salvan de la penetración comunista”, supuestamente obra de Segundo Fernández y otro colaborador, y reproducida por el periódico católico El Pueblo de Capital Federal, es una muestra de ello. La intención expresa de los autores era burlarse del tono alarmista de los baluartes del anticomunismo local y nacional, al dejar en evidencia como éstos se hacían eco de una noticia a todas luces falsa: “En los alrededores de Trelew merodean, de un tiempo a esta parte, varias tribus indígenas completamente anarquizadas, imbuidas de la ideología roja”, quienes “viven completamente desnudos, con excepción de las partes del cuerpo que cubren con taparrabos de color rojo”, así como “las plumas de sus lanzas son rojas y en la frente se pintan una hoz y un martillo del mismo color”, víctimas de “la propaganda comunista [que se] ha hecho presa en el espíritu de estos desdichados a tal extremo que llevaban hasta las boleadoras pintadas de rojo”, boleadoras con las que habrían atacado a una escuadrilla de aviones (AC, 19 de noviembre de 1932).68

Así, el anti-comunismo pasará a estar en el centro de la escena, y a ocupar un lugar privilegiado. En “Existe o no existe?, en la primera página del número del 23 de diciembre de 1932, EP sostiene que el “mito comunista” consiste precisamente en hacer creer que es solo un mito, y no

68 La nota aparecida en el semanario capitalino y reproducida en el AC fue por su-puesto aprovechada (“La verdad en su lugar”, AC 3 de diciembre de 1932) para dejar en ridículo a EP y la revista La Cruz del Sur, quienes se dejaron “sorprender con una broma tan monumental”.

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una realidad acuciante. Como ejemplo comenta el destacado papel que había tenido en las últimas elecciones en Comodoro Rivadavia el partido comunista: “Así que existe, y bien vivo y perfectamente organizado, el Comunismo, en nuestro principal centro industrial en Chubut. Después de eso, ¿los estúpidos y ciegos burgueses de nuestro pago seguirán hablando de la ‘inexistencia’ del peligro rojo?”. Para EP, el comunismo en Trelew no era viable en la medida en que las condiciones socioeconómicas objetivas no permitían el desarrollo de un movimiento de esas características, pero advierte sobre la existencia de la “propaganda roja” que trata de infiltrarse entre la gente trabajadora, en particular de origen extranjero.

El AC tomó entonces posición en contra de las tesis nacionalistas de EP. Cada nota o solicitada de Primo Pérez, Villicus, editorial de Ivo Vicenzi, colaboración de Gregorio Salvá, o cualquiera que plantease la idea de la amenaza comunista y las correspondientes acusaciones, recibía al día siguiente (EP aparecía los días viernes, mientras que el AC lo hacia los sábados) una contestación, y viceversa. El tono de las mismas aumentaba cada semana en voltaje ideológico, violencia verbal, amenazas, insultos y descalificaciones durante el resto de 1932 y todo 1933. En ese violento diálogo semanal se mezclaban calificativos como “borracho”, “loco”, “mentiroso”, “fabulador”, con acusaciones como “comunista”, y “fascista”, etc. Pero el tono de broma y los ataques personales que caracterizaban a Primo Pérez y demás comentaristas de EP fueron quedando de lado, y fueron reemplazados por otro más serio, solemne, extremista y violento, hacia diciembre de 1932, momento en el cual se planteó otro punto de inflexión en la situación política nacional y sus repercusiones locales: el recrudecimiento de la amenaza comunista –en ese momento más real que nunca–, y la reacción nacionalista más violenta y característica de la década, con el desembarco en Trelew de la Legión Cívica Argentina.

En diciembre de 1932, los medios locales difundieron la noticia del descubrimiento de un “plan subversivo” para derrocar al gobierno de Agustín P. Justo, supuestamente orquestado por radicales personalistas. El AC difundió la nómina de los implicados, entre los que se encontraban numerosos militares adictos a Yrigoyen, diputados y ministros de su gestión, y ex funcionarios del gobierno radical depuesto, resultando arrestados entre muchos otros, el general Delleppiane, y los ex presidentes, Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear. A raíz de esta situación el Poder Ejecutivo habría de declarar el estado de sitio en todo el país.

Por su parte, para EP, el frustrado levantamiento radical se había llevado adelante con el apoyo de elementos comunistas, lo que hacía de esta supuesta revolución palaciega el cumplimiento de la profecía que

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venían pregonando desde algunos años atrás en la prensa nacionalista. Pero a su vez y para fortuna del nacionalismo trelewense, el movimiento anticomunista ya estaba en marcha en todo el país. A partir de entonces, la retórica anticomunista de EP sería mucho más radicalizada y violenta, porque la grave situación requería tomar nuevas medidas para enfrentarse al enemigo: el comunismo ya no se percibía como una amenaza lejana y sus cultores como gente ignorante o intelectualmente deficiente de la cual se podían burlar. Para EP, el “monstruo” y lo factible de su amenaza eran una realidad y requerían soluciones más eficaces que el estado de sitio. Al homologar una amenaza latente como el comunismo con otra amenaza real como el personalismo, EP comenzaba a establecer la importancia de las acciones que se debían tomar:

“Si son ciertos los rumores que corren, los radicales personalistas y los comunistas habrían concluido una alianza tácita, y netamente criminal, para derrocar al gobierno constitucional actual. [...] Han formado un frente único, para destruir el orden existente. [...] Los personalistas quieren volver al poder, para usufructuarlo como antes; los comunistas pretenden implantar en nuestro país el famoso régimen soviético de los esclavos rusos.”

“Y mientras tanto, el Gobierno ha tenido que decretar el estado de sitio, y usar la fuerza para defender la legalidad y la libertad común.”

“El deber de todos los que no están enceguecidos por la pasión o el fanatismo es de coadyuvar a esta reacción saludable. En cuanto a los que siguen aferrados a su fe roja, que se vayan, de una vez, a vivir a Rusia, a gozar de las delicias del paraíso soviético; y que nos dejen trabajar en paz, en este libre país argentino” (EP, 23/12/1932).

La noticia del supuesto golpe marcará otro punto de inflexión en este medio. Una vez que el papel de la amenaza comunista había sido debidamente considerada durante los últimos meses 1932, y terminó de definir su orientación ideológica nacionalista de derecha, EP comenzará una campaña anticomunista comparable a la de la prensa nacionalista porteña. Inaugura esta segunda etapa de radicalización nacionalista el artículo de la primera página del número correspondiente al 30 de diciembre de 1932 llamado “Algo sobre el Comunismo”. A partir de entonces, EP publicará semanalmente y durante todo el año 1933 notas, artículos, fragmentos de libros y reproducciones de otros diarios argentinos y extranjeros en un tono notablemente alarmista. En general la información volcada para esta campaña se imprimía en los distintos formatos mencionados, pero siempre se combinaban de forma de establecer relaciones entre un fenómeno político internacional –como era el comunismo soviético–, y

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distintos fenómenos nacionales y regionales –como la existencia del partido socialista y la polémica ideológica entablada con el AC–. Las informaciones sobre el comunismo soviético, ya sean a partir de reproducciones de periódicos nacionales o extranjeros, o de libros al respecto, en general se escribían en un lenguaje informativo y relativamente objetivo. En cuanto a lo relacionado con el acontecer nacional o local, se recurría a la pluma de alguno de los columnistas anónimos, quienes se despachaban a gusto contra sus enemigos en el tono característico, o a través de artículos de las diversas organizaciones nacionalistas, en un tono más duro, extremista y serio. La combinación de ambos lenguajes utilizados en EP tenía como objetivo establecer relaciones entre el comunismo soviético y el socialismo en una serie de etapas. En primer lugar se difundía una vulgar interpretación del marxismo y de la historia rusa reciente, combinadas con informaciones tomadas de periódicos extranjeros sobre la situación del pueblo ruso desde las colectivizaciones forzadas llevadas adelante por Stalin –suficientemente horrorosas como para necesitar mentir sobre ellas–. En segundo lugar se establecía una relación directa entre el comunismo soviético y los ideales democráticos derivados de la Ilustración, el socialismo parlamentario, y el radicalismo personalista, los cuales, desde la óptica de la derecha nacionalista, no eran más que una avanzada del comunismo hacia la revolución social y la destrucción del orden vigente. Y por último se planteaba como única solución al nacionalismo de derecha para evitar esa revolución social que destruiría el orden natural, corrompido por la democracia liberal, la igualdad, y el abandono de los valores religiosos.

La construcción de “peligro rojo” era una tarea fácil para los redactores de EP, ya que la sola descripción del comunismo imperante en la Rusia soviética generaba más pánico que reticencia, y más aun si se asumían las terribles realidades del campesinado ruso en tiempos de Stalin como producto indiscutible de la doctrina socialista, en cualquiera de sus variantes: “El comunismo no es ya una institución. Es la obra nefasta de un sectarismo desequilibrado cuyo único móvil es la destrucción del orden y la estabilidad social”. La demonización llegaba al extremo de considerar al socialismo un “Maximalismo destructor contra todos los gobiernos del universo”, en que la educación se reducía a preparar agitadores y terroristas: “La mejor y única enseñanza que permiten en la Escuela es la química porque de ella se aprende la fabricación de dinamita y demás bombas explosivas y mortíferas” (30 de diciembre de 1932).

A partir de 1933, EP agudizó su posición de extrema derecha nacionalista y anticomunista en sintonía con los acontecimientos nacionales e internacionales. Si bien mantenía una lógica “anti” como la mayoría de los movimientos nacionalistas argentinos (y muchos extranjeros), con la

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designación del comunismo y del liberalismo como principales enemigos, podría decirse que desde principios de 1933 el tipo de carga ideológica derechista de EP ya no es simplemente “reactiva”. No es ya una reacción tradicionalista y conservadora ante cambios políticos y sociales acelerados, sino que detrás de los ataques al comunismo y el liberalismo –que encubrían ataques más directos al socialismo parlamentario y el sistema democrático– había ya una sistematización teórica profunda y en absoluto sutil, que venían profundizando desde principios de la década, aunque muy solapadamente.69

Como fiel exponente del nacionalismo extremista, EP tomó una posición contraria a la del gobierno de Justo, que ya por entonces se alejaba cada vez más de las directivas que había planteado Uriburu. Los reclamos por acciones anticomunistas serán entonces cada vez más abundantes, así como las críticas al Poder Ejecutivo por permitir que “elementos indeseables” como los rusos continuaran conspirando junto a los radicales personalistas para destruir a la nación (“Algo más sobre el Comunismo” –editorial–, EP, 27 de enero de 1933). En este marco, la reacción del nacionalismo de derecha era considerar a cualquier sospechoso de ser “portador de ideas extrañas al sentir nacional” como un potencial enemigo de la patria, tanto en el ámbito de la clase obrera (presa fácil de los propagandistas del socialismo, según EP), como en el de la cultura. Los intelectuales eran en esta situación los que más prudentemente había que vigilar, en la medida en que eran los responsables de “formar conciencias”, ya sea a través de la prensa escrita, la literatura, o la enseñanza. Es por ello que uno de los primeros conflictos, como vimos, ocurrió entre los profesores del Colegio Nacional y fue la chispa que encendió la polémica en la región.

En Trelew, el enemigo directo ya estaba identificado, y se correspondía con quienes desde el AC ponían reparos a la campaña antidemocrática y anticomunista de EP, y que se identificaban con el socialismo parlamentario. Hacia 1933, se sumaba a la polémica ideológica el hecho de que ambos semanarios habían también tomado posiciones antagónicas respecto de la política local, cuando el AC apoyaba la gestión del comisionado municipal Martín Cutillo y EP a la oposición, lo que exacerbó sus diferencias.

Así como en su momento eran comunes los reclamos de la prensa patagónica al Ejecutivo Nacional para fomentar el desarrollo de los

69 La síntesis nacionalista de derecha en EP se completará con la llegada del nacionalis-mo organizado de la Legión Cívica Argentina, algunos elementos del fascismo italiano, y el nacionalismo español en los años siguientes.

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territorios, EP, desde enero de 1933 realizaría reclamos análogos ante “el avance del comunismo”. Así, solicitaba a las autoridades nacionales, ante “la ola del comunismo [que] avanza con caracteres alarmantes”, que actúe “con pie de plomo”, aplicando “sin contemplaciones” la Ley Marcial y la Ley de Residencia contra los extremistas, que “no son otros que rusos y polacos” (20 de enero de 1933). La única manera de combatir el comunismo mientras se aguardaban las acciones del gobierno, era a través del restablecimiento de la moral pública, la religión cristiana y la identificación de aquellos que se apartaban de estos principios: los comunistas y sus partidarios (27 de enero de 1933).

Hacia marzo de 1933, la polémica al interior del Colegio Nacional, interrumpida por el receso escolar de verano, se reanudó condimentada ahora con la virulencia que había cobrado el anticomunismo en EP. Nuevamente se hizo presente el columnista anónimo Primo Pérez, quien comenzó a cargar con mayor fuerza contra aquellos que consideraba sospechosos de ser portadores de ideas “disolventes”. En “El Comunismo y la escuela”, rememora y reinicia la polémica del año anterior, a la vez que destaca el importante papel que había cumplido en la discusión sobre la “cuestión de la propaganda comunista en la prensa y en la escuela”. Pero esta ocasión para el articulista era feliz, ya que su anticomunismo había sido premiado con las últimas circulares del Consejo Nacional de Educación a partir de la designación del nuevo responsable, el Ingeniero Octavio S. Pico, que, a diferencia del anterior, consideraba las ideas comunistas como contrarias a las instituciones del país. Esta nueva orientación se basaba en un caso que había llegado hasta la justicia.70 De esta manera, la campaña anticomunista en las instituciones estatales justificaba a Primo Pérez su “guerrilla” contra los “furrieles locales del comunismo”. Para el articulista, el “Dr. Cárcano, había tenido una iniciativa muy feliz, al establecer en las escuelas el Día de la Paz”, pero habían sido malinterpretadas por “unos cuantos inspectores y maestros” (en obvia referencia a Segundo Fernández y los demás profesores del Colegio Nacional), “que aprovecharon la oportunidad para propagar sus ideas personales: ideas izquierdistas, extremistas o comunistas, [...] que no tenían nada que ver con la cuestión de la Paz” (EP, 10 de marzo de 1933). EP aprovechará para publicar el texto casi completo de la resolución del nuevo presidente del CNE, en el artículo “Contra el Comunismo” del 17

70 En Buenos Aires, la Cámara Federal de Apelaciones había condenado en diciembre de 1932 al profesor Ángel Rosemblat como militante del Partido Comunista Internacio-nal, por lo cual el CNE decidió considerar a la ideología comunista “como subversiva y contraria a la misión que el Estado ha confiado al maestro”, prohibiendo de esa forma toda exteriorización de esa doctrina.

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de marzo de 1933, donde se compara la difusión de un pensamiento de avanzada y progresista con la “propaganda de ideas disolventes”, llevada adelante “por elementos extraños”. Pero el giro que le imprimirá Pico al CNE será festejado a partir de la resolución de dar a las escuelas normales y los colegios nacionales una orientación nacionalista a su educación (EP, 1 de septiembre de 1933).

Las organizaciones nacionalistas en Trelew: el desembarco de la CPACC y la Legión Cívica Argentina

Desde 1932, a partir del recrudecimiento del anticomunismo, había sido creada en Buenos Aires una organización cuya misión era coordinar las acciones de las distintas agrupaciones nacionalistas: la Comisión Popular Argentina Contra el Comunismo (CPACC). La misma estaba dirigida por Carlos Silveyra, y encaró distintos proyectos anticomunistas, como la realización de actos en repudio, efectivización de la Ley de Residencia para deportar a los extranjeros acusados de subversión, presiones al Congreso para que se declarara ilegal al comunismo, entre otras. Dado el notable éxito que el anticomunismo estaba teniendo en el Valle Inferior del Río Chubut, se creó en Trelew una filial de la CPACC y la LCA, liderada por el cuestionado profesor Juan Moreno Burgos. A partir de 1933 EP comenzó a prestar sus páginas para los avisos, solicitadas de la CPACC y la LCA, así como artículos de sus miembros y dirigentes, como los profesores Moreno Burgos y Juan C. Bois, y Antonio Gastaldo. El 28 de abril publicaba los motivos de la creación de la CPACC, su misión y principios:

“Consideramos oportuno llamar la atención sobre la existencia de esta Comisión, por cuanto ella significa una plausible cooperación a la vasta acción nacionalista que se esta desplegando en todo el país; y constituye el medio que hará salir a Trelew del anonimato, tan propicio a la germinación de ideas subversivas.”

“La acción de esta Comisión está exenta de toda actividad política; y tiende a contrarrestar la acción de la propaganda comunista en el seno de esta población tranquila y laboriosa.”

Con la C–PACC y la LCA desembarca en Trelew el nacionalismo de derecha organizado71, y a partir de entonces la identificación de EP con

71 La C-PACC publicará columnas sobre diferentes temáticas relacionadas con el comu-nismo, con avisos escritos en tono de advertencia, sobre los peligros que entrañaba su difusión en Argentina: “La mujer bajo el imperio del comunismo” (9 de junio de 1933); “Situación de los intelectuales en la práctica del sistema comunista” (23 de junio de

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el aquel se completa definitivamente. La LCA, organización paramilitar de extrema derecha formada por Uriburu tendrá en Trelew una brigada, de la que formarán parte conocidos vecinos de distintas procedencias: algunos habían pertenecido a la Liga Patriótica Argentina, otros a la UCR, al Círculo Católico de Obreros, o a asociaciones de distintas colectividades, en particular las española e italiana. EP será el órgano de difusión del nacionalismo trelewense a partir de entonces, ya sea a través de solicitadas de colaboradores como los ya mencionados, artículos, o los editoriales del periódico. Esta organización tendría como principal referente al profesor del Colegio Nacional Juan Moreno Burgos, quien difundía las actividades de la LCA a través de las páginas de EP, recibiendo además colaboraciones del diario capitalino Crisol, órgano de prensa nacionalista de extrema derecha desde la década anterior, de quien era agente.72

Para EP, como vocero de la LCA, su misión consistiría en formar a sus lectores en la doctrina nacionalista, difundir las últimas novedades que se producían en la capital con respecto al movimiento anticomunista, propagar noticias acerca del comunismo en Rusia, e identificar a posibles agentes del comunismo en la persona de lideres políticos, escritores, periodistas, dirigentes obreros, etc.

El 5 de mayo de ese año, publicó en primera plana un solemne homenaje al general Uriburu –como ya había hecho en otras ocasiones–, esta vez patrocinado por la LCA “Brigada Trelew”. A la misa en su honor, realizada el 1 de mayo, concurrieron numerosas personalidades, muchas de los cuales ocuparían puestos claves en la estructura que el nacionalismo estaba montando, o que se identificaban directamente con el anticomunismo. Entre ellos el presbítero Gregorio Salvá, los jefes de la brigada local, como los profesores Moreno Burgos y Juan Bois, los señores Ángel Fernández de Cabrero y Doroteo Sánchez (ambos miembros de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, que pasarían a ser activos militantes del nacionalismo español), autoridades provinciales, municipales y policiales.

La importancia que la LCA tenía en la localidad no debía ser de menospreciar, ya que hacia mediados de ese año, Trelew recibió la visita de uno de los máximos dirigentes de la liga, el teniente coronel Emilio Kinkelin, en misión de inspección de la brigada local. Al respecto,

1933), y muchos otros. 72 EP saludaba a su par Crisol y a su agente local, el señor Pedro Miglieta, quien colabo-raría asiduamente con el primero, así: “este diario se está distinguiendo por su campaña en contra del comunismo, haciéndolo con datos concretos y sorprendentes” (EP, 2 de septiembre de 1932).

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EP decía: “Esperamos, que no solo los Legionarios, sino todo el Pueblo, sabrá rendir homenaje a este buen argentino, valor indiscutible del nuevo movimiento nacionalista, brazo derecho del ex Teniente General Uriburu en el movimiento revolucionario del 6 de Septiembre de 1930” (7 de julio de 1933).

La reanudación de la campaña de Primo Pérez se llevaba adelante con renovados bríos por el apoyo que la LCA y la C-PACC brindaban, y exigía continuar vinculando al comunismo con aquellas personas que militaban en el socialismo o profesaban ideas contrarias al nacionalismo de derecha. El socialismo parlamentario que sostenía una oposición a nivel nacional y contaba en Trelew con algunos miembros, fue objeto de violentos ataques por parte de EP, y en particular de Primo Pérez, quienes insistían en vincularlo con lo más salvaje del estalinismo. Para Pérez existían en Trelew dos clases de comunistas: los confesos, y los “larvados o inconscientes”. De los primeros, auténticos y declarados no reconocía a demasiados, por lo cual eran “para nosotros, los menos peligrosos”. Pero los segundos, los que se escondían detrás de una mascara, los “comunistas encubiertos” o “invertebrados”, son los que debía combatir. Identificarlos era fácil, decía: “No se precisa ser doctor en comunismo, para saber que a la base de las teorías extremistas se encuentran las ideas siguientes: guerra a Dios y a la moral religiosa, negación de la patria, odio al militarismo, o sea al ejército que defiende a la patria” (EP, 10 de marzo de 1933). Como corolario, se deducía que todo aquel que realizase algún tipo de cuestionamiento sobre alguna de estas ideas era un “comunista latente o un aliado inconsciente del comunismo”, y debía ser combatido “sin tregua ni cuartel”. Y la mejor arma era la que el mismo Primo Pérez esgrimía: la publicidad, sacar al enemigo a “la luz del pleno día”.

Casi desde el comienzo, Primo Pérez comenzará a firmar una serie de artículos sobre el comunismo en la Unión Soviética que se publicarán casi todas las semanas durante el año 1933. En el que inaugura la serie, Primo Pérez comentaba: “El [comunismo] se presenta audazmente como el reformador y el salvador de la sociedad humana. Sus adeptos, como los primeros discípulos de Mahoma, están convencidos de que ellos solos poseen la verdad revelada” (EP, 24 de marzo de 1933). El comunismo, bebiendo de los ya “subversivos” ideales de la Revolución Francesa, lo que quería imponer era la absoluta igualdad económica, por lo tanto, “la diferencia entre pobres y ricos, que siempre ha existido, desde que el mundo es mundo, debe desaparecer”. También –y era tal vez lo que más horrorizaba a sus defensores–, se debían combatir los nacionalismos, ya que la única guerra válida era la de obrero contra el patrón. La culpabilidad de la existencia de la doctrina comunista era de “un judío

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alemán, Karl Marx”, profeta de “la nueva religión”, demostrando así que ya habían comenzado a sistematizarse las primeras ideas antisemitas en el discurso nacionalista de EP: “De varias cosas, unas pocas buenas, otras muchas pésimas, somos deudores, nosotros los Occidentales, a esa rama de la familia de los pueblos orientales que es la raza semítica, o más exactamente la raza judía.”

(...) “Y ahora, después de 19 siglos de Cristianismo y de civilización cristiana, se le ocurrió al judío alemán Marx que todo nuestro sistema religioso, social y político era fundamentalmente malo [...]. Y él mismo se atribuyó la misión de dictar las normas a las cuales tenía que sujetarse la reconstrucción de nuestra sociedad.”

“La historia nos enseña que todas las ideas, buenas o malas, pueden prosperar; con tal de que encuentren un ambiente apropiado y unos fanáticos convencidos que sepan consagrarles toda la fuerza de su cerebro y toda la energía de su voluntad. Es lo que ocurrió con la doctrina comunista del judío alemán Karl Marx, como lo veremos mas adelante.”

El antisemitismo se agregará como elemento adicional a la retórica, en la medida en que se identificaba a los judíos con el comunismo, como era común en la literatura y folletería nacionalista, principalmente para el nazismo. Esta vinculación, expuesta en numerosos artículos y cada vez con mayor virulencia, completaba la síntesis que era la regla en Europa, pero particularmente en Alemania sobre el papel que tenía el “capital judío”. También era usual para Primo Pérez considerar inferiores a otros pueblos además del hebreo, en particular los asiáticos, con los cuales relacionaba toda forma de despotismo, irracionalidad, crueldad, etc., propiedades que obviamente vinculaba a la raza. Así, decía: “Un judío alemán, Karl Marx, fue el que formuló teóricamente la doctrina del comunismo. Estaba reservado a un eslavo mestizado con sangre tártara, Lenin, el realizar prácticamente la fórmula comunista. Que Lenin no fuese un eslavo puro […], es un hecho indiscutible”. Para Primo Pérez, la ascendencia asiática de Lenin era toda una evidencia del por qué de su carácter fuerte y determinado, “como un retorno atávico a algún feroz antepasado tártaro”. Es así como refuerza la afirmación de que el comunismo no es una doctrina en su origen occidental o europea, sino “producto típico de la mentalidad asiática”, por lo cual, “no es más que el fruto espurio de un connubio libertino entre un cerebro judío y una voluntad tártara”, y El Capital no era más que el “verdadero Korán [sic] del comunismo” (EP, 7 de abril de 1933).

Primo Pérez escribirá el 21 de abril de 1933 la nota “Un enigma histórico”, donde dará rienda suelta a su verborrea antisemita. Allí se toca

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por primera vez el tema del antisemitismo y el nazismo desde la línea editorial de EP: “Se trata de lo que pasa actualmente en Alemania con los judíos. Como lo saben todos, los hitleristas, desde que asumieron el poder han iniciado una campaña tremenda contra el predominio judío en su país”. Así, los judíos con su poderío económico atentaban contra el “verdadero pueblo alemán”, lo que –justificadamente para el autor— motivó la reacción del gobierno de iniciar una serie de persecuciones a su juicio controladas. A partir de este hecho que Pérez no se anima a defender, pero tampoco condena, introducirá una duda: “En todas las naciones del orbe, los judíos se han coligado para defender a los judíos de Alemania. [...] Y es precisamente lo que yo no llego a explicarme en forma satisfactoria”. Lo inexplicable era el revuelo que había producido en el mundo esta persecución religiosa, habiendo en la historia y aun en esos momentos casos de persecuciones similares. Pérez citará el caso de los cristianos rusos, perseguidos por el régimen bolchevique, o el de España, donde la República confiscaba los bienes de la Iglesia, o de México, “regido por un partido semi-comunista”, casos para los cuales “nadie grita, nadie protesta”. En base a ese argumento sobre las persecuciones religiosas, usualmente utilizado por la prensa nacionalista y antisemita, se pregunta: “Porqué esa diferencia de actitud, en casos tan semejantes?”.

Las acusaciones cruzadas entre EP y el AC continuaron y redoblaron la apuesta cada semana, llegando incluso hasta la justicia penal. Para EP el objetivo era obvio: mitigar una supuesta campaña propagandística del comunismo que realizaban desde el AC, ciertos intelectuales, dirigentes socialistas y profesores de Trelew, a través de la difusión del nacionalismo. Lo primero era establecer que el comunismo existía y era una realidad palpable en el país y la región, y de poner en evidencia el “modus operandi” de sus partidarios. Como decíamos anteriormente, Primo Pérez establecía una línea directa entre el “mal que azotaba al mundo” y las ideas de sus adversarios periodísticos. Notas como “El Comunismo en la Argentina. ¿Es un fantasma o una realidad?” (EP, 28 de abril de 1933) y otros, iban definiendo el perfil del enemigo.73

Primo Pérez, convertido en defensor del nacionalismo a ultranza, realizará una intensa campaña de desprestigio en contra de los socialistas

73 Pueden consultarse artículos con títulos como “Triunfo de Lenin y la dictadura roja en Rusia” (21 de abril de 1933), “La dictadura roja de Lenin” (5 de mayo), “En la Ru-sia de Lenin, y “Delicias de la vida comunista en Rusia” (12 de mayo), y muchas otras del mismo tenor, que comenzaron a aparecer en todos los números de EP. Asimismo, se reforzaban las afirmaciones anticomunistas citando fragmentos de libros como Las hordas comunistas, de A. H. Varela (2 de junio de 1933), y reproducciones de noticias de diarios como La Nación, y publicaciones nacionalistas, como Crisol.

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Ramón San Sebastián, Gerardo San Emeterio, y Jesús López Rivero (a quienes denominaba “los tres mosqueteros”, y a los que agregará posteriormente un cuarto, Fortunato Stillitani,), a través de artículos publicados en las páginas centrales de EP.74

Por su parte, el grupo, atrincherado en el AC, continuaba sosteniendo firmemente una defensa de la democracia y el socialismo parlamentario. Allí hicieron oír sus voces los profesores acusados de comunistas por Primo Pérez, así como aquellos que se sentían agraviados por los dichos del anónimo defensor del nacionalismo. Como era usual, cada artículo de Primo Pérez era contestado a su vez por alguno de los acusados, levantando el grado de violencia en cada escrito. En las diversas solicitadas publicadas en el AC, se insinuó en un primer momento y se acusó después a Juan Moreno Burgos de ser quien había dado vida al personaje Primo Pérez. A su vez, se acusaba al mencionado docente de conducta impropia frente a sus alumnos, solicitando la intervención de las autoridades competentes, situación que determinará la suerte de Moreno Burgos.75 En una solicitada del 12 de agosto de 1933, dirigida al ministro de Justicia e Instrucción Pública, el AC acusa a Moreno Burgos “bajo el seudónimo de Primo Pérez”, y al diario EP de acusar reiteradas veces a periodistas y profesores de ser comunistas, situación por la cual había recibido una denuncia por parte de la mayoría de los padres de alumnos del Colegio Nacional. Para AC, el docente había pasado los límites de la discusión ideológica, ya que para entonces, las acusaciones de amenazas por parte de aquel eran cosa de todos los días. Moreno Burgos “inventa el fascismo; crea la Brigada Legionaria (LCA) erigiéndose en Jefe de la misma, y amparándose en ella, ataca impunemente a tranquilos y honrados vecinos ridiculizando su humilde condición social. […] Amenaza desde el Comando Legionario inspirando artículos que son una verdadera provocación”.

Entre otros, recibirá la respuesta del dirigente socialista local Ramón

74 Entre muchos otros, aparecerán en EP: “Pura charlatanería. A Ramón San Sebastián alias San de la Sartén, alias Sancho Panza”, (11 de agosto de 1933), “Ladridos a la luna. Para San Sebastián” (25 de agosto de 1933), “Reflexiones de un peregrino” (1 de septiembre de 1933), “Contabilidad y pedigreé” (8 de septiembre de 1933), “Los tres berretines” (15 de septiembre de 1933), “El canto del cisne”, (22 de septiembre de 1933).75 Entre muchas otras, se publicaron en el AC: “Solicitada. Al señor Primo Pérez”, fir-mada por Jesús López Rivero (15 de julio de 1933), “Al Profesor J. Moreno Burgos alias Primo Pérez”, firmada por Fortunato Stillitani (12 de agosto de 1933), “A la trilogía de los ‘Primos Pérez’ en la persona del Profesor Moreno Burgos”, firmada por Ramón San Sebastián (2 de septiembre de 1933).

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San Sebastián, quien también acusó a Moreno Burgos de generar esta peligrosa polémica con el solo objetivo de llegar a la rectoría del Colegio Nacional. La réplica de San Sebastián a Moreno Burgos incorpora el más tarde usual calificativo de fascista, que justificadamente se multiplicará desde entonces: “si bien es cierto que no queremos el Comunismo en nuestro suelo, repudiamos la importación del Fascismo, ‘Doctrina no exportable’ como lo declara el mismo Mussolini”, ya que “ser Fascista en la patria de Belgrano y San Martín, implica renegar ostensiblemente de las tradiciones democráticas de la Argentinidad; es ser anti-argentino” (AC, 5 de agosto de 1933). Pero lo que más se puede destacar de la solicitada de San Sebastián es el llamamiento a las autoridades locales a partir de las amenazas recibidas por Moreno Burgos y los legionarios, así como también a los directivos del Ministerio de Educación, para que tomen recaudos correspondientes a este caso, de este profesor públicamente cuestionado. Ramón San Sebastián será también el autor de “Carta Abierta” dirigida “Al Profesor Moreno Burgos y Compañía” (AC, 19 de agosto de 1933) en la que profundiza sobre la polémica ideológica. Le replicará a Pérez - Moreno Burgos que él “milita orgullosamente en las filas de la plebe”, a diferencia de su interlocutor, quien, “oportunista aventurero” y cobarde, se “atrinchera en la Liga Patriótica Argentina”. En el apartado denominado “La Cloaca Máxima de Trelew”, acusa a la “trilogía de los Pérez” (supuestamente Moreno Burgos, Vicenzi y Gastaldo), de emplear, “con hábil maestría la más corrosiva y virulenta táctica difamatoria”, contra aquellas figuras sociales que “animadas de un espíritu de mejoramiento social” y al estorbar “sus bastardos intereses, abren las exclusas del veneno encerrado en sus miserables almas”.

Fortunato Stillitani, escribirá el 9 de septiembre “A Juan Moreno Burgos virgen y mártir”. Allí dirá sobre la LCA: “¿Existe en realidad esa Legión? […] Existe un reducidísimo número de muchachos, en su mayoría ex–Boy Scouts, los cuales debido a su corta edad y falta de experiencia, se prestaron a secundar los planes de los interesados de que Trelew contara con una Brigada de Legionarios”. Y sobre Moreno Burgos: “Es hora ya que las autoridades pertinentes tomen cartas en este enojoso asunto ordenando una inmediata investigación. Esto es lo que espera anhelosa la opinión pública local”. La denuncia en su contra ante el Ministerio de Instrucción Pública también será seguida de cerca por Ramón San Sebastián (“A Moreno Burgos Profesor y difamador”, AC, 16 de septiembre de 1933), en donde solicita que “el ministerio del ramo debe ordenar sin más tardanza el cese y reemplazo del Profesor Moreno Burgos prohibiéndole terminantemente continuar profanando con su presencia el recinto y las aulas de un Centro Docente como el Colegio Nacional de Trelew”.

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Pero lo que enardeció la ya encendida polémica, fue la noticia de la pronta apertura de una sección local del partido socialista en Trelew, ya que para EP, los socialistas, aun en todo su derecho de abrir un centro de reunión, no eran más que “comunistas disfrazados”. En el número del 6 de junio de 1933, Primo Pérez los llamará nuevamente “Invertebrados”: “En materia ideológica merecen tal calificativo aquellos ciudadanos que no poseen ninguna ideología definida”, ya que en realidad “son oportunistas”; en la medida en que no toman, como bien hace el articulista y el resto del staff de EP, partido alguno en el conflicto que se ha tornado de proporciones mundiales. Es así que: “Anticomunistas nacionales y comunistas internacionales se disputan el predominio político de la nación; nuestros invertebrados se quedan indecisos; para decidirse, tienen que saber quien triunfará”, pero “critican a los que defienden a los ideales nacionalistas”.

La apertura del Centro Socialista de Trelew a fines de 1933 había generado que EP intensificara aun más su campaña, y le dedicara más atención a sus adversarios que de costumbre. Las notas escritas al respecto se referían a ellos como “traidores a la causa obrera”, “burgueses que embaucaban a los proletarios”, “trepadores”, etc. Eran muy comunes también los sueltos en tono burlón. En “Socialistas y papas”, del 6 de octubre de 1933, Primo Pérez continúa mofándose de la creación en Trelew del Centro Socialista (al que compara con la peste bubónica), así como de la visita en un futuro cercano de diferentes diputados nacionales del “partido repettuno” (en alusión al diputado socialista Nicolás Repetto):

Un ejemplo del sentido del humor de Pérez es “Carta abierta y privada”, en la que se simula una comunicación con el presidente del Comité Regional Comunista con sede en Comodoro Rivadavia, eñor Stepanovich (EP, 13 de octubre de 1933).76 Allí menciona a “un insignificante grupo de sujetos muy pintorescos y muy raros, pero difícilmente clasificables en cuanto a ideología política y social”, en obvia referencia a los socialistas locales, quienes “no tienen bastante pasta viril para ser comunistas, y que son unos simples socialistas, ‘y a gatas’…”; lo cuales, en contacto la “secta repettuna” habían tenido la ocurrencia de formar un Centro Socialista, aunque no eran más que “unos vulgares burgueses”.

Otro acontecimiento de importancia –incidente que Jones describe en sus crónicas– fue la visita a la localidad del diputado nacional por el Partido Socialista Domingo Besasso, por iniciativa de la organización local,

76 Las columnas en las que simulaba un dialogo en tono de broma con dirigentes comunistas no eran una novedad. Pueden consultarse “Divagaciones inofensivas”, y “Consulta epistolar”, del 9 de junio de 1933.

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que tomó tintes violentos por el clima ideológico tan caldeado que se vivía en Trelew. La conferencia, realizada el 1 de julio en el Teatro Español, tenía como objeto difundir los principios del socialismo argentino, a la vez que publicitaba la existencia del Centro Socialista local, fue objeto de la visita de “los muchachos” de la brigada local de la LCA, quienes a la salida arrojaron volantes “patrióticos” a los concurrentes.77 Esta visita no pasó desapercibida por el paladín anónimo del nacionalismo local, Primo Pérez, quien en una serie de artículos de obvio contenido burlón (“Al margen de una conferencia”, 7 de julio de 1933), realizó comentarios sobre la misma, en particular la idea de Besasso de incluir a en la política a las mujeres, que consideró descabellada: “Mucho más sensato me parece dejar a las mujeres afuera de estas reyertas políticas. Con cuidar su hogar y educar a sus hijos, tiene ya bastante que hacer”. No menos descabellado le resultó el planteo sobre el patriotismo y el nacionalismo del conferencista, ya que solo reconocía en el dogma socialista al internacionalismo, y le dio la oportunidad para descalificar e identificar con la amenaza comunista (que consideraba trocada en un oportuno patriotismo) a los diputados socialistas Repetto, Pena, Bravo, y el “diputado judío E. Dickmann”.

Desde las páginas de EP la brigada local de la LCA no solo difundía muy a menudo avisos de reuniones, sino también oficiaba de tribuna desde donde emitía comunicados a la población en general. El 4 de agosto de 1933 a través de EP, la LCA tomará partido en la polémica entre los medios de prensa, por medio de una solicitada al director del AC. Allí, la dirigencia local de la LCA saldrá en defensa del director de la revista nacionalista Crisol, Enrique Osés, y de los “principios sagrados de Religión, Patria y Hogar”, principios para salvarla sociedad de “la anarquía comunista y del derrumbe moral” de que acusaba al director y a Stillitani y atacados desde “ese pasquincito”.

En otra solicitada la LCA se dirige a Ivo Vicenzi, director de EP, pidiéndole publicar la carta abierta dirigida, tal como Primo Pérez ya había hecho con anterioridad, al dirigente socialista trelewense Ramón San Sebastián, en relación a la acusación contra Moreno Burgos. El tono de amenaza es ya un poco más evidente que en los escritos de Primo Pérez, y los insultos son ya moneda corriente: “Respecto a su integridad moral esté bien tranquilo; no se puede alterar lo que uno no posee”, y “En cuanto a su integridad física, no nos responsabilizamos de ella [a]téngase a las consecuencias de la reacción que pueden producir entre el elemento legionario, sus ataques y sus patadas asninas.” Se acusaba al dirigente socialista de atacar a Moreno Burgos por intentar éste sostener

77 Jones, Matthew Henry, op.cit., Tomo IV, pág. 190.

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“convicciones nacionalistas”, y “encabezar una institución, la C–PACC, que combate el comunismo, cuyas raíces están bien puestas en Trelew”. En su viraje gradual de EP hacia el fascismo europeo (que abordaremos en el próximo capítulo), el comunicado de la legión es bien transparente en sus objetivos: si bien no es la intención implantar en Argentina “el Fascismo o el Hitlerismo”, la LCA confiesa admiración por Italia y Alemania por haber dado el buen ejemplo “enterrando para siempre la perjudicial democracia liberal”. Y cierra con tono amenazante: “Esgrima nomás, su sartén San estúpido, que nosotros esgrimiremos, si nos obliga a hacerlo, armas más eficaces” (11 de agosto de 1933).

Hacia fines de 1933, la campaña anticomunista que llevaba adelante la C–PACC se encontraba en su punto más alto. La caza de aquellas personas a través de denuncias y artículos de EP ya era habitual, pero los avisos de la C–PACC, así como los de la LCA iban cobrando un grado mayor de amenaza y extremismo a medida que se caldeaba el clima generado por la polémica. Las menciones a la acción y a la combatividad comenzaban a suplantar a las acusaciones y los insultos. En “Conspiradores inconscientes” (EP, 29 de septiembre de 1933), advertía sobre aquellos caballeros que, desde “una de aristocrática superioridad” fruto de una “intelectualidad sospechosa”, “amenazan a la sociedad”, ya que en definitiva, no son más que “posibles aliados de las turbas comunistas”. Así, la C–PACC, en el aviso publicitario correspondiente a esa fecha, planteaba: “Los comunistas no tienen derecho a libertad de opinión. La destrucción de la patria no es una opinión, es un crimen”. En la “Circular nº 3”, del EP del 6 de octubre de 1933, ordenaba: “La propaganda roja antiargentina, es necesario destruirla con la acción. La acción consiste en la propaganda y en la combatividad”. La labor propagandística ya se estaba realizando a gran escala en EP desde principios de la década; pero la combatividad, desde la óptica de la brigada local de la LCA, era la aplicación de la violencia, significaba “impedir con hombría que los histriones rojos realicen conferencias y difundan ideas anti-sociales; anti-humanitarias y anti-argentinas”, actividad para la cual los legionarios debían estar preparados, en el momento que fuera, para una “cruzada de saneamiento social y patriótico”.

En este marco se produce un acontecimiento nacional resonante –tal vez uno de los más destacados de la década– que impactó en la polémica local: el asesinato del diputado socialista José Guevara en Córdoba, por parte de militantes de la LCA de esa ciudad. El hecho tuvo serias repercusiones, que culminaron incluso con arrestos de legionarios, aunque en general se supone que tanto la policía como la justicia intentaron encubrirlos, pese a la alevosía del crimen. Este asesinato fue

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uno de tantos actos de violencia que se producían por entonces en los principales centros urbanos del país entre los distintos grupos nacionalistas de derecha, y militantes de partidos políticos como el radical, socialista o comunista. En Trelew, la brigada local no iba a quedar al margen de semejante acontecimiento, por lo que publicó un comunicado con “la verdad sobre los sucesos de Córdoba”, donde se acusaba a la prensa “hampona y pasquinera” de difundir mentiras para beneficiar a los socialistas, y prometía develar lo realmente ocurrido. El asesinato de Guevara era la “reacción humana y natural” de cualquier “hombre de bien”, al ver mancillados los más sagrados valores:

“En Córdoba cayeron Anselmo Pro, matado por los marxistas, y Guevara.”

“Uno, era un autentico trabajador, fue asesinado en la noche del 30 de Junio pasado al grito de ‘Abajo el Fascismo, viva el Comunismo’, al expirar pidió ser envuelto en la Bandera de Belgrano”

“El otro pertenecía a un partido de renegados, mistificadores de la clase obrera y difamadores sistemáticos del sentimiento de la Patria, cayó mientras a su alrededor se estaba insultando a la Religión y a la Patria; fue sepultado a los acordes de la Internacional y envuelto en el trapo rojo, símbolo de opresión y de odio entre las masas obreras” (EP 20 de octubre de 1933).78

Primo Pérez se ocupó también del caso Guevara con su artículo “Desinflando globos” (3 de noviembre de 1933), donde, al igual que en el comunicado de la LCA, el objetivo era descalificar al socialismo enfatizando la explotación que hicieron del acontecimiento “en el cual murió un agitador socialista”, aprovechado “en forma repugnante por sus correligionarios”, que tergiversaron lo ocurrido con el único objetivo de atacar a las asociaciones nacionalistas como la LCA, la C–PACC, Acción Nacionalista Argentina (ANA), y las agrupaciones fascistas y católicas.

Después de un año de intensa actividad periodística, Moreno Burgos, en la persona de Primo Pérez se despidió de la vida pública en la nota “A mis lectores” (EP, 24 de noviembre de 1933), donde continuaba negando la paternidad de sus artículos y decía estar apenado por las consecuencias que su travesura en la prensa de Trelew le habían traído al catedrático. Moreno Burgos acorralado por numerosas acusaciones, en

78 En el mismo número, el Inspector General y Comandante Militar de la Legión, Emilio Kinkelin ordenaba a los legionarios de todo el país no tomar participación de los actos que el socialismo iba a realizar en repudio por el asesinato de Guevara, responsabilizan-do de cualquier desorden que pudiera ocurrir a los jefes directos de las brigadas.

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particular por la inspección que el ministerio de Instrucción Pública llevaba a cabo en su contra79, desapareció gradualmente de la vida pública, al menos bajo el seudónimo de Primo Pérez.80 Abandonará también el liderazgo de la LCA, cediendo su mandato al otro gran colaborador de EP y defensor de la causa fascista, Antonio Gastaldo (alias “Villicus”). La situación suscitada a partir de los hechos en el Colegio Nacional que involucraban a Moreno Burgos terminó trascendiendo a nivel nacional, una vez que se hizo público el sumario presentado por el inspector de Enseñanza Secundaria Juan José Gómez, que junto a las quejas de los padres de los alumnos, llegaron al diario Crítica de Buenos Aires. Como no podía ser de otra manera, Primo Pérez tomaría este asunto como un mero rumor, producto de las mentiras de “comunistas, socialistas, izquierdistas de todo pelaje” (“Alrededor de una Inspección”, EP, 17 de noviembre de 1933). Finalmente, Moreno Burgos será trasladado a Junín, provincia de Buenos Aires, por un decreto del ministerio de Justicia e Instrucción Pública de 1941, que además redujo punitivamente sus horas cátedra de veinticinco a diez.

Gastaldo, conocido como Villicus, se convertiría a partir de 1934 en el centro de la polémica ideológica en reemplazo del desplazado Primo Pérez, y a diferencia de aquel, cultivaba un tono más serio, más extremista, y despojado del sentido del humor de su colega. Pasaría a convertirse en el más acérrimo defensor del fascismo italiano y de su contrapartida criolla, el nacionalismo de derecha. Gran conocedor de historia y política internacional, Villicus continuó la labor de su antecesor en contra del socialismo, pero sus blancos no eran solamente los socialistas argentinos, sino que daba especial atención a los europeos: franceses, españoles, y los ya en extinción alemanes e italianos. Más extremista que Pérez, Villicus destilaba un antisemitismo comparable al del fascismo alemán, el cual, se vinculaba con el socialismo y el liberalismo formando la trilogía de los

79 Moreno Burgos, en una solicitada publicada por EP (29 de junio de 1934) explicaba los motivos de su traslado forzoso de la región a raíz de “un plan llevado a cabo en tres etapas”, de difamación, desprestigio, y denuncia ante las autoridades del Ministerio, llevada adelante por aquellos que se escudaban detrás del AC y el diario Tribuna. En su apoyo acudió su colega en el Colegio Nacional J.C. Bois, quien publicó también en EP una serie de solicitadas en defensa de su colega (6, 14 y 20 de julio de 1934). 80 Sospechosamente apareció durante esos días otro personaje anónimo conocido como “Segundo Pérez”, quien firmaba el suelto “Pobres rojos” (EP, 16 de febrero de 1934), donde se continuaba hostigando a los socialistas y haciendo propaganda na-cionalista, en un estilo bastante similar al de Primo Pérez. También, en la polémica política local con el comisionado municipal Martín Cutillo, “Alacrán Ben – Pérez” es-cribirá “Cuento judío. Jonás y Cutillo”. De todas maneras sus apariciones fueron muy reducidas, por lo que no llegó a obtener la popularidad del anterior.

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males del mundo moderno, tan típico de los movimientos reaccionarios de esos años. En “Moral socialista” (EP, 26 de enero de 1934), Villicus despliega toda su retórica apuntado contra los gobiernos con predominio socialista, alertando de los efectos decadentes e inmorales de la aplicación de su doctrina, que convenía repudiar, tal como lo hizo “Mussolini, Hitler, y la turba que los siguieron para barrer con el socialismo”. Todo apuntaba, como ya era usual, al socialismo local, aunque desde ahora se haría con un lenguaje mucho más violento y sin sutilezas. Contra ellos había que arremeter: “El nacionalismo argentino, sabe que para estos no hay redención porque nunca sabrán y querrán trabajar; para esto prepara sus armas; afila sus espadas, porque solo con el fierro [sic] y el fuego se librará a la sociedad de esos parásitos”.81

Hacia principios de 1934, la LCA brigada Trelew, al mando desde unos meses por Antonio Gastaldo, comenzó una campaña a través de EP para engrosar sus filas, con la consigna “Hágase legionario”. En esta clase de avisos muy comunes desde el año anterior, la LCA daba a conocer los lugares y horarios de las reuniones, así como se difundían circulares, informaciones de interés y artículos “sueltos” o solicitadas. Gastaldo le dio a la LCA una organización más rígida, a la vez que se evidenciaba una relación más estrecha entre el nacionalismo propio de esa organización y el fascismo italiano. Entre otros ejemplos, la “Orden de Agrupación nº 2” (EP, 6 de abril de 1934), difundía además del comunicado la preferencia por el corporativismo –aquella que había planteado en su momento Uriburu como solución fascista a los problemas del liberalismo— como forma de representación política. Entre las más importantes de las informaciones difundidas en EP, se destacaba la reorganización de la legión, que a partir de junio de 1934 se llamó “Agrupación Gobernación del Chubut”, constituida por la sección “Trelew” y la brigada Dolavon, las que organizarían desde entonces las distintas secciones que se formarían en Rawson, Gaiman y Puerto Madryn (EP, 1 de junio de 1934). Se sumará al movimiento nacionalista local otras organizaciones ideológicamente compatibles, como Acción Nacionalista Argentina (ANA), dependiente de la porteña Afirmación de Una Nueva Argentina (ADUNA), que intentaba reunir en su seno al ya por entonces fragmentado nacionalismo.82

ADUNA, cuya filial más cercana se encontraba en Bahía Blanca, envió a Trelew un representante, el Sr. Luís Ferrara, quien dio una

81 También se puede consultar “Farsa electoral y entierro socialista” (9 de marzo de 1934), entre otros.82 ADUNA abarcaba no solo Acción Nacionalista Argentina, sino que también adhe-rían a la entidad organizadora la Legión de Mayo, LCA, Legión del Colegio Militar, y la Guardia Argentina.

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conferencia. Esta organización pasaría a formar parte importante del nacionalismo local, al reunir en su seno a la LCA y contar con el apoyo incondicional de EP. Ivo Vicenzi le dará en su periódico un espacio denominado “Temas nacionalistas”, desde donde el representante en Trelew tendría la posibilidad de difundir el credo del nacionalismo argentino. En la primera intervención, el 15 de junio de 1934, el autor (que firmaba bajo el seudónimo de “un adunista”), proclamó los orígenes y principios básicos del nacionalismo argentino desde su gestación el 6 de septiembre de 1930 de la mano de Uriburu. ADUNA representaba el intento de evitar la fragmentación política que aquejaba al movimiento nacionalista, y fomentar la unidad de las distintas organizaciones para fines específicos, como la reforma legislativa y el reemplazo de la política parlamentaria por la corporativa. El objetivo de ADUNA eran las elecciones de 1936, “elecciones que, por la enorme cantidad de votos en blanco, propiciados por el ADUNISMO, indicarán al gobierno que llegó para él el momento de entregarse pacíficamente a las fuerzas nacionalistas”. Asimismo, como ya era corriente desde los orígenes de la LCA, se propiciaba la organización y el entrenamiento militar, con un único objetivo: “Si las elecciones de 1936 fueran adversas al plan pacífico y ordenado por los dirigentes nacionalistas, entonces habrá llegado la hora de tocar el clarín y largar a la calle a las Legiones, y ocupar por la fuerza lo que no se obtuvo pacíficamente”.

El 22 de junio de 1934, EP publicará en la sección recién creada la doctrina del adunismo nacional, en la que se expresan nítidamente los lineamientos básicos y elementales del nacionalismo de extrema derecha. La ruina de la civilización occidental era achacada sin más al liberalismo, que englobaba la demagogia de “caudillos de profesión”, el sufragio universal (logrado mediante “artificios puramente destinados al embauco de las muchedumbres”), la debilidad del estado a la sombra del egoísmo de los partidos, el “falso principio de libertad” manifiesto en una prensa corrupta, la crisis moral con el consiguiente olvido de los valores sagrados: Dios, Patria y Familia. ADUNA dará rienda suelta a su retórica antidemocrática en los artículos y solicitadas que se publicarán en EP.83 Pero ADUNA no se contentará con unas páginas semanales en EP. Hacia fines de agosto de 1934 inauguró el periódico El Censor, órgano de prensa de los principios adunistas, “una voz nacionalista en estos desamparados territorios del Sud”.

En “Las andanzas presidenciales”, EP del 5 de abril de 1935, firme en la línea nacionalista legada por Uriburu y continuada por la LCA y

83 Al respecto puede verse “La democracia en los territorios” (3 de agosto de 1934) que festejaba la ausencia en Patagonia de la democracia electoral (“bello ensueño de nuestros doctores liberales”), como un orgullo.

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ADUNA, manifiesta su descontento con el cambio de rumbo del gobierno del general Justo, quien había dejado a un costado el plan de reformas constitucionales entregado por su antecesor. Los comentarios mostraban la desazón con que los nacionalistas se veían desplazados de la política nacional. Decían: “Se ha desperdiciado el esfuerzo de Septiembre. Si su extinto jefe se levantara de la tumba y contemplara el estado en que se encuentra el país se arrepentiría de haberlo sacudido de la modorra en que el personalismo lo había postrado.” Por ello, “La historia dirá a su hora quien tuvo la razón. Si Uriburu, al trazar nuevos rumbos, o Justo, debatiéndose en la hornalla de la política utilitaria y estéril, que nada bueno presagia para el futuro de la Nación.”

El nacionalismo de Trelew, organizado en ADUNA y la LCA, y con el apoyo mediático de EP y El Censor, continuó trabajando en contra del socialismo y los principios democráticos durante la década de 1930, aunque gradualmente las campañas periodísticas a su favor fueron mermando desde 1935, hasta prácticamente desaparecer. Antonio Gastaldo, máximo referente de la LCA, en el personaje de Villicus, señalará desde EP la nueva orientación que llenaría el vacío que el liberalismo en retroceso había dejado: el fascismo. La situación del mundo se había vuelto mucho más conflictiva hacia mediados de la década, y una nueva guerra de grandes proporciones parecía anunciarse con el ascenso del fascismo y el nazismo, y el conflicto entre nacionalistas y republicanos en España. A esta situación responderían a partir de 1935 las organizaciones nacionalistas de Trelew, y el órgano de prensa con que contaban.

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Capítulo V. Ecos de un conflicto ideológico mundial.(1932-1940)

El nacionalismo como movimiento político no tuvo en el país el éxito esperado por sus simpatizantes. Luego de la muerte de Uriburu y a partir de la presidencia de Agustín P. Justo, los nacionalistas comenzaron a ser gradualmente marginados de los cargos gubernamentales, a la vez que el poder ejecutivo dejaba de lado las medidas que Uriburu había dispuesto para darle a la política argentina una orientación nacionalista que la alejara –junto con el resto del “mundo civilizado”– de los preceptos liberales que la habían “llevado a la ruina”. Pese a la marginación política de que era objeto, la prensa nacionalista continuaba tenazmente su lucha contra la democracia liberal y el comunismo, pero en Argentina esa lucha era apenas un pálido reflejo de la que se estaba librando por entonces en Europa, donde el fascismo italiano y el nazismo habían comenzado su meteórico ascenso. La prensa de extrema derecha se había sentido en más de una ocasión identificada con los dichos y actitudes de Hitler y Mussolini, ya que ambos eran en su origen movimientos nacionalistas, y –aunque con reservas– los miraban con simpatía.84 El éxito económico y el orden social que habían logrado tanto Hitler como Mussolini en sus respectivos países, luego de la profunda crisis de la primera posguerra, hacía que una parte importante de la intelectualidad argentina los viera como un milagro político y la esperanza futura ante el derrumbe del sistema liberal.

En Trelew, con una importante colectividad italiana y española, la situación europea de la década de 1930 difícilmente podía pasar desapercibida. Al ascenso y establecimiento del régimen fascista en Italia, y la guerra civil española, dividieron antagónicamente a ambos grupos nacionales, quienes se expresaron y manifestaron de diversas maneras, en particular a través de la prensa escrita. Entre 1932 y 1933 el diario El Pueblo se había orientando ideológicamente hacia el nacionalismo derechista, en sintonía con medios de prensa porteños como Crisol, Bandera Argentina, Clarinada, y otros. Entre sus colaboradores la mayoría pertenecía a alguna

84 El peso ideológico que el catolicismo tenía en el nacionalismo argentino generaba en sus simpatizantes no pocas reservas ante estos movimientos que renegaban de la autoridad de la Iglesia romana. Tanto el fascismo italiano –que había sostenido un in-tenso conflicto con la Iglesia hasta el Concilio de Letrán—, pero aun más el nazismo –que directamente había planteado rituales cercanos al paganismo—, rendían un culto al Estado y a la persona de sus líderes casi religioso, lo que había generado en la Iglesia un rechazo rotundo en su momento, aunque habían sabido negociar hábilmente con ellos.

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de las colectividades referidas, como Antonio Gastaldo e Ivo Vicenzi quienes eran miembros de la Sociedad Italiana, y a la vez fervientes defensores de la causa fascista. Asimismo, Ángel Fernández de Cabrero –vice cónsul español en Trelew— y Doroteo Sánchez Lago, de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, quienes cuando el conflicto ideológico se materializó en una guerra, como la que dividió a españoles republicanos y nacionalistas, tomaron partido en favor de Francisco Franco.

El Pueblo y el fascismo de Trelew

Desde la radicación en Trelew de los primeros inmigrantes italianos la colectividad había formado una parte muy importante en el desarrollo social, político y económico del pueblo. Reunidos en la Sociedad Italiana Pace e Patria, los inmigrantes habían sabido ganar un lugar en todas las actividades sociales, desplazando gradualmente –junto a la colectividad española– a los descendientes de galeses, componente étnico predominante desde el siglo anterior. Como otros grupos nacionales, los italianos mantenían fuertes lazos con la madre patria, de manera que el ascenso del fascismo no pasó desapercibido por aquellos italianos radicados en Chubut.

El fascismo italiano, como otros fenómenos políticos internacionales era en un principio para la prensa local algo lejano y particularmente europeo. Las menciones a Mussolini y a su movimiento que encontramos con anterioridad a la década de 1930 solían ubicarse en aquellas secciones de los diarios dedicadas a las noticias recibidas por telegrama, directamente de la agencias a cargo como Saporitti, y prácticamente desprovistas de cualquier juicio valorativo. Esta situación se modificó cuando el fascismo comenzó a ocupar un lugar más importante en el plano internacional a partir de la condena al régimen de Mussolini por parte de las democracias liberales, y pasó a ser objeto de disputa para los connacionales del valle.

El Pueblo, a partir del viraje ideológico a la extrema derecha y continuando con su acérrimo anticomunismo, tomaría una postura a favor del fascismo una vez que la crisis del liberalismo político y económico fuera más patente. Por su parte, el Avisador Comercial, en consonancia con la defensa que hacía del socialismo y la democracia parlamentaria, se sumó a la condena del fascismo como una grave amenaza mundial. Si bien la Sociedad Italiana publicitaba sus actividades en ambos periódicos, y se conmemoraban fechas patrias como el “XX de Septiembre” –aniversario de la entrada en Roma por Giuseppe Garibaldi en 1870–, un antagonismo al interior de la colectividad entre partidarios y contrarios del régimen fascista fue abriendo una brecha entre ellos. Ya en el número

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correspondiente al 27 de septiembre de 1930, el AC –con una mirada que denotaba un dejo de resignación– publicaba en primera página la noticia de la abolición de esa fecha por el régimen fascista, reemplazándola por el 11 de febrero, en que se conmemoraba el aniversario del Tratado de Letrán, por el cual Mussolini se había reconciliado con el clero italiano.

Por su parte EP, con la intensificación de la campaña anticomunista desde 1932 y la definición de la ideología nacionalista, comenzó gradualmente a realizar otra paralela en favor del fascismo italiano. Esta campaña fue encabezada por aquellos columnistas anónimos que ya desde principios de la década se decían nacionalistas, como Villicus, Primo Pérez, APA y Tito Livio. También las menciones favorables al fascismo figuraban como informaciones en las secciones correspondientes, artículos o comentarios editoriales del diario, o firmadas por responsables como Antonio Gastaldo, representante de la colectividad italiana.

El artículo en el cual EP comienza a tomar partido y que inicia la campaña en favor del fascismo fue la colaboración de Antonio Gastaldo denominada “La marcha sobre Roma. 1922 –28 de Noviembre– 1932” (EP, 28 de octubre de 1932). En este escrito, Gastaldo hace una conmemoración de la marcha que colocó al fascismo en el poder en Italia: “Hoy cumplen diez años desde el día en que el rey de Italia, con una visión clara de la realidad, delegando el mando del Gobierno a Benito Mussolini, evitaba el derrame de sangre hermana, y daba a Italia un Duce salvador”. Pero este artículo –de gran extensión para ser una nota de opinión– era además una breve reseña histórica del surgimiento del fascismo, y a la vez una condena al socialismo “disolvente”, al “comunismo revolucionario”, y al liberalismo político. Comienza su relato con una reseña de la situación de Italia al finalizar la Gran Guerra, encerrada “en una jaula de oro donde debía morirse de miseria y de hambre” y soportando las “huelgas sin sentido” que los socialistas impulsaban engañando a los trabajadores –quienes enarbolaban el “trapo rojo” y pisoteaban la enseña patria—. Allí –continúa— surgió un grupo de jóvenes que hartos de sufrir “en nombre de una democracia engañadora”, finalmente “despierta”. Luego de relatar en primera persona –ya que por entonces, Gastaldo vivía en Italia– “los crímenes socialistas” entre 1919 y 1921 durante el Bienio Rosso, cuenta cómo se formaron los primeros grupos de camisas negras fascistas, los que eran “perseguidos como perros roñosos”. Los dos argumentos –la violencia del socialismo contra la Iglesia, el rey, y las supuestas persecuciones contra los camisas negras– tenían como corolario el uso legítimo de la violencia por parte de los fascistas, quienes, para defenderse, “tuvieron que usar las mismas armas”. Comentaba como testigo privilegiado de los hechos, lo ocurrido durante una procesión Eucarística, en la cual, “se oye un grito

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desesperado entre las Hijas de María; salvajes y cobardes Comunistas, del local de la Casa del Pueblo asaltaron a mano armada a indefensas mujeres”. Esto motivó la intervención de “los vanguardistas de Cigliano y Vercelli”, quienes reaccionaron y acorralaron a los socialistas. La jornada terminó con entusiasmo, “y las banderas de los Vanguardias volvieron a sus estuches teñidas de sangre”. “Las lavaron, era sangre de cobardes.” Pero la violencia relatada por Gastaldo no termina allí: “Por la noche aparecieron los Camisas Negras de Vercelli y empezó la lucha, que fue matanza.” Y “Podría seguir, con una infinidad de estas anécdotas para tapar la boca a los que gritan contra las atrocidades del Fascio. Contra esos enemigos no se podría ir, ni con el evangelio ni con la Cruz; había un solo remedio convincente: el puñal o la bomba de mano.”

Para Gastaldo, Mussolini no necesitó llegar al poder a través de una democracia “que no representaba a nadie”, sino gracias a estos “hombres nuevos”, que saldrían definitivamente de esta doctrina que pondría a Italia nuevamente en el concierto de las naciones. Gastaldo no dudará en esta nueva fe, pese a que decía no ser fascista; para él, el progreso material y espiritual de Italia hablaba por sí solo. Por ello, dice: “me uno hoy a los que levantan su voz para cantar las glorias de mi tierra, cantando las hazañas gloriosas de una juventud pletórica de entusiasmo, de fe, de valor, la juventud fascista.”

Hacia entonces EP y AC se encontraban en plena polémica por los acontecimientos ocurridos al interior del Colegio Nacional y sus repercusiones. Este nuevo elemento –el fascismo– se sumará a la discusión entre los medios de prensa, cuando el fotógrafo local Fortunato Stillitani, también representante de la colectividad italiana, contestó los dichos de Gastaldo en una serie de solicitadas. En la nota del AC del 5 de noviembre de 1932 titulada “La verdad sobre el fascismo”, Stillitani corrige una cantidad de imprecisiones históricas en las que había incurrido Gastaldo. Asimismo, en defensa del socialismo, planteará que no había sido éste agente “disolvente” en Italia, sino que ese efecto había sido creado por la misma guerra, y que la situación en la que Italia se encontraba era en gran parte responsabilidad del Mussolini, quien desde Il popolo d´Italia “pedía a gritos la intervención” en la guerra por requerimiento de sus aliados franceses. Luego de una breve biografía no muy favorecedora del Duce, Stillitani aclara:

“Lo que vio el Sr. Gastaldo […], fue el tristemente celebre Cesar María de Vecchi, capitaneando esa resaca humana, sedienta de sangre fraterna, en la famosa matanza, verdadera Saint Barthelemy de la historia italiana, en la que atados detrás de camiones, guiados en desenfrenada

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carrera por fascistas borrachos de vino y sangre, arrastraban hombres y mujeres semi-desnudos por las calles de la ciudad ensangrentada por jirones de sangre proletaria”.

Entre otras acusaciones, Stillitani responsabilizó al fascismo del asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti y otros líderes socialistas, perpetrados por distintos caudillos, ese momento funcionarios del régimen de Mussolini. También cuestiona el supuesto consentimiento unánime que reinaba en la Italia fascista (“otra patraña mayúscula”), ya que “la flor y la nata de la intelectualidad italiana yace postrada en inmundos calabozos y pudriéndose en las islas malditas. Los mas afortunados viven en el ostracismo”.85

De la misma manera en que la polémica ideológica surgida entre la posición nacionalista tomada por EP y la social-democrática del AC estaba enfrentando a estas dos facciones, la discusión acerca del fascismo italiano continuaba produciendo un antagonismo aun mayor que se profundizaba cada semana. A partir del alineamiento de EP con el fascismo y del AC con la otra posición, la prensa reflejaba muy claramente un conflicto que estaba dividiendo a la Sociedad Italiana, tal como lo haría después de 1935 con la española. El 11 de noviembre, EP publicaba una “Carta Abierta” dirigida al Sr. Fortunato Stillitani y el AC, sobre las apreciaciones de este último sobre el fascismo.86 Allí, los firmantes acusaban:

“Al Señor Stillitani, que firma como si fuese suya, esa sarta de sandeces y blasfemias contra la verdad de los hechos, diremos simplemente: ‘Déjese de macanear y no intente meternos la mula’. – Si ¡el asunto Matteotti y Cia; ya lo sabemos, tiene la barba blanca de viejo y huele a

85 Stillitani firmó numerosas solicitadas en el AC en respuesta a los dichos de Gastaldo. Por ejemplo, en “Repetita Juvant” (18 de noviembre de 1932), no solo continúa su pré-dica contra el fascismo, sino que además agrega sus apreciaciones sobre la situación en España: “El partido fascista no es Italia. El rey menos que menos. Un ejemplo elocuente nos lo da la flamante República Española, la Gran Madre latina, que, despertando por obra de sus preclaros hijos del sueño medioeval en la tenía aletargada una monarquía tan retrógrada como la italiana, la condenó al ostracismo.”86 En el mismo número en que se publicó la carta abierta, Antonio Gastaldo respondió a Fortunato Stillitani y el AC en un artículo denominado “Verdades sobre el fascismo”, en un tono un tanto más personal que hablaba a las claras de una relación más cercana entre las facciones en pugna: “He terminado, y no volveré sobre el asunto; los italianos ya repudiaron tu escrito; los extranjeros de buen sentido (menos el ‘Avisador Comer-cial’) están con nosotros”. (...) “Si quieres más detalles y aclaraciones sobre la Italia de hoy, grande y próspera; respetada y progresista, por obra de su salvador el “Duce” Benito Mussolini, las puertas de mi casa están abiertas para ti” (EP, 11 de noviembre de 1932).

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rancio! A nosotros nos interesa oír hablar de cosas nuevas, como lo han hecho todos los grandes diarios del mundo, al declarar sus columnas del día 28 de Octubre y siguiente, comentando la Obra del Fascismo realizada en su primer decenio de régimen, obra que enaltece a su creador el Duce y glorifica a Italia.”

“Siga haciendo el fotógrafo, con cuyo arte puede honrar su nombre de italiano y ser digno aun de ser considerado como un buen hijo de esa GRAN TIERRA, y deje la demagogia anti-fascista o anti-italiana para los Gicca, que nunca, con ella, han podido sacar una araña de su cueva.”

“¡VIVA LA ITALIA ROMANA Y SU DUCE B. MUSSOLINI!”

Los firmantes de la carta abierta representan a una facción de la colectividad italiana local identificados con el fascismo, entre los que encontramos al ya mencionado Antonio Gastaldo, Enrique Gilardino (corresponsal consular de Italia), Esteban Gillio Matté (agente corresponsal de Il Mattino d´Italia), Ivo Vicenzi (propietario y director de EP), Carlos Meani y José Berreta, entre muchos otros. Esta solicitada habla claramente de la división que se había generado en el seno de la colectividad italiana entre aquellos miembros pro-fascistas y anti-fascistas, división que generó no pocos enfrentamientos tanto verbales como físicos. Pero la dirección ideológica tomada por EP no se correspondería solamente con el aporte de aquellos que deseaban expresar su sentimiento de apoyo a este movimiento europeo. EP comenzó a tomar al fascismo muy en serio como para que su apoyo fuera considerado “tibio” o poco comprometido. Las menciones a éste ya no estaban desprovistas de juicios valorativos, ni aparecían en las frías secciones de noticias internacionales. Italia y el fascismo comenzarán a ocupar un lugar casi tan central como las cuestiones políticas y económicas locales. En su predica, EP será el vocero de la facción de la colectividad italiana identificada con el fascismo, y desde allí, aquellos representantes de la asociación descargarán sobre la facción contraria toda su furia.

En “Charlas Políticas” y “Nacionalismo-Fascismo-Hitlerismo”, del 19 de mayo de 1933, EP termina de identificarse definitivamente con el fascismo. De la misma manera en que identificaba al enemigo socialista vinculándolo con el comunismo soviético, haciéndolo más temible y peligroso, al abrazar la causa fascista como la respuesta política a la debacle liberal y la amenaza comunista e identificar al nacionalismo argentino como un viraje en esa dirección, EP se corría hacia la extrema derecha de los ideales democrático-liberales. En ambos editoriales toma una posición ideológica completamente anticomunista y pro-fascista, sin necesidad de escudarse en un francotirador anónimo, como Primo Pérez o Villicus.

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En el primero de los artículos comenta: “el movimiento nacionalista argentino, está en marcha. Ha surgido como una reacción instintiva a los peligros del comunismo bolchevique y los excesos de la demagogia política”. Esta reacción nacionalista muestra, para EP su éxito a medida en que el mismo Congreso de la Nación ya comenzaba a considerar la posibilidad de introducir a la constitución reformas “a fin de adaptarla a los problemas actuales”. La intención detrás del artículo era sencillamente poner en la agenda social un tema tan controvertido como la realización de cambios en dirección hacia el fascismo, que un sector no minoritario quería consolidar, a la vez que se exponía a aquellos que se oponían a dichas reformas, los diputados socialistas como Dickmann, Repetto y Bravo como resabios de un sistema político obsoleto: “¡Que demostración más convincente de lo absurdo que es el sufragio universal igualitario, que da a todos, sin distinción de preparación ni de responsabilidad, los mismos derechos políticos y electorales!”. La reacción del socialismo en la capital, así como la supuesta reorganización del radicalismo personalista en la formación de un único frente electoral en contra del nacionalismo, no dejaba a sus defensores más opción –muy usual por entonces– de plantear que las únicas alternativas a la democracia en agonía, era la elección entre el comunismo (representado por el socialismo y el personalismo), o el nacionalismo. Si éste era acusado de fascista, entonces había que mostrar los logros del fascismo en Europa: “En Italia, el nacionalismo fascista ha innovado en todo sentido, y en todas las direcciones; lo mismo pasa en Alemania. Igual ocurrirá en la Argentina, el día que triunfe el movimiento”.

En el otro artículo se comenta una conferencia sobre la actualidad política mundial desarrollada por el intelectual nacionalista Carlos Ibarguren publicada por el diario La Prensa, de la cual EP dice que es “un estudio magistral de la situación política y social de la civilización occidental representada por las naciones europeas y americanas”. El planteamiento es similar al del primer artículo. La democracia liberal está agotada, y las viejas fórmulas ya no darán la solución a los nuevos problemas que enfrenta el mundo:

“Hay que cambiar el rumbo y reconstruir el edificio social sobre bases nuevas. La libertad individual y civil ha degenerado en anarquía; la igualdad política, [...] ha engendrado esos parlamentos que no representan más la verdadera voluntad del pueblo [...]; el liberalismo económico ha sumido al mundo en una crisis de producción y de distribución de los productos que no tiene solución aparente.”

“Algunos (pueblos), como Rusia han buscado el remedio en el

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comunismo y en la tiranía bolchevique, con el consiguiente resultado. [...] Otros, como Italia, han tomado con el fascismo un rumbo opuesto: han restablecido los antiguos valores espirituales, religión, familia, respeto a la autoridad, disciplina colectiva e individual; y han resuscitado, modernizándolo, el sistema medioeval de las asociaciones corporativas bajo la tutela vigilante del Estado. [...] Alemania, con el hitlerismo, sigue por el mismo camino; Francia, Gran Bretaña [...] no tardarán mucho, a lo que parece, en acompañarlas.”

“Y aquí en la Argentina, ¿en qué dirección sopla el viento? Todas las asociaciones nacionalistas, que bajo nombres distintos se van organizando, lo indican a las claras.”

Pero no toda la colectividad italiana aceptaba sin más el rótulo de fascista, ya que una gran parte de la misma no se plegó a la glorificación que se hacía del régimen mussoliniano. La ocasión del festejo de la obra del aviador Ítalo Balbo –ante la indiferencia de la dirigencia de la Sociedad Italiana– generó en la facción pro-fascista la idea de celebrar con una cena de camaradería en el Hotel La Colonia, a la que concurrieron aquellas personalidades que simpatizaban con esa causa: Juan Moreno Burgos, Ivo Vicenzi, Antonio Gastaldo, Esteban Gillio Matté, Juan Bois, entre otros (“Festejando las glorias de Italia”, EP, 18 de agosto de 1933). La división al interior de la colectividad, y los sucesivos conflictos entre sus miembros, si bien eran una constante en este tipo de asociaciones, se habían exacerbado a partir de la posición respecto del fascismo. A raíz de una polémica generada por la conmemoración del 20 de septiembre, Primo Pérez en “Metidas de patas” (EP, 6 de octubre de 1933), realizó la habitual reseña histórica con la finalidad de destacar la obra de Mussolini y su contribución: “Únicamente a los sectarios enceguecidos por su pasión antirreligiosa, o a los ignorantes que no saben nada de historia ni de política, se les puede ocurrir restar a la obras de Mussolini su indiscutible valor histórico y tratar de empequeñecer la figura moral de ese gran estadista”.87

En “Ante el cadáver de la democracia” (EP, 2 de febrero de 1934), APA arremete mucho más resueltamente contra el liberalismo y en favor del fascismo europeo: “Bien cierto es; la Democracia es ya un cuerpo yacente que se debate en brazos de la demagogia liberal, en los últimos espasmos de su agónica existencia”. Allí realiza un repaso de

87 La discusión se había originado a partir de un discurso de Esteban Saglietto en la Sociedad Italiana, en la que posteriormente participarían el AC y periódico Orientación, y continuó en otros artículos de Primo Pérez. Se puede consultar “Más papas” (EP, 27 de octubre de 1933).

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los últimos ciento cincuenta años, desde la revolución francesa, en que la “triple mentira” de la libertad, la igualdad y la fraternidad había sido “injertada” y logrado “germinar” en la conciencia en de los nuevos países, hasta que se toparon con la Gran Guerra. Para el autor el resultado lógico de esa mentira era la ideología comunista, que logró posesionarse de Rusia, aunque no así del resto de Europa, donde se sostenía una larga y cruenta lucha. En este marco, las jóvenes e ingenuas democracias liberales de América se habían volcado hacia el “libertinaje” y el materialismo, “olvidando los puros sentimientos de Dios, Patria y Familia”, preparando el terreno para que se cumpliera “lo que los Protocolos de los Sabios de Sion ordenaban, o sea preparar el advenimiento al poder de los hijos de Judá”.88 Italia había sido –para APA–, la víctima elegida para continuar por el camino de Rusia, pero el enemigo comunista no había calculado el surgimiento de un hombre que con sus ideas nuevas iba a detener la marcha de la avalancha roja: “¡Mussolini! El genio, la gran figura; que comiendo el pan de la miseria supo abrirse camino y triunfar [...], ese fue el hombre que tomando la antorcha iluminó al mundo, irradiando desde la Roma de los Césares la luz de la nueva vida”. Para la retórica nacionalista de EP, Mussolini había sido el creador del fascismo, y su ejemplo había sido digno de imitar. En Alemania había surgido también un hombre que “haciendo propio el sentir del pueblo alemán, [...] llevó la doctrina del fascismo al poder” y había conducido a la vieja Alemania hacia la nueva: Adolf Hitler. Así, “la doctrina pura, noble y sana del fascismo gestada en el cerebro de ese hombre que naciendo a la sombra de la piedra de San Pedro, va abriendo camino por el mundo”.

De la misma forma que el fascismo europeo tenía a la juventud como destinataria de su prédica, EP hacía a su vez llamamientos a ésta para detener al comunismo uniéndose a movimientos nacionalistas y

88 Los “Protocolos de los Sabios de Sion” era un escrito anónimo adjudicado al sionis-mo internacional, organización de origen hebreo, donde estaba programada la domina-ción total a través del manejo que los banqueros judíos tenían de las finanzas mundia-les. Aun probada la falsedad de “Los Protocolos…”, su circulación masiva alimentó al antisemitismo europeo y americano. En Trelew, EP publicitará el 31 de mayo de 1935 la novela El Kahal – Oro de Martínez Zubiría (Hugo Wast). La novela trataba sobre el gobierno secreto judío, el cual planeaba el diabólico plan de apoderarse de todo el oro para poder controlar definitivamente las finanzas mundiales, con el objetivo de generar una revolución que “hará añicos a la civilización cristiana, […] y levantará el trono del Anticristo, rey de Israel y dominador del mundo, según los famosos Protocolos de los Sabios de Sion”. La novela era presentada no como ficción, sino como una cruel reali-dad de la que había que tomar conciencia lo antes posible, era “la valiente revelación de planes tenebrosos […] de ese formidable organismo financiero, que es la banca judía.”

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fascistas argentinos, y alejándose a su vez de los partidos “liberaloides” y sus políticos demagógicos y charlatanes, responsables de todas las desgracias del mundo desde 1914. En “Juventud!! Esta es tu hora; despierta...”, Villicus hace un llamamiento a la juventud en el que intenta unir los destinos de Argentina con el de los países fascistas para seguir a aquellos que “dando el Fascismo y el corporativismo en Italia y el Nazismo y racismo en Alemania” habían cambiado los destinos de sus respectivos países. Y continua: “¿Por qué los que estamos lejos de estas dos naciones miramos con simpatía dichos movimientos?”. Aun reconociendo que, como filofascistas, “no comprendemos nada o bien poco de fascismo”, no duda en afirmar que “corremos tras él, porque representa la muerte del pasado ignominioso”. Para el autor, dos caminos estaban abiertos, caminos por los que la juventud debía optar: “La mayoría, por suerte, de la juventud argentina, hastiada de un pasado de treinta años de democracia demoledora, hace un salto desde el presente para reconectarse con las gloriosas tradiciones de sus padres y tomando un empuje engrandecen la patria del Porvenir” (EP, 9 de febrero de 1934).

En “Fascismo o Comunismo” (EP, 2 de marzo de 1934), Villicus, recurriendo al tan común argumento maniqueo de elección forzosa entre fascismo y democracia, continúa vinculando al liberalismo y al comunismo. En su prédica, el comunismo no es más que una degeneración del liberalismo, y en sí, el liberalismo ya no es una alternativa política válida, sino que es obsoleto. La elección forzosa se encuentra entonces entre las dos primeras ideologías, pero solo el fascismo garantiza una salida a la crisis económica, política, social y espiritual en puso al mundo el liberalismo.89 Solo el fascismo puede terminar con la lucha de clases, dar fuerza al estado, legislar el trabajo, llevar a una libertad con disciplina, “sin caer en el libertinaje”. Solo Italia había dado el ejemplo con el reemplazo de la política parlamentaria por la corporativa, el ejemplo a imitar por América, como ya lo estaban haciendo muchos de los países europeos. Para Villicus el dilema es sencillo, ya que: “quedan solo dos caminos: el Comunismo con sus tiranías crueles, sus abyecciones, su hambre, sus desórdenes, su inmoralidad, sus negaciones; pues hijo del liberalismo, reúne todos los males; y el fascismo, constructivo, moral, trabajador, progresista y disciplinado”. Y remata: “Pues yo, sin ser profesor de historia

89 La relación liberalismo-comunismo-fascismo será abundantemente explotada en las páginas de EP. Por ejemplo, en “Agonizando”, de APA (EP, 16 de febrero de 1934) ataca a la democracia liberal en Francia a la vez que glorifica al fascismo como el futuro régimen francés; en “Giácomo Mateotti”, de “Italiano” (15 de junio de 1934) se rinde un homenaje al diputado socialista italiano “enviado al sacrificio” por sus compañeros, asesinado justificadamente por los fascistas, ya que “en revoluciones de esta importan-cia, a los adversarios no se les tira con confites…”.

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de ningún colegio, pero sí pobre trabajador, me inclino por este último!”

El ascenso vertiginoso del fascismo en distintas partes de Europa hacía que la idea de adherirse fuera aun más atractiva, y la recepción de novedades del viejo continente eran recibidas con beneplácito por los cultores locales. Esto incrementaría las campañas en su favor, dando a EP un aire de panfleto cada vez que de fascismo se hablaba.90

Pero EP no era el único medio de prensa que apoyaba abiertamente al fascismo italiano y al nazismo, ya que hacia fines de 1934, y por un corto lapso de tiempo (solo se publicaron quince números) apareció también en la localidad el diario El Censor, publicación de corte nacionalista dirigida por Antonio Gastaldo.

Hacia 1935, el fascismo local profesado por una facción de la Sociedad Italiana y con EP como principal órgano de difusión, comenzó una campaña a favor de la invasión italiana a Abisinia y la creación de un imperio italiano. En un principio, el envío de tropas italianas a esa región africana trató de justificarse de diversas formas, pero siempre destacando el “deseo de paz” de Mussolini. En “1896 – 1º de Marzo – 1935. ADUA” (EP, 8 de marzo de 1935), Villicus relata los acontecimientos ocurridos alrededor de la humillante derrota de Adua, en Abisinia, en la que había sido masacrado el ejército italiano por la irresponsabilidad de aquellos políticos “demagogos” que gobernaban Italia por entonces. Como es habitual, se establece “un antes y un después” de Mussolini, ya que, afortunadamente, “ya no hay politiqueros, ya no hay falsas democracias en Italia, sino un pueblo que trabaja por su bienestar y por la grandeza de la Patria”. A pesar del justificado “deseo de venganza” del verdadero pueblo traicionado por sus propios políticos, al Duce no lo animaban “intenciones guerreras o imperialistas”: “El pueblo italiano no cambió pero se libró de todo lo viejo, de todo lo antiguo, de todo el liberalismo podrido, enterrando la mentirosa democracia”. Y con Mussolini al frente, lo italianos tenían entonces otra oportunidad: “Y hoy, después de treinta y nueve años de la Batalla de Adua, el pueblo italiano, más italiano porque es fascista; si las circunstancias lo exigen, sabrá, defendiendo su honor y su territorio, lavar y vengar para siempre la mancha que en África tuvo que

90 Puede consultarse también “Alemania en uniforme”, de EP del 3 de agosto de 1934, acerca de las formaciones paramilitares, las SA y las SS, compuestas por civiles unifor-mados. La intención era destacar el valor simbólico del uniforme, ya que para el autor, toda la juventud alemana llevaban por entonces la camisa parda, porque “todos los alemanes son partidarios de Hitler, incluso los antiguos socialistas y comunistas”, y que representaba el renacimiento nacional alemán, al aplastar al individualismo de la juven-tud y subordinar los intereses particulares a los de la colectividad.

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soportar su glorioso ejército.”

La posibilidad cada vez más cierta de un conflicto europeo llevó a EP a dedicarle una atención mayor a los acontecimientos internacionales, en particular aquellos que involucraban a Italia y Alemania, países que, por el rumbo que habían decidido tomar, eran visualizados por el resto de los estados europeos, que aun tenían como sistema político democrático-parlamentario, como una amenaza. Las notas editoriales (ya sean firmadas por los escritores anónimos y bajo la responsabilidad de EP) sobre estas cuestiones serán comunes a partir de entonces.91 En un principio, se trataba de despejar cualquier duda sobre el deseo de paz tanto de Hitler como de Mussolini, pero siempre puntualizando que no era cobardía, y que si era necesario ir a la guerra no se titubearía (“Stresa y la política Musoliniana”, de Villicus, EP del 26 de abril de 1935).

Pero la paz no durará mucho en el discurso y el análisis de la situación internacional de Villicus. Y la justificación es simple. En “¿Habrá guerra entre Italia y Abisinia?” (EP, 14 de junio de 1935) busca “poner las cosas en claro” con respecto a las circunstancias que rodean al posible conflicto: “La situación italiana es muy sencilla; Italia, como toda nación poderosa y progresista, necesita una mayor expansión colonial”; y a su vez Etiopía, “pueblo atrasado, bárbaro e inculto, necesita una nación europea que coopere a su civilización”. El Duce, que contaba con el apoyo de “cuarenta y seis millones de italianos”, “hizo sentir el poder de la voluntad fascista, y actualmente, un millón de hombres, entre ejército y camisas negras, están en territorio africano”.92

En “Que quiere Mussolini en Abisinia?” (EP, 23 de agosto de 1935), Villicus detalla las razones económicas y geopolíticas del conflicto ítalo-etíope. Las coloniales siguen siendo las razones de mayor peso, particularmente justificado si se entiende que todos aquellos países europeos que lucharon en la Gran Guerra obtuvieron parte importante del “botín colonial”, e Italia nada. Pero ahora, Italia ha “dejado de ser el manso cordero”, y las demás potencias europeas deberán comprender que el expansionismo italiano no se detendrá por más que se le acuse en la agonizante Sociedad de las Naciones. Para Villicus, Etiopía es la única tierra africana que no está en poder imperial europeo, es el único país independiente “que se halla en estado salvaje”, al que “Italia tiene el

91 Entre otras: “El Sarre es alemán” (APA, EP del 18 de enero de 1935), festejando la adquisición del corredor del Sarre por los nazis, contradiciendo las disposiciones del Tratado de Versalles y a la Liga de las Naciones.92 Se puede consultar también “El porqué de un conflicto” (19 de julio de 1935), donde ya reconoce que “la acción de las armas es inevitable”.

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deber y el derecho de devolverlo al orden civil y a la energía productora”, y porque al Duce no le queda más que una solución para resolver el problema colonial, y esa es la ocupación militar de Abisinia: “todo el mundo tiene hoy, sus ojos fijos en Italia; y la Italia de los Césares, de los emperadores, de las soberbias repúblicas, bajo la directiva inteligencia y patriótica de su Duce que asombrará nuevamente al mundo”.

A raíz de la intervención militar en suelo etíope, Italia recibió sanciones de la Sociedad de las Naciones. En 2 de diciembre de 1935, Villicus en “Alrededor del conflicto Ítalo-Etíope” toma partido por Italia y en contra de las democracias liberales y decadentes, las cuales, “subidas al carro inglés de las sanciones” atacaban Italia imponiéndole un bloqueo en la Convención de Ginebra. En este punto y a partir de la insistencia en las sanciones, Inglaterra corría el peligro de desencadenar “la más desastrosa guerra que la historia conociera”, guerra que el fascismo estaba dispuesto a pelear.

El problema de las sanciones puso a Italia en una difícil situación política y económica. En Trelew, esta situación hizo aun más hondo el abismo existente en los partidarios del fascismo y sus adversarios, en la medida en que los primeros, al verse acosados por las potencias occidentales decadentes, se unieron más a la causa y entre sí, mientras que los segundos aprovecharon esta primera derrota internacional para aunar sus esfuerzos por salvar a la democracia del fascismo. A principios de ese año fue creada en Trelew la Unión “Dopolavoro”, u Opera Nazionale Dopolavoro Sección Roma (OND) filial de la organización homónima de trabajadores fascistas.93 EP del 22 de marzo de 1935 explicaba los fines y funcionamiento de esta primera organización fascista de Trelew, asociación dedicada a la confraternización de todos los italianos “que por la baja política local viven separados entre sí”, y que intentaba proveer de ayuda moral y material para aquellos que la necesitaran. La comisión directiva de la OND estaba presidida por el agente consular italiano en la localidad, Dr. Jorge Martirengo, y obviamente contaba con la presencia del principal vocero de la causa fascista, Antonio Gastaldo, entre otros miembros, como Alejandro Protto, Esteban Saglietto, Carlos Meani, Héctor

93 El bloqueo generado por las sanciones estaban ocasionando estragos en Italia, como lo reflejan las diferentes notas de opinión y las cartas supuestamente enviadas por aque-llos que habían regresado a la Madre Patria. Por estas circunstancias, Dopolavoro de Trelew comunicó a través de EP la organización de un colecta “Oro por la Patria”, desti-nada a enviar joyas y dinero, a fin de contribuir con “la cruzada civilizadora emprendida por Italia en África”. Poco tiempo después se publicó un listado de aquellos que habían realizado alguna donación en oro, plata o dinero en efectivo en “la lucha contra las sanciones” (28 de febrero y 20 de marzo de 1936 respectivamente).

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Sartori, etc. La OND publicitará regularmente sus distintas actividades en EP, en particular las distintas conmemoraciones, como el aniversario de la Marcha sobre Roma, que para la facción fascista de la colectividad había llegado ya a la categoría de fiesta patria italiana (EP, 1 de noviembre de 1935).

Con la organización consolidada y el apoyo de EP, la campaña fascista seguía su curso casi sin obstáculos. Los recursos utilizados por EP no se reducían a artículos de opinión y a publicitar las actividades de la OND. Las vicisitudes por las que Italia estaba pasando a raíz de las sanciones dieron la oportunidad de explotar una veta sentimentalista y apasionada por el fascismo y la italianidad (que se confundían frecuentemente en los escritos de sus propagandistas).

El 21 de febrero de 1936, EP expondrá a pedido de la OND, la misiva enviada por otro ex vecino al “camarada” Ángel Recchia en un tono similar: “Toda Italia es un solo ser; todos estamos listos al mando de nuestro amado Duce”. Se confunden en ella conceptos frecuentemente utilizados por la prensa nacionalista, así como fascistas. Este testigo de la “grandeza de Italia” decía que cada italiano resistiría estoicamente la insoportable situación que generan las sanciones impuestas por “aquellos rubios de los inglesitos”, y lo haría así porque en Italia “hay 44 millones de seres dispuestos a todo; y hay un gaucho guapo [el Duce] que nos manda; que no tiene miedo de ningún potro de la Sociedad de las Naciones por más corcobeador [sic] que sea” (subrayado en original).

En “Quien quiere la guerra?” (3 de abril de 1936), EP continúa intentando convencer a la opinión pública de lo injusto de las sanciones que Inglaterra y los países que la secundaban habían aplicado sobre la Italia fascista. Como ésta había demostrado que sus pretensiones expansionistas estaban solidamente fundamentadas en la misión civilizadora europea y la necesidad del pueblo italiano del “espacio vital” (argumento clave también en el expansionismo nazi), no era este país quien quería la guerra, sino aquellos que habían intentado por todos los medios posibles postrar a la península. Para el autor, se perfilaban detrás de Inglaterra tres fuerzas “solidamente unidas entre sí: el comunismo, el judaísmo y la masonería”, fuerzas de las cuales el bolchevismo sacaría provecho una vez que las guerras trastornaran definitivamente a las naciones europeas.

Finalmente, el conflicto ítalo-etíope concluyó luego de pocos meses de lucha con la victoria de nuevo “Imperio Colonial Italiano”. EP se hizo eco de los festejos de la facción fascista de la colectividad italiana local, a la vez que recalcaba sus dotes proféticas en una nota especial en la que se confirmaban todas sus previsiones. Encabezada por una fotografía de

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Mussolini en una actitud reflexiva, la nota, firmada por Villicus, concluía: “Y mientras en otras tierras, turbas sin guías, destruyen tronos, sembrando desorden y anarquía; Italia, con su genio latino por obra del Duce, levanta imperios, llevando pueblos bárbaros hacia la civilización, por medio del orden y del trabajo” (8 de mayo de 1936). La reflexión editorial del asiduo colaborador fascista, prosigue la cobertura del júbilo que despertó en la comunidad italiana la noticia de la finalización del conflicto, en particular la facción asociada a Dopolavoro, la que repartía volantes en italiano comentando la hazaña de las fuerzas del Duce. También se realizó un acto patriótico de la colectividad y un banquete de camaradería en el Hotel Touring Club, encabezado por Jorge Martirengo, presidente de Dopolavoro, y demás autoridades de la institución, además de contar con la presencia de un cura párroco que destacó la obra “redentora y salvadora del Duce”. Martirengo, en este acto pronunció un discurso en el que se exaltaba “la obra del Gobierno Fascista invitando a los italianos a unirse siempre más al Duce, acatando órdenes y disposiciones” (29 de mayo de 1936).

El 12 de junio, EP publica “En memoria de los soldados italianos” de Villicus, quien relata el homenaje a los caídos en el conflicto etíope, “que con la contribución de su sangre joven, han permitido a la Italia Fascista, con una campaña militar que duró solo siete meses, la conquista de Etiopía, cuatro veces, más grande que Italia”. Pero para Villicus el fascismo no ha concluido su tarea con el fin del conflicto fricano: “A todos, los amigos y enemigos, estos muertos recuerdan, que la Marcha sobre Roma, no termina en Addis Abeba”.94

El 30 de octubre de 1936, EP publica un número especial dedicado a la obra del fascismo italiano, con fotografías de los principales dirigentes, como el rey Víctor Manuel III, Benito Mussolini y otros, imágenes del acto de proclamación del Imperio Italiano y la campaña militar de Etiopía. La

94 Tanto Mussolini como Hitler –particularmente este último– desoyendo las disposicio-nes de la Sociedad de las Naciones, habrían de comenzar con su política expansionista. Los precedentes de estos desequilibrios geopolíticos habían comenzado con la invasión japonesa a Manchuria y la aventura africana de Mussolini. Se sumaría Alemania con el Anchluss (la anexión de Austria), y la intervención fascista y nazi en la guerra civil española. Por entonces comenzarán grandes iniciativas diplomáticas para intentar de-tener un conflicto de proporciones mundiales, que los países del Eje (Alemania, Italia y Japón) hacían fallar con sus constantes violaciones. A la suscripción de tratados de paz y pactos de no agresión, continuaba la ruptura sistemática de los mismos, a la vez que toda afirmación a favor de una “paz particular”, seguía inmediatamente las amena-zantes declaraciones de dominación mundial, típicas de los regímenes totalitarios (Cfr. ARENDT, op.cit.).

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nota, de siete páginas completas, sin anuncios publicitarios y con mayor cantidad de ilustraciones que cualquier otro acontecimiento relatado en sus páginas, era excepcional en EP. Solo números extraordinarios dedicados a alguna de las fechas patrias competían con la cobertura que se había realizado de este suceso, y aun así no alcanzaban la centralidad e importancia que éste ocupaba. Decía la redacción de EP:

“Al cumplirse 14 años de era fascista, y estando en el primer año del Imperio, EL PUEBLO, resumiendo todas sus campañas en pro de la causa italiana en África Oriental dedica este número a la colectividad italiana del Territorio, a los organizadores de la Nueva Italia y a los fundadores del Imperio.”

Antonio Gastaldo, alias “Villicus”, cerraba el número especial de EP dedicado al fascismo:

“El pueblo italiano, en Italia y al extranjero, se reúne una vez más alrededor de su Duce, para celebrar y festejar catorce años de régimen.”

“Caracteres de particular importancia reviste este año la celebración del aniversario de la Revolución Fascista.”

“Ya no son tan solo las conquistas pacificas del fascismo, las que se festejan hoy; conquistas que sin embargo, tomadas y consideradas una por una, son suficientes para inmortalizar a su ideador y realizador.”

(...) “El año pasado, la conmemoración coincidió con el fragor de las armas, pues los hombres de la Revolución y el Pueblo italiano, luchaban y morían por Italia y el Fascismo en África Oriental.”

“Hoy, celebrando el décimo cuarto aniversario de la Marcha sobre Roma, se festeja también el año primero del Imperio.”

(...) “Trelew (Chubut), 27 de Octubre del año XIV – 1º del Imperio.”

Antonio Gastaldo, fiel defensor del fascismo entre la colectividad de Trelew, finalmente abandonó con rumbo a Italia el pueblo donde había vivido los últimos diez años. En “Un amigo que se va”, EP del 22 de enero de 1937 le brindó un sentido homenaje a quien representara los ideales fascistas y nacionalistas. Con su partida, el nacionalismo local perdía a un invaluable luchador anticomunista, pero que dejaría su impronta en el periódico que le dio el lugar para sus ideas. Solo entonces EP reveló la verdadera identidad de Villicus, el autor de “escritos robustos y quizás, un poco agresivo”. Para el diario, resultaba “notorio que Gastaldo en Trelew es sinónimo de fascista”. Y cerraba: “Con la ida de Trelew del amigo

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Gastaldo, la colonia italiana pierde un óptimo y entusiasta elemento, y nosotros, los que defendemos los principios sagrados de ‘Dios, Patria y Hogar’, un paladín sincero, leal y decidido de estos ideales.”

Pero ni EP abandonará esos principios (aunque la partida de Gastaldo, así como en su debido momento ocurrió la de Moreno Burgos, moderaron sensiblemente el tenor de los artículos), ni Gastaldo dejará de escribir, aun desde la lejana Europa. Como “corresponsal” y testigo de los terribles acontecimientos que por entonces ocurrían en España –ya en plena guerra civil–, Gastaldo escribirá “La situación europea” (EP, 30 de julio de 1937) defendiendo al fascismo italiano –esta vez en lucha directa contra el comunismo en España–, y alertará sobre las mentiras que “la prensa masónica inglesa y la del Komintern” difunden sobre el fascismo. Como fiel anticomunista, “no podía estar ausente en la actual lucha española”, donde las camisas negras, “corrieron a vestir el uniforme del Tercio o a enrolarse en las columnas de las Flechas Negras, convencidos de luchar por la causa de la Humanidad, de la Romanidad y del Fascismo”, luchando contra las “huestes marxistas” y la “barbarie roja”.

El 24 de septiembre EP publicará otra carta suya –tal vez una de sus últimas intervenciones– dirigida esta vez al director, Ivo Vicenzi, aclarando un malentendido. Decía que no había sido herido en el frente de batalla en España combatiendo en las filas nacionalistas, sino que aun se encontraba en Italia pese a los reiterados intentos que había hecho para ingresar a las fuerzas que combatían allí: “En Italia se mira con envidia a aquellos nuestros conciudadanos y camaradas, quienes, aprovechando del inicio de la guerra y la falta de control, pudieron enrolarse en las filas nacionalistas en España”. Aprovechará la ocasión para saludar a la Junta Nacionalista –organización dirigida por el vice cónsul español en Trelew, Ángel Fernández de Cabrero– y manifestarle su apoyo al general Franco. Cierra con “Viva el Duce, fundador del Imperio”. A partir de entonces el relevo nacionalista de derecha pasará a manos de los defensores de la causa nacionalista en España, el teatro de operaciones donde el fascismo y las democracias medirían sus fuerzas antes de enfrentarse definitivamente en la segunda guerra mundial.

Trelew y la guerra civil española

Como había sido habitual durante la década de 1930, la democracia y el liberalismo habían sido puestos en cuestión por una crisis mundial que culminaría recién con la segunda guerra, y el desarrollo de movimientos de fuerte contenido nacionalista radical como el fascismo italiano y el nazismo. En Argentina, el nacionalismo autoritario se había desarrollado al ritmo de

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los acontecimientos europeos, pero había sido gradualmente marginado de la política por el régimen conservador restaurado desde la presidencia de Justo. El ascenso del nazismo en Alemania y la consagración del imperio italiano habían dado al movimiento nacionalista un ímpetu importante, y a medida que el clima político-ideológico internacional se enrarecía y se hacía más violento, el nacionalismo derechista continuaba su lucha contra la democracia. Hacia mediados de la década, se desató otro conflicto que pondría en jaque a los principios democráticos y estimularía aun más la polémica ideológica: la guerra civil española, que enfrentó al gobierno republicano, de izquierda, y la facción nacionalista de derecha encabezada por el general Francisco Franco. Allí participaron delegaciones de todo el mundo, ya que en sus batallas no se percibía solo una guerra civil, sino que de la victoria parecía depender el destino político e ideológico del mundo. En Argentina, muchos sectores se hicieron eco de este conflicto, y dividió mucho más a la opinión pública de lo que lo había hecho el fascismo. Esto era así porque la identificación que había con España era superior a la que había con Italia y aun más con Alemania. Para el nacionalismo argentino –profundamente influenciado por el catolicismo—, esta guerra significaba el verdadero enfrentamiento contra el comunismo y el liberalismo, por lo que generó enormes repercusiones.

En Trelew, con una colectividad española importante, la guerra impactó enormemente y afectó duramente a los connacionales. Dado el notable tinte ideológico del conflicto, era lógico que los distintos sectores agrupados en diferentes tendencias tomaran partido por uno u otro bando, lo que obviamente se reflejó en la prensa. El AC, siguiendo con su línea democrático-socialista, fue partidario de la facción republicana que por entonces gobernaba España.95 Desde sus páginas era corriente encontrar artículos de opinión de columnistas locales o reproducciones de diarios favorables a la República Española, en la que se festejaban los logros de la democracia y el abandono de la monarquía y el autoritarismo.

Desde principios de la década de 1930, en plena campaña anticomunista y antidemocrática, EP había castigado a la república

95 Ya a principios de la década de 1930 el AC había definido una postura a favor de la República Española, posición que mantendría hasta poco antes de la finalización del conflicto civil entre nacionalistas y republicanos. En el número correspondiente al 2 de julio de 1932 y firmado bajo el seudónimo de “Republicano”, AC publicó el artículo “La Nueva y la Vieja España”, en el que se condenaba la dictadura de Antonio Primo de Rivera, la ineficacia de la monarquía de Alfonso de Borbón y la tiránica intervención los militares (una “pandilla de generalotes”), y el catolicismo (“poder teocrático poseído por una ráfaga de locura bélica”). A su vez defendía a la nueva democracia española encarnada en la República, que prontamente desaparecería al concluir el conflicto.

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y a su gobierno pro socialista, y condenado la situación española, particularmente en lo relacionado con el anticlericalismo reinante en la península. Cuando se desató el conflicto tomó partido por Franco y los nacionalistas, así como la organización fascista española, la Falange. Tal como habían defendido al fascismo italiano, Gastaldo y Moreno Burgos harían lo mismo con la derecha española. Pero se agregarían ahora otros personajes: el vice cónsul español en Trelew Ángel Fernández de Cabrero y su colaborador, Doroteo Sánchez Lago. La guerra española prolongaría el conflicto ideológico en Trelew hasta su finalización a fines de la década de 1930, sumando la falange española al nacionalismo de derecha local de la LCA y la OND fascista.

Hacia 1933 AC y EP escribían sus opiniones editoriales, que ya daba muestras del conflicto que se avecinaba: EP, en “Las elecciones en España. Rotundo triunfo de las derechas” (24 de noviembre de 1933) festejaba la derrota de “los extremistas de izquierda” en el parlamento español96, a la vez que el AC en “El momento español” (9 de noviembre de 1933) advertía sobre el avance del fascismo en la persona de Primo de Rivera. Los artículos de este tenor se hicieron habituales a medida que el conflicto se tornaba más violento y anunciaba la guerra, y tanto uno como otro periódico dejaban claras cuales eran los posicionamientos que adoptarían.

Como decíamos, el AC tomó desde un comienzo una posición a favor del gobierno republicano, publicitando desde sus páginas las actividades que en Trelew realizaban aquellos que se sentían identificados con ese bando. En “El mitin de los amigos de la República Española” (AC, 12 de diciembre de 1936), se anunciaba el acto realizado en el Teatro Español en el que se presentaron representantes llegados de Buenos Aires, como el doctor Ernesto Cativa Tolosa y el profesor Rodolfo Vázquez Gómez. AC publicaba también en casi todos los números suplementos fotográficos presentados en un tono bastante optimista sobre el conflicto que se desarrollaba en España.97

96 En el mismo tenor pueden consultarse “Otro fracaso socialista”, de Primo Pérez (EP, 22 de septiembre de 1933); “Triste homenaje”, del anónimo “FE” (EP, 9 de noviembre de 1934); “Guerra Civil en España” (EP, 14 de agosto de 1936), entre otros.97 El AC reproducía en casi todos sus números suplementos de informaciones varias, humor, curiosidades, artículos de opinión sobre temas varios, etc., que evidentemente no eran realizados en Trelew. En ellos, si bien no abundaban las noticias, sí se hacía refe-rencia a cuestiones internacionales con series de fotografías. Para el caso de la guerra en España, estas series de fotografías correspondían al bando republicano, aunque podían aparecer también menciones al nacionalista. Algo similar ocurrirá cuando se desate la guerra europea y las fotografías serán exclusivamente de los aliados.

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En general, los artículos sobre el conflicto en el AC solían lamentarse profundamente –a diferencia de los mismos en EP– por la “guerra fraticida”, en la medida que el enfrentamiento se hacía más sangriento conforme pasaban los meses, y la solución al mismo cada vez más lejana. Esto mostraba que a pesar de la evidente toma de posición, lo que lamentaban no era tanto una posible victoria de los nacionalistas –por entonces remota–, sino los horrores de la guerra. Asimismo, la postura en defensa del gobierno republicano y en contra de los rebeldes nacionalistas dejaba lugar también a la organización de comisiones de ayuda, colectas, y otras actividades para “mitigar el dolor de los heridos por la cruenta lucha fraticida” (“Fracaso de las gestiones para humanizar la lucha en España”, “Pro Cruz Roja española”, AC de 12 de septiembre de 1936). Durante los dos primeros años del conflicto este tipo de avisos eran comunes y aparecían en casi todos los números. Ya sea que triunfara uno u otro bando— AC decía estar sobre todo en contra de la guerra (“La Interrogante Ibérica”, AC del 1º de agosto de 1936).98 Se crea entonces, a partir de la iniciativa del Centro Socialista local una asociación de los “Amigos de la República Española”, vinculada a la junta central que se dedicaba a la difusión de noticias del conflicto, la recepción de donaciones, organizaba actos en homenaje a la República, etc., y que publicitaba a través del AC.

Por otro lado, EP continuaba defendiendo la causa antiliberal y antidemocrática. En la nota editorial “La situación de España” (EP, 24 de julio de 1936), se expresa sobre el atentado al líder derechista Calvo Sotelo y la situación que había generado, como de una “gran tirantez”, y comienza su defensa del fascismo español a la vez que ataca al gobierno del Frente Popular, el cual, “en vez de proceder con mano de hierro contra el extremismo comunista”, arrestaba a los fascistas, que no eran otros que “cuantos no comulguen con los postulados del sovietismo”, y censuraba sus actividades clausurando los diarios de tendencia monárquica y cerrando locales derechistas. Y advertía proféticamente: “Evidentemente el izquierdismo español no cejará hasta provocar una reacción airada cuyas consecuencias todavía no prevé”. La reacción no se hizo esperar, ni en España, ni en Trelew. A fines del mismo mes, la Brigada Gobernación del Chubut de la LCA publicaba el aviso de la creación en la localidad de la sede de la Falange Española, “entidad patriótica y nacionalista”, dependiente de la misma en Capital Federal (EP, 31 de julio de 1936).

98 Puede consultarse también “Notas de la revolución en España” (AC, 1º de agosto de 1936); “Noticias de la tragedia Española” (8 de agosto de 1936); “Cada día que transcurre tornase más grave la tragedia de España” (15 de agosto de 1936); “Por la pacificación de España” (29 de agosto de 1936), entre muchos otros.

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Otra organización que se creó entonces fue Acción Española, organizada por Ángel Fernández de Cabrero, que entre sus fines estaban la adhesión “espiritual y material al gobierno que preside el General Francisco Franco”, recolectando fondos, víveres y ropa para la causa, identificada posteriormente como Junta Nacionalista.99 Dicha organización fue apoyada por el religioso Genaro D. Quiles y Antonio Gastaldo (EP, 18 de diciembre de 1936), y desde su constitución era común encontrar avisos destinados a la colectividad española e interesados en la campaña. La iniciativa de Fernández de Cabrero no fue bien recibida por gran parte de la colectividad local. EP del 25 de diciembre denunciaba el asalto por parte de desconocidos a la secretaría de la Asociación Española, donde fue hallado destrozado el retrato del funcionario. Fernández de Cabrero, designado por el representante del gobierno nacionalista español, Pablo de Lojendio, se convertirá en el Presidente Nacionalista en Trelew, encargado de la recolección de fondos para la causa, así como de suscribir por nuevas adhesiones.

Antonio Gastaldo, en su personaje de Villicus, comenzará en EP la campaña a favor del nacionalismo español con el artículo “José Antonio Primo de Rivera y ‘La Falange Española’” (21 de agosto de 1936). Presentará a los lectores una reseña –tal como en su momento realizó de Mussolini y el fascismo– de esta organización derechista, y presentaba su programa de acción, tal como Primo de Rivera lo planteara:

“Como medio de acción propiciaba la revolución, agregando que había que derrocarse sin tardanzas el sistema capitalista que calificó de CAUSA DE LA DECADENCIA DE ESPAÑA. En lo económico, político, filosófico y religioso, refleja dicho programa, mucho del fascismo italiano y del nazismo alemán adaptado empero a las necesidades e idiosincrasia del pueblo español.”

Otra colaboración de importancia fueron los artículos del doctor Justo Bergadá Mugica, (reproducido por el diario La Razón) ex vecino

99 Frecuentemente, asociados a la organización nacionalista española realizaban co-laboraciones en EP, como poemas o testimonios, y otro tipo de homenajes a la causa de Franco y la falange, generalmente orquestadas por Doroteo Sánchez Lago. Puede consultarse “Arriba España!”, de “Viriato” (EP, 23 de abril de 1937), del que citamos un fragmento: “¡Que Dios os guarde, bravos falangistas! España está segura en vuestros hombros. Si yo solo basté para gigantes, para enanos así bastáis vosotros…”; “A Santan-der”, de Doroteo Sánchez Lago (EP, 3 de septiembre de 1937); “Nuestra retaguardia”, de Fernández de Cabrero (EP, 19 de noviembre de 1937); “Romance de la Nueva España”, de Doroteo Sánchez Lago (EP, 26 de agosto de 1938); “Camisas azules de Bahía Blanca” (EP, 6 de enero de 1939), sobre el festejo de la Navidad en esa ciudad y el desfile que las Falanges realizaron, entre otros.

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de Trelew y uno de los creadores en la región de la LPA, devenido líder nacionalista. En “Hay que evitar el cambio en los Sentimientos Nacionalistas”, publicados en EP los días 18 y 25 de diciembre de 1936, Bergadá Mugica, luego de un viaje por Europa, comentaba sobre las “dos tendencias político-sociales que dividen netamente la opinión europea”. La aceleración del conflicto ideológico a partir de la guerra española impulsaba en esos tiempos a “apasionar a los convencidos” y “hacer decidir a los indiferentes para entrar en uno u otro frente”. Su apología del fascismo lo lleva a hablar de un borramiento de las fronteras nacionales que ya no pueden contener las líneas de fuerza en conflicto (18 de diciembre de 1936). Esto le llevaba a preguntarse, como era habitual en este tipo de artículos y ya se había visto con Primo Pérez y Villicus respecto del fascismo: “¿Tendremos aquí la lucha abierta entre comunismo y nacionalismo?”. A lo que plantea, que si bien ni siquiera en España podía hablarse de un gobierno comunista, bastaba su sola presencia en el parlamento para contaminar la política de una nación: “es que el comunismo, aunque constituya una pequeña dosis del conglomerado político en que se infiltre, es como la estricnina en las recetas farmacéuticas”; y los frentes populares, como el español, adquieren, inevitablemente la característica “de ese fuertísimo ingrediente con que fueron condimentados”. Deja entonces a los representantes del parlamento nacional la potestad de frenar allí al “poderoso elemento corrosivo”, con una ley que prohíba el comunismo (25 de diciembre de 1936).

A principios de 1938, se constituyó en Trelew, con el aval de la Jefatura Territorial situada en Buenos Aires, la Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes Ofensivas Nacional-Sindicalistas (FET y JONS), presidida por Ángel Fernández de Cabrero, y con Doroteo Sánchez Lago como secretario y Jefe de Propaganda. El aviso de la creación de las falanges contenía cantidad de expresiones a la “Nueva España”, al “nuevo credo redentor”, a la “civilización cristiana de occidente” y al “Generalísimo Franco” (EP, 11 de marzo de 1938). Sánchez Lago pondrá en marcha una enorme cantidad de actos conmemorativos, proyecciones de filmes informativos sobre la guerra, etc. Frecuentemente las actividades públicas de las FET eran secundadas por el resto de las asociaciones nacionalistas de derecha, como la LCA y la OND fascista, y de las que participaban en general la mayoría de aquellos vecinos que compartían esa orientación (EP, 29 de abril de 1938, entre otras).

En “Triunfos de la Falange Española en Trelew” (EP, 6/05/38), Sánchez Lago festejaba la creación de esta organización, y la realización de una masiva actividad con discursos, bailes, poesías, etc., de la que habían participado numerosos vecinos y simpatizantes. Sánchez Lago

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cultivaba un estilo muy poético, similar al usado en actos patrios, en los que no faltaban los “vivas” al fascismo y a Mussolini, al nazismo (los “hijos del Rhin”) y a las falanges. Cerraba su escrito con: “Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista. IIº Año Triunfal”.

Las actividades de las FET eran muy comunes y populares. Al pertenecer sus miembros directivos a otras asociaciones de gran arraigo en el valle, como las sociedades de socorros mutuos, el Círculo Católico de Obreros, y otras, los actos conmemorativos y las reuniones solían ser muy bien recibidas y acompañadas por el público. Se pasaban filmes propagandísticos sobre la actualidad española luego de la guerra de tono informativo, u otros menos disimulados sobre la intimidad de Franco o la actividad de las falanges, a la vez que se recitaban poemas por jóvenes simpatizantes o los hijos de sus miembros. Entre las más importantes, se realizó en Trelew un acto en el salón de la asociación San David –de enormes proporciones–, que contó con la presencia del orador falangista bahiense José Barreiro Ortiz. El relato de estos acontecimientos, en la voz del jefe de propaganda local Doroteo Sánchez Lago (EP, 28 de octubre de 1938), era matizado con su usual tono poético y loas al régimen de Franco. En el mencionado acto, los “flechas” –la rama infantil de las falanges— interpretaban ardorosamente piezas de poesía como “Romance de los Falangistas argentinos”. Y concluye: “Esa noche, en el Hotel ‘La Vascongada’, se reunió la Junta Local de la Falange, y representantes de Italia, Alemania y Argentina, para honrar con una cena a nuestro inolvidable camarada José”.

En “Hace dos años” (EP, 18 de noviembre de 1938), Sánchez Lago realizaba un homenaje al líder y creador de la falange, Antonio Primo de Rivera, fusilado por los que “no tenían otra patria que Rusia”, y que sentían a España “con palpitaciones bolcheviques”. Durante el año 1939 los homenajes a Franco y a la falange continuaron a medida que la guerra se daba por terminada en España y la resistencia republicana era definitivamente aniquilada. Cada acontecimiento en Europa era celebrado por las FET locales con alguna actividad y por supuesto con la respectiva cobertura en EP, de parte de la jefatura de prensa de la organización presidida por Sánchez Lago. La toma de Barcelona “asiento del Gobierno Republicano-marxista” fue un ejemplo de estas repercusiones en Trelew, donde se realizaron los festejos y la misa correspondientes, “para dar gracias al Todopoderoso por la entrada, en la capital catalana, de nuestras tropas sin combatir y sin derramar una gota de sangre heroica, caballera y católica”, por la finalización de esa “Cruzada”, que “haga cicatrizar las heridas del odio, inoculados por el marxismo”.

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A comienzos de ese año se publicaba también “El decálogo de las Falanges Españolas en el exterior” (EP, 17 de febrero de 1939), donde ordenaba en nombre del caudillo: sentir la Patria en todas horas; obedecer al Caudillo, “conductor de nuestro pueblo en la guerra y en la paz”; mantener la hermandad de la Falange; luchar con fe por el triunfo de la Hispanidad; y “rendir culto perpetuo al recuerdo de José Antonio [Primo de Rivera]”.100

En “¡Tres años después!” (EP, 14 de julio de 1939), Doroteo Sánchez Lago celebraba “el día de la Nueva España”, y la lucha política que se estaba realizando contra el liberalismo que había envuelto al mundo “en una madeja de sinrazones”, ahora reemplazado en distintos países del mundo –como en España– por regímenes nuevos, opuestos a “las viejas formulas de la Revolución Francesa”, y resistiendo los ataques recibidos en todo el mundo. “¡Ah! Pero España, la de Franco, la de los camisas azules, esa si que ha sabido encarar la situación”, por estar, indefectiblemente “más próxima a lo divino”, al pensar en “universal, vale decir, en católico, apostólico y romano”.101

Los artículos, solicitadas y avisos de las FET continuarán hasta principios de la década de 1940.102 Una vez que el conflicto español hubo

100 Los avisos de las FET con informaciones o convocatoria a actividades serán habi-tuales hasta finales de la contienda. Pueden citarse entre otros “Por la Paz en España” (EP, 4 de abril de 1939); “Los actos de la Falange” (EP, 21 de abril de 1939), donde se invitaba a las colectividades española, alemana, italiana, Círculo católico de Obreros y a la LCA a distintas celebraciones y misas; “Un acto de la Falange” (EP, 12 de mayo de 1939), sobre presentaciones teatrales y proyección de filmes de propaganda como ¡Arriba España!, etc. 101 D.S.L. o Doroteo Sánchez Lago también publicará habitualmente en EP, tal como en su momento lo hacía Antonio Gastaldo, artículos de opinión política internacional referidos a la situación española de posguerra civil, como “Españoles ¡alerta!” (EP, 4 de agosto de 1939), sobre la responsabilidad de los ex dirigentes republicanos y su apego al “oro y al capital”; “España ante su Fecha” (EP, 19 de julio de 1940), festejando un nuevo aniversario del levantamiento nacionalista de Franco, y celebrando las medidas sociales tomadas por el caudillo, “gracias a la acción sindical de la Falange”, y las eco-nómicas; “El Beso de Enamorada” (EP, 2 de agosto de 1940), sobre Cuba, “la ultima elegía del león hispano”, cuyo gobierno había declarado recientemente la legalidad de las FET, empezando así, “la conquista espiritual de América”; “Que somos los españo-les?” (EP, 30 de agosto de 1940), entre otros. En la misma línea que Doroteo Sánchez Lago se puede consultar “Hispanismo”, de Ángel Fernández de Cabrero (EP, 1º de diciembre de 1939). 102 Ya hacia 1938, los avisos sobre las actividades de las FET comenzaron a aparecer también en el AC, no así artículos de opinión o editoriales como en EP. Podría presu-mirse que para entonces esta asociación ya no contaba con la carga ideológica original proveniente del fascismo, sino que, al ser representativa de la facción victoriosa en Es-

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finalizado desaparecerán gradualmente de las páginas de EP, para ser reemplazadas por artículos sobre la situación europea –en particular la alemana–, ya al borde de la guerra.103 Pero la posición argentina frente al conflicto europeo desatado en septiembre de 1939 no alimentará este sentimiento nacionalista que parecía por entonces triunfar en todo el mundo. La opción argentina por la neutralidad desalentaría las iniciativas acordes a organizaciones como las FET o la OND, basadas en doctrinas europeas. A la euforia desatada en los nacionalistas locales por el triunfo alemán en Francia en 1940, le seguirá la expresa prohibición del estado nacional de tomar partido por cualquiera de los bandos en lucha en Europa, situación a la cual se plegaron incondicionalmente EP y el AC, desapareciendo de esa manera la exteriorización del conflicto ideológico que habían mantenido a lo largo de la década de 1930, y que será el tema del último capitulo.

paña, podía considerársela una rama más de las diversas organizaciones de inmigrantes españoles en Trelew. 103 Se puede consultar “Gesto a lo Gran Señor” (EP, 30 de septiembre de 1938); “La Tranquilidad de los Pueblos” (EP, 14 de octubre de 1938), entre otros.

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Capítulo VI. La segunda guerra mundial y el fin de los debates ideológicos en la prensa de TrelewArgentina y la segunda guerra mundial: la consolidación del poder militar

El final de la década de 1930 cerraba un período en Argentina caracterizado por el fraude electoral, el autoritarismo y la violencia política, la proscripción del partido mayoritario, y el auge de las asociaciones y grupos de extrema derecha, que actuaban alentados por la situación internacional. Pero el factor clave, y que de alguna manera clausura la etapa abierta a comienzos de los años treinta, fue el protagonismo que los militares van asumiendo a nivel nacional.

Ciertas interpretaciones historiográficas acerca de este período plantean que, desde el golpe de Uriburu, los militares habían controlado la situación política, posición nada más alejada de la realidad. Si bien Uriburu, impulsado por los nacionalistas católicos, políticos conservadores y ciertos sectores del ejército, había llevado adelante un golpe de estado con la expresa intención de excluir al radicalismo personalista del ámbito político y realizar modificaciones conducentes a reemplazar una representación parlamentaria liberal por otra corporativa, no contaba con el apoyo necesario para concretar una empresa semejante. Agustín P. Justo, con una coalición política denominada la Concordancia (una agrupación que reunía en su seno a los partidos Conservador, Socialista Independiente, y radicales antipersonalistas) dominó la escena durante esa década, con un proyecto radicalmente opuesto al de la revolución del 6 de septiembre. El gobierno de Justo se caracterizó por restaurar en el poder a los conservadores excluidos desde la primera asunción presidencial de Yrigoyen, y fuera de las prácticas electorales fraudulentas y la violencia, no estaba en sus intenciones ni en las de sus colaboradores llevar adelante las reformas propuestas por Uriburu y los nacionalistas. Otro mito histórico, relacionado con el anterior, era el poder del ejército, que durante la mayor parte de la década no llegó a ser una institución tan poderosa y autónoma como regularmente se cree.

Robert Potash sintetiza de qué manera el ejército se fue convirtiendo en una institución lo suficientemente poderosa para hacer de sus intervenciones políticas un problema endémico, como señalaron muchos estudiosos nacionales y extranjeros. A partir de la década de 1930, a medida que el clima internacional ameritaba altísimos aumentos

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del presupuesto militar104, y figuras como Justo se convertían en referentes válidos, el ejército iba adquiriendo autonomía que lo haría característico en las décadas posteriores.105 Hacia fines de la década, la institución había adquirido gravitación propia y las distintas facciones en su interior –que respondían a lineamientos ideológicos propios del conflicto que se suscitaba en el mundo– decidían con su apoyo los destinos políticos del país. Como mencionábamos en capítulos anteriores, el nacionalismo autoritario en el ejército venía echando raíces desde los años veinte a partir de la prédica de intelectuales como Leopoldo Lugones y la prensa católica, pero en sus filas el elemento nacionalista era –aun en tiempos de Uriburu— reducida en comparación con el ascendiente de figuras como la de Justo, que respondían a una línea liberal y al predominio del país que se perfilaba como la primera potencia del mundo, los Estados Unidos.

El obligado alejamiento de los nacionalistas autoritarios de los cargos políticos desde 1932, no había, sin embargo, generado un efecto análogo en el ejército. Los años treinta serían aquellos en los cuales la penetración del nacionalismo de derecha sería más intensa, y el número de oficiales que hacia fines de la década podían ser catalogados de germanófilos –de acuerdo a las numerosas fuentes provistas por la embajada de los Estados Unidos y citadas oportunamente por Potash— se tornaban alarmantes. Militares como Juan Bautista Molina cobraban importancia en las filas del ejército y pretendían, de ser posible llegar al poder, instaurar un régimen autoritario con visos totalitarios como el alemán. Respecto de este último, vale mencionar que –además de considerarse a sí mismo el “Hitler argentino”– a su regreso de Alemania donde realizaba una misión de intercambio se dedicó a la reorganización de la LCA según el sistema de organización del partido nazi, que derivó, después de 1937, en la Alianza de la Juventud Nacionalista (AJN), agrupación que presidió hasta 1943. Las relaciones entre altos oficiales y la embajada alemana y la difusión de ideas nazis entre muchos de ellos, a partir de publicaciones

104 Robert Potash, basado en fuentes militares argentinas, documenta esa evolución del poderío militar: de un presupuesto anual aproximado de 189 millones de pesos en el año 1931, éste se eleva a 315 millones de pesos en 1937, que palidece ante el aumento de principios de la década de 1940, que llegó durante la presidencia de Ortiz –y a raíz de la entrada de las tropas alemanas en París– a 1.000 millones de pesos, la mayor asigna-ción presupuestaria militar de la historia hasta ese momento (POTASH, Robert (1985), El Ejercito y la política argentina, 1928-1945. De Yrigoyen a Perón, pág. 148.105 Cfr. ANSALDI, Waldo (1995), “Profetas de cambios terribles: acerca de la debili-dad de la democracia argentina, 1912-1945”, en Ansaldi, Pucciarelli y Villarruel (edito-res), Representaciones inconclusas: las clases, los actores y los discursos de la memoria, 1912-1946.

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de intelectuales nacionalistas como Juan Carulla106, están debidamente documentadas y proliferaron indiscriminadamente desde la asunción del embajador Edmund von Thermann. Asimismo, se intensificaron los intercambios militares entre el ejército argentino y el alemán que reforzaron los sentimientos pro germanos de la oficialidad.107

El general Justo no escatimó recursos para intervenir en cuestiones de estado, removiendo oficiales de puestos claves, apoyando candidaturas como la de Alvear en 1937, incluso afiliándose a la UCR.108 Estas dos líneas al interior del ejército, liberales y nacionalistas, dirimieron sus diferencias en una lucha en la que no faltaron las presiones, los encarcelamientos y relevamientos de opositores militares, las conspiraciones, y los intentos de golpe de estado, que serían la regla más que la excepción desde entonces.

Con el estallido de la guerra europea en septiembre de 1939, se abría una nueva etapa para los países americanos, los que debían determinar su posición. La neutralidad fue la decisión tomada en la Conferencia Panamericana en Panamá, liderada por los Estados Unidos. Argentina decidió medidas para evitar por cualquier medio la violación de esa neutralidad por parte de alguno de los países beligerantes que hiciera impactar el conflicto europeo en América. El comienzo de las hostilidades en Europa no hizo más que dividir las filas al interior del ejército. Por un lado estaban los que se proclamaron partidarios de los aliados, y por otro los partidarios del Eje. Los primeros, de tendencia liberal, seguían los lineamientos de Estados Unidos, que ya veía en el conflicto europeo proporciones mundiales; los segundos eran nacionalistas de derecha,

106 Juan Carulla –junto a Enrique Osés— había sido uno de los intelectuales nacio-nalistas más extremistas que habían actuado desde la década de 1920, creando pu-blicaciones como Crisol –cuyos contactos con EP ya hemos comentado en capítulos anteriores–, y Bandera Argentina. A mediados de la década de 1930 se agregaría a la lista de publicaciones nacionalistas extremas El Pampero, la que al igual que Bande-ra Argentina –ambas desvergonzadamente antisemitas— recibían financiación directa de la embajada alemana en Buenos Aires, y el mismo Carulla reconoció que realiza-ban propaganda nazi (Cfr. POTASH [1985], op.cit., pág. 173, ROCK [1993], Mc. GEE DEUTSCH [2005b], entre otros). 107 Para medir la influencia germana entre oficiales del ejército –lo que no significa que fueran partidarios del nazismo, pero si motivo de preocupación–, Potash (op.cit., pág.. 174) utiliza una muestra de las elecciones del Círculo Militar, en las que participaban oficiales activos y retirados, las cuales “ofrecen algunos indicios acerca del clima de opinión”: desde 1937, esta organización fue presidida exclusivamente por militares pro germanos, como el ya mencionado general “ultranacionalista” Juan Bautista Molina, Basilio Pertiné, y otros. 108 POTASH, op.cit., pág. 142.

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pro germanos y aun pro fascistas. Por su parte, el entonces presidente Roberto M. Ortiz y su ministro de Guerra, el general Carlos Márquez mantenían una posición que oscilaba entre las presiones militares en pos del mantenimiento de unas relaciones exteriores con Alemania favorables para Argentina, y otra “equidistante de las potencias en conflicto”.

La iniciativa del presidente Ortiz –que a diferencia de sus predecesores, tenía la firme intención de retomar los mecanismos democráticos, devolviendo al radicalismo la posibilidad de participar en elecciones limpias y abandonando así el fraude electoral–, no llegó en peor momento: hacia mediados del año 1940, Francia había sucumbido ante el avance alemán, circunstancia que dio a la facción nacionalista del ejército nuevas fuerzas ante un escenario en que Alemania nazi se perfilaba como vencedora. Tampoco ayudaba a la institucionalidad democrática el estado de salud de Ortiz, quien sería reemplazado por el vicepresidente Ramón S. Castillo a poco tiempo de haber asumido. Este retomaría los mecanismos electorales fraudulentos típicos de la década anterior.

Por ello, a pesar de que Ortiz había asumido respecto del conflicto una posición “respetuosa de las víctimas de la agresión nazi” así como una neutralidad que ya era tradicional en las relaciones internacionales argentinas, debió enfrentar las numerosas presiones que la facción germanófila del ejército, que veían en las victorias alemanas un escenario de posguerra diferente, en que Argentina estaría alejada del “malsano” influjo de Gran Bretaña. Por otro lado el objetivo de Ortiz era el fortalecimiento del ejército, y a su vez disminuir la influencia alemana, desarrollando las defensas argentinas y manteniendo contactos militares –aunque reservados– con los Estados Unidos.109 Asimismo Ortiz continuaba tratando de evitar que los distintos grupos extremistas de derecha continuaran con sus actividades que hicieran peligrar el ya de por si precario equilibrio en las relaciones internacionales. En este sentido, el presidente articuló una serie de instrumentos legales que le permitieran disminuir la actividad de estas organizaciones –en particular aquellas controladas desde el extranjero–, así como declararlas fuera de la ley o disolverlas en caso de ser necesario. Por su parte, los sectores nacionalistas se acercaban al vicepresidente Castillo, en quien pensaban que tenían un aliado en su marcha hacia un estado autoritario que estableciera lazos más fuertes con Alemania, a la vez que hacía lo mismo von Thermann a través de la embajada alemana.

109 De este período data la creación de Fabricaciones Militares, industria creada para satisfacer las necesidades de las fuerzas armadas.

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El Avisador Comercial y El Pueblo en un período de incertidumbre: el fin de los debates ideológicos en la prensa de Trelew (1937-1940)

¿Cómo repercutieron estos acontecimientos mundiales y nacionales en Patagonia y en el Valle Inferior? Con respecto a la situación internacional, y más específicamente a las interpretaciones que los nacionalistas hacía de ellos, el protagonismo de Alemania y su líder, Adolf Hitler, si bien eran indiscutibles en los medios de prensa de todo el mundo desde muchos años antes, no parecía haber sido cabalmente tenido en cuenta por los locales hasta fines de la década de 1930. Esto se explica parcialmente por el peso que las colectividades italiana y española tenían en la sociedad local, por lo tanto las doctrinas derechistas con que se vieron influenciados algunos de sus miembros no eran vistas como ideas netamente foráneas, como sí podía ocurrir con el socialismo –cuyo internacionalismo era siempre una de las primeras cuestiones que los nacionalistas de derecha deploraban–; o el nazismo –cuyos ataques a la religión católica, su acérrimo antisemitismo y racismo, y su culto exacerbado al fhürer y al Estado lo hacían extraño a la idiosincrasia argentina–. Esto explica porqué Mussolini y Franco no parecen haber sido divisados por los nacionalistas locales como una variante revolucionaria y netamente transformadora, sino más bien como restauradores de un orden tradicional (en el que el catolicismo tenía un rol fundamental), que el liberalismo y el socialismo habían malogrado desde fines del siglo XIX. Lo cual no implicaba que los nacionalistas –como se puede apreciar en muchas de las fuentes consultadas– no sintieran simpatías por el nazismo, sino que, como en Buenos Aires, éste era mirado con la desconfianza propia de lo nuevo, radical y extraño.

Muy de tanto en tanto, los medios locales mencionarán a la colectividad alemana local, la que por su reducido número no contaba con el nivel de organización de la española e italiana. Ya en febrero de 1937, la visita a la ciudad de Comodoro Rivadavia del embajador alemán von Thermann, había reunido a numerosos vecinos de Trelew, entre ellos uno de los más conocidos inmigrantes germanos, el comerciante Guillermo Thies Kubasek, además de Ivo Vicenzi, quien, “accidentalmente en el lugar, tuvo el placer de estrechar la mano al señor Embajador” (EP, 5 de febrero de 1937). También generó un gran revuelo la visita del buque-escuela alemán “Schlesien”, cuya tripulación fue recibida con un agasajo en la zona de chacras por gran cantidad de vecinos de Trelew, donde en un “clima de camaradería” (tal como se solían describir las reuniones sociales) no faltaron cánticos patrióticos, ni las mesas engalanadas con pequeñas banderas argentinas y alemanas con sus respectivas cruces

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svásticas (EP, 14 de enero de 1938).

A medida que se fortalecía el ejército argentino –como explicamos en el apartado anterior–, el protagonismo de los militares aumentaba, no solo en el orden social, como ya había ocurrido a partir del golpe de Uriburu—, sino también en los medios de prensa locales. Hacia 1937 EP y AC festejaban la posible iniciativa del gobierno de instalar en la región la sexta división del ejército, que desde la óptica periodística local redundarían en beneficios grandes para el territorio –al que “argentinizarían”–, y que haría “posible llevar la civilización” a estas tierras desérticas que traían “a la mente aquellas palabras de Darwin” (EP, 12 de febrero de 1937). Estas consideraciones –muy comunes a partir del protagonismo militar en la región–, recordaban aquellas representaciones típicas de Patagonia mencionadas en capítulos anteriores, en las cuales el ejército cumplía una misión no solo defensiva de “las lejanas y abandonadas tierras patagónicas”, sino por sobre todo civilizadora.

Como en septiembre de 1930, los oficiales que desempeñaban funciones en el Distrito Militar Nº 26 comenzaron a adquirir un rol central en la comunidad. Serían muy comunes –en particular en EP– las intervenciones del teniente coronel Miguel A. Montes, quien a cargo de esa repartición escribía artículos de corte nacionalista alentando la argentinidad de los ciudadanos en la práctica de tiro de guerra, deporte “sano, viril y noble” como ninguno (EP, 14 de julio de 1939). Miguel A. Montes permanecerá a cargo del Distrito Militar Nº 26 hasta el año 1941, cuando será trasladado a la Capital Federal. Como señala Potash se relacionará con el ala nacionalista y germanófila del ejército, formará parte de la agrupación militar secreta conocida como el GOU, y junto con Juan Domingo Perón redactarán el manifiesto de la revolución de 1943, de la que participó. Entre sus aportes a los diarios locales, pueden enumerarse “Conciudadanos” (EP, 14 de julio de 1939); “Aprendamos a defender a nuestra Patria” (EP, 29 de septiembre de 1939), entre otros.

Hacia finales de la década de 1930, los avisos de la asociación fascista OND desaparecen repentinamente de EP, como ya había ocurrido también con los de LCA y ADUNA. Pese a que a las organizaciones nacionalistas no se les podían endilgar vínculos con organizaciones extranjeras –aunque en Trelew, las actividades conjuntas entre miembros de la OND, LCA y las Falanges eran usuales–, sus avisos y solicitadas prácticamente habían desaparecido desde 1935. Esta desaparición de la escena local no había ocurrido tan abruptamente con las Falanges, que continuaban publicando avisos de sus actividades, y desde el fin de la guerra civil en España habían pasado a formar parte de la Sociedad

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Española. Inclusive sus avisos no solo se publicarán en EP como se acostumbraba a partir de los lineamientos ideológicos de este medio, sino que también el AC los reproducirá, aunque el contenido derechista había mermado notablemente una vez que la guerra civil hubo concluido.

La desaparición de la escena local del nacionalismo, el falangismo y el fascismo, centró la atención en el nazismo, que ya por entonces –a partir de sus políticas expansionistas– había superado a aquellos movimientos autoritarios con que muchos locales se sintieran identificados, pero que –como decíamos– generaba una ambigua reacción. Hacia marzo de 1939 EP publicaba una nota editorial sobre una supuesta infiltración nazi en Patagonia denunciada por el gobierno nacional. La denuncia se basaba en sospechas de espionaje que agentes del nazismo estaban desarrollando en regiones patagónicas, en particular en zonas petroleras como Comodoro Rivadavia. EP, todavía embebido en el fervor nacionalista que había sostenido toda la década, comentaba:

“Nada más infantil que esa prueba de unos alemanes sacando unas fotos de unos cerros como si se tratara de fortalezas, de ciudades amuralladas que guardaran ingentes tesoros […]. ¡Fantasías, producto de los [ilegible] ideológicos, que quieren obligarnos a ver en cada teutón a un enemigo que debiéramos repudiar!” (EP, 3 de marzo de 1939).

El articulista de EP aprovechará para despotricar contra los imperialismos norteamericano y británico, a quienes acusaba de haber sido los primeros en el saqueo de los recursos argentinos.

Mayor aun fue la reacción de EP cuando trascendió que la comisión parlamentaria encargada de verificar las actividades de extranjeros en Patagonia estaba encabezada por “el judío” doctor Enrique Dickmann (“El Doctor Dickmann y la infiltración nazi en la Patagonia”, EP, 21 de abril de 1939).110 El tema ocupó cantidad de titulares durante 1939, tanto de EP como del AC, quienes informaban regularmente de la marcha del caso, en manos de la justicia federal.111

110 En su campaña en contra Dickmann, EP publicó “El Sr. Dickmann y los Padres Salesianos” (23 de junio de 1939), donde acusaba al diputado socialista “simpatizante de las teorías que sustenta el comunismo soviético” de incluir en el debate parlamentario por las actividades de extranjeros a la orden salesiana, quienes incluían en sus programa de estudios la “enseñanza del fascismo”, que resultó finalmente obligatorio solo al régi-men vigente en Italia, y no para las congregaciones en el extranjero. Los ataques contra Dickmann y los demás diputados socialistas ya eran moneda corriente en EP desde fines de la década de 1920, como se puede apreciar en los capítulos anteriores.111 “La investigación por espionaje” (EP, 5 de mayo de 1939); “No hay espionaje ni penetración nazi en el país” (EP, 12 de mayo de 1939), entre otras.

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El AC en su número del 18 de febrero de 1939 planteaba, haciéndose eco de otros medios de prensa de orden nacional, el peligro que representaba para el país la infiltración europea, esta vez en forma de propaganda separatista, al servicio de países extranjeros.112 Pero la importancia de esta investigación residía en las medidas que el gobierno nacional tomaría a raíz del peligro que representaba para Argentina las actividades de agentes de países en potencial conflicto. El 15 de mayo de 1939, EP informaba de esta preocupación del Ejecutivo nacional, y las medidas que reglamentarían las actividades políticas tanto nacionales como extranjeras en tiempos tan peligrosos. La existencia de “asociaciones o agrupaciones de extranjeros que defienden o propagan idearios políticos y sociales de sus países de origen cuyos problemas y luchas vienen a reproducir indebidamente en la República”, provocó alarma y una reacción airada en el gobierno. En “La situación de los territorios del Sur requiere mayor atención del Superior Gobierno” (29 de abril de 1939), el AC ponía sobre el tapete nuevamente el descuido a que eran objeto las regiones patagónicas, en particular en el momento en que se debatía sobre la posibilidad de una infiltración: “Ha sido necesario que se cirniece un supuesto peligro, para recordar que estas regiones pertenecen también a la Argentina”. Solo después de un mes el proceso contra el Partido Nacionalsocialista Alemán en Argentina concluía dejando a los acusados Alfredo Muller113 y Enrique Jurges libres de culpa y cargo al no poder constatar fehacientemente la tarea de espionaje de que los acusaban. Al encontrarse la legislación vigente impedida de condenar a una organización que “ha escapado a todo control del Estado”, el Dr. Jantus, juez a cargo dejaba en manos del poder político la decisión definitiva (AC, 13 de mayo de 1939).

Las asociaciones extranjeras que profesaran ideologías de sus países de origen comenzaban a ser percibidas como peligrosas para la estabilidad en el contexto internacional. EP informaba el 23 de junio de 1939 sobre la decisión que las autoridades nacionales habían tomado respecto de ese tipo de agrupaciones, decisión que fue comunicada oportunamente

112 Puede consultarse para mayor detalles “Sobre las denuncias de propaganda sepa-ratista en la Patagonia” (AC, 18 de marzo de 1939); “Se realizan investigaciones sobre las actividades nazis en la Patagonia” y “El proceso sobre actividades nazis” (AC, 8 de abril de 1939), “Sobre la infiltración nazi en la Patagonia” (AC, 15 de abril de 1939); “El proceso relacionado con las actividades nazis” (AC, 22 de abril); “Llegó a su término el proceso sobre actividades nazis” (AC, 13 de mayo de 1939); “Sobre las actividades nazis en la Patagonia” (AC, 17 de junio de 1939), entre otras. 113 Alfredo Muller sería representado en esa ocasión por el conocido abogado naciona-lista Justo Bergadá Mugica, ex vecino de Trelew y miembro activo de la LPA, de quien citamos un artículo en el capitulo anterior.

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por decreto al gobierno territoriano. Los artículos del decreto establecían una serie de imposiciones que se reflejarían sobre las organizaciones nacionalistas locales, así como la circulación de sus discursos en la prensa. Entre ellos, se obligaba a hacer públicos sus reglamentos y estatutos, la nómina de sus miembros, su finalidad –que debían estar disponibles en castellano–; prohibía el uso de distintivos, así como de uniformes o símbolos relacionados con ideologías extranjeras, así como de manifestaciones públicas que impliquen presiones o amenazas de cualquier naturaleza. Las penalidades aplicadas eran severas en comparación con períodos anteriores, en la medida que estaban encuadradas en “Delitos contra la Seguridad de la Nación”, o más vulgarmente el delito de traición (AC, 26 de agosto de 1939).

El comienzo de las hostilidades que dieron inicio a la segunda guerra mundial en los primeros días de septiembre de 1939 fue atentamente seguido por los medios de prensa del valle, en particular por el AC, quien por entonces recibía y difundía noticias de las fallidas negociaciones diplomáticas entre los países implicados. El nazismo, en su arrollador avance sobre Europa, cosechando victoria tras victoria en los campos de batalla, no tuvo en Trelew –como decíamos– las mismas repercusiones que sus pares ideológicos. A medida que el fascismo y las falanges iban desapareciendo de los titulares y las columnas de opinión de EP, conforme se desarrollaba la guerra no aparecía un relevo derechista como podría haber sido el nazismo, que evidentemente no contaba con la simpatía y las adhesiones de sus precedentes.

EP del 24 de mayo de 1940 publicaría un comunicado de la secretaria de la presidencia de la república, en el que se tomaba una posición definitiva frente a la guerra europea. Ante la posibilidad de declaraciones de contenido equívoco, el Poder Ejecutivo resolvía –para “establecer la prudencia necesaria para el resguardo de nuestra tradición de los regimientos, intereses presentes y futuros”–, mantener a la Nación en la “más extricta [sic] equidistancia” del conflicto; y pedía al pueblo “que conserve su serenidad, proviniéndose contra todo y cualquiera acción perturbadora que coopere con los objetivos perseguidos por las Naciones en lucha”, caso contrario, las autoridades “reprimirán severamente los actos que comprometan la posición adoptada”. El AC del 15 de junio del mismo año, en “Por el mantenimiento de la neutralidad argentina”, analizará más detenidamente la resolución del gobierno nacional. La Cámara de Diputados aprobó el Proyecto de Ley de Defensa “contra propagandas tendenciosas o difusión de ideas que pongan en peligro la neutralidad argentina”, que evitaba, en esos momentos de “excepcional nerviosidad” ante la conmoción europea, “las complicaciones que entre

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nosotros podría motivar las exaltaciones populares”. Dicho proyecto tenía carácter de ley de emergencia, e incluía: la regulación del otorgamiento de la ciudadanía a extranjeros durante el conflicto, la regulación de las asociaciones extranjeras, y la prohibición de aquellas que “difundan o proclamen ideas contrarias al régimen de la Constitución”. Pero los artículos más interesantes a los fines del problema que tratamos en este capítulo eran aquellos referidos a la “propaganda tendenciosa”: “Todo artículo, comentario o nota que se publique concerniente a conflictos entre naciones, referentes a la neutralidad argentina, […] será firmado por autor completamente individualizable”, a la vez que será responsabilidad de la autoridad del diario o revista. La violación de alguna de estas disposiciones era penada severamente, en particular aquel “que publique o difunda manifestaciones injuriosas que pongan en peligro la neutralidad de la Nación frente a otras potencias en conflicto bélico”. A partir de estas disposiciones del ejecutivo nacional, acatadas a rajatabla por los medios locales, terminaba el debate ideológico en Trelew en el preciso momento en que las fuerzas que lo habían motivado se enfrentaban materialmente en el campo de batalla.114

Epilogo: el ejército y la formación de un nacionalismo “criollo”. Hacia la revolución de 1943

La desaparición en la prensa local del nacionalismo derechista como el profesado durante la década de 1930 por organizaciones como la LCA y ADUNA, y los de bases foráneas como el falangismo español y el fascismo italiano, no apagó los fervores de muchos trelewenses en esa hora de incertidumbre nacional e internacional. Hacia 1940 los discursos de corte nacionalista autoritario habían desaparecido completamente, así como la polémica entre aquellos medios de difusión que se habían propuesto como sus portavoces. Las polémicas políticas por cuestiones locales no cesaron aunque disminuyeron mucho, pero ya no volveríamos a encontrar las acusaciones personales de “fascista” o “comunista” que

114 La percepción del peligro que la guerra entrañaba no debe ser minimizada por el solo hecho de lo lejano del conflicto. Desde la década de 1940 los comunicados del Mi-nisterio del Interior previniendo a los gobernadores de tomar las medidas necesarias en cuanto al tránsito de personas en las zonas fronterizas, evitar la difusión de actividades política peligrosas y reprimir severamente “los extremismos” y las infiltraciones extran-jeras que afectaran el orden político y social, se harán más comunes. Puede consultarse EP del 27 de noviembre de 1941. Por su parte, el AC publicará semanalmente comuni-cados del Distrito Militar con sede en Trelew, dependiente del Ejército aconsejando a la población las medidas de emergencia en caso de un ataque aéreo o terrestre.

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habían sido la regla en los años treinta.

El AC continuó manteniendo su perfil democrático liberal, aunque el socialismo parlamentario que había defendido a capa y espada ya no representaba una opción una vez que el radicalismo se reorganizó en Trelew de la mano de Jorge Galina y se perfilaba como la fuerza política del momento. Hasta EP –que desde sus columnas de opinión había deplorado hasta el hartazgo– festejaba en 1940 el regreso de la UCR a nivel nacional y local (“El Radicalismo se impone como una fuerza renovadora”, EP, 23 de febrero de 1940). Lógicamente contribuyó al decaimiento de los discursos derechistas la partida de los más importantes referentes del nacionalismo, como Juan Moreno Burgos y Antonio Gastaldo. Cuando el gobierno nacional impidió legalmente las manifestaciones públicas de apoyo, los medios locales automáticamente desistieron de reproducir en sus páginas algún tipo de comentario que pudieran tildarse de ello.

Pero el nacionalismo no estaba muerto en Trelew. Si bien sus principales referentes habían partido hacia otras tierras, los tiempos que corrían ameritaban consolidar la unidad nacional echando mano a recursos y métodos análogos al de las organizaciones nacionalistas y fascistas. Pero la dirección ya no estaría a cargo de civiles en el papel de intelectuales, comentaristas y periodistas, sino de los militares, fortalecidos por un gobierno al cual la situación internacional no le era ajena. Y los diarios locales lo reflejarían, tal como lo habían hecho en el pasado, con la creación de las Vanguardias Gauchas de la Patria y la Asociación de Reservistas, dirigidas desde el Distrito Militar.

Hacia mediados de 1940, el ya mencionado teniente coronel Miguel A. Montes creó las Vanguardias Gauchas de la Patria, agrupación que se proponía, a raíz de la “caótica situación en que se debaten las viejas sociedades europeas” y la necesidad de reforzar la unidad de la nación e impulsar “los más puros sentimientos patrióticos”, revivir el culto a la tradición115 y la libertad, “puntales máximos de nuestra nacionalidad”, invocando la frase de Mariano Moreno: “Ningún argentino, ni ebrio ni dormido, debe tener inspiraciones contra la libertad de su Patria” (EP,

115 Unos pasajes del artículo “La resurrección del gaucho” (EP del 28 de junio de 1940) ilustra la veta tradicionalista de esta organización: “En la lejana Patagonia surgió la idea de un hombre para hacer revivir nuestra tradición Gaucha. Y pronto este hombre se vio rodeado de un grupo de buenos y sinceros criollos, como todo buen Argentino.” (…) “Este mismo hombre, no se detuvo tan solo pesando en el presente. […] Sabe muy bien que de acuerdo a nuestro sistema pacifista, tal vez nuestros hijos tengan que ver algunas amarguras de nuestra Patria, y que para ese entonces, deben estar preparados, con su espíritu sereno y bien templado”.

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24 de junio de 1940 y AC, 22 de junio de 1940). Tanto EP como el AC se encargaron de la difusión de esta agrupación. Si bien el ejército tenía en las Vanguardias un papel clave pues estaba dirigida desde el Distrito Militar nº 26, muchos civiles –entre ellos el dirigente radical Jorge Galina— se plegaron a la iniciativa de Montes. Las actividades de las Vanguardias eran muy variadas, aunque su mayor aporte era la presencia de sus jinetes a caballo, uniformados con los colores de la bandera que marchaban en desfiles y actos patrios. Si bien un cronista como Jones consideró a la creación de las Vanguardias Gauchas de la Patria como una “maniobra solapada”, a través de la cual, “se estaba inculcando a nuestra juventud y ciudadanía en general, el virus del totalitarismo de derecha” –que identificaba con el nazismo y el fascismo–, no puede asegurarse tan livianamente tal afirmación.116 Las Vanguardias, a pesar de ostentar elementos que bien podrían catalogarse de fascistas, en lo que respecta al uniforme, su presencia en actos y desfiles, y sus actitudes militaristas, no diferían demasiado de una agrupación de Boys-scouts, en particular su rama juvenil, los Changos Vanguardistas de la Patria, que tanto EP como el AC consideraban la atracción principal en fecha patrias. En realidad, si se ignoran las tendencias nacionalistas y derechistas de su creador117, la línea ideológica de las Vanguardias era sobre todo ambigua, y en muchos aspectos similar a la de organización pro aliada Acción Argentina. Su actuación en la región fue efímera, como muchas de las asociaciones creadas por entonces cuando sus organizadores se retiraban, lo que ocurre con las Vanguardias una vez que Montes se traslada a Buenos Aires.

El desembarco a fines de ese mismo año de Acción Argentina, organización creada en Buenos Aires a raíz de la conflictiva situación mundial y en respuesta a las asociaciones nacionalistas de derecha, suscitó –en una población casi cosmopolita que no quería estar al margen de los acontecimientos internacionales– un gran apoyo entre muchos pobladores. Sus principios y objetivos no diferían demasiado de los difundidos por entonces por las Vanguardias Gauchas, la cual tal vez eran una simple copia con reminiscencias “criollas” de aquella. Como las Vanguardias, Acción Argentina tenía como objetivos la difusión y defensa de la “argentinidad”, pero no hacía gala de una barniz tan tradicionalista y cercano al nacionalismo derechista. Como organización surgida a raíz del conflicto internacional, no defendía tanto la unidad de la Nación –que como concepto había sido explotado por el nacionalismo derechista y el

116 JONES, op.cit., Tomo V, pág. 160.117 Según Jones (1997 V: 160), la noche del 15 de junio de 1940, Miguel A. Montes festejaba “ruidosamente” junto a un grupo de simpatizantes “nazi-fascistas”, la victoria alemana sobre Francia.

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fascismo–, sino que sus principios estaban emparentados ideológicamente con el liberalismo clásico: “soberanía, justicia, libertad y democracia contenidos en la Constitución de la Nación Argentina” (EP, 6 de diciembre de 1940). En su lucha por “condenar en forma pública la conspiración contra la soberanía argentina, la infiltración nazi y la debilidad o tolerancia de quienes tienen la responsabilidad y obligación de arbitrar soluciones la tranquilidad de la Nación y testimoniar la adhesión a los países que luchan en defensa de la civilización”, Acción Argentina difundía mensajes radiales desde Capital Federal, y coordinaba actos en todo el país donde existiera una filial. Su lema era por demás ilustrativo de sus adhesiones políticas e ideológicas: “Por el triunfo de la democracia, dentro y fuera del país” (AC, 29 de noviembre de 1941).

La Asociación de Reservistas era una organización que fomentaba la formación militar de aquellos que por su edad (ciudadanos varones entre veinte y treinta años) eran reserva del ejército y por lo tanto “estaban en condiciones de defender a la Patria”. Dirigida en un principio por el teniente coronel Montes –reemplazado luego por el mayor Rafael Aníbal Gómez y el teniente coronel Pablo Octavio Harrand—, esta asociación de nivel nacional emitiría sus comunicados a través de EP y el AC todas las semanas hasta mediados de la década de 1940. A partir de disposiciones del ministerio de Guerra, los medios locales convocaban a los ciudadanos encuadrados en esa categoría a concurrir de forma obligatoria a los polígonos de tiro (según ley 4.707), al menos una vez por año, bajo pena de ser incorporados a un cuerpo del ejército. Montes se encargó de darle a esta organización gran trascendencia local, invitando a los reservistas a participar de distintas actividades en el distrito y el polígono de tipo, realizando bailes en su honor, y festejando el “Día del Reservista” establecido para el 8 de diciembre. El ascendiente de esta organización no debe haber sido menor en la región –según EP del 20 de octubre de 1944–, en ocasión de la inauguración del monumento al general Roca en Rawson, los reservistas del distrito Trelew superaban los quinientos hombres.

Asimismo se multiplicaban los artículos y comunicados que –dirigidos o no a los reservistas– publicaban en ambos diarios las autoridades del distrito, de lo cual es buena muestra la colaboración “El Ejército y sus relaciones con la Sociedad, con las Fuerzas Vivas del país” (AC, 26 de septiembre de 1942). Hacia esos días, el concepto de “Nación en Armas” –que sería uno de los principios de la revolución de 1943–, comenzaría a aparecer en las páginas de los diarios locales. Dicho concepto estimulaba la movilización militar de la sociedad en caso de ser necesario, aunque no solo a sus reservas, sino también al resto de la ciudadanía (de

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hecho incluía la “movilización industrial de la Nación”).118

La centralidad que día a día cobraba el elemento militar respecto del llamamiento a la unidad nacional, las tradiciones, la responsabilidad moral y la disciplina, y el apego a los valores patrios, corrían parejo al mismo proceso que se desarrollaba en todo el país. El fortalecimiento de la institución militar que había permitido adquirir un grado de autonomía hasta entonces insospechado –paralelo a las conspiraciones e intentos de golpe de estado–, así como la penetración del nacionalismo pro fascista, irían conformando un nacionalismo criollo, típicamente argentino pero basado en “los sagrados valores occidentales y cristianos”, cuyos máximos exponentes –tal como Uriburu seguramente hubiera deseado– serían desde entonces militares. Esta forma de nacionalismo –que se gestaba por entonces en el seno del ejército–, ambiguo y expectante ante los acontecimientos internacionales, tradicionalista y moderno, proteccionista e industrial, tomaría el lugar de sus antecesores más extremistas. Tal vez nunca –en el período relatado en este estudio– los acontecimientos locales estuvieron tan fuertemente condicionados –por no decir determinados– por los sucesos nacionales e internacionales. Esta facción del ejército sería la predominante a partir de la década de 1940, cristalizada en una institución que indiscutiblemente haría valer su peso político.

El 4 de junio de 1943 un grupo de oficiales pertenecientes a una organización secreta autodenominada GOU e integrada principalmente por militares de la tendencia nacionalista, realizaba el golpe de estado que llamaron revolución, que si bien representó la emergencia de la figura política de mayor gravitación de la segunda mitad del siglo, Juan Domingo Perón, también pondría de relieve que el elemento militar y la política argentina ya no podrían ir por separado.

118 Pueden consultarse “Lo que se entiende por ‘Nación en Armas’, el ejército de línea, sus reservas y sus movilizaciones” (AC, 21 de noviembre de 1942); “Formemos la conciencia militar de nuestra población” (AC, 28 de noviembre de 1942); “Movilización Moral y Patriótica” (AC, 3 de abril de 1943), entre otros.

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Conclusiones

La circulación de discursos y representaciones de extrema derecha o nacionalistas, y fascistas, fue en fenómeno recurrente en Argentina durante la década de 1930, circulación de la cual –como pudimos constatar– el Valle Inferior del Río Chubut no estuvo exento. Así como en casi todo el país, e incluso en los territorios nacionales cuyas condiciones sociales y políticas diferían notablemente de las demás provincias, tanto el nacionalismo de extrema derecha como el fascismo tuvieron un suelo donde germinar, aunque con las dificultades propias de un país “que nació liberal”.119

El recorrido por las fuentes consultadas nos ha llevado a retomar aquellas preguntas que nos hicimos al comienzo. En primer lugar, la cuestión acerca de la existencia de discursos, representaciones y prácticas de extrema derecha y fascistas, puede responderse afirmativamente. A la imagen que nos legó la historiografía tradicional sobre Patagonia, y especialmente del Valle Inferior del Río Chubut, en la que reinaba la armonía y la paz social –cuya calma solo había sido quebrada por las repercusiones de los hechos de Santa Cruz a principios de la década de 1920–, nuestro estudio le antepone una imagen en la que predominaron los conflictos ideológicos que por entonces dividían el país y el mundo en (al menos) dos bandos antagónicos. Es evidente que salvo las menciones de Matthew Henry Jones, y las de Susana López –que de todas formas no corresponden al período que estudiamos aquí–, se refuerza la hipótesis del “vacío historiográfico” que formulamos al comienzo de este trabajo.

La especificidad de la sociedad de Trelew, vinculada a las tensiones entre la población originaria y los aportes migratorios –galeses, criollos, italianos y españoles entre los grupos predominantes– le dio un sesgo cosmopolita (como señalaron Ibarra y Hernández) que condicionaría las representaciones políticas e ideológicas que los distintos grupos sociales se darían a sí mismos y a los otros. En ese marco, la sociedad de Trelew difícilmente podía estar ajena a acontecimientos de orden nacional, como internacional; el primero por la integración completa del territorio al estado a fines del siglo XIX, y el protagonismo (o hegemonía) de las instituciones estatales en un contexto económico de “debilidad estructural”120; el segundo por la vinculación de las distintas colectividades con sus naciones

119 Tulio Halperin Donghi, citado en DEVOTO, op.cit.120 Cfr. IBARRA, Horacio y HERNANDEZ, Carlos (2003), Estado, economía y socie-dad. Trelew y su hinterland: 1889-1999.

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de origen, en particular la italiana y la española.

Otra cuestión que debería saldarse en función de la investigación realizada, es sobre la existencia de organizaciones de extrema derecha y fascistas en este período, además de identificar que sujetos encarnaron y dieron vida a esas organizaciones. La documentación explorada sobre la primera etapa de la derecha conservadora, como la LPA, de extrema derecha o nacionalistas, como la LCA y ADUNA, así como fascistas y falangistas, confirma su existencia en la región, así como también que estas agrupaciones tenían un grado no menor de inserción social no solo en Trelew, sino en casi todo el Valle, particularmente en Dolavon. Un tanto más dificultoso es concluir cuáles eran las bases sociales de esas organizaciones, que grupos o sectores integraban sus filas, aunque a partir de algunos indicios es posible establecer algunas conclusiones parciales.

Respecto de los grupos dirigentes de estas organizaciones, es destacable el peso que tuvieron muchas personalidades en su formación, centralidad que se manifestaba principalmente en lo efímero de muchas de ellas, que se disolvían en el caso que sus principales referentes se vieran obligados a retirarse o abandonaban la actividad. De esto hay numerosos ejemplos a lo largo del trabajo, pero es menester señalar que esta lógica efímera no incluía solamente a las organizaciones derechistas y fascistas, sino a muchas otras asociaciones locales, que se veían obligadas periódicamente a reorganizarse y renovar sus comisiones directivas. Las excepciones son las asociaciones de mayor arraigo en la localidad, como las distintas Sociedades de Socorros Mutuos –el asociacionismo estaba muy difundido en los territorios nacionales–, religiosas como el Círculo Católico de Obreros o Acción Católica Argentina, clubes deportivos, Boys Scouts, y otras. Un factor de importancia podía ser la constante movilidad de la población. Trelew era una ciudad construida sobre el ferrocarril, en un territorio en el cual muchas veces los inmigrantes tanto extranjeros como de otras regiones del país venían de paso, alguna veces se instalaban, y muchas otras volvían a sus lugares de origen. Esta situación implicaba que figuras –muchas veces relacionadas con la actividad estatal– como docentes, militares y funcionarios, o profesionales como abogados, médicos, etc., que provenían de los centros más poblados del país donde habían adquirido su formación profesional y cultural, no siempre se instalaran definitivamente en el pueblo. El peso de las figuras individuales puede constatarse en los constantes enfrentamientos personales que afectaban a muchas organizaciones locales. Las luchas internas fruto de desacuerdos eran la regla en una población de poco más de cinco mil habitantes, que frecuentemente dividían las asociaciones o directamente las disolvían. Basta consultar a Matthew Henry Jones para comprobar

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como las comisiones directivas se hacían y deshacían fruto de estos desacuerdos. Esta lógica se vio reflejada también en la actividad política, en la cual aun un partido como la UCR, fuertemente organizado y con una estructura de nivel nacional, se dividió en dos facciones casi desde el momento de su constitución. Esta situación no era solo patrimonio del radicalismo, el resto de las agrupaciones como la Unión Vecinal, el Frente Único, el Comité Independiente, generalmente debían su efímera vida a ello. Las organizaciones derechistas no podían menos que encontrarse en una situación similar. Ya la LPA –la primera de estas agrupaciones en Trelew— tuvo fuertes inconvenientes en el momento de su constitución que motivaron el alejamiento de figuras de notable arraigo en el pueblo, como Arturo L. Aguirre.

El peso de individuos y la constante movilidad de aquellas personalidades que podían ser referentes en actividades públicas –sumado a los regulares aportes migratorios que generaban la presencia constante de “advenedizos” que solo muy lentamente desplazaron al elemento galés predominante–, hacían de Trelew un escenario inestable para la realización de muchos proyectos –en particular políticos o ideológicos– como los propuestos por las organizaciones derechistas. En general, este tipo de organizaciones estaban dirigidas por personalidades públicas de los sectores más altos de la sociedad, de mayor nivel económico, posición y prestigio social, así como de un alto nivel de instrucción (abogados, médicos, contadores, etc.); y su retórica –como era la regla de la derecha y extrema derecha– tenía mayor incidencia en los sectores medios y medio-altos de la sociedad, sectores que veían en las sucesivas movilizaciones obreras y el avances de ideas anarquistas y comunistas un peligro para su posición. La prensa local jugó un papel clave en la difusión de las representaciones de extrema derecha, pues permitió que aquellas personalidades que se destacaban como columnistas y comentaristas acceder a un numeroso público. No extraña entonces que la merma de los discursos derechistas de las distintas organizaciones se debiera al alejamiento de estos intelectuales, como ocurrió con Juan Moreno Burgos y Antonio Gastaldo.

¿Qué podemos decir entonces de las bases sociales de este tipo de organizaciones? ¿Qué recepción tuvieron en ellas estos discursos de extrema derecha? Este tal vez sea el punto más difícil de discernir, y si bien resolverlo excedía los objetivos de la investigación, algo hemos contribuido en esa dirección, aunque los discursos que las agrupaciones difundían en la prensa local –salvo por las menciones sobre la cantidad y calidad de sus miembros–, no permitiesen constatarlo fehacientemente. Los nacionalistas de Trelew como los encuadrados en la LCA contaban con apoyo de grupos

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reducidos, que, como bien calificaban en más de una ocasión aquellos que defendían la democracia desde el Avisador Comercial, no eran más que “ex boys scouts”, reclutados con falsas promesas y apocalípticas perspectivas futuras por aquellos intelectuales que se identificaban con la derecha más extrema, que por su ascendiente en otras organizaciones como el Circulo Católico de Obreros, el Rotary Club y otras, tenían acceso a ciertos sectores de la juventud de Trelew y eran reconocidas figuras públicas. Esto de ninguna manera garantizaba su éxito. Ni siquiera en una institución como el Colegio Nacional, donde los profesores Moreno Burgos y Bois ocupaban puestos de relativa importancia, pudieron generar más que rencores y enconos entre el alumnado, sus padres, y el cuerpo de profesores.

El caso del fascismo y el falangismo es análogo al del nacionalismo de derecha de la LCA. El componente relativamente popular de estas organizaciones ultranacionalistas no estaba dado –además del extremismo de sus dirigentes– más que por la identificación de ciertas facciones al interior de las respectivas colectividades con la situación de sus naciones de origen. El fascismo era una ideología que sedujo a parte de los descendientes e inmigrantes italianos locales y que dividió a esa sociedad, pero estrictamente hablando, no existía como tal. Lógicamente parte de los integrantes de la Sociedad Italiana pudieron haber visto en la figura de Mussolini un referente válido en tiempos caóticos, que estaba logrando encaminar a Italia por la senda del progreso apelando al pueblo, y reconquistando glorias perdidas. Pero fuera de personalidades como Antonio Gastaldo –de mayor formación cultural–, difícilmente entre los miembros de la OND fascista local habría un conocimiento cabal de lo que significaba –en sentido estricto– el fascismo, del que frecuentemente rescataban su lógica “anti” contra el liberalismo, el socialismo y la democracia. De hecho, el componente revolucionario del fascismo prácticamente está ausente en los discursos de la prensa, centrando la mayor parte de su aparato teórico (si es que realmente seguían uno) en el componente “reactivo” ante los cambios que se estaban suscitando a nivel mundial (y nacional), y el deseo de la restauración de glorias pasadas. Como con toda situación que genere un antagonismo, la ideología fascista dividió a los italianos locales, ya que así como hubo algunos que se sentían identificados con la política (y más, con la retórica) mussoliniana, hubo muchos otros (como gran parte de los italianos y españoles llegados a estas tierras a principio del siglo XX, que se identificaban con el socialismo y el anarquismo) y que rechazaron al fascismo, en el que veían el peor de los males modernos, aun peor que el capitalismo.

Algo similar ocurre con el nacionalismo español y el falangismo.

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Como bien señala Stanley Payne la falange –como manifestación del fascismo español– fue literalmente utilizada por el nacionalismo de Francisco Franco, estratega pragmático, que una vez llegado el poder relegó a las falanges a un lugar periférico de su gobierno. Pero la síntesis franquista que reunía elementos como el carlismo monárquico, el falangismo y un nacionalismo integral y extremista como el portugués, y tenía además un componente que lo hizo aceptable en Argentina de los años treinta: el catolicismo. La revalorización de la religión católica desde las primeras décadas del siglo XX –en particular desde 1919 y los años veinte–, y la realización del Congreso Eucarístico Internacional en 1934 –que contó con la visita del Papa Pío XII—, generó en gran parte del país, incluso en Trelew, una identificación casi plena con la “cruzada” de Franco contra el comunismo. No es casual que muchos de los autores consultados (David Rock, Sandra Mc. Gee Deutsch, Marysa Navarro Gerassi, entre otros) coincidan en afirmar que el nacionalismo de derecha argentino tenía como modelo al español, y a la dictadura de Franco como modelo de estado futuro.

Como ocurría con la colectividad italiana, los españoles se vieron seriamente divididos por los acontecimientos europeos desde mediados de la década de 1930. Pero a diferencia de los italianos, a los españoles los dividía además la reacción contra el catolicismo que impulsaban ciertos sectores del gobierno republicano, que ahondaba aun más la brecha entre los partidarios de Franco y los de la República, y sumó adhesiones a la causa franquista en Trelew –en pleno fervor nacionalista–. Eso no significa que las falanges impulsadas por Fernández de Cabrero y Sánchez Lago respondieran estrictamente al legado de Primo de Rivera, sino más que nada al nacionalismo tradicionalista y militarista de Franco. La victoria de éste último en España reforzó aun más esos sentimientos, dando al ex cónsul de Trelew la posibilidad de presidir esa colectividad por varios años más.

¿Cuál fue entonces la verdadera base del nacionalismo extremo y el fascismo en Trelew? La respuesta quedará para sucesivas investigaciones basadas en otras fuentes. Más allá de lo que los diarios locales nos dicen al respecto, se puede concluir que tanto la OND fascista como las falanges contaron con el apoyo de ciertos sectores de ambas colectividades, y que tanto españoles falangistas como italianos fascistas se sentían también identificados con el nacionalismo derechista de la LCA, en la medida que compartían actos, reuniones y eran miembros de otras organizaciones. Pero indiscutiblemente, el papel de aquellos intelectuales como Moreno Burgos, Antonio Gastaldo, Ángel Fernández de Cabrero y Doroteo Sánchez Lago fue determinante en la circulación de discursos derechistas

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en la década de 1930, tal como lo fue en Buenos Aires y otros lugares del país con sus intelectuales nacionalistas.

Ahora bien, ¿Qué motivos directos había entre los nacionalistas de Trelew para llevar adelante su lucha política-ideológica además del contexto en el que se encontraban insertos? Esta es otra cuestión que podría profundizarse en futuras investigaciones, más especificas del panorama político local y regional, o asociativo. Sí es sugerente que el grupo identificado con el nacionalismo, siguiendo una lógica “acomodaticia” propia de la prensa local, creía ver en los sucesos desde el golpe de 1930 un nuevo orden social que finalmente no se concretó, y al que adhirieron sin miramientos, como muchos otros medios de prensa del país. Esto no impidió que continuaran apoyando en las diversas elecciones comunales a partidos o agrupaciones políticas, o sea, practicando las reglas de la democracia que tanto detestaban. El caso en el cual coinciden unos lineamientos ideológicos y una estrategia política, es el que se produce con el enfrentamiento con el partido socialista, a quienes –como vimos anteriormente– les asignaban toda serie de adjetivos descalificadores y de fuerte carga ideológica.

Basados en las fuentes podemos afirmar que, a partir de establecer tres niveles de análisis, local, nacional e internacional, el correspondiente a la cuestiones políticas, económicas e ideológicas del Valle –aun considerando lo doméstico de las motivaciones de las polémicas ideológicas suscitadas– fue un factor de menor relevancia. No ocurre lo mismo con las otras dos dimensiones, la nacional e internacional, aunque la centralidad de una u otra dependieron de coyunturas específicas. De todas formas se puede afirmar sin riesgo de incurrir en un error, que el plano nacional fue determinante a principios de la década de 1930, modificándose esta situación hacia fines de la misma, cuando los acontecimientos internacionales pasen al centro de la escena. Halperin Donghi plantea algo semejante a nivel nacional.121 Las discusiones en el plano local prácticamente se dirimían alrededor de una o las dos de estas dimensiones, lo que no significa –repetimos– que no tuvieran gravitación propia, aunque menor. El fin de los debates ideológicos en la prensa de Trelew en 1940 ilustra esta situación, en la que coincide el desgaste y agotamiento de los mismos sumado al alejamiento de las principales figuras, la situación provocada por la segunda guerra mundial y las disposiciones del poder ejecutivo nacional respecto de las potencias en conflicto.

¿Existía realmente una amenaza al orden social que ameritara

121 HALPERIN DONGHI, Tulio (2003), La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945.

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una reacción de extrema derecha? ¿Cuál era la amenaza real y cual la incidencia de discursos alarmistas a nivel nacional –nacionalistas– e internacional –fascistas– en relación con lo que ocurría en el Valle? En Trelew las huelgas y las manifestaciones de obreros y empleados no eran algo fuera de lo común. Los acontecimientos de Santa Cruz de 1920-1921 habían repercutido gravemente y generado la misma reacción que en el resto de los territorios: el “miedo de los que mandan”.122 En Trelew esta reacción antiobrera llegó a tal punto ante una huelga desatada en 1919, que hasta Matthew Henry Jones –cuya crónica no se distingue precisamente por su izquierdismo– consideró excesivas (y hasta ridículas) las medidas preventivas que el gobierno había tomado.123 El acontecimiento se produjo durante una huelga de empleados y un boicot a la casa “La Comercial” de Victorio Gillio Matté, cuando se dispuso la movilización de soldados para reprimir este supuesto “foco comunista”, y el envío del acorazado “Independencia” para trasladar a Buenos Aires a los cabecillas. En este acontecimiento –en el se destacó la presencia del dirigente anarquista Antonio Soto, según el relato de Osvaldo Bayer en Los vengadores de la Patagonia Trágica –, provocó el arresto de más de un centenar de personas que estuvieron alojadas en el penal de Rawson por casi dos meses.

Durante los años treinta las asociaciones obreras –de base socialista– se encontraban también movilizadas, aunque en menor medida. No debe olvidarse que a pesar de que la crisis de principios de la década de 1920 fue la más grave, la correspondiente de 1930-1932 no pasó desapercibida. Independientemente de que las menciones a huelgas y conflictos obreros no abundan en esa década, esto no implica que no se percibieran los acontecimientos nacionales e internacionales –sumados al recuerdo de lo acontecido años atrás–, como una ola que tarde o temprano arrasaría con todo, incluso en un lugar tan alejado como el Valle Inferior.

Dejando de lado los recuerdos de huelgas pasadas, ¿qué otras motivaciones impulsaron a los nacionalistas de derecha locales a radicalizar sus posiciones, si tenemos en cuenta que el potencial movilizador obrero en la década de 1930 no era el mismo? Esto nos lleva a otra cuestión clave: La lectura de las fuentes nos ha llevado a pensar que en Trelew, las amenazas al orden social tal como eran planteadas por los nacionalistas estaban completamente infundadas. Influía, si, el recuerdo de los conflictos del pasado, una situación económica crítica, un contexto nacional e internacional conflictivo. Solo podía generar algún temor razonable (sino horror) entre el elemento conservador local la situación obrera en

122 Cfr. ANSALDI, op.cit., y LOPEZ, Susana (1999), “Una mirada de la Liga Patriótica Argentina en Patagonia”. 123 JONES, op.cit., Tomo III, pág. 132.

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Comodoro Rivadavia, donde efectivamente existía un partido comunista, pero cuya realidad respondía a las condiciones socioeconómicas de esa localidad. Jones124 había planteado el escozor que generó entre muchos personajes locales una huelga obrera en esa ciudad portuaria, cuando obreros partidarios del comunismo hicieron ondear en la cima del cerro Chenque una bandera rusa. Independientemente de estas cuestiones, plantear la necesidad radical de autoritarismo y la amenaza de violencia, condenar al sistema democrático in toto, y proponer una elección forzosa entre comunismo y fascismo –postura maniquea, más perjudicial que beneficiosa–, no es algo que pueda considerarse un lógico desarrollo de esos acontecimientos. A menos que se examine más de cerca el problema.

Aun considerando algún grado de amenaza dado por los elementos mencionados, no se puede afirmar que era la situación local o territorial la que provocó la emergencia de discursos de extrema derecha y sus organizaciones, sino más bien su circulación a nivel nacional. Si una organización de extrema derecha como la LPA quedó relegada en la región a la realización de gestiones con el gobierno por la representación de los territorios, a formar parte de la comisión de fiestas patrias, y a la organización del cuerpo de bomberos, habla de que en esencia y por diferentes motivos, esa organización ya no cumplía con los objetivos para los que había sido creada en 1919. O más bien, como señaláramos antes, al perder su enemigo en los territorios patagónicos –el anarquismo–, perdió en parte su razón de ser, y la tarea de “argentinización” ya no requería de la violencia que había sabido ejercer sobre el elemento obrero e inmigrante. El desembarco de la LCA, la CPACC y ADUNA, y de organizaciones como Acción Católica Argentina, no parece hablar de un nacionalismo “desde abajo”, impulsado por “el pueblo” en reacción a los “desmanes del personalismo yrigoyenista” o la “amenaza roja”, sino más bien de los vínculos de ciertos intelectuales locales –en más de una ocasión “advenedizos”– con ese tipo de discursos a nivel nacional. No debe olvidarse, por ejemplo, que Juan Moreno Burgos era corresponsal del diario nacionalista Crisol, que por entonces llevaba adelante la campaña anticomunista y antidemocrática en Buenos Aires, junto a otras publicaciones en la que se repetían frecuentemente los nombres de los editores, propietarios y columnistas: Enrique Osés, Juan Carulla, Carlos Ibarguren, los hermanos Irazusta, Leopoldo Lugones, el padre Franceschi, y muchos otros quienes desde mediados de la década anterior venían pregonando el fin de la democracia y el comienzo de un nuevo orden autoritario. En ese sentido, el nacionalismo de derecha local no

124 Ibid., Tomo IV, pág. 189.

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se diferenciaba demasiado del central, en el que las personalidades y la circulación de discursos nacionalistas eran más fruto de polémicas que de una situación política crítica.

Este “ropaje” nacionalista de derecha calzó lo bastante justo en una población que si bien no disfrutaba de la bonanza económica como la de las dos primeras décadas del siglo XX, tampoco reunía las “condiciones objetivas” para un viraje hacia la extrema derecha, ya que ni siquiera existía un elemento obrero y movilizado lo suficientemente temible y radicalizado. El nacionalismo de los intelectuales locales, docentes, periodistas, dirigentes políticos y referentes sociales de diferente índole, era más bien una postura, una actitud ante un futuro incierto, una reacción anti-intelectualista, una respuesta a amenazas más o menos lejanas –cuya distancia real o virtual determinaba su virulencia y radicalización–. Era un discurso y una serie de representaciones, que como en el resto del país –un país hecho prácticamente por la inmigración, con una enorme vinculación a Europa, en especial a sus ideas– circulaba a la velocidad que los medios gráficos y sus referentes consideraban apropiado. Esto no era distinto en Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe, donde a pesar de que las organizaciones nacionalistas llegaron a ser fuertes y contar con numerosos miembros, nunca llegaron a articular un movimiento lo suficientemente masivo para llegar al poder político, lo que reflejaba una de sus tantas contradicciones.

Las definiciones ideológicas derechistas se fueron conformando –por un lado– a medida que los conflictos políticos e ideológicos nacionales e internacionales se hacían más violentos y radicalizados. Como decíamos más arriba, el “ropaje ideológico”, las “vestimentas” que los distintos grupos sociales se dan a sí mismos y sus adversarios “para reconocerse en el camino” –como plantea Bronislaw Baczko, era proporcionado por la situación nacional e internacional. En un contexto internacional conflictivo que amenazaba además a una Argentina que había perdido su rumbo económico –y con él, según Halperin Donghi, el rumbo político–, los conceptos autoritarios, antiliberales y antidemocráticos tendrían un terreno fértil donde crecer y desarrollarse. Los intelectuales que se sintieron identificados con la reacción a la crisis de la cultura política liberal abrazaron estos conceptos y los hicieron suyos, ya que a través de ellos interpretaban y comprendían lo que estaba ocurriendo, así como proyectaban un futuro en el que la democracia y el socialismo no tendrían lugar.

Por otro lado, la misma polémica que entablaron esos intelectuales nacionalistas con aquellos que se identificaban con el bando contrario –El Pueblo y el Avisador Comercial–, definía las posiciones de cada grupo y

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radicalizaba más sus posturas. Devoto dice al respecto: “Como ocurre con cualquier movimiento político, éste depende mucho de las agenda y las propuestas de aquel otro que toma como principal blanco de oposición”.125 Que un grupo de intelectuales conservadores asustados por una situación de incertidumbre consideraran a quienes no siguieran sus lineamientos ideológicos “comunistas” –pese a que el socialismo parlamentario estaba prácticamente en las antípodas del comunismo–, así como a cualquiera que defendiera la democracia o cuestionara el papel de la Iglesia o ciertas tradiciones patrias; y éstos, a su vez, consideraran “fascistas” a aquellos, habla de de un antagonismo que se iba profundizando a medida que la polémica se desarrollaba y las posiciones se definían sobre el terreno.

¿Por qué razones los dos diarios más importantes de Trelew se identificaron con posicionamientos ideológicos antagónicos? Esta es una pregunta abierta, aunque se puede esbozar una mínima respuesta basada en la lectura de las fuentes. Si consideramos el peso de las personalidades individuales en un contexto político, social e ideológico crítico, podríamos hablar de preferencias ideológicas, basadas (o no) en una pertenencia nacional y proximidad a ciertos círculos intelectuales. Repetimos, los personajes que hablaban desde EP no eran necesariamente fascistas, de hecho el clericalismo que propugnaban no se condice con esa doctrina. Pero la pertenencia a determinados círculos sociales que los tenían como protagonistas, las influencias mutuas, así como las vinculaciones con publicaciones de esa tendencia en Buenos Aires, bien pudo orientarlos en ese rumbo. El escenario nacional en 1930, con la derrota vergonzante del personalismo y la democracia, y el internacional, con la crisis del liberalismo –desde esa perspectiva terminal–, habilitaba nuevas lecturas de la realidad social y política en la cual el futuro resultaba completamente incierto. Si agregamos a ese cóctel explosivo el “peligro rojo”, que amenazaba el orden social ya de por si desgastado por “tantos años de democracia demoledora”, no resulta ilógico que algunos intelectuales se sintieran atraídos, por no decir seducidos, por opciones políticas autoritarias que europeas.

El abismo ideológico entre esos intelectuales y aquellos que no comulgaban con esa versión extrema de nacionalismo –en un momento histórico las opciones se habían reducido a “comunismo o fascismo”– hizo el resto. Muchos de estos columnistas de EP señalaron en más de una ocasión el signo de los tiempos que corrían a principios del siglo XX: la solución de los problemas de la hora no se hacía con “medias tintas”, ni especulando con los resultados del “fin de la civilización”, sino con la acción,

125 DEVOTO, op.cit., pág. 124.

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el denominador común de la mayoría de los movimientos de ultraderecha del período. “Invertebrados”, había llamado Primo Pérez a quienes no se terminaban de identificar con uno de los bandos en disputa, que Bergadá Mugica anunciaba que eran la regla en Europa; los socialistas locales no tenían el valor de ser “ni siquiera comunistas”, sino “unos vulgares burgueses” y unos “cobardes”, y otras expresiones en que daban cuenta de una época de intolerancia extrema. La violencia era el único producto de la “dolorosa elección” entre fascismo (o nacionalismo) y comunismo, y si bien esa violencia no llegó a manifestarse físicamente como en otros lugares del país, la amenaza constante era la regla, tal como la festejaba Villicus en referencia a las atrocidades fascistas en Italia y la conquista justificada en África, así como en los comunicados de la LCA se advertía lo que podía ocurrir si los “politiqueros” no se daban cuenta a tiempo del “avance arrollador del nacionalismo”. El hecho de que no haya habido en el valle víctimas letales de los enfrentamientos ideológicos no debe confundirnos respecto a la seriedad con muchos comentaristas realizaran amenazas más o menos sutiles. Que en Trelew los discursos de extrema derecha estuvieran monopolizados por una camarilla de columnistas y un séquito minúsculo de miembros no tan convencidos como ellos lo estaban, no debe obturar la cuestión –capital en estos temas– de que cambios violentos como los que estaban aconteciendo en Europa comenzaron con planteamientos de ese tipo.

Que en Trelew no estuviesen dadas las “condiciones objetivas” ni para la emergencia del comunismo ni la del fascismo, no reduce un ápice el hecho de que cierto núcleo de intelectuales se sintió identificado con esas ideologías, y que calaran hondo en el valle. Como planteáramos a propósito de un artículo de Doroteo Sánchez Lago: en un contexto en el cual la crisis del liberalismo se hacía tan evidente y la revolución cultural tan próxima, ¿por qué razones quienes creían que el nacionalismo extremo era la energía política del futuro no habrían de creer en un triunfo final? Este tipo de ultranacionalismo en Argentina no debe verse como una “anomalía histórica” como algunos estudiosos del fenómeno, entre ellos Nolte, pretendieron decir del fascismo. En ese contexto político-ideológico, lo anómalo sería que no hubiera habido este tipo de manifestaciones, aun en un pueblo como el de Trelew.

¿Cómo evolucionaron estos sectores nacionalistas de derecha de Trelew y que motivaciones los impulsaron a tomar ese camino contra la democracia y el liberalismo?

El camino recorrido por estos grupos puede resumirse de la siguiente manera: hacia fines de la década de 1920, tanto EP como AC

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compartían una serie de conceptos nacionalistas “típicos” de los territorios patagónicos, de escaso parentesco con lo que llamamos el nacionalismo derechista, autoritario, o “en sentido restringido” como plantea Devoto. Ambos diarios tenían en la figura de Yrigoyen a un gran político, cuya “mano salvadora” sacaría a los territorios de la situación “paupérrima” en que se encontraban. Ambos compartieron también la condena al régimen radical luego del golpe de 1930, a la vez que la figura que se glorificaba era la de Uriburu. La brecha entre ambos grupos se comienza a abrir luego de 1930 –donde arribaríamos a una primera etapa de penetración del nacionalismo de derecha–, cuando el AC vaya moderando sus ataques al derrocado gobierno personalista y reclame por la restitución de la democracia, mientras que EP siga la senda contraria, profundizando su postura acorde con el uriburismo y cuestionando no solo al personalismo, sino a las falencias del sistema democrático, hacia 1932.

Una segunda etapa se abre desde fines de ese año y principios de 1933, cuando EP profundiza sus ataques al personalismo yrigoyenista, equiparándolo con la “amenaza roja”. Nótese que el nacionalismo que enarbola EP, si bien emparentado con el uriburismo, adolece aun de grandes falencias teóricas: es “reactivo”, identifica a ciertos enemigos pero no hay un proyecto claro y definido que profundice su tendencia derechista. A esta profundización contribuirá la polémica que se desatará entre ambos diarios a partir de los incidentes al interior del Colegio Nacional y en Comodoro Rivadavia, en la medida que los distintos actores identifiquen a sus enemigos ideológicos, los que defienden la democracia y el socialismo por un lado, y los que adhieran al nacionalismo derechista por otro.

Una tercera etapa (y final), se produce cuando se identifica al “enemigo comunista” con aquellos que desde el AC mantenían en alto las banderas del liberalismo, mientras los otros lo atacaban –emparentándolo con el comunismo–, y hacían suyo el nacionalismo de derecha organizado en la LCA y la CPACC, que representarían desde entonces. Esta identificación se completaría hacia mediados de 1933, cuando comience a hacerse recurrente la pregunta por las opciones “fascismo o comunismo”, que descartaba de plano a la democracia y vinculaba al nacionalismo que venía practicando directamente con el fascismo italiano, al que se le agregará en 1936 el falangismo.

A las declaraciones derechistas que caracterizaron al grupo encuadrado en EP, se le agregará en 1939 el comienzo de la segunda guerra mundial, para entonces, los principales referentes nacionalistas y fascistas se habían retirado de la escena pública, quedando solo las

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falanges, prácticamente reducidas a una rama de la Sociedad Española. El contexto internacional a raíz de la guerra europea se mostraba favorable para aquellos que cuestionaban el liberalismo tanto en Buenos Aires como en Trelew –Halperin Donghi, respecto a esa situación se preguntará “¿Tiene aun un futuro la democracia?”–, donde las aplastantes victorias alemanas motivaban los festejos de simpatizantes y militares pro germanos.126 Pero el gobierno, que gradualmente empezaba a considerar el liderazgo “panamericanista” de los Estados Unidos, reforzaba el liberalismo clásico y el republicanismo que había caracterizado la política argentina, censurando y penalizando la circulación de manifestaciones a favor del Eje y fomentado las actividades de organizaciones pro aliados como Acción Argentina. Los evidentes peligros que las organizaciones nacionalistas de derecha y fascistas generaban, y la supuesta existencia de redes de espionaje vinculados a aquellas en territorios como Patagonia –que para muchos, por su posición estratégica, sus riquezas naturales y el descuido del gobierno nacional, iba a ser el “próximo botín” de la expansión fascista–, obligaron a cerrar todo discurso derechista que pudiera vincularse a fuentes extranjeras. Hacia 1940, EP y el AC abruptamente interrumpieron la circulación de noticias, editoriales, o artículos de contenido derechista.

¿Fueron suficientes esas medidas gubernamentales para detener la circulación de ideologías ultraderechistas y fascistas en Trelew? Nuestra interpretación de las fuentes no deja lugar a duda, en particular por la insistencia con que ambos periódicos plantearon los motivos que el gobierno nacional tenía para detener ese proceso, y lo abrupto de su desaparición. Lo que se produce en realidad es una pausa en la circulación de esos discursos, que, como en Buenos Aires, obligaba a aquellos que tenían esperanzas de una victoria del fascismo y el nacionalismo –como había ocurrido en España– a observar expectantes el desarrollo de los sucesos europeos. El cambio de rumbo que tomó la guerra entre la entrada de Estados Unidos en 1941, y las derrotas alemanas en el frente ruso hacia 1943, sepultó esas esperanzas. De ese enfrentamiento, la democracia y el liberalismo saldrían renovados, pero el próximo conflicto que se anunciaba en el horizonte –entre el capitalismo y el comunismo soviético– planteaba interrogantes que los nacionalistas de derecha ya se habían hecho en la década anterior. El ejército, que había recuperado algunos de los conceptos que los nacionalistas plantearon en los años treinta, fortalecido por el gobierno y la guerra mundial, se convirtió en el depositario de esos valores que, aunque levemente modificados, esgrimirían en sus intervenciones futuras.

126 HALPERIN DONGHI, op.cit.

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En Trelew, el fin de los debates entre nacionalismo de derecha y democracia coincide con esa situación. No fue la ola comunista la que iba a arrastrar el orden social deseable por conservadores y derechistas extremos. Tampoco fue la ola del fascismo, impulsada por cuestionamientos radicales a las bases de una civilización, como muchos de aquellos hubieran deseado. Pero tampoco habría sido el liberalismo victorioso en la conflagración mundial de la mano de Estados Unidos. Sino el ejército, depositario de un nuevo nacionalismo que ya desde el comienzo de esa impasse ideológica que representó el comienzo de la guerra europea, había comenzado a manifestar su presencia en muchos ámbitos sociales y políticos, así como en la prensa. La revolución de 1943 presentaría un escenario político completamente diferente al anterior, en el que el componente militar tendría un papel clave, en especial en Patagonia, donde se realizarían grandes iniciativas como la declaración de Comodoro Rivadavia como “zona militar”. Pero era, repetimos, un escenario completamente distinto al de antaño.

La síntesis nacionalista de derecha, que tendrá en este período su origen y “maduración”, y que el ejército recibirá durante los años treinta, animará a posteriores golpes de estado e instauración de regímenes cada vez más autoritarios.

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Índice

Presentación y agradecimientos ............................................. 7 Introducción: Derecha, nacionalismo y fascismoen el Valle Inferior del río Chubut ........................................ 11

Capítulo I. Derecha, nacionalismo y fascismo: contexto histórico ................................................................ 13

El contexto internacional: la crisis del liberalismo yla “revolución cultural”.El contexto nacional: los orígenes de la extrema derecha

argentina.El contexto regional y local.

Capítulo II. Aspectos teórico-metodológicos ..................... 29

Discursos y representaciones. Definición de los instrumentos teóricos.

Derecha, Fascismo, Nacionalismo Capítulo III. El golpe de 1930 y la recepción del ideario nacionalista en la prensa de Trelew(1928-1932) ......................................................................... 41

Trelew, política y medios gráficos. El golpe de estado de 1930 y la recepción de la prensa local.

Capítulo IV. La extrema derecha nacionalistaen la prensa del Valle Inferior del río Chubut(1932-1935) ........................................................................ 61

El diario El Pueblo y su viraje hacia la extrema derecha nacionalista: del antipersonalismo al anticomunismo. Los “comunistas” del Avisador Comercial. Pacifismo, laicismo, clericalismo y militarismo: la polémica ideológica entre el Avisador Comercial y El Pueblo.Las organizaciones nacionalistas en Trelew: el desembarco de la CPACC y la Legión Cívica Argentina.

Capítulo V. Ecos de un conflicto ideológicomundial (1932-1940) ......................................................... 95

El Pueblo y el fascismo de Trelew. Trelew y la guerra civil española.

Capítulo VI. La segunda guerra mundial y el fin delos debates ideológicos en la prensa de Trelew ................... 121

Argentina y la segunda guerra mundial: la consolidación del poder militar.

El Avisador Comercial y El Pueblo en un período de incertidumbre: el fin de los debates ideológicos en la prensa de Trelew(1937-1940).Epílogo: el ejército y la formación de un nacionalismo

“criollo”. Hacia la revolución de 1943.

Conclusiones ..................................................................... 135 Bibliografía ........................................................................ 149

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