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1 El Vaticano ínsita a los Gobiernos a crear bancos de ADN contra el tráfico de niños MARCELA LOAIZA nos cuenta su deplorable historia Noviembre-diciembre 2014 Trata de personas un problema mundial.

Trata te personas revista shara 10c

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El Vaticano ínsita a los

Gobiernos a crear

bancos de ADN contra el

tráfico de niños

MARCELA LOAIZA nos cuenta su deplorable historia

Noviembre-diciembre 2014

Trata de personas

un problema

mundial.

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Trata te personas Un problema mundial

La trata de personas es un

problema mundial y uno de los

delitos más vergonzosos que

existen, ya que priva de su

dignidad a millones de

personas en todo el mundo.

Los tratantes engañan a

mujeres, hombres y niños de

todos los rincones del planeta y

los someten diariamente a

situaciones de explotación. Si

bien la forma más conocida de

trata de personas es la

explotación sexual, cientos de

miles de víctimas también son

objeto de trata con fines de

trabajo forzoso, servidumbre

doméstica, mendicidad infantil

o extracción de órganos.

El negocio de la trata mueve

más de 32.000 millones de

dólares por año en el mundo.7

Según la OIT, más de 12,3

millones de personas sufren

situaciones laborales similares

a la esclavitud. Cuatro millones

son víctimas de la trata cada

año. La mayor parte de las

víctimas son niñas, niños y

mujeres. Entre el 10 y el 30 %

de mujeres víctimas de la trata

son menores de edad. En

América Latina, 2 millones de

niñas, niños y adolescentes

son víctimas de explotación

sexual, comercial o laboral

(mendicidad).8

Datos breves

La trata de personas afecta

prácticamente a todos los

países, ya sea como punto de

origen, tránsito o destino, y se

ha informado de que en 137

Estados se ha explotado a

víctimas de por lo menos 127

países

La trata de personas es uno de

los negocios ilícitos más

lucrativos en Europa, donde los

grupos criminales obtienen

unos beneficios de 3 mil

millones de dólares al año,

siendo éste un negocio

considerable que se abastece

de la población mundial más

marginalizada.

En Europa, unas 140,000

mujeres se encuentran

atrapadas en una situación de

violencia y degradación por

motivos de explotación sexual,

y una de cada siete

trabajadoras sexuales han sido

esclavizadas en la prostitución

a consecuencia de la trata de

personas.

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Hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes que son reclutados, transportados, comprados,

vendidos, transferidos, recibidos o alojados de manera forzada. La mayoría de las víctimas no

acuden a las autoridades por temor a represalias, ser encarceladas o deportadas.

PERFIL DE LAS VICTIMAS

dad socio-económica;

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Es la persona o la red que se aprovecha de las

necesidades de los demás y explota los sueños

de quienes viven en la pobreza y buscan una

vida mejor. El tratante se dedica a la captación,

al transporte de personas, ejerce control sobre

las víctimas, las traslada o las mantiene en

situación de explotación y usa la amenaza, la

intimidación y la violencia para obtener

beneficios. Hay Tratantes que actúan

independientemente y otros que hacen parte de

redes criminales ya organizadas. Los tratantes

atraen a las víctimas con la promesa de que en

otro lugar, dentro de Colombia o en el exterior,

recibirán un buen salario como niñeras,

vendedores o camareras, pero al llegar al lugar

de destino les quitan sus documentos, las

maltratan, las obligan a prostituirse y a pagar

deudas enormes. La estrategia de los tratantes

es aislar a las víctimas de su familia y sus

amigos, de su lengua y de su entorno social para

tener mayor control sobre ellas. Emplean avisos

en los periódicos para ofrecer los “trabajos” y

reclutar a las víctimas. Incluso, usan a miembros

de la familia, a amigos o líderes de la comunidad

social de la víctima. También hay tratantes que

secuestran o raptan a sus víctimas.

PERFIL DE LOS TRATANTES

- OIM-informe

2004)

laboral

Promedio de edad: 17-40 años

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El Vaticano ínsita a los

Gobiernos a crear

bancos de ADN contra

el tráfico de niños

Tras organizar, a petición del Papa

Francisco, un seminario sobre la trata

de personas, la Academia Pontificia

de las Ciencias ha elaborado una

batería de 41 medidas para luchar

contra lo que considera "un crimen

contra la humanidad", y entre ellas

incluye la propuesta de un forense

español, José Antonio Lorente, de

crear bancos de ADN para tener

identificados a todos los niños

susceptibles de caer en redes de

explotación laboral o sexual. El

documento, que se enviará a

autoridades, ONG y obispados, insta

a las diferentes instituciones y a la

sociedad civil a poner todos los

medios para combatir "la esclavitud

moderna".

Lorente, director de Identificación

Genética de la Universidad de

Granada y científico visitante durante

dos años en la Academia del FBI en

Quantico (Virginia, EEUU), fue uno de

los invitados a participar en ese

seminario del que el Papa quería que

saliera una agenda de trabajo para

combatir la trata. El forense se

hospedó en Casa Santa Marta,

residencia de Francisco. Su

programa DNA-Prokids ha logrado

reunificar a 620 madres con sus hijos

desaparecidos en 16 países de Asia y

Latinoamérica y evitar más de 200

adopciones ilegales tomando

muestras genéticas tanto a los niños

no identificados como a los padres

que han denunciado la desaparición

de sus hijos. Ese banco genético, que

hoy cuenta con más de 9.200

muestras, carece de un centro de

coordinación, algo que al forense le

gustaría que asumiera el Gobierno

español. "Se crearían puestos de

trabajo y tendría un coste cero

porque hay muchos organismos

internacionales, fundaciones y

empresas dispuestos a poner dinero

para esto",

Lorente advierte que ahora es

especialmente importante actuar en

Filipinas. "Siempre ha sido un punto

caliente de tráfico de niños, pero tras

una catástrofe, más aún. En

momentos como este es muy fácil

que las mafias se vistan una camiseta

de Cruz Roja y vayan recogiendo

menores huérfanos por el tifón en

una furgoneta. Por eso he escrito al

Ministerio de Asuntos Exteriores para

sugerirles que, además de la ayuda

humanitaria, envíen al país kits de

identificación genética para tomar

muestras de los cientos de niños que

pueden estar en esa situación".

El documento de la Agencia Pontificia

insta a los Gobiernos a "criminalizar a

los clientes de la prostitución" como

un método para combatir la

explotación sexual; a seguir el dinero

hasta llegar a los traficantes y a

aportar los suficientes medios y

fondos económicos a todos los

agentes involucrados (políticos,

jueces, policías) para combatir estas

prácticas. El Vaticano pide a las ONG

y a la sociedad civil que creen redes

profesionales para asistir a las

víctimas gratuitamente y a los

empresarios a introducir códigos

estrictos para asegurarse de que en

su cadena de proveedores no ha

intervenido el trabajo forzado.

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Entrevista con Marcela Loaiza

Por Sanjuana Martínez

Marcela Loaiza sabe que es guapa, pero nunca imaginó que esa belleza le ocasionaría tantos problemas. El más grave, convertirse en víctima de trata.

Además de su hermosura influyeron otros factores: el azar, las necesidades económicas y la inocencia. Tenía sólo veintiún años cuando decidió irse a Japón a trabajar con un contrato verbal de bailarina. Muchas mujeres de la zona cafetalera, como ella, se iban a Tokio para desempeñar diversos oficios, pero su belleza fue el factor que determinó su futuro. Fue elegida por la red de trata que funciona entre

Japón y Colombia para abastecer prostitutas a la mafia yakuza, un grupo criminal cuyos orígenes se remontan al siglo XVII y que controla

el negocio del tráfico de mujeres con fines de explotación sexual. La mafia recluta sólo extranjeras para consumo nacional,

particularmente latinoamericanas porque las considera “las más calientes”.

Marcela también fue engañada, vendida y explotada durante dieciocho meses. Padeció la esclavitud sexual en muy distintas formas. Estuvo a punto de morir a consecuencia de una paliza propinada por un yakuza. Escapó a base de coraje y determinación. Ahora

vive en Estados Unidos, donde ha podido rehacer su vida. Ha esperado diez años para romper su silencio.

Camina por las calles bulliciosas del centro de Coconut Grove. Aún le cuesta trabajo recordar lo que vivió. Es de noche y las luces de neón que adornan la terraza del bar resplandecen en su cabellera rubia. Se sienta en un sillón de terciopelo rojo y pide un daiquiri de mango. Es menuda, tiene ojos color miel y piel blanca. Cuando empieza a ordenar sus recuerdos, sus ojos se humedecen. Japón, dice, es un tatuaje gravado en el alma con mucho dolor. Su historia es la de

muchas, la de cientos o miles de mujeres. La cadena Telemundo pretende convertirla en una telenovela. Editorial Planeta publicó un libro bajo el título Atrapada por la mafia yakuza / Historia de una joven víctima del tráfico de personas. Esta es la primera vez que habla para un medio mexicano.

¿Por qué esperar diez años para romper el silencio?

Dejé pasar diez años porque desafortunadamente no tuve apoyo psicológico de nadie. No tuve apoyo gubernamental de Colombia, ni jurídico. El gobierno no cumplió su promesa de ayudarme. No tuve a nadie más que a mi familia. Necesité armarme de fuerzas, de bases, de información sobre el tráfico de personas para poder contar mi verdad.

¿Y qué la hizo decidirse a escribir un libro contando su historia?

Al ver que el problema sigue creciendo, que la demanda de mujeres latinoamericanas a Japón sigue aumentando y que nadie denuncia, que nadie pone rostro a este flagelo, pensé: “Algo tengo que hacer al respecto, no puedo permitirlo, tengo que alertar a otras generaciones de mujeres.” Me decidí a alzar la voz, a contar públicamente lo que me pasó. “Aquí está mi rostro.

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Aquí está mi nombre. Fui víctima de trata.”

¿Usted se fue a Japón pensando que iba a trabajar de bailarina?

Nací en Armenia [capital del Quindío colombiano], pero vivía en Pereira. Me subí a ese avión con el sueño de salir adelante. Tenía que pagar la deuda del hospital de mi hija de tres años. Quería ayudar a mi mamá y a mis hermanos.

¿Buscaba el sueño japonés?

Esa niña que subió al avión rumbo a Japón, esa niña inocente, ilusionada, nunca más volvió a Colombia. La asesinó Japón. El sueño se convirtió en pesadilla. Ese sueño se fue desmoronando cuando aterricé y me encontré a Carolina, la proxeneta que me había comprado.

¿Cómo fue que la compró?

Es una cadena. Una red completa. Yo nunca supe quién es quién. Sólo conocí al amigo del amigo del amigo y así llegué a Japón.

¿Quién fue el enganchador?

Me dijo que se llamaba Pipo. Me citó en un restaurante en Pereira y me entrevistó. Yo le conté mi situación económica, y él aprovechó las circunstancias. Yo le dije que me quería ir para pagar una deuda, y él me ofreció un millón de pesos y me dijo: “Yo te doy el dinero pero tú te vas conmigo a cumplir un contrato de trabajo en Japón de bailarina.” Nunca me hablo de otra cosa.

¿Ni de table-dance?

Nada de eso. Dijo que sólo iba a ser bailarina, como en Pereira, donde yo bailaba amenizando fiestas. Hacíamos eventos para las familias. Hacíamos coreografías y enseñábamos a bailar a la gente.

¿Viajó sola hasta Japón?

Me fui de un día para otro. Pipo me pidió que no le dijera a nadie adónde iba, ni siquiera a mi mamá. Preparé mi viaje en secreto. Recuerdo que cuando subí a su coche para irnos a Bogotá me dijo: “No llores, Marcela. No te vas a morir, sólo te vas a trabajar unos años. Con tu belleza vas a volverte millonaria.” Estuvimos dos días en Bogotá y me dio dos mil dólares de viáticos. Me explicó que me iba a ir por Holanda a Narita, Japón, y me dio un pasaporte holandés perfectamente falsificado. Yo me sorprendí, pero él me aclaró: “Nunca te dejarían entrar a Japón con tu pasaporte colombiano.” A partir de ese momento pasé a llamarme Margaretta Troff.

¿Qué supo después de la proxeneta?

Era de Medellín, tenía en esa época como 35 años, estaba casada con un japonés y vivía con su hijo de ocho años. Al principio me llevó a su casa. Así lo hacía con todas las mujeres que compraba mientras nos hacía lavado cerebral. Constantemente me amenazaba: “Voy a asesinar a tu

familia”, me decía. Pipo le pasó toda la información sobre mí. Sabía dónde vivía, qué hacían mi mamá y mis hermanos, mi hija. Yo le dije: “¿Qué pasa si me escapo?” Y ella me contestó: “No sé si llegue a tiempo al entierro de su hijita.”

¿Qué pasó entonces?

Me dijo que había pagado “mucho dinero” por mí, que ahora era de su propiedad y que si me portaba mal me vendería a la mafia yakuza. Me dijo: “Así es la vida. Le tocó a usted. A partir de ahora me debe cinco millones de yenes (doscientos millones de pesos colombianos) y deberá pagarme veinte mil yenes diarios. Es su deuda por los trámites de documentos, pasajes y su manutención. Le pagará a la mafia Yakuza cada día diez mil yenes para poder trabajar. Tiene que ser bien puta. Siéntase orgullosa y deje el drama para luego. Ahora se llama Kelly.” Lloré. Intenté explicarle que todo era un error. Le dije que fui contratada como bailarina. Me siguió amenazando y le dije: “Hago lo que me pida, pero no toque a mi familia.” Me vestí con una minifalda, zapatos de tacón y plataforma y una blusa con escote. Me llevó a “putear” a la calle Ikebukuro en Tokio. Esa misma noche empezó mi pesadilla. Me dejó tirada en la calle y alcancé a gritarle: “¿Cómo me regreso?” Madame contestó: “Ya se lo dije: comiendo mierda y puteando.”

¿Cómo fue su primera noche?

Una de las chicas, Patricia, se hizo mi amiga. Me dijo: “Los japoneses son polvo de gallo. La tienen pequeña y casi no duele.” Atendí al primer cliente. Me fui a un hotel de la zona. Yo lloraba mientras él se movía encima de mí sin decir una sola palabra. Duró seis o siete minutos y eyaculó. Fue horrible. Pero lo peor estaba por venir. Debía trabajar de 10

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de la noche a 5:30 de la mañana. Caminaba junto a Patricia y escuchamos un estruendo de motos y gritos: “Es la mafia china, escóndete”, me dijo. Nos ocultamos detrás de un contenedor de basura. En ese momento pude ver cómo un grupo de hombres con cadenas descendieron de sus motos y empezaron a golpear a una de las prostitutas. Vi cómo la mataron, cómo acabaron con ella a golpes. No pude ayudarla. Fue una de las peores experiencias de mi vida.

¿Quién la golpeó?

Sucedió a los pocos meses de llegar a la calle Ikebukuro. En la habitación del Hotel Rosado supe lo que era un yakuza. Llevaba todo el cuerpo tatuado. Sentí mucho miedo. Me pidió sexo de mil maneras. Me penetraba violentamente. Cuando me pidió sexo anal me negué. Fue entonces que me empezó a golpear tan fuerte que finalmente accedí. Sentí tanto dolor que perdí prácticamente el conocimiento. Terminó. Me volteó y siguió golpeándome la cara. Me dejó desfigurada, con varias costillas rotas. Estuve hospitalizada catorce días, inconsciente varios días. Cuando desperté tenía los ojos tan hinchados que no podía ver, tampoco hablar porque no podía mover los labios.

¿Qué hizo el yakuza que la dejó media muerta?

Para que no me volviera a golpear, mi manilla (proxeneta) decidió cambiarme de lugar. Me llevó a los pinkos, a las salas de masaje. Me trasladó a Kisarazu, un pueblo ubicado a dos horas en tren desde Tokio. Mi “toka” (deuda) era de cinco millones de yenes y tardaría en pagarla aproximadamente dos años. Aunque el trabajo era un poco más tranquilo, jamás tuve paz en Japón,

pues tenía el temor de que si cometía un error me venderían a la mafia yakuza o simplemente matarían a mi hija o a alguien más de mi familia.

¿Qué características tiene la mafia yakuza?

Ellos son el poder mayor. La mafia yakuza manda en Japón. No pude saber mucho. Tienen chimpiras, es decir, escoltas que nos amenazaban todo el tiempo con bates de beisbol de aluminio. Nunca supe quién era el jefe mayor. El negocio de la mafia es la prostitución; de hecho, ellos no están de acuerdo con las drogas. No permiten extranjeros, las prostitutas latinas son sólo para japoneses.

¿No hay prostitutas japonesas?

Existen japonesas pero en los prostíbulos cerrados; en la calle sólo hay extranjeras. Los japoneses tienen diferentes niveles de prostitución: las geishas, que son de alto nivel, y la prostitución más popular en lugares nocturnos comonight clubs o pinkos.

Los pinkos son salas de masajes, pero en realidad se trata de prostíbulos disfrazados. ¿Me imagino que conoció todo tipo de hombres?

Hay cosas que viví que nunca voy a contar. Hay hombres muy locos, pero en general la mayoría sólo quiere sexo y ya. Diez, quince o veinte minutos y adiós. Van a lo que van. Su momento de placer y chao. Eran pocos los clientes japoneses que maltrataban a las mujeres.

Aunque usted sufrió un nuevo ataque de otro japonés...

Fue del jefe del pinkos donde trabajaba. Él me contó que habría una redada de la policía de inmigración. Yo avisé a mis compañeras para que escaparan. Y él me castigó. Me apretó el cuello muy fuerte dejándome sin respiración. Me

tiró contra un clóset. Me violó. No usó condón.

¿Y la policía japonesa? ¿Por qué no acudir a denunciar lo que le pasaba?

Ellos saben que la mafia yakuza se dedica a la trata de mujeres. De hecho, yo trabajé en una calle donde había una estación de policía móvil y ellos pasaban y nos veían. Sabían lo que estábamos haciendo allí, sabían que estábamos en contra de nuestra voluntad, secuestradas... Todos en Japón saben: la policía, el gobierno, los jueces... El negocio es así.

¿La deuda iba a aumentando?

Mi deuda era de cuatro millones de yenes. No tuve intereses. En otros casos, cuando las niñas se ponían rebeldes, las vendían a la mafia yakuza. Y la mafia te vende dos o tres veces por cuatro o cinco millones de yenes. Trabajas y trabajas y te siguen vendiendo. Te cambian de sector, ciudad y zona para seguirte explotando.

¿Cómo logró escapar?

Fui a la embajada colombiana de Tokio. Pedí ayuda. Ellos me dijeron que me iban a apoyar a mi regreso a Colombia, que tendría el apoyo del gobierno, de organizaciones no gubernamentales, que se haría justicia, que me darían ayuda psicológica. Que si interponía una denuncia tendría escolta policiaca. Un trabajo.

¿La repatriaron inmediatamente?

Mi familia me estaba esperando en el

aeropuerto de Pereira. Luego hice las

denuncias y el gobierno nunca

cumplió sus promesas. Me cansé de

tocar puertas. Jamás recibí

protección policial, ni siquiera apoyo

psicológico, algo que necesitaba

urgentemente. Nunca detuvieron a

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Carolina la proxeneta ni a Pipo el

enganchador.

¿Por qué cree que no se hizo

justicia?

La proxeneta me dijo que podía

comprar a la policía, a los fiscales y

jueces.

¿Cómo fue su vuelta a Pereira?

Muy difícil. Mi familia me apoyó,

pero socialmente fue otra cosa.

Me han juzgado. De víctima he

pasado a ser señalada e insultada.

La mayoría de la gente no

entiende lo que quiero hacer.

¿Cuáles son sus proyectos? Quiero ayudar. Quiero fundar una

asociación. Dar talleres sobre

trata. Con la mafia yakuza no me

quiero meter. ¿De qué serviría?

Son tan poderosos. Durante

mucho tiempo pensé que no

habría manera de combatirla,

pero he encontrado una:

previniendo, denunciando,

alzando la voz para que otras

mujeres no caigan en el engaño.

No me lo estoy inventando. Es una

historia real. Aquí está mi nombre

y mi rostro: soy yo, lo viví y lo

padecí por dieciocho meses. Si mi

historia no las conmueve, que por

lo menos piensen

dos veces antes de

irse a trabajar a

Japón. Y las que

ahora sean víctimas

de trata que sepan

que es posible

regresar y rehacer su

vida. Curar el alma

como yo. Ahora

estoy felizmente

casada. Tengo dos

hijas y un trabajo. No

voy a parar hasta

conseguir mi

objetivo. Esta es la

nueva causa de mi

vida.

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