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TRATADO DE LA NATURALEZA HUMANA HUME Parte Tercera Del conocimiento y la probabilidad Sección I Del conocimiento Existen siete géneros diferentes de relaciones filosóficas 13 , a saber: semejanza, identidad, relaciones de tiempo y lugar, relación de cantidad o número, grados en alguna cualidad, oposición y causalidad . Estas relaciones pueden dividirse en dos clases: las que dependen enteramente de las ideas que comparamos entre sí y las que pueden cambiar sin cambio alguno en las ideas. Por la idea de un triángulo descubrimos la relación de igualdad que sus tres ángulos tienen con dos rectos, y esta relación es invariable, mientras que nuestra idea permanece la misma. Por el contrario, las relaciones de contigüidad y distancia entre dos objetos pueden cambiarse meramente por una alteración de su lugar sin cambio alguno de los objetos mismos o de sus ideas, y el lugar depende de muchos accidentes diferentes que no pueden ser previstos por el espíritu. Lo mismo sucede con la identidad y la causalidad. Dos objetos, aunque semejantes en absoluto y aun apareciendo en el mismo lugar en tiempos diferentes, pueden ser diferentes numéricamente, y como la fuerza por la que un objeto produce otro no puede jamás descubrirse meramente por su idea, es evidente que causa y efecto son relaciones de las que nos informamos por la experiencia y no por el razonamiento o reflexión abstracta. No existe ningún fenómeno particular, aun el más simple, que pueda ser explicado por las cualidades de los objetos tal como se nos aparecen o que pueda ser previsto sin la ayuda de nuestra memoria y experiencia. Resulta, por consiguiente, que de estas siete relaciones filosóficas quedan sólo cuatro que, dependiendo únicamente de las ideas, pueden ser objetos del conocimiento y certidumbre. Estas cuatro son: semejanza, oposición, grados en la cualidad y relaciones de la cantidad o número. Tres de estas relaciones pueden descubrirse a primera vista y corresponden más propiamente al dominio de la intuición que al de la demostración. Cuando un objeto se asemeja a otro la semejanza se revelará ya en un principio a la vista o más bien a nuestro espíritu y rara vez requerirá un segundo examen. El caso es el mismo en la oposición y en los grados de cualidad. Nadie puede dudar de que la existencia y no existencia se destruyen entre sí y que son completamente incompatibles y contrarias, y aunque sea imposible juzgar exactamente de los grados de una cualidad, como color, sabor, calor, frío, cuando la diferencia entre ellos es muy pequeña, es, sin embargo, fácil decidir que una de ellas es superior o inferior a la otra cuando su diferencia es considerable. Apreciamos siempre esta diferencia a primera vista, sin necesidad de ninguna investigación o razonamiento. Podemos proceder de la misma manera al determinar las relaciones de cantidad o número y podemos de una ojeada observar la superioridad o inferioridad entre números y figuras, especialmente cuando la diferencia es muy grande y notable. En cuanto a la igualdad o proporción exacta, podemos tan sólo conjeturarla partiendo de una consideración particular, excepto en muy pocos números o en porciones de extensión muy limitadas que se comprenden en un instante y en las que percibimos la imposibilidad de caer en un error considerable. En los demás casos debemos establecer las relaciones con alguna libertad o proceder de una manera más artificiosa. He hecho observar ya que la geometría o el arte por el que fijamos las relaciones de las figuras, aunque supera con mucho en universalidad y exactitud a los juicios imprecisos de los sentidos y la imaginación, no logra jamás, sin embargo, una perfecta precisión y exactitud. Sus primeros principios se obtienen también de la apariencia general de los objetos, y esta apariencia no puede aportarnos seguridad alguna si observamos la prodigiosa pequeñez de que la naturaleza es susceptible. Nuestras ideas parecen dar una perfecta seguridad de que dos líneas rectas no pueden tener un segmento común; pero si consideramos estas ideas hallaremos que suponen siempre una inclinación sensible de dos líneas y que cuando el ángulo que forman es extremamente pequeño no poseemos un criterio tan preciso de línea recta que nos asegure de la verdad de esta proposición. Sucede lo mismo con las más de las decisiones primarias de las matemáticas. Por consiguiente, sólo quedan el álgebra y la aritmética como las únicas ciencias en las que podemos elevar el encadenamiento del razonamiento a un elevado grado de complicación y mantener, sin embargo, una perfecta exactitud y certidumbre. Poseemos un criterio preciso por el cual juzgamos de la igualdad y relación de los números, y según corresponden o no a este criterio determinamos sus

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Hume y la naturaleza humana

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  • TRATADO DE LA NATURALEZA HUMANA HUME

    Parte Tercera

    Del conocimiento y la probabilidad

    Seccin I

    Del conocimiento

    Existen siete gneros diferentes de relaciones filosficas13, a saber: semejanza, identidad, relaciones

    de tiempo y lugar, relacin de cantidad o nmero, grados en alguna cualidad, oposicin y causalidad.

    Estas relaciones pueden dividirse en dos clases: las que dependen enteramente de las ideas que

    comparamos entre s y las que pueden cambiar sin cambio alguno en las ideas. Por la idea de un tringulo

    descubrimos la relacin de igualdad que sus tres ngulos tienen con dos rectos, y esta relacin es

    invariable, mientras que nuestra idea permanece la misma. Por el contrario, las relaciones de contigidad

    y distancia entre dos objetos pueden cambiarse meramente por una alteracin de su lugar sin cambio

    alguno de los objetos mismos o de sus ideas, y el lugar depende de muchos accidentes diferentes que no

    pueden ser previstos por el espritu. Lo mismo sucede con la identidad y la causalidad. Dos objetos, aunque

    semejantes en absoluto y aun apareciendo en el mismo lugar en tiempos diferentes, pueden ser diferentes

    numricamente, y como la fuerza por la que un objeto produce otro no puede jams descubrirse

    meramente por su idea, es evidente que causa y efecto son relaciones de las que nos informamos por la

    experiencia y no por el razonamiento o reflexin abstracta. No existe ningn fenmeno particular, aun el

    ms simple, que pueda ser explicado por las cualidades de los objetos tal como se nos aparecen o que

    pueda ser previsto sin la ayuda de nuestra memoria y experiencia.

    Resulta, por consiguiente, que de estas siete relaciones filosficas quedan slo cuatro que,

    dependiendo nicamente de las ideas, pueden ser objetos del conocimiento y certidumbre. Estas cuatro

    son: semejanza, oposicin, grados en la cualidad y relaciones de la cantidad o nmero. Tres de estas

    relaciones pueden descubrirse a primera vista y corresponden ms propiamente al dominio de la intuicin

    que al de la demostracin. Cuando un objeto se asemeja a otro la semejanza se revelar ya en un

    principio a la vista o ms bien a nuestro espritu y rara vez requerir un segundo examen. El caso es el

    mismo en la oposicin y en los grados de cualidad. Nadie puede dudar de que la existencia y no

    existencia se destruyen entre s y que son completamente incompatibles y contrarias, y aunque sea

    imposible juzgar exactamente de los grados de una cualidad, como color, sabor, calor, fro, cuando la

    diferencia entre ellos es muy pequea, es, sin embargo, fcil decidir que una de ellas es superior o inferior a

    la otra cuando su diferencia es considerable. Apreciamos siempre esta diferencia a primera vista, sin

    necesidad de ninguna investigacin o razonamiento.

    Podemos proceder de la misma manera al determinar las relaciones de cantidad o nmero y

    podemos de una ojeada observar la superioridad o inferioridad entre nmeros y figuras, especialmente

    cuando la diferencia es muy grande y notable. En cuanto a la igualdad o proporcin exacta, podemos

    tan slo conjeturarla partiendo de una consideracin particular, excepto en muy pocos nmeros o en

    porciones de extensin muy limitadas que se comprenden en un instante y en las que percibimos la

    imposibilidad de caer en un error considerable. En los dems casos debemos establecer las relaciones con

    alguna libertad o proceder de una manera ms artificiosa.

    He hecho observar ya que la geometra o el arte por el que fijamos las relaciones de las figuras,

    aunque supera con mucho en universalidad y exactitud a los juicios imprecisos de los sentidos y la

    imaginacin, no logra jams, sin embargo, una perfecta precisin y exactitud. Sus primeros principios se

    obtienen tambin de la apariencia general de los objetos, y esta apariencia no puede aportarnos

    seguridad alguna si observamos la prodigiosa pequeez de que la naturaleza es susceptible. Nuestras

    ideas parecen dar una perfecta seguridad de que dos lneas rectas no pueden tener un segmento comn;

    pero si consideramos estas ideas hallaremos que suponen siempre una inclinacin sensible de dos lneas y

    que cuando el ngulo que forman es extremamente pequeo no poseemos un criterio tan preciso de

    lnea recta que nos asegure de la verdad de esta proposicin. Sucede lo mismo con las ms de las

    decisiones primarias de las matemticas.

    Por consiguiente, slo quedan el lgebra y la aritmtica como las nicas ciencias en las que

    podemos elevar el encadenamiento del razonamiento a un elevado grado de complicacin y mantener,

    sin embargo, una perfecta exactitud y certidumbre. Poseemos un criterio preciso por el cual juzgamos de

    la igualdad y relacin de los nmeros, y segn corresponden o no a este criterio determinamos sus

  • relaciones sin posibilidad de error. Cuando dos nmeros se combinan de modo que el uno tiene siempre

    una unidad que corresponde a cada unidad del otro, decimos que son iguales, y precisamente por la falta

    de este criterio de igualdad en la extensin la geometra puede difcilmente ser estimada como una

    ciencia perfecta e infalible.

    No estar fuera de lugar aqu el obviar una dificultad que puede surgir de mi afirmacin de que,

    aunque la geometra no llega a la precisin y certidumbre perfecta que son peculiares de la aritmtica y

    el lgebra, sin embargo, supera a los juicios imperfectos de nuestros sentidos e imaginacin. La razn de

    por qu atribuyo algn defecto a la geometra es que sus principios originales y fundamentales se derivan

    meramente de las apariencias y puede quiz imaginarse que este defecto debe siempre acompaarla e

    impedirle alcanzar una mayor exactitud en la comparacin de los objetos e ideas que la que nuestra vista

    o imaginacin por s sola es capaz de alcanzar. Yo concedo que este defecto la acompaa en tanto que

    la aparta de la aspiracin a una plena certidumbre; pero ya que estos principios fundamentales

    dependen de las apariencias ms fciles y menos engaosas, conceden a sus consecuencias un grado

    de exactitud del que estas consecuencias, consideradas aisladamente, son incapaces. Es imposible para

    la vista determinar que los ngulos de un quiligono son iguales a 1.996 ngulos rectos o hacer alguna

    conjetura que se aproxime a esta relacin; pero cuando determina que las lneas rectas no pueden

    coincidir, que no podemos trazar ms que una recta entre dos puntos dados, su error no puede ser de

    importancia alguna. Y esta es la naturaleza y uso de la geometra, a saber: llevarnos a apariencias tales

    que por su simplicidad no pueden hacernos caer en un error considerable.

    Debo aprovechar la ocasin para proponer una segunda observacin referente a nuestros

    razonamientos demostrativos, que es sugerida por el objeto mismo de las matemticas. Es usual entre los

    matemticos pretender que las ideas que constituyen el objeto de su investigacin son de una naturaleza

    tan refinada y espiritual que no caen bajo la concepcin de la fantasa, sino que deben ser comprendidas

    por una visin pura e intelectual, de la que tan slo las facultades superiores del alma son capaces. La

    misma concepcin aparece en muchas de las partes de la filosofa y se emplea principalmente para

    explicar nuestras ideas abstractas y para mostrar cmo podemos formarnos la idea de un tringulo, por

    ejemplo, que no sea ni issceles, ni escaleno, ni limitada una longitud y proporcin particular de los lados.

    Es fcil ver por qu los filsofos estn tan entusiasmados con esta nocin de las percepciones espirituales y

    refinadas, ya que por su medio ocultan muchos de sus absurdos y rehsan someterse a las decisiones de

    las ideas claras, apelando a las que son obscuras e inciertas. Pero para destruir este artificio no

    necesitamos ms que reflexionar acerca del principio sobre el que hemos insistido de que todas nuestras

    ideas son copia de nuestras impresiones. De aqu podemos concluir inmediatamente que, ya que todas las

    impresiones son claras y precisas, las ideas que son copias de ellas deben ser de la misma naturaleza y no

    pueden nunca, ms que por nuestra culpa, contener algo tan obscuro e intrincado. Una idea es por su

    naturaleza ms dbil y tenue que una impresin; pero siendo en los restantes respectos la misma, no puede

    implicar un misterio muy grande. Si su debilidad la hace obscura, nuestra tarea es remediar este defecto

    tanto como sea posible, haciendo a la idea estable y precisa, y hasta conseguir esto es en vano pretender

    razonar y filosofar.

  • Seccin IV

    De los elementos componentes de nuestros razonamientos relativos a la causa y efecto

    Aunque el espritu, en sus razonamientos de causa y efecto, dirige su vista ms all de los objetos que

    vemos o recordamos, no puede perderlos de vista enteramente ni razonar tan slo sobre sus propias ideas

    sin alguna mezcla de impresiones, o al menos de las ideas de la memoria que son equivalentes a las

    impresiones. Cuando inferimos efectos partiendo de causas debemos establecer la existencia de estas

    causas, para hacer lo cual slo tenemos dos caminos: la percepcin inmediata de nuestra memoria o

    sentido o la inferencia partiendo de otras causas, causas que debemos explicar de la misma manera por

    una impresin presente o por una inferencia partiendo de sus causas, y as sucesivamente hasta que

    lleguemos a un objeto que vemos o recordamos. Es imposible para nosotros proseguir en nuestras

    inferencias al infinito, y lo nico que puede detenerlas es una impresin de la memoria o los sentidos ms

    all de la cual no existe espacio para la duda o indagacin.

    Para dar un ejemplo de esto debemos elegir un asunto de historia y considerar por qu razn lo

    creemos o rechazamos. As, creemos que Csar fue asesinado en el Senado en los idus de Marzo, y esto

    porque el hecho est establecido basndose en el testimonio unnime de los historiadores, que

    concuerdan en asignar a este suceso este tiempo y lugar precisos. Aqu ciertos caracteres y letras se hallan

    presentes a nuestra memoria o sentidos, caracteres que recordamos igualmente que han sido usados

    como signos de ciertas ideas; estas ideas estuvieron en los espritus de los que se hallaron inmediatamente

    presentes a esta accin y que obtuvieron las ideas directamente de su existencia o fueron derivadas del

    testimonio de otros y stas a su vez de otro testimonio por una graduacin visible hasta llegar a los que

    fueron testigos oculares y espectadores del suceso. Es manifiesto que toda esta cadena de argumentos o

    conexin de causas y efectos se halla fundada en un principio en los caracteres o letras que son vistos o

    recordados y que sin la autoridad de la memoria o los sentidos nuestro razonamiento entero sera

    quimrico o carecera de fundamento. Cada eslabn de la cadena estara enlazado en este caso con

    otro, pero no existira nada fijo en los dos extremos de ella capaz de sostenerla en su totalidad, y, por

    consecuencia, no existira ni creencia ni evidencia. Esto es realmente lo que sucede con todos los

    argumentos hipotticos o razonamientos partiendo de un supuesto, por no existir en ellos ni una impresin

    presente ni una creencia en una existencia real.

    No necesito observar que no existe una objecin precisa a la presente doctrina de que no podemos

    razonar sobre nuestras conclusiones o principios pasados sin recurrir a las impresiones de las que

    primeramente surgieron; pues aun suponiendo que estas impresiones estn enteramente borradas de la

    memoria, la conviccin que produjeron subsiste an y es igualmente cierto que todo razonamiento,

    relativo a las causas y efectos se deriva originalmente de alguna impresin, de la misma manera que la

    seguridad de una demostracin procede siempre de una comparacin de ideas, aunque contine

    despus que la comparacin se ha olvidado.