Amáraka y

el Reino de Mu

Amáraka y

el Reino de Mu

JÉSMAR MARTÍNEZ

Primera edición: agosto 2016

© Derechos de edición reservados.

Edición: Editorial Círculo Rojo.www.editorialcirculorojo.cominfo@editorialcirculorojo.comColección Ensayo

© JÉSMAR MARTÍNEZ

Fotografía de cubierta: © Fotolia.esDiseño de portada: © Isabel SánchezMaquetación: Javier Salvador López

ISBN: 978-84-9140-357-9

DEPÓSITO LEGAL: AL 1324-2016

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida por algún medio, sin el permiso expreso de sus autores. Círculo Rojo no se hace responsable del contenido de la obra u opiniones que el autor vierta en ella. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi-cos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA

Dedicatoria

Dedico este libro en primer lugar a mi amigo y hermanito de viaje, Sixto Paz Wells y en segundo lugar a Marco Barra-za, por su amistad, aun conociéndome tan solo un poquito. Dedico también este libro a mi madre, la cual está en un resi-dencia, y mejor atendida ahora, y a mis hermanos y parientes por estar siempre en momentos buenos y malos. Agradecer a mis amigos: Enrique de Vicente, Javier Belmar, Fran Recio, Miguel Angel García, Fernando Ortola (un Mahatma español como nadie). A mis amigos de México: don Jaime Maussan Flota, Luis Ramírez Reyes, Yohanan Díaz Vargas, Fernando Correa Domínguez, Carlos Rubio Gualito, Carlos Clemente, y un largo etcétera de amigos, que me han brindado su ayuda aun siendo anónimo prácticamente. Muchas gracias a todos, y siempre a vuestra disposición para repartir entre todos la bondad de los hombres.

Muchas gracias.

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Prólogo

Estimado lector: Deseo invitarle a que navegue por este libro, donde he

intentado aunar la mejor información posible dentro de los canales oficiales, con relación a la historia conocida del afa-mado y poco conocido don Emeterio Villamil de Rada, y su famoso trabajo La lengua de Adán. No solo hago una re-trospectiva de la vida de Villamil de Rada, sino que también intento hacer un análisis de la veracidad de sus disertaciones literarias y aseveraciones, cuando postulo que el Edén habría estado en Amáraka, y que nuestros padres adámicos, Adán y Eva, habrían hablado el aymara. Fuere así o no, Villamil de Rada no estaba mal encaminado en sus laboriosas investiga-ciones allá por la década de los 50 del 1800 en la gloriosa y enigmática hazaña del coronel de infantería (José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios), más conocido para la historia y para el mundo entero como Simón Bolívar. Gracias a grandes investigaciones, profundas y estudiadas, el señor James Churchvard hizo una gran labor de investiga-ción con relación a los orígenes de la humanidad, pero sobre todo del origen de los americanos o, más bien, de los nativos de Amáraka. Aquellos que en sus genes, hoy por hoy, tienen

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un patrón mitocondrial de tres de las razas más importantes de la tierra: la africana, la hindú y la caucásica o mongoloide. En un efecto de flashback, como dirían nuestros amigos ame-ricanos de hoy en día. Le ofrezco una serie de hipótesis, por las cuales el origen de los nativos de América sería nada más y nada menos que el propio continente de MU. Haciendo una retrospectiva clara de la evolución del hombre en la Tie-rra, pero de la posibilidad plausible de que nosotros y nues-tros ancestros fuéramos hijos primigenios de otras razas y culturas, que llegaron a la Tierra hace millones de años. Cual planeta laboratorio, e incluso planeta cuna. Las diferentes especies que doblan nuestro Blue Dot Pale (un pálido punto azul), en palabras de nuestro añorado científico y soñador cósmico, Carl Sagan, que nos llevó hacia las estrellas en un verdadero trabajo de titanes. Haciéndonos comprender con las palabras más simples lo inconmensurable de la naturaleza cósmica, que aun hoy en día nos sigue atrapando por sor-presa. La historia de los reyes-sacerdotes, Aramu Muru y su esposa consorte Arama Mara. De cómo estos llamaron a las diez tribus de MU, para el exilio a las nuevas tierras que les aguardaban. Y de cómo con el tiempo fundarían lo que hoy se conoce como Tiahuanaco (Bolivia), donde Aramu Muru fundaría el Templo del Sol. Así también, la historia de Colón y su descubrimiento no sería más que una ardua y estudiada —capítulos trece y catorce—, operación de reinados como Portugal y España para conseguir pingües beneficios en la conquista de la que para ellos, era el Nuevo Continente. Pero que era más antiguo para civilizaciones que ya estuvie-ron por esas tierras, tierra de serpientes, muchísimo antes que el propio Colón. Un eminente arqueólogo de origen mexi-cano, don José Payón, hizo verdaderos descubrimientos con los orígenes de los indígenas americanos allá por el año de

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1934. Y como otros arqueólogos de Perú y Bolivia, también han puesto su granito de arena, para comprender y desvelar tan enigmático misterio, casi develado en nuestro tiempo. Como en realidad, no es el aymara la lengua más antigua de los incas de los Andes, sino el uru, que es una lengua tan importante o más que el propio aymara-quechua. Como la falsa conquista de América ha sido tergiversada para, como ya mencioné, obtener beneficios de incalculable valor. Un mapa enigmático que Dom Pedro Duque de Coimbra (Por-tugal), entregaría a las manos de Colón, para llevarle por el camino de aguas más seguro de la Tierra en el año de 1492. Como la historia de la verdadera América no es la que nos han contado sobre el afamado y enigmático Américo Vespu-cio, sino más bien un hombre al cual se le han dado premios y condecoraciones sin saber realmente si tal merecimiento era plausible. América siempre ha sido Amáraka, la tierra de las serpientes; la tierra de los inmortales. La tierra donde la vida era longeva y no se conocía otra cosa que la existencia —casi diría yo DIVINA…, pero no le dejará de sorprender, estimado lector—, como los mayas ya nos hablaban de la leyenda de los soles que, actualmente, de leyenda tiene más bien poco, para ser una realidad palpable. El despertar de la serpiente emplumada llegará y los pueblos nativos de Améri-ca pedirán y restaurarán sus costumbres y una nueva nación regresará y nacerá de las cenizas dejadas por los colonos que llegaron a América, cuando sus nativos creían que el hombre blanco ya se había ido para siempre… El futuro de Amáraka tiene un camino arduo y difícil por recorrer, pero las nuevas generaciones y la alta tecnología de la que disponemos hoy en día les darán las herramientas necesarias para despertar conciencia en todo el planeta, y desbaratar posibles ideas de colonialismo desmesurado, imponiendo las costumbres y le-

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yes de otros países a aquellos que ya tenían sus propias leyes desde hace milenios. Pero un balance es necesario para que todos juntos podamos seguir navegando en esta bio-nave es-pacial llamada PACHA MAMA, madre Tierra…

Emeterio Villamil de Rada, 56 años (1860)

Autor: Ramiro RossiDerechos de autor: Jésmar Martínez

Este libro está dedicado a la memoria de don Emeterio Villamil de Rada, el cual me inspiró para escribir este libro, y sobre la temática de este.

Mil gracias, don Emeterio Villamil de Rada…

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¡He hecho el sol!¡He hecho la luna!

Lo he lanzado a lo alto.En las cuatro direcciones.

Lo he arrojado hacia el este.Y en el trayecto previsto.

Poema pima de la creación

Esta historia sucedió hace mucho tiempo, en un lugar donde nunca era completamente de día ni de noche. El Gran Espíri-tu todavía no había puesto a ningún hombre sobre la Tierra y

el mundo pertenecía los manitús.A la orilla de un bosque, en un mundo sin alegría ni tristeza,

vivía una mujer cuyo nombre era Luz de la Mañana...«El principio del mundo» (cuento menomini)

Dices que no había nadie.La tierra humeaba.

Dices que no había nadie.Dicen: el Primer Hombre fue el primero en surgir.

La tierra echaba humo.Dicen: trajo el maíz blanco y el maíz amarillo.

La tierra humeaba.Dicen: trajo los animales y las plantas.

La tierra humeaba.Dices que no había nadie.

La tierra humeaba.«El primer hombre» (canto navajo)

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Capítulo 1Emeterio Villamil de Rada

Los uros del lago Titicaca hablan el aymara. La lengua que habrían hablado Adán y Eva en el Edén.

Emeterio Villamil de Rada

Emeterio Villamil de Rada nació un 3 de mayo de 1804 en Sorata, en pleno valle de Ubérrino, en el Illampu

boliviano. Hijo de doña Isidora de Rada y don Ildefonso

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Villamil. Villamil inicia sus andaduras en el conocimiento de la humanidad en La Paz, a través de la instrucción de los monjes y frailes, que por aquella época tenían el dominio de la enseñanza en las escuelas. En los claustros severos y anejos del Seminario de La Paz en donde Villamil fue iniciado en los rudimentos del saber, en los latines y en la enseñanza religiosa. El riguroso estudio de la lengua muerta le proveyó a Villamil de la capacidad de entrenar su mente para luego, después, aprender y ahondar más a fondo en otras lenguas y dialectos. Debido a la inquietud de este joven muchacho, pronto recogió galardones escolares que anunciaban con buenos augurios futuros premios laureados.

Año de 1825, la algarabía del pueblo boliviano no puede ser más placentera. Sus calles, engalanadas hasta los cimien-tos, dejan correr torrentes de alegría y jolgorio. «Jolgorio sano», ya que triunfantes por sus calles vienen, en un baño de aplausos y ardor patriótico, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Emeterio Villamil de Rada pronuncia una bienve-nida a los libertadores con tan solo veinte años de edad. Bo-lívar rehúsa una corona de laureles que una señorita le ofrece en nombre de la ciudad, pero la señorita no cede, y se la entrega a Sucre. Bolívar quedó entusiasmado con la retórica y la gran elocuencia con la que Villamil de Rada hablaba de la santa causa, de la libertad y la defensa de los nobles prin-cipios de la democracia. Bolívar, al final de la jornada, quiso que Villamil de Rada se incorporase a su comitiva en una función burocrática. Villamil rehusó tal honor. En el año de 1826, Emeterio Villamil comienza sus andanzas como aven-turero, dando gracias a los avances en locomoción que, ya por el siglo XIX al XX, se veían con gran entusiasmo. Tuvo la gran suerte de que su padre tenía una cuantiosa fortuna.

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En el mismo año de 1826, Villamil padre se enteró de la presencia del explorador, viajero y científico británico lord Bering —el cual arribó a tierras de Bolivia para llevar a cabo un estudio antropológico de las tribus indígenas del lugar— y fue a visitarlo directamente con la intención de convencer-lo para la tutela de su hijo. Don Ildefonso Villamil decidió entregar a su joven hijo, de tan solo veinte años de edad, como pupilo del lord inglés. Con el lord, Villamil hijo haría su sueño realidad, el de descubrir el Viejo Mundo. Desde 1826 a 1836, Villamil residió en varias partes de Europa. En Londres ingresó en una academia para ser instruido en la lengua griega y el latín, además de practicar el inglés y zam-bullirse en la historia y la filosofía. Pero al mismo tiempo, tenía que adiestrarse en las matemáticas y la física. Sus estu-dios fueron complementados con viajes por Europa, donde también residió en el París de Luis XVIII, llevando una carta de recomendación para el glorioso general La Fayette. Via-jó a Italia, la Italia de grandes personajes como Jorge Sand, Alfredo Musset, lord Byron y Goethe. Recorrió la Roma clá-sica para después viajar a Viena. En el año de 1833 regresa a su tierra natal, Bolivia, trayendo consigo muchos libros de historia y filología. El dominio de las lenguas europeas ya no son nada nuevo para él, dominando estas con gran maestría. Lord Melbourne impulsa sus ganas de dedicarse al periodismo, pero el obispo Indaburu, primer rector de la Universidad de San Andrés recién fundada, le confirió el título de doctor en Bellas Letras, dictando la cátedra de Lite-ratura. Dados sus conocimientos en ingeniería, dedica parte de su tiempo a la industria minera. La política también es-taba en la agenda de Villamil, y de la mano del general José Ballivian le fue señalado el camino de la prosecución, obli-

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gándole a emigrar al Perú. Villamil conoció a una jovencita limeña, con la cual se casó y tuvo un hijito. Pero Villamil era inquieto, y la vida hogareña no era para él. Por cosas de la vida, que no llego a comprender, el joven esposo dejó a la jovencita limeña sola y con el hijito sin padre alguno. Más tarde, la jovencita mujer de Villamil fallecería. Emeterio se trasladó al norte del Perú, al calor del auge de la corteza de la quina, la cual estaba en gran apogeo en su época, y que los españoles supieron explotar por su propiedades medicinales. La condesa de Chinchón, ya en 1648, fue la encargada de dar a conocer tales propiedades de la quina. Villamil no lo-gró buenos beneficios dedicándose a la quina. Pero, en cam-bio, ganó en conocimiento de los indígenas de aquella parte del Perú. Con las mismas, tomó rumbo a San Francisco de California. Pero en este mundo quimérico e infernal de la California de 1845, Villamil de Rada es uno de tantos soña-dores que, sin muchos recursos, recorren las calles entre toda la muchedumbre. En California invirtió en la construcción de casas de madera, importadas de Nueva York, pero un re-pentino infortunio echó al traste todo su trabajo, quedó tan tocado económicamente como llegó a California. De allí de-cidió viajar a México, donde envidiablemente se encontró con la dictadura de Santa Ana. Ayudado por unos amigos periodistas que se apiadaron de Villamil, y también ayudado por un joven pastor protestante —el cual se hizo amigo de Villamil—, se encontró con la ruta hacia Australia. Su buen pastor y amigo falleció y Villamil quedó solo de nuevo. Esta vez, su próximo destino sería Sidney, en Australia. Allí estu-vo por seis años, de duros penares. Y aunque en su tierra le daban por muerto, Villamil de Rada apareció en Valparaíso —como quien no quiere la cosa— en el año de 1856, desde

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donde regresa a La Paz, y al año siguiente su pueblo natal, Sorata, propicia su candidatura para el puesto de diputado, dándole un triunfo sin igual. Ingresa al parlamento convo-cado por el presidente Córdova. Pero todo duró poco, la Revolución de Septiembre echó al traste todos los sueños de Villamil. El dictador Linares se alzó al poder. Desde 1857 a 1861, Villamil de Rada se tuvo que exiliar al Perú de nuevo. Allí fundo el periódico La Bandera Tricolor, desde el cual trataría temas relacionados con su tierra, Bolivia. En el año de 1861, su pueblo natal le vuelve a elegir diputado. Se afin-có en Río de Janeiro, en Brasil, donde tendría su residencia hasta 1880. En Brasil escribió casi la totalidad de su magna obra, pero esta se vio truncada por vericuetos políticos y de índole religiosa, ya que así lo recoge en documentos el bi-bliógrafo y escritor Nicolás Acosta (Coroico, La Paz, Bolivia, 1844 - Taca, La Paz, Bolivia, 1893: bibliógrafo, historiador y biógrafo. Abogado. Activista del Partido Liberal - 1883). Además de Diputado y Ministro de Instrucción, Justicia y Cultura (1880). El total de volúmenes de Villamil de Rada hacen de estos un total de doce tomos. Un verdadero trabajo de sapiente escriba, pero don Emeterio V. no sabía que la Iglesia estaba detrás de los tiras y aflojas de sus obras.

El sistema de la primitividad americana (cuatro tomos). Nacionalidades americanas emanando del Perú (un tomo). La localidad del Edén y su mapa de los cuatro ríos que desig-

na con precisión el Génesis (un tomo). La historia prehistórica, generante de la ulterior (dos tomos). Introducción al vocabulario en aymara teutónico (un tomo). Glosario (un tomo). De los radicales aymaras en lenguas arianas (un tomo). La religión primitiva y sus dogmas en América (un tomo)

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y un volumen que contenía de ocho a diez vocabularios del aymara irradiados a otras lenguas como la griega, la latina, la inglesa, la hebrea y la tecnología científica.

Pero, por otro lado, este insigne e incansable erudito pa-ceño, y gran escriba de las letras y las ciencias, seguía con sus quehaceres lingüísticos con otras obras como:

1) Historia del descubrimiento de la lengua primitiva. 2) Del estado de las ciencias de las lenguas de Europa. 3) Notas sobre la lengua elemental. Introducción general al

vocabulario aymara en otras lenguas. 4) Elementos gramaticales del aymara y Discurso. 5) Preliminar o prólogo exponente y resumen de la obra

principal titulada El sistema de la primitividad americana. Estos libros estaban destinados a conformar una obra de al-cance monstruoso: La filosofía de la humanidad.

El señor Villamil de Rada estaba deseando que su magna obra llegase a todo el público, y redactó una serie de trabajos relacionados con sus obras, mandó copias de sus manuscri-tos (o los propios manuscritos) al Gobierno de Bolivia, para que fueran revisados y, en el caso de ser aceptados estos, que su propio gobierno costeara la impresión y su distribución. El Gobierno de aquella época no dio señales de vida, y no estimó enviarle acuse de recibo de su petición. Por suerte, un amigo del escritor, Nicolás Acosta, lo rescató de los archivos nacionales y fue publicado en el año de 1888 (curioso, por-que en ese año Rogeveen descubre Isla de Pascua). El título que se le daría a esta obra rescatada casi de las cenizas fue: La lengua de Adán. Parece ser que un milagro —no sé de qué índole— permitió la recuperación de esta obra de Villamil de Rada. En el año de 1875, el archivo bibliotecario bolivia-no se encontraba en el Palacio de La Paz, al que un aparatoso

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incendio casi devora por completo, perdiendo miles de vo-lúmenes y libros de incalculable valor. Cada día que pasaba, don Emeterio se veía más cansado y sentía que estaba más abandonado por su propia patria, teniendo que mendigar la buena voluntad del Gobierno de Brasil y teniendo que apelar al interés de otros investigadores. Estos quedaron ab-solutamente asombrados del alcance de su obra. Era dema-siado tarde para el valiente y ninguneado Villamil de Rada. La historia de Emeterio Villamil de Rada tocará pronto a su fin. Un buen día, no se sabe por qué, este hombre tan audaz y tan valiente se adentró en las aguas, cerca de su casa, para no volver jamás. El Gobierno del presidente de Bolivia, don Evo Morales, celebró la recuperación y difusión de La lengua de Adán por su obvia contribución a la causa de los pueblos de lengua aymara. Pero por otro lado, no obstante, parece ser que todavía ninguna editorial se ha ocupado, o ha intentado reeditar este libro que, parece ser, continúa siendo el más famoso por el aura de misterio que lo rodea, por los estudios realizados en torno a él. Por lo tanto, es para mí poder decir que este libro, el cual estoy escribiendo de puño y letra, estimado lector, es como un homenaje a este hom-bre, el cual debería ser llevado a la gran pantalla de cine, para mostrar al mundo cuánto luchó para dar a conocer todos sus anhelos. Y si don Emeterio Villamil de Rada leyera este li-bro, al cual he dedicado horas, días y meses en su redacción, estoy seguro de que quedaría maravillado y sorprendido de todo lo que hemos avanzado en cuestiones como lingüística, antropología, arqueología, humanidades y hasta, me atrevo a decir, en tecnología de comunicaciones (englobando todo lo que usamos hoy en día para difundir información, sensi-ble o no). Tengamos en cuenta que la máquina de escribir

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no se inventó hasta el año de 1865 (por Rasmus Malling Hasen), con un modelo el cual poseía una bola cilíndrica para escribir los caracteres. Esta se hizo popular en Euro-pa, pero no sabemos si en Bolivia alguien podía permitirse tal lujo, comprando un trasto en fase de pruebas. Allá por el año de 1873 se diseñó un nuevo modelo de máquina de escribir, ideada y patentada por Remington. Pero todas eran máquinas caras, llenas de fallos, y aunque algunos modelos llegaron a usarse hasta 1909, no llegaría una máquina fiable 100 % hasta el año de 1920, en el que se lanzaría un modelo que sería un estándar para otros fabricantes, pero que popu-larizó la compañía Remington. Por lo tanto, la única forma de llevar a cabo la escritura de grandes manuscritos era la de pasar horas y horas, días y meses y hasta años enteros, escribiendo de puño y letra, folios y folios de la época. Por lo tanto, esto aumenta más aún la razón por la cual se le debe de rendir homenaje póstumo. Porque si hoy en día, todo el proceso de escritura y preparación de una obra, tuviéramos que desarrollarlo como en el año de 1870, desde luego más de uno quedaría estupefacto y daría media vuelta de nuevo a nuestro futuro. Así como existe un Museo para el señor Nicolás Roerich, escritor, pintor y ante todo divulgador de la Bandera de la Paz, así quiero hacer llegar al Gobierno de Bolivia la petición de realización de un museo o apartado en un museo o biblioteca nacional, para mostrar al público boliviano y al mundo entero todo lo relacionado con don Emeterio Villamil de Rada... El Palacio de Gobierno, llama-do popularmente Palacio Quemado tras sufrir un incendio en 1875, es el Palacio Presidencial de Bolivia, sede principal del poder ejecutivo boliviano y la oficina y sede de funciones del presidente de Bolivia (a fecha de 2015).

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Capítulo 2El origen de la vida inteligente

La vida probablemente es tan antigua como la Tierra; es-tábamos procurando encontrar en la roca primitiva indicios de sopa o magma original y en cambio encontramos moléculas complejas.

Cyril Ponnamperuna

Cuál es el origen de la humanidad…

A lo largo de la historia del ser humano, muchos hombres y mujeres, han puesto su granito de arena para que nosotros ahora, los seres humanos del siglo XXI, tengamos una basta información sobre nuestra especie. Y además, con toda esa basta información en múltiples medios, podamos dar res-puesta a tantas y tantas preguntas que nos hacemos desde hace miles de años. Hoy en día tenemos la suficiente in-formación como para ofrecer un posible camino que otrora otros visitantes ya hicieron a la Tierra.

Pero veremos que no podemos indicar con toda claridad si el hombre o el ser humano, con todas sus variantes, vinie-

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ron de tal o cual constelación, sino que somos más de un experimento genético aquí en el planeta Tierra. Por lo tanto, somos hijos de más de un creador. Así pues, sin más dilacio-nes, vayamos a lo que nos interesa.

Muchas civilizaciones ancestrales de nuestro planeta nos hablan de seres venidos del cielo. Otras realidades, que deja-ron la huella de su peregrinaje por el cosmos. El cosmos, que nosotros conocemos como Vía Láctea…

¿Existieron otras razas cósmicas?… Por supuesto que sí, y vamos a verlo a continuación. Estas razas, extintas hoy en día, fueron cuatro grandes razas o civilizaciones. La primera: la raza polar (o antártica). La segunda: la raza hiperbórea (la que convivió con los dinosaurios). La tercera: la raza lemu-riana (la raza negroide originaria de la tierra), y la cuarta: la raza atlante. Aquella que fue descrita por el gran filósofo griego Platón, en su libros Critias y Timeo, así como en La República. Vamos a ver más a fondo cada una de estas razas o civilizaciones. Y qué nos puede aportar la historia, y todos los vestigios de los que disponemos hoy en día, gracias a los grandes trabajos de investigación llevados a cabo durante cientos de años por personajes como Platón, Augustus le Plongeon, Blatvasky, Samael Aunweor. Hagamos un resu-men de las cuatro razas primigenias, detallando cada una de ellas lo que se nos legó en tiempos pasados.

LOS PRIMATES Y LOS HUMANOS Hablar de la Tierra, y de los seres humanos primitivos, es

hablar de un pasado del cual solo tenemos vestigios en ya-cimientos y cavernas. ¿Cómo podemos definir una linea ge-nética acertada de nuestros antepasados?… La ciencia de la antropología trata de estudiar, recopilar y enumerar lo más

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acertadamente posible el pasado filogenético de nuestros ancestros desde el primer ser humano, o primate moderno antecesor del Homo sapiens.

Si el estudio de los homínidos ya de por sí es complicado, con una gran cantidad de ramas biológicas, el estudio de las razas humanas, y su relación con los homínidos o primates, no es tampoco tarea fácil. Antes de adentrarnos en el mundo de la antropología del ser humano vamos a enumerar a nues-tros antepasados y antecesores en la escala de los primates homínidos.

– Ardipithecus ramidus.– Australophitecus.– Homo habilis.– Homo erectus.– Homo sapiens.– Homo sapiens sapiens (raza humana moderna).Como hemos podido observar, los datos más fehacientes

de restos de homínidos antiguos son los del Australophitecus. Después le siguen los restos de Homo habilis, erectus, sapiens y los restos que tenemos por doquier hoy en día de los Homo sapiens sapiens, que somos nosotros. Aunque tenemos infor-mación que nos demuestra que, anteriores a los Austrolophi-tecus, nos encontramos con que, hace unos 4300 millones de años, un antepasado humano cierto, al que se llamó Ar-dipithecus ramidus, existió sobre la Tierra. Pero tenemos que recalcar que, aunque las primeras líneas filogenéticas que se-paran a los púngidos de los homínidos datan de unos cinco millones de años atrás —debemos de tener en cuenta que es erróneo pensar que los homínidos provienen del mono—, nos basamos en que, aunque siendo de diferentes géneros, perte-necemos al mismo orden de los primates. Por lo tanto, po-

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demos decir con total certeza que el Ardipithecus ramidus es considerado en la actualidad como el antepasado común de primates y homínidos. Hace unos cuatro millones de años, al Ardipithecus ramidus le sucedería el Austrolophitecus ana-mensis. Este es claramente un ser homínido, pues modificó su sistema musculoesquelético para poder andar erguido. El anamensis es el antepasado directo del afarensis. Así, se bau-tizó con el nombre de Lucy a los restos encontrados de un Australopithecus afarensis, que junto a otro espécimen serían los antepasados directos de los Homo sapiens. En el año de 1999 se halló un nuevo tipo de progenitor humano, el Aus-tralopithecus garhi. De este antepasado genético se derivarían dos ramas, conocidas como robustus y boisei, así como el pri-mer individuo calificado como de homo: el Homo habilis. Se tiene la constancia de que este último apareció hace dos millones de años, y ya era capaz de construir pequeños habi-táculos y utilizar materiales de diversa índole: madera, hueso y piedras. Con estos objetos, ellos hacían utensilios sencillos. Con ellos, también cazarían pequeñas piezas. Y se tiene la certeza de que eran capaces de producir sonidos similares a los de un lenguaje balbuceante y simple.

El Homo erectus no solo lo tenemos presente en África, sino que también los encontramos en Asia y Europa. Desde hace un millón de años, podemos observar que, según estas demarcaciones geográficas, determinan a diferentes erectus. Así, tenemos al Hombre de Pekín o el de Java, y cómo estos comenzaron a usar el fuego. Y como se puede comprobar y constatar en el yacimiento chino de Chou-kou-tien. Ade-más de llevar a cabo el arte de la caza con gran precisión, se sigue discutiendo acaloradamente sobre la línea evolutiva del Homo sapiens. Podemos decir que la transición comenzó

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hace unos 300 000 años, precisamente en un periodo in-terglacial, al que se ha dado en denominar como Holstein. La diferencia de estos Homo sapiens la encontramos en sus cráneos, donde los rasgos y características son totalmente descriptivos. Podemos diferenciar entre los sapiens encontra-dos: el de Steinheim, el de Maba o el de Florisbad. Aunque todavía se tendría que dar otro sapiens, el Homo antecesor. De este partirían dos especies diferentes: una, que emigraría hacia Europa, el Homo neanderthal, que apareció hace unos cien mil años y de la cual se han encontrado mayoritaria-mente restos en Europa, la zona actual del Líbano y Siria, en puntos del Cáucaso, en Java y puntos del norte y sur de África. Y una segunda, que se quedó en África, y a la que se conoce como los cromañones.

Entre 70 000 y 10 000 años, llegan desde África los Homo sapiens sapiens del tipo cromañón, que por motivos, diga-mos, no del todo claros, des-plazarían de tal forma al Homo neanderthal que este se extingue sin más. Existe otra gran controversia, que es la de si pudo existir un cruce viable en-tre dos especies como la cromañón y la neandertal. Pues se tiene la certeza, por fósiles hallados, de un niño que estaría datado en 28 000 años de antigüedad, que podría ser un híbrido entre una rama de homo y la otra. Estos restos de híbrido fueron encontrados en Lagar Velho (Portugal).

LA RAZA POLARDe la raza polar, se tiene la gran certeza de que fue una

raza muy primigenia. Concretamente, la primera raza no te-rrestre en venir del cosmos, de lo más profundo de la cons-telación del Cisne, y que se asentó en lo que hoy conocemos como la Antártida. Debemos, estimado lector, de hablar o

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recalcar la existencia de razas-madre. Cada raza-madre posee sus correspondientes subrazas e innumerables subdivisiones en familias y tribus, siendo enteramente distinta de la raza que la precede y de la que le sigue. Cada una de las cuatro razas, más las dos que quedan por llegar, así como la más mínima división entre ellas, pueden ser divididas en cuatro edades: oro, plata, bronce, y hierro. De las siete razas que se tienen contabilizadas, dos de ellas están aún por venir. Por lo tanto, podemos decir que cuatro de ellas ya han hecho su aparición sobre la Tierra, y nos encontramos en la quin-ta raza, o quinta generación de humanos terrestres. Nuestra raza-madre existe desde hace un millón de años, como raza subgeneris y por completo dependiente de su tronco-padre. Por lo tanto, podemos decir que cuatro subrazas precedentes han vivido unos 210 000 años. Así, cada raza-familia tiene un promedio de existencia de unos 30 000 años, por lo tanto la raza-familia europea tiene aún bastantes años de vida más. Aun teniendo en cuenta que las naciones, con cada «esta-ción», sucesivamente ronda los tres o cuatro mil años. Nadie nos puede negar que los indoeuropeos, y otros países de Eu-ropa, descendemos de los arios. La quinta raza (la aria), es la que actualmente sigue su curso en nuestro planeta, coexis-tiendo con otras razas, como la cuarta, en la que se encuen-tran tártaros, chinos y mongoles, compartiendo espacio con algunos restos de la tercera: aborígenes australianos y hoten-totes. Debemos tener en cuenta, en el curso de las diferentes razas humanas, los descensos de involución y evolución y el equilibrio de evolución y ascenso. Los sembradores de vida, o también conocidos como los Padres Antiguos, tras cons-tatar que la Tierra ya estaba preparada para la siembra de vida en ella, realizaron su primer trabajo, que fue sembrar

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de microorganismos primitivos (lo que se conoce como sopa primordial), los mares y océanos terrestres, para acondicio-nar estos y albergar así a futuros seres vivos en la Tierra, ya que los mares y océanos de Pangea eran demasiado ácidos para albergar vida, y estos fueron alcalinizados para su fu-turo éxito. ¿Pero cómo era la Tierra antes de la llegada de esta raza de no terrestres de la constelación del Cisne...? La ciencia nos dice que la Tierra, en época de Pangea, contenía una corteza bastante caliente, compuesta mayormente por roca primitiva bañada por mares en continua ebullición y con un equilibro asombroso entre nubes cargadas de lluvia y electricidad estática, que generaban grandes descargas en forma de unas violentas tormentas con rayos y centellas. A medida que la temperatura de la Tierra iba descendiendo, la ciencia nos dice que, por «azar», ciertas sustancias nece-sarias para la eventual formación de las primeras moléculas, capaces de llevar a cabo a la autorreproducción se fueron formando sobre ella. Estas sustancias primitivas y necesarias para dicho evento son: formato, aspartato, lactato, glicina, rebosa, adenina y glucosa. Todo lo que existe en la Tierra, y en el cosmos, tiene un principio primordial: la energía. Sin energía no existe vida, o existencia. La pregunta que le for-mulo, estimado lector, es la siguiente:

¿Por qué se pueden formar estas moléculas?… Tenemos constancia de que todo esto no fue fruto del azar, sino de la propia intervención de esta raza extraterrestre, la cual vino a la Tierra en calidad de sembradora de ánimas (ingenieros genéticos). ¿Cuál es la magia para que esta vida microbiana, extremófila, pudiera autoreplicarse y llenar de vida primiti-va todos los mares y océanos de la Tierra...? ¿Se debe esto a la geometría?… ¡Sí, estimado lector! ¿Le he dejado perplejo

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con tal aseveración?…, pero es que, científica y matemáti-camente, se ha demostrado que tanto el carbono como el nitrógeno y el oxígeno son fundamentalmente tetraedros. Fíjese que estos elementos son necesarios para la vida cono-cida en la Tierra. ¿A qué se debe que sea un tetraedro necesa-rio para que su existencia sea fructífera? Pues la ciencia y las matemáticas nos dicen que de alguna manera buscan asumir esa geometría, de manera tal que tendrán una mayor estabi-lidad cuando en los cuatro vértices del susodicho tetraedro se encuentren dos electrones con spin opuesto. Por lo tanto, otra estructura que no sea el tetraedro será menos estable y susceptible de reaccionar con otros átomos. Entonces, pode-mos dar por hecho que esta raza no terrestre, estos sembra-dores de vida venidos, como hemos dicho, de la constelación del Cisne, sabían todo esto y muchas cosas más.

Estimado lector, no se tienen datos escritos fehacientes que nos puedan corroborar dicha información, pero es la más plausible, y hecha llegar por seres de otras realidades a personas contactadas en la Tierra, donde se nos corrobora que los filósofos de la antigüedad ya tenían conocimiento de todo esto. Como ejemplo, Platón, con su Critias y el Timeo, donde habla claramente de la Atlántida. Para terminar, en el año de 1990 el profesor del Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, el señor Christopher Chyba, propuso claramente que el agua y los gases de la atmósfe-ra terrestre provienen de la colisión de cometas y meteo-ritos, que no solo trajeron agua y gases, sino además, tam-bién aminoácidos y otras moléculas orgánicas. Por lo tanto, esto pudo haber sido de esta manera en los cometas Halley, Hale-Bopp e Hijakutake, donde se detectó la presencia de queroseno, etano y metano. Doy por hecho que ya sabe de

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qué le estoy hablando, de la teoría de la Panspermia. Y pue-do aseverar que, por los científicos que apoyan esta teoría al 100 %, señalan que su procedencia sería la nebulosa de Orión como el posible origen de las primeras moléculas en la Tierra. Entonces, esto explicaría la presencia de los sembra-dores de vida de la constelación del Cisne, y cómo se escogió a Orión como el modelo idóneo de «siembra de vida».

LA RAZA HIPERBÓREAEn la era secundaria o mesozoica, la gran era de los sau-

rios, una raza extraterrestre perteneciente a los Guardianes y Vigilantes de mundos habitados, compuestos por pleyadianos y oriones, tras un largo tiempo en el cosmos, alejados de la Tierra, se acuerdan de que nuestro planeta sufrió grandes ca-taclismos, y decidieron partir hace miles de años de él, para volver en mejores momentos. Los colonos extraterrestres se fueron a instalar en la parte norte de Europa y Groenlandia (Tierra Verde) —la mayor isla de la Tierra en la región polar ártica—, donde se fundaría la mítica Hiperbórea, y donde bautizarían a su ciudad principal como Tule o Tollán. Los ves-tigios geológicos de Hiperbórea serían Groenlandia, Islandia y las islas Spitzberg, donde se tiene constancia de que disfru-taban de un clima tropical, con una vegetación extraordinaria. Importantes yacimientos de carbón fusil bajo el hielo de estas islas demuestran fehacientemente que allí creció hace mucho tiempo una exuberante vegetación. De ahí que, irónicamente, el nombre de Groenlandia, en la lengua nórdica y/o germá-nica, signifique «Tierra Verde». Por lo tanto, este sería el lu-gar donde los cosmonautas extraterrestres edificarán una gran ciudad portentosa que las leyendas, aun hoy en día, recuerdan como la ciudad de Tule, Thule o Tollán.

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¿Cómo eran estos seres que arribaron a estas islas?…Estos Vigilantes y Guardianes de mundos habitados son

altos y corpulentos, de tez blanca y de cabello claro-rubio que les cae por detrás de los hombros. Provienen de Alfa Centauro, una de las estrellas más próximas a la Tierra, es-tando a 4.2 años luz. Aunque se sabe que ellos siempre se andan moviendo por el espacio, visitando pacíficamente los diversos mundos que se erigen en nuestro mundo material. Teniendo ellos la experiencia de otros planetas, llegaron a la Tierra en la era secundaria. En la era mesozoica, la era de los grandes saurios. Por lo tanto, se sabe y se tiene certeza, gra-cias a vestigios arqueológicos —no solo en África, Asia, valle del Indo, y toda América—, de que seres de aspecto huma-noide compartieron tiempo y vida con los grandes saurios. Pero la ciencia nunca ha querido admitir esta realidad. Aun sabiendo que nuestro planeta, de categoría UR (Aura Azul), era más bien inestable y en continua formación, decidieron asentarse en él. Pero sabían que un planeta de estas caracte-rísticas, y debido a su gran fuerza magnética (cinturones de Van Hallen), era el fiel candidato para atraer grandes aste-roides, aerolitos, meteoros y cometas, que pondrían en grave peligro a la Tierra y a sus habitantes. Y así sucedió…

Hace 65 millones de años, un meteorito que arribó a la Tierra impactó contra las costas del Yucatán, en México, donde dejó un cráter de 9.5 km (9500 m) de diámetro y 2.5 km (2500 m) de profundidad. Hoy en día se encuen-tra enterrado bajo un sedimento de 800 m. Esto condujo a que la vida conocida como reptil se extinguiera en la Tierra casi por completo. Y debemos tener en cuenta que existen teorías plausibles que demuestran que otras razas de origen reptil terrestre también convivieron con los grandes saurios,

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y estos también se vieron afectados por esta inevitable catás-trofe. Le recuerdo, estimado lector, que una raza autóctona de la nebulosa de Orión es de origen reptil, y están íntima-mente ligados a la Tierra. Según la ciencia, a lo largo de nuestra historia terrestre la Tierra ha registrado unas catorce destrucciones masivas, donde pudieron operar diversos fac-tores: causas biológicas, cambios en la dinámica del planeta, impactos de asteroides. Pero ninguno de estos eventos ha sido tan devastador como el que le he mencionado en líneas más arriba. Los Visitantes de Alfa Centauro, ante este pano-rama, decidieron poner pies en polvorosa y huir de la Tierra lo antes posible, antes de poder perecer ellos también. Otros decidieron quedarse en ciudades dentro de la propia Tierra, asistiendo a la gran transformación de esta.

Por lo tanto, estimado lector, para terminar, a esta civi-lización de origen extraterrestre es a la que se refieren las leyendas germánicas como Hiperbórea o Asgard. Pero tene-mos algo que es plausible, y nos da la certeza de que esto fue así, con la tradición de los países nórdicos, bajo el nombre de Ragnarok, que curiosamente significa el ocaso de los dioses. Información entregada a un contactado por más de cuarenta y dos años de contacto, Sixto Paz Wells. Este impacto cós-mico, que no pudo ser evitado de ninguna manera, hizo que la Tierra, de un total de ocho planetas seleccionados para el Plan Cósmico, fuera desestimado y declarado automática-mente como fuera del plan. Pero tiempo después, cuatro de los 7 planetas restantes dentro del Plan Cósmico, se destruye-ron totalmente, no quedando de ellos nada más que polvo. Por lo tanto, solo restaban tres planetas. Los encargados de vigilar el plan, se acordaron de la Tierra, y decidieron volver a supervisar cómo estaba. Encontrando ellos que esta era

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buena para proseguir con la vida y los experimentos. Ellos llegaron en la era terciaria, donde la vida se había recuperado de una forma magistral —casi por sí misma—, basada por tanto en la gran fuerza vital que esta posee. Y así fue.

LA RAZA LEMURIANAAldous Huxley escribió sobre el origen de Lemuria. El

nombre de Lemuria fue conocido por el zoólogo inglés Phi-lip Slater en el año de 1864. La teoría especialmente atrajo a darwinistas, sobre todo a zoólogos alemanes, y al filósofo Ernst Haeckel (1834-1919). Este quedó obsoleto cuando, a primeros del siglo XX, Alfred Wegener (1880-1930) teo-rizó sobre la deriva continental de Lemuria con respecto a África y Madagascar. La teoría se aceptó por unanimidad, y hablar de Lemuria es hablar de la era terciaria, o sea, de hace unos 65 millones de años. Estimado lector, debo advertir-le que Lemuria no es MU. El reino de MU fue un mítico continente entre Asia y América. La Lemuria fue un míti-co y pequeño continente entre —como he mencionado—, Sudáfrica y las islas de Madagascar. El arqueólogo James Churward descubrió unas tablillas en el Tíbet que hablaban absolutamente sobre el misterioso continente desaparecido de (MU) —Lemuria para muchos, aunque equivocadamen-te—. Investigando por todo el Pacífico, y confirmando to-das sus presuposiciones, dijo que las grandes civilizaciones de Egipto, Babilonia, Persia, Grecia, India y China, tenían como origen la majestuosa Lemuria o Mukulia. El señor Churward consiguió dar hasta con el mismísimo alfabeto de Lemuria, donde se pudo ver claramente, por ejemplo, la esvástica (levogira, símbolo de la India). La Lemuria consi-guió vivir una época dorada de una gran evolución no solo

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tecnológica, sino social, en el llamado Imperio de Mukulia, digamos, con un sistema muy parecido a la holocracia, go-bernado este por los más sabios, pero, en general, podemos decir que la Atlántida y Lemuria estaban controlados por, digamos, las mismas élites que hoy, con guerras continuas, que finalmente acabaron con su civilización tras una guerra atómica hace 12 000 años. Se tiene la certeza de que Lemu-ria estuvo primero, antes que Mu y la Atlántida. Además de la creencia de que todo comenzó en Lemuria. Que la raza originaria de la Tierra era negroide, y provenía de este con-tinente. El nombre de Lemuria proviene de lémur, animal parecido al mono que vive en África, en el sur de la india y en Malasia. El ideólogo de la palabra Lemuria fue el zoólogo británico P. L. Sclater, asegurando que el extenso continente (ubicado en el océano Índico), se extendía desde Madagas-car, por el sur de Asia, hasta el archipiélago malayo. Por lo tanto, era un inmenso hábitat de lémures cuando fue inva-dido por el mar. Se tiene la creencia de que este pudo haber sido un puente natural entre África y Madagascar. Esta teo-ría fue confirmada gracias a unos hallazgos de fósiles de ani-males semejantes en zonas tan apartadas como la provincia sudafricana de Natal y el sur de la India. Se tiene la certeza, por vestigios escritos de otros hombres de época, de que los primeros seres vivos eran andróginos, y tenían una forma peculiar de aparearse. El apareamiento era por gemación. La ciencia nos dice que la gemación ocurre en varios grupos de animales, pero es predominante en cnidarios, como la hidra, las medusas, los corales y algunas anémonas.

¿Podemos entender, entonces, que eran asexuales?… ¿Y que, por lo tanto, no tenían un sexo definido? ¿Ni tampoco órganos sexuales, los cuales cumplieran la función de unir

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a macho y hembra, para crear un nuevo ser?… Ahora bien, existe otra historia que nos lleva a pensar que en Lemuria se llevó a cabo la famosa creación de Adán y Eva. Vamos a ver de qué se trata. Debemos situarnos en la era tercia-ria, hace unos 65 millones de años atrás. Entre el fin de la era secundaria y la era terciaria, un equipo de extraterrestres de las Pléyades, luego de ver la depredación provocada por el meteorito que impactó contra las costas del Yucatán, en Mérida (México), se establecieron con su nave ciudad. Una nave que se tiene constancia de que mide 50 km de diáme-tro, y que funciona a modo de invernadero. Donde ellos llevan a cabo sus experimentos, además de poder alimen-tarse también cuando están en el espacio (cosmos). Ellos se encontraban en el continente perdido, del cual ya habló el famoso zoólogo británico Philip L. Sclater, el cual denomi-naría a este pequeño continente Lemuria —como ya hemos mencionado líneas más arriba—. La misión científica extra-terrestre estaba integrada por un grupo en equipo de siete ingenieros genéticos, también conocidos en la Torá, el Tal-mud y el Antiguo Testamento como elohim (dioses) —tér-mino procedente de Eloah (Dios)—. Estos dioses venidos de las Pléyades tenían la misión principal de crear y afianzar la aparición de los primeros seres humanos sobre la Tierra. Se dice que los primeros en ser creados en este gran laborato-rio cósmico fueron unos seis andróginos. O sea, que tenían los dos sexos (masculino y femenino), y esto hoy en día es constatable. Se eligieron a un grupo de protohomínidos re-motos antepasados del hombre, los cuales fueron llevados a la gran nave-laboratorio. Así, fruto de varios experimentos, los elohim tuvieron éxito y consiguieron una variedad de an-dróginos, es decir, que fueron creados seres que disponían de

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los dos sexos, como ya he mencionado en párrafos anterio-res. Pero, aunque el proyecto fue todo un éxito, los nuevos seres humanos andróginos no se adaptaron correctamente a las condiciones imperantes en la Tierra de aquella época. Esto hizo que estos seres humanos sufrieran retrocesos en su evolución y adaptación al medio, por lo que ellos pudieron prever que estos seres no podrían subsistir por mucho tiem-po en las condiciones imperantes y cambiantes de la Tierra, siendo creados frágiles y sensibles, en comparación, como digo, del clima imperante y dinámico que la Tierra estaba viviendo en aquel momento. Ello llevó a los ingenieros ge-netistas a modificar a estos seres mediante una alta cirugía. Lo cual derivó en que se definió el sexo de estos seres, como prácticamente todos los seres vivos del planeta, que se repro-ducen por inseminación. Así nacieron una Eva y un Adán, de piel negroide, los cuales son los originarios de la Tierra. La primera raza humana fue creada en Lemuria, y luego se ex-tendería por toda África y el resto de continentes. La ciencia nos dice que tras estudios llevados a cabo en excavaciones y laboratorios, la edad del hombre tendría aproximadamente unos 3 millones de años de antigüedad. Pero información recibida de otras fuentes, que entiendo, estimado lector, que tal vez no le sean claramente contrastables, nos dicen que el hombre tiene una antigüedad de más de 60 millones de años. No obstante, la ciencia no ha podido corroborar cómo es posible que existan pruebas de que la aparición del hom-bre tiene incluso más de 60 millones de años. Veamos unos ejemplos que corroboran esto que le estoy explicando. En el Dinosaur Valley State Park (Texas, EE. UU.), concreta-mente en el lecho del río Paluxy, y en la meseta rocosa de la orilla, se han encontrado innumerables huellas humanas

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petrificadas. Lo que podemos destacar del asunto es que las huellas encontradas están en capas geológicamente muy su-periores. La naturaleza nos dicta que, mediante el pasar de los siglos, el agua del río debería haber erosionado las huellas prehistóricas de los animales y las huellas de seres humanos datados en más de 60 millones de años. Por lo tanto, pode-mos hacernos la siguiente pregunta:

¿Quiénes eran aquellos seres humanos?…Por otro lado, tenemos al genetista de origen sueco, Svan-

te Pääbo, que es un biólogo serio y reputado, especialista en genética evolutiva y nacido en 1955 en Estocolmo, donde obtuvo su doctorado en la Universidad de Upsala en 1986. Tomó una serie de huesos fosilizados, que eran guardados con recelo, como secreto de Estado, estudiando por primera vez el ADN del hombre de neandertal. Cuando tuvo los resultados de la comparación del patrimonio genético, se revelaron claras diferencias entre el hombre primitivo y el hombre moderno (Homo sapiens). La diferencia más notable del hallazgo fue que en las mitocondrias se hallaron 27 di-ferencias, mientras que en todas las razas que existen hoy en día en la Tierra, se pueden observar como máximo ocho di-ferencias. Entonces, podemos decir que la explicación para el «eslabón perdido» es, sin duda alguna, ¿una intervención extraterrestre?… Por lo tanto, y para terminar este apartado, si la ciencia nos dice que nuestro pasado histórico tiene 3 millones de años de antigüedad, y hallazgos fósiles nos dicen que nuestro pasado genético tiene más de 60 millones de años de antigüedad, ¿cómo es posible que en algunos luga-res de la Tierra, en cuevas y cavernas, existan grabados de grandes saurios conviviendo con el hombre prehistórico?… El desierto de Tassili-N’Ajjer (Argelia), es uno de los lugares

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más emblemáticos de la Tierra, con relación a la antigüe-dad del ser humano, y de su lugar de origen en la Tierra. Los ingenieros genetistas indicaron en la nave-invernadero que de todo podían comer (alimentarse), pero que de ciertas plantas no podían tomar, porque estas tenían propiedades alucinógenas. Aun así, un grupo de estos seres terrestres ne-groides hizo caso omiso, y tomó de una de las plantas, dan-do como resultado unos efectos que jamás pensaron expe-rimentar. Los ingenieros genetistas, al ver esta situación, se dieron cuenta de que la tensión arterial de estos seres había bajado alarmantemente, y sus pupilas estaban muy dilata-das. Escalofríos y convulsiones les hacían sentirse mal. Uno de los siete ingenieros genetistas fue el que, de alguna forma, quedó involucrado en este experimento de los primeros seres humanos, que se habían drogado con total consentimiento. Pero viendo los otros seis que los seres humanos eran débi-les, y que podían poner en riesgo el plan para la Tierra, por orden de altas jerarquías cósmicas, este ingeniero genetista quedó recluido en el interior de la Tierra. En ciudades in-traterrenas, donde retomó en paralelo el proyecto hombre, y creó una raza intraterrestre conocida como los «sunkies». Se le dijo a este ingeniero que, mientras no cambiara su postura y se arrepintiera de verdad de su error —por haber experi-mentado con plantas prohibidas en la primeriza raza humana negroide—, no le vendrían a recoger del interior de la Tierra. Entonces abortaron el plan humanidad, y marcharon fuera de la Tierra. Quedando la primera raza humana —creada en laboratorio—, a su propia suerte. Estos Evas y Adanes prontamente se hibridaron con otros seres que ya se halla-ban dispersos en diferentes regiones de la Tierra, dando así comienzo a lo que conocemos como «El origen de las razas».

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Los primeros escritos en los que se tiene constancia de la presencia de esclavos en una gran civilización es en Meso-potamia durante la época sumeria, si bien muy limitada. En el Antiguo Egipto, un número de esclavos suficiente como para tener cierta importancia social se dio solamente en al-gunos periodos, especialmente en el Imperio nuevo.

LA RAZA ATLANTEDe la Atlántida… Se han dicho y especulado infinidad

de cosas con relación a la legendaria isla, de la cual el gran filósofo griego Platón habló hondamente en sus famosos diálogos titulados Timeo y Critias, como ya he comentado varias veces, donde nos hablaba de la famosa isla de Undal, también conocida como Atlantis: «Más allá de las columnas de Hércules, afirmaba Platón en sus diálogos, existieron vas-tas tierras, tan grandes como Asia Menor y Libia juntas, hasta que, en un solo día, este mundo que albergaba a una sociedad avanzada, sucumbió bajo las aguas del océano Atlántico. De allí que viene el nombre de Atlantes, para aquellos que vivieron en estas tierras míticas…», en palabras del gran investigador y contactado con otras realidades, Sixto Paz Wells. Aunque parezca insólito aceptar la desaparición de una civilización bajo el océano, algunos científicos se han venido topan-do con algunos indicios que sugieren la realidad de todo esto. Científicos del Observatorio Lamont, una división de la Universidad de Columbia en Palisades (Nueva York) de-terminó cambios geológicos de carácter anormal hace unos 11 500 años en el Atlántico…, y precisamente estas conclu-siones encajan notablemente con la fecha de la destrucción de la Atlántida. Se descubrió, no hace muchos años, que una cadena montañosa recorre la zona central del Atlántico; estas