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Troleo edicion 28

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REVISTA TROLEO EDICION 28

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Iniciamos los primeros meses del año con optimismo, renovado es-fuerzo y grandes ilusiones mismas que nos guiaron a principio de año rumbo a uno de los destinos de pesca más emblemáticos en la histo-ria de México: Mazatlán, Sinaloa.

Un destino cuyo prestigio turístico comenzó a gestarse en los años 40´s con el arribo de las grandes estrellas de Hollywood de aquellos años, como John Wayne, John Huston, Rock Hudson… que visitaban con-tinuamente los estados de Durando y Sinaloa, buscando locaciones para filmar sus famosas historias de “western” y refugiándose en las costas mazatlecas huyendo del sofocante calor del “set”.

Estos mismos actores encandilados por la belleza del lugar, regresaban por mar navegando en sus lujosos yates como el “Ganso azul” de John Wayne para disfrutar de unos días de arena, sol y formidables historias de pesca como las que sigue escribiendo este maravilloso destino.

David Mailland, colaborador de Troleo y prostaff de la marca de se-ñuelos “Lucky Craft”, nos deleita con una más de sus aventuras por el mundo, ahora desde tierras venezolanas, con una reseña sobre la pesca del Payara, un formidable contrincante con verdaderos dientes de sable, residente de las aguas del Salto Uraima, un lugar inhóspito en plena selva Sudamericana.

De igual manera no pueden perderse el artículo central de la edición sobre la pesca del robalo. Muchas páginas se han escrito y seguirán escribiéndose sobre esta especie, una de las más emblemáticas de la pesca deportiva de orilla y estero. Rolando Córdoba, editor de Troleo, reúne para nuestros lectores un pequeño compendio de información y experiencia personal sobre el hábil gladiador de las filosas agallas, contendiente de batallas de las que muchas veces sale victorioso.

Esta edición el agradecimiento y mención especial es para los par-ticipantes del concurso “Postales de Pesca en México ” evento que realizamos para celebrar nuestro 4to. aniversario, con el patrocinio de la prestigiosa marca de lentes “Costa del Mar”. Fue un halago recibir más de 200 fotografías de distintos destinos y escenarios de las bellas costas de país. Pronto tendremos nuevos concursos para seguir com-partiendo la pasión de la pesca deportiva con nuestros lectores.

Por último, Revista Troleo estará presente en el Boat Show de Miami a mediados de febrero, con noticias y fotos que subiremos a nuestras redes sociales con lo más relevante del evento.

Nos vemos en la próxima captura.Manuel Solís Trejo / DIRECTOR [email protected]

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A principios de año, Troleo visitó esta tierra de ensueño, a invita-ción de tres de las principales flotas profesionales de pesca depor-tiva del puerto mazatleco: Bibi fleet, Escualo fleet y la flota Aries del emblemático Hotel Marina El Cid, donde nos hospedamos y quedamos gratamente complacidos con este resort que se destaca por su magnífica ubicación con vista al club de yates y una tentado-ra cocina que distingue la oferta gastronómica del lugar.

Mazatlán o “Tierra del venado” en lengua náhuatl, es un importan-te puerto comercial y turístico llamado popularmente “La Perla del Pacífico”. Se localiza frente a la Paz, en Baja California Sur y fue fundada en 1531. Con el paso del tiempo tuvo una importante inmigración europea, primordialmente alemana, que desarrollaron actividades comerciales en el puerto, importando equipo para las minas de oro y plata de los alrededores. Por supuesto que los ale-manes también impulsaron la producción de cerveza en la región, la famosa cerveza “Pacífico” es parte de esa rica herencia, así como la música tradicional donde es notable la influencia de la música de la región de Bavaria.

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En los años cuarenta comenzó el prestigio turístico de Mazatlán al ser visitada por famosos actores norteamericanos como John Way-ne, Gary Cooper y John Houston. La playa de moda en aquella época era Olas Altas, donde se establecieron varios hoteles y es actualmente la playa con mayor referencia histórica ubicada en la parte sur de la ciudad, a unos metros del Centro Histórico. Para los años sesenta, comenzó el desarrollo de condominios de tiempo compartido en la zona norte de la ciudad, sobre las playas Bruja, Cerritos, el Delfín y Mármol.

Además del turismo, sin duda, la pesca ha sido una de las principa-les actividades económicas del puerto mazatleco; ahí se concentra el 70 por ciento de la actividad pesquera del estado de Sinaloa: la captura de atún, de camarón y otras especies marinas han propicia-do el desarrollo del puerto y también de una sólida industria naval.

Tadeo Hernández Kelly, gerente de Bibi Fleet, flota de pesca depor-tiva pionera en Mazatlán con más de 60 años sobre las aguas, fue el encargado de recibirnos y platicarnos un poco sobre la situación económica y social de su querido puerto, y como nos mencionaba en referencia al problema de inseguridad que se vive en el estado: “Mazatlán fue afectado injustamente, ya que la mayoría de los he-chos de violencia sucedieron en poblados al norte del estado de Sinaloa y en la sierra, lejos del centro turístico, y las noticias mer-maron la llegada de turistas extranjeros y nacionales desde finales del 2010, pero gracias a Dios, la gente ya se dio cuenta que es una ciudad segura y hoy ya nos levantamos….”

Y la verdad es que Mazatlán jamás perdió su encanto. Antes de llevarnos a nuestro hotel sede, enfiló el carro rumbo a una de las vías más hermosas que haya visto: El malecón de Mazatlán, consi-derado uno de los más largos del mundo, con una longitud de 7 ki-lómetros aproximadamente, donde se disfruta una vista panorámica increíble que recorre parte del litoral del Pacífico, con sus grandes acantilados e islas por un lado y por el otro, sus monumentos, co-mercios, restaurantes, bares, glorietas, edificios antiguos redecora-dos, hoteles, etc.

Teacapán, la región de las marismas. Pesca con Bibi Fleet.

Después de registrarnos por la noche, nos preparamos para salir muy temprano al día siguiente rumbo a Teacapán, uno de los des-tinos de pesca “inshore” y de estero que está promoviendo Bibi Fleet para los clientes que desean conocer un paraíso de hume-dales de exótica belleza natural y hacerse de un buen robalo, un pargo, sierra o una corvina en esas tranquilas aguas que esconde el sur del estado de Sinaloa, destino ubicado a hora y media de Mazatlán, en el límite territorial con el estado de Nayarit.

Durante el trayecto, nos llamó la atención la cantidad de árboles de mango existente en la región y sus diferentes variedades : Ha-den, Tommy, Hakin, Kent, Keitt, Manila y Ataulfo; nos menciona-ba Tadeo que algunas de estas especies fueron traídas de la Florida y que la mayor parte de la producción se destina únicamente al mercado estadounidense.

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Apenas llegamos al malecón de Teacapán, ya se encontraba lista la panga, de unos 26 pies, bastante amplia y de fabricación lo-cal que nos esperaba para zarpar. Recorrimos unos 15 minutos para llegar a la zona donde Víctor, el guía del lugar, tenía su “poza” marcada que era un tipo de arrecife artificial compuesto de algunos troncos y pedazos de concreto a unos 12-15 metros de profundidad. Ahí la pesca se realiza con camarón vivo que abunda en esas aguas. Los señuelos no suelen usarse -y menos con tanto camarón disponible todo el año-; pescan a mano o con cañas de troleo con carretes medianos convencionales con deva-nador, línea de 20 libras y leader de 40 libras. No castean por la profundidad de la ría como mencionaron y porque yo creo que jamás lo han intentado.

Nos posicionamos en el área indicada y ya con el equipo listo, Víctor se encargó de enganchar los camarones sobre los ojos para que no mueran tan rápido y mantengan su movimiento na-tural. Con un pequeño plomo de una onza en un armado tipo “Carolina” (Carolina Rig), bajamos hasta topar el fondo para en-seguida dar 5 vueltas de manivela y quedar sobre la estructura. Todo era perfecto, excepto que los peces de la laguna parecían tener alguna especialidad en cirugía plástica, porque muy leve-mente se sentían los tirones y en décimas de segundo dejaban el camarón decapitado para su cambio inmediato. La pesca era al garete y apenas salíamos de la poza regresábamos para posicio-narnos nuevamente y volver a intentar.

La mañana fue bastante fructífera con buenos pargos y corvinas de muy buen tamaño en diferentes pozas que probamos. Los ro-balos no aparecieron ese día porque el agua estaba bastante fría por la época y se rehusan a comer hasta que la temperatura sube, pero Víctor nos decía que lo “normal” eran tallas de 5-6 kilos y algunos de hasta 12 kilos.

Al medio día y después de pasear las hermosas playas de las Bo-cas de Teacapán custodiadas por cientos de palmeras dispuestas a lo largo del litoral, regresamos a un punto del malecón -ya en aguas interiores-, donde tenían preparado un delicioso ceviche de camarón que combinaron con pequeños camarones secos picantes, muy populares en ese lugar y que se venden en bolsitas de plástico para botanear a cualquier hora del día, que le daban un sabor muy particular.

También disfrutamos un delicioso pargo zarandeado asado con leña de mangle y filete de corvina empanizada…todo un manjar sin ningún lujo de por medio, pero eso sí, con una vista a la laguna que muchos hoteles ya quisieran. Terminando retornamos a Mazatlán para descansar el resto de la tarde y aflojar músculos para el día siguiente.

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Atunes. Pesca con Escualo Fleet.

A las seis de la mañana ya nos encontrábamos de pie a las puertas de la hermosa Marina Mazatlán listos para abordar nuestro bote en busca de algún buen atún o marlin rayado que abundan en los meses de invierno. Nuestro capitán era Eduardo Rodríguez, gerente general y gran pescador que encabeza Escualo Fleet, con su formidable flota de 7 yates entre ellos un precioso Riviera 38 Open Flybridge y 4 super pangas de 26 pies muy bien equipadas para los viajes en alta mar. Con las 6 cañas listas y el lunch prepa-rado nos dispusimos a emprender la travesía en mar abierto.

Sobre la hora de camino nos detuvimos inesperadamente; aguas nerviosas en el horizonte delataba acción a una milla de distancia. Eduardo y su hijo Brayan, joven marinero que nos acompañaba para asistir con las maniobras en alta mar, trabajaban velozmente para alistar los tangones y colocar señuelos y lisas al final de las líneas.

En poco tiempo nos encontrábamos en medio de un torbellino de agua y espuma con docenas de pájaros sobrevolando y cayendo en picada como misiles en todas direcciones. Grupos de atunes huían despavoridos ante el ataque de su depredador más fiero: el Eastern Spinner Dolphin, o delfín tornillo oriental (stenella longi-rostris orientalis), que navegan las aguas del Pacífico en invierno a gran velocidad y en grupos que pueden reunir hasta 1,000 in-dividuos.

Estos mamíferos cuando son adultos tienen la característica de te-ner la aleta dorsal raramente invertida y son una especie de acró-batas supremos que pueden girar hasta 7 veces sobre su eje en un segundo antes de aterrizar en el agua. Por desgracia son la especie que más ha sufrido por la pesca de atún al asociarse normalmente a los cardúmenes de éstos, quedando mortalmente atrapada en las mortíferas redes atuneras.

No tardamos ni diez minutos con las 6 líneas en el agua, cuando el primer atún se arrojó sobre la esquina larga de popa, seguido segundos después de otro enganche en el tangón…pura magia en los mares de la tierra del venado! Dos atunes peleando y en pocos minutos izados con la alegría de quien extrae su primer pez del agua… y era solo el principio. Los delfines seguían realizando sus malabares por todos lados y los carretes sonaban una y otra vez al interceptar la mancha de atunes en su maratónica carrera. Fueron 2 horas de gran intensidad y por fortuna, arropados por un clima excelente, poco viento, mucho sol y varios atunes abordo no muy grandes pero sí muy peleoneros, unos más que se liberaron y un pez vela igualmente liberado exitosamente.

Muy agradecidos con los dioses de la pesca, tomamos camino a tierra firme, queríamos estar descansados y listos para ver algo de lo que Mazatlán ofrece al visitante.

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Mazatlán, experiencia inolvidable. Partimos hacia el Malecón y el Centro Histórico abordo de uno de los símbolos turísticos de la ciudad: “La Pulmonía”, que es un vehículo similar a un carrito de golf, que hizo su aparición por las calles del puerto en 1965. Su creador, Miguel Ramírez Urquijo, mejor conocido como “El Chícharo”, diseñó este ve-hículo con la plena seguridad de tener éxito -y vaya si lo tuvo-. Esta novedad tuvo fuertes críticas por parte de los sindicatos de transporte por estar descubierto de todos lados, y sin querer, fue-ron sus detractores los que bautizaron el carrito ya que comenta-ban sarcásticamente que los usuarios se exponían a contraer una “pulmonía”. Y así, las Pulmonías siguen circulando con algunas adecuaciones para obtener más espacio y comodidad, pero siem-pre con la posibilidad de “echar la greña al aire” y admirar el paisaje sin restricciones, como hicimos.

A lo largo del trayecto -y con un hermoso sol ocultándose justo detrás de Isla Pájaros, Isla Venados e Isla de Lobos, legendarios centinelas que custodian la zona turística de Mazatlán-, pudimos observar cada una de las esculturas distribuidas a lo largo del malecón donde se encuentra una de las más famosas: el Monu-mento a la Continuidad de la Vida, también conocida como la Fuente de los Delfines, así como diversas obras como El Escudo, El Venado, el monumento a Pedro Infante –que por cierto nació en Mazatlán y no Guamúchil como cree mucha gente-, el Monu-mento a la Mujer Mazatleca y otros más.

Al final del Malecón, hacia el sur, y no sin antes disfrutar del paisaje en el mirador del Cerro del Vigía, nos adentramos en el Centro Histórico, un sitio que simplemente nos cautivó con sus

coloridos edificios coloniales de más de 180 años de antigüe-dad, así como sus parques, restaurantes, bares y por supuesto, la Catedral Basílica, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad que no pudimos dejar de fotografiar y el teatro Angela Peralta Castera: diva de la ópera mexicana del siglo 19 que conquistó los escenarios europeos y murió poco después de su llegada al puerto. Según la leyenda, cantó una última aria en el balcón de su hotel antes de despedirse de este mundo.

Terminado nuestro recorrido, y ya con hambre, nos dirigimos al restaurante “Costa Marinera” donde fuimos testigos de la fama de Mazatlán como un destino gastronómico por excelencia. Sin ánimos de exagerar, este sitio de sol y playa es uno de los mejo-res para saborear las delicias del mar.

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Pesca con Aries Fleet, flota insignia de la marina El Cid. El tercer día estaba programado realizar una pesca en los alre-dedores de las Islas para hacer algo de jigging light, pesca de fondo y media agua e intentar tentar algún pargo, robalo, mero, pámpano o jurel toro que navegan las aguas invernales en la cos-ta de Mazatlán, ya que el gallo (roosterfish), una de las especies más cotizadas por los pescadores deportivos suelen arribar en los meses de verano.

Amanecimos con la noticia de que todas las pangas destinadas a este tipo de pesca habían sido rentadas un día anterior a un grupo de americanos que salía por primera vez a probar suerte, así que el gerente de Marina El Cid y gran amante de la pesca Gerónimo Cevallos, dispuso para nuestra salida un cómodo yate, el Aries II, para pescar de altura nuevamente.

La ruta era la misma del día anterior. Emprendimos la partida y a media hora de camino se reportó por radio la mancha de atunes que había sido localizada y tomamos rumbo a toda máquina a la zona indicada. Unos veinte minutos tardamos en llegar con la sorpresa de más de 12 barcos haciendo maniobras en el lugar. Desgraciadamente es muy difícil tener éxito cuando hay presen-cia de muchas embarcaciones con el mismo propósito, al final solo espantan el cardumen que suele perderse en las profundida-des, así que después de un buen rato y viendo pocas posibilida-des de enganche tomamos otro rumbo.

Perdimos tiempo valioso girando como carrusel en la zona de atunes y hasta el mediodía se dejaron ver un par de marlines rayados en la superficie que no tomaron el engaño a pesar de pa-sarle 4 veces los señuelos frente a sus picos, hasta que dejamos de verlos. Así es la pesca. Pero seguimos intentando y gracias a la experiencia y la afilada vista del capitán, que alertó a lo lejos una pajarera, fue que dimos con un grupo de velas que comían cerca de la superficie. De inmediato se alistaron las cañas con ballyhoos y se hizo silencio. La tensión fluía, era la última opor-tunidad del día... y el show empezó!

Era todo un escape de adrenalina cuando la línea comenzó a salir con furia y saltamos sobre la caña para sujetarla mientras el capitán apuraba la máquina para asistir un buen enganche. Durante la maniobra, en el tangón largo, otra caña despertaba de su letargo...¡ahora dos velas en línea! Que espectáculo estar disfrutando todo esto mientras me volvía para cambiar los lentes de una cámara a otra. En el fragor de la batalla, uno de los velas sacudió fuertemente la cabeza y libró finalmente del acero. Pero el día estaba hecho para nosotros con uno abordo que se liberó después de las fotos de rigor.

Recorrimos unos minutos más la zona y con la suerte de nues-tro lado, un buen dorado se lanzó sobre un Pakula Cockroach como colofón de esta aventura que resultó el mejor pretexto para destapar un par de cervezas Pacífico y disfrutar el regreso a la marina.

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De pesca y destilados.

Una vez terminada nuestra experiencia en los mares, visitamos el restaurante Los Arcos, donde probamos una excelente mariscada y terminamos con un delicioso pastel de guayaba –insuperable- para luego dirigirnos al primer establecimiento en el puerto dedicado a la elaboración de licores artesanales: Onillikan, o “lugar de lico-res” en náhuatl, que abrió recientemente sus puertas para ofrecer sus dos principales productos: licores y aguardientes artesanales.

Como supimos después de nuestro recorrido a Teacapán, Maza tlán es el principal productor de mango en México, y este fruto fue el elegido para darle sabor a los destilados al igual que el agave, abundante en los campos de los alrededores, así que nos dimos a la tarea de probar estas bebidas y llevar algunas a casa.

Terminamos nuestro viaje por esta joya del Pacífico con una vista inmejorable desde el mirador, justo a un lado del cerro del Cres-tón, donde está instalado el faro que comenzó a brillar desde 1879 -el segundo faro natural más alto del mundo después del de Gi-braltar en España-, con una altura de 157 metros sobre el nivel del mar. Este faro tiene un alcance de 48 millas náuticas que permite la vigilancia permanente del horizonte; mientras a lo lejos el sol

nos despedía al tiempo que nos invitaba sutilmente a volver pron-to a este orgullo de México, como escribiera el gran político, filó-sofo y escritor Oaxaqueño José Vasconcelos:

“Mazatlán, orgullo de México, danos el contagio de tu dignidad y libertad. Que todo México fuese como un Mazatlán, grande, pensé una vez. Y lo vuelvo a pensar”.

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En los bancos del río Paragua, un pequeño grupo de aficio-nados a la pesca deportiva hace las preparaciones necesarias para los días venideros. Luego de una larga discusión con los aficionados locales, mi anfitrión Carlos se acercó a mí un poco preocupado: “David, tengo algo que decirte… las condiciones son terribles y la pesca será muy difícil. La mayor parte de los mejores puntos han llegado a ser imposibles. Por el fenómeno de La Niña estamos enfrentando los efectos de un severo hu-racán, que ha traído lluvias torrenciales desde los últimos dos años”. Sin duda, no era el comienzo que yo esperaba. Afortu-nadamente, el ingenio de Carlos, las notables habilidades en el conocimiento del agua de los guías locales y la abundancia de peces recompensaron los inconvenientes.

A pesar de que pescamos desde tierra, porque las corrientes eran demasiado fuertes para que los barcos navegaran con se-guridad, los resultados finales fueron estupendos.

La vida es un largo y turbulento río

Bajo condiciones normales, la pesca de la payara se realiza so-bre una embarción.

Desafortunadamente, fue imposible para ese entonces. Debido a razones de seguridad, tuvimos que pescar en tierra y caminar con el equipo mínimo. Algunos señuelos, una cámara fotográ-fica y dos cañas eran todo lo que tenía, mientras nos orien-tábamos a través de la densa selva tropical hacia los puntos importantes para la pesca.

La caminata en la selva era interesante por sí misma. Los alre-dedores se llenaban de sonidos fascinantes que emanaban de la vegetación virgen. Con nuestros pasos asustábamos a coloridos loros y escuchábamos los aullidos de los monos sobre la capa verde.

Cerca del final de nuestro viaje a pie, los sonidos del turbulento río se podían oír desde lejos. La selva se separaba del río abrup-tamente por la línea de la orilla. En vista de las cambiantes y fuertes corrientes río abajo, nuestro desafío principal era con-seguir un terreno suficientemente estable para caminar.

A pesar de estas dificultades, la pesca por sí misma era simple. Los señuelos se presentan, con frecuencia por medio de lanza-mientos largos, cerca de los troncos de los árboles sumergidos seguidos por una recuperación errática en las oscuras aguas le-jos de las fuertes corrientes. En una lanzada típica, el señuelo debe nadar fácilmente a través de corrientes de diversas inten-sidades. Las mordeduras ocurren normalmente cuando el se-ñuelo está en el borde de las corrientes fuertes con intensidades intermedias, donde la payara se encuentra con regularidad. Al-gunos de los vórtices también pueden ser productivos, porque pudiese haber un pez o dos cerca de los bordes de la corriente.

Desde mi perspectiva, el número medio de mordidas por día fue excelente. Personalmente, hice un promedio de 20. Según mi anfitrión Carlos, si las condiciones hubieran sido mejores, entre ¡200 a 300! mordeduras por día se consideran normales. Con respecto a eso, los señuelos de madera han sido siempre la opción preferida ya que tienen mejor agarre y resistencia ante los ataques. Indudablemente, la abundancia de peces en el Salto Uraima era excepcional. Es casi imposible que un aficio-nado se sienta insatisfecho con la pesca. Entre los enganches, pude observar muchas pérdidas debido a las duras quijadas de la payara que impedían un buen agarre.

Añádale a esto las capacidades excepcionales de zafarse y de luchar en el aire, para que lleguemos a la conclusión de que la payara es una adversario formidable.

En algunas ocasiones, pudimos utilizar Curiaras: canoas típi-cas de la zona equipadas con motores de 40 HP, que por su gran estabilidad son perfectas para pescar en aguas con fuertes corrientes. Para navegar en ellas se requieren dos a bordo, con una persona que maneje las peligrosas payaras al capturarlas. La payara más grande del viaje y un aimara de buen tamaño se atraparon en una curiara. Los aimaras se encuentran regular-mente en aguas profundas. Los nativos ya habían atrapado an-teriormente este año una enorme aimara de más de 50 libras. Lejos, en la distancia, pude ver algunos de los nativos que re-maban cautelosamente, sin la menor salpicadura. Se acercaron y nos explicaron amablemente que estaban a la caza de una gran anaconda y que acababan de encontrar un caimán negro, el más peligroso de las especies de caimán.

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En los bancos del río Paragua, un pequeño grupo de aficio-nados a la pesca deportiva hace las preparaciones necesarias para los días venideros. Luego de una larga discusión con los aficionados locales, mi anfitrión Carlos se acercó a mí un poco preocupado: “David, tengo algo que decirte… las condiciones son terribles y la pesca será muy difícil. La mayor parte de los mejores puntos han llegado a ser imposibles. Por el fenómeno de La Niña estamos enfrentando los efectos de un severo hu-racán, que ha traído lluvias torrenciales desde los últimos dos años”. Sin duda, no era el comienzo que yo esperaba. Afortu-nadamente, el ingenio de Carlos, las notables habilidades en el conocimiento del agua de los guías locales y la abundancia de peces recompensaron los inconvenientes.

A pesar de que pescamos desde tierra, porque las corrientes eran demasiado fuertes para que los barcos navegaran con se-guridad, los resultados finales fueron estupendos.

La vida es un largo y turbulento río

Bajo condiciones normales, la pesca de la payara se realiza so-bre una embarción.

Desafortunadamente, fue imposible para ese entonces. Debido a razones de seguridad, tuvimos que pescar en tierra y caminar con el equipo mínimo. Algunos señuelos, una cámara fotográ-fica y dos cañas eran todo lo que tenía, mientras nos orien-tábamos a través de la densa selva tropical hacia los puntos importantes para la pesca.

La caminata en la selva era interesante por sí misma. Los alre-dedores se llenaban de sonidos fascinantes que emanaban de la vegetación virgen. Con nuestros pasos asustábamos a coloridos loros y escuchábamos los aullidos de los monos sobre la capa verde.

Cerca del final de nuestro viaje a pie, los sonidos del turbulento río se podían oír desde lejos. La selva se separaba del río abrup-tamente por la línea de la orilla. En vista de las cambiantes y fuertes corrientes río abajo, nuestro desafío principal era con-seguir un terreno suficientemente estable para caminar.

A pesar de estas dificultades, la pesca por sí misma era simple. Los señuelos se presentan, con frecuencia por medio de lanza-mientos largos, cerca de los troncos de los árboles sumergidos seguidos por una recuperación errática en las oscuras aguas le-jos de las fuertes corrientes. En una lanzada típica, el señuelo debe nadar fácilmente a través de corrientes de diversas inten-sidades. Las mordeduras ocurren normalmente cuando el se-ñuelo está en el borde de las corrientes fuertes con intensidades intermedias, donde la payara se encuentra con regularidad. Al-gunos de los vórtices también pueden ser productivos, porque pudiese haber un pez o dos cerca de los bordes de la corriente.

Desde mi perspectiva, el número medio de mordidas por día fue excelente. Personalmente, hice un promedio de 20. Según mi anfitrión Carlos, si las condiciones hubieran sido mejores, entre ¡200 a 300! mordeduras por día se consideran normales. Con respecto a eso, los señuelos de madera han sido siempre la opción preferida ya que tienen mejor agarre y resistencia ante los ataques. Indudablemente, la abundancia de peces en el Salto Uraima era excepcional. Es casi imposible que un aficio-nado se sienta insatisfecho con la pesca. Entre los enganches, pude observar muchas pérdidas debido a las duras quijadas de la payara que impedían un buen agarre.

Añádale a esto las capacidades excepcionales de zafarse y de luchar en el aire, para que lleguemos a la conclusión de que la payara es una adversario formidable.

En algunas ocasiones, pudimos utilizar Curiaras: canoas típi-cas de la zona equipadas con motores de 40 HP, que por su gran estabilidad son perfectas para pescar en aguas con fuertes corrientes. Para navegar en ellas se requieren dos a bordo, con una persona que maneje las peligrosas payaras al capturarlas. La payara más grande del viaje y un aimara de buen tamaño se atraparon en una curiara. Los aimaras se encuentran regular-mente en aguas profundas. Los nativos ya habían atrapado an-teriormente este año una enorme aimara de más de 50 libras. Lejos, en la distancia, pude ver algunos de los nativos que re-maban cautelosamente, sin la menor salpicadura. Se acercaron y nos explicaron amablemente que estaban a la caza de una gran anaconda y que acababan de encontrar un caimán negro, el más peligroso de las especies de caimán.

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Sobre la PayaraLa payara era la especie más buscada del viaje. También se conoce con el nombre de “Cachorra” en Brasil. Para mí, este temible depredador con apariencia agresiva parece tener un atractivo especial en su clase. Su mirada de aspecto sinies-tro y sus largos dientes que resaltan de la quijada le hacen merecedor de ser un trofeo importante en cada travesía de pesca deportiva.

Sin embargo, pronto me dí cuenta que la payara era mucho más que un trofeo. Me sentía bastante afortunado al haber experimentado la lucha con los peces tigre Goliath en el Congo. En Venezuela, tan pronto como tuviera mi primera payara en línea, podía imaginar las muchas semejanzas en-tre ambos, sobretodo su fuerza en aguas turbulentas. Con sus poderosas y rápidas corridas, una payara grande es capaz de halar 100 yardas de línea en pocos segundos. Sin duda, un combatiente excepcional. Le tengo mucho respeto y loubico entre las tres especies más poderosas de peces de agua dulce.

Físicamente, la payara y el pez tigre Goliath africano compar-ten un extraño parecido en su forma de ataque y su aparien-cia física como puede ser: cabezas muy similares, el hecho de poder sustituir sus dientes de manera natural y sus quijadas de cuatro partes que le permiten abrir la boca de forma muy amplia.

Gracias a su buena vista, la payara se oculta en lo profundo y lanza ataques tipo emboscada a sus presas, haciendo de ella una máquina mortal perfecta. Y lo hace con una preci-sión diabólica. Notamos que la mayoría de las marcas de los dientes están situadas cerca de las cabezas de los señuelos que usamos. La payara grande se encuentra comúnmente en aguas de hasta 10 metros de profundidad, con frecuencia en cardúmenes de peces de la misma edad y tamaño. Eso representa también, una característica similar a los peces tigre Goliath.

Fui al Salto Uraima al final de la temporada de pesca local. La pesca de la Payara allí se hace con frecuencia entre enero y abril. Buena parte del año, estos peces viven en el lago de la represa de Guri, una enorme extensión de agua que es tam-bién excelente para la pesca del pavón. En enero, asemeján-dose algo al comportamiento de los salmones, la payara es-cala río arriba para desovar regresando al lago Guri en mayo. Las bancadas de payaras de buen tamaño regularmente se detienen en el Salto Uraima, que se encuentra estratégica-mente situado río arriba. Las crías pasan la mayoría del sus primeros años en esa zona. Con el tiempo, se aventuran río abajo poco a poco, hasta la caída del Salto Uraima. La payara no es un pez territorial, como la lobina negra y el pavón, sino un pez de río migratorio.

El río Paragua ofrece condiciones ideales para la reproduc-ción de la payara. Con vegetación abundante, temperatura de agua perfecta, tiene pocos depredadores naturales en el río. Varios récords IGFA de captura de la payara, incluyendo All Tackle, se lograron en el Salto Uraima. También se en-cuentra en otros países de América del Sur como Colombia, Brasil y Guyana, pero con tamaños más modestos. Entre otras especies que habitan en el río Paragua están las aima-ras, surubis, pacu, tambaqui y pirañas.

La pesca de demonios

Para pescar eficientemente en las fuertes corrientes del Salto Uraima es esencial un tackle adecuado. Las líneas deben ser de 50 a 65 libras de trenzada probada en suficiente cantidad (500 a 1000 yardas) con carrete de gran capacidad. Inicialmente, estos requisitos me parecieron un poco exagerados. Pero pronto me di cuenta que sí eran necesarios, ya que lo que estaba en juego era la pesca de una especie muy poderosa en aguas muy turbulentas. Es interesante observar que las payaras jóvenes, cuando están enganchadas, no se aventuran a entrar en corrientes muy recias; por el contrario, los peces adultos no vacilarán ni un segundo para intentar escapar aprovechando las fuertes corrientes, lo que hace que se vacíe un carrete al instante.

La acción ideal de la caña para este tipo de pesca es una de ac-ción media, que sea capaz de manejar señuelos de hasta tres o cuatro onzas; esas serían altamente recomendadas. Para mejores resultados, utilizar anzuelos puntiagudos de gran tamaño (Owner treble hooks). Un buen wire leader (como el Halco de 60 libras de acero inoxidable) es virtualmente obligatorio en estas aguas.

En términos de señuelos, prefiero los de madera tales como el Rapala Countdown Magnun 18 ó 22. Con esos, notarás que ape-nas lleguen las mordidas se llenarán rápidamente de marcas de los dientes de la payara. En un buen día, el reemplazo frecuente del señuelo es conveniente. En términos de colores, es mejor si uno puede alternarse entre los colores naturales (como el sardine, silver mackerel, silver, mullet) y colores llamativos (como Fire-tiger o green mackerel) y variar regularmente la profundidad del nado porque la payara aprende rápido, especialmente si se pesca desde la orilla apuntando a un mismo grupo de peces. Aprovechando el momento

Luego de la jornada de pesca, permanecimos en el campamento del Salto Uraima que consiste en seis chozas tradicionales, cada una con su baño. Su dueño Javier Lasama es un buen administra-dor. El ambiente es sereno, no hay ningún mosquito cerca en la época de pesca, y las paredes de bambú proporcionan una buena ventilación. Por su lejanía con la civilización, no habrá ruido de teléfonos celulares ni nada parecido. Es un lugar ideal para estar en contacto directo con la naturaleza.

Tuve algunas conversaciones interesantes con los guías nativos durante las largas caminatas por la selva. Para ellos, su filosofía de vida es simple. No se estancan en situaciones del pasado ni miran más allá del futuro, lo que más valoran es el presente. Re-chazan las complicaciones intelectuales y se ven particularmente contentos.

Acostado en mi hamaca, algunos pensamientos pasaban por mi mente sobre la filosofía de vida de los habitantes de esta zona. Por un momento, me preguntaba cómo reaccionaría mi jefe a esta idea ¿debía proponerle esto como filosofía de trabajo? Mientras miraba las fotos de mi cámara, Carlos se acercó y me dijo: “Des-pués de todo no estuvo tan malo allá”.

A pesar de las condiciones desfavorables estuve satisfecho con la pesca. Los resultados finales fueron buenos con un promedio de cerca de 10 peces capturados por día. Apartando las estadísticas, estuve particularmente satisfecho de haber descubierto un tipo de pesca deportiva que ha sido pasada por alto por muchos prac-ticantes. Para mí, la pesca de la payara merece un mejor recono-cimiento entre los aficionados de todo el mundo. Personalmente estoy esperando regresar la próxima temporada al Salto Uraima, con la esperanza que las condiciones de pesca sean “normales”... estaría más que encantado si eso fuera así.

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Sobre la PayaraLa payara era la especie más buscada del viaje. También se conoce con el nombre de “Cachorra” en Brasil. Para mí, este temible depredador con apariencia agresiva parece tener un atractivo especial en su clase. Su mirada de aspecto sinies-tro y sus largos dientes que resaltan de la quijada le hacen merecedor de ser un trofeo importante en cada travesía de pesca deportiva.

Sin embargo, pronto me dí cuenta que la payara era mucho más que un trofeo. Me sentía bastante afortunado al haber experimentado la lucha con los peces tigre Goliath en el Congo. En Venezuela, tan pronto como tuviera mi primera payara en línea, podía imaginar las muchas semejanzas en-tre ambos, sobretodo su fuerza en aguas turbulentas. Con sus poderosas y rápidas corridas, una payara grande es capaz de halar 100 yardas de línea en pocos segundos. Sin duda, un combatiente excepcional. Le tengo mucho respeto y loubico entre las tres especies más poderosas de peces de agua dulce.

Físicamente, la payara y el pez tigre Goliath africano compar-ten un extraño parecido en su forma de ataque y su aparien-cia física como puede ser: cabezas muy similares, el hecho de poder sustituir sus dientes de manera natural y sus quijadas de cuatro partes que le permiten abrir la boca de forma muy amplia.

Gracias a su buena vista, la payara se oculta en lo profundo y lanza ataques tipo emboscada a sus presas, haciendo de ella una máquina mortal perfecta. Y lo hace con una preci-sión diabólica. Notamos que la mayoría de las marcas de los dientes están situadas cerca de las cabezas de los señuelos que usamos. La payara grande se encuentra comúnmente en aguas de hasta 10 metros de profundidad, con frecuencia en cardúmenes de peces de la misma edad y tamaño. Eso representa también, una característica similar a los peces tigre Goliath.

Fui al Salto Uraima al final de la temporada de pesca local. La pesca de la Payara allí se hace con frecuencia entre enero y abril. Buena parte del año, estos peces viven en el lago de la represa de Guri, una enorme extensión de agua que es tam-bién excelente para la pesca del pavón. En enero, asemeján-dose algo al comportamiento de los salmones, la payara es-cala río arriba para desovar regresando al lago Guri en mayo. Las bancadas de payaras de buen tamaño regularmente se detienen en el Salto Uraima, que se encuentra estratégica-mente situado río arriba. Las crías pasan la mayoría del sus primeros años en esa zona. Con el tiempo, se aventuran río abajo poco a poco, hasta la caída del Salto Uraima. La payara no es un pez territorial, como la lobina negra y el pavón, sino un pez de río migratorio.

El río Paragua ofrece condiciones ideales para la reproduc-ción de la payara. Con vegetación abundante, temperatura de agua perfecta, tiene pocos depredadores naturales en el río. Varios récords IGFA de captura de la payara, incluyendo All Tackle, se lograron en el Salto Uraima. También se en-cuentra en otros países de América del Sur como Colombia, Brasil y Guyana, pero con tamaños más modestos. Entre otras especies que habitan en el río Paragua están las aima-ras, surubis, pacu, tambaqui y pirañas.

La pesca de demonios

Para pescar eficientemente en las fuertes corrientes del Salto Uraima es esencial un tackle adecuado. Las líneas deben ser de 50 a 65 libras de trenzada probada en suficiente cantidad (500 a 1000 yardas) con carrete de gran capacidad. Inicialmente, estos requisitos me parecieron un poco exagerados. Pero pronto me di cuenta que sí eran necesarios, ya que lo que estaba en juego era la pesca de una especie muy poderosa en aguas muy turbulentas. Es interesante observar que las payaras jóvenes, cuando están enganchadas, no se aventuran a entrar en corrientes muy recias; por el contrario, los peces adultos no vacilarán ni un segundo para intentar escapar aprovechando las fuertes corrientes, lo que hace que se vacíe un carrete al instante.

La acción ideal de la caña para este tipo de pesca es una de ac-ción media, que sea capaz de manejar señuelos de hasta tres o cuatro onzas; esas serían altamente recomendadas. Para mejores resultados, utilizar anzuelos puntiagudos de gran tamaño (Owner treble hooks). Un buen wire leader (como el Halco de 60 libras de acero inoxidable) es virtualmente obligatorio en estas aguas.

En términos de señuelos, prefiero los de madera tales como el Rapala Countdown Magnun 18 ó 22. Con esos, notarás que ape-nas lleguen las mordidas se llenarán rápidamente de marcas de los dientes de la payara. En un buen día, el reemplazo frecuente del señuelo es conveniente. En términos de colores, es mejor si uno puede alternarse entre los colores naturales (como el sardine, silver mackerel, silver, mullet) y colores llamativos (como Fire-tiger o green mackerel) y variar regularmente la profundidad del nado porque la payara aprende rápido, especialmente si se pesca desde la orilla apuntando a un mismo grupo de peces. Aprovechando el momento

Luego de la jornada de pesca, permanecimos en el campamento del Salto Uraima que consiste en seis chozas tradicionales, cada una con su baño. Su dueño Javier Lasama es un buen administra-dor. El ambiente es sereno, no hay ningún mosquito cerca en la época de pesca, y las paredes de bambú proporcionan una buena ventilación. Por su lejanía con la civilización, no habrá ruido de teléfonos celulares ni nada parecido. Es un lugar ideal para estar en contacto directo con la naturaleza.

Tuve algunas conversaciones interesantes con los guías nativos durante las largas caminatas por la selva. Para ellos, su filosofía de vida es simple. No se estancan en situaciones del pasado ni miran más allá del futuro, lo que más valoran es el presente. Re-chazan las complicaciones intelectuales y se ven particularmente contentos.

Acostado en mi hamaca, algunos pensamientos pasaban por mi mente sobre la filosofía de vida de los habitantes de esta zona. Por un momento, me preguntaba cómo reaccionaría mi jefe a esta idea ¿debía proponerle esto como filosofía de trabajo? Mientras miraba las fotos de mi cámara, Carlos se acercó y me dijo: “Des-pués de todo no estuvo tan malo allá”.

A pesar de las condiciones desfavorables estuve satisfecho con la pesca. Los resultados finales fueron buenos con un promedio de cerca de 10 peces capturados por día. Apartando las estadísticas, estuve particularmente satisfecho de haber descubierto un tipo de pesca deportiva que ha sido pasada por alto por muchos prac-ticantes. Para mí, la pesca de la payara merece un mejor recono-cimiento entre los aficionados de todo el mundo. Personalmente estoy esperando regresar la próxima temporada al Salto Uraima, con la esperanza que las condiciones de pesca sean “normales”... estaría más que encantado si eso fuera así.

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De unos años a la fecha, se ha estado escuchando cada vez con más frecuencia el término jigging, “vertical jigging” o “freestyle jigging”. La mayoría de los pescadores se refiere a esta modali-dad como una técnica “nueva” de pesca, el resto dicen que es una técnica que data de hace varios siglos. Bueno, yo creo que las dos afirmaciones están en lo correcto.

El jigging como actualmente lo conocemos es una técnica desa-rrollada en Japón a principios de los años 90’s, para pescar en aguas profundas utilizando un señuelo de plomo o cualquier otro tipo de metal que se deja caer en las profundidades desde una embarcación. Es una técnica que la empezaron a implementar los pescadores escandinavos en los años 1700’s. Con el tiempo esta técnica fue adoptada por finlandeses, estadounidenses y franceses que pescaban depredadores en las profundidades, principalmente bacalaos en aguas del Atlántico septentrional.

La técnica de “Pinking” era usada para la pesca de calamar y para la pesca de especies de fondo como el halibut o lenguados (Hippoglossus hipoglossus), bacalao (Gadus morhua) y merluza (Merluccius bilinearis).

Consistía únicamente en hacer brincar un trozo de plomo de aproximadamente 700 gramos y veinte centímetros de largo y pescar solo en los primeros 5 metros desde el fondo.

Usaban unos pedazos muy pesados de plomo llamados “Pirks”, tenían un aspecto fusiforme y en el extremo inferior sobresalían varios ganchos de metal a manera de anzuelos que estaban fun-didos en su estructura. Estos Pirks eran manipulados a mano con cuerda y/o cabos.

Texto: Angel Luis RequejoFotos: Luis Bouchet

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Del siglo XVII nos saltamos a principios del siglo XX en Escan-dinavia donde diversas empresas, aprovechando el surgimiento de la pesca deportiva, empezaron a fabricar jigs que tenían el anzuelo fuera del cuerpo de metal para darle más movimiento y siendo la principal mejora los acabados finales, dándoles más realismo.

Poco a poco fueron introduciendo los colores y diferentes pesos para empezar a comercializar dos o tres modelos básicos. Eran jigs aun toscos y primitivos destinados a ser usados para pescar de fondo en fiordos, enrollados en carretes de madera y accionados a mano, sin extenderse a nivel internacional ya que las condiciones marinas necesarias eran locales (aguas congeladas), limitándose a algunos puntos de Norte América, países escandinavos y Europa septentrional.

A mediados del siglo XX en Estados Unidos se empezó a desa-rrollar la técnica del jigeo vertical para la cual fueron diseñados unos trozos de metal alargados y en forma de rombo que se dieron a conocer en el mercado como “Diamond Jigs”. Desde entonces han sido muy efectivos en la pesca de salmones (Oncorhynchus y Salmon sp.), striped bass o lubinas (Morone saxatilis) y otras especies de aguas frías del norte de la costa del Océano Pacífico.

Al mismo tiempo más hacia el sur del mismo océano, en las cos-tas de California, se empezaron a usar pesadas cabezas de plomo en las cuales se ensartaban pedazos de vinilo y las hacían bailar cerca del fondo. Siendo muy efectivos para un mayor número de depredadores como el yellowtail o medregal coronado (Seriola lalandi) y el wahoo (Acanthocybium solandri).

Otros pescadores que preferían pescar en aguas menos profundas y más cálidas, empezaron a usar cabezas plomadas que vestían con pelos de animales. Conforme fueron evolucionando empe-zaron a usar fibras sintéticas. A estos señuelos se les conoce hoy como Bucktail jig (o jig de cola de v

Muy efectivos en la pesca de un mayor número de depredadores como las lobinas en todas sus especies. Lo realmente significativo de la evolución de esta técnica es que se empezaron a usar cañas de fibra de vidrio, carretes de bobina giratoria y anzuelos articu-lados, pero todavía con el uso de líneas de monofilamento y la acción era prácticamente como la del Pirking original.

No fue hasta 1990 que dos pescadores Japoneses, los conside-rados “Padres del jiggeo”, introdujeron una serie de novedades que definieron al jigging tal y como lo conocemos hoy en día. El primero es Hideyuki Kitamura, quien introdujo a Japón una serie de jigs pesados traídos de Oceanía, que habían tenido sus orígenes de los Pirks escandinavos, usados con carretes de bobina giratoria y monofilamento, pero ya no limitándose únicamente a peces de fondo sino a lo largo de toda la columna de agua; y el segundo, Yoichi Mogi, que en 1993 introdujo el uso de líneas trenzadas como línea principal en las bobinas de los carretes.

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Este avance fue considerado esencial para el desarrollo de la téc-nica por varias razones.:

1)Para empezar la relación de libraje y el grosor. La línea trenza-da es más delgada que el monofilamento y tiene mayor resisten-cia, (una línea trenzada de 50 lbs tiene el grosor de una línea de monofilamento de 16 lbs), que se traduce en una mayor cantidad de línea a almacenar en la bobina del carrete.

2) La mayor durabilidad de las líneas trenzadas ya que no se luyen y resisten los efectos abrasivos del sol, el agua salada y otros ele-mentos, teniendo esto un gran impacto en el bolsillo del pescador, ya que no hay que cambiar la línea muy a menudo.

3) La acción del señuelo que se vio exponencialmente mejorada ya que la línea trenzada no se estira como el monofilamento ha-ciendo el movimiento de los jigs en el agua más erráticos y vio-lentos, siendo más atractivos para los depredadores. La otra gran ventaja es que a la hora de que el pez agarra el señuelo, el famoso “strike”, los anzuelos penetran más rápida y profundamente dan-do un mayor porcentaje de animales ensartados o “hookups”.

Todos estos adelantos hicieron al jigeo más cómodo y mucho más efectivo para el pescador, haciendo esta técnica sumamente productiva. Poco después fueron incorporados los anzuelos arti-culados o “assist hooks” como último elemento que define esta técnica. Los anzuelos articulados consisten en la unión de éstos a la parte superior del jig a través de dos anillas de acero inoxidable y un pedazo de Dacrón o Kevlar, esto le da mayor movimiento al anzuelo. La razón por la cual el anzuelo articulado se le pone en la parte superior de jig es para evitar se atore en fondos rocosos.

A raíz del uso de las líneas trenzadas y de la efectividad de esta téc-nica, cada vez se fueron capturando especímenes más pesados, al mismo tiempo los pescadores empezaron a usar líneas de mayor

resistencia, buscando capturas de mayor tamaño haciendo tam-bién evolucionar a los equipos de pesca para tener mayor capa-cidad de libraje y satisfacer las exigencias de potencia y dureza que son la características distintivas de esta técnica. Fue así como, aprovechando nuevos materiales como el grafito, se desarrollaron cañas increíblemente delgadas de gran resistencia como las Shi-mano Trevala, las Jigstar (marca de la que tendremos una reseña completa en el próximo número) , Ocean Tackle, Jigging Master y una infinidad de marcas más y carretes tanto de spinning como convencionales, extremadamente ligeros con gran capacidad al-macenamiento de línea, freno de gran potencia y mayor velocidad de recogido de línea, como el Saltiga de Daiwa, el Shimano Ste-lla, Accurate Twin Spin, VanStall, Alutecnos Gorilla, Avet y un grandísimo etc.

De repente, con esta técnica y estos equipos, se empezaron a cap-turar grandes carangidos, túnidos, wahoos y otras especies pelági-cas que “corren” a media agua en los océanos y mares y que hasta hace muy poco habían sido escasamente explotados con señuelos artificiales. Esto hizo al jigging extremadamente popular en Japón y tomando en cuenta que vivimos en la era de la comunicación, se extendió prontamente a Europa y Estados Unidos, haciéndose famoso en todo el mundo en cuestión de menos de una década.

Hoy, mucho tiempo después, se ofrecen en todas las tiendas de pesca del mundo, una infinidad de jigs de todos pesos, formas y colores y no hay revista de pesca que no contenga la palabra “jig-ging” en prácticamente todas las portadas edición tras edición... increíble no les parece?

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Este avance fue considerado esencial para el desarrollo de la téc-nica por varias razones.:

1)Para empezar la relación de libraje y el grosor. La línea trenza-da es más delgada que el monofilamento y tiene mayor resisten-cia, (una línea trenzada de 50 lbs tiene el grosor de una línea de monofilamento de 16 lbs), que se traduce en una mayor cantidad de línea a almacenar en la bobina del carrete.

2) La mayor durabilidad de las líneas trenzadas ya que no se luyen y resisten los efectos abrasivos del sol, el agua salada y otros ele-mentos, teniendo esto un gran impacto en el bolsillo del pescador, ya que no hay que cambiar la línea muy a menudo.

3) La acción del señuelo que se vio exponencialmente mejorada ya que la línea trenzada no se estira como el monofilamento ha-ciendo el movimiento de los jigs en el agua más erráticos y vio-lentos, siendo más atractivos para los depredadores. La otra gran ventaja es que a la hora de que el pez agarra el señuelo, el famoso “strike”, los anzuelos penetran más rápida y profundamente dan-do un mayor porcentaje de animales ensartados o “hookups”.

Todos estos adelantos hicieron al jigeo más cómodo y mucho más efectivo para el pescador, haciendo esta técnica sumamente productiva. Poco después fueron incorporados los anzuelos arti-culados o “assist hooks” como último elemento que define esta técnica. Los anzuelos articulados consisten en la unión de éstos a la parte superior del jig a través de dos anillas de acero inoxidable y un pedazo de Dacrón o Kevlar, esto le da mayor movimiento al anzuelo. La razón por la cual el anzuelo articulado se le pone en la parte superior de jig es para evitar se atore en fondos rocosos.

A raíz del uso de las líneas trenzadas y de la efectividad de esta téc-nica, cada vez se fueron capturando especímenes más pesados, al mismo tiempo los pescadores empezaron a usar líneas de mayor

resistencia, buscando capturas de mayor tamaño haciendo tam-bién evolucionar a los equipos de pesca para tener mayor capa-cidad de libraje y satisfacer las exigencias de potencia y dureza que son la características distintivas de esta técnica. Fue así como, aprovechando nuevos materiales como el grafito, se desarrollaron cañas increíblemente delgadas de gran resistencia como las Shi-mano Trevala, las Jigstar (marca de la que tendremos una reseña completa en el próximo número) , Ocean Tackle, Jigging Master y una infinidad de marcas más y carretes tanto de spinning como convencionales, extremadamente ligeros con gran capacidad al-macenamiento de línea, freno de gran potencia y mayor velocidad de recogido de línea, como el Saltiga de Daiwa, el Shimano Ste-lla, Accurate Twin Spin, VanStall, Alutecnos Gorilla, Avet y un grandísimo etc.

De repente, con esta técnica y estos equipos, se empezaron a cap-turar grandes carangidos, túnidos, wahoos y otras especies pelági-cas que “corren” a media agua en los océanos y mares y que hasta hace muy poco habían sido escasamente explotados con señuelos artificiales. Esto hizo al jigging extremadamente popular en Japón y tomando en cuenta que vivimos en la era de la comunicación, se extendió prontamente a Europa y Estados Unidos, haciéndose famoso en todo el mundo en cuestión de menos de una década.

Hoy, mucho tiempo después, se ofrecen en todas las tiendas de pesca del mundo, una infinidad de jigs de todos pesos, formas y colores y no hay revista de pesca que no contenga la palabra “jig-ging” en prácticamente todas las portadas edición tras edición... increíble no les parece?

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Si de una especie se ha escrito demasiado y aún falta mucho por escribir, es sobre el robalo. No existe la literatura suficiente que nos asegure un método de capturas consecutivas, precisa-mente porque en cada escenario, a cada hora, con cada marea, y dependiendo de otros muchos factores, el robalo se comporta diferente.

Conocer los hábitos de la especie, más la información confia-ble de cómo se comporta en cada área, unido a un buen ciclo de pruebas y errores, podría arrojar un patrón de comportamiento que nos acercaría -si lo aprovechamos- a una secuencia habi-tual de capturas, porque lo demás, no se dejen engañar, tendría que ver mucho con la suerte.

Su morfología

Sus especies son varias y muchas de ellas se pueden encontrar en nuestras rías, estuarios y costas, tanto en los esteros y playas del oriente como del poniente de México. Sus diferencias van, desde la disposición de las aletas, el color y su relación de largo por ancho entre otros aspectos, siendo el robalo más conocido, el llamado “róbalo común” o “Common Snook”, denominado científicamente como: Centropomus undecimalis.

El robalo es un pez muy hermoso, elegante y vistoso. Su forma alargada y con escamas de un plateado intenso, contrastan con su línea sensorial muy visible en sus laterales y de color negro, y que lo distingue incluso, en aguas turbias. Esta línea lateral que los peces usan para determinar cualquier movimiento o vibración a su alrededor, tanto para cambiar de dirección

cuando se encuentran dentro de un cardumen o detectar una presa, se distingue en el robalo por ser sumamente sensible y efectiva, ayudándolo sobre todo cuando caza de noche, con poca o ninguna luz.

Su mandíbula inferior es más alargada que la superior y ambas carecen de dientes. El color del robalo que merodea con fre-cuencia en las playas suele ser más plateado que el que com-parte aguas interiores en los manglares y estuarios, buscando mimetizarse con el fondo para pasar desapercibido.

El sonido que produce cuando come en la superficie es muy ca-racterístico, como una succión en seco… de golpe, que siempre alerta los sentidos del pescador sobre todo, cuando ocurre en el amanecer de una playa desierta y tranquila, o en los cuerpos de aguas silenciosos y aislados, en el interior de los humedales.

Su visión aunque no es excepcional, es muy buena. Algunos estudios señalan que sus ojos son muy sensibles a la luz, por lo que prefiere permanecer cuando es posible, alejado de zonas con fuerte resplandor. Aunque hay muchas versiones, se dice por lo general que solo distinguen algunos “tonos”, con prefe-rencias sobre el blanco, el rojo y el amarillo.

Los robalos tienen dos condiciones biológicas muy particula-res: son hermafroditas y pertenecen al grupo de peces eurihali-nos.Todos los robalos nacen machos y solo a partir de los dos años de edad y dependiendo del entorno y el resto de los ejem-plares en el área, algunos ejemplares se vuelven hembras; pro-ceso que los denomina como hermafroditas: comportamiento sabio de la madre naturaleza, para poder garantizar la preser-vación de la especie. Este cambio de sexo, mayormente se su-cede cuando el robalo alcanza un largo de entre los 70 hasta los 80 cms. Es por esta razón que en EEUU, se prohíbe y penaliza que en sus aguas, se capturen especies entre esas tallas, evitan-do la muerte de alguna hembra que no haya desovado aún. En las zonas de la Florida que he podido visitar, existen dos vedas al año y en épocas de capturas, solo se permiten dos capturas por pescador, por día.

Su adecuación a diversos ambientes de salinidad (como el sal-món, que se adentra desde el mar, hacia los ríos a desovar) incluye al robalo en el grupo de peces llamados eurihalinos. Peces con mucha tolerancia a los distintos grados de salinidad de las aguas, que les permite transitar o establecerse durante largos períodos de tiempo, lo mismo en agua salada, media sa-lobre o totalmente dulce y ello explica por qué se han pescado robalos río adentro a kilómetros de las bocanas al igual que en aguas de la costa, muy alejados de la orilla, hasta los 20 metros de profundidad.

Para garantizar mejores crías, en ocasiones la hembra impone un método de clasificación natural para “hacerse” de los ma-chos más saludables. Cuando llega la época del desove, entre los meses de junio y octubre, se hace acompañar durante algún tiempo de varios machos jóvenes que mantiene nadando a su lado el tiempo suficiente para que los más débiles se vayan quedando en el camino. En este período, nos ha tocado ver nadando, incluso a menos de dos metros de la lancha, a la hem-bra (de mayor tamaño) con un harén de hasta 5 machos, sin aventarse contra ningún señuelo o carnada, porque al parecer, es una etapa donde se alimenta muy poco, o nada.

El desove.

Con los machos que van quedando a su lado, se dirige entonces a aguas costeras y en vísperas de marea alta, puede depositar hasta más de 3,000,000 de huevos que son fecundados por los espermatozoides de los machos que anden cerca esperando el momento. La razón de seleccionar las bocanas y entradas de mar es por la necesidad que tiene el macho de activar su esper-ma, que solo es posible en agua salada; y es después de estos procesos de desove, cuando la hembra, que necesita reponer fuerzas, va a disponer de cuanto alimento tenga cerca. Por ello se dice que cuando se atrapa un ejemplar de buen tamaño en alguna playa, se trata de una hembra, que culminó el proceso de desove en alguna entrada cercana de agua de mar.

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Si de una especie se ha escrito demasiado y aún falta mucho por escribir, es sobre el robalo. No existe la literatura suficiente que nos asegure un método de capturas consecutivas, precisa-mente porque en cada escenario, a cada hora, con cada marea, y dependiendo de otros muchos factores, el robalo se comporta diferente.

Conocer los hábitos de la especie, más la información confia-ble de cómo se comporta en cada área, unido a un buen ciclo de pruebas y errores, podría arrojar un patrón de comportamiento que nos acercaría -si lo aprovechamos- a una secuencia habi-tual de capturas, porque lo demás, no se dejen engañar, tendría que ver mucho con la suerte.

Su morfología

Sus especies son varias y muchas de ellas se pueden encontrar en nuestras rías, estuarios y costas, tanto en los esteros y playas del oriente como del poniente de México. Sus diferencias van, desde la disposición de las aletas, el color y su relación de largo por ancho entre otros aspectos, siendo el robalo más conocido, el llamado “róbalo común” o “Common Snook”, denominado científicamente como: Centropomus undecimalis.

El robalo es un pez muy hermoso, elegante y vistoso. Su forma alargada y con escamas de un plateado intenso, contrastan con su línea sensorial muy visible en sus laterales y de color negro, y que lo distingue incluso, en aguas turbias. Esta línea lateral que los peces usan para determinar cualquier movimiento o vibración a su alrededor, tanto para cambiar de dirección

cuando se encuentran dentro de un cardumen o detectar una presa, se distingue en el robalo por ser sumamente sensible y efectiva, ayudándolo sobre todo cuando caza de noche, con poca o ninguna luz.

Su mandíbula inferior es más alargada que la superior y ambas carecen de dientes. El color del robalo que merodea con fre-cuencia en las playas suele ser más plateado que el que com-parte aguas interiores en los manglares y estuarios, buscando mimetizarse con el fondo para pasar desapercibido.

El sonido que produce cuando come en la superficie es muy ca-racterístico, como una succión en seco… de golpe, que siempre alerta los sentidos del pescador sobre todo, cuando ocurre en el amanecer de una playa desierta y tranquila, o en los cuerpos de aguas silenciosos y aislados, en el interior de los humedales.

Su visión aunque no es excepcional, es muy buena. Algunos estudios señalan que sus ojos son muy sensibles a la luz, por lo que prefiere permanecer cuando es posible, alejado de zonas con fuerte resplandor. Aunque hay muchas versiones, se dice por lo general que solo distinguen algunos “tonos”, con prefe-rencias sobre el blanco, el rojo y el amarillo.

Los robalos tienen dos condiciones biológicas muy particula-res: son hermafroditas y pertenecen al grupo de peces eurihali-nos.Todos los robalos nacen machos y solo a partir de los dos años de edad y dependiendo del entorno y el resto de los ejem-plares en el área, algunos ejemplares se vuelven hembras; pro-ceso que los denomina como hermafroditas: comportamiento sabio de la madre naturaleza, para poder garantizar la preser-vación de la especie. Este cambio de sexo, mayormente se su-cede cuando el robalo alcanza un largo de entre los 70 hasta los 80 cms. Es por esta razón que en EEUU, se prohíbe y penaliza que en sus aguas, se capturen especies entre esas tallas, evitan-do la muerte de alguna hembra que no haya desovado aún. En las zonas de la Florida que he podido visitar, existen dos vedas al año y en épocas de capturas, solo se permiten dos capturas por pescador, por día.

Su adecuación a diversos ambientes de salinidad (como el sal-món, que se adentra desde el mar, hacia los ríos a desovar) incluye al robalo en el grupo de peces llamados eurihalinos. Peces con mucha tolerancia a los distintos grados de salinidad de las aguas, que les permite transitar o establecerse durante largos períodos de tiempo, lo mismo en agua salada, media sa-lobre o totalmente dulce y ello explica por qué se han pescado robalos río adentro a kilómetros de las bocanas al igual que en aguas de la costa, muy alejados de la orilla, hasta los 20 metros de profundidad.

Para garantizar mejores crías, en ocasiones la hembra impone un método de clasificación natural para “hacerse” de los ma-chos más saludables. Cuando llega la época del desove, entre los meses de junio y octubre, se hace acompañar durante algún tiempo de varios machos jóvenes que mantiene nadando a su lado el tiempo suficiente para que los más débiles se vayan quedando en el camino. En este período, nos ha tocado ver nadando, incluso a menos de dos metros de la lancha, a la hem-bra (de mayor tamaño) con un harén de hasta 5 machos, sin aventarse contra ningún señuelo o carnada, porque al parecer, es una etapa donde se alimenta muy poco, o nada.

El desove.

Con los machos que van quedando a su lado, se dirige entonces a aguas costeras y en vísperas de marea alta, puede depositar hasta más de 3,000,000 de huevos que son fecundados por los espermatozoides de los machos que anden cerca esperando el momento. La razón de seleccionar las bocanas y entradas de mar es por la necesidad que tiene el macho de activar su esper-ma, que solo es posible en agua salada; y es después de estos procesos de desove, cuando la hembra, que necesita reponer fuerzas, va a disponer de cuanto alimento tenga cerca. Por ello se dice que cuando se atrapa un ejemplar de buen tamaño en alguna playa, se trata de una hembra, que culminó el proceso de desove en alguna entrada cercana de agua de mar.

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Desgraciadamente van a llegar a formarse como alevines entre el 20-30 %, que seguirán siendo víctimas en todo su trayecto y desarrollo por las distintas etapas, donde sólo menos de un 2 % de la puesta inicial, podría llegar a la edad adulta.

Crecimiento y desarrollo.

Las pequeñas larvas, tomarán vida a partir de las 20 y las 36 horas, con apenas 2 mm de largo. En menos de 30 días ya so-brepasarán los 4 centímetros de tamaño y se alimentarán del zooplancton y larvas muy pequeñas.

Sus primeros meses de vida van a estar dedicados a comer des-enfrenadamente para lograr en lo posible, mayor masa corpo-ral, lo que los llevará a cumplir el año con alrededor de 15 cms de largo; logrando crecer otros 15 cms al año siguiente, donde pueden llegar a su primer kilogramo de peso. A partir del ter-

cer año y dependiendo de las condiciones de alimentación, el robalo comienza a desarrollarse muy rápido, obteniendo un peso corporal de aproximadamente un kilo por año y la nece-sidad de mayor alimento sumado a su inexperiencia, lo puede llevar a atacar todo lo que se le interponga en su camino, lo que va a propiciar muchas capturas de ejemplares de apenas 1-2 kgs de peso.

Temperatura del agua

El robalo siempre va a preferir las aguas que se mantengan próximas a los 24 grados centígrados de temperatura –su zona de confort- aunque puede sobrevivir en rangos, desde los 22 hasta los 36 grados. Si conocemos que esta especie es muy adaptable a cambios de salinidad en el agua, de igual manera debemos conocer lo vulnerable que resulta a las bajas tempe-raturas donde un cambio brusco, que haga descender el temple del agua por debajo de los 15 grados centígrados puede aturdir-los hasta la inmovilidad total, y un descenso por debajo de los 13, los va a llevar a una muerte segura.

El sexo y edad del robalo.

El sexo del robalo es imposible definir a simple vista. Su edad aproximada puede calcularse en relación a su peso. Si ya co-nocemos que un robalo alcanza generalmente un kilo por año a partir del segundo año de vida, podemos estimar que un ejemplar de alrededor de 5 kilos de peso, puede tener una edad aproximada de 3 1/2 a 4 años. Solo con estudios realizados por especialistas, puede determinarse la edad de esta especie. Para ello es necesario examinar el otolito, un pequeño huesito que se encuentra dentro del oído de los robalos - que como los árbo-les- está formado por anillos concéntricos donde los especialis-tas pueden “leer” con mucha exactitud la edad del robalo.

El manglar

No hay duda que el manglar –como ya he comentado- es la me-jor guardería para muchas especies en crecimiento, incluyendo al robalo. Es la fábrica más eficiente de zooplancton, donde además de proveer el mejor refugio y alimento, las especies van a encontrar temperaturas más estables por el poco flujo de agua y la cercanía con el fondo.

Son áreas donde el robalo y otras especies en desarrollo van a tener protección contra sus principales depredadores: el hom-bre, el tiburón y la gran barracuda. También podrán guarecerse de los vientos fríos y las aves que comparten los humedales, que intentarán alimentarse como hacen en las playas, tanto de los pequeños robalos, como de los alevines, los cangrejos, lar-vas y camarones, que le sirven de alimento. El duro proceso de sobrevivencia, lo hará más prudente. Lo entrenará para definir mejor sus ataques, sobre todo, cuando decida comenzar el ca-mino de regreso al mar, donde se afirma en varios reportes que mientras emprende estos viajes y no se establece en algún perí-metro determinado, apenas y come. Su desarrollo y aprendizaje lo va acompletar cazando primero en las playas cercanas, mue-lles y escolleras, hasta adentrarse a aguas más profundas, como parte de un entrenamiento que irá perfeccionando, haciéndose más cauteloso y evasivo, donde sus prioridades se centrarán: a) en hacer más efectivos sus ataques, y b) evitar ser atacado.

Habrá ejemplares que llegarán hasta aguas abiertas, para per-manecer un tiempo largo hasta acercarse de nuevo a desovar, otros -los menos- saldrán poco al mar, o no lo harán nunca, y otros van a establecerse en las aguas cercanas a bocanas y playas, donde pueden permanecer incluso el resto de sus vidas donde se les captura con bastante regularidad. En cualquiera de los escenarios, el macho puede vivir hasta los 14-15 años y al-canzar cerca de los 14 kilogramos de peso, mientras la hembra, más longeva, puede llegar hasta los 20 y 21 años de vida, con pesos de hasta 25 kgs; tallas y pesos que se dan con más regu-laridad en algunas costas de México como Nayarit, Mazatlán, Manzanillo, Baja California, también en las playas de Costa Rica, los flats y cayos del sur de la Florida y las aguas de la Ba-hía de Tampa, Sarasota y Clearwater, entre otros escenarios.

Las corrientes y las mareas

Con relación a la pesca del robalo, si algo podemos tener en cuenta, son las corrientes y las mareas. Para los más nuevos, deben saber que no significan lo mismo: corriente es el fluir del agua y la marea, es el descenso o la altura que ésta alcan-za, por más o menos volumen en un área determinada. Por lo general en mar abierto las mareas son menos notables que en aguas interiores, por no tener referencia, mientras que en cana-les, puertos y playas resulta todo lo contrario, por las marcas que la marea deja en sus diferentes cambios.

En los esteros los cambios son más evidentes, donde las presas mayores permanecerán en el canal central, hasta que el agua

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Desgraciadamente van a llegar a formarse como alevines entre el 20-30 %, que seguirán siendo víctimas en todo su trayecto y desarrollo por las distintas etapas, donde sólo menos de un 2 % de la puesta inicial, podría llegar a la edad adulta.

Crecimiento y desarrollo.

Las pequeñas larvas, tomarán vida a partir de las 20 y las 36 horas, con apenas 2 mm de largo. En menos de 30 días ya so-brepasarán los 4 centímetros de tamaño y se alimentarán del zooplancton y larvas muy pequeñas.

Sus primeros meses de vida van a estar dedicados a comer des-enfrenadamente para lograr en lo posible, mayor masa corpo-ral, lo que los llevará a cumplir el año con alrededor de 15 cms de largo; logrando crecer otros 15 cms al año siguiente, donde pueden llegar a su primer kilogramo de peso. A partir del ter-

cer año y dependiendo de las condiciones de alimentación, el robalo comienza a desarrollarse muy rápido, obteniendo un peso corporal de aproximadamente un kilo por año y la nece-sidad de mayor alimento sumado a su inexperiencia, lo puede llevar a atacar todo lo que se le interponga en su camino, lo que va a propiciar muchas capturas de ejemplares de apenas 1-2 kgs de peso.

Temperatura del agua

El robalo siempre va a preferir las aguas que se mantengan próximas a los 24 grados centígrados de temperatura –su zona de confort- aunque puede sobrevivir en rangos, desde los 22 hasta los 36 grados. Si conocemos que esta especie es muy adaptable a cambios de salinidad en el agua, de igual manera debemos conocer lo vulnerable que resulta a las bajas tempe-raturas donde un cambio brusco, que haga descender el temple del agua por debajo de los 15 grados centígrados puede aturdir-los hasta la inmovilidad total, y un descenso por debajo de los 13, los va a llevar a una muerte segura.

El sexo y edad del robalo.

El sexo del robalo es imposible definir a simple vista. Su edad aproximada puede calcularse en relación a su peso. Si ya co-nocemos que un robalo alcanza generalmente un kilo por año a partir del segundo año de vida, podemos estimar que un ejemplar de alrededor de 5 kilos de peso, puede tener una edad aproximada de 3 1/2 a 4 años. Solo con estudios realizados por especialistas, puede determinarse la edad de esta especie. Para ello es necesario examinar el otolito, un pequeño huesito que se encuentra dentro del oído de los robalos - que como los árbo-les- está formado por anillos concéntricos donde los especialis-tas pueden “leer” con mucha exactitud la edad del robalo.

El manglar

No hay duda que el manglar –como ya he comentado- es la me-jor guardería para muchas especies en crecimiento, incluyendo al robalo. Es la fábrica más eficiente de zooplancton, donde además de proveer el mejor refugio y alimento, las especies van a encontrar temperaturas más estables por el poco flujo de agua y la cercanía con el fondo.

Son áreas donde el robalo y otras especies en desarrollo van a tener protección contra sus principales depredadores: el hom-bre, el tiburón y la gran barracuda. También podrán guarecerse de los vientos fríos y las aves que comparten los humedales, que intentarán alimentarse como hacen en las playas, tanto de los pequeños robalos, como de los alevines, los cangrejos, lar-vas y camarones, que le sirven de alimento. El duro proceso de sobrevivencia, lo hará más prudente. Lo entrenará para definir mejor sus ataques, sobre todo, cuando decida comenzar el ca-mino de regreso al mar, donde se afirma en varios reportes que mientras emprende estos viajes y no se establece en algún perí-metro determinado, apenas y come. Su desarrollo y aprendizaje lo va acompletar cazando primero en las playas cercanas, mue-lles y escolleras, hasta adentrarse a aguas más profundas, como parte de un entrenamiento que irá perfeccionando, haciéndose más cauteloso y evasivo, donde sus prioridades se centrarán: a) en hacer más efectivos sus ataques, y b) evitar ser atacado.

Habrá ejemplares que llegarán hasta aguas abiertas, para per-manecer un tiempo largo hasta acercarse de nuevo a desovar, otros -los menos- saldrán poco al mar, o no lo harán nunca, y otros van a establecerse en las aguas cercanas a bocanas y playas, donde pueden permanecer incluso el resto de sus vidas donde se les captura con bastante regularidad. En cualquiera de los escenarios, el macho puede vivir hasta los 14-15 años y al-canzar cerca de los 14 kilogramos de peso, mientras la hembra, más longeva, puede llegar hasta los 20 y 21 años de vida, con pesos de hasta 25 kgs; tallas y pesos que se dan con más regu-laridad en algunas costas de México como Nayarit, Mazatlán, Manzanillo, Baja California, también en las playas de Costa Rica, los flats y cayos del sur de la Florida y las aguas de la Ba-hía de Tampa, Sarasota y Clearwater, entre otros escenarios.

Las corrientes y las mareas

Con relación a la pesca del robalo, si algo podemos tener en cuenta, son las corrientes y las mareas. Para los más nuevos, deben saber que no significan lo mismo: corriente es el fluir del agua y la marea, es el descenso o la altura que ésta alcan-za, por más o menos volumen en un área determinada. Por lo general en mar abierto las mareas son menos notables que en aguas interiores, por no tener referencia, mientras que en cana-les, puertos y playas resulta todo lo contrario, por las marcas que la marea deja en sus diferentes cambios.

En los esteros los cambios son más evidentes, donde las presas mayores permanecerán en el canal central, hasta que el agua

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poco a poco, comience a llenar los canales adyacentes, buen momento que podemos aprovechar en lo que se completa el volumen de agua, para castear en esas zonas que serán las más profundas, con señuelos de media agua y donde estar a bordo de un kayak, puede sumar mucha ventaja.

El robalo como buen oportunista, se vale de las corrientes, cuando ésta puede acercarle su comida, mejor, si tiene cerca un área segura desde donde va a permanecer inmóvil esperando sus presas, que va a atacar por lo regular, contracorriente. Des-graciadamente en México, no podemos aprovechar los horarios de estos cambios como sucede en otros países, por no contar aún con un organismo que obtenga e informe con exactitud de estos horarios, como sucede en otras aguas, donde me ha tocado comprobar -con exactitud de minutos- cómo se generan los cambios que anuncian, incluso en diversos puntos cercanos dentro de una misma bahía.

“Si quieres conocer un buen pescador de robalos (escribe Frank Sargeant, en su libro: Snook Master) es aquél que lee las tablas de mareas antes del desayuno y tal vez, después de la cena. Podrá olvidar hasta su aniversario de boda, pero no va a olvidar las fechas y las horas de las primeras mareas de mayo” -y continúa en tono de broma- “Esto pudiera tener que ver con el alto índice de divorcios que existe entre los pesca-dores que buscan esta especie”.

Lo anterior nos dice, que no hay mejor escenario para encon-trar al robalo que en los espacios donde el agua esté en movi-miento que es por lo general, donde va a encontar su alimento.

En las mareas bajas podemos buscarlo más al centro de los ca-nales, mientras durante la marea alta seguro va a merodear más en las orillas, estructuras a flor de agua y piedras, donde los peces pasto suelen tratar de guardarse. Si queremos llevarnos por esta simple regla y tener en cuenta las corrientes, siempre van a resultar mejores los días previos y posteriores a la luna nueva, que son los días del mes con corrientes más fuertes; y si optamos por las bocanas, puentes y áreas de paso, la práctica me ha demostrado que se pueden obtener buenos ejemplares desde las dos primeras horas de la entrada de agua, y hasta dos horas después que el agua comience a salir.

La pesca del robalo.

No por gusto y en el caso de la pesca con señuelos artificiales, muchas encuestas denominan al robalo como uno de los peces más difíciles de capturar; incluso si lo comparamos con la lobi-na o bass, donde estaríamos de acuerdo que el robalo es menos voraz que la lobina, sin embargo, de mucha más fuerza, poder y resistencia. Si a ello, le sumamos su efectiva intransigencia a la captura, sus tretas para deshacerse de los avíos cuando se siente apresado, incluyendo sus sorprendentes saltos fuera del agua, podríamos entender por qué el robalo podría ser el reto más dificil y la especie más deseada por muchos pescadores deportivos en las playas y los esteros.

Lo primero que debemos aprender, es que la pesca del robalo, no se parece a ningún tipo de pesca. El robalo es un pez que embosca casi siempre a sus presas, ya sea desde algún puente,

en las playas, debajo de las embarcaciones o en los alrededores de maderos hundidos y rocas. Puede esperar el momento ade-cuado, con calma y mucha cautela, hasta acercarse lo suficiente para abrir su enorme boca y –literalmente- absorber a su presa, por lo que muy pocas veces, falla en sus ataques.

Si nuestro señuelo logra confundirlo, se lo tragará de inme-diato, de lo contrario, bastarán fragmentos de segundos para que una vez convencido del engaño, lo escupa, sin enterarnos muchas veces que lo retuvo en su boca y será en ese momento, cuando vamos agradecer tener una caña sensible, y/o el en-trenamiento suficiente para detectar esa acción y dar el “hook set”, antes que devuelva el artificial.

Esta es una de las razones, por lo que muchos pescadores, - y me incluyo- prefieren tratar de capturarlo con señuelos blandos (soft jerk baits, tails, shad, grubs etc) buscando confundir al depredador para que retenga el plástico más tiempo en la boca, y con la primera señal de posesión, dar el hook set y tratar de engancharlo, que como veremos más adelante y en el caso es-pecífico del robalo… no significa que terminemos con la cap-tura. ¿Qué suerte propicia entonces, que sin tener experiencia en ello, muchos pescadores puedan obtener capturas regulares de esta especie?

Sin duda… “la suerte” de estar pescando con algún señuelo armado con 2 ó 3 anzuelos triples, y que una vez atrapado por el pez o a la hora de escupirlo, alguna de las puntas, (o varias) se enganchen en la delgada membrana bucal, lo que va a pro-vocar que por lo general, sea el mismo pez, quien se ensarte los anzuelos cuando intente devolver el falso alimento y nos va a avisar, no en el momento de atraparlo como en la mayoría de las especies, sino cuando su instinto le dicte que debe huir porque ese “algo” que no quiere, quedó atrapado en su boca.

Qué equipo usar para la pesca del robalo

Desde pequeñas embarcaciones, kayaks, o desde la orilla en los esteros y bocanas, el equipo por lo general, es el mismo: cañas de 6-7 pies, líneas de 10-12 libras (trenzada o mono, con carretes spinning o bait casting) y el obligatorio líder de monofilamento o fluorocarbono, sin dejar a un lado quienes buscan su captura en las playas y costas con cañas largas, lo que en esta especie se vuelve una ventaja (como comentaremos más adelante) además de la gran carga de adrenalina que conlleva una buena pelea con varas más allá de los 8 pies.

Algunos aspectos me parecen muy importantes en esta activi-dad, tanto, que creo que son de los que marcan la mayor di-ferencia con relación a otros tipos de capturas, como son: la tensión de la línea y su libraje (en el caso de monofilamento o híbrida), la posición de la caña y el freno del carrete.

Debemos entender que el agua, como volumen acuoso, ofrece determinada resistencia a los movimientos de cualquier cuerpo que trate de moverse dentro de ella. Ello va a significar que el robalo, cuando salta, va a desarrollar movimientos el doble de violentos y con mucha más fuerza y energía, por carecer de esta resistencia en el aire y para lo cual, debemos prepararnos.

En primer lugar la tensión de la línea que se le aplica al robalo no debe ser la misma que se le aplica –por ejemplo- al sábalo, el pargo etc, ya que la mayoría de las veces, el robalo va a que-dar enganchado por las membranas bucales (las que permiten ensanchar su boca, cuando trata de absorber a sus presas), estas membranas, situadas entre los labios superiores: son muy frági-les y pueden rasgarse facilmente, dejando salir el anzuelo.

Por ello se hace necesario –y vamos al segundo punto- que la tensión de la línea esté ayudada por dos factores: uno es la po-sición de la caña para que esta trabaje flexionándose en todo momento, sin una resistencia extrema cuando el robalo lo im-ponga, y sin que esa fuerza sea limitada por el freno del carrete, donde una caña a lo sumo MH (a mi gusto, mejor M) y larga, (entre 7 y 8,6 pies) va a resultar mucho más eficiente para ello, sobre todo, si la mantenemos siempre para que haga su labor, entre las 10 y las 11 del reloj.

Lo segundo es el libraje de la línea. Siempre será más flexible esta acción de la caña si a la vez estamos trabajando con una línea de capacidad media baja, que permita cierto estiramiento sin riesgo de desgarrar las zonas de enganche del pez, acción muy posible si usamos cañas muy rígidas, frenos más apretados y líneas de resistencia mayor, en aras de garantizar la supuesta

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poco a poco, comience a llenar los canales adyacentes, buen momento que podemos aprovechar en lo que se completa el volumen de agua, para castear en esas zonas que serán las más profundas, con señuelos de media agua y donde estar a bordo de un kayak, puede sumar mucha ventaja.

El robalo como buen oportunista, se vale de las corrientes, cuando ésta puede acercarle su comida, mejor, si tiene cerca un área segura desde donde va a permanecer inmóvil esperando sus presas, que va a atacar por lo regular, contracorriente. Des-graciadamente en México, no podemos aprovechar los horarios de estos cambios como sucede en otros países, por no contar aún con un organismo que obtenga e informe con exactitud de estos horarios, como sucede en otras aguas, donde me ha tocado comprobar -con exactitud de minutos- cómo se generan los cambios que anuncian, incluso en diversos puntos cercanos dentro de una misma bahía.

“Si quieres conocer un buen pescador de robalos (escribe Frank Sargeant, en su libro: Snook Master) es aquél que lee las tablas de mareas antes del desayuno y tal vez, después de la cena. Podrá olvidar hasta su aniversario de boda, pero no va a olvidar las fechas y las horas de las primeras mareas de mayo” -y continúa en tono de broma- “Esto pudiera tener que ver con el alto índice de divorcios que existe entre los pesca-dores que buscan esta especie”.

Lo anterior nos dice, que no hay mejor escenario para encon-trar al robalo que en los espacios donde el agua esté en movi-miento que es por lo general, donde va a encontar su alimento.

En las mareas bajas podemos buscarlo más al centro de los ca-nales, mientras durante la marea alta seguro va a merodear más en las orillas, estructuras a flor de agua y piedras, donde los peces pasto suelen tratar de guardarse. Si queremos llevarnos por esta simple regla y tener en cuenta las corrientes, siempre van a resultar mejores los días previos y posteriores a la luna nueva, que son los días del mes con corrientes más fuertes; y si optamos por las bocanas, puentes y áreas de paso, la práctica me ha demostrado que se pueden obtener buenos ejemplares desde las dos primeras horas de la entrada de agua, y hasta dos horas después que el agua comience a salir.

La pesca del robalo.

No por gusto y en el caso de la pesca con señuelos artificiales, muchas encuestas denominan al robalo como uno de los peces más difíciles de capturar; incluso si lo comparamos con la lobi-na o bass, donde estaríamos de acuerdo que el robalo es menos voraz que la lobina, sin embargo, de mucha más fuerza, poder y resistencia. Si a ello, le sumamos su efectiva intransigencia a la captura, sus tretas para deshacerse de los avíos cuando se siente apresado, incluyendo sus sorprendentes saltos fuera del agua, podríamos entender por qué el robalo podría ser el reto más dificil y la especie más deseada por muchos pescadores deportivos en las playas y los esteros.

Lo primero que debemos aprender, es que la pesca del robalo, no se parece a ningún tipo de pesca. El robalo es un pez que embosca casi siempre a sus presas, ya sea desde algún puente,

en las playas, debajo de las embarcaciones o en los alrededores de maderos hundidos y rocas. Puede esperar el momento ade-cuado, con calma y mucha cautela, hasta acercarse lo suficiente para abrir su enorme boca y –literalmente- absorber a su presa, por lo que muy pocas veces, falla en sus ataques.

Si nuestro señuelo logra confundirlo, se lo tragará de inme-diato, de lo contrario, bastarán fragmentos de segundos para que una vez convencido del engaño, lo escupa, sin enterarnos muchas veces que lo retuvo en su boca y será en ese momento, cuando vamos agradecer tener una caña sensible, y/o el en-trenamiento suficiente para detectar esa acción y dar el “hook set”, antes que devuelva el artificial.

Esta es una de las razones, por lo que muchos pescadores, - y me incluyo- prefieren tratar de capturarlo con señuelos blandos (soft jerk baits, tails, shad, grubs etc) buscando confundir al depredador para que retenga el plástico más tiempo en la boca, y con la primera señal de posesión, dar el hook set y tratar de engancharlo, que como veremos más adelante y en el caso es-pecífico del robalo… no significa que terminemos con la cap-tura. ¿Qué suerte propicia entonces, que sin tener experiencia en ello, muchos pescadores puedan obtener capturas regulares de esta especie?

Sin duda… “la suerte” de estar pescando con algún señuelo armado con 2 ó 3 anzuelos triples, y que una vez atrapado por el pez o a la hora de escupirlo, alguna de las puntas, (o varias) se enganchen en la delgada membrana bucal, lo que va a pro-vocar que por lo general, sea el mismo pez, quien se ensarte los anzuelos cuando intente devolver el falso alimento y nos va a avisar, no en el momento de atraparlo como en la mayoría de las especies, sino cuando su instinto le dicte que debe huir porque ese “algo” que no quiere, quedó atrapado en su boca.

Qué equipo usar para la pesca del robalo

Desde pequeñas embarcaciones, kayaks, o desde la orilla en los esteros y bocanas, el equipo por lo general, es el mismo: cañas de 6-7 pies, líneas de 10-12 libras (trenzada o mono, con carretes spinning o bait casting) y el obligatorio líder de monofilamento o fluorocarbono, sin dejar a un lado quienes buscan su captura en las playas y costas con cañas largas, lo que en esta especie se vuelve una ventaja (como comentaremos más adelante) además de la gran carga de adrenalina que conlleva una buena pelea con varas más allá de los 8 pies.

Algunos aspectos me parecen muy importantes en esta activi-dad, tanto, que creo que son de los que marcan la mayor di-ferencia con relación a otros tipos de capturas, como son: la tensión de la línea y su libraje (en el caso de monofilamento o híbrida), la posición de la caña y el freno del carrete.

Debemos entender que el agua, como volumen acuoso, ofrece determinada resistencia a los movimientos de cualquier cuerpo que trate de moverse dentro de ella. Ello va a significar que el robalo, cuando salta, va a desarrollar movimientos el doble de violentos y con mucha más fuerza y energía, por carecer de esta resistencia en el aire y para lo cual, debemos prepararnos.

En primer lugar la tensión de la línea que se le aplica al robalo no debe ser la misma que se le aplica –por ejemplo- al sábalo, el pargo etc, ya que la mayoría de las veces, el robalo va a que-dar enganchado por las membranas bucales (las que permiten ensanchar su boca, cuando trata de absorber a sus presas), estas membranas, situadas entre los labios superiores: son muy frági-les y pueden rasgarse facilmente, dejando salir el anzuelo.

Por ello se hace necesario –y vamos al segundo punto- que la tensión de la línea esté ayudada por dos factores: uno es la po-sición de la caña para que esta trabaje flexionándose en todo momento, sin una resistencia extrema cuando el robalo lo im-ponga, y sin que esa fuerza sea limitada por el freno del carrete, donde una caña a lo sumo MH (a mi gusto, mejor M) y larga, (entre 7 y 8,6 pies) va a resultar mucho más eficiente para ello, sobre todo, si la mantenemos siempre para que haga su labor, entre las 10 y las 11 del reloj.

Lo segundo es el libraje de la línea. Siempre será más flexible esta acción de la caña si a la vez estamos trabajando con una línea de capacidad media baja, que permita cierto estiramiento sin riesgo de desgarrar las zonas de enganche del pez, acción muy posible si usamos cañas muy rígidas, frenos más apretados y líneas de resistencia mayor, en aras de garantizar la supuesta

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captura. Esa tensión se logra mejor si estamos usando una vara algo más larga y de poder medio o medio duro (M - MH) y que podamos mantenerla en buena posición para que flexione más y pueda absorver las corridas del pez, sin que exista mucha resistencia sobre la zona de enganche y el pez pueda moverse siempre con la línea tensa, porque si algún factor propicia con frecuencia que se suelte un buen robalo, es en el momento del salto dirigir la caña hacia el pez (lo que acostumbramos a hacer con el sábalo), ello constituye un error que puede significar per-der la captura por destensar la línea.

El tercer punto, tiene que ver con los dos primeros y es el control del drag (freno) del carrete. En ese aspecto, mi recomendación es que mantengan el freno con menos fuerza que lo acostum-brado, por lo mismo. Una por los saltos, donde el robalo puede dar un espectáculo en el aire, que envidiaría cualquier pelágico, desplegando una fuerza increíble en su afán de soltarse y en ese momento, es preferible –sin destensar nunca la línea- que pueda sacar unos pies de cuerda antes de romperla o que se desgarre su boca, y que seguro vamos a controlar mejor, si a partir de cierta calibración del freno, -digamos básica, o inicial- ayudamos a detener las vueltas de la bobina con la palma de la mano (spinning) o con el dedo pulgar (bait casting), ejercicio nada difícil y que al final, también cuidará del mecanismo de frenado del carrete.

De igual forma, si estamos en aguas bajas y salta, el robalo al caer va a salir nadando con fuerza, casi siempre alejándose del pescador. Lo mismo que sucederá si estamos en alguna embar-cación, que en lo que lo acercamos y descubra la sombra de la embarcación, va a voltear para alejarse en lo posible y es cuan-do todas estas situaciones -si actuamos con calma- se pueden controlar con la posición de la caña y el freno del carrete, para no limitar la salida de línea con el drag, por alguna corrida final que seguro, y si aún “está verde” (no cansado), va a emprender con sus últimas fuerzas.

Mi humilde consejo a los más nuevos, es que no se desespe-ren tratando de acercar el pez. El robalo es muy luchador, sí, pero se va a cansar siempre antes que nosotros. Se necesita de un tiempo para “madurarlo” disfrutando de un buen encuentro, que por alguna imprudencia, podríamos perder.

La pesca del robalo en los esteros.

El estero impone un cambio en las reacciones cuando estamos detrás de esta especie, que por lo general va estar patrullando en los costados del caudal de agua, aprovechando la seguridad que le brindan las raíces del manglar, buscando pequeños ale-vines que se esconden entre las ramas sumergidas, incluyendo, a los más pequeños de su especie.

Si bien en estas áreas resulta menos cansado el casteo por lo reducido del espacio, debemos entender que es un escenario sumamente peligroso, por la protección que esta especie en-cuentra (y va a usar) entre las raíces del mangle adonde se va adentrar - no lo duden- en cuanto se sienta atrapado.

Ello hace necesario un hook set (jalón) suficiente para clavarlo en el primer intento y un freno más preciso (teniendo en cuenta lo comentado sobre la tensión) para evitar que se adentre como va a intentar, entre las ramas y troncos llenos de conchas, es-tructuras, piedras etc, donde, o puede enredar la línea entre las raíces para que perdamos el control, o en el peor de los casos y como sabemos -y él también- con seguridad la va a cortar.

Si andamos en canales estrechos y perpendiculares al viento, podemos probar mejor, en la orilla hacia donde se dirige el aire, que como ya sabemos, arrastrará pequeños insectos flotando y residuos, donde los más pequeños acudirán a alimentarse… y el robalo también.

Si el cauce es ancho y son días de frío o más frescos, podemos intentar en el centro, en la parte más profunda donde puede en-contrar su zona de confort por el calor de la tierra, donde igual, se va a mover más lento y por lógica, va a comer menos. En esos momentos, debemos “servirle la comida” lo mejor posi-ble, con presentaciones lentas, muy realistas, invirtiendo tiem-po hasta “convencerlos”. Si son de esos días de verano o de sol fuerte, lo más probable es que prefiera del medio de la columna de agua hacia arriba, donde cualquier señuelo suspending o un popper, pueden llamar su atención.

La pesca del robalo en las playas

Pescar robalos en la playa, son de las habilidades que el pes-cador de orilla va ir perfeccionando, mejor, si lo hace con re-gularidad en las mismas aguas. En este escenario, lo mismo se puede castear desde la orilla, recorriendo la costa, que trolear a baja velocidad, incluso –volvemos a lo mismo- pescar desde un kayak, donde resulta mucho dejarnos llevar por alguna corrien-te suave, he ir casteando con mucha discresión desde la zona de rompientes y en diagonal hasta la orilla, donde puede merodear el robalo en zonas de aguas extremadamente bajas.

Si logramos divisar una buena escuela, de esas que ya se ven poco en este lado del país, y aspiramos a tener más de una cap-tura, lo mejor es permanecer lo más alejado posible, presentar el señuelo con discresión y lanzar dos o tres metros al frente del líder que viaja de primero y recobrar contra corriente, evitando ruidos fuertes e innecesarios que pudieran asustar al resto de los miembros. Si andamos en zonas desconocidas, podemos tantear el cuerpo de agua con algún popper pequeño y recobra-do de forma suave, con lances entre paralelos y diagonales a la orilla, para poder abarcar desde las zonas de media agua, hasta la zona de rompientes.

Sobre alguna embarcación pequeña podemos trolearlos a baja velocidad o mejor con motor eléctrico. Las zonas límites, entre los pastizales cercanos a la costa y los fondos limpios, suelen ser muy efectivos también donde nuestro pez, suele patrullar en busca de alimento.

Algo que vengo leyendo en muchos reportes de pescadores ex-perimentados en la Florida, y que además de sorprenderme, co-mencé a asumir, es que para pescar robalo en las orillas de las playas, como las de Yucatán y Quintana Roo (de fondo plano y arena) aconsejan no meterse al agua, “es un error muy grave” que puede significar tener o no tener capturas de esta especie (así de tajante lo comentan) a no ser, cuando se intenta capturar

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captura. Esa tensión se logra mejor si estamos usando una vara algo más larga y de poder medio o medio duro (M - MH) y que podamos mantenerla en buena posición para que flexione más y pueda absorver las corridas del pez, sin que exista mucha resistencia sobre la zona de enganche y el pez pueda moverse siempre con la línea tensa, porque si algún factor propicia con frecuencia que se suelte un buen robalo, es en el momento del salto dirigir la caña hacia el pez (lo que acostumbramos a hacer con el sábalo), ello constituye un error que puede significar per-der la captura por destensar la línea.

El tercer punto, tiene que ver con los dos primeros y es el control del drag (freno) del carrete. En ese aspecto, mi recomendación es que mantengan el freno con menos fuerza que lo acostum-brado, por lo mismo. Una por los saltos, donde el robalo puede dar un espectáculo en el aire, que envidiaría cualquier pelágico, desplegando una fuerza increíble en su afán de soltarse y en ese momento, es preferible –sin destensar nunca la línea- que pueda sacar unos pies de cuerda antes de romperla o que se desgarre su boca, y que seguro vamos a controlar mejor, si a partir de cierta calibración del freno, -digamos básica, o inicial- ayudamos a detener las vueltas de la bobina con la palma de la mano (spinning) o con el dedo pulgar (bait casting), ejercicio nada difícil y que al final, también cuidará del mecanismo de frenado del carrete.

De igual forma, si estamos en aguas bajas y salta, el robalo al caer va a salir nadando con fuerza, casi siempre alejándose del pescador. Lo mismo que sucederá si estamos en alguna embar-cación, que en lo que lo acercamos y descubra la sombra de la embarcación, va a voltear para alejarse en lo posible y es cuan-do todas estas situaciones -si actuamos con calma- se pueden controlar con la posición de la caña y el freno del carrete, para no limitar la salida de línea con el drag, por alguna corrida final que seguro, y si aún “está verde” (no cansado), va a emprender con sus últimas fuerzas.

Mi humilde consejo a los más nuevos, es que no se desespe-ren tratando de acercar el pez. El robalo es muy luchador, sí, pero se va a cansar siempre antes que nosotros. Se necesita de un tiempo para “madurarlo” disfrutando de un buen encuentro, que por alguna imprudencia, podríamos perder.

La pesca del robalo en los esteros.

El estero impone un cambio en las reacciones cuando estamos detrás de esta especie, que por lo general va estar patrullando en los costados del caudal de agua, aprovechando la seguridad que le brindan las raíces del manglar, buscando pequeños ale-vines que se esconden entre las ramas sumergidas, incluyendo, a los más pequeños de su especie.

Si bien en estas áreas resulta menos cansado el casteo por lo reducido del espacio, debemos entender que es un escenario sumamente peligroso, por la protección que esta especie en-cuentra (y va a usar) entre las raíces del mangle adonde se va adentrar - no lo duden- en cuanto se sienta atrapado.

Ello hace necesario un hook set (jalón) suficiente para clavarlo en el primer intento y un freno más preciso (teniendo en cuenta lo comentado sobre la tensión) para evitar que se adentre como va a intentar, entre las ramas y troncos llenos de conchas, es-tructuras, piedras etc, donde, o puede enredar la línea entre las raíces para que perdamos el control, o en el peor de los casos y como sabemos -y él también- con seguridad la va a cortar.

Si andamos en canales estrechos y perpendiculares al viento, podemos probar mejor, en la orilla hacia donde se dirige el aire, que como ya sabemos, arrastrará pequeños insectos flotando y residuos, donde los más pequeños acudirán a alimentarse… y el robalo también.

Si el cauce es ancho y son días de frío o más frescos, podemos intentar en el centro, en la parte más profunda donde puede en-contrar su zona de confort por el calor de la tierra, donde igual, se va a mover más lento y por lógica, va a comer menos. En esos momentos, debemos “servirle la comida” lo mejor posi-ble, con presentaciones lentas, muy realistas, invirtiendo tiem-po hasta “convencerlos”. Si son de esos días de verano o de sol fuerte, lo más probable es que prefiera del medio de la columna de agua hacia arriba, donde cualquier señuelo suspending o un popper, pueden llamar su atención.

La pesca del robalo en las playas

Pescar robalos en la playa, son de las habilidades que el pes-cador de orilla va ir perfeccionando, mejor, si lo hace con re-gularidad en las mismas aguas. En este escenario, lo mismo se puede castear desde la orilla, recorriendo la costa, que trolear a baja velocidad, incluso –volvemos a lo mismo- pescar desde un kayak, donde resulta mucho dejarnos llevar por alguna corrien-te suave, he ir casteando con mucha discresión desde la zona de rompientes y en diagonal hasta la orilla, donde puede merodear el robalo en zonas de aguas extremadamente bajas.

Si logramos divisar una buena escuela, de esas que ya se ven poco en este lado del país, y aspiramos a tener más de una cap-tura, lo mejor es permanecer lo más alejado posible, presentar el señuelo con discresión y lanzar dos o tres metros al frente del líder que viaja de primero y recobrar contra corriente, evitando ruidos fuertes e innecesarios que pudieran asustar al resto de los miembros. Si andamos en zonas desconocidas, podemos tantear el cuerpo de agua con algún popper pequeño y recobra-do de forma suave, con lances entre paralelos y diagonales a la orilla, para poder abarcar desde las zonas de media agua, hasta la zona de rompientes.

Sobre alguna embarcación pequeña podemos trolearlos a baja velocidad o mejor con motor eléctrico. Las zonas límites, entre los pastizales cercanos a la costa y los fondos limpios, suelen ser muy efectivos también donde nuestro pez, suele patrullar en busca de alimento.

Algo que vengo leyendo en muchos reportes de pescadores ex-perimentados en la Florida, y que además de sorprenderme, co-mencé a asumir, es que para pescar robalo en las orillas de las playas, como las de Yucatán y Quintana Roo (de fondo plano y arena) aconsejan no meterse al agua, “es un error muy grave” que puede significar tener o no tener capturas de esta especie (así de tajante lo comentan) a no ser, cuando se intenta capturar

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más allá de la zona de rompientes, como en el caso de la pesca del robalo con cañas de surf, donde otras reglas imponen una manera distinta de pescar.

Entre las varias razones para este consejo están: una, que el robalo en las playas de arena y fondo plano, tiende acercarse demasiado a la orilla, donde va a patrullar con sigilo, en busca de escuelas desorientadas de sardinas, lisetas o los cangrejos que desentierran las pequeñas olas, tanto, que nos ha tocado ver como arrastran la panza pegada al fondo, dejando expuestas sus aletas dorsales y su cola, en menos de un pie de agua. La otra, es que el robalo, más que vernos o identificarnos como sus cap-tores etc, va a alertar sus sentidos por los movimientos que ha-gamos con los brazos y la caña, que para su instinto temeroso, “algo” de tamaño grande se mueve cerca y eso puede significar peligro y para ello, nada como entender que si vemos el pez, él también nos puede ver... La otra razón, es el ruido que podemos producir al caminar con los pies sumergidos muy cerca de la orilla, donde sin darnos cuenta podemos ir aplastando conchas, cangrejos, frotando pequeñas piedras, etc, van a propiciar que el robalo pueda asustarse y por ende tienda alejarse de la zona por asumir los sonidos, como los que produciría un gran de-predador a la hora de trozar un tipo de presa con caparazón o similar.

Como sabemos, los robalos son difíciles de ver por su mimetis-mo con el fondo, y es cuando podemos ayudarnos con los ban-cos de sardinas que vaya atacando, o las aves que se posicionen desde arriba siguiendo el alimento, o que andan en las orillas sobre todo, extrayendo camarones y cangrejos. No quiere decir, que si hay sardina brincando o aves picoteando el fondo hay robalo, pero ello nos va indicar donde se encuentra una buena zona de alimentación para los peces pasto y por supuesto, don-de nuestro depredador también puede alimentarse.

Una de las modalidades que más adrenalina genera, es la pesca de robalos con cañas de surf o salmoneras de más de 8 pies, y donde por lo general, las tallas son muy distintas a las que se obtienen en las orillas de las playas del sureste del país, de fondos bajos y planos.

Además del largo de las cañas, otro aspecto se suma en esta

modalidad y es el espacio, porque no resulta lo mismo pelear un robalo pequeño en un ambiente -digamos- cerrado o limi-tado como puede ser un estero, una ría, etc, que encontrarse con capturas de tamaño mayor en espacios abiertos, que si bien se encuentra alejado del peligro de manglar y la protección de éste, en muchos casos hasta se requiere de alguna preparación física para contender con estas enormes presas en aguas abier-tas a lo largo de la playa, donde en ocasiones habrá que sortear piedras o buenas distancias, siguiendo al pez para evitar una tensión mayor en la línea que puede dar al traste con la captura. No se trata de fuerza bruta como con otras especies, se trata de paciencia y dominio de todo el hardware, donde el equilibrio de todas las partes y la experiencia del pescador pueden garantizar el codiciado pez trofeo.

Por lo general, las noches o los momentos antes del amanecer y el anochecer son los ideales para estos ambientes, y la posibi-lidad de comportamientos diversos pueden estar determinados, tanto por las mareas, los movimientos de los bancos de alimen-tos o el clima, o todo ello junto y a la vez, por lo que no hay pa-trones específicos para esta especie cuando se busca en playas profundas, porque por lo general suele comportarse de manera poco predecible. Hay quien prefiere tratar de ubicarlos prime-ro, o tantear la suerte entre las olas, donde suelen merodear de frente a la corriente esperando que algún pez pasto confundido con el movimiento del agua, llegue hasta ellos.

Las versionas mayores del Sub Walk de Rapala (2 oz) o el Ra-pala Glidin´ Rap resultan excelentes para esta modalidad, y donde por supuesto las letales gomas como los Shad de Storm o Tsunami -por solo mencionar algunas- nos pueden dar una buena jornada, así como las cucharas de 3/4-1 oz. De los jerk o minnows más conocidos en nuestras aguas, creo que nada supera en esta modalidad los Xrap 12 ó 14, o los Rapala X-Rap Jointed Shad de 1 5/8, también y con mucha confianza, los Mag Minnow de 7/8 oz de Yo-zuri, y de los superficiales, apostaría por los legendarios poppers de Rapala en su tamaño mayor o los Yozuri Mag Darter o Mag Poppers, ambos de 1 oz. Y si de explorar toda la columna de agua, con seguridad, apostaría la salida con las plumillas o bucktails de entre 3/4 y 1.5 oz, o su versión con grubs rojos o blancos que ofrece Williamson: los famosos y efectivos Banjo o Arrow Head, de entre 1 -2 oz.

La pesca en muelles y puertos de abrigo

Estos son de los ambientes preferidos por muchos, por la segu-ridad y la posibilidad de encuentros con esta especie en cual-quier época del año, mucho mejor en la noche, cuando podemos escaparnos de la oficina un rato y donde el tráfico de lanchas, no molesta tanto como durante el día. En Yucatán, eran comu-nes las jornadas nocturnas al salir de la oficina y con buenas capturas en los puertos de abrigo, cuando después del trabajo, nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, donde lo mismo se pescaba desde los espigones, que troleando con motorcitos eléctricos a bordo de pateras y lanchas inflables.

Durante el día resulta positivo castear debajo de las embarcacio-nes, a la sombra, donde permanecen esperando la oportunidad de atacar o donde también encuentran las mejores temperaturas durante el invierno. Cuando hay frío, el robalo suele quedarse pegado a los cascos de las lanchas, sobre todo las pequeñas y de color blanco, donde busca disfrutar del calor que genera el piso o fondo, expuesto a los rayos del sol.

En los muelles construídos sobre pilotes, casi siempre va a en-contrarse debajo y al acecho constante, porque son áreas con mucha vida entre los maderos, las bases y las estructuras que permanecen hundidas, donde también suele guarecerse el pez pasto, los camarones y los pequeños cangrejos, que conforman lo más importante de su alimentación. Si hay sol, de esos días muy luminosos, lo más seguro es que se encuentre debajo o también en los bordes de sombra que proyecta el muelle sobre el agua, en ese momento resultan efectivos los señuelos que podamos dejar llevar por la corriente hasta debajo del muelle, para comenzar el recobro una vez ubicado en las zonas más oscuras.

En las noches, -como ya apunté- también estos escenarios son muy buenos para trolearlos con lanchas pequeñas, despacio so-bre los canales centrales, o entre las embarcaciones o en el me-jor de los casos, castear alrededor de las zonas de iluminación que producen las luminarias, colocadas sobre las estructuras. Cuando estamos situados en estas áreas de luz, no debemos lanzar sobre ellas sino alrededor, que es donde el robalo va a

merodear esperando localizar a su presa, que por lo general, va esperar a la salida en la oscuridad y aprovechando que los pequeños peces y camarones, van a salir del área iluminada encandilados por la luz.

Resulta también oportuno que los señuelos atraviesen una parte de la zona iluminada (si hay corriente mejor), y lleguen hasta la zona oscura, donde por lo regular los va a esperar el robalo.

Son horas donde resultan mejor los señuelos pequeños, de no más de 3”, que es el tamaño de las presas habituales que ron-dan esos escenarios durante la noche en busca de su alimen-to y en las zonas de luz, cualquier señuelo de goma, movido lentamente es bueno, así como las letales plumillas y grubs de color claro, o como comentó en uno de sus reportes, un asiduo pescador de robalos en la Bahía de Tampa: “nada como un ca-marón DOA tipo glow, bien cargado de luz... y mucha fé”.

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más allá de la zona de rompientes, como en el caso de la pesca del robalo con cañas de surf, donde otras reglas imponen una manera distinta de pescar.

Entre las varias razones para este consejo están: una, que el robalo en las playas de arena y fondo plano, tiende acercarse demasiado a la orilla, donde va a patrullar con sigilo, en busca de escuelas desorientadas de sardinas, lisetas o los cangrejos que desentierran las pequeñas olas, tanto, que nos ha tocado ver como arrastran la panza pegada al fondo, dejando expuestas sus aletas dorsales y su cola, en menos de un pie de agua. La otra, es que el robalo, más que vernos o identificarnos como sus cap-tores etc, va a alertar sus sentidos por los movimientos que ha-gamos con los brazos y la caña, que para su instinto temeroso, “algo” de tamaño grande se mueve cerca y eso puede significar peligro y para ello, nada como entender que si vemos el pez, él también nos puede ver... La otra razón, es el ruido que podemos producir al caminar con los pies sumergidos muy cerca de la orilla, donde sin darnos cuenta podemos ir aplastando conchas, cangrejos, frotando pequeñas piedras, etc, van a propiciar que el robalo pueda asustarse y por ende tienda alejarse de la zona por asumir los sonidos, como los que produciría un gran de-predador a la hora de trozar un tipo de presa con caparazón o similar.

Como sabemos, los robalos son difíciles de ver por su mimetis-mo con el fondo, y es cuando podemos ayudarnos con los ban-cos de sardinas que vaya atacando, o las aves que se posicionen desde arriba siguiendo el alimento, o que andan en las orillas sobre todo, extrayendo camarones y cangrejos. No quiere decir, que si hay sardina brincando o aves picoteando el fondo hay robalo, pero ello nos va indicar donde se encuentra una buena zona de alimentación para los peces pasto y por supuesto, don-de nuestro depredador también puede alimentarse.

Una de las modalidades que más adrenalina genera, es la pesca de robalos con cañas de surf o salmoneras de más de 8 pies, y donde por lo general, las tallas son muy distintas a las que se obtienen en las orillas de las playas del sureste del país, de fondos bajos y planos.

Además del largo de las cañas, otro aspecto se suma en esta

modalidad y es el espacio, porque no resulta lo mismo pelear un robalo pequeño en un ambiente -digamos- cerrado o limi-tado como puede ser un estero, una ría, etc, que encontrarse con capturas de tamaño mayor en espacios abiertos, que si bien se encuentra alejado del peligro de manglar y la protección de éste, en muchos casos hasta se requiere de alguna preparación física para contender con estas enormes presas en aguas abier-tas a lo largo de la playa, donde en ocasiones habrá que sortear piedras o buenas distancias, siguiendo al pez para evitar una tensión mayor en la línea que puede dar al traste con la captura. No se trata de fuerza bruta como con otras especies, se trata de paciencia y dominio de todo el hardware, donde el equilibrio de todas las partes y la experiencia del pescador pueden garantizar el codiciado pez trofeo.

Por lo general, las noches o los momentos antes del amanecer y el anochecer son los ideales para estos ambientes, y la posibi-lidad de comportamientos diversos pueden estar determinados, tanto por las mareas, los movimientos de los bancos de alimen-tos o el clima, o todo ello junto y a la vez, por lo que no hay pa-trones específicos para esta especie cuando se busca en playas profundas, porque por lo general suele comportarse de manera poco predecible. Hay quien prefiere tratar de ubicarlos prime-ro, o tantear la suerte entre las olas, donde suelen merodear de frente a la corriente esperando que algún pez pasto confundido con el movimiento del agua, llegue hasta ellos.

Las versionas mayores del Sub Walk de Rapala (2 oz) o el Ra-pala Glidin´ Rap resultan excelentes para esta modalidad, y donde por supuesto las letales gomas como los Shad de Storm o Tsunami -por solo mencionar algunas- nos pueden dar una buena jornada, así como las cucharas de 3/4-1 oz. De los jerk o minnows más conocidos en nuestras aguas, creo que nada supera en esta modalidad los Xrap 12 ó 14, o los Rapala X-Rap Jointed Shad de 1 5/8, también y con mucha confianza, los Mag Minnow de 7/8 oz de Yo-zuri, y de los superficiales, apostaría por los legendarios poppers de Rapala en su tamaño mayor o los Yozuri Mag Darter o Mag Poppers, ambos de 1 oz. Y si de explorar toda la columna de agua, con seguridad, apostaría la salida con las plumillas o bucktails de entre 3/4 y 1.5 oz, o su versión con grubs rojos o blancos que ofrece Williamson: los famosos y efectivos Banjo o Arrow Head, de entre 1 -2 oz.

La pesca en muelles y puertos de abrigo

Estos son de los ambientes preferidos por muchos, por la segu-ridad y la posibilidad de encuentros con esta especie en cual-quier época del año, mucho mejor en la noche, cuando podemos escaparnos de la oficina un rato y donde el tráfico de lanchas, no molesta tanto como durante el día. En Yucatán, eran comu-nes las jornadas nocturnas al salir de la oficina y con buenas capturas en los puertos de abrigo, cuando después del trabajo, nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, donde lo mismo se pescaba desde los espigones, que troleando con motorcitos eléctricos a bordo de pateras y lanchas inflables.

Durante el día resulta positivo castear debajo de las embarcacio-nes, a la sombra, donde permanecen esperando la oportunidad de atacar o donde también encuentran las mejores temperaturas durante el invierno. Cuando hay frío, el robalo suele quedarse pegado a los cascos de las lanchas, sobre todo las pequeñas y de color blanco, donde busca disfrutar del calor que genera el piso o fondo, expuesto a los rayos del sol.

En los muelles construídos sobre pilotes, casi siempre va a en-contrarse debajo y al acecho constante, porque son áreas con mucha vida entre los maderos, las bases y las estructuras que permanecen hundidas, donde también suele guarecerse el pez pasto, los camarones y los pequeños cangrejos, que conforman lo más importante de su alimentación. Si hay sol, de esos días muy luminosos, lo más seguro es que se encuentre debajo o también en los bordes de sombra que proyecta el muelle sobre el agua, en ese momento resultan efectivos los señuelos que podamos dejar llevar por la corriente hasta debajo del muelle, para comenzar el recobro una vez ubicado en las zonas más oscuras.

En las noches, -como ya apunté- también estos escenarios son muy buenos para trolearlos con lanchas pequeñas, despacio so-bre los canales centrales, o entre las embarcaciones o en el me-jor de los casos, castear alrededor de las zonas de iluminación que producen las luminarias, colocadas sobre las estructuras. Cuando estamos situados en estas áreas de luz, no debemos lanzar sobre ellas sino alrededor, que es donde el robalo va a

merodear esperando localizar a su presa, que por lo general, va esperar a la salida en la oscuridad y aprovechando que los pequeños peces y camarones, van a salir del área iluminada encandilados por la luz.

Resulta también oportuno que los señuelos atraviesen una parte de la zona iluminada (si hay corriente mejor), y lleguen hasta la zona oscura, donde por lo regular los va a esperar el robalo.

Son horas donde resultan mejor los señuelos pequeños, de no más de 3”, que es el tamaño de las presas habituales que ron-dan esos escenarios durante la noche en busca de su alimen-to y en las zonas de luz, cualquier señuelo de goma, movido lentamente es bueno, así como las letales plumillas y grubs de color claro, o como comentó en uno de sus reportes, un asiduo pescador de robalos en la Bahía de Tampa: “nada como un ca-marón DOA tipo glow, bien cargado de luz... y mucha fé”.

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Los señuelos suaves

Como apunta el refrán; “cada quien habla de cómo le fue en la feria”... En México, dependemos de las ofertas –aún limi-tadas- de las pocas tiendas de pesca, o que podamos disponer de comprar nuestros avíos en el exterior y si a ello le sumamos los hábitos de cómo pescar en cada área, la respuesta a cuál señuelo usar sería interminable, y cada una tan válida como la otra. Por ello, si tuviera que seleccionar según mi apreciación y pensando en lo que tenemos a la mano, mi primera opción sería un señuelo soft como los camarones de D.O.A., los Terror o los C.A.L. Shad y soft jerk baits de la misma marca con sus respec-tivos cabezales. Sin dejar fuera los también famosos Cocahoe, los jerk baits de Zoom o Yumm, armados con los jigs head arti-culados de Logic Lures, y la versión tándem de esta marca que acaba de entrar al mercado mexicano, contando ya, con muchas muestras de efectividad en muchas especies.

Los grubs o shad, me han funcionado mucho con corrientes no muy fuertes, donde la misma fuerza del agua va a propiciar que la cola adquiera un movimiento, que pocos depredadores van a desestimar, y mejor, con algunos tirones aislados en el recobro. Con los camarones de plástico, prefiero usarlos cuando hay muy poca corriente o ninguna, para que puedan bajar y depositarse en el fondo, para “jalarlo” de un tironcito, corto, dos o tres más, cortitos (para evitar que suba mucho), y volver a dejarlo caer al fondo con los camarones DOA y cuando hay más de 4-5 pies de agua, me está resultando intercambiar los pesos, poniéndole al camarón de 3”, el peso del de 4”, buscando más rapidez al bajar y lances más distantes; y a pesar del peligro de enganche en las zonas de pastizales, les aseguro que los camarones sí funcionan, y emulan muy bien (cuando logramos moverlos co-rrectamente) el comportamiento del camarón cuando se escurre entre las hojas pegado al fondo, lo que además, puede propiciar otras capturas, como de pargos, corvinas y en menos escala del jurel, que como conocemos todos, es más propicio a la media agua y la superficie.

Este trabajo con los camarones tiene más ventaja cuando lo po-demos recobrar en corriente suave, para que el mismo fluir del agua lo devuelva unos metros atrás, para volver a iniciar el

recobro. De los D.O.A. Terror Eyz, en verdad hay muy poco que decir, y quien no haya tenido capturas con estas gomas es-toy seguro que en cualquier momento las va a tener, porque son todo un terror, lo mismo en corrientes que en aguas calmas, pro-fundas o superficiales. Junto a los jerk baits, son ideales para las corrientes fuertes donde sólo se aventarían los pequeños peces pasto; alardeando con un nado más poderoso para atravesar la fuerza de la corriente, por lo que el recobro debe manifestarse más enérgico (como lo haría el pez) como los ataques, que por lo general, van a resultar más violentos.

Algo que deben asumir los que comienzan, es que si estamos muy cerca de un puente por donde pasa el caudal de agua, siem-pre es conveniente colocarse a la salida del puente y no en la entrada de agua, más, si se está pescando con línea de bajo cali-bre o trenzada, porque si hay corriente fuerte el robalo, unavez enganchado se va a dirigir -seguro- a la corriente para su-

mar más resistencia al recobro, con el riesgo de pegarse a las orillas (recordemos que la línea estará muy tensa) lo que va a llevar a reventarla con el roce de alguna piedra o estructura y les puedo asegurar que en la mayoría de los casos lo logra.

También me ha tocado ver a los nuevos y no tan nuevos en es-tas faenas, que cuando localizan el pez intentan dejarle caer el señuelo lo más cerca posible, y eso es un error... y un privilegio que solo le corresponde por lo sutíl de sus presentaciones a los diestros pescadores de mosca.

El robalo no es como la barracuda que se caracteriza por su territorialidad, lejos de ello es muy asustadizo por su naturaleza tan vulnerable, y dejarle caer un señuelo cerca, sobre todo cuan-do se usan esos ruidosos poppers, puede asustarlo y alejarlo del lugar por un buen rato o no regresar, y ello es entendible... su memoria genética le dicta que por lo general el pez pasto, a no ser llevado por una fuerte corriente, no va a venir a su encuen-tro, y menos “dejarse caer” tan cerca que se lo pueda tragar de inmediato, por lo que si “algo” del tamaño que sea “cae” de improviso, lo va a asustar y saldrá de la zona lo más rápido po-sible, generando de inmediato un rechazo que nos puede costar su posible captura.

Los señuelos duros

De los señuelos duros, creo que mis palmas serían para los Xrap10 y el Subwalk de Rapala, de Yo-zuri los Cristal Min-now F6 y F8. De Mirrolure, con los Mirrodine XL y la serie III, con los 51 y 52MR y el infalible Cath 2000 y una marca que ya empezó a ser bien recibida en la pesca de esta especie, los señuelos DUO en varias de sus versiones; donde cada cual trabajaría, según sus patrones de fábrica. Confieso que disfruto mucho ver a los locales con sus tablitas, a veces desde la orilla o sus pequeños alijos, lanzando unas plumillas que en verdad no pueden ser más feas y toscas, sin embargo cuando las re-cobran a mano con jalones cortos y seguidos, pueden darnos una verdadera lección de cómo pescar a la usanza criolla con el mínimo de recursos, porque no hay duda que funcionan y… ¡vaya que resultan!.

Con los popper pequeños (Yo-zuri o Rapala) trato de castear lejos de las zonas donde pienso puede estar el robalo, para no asustarlo, y espero unos segundos (algo que siempre hago) para comenzar un recobro suave hasta la zona que me inte-resa, y muchas veces, solo le muevo con la punta de la caña, despacito, sin apenas moverlo del lugar; práctica que me ha funcionado mucho cuando dejo que la corriente lo aproxime al manglar, y lo recobro con tirones cortos. Si ando tantean-do aguas más profundas, como en la playa o en los canales centrales del estero, recobro más fuerte y seguido, buscando llamar la atención del depredador que pudiera andar en zonas profundas.

Sobre los colores y según estudios, se sabe que el robalo puede visualizar el color blanco, descompuesto en un fuerte destello que incluye casi todos los colores del espectro, lo que pudie-ra aparentar el efecto holográfico de los peces pasto. Y que el mismo blanco, en combinación con el rojo, el negro o el chartreusse, o el negro con el rojo y el negro con el chartreuse, crean una ilusión muy atractiva para esta especie. Sin embar-go soy un convencido, que cualquier color de señuelo, bien recobrado y colocado en el momento y lugar propicio, puede llevarnos a una buena captura cuando el pez quiere comer.

El leader de fluorocarbono

Si en otras modalidades de pesca el uso del fluorocarbono pue-de ser algo intrascendente, con esta especie -insisto mucho en ello- no lo es. El fluorocarbono ofrece una gran resistencia a la abrasión, lo que nos va a permitir poder pelear al pez en zonas de estructuras con “relativa” seguridad, así como gozar de una de las mejores defensa que tendremos contra las agallas del robalo, que si alguna vez lo han visto saltar de cerca, deben recordar como recuesta la cabeza para tratar de cortar la línea con las agallas, daño que -incluso usando buen leader- logra en muchas ocasiones

El otro factor a favor del “fluro” es su poca visibilidad por el depredador, su superficie es tan pulida que iguala en mucho la capacidad del agua para dejar pasar la luz, lo que hace “casi” nula su presencia para el pez, muy útil en aguas claras.

De las marcas que he usado puedo decir que Yo-zuri (pink), la Sufix, la PLine, los de marca Seaguard, la Berkley Trilene, y la nueva versión de Ande color rosado, -aunque un poco más rígida que las anteriores- me han resultado suficientes para el tamaño de capturas del área. En aguas turbias o usando cañas largas, he usado mono de 60 lbs o la misma Yo-zuri Híbrida de 50 lbs, sin nada que lamentar hasta ahora.

Pero más que todo lo anterior y para terminar, deberíamos, los que sentimos respeto y mucha admiración por esta especie, asumir el uso de un buen leader de fluorocarbono –siempre y por obligación- por tratarse de una de las especies que más lucha por su vida, de épicas batallas y las mejores emociones cuando trata de defenderse y donde lo menos importante -se los puedo asegurar- es perder la captura. Se trata eso sí, de evi-tar por todos los medios que esa línea cortada deje un señuelo atravesado en la boca del pez, condenando al robalo por la im-posibilidad de comer, a una muerte segura, lenta y dolorosa; muerte muy injusta que no se merece ningún pez, menos, un gladiador de la talla del robalo: amo y señor de las playas y el estero.

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Los señuelos suaves

Como apunta el refrán; “cada quien habla de cómo le fue en la feria”... En México, dependemos de las ofertas –aún limi-tadas- de las pocas tiendas de pesca, o que podamos disponer de comprar nuestros avíos en el exterior y si a ello le sumamos los hábitos de cómo pescar en cada área, la respuesta a cuál señuelo usar sería interminable, y cada una tan válida como la otra. Por ello, si tuviera que seleccionar según mi apreciación y pensando en lo que tenemos a la mano, mi primera opción sería un señuelo soft como los camarones de D.O.A., los Terror o los C.A.L. Shad y soft jerk baits de la misma marca con sus respec-tivos cabezales. Sin dejar fuera los también famosos Cocahoe, los jerk baits de Zoom o Yumm, armados con los jigs head arti-culados de Logic Lures, y la versión tándem de esta marca que acaba de entrar al mercado mexicano, contando ya, con muchas muestras de efectividad en muchas especies.

Los grubs o shad, me han funcionado mucho con corrientes no muy fuertes, donde la misma fuerza del agua va a propiciar que la cola adquiera un movimiento, que pocos depredadores van a desestimar, y mejor, con algunos tirones aislados en el recobro. Con los camarones de plástico, prefiero usarlos cuando hay muy poca corriente o ninguna, para que puedan bajar y depositarse en el fondo, para “jalarlo” de un tironcito, corto, dos o tres más, cortitos (para evitar que suba mucho), y volver a dejarlo caer al fondo con los camarones DOA y cuando hay más de 4-5 pies de agua, me está resultando intercambiar los pesos, poniéndole al camarón de 3”, el peso del de 4”, buscando más rapidez al bajar y lances más distantes; y a pesar del peligro de enganche en las zonas de pastizales, les aseguro que los camarones sí funcionan, y emulan muy bien (cuando logramos moverlos co-rrectamente) el comportamiento del camarón cuando se escurre entre las hojas pegado al fondo, lo que además, puede propiciar otras capturas, como de pargos, corvinas y en menos escala del jurel, que como conocemos todos, es más propicio a la media agua y la superficie.

Este trabajo con los camarones tiene más ventaja cuando lo po-demos recobrar en corriente suave, para que el mismo fluir del agua lo devuelva unos metros atrás, para volver a iniciar el

recobro. De los D.O.A. Terror Eyz, en verdad hay muy poco que decir, y quien no haya tenido capturas con estas gomas es-toy seguro que en cualquier momento las va a tener, porque son todo un terror, lo mismo en corrientes que en aguas calmas, pro-fundas o superficiales. Junto a los jerk baits, son ideales para las corrientes fuertes donde sólo se aventarían los pequeños peces pasto; alardeando con un nado más poderoso para atravesar la fuerza de la corriente, por lo que el recobro debe manifestarse más enérgico (como lo haría el pez) como los ataques, que por lo general, van a resultar más violentos.

Algo que deben asumir los que comienzan, es que si estamos muy cerca de un puente por donde pasa el caudal de agua, siem-pre es conveniente colocarse a la salida del puente y no en la entrada de agua, más, si se está pescando con línea de bajo cali-bre o trenzada, porque si hay corriente fuerte el robalo, unavez enganchado se va a dirigir -seguro- a la corriente para su-

mar más resistencia al recobro, con el riesgo de pegarse a las orillas (recordemos que la línea estará muy tensa) lo que va a llevar a reventarla con el roce de alguna piedra o estructura y les puedo asegurar que en la mayoría de los casos lo logra.

También me ha tocado ver a los nuevos y no tan nuevos en es-tas faenas, que cuando localizan el pez intentan dejarle caer el señuelo lo más cerca posible, y eso es un error... y un privilegio que solo le corresponde por lo sutíl de sus presentaciones a los diestros pescadores de mosca.

El robalo no es como la barracuda que se caracteriza por su territorialidad, lejos de ello es muy asustadizo por su naturaleza tan vulnerable, y dejarle caer un señuelo cerca, sobre todo cuan-do se usan esos ruidosos poppers, puede asustarlo y alejarlo del lugar por un buen rato o no regresar, y ello es entendible... su memoria genética le dicta que por lo general el pez pasto, a no ser llevado por una fuerte corriente, no va a venir a su encuen-tro, y menos “dejarse caer” tan cerca que se lo pueda tragar de inmediato, por lo que si “algo” del tamaño que sea “cae” de improviso, lo va a asustar y saldrá de la zona lo más rápido po-sible, generando de inmediato un rechazo que nos puede costar su posible captura.

Los señuelos duros

De los señuelos duros, creo que mis palmas serían para los Xrap10 y el Subwalk de Rapala, de Yo-zuri los Cristal Min-now F6 y F8. De Mirrolure, con los Mirrodine XL y la serie III, con los 51 y 52MR y el infalible Cath 2000 y una marca que ya empezó a ser bien recibida en la pesca de esta especie, los señuelos DUO en varias de sus versiones; donde cada cual trabajaría, según sus patrones de fábrica. Confieso que disfruto mucho ver a los locales con sus tablitas, a veces desde la orilla o sus pequeños alijos, lanzando unas plumillas que en verdad no pueden ser más feas y toscas, sin embargo cuando las re-cobran a mano con jalones cortos y seguidos, pueden darnos una verdadera lección de cómo pescar a la usanza criolla con el mínimo de recursos, porque no hay duda que funcionan y… ¡vaya que resultan!.

Con los popper pequeños (Yo-zuri o Rapala) trato de castear lejos de las zonas donde pienso puede estar el robalo, para no asustarlo, y espero unos segundos (algo que siempre hago) para comenzar un recobro suave hasta la zona que me inte-resa, y muchas veces, solo le muevo con la punta de la caña, despacito, sin apenas moverlo del lugar; práctica que me ha funcionado mucho cuando dejo que la corriente lo aproxime al manglar, y lo recobro con tirones cortos. Si ando tantean-do aguas más profundas, como en la playa o en los canales centrales del estero, recobro más fuerte y seguido, buscando llamar la atención del depredador que pudiera andar en zonas profundas.

Sobre los colores y según estudios, se sabe que el robalo puede visualizar el color blanco, descompuesto en un fuerte destello que incluye casi todos los colores del espectro, lo que pudie-ra aparentar el efecto holográfico de los peces pasto. Y que el mismo blanco, en combinación con el rojo, el negro o el chartreusse, o el negro con el rojo y el negro con el chartreuse, crean una ilusión muy atractiva para esta especie. Sin embar-go soy un convencido, que cualquier color de señuelo, bien recobrado y colocado en el momento y lugar propicio, puede llevarnos a una buena captura cuando el pez quiere comer.

El leader de fluorocarbono

Si en otras modalidades de pesca el uso del fluorocarbono pue-de ser algo intrascendente, con esta especie -insisto mucho en ello- no lo es. El fluorocarbono ofrece una gran resistencia a la abrasión, lo que nos va a permitir poder pelear al pez en zonas de estructuras con “relativa” seguridad, así como gozar de una de las mejores defensa que tendremos contra las agallas del robalo, que si alguna vez lo han visto saltar de cerca, deben recordar como recuesta la cabeza para tratar de cortar la línea con las agallas, daño que -incluso usando buen leader- logra en muchas ocasiones

El otro factor a favor del “fluro” es su poca visibilidad por el depredador, su superficie es tan pulida que iguala en mucho la capacidad del agua para dejar pasar la luz, lo que hace “casi” nula su presencia para el pez, muy útil en aguas claras.

De las marcas que he usado puedo decir que Yo-zuri (pink), la Sufix, la PLine, los de marca Seaguard, la Berkley Trilene, y la nueva versión de Ande color rosado, -aunque un poco más rígida que las anteriores- me han resultado suficientes para el tamaño de capturas del área. En aguas turbias o usando cañas largas, he usado mono de 60 lbs o la misma Yo-zuri Híbrida de 50 lbs, sin nada que lamentar hasta ahora.

Pero más que todo lo anterior y para terminar, deberíamos, los que sentimos respeto y mucha admiración por esta especie, asumir el uso de un buen leader de fluorocarbono –siempre y por obligación- por tratarse de una de las especies que más lucha por su vida, de épicas batallas y las mejores emociones cuando trata de defenderse y donde lo menos importante -se los puedo asegurar- es perder la captura. Se trata eso sí, de evi-tar por todos los medios que esa línea cortada deje un señuelo atravesado en la boca del pez, condenando al robalo por la im-posibilidad de comer, a una muerte segura, lenta y dolorosa; muerte muy injusta que no se merece ningún pez, menos, un gladiador de la talla del robalo: amo y señor de las playas y el estero.

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Conforme girábamos para caminar hacia la calle una voz suave resonó diciendo “Miss”, una jóven niña maya tiraba suavemente de la manga de mi esposa y al mismo tiempo nos regresaba un billete de 20 pesos que aparentemente se había atorado con otro billete al pagar por un chal con una vendedora ambulante. Nunca hubiéramos notado la diferencia, pero ella demostró la integridad y la amabilidad que podíamos esperar de los campechanos que conoceríamos. Agradecidos aceptamos que nos haya regresado el billete azul y seguimos caminando hacia el Malecón, el camino principal a lo largo de la orilla del mar en Campeche. Reflexionan-do brevemente, nos pusimos de acuerdo en que éste era el tipo de experiencias que enriquece un viaje. Eso, y también las docenas de sábalos blindados con su armazón plateado y el estrépito de sus branquias tratándo de librarse del acero enterrado en los cos-tados de su boca.

Siete meses antes habíamos estado sentados con nuestro ami-go Paul, quien nos contaba con gran detalle el gran lugar que es Campeche en México para visitar. Pero Paul no es propiamente un pescador y no pudo responder la pregunta clave en mi mente: ¿Qué se puede pescar en ese lugar? Un poco más tarde me vi con la obligación de “googlear” pesca en Camnpeche, y me encontré con “Tarpontown Anglers”. El sitio web mostraba muchas fotos de pescadores de sábalos agarrándolos como trofeo para la obliga-toria foto, con sonrisas tan grandes como los peces. Al parecer, sí había que pescar –y mucho- en ese rincón del planeta.

He tenido la oportunidad de hacer pesca con mosca de diversas especies de peces, pero el sábalo tiene una manera única de entrar en la sangre y quedarse ahí por siempre. Me encanta la pesca de la trucha arco iris y del salmón. La pesca con mosca de la trucha es básica en mi dieta como pescador, pero en aguas saladas en particular, el sábalo, una vez que te enfrentas a él, te mantiene como un pitbull por la calle de tu barrio. El sitio web Tarpontown había despertado mi adicción y se había convertido en una misión el llegar a Campeche para vivir la experiencia.

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Mi mayor sábalo adulto ha sido un modesto ejemplar de 48 ki-los y yo sabía por el sitio web que no superaría mi récord, pero parecía que iba a ser todo un reto el tratar de arrastrar un sábalo juvenil de entre 5 a 15 kilos fuera del fondo entre raíces del man-gle, troncos caídos y espacios muy reducidos de los arroyos y lagunas. El sábalo quien llama hogar a estas aguas de la reserva natural de Los Petenes, son peces que residen ahí mientras son jóvenes y practican su futura migración en los profundos canales rodeados de hierba para luego seguir a mar abierto unos años más tarde. Y son estos primeros años de vida los que ofrecen una gran oportunidad y ponen a prueba a principiantes y exper-tos por igual.

El 26 de diciembre, mientras la mayoría de mis amigos solo sue-ña con la pesca -debido al congelamiento de lagos y ríos donde vivo en Calgary en el estado de Alberta en Canadá- yo me em-barcaba en un viaje que me haría al final de la aventura, más humilde como pescador.

El primer día en Campeche la pasamos conociendo a nuestro anfitrión Raúl Castañeda y a su esposa Laura, caminando por las ruinas mayas de Edzna como sus invitados, y entre la amena plática Raúl sugirió que fuéramos a pescar por un par de horas para que conociera la zona de mangles.

A menos que yo estuviera en mi lecho de muerte, e incluso en-tonces, no habría tenido que preguntarme por segunda vez para embarcarme. No podía esperar para mojar algunas plumas. Te-níamos poco más de tres horas de sol e íbamos a sacar el máximo provecho de aquella tarde. Después de un corto viaje de diez mi-nutos llegamos a la zona de manglares al norte de Campeche.

Apenas había terminado de armar mi caña, cuando escuche a Raúl, “¿listo para lanzar?” Apresuradamente prepare mi mosca, -estaba por darme cuenta qué tan rápido lo hice-, y amarré la que había sido escogida de mi caja por nuestro guía Juan. Fue una probada y verdadera “Black Death”. Un lugar entre dos arbus-tos de manglares se señaló y yo lancé unos 25 metros justo en el punto.”Buen lance” escuche de Raúl, reforzando mi confianza. “Ahora tira... tira... espera.... tira... tiiiraaaa .... tiraaaaaaaa ....

“ A medida que las órdenes venían a mí, y justo cuando iba ha-cer la última recogida antes de lanzar nuevamente, un sábalo emergió de las aguas coloridas de tanino dejándome con una línea muy apretada y en segundos, cortada e inerte! Me había quedado sin mosca al final de la línea… era una pérdida fatal que sólo podía ser atribuida a un “error del piloto”… cielos! La maldición de todo pescador. Dejé escapar un sábalo de 5 kilos aproximadamente con un recuerdo de Canadá incrustado en su huesuda boca. 0 a 1! En seguida otro shock tippet de 40 libras estaba atado a mi leader y otra Black Death anudada al final de mi línea.

“Ok, ves esa sombra justo a la izquierda de ese arbusto de man-gle? Ponla ahí”. Raúl me dirigía y lance unos 20 metros de la línea. No era exactamente donde tenía que quedar. “Más a la iz-quierda”, fue la instrucción y esta vez me las arreglé para poner-la en lo profundo de las sombras a unos pocos centímetros de las ramas. “Línea lista” fue el comentario de Raúl, y en segundos, otra bala de plata estaba en el aire sacudiendo fuertemente su cabeza… otros dos saltos consecutivos y antes de que yo supiera qué más hacer, mi línea se aflojaba de nuevo. 0 a 2!

Unos quince minutos más tarde, se presentaba mi siguiente bue-na oportunidad pero esta vez con las suficientes instrucciones y ensayos para conseguir un sábalo: Punta de la caña hacia abajo, aplicar presión lateral, y lo más importante para lograr el éxito: “inclinarse al rey”, el mantra de todos los cazadores de sábalo. Una vez más otro tiro decente en las sombras de los arbustos de mangle fue recompensado con un agarre sólido.

Esta vez, cuando el pez emergió de las aguas oscuras recordé hacerme hacia adelante e inclinarme al rey para darle holgura a la línea sin tirar y ejercer fuerza contra el acero para no sacar la mosca de su boca. Dos saltos más y se estableció una dura bata-lla en contra de la caña que firmemente empuñaba mi mano. Se iba a la izquierda, me iba a la derecha, tiraba hacia la derecha, me arrimaba a la izquierda y después de un breve período el leader estaba en las competentes manos de Juan.

Segundos después posábamos para la cámara con mi primer sá-balo campechano de unos 4 kilos. Durante los siguientes cuaren-ta y cinco minutos pasaron pocas sombras oscuras persiguiendo mi mosca, solo dos sábalos que saltaron, pero ninguno embarca-do. Con mi ego firmemente bajo control y un registro de 1/5 nos dirigimos de nuevo a la orilla mientras el sol hacía su descenso final en el horizonte.

A la mañana siguiente la partida fue a las 6 a.m. a planos más profundos y más lejos de la costa. Los agudos ojos de Juan pronto descubrieron un sábalo, despacio y con calma aleteaba alimentándose en las aguas más tibias de la superficie. De he-cho, había muchos sábalos nadando en la zona, era difícil decidir dónde tirar. Una vez más Juan fue a mi rescate, me hizo señas y me ordenó castear a las 11 en punto.

Aprovechando que había sacado mucha línea empecé mis movi-mientos realizando un tiro largo en la dirección que me dieron. Recogí la mosca suavemente y justo cuando estaba a punto de le vantar para castear de nuevo, un sábalo de unos 8 kilos salto del agua persiguiendo furioso el engaño, uffff!!!

Casi aterriza dentro del barco provocando un alboroto en la au-rícula izquierda de mi corazón. Hice una pequeña pausa para evitarme un infarto, lance de nuevo y después de unos cuantas recogidas o “strips”, otro lance agresivo de un sábalo arrebata la línea. Éste se dirigió hacia el norte saltando cuantas veces quiso, pletórico del vigor de un sábalo adolescente que lucha por su vida. Poco después nuestros caminos se separaron a pesar de los valientes esfuerzos de mi parte para dar la holgura necesaria y bajar la caña de pescar a tiempo. No era nada fácil aquel trabajo. Esos sábalos campechanos estaban haciendo estragos y mi ego comenzaba a recibir una paliza.

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Mi mayor sábalo adulto ha sido un modesto ejemplar de 48 ki-los y yo sabía por el sitio web que no superaría mi récord, pero parecía que iba a ser todo un reto el tratar de arrastrar un sábalo juvenil de entre 5 a 15 kilos fuera del fondo entre raíces del man-gle, troncos caídos y espacios muy reducidos de los arroyos y lagunas. El sábalo quien llama hogar a estas aguas de la reserva natural de Los Petenes, son peces que residen ahí mientras son jóvenes y practican su futura migración en los profundos canales rodeados de hierba para luego seguir a mar abierto unos años más tarde. Y son estos primeros años de vida los que ofrecen una gran oportunidad y ponen a prueba a principiantes y exper-tos por igual.

El 26 de diciembre, mientras la mayoría de mis amigos solo sue-ña con la pesca -debido al congelamiento de lagos y ríos donde vivo en Calgary en el estado de Alberta en Canadá- yo me em-barcaba en un viaje que me haría al final de la aventura, más humilde como pescador.

El primer día en Campeche la pasamos conociendo a nuestro anfitrión Raúl Castañeda y a su esposa Laura, caminando por las ruinas mayas de Edzna como sus invitados, y entre la amena plática Raúl sugirió que fuéramos a pescar por un par de horas para que conociera la zona de mangles.

A menos que yo estuviera en mi lecho de muerte, e incluso en-tonces, no habría tenido que preguntarme por segunda vez para embarcarme. No podía esperar para mojar algunas plumas. Te-níamos poco más de tres horas de sol e íbamos a sacar el máximo provecho de aquella tarde. Después de un corto viaje de diez mi-nutos llegamos a la zona de manglares al norte de Campeche.

Apenas había terminado de armar mi caña, cuando escuche a Raúl, “¿listo para lanzar?” Apresuradamente prepare mi mosca, -estaba por darme cuenta qué tan rápido lo hice-, y amarré la que había sido escogida de mi caja por nuestro guía Juan. Fue una probada y verdadera “Black Death”. Un lugar entre dos arbus-tos de manglares se señaló y yo lancé unos 25 metros justo en el punto.”Buen lance” escuche de Raúl, reforzando mi confianza. “Ahora tira... tira... espera.... tira... tiiiraaaa .... tiraaaaaaaa ....

“ A medida que las órdenes venían a mí, y justo cuando iba ha-cer la última recogida antes de lanzar nuevamente, un sábalo emergió de las aguas coloridas de tanino dejándome con una línea muy apretada y en segundos, cortada e inerte! Me había quedado sin mosca al final de la línea… era una pérdida fatal que sólo podía ser atribuida a un “error del piloto”… cielos! La maldición de todo pescador. Dejé escapar un sábalo de 5 kilos aproximadamente con un recuerdo de Canadá incrustado en su huesuda boca. 0 a 1! En seguida otro shock tippet de 40 libras estaba atado a mi leader y otra Black Death anudada al final de mi línea.

“Ok, ves esa sombra justo a la izquierda de ese arbusto de man-gle? Ponla ahí”. Raúl me dirigía y lance unos 20 metros de la línea. No era exactamente donde tenía que quedar. “Más a la iz-quierda”, fue la instrucción y esta vez me las arreglé para poner-la en lo profundo de las sombras a unos pocos centímetros de las ramas. “Línea lista” fue el comentario de Raúl, y en segundos, otra bala de plata estaba en el aire sacudiendo fuertemente su cabeza… otros dos saltos consecutivos y antes de que yo supiera qué más hacer, mi línea se aflojaba de nuevo. 0 a 2!

Unos quince minutos más tarde, se presentaba mi siguiente bue-na oportunidad pero esta vez con las suficientes instrucciones y ensayos para conseguir un sábalo: Punta de la caña hacia abajo, aplicar presión lateral, y lo más importante para lograr el éxito: “inclinarse al rey”, el mantra de todos los cazadores de sábalo. Una vez más otro tiro decente en las sombras de los arbustos de mangle fue recompensado con un agarre sólido.

Esta vez, cuando el pez emergió de las aguas oscuras recordé hacerme hacia adelante e inclinarme al rey para darle holgura a la línea sin tirar y ejercer fuerza contra el acero para no sacar la mosca de su boca. Dos saltos más y se estableció una dura bata-lla en contra de la caña que firmemente empuñaba mi mano. Se iba a la izquierda, me iba a la derecha, tiraba hacia la derecha, me arrimaba a la izquierda y después de un breve período el leader estaba en las competentes manos de Juan.

Segundos después posábamos para la cámara con mi primer sá-balo campechano de unos 4 kilos. Durante los siguientes cuaren-ta y cinco minutos pasaron pocas sombras oscuras persiguiendo mi mosca, solo dos sábalos que saltaron, pero ninguno embarca-do. Con mi ego firmemente bajo control y un registro de 1/5 nos dirigimos de nuevo a la orilla mientras el sol hacía su descenso final en el horizonte.

A la mañana siguiente la partida fue a las 6 a.m. a planos más profundos y más lejos de la costa. Los agudos ojos de Juan pronto descubrieron un sábalo, despacio y con calma aleteaba alimentándose en las aguas más tibias de la superficie. De he-cho, había muchos sábalos nadando en la zona, era difícil decidir dónde tirar. Una vez más Juan fue a mi rescate, me hizo señas y me ordenó castear a las 11 en punto.

Aprovechando que había sacado mucha línea empecé mis movi-mientos realizando un tiro largo en la dirección que me dieron. Recogí la mosca suavemente y justo cuando estaba a punto de le vantar para castear de nuevo, un sábalo de unos 8 kilos salto del agua persiguiendo furioso el engaño, uffff!!!

Casi aterriza dentro del barco provocando un alboroto en la au-rícula izquierda de mi corazón. Hice una pequeña pausa para evitarme un infarto, lance de nuevo y después de unos cuantas recogidas o “strips”, otro lance agresivo de un sábalo arrebata la línea. Éste se dirigió hacia el norte saltando cuantas veces quiso, pletórico del vigor de un sábalo adolescente que lucha por su vida. Poco después nuestros caminos se separaron a pesar de los valientes esfuerzos de mi parte para dar la holgura necesaria y bajar la caña de pescar a tiempo. No era nada fácil aquel trabajo. Esos sábalos campechanos estaban haciendo estragos y mi ego comenzaba a recibir una paliza.

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Quiso la suerte que en mi quinto enganche la línea fuera capaz de permanecer unida al pez lo suficiente para que Juan pudiera tomar el leader firmemente para sujetar al sábalo, desengancharlo y subirlo al barco logrando así mi primer “grip and grin” (agarrar y sonreir) del día, el número dos para la cámara, esta vez con un bonito ejemplar de 9 kilos en las manos.

Este patrón continuó durante gran parte del día, con veinte sá-balos enganchados y un 20 por ciento logrados y regresados al agua vivos y muy sanos. Algunos daban esperanza fugaz, con el leader a punto de ser tomado y otros simplemente desaparecían en distintas direcciones después de un puñado de saltos. Frus-trante y estimulante a la vez, pero sin duda, la mayor experiencia lograda en una excursión y con más enganches realizados que en cualquier otro día de pesca. Un disipado frente frío y las con-diciones casi perfectas del agua, habían causado una jornada de pesca con mosca que a veces uno solo puede soñar.

Los siguientes tres días de pesca vi como mi promedio de sábalos logrados subió a un poco más de 50 por ciento con quince engan-ches cada día. En general, tuvimos una experiencia poco creíble diría yo, con un mar lleno de sábalos y gracias a un servicio in-mejorable de los guías de Tarpontown Anglers. Mi conclusión sería que si estás buscando los grandes plateados en el rango de los 60 a 100 kilos, éste no es el lugar para ti. Si pretendes un verdadero desafío con sábalos juveniles, fuertes, retadores, su-mamente inquietos y disfrutar de la pesca distraído solamente por la belleza y sonidos de numerosas aves, éste es definitivamente el lugar ideal.

Regresaré de nuevo a Campeche, la adicción por el sábalo juvenil se reveló ante mí y seguramente jamás me soltará.

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En la búsqueda de nuevas propuestas en el medio y buscando compartir lo que vaya “llegando” a nuestro mercado, “Troleo” aceptó la invitación de DOA México para compartir una salida y probar unas nuevas gomas que se planea traer a México. La empresa, con el nombre de Brown Lures, está liderada por dos jó-venes emprendedores que crecieron compartiendo con su abuelo un mágico garaje, donde a través de los años, vino al mundo uno de los señuelos más singulares, insignia hasta a hoy, de la pesca de la corvina y el hermoso red fish.

Si le preguntamos hoy, sobre todo a pescadores más jóvenes por el señuelo Corky, de Paul Brown, pocos, seguro que muy pocos, sabrán que se trata de uno de los señuelos que más triunfos ha cosechado en la pesca de infinidad de especies de aguas interiores y la pesca inshore.

Este sencillo señuelo de goma que desde sus inicios, escondió su letal efectividad detrás de una apariencia casi infantil, logró desde sus comienzos en 1974, una acogida tal entre los pesca-dores de corvinas, que en poco tiempo era imposible llegar al pequeño garaje donde vivía Paul Brown en Houston, Texas, y comprar más de 2 señuelos a la vez. Cualquier pescador llegaba de cualquier región y se llevaba lo que estuviera listo. Su fama creció a una velocidad tal, que muy pronto la demanda estuvo muy por encima que lo que Paul y su esposa Phyllis podían fa-bricar en su modesto garaje-taller, cuando además, las decenas de reportes que aparecían en los medios, más la imposibilidad de poder distribuirlo para las grandes tiendas, conspiraron para que el –hasta hoy famoso- “Corky” se convirtiera en poco tiempo, en uno de los señuelos más codiciados por los pescadores exigentes, que hasta fila hacían, por sumar uno o varios “Corky” a sus cajas de pesca.

La obtención de estos lures se hizo muy difícil, ya que solo se vendían en el famoso garaje de Paul, que con el tiempo, se fue convirtiendo en el mejor sitio de reunión de los más avezados pescadores, donde se encontraban semana tras semana, para dis-frutar de la hospitalidad de Paul y Phyllis, en lo que cada quien compartía sus experiencias y capturas usando los Corky, en la pesca de corvinas y redfish.

Lo increíble, es que no hablamos de alta tecnología ni de esencias secretas, sofisticados diseños… o vestido con superficies suge-rentes y deslumbrantes. Lejos de los brillos y las lentejuelas que tanto encandilan en este medio, se trató desde su origen y después de muchas pruebas, de una de las soluciones más sencillas.. y no por ello -según se cuenta- de las más letales de todos los tiem-pos.

Su diseño partió por la intención de semejar el trabajo de un Sara Spot, pero de textura blanda y que flotara, de ahí que el nombre nace del vocablo inglés cork (corcho) y su apariencia resultó des-de el primero, en un cuerpo ovoide y aerodinámico, parecido a un pequeño pez, que devino en una mezcla de señuelo soft y duro. Su material es único y se dice: es el secreto principal de su éxito. Su conformación, medio goma, medio plástico, logra un nivel de flotabilidad asombroso que permite moverlo muy suave, en lo que va descendiendo casi de manera imperceptible, provocando sin remedio al depredador cercano. Su textura -en verdad- es muy parecida al tacto, a la masa corporal de un pequeño pez, logrando convencer al atacante de tragar, una vez atrapado el señuelo, lo

que hizo que el mismo Paul y sus amigos más cercanos, llama-ran a su creación como “el beso de la muerte”.

Durante el año 2010 y después de más de tres décadas de éxito continuo, Paul decide vender su patente al consorcio L&S, dueños de MirrOlure, que inmediatamente lo incorporaron al reconocido catálogo del emporio estadounidense. En la actua-lidad, los legendarios Corky se fabrican en Costa Rica donde la firma maquila la mayoría de sus productos y donde el mis-mo Paul, supervisó todo el montaje y diseño de la nueva línea de producción para la fabricación de sus señuelos y poder ga-rantizar el mismo desempeño que su versión original. Hay que señalar que aunque algunas marcas como Tsunami han hecho versiones de este tipo de artificial, ninguna (según los asiduos del Corky) ha igualado sus resultados. La nueva línea incorpo-rada a MirrOlure se ofrece desde hace dos años por esta marca como la Paul Brown’s Original Series Lure, y por supuesto,

sumando sus historias y récords a la buena reputación que ganó durante más de tres décadas, para incorporarse al presti-gio indiscutible del consorcio L&S, y del que hemos disfruta-do durante tantos años.

Jason y Jake los nietos de Paul, hoy son los dueños de Brown Lures (brownlures.com).

Desde niños, Jason y Jake, disfrutaron del abuelo y sus amigos, cuando se reunían en el garaje para compartir experiencias y perfeccionar el famoso señuelo, por lo que su juventud trans-

currió en un ambiente de pruebas, químicos y materiales nue-vos, que los estimuló a seguir el derrotero familiar para con-formar su propia firma en el 2006, presentando y comerciali-zando desde ese entonces, lo que conocemos hoy como Brown Lures.

Brown Lures ofrece actualmente 4 productos: el Brown Mu-llet Floater, conocido también como el BMF, señuelo de buen tamaño que se ofrece en 6 combinaciones de colores, articu-lado y con los sobredimensionados ojos pintados a mano que distingue a la marca. Es un señuelo suspending, ideal para los meses de frío, donde el pez se aletarga y anda arisco. Se lanza muy bien y su recobro es muy lento, a golpecitos secos para que se desplace de un punto cercano a otro y permanezca sus-pendido esperando que lo divisen desde lejos, donde eso sí, requiere de un trabajo paciente y sin prisas, y que no pudimos disfrutar, porque al parecer, el apetito de una barracuda nos dejó sin la única muestra que teníamos.

Su segundo producto es el Devil Eye u Ojo del diablo. Esta goma, de una sola pieza y con los enormes ojos que le dan nombre, termina en una delgada cola y ésta a su vez en una pequeña bolita, que permite que la cola venga moviéndose de forma muy sugestiva, muy efectivo para zonas de corrientes o entre los pastizales, incitando a las corvinas a buscarlo entre el pasto para convertirlo en su bocado, y se puede armar con el propio jig head que como tercer producto, ofrece la marca. En nuestra salida fue muy efectiva con meros y pequeños aba-dejos en la bocana, en lo que la marea avisaba la entrada de robalos y corvinas, que por igual cayeron ante el encanto de este artificial.

La tercera oferta es el jig head que produce la marca: el Tru Loc con un acertado diseño del plomo, para poder arrastrarse sin peligro de enganche. El resorte de sujeción del plástico, ancla muy bien la cabeza del artificial, y el anzuelo es muy resistentes.

El cuarto producto es digno de una alfombra roja. Sofisticado, bonito o atractivo, son valores que no tienen espacio cuando

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En la búsqueda de nuevas propuestas en el medio y buscando compartir lo que vaya “llegando” a nuestro mercado, “Troleo” aceptó la invitación de DOA México para compartir una salida y probar unas nuevas gomas que se planea traer a México. La empresa, con el nombre de Brown Lures, está liderada por dos jó-venes emprendedores que crecieron compartiendo con su abuelo un mágico garaje, donde a través de los años, vino al mundo uno de los señuelos más singulares, insignia hasta a hoy, de la pesca de la corvina y el hermoso red fish.

Si le preguntamos hoy, sobre todo a pescadores más jóvenes por el señuelo Corky, de Paul Brown, pocos, seguro que muy pocos, sabrán que se trata de uno de los señuelos que más triunfos ha cosechado en la pesca de infinidad de especies de aguas interiores y la pesca inshore.

Este sencillo señuelo de goma que desde sus inicios, escondió su letal efectividad detrás de una apariencia casi infantil, logró desde sus comienzos en 1974, una acogida tal entre los pesca-dores de corvinas, que en poco tiempo era imposible llegar al pequeño garaje donde vivía Paul Brown en Houston, Texas, y comprar más de 2 señuelos a la vez. Cualquier pescador llegaba de cualquier región y se llevaba lo que estuviera listo. Su fama creció a una velocidad tal, que muy pronto la demanda estuvo muy por encima que lo que Paul y su esposa Phyllis podían fa-bricar en su modesto garaje-taller, cuando además, las decenas de reportes que aparecían en los medios, más la imposibilidad de poder distribuirlo para las grandes tiendas, conspiraron para que el –hasta hoy famoso- “Corky” se convirtiera en poco tiempo, en uno de los señuelos más codiciados por los pescadores exigentes, que hasta fila hacían, por sumar uno o varios “Corky” a sus cajas de pesca.

La obtención de estos lures se hizo muy difícil, ya que solo se vendían en el famoso garaje de Paul, que con el tiempo, se fue convirtiendo en el mejor sitio de reunión de los más avezados pescadores, donde se encontraban semana tras semana, para dis-frutar de la hospitalidad de Paul y Phyllis, en lo que cada quien compartía sus experiencias y capturas usando los Corky, en la pesca de corvinas y redfish.

Lo increíble, es que no hablamos de alta tecnología ni de esencias secretas, sofisticados diseños… o vestido con superficies suge-rentes y deslumbrantes. Lejos de los brillos y las lentejuelas que tanto encandilan en este medio, se trató desde su origen y después de muchas pruebas, de una de las soluciones más sencillas.. y no por ello -según se cuenta- de las más letales de todos los tiem-pos.

Su diseño partió por la intención de semejar el trabajo de un Sara Spot, pero de textura blanda y que flotara, de ahí que el nombre nace del vocablo inglés cork (corcho) y su apariencia resultó des-de el primero, en un cuerpo ovoide y aerodinámico, parecido a un pequeño pez, que devino en una mezcla de señuelo soft y duro. Su material es único y se dice: es el secreto principal de su éxito. Su conformación, medio goma, medio plástico, logra un nivel de flotabilidad asombroso que permite moverlo muy suave, en lo que va descendiendo casi de manera imperceptible, provocando sin remedio al depredador cercano. Su textura -en verdad- es muy parecida al tacto, a la masa corporal de un pequeño pez, logrando convencer al atacante de tragar, una vez atrapado el señuelo, lo

que hizo que el mismo Paul y sus amigos más cercanos, llama-ran a su creación como “el beso de la muerte”.

Durante el año 2010 y después de más de tres décadas de éxito continuo, Paul decide vender su patente al consorcio L&S, dueños de MirrOlure, que inmediatamente lo incorporaron al reconocido catálogo del emporio estadounidense. En la actua-lidad, los legendarios Corky se fabrican en Costa Rica donde la firma maquila la mayoría de sus productos y donde el mis-mo Paul, supervisó todo el montaje y diseño de la nueva línea de producción para la fabricación de sus señuelos y poder ga-rantizar el mismo desempeño que su versión original. Hay que señalar que aunque algunas marcas como Tsunami han hecho versiones de este tipo de artificial, ninguna (según los asiduos del Corky) ha igualado sus resultados. La nueva línea incorpo-rada a MirrOlure se ofrece desde hace dos años por esta marca como la Paul Brown’s Original Series Lure, y por supuesto,

sumando sus historias y récords a la buena reputación que ganó durante más de tres décadas, para incorporarse al presti-gio indiscutible del consorcio L&S, y del que hemos disfruta-do durante tantos años.

Jason y Jake los nietos de Paul, hoy son los dueños de Brown Lures (brownlures.com).

Desde niños, Jason y Jake, disfrutaron del abuelo y sus amigos, cuando se reunían en el garaje para compartir experiencias y perfeccionar el famoso señuelo, por lo que su juventud trans-

currió en un ambiente de pruebas, químicos y materiales nue-vos, que los estimuló a seguir el derrotero familiar para con-formar su propia firma en el 2006, presentando y comerciali-zando desde ese entonces, lo que conocemos hoy como Brown Lures.

Brown Lures ofrece actualmente 4 productos: el Brown Mu-llet Floater, conocido también como el BMF, señuelo de buen tamaño que se ofrece en 6 combinaciones de colores, articu-lado y con los sobredimensionados ojos pintados a mano que distingue a la marca. Es un señuelo suspending, ideal para los meses de frío, donde el pez se aletarga y anda arisco. Se lanza muy bien y su recobro es muy lento, a golpecitos secos para que se desplace de un punto cercano a otro y permanezca sus-pendido esperando que lo divisen desde lejos, donde eso sí, requiere de un trabajo paciente y sin prisas, y que no pudimos disfrutar, porque al parecer, el apetito de una barracuda nos dejó sin la única muestra que teníamos.

Su segundo producto es el Devil Eye u Ojo del diablo. Esta goma, de una sola pieza y con los enormes ojos que le dan nombre, termina en una delgada cola y ésta a su vez en una pequeña bolita, que permite que la cola venga moviéndose de forma muy sugestiva, muy efectivo para zonas de corrientes o entre los pastizales, incitando a las corvinas a buscarlo entre el pasto para convertirlo en su bocado, y se puede armar con el propio jig head que como tercer producto, ofrece la marca. En nuestra salida fue muy efectiva con meros y pequeños aba-dejos en la bocana, en lo que la marea avisaba la entrada de robalos y corvinas, que por igual cayeron ante el encanto de este artificial.

La tercera oferta es el jig head que produce la marca: el Tru Loc con un acertado diseño del plomo, para poder arrastrarse sin peligro de enganche. El resorte de sujeción del plástico, ancla muy bien la cabeza del artificial, y el anzuelo es muy resistentes.

El cuarto producto es digno de una alfombra roja. Sofisticado, bonito o atractivo, son valores que no tienen espacio cuando

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hablamos del Flappin Devil. Si recuerdan el dicho que “la suerte de los feos, los bonitos la desean” les puedo decir que el “Flap-pin” es el mejor ejemplo de ello.

Es un señuelo tan feo como implacable, sin ninguna “lindura” como diría un amigo... pero ¡ojo! no se dejen engañar, su efec-tividad es asombrosa y de las mejores gomas que he usado ulti-mamente. El movimiento de su larga cola (de los mejores que he visto) termina al estilo shad, siendo para mí, el mejor aporte de la marca, incluso con un recobro lento logra moverse muy bien, y llega también, vestido con los grandes ojos pintados a mano –al estilo Brown-.

No sé qué misterio encierra este movimiento o qué sensaciones ofrece al depredador -al que sea- porque ¡¡¡¡no lo perdonan!!!, y lo mejor y según pudimos constatar, se le tiran con tanta violencia que en la mayoría de los casos y a pesar de su largo: se lo tragan completo, como podrán ver en las fotos de uno de los robalos y la corvina más pequeña que capturamos, que después de una irre-mediable muerte, los abrimos (perdón por las fotos) para entender cómo se tragaban “tanta” goma de una sola vez.

Tuvimos capturas de abadejos pequeños desde el muelle, asi como de robalos, corvinas y los infaltables jureles, en una jornada de pura adrenalina con estas nuevas gomas.

Todo parece indicar que en breve, podremos sumar estas gomas a nuestras cajas que además de económicas y de manejo sencillo, nos podrán ofrecer buenos pretextos para nuevos reportes y una buena jornada, tanto en bocanas, playas y esteros, donde pudimos comprobar su efectividad y lo fácil que resulta su manejo en cual-quiera de sus versiones.

Nos complació mucho la oferta de Brown Lures, por lo que agra-decemos a DOA México la invitación y sobre todo la búsqueda de nuevas soluciones para los amantes de los soft baits y la pesca en general, porque sin duda, valió la pena y lo mejor: que nos quedamos con ganas de más... de más Brown!

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hablamos del Flappin Devil. Si recuerdan el dicho que “la suerte de los feos, los bonitos la desean” les puedo decir que el “Flap-pin” es el mejor ejemplo de ello.

Es un señuelo tan feo como implacable, sin ninguna “lindura” como diría un amigo... pero ¡ojo! no se dejen engañar, su efec-tividad es asombrosa y de las mejores gomas que he usado ulti-mamente. El movimiento de su larga cola (de los mejores que he visto) termina al estilo shad, siendo para mí, el mejor aporte de la marca, incluso con un recobro lento logra moverse muy bien, y llega también, vestido con los grandes ojos pintados a mano –al estilo Brown-.

No sé qué misterio encierra este movimiento o qué sensaciones ofrece al depredador -al que sea- porque ¡¡¡¡no lo perdonan!!!, y lo mejor y según pudimos constatar, se le tiran con tanta violencia que en la mayoría de los casos y a pesar de su largo: se lo tragan completo, como podrán ver en las fotos de uno de los robalos y la corvina más pequeña que capturamos, que después de una irre-mediable muerte, los abrimos (perdón por las fotos) para entender cómo se tragaban “tanta” goma de una sola vez.

Tuvimos capturas de abadejos pequeños desde el muelle, asi como de robalos, corvinas y los infaltables jureles, en una jornada de pura adrenalina con estas nuevas gomas.

Todo parece indicar que en breve, podremos sumar estas gomas a nuestras cajas que además de económicas y de manejo sencillo, nos podrán ofrecer buenos pretextos para nuevos reportes y una buena jornada, tanto en bocanas, playas y esteros, donde pudimos comprobar su efectividad y lo fácil que resulta su manejo en cual-quiera de sus versiones.

Nos complació mucho la oferta de Brown Lures, por lo que agra-decemos a DOA México la invitación y sobre todo la búsqueda de nuevas soluciones para los amantes de los soft baits y la pesca en general, porque sin duda, valió la pena y lo mejor: que nos quedamos con ganas de más... de más Brown!

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Manuel Santiago Baeza /Chetumal, Q. Roo.

Leonardo Cáceres /Puerto Morelos, Q. Roo.

Edson Leal /Cancún, Quintana Roo.

Julio César y Alexis Sández /La Paz, BCS.Sergio Enrique Kopecki

/Chuburná, Yuc.

Jossimar Lagunes Uscanga /Holbox, Q. Roo.

Marco Antonio Rico /Cancún, Q. Roo. Angel Iñigo /Cancún, Q. Roo.

Angel Requejo /Lago Texoma, Texas.

Antonio Mendoza Lucrecio /Puerto Escondido, Oax.

Gurarixe´s Fishing Team Cd. del Carmen / Playa del Carmen, Q. Roo.

Mandanos tus fotos a:[email protected] sé un presumido irremediable

Jorge Miguel Villanueva /Mahahual, Q. Roo.

Emiliano, Carlos y José Carlos Baeza /Cancún, Q. Roo.

Marco Rico, Juan Rodrigo /Cancún, Q. Roo.

David Sánchez Manzanero /Sisal, Yuc.

José Ruíz del Hoyo/Progreso, Yuc.

Cipriano Torres /Río Hondo, Chetumal

Gustavo Martínez Gatica /Acapulco, Gue.

Pedro Antonio Díaz /San Felipe, Yuc.

Iván Ramírez/La Paz, BCS.

Heliodoro García Hernández/Cabo San Lucas, BCS.

Carlos Sánchez, Jorge de Dios, Idelfonso García /Cancún, Q. Roo.Dr. Mario Pérez, Alex y Marlon Rodríguez

/Bahía de Chetumal, Q. Roo.

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Manuel Santiago Baeza /Chetumal, Q. Roo.

Leonardo Cáceres /Puerto Morelos, Q. Roo.

Edson Leal /Cancún, Quintana Roo.

Julio César y Alexis Sández /La Paz, BCS.Sergio Enrique Kopecki

/Chuburná, Yuc.

Jossimar Lagunes Uscanga /Holbox, Q. Roo.

Marco Antonio Rico /Cancún, Q. Roo. Angel Iñigo /Cancún, Q. Roo.

Angel Requejo /Lago Texoma, Texas.

Antonio Mendoza Lucrecio /Puerto Escondido, Oax.

Gurarixe´s Fishing Team Cd. del Carmen / Playa del Carmen, Q. Roo.

Mandanos tus fotos a:[email protected] sé un presumido irremediable

Jorge Miguel Villanueva /Mahahual, Q. Roo.

Emiliano, Carlos y José Carlos Baeza /Cancún, Q. Roo.

Marco Rico, Juan Rodrigo /Cancún, Q. Roo.

David Sánchez Manzanero /Sisal, Yuc.

José Ruíz del Hoyo/Progreso, Yuc.

Cipriano Torres /Río Hondo, Chetumal

Gustavo Martínez Gatica /Acapulco, Gue.

Pedro Antonio Díaz /San Felipe, Yuc.

Iván Ramírez/La Paz, BCS.

Heliodoro García Hernández/Cabo San Lucas, BCS.

Carlos Sánchez, Jorge de Dios, Idelfonso García /Cancún, Q. Roo.Dr. Mario Pérez, Alex y Marlon Rodríguez

/Bahía de Chetumal, Q. Roo.

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El torneo “Pioneros” de la modalidad de jigging vertical vio la luz en el año 2009 y surgió en primera instancia, como un torneo entre amigos que practicaban el jigging en la zona de Cancún y Playa del Carmen. En noviembre de ese año la participación sumó 7 embarcaciones y 25 pescadores, y según se comentó en su momento, hizo historia, ya que se convirtió en el primer torneo de jigging celebrado en todo México al no tener referencia de algún otro evento semejante en el país.

La idea de realizar el torneo se originó de dos especialistas de la modalidad: Gustavo Silva y Roberto Navarro. Gustavo propietario de la tienda El Sábalo Cancún, muy conocida en-tre los pescadores del sureste del país y Roberto, uno de los mejores “jiggeros” del país, propietario de “Wearever Expe-ditions”, un magnífico capitán y el mejor “couch” de pesca en Playa del Carmen.

Desde un principio los organizadores definieron realizar el torneo dos veces año durante la temporada de jigging, que en el Caribe Mexicano comprende de octubre a marzo, meses que hace su arribo el coronado o medregal (Greater Amber-jack), la especie más representativa para la práctica del “deep jigging” en estas aguas.

A finales de enero del 2013 se celebró la octava edición de “Pioneros” con una participación de más de 60 pescadores que curiosamente no incluye al grupo de amigos precursores del torneo que participaban hace 4 años, ya que ahora se des-empeñan como parte de la organización y como observadores en cada evento.

Actualmente “Pioneros” ha tomado relevancia entre quienes practican el jigging en México e incluso en otros países, ha-ciendo de éste un evento de talla internacional ya que han tenido participación en 8 torneos realizados a la fecha, pesca-dores de: Estados Unidos, Canadá, España, Inglaterra, Costa Rica, Venezuela, e incluso un equipo de Filipinas; y del país han participado gente de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Veracruz, Puebla, Tamaulipas, Sonora, Chiapas y Tabasco. Como dato curioso no ha repetido en 4 años de torneo, ningu-no de los ganadores a primer lugar.

Hay que hacer hincapié que desde un inicio el torneo ha teni-do el apoyo incondicional de Los Foros de Pesca Deportiva en México, el patrocinio del Sábalo Cancún y del exclusivo club de playa Zenzi lounge & bar, lugar sede del torneo, donde se realiza la cena de capitanes, el pesaje de capturas y el evento de premiación. Un sitio idóneo con una de las mejores playas de la Riviera Maya y mucho entretenimiento todo el día con música de DJ, música en vivo y un paisaje de ensueño.

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Pero sin duda el objetivo más importante de “Pioneros” es la promoción de Quintana Roo como un destino ideal para el jigging ya que las características geográficas de su costa per-miten encontrar zonas profundas de 400 a 800 pies, a muy corta distancia de la orilla. Otro aspecto importante que apre-ciamos es el retomar las tradiciones de los torneos de Playa del Carmen que se han distinguido por la convivencia entre pescadores, organizadores, observadores, familiares, amigos e incluso turistas que se encuentran en la zona de playa, siendo parte importante de los festejos y las fotos del recuerdo con las capturas.

Troleo asistió a la edición número 8 de “Pioneros” y confir-mamos la buena organización del evento. La participación fue la esperada a pesar de los vientos y el oleaje normal de la tem-porada de nortes que muchas veces impide un mayor número de participantes, pero esto no evitó una buena justa el día del torneo.

Uno de los aspectos importantes establecidos desde un prin-cipio fue la colaboración de un observador en cada embarca-ción, que se encargaba de registrar las capturas, validar las artes de pesca donde solamente se permitía el uso de un equi-po de pesca por participante, compuesto por caña, carrete y jigs metálicos, quedando excluido el uso de carnada viva o muerta y de carretes eléctricos, y por supuesto, verificar que todo transcurriera en orden y de acuerdo a lo establecido en las bases del torneo.

“Pioneros” se ha posicionado con mucha fuerza entre los practicantes del jigging que se han “envenenado” con esta modalidad y que cada año va sumando seguidores y competi-dores al evento. Nos honramos en publicar algunas imágenes de los ganadores de un torneo que llegó para quedarse y para seguir haciendo historia... la historia del jigging en México.

Felicidades Gustavo y Roberto!

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