Trotsky, Leon - Su Moral y La Nuestra

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    Su Moral y la NuestraLen Trotsky

    Proyecto Espartaco 2000 2002

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    EMANACIONES DE MORAL

    En pocas de reaccin triunfante, los seores demcratas, social-demcratas,anarquistas y otros representantes de la izquierda se ponen a desprender, en doble cantidad,emanaciones de moral, del mismo modo que transpiran doblemente las gentes cuando

    tienen miedo. Al repetir, a su manera, los Diez Mandamientos o el Sermn de la Montaa,esos moralistas se dirigen, no tanto a la reaccin triunfante, cuanto a los revolucionarios perseguidos por ella, quienes, con sus "excesos" y con sus principios "amorales","provocan" a la reaccin y le proporcionan una justificacin moral. Hay, sin embargo, unmedio tan sencillo y seguro de evitar la reaccin: el esfuerzo interior, la regeneracinmoral. En todas las redacciones interesadas se distribuyen gratuitamente muestras de perfeccin tica. La base de esta prdica falsa y ampulosa la constituye la pequeaburguesa intelectual. La base poltica con la impotencia y la desesperacin ante la ofensivareaccionaria. La base psicolgica se halla en el deseo de superar el sentimiento de la propiainconsistencia, disfrazndose con una barba postiza de profeta.

    El procedimiento favorito del filisteo moralizador consiste en identificar los modos

    de actuar de la reaccin con los de la revolucin. El buen xito del procedimiento seconsigue con ayuda de analogas de forma. Zarismo y bolchevismo son gemelos. Tambines posible descubrir gemelos del fascismo y el comunismo. Se puede formular una lista derasgos comunes entre el catolicismo, y an el jesuitismo y el bolchevismo. Por su parte,Hitler y Mussolini, utilizando un mtodo enteramente semejante, demuestran queliberalismo, democracia y bolchevismo slo son distintas manifestaciones de un solo ymismo mal. La idea de que stalinismo y trotskysmo son "en el fondo" idnticos, encuentrahoy la ms amplia aceptacin. Rene en su rededor a liberales, demcratas, pos catlicos,idealistas, pragmatistas, anarquistas y fascistas. Si los stalinistas no estn en posibilidad deunirse a ese "frente popular", slo es porque por casualidad se hallan ocupados enexterminar a los trotskystas.

    El rasgo fundamental de esas asimilaciones e identificaciones lo constituye elignorar completamente la base material de las diversas tendencias, es decir, su naturalezade clase, y por eso mismo su papel histrico objetivo. En lugar de eso, se valoran yclasifican las distintas tendencias segn cualquier indicio exterior y secundario; lo ms amenudo, segn su actitud frente a tal o cual principio abstracto, que para el clasificadordado tiene un valor profesional muy particular. As, para el papa romano, losfrancmasones, los darwinistas, los marxistas y los anarquistas son gemelos, puesto quetodos por igual niegan sacrlegamente la Inmaculada Concepcin. Para Hitler, liberalismo ymarxismo son gemelos, puesto que ignoran "la sangre y el honor". Para los demcratas, sonel fascismo y el bolchevismo los gemelos, puesto que no se inclinan ante el sufragiouniversal. Etctera, etctera.

    Los rasgos comunes a las tendencias as comparadas son innegables. La realidad,sin embargo, es que el desarrollo de la especie humana no se agota ni con el sufragiouniversal, ni con "la sangre y el honor", ni con el dogma de la Inmaculada

    Concepcin. El proceso histrico es, ante todo, lucha de clases y acontece queclases diferentes, en nombre de finalidades diferentes, usen medios anlogos. En el fondo,no podra ser de otro modo. Los ejrcitos beligerantes son siempre ms o menos simtricosy si no hubiera nada de comn en sus mtodos de lucha, no podran lanzarse ataques uno alotro.

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    El campesino o el tendero rudos, si se encuentran entre dos fuegos, sin comprenderni el origen ni el sentido de la pugna entre proletariado y burguesa, tendrn igual odio paralos dos campos en lucha; y qu son todos esos moralistas demcratas? Los idelogos delas capas medias, cadas o temerosas de caer entre dos fuegos. Los principales rasgos de los profetas de ese gnero son su alejamiento de los grandes movimientos histricos, el

    conservatismo petrificado de su pensamiento, la satisfaccin de s, en la propia mediocridady la cobarda poltica ms primitiva. Los moralistas quieren, ante todo, que la historia losdeje en paz; con sus libritos, sus revistillas, sus subscriptores, el sentido comn y lasnormas morales. Pero la historia no los deja en paz. Tan pronto de izquierda como dederecha, les da de empellones. Indudablemente, revolucin y reaccin, zarismo ybolchevismo, comunismo y fascismo, stalinismo y trotskysmo son todos gemelos. Quequien lo dude se tome la pena de palpar, en el crneo de los moralistas, las protuberanciassimtricas de derecha e izquierda.

    AMORALIDAD MARXISTA Y VERDADES ETERNAS

    La acusacin ms conocida y ms impresionante dirigida contra la "amoralidad"bolchevique se apoya en la supuesta regla jesutica del bolchevismo: "el fin justifica losmedios". De ah no es difcil extraer la conclusin siguiente: Puesto que los trotskystas,como todos los bolcheviques (o marxistas) no reconocen los principios de la moral,consecuentemente, entre trotskysmo y stalinismo no existen diferencias "principiales". Quees lo que se quera demostrar.

    Un semanario norteamericano, no poco vulgar y cnico, emprendi, a propsito delbolchevismo, una pequea encuesta, que, como de costumbre, haba de servir a la vez latica y la publicidad. El inimitable H. G. Wells, cuya homrica suficiencia siempre ha sidotodava mayor que su imaginacin extraordinaria, se apresur a solidarizarse con los snobs

    reaccionarios del CommonSense. Todo esto est en el orden natural. Aquellos de entre losparticipantes de la encuesta que juzgaron conveniente tomar la defensa del bolchevismo, nolo hicieron, en la mayora de los casos, sin tmidas reservas: Los principios del marxismoson, naturalmente, majos; pero se encuentra uno entre los bolcheviques a hombresexcelentes (Eastman). En verdad, hay "amigos" ms peligrosos que enemigos.

    Si quisisemos tomar en serio a nuestros seores censores, debiramos preguntarles,ante todo, cules son sus principios de moral. He ah una cuestin a la cual sera dudosoque recibiramos respuesta. Admitamos, en efecto, que ni la finalidad personal ni lafinalidad social puedan justificar los medios. Ser menester entonces buscar otros criteriosfuera de la sociedad, tal como la historia la ha hecho, y fuera de las finalidades que suscitasu desarrollo. En dnde? Si no es en la tierra, habr de ser en los cielos. Los sacerdotes

    han descubierto, desde tiempos atrs, criterios infalibles de moral en la revelacin divina.Los padrecitos laicos hablan de las verdades eternas de la moral, sin indicar su fuenteprimera. Tenemos, sin embargo, derecho de concluir diciendo: Si esas verdades son eternas,debieron existir no slo antes de la aparicin del pitecntropo sobre la tierra, sino an antesde la formacin del sistema solar. En realidad, de dnde vienen exactamente? Sin Dios, lateora de la moral eterna no puede tenerse en pie.

    Los moralistas de tipo anglosajn; en la medida en que no se contentan, gracias a suutilitarismo racionalista, con la tica del tenedor de libros burgus, resultan discpulos

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    conscientes o inconscientes del vizconde de Shaftesbury, quien a principios del sigloXVIII deduca los juicios morales de un "sentido moral" particular, dado por decirloas de una vez para siempre al hombre. Situada por encima de las clases, la moralconduce inevitablemente a la aceptacin de una substancia particular, de un "sentidomoral" de una "conciencia", como un absoluto especial, que no es ms que un cobarde

    pseudnimo filosfico de Dios. La moral independiente de los "fines", es decir, de lasociedad, ya se la deduzca de la verdad eterna o ya de la "naturaleza humana", slo es, enresumidas cuentas, una forma de "teologa natural". Los cielos continan siendo lanica posicin fortificada para las operaciones militares contra el materialismodialctico.

    En Rusia apareci, a fines del siglo pasado, toda una escuela de "marxistas" (Struve,Berdiaiev, Bulgakov y otros) que quisieron completar la enseanza de Marx por medio deun principio moral autnomo, es decir, colocado por encima de las clases. Esas gentespartan, claro est, de Kant y del imperativo categrico. Y cmo acabaron? Struve es ahoraun antiguo ministro del barn Wrangel y un buen hijo de la Iglesia. Bulgakov es sacerdoteortodoxo. Berdiaiev interpreta, en diversas lenguas, el Apocalipsis. Una metamorfosis taninesperada, a primera vista, no se explica de ningn modo por el "alma eslava" Struve,por lo dems, tiene el alma germnica sino por la magnitud de la lucha social en Rusia.La tendencia fundamental de esa metamorfosis es en realidad internacional.

    El idealismo filosfico clsico, en la proporcin en que tendi, en su poca, asecularizar la moral, es decir, a emanciparla de la sancin religiosa, fue un enorme pasohacia adelante (Hegel). Pero una vez desprendida de los cielos, la moral tuvo necesidad deraces terrestres. El descubrimiento de esas races fue una de las tareas del materialismo.Despus de Shaftesbury, Darwin; despus de Hegel, Marx. Invocar hoy las "verdadeseternas" de la moral es tratar de -hacer que la rueda d vueltas al revs. El idealismofilosfico slo es una etapa: de la religin al materialismo o, por el contrario, delmaterialismo a la religin.

    "EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS"

    La orden de los jesuitas, fundada en la primera mitad del siglo XVI para resistir alprotestantismo, no ense jams digmoslo de pasada que cualquier medio, aunquefuese criminal desde el punto de vista de la moral catlica, fuera admisible, con tal deconducir al "fin", es decir, al triunfo del catolicismo. Esta doctrina contradictoria y psicolgicamente absurda fue malignamente atribuida a los jesuitas por sus adversarios protestantes y a veces tambin catlicos, quienes, por su parte, no se paraban enescrpulos al seleccionar medios para alcanzar sus fines. Los telogos jesuitas

    preocupados como los de otras escuelas por el problema del libre albedro, enseaban enrealidad que el medio, en s mismo, puede ser indiferente y que la justificacin o lacondenacin moral de un medio dado se desprende de su fin. As, un disparo es por smismo indiferente; tirado contra un perro rabioso que amenaza a un nio, es una buenaaccin; tirado para amagar o para matar, es un crimen. Los telogos de la orden nointentaron decir otra cosa, ms que ese lugar comn. En cuanto a su moral prctica, los jesuitas no fueron de ningn modo peores que los otros monjes o que los sacerdotescatlicos; por el contrario, ms bien les fueron superiores; en todo caso, fueron ms

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    consecuentes, ms audaces y ms perspicaces que los otros. Los jesuitas constituanuna organizacin militante cerrada, estrictamente centralizada, ofensiva y peligrosa noslo para sus enemigos, sino tambin para sus aliados. Por, su psicologa y por susmtodos de accin, un jesuita de la poca "heroica" se distingua del cura adocenado, tantocomo un guerrero de la Iglesia de su tendero. No tenemos ninguna razn para idealizar a

    uno o al otro; pero sera enteramente indigno considerar al guerrero fantico con los ojosdel tendero estpido y perezoso.Si nos quedamos en el terreno de las comparaciones puramente formales ,o

    psicolgicas, pues s podr decirse que los bolcheviques son a los demcratas y social-demcratas de cualquier matiz lo que los jesuitas eran a la apacible jerarqua eclesistica.Comparados con los marxistas revolucionarios, los social-demcratas y los centristasresultan unos atrasados mentales o, comparados con los mdicos unos curanderos: no haycuestin alguna que ellos profundicen completamente; creen en la virtud de los exorcismosy eluden cobardemente cualquier dificultad, esperanzados con un milagro. Los oportunistasson los pacficos tenderos de la idea socialista, mientras que los bolcheviques son suscombatientes convencidos. De ah el odio para los bolcheviques y las calumnias en sucontra, de parte de quienes tienen en exceso los mismos defectos que ellos, condicionadospor la historia, y ninguna de sus cualidades.

    Sin embargo, la comparacin de los bolcheviques con los jesuitas sigue siendo, apesar de todo, absolutamente unilateral y superficial; ms literaria que histrica. Por elcarcter y por los intereses de clase en que se apoyaban, los jesuitas representaban lareaccin, los protestantes, el progreso. El carcter limitado de ese "progreso" encontraba, asu vez, expresin inmediata en la moral de los protestantes. As, la doctrina de Cristo,"purificada" por ellos, no impidi en modo alguno al burgus citadino que era Lutero,clamar por el exterminio de los campesinos rebelados, esos "perros rabiosos". El doctor donMartn consideraba sin duda que "el fin justifica los medios", antes de que esa regla fueseatribuda a los jesuitas, A su vez, los jesuitas, rivalizando con los protestantes, se adaptaroncada da ms al espritu de la sociedad burguesa, y de los tres votos pobreza, castidad yobediencia no conservaron sino el ltimo, por lo dems, en una forma extremadamentesuavizada. Desde el punto de vista del ideal cristiano, la moral de los jesuitas cay tantoms bajo cuanto ms cesaron stos de ser jesuitas. Los guerreros de la Iglesia se volvieronsus burcratas y, como todos los burcratas, unos pillos redomados.

    JESUITISMO Y UTILITARISMO

    Esas breves observaciones bastan sin duda para mostrar cunta ignorancia y cuntacortedad se necesitan para tomar en serio la oposicin entre el principio "jesutico": "el fin

    justifica los medios", y el otro, inspirado por supuesto en una moral ms elevada, segn elcual cada "medio" lleva su pequeo marbete moral, lo mismo que las mercancas en losalmacenes de precio fijo. Es notable que el sentido comn de filisteo anglosajnconsiga indignarse contra el principio "jesutico", mientras l mismo se inspira en lamoral del utilitarismo, tan caracterstico de la filosofa britnica. Sin embargo, el criterio deBentham, John Mill "la mayor felicidad posible para el mayor nmero posible"significa: morales son los medios que conducen al bien general, fin supremo. Bajo suenunciado filosfico general, el utilitarismo anglosajn coincide as plenamente con el

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    principio "jesutico": "el fin justifica los medios". El empirismo como vemos existeen este mundo para libertar a las gentes de la necesidad de juntar los dos cabos delrazonamiento. Herbert Spencer, a cuyo empirismo Darwin haba inoculado la idea de"evolucin" del mismo modo que se vacuna contra la viruela, enseaba que en el dominiode la moral la evolucin parte de las "sensaciones" para llegar hasta las "ideas". Las

    sensaciones imponen criterio de satisfaccin inmediata, mientras que las ideaspermiten guiarse conforme a un criterio de satisfaccinfutura, ms durable y ms elevada.El criterio de la moral es as, aqu tambin, la "satisfaccin" o la "felicidad". Pero elcontenido de este criterio se ensancha y profundiza segn el nivel de la "evolucin". As,hasta Herbert Spencer, por los mtodos de su utilitarismo "evolucionista", ha mostradoque el principio: "el fin justifica los medios" no encierra, en s mismo, nada inmoral.

    Sera, sin embargo, ingenuo esperar de este "principio" abstracto una respuesta a lacuestin prctica: Qu se puede y qu no se puede hacer? Adems, el principio: "el finjustifica los medios" suscita naturalmente la cuestin: Y qu justifica el fin? En la vidaprctica, como en el movimiento de la historia, el fin y el medio cambian sin cesar de sitio.La mquina en construccin es el "fin" de la produccin, para convertirse, una vez instaladaen una fbrica, en un "medio" de esa produccin. La democracia es, en ciertas pocas, el"fin" de la lucha de clases, para cambiarse despus en su "medio". Sin encerrar en s nadainmoral, el principio atribuido a los jesuitas no resuelve, sin embargo, el problema de lamoral.

    El utilitarismo "evolucionista" de Spencer nos deja igualmente sin respuesta amedio camino, pues siguiendo las huellas de Darwin intenta resolver la moral histricaconcreta en las necesidades biolgicas o en los "instintos sociales" propios de la vidaanimal gregaria, mientras que el concepto mismo de moral surge slo en un medio divididopor antagonismos, es decir, en una sociedad dividida en clases.

    El evolucionismo burgus se detiene impotente en el umbral de la sociedadhistrica, pues no quiere reconocer el principal resorte de la evolucin de las formassociales: la lucha de clases. La moral slo es una de las funciones ideolgicas de esa lucha.La clase dominante impone a la sociedad sus fines y la acostumbra a considerar comoinmorales los medios que contradicen esos fines. Tal es la funcin principal de la moraloficial. Persigue "la mayor felicidad posible", no para la mayora, sino para una exiguaminora, por lo dems, sin cesar decreciente. Un rgimen semejante no podra mantenerseni una semana por la sola coaccin. Tiene necesidad del cemento de la moral. Laelaboracin de ese cemento constituye la profesin de tericos y moralistas pequeo-burgueses. Que manipulen todos los colores del arco iris; a pesar de ello siguen siendo, enresumidas cuentas, los apstoles de la esclavitud y de la sumisin.

    "REGLAS MORALES UNIVERSALMENTE VALIDAS"Quien no quiera retornar ni a Moiss ni a Cristo ni a Mahoma, ni contentarse con

    una mezcolanza eclctica, debe reconocer que la moral es producto del desarrollo social;que no encierra nada invariable; que se halla al servicio de los intereses sociales; que esosintereses son contradictorios; que la moral posee, ms que cualquier otra forma ideolgica,un carcter de clase.

    Sin embargo, es que no existen reglas elementales de moral, elaboradas por el

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    desarrollo de la Humanidad en tanto que totalidad, y necesarias para la vida de lacolectividad entera? Existen, sin duda; pero la virtud de su accin es extremadamentelimitada e inestable. Las normas "universalmente vlidas" son tanto menos actuantes cuantoms agudo es el carcter que toma la lucha de clases. La forma suprema de sta es la guerracivil; ella provoca la explosin de todos los lazos morales entre las clases enemigas.

    En condiciones "normales", el hombre "normal" observa el mandamiento: "Nomatars!"; pero si mata en condiciones excepcionales de legtima defensa, los jueces loabsuelven. Si, por el contrario, cae vctima de un asesino, ste ser quien muera, pordecisin del tribunal. La necesidad de tribunales, lo mismo que la de la legtima defensa,se desprende del antagonismo de intereses. En lo que concierne al Estado, ste selimita, en tiempo de paz, a legalizar la ejecucin de individuos, para cambiar, entiempo de guerra, el mandamiento "universalmente vlido": "No matars!" en sucontrario. Los gobiernos ms "humanos" qu, en tiempo de paz, "odian" la guerra,convierten, en tiempo de guerra, en deber supremo de sus ejrcitos el exterminio de lamayor parte posible de la humanidad.

    Las supuestas reglas "generalmente reconocidas" de la mora] conservan en el fondoun carcter algebraico, es decir, indeterminado. Expresan nicamente el hecho de que elhombre, en su conducta individual, se encuentra ligado por ciertas normas generales, que sedesprenden de su pertenencia a una sociedad. El "imperativo categrico" de Kant es la mselevada generalizacin de esas normas. A despecho, sin embargo, de la alta situacin queocupa en el Olimpo de la filosofa, ese imperativo no encierra en s absolutamente nada decategrico, puesto que no posee nada de concreto. Es una forma sin contenido.

    La causa de la vacuidad de las normas universalmente vlidas se encuentra en elhecho de que en todas las cuestiones decisivas, los hombres sienten su pertenencia a unaclase, mucho ms profunda e inmediatamente que su pertenencia a una "sociedad". Lasnormas "universalmente vlidas" se cargan, en realidad, con un contenido de clase, es decir,antagnico. La norma moral se vuelve tanto ms categrica cuanto menos "universal" es.La solidaridad obrera, sobre todo durante las huelgas o tras las barricadas, es infinitamentems "categrica" que la solidaridad humana en general.

    La burguesa, que sobrepasa en mucho al proletariado por lo acabado y lointransigente de su conciencia de clase, tiene un inters vital en imponersu moral a lasmasas explotadas. Precisamente por eso las normas concretas del catecismo burgus secubren con abstracciones morales que se colocan bajo la gida de la religin, de la filosofao de esa cosa hbrida que se llama "sentido comn". El invocar las normas abstractas no esun error filosfico desinteresado, sino un elemento necesario en la mecnica de la engaifade clase. La divulgacin de esa engaifa, que tiene tras de s una tradicin milenaria, es elprimer deber del revolucionario proletario.

    CRISIS DE LA MORAL DEMOCRTICA

    Para asegurar el triunfo de sus intereses en las grandes cuestiones, las clasesdominantes se ven obligadas a hacer concesiones en las cuestiones secundaras; claro quehasta la medida en que esas concesiones quepan dentro de su contabilidad. En la poca delascenso capitalista, sobre todo, durante las ltimas decenas de aos anteriores a la guerra,esas concesiones, por lo menos en lo que concierne a las capas superiores del proletariado,

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    tuvieron un carcter enteramente real. La industria de esas pocas progresaba sin cesar. El bienestar de las naciones civilizadas, parcialmente tambin el de las masas obreras, seacrecentaba. La democracia pareca inquebrantable. Las organizaciones obreras crecan.Al mismo tiempo que ellas, crecan tambin lastendencias reformistas. Las relaciones entrelas clases, por lo menos exteriormente, se suavizaban. As se establecan en las relaciones

    sociales, junto a las normas de la democracia y a los hbitos de paz social, ciertas reglaselementales de moral. Se forjaba la impresin de una sociedad cada da ms libre, justa yhumana. La curva ascendente del progreso pareca infinita al "sentido comn".

    En lugar de eso, estall la guerra, con su cortejo de conmociones violentas, de crisis,de catstrofes, de epidemias, de saltos atrs. La vida econmica de la humanidad seencontr en un callejn sin salida. Los antagonismos de clase se exacerbaron y semanifestaron a plena luz. Los mecanismos de seguridad de la democracia comenzaron ahacer explosin uno tras otro. Las reglas elementales de la moral se revelaron todava msfrgiles que las instituciones de la democracia y las ilusiones del reformismo. La mentira, lacalumnia, la venalidad, la corrupcin, la violencia, el asesinato cobraron proporcionesinauditas. A los espritus sencillos y abatidos pareci que semejantes inconvenientes eraresultado momentneo de la guerra. En realidad, eran y siguen siendo manifestaciones dedecadencia del imperialismo. La putrefaccin del capitalismo significa la putrefaccin de lasociedad contempornea, con su derecho y con su moral.

    La "sntesis" del horror imperialista es el fascismo, nacido directamente de labancarrota de la democracia burguesa ante las tareas de la poca imperialista. Restos dedemocracia ya slo se sostienen entre las aristocracias capitalistas ms ricas. Por cada"demcrata" de Inglaterra, de Francia de Holanda, de Blgica, es preciso contar variosesclavos coloniales; la democracia de los Estados Unidos est manejada por "sesentafamilias", etc. En todas las democracias, por lo dems, crecen rpidamente elementos defascismo. El stalinismo es, a su vez, producto de la presin del imperialismo sobre unEstado obrero atrasado y aislado y, a su modo, es un complemento simtrico del fascismo.En tanto que los filisteos idealistasy, naturalmente, los anarquistas en primer lugar denuncian sin descanso la "amoralidad" marxista ensu prensa, los trustsnorteamericanos gastansegn palabras de John Lewis (C.I.O.)-, no menos de ochentamillones de dlares anuales en la lucha prctica contra la "desmoralizacin"revolucionaria, es decir, en gastos de espionaje, de corrupcin de obreros, de falsificaciones judiciales y de asesinatos a mansalva. El imperativo categrico sigue a veces, paratriunfar, rutas bastante sinuosas!

    Observemos por escrpulo de equidad que los ms sinceros y tambin losms limitados de los moralistas pequeo-burgueses viven, todava hoy de los recuerdosidealizados del ayer y de las esperanzas de un retorno a ese ayer. No comprenden que lamoral es funcin de la lucha de clases; que la moral democrtica corresponda a la pocadel capitalismo liberal progresista; que la exacerbacin de la lucha de clases, que dominatoda la poca reciente, ha destruido definitiva y completamente esa moral; que su sitio hasido tomado, de un lado por la moral del fascismo y de otro, por la moral de la revolucinproletaria.

    EL "SENTIDO COMN"

    La democracia y la moral "universal" no son las nicas vctimas del imperialismo.

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    La tercera es el sentido comn, "innato en todos los hombres". Esta forma inferior de lainteligencia, necesaria en cualquier condicin, es tambin suficiente en ciertascircunstancias. El capital fundamental del sentido comn se ha forjado con las conclusioneselementales extradas de la experiencia humana: no metis el dedo al fuego, seguid depreferencia la lnea recta, no molestis los perros bravos... etc., etc. En un medio social

    estable, el sentido comn resulta suficiente para practicar el comercio, cuidar a losenfermos, escribir artculos, dirigir un sindicato, votar en el parlamento, fundar una familiay multiplicarse. Pero cuando el sentido comn trata de escapar a sus lmites naturales, para intervenir en el terreno de generalizaciones ms completas, revlase que slo es elconglomerado de los prejuicios de una clase y de una poca determinadas. Ya la simplecrisis del capitalismo lo despista; mas ante catstrofes como la revolucin, lacontrarrevolucin y la guerra, el sentido comn slo es un imbcil a secas. Para conocerlas conmociones catastrficas del curso "normal" de las cosas, precisan facultades msaltas de la inteligencia, cuya expresin filosfica ha sido dada, hasta ahora, por elmaterialismo dialctico.

    Max Eastman, que se esfuerza con buen xito por dar al "sentido comn" la msseductora apariencia literaria, se ha forjado de la lucha contra la dialctica una especie de profesin. Eastman toma en serio las banalidades conservadoras del sentido comn,mezcladas con un estilo florido, como si fueran la "ciencia de la revolucin". Viniendo enrefuerzo de los snobs reaccionarios de Common Sense, con una seguridad inimitable enseaa la humanidad que si Trotsky se hubiese guiado, no por la doctrina marxista, sino por elsentido comn, no hubiera perdido el poder. La dialctica interna que se ha manifestadohasta ahora en la sucesin de las etapas de todas las revoluciones, para Eastman no existe.La sucesin de la revolucin por la reaccin se determina segn l, por la falta derespeto para con el sentido comn. Eastman no comprende que precisamente, en el sentidohistrico, Stalin resulta ser una vctima del sentido comn, es decir, de la insuficiencia delsentido comn, puesto que el poder de que dispone sirve fines hostiles al bolchevismo. Porel contrario, a nosotros, la doctrina marxista nos ha permitido romper oportunamente conla burocracia termidoriana y continuar sirviendo los fines del socialismo internacional.

    Toda ciencia, inclusive la "ciencia de la revolucin", est sujeta a verificacinexperimental. Puesto que Eastman sabe cmo mantener un poder revolucionario dentro delas condiciones de una contrarrevolucin mundial, hay que esperar que tambin sabe cmoconquistar el poder. Sera muy de desearse que revelase, al fin, ese secreto. Lo mejor seraque lo hiciese en forma deproyecto de programa de partido revolucionario y bajoel ttulode: Cmo conquistar y cmo conservar el poder. Tememos, sin embargo, que precisamenteel sentido comn detenga a Eastman, antes de lanzarse a empresa tan riesgosa. Y esta vez,el sentido comn tendr razn.

    La doctrina marxista que oh, dolor! Eastman jams ha entendido, nos hapermitido prever lo inevitable, en ciertas condiciones histricas, del termidor sovitico, contodo su cortejo de crmenes. La misma doctrina haba predicho, con mucho tiempo deanticipacin, el inevitable hundimiento de la democracia burguesa y de su moral. Por elcontrario, los doctrinadores del "sentido comn" se han visto cogidos de modo imprevistopor el fascismo y el stalinismo. El sentido comn procede a base de magnitudes invariablesen un mundo en el que slo la variabilidad es invariable. La dialctica, en cambio,considera los fenmenos, las instituciones y las normas en su formacin, su desarrollo y sudecadencia. La actitud dialctica frente a la moral, producto accesorio y transitorio de lalucha de clases, parece "inmoral" a los ojos del sentido comn. Sin embargo, nada hay ms

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    duro y ms limitado; ms suficiente y ms cnico que la moral del sentido comn!

    LOS MORALISTAS Y LA G. P. U.

    El pretexto para la cruzada contra la "amoralidad" bolchevique lo proporcionaronlos procesos de Mosc. La cruzada, sin embargo, no comenz inmediatamente, ya que losmoralistas en su mayora eran, directa o indirectamente, amigos del Kremlin. En tanto queamigos, durante cierto tiempo se esforzaron por disimular su estupor y hasta por simularque nada haba pasado. Sin embargo, los procesos de Mosc de ningn modo son un azar.El servilismo y la hipocresa, el culto oficial de la mentira, la compra de conciencias ytodas las dems formas de corrupcin comenzaron a abrirse con opulencia en Mosc, desde1924-25. Las futuras falsificaciones judiciales se prepararon abiertamente, a los ojos delmundo entero. No faltaron advertencias. Sin embargo, los "amigos" no queran notar nada.No es asombroso: la mayora de esos caballeros haban sido enteramente hostiles a larevolucin de octubre y slo se aproximaron a la Unin Sovitica paralelamente a la

    degeneracin termidoriana de sta. La democracia pequeo-burguesa de occidentereconoci en la burocracia pequeo-burguesa de oriente un alma hermana.Creyeron verdaderamente esos individuos las acusaciones de Mosc? Slo las creyeronlos imbciles. Los otros, no quisieron causarse la molestia de una verificacin. Vala la pena trastornar la amistad halagea y confortable, y a menudo provechosa con lasembajadas soviticas? Por lo dems oh, no lo olvidaban!, la imprudente verdad poda perjudicar el prestigio de la U.R.S.S. Esos hombres taparon el crimen por razonesutilitarias, es decir, aplicaron manifiestamente el principio: "el fin justifica Jos medios".

    El seor Pritt, consejero de S. M. Britnica, que haba tenido ocasin de echar enMosc una mirada de soslayo bajo la tnica de Temis Staliniana y haba encontrado susintimidades en buen estado, tom sobre s la tarea de desafiar la vergenza. Romain

    Rolland, cuya autoridad moral aprecian tanto los tenedores de libros de las editorialessoviticas, se apresur a publicar uno de sus manifiestos, en los que el lirismo melanclicose une a un cinismo senil. La Liga Francesa de los Derechos del Hombre, que condenaba en1917 la "amoralidad de Lenin y de Trotsky", cuando rompieron la alianza militar conFrancia, se apresur a tapar en 1936 los crmenes de Stalin, en inters del pacto franco-sovitico. El fin patritico justifica como se ve todos los medios. En los EstadosUnidos, The Nation y The New Republic cerraron los ojos pranlas hazaas de Yagoda,puesto que la "amistad" con la U.R.S.S. se haba convertido en sustento de su propiaautoridad. No hace ni siquiera un ao, esos seores no afirmaban que stalinismo ytrotskysmo fueran idnticos. Estaban abiertamente por Stalin. por su espritu realista, por sujusticia y por su Yagoda. En esa posicin se mantuvieron tanto tiempo como pudieron.

    Hasta el momento de la ejecucin de Tukhachevsky, de Iakir, etc., la gran burguesa de los pases democrticos observ no sin satisfaccin aunque afectandocierta repugnancia, el exterminio de revolucionarios en la U.R.S.S. En este sentido TheNation, The New Republic,para no hablar de los Duranty, Louis Fisher y otros prostituidosde la pluma, se adelantaban a los intereses del imperialismo "democrtico". La ejecucin delos generales perturb a la burguesa, obligndola a comprender que la muy avanzadadescomposicin del aparato stalinista podra facilitar la tarea a Hitler, a Mussolini y alMikado. El New York Timesse puso a rectificar prudente, pero insistentemente la puntera

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    de su Duranty. El Temps de Pars dej filtrar en sus columnas un dbil rayo de luz sobre lasituacin en la U.R.S.S. En cuanto a los moralistas y a los sicofantes pequeo-burgueses,jams fueron ms que auxiliares de las clases capitalistas. En fin, cuando la Comisin JohnDewery formul su veredicto, se hizo evidente a los ojos de todo hombre, por poco que piense, que continuar defendiendo abiertamente a la G.P.U era afrontar la muerte

    poltica y moral. Slo a partir de ese momento fue cuando ios "amigos" decidieron invocarlas verdades eternas de la moral; es decir, replegarse, atrincherndose en una segunda lnea.Los stalinistas y semi-stalinistas atemorizados no ocupan el ltimo sitio entre losmoralistas. Eugene Lyons convivi alegremente durante varios aos con la pandillatermidoriana, considerndose casi un bolchevique. Habiendo regaado con el Kremlin poco nos importa saber por qu Lyons de nuevo se encontr, naturalmente, en las nubesdel idealismo. Listn Hoak gozaba, todava muy recientemente, de tal crdito cerca de laComintern, que se le encarg dirigir la propaganda republicana de lengua inglesa enEspaa, Cuando renunci a su cargo, no tuvo el menor empacho, claro est, en renunciartambin a su abecedario de marxismo. Walter Krivitsky, habindose rehusado a volver a laU.R.S.S. y habiendo roto con la G.P.U., pas inmediatamente a la democracia burguesa.Parece tambin que esa es la metamorfosis del septuagenario Charles Rappoport. Una vezechado el stalinismo por la borda, las gentes de esta clase y son numerosas, no puedenabstenerse de buscar en los argumentos de la moral abstracta una compensacin a ladecepcin y al envilecimiento ideolgico por que han atravesado. Preguntadles por qupasaron de la Comintern o de la G.P.U. al campo de la burguesa. Su respuesta est pronta:"El trotskysmo no vale ms que el stalinismo".

    DISPOSICIN POLTICA DE PERSONAJES

    "El trotskysmo es el romanticismo revolucionario; el stalinismo es la poltica

    realista". De esta ramplona antinomia, por cuyo medio el filisteo vulgar justificaba,todava ayer, su amistad con termidor, contra la, revolucin, no queda hoy ni una huella.Ya no se opone trotskysmo a stalinismo en general; ya se les identifica. Se les identifica enla forma y no en la esencia. AI batirse en retirada hasta el meridiano del "imperativocategrico", los demcratas continan en realidad defendiendo a la G.P.U.; pero mejordisfrazados, ms prfidamente. Quien calumnia a las vctimas, labora con los verdugos. Enste, como en otros casos, la moral sirve a la poltica.

    El filisteo demcrata y el burcrata stalinista son, si no gemelos, por lo menoshermanos espirituales. Polticamente, pertenecen, en todo caso, al mismo campo. Sobre lacolaboracin de stalinistas, demcratas y liberales reposa actualmente el sistemagubernamental de Francia y, aadiendo a los anarquistas, el de la Espaa republicana. Si

    el Independent Labour Party de Inglaterra ofrece una tan pobre apariencia es porquedurante aos no ha salido de los brazos de la Comintern. El Partido Socialista Francsexcluy a los trotskystas en los precisos momentos en que se preparaba para la fusin conlos stalinistas. Si la fusin no se llev a cabo no fue a causa de divergencia de principiosqu queda de ella?, sino a consecuencia del temor de los bonzos social-demcratas deperder sus puestos. Al volver de Espaa, Norman Thomas declar que los trotskystasayudaban "objetivamente" a Franco, y gracias a ese absurdo subjetivo proporcion unaayuda "objetiva" a los verdugos de la G.P.U. Este apstol ha excluido a los "trotskystas"

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    norteamericanos de su partido, en el momento en que la G.P.U. fusilaba a sus camaradas enla U.R.S.S. y en Espaa. En numerosos pases democrticos, los stalinistas, a despecho desu "inmoralidad", penetran no sin buen xito, en el aparato del Estado. En lossindicatos, se llevan bien con los burcratas de cualquier matiz. Es cierto que los stalinistastratan demasiado a la ligera el Cdigo Penal, cosa que aterroriza un poco, en tiempos

    apacibles, a sus amigos "demcratas"; por el contrario, en circunstancias excepcionales como lo muestra el ejemplo de Espaa, con ello tanto ms seguramente se convierten enjefes de la pequea burguesa contra el proletariado.

    La II Internacional y la Federacin Sindical de Amsterdam no tomaron sobre ellas,claro est, la responsabilidad de las falsificaciones: dejaron semejante tarea a la Comintern.Callaron. En conversaciones privadas, sus representantes declaraban que desde el punto devista moral, estaban contra Stalin; pero que desde el punto de vista poltico, estaban con l.Slo cuando el Frente Popular de Francia revel hendiduras irreparables y los socialistasfranceses tuvieron que pensar en el maana, fue cuando Len Blum encontr en el fondo desu tintero las indispensables frmulas de la indignacin moral.

    Si Otto Bauer censura suavemente la justicia de Vichnsky, es para sostener, contanta mayor "imparcialidad", la poltica de Stalin. El destino del socialismo segnreciente declaracin de Bauer, parece estar ligado a la suerte de la Unin Sovitica. "Y eldestino de la Unin Sovitica contina diciendo, es el del stalinismo, mientras eldesenvolvimiento de la Unin Sovitica misma no haya superado la fase stalinista". TodoBauer, todo el austro-marxismo, toda la mentira y toda la podredumbre de la social-democracia estn en esa frase magnfica! "Mientras" la burocracia stalinista seasuficientemente fuerte para exterminar a los representantes progresistas del"desenvolvimiento interior", Bauer se queda con Stalin. Cuando las fuerzasrevolucionarias, a despecho de Bauer, derroquen a Stalin, entonces Bauer reconocergenerosamente el "desenvolvimiento interior", con un retraso de unos diez aos, cuandoms.

    Tras las viejas internacionales gravita el Bur de Londres, de los centristas, querene con todo acierto los aspectos de un jardn de nios, de una escuela para adolescentesatrasados y de un asilo de invlidos. El secretario del Bur, Fenner Brockway, comenz pordeclarar que una averiguacin sobre los procesos de Mosc podra "perjudicar a laU.R.S.S.", y en lugar de eso propuso que se hiciera una averiguacin sobre... la actividad poltica de Trotsky, por una comisin "imparcial", integrada por cinco adversariosirreconciliables de Trotsky, Brandler y Lovestone se solidarizaron pblicamente conYagoda; no retrocedieron sino ante Iezhov. Jacob Walcher, con un pretextomanifiestamente falso, rehus prestar a la Comisin John Dewey un testimonio que slopoda ser desfavorable a Stalin. La moral podrida de semejantes individuos slo es productode su poltica podrida.

    El papel ms triste, sin embargo; corresponde, sin duda, a los anarquistas. Si elstalinismo y el trotskysmo son una y la misma cosa como lo afirman ellos en cadarengln, por qu, pues, los anarquistas espaoles ayudan a los stalinistas a aniquilar alos trotskystas, y al mismo tiempo a los anarquistas que se mantienen revolucionarios? Lostericos libertarios ms francos responden: Es el precio del suministro sovitico de armas.En otros trminos: el fin justifica los medios. Pero, cul es el fin de ellos: el anarquismo, elsocialismo? No, la salud de la democracia burguesa, que ha preparado el triunfo delfascismo. A un fin sucio corresponden sucios medios.

    Esa es la disposicin verdadera de los personajes en el tablero de la poltica

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    mundial!

    EL STALINISMO, PRODUCTO DE LA VIEJA SOCIEDAD

    Rusia ha dado el salto haca adelante ms grandioso de la historia, y son las fuerzasms progresistas del pas las que encontraron en l su expresin. Durante la reaccin actual,cuya amplitud es proporcional a la de la revolucin, la inercia toma su desquite. Elstalinismo se ha convertido en la encarnacin de esa reaccin. La barbarie de la antiguaRusia, vuelta a aparecer sobre nuevas bases sociales, resulta ms repugnante an porqueahora tiene que emplear una hipocresa como la historia no haba conocido hasta hoy,

    Los liberales y los social-demcratas de occidente, a quienes la revolucin deoctubre haba hecho dudar de sus aejas ideas, han sentido sus fuerzas renacer. La gangrenamoral de la burocracia sovitica les parece una rehabilitacin del liberalismo. Se les veexhibir viejos aforismos fuera de cuo, como stos: "Toda dictadura lleva en s losgrmenes de su propia disolucin"; "slo la democracia puede garantizar el

    desenvolvimiento de la personalidad", etc. Esa oposicin de democracia y dictadura, quecontiene, en este caso, la condenacin del socialismo, en nombre del rgimen burgus,asombra, desde el punto de vista terico, por su ignorancia y su mala fe. La infeccin delstalinismo en tanto que realidad histrica, es opuesta a la democracia en tanto queabstraccin suprahistrica. Sin embargo, la democracia tambin ha tenido su historia, y enella no han faltado horrores. Para caracterizar la burocracia sovitica empleamos lostrminos: "termidor" y "bonapartismo", de la historia de la democracia burguesa, ya que y que los doctrinadores retrasados del liberalismo tomen notala democracia no aparecide ningn modo por virtud de medios democrticos. Slo mentecatos pueden contentarsecon razonamientos sobre el bonapartismo, "hijo legtimo" del jacobinismo, castigo histricopor los atentados cometidos contra la democracia, etc. Sin la destruccin del feudalismo por

    el mtodo jacobino, la democracia burguesa hubiera sido inconcebible. Es tan falso oponera las etapas histricas concretas: jacobinismo, termidor, bonapartismo, la abstraccinidealizada de "democracia", como oponer el recin nacido al adulto.

    El stalinismo, a su vez, no es una abstraccin de "dictadura", sino una grandiosareaccin burocrtica contra la dictadura proletaria, en un pas atrasado y aislado. Larevolucin de octubre aboli todos los privilegios, declar la guerra a la desigualdad social,substituy la burocracia por el gobierno de los trabajadores por ellos mismos, suprimi ladiplomacia secreta, se esforz por dar un carcter de transparencia completa a todas lasrelaciones sociales. El stalinismo ha restaurado las formas ms ofensivas de los privilegios,ha dado a la desigualdad un carcter provocativo, ha ahogado la actividad espontnea de lasmasas por medio del absolutismo policiaco, ha hecho de la administracin un monopolio de

    la oligarqua del Kremlin y ha regenerado el fetichismo del poder, bajo aspectos que lamonarqua absoluta no se hubiese atrevido a soar.La reaccin social, en cualquiera de sus formas, se ve obligada a ocultar sus fines

    verdaderos. Mientras ms brutal sea la transicin de la revolucin a la reaccin, msdepende la reaccin de las tradiciones de la revolucin; es decir, ms teme a las masas ytanto ms se ve forzada a recurrir a la mentira y a la falsificacin, en la lucha contra losrepresentantes de la revolucin. Las falsificaciones stalinistas no son fruto de la"amoralidad" bolchevique; no, como todos los acontecimientos importantes de la historia,

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    son producto de una lucha social concreta; por lo dems, la ms prfida y cruel queexista: la lucha de una nueva aristocracia contra las masas que la han elevado al poder.

    Se necesita, en realidad, una total indigencia intelectual y moral para identificar lamoral reaccionaria y policaca del stalinismo con la moral revolucionaria del bolchevismo.El partido de Lenin ha cesado de existir desde hace mucho tiempo: se ha roto contra las

    dificultades interiores y contra el imperialismo mundial. Su sitio ha sido tomado por laburocracia stalinista, que es un mecanismo de transmisin del imperialismo. En la lizamundial, la burocracia ha substituido la lucha de clases por la colaboracin de clases, elinternacionalismo por el social-patriotismo. Para adaptar el partido director a las tareas dela reaccin, la burocracia ha "renovado" su composicin, por medio del exterminio derevolucionarios y el reclutamiento de arribistas.

    Toda reaccin resucita, nutre, refuerza los elementos del pasado histrico, sobre elque la revolucin ha descargado un golpe sin haber logrado aniquilarlo. Los mtodos delstalinismo llevan hasta el fin, hasta la tensin ms alta y, al mismo tiempo, hasta el absurdo,todos los procedimientos de mentira, de crueldad y de bajeza que constituyen el mecanismodel poder en toda sociedad dividida en clases, sin excluir la democracia. El stalinismo es unconglomerado de todas las monstruosidades del Estado tal como lo ha hecho la historia; estambin su peor caricatura y su repugnante mueca. Cuando los representantes de la antiguasociedad oponen sentenciosamente a la gangrena del stalinismo, una abstraccindemocrtica esterilizada, tenemos excelente derecho de recomendarles, lo mismo que atoda la vieja sociedad, que se admiren en el espejo deformante del termidor sovitico.Ciertamente, la G.P.U. supera en mucho todos los otros regmenes, por la franqueza de suscrmenes; pero eso es consecuencia de la amplitud grandiosa de los acontecimientos quesacudieron a Rusia en las condiciones de la desmoralizacin mundial de la era imperialista.

    MORAL Y REVOLUCIN

    Entre liberales y radicales no faltan gentes que han asimilado los mtodosmaterialistas de interpretacin de los acontecimientos y que se consideran marxistas. Esono les impide, sin embargo, seguir siendo periodistas, profesores o polticos burgueses. Elbolchevique no se concibe, naturalmente, sin mtodo materialista, inclusive en el dominiode la moral. Pero ese mtodo no slo le sirve para interpretar los acontecimientos, sino paracrear el partido revolucionario, el partido del proletariado. Es imposible cumplir semejantetarea sin una independencia completa ante la burguesa y su moral. Sin embargo, la opinin pblica burguesa domina perfecta y plenamente, en el actual momento, el movimientoobrero oficial, de William Green en los Estados Unidos, a Garca Oliver en Espaa,pasando por Len Blum y Maurice Thorez en Francia, El carcter reaccionario de. esta

    poca encuentra en ese hecho su ms profunda expresin.El marxista revolucionario no podra abordar su misin histrica sin haber rotomoralmente con la opinin pblica de la burguesa y de sus agentes en el seno delproletariado. Tal cosa exige un arrojo moral de distinto calibre del que se necesita paragritar en las reuniones pblicas: "Abajo Hitler!" "Abajo Franco!" Precisamente, esaruptura decisiva, profundamente reflexionada, irrevocable entre los bolcheviques y la moralconservadora de la grande y tambin de la pequea burguesa, es lo que causa un espantomortal a los fraseadores demcratas, a los profetas de saln y a los hroes de corredor. De

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    ah sus lamentaciones sobre la "amoralidad" de los bolcheviques.Su manera de identificar la moral burguesa con la moral "en general", se observa,

    sin duda, del mejor modo en la extrema izquierda de la pequea burguesa, precisamente enlos partidos centristas del llamado Bur de Londres. Ya que esta organizacin "admite" elprograma de la revolucin proletaria, nuestras divergencias con ella parecen a primera vista

    secundarias. En realidad, su "admisin" del programa revolucionario carece de todo valor,ya que no la obliga a nada. Los centristas "admiten" la revolucin proletaria como loskantianos admiten el imperativo categrico, es decir, como un principio sagrado, peroinaplicable en la vida de todos los das. En la esfera de la poltica prctica, se unen con lospeores enemigos de la revolucin, los reformistas-stalinistas, para luchar contra nosotros.Todo su pensamiento est impregnado de duplicidad y de falsa. Si no llegan hastacrmenes enormes slo es porque siempre se quedan en el ltimo plano de la poltica: son,en cierta forma, los carteristas de la historia. Precisamente por eso se consideran losllamados a regenerar el movimiento obrero por medio de una nueva moral.

    En la extrema izquierda de esta cofrada de "izquierda", se encuentra un pequeogrupo, totalmente insignificante en lo poltico, de emigrados alemanes que publican larevistaNeuer Weg (Nueva Ruta). Inclinmonos un poco y escuchemos a esos detractores"revolucionarios" de la amoralidad bolchevique. En tono de elogio de doble sentido, laNeuer Wegescribe que los bolcheviques se distinguen ventajosamente de los otros partidos por su falta de hipocresa: proclaman abiertamente lo que los dems aplicansilenciosamente en la realidad, a saber, el principio: "el fin justifica los medios". Perosegn la opinin de la Neuer Weg una regla "burguesa" de ese gnero es incompatible"con un movimiento socialista sano", "La mentira y algo peor an" no son medios permitidos en la lucha, como lo consideraba todava Lenin". La palabra "todava"significa, naturalmente, que Lenin no haba an conseguido deshacerse de sus ilusiones,por no haber vivido hasta el descubrimiento de la "nueva ruta". En la frmula "la mentira yalgo peor an", el segundo miembro significa, evidentemente, la violencia, el asesinato,etc., ya que, supuesto invariable todo el resto, la violencia es peor que la mentira y elasesinato es la forma suprema de la violencia. Llegamos as a la conclusin de que lamentira, la violencia y el asesinato son incompatibles con "un movimiento socialista sano".Pero, qu pasa con la revolucin? La guerra civil es la ms cruel de las guerras. Esinconcebible, no slo sin la violencia ejercitada contra terceros, sino con la tcnicacontempornea sin el homicidio de ancianos y nios. Es preciso recordar a Espaa? Lanica respuesta que podran darnos los "amigos" de la Espaa republicana sera que laguerra civil vale ms que la esclavitud fascista. Esa respuesta, enteramente correcta, slosignifica que elfin (democracia o socialismo) justifica, en ciertas condiciones, medios talescomo la violencia y el homicidio. Intil hablar de la mentira! La guerra es tan inconcebiblesin mentiras como la mquina sin engrase. Con el fin nico de proteger la sesin de lasCortes (1. de febrero de 1938) contra las bombas fascistas, el gobierno de Barcelonaenga varias veces, a sabiendas, a los periodistas y a la poblacin; poda obrar de otromodo? Quien quiera el fin la victoria contra Franco debe aceptar los medios, la guerracivil con su cortejo de horrores y de crmenes.

    Sin embargo, la mentira y la violencia, no deben condenarse "en s mismas"?Seguramente, deben condenarse, y al mismo tiempo, la sociedad dividida en clases, que lasengendra. La sociedad sin contradicciones sociales ser, claro est, una sociedad sinmentira ni violencia. Sin embargo, slo podemos tender hasta ella un puente por virtud demtodos revolucionarios, es decir, mtodos de violencia. La revolucin misma es producto

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    de una sociedad dividida en clases, y de ello lleva necesariamente impresas las huellas.Desde el punto de vista de las "verdades eternas", la revolucin es, naturalmente, "inmoral".Pero eso slo significa que la moral idealista es contrarrevolucionaria, es decir, se hallaal servicio de los explotadores.

    "Pero la guerra civil dir quizs el filsofo tomado de improviso es, por decirlo

    as, una lamentable excepcin. En tiempo de paz, un movimiento socialista sano debeabstenerse de la violencia y de la mentira". Semejante respuesta slo es una lastimosaescapatoria. No hay fronteras infranqueables entre la lucha de clases "pacfica" y larevolucin. Cada huelga contiene en germen todos los elementos de la guerra civil. Las dospartes se esfuerzan por darse mutuamente una idea exagerada de su resolucin de luchar yde sus recursos materiales. Gracias a su prensa, a sus agentes y a sus espas, los capitalistasse esfuerzan por intimidar y desmoralizar a los huelguistas. Por su lado, las guardias dehuelga, cuando la persuasin resulta inoperante, se ven obligadas a recurrir a la fuerza. ,As, "la mentira y algo peor an" constituyen parte inseparable de la lucha de clases, hastaen su forma ms embrionaria. Queda por aadir que las nociones de verdado de mentiranacieron de las contradicciones sociales.

    LA REVOLUCIN Y EL SISTEMA DE REHENES

    Stalin manda prender y fusilar a los hijos de sus adversarios, despus de habermandado que ellos mismos sean fusilados bajo falsas acusaciones. Las familias le sirven derehenes, para obligar a volver del extranjero a los diplomticos soviticos que quisierenpermitirse alguna duda sobre la probidad de Yagoda o de Iezhov. Los moralistas de laNeuer Wegcreen necesario y oportuno recordar con este motivo que Trotsky se sirvi, "ltambin", en 1919, de una Ley de Rehenes. Y aqu es preciso citar textualmente: "Laaprehensin de familias inocentes por Stalin es de una barbarie repugnante. Pero semejante

    cosa sigue siendo una barbarie cuando es Trotsky el que manda" (1919). He ah la moralidealista en toda su belleza! Estos criterios son tan falaces como las normas de lademocracia burguesa: se supone en ambos casos la igualdad, en donde no hay ni sombra deigualdad.

    No insistamos aqu en que el decreto de 1919 muy probablemente no provoc elfusilamiento de parientes de oficiales, cuya traicin no slo costaba prdidas humanasinnumerables, sino que amenazaba llevar directamente la revolucin a su ruina. En elfondo, no se trata de eso. Si la revolucin hubiera manifestado desde el principio menosintil generosidad, centenares de miles de vidas habranse ahorrado en lo que sigui. Sea loque fuere, yo asumo la entera responsabilidad del decreto de 1919. Fue una medidanecesaria en la lucha contra los opresores. Este decreto, como toda la guerra civil, que

    podramos tambin llamar con justicia "una repugnante barbarie", no tiene ms justificacinque el objeto histrico de la lucha.Dejemos a Emil Ludwig y a sus semejantes la tarea de pintarnos retratos de

    Abraham Lincoln, adornados con alitas color de rosa. La importancia de Lincoln reside enque para alcanzar el gran objetivo histrico asignado para el desarrollo del joven pueblonorteamericano, no retrocedi ante las medidas ms rigurosas, cuando ellas fueronnecesarias. La cuestin ni siquiera reside en saber cul de los beligerantes sufri o infligiel mayor nmero de vctimas. La historia tiene un patrn diferente para medir las

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    crueldades de los surianos y las de los norteos de la Guerra de Secesin. Que eunucosdespreciables no vengan a sostener que el esclavista que por medio de la violencia o laastucia encadena a un esclavo es el igual, ante la moral, del esclavo que por la astucia o laviolencia rompe sus cadenas!

    Cuando ya estuvo ahogada en sangre la Comuna de Pars y la canalla reaccionaria

    del mundo entero se hubo puesto a arrastrar su estandarte por el cieno, no faltaronnumerosos filisteos demcratas para difamar, al lado de la reaccin, a los comuneros(communards) que haban ejecutado a 64 rehenes, empezando por el arzobispo de Pars.Marx no vacil un instante en tomar la defensa de esta accin sangrienta de la Comuna. Enuna circular del Consejo General de la Internacional, en lneas por debajo de las cualescreera uno escuchar lava que hierve, Marx recuerda primero que la burguesa us elsistema de rehenes en su lucha contra los pueblos de las colonias y contra su propio pueblo,para referirse en seguida a las ejecuciones sistemticas de los comuneros prisioneros por losencarnizados reaccionarios. Y contina: "Para defender a sus combatientes prisioneros, laComuna no tena ms recurso que la toma de rehenes, acostumbrada entre los prusianos. Lavida de los rehenes se perdi y volvi a perderse por el hecho de que los versallesescontinuaban fusilando a sus prisioneros. Habra sido posible salvar a los rehenes, despusde la horrible carnicera con que marcaron su entrada a Pars los pretorianos de MacMahon? El ltimo contrapeso al salvajismo implacable de los gobiernos burgueses latoma de rehenes habra de reducirse a una burla?" Asi escriba Marx sobre la ejecucinde rehenes, a pesar de que tras l hubiese en el Consejo General no pocos FennerBrockways, Norman Thomas y otros Otto Bauer. La indignacin del proletariado mundialante las atrocidades de los versalleses era, sin embargo, todava tan grande, que losconfusionistas reaccionarios prefirieron callar, esperando tiempos mejores para ellos, quedesgraciadamente no tardaron en llegar. Slo despus del triunfo definitivo de lareaccin fue cuando los moralistas pequeo-burgueses, en unin de los burcratassindicales y de los fraseadores anarquistas, causaron la prdida de la I Internacional.

    Cuando la revolucin de octubre se defenda contra las fuerzas reunidas delimperialismo, en un frente de ocho mil kilmetros, los obreros del mundo entero seguan eldesarrollo de esta lucha con una simpata tan ardiente que hubiese sido peligroso denunciarante ellos el sistema de rehenes como una "repugnante barbarie". Fue precisa la completadegeneracin del Estado sovitico y el triunfo de la reaccin en una serie de pases para quelos moralistas salieran de sus agujeros.. . en ayuda de Stalin. En efecto, si las medidas derepresin tomadas para defender los privilegios de la nueva aristocracia tienen el mismovalor moral que las medidas revolucionarias tomadas en la lucha libertadora, entoncesStalin est plenamente justificado, a menos que. . . la revolucin proletaria sea condenadaen masa. Al mismo tiempo que buscan ejemplos de inmoralidades en los acontecimientosde la guerra civil en Rusia, los seores moralistas se ven obligados a cerrar los ojos ante elhecho de que la revolucin espaola restableci tambin el sistema de rehenes, por lomenos, durante el perodo en que fue una verdadera revolucin de masas. Si los detractorestodava no se han atrevido a atacar a los obreros espaoles por su "repugnante barbarie", esnicamente porque e! terreno de la pennsula ibrica est an demasiado quemante paraellos. Es mucho ms cmodo remontarse a 1919. Eso es ya historia: los viejos habrn yoolvidado y los jvenes todava no aprenden. Por esa misma razn, los fariseos de cualquiermatiz retornan con tanta insistencia a Kronstadt y Makhno: sus emanaciones de moralpueden exhalarse aqu libremente!

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    "MORAL DE CAFRES"

    No es posible dejar de convenir con los moralistas en que la historia toma caminoscrueles. ---Qu conclusin sacar de ah para la actividad prctica? Len Tolstoirecomendaba a los hombres ser ms sencillos y mejores. El Mahatma Gandhi les aconseja

    tomar leche de cabra. Ay! Los moralistas "revolucionarios" de la Neuer Weg no estn tanlejos de esas recetas. "Debemos libertarnos predican ellos de esa moral de cafrespara la que no hay ms mal que el que hace el enemigo." Admirable consejo! "Debemoslibertarnos..." Tolstoi recomendaba tambin libertarse del pecado de la carne. Y, sinembargo, la estadstica no confirma el buen xito de su propaganda. Nuestroshomnculos centristas han logrado elevarse hasta una moral por encima de las clases,dentro de una sociedad dividida en clases. Pero si hace casi dos mil aos que eso fue dicho:"Amad a vuestros enemigos", "Ofreced la otra mejilla"... Y, sin embargo, hasta ahora, ni elSanto Padre romano se ha "libertado" del odio para sus enemigos. En verdad, el diablo,enemigo del gnero humano, es muy poderoso!

    Aplicar criterios diferentes a los actos de los explotadores y de los explotados es

    segn la opinin de los pobres homnculos ponerse al nivel de la "moral de los cafres".Preguntemos primero si corresponde a "socialistas" el profesar semejante desprecio por loscafres. Su moral es tan mala? He aqu lo que dice sobre ese tema la EnciclopediaBritnica:

    "En sus relaciones sociales y polticas manifiestan mucho tacto e inteligencia; sonextraordinariamente valientes, belicosos y hospitalarios; y fueron honrados y veracesmientras el contacto con los blancos no les volvi suspicaces, vengativos y ladrones, y queno hubieron, adems, asimilado la mayor parte de los vicios de los europeos". No se puededejar de concluir que los misioneros blancos, predicadores de la moral eterna,contribuyeron a la corrupcin de los cafres.

    Si a un trabajador cafre se le refiriera que los obreros, habindose rebelado en

    alguna parte del planeta, tomaron a sus opresores de improviso, el cafre se alegrara. Leapenara, por el contrario, saber que los opresores han logrado engaar a los oprimidos. Elcafre a quien los misioneros no han corrompido hasta la mdula de los huesos, noconsentir nunca en aplicar las mismas normas de moral abstracta a los opresores y a losoprimidos. En cambio, comprender muy bien si se le explica que el objeto de esasnormas abstractas es, precisamente, el de impedir la rebelin de los oprimidos contra losopresores.

    Coincidencia edificante: para calumniar a los bolcheviques, los misioneros de laNeuer Wegtuvieron que calumniar al mismo tiempo a los cafres; y en ambos casos lacalumnia sigue el cauce de la mentira oficial burguesa: contra los revolucionarios y contralas razas de color. No, nosotros preferimos los cafres a todos los misioneros, religiosos o

    laicos! Sin embargo, es preciso no sobreestimar el grado de conciencia de los moralistas delaNeuer Wego de los de otros callejones sin salida. Las intenciones de estas gentes no sontan malas. A pesar de ellas, sin embargo, sirven de palanca al mecanismo de la reaccin. Enuna poca como la actual, en que los partidos pequeo-burgueses se aferran a la burguesaliberal o a su sombra (poltica de "frente popular") paralizan al proletariado y abren la rutaal fascismo (Espaa, Francia...) los bolcheviques, es decir, los marxistas revolucionarios seconvierten en personajes particularmente odiosos a los ojos de la opinin pblica burguesa.

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    La presin poltica fundamental de nuestros das se ejerce de derecha a izquierda. Enresumidas cuentas, todo el peso de la reaccin gravita sobre los hombros de una pequeaminora revolucionaria. Esta minora se llama la IV Internacional. Voil l'ennemi! He ahel enemigo!

    El stalinismo ocupa en el mecanismo de la reaccin muchas posiciones dominantes.

    Todos los grupos de la sociedad burguesa, inclusive los anarquistas, utilizan de un modo ode otro su ayuda en la lucha contra la revolucin proletaria. Al mismo tiempo, losdemcratas pequeo-burgueses tratan de echar, por lo menos en un cincuenta por ciento, loodioso de los crmenes de su aliado moscovita sobre la irreductible minora revolucionaria.Esa es, precisamente, la significacin del dicho, desde ahora a la moda: "trotskysmo ystalinismo son una y la misma cosa". Los adversarios de los bolcheviques y de los cafresayudan as a la reaccin para calumniar el partido de la revolucin.

    LA "AMORALIDAD" DE LENIN

    Los "socialistas revolucionarios" rusos han sido siempre los hombres ms morales:en el fondo, eran slo pura tica. Eso no les impidi, sin embargo, engaar a loscampesinos rusos durante la revolucin. En el rgano parisiense de Kerensky el mismosocialista tico, precursor de Stalin en la fabricacin de falsas acusaciones contra losbolcheviques el viejo "socialista revolucionario" Zenzinov escribe: "Lenin ense, comose sabe, que para alcanzar el fin que se asignan, los bolcheviques pueden y a veces deben"usar de diversas estratagemas, del silencio y del disimulo de la verdad..." (Nvaia Rosiia,17 de febrero de 1938, pg. 3). De ah la conclusin ritual: el stalinismo es hijo legtimo delleninismo.

    Por desgracia, ese detractor tico no sabe ni siquiera citar honradamente. Lenin

    escribi: "Es preciso saber aceptarlo todo, todos los sacrificios, y an en caso denecesidad, usar de estratagemas varias, de astucia, de procedimientos ilegales, desilencio, del disimulo de la verdad, para penetrar en los sindicatos, mantenerse en ellos,proseguir en ellos la accin comunista". La necesidad de estratagemas y de astucias segn la explicacin de Lenin, era consecuencia del hecho de que la burocraciareformista, entregando a los obreros al capital, persigue a los revolucionarios y recurreinclusive contra ellos a la polica burguesa. La "astucia" y el "disimulo de la verdad" noson, en el caso, ms que los medios de una defensa legtima contra la burocracia reformistay traidora.

    El partido de Zenzinov mismo desarroll, hace aos, un trabajo ilegal contra elzarismo y ms tarde contra el bolchevismo. En ambos casos, se sirvi de astucias, de

    estratagemas, de falsos pasaportes y de otras formas de "disimulo de la verdad". Todos esosmedios fueron considerados por l no slo "ticos", sino hasta heroicos, puesto quecorrespondan a los fines polticos de la democracia pequeo-burguesa. La situacin, sinembargo, cambia tan pronto como los revolucionarios proletarios se ven obligados arecurrir a medidas conspirativas contra la democracia pequeo-burguesa. La clave de lamoral de esos seores, como se ve, tiene carcter de clase!

    El "amoralista" Lenin recomienda abiertamente, en la prensa, servirse de astucias deguerra para con los lderes que traicionan a los obreros. El moralista Zenzinov trunca

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    deliberadamente una cita por sus dos extremos, a fin de engaar a sus lectores: el detractortico ha sabido ser, como de costumbre, un bribn ruin. No intilmente gustaba Leninrepetir que es terriblemente difcil ir contra un adversario de buena fe!

    El obrero que no oculta al capitalista la "verdad" sobre las intenciones de loshuelguistas es sencillamente un traidor que slo merece desprecio y boicot. El soldado que

    comunica la "verdad" al enemigo es castigado como espa. Kerensky mismo intent conmala fe acusar a los bolcheviques de haber comunicado la "verdad" al Estado Mayor deLudendorff. Resulta as que la "santa verdad" no es un fin en s. Por encima de ella, existencriterios ms imperativos que, como lo demuestra el anlisis, tienen un carcter de clase.

    Una lucha a muerte no se concibe sin astucias de guerra; en otras palabras, sinmentiras ni engaos. Pueden los proletarios alemanes no engaar a la polica de Hitler?Los bolcheviques soviticos obran "amoralmente" engaando a la G.P.U.? Todo burgushonrado aplaude la habilidad del polica que logra atrapar con astucias a un peligrosogngster. Y no va a ser permitida la astucia cuando se trata de derrocar a los gangsters delimperialismo?

    Norman Thomas habla de "esa extraa amoralidad comunista que no toma nada encuenta, sino su partido y su poder" (Socialist Call, 12 de marzo de 1938). Thomas colocaas en el mismo saco a la Comintern actual, es decir, el complot de la burocracia delKremlin contra la clase obrera, y al partido bolchevique, que encarnaba el complot de losobreros adelantados contra la burguesa. Hemos suficientemente refutado arriba estaidentificacin enteramente desvergonzada. El stalinismo slo se disfraza con el culto del partido; en realidad, destruye y pisotea en el cieno el partido mismo. Es verdad, sinembargo, que para el bolchevique el partido lo es todo. Esta actitud del revolucionario parala revolucin asombra y choca al socialista de saln, que es slo un burgus provisto de un"ideal" socialista. A ojos de Norman Thomas y de sus semejantes, el partido es uninstrumento momentneo para combinaciones electorales y dems, y slo eso. Su vida privada, sus intereses, sus relaciones, sus criterios de moral estn fuera del partido.Considera con un asombro hostil al bolchevique, para quien el partido es el instrumento dela transformacin revolucionaria de la sociedad, inclusive de la moral de sta. En elmarxista revolucionario no puede existir contradiccin entre la moral personal y losintereses del partido, ya que el partido engloba, para la conciencia de aqul, las tareas yfines ms elevados de la humanidad. Sera ingenuo creer que Thomas tiene una nocin msalta de la moral que los marxistas. Pasa que tiene una idea mucho ms baja del partido.

    "Todo lo que nace es digno de perecer" dice el dialctico Goethe. La ruina delpartido bolchevique episodio de la reaccin mundial, no disminuye, sin embargo, suimportancia en la historia mundial. En la poca de su ascenso revolucionario, es decir,cuando representaba verdaderamente la vanguardia proletaria, fue el partido ms honradode la historia. Cuando lo pudo, claro que enga a las clases enemigas; pero dijo la verdada los trabajadores, toda la verdad y slo la verdad. nicamente gracias a eso fue comoconquist su confianza, ms que cualquier otro partido en el mundo.

    Los dependientes de las clases dirigentes tratan al constructor de ese partido de"amoralista". A ojos de los obreros conscientes, esta acusacin le rinde honor. Significa queLenin se rehusaba a reconocer las reglas de moral establecidas por los esclavistas para losesclavos, y nunca observadas por los esclavistas mismos; significa que Lenin incitaba alproletariado a extender la lucha de clases inclusive al dominio de la moral. Quien seincline ante las reglas establecidas por el enemigo no vencer jams!

    La "amoralidad" de Lenin, es decir, su rechazo a admitir una moral por encima de

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    las clases, no le impidi conservarse durante toda su vida fiel al mismo ideal; darseenteramente a la causa de los oprimidos; dar pruebas de la mayor honradez en la esfera delas ideas y de la mayor intrepidez en la esfera de la accin; no tener la menor suficienciapara con el "sencillo" obrero, con la mujer indefensa y con el nio. No parece que la"amoralidad" slo es, en este caso, sinnimo de una ms elevada moral humana?

    UN EPISODIO EDIFICANTE

    Es conveniente referir aqu un episodio que, aunque de poca importancia en s,ilustra bastante bien la diferencia entre su moral y la nuestra. En 1935, en cartas a misamigos belgas, desarroll la idea de que el intento de un joven partido revolucionario decrear sus "propios" sindicatos equivaldra al suicidio. Es preciso ir a buscar a los obreros endonde estn. Pero, eso significa dar cuotas para el sostenimiento de un aparatooportunista? Claro, respond. Para tener derecho a desarrollar un trabajo de zapa contra losreformistas es preciso provisionalmente pagarles tributo. Pero, los reformistas no

    permitirn desarrollar un trabajo de zapa contra ellos? Claro, respond. El trabajo de zapaexige medidas conspirativas. Los reformistas son la polica poltica de la burguesa, en elseno de la clase obrera. Es preciso saber obrar sin su autorizacin, y a pesar de susprohibiciones... En el curso de una pesquisa hecha por casualidad en casa del camarada D.,en relacin si no me equivoco, con un asunto de suministro de armas a los obrerosespaoles, la polica belga se apoder de mi carta. Algunos das ms tarde fue publicada. Laprensa de Vandervelde, de De Man y de Spaak no escase las fulminaciones contra mi"maquiavelismo" y mi "jesuitismo". Y quines eran, pues, mis censores?

    Presidente de la II Internacional durante largos aos, Vandervelde se habaconvertido desde haca tiempo en el hombre de confianza del capital belga. De Man, quienen una serie de tomos panzudos haba tratado de ennoblecer el socialismo, gratificndolo

    con una moral idealista y aproximndose, a escondidas, a la religin, aprovech la primeraocasin para engaar a los obreros y convertirse en un ordinario ministro de la burguesa.En cuanto a Spaak, la cosa es todava ms impresionante. Ao y medio antes, este caballerose encontraba en la oposicin socialista de izquierda y haba venido a verme a Francia paraconsultarme respecto de los mtodos de lucha contra la burocracia de Vandervelde. Yo lehaba expuesto las ideas que ms tarde formaron el contenido de mi carta. Un ao apenasdespus de su visita, Spaak renunciaba a las espinas para quedarse con la rosa.Traicionando a sus amigos de la oposicin, se converta en uno de los ministros ms cnicosdel capital belga. En los sindicatos y en el partido, esos caballeros ahogan cualquier crtica,desmoralizan y corrompen sistemticamente a los obreros ms avanzados y excluyentambin sistemticamente alos imbciles. Se distinguen de la G.P.U. nicamente por el

    hecho como haber recurrido hasta hoy a la efusin de sangre: como buenos patriotasque son, reservan la sangre obrera para la prxima guerra imperialista. Est claro: Espreciso ser un enviado del diablo, un monstruo moral, un "cafre", un bolchevique para dar alos obreros revolucionarios el consejo de observar las reglas de la conspiracin en la luchacontra esos caballeros!

    Desde el punto de vista de la legalidad belga, mi carta no contena, naturalmente,nada criminal. La polica de un pas "democrtico" se hubiera sentido obligada a restituirlaal destinatario, con sus excusas. La prensa del partido socialista hubiera debido protestar

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    contra una pesquisa dictada por el cuidado de los intereses del general Franco. Los seoressocialistas no experimentaron, sin embargo, el menor embarazo en sacar partido delservicio indiscreto que les ofreca la polica: sin lo cual no hubieran gozado de la felizocasin de manifestar, una vez ms, la superioridad de su moral sobre la amoralidad de losbolcheviques.

    Todo es simblico en este episodio. Los social-demcratas belgas me abrumaroncon su indignacin, en el momento preciso en que sus camaradas noruegos nos tenan, a mimujer y a m, tras de la reja, para impedirnos cualquier defensa contra las acusaciones de laG.P.U. El gobierno noruego saba perfectamente que las acusaciones de Mosc eran falsas:el rgano oficial de la social-democracia lo escribi con todas sus letras desde el primer da.Pero Mosc atac el bolsillo de los armadores y los comerciantes en pescado noruegos ylos seores social-demcratas se pusieron inmediatamente a cuatro patas. El jefe delpartido, Martn Tranmael, es ms que una autoridad en materia moral, es un justo: no bebeni fuma, es vegetariano y se baa en invierno en agua helada. Eso no le impidi, despus dehabernos mandado prender por rdenes de la G.P.U., invitar, especialmente paracalumniarme, al agente noruego de la G.P.U., Jacob Friis, burgus sin honor ni conciencia.Pero basta...

    La moral de esos seores consiste en reglas convencionales y procedimientosoratorios destinados a tapar sus intereses, sus apetitos y sus terrores. En su mayor parte,estn dispuestos a todas las bajezas a la renegacin, a la perfidia, a la traicin, porambicin o por lucro. En la esfera sagrada de los intereses personales, el fin justifica losmedios. Perfectamente por eso necesitan un cdigo moral particular, prctico y al mismotiempo elstico, como unos buenos tirantes. Detestan a quienquiera que revela a las masassu secreto profesional. En tiempo de "paz", su odio se expresa por medio de calumnias,vulgares o "filosficas". Cuando los conflictos sociales se avivan, como en Espaa, esosmoralistas, estrechando la mano de la G.P.U., exterminan a los revolucionarios. Y parajustificarse, repiten que "trotskysmo y stalinismo son una y la misma cosa".

    INTERDEPENDENCIA DIALCTICA DEL FIN Y DE LOSMEDIOS

    El medio slo puede ser justificado por el fin. Pero ste, a su vez, debe serjustificado. Desde el punto de vista del marxismo, que expresa los intereses histricos delproletariado, el fin est justificado si conduce al acrecentamiento del poder del hombresobre la naturaleza y la abolicin del poder del hombre sobre el hombre.

    Eso significa que para alcanzar tal fin todo est permitido? nos preguntarsarcsticamente el filisteo, revelando que no ha comprendido nada. Est permitido

    responderemos, todo lo que conduce realmente a la liberacin de la humanidad. Y puestoque este fin slo puede alcanzarse por caminos revolucionarios, la moral emancipadora del proletariado posee indispensablemente, un carcter revolucionario. Se oponeirreductiblemente no slo a los dogmas de la religin, sino tambin a los fetiches idealistasde toda especie, gendarmes filosficos de la clase dominante. Deduce las reglas de laconducta de las leyes del desarrollo de la humanidad, y por consiguiente, ante todo, de lalucha de clases, ley de leyes.

    Eso significa, a pesar de todo, que en la lucha de clases contra el capitalismo todos

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    los medios estn permitidos: la mentira, la falsificacin, la traicin, el asesinato, etc.? insiste todava el moralista. Slo son admisibles y obligatorios le responderemos, losmedios que acrecen la cohesin revolucionaria del proletariado, inflaman su alma con Unodio implacable por la opresin, le ensean a despreciar la moral oficial y a sus sbditosdemcratas, le impregnan con la conciencia de su misin histrica, aumentan su bravura y

    su abnegacin en la lucha. Precisamente de eso se desprende que no todos los medios son permitidos. Cuando decimos que el fin justifica los medios, resulta para nosotros laconclusin de que el gran fin revolucionario rechaza, en cuanto medios, todos losprocedimientos y mtodos indignos que alzan a una parte de la clase obrera contra las otras;o que intentan hacer la dicha de las dems sin su propio concurso; o que reducen laconfianza de las masas en ellas mismas y en su organizacin, substituyendo tal cosa por laadoracin de los "jefes". Por encima de todo, irreductiblemente, la moral revolucionariacondena el servilismo para con la burguesa y la altanera para con los trabajadores, esdecir, uno de los rasgos ms hondos de la mentalidad de los pedantes y de los moralistaspequeo-burgueses.

    Esos criterios no dicen, naturalmente, lo que es permitido y lo que es inadmisible encada caso dado. Semejantes respuestas automticas no pueden existir. Los problemas de lamoral revolucionaria se confunden con los problemas de la estrategia y de la tcticarevolucionarias. Respuesta correcta a esos problemas, nicamente puede encontrarse en laexperiencia viva del movimiento, a la luz de la teora.

    El materialismo dialctico desconoce el dualismo de medios y fines. El fin sededuce naturalmente del movimiento histrico mismo. Los medios estn orgnicamentesubordinados al fin. El fin inmediato se convierte en medio del fin ulterior. En su drama,Franz von Sickingen, Ferdinand Lassalle pone las palabras siguientes en boca de uno de suspersonajes :

    No muestres slo el fin, muestra tambin la ruta, - Pues el fin y el camino tanunidos se hallan Que uno en otro se cambian, Y cada nueva ruta descubre nuevo fin.

    Los versos de Lassalle son muy imperfectos. Lo que es peor an, en la polticaprctica, Lassalle se separ de la regla enunciada por l: baste recordar que lleg hastanegociaciones secretas con Bis-marck. La interdependencia del fin y de los medios, sinembargo, est expresada, en el caso de los versos reproducidos, de modo enteramenteexacto. Es preciso sembrar un grano de trigo para cosechar una espiga de trigo.

    El terrorismo individual, por ejemplo, es o no admisible, desde el punto de vista dela "moral pura"? En esta forma abstracta, la cuestin, para nosotros, carece de sentido. Losburgueses conservadores suizos, hoy todava, conceden honores oficiales al terroristaGuillermo Tell. Nosotros simpatizamos enteramente con el bando de los terroristasirlandeses, rusos, polacos, hindes, en su lucha contra la opresin nacional y poltica.Kirov, strapa brutal, no suscita ninguna compasin. Nos mantenemos neutrales frente aquien lo mat, slo porque ignoramos los mviles que lo guiaron. Si llegramos a saber queNicolaiev hiri conscientemente, para vengar a los obreros cuyos derechos pisoteaba Kirov,nuestras simpatas estaran enteramente al lado del terrorista. Sin embargo, lo que decidepara nosotros no son los mviles subjetivos, sino la adecuacin objetiva. Ese medio puedeconducir realmente al fin? En el caso del terror individual, la teora y la experienciaatestiguan que no. Nosotros decimos al terrorista: Es imposible reemplazar a las masas;slo dentro de un movimiento de masas podrs emplear tilmente tu herosmo. Sinembargo, en condiciones de guerra civil, el asesinato de ciertos opresores cesa de ser unacto de terrorismo individual. Si, por ejemplo, un revolucionario hubiese hecho saltar al

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    general Franco y a su Estado Mayor, es dudoso que semejante acto hubiera provocado unaindignacin moral, an entre los eunucos de la democracia. En tiempo de guerra civil, unacto de ese gnero sera hasta polticamente til. As, an en la cuestin ms aguda elasesinato del hombre por el hombre, los absolutos morales resultan enteramenteinoperantes. La apreciacin moral, lo mismo que la apreciacin poltica, se desprende de las

    necesidades internas de la lucha.La emancipacin de los trabajadores slo puede ser obra de los trabajadoresmismos. Por eso no hay mayor crimen que engaar a las masas, que hacer pasar las derrotaspor victorias, a los amigos por enemigos, que corromper a los jefes, que fabricar leyendas,que montar procesos falsos, en una palabra, que hacer lo que hacen los stalinistas. Esosmedios slo pueden servir un nico fin: el de prolongar la dominacin de una pandilla,condenada ya por la historia. No pueden servir, sin embargo, para la emancipacin de lasmasas. He ah por qu la IV Internacional desarrolla contra el stalinismo una lucha amuerte.

    Las masas, naturalmente, no carecen de pecado. La idealizacin de las masas nos esextraa. Las hemos visto en circunstancias variadas, en diversas etapas, en medio de losms grandes sacudimientos polticos. Hemos observado su lado fuerte y su lado dbil. Elfuerte, la decisin, la abnegacin, el herosmo, encontraron siempre su expresin ms altaen los perodos de ascenso de la revolucin. En aquellos momentos, los bolcheviquesestuvieron a la cabeza de las masas. Otro captulo de la historia se abri en seguida, cuandose revelaron los lados dbiles de los oprimidos: heterogeneidad, falta de cultura, horizonteslimitados. Fatigadas, distendidas, desilusionadas, las masas perdieron confianza en ellasmismas y cedieron su sitio a una nueva aristocracia. En este perodo, los bolcheviques (los"trotskystas") se hallaron aislados de las masas.

    Prcticamente, hemos recorrido dos de esos grandes ciclos histricos: 1897-1905,aos de ascenso; 1907-1913, aos de reflujo; 1917-1923, aos de ascenso, sin precedenteen la historia; despus, un nuevo perodo de reaccin, que todava hoy no ha terminado. Deesos grandes acontecimientos, los "trotskystas" han aprendido el ritmo de la historia; enotros trminos la dialctica de la lucha de clases. Han aprendido y parece, hasta ciertogrado, que han acertado a subordinar a ese ritmo objetivo sus planes y sus programassubjetivos. Han aprendido a no desesperar porque las leyes de la historia no dependen denuestros gustos individuales o no se someten a nuestros criterios morales. Han aprendido asubordinar sus gustos individuales a las leyes de la historia. Han aprendido a no temer ni alos enemigos ms poderosos, si su poder se halla en contradiccin con las necesidades deldesenvolvimiento histrico. Saben nadar contra la corriente, con la honda conviccin deque el nuevo flujo histrico de poderoso impulso los llevar hasta la orilla. No todosarribarn: muchos se ahogarn. Pero tomar parte en ese movimiento con los ojos abiertos ycon la voluntad tensa slo eso puede dispensar la satisfaccin moral suprema dable aun ser pensante!

    Coyoacn, a 16 de febrero de 1938.

    P. S.Escriba estas pginas sin saber que durante esos das mi hijo luchaba con lamuerte. Dedico a su memoria este corto trabajo que as lo espero, habra conseguidosu aprobacin: porque Len Sedov era un revolucionario autntico y despreciaba a losfariseos.

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    APNDICEMORALISTAS Y SICOFANTES CONTRA EL MARXISMO

    LOS MERCADERES DE INDULGENCIAS YSUS ALIADOS SOCIALISTAS O EL CUCLILLO EN NIDO AJENO

    El folleto Su Moral y la Nuestra tiene, cuando menos, el mrito de haber obligado aalgunos filisteos y sicofantes a desenmascararse por completo. Los primeros recortes de laprensa francesa y belga que he recibido, as lo atestiguan. La crtica ms inteligible, en sugnero, es la de un peridico catlico parisiense, La Croix: estas gentes tienen su sistema yno se avergenzan de defenderlo. Estn por la moral absoluta y adems por el verdugoFranco: tal es la voluntad de Dios. A su espalda llevan un Pocero celeste que recoge yconduce tras ellos todas sus inmundicias. Nada asombroso es que juzguen indigna la moralde los revolucionarios, que responden por s mismos. Sin embargo, lo que nos interesaahora no son los mercaderes profesionales de indulgencias, sino los moralistas que se pasansin Dios, al mismo tiempo que tratan de ocupar ellos su sitio.

    El peridico "socialista" de Bruselas, LePeupleadonde ha venido a ocultarse lavirtud! no ha encontrado en nuestro pequeo libro ms que una receta criminal para crearncleos secretos, con el ms inmoral de los fines: comprometer el prestigio y los ingresosde la burocracia obrera belga. Indudablemente, se puede objetar que esa burocracia estmarcada de infamia por traiciones sin nmero y por estafas pblicas (recordemos no msla historia del "Banco Obrero"!); que ahoga en la clase obrera cualquier destello depensamiento crtico; que por su moral prctica no es superior en nada a su aliada poltica, lajerarqua catlica. Pero, en primer lugar, slo gentes muy mal educadas pueden recordarcosas tan desagradables; en segundo, todos estos caballeros, sean cuales fueren suspecadillos, tienen en reserva los ms elevados principios de moral: Henri de Man seencarga de ello; frente a su ilustre autoridad, nosotros, los bolcheviques, no podemos,

    evidentemente, alcanzar ninguna indulgencia.Antes de pasar a los dems moralistas, detengmonos un instante en el prospecto

    publicado por el editor francs de nuestro pequeo libro. El fin mismo de un prospecto es,ya sea recomendar el libro, ya sea, cuando menos, exponer objetivamente su contenido.Estamos ante un prospecto de muy distinto gnero. Baste citar un solo ejemplo: "Trotskypiensa que su partido, antiguamente en el poder y hoy en la oposicin, siempre harepresentado el verdadero proletariado, y l mismo, la verdadera moral. Deduce, porejemplo, esto: fusilar rehenes cobra un significado enteramente distinto, segn que la ordensea dada por Stalin o por Trotsky". Esta cita basta plenamente para forjarse una idea delcomentarista, que se ha quedado oculto entre bambalinas. El derecho de velar sobre elprospecto es derecho indiscutible del autor. Pero puesto que en nuestro caso el autor vive

    del otro lado del ocano, algn "amigo", aprovechando evidentemente la falta deinformacin del editor, se ha deslizado en el nido ajeno y ha depositado all su huevo, ---oh!, un huevecillo, sin duda, un huevo casi virginal. Quin es el autor del prospecto?Vctor Serge, traductor del libro y, al m