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palabra, una razón totalmente ajena al «golpe» de Dick y a su carta citándolo allí. El motivo era ue unas semanas atrás se !abía enterado de ue el jueves "# de noviembre otro de sus compa$eros de celda iba a ser puesto en libertad en la %enitenciaría del Estado de &ansas en 'ansing, y «más ue nada en el mundo» deseaba encontrarse con auel !ombre, su «(nico amigo verdadero», el «inteligente» )illie*+ay. Durante el primero de sus tres a$os en prisión, %erry !abía observado a )illie*+ay de lejos, con inter s, pero con aprensión- si uería ue lo considerasen un «duro», una estrec!a amistad con )illie*+ay no parecía aconsejable. Era el secretario del capellán, un irland s delgado con pelo prematuramente gris y ojos grises y melancólicos. u voz de tenor era el orgullo del coro de la cárcel. /asta %erry,ue despreciaba cualuier demostración de piedad, se sentía «turbado» cuando oía a )illie*+ay cantar el «%adrenuestro»0 el grave lenguaje del !imno cantado con tal espíritu de sinceridad, lo conmovía, !aci ndolo re1le2ionar un poco sobre la validez de su menosprecio. 3l 1in,estimulado por la curiosidad religiosa, se apro2imó a )illie*+ay y el secretario del capellán respondió inmediatamente, creyendo intuir en auel muc!ac!o de piernas tullidas, mirada vaga y voz a1ectada «un poeta, algo (nico, ue valía la pena salvar». 'e embargó la ambición de «entregarle auel muc!ac!o a Dios». us esperanzas de conseguirlo se re1orzaron el día en ue %erry le mostró un dibujo al pastel ue acababa de !acer- una gran imagen +es(s realizada con una t cnica ue no tenía nada d ingenua. El reverendo +ames %ost, capellán protestante de 'ansing, lo valoró tanto ue lo col su despac!o donde todavía está- un relamido alvador, algo a1eminado, con los carnosos labios )illie*+ay y sus ojos tristes. 3uel dibujo repres cima de la inuietud espiritual, nunca muy seria, %erry y, !ec!o irónico, su 1in0 cali1icó a su imag +es(s como «una muestra de !ipocresía», una tentativa de «enga$ar y traicionar» a )illie*+ay, puesto ue entonces creía en Dios menos ue nunca. %ero 4iba a admitirlo y a perderse, con ello, el ( amigo ue le «comprendía de veras»5 6/od, + +esse, viajeros de un mundo en el ue raramente se usa el apellido, !abían sido sus «compinc!es», per ninguno de ellos podía compararse siuiera con )il +ay ue, a juicio de %erry, «era intelectualmente superior a la media, intuitivo así como muy entendido en psicología». 47ómo era posible ue un individuo tan dotado se !allara en 'ansing5 Era esto l desconcertaba a %erry. 'a respuesta, ue conocía p no aceptaba porue era «una evasión de lo ignoto, problema !umano», era clara para cualuier m menos complicada- el secretario del capellán, tenía entonces treinta y oc!o a$os, era un ladrón, ratero de poca monta ue, en un período de veinte a$os, !abía cumplido sentencia en cinco estados distintos8. %erry decidió !ablar- lo sentía, pero auello de cielo, in1ierno, santos, misericordia d

Truman Capote 6063.doc

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palabra, una razn totalmente ajena al golpe de Dick y a su carta citndolo all. El motivo era que unas semanas atrs se haba enterado de que el jueves 12 de noviembre otro de sus compaeros de celda iba a ser puesto en libertad en la Penitenciara del Estado de Kansas en Lansing, y ms que nada en el mundo deseaba encontrarse con aquel hombre, su nico amigo verdadero, el inteligente Willie-Jay.Durante el primero de sus tres aos en prisin, Perry haba observado a Willie-Jay de lejos, con inters, pero con aprensin: si quera que lo considerasen un duro, una estrecha amistad con Willie-Jay no pareca aconsejable. Era el secretario del capelln, un irlands delgado con pelo prematuramente gris y ojos grises y melanclicos. Su voz de tenor era el orgullo del coro de la crcel. Hasta Perry, que despreciaba cualquier demostracin de piedad, se senta turbado cuando oa a Willie-Jay cantar el Padrenuestro; el grave lenguaje del himno cantado con tal espritu de sinceridad, lo conmova, hacindolo reflexionar un poco sobre la validez de su menosprecio. Al fin, estimulado por la curiosidad religiosa, se aproxim a Willie-Jay y el secretario del capelln respondi inmediatamente, creyendo intuir en aquel muchacho de piernas tullidas, mirada vaga y voz afectada un poeta, algo nico, que vala la pena salvar. Le embarg la ambicin de entregarle aquel muchacho a Dios. Sus esperanzas de conseguirlo se reforzaron el da en que Perry le mostr un dibujo al pastel que acababa de hacer: una gran imagen de Jess realizada con una tcnica que no tena nada de ingenua. El reverendo James Post, capelln protestante de Lansing, lo valor tanto que lo colg en su despacho donde todava est: un relamido Salvador, algo afeminado, con los carnosos labios de Willie-Jay y sus ojos tristes. Aquel dibujo represent la cima de la inquietud espiritual, nunca muy seria, de Perry y, hecho irnico, su fin; calific a su imagen de Jess como una muestra de hipocresa, una tentativa de engaar y traicionar a Willie-Jay, puesto que entonces crea en Dios menos que nunca. Pero iba a admitirlo y a perderse, con ello, el nico amigo que le comprenda de veras? (Hod, Joe, Jesse, viajeros de un mundo en el que raramente se usa el apellido, haban sido sus compinches, pero ninguno de ellos poda compararse siquiera con Willie-Jay que, a juicio de Perry, era intelectualmente muy superior a la media, intuitivo as como muy entendido en psicologa. Cmo era posible que un individuo tan dotado se hallara en Lansing? Era esto lo que desconcertaba a Perry. La respuesta, que conoca pero no aceptaba porque era una evasin de lo ignoto, problema humano, era clara para cualquier mente menos complicada: el secretario del capelln, que tena entonces treinta y ocho aos, era un ladrn, un ratero de poca monta que, en un perodo de veinte aos, haba cumplido sentencia en cinco estados distintos). Perry decidi hablar: lo senta, pero todo aquello de cielo, infierno, santos, misericordia divina, no iba con l y si la amistad de Willie-Jay se basaba en la perspectiva de verlo un da a los pies de la Cruz junto a l, le decepcionaba profundamente y su amistad era falsa, una falsificacin como el retrato de Jess.Como siempre, Willie-Jay supo comprender. Descorazonado pero no sin esperanzas, sigui cortejando el alma de Perry hasta el da que le concedieron libertad bajo palabra y se march del penal; la vspera escribi a Perry una carta de adis que terminaba con el siguiente prrafo: Eres un hombre muy apasionado, un hombre hambriento que no sabe dnde saciar su apetito, un hombre profundamente frustrado que lucha por proyectar su individualidad contra un fondo de rgido conformismo. Existes en un mundo pendiente entre dos superestructuras, una de autoexpresin y la otra de autodestruccin. Eres fuerte pero en tu fuerza hay una grieta y a menos que aprendas a controlarla, esa grieta demostrar ser ms poderosa que tu fuerza y te vencer. La grieta? Explosin de la reaccin emocional totalmente desproporcionada a los hechos. Por qu? Por qu esa irrazonable ira cuando ves a otros contentos, felices y satisfechos? Por qu ese creciente desprecio por la gente y esas ganas de herirla? Muy bien: crees que son necios y los desprecias porque su moral, su felicidad son el origen de tu frustracin, y tu resentimiento. Pero esas ideas son terribles enemigos que llevas dentro de ti... y a la larga sern mortferos; como las bacterias que resisten al tiempo, no matan al individuo sino que dejan en su modo de ser el estigma de una criatura desgarrada y retorcida; dejan fuego en su interior avivado por astillas de desprecio y odio. Podr prosperar pero no dar fruto porque l es su propio enemigo y le estar vedado gozar intensamente de sus triunfos. Perry, complacido de verse objeto de tan largo sermn, se lo haba dado a leer a Dick y ste, que vea con malos ojos a Willie-Jay, haba calificado aquella carta de montn de estupideces a lo Billy Graham, aadiendo: Astillas de desprecio. Astilla ser l. Naturalmente, Perry ya esperaba una reaccin por el estilo y secretamente la deseaba porque su amistad con Dick, al que apenas haba tratado hasta los ltimos meses pasados en Lansing, era consecuencia y contrapeso de su intensa admiracin por el secretario del capelln. Quiz Dick fuera superficial o incluso, como deca Willie-Jay, un fanfarrn perverso, pero lo cierto es que tambin era divertido, astuto, realista, iba directo al grano y no tena humo en la cabeza ni un pelo de tonto. Adems, a diferencia de Willie-Jay, no criticaba las exticas aspiraciones de Perry: estaba dispuesto a escucharle, se entusiasmaba, comparta aquellas visiones de tesoro garantizado hundidos en mares mexicanos o en junglas brasileas.Haban transcurrido cuatro meses desde que Perry obtuvo la libertad bajo palabra, meses de vagabundear en un Ford de quinta mano por el que pag cien dlares, pasando de Reno a Las Vegas, de Bellingham en Washington a Buhl en Idaho. Y all, en Buhl, donde haba encontrado trabajo temporal como conductor de camin, le lleg la carta de Dick:Amigo P., sal en agosto y cuando t te fuiste me encontr con alguien que t no conoces pero que me dio una idea que podemos aprovechar maravillosamente. Un golpe garantizado. Perfecto...

Hasta aquel momento, Perry no haba imaginado que volvera a ver a Dick. Ni a Willie-Jay. Pero los haba tenido presentes en su pensamiento, especialmente al segundo, que en su recuerdo se haba transformado en un enorme sabio de cabellos grises, que daba vueltas por su cabeza obsesionndolo. Persigues lo negativo -le haba informado Willie-Jay en el curso de uno de sus sermones-. Nada te importa, quieres existir sin responsabilidades, sin fe, sin amigos, sin calor.En el curso solitario, desolador, de sus recientes idas y venidas, Perry haba considerado una y otra vez aquella acusacin y decidido que era injusta. Si que le importaba..., pero a quin le importaba l? A su padre? S, hasta cierto punto. Un par de chicas, pero aquello era una historia larga de contar. A nadie, excepto Willie-Jay. Y slo Willie-Jay haba reconocido que vala, que tena facultades, slo l haba comprendido que Perry no era simplemente un paticorto y musculoso mestizo, slo l, a pesar de todos sus sermones moralizadores, lo haba visto como l mismo se vea: excepcional, raro, artista. En Willie-Jay su vanidad encontr apoyo, su sensibilidad refugio, y cuatro meses de distancia hacan aquella alta valoracin ms fascinante todava, ms, an, que todos los sueos de tesoros escondidos. De modo que cuando recibi la invitacin de Dick y se dio cuenta de que la fecha que propona coincida ms o menos con el da en que dejaban en libertad a Willie-Jay, supo qu deba hacer. Fue en coche a Las Vegas, vendi aquel carromato, empaquet su coleccin de mapas, cartas, manuscritos y libros y compr un billete de autobs. Las consecuencias del viaje seran obra del destino; si no se entenda con Willie-Jay, podra tomar en consideracin las proposiciones de Dick. Result que tena que elegir entre Dick o nada, porque cuando su autobs lleg a Kansas City la tarde del 12 de noviembre, Willie-Jay, a quien no haba podido advertir de su llegada, haba salido ya de la ciudad, slo cinco horas antes y por la misma estacin terminal