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LA ARGENTINA Y LOS ESTADOS UNIDOS: HISTORIA DE UNA DESCONFIANZA Joseph A. Tulchin CAPÍTULO V: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Todas las naciones del hemisferio declararon su neutralidad en el conflicto y se consultaron, informalmente, sobre la mejor manera de proteger los derechos de los países neutrales en una guerra mundial. Al año de iniciada la guerra los ingleses recurrieron a Estados Unidos en búsqueda de capital para pagar su esfuerzo bélico y los convirtieron rápidamente en uno de los grandes deudores del mundo en su principal acreedor. Un año después, la armada británica dependía totalmente del petróleo estadounidense para mantenerse a flote. La interpretación anglo-americana de las reglas de neutralidad permia la libre circulación de capital, petróleo y productos industriales. Los alemanes, cuya flota de superficie no era un factor decisivo en la guerra después de la batalla de Scapa Flow, se arriesgaban a una derrota final segura a menos que pudieran modificar el rol de los Estados Unidos. Después del fracaso de varios esfuerzos pusieron en operación una flota submarina limitada, prefiriendo el riesgo de incitar a una declaración de guerra por parte de los Estados Unidos a permitir la continuación de una situación que con casi total certeza los conduciría a la derrota. El empleo difundido y casi indiscriminado de los submarinos violaba la definición consensual de los derechos de los países neutrales en tiempo de guerra que permitió a Woodrow Wilson justificar la declaración de guerra contra Alemania. Wilson explico la entrada del país en el conflicto menos como una toma de partido entre los adversarios que como el inicio de una campaña para asegurar al mundo la democracia. La guerra y el rol de los Estados Unidos produjeron un impacto significativo en la Argentina, aunque la naturaleza de dicho impacto no se manifestó en forma inmediata. Desde el comienzo de la guerra demostró los flancos débiles del modelo de crecimiento argentino y puso en evidencia la extrema dependencia del país dentro del mercado internacional. En momentos de crisis los clientes de la Argentina sacrificaron los intereses de su proveedor para defender sus propios intereses nacionales. La división internacional del trabajo no pudo mantenerse bajo tensión, y fueron los proveedores de productos primarios como la Argentina quienes se vieron afectados en mayor medida. La guerra modifico las relaciones de poder entre los Estados Unidos y Gran Bretaña. Después de la guerra la hegemonía de los Estados Unidos se extendería a toda Sudamérica en la medida en que los ingleses resultaron incapaces de mantener el rol que habían asumido durante el período de rápido crecimiento de la Argentina. El gobierno de Victorino de la Plaza se sentía tranquilo y confiado en que los beligerantes tomarían en cuenta los intereses de la Argentina dada la importancia de sus exportaciones. En 1918 el cónsul general argentino en Londres, J. García Uriburu, aseguro al ministro de Relaciones Exteriores que los ingleses de ningún

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Joseph A. Tulchin. La Argentina y los EEUU: Historia de una Desconfianza.

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LA ARGENTINA Y LOS ESTADOS UNIDOS: HISTORIA DE UNA DESCONFIANZA

Joseph A. Tulchin

CAPÍTULO V: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Todas las naciones del hemisferio declararon su neutralidad en el conflicto y se consultaron, informalmente, sobre la mejor manera de proteger los derechos de los países neutrales en una guerra mundial.

Al año de iniciada la guerra los ingleses recurrieron a Estados Unidos en búsqueda de capital para pagar su esfuerzo bélico y los convirtieron rápidamente en uno de los grandes deudores del mundo en su principal acreedor. Un año después, la armada británica dependía totalmente del petróleo estadounidense para mantenerse a flote. La interpretación anglo-americana de las reglas de neutralidad permia la libre circulación de capital, petróleo y productos industriales. Los alemanes, cuya flota de superficie no era un factor decisivo en la guerra después de la batalla de Scapa Flow, se arriesgaban a una derrota final segura a menos que pudieran modificar el rol de los Estados Unidos. Después del fracaso de varios esfuerzos pusieron en operación una flota submarina limitada, prefiriendo el riesgo de incitar a una declaración de guerra por parte de los Estados Unidos a permitir la continuación de una situación que con casi total certeza los conduciría a la derrota.

El empleo difundido y casi indiscriminado de los submarinos violaba la definición consensual de los derechos de los países neutrales en tiempo de guerra que permitió a Woodrow Wilson justificar la declaración de guerra contra Alemania. Wilson explico la entrada del país en el conflicto menos como una toma de partido entre los adversarios que como el inicio de una campaña para asegurar al mundo la democracia.

La guerra y el rol de los Estados Unidos produjeron un impacto significativo en la Argentina, aunque la naturaleza de dicho impacto no se manifestó en forma inmediata. Desde el comienzo de la guerra demostró los flancos débiles del modelo de crecimiento argentino y puso en evidencia la extrema dependencia del país dentro del mercado internacional. En momentos de crisis los clientes de la Argentina sacrificaron los intereses de su proveedor para defender sus propios intereses nacionales. La división internacional del trabajo no pudo mantenerse bajo tensión, y fueron los proveedores de productos primarios como la Argentina quienes se vieron afectados en mayor medida. La guerra modifico las relaciones de poder entre los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Después de la guerra la hegemonía de los Estados Unidos se extendería a toda Sudamérica en la medida en que los ingleses resultaron incapaces de mantener el rol que habían asumido durante el período de rápido crecimiento de la Argentina.

El gobierno de Victorino de la Plaza se sentía tranquilo y confiado en que los beligerantes tomarían en cuenta los intereses de la Argentina dada la importancia de sus exportaciones. En 1918 el cónsul general argentino en Londres, J. García Uriburu, aseguro al ministro de Relaciones Exteriores que los ingleses de ningún modo podrían excluir a los argentinos de su comercio. Los argentinos se negaban a creer que la guerra cambiaria sy posición internacional. El presidente De la Plaza no esperaba que la guerra implicara un corte abrupto con el pasado. Anticipaba que los principales lazos o esquemas comerciales del país seguirían siendo los mismos.

Nadie en el gobierno veía favorablemente la posibilidad de la penetración estadounidense y varios grupos importantes se mostraron implacablemente hostiles frente a cualquier política que favoreciera a los Estados Unidos a expensas de los vínculos tradicionales del país, a pesar de que dichos vínculos sufrieran los efectos de la guerra.

Los defensores del progreso eran los más optimistas en su evaluación de la oportunidad que brindaba la guerra. Los miembros del Club del Progreso y de la Unión Industrial Argentina percibieron la interrupción de los vínculos comerciales normales como una bendición. Proporcionaba a la Argentina la oportunidad de diversificar su economía, establecer una base industrial y terminar de conjurar todos los elementos necesarios para hacer de la Argentina la gran nación que, según todos, llegaría a ser.

La guerra resulto una falsa oportunidad. El optimismo que se sentía en Buenos Aires en agosto de 1914 pronto se diluyó frente a la preocupante escasez y las aun más preocupantes decisiones de los ingleses y los Aliados de cortar la provisión de productos a los neutrales con el fin de asegurar la provisión de sus propios ejércitos. La

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primera manifestación de la amarga realidad de que la Argentina no era tan importante en los cálculos de los ingleses como suponían los argentinos se evidencio a fines de noviembre cuando hubo que reducir la iluminación de las calles de Buenos Aires a causa de la falta de carbón para mantener las turbinas en funcionamiento.

Los problemas presentados por los embarques y el combustible hicieron seguir por primera vez en el debate público el tema de la dependencia económica de la Argentina. A medida que la guerra fue avanzando se hizo cada vez más obvio que la Argentina era dependiente de decisiones tomadas en Londres o Berlín.

Las leyes de hierro de la división internacional del trabajo señalaban que la Argentina debía aferrarse a la producción de materias primas para la alimentación, el problema de los embarques solo era uno de los muchos que influyeron para que los críticos nacionalistas y los tradicionales creyentes en la división internacional del trabajo estuvieran de acuerdo en que la Argentina no estaba preparada para aprovechar la oportunidad brindada por la guerra, independientemente del modo de interpretar lo que esta oportunidad significaba. Una desventaja era la carencia de un servicio diplomático y consular profesional. El servicio estaba plagado de dandies y aficionados. La selección y los nombramientos se hacían sobre la base de conexiones y favoritismo, no del mérito y la experiencia.

Las deficiciencias en el cuerpo diplomático se hicieron evidentes y dolorosas después del comienzo de la guerra porque las actividades de los países en guerra transformaron prácticamente a todas las actividades internacionales entre Estados. El Ministerio de Relaciones Exteriores estaba inundado de solicitudes de empresas privadas para intervenir a su favor, para asegurar autorizaciones específicas por parte de los países en guerra o para liberarlos de restricciones onerosas y arbitrarias. Los funcionarios del Ministerio eran sensibles al modo en que estaban cambiando sus responsabilidades bajo las condiciones de la guerra. También se sentían disgustados por el enorme recargo de trabajo. La política exterior per se se estaba transformando en tema de preocupación para la burocracia oficial en su totalidad.

La visión argentina del mundo consideraba a la guerra en Europa como un impacto esperablemente temporario. Las autoridades gubernamentales y los hombres de negocios se dieron cuenta de que Inglaterra estaba atrincherada en la Argentina y que éste sería un caso especial, pero los entusiasmaba la idea de intentarlo. El comercio con la Argentina aumentó entre 1914 y 1916 de 95 millones de dólares a 302 millones y continuaría aumentando durante toda la guerra.

Durante la guerra se produjeron dos cambios significativos en la manera en que los Estados Unidos percibían los problemas internacionales y sus relaciones con América Latina. Ambos cambios afectarían su vinculación con la Argentina. Ambos fueron el resultado de sus experiencias durante la guerra, primero como neutral y luego como combatiente. El primer cambio fue la extensión de la definición de interés estratégico fuera de los límites establecidos por Mahan. Los Estados Unidos decidieron que era vital para el interés nacional mantener bajo su control, las provisiones adecuadas del combustible requerido por la armada, una red de comunicaciones libre de control extranjero y evitar compromisos financieros que pudieran afectar la seguridad de los Estados Unidos. El segundo cambio fue el panorama geográfico notablemente expandido de los intereses estratégicos estadounidenses.

La administración de Yrigoyen fue tan cuidadosamente neutral como su antecesora en su trato con los países beligerantes. El gobierno estaba decidido a mantener los vitales lazos comerciales con Inglaterra, pero no deseaba que sus intereses nacionales fuesen sacrificados por ninguno de los países en guerra. El gobierno estaba decidido a mantener los vitales lazos comerciales con Inglaterra, pero no deseaba que sus intereses nacionales fuesen sacrificados por ninguno de los países en guerra. El equipo de profesionales del Ministerio de Relaciones Exteriores se mantuvo, con la única excepción del nuevo subsecretario, Diego Luis Molinari.

La declaración alemana de guerra submarina ilimitada en enero de 1917 creó una difícil situación al gobierno argentino. Desde el momento de llegar al gobierno los radicales habían hecho todos los esfuerzos de diferenciarse de sus antecesores, a quienes se referían severamente como la oligarquía o el Régimen. Describían la política de neutralidad de la administración de De la Plaza como pasiva. El nuevo gobierno adoptaría una política activa, defendiendo con vigor los principios de la política argentina y los intereses argentinos. El gobierno de Estados Unidos invito a los argentinos para que adhirieran a la protesta por la nota alemana. Yrigoyen no se uniría a los Estados Unidos en ninguna circunstancia. Fuera porque percibía que los Estados Unidos estaban en vías de colisión con Alemania por sus propias razones, fuera a causa de su profunda desconfianza por este país.

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Las diferencias en las situaciones geográficas, comerciales y políticas entre los dos países obligarían a la Argentina a dar una respuesta diferente al gobierno alemán. Esta postura causo expresiones de descontento en Washington y en las capitales aliadas. También produjo gran confusión entre los funcionarios del Ministerio, quienes estaban desconcertados sobre el modo de llevar a la práctica la política implicada en la declaración del presidente. Produjo consternación entre los miembros veteranos del cuerpo diplomático, quienes expresaron sus discrepancias con las políticas de su gobierno. La confusión y consternación aumentaron cuando Yrigoyen envió a Wilson un efusivo telegrama elogiando la fuerza moral de sus acciones, aunque manteniendo la postura de que las diferentes circunstancias de la Argentina determinarían una acción diferente. El gobierno estadounidense no oculto su disgusto frente a lo que ellos tomaron como una respuesta evasiva y lo que para algunos funcionarios del Departamento de Estado sirvió como confirmación de los rumores sobre las inclinaciones pro alemanas del nuevo gobierno.

La administración de Yrigoyen se ubico siempre en contra de las pretensiones estadounidenses de ejercer el liderazgo en los problemas hemisféricos, especialmente después de que los Estados Unidos entraron en guerra. Queda igualmente claro que Yrigoyen nunca intentó modificar el esquema básico de dependencia de la Argentina con respecto a Gran Bretaña ni en sus facetas internacionales ni en las nacionales. En su actitud hacia la posición de la Argentina en el mundo y en su hostilidad hacia los Estados Unidos, Yrigoyen fue un tradicionalista. Sus proyectos específicos para reducir la dependencia externa argentina, los cuales, junto con su exaltada retorica, fundamentan la opinión de que era un fuerte nacionalista, llevaron a la nada.

El presidente establecía sólo los principios más generales de la política, siempre en un lenguaje superior y moralista, y dejaba los detalles de aplicación de la política o de su formulación a los representantes diplomáticos locales y a los funcionarios del Ministerio. Suponía que contaba con la total obediencia de estos subordinados. Cuando no era plenamente obedecido no dudaba en remover a los ministros de sus puestos. Yrigoyen tenía conciencia de la necesidad de distinguirse en política internacional. Lo consideraba necesario para reforzar el orgullo nacional adjudicándose un rol específico como líder moral en los problemas mundiales. La política del principismo explica la aparente falta de oportunismo por parte de la Argentina durante la fuera. El principismo tenía una orientación a favor del prestigio, no del poder.

La ignorancia y el desdén por los problemas internacionales condujeron a confrontaciones entre la Argentina y algunos países que no se consideraban sus aliados naturales. El principismo fue una política pragmática. La ignorancia de Yrigoyen de la problemática internacional fue una consecuencia natural de la combinación de los supuestos de política exterior heredados de los regímenes oligárquicos que él tanto criticaba con su propia falta de experiencia del exterior. Según la concepción tradicional, el único tema importante era la vinculación comercial con Gran Bretaña y los otros clientes europeos. Yrigoyen creía adecuado aplicar sus principios krausistas a la política exterior. Consideraba adecuado intervenir en el proceso político solo en los momentos en que fuera conveniente para él, sin molestarse en lograr concordancia entre estas intervenciones y otros elementos políticos de su gestión o con declaraciones efectuadas por representantes de su gobierno.

Una vez que comprendemos que Yrigoyen había adoptado los supuestos básicos de la concepción tradicional de la posición argentina con respecto a los problemas mundiales, es fácil ver que De Bunsen casi seguramente acertó cuando señaló los acontecimientos internos como la explicación de las iniciativas de Yrigoyen en la política exterior sobre temas no directamente vinculados con el núcleo representado por el comercio internacional. Era primordial diferenciarse del gobierno anterior. En las relaciones internacionales, la afirmación de una postura moral y el repetido énfasis en la independencia de acción de la nación constituían los lemas a través de los cuales pretendía establecer para sí y para su gobierno una posición política que pudiera identificarse claramente. También creía que la independencia de acción que demostraba y su muy cuidada política de neutralidad elevaban la influencia argentina en los asuntos internacionales, postura de la que también se jactaban algunos miembros de su partido.

El gesto más significativo mediante el cual la Argentina demostró su independencia de los Estados Unidos fue el intento de organizar una Conferencia de Países Americanos Neutrales que excluía a Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos se molesto bastante por la iniciativa de Argentina. En 1917 muchos de los países americanos declararon la guerra a Alemania. En un intento por salvar el proyecto, el gobierno argentino ofreció eliminar la palabra neutral de la invitación, de manera que todos los países latinoamericanos pudieran asistir.

A medida que la guerra se iba acercando a su fin, las declaraciones argentinas a favor de los Aliados se hicieron cada vez más frecuentes, como si existiese la incómoda sensación de que el haber permanecido neutrales acarrearía un costo político de guerra.

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Las actitudes krausistas por parte del gobierno argentino continuaron después de la guerra. La mayoría estaban dirigidas hacia los Estados Unidos. Otras acciones tuvieron poco o nada que ver con los Estados Unidos, como por ejemplo la renuncia a reconocer al gobierno inconstitucional boliviano en 1920. La acción más importante fue la insistencia de Yrigoyen en que la Liga de las Naciones adhiriera a sus propios principios de organización y su negativa a participar en ella en caso de que no se ajustara a aquellos parámetros.

Yrigoyen expreso la política tradicional de independencia de la dominación norteamericana defendida por la oligarquía sin entorpecer las relaciones con Gran Bretaña y agregó su propio toque de idealismo que atraía internamente tanto a la izquierda como a la derecha.

Las políticas formuladas por Yrigoyen con respecto a las reservas petrolíferas de la nación, los esfuerzos por organizar una marina mercante y su rígido enfoque del problema de los ferrocarriles eran características de un incipiente nacionalismo que crearía un serio conflicto con los grupos más estrechamente vinculados con los británicos y aquellos más dependientes del mercado ingles para obtener productos de ese país.

A fines de la década de 1920, Yrigoyen (en su segundo gobierno) eligió reforzar los vínculos con Gran Bretaña, acción que perpetuaría la dependencia argentina y pospondría por otra década cualquier intento por acrecentar la independencia y autonomía de decisión de la Argentina en el ámbito internacional. Yrigoyen nunca logró conjugar en una política coherente su moralismo, su desconfianza por los Estados Unidos y su incipiente nacionalismo. Como nunca cuestiono los supuestos básicos que la política exterior tradicional de la nación, sus intenciones quedaron por fin en actitudes más o menos inconsecuentes. Al fin de la guerra, la profunda transformación del poder norteamericano en relación con las naciones europeas y su creciente poderío dentro del hemisferio implicaban que provocar a Estados Unidos no podía pasar sin consecuencias como había ocurrido en el pasado.

En la Segunda Conferencia Financiera Panamericana, en 1920, el gobierno argentino demostró el mismo desdén por las iniciativas norteamericanas que el manifestado por Sáenz Peña treinta años antes, aun hasta el punto de negarse a responder a la invitación.

En la medida en que el sistema internacional permaneció intacto, los supuestos argentinos sobre ese mundo conservaron su validez. De la misma manera, a medida que el sistema mundial fue cambiando después de la guerra, aquellos supuestos se fueron debilitando. Eso ocurrió particularmente en relación con el poder relativo de los Estados Unidos y Gran Bretaña. Después de la guerra, la política exterior argentina revelaba una creciente tendencia a desconectarse del esquema de las relaciones internacionales prevalecientes a demostrar la incapacidad de percibir el mundo como los demás. En la siguiente crisis del sistema internacional, en 1930, se desplomaron para siempre los supuestos tradicionales que subyacían a la política exterior de la nación. en aquella época los líderes nacionales no sabían cómo reemplazarlos o cómo comenzar a formular una nueva política. Nunca se había hablado de la independencia de acción con respecto a Gran Bretaña, ésta sólo se procuraba en relación con los Estados Unidos.

Desde la perspectiva de los Estados Unidos, las relaciones con la Argentina habían sufrido muy pocos cambios como consecuencia de la guerra. La neutralidad de Yrigoyen apenas confirmó o reforzó la suspicacia oficial con respecto a la falta de confiabilidad de la Argentina, las actitudes de los Estados Unidos en relación con el poder argentino, o hacia la Argentina como un posible rival, indicaban que ésta había sufrido un significativo deterioro dentro del esquema norteamericano: el mercado argentino era importante, se consideraba que los argentinos se encontraban entre los latinoamericanos más avanzados y civilizados, pero no se tomaba seriamente al país como actor clave en la política internacional.

La política latinoamericana era coherente con la política general, excepto que se consideraba a la región como una reserva especial para los intereses norteamericanos, una propuesta que ninguna otra potencia importante estaba dispuesta a hacer o en capacidad de discutir.

CAPÍTULO VI: PERÍODO INTERGUERRAS: EL FRACASO DEL MODELO ARGENTINO DE CRECIMIENTO.

Las reacciones producidas en Washington y Buenos Aires al final de Gran Guerra indican las difeencias entre los dos países en cuanto a su modo de percibir y comprender el mundo circundante.

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La normalidad a la que Warren G. Harding se refería implicaba limitar los compromisos formales del poder norteamericano en el extranjero, retornar a la doctrina del rechazo de las alianzas.

Durante toda la década se produjo un gradual y constante aumento del apoyo informal o “bajo cuerda” por parte del gobierno a los intereses del sector privado que operaba en el exterior.

En Buenos Aires existía una ferviente esperanza de que el mercado internacional recobraría su equilibrio anterior tan pronto como se terminaran las hostilidades. Y durante los primeros años que siguieron a la guerra todo indicaba que así seria. Los británicos retornaron con energía a sus antiguos mercados y los alemanes y otras naciones europeas se mostraban capaces de recuperar su lugar en el mercado argentino. Al mismo tiempo, los Estados Unidos sufrían una corta pero aguda recesión como consecuencia de la guerra y estaban tan ocupados en el debate sobre la Liga de las Naciones y el Tratado de Versalles que parecía como si el país no estuviera listo o no fuera capaz de desempeñar un rol dominante en la política internacional.

La percepción argentina del mundo no coincidía con la norteamericana. Los Estados Unidos salieron de la guerra con una economía ampliamente expandida y con un sentido igualmente ampliado de sus necesidades estratégicas. Aun cuando la mayoría de los argentinos lo negaba o lo ignoraba, la capacidad y la disposición de proyectar el poder norteamericano a través de todo el hemisferio aumentaron significativamente como resultado de la guerra.

Tanto la Argentina como los Estados Unidos sufrieron después de Versalles breves episodios de inestabilidad social y ambos emplearon toda la capacidad represiva del Estado para evitar lo que ellos consideraban insurrecciones prerrevoluvionarias. La reacción en los Estados Unidos a lo que se conoció como el Terror Rojo contribuyo a una duradera xenofobia que prácticamente cerró las fronteras a la futura inmigración. En la Argentina se produjeron varios episodios violentos:

1. Buenos Aires 1919 comenzó como un conflicto laboral y finalizo en programas xenofóbicos.2. 1921- 1923 la xenofobia fue una excusa que el gobierno esgrimió para justificar la representación del

Estado contra un movimiento de la clase trabajadora en las regiones sureñas de cría de ovejas.

La expansión de la influencia de los Estados Unidos constituía un anatema para la mayoría de los argentinos, tanto por razones de orgullo nacional como por motivos muy objetivos de bienestar económico. Durante el período transcurrido entre las guerras, la Argentina perdió poder e influencia en relación con los Estados Unidos a nivel internacional. Esto resultaba doloroso para los argentinos. Este dolor se fue agudizando debido a la insensibilidad por parte de los norteamericanos con respecto a las necesidades argentinas y su negativa a cooperar con ellos.

Los funcionarios norteamericanos percibieron esos intentos de independencia de acción como puramente perversos y finalmente se dispusieron a asumir una postura de reciprocidad.

Ninguna de las alternativas logró obtener el apoyo de más que una pequeña parte de los dirigentes. En el momento en que comenzó la Segunda Guerra Mundial, la Argentina estaba comprometida con la política de neutralidad que constituía el único modo de proteger sus intereses nacionales. Al hacerlo, se encerraba en un sistema internacional que ya no existía y actuaba sobre la base de la percepción de un sistema internacional crecientemente disfuncional.

A fines de la primera guerra la economía mundial sufrió diversos cambios que produjeron un profundo efecto sobre el bienestar argentino. Primero la posición británica en el comercio mundial desmejoro notablemente y ya nunca volvería a recuperarla en su totalidad. En segundo lugar, los Estados Unidos habían adoptado ese lugar, y para los norteamericanos el comercio nunca había sido tan importante como para los británicos. Para los argentinos, la peor consecuencia de la guerra fue la profunda y continua pérdida de competitividad sufrida por las exportaciones británicas, especialmente en los sectores más dinámicos de la economía.

Estos cambios suponían que el triangulo comercial establecido antes de la guerra comenzaba a resultar doloroso para la Argentina. En dicho triangulo los Estados Unidos habían intentado vender mucho más a los argentinos de lo que en realidad estos después compraron. Los argentinos habían vendido a los británicos mucho más de lo que les habían comprado, habían satisfecho sus necesidades de capital, consiguiéndolo de manos de los ingleses y les satisfacía comptarles la mayor parte del equipamiento industral, como corolario aparentemente lógico de la compra de viveres argentinos por parte de los británicos. Desde ese momento, en la medida en que la economía argentina se fue expandiendo y diversificando, se volvió mas dependiente de los

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suministros de los norteamericanos. Esto implicaba que quienes estaban a favor de la industrialización tendieron a abogar por el comercio con los Estados Unidos, y eso produjo serias dificultades para los nacionalistas argentinos. El comercio entre ambos se fue desequilibrando cada vez más, a medida que los argentinos intentaron insistentemente ingresar en el mercado norteamericano sin resultado.

Cuando, a fines de la década de 1920, los británicos redoblaron sus esfuerzos por apuntalar su deteriorada posición en América Latina e hicieron públicas sus advertencias sobre las restricciones a las exportaciones argentinas. Yrigoyen prefirió reforzar las relaciones con su socio comercial tradicional, Gran Bretaña, a pesar de que los británicos ya no estaban en condiciones de desempeñar el rol de antes.

La estrategia argentina indudablemente se basaba en la experiencia pasada, que indicaba que las ventas argentinas en Gran Bretaña habían aumentado gracias a las ventas y a las inversiones británicas en la Argentina. Yrigoyen no se había dado cuenta de que la correlación entre compras y ventas había caído por debajo del nivel que podría considerarse significativo.

Los Estados Unidos anhelaban un mayor acceso al mercado argentino pero no mostraban ninguna intención de adoptar el complejo rol de apoyo que los británicos habían desempeñado por más de medio siglo. Después de la Gran Guerra, Nueva York reemplazo a Londres al convertirse en el principal proveedor de fondos para los préstamos solicitados por la Argentina.

El interrogante central para los líderes de la nación durante la década de los 30 era “si es cierto que nuestro modelo de crecimiento no funciona mas y debemos cambiar el modelo de inserción de la nación en el mundo ¿Qué modelo o modo de inserción alternativo en el mundo nos permitiría mantener nuestros privilegios y prerrogativas, mantener una cuota de influencia en el campo mundial?” Ninguno de los grupos políticos que se disputaban el poder durante esa década tenía una respuesta constructiva. Es así como los sucesivos gobiernos lucharon por adaptarse a las nuevas condiciones del sistema internacional sin embarcarse en una reestructuración fundamental de la sociedad. Se aferraban a su tradicional concepción del mundo aun frente a la creciente evidencia de que su país estaba aumentando su vulnerabilidad en el mercado mundial, no reduciéndola, y que la influencia de su nación en el mundo estaña disminuyendo.

CAPÍTULO VII: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. LOS ESTADOS UNIDOS PRESIONAN A LA ARGENTINA.

Las crecientes tensiones en Europa hicieron que la posición argentina en el mundo se hiciera cada vez más precaria. Todos los países centrales parecieron volverse hacia un mayor nacionalismo a medida que se preparaban para la guerra y mostraban cada vez menor interés en el mercado de libre comercio en el cual Argentina operaba como mayor comodidad. Los británicos fueron perdiendo progresivamente el interés por comerciar en términos considerados aceptables por los argentinos. Los alemanes estaban interesados en establecer relaciones comerciales pero sólo sobre la base del trueque.

A medida que en Europa se iban definiendo con mayor claridad las fuerzas en pugna, las naciones del hemisferio occidental buscaron apoyo recíproco y acudieron especialmente a los Estados Unidos.

La neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial con su sospechosa inclinación hacia el fascismo se había convertido en un lugar común en las relaciones interamericanas. Para los Estados Unidos, la Argentina era la oveja negra de la comunidad hemisférica, la única nación que no cooperaba con entusiasmo en la cruzada contra el Eje.

La conducta supuestamente pro Eje de la República Argentina lesionó las relaciones interamericanas por muchos años y ha teñido este contexto, la propuesta argentina a favor de la cooperación hemisférica parece fuera de lugar, los historiadores que analizan a la Argentina, las relaciones exteriores de los Estados Unidos y las relaciones interamericanas la ignoran o la malinterpretan prefiriendo caracterizar como pro nazi la actitud argentina durante la guerra o como oportunista.

“los países americanos son neutrales e inclusive han establecido una zona de seguridad para proteger dicha neutralidad, una zona que los beligerantes no han reconocido y no respetan. Un estado de no beligerancia tiene ciertas ventajas:

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1. Sería una especie de advertencia frente a las actuales agresiones. 2. No daría plena libertad de acción en la política exterior y también interior, liberándose de las

restricciones de una neutralidad ilusoria y ficticia. 3. Alemania no podría reprocharnos si asumiéramos una posición que acepta por parte de su aliada, Italia.4. Los aliados verían con agrado un acto que les es favorable porque permitiría cualquier eventual apoyo a

su causa.”

La respuesta de los Estados Unidos se centro en cuatro puntos:

1. La adopción de la propuesta argentina requeriría la modificación de la legislación estadounidense sobre la neutralidad, una tarea que solo podía realizar el Congreso.

2. Lo que el gobierno argentino proponía era “un abandono total por parte de todas las repúblicas americanas de los acuerdos logrados en el encuentro de Panamá de septiembre de 1939”

3. Las repúblicas americanas “constituyen la última porción del mundo civilizado que… respeta… los principios del derecho internacional.”

4. La propuesta ponía a riesgo la unanimidad de acción que con tanto cuidado se había logrado en Buenos Aires, Lima y Panamá y podría incitar a las repúblicas americanas a proceder “inconscientemente al transitar el inexplorado camino de la no beligerancia.”

Cuando comenzó la guerra en Europa, los problemas económicos alcanzaron proporciones críticas, como había sucedido a comienzos de la Primera Guerra Mundial, se produjo pánico financiero y el temor de que la Argentina no pudiera vender sus cosechas o importar los productos manufacturados que constituían una necesidad vital. La Argentina disponía de grandes excedentes de mail, trigo y carne que constituían la savia vital de la nación, a menos que la Argentina pudiera exportar estos bienes, no podría obtener las divisas extranjeras necesarias para pagar las deudas del país, importar materiales para sus recientes industrias o hacer funcionar el gobierno. Todos los argentinos políticamente activos sostenían que la Argentina no podría afrontar la cooperación con los Estados Unidos en una guerra en contra de las potencias europeas a menos que este país ofreciera un mercado para el excedente exportable de productos agrícolas argentinos. Los elementos más nacionalistas de la sociedad, que anhelaban una victoria del Eje, ciertamente no iban a hacer nada que pudiera afectar de modo alguno los mercados de la Argentina después de una guerra europea.

Los Estados Unidos debían actuar positivamente para ganar la cooperación de la Argentina. El gobierno de Ortiz hizo todo lo posible para poner en evidencia su amistad con los Estados Unidos y demostrar ser un miembro leal de la comunidad interamericana. El problema era que el contexto de las relaciones entre las dos naciones y su historia, tales esfuerzos resultaron altamente onerosos para Ortiz en la medida en que el gobierno estadounidense permaneció insensible a la situación interna de la Argentina.

Los argentinos participaron de la condena general a la agresión alemana contra Polonia y expresaron su simpatía por las potencias democráticas. Inmediatamente después del inicio de las hostilidades, el 1° de septiembre de 1939, el canciller Cantilo convocó a una consulta interamericana y rápidamente expresó con el plan de los Estados Unidos de realizar un encuentro en Panamá. La política exterior argentina tenía por objetivo evitar involucrar al país en la guerra manteniendo los vínculos comerciales tradicionales con Europa.

La principal estrategia de Estados Unidos era consistía en lograr compromisos militares específicos de los países individuales. Las declaraciones políticas continuaban siendo vagas, sobre el supuesto de que la significativa cooperación política se construiría sobre una solida base de acuerdos militares bilaterales. A cambio de los compromisos militares, el Departamento de Estado ofrecía la única ayuda que tenía para dar: créditos del Banco de Exportaciones – Importaciones. Ni la propuesta de no beligerancia ni las exigencias argentinas de financiamientos a largo plazo y acuerdos de comercialización se adecuaban a la estrategia norteamericana. El Departamento no podía llegar a un acuerdo con la Argentina y el mismo tiempo ayudar a la administración de Ortiz, en parte porque no relacionaba inmediatamente la propuesta de no beligerancia con la conversación económica ni apreciaba la seriedad de la crisis en la Argentina y porque era muy poco flexible en sus negociaciones comerciales con los argentinos.

CAPÍTULO VIII: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. LOS ESTADOS UNIDOS PERSIGUEN A LA ARGENTINA.

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Los altos jefes militares estadounidenses estaban intentando moderar las audaces declaraciones de Flanklin Roosevelt y limitar el entusiasmo del Departamento de Estado por la defensa hemisférica, porque tenían plena conciencia de que ninguno de los países de la región era capaz de cumplir sus compromisos y que los Estados Unidos no estaban en posición de proporcionarles los equipos necesarios para hacerlo.

El compromiso inicial de romper con el Eje se iba haciendo cada vez más difícil de cumplir sin alguna evidencia tangible de que dicha acción beneficiaría a la nación. Storni aceptó poner por escrito el compromiso argentino de romper relaciones con el Eje. Insistía en que su gobierno no ahorraría esfuerzos por cumplir con las obligaciones asumidas.

La carta de Storni concluía con un pedido de comprensión y amistad por parte de los Estados Unidos con respecto al gobierno de Ramírez durante su difícil período inicial. El tono de la respuesta de Hull fue lacerante, critico muy duramente al gobierno argentino por no cumplir con sus obligaciones. Hull le pidió a Churchill que no renovara el contrato para la compra de carne vacuna argentina, pero que comprara la carne que necesitaba. Le ofreció embarques especiales de carne de cerdo estadounidense en el caso de que los argentinos retuvieran los envíos de carne. Churchill no le hizo caso.

El factor que terminó por socavar la política de Hull fue un cambio en el modo de sentir de los argentinos. Cuando Perón accedió al poder en 1945, su gobierno adopto una postura más flexible respecto a los Estados Unidos. Deseaba un tratado económico de posguerra con Gran Bretaña.

El periodo de la guerra dejó un amargo legado en las relaciones entre Argentina y los Estados Unidos. Estos problemas se han atribuido a las divisiones internas en el gobierno estadounidense, la confusión y la indecisión en el proceso de elaboración de políticas de los Estados Unidos. Pero desde la perspectiva argentina, todas las variaciones de la política estadounidense durante el periodo tenían como objetivo principal la afirmación de la hegemonía de los Estados Unidos en el hemisferio. Todas esas políticas fueron consideradas amezantes para los intereses nacionales por parte de los gobiernos que tuvo la Argentina durante ese período.