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Prof. Fredy CUSI LAURA.
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Prof. Fredy CUSI LAURA.
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INTRODUCCIÓN
Un 4 de noviembre del año de 1780, Túpac Amaru II nos legó un extraordinario y edificante
ejemplo de amor a la justicia hasta el extremo de inmolar la vida por el cumplimiento equitativo
de sus fueros autóctonos. De esta forma deja indeleble constancia de que la historia no se forja
para rememorar episodios sino para reflexionar sobre el camino hacia el futuro y para beber del
pasado enseñanzas que deben ser transmitidas con la frescura del presente.
Túpac Amaru II viajó al Cusco y Lima para conseguir precisamente ese anhelo personal de
justicia y fracasó porque reclamaba la supresión de los Corregimientos, la modificación del abusivo
servicio de la mita, la creación de la audiencia del Cusco, la reducción de tributos, el mejoramiento
del trato en los obrajes. Y que se legislara con la mayor sensibilidad humana el trabajo en las mi-
nas. Es decir pedía justicia a la Corona española para los que nacieron en estas tierras antes que
viniera España.
Agotadas todas las gestiones al alcance de sus buenos propósitos, Túpac Amaru II com-
prendió que ante la intransigencia, el único camino era la rebelión contra el orden constituido. Fue
así como el 4 de noviembre de 1780 hizo estallar el movimiento de protesta armada, tomando
prisionero Túpac Amaru II al cruel Corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga, quien murió en la hor-
ca.
Luego, el rebelde organizó sus tropas venciendo en Sangarará (18 de noviembre) a las fuer-
zas españolas y el 28 de diciembre, dominando las alturas, estableció el sitio del Cusco. El 10 de
enero de 1781 suspendió el bloqueo y retornó a Tinta mientras que en el Cusco los realistas orga-
nizaban y reforzaban un ejército poderoso.
En Checacupe, Cambapata y Tinta, el rebelde Túpac Amaru II sufrió graves reveses, siendo
perseguido y apresado en Bangui, fue conducido al Cusco donde se le instauró un proceso sumario
que concluyó con su sentencia a la pena de muerte.
Su extraordinaria esposa, Micaela Bastidas, quien tuvo a su cargo la organización de la re-
taguardia y su más inmediata lugarteniente, también cayó prisionera. Esta luchadora proporcionó
a su marido rebelde desde pan hasta cañones.
El 18 de mayo de 1781 fue viernes. Y ese día se realizó en la plaza de Huacaypata (hoy plaza
de armas del Cusco) el suceso más sangriento, cruel y despiadado que registra la historia del en-
cuentro de dos mundos.
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Túpac Amaru II, primero, fue obligado a contemplar el suplicio de sus seguidores Berdejo,
Castelo y la Bastidas que fueron ahorcados en forma simple. Al ex esclavo negro Oblitas lo lanza-
ron desde una escalera, después lo arrastraron y finalmente lo ahorcaron por haber sido el verdu-
go del Corregidor Arriaga. Su cabeza fue remitida a Tinta.
Hipólito Túpac Amaru, hijo mayor del caudillo, y su tío Francisco sufrieron igual pena, con
el agregado de que previamente les cortaron la lengua. Y a la valerosa Cacique Tomasa Tito Con-
demayta le dieron garrote sobre un tabladillo con torno de hierro.
Micaela Bastidas murió ahorcada y rematada a patadas. Cuando le llegó el turno al gran
caudillo le abrieron la boca y le cortaron la lengua y cuatro caballos tiraron de sus miembros, la
fortaleza física de Túpac Amaru II evitó que fuera desmembrado y el sanguinario visitador Areche
ordenó decapitarlo. El cuerpo fue descuartizado. Su cabeza fue remitida a Tinta y sus brazos a
Tungasuca y Carabaya mientras que sus piernas a Santa Rosa y Lívitaca.
Uno de los brazos de Micaela Bastidas fue enviado a Tungasuca y el otro a la ciudad blanca.
Fue colgada para escarmiento del pueblo en la primera cuadra de lo que hoy es la Calle Manuel
Muñoz Nájar, que por tal motivo durante un largo tiempo fue llamada como la calle de la mano.
Sirva este resumen para rendir el homenaje de admiración más profundo a este caudillo
que sacrificó su vida y la de los suyos por anhelar la vigencia e imperio de las leyes, de la justicia,
de la confraternidad humana.
Y sirva asimismo para inculcar en las generaciones jóvenes la admiración y gratitud incon-
mensurables para quienes como éste rebelde, Micaela Bastidas y su grupo de heroicos peruanos,
escribieron con su sangre un capítulo admirable de valor y fe en nuestros destinos.
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I. LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU II, VISTA POR DIFERENTES ESTUDIOSOS
1. TÚPAC AMARU (1738 - 1781)
José Gabriel Condorcanqui tomó el nombre
de su antepasado Túpac Amaru, que fue el último
Inca ejecutado en el Cusco. Fue cacique de Surima-
na, Tungasuca y Pampamarca. Nació en 1738 y cur-
só estudios en el Cusco en el Colegio de San Francis-
co de Borja. Fue un hombre culto y acaudalado.
Trabajaba como arriero transportando mercancías
desde el Cusco hasta Alto Perú con 350 mulas de su
propiedad. También sabía de leyes y en 1776 pre-
sentó una petición formal para que los indios fueran
liberados del trabajo obligatorio en las minas. Ante
la negativa de la Audiencia de Lima, decidió tomar
medidas más radicales. En 1780 encabezó la insu-
rrección popular más grande en la historia del Vi-
rreynato. Si bien al comienzo el movimiento reco-
noció la autoridad española de la Corona, más adelante se convirtió en un movimiento indepen-
dentista. El 18 de mayo de 1781, Túpac Amaru II fue ejecutado en la Plaza del Cusco junto con su
esposa y consejera Micaela Bastidas.
2. EL PERSONAJE Y EL MEDIO ()
José Gabriel Condorcanqui Noguera Túpac Amaru II, cacique de Pampamarca, Tungasuca y
Surimana, tenía un origen ilustre y simbólico.
Descendía en línea recta de doña Juana Pilcowaco, hija del último inca Túpac Amaru, ajusti-
ciado por el Virrey Toledo en la Plaza del Cusco el año 1572. Su genealogía estaba oficialmente
reconocida por sucesivos Virreyes desde 1609 y acatada por los Corregidores del Cusco y Tinta...
José Gabriel nació en la provincia de Tinta, Probablemente en el pueblo de Surimana - lugar de
residencia de su padre, el gobernador -, el 19 de marzo del año 1738. Era hijo segundo de don Mi-
guel Condorcanki y de doña Rosa Noguera... Su madre murió repentinamente y fue enterrada en
el pueblo de Surimana, a la edad de 30 años. Más tarde, al fallecer el primogénito Clemente, José
Gabriel quedó como único y legítimo heredero del cacicazgo paterno. Al enviudar, don Miguel se
CARLOS DANIEL VALCÁRCEL: "La rebelión de Túpac Amaru", Ediciones Peisa, Lima, 1973.
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casó con doña Ventura Mojarras, criolla del pueblo de Tinta. El matrimonio tuvo un hijo, llamado
Juan Bautista. Si José Gabriel fallecía o por algún motivo renunciaba, el título recaería sobre su
medio hermano...
Cuando el niño José Gabriel quedó huérfano, desempeñaron sucesivamente el papel de
tutores y caciques interinos sus tíos paterno y materno. Con el fin de dar al niño una educación
esmerada, se escogió como maestros suyos a eclesiásticos que a la vez que lo instruían pudieran
educarlo religiosa y moralmente. Tendría 10 años cuando ingresó en el Colegio de Caciques de San
Francisco de Borja, en el Cusco. Por su aplicación y buena conducta fue muy apreciado por sus
maestros. Años más tarde, estando en Lima por asuntos judiciales, su constante interés en aumen-
tar sus conocimientos parece que lo llevó a escuchar clases de Artes en la Universidad de San Mar-
cos. Al frisar los 20 años contrajo matrimonio (25/05/1760) con doña Micaela Bastidas Payucawa,
natural del pueblo de Pampamarca. De esta unión nacieron tres hijos varones: Hipólito en 1761,
Mariano en 1762 y Fernando en 1768, todos los hijos del cacique fueron bautizados por el Cura
Antonio López de Sosa. Y en el nuevo hogar, Túpac Amaru respondió al apelativo íntimo de "Che-
pe" y su esposa al de "Mica" o "Micaco".
... Fue sólo a fines de 1766, pasados los 25 años, cuando comenzó a reclamar su reconoci-
miento oficial como cacique y pedir la ratificación de su calidad de legítimo descendiente del Inca
Túpac Amaru. Además del título de cacique, como herencia recibió 70 piaras de mulas con las que
se dedicó al transporte de mercancías, ganando el mote de "arriero", despectivo en labios penin-
sulares".
3. TÚPAC AMARU Y EL INICIO DE LA EMANCIPACIÓN (*)
Dentro de la cronología de la
historia peruana, se ha llegado a
establecer últimamente que la se-
gunda mitad del Siglo XVIII forma
parte de un proceso emancipador.
Es difícil precisar cuándo empieza
este proceso que se manifiesta pri-
mero en las conciencias. La emanci-
pación es inicialmente problema
íntimo y personal, y después comu-
nitario. Sus primeros síntomas se descubren en el ámbito personal, de allí la dificultad de estable-
* JORGE ROSALES AGUIRRE. "Túpac Amaru", Biblioteca Hombres del Perú. Hernán Alva Orlandini, Lima,
1964.
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cer su punto de partida. Pero es necesario señalar un momento que sea el inicial, aquel "en que
los fermentos revolucionarios del siglo produzcan en nuestra superficie histórica algún disloque,
alguna violencia capaz de transferir de un modo claro y patente al plano de las conciencias lo que
ha estado operando latente y subconscientemente". En otras palabras, debemos precisar un he-
cho que ponga de relieve una serie de circunstancias que se encontraban ocultas al ánimo de las
gentes. Ese momento estaría en 1780, año en que José Gabriel Túpac Amaru se levantó contra el
abuso del Corregidor y la mala organización del trabajo en las minas. Su movimiento produjo "una
profunda conmoción en el Perú, grandes transformaciones internas y amplias resonancias ameri-
canas, la sostenida actitud rebelde del Cacique, sus indudables lecciones de valentía y arrogancia
frente a la autoridad española, el prestigio mítico de las reminiscencias incaicas que gustaba usar,
su hondo espíritu de justicia social, la crueldad de la represión, el triunfo claro de muchos de los
postulados y de las banderas de levantamiento, su presión de los corregidores, creación de la Au-
diencia del Cusco, el cambio y la novedad que van a traer las intendencias, todo confiere a la fecha
un innegable valor de arranque". Como bien dice César Pacheco, no existe en la mitad del Siglo
XVIII otro acontecimiento de mayor trascendencia para el Virreinato peruano, que el levantamien-
to de Túpac Amaru. Por eso la consideramos como el inicio de nuestra etapa emancipadora, por
que representa el momento en que se actualizan los gérmenes revolucionarios que desde épocas
anteriores se han ido formando a lo largo del territorio.
4. EL SIGLO XVIII (*)
El análisis en términos de "coyunturas de
rebelión o intranquilidad social" hace posible obser-
var que hubo algunos momentos particulares du-
rante el Siglo XVIII que reactivaron las contradiccio-
nes dentro de la estructura Colonial y, por lo tanto,
crearon condiciones de descontento general (y no
sólo local).
Con esta aproximación ha sido posible de-
tectar tras coyunturas de rebelión en el curso del
siglo XVIII. La Primera tuvo lugar entre 1726-37, durante el gobierno del Virrey Castelfuerte, cuyos
decididos esfuerzos por incrementar los ingresos de la Real Hacienda, principalmente a través del
tributo indígena y la mita minera, generaron una ola de descontento social.
* SCARLETT O'PHELAN: "Un Siglo de Rebeliones Anticoloniales Perú y Bolivia, 1700-1783", Centro de
Estudios Andinos Bartolomé de las Casas, Cusco, 1988.
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El Segundo periodo de intranquilidad coincide con la legalización del reparto (1751-56),
aunque como resultado de ésta medida económica sólo parecen haber estallado revueltas desar-
ticuladas y, fundamentalmente, en áreas que se hallaban bajo presión económica por otros facto-
res, tales como la mita minera y los diezmos. Estas provincias, indudablemente fueron más sensi-
bles al reparto, el cual significó un incremento real en la carga económica de las Comunidades.
La Tercera coyuntura de rebelión fue estimulada por las Reformas Borbónicas llevadas a
cabo por el visitador José Antonio de Areche desde 1777 en adelante. Me parece que estas medi-
das, que por cierto marcaron un punto decisivo en la política fiscal, incrementaron la presión sobre
la producción y el comercio.
Las reformas afectaron a la mayoría de los sectores sociales, entre ellos a los más dinámi-
cos, cuyo resentimiento contra la corona culminó con la Gran Rebelión de 1780 - 1781.
5. LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU (1780 - 1783)(*)
La rebelión estalló el 4 de noviembre de 1780
con la captura del corregidor español de la provincia de
Tinta, Antonio de Arriaga. Fue ejecutado en la plaza de
Tungasuca el 9 de noviembre, la causa alegada por los
rebeldes para explicar este asesinato fue los innumera-
bles abusos cometidos contra los indígenas.
El movimiento se expandió rápidamente. El 16 de
noviembre Túpac Amaru proclamó la abolición de la
esclavitud. Dos días más tarde se llevó a cabo la batalla
de Sangarará. En ella las fuerzas rebeldes derrotaron al
ejército realista dirigidos por Tiburcio Landa.
Después de la batalla de Sangarará la rebelión tomó un carácter más radical dentro de las
fuerzas rebeldes, no vieron en Túpac Amaru II Sólo a un jefe político, sino al Inca que había venido
a salvarlos y a establecer un nuevo mundo. En este sentido se puede decir que el movimiento de
Túpac Amaru II tuvo un carácter mesiánico y que su líder adoptó un carácter semidivino. La radica-
lización de la rebelión determinó el fin del apoyo de algunos mestizos y, sobre todo, de los criollos.
Estos dos grupos pensaban que Túpac Amaru II ya no era capaz de controlar a las masas.
* ROCÍO CHIRINOS Y MARÍA LUISA PALACIOS: "Historia del Perú III" Tercer Milenio S.A., Lima, 1994.
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Túpac Amaru II no supo aprovechar la
victoria de Sangarará. En lugar de atacar el
Cusco se dirigió a la zona del Collao y, en di-
ciembre de 1780, invadió el Alto Perú. Ese
mismo mes el visitador Areche decretó la
abolición del reparto de mercaderías.
En enero de 1781 Túpac Amaru II ata-
có el Cusco, pero ya era demasiado tarde.
Pocos meses después, en abril, fue derrotado
y capturado en tinta por el ejército realista,
encabezado por el propio visitador Areche, y
José del Valle... El 18 de mayo de 1781 Túpac Amaru II fue ejecutado en la plaza de Cusco, junto
con su esposa Micaela Bastidas y su hijo Hipólito, por orden del visitador Areche.
6. TÚPAC AMARU Y EL MESIANISMO ANDINO (*)
Para que Túpac Amaru se presentara como mesías bastaba... que fuera reconocido como
INKA; ciertamente, esto es independiente de la interpretación de las autoridades españolas de la
época, pues para ellas Túpac Amaru actuaba únicamente con un criterio Político, pero para el
hombre andino su gesto hallábase cargado de un simbolismo sagrado, marginal incluso al recono-
cimiento que las autoridades españolas pudieran hacer de su condición de descendiente de los
incas cusqueños. Esto último bien podría estar dirigido a lograr prestigio entre los sectores más
aculturados de la sociedad andina colonial, y también en el grupo criollo. Una idea de lo que pen-
saba la gente andina sobre Túpac Amaru, puede hallarse en los bandos que fueron emitidos en
sublevaciones vinculadas a la suya, o derivadas de ella, donde aún después de ejecutado el diri-
gente cusqueño se le presentaba como morador en el Gran Paititi, y se le reconocía como INKA; tal
ocurrió en Huarochirí en 1783.
En términos generales, los dirigentes Tupamaristas empleaban un prestigio sagrado reco-
nocido por la gente que los seguía; mencionábase entre otras el caso de Pedro Challco, ayacu-
chano, de quien se afirmaba que había hecho milagros, por ejemplo, salvando el ganado despeña-
do. Se mantuvo, entonces, al interior de la sublevación de Túpac Amaru, el prestigio religioso tra-
dicionalmente reconocido a los Curacas y, por cierto, al INKA, y también se hizo uso de estas atri-
buciones para otorgar al pasado incaico la imagen de una edad de oro, a la cual se merecía y an-
siaba volver. Ello iba de la mano con el cultivo deliberado del propio pasado, ahora concebido co-
* FRANKLIN PEASE G. Y.: "Hombre e Historia II", Ediciones Edubanco, Lima, 1992.
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mo esperanza recuperable. Por ello extraña que desde mucho tiempo antes del estallido de la
rebelión de Túpac Amaru, la gente andina hablara del tiempo del INKA como una época idealizada
y gloriosa.
6.1. LAS REVOLUCIONES TUPAMARISTAS (temas en debate)
El reputado historiador Alberto Flores Galindo, en el siguiente artículo que inicialmente
apareció publicado en el número 13 de la Revista Andina (Julio de 1983), hace un recuento de los
estudios sobre la revolución de Túpac Amaru y, al mismo tiempo, focaliza su atención en los temas
que podrían guiar fructuosamente las nuevas indagaciones: la vuelta a la historia política propia-
mente dicha; la vida campesina; la relación entre revolución y región; y la memoria colectiva.
En estos diez últimos años, algunos libros, monografías y ensayos han modificado de mane-
ra sustancial nuestra visión de la revolución Tupamarista. Queda atrás la imagen de un estallido
inexplicable de violencia. También se ha olvidado, felizmente, la discusión sobre Túpac Amaru y la
independencia; sí fue fidelista, reformista o separatista. Ya no se razona el Siglo XVIII desde la in-
dependencia criolla. Por el contrario, algunos de los trabajadores más relevantes han buscado si-
tuar la revolución de 1780 en el interior de un prolongado ciclo secular de agitaciones campesinas
(O'phelan 1981, 1985). La imagen nítida de una rebelión indígena ha sido sustituida por la de un
movimiento complejo, en el que hace falta distinguir por lo menos entre dirigentes y masas y tam-
bién entre una y otra región. Parece que mientras en el Cusco hay una dirección claramente jerar-
quizada y se busca articular intereses de distintas castas, en el altiplano el movimiento adquiere
una dimensión colectiva y una composición bastante más homogénea. Serían algunas de las dife-
rencias entre amarus y cataris. Entonces surge la imagen no de una, sino de varias revoluciones
(Hidalgo 1983 y Cajias 1983).
Ahora ya no interesa narrar los hechos, sino razonarlos y establecer algunas explicaciones.
¿por qué se producen las rebeliones? Hay una vieja respuesta: la explotación colonial, la miseria
de los indígenas, la mita minera. Este último tema ha sido replanteado por Magnus Mórner. Hay
dos respuestas nuevas. La primera establece una correlación estrecha entre las rebeliones del Si-
glo XVIII (Incluido Túpac Amaru II) y los repartos de mercancías que de manera compulsiva hacen
los corregidores en sus provincias, la intensificación del reparto alienta las respuestas violentas de
los indígenas (Golte 1980). La revolución de 1780 empieza justamente con un Corregidor ahorca-
do. La segunda respuesta quiere llamar la atención sobre las reformas borbónicas y la manera có-
mo estas, mediante el incremento de impuestos o la marginación de los criollos, afectan a toda la
población colonial. (O'phelan 1983). Se desmantela el Estado Patrimonial sin llegar a sustituirlo por
un Estado Moderno, la revolución como resistencia a las reformas.
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Años atrás, Karen Spalding se refirió al carácter colonial de las rebeliones del Siglo XVIII.
Después, Miguel Maticorena ha argumentado que el proyecto tupamarista de restitución monár-
quica se inscribió dentro de una concepción estamental y jerárquica de la sociedad. ¿Qué tan radi-
cal fue la ruptura entre los revolucionarios y el orden colonial?, ¿Era una revolución para cambiar
o para conservar un mundo?, ¿Contra la ilustración y en defensa de ciertas tradiciones?. Estas pre-
guntas esperan respuestas a pesar que uno de los nuevos temas de investigación es la ideología de
los rebeldes.
En los marcos de un análisis convencional de contenido. Luis Durand ha leído las cartas,
proclamas y bandos tupamaristas, para sustentar la imagen de una concepción nacional e integra-
dora en Túpac Amaru. Pacheco Véles parece compartir esa versión ¿Pero es la única lectura posi-
ble?, ¿Cómo se leyeron esos textos en el Siglo XVIII? Miguel Maticorena nos habla de una idea
vertebral en ellos, la de cuerpo de nación, con un contenido corporativo, vinculada a tradiciones
políticas muy distintas de las liberales (Suárez, por ejemplo). pero aparte de situar los textos en
relación con la cultura española del setecientos, hay que pensar que han sido escritos por perso-
najes como el mismo Túpac Amaru, conocer otra lengua y se dirigen a hablantes no sólo de espa-
ñol, sino también de quechua, Jan Szeminski (1984) ha intentado una lectura andina de esos tex-
tos.
El problema de una lectura andina es justamente cómo hacerla. Hay que determinar pre-
viamente qué se entiende por andino, de lo contrario se puede terminar cometiendo más de una
arbitrariedad. Para Szeminski lo andino es Huamán Poma y un texto que sobre el Taqui Onkoy fue
"revelado" por el antropólogo Abdón Yaranga Valderrama; lo andino es la estructura de parentes-
co y de organización espacial que propone Tom Zuidema. Pero entre el Siglo XVI y el Siglo XX, el
contenido de lo andino puede haber cambiado. El supuesto que podemos advertir en el razona-
miento de Szeminski es el de una identidad cultural que trasciende el tiempo y los cambios, lo que
no resulta precisamente muy histórico.
Pero más allá de esta discusión, surge una interrogante: ¿La ideología de Túpac Amaru es la
ideología de los rebeldes? Varios historiadores han querido distinguir entre dirigentes y masas
(Choy, Flores Galindo 1976). Los seguidores de Túpac Amaru parecen ser anónimos campesinos
(chacareros se diría en la época) que viven en pueblos agrícolas y ganaderos de Canas y Canchis.
Mórner y Trelles (1985) han conseguido ubicar a esos pueblos sobre el mapa cusqueño. El proble-
ma consiste, entonces, en saber cómo aproximarse a la ideología de quienes no tenían acceso a la
escritura. El comportamiento de los rebeldes podría ser un medio. A la descripción de las acciones
han recurrido con perspicacia Szeminski e Hidalgo, el primero para responder a una pregunta ele-
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mental, pero cuya respuesta resulta muy relevadora: ¿Por qué los rebeldes mataron a españo-
les? El segundo, preocupado por rastrear concepciones mesiánicas y milenaristas, por la cultura
popular, conformada, al parecer, como una peculiar amalgama entre ideas andinas y cristianas,
donde el Inca aparece avalado por las profecías de santos católicos como Santa Rosa o San Fran-
cisco Solano.
En el texto de Hidalgo sobre Amarus y Cataris (1983) se indaga acerca de los lugares en los
que circulaban las ideas que conformaban la cultura popular dela época. Las chicherías son uno de
esos lugares. Scarlett O'phelan ha mostrado la conexión entre rebeliones y fiestas. Un tema desa-
rrollado en México por Taylor queda pendiente: el consumo de alcohol y la protesta social. ¿Cómo
la inconformidad individual se convierte en protesta colectiva?. Estas preguntas nos muestran el
derrotero de una historiografía que comienza a interesarse no sólo por los factores estructurales
(repartos, reformas borbónicas), sino además por las vivencias y la misma lógica de los actores
sociales. Así como se han hecho biografías de Túpac Amaru (Lewin 1967; Valcárcel 1977; Vega
1969), faltaría la biografía (o las biografías) de algunos anónimos tupamaristas, los documentos
permiten una comprensión muy directa de ciertos personajes. Pienso, por ejemplo, en los proce-
sos judiciales seguidos a los tupamaristas, publicados por la Comisión Nacional del Bicentenario de
la Revolución de Túpac Amaru. Han sido expurgados por algunos historiadores (O'pelan 1981, Flo-
res Galindo 1976), pero evidentemente no han sido agotados.
Desde que la colección del Sesquicentenario de la independencia publicó en 1971 cuatro
volúmenes sobre Túpac Amaru, la edición de documentos ha proseguido y a las referencias ya
mencionadas se pueden añadir algunas otras, como, por ejemplo, los documentos sobre las rela-
ciones entre Túpac Amaru y la iglesia, la edición de la memoria del Virrey Jáuregui, el diario de
Diez de Medina, etc. estos materiales editados pueden ser leídos una y otra vez, cotejados entre
sí, y con un análisis cuidadoso, quizá auxiliado por la lingüística como lo han hecho algunos histo-
riadores de la revolución francesa (Regin Robin), se puede arribar a algunas nuevas apreciaciones.
Queda siempre el trabajo en los archivos, la búsqueda de nuevas fuentes en el campo. Volveremos
sobre este puente más adelante.
Entre otros, hay cuatro temas que, a mí entender, podrían guiar fructíferamente las nuevas
indagaciones.
6.1.1. VOLVER A LA HISTORIA POLÍTICA.- La historia política entendida como relato de aconteci-
mientos hace tiempo que cayó en descrédito. Pero existen otras maneras de entender el análisis
político. Scarlett O'phelan se ha referido a la organización vertical de los Tupamaristas. En la cima,
Túpac Amaru como Inca Rey, rodeado por sus colaboradores más cercanos (generalmente parien-
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tes) y luego una jerarquía de autoridades. Este modelo parece contrapuesto al que implementa
Túpac Catari: intervención directa de los cabildos campesinos (Hidalgo 1983). Pero estos cabildos
no sólo actúan en La Paz, también encontramos manifestaciones de ellos en otros lugares, por
ejemplo en Pucará, donde organizan la sublevación, deponen a una autoridad y eligen a otra ¿una
democracia campesina? Esas rebeliones del Siglo XVIII son una ocasión privilegiada para discutir la
vigencia de tradiciones democráticas y autoritarias en el mundo andino ¿Qué se entiende por go-
bierno y poder?, ¿Cómo se toman las decisiones?, ¿Cuál es la relación entre consenso y violencia?
6.1.2. LA VIDA CAMPESINA.- Tandeter y Wachtel han querido aproximarse a la coyuntura econó-
mica del sur andino a partir de los precios (Libros de los Franciscanos de Potosí). Han recurrido
también a los diezmos para proponer la imagen de una producción agrícola en ascenso que tropie-
za hacia 1780 con la saturación de los mercados locales. Esta apreciación fue resultado también de
algunas monografías sobre haciendas de la región (Polo 1976, Glave y Remy 1983). Pero ¿Qué ocu-
rre con la producción campesina?. Un estudio reciente de O'pelan (1986) nos acerca a las ferias,
aunque desde la perspectiva de los grandes comerciantes cusqueños. ¿Qué ocurre en las parcelas
campesinas?. No sólo interesa la producción de las comunidades, también su organización social y
política. ¿Por qué algunos se sublevaron y otros no?.
Se han ensayado aproximaciones a la demografía de esos pueblos cusqueños (Burga 1981).
Haría falta ir más allá del recuerdo de bautismo y defunciones, para ocuparse de las migraciones,
la composición étnica (Hinojosa 1987) y todavía más, llegar hasta el parentesco y la reconstrucción
de familias. ¿Persiste, como plantea Zuidema, todavía el parentesco bilateral?, ¿Qué es la familia
andina?, temas de la vida cotidiana que nos pueden llevar a la religiosidad, la vida sexual, las men-
talidades colectivas; como ha hecho Ward Stavig, sobre los pueblos de Canas y Canchis. Para el
entramado de la vida cotidiana, aparte de las fuentes parroquiales, Stavig, muestra la riqueza de
los testimonios judiciales, la criminalidad, el bandolerismo, el robo: la dimensión cotidiana de la
violencia.
La cultura campesina deja sus mejores testimonios por lo general alrededor del púlpito y el
confesionario. Pero en el Cusco, el Archivo Arzobispal, a pesar de haber sido catalogado y ordena-
do, está compuesto apenas por los restos de fuentes que se han perdido, han sido ocultadas o
depredadas. Algo similar ha sucedido en algunas parroquias de provincias, lo raro es que allí don-
de faltan libros de fábricas o de bautismo, por lo general se trata de parroquias Tupamaristas, co-
mo Surimana o Tungasuca. Se comienza a sospechar sobre estas pérdidas y no todas pueden ser
achacadas a la acción de los Tupamaristas (que efectivamente incendiaron algunas iglesias y que-
maron algunos libros). Huertas y Carnero (1983) se han hecho al respecto algunas preguntas per-
tinentes sobre los archivos cusqueños:
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"¿Cómo entender, por ejemplo, que no existe documento alguno sobre diezmos para toda
la primera mitad del Siglo XVIII?, ¿A qué se debe la sistemática ausencia de los diezmos y las taz-
mías del Tinta para la época escenario de la revolución de Túpac Amaru?.
6.1.3. REVOLUCIÓN Y REGIÓN.- El problema de la revolución tupamarista no se agota en el Cusco.
Había que releer a Boleslao Lewin y recuperar esa dimensión continental en la que él se ubicaba.
Es un anacronismo razonar el Siglo XVIII a partir de las divisiones políticas contemporáneas. En-
tonces no existían los actuales Estados nacionales. Recién se había establecido el Virreynato del
Río de la Plata y esa frontera política no correspondía con la frontera económica. Además, ese sur
andino escenario de las revueltas de los Amarus y los Cataris tiene un cierto perfil regional, resul-
tado de su emplazamiento intermedio entre los polos económicos de Lima y Buenos Aires, y resul-
tado también de su propia dinámica económica: centros mineros (Potosí), ciudades (Cusco, Are-
quipa, La Paz), producción agropecuaria (azúcar, coca, maíz), manufacturas (telas, aguardientes).
Los vacíos documentales advertidos en el Cusco quizá podrían subsanarse con la documen-
tación de otros lugares (archivos de Sucre y Buenos Aires). Pero tal vez sea necesario salir fuera de
los archivos, ir a los mismos pueblos. El estudio de las casas-haciendas, del trazado y las edificacio-
nes de los pueblos, de la construcción y el artesano de las iglesias, como lo ha indicado el arquitec-
to Ramón Gutiérrez, puede acercarnos por la vía de los testimonios materiales al conocimiento del
mundo rural.
El estudio de la región no sólo debe abarcar la vida económica y la vida cultural, también
puede dar una perspectiva diferente cuando se regresa a la historia política. Ese sur andino tuvo
un derrotero particular después de la revolución tupamarista. Vienen años de una relativa tranqui-
lidad, interrumpidos por los pronunciamientos urbanos y las revoluciones de 1809 (La Paz) o 1814
(Cusco). En los años que siguen, ese será el escenario donde se enfrentan los ejércitos patriotas de
Buenos Aires contra las tropas realistas, alentados desde Lima. La rivalidad económica adquiere
significación política. Entre tanto, la región irá definiendo una identidad nacional. Pero ocurre un
brusco cambio: el escenario de revoluciones se convierte, a partir de 1820, en la segura retaguar-
dia realista. Allí, en 1824, se concentran las mejores tropas de La Serna. ¿Cómo entender esta mu-
tación política?. Algunos han aludido a esa estela de miedo que dejó tras sí la revuelta de Túpac
Amaru II, pero en contra de este argumento están las conspiraciones de 1805 y, sobre todo, la
revolución de los hermanos Angulo. Luis Durand ha discutido el problema en su libro Criollos en
conflicto (1985), el cual -sin que esto signifique negar su interés- se limita fundamentalmente al
Cusco.
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6.1.4. LA MEMORIA COLECTIVA.- El tema anterior plantea la conexión entre acontecimientos y
recuerdo. Pablo Macera se ha preguntado sobre la manera cómo las poblaciones andinas procesa-
ron las derrotas de 1780-82 y 1814. Un testimonio excepcional es el que dejó Tadeo Escalante: en
sus murales de Acomayo y Huaro hay una verdadera condensación plástica de las esperanzas y las
frustraciones de muchos hombres, criollos o mestizos de provincias que como él, fueron testigos
de ajusticiamiento de Túpac Amaru y sus seguidores.
El tema de la revolución en el recuerdo nos puede traer hasta hoy. Conversando con los
campesinos cusqueños, hace muchos años, Juan de la Cruz Salas, un profesor cusqueño, elaboró
un original libro sobre Túpac Amaru. Al testimonio oral ha recurrido Hidalgo para con su ayuda,
interrogar de otra manera los documentos. Un historiador aficionado, el dibujante Juan Acevedo,
ha recorrido algunos paisajes tupamarisas del Cusco para recoger versiones e imágenes para una
excepcional serie de historietas. Esto último nos indica que al lado de la memoria oral, hay una
memoria escrita y hasta gráfica que se ha venido acumulando.
Hace falta un balance de la historiografía tupamarista en el que se muestre el proceso por
el cual un personaje y un acontecimiento fueron variando en el contenido que se les atribuía y en
la valoración de los contemporáneos. Rescatar lo que escribió Mendiburú, después Jeans (1920)
Del Solar y los historiadores más recientes. Revisar el contenido de los manuales escolares y los
discursos oficiales. Observar la conformación de una iconografía. Ocuparse, por lo tanto, no sólo
de las obras de investigación; también de los textos de difusión de esos intermediarios entre los
historiadores y la sociedad, eficaces para construir una imagen colectiva. Aquí se ubican esas his-
torietas mencionadas antes. A esta altura hay varios Túpac Amaru: el personaje del pasado, el per-
sonaje recordado, el personaje recreado por el discurso histórico o el discurso oficial. Sobre esto
último recordemos la discusión en torno al monumento a Túpac Amaru en el Cusco (Tamayo He-
rrera). El tema puede ser revelador de los cambios en las mentalidades colectivas (ver los estudios
que con una perspectiva similar a la propuesta han sido hechos sobre los "camisards" o Bolívar por
Joutard y Carrera Damas, respectivamente).
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II. ENTREVISTA A HISTORIADORES SOBRE LA REVOLUCIÓN DE TÚPAC AMARU
A. ARRIERAJE Y SUBLEVACIÓN EN 1780 (LOS TÚPAC AMARUS)
Túpac Amaru Inca, su sobrino Diego Cristóbal, Túpac Catari y Pedro Vilcapaza fueron todos arrieros.
Sólo así pudieron conocer la realidad de la sociedad colonial y la forma como era explotada la población
indígena de las mitas, los obrajes y las haciendas.
La revolución de Túpac Amaru no fue un fenómeno social aislado en el Perú del Siglo XVIII. Respon-
dió a la necesidad histórica que tenía el pueblo indígena para derrotar y expulsar de tierras andinas a los
españoles. Fue la conmoción social, qué duda cabe, más importante que se produjo en el mundo andino.
Juan José Vega Bello, notable y pertinaz estudioso de la revolución de los Túpac Amaru, como así él llama
al movimiento social de 1780.
Quisiéramos empezar ésta entrevista haciéndole una pregunta que pueda resultar obvia pero que
nos ubica en el contexto histórico imprescindible ¿Cómo se encontraba el mundo andino a finales del Siglo
XVIII, en donde ya se habían producido una serie de movimientos insurreccionales contra el sistema colo-
nial español?
Se encontraba en una crisis generalizada en los tres sectores componentes de la sociedad peruana.
Una crisis que no sólo se derivaba de la decadencia de la minería sino de las propias reformas de la Corona
española que trataban de mejorar administrativamente el manejo de los virreynatos americanos. Entre
esos factores importantes de la crisis se puede mencionar la creación del Virreynato del Río de la Plata, que
seccionó considerablemente el territorio del virreynato del Perú.
Si así se hallaba la sociedad colonial ¿Cómo estaba la sociedad de indígenas que había sufrido y
continuaba sufriendo la agresión española desde 1532?.
La sociedad andina se mantenía fuerte, pero evidentemente sufría también un proceso de desgas-
te. Sin embargo, cuando se dice mundo andino yo siempre diferencio lo que podría ser la vida urbana, el
Cusco incluido, por cierto el Cusco era la segunda ciudad en número de criollos en el Perú, que en ese
tiempo era gran parte de América. Diferencio entonces el nivel urbano del sector agrario, en donde predo-
minaban fuertemente las tradiciones quechuas y aymaras. Y aún dentro del sector que llamaríamos rural
tendríamos nosotros que diferenciar a ese pequeño grupo de quechuas bastante avanzado en sus concep-
ciones, caso Túpac Amaru, del resto de la población que se mantenía en estados mucho más limitados de
avance en lo que respecta a las tecnologías occidentales.
Frente a estos dos aspectos que nos muestra la dinámica de la sociedad colonial, integrando a es-
pañoles e indígenas, ¿Cuál era la concepción ideológica que manejaban los líderes campesinos al momen-
to que se inició la revolución de 1780?.
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La lucha no fue iniciada por los líderes campesinos, la familia de los Túpac Amaru pertenecían a
lo que llamaríamos una burguesía andina, todos ellos eran hombres de arriería, es decir comerciantes pero
a la vez transportistas, que llevaban de un lado para otro diversos productos. Es por eso que en los Túpac
Amaru encontramos un pensamiento más avanzado que el resto del campesinado, porque procedía de una
clase que representaba posiciones mucho más modernas. De ese sector fue que imanó el proceso insurrec-
cional.
1. LOS ARRIEROS DE TÚPAC AMARU
¿Se puede considerar a los arrieros como un grupo social de avanzada en la sociedad andina?
Sí. No olvidemos que la mayor parte de los dirigentes de la sublevación andina fueron arrieros, y es-
to no puede ser una coincidencia. No sólo fue arriero José Gabriel Túpac Amaru el Inca, fue también arriero
Diego Cristóbal Túpac Amaru, que fue el sucesor y que gobernó más tiempo que el Inca José Gabriel, por-
que estuvo en el mando hasta enero de 1782, también fue arriero Túpac Catari, el Virrey aymara de la su-
blevación, hombre difícil, díscolo, pero de todas maneras nominado por Túpac Amaru y que lo había cono-
cido. Seguramente, como trajinante del Alto Perú. Fue arriero también Manuel Valderrama, que es el gran
caudillo de la revolución arequipeña, capítulo ignorado por la historia oficial. Y fue también arriero Pedro
Vilcapaza, el famoso líder azangarino.
¿A qué se debería la presencia masiva de arrieros en la revolución de Túpac Amaru?
Esta enorme presencia de arrieros no puede ser, evidentemente, una casualidad. Creo que obedece
a varios hechos. Primero, constituían personas ligadas a una economía, incluso, monetarizada; ellos trafica-
ban de un lado para otro llevando y a veces vendiendo productos, y sobre todo transportaban mercaderías
ajenas con fletes altos. Segundo, el ejercicio de la arriería fue una escuela (es una nueva tesis que la he
preparado en la Universidad La Cantuta), parece contradictorio, pero a qué nos referimos: el arriero tiene
que estar trasladándose de un lugar a otro permanentemente por razones de oficio; por esto Túpac Amaru,
conoció desde el Callao hasta Potosí, por lo menos de esto hay constancia, conocía el Perú, conocía la mita,
el obraje, la mina, la hacienda, el cañaveral, el feudo de las punas más altas, nadie podía saber ni los mejo-
res doctores de Lima más que Túpac Amaru, en materia de conocimiento directo del Perú.
¿Ese conocimiento de la realidad colonial y sus formas de explotación serían elementos indispen-
sables para la germinación de la revolución?
Evidentemente. Porque para transformar una realidad primero hay que conocerla, y la gran ventaja
de Túpac Amaru y de los arrieros que formaron su grupo estuvo en que merced al oficio conocían la socie-
dad colonial de un extremo a otro. Y eso es extremadamente importante porque al conocer de cerca la
greda con que estaba hecho el Perú, en todos los niveles, podían estar en condiciones de proponer algunas
soluciones.
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Sin embargo, sobre el arrieraje hay que decir más. Y yo voy a decir más, por que el arrieraje no
solo aparece como escuela sino también como vía organizativa de la sublevación, debido a que Túpac Ama-
ru lo preparó durante muchos años porque viajaba permanentemente de un lado a otro. ¿Había podido
viajar él de un sitio a otro en latitudes tan distantes de no haber sido arriero? No, porque las autoridades
españolas se habrían dado cuenta que algo anormal ocurría. No era dable que un indígena o un mestizo
oscuro estuviesen trasladándose de un lugar a otro, la profesión de arrieraje entonces cubrió durante años
el ir montando la red subversiva a lo largo de las cordilleras andinas, no había podido ser de otro modo.
2. REVOLUCIÓN PLANIFICADA
¿Nos quiere usted demostrar con la tesis que sostiene que la rebelión de Túpac Amaru no fue una
acción espontánea ni desesperada sino que fue planificada con mucha antelación?
Sí, largamente planificada. En la declaración de los procesos a Túpac Amaru y sus compañeros se
nota con claridad la existencia de una trama conspirativa de por lo menos diez años. No sólo en el Cusco
sino también en el Alto Perú, fue un trabajo largo, inclusive la búsqueda del Título de Inca por Túpac Ama-
ru, recuérdese que él vino a Lima a terminar esa gestión, tiene relación con este hecho por cuanto para
imponerse a tantos caciques de tantas tendencias, de tan diversas actuaciones, de modalidades tan distin-
tas de vida y de cultura y aun de economía porque había caciques ricos y pobres, él requería un título supe-
rior a todos ellos que solamente se lo podía dar en la tradición andina la calidad de Inca.
¿Esa concepción de la vuelta del Inca o de imponer la superioridad del Inca sobre toda la pobla-
ción indígena, qué significaba?
Es posible que en la estructura general del alzamiento existiese un anhelo reivindicativo, porque
aunque eso nunca fue expresado en forma específica coincide con el desenvolvimiento de la sublevación.
Pero, también nos encontramos con el hecho que la vía de reincorporar a un Inca a la historia actual (la del
Siglo XVIII) significaba simplemente la continuidad de un proceso que existía: la monarquía, pues el Inca era
un rey a su manera. Por eso quizás de allí venga lo de Inca-Rey. Incarrí, esa es mi tesis porque él firma do-
cumentos Inca-Rey. Él esperó a ser Inca para los indígenas, seguramente, y Rey para los criollos, los llama-
dos españoles americanos. Una simple continuidad del proceso no sólo del Incario sino de la propia colonia,
nadie pensaba en la República.
3. FRENTE DE CLASES
¿Cómo se explicaría el lenguaje que utilizó Túpac Amaru durante todo el proceso revolucionario?,
¿qué buscaba?
Se percibe el empeño de unir al Perú en forma plena a través del lenguaje en sus proclamas. Él in-
siste, a veces en forma exagerada, que tiene que ejecutar la revolución con los indígenas, criollos, mestizos,
zambos y mulatos, así consta en innumerables documentos. Esta insistencia tenía una causa: era la de unir
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al Perú. Su aspiración fue, primero, la de unir a todos los nacidos en este suelo sin distinción de razas
contra el opresor español, esa es una constante muy perceptible en toda la orientación Tupamarista.
¿Eso significa la unidad de los "de abajo" para enfrentar y derrotar a la dominación que habían
impuesto los españoles?
Evidentemente que eso fue así. De esa unidad se buscaba una mejor opción de lucha contra el po-
der español. Esta forma de ser y de actuar con alas muy grandes habría de ser la causa de la caída. Porque
una de las alas se va a quebrar muy pronto, lo que llamamos el ala más moderada y conservadora que era
la de los criollos, que por tener una posición más acomodada dentro de la sociedad urbana, y aun rural, se
habrían de apartar del movimiento muy pronto. Así Túpac Amaru tuvo que continuar con quechuas y ayma-
ras, una fracción de negros y pequeño sector de criollos.
¿Ideológicamente, cómo se puede considerar este levantamiento?, ¿Cuáles son los marcos ideo-
lógicos en los que se basó Túpac Amaru para fundamentar ante los caciques, arrieros y en general ante el
pueblo indígena su accionar y pedir su participación?
Precisar eso es muy difícil. Porque el Perú es una sociedad tan dividida, encontrar un mensaje que
una a todos es muy difícil. Ese es el gran problema contemporáneo del país, en la izquierda y la derecha. O
sea el Perú va a una fragmentación cada vez mayor exactamente por eso, cuando hay muchas divisiones
hay muchas contradicciones y va a ser difícil resolverlas todas a la vez. Por eso resulta asombroso que Tú-
pac Amaru haya tenido en sus filas desde chunchos de las altas selvas, como ocurrió con los pobladores de
San Gabán, hasta algunos doctores de San Marcos en Lima. Entonces, el proceso se volvió multiclasista y
multirracial, era un gran frente antiespañol.
En trabajos publicados por usted se habla también sobre la forma cómo actuó el indígena subleva-
do, llegando a mencionar en muchos casos la violencia extrema de los indígenas contra todo personaje
blanco o criollo.
¿Por qué se comportó así el poblador andino?
Es una confusión entre justicia y venganza, que se produce muchas veces en las revoluciones, no
sólo en el Perú, cuando no existe una ideología y un partido extremadamente verticalizado. Brota inmedia-
tamente la venganza porque así muchos sectores populares creen cumplir un anhelo de justicia social. Esto
es un elemento muy importante y que para mí fue, lo decisivo en el fracaso. Hay casos terroríficos, por
ejemplo, el caso de la ciudad de Sorata que fue tomada por las fuerzas Tupacamaristas y de 18 mil poblado-
res solamente quedaron 60 personas.
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4. FRACASO TUPACAMARISTA
¿Qué pasa con la insurrección cuando Túpac Amaru cae preso y luego asesinado?
Se radicaliza más. Se vuelve más fuerte que nunca. Otro de los más grandes engaños de la historia
oficial es que la revolución acaba con la prisión y ejecución del Inca. Esto es completamente falso, la revolu-
ción cobra mayor auge, toma mayores territorios exactamente después de la prisión del Inca.
¿El movimiento Túpac Amaru fue una revolución?
El propio Inca, José Gabriel Túpac Amaru, fue un reformista, al extremo que incluso algunos hacen-
dados criollos lo apoyaron inicialmente. Pero en el alzamiento que inició debe considerarse tres fases bien
marcadas. Los avances realmente revolucionarios se dieron en la segunda etapa, bajo el mando de Diego
Cristóbal Túpac Amaru, su primo, sucesor en el mando. Esto duró cinco meses, máximo. La revolución fra-
casó por el racismo sanguinario de numerosos lugartenientes que convirtieron en lucha de razas lo que se
había iniciado como pugnas de clases sociales. Este racismo desde abajo aplastó el avance insurreccional, lo
ahogó. El propio Inca había soportado también los embates de esta tendencia, que confundía justicia con
venganza. La tercera fase es de los jefes guerrilleros locales y sin opción nacional, caso del heroico Pedro
Vilcapaza y de otros como Andrés Ingaricona y Melchor Lahura, puneños.
¿Quiénes fueron derrotados con Túpac Amaru?
Fue la derrota de un frente de clases peruanas, que fue el anhelo de los Túpac Amaru. Este anhelo
multiclasista y polirracial fue vencido por el sector hispánico apoyado en muchos sectores del Perú que se
alinearon con el monarca.
¿Por qué Túpac Amaru vive el pensamiento colectivo del Perú?
Túpac Amaru había casi desaparecido de la conciencia popular y campesina. Creo que la resurrec-
ción de Túpac Amaru que tiene tanto vigor en el Perú contemporáneo es obra esencialmente de los maes-
tros. Son los profesores que en las aulas, especialmente primaria, han llevado a todo el Perú la imagen de
Túpac Amaru y su grandeza. Es una obra fundamentalmente magisterial que ha empezado a divulgar la
grandeza del pueblo peruano.
B. TÚPAC AMARU, SÍMBOLO ANTICOLONIALISTA
Aunque Túpac Amaru se declaró tácitamente dispuesto a reconocer el señorío del Rey de España,
no cabe duda que su intento era separatista por cuanto levantó la bandera incaista. Se consideraba des-
cendiente de los incas y, como tal, gobernante legítimo.
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La resistencia indígena contra la invasión de España y la posterior colonización, fue constante
durante todo el dominio virreynal. El Siglo XVIII, particularmente, fue ubérrimo en revueltas y rebeliones
contra dicho régimen. En este contexto se ubica el movimiento liderado por Túpac Amaru II. En la siguiente
entrevista el conocido historiador Alberto Tauro del Pino nos acerca a esta importante revolución, con el
conocimiento de causa de quien ha contribuido a la publicación de nuevas fuentes documentales.
En el momento de la rebelión de Túpac Amaru ¿Cuál era la situación del Virreynato?
De crisis. Primero por la descentralización administrativa del Virreynato que había desviado a la
ruta del comercio que ordinariamente acudía al Callao y, posteriormente, a Buenos Aires, desde la creación
del virreynato del Río de la Plata; y, en segundo lugar, crisis de carácter espiritual desde la expulsión de los
Jesuitas, ordinariamente sostenedores de la monarquía y maestros de un buen núcleo de la clase dirigente.
¿Estas causas dieron origen al levantamiento de 1780?
A estos dos motivos de crisis ideológica y económica se une la difusión de la filosofía francesa de la
Enciclopedia, que representaba nuevas actitudes respecto a la orientación política del gobierno y la repre-
sentatividad de la población.
De esta manera, el movimiento de Túpac Amaru insurge frente a la crisis y en demanda de una
rehabilitación de la posición económica y social de los indígenas.
1. REBELIÓN ANTICOLONIALISTA
Existe dos planteamientos respecto a la insurgencia tupacamarista, unos dicen que es anticolonia-
lista y otros que es antifiscal, ¿cuál es su opinión?
Fue ambas cosas, antifiscal porque protestó contra las mitas y las encomiendas. Anticolonialista
porque trataba de reivindar los títulos de los descendientes de los Incas al gobierno del Perú y contra los
métodos opresivos del dominio colonial español.
¿Cómo reaccionaron el gobierno español y sus autoridades respecto al levantamiento?
Por supuesto de absoluta oposición, de rechazo, porque atentaba contra la estabilidad del régimen
colonial y sobre todo contra la tranquilidad de que hasta entonces habían disfrutado.
Los criollos ilustrados de la época apoyaron en la protesta, ¿cuál fue su posición en todo caso?
En forma muy diversa, no puede hablarse de una reacción uniforme, porque hubo quienes simpati-
zaron con este movimiento y quienes lo rechazaron. Inclusive las posiciones aparentemente de avanzada la
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rechazaron, considerando que era un movimiento de indígenas, "solamente de indígenas", y, por lo
tanto, peligroso para las posiciones de los criollos y los españoles en general.
¿Cuál fue la actitud que tomó Túpac Amaru respecto a ellos?
Se preocupó de neutralizar estas corrientes de oposición en cuanto llamó a todos los sectores, a
todos los estratos de la población y pretendió representarlos a todos.
Túpac Amaru adoptó una posición legitimista desde el punto de vista de su deseo de considerarse
como descendiente de los incas, y con derecho legal, legítimo a ejercer el gobierno en representación de
los incas desposeídos.
¿Qué actitud adoptó la iglesia?
También variada, la jerarquía fue opuesta a Túpac Amaru, pero muchos párrocos de pueblos simpa-
tizaron con la rebelión, sobre todo teniendo en cuenta que por estar en contacto con el pueblo, especial-
mente el pueblo indígena, conocían de los sufrimientos y trataban de defenderlo contra los españoles.
2. INDOMABLE REBELDÍA
Qué repercusión tuvo el levantamiento en el resto de colonias españolas en América, siendo como
fue, una de las más grandes y de larga duración?, ¿hubo apoyo?
El apoyo no logró materializarse, sobre todo debido a las distancias y a las dificultades de comuni-
cación, pero que hubo simpatía y gran expectativa, lo demuestra el hecho de haberse producido coetá-
neamente una serie de rebeliones, no sólo en el Alto Perú con Vilcapaza, por ejemplo, sino aún en regiones
tan distantes con Bogotá, donde hubo una rebelión de comuneros de Sipaquirá, de un pueblo próximo a
Bogotá, y que coincidió con la rebelión de Túpac Amaru y aparentemente levantó las mismas banderas.
Si dice que el movimiento de Túpac Amaru fue antiesclavista, que soliviantó gran cantidad de
masas, ¿Hubo participación de negros en el levantamiento?
No podemos decir que fuera una participación generalizada, pero Túpac Amaru consideró que al
mismo tiempo que protestar contra los abusos que sufrían los indígenas, era justo incorporar en este mo-
vimiento reivindicaativo a los negros esclavos, y luchó en su defensa.
Pero no hubo incorporación masiva de esclavos negros a las huestes tupacamaristas debido a que
los esclavos en la sierra eran pocos, más se hallaban en las haciendas costeñas y en Lima. En consecuencia,
la incorporación de negros no fue significativa.
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¿Fue netamente andina?
Fue indígena pero con mucha participación de mestizos, porque el propio Túpac Amaru fue un mes-
tizo.
Luego de sofocarse la rebelión ¿en qué condición quedó el campesinado?
En condiciones de explotación redoblada, pero al mismo tiempo de opresión redoblada. Esto debi-
do a la actitud de las autoridades que trataban de realizar, como después lo hicieron, una campaña de "pu-
rificación" o de "pacificación", considerando que era conveniente perseguir a los que de alguna forma ha-
bían colaborado con el movimiento, de manera que la sofocación de la rebelión, no significó el término de
la represión que sufrieron los indios.
La historia oficial da a entender que la rebelión de 1780 llega a su fin con el ajusticiamiento de
Túpac Amaru, ¿cesan los brotes insurgentes, luego de este hecho?
No, de ninguna manera, se postergan simplemente, la rebelión de Túpac Amaru se prolongó con el
movimiento que encabezó su hermano Diego Cristóbal, con el cual se cometió, también, una crueldad,
porque se le llamó a armisticio, a pacificación, a trato y después de haber logrado su rendición, digamos, se
le ejecutó.
¿Se logró algo con el levantamiento que lideró Túpac Amaru o su lucha fue estéril desde todo
punto de vista?
Después de la rebelión se trató de realizar algunas de las reformas planteadas por Túpac Amaru,
entre otras, por ejemplo, la descentralización, con la creación de las intendencias que reemplazó a la anti-
gua división política, e inclusive la supresión relativa de los repartimientos.
De manera que fue un movimiento frustrado, sofocado, pero a cuyos estímulos, cuyas demandas se
hizo atención a través de estas reformas.
Cuál fue el aporte más importante para América de la rebelión de Túpac Amaru?
El intento de cortar los vínculos con España. Aunque Túpac Amaru se declaró tácitamente dispuesto
a reconocer el señorío del rey de España, no cabe duda que su intento era separatista en cuanto levantó la
bandera incaista.
Él se consideraba descendiente de los incas y como tal, gobernante legítimo. Desde ese punto de
vista consideró como usurpadores a los españoles, a los reyes de España y a los gobernantes que tuvo el
Perú a nombre de España.
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3. SÍMBOLO DE NACIONALISMO
¿Por qué cree usted que la imagen de Túpac Amaru ocupa actualmente un lugar de primer plano,
si antes fue un personaje incómodo en la historiografía oficial?
La rehabilitación de la figura de Túpac Amaru significa un proceso de nacionalismo desde el punto
de vista de la actividad cultural.
Túpac Amaru es una figura nacionalista, típicamente nacionalista, en cuanto significa la vuelta a las
fuentes del poder en la vida social. y este proceso de actitud nacionalista aún no está cumplido.
¿Usted opinaría que muchas de las reivindicaciones que postulaba la rebelión tucacamarista has-
ta hoy no han sido resueltas, como muchos opinan?
En general, el mundo andino ha sufrido siempre una postergación y actualmente sufre los resulta-
dos de una actitud colonialista de la costa frente a la sierra. Esa actitud política y económica ha significado
la falta de integración del país. De esta manera, las aspiraciones de Túpac Amaru todavía están por cumplir-
se en cuanto tuvo una visión de integración, y esa integración aún no se ha resuelto.
¿Es por esta razón que la figura de Túpac Amaru se adopta como un símbolo, tal como lo hizo el
general Juan Velasco Alvarado?
Nuestro país necesita para su vida nacional exaltar valores, y no cabe duda un valor fundamental
desde este punto de vista es la figura de Túpac Amaru, quien llama la atención sobre la necesidad de tomar
al país como centro de interés.
Hasta ese entonces las clases dirigentes del Perú miraban hacia España, el centro del poder siempre
atrae, pero, Túpac Amaru consideró que el centro de poder era el Perú, y el centro de atención de los go-
bernantes debía ser exclusiva y predominantemente el Perú.
¿Por ello es que el general Juan Velasco Alvarado lo utilizó como símbolo?
Indudablemente, Velasco advirtió, sobre todo desde el punto de vista agrario, el valor de la rebelión
de Túpac Amaru y como un ejemplo de estímulo ya que fue un personaje audaz, activo y sobre todo con
cuya acción se proyectaba hacia el futuro.
¿Por qué cree que existen y han existido movimientos armados que han tomado el nombre del ca-
cique de Tungasuca, como en el caso del movimiento Tupamaros, en Uruguay, y actualmente existe una
organización con este nombre?
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Porque Túpac Amaru fue un precursor, y todos los precursores, de inmediato o con posteriori-
dad, más o menos distante, tienen seguidores.
En el caso de los uruguayos, la figura de Túpac Amaru es el símbolo anticolonialista y populista. Po-
pulista en el sentido que trataban de reunir detrás de él, a todos los sectores de la población, no a uno ex-
clusivo o predominantemente, y, el movimiento tupamaros fue eso, aunque su falta de programa concreto
le impidió continuar en su acción en las últimas fases, y por supuesto quedar frustrado.
En cuanto al Perú, indudablemente que el hecho de haber surgido el movimiento revolucionario
Túpac Amaru en la zona andina, también la emparenta con el carácter precursor de Túpac Amaru.
III. JUICIO Y SENTENCIA A TÚPAC AMARU
1. EL SUPLICIO DE TÚPAC AMARU
Estas actas, tomadas de "Los procesos a Túpac Amaru y sus compañeros", dan cuanta del
bárbaro suplicio a que fue sometido el líder de la revolución de 1780 y, además, de la entereza con
que se comportó. No delató a ninguno de sus colaboradores.
1.1. Auto de Tormento 28 abril, 1781
En la ciudad del Cusco, a veintiocho de
abril de mil setecientos ochenta y uno, el señor
don Benito de la Mata Linares del consejo de su
Majestad, oidor de la real audiencia de Lima, visto
este proceso y que de él resulta contra José Ga-
briel Tupa Amaro varios cargos graves que de ellos
se puede sacar la raíz del alzamiento que ha inten-
tado, y ha sido causa de tantas muertes, robo,
homicidios y otros gravísimos delitos; constando
por la declaración que en estos tienen hechas
Francisco Cisneros, don Buenaventura Landaeta,
otros testigos y carta informe de don Francisco
Antonio Areta, presbítero, que dicho rebelde ha-
bía comunicado la determinación de rebelión que
intentaba con varios sujetos, los que le habían
escrito diferentes cartas estimulándole a que pu-
siese en ejecución sus depravados intentos de que tanto daño ha resultado al público, en ofensa
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de Dios y del Rey, constando asimismo que Micaela Bastidas, mujer de dicho vil traidor, ha ex-
presado lo mismo varias veces, a quien parece regular no ocultarse éste ninguno de sus más ocul-
tos secretos, habiéndose careado según resulta de las anteriores diligencias, y negado lo principal
de los cargos que se le han hecho; atendidos los indicios que constan de estos autos y lo grave y
atroz de los delitos cometidos por él expresado Tupa amaro, considerando que este es hombre
mozo fuerte y robusto le debe de condenar y condeno, a cuestión de tormento, y mando/ 209 le
sea dado y ejecutado en esta manera: que el techo del calabozo en que se halla preso sea puesta
una gruesa soga de cáñamo, doblado por medio, que esté asida a una polea y ésta a una viga de
suerte que pueda correr, y atada el citado rebelde por las muñecas, de los brazos vueltos a las es-
paldas se le junten, y amarren los pies por las gargantas, y de ellos se cuelguen cien libras de hie-
rro o plomo, poco más o menos, y así puesto y atado tiren fuertemente de la citada soga, hasta
levantarlo de la tierra dos varas, teniéndolo así por el espacio de media hora, a cuyo tiempo se le
preguntará si es cierto comunicó este alzamiento, con qué personas de categoría de Lima, de
quiénes de esta ciudad del Cusco ha recibido cartas, quién le ha auxiliado, y demás que contra él
consta de estos autos y no ha querido confesar, reservando en mí otra cosa de tormento en caso
de negativa. Así lo proveyó y mando su señoría, doy fe.
(rúbrica de Benito de la Mata Linares)
Manuel Espinavete López
(Firmado)
1.2. (AL MARGEN: DILIGENCIA DE EJECUCIÓN DEL TORMENTO)
En el Cusco a veintinueve del
mismo mes y año, dicho señor oidor
estando en el calabozo donde se
halla preso José Gabriel Tupa Ama-
ro, a esta hora que serán las cuatro
de la /.209v. mañana, poco más o
menos, lo hizo comparecer ante sí y
le dijo iba a ejecutar la sentencia de
tormento que antecede, (y le fue
leído por mi el escribano) si no que-
ría decir la verdad, persuadiéndole con suavidad y blandura, declarase con qué sujetos en Lima
había comunicado la determinación de su alzamiento; de quiénes de esta ciudad del Cusco había
recibido cartas después de él, y qué contenían; y quién le ha auxiliado con consejos, dinero, armas
o, de otra cualquiera suerte; habiendo respondido no tenía que decir más que lo expresado en su
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confesión, su señoría le hizo las tres reflexiones siguientes:: Díjole que si respecto a tener decla-
rado en uno de los careos antecedentes que a cinco años está pensando esta rebelión, ha hecho
presente su intento a los sacerdotes en las confesiones sacramentales, que es regular haya hecho.
Sí cuando oyó hablar en Lima de repartimientos y otros derechos, decían eran injustos y esto les
alentó a rebelarse alborotando tantas provincias. Que es prueba de que Mariano Barrera es sabe-
dor mucho tiempo del alzamiento, pues en una carta que se halla en estos autos le dice el rebelde
se venga aunque sea a pie, por extraviados caminos, pues ya tiene cuatro provincias ganadas para
avanzar a esta ciudad del Cusco y destruir a los chapetones, como lo hizo con el Corregidor Arria-
ga, a quien había ahorcado. A los cuales dichas preguntas o reflexiones solo respondió que a los
sacerdotes con quienes se había confesado en el espacio de los /. 210 cinco años, solo se quejaba
de las extorsiones que hacían los Corregidores a los indios, y le respondían lo dejase todo a Dios y
viendo su Señoría no quería dicho Tupa Amaro declarar otra cosa alguna, sin embargo de haberle
amonestado a ello cariñosamente, mandó se le hiciese presente el tormento, diciéndole dijese
verdad requiriéndole una, dos, tres y más veces, expresase cuánto sabía, dónde no, que si alguna
pierna o brazo se le quebrase, o lesión de algún miembro le sucediese o muriese en el tormento,
fuese su culpa y cargo, y no a la de su señoría; a cuyos requerimientos dicho Tupa Amaro dijo no
había cosa alguna. Y visto por dicho señor oidor que no quería confesar cosa alguna le mandó qui-
tar el volante que tenía vestido, que le atasen las muñecas a la espalda, que le ajustasen los pies
por las gargantas, que se los amarrasen y pusiesen las cien libras de hierro, poco más o menos,
que estaban prevenidos y que lo alzasen del suelo, poniéndole pendiente dos varas de él, y así
ejecutado preguntó al enunciado Tupa Amaro con qué personas había tratado el alzamiento que
ha hecho; de quiénes de esta ciudad ha recibido cartas, qué contenían, quién le ha auxiliado con
consejos, armas, dinero, gente o de otra forma, que le dijese y declarase cuánto sabía, y le haría
quitar el tormento y dicho Tupa Amaro dijo: ay, ay, ay, misericordia señor, ay, ay, ay, ya estoy per-
diendo vuestra señoría, vuestra señoría ay, ay, ay, no ay, más, no he tratado con nadie, mira vues-
tra señoría por /. 210 v. María Santísima vuestra señoría vuestra señoría, por el rosario de María
Santísima, quíteme la vida que había de remediar, por María Santísima, ay, vuestra señoría tendrá
que dar cuenta a Dios, vuestra señoría por María Santísima ay misericordioso, quítenme la vida no
he tenido, mire vuestra señoría, por María Santísima, qué es esto, vuestra señoría quíteme la vida,
ay de nadie, vuestra señoría mire vuestra señoría tendrá que dar cuenta por el sagrario, ay, ay
señor misericordioso, por María Santísima no tengo más nada, vuestra señoría no tengo valor na-
da, vuestra señoría, eso sí cobré no pasarán de cien pesos, vuestra señoría vuestra señoría por mi
señora de los Dolores, mire vuestra señoría ya no estoy en mí, vuestra señoría había de permitir,
ay vuestra señoría, por María Santísima del Rosario, ay, ay, Jesús, vuestra señoría vuestra señoría,
ay, Jesús, ya no, ya no, déme tiempo para acordarme, si puedo pudiera haber olvidado, vuestra
señoría, permitiera verme en este estado, no soy cristiano, mire vuestra señoría que ya me habré
olvidado alguna cosa, pero no de fundamento, ninguna carta he desperdiciado, allí hallará vuestra
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señoría, ay, ay, ay Jesús, María y José, por María Santísima señora del Rosario por aquel señor,
por la sangre que derramó ay no ha habido más cómplices, yo fui el pecador, por qué he de con-
denar /. 211 cuando no tengo yo esperanza para nada, no ha habido carta ninguna, ay ya no estoy
en mí, vuestra señoría, vuestra señoría, y aunque fuera ocultar, esto ha sido por mis culpas, vues-
tra señoría con ese su corazón, vuestra señoría no ha habido, mire vuestra señoría siquiera por
aquel señor, ay, ay mire vuestra señoría por María Santísima ay, ay, ay, ay mire vuestra señoría de
balde para quitarme la vida, vuestra señoría permitiese ir al infierno por mentir, y sufrir este mar-
tirio mire vuestra señoría, Jesús, vuestra señoría, mire vuestra señoría ya no estoy en mí, por Ma-
ría santísima señor del Rosario, vuestra señoría, vuestra señoría, mire siquiera por vuestra señoría,
ya no sé, por María Santísima, había de padecer por esconder siquiera una palabra, ay, ay mire
vuestra señoría que tiene la vida, mire vuestra señoría que me llevará adelantamiento, vuestra
señoría, siquiera por los dolores de María Santísima, ay. Y habiendo llegado un reloj que estaba
sobre la mesa a señalar la media hora, en que se condenó a Tupa Amaro sufriese de tormento,
mandó su señoría en él y firmó esta diligencia, doy fe.
(rúbrica de Benito de la Mata Linares)
Manuel Espinavete López
(Firmado)
2. LA MUERTE DE TÚPAC AMARU
Cerró la función -dice un testigo
ocular de los hechos- el rebelde José
Gabriel, a quien se le sacó a media pla-
za. El verdugo le cortó la lengua y le
despojó de los grillos y esposas. Lo tira-
ron al suelo y le ataron a las manos y
pies, cuatro lazos que ya estaban asi-
dos a la cincha de cuatro caballos mon-
tados por mestizos que tiraban en di-
recciones distintas. Sin embargo, no
lograron su propósito. La extraordinaria fuerza física del descendiente de los Incas resistió a la de
los caballos, que no pudieron seccionarlo. Túpac Amaru estaba en el aire semejando "una araña
gigantesca". Dice Valcárcel que en ese momento el pequeño Fernando que espectaba el cruel sa-
crificio "dio un grito tan lleno de miedo externo y angustia interior que por mucho tiempo queda-
ría en los oídos de aquellas gentes... »
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Se había cumplido la sentencia. José Gabriel Túpac Amaru, el último descendiente de los
Incas, había sido ejecutado. Ejecutado, sí, pero no derrotado. Efectivamente desapareció el jefe
rebelde, otros tomaron la dirección del movimiento. Mucho tiempo después aún continuaba la
lucha en Charcas y la represión en todo el Perú. Pero el curaca que se había levantado en busca de
justicia no murió vanamente. Los corregidores y sus repartimientos fueron suprimidos, como él
pedía, y en su lugar se estableció el régimen de las Intendencias. La creación de la audiencia del
Cusco, otro de los postulados de la rebelión, se hizo realidad años después. El curaca mestizo pro-
yectaba -después de muerto- su personalidad y pensamiento en la vida de la nación que ya surgía.
Las reformas que se establecieron dieron la razón al desaparecido rebelde. Eran el triunfo póstu-
mo de una vida ansiosa de Justicia.
IV. BRAZO DERECHO DE TÚPAC AMARU II EN CARABAYA-AYAPATA
1. REPERCUSIÓN DE LA REBELIÓN DE 1780 EN CARABAYA-AYAPATA (*)
En la forma infrahumana que eran tratados en las mitas, que explotaban los españoles en
Ayapata como. Maporaya, Muccumayo; y lavaderos de oro.
Era el año de 1780 y estallaba en el Perú la gran revolución indígena contra el dominio co-
lonial. La encabezaba un descendiente de los antiguos reyes del Cusco: Túpac Amaru II (José Ga-
briel Condorcanqui).
Unos días antes que estallara la revolución mataron a los españoles que eran aproximada-
mente como una decena de españoles entre curas, bohemios y recaudadores.
Presagiaron que la revolución sería victoriosa. Al respecto sobre la masacre a los españoles
Dueñas T., La historia nada nos dice pero se conserva por tradición oral y por ella sabemos que
afines del siglo XVIII, los carabainos exacerbados por los abusos de los Chapetones (españoles),
acordaron sublevarse y así lo hicieron masacrando a los españoles y portugueses. Había logrado
escapar únicamente el Capitán Narezo, quien dio parte de la revuelta.
Habiendo sucedido estos acontecimientos podemos decir que los carabainos, especialmen-
te los Ayapateños presagiaron un triunfo de la revolución.
* Quispe Tutacano, Alfredo: "La Reseña Monográfica del Distrito de Ayapata" CENCAK - AYAPATA,
1998.
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Desde el punto de vista del Dr. Ramos Z., después de la derrota sangrienta de Túpac
Amaru en Tinta y casi su inmediato apresamiento, Vilca Apaza con su ejército, quiso liberarlo con
las armas a su Inca y jefe, para lo que escribe páginas de heroísmo en Condorcuyo, Puquina, etc.
de los triunfos aparentes en las diversas batallas que tuvieron las fuerzas de los rebeldes y las ma-
tanzas de los jefes de sus regimientos, practicaron en Carabaya, Azángaro, Huancané y Lampa, fue
a no dudarlo un Fracaso rotundo. Sabía perfectamente José del Valle que era un caudillo que que-
daba y actuó con dureza y lo que hizo fue derrotarlo y hacerlo descuartizar por ocho caballos.
José del Valle, con sus poderosos regimientos, después de la captura y ajusticiamiento de
Vilca Apaza, también a sangre y fuego, concluía su propósito pacificador en Carabaya, Azángaro.
Esta sangrienta sofocación llegó hasta Ayapata. Mataron a los ayapateños, a los que huye-
ron a los cerros les perseguían y donde los encontraban los mataban, prueba de ello queda el Misti
K'awana, un lugar estratégico de los indígenas ubicado en el cerro Viunchuko, desde Misti K'awana
los antiguos habitantes de Taype, observaban a los homicidas españoles, y cuando estos hacían su
aparición los lugareños tenían sus escondites o cuevas de piedras cubiertos de tierra y arbustos.
En la actualidad aún quedan pero destruidos.
De la ola de matanzas los genocidas excluyeron un indígena de apellido CHOQUENAZA, un
indígena que vivía en Canchi Chimpa, este personaje sobrevivió porque había ocultado en su casa
a un cura español.
La matanza masiva se consumó y sólo excluyeron a las mujeres que quedaron a merced de
los sanguinarios. Como habían reducido la población rebelde. Quisieron cubrir la herida que lace-
raba y ellos necesitaban más mano de obra para satisfacer sus enfermizas ambiciones.
Tras los oscuros, macabros e inhumanos actos los genocidas hicieron un transplante de ha-
bitantes con los del Cusco. La historia registraba el segundo transplante; vinieron del Cusco de los
lugares denominados: LUCANAS, QUISPI, CANCHIS, CHECACUPE, QUIQUIJANA, PITUMARKA,
PUKARANI y otras regiones, trajeron gente sumisa, dócil. Más tarde estas personas nombrarían los
lugares de Ayapata con nombre de la tierra de su procedencia.
Porque los caciques de estas zonas fueron los protagonistas anónimos decisivos de la revo-
lución.
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Están en Carabaya los siguientes miembros
de Túpac Amaru:
- Un brazo de José Gabriel Condorcanqui.
- Una pierna de Micaela Bastidas.
- Un brazo de Francisco Túpac Amaru.
En el manuscrito que la iglesia celosamente
guardaba se menciona "El brazo derecho de Túpac
Amaru estaba enterrado bajo la piedra llamada
JUSK'U RUMI".
Los mencionados manuscritos los poseía el
presbítero Eulogio Tresierra Sánchez y que más de una vez tuvo la ocasión de leerla al señor Luis
de la Torre Fuentes y me lo transmitió.
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BIBLIOGRAFÍA
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Lima - Perú, 1973.
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