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Tus zapaTillas suenan a sexo

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Tus zapaTillas suenan a sexo

Ricardo Cartas

BeneméRiTa univeRsidad auTónoma de pueBla

dirección de Fomento editorial

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BeneméRiTa univeRsidad auTónoma de pueBla

enrique agüera ibáñezrectorJosé Ramón eguíbar Cuencasecretario generalmaría lilia Cedillo Ramírezvicerrectora de extensión y difusión de la culturaCarlos Contreras Cruzdirector de fomento editorial

ilustraciones: Tirso CastañedaForros: maira elisa Flores Carrillo

primera edición: 2010isBn: 978-607-487-142-5

© Benemérita universidad autónoma de puebla4 sur 104, C. p. 72000Centro Histórico, puebla

dirección de Fomento editorial2 norte 1404, C. p. 72000Tel. 246 8559puebla, pue.

impreso y hecho en méxicoPrinted and made in Mexico

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presentación | 9

escuchando a ninón | 15

la vida es una jodida broma | 27

Berlioz, el fotógrafo | 35

el tigre de san Baltazar | 43

el origen de la soledad | 51

Tus zapatillas suenan a sexo | 55

nunca basta | 67

la noche de Karmatrón | 73

equinoccio | 81

¿Cuántas ves en el cielo? | 87

marchitas | 109

el último verano | 119

maldecida | 125

ÍndiCe

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en méxico, buena parte de la literatura hecha por jóvenes esla más atractiva, la novedosa. es experimental en el mejorsentido del término y audaz. está en busca de nuevos códi-gos, de un lenguaje distinto al impuesto por las generacionesanteriores y por supuesto a estructuras diferentes. atrae allector, todo es cuestión de que quien edite la obra, cuento,novela o poesía, tenga la inteligencia de saber que no bastapublicarla, es indispensable promoverla. en esta situaciónlos lectores tenemos el volumen de trece cuentos, Tus zapati-llas suenan a sexo de Ricardo Cartas. desde el título, hay lo-gros, conquistas, y las necesarias dosis de buen humor,ironía y antisolemnidad para saber que no nos quedaremosdormidos con el libro en las manos. Ricardo, a quien conocíhace algunas lunas en puebla y hemos seguido viéndonos,muy a su pesar, es un buen ejemplo de esta nueva literaturade búsqueda. pese a la diferencia de edades, confieso que lallevamos bien, de edades y de amores literarios, aunque aquíno estamos tan distantes: a los dos nos gusta padecer nos-talgias por las viejas vanguardias. Tenemos claro que todoatisbo de audacia o novedad, pronto se atora, envejece y ter-mina por momificarse. a Cartas, le pegan los estridentistas

pResenTaCión

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y por ello, pienso, está en lo suyo, en el ultracostumbrismoque le encanta mencionar y que sólo él y sus cuates conoceno pueden definir y explicar. si a uno le gusta el ultraísmo, eldadaísmo, el futurismo, el surrealismo o lo que sea, tiene quevivir con un pie en el pasado que fue vanguardia y otro enla imaginaria modernidad que poco ha logrado aportar ymenos en méxico. Ricardo Cartas es un caso interesante, bajosu traje de académico, esconde su equipo de luchador, que ala menor provocación muestra con increíble sentido delhumor. así eran, por ejemplo, los surrealistas: uno los ve re-tratados muy serios y luego lee sus hazañas y desmadres, suironía ante el mundo que los rodeaba (el primer acto surre-alista es disparar el revólver contra una multitud) y ve quetenían doble o triple personalidad, salvo dalí, para quien elsurrealismo fue un pretexto para convertirse en millonarioexcéntrico y terminar sus días sin gracejos y por supuestosin Gala (la perfecta esposa del hombre rico y exhibicionista):ambos lejos del movimiento que les permitió conocerse, delpropio paul eluard, y manifestar su amor por el billete verdey las ideas políticas reaccionarias.

Conocí en méxico, d.F., a casi todos los estrindentistas,llevé especial amistad, porque era muy amigo de mi padre,con Germán list arzubide. maples arce y arqueles velafueron amigos y maestros de mi madre. son leyenda. pero amí (dizque ondero según la definición de margo Glantz) susconsignas me parecían distantes. viva el mole de guajoloteme sonaba como anuncio de mole doña maría. pero respetéel mundo que crearon y la larga lucha que sostuvieron, in-fatigables, por sus principios, entre los cuales estaba detestara los Contemporáneos, a quienes veían como puros marico-nes. en respuesta, los distinguidos miembros de este grupo

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que sólo tuvo puros exitosos (en especial novo, pellicer, vi-llaurrutia y Gorostiza), señalaban que los estridentistas todoseran malos poetas. Rubén Bonifaz nuño suele decir queambas formaciones literarias tenían razón.

las vanguardias tiene muchas ventajas, la primera es queasustan al prójimo, lo aterran y lo irritan, pocos las com-prenden. son para una élite. la otra es que saben que van amorir, a convertirse en clásicas, lo que en su juventud re-chazaron. la última es que sacuden el polvo que cubre lasviejas ideas y los paradigmas que siempre se sienten insta-lados en la eternidad. por fortuna, Ricardo Cartas lo sabe yen sus pláticas uno descubre que, por ejemplo, tiene muyclaro que en las luchas todo está arreglado, como en la polí-tica mexicana. así que la vanguardia en la que se ha insta-lado, el ultracostumbrismo, tendrá éxito y luegodesaparecerá en los archivos del mar muerto, es decir, enuna biblioteca tediosa y quizá bella.

Cartas, con su juventud a cuestas, se ha hecho ya dueño deuna sólida reputación literaria que confirma con sus conoci-mientos de lucha libre. alguna vez le señalé una máscaraplateada pequeña y dije casi seguro: la del santo, ¿verdad?no, repuso, la del místico. He leído sus relatos y todos sonexcelentes, a mí, cuentista por vocación y obra, me gustan,me entretienen y divierten, incluso, hasta me enseñan, aque-llo que pedían los clásicos del siglo de oro. en este libro,como en cualquiera de relatos, hay preferencias. el que le datítulo al libro me gustó mucho, como “el origen de la sole-dad” y con otros, “la noche de Karmatrón” y “escuchandoa ninón”, me reí sin parar. Todos capturan, atraen, lo que esuna virtud ante el regreso de las nuevas generaciones a la se-riedad y a una suerte de formalidad antipática, todo para ha-

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cernos creer que hacen una literatura cosmopolita. para quédoy ejemplos. no quiero más odios.

Ricardo Cartas, el Cartas como le dicen sus amigos, sabenarrar con notable habilidad, de muchas manera tiene unamáquina como de ciencia-ficción, que atrapa las mentes desus lectores. uno escucha la orden sígueme y se ha perdidola voluntad, el libre albedrío y los deseos de leer a los santo-nes de la literatura, que, por cierto, son de total hueva. esto,es una ventaja, que cada relato te obligue a seguir y a pasaral siguiente. algunos son intensos, conmovedores. uno deellos es “la vida es una jodida broma”. ante una pequeñatragedia, el narrador se siente acosado por la inmortalidadde Borges, achicado, diría el propio escritor porteño. o quizásea mejor pensar en que la gloria de los héroes no invalida niminimiza las desventuras de otros. dudo que Cartas hayatenido intenciones moralizantes, imposible, pero la vida ymás el arte, tienen caminos insospechados. Que un europeonos vea con interés exótico y sepa más que nosotros es nor-mal, que nos entienda, nunca. la lista de grandes escritoresque aquí han hecho libros memorables es larga. pero muy asu pesar, al mezcal o a la cantidad de mole que hayan inge-rido, como a los gringos, les resulta imposible atinar, saberqué somos o qué pensamos, para qué carajos estamos aquí.en los últimos años, algunos se han conformado con leer aoctavio paz sin pasar por samuel Ramos ni asomarse aRubén salazar mallén y de este modo imaginan conocer almexicano y lo mexicano. al revés, los nacidos en esta patriamorena y cursi, todo es fácil porque desde niños nos dieronhistoria universal, como para prepararnos un relativo in-greso en el primer mundo. Recuerdo que cuando llegué aparís a estudiar el posgrado, los biznietos de los franchutes

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que padecieron una lección en puebla, se asombraban de loque yo sabía de su país, mientras que ellos nada sabían sobreel mío. ni siquiera que Black shadow había perdido la más-cara a manos del santo y que Blue demon no pudo repo-nerse de la tragedia.

pero me estoy poniendo solemne y el libro de RicardoCartas no la admite, al menos en sus formas más convencio-nales. los personajes, sus héroes de bolsillo o mejor dicho,sus antihéroes, están muy logrados, los diálogos son velo-ces, como topes voladores de algún luchador eficaz y rudo.en “maldecida” hay mucho de lo que digo: un lenguaje pocodenso, espléndido y una historia grata, que destila ironía ydobles ideas. Cartas seleccionó como título del libro, elmismo nombre que le puso a su cuento “Tus zapatillas sue-nan a sexo”, imagino que aparte de ser un título afortunado,atractivo, se lo dio a la obra total porque lo considera buenrelato. Tienes razón, es un texto construido como novela ocon secuencias rápidas que mezclan de manera satisfactoriael diálogo y la narración. es sin duda, uno de los mejorescuentos del libro.

pero he hablado del Ricardo Cartas que medio conozco,de sus cuentos y los que más me llamaron la atención, asíque como que llegó el momento de que cada lector sepa desus historias, las haga suyas, diga cuál le gusta más y cuálmenos o si le parece que todas tiene intensidad semejante.es un libro notable que vale la pena leer. de cuantos escrito-res jóvenes conozco (y conozco bastantes a través de con-cursos, talleres y cursos, que me tocan), es de lo mejor, de lomás sólido: un escritor que ya trabaja con plena madurez ydominio de la literatura. Buena onda como amigo, esplén-dido compañero de aventuras nocturnas, buen funcionario

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universitario y ameno profesor, Ricardo Cartas muestra sumejor faceta, la del narrador. Con Tus zapatillas suenan a sexo(idea que me inquieta positivamente) ocupa un sitio desta-cado en las jóvenes letras mexicanas.

René avilés FaBila

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puta y todo lo que quieras, pero nada de tilingolingos, tilin-golás, por favor, todo menso eso. pero ahí lo veías con sucara de perro regañado poniéndome, muy sutilito, los algo-dones en medio de los pies.

Qué quieres, medina, no soporto a los hombres delicadi-tos, y menos a los que llegan con el Kamasutra bajo el brazointentando apantallarme, a mí la espiritualidad en el sexome provoca almorranas.

a mí lo que me gusta es que me agarren a nalgadas y esosí, para los días especiales, uy… mejor ni te cuento.

Y la culpa de todo esto la tuvo pérez, ése era un cabrón deesos que te estaban hablando hola-cómo-has-estado mien-tras lleva media mano donde te conté, y es que no es pornada, pero pérez, si sabía de algo, era de mujeres; pero no teenojes. Tú también sabes de hembras, aquí está la prueba,¿no?

de veras, yo creo que se ha acostado con mil mujeres, enserio, tanto conocía que te podía detectar cualquier enfer-medad de tu cosita con el puro olfato, no te rías, si todo loque estoy diciendo es verdad. Y bueno, para no andarme porlas ramas, la primera vez que hicimos el amor —y digo

esCuCHando a ninón

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“amor” porque así lo oía en las películas que veía con mimadre— pérez llegó a ver a mi hermano, pero ni él, ni mimadre estaban en la casa, así que yo le dije pues pásale y élentró muy contento. Cuando le iba a decir que si no queríatomar algo, que mi mamá había hecho agua de horchata, yoya estaba tumbada en la alfombra caqui y con mi faldita delinstituto loyola hasta la cintura. su cosita, porque déjamedecirte que mucho tiempo pensé que pérez era el hombremás dotado del mundo, pero cuál, de que sabía su chamba,de eso no había duda, pero de que la tenía chirris, la tenía;nombre, que me encuera toda y yo como que medio gozabay medio me preocupaba por mi mamá y mi hermano, afor-tunadamente nadie nos interrumpió.

pérez, después de gritar como loco, me miró con sus ojosrojos por un instante. mientras sacaba su cosita de mi cuerpo,me preguntó si era mi primera vez, a lo cual yo dije que sícon el movimiento de mi cabeza. pues qué raro, dijo. ¿Raro?,le contesté como diciendo no mames, de verdad que es miprimera vez. Y sabes lo que me dijo el muy bruto, que mehabían hecho defectuosa, que me había faltado el sello de ga-rantía. Y yo, luego, luego que me pongo a chillar, sí, ándale,como auténtica libertad lamarque.

él, al verme chilla y chilla, arremetió contra mí, pero ahí sífue diferente, me dije a mí misma, que chingue a su madremi hermano y mi mamá, él por tener amigos tan puercos ymi mamá por mal hecha. Y que lo muerdo y que lo pellizcoy el buen pérez no daba señas de sufrimiento.

en el momento en que empezó la ronda de gritos, el muycabrón, porque ya te dije que era un cabrón, ¿verdad?, puesque se saca su cosita fiu, fiu. Yo me quedé pasmada, el lí-quido tibio se comenzó a resbalar por mi cara hasta llegar a

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mi boca, y te lo juro, no sé por qué lo hice, simplementesaqué la lengua para recoger un poco. el muy bruto sonrió ydespués me dijo que yo había nacido para ser puta, y de lasbuenas, y ahora en lugar de ponerme a chillar como libertadlamarque que me quedo callada pensando en los beneficiosde esa palabra. ¿puta?

Y mientras me caía el veinte, todo cambiaba en mi vida,como que le empezaba a encontrar el lado bueno a todo esto.por un lado pérez me hablaba a todas horas para que lo fueraa ver a su oficina, al restaurante donde comía con sus her-manos, a su casa. en donde estuviera, se hacía de cinco mi-nutos para echarnos un rapidín. me había convertido en lapeor de sus drogas.

Cómo decirte, la verdad yo ya estaba muy consciente deque mi futuro iba a ser el de una puta y de ahí nadie me sa-caba. Cuando mis maestros de la secundaria se molestabande que dejaba semanas enteras sin asistir y me preguntabanmuy ofendidos qué va a ser de tu vida, muchachita, yo pordentro les respondía: carajo ya sáquense a loyola de la ca-beza.

poco a poco pérez se volvía más dependiente de mí, sinembargo cada vez era más difícil que nos pudiéramos ver,porque mi hermano y mi mamá comenzaban a sospecharque algo raro pasaba entre nosotros, pero eso era lo demenos, después de todo mi hermano estaba en las manos depérez y a mi madre por dentro le encantaría que su hija searrastrara con un suplicante de nivel, y no como mi hermanoque siempre ha sido un lamebotas. el miedo de pérez era laprensa, que lo perseguía constantemente y algunos perio-distas que habían escrito algo sobre sus pedófilos gustos.

de una vez te digo que entre pérez y yo sólo hubo alfom-

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bra y, a veces, cama. nunca pude sentir algo por él, digamos,un amor así como los de silvia pinal y arturo de Córdova,pos nomás nada, simplemente aprendía todo lo que se pu-diera, pero creo que a él le sucedía todo lo contrario.

después de hacer el amor, pérez hablaba sobre todos losproblemas del Claustro, sobre sus enemigos que andaban enbusca de toda la información para quitarle la suplicia. Yasabes, yo ponía mi cara de que todo lo entendía, pero la ver-dad estaba pensando que a esto le hacía falta acción, y quepérez ya no estaba para eso. me van a traicionar, ninón, misdías están contados, repetía pérez. Y yo pensaba, con quiénme acostaré mañana.

Todo llegó a su fin cuando hicimos un viaje relámpago ala isla. pérez me había jurado que sólo se trataba de ir acomer con algunos funcionarios y que por la noche estaría-mos en perla, que no había por qué preocuparnos. de hechoyo no tenía problemas por quedarme una semana por ahí, elproblema como siempre era pérez.

Fue mi hermano quien mandó a hacerme marca personal.deseaba a como diera lugar encontrar al tipo con el que es-taba involucrada.

llegamos con los generalazos, mucho abrazo y saludocompañero, ya sabes cómo hablan: bueno chico, e la hora defirmá, ya no etá eperando. el negocio no tardó en arreglarse,pérez echó la poderosa y ¡azúcar!, como dice la negra quesegún maradona llegó tarde a la repartición de caras.

un mulato enorme era el maestro de ceremonias: bueno,señore e la hora de probá el caló de la i’la. Y como si fuera su-cursal de Tropicana, de las puertas que bordeaban la estan-cia comenzaron a salir decenas de mujeres desnudas aofrecernos copas para brindar por el reciente negocio, y,

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como no podía faltar, los músicos con cabeza pincha co-menzaron a entonar sones de la isla, y que de dónde serán,ay, ay, ay.

Yo estaba realmente impresionada, porque los generalesse quitaron la chaqueta y agarraron a las mujeres y pum, son-gorocosón, baile y baile. pérez fue con ellos, yo me quedécon mi copa de ron, mirando la manera en que se movían lasmuchachas. no tardó nada, pero nadita para que se organi-zaran las primeras parejas, pura cochinada, máster, pero deesa sabrosa.

Y como la verdad no iba en plan de zorra hazme-lo-que-quieras, pero ya me conoces, luego, luego que me pongo ner-viosa. a pérez lo jaloneaban algunas negras para agasajarlo,después de todo era el invitado principal. Todo el mundo yaestaba en lo suyo menos yo, ninguno de los hombres me vol-teaba a ver y eso que ya no me veía tan chiquita, comocuando conocí a pérez, o ya, dime la verdad, ¿a poco sigooliendo a ministerio público? Bueno, total que me di una pa-seadita por la estancia de cerca de la acción, porque muyputa y lo que quieras pero jamás había visto a alguien coger,y digamos que estos negros tenían estilo para hacerlo.

negro Bembón, negro Bembón, tan feo, medina, que era,no sé, como si golpearan a dios, y me veía con cara de “¿cuále’ la vaina, chica, que no le entra’l chiquigüiqui?” Y como sifuera el lente de una súper película homeporn, enfoqué sola-mente los testículos del negro que rebotaban sobre las enor-mes nalgas de la mulata. ella también volteaba y hastasaludaba a la cámara, hasta que de plano los saqué de quicio,¿qué e lo que tú quiere, te guta la candela? Y pues a quién nole gusta, verdad, y pues cuas, como verdadera estrella pornoque tomo el relevo. el vestido tan mono que había escogido

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sirvió para dos cosas. el negrón comenzó a manosearse laverga y con la puntería de Guillermo Tell arremetió. de in-mediato supe que era una enorme verga que llegaba hastazonas que ninguno de los viejitos con los que me había acos-tado ni mucho menos pérez había tocado.

el negro ese estaba como quería, como su dios Changó, ochangón marataguyá, bomba, bomba, el que te la rompióque te la componga, ya sabes cómo hablan estos hombres,pero de que estaba cien por ciento traka, traka, de eso niduda había, pero no te pongas rojo, ¿o no querías que te con-tara eso?

los generalazos, las chicas, pérez y yo, después de un ratonos fuimos quedando dormidos sobre la alfombra. Cuandodesperté, los únicos que estábamos en la sala éramos pérezy yo, y dos recamareras que intentaban hacer la limpieza. Yyo muy apenada corría hacia pérez y le decía despiértate,despiértate que al rato tengo que llegar a mi casa. las reca-mareras al ver a pérez comenzaron a reír.

—ese mexicano tiene un pirrimplín chiquitico, chiquitico.Corriendo tomamos nuestra ropa e intentamos salir a la

calle en busca de un taxi que nos llevara al aeropuerto, pero¡cuál fue la sorpresa! todos los generales ya nos estaban es-perando afuera del hotel.

—Bueno día, señó, e’pero que la receición le haya dejadoun bué sabó, songorocosón, de boca.

—sí, claro —contestó pérez— pero ahora tenemos queirnos a perla lo más pronto posible.

—Creo que no se va podé, por órdene de nuestro coman-dante tenemo que llevalo a una ceremonia en el monumentoa martí.

—¿martí? —pregunté al general.

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—¿uté no sabe quién e José martí?Y yo por dentro estaba, no por favor, ahora no estoy como

para ceremonias de héroes, mi madre me estaba esperando;sin embargo, eso no era lo que me tenía tan preocupada,bueno, ni preocupada andaba, yo lo que necesitaba en esepreciso momento era quitarme la resaca. Y bueno, que nossuben a un jeep como de la segunda guerra mundial, de esosque salen en History Channel. nos dirigimos hacia el monu-mento del señor ese martí. Todos perfectamente ordenadi-tos, incluyendo a los generales que hace unas horas le hacíanal pornstar. los hubieras visto, pinche gallardía ñona, bien incon su uniforme revolucionario. Todo el mundo esperaba alcomandante barbón, que sacó las palabras domingueras: “Y cha, cha, cha, químbara, químbara, vamo a acabar con el bongó”. ¡Cuatro horas, camarada! ¡Cuatro horas escu-chando sus balbuceos! ¿Te imaginas eso? Y no había quien ledijera, ya por favor, párale a tu jeep de segunda guerra mun-dial.

Y ahí fue donde nos encontramos, ¿te acuerdas? pérez yyo regresábamos de la isla, y yo le exigí antes que nada unostaquitos árabes, porque en esa isla no había nada decentepara comer. pérez iba con su cara de pocos amigos, su celu-lar sonaba cada instante, se notaba que algo se había des-compuesto en la carrera del Claustro, pero conmigo nadiepuede, de verdad, así se esté acabando el mundo a mí metienen que cumplir.

Y llegó el máster para darle la mala noticia a la taquería.mientras yo veía cómo el taquero cortaba la carne y mi pan-cita se retorcía de hambre, y le decía que todo había acabado,que los apóstoles, sus enemigos políticos, tenían toda la in-formación para sacarte de la carrera. Creo que yo tenía algo

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que ver en esto, después de todo era el único miedo que teníapérez. la sociedad de perla jamás aceptaría que su supli-cante se anduviera cogiendo a la hermanita de su mejoramigo. Y pérez me decía que ya nos fuéramos, y yo le con-testaba que no, que si no era aquí, los tacos no me sabían,que se esperara. Bien desesperado que te quita las llaves delGremlin y que se va volado. ¿a dónde? eso sí quién sabe.

ahí fue donde conocí al máster, obedeciendo las instruc-ciones, pero nada más porque yo quise, y además porque noes bueno el movimiento físico después de comer, y menoscomo lo había hecho.

ni siquiera me dirigió la palabra, simplemente paró un taxi y me acompañó a mi casa. Y quién lo iba a pensar,¿verdad?

el gran circo me estaba esperando en casa. sabía que lascosas no iban a ser como siempre, después de todo era puta,pero jamás había faltado a dormir a mi casa. Ya sabes, la clá-sica maniobra de quitarse los zapatos en la entrada e ir des-pacio esquivando los objetos que se me cruzaban en elcamino.

Todo iba en orden, llegué a mi recámara sin ningún pro-blema hasta que prendí la luz y vi a mi hermano acostadoen mi cama.

—Buenas noches, señorita ninón, ¿qué tal le fue en suviaje a la isla?

Y mientras me hablaba aventó un ciento de fotografías endonde ¡guau! la niña ninón aparecía haciendo de las suyas,y no nada más con pérez, pero sabes qué, aquí entre nos, meveía muy bien, después te las enseño, ahora que regresemosa perla.

Y ya sabes, la cantaleta esperada. Que cómo era posible,

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que si ya sabía en lo que me estaba metiendo, que pérez es-taba a punto de perder el Claustro por mí. oye, ¿cómo quepor mí?, le contesté ya enrabiada. Yo no había obligado apérez a nada, él tenía la culpa por caliente, ¿o no? pero mihermano no daba muestras de calma y toda la culpa me laechaba a mí, hasta que me harté y le dije que mejor se callara,que no pusiera las manos en el fuego por pérez, que despuésde todo él ya tenía planeado desaparecerlo después de quellegara al Claustro, y mi hermano trabado de coraje, lo hu-bieras visto. sí, de verdad, él ya tenía todo planeado paramatarlo a él y a todos los que supieran cosas compromete-doras de pérez, déjame decirte que también estabas en lalista, ¿eh? pero imagínate la cara de mi hermano, de rojopasó a blanco, de blanco a amarillo y así. Yo creo que le calómucho porque inmediatamente salió de la casa.

no sé cuánto tiempo pasó, no sé, dos o tres semanas con-tinuas en que no le contestaba ninguna llamada a pérez, mellevaba flores, chocolates y todas esas cosas que hacen loshombres arrepentidos, pero yo me hacía que la virgen mehablaba. mi mamá y mi hermano se comportaban como sinada hubiera pasado, él hasta se volvió más cariñoso y hastame trataba de convencer de que le tomara las llamadas apérez.

Ciudad perla nunca se enteró de la relación de pérez conla menor de edad, los rumores corrían por todas partes peronunca se le comprobó nada. después de todo, el único quetenía las pruebas era mi hermano, pero jamás las daría a co-nocer, después de todo sigo siendo su hermana, ¿no?

así que pérez llegó al Claustro sin ningún problema. mihermano me convenció de que lo acompañara a su toma deprotesta. a mí me daba una flojera increíble ir a esas cosas,

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pero era peor quedarme en la casa viendo telenovelas conmi mamá.

el Claustro lucía increíble, todo en perfectas condicionesesperando la llegada de pérez. mi hermano, como tenía lavara alta ahí, de inmediato nos metió a una sala contigua ala oficina central. ahí nos quedamos curioseando los cua-dros y los adornitos viejos que había en el lugar.

n’ombre, pues te has de acordar de la carretada de aplau-sos que se llevó pérez al entrar al Claustro, hasta que suspasos se fueron oyendo, solitarios, hacia la oficina donde es-tábamos mi hermano y yo.

Cuando la puerta se abrió, pérez de inmediato corrió haciamí, valiéndole queso que mi hermano estuviera enfrente denosotros, bueno, después de todo ya no había nada que ocul-tar. Y yo sintiéndome la reina, la que no me toquen porqueme quiebro.

después de los arrumacos pérez tomó la palabra, y yasabes, todo bien serio, se dirigió a mi hermano:

—Qué bueno que estás aquí, necesitamos hablar muy bientú y yo.

Y mi hermano, con el diablo adentro, quién sabe de dóndesacó valor y te lo juro, máster, que saca una pistola. Jamáshabía visto a mi hermano tan seguro, y que le dispara tresbalazos en su panza. mis piernitas me temblaban, de veras,medina, te lo juro que me temblaban, nada más estaba es-perando el momento en el que también me tocara, toma,toma, por pinche puta. pero no, nada de eso. pérez cayócomo tablita, y mi hermano bien valentón que se le va a laspatadas, pum, cuas, y todavía le reclamaba que por qué sequería deshacer de él, si siempre le había mostrado fidelidady esas cosas, ¿no? Y el pobrecito de pérez bien lindo, balbu-

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ceando, haciendo burbujitas con su sangre, intentando pro-nunciar mi nombre ni-nón, ni-nón.

Y lo demás, pues ya te lo sabes, quién iba a pensarlo, ¿no?¿le puedes subir al radio? Y no me mires así. anda, súbele.

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A mis hermanos muertos en la playa

en noviembre se cumplen dos años de la muerte de mis ami-gos. Hoy, intentaba hallar entre los documentos perdidos eldiploma que me dio la universidad del estado de méxicopor mi ponencia “la inmortalidad en Jorge luis Borges”.Todo hallé, desde las cartas de aleyda, hasta los análisis clí-nicos que me hice el verano pasado. en todo momento hayque andar rascando como gusanos en el polvo, siempre enbusca de algo. en el camino de mi desesperada expedición,encontré un sobre de papel reciclado que decía con letra muypequeña “después de todo, la vida es una jodida broma”…me llenó de rabia encontrarlo ahí donde el papel está fuerade la memoria, a un paso de ser basura.

19/11/99Carta para el Cartas o Despedida ultracostumbrista:

En la arena nunca quedarán los restos de la sangre. Lo haré porustedes, los libraré de la costumbre. Ya sabes, viví en casas enci-madas del norte por más de quince años y mi padre siempre me dijo

la vida es una Jodida BRoma

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que era igual de puto que mi abuelo, tú sabes que siempre lo fui. Suúnico argumento para llamarme de ese modo era mi afición porverme en los espejos. Él no comprendía nada; yo sólo quería en-contrar mi belleza, algo que me diera vida. En ese caso, mi madreera más puta que yo; no era aficionada a los espejos, pero a los hom-bres sí. Todo esto era una jodida broma, yo sólo me miraba en losespejos y ella sí que era una puta que se arrastraba con todo y velode buena cristiana.

Lo haré por ustedes, sólo por ustedes, siempre hace falta algopara hacer que todo vibre. Algún día tendremos que dejar de serlos gusanos que escarbamos en el polvo. Escribí una noveleta sobremi viaje a un pueblo de Hidalgo. Dicen que estoy atormentadodesde que aquel señor de bata oriental me obligó a desnudarme ensu recámara; quizá era muy niño para darme cuenta del daño. Es-cribo y escribo y mi cuerpo cada día es más débil. Los poetas de laciudad me llaman ultracostumbrista. ¿Qué es eso? Ellos dicenque mis cuentos y novelas tienen el mismo propósito de Fernándezde Lizardi, nunca pensé que me pudieran comparar con él, perobueno, ellos son los poetas. Mi paisaje es dislocado, una nueva ló-gica de la naturaleza está llenando mis hojas. Yo sólo escribo.

La semana pasada conocí al abuelo; éste es un hombre que cum-plió cincuenta años de andar en las danzoneadas; yo aproveché laoportunidad para tomarme varias fotos con él, algún día me sentiréorgulloso de tener esa foto, ya verás. Su esposa era igual a Tongo-lele, toda vestida con traje de fantasía y un mechón blanco en la ca-beza. Me platicó que se había casado a los doce años, que su hijomás grande tenía cincuenta y que uno de sus nietos se parecíamucho a mí.

Tengo suerte de estar solo, sé que necesito a la gente, pero nuncamás allá, nunca dentro de mi vida. En poco tiempo acabaré la ca-rrera, pero lo acepto, estoy deprimido desde que regresamos del viaje

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a La Habana. Oye, todo lo que me platicaste fue mentira. ¿Dóndeestá todo lo que se dice de la isla? La revolución se está yendo porla nariz de Pedrito, ese yonki comunista de La Habana del Esteque me presentaste, y que según se había quedado en la Isla poramor a ella. Ahora sólo respira polvo blanco, pero lo entiendo, aquítambién se usa para sobrevivir.

Te escribo para despedirme: me voy a la playa; sólo quiero pedirteun favor: préstame algo de dinero, llevo lo necesario para sobrevi-vir, pero no tengo ni un solo peso para regresar; lo que puedas pres-tarme, en verdad, te lo devolveré con mucho agradecimiento. ¿Yasabes cuál es el número de mi cuenta?

Me enteré de que te vas a Toluca, ¿cómo puedes cambiar el pa-raíso del Pacífico por esa ciudad de nieve? Ya te imagino sentadoen la sala de conferencias de la Universidad del Estado de México,oyendo alguna frustrada idea sobre la literatura latinoamericana:bla, bla, bla. ¿Crees que algún día tendremos literatura? Me dije-ron por ahí que llevas una ponencia sobre la inmortalidad en JorgeLuis Borges. La inmortalidad es un buen tema. Ojalá te puedastomar algunas fotos, siempre es bueno tener recuerdos, dicen quelas personas nunca mueren cuando alguien les roba un instante devida con la cámara.

Me llevo a Domingo, él sí sabe vivir, nos vamos a la playa, ya noqueremos saber nada de nada. Mi número de cuenta es la6064786601, no se te vaya a olvidar. ¿Oye, cuánto tiempo durarála huella de sangre en la arena?

Atte. Ulises, el Chico de Guanabacoa.

P.D. Dice Domingo que te cuides de las hemorroides que causanlas bancas universitarias.

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la carta sembró en mí una terrible amargura. ¿Cómo mehabía llegado? ¿Y cómo es posible que casi dos años despuésla encontrara? el dinero nunca lo envié. ellos murieron elveinte de noviembre de 1999. nadie sabe lo que pasó, sim-plemente se fueron y sus cuerpos aparecieron una semanadespués flotando sobre el mar del pacífico.

en los primeros días de su desaparición, la mayoría de losamigos suponían que estarían recorriendo el sureste con al-gunas mujeres extranjeras. los papás de mis amigos eran losúnicos que estaban preocupados. me hablaban dos veces aldía para saber si se habían comunicado conmigo, pero nada,permanecían en silencio.

ismael y yo tomábamos café todas las tardes, nos hacía-mos preguntas sobre esos dos locos: ¿en dónde se habránmetido? ismael hizo una broma: “mira, a mí no me importadónde puedan estar esos dos cabrones, y menos si estánvivos o muertos; que me regresen mi cámara que me pidie-ron prestada y ya”. Reímos durante varios minutos, quería-mos olvidar nuestra preocupación.

pasaban los días, y la gente no hallaba bromas ni pretex-tos para cubrir la angustia. ahí fue donde la creatividad delos estudiantes se hizo presente, con las tesis sesudas sobrela desaparición: a) seguro se fueron de autostop por algunascarreteras angostas del país; b) ay no, lo más seguro es quehayan vendido su cuerpo a la esposa del gobernador; c) cómo creen, a mí se me hace que fue el cansancio de la co-tidianidad, simplemente huyeron de todos sin avisarle anadie.

el papá de domingo me habló muy desesperado: “me voya buscarlos a la playa esa donde fueron”. el señor salió demadrugada en su camioneta nissan blanca de doble cabina,

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dejando tres espacios, con la esperanza de encontrar a suhijo, a su amigo, y a otro posible.

la noticia no tardó en llegar. no recuerdo qué libro estabaleyendo cuando sonó el teléfono: “Ya los encontraron, estánmuertos”. algo me hacía suponer que ya lo estaban desdedías atrás. pero cuando esa voz me lo comunicó corrí a losbrazos de mi madre y lloré. me acordé de la broma que mehabía hecho Rodrigo un día antes, haciendo una paráfrasisdel chiste más absurdo que hacía ulises: “¿Qué le dijo lucíaméndez a verónica Castro?; pues nada, porque no se ha-blan”. sólo él se reía de tan soberana estupidez. desde su ce-lular Rodrigo inventó la segunda parte: “¿Qué le dijo elChico de Guanabacoa al Cartas?, pues nada, porque ya estámuerto”.

después de dar el pésame a los familiares, todos los ami-gos fuimos al café de la plaza victoria. Fumamos y bebimoscafé hasta la medianoche.

entre los amigos ya nadie se soportaba, estábamos hartoslos unos de los otros. las pláticas de los autores de fin desiglo, que antes eran nuestra gran pasión, estaban converti-das en trinchera de lamentaciones y reclamos. me quedésolo. ismael huyó a los estados unidos dejando la carrera enleyes inconclusa, Rafael se enamoró y, aunque estudiábamosen edificios contiguos y vivíamos a unas cuantas calles, muypocas veces lo veía. israel se fue al distrito Federal a estu-diar algunos seminarios sobre ingeniería en audio, y yo es-taba solo, platicando con los fantasmas en la meza de la plazavictoria.

Comencé a escribir y me hice novio de aleyda. me mirabaa los ojos mientras la tierra caía sobre el féretro del chico deGuanabacoa. ¿algún día dejaremos de rascar en el polvo

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como gusanos? el papá de domingo me hablaba a la casapara que me animara a escribir algo sobre su hijo. Yo le decíaque sí, pero le intentaba explicar que ese no era un buen mo-mento para hacerlo. para escribir algo sobre los muertoshabía que extrañarlos.

no quería pensar en el suicidio, ni en el asesinato. suscuerpos, después de estar toda una semana navegando comomaderos en el mar, habían hecho que todas las pruebas sedisolvieran. el padre los reconoció porque domingo se habíaroto, durante su adolescencia, la muñeca, y al Chico de Gua-nabacoa, por sus pelos en el pecho, pero nada más. Todo es-taba velado.

la vida me comenzaba a tratar un poco bien. Conseguí untrabajo mediano impartiendo algunas clases en una prepa-ratoria; aproveché el momento para salir de mi casa a la se-mana siguiente. Compartí el departamento con un francésllamado Jean. era el clásico europeo que se creía con la cali-dad moral de hacerles ver los errores a los ciudadanos tercermundistas. Hablaba perfectamente el español y plati-cábamos horas enteras sobre el movimiento zapatista. en lacocina se hallaba un mapa enorme de la República mexicana,y con tachuelas él iba marcando los puntos ya conocidos.nunca le había puesto mucha atención. un día me paré conla cabeza hecha bomba por las cervezas de una noche antes.preparé un café y veía el enorme mapa. el francés conocíamás lugares que yo, y eso que tengo más de veinte años deser mexicano. una tachuela amarilla señalaba las playas delpacífico, en especial las que se encuentran en el estado deoaxaca. Jean llegó con una bolsa de pan dulce y pregunté:

—¿Ya recorriste todo el pacífico, Jean?—sí, la mayoría ¿por qué?

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—por nada. ¿Y zipolite?—sí, estuve más de un mes por ahí.—allí murieron unos amigos.—¿Cuándo?—en noviembre.—¿eran tus amigos? sí, escuché algo sobre la muerte de

unos muchachos.—¿sabes algo?—sólo que los habían matado a puñaladas.una jodida broma, repetía. ¿por qué habrá titulado así la

carta? en buena hora decidió hacer de las letras símbolos.nunca supe responder la pregunta sobre la presencia de lasangre en la arena. Casi dos años después miro la pequeñaletra de mi amigo y quiero pensar que todo está bajo elpolvo.

no guardo ninguna fotografía de mis amigos; ellos estánmuertos, creo que siempre lo estuvieron. mientras tanto, sigobuscando mi diploma, el que me dieron por hablar sobre lainmortalidad en Borges.

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A Fernando Morales

lo primero que uno se preguntaba al ver las fotografías deBerlioz era cómo le hacía para captar ese brillo en las mira-das de las novias. mucho tiempo me lo pregunté y en pocotiempo lo averiguaría.

el estudio fotográfico de don Berlioz era el único lugar delpueblo en donde se podía ver a la gente sonreír, desde losclásicos retratos de recién nacidos haciendo caritas, quince-añeras y hasta árboles genealógicos, todos con cierto gradode calidad, pero donde nadie lo superaba era en los retratosde recién casados, perdón, de las novias quise decir.

sacarse las fotos de bodas con él, al pasar de los años, sehabía convertido en una superstición entre las nuevas pare-jas. Con decirles que las madres, organizadoras eternas deestos ritos, antes de pensar en el menú de la fiesta o en losarreglos florales de la iglesia, apartaban lo más pronto posi-ble un lugar con don Berlioz para que le sacara a sus hijas lafoto del recuerdo.

—ve con don Ber, hija, ni se te ocurra ir a otro estudio, yaves lo que le pasó a la Charito por irse con el otro fotógrafobaratero; hasta con la boca chueca salieron y parece mentira

BeRlioz, el FoTóGRaFo

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pero mira cómo les fue; no tientes al chamuco, m’ija, y mejorvete con don Ber que su mano hasta la fecha nunca nos ha fa-llado.

Y parecía imposible que la cámara de este hombre pudieratener tanta magia y con tan sólo un clic bendijera y perpe-tuara la felicidad de los jóvenes casaderos.

Comencé a trabajar con don Ber cuando terminaba el ter-cer año de secundaria. Todos los días pasaba por su estudio,observaba las fotografías de las abuelitas mirando a la nada,niñas de coletas, familias enteras teniendo de fondo chime-neas y árboles de cartón, pero nada se comparaba con el res-plandor de las sonrisas de las novias. los muchachos por loregular aparecían con cara de arrepentimiento, como pre-sintiendo el destino de su vida marital, pero ellas todo locontrario: sus cuerpos se mostraban relajados, airosos, consonrisas brillantes.

una de las pocas imperfecciones que pude notar fue quelos ojos al momento del disparo, ¡pum!, como que mirabanal cielo. a la gente no le incomodaba en nada esa cuestión, esmás, llegaron a decir que ése era el toque mágico de don Ber,y que con tal de que les echara la bendición tomándoles lafoto bastaba.

el trabajo aumentó y Berlioz tuvo que empezar a contra-tar nuevo personal. en la caminata hacia mi casa vi el letreroque decía: “se solicita muchacho sereno y que muestre sen-sibilidades extras”.

nunca entendí ese requisito, pero en ese momento hiceacto de presencia con don Ber. él estaba sentado encima deuna mesa y al verme entrar con el anuncio de inmediato separó, me observó rápidamente y sin que yo le dijera nadacoreó la bienvenida:

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—desde hoy es tuyo el puesto, muchacho, de lejos se teve, y más con ese libro de poesía, que eres un muchachitomuy sensible, ven para acá, te voy a enseñar tu oficina.

Y bueno, don Ber ya estaba convencido de mis sensibili-dades extras, espero que no se haya dejado llevar por el libroque traía en el brazo, porque en realidad no era un libro depoesía sino el compendio de física que cargaba todos los díascon el fin de aprovechar el tiempo, mi examen extraordina-rio se acercaba.

seguí al hombre por los cuartos de revelado, baño y ar-chivos hasta llegar a una puerta que nos llevaba al lugarclave del negocio, así lo dijo. Cuando por fin llegamos a loque iba a ser mi oficina, me advirtió que no era un trabajocomplicado, pero que sí era necesaria cierta concentración y,sobre todo, ritmo; según él, ritmo era lo que tanta falta lehacía al mundo.

—por eso usted ni se preocupe —le dije. no es por nadapero eso es lo que me sobra, hasta la fecha no ha habidomejor bailador en el pueblo que yo, eso se lo aseguro.

llegamos a mi escritorio, el cual estaba muy limpio y per-fectamente ordenado. al ver el escenario, una voz desde miscavernas gritó: ¡a huevo! ni mi padre, que en paz descanse,pudo tener una oficina como ésta.

—a ver, muchachito —me dijo Berlioz—, tu trabajo sebasa en jalar esta cadenita cada vez que se prenda el foco queestá en tu escritorio. a ver jálale. Y bueno, yo le jalaba.

—otra vez —ordenaba Berlioz—. ¡eso! muy bien, si hastaparece que naciste para este negocio.

Y yo con mi cara de “osss, abuelito soy tu nieto”, aunqueno lo puedo negar: el trabajo era tan simple que hasta lleguéa sentir remordimientos por el buen sueldo que me ofreció el

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viejo, pero bueno, no cualquiera nace con esta estirpe fan-danguera.

Y así me tuvo por varias horas jalando la cadenita deltecho, ejercicio clave para el negocio de las fotografías. des-pués de que ya había dominado el ritmo base, que era segúnBerlioz el que más se utilizaba, continuó enseñándome losmovimientos violentos; el latigazo, la carambola, así como elun, dos, tres probando; todos ellos considerados unas ex-centricidades pero había que tenerlas preparadas para todaslas novias que ya habían conocido mundo; sinceramente, elque más trabajo me costó fue el de afilador de cuchillos, pueseste incluía un ritmo lineal y a la vez una serie de círculos alrevés y al derecho, nada imposible de lograr, en dos semanastodo estaba bajo control.

el negocio caminaba en regla, los clientes llegaban y si noeran prospectos de matrimonios simplemente los pasaba consus ayudantes. Berlioz ni siquiera se tomaba la molestia deatenderlos, pero eso sí, cuando una pareja llegaba los invi-taba a tomar asiento, les servía una copa de vino blanco ybrindaba con ellos por su felicidad. la hembra, con el per-miso del novio, pasaba primero al cuarto escenográfico, perono piensen mal, lo único que hacía mi patrón era hablar conla mujer acerca de sus nuevas responsabilidades de hembra;les decía: a ver, mi niña, párese ahí mero donde está el cír-culo en el piso, mientras Berlioz estaba en el sermón la señalen el foco me anunciaba el comienzo de mi trabajo. desdeabajo sólo se podían oír risas y jadeos; yo, simplementemovía la cadena con el mayor ritmo posible siguiendo eldiagnóstico de mi patrón.

los novios, en ningún momento se molestaron de queBerlioz pasara esos instantes con ellas; es más, tanta era la fe

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que le tenían al clic de don Ber que no faltaba el hombre pre-cavido que dejaba a su prometida veinticuatro horas antescon el santo niño Berlioz, todo con la intención de que lle-gara bien preparadita para el día de su boda. Cuando llega-ban esos casos al estudio se lograban fotografías realmenteincreíbles. Tanta fue la fama de don Ber que hasta peregri-naciones le organizaban, sobre todo mujeres con uno o dosfracasos matrimoniales en su historial.

pero como todo, después del clímax viene el descenso.Tanta era la clientela que a don Ber le dio por conseguir apa-ratos que ayudaran a facilitar el trabajo. para esa época, yo yaestaba acostumbrado a realizar el movimiento de afiladorcon la mano derecha y con la otra el un, dos, tres probando,pero más no se podía hacer. Fue ahí donde Berlioz decidióutilizar las nuevas tecnologías, ya que se negaba a contratara más gente pues de esa manera se arriesgaba a que su se-creto se develara.

—mira nada más todo lo que pueden hacer estas máqui-nas, y pensar que invertí dos semanas para enseñarte todoslos ritmos.

para ese entonces Berlioz ya no era el mismo anciano con“sensibilidades extras”, sino un anciano decrépito y codi-cioso. el sistema que había adaptado mi jefe era perfecto, elnegocio siguió creciendo, los círculos en donde descansabanlas novias se habían multiplicado en los corredores, baños,hasta en la entrada de la oficina; las colas de recién casadosaumentaban.

los novios tenían que esperar en las banquetas su turnopara tomarse la foto con sus respectivas esposas. ahora yano hacían ningún movimiento, todo estaba autorizado y sólotenía que aplicar los comandos que se requerían. si don Ber

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me decía que en el círculo tres se necesitaba una ligera ca-rambola, marcaba las teclas y asunto arreglado, que en eldoce se requiere un latigazo, lo mismo. los jadeos y las risasse convirtieron en coros; sin embargo, los movimientos ex-travagantes comenzaron a caer en desuso. el patrón decíaque los movimientos dependían de la intensidad de la mi-rada, si llegaba una picarona, el que le correspondía era unacarambola simple, para las desairadas un latigazo, y para lasque irradiaban fuego el un, dos, tres probando era el preciso;según la expresión de la mirada era la prescripción médica;ya saben, en los buenos negocios como en el estudio de Ber-lioz no se da lo que pide el cliente, sino lo que le haga falta.

Y a pesar de que las parejitas llegaban a puñados, la va-riedad de los movimientos cayeron en desuso, Berlioz meexplicaba que las mujeres suelen cambiar con el tiempo, perome confesó que nunca había visto algo igual en su carrera defotógrafo. “parece, muchacho”, concluyó, “que las buenasmuchachas se están extinguiendo”. Y al parecer tenía razón,pues en los tres meses que pasaron el ritmo de afilador jamásse usó, después el un, dos, tres probando hasta quedarnossólo con el movimiento clásico. las risas y los jadeos que in-undaban el estudio se habían esfumado. el negocio no de-caía en sus ganancias pero a falta de naturalezas equilibradasBerlioz cayó en depresión. el vino y el trato personal quedaba a las novias habían desaparecido. después comenza-ron los divorcios y la gente rumoraba que don Ber era un far-sante, que el rito que había inventado sólo era un pretextopara aprovecharse de las muchachitas. desde luego no huboacusaciones formales, pero el trabajo decayó y desde mi ofi-cina sólo se oía de vez en cuando:

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clic,los que siguen

cliclos que siguen

clicsiguen

a pesar de todo me sentía más tranquilo; no comprendíamucho lo que pasaba, así que sólo me atenía a obedecer lospocos comandos que me encargaba Berlioz y abrir de vez encuando el compendio de física.

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Reloj de furia el tigrese desgarra a sí mismo

cuando está solo demasiado tiempo,y la materia de su vista

no es la luzsino la sangre.

eduardo lizalde

aquí, a la mitad de la colina, me encuentro yo, el sardo de mipadre, mi ma’ y las chamagosas de mis hermanas. me gustael pueblo aunque en realidad no lo es. Hay mercado, presi-dencia municipal, feria en enero y carnaval de huehues ensemana santa; pero también se encuentran palomitas de mi-croondas, prostíbulos elegantes y tiendas de aparatos elec-trodomésticos.

enero es un mes de fiesta: los vendedores de plátanos fri-tos, la rueda de la fortuna, la casa de los taganeros, pulque-ros y luchadores de quinto patio hacen de la avenidaprincipal escenario perfecto para que las changuitas salgana lucir sus mejores trapos, caminan galaneando, moviendo el

el TiGRe de san BalTazaR

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cuerpecito de ajolote, salpicando miradas de ven, ven, ven.era mes de fiesta.

a fuerza de litros de pintura (y que quede bien claro, nosoy de los muchachos mojonudos que andan por las callespintarrajeando la ciudad, esos que se dicen llamar grafite-ros) y mentadas de madre, hice que me apodaran El Tigre,así como el de santa Julia, y como el que vive en el pecho deeduardo lizalde. digo que gasté mucha pintura, porquemás de un año me la pasé pintando cuanta pared hubieradisponible en el pueblo. para lograr mi distinción y mi bau-tizo hacía mis malandrinadas a plena luz del día, sin cui-darme en lo más mínimo de los demás. Hubo ocasiones quehasta llegaba a tocar los timbres de las casas agredidas y lesdecía:

—Buenos días, vecino.—Buenas, güero, qué se le ofrece.—nada, sólo vengo a avisarle que un infeliz hijo de mala

madre pintarrajeó su barda. ¡mire nada más cómo la dejó!Y el vecino o “ina”, en el mejor de los casos, salía despa-

vorido o “ida” al mirar el recado de su pared: “aquí estuvoel Tigre de san Baltazar”. en el momento del encabrona-miento, yo mostraba las manos a mis vecinos: mira güey omira pendeja, yo soy ese hijo de pinche madre que pintó tubarda.

mi pueblo siempre fue de albañiles, carpinteros y chachasarácnidas. algo tendrían las tortillas que se consumen en elpueblo, porque por más claves y señales que les daba, nadiequería darse cuenta de quién era el autor de aquellas pintas.

Todo tiene un límite y todos lo sabemos. Cuando descubríque había gastado más de la cuenta en pintura y brochas,vino a mí una idea excelente: mandarle un anónimo a doña

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linternina en el que se desenmascaraba al hijo de sardogüero como el autor de las pintas que ya estaban causandomurmullos en los pasillos del mercado. doña linternina des-pachaba latas de chile la morena, jabón zote, huevos o bo-lillos, acompañados de la nueva noticia: ¿saben quién es ElTigre de San Baltazar? pues el hijo de los güeros, y con lo de-centes que se veían. Yo lo había visto con las manos man-chadas pero nunca lo pensé…

el pueblo sabía de mi existencia, y sobre todo las chan-guitas. Bien valieron la pena las mentadas de madre que re-cibí de los afectados. en el baile de enero, cuando la feria estáen el pueblo, los del Campeche show, mario y sus Chaval’sy el mismísimo sonido la Changa mandaron saludos alTigre de san Baltazar. después del guipipipí y del tambó,tambó, tambó (en voz de eco) se oía: saludosudosudos, al Ti-gretigretigre de San Baltazarzarzar.

dedos me faltan para contar las changas que me llegaronesa noche. aproveché mis instantes de fama y bailé concuanta mujer me guiñaba el ojo. los pies fueron los prime-ros en resentir las consecuencias del glamour, así que tuveque ir a sentarme a alguna banqueta libre. saqué un cigarroy pensaba, mientras lo hacía llegó un puñado de hombres adecirme:

—ah, con que usted es El Tigre de San Baltazar.Y yo, con el cuerpo hinchado de orgullo, les respondí:—ey, ese mero que anda y calza.—pues bueno, aprovechando su buen momento, venimos

a traerle una propuesta.—va y que va, ustedes dirán para qué soy bueno.—pues ya sabe que en semana santa celebramos nuestro

carnaval y queremos que usted sea nuestro bailador estelar.

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pero zaramba y camba la cosa. ¿Yo el bailador estrella delcarnaval? imaginen eso nada más. Yo, el hijo de don sardogüero, teniendo el mismo honor de don panchito —el pri-mer poblador y abuelo de doña linternina—, el mismohonor del padre Juanito —el evangelizador de la zona—, elmismo honor tendría El Tigre de encabezar el baile de se-mana santa. sin darle mucha vuelta al asunto, acepté. ahoratenía que enfrentar la responsabilidad de la fama.

llegué a mi casa y le comuniqué a la familia entera sobremi compromiso próximo:

—¿Qué creen?—¿Qué?—Yo seré el próximo bailador estrella del carnaval.mis hermanas fruncieron la cara y soltaron un ahhhhhh,

como de “¿eso es todo?” mi ma’ se acercó para abrazarme ydecirme lo orgullosa que estaba de mí.

—mañana mismo voy a las Telas parisina a comprarte losmejores retazos y peluches para hacer tu disfraz. vas a ver,mi’jito, ningún ojo de san Baltazar dejará de asombrarsecuando te vean bailando con el traje que desde mañanamismo te comenzaré a hacer. ¿Cuánto costará el metro depeluche amarillo? digo, porque seguro que vas a vestirte detigre para ese día, ¿verdad?

la emoción de mi padre se representó con una lágrima yuna palmada en mi hombro. Todas las noches me soñababailando con mi traje de tigre, moviéndome, disparando sal-vas al cielo. mi madre dedicaba noches enteras en la confec-ción de mi traje, yo la acompañaba en las veladas mirandodocumentales de felinos en el Discovery Channel. aprove-chaba, también, como era domingo, para pasarle por instan-tes al canal 22, en donde salía eduardo lizalde comentando

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el programa de ópera. observaba a los dos tigres desde mitelevisión. eduardo lizalde es un tigre con corbata.

el día llegó y todo estaba listo: el traje de tigre, mi bastóny el mosquetón de salva que había adaptado mi padre. losviejos huehues pasaron por mí, como es la costumbre, cercade las once de la mañana. estos hombres ya no son nada se-rios, las máscaras de españoles rabiosos, sedientos de con-quista ya no se veían, las máscaras de negritos menos, lo másnegro que encontré fueron los ojos de Wini pu, el antifaz deRobin, los guantes del súper portero, los dientes del Capi-tán Cavernícola e Hijo, por supuesto, pero bueno, uno debede aceptar que las cosas cambian, la costumbre siempre cam-bia.

salimos y comenzó el baile y las explosiones. la danzaconsistía en dar de brincos, espantar a la gente que andabapor ahí y esquivar los microbuses y combis que pasaban porla calle.

El Tigre de San Baltazar iba al frente, haciendo gala del pe-luche amarillo retocado con sombras negras en el lomo. élencaminaba toda la comitiva, disparando, bailando y, comono podía faltar, degustando líquidos dionisiacos al pormayor. los autos pasaban, cooperaban con la fiesta rociandocon su humo nuestros cuerpos; la gente que iba dentro nosmiraba con ojos de sapo, pellizcándose los brazos, inten-tando creer lo que sus ojos registraban: la pequeña guerra, elgran baile de los nuevos demonios.

el hombre que iba vestido de Wini pu se acercaba haciamí, intentaba seguir los mismos pasos de baile y disparabasu escopetón muy cerca de mi cuerpo. varias veces lo hizo,era claro que traía algo en mi contra. su último disparo hizocimbrar toda mi humanidad de tigre.

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—¿Qué traes, pinche Wini?Wini no me respondía, me ignoraba y se perdía entre la

multitud. ni bien estaba agarrando el ritmo, cuando otra vezestaba junto de mí el canijo oso, y volvía a disparar, y volvíaa seguir mis pasos.

Todo tiene un límite, y eso bien lo saben, así que me arran-qué a perseguir a Wini pu, primero sigilosamente, pero des-pués, cuando él se dio cuenta de que lo perseguía, apuró elpaso. la persecución se convirtió en una corretiza formal.

Y por más que quería perderse entre los callejones anexosa la avenida principal, no pudo. Y lo seguía con rabia y losdemás huehues también, como yo era el bailador estrella, ellostenían la obligación de seguirme hasta la muerte.

la corretiza trascendió las fronteras. Wini pu pensó queno iba a tener valor de perseguirlo hasta las grandes aveni-das de la ciudad que se estaba tragando nuestro pueblo. ahínos veían a todos, corriendo en sentido contrario, toreandolos coches del año y autobuses. Ya eran pocos los huehues queme seguían, casi todos aprovecharon el momento de locuradel Tigre para hacer un pic-nic en los camellones de las ave-nidas y descansar con los sobrantes del pulque, entre ellosestaban un integrante del ballet de sólo para mujeres, Robin,dragon Bol z y el Capitán Cavernícola.

—Ya párale, pinche Tigre.nada de eso, mi mirada está clavada en el culo gordo de

Wini pu. soy un tigre y mis músculos se estiran, mis piernasestallan de velocidad y furia, tal y como lo había visto en eldocumental del Discovery, cuando los tigres iban atrás de lascebras en medio de la selva pantanosa. estoy corriendo dán-dole la cara a las parrillas de los autos, Wini pu solamenteestá a unos metros, está ahí, intentando mover su gordura,

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sacando esa lengua enorme de cansancio. los colectivos meesquivan, reconocen mi calidad de tigre. unos metros más yWini llegará al crucero, ahí tendrá que parar. autos, autos,autos, luz roja, ámbar, verde. lo puedo oler, mis colmillos,mis garras, mi piel. luz verde, Wini pu pasa, luz ámbar: untigre nunca duda, hay tiempo: sólo el necesario para llegar ala muerte.

—¡extra! ¡extra! Tragedia en el carnaval de san Baltazar.encabezado de La Voz de Puebla, 15 de abril de 1997: “des-

pués de tremenda corretiza, un huehue, apodado El Tigre deSan Baltazar es arrollado por la ruta colectiva santa maría laspalmas dejándolo occiso. otro (dragon Bol z), al querer ayu-dar a su amigo, fue arrollado por un microbús cortándole lasdos piernas. presentaron demanda ante el ministerio públicounos hombres disfrazados de Capitán Cavernícola y Robin”.

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