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1 UNIDAD 1 DINÁMICA DEMOGRÁFICA Y MEDIO AMBIENTE EN AMÉRICA LATINA* El objetivo de esta unidad es conocer la población para determinar quiénes son las y los latinoamericanos, atendiendo a los cambios y continuidades en los patrones demográficos, al tiempo que abordamos la complejidad de las formas en las que el ser humano, organizado en sociedades, se relaciona con la naturaleza para buscar la satisfacción de sus necesidades materiales. Geografía del Poder en América Latina Master Internacional en Estudios Contemporáneos de América Latina DINÁMICA DEMOGRÁFICA ¿Qué es y por qué estudiamos la población? Dinámica y estructura demográfica en América Latina Las transiciones demográficas Dos tasas claves: mortalidad infantil y fecundidad Estructura demográfica actual de la población latinoamericana Las migraciones MEDIO AMBIENTE La apropiación de la naturaleza por el ser humano Los recursos naturales La capacidad de sustentación Estructura productiva y problemas medioambientales Sostenibilidad y problemas medioambientales Las luchas ecológicas y la cuestión de la democracia Bibliografía Enlaces re a recomendada ecomendados Se trata de una primera aproximación a las dinámicas socio-demográficas latinoamericanas y de entender a qué hacemos referencia cuando hablamos de los problemas del medio ambiente, que se centra en la evaluación a medio plazo de la población y en las formas en cómo la estructura productiva define los tipos de problemas ambientales. NOTAS: * La presente unidad es una actualización de la Profesora Almudena Cabezas, y ha sido editado por ella con base en los siguientes materiales: Rosa de la Fuente y María González Encinar (2006): "Patrones demográficos en América Latina: cambios y continuidades", en Espacio y poder, Material Didáctico de la Asignatura Campus-ADA, coordinada por Heriberto Cairo y Rosa de la Fuente; y, Maaria Sepanen y Pia Eriksson (2004) “Los problemas medioambientales en América Latina”, de la Universidad de Helsinki, elaborado en el marco del proyecto Amelat XXI, coordinado por el profesor Heriberto Cairo Carou.

UA1 GeografiaPoder ALMUDENA · 1749-1750. En América Latina el primer censo de población unificado se elabora dos siglos más tarde, en 1950. ... hambrunas, ni tampoco únicamente

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UNIDAD 1DINÁMICA DEMOGRÁFICA Y MEDIO AMBIENTE EN AMÉRICA LATINA*

El objetivo de esta unidad es conocer la población para determinar quiénes son las y los latinoamericanos, atendiendo a los cambios y continuidades en los patrones demográficos, al

tiempo que abordamos la complejidad de las formas en las que el ser humano, organizado en sociedades, se relaciona con la naturaleza para buscar la satisfacción de sus necesidades materiales.

Geografía del Poder en América LatinaMaster Internacional en Estudios Contemporáneos de América Latina

DINÁMICA DEMOGRÁFICA

¿Qué es y por qué estudiamos la población?

Dinámica y estructura demográfica en América Latina

Las transiciones demográficas

Dos tasas claves: mortalidad infantil y fecundidad

Estructura demográfica actual de la población latinoamericana

Las migraciones

MEDIO AMBIENTE

La apropiación de la naturaleza por el ser humano

Los recursos naturales

La capacidad de sustentación

Estructura productiva y problemas medioambientales

Sostenibilidad y problemas medioambientales

Las luchas ecológicas y la cuestión de la democracia

Bibliografía recomendadaEnlaces recomendados

Bibliografía recomendadaEnlaces recomendados

Se trata de una primera aproximación a las dinámicas socio-demográficas latinoamericanas y de entender a qué hacemos referencia cuando hablamos de los problemas del medio ambiente, que se centra

en la evaluación a medio plazo de la población y en las formas en cómo la estructura productiva define los tipos de problemas ambientales.

NOTAS:

* La presente unidad es una actualización de la Profesora Almudena Cabezas, y ha sido editado por ella con base en los siguientes materiales: Rosa de la Fuente y María González Encinar (2006): "Patrones demográficos  en América Latina: cambios y continuidades", en Espacio y poder, Material Didáctico de la Asignatura Campus-ADA, coordinada por Heriberto Cairo y Rosa de la Fuente; y, Maaria Sepanen y Pia Eriksson (2004) “Los problemas medioambientales en América Latina”, de la Universidad de Helsinki, elaborado en el marco del proyecto Amelat XXI, coordinado por el profesor Heriberto Cairo Carou.

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Debido a la complejidad y amplitud de todo lo que se refiere a la población, en las siguientes páginas sólo es posible hacer una referencia a sus rasgos más definitorios en América Latina, puesto que los matices, innumerables, y las particularidades, más concretas, podrían ser objeto de estudios posteriores.

La población es el fundamento y la fuente de todos los actores y todas las organizaciones. En términos demográficos, una determinada población se define como  un conjunto de individuos, constituido de forma estable, ligado por vínculos de reproducción e identificado por características territoriales, políticas, étnicas o religiosas (Livi-Bacci 1993); pero, la población también es un fenómeno social dependiente del desarrollo de la sociedad, por lo que los cambios estructurales de la población reflejan sus condiciones socio-económicas, políticas y culturales.

La representación de la población es la primera empresa del poder, puesto que la población puede ser contada se puede tener una imagen precisa de ella. El censo o recuento de la población es un saber; luego en tanto que saber es un poder. Los primeros censos modernos de población se realizan en el momento en el que se consolidan los estados-nación europeos, uno de los primeros se lleva a cabo en Suecia, en 1749-1750. En América Latina el primer censo de población unificado se elabora dos siglos más tarde, en 1950. 

La historia de la humanidad en términos demográficos se ha caracterizado, hasta fechas recientes, por un crecimiento muy lento o crecimiento pseudo-estacionario (tasa de crecimiento vegetativo poco más del 0 %). Las sociedades soportaban una mortalidad muy elevada, por lo que a pesar de la también elevada natalidad no se producía crecimiento de manera sostenida. Prácticamente, desde que tiene lugar el cambio de este comportamiento demográfico primitivo a una situación de crecimiento, por la reducción de la

mortalidad -por primera vez, en la segunda mitad del siglo XVIII, en el caso de la población inglesa-, se inaugura también la reflexión sobre las consecuencias de dicho crecimiento, frecuentemente en términos alarmistas como fue la generalización de la expresión "explosión demográfica". 

Desde las primeras reflexiones, la población se relaciona el crecimiento con la pobreza, y los neomalthusianos alertarán sobre el fantasma de un mundo superpoblado que pueda llegar a cuestionar el orden establecido. Entonces, las clases dominantes optarán por la contención demográfica como procedimiento prevent ivo contra pos ibles revoluciones, e incluso algunos análisis sostenían que la causa del subdesarrollo era el fuerte crecimiento d e m o g r á fi c o , i n t e r p r e t a c i ó n r e f u t a d a tempranamente, entre otros, por  Yves Lacoste. Recientemente, como veremos el peligro ante el crecimiento de la población también se ha vinculado a la insostenibilidad o sustentabilidad, especialmente respecto a la alerta sobre el agotamiento de los recursos naturales.

Desde la escala global, la dinámica demográfica es manifestación de la desigualdad centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo y/o norte-sur, que se expresa en el desigual crecimiento de las poblaciones: mientras una pequeña parte de la población mundial crece muy lentamente -poblaciones de los países del centro que representan en torno al 20%-, la mayor parte de la población -en los países de la periferia, en torno al 80% del total mundial-, experimenta un fuerte crecimiento; y, a la inversa, mientras menos del 20 % de la población ostenta el 80% del Producto Bruto Mundial, más del 80% de la población dispone sólo del 20% de la riqueza del planeta. En la globalización las diferencias en el comportamiento de la población en las distintas regiones del mundo no sólo persisten sino que se acentúan, siendo ésta un factor de pervivencia de las diferencias socio-demográficas.   

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¿Qué es y por qué estudiamos la población?

DINÁMICA DEMOGRÁFICA

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Qué es la explosión demográfica?

En el año 1999, se reconoce oficialmente que alcanzamos la cifra de 6.000 millones de habitantes en el planeta. Aunque un dato más significativo es conocer que en 1960, sólo habitaban la tierra la mitad de esta cifra, es decir, 3.000 millones de habitantes. ¡EN 30 AÑOS LA POBLACIÓN SE HA

DUPLICADO! 

Para referirse al crecimiento que experimenta la población mundial, claramente desde la segunda mitad del siglo XX se popularizó la expresión “explosión demográfica” que tuvo un enorme éxito en ámbitos públicos y académicos. En 1987, la población mundial alcanzaba la cifra de 5.000 millones, luego en los últimos doce años ha crecido en 1.000 millones, o lo que es lo mismo, la población del mundo aumenta en 77 millones cada año de promedio. El 95% de este crecimiento acontece en las poblaciones de los países de la periferia, sobre todo en el suroeste de Asia y en el África Subsahariana.

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En un breve apunte histórico de la población latinoamericana es necesario comenzar subrayando la hecatombe demográfica que sufren las poblaciones autóctonas a partir del contacto con los colonizadores europeos. A modo de ejemplo, según la demografía histórica se calcula que México tenía, en el siglo XVI seis millones de habitantes, y cincuenta años más tarde no alcanzaba la cifra de dos millones. La misma hecatombe se produce en otras áreas de la región. Esta brusca disminución de la población no es consecuencia sólo de la violencia, ni de las hambrunas, ni tampoco únicamente por las mortíferas epidemias que se extienden entre la población, sino que en gran medida, es consecuencia, de la desarticulación de las estructuras socio-económicas de las propias poblaciones indígenas. 

La alteración de los modos de vida, incluso con desplazamientos forzados, y la alteración de sus prácticas materiales son también elementos que explican esa hecatombe demográfica.

En vísperas de la Independencia, según A. Humboldt, la población de la América Española no superaba los 16 millones de habitantes lo que significaba un 2% del total de la población mundial. La composición de esta población era la siguiente:  7.5 millones de indios,    5 millones de mestizos,    3 millones de blancos y un aporte poblacional de negros que, a pesar de la importación masiva de esclavos -se calcula que sólo en el siglo XVIII fueron siete mil lones-, procedentes mayoritariamente del África Subsahariana,   alcanza tan sólo la cifra de un   millón, debido al carácter destructor de la trata y la esclavitud.

La importación de esclavos y el mestizaje junto a una elevada natalidad generalizada van a dar paso al rasgo de heterogeneidad característico de la población latinoamericana. Y el déficit demográfico en el momento de la Independencia, junto a las consideraciones del racismo y del darwinismo social imperantes, lleva  a los nuevos Estados a poner en

marcha políticas de atracción de inmigración bajo el antiguo principio “Gobernar es poblar”.

A lo largo del siglo XIX    y durante la primera mitad del siglo XX, la población  va a seguir creciendo muy lentamente, siendo el total en 1900 de 74 millones de habitantes. La natalidad sigue siendo elevada, pero lo es también la mortalidad, de forma que el único incremento notable es consecuencia de aportes migratorios que se relacionan con el período de las grandes migraciones transoceánicas de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando millones de europeos emigran al continente americano.

Los primeros datos censales -en el sentido moderno de la expresión- de la población latinoamericana arrojan la cifra de 162 millones para 1950, lo que sitúa su participación en el conjunto de la población mundial en el 6.4 %. Y desde entonces, su participación no deja de aumentar hasta el presente y las proyecciones indican que seguirá la misma tendencia en un futuro. 

En la década de los cincuenta se produce el fenómeno calificado de estallido de la población latinoamericana –referido a un crecimiento explosivo-, pues aunque con anterioridad se habían producido crecimientos poblacionales en algunos países, sólo en esta década se generaliza al conjunto de la población la reducción de la mortalidad, causa de este    crecimiento, pues la natalidad se mantiene elevada uniformemente.  La rápida y drástica r e d u c c i ó n d e l a m o r t a l i d a d , s e ex p l i c a mayoritariamente como consecuencia de la casi total desaparición de las enfermedades infeccioso-contagiosas, mediante las masivas campañas de vacunación que se aplican a partir del quinquenio 1945 – 1950, lo que Yves Lacoste califica como “revolución sanitaria”.

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Dinámica y estructura demográfica en América Latina

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Las décadas de los sesenta y setenta conforman la etapa de mayor crecimiento poblacional en América Latina con tasas de crecimiento natural próximas al 3%.

Es importante señalar que mientras en las poblaciones europeas    la reducción de la mortalidad fue paulatina y producto de la mejora de las condiciones de vida, a lo que luego se añade el

descubrimiento de vacunas y otros avances médicos, en América Latina la reducción de la mortalidad en ese primer momento es una variable independiente de las condiciones de la población. 

Gráfica 1. Evolución y Proyección del crecimiento y distribución de la población mundial

En este primer cuarto de la segunda mitad del siglo XX, se define más claramente una distribución regional del crecimiento de las poblaciones. Y los dos subconjuntos poblacionales que experimentan los crecimientos más fuertes son América del Sur Tropical y algunos países de América Central Continental y México; mientras que los crecimientos más débiles serán en las poblaciones de la América

del Sur Templada (Argentina, Chile y Uruguay). Las poblaciones del Cono Sur latinoamericano modifican el comportamiento demográfico tradicional ya en la década de los años 30, y en la actualidad, con las tasas de natalidad de las más bajas de América Latina, estas poblaciones tienen un comportamiento y una estructura demográfica similar a la de los países occidentales.

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En las dos últimas décadas del siglo XX, aunque de manera desigual según las poblaciones, se produce una ralentización en el ritmo del crecimiento poblacional, consecuencia de una reducción de

la  fecundidad y de la natalidad, y la forzada e inducida transición demográfica desmonta los fundamentos de la alarma ante la explosión demográfica de las décadas anteriores.  

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Las transiciones demográficas

“En el marco del proceso de transición demográfica, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la región pasó de una esperanza de vida al nacer de 52 años a 70 años, y de una tasa global de fecundidad de 6 a 2.8 hijos por mujer, lo que condujo a que el crecimiento de la población descendiera de un 2.7 a un 1.6 por ciento medio anual.

De esta manera las altas tasas de crecimiento prevalecientes, principalmente en las décadas de 1950 y 1960, son las que condujeron a que la población más que triplicara su magnitud, la que era de 161 millones de habitantes en 1950 y alcanzara los 512 millones en el año 2000.

Sin embargo, estas cifras promedio son el resultado de situaciones muy heterogéneas, que se expresan en esperanzas de vida al nacer que a final del siglo (1995-2000) variaban entre 75,2 (Haití) y 77.3 (Costa Rica), tasas globales de fecundidad entre 1, 6 (Cuba) y 5,0 hijos por mujer (Guatemala), y tasas de crecimiento medio de 0,4 por ciento (Cuba) y 2.8 por ciento (Honduras)”

Chackiel 2004: 2

La interpretación de este proceso desigual de transición demográfica en América Latina y el Caribe desde un enfoque tradicional puso el acento en las consecuencias negativas que las tasas de crecimiento demográfico representaban para la región. Se consideraba que el aumento de la población repercutía directamente en el desarrollo, independientemente del contexto económico, social, geográfico, político o cultural en que ocurriese. Este énfasis puesto casi exclusivamente en el problema del crecimiento de la población, “descuidaba las restantes dimensiones del ámbito sociodemográfico y originaba un panorama incompleto (y sesgado) de las i n t e r r e l a c i o n e s d e l a p o b l a c i ó n y e l desarrollo” (Bajraj, Villa y Rodríguez 2000: 8).

En las conferencias internacionales de población se subrayará progresivamente la relación de las dinámicas demográficas, no sólo con factores económicos, sino también con otras variables como el acceso a la salud y la educación, los sistemas de creencias, etcétera. Y en la Conferencia Internacional de Población de Bucarest (1974), se empiezan a

indicar ejes de acción para intervenir en las dinámicas de población, teniendo en cuenta estos factores.

Posteriormente, ya en el marco de la preparación de la Conferencia Internacional de El Cairo (1994), con la intención de comparar y analizar las causas del heterogéneo comportamiento demográfico y elaborar políticas y programas de acción más precisos, la división de población de CEPAL –CELADE-, comienza a difundir interesantes tipologías de la evolución de los procesos de transición demográfica de la región elaborados desde 1950, que iban a permitir el estudio comparado y detallado de los comportamientos demográficos en la región (Chackiel 2004: 2).

En el Cuadro 1, puede observarse la relevancia del cambio producido en la dinámica demográfica en e l c o n j u n t o d e l a re g i ó n , q u e m o d i fi c a sustancialmente el volumen de población que, ya en los albores del siglo XXI, se encontraba vinculada a dinámicas de transición demográfica plena y

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avanzada (de un 15,7%, en 1950,  a un 92%, en 2000), por la reducción de las tasas de crecimiento demográfico hacia niveles no alarmantes. Asimismo, se muestra como Uruguay y Cuba son países que han realizado plenamente su transición demográfica con

tasas de crecimiento por debajo del 1%, que contrastan con algunos países centroamericanos, como Guatemala (3%) y Honduras (2.8%), con altas tasas de natalidad y mortalidad infantil.

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Cuadro 1. Fases de la transición demográfica

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Los países de los grupos con transición incipiente y moderada tienen una estructura por edades "joven", con una proporción superior al 50% de la población total por debajo de los 15 años; mientras que los países del grupo de transición avanzada, tienen una estructura que podría denominarse "en transición", con proporciones que van del 32 al 36% de la población por debajo de los 15 años. Finalmente, los países con transiciones demográficas muy avanzadas, se caracterizan ya por una estructura por edades "madura", con menos del 30% de su población en el grupo de edades menores.

En general, la transición demográfica es un proceso extendido por casi toda América Latina y el Caribe, salvo en el caso de Haití, pero no podemos obviar la persistencia de disparidades sociales y espaciales en el comportamiento demográfico al interior de los países. En este sentido, son muy significativas las diferencias en el comportamiento demográfico si nos detenemos en analizar las series estadísticas en relación a los diferentes grupos socio-económicos, su hábitat rural y urbano, y/o sus niveles educativos.

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“Estas desigualdades son significativas porque “han actuado históricamente como “acumulación de desventajas” materiales y ciudadanas, por el hecho de mostrar un patrón persistente, concretamente una mayor mortalidad y fecundidad en grupos y territorios con menos recursos. Esto supone una mayor carga para estos grupos en términos de dedicación de tiempo y recursos, lo que contribuye a la reproducción intergeneracional de la pobreza. Asimismo, se traduce en mayor dificultad de los grupos socieconómicos y étnicos más postergados para ejercer los derechos fundamentales, especialmente los relacionados con la vida y la reproducción”

(CEPAL, 2005b: 30)

Sin duda alguna para analizar las expresiones de las desigualdades en el comportamiento demográfico de los grupos sociales, debe destacarse que las presiones de las políticas públicas poblacionales y de control de la natalidad tienen un impacto específico y

generalmente desmesurado sobre las mujeres, y en especial, sobre las mujeres adolescentes y jóvenes, un sesgo de género y generacional o etario que, en ocasiones, no es totalmente tenido en cuenta.

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Como hemos visto en el cuadro anterior se ha producido una reducción de la mortalidad absoluta, y también de la mortalidad infantil, como consecuencia fundamentalmente del éxito de las políticas de salud. En todos los países la tendencia decreciente es constante en su evolución, en los quinquenios que abarcan desde 1980 hasta los proyectados hasta 2010, aunque debe destacarse la persistencia de tasas muy elevadas de mortalidad infantil en países como en Bolivia (45,6) y Haití (54,1), mientras que en Brasil, México y Nicaragua, las c i f ras, también relativamente altas, rondan el 25%  y en Paraguay, el 34%. 

Más específicamente, si nos detenemos en el comportamiento de la tasa de mortalidad infantil, y la relacionamos con los estratos socio-económicos y

el área de residencia, podemos apreciar una marcada diferencia en los datos, durante el siglo XX y en la última década, cuando se producen las reducciones más significativas en la mortalidad infantil. Por ejemplo, Brasil mantiene una tasa muy alta de mortalidad infantil en relación a su potencial económico y tecnológico, si bien existe desde los años treinta una tendencia decreciente de la tasa de mortalidad infantil. Entonces, desde la década de los ochenta es  marcadamente visible que, junto a una dispersión en el comportamiento general, la brecha existente en la región más depauperada del país, la región Nordeste y la región Sur, no se ha reducido significativamente. En consecuencia, las posibilidades de continuar vivo al nacer varían dramáticamente en función de la región brasileña que se trate.

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Dos tasas demográficas claves: mortalidad infantil y fecundidad

Independientemente de la fase de transición demográfica en la que se encuentre un país, las tasas demog ráficas muestran un compor tamiento desigual, fundamentalmente en relación al área geográfica en la que habite la población y al grupo socio-económico al que pertenezcan.

En general, también en los casos seleccionados en el Cuadro 2, podemos observar un comportamiento decreciente de la mortalidad infantil tanto en áreas urbanas como rurales, salvo en dos países, Honduras y Paraguay. En estos países, la mortalidad infantil en áreas rurales ha aumentado considerablemente para los estratos socio-económicos más empobrecidos, mientras en las áreas urbanas se produce una significativa reducción de la tasa para todos los estratos socio-económicos. Además, también, en Honduras es significativa la diferencia porcentual de la tasa de mortalidad infantil en el año 2002, porque

si en 1988, en el área rural ascendía casi al 50 por mil, ya en 2001, en las zonas urbanas, se había reducido significativamente hasta el 28,7. Por el contrario, en las áreas rurales, no sólo el descenso no ha sido tan significativo, dado que en 2001, los datos continúan siendo muy negativos, sino que además se ha aumentado la desigualdad del patrón demográfico en función del área de residencia. Igualmente, siguiendo en Brasil, la desigualdad no sólo se reproduce en función de la diferencia regional, como hemos visto, sino también globalmente entre las áreas rurales y urbanas, con una diferencia de 13 puntos.

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Cuadro 2. Evolución de la tasa de mortalidad infantil según nivel socioeconómico

Siguiendo los Objetivos del Milenio, los países se comprometieron a reducir la mortalidad de niños y niñas en dos tercios entre 1990 y 2015, lo que significa que ya debieron haber logrado una disminución en promedio de 45 por ciento; sin embargo, solo 14 países disminuyeron sus indicadores en más del 45 por ciento, y mientras Cuba ya cumplió con el compromiso, cinco países registran atrasos y tasas de mortalidad infantil superior al promedio: Guayana, Granada, Paraguay, Suriname y San Vicente y Las Granadinas (CEPAL y UNICEF, 2008). No podemos olvidar que en la disminución de la mortalidad infantil inciden factores como una atención primaria de bajo costo, programas de vacunación masiva, terapias de rehidratación oral y de lactancia materna y el control de salud de niños sanos. También ayuda el aumento de cobertura de

los servicios básicos, especialmente de agua potable y saneamiento, el incremento de la educación y el descenso de la fecundidad. Además, las condiciones de vida del hogar y la situación de la madre son elementos claves respecto al riesgo de muerte para los niños menores de un año.

Por otro lado, la FECUNDIDAD es una tasa demográfica que relaciona la natalidad de un país, pero específicamente en relación con el conjunto de mujeres en edad de reproducción (15-49 años). En este sentido, se considera que la tasa de fecundidad que asegura la reproducción de las generaciones es de 2.1 hijos por mujer, puesto que cualquier valor superior indicará que un conjunto poblacional tiene un crecimiento vegetativo positivo, si permanecen los niveles de mortalidad similares.

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En los países africanos la fecundidad alcanza aproximadamente un 5.7, y en el otro extremo, la población en Europa, ronda una cifra en torno al 1.6, lo que expresa un acentuado envejecimiento de la población.

En América Latina y el Caribe la tasa de fecundidad global está situada en torno al 2.6, producto de un persistente y generalizado descenso de la fecundidad en la última década, más relevante para los países que tenían los mayores índices de fecundidad en los años 90. Si esta tendencia se mantiene es probable que la tasa de fecundidad  disminuya hasta cifras que no aseguren la reproducción generacional, lo que ya ha supuesto una tendencia al envejecimiento de la población, por ejemplo, en Uruguay.

Si como hemos señalado, la cifra global de tasa de fecundidad en la región del 2.6 es producto de un descenso generalizado, tanto en las áreas urbanas como rurales, la tasa de fecundidad continua siendo muy alta en áreas rurales, sobre todo en Honduras, Paraguay y Venezuela, y esta disparidad es más significativa específicamente en relación a la cantidad de hijos que dependen de una mujer durante la primera etapa del período reproductivo (25-39).  Sin embargo, la mayor preocupación actual sigue siendo la tasa de fecundidad adolescente, referida al porcentaje de mujeres de 15-19 años de edad que son madres, sobre todo cuando se compara con la tasa de fertilidad total (OIG, CEPAL), como puede verse a continuación en algunos países seleccionados. Este aspecto es fundamental, si tenemos en cuanta su magnitud entre las mujeres adolescentes de los estratos socio-económicos más bajos:

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“El hecho de que esta mayor fecundidad ocurra entre los pobres proporciona más sustento al planteamiento de las desventajas, pues los pocos recursos que tienen deben distribuirlos entre más individuos, y a la tesis de que tal comportamiento es uno de los eslabones de la perpetuación de la pobreza familiar. El otro hecho estilizado que abona las hipótesis de las secuelas adversas de la alta fecundidad e los pobres es que en este segmento de la población se registran los índices más elevados de fecundidad no deseada. Lo que ratifica que tal comportamiento está lejos de ser buscado racionalmente por sus eventuales ventajas”

(Rodríguez, 2001).

Además, cabe destacar que la desigualdad en las tasas de fecundidad se reproduce también al analizar la pertenencia a un grupo étnico. Por ejemplo, la tasa de fecundidad global de la población indígena era de 6.6 hijos por mujer en 2000, mientras la tasa de población no indígena era de 2.3 hijos por mujer, en Panamá; de 5 hijos por mujer en población indígena

a un 3.2 en población no indígena, en México, y de un 4.8 a un 3.7 hijos por mujer respectivamente, en Bolivia. Sin embargo, el contrapunto lo ofrece Chile, donde a tasa de fecundidad tiene un comportamiento muy similar tanto en función de la pertenencia étnica, como en función del área de residencia.

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Gráfica 2.Tasa de Fecundidad adolescente en estratos socioeconómicos extremos (zonas urbanas de seis países)

Fuente: CEPAL, http://www.cepal.org/prensa/noticias/comunicados/7/23027/CP145PScuadro.pdf

Aunque en la Conferencia de Población y Desarrollo de El Cairo, los países se comprometieron a establecer para el 2015 políticas integrales en Salud Sexual y Salud Reproductiva (SSR), que incluyeran: acceso a la anticoncepción, acceso a la información, cuidados de SSR, y reconocimiento de la educación sexual integral como un derecho que debe estar disponible para todas y todos sin importar su género, condición social, cultural o religiosa, algunos países han cumplido parcialmente este compromiso, con avances en legislaciones, programas y políticas que amplían la noción tradicional de salud reproductiva, como el Programa de Atención a Padres y Madres adolescentes (PAMA), de Colombia. Sin embargo, se mantienen profundas desigualdades y dificultades en cuanto al acceso a los servicios integrales de SSR, sobre todo, entre la población rural, indígenas, mujeres adolescentes y jóvenes, dándose además alta incidencia de mortalidad materna e infantil. En especial, destaca la falta de acceso a métodos anticonceptivos y de políticas de prevención del VIH/SIDA.

Asimismo, sigue siendo alta la tasa de mortalidad materna – medida en porcentaje de mujeres muertas por cada 100.000 nacidos vivos-, que es mayor en Ecuador y Perú, mientras en Brasil y Colombia se sitúan en la media regional para América Latina, aunque como reconoce l a Org an izac ión Panamericana de la Salud, la proporción se ha estancado en los últimos años y el número de muertes anuales es excesivo. Esta organización considera que las causas de muertes son sobre todo obstétricas directa –hemorragia (20%), toxemia (22%), complicaciones del puerperio (15%), y otras (17%). Sin embargo, se afirma que las defunciones relacionadas con complicaciones por el aborto inseguro representan un porcentaje elevado que, por su alto subregistro, se estima mayor al 11% que figura en las estadísticas oficiales (CEPAL, 2005).

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La es t ruc tura demog ráfica expresa la composición por edades y género de una población, y suele representarse, bien a través de una gráfica que recibe el nombre de pirámide de población, o bien por grandes grupos de edad, distinguiendo entre menores de 15 años (0-14 años), adultos (15-64 años) y mayores (65 y más años). 

La estructura de una población está en función de la historia pasada de su natalidad y su mortalidad, pero también en función de las migraciones que han afectado y afectan a esa población. Ya hemos visto como las poblaciones que por largo tiempo tienen una tasa baja natalidad y una baja mortalidad

alcanzan una estructura demográfica envejecida, mientras que las poblaciones con un crecimiento positivo, que tienen una natalidad elevada aunque su mortalidad sea baja, son poblaciones jóvenes, y como las poblaciones en proceso de envejecimiento, tienen un grueso de población en edad joven-adulta.

En América Latina, la composición por edades de la población expresa una marcada juventud, ya que en algunos países prácticamente el 50% de la población tiene menos de 20 años. Sin embargo, obviamente esta composición varía por países, tal y como puede ser analizado en los ejemplos recogidos en la gráfica de la estructura de la población.

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Estructura demográfica de la población latinoamericana

Las consecuencias demográficas de una estructura de población joven, como en el caso de algunos países latinoamericanos, son:

UNA NATALIDAD ELEVADA, aunque se haya producido una reducción en la fecundidad, debido al alto porcentaje de jóvenes, y más concretamente de m u j e r e s e n e d a d d e r e p r o d u c c i ó n . Consecuentemente, el crecimiento vegetativo no se reduce significativamente a corto plazo.

UNA MORTALIDAD BAJA, consecuencia del comportamiento diferenciado de la mortalidad por edades. Lo que, por ejemplo, explica que las tasas de mortalidad bruta en América Latina sean más baja, incluso que de las poblaciones europeas.

Además, la trascendencia de la fuerte presencia de jóvenes en la estructura demográfica en América Latina  hay que relacionarla con que: sobre ellos y ellas descansa la reproducción y, por tanto, son

Gráfica 3. Reparto de la población mundial por edades y áreas geográficas 2007

Fuente: Elaboración propia con datos de las Estadísticas Sanitarias Mundiales 2009, OMS

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sujetos de la dinámica demográfica a medio plazo; asumen, en gran parte, la responsabilidad de la reproducción y los servicios, constituyendo también el mayor contingente de las guerrillas y los ejércitos, y el mayor número de las víctimas de grupos militares y paramilitares; siendo la parte de la población más emprendedora y actores principales de la movilidad migratorio, y el mayor contingente de la gran masa urbana del sector informal y el desempleo.  

Sirvan las líneas que anteceden para mostrar que la composición por edades de una población es una información valiosa no sólo en el ámbito socio-demográfico, sino también en el económico y en el político.

Las previsiones y tendencias en relación al envejecimiento de los altos porcentajes de población, producto de la etapa de crecimiento demográfico de las décadas de los sesenta, avisan sobre la necesidad futura de políticas públicas específicas así como importantes incrementos de gasto social. Sin embargo, sobre esta cuestión es interesante el optimismo del demógrafo Juan Chackiel (2000), quién se refiere al denominado bono demográfico, pues si bien se espera un constante envejecimiento de la población latinoamericana, y por tanto de niveles de dependencia por edad avanzada, la

estabilización de los nacimientos y la consecuente disminución de la tasa de dependencia pueril podría llegar a producir  una “oportunidad demográfica que favorecería el desarrollo económico y social, al liberarse recursos antes destinados a atender las demandas de salud materno e infantil y la cobertura de educación preescolar y primaria. Dichos recursos podrían destinarse, entre otras cosas, a asegurar condiciones de vida dignas para las personas de edad avanzada, mejorar la calidad de la educación vinculada al progreso tecnológico o realizar inversiones productivas. No obstante esto podría verse mediatizado porque el envejecimiento también ocurrirá en el tramo de edades activas y de las personas en edad avanzada, con disímiles consecuencias para la sociedad” (Chackiel 2000:33).

Es importante tener presentes la relación entre la permanencia o cambio de la estructura de población joven en la región, las repercusiones de un posible cambio en la estructura y los retos que el envejecimiento de la población latinoamericana podría suponer, en relación con la tasa de dependencia (salud, pensiones y jubilaciones, integración social) y las características específicas del proceso (mayor proporción de mujeres, coexistencia de generaciones).

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“Los indicadores de envejecimiento de la población muestran una gran heterogeneidad entre países latinoamericanos, consecuencia de las disímiles tendencias demográficas a que han estado sujetos. En 1995 la proporción de personas de 60 y más años de edad, en un país de transición demográfica moderada como Guatemala, apenas supera el 5 por ciento, mientras que Uruguay, con una transición avanzada y precoz, alcanza a 17 por ciento. América Latina, que expresa la situación de la mayoría de los países, tiene en promedio 7.4 por ciento de población en ese tramo de edades. Salvo el caso uruguayo, y en menor medida los de Argentina y Cuba, la región dista mucho de aproximarse a la de países desarrollados. Como consecuencia del 'boom' de nacimientos ocurrido hace cuatro o cinco décadas, la región se verá enfrentada a una 'ola' de aumento de los mayores de 60 años. Entre 2010 y 2025 la tasa de crecimiento de ese segmento se acercará al 4 por ciento medio anual, mayor aún a la que existió para la población total durante la llamada 'explosión demográfica'. Por ello, a partir del 2000 la población de adultos mayores de América Latina se duplicará en sólo dos décadas, alcanzando a aproximadamente 80 millones de personas."

(Chackiel, 2000)

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Establecer tipologías migratorias es un ejercicio que significa esquematizar procesos que son h e t e ro g é n e o s y mu l t i f a c é t i c o s . A ú n a s í , mencionaremos cuatro grandes tipos de corrientes migratorias actualmente en América Latina: mig rac iones in ter nas, mig rac iones in t ra -latinoamericanas, migraciones intra-continentales y migraciones inter-continentales. Sin embargo, estas tipologías se refieren únicamente a las características espaciales de la movilidad mientras que el análisis científico de los movimientos migratorios ha de hacerse a partir de otras consideraciones: demográficas, económicas, culturales o geopolíticas, y de género, entre otras. El hecho migratorio, en cuanto a fenómeno complejo, es decir: como proceso social cuya unidad activa no es el individuo sino el grupo, sólo puede entenderse si se estudian las causas que fuerzan a determinados grupos a ponerse en movimiento.

Las tradicionales teorías explicativas de la migración que interpretaban el fenómeno de la migración moderna y contemporánea como una manifestación de la desigualdad siguen siendo válidas para explicar una buena parte de los flujos migratorios en la actualidad. La desigualdad económica del sistema-mundo que, a su vez, se reproduce en el interior de los estados, es el origen de gran parte de las migraciones -por tanto, migraciones internas e internacionales son expresión del mismo fenómeno a diferentes escalas-, y no las detendrán ni medidas policiales, ni cierres de fronteras, puesto que en realidad son una estrategia de supervivencia, y por ello estas migraciones son fundamentalmente de carácter laboral. Aunque cada vez se emplea más la denominación migraciones sur-norte o periferia-centro como expresión de esta interpretación, utilizando, por tanto categorías que reflejan la desigualdad.

Otros enfoques,  relacionan el estudio de las m i g r a c i o n e s c o n l a p r o p i a d i n á m i c a demográfica, como una consecuencia del crecimiento vegetativo y, por tanto, de un aumento de la presión demográfica que provoca un desequilibrio con el entorno al no incrementarse la producción o

no existir una distribución equitativa de los recursos (hay referencias a una situación de sobrepoblación relativa, subsanable al modificar el modelo de producción y la distribución). Así, esta interpretación participa de los análisis económicos de la migración, si bien, incorpora el factor demográfico como un dato importante en su explicación. La emigración desde El Salvador podría tomarse como ejemplo de migración en relación a una fuerte presión demográfica, pero sin obviar que expresa también unas particulares estructuras sociales, económicas y políticas. 

También se reconoce un tipo de movimientos de p o b l a c i ó n d e n o m i n a d o m i g r a c i o n e s ambientales, que son aquellas cuyo factor de e x p u l s i ó n e s t á r e l a c i o n a d o c o n c r i s i s medioambientales. Haití, país tradicionalmente expulsor de población por razones económicas, ha añadido un nuevo flujo a esa migración, puesto que en torno a un millón de haitianos se han visto obligados a huir del país para sobrevivir como consecuencia de la deforestación y erosión que ha sido producida a gran escala. Otro ejemplo de este tipo de migraciones serían los pobladores rurales del nordeste de Brasil que afectados cíclicamente por severas sequías se trasladan a la cuenca inferior de la Amazonía, y debe tenerse en cuenta que parte de estos desplazamientos han obedecido a programas y políticas oficiales, aunque la mayoría han sido “desplazamientos espontáneos”. 

Pero además, importantes movimientos migratorios obedecen a causas geopolíticas más o menos dramáticas -guerras, cambios de fronteras, persecuciones y represión política-, que dan paso a lo que se conoce como movimientos de exilio o refugiados. Ejemplos en América Latina serían los movimientos de población que tienen lugar en los años 70 y en los años 80, en relación con golpes de estado y gobiernos militares e inestabilidad política primero en el Cono Sur y con posterioridad en América Central y Caribe, y en la actualidad Colombia. El grueso de desplazamientos de refugiados tiene como destino países vecinos, luego en este caso el escenario principal donde tiene lugar

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Las migraciones

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el origen y destino de estos migrantes es la propia periferia. Desde este enfoque, dos repercusiones de las migraciones sur-norte y de los desplazamientos de refugiados son: que la inmigración re-nacionaliza la

política (el estado-nación reclama su derecho soberano a controlar sus fronteras en cuestiones migratorias) y la posible exacerbación de los nacionalismos excluyentes.

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Los primeros sustratos de población de América Latina llegan a estos territorios procedentes de otras áreas del mundo como expresión de la movilidad de las poblaciones en el pasado. Y la recepción de población ha continuado a lo largo de toda su historia reciente, tanto desde su incorporación al sistema mundo en el siglo XV, como en el período de las grandes corrientes migratorias transoceánicas de la segunda mitad del siglo XIX y de principios del siglo XX. Sin embargo, en las últimas décadas, la población de América Latina protagoniza uno de los sistemas migratorios sur-norte más relevantes, a lo que se unen importantes desplazamientos provocados por la inestabilidad política, social y económica que atraviesan algunos países latinoamericanos, en esta segunda mitad del siglo XX. Sin menoscabar la trascendencia del fenómeno migratorio sur-norte en las últimas décadas, hay que señalar que el volumen de la población afectada se estima en torno a los 20 millones de latinoamericanos residiendo fuera de la región, contabilizados según diferentes fuentes, a los que hay que añadir entre un 30 % y 40 %   más de migrantes no cuantificados. 

El componente mayoritario de estos migrantes procede de América Central, Caribe y México, y en menor medida de otros países latinoamericanos.  El destino mayoritario de las corrientes migratorias al norte es Estados Unidos y en menor medida Canadá, aunque desde finales del siglo XX, algunos países europeos, como España, se configuran en el destino por excelencia de migrantes ecuatorianos y colombianos. 

Las líneas divisorias de este sistema sur-norte más relevantes son Río Grande y en menor medida el Canal de la Mona (“espaldas mojadas” y

“bottle   people”). En el censo de población de Estados Unidos de 1990, se registraban cinco millones de nacidos en México, a los que habría que añadir un 3 0 % m á s d e  m ex i c a n o s e n c o n d i c i o n e s administrativas irregulares. Y desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994), no se ha reducido el flujo migratorio hacia el norte, a pesar de las permanente negociaciones y renegociaciones del Acuerdo en Materia migratoria entre ambos gobiernos.    Los medios de comunicación de masas han recogido que actualmente los ciudadanos de origen hispano alcanzan la cifra de 35 millones, lo que da cuenta del papel de foco de atracción de Estados Unidos para las y los migrantes latinoamericanos (adviértase que esta cifra recoge migrantes instalados en Estados Unidos desde tiempo atrás, así como a sus descendientes y ascendientes que aún habiendo nacido en este país mantienen su condición "de origen hispano"). Asimismo, aunque la población de América Latina en Estados Unidos tiene su origen mayoritariamente en México, no podemos olvidar, el importante flujo de migrantes desde las Antillas y desde países de América Central, en especial, de Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

Un aspecto fundamental en el estudio de los movimientos mig rator ios se refiere a las características socio-demográficas de los y las migrantes, hasta tal punto que un tipo de movimiento migratorio de gran relevancia, tanto en las migraciones intra-continentales como intra-regionales, recibe su nombre de la categoría profesional y técnica de los migrantes: son los movimientos “brain-drain” o fuga de cerebros, de consecuencias  negativas para los países emisores.

Migraciones internacionales: de región de inmigración a región de emigración neta  

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Características del sistema migratorio Sur-Norte en América

Fuente: Elaboración propia Almudena Cabezas y Pablo Dopico

En este sentido, el dinámico flujo migratorio de América Latina es un indicador más de sus niveles de depresión socio-económica.

Asimismo, desde los años 70, se ha añadido una creciente corriente migratoria que tiene como destino Europa, pero es sobre todo a partir de la crisis económica de los años 80 y las múltiples dificultades

a las que se enfrenta la región en los años 90, siempre agravadas por el peso de la deuda, cuando se pone en marcha una nueva etapa de estos flujos migratorios desde la región hacía países del centro.

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La impor tanc ia de flu jo s mig rator io s intrarregionales o intra-latinoamericanos evidencian a s imi smo la ex i s t enc ia de de s igua ldades socioeconómicas al interior de la región. Una breve mención a los flujos intrarregionales más destacables ha de referirse a:

1. En la región del Caribe Insular las migraciones son protagonizadas en mayor medida por haitianos, dominicanos y jamaicanos que se han dirigido tradicionalmente a Venezuela, México y Costa Rica;

2. En el área de América Central Continental, destacan los movimientos de personas de Nicaragua, El Salvador y Guatemala hacia México, Honduras y Costa Rica;

3. E n A m é r i c a d e l S u r,  l o s m a yo r e s desplazamientos se produjeron a causa de las dictaduras desde Argentina, Chile Uruguay, Paraguay y Perú, con destino a otros países de la región, destacando además las migraciones por desigualdad desde Bolivia, Paraguay y Perú a Argentina, entre otros países de la región

Las migraciones intrarregionales o intra-latinoamericanas

Mapa V. Flujo de emigrantes legales (1980 - 1990)

Fuente: Nogué Font, J. y Rufí, J.V. (2001)

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En la línea de lo que venimos planteando las desigualdades regionales han de considerarse también el motor principal de las migraciones internas. Identificaremos cuatro tipos de corrientes migratorias a partir del origen y destino de las mismas: la migración rural-urbana, la migración intra-urbana,  la migración rural-rural y la migración interurbana. A continuación, haremos más amplia referencia a los dos primeros tipos por su significación, así como por la cuantía de las poblaciones afectadas. En cuanto a los otros dos tipos, diremos que la migración rural-rural representa el proceso de expansión de la frontera agropecuaria, así como de ocupación de territorios estratégicos, y en cierta medida, responde a planificación pública. Por otro lado, la migración interurbana, o bien es expresión de una migración por etapas desde ciudades más pequeñas a ciudades más grandes, o bien, responde a iniciativas públicas de impulso de c iudades inter medias y de corrección de desequilibrios del sistema de ciudades.

El debate en torno a las causas de las migraciones campo-ciudad en América Latina ha sido muy extenso. Sin duda, el continuo deterioro de las áreas rurales, en términos relativos e incluso en algunas ocasiones absoluto, jugó un papel determinante. Dos grupos de factores recogen lo fundamental del debate:

1. El proceso modernizador excluyente agravado con la introducción del modelo basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) que daba prioridad al desarrollo del sector urbano y de servicios, así como la aplicación en el medio rural del proceso modernizador,  que significó un desplazamiento de la población rural y generó un excedente de mano de obra agrícola.

2. El efecto conjunto de la presión poblacional, en relación también al crecimiento vegetativo en las áreas rurales, y la rigidez en el sistema distributivo asociado al minifundio.

Estos dos factores unidos a otros mecanismos que agudizan la crisis de las sociedades campesinas desencadenan el éxodo rural de una población que

cambia la miseria por la subocupación y la informalidad en las ciudades. Dicho de otra manera, roto el equilibrio tradicional de autosubsistencia se pone en marcha el éxodo rural. Este tipo de migración, intensificada desde los años cincuenta del siglo pasado, provoca la transferencia de población rural hacia, sobre todo, las grandes ciudades y capitales latinoamericanas. La atracción de las grandes ciudades responde a la reorganización de las actividades económicas que no es otra que la aglomeración espacial de las actividades por exigencia técnica de la producción fordista. Esta corriente migratoria, junto a la propia dinámica de crecimiento vegetativo en las ciudades, explican el f u e r t e c re c i m i e n t o d e a l g u n a s c i u d a d e s latinoamericanas. Por ejemplo, en México más de la quinta parte de la población que residía en zonas rurales hacia 1950 había abandonado ese medio diez años después y se había localizado en Ciudad de México, y en menor medida en otras ciudades importantes del país. Ciudad de México aumenta su población en cinco millones de habitantes, en la década de los setenta.

No queremos dar por concluida esta breve revisión de los desplazamientos de población, sin referirnos a la movilidad espacial intra-urbana, aunque algunas interpretaciones no las consideren como migraciones en sentido estricto. No sólo porque afectan a importantes sectores de población urbana, sino también como expresión de la segregación espacial cada vez mayor, también en los usos residenciales, en las ciudades latinoamericanas (sobre todo las de gran tamaño), y ejemplos del contraste entre riqueza y pobreza.

Estos desplazamientos que suponen cambios de residencia tienen que ver con la erradicación de familias pobres en los centros de las ciudades, que cambian su uso residencial y, en la actualidad incluso su uso institucional, por centros financieros y grandes centros comerciales -nuevos procesos vinculados a la globalización, pero reconocidos ya en las ciudades de Estados Unidos como fenómenos de “invasión” “sucesión”, en los modelos teóricos de la organización interna de las ciudades de la Escuela Ecológica de

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La diversificación de las migraciones internas

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Chicago de los años 30. Asimismo, las familias de alto n i ve l a d q u i s i t i vo p ro t a g o n i z a n t a m b i é n desplazamientos hacia la periferia donde organizan espacios residenciales privados, e incluso más allá de la periferia constituyendo una categoría poblacional “los exurbanos” o “los rururbanos”, que generan espacios denominados periurbanos (rural-urban fringe).

Este apunte sobre la movilidad intra-urbana no estaría completo sin hacer referencia a los espacios de autoconstrucción o barrios de asentamientos urbanos precarios, que alcanzan en algunos casos más del 50% de l t e j i do u rbano de l a s c iudade s latinoamericanas, y son expresión de una movilidad espacial protagonizada por una población de bajos y muy bajos ingresos, que mediante la ocupación de terrenos (“invasiones”, “tomas”, “pueblos jóvenes”) y la autoconstrucción, buscan soluciones al “hambre de vivienda” en América Latina.

Por último es necesario hacer referencia por la magnitud que han alcanzado en últimas décadas, y no por su novedad, a otras formas de migraciones o si se prefiere de desplazamientos de poblaciones de muy diversa índole: desplazamientos estacionales, itinerantes, cíclicos y movimientos pendulares o de

corta distancia. La mayor fluidez de estos desplazamientos ha de ser vista como alternativa a las migraciones tradicionales, y derivados de las nuevas condiciones del mercado de trabajo, de los efectos de la crisis económica de los 80 y de las medidas de ajuste estructural, de la reestructuración de la economía, de la incorporación de tecnología en algunos sectores de la producción, de la diversificación de las exportaciones y de la ampliación y mejoras en el transporte y las comunicaciones.

Esta última reflexión, que vincula los cambios más recientes que se perciben en las migraciones con el proceso de globalización, hay que aplicarla al conjunto de los desplazamientos migratorios a los que hemos hecho referencia en todo este apartado. 

Para concluir, las migraciones medioambientales nos van a indicar la relación entre las sociedades humanas y la naturaleza, dando cuenta como indica el Informe de Población de Naciones Unidas 2009, de como “Las personas causan el cambio climático. Las personas son afectadas por el cambio climático. Las personas deben adaptarse a él; y solamente las p e r s o n a s t i e n e n e l p o d e r d e contrarrestarlo” (UNFPA, 2009).

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Los problemas medioambientales no son sólo una cuestión relacionada con la actividad transformadora de los humanos sobre la naturaleza en el desarrollo del proceso productivo, ni del impacto en sí que la mano humana tiene en su entorno natural. Todos los organismos vivos tienen un impacto en su entorno. Más bien la transformación de la naturaleza por el hombre es, y ha sido siempre desde hace miles de años, una parte integral de la "humanización" de la especie Homo sapiens, de la aparición de la cultura, de la civilización. Este proceso milenario de transformar el entorno físico para satisfacer sus necesidades —materiales, sobre todo— se llama apropiación humana de la naturaleza. Y junto a la apropiación material existe la apropiación simbólica y conceptual de la naturaleza por el hombre, tal como se expresa en las artes, la ciencia y la relación personal que pueden tener las personas con un paisaje natural.

Originalmente el impacto que tenía el primate protohumano sobre su entorno no se diferenciaba del impacto de otras especies de mamíferos. Baste pensar en la selección (no intencional) que causa una población de lobos sobre los herbívoros de una cierta

área. Pero ya los cazadores-recolectores de la prehistoria (Homo sapiens sapiens) seleccionaban conscientemente las plantas favoreciendo el crecimiento de unas y discriminando otras, e igualmente con los animales: los predadores se volvieron enemigos porque competían por los mismos recursos, los animales de caza. 

Se podría incluso llegar a la conclusión de que fueron los cazadores-recolectores los que domesticaron las plantas cultivadas y los animales, y en una fase posterior ya en sociedades agrícolas sedentarias no hicieron más que profundizar esa domesticación. Si no fuese así, ¡tendríamos que pensar en un grupo de cazadores-recolectores prehistóricos, afligidos por una presión poblacional, sentándose alrededor de una fogata y decidiendo inventar la agricultura!.

La antigua América Latina destaca en la historia de la humanidad por su trabajo de domesticación de las plantas cultígenas; en el área centroandina se domesticaron más de doscientas especies de plantas, más que en cualquier otra parte del mundo, de las cuales la patata y el maíz —oriundo de Centroamérica— sin duda son los más conocidos e importantes mundialmente en la alimentación.  

En consecuencia, la extinción de especies a anos de los humanos tampoco es una novedad. En América Latina el hombre fue instrumental en la desaparición de la megafauna (tipo tigres diente de sable), que acaeció muy posteriormente en Sudamérica en comparación con el viejo continente, justamente por la llegada tardía del ser humano al escenario (aproximadamente 12 000 años antes de nuestra era). Otro ejemplo sería la desaparición del (o de los) ancestro(s) del maíz en Mesoamérica. Para proteger de la competencia el producto que había domesticado, se erradicó por completo la planta que había servido de base genética para el maíz cultivado.

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La apropiación de la naturaleza por el ser humano

MEDIO AMBIENTE

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Las sociedades humanas han dejado su huella también en el entorno físico abiótico. La apropiación de la naturaleza en los Andes supuso la construcción de terrazas de cultivo y canales de irrigación en la costa desértica peruana, y de islas de cultivo en Tenochtitlán (actual Ciudad de México), así como terraplenes elevados (camellones)  en la cuenca amazónica y el Altiplano altoandino. Todas ellas, son obras de gran envergadura, con un impacto biótico y hasta climatológico local importante, que sólo sociedades organizadas con una división social de trabajo bien desarrollada podían realizar. A partir de estas consideraciones llegamos a una pregunta esencial:

¿Cuál es entonces la relación de la naturaleza con la cultura?

En la tradición europea, condicionada por su legado greco-romano y judeo-cristiano, desde la antigüedad se consideró la naturaleza como algo externo y separado de las personas y su cultura. En este enfoque dicotómico, aun vigente en muchos ámbitos, la cultura —lo que nos distingue de los animales— era considerada la fuerza activa, creadora (¿masculina?), y la naturaleza era el objeto pasivo, el recipiente (¿femenino?) de donde era permitido sacar recursos.  La idea detrás de esta dicotomía es que la naturaleza es pura, inmaculada, y la cultura —o sea la ac t iv idad de l ser humano— interfiere "ensuciándola".

Esta idea de la naturaleza externa y sometida a la cultura sirvió más tarde para consolidar la ideología del evolucionismo: las sociedades humanas se podían

colocar en un continuo desde sociedades "naturales", primitivas, supuestamente más cercanas a la naturaleza, hasta la civilización, supuestamente alejada de lo natural. Esta ideología ganó fuerza en el Siglo de las Luces, y durante la Revolución industrial y el colonialismo europeo del siglo XIX, sirvió de pretexto para someter a los pueblos llamados primitivos a la "benéfica" influencia de la civilización europea. (El colonialismo ibérico en las Américas por varios motivos no presentó esta característica de una manera significativa sino recién hacia finales del siglo XIX en la forma de un positivismo spenceriano.) 

Del otro lado, existe en nuestros días la muy difundida idea sobre la superioridad de los pueblos "primitivos", ahora llamados indígenas, que se basa en la relación supuestamente armónica del indígena con su medio natural. Es recomendable tener cuidado también con esta "idolatría" del indígena: primero, porque la premisa de que en todas las culturas no industriales ha habido un uso sostenible de los recursos naturales es sumamente incierta en lo empírico —la Isla de Pascua es un buen ejemplo de un caso contrario, por no hablar de las tempranas civilizaciones en el Medio Oriente—, y, segundo, porque no trasciende la dicotomía cultura-naturaleza, solo invierte la valoración adjudicada a los opuestos dicotómicos.

Es posible superar la dicotomía definiendo la naturaleza y la cultura como mutuamente incluyentes, internas la una a la otra. En lo metodológico se trata de desplazarnos desde el pensamiento dicotómico al dialéctico. El maíz, una planta que no puede reproducirse sin la intervención humana debido a las hojas de "envoltura", producto de la domesticación, que impiden su siembra autónoma y espontánea, es una parte de la naturaleza pero al mismo tiempo es un artefacto humano. En este sentido comparable a una mesa que tampoco se reproduciría si desapareciese el ser humano de la faz de la Tierra. De esta manera la cuestión de los problemas del medio ambiente se sitúa en otra perspectiva.

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ARTEFACTO HUMANO

En cuanto a la consideración de las plantas cultígenas y los animales domésticos como artefactos humanos, existe una diferencia entre el maíz mesoamericano y las plantas y animales andinos. Mientras que el maíz depende de la mano del hombre para reproducirse, los resultados de la domesticación andina, por ejemplo la patata y los camélidos, desaparecerían a través de su asimilación genética a sus parientes silvestres (en el caso de la llama nos referimos a cruces con el guanaco y con la alpaca). Dicho en otras palabras, en los Andes no se erradicaron las formas originales que sirvieron de base a la domesticación tal como se hizo, por ejemplo, con el maíz en México, y existe un flujo genético potencial entre las formas originales silvestres y las domesticadas. Y aún más, visto desde otro punto de vista, el mantenimiento de las cualidades genéticas de los camélidos y de la patata, requiere de una constante vigilancia selectiva por parte del hombre.

Si todas las culturas se apropian de su entorno natural, lo crean a su propia imagen —para utilizar una metáfora bíblica—; entonces, el análisis del medio ambiente se centrará en las maneras en que las diferentes sociedades en diferentes épocas históricas han buscado la satisfacción de sus necesidades en su entorno natural.

Estas modalidades, o maneras, no son tanto más o menos valiosos sino diferentes entre sí en cuanto a la profundidad de impacto, al nivel tecnológico y la

capacidad de ofrecer un sustento material a una cierta cantidad de personas, en todo caso la valoración ética depende de una persona a otra, y varía de una época a otra. Este último punto, a su vez, se relaciona directamente con la densidad poblacional que cada una de las modalidades de apropiación de la naturaleza puede sustentar, que se diferencian también en cuanto a la calidad y profundidad de los problemas medio ambientales que producen.

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Llamamos " recur so s na tu ra l e s " a l a s características y propiedades del entorno físico que tienen utilidad inmediata o futura para la sociedad. Tradicionalmente se ha pensado que los recursos naturales son dados y limitados. La idea detrás de este pensamiento muy difundido es que el globo terráqueo es lo que es y nada se puede añadir. Este pensamiento, sin embargo, carece de perspectiva histórica, y además continúa fincado en la dicotomía cultura-naturaleza.  Por el contrario, si tomamos en serio el punto de partida de la apropiación de la naturaleza por el hombre, partimos de la idea de que los recursos naturales son "producidos" -construidos socialmente-, en el proceso de apropiación de la naturaleza por la sociedad.

Desde esta perspectiva los recursos naturales no son todo lo que se encuentra sobre la Tierra, sino solamente las propiedades del ecosistema a las cuales se les encuentra utilidad, y sólo en este momento puede presentarse el problema de las reservas limitadas de tal o cual elemento. Por ejemplo, el aire no fue considerado un recurso natural antes de la Revolución industrial y las emisiones contaminantes, y el uranio no fue un recurso natural antes de la era

nuclear. Otra cuestión es que, poco a poco, una cantidad siempre creciente de los elementos de la Tierra está entrando dentro del concepto de recursos naturales. Vivimos en una época de la humanidad en que la ciencia y la tecnología están ampliando la definición de recursos incluso más allá de nuestro planeta –macroscópico-, y al mismo tiempo hacia los genes y el código de la vida misma -microscópico.

La ventaja de considerar los recursos naturales como producidos en el proceso de apropiación de la naturaleza por el hombre, es que permite un cierto optimismo práctico. Además es cierto que la ciencia y la tecnología ya sostienen la idea de "producir", es decir, de inventar y reinventar recursos naturales: las fibras ópticas están reemplazando el cobre —para gran pesar de Chile—, la basura ahora es considerada como materia prima —un recurso— y no sólo un problema, el almidón de maíz sirve para fabricar llantas de automóviles...; y, podríamos continuar la lista hasta el infinito.

Desde este punto de vista entran en el debate sobre el agotamiento de tal o cual recurso factores externos a la naturaleza. Nos referimos a la toma de decisiones en lo político y económico, las preferencias de los consumidores y las relaciones de poder. Por ejemplo, la decisión de aumentar el porcentaje de energía renovable (viento, biogás para producir electricidad, aceites vegetales para carburantes) depende: por un lado, de la capacidad de influencia (living) y mercadeo de las compañías energéticas y, del otro, de los movimientos ecologistas, junto con el nivel de concienciación de los consumidores, y de la permeabilidad del sistema político a diferentes presiones, por el otro. A continuación puedes ver en la siguiente tabla la clasificación de los recursos naturales.

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Los recursos naturales

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Tabla 1. Recursos naturales

Recursos Bióticos Recursos abióticos

Los recursos bióticos son las plantas, los animales y otros organismos vivos que p o s e e n l a c a p a c i d a d d e autorreproducirse.

Son, en general, sinónimo de recursos renovables. Pero hay excepciones, y la TURBA (producto de fosilización del musgo en los pantanos, utilizado como sustituto de la leña o el carbón, en la producción de energía) es una de ellas.

Las personas también son un recurso biótico que, por ejemplo, hace falta en algunas partes del mundo, como en Europa.

Con el término de recursos abióticos nos referimos a los minerales y otros elementos químicos, como por ejemplo el agua y el oxígeno del aire, y a los flujos de energía –ya sean el viento, las corrientes marinas o la energía del sol-, causados por la posición planetaria de la tierra y su movimiento en el sistema solar.

También se incluyen en esta categoría los carburantes de origen fósil, bienes que originalmente fueron bióticos.

RECURSOS RENOVABLES RECURSOS NO RENOVABLES

Los recursos renovables son los elementos de la naturaleza que se renuevan por sí solos, si es que el uso que les da el hombre no excede su capacidad de auto-renovación, por ejemplo, agotando un recurso marino por pesca excesiva.

Por otro lado, se incluyen en esta categoría también algunos recursos abióticos tales como el viento y la energía solar, que existirán mientras el sistema solar siga su curso acostumbrado.

Un nuevo recurso renovable que acaba de inventarse hace poco es la capacidad auto regeneradora del ecosistema, o sea la capacidad de las fuerzas bióticas y abióticas de procesar contaminantes y devolverlos inofensivos, y de regenerar la biodiversidad.

Los recursos no renovables consisten en elementos tales como minerales, metales y carburantes, que nuestro planeta ya no produce, o produce en un lapso de tiempo geológico tan largo que nuestras limitaciones de tiempo histórico como personas nos impiden contar con ellos; es decir: los recursos no renovables y su cantidad sobre y dentro del planeta son fijos en el tiempo previsible.

Muchos, o casi todos, los recursos no renovables pueden ser remplazados por sustitutos, por ejemplo, el cobre por las fibras ópticas, y el petróleo por aceites vegetales. Desde la perspectiva de comienzos del siglo XXI, el recurso no renovable indispensable para la vida humana que no se puede sustituirse —teniendo en cuenta el costo de su producción artificial— es el agua.

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Los recursos naturales se relacionan con lo que se llama la capacidad de sustentación. Originalmente el término ha sido usado en el contexto de la capacidad de una cierta área, por ejemplo, un coto de pastoreo, de mantener a largo plazo una cierta cantidad de cabezas de ganado, sin que se agote el pasto más allá de su capacidad auto-reproductiva. Es un concepto útil también para analizar la sostenibilidad de la actividad el hombre. De esta manera podemos definir como una sociedad ecológicamente sostenible a aquella que utiliza los recursos naturales de tal manera que puede funcionar a largo plazo.

Pero la definición, aplicada a nuestras sociedades contemporáneas, tiene que tomar en cuenta otros factores, no solamente el pasto, la lluvia, la temperatura y la cantidad de ganado; puesto que la capacidad de sustentación, depende de muchos más factores. Incluso en el ejemplo

original, de un campo de pastoreo con su ganado, entrarían en la definición el riego, el abono, el ciclo de barbecho y la capacidad de la variedad de ganado de transformar pasto en carne y leche, la cual a su vez depende del mejoramiento de la raza que realizan las personas. Al contemplar estos factores, vemos que la capacidad de sustentación y, por lo tanto, la sostenibilidad, dependen de los medios tecnológicos de que dispone la sociedad (refiriéndonos a la tecnología en su definición amplia de know-how, no sólo en el sentido de artefactos y aparatos). Pero además, otro factor que interviene en la sostenibilidad, a menudo olvidado en el debate actual, es la fuerza o la solidez de los poderes públicos. Y sobre este aspecto, vamos a volver al trabajar el caso de la AMAZONÍA.

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La capacidad de sustentación

La capacidad de sustentación, como concepto, denota una realidad flexible: nunca existe sobrepoblación absoluta. Lo que sí hay, es una población con sus necesidades históricamente definidas en relación con los medios e inventos del ser humano y la estructura productiva de cada país, también históricos, además de las condiciones naturales que también están en permanente estado de flujo, de cambio constante. Esta posición presenta una clara oposición a las ideas maltusianas dominantes en una buena parte del discurso ecologista actual.

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Es un hecho conocido que en la sociedad industrial los problemas medioambientales vienen de un uso intensivo de los recursos naturales no renovables y de la contaminación que producen las industrias y el consumo de bienes, que superan la capacidad autoregeneradora del ecosistema.

En la gran mayoría de las sociedades urbanas de América Latina los patrones de consumo y de producción siguen el ejemplo de la sociedad industrial. Existe en Latinoamérica manufactura industrial, agricultura efectivista y consumismo, que contaminan el aire y el suelo y producen desechos no biodegradables. Por otra, hay también otro tipo de problemas medioambientales: los producidos por el uso intensivo de los recursos bióticos (en algunos caso abióticos) que no respeta el ciclo auto-reproductor de los mismos.

Para entender estos dos tipos de problemas medioambientales es necesario distinguir entre dos tipos de estructuras o sistemas productivos: la economía extractivista de recursos naturales (basada en la extracción de recursos) y la manufactura industrial. Con la economía extractivista nos referimos a la agricultura, la silvicultura, la ganadería, la pesca, la minería y la extracción de petróleo o carbón para fines energéticos.

Con la manufactura nos referimos a las actividades económicas en que las materias primas se transforman, se refinan, en elaborados bienes de consumo o en bienes de capital. Además del impacto diferente medioambiental, estos dos sistemas productivos también se diferencian entre sí en lo económico: la manufactura produce un valor añadido más alto que la extracción de materias

primas, y esta cuestión está en el centro de todo el debate político dependentista sobre el desarrollo —o el subdesarrollo— de América Latina. Otra diferencia entre las dos estructuras productivas es la capacidad de sustentación: por su alta productividad, la manufactura puede sustentar a una población mucho más grande que la economía extractivista, pero con un impacto ecológico potencialmente también más alto.

Todas estas diferencias vienen de las inmanentes características de cada uno de los dos  sistemas productivos. La manufactura es flexible en cuanto a la procedencia de las materias primas que utiliza, y es posible aumentar la productividad industrial a través de nuevos sistemas de producción, nuevas tecnologías, materias primas alternativas, nuevos productos e inversiones en investigación —y la creación de nuevas necesidades de  consumo por el marketing—. Por el contrario, en la economía extractivista casi la única posibilidad de aumentar la productividad es intensificar la extracción, con lo cual se corre el riesgo de agotar el recurso, y las posibilidades de aumentar la demanda son  pocas: son muy limitadas las posibilidades de aumentar el consumo, por ejemplo, del café y del plátano. Un ejemplo de esto último sería Chile y su "milagro" económico, basado en la extracción de materias primas (cultivo de fruta, pesca) en vez de la industria, que han aumentado la erosión (agotamiento de suelo) y la sobrepesca, poniendo en peligro la supervivencia de las especies marinas.

Por el momento parece que América Latina está "atrapada" en una trampa ecológica (ecological trap) en la cual existen problemas ecológicos de ambos tipos con un alto costo ecológico.

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Estructura productiva y problemas medioambientales

A diferencia del mundo industrial propiamente dicho, no parece haber una transición de los problemas causados por el modelo extractivista hacia los de una sociedad industrial, sino que la situación se ha "estancado" en una fase en que aumentan los dos tipos de problemas medioambientales.

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Ahora podemos proceder a definir los problemas medioambientales y la sostenibilidad  ecológica. Los problemas medioambientales son problemas provenientes de un uso intensivo y extenso y/o a largo plazo de los recursos naturales de una manera que no respeta los ciclos de autoregeneración del ecosistema, y que no invierte insumos tangibles o intangibles en la reproducción de su base material-natural.

En el caso de los recursos renovables es fácil de entender la lógica: la población de la vicuña altoandina no soporta el actual nivel de caza furtiva, atraída por el alto valor comercial de la lana, porque se matan más animales de lo que la población camélida está en capacidad de dar a luz. Otro ejemplo, el frágil suelo de la Patagonia se erosiona, causando una disminución de la cobertura vegetal, po rque l o s pa s to re s de ove j a pa tagone s sobrepastorean sus campos o por codicia comercial o,

en otros casos, por la pobreza que los obliga a poseer rebaños más amplios de lo que permitiría la capacidad de sustentación de su propiedad. El ecosistema del lago Maracaíbo en Venezuela se encuentra en una situación alarmante porque la cantidad de productos químicos que derraman en el agua los pozos de petróleo y la industria química superan la capacidad del ecosistema de regenerarse. Las minas de Bolivia contaminan ríos a través de los flujos de los lavados de minerales en las cuencas hidrológicas, los cuales, utilizados en el riego contaminan a su vez los campos de cultivo porque no existe tratamiento y filtros para bloquear el acceso de minerales venenosos a las aguas. Otro ejemplo sería la calidad del aire extremadamente contaminado de algunas ciudades latinoamericanas, sobre todo en Santiago de Chile y México, por causa de un fenómeno llamado inversión térmica. Y un caso de mayor envergadura es la Amazonía.

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Sostenibilidad y problemas medioambientales

INVERSIÓN TÉRMICA

Santiago de Chile y Ciudad de México son conocidas por la pésima calidad del aire que tienen, sobre todo durante el invierno del respectivo hemisferio. El nivel de contaminación proviene de un entrelazamiento entre factores naturales y de origen humano, que ofrece un interesante ejemplo de la interacción entre ambos.

En primer lugar, tanto Santiago como México son ciudades capitales de unos países industrializados con un nivel medio de vida que está por encima de la pobreza extrema. Esto quiere decir que en ellas hay industria y un abundante parque automotriz, los cuales sin embargo no tienen el sofisticado equipamiento anticontaminante que pueden permitirse los países enriquecidos. Segundo, ambas ciudades están situadas fuera del trópico, lo que implica que tienen una estación fría (el invierno), y además están ubicadas a una cierta altura en un valle, rodeadas de altas montañas. El resultado de todos estos factores es que en el invierno a menudo se produce el fenómeno de la inversión térmica.

El consumo energético en la ciudad produce calor y emisiones de contaminación. Sin embargo, por su situación geográfica, desciende de las montañas aire frío que forma una especie de "tapa" sobre la ciudad impidiendo la subida del aire caliente y contaminado, tal como sería natural —de ahí el término "inversión"—. Y por la protección que ofrecen las montañas, los vientos tampoco se llevan el aire contaminado. El triste resultado es que en invierno toda la contaminación que producen estas ciudades se queda en la atmósfera urbana y no puede "evaporarse" hacia arriba.

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Para finalizar, definiremos la sostenibilidad como lo opuesto de lo anterior: un uso sostenible de los recursos naturales respeta los ciclos auto-reproductivos de los diferentes componentes del e c o s i s t e m a , i n c l u y e n d o l a c a p a c i d a d autoregeneradora del ecosistema mismo, y en el uso de los recursos no renovables invierte recursos

(financieros, científicos, tecnológicos) para el de s cubr imien to o invenc ión de recur so s compensatorios para cuando se agote el recurso original. Por lo tanto, la cuestión del medio ambiente está estrechamente ligada con la situación económica de los países.

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Durante las últimas décadas del siglo XX hemos presenciado un relativo declive de los movimientos sociales llamados tradicionales, basados en las relaciones de clase. El escenario político lo ocupan en la actualidad los llamados nuevos movimientos sociales, de los cuales forma parte el movimiento ecologista. Estos movimientos se inspiran tanto en la defensa y movilización de los recursos productivos como en la defensa de una determinada identidad colectiva (por ejemplo, la identidad indígena) o la identidad global ecologista. Estos movimientos son vistos como expresiones de identidades marginadas y dominadas —identidades que a la vez se reformulan a través de las actividades del movimiento—.

Las luchas ecológicas son al mismo tiempo luchas materiales por los recursos y luchas simbólicas sobre significados culturales y, en última instancia, luchas por el poder y por la democracia.

Los diferentes actores hacen uso de diferentes fuentes de poder, y pueden centrar su acción en significados a la vez que en recursos materiales. Las relaciones de poder de los diferentes actores se pueden ver reflejadas en el medio ambiente. Por ejemplo, los actores poderosos usan los recursos a través de actividades como la agricultura de plantaciones, la minería o las actividades forestales.  Los actores débiles a su vez se pueden enfrentar a esta  manifestación de poder a través de sistemas de resistencia como la extracción ilegal de recursos, como por ejemplo la tala de árboles en áreas protegidas.

Aquí los actores dominados afirman su derecho subjetivo de alterar el medioambiente a través de este tipo de "armas de los pobres". Igualmente los esfuerzos de los actores débiles en definir la extensión de las tierras comunitarias representan un intento de "contracartografiar" los medios contestados.

En las luchas ambientales lo local y lo global están estrechamente interrelacionados. Las múltiples políticas son construidas a través de un proceso de luchas, negociación y resistencia a diferentes niveles, desde lo local hasta lo global. Los discursos globales sobre el medio ambiente que han proliferado especialmente desde los años 1990 han promovido las luchas ecológicas locales. Éstas han aprovechado la preocupación global por el medio ambiente para captar apoyo para su propia lucha, que a menudo utiliza el discurso medioambiental como pretexto para luchas con otros objetivos. Los discursos internacionales también han promovido la cons trucc ión de imágenes idea l izadas de comunidades locales, que serían caracterizadamente ecologistas o conservacionistas, y las comunidades locales a su vez se autodefinen como ecologistas para captar solidaridad internacional.

Las luchas medioambientales son, además de luchas prácticas por la supervivencia y el mantenimiento de los modos locales de vida, luchas s imból icas que enfrentan las "verdades" , imaginaciones y discursos a través de los cuales la gente piensa, habla y siente sus propios sistemas de supervivencia.

Luchas ecológicas y la cuestión de la democracia

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Las luchas ecológicas, entonces, no se producen sólo por el dominio sobre los recursos materiales, sino que tienen también como objetivo el control de la imaginación humana.

Las imágenes idealizadas sobre los indígenas como excelentes guardianes del patrimonio ecológico

en muchos casos han promovido mejoras medioambientales, pero en otros han llevado a conflictos entre las ideas medioambientalistas y las preocupaciones locales por la supervivencia.

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