Últimas noticias de la guerra. Procesos de ficcionalización en las narraciones históricas sobre la guerra civil. Jaume Peris Blanes

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    ltimas noticias de la guerra.Procesos de novelizacin en las nuevasnarrativas histricas

    sobre la Guerra Civil Espaola

    Jaume Peris Blanes

    Universidad de [email protected]

    Especulo. Revista de Estudios Literarios 43 (noviembre 2009-febrero 2010)

    Resumen: El artculo analiza el modo en que las obras de investigacinhistrica sobre la guerra civil de J. M. Reverte, Eslava Galn y CarlosFonseca utilizan recursos de composicin propios de las novelas de suspenseo accin, con el propsito de incorporar puntos de vista nuevos (mshumanos y ligados a los protagonistas annimos de la guerra) al discurso dela historiografa tradicional. El cruce entre el paradigma literario y elhistoriogrfico es fecundo en algunos aspectos (como atestigua toda unalnea de la literatura reciente sobre la guerra civil) pero presenta, adems,una serie de problemas ticos y culturales a los que stas obras se enfrentancon resultados dismiles.

    Palabras clave: Guerra Civil Espaola, Historia, Ficcin, Industria Cultural.

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    Introduccin:

    Los derroteros de la cultura espaola en las ltimas dcadas han estadomarcados, segn numerosos historiadores, por la hibridacin genrica, loscruces pardicos de diferentes variantes discursivas y las exploracionesmetaliterarias. Se trata de un fenmeno que tuvo su origen en una necesidadcrtica y modernizadora de los discursos culturales tras el franquismo, perocuyas estrategias mayores han ido perdiendo, con el tiempo, potencial crticoy de ruptura. Sin embargo, los ensayos de intertextualidad, hibridacinnarrativa y cruce de gneros parecen haber calado tan hondo en la cultura

    espaola que, a da de hoy, no son ya privativos de ninguna lnea estticadeterminada, sino que parecen atravesar la prctica totalidad de las prcticasculturales y, sobre todo, literarias.

    Ello ha generado un espacio de liquidez genrica (si se nos permite traera este contexto el concepto de Bauman, 2000) que ha sido bienvenido porbuena parte de la crtica y que ha renovado, en buena medida, las letrasespaolas. Pero a la vez, esa liquidez ha contribuido a hacer difusa lafrontera discursiva entre la ficcin literaria y la escritura de la Historia, conresultados dismiles, algunos de los cuales constituyen el objeto de esteartculo. La triloga que empieza con La batalla del Ebro y termina con La

    cada de Catalua (J.M. Reverte), Una historia de la guerra civil que no vaa gustar a nadie (J. Eslava Galn) y Trece rosas rojas (C. Fonseca) sonobras sobre nuestro pasado histrico reciente que se instalanvoluntariamente en ese espacio de liquidez genrica. Son, en rigor,narraciones histricas, documentalmente contrastadas y que se presentancomo tal al lector. Sin embargo, incorporan sin afn pardico no pocosprocedimientos narrativos que haban sido patrimonio de la literatura deficcin.

    Ese tipo de textos halla su contrapartida en las numerosas novelasrecientes que han descrito ficcionalmente el proceso de investigacin

    histrica. El intercambio de procedimientos, estticas y recursos discursivosde los que hace gala este dilogo entre novela e historiografa pueden serenriquecedores para ambos, ya que pueden iluminar algunas de las zonasque permanecan vedadas tanto a las exploraciones literarias como a lasinvestigaciones histricas sobre el pasado. Pero puede, tambin, contribuir auna disolucin de los conceptos de realidad histrica y ficcin quesostienen los pactos de lectura de una y otra forma narrativa. Slo en uncontexto de irresponsabilidad histrica esa disolucin podra ser bienvenida,especialmente cuando hablamos de representaciones de un pasadoabiertamente conflictivo como el de la guerra civil espaola o la dictadurafranquista.

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    Este artculo se propone analizar el modo en que las obras sealadas seapropian y elaboran procedimientos de composicin narrativatradicionalmente asociados a la ficcin literaria, prestando especial atencina los efectos que sus narraciones producen en la idea misma de ficcin yen la de realidad histrica. Se intentar, para ello, vincular el anlisis de los

    textos a un contexto narrativo ms amplio, para tratar de determinar culesson los elementos comunes, la doxa de las nuevas escrituras de la historiareciente, tanto en el campo de la novelstica como de la nueva historiografa.Se propondr, a partir de ello, una reflexin sobre sus posibles efectossociales en un campo tan esquivo como el de la memoria colectiva de laguerra civil espaola.

    Para ello, el autor se valdr del anlisis textual de algunos aspectos deesas tres obras de investigacin y divulgacin histrica, sirvindose de lasherramientas metodolgicas desarrolladas en trabajos anteriores (PerisBlanes 2005 y 2008) y de las reflexiones sobre las narrativas de la guerracivil de Gomez Lpez-Quiones (2006), Mainer (2006) y Monroy (2008).Para inscribir esa reflexin en un contexto ms amplio recurrir a lasreflexiones sobre la memoria cultural de Vicente Snchez-Biosca (2006),desplazando al anlisis del texto historiogrfico la metodologa para elanlisis de los testimonios trazada por Wieviorka, quien seala que eltestimonio dice una experiencia singular de la historia:

    Pero lo dice con las palabras que son propias de la poca enque testimonia, a partir de un cuestionamiento y de unasexpectativas que son tambin contemporneas de su testimonio,asignndole finalidades dependientes de intereses polticos oideolgicos, contribuyendo as a crear una o ms memorias

    colectivas, errticas en su contenido, en su forma, en su funciny en la finalidad, explcita o no, que ellas se asignan (1998, 13).

    1. La ficcionalizacin de la investigacin histrica

    Aunque la actual proliferacin de novelas, pelculas y estudios sobre laguerra civil pudiera parecer novedosa e indicar la emergencia de unaconciencia histrica antes debilitada, lo cierto es que la cultura espaolaposterior al franquismo no ha dejado de mirar a la guerra civil como unespacio de exploracin y, no pocas veces, de abierta confrontacinideolgica. Lo que singulariza a los recientes derroteros de los discursos yrepresentaciones de la guerra es que han sido absorbidos, en buena parte, poruna emergente industria cultural de la memoria.

    Por una parte, ello somete a buena parte de estos textos a las exigenciasproductivas de la industria cultural y mezcla, en muchos casos, los criteriosartsticos, acadmicos o ideolgicos con la necesidad de rentabilidadcomercial (Monroy, 2008) privilegiando, por ejemplo, los componentesdramticos y narrativos de la Historia sobre su anlisis racional. Por otra, elparadigma de la memoria parece introducir una cierta libertad en la

    representacin de la Historia, ya que da un valor aadido a sus componentesafectivos y al modo en que los sujetos se relacionan con ella.

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    Antonio Gmez Lpez-Quiones (2006) ha sealado que el actual rebrotede novelas, memorias, libros de historia, documentales y ficciones sobre laguerra no puede ser pensado, sin ms, como el sntoma inevitable delresurgimiento de una conciencia histrico-poltica en Espaa, sino que debeconducirnos a pensar dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, el

    hecho de que el recuerdo progresista y reivindicativo de la Guerra Civil seproduce en una sociedad que metaboliza dicha contienda en un artculo deconsumo. En segundo lugar, Gmez Lpez Quiones se plantea si, en esecontexto, la guerra civil ha logrado un espacio protagnico en la culturaespaola precisamente porque dicho evento ya no supone una amenaza (supotencial revulsivo ha sido desactivado), o bien porque algunas modalidadesde representacin que actualmente se proponen liman dicho potencial(2006: 15).

    En ese contexto, algunas de las novelas de mayor envergadura de losltimos aos llevaron al terreno de la ficcin ciertas operatorias bsicas de lainvestigacin histrica, relacionadas con el procesamiento de documentoshistricos y con la bsqueda de testimonios de los protagonistas directos. Elejemplo ms evidente es sin duda Soldados de Salamina, de Javier Cercas(2001), que narraba la investigacin sobre unos acontecimientos ypersonajes histricos y que incorporaba el anlisis de documentos ytestimonios reales a una trama totalmente ficcional [1]. Aunque con diversafortuna, otras novelas de estos ltimos aos construyeron tambin sustramas partiendo del hallazgo o el anlisis de documentos y testimonios(reales o ficticios) de la guerra, como Las mscaras del hroe, de JuanManuel de Prada,El nombre que ahora digo, de Antonio Soler, o en el casode la temprana represin franquista, Mala gente que camina, de BenjamnPrado [2].

    Esa insistente tematizacin de la investigacin histrica sobre la guerra ola primera represin permita que estas novelas incorporaran recursos,procedimientos y, sobre todo, la retrica del discurso y la investigacinhistoriogrfica (Mainer, 2006). Esa ficcionalizacin de la escritura histricano tena, en la mayora de los casos, ningn afn pardico sino que servapara metaforizar el trayecto de los protagonistas -generalmente unperiodista, un historiador o un profesor- hacia el conocimiento de unarealidad pasada que hasta entonces haba permanecido oculta.

    Podra decirse, por tanto, que la narracin ficcional de una investigacin

    histrica ha funcionado en los ltimos aos como recurso novelesco paragenerar narrativas de la memoria. En el espacio abierto por esos relatos, losprocedimientos de escritura de la narracin histrica han entrado en undilogo tan intenso con los mecanismos de la composicin literaria que, enalgunos casos, los ha hecho prcticamente indiscernibles [3]. Los casos deCercas o Prada, de nuevo, son un buen ejemplo de ello [4].

    El dilogo entre el discurso literario y la narracin histrica no se hadetenido ah. De hecho, ante la creciente diversificacin de los estudioshistricos y la cada vez mayor dificultad de integrar en un discurso unitariosus mltiples fuentes de informacin (testimonios, fuentes orales, imgenes

    fotogrficas y flmicas, documentos de archivos dispares) algunosescritores y periodistas se han aventurado, sin ser historiadores profesionales

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    ni pretender serlo, a sintetizar en potentes relatos la informacin que han idoelaborando en las ltimas dcadas los historiadores acadmicos en unregistro muy diferente.

    De ese modo, la actual ola de ensayos y relatos de divulgacin histrica

    sobre la guerra civil y la temprana represin franquista ha incluido no pocostextos en los que acontecimientos reales ocurridos haca ms de sietedcadas eran narrados con estrategias y procedimientos de composicinpropios de las novelas de accin o de espionaje. Por una parte, ello tena elindudable valor de llevar las conclusiones esbozadas por los investigadoresacadmicos a un registro mucho ms accesible para el lector noespecializado. Por otra, corra el riesgo de someter a sus materiales a lasexigencias constructivas de las novelas de accin y, de ese modo, influirdecisivamente en la comprensin de los acontecimientos histricos a los quese referan.

    2. La tensin de la batalla, a travs de quienes la vivieron

    En ese contexto, la triloga de Jorge M. Reverte [5] sobre la guerra civil,integrada porLa batalla del Ebro (2003),La batalla de Madrid(2004) yLacada de Catalua (2006) supuso la confirmacin de que un relatoperfectamente tensado y con una compleja arquitectura narrativa poda sercompatible con el rigor que se supone a una investigacin acadmica.Adems de acercar esos acontecimientos a un amplio pblico lector, buenaparte de los especialistas salud con reconocimiento su aparicin [6].

    En la estela de las obras de Anthony Beevor, Reverte articula de unaforma compleja y narrativamente muy eficaz materiales y conocimientosprocedentes de fuentes muy diversas. El gran mrito de sus libros ha sido,sin duda, integrar dos tradiciones historiogrficas diferentes en una voznarrativa homognea. Por una parte, en su triloga se detallan con rigor lasoperaciones militares y las disputas polticas que los historiadores han idodesgranando en una bibliografa acadmica que es ya inabarcable para ellector normal. Por otra, incorpora las historias individuales y las miradassubjetivas que anidan en las recientes historias orales y en los testimonios detestigos y protagonistas de los acontecimientos, sumando a todo ello lasentrevistas realizadas por el propio autor a supervivientes de las batallasdescritas.

    Adems de la recopilacin de todos esos materiales, la mayor dificultadde su apuesta consiste, sin duda, en la composicin de una narracin que lesd cabida y que no se vea trabada por la multiplicidad y diversidad de lasfuentes, sino en la que, por el contrario, las experiencias individualesextradas de los testimonios sirvan para dar consistencia y profundidad a ladescripcin general de la batalla. Esa articulacin tiene, adems, el cometidode humanizarla, esto es, de incluir en su descripcin el punto de vista deaquellos que participaron en ella y aadir a las reflexiones blico-polticasde sus responsables la percepcin mucho ms prosaica de los soldados rasos.

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    El propio Reverte ha sealado que el xito de sus libros ha dependido deesa eleccin en la focalizacin narrativa, vinculando su impacto afectivo enla conciencia del lector con el hecho de filtrar la representacin de losacontecimientos por el tamiz de la conciencia de aquellos que los vivieron[7]. En otros trminos, con el hecho de utilizar personajes concretos,

    inmersos en circunstancias humanas (problemas familiares, recuerdosamorosos, relaciones de amistad), para representar desde su punto de vistaparticular y fuertemente subjetivado alguno de los acontecimientos centralesde las batallas: Artemio piensa en Luisa en esta pausa del combate. Hoy notienen que retroceder ante el empuje franquista () su brigada no harecibido los ligeros muser checos que han llegado a otras unidades (2003:66).

    Esa estructura de cambiante focalizacin, que alterna el punto de vista delos soldados, los oficiales, los polticos y el omnisciente del historiador,envuelve al lector en un universo casi novelesco, en el que puede seguir latrayectoria de los personajes a medida que avanza el relato. Con unasalvedad: gracias a un detallado sistema de notas bibliogrficas, Reverteseala la fuente de cada una de las ancdotas, relatos y percepciones queintegra en la narracin global de la batalla y, por tanto, no deja ningunaincertidumbre sobre la veracidad de su relato ni sobre su propio trabajonarrativo. Queda bien claro que ste no ha consistido en imaginar lasituacin de la que habla, sino en articular en un relato homogneo lasdiferentes percepciones que de sta tuvieron quienes la vivieron.

    Aunque las complejas estrategias de focalizacin supongan el acierto msllamativo de los libros de Reverte, su efecto literario est tambinrelacionado con la dosificacin de la informacin -como si fuera una novela

    de suspense de la que desconocemos el final- y con la elaboracin de unregistro lingstico que crea un cierto ambiente de tensin:

    Lo que ms me cost fue dar con el tono, y lo encontr en elmomento en que decid contar la batalla en presente. Lo quequera que existiera es la tensin propia de una novela en que nose sabe finalmente qu va a pasar. Claro que todo el mundoconoce cmo termin todo, pero, aun as, esa narracin enpresente me ha permitido reconstruir lo que pas llenndolo deincertidumbre, como si no se supiera el desenlace (Reverte enRojo: 2003).

    Este planteamiento, irreprochable en s, ha llegado a convertirse, en losltimos aos, en una suerte de doxa potica subyacente a buena parte de losrelatos sobre la guerra. Por ello, y aunque la triloga de Jorge M. Reverteconstituya, en s, una aportacin de altura a los estudios sobre la guerra, susplanteamientos de escritura han legitimado un cierto desdibujamiento de loslmites entre la investigacin histrica y la imaginacin literaria que hatenido en otros narradores de menor fuste una respuesta mucho menosresponsable.

    3. La subjetivacin de los acontecimientos

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    El escritor Juan Eslava Galn, galardonado hace 20 aos con el premioPlaneta de novela y dedicado intensamente a la divulgacin histrica [8],public en 2005 un libro de ttulo singular, que indica un modo bastantepeculiar de interpelar a sus potenciales lectores: Una historia de la guerracivil que no va a gustar a nadie. Si bien se trata de una narracin a la vez

    rigurosa y muy pedaggica, excelentemente informada y de una gran fluideznarrativa, lo cierto es que el libro de Eslava Galn lleva un punto ms allalgunos de los procedimientos descritos anteriormente hasta conectarlos conla sensibilidad en que se reconoce la industrial cultural de la memoria a laque antes he hecho alusin.

    En la contraportada del libro, Arturo Prez-Reverte -que fue, de hecho,quien propuso el ttulo a Eslava Galn- seala: Otro libro sobre la guerracivil? Pues s, pero con una diferencia: no marea con datos innecesarios ()No es una novela, porque todo lo que cuenta ocurri, pero se lee como unanovela y pretende instruir deleitando. De hecho, el texto comparte con latriloga de Jorge M. Reverte la voluntad de inscribir el relato de la guerracivil en un tono narrativo muy tenso que mantenga el suspense y que gue allector por algunas pequeas historias de la guerra a travs de las cualessean inteligibles los conflictos mayores y el devenir blico y poltico de lacontienda. Se diferencia de ella, sin embargo, en dos aspectosfundamentales.

    En primer lugar, mientras Jorge M. Reverte se ha centrado en cada uno desus extensos libros en una batalla singular, de gran importancia perolimitada a pocos meses de duracin, Eslava Galn ofrece un fresco generalde la guerra en poco ms de 300 pginas de extensin. Frente a la vocacinexpansiva de los textos de Reverte, que multiplican los puntos de vista y

    suman percepciones personales al anlisis de los historiadores, la naturalezadel libro de Eslava Galn es radicalmente sinttica, lo que le obliga a hallarelementos narrativos y puntos de vista que puedan resumir o metaforizar laslneas generales del conflicto.

    Sus estrategias de focalizacin estn directamente relacionadas con ello.Algunas de las batallas y las fases de la guerra aparecen metonimizadas porescenas de una importancia menor, pero que sirven para dar cuenta deldesarrollo global de la guerra. En esa lgica sinttica, algunos personajesannimos sirven para canalizar narrativamente diferentes interpretacionesposibles ante una misma situacin blica.

    Anselmo se muestra optimista porque, sobre el papel, laproporcin de las fuerzas armadas que han quedado a favor de laRepblica parece favorable. El gobierno cuenta con ocho decada diez solados y con tres de cada cuatro agentes de la Guardiade Asalto o de la Guardia Civil. () Bernardo no lo ve tan claro.Sospecha que esa desproporcin es ms aparente que real porquelas mejores tropas han quedado del lado rebelde. Los soldadospeninsulares, tropas de reemplazo, mal entrenadas ydeficientemente armadas no pueden compararse a las tropas dechoque africanas (Eslava Galn, 2005: 54).

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    Filtrando el desarrollo de la guerra por las percepciones individuales delos soldados tal como se expresan en una conversacin, el narrador ofreceuna explicacin sumamente didctica de la situacin blica. A la vez,legitima narrativamente una mirada bastante simplificada del desarrollo dela guerra: al fin y al cabo, se trata de la percepcin de un soldado, no del

    dictamen de un historiador. Pero el valor de esta focalizacin narrativa noconsiste solamente en su eficacia sinttica, sino en que vinculando larepresentacin de la guerra a las percepciones de sujetos concretos, permiteasociarle la afectividad que estos proyectan sobre los acontecimientos.

    En otras palabras, ese funcionamiento narrativo da carta de autoridad auna representacin simplificada y marcada afectivamente del conflictoblico. Con esto ltimo no me refiero a que apueste sentimentalmente poruno u otro bando, sino que voluntariamente se distancia de la textura fra,abstracta y generalizadora que se atribuye al discurso histrico clsico parahumanizar el texto con la mirada parcial, subjetiva y llena de sentimientosde los individuos que participaron en la guerra.

    Es as como los procedimientos narrativos sealados se acercan a unaideologa de la representacin muy cercana a los supuestos y rutinas de laindustria cultural de la memoria: frente a la mirada analtica y racional delos historiadores clsicos, las nuevas miradas hacia la guerra deben incidiren sus posibilidades dramticas y en la representacin de los desgarrosindividuales que sta produjo. Tal como ha sealado Vicente SnchezBiosca (2006) para las representaciones audiovisuales de la guerra, buenaparte de su relevancia cultural se juega en su capacidad para explorar eseterreno marcadamente afectivo.

    4. La incierta frontera entre la imaginacin histrica y laliteraria

    El segundo de los elementos que diferencian el libro de Eslava Galn dela triloga de Jorge M. Reverte es, como aparece subrayado en la elogiosacontraportada, la ausencia de datos innecesarios que mareen al lector, esdecir, su liberacin con respecto a las restricciones de la escritura histricaconvencional o, si se quiere, acadmica. Especialmente, en lo referido a las

    notas bibliogrficas: si los libros de Reverte incorporan un amplsimoabanico de notas que detalla rigurosamente las variadas fuentes de su relato -documentos, estudios, testimonios, entrevistas, conversaciones- el textode Eslava Galn tiene un criterio bastante difuso a la hora de sealar susfuentes. Si bien en algunos casos las ancdotas o las percepciones de suspersonajes aparecen referidas a testimonios, memorias y documentosverificables, en otros casos nada aclara la procedencia de una escena o de uncomentario. De forma bastante paradjica, mientras algunos de los hechosreferidos a personajes conocidos son referidos a sus memorias oautobiografas, los personajes annimos que sirven para dar continuidad alrelato -como los Anselmo y Bernardo de la cita anterior- carecen dereferencias bibliogrficas que avalen su existencia.

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    No se trata aqu de lanzar sospechas sobre la veracidad de losacontecimientos y personajes del texto de Eslava Galn, sino de analizar elefecto de lectura que produce ese diferente tratamiento textual. Entindase:posean esos personajes realidad histrica o no [9], la sensacin que tiene ellector es que, sencillamente, esa pregunta no resulta pertinente. Dado que las

    escenas protagonizadas por esos personajes annimos tienen una indudablecoherencia narrativa y una funcin cohesiva y sinttica importante, pero a lavez sus acciones carecen de influencia en el desarrollo de la guerra, noparece de recibo plantearse si se trata de escenas realmente ocurridas ydocumentables o si, por el contrario, han sido imaginadas por el escritor paradar ms empaque y coherencia a la narracin.

    A nadie familiarizado con la crtica literaria sorprendera un argumentode este tipo, pues es el que legitima usualmente la construccin de lospersonajes en los relatos de ficcin. El problema radica concretamente ah,en el hecho de que el pacto de lectura que el libro establece con el lectorbascule entre el propio de la narracin historiogrfica y el de los relatosliterarios. Y que en virtud de ese doble pacto parezca impertinentepreguntarse por la realidad histrica de algunas escenas debido a suindudable funcionalidad narrativa.

    Ese espacio de incertidumbre entre la investigacin histrica y laimaginacin literaria que ha sido fecundamente explorada por la propialiteratura con un propsito crtico -el caso de Soldados de Salamina es, denuevo, un ejemplo excepcional- ha ido tambin ganando terreno, como seve, en el mbito del relato histrico, con efectos mucho ms discutibles.

    El caso de la investigacin de Carlos Fonseca sobre las Trece Rosas es unbuen ejemplo de ello. El periodista madrileo se enfrentaba a un caso de unalto potencial dramtico, que haba sido novelado recientemente por DulceChacn y por Jess Ferrero, y que poco tiempo despus sera llevado a lapantalla por Emilio Martnez Lzaro [10] y que tena la virtud de anudaralgunos temas muy sensibles para la cultura actual. Fonseca present en2004 una investigacin rigurosa sobre su detencin, juicio y ejecucin queincorporaba a las fuentes clsicas testimonios, entrevistas y algunas cartasrecibidas por los familiares.

    Esos materiales le permitan reconstruir de otro modo el trayecto queculmin con su ejecucin en el cementerio de Madrid. Sin desatender el

    significado poltico de su militancia en las JSU [11], la investigacin secentraba en los avatares personales de cada una de las muchachas,incorporando en la medida de lo posible sus propios comentarios y supercepcin ante las situaciones, as como el punto de vista de suscompaeras supervivientes. En ese sentido, Trece rosas rojas realiza ungesto similar a lo anteriormente sealado: la desjerarquizacin de losmateriales produce una representacin subjetivada y muy marcadaafectivamente de los acontecimientos histricos, haciendo hincapi en el

    potencial dramtico de los testimonios y las diferentes narrativas del yo delque el estudio se abasteca.

    Pero el libro de Fonseca da un paso ms en esa direccin, especialmenteen los dos captulos dedicados a la ejecucin, en los que la indiferenciacin

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    entre la investigacin histrica y la imaginacin literaria llega a un puntomximo. De hecho, el periodista se enfrenta en ellos a una sutil paradoja: ladescripcin de esos momentos, por su alto potencial dramtico, debenecesariamente constituir el clmax de la narracin, pero la ausencia desupervivientes ni testigos -aparte de los militares- impide contar con

    documentos que indiquen la percepcin de las muchachas y su respuestapsicolgica a la situacin previa a la ejecucin.

    Ante ese impasse, Fonseca se muestra decidido: la ausencia detestimonios no debe romper la coherencia interna de la narracin; si el relatonecesita de un momento climtico y la fatalidad niega los documentos dedonde extraerlo, es trabajo del historiador imaginar, al modo del novelista,no slo el desarrollo de la accin sino, sobre todo, la reaccin emocional delos personajes ante ella.

    Todo era silencio. Slo se escuchaban las respiracionesaceleradas, el caminar marcial de quienes las custodiaban, y elruido metlico de los fusiles al chocar con el correaje. Elcorazn golpeaba con fuerza en el pecho, desbocado, y se podansentir sus latidos en las sienes. Era una mezcla de terror yemocin al intuir el reencuentro con los compaeros de las JSU,con el novio o con el marido, para compartir el postrer pasohacia la muerte. Cuando llegaron a una pared de ladrillo visto(), supieron que haban llegado a su destino. Pero all noestaban los hombres, que haban sido fusilados unas horas antes,y todo se hizo ms negro. Virtudes supo que no podra abrazar aVicente Ollero, y Blanca sinti que no tendra ocasin de cruzaruna ltima mirada con su marido, Enrique Garca Mazas, ni de

    sentir el calor de un abrazo, la pasin de un beso. Moriran solas,como antes lo haban hecho ellos (Fonseca, 2004: 242).

    Cierto es que este tipo de reconstrucciones ficcionales de las emocionesde las protagonistas no abundan en el libro, pero stas se concentran en losmomentos ms importantes -en trminos narrativos e histricos- del texto,los que hacen referencia a la noche de la ejecucin. La preocupacin por latensin narrativa lleva a Fonseca, adems, a proponer una dispositio textualcon un claro efecto novelesco propio de las novelas policacas o de accin:la narracin se abre con la propia noche de la ejecucin, sin que conozcamossus causas ni motivos sino, solamente, las reacciones subjetivas -suponemos

    que imaginadas por el historiador- de las condenadas. Slo al final del libro,tras presentar los resultados de su minuciosa investigacin, volveremos a esaescena para conocer su fatdico desenlace y para acceder, de nuevo, a lassensaciones subjetivas de unos personajes que nunca pudieron testimoniarde ellas y que, por tanto, el investigador ha decidido imaginarlas.

    A pesar de su heterogeneidad con respecto al resto de la investigacin deFonseca, mucho ms comedida y ligada a la documentacin existente, lasola existencia de esa reconstruccin ficcional plantea un problema de difcilsolucin: tiene esta escena imaginada un estatuto similar a aquellas otras enque la informacin sobre las emociones de las protagonistas proviene de sus

    testimonios, cartas y confesiones a amigas? Es decir, en el interior de estanueva narrativa histrica la rentabilidad narrativa de una escena, aunque se

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    trate de una reconstruccin ficcional, le da el mismo valor que suverificabilidad documental? O en otras palabras: la diferencia entreinvestigacin histrica e imaginacin literaria que estas representacioneshacen impertinente realmente es impertinente a la hora de construir lamemoria del conflicto poltico central de nuestra historia reciente?

    5. Conclusiones

    Tal como se ha mostrado en lo que antecede, las tres obras analizadasmovilizan recursos de composicin propios de las narraciones literarias paracomponer sus relatos basados en investigaciones histricas solventes ydocumentalmente contrastadas. Sin embargo, la utilizacin de las estrategiasliterarias es muy diferente en ellos, as como los efectos de lectura queproducen. Esa diferencia debe ser tenida en cuenta a la hora de discriminar

    entre las diferentes vertientes de las nuevas narrativas histricas, aunquetodas ellas compartan algunos elementos clave.

    El recurso a estrategias de composicin literaria puede ayudar, y es elcaso de las obras mencionadas, a la divulgacin masiva de obras de mayorcalado historiogrfico que difcilmente sern ledas por un pblico noespecializado: Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadiemetaboliza sus eruditos referentes en una narracin efectiva y sinttica sobreel desarrollo global de la guerra. Tambin para articular de un modo efectivolos muy diversos materiales (documentos, testimonios, entrevistas) que deun mismo acontecimiento pueden hallarse, con el objetivo de dar una visin

    totalizadora y detallada de un proceso histrico: es el caso excepcional, sinduda, de la triloga de Reverte. O tambin para hacer pblica yculturalmente atractiva una investigacin novedosa sobre un temaespecfico, como es el caso de Trece Rosas Rojas.

    Pero al moverse entre paradigmas de intervencin pblica diferentes (losde la historiografa y los de la literatura) estas obras abren una serie deproblemas de un calado menos pragmtico y ms tico. Al asociarse deforma ambivalente a ambos paradigmas al mismo tiempo, abren la puerta aque, en su interior, las escenas y secuencias histricas sean valoradas mspor su eficacia dramtica y narrativa (o, incluso, emotiva) que por sucontrastabilidad cientfica. Es ste un problema que, por ejemplo, los textosde Reverte resuelven adecuadamente acudiendo a un vasto sistema de notasen el que se ligan los hechos narrados a un aparato documental verificable.

    Esa cautela no se halla presente, sin embargo, en otras obrascontemporneas que se instalan, como las que hemos analizado, en eseespacio de liquidez genrica que, en ocasiones, quiere hacer impertinente ladistincin entre la investigacin histrica y la imaginacin literaria de laguerra civil y de nuestra historia reciente. Una posicin de responsabilidadhacia ella y hacia los usos que la contemporaneidad hace del pasado deberaestar alerta ante esa posibilidad, sobre todo en un momento en que laindustria cultural promueve relatos e imgenes del pasado reciente que,

    segn Vicente Snchez-Biosca (2006), dificultan su anlisis racional a basede incidir en lo emotivo.

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    Notas:

    [1] Puede hallarse una reflexin sobre esta novela y su adaptacin

    cinematogrfica en Peris Blanes (2008).

    [2] Una obra tan sobria y esquiva a las modas literarias como Losgirasoles ciegos, de Alberto Mndez, resaltaba insistentemente elcarcter documental de los materiales sobre los que armaba susrelatos.

    [3] Ese espacio de incertidumbre fue sutilmente explorado por elescritor Ignacio Martnez Pisn, que inscribi su investigacin realsobre la muerte de Jos Robles -militante comunista traductor alespaol de Dos Passos y desaparecido tras ser inverosmilmente

    acusado de traicin- en un molde muy cercano al del relato real deCercas en un libro, Enterrar a los muertos, cuya adscripcin a laliteratura o a la escritura histrica no resultaba evidente.

    [4]Jordi Gracia (2001) ha analizado convincentemente los diferentesplanteamientos de base de dos novelas que comparten,aparentemente, algunos procedimientos narrativos.

    [5] Escritor reputado hasta entonces por sus novelas policacas, quetienen al detective Juan Glvez como protagonista.

    [6] Javier Tusell lleg incluso a escribir, en su resea a La batalla delEbro, que los historiadores profesionales tenan mucho que aprenderde ese modo de narrar la historia (2003).

    [7] A dicho a propsito de La cada de Catalua: Supongo que misnarraciones llegan al estmago de los lectores. La historia de laguerra no puede contarse sin incluir lo que senta la gente en lastrincheras. Creo que hay que combinar el rigor histrico paraexplicar las importantes decisiones polticas o militares, pero almismo tiempo haba que dar la voz a la gente, a la perspectiva de loscombatientes o de los civiles de la retaguardia. Y la mayor

    dificultad, al principio, fue encontrar o bien memorias yautobiografas de protagonistas o bien testimonios orales. Villena,Miguel ngel (2006). Entrevista con Jorge M. Reverte Babelia(25/03/2006).

    [8] Con ensayos tan dispares como Los templarios y otros enigmasmedievales, Amor y sexo en la antigua Grecia o El fraude de lasbana santa y las reliquias de Cristo.

    [9] No se trata de entrar en polmicas sobre si esos personajes y esasescenas tuvieron lugar realmente o no. Lo reseable es el desdn delautor por documentar mnimamente su procedencia.

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    Jaume Peris Blanes 2009

    Espculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

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