La naturaleza ya sabe cuidarse

A cada paso o cada vez que se nos presenta una ocasión decimos que la naturaleza es sabia. Pero no cejamos en nuestro empeño de intervenir en ella. Por supuesto que hay que intervenir para prevenir sus ataques, pero no nos damos cuenta de que, precisamente, muchos de esos ataques están originados por la abusiva intervención del hombre en la naturaleza. El hombre cree o dice intervenir en nombre de la ciencia y la técnica. Propone leyes y actuaciones para su defensa. Sin embargo, estamos viendo que el ser humano agrede cada vez con más contundencia y con peores consecuencias Según los expertos no se respetan los ciclos y lo ritmos de cada cosa. La tierra se esteriliza, en lugar del ciento por uno produce el uno por ciento. La contaminación campa a sus anchas; todo está afectado: la tierra, el aire, el agua... Se sacan a las tribus de lugares que secularmente han ocupado, para talar árboles y empobrecer la selva con las consabidas consecuencias para toda la humanidad. Desaparecen especies animales, migran a otros lugares o se extinguen definitivamente. No nos olvidemos que la selva, el bosque, es el pulmón de la existencia. Vuelvo a mentar la palabra “expertos”, porque sin sus sabias aportaciones difícilmente tomaríamos conciencia de lo que está pasando y no nos haríamos eco de los graves problemas que evocan como el cambio climático, la cada vez mayor transparencia de la capa de ozono, aparición de nuevas enfermedades, etc. No sé si es ignorancia o hipocresía, o ambas cosas a la vez; la cuestión es que no paramos de crear departamentos y equipos técnicos para el mantenimiento y equilibrio del medio ambiente, mientras que, por otro lado, estamos creando condiciones nefastas para ese medio ambiente a base de nuestra acción contaminante. ¿No estamos cayendo en una enorme contradicción? Si decimos que la naturaleza es sabia, sería suficiente con que no la incordiásemos con actitudes nocivas, dejándola que se cuide así misma porque estamos convencidos de que sabe cuidarse. No habría que crear ninguna ley de desarrollo sostenido. Bastaría con fijarnos en ella, escucharla con atención, para a tiempo, prevenir para no tener que curar. En efecto, muchas de las determinaciones se han tomado tarde, se ha pretendido construir la presa cuando el agua ya se había escapado, cuando el daño ya estaba hecho, a veces irreversible.

Ya hemos dicho que algunos expertos nos hablan del grave problema, que nos advierten de las consecuencias, pero ¿qué actitud ha mantenido ante esto la mayoría de intelectuales? Poco han hecho, por no decir que se han lavado las manos. Parece que han preferido no molestar al político de turno y mirar al otro lado. Repito, no harían falta leyes para orientar la vida, bastaría con observar su propia ley, como he leído el algún sitio, y dejar que la naturaleza se cuide sola porque sabe hacerlo, interviniendo únicamente en casos extremos en defensa de la Única Vida que existe y a la que pertenece todo, el hombre inclusive.