UN VERANO PERPETUO

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  • 8/14/2019 UN VERANO PERPETUO

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    UN VERANO PERPETUO

    P.J. RUIZ 2009

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    El da que Marcos encontr a Sara todo para l cambi. No, no les hablo del tierno

    romance que entre ambos surgi, ni de las cosas normales que hacen que todo se

    trasmute entre las parejas, ni mucho menos. Esto fue diferente, una historia extraa

    cargada de fantasa que sin duda tiene cosas que les sorprender o al menos conmover.

    Pero para entenderlo hay que saber muy bien lo que aquellos das sucedi, el modo en

    que todo se fue colocando en su sitio y observar que las personas imperturbables llegan

    a hacer cosas increbles a poco que tengan un motivo real. Vean la historia.

    Marcos era tmido, un hombre normal y corriente, bueno y sencillo, con toda su carga

    de pasado y un bagage laborioso-cultural ms que notable comparado con el de muchos

    otros, pero a la larga un ser humano en el mejor sentido del trmino, el cual ltimamente

    est de capa cada coincidiendo con el funesto estado de la civilizacin global. Nada

    Nuevo en lontananza. Se dedicaba a la carga y descarga de grandes buques en el puerto,

    un trabajo rudo que precisaba de hombres enteros, entre los cuales l destacaba por su

    aguda inteligencia.

    Aunque serio y disciplinado, se encontraba algo solo, y como era un hombre sin mucho

    tiempo, haba recurrido a los nuevos mtodos para conocer gente, y por eso tiraba del

    Internet a diario, sin obsesin alguna, pero de un modo seguro y disciplinado. As, al

    principio con alegra, fue conociendo mujeres y ms mujeres, personas que a tiempo

    parcial fueron llenando su vida, mas nunca encontr en ellas la llama verdadera que

    alimentase su cansado corazn por ms que lo intent. Llen su agenda de nombres,

    fechas, recordatorios, cumpleaos pero nada. Se dio cuenta de que en realidad

    aquellas personas, respetables por supuesto, formaban parte de un mundo y unos

    intereses que igual no tenan mucho que ver con los suyos, pero tambin sigui

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    percibiendo que si haba algn medio de conocer a alguien de su edad en una sociedad

    permanentemente estresada por el trabajo riguroso era ese, as que sigui, superando sus

    grandes disquisiciones.

    En el transcurso de esa bsqueda se convirti en un asiduo devorador de puestas de Sol,

    al cual conoci ntimamente dando largas caminatas en las que organizaba sus logros

    diarios y de ese modo comulg con la naturaleza de un modo que por desgracia no

    poda compartir, porque su forma de entenderla no era comprendida por su gente ms

    prxima, as que l miraba y miraba esos ocasosesperando. Las clasific en puestas

    de Sol rojas o violetas, azules o amarillas, entremezcladas con fastuosos verdes, nubosas

    o claras, turquesas, e incluso multicoloreadas en funcin de cambios que a l escapaban

    pero que a sus ojos llegaban. El estibador fantaseaba a veces y llegaba a imaginar soles

    de colores frescos, soles dobles, triples, e incluso ramilletes de estrellas refulgentes con

    variedad de tonos.

    Un da, mientras aferrado al mundo navegaba por uno de esos dudosos sitios de

    intercambio de no se qu, a veces soeces, a veces livianos, encontr la imagen de un

    culo verdaderamente perfecto, escultural, una obra de arte casi irreal que le excit tanto

    que se atrevi a escribir a la direccin sugerida, sabiendo de antemano que los culos as

    solan tener dueas que no gustaban de los hombres normales, y ms aun en tiempos de

    tanta promiscuidad y prdida de valores. No pensaba obtener la menor respuesta,

    porque pens que aquella criatura de Dios sencillamente mirara el perfil de quien le

    haba escrito, vera que se trataba de alguien del montn, y ni siquiera se dignara

    responderle. No haba escondido que era un modesto estibador del puerto, ni que

    fumaba como un descosido en tiempos de pocos humos. As sola ser. Sin embargo algo

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    ocurri que nadie esperara, ni siquiera l mismo. Seguramente hubo un alineamiento

    planetario, eclipses inesperados, cambios en la corriente del golfo, aperturas repentinas

    de nuevos agujeros de ozono, algn Moiss moderno abriendo las aguas o sencillamente

    que mil chamanes se pusieron a orar a la vez, pero lo cierto es que la duea de aquel

    gran culo le respondi a Marcos desafiando todas las leyes habituales del mundo del

    ciberespacio para los que se consideraban a si mismos normales, y por ese acto

    sorprendente y fuera de toda medida supo que su nombre era Sara.

    A Sara le encantaban tambin los ocasos!!

    Y al parecer no le disgustaban los estibadores.

    Se escriba con ella y de sus textos extraa todo cuanto poda, que en ocasiones era

    mucho. Por eso supo que se trataba de una mujer de la lejana argentina, de edad similar

    a la de nuestro hombre, y para su sorpresa de una ternura sin lmites, sensible, de cabeza

    fra, corazn caliente y muy bien amueblada, llena de belleza por dentro y por fuera, y

    conocedora de los mil colores de la puesta de Sol, lo cual les uni de una mera singular

    porque en verdad descubrieron que tenan mucho que contarse tras cada paseo

    apotesico. Cambiaban fotos de escenas horizontales donde los soles se escondan de

    mil maneras, de nubes irradiadas, o de estelas de jet teidas de rojo cambiaban de

    todo a travs del correo, y as se siguieron conociendo y enamorando.

    Marcos estaba en una nube, y no se la quitaba de la cabeza de da o de noche, y tanto

    fue as que no les cost nada enganchar una relacin en la distancia que muy pronto le

    supo a poco, porque para sorpresa de todos, la duea de aquel culo increble, nuestra

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    Sara, tambin gustaba de la compaa del pequeo gran Marcos, el hombre sencillo de

    allende los mares con el que parloteaba de nubes y colores cuando no estaba rellenando

    barcos entre nubes de tabaco desprendidas de sus pulmones ennegrecidos.

    Entonces, en la crueldad del invierno ms duro que recordaba en Andaluca, una noche

    de calentn Marcos se decidi a conocer a su amada, as que por la maana se pidi das

    en el trabajo, los primeros en veintitrs aos, se mont en un avin con el billete

    comprado en taquilla y viaj a la otra parte del mundo, a la tierra de su Sara sin pensarlo

    dos veces, porque haba decidido llegado el momento de conocerla directamente. All,

    nada ms pisar tierra, o asfalto que para el caso es lo mismo, descubri que era verano,

    y nadie se lo haba dicho, as que despus de quitarse mucha ropa y pese a su cultura

    lleg a la conclusin de que donde su Sara pisaba slo exista la paz del viento, el solaz

    de las estrellas y la piedad del sol tibio, por lo que corriendo fue a decrselo sin esperar

    al atardecer, pensando que igual ella aun no lo saba. El amor a veces nubla los sentidos,

    entre ellos el comn. Se plant ante su puerta y ella lo recibi con un gran abrazo que

    recompens cada minuto pasado, con los ojos vidriosos y llenos de alegra. Tomaron

    caf una y te el otro, y salieron a pasear casi al atardecer. Ambos coincidieron en que el

    ocaso de ese da era de color crema tintado de violetas rayados, pero con una leve

    mixtura de cobrizos radiantes que despuntaban sobre los montes. Entonces fue cuando

    la mujer muy sutilmente entr al asunto de la temperatura, y le corrigi dicindole que

    no era cosa de ella que el verano la siguiese, sino del planeta en que ambos habitaban,

    que haca que los hemisferios tuviesen climas contrapuestos, por lo que mientras en

    Argentina era verano, en Espaa era Invierno, y viceversa.

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    Aquello impact muchsimo al hombre de los ocasos coloridos, porque algo en l no

    aceptaba la idea de que su amor, que tan bien se mova entre el calor y las ligerezas de

    ropa, tuviese que verse envuelto en los rigores del fro. No le pareca natural haber

    encontrado a la mujer de su vida, aquella pieza de relojera nica montada sobre un culo

    perfecto, y ser consciente de que, al igual que la vida camina hacia el fro y los finales

    cortos ellos no pudiesen tener la paz del clima ms sabroso donde efectuar sus juegos y

    mirar los colores del horizonte.

    Entonces Marcos, el estibador, ebrio de sabores nuevos, tuvo una idea nica, y con la

    celeridad de quien tiene las cosas muy claras la puso en prctica despus de consultarla

    con ella. Regres a Espaa, se despidi de su gente del puerto, vendi cuanto tena,

    retorn con su amada y se dedicaron desde entonces a escapar juntos del invierno

    mediante la sencilla idea de cambiar de hemisferio cada seis meses, con poca cosa, casi

    sin dinero, pero viviendo de trabajos temporeros que desempeaban sin padecer. As

    ellos nunca ms conocieron el fro, y siempre gozaron de los ocasos mas bellos de la

    primavera dos veces al ao, as como de un bronceado inimitable que nadie poda

    igualar sin tener el valor que ambos haban encontrado en su amor. Y ese es el

    sorprendente modo en el que Marcos y Sara vivieron un verano perpetuo hasta el fin de

    sus das, siempre inmersos en la quietud de los crepsculos coloreados y los paisajes

    claros. Al final consigui dejar el tabaco.