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En el contexto conmemorativo del presente volumen, que celebra el cincuenta aniversario de Lusitania Sacra y analiza su importancia en el panorama historiográfico portugués de las últimas cinco décadas, parecía inevitable no tratar de cotejar – aunque fuese de forma somera – la trayec- toria de la publicación portuguesa con respecto a otras revistas que, con objetivos y formatos parecidos, se han desarrollado en ámbitos histo- riográficos cercanos. En este sentido, la comparación con Hispania Sacra era, quizás, la que surgía de un modo más inmediato, no fuese más que una cuestión de proximidad geográfica o por ese detalle aparentemente insig- nificante de que ambas revistas recurran en sus títulos a una fórmula latina similar, evocadora, por lo demás, de antiguos proyectos historiográficos que se delinearon en la época moderna a un lado y al otro de la frontera. Lo cierto, sin embargo, es que las semejanzas van más allá de estos aspectos puramente formales, haciéndose notorias tanto en los orígenes de una y de otra publicación, como, incluso, en sus trayectorias posteriores. En efecto, ambas surgieron en contextos socio-políticos y culturales que presentaban algunas analogías, como consecuencia, por un lado, de la existencia en ambos países de regímenes autoritarios de tenor confesional (sobre todo en * El presente artículo reelabora y retoma en algunas de sus partes, varias de las cuestiones que tuvimos oportunidad de abordar en trabajos anteriores, habiendo procedido, además, a elaborar y presentar una bibliografía final, relativamente exhaustiva, que acom- paña el texto y se pone así a disposición de los investigadores. ** Universidad Complutense, Madrid. Membro do CEHR. UNA BIBLIOGRAFÍA IMPERFECTA O EL ANÁLISIS FRAGMENTARIO A TREINTA AÑOS DE ESTUDIOS SOBRE HISTORIA RELIGIOSA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LOS SIGLOS XVI-XVIII * FEDERICO PALOMO ** LUSITANIA SACRA, 2ª série, 21 (2009) 173-235

Una Bibliografia Imperfecta LS S2 21

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Enelcontextoconmemorativodelpresentevolumen,quecelebraelcincuentaaniversariodeLusitaniaSacra yanalizasuimportanciaenelpanorama historiogrfico portugus de las ltimas cinco dcadas, parecainevitable no tratar de cotejar aunque fuese de forma somera la trayec-toriadelapublicacinportuguesaconrespectoaotrasrevistasque,conobjetivosyformatosparecidos,sehandesarrolladoenmbitoshisto-riogrficos cercanos. En este sentido, la comparacin con Hispania Sacraera, quizs, la que surga de un modo ms inmediato, no fuese ms que unacuestin de proximidad geogrfica o por ese detalle aparentemente insig-nificante de que ambas revistas recurran en sus ttulos a una frmula latinasimilar,evocadora,porlodems,deantiguosproyectoshistoriogrficosque se delinearon en la poca moderna a un lado y al otro de la frontera. Locierto,sinembargo,esquelassemejanzasvanms alldeestosaspectospuramente formales, hacindose notorias tanto en los orgenes de una y deotra publicacin, como, incluso, en sus trayectorias posteriores. En efecto,ambas surgieron en contextos socio-polticos y culturales que presentabanalgunasanalogas,comoconsecuencia,porunlado,delaexistenciaenambos pases de regmenes autoritarios de tenor confesional (sobre todo en* Elpresenteartculoreelaborayretomaenalgunasdesuspartes,variasdelascuestiones que tuvimos oportunidad de abordar en trabajos anteriores, habiendo procedido,adems, a elaborar y presentar una bibliografa final, relativamente exhaustiva, que acom-paa el texto y se pone as a disposicin de los investigadores.** Universidad Complutense, Madrid. Membro do CEHR.UNA BIBLIOGRAFA IMPERFECTAO EL ANLISIS FRAGMENTARIO A TREINTA AOSDE ESTUDIOS SOBRE HISTORIA RELIGIOSA DE LA PENNSULA IBRICA EN LOS SIGLOS XVI-XVIII *FEDERICO PALOMO**LUSITANIA SACRA, 2 srie, 21 (2009) 173-235174 FEDERICOPALOMOel caso espaol) y, por otro, como resultado del peso y de la influencia que,amediadosdelsigloXX,seguanteniendotantolascreenciasreligiosas,como, en particular, la Iglesia catlica sobre las sociedades de la pennsulaIbrica.Loscrculosvinculados oprximos alasinstitucionesecle-sisticas espaolas y portuguesas mantuvieron as una capacidad conside-rable para hacerse presentes, de forma ms o menos visible, en estructurasculturales y cientficas de particular relevancia. Con apenas ocho aos dediferencia, los comienzos de Hispania Sacra (1948) y de Lusitania Sacra(1956)sevieroncondicionados,enbuenamedida,porloquenofueronsinolasiniciativasdegruposrelativamenteactivosdehistoriadoresque,en su mayora, procedan del propio mundo eclesistico. Mediante la cre-acin de marcos institucionales adecuados (el departamento de Historia dela Iglesia del CSIC y el Instituto de Estudos de Histria Eclesistica) y desuscorrespondientesinstrumentosdedivulgacincientfica,tratarondeestablecer bases slidas sobre las cuales desarrollar y abordar de forma sis-temticaelestudiodelasrespectivashistoriaseclesisticasnacionales 1.Enelfondo,pretendandeestemododarunacontinuidadmsrobustaypermanenteaunalaborhistoriogrficaque,sibiennoerainexistente,sehabamostradodesdeelsigloXIX relativamenteconfinadaeinconexa,apesar de contar con importantes aportaciones procedentes de los diferentescuadrantesideolgicosdelliberalismopoltico,comolasdeAlexandreHerculano,Fortunatode Almeida,ManueldelaPintaLlorenteoMarce-lino Menndez Pelayo. En todo caso, los propios lazos al mundo eclesis-tico de una parte importante de quienes, entre las dcadas de 1940-1950,dieronlugaralnacimientodeHispaniaSacra ydeLusitaniaSacra,noslo determinaron en muchos casos que, en sus comienzos, esa pretendidacontinuidadhistoriogrficasecimentasesobreciertastradicionesyauto-res en detrimento de otros. Al mismo tiempo, tales vnculos confesionalesacabaron por verse tambin reflejados en una produccin que, adems deseguirapoyndoseenparadigmashistoriogrficosyepistemolgicosdenaturalezapositivista,nodejabaderevelarenocasionesintencionesdecariz apologtico.Si en sus orgenes, por tanto, ambas revistas se vieron rodeadas de ele-mentos y de circunstancias semejantes, tambin la evolucin de cada unade ellas a lo largo de las ltimas cinco dcadas permite trazar trayectoriasparalelas.ApesardelainterrupcinquelaedicindeLusitaniaSacra1Acerca de las condiciones que rodearon la creacin de la revista Lusitania Sacraen el marco del Centro de Estudos de Histria Eclesistica, remitimos a los ensayos sobreesta cuestin incluidos en el presente volumen. 175 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSconociduranteonceaosdecisivosdesdeelpuntodevistahistoriogr-fico (1978-1989), no cabe duda de que, al igual que su homloga espaola,larevistaportuguesafuetambinreflejo,enciertamedida,delastrans-formacionesqueestembitodelosestudioshistricoshabradeexperi-mentardesdelasdcadasde1960-1970.Enrealidad,fueenesosaoscuando se comenz a formar y surgi, tanto en Espaa como en Portugal,una generacin de historiadores cada vez ms consciente de la necesidadde librar el campo de la historia eclesistica y religiosa de sus viejos mol-desconfesionales,analizndolabajonuevasperspectivasymtodoseincorporndola as definitivamente al debate historiogrfico general. En efecto, las metamorfosis que, a ambos lados de la frontera, se hanoperadodesdeentoncesenelmododeconcebirydeelaborarlahistoriareligiosayeclesisticadelperodomoderno,hanestadodeterminadasprincipalmente por tres factores de renovacin. En primer lugar, se ha asis-tido a una paulatina secularizacin de este mbito de los estudios hist-ricos,pormedio,entreotrascausas,delcrecienteintersquelaspropiascuestiones de ndole religiosa han ido despertando en historiadores sin vn-culos directos a las instituciones eclesisticas. Esto no slo ha favorecidoun cambio fundamental en las propias perspectivas de anlisis y de inter-pretacin,conesadesaparicinpaulatina yamencionada deresabiosapologticos.Almismotiempo,hapermitidoqueelestudiodelcatoli-cismo moderno, en sus variadas facetas y expresiones, haya superado anti-guascontroversiasynopocosprejuicios denaturalezaideolgica,siendo asumido cada vez ms por el discurso historiogrfico secular comoun elemento en s mismo esencial a la hora de analizar y comprender lassociedades ibricas de los siglos XVI a XVIII. A ello no ha dejado de contribuir un segundo aspecto igualmente deter-minante en la evolucin que han experimentado en los ltimos cuarenta aoslostrabajosenestembitodelainvestigacin.stasehaidomostrandocada vez ms atenta y receptiva a las orientaciones e interrogantes plantea-dosenmbitoshistoriogrficoscercanos,que,sinembargo,cuentanconmayortradicinenelcampodelahistoriareligiosa.Unapermeabilidadque,endefinitiva,hapermitidoincorporarpocoapoconuevascategoras,cuestionesytemticasallenguajeyalanlisisdesarrolladoporloshisto-riadores espaoles y portugueses 2, favoreciendo, por un lado, su creciente2Valgacomoejemplo,elintersquehasuscitadoenlahistoriografaespaolaladiscusin en torno a los conceptos de disciplinamiento social y de confesionalizacin,objeto de anlisis, desde la dcada de 1990, en diversas reuniones cientficas, en diferentes176 FEDERICOPALOMOparticipacinenlospropiosdebatessuscitadosporlahistoriografaeuro-pea y, por otro, una progresiva afirmacin de la experiencia histrica de losterritoriosibricoscomoelementodereferenciaineludiblealahoradeelaborar cualquier interpretacin de conjunto de la historia religiosa occi-dental durante la poca moderna 3.Esta paulatina internacionalizacin si se me permite la expresin de la produccin historiogrfica en Espaa y en Portugal no ha sido tampocoajenaaotrofactorderenovacinque,probablemente,seaelquedeformams decisiva haya contribuido a su transformacin. En realidad, los cambiosque se han ido verificando en el modo de elaborar la historia religiosa de lossiglos XVI a XVIII han sido resultado, sobre todo, de innovaciones de natura-lezaepistemolgicaymetodolgicaque,talcomoenotroscamposdelosestudios histricos, han significado la apertura de la investigacin a las pro-puestasprovenientesdeotrascienciassocialesyhumanas.MaxWeber,mile Durkheim, Norbert Elias, Erving Goffman, Michel Foucault o CliffordGeertz son, entre otros muchos, algunos de los autores que vienen sirviendo,cada vez ms, de marco de referencia o de cimiento terico al trabajo de unbuen nmero de historiadores, que, abandonando poco a poco una robusta ypersistente tradicin positivista, no han dudado en adoptar claves interpreta-tivas, interrogantes y formas de anlisis fraguados en campos como la antro-pologa, la sociologa, la lingstica, los estudios literarios, etctera. En este sentido, algunos autores y el inters por determinados objetosde investigacin han desempeado un papel esencial como estmulo paraloscambiosquesehanidoproduciendodurantelasltimastresdcadasenelmbitodelosestudiosdehistoriareligiosadelapocamoderna.Baste pensar, por ejemplo, en la importancia que tuvo Antonio DomnguezOrtizsobretodosuensayosobrelosgruposprivilegiadosdel AntiguoRgimen a la hora de introducir perspectivas propias de la historia socialen el anlisis del clero espaol de los siglos XVI a XVIII4. Del mismo modo,los estudios de Jos Antonio Maravall permitieron, desde la perspectiva deuna historia social de la cultura, poner de manifiesto el peso que el catoli-cismo postridentino, por medio de un variado conjunto de agentes, prcti-cas y discursos, tuvo en la conformacin, difusin y reproduccin de unadeterminada visin del mundo y del hombre, caracterstica de la sociedadartculos (PALOMO: 1997) y en algunos monogrficos de revistas cientficas (Inquisici econfessionalitzaci...: 1999). 3Vd., entre otros, el peso atribuido al mundo ibrico el estudio de sntesis sobre elcatolicismo moderno elaborado por HSIA: 2005.4DOMNGUEZ ORTIZ: 1973.177 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSespaola del siglo XVII5. Por otro lado, la obra de Jos Sebastio da SilvaDias, siendo expresin excelente de una tradicin de estudios sobre la his-toriaintelectualdelapennsulaIbricainauguradaporMarcelBataillon,ha sido un pilar fundamental en Portugal, tanto para el posterior desarro-llodelosestudiosdehistoriacultural,como,especficamente,paralanovedosa evolucin que ha experimentado el anlisis en torno a las formasde espiritualidad en la poca moderna 6. Desde una perspectiva diferente,lostrabajosdeJulioCaroBarojarelativosaluniversodelabrujera 7,sobrelasminorastnico-religiosasmoriscosyjudeoconversospre-sentesenelmundoibricoaltomoderno 8oentornoaladiversidaddemanifestaciones y expresiones de religiosidad caractersticas de la Espaade ese perodo 9, sirvieron, entre otros factores, para poner de manifiesto elinters que el anlisis etnolgico y antropolgico tienen para el estudio delos fenmenos religiosos de los siglos XVI-XVIII.Lasinvestigacionesdeestosautores,enmayoromenormedida,tam-poco quedaron al margen del inters creciente que, desde la dcada de 1970,habran de suscitar las cuestiones en torno al funcionamiento e impacto dela Inquisicin sobre las sociedades ibricas del Antiguo Rgimen. Lo ciertoes que fue en este terreno de los estudios sobre las instituciones y las formasde accin inquisitoriales donde, en el mbito de las historiografas espaolay portuguesa, se jugara una parte importante de la propia renovacin de lahistoria eclesistica y religiosa de la poca moderna. En efecto, el hecho deque la investigacin en esta rea se haya anclado definitivamente en el dis-curso y los mtodos propios del trabajo historiogrfico, distancindose porcompleto de viejas visiones apologticas, ha tenido mucho que ver con laspropias cuestiones y perspectivas que acompaaron esa renovada curiosidadporelSantoOficio,formuladasenlostrabajosdeRicardoGarcaCrcel,JaimeContreras,JoaqunPrez Villanueva,JosMartnezMilln, VirgilioPinto Crespo, Henry Kamen, Jean-Pierre Dedieu, Stephen Haliczer, GustavHenningsen, Bartolome Bennassar, Antnio Jos Saraiva, etc. 10.5MARAVALL: 1975. 6Sobre todo, DIAS: 1960.7CARO BAROJA: 1961a y 1967.8CARO BAROJA: 1961b y 1957.9CARO BAROJA: 1978.10Acerca de las transformaciones que se produjeron, desde la dcada de 1970, en elmbitodelosestudiossobrelasInquisicionesibricas,vd.,paraEspaa,losbalancesdeGARCA CRCEL: 1996 y de MORENO: 2004, 281-305. En relacin con Portugal, valgaelanlisisqueGiuseppeMarcocciincluyeenlaintroduccindesulibrosobrelaInquisicin portuguesa; MARCOCCI: 2004, 16-29.178 FEDERICOPALOMOContodo,frentealinterssuscitadoporlaInquisicin,noesdema-siadoarriesgadoafirmarque,durantemuchotiempo,sehandescuidadootrascarasdeesamonedaquefuelapresenciamasivadeinstituciones,agentes y discursos eclesisticos y religiosos en las sociedades peninsula-resde AntiguoRgimen.Enciertamedida,sehadibujadounpanoramaque, por un lado, ha llevado con frecuencia a identificar la accin de con-trolycoercindelaIglesiaapenasconlaactividaddesarrolladaporelSanto Oficio; por otro, ha provocado algn desajuste con respecto a la pro-duccin en otros mbitos historiogrficos, donde la inexistencia de la ins-titucininquisitorialmodernaolaprcticainaccesibilidadalosfondosdocumentales, han permitido desarrollar lneas de investigacin que, sloen los ltimos aos, parecen haber despertado el inters de los historiado-res de este extremo meridional del continente europeo. Aun as, a pesar de las deficiencias que al respecto persisten, cuandose trata de hacer balance como aqu, en parte, se pretende de lo que hasidoenlosltimosaoslainvestigacinenelmbitodelahistoriareli-giosa de la pennsula Ibrica durante la poca moderna, la primera dificul-tad que encontramos es la de hacer frente a un universo bibliogrfico quecomienzaaseryaabundante 11,inclusocuandodelmismoseexcluyencomo en el presente estudio tanto la produccin relativa a los procesosdeexpansinycolonizacinibricos,comoaqullaquetoca,precisa-mente, a la historia inquisitorial, que aqu se abordar de forma apenas tan-gencial 12.Porlodems,seentiendeque,aunqueambiciosoensusobjetivos y, sin duda, incompleto en sus resultados, es legtimo abordar elestado de la cuestin desde una perspectiva conjunta, que permita subrayarlasdiferencias,perotambinlassimilitudesenlosprocesosquetuvieronlugar en los distintos territorios de la pennsula, as como los paralelismosydivergenciasqueseobservanenlarecienteproduccinhistoriogrficaespaola y portuguesa.En efecto, son muchas las semejanzas que se adivinan en la evolucinexperimentadaporlosestudiosdehistoriaeclesisticayreligiosadelapoca moderna, tanto en Espaa como en Portugal. Esto no significa, sinembargo,quedichastransformacionesnohayanasumidotambinrasgosespecficos a un lado y al otro de la frontera, resultantes de las respectivas11Vd., por ejemplo, para el contexto andaluz, CORTS PEA: 1995b.12ComobalancedeloquehasidoeldesarrollodelosestudiosentornoalaInquisicin,vd. GARCACRCEL:1996.Enrelacinconlahistoriografadelaexpan-sin, aunque centrado apenas en el mbito portugus y sin que prime una perspectiva reli-giosa, remitimos al trabajo de XAVIER: 2000.179 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOStradiciones historiogrficas, de preferencias temticas y lneas de investi-gacinparcialmentediferenciadase,incluso,deritmosenlaevolucinrelativamente disonantes. En este sentido, por ejemplo, determinadas iner-cias que han marcado la produccin portuguesa durante ms tiempo y unafase inicial de transformacin historiogrfica ms ralentizada, han podidoincidir sobre la puesta en marcha y la realizacin tarda de proyectos edi-torialesdegranenvergadura,orientadosaofrecerunavisingeneral,ampliaycompendiadadelosfenmenosreligiososdurantelapocamoderna en Portugal. Frente a la Historia de la Iglesia en Espaa, dirigidapor Ricardo Garca Villoslada y el Diccionario de Historia Eclesistica deEspaa,coordinadoporQuintn AldeaVaquero,publicadosambosentrelas dcadas de 1970 y de 1980 13, el campo historiogrfico portugus, prc-ticamente,sloversurgiriniciativasdedimensionesycaractersticasparecidas ya en los comienzos del nuevo siglo 14. En particular, cabe aqudestacar la Histria Religiosa de Portugal y, sobre todo, el volumen dedi-cadoalperodomoderno,que,coordinadoporJooMarquesy AntnioCamesGouveia,representaciertamenteunintentomsrezagadopordotar a la historiografa lusa de instrumentos y obras de referencia sobre lamateria,peroque,almismotiempo,constituyelgicamenteunesfuerzoms maduro que el ensayado hace veinte aos en Espaa, a la hora de ela-borar una visin de conjunto acerca del mundo eclesistico y religioso delossiglosXVI-XVIII15.Noenvano,elvolumen,ademsdeincluirunvariado elenco de especialistas de primera lnea, aprovecha un acervo con-siderabledeviejasynuevasaportacionesy,altiempoqueabrealgunaspistasdeinvestigacin,dibujaasimismounpanoramadelaproduccinhistoriogrfica portuguesa que, como se mostrar en las prximas pginas,parece haber corrido paralela no obstante sus lgicas particularidades a los estudios desarrollados en Espaa durante las ltimas dcadas. 13GARCAVILLOSLADA:1979-82(losvolmenesIIIyIVsonloscorrespon-dientes a los siglos XV-XVIII); ALDEA VAQUERO: 1972-87.14Nos referimos, claro est, al Dicionrio de Histria Religiosa de Portugal y a lostresvolmenesdelaHistriaReligiosadePortugal dirigidosporCarlosMoreiradeAzevedo; AZEVEDO: 2000-01 y 2000-02. Cabe sealar, con todo, una iniciativa anterior,de 1980, para la elaboracin de un Dicionrio de Histria da Igreja, bajo responsabilidadde Antnio de Banha Andrade, que, sin embargo, slo se materializ en sus dos primerosvolmenes; cf., ANDRADE: 1980.15MARQUES & GOUVEIA: 2000.180 FEDERICOPALOMOAgentes, poderes e institucionesCuando observamos el devenir de la historia poltica y religiosa de losdiferentesreinosdelapennsulaIbricaalolargodelperodomoderno,constatamosquelosprocesosdeconstruccindelpodermonrquiconofueron,enlneasgenerales,diferentesdeloquehasidoposibleverificarpara otros territorios del occidente europeo. La ruptura confesional que seprodujo a raz de la contestacin de Lutero a la autoridad de Roma, lleva las monarquas de Carlos V y de Juan III a adoptar una posicin inequ-voca de fidelidad al catolicismo, que se fue acentuando a medida que lasposibilidadesdeunareconciliacinentrecatlicosyprotestantessedifuminaban y que la propia Iglesia romana fijaba las bases de su ortodo-xia a travs del concilio tridentino. En este sentido, la adhesin de los dife-rentesreinospeninsularesalosprincipiosdeTrentofueprcticamentetotal, a pesar de las objeciones que, en el caso de la Monarqua de Felipe II,despertaronalgunosaspectosdelosdecretosconciliaresy,portanto,lapropia recepcin de los mismos en sus reinos 16. En realidad, el elementocatlico no slo fue un factor esencial de definicin de las diferentes iden-tidades territoriales de la pennsula 17, como, sobre todo, constituy un vec-torfundamentaleinclusodistintivodelpropioideariopolticodeambasmonarquas 18, cuyo orden poltico, jurdico y social, por otro lado, estabaestrechamentevinculadoalpensamientoteolgicoy,enconcreto,alarenovadatradicinescolstica,comovienendemostrandodesdehacealgn tiempo muchos de los trabajos desarrollados en el mbito de la cul-tura poltica del perodo moderno 19.Si la sintona, desde el punto de vista ideolgico, fue casi absoluta, laprctica poltica, por el contrario, estuvo lejos de verse marcada por cual-quier manifestacin de subordinacin regia al poder eclesistico y, menosaun, al poder de Roma. En realidad, las bases sobre las que asentaron lasrelaciones entre la monarqua y los diferentes niveles jerrquicos que arti-culabanlaestructuradelpodereclesistico,tantoenEspaacomoen16SobrelarecepcindelosdecretostridentinosenPortugalyenlaMonarquaHispnica, cabe citar CAETANO: 1965 y TELLECHEA IDGORAS: 1979.17Aunque centrados apenas en el contexto portugus, son pertinentes a este prop-sito SILVA & HESPANHA: 1993, THOMAZ & ALVES: 1991 y BETHENCOURT: 1991.18EnrelacinconladimensincatlicadelideariopolticodelaMonarquaHispnica, vd. FERNNDEZ ALBADALEJO: 1997. 19Enestesentido,vd.,sobretodo,CARDIM:2001yHESPANHA&XAVIER:1993.181 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSPortugal, fueron definidas en buena medida desde finales del siglo XV y alo largo de la centuria de 1500. El poder real pas as a ejercer un controlcrecientesobrelosactoresylasinstitucionesdelaIglesia,sinque,porello, dejase de haber una presencia considerable de religiosos y eclesisti-cos dentro de las propias estructuras de la administracin regia. La capa-cidaddeintervencindelosmonarcasibricossobrelascuestionesquetocaban a lo religioso, en todo caso, se vio reforzada a lo largo del siglo XVI,pudindose, por lo dems, apreciar la adopcin de estrategias semejantesenlosdiferentesterritoriosdelapennsula,aunqueelresultadonofuesesiempre idntico 20. Cuando se analizan desde esta perspectiva, adquierenun significado particular iniciativas como, entre otras, la incorporacin delasrdenesmilitaresalaCorona;lainstitucindelPatronatoregioenCastillayAragnylaprogresivacreacindelPadroado portugus;laobtencin de derechos para designar ad praesentationem o ad supplicatio-nem los prelados del Reino y de sus conquistas; el establecimiento, dentrode la estructura administrativa de la monarqua portuguesa, de la llamadaMesa da Conscincia, con funciones consultivas en las materias que toca-ban a lo religioso; la instauracin en 1478 (Castilla y Aragn) y en 1536(Portugal)deltribunaldelSantoOficio,directamentedependientedelaautoridad real e integrado en el sistema polisinodal que caracteriz la orga-nizacin del gobierno en ambas monarquas 21.Si tales iniciativas son testimonio, desde una perspectiva apenas insti-tucional, de la progresiva capacidad de los monarcas ibricos para someterasuautoridadeintereseslosengranajesdelpodereclesisticoyquienesestaban al frente de los mismos, no cabe duda que el ejercicio informal delpoder anduvo por caminos semejantes, a pesar de que su recorrido no fuese20Como visin de conjunto, remitimos a los captulos dedicados a esta cuestin enGARCA VILLOSLADA: 1979-82, III (1 y 2) y IV. Para Portugal, donde el problema delas relaciones entre poder poltico y poder eclesistico ha sido menos tratado por la histo-riografa,unbuenpuntodepartidaeseltrabajodePAIVA:2000a.Paraelperodocom-prendido entre la segunda mitad del siglo XVII y el siglo XVIII, se debe asimismo referir lamonografa reciente de SOUZA: 2004, cuyo anlisis contempla asimismo el mundo colo-nial portugus.21Enparticular,sobreelPatronatoRegiohispano,vd.,sobretodo,HERMANN:1988 y, recientemente, el trabajo de BARRIO GOZALO: 2004. Sobre el Padroado portu-gus,insuficientementeanalizado,resultandeparticularinterslosestudiosparcialesdeJACQUES: 1999 y de XAVIER: 2004. En relacin con la Mesa da Conscincia, cabe refe-rir el estudio de BARATA: 1993. Una aproximacin comparada de la integracin y controlde los tribunales inquisitoriales espaoles y portugueses por parte de las respectivas monar-quas en BETHENCOURT: 1997, 367-384.182 FEDERICOPALOMOsiempre pacfico y, en ocasiones, suscitase duros enfrentamientos entre elpoder real y determinados grupos e instituciones eclesisticas 22. Ejemplosingular de ese recurso a mecanismos tanto institucionales como informa-lesdecontrolydeimposicindelaautoridadregia,fuelapolticareli-giosa desarrollada por Felipe II, que ha sido, adems, la que mayor intersha suscitado entre los historiadores. Sin dejar de apoyarse en elementos delpropio estado eclesistico que, como confesores o miembros de los conse-jos, formaban parte del entorno del rey 23, Felipe II supo intervenir decidi-damenteencuestionestanfundamentalescomolaeleccinypromocindelepiscopado;lalegislacinsinodalquedebaincorporarlasresolucio-nestridentinas;lareformadeloscabildos,ascomoladedeterminadasrdenes religiosas, cuyos superiores pasan a ser tambin designados por elmonarca; el desarrollo de polticas de homogeneizacin religiosa dentro delosterritoriosdesuMonarqua,etctera.Endefinitiva,elreyprudente,hbil propagador de una imagen que lo converta en principal defensor ysbdito del catolicismo romano, supo, sin embargo, establecer los pilaresde una poltica confesional, en la que la fidelidad al papado no implicabala renuncia al menor resquicio de su autoridad regia 24. SibienelprocesoderecepcindeTrentoenPortugal,durantelaregencia del cardenal don Enrique y el posterior reinado del rey Sebastin,dio un margen considerable de maniobra y de intervencin a la jurisdiccin22Enelcasoportugus,queseconocepeor,unejemplodeesteejercicioinformalde la autoridad de la Corona sobre las estructuras eclesisticas, se desprende de la corres-pondenciadeJuanIVconelcabildoeborenseduranteelperododela Restaurao;cfr.,PAIVA: 2001a. 23CARLOSMORALES:1998;MARTNEZMILLN:1994;PIZARROLLO-RENTE:1994;POUTRIN:2005.Sobrelapresenciadelelementoreligiosodentrodelacorte portuguesa, vd. Espiritualidade e Corte...: 1993.24En relacin con la accin de Felipe II sobre el clero y las estructuras diocesanasycapitularesdeCastilla, AragnyNavarra,ascomosobreladefinicindeunapolticaconfesional de signo catlico dentro de su Monarqua, resulta particularmente interesanteel estudio reciente de FERNNDEZ TERRICABRAS: 2000. En relacin con la confesio-nalizacin catlica en Espaa y su configuracin durante el reinado de Felipe II, es igual-mentepertinentelaconsultadeMARTNEZMILLN:1994;BORROMEO:1998;CORTS PEA: 2005. Algunos aspectos ms concretos de la poltica religiosa de FelipeIIydesusrelacionesconlosdiferentesnivelesdelajerarquadepodereclesistica,sonabordados,entreotrostrabajos,en:FERNNDEZCOLLADO:1991y1998;FERNN-DEZ-GALLARDO JIMNEZ: 1999; HERA: 1997. En relacin con Felipe II y el clero por-tugusdurantelacrisisde1580yalolargodesureinado,vd.,respectivamente,PAIVA:2006b y PALOMO: 2004a.183 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSepiscopal 25,lociertoesquelacoronalusanodejporellodegozarasi-mismo de una enorme capacidad de control sobre las diferentes instanciasdelpodereclesisticoy,enconcreto,sobrelasjerarquasepiscopales.Como muestra el estudio reciente de Jos Pedro Paiva, los monarcas por-tugueses, a lo largo de los siglos XVI a XVIII, ejercieron siempre un papeldeterminante en los procesos de eleccin de los prelados del reino y de susconquistas, tan slo cuestionado por Roma durante los aos que siguieronalaRestaurao de1640.Lociertoesque,enfuncindecriteriosquepodan variar de caso a caso y de acuerdo con las coyunturas que determi-naban en cada momento las orientaciones de la poltica religiosa, la coronaportuguesa, al igual que la mayora de sus congneres, no slo dominabael acceso a la dignidad episcopal y al gobierno de las dicesis, como regu-laba asimismo las eventuales promociones de sus titulares a una sede msrica, convirtiendo de este modo a los obispos en autnticas criaturas delrey,vinculadosestrechamentealospropiosinteresesdelmonarcay,porconsiguiente,instrumentosesencialesparalaafirmacindelaautoridadregia 26.En realidad, ms all de las iniciativas emprendidas en cada reinado,paraentenderelporqudelaspolticasdesarrolladasporlosdiferentesmonarcas espaoles y portugueses en materia religiosa, es necesario apro-ximarse a las propias estructuras y a las formas de poder que las diferen-tes instancias de la Iglesia y, en particular, las diocesanas ejercan sobrelas comunidades de Antiguo Rgimen, asumiendo con frecuencia un papelcasi subsidiario del poder poltico all donde la presencia de la Monarquaera ms dbil: en las periferias 27. En este sentido, conviene subrayar queel tradicional inters de la historiografa ibrica por el conocimiento de lasformasdeorganizacinydeaccininquisitoriales,enciertamedida,haacabado por restar protagonismo a otros polos del poder eclesistico, comoel episcopal, que jugaron asimismo un papel fundamental en el disciplina-miento de las sociedades ibricas del perodo moderno. En este sentido, puede resultar superfluo recordar aqu el peso que lafigura del obispo adquirira en el concilio de Trento, como principal fautorde la reforma que ste preconizaba a travs de sus decretos. No en vano,todaunaliteraturaentornoalaimagenidealdelpreladodiocesanosur-gira a lo largo del siglo XVI, siendo varias las aportaciones que al respecto25Aesterespecto,sonfundamentaleslostrabajosdeCAETANO:1965yCAR-VALHO: 1988. 26PAIVA: 2006a.27PRODI: 1982.184 FEDERICOPALOMOsurgieron en el contexto peninsular, como los tratados de Bernal Daz deLuco,BartolomdeCarranzaoBartolomeudosMrtires,analizadosenlos trabajos, ya clsicos, de Hubert Jedin y Jos Ignacio Tellechea 28. Contodo, ms all de los modelos tericos elaborados en la poca, es induda-ble que nos encontramos ante una figura cuyo poder, dentro del gobiernodiocesano, tiende a ser reforzado frente al papel tradicionalmente ejercidopor otras instancias religiosas o incluso seculares, colocando al obispo enuna posicin privilegiada como agente de poder y como interlocutor antelaautoridadreal.Larelevanciadelospreladosdiocesanosdentrodelaarquitecturadepoderesquecaracterizlaorganizacinpolticadelassociedadesibricasdel AntiguoRgimen,sinduda,requieredeestudiosque los analicen en su conjunto, es decir, en tanto que elite de poder, que,si bien con importantes matices, presenta rasgos comunes en relacin consus orgenes socio-econmicos, su formacin teolgica o cannica, su cur-sus honorum e, incluso, con respecto a su actuacin al frente de las dice-sisqueocuparon 29.Enestesentido,sinembargo,interesaigualmenteacudir a los casos concretos y al anlisis, por consiguiente, de algunas deesasfigurasquepoblaronelgobiernodelasdicesisibricasduranteelperodomoderno,tratandodeintegrarsusbiografasyelcarcterdesusaccionescomoobispos,dentrodelcontextopoltico,religioso,socialycultural en el que se desarrollaron, y evitando el tono hagiogrfico que, enocasiones, ha marcado este tipo de estudios 30.An as, la comprensin de la actividad desarrollada por los diocesa-nos requiere asimismo incidir sobre algunos aspectos que no siempre hansido valorados por las historiografas ibricas, pero que estn relacionadoscon las propias estructuras sobre las que asentaba el poder episcopal y, porconsiguiente,consucapacidadparadesarrollarpolticasdedisciplina-miento social, a pesar de que dicha capacidad se viese a menudo limitadaporlapresenciadeotrospoderesdentrodelespaciodiocesano.Eneste28JEDIN: 1950; TELLECHEA IDGORAS: 1963. En relacin con los modelos deobispo que circulaban dentro de la pennsula Ibrica, cabe asimismo referir el trabajo, msreciente,deGOUVEIA:1989,ascomolaspginasquesededicanaestacuestinenPAIVA: 2006a, 111-170.29BARRIOGOZALO:1981-82,1982-83,1985,1986,1987,1991,1992y1996;PAIVA: 2000b, 2005 y 2006a.30De una y de otra forma de encarar el anlisis de determinados prelados diocesa-nossonbuenejemplo,respectivamente,losestudiosdeMARCAD:1978yROBRESLLUCH: 1960. Cabe asimismo destacar la reciente publicacin de una monografa, hastaahora indita, sobre el episcopado eborense del cardenal don Enrique; POLONIA: 2005.185 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSsentido,ademsdelasvariasinstanciassecularesincluidalaCoronaque incidan directamente sobre las estructuras beneficiales diocesanas 31,no hay que olvidar la presencia, dentro del propio campo religioso, de ins-titucionescomolasrdenesreligiosasy,sobretodo,laInquisicin,cuyaarticulacinconelpoderepsicopalestuvomarcadaporunaltogradodecolaboracin,noexento,sinembargo,deconfrontacionesepisdicasquebuscaban(re)definirlaposicinrelativadecadapolodepoderydesusagentes 32. En todo caso, cuando se hace referencia a lo que fueron los cimientosde la autoridad diocesana, vale la pena sealar sobre un fenmeno que seobserva en el conjunto de los obispados ibricos desde finales del siglo XVIy que apunta a todo un proceso no siempre pacfico de reorganizacinde las administraciones episcopales. En funcin de esa necesidad de afir-macin del poder de sus titulares y siguiendo, en muchos casos, el modelode actuacin de Carlos Borromeo en Miln, los obispos espaoles y portu-gueses elaboraron e implementaron toda una serie de medidas legislativastendentesadesarrollaryfortalecerlosaparatosburocrticosdiocesanos,favoreciendo as el ejercicio de la justicia episcopal y el control del propioterritorio (de las fbricas eclesisticas, de los agentes parroquiales y de losfieles).LosestudiosexistentesenrelacinconlaorganizacindelascuriasdeToledo,Sevilla,Granada,vorayCombra,dehecho,muestranunaciertaunidaddecriteriosenloquerespectaalaarquitecturaquedefinidichasestructurasdelgobiernoepiscopal.Conalgunasdiferenciaspocorelevantes, encontramos, no slo el desarrollo de redes semejantes de ofi-cialesperifricos,comolaconsolidacindedistintosrganoscentrales,que, bajo la mirada atenta de vicarios generales y provisores, atendan a laadministracindelagraciaylajusticiadelprelado,ascomoalcontrolsistemtico del territorio diocesano 33. Con todo, las aproximaciones a esta31Sobre la incidencia de instancias seculares en la estructura beneficial de las igle-sias alto-modernas, vd., CATALN MARTNEZ: 2004. Diferentes aspectos relativos a lasrelaciones entre las instituciones diocesanas y eclesisticas con los diferentes poderes secu-lares, son abordado en los trabajos incluidos en CORTS PEA: 2006.32Sobrelabasedelestudiode AdrianoProsperiparaelcontextoitaliano(PROS-PERI: 1996), las relaciones entre el poder episcopal y la Inquisicin en el Portugal del sigloXVI han sido debidamente analizadas en PAIVA: 2003 y MARCOCCI: 2004a; para Espaa,vd. PASTORE: 2003.33GUTIRREZ GARCA-BRAZALES: 1983; CANDAU CHACN: 1990; PAIVA:1991;PALOMO:1995;MARNLPEZ:2006.Conuncarctermsgeneral,cabeasi-mismo referir PREZ-PRENDES: 1996 y de PAIVA: 2000c.186 FEDERICOPALOMOcuestin no permiten, de momento, superar un primer y esencial nivel des-criptivodeloquefueronlasrealidadesadministrativasdelosobispadosespaolesyportuguesesdelapoca,dejandoenabiertootrosproblemascomo, por ejemplo, quines eran los oficiales que integraban tales estruc-turasdegobierno,quprocedimientosseobservabanenlostribunalesepiscopales 34, o, ms importante an, cules eran lo criterios que guiabansu actuacin y en qu medida sta fue eficiente 35.Unexcelenteindiciodelarepercusinquetuvieronlajusticiaylaadministracin diocesanas es el recurso sistemtico a un instrumento comola visita pastoral, cuya prctica fue, una vez ms, encomendada por el con-ciliode Trento,comoparteintegrantedelasobligacionesquecompetanal obispo en tanto que pastor de almas. En realidad, ms all de la utilidadque los registros producidos por esta actividad tienen para el estudio de lasactitudes religiosas y morales del clero y los fieles de la poca, lo cierto esque las visitas pastorales son el elemento ms visible de la importancia eintensidad que tuvo la accin de los obispos sobre las sociedades ibricasdel perodo moderno. Instrumento orientado al control efectivo del territo-rioy,porconsiguiente,alejercicioeficazdelpoderepiscopalsobrelasiglesias, el clero y los fieles que estaban bajo su jurisdiccin, la prctica delavisitapastoral,comolohanpuestodemanifiestolostrabajosdesarro-llados por Joaquim Ramos Carvalho y Jos Pedro Paiva para Portugal, seadecuaba a la propia capacidad que, en cada territorio, tena la justicia dio-cesana para actuar, no slo sobre el estamento clerical, sino tambin sobreel comportamiento moral y religioso de los laicos. En todo caso, a pesar delas diferencias que en este sentido existieron entre el reino portugus y losdems territorios de la pennsula, consecuencia, por lo dems, de los lmi-tes que en cada caso impuso el poder monrquico a la justicia eclesistica,cabe pensar que, al igual que en los obispados lusos, los ritmos e intensi-dadenelrecursoaesteinstrumentoburocrticodecontrolfueronconsi-derablesenelconjuntodelasdicesisespaolas.Enestesentido,laactividad de la visita puede ser vista como mecanismo complementario delasaccionesdesarrolladasporotrasinstancias,comoelSantoOficio,apesardequesuprcticapudiesenohaberasumidoladimensinjudicial34Enrelacinconlosprocedimientosdelostribunalesepiscopales,vd. BEN-LLOCH POVEDA: 1996. 35En este sentido, cabe hacer referencia a la monografa de PREZ MUOZ: 1992.Asimismo, aunque centrado apenas en la accin de la justicia diocesana sobre el estamentoclerical, vd. CANDAU CHACN: 1993a.187 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSque caracterizaba las actuaciones inquisitoriales o a las propias visitas pas-torales desarrolladas en Portugal 36.En relacin con esta cuestin, sin menoscabo de algunas de las apor-taciones realizadas en el mbito historiogrfico espaol 37, las perspectivasy orientaciones apuntadas por los dos historiadores portugueses, no dejande tener un enorme inters a la hora de poder profundizar casi inaugurar el anlisis de la institucin y la prctica de la visita pastoral dentro de losdiferentes territorios peninsulares de la Monarqua Hispnica, atendiendo,con el necesario inters por las diferencias, a los usos que se observabanenlosmismos,altipodedelitosopecadosqueseperseguanencadacaso y en las distintas coyunturas histricas, as como a la complementa-riedad entre la visita diocesana y otros instrumentos de control (tribunalesinquisitoriales, agentes diocesanos perifricos, misiones de interior) 38. Cuando descendemos en la jerarqua de la administracin diocesana,adems de una oficialidad perifrica, que an hoy resulta una gran desco-nocida 39,encontramoslafiguradelcuratoylaqueseralaestructurabsica de la organizacin eclesistica: la parroquia. Reforzada por el con-cilio tridentino, la importancia de la unidad parroquial va ms all de esafuncin de encuadramiento de los fieles, que tradicionalmente se le ha atri-buido y que se materializ, desde el punto de vista burocrtico, en la crea-cineimplantacindeinstrumentosdecontrol,comoloslibrosdebautismo, matrimonio y difuntos o las listas de sacramentados. Sin olvidareste aspecto, la parroquia tuvo asimismo una especial significacin en tantoque ncleo generador de identidades colectivas, como ha puesto de relieveun reciente estudio centrado en la Catalua de finales del Antiguo Rgimen,adems de constituir un centro en torno al cual se articularon determinadasformas de vida socio-religiosa, encuadradas a menudo en estructuras con-fraternales,queseubicabandentrodelpropioespaciodelaiglesiaparro-quial 40. Estas cofradas fueron, sin duda, un eficaz instrumento de accin,36CARVALHO:1988;CARVALHO&PAIVA:1989;PAIVA:1993,1989,2000d;LAL: 2004. En relacin con el carcter judicial que asuma el procedimiento de las visi-tas pastorales portuguesas, que se ha sealado como un rasgo singular de las mismas, cabe,en mi opinin, hacer algunas matizaciones en funcin de las indicaciones que da en algu-nos de sus estudios CANDAU CHACN: 2002 y 1999.37Vd., entre otros, CRCEL ORT: 2000 y 2007, as como algunos de los trabajosreunidos en Visitas pastorales...: 1999.38PAIVA: 1989; PALOMO: 2003, 131-144; MARCOCCI: 2004a y 2004b; BROG-GIO: 2004a.39PINTO CRESPO & GALN CABILLA: 1986; PALOMO: 1995, 603-607.40PUIGVERTISOL:2001.Desdeunaperspectivadiferente,centradoenla188 FEDERICOPALOMOque,porunlado,enraizabaenlaspropiasformasdereligiosidaddelascomunidades locales de la poca, al tiempo que serva de foco de difusinde los cultos caractersticos del catolicismo moderno, ms universalistasensusmodelosymenosapegadosalastradicionalesdevocionesdelmundo rural 41.Enestecontextolocal,comoesbienconocido,lafiguradelprrocoadquiere durante la poca moderna un particular relieve, como consecuen-ciadelapropiadimensinquelareformacatlicaatribuyealacuradealmas y, por consiguiente, a quienes estaban al frente de una parroquia. Engeneral, el clero secular ha sido objeto de un nmero razonable de estudiospor parte de la historigrafa espaola 42, que, orientados fundamentalmentedesdelapticadelahistoriasocial,hancontribuidoaunmejorconoci-miento de las bases socio-econmicas de este grupo, de las formas de pro-mocin dentro de la carrera eclesistica o, incluso, de aspectos ligados a laformacin y comportamiento moral de los clrigos, en concreto, de aqu-llos que poblaban el mbito rural 43.Con todo, ms all del inters que sin duda tiene el estudio del clerosecularentantoquegruposocial,cuandoexaminamossupresenciaypapel en el seno de las comunidades de Antiguo Rgimen, no cabe duda deque hay otras cuestiones que deben ser abordadas y que resultan, precisa-mente, de las propias transformaciones impulsadas por la reforma catlica,reconstruccindelasestructurassocialesyreligiosasdeunaparroquiaportuguesaenlapoca moderna, cabe sealar el estudio indito de CARVALHO: 1997.41Enestesentido,sondeespecialintersalgunosdeloscaptulosincluidosenCHRISTIAN:1991,ascomolamonografadeMANTECNMOVELLN:1990.ParaPortugal, vd., sobre todo, PENTEADO: 1995 y, centrado apenas en las cofradas de negros,el estudio de LAHON: 2003.42En contraste con esta situacin, hay que sealar la escasez de estudios existentesen el mbito de la historiografa portuguesa, donde la falta de monografas en torno al clerosecular, se ve apenas compensada por un reducido nmero de artculos. Entre los mismos,hayquedestacarlosanlisisdeconjuntodePAIVA:2001by2000e.Msespecficosyabordando cuestiones puntuales, relativas a la composicin social del clero secular portu-gusyalasformasdepromocindentrodelacarreraeclesistica,FONSECA:1982,FARIA: 1987; PALOMO: 1994; OLIVAL: 1996 y 1999; OLIVAL & MONTEIRO: 2003.43Desde una perspectiva general, cabe referir los trabajos de BADA: 1994, MOR-GADO GARCA: 2000 y FERNNDEZ TERRICABRAS: 2005. Por otro lado, siguiendoun criterio territorial, para Catalua y el reino de Aragn, hay que sealar los trabajos dePUIGVERTISOL:2000;PUEYOCOLOMINA:1994;BADA:1988.Para Andaluca,son imprescindibles las monografas de MORGADO GARCA: 1989 y 1996, y de CAN-DAUCHACN:1994,1993ay1993b.ParaExtremadurayCastilla,cabereferir ARA-GN MATEOS: 1992 y SNCHEZ GONZLEZ: 1994a y 1994b. 189 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSen relacin con la estratgica funcin que, desde entonces, asume la figuradelprroco.Detodoello,sinduda,estestimoniounaconsiderablepro-duccinliterariaylegislativaescasamenteestudiadadentrodelmbitoibrico , que permite constatar, en primer lugar, el empeo de la jerarquadiocesana por homogeneizar el universo de los curatos. Con independen-cia de la desigual eficacia que las iniciativas episcopales tuvieron en unosterritorios o en otros 44, esa literatura en torno a la figura del cura de almasestablece asimismo las lneas maestras de un ideal que, en cierta medida,persegualadesocializacindelprrocofrentealmundodeloslaicos,elrefuerzodesuautoridaddentrodelacomunidadalaqueservaysuprofesionalizacinentantoqueagenteeclesisticoquedebaactuarcotidianamente sobre el terreno. Las funciones del curato son as delimita-das, apartndolo de aquellas ocupaciones que desdecan su dignidad cleri-cal; su disciplina espiritual y comportamental es acentuada; la formacinque se le exige responde a las competencias pastorales que le son asigna-das (celebraciones litrgicas, administracin sacramental, instruccin doc-trinal de los fieles) 45. Una cuestin ulterior tiene que ver con la recepcin de estos modelosy con su verdadera incidencia en la transformacin del clero rural postri-dentino. En este sentido, resulta necesario abordar aspectos que, en buenamedida, estn an por desbravar en lo que a la historia religiosa peninsu-larserefiere.Esescaso,porejemplo,elconocimientoqueposeemosenrelacin con la cultura de estos curatos, siendo imprescindible profundizar,no slo en lo que fue o pudo ser su formacin, sino en cuestiones como eluniverso de los libros que posean y las diferentes prcticas que observabanparaaccederadichostextos.Frenteacasosque,porsucontextourbano,puedenresultarmssingulares,comoeldelprrocomadrileoAntonioRiao,estudiadoporTrevorJ.Dadson 46,esprobableque,dentrodelosespacios rurales, encontremos sujetos que disponan de bibliotecas reducidasydestinadasalejerciciodelministeriosacerdotal,enconsonancia,porlodems, con ese objetivo ya indicado de progresiva profesionalizacin44Un estudio que subraya, precisamente, la escasa repercusin que habra tenido lareforma catlica en la transformacin del clero rural es el de FONSECA MONTES: 1996.45FERNNDEZ TERRICABRAS: 2005.46DADSON: 1998. Bajo una perspectiva similar, pero centrado en los libros de unclrigodelsiglosXVII deprobadaerudicin,comoelportugusJorgeCardoso,autordelAgiolgio Lusitano, vd.: FERNANDES: 2000 y 2001-02. Una visin ms general, centradaen el clero urbano de los siglos XVII y XVIII se encuentra en los estudios de BETRN: 2005y LOUREIRO: 1994.190 FEDERICOPALOMOde los agentes parroquiales 47. Por otro lado, no se deben tampoco obviaraquellos aspectos que inciden sobre la propia insercin de estos clrigos enelsenodelascomunidadesenlasquedesarrollabansuactividad,siendoparaelloparticularmentetillaadopcindeunaperspectivamicrohist-rica, siguiendo pautas similares a las que empleara Giovanni Levi para suestudio del piamonts Giovan Battista Chiesa 48. Se trata, en definitiva, dedefinirmejorcuestionescomolaautoridadycapacidaddeestoscuratosparamediarenlosconflictosentrefacciones(fruto,enparte,delaposi-cinquelosmodelostericosatribuanalcuradealmas) 49osudepen-denciaeintegracinenlaspropiasredessocialesydepoderexistentesdentrodecadacomunidad,contrariando,enparte,esadesocializacindel prroco, implcitamente propugnada por el discurso catlico.Siinquisidores,obispos,oficialesdiocesanosyprrocostuvieronunpapel esencial en la creacin, desarrollo y actuacin de dispositivos orien-tados al disciplinamiento de las sociedades ibricas de Antiguo Rgimen,nofuemenorelprotagonismoqueenestemismosentidotuvieronlasrdenesreligiosas,cuyoestudio,sinembargo,adoleceandealgunasinsuficienciasdentrodelahistoriografapeninsular.Unensayorealizadohace menos de una dcada, aunque restringido apenas al contexto espaol,mostrabaelcarctervetustoy,enocasiones,encomisticodeunaparteimportantedelosestudiosrelativosalasrdenesreligiosasdurantelapoca moderna 50. Desde entonces, no cabe duda de que los avances de lahistoriografaibricaenestecampohansidorelativamenteimportantes,como lo pone de manifiesto, por ejemplo, el reciente volumen que ha diri-gidoEnriqueMartnezRuiz,tituladoElpesodelaIglesia,enelque,amododegenerosasntesis,seabordanvariascuestionesesencialessobrelapresenciadelosinstitutosregularesenlaEspaadelossiglosXVI aXVIII. Ademsdeunapresentacindeluniversodocumentalexistente,sehace una breve recorrido por la evolucin de las congregaciones religiosasduranteelAntiguoRgimen,para,acontinuacin,acercarseconmayordetenimientoalcuadrosociolgicodelcleroregularespaol,almarcojurdico que determinaba la vida dentro de los claustros, al rgimen econ-micosobreelqueasentabasusestructuras,asusdiferentesmediosdeintervencin y de proyeccin sobre la sociedad y, finalmente, al papel que47Sinestarrestringirseapenasalmundoclerical,algunasbibliotecasdeprrocosson objeto de anlisis en el estudio de MARQUILHAS: 2000, 167-192.48LEVI: 1990.49MANTECN MOVELLN: 1994. 50PI CORRALES et alii: 1994. 191 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSlos regulares tuvieron en el mbito de la produccin cultural y escrita delperodo moderno 51.No obstante el desarrollo experimentado en los ltimos aos en lo queal estudio de las congregaciones religiosas ibricas se refiere, lo cierto esque el panorama historiogrfico que se dibujaba hace diez o quince aos,en cierta medida, persiste. Ms all del volumen de carcter general que seacaba de referir, sigue siendo escaso el nmero de trabajos que, con mayoromenoracierto,abordandeformaglobalydesdepresupuestosestricta-mente historiogrficos, el devenir de algunas de las rdenes que tuvieronpresencia en la pennsula Ibrica durante los siglos XVI-XVIII. Para el casoportugus,porejemplo,contamosapenasconmonografassobrelosJernimos y sobre la congregacin del Oratorio, as como con el anlisisms reciente de Dauril Alden realizado desde una perspectiva empresa-rial sobre la Compaa de Jess en Portugal y sus dominios 52. Los jesui-tas, que han gozado tradicionalmente de una mayor atencin historiogrfica,han sido asimismo objeto hace poco de dos volmenes colectivos, centradoelprimeroensuproyeccinculturalyespiritualenlapennsulaIbricadurantelossiglosXVI yXVII53, mientrasqueelsegundo,coordinadoporTefanes Egido, aborda en trminos generales su presencia en Espaa y enel mundo hispnico a lo largo de todo el perodo moderno 54. Con objetivossimilares, aunque sujetos an a ciertas viejas inercias, cabe referir asimismootrosestudiosquesehandesarrolladodentrodelmbitohistoriogrficoespaol,comoeldeVelascoBaynparaloscarmelitas,eldeMartnezCuesta para los agustinos recoletos o el de Valent Serra para los capuchi-nos de Catalua 55.La multiplicidad de congregaciones religiosas, tanto masculinas comofemeninas, y la disparidad de objetivos que cada una de ellas persegua, enfuncin de la vocacin que las alimentaba, coloca al historiador ante un uni-verso complejo, que difcilmente se puede abarcar en su totalidad y, muchomenos,enunasescasalneas.Conviene,sinembargo,subrayaralgunasorientaciones que vienen desarrollndose en los ltimos aos y que, en miopinin,resultanparticularmenteinteresantesalahoradecomprenderlaincidenciaque,desdeelpuntodevistasocial,econmico,culturale,51MARTNEZ RUIZ: 2004. 52SANTOS: 1980, SANTOS: 1982 y ALDEN: 1996. 53Companhia (A) de Jesus...: 2004.54EGIDO: 2004.55VELASCO BAYN: 1990-94, MARTNEZ CUESTA: 1995 y SERRA DE MAN-RESA: 1996.192 FEDERICOPALOMOincluso, poltico, tuvieron las rdenes religiosas en las sociedades ibricasdel perodo moderno. En este sentido, una perspectiva institucional y eco-nmicarelativamentedesarrolladaenalmbitohistoriogrficoespaolyportugusconstituyeciertamenteunabasefundamentalparapercibirtantolaextraordinariapresenciadelosdiferentesinstitutosregulares,como el marco cannico y, por consiguiente, terico que rega las opcio-nes espirituales y vocacionales de cada uno de ellos, as como la vida enel interior de las casas, conventos y monasterios, dentro de un contexto queestuvo marcado por las reformas que se sucedieron a lo largo del siglo XVI. En relacin con estas cuestiones, el captulo relativo a las comunida-des femeninas ha merecido una especial atencin por parte de algunos his-toriadores,que,desdehacealgunosaos,vienendesarrollandolaslneasdeinvestigacinabiertasporJosLuisSnchezLora,enunaobraMujeres, conventos y formas de la religiosidad barroca que, sin duda, haconstituidounpuntodepartidayquecontinasiendoreferenciaimpres-cindible a la hora de acercarse a las diferentes cuestiones que esta materiasuscita 56. Ademsdelafundacinyevolucindedeterminadascomuni-dadesdereligiosas,elrgimendisciplinarioqueseobservabaenelsenode las mismas o las bases econmicas que sustentaban dichas instituciones57, el anlisis de este singular que no insignificante grupo social plan-teaalhistoriadorotrosinterrogantes,queseinscribenenelmbitodelahistoria cultural y de la espiritualidad. Los libros, generalmente de carc-ter litrgico, cannico y devocional, as como el uso que de los mismos sehaca dentro de estas particulares comunidades de lectoras 58, la propiaprctica de la escritura por parte de estas mujeres materializada princi-palmente en un sinfn de textos autobiogrficos o la circulacin y recep-cin de modelos de perfeccin y de santidad propiamente femeninos 59, sonaspectosqueestnestrechamenterelacionadosentresyque,dehecho,56SNCHEZ LORA: 1988.57ExpresindeestetipodeanlisissonlosestudiosreunidosenGRAACID&MART MAYOR: 1994, II; as como algunas de las aportaciones incluidas en MARTNEZRUIZ & SUREZ GRIMN: 1994.58Sobre el concepto de comunidad de lectores, vd. CHARTIER: 1994, 23-40. Enrelacin con las prcticas de lectura dentro de los cenculos femeninos, cabe citar, en par-ticularCTEDRA:1999.LacuestinesasimismoabordadaenCARVALHO:1997yCASTILLO GMEZ: 2000.59POUTRIN:1995,AMELANG:1990,BOUZA:1999b,CASTILLOGMEZ:1999, MORUJO: 1996. Si bien centrado en el mundo colonial, vd. asimismo TUDELA:1996.193 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSremiten a la especificidad de una cultura y una sensibilidad religiosa desar-rolladas en el mbito cerrado de estos cenculos, aunque bajo la tutela, enmuchasocasiones,dedirectoresespiritualesodelossuperioresmasculi-nos de cada orden. Enrealidad,sinmenoscabodelpesoquetuvieronlascomunidadesfemeninas, la presencia de las congregaciones religiosas en las sociedadesibricasdelossiglosXVI aXVIII,adquieredimensionesmsrelevantescuandolaatencinsecentraenlosinstitutosmasculinos,nosloporelnmerodefundaciones,deefectivosyderentasquestoscomprendan,sinoporlaproyeccinsocial,culturalypolticadealgunasrdenes,enespecial,deaqullasqueasentabansobreformasdeespiritualidadmsactivas. En todo caso, buena parte de las cuestiones planteadas en torno alas congregaciones religiosas de mujeres, no dejan de adquirir igual relievecuando se trata de estudiar el clero regular masculino. Si, por ejemplo, losvericuetosdelasantidadfemeninaconstituyenuncaptulodeespecialintersalahoradecomprenderlahistoriareligiosadeesteperodo,noconvieneolvidarqueesosmodelosdeheroicaperfeccintuvieronasi-mismomanifestacionesespecficamentemasculinas,que,porlodems,fueron muchas veces sustento primordial con el que, dentro de cada orden,se alimentaba la vocacin de los miembros ms jvenes de la comunidad,como fue el caso de las ejemplares vidas de mrtires y misioneros, den-tro de los noviciados jesuitas 60. Por otro lado, aspectos como el anlisis de la formacin de los regula-res 61,pero,sobretodo,elconocimientodelasespeciesquepoblabanlasbibliotecas existentes en sus casas y conventos, constituyen elementos bsi-cos a la hora de poder comprender los contornos que delinearon la culturade esta parte del clero ibrico, permitiendo al estudioso distinguir tanto loselementos que entrecruzaban las distintas sensibilidades religiosas, como lasespecificidadesqueresultabandecoyunturasparticulares,delasopcionesespirituales de los diferentes institutos o, incluso, de las funciones particula-resdesempeadasporcadareligiosodentrodesucomunidad(superiores,maestrosdenovicios,doctrineros,predicadores,confesores,etctera) 62.60Aunque referido al contexto de las comunidades jesuitas italianas, es ejemplar eneste sentido el estudio de ROSCIONI: 2001. En torno a las manifestaciones masculinasdesantidadyperfeccindevida,dentrodelcontextoibrico,remitimosalosexcelentesestudios de caso analizados en CARVALHO: 1998b, 1993a y 1993b. Vd., asimismo, FER-NANDES: 1993.61Vd., por ejemplo, CORTS PEA: 1995c y MILLS I CASTELLV: 1996. 62Enrelacinconloslibrosylaslecturasdelcleroregularibrico,cabesealar,194 FEDERICOPALOMOEnrealidad,estacuestin,nosloplanteaalhistoriadorproblemasulte-riores, como las distintas formas de apropiacin de los textos por parte delos miembros del clero regular, sino que lo coloca asimismo ante la nece-sidaddeprofundizarenelestudiodelaelaboracinycirculacindelescrito religioso dentro de la pennsula Ibrica. En este sentido, el papel delasrdenesfueciertamentecapital,noslocomoconsumidoresdeunobjeto que, en realidad, lleg de forma masiva a todos los grupos sociales,sinocomoprincipalesproductoresdeundiscursoteolgico,poltico-jur-dico, moral y espiritual, que hunda fundamentalmente sus races en la tra-dicin cristiana y en el pensamiento escolstico, y que, si bien se articulabamediante diferentes canales de comunicacin, tuvo en el escrito un instru-mento esencial de fijacin y reproduccin 63.Los instrumentos de la persuasinMs all del examen a determinadas figuras de particular relieve, cuyapersonalidad y obras han sido, desde hace mucho, objeto de sucesivos an-lisis 64, el estudio del escrito religioso constituye un campo de una enver-gadura enorme, donde se dan cita un sinfn de autores, gneros, tpicos ysensibilidades espirituales, as como especficas estrategias y condicionesque determinaban la elaboracin y circulacin de dichos escritos. En estesentido, la metodologa desarrollada en el mbito de la historia del libro yde la lectura es, sin lugar a dudas, esencial a la hora de poder abordar ununiversoliterario,que,juntoaobrasdeparticularrelevancia,tuvootrosmuchos testimonios, menos significativos por su calidad literaria y espiri-tualoporlavisibilidaddesusautores,peroigualmenteexpresivosdelentreotros,lostrabajosdereconstruccindebibliotecasconventualesdeCARVALHO:1995ay1998a.Entornoalaslecturasdelosreligiosos,sondeespecialinters,paralosjesuitas,LETURIA:1957ay1957b;paralosfranciscanos,remitimosaMILLSICAS-TELLV:1996.Enrelacinconloslibrosylecturasdeaquellosreligiososqueejercandeterminadasfuncionesdentrodelacomunidad,vd.,PALOMO:2006by2004;ARIASSAAVEDRA: 1999 y SNCHEZ: 1998. 63SobrelaimportanciadelcleroregularenlaproduccinescritaenlaEspaamoderna,vd. loapuntadoenGARCACRCEL:1989,125-128y,recientemente,enMARTNEZ RUIZ: 2004, 505-583.64Sirva como ejemplo el inters suscitado recientemente por personajes como LuisdeGranada,MarcosdeLisboao AntnioVieira,entrabajoscomoRODRIGUES:1988,Fray Luis de Granada: 1993, Fray Luis de Granada: 1992, Frei Marcos de Lisboa...:2002; MENDES: 1989, COHEN: 1998, Vieira...: 1997 y Congresso Internacional...: 1999.195 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSmodoenelquealgunostpicos,prcticasyactitudessearticularonydifundieron a travs del discurso religioso 65.Los dispositivos de censura y su mayor o menor eficacia, tanto en sufase previa como en la que se llevaba a cabo sobre el libro impreso 66; lascoyunturasespiritualesopolticasqueanimabanlarealizacinyedicinde determinados textos 67; las estrategias propagandsticas y memorsticasque motivaron la aparicin de obras como las crnicas de las rdenes reli-giosas, las relaciones de fiestas o las vidas de personajes, cuyas heroi-cas virtudes los convertan en firmes candidatos a los altares 68; la fortunay recepcin que conocieron algunas obras de espiritualidad, en ocasiones,minusvaloradas por la crtica contempornea 69; son, entre otros, varios delos aspectos que acompaan el anlisis en torno al escrito religioso, cuyamaterialidad debe ser asimismo objeto de una especial atencin. As, porejemplo,elcarcterimpresoomanuscritodeuntexto,msqueuntesti-monio sobre su mayor o menor circulacin, puede ser indicio de los obje-tivospretendidospormediodelmismoydelosusosdequepodaserobjetoporpartedesuspotencialeslectores 70.stos,porotrolado,nodejandeser,enparte,adivinadoscuandoseexaminanaspectoscomolalenguautilizadaoelpropiocontinentedetalestextos,queresultaserasimismo indicador, muchas veces, de determinadas prcticas de lectura yde apropiacin del escrito. El voluminoso tratado de teologa, compuestoenlatnyfielalalgicaexpositivadelmtodoescolstico,tenaunpblico restringido, que, por lo general, acceda al mismo en virtud de sus65La bibliografa, como se ver a continuacin, comienza a ser copiosa. Una apor-tacin reciente, con un carcter ms general sobre el libro religioso en la pennsula Ibricadurante los siglos XVI y XVII, sobre su difusin, pblicos y formas de apropiacin, en CAR-VALHO: 2007.66La produccin sobre los dispositivos de censura, especialmente aqullos desple-gados por las instituciones inquisitoriales en Espaa y Portugal, es extremadamente abun-dante.Porlasnuevaspistasdeinvestigacinabiertasenelestudiodeestacuestin,remitimosaqu,entreotros,aGACTOFERNNDEZ:1990,PEA:1998,1999y2000,as como a la contribucin de este autor, incluida en el presente volumen. 67Vd., entre otros, FERNANDES: 1996 y BOUZA: 1995. Sobre el contexto espiri-tual y sus repercusiones en la produccin y la vida cultural ibrica, siguen siendo esencia-les, para el siglo XVI, BATAILLON: 1950, ASENSIO: 1952 y DIAS: 1960. 68CARVALHO: 2001 y 1993b, GARCA BERNAL: 1999, FERNANDES: 1993.69Son ejemplares, en este sentido, algunos de los trabajos en torno a la presencia einfluencia de determinadas obras en la espiritualidad ibrica de los siglos XVI y XVII, reali-zados por CARVALHO: 1981, 1986, 1994 y 1995b. 70BOUZA: 2001.196 FEDERICOPALOMOfuncionesprofesionalesymediantelasformasquecaracterizabanlalec-turaerudita 71.Enunextremoopuesto,parecensituarsemuchoscatecis-mos,algunasobrasdedevocin,lasestampasreligiosas 72yunsinfndepliegos sueltos, donde el empleo de imgenes, de formas dialogadas y ver-sificadas o el recurso a narraciones de carcter ejemplar, denotan un espe-cial inters por adaptar los contenidos doctrinales que este tipo de escritosvehiculaban a las condiciones de recepcin de los pblicos populares alos que, en principio, estaban destinados 73. Lo cierto es que, a pesar de estaespecificidad, tales textos fueron asimismo objeto de consumo por parte degentesdeelevadaerudicin,poniendoasdemanifiestoelcarcteramenudo difuminado de las fronteras culturales que separaban a los distin-tos grupos sociales de la poca 74. Finalmente, el anlisis del texto religioso, adems de las distintas prc-ticasquesuapropiacinpodagenerarenlosdiferentesgrupossociales,requiereasimismoincidirsobrelosdiscursosquearticulaba.Enrelacinconestacuestin,unaperspectivaarqueolgicapuederesultarespe-cialmente til a la hora de considerar determinados aspectos relativos a laformacin yreelaboracindealgunosdelostpicosdeldiscursocontra-rreformista. Por un lado, las relaciones que, en funcin del gnero de obras,delosconceptosutilizadosydelaspropiasopcionesespiritualesdesusautores,seestablecenentreunosescritosyotros,pudiendo,enalgunoscasos, establecer interesantes genealogas en torno a determinados textos 75;porotro,laspalabras,categoraseimgenesquearticulanlosdiferentesdiscursos, cuyo uso, lejos de toda inocencia, revela formas especficas e,incluso,exticasdeobservar,representaryclasificarlosobjetosylascosas (personas, actos, prcticas, etctera) 76; por ltimo, la evolucin que71CASTILLO GMEZ: 2001-02, PRIETO BERNAB: 1999.72Sobre la estampa religiosa en la poca moderna y los usos de que sta poda serobjeto, vd.: PORTS PREZ & VEGA: 1998 y PORTS PREZ: 1990.73Enrelacinconestetipodeliteratura,apesardenoestarcentradosespecfica-menteenlostextosdecarcterreligioso,remitimosaGARCADEENTERRA:1983y1973; BROTEL: 1996, CURTO: 1996, LISBOA: 1999; CTEDRA: 2002. Vd., asimismo,algunos trabajos reunidos en GARCA DE ENTERRA et alii: 1996. 74Sobre la presencia del libro religioso entre los lectores populares y acerca de ladificultadparaestablecerfronterasbiendelineadasentreunconsumoculturalpopularyotroeruditodentrodelcontextoibrico,vd.,entreotros,PEA:1994yGARCADEENTERRA: 1999.75Desde esta perspectiva, es ejemplar la monografa de PIRES: 1980.76Enestesentido,vd.,enparticular,RODRGUEZDELAFLOR:1999. Apartirde una perspectiva de historia poltica, pero fundamentados en gran medida sobre fuentes197 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSseproduceeneltratamientodeciertosargumentosdecarctermoralydevocional, que, llegando incluso a ser objeto, en ocasiones, de una litera-tura especfica, generaron determinadas prcticas sociales y religiosas, o,al menos, fueron testimonio de las mismas. As, en los innumerables tex-tos religiosos de la poca, es fcil encontrar de forma recurrente distintostpicos y representaciones, en funcin de los cuales se fueron articulandodiscursos en torno a cuestiones que, poco a poco, van despertando el inte-rs de nuestra historiografa, como los modelos de prncipe cristiano 77, lapenitencia 78, el matrimonio y el gobierno de la casa 79, la santidad y la per-feccin religiosa 80, etctera.Conviene recordar, sin embargo, que de los escritos religiosos fueron,enocasiones,nosloinstrumento,sinotambinextensindelapropiaactividad de adoctrinamiento desarrollada por las instituciones religiosas.Enrealidad,muchosdeesostextosfueronasconcebidosporquienes,conscientesdelpoderdelapalabraescrita,emplearonpartedesusener-gas evanglicas en la composicin de catecismos, sermonarios, manualesde confesin y obras de devocin 81. Escribir sobre materias tales, en defi-nitiva,eraunaformadeejercerelobligadoapostoladoquecompetaaquienconocalasenseanzasdeDiosydelaIglesia.Lociertoesquelafuncin que, de este modo, se atribua a la prctica de la escritura consti-tuyeunexcelenteejemplomedianteelcualpoderilustrarysubrayarlareligiosas,sondeltodopertinentestrabajoscomoCLAVERO:1991,CARDIM:2000y1999, HESPANHA: 1993a, 1993b y 1997. En relacin con las categoras y representacio-nes que articulaban el discurso y las actitudes en torno a la pobreza y a su auxilio, es noto-rio el trabajo de XAVIER: 1999.77Entre otros, BUESCU: 1996. 78Sinentrar,enconcreto,enlaliteraturasobrelaconfesin,delaquetrataremosms adelante, remitimos aqu, por el tratamiento que se hace de las transformaciones quese operan en este tipo de literatura de carcter penitencial, a FERNANDES: 1995b. En con-creto, sobre las representaciones de la penitencia o de la conversin femenina, dentro de lapennsula Ibrica, vd. SNCHEZ ORTEGA: 1995, as como el estudio, centrado en la ima-gen de Mara Magdalena, de FARDILHA: 1995. Igualmente, son de inters los trabajos entorno al tema de los Novsimos y del necesario arrepentimiento ante la llegada de la muerte,incluidos en ltimos fins...: 1997.79FERNANDES: 1995a. 80CARVALHO:1998b,1993ay1993b,FERNANDES:1993,1994,1996y1999,POUTRIN:1987,RODRIGUES:1993y1996,SNCHEZORTEGA:1995,TAVARES:1996.Recientemente,enrelacinconladifusinentrelosestratosmshumildesdelasociedad portuguesa de formas de vida y perfeccin religiosas inspiradas en las doctrinasde Miguel de Molinos, vd. el excelente estudio de TAVARES: 2005.81Vd., a modo de ejemplo, LVAREZ SANTAL: 1999 y 1989a y 1989b. 198 FEDERICOPALOMOnaturalezaqueasumilaactividadapostlicadurantelapocamoderna.En buena medida, dicha actividad fue el reverso de la moneda de esa doblefaceta coercitiva y persuasiva que caracteriz los mecanismos de interven-cin de la Iglesia catlica. Frente a los instrumentos de control y represindesplegados por las instituciones eclesisticas, la accin apostlica fue unmododeviolenciadulce,que,sinembargo,desempeidnticasfun-ciones de socializacin de los postulados doctrinales y morales propugna-dos por el catolicismo moderno 82. Enestesentido,convienetenerpresente,porunlado,lasdiferentesrealidadesinstitucionalesquesecruzan,pues,apesardelpapelfunda-mentalqueenestalabordesarrollarondeterminadasrdenesreligiosas,otras instancias tuvieron asimismo una funcin de primer orden (obispos,prrocos,colegios,escuelasdedoctrina,centrosdeasistencia,cofradas,etctera) 83.Porotrolado,nohayqueolvidartampocoquelasdiferentesformas de intervencin en este campo fueron pensadas como dispositivosmediante los cuales poder, precisamente, disciplinar los comportamientossocialesyreligiososdelosfieles,orientandosusconductasmedianteelempleo de toda suerte de instrumentos comunicativos que persuadiesen ymoviesen a la accin a quienes eran objeto de la actividad apostlica. Enefecto, la dimensin comunicativa que encierran las distintas modalidadesde esa actividad apostlica no es un aspecto menor a la hora de poder com-prendersufuncindisciplinadorae,incluso,lapotencialeficaciadelasmismasenlatransmisineinteriorizacindelospostuladosdecarcterreligioso y moral que dictaba el discurso religioso. Lejos adems de una visin reductora de las formas de comunicacindurantelapocamoderna,resultaimprescindibleenestepuntotenerencuenta las consideraciones que Fernando Bouza ofreca recientemente ensulibrosobrememoriaycomunicacinenlaEspaadelossiglosXVI yXVII, donde, frente a la representacin clsica de una poca moderna tipo-grfica,sesubrayalacoexistenciayelusoindistintoderegistrosescri-tos,oraleseiconolgicos,comocanalesdeunacomunicacinqueseordena principalmente a la necesidad de persuadir convenciendo 84. Sinolvidar el inters que, en este sentido, encierra el estudio de las mltiples82Desarrollamos esta idea en PALOMO: 2006a.83Enestesentido,cabereferiralgunosdestacadosestudiosdeconjunto,comolosrealizados para la dicesis de Cuenca y para Galicia por NALLE: 1992 y POSKA: 1998,respectivamente. En menor medida, puede asimismo ser til la consulta de ENES: 1991 yKAMEN: 1998.84BOUZA: 1999a.199 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSexpresionesplsticasyartsticasdenaturalezareligiosa 85,lasdiferentesformas que adopta la accin apostlica de los grupos religiosos y eclesis-ticos en la poca moderna, constituyen un excelente campo de anlisis, enel que los textos manuscritos o impresos , las imgenes y los discursosorales se dan cita y se combinan, muchas veces con extraordinaria habili-dad,afindelograrlosobjetivosqueseperseguanpormedioprcticascomo la confesin, la predicacin o la misin de interior. Sin desestimar elintersporelcontenidodelmensajearticuladoatravsdelosdistintosejerciciosapostlicos,unanlisisqueadopteunaperspectivadeestascaractersticas,llevaaconsiderardichosejercicioscomosituacionesdecomunicacin,siendonecesariointerrogarsesobreloscontextosespacia-les, temporales e institucionales en los que aqullos tenan lugar, acerca delos actores que participaban en los mismos, as como sobre el modo en elquelacomunicacinseproduca,atendiendotantoasudimensinper-formativa y a los elementos verbales y no verbales que en ella concurran,comoalosefectosque,acortoylargoplazo,podasuscitarenquieneseran objeto de la actividad apostlica 86.En realidad, cuando observamos lo que ha sido el desarrollo de la his-toriografaespaolayportuguesaenrelacinconlaactividadapostlicade los distintos agentes religiosos y eclesisticos presentes en la pennsulaIbrica durante los siglos XVI-XVIII, el panorama resulta, en ocasiones, bas-tante inhspito. Esta ausencia de inters, de hecho, se hace particularmentevisible en el caso del sacramento de la penitencia, que apenas ha merecidoalgunos estudios en torno a la figura del confesor regio 87, as como variasmonografas recientes a propsito del problema especfico de la solicitatioad turpiam88. Ms all de la capacidad de control social que a menudo se leha atribuido 89o de la funcin tranquilizadora con la que Jean Delumeaucaracteriz la prctica de la confesin 90, sta, sobre todo, proporcion a la85Para Portugal, son esenciales los estudios sobre la pintura de los siglos XVI a XVIII,de SERRO: 2000 y de SOBRAL: 1996 y 2003.86Desdeunaperspectivatericaehistoriogrfica,unexcelenteanlisisdeestascuestiones y de las que tocan al anlisis del discurso, se encuentra en CARDIM: 1996.87POUTRIN:2005;CARLOSMORALES:1998,MARQUES:1996, ALCARAZGMEZ: 1995, PIZARRO LLORENTE: 1994, SNCHEZ: 1993.88HALICZER:1998,DUFOUR:1996,ALEJANDRE:1994,SARRINMORA:1994.Paraunaaproximacindeconjuntoalapresenciayefectosdelaconfesinenlassociedades portuguesa y espaola de Antiguo Rgimen, vd., respectivamente, GOUVEIA:2000a y GAN GIMNEZ: 1989.89TENTLER: 1977.90Sobre todo, DELUMEAU: 1983 y 1992. 200 FEDERICOPALOMOIglesiaunpoderinigualableenlaorientacinydominiodelasconcien-cias, tal como, por lo dems, ya avanzara Henry Charles Lea en el ensayoclsico que sobre esta materia elabor en 1896 91. No en vano, la funcindisciplinadoradeestesacramentoyelpoderquesuadministracinotor-gaba a las autoridades eclesisticas se hicieron expresos por medio, sobretodo, de la dimensin que la propia confesin asumira como terreno en elque a menudo se medan y diriman las relaciones de fuerza entre las prin-cipalesinstitucionesdelcamporeligioso(Inquisicin,obispos,rdenesreligiosas) 92. Lociertoesqueelsacramentodelapenitenciasesituabaamediocaminoentrelosdispositivosdecoercin(graciasalacapacidadparanegarlaabsolucin)ylosquetenanunanaturalezapersuasiva,encami-nadosaorientarloscomportamientossocialesyreligiososdelosfieles.Mediante el recurso muchas veces obligado a la confesin, el sujeto sevea confrontado consigo mismo, en un ejercicio de introspeccin, que serealizaba a partir de las categoras y criterios de clasificacin de los com-portamientos que, establecidos por el discurso religioso, determinaban, enltimo anlisis, la propia visin que la persona construa de s misma 93.A pesar de la obligada manutencin del secreto y del carcter oral delpropioactosacramental,estosaspectosnodejandehacersevisiblescuando se acude a la vastsima produccin escrita que suscit su prctica.Los numerosos manuales y guas en torno a esta cuestin, de hecho, tenancomo principal objetivo orientar a los confesores y, progresivamente, tam-bin a los penitentes, sobre la necesaria preparacin y el correcto desarro-llo de un ejercicio que, por lo dems, era central en la economa catlicadelasalvacinydelaperfeccinhumanas 94.Enrealidad,elanlisisdeestetipodeliteraturapenitencial(sinmenoscabodeleventualrecursoaotrasfuentes)permiteaproximarseacuestionesfundamentalesparalacomprensindelasingulareficaciaquetuvolaconfesinalahorade91LEA: 1968. 92PROSPERI:1996;PRODI:2000,269-324.Paraelcontextoibrico,vd.,PAS-TORE: 2003; MARCOCCI: 2004a y 2004b.93FOUCAULT: 1976. En relacin con las categoras morales y las formas de clasi-ficacin de los comportamientos dentro del discurso religioso, son de inters CLAVERO:1990 y BETHENCOURT: 1988.94Comoaproximacinalosmanualesdeconfesinespaolesyportuguesesdelapocamoderna,remitimosaFERNANDES:1990y1995b,yMORGADOGARCA:1996-97. En relacin con la literatura para la confesin, conviene asimismo consultar loscaptulos consagrados a la misma en CARO BAROJA: 1978.201 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSmodelarlasmentalidadesyloscomportamientosdelaspoblacionesdeAntiguo Rgimen. As, aspectos como las distintas representaciones cons-truidasentornoalsacramento(tribunaldivinomedicinadelalmaescueladedoctrina),queconstituyenuntpicofrecuenteenestetipodeobras, ponen de manifiesto la coexistencia de concepciones plurales a pro-psito de la funcin desempeada por el sacramento y de las actitudes quedeban mostrar hacia los fieles quienes lo administraban. Por otro lado, lastransformacionesenlaarticulacindeloscontenidosdentrodeestosmanuales y en los criterios que guiaban la clasificacin de los comporta-mientos, no dejan de ser reflejo, como sealara John Bossy en uno de susensayos,delaspropiasmudanzasqueseoperanduranteelperodomodernoenrelacinconladimensinsocialdelpecadoyconelacen-tuarsedeunareligiosidaddetintesmspersonalistas 95.Finalmente,esteparticulargeneroliterariopermiteaccederalmodoenelquesedesarro-llaban(osedebandesarrollar)determinadasprcticasqueprecedanalacto sacramental exmenes de conciencia , as como a los propios ele-mentos rituales que ste encerraba, donde, ms all de los efectos que pudotener la introduccin de elementos arquitectnicos como el confesionario,se puede apreciar el empeo por subrayar aquellos gestos que acentuabanla autoridad representada por el confesor 96. ste, de hecho, no deja de serobjeto de una especial atencin en la mayora de estos manuales, que ilus-tranacercadelascompetenciasintelectualesdeestosagentes,einsistensobre el modo de conducir el dilogo con los penitentes, en funcin de sucalidad y estado y de su predisposicin al arrepentimiento. Enrealidad,laactituddelosfielesconrespectoalsacramentodelaconfesinnoesunaspectomenoralahoradevalorarlaeficaciadeunejerciciocuyocumplimientoanualeraobligatorio.Elmiedoaenumerarlos propios pecados, la habilidad para ocultarlos, sorteando la pericia delconfesor,olasospechadequeelsacramentopudieraseruninstrumentoparaacusaraterceros,constituanaspectosquenodejabandeestarpre-sentes en el momento de la confesin, que ponen de manifiesto formas deresistenciaalpoderejercidomedianteesteinstrumentoyque,porconsi-guiente, deben ser ponderados a la hora de analizar tanto la incidencia dela confesin sobre las sociedades catlicas de los siglos XVI-XVIII, como el95BOSSY: 1988. Vd., asimismo, BOSSY: 1975.96Aunque relativos a contextos como el de la Miln de Carlos Borromeo y el de laAlemaniacatlica,estascuestionessontratadasenDEBOER:1991y2001,yMYERS:1996.202 FEDERICOPALOMOmodo en el que sacerdote y penitente se relacionaban antes, durante y des-pusdelactosacramental 97.Enestesentido,unfenmenodirectamenteligado a la prctica de la confesin, que adquiri un especial relieve en estapoca, fue la direccin de conciencias, cuyo estudio permite adentrarse encuestiones relacionadas con su dimensin propiamente espiritual y con lasformasdeapropiacindelasprcticasyeldiscursoreligiosos,ascomocon aspectos ligados al campo de la historia del libro y de la lectura 98.Juntoalaconfesin,lapredicacinfueasimismouninstrumentodeenorme importancia como vehculo particularmente eficaz de control de laopinin pblica, pero, sobre todo, de adoctrinamiento y de transformacinde los comportamientos sociales e individuales 99. Su capacidad para con-gregargrandesauditoriosylaexpectacinque,enocasiones,suscitabanlas intervenciones sobre el plpito, hicieron de este ejercicio apostlico unfenmeno de especial incidencia y presencia en las sociedades ibricas delossiglosmodernos.Siesteextremohasidoreconocido,desdehacemucho,porlahistoriografa,elintersquehageneradolapredicacin,aunquerelativamentefecundo,noesenmodoalgunoequiparablealaatencinconcedidaaotrasmanifestacionesculturalesdesimilarimpactosocial, como el teatro. Sin querer abundar aqu en cuestiones ms o menostrilladasporlacrticaliterariaehistoriogrfica,comosonlasrelacionesentreunoyotrofenmenos,convieneinsistirenlanecesidaddeabordarla prctica de la predicacin moderna desde su dimensin performativa,distancindola,enparte,deperspectivascentradasenelanlisisdelapiezaescrita.Estavisin,sinduda,hadadolugaraexcelentesestudiossobrelaparenticaibrica,quehanpermitidodistinguirtipologas 100,subrayarlaimportanciadelapredicacincomodiscursodepoderycomo instrumento de legitimacin del orden poltico, social y religioso 101,97En relacin con las resistencias que suscitaba entre los fieles el recurso a la con-fesin, resulta de especial inters el anlisis de BRIGGS: 1989, relativo a las comunidadesrurales francesas del siglo XVII.98Entre los estudios que han puesto de relieve la importancia del escrito en la prc-tica de la direccin espiritual, cabe sealar CARVALHO: 1997 y FERNANDES: 1993. UnavisindiferenteeslaofrecidaenBILINKOFF:1993,PAIVA:2000fyVIZUETEMEN-DOZA: 1994. Vanse asimismo las continuas referencias al fenmeno de la direccin espi-ritual en el Portugal de los siglos XVII y XVIII que se articulan en TAVARES: 2005.99NEGREDODELCERRO:1994;GANGIMNEZ:1989;MARQUES:2000a;CERDN 2002; Espiritualidade e plpito...: 2004.100MARQUES: 2000a, PIRES: 1996a y 1996b.101A este respecto, vd., sobre todo, BARNES: 1988 y 1992. Desde una perspectiva fun-damentalmente basada en la consideracin de la predicacin como instrumento de difusin y203 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSy poner de manifiesto el peso de esta actividad en la trayectoria literaria yapostlicadedeterminadospersonajes,especialmentesealadosporsusintervenciones sobre el plpito 102.El predicador, de hecho, se convirti en una figura de gran proyeccinen la Espaa y el Portugal modernos, siendo, en algunos casos, hombre deconsiderable fama y, en general, sujeto de vasta erudicin y de una parti-cular habilidad comunicativa, sujeta, en todo caso, a los ojos y odos crti-cosdeauditoriosfamiliarizadosconelsingularespectculodelapredicacin.Enrealidad,cuandosetratadecomprenderestaprcticaapostlicaensudimensincomunicacional,nopuedenseromitidosdeterminados aspectos directamente relacionados con quienes proferan unsermn. As, los prototipos que en torno a la figura del predicador elaborlaliteraturaadhoc,loqueeralaculturaliterariadeestoshombresylosdistintospasosespiritualeseintelectualesqueprecedanasusinter-venciones en el plpito, son algunas de las cuestiones que cabe plantearsealahoradeanalizaraquieneseranprincipalesemisoresdelapalabradivina 103.Estetipodeanlisis,sinembargo,debeacompaarsedeotrosinterrogantesqueapuntenhaciamateriascomolasdiferentesrespuestasquelapredicacinpodasuscitarentreelpblico 104,elcontextoespacial(iglesia, capilla real, plaza pblica, auto de fe, etctera) y temporal (fiestalitrgica extraordinaria, honras fnebres, predicacin ordinaria) en la que elsermntenalugar,ascomolosdiferentesrecursosgestuales,vocaleseiconogrficosempleadosenlaexposicindelaprdica.Enestesentido,resulta particularmente til dirigir la mirada hacia la tradicin retrica quedeline las formas de la oratoria sagrada, y, en particular, considerar el pesoque la tratadstica parentica habra de dar a la accin y la pronunciacin,como partes fundamentales del ars rhetoricae, que, en buena medida, deter-minabanlamise-en-scne delsermn.Lociertoesque,desdeelpropiocuerpo del predicador, que adquira una dimensin elocuente, a un sinfn delegitimacin del orden poltico o, incluso, de la oposicin al mismo, cabe citar MARQUES:1986 y 1989. Vd., asimismo, NEGREDO DEL CERRO: 2006.102Enparticular,vd. MENDES:1989,centradoenlaoratoriadeljesuitaAntnioVieira.CabedestacarasimismoeltrabajosobrelaoratoriadeltambinjesuitaportugusIncio Martins, elaborado por CARVALHO: 2004.103En relacin con la figura del predicador, remitimos fundamentalmente a la snte-sis de MORN & ANDRS-GALLEGO: 1991. En particular, sobre la cultura literaria delpredicador,susprcticasdelecturaydeescritura,vd. PALOMO:2006b;CASTILLOGMEZ: 2004 y SNCHEZ: 1998.104PIRES: 1996c. 204 FEDERICOPALOMOrecursosvisualesyauditivos,todaunaseriedetcnicaseinstrumentossurgancomoelementosdelprocesocomunicativo,dotandodeeficaciasensible a un discurso que, a su vez, no dudaba en emplear aquellos recur-sos estilsticos que le permitan aumentar su capacidad de persuasin 105.Estos aspectos se hacen particularmente visibles cuando se atiende aotro tipo de prctica apostlica, relacionada con el ejercicio de la predica-cin, como son las misiones de interior. stas, en realidad, han despertadounintersmuyreducidoporpartedelahistoriografaibrica,que,hastahace una dcada, contaba apenas con un escaso nmero de trabajos, en sumayora de carcter general u orientados a la publicacin de fuentes 106. Lamisindeinterior,sinembargo,constituyunfenmenodeenormeimpacto entre las comunidades rurales de Antiguo Rgimen, que, ya desdeel siglo XVI, pero, sobre todo, desde mediados de la centuria de 1600, vie-ron con relativa frecuencia alterado su cotidiano con la visita de religiosospertenecientesalasrdenesmsactivas.Jesuitas,franciscanos,capuchi-nos, vicentinos y oratorianos, entre otros, hicieron de este tipo de expedi-cionesunsingularinstrumentodedisciplinamientodequienes,porsucondicin de rsticos, fueron considerados como sujetos ajenos a los par-metros de la civilitas christiana y, por consiguiente, objeto de una accinquenocomprendaapenaslaintervencindelosreligiosossobreelpl-pito,sinotambinunaintensaactividaddeadoctrinamientocatequtico,deconfesin,demediacinenconflictosydedifusindeinstrumentos(textos, imgenes, cofradas) con los que asegurar en el tiempo la eficaciade la actividad misionera 107. No en vano, la misin fue un activo medio de105Enestesentido,remitimossobretodoaRODRGUEZDELAFLOR:1999b,yLEDDA:1982y1989.CentradoapenasenlaobraretricadeLuisdeGranada,vd. asi-mismoLEDDA:1992.EnrelacinconlatradicinretricadelossiglosXVI yXVII enEspaayPortugal,cabesealarlostrabajosclsicosdeCASTRO:1973ydeMART:1972.106Para Portugal, adems de la monografa sobre el franciscano Antnio das Chagas,de PONTES: 1953, cabe sealar SANTOS: 1981, 1984 y 1991, CLEMENTE: 1984 y SOA-RES: 1977. En el caso de Espaa, el nmero de trabajos es ms reducido, aunque no faltanimportantes contribuciones, como la publicacin de los relatos misioneros del jesuita PedrodeLen(LEN:1981).Aestetrabajo,cabeaadirlosartculosdeTELLECHEAIDGORAS: 1975 y 1996.107Como introduccin, desde perspectivas renovadas, a la actividad misionera en lapennsula Ibrica, vd. PAIVA: 2000g y COPETE & PALOMO: 1999. Para un anlisis de lamisin de interior como instrumento de disciplinamiento social, nos permitimos remitir aPALOMO: 2003. Entre los estudios recientes que analizan la actividad misionera de algu-nas congregaciones religiosas en territorios especficos de la pennsula, vd., GONZLEZ205 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOSintroduccin entre los estratos rurales y humildes de las sociedades ibri-cas de nuevas formas de devocin, siendo a menudo origen de trayectoriasvitales no siempre ortodoxas de bsqueda de la perfeccin religiosa 108.Orientadas a la consecucin de la conversin interior de los fieles (y,por medio de sta, a la transformacin de sus comportamientos morales yreligiosos), estas expediciones apostlicas, cuya tipologa es relativamenteampliaenfuncindeloscontextos 109,requeranengeneraldeinterven-cionesespectaculares,amenudodecarctermarcadamentepenitencial,por medio de las cuales remover los nimos de quienes asistan a las dife-rentesfuncionesdelamisin.Estosupusoeldesarrolloprogresivodetoda una serie de industrias o estrategias especficas de comunicacin yde accin, que se fijaron, primero, a travs de cartas y avisos manuscritosy, desde la segunda mitad del siglo XVII, por medio de una abundante lite-raturaimpresa(vidasdemisioneros,sermonariosyartesdemisin) 110.Se definieron de este modo toda una serie de elementos que contribuiran acaracterizaralosagentesinvolucradosenestetipodeexpediciones 111,favoreciendo,porotrolado,lacirculacinydifusin,dentroyfueradelmbito misionero europeo, de determinados modelos de actuacin en rela-cinconlapredicacin,losejerciciosdepenitencia,lacatequesiso,incluso,lapacificacindeconflictos,dondelamisinadquiereunaclaradimensin poltica, en tanto que instrumento de supresin de la violencia 112.Enlabasedeestasmisionesdeinteriorydesudesarrolloexistaunavisin infantilizada del rstico, considerado como un eterno menor o, incluso,como una especie de indio domstico al que, por su ignorancia, era nece-sarioinstruirenlosprincipiosycostumbresquedictabalafecatlica,DECHVEZMENNDEZ:1994;BURRIEZASNCHEZ:1998-99y1998;SANTOS:1999. 108PAIVA: 2000f; TAVARES: 2005.109COPETE&VINCENT(enprensa).Untipodemisinespecficadentrodelapennsula Ibrica fue la destinada a las comunidades de moriscos, que son objeto de anli-sis en MEDINA: 1988 y VINCENT: 1987.110A propsito de la literatura de misin de los siglos XVII y XVIII, as como sobre lasobras utilizadas en el curso de la actividad misionera, vd. RICO CALLADO: 2006, RESI-NES: 2002 y TAVARES: 1991.111PALOMO: (en prensa). 112Sobrelarelacinentrelasexperienciasmisionerasdeinteriorylashabidasencontextosextraeuropeos,vd. elestudiodeBROGGIO:2004b.Entrelostrabajosquehananalizadoespecficamentealgunosdelosejerciciostpicosdelamisindeinterior,cabecitar: PALOMO: 2005, 2003, 2002 y PALOMO: (en prensa), VINCENT: 1997 y OLIVARI:1986.206 FEDERICOPALOMOconvirtindolo as en hombre poltico 113. Esta cuestin, en realidad, estdirectamente relacionada con las preocupaciones pedaggicas que la cul-tura humanista suscit a comienzos del siglo XVI y que, posteriormente, lareforma catlica hara propias, poniendo el acento en la necesidad de ins-truiralosfieles,sobretododurantesuedadmstemprana,enlosrudi-menta fidei, desarrollando todo un discurso en el que se responsabilizabaal pater familiae de la educacin cristiana de sus hijos y siervos, e imple-mentandotodaunaseriedemedidas,estructuraseinstrumentosconlosque poder responder a tales objetivos 114. En este sentido, la institucin dela catequesis dominical en las parroquias, a pesar de ser un captulo pocoexplorado en lo que a su aplicacin prctica se refiere 115, no deja de ser unindicioclarodelavoluntadquemovaalajerarquacatlicay,encon-creto, a los obispos a la hora de dotar a los fieles con lo que se considerabaser el primero y ms bsico peldao de ese hombre poltico, educado enla buenas costumbres y en la obediencia.Junto a acciones como sta y como las que se materializaron medianteel control de los maestros de primeras letras o por medio de la creacin deescuelas de doctrina 116, el empeo de diocesanos y religiosos por instruiralosfielesenlosrudimentosdoctrinalesdelcatolicismodejunatrazaparticularmente notoria mediante la elaboracin y difusin de un nmeroingente de impresos (libros, pliegos e imgenes), en los que la formulacindeesosprincipiosdoctrinalesseadaptabaalascapacidadesdepblicoscuyarelacinconlostextoseraamenudoindirecta.Enelmarcodeestetipo de iniciativas editoriales, resulta particularmente significativo el desa-rrollo que en la poca moderna conocera un gnero como el catecismo y,enparticular,aqulque,adiferenciadeloselaboradosparausodelosprrocos, tena en nios y rsticos su principal objetivo. El estudio siste-mticodeestostextos,cuyaocasionaldesaparicinfsicanodejadeser113En este sentido, vd. sobre todo PROSPERI: 1982.114Para una visin general sobre esta cuestin, contina siendo eficaz la consulta deVARELA: 1983. Resultan asimismo de inters los estudios reunidos en REDONDO: 1996.ParaPortugal,sonpertinenteslostrabajosdeGOUVEIA:1998;FERNANDES:1991y,sobre todo, FERNANDES: 1995a, 339-402, cuyo anlisis pone de relieve las obligacionesque el discurso catlico impuso al pater familiae a propsito de la educacin doctrinal desus hijos y sirvientes.115Como anlisis de la eficacia de la institucin catequtica dentro de las parroquiasibricas, vd., DEDIEU: 1979 y NALLE: 1992, 104-133.116Sobre las escuelas de doctrina, cabe referir SANTOLARA: 1996, PREZ: 1996y MORA DEL POZO: 1986.207 EL ANLISISFRAGMENTARIO ATREINTA AOSDEESTUDIOStestimoniodelosexiguoscostesdesuediciny,porconsiguiente,desuprobabledifusinmasiva,ponedemanifiestoelempleogeneralizadodeenunciadossencillos,dedilogos,decnticosydeformasversificadasala hora de exponer las diferentes partes de los rudimenta fidei, cuya presen-tacin escrita poda incluso verse acompaada de imgenes de fcil lecturavisual, con las que hablar a los ojos de quienes deban ser adoctrinadospormediodeestoscatecismos 117.Endefinitiva,serecurraaestrategiasque favorecan la memorizacin y la asimilacin racional de los preceptosporpartedequienes,poredadoporignorancia,estabanprincipalmentesujetos a formas orales y visuales de comunicacin, a pesar de que no fue-sen completamente ajenos (como el propio catecismo lo testimonia) a lasmodalidades escritas de conocimiento y memoria.Entodocaso,msalldelestudiodelasestructurasinstitucionalesque encuadraban esta prctica de la enseanza de la doctrina y de los ins-trumentos manuscritos o impresos que se utilizaban en la misma, poco eslo que conocemos a propsito de quines, adems de los prrocos, ejercaneste ministerio y de cules eran los criterios que, por ejemplo, en el senode una orden religiosa, llevaban a designar a un sujeto para que se ocupasede la formacin doctrinal fuera de las casas y conventos de su congrega-cin. En este mismo sentido, si los catecismos y sus formas dialogadas sonindiciodelaprcticaobservadaenlaenseanzadelosrudimentafidei,otras fuentes (cartas, vidas de religiosos, crnicas o relaciones de misin),en ocasiones, ponen de manifiesto el recurso frecuente a formas que inte-graban y superaban la simple lectura en voz alta de los dilogos incluidosenlostextosdoctrinales.Loscortejos,loscnticos,lashistoriaejempla-res,lospremios(bajolaformadeestampasydeotrosobjetosdedevo-cin),lasrepresentacionesdecarcterteatral,formaronmuchasvecesparte de una prctica catequtica que, en buena medida, desconocemos 118.El anlisis de las distintas modalidades de la actividad apostlica, que,juntoalasaqureferidas,comprendaasimismola accinllevadaacaboencolegios,estructurasasistenciales 119,congregacionesycofradas 120,117AdemsdelaobraclsicadeGUERRERO:1969,resultandeintersGMEZ:1989,ascomoRESINES:2002,1997a,1997b,1996,1994,1981.ParaPortugal,vd.TAVARES: 1984 y MARQUES: 2000b. Sobre la presencia de imgenes en los textos doc-trinales, vd. CIVIL: 1995.118En relacin con este problema, me permito remitir a PALOMO: 2005. 119Sobre las instituciones asistenciales, el inters de la historiografa portuguesa sehaorientadotradicionalmentealestudiodelasMisericordias;vd.,entreotros,PAIVA:2002; ABREU:19