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44 Una exégesis de “Mr. Keynes y Una exégesis de “Mr. Keynes y los clásicos” de J. R. Hicks los clásicos” de J. R. Hicks El nacimiento del modelo IS-LM o el pecado El nacimiento del modelo IS-LM o el pecado original de la moderna macroeconomía* original de la moderna macroeconomía* Teoría económica * Este artículo fue presentado en el II Encontro Internacional da Associação Keynesiana Brasileira, septiembre de 2009, Porto Alegre, Brasil. ** Investigador UBA/CONICET/CENDA 1 La idea de que ISLM no representa las ideas de Keynes está muy difundida. Entre estos recla- mos debe mencionarse indudablemente el de J. Robinson, quien acuño la categoría “keynesia- nismo bastardo”, y las críticas a la síntesis de sus seguidores, agrupados habitualmente en la escuela “postkeynesiana”. Más recientemente, se destacan las críticas de Leijonhufvud (1976), Minsky (1987) y, paradójicamente, las del propio Hicks quien, en las décadas de 1970 y 1980, según sus propias palabras, abandonó la escuela neoclásica (Hicks 1975) y llegó a afirmar que “Yo mismo me siento ahora insatisfecho” (Hicks 1980; trad. AK) con su modelo al que, satírica- mente, invirtiendo las siglas, denominó modelo “SILL”, palabra que inglés suena como “tonto”. 2 La difundida opinión de que la Teoría General es un libro de muy difícil -o imposible- compren- sión cuenta con el apoyo de algunos ilustres keynesianos, como P. Samuelson, quien sostiene Buena parte de los macroeconomistas, adscriptos a las más diversas corrientes teóri- cas, coinciden en que existen significativas diferencias que separan al “sistema econó- mico” originalmente propuesto por J. M. Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) del modelo “ISLM”, cuyo temprano origen se ubica en el tan breve como célebre artículo publicado por J. R. Hicks al año siguiente, “Keynes y los «Clásicos»: una posible interpretación” (1937). 1 La primera y más notoria de estas dife- rencias remite sin dudas al desigual grado de influencia que logró cada uno de ellos. No es que la Teoría general haya pasado desapercibida ni mucho menos, pero lo cierto es que mientras las casi 400 páginas escritas por Keynes fueron por lo general considera- das un material intrincado y de difícil acceso, el “pequeño artefacto” -así bautizó a su versión de ISLM- que Hicks expuso de manera compacta, empleando las escasas 12 páginas de su artículo, pronto se convirtió, por lo contrario, en el genuino motor de la llamada revolución keynesiana y el núcleo central de la “síntesis neoclásica”. 2 Aún hoy, -y pese a los mencionados reclamos acerca de su falta de fidelidad- las ideas originales de Keynes se confunden en más de una oportunidad con aquel ingenioso, elegante y sencillo modelo. Pero, claro está, las diferencias entre el sistema de Keynes y el mode- lo de Hicks no se agotan en el terreno de la repercusión obtenida sino que la distancia que aquí interesa señalar se ubica en el plano conceptual. Axel Kicillof**

Una exégesis de “Mr. Keynes y los clásicos” de J. R. … · Galbraith, por su parte, sentencia que “Durante mucho tiempo, Keynes había despertado los recelos de sus colegas

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Una exégesis de “Mr. Keynes y Una exégesis de “Mr. Keynes y los clásicos” de J. R. Hickslos clásicos” de J. R. HicksEl nacimiento del modelo IS-LM o el pecado El nacimiento del modelo IS-LM o el pecado original de la moderna macroeconomía*original de la moderna macroeconomía*

Teoría económica

* Este artículo fue presentado en el II Encontro Internacional da Associação Keynesiana Brasileira,septiembre de 2009, Porto Alegre, Brasil.

** Investigador UBA/CONICET/CENDA1 La idea de que ISLM no representa las ideas de Keynes está muy difundida. Entre estos recla-

mos debe mencionarse indudablemente el de J. Robinson, quien acuño la categoría “keynesia-nismo bastardo”, y las críticas a la síntesis de sus seguidores, agrupados habitualmente en laescuela “postkeynesiana”. Más recientemente, se destacan las críticas de Leijonhufvud (1976),Minsky (1987) y, paradójicamente, las del propio Hicks quien, en las décadas de 1970 y 1980,según sus propias palabras, abandonó la escuela neoclásica (Hicks 1975) y llegó a afirmar que“Yo mismo me siento ahora insatisfecho” (Hicks 1980; trad. AK) con su modelo al que, satírica-mente, invirtiendo las siglas, denominó modelo “SILL”, palabra que inglés suena como “tonto”.

2 La difundida opinión de que la Teoría General es un libro de muy difícil -o imposible- compren-sión cuenta con el apoyo de algunos ilustres keynesianos, como P. Samuelson, quien sostiene

Buena parte de los macroeconomistas, adscriptos a las más diversas corrientes teóri-cas, coinciden en que existen significativas diferencias que separan al “sistema econó-mico” originalmente propuesto por J. M. Keynes en su Teoría general de la ocupación,el interés y el dinero (1936) del modelo “ISLM”, cuyo temprano origen se ubica en el tanbreve como célebre artículo publicado por J. R. Hicks al año siguiente, “Keynes y los«Clásicos»: una posible interpretación” (1937).1 La primera y más notoria de estas dife-rencias remite sin dudas al desigual grado de influencia que logró cada uno de ellos. Noes que la Teoría general haya pasado desapercibida ni mucho menos, pero lo cierto esque mientras las casi 400 páginas escritas por Keynes fueron por lo general considera-das un material intrincado y de difícil acceso, el “pequeño artefacto” -así bautizó a suversión de ISLM- que Hicks expuso de manera compacta, empleando las escasas 12páginas de su artículo, pronto se convirtió, por lo contrario, en el genuino motor de lallamada revolución keynesiana y el núcleo central de la “síntesis neoclásica”.2 Aún hoy,-y pese a los mencionados reclamos acerca de su falta de fidelidad- las ideas originalesde Keynes se confunden en más de una oportunidad con aquel ingenioso, elegante ysencillo modelo. Pero, claro está, las diferencias entre el sistema de Keynes y el mode-lo de Hicks no se agotan en el terreno de la repercusión obtenida sino que la distanciaque aquí interesa señalar se ubica en el plano conceptual.

Axel Ki c i l l o f**

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¿Cuáles son exactamente estasdiferencias? Sobre este punto fun-damental no es fácil encontrar unacuerdo. Acaso esto se deba aque las variadas escuelas de raízkeynesiana realizan interpretacio-nes sumamente divergentes acer-ca del contenido de la Teoríageneral, de modo que tambiéndifieren la naturaleza de sus críti-cas al modelo ISLM. Es por esoque en este artículo nos propone-mos regresar a la fuente originalde las disputas, es decir, al artícu-lo de Hicks de 1937, con el propó-sito de señalar algunos notoriospuntos de ruptura con respecto ala Teoría general.

¿Qué es la «teoría clásica»?

Keynes comienza la exposiciónde su Teoría general declarandoen su prefacio que la “economíaortodoxa está en desgracia”(Keynes 1936: v). En el prólogo ala edición alemana agrega que“este libro representa una reac-ción, una transición para escaparde la tradición inglesa clásica (uortodoxa)” (Keynes 1973b; trad.

AK). La Teoría general contiene,como puede verse, una crítica a laeconomía ortodoxa o tradicional,a la que Keynes decide llamar“teoría clásica”. Más aún, en esemismo prefacio, premonitoriamen-te, anticipa con exactitud la actitudque luego adoptó ante su crítica lamayoría de los economistas orto-doxos: “Supongo que quienes seaferran demasiado a lo que llama-ré «la teoría clásica» vacilaránentre la creencia de que estoycompletamente equivocado y lade que no estoy diciendo nadanuevo” (Keynes 2005: 17).

A la luz de la historia, Keynesestaba indudablemente en lo cier-to. Lo que no parece haber previs-to es que algunos de los másduros cuestionamientos que reci-biría no estarían referidos a suspropias innovaciones, sino queapuntarían a descalificar la re-construcción que Keynes ofrecedel pensamiento ortodoxo de laépoca. De hecho, si se pone a unlado la polémica denominación“teoría clásica” que Keynes em-plea para referirse a sus predece-sores,3 queda claro que el grueso

que “es un libro oscuro [...]. Ciertamente, en su estado actual, el libro no logra que lolean cada año ni siquiera el profesor y el estudiante que simpatizan con él”(Samuelson 1967: 329). J. K. Galbraith, por su parte, sentencia que “Durante muchotiempo, Keynes había despertado los recelos de sus colegas por la claridad de su esti-lo y de sus ideas, circunstancias que a menudo se daban juntas. En la Teoría Generaldesmintió esta fama académica. Es una obra profundamente oscura, mal escrita ypublicada prematuramente [...]. Una porción de su influencia se debió a que era engran parte incomprensible” (Galbraith 1983: 257).

3 En la Teoría general se denomina “clásicos”, de forma premeditadamente controver-tida, a la ortodoxia marginalista inglesa pero también a los “clásicos” propiamentedichos: “«Los economistas clásicos» fue una denominación inventada por Marx parareferirse a Ricardo, James Mill y sus predecesores […]. Me he acostumbrado quizácometiendo un solecismo, a incluir en la «escuela clásica» a los continuadores de

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de sus denuncias estaban dirigi-das a la escuela marginalista en lavertiente marshalliana, unacorriente a la que él mismo habíapertenecido hasta entonces y dela que había sido incluso unrenombrado representante: “Yomismo defendí durante muchosaños con convicción las teoríasque ahora ataco y creo no ignorarcuál es su lado fuerte” (Keynes2005: 17).

Es precisamente aquí donde seemplaza la embestida inicial deHicks y esto tendrá, según cree-mos, una extraordinaria importan-cia posterior en la formación de lasíntesis neoclásica.4 En efecto: sila teoría que Keynes atribuye a laortodoxia de la que pretende apar-tarse no fuera en modo alguno“real”, es decir, si se tratara deuna teoría a la que nadie suscribey, por tanto, una huera invencióndel propio Keynes, lo recomenda-ble sería ignorar completamentetodos aquellos fragmentos de laTeoría general dedicados a cues-tionar y rechazar el cuerpo teóricooficial, por desacertados. De estamanera, pasaría de ser un libro“revolucionario”, en cuyas páginasse confronta con el pensamientoeconómico de la época, a conver-tirse en un mero “aporte” o una“adición” que tranquila y pacífica-

mente puede convivir con la teoríaanterior, si se realizan pequeñosretoques. Y nada impediría, portanto, que el aporte de Keynessea encapsulado en un comparti-miento nuevo y distinto del cuerpoteórico, concebido a tal efecto.Esto último fue lo que en la prácti-ca ocurrió y esa rama nueva yespecial de la teoría económicase denominó “macroeconomía”.

Como se dijo, se acepta habi-tualmente que la interpretaciónque realizó Hicks de las ideas deKeynes es polémica, cuestionabley, para algunos, directamente ina-decuada. Pero lo que en generalse omite decir es que, antes quenada, Hicks impugnó la recons-trucción que realizó Keynes de lateoría ortodoxa de su tiempo ypretendió reemplazarla por lasuya propia, pretendidamente fiel.Keynes y los clásicos comienzaafirmando que

[A]unque les hayan convencido losargumentos del Sr. Keynes y reco-nozcan humildemente haber sido“economistas clásicos”. Les es difícilhacerse a la idea de que hubierancreído en aquellos días lo que el Sr.Keynes afirma […] Para muchagente sus doctrinas son tan nuevasy extrañas como las del mismo Sr.Keynes, por eso es fácil entender eldesconcierto del economista mediocuando se le dice que ésas eran sus

Ricardo, es decir, aquellos que adoptaron y perfeccionaron la teoría económica ricar-diana, incluyendo (por ejemplo) a J. S. Mill, Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou”(Keynes 2005: 23).

4 La acusación acerca de la ignorancia de Keynes con respecto a la teoría de su épocalogró mucha acogida. J. Schumpeter, por ejemplo, sostiene que “[…] Keynes, cuyoconocimiento de la literatura económica y, en particular, de la contemporánea y noinglesa, no era de primer orden […]” (Schumpeter 1982: 1274 ).

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ideas (Hicks 1985: 143).

La tarea que asume Hicks enton-ces es doble: por un lado, expon-drá nuevamente la teoría deKeynes pero, previamente, por elotro, reconstruirá la que sería unagenuina teoría de los clásicos,ofreciendo así un sistema libre delas presuntas adulteraciones queintrodujo Keynes. Deberíamosdecir más bien que su tarea es tri-ple, porque luego de establecer el“legítimo” sistema clásico y el“legítimo” sistema de Keynes,Hicks promete abocarse a realizaruna comparación entre ambospara develar aquellos elementosde originalidad, las verdaderasinnovaciones que contiene laTeoría general.

En tales circunstancias, parece quehaya de ser útil intentar construir unateoría “clásica” típica […]. Si pode-mos elaborar esa teoría y mostrarque proporciona resultados quesiempre se han aceptado y que noconcuerdan con las conclusiones delSr. Keynes, dispondríamos enton-ces de una base satisfactoria decomparación. Podríamos delimitarde forma más exacta las innovacio-nes del Sr. Keynes y descubrir cuá-les fueron las verdaderas cuestionesen discusión (Hicks 1985: 144).

Es por eso que un análisis críticode la formación de la síntesis neo-clásica no puede limitarse exclusi-vamente, como es habitual, a dic-taminar si el modelo ISLM es o noun fiel reflejo de las ideas deKeynes, sino que debe también,

previamente, estudiar si la recons-trucción de la “teoría clásica” quese realiza en la Teoría general es,como sostiene Hicks, una criaturaextraña e irreconocible, un espec-tro concebido por Keynes.

La “teoría clásica” de laocupación según Keynes ysegún Hicks

En el capítulo 2 de la Teoríageneral Keynes expone la quedenomina “teoría clásica de laocupación”. Salta a la luz que estareconstrucción es, sencillamente,una descripción del mercado detrabajo marginalista y que sigueen sus trazos estrictamente lalínea establecida por Marshall enlos Principios de economía(1948a). Versiones similares aésta eran enseñadas por sus dis-cípulos y por sus continuadorescomo Pigou (1927, 1937, 1933).Más aún, el “mercado de trabajo”así presentado es esencialmenteidéntico al que figura en los librosde texto contemporáneos tanto demicroeconomía como de macroe-conomía.5

Es por eso que cualquier econo-mista actual constata fácilmenteque la reconstrucción de Keyneses completamente familiar. Enpocas palabras, en el mercado detrabajo el salario real y el nivel deempleo tienden a ubicarse en elpunto de intersección entre lacurva de oferta de trabajo (que sederiva de la maximización de la

5 Hemos demostrado esta similitud en detalle en Kicillof (2007: cap. 6)

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utilidad del ocio y el consumo) y lacurva de demanda de trabajo (quesurge de la maximización debeneficios de las firmas). Cuandose alcanza el equilibrio se verifi-can a la vez los dos “postulados”que Keynes identifica: “I. El salarioes igual al producto marginal deltrabajo” y “La utilidad del salario,cuando se usa determinado volu-men de trabajo, es igual a la desu-tilidad marginal de ese mismovolumen de ocupación” (Keynes2005: 26-27).6 Al igual que en lostratados de microeconomía, sesupone aquí que el salario nomi-nal y el salario real se muevensiempre en la misma dirección, yaque Marshall en sus Principios sehabía acostumbrado a suponerque el nivel general de precios seencuentra fijo, posponiendo elestudio de los efectos de los cam-bios en los precios (o en su recí-proco, el poder adquisitivo del

dinero) para ser tratado en otrolibro específico sobre asuntosmonetarios.7

Al tratar de averiguar el salario realque corresponde a un lugar o época,lo primero que hay que hacer es cal-cular las variaciones en el poderadquisitivo de la moneda en que sepaga el salario nominal. Este puntono podrá ser tratado con amplitudhasta que expongamos la teoría deldinero (Marshall 1948a: 457).

Tal como sostiene Keynes, deeste análisis se desprende que,en esencia, el desempleo puederepresentarse como un exceso deoferta de trabajo y que, por tanto,el propio mercado contiene unmecanismo correctivo, pues elexceso de oferta desencadenauna reducción en el salario nomi-nal (y real). De este modo, eldesequilibrio sólo puede perpe-tuarse si el mecanismo de merca-do no logra operar debido a que

6 Hicks sostiene que Keynes había obtenido esta explicación del libro The Theory ofUnemployment de Pigou, que “es un libro bastante reciente y difícil, de forma quepuede afirmarse que no ha ejercido mucha influencia todavía en la enseñanza ordi-naria de la ciencia económica” (Hicks 1985: 142). Sin embargo, el “mercado de tra-bajo” era un instrumento de análisis completamente difundido entre los marshallianos,y ambos postulados están puestos con extrema claridad en los Principles, donde seafirma que sobre la curva de demanda el salario (real) es igual a la productividad mar-ginal “los salarios de todas las clases de trabajadores tienden a ser iguales al productoneto debido al trabajo adicional del trabajador marginal de dicha clase” (Marshall1948a: 518) y que la oferta está regida por la desutilidad “[s]i un hombre es libre dedejar el trabajo cuando quiera, lo hará cuando le parezca que las ventajas que obten-dría de continuarlo no compensan a los inconvenientes” (Marshall 1948a: 527). “Entérminos técnicos esto podría llamarse la desutilidad marginal del trabajo, pues, […]la desutilidad marginal del trabajo aumenta, generalmente, con cada incremento de sucantidad [...] es cierto, por lo general, que el trabajo efectuado por un grupo de obre-ros aumentará o disminuirá con la remuneración que se les pague (Marshall 1948a:141-142).

7 Marshall publica, poco antes de su muerte, su tratado sobre el dinero: Money, credit& commerce (1923).

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se le oponen diversas resistenciaso, dicho de otra forma, cuandoexisten “rigideces” que impiden ellibre ajuste del salario nominal yreal.

En palabras de Keynes, de lateoría clásica u ortodoxa de laocupación (el mercado de trabajo)se deduce que necesariamente“la falta de ocupación que caracte-riza una depresión se debe a lanegativa de los obreros a aceptaruna rebaja en el salario nominal”(Keynes 2005: 28-29) y que, portanto, “la teoría clásica ha acos-tumbrado apoyar el supuestocarácter de ajuste automático delsistema económico sobre unahipotética fluidez de los salariosnominales; y cuando hay rigidezecharle la culpa al desajuste”(Keynes 2005: 217). En síntesis:con el mercado de trabajo clásicose asegura la existencia de unatendencia a la plena ocupaciónque sólo puede ser contrarrestadapor determinadas trabas a la “fle-xibilidad” del salario. Como afirmaKeynes, de aquí se sigue, ade-más, que el desempleo “se debe aun acuerdo tácito o expreso entrelos trabajadores para no trabajarpor menos, y que si todos los tra-bajadores admitieran una reduc-ción de los salarios nominalesaumentaría la ocupación” (Keynes2005: 27-8). Puede coincidirsetambién con Keynes cuandocaracteriza entonces el desem-

pleo, tal como es representadopor el mercado de trabajo clásico,como “voluntario” pues si el exce-so de oferta no se resuelve sedebe pura y exclusivamente a laactitud de los propios obreros.Esta caracterización sobre lascausas del desempleo coincidesin lugar a dudas con el análisismarginalista actual (y, curiosa-mente, con numerosas versionesdel autodenominado keynesianis-mo). Esta es parte de las “desgra-cias” de la economía clásica:

Un economista clásico puede simpa-tizar con el obrero cuando éste seniega a aceptar una reducción de susalario monetario y admitirá quepuede no ser inteligente obligarlo asujetarse a condiciones transitorias;pero la integridad científica lo fuerzaa declarar que esta negativa es, apesar de todo, el motivo último de ladificultad (Keynes 2005: 33).

Para refutar la teoría clásica dela ocupación Keynes consideraimprescindible deshacerse in totode esta explicación y, por consi-guiente, objeta el mercado de tra-bajo -a través de una crítica empí-rica y otra teórica de la curva deoferta-.8 Concluye así que el“segundo postulado” de la teoríaclásica de la ocupación no desem-peña papel alguno en la determi-nación del empleo ni en la deter-minación del salario (ya sea real onominal).9 Sin embargo, prosigueKeynes,

8 No expondremos aquí esta crítica que es contundente y está magistralmente desarro-llada en el apartado II del capítulo segundo de la Teoría general.

9 La única excepción a esta irrelevancia de la curva de oferta de trabajo se da en con-diciones de plena ocupación, que raramente se verifican.

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Al recalcar nuestro punto de partida,divergente del sistema clásico, nodebemos olvidar una concordanciaimportante; porque mantendremosel primer postulado como hasta aquí[…]. Quiere decir que con una deter-minada organización, equipo y técni-ca, los salarios reales y el volumende producción (y por consiguiente deempleo) están relacionados en unasola forma, de tal manera que, entérminos generales, un aumento dela ocupación sólo puede ocurriracompañada de un descenso de latasa de salarios reales. […] cual-quier medio de aumentar la ocupa-ción tiene que ocasionar al mismotiempo una reducción del productomarginal y, en consecuencia, otra dela magnitud de los salarios, medidaen dicho producto (Keynes 2005: 34-35).

Como se ve, nada hay de equi-vocado en la recapitulación de lateoría clásica de la ocupación querealiza Keynes, de manera que sucrítica a ésta debe ser tenida encuenta.

¿Cuál es la opinión de Hicksacerca de la reconstrucción reali-zada por Keynes? Hicks conside-ra que la “teoría clásica de la ocu-pación” (el mercado de trabajo) esuna invención de Keynes -al puntode afirmar que está exclusivamen-te apoyada en un libro novedoso,desconocido e intrascendente dePigou-. Es por eso que en Mr.Keynes y los clásicos el mercadode trabajo directamente no formaparte de la reconstrucción de la“teoría clásica”. Esta omisión nose debe, sin embargo, a que Hickshaya aceptado la crítica de Key-

nes, sino a que, por el contrario,sostiene que tal “teoría de la ocu-pación” nunca había formadoparte de la teoría clásica.

Puede decirse entonces queeste procedimiento constituye laprimera “inversión” de Hicks: porun lado, parece estar aceptandola crítica de Keynes a los clásicos,pues descarta el mercado de tra-bajo. Sin embargo, en lugar dehacerlo, le niega toda entidad a talmercado y, por último, como vere-mos, les atribuye a los clásicos lasconclusiones a las que el propioKeynes había arribado luego derechazar la explicación conven-cional. Es que en el segundo capí-tulo de la Teoría general Keynesrechaza la curva de oferta de tra-bajo pero conserva en cambio larelación entre empleo y salarioreal que está representada por lacurva de demanda y la convierteen su propia ley para la determi-nación del salario real (y del nivelde precios). Hicks, sin decirlo, lehace caso en todo a Keynes.Pero, como dijimos, lo llamativoes que en lugar de reconocer lavalidez de la crítica, niega su enti-dad y luego toma los resultadosde Keynes como si hubieran sidosiempre parte de la teoría clásica.La importancia de esta tergiversa-ción no puede exagerarse, pues elmercado de trabajo clásico erauno de los mecanismos esencia-les que tenía un resultado crucial:a través del ajuste salarial se res-tauraba la plena ocupación, lo queconvertía al desempleo en un

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estado de desequilibrio. Keynes loataca, Hicks niega redondamentesu existencia.

Examinemos ahora lo que apa-rece en el sistema clásico quepropone Hicks en el lugar quesiempre había ocupado el merca-do de trabajo. Hicks llama w alsalario nominal por trabajador y loconsidera dado; x, y representanel nivel de producción de bienesde inversión y de bienes de con-sumo, respectivamente; Nx y Nyel nivel de empleo en ambasindustrias; x=fx(Nx), y=fx(Ny) lasfunciones de producción tambiéndadas.

En lugar de referirse al mercadode trabajo con su oferta y sudemanda, como habían hechosiempre los clásicos, proporcionauna regla que sirve para determi-nar los precios en ambas indus-trias, según el costo marginal.Dice que “el nivel de precios delos bienes de capital = su costemarginal = w(dNx/dx). Y el nivelde precio de los bienes de consu-mo = su coste marginal =w(dNy/dy)” (Hicks 1985: 144).Esta es precisamente la mismaley para la determinación de losprecios que figura en la Teoríageneral como corolario del aban-dono del segundo postulado clási-co.

La teoría clásica de la ocupación, según Hicks

¿Cómo se establece el nivel deempleo? Hicks toma como dada lacantidad de dinero M y luego ofre-

ce para la determinación del nivelde ingreso (y, por tanto, de la pro-ducción y el empleo) una ecua-ción que resulta sumamenteconocida: M=kI; donde I es elingreso total y k la “velocidadingreso del dinero”. Se trata,según dice como al pasar elmismo Hicks, de la EcuaciónCuantitativa de Cambridge. Notenemos más remedio que referir-nos a continuación sucintamentea la Teoría Cuantitativa en suforma más habitual, que es la queformaba parte de la tradición clási-ca, antes de analizar el uso inde-bido que Hicks pretende hacer deella.

La versión actualmente másdifundida de la teoría cuantitativaes la propuesta por Irving Fisher,MV = PT, donde M es la cantidadde dinero, V la velocidad de circu-lación del dinero, P el nivel gene-ral de precios y T el volumen detransacciones (Fisher 1911: 38).Esta igualdad, como se sabe, noes en sí una teoría explicativa,sino una simple tautología, puessostiene simplemente que en unperíodo determinado la suma delos precios de las transaccioneses igual a la masa de medios decirculación multiplicada por suvelocidad de rotación. Sin embar-go, ni bien se establece que algu-nas esas variables están fijas y sepostula entre las restantes undeterminado sentido de causali-dad, la ecuación cuantitativa setransforma en una explicación.Pero ¿qué es lo que pretendeexplicar la teoría cuantitativa?

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Fisher sostiene que aquí “P es elelemento pasivo en la ecuación, -esto es, no la causa sino el efec-to” (Fisher 1911: 38). La versiónde Cambridge es ligeramente dis-tinta en su formulación, pero supropósito y su contenido son, encambio, casi idénticos. Pigou seacoge a la tradición de Cambrid-ge, principalmente desarrolladapor Marshall y en un breve artícu-lo (Pigou 1917) en el que anticipalos resultados de su libroPurchaising Power of Money,ofrece la fórmula M=k P, donde krepresenta a la cantidad de poderde compra (en unidades de con-sumo) que el público desea con-servar. La conclusión principal esequiparable a la de Fisher, pues sik permanece constante las modifi-caciones de M producirán un cam-bio en los precios que tendrá lamisma proporción y dirección.

La segunda tergiversación querealiza Hicks en su reconstrucciónde la teoría clásica puede obser-varse a simple vista al comparar laverdadera teoría cuantitativa clá-sica con la que aparece en Mr.Keynes y los clásicos. La ecua-ción cuantitativa, en cualquiera desus versiones, era ciertamenteuno de los pilares esenciales delsistema clásico. Pero su objetivoera proporcionar una explicaciónacerca de la determinación delnivel general de precios. Paralograrlo, el análisis suponía siem-pre que el nivel de producción o,lo que es lo mismo, el volumen detransacciones se encontraba fijo(lo mismo que la velocidad de cir-

culación). Así es como los cam-bios en la cantidad dinero se refle-jan exclusivamente en variacionesen los precios.

Según Hicks, en cambio, la teo-ría cuantitativa sirve para determi-nar el ingreso I a partir de la canti-dad de dinero M. Como Hicks seabstiene de realizar una descom-posición del ingreso que muestreque surge del producto entre lamasa de transacciones y los pre-cios (pues I=PT), logra convertir,ilícitamente, a la teoría cuantitati-va, que siempre había sido unateoría de los precios y en la que,por tanto, se suponía que el nivelde empleo se encontraba dado yfijo en una teoría de la ocupaciónde la que se sirve para determinarel nivel de producción y empleo.Sostiene: “De la primera ecuaciónse deduce directamente que encuanto se dan k y M, entonces Iqueda completamente determina-da; esto quiere decir que la rentatotal depende directamente de lacantidad de dinero” (Hicks 1985:145).

De esta manera, en el sistemaclásico, según Hicks, el mecanis-mo por el cual la cantidad de dine-ro afecta el empleo es el siguien-te: “Un incremento en la oferta dedinero hace aumentar la rentatotal, pues la gente aumentará sugasto y sus préstamos hasta quelas rentas hayan crecido lo sufi-ciente para devolver a k su nivelinicial. El incremento de renta ten-derá a hacer aumentar el empleo,tanto en la producción de bienes

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de consumo como de bienes decapital” (Hicks 1985: 145). La fala-cia está en que la teoría cuantita-tiva no había sido nunca emplea-da con este propósito por la tradi-ción clásica, que la utilizaba exclu-sivamente para explicar fenóme-nos que consideraba puramentemonetarios, como la inflación y ladeflación.10

Lo curioso es que, nuevamenteaquí, Hicks atribuye a los clásicosunos propósitos y unas explicacio-nes que no son suyas y que, parapeor, el propio Keynes habíadenunciado. De hecho, Keynessostenía en el Prefacio que prepa-ró para la primera edición france-sa de la Teoría general: “Elsiguiente análisis registra mi esca-pe final de la confusión de laTeoría Cuantitativa que algunavez me he visto enredado” (Key-nes 1973a; trad. AK). Su abando-no de la teoría cuantitativa se fun-damenta, principalmente aunqueno con exclusividad, en que la teo-ría cuantitativa supone “que siem-pre existe ocupación plena”(Keynes 2005: 179). Según Hicks,en cambio, y contra toda la evi-dencia existente, la teoría cuanti-tativa clásica nunca supuso que elnivel de producción se encontrabafijo, sino que era precisamenteuna teoría que servía para deter-minar el nivel de ocupación

haciéndolo depender de la canti-dad de dinero.

Nada de esto es verdad. Comoseñalaba acertadamente Keynes,el problema fundamental de lateoría clásica era que no disponíade una teoría de la ocupacióncomo un todo: “La mayor parte delos tratados sobre la teoría delvalor y de la producción se refie-ren, en primer término, a la distri-bución de un volumen dado derecursos empleados en diferentesusos, y a las condiciones que,supuesta la ocupación de estacantidad de recursos determinensu remuneración relativa y el rela-tivo valor de sus productos. […]pero rara vez se ha examinado enla teoría pura, la explicación de loque determina la ocupación realde los recursos disponibles”(Keynes 2005: 25). No es verdad,ni mucho menos, como pretendeHicks, que la teoría cuantitativaestuviera en condiciones de llenarese vacío.

El mercado de capital clásico, según Hicks

Así como el mercado de trabajoclásico permite establecer el nivelde empleo y el salario real enequilibrio, el mercado de “capitallibre” proporciona una forma dedeterminar la tasa de interés y el

10 Por supuesto que dentro de la tradición clásica se admitían cambios transitorios en elempleo, pero el efecto final de la contracción o expansión monetaria se reflejaba siem-pre en los precios. Esto era así en Marshall, Pigou o Keynes antes de la década de1930 y lo era también en Wicksell (1907). Lo mismo puede decirse de Ricardo o JohnStuart Mill.

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volumen de inversión y ahorro.11

El monto de la inversión (deman-da de capital) surge de una deci-sión tomada por los empresarios,quienes comparan el productomarginal del capital con la tasa deinterés; la productividad decre-ciente hace que la función dedemanda de capital exhiba unapendiente negativa. La curva deoferta de capital o de ahorro delas familias es fruto de la compa-ración entre la tasa de interés y la“tasa de impaciencia” (o sacrificiode la espera en Marshall). Al igualque el mercado de trabajo, el mer-cado de capital así consideradoforma parte del corpus de lamicroeconomía actual.

En este punto, en principio,Hicks no cae en una imprecisióncomo las antes señaladas puesadmite que es ésta la teoría clási-ca del interés, al sostener que “lainversión (considerada comodemanda de capital) depende deltipo de interés: Ix = C(i) […]. inver-sión = ahorro. Y el ahorro depen-de del tipo de interés y también, siasí se quiere, de la renta Ix =S(i, I). (Sin embargo, como larenta ya está determinada notenemos que preocuparnos porincluirla a no ser que así nos inte-rese” (Hicks 1985: 144-145). Enefecto, en el sistema clásico,según Hicks, la tasa de interés se

obtiene a través de la igualdadentre la oferta de capital o ahorroy la demanda de capital o inver-sión.

Sin embargo, lo que debe obje-tarse ahora es su intento dehomologar esta explicación, neta-mente clásica, con la que Keynespropone como alternativa. Hickssostiene, en passant, que la fun-ción clásica de inversiones “lo queen la obra del Sr. Keynes se con-vierte en la eficacia marginal delcapital” (op. cit.). De este modo,pretende convencer al lector deque la demanda de inversión de laeconomía clásica era un sinónimode la curva de eficiencia marginalde Keynes, cuando claramente noson lo mismo.

En otras palabras, el recursoaquí consiste en atribuirle aKeynes una posición que es delos clásicos, licuando así uno delos elementos críticos más poten-tes de la Teoría general, tal comoKeynes se ocupa de aclarar enreiteradas oportunidades: “aun-que existen fuerzas que hacensubir o bajar la tasa de inversiónde modo de mantener la eficienciamarginal del capital igual a la tasade interés, sin embargo, la eficien-cia marginal del capital en sí esuna cosa distinta de la tasa deinterés prevaleciente” (Keynes2005: 145).12

11 Crf. Marshall (1948b: 520 y ss.).12 La eficiencia marginal del capital se relaciona para Keynes negativamente con el volu-

men de la inversión (o de demanda de inversión) pero no porque la productividad deun nuevo equipo sea menor: “Si aumenta la inversión en cierto tipo de capital duran-te algún período la eficiencia marginal de este tipo de capital se reducirá a medida que

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La teoría clásica no sostiene lomismo. La clave de la cuestiónestá en que la curva de demandade inversión del mercado clásicode capital depende de la “produc-tividad del capital”, productividadque se supone que decrece cuan-do aumenta el volumen de capitalinvertido (por la consabida pro-ductividad decreciente de los fac-tores productivos). Keynes, pro-pone una nueva categoría, la “efi-ciencia marginal del capital”, jus-tamente porque considera que elconcepto clásico de productividadmarginal del capital es ambiguo yque, además, encierra importan-tes defectos teóricos. Entre estasdeficiencias se encuentra la impo-sibilidad de definir la “unidad decapital” sobre la cual se realiza elcálculo de la productividad: Laproductividad, el rendimiento, laeficiencia o la utilidad marginalesdel capital son términos que todoshemos usado frecuentemente;pero no es fácil descubrir en laliteratura económica, una exposi-ción clara de lo que los economis-tas han querido decir habitual-mente con estos términos. […]Para empezar tenemos la ambi-güedad de si lo que nos interesaes el incremento en producto físi-co por unidad de tiempo, debido alempleo de una unidad física más

de capital o el incremento de valordebido al empleo de una unidadmás de valor de capital. Lo prime-ro supone dificultades respecto ala definición de la unidad física decapital, lo que en mi opinión esinsoluble y, además, innecesario”(Keynes 2005: 137 y ss.). 13

Pero la crítica de Keynes al mer-cado de capital no se detieneaquí. Así como cuestiona la curvade demanda de capital clásica(inversión), objeta también laconstrucción de la curva de ofertade capital que relaciona positiva-mente el monto del ahorro con latasa de interés:

Para la teoría clásica de la tasa deinterés, que se basó en la idea deque la tasa de interés era el factorque ponía en equilibrio la oferta y lademanda de ahorros, era conve-niente suponer que el gasto en con-sumo es, ceteris paribus, negativa-mente sensible a los cambios en latasa de interés de manera que cual-quier alza de la misma disminuiríaperceptiblemente el consumo. Se hareconocido desde hace mucho, noobstante que el efecto total de loscambios en la tasa de interés sobrela inclinación a gastar en consumopresente es compleja e incierta,dependiendo de tendencias en con-flicto ya que algunos de los motivossujetivos para ahorrar se satisfaráncon mayor facilidad si la tasa de inte-

aquella inversión aumente, en parte porque el rendimiento probable bajará segúnsuba la oferta de esa clase de capital, y en parte debido a que, por regla general, lapresión sobre las facilidades para producir ese tipo de capital hará que su precio deoferta sea mayor” (Keynes 2005: 123-124).

13 De esta forma, Keynes se adelanta en décadas a la llamada “controversia del capital”.Además del problema de la agregación del capital y de su presunta homogeneidad,presenta otras interesantes objeciones al concepto de productividad física.

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rés sube, en tanto que otros se debi-litarán (Keynes 2005: 92)

En síntesis, Hicks, al llamar “efi-ciencia marginal del capital” a lacurva de demanda de inversiónclásica y sostener que en conjun-to con la curva de ahorro determi-nan la tasa de interés, está prepa-rando el terreno para borrar la fun-damental diferencia que existeentre Keynes y los clásicos en loque respecta a la determinaciónde la inversión y de la tasa de inte-rés. Esta omisión se ve con clari-dad cuando más adelante recons-truye el “sistema de Keynes” utili-zando la función clásica de inver-sión, a la que ya había denomina-do eficiencia marginal del capital,utilizando el nombre, pero no losfundamentos conceptuales deKeynes.

Reflexiones finales acercadel “sistema clásico” deHicks

Con el pretexto de que Keyneshabría falseado el sistema clásico,ya sea porque lo desconocía o poruna tergiversación voluntaria ymalintencionada, Hicks ofrece enMr. Keynes y los clásicos una ver-sión propia del sistema clásico,que queda conformado entoncespor tres ecuaciones: M = kI; Ix =C(i); Ix = S(i, I). Esta propuesta,sin embargo, como se dijo, contie-ne numerosas y cruciales impreci-siones y tergiversaciones.

En primer lugar, Hicks descartade facto el mercado de trabajo, locual es indudablemente un aporte

de Keynes y no es, en cambio, unrasgo perteneciente al pensa-miento clásico convencional. Ensegundo lugar, Hicks incluye lateoría cuantitativa clásica, pero lohace de una forma del todo des-naturalizada, porque pretendeconvertirla en una explicación delnivel de ocupación que estaría,por consiguiente, determinado porla cantidad de dinero. Se borra asíla idea, tan característica del sis-tema clásico, de la “neutralidaddel dinero”. Por lo contrario, eldinero sería absolutamente deter-minante en lo que respecta a laocupación si se tomara como váli-da la propuesta de Hicks. Estamaniobra tiene graves resultados,pues la ausencia de una teoría dela ocupación de este tipo (o decualquier otro) era precisamenteuna de las falencias más destaca-das del sistema clásico, ya quesuponía, tácitamente, que el siste-ma se hallaba siempre en plenoempleo o que, a lo sumo, seencontraba en tránsito hacia esaposición. Por último, Hicks incluyeal mercado de capital clásico peroreemplazando (y confundiendo) ala curva de productividad marginaldel capital por la curva de eficien-cia marginal del capital propuestapor Keynes.

En fin, la estrategia adoptada porHicks consiste en dos casos (laomisión de la oferta de trabajo y laaparición de una teoría de la ocu-pación) en atribuir a los clásicosalgunos de los logros de Keynes,para borrar así las huellas de lacrítica de Keynes a los clásicos y,a la vez, negarle su originalidad.

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En el caso del mercado clásico decapital, hace exactamente lo con-trario, ya que deja de lado las dife-rencias entre la función de de-manda de inversión clásica, basa-da sobre la productividad del capi-tal y la de Keynes que se apoyasobre la eficiencia marginal delcapital. Pero el resultado contribu-ye a la misma causa.

De este modo, la teoría clásicaes “enmendada” de hecho, aun-que sin reconocer sus errores.Porque cuando Hicks anula elmercado de trabajo y cuandoemplea la ecuación cuantitativapara determinar el ingreso -y nolos precios-, está eximiendo en lapráctica a los clásicos de dos desus principales fallas: su adhesiónincondicional a la ley de Say y a lateoría cuantitativa de los precios.Puede decirse que este es uno delos rasgos más extraordinarios dela construcción que ofrece Hicks,ya que según el sistema que lesatribuye a los clásicos, el “desem-pleo” (que es el aporte que másresalta Keynes y que incluso le danombre al libro, según se dice enel capítulo primero) es siempre unestado posible de la economía y,más aún, se transforma ahora enuna situación de equilibrio, puesen el sistema clásico de Hicks noexisten fuerzas que restauren elpleno empleo. Podría decirse, portanto, que si este hubiera sido elestado de la teoría económicaortodoxa en la década de 1930,

Keynes no hubiera tenido quetomarse el trabajo de escribir laTeoría general.

Hicks sostiene que su descrip-ción es adecuada, a diferencia dela Keynes.

Históricamente esta teoría provienede Ricardo, aunque hoy no searicardiana; es más o menos la teoríaque heredó Marshall. Pero conMarshall empezó ya a admitir cualifi-caciones significativas, y sus suce-sores las ampliaron. El Sr. Keynesha centrado su énfasis en esasmodificaciones, de forma que la teo-ría original casi desaparece (Hicks1985: 146).

Pero si esto fuera así, ¿cuálsería, según Hicks, la propiedaddistintiva del sistema clásico queacaba de construir? Dicho de otromodo, qué tarea le quedaría porrealizar a Keynes si los clásicosno hubieran incluido nunca el mer-cado de trabajo en su sistema, nohubieran creído en la ley de Say,y tampoco en la teoría cuantitati-va, como sugiere Hicks.

Sencillamente, para Hicks, loprincipal del sistema clásico esque los desplazamientos de lacurva de inversión son incapacesde afectar el nivel de produccióny, en cambio, producen exclusiva-mente cambios en la tasa de inte-rés, mientras que las variacionesde la cantidad de dinero afectandirecta y proporcionalmente elnivel empleo sin que cambie latasa de interés.14 En términos más

14 El ingreso viene dado por la primera ecuación, de forma tal que los desplazamientosde la curva de demanda de inversión repercuten exclusivamente sobre la tasa de inte-rés y no sobre el ingreso. Dicho de otra manera, un incremento de la inversión hace

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modernos, lo característico delsistema clásico es que la políticafiscal no es efectiva mientras lapolítica monetaria sí lo es. AsíHicks consigue su objetivo: degra-dar el aporte de Keynes. Porque,a las claras, se trata de un pobreresultado que no justificaría ningu-na revolución teórica.

Veamos ahora qué es lo quesegún Hicks realmente aportóKeynes, a partir de esta recons-trucción que ya asignó a sus opo-nentes, paradójicamente, muchosde sus logros.

El sistema de Keynes,según Hicks

En primer lugar, para reducir laimportancia de las innovacionesde Keynes, Hicks sostiene que, enbuena medida, son una ilusiónóptica provocada por su estiloexplosivo de escritura: “El lectorde la Teoría general del Sr.Keynes por más ccondescendien-te que sea reconocerá que buenaparte de su amenidad se debe alos tonos satíricos de la obra”

(Hicks 1937: 147). Pero además,Hicks intenta demostrar que lascríticas al sistema clásico eran yamoneda corriente, es decir, queKeynes no hizo más que repetir loque otros ya decían.

En primer lugar, según Hicks,numerosos autores habían cues-tionado ya la versión ingenua dela teoría cuantitativa al sostenerque k no era un parámetro ni tam-poco independiente de las restan-tes variables (en especial, de lapropia M).15 Por otra parte, sostie-ne que ya se había intentado aña-dir la tasa de interés como unparámetro de la función dedemanda de dinero, lo cual tam-bién es cierto. Lo que Hicks nodice es que ambas críticas, porcierto bastante difundidas, esta-ban dirigidas a la teoría cuantitati-va de los precios, y no a la teoríacuantitativa considerada, tal comopropone Hicks, como una teoríadel empleo.

Una vez dicho esto, sostiene quelos rasgos originales del sistemade Keynes son únicamente dos:en primer lugar, el reemplazo de

que se eleve la tasa de interés y que, consiguientemente, aumente el ahorro. Estoimplica una caída en la demanda de consumo. Así, cuando crece la inversión se redu-ce el consumo y viceversa, sin que el ingreso total sufra ningún cambio. En cuanto alempleo, los efectos netos dependerán de la elasticidad empleo en las industrias queproducen bienes de inversión y bienes de consumo (Hicks 1937: 149).

15 Hicks tiene mucha razón. Incluso el mismo Keynes muy tempranamente, en su Tracton Monetary Reform (1923), había cuestionado este aspecto de la teoría cuantitativa,aunque sin abandonarla como instrumento de análisis, movimiento que recién con-creta en su Treatise on Money (1930). Otro tanto puede decirse de la tradición inicia-da por Wicksell. Pero lo que Hicks nuevamente oculta es que la teoría cuantitativa erasiempre tomada como una teoría de los precios suponiendo que la producción y laocupación permanecían constantes en última instancia o, como diría Keynes, bajo elsupuesto del pleno empleo. Por eso, la teoría cuantitativa fue siempre parte de la teo-ría monetaria de los precios y no de una teoría de la ocupación como un todo.

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la teoría cuantitativa por una fun-ción de demanda de dinero quedepende de la tasa de interés,L(i), la “preferencia por la liqui-dez”. En segundo lugar, Keyneshabría sustituido la función deoferta de capital o de ahorro clási-ca, que dependía principalmentede la tasa de interés, por una fun-ción que depende exclusivamentedel nivel de ingreso, introduciendoasí el “multiplicador”. La segundamodificación de Keynes tendría,según Hicks, mucho menor impor-tancia (y tampoco sería original),ya que si el ingreso agregadodepende sólo de la cantidad dine-ro, el multiplicador se convierte enalgo completamente inocuo(Hicks 1937: 152n). De maneraque, en lo esencial, el aporte deKeynes, siempre según Hicks, sereduce a remplazar la ecuacióncuantitativa clásica por la prefe-rencia por la liquidez, que hacedepender la demanda de dineroúnicamente de la tasa de interés.El sistema que Hicks le atribuye aKeynes estaría conformado porlas siguientes tres ecuaciones:

M = L(i); Ix = C(i); Ix = S(I).

El sistema opera ahora, por asídecir, a la inversa que el clásico,porque la cantidad de dinero es laque fija la tasa de interés, mien-tras que, dada la tasa de interés,la segunda ecuación determina elvolumen de inversión y la terceraecuación, por último, establece elnivel de ingreso. Así entra en fun-ciones el multiplicador, porquecomo el ahorro tiene que ser por

fuerza igual a la inversión, cuandoésta última crece el ahorro tienetambién que elevarse a través delincremento de la producción, esdecir, de la elevación de lademanda de consumo. La grandiferencia entre ambos sistemases que, como se observa, “Estesistema de ecuaciones proporcio-na la sorprendente conclusión deque un incremento de incentivos ala inversión o de la propensión alconsumo no tiende a incrementarel tipo de interés, sino solamenteel nivel de empleo” (Hicks 1985:147).

Examinemos, en primer término,si estas ecuaciones reflejan ade-cuadamente las ideas de Keynes.En cuanto a la primera ecuación,basta revisar la Teoría generalpara descubrir que la preferenciapor la liquidez, según Keynes, sedescompone en dos “motivos” dis-tintos, representados por L1 y L2,a los que llama “motivo transac-ciones”, que refiere a la demandade efectivo para realizar comprasy ventas, y el “motivo especula-ción”, es decir, el atesoramientode dinero. Así, la preferencia porla liquidez se expresa como M =M1 + M2 = L1(Y ) + L2( r )(Keynes 1936: 200). Como seobserva, la preferencia por la liqui-dez de Keynes (L1+L2) no depen-de solamente de la tasa de interésr sino también del ingreso Y (elpropio Hicks acepta esto, pero loconvierte, curiosamente, en unacrítica propia que dirige aKeynes).

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Pero esto no es todo: la curva depreferencia por la liquidez quepropone Keynes, y que dependenegativamente de la tasa de inte-rés, se apoya en la demanda dedinero por el “motivo especula-ción”. Keynes mismo se ocupa dedejar bien en claro que esto no eslo mismo que decir que estademanda depende del “costo deldinero”, queriendo decir con esoque la tasa de interés se determi-na en el mercado de crédito cuyodestino final es la producción(más adelante nos referiremos aesta “teoría de los fondos presta-bles”).

En la Teoría general se destinaun capítulo entero a demostrarque el motivo especulación parademandar dinero no está asocia-do con el estado del crédito ban-cario ni con la productividad delcapital, sino con la necesidad deatesorar dinero como “almacén deriqueza” originada en la incerti-dumbre acerca del valor futuro delas tasas de interés:

Sin embargo, volvamos ahora haciaatrás y veamos por qué existe lo quese llama preferencia por la liquidez.A este respecto convendrá usar lavieja distinción entre el uso del dine-ro para las operaciones de negocioscorrientes y el que tiene como reser-va de valor. […] Dado que la tasa deinterés nunca es negativa, ¿por quépreferiría alguien guardar su riquezaen una forma que rinde poco o nin-gún interés que conservarla en otraque sí lo da? […] Hay, sin embargo,una condición necesaria sin la cualno podría haber preferencia de liqui-dez por el dinero como medio paraconservar riqueza. Esta condición

necesaria es la existencia de incerti-dumbre respecto al futuro de la tasade interés, es decir, respecto al com-plejo de tasas para plazos variablesque regirá en fechas futuras (Keynes2005: 147).

Tanto le preocupaba a Keynesque su teoría del interés en dondelo que pesaba era la cantidad deefectivo y la preferencia especula-tiva por la liquidez fuera confundi-da con la tradicional teoría de latasa de interés en su versión delmercado de crédito que dedicó unartículo especial, al que tituló“Alternative Theories of the Rateof Interest”(1937), que fue publi-cado casi inmediatamente des-pués de la Teoría general paraaclarar el asunto. Sostiene en esetrabajo que en algunos intérpretesde su libro, entre ellos Hicks (men-ciona además a Ohlin yRobertson), se confunden ambasteorías. En palabras de Keynes:

Según la teoría de la tasa de interésde la preferencia por la liquidez quehe expuesto en mi Teoría general dela ocupación, el interés y el dinero, latasa de interés depende de la ofertaactual de dinero y de la curva dedemanda de dinero presente en tér-minos de la demanda diferida dedinero. Esto puede expresarse bre-vemente diciendo que la tasa deinterés depende de la oferta ydemanda de dinero; pero esta formade expresión puede ser confusa yaque oscurece la respuesta a lasiguiente pregunta: ¿demanda dedinero en términos de qué? La teoríaalternativa sostenida, según creo,por el Profesor Ohlin y su grupo deeconomistas suecos, por el Sr.Robertson y el Sr. Hicks, y probable-mente por muchos otros, hace

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depender a la tasa de interés, paradecirlo brevemente, de la demanday oferta de crédito o, alternativamen-te (pero con el mismo significado),de préstamos, a diferentes tasas deinterés. Algunos de estos escritores[…] creen que mi teoría es en todo lamisma que la suya, aunque formula-da de un modo ligeramente distinto.No obstante, las teorías son, segúncreo, radicalmente opuestas una a laotra. (Keynes 1937: 241; trad. AK).

Hicks considera, como lo haráluego la mayor parte de la corrien-te keynesiana posterior, que lacausa por la cual la demanda dedinero depende negativamente dela tasa de interés es que la tasade interés es el “costo” del dinerocuando se pide prestado. Parapeor, no es difícil probar, como lohace elegante e incisivamenteKeynes, que la supuesta teoríanovedosa según la cual la tasa deinterés queda fijada no por el aho-rro y la inversión sino por la ofertay la demanda de crédito es, enrealidad, una forma de referirsecon un rodeo a la misma teoría, esdecir, a la vieja teoría clásica de latasa de interés:

La oferta neta de crédito, así defini-da, es exactamente la misma cosaque la cantidad de ahorro; y la con-clusión es exactamente la mismaque la de la doctrina clásica, nueva-mente, es decir, que la cantidad deahorro depende de la tasa de inte-rés. […] ¿Qué pasa con la demandade crédito? […] La demanda neta decrédito a diferentes tasas de interés

es exactamente la misma cosa quela cantidad de inversión neta a dife-rentes tasas de interés. […] Portanto, hemos regresado por comple-to a la doctrina clásica que el profe-sor Ohlin acaba de repudiar, esdecir, que la tasa de interés se fijaen el nivel en que la oferta de crédi-to, bajo la forma de ahorro, se igua-la a la demanda de crédito, bajo laforma de inversión (Keynes 1937:244-245; trad. AK).

De este modo, puede decirseque la primera ecuación del siste-ma de Keynes propuesto porHicks [M=L(i)] falsea a Keynes endos aspectos. El primero, mássuperficial, consiste en quitar(cuando Keynes no lo hizo) alingreso de la función de preferen-cia por la liquidez. El segundo,más profundo, consiste en tomarel aporte de Keynes como un sim-ple cambio de variables dentro defunciones que en esencia sonsimilares, cuando entrañan, enrealidad, verdaderas y profundasdiferencias teóricas. Al hacerlo,Hicks abrió el camino a quienes -como queda probado en la mayo-ría de los libros de texto desupuesta inspiración keynesiana-,pasando por alto las advertenciasdel autor de la Teoría general,confunden la preferencia por laliquidez con una representacióndel mercado de crédito bancario,regresando así rápidamente a lasideas clásicas sobre la tasa deinterés que Keynes había recha-zado de plano.16

16 En el extremo, autores como Leijonhufvud han enfatizado la identidad entre el aportede Keynes y la teoría de la tasa de interés natural y la del crédito de Wicksell(Leijonhufvud 1981). No obstante, también en la Teoría general se rechaza esa inter-

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Al no aclarar las importantescuestiones conceptuales que seencuentran por detrás de la prefe-rencia por la liquidez Hicks pasapor alto los aportes de Keynes -instalando así un procedimientoque luego adopta la macroecono-mía keynesiana- y lo convierte aKeynes implícitamente en un clá-sico. Lo mismo ocurre, como seanalizó anteriormente, cuandoHicks llama preferencia por laliquidez a la función de demandade capital clásica que estaba enrealidad basada sobre la producti-vidad marginal decreciente delcapital. Como la segunda ecua-ción que propone para la determi-nación de la inversión [Ix = C(i)] esidéntica en ambos sistemas,Hicks logra nuevamente omitir lascríticas de Keynes a los clásicos.

Por último, Hicks también saltalas importantes diferencias que enel terreno conceptual separan alsignificado del ahorro para los clá-sicos y para Keynes, convirtiendoa una honda discusión teórica enuna insignificante discusión acer-ca de las variables que intervie-

nen como parámetro en la funciónahorro. Según Hicks, para los clá-sicos la función de ahorro serepresenta como S(I,i) mientaspara Keynes la forma adecuadaes S(I). ¿Pero se trata sólo deponer y sacar a la tasa de interésde los argumentos de la función?

Para Keynes el problema funda-mental de la noción clásica deahorro se encuentra en que tendí-an (y aún tienden) a concebir a laeconomía real como si fuera iguala una economía de trueque. Portanto, el acto de ahorrar tienerepercusiones en el mercado decapital y, en consecuencia, de-sencadena necesariamente unacto de inversión de magnitudequivalente: “Ciertamente, elhombre de tipo medio -banquero,funcionario público o político- edu-cado en la teoría tradicional, ytambién el economista, han man-tenido la idea de que siempre queun individuo ejecuta un acto deahorro ha hecho algo que automá-ticamente rebaja la tasa de inte-rés; que tal cosa estimula automá-ticamente la producción de capi-

pretación: “En mi Treatise on Money definí lo que sería una tasa única de interés, ala que llamé tasa natural de interés -es decir, aquella que, en la terminología de miTreatise, mantenía la igualdad entre la tasa de ahorro (como allí se definía) y la deinversión-. Yo creía que este era un desarrollo y aclaración de la «tasa natural de inte-rés» de Wicksell, que, según él, era la que conservaría la estabilidad de cierto nivelde precios, no muy bien definido. […] Ahora ya no opino que el concepto de una tasa«natural» de interés, que antes me pareció una idea de las más prometedoras, encie-rre una aportación de mucha utilidad o importancia para nuestro análisis. Es simple-mente la tasa que mantendrá el statu quo; y, en general, no tenemos interés predo-minante en el statu quo como tal” (Keynes 2005: 205-206). Pero esta confusión noes rara porque, como vimos, la idea de los fondos prestables es absolutamente com-patible con la teoría de la productividad del capital y la desutilidad de la espera, esdecir, con el mercado clásico de capital. El problema es que no contiene ni un átomode las ideas de Keynes.

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tal, y que la baja en la tasa de inte-rés es precisamente la que senecesita para alentar la produc-ción de capital en una extensiónigual al aumento de los ahorros[…]” (Keynes 2005: 144-145).

Para Keynes, por lo contrario, elahorro queda determinado por lapropensión marginal a consumir yno depende en modo alguno, demanera directa, de la tasa de inte-rés: el ahorro, de hecho, no esmás que simple residuo. Las deci-siones de consumir y las decisio-nes de invertir determinan conjun-tamente los ingresos. Suponiendoque las decisiones de invertir sehagan efectivas, una de dos, orestringen el consumo o amplíanel ingreso. De este modo, ningúnacto de inversión puede evitar queel residuo o margen, al que llama-mos ahorro, deje de aumentar enuna cantidad equivalente (Key-nes 2005: 69). Esta diferenciaentraña también una disputa acer-ca de cuestiones tan difícilescomo la dilucidación de la natura-leza del capital y del dinero (trata-das por Keynes en los capítulos16 y 17, unánimente relegados).Todo esto no existe o no tieneimportancia en la reconstrucciónde Hicks.

Sintéticamente, desde el puntode vista de Hicks, lo único real-mente novedoso de Keynes estáen un modesto aporte que consis-te en construir un sistema en elcual la cantidad de dinero no influ-ye directamente sobre el empleo(un rasgo, por otra parte, neta-

mente clásico) sino sobre la tasade interés y, luego, en establecerun vínculo directo entre los cam-bios en la inversión y el nivel deocupación. Todo esto se encuen-tra apoyado en una inverosímilreconstrucción de la teoría clási-ca, en la cual se extrañan los ver-daderos y conocidos rasgos dis-tintivos del pensamiento clásico:el mercado de trabajo, la teoríacuantitativa de los precios y la ten-dencia inquebrantable hacia elpleno empleo (ley de Say). Peroesta conclusión está también apo-yada además en una reconstruc-ción tan empobrecedora comofalsa de la teoría de Keynes en laque se utilizan “etiquetas” keyne-sianos como la preferencia por laliquidez y la eficiencia marginaldel capital, pero al costo de vaciara estos conceptos de todo su con-tenido teórico distintivo. Extraordi-nariamente, Hicks logra convertira los clásicos en (levemente) key-nesianos y a Keynes en un clási-co. Esta operación se consumapor completo, finalmente, cuandoHicks propone su propio sistemaal que considera “más general”que los otros dos. A ese sistemael mundo lo conocerá como“modelo ISLM”.

El alumbramiento del modelo ISLM

Cabe reiterar que Hicks no atri-buye lo que luego será ISLM ni alos clásicos ni a Keynes, sino quelo presenta como una pequeñamodificación, del todo razonable,

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que es recomendable agregar yque él mismo agrega al sistemade Keynes. El cambio que propo-ne es, en apariencia, una peque-ña enmienda a la función de pre-ferencia por la liquidez y consisteen reconocer que además dedepender de la tasa de interés, lademanda de dinero, tal como pro-pusieron Pigou o Lavington yhasta reconoció el propio Keynes[“ni para él ni para ellos puede serésta la única variable a ser consi-derada” (Hicks 1937: 152; trad.AK)], está condicionada por elnivel de ingreso. Así, el nuevo sis-tema de tres ecuaciones se con-vierte en

M = L(I,i); Ix = C(i); Ix = S(I).

Con esta simple adición de unavariable en la demanda de dinero,nace ISLM, que, según Hicks, esla verdadera teoría general, de laque el sistema de Keynes esexclusivamente un caso especialya que en él sólo la tasa de interésera capaz de influir sobre lademanda de dinero. Como, pre-suntamente, la dependencia de lademanda de dinero del nivel deingreso era un rasgo clásico y node Keynes (señalamos más arribaque esta no era realmente suposición), Hicks da por terminadala disputa acerca de la originali-dad de Keynes: “con esta revisión,las ideas del Sr. Keynes vuelven agrandes pasos hacia la ortodoxiamarshalliana, de forma que suteoría resulta difícil de diferenciarde las teorías marshallianas revi-sadas y cualificadas, teorías que

ya hemos visto que no son nue-vas” (Hicks 1985: 147). Así desimple: lo que aportó Keynes novale casi nada y lo que vale no loaportó Keynes.

Pero, ¿por qué sería ésta unateoría general? Para Hicks, lo par-ticular de Keynes es que los cam-bios en la inversión afectan exclu-sivamente al ingreso mientraspara los clásicos sólo influyensobre la tasa de interés. Con esta“síntesis” Hicks se arroga el méri-to de haber “englobado” (de ahí supretensión de generalidad) ambasposiciones en un solo modelo, yaque con las curvas IS y LM la tasade interés y el nivel de ingreso sedeterminan de manera conjunta,lo que a Hicks le inspira interesan-tes analogías:

Ambas variables quedan determina-das al mismo tiempo, lo mismo queocurre con el precio y la cantidadproducida en la moderna teoría de laoferta y demanda. La innovación delSr. Keynes es paralela a la innova-ción de los marginalistas. La teoríacuantitativa intenta determinar larenta sin el tipo de interés, de lamisma forma que la teoría del valortrabajo intentaba determinar el pre-cio sin la cantidad producida. Ambasteorías han tenido que ceder elpuesto a análisis que reconocen unmayor grado de interdependencia.(Hicks 1985: 148)

Hicks se anota así una nuevavictoria, pues logró de esta mane-ra encapsular la presunta contri-bución dentro de un modelo deequilibrio general simultáneo endos mercados, al uso walrasianoy, además, es un logro que se

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encuentra en la misma línea delque el mismo Hicks realiza en lateoría microeconómica de los pre-cios al integrar la visión marsha-lliana dentro del marco walrasia-no.17

Nada ha quedado de la originali-dad de Keynes y nada de susresultados peculiares, de sus críti-cas y de sus incursiones teóricas.En manos de Hicks fue convertidoen un caso particular de una teo-ría más general, esencialmenteclásica.

En lo que respecta a la diferen-cia fundamental que preocupabaa Keynes, es decir, al efecto quetienen los cambios en la demandade inversión, con ISLM “un incre-mento en la curva de eficienciamarginal del capital debe incre-mentar la curva IS; y, por tanto,aunque crecerá el ingreso y elempleo, crecerá también la tasade interés” (loc. cit.). Es por eso

que Hicks se ve obligado a pre-guntarse si la conclusión deKeynes que él considera primor-dial pierde toda validez. Su res-puesta es sumamente ingeniosa yfamiliar para quien conozca lasdiscusiones asociadas con ISLM:si la curva LM tiene un tramo hori-zontal (ver gráfico Nº 1) paraniveles bajos de ingreso, en losque la tasa de interés no puede yacaer, se cumple el caso especialde Keynes sin necesidad de reti-rar al ingreso de la función dedemanda de dinero.

Como veremos, la evaluaciónfinal de Hicks resulta tremenda-mente desfavorable para Keynes,pues como se lo ha privado de lospuntos que él mismo considerabacomo fundamentales de su contri-bución, lo único que le quedacomo logro es el hecho de haberdescubierto que existe un tramode la curva LM del modelo deHicks en el que los cambios en M

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17 Cfr. con la Parte I de Valor y capital publicado sólo dos años después (1974).

Gráfico Nº 1. “Trampa de liquidez”

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no influyen sobre la ocupaciónmientras que los cambios en lainversión lo hacen con plena efec-tividad: “Esto nos lleva a lo quedesde muchos puntos de vista eslo más importante del libro del Sr.Keynes. […] Si IS está situada a laderecha podemos incrementar elnivel de empleo aumentando lacantidad de dinero; pero si IS per-manece a la izquierda, entoncesno es posible, los medios moneta-rios no pueden forzar ya más a labaja del tipo de interés. La TeoríaGeneral es el análisis económicode la depresión” (Hicks 1985:148-149-150). Esta particularsituación de la economía, aparen-temente descubierta por Keynes,pasó al debate con el nombre de“trampa de liquidez”.

A esta altura, está de más decirque el propio Keynes, cuando enla Teoría general consideró estaposibilidad, aunque en otro con-texto y con otro marco teórico, ladescartó rápidamente y, en parti-cular, afirmó explícitamente queésta no fue la causa de la depre-sión ni representó un problemaque impidió remediarla.

Hay la posibilidad, por las razonesexaminadas antes, de que, tan pron-to como la tasa de interés ha bajadoa cierto nivel, la preferencia por laliquidez pueda volverse virtualmenteabsoluta en el sentido de que casitodos prefieran efectivo a conservaruna deuda que da una tasa de inte-rés tan baja. En este caso la autori-dad monetaria habría perdido el con-trol efectivo sobre la tasa de interés,pero aunque este caso extremopueda llegar a tener importancia

práctica en el futuro, aun no conoz-co ningún ejemplo de él. […] Másaún, si tal situación se presentara,querría decir que la autoridad públi-ca misma podría obtener préstamosen escala ilimitada del sistema ban-cario a una tasa de interés nominal(Keynes 2005: 178).

ISLM y la restauración clásica

Hicks dice: “Hemos inventado unpequeño aparato que nos permitaaclarar la relación existente entreel Sr. Keynes y los «Clásicos»”(Hicks 1985: 150). Más arriba seha evaluado en detalle la falta defidelidad y las desviaciones queaquejan al “pequeño artefacto” deHicks. Es por eso que una consi-deración general sobre su intento-fuera de reconocer la admirablehabilidad e ingenio que despliega-debería ser netamente negativadesde el punto de vista teórico.Sin embargo, con todo, puededecirse que con Mr. Keynes y losclásicos el autor de la Teoríageneral se anotó algunos impor-tantes triunfos sobre sus adversa-rios que, si bien son en su conjun-to parciales, no dejan de repre-sentar un pequeño avance conrespecto a la teoría convencionalque tan acertadamente había des-cripto y con tanto empeño critica-do.

En efecto, el “pequeño aparato”inventado por Hicks no adhiere ala teoría cuantitativa como expli-cación de los cambios en los pre-cios, lo que hasta aquel momento

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había sido la posición hegemóni-ca pues se respaldaba en la reco-nocida autoridad de economistascomo Ricardo, J. S. Mill, Marshall,Walras, etc. El modelo ISLM deHicks no incluye tampoco a lacurva de oferta de trabajo y, portanto, ni el salario ni el empleo sefijan a través del mercado de tra-bajo. Tampoco, y por lo mismo,proporciona mecanismos queempujen siempre al sistema haciael pleno empleo, es decir, seabandona el apoyo a la ley deSay. Estos resultados, extraña-mente, no son atribuidos porHicks a la contribución de Keynessino al saber convencional queestaba reflejado adecuadamentela teoría clásica. Por otra parte,Hicks le atribuye a Keynes algu-nas opiniones y teorías que noson suyas. Pero, de un modo uotro, toma por válidas no sus críti-cas sino los resultados de esascríticas y, hábilmente, lo hacesobre la base del modelo ISLM,que no consigue reflejar las princi-pales ideas de Keynes sino quelas confunde y mixtifica. Así decontradictorio es el artículo quepone en movimiento el llamadoconsenso keynesiano.

Pero, por lo mismo, tampocopuede resultar extraño que la for-mación de la llamada síntesisneoclásica no se haya detenidoen el artículo de Hicks ya que allí

se concedían, tácitamente, dema-siados puntos a Keynes. Modi-gliani, en un también célebre artí-culo, inicia una embestida todavíade mayor envergadura pues, par-tiendo de ISLM de Hicks, reintro-duce el mercado de trabajo y con-cluye que “Se considera usual-mente que uno de los más impor-tantes logros de la teoría keyne-siana es su capacidad de explicarla consistencia del equilibrio eco-nómico con la presencia dedesempleo involuntario. Sinembargo, no se ha reconocidosuficientemente que, exceptuandoel caso límite que se considerarámás adelante, este resultadoreposa enteramente en el supues-to de ‘salarios rígidos’ y no en lapreferencia por la liquidez keyne-siana” (Modigliani 1944: 65; trad.AK). De esta manera, con elregreso del mercado de trabajo,se pone en marcha una más com-pleta restauración de la teoría clá-sica que incluye cambios en lafunción consumo, en el efecto sal-dos reales y otros mecanismosque aseguran que el sistema tien-da siempre a la plena ocupación.En otras palabras, regresa la teo-ría clásica con todas sus fuerzas:si no existen rigideces en lasvariables nominales los econo-mistas deben confiar siempre enla vieja ley de Say y en la viejateoría cuantitativa del dinero.

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