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Carta del papa Año de la Misericordia Formación UNER Vivid en gracia de Dios La mayor virtud Con mirada eucarística «Una gran luz les brilló» Mt 4,16

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Carta del papaAño de la Misericordia

Formación UNERVivid en gracia de Dios

La mayor virtudCon mirada eucarística

«Una gran luzles brilló»

Mt 4,16

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Editorial: Tiempo para la verdad. Tiempo para el optimismo

Jubileo de la Misericordia

La Eucaristía en las enseñanzas del papa Francisco

Congreso Internacional Benedicto XVI y Teresa de Jesús

51º Congreso Eucarístico Internacional en Filipinas

La liturgia, encuentro con Cristo

Partícula para eucaristizarnos

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Inicio del curso FER en Venezuela

Peregrinación de la UNER de Sevilla a Fátima

Ecos de la Asamblea UNER en Argentina

Formación carismática

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

22Familia EucarísticaInicio del curso FER

en Venezuela34Valencia se prepara

para el Encuentro Europeo de Jóvenes

10 Congreso Benedicto XVI

y Teresa de JesúsRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: P. 7-1958

En portada: Luz que recibieron los miembros de la UNER de Sevilla que participaron en la peregrinación a Fátima. Luz que nace como Niño entre nosotros esta Navidad.

HacemosEl Granito de Arena

Dirección:Mónica Mª Yuan Cordiviola

Equipo de Redacción

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José Manuel Bacallado

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Sergio Pérez Baena

Manuel Ángel Puga

Mª del Carmen Ruiz Izquierdo

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Boletín de suscripción a «El Granito de Arena»Nombre y apellidos: _________________________________________________ DNI: _ _ _ _ _ _ _ _ - _Dirección: _____________________________________________________________________________Población: _____________________________________________________________ CP: _ _ _ _ _Provincia: ________________________________________________ Teléfono: _ _ _ _ _ _ _ _ _E-mail: _____________________________________________________ Móvil: _ _ _ _ _ _ _ _ _

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EDITORIAL

Tiempo para la verdad. Tiempo para el optimismo

E l pasado 28 de noviembre la Iglesia ha co-menzado un nuevo Año Litúrgico. Una vez más, las cuatro semanas de Adviento nos

invitan a la oración, a la reflexión, a serenar nuestros días apresurados para centrarnos en Aquel que es nuestra paz, el que viene a devol-ver la serenidad y la alegría a nuestros corazo-nes desgarrados y a vendar todas sus heridas (cf. Sal 147,3).

En esta ocasión, además, la Iglesia nos intro-duce, como madre que vela por sus hijos, en otro acontecimiento de especial relevancia: el Año de la Misericordia. Desde este 8 de diciem-bre hasta el 20 de noviembre de 2016 todos es-tamos invitados a tener una «genuina experien-cia de la misericordia de Dios» (papa Francisco, Carta con la que se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la Miseri-cordia), de ese Dios que es Padre y que olvida completamente el pecado cometido.

Es tan grande el amor de Dios que escapa a nuestros estrechos razonamientos humanos. Por más que queramos comprenderlos, sus de-signios son inabarcables, como tantas veces re-zan los Salmos. Sin embargo, su designio de amor no tiene como intención permanecer co-mo un oscuro y quizá incierto plan que logra-rá un final feliz gracias a su omnipotencia. Dios es el Dios de la luz, de la verdad y de la comu-nión. Dios desea darse y que lo contemplemos. Más aún, quiere estar tan dentro nuestro que se deja comer cada vez que lo recibimos en la Eucaristía.

Para adentrarnos en ese plan salvífico, el Ad-viento nos ofrece un camino iluminador y lle-no de esperanza. Un camino que nos hará avan-zar por la verdad más profunda de nosotros mismos. En la oración colecta del I domingo de

Adviento hemos rezado: «Dios Todopoderoso... aviva en tus fieles... el deseo de salir al encuen-tro de Cristo... acompañados por las buenas obras». Lo hemos escuchado en Misa, hemos asentido con nuestro «amén», lo hemos rezado en Laudes y Vísperas varias veces.

Estas cuatro semanas se nos ofrecen como un tiempo propicio para que descubramos que también en nuestro corazón, a veces encogido por el egoísmo queda sitio para el amor, para la entrega desinteresada, para la solidaridad. Dios sabe de nuestras pequeñeces. También co-noce nuestros esfuerzos y sacrificios. Y quiere que seamos conscientes del inmenso amor que mora en nuestro corazón, porque él mismo ha puesto esa semilla en nuestro interior. Jesús lo sabía, por eso no dudó en decir: «si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos» (Mt 7,11).

Adviento, hoy más que nunca en este Año de la Misericordia, quiere ser tiempo propicio para contemplar todo aquello bueno que hay en nuestro interior. Solo así podremos vivir en la verdad.

Adviento es una invitación a huir tanto de la alegría inconsciente de quien cierra los ojos pa-ra no ver lo malo que hay a su alrededor, como del pesimismo oscurantista que se vuelve cie-go ante tantas semillas de bondad, tantos mi-lagros cotidianos que ocurren a nuestro alrede-dor gracias a la acción cierta, operante y mise-ricordiosa del Padre.

Que la contemplación del Príncipe de la Paz, que pronto nacerá, nos dé la verdadera luz y sane nuestra mirada para vivir en la verdad, la de saber que el Amor de Dios no conoce lími-tes, la que reconoce en nuestro interior la ac-ción del Padre que nos permite ser buenos. «

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P ara prepararnos a vivir este go-zoso acontecimiento eclesial, nos entregó la Bula Misericordiae

Vultus, en la que nos recuerda: «Mi-sericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Mi-sericordia es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstan-

te el límite de nuestro pecado» (n. 2). El próximo 8 de diciembre, solemni-dad de la Inmaculada Concepción, el santo padre lo inaugurará con la aper-tura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. Este tiempo de gracia se extenderá hasta el 20 de noviem-bre de 2016, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Una vez más, somos invitados a detenernos para contemplar y expe-rimentar el misterio de la misericor-dia divina, que es fuente de la alegría, la serenidad y la paz que cada cora-zón anhela y todo el mundo necesi-ta. Para facilitar que el mayor núme-ro de personas, en todo tipo de si-tuaciones y circunstancias, pueda participar de este Jubileo de la Mi-sericordia, el papa Francisco dirigió a mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo pontificio para la pro-

Jubileo de la Misericordia (8/12/2015 - 20/11/2016)

Experiencia viva de la cercanía de Dios Padre

Desde las páginas de El Granito ya nos hemos hecho eco del anuncio y convocatoria oficial de un Jubileo extraordinario de la Misericordia por parte del papa Francisco.

Explicación del logo y el lemaEl logo y el lema ofrecen juntos una buena síntesis del Año jubilar. Con el lema: «Misericordio-sos como el Padre» (Lc 6,36), se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no con-denar, sino perdonar y amar sin medida (cf. Lc 6,37-38).

El logo –obra del padre jesuita Marko Ivan Rupnik– se presenta co-mo un pequeño compendio teoló-gico de la misericordia. Muestra al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención. El diseño se ha realizado de manera que destaque el Buen Pas-tor, que toca en profundidad la carne del hombre y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida.

Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor, con extrema mise-ricordia, carga sobre sí la humanidad, pero sus

ojos se confunden con los del hombre. Cris-to ve con el ojo de Adán y este lo hace

con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo Adán, la

propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su

mirada el amor del Padre.La escena está situada den-

tro la mandorla (almendra), que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval, evoca-dora de la copresencia de las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro

hacia el exterior, sugieren el movimiento de Cristo que saca

al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra

parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carác-

ter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona. 

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moción de la nueva evangelización, una carta con indicaciones al respec-to. A continuación publicamos el tex-to completo.

Tocar la ternura de DiosLa cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante inter-venir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico mo-mento de encuentro con la misericor-dia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se forta-lezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.

Mi pensamiento se dirige, en pri-mer lugar, a todos los fieles que en ca-da diócesis, o como peregrinos en Ro-ma, vivirán la gracia del Jubileo. De-seo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experien-cia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el ros-tro del Padre que acoge y perdona, ol-vidando completamente el pecado cometido.

Para vivir y obtener la indulgen-cia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puer-ta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas pa-pales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Miseri-cordia y en las iglesias que tradicio-nalmente se identifican como Jubila-res. Es importante que este momen-

to esté unido, ante todo, al sacramen-to de la Reconciliación y a la celebra-ción de la santa Eucaristía con una re-flexión sobre la misericordia. Será ne-cesario acompañar estas celebracio-nes con la profesión de fe y con la ora-ción por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.

Enfermos, ancianos y presosPienso, además, en quienes por diver-sos motivos se verán imposibilitados de llegar a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas an-cianas y solas, a menudo en condicio-nes de no poder salir de casa.

Para ellos será de gran ayuda vi-vir la enfermedad y el sufrimiento co-mo experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muer-te y resurrección indica la vía maes-tra para dar sentido al dolor y a la so-ledad. Vivir con fe y gozosa esperan-za este momento de prueba, recibien-do la Comunión o participando en la santa Misa y en la oración comu-nitaria, también a través de los diver-sos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la in-dulgencia jubilar.

Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la li-mitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso me-reciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia co-metida y desean sinceramente inte-grarse de nuevo en la sociedad dan-do su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la mise-ricordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su per-dón. En las capillas de las cárceles po-drán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la ora-ción al Padre, pueda este gesto ser pa-ra ellos el paso de la Puerta Santa, por-que la misericordia de Dios, capaz de

convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en expe-riencia de libertad.

Obras de misericordiaHe pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza con-tenida en las obras de misericordia

corporales y espirituales. La experien-cia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de sig-nos concretos como Jesús mismo nos enseñó.

Cada vez que un fiel viva perso-nalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia

jubilar. De aquí el compromiso a vi-vir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tan-to, una indulgencia jubilar plena, fru-to del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.

La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los di-funtos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los re-cordamos en la celebración eucarís-tica, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los san-tos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abra-zarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.

Acogida de la vidaUno de los graves problemas de nues-tro tiempo es, ciertamente, la modi-ficación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debi-da sensibilidad personal y social ha-cia la acogida de una nueva vida.

Algunos viven el drama del abor-to con una consciencia superficial, ca-si sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso vi-viendo ese momento como una de-rrota, consideran no tener otra sali-da. Pienso, de forma especial, en to-das las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicio-namientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existen-cial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profunda-mente injusto; sin embargo, solo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la espe-ranza. El perdón de Dios no se pue-de negar a todo el que se haya arre-

pentido, sobre todo cuando con co-razón sincero se acerca al sacramen-to de la Confesión para obtener la re-conciliación con el Padre.

También por este motivo he de-cidido conceder a todos los sacerdo-tes durante el Año jubilar, no obs-tante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden per-dón por ello. Los sacerdotes se de-ben preparar para esta gran tarea sa-biendo conjugar palabras de genui-na acogida con una reflexión que ayu-de a comprender el pecado cometi-do, e indicar un itinerario de conver-sión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.

Una última consideración se diri-ge a los fieles que por diversos moti-vos frecuentan las iglesias donde ce-lebran los sacerdotes de la Fraterni-dad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos her-manos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, uni-da, sin embargo, a la dificultad de vi-vir una condición pastoralmente di-fícil. Confío que en un futuro próxi-mo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, mo-vido por la exigencia de correspon-der al bien de estos fieles, por una dis-posición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericor-dia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la abso-lución de sus pecados.

Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomien-do a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.

Vaticano, 1 de septiembre de 2015Papa Francisco

Que este Año sea un auténtico momento

de encuentro con la misericordia de Dios

Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Foto: Vitold Muratov.

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E l tema elegido para el Congreso Eucarístico, «Alimentados por la Eucaristía para alimentar a los

demás», es ciertamente importante e inspirador. Mientras celebramos es-te gran evento, vienen a la mente las palabras del papa Pablo VI en su dis-curso a los miembros de las religio-nes no cristianas, el 3 de diciembre de 1964 en Bombay: «La Eucaristía es la conmemoración de Jesucristo y de su amor a Dios y a todos los hom-bres, un amor hasta la muerte. Este amor de Jesús no es una cuestión del pasado; está dirigido a permanecer presente y a vivir en cada corazón hu-mano. Cristo es querido también en este país (India), no solo por los que son cristianos, que son una minoría, sino también por millones de perso-nas que han aprendido a conocerlo y a amarlo como una inspiración de amor y de sacrificio de sí».

La Eucaristía, como pone de re-lieve el tema elegido, nos alimenta. Así lo subrayé en la homilía del Cor-pus Domini: «la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos pu-rifica y nos une en comunión admi-rable con Dios. Aprendemos así que la Eucaristía no es un premio para los buenos, sino que es la fuerza para los débiles, para los pecadores. Es el per-dón, es el viático que nos ayuda a dar pasos, a caminar» (4/6/2015).

En todo el mundo, las personas necesitan hoy alimento. Y ese alimen-to no es necesario solo para satisfacer el hambre física. Existen otros tipos de hambre: de amor, de inmortali-dad, de vida, de afecto, de atención, de perdón, de misericordia. Esta ham-bre puede saciarse solo con el pan que viene de lo alto. Jesús mismo es el Pan vivo que da vida al mundo (cf. Jn 6,51). Su cuerpo ofrecido por nosotros en la cruz, su sangre derramada para el perdón de los pecados de la humani-dad, se nos entrega en el Pan y en el Vino de la Eucaristía, transformados por la consagración.

Pero la Eucaristía no concluye con la participación en el Cuerpo y la San-gre del Señor. Nos conduce a la soli-daridad con los otros. La comunión con el Señor es necesariamente co-munión con nuestros hermanos y her-manas. Por eso, quien se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo no puede quedar indiferente cuando ve a sus hermanos que padecen necesi-dad y hambre. Quienes se alimentan de la Eucaristía están llamados a lle-

var la alegría del Evangelio a quienes no la han recibido. Fortalecidos por el Pan vivo, estamos llamados a llevar esperanza a cuantos viven en las ti-nieblas y en la desesperación. «Y en la Eucaristía el Señor nos hace reco-rrer su camino, el del servicio, el de compartir, el del don; y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si se comparte, se convierte en riqueza, porque el poder de Dios, que es el del amor, desciende sobre nuestra pobre-za para transformarla» (30/5/2013).

Videomensaje con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional

de la India (12-15/11/2015)

O s animo a hacer de la Eucaris-tía el corazón de vuestra misión evangelizadora, de modo que

cada célula parroquial sea una comu-nidad eucarística en la que partir el pan equivale a reconocer la presencia real de Jesucristo en medio de nosotros.

Aquí encontraréis siempre la fuer-za para proponer la belleza de la fe, porque en la Eucaristía experimenta-mos el amor que no conoce límites, y mostramos el signo concreto de que la Iglesia es «la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Evangelii gaudium, 47). Es-te es el testimonio: la Iglesia es la ca-

sa paterna. Hay lugar para todos, pa-ra todos. Jesús en el Evangelio dice: «Llamad a buenos y malos, a todos, sin diferencia».Discurso a los miembros de las Células

parroquiales de evangelización (5/9/2015)

U stedes se llaman y son Misio-neros Combonianos del Cora-zón de Jesús. Quisiera reflexio-

nar con ustedes sobre estas palabras que son su nombre y su identidad.

Misioneros. Son servidores y men-sajeros del Evangelio, especialmente para aquellos que no lo conocen o lo han olvidado. En el origen de su mi-sión hay un don: la iniciativa gratui-ta del amor de Dios que les ha dirigi-do una llamada: a estar con Él y a ir a predicar (cfr. Mc 3,14). En la base de todo está la relación personal con Cristo, enraizada en el Bautismo, y, para algunos, reforzada por la Orde-nación, de tal manera que podemos decir con el apóstol Pablo: “Ya no vi-vo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Este vivir con Cristo determi-na todo nuestro ser y obrar y se ali-menta sobre todo de la oración, del permanecer junto al Señor, en la ado-ración, en el coloquio corazón a co-razón con Él. (…)

En cuanto Combonianos del Co-razón de Jesús, ustedes contribuyen con alegría a la misión de la Iglesia, que encuentra un punto determinan-te en el amor misericordioso del Co-razón de Cristo para los hombres in-defensos.

En este Corazón está la fuente de la misericordia que salva y engendra esperanza. Por tanto, como consagra-dos a Dios para la misión, están lla-mados a imitar a Jesús misericordio-so y manso, para vivir su servicio con corazón humilde, encargándose de los más abandonados de nuestro tiem-po. No se cansen de pedir al Sagrado Corazón la mansedumbre que, como hija de la caridad, es paciente, todo lo excusa, todo lo espera, todo lo sopor-ta (cf. 1Cor 14, 4-7).

Es la mansedumbre de la mirada de Jesús cuando mira a Pedro en la noche del Jueves Santo (cf. Lc 22, 61), o cuando invita a Tomás, el incrédu-lo, a poner la mano junto al Corazón traspasado (cf. Jn 20, 27). Allí, de aquel Corazón, se aprende la mansedum-bre necesaria para afrontar la acción apostólica también en contextos di-fíciles u hostiles.

Aquel Corazón que tanto ha ama-do a los hombres les empuja a las pe-riferias de la sociedad para testimoniar la perseverancia del amor paciente y fiel. Que a partir de la contemplación del Corazón herido de Jesús pueda siempre renovarse en ustedes la pasión por los hombres de nuestro tiempo, que se expresa con amor gratuito en el compromiso de solidaridad, especial-mente hacia los más débiles y desaco-modados. Así podrán continuar pro-moviendo la justicia y la paz, el respe-to y la dignidad de toda persona.

Discurso a los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús

(1/10/2015)

en las enseñanzas del papa Francisco LA EUCARISTÍA

Ofrecemos a nuestros lectores algunos extractos de intervenciones del santo padre en los que se refirió a la Eucaristía y el Corazón de Jesús, temas centrales para la espiritualidad eucarístico reparadora.

Iglesia hoy

El amor manifestado en la Eucaristía no es una cuestión del pasado sino que permanece

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E l miércoles 28 se inauguró el Congreso con los saludos de bienvenida del rector de la Uni-

versidad Francisco de Vitoria, del pre-sidente de la Conferencia Episcopal Española, del Nuncio en España, del presidente de la Fundación Joseph Ratzinger–Benedicto XVI y del supe-rior provincial de la Orden de Car-melitas Descalzos en España.

Entre estos, cabe destacar las pa-labras del card. Ricardo Blázquez, quien destacó que somos deudores agradecidos de las personas que han enriquecido nuestra vida con su tes-timonio, señalando a Teresa de Jesús, mujer genial y excelente amiga para el camino, y a Joseph Ratzinger, de quien ha recibido mucho en sus en-cuentros como profesor de teología, como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y como Pas-tor de la Iglesia universal.

El P. Miguel Márquez, o.c.d., por su parte, evocó la catequesis de Be-

nedicto XVI sobre santa Teresa el 2 de febrero de 2011. En aquella oca-sión dijo: «Un tema importante pa-ra la santa es la centralidad de la hu-manidad de Cristo. Para Teresa, de hecho, la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con él por gracia, por amor y por imitación. De aquí la importan-cia que ella atribuye a la meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, pa-ra la vida de cada creyente y como co-razón de la liturgia.

En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos in-cansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir real-mente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, es-te deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día».

Escuchar el susurro de DiosEl discurso–marco estuvo a cargo de D. Carlos Osoro, arzobispo de Ma-drid, quien ofreció unas pinceladas en torno al tema del Congreso. Recordó

que «en la Iglesia todo, todo, se hace a base de oración». Se preguntó si he-mos perdido el arte de escuchar y su-brayó la necesidad de «escuchar el susurro de Dios, agua que empapa y fecunda». A continuación se conec-tó en directo con la Audiencia gene-ral que el papa Francisco estaba cele-brando en el Vaticano, quien se unió al evento con un breve saludo.

Siguieron las ponencias del P. Ga-bino Uribarri, s.j., de la Universidad Pontifica de Comillas y miembro de la Comisión Teológica Internacional, sobre «La oración de Jesús según Jo-seph Ratzinger, teólogo y papa»; y de D. Bernardo Estrada, de la Uni-versidad Pontifica de la Santa Cruz, sobre «El Padrenuestro, oración de los cristianos».

Oración: canal de VidaEl P. Uribarri desarrolló su reflexión señalando tres etapas en la vida de Ratzinger: como profesor, en la que destaca su libro Introducción al cristia-nismo; como prefecto, centrado en Mirar al Traspasado; y como papa, cuando nos ofrece la trilogía sobre Je-sús de Nazaret. Concluyó con las apor-taciones a la cristología desde la ora-ción de Jesús.

Para Ratzinger, el ser de Jesús se manifiesta con nitidez en su forma de orar: ora como un niño, ora como hi-jo. En consecuencia, su misión se cen-tra en revelar la paternidad de Dios; desea hacernos partícipes de su rela-ción filial.

También destaca que Jesús culmi-na su vida en la cruz orando. En la úl-tima Cena expresamente asume su muerte como un acto de amor, que

transforma la violencia y la injusticia desde la donación y la entrega gene-rosa. Además, al repartir el pan parti-do (su cuerpo) y dar de beber de la copa (su sangre), hace partícipes a los discípulos de todo el sentido de su muerte; transformó la muerte en una acción del amor, en una glorificación de Dios. Por eso, insiste Ratzinger: «La cristología es dada a luz en la ora-ción o en ninguna parte».

Ya siendo papa, Benedicto XVI, al iniciar un ciclo de catequesis sobre la oración, nos dice: «Quiero mirar a Jesús, a su oración, que atraviesa to-da su vida, como un canal secreto que riega la existencia, las relaciones, los gestos, y que lo guía, con progresiva firmeza, a la donación total de sí, se-gún el proyecto de amor de Dios Pa-dre. Jesús es el maestro también de nuestra oración, él es nuestro apoyo activo y fraterno al dirigirnos al Pa-dre. Contemplando la oración de Je-sús, debe brotar en nosotros una pre-gunta: ¿Cómo oro yo? ¿Cómo ora-mos nosotros? ¿Cuánto tiempo dedi-co a la relación con Dios?

Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración, porque nues-tro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino. En la amistad pro-funda con Jesús y viviendo en él y con él la relación filial con el Padre, pode-mos abrir ventanas hacia Dios. Es más, al recorrer el camino de la oración po-demos ayudar a otros a recorrer ese camino: también para la oración cris-tiana es verdad que, caminando, se abren caminos» (30/11/2011).

D. Bernardo Estrada, por su par-te, ofreció una minuciosa exégesis bí-blica del Padrenuestro.

En la tarde, la mesa redonda estu-vo dedicada a «La oración, fuerza que cambia… la persona, la familia y la universidad». Participaron por cada uno de los ámbitos respectivamente: D. Pablo Blanco, de la Universidad de Navarra; D. Ángel Barahona, de la Universidad Francisco de Vitoria; y Dª. Mª del Rosario Sáez, de la Uni-versidad Católica de Ávila.

Servir a la Iglesia orandoD. Pablo señaló al teólogo Ratzinger y papa Benedicto como «paradigma de teología arrodillada». Y recordó que en la inauguración de su ponti-ficado dijo: «Mi verdadero progra-ma de gobierno es no hacer mi vo-luntad, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la pa-labra y de la voluntad del Señor y de-jarme conducir por Él» (24/4/2005). Esto es vivir en oración. También mencionó el pasaje de Getsemaní,

modelo de oración para todo cristia-no, donde Jesús acepta la voluntad del Padre de modo incondicional con filial confianza.

Un gesto significativo del papa Be-nedicto fue su renuncia. Sin embar-go, no olvidemos que renunció a se-guir gobernando la Iglesia, pero no a lo que él consideraba algo prioritario: la oración. Estas fueron sus palabras: «En este momento de mi vida el Se-ñor me llama a “subir al monte”, a de-dicarme todavía más a la oración y a la meditación. Esto no significa aban-donar a la Iglesia, es más, si Dios me pide justamente esto es para que pue-da continuar sirviéndola con la mis-ma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora».

Dª. Mª del Rosario destacó del pa-pa Benedicto que introdujo más si-lencio orante en la adoración eucarís-tica de las Jornadas Mundiales de la Juventud y en la liturgia, y nos regalo

Congreso Internacional Benedicto XVI y Teresa de Jesús

La oración, fuerza que cambia el mundoLa Fundación Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, creada en 2010, cada año organiza un Congreso Internacional en un país diferente: 2011 en Polonia, 2012 en Brasil, 2013 en Italia, 2014 en Colombia y 2015 en España. El pasado 28 y 29 de octubre, la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid) acogió la quinta edición, que ha contado con la colaboración de la Fundación V Centenario de Santa Teresa de Jesús. El tema elegido, «La oración, fuerza que cambia el mundo», está íntimamente vinculado a la espiritualidad teresiana y muy presente en el magisterio de Ratzinger-Benedicto XVI.

No debemos olvidar nunca que en la Iglesia

todo se hace a base de oración

Mesa de apertura del Congreso.

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una auténtica escuela de oración en uno de los ciclos de sus catequesis.

Y D. Ángel, como padre de fami-lia, se centró en la importancia de la oración para saber escuchar en el ám-bito de la iglesia doméstica, así como para afrontar los conflictos familiares.

Siguió la Eucaristía, presidida por mons. Juan Antonio Martínez Cami-no, obispo auxiliar de Madrid. Y se cerró la jornada con la premier de la película Teresa.

Dejarse atraer por ÉlEn la mañana del jueves 29 tuvo es-pecial protagonismo Teresa de Jesús. De la mano de dos de sus hijos, escu-chamos las ponencias tituladas: «San-ta Teresa de Jesús: la oración, no pen-sar mucho sino amar mucho», a car-go del P. Agustí Borrell, o.c.d., vicario general de la Orden de Carmelitas Descalzos; y «La fascinación por Cris-to, fundamento de la evangelización en santa Teresa de Jesús y el magiste-rio de Benedicto XVI», a cargo del P. Emilio Martínez, o.c.d.

El P. Agustí puso de relieve que Teresa enseñó, sencillamente, lo que experimentó desde su «atención a lo interior», incluso en medio de un no-table ajetreo. Además, en una época

que fácilmente se caía en la sospecha, ella vive y enseña una oración centra-da en la relación interpersonal de amor con Cristo Señor a través de su sagra-da humanidad. Y como filtro de la au-téntica oración, ha de encender el amor y conducir a realizar la volun-tad de Dios. Así pues, la oración cam-bia el mundo a través de la transfor-mación del orante.

A continuación, el P. Emilio ofre-ció una amplia selección de los dos protagonistas: Teresa y Benedicto. Ambos evangelizan desde su fascina-ción e identificación con Cristo, por eso transmiten de un modo vivencial la honda alegría que de Él han recibi-do, y que nada ni nadie les puede arre-batar. Están cimentados en un «Dios personal que está presente, nos cui-da y nos responde».

La Iglesia crece por atracciónDel papa comenzó recordando sus palabras en Aparecida: «La Iglesia se siente discípula y misionera de este Amor: misionera solo en cuanto dis-cípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado asombro, por Dios que nos amó y nos ama prime-ro. La Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho más por "atracción": co-

mo Cristo "atrae a todos a sí" con la fuerza de su amor, que culminó en el sacrificio de la cruz, así  la Iglesia cum-ple su misión en la medida  en  que, asociada a Cristo, realiza  su obra con-formándose en espíritu y concreta-mente con la caridad de su Señor» (13/5/2007).

Luego rescató un hermoso texto enviado a la Urbaniana siendo ya pa-pa emérito: «Seremos anunciadores creíbles de Jesucristo cuando lo en-contremos realmente en lo profundo de nuestra existencia, cuando, a tra-vés del encuentro con Él, nos sea do-nada la gran experiencia de la verdad, del amor y de la alegría. (…) La ale-gría exige ser comunicada. El amor exige ser comunicado. La verdad exi-ge ser comunicada. Quien ha recibi-do una gran alegría, no puede guar-dársela solo para sí mismo, debe trans-mitirla» (21/10/2014).

Despertemos al AmorTeresa, a su vez, comentando el Can-tar de los Cantares, nos dice con lla-neza desarmante: «¡Oh cristianos e hijas mías! Despertemos ya, por amor del Señor… ¡Oh Jesús mío! ¡Quién pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los brazos de este Señor nuestro!».

Por otra parte, como lugar de la presencia eminente de Cristo, la Eu-caristía es para la Santa un espacio fundamental de encuentro con Él. Así nos dice: «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que co-mo sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pa-reciéndome no eran de desechar mis lágrimas». Y añade: «Un día, acaban-

do de comulgar, me pareció verdade-ramente que mi alma se hacía una co-sa con aquel cuerpo sacratísimo del Señor, cuya presencia se me represen-tó; y hízome una gran operación y aprovechamiento».

Imposible recoger todas las refe-rencias; concluimos a modo de resu-men con esta de Benedicto XVI: «Lo importante es que sigamos a Cristo con nuestra vida como tal. Toda nues-tra existencia debe estar orientada al encuentro con Jesucristo, al amor a Él; y en ella debe ocupar también un lugar central el amor al prójimo… Es-to solo es posible si el rostro auténti-co de Jesús se ha vuelto familiar para nosotros en la escucha de su Palabra, en el diálogo interior y en el misterio de la Eucaristía» (16/1/2013).

Para vivir en gratuidadSiguió la mesa redonda dedicada a «La oración, fuerza que cambia… la comunicación, el compromiso social y el compromiso con los cristianos perseguidos». Intervinieron por ca-da tema: D. Mariusz Kucinski, direc-tor del Centro de estudios Ratzinger de Polonia; Dª. Carmen de la Calle, directora de la cátedra de responsa-bilidad social de la Universidad Fran-cisco de Vitoria; y D. Javier Menén-dez, director de Ayuda a la Iglesia Ne-cesitada en España.

D. Mariusz destacó que cultivar el silencio orante nos permite conocer-nos mejor para comunicar mejor y hacer lo de siempre pero de forma di-ferente, dando lo mejor de uno mis-mo. Dª. Carmen subrayó que el espa-cio privilegiado para aprender a vivir en gratuidad es la oración eucarísti-ca, donde se experimenta el auténti-co amor gratuito. Y D. Javier recordó

que el apóstol san Juan fue capaz de acompañar a Jesús hasta la cruz por-que primero recostó la cabeza en su pecho durante la última Cena, e invi-tó a «hablar a Dios, que siempre es-cucha; y escuchar a Dios, que siem-pre habla».

Oración trinitariaEn la tarde tuvo lugar la última po-nencia, impartida por el arzobispo mons. Luis Francisco Ladaria, s.j., se-cretario de la Congregación para la Doctrina de la fe, quien trató el tema: «Oración cristiana y oración de las religiones», ofreciendo una reflexión sobre el documento magisterial Ora-tionis formas (15/10/1989), que si-gue siendo actual.

Al acercarse a este texto, hay que tener en cuenta que «la afirmación fundamental del documento es muy simple: la meditación cristiana no es un sumergirse en una atmósfera im-personal de lo divino, en un abismo sin rostro y sin forma. Es por su na-turaleza el encuentro de dos liberta-des: la libertad de Dios se encuentra con mi libertad, por él creada e inter-pelada. La estructura de la oración y de la fe cristiana es profundamente personalista: mi Yo se encuentra con el Yo de Dios».

Así pues, la oración cristiana se funda en la revelación de Dios; la cer-canía de Dios al hombre es previa, nuestra oración siempre es respues-ta. Para alcanzar este encuentro, el Pa-dre nos ha enviado a su Hijo, que nos enseña a dirigirnos a Él filialmente en el Espíritu.

Un riesgo siempre presente a lo largo de la historia ha sido reducir la oración cristiana a una experiencia psicológica que busca la serenidad in-terior, mezclando corrientes espiri-tuales de las diversas religiones. Por ello, este documento clarifica la iden-tidad de la oración cristiana, que es siempre trinitaria y está mediada por la encarnación del Hijo de Dios. Al respecto, cita a santa Teresa, que en

sus tiempos debió rechazar la tenta-ción de ciertos métodos que invita-ban a prescindir de la humanidad de Cristo para mejor sumergirse en el abismo de la divinidad.

Por tanto, la meditación cristiana tiene su centro en Cristo y se funda en los evangelios, donde encontramos el rostro de la «Palabra», que no es otro más que Jesús de Nazaret. En Él Dios se ha hecho visible y lo han podido to-car las manos humanas (cf. 1 Jn 1,1).

Asimismo, mons. Ladaria afirmó: «Cristo, en la Eucaristía y los otros sacramentos, nos hace partícipes de su naturaleza divina sin destruir nues-tra naturaleza creada, de la cual él mis-mo participa. La verdadera oración cristiana se funda en la fe en la Trini-dad, en el Dios que es amor; esta es la definición más profunda del Dios cristiano; él mismo nos hace partíci-pes de su vida en cuanto en Cristo, por la acción del Espíritu, nos hace sus hijos de adopción».

Cristo caminoEn definitiva, muchos pueden ser los caminos de oración de cada fiel cris-tiano, y cada uno debe buscar el que más le conviene, «pero todos estos ca-minos personales confluyen, al final, en aquel camino al Padre que Jesucris-to ha proclamado que es él mismo».

Las Conclusiones del Congreso corrieron a cargo del mons. Giusep-pe A. Scotti, presidente de la Funda-ción Joseph Ratzinger–Benedicto XVI. Se clausuró este evento con las palabras de agradecimiento del rec-tor de la Universidad Francisco de Vi-toria, D. Daniel Sada Castaño, y con la celebración de la Eucaristía presi-dida por mons. Luis F. Ladaria.

Como despedida de estas líneas, se podría entretejer una entrañable conversación entre Teresa de Jesús y Benedicto XVI. «Nadie le tomó por amigo, que no se lo pagase» afirma ella, a lo que él responde: «Esta es la amistad que todos necesitamos».

Ana Mª Fernández Herrero, m.e.n.

Tanto Teresa como Benedicto evangelizan desde su fascinación e identificación con Cristo

La oración eucarística es espacio privilegiado

para aprender a vivir en gratuidadFotograma de Teresa.

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E n el Congreso Eucarístico In-ternacional que se celebrará en la ciudad de Cebú, los peregri-

nos provenientes de todo el mundo se reunirán con los fieles de Filipinas y en particular con los de esa ciudad, ofreciendo a toda la humanidad un signo auténtico de fe y de caridad en la comunión.

El Congreso está al servicio de to-do el pueblo de Dios en su peregrina-ción por la historia. Es una celebra-ción extraordinaria donde la Iglesia universal tomará conciencia de que la Eucaristía es «fuente y culmen» de su vida y de su acción. La Eucaris-tía aparecerá claramente como la pre-sencia real y constantemente renova-da del Misterio pascual, acontecimien-to escatológico por excelencia de la vida y del culto de los cristianos.

El tema del 51º Congreso Euca-rístico de Cebú es: «Cristo en voso-tros, la esperanza de la gloria». To-mado de la Carta de San Pablo a los Colosenses (1,24-29), el tema está destinado a resaltar el vínculo entre la Eucaristía, la misión y la esperanza cristiana, tanto en el tiempo como en la eternidad. Hoy, como quizá nunca en la historia, se da una carencia de esperanza en el mundo. Por eso, la hu-manidad necesita escuchar el mensa-je de nuestra esperanza en Cristo Je-sús. La Iglesia proclama hoy este men-saje con renovado ardor, utilizando nuevos métodos y nuevas expresio-nes. Con el espíritu de la nueva evan-

gelización la Iglesia lleva a todos este mensaje de esperanza y, de modo es-pecial, a quienes «aun estando bau-tizados, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana»(Benedicto XVI, Homilía, 7/10/2012).

Para que todos tenga vidaEl 51º Congreso Eucarístico Interna-cional ofrece a los participantes la oportunidad de experimentar y com-prender la Eucaristía como un en-cuentro transformador con el Señor en su Palabra y en el sacrificio de su amor, para que todos puedan tener vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Significa la ocasión para redescubrir la fe como «fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social» (id.).

Este encuentro internacional pro-mete suscitar un valiente y decidido desarrollo de la misión cristiana en un mundo y una sociedad que se van haciendo cada vez más indiferentes y hostiles a la fe y a los valores evangé-licos. El encuentro con Cristo en la Eucaristía será fuente de esperanza para el mundo si, transformados por el poder del Espíritu Santo y a ima-gen de Aquél que encontramos, aco-gemos la misión de transformar el mundo llevando esperanza, perdón, curación y amor a cuantos lo necesi-tan; en definitiva, la plenitud de vida que nosotros mismos hemos recibi-do y experimentado.

El 51º Congreso Eucarístico In-ternacional deberá anunciar el miste-rio de Cristo, de modo espléndido y eficaz, teniendo en cuenta el lugar ocupado por la fe y por la Iglesia en la historia de Filipinas. La Iglesia en Filipinas tiene una vocación provi-dencial para la misión cristiana en Asia, una vocación constantemente subrayada por los romanos pontífi-ces. La presencia y la participación activa del laicado católico en varios sectores sociales, incluidas las reali-dades eclesiales y pastorales, ofrece un gran potencial capaz de influir en el panorama socio–político y econó-mico con el estilo evangélico de la le-vadura en la masa.

La pobreza y la falta de oportuni-dades de trabajo empujan a muchos filipinos a emigrar a otros países, en Asia o más lejanos, llevando con ellos su fe, que comparten mediante su ejemplo y sus valores de vida. La Igle-sia filipina, realizando ya las palabras del Apóstol «Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria», es un lugar de esperanza especialmente para los pue-blos de Asia, como afirmó pablo VI en la visita del año 1970 a Filipinas.

El Congreso de 1937En 1937, Manila acogió el 33º Con-greso Eucarístico Internacional, el pri-mero celebrado en Asia. Aquel Con-greso, de conmovedor éxito, fue se-guramente el acontecimiento religio-so internacional más importante or-ganizado en el país hasta esa fecha. El 51º Congreso que se celebrará en 2016 será igualmente importante. Forma parte de la novena de años que los cristianos de Filipinas están cele-brando como preparación al 500º ani-

versario de la llegada de la fe cristia-na al país.

En el año 1521, el rey y la reina de Cebú fueron bautizados por los misioneros españoles. Los nativos abrazaron la fe cristiana con notable facilidad y entusiasmo, gracias tam-bién a su profunda religiosidad na-tural. Aquella fe inicial se nutrió de los sacramentos, sobre todo de la san-ta misa, a pesar de que hasta el siglo XX se celebrara en una lengua in-comprensible para la mayoría de los bautizados.

El catolicismo en FilipinasLa conversión de esta tierra al cris-tianismo, realizada en brevísimo tiem-po, transformó las Filipinas en el país católico más grande de Asia, con un porcentaje del 80 % de bautizados. Los católicos filipinos, a lo largo de los siglos, han desarrollado un gran aprecio hacia la celebración eucarís-tica. La vida de la parroquia y sus ac-tividades, tanto de carácter espiritual como social, giran en torno a la cele-bración eucarística. Fiestas patrona-les de ciudades y pueblos (barangays) se celebran con gran número de Mi-sas, con banquetes abiertos a todos y grandes festejos. Bodas y funerales, con los respectivos aniversarios, se suelen celebrar con la santa Misa. Los momentos importantes de las fami-lias filipinas, como los de las diversas comunidades, no son completos si no están marcados por la celebración eucarística. También los grupos ca-tólicos suelen iniciar y concluir sus encuentros, ya sean de naturaleza so-cial o apostólica, con la Misa. La ce-lebración eucarística se ha converti-do quizá en la actividad religiosa más

presente en la sociedad filipina (cf. Landas ng Pagpapakabanal, n. 62; Ca-techism for Filipino Catholics, n. 1669).

La reforma litúrgica del Vaticano II ha hecho progresar el modo en que los filipinos celebran la Eucaris-tía. Los textos de la Misa han sido traducidos en casi todas las princi-pales lenguas locales del archipiéla-go. La participación de los fieles lai-cos ha mejorado notablemente, no solo en términos de participación activa, sino también en lo que se re-fiere a la asunción de los diversos mi-nisterios litúrgicos.

Luces y sombrasPero, honestamente, se ha de admitir que, además de los rayos de luz, sub-sisten también sombras. Hay todavía mucho que hacer, tanto para una co-rrecta comprensión de la Eucaristía por parte de los fieles, como para re-descubrir el fuerte sentido comuni-tario de cada celebración. Aunque la cosa más urgente a remediar es, qui-zá, la persistente dicotomía entre el culto y la vida.

La preparación de este Congreso se ve acompañada por una nota de

gozosa gratitud al Señor, unida a una entusiasta espera. Todo ello contri-buirá a dar un significado especial a la celebración eucarística del pueblo filipino, a la comunión con el Cuer-po y la Sangre del Señor para la vida del mundo y de la nación. El Congre-so será también una ocasión privile-giada para conducir a los fieles cató-licos a una renovada comprensión y celebración de la fe eucarística y de la vida que brota de ella.

Ahora que Asia se está convirtien-do en nuevo centro de la historia del mundo contemporáneo, el desarro-llo del 51º Congreso Eucarístico en su corazón geográfico es la ocasión para manifestar de modo luminoso la vocación especial de la Iglesia local en el continente como Iglesia de la caridad, de la comunión y de la mi-sión. Dado el contexto multi–dimen-sional en el que la Iglesia en Asia cum-ple su misión, el continente se ha con-vertido en campo fértil donde el mis-terio de la encarnación sigue realizán-dose a través de una auténtica incul-turación que lleva la fe cristiana a un verdadero diálogo con las diversas culturas, pueblos y religiones.

Un encuentro transformador con el Señor51º Congreso Eucarístico Internacional

El Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales ha elaborado una serie de reflexiones teológicas y pastorales en preparación para la edición 51ª que tendrá lugar en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero de 2016. Ofrecemos algunas de sus principales ideas.

Catedral del Santísimo Nombre de Jesús y San Vitales. Cebú (Filipinas). Foto: Joannerfabregas

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P ara comprender la importancia de este tema en la espiritualidad litúrgica del beato Manuel Gon-

zález debemos comenzar aclarando que el pensamiento manuelino en-tiende la Liturgia de las Horas desde una triple perspectiva: santificación del tiempo; celebración de la Palabra Divina; preparación/digestión de la Eucaristía.

La época del Movimiento Litúr-gico que le toca vivir a nuestro autor coincide con la difusión de misales y eucologios. La Palabra de Dios con-tenida en la Biblia y la riqueza de las oraciones de la Iglesia (eucología)

–pronunciadas en secreto– son aho-ra publicadas y puestas en las manos del pueblo santo. Muchos de esos mi-sales para los fieles contenían, tam-bién, el Oficio dominical de Víspe-ras: la santificación de la tarde. Esta hora lucernaria es la prolongación sa-cramental en el tiempo de la perfec-ta alabanza a Dios que se eleva en la Eucaristía. En aquel tiempo no se de-cía Oficio divino (Opus Dei) sino Bre-viarium, porque la Liturgia de las Ho-ras, con su desgranar de Salmos en el transcurso del día, se hacía de mane-ra abreviada. De esta celebración res-catamos una expresión riquísima del

fundador: Psallite sapienter («Salmo-diad con sabiduría»). Esta debería ser la máxima de oro en la Obra eu-carística del beato Manuel. El cuida-do del Oficio, la salmodia cantada, los salmos conocidos, la oración salmo-diante como expresión eucarística. Sapienter… ¿Sabemos de su impor-tancia en la espiritualidad cristiana?

Los monjes la han asegurado du-rante siglos pero, no en vano, es la ora-ción de la Iglesia. «Oración oficial» la llama el bienaventurado fundador. Es la misma oración de Cristo que alaba al Padre y suplica el Espíritu en favor nuestro. A ella, Cristo mismo nos asocia como Cuerpo suyo y, por ello, se convierte en oración eficaz de comunión con Él y con su Iglesia, que intercede por todo el mundo, que se ofrece por todos: preparando y con-tinuando la actio eucarística.

La cotidianidad del Oficio divino expresa perseverancia orante y adhe-sión incondicional al Señor ante «tan-ta deslealtad, frialdad, huida, ingrati-tud, insensibilidad, cobardía, en de-finitiva, el abandono de los amigos».

La importancia de este Psallite se encuentra en su obra Así ama Él, don-de enseña que «leyendo los Salmos podemos afirmar, sin miedo de du-da: Así canta Jesús, así siente, así ora, así habla a su Padre… ¡Cuántas veces nos presentan los evangelios a Jesús repitiendo Salmos o aludiendo a lo que en los Salmos estaba escrito de Él! Así debo yo cantar» (OO.CC. I, n. 305), añade D. Manuel insertán-dose en el surco de la más genuina tradición patrística.

Si nos preguntamos «¿Qué hace y qué dice el Señor?», la respuesta es obvia: «Buscar discípulos. Es Amor que busca fidelidad contemplativa». Como las Marías y los Discípulos que han encontrado en el Oficio la mejor parte para reparar el olvido diario con una oración diurnal y –ojalá– tam-bién nocturna. La UNER encontra-rá en las páginas del Diurnal –el libro de las Horas de la liturgia– la mane-ra de expresar el servicio a su Señor, de ungirle con el perfume de la ala-banza, de llorar con la súplica y de permanecer en pie con María, Virgen intrépida y fiel (cf. p. 222).

Desde hace siglos, en el Oficio Vespertino la Iglesia canta como res-puesta solemne a la Palabra procla-mada el Magníficat, que «no es sólo el himno más sonoro, excelso y agra-dable a Dios cantado por labios pu-ramente humanos, sino que es todo

un evangelio anticipado de Jesús» (OO.CC. II, n. 2431).

Cantar, salmodiar, entonar him-nos… Eso es parte de la alabanza (lau-datio) que la Iglesia con la intercesión (supplicatio) eleva al trono de Dios Trino. La música es parte de la litur-gia de la Iglesia. Ahora bien, si he de-nominado apuntes a estas reflexio-nes, a este epígrafe sobre la música debería llamarle: tocata y fuga o, sin más, notas. Será eso: un acento, una llamada de atención, una fuga sobre un tema de máxima actualidad y no menor importancia en la pastoral de Manuel González. Se ha escrito abun-dantemente sobre el tema, y con pro-fundidad, pero nuestro autor diría que se ha de cantar más y mejor. Por eso, reclama del presbítero que suscite más participación de los fieles en el canto litúrgico (cf. OO. CC. I, n. 63). Es ta-rea pendiente que en la Familia Eu-carística Reparadora no caiga en sa-co roto este reclamo del fundador.

Es claro que en nuestro autor ha tenido una influencia decisiva el ma-gisterio de Pío X: no cantar en Misa sino cantar la Misa. El concepto par-ticipación se confunde, tantas veces, con intervención. Esto ha desterrado el gregoriano, la polifonía o la audi-ción del órgano en nuestras celebra-ciones: algo que hubiera desconcer-tado al beato Manuel González.

Las notas de santidad, autentici-dad y belleza para definir la música li-túrgica siguen siendo de gran actua-lidad. No todo lo que se edita como música con mensaje o música religio-sa tiene cabida en la actio litúrgica. Aquí la música está al servicio del tex-

to (eucología) y cuando el texto sea de libre composición ha de ser siem-pre confesante de la fe y la música de-be ser única y propia para él.

El Año LitúrgicoEn el curso del tiempo, al que esta-mos sometidos, Cristo aparece como Cronocrator o el Amo del tiempo. «Su-yo es el tiempo, suya es la eternidad…» repetía D. Manuel presidiendo la san-ta Vigilia Pascual, la celebración de la Eucaristía más importante del año cristiano. Reflexionando sobre la teo-logía y la espiritualidad litúrgica ma-nuelina se nos presenta la ocasión de preguntarnos si vivimos a Cristo co-mo Cronocrator, Amo del tiempo, y si esa Vigilia es la expresión más su-blime de nuestras celebraciones. Po-demos revisar si nos hemos conver-tido en apóstoles de la Vigilia Pascual respetando su sentido: celebración nocturna, prolongada por contem-plativa, bíblica en su proclamación y sacramental en la celebración de sus misterios. Noche bautismal, noche nupcial, noche más clara que el día, noche esperada durante todo un año, noche en la que se derrama el Espíri-tu. El Santo Pneuma, don de la Pas-cua, se concreta en Pentecostés, co-mo nos recuerda el beato en su valio-sa obra Decenario al Espíritu Santo, una devoción henchida de espíritu li-túrgico, que, como compromiso de este Congreso, deberíamos recuperar y difundir con acento ecuménico.

Podríamos decir del tiempo que Dios nos ha concedido vivir que es «un camino para ir a Jesús». Un ca-mino, un itinerario para seguir sus

Continuamos ofreciendo en las páginas de El Granito la ponencia sobre la espiritualidad litúrgica del beato Manuel González. En esta ocasión, presentamos el cuarto y quinto punto, que llevan por título «El Oficio Divino o Liturgia de las Horas» y «El Año Litúrgico» respectivamente.

Apuntes sobre Espiritualidad litúrgicaen el beato Manuel González García (IV)

La liturgia, encuentro con Cristo

Desarrollo del temaSu espiritualidad litúrgica la intentaremos desarrollar –tras una introducción– en los siguientes puntos:Introducción

– A cincuenta años del Concilio Vaticano II (2015)– El Movimiento litúrgico en España

(Montserrat 1915)– Pléyade de santos

1. Espiritualidad litúrgica– Opus Trinitatis/liturgia terrena y liturgia celeste– Promoción de una educación litúrgica y fomento de

la vida espiritual– Actio liturgica

2. El misterio eucarístico (Calvario / Tabor)– Cristo como Kyrios –el Amo– y

Cordero–Hostia– La celebración y la concelebración– El culto a la Eucaristía

3. La sacramentalidad en la Iglesia– Participación activa en los sagrados misterios

4. El Oficio Divino o Liturgia de las Horas– Psallite sapienter– Música

5. El Año Litúrgico– El Cronocrator o el Amo del tiempo– El Corazón de Cristo: misericordia desgranada

6. El arte sagrado o Lex agendi– Gaudí, «amigo de la liturgia»– El arte-yedra– Polos celebrativos

7. Corolario– Las consecuencias: Lex vivendi o «apertura

de puertas»– Caminos por recorrer: La ekklesia y la Palabra– Per Matrem Inmaculatam in Ecclesia Catholica

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«El Maestro Jesús no enseñó nada que antes no hubiese practicado.

Antes de ser maestro de palabra, hay que serlo de ejemplos.Del Maestro por antonomasia ha dicho el Espíritu Santo:

comenzó a hacer y a enseñar» (Cartilla del catequista cabal, p. 54)

Partícula para Eucaristizarnos

P reguntarse por las virtudes que deben destacar en la persona del maestro, de forma que pueda ser lla-mado buen maestro, supone que antes se diga qué

significa serlo. La respuesta satisfactoria es la que se ba-sa en la experiencia común de todos los que han tenido un maestro que lo ha sido de verdad, que les ha marca-do de tal manera que pueden decir que es más que un profesor o guía.

Es quien ha llegado con sus actitudes y estilo de vi-da a mostrar el sentido último de nuestro vivir, de tal ma-nera que su paso por nuestra vida nos ha dilatado la exis-tencia, «porque enseñar es una huella en las vidas para siempre» (Anónimo).

El maestro une a la palabra el ejemplo, o sea, mani-fiesta con sus actitudes lo que cree dentro de sí. El discí-pulo es impulsado más fuertemente a realizar el bien por las acciones del maestro que por sus palabras, por muy elocuentes que sean, como dijo François de la Roche-foucauld, «debemos mantener cierta armonía entre nues-tras palabras y nuestros actos, nada es más contagioso que el ejemplo». Maestros que con su testimonio per-sonal de vida siembren inquietud, contagien vida y ayu-den a plantearse los interrogantes más profundos de la existencia.

Todo esto y más lo tenía el Maestro Jesús. Por eso hemos de volver a caer en la cuenta que debemos pre-sentar a Jesús como el gran maestro de vida que esta-mos necesitando todos: «Vosotros me llamáis maestro y señor, y hacéis bien, porque lo soy» (Jn 13,13). Jesús, además de enseñar con palabras, vivía lo que enseñaba, su gran sencillez se conjugaba con su gran sabiduría. La fuerza de su mensaje y el valor de su enseñanza no se quedan únicamente en que son para la vida eterna, si-no que son para la vida de cada día. «Se admiraban de

su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene au-toridad» (Mc 1,21-22).

Jesús cautivaba el corazón de todo aquel que se pres-taba a escucharle con atención. «Habían entendido que Jesús es un gran maestro de vida y un modelo de vida, y que no solo les enseñaba, sino que les invitaba a seguir-lo por este camino» (papa Francisco, Discurso, 7/6/2013).

El cristiano es discípulo de Jesús en la medida que imita a su Maestro, por eso el efecto de nuestra comuni-cación tiene que ser constructiva para los demás, de for-ma que no difundamos un mensaje vacío de sentido. Po-demos decir que el testimonio cristiano se basa, en gran parte, en la formación del discípulo de Jesús, en su ma-durez espiritual, en la lectura, meditación y el compar-tir la Palabra de Dios, y sobre todo dependerá de la au-téntica relación con Dios.

Pero la enseñanza de Jesús Maestro no es fría e in-sensible a las necesidades de los hombres, por eso re-quiere una disposición de amor verdadero a los demás donde la búsqueda de su bien marque la diferencia en-tre un cristianismo doctrinal y un cristianismo viven-cial. La imagen que los demás tengan de Jesús, será en cierta manera la imagen que, como discípulos, quera-mos transmitirles.

Cuando murió el beato Manuel González, pudo es-cribir el órgano oficial de la Adoración Nocturna Espa-ñola: «Hemos perdido al amigo entrañable a quien en-contrábamos siempre cuantas veces le hubimos de bus-car; al maestro que tantas veces nos guiara con su ejem-plo, consejos y enseñanzas, al hermano en nuestra ama-da Obra por la que tanto trabajara, para su engrandeci-miento y esplendor» ( J. Campos Giles, El Obispo del Sa-grario abandonado, 6ª ed., p. 280).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Diciembre 2015

huellas, para encontrarnos con Él, pa-ra configurarnos con Él. El curso del año es una posibilidad para el encuen-tro con el Amado. Es la experiencia continuada del Corazón de Cristo o, lo que es lo mismo, misericordia des-granada cada día, cada semana co-menzando por el domingo, cada tiem-po y cada ciclo litúrgico. Podríamos decir que anheló lo que el Concilio enseñaría:

«La Santa Madre Iglesia conside-ra deber suyo celebrar con un sagra-do recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llaman del Señor, conmemo-ra su resurrección, que una vez al año celebra, junto con su santa pasión, en la solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encar-nación y la Navidad hasta la Ascen-sión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Se-ñor. Conmemorando así los miste-rios de la redención, abre las rique-zas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen pre-sentes en todo tiempo para que pue-dan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cris-to, la santa Iglesia venera con amor

especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo... Además, la Iglesia introdu-jo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos que, llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios, y habien-do ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza de Dios en el cielo e interceden por nosotros» (SC 102-104).

Podríamos decir, repito, ahora en expresión de nuestro fundador, que el Año Litúrgico existe para estar «¡en busca del Escondido y Abandona-do!». Es tiempo donde –como tam-bién diría Lahiguera– «se aprende a callar y a amar». No en vano, antes de ser obispo de Huelva, el venerable fundador de las Oblatas de Cristo Sacerdote, peregrinaría a Palencia a postrarse en oración –verano de 1964– ante el sepulcro de su antecesor. Am-bos habrían de ser expertos en silen-cio, amor y sufrimiento.

La teología de don Manuel Gon-zález es la confesión de una obra sal-vífica divina: Dios quiere que el ser humano entre en su Misterio, en una alianza que la Biblia califica de nup-cial; con una finalidad: su diviniza-ción. La Iglesia responde a ese plan divino celebrando su memorial a tra-vés del año. Así, el tiempo cósmico se convierte en un topos, en un ámbito

de encuentro para la celebración (cf. J. Ratzinger, El espíritu de la Liturgia. Una introducción, Cristiandad, Ma-drid 2002, pp. 77-79).

La búsqueda del Escondido y del Abandonado tiene todo sentido des-de la reiterada convicción de que Cris-to, como Acontecimiento de gracia, se hace presente en el tiempo, en to-do tiempo, para que nosotros nos po-damos poner en contacto con Él y ser llenos de la gracia de la salvación (cf. SC 7; CEC 1104; 1084ss).

El Espíritu Santo es el que actúa en el tiempo para actualizar el único misterio de Cristo –que se celebra, no se repite–; son las celebraciones las que se repiten: en ellas tiene lugar la efusión del Espíritu. En ellas se vi-ve el Hodie.

Una vez más descubrimos, leyen-do al beato, que en íntima conexión con la celebración de los diversos tiempos litúrgicos (lex orandi) están las consecuencias que brotan (lex agendi): vigilancia, donación, alegría, conversión, penitencia, oración, etc.

Ahora bien, por su carácter sacra-mental, el tiempo es más una memo-ria que una imitatio, es más anámne-sis que mímesis. Consecuentemente, la espiritualidad del Año Litúrgico –como enseñaría Pío XII– se expre-sa como un proceso de transforma-ción progresiva en Cristo.

Manuel Glez. López-Corps, Pbro.

El coro y los guías para sordos durante el rezo de Laudes en el Congreso Eucarístico Internacional (Dublín, 2012).

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Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Hna. Mª Chiquinquirá, ¿Puedes com-partir con nosotros lo que ha signifi-cado para ti el gran esfuerzo de venir desde Venezuela para participar en el Congreso?Ante todo, lo resumiría con muy po-cas palabras: ardor en el corazón. La participación en este Congreso ha si-do gran motivación como Misionera Eucarística de Nazaret para profun-dizar en el carisma eucarístico repa-rador que Dios me ha regalado y me ha impulsado a enfrentarme conmi-

go misma para discernir cómo estoy viviendo de cara a Él dicho regalo.

¿Qué ha significado para ti este reen-cuentro con las fuentes del carisma? El redescubrir la vida del beato Ma-nuel González para mí ha sido increí-blemente enriquecedor. Una vida que no se cansa de repetirme «ahí está Je-sús, ¡ahí está! No lo abandones». Lle-gué desde Venezuela al Congreso con la esperanza por el suelo por la situa-ción de mi país, y este tiempo del Con-

greso ha sido un impulso de gracia en abundancia para mi vida interior. Fue-ron días de gozo en todos los aspec-tos, sobre todo en el encuentro fra-terno con mis hermanas de Congre-gación, especialmente con las mayo-res, viendo que la fidelidad a la pro-pia vocación en este carisma especí-fico es posible a pesar de las limita-ciones, y que la vida consagrada es hermosa cuando se entrega uno del todo con alegría.

¿Qué ecos resuenan aún en tu cora-zón? ¿Qué frutos te llevas de estos días?Durante el Congreso y después del mismo no ha dejado de resonar en mí con más intensidad la vida de don Manuel, sobre todo cómo fue vivien-do con fe, esperanza, caridad, sereni-dad y alegría todos los encuentros y desencuentros. Salí del Congreso muy esperanzada y con fuerte seguridad

de que «solo Dios basta», que po-niendo cada situación en sus manos con confianza Él dispondrá la mejor solución.

¿Cuál te parece que es el principal desafío que tiene la FER en estos momentos?Escucho la voz de Dios que me dice cada día «ánimo y adelante». Sé que teniéndole a Él todo lo demás viene por añadidura. Es indispensable apren-der a vivir encomendándonos a «san Ahora», como nos invitaba el beato Manuel. El desafío hoy es el de im-pulsar, en la UNER y en los distintos ambientes donde me muevo, el en-cuentro con la presencia real de Jesús en su Palabra y en la Eucaristía.

Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

«La Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro

corazón, nuestra existencia y nuestra relación con Él y con los hermanos, y nos

hace pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos» (papa

Francisco, Audiencia, 5/2/2014).Queridísimo D. Manuel: Continúan llegando

los ecos del I Congreso Internacional celebrado en Ávila. Sigues contagiando

esperanza y transmitiendo una fe viva y un amor apasionado a Jesús Eucaristía a todo el que se acerca a ti. Siempre nos produce

admiración ver cómo la Eucaristía nos configura con Cristo y va realizando la unidad entre nosotros. Los miembrosde la Familia Eucarística Reparadora, en la medida que vivimos nuestro ideal eucarístico reparador, nos sentimos uno, independientemente del lugar donde nos encontremos y de las circunstancias que nos rodeen. Somos uno, así lo constatamos una vez más en la entrevista que hemos hechoa nuestra hermana Mª Chiquinquirá, que vino desde Venezuela para compartircon la FER estos días de gracia.

Ecos del I Congreso Internacional Beato Manuel González (II)

Así lo expresaba el beato Manuel González«La Santa Misa es el acto central, la obra maestra, la clave del arco, el tronco vital de toda la liturgia, hasta el punto de que esta es siempre eucarística. La liturgia es en Cristo, por Cristo y con Cristo, la grande obrera de la predestinación de los elegidos, trabajando por conformarlos y unirlos a Él y hacerlos crecer en Él. Jesu-cristo, Camino, Verdad y Vida, es el arquitecto que, por los medios que la liturgia aplica, obtiene la realización de su oración sacerdotal: “que todos sean uno”. Es el gran sacerdocio de Cristo realizado y practicado mientras vivamos aquí abajo» (OO. CC. I. nn. 176-177).

Izquierda: Mª Chiquinquirá en un momento festivo antes de la adoración eucarística en la Catedral de Ávila. Derecha: Un momento significativo, la veneración de la reliquia del beato Manuel.

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E n primer lugar lo hemos reco-nocido en el Sagrario de la casa de las Misioneras Eucarística.

Tenerlo tan cerca durante los tres días ha sido una gran alegría, pues los lai-cos no lo tenemos en nuestros hoga-res de esta forma.

También pudimos comprobar su presencia en el Vía Crucis, viviendo la pasión y resurrección de Jesús. En cada estación contemplamos a Jesús Eucaristía, presencia real y misterio-sa de un Jesús que muere y resucita. Obviamente, comulgamos con su

Cuerpo en la Misa de la Capilla de las Apariciones, acompañando a la Vir-gen, viviendo la Misa en español con peregrinos de todos los rincones de España y la emocionante oración de nuestro grupo.

Presencia cercana y amigaNo menos impactante fue la Misa ce-lebrada en la Iglesia de la Santísima Trinidad, donde se nos hizo presen-te la universalidad de la Iglesia y el gran detalle que la Virgen tuvo con nuestro grupo, ya que se nos pidió

que proclamáramos la segunda lectu-ra. Nos llevamos con nosotros la ora-ción del Ángel: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido per-dón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu San-to, os adoro profundamente y os ofrez-co el preciosísimo Cuerpo, Sangre, al-ma y divinidad de Jesucristo, presen-te en todos los Sagrarios de la tierra,en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Cora-zón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».

Manuel y Antoñita(UNER Mairena del Alcor, Sevilla)

E l sábado 9 de noviembre las Ma-ría y Juanes de Maiquetía subie-ron a Carayaca con la misma

energía e ilusión con que les espera-ban allí los chicos de la preJER, las Marías y hermanas de esa comuni-dad, para tener todos juntos ese en-cuentro íntimo con Aquel que una vez nos cautivó a todos, con tanta fuer-za que ya no pudimos ser indiferen-tes a su mirada, a su Palabra, a su voz.

Con Él desde el inicioIniciamos con la Eucaristía del sába-do celebrada en Nazaret, a las 4.30 pm. Luego, cada quien se fue presentando a aquel que no conocían o simplemen-te, con una sonrisa de complacencia por el reencuentro, saludaba a aque-llos que por la distancia o circunstan-cias de la vida no había visto desde ha-ce algún tiempo. Pasado este momen-to, y después de algunas dinámicas y cantos organizados por los chicos de la preJER, la Hna. Mª Emilia explicó el lema y cartel para este nuevo curso.

Cenamos y pasamos a calentarnos a la vera de una fogata, donde se nos recordó la fuerza transformadora que tuvo el Espíritu Santo en Pentecos-tés, tanto así que los Apóstoles salie-ron con todas sus fuerzas a anunciar a todas las gentes, en sus mismas len-guas, las maravillas que habían vivi-do con su Maestro, moviendo a mu-chos a la conversión y a la fe. Con es-ta misma fuerza quisimos comenzar

la noche, por eso, haciendo eco de lo que tanto nos insiste el papa de po-nernos en salida y recordando al bea-to Manuel González cuando nos di-ce que debemos ir a Jesús para llenar-nos de Él, salir haciendo de Él y vol-ver a Él con todos aquellos que no le conocen, no le aman o le son indife-rentes, nos pusimos a los pies del ver-dadero Fuego, que transforma, aqui-lata, purifica… y pasamos una noche distinta, de velada íntima. Hicimos turnos de adoración durante toda la noche, para terminar con el rosario de la aurora a las 5.00.

El domingo asistimos a la Euca-ristía celebrada en la parroquia y al re-gresar a Nazaret, la Hna. Mª Leonor Mediavilla, que se encontraba de vi-sita canónica en Venezuela, nos diri-gió unas sencillas pero profundas pa-labras, haciéndose eco de las del pa-pa Francisco: «Una Iglesia que no sa-le, a la corta o la larga, se enferma en

la atmósfera viciada de su encierro», para animarnos a no mirarnos solo a nosotros mismos, a los problemas y dificultades que tantas veces nos en-contramos en nuestro diario vivir, si-no que fuésemos capaces de mirar a las necesidades del otro y servir al mundo la Buena Noticia de Dios.

Palabras de ánimoSolo las comunidades cristianas que viven el Evangelio con convicción y tienen experiencia real y viva de Je-sucristo pueden de verdad evangeli-zar. Hemos de manifestar la fe con la palabra vivida, que nos convierta en testigos sencillos en medio de tanto desaliento y desconcierto, pongamos luz que ayude a los demás a sentir la cercanía de Jesús.

Con estas palabras nos animó y envió a contagiar la fe, a manifestar que Jesús es lo mejor que nos ha pa-sado en nuestras vidas, por los cami-nos de Carayaca y Maiquetía, en nues-tros trabajos, colegios y parroquias. Realmente se palpaba la alegría que hay en el corazón del hombre cuan-do encuentra a Aquel que da sentido a nuestras vidas, a Jesús Eucaristía.

Zuly Mª Rodríguez Escobar, m.e.n.

Peregrinación de la UNER de Sevilla a Fátima

Hemos sentido el viaje a Fátima como un regalo que nos ha hecho la Virgen. En todo momento hemos notado la máxima expresión de nuestro carisma, es decir que la idea central de Cristo Eucaristía ha impregnado todo el viaje.

Con María. Con Jesús

El nuevo curso de la Familia Eucarística Reparadora del Estado Vargas (Venezuela) comenzó con nueva Delegada nacional, la Hna. Mª Emilia Ramírez, y al calor del hogar de Nazaret, abiertos a la gracia y fuerza del Espíritu, para dejarnos transformar, reavivar y reanimar, y así poder contagiar la alegría y belleza de la fe a tantos hombres y mujeres que hoy lo necesitan.

Inicio del curso FER en Venezuela

La alegría de contagiarla Buena Noticia

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GRACIA DE DIOSFormación carismática

T ambién en la catequesis como en la evangelización se da siempre este encuentro entre lo humano

y lo divino, entre lo natural y la gracia. La voluntad de Dios Padre, que en su designio salvífico no para de amarnos y buscarnos, se encuentra con el de-seo de todo hombre de abrir su inte-rior al misterio. Dios y hombre están llamados a encontrarse porque, como dijo san Ireneo, la «gloria de Dios es que el hombre viva». Vida que nos la da el Padre enviándonos a su Hijo que viene para que «tengamos vida y vi-da en abundancia» (Jn 10,10).

Encuentro de dos graciasEl beato Manuel González nos recuer-da esta realidad en Cartilla del cate-quista cabal cuando habla del encuen-tro de dos gracias, la natural y la so-brenatural. La gracia natural la define, con gran salero, como «una niña muy bonita y, por cierto, hija de un señor largo, que se llama Ingenio y de una señora muy ancha, que se llama Bon-dad». Para el obispo del Sagrario Aban-donado la gracia natural la posee «el que es grato a los hombres». De la misma manera el que es grato a los hombres y a Dios tiene gracia sobre-natural «hasta el punto de que Dios llegue a complacerse y recrearse en él, como un padre en su hijo y en lo que

su hijo hace y dice». Por tanto, cuan-do en una persona se da de modo per-fecto esta unión, nos dice D. Manuel, «surgen esas grandes figuras de la his-toria, centros universales de irresisti-bles atracciones, prodigios de fecun-didad espiritual y de influencias tan dulces, como avasalladoras sobre las muchedumbres de su tiempo y de los tiempos por venir, figuras cumbres del género humano, maestros gigantes de discípulos incontables» (p. 28).

Así pues, como catequistas y evan-gelizadores estamos llamados a vivir en gracia para ser testigos autoriza-dos de la acción de Dios, porque só-lo así nuestro ser y nuestro hacer se parecerán al modo de ser y hacer de Dios. Pero aquí no acaba nuestra res-ponsabilidad sino que hemos de pro-curar que aquellos a los que anuncio el Evangelio vivan también en gracia de Dios, porque «solamente con ella y por ella vivirán su verdadera y com-pleta vida» (p. 28).

Para crecer en la piedadDon Manuel nos advierte igualmen-te que somos débiles y que es difícil vivir y hacer vivir en gracia y nos ani-ma a combatir las flaquezas del barro con la piedad. Para el apóstol de la Eucaristía el remedio para luchar con-tra nuestra debilidad es la piedad, es

decir, crecer en el dulce y devoto afec-to con que tratamos a Dios que es nuestro Padre, a la Virgen como nues-tra Madre y a la Iglesia como madre nuestra en la tierra.

Como catequistas y evangelizado-res podemos ayudar a los niños, a los jóvenes y a las familias a crecer en pie-dad a través de varios medios que D. Manuel nos recomienda:l   Con el ejemplo propio del

educadorl   Con el consejo oportunol   Por la descripción de imágenes,

historias o escenas sacadas de la Sagrada Escritura

l   Con el roce consciente con la liturgia

Sentirse amadoEstos medios, nos dice el Beato, nos ayudarán a querer, sentir y obrar al es-tilo de la familia de Dios. Para D. Ma-nuel no existe ningún resorte pedagó-gico ni régimen moral que llegue más adentro del niño que sentirse amado por Dios Padre y por María y acom-pañado por la Iglesia. ¿No os parece un buen reto para seguir trabajando en el anuncio del Evangelio? Os pro-pongo, querida Familia Eucarística Reparadora que vivamos este tiempo de Adviento–Navidad como una gran oportunidad de adentrarnos en el Mis-terio reconociendo que la gracia que viene a nuestro encuentro está espe-rando nuestra vigilancia activa for-mándonos e intentando inculcar a otros el amor por las cosas de Dios.

Sergio Pérez Baena, Pbro.

Vivid en gracia de Dios

En este tiempo de Adviento en el que la Iglesia entera grita «¡Ven, Señor Jesús!», continuamos nuestra reflexión sobre Cartilla del catequista cabal con renovada esperanza, conscientes que Dios pronto saldrá a nuestro encuentro y nacerá para hacer posible que lo humano se divinice.

H ay hechos en la vida en los que la Palabra de Dios se hace real-mente viva, sin importar tiem-

po ni espacio. Esta parábola tan clara que nos narra Marcos, cuando Jesús dice «con qué compararemos el rei-no de Dios» (4,30-32), viene a co-lación justamente con lo que vivimos en la XI Asamblea Nacional UNER de la República Argentina. La presen-cia de un grupo eucarístico numero-so y entusiasta, de muchos jóvenes, adultos, niños y hermanas de la Com-pañía de la Santa Cruz, de Santiago del Estero, tiene en esta parábola su explicación.

Un poco de historiaA principios del siglo XX, el enton-ces obispo de Málaga Manuel Gon-zález era amigo de sor Ángela de la

Cruz, tal es así que estuvo a su lado en sus últimos momentos de vida, an-tes de que la religiosa subiera a la ca-sa del Padre.

Así, el carisma eucarístico repara-dor fue transmitiéndose en esta con-gregación y quedó vivenciado en sor María de la Purísima, recientemente canonizada en octubre de 2015 por el papa Francisco.

Ánimos para avanzarElla fue la que alentó a las Hermanas de la Cruz de Santiago del Estero, Ar-gentina, para que pusieran especial atención en la creación y manteni-miento de los grupos de niños euca-rísticos reparadores (RIE).

En sus visitas anuales a nuestro país, como Madre Superiora, acrecen-taba este fuego de amor reparador en

algunas hermanas a cargo de los ni-ños y jóvenes ( JER). En la actualidad son más de 200 niños. Es decir, que aquella semilla que don Manuel trans-mitió a sor Ángela fue recibida por sor María Purísima y creció más de un siglo sin parar y a muchos kilóme-tros de distancia. Hoy es el árbol más grande, que desbordó de amor a la Eucaristía con una alegría exultante que se contagió a los asistentes al en-cuentro.

Todos los que tuvimos la gracia de participar de la Asamblea de Tu-cumán damos gracias a Dios por ha-ber podido compartir momentos tan especiales y vivencias tan profundas. ¡Gracias don Manuel y Hermanas de la Cruz!

Elly Cordiviola, UNER Santo Tomé (Argentina)

¡El árbol de mostazaha crecido!

Ecos de la Asamblea UNER en Argentina

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también es un ser agraciado por el Se-ñor: elegido de entre los hombres pa-ra desempeñar el oficio del sacerdo-cio común de los fieles, tal como Cris-to lo quiso. Toda la comunidad de los creyentes, y cada cristiano, es sacer-dotal, participando, por su vocación bautismal, de la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Cada cris-tiano es sacerdote, lleno de gracia, lle-no del Espíritu Santo, como media-dor entre Dios y los hombres, en el sacerdocio único de Cristo, a través de su oración, sacrificio y ofrenda al Padre, con el Hijo y en el Hijo.

D. Manuel González se admiraba de esta elección que hizo Dios de Ma-ría como Madre del Redentor: «Lim-písima. El arcángel se dirige ad Vir-ginem, a la Virgen por antonomasia, virgen de cabeza y de corazón y de cuerpo, dispuesta a perderlo todo an-tes que su virginidad, y la llama gra-tia plena. No estaría llena de gracia si no estuviera vacía de mancha» (OO.CC. II, n. 2419).

«El Señor está contigo»El Señor, que la eligió y la predestinó para ser la Madre del Mesías, estará siempre a su lado. Al Hijo que nace-rá de sus entrañas le pondrá por nom-bre Jesús, que significa «el Señor sal-va», y también le llamarán «Emma-nuel», Dios con nosotros, tal como lo anunció el profeta (cf. Is 7,14-15).

El cristiano eucarístico–repara-dor, mirando a María y dejándose mi-rar por Ella, vive en la certeza de sen-

tir que el Señor está siempre a su la-do, sosteniendo y perfeccionando su camino de santidad.

Así contemplaba D. Manuel la pre-sencia de Cristo en todo el ser de la Virgen María: «El Espíritu Santo ven-drá sobre ti. El seno virginal de Ma-ría es el altar en donde el Espíritu San-to consagra a Cristo, Sacerdote sumo, “y lo que nacerá de ti será santo”. El Verbo, sin ser hombre, no puede ser sacerdote ni ofrecerse como víctima sacrificial para redención del hom-bre» (OO.CC. II, n. 2422).

«Su Reino no tendrá fin»El Reino de Dios ya está presente en la Iglesia y en la Historia de la Huma-nidad. Lo anunciado por el ángel Ga-briel ya se cumplió en Jesús. Por la mi-sericordia de Dios para con el nuevo pueblo elegido, la Iglesia, lo prometi-do por el ángel a María posee plena

actualidad. El Reino de Jesucristo du-rará para siempre, no tendrá fin. Por-que Él nos dice: «No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estu-ve muerto, pero ya ves: vivo por los si-glos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo» (Ap 1,17-18).El cristiano eucarístico–reparador anuncia con el testimonio de su vida la buena nueva del Evangelio, partici-pa activamente de la gracia de Cristo, Pan de Vida, a través de los sacramen-tos, que hacen presente el Reino de Dios, y se compromete en la comuni-dad cristiana, haciéndose servidor de todos, en especial permaneciendo al lado de los pobres y los más débiles.

Para el beato Manuel González la comunión eucarística con Cristo, a través de la mediación de su Madre Inmaculada, nos asimila totalmente con su Cuerpo Místico: «Si es ver-dad que el Hijo de Dios se ha hecho

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

El beso de la misericordia a la justicia«María es la que de manera singular y excepcional ha experimentado –como na-die– la misericordia y, también de manera excepcional, ha hecho posible con el sacrificio de su corazón la propia participación en la revelación de la misericordia divina. Este sacrificio está estrechamente vinculado con la cruz de su Hijo, a cuyos pies ella se encontraría en el Calvario. Este sacrificio suyo es una participación sin-gular en la revelación de la misericordia, es decir, en la absoluta fidelidad de Dios al propio amor (...)definitivamente cumplida a través de la cruz. Nadie ha experimen-tado, como la Madre del Crucificado, el misterio de la cruz, el asombroso encuen-tro de la trascendente justicia divina con el amor: el beso dado por la misericordia a la justicia. Nadie como ella, María, ha acogido con el corazón ese misterio: aquella dimensión verdaderamente divina de la redención, llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre,

junto con su fíat definitivo» (DM 9).

E ste Adviento 2015 se inicia con un rasgo distintivo: el papa Fran-cisco nos ha convocado para el

Jubileo Extraordinario de la Miseri-cordia. Será tiempo propicio en la Iglesia para experimentar la compa-sión divina e irradiarla a toda la hu-manidad.

Queremos que este tiempo de ado-ración eucarística esté impregnado del sentido que el papa ha querido imprimir al comienzo de este Año Santo: se ha iniciado el 8 de diciem-bre, solemnidad de la Inmaculada Concepción. En esta fiesta se ha abier-to la Puerta Santa, puerta de la mise-ricordia, puerta de entrada en esa ex-periencia de amor misericordioso que Dios nos regala para consolarnos, per-donarnos y ofrecernos esperanza.

Para preparar bien este Adviento y este inicio del Año Jubilar de la Mi-sericordia, puede ser oportuno con-templar la escena de la Anunciación del ángel Gabriel a María. «Elegida para ser la madre del Hijo de Dios, Ma-ría estuvo preparada desde siempre para ser arca de la alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sin-tonía con su Hijo Jesús» (MV 24).

De la mano de María preparémo-nos en este Adviento para ser instru-

mentos del Señor al servicio del Evan-gelio, empezando por nosotros mis-mos el camino a la conversión que nos propone el papa, recurriendo con confianza a la misericordia divina.

Oración inicialOh Dios, Padre de la misericordia, que elegiste desde toda la eternidad a la Virgen María para ser la Madre de tu Hijo, queriendo la libre coopera-ción de tu criatura, a quien habías pre-servado de todo pecado, concédenos, por su intercesión, decir siempre sí a tu voluntad y permanecer limpios de todo pecado para asemejarnos en to-do a Ella, la toda santa y pura. PNSJ.

Escuchamos la PalabraEl Anuncio del ángel Gabriel a María, Evangelio en la Solemnidad de la In-maculada Concepción, inicio del Año Jubilar de la Misericordia: Lc 1,26-38.

Para meditar: «Alégrate»La alegría es fruto de un corazón que arde de amor por Cristo. Es fruto del Espíritu Santo. María está radiante de gozo porque se ha dejado llenar del amor divino, de fuego del Espíritu. El cristiano de hoy, tal como señala el papa Francisco, está llamado a ser tes-tigo de esa alegría: «Quienes se de-

jan salvar por Él son liberados del pe-cado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siem-pre nace y renace la alegría» (EG 1).

El beato Manuel González con-templa así los gozos de la Virgen Ma-ría en esta escena del Evangelio: «El gozo de verse Madre de Dios. El go-zo de ser Madre y en cierto modo cau-sa material del sacerdocio de Cristo y de todo sacerdocio. El gozo de re-crearse en toda la gloria que a Dios y a su Hijo ha de dar el sacerdocio y en el bien que ha de repartir a los hom-bres por los siglos de los siglos» (OO.CC. II, n. 2425).

«Llena de gracia»María es la «llena de gracia», la agra-ciada, la favorecida, la colmada de bendiciones, la criatura humana redi-mida por Dios de modo perfecto: «El Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la acep-tación de la Madre. Nada tiene de ex-traño que entre los Santos Padres pre-valeciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e in-mune de toda mancha de pecado, co-mo plasmada y hecha una nueva cria-tura por el Espíritu Santo» (LG 56). El cristiano eucarístico–reparador

«Reinará sobre la casa de Jacob para siemprey su reino no tendrá fin»

«Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. En la “plenitud del tiempo” (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Dios envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor» (MV 1).

Lc 1,33

Este Año de la misericordia es un don de Dios que quiere consolarnos

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Cordialmente, una carta para ti

Apreciado lector: Todos somos conscientes de que la sociedad actual está en crisis, al igual que también lo están sus tradicio nes. Incluso una tradición tan pro fundamente arraigada entre noso tros como es la Navidad ya no es lo que era.

S i nuestros abuelos levantaran la cabeza se escandali zarían, sin lu-gar a dudas, al ver la manera de

celebrar ahora la No chebuena. Aque-lla vieja costumbre de cenar toda la familia junto al Belén, sin salir de ca-sa excepto para acudir a la Misa del Gallo, ya ha desaparecido casi por

comple to. La Nochebuena de hoy ha perdido su tradicional espíritu religio-so para convertirse en una no che de fiesta y de juerga. Según las estadísti-cas, el consumo de alcohol durante la Nochebuena iguala ya al que se con-sume en Nochevieja… Y, claro está, también se igualan los acciden tes de tráfico, las agresiones, las reyertas, etc.

Aunque nos cueste admitirlo, la Navidad ya no es la que era; la vieja tradición está en vías de desaparecer. Uno de los signos de nuestro tiempo viene dado por la tendencia a no res-petar las tradiciones. En conse cuencia, se está perdiendo el es píritu navide-ño, el encanto y el misterio de la Na-

vidad. En general, los españo les ya no vivimos ni sentimos el verdadero es-píritu navideño como lo hacían nues-tros padres y abue los… Son los nue-vos tiempos. Es la Navidad de hoy.

Pero si traspasamos nuestras fron-teras y nos asomamos a ciertos lu gares del mundo, contemplaremos un pa-norama todavía peor. Un buen ejem-plo lo tenemos en Oriente Me dio. Aquí no encontramos paz en Navi-dad lo mismo que tampoco la encon-tramos durante el resto del año. La desigual lucha entre palestinos e is-raelíes parece no tener fin. Los muer-tos y heridos en ambos lados forman ya un largo y do loroso rosario ensan-grentado. Da igual que sea sangre pa-lestina o judía. Es sangre humana. El viejo odio acumulado entre judíos y palestinos ha engendrado nuevos odios, lo que ocasionó que hace po-cas semanas volviese la violencia y la muerte a unas tierras que Jesús de Na-zaret recorriera predicando paz y amor. ¡Qué ironías tiene la vida!

¡Debemos celebrar!¿Y qué decir, estimado lector, de la lar-ga guerra que se viene librando en Si-ria? ¿Qué decir de las guerras que se están viviendo en Irak, Afganistán o Libia?... Tales guerras, además de la crueldad del autodenominado Esta-do Islámico (EI), han ocasionado la huida de grandes oleadas de refugia-dos que llegan a Europa, creando una enorme crisis migratoria sin preceden-tes desde la Segunda Guerra Mundial. La UE se siente desbordada a la hora de albergar a tantos refugiados. Esta Navidad viene marcada por el drama

de miles y miles de refugiados que lo han perdido todo, algunos incluso la vida… Así es la Navidad de hoy.

Por supuesto que a pesar de lo que sucede en el mundo, particularmen-te en Europa y en España, no debe-mos renunciar a celebrar la Navidad con alegría, con ilusión y con profun-do espíritu cristiano. Navidad es la conmemoración de la venida de Cris-to al mundo, lo que significa celebrar la llegada de nuestra propia salvación. Como vemos, se trata de una conme-moración a la que ningún cristiano deberá renunciar jamás. Ahora, más que nunca, hemos de celebrar la Na-vidad con espíritu cristiano, es decir, con paz y amor.

Sabemos, amigo lector, que ni tú ni yo podremos cambiar la dolorosa situación que hoy se vive en muchas partes del mundo. Sabemos que na-da podemos hacer para que terminen las guerras.

Es cierto, pero lo que sí podemos hacer es que a nuestro alrededor bri-lle la luz de la Navidad, que resplan-dezca el valioso mensaje de paz, amor y perdón que la Navidad nos trae. Así, al menos, en algún rincón del mun-do habrá alegría por la llegada de la Navidad, esto es, por la llegada de ese Salvador que vino al mundo para que-darse entre nosotros, para quedarse en la Eucaristía. Por esta razón y a pe-sar de todo lo que ocurre, ¿no es su-ficiente motivo de alegría poder ce-lebrar la Navidad recibiendo a Jesús Eucaristía?

Feliz Navidad, feliz año 2016 y un cordial saludo,

Manuel Ángel Puga

La Navidadde hoy

Pesebre minimalista. Acrílico sobre madera sombreado al óleo (Rosalba Tarazona. Vía Flickr).

Jesús mío por mi Madre Inmacu-lada, que le dio su carne y su san-gre, ¿no será también verdad que Jesús se ha hecho Pan mío por Ma-ría?» (OO.CC. I, n. 1298).

«Las gracias de los sacramen-tos, las preparaciones de los sacra-mentales, la influencia de la oración pública y privada, el estímulo y la norma, la predicación y los ejem-plos de Jesús y de sus santos, la me-diación universal de la Inmacula-da, la jerarquía de orden y de juris-dicción de la santa madre Iglesia, el sacerdocio, los bienes de gracia y de naturaleza, las pruebas y los dolores del justo, todo, todo, no tie-ne otro fin, por disposición del au-tor de la gracia, que ayudar, prepa-rar y quitar obstáculos a esa, que pudiera llamarse, única ocupación en la tierra del Cuerpo Místico de Cristo, o sea, la digestión de la Hos-tia de la Comunión y asimilación a Ella» (OO.CC. I, n. 1165).

«Para Dios nada hay imposible»La maternidad de María es obra del Espíritu Santo. El poder de Dios fe-cunda la virginidad de aquella mu-chacha nazarena que todavía no vi-vía con José. Dios Creador nos re-dimió en su Hijo, porque su mise-ricordia es eterna; su amor y su per-dón, sin límites.

El cristiano eucarístico–repa-rador, llamado a la santidad en la vida corriente, se deja modelar por la gracia eucarística para mejor al-canzar la perfección de Aquel a quien está llamado a testimoniar, Cristo, Sacerdote eterno, Siervo de los siervos: «“Sed perfectos –dijo el Maestro–, como vuestro Padre celestial lo es”. Ése es el tipo ideal: ahí es a donde quiere elevar Jesús Redentor a sus redimidos. Para conseguir esa perfección compen-dió todas las reglas y leyes de mo-ral en su solo precepto: “Éste es el precepto mío, que os améis los

unos a los otros como Yo os he amado”. Él nos ha amado hasta el sacrificio: es decir, hasta hacerse Hostia. Su precepto es, pues, que nos amemos hasta hacernos hos-tias de amor por nuestros próji-mos» (OO.CC. II, n. 1164).

«Hágase en mí»«María da este consentimiento, des-pués de haber escuchado todas las palabras del mensajero. Dice: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Es-te fíat de María –“hágase en mí”– ha decidido, desde el punto de vista humano, la realización del misterio divino, haciendo posible, en cuan-to concernía a Ella según el desig-nio divino, el cumplimiento del de-seo de su Hijo» (ReM 13).

El cristiano eucarístico–repara-dor, teniendo a la Virgen María co-mo modelo del verdadero discípu-lo de Cristo, vive la entrega a los otros en disponibilidad total a la voluntad del Padre (como Jesús y como María); desde esa integra-ción plena en el Pueblo de Dios, se abandona, confiando, en las manos del Padre, actualizando el «fíat» de la Madre: «Hágase en mí según tu palabra».

Padrenuestro

Oración finalOh Padre clementísimo y lleno de compasión , que nos has dejado, por tu Hijo crucificado, a la Virgen María como Madre de misericor-dia, haz que todos tus hijos apren-damos de Ella a conservar todas las cosas meditándolas en nuestro co-razón con la ayuda del Espíritu San-to, para que, en los momentos de soledad, fracaso, sufrimiento, an-gustia o desesperanza, sintamos su maternal protección y continue-mos diciendo siempre «sí» a tu vo-luntad. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

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Con mirada eucarística

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A cabamos de asistir a la clausura del Sínodo sobre la Familia. A no ser que nos detengamos en

cuanto sobre ella se ha dicho y escri-to –literalmente–, lo más que han re-cogido los medios generalistas de la comunicación de masas son los ele-mentos secundarios y accidentales en torno a la estructura familiar, dándo-nos la impresión de que todos los obispos de la Iglesia –la Iglesia cató-lica en su conjunto– pertenecen al anacronismo, a la cerrazón e incluso a la incomprensión. Nada más falso. Una vez más la doctrina de la Iglesia propone el amor como fundamento de la familia a partir del cual emergen con plenitud tanto la esperanza co-mo la fe.

La familia es la célula de la vida. Su cromosoma es el amor. En la fa-milia hemos nacido a este mundo, he-mos aprendido a hablar y a relacio-narnos con él, hemos crecido y desa-rrollado nuestra personalidad, en ella hemos recibido educación, cuidados en la enfermedad, asistencia en el des-valimiento, ayuda en la necesidad, comprensión en nuestras angustias, consejos para actuar, en ella hemos recibido alimento y ropa, somos lo que somos merced a nuestra familia. Y si ponemos proa hacia la organiza-ción social, podemos comprobar que la familia es la célula básica de la es-tructuración de la sociedad, sin ella

no es posible la convivencia comuni-taria en solidaridad y en paz. La fami-lia es la base para el perfecto desarro-llo del individuo y de la comunidad.

Y todo ello gracias al impulso gra-tuito del amor, el amor que no tiene precio. Por eso, en esta Navidad que se avecina los cristianos celebramos

un año más el triunfo del amor en la familia, celebramos el nacimiento de un Niño que viene para amar, para amar infinitamente.

Un universal humanoLa familia es un universal humano, va en nuestros genes. El universal es como un paradigma que hay que cumplir, que hay que desarrollar, que hay que realizar. Es como una cubi-tera, cuyos huecos hemos de relle-nar cada uno de nosotros. La cubi-tera es el paradigma, el universal fa-miliar, nosotros ocupamos según los

La mayor de las tres es el amortiempos el oficio de padre, madre, hijo, abuelo, nieto, tío, sobrino, pri-mo…, incluso se ocupan sitios sin necesidad de parentesco, porque la familia tiene límites y al mismo tiem-po no los tiene, nadie sabe con exac-titud dónde empieza y termina la fa-milia, aunque todos sabemos que los límites los pone el amor: hasta don-de llega el amor llega la familia. Y el amor es universal. El ser humano ha nacido para amar y ser amado. Y a ser posible eternamente.

Es cierto que las familias a veces se desestructuran, se corrompen, de-

saparecen. En ocasiones presencia-mos situaciones incomprensibles, co-mo es el reciente caso de la condena a unos padres por el asesinato de su hija, comentado hasta la saciedad en los telediarios y los reality show de las televisiones. Pues bien, a pesar de ello la familia sigue existiendo. Los miem-bros desplazados o descolocados in-tentan recomponer el lugar perdido dentro de la misma familia o median-te la incorporación a otra nueva. La razón es que no es posible la vida sin el amor, y el amor se encuentra, se aprende (también se aprende a amar), se practica en el lugar natural que es la familia. La familia es escuela de so-lidaridad, comprensión, abnegación, entrega, consuelo, sacrificio… y de perdón.

La marca de Jesús EucaristíaJesús, el Hijo de Dios, nos propone una nueva relación con Dios, la rela-ción del amor. Nos dice que Dios es nuestro padre, abba, nuestro papá que como tal nos quiere. Propone la rela-ción paterno–filial (la relación fami-liar) como la más genuina de la rela-ción amorosa entre los seres humanos. Somos la familia de los hijos de Dios.

Por eso no nos extraña que, cuan-do los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, este les con-testara que comenzaran así: «Padre nuestro…» (Lc 11,1-4). Defender al amor como la parte constituyente de la institución familiar es tanto como defender al amor como parte consti-tuyente del Cristianismo. Y esto no es ningún anacronismo, esto es ver-dad universal, es precisamente lo que siempre ha defendido la Iglesia cató-

lica, incluido el reciente Sínodo so-bre la Familia.

Más aún, cuando Jesús de Naza-ret nos quiere mostrar la verdadera naturaleza de Dios, recurre a una pa-rábola familiar, la más bella y mejor parábola que se haya escrito nunca. Evidentemente nos estamos refirien-do a la conocida como «parábola del hijo pródigo» (Lc 15,11-32). La re-lación del hombre con Dios es una relación de familia porque es una re-lación de amor. Dios es padre que ama a sus hijos, y también madre. Así lo interpretó magistralmente Rembrandt en su pintura cuando el padre abraza al hijo con dos manos diferentes y complementarias: la mano musculo-sa de padre y la mano delicada de ma-dre. Ya antes, y en otro sentido, lo ha-bía expresado Miguel Ángel en su Pie-dad, cuando María, cara de joven y brazos femeninos, acoge a su hijo en sus rodillas fuertes y angulosas de pa-dre. En fin, la familia es una cuestión de amor.

Y por si fuera poco, cuando Jesús en la última cena decide quedarse pa-ra siempre en la Eucaristía, lo hace por una razón exclusiva de amor. Fue un jueves que hoy llamamos Jueves Santo. Y por cierto, ¿por qué los cris-tianos también llamamos a este día con el nombre de «día del amor fra-terno»?

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Dice san Pablo: «Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor. Pero la mayor de las tres es el amor» (1 Cor 13,13). El amor es el subsuelo de la naturaleza humana, sobre él se levanta todo lo demás, a partir de él y solo a partir de él es posible la construcción de la persona y su convivencia con los otros.

El amor se encuentra, se aprende, se practica, en el lugar natural que es la familia

«Las virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad». Escuela española del tercer cuarto del siglo XVIII.

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Lectura sugerida

Este libro lo dedica al cardenal Carlo Mª Martini, a quien define como el creyente conocedor de la lengua de Dios, apóstol amante de la lengua de cada uno. Su obra está prologada por el cardenal Francesco Coccopalmerio.

Con la fuerza del EspírituSu impresionante introducción nos ayuda a disponernos para el camino con la certeza de que Jesús nos llama junto a él y la convicción de que de-bemos dar un salto hacia adelante en la formación de nuestra conciencia apostólica hacia la penetración doc-trinal y afectiva del misterio de Jesús. Ciertamente en ese itinerario nos en-contramos, según las enseñanzas de la Palabra, con huellas del enemigo, que es importante reconocer para no caer: divide, oculta, mete miedo y en-tristece. De ahí que el actuar del Es-píritu bueno, según san Ignacio, nos da coraje, fuerza, consuelo, inspira-ciones y paz.

Mario Antonelli nos va salpican-do de experiencias pastorales y per-

sonales vividas durante su misión por tierras de Brasil, experiencias relacio-nadas con los textos evangélicos que desarrolla en cada uno de los nueve capítulos.

Nos invita a recorrer un camino con etapas muy determinadas. Por ejemplo, nos induce a caminar de ma-nera digna de la vocación recibida (cf. Ef 4,17), nos cuestiona con un sinfín de interrogantes para descubrir nues-tra identidad de caminantes: turistas, vagabundos o peregrinos con con-ciencia de creyentes y apóstoles apa-sionados por el Evangelio de Jesús.

Llamados y enviadosDe ahí que en el segundo capítulo, después de haber pasado por el gran pórtico de Ef 4,5, nos introduce en el ser divinamente llamados y envia-dos (Mc 3,7), pues no habrá misión si no se da en el origen la intimidad entre Jesús y nosotros. De otro mo-do la misión corre el riesgo de hacer-se una triste función eclesiástica for-mal y fatigosa.

El capítulo tres nos ilumina en la forma evangélica de la misión (Mc 6,1-13). El autor afirma que no se va a la misión para convertir a los otros. Se va porque se es una sola cosa con Jesús. Si efectivamente permaneces en Él, te encuentras en misión.

Antes de atribuir nuestra posible tibieza misionera a un carácter tími-do, a la ausencia de talentos particu-lares o nociones de marketing religio-

so es necesario comprobar la calidad de tu estar con Jesús, la densidad afec-tiva de tu adhesión a él.

La misión se desarrolla en el ca-mino, en la casa y en pobreza como forma auténtica de misión (sobrie-dad, austeridad, sacrificio, despren-dimiento).

Camino de maduraciónEl capitulo cuatro toma como refe-rencia el libro de los Hechos de los Apóstoles (16,1-15) y de ahí desarro-lla diez pasos del Evangelio para nues-tro camino de maduración en la con-ciencia apostólica en la intimidad con Jesús. Estos son:1. Sabernos diferentes (v. 1)2. Preferencia por la vida fraterna en

comunidad (v. 3) 3. Fidelidad al Evangelio (v. 4)4. El Espíritu es el que decide

dónde (vv. 6ss)5. Visión en la noche (v. 9)6. Persuasión de ser llamados junto

a él para la misión (v. 10)7. Estar algunos días y escuchar que

nos pregunta «¿qué buscáis?» (v. 12b)

8. Hablar donde la gente se reúne (v. 13)

9. La obra es del Señor y nosotros cooperamos (v. 14)

10. Habitar en la casa de quien acoge el Evangelio (v. 15)

Asimilar su secretoEn el capítulo cinco nos invita a estar a la sombra de la escucha de la Pala-bra viva y vivificante. El Señor nos lla-ma junto a él para que asimilemos el secreto de su compasión (Mc 8,1-11). Sin alimento nos desmayamos por el camino, necesitamos el Pan con sa-

Los llamó junto a Él

Autor: Mario Antonelli

Año: 2014Páginas: 186Tamaño: 13,6 x 21 cm

Editorial: Paulinas

Precio: 16,80 €

bor divino para afrontar el trayecto y reencontrar la casa, la verdad del ser humano. El gesto de partir el pan mar-ca toda la vida de Cristo.

En el capítulo seis nos adentra en el ser discípulos y su identidad, es de-cir, tomar la cruz (Mc 8,27-28). Nos acerca a la identidad de Jesús y del discípulo. La cruz de cada día a veces es nuestro ser así como somos, no so-mos como quisiéramos ser y eso se convierte en cruz pesada.

Riqueza verdaderaEn el séptimo nos hace ver la familia-ridad con la lógica de los poderosos (Mc 10,35-45) y en el penúltimo nos expresa la llamada a la pobreza del Se-ñor (Mc 12,38-44). El sentido de au-téntica pobreza evangélica no consis-te en no tener nada, sino en darlo to-do, darse del todo. En estas páginas desea remarcar que seremos pobres no tanto porque no tengamos nada sino porque tratamos de seguir dán-dolo todo. Esta es nuestra única y ver-dadera riqueza.

Finalmente, en el noveno capítu-lo nos permite oír el eco de la última llamada, la de la mujer en Betania (Mc 14,3-9). Es el sello final, el colofón de este itinerario con los discípulos en la intimidad con Jesús que nos llama junto a él.

Concluye su obra recordando lo que insistentemente ha ido pronun-ciando de diversos modos en cada ca-pítulo del libro, es decir, que el prin-cipio de la fecundidad de las buenas acciones apostólicas está en el afecto creyente por el Señor. No lo olvide-mos. Es el testimonio del affectus fi-dei que da audacia profética e impul-so de caridad arrolladora.

El camino es claro. Se trata, sim-plemente, de ir desde la intimidad con Jesús a la misión. Sin lugar a dudas, Los llamó junto a Él es un buen libro

para volver a pasar por el corazón el don y la tarea de la gozosa llamada particular a cada uno.

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

El autor, Mario Antonelli, es sacerdote, doctor en Teología en el seminario de Milán, colabora en la pastoral misionera y pastoral de los emigrantes de Milán y Verona. Misionero de Fidei domum en Castanha (Brasil), vive con los pobres y enseña teología trinitaria en el Instituto de Formación de Belém.

Para estar cada vez más cerca de Él

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AgendaDiciembre

Encuentro Europeo de JóvenesLa diócesis de Valencia habilitará la Catedral, más de 150 pa-rroquias e iglesias y dos carpas gigantes para acoger a los mi-les de participantes previstos para el Encuentro europeo de Taizé que tendrá lugar en la capital valenciana del 28 de di-ciembre de 2015 al 1 de enero de 2016. Los organizadores pre-vén que cerca de 15.000 jóvenes llegarán a Valencia desde dis-tintos países europeos y una cantidad similar serán valencia-nos y familias de acogida.

Según uno de los responsables del encuentro europeo, el hermano Pedro, de la comunidad ecuménica de Taizé, «se tra-ta de un encuentro ecuménico» que contará con jóvenes de distintas confesiones cristianas, entre los que la mayoría serán católicos y ortodoxos.

Dos grandes carpas, con cerca de 10.000 metros cuadra-dos de superficie, serán instaladas en el antiguo cauce del río Turia para acoger a los jóvenes. Una de ellas, de 115 metros de largo por 50 de ancho, quedará ubicada en una gran expla-nada bajo los puentes de la Exposición y del Mar, con capaci-dad para albergar a cerca de 6.000 personas.

La otra carpa, de 95 metros de largo por 40 de ancho, se-rá emplazada también en el antiguo cauce del río bajo el Puen-te de Serranos, con espacio para 4.000 participantes, aproxi-madamente.

Entre otras activida-des, las grandes carpas del Jardín del Turia aco-gerán oraciones comu-nes al igual que la Cate-dral de Valencia y la igle-sia de Santa Catalina de Valencia. Asimismo, los jóvenes participantes compartirán talleres y mo-mentos de reflexión.

Intenciones del papa para el mes de diciembre

Universal: Para que todos experimentemos la misericordia de Dios, que no se cansa jamás de perdonar.

Por la Evangelización: Para que las familias, de modo particu-lar las que sufren, encuentren en el nacimiento de Jesús un sig-no de segura esperanza.

Asuntosde familia

6Domingo

5Sábado

8Martes

13Domingo

24Jueves

25Viernes

27Domingo

12Sábado

3434

FER: En 1886, el beato Manuel González recibe el sacramento de la Confirmación en el Palacio arzobispal de Sevilla

FER: En 1915 el papa Benedicto XV nombra al beato Manuel González Obispo titular de Olimpo y Auxiliar de Málaga

Iglesia: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen. El papa abre la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia

Iglesia: En América, Fiesta de Nuestra Señora de GuadalupeEl papa celebra la Eucaristía en la basílica vaticana con ocasión de la Fiesta de la Virgen de Guadalupe

Iglesia: El papa celebra la Eucaristía y abre la Puerta Santa en la Basílica de San Juan de Letrán

Iglesia: Solemnidad de la Navidad del Señor.El papa celebra la Misa de medianoche a las 21.30

Iglesia: Solemnidad de la Navidad del Señor.El papa da la Bendición Urbi et Orbi a las 12.00

Iglesia: Fiesta de la Sagrada Familia. El papa preside la Eucaristía por las familias.FER: San Juan Evangelista, patrono de la Familia Eucarística Reparadora

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