Una Interpretación Acerca Del Origen de Las Religiones. Carlos Saura Garre. PDF

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El posible origen de las religiones según el especialista Angelo Brelich, de la Historia de las Religiones siglo XXI.

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  • UNA INTERPRETACIN acerca del ORIGEN de las RELIGIONES Carlos Saura Garre [email protected]@[email protected]@gmail.com

    ADVERTENCIA. En el tomo 1 de la extensa obra His-toria de las Religiones Siglo XXI, el especialista doctor Angelo Brelich, autor de los prolegmenos, expone, aun-que de pasada, una idea acerca del origen de las religio-nes que me he apropiado por su indudable inters. Es cosa ma el divulgarla aqu, aunque dndole un formato que no se encuentra en el original.

  • PUNTO PRIMERO

    Desde los tiempos ms remotos, el problema ms im-portante para los seres humanos ha sido el de buscar cuanto necesitan para seguir viviendo. El mismo que tie-nen todos los seres vivos.

    No es necesario aadir que hoy sigue sindolo, aunque las circunstancias han cambiado drsticamente: puesto que conocemos mejor, e incluso dominamos en muchos aspectos la realidad, la subsistencia no es tan problem-tica como en tiempos anteriores.

    (No se dice aqu que la necesidad de permanecer vivos a toda costa sea el nico problema humano, sino el fun-damental. Esta afirmacin parece una perogrullada, puesto que est demasiado clara como para ponerla en duda, pero no est de ms, porque las personas religio-sas insisten una y otra vez en la superioridad de otra ne-cesidad humana: la trascendencia, que, por supuesto, no se podra satisfacer si no estuvisemos vivos. De todas formas, el hecho de que, por ejemplo, no podamos per-cibir el magnetismo terrestre, ni la luz ultravioleta o infra-rroja, ni la radioactividad o los ultrasonidos, a diferencia de otros animales, nos dice que disponemos slo de aquello que necesitamos para sobrevivir).

    PUNTO SEGUNDO

    La resolucin de este problema fundamental obliga al ser humano a enfrentarse con la realidad que le rodea: la naturaleza. "Enfrentamiento" debe entenderse aqu en sentido amplio, como un encuentro que origina una pro-

  • vocacin, un desafo. El humano distingue dos esferas totalmente diferentes: l mismo y el resto de la realidad. De un lado est lo humano (su cuerpo, la familia, el gru-po, el lugar en que vive, las herramientas y utensilios que construye), de otro, el mundo en el que ha de buscar su alimento diario. Mircea Eliade, desarrollando ms esta idea y matizndola, llamara a esos dos mundos lo sa-grado y lo profano.

    PUNTO TERCERO

    La primera esfera, la realidad humana, posee una carac-terstica muy importante: puede ser controlada. Se cono-ce, se manipula, permanece dentro de un orden y unas normas que nosotros mismos le hemos dado, tiene unos lmites claros dentro de los cuales puede uno moverse con soltura; en resumen: se trata de una realidad sobre la cual ejercemos un poder, ella se encuentra a merced de nuestras necesidades o deseos, lo que genera en el humano un cierto estado de certeza indispensable para vivir.

    La segunda esfera, la naturaleza, por el contrario, se de-sarrolla en el mundo de la contingencia. Contingente es todo aquello que puede suceder o no y por lo tanto no puede ser controlado, es imprevisible: los fenmenos atmosfricos, los animales salvajes, los temblores de tierra, los bosques impenetrables Hay otros sucesos que tampoco puede controlar y que le afectan ms direc-tamente: los sueos, las enfermedades, la muerte. El humano no encuentra un orden en ese maremagnum de objetos y sucesos, ni se lo puede dar, porque le superan, se encuentra indefenso ante ellos y, ms an, insignifi-cante ante unas fuerzas cuyo poder es portentoso com-

  • parado con el que l puede ejercer en su mundo huma-no.

    (Slo el desarrollo de la ciencia nos ha permitido encon-trar un cierto orden en la realidad que nos rodea al des-cubrir lo que hemos llamado leyes naturales. Los primiti-vos lo encontraron a medias: el Sol sale todos los das, hay periodos de fro y de calor que se repiten, los ros aumentan o disminuyen su caudal en fechas bastante aproximadas De este modo, la ciencia nos ha permiti-do alcanzar un cierto dominio sobre lo no-humano. Y puesto que ciencia significa conocimiento, la situacin que hemos descrito acerca del hombre arcaico se deba a su natural ignorancia. Deberamos reflexionar ms a menudo, especialmente las personas religiosas, acerca de las consecuencias que el conocimiento ha provocado en nuestra forma de ver la realidad del mundo).

    PUNTO CUARTO

    Hurfano de conocimientos, el humano no puede vivir siempre en ese estado de zozobra y ansiedad que le provoca el mundo de la naturaleza. Necesita ejercer al-gn poder sobre l, aunque sea mnimo. Cmo conseguirlo? El doctor Brelich lo expresa de este modo: "La realidad es como es, y el hombre se encuentra des-armado ante ella hasta que no logre encontrarle, o atribuirle, un sentido, una razn de ser".

  • (Hoy tambin. Recordemos la interminable confrontacin entre dos formas de entender el sentido de la vida. Los creyentes afirman que es un trnsito hacia otra existen-cia ms plena. Los incrdulos sostienen que el sentido de la vida consiste en permanecer aqu contra viento y marea. Sea como sea, le atribuimos un sentido, una ra-zn de ser. No podemos evitarlo).

    Nos estamos moviendo ahora en el terreno de la psico-loga. Hablamos de una forma de ser propia de la natura-leza humana: la necesidad de saber. Y no slo por sim-ple curiosidad. Es la necesidad de posibilitarnos -y hacernos ms fcil- la existencia. "Cada hombre se apropia de la realidad dando signifi-cado a los datos que de ella percibe", afirma el filsofo Jos Antonio Marina complementando lo dicho por A. Brelich. Aqu no vamos a discutir la diferencia que hay, o pueda haber, entre sentido y significado, algo que con-cierne de forma ms directa a los lingistas. Lo que am-bos trminos nos dicen es que la naturaleza debe ser entendida, comprendida, porque de ello depende nuestra existencia, y que tal cosa slo se consigue conociendo la razn de ser, la finalidad, el sentido de cada parcela de la realidad.

    (Es conveniente que hagamos aqu un inciso. El conoci-miento que los humanos alcanzamos de nuestro medio natural y de nosotros mismos no es necesariamente siempre verdadero, firme e irrefutable. No es necesario recurrir a Popper para saber que hemos de estar alerta para explicar mejor algo que creamos conocer a fondo, para invalidar una afirmacin o para formular continua-mente nuevas teoras. Por otra parte, mucho de nuestro "saber", de nuestras convicciones, est basado slo en

  • la "evidencia", algo (tambin el profesor Marina reflexio-na sobre esto) que no podemos rechazar por la fuerza con que se nos impone, pero que a menudo no tenemos ms remedio que sustituir por otra evidencia ms acorde con la realidad. El profesor Marina pone el clsico ejem-plo del Sol que, con toda evidencia, sale, recorre el cielo y desaparece, pero que la ciencia ha demostrado falso puesto que es una ilusin ptica provocada por el movi-miento de la tierra alrededor de su estrella. El hombre arcaico debi andar sacudido por estas primeras eviden-cias, algo que dur muchos siglos: an hoy, algunas de ellas nos parecen irrefutables, firmes como rocas, indes-tructibles. Y no lo son).

    PUNTO QUINTO

    Los humanos encontraron una forma de darle sentido a la realidad desconocida, amiga a veces, amenazadora a menudo: personificaron determinados fenmenos. Pues-to que en tiempos remotos nuestros antepasados se de-dicaban slo a la caza y la recoleccin (no producan sus propios medios de subsistencia, se limitaban a apropiar-se de lo que hallaba a su alrededor) la ms antigua per-sonificacin fue la de "el seor de los animales". Oiga-mos a A. Brelich: "trmino desde ahora convencional respecto del cual conviene precisar que dichos seres pueden ser de sexo femenino e incluso pueden presen-tarse bajo la forma de seres morfolgicamente anlogos ('espritus' o 'demonios' del bosque, 'seores' de espe-cies animales o de selvas concretas; entre los pescado-res esos seres reinan a veces sobre los animales mari-nos)"

  • Viven en lugares inhabitados (el mundo incontrolado donde hay que buscar la subsistencia) y su funcin con-siste en conceder o negar la caza al cazador, escondr-sela, condenndole al hambre, o conducirle hasta el xi-to, cmo?, proporcionndole los medios mgicos para el feliz desenlace de su empresa.

    La personificacin de una parcela de la realidad (que es el fundamento de una idea religiosa) no es una actividad gratuita e irracional de la imaginacin; tal cosa no con-cuerda con la enorme seriedad que todas las civilizacio-nes ponen en las cosas de la religin. Lo que sucede, a nivel psicolgico, es que los humanos podemos estable-cer relaciones recprocas nicamente con un ser "per-sonal". Establecer relaciones recprocas con seres no-humanos es una condicin indispensable en toda creen-cia religiosa, como se demuestra por el uso, muy difundi-do, de presentarles una ofrenda tras una buena caza.

    (Esta relacin recproca -el ser no-humano protege o castiga / el humano le ofrece o le suplica- es propia de todas las religiones, incluidas las monotestas. Por otra parte, el papel que asume el hombre no es slo el reli-gioso -ofrecer, suplicar-, sino tambin el de provocar al ser sobrehumano por medio de rituales mgicos).

    Pero hay algo ms. Al ser sobrehumano "se le atribuyen criterios precisos en el enjuiciamiento de las conductas humanas". Pueden negar la caza (en el caso del 'seor de los animales') o cualquier otro beneficio si el humano no se atiene a ciertas reglas (matar intilmente, o sea, ms de lo que se necesita, por ejemplo). De este modo, el grupo humano adquiere la certeza de que actuando

  • segn la voluntad del ser sobrehumano obtendr la satis-faccin de sus necesidades.

    Actuar segn la voluntad del ser sobrehumano significa, en ltimo anlisis, actuar segn los intereses vitales del grupo. O dicho de otra forma: la creencia en esos seres, "lejos de ser un producto gratuito de la imaginacin, sirve a un determinado tipo de sociedad, puesto que gracias a unas relaciones 'personales' con aquel de quien depende la propia existencia de la comunidad, permite un control sobre algo que de otro modo escapara a toda influencia humana. Y es as porque aunque el cazador preparase los ms eficaces trampas y armas, aunque siguiese infa-tigablemente las huellas de su presa, aunque tuviese a su disposicin todos los medios tcnicos que sugiere la experiencia, no por ello dejara de encontrarse, inevita-blemente, frente a elementos imprevisibles que podran convertir en vano todo su esfuerzo. Sus relaciones con los seres del tipo 'seor de los animales', reguladas por normas inviolables, le sirven para controlar dichos ele-mentos imprevisibles".

    (Obsrvese que cuanto se acaba de decir respecto a los tiempos primitivos de cazadores y recolectores, sigue siendo cierto en nuestros das. An existen en la realidad bastantes factores incontrolables de los que depende la existencia humana: las enfermedades, la climatologa (inundaciones, sequas, terremotos, maremotos, tormen-tas), los incidentes de los viajes, las conductas huma-nas que provocan guerras, terrorismo, contaminacin, accidentes (conductas que en teora deberan poderse controlar, pero que en la prctica no se consigue ese control a pesar de las buenas intenciones de tantas per-sonas, lo que las convierte tambin en ingobernables),

  • etc. Todo ello contribuye a mantener la creencia en seres sobrehumanos que dispensan la vida y la muerte, la en-fermedad y la curacin, la fortuna y la adversidad, el buen y el mal tiempo, es decir, todo aquello que puede suceder sin que nuestra voluntad intervenga. Los huma-nos slo pueden intervenir al respecto manteniendo esas relaciones con los seres superiores y atribuyndoles unas exigencias, unas normas, a las que debe atenerse. Se trata de una relacin de dependencia que se encuen-tra en la base ms profunda de todas las religiones).

    PUNTO SEXTO

    El profesor Brelich analiza otros aspectos de las creen-cias religiosas, como los seres sobrehumanos no perso-nalizados (el mana melanesio, el orenda y manitu de los indgenas norteamericanos), los dioses tutelares, protec-tores del grupo, de la familia o del individuo, incluso del papel bienhechor (o malfico a veces) de los antepasa-dos y difuntos, o el porqu del politesmo y el monotes-mo, la vasta categora de fenmenos que se suelen de-signar con el trmino de tab, los mitos, los ritos, etc. Todo ello rebasara la intencin de este resumen. Lo que se ha dicho hasta aqu es suficiente para mos-trar el probable origen de las creencias religiosas: la ne-cesidad que tenemos los humanos de controlar las fuer-zas y circunstancias naturales (que superan nuestras capacidades) para mantenernos vivos y sanos en este planeta.

  • CONCLUSIN

    Antes de acabar, no estara de ms matizar el concepto, tantas veces usado aqu, de control humano sobre la realidad no-humana y sobrehumana. Es evidente que las creencias religiosas no proporcio-nan ese control -slo la magia lo intenta-; es imposible detener a la naturaleza cuando estalla con toda su fuer-za. Y sabemos que esa realidad no respeta las creen-cias: una inundacin o un terremoto destruyen los luga-res sagrados sin contemplaciones; mueren todos los via-jeros de un autobs que regresa de una romera maria-na, etc. No obstante, lo fundamental para los humanos, lo que les tranquiliza, es el hecho de 'saber' que cum-pliendo unas normas, atribuidas a los sobrehumanos, y manteniendo una relacin con ellos mediante un ritual, esos seres velarn por nosotros ocurra lo que ocurra. Las incontrolables fuerzas de la naturaleza, las enfer-medades o los accidentes pueden aniquilar a millares de criaturas (y a su mundo humano) sin que el creyente pida cuentas a ninguna divinidad, porque se da por supuesto que ellas, las divinidades, son los dueos y seores ab-solutos de todo cuanto existe. Cuando suceden esos eventos terribles, el creyente se aferra a frases del tipo Dios escribe con renglones torcidos, o bien Los designios divinos son inescrutables, incluso Quin es la criatura para pedir cuentas a su Creador? Estas expresiones son, sin duda, actuales, pero la idea que se refleja en ellas es tan antigua como el mismo humano. En esto consiste la poderosa fuerza de las religiones. Y en esto consiste la firmeza de las convicciones religiosas. Si los seres superiores desapareciesen, nos encontra-ramos de nuevo en el caos, volveramos a los tiempos arcaicos, donde permaneceramos asustados por una

  • realidad incomprensible, y donde la bsqueda de la sub-sistencia y la lucha contra lo incontrolable e imprevisible, sera un esfuerzo diariamente agobiante y doloroso. He aqu una de las supuestas razones del temor de tantos creyentes ante el abandono de las prcticas reli-giosas, del laicismo o el atesmo, y su obsesiva necesi-dad de mantener sus creencias contra viento y marea. (Otra razn, por supuesto, ser siempre la inquietud ante la ms que probable prdida del sentido de sus vidas, pero tambin de sus privilegios). Pero los creyentes no deben sobresaltarse. La ciencia y la tecnologa nos permiten ahora un ms profundo co-nocimiento de la naturaleza y de cmo controlar, o pre-venir, sus efectos desagradables. El mundo inhabitado, amenazador e incontrolable, origen y sustento de las creencias religiosas, se ha ido reduciendo hasta quedar impreso en las pginas de las Ciencias de la Naturaleza. An queda el cosmos, las enfermedades, el azar impre-visible, pero cada vez menos. Las religiones casi no tienen donde agarrarse. Por eso se aferran al pasado, a sus antiguas tradiciones.

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